II Gala de los Premios Oscar de Aerandir

Apenas fui a saludar a Elen, apareció un hombre para hablar con nosotras. Era Eltrant, acompañado de una joven de vestido negro. - Hola, Eltrant. Cuánto tiempo. - Sonreí levemente. Realmente el guardia no era mi amigo, pero siempre estaba bien ver a conocidos en estas fiestas. Aunque todavía me preguntaba qué hacía él ahí, a pesar de estar nominado a los premios. No entendía esa nueva moda de dejar entrar a los pobres a nuestras galas pero, en fin, era bueno ver a Eltrant de nuevo. La chica era más molesta, me daba curiosidad esa hiperactividad y que estuviera con él, pero preferí no decir nada. De hecho, sólo asentí cuando preguntó si era magia. Iba a contestar de mejor manera pero otro hombre apareció a nuestro lado: Vincent. También le dediqué una ligera sonrisa. Era protocolario no sonreír desmesuradamente, por mucho que conocieras a la persona no había que demostrar efusividad. Por suerte, ellos no eran tan conocidos míos como podían ser mis amigas, así que esa relación de protocolo me resultaba mucho más sencilla. - Hola, Vincent. A ti también llevo tiempo sin verte. - Desde Sacrestic Ville no había visto apenas a nadie. O no en momentos idóneos.- Y no te preocupes por tus galas. No todos podemos optar a lo mismo. - Sonreí de nuevo. Aunque el comentario pareciera hiriente no iba con esa intención. Pero sí que era cierto que él no podía optar a tener a los sastres que tenía yo, a esteticistas de semejante calidad como los míos. Y poca gente podía permitirse, siquiera, el adorno del pecho de mi vestido. Así que era normal que todos fueran bastante normales en comparación a mí.

Intentaba concentrarme en saludar a los que se acercaban y evitar los ruidos que hacían los paletos que habían sido invitados. Eso hacía que me reafirmase más aún en la creencia de que esa gente tan maleducada y tan… básica, no debía pisar este lugar. Y mucho menos, la Escuela Hekshold. Aquí era donde se aprendía la magia, donde crecíamos y no era plan de estar dejando entrar a bichos peludos, renegados, paletos de campo y, sobre todo, vampiros. ¿¡Qué puñetas hacían esos seres aquí!? Había visto a alguno que otro y se me estaban revolviendo las tripas. Di un sorbo a la copa, tratando de evitar la tentación de echarlos. Debía comportarme como una dama en este lugar, pues muchos ojos estaban puestos en mí. Hacía mucho que no salía a la vista pública desde lo ocurrido en Sacrestic, y ya la había liado bastante como para dejarme llevar por los impulsos. Pero estaba horrorizada ante las nuevas políticas del Rey de “unificar” a todos. Por favor… ¿qué pintaba un pobre aquí? Si no fuera gratis no podría optar ni a un cuscurro de pan de este lugar.

Eltrant se fue, pues alguien captó su atención de malas formas. Lo dicho, todos unos maleducados de pueblo. Iba a necesitar una ayudita extra para aguantar semejante despliegue de ordinariez. De un trago me acabé la primera copa y tomé otra de la bandeja que un camarero que pasaba por ahí tenía en la mano. Los gritos, gruñidos y jaleo que montaban me exasperaba. Aún no había hablado con los Calhoun, pero a este paso no podría escuchar ni mi propia voz. ¿Dónde estaban los de seguridad? Deberían encargarse de esa gentuza. Volví a dar otro trago corto a la copa, ignorando por completo a los que entraban y pensando en quién habría sido el idiota que había hecho esos premios sin sentido. Además, el premio me lo debían dar a mí, era quien había sobrevivido después de aquella masacre. ¿Para qué tanta parafernalia con esa gente? Un premio para mí y ya.


Si ya de por sí esa gente tan maleducada y ordinaria me colapsaba los nervios, lo peor fue cuando se les ocurrió la “fantástica” idea de apagar mi traje. ¿¡En serio eran tan paletos!? Estaba claro que no ardía de verdad, me hubiese quedado desnuda en instantes, habría humo o me hubiese quemado y yo misma pediría ayuda en ese caso. Pues nada, a las “cabezas pensantes” del lugar se les había ocurrido tirarme vino sobre el vestido. Una gritando que había fuego y otra vertiendo el contenido de una botella de alcohol sobre las llamas. ¡Muy inteligente! Por suerte sólo eran ilusiones mágicas, no fuego de verdad. De haber tirado ese líquido sobre llamas de verdad el resultado hubiese sido peor.

Aunque desastroso era. Empapada con la bebida miré a la chica durante instantes, en completo silencio. Aún había llamas por la parte trasera del traje, en la cola. Pero justo por el frente sólo quedaba una mancha enorme de color morado que se estaba esparciendo por la tela. Con el vino había estropeado la tela y también la magia que hacía que saliesen las supuestas llamas. - Se puede saber… -Empecé a hablar con dificultad, presa de la rabia. - ¿¡QUÉ COÑO HACES!? - A la mierda el protocolo. - ¡¡HAS DESTROZADO MI VESTIDO!! ¿¡ACASO ERES RETRASADA!? ¡¡ES MAGIA, JODER!! - Agarré la cola del vestido, poniendo una de mis manos sobre las llamas. - ¡¡MAGIA!! ¡¡PERO SOIS TAN CATETOS QUE NO TENÉIS NI PUTA IDEA!! - Grité desesperada. ¡Habían destrozado mi traje!
Mi padre vino a ver qué sucedía. - Cassie, cielo… - Quedó anonadado viendo la gran mancha del vestido y a mí vociferando a la chiquilla. Creo que estaría dando gracias a que había venido sin el arco.
- ¡¡DEBERÍAIS QUEDAROS EN VUESTRA PUTA CUEVA, SALVAJES!! ¡¡ESTOS EVENTOS NO SON PARA BESTIAS COMO VOSOTROS!! ¡¡ANIMALES!! - Dejé la copa de golpe en la mesa, agarré la capa que tenía mi padre en sus manos y me fui de la sala, caminando a grandes zancadas presa aún de la rabia. ¡Qué ganas me habían dado de soltarle un guantazo a la gata esa! ¡Y a la que había gritado lo de “fuego”, también!

- Malditos paletos, retrasados, inútiles… - Seguí mascullando para mí misma mientras caminaba por uno de los pasillos de la Escuela. Ganas no me faltaban de tirar el edificio y hacer que muriesen todos aplastados, o de hacer que el suelo se hundiera bajo los pies de esos imbéciles. Pero no podía… Este sitio era donde había crecido, aprendido y donde también trabajaba. No podía causar un destrozo. Además, estaba intentando no ser tan impulsiva para causar buena impresión en el gremio, pues seguíamos con pocas contrataciones. Lo que pasa que en ese momento había perdido los nervios y todos los intentos de ser alguien más simpática se habían ido por la cloaca. ¿¡Acaso tenía que ser simpática con esa gentuza!? ¡Por los Dioses! ¿Quién los había invitado? Ese sí que era inepto. ¡Aunque fuese el mismísimo Rey!
Refunfuñaba miles de maldiciones, insultos y sacrilegios contra los presentes. ¡No iba a aparecer así en la Gala! Ni de coña.

Habían destrozado mi vestido… De la rabia pasé a la impotencia. ¡Tanto tiempo de preparación para que lo hubiesen fastidiado así! Era tan hermoso con la cola de la falda en llamas…
Cuando llegué a mi carroza, el conductor quedó sorprendido. - Maestra Harrowmont, ¿qué le ha…?
- ¡Cállese! ¡Vaya a llamar a los sastres! ¡Ahora! ¡Que traigan lo necesario para arreglarme este desastre! - Bramé con rabia al hombre. - ¡Y mi arco! ¡Voy a colgar la cabeza de esa gata en el despacho del colegio! - Ordené antes de irme al lugar que había nombrado. Allí tenía ropa, aunque no era propia para el evento, pero nadie me molestaría, al menos. Cerré la puerta del despacho con llave y me quité el vestido. Estaba pegajoso por la bebida y tintado de forma irregular. Una idea desesperada que se me ocurrió fue mojarlo con agua, pero no servía de nada, sólo para empaparlo más. Sólo quedaba esperar a que vinieran a arreglar el destrozo que habían hecho los paletos de los invitados.



Menciono a Elen, Vincent, Eltrant, Eva y la hermana de Alanna ^^

Aullidos, hombres con trajes extraños, sillas que vuelan y músicos doloridos. El brujo observa el panorama estrechando a la niña en sus brazos con cierta preocupación. Esta seguro que reunir a tanta gente allí no estaba siendo muy buena idea. Solo desea que la gala empiece pronto. Ve la atenta mirada de Elen a la niña y esboza una tierna sonrisa hacia ambas. La niña mira a su padre y luego a la bruja de pelo cenizo. El brujo esta seguro que la muchacha tiene preguntas y espera poder responder a cada una de ellas.

-Le gusta tu pelo Elen, le he hablado de ti muchas veces...- cuenta el pelirrojo mientras deja a la niña en el suelo. Con cariño, el pelirrojo coge la mano de la joven y la estrecha, con su mirada en ella- creo que te debo una disculpa, a ti y a tu hermano. Espero poder encontrar otro día mas tranquilo para ponernos al día...- el brujo no termina la frase pues ve al hermano, Vincent. Si ya estaba contento de verla a ella la presencia del hermano lo llena mas. Pide a la niña que se quede cerca de Elen y con un entusiasmo juvenil levanta a Vincent y lo abraza con fuerza.-Maldito bribón! - exclama con alegría apretándole. Sabe que quizás es demasiado delante de tanta gente así que suelta al joven brujo y le re-coloca la ropa cual padre orgulloso de su hijo. Pone ambas manos en los hombros de los hermanos con una sonrisa radiante en la cara. De reojo ve como se acerca un camarero y pide bebida para tres.-Creo que esto se merece un pequeño y discreto brindis...- susurra con copa en mano. Sara quien ha observado el entusiasmo del brujo, sonríe y se queda mirando a Elen con curiosidad. Sin decir nada se coge de su vestido y observa atentamente a su alrededor. Se siente cómoda en presencia de los hermanos Calhoun. El brujo se da cuenta de ello, con mirada aprobatoria y no duda en estrechar la mano del hombre que acompaña a Elen, Alister. Se fija entonces que Vincent tiene a una pequeña cerca, al lado de su hermana. Mira varias veces a la pequeña y al hermano sin perder la sonrisa.-Vaya...Vincent, creo que hay algo que no me has dicho...- bromea el brujo dándole suaves codazos en el costado. Sara ladea la cabeza y observa a la niña y le dedica una sonrisa amable. Es demasiado tímida para acercarse así que simplemente la mira de reojo sin querer llamar la atención.

El brujo sigue la conversación con ellos, saludando cordialmente a todos aquellos que se acercan. Reconoció el rostro de Cassandra pues le han hablado de ella. La intención del brujo es hablar con la bruja pero alguien le ha apagado el vestido y la mujer no esta en posición para empezar una conversación. Se disculpa un momento pues quiere ir a buscar comida para la niña y le pide que se quede cerca de los hermanos Calhoun. Esquivando a gente, miradas indiscretas de algunas mujeres y aun que otro camarero despistado, el brujo consigue llegar a las mesas de comida. Suspira agobiado de tanto ruido, vivir entre montañas heladas no ayudaba a ganar don de gentes. El brujo agita la cabeza y borra esos pensamientos de su cabeza, coge un plato y empieza a escoger piezas de fruta mientras va comiendo un poco de uvas, dátiles...

[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Me encontraba sedada por los encantos del jaguar, y es que no lo había visto de esa forma, siempre había sido mi compañero de aventuras, y no me había percatado de lo realmente apuesto que podía llegar a ser. Las maripositas se adueñaban de mi estómago y claramente había una fiesta allá adentro. Coloqué mis pequeñas manitos encima de mi vestido con intención de calmar aquella explosión interna de sensaciones, pero sólo pude empeorarlo.

    Den por su parte se veía… distante conmigo, y a pesar de que me había dado un cumplido diciendo que me veía “hermosa” no me hizo falta tener mucho conocimiento de habilidades sociales -que los tenía-, como para darme cuenta de que algo no estaba bien ¿lo había dicho sólo por cortesía? Aquella idea tan desilusionante hizo que un frío entrará directo a mi corazón. Instintivamente bajé la mirada y me acaricié de forma distraída la cola de mi cabello, miré como Zuki se la llevaba de maravilla con Mirla y aproveché luego de pensar en otra cosa al jugar con el humor del perro cavernícola (Asher); aquello era sólo una pequeña jugarreta por lo que él usara métodos para contrarrestarme no me incomodaba.

    Escuché como Den me decía que dejara de molestar al perrote, y así lo hice, coloqué mis dos manitas atrás como niña regañada y lo miré tratando de entender porque estaba actuando así conmigo. Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la voz de Zuki -gracias a todos los dioses-, y dirigí toda mi atención a mi amiga… Era buena idea irnos a sentar pero ¿mi príncipe? En seguida sentí una manito peluda sujetar la mía y me dejé llevar por Den, con las mejillas coloradas y una presión incómoda en el pecho. La verdad es que estaba distraída, por lo que las palabras de Den me entraron por un oído y salieron por el otro, hasta que Zuki volvió a hablar ¿mal tercio? ¿se va? ¿de qué hablaba? No entendía porque todos actuaban tan raro…

    Luego Den preguntó de la nada el por qué me había besado con el zorro y sin pensarlo me crucé de brazos y alcé una ceja acordándome del mal momento que pasé con aquel creído. Mi mirada cambió de rumbo, como si se tratara de ver una pelota de un lado a otro, y noté como Zuki mentía para “sacarme la pata del barro”, pero no hacía falta la verdad. ¿Qué pasaba con aquellos dos? Hice ademán de levantarme de la mesa molesta por el comportamiento extraño de mis dos amigos y en eso no me di cuenta de que había alguien bajo la mesa (Ircan), era bastante adulador y se había comportado con nosotras mucho mejor que Den conmigo, y tanto Zuk como Den se pusieron a conversar con él, pero como yo estaba tan enfadada por lo raro que se comportaban mis acompañantes, trastabillé por estar distraída viendo a Ircan, me tropecé un poco con la jaula para darle volumen a mi vestido y terminé por caer dramáticamente al suelo al tiempo que Zuki decía que yo era ¿de la nobleza?

    Mis ojitos se aguaron de inmediato al recibir el golpe de la caída, pero me hice la fuerte apretando mis labios y sobandome con cuidado la cabeza y el coxis. Se me dificultó bastante buscar una forma de pararme -por culpa de la bendita jaula en mis caderas-, y lo que hice fue rodar, para que con ayuda de una silla pudiese terminar de levantarme -Soy Magazubi- le dije a Ircan con un poco de dificultad.

    Escuché al perro cavernícola aullar; al principio me preocupé porque pensé tal vez que se burlaría de mí, pero por suerte solo tenía neuronas suficientes como para pensar sólo en él, cosa que era una gran ventaja en ese momento -Es un pobre chillón- pensé, pero enseguida escuché que había ¿FUEGO? Batuqueé la cabeza y me volví a centrar en Ircan, Zuki y Den.

    Me quedé parada viendo como nuestro nuevo acompañante Ircan, intentaba coquetearle a mi amiga y sonreí instintivamente feliz por ella. ¿Por qué los chicos no eran así conmigo? Suspiré dando media vuelta para alejarme de ellos, me sentía incómoda después de esa caída y la actitud de Den. En eso llegó un el pato (Áquila), y me agaché tapándome la cabeza. Aquel tipo estaba loco y empezó a lanzarle cosas al perro. ¿QUÉ? ¿Desde cuando se había formado tanto desastre?

-¡¡SEGURIDAAAAAD!!- grité, esperando que alguien los detuviera y se los llevara del evento, ya que por su culpa había terminado en el piso y me había llenado un poquito de sucio el vestido -realmente fue en la caída que me ensucié, pero esperaba que nadie lo supiera-, en fin… Había pasado todo el día para estar perfecta para esa noche y no es aceptable que algo tan bello como yo se arruine por culpa de otro, jumm.

    Luego mi vista volvió a la escena romántica de Ircan y Zuki, aww que bello es el amooor…

-Sí sí, vayan a comer dulces- le dije a mi amiga guiñando el ojo -Ircan... deberías ... tu sabes...- señalé a Zuki de forma traviesa para que se fueran a divertir.

    Mi humor ante aquellos dos, cambió en cuanto volteé a ver a Den de mal humor y le pregunté enojada -¿Qué te pasa?-.

______________
OffRol

Menciono a Ircan, Dendrei, Áquila, Zuki, Perro cavernícola.

No era la primera vez que era convocada por el rey. Por gracia o desgracia, había vivido lo suficiente como para cruzar caminos un par de veces con él. Esas galas pomposas en las que él se veía involucrado no eran algo que siempre hubiese disfrutado, más bien las recordaba como lugares en los que no me había comportado con el decoro necesario. Viéndolo en retrospectiva, disfruté muy bien de los días de paz. Sin embargo, era imperativo que hiciera acto de presencia en esta ocasión, comportándome a la altura que se le exige a alguien con mis cualidades. Los tiempos eran difíciles, tal vez los peores que había vivido Aerandir, el Aerandir que conocía… y a medida que me volvía más vieja me daba cuenta que estos sucesos que nos involucraban a todas las razas se estaban volviendo más y más cercanos en el tiempo. No tenía recolección de que cosas como esta hubiesen ocurrido durante mi niñez, ni los ancianos que había conocido jamás me habían comentado sobre el asunto. Definitivamente esto era grave, más de lo que mi poca entendedera pudiese contemplar; tal vez por eso acepté la bendita invitación.

Me acomodé la peluca una última vez antes de ir al lugar indicado. Aún me costaba trabajo comprender cómo hacían los mandatarios para hacer llegar sus mensajes. Igor siempre supo dónde encontrarme, el rey humano también. ¿Era yo la única que tenía problemas rastreando a la gente? Y eso que mi hocico era uno de los más finos de mi generación… Suspiré. La imagen que se había reflejado en el espejo no era yo: encajes, enaguas, volantes, cintas y joyas. ¡Tenía tanta ropa pero me sentía desnuda! Ni siquiera intenté esconder los venenos y las hachas bajo tanta pomposidad. No valía la pena. Si realmente iban a poner pegas, como otras veces, ni siquiera me molestaría en tratar de pensar en una forma de colar una de mis armas, aunque siempre sí dejé mi daga, por si las moscas. Aunque sea que me acompañara hasta la entrada del condenado lugar. Los tiempos no eran buenos, y sabía por experiencia propia, que los brujos no eran de fiar. No era como si pudiera usar mi daga si realmente las cosas se ponían intensas, pero era como un pacificador, algo para tranquilizarme.

La carta decía que podía ir acompañada. De no estar llevando maquillaje hubiese echado un escupitajo al suelo, de pronto y pensaría en sacar a mis hijos de su escondite para moverlos por un territorio infectado, embarcarlos en un barco, encerrados por días para llegar a un lugar donde bien podría estar esperándonos un asesinato en masa, como bien había visto por los caminos. ¡Já! Y no hablemos de Alex. Sólo esperaba que no estuviese muerto en alguna zanja por ahí. Si encontraba a alguien en el camino que valiese la pena, podría llevarlo conmigo… tal vez, si me caía bien. En realidad una de las razones principales de mi presencia en las islas de los brujos era para corroborar si los rumores eran ciertos: La enfermedad no había llegado. Por lo demás… no sabía a qué atenerme. Para mí era una pérdida de tiempo, pero de nuevo, la pandemia era generalizada, no era como que pudiera hacer mejor provecho de mi tiempo. Respiré profundamente y exhalé por tanto rato que creí que me quedaría más verde que las praderas. Entregué mi invitación y me señalaron unas… ¿mesas?. Le dirigí una mirada totalmente en blanco al mozo, pero al parecer no me encontró lo suficientemente atractiva como para dispensar un minuto más en explicarme por qué ese asiento que parecía tan importante.

Chasquee la lengua y me encogí de hombros. Si ese no era mi lugar, alguien me lo haría saber. Por mientras, me ocuparía de llenar la tripa y alegrar los ojos. Tan solo bastó una mirada para sentirme en casa. Maldición murmuré tapándome la boca de la emoción. Acababa de ver a la pequeña princesa, mucho más hermosa de lo que podría haberla imaginado. También podía oler algunas esencias conocidas. Esa era una noche de regocijo, era capaz de besarle la capa al mismo Thunder por haberme convocado allí. Tomé una copa del primer mozo que pasaba y llevé sus burbujeantes contenidos a mis labios en un interminable sorbo. Magazubi estaba rodeada, como siempre tan social. Pero mi hocico se arrugó. Ese PERRO también estaba ahí. El grito de socorro de un mesero llamó mi atención, levanté la vista y allí estaba él, Paul. Me relamí los labios y sonreí.

Paul Moreau le dije para llamar su atención y sin previo aviso le besé con el calor del momento. Todo lo que estaba pasando simplemente había sido demasiado. No me importaba ser rechazada, solo me alegraba que estuviese allí, que estuviese con vida. No has muerto. Mmm bueno, tú me entiendes dije con una gran sonrisa. Creí que podría morir con tus colmillos. Un mito menos me encogí de hombros, realmente reía por dentro. Aún recordaba haber bebido su sangre. Me mordí el labio inferior. No era el momento para presionar. Asique… dije con un hilo de voz, algo atontada por la estupidez que acababa de hacer, tal vez podría echarle las culpas al trago que tenía entre mis manos. Nha… no era una cobarde. Le volví a sonreír. Era una invitación.

Mantuvo sus ojos en los de la mujer que decía conocer Alanna, escuchó lo que esta tenía que decir, pero no contestó a sus palabras. Se mantuvo en silencio, mirándola. ¿Quién era ella para juzgar sus decisiones? ¿Acaso sabía por qué se había ido?
¿Acaso lo sabía siquiera Alanna?

La mano de metal se cerró en un puño bajo la mesa, frunció el ceño, depositó la otra sobre la madera del mueble y tamborileó levemente, con los dedos. Quizás fuese el alcohol, pero sintió la imperiosa necesidad de volver a probar su extremidad de acero contra una cara, concretamente la de ella.

Afortunadamente para todos, la rubia exclamó la palabra “fuego” y corrió hacia dónde estaba Cassandra, cosa que hizo que, al menos Eltrant, se relajase un poco. No pudo evitar encontrar irónico este hecho.

Se reclinó sobre la silla y suspiró profundamente, volviendo entonces a arrebatarle la botella de alcohol a Lyn, quien no hizo nada por evitarlo, simplemente analizó la espalda de la rubia que les había seguido hasta allí y trataba, junto con varios invitados más, de apagar las llamas del vestido de Harrowmont.

- ¿Estas bien? – Preguntó sin añadir nada más.

- Sí – Contestó Eltrant centrándose en lo que tenía inmediatamente frente a él, el líquido ocre que descansaba al fondo de la botella de cristal. – No teníamos que haber venido. – Sentenció.

No pasaron muchos segundos hasta que apareció Schott en escena y, jovialmente, se aseguró de desearle suerte en su supuesta nominación, alzó la botella como gesto de agradecimiento y sonrió a su antiguo compañero. ¿Le habían nominado a algo? Seguía sin estar muy seguro de que iba todo aquello.

Mientras debatía interiormente sobre si desplomarse sobre la mesa o unirse a la extensa conga que unos desconocidos habían comenzado en la otra punta de la estancia le comenzó a doler la cabeza, sutilmente, era casi más un susurro en sus oídos que otra cosa.

- …Creo que ya has bebido suficiente. – Cuando Lyn decía esas palabras solía acertar, principalmente porque nunca las decía.

- Pez de colores. – Dijo como toda respuesta.

- Entiendo… - Lyn negó con la cabeza y miró a su alrededor, evidentemente buscando la salida del lugar, la cual estaba prácticamente oculta entre el gentío. – Mejor nos vamos – Dijo levantándose de su asiento, una vez localizadas las amplias puertas dobles. – Seguro que pueden mandarte lo que sea casa. – Dijo sonriente.

- Todavía no. – Respondió el castaño con una sonrisa. Eltrant no tenía intención de irse, no ahora, no cuando Harrowmont preguntaba a voces a alguien si era retrasada, no cuando Asher y el hombre pato estaban a punto de pelear.

- Un gran… cosa… conlleva una gran… cosa. – Articuló apurando la botella, para justo después impulsarse con la mesa y levantarse. Lyn se encogió de hombros al ver esto, o la vampiresa era muy fácil de convencer o sentía curiosidad por saber que estupidez le había pasado al ex guarda por la cabeza.

Muy probablemente, fuese la segunda.

- ¿Qué estás pensando hacer? – Preguntó la muchacha según avanzaban a través del salón, la coordinación ojo-mano del exmercenario seguía siendo increíblemente eficiente a pesar del estado de embriaguez en el que se encontraba, por no hablar que se había llevado consigo una botella.

- Ser un héroe. – Dijo.

- Deja de beber. – Añadió Lyn.

- Enseguida – Contestó Eltrant.

Pasó junto a más de una decena de invitados hasta que llegó al lugar en el que estaban Asher y el Hombre-Pato, cara a cara; Hombre-bestia contra Bestia-Hombre, el combate de la noche.

Lo primero que hizo, apenas llegó fue agarrar al pato por la parte trasera de su indumentaria y lanzarlo contra el suelo. Le pilló desprevenido, pues parecía más centrado en Asher que en otra persona del lugar y usó su mano de hierro para sujetarle, le gustaría ver alguna persona que fuese capaz de escapar de uno de los agarres de aquella mano.

- Te sentaría bien un sombrero. Cuack – Dijo señalándole – Ahora relájate. Cuack. – Dejó la botella que tenía en su poder junto al hombre. – Cuack - Lyn estalló en carcajadas, Eltrant se giró hacía Asher y avanzó hacía él, con el ceño fruncido.

Una vez estuvo frente a Asher no dijo nada, lo miro durante unos segundos.

- Te sentaría bien un sombrero. – Señaló mirando varios centímetros sobre los ojos amarillentos del lobo. Era evidente lo trataba de decir, en aquel lugar había una preocupante ausencia de sombreros. ¿Por qué no tenía él mismo uno? – Bonito traje. – Dijo cruzándose de brazos, mirando la indumentaria del lobo. - ¿Tiene sentido o lo llevas para molestar a toda esta gente? – Sonrió y le colocó una mano al lobo en el hombro, lo zarandeó amistosamente para ocultar que era para mantener el equilibrio. – En el libro de Lyn, Syl y tú sois pareja – Dijo casualmente, bostezando. Un sonoro “Eh” por parte de Lyn se alzó por unos instantes sobre las voces presentes – Y nunca lleváis camisa. – Dijo alejándose en dirección a una puerta doble. – Hola Syl – Alzó la mano para saludar al gato, que estaba justo tras Asher.

- ¡No te atrevas a desvelar puntos clave de mi libro, Mortal! – Lyn corrió tras el castaño y lo agarró de la gabardina con violencia sin dejar de caminar - ¡Y no es él! ¡Se llaman Asheron y Sylvan! ¡Son personas totalmente diferentes! – Exclamó - ¡Y son adorables!

Las voces de la fiesta quedaron acalladas por las puertas dobles que traspasaron, frente a él se alzaba un boscoso patio con una imponente fuente en el centro del mismo. Apenas había nadie en aquel lugar, por lo que era un lugar mucho más tranquilo en el que esperar hasta que el evento principal comenzase.

La brisa nocturna le aclaró ligeramente las ideas, se dejó caer en uno de los gruesos bancos de mármol que adornaban el jardín y enfocó su atención en el suave canto de los grillos.

- Es la última vez que te enseño un adelanto. – Dijo la vampiresa avanzando hasta la fuente y, tras descalzarse y sentarse en el borde esta, meter los pies en la misma.

- Seguro que no.