El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
“Matthew Owens”, así se llamaba el sujeto que le había robado, engañado, emborrachado y usado para saldar sus deudas pendientes. Ese era el nombre, si es que decía la verdad, de la persona que acababa de demostrarle el verdadero desdén que le profesaba, dedicándole palabras ácidas en una obvia muestra del despecho que, hasta el momento, había mantenido oculto tras una amplia exhibición de falsas sonrisas. ¡Como si con eso fuera a convencerla de obrar en contra de sus principios!
La niña negó con la cabeza y respopló a medida que se alejaba del otro. Casi le había dado lástima al oírlo, como si él mismo hubiese vivido en carne propia las penurias que mencionaba. Casi; porque seguramente estaba mintiendo para suscitar alguna clase de empatía de su parte. ¡Sí! ¡Seguro era eso! Arrugó el entrecejo como un acordeón y apretó fuertemente el bastón entre sus manos, calándose bien la mochila al mismo tiempo que intentaba no pisarse el vestido, que le quedaba más largo que los que acostumbraba vestir. Intentaba ignorar la migraña producida por el alcohol, pues no tenía idea de cómo ponerle remedio, ni tiempo para lamentarse al respecto.
-“Te arrepentirás, no tienes ni idea, búscame cuando lo entiendas, princesita...” -Remedó poniendo la voz más gutural, altanera y detestable que podía salirle, aunque pronto se detuvo, pues se sintió inmensamente tonta haciéndolo- ¡No soy ninguna princesita!
Ya era pasado el mediodía y se arrepentía de haber desperdiciado gran parte de su jornada en ese desconocido. -¡Tienes que empezar a tomar mejores decisiones, Eyre! -Se reprochó interiormente. Esa en particular, pese a los numerosos disgustos y malos tragos, no había tenido resultados tan nefastos. Pero lo cierto era que las malas decisiones podían llegar a ser fatales, tomando en cuenta que se trataba tan solo de una niña desamparada en medio de parajes hostiles y desconocidos. Al menos, pensó como nimio consuelo, aún quedaban horas de sol y no tendría que preocuparse por las criaturas de la noche; aún tenía tiempo para buscar hospedaje.
Sin embargo, no tenía idea de adónde buscar y, aunque Vulwulfar no era mucho más grande que Beltrexus, se sentía muy pequeña estando allí sola. Detuvo su andar durante un instante para observar el panorama, ya menos enfadada y más enfrascada en poner todo de sí para arreglárselas ella sola. La gente iba y venía, metida en sus propios asuntos, ignorándola por completo como si su presencia significara lo mismo que el árbol que tenía a la derecha o las rocas a sus pies. Suspiró, arrebujó nerviosamente la falda del vestido entre sus dedos y se decantó por acercarse a una señora que husmeaba uno de los puestos del precario mercadillo que se extendía a lo largo de esa concurrida calle.
-Disculpe, señora...
Masculló, pero la mujer no se volvió. Intentó hablar más alto y tocarle el hombro para llamar su atención.
-Umh... Señora, ¿sería usted tan amable...?
-¡Oh! ¿Qué quieres, niña? -Le increpó con un tono agudo e irritado al tiempo en que se volteaba. No parecía muy contenta de tener tan cerca a la jovencita, pues la dama la rebajó con la mirada e impuso distancia, dando un paso atrás. Eyre no estaba acostumbrada a semejante brusquedad y enrojeció al darse cuenta de que había incordiado a su interlocutora, pero se instó a continuar la conversación, pues no la había molestado sólo para quedarse callada. Tan nerviosa que se le trababa la lengua, silabeó:
-Ve...verá, quería saber... quería preguntarle si por casualidad... -carraspeó- ¿hay alguna posada por aquí cerca?
La señora volvió a mirarla de arriba a abajo, como si la primera vez no le hubiese bastado, y luego oteó alrededor con evidente curiosidad. La bruja, cada vez más roja, no pudo evitar bajar la mirada ante ésto, pero pronto volvió a alzarla cuando la dama se dignó a responder:
-¿Para ti sola?
Eyre asintió, cohibida.
-Pues me temo que no puedo ayudarte, jovencita. No le recomendaría a ninguna mujer de bien, y menos a una niña, ir a pasar la noche en un sitio lleno de hombres borrachos. ¿No tienes ningún familiar con quien...?
Antes de que pudiera acabar la frase, la joven hechicera se dio la media vuelta y, murmurando un escueto “gracias”, se apresuró a alejarse de la boquiabierta señora. No sólo no la había ayudado, sino que ahora una nueva preocupación merodeaba la mente de la muchacha. Jamás había imaginado que ser mujer y andar sin compañía supusiese un obstáculo tan grande. Ciertamente, no era una de esas aventureras autosuficientes y poderosas que podían defenderse por sí mismas; sus poderes ni siquiera estaban orientados hacia la defensa personal, pues en mayor parte se limitaban nada más que al manejo de las mentes ajenas y, por el momento, con poca precisión.
-Oh, Dioses, ¿por qué no me hicieron más fuerte? -Se lamentó, vagando sin rumbo por las callejuelas, temiendo que, al final, aquel tal Matthew acabara por tener razón respecto a ella.
Por otro lado, en el ostentoso paraje de Jax la situación no era mucho más feliz. El mafioso descansaba en su asiento con el entrecejo fruncido y los brazos cruzados, mirando fijamente las cartas que el moreno había dejado sobre la mesa y esperando con impaciencia que su lacayo trajese de vuelta a aquellos que tan descaradamente habían intentado engañarlo.
A Nakai le resultó sencillo encontrar el inconfundible vestido azul entre la multitud. Gruñó al no ver al moreno junto a éste, pero no perdió el tiempo y se acercó a las espaldas de la jovencita, seguro de que, cerca de donde estuviera ella, estaría rondando su verdadera presa. Había visto de qué manera miraba Owens a la muchacha y dudaba que el vicioso humano se hubiera separado de ella tan pronto.
-¡Señorita! Usted y “el señor Gentile” han olvidado algo... -Eyre, que iba distraída, no tuvo tiempo de apartarse; las filosas garras del lagarto le apresaron el antebrazo, obligándola a detener su paso y voltearse. -Tendrán que acompañarme donde el señor Jax. ¿Dónde, exactamente, está su acompañante? -Cuestionó con falsa cortesía, exhalando su fétido aliento a centímetros del rostro de la ojiazul en una sonrisa mordaz.
La jovencita gimió por lo bajo y forcejeó sin éxito. Sus ojos, empañados en lágrimas, se fijaron sobre las pupilas rasgadas del otro. Podía sentir cómo le latían las sienes; por mucho que lo intentase, estaba demasiado asustada y cansada para hacer uso de sus poderes.
-¿¡Y bien!? -Ante su mutismo, Nakai perdió la paciencia y la zarandeó con rudeza- ¿¡Dónde está!?
-¡No... no lo sé! -Sollozó y, en un intento por recomponerse, intentó hablar sin titubear- ¡Nos hemos separado hace un rato! Y, de... de todas formas, ¡si lo supiera, no te lo diría! -Gritó, volviendo a forcejear.
Ante semejante desplante, el reptil le cruzó el rostro con una firme cachetada. Tres líneas, vestigios de las garras ajenas, surcaron la blanca piel de su mejilla, mas Eyre se mordió los labios para no romper a llorar.
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Matthew se quedó parado mientras se apoyaba en el poste que sostenía un puesto, esa muchacha era tan distraída que siquiera estaba mirando por arriba de su hombro ¡Y eso que acababa de salir de una guarida de mafiosos! Agarro un par de manzanas del puesto donde estaba apoyado y luego de dejarle una moneda al vendedor le dio una buena mordida a una de ellas, miraba caminar a Eyre y era como si tuviera un cartel colgado del cuello que dijera "Oveja para el sacrificio", y alrededor de ella estaban todos los lobos.
Vio a un pequeño muchacho acercarse de forma distraida, no tendría mas de doce años y por sus ropas sucias resultaba evidente que era un niño de la calle. Owens frunció el ceño porque sabía lo que ese tipo de chicos podían hacer, él mismo había sido uno, vio como fijaba el objetivo, como le daba la señal a otros que seguramente estarían por los alrededores, de forma casual iba acercándose y...
-¡Ey!- Exclamo el chico, aunque por suerte Eyre estaba tan ocupada intentando hablar con una mujer que no lo noto y en menos de un pestañeo Matt ya había llevado al niño a otro lado - ¡Quítate! ¡Suéltame anciano!
-Si, si, si, lo que digas - Lo soltó al instante, dejándolo caer como si fuera una bolsa de papas al piso -¿Feliz? Ahora escúchame, me da igual a quien quieras robarle, pero no puedes quitarle nada a esa chica en particular.
-Como si fuera a hacerte caso...- El pequeño rufián hizo un gesto grosero con la mano para burlarse de Matthew, lo que pudiera o no decirle un adulto le importaba un rábano.
-Pues si, resulta que si vas a hacerme caso, porque voy a romperte un brazo antes de que te vayas. No pensaba hacerlo, pero me quitaste la bolsa de monedas mientras te sujetaba así que debes aprender la lección mas importante: Si vas a robar, que no te encuentren.
-¿Que? ¡No! ¿Por que mi brazo? -
-Porque se me antojo, eso seguro tardará en sanar y así me aseguraré que ya no quieras robarle a la chica- Matthew se encogió de hombros como si lo que estuviera diciendo no fuera mas que lo obvio - Anda, no me lo hagas mas difícil - Y fue acercándose de a poco con un gesto sombrío, agregando una sonrisa al final, como si fuera a disfrutarlo.
El niño corrió tan rápido que siquiera se levantó polvo de la calle, Owens le dio otra mordida a su manzana y pensó "Menos mal que la bolsa que se llevó es la que solo tiene piedras", un estafador profesional nunca llevaba dinero en los bolsillos mas obvios.
Salió del callejón donde se había metido y el corazón le dio un huelco ¿Donde se había metido Eyre?
Comenzó a caminar a pasos acelerados, mirando para todos lados en busca del llamativo vestido de la chica, pero no estaba. "Piensa, piensa, si fuera una mocosa ingenua y mimada ¿Por donde irías?... Seguramente por la calle mas peligrosa de la ciudad, y además sin darte cuenta". Dio media vuelta y se dirigió calle abajo, camino durante varias cuadras y casi de casualidad se topo con la chica nuevamente, pero no estaba sola.
Nakai estaba con ella, y no parecía estar hablando en buenos terminos, sujetaba a la chica por el brazo y la sacudía exigiendole respuestas. Meterse con un par de ladronzuelos era una cosa, pero ir directamente contra el guardaespalda de Jax era algo muy diferente, no tenía oportunidad contra el hombre lagarto en una pelea cuerpo a cuerpo.
Estaba a punto de irse cuando escuchó que Eyre contestaba "¡Si lo supiera, no te lo diría!", Matt abrió los ojos sorprendido ¿Por que decía algo así? ¿En verdad lo pensaba? Seguramente no, probablemente solo quería hacerse la "chica dura", infundirse algo de valor, nadie andaría defendiendo a un estafador, mucho menos cuando acababa de ser engañado por él. El sonido de la cachetada fue lo que hizo que Matt reaccionara, fue como despertarse de pronto de un sueño muy largo que había transcurrido en unos pocos segundos.
Una manzana voladora fue a parar directo a la cabeza de Nakai, estaba bastante madura así que se partió y el jugo fue a parar a los ojos del hombre-reptil.
-Esa no es manera de tratar a una Señorita - Matthew salió de su escondite y miro a Eyre, pero no con la sonrisa falsa que había mostrado toda la mañana, sino con una sumamente sincera sonrisa burlona - ¿Me extrañaste? Parece que no te puedo dejar sola ni un segundo.
El hombre- bestia se recupero en seguida e intentó golpear con su cola al estafador, por suerte logró esquivarlo a tiempo, pero probablemente estaba agotando las últimas gotas de buena fortuna que le quedaban en el día. Vio una pila de cajas y empujándolas las puso entre medio para que Nakai no pudiera hacer un ataque frontal.
-Vamos, vamos, vamos - Le dijo a Eyre mientras salía corriendo.
Vio a un pequeño muchacho acercarse de forma distraida, no tendría mas de doce años y por sus ropas sucias resultaba evidente que era un niño de la calle. Owens frunció el ceño porque sabía lo que ese tipo de chicos podían hacer, él mismo había sido uno, vio como fijaba el objetivo, como le daba la señal a otros que seguramente estarían por los alrededores, de forma casual iba acercándose y...
-¡Ey!- Exclamo el chico, aunque por suerte Eyre estaba tan ocupada intentando hablar con una mujer que no lo noto y en menos de un pestañeo Matt ya había llevado al niño a otro lado - ¡Quítate! ¡Suéltame anciano!
-Si, si, si, lo que digas - Lo soltó al instante, dejándolo caer como si fuera una bolsa de papas al piso -¿Feliz? Ahora escúchame, me da igual a quien quieras robarle, pero no puedes quitarle nada a esa chica en particular.
-Como si fuera a hacerte caso...- El pequeño rufián hizo un gesto grosero con la mano para burlarse de Matthew, lo que pudiera o no decirle un adulto le importaba un rábano.
-Pues si, resulta que si vas a hacerme caso, porque voy a romperte un brazo antes de que te vayas. No pensaba hacerlo, pero me quitaste la bolsa de monedas mientras te sujetaba así que debes aprender la lección mas importante: Si vas a robar, que no te encuentren.
-¿Que? ¡No! ¿Por que mi brazo? -
-Porque se me antojo, eso seguro tardará en sanar y así me aseguraré que ya no quieras robarle a la chica- Matthew se encogió de hombros como si lo que estuviera diciendo no fuera mas que lo obvio - Anda, no me lo hagas mas difícil - Y fue acercándose de a poco con un gesto sombrío, agregando una sonrisa al final, como si fuera a disfrutarlo.
El niño corrió tan rápido que siquiera se levantó polvo de la calle, Owens le dio otra mordida a su manzana y pensó "Menos mal que la bolsa que se llevó es la que solo tiene piedras", un estafador profesional nunca llevaba dinero en los bolsillos mas obvios.
Salió del callejón donde se había metido y el corazón le dio un huelco ¿Donde se había metido Eyre?
Comenzó a caminar a pasos acelerados, mirando para todos lados en busca del llamativo vestido de la chica, pero no estaba. "Piensa, piensa, si fuera una mocosa ingenua y mimada ¿Por donde irías?... Seguramente por la calle mas peligrosa de la ciudad, y además sin darte cuenta". Dio media vuelta y se dirigió calle abajo, camino durante varias cuadras y casi de casualidad se topo con la chica nuevamente, pero no estaba sola.
Nakai estaba con ella, y no parecía estar hablando en buenos terminos, sujetaba a la chica por el brazo y la sacudía exigiendole respuestas. Meterse con un par de ladronzuelos era una cosa, pero ir directamente contra el guardaespalda de Jax era algo muy diferente, no tenía oportunidad contra el hombre lagarto en una pelea cuerpo a cuerpo.
Estaba a punto de irse cuando escuchó que Eyre contestaba "¡Si lo supiera, no te lo diría!", Matt abrió los ojos sorprendido ¿Por que decía algo así? ¿En verdad lo pensaba? Seguramente no, probablemente solo quería hacerse la "chica dura", infundirse algo de valor, nadie andaría defendiendo a un estafador, mucho menos cuando acababa de ser engañado por él. El sonido de la cachetada fue lo que hizo que Matt reaccionara, fue como despertarse de pronto de un sueño muy largo que había transcurrido en unos pocos segundos.
Una manzana voladora fue a parar directo a la cabeza de Nakai, estaba bastante madura así que se partió y el jugo fue a parar a los ojos del hombre-reptil.
-Esa no es manera de tratar a una Señorita - Matthew salió de su escondite y miro a Eyre, pero no con la sonrisa falsa que había mostrado toda la mañana, sino con una sumamente sincera sonrisa burlona - ¿Me extrañaste? Parece que no te puedo dejar sola ni un segundo.
El hombre- bestia se recupero en seguida e intentó golpear con su cola al estafador, por suerte logró esquivarlo a tiempo, pero probablemente estaba agotando las últimas gotas de buena fortuna que le quedaban en el día. Vio una pila de cajas y empujándolas las puso entre medio para que Nakai no pudiera hacer un ataque frontal.
-Vamos, vamos, vamos - Le dijo a Eyre mientras salía corriendo.
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Una sola cachetada no había bastado para quebrantar el valor de la niña. Si bien Jax la hubiese preferida en una pieza, Nakai sabía que lo más importante para su líder era que le llevara a Owens, mientras que la muchacha pasaba a un segundo plano que carecía de mayor importancia. Por ello, no dudó en llevar sus zarpas esta vez hacia el cuello de la niña, dispuesto a estrangularla hasta que su confesión, o su muerte, pusieran fin a ese encuentro.
Pero, contra todo pronóstico, el agarre del reptil amainó cuando un proyectil impactó contra su escamoso rostro, cegándolo con el ambarino y dulce jugo de la fruta. Eyre, instada por su instinto de supervivencia, aprovechó la oportunidad y lo empujó con ambas manos, poniendo distancia entre ambos antes de echar a correr en dirección al milagroso salvador cuya identidad, de tantas posibles, resultó ser la que menos esperaba.
Allí estaba el moreno, sonriéndole como si una bestia con garras filosas como sables no estuviese hirviendo de furia a dos metros de distancia. Quiso recriminarle con terquedad que no necesitaba su ayuda, pero no había tiempo para mentir. Nakai exhaló un gruñido de frustración al tropezar con las cajas y comenzó a hacerlas a un lado a patadas; no tardaría nada en liberarse. Levantándose la falda del vestido hasta las rodillas, la joven bruja corrió junto al otro como dos almas llevadas por el diablo.
Como ya estaba demostrado, Eyre no era especialmente ágil ni rápida, mucho menos cuando contaba con varias capas de pesada tela interponiéndose entre sus rodillas. No obstante, la certeza de que quedarse atrás supondría su muerte le daba impulso más que suficiente para esquivar a las numerosas personas que obstaculizaban el paso e, incluso, empujar sin querer a unas cuantas. Sus ojos buscaban con histeria cualquier sitio que les sirviese de escondite, un jardín, un puesto en el mercado, ¡lo que fuera! Al final terminó decantándose por una puerta sobre la cual un desprolijo cartel rezaba “Casa de apuestas”, hacia donde se dirigió de inmediato, tironeando al moreno del brazo.
-¡Allí, allí! -Gimoteó sin aliento, abriéndose paso a los empujones.
El edificio sólo tenía una planta, estaba descuidado y, sin duda alguna, era mucho menos ostentoso que la morada de Jax. Sin embargo estaba muy concurrido, quizás demasiado para ser esa hora del día. Si algo le quedaba claro a Eyre, era que los habitantes de Vulwulfar podían disfrutar de la juerga en cualquier momento de la jornada. Corrió hacia una mesa donde varios hombres estaban jugando a las cartas. Parecía ser divertido, dado que muchas personas los rodeaban y observaban el juego con atención; tantas, que era un buen sitio para pasar desapercibidos.
La jovencita se ubicó en una esquina donde, gracias a su altura, quedaba perfectamente escondida entre la muchedumbre. Le tomó varios minutos recobrar el aliento. Cuando ya no sentía que los pulmones se le saldrían por la boca, se llevó una mano a la mejilla y tanteó la herida. Estaba áspera, podía sentir las tres líneas de sangre seca enfeeciéndole el rostro. Una detestable presión le apretaba el pecho y la garganta; esa angustia que nunca antes en su vida había experimentado, ahora parecía haberse convertido en su compañera inseparable desde el minuto en que puso un pie fuera de su hogar.
Apoyó la espalda en la pared y se dejó caer lentamente hasta quedar sentada en el mugriento suelo. Dejó su bastón a un lado y hundió el rostro entre las mullidas capas de tela azul que ocultaban sus rodillas.
-Gracias... por salvarme. -Fue lo único que se dignó a decir, en un tono velado y áspero que, pese a contener una gran carga de tristeza, aún sonaba a reproche.
En la mesa de al lado, la gente vitoreó ruidosamente. Algún afortunado parecía haber ganado la partida.
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Esta vez la muchacha entendió a la primera que tenía que correr lo más rápido que le dieran los pies, Matthew iba delante de ella apartando a la gente a manotazos para que así a la chica le resultara un poco más sencillo. Sintió que tiraban de su brazo y sin saber qué era lo que Eyre tenía planeado la siguió hasta dentro de la Sala de Apuestas. Cuando el estafador se percato de donde estaban comenzó a ponerse nervioso, no hay que ser muy imaginativo para pensar lo que Matt podría haber hecho en un sitio como ese, y que probablemente no sería bien recibido por los dueños. Si Eyre estaba intentando pasar desapercibida entre la gente, Owens prácticamente andaba arrodillado para que nadie viera su cabeza asomar.
Mientras caminaban entre la gente Matt se quito la chaqueta y la hizo un bollo, guardándola en su morral para mas tarde, ahora solo estaba con la camisa blanca y el chaleco negro, al pasar agarró una bandeja con la idea de parecerse a alguno de los sujetos que trabajaban en el lugar.
Llegó junto a Eyre cuando la muchacha ya estaba sentada en el piso, escondiendo el rostro entre sus brazos, Matthew hizo un gesto de desaprobación porque no tenían tiempo para eso. Pero al ver que la joven agradecía de modo sincero, se contuvo de decirle algún reproche, al fin y al cabo, toda esa situación debía ser bastante abrumadora para una chica como ella.
-Mmm.. No fue... Nada - Respondió algo dubitativo - Te lo dije, las ciudades son muy peligrosas, no puedes ir por allí sola, debes aprender a manejarte por aquí... - Matthew miraba para otro lado mientras le hablaba y tenía un gesto serio, apretando ligeramente los labios. Suspiro y aún de pie apoyo la cabeza contra la pared sobre la que Eyre descansaba la espalda - No lo sabes, pero en las calles de las ciudades humanas suceden cosas en verdad horribles.
Toda la sala era un escándalo, las personas estaban concentradas en su juego, los que trabajaban en el lugar vigilaban para asegurarse de que nadie hiciera trampa, o que los perdedores armaran una pelea. Lindas muchachas servían tragos y así se cerraba el trinomio perfecto: Apuestas, alcohol y sexo. En contraste, la muchacha sentada en el piso y el hombre mirando hacia otro lado parecían como una escena recortada y pegada en el escenario incorrecto.
-Si nos quedamos así terminaremos llamando la atención- Le ofreció la mano a Eyre para ayudarla a levantarse - Vamos, sé por donde podemos salir sin que nos vean- Era extraño no ver a Nakai entrando en el lugar, pero quizás era mejor no quedarse para averiguarlo. Matt agarro la mano de la muchacha y comenzó a caminar entre la gente, pidiendo permiso esta vez para que no resultara tan evidente. Salieron a un pasillo y luego subieron por una escalera hasta el segundo piso, habían muchas habitaciones, la mayoría de ellas con la puerta cerrada.
Owens camino hasta la última y, mirando a ambos lados para asegurarse que nadie los veía, insto a Eyre a que entre. Una vez allí cerró la puerta con llave, pero luego de pensarlo unos segundos supuso que con eso solo no sería suficiente, agarró uno de los muebles y lo movió hasta que quedara tapando la entrada.
-Bien, esto debería ser suficiente por un rato- No le importaba que no hubiese señales del hombre- lagarto, era obvio que los había visto entrar y si no estaba en ese momento con ellos solo era porque planeaba algo - Esta es una de las salas de apuestas de Jax, en realidad, casi todas las de esta zona le pertenecen, así que no había mucho modo de evitarlo.
De pronto se sentía agotado, se dejo caer en un sillón y tiro la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados.
-Muchacha, estas metida en un buen problema - Levantó una mano antes de que Eyre comenzara a gritarle cuanta cosa se le pasara por la cabeza - No había manera de que una chica sola y totalmente ingenua terminara bien en esta ciudad, así que olvídalo. Si crees que conocerme fue lo peor que podía pasarte es solo porque no sabes nada - Suspiro - Seguro aún te sientes mal, aprovecha para descansar un poco, porque no creo que Nakai nos de mucho tiempo...
Mientras caminaban entre la gente Matt se quito la chaqueta y la hizo un bollo, guardándola en su morral para mas tarde, ahora solo estaba con la camisa blanca y el chaleco negro, al pasar agarró una bandeja con la idea de parecerse a alguno de los sujetos que trabajaban en el lugar.
Llegó junto a Eyre cuando la muchacha ya estaba sentada en el piso, escondiendo el rostro entre sus brazos, Matthew hizo un gesto de desaprobación porque no tenían tiempo para eso. Pero al ver que la joven agradecía de modo sincero, se contuvo de decirle algún reproche, al fin y al cabo, toda esa situación debía ser bastante abrumadora para una chica como ella.
-Mmm.. No fue... Nada - Respondió algo dubitativo - Te lo dije, las ciudades son muy peligrosas, no puedes ir por allí sola, debes aprender a manejarte por aquí... - Matthew miraba para otro lado mientras le hablaba y tenía un gesto serio, apretando ligeramente los labios. Suspiro y aún de pie apoyo la cabeza contra la pared sobre la que Eyre descansaba la espalda - No lo sabes, pero en las calles de las ciudades humanas suceden cosas en verdad horribles.
Toda la sala era un escándalo, las personas estaban concentradas en su juego, los que trabajaban en el lugar vigilaban para asegurarse de que nadie hiciera trampa, o que los perdedores armaran una pelea. Lindas muchachas servían tragos y así se cerraba el trinomio perfecto: Apuestas, alcohol y sexo. En contraste, la muchacha sentada en el piso y el hombre mirando hacia otro lado parecían como una escena recortada y pegada en el escenario incorrecto.
-Si nos quedamos así terminaremos llamando la atención- Le ofreció la mano a Eyre para ayudarla a levantarse - Vamos, sé por donde podemos salir sin que nos vean- Era extraño no ver a Nakai entrando en el lugar, pero quizás era mejor no quedarse para averiguarlo. Matt agarro la mano de la muchacha y comenzó a caminar entre la gente, pidiendo permiso esta vez para que no resultara tan evidente. Salieron a un pasillo y luego subieron por una escalera hasta el segundo piso, habían muchas habitaciones, la mayoría de ellas con la puerta cerrada.
Owens camino hasta la última y, mirando a ambos lados para asegurarse que nadie los veía, insto a Eyre a que entre. Una vez allí cerró la puerta con llave, pero luego de pensarlo unos segundos supuso que con eso solo no sería suficiente, agarró uno de los muebles y lo movió hasta que quedara tapando la entrada.
-Bien, esto debería ser suficiente por un rato- No le importaba que no hubiese señales del hombre- lagarto, era obvio que los había visto entrar y si no estaba en ese momento con ellos solo era porque planeaba algo - Esta es una de las salas de apuestas de Jax, en realidad, casi todas las de esta zona le pertenecen, así que no había mucho modo de evitarlo.
De pronto se sentía agotado, se dejo caer en un sillón y tiro la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados.
-Muchacha, estas metida en un buen problema - Levantó una mano antes de que Eyre comenzara a gritarle cuanta cosa se le pasara por la cabeza - No había manera de que una chica sola y totalmente ingenua terminara bien en esta ciudad, así que olvídalo. Si crees que conocerme fue lo peor que podía pasarte es solo porque no sabes nada - Suspiro - Seguro aún te sientes mal, aprovecha para descansar un poco, porque no creo que Nakai nos de mucho tiempo...
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Pese a que la jovencita podía oír perfectamente las palabras de su acompañante se abstuvo de responder, haciendo caso omiso a su presencia en un vano intento por recobrar la poca tranquilidad que podía tenerse en esa situación. Nunca una persona la había conducido a semejante confusión, nunca había conocido a alguien que actuara de manera tan contradictoria.
“En las calles de las ciudades humanas suceden cosas en verdad horribles” había dicho sin un ápice de culpa en su tono de voz.
-¿Como que te roben, te engañen y luego intenten intercambiarte igual que un objeto? -Reprochó para sus adentros con evidente enfado, sin tener idea de si debía confiar o no en aquel sujeto de doble cara que, luego de hacer todo eso, había ido en su rescate.
Pero, por mucho que quisiese desligarse de él y tomar su propio camino, volvían a estar en una situación que los concernía a ambos, por lo menos hasta que Nakai desistiera en la persecución y ella ya no tuviese que pagar por los actos de su compañero. Tan reticente como resignada, tomó la mano ajena y se dejó guiar hacia el piso de arriba, incómoda ante las sugerentes miradas que la gente les lanzaba. Seguramente, a ojos de los demás, eran una pareja de lo más pintoresca.
Cuando entraron a la habitación, Eyre experimentó nuevamente la sensación de que no estaba, precisamente, tomando las mejores decisiones. Era una niña que dócilmente se dejaba encerrar en un cuarto, a solas con un hombre que ya había demostrado ser todo menos “decente”. Al verle echar el pestillo y, encima, bloquear la puerta con varios muebles, comenzó a verse embargada por una creciente ansiedad. ¿Y si todo era una excusa para retenerla allí? ¿Y si pensaba hacerle cosas malas? ¿Y si...?
Gracias a todos los Dioses habidos y por haber, el hombre, en vez de echársele encima, tomó asiento a varios pasos de ella. La joven suspiró con renovada tranquilidad, accediendo a pensar que, quizás, Matthew no era tan mal tipo como pensaba.
...Pero entonces comenzó a hablar, y sí que acertó al levantar la mano para acallarla, pues la ojiazul ya estaba abriendo la boca para comenzar a ladrarle. ¡Agh! ¡Cómo detestaba la manera en que le hablaba, tan apático, tan condescendiente, tan, tan...! Su rostro jamás había estado tan enrojecido, apretaba los puños para no gritar las pocas malas palabras que tenía en su vocabulario. Sin embargo, el moreno no se salvaría, ¡esta vez no! ¡Ya no podía tolerarlo más! Mandando al diablo toda la educación y el buen porte que su madre le había inculcado para convertirla en una fina señorita, Eyre dio un paso adelante y golpeó fuertemente el piso con la base de su bastón, dando inicio a la rabieta que liberaría toda su angustia, su rabia y su miedo contenidos.
-¡Deje de hablarme así, ma... maldita sea! ¡Claro que estoy metida en un problema! ¡Y es todo por SU culpa! -La bestia había sido liberada. Acortó la distancia que los separaba con tres largos pasos y se inclinó para acercar el rostro a pocos centímetros del ajeno, dispuesta a destrozarle los tímpanos con sus agudos gritos- ¡Me ha llevado de aquí para allá, me ha engañado y me ha menospreciado de todas las formas posibles! ¡Si fuera una princesita, como usted dice, n-ni siquiera habría llegado hasta aquí en primer lugar! ¡No sabe t-todo el camino que he recorrido por mi cuenta! -Los ojos se le llenaron de lágrimas por enésima vez en el día, pero esta vez eran lágrimas de impotencia, pues, por mucho que lo intentase, tenía la sensación de que el otro no era capaz de comprender su angustia- ¡No me conoce, no tiene idea de qué hago aquí ni por todo lo que he pasado! ¡Es esta niña ingenua quien ha... quien ha salvado su deshonroso pellejo hace un rato! -Se apartó con un movimiento brusco y comenzó a caminar alrededor con evidente nerviosismo. La cabeza le dolía cada vez más y ni siquiera se daba cuenta de que, tras ella, los pequeños objetos que adornaban una estantería comenzaban a temblar. Cuando las emociones la desbordaban también lo hacían sus poderes, y era incapaz de controlarlos hasta que recobrase los estribos- ¡Es usted un truhán! ¡un bárbaro! ¡un... un! ¡Y aún así me ha salvado! ¿¡Cuál es su problema!? ¿¡Va a tratarme mal o va a tratarme bien!? ¡Decídase de una vez, o voy a...! ¡¡Voy a...!!
A sus espaldas, alguien tocó la puerta... o más bien la aporreó. Quizás, y sólo quizás, había gritado demasiado fuerte.
“En las calles de las ciudades humanas suceden cosas en verdad horribles” había dicho sin un ápice de culpa en su tono de voz.
-¿Como que te roben, te engañen y luego intenten intercambiarte igual que un objeto? -Reprochó para sus adentros con evidente enfado, sin tener idea de si debía confiar o no en aquel sujeto de doble cara que, luego de hacer todo eso, había ido en su rescate.
Pero, por mucho que quisiese desligarse de él y tomar su propio camino, volvían a estar en una situación que los concernía a ambos, por lo menos hasta que Nakai desistiera en la persecución y ella ya no tuviese que pagar por los actos de su compañero. Tan reticente como resignada, tomó la mano ajena y se dejó guiar hacia el piso de arriba, incómoda ante las sugerentes miradas que la gente les lanzaba. Seguramente, a ojos de los demás, eran una pareja de lo más pintoresca.
Cuando entraron a la habitación, Eyre experimentó nuevamente la sensación de que no estaba, precisamente, tomando las mejores decisiones. Era una niña que dócilmente se dejaba encerrar en un cuarto, a solas con un hombre que ya había demostrado ser todo menos “decente”. Al verle echar el pestillo y, encima, bloquear la puerta con varios muebles, comenzó a verse embargada por una creciente ansiedad. ¿Y si todo era una excusa para retenerla allí? ¿Y si pensaba hacerle cosas malas? ¿Y si...?
Gracias a todos los Dioses habidos y por haber, el hombre, en vez de echársele encima, tomó asiento a varios pasos de ella. La joven suspiró con renovada tranquilidad, accediendo a pensar que, quizás, Matthew no era tan mal tipo como pensaba.
...Pero entonces comenzó a hablar, y sí que acertó al levantar la mano para acallarla, pues la ojiazul ya estaba abriendo la boca para comenzar a ladrarle. ¡Agh! ¡Cómo detestaba la manera en que le hablaba, tan apático, tan condescendiente, tan, tan...! Su rostro jamás había estado tan enrojecido, apretaba los puños para no gritar las pocas malas palabras que tenía en su vocabulario. Sin embargo, el moreno no se salvaría, ¡esta vez no! ¡Ya no podía tolerarlo más! Mandando al diablo toda la educación y el buen porte que su madre le había inculcado para convertirla en una fina señorita, Eyre dio un paso adelante y golpeó fuertemente el piso con la base de su bastón, dando inicio a la rabieta que liberaría toda su angustia, su rabia y su miedo contenidos.
-¡Deje de hablarme así, ma... maldita sea! ¡Claro que estoy metida en un problema! ¡Y es todo por SU culpa! -La bestia había sido liberada. Acortó la distancia que los separaba con tres largos pasos y se inclinó para acercar el rostro a pocos centímetros del ajeno, dispuesta a destrozarle los tímpanos con sus agudos gritos- ¡Me ha llevado de aquí para allá, me ha engañado y me ha menospreciado de todas las formas posibles! ¡Si fuera una princesita, como usted dice, n-ni siquiera habría llegado hasta aquí en primer lugar! ¡No sabe t-todo el camino que he recorrido por mi cuenta! -Los ojos se le llenaron de lágrimas por enésima vez en el día, pero esta vez eran lágrimas de impotencia, pues, por mucho que lo intentase, tenía la sensación de que el otro no era capaz de comprender su angustia- ¡No me conoce, no tiene idea de qué hago aquí ni por todo lo que he pasado! ¡Es esta niña ingenua quien ha... quien ha salvado su deshonroso pellejo hace un rato! -Se apartó con un movimiento brusco y comenzó a caminar alrededor con evidente nerviosismo. La cabeza le dolía cada vez más y ni siquiera se daba cuenta de que, tras ella, los pequeños objetos que adornaban una estantería comenzaban a temblar. Cuando las emociones la desbordaban también lo hacían sus poderes, y era incapaz de controlarlos hasta que recobrase los estribos- ¡Es usted un truhán! ¡un bárbaro! ¡un... un! ¡Y aún así me ha salvado! ¿¡Cuál es su problema!? ¿¡Va a tratarme mal o va a tratarme bien!? ¡Decídase de una vez, o voy a...! ¡¡Voy a...!!
A sus espaldas, alguien tocó la puerta... o más bien la aporreó. Quizás, y sólo quizás, había gritado demasiado fuerte.
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Y entonces la chica explotó, gritos, gritos y mas gritos, Matthew pudo sentir como lentamente un agudo dolor de cabeza se iba instalando, era como volver a estar con alguna de sus ex-esposas, solo que a ellas podía calmarlas con alguna palabra bonita y una sonrisa, mientras que a Eyre todo parecía enojarla cada vez mas. La miro fijamente mientras le hablaba, estaba tan cerca... Bajo la vista hacia su boca, tenía unos bonitos labios, seguramente sería muy buena besando, luego bajo un poco mas la vista y encontró su escote, ahí no había mucho que ver, pero tampoco le preocupaba, no tenía gustos tan exigentes.
Pensando en estas cosas Matthew se había distraído un poco de la charla, pero no necesitaba seguirla en detalle, ya sabía mas o menos como iba la canción, algo sobre que todo era su culpa y que era un ser despreciable, y un largo etcétera "¿Se enojara demasiado si toco su trasero?" No parecía que el ambiente fuera el propicio para ese tipo de cosas, además, parecía estar demasiado enojada como para darse cuenta que un hombre y una mujer encerrados en una habitación podían hacer cosas mucho más divertidas que reprocharse cosas.
-Claro que no te conozco, ni tu tampoco a mi ¿Y eso que? Me salvaste ¿Y entonces? ¿Se supone que me arrodillare y pedire perdón por eso? -El movimiento en los adornos de una estantería distrajo la atención de Matt, era algo más bien sutil, pero no cabía la menor duda de que era verdad ¡Se movían! Miro de nuevo a Eyre, quien continuaba gritando algo sobre ser un trúan, y después a los frasquitos del fondo, uno de los cuales había terminado cayendo y haciéndose añicos contra el piso "Bien Matthew, esta es información nueva. A ver como la utilizas" - Tienes toda la razón, mi comportamiento es bastante contradictorio, pero es porque tampoco tengo muy claro lo que me haces sentir...
Un golpe salvador llamo a la puerta, y al primero lo siguieron varios mas, Owens se puso rápidamente en pie, miro en todas direcciones pero solo había una salida... O al menos solo una de las salidas era de las convencionales.
-Ya sabemos que están allí, salgan de una vez y acabemos con esto -
-Pero si es mi buen amigo Nakai ¿Que sucede? ¿Quieres mas fruta? - Matthew ahogo una risa sin mucho éxito y del otro lado de la puerta se escucho un solo golpe fuerte - Bien, parece que hasta aquí llegamos - Las maderas crujían a medida que los guardias enviados por Jax empujaban la puerta para abrirla a la fuerza - Para ser sincero no me puedo quejar, hice mi vida tal como quería hacerla - Se quedó en silencio unos segundos, luego miro a Eyre y sonrió de medio lado- Solo bromeaba, saldremos de esta.
Fue hacia la ventana y la abrió de par en par, se fijo que había abajo.
-¿Sabes porque elegí esta habitación y no las demás? Porque abajo de esta hay una enorme fuente - Se quito los zapatos y los ato entre si, luego se subió al marco de la ventana - No sé si lo sabes, princesa, pero los zapatos son muy caros - Los lanzo pero por mala suerte quedaron colgados de un poste - Bueno, supongo que podré recuperarlos luego... - Le sonrió una vez mas a la muchacha - Nos vemos abajo, Cariño.
Y luego de eso simplemente salto, estaban en un primer piso así que la distancia no era tanta, pero tampoco la fuente era excesivamente profunda. Se hizo un obillo para protegerse las extremidades, pero al caer al agua su cabeza golpeo contra algo y Matthew Owens quedó inconsciente.
Pensando en estas cosas Matthew se había distraído un poco de la charla, pero no necesitaba seguirla en detalle, ya sabía mas o menos como iba la canción, algo sobre que todo era su culpa y que era un ser despreciable, y un largo etcétera "¿Se enojara demasiado si toco su trasero?" No parecía que el ambiente fuera el propicio para ese tipo de cosas, además, parecía estar demasiado enojada como para darse cuenta que un hombre y una mujer encerrados en una habitación podían hacer cosas mucho más divertidas que reprocharse cosas.
-Claro que no te conozco, ni tu tampoco a mi ¿Y eso que? Me salvaste ¿Y entonces? ¿Se supone que me arrodillare y pedire perdón por eso? -El movimiento en los adornos de una estantería distrajo la atención de Matt, era algo más bien sutil, pero no cabía la menor duda de que era verdad ¡Se movían! Miro de nuevo a Eyre, quien continuaba gritando algo sobre ser un trúan, y después a los frasquitos del fondo, uno de los cuales había terminado cayendo y haciéndose añicos contra el piso "Bien Matthew, esta es información nueva. A ver como la utilizas" - Tienes toda la razón, mi comportamiento es bastante contradictorio, pero es porque tampoco tengo muy claro lo que me haces sentir...
Un golpe salvador llamo a la puerta, y al primero lo siguieron varios mas, Owens se puso rápidamente en pie, miro en todas direcciones pero solo había una salida... O al menos solo una de las salidas era de las convencionales.
-Ya sabemos que están allí, salgan de una vez y acabemos con esto -
-Pero si es mi buen amigo Nakai ¿Que sucede? ¿Quieres mas fruta? - Matthew ahogo una risa sin mucho éxito y del otro lado de la puerta se escucho un solo golpe fuerte - Bien, parece que hasta aquí llegamos - Las maderas crujían a medida que los guardias enviados por Jax empujaban la puerta para abrirla a la fuerza - Para ser sincero no me puedo quejar, hice mi vida tal como quería hacerla - Se quedó en silencio unos segundos, luego miro a Eyre y sonrió de medio lado- Solo bromeaba, saldremos de esta.
Fue hacia la ventana y la abrió de par en par, se fijo que había abajo.
-¿Sabes porque elegí esta habitación y no las demás? Porque abajo de esta hay una enorme fuente - Se quito los zapatos y los ato entre si, luego se subió al marco de la ventana - No sé si lo sabes, princesa, pero los zapatos son muy caros - Los lanzo pero por mala suerte quedaron colgados de un poste - Bueno, supongo que podré recuperarlos luego... - Le sonrió una vez mas a la muchacha - Nos vemos abajo, Cariño.
Y luego de eso simplemente salto, estaban en un primer piso así que la distancia no era tanta, pero tampoco la fuente era excesivamente profunda. Se hizo un obillo para protegerse las extremidades, pero al caer al agua su cabeza golpeo contra algo y Matthew Owens quedó inconsciente.
Matthew Owens
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
Los cada vez más insistentes porrazos en la puerta interrumpieron aquella conversación que Eyre necesitaba tener para decidir de una vez por todas cómo sentirse respecto a aquel elusivo sujeto. Tuvo que morderse la lengua para no responderle, aunque la tranquilidad del contrario estaba haciéndole perder los estribos. Luego, se prometió, habría tiempo para continuar la “charla”.
A diferencia de su interlocutor, la jovencita miró hacia la puerta sin ocultar su temor. El lagarto tenía compañía y, a juzgar por las escasas habilidades que el moreno había mostrado para la lucha, tuvo la certeza de que no podrían encargarse de tantos hombres entre los dos. No esbozó ni la más mínima sonrisa cuando el otro intentó ser gracioso, simplemente se dirigió hacia la ventana y, aterrada, miró hacia abajo.
-...Sa-sabes que desde esta distancia el agua no amortiguará el impacto, ¿verdad? -Balbuceó, haciendo alarde de sus conocimientos aún estando en un momento tan poco oportuno. Pero no tuvo caso. El otro se quitó las botas, pese a que Eyre intentó agarrarlo de un brazo para impedírselo y... saltó. Un momento. ¿El muy tonto acababa de quedar inconsciente?
Los goznes de la puerta se separaban un poco más de la pared con cada golpe recibido, manteniéndola en su lugar sólo gracias a los muebles que hacían de barrera y que poco a poco, centímetro a centímetro, se deslizaban para dar paso a la abertura desde la cual Nakai ya podía entrever el interior de la habitación.
-Sólo... sólo son tres metros. ¿Qué son tres metros? Si... si te cuelgas, pasa a ser... uno y medio desde tus pies al su-suelo. N-No es para tanto, ¿verdad?
No, no era para tanto, aunque visto desde la perspectiva de una niña mimada que nunca había hecho gran cosa, las cosas cambiaban. Tampoco era como si tuviese tiempo para continuar sopesando las posibilidades. Imitando al moreno, se quitó las botas y las medias y las lanzó hacia el poste (creyendo que él había enganchado allí sus zapatos adrede) en un vano intento por preservarlas, pues no tenía otro calzado para todo el viaje ni dinero suficiente para conseguir un par nuevo. Pero, para su mala suerte, sólo las medias atinaron a engancharse, mientras que sus bellas botas a medida color canela cayeron a un lado de la fuente.
-¡Maldición! -Gruñó justo cuando un estruendo a sus espaldas y el posterior tintineo en el piso evidenciaron que las bisagras acababan de ser totalmente arrancadas. Presurosa, con las manos temblándole, se arrimó al marco de la ventana y, con sumo cuidado, se agarro a éste para ir descendiendo con lentitud.
Aunque desde fuera la distancia parecería escasa, desde su posición sentía que estaba a kilómetros del suelo. Jamás había hecho tanto esfuerzo con los brazos, que le temblaban como briznas de hierba a causa del espanto que atenazaba cada uno de sus músculos. Se dejó colgar durante unos instantes hasta que pudo oír cómo finalmente entraban a la habitación. Entonces, sabiendo que no había adónde huir, relajó los dedos para abandonarse a la vertiginosa caída, aceptando su cruel destino, resignándose a la posibilidad de una horrorosa muerte...
...Para caer de pie. Vaya, no fue tan difícil. ¿Cómo es que el moreno había sido tan torpe?
Luego, sin ninguna duda, se burlaría mucho de él. Pero ahora, alzando la vista hacia la ventana, supo que debía hacer acopio de sus últimas fuerzas para salvar, una vez más, las posaderas de su acompañante. Si los encontraban estaban perdidos, y ella sola era incapaz de arrastrar al moreno hacia un nuevo escondite. Sabía qué debía hacer, pero también sabía qué precio debería pagar por ello. No tenía otra opción, inocente y honorable como era, la idea de abandonarlo ni siquiera pasó por su mente.
Inhaló profusamente y se sentó en el agua, junto al otro, con la espalda apoyada en el borde para poder relajar el cuerpo sin temor a ahogarse. Fijó la vista en el ventanal, contuvo la respiración e hizo un enorme esfuerzo mental para elaborar la última ilusión del día.
Escasos segundos después Nakai se asomó hacia afuera sólo para constatar que sus presas, de alguna manera que era incapaz de imaginar, habían vuelto a escapar. Eyre no pudo escuchar los gritos furibundos del reptil pues, gracias a esa última jugarreta, acababa de quedar inconsciente.
Ni él ni ningún transeúnte podría ver que en realidad ambos prófugos yacían tranquilamente en las aguas de la fuente que, a ojos ajenos, permanecería vacía por un buen rato.
Eyre
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Re: El damo y la vagabunda [Eyre] [Cerrado]
El presente.
Matthew se levantaba con dificultad mientras recordaba los últimos detalles de su improvisada aventura, ahora que lo pensaba en frío, quizás no había sido tan buena idea el saltar desde el primer piso. Tampoco podía recordar porque estaba sin camisa, y quizás nunca lo sabría, así como tampoco estaba seguro de porque Nakai y sus matones no los habían perseguido cuando los vieron tirarse por la ventana.
Demasiados misterios, pero el estafador no tenía ni tiempo, ni ganas para ponerse a pensarlo, estaba empapado, hacía frío y estaba seguro que si él estaba congelado la pequeña y delicada princesa estaría al borde de la hipotermia.
-Ey, vamos... - Le pellizco una mejilla pero aún así no reaccionaba, le tomo el pulso y parecía estar bien - Oh genial, ahora tendré que cargarte.
Paso los brazos por abajo del cuerpo de la chica y la levanto, por culpa del vestido pesaba muchisimo más de lo que aparentaba, Owens pensó seriamente en cortarselo, pero seguro se enojaría si hacia eso. Con cuidado salió de la fuente, el piso estaba congelado y sumado al viento no tardo mucho en empezar a temblar ¡Tenía que apurarse! Fue a paso acelerado calle arriba, conocía una posada donde podrían descansar como correspondía.
El lugar al que llegaron era totalmente diferente a todos los que habían visitado en el día, era una posada familiar, regenteado por un amable anciano que trabajaba a la vez con su esposa, quien se encargaba de la cocina, y su hijo ya grande que ayudaba en todas las tareas pesadas que su padre ya no podía hacer. Matt iba allí cuando quería esconderse de verdad porque... Bien, nadie esperaría que el estafador descansara en un sitio decente.
En cuanto llego la esposa del dueño se hizo cargo de Eyre, sumamente preocupada de que pescara un resfriado o algo peor. Matthew pago por adelantado para que pudieran quedarse tranquilos allí durante varios días, él también necesitaba descansar.
Cuando la muchacha despertara se encontraría en una cama mullida, de sabanas limpias, la habitación era mucho más humilde de lo que ella estaría acostumbrada en su casa, pero se notaba que estaba arreglada con mucho cariño. Frente a ella estaría Owens sentado en una silla, probablemente dormido, con ropas muy humildes y gastadas que le había prestado el dueño de la posada.
A los pies de la cama estaría la mochila de Eyre la esperaba completamente reparada y lista para continuar con las andadas.
Matthew Owens
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