El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
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El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
El ruido del agua llego a los oídos de Matthew, interrumpiendo su maravilloso sueño, tardo unos segundos en reaccionar y darse cuenta que en realidad está completamente empapado. Abre un solo ojo mientras se queja, siente la cabeza embotada y la boca pastosa, suponía que había bebido, pero era algo extraño, por lo general no probaba una sola gota de alcohol.
Era temprano en la mañana, apenas estaba clareando, y Owens podía estar agradecido por eso, ya que de otra manera de seguro la guardia lo hubiese arrestado. Es lo que pasaba cuando decidías dormir en una de las fuentes de la plaza central. No llevaba la camisa puesta, ni las botas, por suerte conservaba el pantalón, sus piernas colgaban afuera de la fuente y al parecer con un último rezago de cordura había atinado a dejar la cabeza fuera del agua.
Se movió lentamente para sentarse y recién entonces noto que había una mujer a su lado… O al menos suponía que era una mujer. El vestido que llevaba puesto estaba totalmente alborotado, era grande y ostentoso, sus varias capas de tela tapaban la cara de la muchacha que estaba también patas arriba.
-¿Cómo era su nombre…? – Murmuro Matthew haciendo un gesto de dolor, era como si hasta el pensar le causara molestias. Se toco tras la cabeza y notó un chichón, al parecer alguien lo había golpeado. Miro en los alrededores y se sorprendió al notar que colgando de un faro estaban sus botas y también unas medias de colores femeninos, suponía que eso era de la chica.
Matt era un hombre que disfrutaba de las fiestas como cualquier persona normal, pero no le causaba ninguna gracia el perder el control de esa manera, no poder recordar casi nada y terminar en semejante estado no era adecuado para un hombre obsesionado con la prolijidad como él.
-¡Eyre! ¡Eso era! – Así se llamaba la mujer que tenía al lado, por el momento era todo lo que recordaba, la había conocido en el muelle y luego… - Ya habrá tiempo para eso más tarde – La agarro por el hombro y la sacudió un poco – Ey, despierta… Tenemos que irnos antes de que llegue algún guardia… - En otras circunstancias hubiese actuado como un caballero, pero ahora mismo no podían darse ese lujo.
Si hacía un esfuerzo quizás podría recordar como había sucedido todo eso…
Era temprano en la mañana y los muelles ya estaban a rebosar de gente, muchos barcos atracaban y otros tantos esperaban a que fuera su turno de descargar tanto mercancía como a pasajeros. Desde que el puerto de Lunargenta había sido destruido muchas de las embarcaciones se desviaban hacia Vulwulfar, que no estaba mucho mejor, pero al menos tenía su muelle entero.
La llegada de tantas personas, entre ellos extranjeros que nunca habían visitado esa ciudad, era una buena noticia para ladrones y estafadores que veían la oportunidad de hacerse de dinero fácil. El primero en la lista de oportunistas era Matt, quien se encontraba en ese momento con la espalda apoyada en una pared, mirando a los recién llegados y evaluando cual podría ser una excelente víctima.
Ese día Owens llevaba una camisa nueva y limpia, pantalones negros y botas recién lustradas ¿Por qué tanta preocupación por la vestimenta? Es que las personas tendían a bajar la guardia si se les acercaba alguien que estaba bien vestido, y eso era algo que Matt sabía muy bien, la imagen lo era todo cuando de estafas se trataba.
-¡Cuidado! – Dijo Matthew mientras se acercaba a una joven muy hermosa, y al estar al lado de su mochila con un rápido movimiento le hizo un tajo con su daga, por lo que las pertenencias se desparramaron por el piso – Oh, llegué demasiado tarde, que barbaridad… - El estafador hizo un gesto de consternación mientras ayudaba a la chica a levantar las cosas – Vi que tenía una pequeña hendidura y quise avisarle antes de que esto sucediera, pero fui demasiado lento – Las ropas de la muchacha estaban sucias, pero Owens sabia reconocer tela de buena calidad, y ese vestido no era barato. Buscaba algo de valor entre las pertenencias para hacerlo “desaparecer” entre sus mangas, pero si no encontraba nada bien podía continuar con la fachada de hombre amable e intentar sacarle algo de efectivo.
Era temprano en la mañana, apenas estaba clareando, y Owens podía estar agradecido por eso, ya que de otra manera de seguro la guardia lo hubiese arrestado. Es lo que pasaba cuando decidías dormir en una de las fuentes de la plaza central. No llevaba la camisa puesta, ni las botas, por suerte conservaba el pantalón, sus piernas colgaban afuera de la fuente y al parecer con un último rezago de cordura había atinado a dejar la cabeza fuera del agua.
Se movió lentamente para sentarse y recién entonces noto que había una mujer a su lado… O al menos suponía que era una mujer. El vestido que llevaba puesto estaba totalmente alborotado, era grande y ostentoso, sus varias capas de tela tapaban la cara de la muchacha que estaba también patas arriba.
-¿Cómo era su nombre…? – Murmuro Matthew haciendo un gesto de dolor, era como si hasta el pensar le causara molestias. Se toco tras la cabeza y notó un chichón, al parecer alguien lo había golpeado. Miro en los alrededores y se sorprendió al notar que colgando de un faro estaban sus botas y también unas medias de colores femeninos, suponía que eso era de la chica.
Matt era un hombre que disfrutaba de las fiestas como cualquier persona normal, pero no le causaba ninguna gracia el perder el control de esa manera, no poder recordar casi nada y terminar en semejante estado no era adecuado para un hombre obsesionado con la prolijidad como él.
-¡Eyre! ¡Eso era! – Así se llamaba la mujer que tenía al lado, por el momento era todo lo que recordaba, la había conocido en el muelle y luego… - Ya habrá tiempo para eso más tarde – La agarro por el hombro y la sacudió un poco – Ey, despierta… Tenemos que irnos antes de que llegue algún guardia… - En otras circunstancias hubiese actuado como un caballero, pero ahora mismo no podían darse ese lujo.
Si hacía un esfuerzo quizás podría recordar como había sucedido todo eso…
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Era temprano en la mañana y los muelles ya estaban a rebosar de gente, muchos barcos atracaban y otros tantos esperaban a que fuera su turno de descargar tanto mercancía como a pasajeros. Desde que el puerto de Lunargenta había sido destruido muchas de las embarcaciones se desviaban hacia Vulwulfar, que no estaba mucho mejor, pero al menos tenía su muelle entero.
La llegada de tantas personas, entre ellos extranjeros que nunca habían visitado esa ciudad, era una buena noticia para ladrones y estafadores que veían la oportunidad de hacerse de dinero fácil. El primero en la lista de oportunistas era Matt, quien se encontraba en ese momento con la espalda apoyada en una pared, mirando a los recién llegados y evaluando cual podría ser una excelente víctima.
Ese día Owens llevaba una camisa nueva y limpia, pantalones negros y botas recién lustradas ¿Por qué tanta preocupación por la vestimenta? Es que las personas tendían a bajar la guardia si se les acercaba alguien que estaba bien vestido, y eso era algo que Matt sabía muy bien, la imagen lo era todo cuando de estafas se trataba.
-¡Cuidado! – Dijo Matthew mientras se acercaba a una joven muy hermosa, y al estar al lado de su mochila con un rápido movimiento le hizo un tajo con su daga, por lo que las pertenencias se desparramaron por el piso – Oh, llegué demasiado tarde, que barbaridad… - El estafador hizo un gesto de consternación mientras ayudaba a la chica a levantar las cosas – Vi que tenía una pequeña hendidura y quise avisarle antes de que esto sucediera, pero fui demasiado lento – Las ropas de la muchacha estaban sucias, pero Owens sabia reconocer tela de buena calidad, y ese vestido no era barato. Buscaba algo de valor entre las pertenencias para hacerlo “desaparecer” entre sus mangas, pero si no encontraba nada bien podía continuar con la fachada de hombre amable e intentar sacarle algo de efectivo.
Última edición por Matthew Owens el Dom Feb 04 2018, 04:32, editado 2 veces
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
El viento exhalaba su aliento aún cálido, vestigio del verano pasado, haciendo bailar el largo cabello de la joven bruja. Ese día, afortunadamente, no llovía pese a ser la temporada más húmeda del año (según, como siempre, sus libros). Las gaviotas cantaban anunciando la cercanía del puerto y Eyre, asomada a la barandilla de la modesta embarcación, observaba la silueta de lo que le habían dicho que se trataba de Vulwulfar.
Supo con el primer vistazo que esa no era la ciudad que había visto en su premonición, pero no se sintió desalentada; había asumido que seguramente su camino sería largo, tedioso y tendría que armarse de paciencia para recorrerlo hasta el final. El día estaba demasiado bonito como para sucumbir ante la negatividad y el pesimismo y, hablando de visiones, hacía ya varias jornadas que no tenía ninguna muy espantosa. Al contrario; las últimas habían sido simples vistazos de paisajes y señales que creía estar siguiendo bien. Se sentía optimista y tenía la corazonada de que ese día sería el comienzo de una aventura que cambiaría su vida para bien.
Pobre, pobre Eyre. Poco a poco, y en un futuro muy cercano, aprendería que no debía confiar nunca en sus buenos presentimientos.
-¡Hemos llegado! -Gritó el capitán del navío mientras los marineros comenzaban el bien sabido protocolo de cada vez que tocaban tierra. Ataron las velas, echaron las amarras al muelle y dejaron paso para que los pocos pasajeros bajasen. No muchos barcos llegaban desde las Islas de los brujos y, los que lo hacían, llegaban bastante vacíos. ¿Qué persona en su sano juicio abandonaría el único lugar seguro de toda Aerandir para ir a un continente repleto de moribundos? Muy pocas y, entre ellas, la única que bajaba con una sonrisa se trataba de Eyre.
Pese a su constante nerviosismo y al hecho de que no tenía ni la más mínima idea de qué hacer a continuación, la joven bruja se veía entusiasmada. Ver el puerto rebosante de gente y comercios activos era, a su parecer, una gran señal, y más aún tomando en cuenta que los rumores que llegaban a Beltrexus daban a entender que prácticamente todo ser viviente en el continente estaba enfermo y agonizante. En cambio, de no haberlo sabido de antemano, nadie en ese lugar podría adivinar que la peste seguía en auge. ¡Si parecía todo tan vital como siempre! Quizás, incluso, demasiado vital para su gusto. El incesante torrente de personas iba y venía, empujándola, pisoteándola y apartándola del camino sin ni un ápice de clemencia.
-¡Mira por dónde andas, mocosa! -Le gritó un hombre-oso al cual Eyre no pudo hacer más que quedarse mirando fijamente antes de, atolondrada, intentar apartarse hacia una zona menos transitada. Pero, para una chica que estaba acostumbrada a la soledad de su hogar, esa muchedumbre resultaba avasallante. No se percató de que alguien estaba echando mano a sus pertenencias hasta que la rotunda voz de un hombre le llamó la atención. El sujeto ya se encontraba arrodillado a sus pies, levantando las pocas fruslerías que llevaba en la mochila: una bolsita de aeros, una libreta, un lápiz, una manzana... y poco más.
-¡Ay! Gra...¡gracias! -Balbuceó, agachándose junto a él para recoger la libreta luego de dejar el bastón que portaba a un lado. Con las mejillas arreboladas alzó apenas la mirada hacia el moreno, cuya buena vestimenta no se le pasó por alto a la niña. ¡Y pensar que ella estaba tan sucia! ¡Cuán duramente la habrían regañado sus padres por dar tan mala imagen! Embobada, metió la libreta dentro de la mochila sólo para comprobar que volvía a salirse por la hendidura. Bufó, más concentrada en intentar apartarse la enredada melena del rostro antes que constatar que el hombre no le robase nada- Qué extraño, juraría que hace un momento estaba perfectamente sana... -Masculló, pasando los dedos entre el tajo antes de suspirar con pesar. Tomó el lápiz y la manzana, y entonces notó que faltaba el monedero- ¡Ay, no, no, no! -Se quejó con ese peculiar acento sureño que, luego aprendería, delataba al instante su condición de niña de buena cuna- ¡La bolsita! ¿No la ha visto? ¡Tiene que estar por aquí!
Los grandes ojos color cielo pasaron de brillar con entusiasmo a brillar con tristeza en muy poco tiempo. Tenía la horrible certeza de que, sin esa bolsita de aeros, Vulwulfar se convertiría en la primera y en la última parada de ese viaje que prometía ser la respuesta a todas sus inquietudes.
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Había sido pan comido, la muchacha siquiera había imaginado la posibilidad de que las intenciones de Matthew fueran otras, era lo que podría denominarse un robo perfecto. El estafador estaba de buen humor, le gustaba cuando sus estratagemas funcionaban de forma sencilla y efectiva. La chica gritaba a todas luces “Pueblerina” y habían pocas cosas más tentadoras que una presa indefensa, en la mente de Matt casi era un acto de piedad, si no lo hacia él, alguien posiblemente mucho peor podría hacerlo.
-Es muy extraño realmente, quizás ya se había enganchado en algo antes y la rajadura se fue abriendo de a poco, pero no se preocupe, lo recuperaremos todo – Dijo para darle ánimos a la chica mientras se guardaba la bolsa con aeros que había encontrado entre un montón de objetos inservibles.
Las personas a su alrededor en un comienzo se habían quedado mirando, pero pronto siguieron caminando como si nada pasara, no les importaba la muchacha y ni sus problemas, ni los de nadie más. Andaban alrededor de ellos y más bien parecían molestos de que estuvieran interrumpiendo el normal discurrir de la calle, como si estuvieran incumpliendo con algún tipo de ley no escrita que decía que uno no se detenía en mitad de la senda pública así como así.
-¿Una bolsita? Que extraño, no debería estar lejos – Respondió Matt mientras hacía como que buscaba en los alrededores – Solo espero que no tuviera allí su… Oh – Se dio un golpe sin fuerza con la palma de la mano en la frente – Ya me imagino cuál era su contenido, claro, ahora entiendo su preocupación.
Owens hizo como que buscaba un poco más y luego miro a la chica con cara de consternación, encogiéndose de hombros para darle a entender que no había ni rastros de la bolsa con el dinero.
-Me siento en parte responsable por lo que sucedió, debe ser terrible empezar así su día – Se puso de pie y se quitó la tierra de los pantalones – ¿Tiene a quién acudir? ¿Un familiar? ¿Un amigo? – Era momento de averiguar con cuanta ayuda contaba la muchacha, o si tenía contactos que pudieran ser un problema.
El estafador aprovecho para mirar más en detalle a la chica, sus ropas estaban sucias por el viaje y ya había comprobado que no tenía un recambio en su bolsa. Sin embargo, sus gestos eran delicados y su modo de hablar muy correcto, por lo que quedaba descartado que fuera una muchacha de una familia pobre. Tal vez estaba camino a casa de algún familiar, o de un prometido… No, no dejarían que se presente con esa apariencia ante otras personas importantes. Quizás su familia había caído en desgracia y no le quedaba ni un centavo.
-Déjeme al menos invitarla a desayunar, no me gustaría que se lleve una mala imagen de esta hermosa ciudad – Dijo Matthew en tono amable mientras le señalaba un sitio donde comer – Supongo que nunca antes había estado usted por estos sitios, debe de tener mucho cuidado, sobre todo con los ladrones – Podía salir algo interesante de todo eso, y en cualquier caso, el dinero para pagar todo no iba a salir de su bolsillo, así que no perdía nada.
-Es muy extraño realmente, quizás ya se había enganchado en algo antes y la rajadura se fue abriendo de a poco, pero no se preocupe, lo recuperaremos todo – Dijo para darle ánimos a la chica mientras se guardaba la bolsa con aeros que había encontrado entre un montón de objetos inservibles.
Las personas a su alrededor en un comienzo se habían quedado mirando, pero pronto siguieron caminando como si nada pasara, no les importaba la muchacha y ni sus problemas, ni los de nadie más. Andaban alrededor de ellos y más bien parecían molestos de que estuvieran interrumpiendo el normal discurrir de la calle, como si estuvieran incumpliendo con algún tipo de ley no escrita que decía que uno no se detenía en mitad de la senda pública así como así.
-¿Una bolsita? Que extraño, no debería estar lejos – Respondió Matt mientras hacía como que buscaba en los alrededores – Solo espero que no tuviera allí su… Oh – Se dio un golpe sin fuerza con la palma de la mano en la frente – Ya me imagino cuál era su contenido, claro, ahora entiendo su preocupación.
Owens hizo como que buscaba un poco más y luego miro a la chica con cara de consternación, encogiéndose de hombros para darle a entender que no había ni rastros de la bolsa con el dinero.
-Me siento en parte responsable por lo que sucedió, debe ser terrible empezar así su día – Se puso de pie y se quitó la tierra de los pantalones – ¿Tiene a quién acudir? ¿Un familiar? ¿Un amigo? – Era momento de averiguar con cuanta ayuda contaba la muchacha, o si tenía contactos que pudieran ser un problema.
El estafador aprovecho para mirar más en detalle a la chica, sus ropas estaban sucias por el viaje y ya había comprobado que no tenía un recambio en su bolsa. Sin embargo, sus gestos eran delicados y su modo de hablar muy correcto, por lo que quedaba descartado que fuera una muchacha de una familia pobre. Tal vez estaba camino a casa de algún familiar, o de un prometido… No, no dejarían que se presente con esa apariencia ante otras personas importantes. Quizás su familia había caído en desgracia y no le quedaba ni un centavo.
-Déjeme al menos invitarla a desayunar, no me gustaría que se lleve una mala imagen de esta hermosa ciudad – Dijo Matthew en tono amable mientras le señalaba un sitio donde comer – Supongo que nunca antes había estado usted por estos sitios, debe de tener mucho cuidado, sobre todo con los ladrones – Podía salir algo interesante de todo eso, y en cualquier caso, el dinero para pagar todo no iba a salir de su bolsillo, así que no perdía nada.
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
La jovencita asomó el labio inferior en un cómico puchero mientras continuaba analizando el tajo en su mochila. Tendría que coserlo, para lo cual necesitaría comprar aguja e hilo, para lo cual necesitaba dinero, para lo cual necesitaba urgentemente la bolsita... Y la gente no se apartaba del camino como para dejarla buscar más allá sin arriesgarse a terminar con la mano aplastada por algún pie. Ella insistió en la búsqueda durante largos minutos, incluso luego de que su acompañante se diese por vencido extrañamente rápido, hecho del cual, al estar tan concentrada en su tarea, no atinó a sospechar en lo más mínimo.
Para desgracia suya y fortuna del moreno, la nula experiencia arreglándoselas sola en la vida convertía a Eyre en una niña sumamente ingenua a la hora de tratar con las personas. Sabía, en teoría, que existía gente buena y gente mala, pero no pensaba que fuese a encontrarse con esta última tan pronto, a la luz del día y en plena calle. Ella creía que los malhechores sólo aparecían de noche, en callejones oscuros y con pintas de vagabundos o de locos, es decir, personas fácilmente reconocibles. ¿Pero cómo iba a desconfiar de ese hombre tan educado y bien vestido? No, ningún libro podría haber caracterizado así a un mal tipo. Además, era evidente que él estaba preocupándose por ella. ¿Por qué, si no, le preguntaría si tenía a alguien a quien acudir? ¡Debía alegrarse de haberse topado con tan buen samaritano!
-N-No... Estoy por mi cuenta. -Dijo en voz baja, con un deje de orgullo en sus palabras. Se suponía que eso la convertía en una adulta responsable y madura, y debía estar contenta por ello. Pero sucedía exactamente al contrario; de pronto se vio tan inútil, sola, indefensa e incapaz de conservar sus pertenencias a tan solo unos días de viaje, que se sintió embargada por una tristeza tan incontenible que no pudo evitar comenzar a sollozar.
-No, lo siento, pero... no... puedo... acompañarlo. -Dijo, terca como ella sola, con la voz quebrada y la mirada gacha, intentando ocultar el hecho de que estaba llorando. Ceñuda, se secó rápidamente el rostro con la manga del vestido antes de, tras respirar profundo, alzar la mirada para hablarle al hombre con una forzada sonrisa cortés- No... no me moveré de aquí hasta encontrar esa bolsita.
El hecho de que ambos estuviesen estorbando en el medio del camino no sólo suscitó miradas de enojo por parte de los transeúntes. Mientras todos iban y venían, al mismo tiempo había gente trabajando que se esforzaba por esquivarlos: grumetes yendo a amarrar sogas, pescaderos pasando con sus largos palos a rebosar e incluso marineros que cargaban y descargaban mercadería. Fue uno de estos últimos, un inmenso hombre-tiburón cargando una pila de cajas tan alta que le tapaba los ojos, quien chocó contra el moreno justo después de la aseveración de la jovencita. Fue tan grande el tropezón, que las cajas cayeron de las manos de la bestia hasta destrozarse contra el suelo. El sonido de la vajilla fina que contenían quebrándose en mil pedazos fue tan estruendoso que, por unos cuantos segundos, paralizó a todos quienes pasaban cerca.
-¿¡Pero se puede saber por qué putas malditas mierdas te metes en mi jodido camino, pedazo de imbécil descerebrado hijo de tu inmunda madre!? -Vociferó el marino con una única exhalación, terminando la retahíla de insultos rojo como un tomate- ¡¡Mira lo que me has hecho hacer!! ¿¡Sabes lo que cuesta esto!? ¡¡No creas que saldrá de mi bolsillo, mangurrián!! -Previendo que intentaría escapar, el enorme tiburón agarró de un hombro al moreno con una de sus manazas. Ante esto, con los ojos abiertos de par en par, Eyre apenas atinó a abrir la boca con estupefacción, sin llegar a reaccionar siquiera como para levantarse del suelo- ¡¡¡Va, ve desembolsando el dinero, que no tengo todo el día!!!
Para desgracia suya y fortuna del moreno, la nula experiencia arreglándoselas sola en la vida convertía a Eyre en una niña sumamente ingenua a la hora de tratar con las personas. Sabía, en teoría, que existía gente buena y gente mala, pero no pensaba que fuese a encontrarse con esta última tan pronto, a la luz del día y en plena calle. Ella creía que los malhechores sólo aparecían de noche, en callejones oscuros y con pintas de vagabundos o de locos, es decir, personas fácilmente reconocibles. ¿Pero cómo iba a desconfiar de ese hombre tan educado y bien vestido? No, ningún libro podría haber caracterizado así a un mal tipo. Además, era evidente que él estaba preocupándose por ella. ¿Por qué, si no, le preguntaría si tenía a alguien a quien acudir? ¡Debía alegrarse de haberse topado con tan buen samaritano!
-N-No... Estoy por mi cuenta. -Dijo en voz baja, con un deje de orgullo en sus palabras. Se suponía que eso la convertía en una adulta responsable y madura, y debía estar contenta por ello. Pero sucedía exactamente al contrario; de pronto se vio tan inútil, sola, indefensa e incapaz de conservar sus pertenencias a tan solo unos días de viaje, que se sintió embargada por una tristeza tan incontenible que no pudo evitar comenzar a sollozar.
-No, lo siento, pero... no... puedo... acompañarlo. -Dijo, terca como ella sola, con la voz quebrada y la mirada gacha, intentando ocultar el hecho de que estaba llorando. Ceñuda, se secó rápidamente el rostro con la manga del vestido antes de, tras respirar profundo, alzar la mirada para hablarle al hombre con una forzada sonrisa cortés- No... no me moveré de aquí hasta encontrar esa bolsita.
El hecho de que ambos estuviesen estorbando en el medio del camino no sólo suscitó miradas de enojo por parte de los transeúntes. Mientras todos iban y venían, al mismo tiempo había gente trabajando que se esforzaba por esquivarlos: grumetes yendo a amarrar sogas, pescaderos pasando con sus largos palos a rebosar e incluso marineros que cargaban y descargaban mercadería. Fue uno de estos últimos, un inmenso hombre-tiburón cargando una pila de cajas tan alta que le tapaba los ojos, quien chocó contra el moreno justo después de la aseveración de la jovencita. Fue tan grande el tropezón, que las cajas cayeron de las manos de la bestia hasta destrozarse contra el suelo. El sonido de la vajilla fina que contenían quebrándose en mil pedazos fue tan estruendoso que, por unos cuantos segundos, paralizó a todos quienes pasaban cerca.
-¿¡Pero se puede saber por qué putas malditas mierdas te metes en mi jodido camino, pedazo de imbécil descerebrado hijo de tu inmunda madre!? -Vociferó el marino con una única exhalación, terminando la retahíla de insultos rojo como un tomate- ¡¡Mira lo que me has hecho hacer!! ¿¡Sabes lo que cuesta esto!? ¡¡No creas que saldrá de mi bolsillo, mangurrián!! -Previendo que intentaría escapar, el enorme tiburón agarró de un hombro al moreno con una de sus manazas. Ante esto, con los ojos abiertos de par en par, Eyre apenas atinó a abrir la boca con estupefacción, sin llegar a reaccionar siquiera como para levantarse del suelo- ¡¡¡Va, ve desembolsando el dinero, que no tengo todo el día!!!
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Así que estaba sola, y demostraba con cada una de sus palabras que no tenía la menor idea de donde se estaba metiendo. Matthew tuvo que controlarse para no dejar escapar una sonrisa de oreja a oreja cuando escuchó todo eso, semejante regalo solo podía significar algún tipo de recompensa que los dioses le entregaban por algo bueno que había hecho… Aunque no recordaba ahora mismo qué podría ser.
-Oh, Señorita, no se ponga triste – Utilizando sus habilidades de actor para mantener un gesto acongojado, se atrevió a apoyar una mano en la espalda de la muchacha en un intento de consolarla – Vamos, vamos, veremos el modo de que consiga su bolsa, y si no, me encargare de buscar algún sitio donde puedas conseguir algo de dinero – Y quedarse luego con algún porcentaje, pero tiempo al tiempo, lo primero era lograr que la terca muchacha se moviera de allí.
Pero las decisiones de los dioses eran incomprensibles para los mortales, y así como le habían entregado semejante belleza de dama con moño y todo, así también habían decidido que un hombre-bestia grande como una pared apareciera para interrumpir. El sujeto chocó contra Matthew y casi lo hace caer al piso, una pequeña vena de enojo asomo en su sien, pero se le pasó rápidamente al ver el tamaño del sujeto… Y sus bonitos dientes.
-Oye amigo, tranquilo, piénsalo por un segundo ¿Quién podría llevar semejante cantidad de monedas encima? Sería una locura ir por este sitio con algo así – Su modo cambio completamente, ajustándose a algo más relajado que pudiera empatizar con el enojado sujeto.
Matthew sintió como el agarre del feroz sujeto se hacía más fuerte, dando a entender que la respuesta no le gustaba para nada. Aun así el estafador intento mantener la compostura, porque no había peor idea que mostrarse débil e indeciso con ese tipo de personas. Con mucha diplomacia Owens se paró derecho, recompuso su imagen y actuó como si la situación estuviera absolutamente controlada, agarró la mano del hombre-bestia y lo insto a sacarla de su hombro.
-Pero no te impacientes, compañero, que no está en mis planes que las cosas queden de esta manera, de hecho, es tu día de suerte – Dijo Matt con una sonrisa encantadora en los labios, comenzaba de a poco a montar todo un espectáculo de mentiras – Da la casualidad que tengo un negocio aquí a pocas cuadras, es uno que vende vestimenta de etiqueta para caballeros, de seguro lo conoces – Y de hecho la tienda existía, pero Matthew contaba con que un marinero no hubiese pasado más que por la puerta de un sitio así, más cuando era mitad tiburón.
Había logrado que lo soltara del todo, y mientras se acomodaba el cuello de la camisa continuó desarrollando la idea.
-Puedes acompañarnos hasta la tienda y encantado te pagaré lo que por mi descuido terminó roto ¿Te parece bien? – Se dio la vuelta y comenzó a andar sin esperar la respuesta, repitiéndose a sí mismo que tenía que continuar actuando seguro. Le sonrió a la muchacha – Espero que no le moleste esperar unos minutos mientras arreglo este asunto tan embarazoso – Hizo un gesto con la mano para señalarle el camino a seguir – Por favor acompáñenos, no tiene sentido que se quede aquí en la calle sola.
Caminaba junto a la joven, con el hombre-tiburón detrás de ellos vigilando atentamente cada movimiento que hacían, asegurándose de que no escaparan. Resultaba ser bastante más listo que el promedio de los de su tipo, Matthew andaba aparentando despreocupación, pero a medida que se acercaban a su supuesta tienda se le acababa el tiempo.
-Como le decía antes, es evidente que es nueva en la ciudad, por lo que le daré una pequeña lección sobre como son los usos y costumbres de aquí – Y dicho eso Matthew comenzó a correr tan rápido que casi parecía que nunca había estado ahí.
-Oh, Señorita, no se ponga triste – Utilizando sus habilidades de actor para mantener un gesto acongojado, se atrevió a apoyar una mano en la espalda de la muchacha en un intento de consolarla – Vamos, vamos, veremos el modo de que consiga su bolsa, y si no, me encargare de buscar algún sitio donde puedas conseguir algo de dinero – Y quedarse luego con algún porcentaje, pero tiempo al tiempo, lo primero era lograr que la terca muchacha se moviera de allí.
Pero las decisiones de los dioses eran incomprensibles para los mortales, y así como le habían entregado semejante belleza de dama con moño y todo, así también habían decidido que un hombre-bestia grande como una pared apareciera para interrumpir. El sujeto chocó contra Matthew y casi lo hace caer al piso, una pequeña vena de enojo asomo en su sien, pero se le pasó rápidamente al ver el tamaño del sujeto… Y sus bonitos dientes.
-Oye amigo, tranquilo, piénsalo por un segundo ¿Quién podría llevar semejante cantidad de monedas encima? Sería una locura ir por este sitio con algo así – Su modo cambio completamente, ajustándose a algo más relajado que pudiera empatizar con el enojado sujeto.
Matthew sintió como el agarre del feroz sujeto se hacía más fuerte, dando a entender que la respuesta no le gustaba para nada. Aun así el estafador intento mantener la compostura, porque no había peor idea que mostrarse débil e indeciso con ese tipo de personas. Con mucha diplomacia Owens se paró derecho, recompuso su imagen y actuó como si la situación estuviera absolutamente controlada, agarró la mano del hombre-bestia y lo insto a sacarla de su hombro.
-Pero no te impacientes, compañero, que no está en mis planes que las cosas queden de esta manera, de hecho, es tu día de suerte – Dijo Matt con una sonrisa encantadora en los labios, comenzaba de a poco a montar todo un espectáculo de mentiras – Da la casualidad que tengo un negocio aquí a pocas cuadras, es uno que vende vestimenta de etiqueta para caballeros, de seguro lo conoces – Y de hecho la tienda existía, pero Matthew contaba con que un marinero no hubiese pasado más que por la puerta de un sitio así, más cuando era mitad tiburón.
Había logrado que lo soltara del todo, y mientras se acomodaba el cuello de la camisa continuó desarrollando la idea.
-Puedes acompañarnos hasta la tienda y encantado te pagaré lo que por mi descuido terminó roto ¿Te parece bien? – Se dio la vuelta y comenzó a andar sin esperar la respuesta, repitiéndose a sí mismo que tenía que continuar actuando seguro. Le sonrió a la muchacha – Espero que no le moleste esperar unos minutos mientras arreglo este asunto tan embarazoso – Hizo un gesto con la mano para señalarle el camino a seguir – Por favor acompáñenos, no tiene sentido que se quede aquí en la calle sola.
Caminaba junto a la joven, con el hombre-tiburón detrás de ellos vigilando atentamente cada movimiento que hacían, asegurándose de que no escaparan. Resultaba ser bastante más listo que el promedio de los de su tipo, Matthew andaba aparentando despreocupación, pero a medida que se acercaban a su supuesta tienda se le acababa el tiempo.
-Como le decía antes, es evidente que es nueva en la ciudad, por lo que le daré una pequeña lección sobre como son los usos y costumbres de aquí – Y dicho eso Matthew comenzó a correr tan rápido que casi parecía que nunca había estado ahí.
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Eyre observó desde el suelo cómo su nuevo acompañante intentaba manejar la situación. Admiró su entereza y la manera en que mantenía la calma pese a, claramente, estar corriendo un enorme peligro; la mayoría de las personas hubiese temblado de pies a cabeza ante ese hombre-tiburón de enormes dientes e intimidante mirada.
La bestia, por otro lado, parecía irritarse cada vez más y más al ver que su “víctima” no se inmutaba pese al escarmiento. Debía estar acostumbrado a atemorizar a la gente con una sola palabra, y no lograrlo con el moreno evidentemente le molestaba.
-¿Un negocio, tú? -Miró al otro de arriba a abajo de la manera más despectiva posible. Tras meditarlo un momento, la bestia terminó por acceder- Tsk, pues andando, ¿qué esperas? -Gruñó, poniéndose en marcha tras el moreno e ignorando deliberadamente a la jovencita, quien no pudo hacer más que levantarse, sacudirse torpemente el vestido y echar a andar hasta llegar junto al humano.
-No he encontrado mi monedero... -Refunfuñó para sí misma. Una vez más, volvía a seguir a un completo extraño así como había hecho en el bosque con aquel elfo de pocas palabras. ¿Pero qué más podía hacer? En esa última experiencia, seguir al sujeto había sido la mejor opción; al final era una persona amable y la había ayudado en gran medida. Este hombre se veía gentil y le había dicho que la ayudaría, ¿por qué no darle un voto de confianza? Al fin y al cabo, no tenía absolutamente a nadie más a quien acudir... y no podía resignarse a quedarse sin dinero y regresar a las islas, ¡no había llegado tan lejos en vano!
-¿Los usos y costumbres? -Cuestionó en voz más alta, pero ya no tenía a nadie a quién dirigirse; el moreno ya estaba corriendo varios metros más adelante, dejando atrás a la pequeña Eyre en completa estupefacción- ...¿Qué?
-¡¡NO HUYAS, HIJO DE LA GRAN PUTA!! -Rugió a sus espaldas el tiburón, activando de inmediato el único mecanismo de supervivencia de la jovencita: correr.
Comparado con la bruja, el humano parecía muchísimo más acostumbrado a las persecuciones. Mientras que él sorteaba los obstáculos y se alejaba a gran velocidad, Eyre chocaba con la gente ganándose varios insultos, corría lento y se tropezaba con sus propias faldas- ¡¡Espérame!! -Sollozó, pero no hubo caso; el hombre-tiburón terminó agarrándola del largo cabello pocos metros más adelante. Debía pensar que ella y el escapista eran cercanos, ya que se tomó el atrevimiento de usarla como “rehén” para persuadir al otro.
-¡¡VUELVE AQUÍ!! ¡¡Tu dinero o tu noviecita, desgraciado!! -Vociferó el animal, llevándose la mano libre hacia la boca para amplificar su voz y ser oído por el hombre... y por las decenas de personas que observaban la escena con espanto- ¡Auch, ay, auch! ¡Me estás lastimando! -Gimoteó la jovencita, con lo cual se ganó un tirón más fuerte de pelo. Con los ojos llenos de lágrimas, maldijo el momento en que se le ocurrió la estúpida idea de irse de su casa. Intentó desesperadamente encontrar con la mirada al muchacho bien vestido. Había dicho que la ayudaría, ¡tenía que ayudarla! ¡seguro que lo haría!... ¿o no?
- 7u7:
- ¡No todo se soluciona corriendo! El código de color de Tiburoncín es [color=#0099ff] y sos compleamente libre de usarlo como te plazca <3
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
El estafador corrió como si en eso se jugara la vida, y tal vez no era tan exagerado pensarlo así, esquivaba a las personas y las cosas con la habilidad que había adquirido luego de toda una infancia de tener que escapar. Estaba como pez en el agua, y daba por descontado que por más inocente que fuera la muchacha podría al menos seguirle el ritmo a cierta distancia, con algún que otro tropezón, pero siguiéndolo. Grande fue su sorpresa al notar que la chica no solo no estaba atrás suyo, sino que además la atrapaban en casi nada de tiempo.
“Esta chica nunca tuvo la necesidad de huir” Cuanta incompetencia, Matthew se sorprendió que hubiese siquiera logrado llegar hasta Vulwulfar, había que darle una medalla al capitán del barco. Al ver que el hombre-bestia la agarraba de los pelos el estafador se detuvo, aunque no a la vista, y se quedó observando a la distancia. Iba a rescatarla ¿O no lo haría? A Matt no le gustaba meterse en problemas, por lo que su primera idea era irse de allí y continuar con su día.
Escuchó los gritos de la muchacha e hizo una mueca de desagrado ¡Esa no era forma de tratar a una dama! No importaba lo inútil que fuera, no se justificaba. Owens suspiró resignado, sabía lo que iba a tener que hacer, pero iba a ser una experiencia de lo más desagradable. Estiró el brazo y la bolsa con dinero que le había robado a la joven cayó en su mano, la dio vuelta sobre su palma para ver cuánto era y luego las puso en su bolsillo, deshaciéndose del saco.
-De acuerdo, de acuerdo, tu ganas – Dijo en voz alta pero aún sin mostrarse mientras hacía todo este intercambio – Saldré y te pagaré, pero suelta a la niña, no tiene nada que ver en esto.
-Ven aquí y dame mi dinero, luego la soltaré – Matt maldijo nuevamente “Maldito pescado gigante ¿Cuándo se había vuelto tan listo?”, el estafador salió de su escondite y cuando estuvo lo suficientemente cerca le tiro la bolsa con monedas. El hombre-bestia la atrapo en el aire, soltando a la muchacha en el acto – Ahí la tienes.
-Te lo agradezco – Respondió en tono seco Matthew, dándose la vuelta para irse de allí – Que pérdida de tiempo – Murmuro.
-Algo más – Dijo el enorme sujeto mientras se acercaba al estafador, Owens se dio la vuelta desprevenido, y recibió un golpe en el estómago que lo hizo doblarse sobre sí mismo – Por intentar engañarme, imbécil – Luego se marcho tranquilamente.
-Que… sujeto… Simpático… - Matt se apoyó contra una pared, agarrándose el abdomen, intentando recuperar el aliento – Suficiente por hoy – Comenzó a caminar lentamente calle abajo, sin fijarse si la chica lo seguía o no. En su bolsillo aún se sentía el peso de las monedas que se había guardado, era la mitad del botín, pero peor hubiese sido no tener nada.
“Esta chica nunca tuvo la necesidad de huir” Cuanta incompetencia, Matthew se sorprendió que hubiese siquiera logrado llegar hasta Vulwulfar, había que darle una medalla al capitán del barco. Al ver que el hombre-bestia la agarraba de los pelos el estafador se detuvo, aunque no a la vista, y se quedó observando a la distancia. Iba a rescatarla ¿O no lo haría? A Matt no le gustaba meterse en problemas, por lo que su primera idea era irse de allí y continuar con su día.
Escuchó los gritos de la muchacha e hizo una mueca de desagrado ¡Esa no era forma de tratar a una dama! No importaba lo inútil que fuera, no se justificaba. Owens suspiró resignado, sabía lo que iba a tener que hacer, pero iba a ser una experiencia de lo más desagradable. Estiró el brazo y la bolsa con dinero que le había robado a la joven cayó en su mano, la dio vuelta sobre su palma para ver cuánto era y luego las puso en su bolsillo, deshaciéndose del saco.
-De acuerdo, de acuerdo, tu ganas – Dijo en voz alta pero aún sin mostrarse mientras hacía todo este intercambio – Saldré y te pagaré, pero suelta a la niña, no tiene nada que ver en esto.
-Ven aquí y dame mi dinero, luego la soltaré – Matt maldijo nuevamente “Maldito pescado gigante ¿Cuándo se había vuelto tan listo?”, el estafador salió de su escondite y cuando estuvo lo suficientemente cerca le tiro la bolsa con monedas. El hombre-bestia la atrapo en el aire, soltando a la muchacha en el acto – Ahí la tienes.
-Te lo agradezco – Respondió en tono seco Matthew, dándose la vuelta para irse de allí – Que pérdida de tiempo – Murmuro.
-Algo más – Dijo el enorme sujeto mientras se acercaba al estafador, Owens se dio la vuelta desprevenido, y recibió un golpe en el estómago que lo hizo doblarse sobre sí mismo – Por intentar engañarme, imbécil – Luego se marcho tranquilamente.
-Que… sujeto… Simpático… - Matt se apoyó contra una pared, agarrándose el abdomen, intentando recuperar el aliento – Suficiente por hoy – Comenzó a caminar lentamente calle abajo, sin fijarse si la chica lo seguía o no. En su bolsillo aún se sentía el peso de las monedas que se había guardado, era la mitad del botín, pero peor hubiese sido no tener nada.
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
¡Ese hombre sí que merecía ser llamado héroe! Eyre vio con los ojos llorosos y bien abiertos cómo el sujeto lanzaba las monedas al tiburón. Completada la transacción y habiendo recuperado la libertad, la niña se masajeó la cabeza, donde el tirón de pelo le había causado un enorme dolor, y huyó del bestial marinero tan rápido como pudo. El moreno, por otro lado, no tuvo tanta suerte; antes de ser dejado ir, recibió un puñetazo en el estómago que arrancó un chillido de la garganta de la joven mujer.
Él comenzó a alejarse y ella corrió tras él. Poco quedaba ya de sus intenciones de continuar buscando el monedero; sería imposible encontrarlo entre tanta gente y ahora, le gustase o no, se sentía en deuda con el moreno. Después de todo, ella creía firmemente que se trataba de un buen samaritano que se había detenido a ayudarla no una, sino dos veces de forma desinteresada. ¿Cómo podía darle la espalda? No, a ella no la habían educado para ser una oportunista que se aprovecha de la ayuda de los demás y luego huye. Tenía que retribuirle la ayuda si quería quedarse con la consciencia tranquila.
-¡Espera! ¿Estás bien? -Al llegar a su lado, se quitó la mochila para rebuscar en un bolsillito interior, que afortunadamente no había sido alcanzado por la tajada, un atado de hojas que había recogido durante su travesía en el bosque de las Illidenses- ¡Déjame ayudarte! Te lo debo, eso... eso ha sido en parte mi culpa. -Susurró con la mirada gacha, pero pronto recuperó los ánimos- ¡Mira! ¿Ves estas hierbas? En una infusión, tienen propiedades anestésicas. Te hará pasar el dolor en un instante. -Tuvo que correr para no quedarse atrás; Eyre no sabía cuándo dejar de insistir porque era incapaz de percibir el momento en que el idioma corporal de alguien decía “déjame solo”- ¡Yo lo haré por ti! Sólo tengo que calentar un poco de agua. En tu negocio debe haber una pava, ¿verdad?
Dio la casualidad de que, justo al decir esto, llegaron a la tienda de ropa que, supuestamente, pertenecía al moreno. La jovencita sonrió con entusiasmo, tomó la mano del hombre y se adentró en el negocio, arrastrándolo tras de sí con toda la confianza del mundo. ¡Lo ayudaría y pronto estarían a mano!
-¡Vaya! -Eyre observó que no sólo eran ropajes de etiqueta masculinos como el otro había dicho, sino que también, entre éstos, había preciosos atuendos femeninos y sombreros de todos los colores y tamaños. Corrió hacia un pomposo vestido azul de falda abultada repleta de volados de un tono más claro y lo sacó de la percha para palpar su tela. Sin embargo, pronto recordó que no tenía con qué pagarlo y, con el ropaje aún entre manos, se obligó a volver a poner la atención al asunto más urgente.
-Seguro que hay al menos una pequeña cocinita para preparar el té, ¿dónde dices que está?
-¡Bienvenidos! ¿Qué se les ofreee... ¡TÚ!
Al otro lado del pasillo, una señora regordeta y cuarentona, a juzgar por las canas y las arrugas que surcaban sus ojos, apuntaba con el dedo índice al moreno en gesto acusador.
-¡MARCUS, VEN! ¡Es el tipo que te dije que me robó más temprano! ¡Vaaaya, ladrón, te has metido en el lugar equivocado!
Eyre abrió los ojos como platos y alternó la mirada entre la mujer y el muchacho. En cuestión de segundos, un hombre mayor con cara de pocos amigos se sumó a la escena, apareciendo desde lo que, en efecto, se trataba de una cocinita adosada al negocio.
-¿¡Este de aquí!? -Vociferó el viejo, golpeándose el puño contra la palma de la mano- ¡¡A ver, ratero, dice mi esposa que le has robado!! ¿¡Qué piensas hacer al respecto!?
Eyre tragó saliva y retrocedió disimuladamente hacia la puerta. -¡De-debe ser una equivocación! -Masculló. ¿Qué le pasaba a ese pobre chico, que todos se las tomaban con él?
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
A veces el ser tan encantador con las mujeres tenía serias desventajas, en este caso en particular la desgracia de Matthew estaba personificada en la forma de una morena de preciosos ojos que lo seguía para todos lados. Lo habían educado para ser un oportunista que se aprovechara de los demás y luego huyera, Owens estaba acostumbrado a que no siempre fuera sencillo escapar, pero lo desconcertaba un poco este asunto de que lo siguieran para agradecerle cosas.
-No es nada serio – Respondió el estafador intentando mantener lejos a la muchacha para que no toque la zona adolorida – Con un poco de descanso se me pasara – Pero no había caso, ella continuaba hablando e intentando ayudar – No diga eso… - Le dijo Matt cuando la muchacha menciono que era en parte su culpa, y por dentro pensó “¡Es completamente tu culpa!” El olor de las hierbas hizo que el hombre se tapara la nariz y mirara para otro lado, no le gustaban para nada ese tipo de remedios caseros, solían ser apestosos, poco higiénicos y por lo general eran puros cuentos, él lo sabía bien, estafaba a gente a diario con tonterías así.
Acelero el paso pero todo lo rápida que la joven no había sido al momento de escapar, parecía compensarlo ahora ¡Es que no entendía cuando era momento de rendirse! Matthew se masajeo a los costados de la cabeza, dejando escapar un suspiro de agotamiento, no le gustaba ser grosero, pero estaba pensando seriamente en responder con un insulto si así lograba que la muchacha se fuera. Pero antes de que pudiera abrir la boca la mujer lo agarro y lo arrastro adentro del negocio… De “su” negocio de ropa.
Owens intentó agarrar a la muchacha, le sacó el vestido de las manos para que dejara de distraerse, pero era demasiado tarde, la dueña del local apareció y lo reconoció de inmediato. Era posible que más temprano hubiese estado por allí, y que quizás se hubiese probado algunas camisas mientras galanteaba con la dueña del lugar y que en un descuido hubiese desaparecido. Pero, por como Matt lo veía, eso no podía considerarse un robo, sino más bien un magnifico descuento tomando en cuenta los servicios de cortejo prestados.
-Es solo un error… - Comenzó a decir Matthew mientras retrocedía hacia la puerta – Le aseguro que mi intención era pagarlo más tarde – Pero de nada servía hablar, el enojado marido comenzó a lanzar puñetazos que Owens esquivaba con bastante agilidad – No tenemos por qué recurrir a la violencia – Agarró uno de los maniquí de busto y lo interpuso entre él y el agresor, utilizándolo de escudo, aunque no duro, el puño lo traspaso limpiamente y Matt fue caminando hacia atrás con la mano del hombre intentando agarrarlo a través del agujero.
El estafador cayó de espalda al piso, y el dueño del local trastabillo para caer encima de él, pero Matthew apoyó los pies y empujo con fuerza, haciendo que tanto el hombre como el maniquí roto salieran disparados hacia atrás. Se puso en pie y sonrió, satisfecho al ver que el sujeto había caído sobre unas cajas de frutas y al parecer no se levantaba. Un golpe en la nuca hizo que la sonrisa se desvaneciera, era la señora del local que con palo en mano parecía estar más que dispuesta a continuar golpeándolo.
-No es nada serio – Respondió el estafador intentando mantener lejos a la muchacha para que no toque la zona adolorida – Con un poco de descanso se me pasara – Pero no había caso, ella continuaba hablando e intentando ayudar – No diga eso… - Le dijo Matt cuando la muchacha menciono que era en parte su culpa, y por dentro pensó “¡Es completamente tu culpa!” El olor de las hierbas hizo que el hombre se tapara la nariz y mirara para otro lado, no le gustaban para nada ese tipo de remedios caseros, solían ser apestosos, poco higiénicos y por lo general eran puros cuentos, él lo sabía bien, estafaba a gente a diario con tonterías así.
Acelero el paso pero todo lo rápida que la joven no había sido al momento de escapar, parecía compensarlo ahora ¡Es que no entendía cuando era momento de rendirse! Matthew se masajeo a los costados de la cabeza, dejando escapar un suspiro de agotamiento, no le gustaba ser grosero, pero estaba pensando seriamente en responder con un insulto si así lograba que la muchacha se fuera. Pero antes de que pudiera abrir la boca la mujer lo agarro y lo arrastro adentro del negocio… De “su” negocio de ropa.
Owens intentó agarrar a la muchacha, le sacó el vestido de las manos para que dejara de distraerse, pero era demasiado tarde, la dueña del local apareció y lo reconoció de inmediato. Era posible que más temprano hubiese estado por allí, y que quizás se hubiese probado algunas camisas mientras galanteaba con la dueña del lugar y que en un descuido hubiese desaparecido. Pero, por como Matt lo veía, eso no podía considerarse un robo, sino más bien un magnifico descuento tomando en cuenta los servicios de cortejo prestados.
-Es solo un error… - Comenzó a decir Matthew mientras retrocedía hacia la puerta – Le aseguro que mi intención era pagarlo más tarde – Pero de nada servía hablar, el enojado marido comenzó a lanzar puñetazos que Owens esquivaba con bastante agilidad – No tenemos por qué recurrir a la violencia – Agarró uno de los maniquí de busto y lo interpuso entre él y el agresor, utilizándolo de escudo, aunque no duro, el puño lo traspaso limpiamente y Matt fue caminando hacia atrás con la mano del hombre intentando agarrarlo a través del agujero.
El estafador cayó de espalda al piso, y el dueño del local trastabillo para caer encima de él, pero Matthew apoyó los pies y empujo con fuerza, haciendo que tanto el hombre como el maniquí roto salieran disparados hacia atrás. Se puso en pie y sonrió, satisfecho al ver que el sujeto había caído sobre unas cajas de frutas y al parecer no se levantaba. Un golpe en la nuca hizo que la sonrisa se desvaneciera, era la señora del local que con palo en mano parecía estar más que dispuesta a continuar golpeándolo.
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Eyre dio un paso atrás y ahogó un gritito, paralizada ante semejante trifulca. Se preguntó cómo el moreno, que parecía un hombre demasiado pulcro y prolijo como para saber pelear, se las arreglaba tan bien para esquivar cada uno de los golpes lanzados por el otro sujeto. Parecía... experimentado. Ella, mientras tanto, avanzó hacia la salida apenas consiguió salir del estado de estupefacción en que se encontraba y, desde allí, se dedicó a animar a su “acompañante”.
-¡Ay, cuidado! ¡Esquívalo, esquívalo! ¡¡Por Odín, paren este sinsentido!!
Pero sus palabras no eran tomadas en cuenta por nadie; el dueño del lugar seguía intentando agarrar al supuesto ladrón y su esposa no tardaría en sumarse. Cuando los dos hombres terminaron en el suelo, Eyre vio que no se detendrían hasta que alguien terminase seriamente herido. Resignándose a que no podría hacerlos entrar en razón con palabras, alzó una mano y se concentró en los maniquíes que rodeaban la escena. [1]Bastó un instante de concentración para ejercer su voluntad sobre éstos, haciendo que se abalanzaran sobre la pareja local, empujándolos bruscamente hacia un costado y liberando al moreno.
Con los maniquíes a modo de barrera provisional entre ellos y los iracundos dueños, la jovencita tomó con premura la mano del hombre y lo arrastró fuera del local. La gente que pasaba por la acera los observó con sorpresa tan solo por un instante antes de retomar su camino; era una ciudad grande y seguramente estaban acostumbrados a ver ese tipo de situaciones diariamente. Presurosa, guió al muchacho hasta dar la vuelta a la esquina y, cuando creyó que estaban fuera de peligro, lo soltó.
-¿¡Estás bien!? ¿Cómo está tu cabeza? -Inquirió casi a los gritos, quitándole una vez más el vestido para liberarle las manos- Ay, deberíamos devolver esto... -Masculló, observando el bellísimo atuendo azul. Sin embargo, era un suicidio regresar al local- Si nos lo quedamos, es como que al final sí que lo robamos... Y no somos ladrones. -Alzó tímidamente la mirada hacia el otro. Había pensado firmemente que los dueños se equivocaban al inculparlo, pero...- No lo somos, ¿verdad? -Preguntó en voz baja mientras clavaba sus grandes ojos en los ajenos. ¿Y si, al final, aquella pareja no estaba tan errada?
_____
[1]Uso de Habilidad Racial: Telequinesis
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Matthew estaba con los brazos levantados, dispuesto a arriesgarse a que se los rompan siempre y cuando dejaran indemne su rostro. Pero el golpe nunca llego, el estafador abrió los ojos para averiguar qué había pasado y se sorprendió al ver que los maniquíes de pronto formaban un muro protector que no permitía pasar a la pareja. Eso no tenía sentido, esas cosas no tenían voluntad propia…
No tuvo tiempo para poder pensarlo mucho, pronto la muchacha lo agarró y comenzó a correr ¡Ah! ¡Ahora si podía correr! Esquivaba a la gente con bastante torpeza, pero por suerte nadie más les busco pelea en el corto trayecto hasta que pudieron detenerse. Estaba aún recuperando el aliento cuando la muchacha lo increpo “Vaya, la rescatas de un hombre tiburón y te agradecen tratándote de ladrón”, sacudió el polvo de su ropa y acomodó el cuello de la camisa mientras pensaba en qué responder.
-Mi cabeza está bastante adolorida aún, pero gracias por preguntar – Carraspeo y agregó – La verdad es que…resulta bastante incomodo el tener que hablar de esto… - Apoyó la mano en el sitio donde lo habían golpeado, iba a salirle un horrible chichón – Es cierto que estuve en la tienda antes, por eso sabía exactamente donde estaba y pude mentirle al marinero – Suspiró – Fui para hacerme algo de ropa a medida, me gusta vestir bien como notarás… La señora comenzó a… coquetear conmigo – Matt desvió la mirada y se tapo la boca como si el decir todo eso le causara mucha vergüenza – Intenté rechazarla amablemente pero insistía, y al final tuve que ser muy directo con mis palabras, no se lo tomo a bien y me echo del lugar prácticamente a patadas – Volvió a suspirar y le sonrió a la joven para infundirle calma – Sinceramente preferiría dejar ese desagradable momento atrás, no quiero causar más problemas ni tampoco amargar a su marido.
Agarró la muñeca de la muchacha y la sostuvo con firmeza, pero sin hacerle daño, mirándola directamente a los ojos.
-Hazme caso, acabas de llegar y ya tuviste muchos problemas, es mejor que dejes pasar esto y continúes con lo que sea que viniste a hacer – Había entendido en ese corto periodo que la chica era bastante impulsiva, no iba a permitir que volviera a arrastrarlo a alguna delirante situación – En cuanto al vestido, si vas ahora a devolverlo seguramente no te escucharán y querrán golpearte, creo que deberías quedártelo – Sonrió con dulzura y agregó – No creo que haya una sola mujer en esta isla a la que pudiera quedarle mejor.
“Y si quieres devolverlo vas a ir sola” Es lo que pensó Matthew, había tenido suficientes problemas para más de un día, ahora solo quería llegar a algún lugar donde pudiera relajarse, tomar algo, y quizás conocer a alguna linda muchacha… Una con ojos color cielo, y cabello castaño ¡Pero que no atrajera a la mala suerte!
-Si te remuerde la consciencia, puedes trabajar y pagarlo – Dijo el estafador mientras se daba la vuelta – Hay muchos sitios dispuestos a contratar a una bonita muchacha – Pero si quería saber cuáles y donde estaban tendría que preguntárselo, y toda información tenía un precio.
Fue caminando a paso lento por la calle, a pocas cuadras había una buena taberna donde podría comer algo sin que nadie quisiera golpearlo o insultarlo.
No tuvo tiempo para poder pensarlo mucho, pronto la muchacha lo agarró y comenzó a correr ¡Ah! ¡Ahora si podía correr! Esquivaba a la gente con bastante torpeza, pero por suerte nadie más les busco pelea en el corto trayecto hasta que pudieron detenerse. Estaba aún recuperando el aliento cuando la muchacha lo increpo “Vaya, la rescatas de un hombre tiburón y te agradecen tratándote de ladrón”, sacudió el polvo de su ropa y acomodó el cuello de la camisa mientras pensaba en qué responder.
-Mi cabeza está bastante adolorida aún, pero gracias por preguntar – Carraspeo y agregó – La verdad es que…resulta bastante incomodo el tener que hablar de esto… - Apoyó la mano en el sitio donde lo habían golpeado, iba a salirle un horrible chichón – Es cierto que estuve en la tienda antes, por eso sabía exactamente donde estaba y pude mentirle al marinero – Suspiró – Fui para hacerme algo de ropa a medida, me gusta vestir bien como notarás… La señora comenzó a… coquetear conmigo – Matt desvió la mirada y se tapo la boca como si el decir todo eso le causara mucha vergüenza – Intenté rechazarla amablemente pero insistía, y al final tuve que ser muy directo con mis palabras, no se lo tomo a bien y me echo del lugar prácticamente a patadas – Volvió a suspirar y le sonrió a la joven para infundirle calma – Sinceramente preferiría dejar ese desagradable momento atrás, no quiero causar más problemas ni tampoco amargar a su marido.
Agarró la muñeca de la muchacha y la sostuvo con firmeza, pero sin hacerle daño, mirándola directamente a los ojos.
-Hazme caso, acabas de llegar y ya tuviste muchos problemas, es mejor que dejes pasar esto y continúes con lo que sea que viniste a hacer – Había entendido en ese corto periodo que la chica era bastante impulsiva, no iba a permitir que volviera a arrastrarlo a alguna delirante situación – En cuanto al vestido, si vas ahora a devolverlo seguramente no te escucharán y querrán golpearte, creo que deberías quedártelo – Sonrió con dulzura y agregó – No creo que haya una sola mujer en esta isla a la que pudiera quedarle mejor.
“Y si quieres devolverlo vas a ir sola” Es lo que pensó Matthew, había tenido suficientes problemas para más de un día, ahora solo quería llegar a algún lugar donde pudiera relajarse, tomar algo, y quizás conocer a alguna linda muchacha… Una con ojos color cielo, y cabello castaño ¡Pero que no atrajera a la mala suerte!
-Si te remuerde la consciencia, puedes trabajar y pagarlo – Dijo el estafador mientras se daba la vuelta – Hay muchos sitios dispuestos a contratar a una bonita muchacha – Pero si quería saber cuáles y donde estaban tendría que preguntárselo, y toda información tenía un precio.
Fue caminando a paso lento por la calle, a pocas cuadras había una buena taberna donde podría comer algo sin que nadie quisiera golpearlo o insultarlo.
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
-¿¡Coquetear contigo!? -Inquirió casi gritando, llamando, una vez más, la atención de los transeúntes. Se llevó las manos a la boca para ahogar la exclamación, abrió los ojos de par en par y alzó las cejas. ¿Cómo podía ser que una mujer casada coquetease así con un extraño, justo en la tienda que compartía con su marido? ¡Cuán descarada podía ser la gente! En Beltrexus no solían verse tales cosas. Tenía que grabarse en la memoria que la gente del continente no era como los honorables isleños.
La pobre e inocente jovencita acababa de tragarse la historia sin más. No estaba acostumbrada a los mentirosos y, dado que el primer gesto del hombre había sido “ayudarla”, no podía verlo como una mala persona. Además, resultaba ser muy convincente. No pudo evitar ruborizarse al sentir el firme pero amable agarre. Bajó la mirada, incapaz de sostener el contacto visual.
-No debería quedármelo, p-pero... tampoco quiero que me golpeen. -Miró de refilón la dulce sonrisa del moreno antes de volver a bajar los ojos- Supongo que tienes razón. Si lo pago luego, no será un robo, sólo... una adquisición por adelantado. -Masculló, intentando autoconvencerse. La verdad era que se sentía sumamente incómoda andando por ahí usando su vestido sucio y roto. Observó el atuendo nuevo, tan precioso con su tela de colores vibrantes y volados que parecían flotar en el aire, y lo apretó contra su pecho. Sí, ¡lo quería! Sin embargo... ¿cómo iba a pagarlo?
-¿Dónde dices que...? -Pero, para cuando alzó la mirada, el hombre ya estaba varios pasos por delante. Nerviosa, echó a correr para alcanzarlo. Comenzaba a tomarle confianza y se sentía segura a su lado; además, ahora que no tenía ni una sola moneda en los bolsillos, le convenía acompañar a la única persona que le había mostrado algo de compasión. Quizás, pensó con esperanzas, él podía aconsejarla- ¿Dónde dices que podrían contratarme? -Repitió una vez llegó a su lado, casi sin aliento- ¿Y qué crees que podría hacer? Yo... -Dudó. Jamás había sentido vergüenza por lo que iba a decir. No obstante, ahora que estaba por su cuenta y comenzaba a ver gente independiente que iba y venía, ganándose la vida a base de sudor y esfuerzo, se sentía en cierto modo inferior a ellos. Tenía la impresión de que ser una niña de buena cuna no estaba bien visto por esas personas- ...jamás he trabajado. -Dijo con apenas un hilo de voz y la mirada fija en el suelo.
No hizo falta caminar mucho para llegar al siguiente lugar donde se detendrían. Cuando Eyre alzó los ojos, observó con el ceño fruncido el cartel del local. -“Taberna del cerdo feliz”. -Leyó con incredulidad. ¿A quién se le ocurría nombrar un local con semejante título? No sonaba muy acogedor. Se encogió de hombros y entró junto a su acompañante. Nunca había estado en una taberna...
...Y jamás se imaginó que pudiera ser un sitio tan desagradable.
En el preciso momento en que entraron, una jarra de cerveza se estampó medio metro por encima de ellos, destrozándose en mil pedazos. Eyre exhaló un agudo chillido y se encogió, intentando protegerse el rostro con el vestido nuevo cuando los pequeños trozos de cristal y las gotas de cerveza cayeron sobre ellos. Pasado el peligro, alzó la vista sólo para comprobar que nadie, absolutamente nadie, había reparado en la escena. Todo seguía como si nada: la gente bebía, unos cuantos reían a carcajadas, otros jugaban a las cartas, y el cantinero limpiaba vasos con un trapo que alguna vez había sido blanco, pero ahora era de un insano color marrón oscuro. Cada vez más asqueada, comprobó que la paja que cubría el piso probablemente no había sido cambiada nunca y pudo sentir con horror cómo alguna clase de insecto le trepaba por la pierna derecha.
-Podrían... podrían al menos abrir una ventana. -Rezongó, intentando no respirar el aire viciado con olor a... no quería saber qué- ¿Seguro que este es el lugar al que querías venir? -Alzó la mirada para buscar la del moreno. Definitivamente, un hombre como él no encajaba en un lugar como ese. Y, a juzgar por las miradas que le lanzaban algunos de los presentes, una niña como ella... tampoco era algo usual por esos lares.
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
“Una adquisición por adelantado”, la chica comenzaba a entender lentamente cómo funcionaban las cosas en la ciudad, Matt rió internamente mientras pensaba la cantidad de cosas que había conseguido de modo “adelantado”. Claro que el pago de todos esos objetos se estaba retrasando unos… 20 años, pero bueno, por ahí decían que lo que importaba era la intención.
Cuando la muchacha admitió que jamás había trabajado una vocecita irónica dijo en la mente de Matthew “¡No me digas!” lo sorprendente hubiese sido que le dijera que si trabajaba. La miro de reojo mientras seguían caminando, la primera respuesta que se le venía a la mente al estafador seguramente no sería del agrado de tan delicada señorita, así que era mejor hablar con algunas palabras rimbombantes que amortiguaran el impacto.
-Pues podrías ser camarera, pinche de cocina, ayuda social, mozo de cuadra, bailarina exótica – Matt hizo un gesto con la mano como para decir “etcétera” –Tendrá que ser algo que no requiera de demasiada experiencia – Siguió caminando con las manos en los bolsillos y agrego de forma desinteresada- Aunque tal vez podrías… No, no creo que puedas, olvídalo.
Matthew abrió la puerta para permitirle a la joven entrar primero, lo hizo con los modales de quien permite a una duquesa entrar al salón de baile de una mansión, y sin embargo la realidad era muy diferente. La Taberna del cerdo feliz era muy conocida en el pueblo, y no precisamente por su buen servicio y por su higiene, era un buen sitio para conseguir trabajos por fuera de la legalidad, además tenía mesas para apostar y lindas señoritas que podían invitarte a pasar el rato.
El estafador tenía algo de reputación, no necesariamente buena, y por lo tanto podía sentarse tranquilo, sabiendo que no lo molestarían.
-Mas que seguro, Querida señorita – Varios pares de ojos los seguían, algunos porque habían tenido negocios con Matt en el pasado, otros porque no entendían que hacía una joven como esa en un lugar así. Sea como fuere, el humano estaba disfrutando de la atención, ese era el tipo de entorno en el que había crecido, y en el que había luchado para poder hacerse un espacio y volverse el tipo de hombre que era ahora – No se deje engañar por las apariencias, este es el mejor lugar para poder pasar un buen rato.
Se acercó a una mesa y aparato una silla para ofrecérsela a la muchacha, luego se sentó él en frente. Se quedó mirando fijamente a la chica, como evaluando de qué sería capaz y hasta donde podría llegar con ella. Por lo pronto debía estar bastante desesperada para seguir a un completo desconocido hasta un lugar como ese, Matthew sonrió porque le encantaban las personas sin demasiadas opciones.
-Creo que entre tantos problemas siquiera nos presentamos como corresponde – Con la espalda muy recta y la cabeza ligeramente levantada el estafador dijo con orgullo- Mi nombre es Luciano Gentile, un placer conocerla señorita.
El griterío de alrededor no parecía afectarle en lo más mínimo, la jarra que había volado cuando entraron fue solo el primero de muchos objetos que pasaban de un lado a otro. Nadie parecía muy preocupado por la destrucción generalizada, pero si alguno se pasaba los mismos marineros del lugar se encargaban de sacarlo a los golpes del establecimiento. En medio de ese caos, Matt se mantenía sentado con las piernas cruzadas muy tranquilo, sonriendo con amabilidad a la niña mientras por dentro pensaba que tenía que ver la manera de conseguir algo más de dinero o la tarde entera habría sido un fracaso.
-Deje que la invite algo de beber, imagino que una dama tan fina no querrá tomar nada demasiado fuerte, puedo recomendarle la perada, tiene buen sabor – Levanto la mano he hizo un gesto al tabernero para que le trajera lo de siempre.
Cuando la muchacha admitió que jamás había trabajado una vocecita irónica dijo en la mente de Matthew “¡No me digas!” lo sorprendente hubiese sido que le dijera que si trabajaba. La miro de reojo mientras seguían caminando, la primera respuesta que se le venía a la mente al estafador seguramente no sería del agrado de tan delicada señorita, así que era mejor hablar con algunas palabras rimbombantes que amortiguaran el impacto.
-Pues podrías ser camarera, pinche de cocina, ayuda social, mozo de cuadra, bailarina exótica – Matt hizo un gesto con la mano como para decir “etcétera” –Tendrá que ser algo que no requiera de demasiada experiencia – Siguió caminando con las manos en los bolsillos y agrego de forma desinteresada- Aunque tal vez podrías… No, no creo que puedas, olvídalo.
Matthew abrió la puerta para permitirle a la joven entrar primero, lo hizo con los modales de quien permite a una duquesa entrar al salón de baile de una mansión, y sin embargo la realidad era muy diferente. La Taberna del cerdo feliz era muy conocida en el pueblo, y no precisamente por su buen servicio y por su higiene, era un buen sitio para conseguir trabajos por fuera de la legalidad, además tenía mesas para apostar y lindas señoritas que podían invitarte a pasar el rato.
El estafador tenía algo de reputación, no necesariamente buena, y por lo tanto podía sentarse tranquilo, sabiendo que no lo molestarían.
-Mas que seguro, Querida señorita – Varios pares de ojos los seguían, algunos porque habían tenido negocios con Matt en el pasado, otros porque no entendían que hacía una joven como esa en un lugar así. Sea como fuere, el humano estaba disfrutando de la atención, ese era el tipo de entorno en el que había crecido, y en el que había luchado para poder hacerse un espacio y volverse el tipo de hombre que era ahora – No se deje engañar por las apariencias, este es el mejor lugar para poder pasar un buen rato.
Se acercó a una mesa y aparato una silla para ofrecérsela a la muchacha, luego se sentó él en frente. Se quedó mirando fijamente a la chica, como evaluando de qué sería capaz y hasta donde podría llegar con ella. Por lo pronto debía estar bastante desesperada para seguir a un completo desconocido hasta un lugar como ese, Matthew sonrió porque le encantaban las personas sin demasiadas opciones.
-Creo que entre tantos problemas siquiera nos presentamos como corresponde – Con la espalda muy recta y la cabeza ligeramente levantada el estafador dijo con orgullo- Mi nombre es Luciano Gentile, un placer conocerla señorita.
El griterío de alrededor no parecía afectarle en lo más mínimo, la jarra que había volado cuando entraron fue solo el primero de muchos objetos que pasaban de un lado a otro. Nadie parecía muy preocupado por la destrucción generalizada, pero si alguno se pasaba los mismos marineros del lugar se encargaban de sacarlo a los golpes del establecimiento. En medio de ese caos, Matt se mantenía sentado con las piernas cruzadas muy tranquilo, sonriendo con amabilidad a la niña mientras por dentro pensaba que tenía que ver la manera de conseguir algo más de dinero o la tarde entera habría sido un fracaso.
-Deje que la invite algo de beber, imagino que una dama tan fina no querrá tomar nada demasiado fuerte, puedo recomendarle la perada, tiene buen sabor – Levanto la mano he hizo un gesto al tabernero para que le trajera lo de siempre.
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Hasta que se sentaron en una de las pocas mesas vacías que quedaban, Eyre se mantuvo callada o, más bien, anonadada. Si bien para una chica como ella, que había vivido encerrada en casa gran parte de su vida, el mundo exterior era enteramente nuevo, al menos solía tener cierta idea de lo que podía encontrarse gracias a las gruesas enciclopedias que había leído, no una, sino dos o tres veces por puro aburrimiento. No obstante, no había ningún libro en su biblioteca que hablase sobre tabernas, qué esperar de ellas o cómo comportarse estando en una. Sus grandes ojos color zafiro lo observaban todo muy abiertos. Casi prefería estar perdida en el bosque que metida en un lugar así.
Al sentarse, no tuvo mejor idea que apoyar los antebrazos sobre la mesa. El gesto de profundo asco que desfiguró su bello rostro en ese instante era digno de ser retratado; la tabla estaba tan pegajosa que pudo sentir el inmundo pegote adhiriéndose a su piel. Asqueada, retiró los brazos y, tras suspirar profundamente, comenzó a limpiarse con la falda de su vestido. Resignada a que no encontraría ni la más mínima higiene en aquel lugar, decidió quedarse bien quieta y terminó por alzar la mirada para retornar su atención hacia el moreno, quien en ese momento estaba presentándose.
Sus mejillas se tiñeron de carmín al percatarse de lo maleducada que había sido al guardarse su nombre hasta ese entonces- ¡Ah, lo siento! He sido muy descortés. Mi nombre es Eyre Le... -Calló abruptamente, dándose cuenta a último momento de que, quizás, decir su nombre completo no era la mejor idea. Sus padres debían estar buscándola y no le extrañaría que, con su poder, lograran que medio mundo supiera su nombre a esas alturas. Al final, carraspeó y se corrigió sobre la marcha- ...na. Eyre Lena. Es un gusto, Luciano Gentile. Ojalá nos hubiéramos conocido en... umh... mejores circunstancias. -Sonrió y se encogió de hombros- ¿Perada? -Inquirió con genuino interés. Avergonzada por no saber de qué se trataba aquella bebida y decidida a disimular su ignorancia, terminó por asentir- Está bien, te lo agradezco.
Justo entonces una de las camareras, que vestía un muy pronunciado escote, pasó por su lado portando una bandeja con diferentes bebidas. Se preguntó cuál de todas esas sería una “perada”, pero pronto su atención cambió de flanco al notar cómo uno de los marineros tocaba descaradamente el trasero de la muchacha, que parecía estar demasiado acostumbrada como para darse por aludida. Ninguno de los trabajos que “Luciano” mencionó le habían gustado, todos sonaban indignos y vergonzosos aunque, ahora, camarera pacería ser definitivamente el peor.
Ruborizada, Eyre volvió a voltearse para mirar a su acompañante y, con un notable tinte de preocupación en su voz, preguntó:
-¿Cuál era el otro trabajo que ibas a decir? Debe... debe haber más opciones. Quizás sí puedo hacerlo. -Se removió con incomodidad en la silla antes de añadir, genuinamente curiosa: -Tú, por ejemplo, ¿en qué trabajas?
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Nervios, las mejillas coloradas, desviar la mirada y tartamudear, la muchacha acababa de hacer un ejercicio práctico de todo lo que no había que hacer sí querías que alguien creyera tus mentiras. Matthew se tapo la boca con la mano para ocultar su risa, engañar a alguien no era tan sencillo como todos pensaban, pero mentirle a un estafador era casi imposible. Un modo sencillo de hacer que un principiante se pisara era haciendo muchas preguntas, tarde o temprano los relatos se contradecían, pero no tenía sentido hacerlo, Matt estaba mucho mas cómodo de esa manera.
-La verdad es que no crecen grandes cantidades de peras en esta parte de la ciudad, se requiere de un clima más frío, pero de alguna manera consiguen unas deliciosas botellas de peradas, no sé quien será su proveedor pero debo agradecerle ya que el resto de los tragos saben terriblemente mal - El estafador dudo de que una muchacha tan delicada supiera sobre las bebidas de los plebeyos, así que hizo un rodeo para explicar qué iban a beber y no obligarla a preguntar - Además, seamos sinceros, la mayoría de los presentes siquiera deben saber lo que es, nunca varían mucho de la cerveza y el vino ¿Verdad? jajaja
El estafador siquiera movió los ojos cuando Mary, la camarera, pasó por al lado suyo, cuando se estaba en presencia de una mujer lo peor que podía hacer era desviar su atención de ella. De cualquiera manera, una mesera manoseada era algo tan habitual que siquiera era digno de mencionarse, las muchachas que trabajaban en esos lugares eran como un objeto más del lugar, se daba por sobreentendido que sí pagabas un trago tenías derecho a cierto nivel de manoseo sobre el personal.
-Hay modos mucho más rápido de ganar dinero, en una noche podrías juntar lo suficiente como para vivir cómodamente durante meses, y sin tener que hacer tareas degradantes o poner en juego tu honor - Pusieron dos bebidas frente a ellos, Matthew le sonrió a Mary a modo de agradecimiento y le guiño un ojo, ambos rieron y continuaron con sus asuntos - Básicamente, hablo de apostar - Agarró el vaso y se apoyó contra el respaldo de la silla, cruzándose de piernas muy elegantemente - ¿Yo? Soy artesano, alfarero para ser más exactos, y en mis ratos libres me dedico a regatear y conseguir objetos valiosos por sumas insignificantes que luego puedo revender.
Aun era temprano, por lo que el ambiente del lugar estaba dentro de lo “aceptable”, sí, que una taberna tuviera solo a la mitad de las personas ebrias, y una o dos peleas activas podía considerarse como dentro de lo tranquilo. De todos modos Matthew contaba con que no tardaran demasiado en decidirse, siquiera él podría salir ileso sí el lugar comenzaba con su actividad nocturna habitual.
-En cualquier caso, creo que lo más correcto sería preguntarse qué es lo que usted sabe hacer, qué habilidades tiene para ofrecerle a la maravillosa tierra de Vulwulfar, seguramente debe haber aprendido alguna profesión ¿Cierto? - Dio un trago y tenía que admitir que no estaba tan mal, al menos en esta oportunidad el vaso estaba limpio - O tal vez... ¿Su familia solo pensaba comprometerla con algún buen partido? Espero no ofenderla con mis preguntas, solo intento pensar cuales son sus posibilidades de sobrevivir sola en este ambiente tan ajeno para usted.
Había puesto especial énfasis en palabras claves como “habilidades”, “profesión”, “posibilidades" y “ajeno”, el estafador calculaba que sí Eyre llegaba al nivel de desesperación adecuado sería capaz de aceptar hacer casi cualquier cosa.
-La verdad es que no crecen grandes cantidades de peras en esta parte de la ciudad, se requiere de un clima más frío, pero de alguna manera consiguen unas deliciosas botellas de peradas, no sé quien será su proveedor pero debo agradecerle ya que el resto de los tragos saben terriblemente mal - El estafador dudo de que una muchacha tan delicada supiera sobre las bebidas de los plebeyos, así que hizo un rodeo para explicar qué iban a beber y no obligarla a preguntar - Además, seamos sinceros, la mayoría de los presentes siquiera deben saber lo que es, nunca varían mucho de la cerveza y el vino ¿Verdad? jajaja
El estafador siquiera movió los ojos cuando Mary, la camarera, pasó por al lado suyo, cuando se estaba en presencia de una mujer lo peor que podía hacer era desviar su atención de ella. De cualquiera manera, una mesera manoseada era algo tan habitual que siquiera era digno de mencionarse, las muchachas que trabajaban en esos lugares eran como un objeto más del lugar, se daba por sobreentendido que sí pagabas un trago tenías derecho a cierto nivel de manoseo sobre el personal.
-Hay modos mucho más rápido de ganar dinero, en una noche podrías juntar lo suficiente como para vivir cómodamente durante meses, y sin tener que hacer tareas degradantes o poner en juego tu honor - Pusieron dos bebidas frente a ellos, Matthew le sonrió a Mary a modo de agradecimiento y le guiño un ojo, ambos rieron y continuaron con sus asuntos - Básicamente, hablo de apostar - Agarró el vaso y se apoyó contra el respaldo de la silla, cruzándose de piernas muy elegantemente - ¿Yo? Soy artesano, alfarero para ser más exactos, y en mis ratos libres me dedico a regatear y conseguir objetos valiosos por sumas insignificantes que luego puedo revender.
Aun era temprano, por lo que el ambiente del lugar estaba dentro de lo “aceptable”, sí, que una taberna tuviera solo a la mitad de las personas ebrias, y una o dos peleas activas podía considerarse como dentro de lo tranquilo. De todos modos Matthew contaba con que no tardaran demasiado en decidirse, siquiera él podría salir ileso sí el lugar comenzaba con su actividad nocturna habitual.
-En cualquier caso, creo que lo más correcto sería preguntarse qué es lo que usted sabe hacer, qué habilidades tiene para ofrecerle a la maravillosa tierra de Vulwulfar, seguramente debe haber aprendido alguna profesión ¿Cierto? - Dio un trago y tenía que admitir que no estaba tan mal, al menos en esta oportunidad el vaso estaba limpio - O tal vez... ¿Su familia solo pensaba comprometerla con algún buen partido? Espero no ofenderla con mis preguntas, solo intento pensar cuales son sus posibilidades de sobrevivir sola en este ambiente tan ajeno para usted.
Había puesto especial énfasis en palabras claves como “habilidades”, “profesión”, “posibilidades" y “ajeno”, el estafador calculaba que sí Eyre llegaba al nivel de desesperación adecuado sería capaz de aceptar hacer casi cualquier cosa.
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
El calor se le subió al rostro al percatarse de que, al parecer, sus pensamientos eran más transparentes de lo que imaginaba. Luciano Gentile parecía estar dos pasos por delante y saber perfectamente cuán confundida y fuera de lugar se sentía; esto le quedó claro cuando, sin que ella preguntase en voz alta, él se tomó la molestia de aclarar qué era una “perada”. -Es muy perspicaz para ser un humano. -Pensó, bajando la mirada y apenas esbozando una sonrisa incómoda como toda respuesta mientras, alzando la mano izquierda, se acomodaba un largo mechón de cabello tras la oreja.
Cuando las bebidas llegaron a la mesa, la jovencita tomó el vaso que le correspondía y lo analizó con escepticismo. Salvo por el tacto ligeramente pegajoso, no se veía tan sucio... al menos no como el resto del lugar. Se lo llevó a los labios y sorbió, tomándose un momento para apreciar el exótico sabor de la bebida mientras su acompañante se explayaba. A juzgar por cómo arrugó el puente de la nariz en un gesto peculiar y bastante cómico, no terminaba de convencerle; su paladar estaba acostumbrado a las sobrias bebidas de las islas. Sin embargo, tras los primeros tragos, pareció encontrarle el gusto y comenzó a beber con más entusiasmo.
Para cuando fue su turno de hablar, ya no quedaba ni una gota en su vaso. La camarera, notando esto, se acercó a rellenárselo sin preguntar, a lo cual Eyre no se negó. La joven bruja tenía las mejillas y la nariz teñidas de un simpático carmín y, al hablar, su tono sonó un tanto más desinhibido. ¡Tan dulce era la bebida, que no había notado que contenía alcohol!
-Apostar... no suena tan mal. Al menos, no tanto como todo lo anterior. -Caviló- ¡Pero no sé hacerlo! Y, además, no está bien visto. Me gustaría hacer otra cosa... pero... pero he pasado toda mi vida leyendo y, al final, resulta que... ¡que no sé hacer nada! -Empinó la perada y dio un trago muy, muy largo antes de bajar el vaso. ¿Qué porcentaje de alcohol tenía esa cosa? Bueno, para ella, que nunca había bebido y no sabía hacerlo, parecía ser mucho. -Usted no entendería, señor Gentile. Dice que es alfarero, pero también sabe regatear, sabe... sabe pelear, sabe correr muy rápido, sabe hacer muchas cosas. -Jamás en su vida había hablado con semejante desinhibición. Sin percatarse de que ya se estaba pasando, volvió a beber. Y la desgraciada de Mary volvió a rellenarle el vaso- Mi familia... mi familia sólo quería ocultarme del mundo. ¡Por eso huí! -Desembuchó casi gritando- La única... ¡hip!... la única habilidad que tengo es... es “ver hacia adelante”, adelante en el tiempo, quiero decir. ¡Y es horrible! ¿sabe? Y mis padres me encerraron por eso mismo. No querían que nadie lo supiera. ¡Hip! ¡No sé por qué! ¿Lo ve? ¡No sé nada, nada de nada!
Volvió a empinar el vaso, esta vez tan bruscamente que un hilo de jugo se deslizó por su mentón y manchó su ya de por sí sucio vestido. Avergonzada, se limpió con el antebrazo y súbitamente, con lágrimas bañándole el rostro, se puso de pie y tomó el bello y limpio atuendo azul, que había mantenido consigo hasta el momento. -¡Debo ir al tocador! -Exclamó, atrayendo aún más miradas que antes. Tras preguntar a la mesera dónde se encontraba el baño, que no era más que un apestoso cubículo con un hoyo en el suelo al fondo de la sala, se encaminó hacia allí zigzagueando entre las mesas.
Pobre “Luciano Gentile”. La próxima vez se lo pensaría dos veces antes de ofrecerle alcohol a una adolescente que jamás en su vida había cruzado los límites de la decencia.
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Mary sabía bien lo que tenía que hacer, sabia que dependiendo de con qué tipo de compañía llegara Matt tenía que poner cerveza ligeramente modificada, o quizás ron, también podía ser vino llegado el caso. No era una un secuaz propiamente dicho, sino simplemente una antigua conocida que sabia de los gustos y costumbres del estafador, y no tenía problema alguno de ayudarlo a cambio de obtener favores varios después.
En seguida Owens se dio cuenta de qué tipo de ebria era Eyre: De las que disfrutaban de decir “las cosas como son”. El estafador se dedico a asentir con gesto muy serio mientras la muchacha hablaba, agregando algún “Sí, claro” o “Tiene usted razón en eso”, y es que no tenía sentido alguno ponerse a discutir con alguien que estaba pasado de copas sobre porque es una ridiculez que una persona pudiera ver adelante en el tiempo.
-Así que de eso se trataba, sus padres siempre fueron muy sobreprotectores, me apena mucho oir eso, es usted como un pequeño pajarillo que pasó toda su vida enjaulado y ahora sale a volar por primera vez - Sí la muchacha consideraba que era una victima, pues Matthew le daría la razón y afirmaría que era la mujer mas desdichada de todo Aerandir - Es una verdadera pena que su primer vistazo al mundo sea en una situación tan poco grata.
El estafador hizo un gesto a Mary para que ya no le sirviera más bebida, era evidente que la joven no tenía tolerancia al alcohol, sí seguía así tendría que sacarla arrastrando del lugar, pagarle una habitación y de ninguna manera continuaría gastando dinero en ella.
-Ciertamente no sabe muchas cosas, pero por suerte eso tiene solución, puedo guiarla un poco sí quiere, al menos hasta que se haya asentado en la ciudad - Sonrió de modo encantador y luego hizo un gesto de asentimiento cuando la muchacha anunció que tenía que ir al “tocador”. Normalmente Matthew le hubiese advertido del estado en que se encontraba el sitio y la hubiese convencido de que era mejor no hacerlo... Pero se la veía tan decidida que intentarlo parecía hasta peligroso.
Owens suspiró y tiró lo que quedaba del trago que apenas había tocado al piso, Eyre le causaba sentimientos contradictorios, por un lado el hombre quería quitarle todo el dinero que pudiera como era lo habitual, y para eso necesitaba tratarla bien. Pero por otro lado, tenía que admitir que le irritaba mucho su actitud y era difícil controlarse, parecía una de esas niñas nacida en cuna de oro que jamás en la vida había conocido lo que era pasar hambre, o frío. Si supiera lo que se sentía crecer en las calles...
El hombre se quedó tamborileando los dedos sobre la pegajosa mesa hasta que otro de los clientes se le acercó para hablar. Era en realidad un hombre-bestia para ser más exactos, le sonreía a Matthew dejando a la vista sus pequeños y puntiagudos dientes, el humano le sonrió también.
-Buenas noches escamoso ¿Te manda tu jefe para que me des sus saludos? - El estafador se mantuvo tranquilo, incluso aunque sabia que ese encuentro no podía augurar nada bueno.
-Sabes que no es tan educado como para hacer algo como eso. Tengo que llevarte o me rompera las piernas, así que hagamos esto del modo fácil ¿Te parece? - Mientras hablaba movía ligeramente la cola, pero era difícil saber si estaba de mal humor.
-Oh, ¿En qué te has convertido? Te has rebajado tanto...- Matt hizo un gesto como de lamento y luego se rio.
-Hay cosas peores - “Como andar robándole a pobres chiquillas ingenuas” pareció decir - Andando.
-Bien, bien, de todos modos esto estaba por terminarse - El estafador se puso de pie para seguir al hombre lagarto.
En seguida Owens se dio cuenta de qué tipo de ebria era Eyre: De las que disfrutaban de decir “las cosas como son”. El estafador se dedico a asentir con gesto muy serio mientras la muchacha hablaba, agregando algún “Sí, claro” o “Tiene usted razón en eso”, y es que no tenía sentido alguno ponerse a discutir con alguien que estaba pasado de copas sobre porque es una ridiculez que una persona pudiera ver adelante en el tiempo.
-Así que de eso se trataba, sus padres siempre fueron muy sobreprotectores, me apena mucho oir eso, es usted como un pequeño pajarillo que pasó toda su vida enjaulado y ahora sale a volar por primera vez - Sí la muchacha consideraba que era una victima, pues Matthew le daría la razón y afirmaría que era la mujer mas desdichada de todo Aerandir - Es una verdadera pena que su primer vistazo al mundo sea en una situación tan poco grata.
El estafador hizo un gesto a Mary para que ya no le sirviera más bebida, era evidente que la joven no tenía tolerancia al alcohol, sí seguía así tendría que sacarla arrastrando del lugar, pagarle una habitación y de ninguna manera continuaría gastando dinero en ella.
-Ciertamente no sabe muchas cosas, pero por suerte eso tiene solución, puedo guiarla un poco sí quiere, al menos hasta que se haya asentado en la ciudad - Sonrió de modo encantador y luego hizo un gesto de asentimiento cuando la muchacha anunció que tenía que ir al “tocador”. Normalmente Matthew le hubiese advertido del estado en que se encontraba el sitio y la hubiese convencido de que era mejor no hacerlo... Pero se la veía tan decidida que intentarlo parecía hasta peligroso.
Owens suspiró y tiró lo que quedaba del trago que apenas había tocado al piso, Eyre le causaba sentimientos contradictorios, por un lado el hombre quería quitarle todo el dinero que pudiera como era lo habitual, y para eso necesitaba tratarla bien. Pero por otro lado, tenía que admitir que le irritaba mucho su actitud y era difícil controlarse, parecía una de esas niñas nacida en cuna de oro que jamás en la vida había conocido lo que era pasar hambre, o frío. Si supiera lo que se sentía crecer en las calles...
El hombre se quedó tamborileando los dedos sobre la pegajosa mesa hasta que otro de los clientes se le acercó para hablar. Era en realidad un hombre-bestia para ser más exactos, le sonreía a Matthew dejando a la vista sus pequeños y puntiagudos dientes, el humano le sonrió también.
-Buenas noches escamoso ¿Te manda tu jefe para que me des sus saludos? - El estafador se mantuvo tranquilo, incluso aunque sabia que ese encuentro no podía augurar nada bueno.
-Sabes que no es tan educado como para hacer algo como eso. Tengo que llevarte o me rompera las piernas, así que hagamos esto del modo fácil ¿Te parece? - Mientras hablaba movía ligeramente la cola, pero era difícil saber si estaba de mal humor.
-Oh, ¿En qué te has convertido? Te has rebajado tanto...- Matt hizo un gesto como de lamento y luego se rio.
-Hay cosas peores - “Como andar robándole a pobres chiquillas ingenuas” pareció decir - Andando.
-Bien, bien, de todos modos esto estaba por terminarse - El estafador se puso de pie para seguir al hombre lagarto.
- Hombre Lagarto:
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Si intentar ponerse un vestido sin manchar la tela en un “baño” con pésima higiene era ya de por sí complicado, hacerlo con todo dándole vueltas -e intentando no vomitar por el olor- era una verdadera proesa. Primero se subió la falda del vestido sucio y roto hasta la cintura y sostuvo entre sus piernas al nuevo para poder liberarse las manos. Luego, con las rodillas bien juntas, procedió a retorcerse para intentar desabrochar los botones de la espalda, tardando largos segundos en tantear dónde estaba cada uno. Por fin, cuando deslizó la tela hacia arriba para terminar de desvestirse, sus largos mechones de cabello se engancharon en la tela, arrancándole unos cuantos quejidos que llamarían la atención de quienes estuvieran cerca del cubículo.
Una vez fue libre, arrugó la sucia tela entre sus manos y bajó la mirada para apreciar en qué estado se encontraba su cuerpo. Había estado usando esa ropa desde que escapó de su hogar, hacía ya... unos cinco o seis días, tiempo en que no pudo darse un baño decente y, por ende, no se había visto desnuda. Notó entonces que las costillas le sobresalían más que antes y que tanto sus brazos como sus piernas exhibían una penosa sucesión de rasguños a causa de su paso por el bosque. Una profunda impresión causada por su desmejorado aspecto, sumada al mareo del alcohol, hicieron que la cabeza le diera vueltas por un instante.
-No llevo fuera ni una semana y ya... ya... -Gimoteó, hundiendo el rostro en los harapos que sostenía. “Y ya quiero volver”, hubiera querido decir, pero su orgullo y terquedad se lo impedían. No, no podía darse por vencida. No volvería atrás, por mucha hambre que tuviera o por mucho que sus lágrimas se negasen a dejar de fluir.
Tras exhalar un hondo suspiro, repitió el proceso anterior pero a la inversa: cambió el vestido limpio por el sucio entre sus rodillas para poder vestirse y sintió con cierta culpa cómo la sedosa e impecable tela se pegaba contra la mugre de su piel. Se acomodó el cabello con torpeza y, haciendo especial hincapié en intentar que la tela no tocase el suelo, salió del apestoso habitáculo para volver a la mesa donde se suponía que el moreno estaría esperándola.
Grande fue su sorpresa al ver que éste era acompañado por un intimidante reptil, al cual no pudo evitar quedarse mirando fijamente durante eternos segundos antes de desviar su mirada hacia el otro, observándolo con evidente confusión.
-¿Ya... Ya te vas, Luciano? -Inquirió, apretando las sucias telas contra su pecho con cierta desilusión. No podía negarlo: había llegado a sentirse segura y cómoda junto al hombre y, ahora que estaba a punto de prescindir de su amabilidad, tenía miedo de volver a quedarse sola y desamparada en esa caótica ciudad.
Aún así, apegada a sus buena educación, se abstuvo de detenerlo. Bajó la mirada y suspiró. No era quién para pedirle a un casi desconocido que se quedara acompañándola sólo para sentirse protegida.
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
El humano y el hombre-lagarto estaban a punto de irse cuando la joven apareció junto a ellos, parecía un tierno corderito a punto de ser abandonado, lo suficientemente adorable como para derretir el corazón de cualquier caballero. Por suerte, Matthew no era ningún caballero, pero si un oportunista, y sabía reconocer una oportunidad cuando se le presentaba en bandeja de plata.
-¡Vaya! ¡Señorita Eyre que cambio! – En eso al menos no mentía, el color del vestido era muy favorable para su tono de piel y de cabello – Es como si hubiese sido hecho para usted – Sonrió encantador pero sin dejar que la vista se le fuera demasiado, ya que podría ser considerado de mal gusto. No pasaba lo mismo con el resto de los hombres que estaban en la sala, quienes no tenían interés alguno en ser disimulados, y hasta pudo escucharse algunos silbidos de fondo – Claro que nos vamos, aquí mi escamoso amigo…
-Nakai-
-¡Nakai! Me estaba hablando de una posibilidad de conseguir dinero, y usted quería ganar dinero ¿Cierto? Esta oportunidad nos viene como anillo al dedo – El hombre lagarto miraba a Matt con un gesto de desconfianza y asco, la verdad sea dicha, no se diferenciaba mucho del resto de sus expresiones – Venga con nosotros, por favor, para mañana a esta misma hora estará comiendo un corte de carne de alta calidad en la mejor taberna de la ciudad.
El hombre-lagarto paso de largo, no era un héroe, no iba a meterse en lo que sea que Matthew estuviera planeando. El humano abrió la puerta para dejar pasar a la dama primero, caminaba junto a la muchacha con aires de confianza, nadie podría decir que iba camino a intentar saldar una cuenta para evitar que le rompieran todas sus extremidades. El mensajero en cambio prefería ir adelante, sin dirigirles siquiera una mirada a los demás, mientras movía la cola para equilibrar su andar.
-Tu déjame hablar a mí, el hombre que vamos a visitar es un gran amigo, pero se toma muy en serio sus negocios, así que no podemos pretender un trato especial – El hombre-lagarto dejo escapar una risa corta y sarcástica, pero Matt hizo como si no pasara nada – Tengo una excelente idea para que ambos nos veamos beneficiados.
El sitio al que se dirigían era un edificio de tres plantas, cosa llamativa en una ciudad donde a lo mucho las edificaciones llegaban a los dos pisos. En la puerta habían guardias apostados, cada uno pasaba por más de una cabeza incluso a Matthew, adentro todo el sitio estaba excesivamente adornado, “Nuevos ricos”, pensó el estafador mientras se aguantaba las ganas de hacer un revoleo de ojos “Tengo más elegancia en la uña de mi dedo meñique que en toda esta fortaleza junta”
No podríamos decir que Jax era una persona importante en la ciudad, siquiera podíamos asegurar que fuera una persona a tener en cuenta dentro del mundillo de las mafias, es sabido que esos reductos cambian de jefe de manera bastante frecuente, los lideres tienden a morir en circunstancias extrañas. De cualquier manera, en este momento era un problema a tener en cuenta, así sea porque tenía más recursos y armas que Matthew.
Cuando Owens y Eyre llegaron ante su presencia lo encontraron terminando de comer, poso su desagradable mirada primero en la muchacha y luego en el estafador. Sonrió aunque el gesto no tenía ni un poco de simpatía.
-¿Qué es lo que estás tramando ahora? ¿Con que nueva mentira piensas librarte esta vez? – Matthew hizo una reverencia y luego contestó.
-Que agradable verte, Jax, se te nota saludable y robusto – El mafioso dejó escapar un suspiro de fastidio, como si esta charla ya la hubiese escuchado antes – Tengo una propuesta para hacerte a la que no podrás resistirte.
-Sorpréndeme – Respondió mientras apoyaba la cabeza en uno de sus nudillos, como quien se dispone a oír solo motivado por un mínimo de curiosidad.
-Una apuesta, es lo que vengo a proponerte ¡Pero! Espera, espera, no te niegues aún, escúchame hasta el final – Matt tenía que apurarse ya que con un solo gesto un grupo de guardias le estarían golpeando hasta matarlo – Será a doble o nada. Si ganas, tendré que pagarte el doble pero además te daré a la bella dama que me acompaña, piénsalo como un plus. Claro que si yo gano, me perdonas la deuda y me das una parte en efectivo ¿Qué dices? No tienes nada que perder.
-¡Vaya! ¡Señorita Eyre que cambio! – En eso al menos no mentía, el color del vestido era muy favorable para su tono de piel y de cabello – Es como si hubiese sido hecho para usted – Sonrió encantador pero sin dejar que la vista se le fuera demasiado, ya que podría ser considerado de mal gusto. No pasaba lo mismo con el resto de los hombres que estaban en la sala, quienes no tenían interés alguno en ser disimulados, y hasta pudo escucharse algunos silbidos de fondo – Claro que nos vamos, aquí mi escamoso amigo…
-Nakai-
-¡Nakai! Me estaba hablando de una posibilidad de conseguir dinero, y usted quería ganar dinero ¿Cierto? Esta oportunidad nos viene como anillo al dedo – El hombre lagarto miraba a Matt con un gesto de desconfianza y asco, la verdad sea dicha, no se diferenciaba mucho del resto de sus expresiones – Venga con nosotros, por favor, para mañana a esta misma hora estará comiendo un corte de carne de alta calidad en la mejor taberna de la ciudad.
El hombre-lagarto paso de largo, no era un héroe, no iba a meterse en lo que sea que Matthew estuviera planeando. El humano abrió la puerta para dejar pasar a la dama primero, caminaba junto a la muchacha con aires de confianza, nadie podría decir que iba camino a intentar saldar una cuenta para evitar que le rompieran todas sus extremidades. El mensajero en cambio prefería ir adelante, sin dirigirles siquiera una mirada a los demás, mientras movía la cola para equilibrar su andar.
-Tu déjame hablar a mí, el hombre que vamos a visitar es un gran amigo, pero se toma muy en serio sus negocios, así que no podemos pretender un trato especial – El hombre-lagarto dejo escapar una risa corta y sarcástica, pero Matt hizo como si no pasara nada – Tengo una excelente idea para que ambos nos veamos beneficiados.
El sitio al que se dirigían era un edificio de tres plantas, cosa llamativa en una ciudad donde a lo mucho las edificaciones llegaban a los dos pisos. En la puerta habían guardias apostados, cada uno pasaba por más de una cabeza incluso a Matthew, adentro todo el sitio estaba excesivamente adornado, “Nuevos ricos”, pensó el estafador mientras se aguantaba las ganas de hacer un revoleo de ojos “Tengo más elegancia en la uña de mi dedo meñique que en toda esta fortaleza junta”
No podríamos decir que Jax era una persona importante en la ciudad, siquiera podíamos asegurar que fuera una persona a tener en cuenta dentro del mundillo de las mafias, es sabido que esos reductos cambian de jefe de manera bastante frecuente, los lideres tienden a morir en circunstancias extrañas. De cualquier manera, en este momento era un problema a tener en cuenta, así sea porque tenía más recursos y armas que Matthew.
Cuando Owens y Eyre llegaron ante su presencia lo encontraron terminando de comer, poso su desagradable mirada primero en la muchacha y luego en el estafador. Sonrió aunque el gesto no tenía ni un poco de simpatía.
-¿Qué es lo que estás tramando ahora? ¿Con que nueva mentira piensas librarte esta vez? – Matthew hizo una reverencia y luego contestó.
-Que agradable verte, Jax, se te nota saludable y robusto – El mafioso dejó escapar un suspiro de fastidio, como si esta charla ya la hubiese escuchado antes – Tengo una propuesta para hacerte a la que no podrás resistirte.
-Sorpréndeme – Respondió mientras apoyaba la cabeza en uno de sus nudillos, como quien se dispone a oír solo motivado por un mínimo de curiosidad.
-Una apuesta, es lo que vengo a proponerte ¡Pero! Espera, espera, no te niegues aún, escúchame hasta el final – Matt tenía que apurarse ya que con un solo gesto un grupo de guardias le estarían golpeando hasta matarlo – Será a doble o nada. Si ganas, tendré que pagarte el doble pero además te daré a la bella dama que me acompaña, piénsalo como un plus. Claro que si yo gano, me perdonas la deuda y me das una parte en efectivo ¿Qué dices? No tienes nada que perder.
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
La expresión de la jovencita pasó de la tristeza al entusiasmo en un santiamén cuando supo que el moreno no estaba marchándose sin ella, sino que acababa de “conseguirle” la oportunidad no sólo de recuperar en cierta forma el dinero perdido, también irse de Vulwulfar con algunos ahorros extra.
Sonriente -y ruborizada a causa de los silbidos- no tardó en asentir con emoción. Se aprestó a tomar sus pertenencias, guardando el vestido sucio dentro del bolsillo sano de su mochila y agarrando el bastón del que nunca se desprendía. Apresuró el paso para unirse al dúo, no sin antes observar con ojos maravillados al corpulento hombre-reptil. Aunque estaba al tanto de la existencia de dicha raza gracias a sus numerosos libros, nunca antes había estado tan cerca de una bestia bípeda y parlante en carne y hueso, con lo cual le costaba disimular la curiosidad que sentía al estar cerca de un espécimen vivo. Deseaba intentar entablar conversación con él, a ver si era cierto que las bestias podían relacionarse con la capacidad intelectual de un humano cualquiera.
-Mucho gusto, señor Nakai, y gracias por esta grandiosa oportunidad. Debe ser usted un muy buen lag-... hombre. Un muy buen hombre. -Le habló tan alto como pudo sin llegar a gritar, dado que el sujeto se mantenía caminando frente a ellos. Sin embargo, el tipo no se volteó y Eyre prefirió no insistir; no podía ver dónde tenía los oídos, así que incluso dudó que pudiera escucharla desde tan adelante. Se encogió de hombros y ladeó entonces la vista hacia el humano, dedicándole una sonrisa más ancha de lo que los límites de la sobriedad y la decencia le hubiesen permitido antes de beber tantas copas de perada- Y también gracias a ti, Luciano. Eres... Eres como un ángel de la guarda. -Opinó, con los ojos vidriosos y los pómulos rojos como el arrebol.
Dado que mantener un andar recto y equilibrado comenzaba a resultarle extrañamente complicado, se abstuvo de conversar hasta que llegaron al imponente edificio donde debía de estar esperándolos ese amigo de Luciano al que se suponía que no debía de hablarle. Obediente, se limitó a observar al sujeto con recato.
El tal Jax, pese a que se suponía que era amigo del moreno, no compartía ni un ápice de su gentileza. Su porte resultaba intimidante y su mirada tenía algo que provocaba en Eyre una profunda incomodidad. ¡Menos mal que se había topado con Gentile y no con un sujeto como Jax! A su lado se sentía segura y había demostrado ser un hombre de gran integridad, tan atento, tan generoso, tan...
-¿¡Qué!? -Las palabras parecieron tardar más de lo usual en llegar hasta su cerebro. Pero, para cuando se dio cuenta, incluso con su leve estado de ebriedad pudo razonar que, de alguna extraña manera, acababa de terminar metida en un lío que no tenía nada que ver con ella. Miró hacia ambos lados; no había ninguna otra “bella señorita” a la que pudieran estar refiriéndose más que ella.
Con los puños apretados, se giró hacia el moreno y le increpó:
-¿Cómo que “darme”? ¿¡De qué estás hablando, Luciano!?
-¿Luciano? -Escupió el lagarto en una especie de carcajada sardónica- Vaya, niña, eres bastante crédula, ¿no?
Y Jax, como si el exabrupto de la jovencita no hubiese tenido lugar, continuó naturalmente con la conversación:
-Me gusta, me gusta. ¿Cómo sugieres que procedamos con la apuesta, entonces?
-¿¡Cómo que apuesta!? ¡Esto... esto no es asunto mío!
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
La estruendosa exclamación que se le escapo a Eyre casi deja sordo a Matthew, cerró los ojos y se tapo con una mano el oído más cercano a la muchacha, haciendo un gesto de desagrado, “Al parecer no estaba lo suficientemente ebria. Mi error”, en seguida el estafador recompuso su habitual sonrisa, girándose hacia la mujer mientras ensayaba un gesto de disculpa. De poder elegir hubiese preferido una compañera más dócil, pero había que saber trabajar con el material que se tenía a mano.
-Tranquila, tranquila, la cuestión no es tan terrible como parece – Fulmino con la mirada al hombre-lagarto para que mantuviera cerrada su fea bocaza y continuó – Sé que suena mal, y si estuviera en su lugar probablemente también me enojaría, pero déjeme explicarle hasta el final – En este punto todos los presentes miraban con interés la situación ¿Cómo lograría Matthew que una frase así sonara bien? – Escúcheme – Bajo el tono hasta que se volvió un susurro para dar una sensación de secretismo entre ambos – Este hombre tiene más dinero del que podrá gastar en toda su vida, no podremos tentarlo con eso. En cambio ponerla a usted, una dama tan hermosa, como premio, eso sí podría motivarlo a apostar. No tiene que preocuparse, estoy absolutamente seguro que ganaré esta mano – Apoyó ambas manos en los hombros de Eyre y le sonrió con confianza – Debe confiar en mí, ganaré la apuesta y nos iremos de aquí con una bolsa llena de dinero.
Mientras el estafador seguía intentando convencer a la muchacha, Jax observaba en silencio, rascándose la papada de manera distraída. Sin duda Eyre le había dado un nuevo giro interesante a esta apuesta, y resultaba bastante tentador agregarla a su harén, las muchachas con carácter fuerte eran las más deliciosas una vez que se las lograba doblegar. De todos modos, le sabía a poco, la deuda que tenía Owens no era de unas pocas monedas.
-Que sea solo una ronda, a todo o nada – Le dijo Matthew en tono encantador, como si la mujer que tuviera al lado no lo estuviera asesinando con la mirada.
-Me parece bien, directo al punto como estamos acostumbrados – Cruzó los dedos llenos de anillos - Pero tus juegos tramposos me tienen aburrido, no te lo tomas con la seriedad que corresponde – Hizo una pausa mientras agarraba una copa de vino – Si pierdes te ejecutaré aquí mismo.
-¡Perfecto! – Respondió Matt sin pensarlo ni un segundo, las apuestas que valían la pena eran aquellas en las que uno se arriesgaba de verdad.
-Convenido entonces ¡Acerquen la mesa y traigan mis cartas! – En seguida todos los ayudantes que estaban en el lugar comenzaron a moverse para cumplir con los pedidos de su jefe. Acercaron una mesa pequeña de roble hermosamente tallada, y una silla a juego para que Matthew se siente. Luego acercaron una caja de marfil, adentro había un juego de cartas personalizadas, Jax las agarro y comenzó a mezclar con destreza.
El estafador se acomodo en la silla, su gesto era serio, y esta vez no era fingido. Se tenía mucha confianza en ese tipo de juegos, pero de todos modos estaba apostando su vida, por lo que no podía evitar que unos ligeros nervios removieran su estómago. Suspiro y agarró las cartas que le habían tocado…
-Tranquila, tranquila, la cuestión no es tan terrible como parece – Fulmino con la mirada al hombre-lagarto para que mantuviera cerrada su fea bocaza y continuó – Sé que suena mal, y si estuviera en su lugar probablemente también me enojaría, pero déjeme explicarle hasta el final – En este punto todos los presentes miraban con interés la situación ¿Cómo lograría Matthew que una frase así sonara bien? – Escúcheme – Bajo el tono hasta que se volvió un susurro para dar una sensación de secretismo entre ambos – Este hombre tiene más dinero del que podrá gastar en toda su vida, no podremos tentarlo con eso. En cambio ponerla a usted, una dama tan hermosa, como premio, eso sí podría motivarlo a apostar. No tiene que preocuparse, estoy absolutamente seguro que ganaré esta mano – Apoyó ambas manos en los hombros de Eyre y le sonrió con confianza – Debe confiar en mí, ganaré la apuesta y nos iremos de aquí con una bolsa llena de dinero.
Mientras el estafador seguía intentando convencer a la muchacha, Jax observaba en silencio, rascándose la papada de manera distraída. Sin duda Eyre le había dado un nuevo giro interesante a esta apuesta, y resultaba bastante tentador agregarla a su harén, las muchachas con carácter fuerte eran las más deliciosas una vez que se las lograba doblegar. De todos modos, le sabía a poco, la deuda que tenía Owens no era de unas pocas monedas.
-Que sea solo una ronda, a todo o nada – Le dijo Matthew en tono encantador, como si la mujer que tuviera al lado no lo estuviera asesinando con la mirada.
-Me parece bien, directo al punto como estamos acostumbrados – Cruzó los dedos llenos de anillos - Pero tus juegos tramposos me tienen aburrido, no te lo tomas con la seriedad que corresponde – Hizo una pausa mientras agarraba una copa de vino – Si pierdes te ejecutaré aquí mismo.
-¡Perfecto! – Respondió Matt sin pensarlo ni un segundo, las apuestas que valían la pena eran aquellas en las que uno se arriesgaba de verdad.
-Convenido entonces ¡Acerquen la mesa y traigan mis cartas! – En seguida todos los ayudantes que estaban en el lugar comenzaron a moverse para cumplir con los pedidos de su jefe. Acercaron una mesa pequeña de roble hermosamente tallada, y una silla a juego para que Matthew se siente. Luego acercaron una caja de marfil, adentro había un juego de cartas personalizadas, Jax las agarro y comenzó a mezclar con destreza.
El estafador se acomodo en la silla, su gesto era serio, y esta vez no era fingido. Se tenía mucha confianza en ese tipo de juegos, pero de todos modos estaba apostando su vida, por lo que no podía evitar que unos ligeros nervios removieran su estómago. Suspiro y agarró las cartas que le habían tocado…
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Eyre presenció con incredulidad cómo el moreno intentaba calmarla con palabras que, pese a rebosar tranquilidad, sonaban premeditadas y engañosas. Comenzaba a sospechar (ya demasiado tarde) de su interlocutor, más aún ante la previa frase del hombre-lagarto. Sin embargo, ¿qué podía hacer a esas alturas? Aunque quisiera huir de allí, no parecía haber escapatoria más que aceptar el autoimpuesto plan de su compañero. No era lo suficientemente poderosa como para presentar pelea y dudaba que batirse a bastonazos fuese de alguna ayuda. ¡Ay! ¡Ojalá nunca hubiese abandonado la casa de sus padres!
-¿Confiar en usted? -Dejó de tutearlo dado que la falsa sensación de cercanía que había llegado a sentir por el hombre acababa de desaparecer tras sentirse tan profundamente defraudada- Tenga por seguro que esta será la última vez que lo haga. -Refunfuñó.
Tragó saliva y se aproximó al supuesto “Luciano” una vez éste hubo tomado asiento, clavando la mirada en la mesa donde echarían las cartas. Chasqueó la lengua; de haber usado dados, ella habría podido efectuar un muy leve control sobre éstos con su telequinesis para que cayera la cara que más les convenía. El tal Jax parecía estar por delante de sus planes; no tenía manera de manipular una tirada de cartas por mucho que lo intentase.
...¿O sí? Al fin y al cabo, la telequinesis no era su único “as” bajo la manga.
No tenía idea alguna sobre juegos de cartas; sus padres decían que eran para gente de clase baja y que las señoritas de alcurnia jamás apostaban. De todas maneras, no era estrictamente necesario que conociera el mecanismo del juego: sólo debía saber qué cartas necesitaban para ganar. La jovencita observó de reojo al moreno, tentada a hablarle, pero descartó la idea de inmediato. Necesitaba una pequeñísima distracción para no levantar sospechas.
Clavó la mirada en las cartas que descansaban sobre las gordas manos de Jax y un apenas perceptible espasmo de su entrecejo delataría el esfuerzo mental que estaba llevando a cabo. [1]Los naipes escaparon de las manos del hombretón como por arte de magia, desparramándose por el suelo. Jax, tras exhalar un bufido y refunfuñar un par de insultos, no tuvo más opción que agacharse a recogerlos; pero no era suficiente, pues todavía tenían al reptil a sus espaldas. Cuando el mafioso comenzó a levantarse tras juntar todas sus cartas, Eyre hizo un último esfuerzo para arrastrarle la silla hacia adelante, haciendo que se golpease la cabeza contra el borde de la mesita.
-¡Agh! ¡Me cago en-!
-¡Señor! -Intervino el lagarto mientras corría a ayudarlo, intentando echar la silla hacia atrás con muchísimo esfuerzo, dado el peso de quien la ocupaba.
Ese era el instante que necesitaba para hacer su pequeña jugada. Mientras no miraban, Eyre se inclinó hacia el moreno y le susurró al oído:
-Dígame qué cartas necesitamos para ganar, ¡rápido!
Luego de escuchar la respuesta se paró derecha, como si nada hubiese pasado, mientras Jax y su lacayo recuperaban sus posiciones.
-Tsk... terminemos con esto de una maldita vez.
Una casi imperceptible sonrisita adornaba el rostro ruborizado de la muchacha. [2]Cuando “Luciano” dejase sus naipes en la mesa, tanto Jax como el lagarto verían la jugada ganadora. Respecto al moreno, quien habría presenciado la diferencia entre las cartas que primero había visto entre sus manos y las de la jugada, quedaba en él mantener la compostura y ocultar la ilusión, o cometer el error de mostrar sorpresa ante el engaño.
_________
[1] Uso de Habilidad Racial: Telequinesis
[2] Uso de Maestría: Ilusiones
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Con mucho cuidado levantó apenas la punta de las cartas que le habían tocado, eran dos diez y dos jotas, un par doble no estaba mal, y aparte era de números altos. Matthew se sintió un poco más seguro, pero de todos modos no permitió que eso se reflejara en su rostro, tenía demasiados años de experiencia en ese juego y en realidad tampoco era la primera vez que apostaba su vida.
Podía sentir a Eyre detrás de él, pero ese no era momento para distraerse, al fin y al cabo la muchacha era solo un complemento del plan, una pieza que había caído en el momento justo. Aunque ella no lo quisiera creer, era Matt el que se llevaría la peor parte si las cosas no salían como debían.
La repentina torpeza de Jax llamo la atención del estafador, no era propio del mafioso el que dejara caer cartas, aunque hasta ese momento Owens seguía creyendo que era todo producto de la casualidad. Por lo mismo tardó unos segundos en reaccionar a lo que Eyre le decía, la miró directo a los ojos y contestó sin pensarlo.
-Dos jotas - En cuanto el contrincante pudo acomodarse de nuevo, Matthew ya había regresado a su habitual gesto neutro, lo miró con algo de sospecha, pero no tenía prueba alguna de que el hombre había tenido algo que ver en todo eso - Es momento de mostrar nuestros juegos.
Jax puso a regañadientes sus cartas a la vista, era una pierna, no hubiese podido ganarle con un par simple. El estafador sonrió y puso orgulloso su poker de jotas frente al prominente hombre, quien lo observó con rotundo odio, apretó la mandíbula y parecía querer decir "Esto es imposible", pero el decirlo revelaría que había hecho trampa de algún modo, y Matthew estaba seguro que había hecho trampa.
-Bien, parece que terminamos aquí - Dijo Owens mientras se ponía en pie y juntaba las manos - Ahora, si eres tan amable de darnos nuestro dinero, nos iremos de una vez y no te haremos perder más tiempo - Quizás la sonrisa burlona de Matt estaba de más, pero no podía evitarlo, la adrenalina del momento corría por su cuerpo ¡Se sentía vivo!
El hombre derrotado no movió un solo músculo, uno de sus sirvientes trajo una bolsa con dinero y la dejó sobre la mesa, Matt la agarro rápidamente y le hizo una seña a Eyre para que salieran pronto de allí. Ya en la calle el estafador estiro los brazos y dejo escapar una carcajada llena de alegría.
-Jajaja, ¡Pero qué bien salió eso! Estuvimos a un paso de perderlo todo – Y lo decía con alegría, como si no hubiese estado a pocos segundos de ser ejecutado – Tienes que explicarme como hiciste eso ¡Fue increíble! – No parecía preocuparle que la mujer de hecho lo odiara y que seguramente quería matarlo con sus propias manos, esos eran detalles secundarios, ser aborrecido era parte de su trabajo. Le apoyó una mano en el hombro para detenerla y la miro con sincera admiración - ¿Te das cuenta de las posibilidades? ¡Podrías ganar todas las apuestas que quisieras! ¡Tener tanto dinero como se te antoje! – Dicho eso sacó la bolsa con monedas que le habían dado y la puso en las manos de la muchacha, era bastante más grande que la que llevaba en su mochila más temprano – Podrías hospedarte en las mejores posadas, comer los mejores platos, ir a cualquier parte del mapa y, lo más importante, será mucho más sencillo para ti ocultarte – Una sonrisa de cómplice se dibujo en el rostro de Matthew, la joven había dejado bien en claro que no contaba con el apoyo de sus padres para hacer ese viaje, no tenía a nadie y no sabía qué hacer, todas esas cosas se solucionaban de forma mucho más sencilla cuando uno tenía dinero en el bolsillo – Porque no quieres regresar ¿Cierto?
Podía sentir a Eyre detrás de él, pero ese no era momento para distraerse, al fin y al cabo la muchacha era solo un complemento del plan, una pieza que había caído en el momento justo. Aunque ella no lo quisiera creer, era Matt el que se llevaría la peor parte si las cosas no salían como debían.
La repentina torpeza de Jax llamo la atención del estafador, no era propio del mafioso el que dejara caer cartas, aunque hasta ese momento Owens seguía creyendo que era todo producto de la casualidad. Por lo mismo tardó unos segundos en reaccionar a lo que Eyre le decía, la miró directo a los ojos y contestó sin pensarlo.
-Dos jotas - En cuanto el contrincante pudo acomodarse de nuevo, Matthew ya había regresado a su habitual gesto neutro, lo miró con algo de sospecha, pero no tenía prueba alguna de que el hombre había tenido algo que ver en todo eso - Es momento de mostrar nuestros juegos.
Jax puso a regañadientes sus cartas a la vista, era una pierna, no hubiese podido ganarle con un par simple. El estafador sonrió y puso orgulloso su poker de jotas frente al prominente hombre, quien lo observó con rotundo odio, apretó la mandíbula y parecía querer decir "Esto es imposible", pero el decirlo revelaría que había hecho trampa de algún modo, y Matthew estaba seguro que había hecho trampa.
-Bien, parece que terminamos aquí - Dijo Owens mientras se ponía en pie y juntaba las manos - Ahora, si eres tan amable de darnos nuestro dinero, nos iremos de una vez y no te haremos perder más tiempo - Quizás la sonrisa burlona de Matt estaba de más, pero no podía evitarlo, la adrenalina del momento corría por su cuerpo ¡Se sentía vivo!
El hombre derrotado no movió un solo músculo, uno de sus sirvientes trajo una bolsa con dinero y la dejó sobre la mesa, Matt la agarro rápidamente y le hizo una seña a Eyre para que salieran pronto de allí. Ya en la calle el estafador estiro los brazos y dejo escapar una carcajada llena de alegría.
-Jajaja, ¡Pero qué bien salió eso! Estuvimos a un paso de perderlo todo – Y lo decía con alegría, como si no hubiese estado a pocos segundos de ser ejecutado – Tienes que explicarme como hiciste eso ¡Fue increíble! – No parecía preocuparle que la mujer de hecho lo odiara y que seguramente quería matarlo con sus propias manos, esos eran detalles secundarios, ser aborrecido era parte de su trabajo. Le apoyó una mano en el hombro para detenerla y la miro con sincera admiración - ¿Te das cuenta de las posibilidades? ¡Podrías ganar todas las apuestas que quisieras! ¡Tener tanto dinero como se te antoje! – Dicho eso sacó la bolsa con monedas que le habían dado y la puso en las manos de la muchacha, era bastante más grande que la que llevaba en su mochila más temprano – Podrías hospedarte en las mejores posadas, comer los mejores platos, ir a cualquier parte del mapa y, lo más importante, será mucho más sencillo para ti ocultarte – Una sonrisa de cómplice se dibujo en el rostro de Matthew, la joven había dejado bien en claro que no contaba con el apoyo de sus padres para hacer ese viaje, no tenía a nadie y no sabía qué hacer, todas esas cosas se solucionaban de forma mucho más sencilla cuando uno tenía dinero en el bolsillo – Porque no quieres regresar ¿Cierto?
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
La jovencita presenció con sorpresa y alivio cómo el moreno, cuyo nombre ahora dudaba mucho que fuese “Luciano”, mostraba orgullosamente las cartas intervenidas por la ilusión con toda la tranquilidad del mundo. A esas alturas, resultaba evidente que ese muchacho era un maestro del engaño y un tremendo caradura; exhibía una habilidad para controlar sus expresiones tan medida y trabajada que Eyre, de no haber estado enfadada con él, habría llegado incluso a admirar.
Jax y sus secuaces no tuvieron más opción que admitir su derrota, ante lo cual la joven exhaló un profuso suspiro y, siguiendo las indicaciones de su acompañante, procedió a retirarse lo más rápido posible de allí. Se preguntó, una vez estuvieron afuera, qué clase de expresión pondría el regordete mafioso al volver a mirar las cartas sólo para descubrir que éstas, sin la ilusión encima, habían vuelto a cambiar para convertirse en la mediocre tirada original. Tomando eso en cuenta, mientras el moreno hablaba, la ojiazul se apresuró a seguir caminando para alejarse más y más del edificio, dado que probablemente Jax no se quedaría de brazos cruzados una vez descubriera la estafa.
Mientras caminaban, Eyre oía en silencio a su exultante acompañante. La niña, aunque joven e inexperta, no era ninguna tonta, y poco a poco comenzaba a comprender la verdadera esencia de aquel hombre que, al comenzar a mostrar su naturaleza, evidenciaba la falsedad con la que antes se había cubierto. -¡Vaya! -Pensó- Así que ahora que me ve utilidad, muestra su verdadera cara.
-Un mago nunca revela sus secretos. -Murmuró como toda respuesta, disponiéndose a continuar caminando hasta que el otro la detuvo, agarrándola por el hombro. Ella, en un gesto delicado pero firme, se apartó con desdén. Cada palabra que salía de los labios ajenos le resultaba más y más despreciable. ¡Y pensar que había confiado ciegamente en ese sujeto! No obstante, cuando tuvo el dinero entre sus manos, le fue fácil comprender las motivaciones del otro. Lo que decía era cierto, ella misma estaba comprobándolo en aquel viaje: el dinero podía marcar la diferencia entre un martirio y las mejores vacaciones de su vida... más aún para alguien como ella, crecida en cuna de oro y con una cuchara de plata en la boca. Pero, por mucho que añorara las comodidades de su antigua vida, la moral con que había sido criada era firme e inquebrantable. Con tono de indignación, le increpó:
-Prefiero dormir sobre la tierra y comer raíces si es eso lo que conlleva vivir con honra, señor... ¿cómo dice que se llama realmente, señor “Gentile”? Lo siento, pero mis dones no fueron hechos para fines tan rastreros. -Dicho esto sopesó la bolsita entre sus manos, la abrió, extrajo exactamente la cantidad de aeros que recordaba tener al llegar a la ciudad y las pasó al bolsillo sano de su mochila. No se molestó en decir que dicha compensación se debía a que comenzaba a sospechar, bien encaminada, cómo realmente se había perdido su monedero- No quiero dinero sucio. Disfrútelo usted, seguramente le dará un mejor uso.
Le devolvió al otro el saquito, cuyo contenido acababa de reducirse a la mitad, y se dio la media vuelta con un gesto airado. No sabía hacia dónde ir ni qué hacer, pero improvisaría... una vez se le pasasen tanto el mareo como el dolor de cabeza que comenzaba a punzarle las sienes. Llevaba tiempo sin utilizar sus poderes bajo tanta presión. Eso, mezclado con el alcohol, la había debilitado en demasía.
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
El profundo desprecio que demostraba Eyre era algo que probablemente le hubiese dolido en el fondo del corazón a la mayoría de las personas, pero Matt había crecido rodeado de ese tipo de mirada, su actitud de menosprecio no hizo mella alguna en la sonriente cara del estafador. Al fin y al cabo estaba frente a una niña mimada, no podía pretender de ella otra reacción que no fuera esa ¿Cierto? No iba a permitir que eso le afectara ¿No?
Era testaruda, pero Owens había notado durante apenas una fracción de segundo que había dudado ¡Y eso era todo lo que necesitaba! Donde había al menos una pizca de inseguridad, había una oportunidad para poder entrar en esa persona.
-¿Ah sí? Pues yo prefiero dormir en una cama caliente, comer comida que este cocinada y tener una agradable compañía antes de entregarme al sueño - Agarró las monedas que tan amablemente le ofrecían y la sopeso antes de ponerla en su bolsillo - Y si crees que podrás soportarlo es porque jamás en la vida tuviste que sufrirlo, eso queda claro - Miro de arriba a abajo a la muchacha, con una sonrisa burlona en el rostro - No tienes idea de lo que hablas, princesa. Apuesto a que no te has privado de nada en toda tu vida, no tienes ni la más remota idea de lo que es pasar hambre y frío en las calles - A medida que hablaba elevaba un poco el tono y se acercaba mas a la muchacha, el estafador no se daba cuenta, pero la presencia de Eyre tocaba un punto sensible de su historia - Cuando las ratas te estén mordiendo las puntas de tus honorables pies recordaras mis palabras y te arrepentirás de no haberme hecho caso, Princesita.
Luego dejó que se diera la vuelta para marcharse, probablemente aún no se había recuperado de los efectos del alcohol, no tenía más que ese vestido y las pocas monedas que se había quedado "No durará ni una noche en la ciudad" pensó Owens. Cuando la chica ya estaba a varios metros de distancia el hombre levanto la voz y le dijo aún con algo de enojo.
-Matthew Owens. Búscame cuando entiendas lo que quise decirte - El estafador guardo las manos en los bolsillos y los apretó con fuerza, hacía mucho tiempo que no se dejaba irritar de esa manera. Suspiró y negó con la cabeza, no era buena idea dejar salir ese tipo de emociones, lo único que hacían era nublar el juicio y cerrar puertas a posibles negocios.
Pero... Había algo en ella que resultaba absolutamente exasperante para Owens, no era el que fuera una niña consentida, la mayoría de sus víctimas lo eran, tampoco el que se hubiese mostrado tan poco agradecida, casi nadie entendía su lógica. Mientras meditaba en qué era lo que esa joven tenía que la volvía tan insoportable, comenzó a seguirla, estaba seguro que no tardaría en meterse en algún apuro, y cuando eso sucediera el humano estaría allí para decirle "Te lo dije".
Manteniendo la distancia para que no lo notara, siguió a Eyre por las calles de la ciudad, por suerte para él había mucha gente, pero además tenía experiencia en hacer ese tipo de cosas, otro de los trabajos "deshonrosos" que había tenido que realizar en su vida. Hizo un gesto de desagrado y continuó caminando tras la muchacha.
Era testaruda, pero Owens había notado durante apenas una fracción de segundo que había dudado ¡Y eso era todo lo que necesitaba! Donde había al menos una pizca de inseguridad, había una oportunidad para poder entrar en esa persona.
-¿Ah sí? Pues yo prefiero dormir en una cama caliente, comer comida que este cocinada y tener una agradable compañía antes de entregarme al sueño - Agarró las monedas que tan amablemente le ofrecían y la sopeso antes de ponerla en su bolsillo - Y si crees que podrás soportarlo es porque jamás en la vida tuviste que sufrirlo, eso queda claro - Miro de arriba a abajo a la muchacha, con una sonrisa burlona en el rostro - No tienes idea de lo que hablas, princesa. Apuesto a que no te has privado de nada en toda tu vida, no tienes ni la más remota idea de lo que es pasar hambre y frío en las calles - A medida que hablaba elevaba un poco el tono y se acercaba mas a la muchacha, el estafador no se daba cuenta, pero la presencia de Eyre tocaba un punto sensible de su historia - Cuando las ratas te estén mordiendo las puntas de tus honorables pies recordaras mis palabras y te arrepentirás de no haberme hecho caso, Princesita.
Luego dejó que se diera la vuelta para marcharse, probablemente aún no se había recuperado de los efectos del alcohol, no tenía más que ese vestido y las pocas monedas que se había quedado "No durará ni una noche en la ciudad" pensó Owens. Cuando la chica ya estaba a varios metros de distancia el hombre levanto la voz y le dijo aún con algo de enojo.
-Matthew Owens. Búscame cuando entiendas lo que quise decirte - El estafador guardo las manos en los bolsillos y los apretó con fuerza, hacía mucho tiempo que no se dejaba irritar de esa manera. Suspiró y negó con la cabeza, no era buena idea dejar salir ese tipo de emociones, lo único que hacían era nublar el juicio y cerrar puertas a posibles negocios.
Pero... Había algo en ella que resultaba absolutamente exasperante para Owens, no era el que fuera una niña consentida, la mayoría de sus víctimas lo eran, tampoco el que se hubiese mostrado tan poco agradecida, casi nadie entendía su lógica. Mientras meditaba en qué era lo que esa joven tenía que la volvía tan insoportable, comenzó a seguirla, estaba seguro que no tardaría en meterse en algún apuro, y cuando eso sucediera el humano estaría allí para decirle "Te lo dije".
Manteniendo la distancia para que no lo notara, siguió a Eyre por las calles de la ciudad, por suerte para él había mucha gente, pero además tenía experiencia en hacer ese tipo de cosas, otro de los trabajos "deshonrosos" que había tenido que realizar en su vida. Hizo un gesto de desagrado y continuó caminando tras la muchacha.
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