II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
En cierto modo, había sido pura casualidad el que los acontecimientos terminaran de esa manera…
Matthew se encontraba sentado en el marco de una ventana, pasando aburrido las páginas de un absurdo libro infantil, deteniéndose de vez en vez cuando encontraba algún dibujo. Había ido a visitar a Seth, solo para encontrarse con que la nueva enamorada de su amigo ya estaba allí. El artesano suspiro por enésima vez cuando noto una nueva miradita coqueta de la parejita, por suerte para él fueron interrumpidos por un oportuno mensajero que vino a dejar una misiva para la mujer-gato.
Los ojos de Matt brillaron de inmediato ¡Una fiesta de gala! Que maravillosa oportunidad para robar, chantajear, engañar y hacerse con algunos buenos contactos ¡Todo en una noche! Seguramente Eva y Seth irían juntos, por lo que el artesano comenzó a idear la manera de poder hacer una invitación falsa ¿Qué tan difícil podía ser? Teniendo una original a mano solo era cuestión de encontrar el papel correcto, la tinta y algo para imitar el sello.
Absorto como estaba en sus planes, no escucho cuando su amigo le dijo sumamente apenado a Eva que no había manera de que estuviera disponible para esa fecha. Matthew volvió a la realidad cuando se dio cuenta que la dulce parejita estaba discutiendo sobre qué hacer, Seth no podía ir, y la mujer-gato se mostraba algo molesta por su falta de colaboración.
-Yo puedo ir… - Interrumpió la charla Matthew con una sonrisa de oreja a oreja. Miro a su amigo y no fue necesario que le explicara nada, ambos sabían lo que el otro haría en una situación similar – Por favor, Eva, nunca he visitado Beltrexus, una oportunidad como esta no se presenta todos los días – Dijo el artesano usando su tono más lastimero y adorable –Tu estarás a cargo, se hará todo como tu desees.
Más tarde se arrepentiría de haber dicho eso.
Mientras caminaban hacia el evento unas bonitas orejas de conejo blancas sobresalían de su cabeza, Matt las tocaba mientras pensaba que estaba bastante seguro que en ninguna parte de la invitación decía que sería una fiesta de disfraces. Le había remarcado ese punto a Eva un millón de veces, pero sus argumentos caían en saco roto… Claramente esta era la venganza de la muchacha, lo que no entendía el artesano es porque él tenía que pagar por los platos rotos de su amigo.
-¿Cuál sería la lógica de esto? ¿Qué una mujer-gato debe ir con un hombre-conejo? – Dijo Matthew mientras caminaba del brazo con Eva, intentaba encontrarle algún sentido a todo eso para así no sentirse tan ridículo – Para colmo estamos llegando tarde – Saco su reloj nervioso y volvió a guardarlo, odiaba llegar tarde, agarró con firmeza el brazo de su acompañante y acelero el paso.
La sala del evento era algo impresionante, incluso para alguien como Matthew que había estado en más de una fiesta lujosa, pero en ese sitio todo parecía estar a otro nivel. Miro a Eva caminando a su lado y sonrió como un niño que había logrado salirse con la suya, estaba tan contento que hasta se olvidó que llevaba esas ridículas orejas, al menos el resto del traje no estaba tan mal, estaba seguro que incluso así vestido podría conquistar a alguna bonita y acaudalada damita.
Dio un vistazo general a los invitados, parecían haber de todas las razas y estilos, tenía que admitir que la mujer caballo y el hombre zorro eran algo digno de verse, mismo los vampiros disfrazados de piratas ¿Al final si era una fiesta de disfraces? ¿Qué hacían esos sujetos vestidos de pollo? Todos eran demasiado llamativos, Matthew prefería no ser tan escandaloso, ser el centro de atención no era buena idea cuando pensabas andar revisando bolsillos.
-Bien, es hora de poner a trabajar estas bonitas orejas – Dijo Matt sonriendo con picardía y guiñándole un ojo a Eva – Si para cuando termina la fiesta no me encuentras, vete a casa sin mí – Aclarado eso, se acomodó la camisa, peino su cabello hacia atrás y se perdió entre los invitados.
Matthew se encontraba sentado en el marco de una ventana, pasando aburrido las páginas de un absurdo libro infantil, deteniéndose de vez en vez cuando encontraba algún dibujo. Había ido a visitar a Seth, solo para encontrarse con que la nueva enamorada de su amigo ya estaba allí. El artesano suspiro por enésima vez cuando noto una nueva miradita coqueta de la parejita, por suerte para él fueron interrumpidos por un oportuno mensajero que vino a dejar una misiva para la mujer-gato.
“Estimado Héroe:
Has sido invitado a la gala de los II Oscar de Aerandir, evento que tendrá lugar en el Hekshold de Beltrexus en la luna llena de Septiembre, entrada al otoño.
Se requiere un traje/vestido elegante”.
Has sido invitado a la gala de los II Oscar de Aerandir, evento que tendrá lugar en el Hekshold de Beltrexus en la luna llena de Septiembre, entrada al otoño.
Se requiere un traje/vestido elegante”.
Los ojos de Matt brillaron de inmediato ¡Una fiesta de gala! Que maravillosa oportunidad para robar, chantajear, engañar y hacerse con algunos buenos contactos ¡Todo en una noche! Seguramente Eva y Seth irían juntos, por lo que el artesano comenzó a idear la manera de poder hacer una invitación falsa ¿Qué tan difícil podía ser? Teniendo una original a mano solo era cuestión de encontrar el papel correcto, la tinta y algo para imitar el sello.
Absorto como estaba en sus planes, no escucho cuando su amigo le dijo sumamente apenado a Eva que no había manera de que estuviera disponible para esa fecha. Matthew volvió a la realidad cuando se dio cuenta que la dulce parejita estaba discutiendo sobre qué hacer, Seth no podía ir, y la mujer-gato se mostraba algo molesta por su falta de colaboración.
-Yo puedo ir… - Interrumpió la charla Matthew con una sonrisa de oreja a oreja. Miro a su amigo y no fue necesario que le explicara nada, ambos sabían lo que el otro haría en una situación similar – Por favor, Eva, nunca he visitado Beltrexus, una oportunidad como esta no se presenta todos los días – Dijo el artesano usando su tono más lastimero y adorable –Tu estarás a cargo, se hará todo como tu desees.
Más tarde se arrepentiría de haber dicho eso.
Mientras caminaban hacia el evento unas bonitas orejas de conejo blancas sobresalían de su cabeza, Matt las tocaba mientras pensaba que estaba bastante seguro que en ninguna parte de la invitación decía que sería una fiesta de disfraces. Le había remarcado ese punto a Eva un millón de veces, pero sus argumentos caían en saco roto… Claramente esta era la venganza de la muchacha, lo que no entendía el artesano es porque él tenía que pagar por los platos rotos de su amigo.
-¿Cuál sería la lógica de esto? ¿Qué una mujer-gato debe ir con un hombre-conejo? – Dijo Matthew mientras caminaba del brazo con Eva, intentaba encontrarle algún sentido a todo eso para así no sentirse tan ridículo – Para colmo estamos llegando tarde – Saco su reloj nervioso y volvió a guardarlo, odiaba llegar tarde, agarró con firmeza el brazo de su acompañante y acelero el paso.
La sala del evento era algo impresionante, incluso para alguien como Matthew que había estado en más de una fiesta lujosa, pero en ese sitio todo parecía estar a otro nivel. Miro a Eva caminando a su lado y sonrió como un niño que había logrado salirse con la suya, estaba tan contento que hasta se olvidó que llevaba esas ridículas orejas, al menos el resto del traje no estaba tan mal, estaba seguro que incluso así vestido podría conquistar a alguna bonita y acaudalada damita.
Dio un vistazo general a los invitados, parecían haber de todas las razas y estilos, tenía que admitir que la mujer caballo y el hombre zorro eran algo digno de verse, mismo los vampiros disfrazados de piratas ¿Al final si era una fiesta de disfraces? ¿Qué hacían esos sujetos vestidos de pollo? Todos eran demasiado llamativos, Matthew prefería no ser tan escandaloso, ser el centro de atención no era buena idea cuando pensabas andar revisando bolsillos.
-Bien, es hora de poner a trabajar estas bonitas orejas – Dijo Matt sonriendo con picardía y guiñándole un ojo a Eva – Si para cuando termina la fiesta no me encuentras, vete a casa sin mí – Aclarado eso, se acomodó la camisa, peino su cabello hacia atrás y se perdió entre los invitados.
- Traje de conejo:
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Matthew Owens
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
-¿citado a qué?- No podía creer lo que tenia en mis manos, aquella carta que tan sorpresivamente llegaba a mi me dejó atontado, sitando a un heroe, me sentía muy honrado pero me resultaba muy extraño, sobre todo porque la recibí estando en medio de la nada, entiendo recibirla en una posada o en la casa de mis padres pero este era sin duda un curioso lugar, Es más, ni si quiera sabía como habían llegado a mi.
-¿Qué opinas Mirla que te parece ir?- seguramente mi voz sonó muy entusiasmada, de forma que ellla casi por el tono movió alegremente su cola.
Estaba cerca de vulwufar, por lo que fijé mi rumbo a aquella ciudad por su puerto que había alcanzado a ver la última vez que estuve ahí. De camino recordaba mi última experiencia en esa ciudad, el pescado exquisito que vendían, y esa chica mariposa nudista que tras su encuentro quedé así... con hojas por todo el cuerpo. Pero eso no evita que pueda ir a la gala ¿o si?
Estando ya ala entrada de la ciudad repasé la carta, necesitaba un traje formal y... algo en que llegar a a la insula junto con Mirla.
Era sin duda un gran evento, la ciudad puerto estaba con bastante movimiento. Creo que la ocacion amerita buscar algun traje de buen gusto, pasaba por fuera de distintas sastrerías, pero ya que esa no era la principal actividad economica de la ciudad, todo excedía mi presupuesto, no me gustaba para la ocasión o era simplemente HORRIBLE. Terminé de pasar la última calle del centro y no encontré nada.
-bueno... el de aquella tienda no estaba taaan mal- me consolaba, pero el desanimo se plasmaba en mi rostro. Estaba en estas lamentaciones cuando una voz de mujer mayor sonó a mis espaldas -se ve que necesitas algo gatote, cuentale a esta vieja elfa que te pasa- habalba con un asento extraño, volteé todavía con desánimo y sin esperanzas de que me pudiera ayudar le conté sobre el evento y de lo que que tenia tan menesteroso y con mala cara. -pues parece que es tu día de suerte ya que se bien como usar la aguja y el hilo. Ya que en eso está mi oficio- y pesa a que se veía mayor actuaba con una incandescencia admirable -tengo que decirte que no tengo mucha... variedad de colores- y dicho esto me tomó de la mano llevándome corriendo hasta una puerta de madera pintada de un rojo desteñido.
Con la repentina carrera habia olvida mencionar mi otro inconveniente -señora...- hice una pausa por que no conocía el nombre de aquella impulsiva elfa -Hilda- dijo.
Retomé -señora Hilda, había olvidado decirle otro problema, lo que pasa es que también ando sin muchos aeros- la quedé mirando y esta solo sonrió y dijo -que sea en pos de un héroe de Aerandir- así entramos a lo que deduje era su casa o taller.
Habiendo entrado noté un fuerte olor a aniz y clavo de olor, era dulce muy dulce el ambiente. Pero lo que más me llamó la atención fue la decoración... Curiosa, todo absolutamente todo estaba en tonalidades de rojo -parce que tiene un color favorito- dije bromeando mientras me adaptaba a tan pintoresca paleta de colores -¿puede pasar mi gata? le pregunté la cual con una amplia sonrisa por ambis comentarios asintió.
-ahora voy a medirte gatote,
Tú solo quédate quieto- tomó unas cuantas agujas y un palo liso con algunas marcas. Después de unos minutos en los que hacía excéntricas posturas con aquél palo al rededor mio, cada cierto número de posturas registrada en un papel algunas cosas. -espera ahí sentado que estaré trabajando- dicho eso se encerró en un cuarto.
Se habrá demorado poco más de una hora, en la cual, solo acaricié a mirla y vi la innumerable cantidad de tonalidades de rojo que estaba distribuido por la casa. se escuchaba de hito en hito lo que creí que era tela rasgandose tras la puerta.
Despues de un rato de silencio salió del cuarto -et boilà- dijo mostrado un traje y una chaqueta roja increíblemente pequeña -tenía que ser demasiado bueno para ser verdad, ¿qué clase de medidas tomó esta señora?- me preguntaba, era imposible que pudiera entrar en eso, almenos el traje si se veía en proporción. -es rojo ya que este indica la pasión. Pasión que en ustedes la vi desde el primer instante, tanto en tu gata como en ti- ahí comprendí el verdadero uso de aquella chaqueta. Era para Mirla ¡oh son magníficos! exclamé -cambiate mientras te busco unos pantalones-
Después de cambiarme la parte de arriba ya me sentía a la altura del evento, el traje y camisa me quedaban como anillo al dedo, la chaqueta a Mirla parecía gustarle ya que daba brincos y movia jugetonamente la cola luciendo su nueva vestimenta -¿quién es la gatita más elegante de todo Aerandir? ¡sí tu eres! jugaba con mi mascota. En estos coloquios nos encontró la señora Hilda y vi como se enternecía su rostro ante nosotros
-si definitivamente tiene fuego en sus almas. El color los hace resplandecer aún más. Encontré un pantalón, no es nuevo pero se que te quedará bien- terminé de vestirme y pagandole con más de lo que en un principio quería gastar. Pero por el trato que nos dio lo tenía más que merecido.
Me despedí prometiendo volver a verla, y prometiendo que seguiría ardiendo. Con el problema del traje resuelto fui hacia el puerto donde encontré un barco destinado a los invitados, mostrando la carta y con algo de regateo con el guardia pude subirr con mirla al barco.
Ya a vordo y en movimiento me invadió una parálisis, no solía temerle al agua pero estando rodeado de ellla y sin niguna posibilidad de huida no pude más que estar de pie y esperar que terminara esa tortura, más tranquilo que perro en bote permanecí sin siquiera dirigir palabra a cualquier de los otros en aquel barco.
Cuando llegamos mirla araño un poco mi mano para avisarme de que ya habíamos atracado. Por puro instito más que por razonamiento seguí a los otros invitados, aún con el estomago y la mente en el mar.
Cuando estabamos frente a la gran puerta de aquella universidad por fin me recuperé lo suficiente para poder saber cual era mi entorno, rodeado de exentricos trajes y personalidades estaba ansioso por conocer gente nueva. Tal vez hacer uno que otro amigo.
Llegado mi turno de entrar no tuve problema de ingresar con mi elegante animal, el olor a comida fue lo primero que noté, luego la gente y por último alguien a quien si conocía -Maag!- la vi inquieta y corriendo no me extrañaba mucho por su explosiva personalidad. Lo que si me dejó muy mal fue ver como besaba ese zorro...
-¿Qué opinas Mirla que te parece ir?- seguramente mi voz sonó muy entusiasmada, de forma que ellla casi por el tono movió alegremente su cola.
Estaba cerca de vulwufar, por lo que fijé mi rumbo a aquella ciudad por su puerto que había alcanzado a ver la última vez que estuve ahí. De camino recordaba mi última experiencia en esa ciudad, el pescado exquisito que vendían, y esa chica mariposa nudista que tras su encuentro quedé así... con hojas por todo el cuerpo. Pero eso no evita que pueda ir a la gala ¿o si?
Estando ya ala entrada de la ciudad repasé la carta, necesitaba un traje formal y... algo en que llegar a a la insula junto con Mirla.
Era sin duda un gran evento, la ciudad puerto estaba con bastante movimiento. Creo que la ocacion amerita buscar algun traje de buen gusto, pasaba por fuera de distintas sastrerías, pero ya que esa no era la principal actividad economica de la ciudad, todo excedía mi presupuesto, no me gustaba para la ocasión o era simplemente HORRIBLE. Terminé de pasar la última calle del centro y no encontré nada.
-bueno... el de aquella tienda no estaba taaan mal- me consolaba, pero el desanimo se plasmaba en mi rostro. Estaba en estas lamentaciones cuando una voz de mujer mayor sonó a mis espaldas -se ve que necesitas algo gatote, cuentale a esta vieja elfa que te pasa- habalba con un asento extraño, volteé todavía con desánimo y sin esperanzas de que me pudiera ayudar le conté sobre el evento y de lo que que tenia tan menesteroso y con mala cara. -pues parece que es tu día de suerte ya que se bien como usar la aguja y el hilo. Ya que en eso está mi oficio- y pesa a que se veía mayor actuaba con una incandescencia admirable -tengo que decirte que no tengo mucha... variedad de colores- y dicho esto me tomó de la mano llevándome corriendo hasta una puerta de madera pintada de un rojo desteñido.
Con la repentina carrera habia olvida mencionar mi otro inconveniente -señora...- hice una pausa por que no conocía el nombre de aquella impulsiva elfa -Hilda- dijo.
Retomé -señora Hilda, había olvidado decirle otro problema, lo que pasa es que también ando sin muchos aeros- la quedé mirando y esta solo sonrió y dijo -que sea en pos de un héroe de Aerandir- así entramos a lo que deduje era su casa o taller.
Habiendo entrado noté un fuerte olor a aniz y clavo de olor, era dulce muy dulce el ambiente. Pero lo que más me llamó la atención fue la decoración... Curiosa, todo absolutamente todo estaba en tonalidades de rojo -parce que tiene un color favorito- dije bromeando mientras me adaptaba a tan pintoresca paleta de colores -¿puede pasar mi gata? le pregunté la cual con una amplia sonrisa por ambis comentarios asintió.
-ahora voy a medirte gatote,
Tú solo quédate quieto- tomó unas cuantas agujas y un palo liso con algunas marcas. Después de unos minutos en los que hacía excéntricas posturas con aquél palo al rededor mio, cada cierto número de posturas registrada en un papel algunas cosas. -espera ahí sentado que estaré trabajando- dicho eso se encerró en un cuarto.
Se habrá demorado poco más de una hora, en la cual, solo acaricié a mirla y vi la innumerable cantidad de tonalidades de rojo que estaba distribuido por la casa. se escuchaba de hito en hito lo que creí que era tela rasgandose tras la puerta.
Despues de un rato de silencio salió del cuarto -et boilà- dijo mostrado un traje y una chaqueta roja increíblemente pequeña -tenía que ser demasiado bueno para ser verdad, ¿qué clase de medidas tomó esta señora?- me preguntaba, era imposible que pudiera entrar en eso, almenos el traje si se veía en proporción. -es rojo ya que este indica la pasión. Pasión que en ustedes la vi desde el primer instante, tanto en tu gata como en ti- ahí comprendí el verdadero uso de aquella chaqueta. Era para Mirla ¡oh son magníficos! exclamé -cambiate mientras te busco unos pantalones-
Después de cambiarme la parte de arriba ya me sentía a la altura del evento, el traje y camisa me quedaban como anillo al dedo, la chaqueta a Mirla parecía gustarle ya que daba brincos y movia jugetonamente la cola luciendo su nueva vestimenta -¿quién es la gatita más elegante de todo Aerandir? ¡sí tu eres! jugaba con mi mascota. En estos coloquios nos encontró la señora Hilda y vi como se enternecía su rostro ante nosotros
-si definitivamente tiene fuego en sus almas. El color los hace resplandecer aún más. Encontré un pantalón, no es nuevo pero se que te quedará bien- terminé de vestirme y pagandole con más de lo que en un principio quería gastar. Pero por el trato que nos dio lo tenía más que merecido.
- Trajes:
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Me despedí prometiendo volver a verla, y prometiendo que seguiría ardiendo. Con el problema del traje resuelto fui hacia el puerto donde encontré un barco destinado a los invitados, mostrando la carta y con algo de regateo con el guardia pude subirr con mirla al barco.
Ya a vordo y en movimiento me invadió una parálisis, no solía temerle al agua pero estando rodeado de ellla y sin niguna posibilidad de huida no pude más que estar de pie y esperar que terminara esa tortura, más tranquilo que perro en bote permanecí sin siquiera dirigir palabra a cualquier de los otros en aquel barco.
Cuando llegamos mirla araño un poco mi mano para avisarme de que ya habíamos atracado. Por puro instito más que por razonamiento seguí a los otros invitados, aún con el estomago y la mente en el mar.
Cuando estabamos frente a la gran puerta de aquella universidad por fin me recuperé lo suficiente para poder saber cual era mi entorno, rodeado de exentricos trajes y personalidades estaba ansioso por conocer gente nueva. Tal vez hacer uno que otro amigo.
Llegado mi turno de entrar no tuve problema de ingresar con mi elegante animal, el olor a comida fue lo primero que noté, luego la gente y por último alguien a quien si conocía -Maag!- la vi inquieta y corriendo no me extrañaba mucho por su explosiva personalidad. Lo que si me dejó muy mal fue ver como besaba ese zorro...
Última edición por Dendrei el Dom Sep 10 2017, 03:16, editado 1 vez
Dendrei
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
No pude evitar preguntarme como veía Magita el mundo ya que me parecía muy curiosa la forma en la que se refería a todo, pero era muy entretenido hablar con ella, si cuando fui niña hubiera conocido a una niña como Magita claro estaba que jamas me aburriría de hacer cualquier locura con ella, no pude evitar una carcajada ante el comentario del una tal "jaula" que hacia que el vestido tuviera volumen. La elocuencia que tenia mi pequeña amiga para hablar de todo le daba un toque único a su personalidad. Tome otra copa de vino para beber un poco mas, debía admitir que no sabia nada mal para ser la primera vez que la bebía, en eso ya cuando mi hermano ni se veía Magita comenzó a hablar de el.
- Es un patán por como trata a las mujeres, y sobre sus coqueteos... La cosa es que aun no lo as visto coquetear de verdad, solo actuó asi jugando, abecés se la tira del muy gracioso por eso fue que me iso venir, para coquetear con mujeres nobles y... - la ultima parte no estaba segura de que fuera correcto decirla frente a ella.
Me sorprendí un poco en que Magita se pasarse de aquí para allá por todos lados sola, pero algo era seguro saberse defender era algo que ella podía hacer muy bien ella solita.
- Entonces la pequeña princesa binó al baile sola entonces ¿Esperas a tu príncipe aqui?... Si no mal recuerdo vi a unos niños por aquí serian buenos compañeros para ti - dije con una sonrisa a mi amiguita.
Mientras yo me quedaba pensando en una forma adecuada Magita volvía a sugerirme posibles candidatos adecuados para mi para poder ser pareja, yo no pude evitar soltar un suspiro y una sonrisa ante las locuras de la niña.
- Primero: No me gustan los vampiros.
Segundo: Los hombres como esos solo sirven para una cosa y no es tener una relación seria.
Tercero: No es mi tipo - dije mie tras me encogía de hombros al decir lo ultimo.
Mie tras me terminaba el vino de mi copa dirigí mi mirada un momento a la puerta y me llamo la atención el traje de conejo que uno de los invitados traía puesto, lo cual hacia que nuevamente me sintiera incomoda en mi traje ya que no era lo que yo hubiera elegido en primer lugar pero ya debía superarlo de una vez.
- Hubiera sido divertido si hubiera venido disfrazada jeje - dije para volver a ver a Magita.
Cuando menciono lo de la pulserita yo simplemente levante el brazo derecho dejando caer la manga del vestido mostrando la pulserita de cuero que no me quitaba en ningún momento ya que nunca estaba segura de cuando me terminaría transformándome.
- Nunca me la quito... Oye no es mi culpa que creciera con poco sentido de pudor - dije sonriendo hacia un lado mie tras me rascaba la nuca - Ademas no es mi culpa que las demas razas sean tan cerradas -
Sinceramente nunca me molesto quedar desnuda despues de una transformación ya que desde niña los demás niños lo hacían y nadie nuca les decía nada, aunque tenia claro que para otras razas era algo desagradable pasársela desnudos frente a otra persona, pero como decían por allí, cada loco con su cuento no todos tenían las mismas costumbres.
- Es un patán por como trata a las mujeres, y sobre sus coqueteos... La cosa es que aun no lo as visto coquetear de verdad, solo actuó asi jugando, abecés se la tira del muy gracioso por eso fue que me iso venir, para coquetear con mujeres nobles y... - la ultima parte no estaba segura de que fuera correcto decirla frente a ella.
Me sorprendí un poco en que Magita se pasarse de aquí para allá por todos lados sola, pero algo era seguro saberse defender era algo que ella podía hacer muy bien ella solita.
- Entonces la pequeña princesa binó al baile sola entonces ¿Esperas a tu príncipe aqui?... Si no mal recuerdo vi a unos niños por aquí serian buenos compañeros para ti - dije con una sonrisa a mi amiguita.
Mientras yo me quedaba pensando en una forma adecuada Magita volvía a sugerirme posibles candidatos adecuados para mi para poder ser pareja, yo no pude evitar soltar un suspiro y una sonrisa ante las locuras de la niña.
- Primero: No me gustan los vampiros.
Segundo: Los hombres como esos solo sirven para una cosa y no es tener una relación seria.
Tercero: No es mi tipo - dije mie tras me encogía de hombros al decir lo ultimo.
Mie tras me terminaba el vino de mi copa dirigí mi mirada un momento a la puerta y me llamo la atención el traje de conejo que uno de los invitados traía puesto, lo cual hacia que nuevamente me sintiera incomoda en mi traje ya que no era lo que yo hubiera elegido en primer lugar pero ya debía superarlo de una vez.
- Hubiera sido divertido si hubiera venido disfrazada jeje - dije para volver a ver a Magita.
Cuando menciono lo de la pulserita yo simplemente levante el brazo derecho dejando caer la manga del vestido mostrando la pulserita de cuero que no me quitaba en ningún momento ya que nunca estaba segura de cuando me terminaría transformándome.
- Nunca me la quito... Oye no es mi culpa que creciera con poco sentido de pudor - dije sonriendo hacia un lado mie tras me rascaba la nuca - Ademas no es mi culpa que las demas razas sean tan cerradas -
Sinceramente nunca me molesto quedar desnuda despues de una transformación ya que desde niña los demás niños lo hacían y nadie nuca les decía nada, aunque tenia claro que para otras razas era algo desagradable pasársela desnudos frente a otra persona, pero como decían por allí, cada loco con su cuento no todos tenían las mismas costumbres.
Zukura Kito
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Era gracioso como con un poco de persuasión podía lograr que hasta el más firme caballero se pusiera en ridículo, y para mas en un evento de esos que nunca hubiera imaginado que fueran de mi interes.
Noches atrás, Seth me había invitado a su casa después de haber ido a cenar a un bar cercano. Nos gustaba ese sitio, él disfrutaba las bebidas que le ofrecían y yo me divertía provocandolo con susurros indecentes y roces de piernas bajo la mesa en lo que traían los platillos. Al final tentarlo de esa manera me serviría cuando estuviéramos solos más tarde.
Al terminar de disfrutar del alcohol y los filetes, que debo admitir, estaban deliciosos, nos dirigimos a su casa para nuestro momento favorito de la noche… O hubiese sido si no fuese porque justo cuando ya nos encontrábamos en el estudio, arriba de la mesa, dedicandonos miradas uno al otro simulando que necesitábamos ayuda para quitarnos la ropa, llamaron a la puerta.
–N-no atiendas...– dije sin soltar los labios durante un beso –Ya se irá– agregue al mismo tiempo que desabotonaba los botones de su camisa, pero no dejaban de molestar golpeando la puerta cada poco tiempo. Obligado, Seth fue a ver en lo que se acomodaba la camisa.Su mal humor desapareció al ver que era su gran amigo Matthew Owens, no así el mio.
–Es de mala educación llegar a visitar sin avisar… – Dije como al pasar con la intención de que Matt escuchara.
Seth de un abrazo le invitó a sentarse en uno de los sofás, mientras yo me acomodaba en su sillón favorito con los brazos cruzados.
Ellos hablaban de, lo de siempre… negocios y apuestas, Seth de vez en vez desviaba su mirada hacía mi y me sonreía con picardía, yo le respondía con un cierto aire de berrinche fingido, como a una niña mimada que le han quitado su juguete favorito. Justo entonces se escuchó nuevamente a alguien tocar la puerta.
–Deberìas decirle a tus amigos que avisen antes de venir aquí Seth...–Expresé molesta mientras iba a abrir. Era un mensajero vestido con un traje soso, peinado ridículo y personalidad que combinaba con su atuendo, traía un pergamino en su mano derecha el cual leyó en voz alta:
“Estimado Héroe:
Has sido invitado a la gala de los II Oscar de Aerandir, evento que tendrá lugar en el Hekshold de Beltrexus en la luna llena de Septiembre, entrada al otoño.
Se requiere un traje/vestido elegante”.
Luego lo enrollo y me lo entregó en la mano, hizo una reverencia y se retiró no sin antes tropezar en la acera, claramente no hice ningún esfuerzo por disimular mi risa.
Una fiesta de gala… no sabía qué pensar de ello, nunca había ido a una, pero los lugares concurridos no eran lo mío. Pero quizás al ir con Seth sería más divertido, sin duda cualquier lugar con él siempre era mejor.
–¿Qué piensas Amor, deberíamos ir?– dije dándole el pergamino
–Lo lamento, pero esa noche tengo un compromiso de suma importancia...–
–¿Más importante que acompañarme a mi primera gala?–Le interrumpí decepcionada, de pronto en verdad quería ir a ese estupido evento que hasta hace unos segundos siquiera me importaba –Nunca e asistido a uno, pensé que contigo podrían ser interesantes…– le comenté cuando una vocecita molesta nos interrumpió nuevamente. A diferencia de hacer un par de minutos esta vez captó mi atención con una sola frase: “Se hará todo como tu desees”, al escucharlo no pude evitar sonreír.
–Así qué...–, dije al caminar al frente de él, –harás lo que yo digas… sí que disfrutaré esa noche después de todo...–, Seth no paraba de mirarme con cierto celo, nunca le advirtió su amigo que darme una oportunidad así a mí podía ser peligroso, o vergonzoso en este caso.
–Por supuesto que acepto Sr. Owens...–, me incliné para mirarlo fijamente a los ojos y quitarle mi cuento favorito, “Elisa en el mundo fantástico”, –Espero que haya disfrutado del libro, pues la única condición que le pongo es que vayamos vestidos como el gato Derbyshire y el Conejo Blanco–, agregué con gozo por ello, la cara de incredulidad de Matt era y la risa casi indiscreta de Seth, me habían puesto alegre nuevamente.
–Trae tu mejor traje, yo prepararé el mío, serás todo un galán con orejas de conejo… ya quiero ver la expresión de las damas en el evento– musité sin dejarle hablar sobre el tema, había quedado claro cual era la condición y así se iba a hacer.
Había llegado el día del evento, Seth se había marchado desde el mediodía, y yo preparé los detalles que llevaría el traje de Matt, como un sombrero con las orejas de conejo, un reloj viejo de bolsillo que había conseguido en el mercado, y unos guantes blancos que Seth ya no usaba hacia tiempo (o eso esperaba).
Mi vestido estaba basado en los colores del gato Derbyshire, unos guantes de encaje negro y unos botas del mismo color. Lo que más me había gustado era la tela con piedras magentas incrustadas y adornos plateados para cubrir mis orejas. Un cascabel y mallones de rayas terminaban el conjunto.
- Vestido:
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Una vez ya en el evento, tarde, de la cual tenía la culpa los malditos guantes que se me enredaban al momento intentar colocarmelos, ambos marchamos con prisa hacia donde se nos había indicado en la invitación.
–No leíste nada del libro ¿verdad?– respondí bruscamente –además ya estás entrando en el personaje...– dije entre risas al mirar como sostenía su reloj.
El lugar, los adornos, todo era algo nuevo para mí, desde la entrada adornada por luces y grandes alfombras hasta la sala donde se centraba el evento, todo era impresionante, –¿Cómo alguien como ella había sido invitada a un acontecimiento como este?–, una grata sorpresa que le sacaba una sonrisa y la mejor actitud que podía tener, casi irreconocible a su seriedad y humor sarcástico cotidiano.
Miré cautelosamente a los demás, diferentes razas se encontraban allí, algunas mujeres con vestidos ceñidos y otros glamorosos y caballeros que portaban trajes elegantes.
–Te apuesto dos aeros a que no te llevas a ninguna a la cama… – reté a Matthew antes de que se alejara más de mí, no se que era peor, la actitud de gozo infantil que siento ahora o la actitud de gozo por robar y ver que calzones bajar de Owens.
Me dirigí a una mesa al fondo del lado izquierdo del salón, esperando no encontrar a nadie indeseable, hice una seña al mesero que atendía y le pedí un ron frío con limón.
-Enseguida señorita...- dijo el muchacho de cabellera rubia y dio un paso veloz para atender otras mesas.
Eva
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
La ira, las llamas, el destrozo de toda una vida incumpliendo las normas ejercidas, en una ciudad que ahora estaba en manos de otro rey, donde se rompen los sueños.
Nadie volvió a saber de la valiente Runa, quien desapareció bajo el mandato de su rey y ni siquiera los espías más eficaces lograban encontrar su paradero.
No sabía nada de ella Judas, ni siquiera Alanna Delteria, que en esos instantes se encontraba rezando por ella para que realmente se encontrara sana y salva.
La catástrofe la llevó a perderse en los bosques donde creó su guarida bajo tierra, y salía cuando era preciso a por una cantimplora de agua en el lago más cercano, y precisamente fue en uno de esos momentos en los que rellenaba el agua en el que notó cómo volaba una lechuza por encima de su cabeza y dejaba caer una carta muy formal.
Runa la examinó y procedió a abrirla con cuidado. Sólo había una nota: “Invitación a la Segunda Gala de los Oscars”. La muchacha se asombró y leyó en la nota pequeña que se iba a celebrar en Beltrexus.
Quizás se reencontraría con los suyos.
Cabalgó durante dos días, a pesar del temporal, hasta llegar a la misma ciudad, y una vez allí procedió a darse prisa a dirigirse al sastre más cercano.
–Necesito un vestido elegante pero cómodo.
–Señorita, puedo hacerle un modelo ejemplar de manga larga y falda de condesa. –Respondió el sastre a la muchacha.
–Déjese de historias, no soy una mujer de Dios.
Así, entre recortes, hilos y seda obtuvo un vestido elegante y se dispuso a caminar hacia la Escuela.
Un retoque por aquí, uno por allá y ya se encontraba en las puertas del recinto mostrando su entrada y, accediendo al mismo, había exceso de gente ese mismo año, por más que miraba para todos lados, no encontraba rastro de los suyos.
Agarró una copa y tomó asiento entre los invitados, mirando a la nada.
–Tienen que estar locos para nominarme –soltó con su ligera burla de siempre.
Nadie volvió a saber de la valiente Runa, quien desapareció bajo el mandato de su rey y ni siquiera los espías más eficaces lograban encontrar su paradero.
No sabía nada de ella Judas, ni siquiera Alanna Delteria, que en esos instantes se encontraba rezando por ella para que realmente se encontrara sana y salva.
La catástrofe la llevó a perderse en los bosques donde creó su guarida bajo tierra, y salía cuando era preciso a por una cantimplora de agua en el lago más cercano, y precisamente fue en uno de esos momentos en los que rellenaba el agua en el que notó cómo volaba una lechuza por encima de su cabeza y dejaba caer una carta muy formal.
Runa la examinó y procedió a abrirla con cuidado. Sólo había una nota: “Invitación a la Segunda Gala de los Oscars”. La muchacha se asombró y leyó en la nota pequeña que se iba a celebrar en Beltrexus.
Quizás se reencontraría con los suyos.
Cabalgó durante dos días, a pesar del temporal, hasta llegar a la misma ciudad, y una vez allí procedió a darse prisa a dirigirse al sastre más cercano.
–Necesito un vestido elegante pero cómodo.
–Señorita, puedo hacerle un modelo ejemplar de manga larga y falda de condesa. –Respondió el sastre a la muchacha.
–Déjese de historias, no soy una mujer de Dios.
Así, entre recortes, hilos y seda obtuvo un vestido elegante y se dispuso a caminar hacia la Escuela.
Un retoque por aquí, uno por allá y ya se encontraba en las puertas del recinto mostrando su entrada y, accediendo al mismo, había exceso de gente ese mismo año, por más que miraba para todos lados, no encontraba rastro de los suyos.
Agarró una copa y tomó asiento entre los invitados, mirando a la nada.
–Tienen que estar locos para nominarme –soltó con su ligera burla de siempre.
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Runa Thorgil
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Aquello había sido particularmente extraño.
Era la primera vez que recibía una carta de esa manera. El mensajero sabía exactamente a quien entregarsela. Mi nombre. Mi cara. Después de dármela, salió al galope a seguir con su trabajo, tal vez inconsciente del peligro al que se había sometido. Le dejé ir. El que lo había enviado tenía que haberle dado indicaciones, después de todo.
Abrí la invitación. Y reí.
-¿Que demonios es eso?- preguntó Irirgo, acercándose. Le di la invitación y la leyó. El dragón me miró, extrañado. -¿...por qué?-
Minutos después, reuní a todo el grupo, y nos sentamos alrededor de la hoguera apagada. Tenía que discutir esa carta.
-¿Crees que es una trampa?
-Es... demasiado bizarro para una trampa. Cualquiera lo vería venir.
-¿Por qué te llama "héroe"? ¿O "estimado"?
-¡Al fin, el reconocimiento que merezco! Esta claro que han quedado impresionados con mis actos.
-¿Te refieres a los asaltos, vandalismo, robos o asesinatos?
-Eran por una buena causa.
-Es cierto. Hacernos más ricos es una buena causa.
-La ceremonia es en Beltrexus...-
-Dificilmente sería en Lunargenta.-
-Espera. Dan, lee de nuevo la última linea.-
-"Se requiere un traje o vestido elegante".
-Eso quiero verlo...
-¿Llevarás traje, o vestido?
Me tumbé sobre la hierba, pensativo. ¿De verdad iba a ir? Era algo arriesgado. Y extraño. Sobre todo extraño. ¿Quien demonios era Oscar? ¿Y como es que era la "segunda" gala? Sentía curiosidad. Pero lo más importante...
-Creo que es un desafío. Es una gala, ¿no? Un evento social. Lleno de nobles y gente rica. Se están burlando de mi. No esperan que vaya.- dije, levantándome. -Se van a arrepentir.- sonreí.
El viaje en barco fue relativamente tranquilo. Syl había insistido en ser mi acompañante. Probablemente, le preocupaba que fuese una trampa de verdad. Fuera como fuese, estabamos a punto de llegar. Era hora de prepararse.
Aquellos ropajes eran extrañamente comodos. Me había decantado por una curiosa definición de "elegante". Después de todo, eso era subjetivo, y para muchas tribus de hombres bestia, el atuendo que se consideraba respetable era el que portaban los chamanes en ritos y ceremonias.
Además, era mi manera particular de molestar a la sociedad humana. Ungí mis dedos en el cuenco de pintura, y los pasé sobre mi rostro, asegurandome de que quedase correctamente. Era dificil de lavar en mi pelaje, asi que tenia que ser cuidadoso.
-Vale, ¿que tal me queda?- pregunté, esbozando una sonrisa sarcástica.
-Pareces un peligro a la sociedad.- respondió Syl, ladeando la cabeza
-Bien.-
Nos acercamos al Hekshold, atrayendo miradas y exclamaciones que, sin duda, aumentarian una vez entrasemos en la ceremonia. Los guardias de la puerta se tensaron al verme. Era inevitable. Me acerqué.
-No puedes entrar con eso. Se requiere de ropa elegante, no de... lo que sea eso.- El hombre no parecía muy seguro de si mismo. Después de todo, le superaba en dos cabezas de altura. Le miré fijamente a los ojos.
-Esto es ropa elegante para mi. Además, ¿le vas a cerrar el paso a alguien que está nominado a uno de esos premios?- pregunté, acercando mi rostro al suyo.- Piensalo tres veces.
-No me pagan suficiente para esto...- murmuró entre dientes. -Vale. Pero nada de armas. Pon esto en tu espada. Lo sacaré cuando salgas.- dijo, dándome una pequeña cadena brillante. La enrollé en torno a mi arma, curioso. Al terminar, la atadura se ciñó con fuerza, e hizo que fuese imposible desenfundarla. -No causes problemas.-
-¿Problemas? ¿Yo?- resoplé. -Jamás.-
Atravesé la entrada. Había una enorme congregación de gente, todos bien vestidos y hablando entre sí. Tomé aire.
-¡FUERA DE MI CAMINO, EXTRAS! ¡TENGO UN PREMIO QUE GANAR!- grité, abriéndome paso a empujones. Syl suspiró mientras nos movíamos entre las mesas. Clavé mi mirada en una, no muy lejos del escenario. Lamentablemente, estaba ocupada por una pareja de mediana edad. Pero eso no iba a detenerme. -Esta es mi mesa. Largo.-
Los nobles me miraron, sorprendidos. No se movieron.
-¡QUE OS PERDÁIS!- exclamé, golpeando la mesa con mi puño. El hombre se levantó apresuradamente y se llevó a la mujer de la mano, indignado y asustado. Me senté en mi sitio y empecé a devorar la comida que habian abandonado.
-...muy sutil.- observó Syl.
-Me han nominado a "antiheroe". Eso es que quieren que sea un capullo, ¿no?- sonreí.
-No creo que funcione así...-
-Además, es costumbre. Estas son las prendas de mi pueblo. Es costumbre demostrar fuerza y agresividad.-
-¿...de verdad?
-No, claro que no.- reí. -Pero es muy divertido.-
El felino sonrió, satisfecho. Estaba claro que la actuación le divertia, como mínimo.
-¿A quien hay que matar para conseguir más carne?- pregunté, alzando la voz. Segundos después, un camarero se acercó a la mesa, portando unos platos más.
Era la primera vez que recibía una carta de esa manera. El mensajero sabía exactamente a quien entregarsela. Mi nombre. Mi cara. Después de dármela, salió al galope a seguir con su trabajo, tal vez inconsciente del peligro al que se había sometido. Le dejé ir. El que lo había enviado tenía que haberle dado indicaciones, después de todo.
Abrí la invitación. Y reí.
-¿Que demonios es eso?- preguntó Irirgo, acercándose. Le di la invitación y la leyó. El dragón me miró, extrañado. -¿...por qué?-
Minutos después, reuní a todo el grupo, y nos sentamos alrededor de la hoguera apagada. Tenía que discutir esa carta.
-¿Crees que es una trampa?
-Es... demasiado bizarro para una trampa. Cualquiera lo vería venir.
-¿Por qué te llama "héroe"? ¿O "estimado"?
-¡Al fin, el reconocimiento que merezco! Esta claro que han quedado impresionados con mis actos.
-¿Te refieres a los asaltos, vandalismo, robos o asesinatos?
-Eran por una buena causa.
-Es cierto. Hacernos más ricos es una buena causa.
-La ceremonia es en Beltrexus...-
-Dificilmente sería en Lunargenta.-
-Espera. Dan, lee de nuevo la última linea.-
-"Se requiere un traje o vestido elegante".
-Eso quiero verlo...
-¿Llevarás traje, o vestido?
Me tumbé sobre la hierba, pensativo. ¿De verdad iba a ir? Era algo arriesgado. Y extraño. Sobre todo extraño. ¿Quien demonios era Oscar? ¿Y como es que era la "segunda" gala? Sentía curiosidad. Pero lo más importante...
-Creo que es un desafío. Es una gala, ¿no? Un evento social. Lleno de nobles y gente rica. Se están burlando de mi. No esperan que vaya.- dije, levantándome. -Se van a arrepentir.- sonreí.
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El viaje en barco fue relativamente tranquilo. Syl había insistido en ser mi acompañante. Probablemente, le preocupaba que fuese una trampa de verdad. Fuera como fuese, estabamos a punto de llegar. Era hora de prepararse.
Aquellos ropajes eran extrañamente comodos. Me había decantado por una curiosa definición de "elegante". Después de todo, eso era subjetivo, y para muchas tribus de hombres bestia, el atuendo que se consideraba respetable era el que portaban los chamanes en ritos y ceremonias.
Además, era mi manera particular de molestar a la sociedad humana. Ungí mis dedos en el cuenco de pintura, y los pasé sobre mi rostro, asegurandome de que quedase correctamente. Era dificil de lavar en mi pelaje, asi que tenia que ser cuidadoso.
-Vale, ¿que tal me queda?- pregunté, esbozando una sonrisa sarcástica.
-Pareces un peligro a la sociedad.- respondió Syl, ladeando la cabeza
-Bien.-
Nos acercamos al Hekshold, atrayendo miradas y exclamaciones que, sin duda, aumentarian una vez entrasemos en la ceremonia. Los guardias de la puerta se tensaron al verme. Era inevitable. Me acerqué.
-No puedes entrar con eso. Se requiere de ropa elegante, no de... lo que sea eso.- El hombre no parecía muy seguro de si mismo. Después de todo, le superaba en dos cabezas de altura. Le miré fijamente a los ojos.
-Esto es ropa elegante para mi. Además, ¿le vas a cerrar el paso a alguien que está nominado a uno de esos premios?- pregunté, acercando mi rostro al suyo.- Piensalo tres veces.
-No me pagan suficiente para esto...- murmuró entre dientes. -Vale. Pero nada de armas. Pon esto en tu espada. Lo sacaré cuando salgas.- dijo, dándome una pequeña cadena brillante. La enrollé en torno a mi arma, curioso. Al terminar, la atadura se ciñó con fuerza, e hizo que fuese imposible desenfundarla. -No causes problemas.-
-¿Problemas? ¿Yo?- resoplé. -Jamás.-
Atravesé la entrada. Había una enorme congregación de gente, todos bien vestidos y hablando entre sí. Tomé aire.
-¡FUERA DE MI CAMINO, EXTRAS! ¡TENGO UN PREMIO QUE GANAR!- grité, abriéndome paso a empujones. Syl suspiró mientras nos movíamos entre las mesas. Clavé mi mirada en una, no muy lejos del escenario. Lamentablemente, estaba ocupada por una pareja de mediana edad. Pero eso no iba a detenerme. -Esta es mi mesa. Largo.-
Los nobles me miraron, sorprendidos. No se movieron.
-¡QUE OS PERDÁIS!- exclamé, golpeando la mesa con mi puño. El hombre se levantó apresuradamente y se llevó a la mujer de la mano, indignado y asustado. Me senté en mi sitio y empecé a devorar la comida que habian abandonado.
-...muy sutil.- observó Syl.
-Me han nominado a "antiheroe". Eso es que quieren que sea un capullo, ¿no?- sonreí.
-No creo que funcione así...-
-Además, es costumbre. Estas son las prendas de mi pueblo. Es costumbre demostrar fuerza y agresividad.-
-¿...de verdad?
-No, claro que no.- reí. -Pero es muy divertido.-
El felino sonrió, satisfecho. Estaba claro que la actuación le divertia, como mínimo.
-¿A quien hay que matar para conseguir más carne?- pregunté, alzando la voz. Segundos después, un camarero se acercó a la mesa, portando unos platos más.
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Asher Daregan
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Áquila se levantó y ayudó al camarero a levantarse. El hombre respiró hondo y, por raro que parezca, cogió otra uva y se la llevó a la cabeza, esta vez bien. Se fue alejándose de la mesa. El marinero miró a una chica que parecía haber sido el ángel de la guarda que había salvado a aquel inocente hombre y la saludó (Magazubi).
-¡Eh! ¡Chica con poderes! ¡Ahí hay un chaval tela de sólo! -exclamó señalando a Chimar- Seguro que podéis ser amigos. Si queréis os pido unas chuches.
Se levantó y fue a preguntar al camarero por si podía llevarle golosinas a los chiquillos, pero en aquel instante alguien entró en la sala a grito pelado y se dedicó a exclamar que iba a ganar un premio (Asher), luego trató muy mal a dos comensales que había en el salón, así que enfadó al Áquila.
-¡Eh! ¡Tú! ¡El antihéroe de pacotilla! ¡Vas a ver lo que es...! -Áquila intentó coger la alabarda de su espalda, pero se percató de que habían tenido que dejar las armas en la entrada, lo único que tenía era su disfraz de oca- ¡...con mi pico! ¡Ahora verás!
Áquila se puso de cabeza y avanzó (con su cuack, cuack, cuack de las patas) para aplacar al hombre-bestía, pero en ese instante apareció Elliot y le agarró del disfraz, parando su arranque.
-¡Quieto imbécil!
El capitán se paró y miró a los ojos de Asher, puso sus dos dedos frente a sus ojos y luego señaló con ellas a Asher.
-Porque me han agarrado ¡Te tengo vigilado piltrafa!
Recorrió el salón para volver a su sitio. Al llegar, se encontró que Elliot había terminado de hablar con uno de los camareros y se le acercó.
-Mientras estabas haciendo el idiota, yo estaba hablando con ese camarero. Conoce a todos los invitados y me ha estado dando nombres. Hay gente muy famosa por aquí. Por ejemplo -señaló por lo bajo a Cassandra- Ella es la dirigente de un famoso clan cazavampiros, curiosamente el hombre que tenemos sentado en nuestra mesa es uno. -refiriéndose a Paul- Esto huele a problemas a distancia, deberíamos cambiarnos de sitio antes de que nos veamos dentro de algo que no queremos.
Elliot le señaló una mesa donde parecía haber tan sólo una mujer (Runa Thorgil), así que levantó los hombros para señalarle que no le importaba. Llegaron hasta la mesa de la joven y tomaron sitio.
-Buenas, yo soy Elliot y este es mi amigo y capitán Áquila. No te asustes por su disfraz de oca, el pobre es tan imbécil que se equivocó leyendo la carta.
Áquila levantó los hombros para señalar que le importaba poco si sabían el porqué iba así vestido. Miró a su alrededor y luego a la humana allí sentada.
-¿A qué te han nominado? -preguntó Áquila- Al parecer, casi todo los que hay aquí son porque están nominados. Eso me hace preguntarme qué hago aquí.
Estuvo atenta de lo que pudiese responder ella. Luego dio una vuelta a la sala con la mirada y se recostó en la silla. El lugar estaba muy aburrido, la música era demasiado lenta. Lo único interesante eran las personas.
-¡Eh! ¡Chica con poderes! ¡Ahí hay un chaval tela de sólo! -exclamó señalando a Chimar- Seguro que podéis ser amigos. Si queréis os pido unas chuches.
Se levantó y fue a preguntar al camarero por si podía llevarle golosinas a los chiquillos, pero en aquel instante alguien entró en la sala a grito pelado y se dedicó a exclamar que iba a ganar un premio (Asher), luego trató muy mal a dos comensales que había en el salón, así que enfadó al Áquila.
-¡Eh! ¡Tú! ¡El antihéroe de pacotilla! ¡Vas a ver lo que es...! -Áquila intentó coger la alabarda de su espalda, pero se percató de que habían tenido que dejar las armas en la entrada, lo único que tenía era su disfraz de oca- ¡...con mi pico! ¡Ahora verás!
Áquila se puso de cabeza y avanzó (con su cuack, cuack, cuack de las patas) para aplacar al hombre-bestía, pero en ese instante apareció Elliot y le agarró del disfraz, parando su arranque.
-¡Quieto imbécil!
El capitán se paró y miró a los ojos de Asher, puso sus dos dedos frente a sus ojos y luego señaló con ellas a Asher.
-Porque me han agarrado ¡Te tengo vigilado piltrafa!
Recorrió el salón para volver a su sitio. Al llegar, se encontró que Elliot había terminado de hablar con uno de los camareros y se le acercó.
-Mientras estabas haciendo el idiota, yo estaba hablando con ese camarero. Conoce a todos los invitados y me ha estado dando nombres. Hay gente muy famosa por aquí. Por ejemplo -señaló por lo bajo a Cassandra- Ella es la dirigente de un famoso clan cazavampiros, curiosamente el hombre que tenemos sentado en nuestra mesa es uno. -refiriéndose a Paul- Esto huele a problemas a distancia, deberíamos cambiarnos de sitio antes de que nos veamos dentro de algo que no queremos.
Elliot le señaló una mesa donde parecía haber tan sólo una mujer (Runa Thorgil), así que levantó los hombros para señalarle que no le importaba. Llegaron hasta la mesa de la joven y tomaron sitio.
-Buenas, yo soy Elliot y este es mi amigo y capitán Áquila. No te asustes por su disfraz de oca, el pobre es tan imbécil que se equivocó leyendo la carta.
Áquila levantó los hombros para señalar que le importaba poco si sabían el porqué iba así vestido. Miró a su alrededor y luego a la humana allí sentada.
-¿A qué te han nominado? -preguntó Áquila- Al parecer, casi todo los que hay aquí son porque están nominados. Eso me hace preguntarme qué hago aquí.
Estuvo atenta de lo que pudiese responder ella. Luego dio una vuelta a la sala con la mirada y se recostó en la silla. El lugar estaba muy aburrido, la música era demasiado lenta. Lo único interesante eran las personas.
Áquila
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Todo sucedió muy rápido.
En primer lugar apareció un tipo que por algún motivo conocía su nombre, un individuo ataviado con un extraño traje de pato que le pidió al exmercenario su autógrafo de manera bastante efusiva. Incapaz de contestar debido a lo rápido de la situación Eltrant se quedó con la copa de vino en la mano, boquiabierto, mientras el hombre se marchaba vociferando algo parecido a “Alanna”.
Frunció el ceño, ¿Alanna estaba allí? Miró a su alrededor tratando de localizarla con el corazón en un puño entre la multitud, aquello no iba a salir nada bien si acababa siendo verdad, si se encontraba con la guardia allí solo los dioses sabían cómo podía acabar la noche.
Justo entonces fue cuando llegó Ircan, el joven licántropo con el que había tenido la suerte, o quizás infortunio debido a la circunstancias, de cruzarse en los bosques del este.
- ¿Eres famoso? – Preguntó Lyn mirando como el hombre del traje de pato se alejaba con aquel característico “Cuack” que hacían sus pisadas cada vez que se movía.
- No… no que yo sepa – Contestó Eltrant segundos antes de que Ircan preguntase si podía sentarse con ellos en la mesa, cosa a lo que respondió con una sonrisa y una cabezada afirmativa. – Un viaje largo desde los bosques del este ¿No? – Le dijo sonriendo haciéndole ver que efectivamente se acordaba de él y tendiéndole una copa vacía para que sirviese lo que considerase oportuno.
- ¿Gente elegante? – Lyn esbozo una sonrisa - ¿Estas insinuando que nosotros no lo somos? – La vampiresa tomó, con ambos antebrazos, todos los canapés que pudo de la mesa y se los sirvió en un plato para ella sola. – Me ofendes – Volvió a decir con la boca llena.
- No le hagas caso – Eltrant se encogió de hombros y sonrió al muchacho. – Y yo tampoco estoy… - Extendió los brazos – …Muy habituado a esto – Dijo – Pero al menos la comida es gratis. – Aseveró acercándole un plato a Ircan. El lobo parecía estar mejor, al menos no tenía aspecto de estar enfermo, como lo recordaba al cuando lo dejó en aquella aldea.
Pensativo dejó que Lyn y el lycan se pusiesen al día mientras estudiaba el lugar, escudriñando cada rostro con el que se encontraba. Zatch parecía haberse percatado de su presencia y le saludo desde la lejanía, algo a lo que respondió con una sonrisa, por otro lado una niña que no estaba seguro que hacía allí sin vigilancia adulta le dedicó, también, un saludo dando una cabezada.
- “¿Una niña?” – Enarcó una ceja y se limitó a devolverle el saludo, la joven desfiló a lo largo del salón como si este le pertenecéis, aunque algo le decía que la muchachita no estaba del todo segura de lo que estaba haciendo, si no hubiese estado pensando en la presencia de Alanna en aquel lugar quizás habría dejado entrever una sonrisa.
Finalmente, al cabo de unos minutos, comprendió que, aun si estaba por allí no la iba a localizar, había demasiada gente y muchos de ellos llevaban máscaras, cabía la posibilidad de que ella estuviese entre ellas.
Prefería pensar que no estaba allí.
Se levantó y estiró las piernas cuando vislumbró a la benjamina de los Calhoun quien, acompañada por un hombre al que no conocía, conversaba con Cassandra Harrowmont.
La maestra cazadora no era muy difícil de reconocer, al menos para él. Quizás no fuese ataviada con el típico atuendo de cazador, pero el vestido que llevaba puesto era cuanto menos, ostentoso. En la línea de la mujer que lo vestía.
Frunció el ceño y mantuvo su mirada en las dos mujeres, no las veía desde el entierro de Anastasia, un funeral que, por lo que él sabía, no había tenido ningún sentido. ¿Lo sabrían ellas?
- No te preocupes por los demás – Dijo a Ircan – Muévete, en realidad son bastantes simples cuando les conoces – Dijo sonriendo, señalando a los nobles. – Aléjate de los que tienen nuestro aspecto de todas formas, te quitaras dolores de cabeza. – Aseguró ampliando la sonrisa.
Atravesó la sala en dirección a las brujas seguido por Lyn de cerca, quien se negaba a quedarse solas en aquel lugar, parecía bastante más incómoda que de costumbre aunque se esforzase por disimularlo, conocía a la vampiresa lo suficiente como para comprender que no le terminaban de emocionar las aglomeraciones de personas que llegaban a aquel nivel.
Mientras caminaba, debido a la cantidad de gente, se tropezó con una chica rubia, apenas tuvo tiempo de vislumbrar su rostro, aunque sí que tuvo el tiempo suficiente para sujetarla y evitar que se cayese antes de seguir su camino. Lo único que pudo hacer, además de aquello, fue sonreír a la muchacha y ofrecerle una disculpa antes de perderse de nuevo entre el gentío.
- No le has dicho la frase – Dijo Lyn a su espalda.
- ¿A quién? – Preguntó Eltrant abriéndose paso.
- A la chica con la que te has tropezado. – Aseguró molesta porque Eltrant no hubiese comprendido a la primera lo que quería decir.
- No voy a decirle “Tienes las caderas más anchas a este lado del Tymer” a toda mujer que se me ponga por delante – Dijo deteniéndose y girándose a mirar a Lyn.
- ¡Pero perdiste la apuesta! – Se cruzó de brazos y empujó a Eltrant.
La vampiresa tenía razón, hacía días había perdido una apuesta contra ella. El catalizador para aquello había sido una mezcla entre alcohol, trabajo de camarero, varios puñetazos en la cara y más alcohol, al menos había aprendido a no apostar contra ella.
- Lo voy a hacer… pero no hoy – Dijo comenzando a andar de nuevo, buscando a Elen y a Cassandra entre el gentío.
- ¡Así no tiene gracia! – Exclamó la vampiresa justo tras él.
Llegó, finalmente, hasta dónde estaban las brujas.
- Hola. Hace tiempo… bueno, ¿Qué tal todo? – Dijo con sencillez, sonriendo. Alzó levemente la mano para saludar al hombre y, a continuación, se la tendió. – Eltrant Tale – Dijo como toda presentación, quizás habían coincidido antes, pero lo cierto era que llevaba mucho tiempo encerrado en su cabaña y las caras que veía de tanto en tanto acababan difumándose.
Miró a Harrowmont, una parte de él estaba tentado de contarle lo de Huracán, que estaba viva y, como de costumbre, de bastante mal humor. También quiso preguntarle qué demonios estaba sucediendo con los “Escuadrones de la Muerte” de cazadores que se estaban dejando ver por Aerandir y que mataban a casi todo lo que no era “natural” para ellos. Pero aquel no era el momento ni el lugar, ya habría tiempo para eso.
Por otra parte, no pudo evitar preguntarse. ¿Quién se enfadaría más? ¿Anastasia por desvelar que estaba viva? ¿O sería Elen “Mis rayos pueden hacerte pedazos con facilidad” Calhoun por ocultarle aquella verdad? Suspiró y se pasó la mano por el pelo.
- ¡Hola! – Lyn interrumpió las presentaciones con su buen humor característico, probablemente no había reconocido a Harrowmont con aquella indumentaria, dudaba mucho que si hubiese conocido el verdadero trabajo de la noble del vestido de fuego se hubiese acercado siquiera a saludar. - ¡Yo soy Lyn! – Dijo tendiéndole la mano a todos los presentes – Acompaño a este inútil allá por dónde va y me río, normalmente, de sus desgracias. Es un buen trabajo. – Señaló a Eltrant y colocó los brazos en jarra. Con un poco de suerte Harrowmont solo vería a una joven hiperactiva con un vestido negro.
- Increíble… - Susurró llevándose la mano hasta la cara.
- ¡Me encantan vuestros vestidos! El mío es muy simple en comparación… – Dijo rodeando a las mujeres, mirando los atuendos que vestían con más detalle. - ¿Es magia esto? – La vampiresa estuvo a punto de tocar el vestido de Cassandra, pero Eltrant la detuvo en el último momento.
Por el rabillo del ojo pudo contemplar como un lobo y un gato bípedos entraban en la sala, el lobo llevaba una indumentaria curiosa, parecía tribal. Palideció al comprender de quien se trataba, aquello era justo lo que hacía falta, un lobo que odiaba a la nobleza en un edificio a rebosar de aristócratas.
Esperaba que aquel evento acabase pronto, empezaba a sentirse bastante incomodo en aquel lugar.
En primer lugar apareció un tipo que por algún motivo conocía su nombre, un individuo ataviado con un extraño traje de pato que le pidió al exmercenario su autógrafo de manera bastante efusiva. Incapaz de contestar debido a lo rápido de la situación Eltrant se quedó con la copa de vino en la mano, boquiabierto, mientras el hombre se marchaba vociferando algo parecido a “Alanna”.
Frunció el ceño, ¿Alanna estaba allí? Miró a su alrededor tratando de localizarla con el corazón en un puño entre la multitud, aquello no iba a salir nada bien si acababa siendo verdad, si se encontraba con la guardia allí solo los dioses sabían cómo podía acabar la noche.
Justo entonces fue cuando llegó Ircan, el joven licántropo con el que había tenido la suerte, o quizás infortunio debido a la circunstancias, de cruzarse en los bosques del este.
- ¿Eres famoso? – Preguntó Lyn mirando como el hombre del traje de pato se alejaba con aquel característico “Cuack” que hacían sus pisadas cada vez que se movía.
- No… no que yo sepa – Contestó Eltrant segundos antes de que Ircan preguntase si podía sentarse con ellos en la mesa, cosa a lo que respondió con una sonrisa y una cabezada afirmativa. – Un viaje largo desde los bosques del este ¿No? – Le dijo sonriendo haciéndole ver que efectivamente se acordaba de él y tendiéndole una copa vacía para que sirviese lo que considerase oportuno.
- ¿Gente elegante? – Lyn esbozo una sonrisa - ¿Estas insinuando que nosotros no lo somos? – La vampiresa tomó, con ambos antebrazos, todos los canapés que pudo de la mesa y se los sirvió en un plato para ella sola. – Me ofendes – Volvió a decir con la boca llena.
- No le hagas caso – Eltrant se encogió de hombros y sonrió al muchacho. – Y yo tampoco estoy… - Extendió los brazos – …Muy habituado a esto – Dijo – Pero al menos la comida es gratis. – Aseveró acercándole un plato a Ircan. El lobo parecía estar mejor, al menos no tenía aspecto de estar enfermo, como lo recordaba al cuando lo dejó en aquella aldea.
Pensativo dejó que Lyn y el lycan se pusiesen al día mientras estudiaba el lugar, escudriñando cada rostro con el que se encontraba. Zatch parecía haberse percatado de su presencia y le saludo desde la lejanía, algo a lo que respondió con una sonrisa, por otro lado una niña que no estaba seguro que hacía allí sin vigilancia adulta le dedicó, también, un saludo dando una cabezada.
- “¿Una niña?” – Enarcó una ceja y se limitó a devolverle el saludo, la joven desfiló a lo largo del salón como si este le pertenecéis, aunque algo le decía que la muchachita no estaba del todo segura de lo que estaba haciendo, si no hubiese estado pensando en la presencia de Alanna en aquel lugar quizás habría dejado entrever una sonrisa.
Finalmente, al cabo de unos minutos, comprendió que, aun si estaba por allí no la iba a localizar, había demasiada gente y muchos de ellos llevaban máscaras, cabía la posibilidad de que ella estuviese entre ellas.
Prefería pensar que no estaba allí.
Se levantó y estiró las piernas cuando vislumbró a la benjamina de los Calhoun quien, acompañada por un hombre al que no conocía, conversaba con Cassandra Harrowmont.
La maestra cazadora no era muy difícil de reconocer, al menos para él. Quizás no fuese ataviada con el típico atuendo de cazador, pero el vestido que llevaba puesto era cuanto menos, ostentoso. En la línea de la mujer que lo vestía.
Frunció el ceño y mantuvo su mirada en las dos mujeres, no las veía desde el entierro de Anastasia, un funeral que, por lo que él sabía, no había tenido ningún sentido. ¿Lo sabrían ellas?
- No te preocupes por los demás – Dijo a Ircan – Muévete, en realidad son bastantes simples cuando les conoces – Dijo sonriendo, señalando a los nobles. – Aléjate de los que tienen nuestro aspecto de todas formas, te quitaras dolores de cabeza. – Aseguró ampliando la sonrisa.
Atravesó la sala en dirección a las brujas seguido por Lyn de cerca, quien se negaba a quedarse solas en aquel lugar, parecía bastante más incómoda que de costumbre aunque se esforzase por disimularlo, conocía a la vampiresa lo suficiente como para comprender que no le terminaban de emocionar las aglomeraciones de personas que llegaban a aquel nivel.
Mientras caminaba, debido a la cantidad de gente, se tropezó con una chica rubia, apenas tuvo tiempo de vislumbrar su rostro, aunque sí que tuvo el tiempo suficiente para sujetarla y evitar que se cayese antes de seguir su camino. Lo único que pudo hacer, además de aquello, fue sonreír a la muchacha y ofrecerle una disculpa antes de perderse de nuevo entre el gentío.
- No le has dicho la frase – Dijo Lyn a su espalda.
- ¿A quién? – Preguntó Eltrant abriéndose paso.
- A la chica con la que te has tropezado. – Aseguró molesta porque Eltrant no hubiese comprendido a la primera lo que quería decir.
- No voy a decirle “Tienes las caderas más anchas a este lado del Tymer” a toda mujer que se me ponga por delante – Dijo deteniéndose y girándose a mirar a Lyn.
- ¡Pero perdiste la apuesta! – Se cruzó de brazos y empujó a Eltrant.
La vampiresa tenía razón, hacía días había perdido una apuesta contra ella. El catalizador para aquello había sido una mezcla entre alcohol, trabajo de camarero, varios puñetazos en la cara y más alcohol, al menos había aprendido a no apostar contra ella.
- Lo voy a hacer… pero no hoy – Dijo comenzando a andar de nuevo, buscando a Elen y a Cassandra entre el gentío.
- ¡Así no tiene gracia! – Exclamó la vampiresa justo tras él.
Llegó, finalmente, hasta dónde estaban las brujas.
- Hola. Hace tiempo… bueno, ¿Qué tal todo? – Dijo con sencillez, sonriendo. Alzó levemente la mano para saludar al hombre y, a continuación, se la tendió. – Eltrant Tale – Dijo como toda presentación, quizás habían coincidido antes, pero lo cierto era que llevaba mucho tiempo encerrado en su cabaña y las caras que veía de tanto en tanto acababan difumándose.
Miró a Harrowmont, una parte de él estaba tentado de contarle lo de Huracán, que estaba viva y, como de costumbre, de bastante mal humor. También quiso preguntarle qué demonios estaba sucediendo con los “Escuadrones de la Muerte” de cazadores que se estaban dejando ver por Aerandir y que mataban a casi todo lo que no era “natural” para ellos. Pero aquel no era el momento ni el lugar, ya habría tiempo para eso.
Por otra parte, no pudo evitar preguntarse. ¿Quién se enfadaría más? ¿Anastasia por desvelar que estaba viva? ¿O sería Elen “Mis rayos pueden hacerte pedazos con facilidad” Calhoun por ocultarle aquella verdad? Suspiró y se pasó la mano por el pelo.
- ¡Hola! – Lyn interrumpió las presentaciones con su buen humor característico, probablemente no había reconocido a Harrowmont con aquella indumentaria, dudaba mucho que si hubiese conocido el verdadero trabajo de la noble del vestido de fuego se hubiese acercado siquiera a saludar. - ¡Yo soy Lyn! – Dijo tendiéndole la mano a todos los presentes – Acompaño a este inútil allá por dónde va y me río, normalmente, de sus desgracias. Es un buen trabajo. – Señaló a Eltrant y colocó los brazos en jarra. Con un poco de suerte Harrowmont solo vería a una joven hiperactiva con un vestido negro.
- Increíble… - Susurró llevándose la mano hasta la cara.
- ¡Me encantan vuestros vestidos! El mío es muy simple en comparación… – Dijo rodeando a las mujeres, mirando los atuendos que vestían con más detalle. - ¿Es magia esto? – La vampiresa estuvo a punto de tocar el vestido de Cassandra, pero Eltrant la detuvo en el último momento.
Por el rabillo del ojo pudo contemplar como un lobo y un gato bípedos entraban en la sala, el lobo llevaba una indumentaria curiosa, parecía tribal. Palideció al comprender de quien se trataba, aquello era justo lo que hacía falta, un lobo que odiaba a la nobleza en un edificio a rebosar de aristócratas.
Esperaba que aquel evento acabase pronto, empezaba a sentirse bastante incomodo en aquel lugar.
Eltrant Tale
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
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Me sentía bastante cómoda, aún nada era lo suficientemente malo como para sentirme mal; y a demás debo admitir que el hecho de que a los que saludaban me devolvían el saludo (Eltrant), me hacía sentir en confianza; y con la compañía de Zukurita me sentía como en casa, la verdad es que mi conversación con ella podía durar años y no me aburriría.
Escuché lo que mi amiga decía sobre su hermano, luego ella me pregunto si estaba esperando a mi príncipe, a lo que yo instintivamente negué con la cabeza un tanto divertida y luego me fui poniendo más seria ya que ahora era ella quién me recomendaba salir con chicos. Ante aquello no respondí nada verbal, mis expresiones faciales y mi actitud de tomarme su comentario en juego eran suficiente respuesta como para no darle mucha importancia a eso y seguir conversando de otras cosas.
-Yo pienso que te ves linda sin disfraz- hice una pausa -A demás esto no es una fiesta de disfraces… es una premiación- le comenté como para que no se sintiera mal por toda esa gente que vino disfrazado -Tranquila, que cuando muchos están disfrazados… los originales somos los auténticos-.
Me sentí muy muy bien al escuchar que Zuki no se quitaba la pulsera que le regalé, y es que la hice con mucho cariño.
Haber ayudado al ahogado, me generó un poco de inconvenientes, ya que en general no me gustaba en eventos sociales que otras personas se dieran cuenta de mi magia. Con Zuki de verdad no tenía problema, pero un joven con muy mal sentido de la moda (Áquila) que estaba ayudando al camarero se dio cuenta, que bochorno… al parecer no entendía el código no escrito de la confidencialidad que aún no había pactado, pero que se suponía que él debía saber. Cuando se refirió a mi como: chica con poderes, estaba que me le lanzaba encima y le tapaba la boca, pero en vez de eso escuché un poco más lo que decía y no pude evitar darme un suave golpe en la frente con mi mano justo antes de voltear a ver a quién se refería. Cuando vi a Chimar recordé también que Zukura me había comentado sobre relacionarme con niños y enseguida solté un muy sincero -Wacala-, y no porque Chim fuese feo, sino porque sabía que él no estaba interesado en mí y prefería ser yo quién lo rechazara a él, a demás… desde que me divierto con Dendrei, de verdad que no me ha hecho falta pensar seriamente en eso de mi “príncipe”. Y pensando en el rey de roma… Escuché la voz de Dendrei cerca de mí. Al principio pensé en saltarle encima y abrazarlo descontroladamente, pero entonces me volteé…
Fue como si el tiempo se detuviera por unos lentos segundos, y todo a mi alrededor había desaparecido. Mi corazón se aceleró notablemente y mis mejillas se ruborizaron. Dendrei estaba realmente muy guapo. Sus felinos ojos, su bonito pelaje, aquella corbata, la chaqueta, la franela, los pantalones, los zapatos, todo… todo lo que él tenía le quedaba espectacular. Estaba realmente impresionada. Aquel jaguar siempre ha sido bastante lindo, pero ante mis ojos siempre ha sido mi compañero agradable de aventuras, pero esa noche quería que fuese mi príncipe, y mi príncipe de verdad, no como los que he tenido por conveniencia.
Estaba tan embelesada con lo apuesto que estaba Den que le hice una seña con la mano al joven que me hablaba (Áquila), como queriendo decir “sí, sí, lo que tú digas”, porque obviamente ya mi atención estaba toda sobre el jaguar.
En eso llegó un perro cavernícola maquillado (Asher) y de verdad no me hubiese percatado de su presencia a no ser del grito malhumorado que dio al llegar, diciendo que somos extras y que él va a ganar un premio. Aquello hizo que volviera de mi trance con Dendrei y me acordara de la existencia de Zuki, -que mala amiga soy- pensé.
-Dendrei...- dije un tanto avergonzada, y es que él estaba muy lindo, era su culpa -E-Emm hola- gagueé un poquitito -Ella e-es Zu-Zukura- me sonrojé al darme cuenta de lo patético que seguramente me debía haber visto hablando así, por lo que dejé de mirar a Den y para calmar mis nervios observé a Zukura -Zuki, él es Dendrei...- pronuncié dejando escapar una sonrisita nerviosa -Y ella es … Mirla- señalé al gato aresire, con sus filosos dientes, pero un muy tierno traje.
-Denme un segundo- les dije a ambos para que no me hablaran de inmediato y me dejaran poner un poco de justicia en el asunto.
Volteé a ver otra vez al perro cavernícola (Asher) y al localizarlo, como lo vi tan plácidamente me dio un poco de molestia; a esa gente había que darle una lección, así que cuando el mesero dejó los platos de comida en frente de aquel invitado tan peculiar me encargué de que aquella comida se moviera sola cada vez que él intentara agarrar algo. Estuve jugando con Asher como para frustrarle su comida durante unos dos o tres minutos y luego lo dejé tranquilo. Esta vez me aseguré de que nadie pudiese sospechar de que había sido yo; tal vez los únicos que podrían saber eran Zuki y Dendrei.
-Listo… ¿en qué estábamos?- pronuncié eso y enseguida volví a ponerme nerviosa al estar tan cerca de un Dendrei tan apuesto.
Escuché lo que mi amiga decía sobre su hermano, luego ella me pregunto si estaba esperando a mi príncipe, a lo que yo instintivamente negué con la cabeza un tanto divertida y luego me fui poniendo más seria ya que ahora era ella quién me recomendaba salir con chicos. Ante aquello no respondí nada verbal, mis expresiones faciales y mi actitud de tomarme su comentario en juego eran suficiente respuesta como para no darle mucha importancia a eso y seguir conversando de otras cosas.
-Yo pienso que te ves linda sin disfraz- hice una pausa -A demás esto no es una fiesta de disfraces… es una premiación- le comenté como para que no se sintiera mal por toda esa gente que vino disfrazado -Tranquila, que cuando muchos están disfrazados… los originales somos los auténticos-.
Me sentí muy muy bien al escuchar que Zuki no se quitaba la pulsera que le regalé, y es que la hice con mucho cariño.
Haber ayudado al ahogado, me generó un poco de inconvenientes, ya que en general no me gustaba en eventos sociales que otras personas se dieran cuenta de mi magia. Con Zuki de verdad no tenía problema, pero un joven con muy mal sentido de la moda (Áquila) que estaba ayudando al camarero se dio cuenta, que bochorno… al parecer no entendía el código no escrito de la confidencialidad que aún no había pactado, pero que se suponía que él debía saber. Cuando se refirió a mi como: chica con poderes, estaba que me le lanzaba encima y le tapaba la boca, pero en vez de eso escuché un poco más lo que decía y no pude evitar darme un suave golpe en la frente con mi mano justo antes de voltear a ver a quién se refería. Cuando vi a Chimar recordé también que Zukura me había comentado sobre relacionarme con niños y enseguida solté un muy sincero -Wacala-, y no porque Chim fuese feo, sino porque sabía que él no estaba interesado en mí y prefería ser yo quién lo rechazara a él, a demás… desde que me divierto con Dendrei, de verdad que no me ha hecho falta pensar seriamente en eso de mi “príncipe”. Y pensando en el rey de roma… Escuché la voz de Dendrei cerca de mí. Al principio pensé en saltarle encima y abrazarlo descontroladamente, pero entonces me volteé…
Fue como si el tiempo se detuviera por unos lentos segundos, y todo a mi alrededor había desaparecido. Mi corazón se aceleró notablemente y mis mejillas se ruborizaron. Dendrei estaba realmente muy guapo. Sus felinos ojos, su bonito pelaje, aquella corbata, la chaqueta, la franela, los pantalones, los zapatos, todo… todo lo que él tenía le quedaba espectacular. Estaba realmente impresionada. Aquel jaguar siempre ha sido bastante lindo, pero ante mis ojos siempre ha sido mi compañero agradable de aventuras, pero esa noche quería que fuese mi príncipe, y mi príncipe de verdad, no como los que he tenido por conveniencia.
Estaba tan embelesada con lo apuesto que estaba Den que le hice una seña con la mano al joven que me hablaba (Áquila), como queriendo decir “sí, sí, lo que tú digas”, porque obviamente ya mi atención estaba toda sobre el jaguar.
En eso llegó un perro cavernícola maquillado (Asher) y de verdad no me hubiese percatado de su presencia a no ser del grito malhumorado que dio al llegar, diciendo que somos extras y que él va a ganar un premio. Aquello hizo que volviera de mi trance con Dendrei y me acordara de la existencia de Zuki, -que mala amiga soy- pensé.
-Dendrei...- dije un tanto avergonzada, y es que él estaba muy lindo, era su culpa -E-Emm hola- gagueé un poquitito -Ella e-es Zu-Zukura- me sonrojé al darme cuenta de lo patético que seguramente me debía haber visto hablando así, por lo que dejé de mirar a Den y para calmar mis nervios observé a Zukura -Zuki, él es Dendrei...- pronuncié dejando escapar una sonrisita nerviosa -Y ella es … Mirla- señalé al gato aresire, con sus filosos dientes, pero un muy tierno traje.
-Denme un segundo- les dije a ambos para que no me hablaran de inmediato y me dejaran poner un poco de justicia en el asunto.
Volteé a ver otra vez al perro cavernícola (Asher) y al localizarlo, como lo vi tan plácidamente me dio un poco de molestia; a esa gente había que darle una lección, así que cuando el mesero dejó los platos de comida en frente de aquel invitado tan peculiar me encargué de que aquella comida se moviera sola cada vez que él intentara agarrar algo. Estuve jugando con Asher como para frustrarle su comida durante unos dos o tres minutos y luego lo dejé tranquilo. Esta vez me aseguré de que nadie pudiese sospechar de que había sido yo; tal vez los únicos que podrían saber eran Zuki y Dendrei.
-Listo… ¿en qué estábamos?- pronuncié eso y enseguida volví a ponerme nerviosa al estar tan cerca de un Dendrei tan apuesto.
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OffRol
Menciono a varios (salen en negrita).
Fastidio a Asher para que no pueda comer por unos minutos.
Interacción con Áquila, Dendrei y Zukura.
OffRol
Menciono a varios (salen en negrita).
Fastidio a Asher para que no pueda comer por unos minutos.
Interacción con Áquila, Dendrei y Zukura.
Magazubi
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Claro estaba que ya no me preocupaba por como me fueran a ver ni como me comportara, Gracias a Magita me sentía a gusto, y me divertía con las elocuencias de mi pequeña amiga e incluso no pude evitar animarme al ver esas caras raras que ponía, exageradas y dramáticas todo era entretenido.
No pude evitar soltar una carcajada ahogada por mi mano al ver como Magita se quedaba con la mirada perdida hacia la puerta, me puse a su lado para distinguir mejor a quien miraba con unos de enamorada y fue cuando vi a un jaguar con traje, me percate de que era joven pero mayor que Maga.
- ¿Esta niña no se puede fijar en un chico de su edad? - dije dándole cuenta que Maga ya no estaba prestando atención.
En eso un Perro que llevaba un traje indio y maquillaje tribal grito dejando en claro que el iba a ganar un premio, lo seguí con la mirada mientras no me percate de que Magita caminaba hacia su príncipe encantador, cuando me di cuenta me acerque a ella y a su amigo.
La forma de actuar de Magita dejaba muy en claro que le gustaba mucho el jaguar, incluso al estar cerca me percate de su rubor en las mejilla lo cual me afirmo que le gustaba "Bueno ahora ya tengo por donde agarrar a Magita cuando empiece de cupido" me dije mentalmente mientras terminaba de presentarnos.
- Es un gusto Dendrei, me alegra conocer a mas amigos de Magita - dije con una sonrisa mientras dirigía mi mano hacia Mirla - ¿Puedo cargarla? Es muy linda - dije mientras le acariciaba detrás de una oreja.
Mientras esperaba que Dendrei me diera permiso de sostener a su amiguita me di de cuenta de que Maga se dedicaba a hacerle bromas a Perro tribal, mientras esperábamos a que Magita terminara con su broma le ofrecí a Dendrei que nos fuéramos a sentar, y le señale la mesa en la que me había sentado cuando llegué.
- Vamos Magita vallamos a sentarnos y podrás hablar con tu príncipe mas cómoda - le dije con una sonrisa juguetona mientras la tomaba de la mano para irnos a sentar los tres.
Ya que me daba cuenta que empezaba a ser mal tercio, solo esperaría a que me amigo de Magita me dejara jugar con su amiguita y los dejaría solos para que hablaran a gusto sin que yo estorbara, ademas asi poder molestar un poco a mi amiga mas tarde.
Al llegar a la mesa les hice una seña para que los dos se sentaran y se pusieran cómodos mientras llamaba la atención de un mesero para que nos trajera comida por que el recién llegado debía de tener hambre, sin contar que la comida del lugar era deliciosa, sin contar que gratis.
- Por favor nos puede traer comida y algo para que ellos dos beban algo - le dije al mesero el cual se fue de inmediato - Bueno, sere sincera, como soy mal tercio aqui luego de que la comida llegue me iré para que hablen ha gusto - dije amigable mientras jugaba con la gatita.
No pude evitar soltar una carcajada ahogada por mi mano al ver como Magita se quedaba con la mirada perdida hacia la puerta, me puse a su lado para distinguir mejor a quien miraba con unos de enamorada y fue cuando vi a un jaguar con traje, me percate de que era joven pero mayor que Maga.
- ¿Esta niña no se puede fijar en un chico de su edad? - dije dándole cuenta que Maga ya no estaba prestando atención.
En eso un Perro que llevaba un traje indio y maquillaje tribal grito dejando en claro que el iba a ganar un premio, lo seguí con la mirada mientras no me percate de que Magita caminaba hacia su príncipe encantador, cuando me di cuenta me acerque a ella y a su amigo.
La forma de actuar de Magita dejaba muy en claro que le gustaba mucho el jaguar, incluso al estar cerca me percate de su rubor en las mejilla lo cual me afirmo que le gustaba "Bueno ahora ya tengo por donde agarrar a Magita cuando empiece de cupido" me dije mentalmente mientras terminaba de presentarnos.
- Es un gusto Dendrei, me alegra conocer a mas amigos de Magita - dije con una sonrisa mientras dirigía mi mano hacia Mirla - ¿Puedo cargarla? Es muy linda - dije mientras le acariciaba detrás de una oreja.
Mientras esperaba que Dendrei me diera permiso de sostener a su amiguita me di de cuenta de que Maga se dedicaba a hacerle bromas a Perro tribal, mientras esperábamos a que Magita terminara con su broma le ofrecí a Dendrei que nos fuéramos a sentar, y le señale la mesa en la que me había sentado cuando llegué.
- Vamos Magita vallamos a sentarnos y podrás hablar con tu príncipe mas cómoda - le dije con una sonrisa juguetona mientras la tomaba de la mano para irnos a sentar los tres.
Ya que me daba cuenta que empezaba a ser mal tercio, solo esperaría a que me amigo de Magita me dejara jugar con su amiguita y los dejaría solos para que hablaran a gusto sin que yo estorbara, ademas asi poder molestar un poco a mi amiga mas tarde.
Al llegar a la mesa les hice una seña para que los dos se sentaran y se pusieran cómodos mientras llamaba la atención de un mesero para que nos trajera comida por que el recién llegado debía de tener hambre, sin contar que la comida del lugar era deliciosa, sin contar que gratis.
- Por favor nos puede traer comida y algo para que ellos dos beban algo - le dije al mesero el cual se fue de inmediato - Bueno, sere sincera, como soy mal tercio aqui luego de que la comida llegue me iré para que hablen ha gusto - dije amigable mientras jugaba con la gatita.
Zukura Kito
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Sonreí y levante las manos apuntando a Lyn con las palmas intentando rectificar el "error" de mis palabras.
-Bueno... Con elegancia me refería a clase social. - dije mientras soltaba una risilla mientras me rascaba la cabeza avergonzando.
Pronto Eltrant salio en mi ayuda.
-Si a eso me refería. - constaté para que no hubiera mal entendidos.
Tras esto me senté junto a ellos y retomé la pregunta que Eltrant me había hecho.
-Si bastante largo. - respondí mientras tomaba una copa y buscaba una botella. -Más de lo que me hubiera gustado, jeje.- noté que Eltrant no me prestaba atención. Se había puesto en modo alerta por algún motivo y comenzó a escudriñar todos los rostros de la sala. Sin embargo Lyn aún me prestaba atención. -Deambulé por los bosques del Este, luego vine aquí a las Islas y de ahí a la península de Verisar, ¡Oh! ¡Gracias!- agradecí tomando la botella de vino que Lyn me ofreció al verme buscar sin éxito una botella llena.- ¿Y vosotros? ¿Todo bien desde aquel incidente?
-Bueno de aquí para allá. Ya sabes, disfrutando de ver como Eltrant se mete en líos. - respondió Lyn con una sonrisa mirando al distraído Eltrant.
En aquel momento Eltrant volvió con nosotros para despedirse con un consejo.
-Adios. - se despidió Lyn siguiendo rápidamente a Eltrant.
"Mmm... algún día debería averiguar cuál es su conexión." pensé rascándome la barbilla dejando salir mi lado curioso por unos momentos.
De repente me quedé moviendo el vino de mi copa y mirándola de forma sombría, ajeno a todo lo que sucedía en la sala, sumergido totalmente en mis pensamientos. Incluso el ruido de la sala había desaparecido dejándome en un total silencio.
"Creo que estoy acostumbrado a los dolores de cabeza." sonreí para mi, en un chiste que sólo yo entendía. Menos mal que no lo dije en voz alta.
Alcé la mirada hacía el centro de la sala y el sonido de esta volvió al instante, como si nunca se hubiera ido.
"Pero hay demasiada gente que no conozco." pensé percatándome de la dificultad de mi empresa. "Nunca se me han dado bien las masas.-" y tomé un trago de vino para relajarme.
En aquel momento, apareció en la sala el mercader al cual le había robado el traje. Sorprendido escupí el vino, de una forma bastante cómica. Rápidamente me levante de la silla y me escondí debajo de la mesa, esperando que no me hubiera visto.
"¿¡Pero está sala no era sólo para nominados!?" pensé alarmado espiando con cuidado, viendo que el mercader se hallaba demasiado cerca de mi. "¿¡Que hace aquí!?"
-"Como me entere que la has robado te cortare las manos, rata de clocaca" sonó en mi mente la voz del guardia de la puerta.
Noté como un escalofrió me recorría desde la nunca, por toda la columna vertebral, hasta la rabadilla del culo.
"Tengo que salir de aquí. ¡Ya!"
Gateé cubriéndome con las mesas hasta que sin correr choqué con alguien.
-Bueno... Con elegancia me refería a clase social. - dije mientras soltaba una risilla mientras me rascaba la cabeza avergonzando.
Pronto Eltrant salio en mi ayuda.
-Si a eso me refería. - constaté para que no hubiera mal entendidos.
Tras esto me senté junto a ellos y retomé la pregunta que Eltrant me había hecho.
-Si bastante largo. - respondí mientras tomaba una copa y buscaba una botella. -Más de lo que me hubiera gustado, jeje.- noté que Eltrant no me prestaba atención. Se había puesto en modo alerta por algún motivo y comenzó a escudriñar todos los rostros de la sala. Sin embargo Lyn aún me prestaba atención. -Deambulé por los bosques del Este, luego vine aquí a las Islas y de ahí a la península de Verisar, ¡Oh! ¡Gracias!- agradecí tomando la botella de vino que Lyn me ofreció al verme buscar sin éxito una botella llena.- ¿Y vosotros? ¿Todo bien desde aquel incidente?
-Bueno de aquí para allá. Ya sabes, disfrutando de ver como Eltrant se mete en líos. - respondió Lyn con una sonrisa mirando al distraído Eltrant.
En aquel momento Eltrant volvió con nosotros para despedirse con un consejo.
-Adios. - se despidió Lyn siguiendo rápidamente a Eltrant.
"Mmm... algún día debería averiguar cuál es su conexión." pensé rascándome la barbilla dejando salir mi lado curioso por unos momentos.
De repente me quedé moviendo el vino de mi copa y mirándola de forma sombría, ajeno a todo lo que sucedía en la sala, sumergido totalmente en mis pensamientos. Incluso el ruido de la sala había desaparecido dejándome en un total silencio.
"Creo que estoy acostumbrado a los dolores de cabeza." sonreí para mi, en un chiste que sólo yo entendía. Menos mal que no lo dije en voz alta.
Alcé la mirada hacía el centro de la sala y el sonido de esta volvió al instante, como si nunca se hubiera ido.
"Pero hay demasiada gente que no conozco." pensé percatándome de la dificultad de mi empresa. "Nunca se me han dado bien las masas.-" y tomé un trago de vino para relajarme.
En aquel momento, apareció en la sala el mercader al cual le había robado el traje. Sorprendido escupí el vino, de una forma bastante cómica. Rápidamente me levante de la silla y me escondí debajo de la mesa, esperando que no me hubiera visto.
"¿¡Pero está sala no era sólo para nominados!?" pensé alarmado espiando con cuidado, viendo que el mercader se hallaba demasiado cerca de mi. "¿¡Que hace aquí!?"
-"Como me entere que la has robado te cortare las manos, rata de clocaca" sonó en mi mente la voz del guardia de la puerta.
Noté como un escalofrió me recorría desde la nunca, por toda la columna vertebral, hasta la rabadilla del culo.
"Tengo que salir de aquí. ¡Ya!"
Gateé cubriéndome con las mesas hasta que sin correr choqué con alguien.
Ircan
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Chimar había olvidado lo divertido que pueden ser las intrigas cortesanas… son las aventuras más difíciles de pillar. Mientras permanece en una silla estratégicamente posicionada para ver todo, se deleita con la estupidez del aventurero común. Para hacer más agradable el proceso toma uno que otro aperitivo de la atestada mesa que tiene enfrente, sin duda podría acostumbrarse.
Cada cabeza es un mundo, luego de varios minutos en la sala Maquiavelo ya no puede refutar el concepto. Primero tenemos a “los payasos”, esa pequeña facción de gente que termina ingresando por la puerta con un disfraz, ropa de vago o simplemente sin prenda alguna… el calor tropical genera efectos extraños.
En el otro renglón conocido como “los saturados” destacan trajes cargados con adornos y cosas raras, ese tipo de vestimenta que parece más una máquina de tortura. Se conoce a la mujer como el sexo débil pero luego de ver algunos vestidos… digamos que la igualdad de género debería ser más reconocida.
Para finalizar podemos encontrar a “Los perdidos”, toda esa mega fauna de personas que no saben para que se usa la servilleta. Esta clase es bastante numerosa y casi logra sobrepasar a la primera, se pueden distinguir por su forma de comer, beber y fraternizar con otros semejantes profesionales.
Luego de su quinto aperitivo Chimar ya lleva estudiado a cada rival presente, pasa entonces a curiosear eventos menores y divertidos. El empleado que casi muere tras atragantarse con una uva se hubiera llevado el premio de no ser por la intervención del “Capitán quack”… así deben portarse los hermanos mayores cuando quieren afecto.
El niño genio se limita a arquear una ceja y lo deja con sus ideas, no se puede salvar a todas las almas según dicen. Otra cosa llama su atención con rapidez, el extraño comportamiento que tiene Maga con un gato de gran tamaño. No sabe si sentir celos o llamar a un guardia… eso debe ser ilegal en varias regiones.
Puaj…
Varios rostros conocidos se hacen presentes ahora, no cabe duda de que la elite se toma su tiempo para aparecerse. Un extraño perro de dos metros comienza a gritar babosadas en medio del salón, hace que Chimar se pierda la pequeña pelea entre el "Capitán esparrago" y un sujeto con pinta de pirata real.
El circo llego a la ciudad.
Se le acerca un integrante del personal con cierto pedido bastante atrasado, chocolate caliente en una copa enorme. El mocoso lo recibe de buena manera a pesar de todo, con tanta gente reunida debe ser un infierno servir mesas… eso sin mencionar que el chocolate es bien recibido sin importar cuando llegue.
Cada cabeza es un mundo, luego de varios minutos en la sala Maquiavelo ya no puede refutar el concepto. Primero tenemos a “los payasos”, esa pequeña facción de gente que termina ingresando por la puerta con un disfraz, ropa de vago o simplemente sin prenda alguna… el calor tropical genera efectos extraños.
En el otro renglón conocido como “los saturados” destacan trajes cargados con adornos y cosas raras, ese tipo de vestimenta que parece más una máquina de tortura. Se conoce a la mujer como el sexo débil pero luego de ver algunos vestidos… digamos que la igualdad de género debería ser más reconocida.
Para finalizar podemos encontrar a “Los perdidos”, toda esa mega fauna de personas que no saben para que se usa la servilleta. Esta clase es bastante numerosa y casi logra sobrepasar a la primera, se pueden distinguir por su forma de comer, beber y fraternizar con otros semejantes profesionales.
Luego de su quinto aperitivo Chimar ya lleva estudiado a cada rival presente, pasa entonces a curiosear eventos menores y divertidos. El empleado que casi muere tras atragantarse con una uva se hubiera llevado el premio de no ser por la intervención del “Capitán quack”… así deben portarse los hermanos mayores cuando quieren afecto.
El niño genio se limita a arquear una ceja y lo deja con sus ideas, no se puede salvar a todas las almas según dicen. Otra cosa llama su atención con rapidez, el extraño comportamiento que tiene Maga con un gato de gran tamaño. No sabe si sentir celos o llamar a un guardia… eso debe ser ilegal en varias regiones.
Puaj…
Varios rostros conocidos se hacen presentes ahora, no cabe duda de que la elite se toma su tiempo para aparecerse. Un extraño perro de dos metros comienza a gritar babosadas en medio del salón, hace que Chimar se pierda la pequeña pelea entre el "Capitán esparrago" y un sujeto con pinta de pirata real.
El circo llego a la ciudad.
Se le acerca un integrante del personal con cierto pedido bastante atrasado, chocolate caliente en una copa enorme. El mocoso lo recibe de buena manera a pesar de todo, con tanta gente reunida debe ser un infierno servir mesas… eso sin mencionar que el chocolate es bien recibido sin importar cuando llegue.
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
El mundo se había ido a tomar por saco. Bueno, un poquito más de lo que ya estaba. No sabía hasta que punto sus esfuerzos habrían servido para paliar los estragos de la enfermedad. Pero esperaba haber sido útil.
No solía ser de los que se quedaban de brazos cruzados, y esa vez no había sido diferente. No obstante, esa pandemia se había desplazado más rápido de lo que nunca hubiera imaginado.
Rumores llegados del sur no paraban de nombrar lugares que habían sido afectados por la enfermedad que se había originado en la pirámide de Dundarak. Llegando hasta el punto, que incluso la capital de los humanos había sufrido sus efectos. Así contaban las historias de los marineros del navío en el que había viajado para llegar hasta las islas.
El mercante humano, había decidido no fondear en Lunargenta cuando la enfermedad tocó la puerta de Lunargenta, y se desvió hacia un puerto de un pueblo más pequeño. Uno pesquero, donde nunca un barco de esa envergadura recalaría, ni por interés comercial, ni por su calado. Un buque de esas dimensiones, con esa distancia entre la quilla y la línea de flotación, jamás podría atracar en un muelle tan pequeño. Pero cuando el mundo caminaba con paso seguro hacia una hecatombe, los inteligentes se escondía, y los necios como él iban a su encuentro. Por ello, aquel capitán de navío, descartando atracar en la capital de Verisar, había decidido con inteligencia ir a otro lugar.
Un sitio pequeño. Que no fuera de paso. Y que si además era un pueblo de pescadores, que sobrevivían a base de su propio esfuerzo con las redes, mucho mejor. Por supuesto aquel capitán conocía un sitio así. Nada como el hogar. El lugar donde había nacido, en territorio dragón, donde la epidemia se había iniciado, pero donde el astuto marinero imaginó que nunca llegaría. O donde mejor dicho, había rezado porque no hubiera llegado.
Sí. Ese buque jamás podría atracar en los muelles de su querido pueblo natal, pero sí que podía echar el ancla y fondear en la bahía donde se asentaba la población de pescadores.
Una suerte para él. Un brujo con deseos de ir a otro destino, después de haber partido del epicentro de la epidemia que había asolado el continente.
Tal como estaba la situación. Conseguir un pasaje de barco no era la tarea más sencilla del mundo. Ningún capitán estaba dispuesto a arriesgarse a meter a ningún extraño en su barco, y con ello conseguir contagiar a toda su tripulación, y convertir dicho navío en una tumba flotante. El riesgo de contagio en lugares donde el espacio era mínimo, era aún mayor que en ninguna parte. Y un barco… era exactamente eso.
El caso, es que le llegaron noticias de ese mercante fondeado en tan pintoresco pueblo. Una bucólica localidad, sin duda. Fue lo primero que le vino a la cabeza nada más verla. Además, bien que tuvo tiempo para conocerla, pues el capitán bien que lo dejó en tierra el tiempo suficiente para estar seguro de que no estaba enfermo.
Los síntomas de la enfermedad se manifestaban con gran rapidez. Pero aún así, era normal que el hombre no se fiara de él. Lo entendía perfectamente, él hubiera hecho lo mismo en su misma situación, por lo que no le quedó más remedio que esperar. Eso sí, en cuanto Patrick, como así se llama nuestro amigable capitán, estuvo seguro de que el brujo no estaba enfermo, lo dejó subir en bote, y a partir de ahí levar anclas con nuevo destino. El archipiélago Illidense.
Porque… ¿dónde podría estar más segura una persona ahora mismo, que precisamente en el archipiélago de los brujos?
La respuesta era sencilla. Pero conseguir permiso para atracar en las islas, con la que estaba cayendo en el extranjero, no lo era tanto.
Mas, si en uno de los camarotes de la tripulación, aparte de la obvia tripulación, iba un brujo nacido en Beltresux, con una invitación para asistir a la prestigiosa academia de la capital de las islas…
Recuerden esto. Cuando una desgracia campa a sus anchas, hay cosas más valiosas que el oro. Y en los tiempos que corrían, un permiso de permanencia en Beltresux era lo más valioso que podía conseguir una persona. Por lo que no fue difícil convencer al capitán de tomar rumbo hacia allí, una vez pasado el trámite de demostrar que estaba sano.
Ironías de la vida. Si Patrick hubiera visto su estado un tiempo atrás, cuando se caía fruto de la debilidad y las fiebres, seguramente jamás se hubiera atrevido a dejarle subir.
Pero en fin, ya estaba sano, y el avispado marinero no lo era tanto como para imaginar algo así. ¿Quién podría pensar que nadie pudiera sobrevivir a algo así?
Los vientos fueron favorables, y cuando no lo eran incluso él ayudaba con su magia de aire para hacer el trayecto lo más rápido posible. Por lo cual no tardó mucho tiempo en volver a pisar las islas, y en contemplar la antigua academia una vez más, aunque esta vez no fuera para recibir clases.
En esta ocasión la situación era totalmente distinta. Incluso pese a ya haber asistido a alguna celebración en la escuela de hechicería en el pasado. Después de graduarse. Y es que rara vez se recibía la invitación de un rey humano, para asistir a un evento en suelo brujo. El mundo se había vuelto loco los últimos meses, pero con los problemas que estaba ocasionando la enfermedad a lo largo y ancho del continente, pararse a pensar en una cuestión tan poco importante como aquella, más de un instante, era una pérdida de tiempo.
Cuando llegó al hogar, a la casa que había sido el seno familiar de los Calhoun, su madre le puso al día. Le contó las últimas novedades en el sur. Todo lo que había pasado en Lunargenta, y después partió a reunirse con Elen y Alister.
Lo siguiente fue tan sencillo como ponerse el traje que había escogido para la ocasión, y lo no tan fácil, como era encontrar un vestido que le gustara a Allyson. Eso le llevó más tiempo del que hubiera deseado, pero al menos la niña se había decidido por uno, antes de tener que seleccionarlo por su cuenta. Tanto si le gustara a su hija como no.
Ya con tal retraso llegaría un poco tarde. Si seguían perdiendo el tiempo de compras, finalmente asistirían al evento… pero del año siguiente.
El salón principal estaba atestado de gente. Lo propio de una celebración de ese tipo, mas por suerte, no tardó en ver un rostro familiar en la sala. Acompañada de otros tantos conocidos con lo que no sentirse un extraño en su propia ciudad.
- Maldita sea, Alister. Alegra esa cara. Estamos de celebración-, bromeó nada más llegar. - Si estuvieras más tenso te quebrarías como hierro malo. Aunque no te preocupes. Te entiendo. A mí también me asombran algunas cosas. Observar un dragón con traje es todo un evento. Sobre todo si ese dragón eres tú-, rió de forma amistosa, y le palmeó el hombro.
Por suerte, no estaba tan tenso como para partirse como había comentado. Pues por un instante tuvo miedo que se rompiera con su ligero palmeo.
Era su cuñado. O eso creía. Al menos Jules no paraba de decir que era su cuñado, y por supuesto con eso le bastaba. No necesitaba más información para tomarse confianzas con el dragón. Eso sin contar que era amigo de Elen y por ende también suyo, pese a no tener la relación que tenía con su hermana. Además, ¿desde cuándo él necesitaba una excusa para tomarse confianzas con nadie?
- Pero donde están mis modales-, se giró para mirar a la joven del vestido carmesí. - Lady Cassandra-, hizo una corta reverencia, dibujando una media sonrisa en los labios. - Un placer volver a verla. Me hubiera engalanado con mis mejores vestimentas, si llego a saber que iba a contar con la presencia de un Harrowmont-, dijo, sin perder la sonrisa.
Quitando hierro a la situación. Al evento. Como si ya no fuera suficientemente importante asistir a un evento invitado por un rey, que además estaba presente.
- Lo cual me recuerda-, se inclinó un poco sobre su hermana, que estaba sentada, para acercarse un poco al rostro de ella. - No me habías dicho que te codeabas con la realeza humana, mi querida Elen. Esos contactos me los tienes que pasar. Los pobres no pagan muy bien que digamos-, bromeó, y le guiñó un ojo. - Así que has salvado nuestras amadas islas. Veo que serás famosa por aquí por el resto de tu vida. Pero no desesperes. Sobrevivirás. No es tan grave. Mírame a mi. Yo ya era famoso, al menos en esta academia. Por ser un cafre y un liante. Pero que importa. La fama es fama ¿no? - rió, divertido.
- Tío Vinc, ¿puedo sentarme junto a Elen? - preguntó Allyson.
- Claro, pequeña. No se me ocurre mejor banquete, que uno junto a la familia y amigos-, contestó, haciendo hacia atrás la silla junto a Elen, para que se sentara su hija.
En cuanto la niña se sentó, él hizo lo propio, pero en vez de acomodarse al lado de Allyson, lo hizo junto al dragón.
- Alister, el vino de las islas no muerde-, palmeó el hombro del norteño una vez más, nada más sentarse. Acto seguido tomó la copa dispuesta delante del asiento que había tomado. - Señorita Cassandra, ¿nos acompaña? Seguro que tendremos buenas historias que contarnos. Si no tiene otros planes, claro está-, sonrió a la joven. - Por cierto Elen, ¿dónde está madre? ¿Hablando con alguien de forma mística para variar? - bromeó, negando con la cabeza, para finalmente paladear el caldo de su copa.
Exquisito. Había cosas que nunca cambian. El buen vino de las islas era una de ellas. Y por supuesto, la buena compañía.
No solía ser de los que se quedaban de brazos cruzados, y esa vez no había sido diferente. No obstante, esa pandemia se había desplazado más rápido de lo que nunca hubiera imaginado.
Rumores llegados del sur no paraban de nombrar lugares que habían sido afectados por la enfermedad que se había originado en la pirámide de Dundarak. Llegando hasta el punto, que incluso la capital de los humanos había sufrido sus efectos. Así contaban las historias de los marineros del navío en el que había viajado para llegar hasta las islas.
El mercante humano, había decidido no fondear en Lunargenta cuando la enfermedad tocó la puerta de Lunargenta, y se desvió hacia un puerto de un pueblo más pequeño. Uno pesquero, donde nunca un barco de esa envergadura recalaría, ni por interés comercial, ni por su calado. Un buque de esas dimensiones, con esa distancia entre la quilla y la línea de flotación, jamás podría atracar en un muelle tan pequeño. Pero cuando el mundo caminaba con paso seguro hacia una hecatombe, los inteligentes se escondía, y los necios como él iban a su encuentro. Por ello, aquel capitán de navío, descartando atracar en la capital de Verisar, había decidido con inteligencia ir a otro lugar.
Un sitio pequeño. Que no fuera de paso. Y que si además era un pueblo de pescadores, que sobrevivían a base de su propio esfuerzo con las redes, mucho mejor. Por supuesto aquel capitán conocía un sitio así. Nada como el hogar. El lugar donde había nacido, en territorio dragón, donde la epidemia se había iniciado, pero donde el astuto marinero imaginó que nunca llegaría. O donde mejor dicho, había rezado porque no hubiera llegado.
Sí. Ese buque jamás podría atracar en los muelles de su querido pueblo natal, pero sí que podía echar el ancla y fondear en la bahía donde se asentaba la población de pescadores.
Una suerte para él. Un brujo con deseos de ir a otro destino, después de haber partido del epicentro de la epidemia que había asolado el continente.
Tal como estaba la situación. Conseguir un pasaje de barco no era la tarea más sencilla del mundo. Ningún capitán estaba dispuesto a arriesgarse a meter a ningún extraño en su barco, y con ello conseguir contagiar a toda su tripulación, y convertir dicho navío en una tumba flotante. El riesgo de contagio en lugares donde el espacio era mínimo, era aún mayor que en ninguna parte. Y un barco… era exactamente eso.
El caso, es que le llegaron noticias de ese mercante fondeado en tan pintoresco pueblo. Una bucólica localidad, sin duda. Fue lo primero que le vino a la cabeza nada más verla. Además, bien que tuvo tiempo para conocerla, pues el capitán bien que lo dejó en tierra el tiempo suficiente para estar seguro de que no estaba enfermo.
Los síntomas de la enfermedad se manifestaban con gran rapidez. Pero aún así, era normal que el hombre no se fiara de él. Lo entendía perfectamente, él hubiera hecho lo mismo en su misma situación, por lo que no le quedó más remedio que esperar. Eso sí, en cuanto Patrick, como así se llama nuestro amigable capitán, estuvo seguro de que el brujo no estaba enfermo, lo dejó subir en bote, y a partir de ahí levar anclas con nuevo destino. El archipiélago Illidense.
Porque… ¿dónde podría estar más segura una persona ahora mismo, que precisamente en el archipiélago de los brujos?
La respuesta era sencilla. Pero conseguir permiso para atracar en las islas, con la que estaba cayendo en el extranjero, no lo era tanto.
Mas, si en uno de los camarotes de la tripulación, aparte de la obvia tripulación, iba un brujo nacido en Beltresux, con una invitación para asistir a la prestigiosa academia de la capital de las islas…
Recuerden esto. Cuando una desgracia campa a sus anchas, hay cosas más valiosas que el oro. Y en los tiempos que corrían, un permiso de permanencia en Beltresux era lo más valioso que podía conseguir una persona. Por lo que no fue difícil convencer al capitán de tomar rumbo hacia allí, una vez pasado el trámite de demostrar que estaba sano.
Ironías de la vida. Si Patrick hubiera visto su estado un tiempo atrás, cuando se caía fruto de la debilidad y las fiebres, seguramente jamás se hubiera atrevido a dejarle subir.
Pero en fin, ya estaba sano, y el avispado marinero no lo era tanto como para imaginar algo así. ¿Quién podría pensar que nadie pudiera sobrevivir a algo así?
Los vientos fueron favorables, y cuando no lo eran incluso él ayudaba con su magia de aire para hacer el trayecto lo más rápido posible. Por lo cual no tardó mucho tiempo en volver a pisar las islas, y en contemplar la antigua academia una vez más, aunque esta vez no fuera para recibir clases.
En esta ocasión la situación era totalmente distinta. Incluso pese a ya haber asistido a alguna celebración en la escuela de hechicería en el pasado. Después de graduarse. Y es que rara vez se recibía la invitación de un rey humano, para asistir a un evento en suelo brujo. El mundo se había vuelto loco los últimos meses, pero con los problemas que estaba ocasionando la enfermedad a lo largo y ancho del continente, pararse a pensar en una cuestión tan poco importante como aquella, más de un instante, era una pérdida de tiempo.
Cuando llegó al hogar, a la casa que había sido el seno familiar de los Calhoun, su madre le puso al día. Le contó las últimas novedades en el sur. Todo lo que había pasado en Lunargenta, y después partió a reunirse con Elen y Alister.
Lo siguiente fue tan sencillo como ponerse el traje que había escogido para la ocasión, y lo no tan fácil, como era encontrar un vestido que le gustara a Allyson. Eso le llevó más tiempo del que hubiera deseado, pero al menos la niña se había decidido por uno, antes de tener que seleccionarlo por su cuenta. Tanto si le gustara a su hija como no.
Ya con tal retraso llegaría un poco tarde. Si seguían perdiendo el tiempo de compras, finalmente asistirían al evento… pero del año siguiente.
El salón principal estaba atestado de gente. Lo propio de una celebración de ese tipo, mas por suerte, no tardó en ver un rostro familiar en la sala. Acompañada de otros tantos conocidos con lo que no sentirse un extraño en su propia ciudad.
- Maldita sea, Alister. Alegra esa cara. Estamos de celebración-, bromeó nada más llegar. - Si estuvieras más tenso te quebrarías como hierro malo. Aunque no te preocupes. Te entiendo. A mí también me asombran algunas cosas. Observar un dragón con traje es todo un evento. Sobre todo si ese dragón eres tú-, rió de forma amistosa, y le palmeó el hombro.
Por suerte, no estaba tan tenso como para partirse como había comentado. Pues por un instante tuvo miedo que se rompiera con su ligero palmeo.
Era su cuñado. O eso creía. Al menos Jules no paraba de decir que era su cuñado, y por supuesto con eso le bastaba. No necesitaba más información para tomarse confianzas con el dragón. Eso sin contar que era amigo de Elen y por ende también suyo, pese a no tener la relación que tenía con su hermana. Además, ¿desde cuándo él necesitaba una excusa para tomarse confianzas con nadie?
- Pero donde están mis modales-, se giró para mirar a la joven del vestido carmesí. - Lady Cassandra-, hizo una corta reverencia, dibujando una media sonrisa en los labios. - Un placer volver a verla. Me hubiera engalanado con mis mejores vestimentas, si llego a saber que iba a contar con la presencia de un Harrowmont-, dijo, sin perder la sonrisa.
Quitando hierro a la situación. Al evento. Como si ya no fuera suficientemente importante asistir a un evento invitado por un rey, que además estaba presente.
- Lo cual me recuerda-, se inclinó un poco sobre su hermana, que estaba sentada, para acercarse un poco al rostro de ella. - No me habías dicho que te codeabas con la realeza humana, mi querida Elen. Esos contactos me los tienes que pasar. Los pobres no pagan muy bien que digamos-, bromeó, y le guiñó un ojo. - Así que has salvado nuestras amadas islas. Veo que serás famosa por aquí por el resto de tu vida. Pero no desesperes. Sobrevivirás. No es tan grave. Mírame a mi. Yo ya era famoso, al menos en esta academia. Por ser un cafre y un liante. Pero que importa. La fama es fama ¿no? - rió, divertido.
- Tío Vinc, ¿puedo sentarme junto a Elen? - preguntó Allyson.
- Claro, pequeña. No se me ocurre mejor banquete, que uno junto a la familia y amigos-, contestó, haciendo hacia atrás la silla junto a Elen, para que se sentara su hija.
En cuanto la niña se sentó, él hizo lo propio, pero en vez de acomodarse al lado de Allyson, lo hizo junto al dragón.
- Alister, el vino de las islas no muerde-, palmeó el hombro del norteño una vez más, nada más sentarse. Acto seguido tomó la copa dispuesta delante del asiento que había tomado. - Señorita Cassandra, ¿nos acompaña? Seguro que tendremos buenas historias que contarnos. Si no tiene otros planes, claro está-, sonrió a la joven. - Por cierto Elen, ¿dónde está madre? ¿Hablando con alguien de forma mística para variar? - bromeó, negando con la cabeza, para finalmente paladear el caldo de su copa.
Exquisito. Había cosas que nunca cambian. El buen vino de las islas era una de ellas. Y por supuesto, la buena compañía.
- Atuendos de Vincent y Allyson:
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Vincent Calhoun
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Me había quedado de pie en la puerta con la sorpresa de aquella escena, recién pude reaccionar con la irrupción de un hombre bestia, que entró proclamando que sería el vencedor, me aparté de su camino porque no quería formar parte de los muchos huesos que poseía su traje de salvaje.
Desanimado por lo que acababa de ver me acerqué con la mejor cara que pude a Maga, ella actuaba raro, parecía avergonzada, quizá no sabía que decirle, así que preferí actuar como si no hubiese visto nada. -Hola Mag- cuando acabé de saludarla se me salió un suspiro -vamos den no puedes sonar desanimado, actúa normal- me motivaba -te ves hermosa- tenía que admitir que el rosa intenso le quedaba bien.
Maguita me presentó a la chica que estaba a su lado, me sorprendió lo bien que se llevó con Mirla, por lo que supuse que era buena gente -Hola un gusto, por supuesto que puedes tomarla si hasta parece que le agradaste jajaja- le sonreí. Mag comenzó a jugar con la comida del salvaje escandaloso, lo cual me ayudó a dejar de pensar en el zorro -Mag, jajaj el se ve peligroso, yo no lo molestaría tanto- le dije junto con una carcajada algo fingida por que de verdad estaba preocupado.
-Si, por favor vamos a una mesa que vine sin comer- le tomé la mano a Mag y seguimos a "Zu-zukura" nombre que encontraba bastante extraño -Espero que sirvan pescado, pase por vulwufar antes de llegar aquí y lamentablemente no pude volver a comer ese pescado que te había contado hace un tiempo. De verdad debes probarlo Mag- hablaba mientras que Zu-zu nos dirigía -Mira estamos entre los nominados- observé las listas Sería genial ganar, igual el solo hecho de estar nominado me tiene muy feliz aunque no sabía exactamente en que se basaron para estar yo entre los cinco que aparecían en la misma categoría, estaba el gritón con pintura de guerra, el zorro de blanco... dos chicas bestia que nos las había visto todavía y yo. Era una lista muy variada y sin duda era un honor estar ahí.
Después de pasar por mucha gente llegamos a unas mesas, Zuzu nos indicó que nos sentáramos -No es necesario que te vayas Zu-zu- le insistí, la verdad es que si estaba solo con Mag, sería bastante incomodo, tenía que admitirlo estaba celoso del zorro traje blanco ¿quién era él? -¿por qué besabas a ese zorro?- se me escapó ese pensamiento en voz alta -perfecto Den, hablaste justo del tema que querías evitar- estaba avergonzado, el traje que antes era tan cómodo ahora sentía que no me dejaba respirar, y la corbata la sentía como si fuera una soga que me apretaba cada vez más y más -Ustedes son… pe-pero tú y yo...- tartamudeaba. Noté que mis celos no tenían fundamentos, hasta ahí solo habíamos sido compañeros de aventuras, pero yo sentía algo más -Mag tu... tu- estaba apunto de confesar mis sentimientos por la brujita, pero de pronto sentí chocar en mis piernas a alguien (ircan) -¡Aah! ey que haces ahí- grité asombrado por encontrar este chico moviéndose entre mis piernas.
Desanimado por lo que acababa de ver me acerqué con la mejor cara que pude a Maga, ella actuaba raro, parecía avergonzada, quizá no sabía que decirle, así que preferí actuar como si no hubiese visto nada. -Hola Mag- cuando acabé de saludarla se me salió un suspiro -vamos den no puedes sonar desanimado, actúa normal- me motivaba -te ves hermosa- tenía que admitir que el rosa intenso le quedaba bien.
Maguita me presentó a la chica que estaba a su lado, me sorprendió lo bien que se llevó con Mirla, por lo que supuse que era buena gente -Hola un gusto, por supuesto que puedes tomarla si hasta parece que le agradaste jajaja- le sonreí. Mag comenzó a jugar con la comida del salvaje escandaloso, lo cual me ayudó a dejar de pensar en el zorro -Mag, jajaj el se ve peligroso, yo no lo molestaría tanto- le dije junto con una carcajada algo fingida por que de verdad estaba preocupado.
-Si, por favor vamos a una mesa que vine sin comer- le tomé la mano a Mag y seguimos a "Zu-zukura" nombre que encontraba bastante extraño -Espero que sirvan pescado, pase por vulwufar antes de llegar aquí y lamentablemente no pude volver a comer ese pescado que te había contado hace un tiempo. De verdad debes probarlo Mag- hablaba mientras que Zu-zu nos dirigía -Mira estamos entre los nominados- observé las listas Sería genial ganar, igual el solo hecho de estar nominado me tiene muy feliz aunque no sabía exactamente en que se basaron para estar yo entre los cinco que aparecían en la misma categoría, estaba el gritón con pintura de guerra, el zorro de blanco... dos chicas bestia que nos las había visto todavía y yo. Era una lista muy variada y sin duda era un honor estar ahí.
Después de pasar por mucha gente llegamos a unas mesas, Zuzu nos indicó que nos sentáramos -No es necesario que te vayas Zu-zu- le insistí, la verdad es que si estaba solo con Mag, sería bastante incomodo, tenía que admitirlo estaba celoso del zorro traje blanco ¿quién era él? -¿por qué besabas a ese zorro?- se me escapó ese pensamiento en voz alta -perfecto Den, hablaste justo del tema que querías evitar- estaba avergonzado, el traje que antes era tan cómodo ahora sentía que no me dejaba respirar, y la corbata la sentía como si fuera una soga que me apretaba cada vez más y más -Ustedes son… pe-pero tú y yo...- tartamudeaba. Noté que mis celos no tenían fundamentos, hasta ahí solo habíamos sido compañeros de aventuras, pero yo sentía algo más -Mag tu... tu- estaba apunto de confesar mis sentimientos por la brujita, pero de pronto sentí chocar en mis piernas a alguien (ircan) -¡Aah! ey que haces ahí- grité asombrado por encontrar este chico moviéndose entre mis piernas.
--off--
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Dendrei
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Malditos adefesios, maldita fabrica, maldita y suculenta espinaca que tan bien me hacía sentir. De milagro logré salir de la estúpida fabrica, convirtiéndome en miembro oficial de la pandilla de esperpentos. No es que me queje de haber sacado mi trasero de ese sitio, pero ahora no podía vivir sin ese sensual polvito verde. Como si el sexo no fuese suficiente adicción, los Dioses consideraban divertido volverme una drogadicta, algo que —en mi humilde opinión— no era para nada gracioso. Alguien debería enseñarles a esos seres un poco de sentido del humor; si iban a jugar con nuestras vidas a su antojo, de perdido que lo hicieran bien. El punto es que conseguí huir, y me encontraba a salvo…o eso fue lo que creí hasta que un mensajero se plantó frente a la puerta de la taberna donde me alojaba, entregándome una extraña carta.
En un inicio pensé en cerrarle la puerta en la cara, salvo por el hecho de que el mensajero dejo el sobre y se retiró sin darme tiempo de hacerlo. El mundo era un caos, así que me sorprendía que alguien quisiese contactarme, pues —por lo que sabía— mis hermanas se encontraban a salvo. Leí la carta con cuidado, preguntándome quién rayos era ese tal Oscar y por qué solicitaba mi presencia en tierra brujil. Por un momento consideré la idea de no asistir, aún estaba acostumbrándome a los efectos de la espinaca, y mis lazos con los raiders no estaban lo suficientemente forjados como para salir; no obstante, la idea de divertirme después de tanto caos fue mucho más fuerte, y unas horas después me vi de camino a la funesta Beltrexus. Al menos los aerandinianos sabían cómo hacer de la desdicha una fiesta especial.
Había muchas cosas que reprocharle al fulano Oscar, entre ellas la elección del escenario. Este sitio estaba lleno de esos apestosos cazadores de vampiros, los mismos que no tendrían reparos a la hora de apuntarme a la cabeza. Tal vez no era muy tarde para salir corriendo de aquí. No, definitivamente no les daría el gusto a los brujos. Compraría el vestido más hermoso que encontrase y haría una entrada triunfal en la gala. Ojalá esos cazadores estuviesen presentes para verme en mi momento de gloria, especialmente esa arquera con la que había jugado al gato y al ratón hace tiempo. Tras una serie de compras y de encerrarme en una habitación, finalmente estuve lista para asistir a la celebración. Era la primera vez que me vestía de forma tan elegante, pero al ser algo explícito en la invitación imaginé que tendría que hacerlo de igual manera.
El lugar estaba atiborrado de gente, aunque no puse atención a los rostros, porque —la verdad— me importaban tres hectáreas de pepino. Entré haciendo gala de mi altanería, percatándome de que se me había nominado a una categoría por ‘‘haberme cargado la fábrica que sintetizaba la cura de la enfermedad’’… ¡¿Pero qué demonios?! ¡¿Cómo fue que se enteraron de eso?! Un minuto… ¿la cura? ¡Oh genial! La fulana fabrica era la única esperanza de la humanidad y yo la había hecho explotar. Bueno, no me arrepentía…después de verla arder en llamas me di cuenta de que mi vocación estaba en el bum. El único problema sería esquivar a todos los que —seguramente— querrían matarme. ¡Al diablo! ¡Igual los raiders se hubiesen cargado la fábrica! Solo adelante lo inevitable.
— ¡Sup bitches! —Exclamé tras escuchar a un perrote gritar que todos éramos extras—. Ese premio es para gente brillante, no para cualquier advenedizo sin talento alguno.
Esbocé una sonrisa ladina, tomando una copa de vino, mientras me burlaba del enorme can. Lo bueno es que había escondido los frasquitos de la fábrica en mi habitación, solo en un dado caso de que toda la raza decidiera lanzarse por mi cabeza y yo tuviese que salir corriendo como niña asustada.
En un inicio pensé en cerrarle la puerta en la cara, salvo por el hecho de que el mensajero dejo el sobre y se retiró sin darme tiempo de hacerlo. El mundo era un caos, así que me sorprendía que alguien quisiese contactarme, pues —por lo que sabía— mis hermanas se encontraban a salvo. Leí la carta con cuidado, preguntándome quién rayos era ese tal Oscar y por qué solicitaba mi presencia en tierra brujil. Por un momento consideré la idea de no asistir, aún estaba acostumbrándome a los efectos de la espinaca, y mis lazos con los raiders no estaban lo suficientemente forjados como para salir; no obstante, la idea de divertirme después de tanto caos fue mucho más fuerte, y unas horas después me vi de camino a la funesta Beltrexus. Al menos los aerandinianos sabían cómo hacer de la desdicha una fiesta especial.
Había muchas cosas que reprocharle al fulano Oscar, entre ellas la elección del escenario. Este sitio estaba lleno de esos apestosos cazadores de vampiros, los mismos que no tendrían reparos a la hora de apuntarme a la cabeza. Tal vez no era muy tarde para salir corriendo de aquí. No, definitivamente no les daría el gusto a los brujos. Compraría el vestido más hermoso que encontrase y haría una entrada triunfal en la gala. Ojalá esos cazadores estuviesen presentes para verme en mi momento de gloria, especialmente esa arquera con la que había jugado al gato y al ratón hace tiempo. Tras una serie de compras y de encerrarme en una habitación, finalmente estuve lista para asistir a la celebración. Era la primera vez que me vestía de forma tan elegante, pero al ser algo explícito en la invitación imaginé que tendría que hacerlo de igual manera.
El lugar estaba atiborrado de gente, aunque no puse atención a los rostros, porque —la verdad— me importaban tres hectáreas de pepino. Entré haciendo gala de mi altanería, percatándome de que se me había nominado a una categoría por ‘‘haberme cargado la fábrica que sintetizaba la cura de la enfermedad’’… ¡¿Pero qué demonios?! ¡¿Cómo fue que se enteraron de eso?! Un minuto… ¿la cura? ¡Oh genial! La fulana fabrica era la única esperanza de la humanidad y yo la había hecho explotar. Bueno, no me arrepentía…después de verla arder en llamas me di cuenta de que mi vocación estaba en el bum. El único problema sería esquivar a todos los que —seguramente— querrían matarme. ¡Al diablo! ¡Igual los raiders se hubiesen cargado la fábrica! Solo adelante lo inevitable.
— ¡Sup bitches! —Exclamé tras escuchar a un perrote gritar que todos éramos extras—. Ese premio es para gente brillante, no para cualquier advenedizo sin talento alguno.
Esbocé una sonrisa ladina, tomando una copa de vino, mientras me burlaba del enorme can. Lo bueno es que había escondido los frasquitos de la fábrica en mi habitación, solo en un dado caso de que toda la raza decidiera lanzarse por mi cabeza y yo tuviese que salir corriendo como niña asustada.
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Lexie Ivannovich
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
- Vestido de Huracán:
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-No. – respondí. Nunca me cortaría mi larga melena. La molestia de llevarlo largo no era tanta si se llevaba el pelo recogido, y yo en muchas ocasiones lo hacía.
-Bien, bien. Estás radiante, prima. Vamos, tenemos que marchar que llegamos tarde. – Natasha Boisson estaba a mi lado. Me ayudó a levantarme de aquella enormidad de vestido y a bajar de la mano desde mi habitación por las escaleras del Palacio de los Vientos.
Los premios eran “en casa” y tenía que mostrarme radiante y elegante, y llevar un vestido que me definiera. Era precioso. Totalmente negro comenzando en un corsé escotado del mismo color. Guardaba la estética y los colores de mi familia y de mi hogar. El negro era el color que más me gustaba.
-Va muy elegante, señorita Boisson. – sonrió Lazarus haciéndome un elegante gesto y abriéndome la puerta de la mansión.
-Gracias, Lazarus. – mantuve mi semblante seria y me remangué el vestido para bajar las escaleras y no pisar y tropezar en aquella larga cola de caballo. El mayordomo la tomaría por detrás.
-Maestra cazadora. – el último ya sería el cochero, que me ayudaría a subir a aquella carroza que había contratado Natasha para llevarme hasta el colegio.
El trayecto era corto, imaginaba que me sentarían en algún lugar en el palco, ya que yo además de cazadora, era profesora allí. Pero no, nada más entrar, me desviaron hacia el salón principal en el que en mi época comíamos. Había múltiples mesas donde supuestamente nos sentaríamos todos los nominados. Los profesores y gente importante estaban en los balcones del mismo salón. Al estar nominada no me importaba tanto. Llegué de las últimas, cuando ya casi todo el mundo estaba sentado. Había mucha gente. Pude ver a Elen, a Vincent, a la pequeña Allyson. Incluso pude ver a Runa.
Comencé a buscar a Cass entre la multitud. Estábamos en casa y no podía ser menos que ella, pero la muy cabrona había llevado un vestido en llamas. ¡¿Cómo lo hacía?! La miré con desprecio de reojo aunque no llegó a verme. Entre el público también estaba Tale, acompañado de Lyn. Alcé una ceja y no me acerqué a saludar tampoco. Aunque no lo pareciera por el vestido, quería pasar desapercibida. El objetivo definitivo de aquella enfunda negra no era otro sino quedar bien de cara a los ojos del resto de compañeros profesores del colegio, ya que yo (y Cass) éramos la representación del Hekshold en aquella gala.
-Siéntese allí, madame Boisson. – me indicó un acomodador. Llegaba de las últimas. Pero nunca era tarde si la dicha era buena.
Estaba una única mujer (Eva), sola en aquella mesa, ahora conmigo seríamos dos. Pude ver sus orejas de gato. Se trataba de una mujer bestia. Lo cual me supuso una tremenda indignación. ¿Me habían sentado con una animal? ¿A mí? ¿Quién había tenido aquella brillante idea? Yo debería sentarme con los brujos y gente importante, no al lado de una mujer gato. Todo por culpa de aquella peluquera que, con su lentitud, me había condenado a los últimos lugares de la fiesta.
-Me han dicho que me siente aquí. - dije seca - Procura no llenarme el vestido de pelos. Tengo que estar radiante para recoger mis premios. – le dije calmada y en bajo a modo saludo con soberbia a la mujer gato, tomando asiento con una mirada seria sentenciante. Haciéndome la importante. Eva, se llamaba, por lo que deduje al ver su nombre y su retrato como nominada al premio a “Mejor hombre bestia”. Miré de reojo su vestido cuando no me miraba, sin decirle nada. Me andaba comparando con las demás chicas. Su vestido no era feo para ser tan humilde, aunque yo le cambiaría el negro, mi color predilecto, por el rosa.
Mis oídos casi estallan cuando otro hombre bestia en la mesa de al lado bramó que él sería el ganador del premio, mientras que los demás seríamos meros extras. Estaba nominado a la categoría de mejor antihéroe, como yo. Una joven, que a la postre identificaría como chupasangres, contestó de nuevo a gritos. ¿Por qué gritaban? Qué repugnancia me producía que el amado colegio en el que estudié y en el que ahora daba clase se hubiese convertido en aquella jauría llena de alimañas.
Hacer gestos de negación con la cabeza y beber ron era todo cuanto me quedaba. A ver si acababa rápido aquella fiesta. Odiaba las fiestas. Y para colmo no entendía ni los premios ni las nominaciones.
Bebida que casi escupo cuando vi los nominados a mejor vampiro. - ¿Chupasangres en el Hekshold? ¿Quién ha permitido esto? – comenté indignada en lo que hasta el momento fue toda aportación a mi conversación con la mujer bestia. – Vampiros… Licántropos… Bestias... - estiré la mano hacia ella y puse una mueca extraña. – Podrían haber hecho una única categoría que se llamara "animales". - Dije sin cortarme un pelo. Bebí un trago. – No entiendo la finalidad de estos premios ni por qué se hacen aquí. Se supone que el Hekshold es una institución seria donde sólo admiten gente respetable. Yo misma soy profesora aquí. – estaba siendo especialmente antipática y poco conversadora, pero era mi manera de ser. Mis comentarios, mi profesión y mi vestido tan negro y caro como era dejaban clara mi posición en la pirámide social. Sonó mi nombre entonces en otro de los premios. Tampoco le dije mi nombre, dato que consideraba innecesario ya que con esas orejas tan grandes y feas que tenía podía escuchar perfectamente mi pseudónimo de mano del presentador.
*Off: Evita, guapa, on-rol me siento contigo que tenía ganas de conocerte :3
Anastasia Boisson
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Hacía ya unas largas semanas que andaba divagando sin un rumbo concreto por los bosques de Midgar, yendo como una nómada por las praderas y bosques de la zona, simplemente comiendo por el bosque y realizando pequeños y desmontables refugios en los árboles.
Durante gran parte del tiempo los caminos y zonas de paso se mantenían más o menos vacíos, con un flujo constante de mercaderes de diferentes razas que comerciaban entre las diferentes ciudades de la zona. Sin embargo, desde hacía unos días, la cantidad de carros que iban en dirección al mar habían aumentado considerablemente, siendo algunos increíblemente elegantes.
“Es el tercer día en el que se mantiene todo este jaleo, algo importante tiene que estar pasando y quiero averiguar que es, tengo que conseguir meterme en la próxima carreta que vea yendo en esa dirección”. Pasaron las horas hasta que un mercader, que parecía ser un humano con unos cuantos años en su espalda, pasó lentamente por la zona donde me encontraba yo esperando.
Con el rostro alegre me dirigí hacía el carro, tirado por unas mulas de carga que tenían pinta de encontrarse agotadas. Eran dos, y caminaban con una lentitud que no era normal, la más cercana a mi cojeaba y rechinaba cada pocos pasos- Uhm… ¡Muy buenas señor! –Ante la mirada sorprendida del hombre decidí presentarme- Me llamo Alira, Alira Bellowood vengo de un pueblo cercano, he visto que su mula está un poco herida y… -Paré mi discurso en cuando oí la dulce risa del señor, quien me miraba con una cara de incredulidad- Niña, no debes tener ni doce años, ¿qué haces por el bosque hablando con extraños? -
Sin dignarme a contestar, y manteniendo un rostro enfurruñado me acerque a la mula. La sanación era algo que se me daba bien pero con la casi nula práctica que tenía no estaba muy segura de que fuera a funcionar. Sin embargo, no podía tirarme atrás ahora así que hice lo que mejor se me daba y empecé a acariciar al pobre animal, ya había tratado con algún caso similar en la aldea, con algunos caballos agotados que con algunos mimos y algo de comida lograban aguantar hasta llegar a su destino.
Saqué unas verduras salvajes de mi saco, unas zanahorias que, aunque no fueran demasiado bonitas, llenaban bastante el estómago. El hombre mayor me miraba sorprendido y en el momento en que el animal estuvo listo para seguir me ofreció llevarme a dónde necesitara- Quiero ir a donde todo esos grandes y adornados carros van, ¿acaso sabe usted algo sobre eso? –Y con esa pregunta me encamine, junto a un nuevo amigo y compañero de viaje hacia las islas illidenses, donde, por una buena casualidad de la vida, es donde residía con su mujer, ya mayor como él, ese buen hombre. Aunque el viaje hacia las islas lo realicé escondida entre las mercaderías de hombre, quien no tenía dinero suficiente para los dos, fue una travesía bastante agradable donde le conté, en conversaciones entrecortadas, el porqué de mi viaje.
Cuando llegamos a su casa, que era usada como una pequeña tienda de ropajes y mercaderías varias, me explicaron en profundidad la importancia del evento que iba a realizarse ese día en Beltrexus y cómo, su hija, ya mayor y casada con un noble de cierto linaje (aunque no demasiado) vendría esta tarde a buscar su vestido, unos preciosos ropajes rojos que harían parecer increíblemente bella a cualquiera que se los pusiera.
Ante ese prospecto y la idea de los grandes banquetes que mi mente empezó a elucubrar me decidí a pedirle un último favor a esa encantadora familia, inclinada y con el tono más respetuoso que pude maniobrar me dirigí hacia él- Señor, quisiera pedirle un enorme favor, nunca he estado en un evento así, ni siquiera me imagino como de grande será la sala y… Fluffy y yo no hemos tenido una buena cena en… semanas, ¿podríamos acompañar a su hija y a su marido como invitados en la gala? Prometo que no daremos problemas, solo queremos una buena comida, además, conseguir algún recuerdo de ese “Hekshold” me ayudaría infinitamente en mi misión para conseguir ser una buena defensora de mi tribu y como usted sabe eso es al… -
Por segunda vez en ese día una risa frenó en seco mis palabras, aunque esta vez fueran las de la señora de la casa, quien con una gran sonrisa me señaló que me adentrara en la casa con ella. Nos dirigimos a una pequeña pero acogedora habitación, con una cama y un armario, de donde saco un vestido largo y blanco, de una tela muy fina y de calidad, aunque bien conservado se notaba que hacía tiempo que llevaba ahí guardado- Póntelo, estarás preciosa con él –Sin ningún pudor me quité mis ropajes, sucios de las semanas en el bosque y me puse los nuevos, que me quedaban como un guante- Me recuerdas a mi niña cuando tenía tu edad, tan luchadora y vivaz… espero que encuentres lo que buscas en esa gala, pequeña–con una de las sonrisas más enternecedoras que me han dirigido jamás me acarició el pelo y me incitó a ir a la sala, dónde para mi sorpresa ya se encontraba su hija vestida y, como había supuesto, preciosa en su vestido nuevo.
--------------------------------------------------------------
Las presentaciones fueron breves y en poco rato nos dirigimos a la gala, después de un buen rato en la cola al fin vislumbré, con Fluffy entre mis brazos, el banquete más grande y suculento que había visto en todos mis años de existencia- Ve y diviértete, considéralo un regalo por haber ayudado a mi padre, ¡y no causes problemas! –
-¡Esto va a ser estupendo! –Solté entusiasmada mientras me dirigía hacia la zona de dulces- Hoy toca llenarse la barriga grandullón –con delicadeza dejé a mi cabrito en el suelo y empecé a coger todo aquello que me llamaba la atención, desde lo que parecía una tableta de algo dulce que olía muy bien hasta todo tipo de verdura para mí y para mi acompañante. Una vez tuve dos grandes platos llenos miré por la sala para encontrar un sitio discreto donde sentarme.
Después de un buen rato examinando los alrededores (y observando las interacciones sumamente divertidas entre los comensales) me decidí por una mesa curiosa pero familiar, en ella estaba sentado un enorme hombre-bestia (Asher) junto a su acompañante. Él iba con unos increíbles ropajes tribales, la mejor elección de vestuario que había visto en el rato que llevaba ahí, me recordaban muchísimo a los que usaba mi madre en sus ceremonias. Sin ningún tipo de duda cogí un tercer plato, éste con la mejor carne que encontré y me encaminé hacia su mesa con Fluffy siguiéndome el paso.
Al llegar dejé mis cosas, y el pequeño obsequio de cortesía para el lobo, en la mesa; la comida para mi compañero animal se quedó en el suelo, donde empezó a ser devorada sin recelo- ¡Buenas! Me llamo Alira Bellowood, ¿os importa si me siento aquí con vosotros? –Me dirigí a ellos alegremente- no conozco a absolutamente nadie y tus ropajes me han recordado a los que se usan en mi aldea para las tradiciones importantes, ¡a mi parecer eres el mejor vestido de toda la sala! –Dicho esto empecé a comer como si no hubiera un mañana, devorando verdura tras verdura sin parar.
Durante gran parte del tiempo los caminos y zonas de paso se mantenían más o menos vacíos, con un flujo constante de mercaderes de diferentes razas que comerciaban entre las diferentes ciudades de la zona. Sin embargo, desde hacía unos días, la cantidad de carros que iban en dirección al mar habían aumentado considerablemente, siendo algunos increíblemente elegantes.
“Es el tercer día en el que se mantiene todo este jaleo, algo importante tiene que estar pasando y quiero averiguar que es, tengo que conseguir meterme en la próxima carreta que vea yendo en esa dirección”. Pasaron las horas hasta que un mercader, que parecía ser un humano con unos cuantos años en su espalda, pasó lentamente por la zona donde me encontraba yo esperando.
Con el rostro alegre me dirigí hacía el carro, tirado por unas mulas de carga que tenían pinta de encontrarse agotadas. Eran dos, y caminaban con una lentitud que no era normal, la más cercana a mi cojeaba y rechinaba cada pocos pasos- Uhm… ¡Muy buenas señor! –Ante la mirada sorprendida del hombre decidí presentarme- Me llamo Alira, Alira Bellowood vengo de un pueblo cercano, he visto que su mula está un poco herida y… -Paré mi discurso en cuando oí la dulce risa del señor, quien me miraba con una cara de incredulidad- Niña, no debes tener ni doce años, ¿qué haces por el bosque hablando con extraños? -
Sin dignarme a contestar, y manteniendo un rostro enfurruñado me acerque a la mula. La sanación era algo que se me daba bien pero con la casi nula práctica que tenía no estaba muy segura de que fuera a funcionar. Sin embargo, no podía tirarme atrás ahora así que hice lo que mejor se me daba y empecé a acariciar al pobre animal, ya había tratado con algún caso similar en la aldea, con algunos caballos agotados que con algunos mimos y algo de comida lograban aguantar hasta llegar a su destino.
Saqué unas verduras salvajes de mi saco, unas zanahorias que, aunque no fueran demasiado bonitas, llenaban bastante el estómago. El hombre mayor me miraba sorprendido y en el momento en que el animal estuvo listo para seguir me ofreció llevarme a dónde necesitara- Quiero ir a donde todo esos grandes y adornados carros van, ¿acaso sabe usted algo sobre eso? –Y con esa pregunta me encamine, junto a un nuevo amigo y compañero de viaje hacia las islas illidenses, donde, por una buena casualidad de la vida, es donde residía con su mujer, ya mayor como él, ese buen hombre. Aunque el viaje hacia las islas lo realicé escondida entre las mercaderías de hombre, quien no tenía dinero suficiente para los dos, fue una travesía bastante agradable donde le conté, en conversaciones entrecortadas, el porqué de mi viaje.
Cuando llegamos a su casa, que era usada como una pequeña tienda de ropajes y mercaderías varias, me explicaron en profundidad la importancia del evento que iba a realizarse ese día en Beltrexus y cómo, su hija, ya mayor y casada con un noble de cierto linaje (aunque no demasiado) vendría esta tarde a buscar su vestido, unos preciosos ropajes rojos que harían parecer increíblemente bella a cualquiera que se los pusiera.
Ante ese prospecto y la idea de los grandes banquetes que mi mente empezó a elucubrar me decidí a pedirle un último favor a esa encantadora familia, inclinada y con el tono más respetuoso que pude maniobrar me dirigí hacia él- Señor, quisiera pedirle un enorme favor, nunca he estado en un evento así, ni siquiera me imagino como de grande será la sala y… Fluffy y yo no hemos tenido una buena cena en… semanas, ¿podríamos acompañar a su hija y a su marido como invitados en la gala? Prometo que no daremos problemas, solo queremos una buena comida, además, conseguir algún recuerdo de ese “Hekshold” me ayudaría infinitamente en mi misión para conseguir ser una buena defensora de mi tribu y como usted sabe eso es al… -
Por segunda vez en ese día una risa frenó en seco mis palabras, aunque esta vez fueran las de la señora de la casa, quien con una gran sonrisa me señaló que me adentrara en la casa con ella. Nos dirigimos a una pequeña pero acogedora habitación, con una cama y un armario, de donde saco un vestido largo y blanco, de una tela muy fina y de calidad, aunque bien conservado se notaba que hacía tiempo que llevaba ahí guardado- Póntelo, estarás preciosa con él –Sin ningún pudor me quité mis ropajes, sucios de las semanas en el bosque y me puse los nuevos, que me quedaban como un guante- Me recuerdas a mi niña cuando tenía tu edad, tan luchadora y vivaz… espero que encuentres lo que buscas en esa gala, pequeña–con una de las sonrisas más enternecedoras que me han dirigido jamás me acarició el pelo y me incitó a ir a la sala, dónde para mi sorpresa ya se encontraba su hija vestida y, como había supuesto, preciosa en su vestido nuevo.
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Las presentaciones fueron breves y en poco rato nos dirigimos a la gala, después de un buen rato en la cola al fin vislumbré, con Fluffy entre mis brazos, el banquete más grande y suculento que había visto en todos mis años de existencia- Ve y diviértete, considéralo un regalo por haber ayudado a mi padre, ¡y no causes problemas! –
-¡Esto va a ser estupendo! –Solté entusiasmada mientras me dirigía hacia la zona de dulces- Hoy toca llenarse la barriga grandullón –con delicadeza dejé a mi cabrito en el suelo y empecé a coger todo aquello que me llamaba la atención, desde lo que parecía una tableta de algo dulce que olía muy bien hasta todo tipo de verdura para mí y para mi acompañante. Una vez tuve dos grandes platos llenos miré por la sala para encontrar un sitio discreto donde sentarme.
Después de un buen rato examinando los alrededores (y observando las interacciones sumamente divertidas entre los comensales) me decidí por una mesa curiosa pero familiar, en ella estaba sentado un enorme hombre-bestia (Asher) junto a su acompañante. Él iba con unos increíbles ropajes tribales, la mejor elección de vestuario que había visto en el rato que llevaba ahí, me recordaban muchísimo a los que usaba mi madre en sus ceremonias. Sin ningún tipo de duda cogí un tercer plato, éste con la mejor carne que encontré y me encaminé hacia su mesa con Fluffy siguiéndome el paso.
Al llegar dejé mis cosas, y el pequeño obsequio de cortesía para el lobo, en la mesa; la comida para mi compañero animal se quedó en el suelo, donde empezó a ser devorada sin recelo- ¡Buenas! Me llamo Alira Bellowood, ¿os importa si me siento aquí con vosotros? –Me dirigí a ellos alegremente- no conozco a absolutamente nadie y tus ropajes me han recordado a los que se usan en mi aldea para las tradiciones importantes, ¡a mi parecer eres el mejor vestido de toda la sala! –Dicho esto empecé a comer como si no hubiera un mañana, devorando verdura tras verdura sin parar.
- El vestido de Alira:
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- Fluffy:
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Alira Bellowood
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
- Spoiler:
- Los siguientes hechos ocurren después de los temas activos.
- Ropa:
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Ropa de Sara[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
El galopar del caballo despertó a la niña que dormía apoyada en su pecho. El brujo que estaba leyendo la invitación, esbozó una tierna sonrisa y beso su cabecita mientras le tapaba las extremidades. No podía tocarle el sol.
Habían viajado a Beltrexus para asistir a esa extraña gala y el hombre sabia que la niña podría pasárselo bien. Alzó la vista al ver el edificio de la academia y dejó escapar un suspiro de cansancio. Habían recorrido un largo trecho y solo quería descansar el trasero y beber algo.
Los alrededores de la academia estaban plagados de caballos y carrozas, gente sirviendo de un lado a otro, guardias y alguna que otra cara conocida. Un mozo del establo ayudo a la niña a bajar mientras su padre miraba las dimensiones del lugar. Estaba claro que era una gala importante. El brujo pagó un extra al mozo por la buena educación y con la niña pegada a él se acercaron a la entrada. Junto con otros presentes, entraron mirando de un lado a otro, sorprendidos por la decoración, la comida, todo. Sara movía la cabeza, llena de curiosidad, estiraba de la ropa del brujo sin saber por donde empezar. Wallace no pudo evitar reír, acariciando el pelo de la niña.
-Se que quieres ir por todos lados pero debemos esperar, aun no se ni donde nos sentaremos...-le susurró dedicándole una dulce sonrisa. Las voces se alzaban, se acumulaba la gente y estaba claro que el ambiente estaba animado. El brujo cogió de la mano a la niña y se acercó a una mesa donde servían bebida.-...cerveza para mi y ella ese jugo de arándanos...-el camarero asintió dedicándole una amable sonrisa a la niña. Sara cogió su copa y al pegar un sorbo arrugó el rostro por la acidez del liquido. Wallace sacó de una bolsita en su cinturón un frasquito con un liquido rojizo.-...creo que con un poco hoy tendrás suficiente...-le dijo echando un poco de ese liquido. Obviamente el brujo no podía dejar que su hija empezara a beber sangre de los comensales. Disfrutando de la bebida el pelirrojo observó a los invitados. Reconoció el rostro de Elen, acompañada de un hombre que no parecía ser su hermano Vincent. Vió también la cara conocida de Aquila y del humano que junto a Circenn ayudaron, Yomo. Estaba seguro que habían mas conocidos en la sala. El brujo miró de reojo a la niña que disfrutaba de su bebida. No llamaba la atención pues no era la única de su especie en la sala, por suerte. LA cogío en brazos con cuidado y camino hacia un grupo de gente donde estaba Elen. Al brujo de la daba un poco de vergüenza acercase así, había pasado mucho tiempo y no sabia que decir.- Me alegra verte Elen...-empezó, esbozando una sonrisa radiante.-...estas...ehm...hermosa...-se aclaro la garganta. No era muy dado a este tipo de palabras. Sara soltó una traviesa risilla y acarició la barba de su padre para calmarle.
Wallace Mcgregor
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Oculté una sonrisa. Oh, como me detestaban. Los humanos eran tan irascibles. No tardaron en llegar insultos, miradas de odio, abucheos... era maravilloso. Y la primera reacción no tardó en mostrarse. Un hombre vestido de... pato, o gallina, o lo que fuese, se acercó indignado a gritar, buscando una pelea. Esbocé mi más plena sonrisa. Ese lugar era tan absurdo. Otro tipo le detuvo antes de que se acercase, pero no antes de que le guiñase el ojo.
Me centré en mi comida, pero no tardé en percatarme de que estaba... moviendose. Por supuesto. Algún idiota debía de creerse muy gracioso por usar la habilidad innata en todos los brujos.
-¡Ooooh, nooooo! ¡Alguna *estúpida* fuerza mayor me ataca con hilos invisibles! ¡Si tan solo hubiese venido preparado para algo así a una maldita academia de brujos!- dije en voz alta, sarcástico. Llevé la mano a mi bolsillo, y saqué un pequeño pergamino. Lo extendí sobre la mesa, y la comida dejó de moverse. -Benditas sean las runas de absorción.- No iba a parar bolas de fuego (para eso estaba mi espada) pero debía ser más que suficiente para un pequeño uso de telekinesis.
Syl negó con la cabeza y suspiró, pero dejó entrever indicios de una sonrisa. Lo siguiente no fueron gritos ni asaltos, sino... algo inesperado. Una niña. Una niña bestia, con algunos rasgos menores de cabra. Arqueé una ceja. Era casi completamente humana, lo cual no solía apreciar, pero estaba interesado. No esperaba que alguien fuese a sentarse cerca, y mucho menos, una niña pequeña. Tomó una silla y... halagó mi atuendo. No pude evitarlo. Me arrancó una sonrisa, que me forcé a ocultar con mi mano.
-Hola, pequeña. No te preocupes, aquí tienes un buen lugar.- dije, bajando la voz. No era cuestión de dejar que me oyese nadie. Syl me miró, algo perplejo, pero se encogió de hombros y continuó comiendo en silencio. -Pero ten cuidado. Aquí la gente me odia. O, al menos, eso intento que hagan. Si alguien te da problemas por haberte acercado, avísanos y le daremos una paliza.- dije, guiñándole un ojo. Honestamente, su comida casi me hizo esbozar una mueca. Había tantas *verduras*. La pobre no iba a crecer. Pero era hora de continuar. Tenia que labrarme una reputación. -Tapaos los oídos.- les dije a mis compañeros de mesa. Tome aire y me levanté.
-¡Eh, paletos! ¡Escuchad!
-¡AAAUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!- lancé un fuerte aullido, haciendome oir por encima de cualquier ruido de conversación o cubiertos. La acústica en ese lugar era maravillosa. -¡JA, JA, JA! ¡PARECE QUE ALGUNOS DE VOSOTROS, PERDEDORES, ESTAIS ALGO CELOSOS DE VER A ALGUIEN QUE NO ES TAN INUTIL COMO LOS DEMÁS! ¡PUES ECHADLE MÁS GANAS! ¡AÚN NO ME HA DETENIDO NADIE!- grité, alzando los brazos. No todo el mundo se giró, ni dejó de conversar, pero había atraido la atención de una gran cantidad de personas, que parecieron perder la compostura el tiempo suficiente como para abuchear una vez más o soltar improperios. Sonreí.
-Te juro que no suele ser así...- le murmuró Syl a Alira. -Solo es algo... intenso... en situaciones así.- dijo, algo inseguro. -Por favor para o nos meteremos en un lio. Ya es un milagro que no te haya atacado la guardia...- Demasiado bajo. Era difícil de oír por encima del ruido del público, y tampoco estaba demasiado convencido. Me senté de nuevo.
-¿Crees que me dejarán dar un discurso al ganar?- sonreí. -Se me ha ocurrido uno bueno.
-Oh, espiritus.- suspiró, llevandose las manos a la cara.
Volví a mi comida. Estaba siendo una noche de lo más divertida.
Me centré en mi comida, pero no tardé en percatarme de que estaba... moviendose. Por supuesto. Algún idiota debía de creerse muy gracioso por usar la habilidad innata en todos los brujos.
-¡Ooooh, nooooo! ¡Alguna *estúpida* fuerza mayor me ataca con hilos invisibles! ¡Si tan solo hubiese venido preparado para algo así a una maldita academia de brujos!- dije en voz alta, sarcástico. Llevé la mano a mi bolsillo, y saqué un pequeño pergamino. Lo extendí sobre la mesa, y la comida dejó de moverse. -Benditas sean las runas de absorción.- No iba a parar bolas de fuego (para eso estaba mi espada) pero debía ser más que suficiente para un pequeño uso de telekinesis.
Syl negó con la cabeza y suspiró, pero dejó entrever indicios de una sonrisa. Lo siguiente no fueron gritos ni asaltos, sino... algo inesperado. Una niña. Una niña bestia, con algunos rasgos menores de cabra. Arqueé una ceja. Era casi completamente humana, lo cual no solía apreciar, pero estaba interesado. No esperaba que alguien fuese a sentarse cerca, y mucho menos, una niña pequeña. Tomó una silla y... halagó mi atuendo. No pude evitarlo. Me arrancó una sonrisa, que me forcé a ocultar con mi mano.
-Hola, pequeña. No te preocupes, aquí tienes un buen lugar.- dije, bajando la voz. No era cuestión de dejar que me oyese nadie. Syl me miró, algo perplejo, pero se encogió de hombros y continuó comiendo en silencio. -Pero ten cuidado. Aquí la gente me odia. O, al menos, eso intento que hagan. Si alguien te da problemas por haberte acercado, avísanos y le daremos una paliza.- dije, guiñándole un ojo. Honestamente, su comida casi me hizo esbozar una mueca. Había tantas *verduras*. La pobre no iba a crecer. Pero era hora de continuar. Tenia que labrarme una reputación. -Tapaos los oídos.- les dije a mis compañeros de mesa. Tome aire y me levanté.
-¡Eh, paletos! ¡Escuchad!
-¡AAAUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!- lancé un fuerte aullido, haciendome oir por encima de cualquier ruido de conversación o cubiertos. La acústica en ese lugar era maravillosa. -¡JA, JA, JA! ¡PARECE QUE ALGUNOS DE VOSOTROS, PERDEDORES, ESTAIS ALGO CELOSOS DE VER A ALGUIEN QUE NO ES TAN INUTIL COMO LOS DEMÁS! ¡PUES ECHADLE MÁS GANAS! ¡AÚN NO ME HA DETENIDO NADIE!- grité, alzando los brazos. No todo el mundo se giró, ni dejó de conversar, pero había atraido la atención de una gran cantidad de personas, que parecieron perder la compostura el tiempo suficiente como para abuchear una vez más o soltar improperios. Sonreí.
-Te juro que no suele ser así...- le murmuró Syl a Alira. -Solo es algo... intenso... en situaciones así.- dijo, algo inseguro. -Por favor para o nos meteremos en un lio. Ya es un milagro que no te haya atacado la guardia...- Demasiado bajo. Era difícil de oír por encima del ruido del público, y tampoco estaba demasiado convencido. Me senté de nuevo.
-¿Crees que me dejarán dar un discurso al ganar?- sonreí. -Se me ha ocurrido uno bueno.
-Oh, espiritus.- suspiró, llevandose las manos a la cara.
Volví a mi comida. Estaba siendo una noche de lo más divertida.
Asher Daregan
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
La mesa de la comida empezaba a llenarse tanto como la boca de la chica rubia, que, ensimismada con los dulces, había olvidado por completo a su compañera castaña, que había ido directa a meterse en líos con una elfa disfrazada de pirata. Devoraba con los ojos una tarta de chocolate mientras mordía con gula un trozo de manzana de caramelo, poco dispuesta a dejar que le arrebataran su sitio privilegiado junto a la comida. No es que pasara hambre, pero pocas veces tenía la oportunidad de volver a probar comida de tanto lujo como la que tomaba cuando era más niña, cuando aun tenía a su familia cerca, por eso era que lanzaba miradas airadas a todo aquel que se dignaba a acercarse a ella con la aparente intención de tomar su puesto en el centro del mantel, desde donde alcanzaba allí donde quería llegar.
Terminó el plato que tenía en las manos, dejándolo limpio, y se dispuso a probar más cosas, ¿pero qué elegir? No podía moverse demasiado o le quitarían el puesto, buscó a Alanna por todos lados, tal vez pudiera pedirle a ella que alcanzara otra zona de la mesa y le alcanzase un plato con alguno de esos helados que tan buena pinta tenían, cubiertos por el chocolate que brotaba de esa fuente cercana a la parte derecha, justo en la punta contraria hacia la que ella se había ido acercando. Pero la Gata había desaparecido, o, al menos, Tessa era totalmente incapaz de encontrarla por lado alguno, por lo que tendría que conformarse con coger aquello que alcanzase y, cuando hubiera terminado, arriesgarse para poder alcanzar algún otro manjar de los que se servían por ahí.
Volvió a llenar su plato y comenzó a morder un donuts cubierto de sirope de fresa y chocolate mientras observaba a su alrededor la variopinta selección de candidatos que habían ido llenando la extraña sala de baile, perros, zorros y centauros, faltaba algún mono para tener todo un zoo de hombres bestia. Varias niñas, dos rubias y una de pelo castaño parecían ir de un lado a otro, y los adultos, de razas casi irreconocibles a excepción de las elfas, a quienes, si tenías suerte, podías verles las graciosas orejas salir a flote desde su pelo. Al final, estaba cada vez más lleno, y su comida peligraba, ¿le daría tiempo a probarlo todo? Ansiosa, comenzó a engullir, y de esa guisa fue como cedió a la aventura y se decidió a moverse hacia otro lado de la mesa.
La rubia tragó lo que tenía en la boca, y se lamió los labios asegurándose de no tener restos del glaseado mientras dejaba el plato a un lado, y se metía un trozo de tarta de manzana en la boca, llegando a tropezarse estrepitosamente contra alguien que se dirigía en la dirección opuesta. Miró al chico de arriba a bajo con una ceja alzada, cuando este la sostuvo, agradecida por su ayuda y se dispuso a agradecerle, sin poder, por su boca llena. No queriendo ser maleducada, lo dejó alejarse y, tras tragar y repasarse los dientes con la lengua, asegurándose de no tener restos de comida, se acercó donde estaba, a la espera de poder darle las gracias. Suponía que, en esas reuniones, era usual comunicarse así, con esa facilidad, con la gente que no conocías, lo cierto es que ella nunca llegó a participar en esas celebraciones, su familia había pasado a mejor vida justo antes de su presentación en sociedad, lo que le había ahorrada aburridas charlas banales y sonrisas falsas, aunque había perdido la oportunidad de comer platos deliciosos, le importaba más bien poco.
Escuchó sin querer, como el chico se presentaba, ¿Tale? ¿Eltrant Tale? El Tale era importante. Debía ser el chico de la granja de los Tale, ese del que le había hablado Alanna, al final, irrumpiendo en la conversación, cogió al chico por el brazo haciendolo girarse y, sin ningún pudor, con los ojos abiertos de estupor, y pringando un poco la manga del traje del guardia con sus manos manchadas de los postres, pregunto.
- ¿Tale? ¿El Tale del que siempre habla Alanna? ¿Tú eres Eltrant?- volvió a repasarlo de arriba a bajo con mirada juiciosa y una ceja alzada, sin entender la importancia de ese chico en la historia de su amiga.- Pues... eres bastante normal.- espetó con total inocencia como quien habla del tiempo.
Terminó el plato que tenía en las manos, dejándolo limpio, y se dispuso a probar más cosas, ¿pero qué elegir? No podía moverse demasiado o le quitarían el puesto, buscó a Alanna por todos lados, tal vez pudiera pedirle a ella que alcanzara otra zona de la mesa y le alcanzase un plato con alguno de esos helados que tan buena pinta tenían, cubiertos por el chocolate que brotaba de esa fuente cercana a la parte derecha, justo en la punta contraria hacia la que ella se había ido acercando. Pero la Gata había desaparecido, o, al menos, Tessa era totalmente incapaz de encontrarla por lado alguno, por lo que tendría que conformarse con coger aquello que alcanzase y, cuando hubiera terminado, arriesgarse para poder alcanzar algún otro manjar de los que se servían por ahí.
Volvió a llenar su plato y comenzó a morder un donuts cubierto de sirope de fresa y chocolate mientras observaba a su alrededor la variopinta selección de candidatos que habían ido llenando la extraña sala de baile, perros, zorros y centauros, faltaba algún mono para tener todo un zoo de hombres bestia. Varias niñas, dos rubias y una de pelo castaño parecían ir de un lado a otro, y los adultos, de razas casi irreconocibles a excepción de las elfas, a quienes, si tenías suerte, podías verles las graciosas orejas salir a flote desde su pelo. Al final, estaba cada vez más lleno, y su comida peligraba, ¿le daría tiempo a probarlo todo? Ansiosa, comenzó a engullir, y de esa guisa fue como cedió a la aventura y se decidió a moverse hacia otro lado de la mesa.
La rubia tragó lo que tenía en la boca, y se lamió los labios asegurándose de no tener restos del glaseado mientras dejaba el plato a un lado, y se metía un trozo de tarta de manzana en la boca, llegando a tropezarse estrepitosamente contra alguien que se dirigía en la dirección opuesta. Miró al chico de arriba a bajo con una ceja alzada, cuando este la sostuvo, agradecida por su ayuda y se dispuso a agradecerle, sin poder, por su boca llena. No queriendo ser maleducada, lo dejó alejarse y, tras tragar y repasarse los dientes con la lengua, asegurándose de no tener restos de comida, se acercó donde estaba, a la espera de poder darle las gracias. Suponía que, en esas reuniones, era usual comunicarse así, con esa facilidad, con la gente que no conocías, lo cierto es que ella nunca llegó a participar en esas celebraciones, su familia había pasado a mejor vida justo antes de su presentación en sociedad, lo que le había ahorrada aburridas charlas banales y sonrisas falsas, aunque había perdido la oportunidad de comer platos deliciosos, le importaba más bien poco.
Escuchó sin querer, como el chico se presentaba, ¿Tale? ¿Eltrant Tale? El Tale era importante. Debía ser el chico de la granja de los Tale, ese del que le había hablado Alanna, al final, irrumpiendo en la conversación, cogió al chico por el brazo haciendolo girarse y, sin ningún pudor, con los ojos abiertos de estupor, y pringando un poco la manga del traje del guardia con sus manos manchadas de los postres, pregunto.
- ¿Tale? ¿El Tale del que siempre habla Alanna? ¿Tú eres Eltrant?- volvió a repasarlo de arriba a bajo con mirada juiciosa y una ceja alzada, sin entender la importancia de ese chico en la historia de su amiga.- Pues... eres bastante normal.- espetó con total inocencia como quien habla del tiempo.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
A Matthew le encantaban ese tipo de eventos, se sentía como pez en el agua con todas esas sonrisas falsas, los cumplidos innecesarios, las promesas vacías, era como pasar toda la noche con un grupo de pares. Al principio le resulto algo difícil que lo tomaran en serio llevando las ridículas orejas que Eva le había obligado a ponerse, pero el artesano no iba a retroceder solo por tener un pequeño inconveniente ¡Claro que no! Ante la adversidad había que intentar nuevas cosas, utilizar todos los recursos que había adquirido con sus años de experiencia.
Finalmente había logrado ubicarse muy cómodamente en medio de un grupo de jóvenes damas que se habían sentido intimidadas y algo cohibidas por tantos seres raros andando por el gran salón. Matthew las hacía reír, eso las relajaba y hacia que bajen sus defensas, eso a su vez le permitía revisar bolsillos con mucha más facilidad.
-Y entonces le dije a la Duquesa: “Podría decirle donde está la moneda, usted lo sabe tan bien como yo, pero me temo que la pondría en un aprieto ¿Cierto?” – Un coro de risas acompaño al final de la anécdota, mientras se tapaban la boca con sus exageradamente adornados abanicos – Claramente tuve que salir huyendo del palacio del Duque… Pero no sin antes recuperar mi moneda – Le guiño un ojo a la Dama que estaba más cerca de él mientras esta se sonrojaba y apartaba la vista, justo en el mismo instante en que Matt sacaba con velocidad un hermoso prendedor de plata de su ostentoso vestido.
Se encontraba escuchando alguna de las aburridas anécdotas de las Señoritas que lo acompañaban cuando vio algo que lo desconcentro por completo: La entrada triunfal de la Señorita Ivannovich. Se quedó con su copa de vino a medio beber, durante algunos segundos incluso con la boca ligeramente abierta, pero rápidamente cambio su expresión a una sonrisa ¡Esa mujer siempre sabia como llamar su atención!
En lo que iba de la noche había visto pasar a todo tipo de mujeres, algunas ostentosas, otras humildes, señoritas con cuernos, orejas humanas, orejas de animales, patas de cabras, tacos altos, botas, sonriendo o con caras de estreñidas. Pero ninguna le había resultado especialmente llamativa… Hasta entonces. Había notado que estaba en varias nominaciones, inclusive en una por destruir el sitio donde se hacía la cura, por eso mismo creía que no vendría, pero allí estaba, desafiando con su presencia a todos los invitados.
Con más de la mitad de las miradas de la sala concentrados en la Dama vampiro, Matthew aprovecho para retirarse en sigilo. Si se acercaba en ese momento de seguro lo ignoraría, estaba en plena actuación de reina magnánima que baja a ver a sus sirvientes, le arruinaría el espectáculo si intervenía. Espero hasta que hubiese elegido un sitio donde sentarse y solo entonces se acercó a ella, acomodándose justo en la silla de al lado.
-Usted sí que sabe llamar la atención de un hombre, o más bien de todos ¿No Señorita Ivannovich? – Se sacó el sombrero y lo apoyó en la mesa – Tanto tiempo sin ve-ve-verla – Dijo en un tartamudeo para hacer alusión al personaje que había interpretado el día en que se conocieron.
Finalmente había logrado ubicarse muy cómodamente en medio de un grupo de jóvenes damas que se habían sentido intimidadas y algo cohibidas por tantos seres raros andando por el gran salón. Matthew las hacía reír, eso las relajaba y hacia que bajen sus defensas, eso a su vez le permitía revisar bolsillos con mucha más facilidad.
-Y entonces le dije a la Duquesa: “Podría decirle donde está la moneda, usted lo sabe tan bien como yo, pero me temo que la pondría en un aprieto ¿Cierto?” – Un coro de risas acompaño al final de la anécdota, mientras se tapaban la boca con sus exageradamente adornados abanicos – Claramente tuve que salir huyendo del palacio del Duque… Pero no sin antes recuperar mi moneda – Le guiño un ojo a la Dama que estaba más cerca de él mientras esta se sonrojaba y apartaba la vista, justo en el mismo instante en que Matt sacaba con velocidad un hermoso prendedor de plata de su ostentoso vestido.
Se encontraba escuchando alguna de las aburridas anécdotas de las Señoritas que lo acompañaban cuando vio algo que lo desconcentro por completo: La entrada triunfal de la Señorita Ivannovich. Se quedó con su copa de vino a medio beber, durante algunos segundos incluso con la boca ligeramente abierta, pero rápidamente cambio su expresión a una sonrisa ¡Esa mujer siempre sabia como llamar su atención!
En lo que iba de la noche había visto pasar a todo tipo de mujeres, algunas ostentosas, otras humildes, señoritas con cuernos, orejas humanas, orejas de animales, patas de cabras, tacos altos, botas, sonriendo o con caras de estreñidas. Pero ninguna le había resultado especialmente llamativa… Hasta entonces. Había notado que estaba en varias nominaciones, inclusive en una por destruir el sitio donde se hacía la cura, por eso mismo creía que no vendría, pero allí estaba, desafiando con su presencia a todos los invitados.
Con más de la mitad de las miradas de la sala concentrados en la Dama vampiro, Matthew aprovecho para retirarse en sigilo. Si se acercaba en ese momento de seguro lo ignoraría, estaba en plena actuación de reina magnánima que baja a ver a sus sirvientes, le arruinaría el espectáculo si intervenía. Espero hasta que hubiese elegido un sitio donde sentarse y solo entonces se acercó a ella, acomodándose justo en la silla de al lado.
-Usted sí que sabe llamar la atención de un hombre, o más bien de todos ¿No Señorita Ivannovich? – Se sacó el sombrero y lo apoyó en la mesa – Tanto tiempo sin ve-ve-verla – Dijo en un tartamudeo para hacer alusión al personaje que había interpretado el día en que se conocieron.
Matthew Owens
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Le giraron con violencia, la chica rubia con la que se había tropezado estaba ahí, y conocía su nombre, y de dónde venía. ¿Le acababa de llamar “Normal”? ¿Acababa de mencionar, también, el nombre de Alanna?
Dejó escapar una carcajada nerviosa, Lyn enarcó una ceja y se cruzó de brazos, acercándose a examinar la recién llegada.
- Te… te confundes de persona – Dijo a la rubia, girándose enseguida a mirar a Elen y a Cassandra, apenas había tenido la oportunidad de hablar con ellas, pero aun así se despidió de estas con una rápida cabezada. De todas formas acababa de llegar un hombre rubio que compartía ciertos rasgos con la peliblanca y estaban todos ocupados con las presentaciones pertinentes, también pudo entrever, según se alejaba, que otro sujeto, un individuo alto y con el rostro lleno de cicatrices se acercaba a las brujas, iban a estar bastante liadas.
- Discúlpame… - Dijo empujando a la mujer que le había reconocido a un lado y perdiéndose entre la multitud.
Se alejó, seguido por Lyn, lo más rápido que pudo buscando la salida del lugar, por aquello no fuese poco, Asher seguía haciendo su numerito al otro lado de la sala, un aullido se elevó durante unos instantes sobre las voces de los presentes, pudo ver como el lobo sonreía con autosuficiencia después de vociferar lo inútiles que eran todos los presentes.
Se llevó la mano hasta la cara y suspiró.
- ¿Por qué no puedo tener amigos normales?- Lo cierto era que él tampoco era lo que se decia alguien normal, pero en aquel momento, al menos lo parecía.
Eltrant estudió a su amigo pensando detenidamente el motivo por el que podría estar actuando así, y aunque lo sabía desde un principio, prefería pensar que no estaba tratando de molestar a toda una sala repleta de nobles con sus correspondientes escoltas, al menos Syl, que le acompañaba, tenía la cara contraída en una mueca que indicaba que el felino no estaba de acuerdo con aquel comportamiento. También se percató en la joven rubia con una pequeña cornamenta conversar animadamente con Asher. ¿El lobo tenía un lado amable con los niños? ¿O la había reclutado para su banda?
Estuvo tentado de acercarse, Lyn le miró con una sonrisa y señaló a los bandidos, pretendiendo hacerlo antes de que el exmercenario siquiera pudiese proponer la idea, pero Eltrant negó con la cabeza, conocía lo suficiente al lobo como para intuir que, quizás, aquel no era el momento adecuado para acercarse.
- Haz… tú lo que quieras – Le dijo a su amiga pasándose la mano por la barba. – Voy a buscar un sitio dónde sentarme. No te alejes mucho – Dijo. A decir verdad, estaba agotado, aquel tipo de eventos le arrebataban toda la energía vital, había sido un error levantarse de su asiento para empezar, al menos allí pasaba desapercibido; Por no hablar que ahora era seguro que Alanna estaba en algún rincón de la habitación.
Buscó el lugar en el cual habían dejado a Ircan, como sospechaba, el licántropo se había esfumado y, ahora, su pequeño fuerte de mesas había sido saqueado por varios nobles genéricos, que se abanican acaloradamente y comentaban, con desprecio, la indumentaria del tipo del traje de pato.
Según buscaba un nuevo rincón de soledad se cruzó con la mujer de piel oscura, una que era, evidentemente parte bestia, principalmente por que en lugar de piernas tenía una visible parte equina. En cualquier caso era la mujer atraía las miradas de bastantes hombres. ¿Sería parte Nórgeda? No podía saberlo.
Continuó esquivando personas, tratando de obviar los diferentes tumultos que había cada pequeña cantidad de pasos. ¿Quién se habría imaginado que meter a un montón de aventureros, a un montón de personas que presumían ser “villanos” en una misma sala iba a salir bien? ¿Es que los que habían organizado aquello estaban todos bebidos?
Cabía la posibilidad, y tenía intención de imitarles.
Encontró otra mesita vacía, no estaba muy bien posicionada, apenas podía ver el escenario desde detrás de tanta gente, pero sí que estaba lo suficiente como para, quizás, pasar desapercibido. Tomó una botella de vino de una mesa contigua y la descorchó con la boca para darle un largo trago. ¿Por qué había accedido a ir allí?
- Añoro la cabaña. – Susurró apurando la botella, él, que se había ido al confín del mundo huyendo de la sociedad, de algún modo, había acabado rodeado de ella - …Con sus patatas y sus coles.
Lyn se acercó a la mesa del lobo y el gato con paso decidido, sonriendo, no sabía qué demonios le había pasado al Mortal por la cabeza al alejarse así como así. Entendía que estuviese cansado, a ella misma no le gustaba nada estar allí. ¿Pero lo mínimo no era acercarse a saludar? Era cuestión de educación y ella, como líder indiscutible del Mortal, como su señora, iba a mostrarle lo que era tenerla.
Como castigo pensaba llamarle “Meneillos” lo que quedaba de noche por aquella afrenta al sentido común. Negó con la cabeza mientras caminaba. ¿Cómo, si no era con mano dura, iba a aprender el Mortal la educación de la nobleza y el buen hacer? Se le escapó una risita al imaginar la cara que iba a poner el castaño al oír aquel mote por primera vez.
Pero eso sería más adelante.
- ¡Hola a todos! – Exclamó la vampiresa, agitando la mano frenéticamente a las tres personas que había en aquella mesa.
Jugueteó con su flequillo durante unos instantes, antes de seguir hablando. ¿Estaría conforme Syl con su presencia allí? Tomó aire muy lentamente, de todas formas solo pasaba a saludar, iba a dejarle tranquilo en nada.
- ¡Os he visto y he pensado en acercarme a saludar! Bueno, os he escuchado más bien – Admitió señalando a Asher - ¡Por cierto, me gusta mucho tu traje! – Dijo al lobo examinándolo más de cerca, lo cierto es que todos allí vestían de formas bastante variopintas ¿Significaría aquella indumentaria algo para la cultura de Asher? ¿Significaría el traje de pato algo para aquel tipo que le había pedido un autógrafo al Mortal? Esperaba que sí, esperaba que, en algún lugar de Aerandir, hubiese un culto a los patos que rozase el extremismo, algo tipo: “Guerra Sagrada en nombre de nuestro Dios, Cuack”. Era hilarantemente absurdo.
- ¡Qué cuernos más monos! ¿Puedo tocarlos? Dime que sí, dime que sí – Dijo a continuación a la muchacha rubia del vestido blanco, varios segundos después se aclaró la garganta, sin el Mortal a su lado a veces se le olvidaba lo extraña que podía parecer aquella petición. ¡Pero era superior a ella, no podía evitarlo! Tenía que aprender a controlarlo, algún día, aunque no aquella noche por supuesto.
Volvió a saludar con la mano a Syl y tomó varios panecillos de la mesa, los cuales no tardaron en acabar en su boca.
– Solo venía a saludar, os dejo tranquilos. – Dijo al final. – El Mortal está… - Analizó la estancia con la mirada, finalmente lo encontró escondido entre un par de mesas, tumbado boca abajo junto a varios vasos – Allí. – Dijo señalándole. – Si queréis pasaros os guardamos comida. – Aseguró alejándose.
Para cuando llegó a la mesa en la que estaba Eltrant notó como este tenía tres botellas vacías a su lado. ¿Cuánto tiempo había estado alejada? Lo cierto era es que tendía a divagar, a distraerse con la multitud. ¿Pero de verdad había tardado tanto tiempo? ¿O era que aquel imbécil se había metido tres botellas entre pecho y espalda en menos de diez minutos?
- Dame una botella – Exigió sentándose a su lado, señalando a la cuarta, la cual estaba por la mitad.
- Te sentaría bien un sombrero. – Respondió Eltrant acercándole la botella, Lyn sonrió. ¿Estaba borracho?
- Lo sé. – Contestó ella.
- No estoy borracho – Aseguró Eltrant levantando la cabeza. – El alcohol de aquí es como si estuviese aguado. – Añadió. - ¡Exijo poder entumecerme! – Dio un puñetazo en la mesa con la mano de metal, la que ocultaba bajo el guante de piel, y le hizo un agujero sin darse cuenta. Mascullando un par de insultos colocó un tapete manchado de rojo sobre el agujero antes de que alguien se diese cuenta de que este existía. – Apañado – Dijo cruzándose de brazos, asintiendo.
- Ya veo – Lyn se sirvió vino en una copa. - ¿Quieres un poco de pan? – Dijo tendiéndole uno de los panecillos que había adquirido en la mesa de Asher.
- Tardando estabas en ofrecérmelo.
Dejó escapar una carcajada nerviosa, Lyn enarcó una ceja y se cruzó de brazos, acercándose a examinar la recién llegada.
- Te… te confundes de persona – Dijo a la rubia, girándose enseguida a mirar a Elen y a Cassandra, apenas había tenido la oportunidad de hablar con ellas, pero aun así se despidió de estas con una rápida cabezada. De todas formas acababa de llegar un hombre rubio que compartía ciertos rasgos con la peliblanca y estaban todos ocupados con las presentaciones pertinentes, también pudo entrever, según se alejaba, que otro sujeto, un individuo alto y con el rostro lleno de cicatrices se acercaba a las brujas, iban a estar bastante liadas.
- Discúlpame… - Dijo empujando a la mujer que le había reconocido a un lado y perdiéndose entre la multitud.
Se alejó, seguido por Lyn, lo más rápido que pudo buscando la salida del lugar, por aquello no fuese poco, Asher seguía haciendo su numerito al otro lado de la sala, un aullido se elevó durante unos instantes sobre las voces de los presentes, pudo ver como el lobo sonreía con autosuficiencia después de vociferar lo inútiles que eran todos los presentes.
Se llevó la mano hasta la cara y suspiró.
- ¿Por qué no puedo tener amigos normales?- Lo cierto era que él tampoco era lo que se decia alguien normal, pero en aquel momento, al menos lo parecía.
Eltrant estudió a su amigo pensando detenidamente el motivo por el que podría estar actuando así, y aunque lo sabía desde un principio, prefería pensar que no estaba tratando de molestar a toda una sala repleta de nobles con sus correspondientes escoltas, al menos Syl, que le acompañaba, tenía la cara contraída en una mueca que indicaba que el felino no estaba de acuerdo con aquel comportamiento. También se percató en la joven rubia con una pequeña cornamenta conversar animadamente con Asher. ¿El lobo tenía un lado amable con los niños? ¿O la había reclutado para su banda?
Estuvo tentado de acercarse, Lyn le miró con una sonrisa y señaló a los bandidos, pretendiendo hacerlo antes de que el exmercenario siquiera pudiese proponer la idea, pero Eltrant negó con la cabeza, conocía lo suficiente al lobo como para intuir que, quizás, aquel no era el momento adecuado para acercarse.
- Haz… tú lo que quieras – Le dijo a su amiga pasándose la mano por la barba. – Voy a buscar un sitio dónde sentarme. No te alejes mucho – Dijo. A decir verdad, estaba agotado, aquel tipo de eventos le arrebataban toda la energía vital, había sido un error levantarse de su asiento para empezar, al menos allí pasaba desapercibido; Por no hablar que ahora era seguro que Alanna estaba en algún rincón de la habitación.
Buscó el lugar en el cual habían dejado a Ircan, como sospechaba, el licántropo se había esfumado y, ahora, su pequeño fuerte de mesas había sido saqueado por varios nobles genéricos, que se abanican acaloradamente y comentaban, con desprecio, la indumentaria del tipo del traje de pato.
Según buscaba un nuevo rincón de soledad se cruzó con la mujer de piel oscura, una que era, evidentemente parte bestia, principalmente por que en lugar de piernas tenía una visible parte equina. En cualquier caso era la mujer atraía las miradas de bastantes hombres. ¿Sería parte Nórgeda? No podía saberlo.
Continuó esquivando personas, tratando de obviar los diferentes tumultos que había cada pequeña cantidad de pasos. ¿Quién se habría imaginado que meter a un montón de aventureros, a un montón de personas que presumían ser “villanos” en una misma sala iba a salir bien? ¿Es que los que habían organizado aquello estaban todos bebidos?
Cabía la posibilidad, y tenía intención de imitarles.
Encontró otra mesita vacía, no estaba muy bien posicionada, apenas podía ver el escenario desde detrás de tanta gente, pero sí que estaba lo suficiente como para, quizás, pasar desapercibido. Tomó una botella de vino de una mesa contigua y la descorchó con la boca para darle un largo trago. ¿Por qué había accedido a ir allí?
- Añoro la cabaña. – Susurró apurando la botella, él, que se había ido al confín del mundo huyendo de la sociedad, de algún modo, había acabado rodeado de ella - …Con sus patatas y sus coles.
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Lyn se acercó a la mesa del lobo y el gato con paso decidido, sonriendo, no sabía qué demonios le había pasado al Mortal por la cabeza al alejarse así como así. Entendía que estuviese cansado, a ella misma no le gustaba nada estar allí. ¿Pero lo mínimo no era acercarse a saludar? Era cuestión de educación y ella, como líder indiscutible del Mortal, como su señora, iba a mostrarle lo que era tenerla.
Como castigo pensaba llamarle “Meneillos” lo que quedaba de noche por aquella afrenta al sentido común. Negó con la cabeza mientras caminaba. ¿Cómo, si no era con mano dura, iba a aprender el Mortal la educación de la nobleza y el buen hacer? Se le escapó una risita al imaginar la cara que iba a poner el castaño al oír aquel mote por primera vez.
Pero eso sería más adelante.
- ¡Hola a todos! – Exclamó la vampiresa, agitando la mano frenéticamente a las tres personas que había en aquella mesa.
Jugueteó con su flequillo durante unos instantes, antes de seguir hablando. ¿Estaría conforme Syl con su presencia allí? Tomó aire muy lentamente, de todas formas solo pasaba a saludar, iba a dejarle tranquilo en nada.
- ¡Os he visto y he pensado en acercarme a saludar! Bueno, os he escuchado más bien – Admitió señalando a Asher - ¡Por cierto, me gusta mucho tu traje! – Dijo al lobo examinándolo más de cerca, lo cierto es que todos allí vestían de formas bastante variopintas ¿Significaría aquella indumentaria algo para la cultura de Asher? ¿Significaría el traje de pato algo para aquel tipo que le había pedido un autógrafo al Mortal? Esperaba que sí, esperaba que, en algún lugar de Aerandir, hubiese un culto a los patos que rozase el extremismo, algo tipo: “Guerra Sagrada en nombre de nuestro Dios, Cuack”. Era hilarantemente absurdo.
- ¡Qué cuernos más monos! ¿Puedo tocarlos? Dime que sí, dime que sí – Dijo a continuación a la muchacha rubia del vestido blanco, varios segundos después se aclaró la garganta, sin el Mortal a su lado a veces se le olvidaba lo extraña que podía parecer aquella petición. ¡Pero era superior a ella, no podía evitarlo! Tenía que aprender a controlarlo, algún día, aunque no aquella noche por supuesto.
Volvió a saludar con la mano a Syl y tomó varios panecillos de la mesa, los cuales no tardaron en acabar en su boca.
– Solo venía a saludar, os dejo tranquilos. – Dijo al final. – El Mortal está… - Analizó la estancia con la mirada, finalmente lo encontró escondido entre un par de mesas, tumbado boca abajo junto a varios vasos – Allí. – Dijo señalándole. – Si queréis pasaros os guardamos comida. – Aseguró alejándose.
Para cuando llegó a la mesa en la que estaba Eltrant notó como este tenía tres botellas vacías a su lado. ¿Cuánto tiempo había estado alejada? Lo cierto era es que tendía a divagar, a distraerse con la multitud. ¿Pero de verdad había tardado tanto tiempo? ¿O era que aquel imbécil se había metido tres botellas entre pecho y espalda en menos de diez minutos?
- Dame una botella – Exigió sentándose a su lado, señalando a la cuarta, la cual estaba por la mitad.
- Te sentaría bien un sombrero. – Respondió Eltrant acercándole la botella, Lyn sonrió. ¿Estaba borracho?
- Lo sé. – Contestó ella.
- No estoy borracho – Aseguró Eltrant levantando la cabeza. – El alcohol de aquí es como si estuviese aguado. – Añadió. - ¡Exijo poder entumecerme! – Dio un puñetazo en la mesa con la mano de metal, la que ocultaba bajo el guante de piel, y le hizo un agujero sin darse cuenta. Mascullando un par de insultos colocó un tapete manchado de rojo sobre el agujero antes de que alguien se diese cuenta de que este existía. – Apañado – Dijo cruzándose de brazos, asintiendo.
- Ya veo – Lyn se sirvió vino en una copa. - ¿Quieres un poco de pan? – Dijo tendiéndole uno de los panecillos que había adquirido en la mesa de Asher.
- Tardando estabas en ofrecérmelo.
Eltrant Tale
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
-No puede entrar vestido así, señor.
-¿¡Cómo que no!? No saben con quién hablan. ¡Soy el Rey de Lunargenta! ¿Acaso no están escuchando? ¡EL REY!
-Señor, su vestimenta no es acorde con el reglamento de etiqueta. Se... Se le marca todo. Y, disculpe, pero no creemos que usted sea...
Los guardias de la entrada intercambiaron miradas cargadas de hastío y agotamiento. Demasiados locos vestidos de cualquier manera excepto con elegancia habían pasado por esas puertas aún pese a que gastaban todas sus energías intentando evitarlo. Pero este tipo era el loco por excelencia. Decía ser el Rey de la ciudad más importante de la península y lucía un traje cuyo material era difícil de identificar, pues parecía prácticamente pintado al cuerpo. Tan ceñido era que no dejaba a la imaginación ni una parte del valle de sus trabajados músculos. Sólo una capa roja tan larga que tocaba el suelo cumplía la función de ocultar su bien detallada retaguardia, pero con la más mínima brisa era empujada hacia atrás y dejaba a la vista las posaderas, visión que las señoritas cercanas parecían disfrutar enormemente.
-Mira, mangurrián -Gruñó el exguardia y actual “monarca” metiendo una mano por la abertura del traje en el cuello para sacar la carta de invitación- Aquí dice que he sido “nominado”, ¿lo ves? -Suspiró ante la atónita mirada del hombre, él tampoco sabía a ciencia cierta qué significaba esa palabra, pero ¿qué más daba?- ¿Siquiera sabes leer? ¡Agh, como sea! ¡Déjame entrar!
-Lo lamento mucho, señor. -Gimoteó el pobre hombre- Si no se consigue un traje de etiqueta, no podemos...
-¡Córtale el gaznate! ¡Arráncale la yugular! ¡Rómpele la nariz! -Sugería una voz en las entrañas de su consciencia. Dag miró fijamente a los soldados durante un instante y les dedicó una apacible sonrisa, tan apacible que los hizo retroceder.
Lo siguiente que se escucharía desde el otro lado de entrada sería un gruñido de ira y un par de golpes secos contra la pared, como una cadencia de armaduras entrechocando entre sí. Luego, silencio. Y, finalmente, la puerta sería abierta por el vampiro, quien ingresaría a la amplia sala limpiándose el polvo de los antebrazos con una sonrisa de autosuficiencia.
Las mesas repletas de comida no llamaron la atención del hombre, dado que para sus papilas gustativas esos manjares no eran más que porquerías insípidas. Su atención se posó directamente en la variopinta multitud, y sospechó que la mayor parte de ella estaba formada por completos dementes. Vio pasar a los tipos vestidos de aves, incluso a un zorro, un perro que soltaba aullidos atronadores, a una mujer-caballo y una niña con rasgos cabríos, quienes pensó que tenían los disfraces más realistas y originales de la velada, dado que todavía no conocía la existencia de los hombres-bestia. Observó también a un par de piratas, a personas con pintas de haber ido allí sin cambiarse luego de trabajar en sus huertos, a damas con vestidos sumamente extravagantes y, tras ver que en realidad muy pocos estaban vestidos con ropajes comunes, se sintió cómodo con su traje.
Él había acudido a unas famosas brujas sastres, Begonia y Milenrama, para encargarles un atuendo que dejase boquiabiertos a los comensales. Y sí que habían tomado la petición al pie de la letra. Mientras caminaba por el pasillo hacia el sector de los nominados, notó cómo las miradas de unas cuantas señoritas terminaban en zonas de su cuerpo y el pudor lo obligaba a tironear la capa hacia adelante para taparse un poco. Al menos las brujas habían tenido el detalle de agregar ese largo trozo de tela para protegerse; aunque todavía no entendía qué significaba el símbolo que lucía en el pecho. ¿Una S? Debía ser la marca de su negocio, pensó mientras se encogía de hombros.
Cuando por fin encontró un sitio para sentarse, se acomodó y fue consciente de que no había bebido nada desde hacía un buen rato. Se masajeó el abdomen con las manos para calmar el hambre y miró insistentemente a los camareros intentando llamar su atención, pero ninguno se detenía a atenderlo. Pasados un par de minutos y habiendo atestiguado la interminable gama de comportamientos inapropiados de gran parte de los invitados, no vio razón para contenerse y gritó, mientras golpeaba la mesa con ambos puños haciendo saltar su contenido:
-¿¡QUÉ TIENE QUE HACER UNO PARA QUE LE TRAIGAN UNA MALDITA COPA DE SANGRE EN ESTE LUGAR!?
Varios camareros pegaron un respingo y voltearon a mirarlo con ojos desorbitados. Dag les sonrió y los saludó con una mano.
-Sólo si no es mucha molestia, claro.
- A ESTAS ALTURAS TODO VALE, ¿NO? (?):
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Dag Thorlák
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Tessa frunció el ceño, molesta, ¿la estaba tomando por tonta? No podía ser que alguien que se pusiera tan nervioso realmente creyera que iba a dejarlo pasar. Al menos, no ella. Tessa era testaruda por naturaleza, no se dejaba convencer por palabras, y menos por unas tan poco creíbles, ¿de qué tenía miedo ese chico? ¿Le habría hecho algo a Alanna que la guardia no sabía? La alarma se encendió en la mente de Tessa, sobreprotectora con la primera persona, en años, a quien consideraba cercana. Por lo que comenzó a caminar escuchando un ridículo aullido que ignoró sobremanera.
Volvió a pasar frente a la mesa de comida, y se detuvo mirando la fuente de chocolate. Tragó en seco y miró a su alrededor, el chico ya no estaba cerca, le iba a tener igual buscarlo ya o más tarde, bien podría llenar un plato de chocolate y más dulces antes de ponerse a buscar de nuevo. Con una sonrisa, olvidándose del amigo de la Gata, cogió un nuevo plato y fue directa como una de sus flechas a llenarlo de postres. Poco le importaban los canapés que tan bien olían frente a los que pasó, aunque si que cogió un par, dispuesta a probarlos. Continuó hacia la fuente y cogió fruta de la que por ahí había, plantándola sin cuidado en el plato junto a los canapés y un par de pasteles. Tomó la cuchara sopera repleta hasta los topes y roció el plato hasta que se formó un pequeño lago marrón que cubrió incluso lo salado. Tras eso, cansada de estar de pie, busco una mesa donde sentarse a comer tranquila, aun sin haber visto a Alanna desde la desaparición de esta.
Con una copa de vino tinto y su amada comida, se sentó sin mirar en una mesa y comenzó a zampar sin prestar atención, hasta que mordió algo con sabor a salchicha. Arrugó el morro, era un sabor desagradable. Miró el canapé, pan, salchicha, queso y chocolate, muchísimo chocolate, ya endurecido, por encima. Reflexionó sobre ello. ¿Sería sano? El sabor, bueno, lo que era bueno, no era. Pero no iba a tirarlo, lo había cogido y sería de mala educación, no había notado, siquiera, las miradas extrañadas que había recibido mientras cubría los trozos de pan con chocolate, y le daba igual, al final, tras un encogimiento de hombros, se lo metió en la boca masticando gustosa. - "¡EN EL ESTOMAGO SE MEZCLA TODO!"- le gritó su cabeza mientras mordía el otro tentenpie, con berberechos, aceitunas, anchoas y una nueva capa de chocolate.
- Pues no está malo.- afirmó antes de girarse y escuchar que alguien negaba estar borracho. Giró la cabeza chupándose los dedos tras su comida de berberechos y chocolate, ella le habría puesto, también, caramelo y sobrasada.- ¡Tú!- señalo a Tale con el tenedor, toda finura, como siempre era.- Te me habías escapado.- sonrió pinchando un trozo de piña.- Entonces, ¿no quieres ver a Aly? Está por....- movió el tenedor intentando localizarla para señalarla.- Bueno, por ahí.- se encogió de hombros volviendo a pinchar, esta vez, un trozo de fresa.- Estaba bastante preocupada por ti, por eso de la peste y tal, decía que con tu suerte seguro que habías pillado algo.- Lo miró de hito en hito.- pero parece ser que no.- Devolvió la atención a su plato, y rascó el chocolate con meticulosidad.- Si no vas a verla, yo no le diré nada, que luego la culpa es para mi.- afirmó, aunque algo le dejaría caer, no quería que su amiga siguiera preocupada.- Aunque en serio, ¿ahora bebiendo?- negó con la cabeza.- aix... que Odín cuide de esa chica, no elige a uno bueno. ¿A que no?- le preguntó a la niña que acompañaba al mercenario antes de volver a su labor de rascar el chocolate, llevárselo a la boca y dejar que se derritiera.
Levantó la mirada del plato al ver lo que parecían unas llamas y se levantó de golpe tirando la silla con un fuerte estruendo mientras un loco gritaba por una copa de sangre. Corrió con su copa de vino en la mano y comenzó a gritar al llegar junto a una mujer gato (Evi <3) buscando algo con lo que apagar el incendio y localizando en el proceso una botella de vino de aspecto caro y cediéndosela a la gata exclamó.
- ¡FUEGO, FUEGO!- dijo tirando el vino de su copa, que se quedo a menos de medio camino de su destino, una chica envuelta en llamas. (Cassi :3)
Volvió a pasar frente a la mesa de comida, y se detuvo mirando la fuente de chocolate. Tragó en seco y miró a su alrededor, el chico ya no estaba cerca, le iba a tener igual buscarlo ya o más tarde, bien podría llenar un plato de chocolate y más dulces antes de ponerse a buscar de nuevo. Con una sonrisa, olvidándose del amigo de la Gata, cogió un nuevo plato y fue directa como una de sus flechas a llenarlo de postres. Poco le importaban los canapés que tan bien olían frente a los que pasó, aunque si que cogió un par, dispuesta a probarlos. Continuó hacia la fuente y cogió fruta de la que por ahí había, plantándola sin cuidado en el plato junto a los canapés y un par de pasteles. Tomó la cuchara sopera repleta hasta los topes y roció el plato hasta que se formó un pequeño lago marrón que cubrió incluso lo salado. Tras eso, cansada de estar de pie, busco una mesa donde sentarse a comer tranquila, aun sin haber visto a Alanna desde la desaparición de esta.
Con una copa de vino tinto y su amada comida, se sentó sin mirar en una mesa y comenzó a zampar sin prestar atención, hasta que mordió algo con sabor a salchicha. Arrugó el morro, era un sabor desagradable. Miró el canapé, pan, salchicha, queso y chocolate, muchísimo chocolate, ya endurecido, por encima. Reflexionó sobre ello. ¿Sería sano? El sabor, bueno, lo que era bueno, no era. Pero no iba a tirarlo, lo había cogido y sería de mala educación, no había notado, siquiera, las miradas extrañadas que había recibido mientras cubría los trozos de pan con chocolate, y le daba igual, al final, tras un encogimiento de hombros, se lo metió en la boca masticando gustosa. - "¡EN EL ESTOMAGO SE MEZCLA TODO!"- le gritó su cabeza mientras mordía el otro tentenpie, con berberechos, aceitunas, anchoas y una nueva capa de chocolate.
- Pues no está malo.- afirmó antes de girarse y escuchar que alguien negaba estar borracho. Giró la cabeza chupándose los dedos tras su comida de berberechos y chocolate, ella le habría puesto, también, caramelo y sobrasada.- ¡Tú!- señalo a Tale con el tenedor, toda finura, como siempre era.- Te me habías escapado.- sonrió pinchando un trozo de piña.- Entonces, ¿no quieres ver a Aly? Está por....- movió el tenedor intentando localizarla para señalarla.- Bueno, por ahí.- se encogió de hombros volviendo a pinchar, esta vez, un trozo de fresa.- Estaba bastante preocupada por ti, por eso de la peste y tal, decía que con tu suerte seguro que habías pillado algo.- Lo miró de hito en hito.- pero parece ser que no.- Devolvió la atención a su plato, y rascó el chocolate con meticulosidad.- Si no vas a verla, yo no le diré nada, que luego la culpa es para mi.- afirmó, aunque algo le dejaría caer, no quería que su amiga siguiera preocupada.- Aunque en serio, ¿ahora bebiendo?- negó con la cabeza.- aix... que Odín cuide de esa chica, no elige a uno bueno. ¿A que no?- le preguntó a la niña que acompañaba al mercenario antes de volver a su labor de rascar el chocolate, llevárselo a la boca y dejar que se derritiera.
Levantó la mirada del plato al ver lo que parecían unas llamas y se levantó de golpe tirando la silla con un fuerte estruendo mientras un loco gritaba por una copa de sangre. Corrió con su copa de vino en la mano y comenzó a gritar al llegar junto a una mujer gato (Evi <3) buscando algo con lo que apagar el incendio y localizando en el proceso una botella de vino de aspecto caro y cediéndosela a la gata exclamó.
- ¡FUEGO, FUEGO!- dijo tirando el vino de su copa, que se quedo a menos de medio camino de su destino, una chica envuelta en llamas. (Cassi :3)
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
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Re: II Gala de los Premios Oscar de Aerandir
Aquí tiene su bebida Srita. Donovan, el mesero por fin había traído mi ron, lo dejó frente mía y se retiró con una inclinación como si fuese parte de la realeza. A diferencia de muchos que se veían elegantes con sus copas de vino, yo estaba satisfecha con el gran tarro que me ofrecieron, le di un sorbo para satisfacer mi sed.
Mis ánimos al asistir a este evento se redujeron al ver que era justo como lo había pensado desde el principio, aburrido con un montón de personas cotilleando sobre sus logros y chismes entre mesa y mesa. Las mujeres disparaban miradas como viles víboras a los vestidos de las demás y los hombres no dejaban de ver cuál era el escote más voluminoso de la noche.
–Sabía que esto pasaría...– liberé mi pensamiento con molestia, ni la razón por la que vine había salido como pensaba, el chico vestido de pollo se llevaba el crédito al traje más absurdo, se suponía que era una premiación formal. Si sabía que podía poner aún más ridículo a Matt, lo vestiría completamente de un tierno conejo.
- Spoiler:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Dejé mi tarro sobre la mesa y escuché a una mujer dirigirse a mí haciendo que volviera a la realidad. Le habían asignado mi mesa y no venía del mejor humor, como si yo quisiese compartir mesa con una total desconocida, con aspecto de bruja del lago, con el maquillaje corrido y el cabello como si estuviese empapado. –Esto es una premiación formal y no un velorio querida...– me abstuve a decir más, suspiré y justo cuando quería beber de mi ron, un hombre-bestia, para mi suerte no era del clan Deamonís y un par de individuos más hacían escándalo sin razón aparente, entre los gritos de los recién llegados y las quejas de la mujer que estaba a lado mío, en cualquier momento mi paciencia se agotaría.
No sabía quién era esta tal profesora, y me importaba poco enterarme, le dejaba hablar esperando que se le acabaran las palabras y estar otra vez en la mesa tranquila, –Seguramente ese premio de “animales” lo ganaría el perro gigante o el hombre pollo.– expresé con seriedad pero en mi mente no podía dejar de reír, seguramente yo no ganaría ese premio y ningún otro, seguía sin saber el porqué de mi invitación a esta gala.
Nuevos invitados llegaban y el hombre-bestia... pobre criatura, necesitaba toda la atención posible... muchos seguían gritando y no sabía porque, mostré interés al ver detenidamente a los invitados a los alrededores, el vestido ceñido de una mujer (muy parecida a la bruja del lago que tenía a mi lado) se prendía en llamas y nadie hacía nada.
Dejando atrás a mí no tan agradable acompañante, caminé apresuradamente con paso firme hacia la del vestido colorado.
–¡Tanto escándalo y no hacen nada!– en mi camino una chica castaña me interrumpió entregándome una botella de vino, -perfecto- pensé, le agité con fuerza y me coloqué frente a la chica en llamas, saqué el corcho con mis garras y empape el hermoso vestido de la joven, –¡Ahora si, calmense parde bullangueros!– grité al cumplir mi cometido.
Eva
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