Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
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Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Høstblót, El Equinoccio de Otoño
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La celebración dio su inicio llegado el atardecer. La comida era escasa y los bailes carecían de gracia. Lunargenta quedaba a kilómetros de distancia, pero su recuerdo vivía en el corazón de Vulwulfar. En los últimos meses, la capital había recibido centenares de refugiados, familias que habían perdido sus hogares y algún miembro querido durante la guerra. Evitar empatizar con ellos era tarea imposible. Mientras algunos intentaban beber y disfrutar de la festividad, otros se separaban del resto y lloraban por sus pérdidas. Más de uno se acercó a este segundo grupo con una copa de vino y una bandeja de comida: se disculpaba porque el vino fuera amargo y que hubiera poca comida. No había sido un año bueno y la Gue… y esa palabra que tenía la capacidad de herir al pronunciarla había dificultado el comercio con las ciudades vecinas. Sin embargo, ofrecía de buna agrado un dulce y una mano que les acompañaría a bailar.
El Høstblót no era una celebración para llorar las pérdidas, sino para que pedir a los Dioses Aesir que los días cortos y las heladas no aumentasen en el número de muertos después de la (guerra) palabra prohibida. Los otoños en Aerandir eran difíciles: grandes tormentas, riadas, inundaciones y un horrible frío que convertía en los huesos de los más ancianos en astillas quebradizas. Todavía ser peor así que, ¿por qué no olvidar lo sucedido y concentrarse en lo que tenían en lugar de pensar en lo que perdieron?
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | La fiesta dio su inicio llegado el atardecer, pero no empezó hasta que la familia Jolthanen colgó la figura de un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] en la puerta de su hogar. Los Jolthanen tenían una gran relación con los elfos. Poseían algunas costumbres de Sandorai y en Vulwulfar corría rumor que tres generaciones atrás, los Jolthanen eran una familia de semi-elfos, algo común en la ciudad. La réplica del espíritu aeda era perfecta, parecía tener la capacidad de devolver la mirada. Otras familias de Vulwulfar siguieron a los Jolthanen, colgaron sus propios adornos. Los aedas recordaban la catástrofe del bosque maldito, Migdar. Los males no eran eternos y por muy mala que fuera la situación, siempre había una salida y una razón por la que merece la pena sonreír. El baile se animó gracias a la familia de los semi-elfos. Los violes, flautas y laudes sonaron con más fuerza. ¡Ahora sí que la fiesta había empezado! |
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] sujetaba su cruz de plata con las dos manos. Había pertenecido a su familia durante generaciones, desde antes de atravesar los portales terrestres que les llevaría a la tierra de los dragones. Su abuela le contó que la cruz había sido hecha en la mágica tierra llamada Irlanda; representaba al único Dios y tenía el poder de espantar a los monstruos de cuento; vampiros incluidos. Callahan depositó la cruz junto a los otros tributos. Tenía miedo que por sostenerla unos minutos más, sus manos se llenarían de ampollas.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], el mayor héroe que Aerandir conocía, ayudaba a una familia de elfos que había venido de Sandorai (¡Qué lejos!) a confeccionar su propio espíritu aeda. Hont había viajado mucho a lo largo de su vida, pero jamás había estado en los bosques de los elfos. Mientras trabaja con el mimbre del aeda, preguntaba a sus amigos de qué color eran los bosques de Sandorai y a qué olían. Se desilusionó al escuchar que los bosques de los elfos no eran diferentes a los demás, eran de color verde en primavera y verano, marrón en otoño y gris en invierno. No podía ser iguales de los demás. Hont renegaba con fingida molestia. Los bosques de los elfos tenían que tener colores especiales y únicos. ¿Qué tal el morado? Ese era un color muy bonito, el preferido de Hont. Estaba convencido de que los elfos mentían. Eran muy simpáticos, eso sí, pero le enfadaba que no desvelasen los colores y aromas secretos de sus bosques a los no-elfos.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] tenía una mano en el vientre de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], parecía estar acariciando a la niña de su interior. Sí, iba a ser una niña. Dos semanas atrás, visitaron a una bruja adivina que les dijo que la personita que esperaban era una niña con el cabello y los azules. Iba a ser preciosa. Boomer ilusionado, dijo que la niña era Shappy. Todavía la quería. Emily creía que Boomer no estaba enamorado de ella, sino de su difunto alter ego. Otra prueba que confirma sus sospechas llegó cuando les tocó sacrificar el viejo can que [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] les había prestado para la ocasión.
—Boomer no querer ver días tristes y grises. Boomer querer ver días alegres y azules.
Jason Bosne, Harambe y Gaia, hombres bestias de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], sacrificaron un animal en vuelto en sábanas que los humanos no pudieron ver. Era un híbrido fallido que Bosne había diseñado: cuerpo de cánido, cuernos de carnero, fauces de cocodrilo y alas de cuervo. El híbrido nació con mal formación: los cuernos torcidos, los dientes superpuestos y las alas desplumadas. Lo más sabio habría sido enterrarlo en el túmulo de La Factoría, donde habían enterrado a tantos otros experimentos fallidos. Sin embargo, Harambe propuso viajar hasta Vulwulfar con el animal y allí sacrificarlo delante de los humanos en su propia celebración. Nadie podía ver el animal, ahí residía la gracia del asunto. Los humanos no se darían cuenta que los hombres bestias de La Factoría se estaban burlando de ellos al enseñarles sus futuras armas.
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Han llegado muchos usuarios nuevos y creo que es necesario hacer un paréntesis y explicar de qué tratan estos eventos globales. Quienes ya sabéis cómo funcionan, podéis saltaros este párrafo. Estos temas los hacemos en relación a una festividad de la mitología vikinga, intentamos, en la medida de lo posible que concuerde con una festividad real de nuestros países. El Høstblót coincide con “El equinoccio de otoño”. Desde el staff creemos que estas fiestas son la excusa perfecta para alimentar el rol social. Cualquiera puede participar en estos temas y cumplir los objetivos que se piden. Puede que aquí conozcáis a personajes que, de otro modo, no podríais conocer. Un capricho que tengo es que, luego de describir la escena del evento, me gusta decir, a modo de ejemplo, qué hacen algunos los personajes que solo utilizar en desafíos y misiones. Sus historias no son relevantes para el evento, pero anuncian tramas futuras.
Información:
* Libre partición. Todos los usuarios con la ficha de personaje aprobada pueden participar.
* El Høstblót finalizará el 6 de octubre de 2018. Puedo dejar una prologa de 3 días si alguno desea participar y no le va a dar tiempo.
* Como objetivo principal deberéis disfrutar de la temática del Høstblót. Deberéis ofrecer una ofrenda o un sacrificio a los Dioses Aesir o a vuestras propias creencias. Nótese la historia de ejemplo de Callahan. Él no cree en los Dioses tradicionales. El tributo lo ofrece hacia él mismo. Aquellos que tengáis relación con los elfos deberéis construir la figura de un espíritu aeda y utilizarla como ofrenda.
* Aunque el objetivo se puede completar con un único post, si creéis que el ambiente de festividad y la ocasión puede veniros bien para generar una pequeña trama entre vosotros, está permitido postear más de una vez.
* Tenéis total libertad de turnos. No tendréis que esperar a otro usuario para postear. Aun así, os pido, que postéis con lógica.
* Si has conocido a cualquiera de mis personajes y crees que puede resultar divertido interactuar con ellos, puedes hacerlo. Lo único que te pido es que lo hagas con lógica. Es decir, si ves que un usuario se ha adelantado y ha cogido a Hont (por ejemplo) y se lo ha llevado a bailar, no se lo arrebates y digas que Hont está haciendo otra cosa totalmente diferente. De hacerlo, lo consideraré metarol y será penalizado.
Recompensas:
* +5 ptos de experiencia
* 50 aeros
* Objeto recordatorio del evento.
* Aquellos que creen una pequeña trama dentro del tema serán recompensados con un obsequio adicional.
* Dependiendo de vuestras acciones, también podréis sufrir una maldición. Hay usuarios que toman las maldiciones como recompensas.
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Con los mirmidones funcionando en pleno rendimiento gracias a la incorporación de los sobrevivientes de Ámbar, Zero ha destinado un pequeño grupo para realizar tareas humanitarias en lo que respecta al flujo de refugiados.
Todas las penurias sufridas por los humanos fomentaron la iniciativa y es que las facciones con recursos deberían ayudar en situaciones graves… política difícil de lograr en los seres vivos inteligentes pero que de momento va por buen camino.
Al sintético le hubiera gustado destinar la mitad de la tripulación apostada en Olimpus para tales labores pero el consejo expuso un punto imposible de ignorar, un mayor número de efectivos atraería a Exos y sus fuerzas.
Una cosa esta clara, cualquier colaboración es apreciada por personas en necesidad real. Los esfuerzos mirmidones aunque regulados tienen una gran capacidad de impacto debido al tipo de ayuda empleada.
Es mejor que nada…
Suelta por inercia al pensar en todo, esta nueva misión opcional ha traído al pequeño sintético hasta una celebración en territorio bestial. Planificar a los voluntarios locales tomo poco y ahora tiene cierto tiempo de ocio.
Luego de interrogar inocentemente a varias personas Z9-42 pudo confirmar que se trata de una festividad encausada al cambio de estación con un sello original propio de Aerandir, como mínimo pintoresco.
Los meses que vienen son duros teniendo en cuenta la naturaleza misma, es una estación que pone en dificultades a muchas personas en el primitivo mundo… la guerra claramente solo consigue empeorar dicha realidad.
Es sorprendente como el ser vivo lucha contra la corriente e incluso en estos momentos desesperados se esfuerza por mostrar empatía, tal aspecto se reafirma con cada sonrisa sin importar su sinceridad.
Luego de varios minutos dando vueltas el propio chiquillo sintético se encuentra frente a las ofrendas, no posee las mismas creencias que la mayoría de personas reunidas por obvias razones aunque desea participar.
Saca de uno de sus bolsillos internos cierto engranaje, lo removió cuando escapo de la base hace ya casi un año. Llevarlo todo este tiempo encima no puede resultar más irracional pero sin embargo allí esta.
Pega cierto suspiro y luego lo deja caer, se puede decir que tiene valor simbólico para su persona lo que le convierte en una ofrenda adecuada. Quién lo diría, al final comienza a entender cómo funcionan los aspectos más extraños de la mente inteligente.
Todas las penurias sufridas por los humanos fomentaron la iniciativa y es que las facciones con recursos deberían ayudar en situaciones graves… política difícil de lograr en los seres vivos inteligentes pero que de momento va por buen camino.
Al sintético le hubiera gustado destinar la mitad de la tripulación apostada en Olimpus para tales labores pero el consejo expuso un punto imposible de ignorar, un mayor número de efectivos atraería a Exos y sus fuerzas.
Una cosa esta clara, cualquier colaboración es apreciada por personas en necesidad real. Los esfuerzos mirmidones aunque regulados tienen una gran capacidad de impacto debido al tipo de ayuda empleada.
Es mejor que nada…
Suelta por inercia al pensar en todo, esta nueva misión opcional ha traído al pequeño sintético hasta una celebración en territorio bestial. Planificar a los voluntarios locales tomo poco y ahora tiene cierto tiempo de ocio.
Luego de interrogar inocentemente a varias personas Z9-42 pudo confirmar que se trata de una festividad encausada al cambio de estación con un sello original propio de Aerandir, como mínimo pintoresco.
Los meses que vienen son duros teniendo en cuenta la naturaleza misma, es una estación que pone en dificultades a muchas personas en el primitivo mundo… la guerra claramente solo consigue empeorar dicha realidad.
Es sorprendente como el ser vivo lucha contra la corriente e incluso en estos momentos desesperados se esfuerza por mostrar empatía, tal aspecto se reafirma con cada sonrisa sin importar su sinceridad.
Luego de varios minutos dando vueltas el propio chiquillo sintético se encuentra frente a las ofrendas, no posee las mismas creencias que la mayoría de personas reunidas por obvias razones aunque desea participar.
Saca de uno de sus bolsillos internos cierto engranaje, lo removió cuando escapo de la base hace ya casi un año. Llevarlo todo este tiempo encima no puede resultar más irracional pero sin embargo allí esta.
Pega cierto suspiro y luego lo deja caer, se puede decir que tiene valor simbólico para su persona lo que le convierte en una ofrenda adecuada. Quién lo diría, al final comienza a entender cómo funcionan los aspectos más extraños de la mente inteligente.
Z9-42
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Contemplé la zona. No importaba lo que pasase, nunca me sentiría parte de aquel ritual. No dejaba de ser algo ajeno. Pero tampoco importaba. Simplemente, podía observar el ambiente. Uno de los últimos vistazos a la ciudad antes de mi partida. Podía ser agradable.
Fue en mitad de la noche cuando noté cierto olor familiar. No tardé en encontrar la fuente.
-¡Bosne!- llamé, acercándome al león. Había sido una curiosa coincidencia encontrarlo allí. Se giró y esbozó una sonrisa, acercándose. Le recibí con un abrazo amistoso.
-Buenas noches, Asher.- dijo, agregando un pequeño gesto con la cabeza al saludo. -Me alegra verte de nuevo... aunque me sorprende verte con una corona.- señaló, dejando la pregunta en el aire.
-No es... en ese sentido. Solo la llevo porque es necesario. No pretendo ser un rey. Ni un dios, tampoco.- añadí, esbozando media sonrisa.
-Me alegro. Los monos han estado aprendiendo. Algunos ya no creen en Ra'lios.- explicó con cierto orgullo. No me importaba el perder seguidores. Le había confiado el estar a cargo de ellos, después de todo.
Lancé una larga mirada a la compañía que traía. Harambe y... aquella gata. Tenía cierto respeto por el primero: era quien había inscrito nuevas runas en mi armadura la última vez, y quien había mantenido a Syl vivo. Había algo oculto en una sábana. Muchos otros habian hecho algo parecido. Pero notaba algo distinto. Algo horrible y macabro. Aquel olor...
Mis ojos se abrieron. Esbocé una mueca, mostrando los dientes mientras mi cuerpo se tensaba por completo. De mi boca salió un gruñido sordo. No podía ser.
-¿Ocurre algo?- preguntó.
Los sentimientos que se arremolinaban en mi pecho hacían que responder fuese difícil. Temor, enfado, asco, odio. Tristeza. Tragué saliva, buscando las palabras.
-Bosne. ¿Qué... que es eso?- pregunté. -¿Qué habeís sacrificado?-
Hice ademán de acercarme. El líder de la factoría me detuvo con una mano alzada. Un gesto de paz.
-Supongo que no podemos engañar al olfato. Es... algo en lo que he estado trabajando. Un híbrido. Lamentablemente, no sobrevivió.- Apreté la mandíbula. No quería creerme lo que decía. Pero no había malicia ni engaño en su voz. Parecía melancólico por como había acabado aquel ser. Pero no arrepentido.
El amargo recuerdo de la Gran Caza volvió a recorrer mi cuerpo. Demasiada muerte. Demasiadas mentiras.
-¿Por qué?- pregunté. -¿Por qué estás creando esas... cosas? ¿Por qué lo has traído aquí?- Debí sospechar que no participaría en algo tan humano. La última vez también coincidimos en una ceremonia. En ella, también había muerte.
-Agradecería que bajases la voz.- pidió. Su voz no era amenazadora ni desafiante. Le miré fijamente. -No te voy a mentir, pero necesitas tranquilizarte un poco. Ven.-
El león carnero comenzó a caminar. Le seguí, aún sin saber como lidiar con aquello. Le había empezado a considerar alguien de fiar. Alguien que podía construir un lugar donde los hombres bestia prevaleciesen.
No tardamos en encontrarnos por los callejones, cerca del puerto y algo alejados de la celebración. La relativa oscuridad no era un problema para ninguno de los dos.
-Los humanos fueron quienes nos crearon. Lo recuerdas, ¿verdad?- preguntó. -Los que nos esclavizaron. Nos ordenaron matar, sin dejarnos opción. E, incluso cuando nos liberamos... nos odian. ¿Cuantas veces te han mirado con recelo? ¿Solo por ser tú?- Dejé escapar un gruñido de impaciencia. No estaba allí para un discurso.
-Sé perfectamente como son. He lidiado con eso toda mi vida. Ve al grano.- le corté.
-Aún quieren dejarnos sin lugar, Asher. Yo solo quiero reclamar lo que nos merecemos, pero no nos lo darán por las buenas. Por eso... estoy preparando armas.- admitió.
-¿Estás mal de la cabeza?- estallé. -¿Que quieres hacer? ¿Invadir una ciudad? ¿Como te crees que les salió eso a los vampiros?- Abrió la boca para contestar, pero no me detuve. -¿Y estás creando híbridos para esto? ¿Creando seres vivos para que luchen por ti? ¿Cómo te hace distinto a los humanos?-
-No puedes comparar ambas cosas. Estos no son personas. Solo bestias.- replicó.
-Eso mismo dijeron de nosotros.- dije seriamente. -¿Cuanta gente crees que morirá por esto? ¿Cuantos hombres bestia?-
-Es necesario. Tu mismo debes entenderlo, ¿verdad? Sé que quieres una revolución. Podemos cooperar. Haría las cosas más fácil.- aseguró.
No, no podíamos. No con aquella responsabilidad sobre mi cabeza.
Apreté los puños. Si Bosne empezaba una guerra... tarde o temprano me vería obligado a tomar parte. Tal vez tendría que acabar con aquello. Si lo hacía en ese momento, nadie más moriría.
Hubo varios segundos de silencio.
-Siento que esto te altere tanto.- afirmó. -No esperaba que la idea resultase popular. Pero solo quiero hacer lo mejor para los nuestros.-
Lo odiaba. Odiaba poder simpatizar con ese sentimiento. Odiaba que lo adornase con los mismos ideales que tenía. Odiaba que, de ser distintas las cosas, habría estado de su lado, intentando desafiar a los humanos. Odiaba que parte de mi estuviese de acuerdo con él.
Coloqué mi mano sobre su hombro, agarrándolo con fuerza. Su rostro seguía pareciendo inexpresivo. Él tampoco quería llegar a la violencia.
Lágrimas de frustración empezaron a brotar de mis ojos. Ojala me lo hubiese puesto más fácil. Ojala hubiese sido defensivo. Ojala no hubiese sentido la misma compasión que él sentía. Pero la realidad era distinta. Simplemente, no podía matarlo. Iba a provocar una catástrofe, y no podía detenerlo. Sería como matar a un hermano. A un camarada. A un Nómada.
-No voy a convencerte, y tu a mi tampoco.- dije con voz caída. -Ve. Espero que vivas para arrepentirte.- Lo solté. Evité mirarlo a los ojos. El sentimiento de traición no desaparecería.
-Siento que sea así.- admitió. -Me habría gustado tenerte en mi bando.-
No respondí. Simplemente, esperé a que se fuese. Me dejé caer en la penumbra, y me quité la Corona Astada. Menudo Centinela estaba hecho. Menudo líder.
-A mi también.-
Asher Daregan
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Tanta guerra, tanto caos, aveces era mejor despejarse de todo eso un rato, desconectarse de los problemas que sufría Aerandir actualmente. Estaba caminando con Merlín a mi lado, juntos después de tanto desastre, mirábamos el paisaje mientras a lo lejos se podía escuchar las risas, la música, la gente. Era bonito, últimamente solo escuchaba gritos, los ruidos de las espadas, gente muriendo y pidiendo ayuda.
Mire a Merlín quien no paraba de mirar el camino adelante. - ¿Sucede algo Merlín? - Pareció no escucharme, como si estuviera distraído, lo empuje poniendo mi mano en el hombro, el cerro sus ojos por reflejo y me miro riéndose - Nada... es que me imagino, un día todo Aerandir estará así. Festejando, sin guerras ni odio, todos como uno. - Mire a Merlín y sonreí. Un día probablemente si... pero quizás para ese día ya no estaremos vivos.
Lo importante era pensar que podíamos hacer un cambio ahora, ayudar al mundo a volver a establecer la paz y el orden que un día Aerandir tuvo. Llegamos al centro de la plaza, donde había gente haciendo ofrendas a sus dioses, elfos, humanos, etc. Mire a Merlín que me estaba mirando. - ¿No vas a hacer una ofrenda, "guardián ancestral"?. - Dijo sonriendo casi riéndose.
Si lo decía así era gracioso literal - Las ofrendas son estúpidas, los dioses no necesitan sangre o comida, ellos necesitan otra cosa. - Dije frunciendo el ceño, mirando a mi alrededor y las ofrendas que hacían.
- Tal vez... deberíamos darles algo a los ancestrales. - Dijo mirando a la gran cantidad de gente que iba llegando, pero los dioses no necesitaban comida, necesitaban que la gente se comprometa a ayudar en su regreso, necesitaban escuchar a las personas decir que harían lo que fuera necesario para su regreso, después de todo, por eso se fueron.
Necesitaba estar con mis dioses un rato, alejado de los elfos y demás personas que se encontraban en la plaza con sus dioses. Le toque el hombro a Merlín y me fui hacia el bosque cercano hasta quedar completamente solo, escuchando la gente de fondo pero en plena tranquilidad.
Saque la Excalibur clavandola a un costado mio en la tierra y me arrodille. Cerre mis ojos haciendo completa oscuridad - No se... no se si me estarán escuchando... aunque espero que si. Quería decirles ya que hace mucho no hablo con ustedes, que cada día que pasa, ustedes son la razón por la que hago esto... espero estar haciendo lo correcto, y espero que estén orgullosos de mi. - Dije sonriendo, como si le estuviera hablando a mi padre. Aunque eso eran para mi los ancestrales, se que en el fondo, ellos son los que me acompañaron y me ayudaron en los momentos mas difíciles.
Tome mi espada sin pararme, y la puse adelante mio, poniendo mi frente en ella. - Fuego, Aire, Agua, Tierra, Relámpago, Luz... y Oscuridad, hoy debo respetarte, por que en el fondo, tu llevaste la carga mas pesada, el odio, la humanidad... así que hoy, mis palabras van para ti también. No te culpo por lo que hiciste, fue mucha carga para un solo dragón, te corrompió sin que te dieras cuenta... y te admiro, aguantaste mucho tiempo antes de caer. - dije serio, era gracioso, como hoy mostraba respeto ante mi mayor enemigo, al dragón que jure destruir.
Me levante guardando la espada y mire a la luna, sonreí. El viento se había intensificado, sabia que el dragón ancestral de aire me había escuchado. Volví caminando lentamente a la plaza donde Merlín me intercepto - ¡¿Donde estuviste?!. ¿Como se que una secta de elfos locos no te habia secuestrado para hacer sus tontos sacrificios? - Mire a mi alrededor y sonreí, pero rápidamente apreté mis dientes mirando a Merlín, agarrándolo de su cuello y llevándolo a una punta - Grítalo mas fuerte Merlín y probablemente si nos atrape una secta, idiota. - Dije acomodando su ropa. Ambos nos miramos incómodamente, para terminar sentándonos y seguir mirando a la gente y sus ofrendas.
Mire a Merlín quien no paraba de mirar el camino adelante. - ¿Sucede algo Merlín? - Pareció no escucharme, como si estuviera distraído, lo empuje poniendo mi mano en el hombro, el cerro sus ojos por reflejo y me miro riéndose - Nada... es que me imagino, un día todo Aerandir estará así. Festejando, sin guerras ni odio, todos como uno. - Mire a Merlín y sonreí. Un día probablemente si... pero quizás para ese día ya no estaremos vivos.
Lo importante era pensar que podíamos hacer un cambio ahora, ayudar al mundo a volver a establecer la paz y el orden que un día Aerandir tuvo. Llegamos al centro de la plaza, donde había gente haciendo ofrendas a sus dioses, elfos, humanos, etc. Mire a Merlín que me estaba mirando. - ¿No vas a hacer una ofrenda, "guardián ancestral"?. - Dijo sonriendo casi riéndose.
Si lo decía así era gracioso literal - Las ofrendas son estúpidas, los dioses no necesitan sangre o comida, ellos necesitan otra cosa. - Dije frunciendo el ceño, mirando a mi alrededor y las ofrendas que hacían.
- Tal vez... deberíamos darles algo a los ancestrales. - Dijo mirando a la gran cantidad de gente que iba llegando, pero los dioses no necesitaban comida, necesitaban que la gente se comprometa a ayudar en su regreso, necesitaban escuchar a las personas decir que harían lo que fuera necesario para su regreso, después de todo, por eso se fueron.
Necesitaba estar con mis dioses un rato, alejado de los elfos y demás personas que se encontraban en la plaza con sus dioses. Le toque el hombro a Merlín y me fui hacia el bosque cercano hasta quedar completamente solo, escuchando la gente de fondo pero en plena tranquilidad.
Saque la Excalibur clavandola a un costado mio en la tierra y me arrodille. Cerre mis ojos haciendo completa oscuridad - No se... no se si me estarán escuchando... aunque espero que si. Quería decirles ya que hace mucho no hablo con ustedes, que cada día que pasa, ustedes son la razón por la que hago esto... espero estar haciendo lo correcto, y espero que estén orgullosos de mi. - Dije sonriendo, como si le estuviera hablando a mi padre. Aunque eso eran para mi los ancestrales, se que en el fondo, ellos son los que me acompañaron y me ayudaron en los momentos mas difíciles.
Tome mi espada sin pararme, y la puse adelante mio, poniendo mi frente en ella. - Fuego, Aire, Agua, Tierra, Relámpago, Luz... y Oscuridad, hoy debo respetarte, por que en el fondo, tu llevaste la carga mas pesada, el odio, la humanidad... así que hoy, mis palabras van para ti también. No te culpo por lo que hiciste, fue mucha carga para un solo dragón, te corrompió sin que te dieras cuenta... y te admiro, aguantaste mucho tiempo antes de caer. - dije serio, era gracioso, como hoy mostraba respeto ante mi mayor enemigo, al dragón que jure destruir.
Me levante guardando la espada y mire a la luna, sonreí. El viento se había intensificado, sabia que el dragón ancestral de aire me había escuchado. Volví caminando lentamente a la plaza donde Merlín me intercepto - ¡¿Donde estuviste?!. ¿Como se que una secta de elfos locos no te habia secuestrado para hacer sus tontos sacrificios? - Mire a mi alrededor y sonreí, pero rápidamente apreté mis dientes mirando a Merlín, agarrándolo de su cuello y llevándolo a una punta - Grítalo mas fuerte Merlín y probablemente si nos atrape una secta, idiota. - Dije acomodando su ropa. Ambos nos miramos incómodamente, para terminar sentándonos y seguir mirando a la gente y sus ofrendas.
Rakan'Drag
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
- ¿Qué hacemos aquí? - preguntó la joven desde debajo de su capucha, mientras la música empezaba a sonar y varias parejas, animadas por la melodía, se unían al baile. - Ya se ha perdido bastante, es momento de pedir clemencia a los dioses para que nos permitan reponernos después de la guerra. - respondió el dragón, en un susurro que solo su compañera alcanzaría a escuchar. - El invierno no está lejos, y si las inundaciones destrozan lo poco que ha quedado cuando el frío llegue morirá mucha más gente. - continuó, algo cabizbajo. La situación en Lunargenta era bastante mala, y esto había afectado en mayor o menor medida a todo Verisar, haciendo que el comercio resultase complicado y escaseasen los bienes de primera necesidad, tal como se podía apreciar en aquella plaza.
Elen guardó silencio, con la vista clavada en el enorme poste de madera que habían puesto para las ofrendas y sacrificios. Sabía que el cazador creía fervientemente en los dioses y en que escuchaban sus plegarias cuando éstas se hacían debidamente, pero después de todo lo que le había tocado vivir, ella ya no estaba tan segura. - Si las lluvias acaban con los cultivos buscarán otro lugar al que ir, al menos hasta que llegue la primavera. - comentó, sin apenas elevar la voz. - Los que aún conserven algo de dinero quizá, pero los que no tengan nada solo podrán acudir a Sandorai o a otras aldeas del este… - replicó Alister, girándose hacia ella.
Para la benjamina de los Calhoun aquella cuestión era complicada, se trataba del territorio que debía proteger, pero contra la inclemencia de las estaciones no podía hacer nada, al menos no directamente. - Cuando regresemos a Beltrexus intentaré buscar el apoyo de los mercaderes, cuento con el respeto del gremio desde que evité que la pandemia llegase a las islas, quizá se puedan enviar los excedentes de producción en un barco… aunque probablemente no sea suficiente. - musitó, consciente de que ellos también tendrían que prepararse para pasar el invierno y habían enviado a muchos hombres y mujeres para luchar en la guerra.
A veces el cargo de centinela pesaba como una losa de piedra sobre sus hombros, pero no podía quedarse de brazos cruzados sin más, no podía defraudar a Tarivius haciendo oídos sordos a las necesidades del pueblo.
- Eso podría ayudar. - admitió el norteño, esbozando una leve sonrisa. - También hará falta ropa y abrigo, ¿crees que Sammuel y los caballeros del cuartel nos harían un par de favores? - preguntó, empezando a tener esperanza en que aquella alianza que se había formado entre reinos para acabar con la batalla también trajese otras cosas. - Las pieles del ganado de mi tierra natal son más gruesas que las que tenéis aquí. - prosiguió, revelando su idea. - No sé si se ha marchado ya pero no perdemos nada por enviarle una carta. - accedió la de cabellos cenicientos.
- Volvamos a la taberna. - pidió poco después, para confusión del dragón. - Pero si acabamos de llegar. - protestó, creyendo que no quería participar en las ofrendas, que era su motivo principal para estar allí. - Solo será un momento, vamos. - insistió, dándose la vuelta para deshacer el camino que los había traído hasta la plaza. Sin decir nada más, la pareja recorrió varias calles hasta llegar a la modesta posada, la cual, gracias al Høstblót, estaba completamente vacía. - ¡Han vuelto! ¿Qué les pongo? - inquirió el propietario nada más ver que se acercaban a la barra. - Parece que no hay mucho trabajo. - soltó la vampira, barriendo con la mirada la silenciosa estancia. El hombre se encogió de hombros y dejó escapar un suspiro de resignación, de todos modos su negocio llevaba ya tiempo con altibajos, la contienda le había pasado factura. - ¿Cuánto por lo que tienes en ese par de calderos? - continuó instantes después, señalando las ollas que descansaban sobre el fuego.
- ¿Qué? - alcanzó a formular, sin entender para qué quería tal cantidad de comida si solo uno de ellos podía ingerirla. - Aquí no tienes nada que hacer, ve a la plaza y sírveselo a la gente. - pidió Elen, echando mano a su bolsa para extraer un saquito de aeros. - ¡Enseguida! ¡Martha, querida sal de la despensa, necesito tu ayuda! - exclamó, aceptando el pago y llamando a una de sus camareras para prepararlo todo. - No tardéis mucho, os estaremos esperando…- indicó mientras volvía a girarse hacia la puerta, seguida de cerca por el cazador, cuyo ánimo había mejorado considerablemente. - Y Alfred… que quede como una buena obra tuya. - añadió, justo antes de cruzar el umbral de la puerta. La de ojos verdes no quería que se la mencionase, a decir verdad solo esperaba pasar un rato tranquilo lejos de las miradas ajenas, ¿podrían encontrar un sitio así?
De vuelta en la plaza, el ambiente seguía siendo algo triste en comparación con las fiestas de Lunargenta, pero poco a poco se iba animando. - Elen mira, es el padre Callahan, deberíamos saludarlo. - propuso el alado, señalando una de las siluetas que había junto al poste de madera. - ¿Y que descubra que me he convertido en uno de esos seres que tanto odia? - replicó la señora de sombras, torciendo el gesto. - Lo entenderá si le contamos lo ocurrido en isla volcánica. - contestó, convencido de que el anciano no reaccionaría tan mal al cambio. La centinela suspiró y se encogió ligeramente, no le gustaba hablar de ello pero de todos modos sabía que su compañero quería hacer una ofrenda, así que tras recobrar la compostura, empezaron a andar hacia el religioso.
- Buenas noches padre. - dijeron casi a la vez, sobresaltando ligeramente al viejo, que se frotaba las manos como si no supiera que hacer con ellas. - Alister… ¿Elen? - preguntó, inclinándose un poco para verle el rostro por debajo de la capucha. - Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. - musitó la joven, tirando levemente de la tela para que pudiese reconocerla. Callahan lo supo nada más apreciar la palidez de su piel y aquella negra aura que la rodeaba, pero pronto no le quedó ninguna duda, en cuanto atisbó los colmillos. - ¡¿Qué te ha pasado?! - soltó sin poder evitarlo, mirándola con los ojos muy abiertos. - Es una larga historia… y nada agradable. - susurró la vampira.
- Deberíamos hacer nuestra ofrenda ¿no crees Alister? Luego podremos hablar con tranquilidad. - sugirió, bajando la mirada hacia la mano de su amado, de la cual colgaba un saco de tela con lo que habían traído para la ocasión. Después de tantas celebraciones en las que se instaba a abandonar un objeto personal, al norteño le quedaban muy pocos recuerdos, por lo que se habían puesto de acuerdo para cazar un animal y ofrecer a los dioses tanto su piel como su carne, conseguidos gracias a sus esfuerzos y habilidades, que ponían al servicio de los Aesir.
Una vez colocado todo junto al poste, la pareja convenció al religioso para retirarse a una zona menos concurrida, donde brevemente, le relataron lo sucedido en la guarida de Amaterasu.
- Lamento que te haya pasado esto. - dijo a terminar de escuchar la historia, sinceramente apenado porque otra alma se viese arrastrada a las tinieblas. - No se preocupe padre, ya me he acostumbrado. - replicó la de cabellos cenicientos, para poco después despedirse del anciano y dejar que siguiese participando de la celebración, ya que ellos no iban a hacer nada más.
Desde un rincón de la plaza, los agudos ojos de la criatura de la noche distinguieron al tabernero y a su camarera en cuanto llegaron, y los siguió con la vista hasta que éstos se instalaron en un improvisado puesto para empezar a servir la comida que traían consigo. No tendría suficiente para dar un plato lleno a cada habitante, pero si los presentes seguían compartiendo como hasta el momento, la mayoría de ellos se iría a casa con el estómago algo menos vacío, cosa que agradecerían.
Elen guardó silencio, con la vista clavada en el enorme poste de madera que habían puesto para las ofrendas y sacrificios. Sabía que el cazador creía fervientemente en los dioses y en que escuchaban sus plegarias cuando éstas se hacían debidamente, pero después de todo lo que le había tocado vivir, ella ya no estaba tan segura. - Si las lluvias acaban con los cultivos buscarán otro lugar al que ir, al menos hasta que llegue la primavera. - comentó, sin apenas elevar la voz. - Los que aún conserven algo de dinero quizá, pero los que no tengan nada solo podrán acudir a Sandorai o a otras aldeas del este… - replicó Alister, girándose hacia ella.
Para la benjamina de los Calhoun aquella cuestión era complicada, se trataba del territorio que debía proteger, pero contra la inclemencia de las estaciones no podía hacer nada, al menos no directamente. - Cuando regresemos a Beltrexus intentaré buscar el apoyo de los mercaderes, cuento con el respeto del gremio desde que evité que la pandemia llegase a las islas, quizá se puedan enviar los excedentes de producción en un barco… aunque probablemente no sea suficiente. - musitó, consciente de que ellos también tendrían que prepararse para pasar el invierno y habían enviado a muchos hombres y mujeres para luchar en la guerra.
A veces el cargo de centinela pesaba como una losa de piedra sobre sus hombros, pero no podía quedarse de brazos cruzados sin más, no podía defraudar a Tarivius haciendo oídos sordos a las necesidades del pueblo.
- Eso podría ayudar. - admitió el norteño, esbozando una leve sonrisa. - También hará falta ropa y abrigo, ¿crees que Sammuel y los caballeros del cuartel nos harían un par de favores? - preguntó, empezando a tener esperanza en que aquella alianza que se había formado entre reinos para acabar con la batalla también trajese otras cosas. - Las pieles del ganado de mi tierra natal son más gruesas que las que tenéis aquí. - prosiguió, revelando su idea. - No sé si se ha marchado ya pero no perdemos nada por enviarle una carta. - accedió la de cabellos cenicientos.
- Volvamos a la taberna. - pidió poco después, para confusión del dragón. - Pero si acabamos de llegar. - protestó, creyendo que no quería participar en las ofrendas, que era su motivo principal para estar allí. - Solo será un momento, vamos. - insistió, dándose la vuelta para deshacer el camino que los había traído hasta la plaza. Sin decir nada más, la pareja recorrió varias calles hasta llegar a la modesta posada, la cual, gracias al Høstblót, estaba completamente vacía. - ¡Han vuelto! ¿Qué les pongo? - inquirió el propietario nada más ver que se acercaban a la barra. - Parece que no hay mucho trabajo. - soltó la vampira, barriendo con la mirada la silenciosa estancia. El hombre se encogió de hombros y dejó escapar un suspiro de resignación, de todos modos su negocio llevaba ya tiempo con altibajos, la contienda le había pasado factura. - ¿Cuánto por lo que tienes en ese par de calderos? - continuó instantes después, señalando las ollas que descansaban sobre el fuego.
- ¿Qué? - alcanzó a formular, sin entender para qué quería tal cantidad de comida si solo uno de ellos podía ingerirla. - Aquí no tienes nada que hacer, ve a la plaza y sírveselo a la gente. - pidió Elen, echando mano a su bolsa para extraer un saquito de aeros. - ¡Enseguida! ¡Martha, querida sal de la despensa, necesito tu ayuda! - exclamó, aceptando el pago y llamando a una de sus camareras para prepararlo todo. - No tardéis mucho, os estaremos esperando…- indicó mientras volvía a girarse hacia la puerta, seguida de cerca por el cazador, cuyo ánimo había mejorado considerablemente. - Y Alfred… que quede como una buena obra tuya. - añadió, justo antes de cruzar el umbral de la puerta. La de ojos verdes no quería que se la mencionase, a decir verdad solo esperaba pasar un rato tranquilo lejos de las miradas ajenas, ¿podrían encontrar un sitio así?
De vuelta en la plaza, el ambiente seguía siendo algo triste en comparación con las fiestas de Lunargenta, pero poco a poco se iba animando. - Elen mira, es el padre Callahan, deberíamos saludarlo. - propuso el alado, señalando una de las siluetas que había junto al poste de madera. - ¿Y que descubra que me he convertido en uno de esos seres que tanto odia? - replicó la señora de sombras, torciendo el gesto. - Lo entenderá si le contamos lo ocurrido en isla volcánica. - contestó, convencido de que el anciano no reaccionaría tan mal al cambio. La centinela suspiró y se encogió ligeramente, no le gustaba hablar de ello pero de todos modos sabía que su compañero quería hacer una ofrenda, así que tras recobrar la compostura, empezaron a andar hacia el religioso.
- Buenas noches padre. - dijeron casi a la vez, sobresaltando ligeramente al viejo, que se frotaba las manos como si no supiera que hacer con ellas. - Alister… ¿Elen? - preguntó, inclinándose un poco para verle el rostro por debajo de la capucha. - Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. - musitó la joven, tirando levemente de la tela para que pudiese reconocerla. Callahan lo supo nada más apreciar la palidez de su piel y aquella negra aura que la rodeaba, pero pronto no le quedó ninguna duda, en cuanto atisbó los colmillos. - ¡¿Qué te ha pasado?! - soltó sin poder evitarlo, mirándola con los ojos muy abiertos. - Es una larga historia… y nada agradable. - susurró la vampira.
- Deberíamos hacer nuestra ofrenda ¿no crees Alister? Luego podremos hablar con tranquilidad. - sugirió, bajando la mirada hacia la mano de su amado, de la cual colgaba un saco de tela con lo que habían traído para la ocasión. Después de tantas celebraciones en las que se instaba a abandonar un objeto personal, al norteño le quedaban muy pocos recuerdos, por lo que se habían puesto de acuerdo para cazar un animal y ofrecer a los dioses tanto su piel como su carne, conseguidos gracias a sus esfuerzos y habilidades, que ponían al servicio de los Aesir.
Una vez colocado todo junto al poste, la pareja convenció al religioso para retirarse a una zona menos concurrida, donde brevemente, le relataron lo sucedido en la guarida de Amaterasu.
- Lamento que te haya pasado esto. - dijo a terminar de escuchar la historia, sinceramente apenado porque otra alma se viese arrastrada a las tinieblas. - No se preocupe padre, ya me he acostumbrado. - replicó la de cabellos cenicientos, para poco después despedirse del anciano y dejar que siguiese participando de la celebración, ya que ellos no iban a hacer nada más.
Desde un rincón de la plaza, los agudos ojos de la criatura de la noche distinguieron al tabernero y a su camarera en cuanto llegaron, y los siguió con la vista hasta que éstos se instalaron en un improvisado puesto para empezar a servir la comida que traían consigo. No tendría suficiente para dar un plato lleno a cada habitante, pero si los presentes seguían compartiendo como hasta el momento, la mayoría de ellos se iría a casa con el estómago algo menos vacío, cosa que agradecerían.
Elen Calhoun
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Ury nunca había estado en una de esas grandes celebraciones, ni tampoco en la guerra. Papa Werner había sido mu claro y no quería que Ury estuviese en la ciudad donde me había criado. Ury estaba muy muy muy enojada con su calamariento padre, claro, porque él si podía ponerse en peligro, pero Ury no, porque era pequeña. “¡Que le dén sus patadidas en la colita!” se lo merecía por ser tan Werneroso. (Pero no podían hacerle más nada, Ury se convertiría en una Barbareena de los abismos sombríos si eso pasaba). La comunicación a veces se tardaba, pero Ury siempre sabía que su buen padre pirata estaba bien. En ocasiones llegaban cosas, por ejemplo, un objeto raro con una única runa, otras veces una esquela en un papiro ya usado. Por eso Ury sabía que eran tiempos malos ¡incluso el papiro escaseaba! Me quedaba en la casa de uno de los amigos de papono. En pocas palabras, Ury era totalmente libre siempre y cuando volviera un par de veces a la semana.
Claro que no quería hacerle las cosas fáciles a esos piratas de tierra, que no hacían más que lamer las botas de su capitanoso padre, y vivir una vida llena de aburrición, pero eran la única forma de comunicarse con su valientacular padre, así que tenía que ceder... a veces -¡Mi padre está salvando las barbas de sus padres! ¡Feos!- le había gritado a un par de niños remilgosos y llorosos, de esos que se habían venido por los desastres. Ury sabía que muchas de esas personas lo habían perdido todo y que por eso tenía que tener paciencia, pero ¡no entendían! ¡se tenían los unos a los otros! Otros, como esos niños moquientos, sólo se quejaban para dar lástima ¡Ury lo sabía! Lo había intentado cuando la invasión de los vampiros, pero claro… al ser una niña con tentáculos, no era tan linda como esos llenos de mugre, de ojos grandes y pocas extremidades. Me crucé de brazos y cuando esos dos vieron que nadie nos estaba mirando, comenzaron a pelearse conmigo. En ese momento ¡zas! ¡Una Zöe aparece!
-Ay ay ay Zö Zö ¡Mira! No no ¡mejor allí! O ¡por allí!- Ury estaba tan feliz que no podía estarse quieta. Señalaba aquí y allá, era calamavilloso ver tantas cosas raras juntas ¡y elfos! Y y… yy… - Zö Zö ¡Mira mira! Esas máscaras parecen tan reales ¿crees que estén hechizadas con alguna runa? ¿Te conté que papa sabe usar runas? O…o.. puede ser que sean cosas de brujos ¡..!- Por más que me alejara un poquito, volvía siempre con mi no humana amiga. Ambas éramos iguales, no como esos niños tan iguales los unos con los otros que se perdían entre sí. Nosotras nos entendíamos. Abracé por un momento a mi amiga por la cintura con mis tentáculos y luego me separé. - ¡Ahí ahí! Las ofrendas. ¿Trajiste algo Zö? Mira esas personas bestia, dan miedo- Susurré las últimas palabras mientras pasábamos a su lado, habían puesto una ofrenda que era cuanto menos sospechosa. Ury no quiso mirar con intenciones la llama, había algo oscuro alrededor de ellos.
Me quité el colgante hecho con caracolitos y los remanentes de los berberechos, lo había hecho yo misma, era una joya única para una niña más única. Reí al mirarlo por última vez, acaricié con la punta de un tentáculo la piedrita con la runa que me había mandado papá después de muchos días con el corazoncito en la boca. Ury quería mucho ese collar, era la suma de todas las cosas bonitas que había encontrado en esa extraña ciudad, pero… Ury sabía que habían personas que de verdad estaban muy tristes y que los dioses sólo atenderían sus plegarias si ofrendaba algo que realmente tuviera valor para ella. Cerré mis jojitos con el collar entre las manos, Ury había visto a la abuela Laureen en la misma posición mientras rezaba. Ury en cambio, pensaba con mucho entusiasmo en todo lo que quería para el resto del año. Ponía imágenes específicas en mi cabeza, personas felices, Lunargenta reconstruida y papa Werner volviendo triunfante de la guerra.
Abrí mis ojos y tiré al fuego mi ofrenda. Me volví hacia Zö y me aferré de su ropa. Esperé a que terminara con sus cosas, me sentía como un poquito más adulta por haberme desprendido de esa pequeña partecita de mí. - Animemos a las personas para que disfruten- le sugerí con una sonrisita brotando de mis labios.
Claro que no quería hacerle las cosas fáciles a esos piratas de tierra, que no hacían más que lamer las botas de su capitanoso padre, y vivir una vida llena de aburrición, pero eran la única forma de comunicarse con su valientacular padre, así que tenía que ceder... a veces -¡Mi padre está salvando las barbas de sus padres! ¡Feos!- le había gritado a un par de niños remilgosos y llorosos, de esos que se habían venido por los desastres. Ury sabía que muchas de esas personas lo habían perdido todo y que por eso tenía que tener paciencia, pero ¡no entendían! ¡se tenían los unos a los otros! Otros, como esos niños moquientos, sólo se quejaban para dar lástima ¡Ury lo sabía! Lo había intentado cuando la invasión de los vampiros, pero claro… al ser una niña con tentáculos, no era tan linda como esos llenos de mugre, de ojos grandes y pocas extremidades. Me crucé de brazos y cuando esos dos vieron que nadie nos estaba mirando, comenzaron a pelearse conmigo. En ese momento ¡zas! ¡Una Zöe aparece!
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-Ay ay ay Zö Zö ¡Mira! No no ¡mejor allí! O ¡por allí!- Ury estaba tan feliz que no podía estarse quieta. Señalaba aquí y allá, era calamavilloso ver tantas cosas raras juntas ¡y elfos! Y y… yy… - Zö Zö ¡Mira mira! Esas máscaras parecen tan reales ¿crees que estén hechizadas con alguna runa? ¿Te conté que papa sabe usar runas? O…o.. puede ser que sean cosas de brujos ¡..!- Por más que me alejara un poquito, volvía siempre con mi no humana amiga. Ambas éramos iguales, no como esos niños tan iguales los unos con los otros que se perdían entre sí. Nosotras nos entendíamos. Abracé por un momento a mi amiga por la cintura con mis tentáculos y luego me separé. - ¡Ahí ahí! Las ofrendas. ¿Trajiste algo Zö? Mira esas personas bestia, dan miedo- Susurré las últimas palabras mientras pasábamos a su lado, habían puesto una ofrenda que era cuanto menos sospechosa. Ury no quiso mirar con intenciones la llama, había algo oscuro alrededor de ellos.
Me quité el colgante hecho con caracolitos y los remanentes de los berberechos, lo había hecho yo misma, era una joya única para una niña más única. Reí al mirarlo por última vez, acaricié con la punta de un tentáculo la piedrita con la runa que me había mandado papá después de muchos días con el corazoncito en la boca. Ury quería mucho ese collar, era la suma de todas las cosas bonitas que había encontrado en esa extraña ciudad, pero… Ury sabía que habían personas que de verdad estaban muy tristes y que los dioses sólo atenderían sus plegarias si ofrendaba algo que realmente tuviera valor para ella. Cerré mis jojitos con el collar entre las manos, Ury había visto a la abuela Laureen en la misma posición mientras rezaba. Ury en cambio, pensaba con mucho entusiasmo en todo lo que quería para el resto del año. Ponía imágenes específicas en mi cabeza, personas felices, Lunargenta reconstruida y papa Werner volviendo triunfante de la guerra.
Abrí mis ojos y tiré al fuego mi ofrenda. Me volví hacia Zö y me aferré de su ropa. Esperé a que terminara con sus cosas, me sentía como un poquito más adulta por haberme desprendido de esa pequeña partecita de mí. - Animemos a las personas para que disfruten- le sugerí con una sonrisita brotando de mis labios.
Ulareena Werner
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
La hechicera observaba desde aquella terraza la celebración en Vulwulfar. Era el equinoccio de otoño y lo que antaño fue una celebración de elfos, se había adoptado como una celebración común. Los brujos tenían algo parecido, así que imaginaba que en Beltrexus sus padres estarían en algún festejo, pero claro, nada tan tradicional como esto. Aquí estaban emulando una fiesta ancestral élfica, en la isla, la versión de su raza era una ceremonia completamente diferente, con fiesta, bailes, ofrendas, sacrificios... un momento... era prácticamente lo mismo. Solo que en Beltrexus la gente se vestía mejor.
Bebía de una sencilla jarra de madera, al parecer era de pino, pues le cambiaba el sabor. No se puede decir que aquello incomodaba a la hechicera, era un sabor extrañamente agradable, -Vino y pino. ¡Ah! ¡Rima!- exclamó la bruja, alegre ya de las varias jarras que había vaciado. Y mientras contemplaba entusiasmada la jarra de la que bebía, una llena apareció frente a ella -A vuestra salud, hermosa dama- escuchó que le decían al oído.
Giró el rostro y, de no ser por sus felinos reflejos, casi recibe un beso en la boca por parte de aquel hombre. -Bueno, ¿y es que tú no valoras tu vida lo suficiente?- exclamó ella, furiosa, poniéndose de pie y encarando al tipo. Él le sacaba por lo menos dos cabezas, pero eso no parecía amedrentarla ni un poquitito. -Ah... bajíta y enojona... me gustan así...- fue la respuesta del tipo -Se revuelcan como demonios en la cama- fantaseaba el grandote. Tan metido estaba en sus pensamientos, que no vio venir el puñetazo que la pequeña hechicera le propinó. Tan fuerte fue, que tres dientes salieron volando de su boca. Cayó al piso irremediablemente noqueado.
Mina se acercó y le pateó la cabeza antes de agacharse a recoger los dientes que estaban tirados en el piso. Se dio media vuelta y... bueno, volvió a girarse para patearle el hocico una vez más al atrevido ese. Avanzó, con su contoneo felino, hacia la hoguera donde estaban entregando las ofrendas y echó allí los tres dientes -Vida y muerte, van de la mano, como luz y sombra... Gravuun orkiindah*- murmuró. No hacía mucho sentido, estaba bastante ebria.
Bebía de una sencilla jarra de madera, al parecer era de pino, pues le cambiaba el sabor. No se puede decir que aquello incomodaba a la hechicera, era un sabor extrañamente agradable, -Vino y pino. ¡Ah! ¡Rima!- exclamó la bruja, alegre ya de las varias jarras que había vaciado. Y mientras contemplaba entusiasmada la jarra de la que bebía, una llena apareció frente a ella -A vuestra salud, hermosa dama- escuchó que le decían al oído.
Giró el rostro y, de no ser por sus felinos reflejos, casi recibe un beso en la boca por parte de aquel hombre. -Bueno, ¿y es que tú no valoras tu vida lo suficiente?- exclamó ella, furiosa, poniéndose de pie y encarando al tipo. Él le sacaba por lo menos dos cabezas, pero eso no parecía amedrentarla ni un poquitito. -Ah... bajíta y enojona... me gustan así...- fue la respuesta del tipo -Se revuelcan como demonios en la cama- fantaseaba el grandote. Tan metido estaba en sus pensamientos, que no vio venir el puñetazo que la pequeña hechicera le propinó. Tan fuerte fue, que tres dientes salieron volando de su boca. Cayó al piso irremediablemente noqueado.
Mina se acercó y le pateó la cabeza antes de agacharse a recoger los dientes que estaban tirados en el piso. Se dio media vuelta y... bueno, volvió a girarse para patearle el hocico una vez más al atrevido ese. Avanzó, con su contoneo felino, hacia la hoguera donde estaban entregando las ofrendas y echó allí los tres dientes -Vida y muerte, van de la mano, como luz y sombra... Gravuun orkiindah*- murmuró. No hacía mucho sentido, estaba bastante ebria.
- Traducción:
- Gravuun orkiindah = Renacer de otoño.
Mina Harker
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Rashna era la única de su pelotón que había sobrevivido, junto con ella, a las incursiones. Así como la joven dragona, Rashna había ingresado como voluntaria en las tropas del Rey Sigfried y había sacrificado mucho en esa guerra. La mitad de su familia había perecido cuando huían al norte. Tan paradójico, hace tan solo un año atrás todos escapaban del norte y ahora, era hacia allí donde muchos refugiados habían huído.
-No entiendo qué celebran con esto, si el otoño es tan difícil- comentó Ingela -Pues tómalo como una celebración de estar vivos, de haber sobrevivido y ganado- respondió Rashna encogiéndose de hombros -Además los elfos celebran todo, cualquier excusa es válida para festejar; primavera, verano, otoño, invierno, que si cae una hoja, que si sopla el viento... debe ser la raza más agradecida de todas- comentó con tono burlón. Ingela rió de buena gana. Aquello era cierto, los elfos tenían ceremonias por y para todo. No pudo evitar pensar en Helyare. ¿Dónde estará esa elfa ahora? Sabía que no se había quedado en Dundarak junto a Fëanor y su familia.
-¿Será que mi hermanito está celebrando esto allá en Dundarak?- se preguntó la dragona -¿Es el elfito, cierto?- quiso confirmar Rashna, a lo que Ingela respondió asintiendo con la cabeza. -Ah... entonces sí. Deberías estar segura de que tiene a tus papás con una fogata y cantando el cumbayá- aseguró la mujer bestia. Era hermosa, una mujer gato con una puntería inigualable con el arco y flecha, ágil y fuerte. Le había salvado un par de veces en las campañas, y no solo de ser asesinada por las tropas de Vladimir, sino de morir de desánimo y depresión. Rashna mantuvo la moral de todos alta, incluso en el momento más desesperanzador y oscuro.
Era un poco mayor que Ingela y había vivido una buena vida en Roilkat hasta que azotó la pandemia y ahora con la guerra. Estaba prácticamente sola, pues solo quedaban algunos primos y un hermano, pero vayan a saber los dioses dónde. Esperaba poder encontrarlos pronto de vuelta en su hogar, o lo que quedaba de eso. Planeaba reconstruir el negocio familiar de peletería. -Oye, ¿no te incomoda vender la piel de animales que... bueno... se parecen a ti?- le preguntó una vez -Pues mientras no me digan "prima", sí, no tengo problema- respondió aquella noche -Aunque si fuese mi prima Jadith, creo que no me molestaría tampoco... esa es una maldita zorra. Literalmente.- bromeó.
-Oye... ¿y si ofrecemos algo a los dioses?- propuso la felina. Ingela asintió, apretando los labios en una media sonrisa. Sentía que aunque no era mucho, debían agradecer a los dioses y por supuesto, pedirles que le dieran una tregua con las tragedias. -Pero no tengo nada que ofrecer- resongó la dragona. -Anda, una daga o algo así... yo ofreceré una flecha, así toda simbólica... para que la muerte acabe- explicó Rashna. -Buena idea- afirmó Ingela y fue con ella, sacando un cuchillo que guardaba en su bota.
Ambas se pararon frente a la fogata y cerraron los ojos, cada uno haciendo una plegaria a los dioses, y lanzaron sus ofrendas, tomadas de las manos. -Para que no hayan más muertes- pidieron al unísono, viendo sus armas arder. A pesar de todo lo que vieron, las atrocidades por las que pasaron, mantenían algo de inocencia juvenil, esperanza se llamaba.Cuando su hubieron consumido, Ingela miró a Rashna sonriente -¿Bailamos?- dijo a su amiga y la arrastró junto a los pocos que bailaban. Eran tiempos de agradecimiento, reconstrucción y paz.
-No entiendo qué celebran con esto, si el otoño es tan difícil- comentó Ingela -Pues tómalo como una celebración de estar vivos, de haber sobrevivido y ganado- respondió Rashna encogiéndose de hombros -Además los elfos celebran todo, cualquier excusa es válida para festejar; primavera, verano, otoño, invierno, que si cae una hoja, que si sopla el viento... debe ser la raza más agradecida de todas- comentó con tono burlón. Ingela rió de buena gana. Aquello era cierto, los elfos tenían ceremonias por y para todo. No pudo evitar pensar en Helyare. ¿Dónde estará esa elfa ahora? Sabía que no se había quedado en Dundarak junto a Fëanor y su familia.
-¿Será que mi hermanito está celebrando esto allá en Dundarak?- se preguntó la dragona -¿Es el elfito, cierto?- quiso confirmar Rashna, a lo que Ingela respondió asintiendo con la cabeza. -Ah... entonces sí. Deberías estar segura de que tiene a tus papás con una fogata y cantando el cumbayá- aseguró la mujer bestia. Era hermosa, una mujer gato con una puntería inigualable con el arco y flecha, ágil y fuerte. Le había salvado un par de veces en las campañas, y no solo de ser asesinada por las tropas de Vladimir, sino de morir de desánimo y depresión. Rashna mantuvo la moral de todos alta, incluso en el momento más desesperanzador y oscuro.
Era un poco mayor que Ingela y había vivido una buena vida en Roilkat hasta que azotó la pandemia y ahora con la guerra. Estaba prácticamente sola, pues solo quedaban algunos primos y un hermano, pero vayan a saber los dioses dónde. Esperaba poder encontrarlos pronto de vuelta en su hogar, o lo que quedaba de eso. Planeaba reconstruir el negocio familiar de peletería. -Oye, ¿no te incomoda vender la piel de animales que... bueno... se parecen a ti?- le preguntó una vez -Pues mientras no me digan "prima", sí, no tengo problema- respondió aquella noche -Aunque si fuese mi prima Jadith, creo que no me molestaría tampoco... esa es una maldita zorra. Literalmente.- bromeó.
-Oye... ¿y si ofrecemos algo a los dioses?- propuso la felina. Ingela asintió, apretando los labios en una media sonrisa. Sentía que aunque no era mucho, debían agradecer a los dioses y por supuesto, pedirles que le dieran una tregua con las tragedias. -Pero no tengo nada que ofrecer- resongó la dragona. -Anda, una daga o algo así... yo ofreceré una flecha, así toda simbólica... para que la muerte acabe- explicó Rashna. -Buena idea- afirmó Ingela y fue con ella, sacando un cuchillo que guardaba en su bota.
Ambas se pararon frente a la fogata y cerraron los ojos, cada uno haciendo una plegaria a los dioses, y lanzaron sus ofrendas, tomadas de las manos. -Para que no hayan más muertes- pidieron al unísono, viendo sus armas arder. A pesar de todo lo que vieron, las atrocidades por las que pasaron, mantenían algo de inocencia juvenil, esperanza se llamaba.Cuando su hubieron consumido, Ingela miró a Rashna sonriente -¿Bailamos?- dijo a su amiga y la arrastró junto a los pocos que bailaban. Eran tiempos de agradecimiento, reconstrucción y paz.
- Rashna:
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Ingela
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Hacia poco que Lavey regreso a mi lado, aunque estaría mejor decir que yo regrese a su lado. Al final resulto que el mapa estaba en lo cierto, y que aquella pequeña aldea seguía en pie y con brazos amistosos... al menos amistosos para aquello que conocían a las personas adecuadas.
Tardamos un tiempo en ponernos al día entre las dos, ella me preguntaba por los sucesos acaecidos en el ultimo tiempo, y yo sobre su nueva elección de vida. En el camino hacia Vulwulfar me vino a la mente Angelique, ¿Donde estaba? ¿Que paso con ella? ¿Seria ahora una victima mas a contar entre los inocentes? ¿O quizás una mas entre el montón de héroes que no consiguieron ver la luz de la mañana siguiente? ¿Seria una de las afortunadas que logro sobrevivir? Las preguntas no tendrían respuesta hasta que me encontrara con ella o con algún conocido suyo.
El ambiente en Vulwulfar era muy distinto a la ultima vez que estuve en la ciudad. No hacia mucho, en la plaza ardían graneros y tiendas militares, los vampiros atacaban en una emboscada y los milicianos se defendían con uñas y dientes. Ahora, no quedaba ni rastro de aquel momento, ni tan siquiera una brizna de hierba quemada.
Era cierto que no se respiraba tanta festividad como en otras ocasiones, pero aquello sucedía porque aun no había comenzado la apertura del Høstblót. En cuanto el festejo empezó, el ambiente dios un giro de 360 grados.
-Rei ¿Ya pensaste que vas a colocar en poste? -Preguntaba la joven rubia que había creció varios centímetros desde nuestra separación y que ahora cogía mi mano, como si por soltarme fuera a desaparecer de nuevo de su vida. -Si... Supongo que si. ¿Me acompañas?
Lavey asintió con la cabeza y caminó a mi lado hasta llegar al monumento, donde ya reposaban diversas ofrendas a múltiples dioses y panteones. Con la mano libre rebusque en el hatillo hasta topar con un objeto macizo, se trataba de una pequeña figura de barro, con la forma de una serpiente alada, enroscada sobre su cola, con las alas y la boca abierta en una postura desafiante, pintada en blanco y rojo.
-Loados sean los Celestiales. -Comencé hablar en voz baja, casi en un susurro tímido. -Que protegen a la familia de los males del pasado y del futuro. -Apoyando la rodilla en el suelo deje la estatuilla junto al resto de ofrendas. -Loados sean ellos, que en su seno guardan a nuestros ancestros y que protegen a los infantes de las heladas venideras del invierno.-Irguiendo el cuerpo levante la cabeza hacia el cielo estrellado. -Loados sean todos, pues sin ellos no existiríamos.
Retrocedí unos pasos sin dar la espalda al poste y cuando Lavey secundo el rezo, di media vuelta y observe a la multitud. -¿Que te parece si damos una vuelta? A ver que o a quien encontramos. -Ahora miraba a la niña con una sonrisa alegre y maternal, la distancia y el peligro me estaba haciendo apreciar, aun mas, a la gente que me acompañaba en mi camino. -Claro. -Pronuncio feliz Lavey. -Pero quiero una manzana de caramelo.
Tardamos un tiempo en ponernos al día entre las dos, ella me preguntaba por los sucesos acaecidos en el ultimo tiempo, y yo sobre su nueva elección de vida. En el camino hacia Vulwulfar me vino a la mente Angelique, ¿Donde estaba? ¿Que paso con ella? ¿Seria ahora una victima mas a contar entre los inocentes? ¿O quizás una mas entre el montón de héroes que no consiguieron ver la luz de la mañana siguiente? ¿Seria una de las afortunadas que logro sobrevivir? Las preguntas no tendrían respuesta hasta que me encontrara con ella o con algún conocido suyo.
El ambiente en Vulwulfar era muy distinto a la ultima vez que estuve en la ciudad. No hacia mucho, en la plaza ardían graneros y tiendas militares, los vampiros atacaban en una emboscada y los milicianos se defendían con uñas y dientes. Ahora, no quedaba ni rastro de aquel momento, ni tan siquiera una brizna de hierba quemada.
Era cierto que no se respiraba tanta festividad como en otras ocasiones, pero aquello sucedía porque aun no había comenzado la apertura del Høstblót. En cuanto el festejo empezó, el ambiente dios un giro de 360 grados.
-Rei ¿Ya pensaste que vas a colocar en poste? -Preguntaba la joven rubia que había creció varios centímetros desde nuestra separación y que ahora cogía mi mano, como si por soltarme fuera a desaparecer de nuevo de su vida. -Si... Supongo que si. ¿Me acompañas?
Lavey asintió con la cabeza y caminó a mi lado hasta llegar al monumento, donde ya reposaban diversas ofrendas a múltiples dioses y panteones. Con la mano libre rebusque en el hatillo hasta topar con un objeto macizo, se trataba de una pequeña figura de barro, con la forma de una serpiente alada, enroscada sobre su cola, con las alas y la boca abierta en una postura desafiante, pintada en blanco y rojo.
-Loados sean los Celestiales. -Comencé hablar en voz baja, casi en un susurro tímido. -Que protegen a la familia de los males del pasado y del futuro. -Apoyando la rodilla en el suelo deje la estatuilla junto al resto de ofrendas. -Loados sean ellos, que en su seno guardan a nuestros ancestros y que protegen a los infantes de las heladas venideras del invierno.-Irguiendo el cuerpo levante la cabeza hacia el cielo estrellado. -Loados sean todos, pues sin ellos no existiríamos.
Retrocedí unos pasos sin dar la espalda al poste y cuando Lavey secundo el rezo, di media vuelta y observe a la multitud. -¿Que te parece si damos una vuelta? A ver que o a quien encontramos. -Ahora miraba a la niña con una sonrisa alegre y maternal, la distancia y el peligro me estaba haciendo apreciar, aun mas, a la gente que me acompañaba en mi camino. -Claro. -Pronuncio feliz Lavey. -Pero quiero una manzana de caramelo.
Reivy Abadder
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
No esperaba volver a encontrar a la pequeña niña orgánica que había conocido en aquella ocasión en que descubrimos La Esfera de los Gorriones junto con Chimar. Nuestro primer encuentro había sido fortuito, cuanto menos, y ahora parecía ser que las circunstancias nos volvían a llevar al mismo sitio. Pude ver a Ulareena hablando con unos niños [ANALIZANDO] incorrecto, los jóvenes humanos estaban realizando acciones que podían considerarse violentas, eso no era bueno.
Me acerqué y agarre la mano de uno de los niños, ambos se dieron vuelta y al parecer mi presencia resulto… ¿Intimidante? [Causar o infundir miedo, inhibir] Si, parecía ser la palabra correcta.
-No deben ser violentos con otros seres vivos ¿Si? Eso está mal - Los jóvenes se quedaron mudos, el que tenía agarrado se soltó con un ademan brusco y luego salió corriendo – Esta bien – Fue lo único que dije, luego sentí a la niña sujetándose a mi pierna – Hola Ulareena, es agradable verte de nuevo ¿Correcto?
La chica-calamar quería ir a la festividad de los orgánicos, y yo no tenía motivos para negarme, al fin y al cabo solo estaba viajando en busca de Dag, ese sitio parecía tan bueno para buscar como cualquier otro.
Era interesante la cantidad de refugiados que se habían juntado en el pueblo, en líneas generales parecía ser como cualquier otra festividad, había gente reunida, comida, bebida, y muchas personas rezándole a algún Dios. [BUSCANDO ARCHIVOS] [ARCHIVO ENCONTRADO] Era una celebración para hacer pedidos a los dioses en relación a la salud y el bienestar en general, considerando que los días serían más cortos y las noches más largas de aquí en más.
Ulareena estaba muy feliz, iba agarrada de mi mano y señalaba asombrada todo lo que íbamos encontrando.
-No creo que tengan poder rúnico o mágico, es en realidad una tradición de los elfos – Le expliqué a la pequeña, nos habíamos detenido frente a una de las máscaras que habían colgado en el portal de una casa – Es un modo de rendirle tributo a los dioses, y tienen los ojos abiertos para que puedan ver quiénes fueron los que realizaron el rito ¿Si? – Continuamos caminando – No, no sabía que tu padre podía utilizar runas –
Nos acercamos al sitio para las ofrendas, al no tener pruebas para confirmar que los dioses existían, para mi sistema su presencia era considerada un mito. Aún así no quería faltar el respeto a las tradiciones de los orgánicos, así que busque en mi morral… Y en ese momento mis tres acompañantes aprovecharon para salir, agarrándose casi al instante de Ulareena.
-Lo siento por eso, solo quieren llamar la atención – Saqué un pedazo de tela con manchas de sangre, tanto mía como del vampiro que me había ayudado – Sé que es una buena persona en el fondo, si los dioses existieran, me gustaría que pudieran ayudarlo a encontrar un camino más satisfactorio – Tire el trozo de ropa al fuego tal como había visto que hacían los demás – No soy buena animando a los orgánicos, pero te acompañare –
Volví a agarrar de la mano a la niña y caminamos por la celebración, a medida que se juntaba más gente resultaba complicado avanzar, tuve que subir a mis tres acompañantes a mis hombros para que no fueran aplastados. Había comida, gente riendo y bailando, mire a la chica-calamar para averiguar qué era exactamente lo que quería hacer, fue entonces que noté a dos presencias conocidas.
-Reivy, Lavey, buenas noches, es agradable verlas de nuevo – Agregué una sonrisa al final del saludo estipulado.
Me acerqué y agarre la mano de uno de los niños, ambos se dieron vuelta y al parecer mi presencia resulto… ¿Intimidante? [Causar o infundir miedo, inhibir] Si, parecía ser la palabra correcta.
-No deben ser violentos con otros seres vivos ¿Si? Eso está mal - Los jóvenes se quedaron mudos, el que tenía agarrado se soltó con un ademan brusco y luego salió corriendo – Esta bien – Fue lo único que dije, luego sentí a la niña sujetándose a mi pierna – Hola Ulareena, es agradable verte de nuevo ¿Correcto?
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La chica-calamar quería ir a la festividad de los orgánicos, y yo no tenía motivos para negarme, al fin y al cabo solo estaba viajando en busca de Dag, ese sitio parecía tan bueno para buscar como cualquier otro.
Era interesante la cantidad de refugiados que se habían juntado en el pueblo, en líneas generales parecía ser como cualquier otra festividad, había gente reunida, comida, bebida, y muchas personas rezándole a algún Dios. [BUSCANDO ARCHIVOS] [ARCHIVO ENCONTRADO] Era una celebración para hacer pedidos a los dioses en relación a la salud y el bienestar en general, considerando que los días serían más cortos y las noches más largas de aquí en más.
Ulareena estaba muy feliz, iba agarrada de mi mano y señalaba asombrada todo lo que íbamos encontrando.
-No creo que tengan poder rúnico o mágico, es en realidad una tradición de los elfos – Le expliqué a la pequeña, nos habíamos detenido frente a una de las máscaras que habían colgado en el portal de una casa – Es un modo de rendirle tributo a los dioses, y tienen los ojos abiertos para que puedan ver quiénes fueron los que realizaron el rito ¿Si? – Continuamos caminando – No, no sabía que tu padre podía utilizar runas –
Nos acercamos al sitio para las ofrendas, al no tener pruebas para confirmar que los dioses existían, para mi sistema su presencia era considerada un mito. Aún así no quería faltar el respeto a las tradiciones de los orgánicos, así que busque en mi morral… Y en ese momento mis tres acompañantes aprovecharon para salir, agarrándose casi al instante de Ulareena.
-Lo siento por eso, solo quieren llamar la atención – Saqué un pedazo de tela con manchas de sangre, tanto mía como del vampiro que me había ayudado – Sé que es una buena persona en el fondo, si los dioses existieran, me gustaría que pudieran ayudarlo a encontrar un camino más satisfactorio – Tire el trozo de ropa al fuego tal como había visto que hacían los demás – No soy buena animando a los orgánicos, pero te acompañare –
Volví a agarrar de la mano a la niña y caminamos por la celebración, a medida que se juntaba más gente resultaba complicado avanzar, tuve que subir a mis tres acompañantes a mis hombros para que no fueran aplastados. Había comida, gente riendo y bailando, mire a la chica-calamar para averiguar qué era exactamente lo que quería hacer, fue entonces que noté a dos presencias conocidas.
-Reivy, Lavey, buenas noches, es agradable verlas de nuevo – Agregué una sonrisa al final del saludo estipulado.
- Zöe habla con:
- Ulareena - Reivy - Lavey
Zöe
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Akanke encabezaba la pequeña comitiva de monos que acompañaba a Jason Bosne y sus hombres de La Factoría. Ella, como suma sacerdotisa del Templo de los Monos, debía hacerlo, pues se dirigían a una ceremonia con sacrificio y los monos querían participar.
Desde la llegada de Bosne y su gente al Laboratorio 8B, los monos habían adquirido una extraña valentía. Akanke no entendía mucho de eso, del repentino interés que los monos tenían en los humanos, en esas ganas de salir del bosque. Con lo a gusto que allí se sentía. Los monos la adoraban, aunque ella no se daba cuenta, y adoptaban sus costumbres como propias. Sin si quiera la intención o pretenderlo, las circunstancias la habían convertido en una suerte de líder para ellos y ella, que no se cuestionaba los sucesos en su vida, simplemente había tomado aquel rol como una tarea más en su destino de protectora del bosque. Porque sí, ahora ese era su bosque.
La habían engalanado con los collares más brillantes y en su rostro y cuerpo, resaltaban la pintura ceremonial. Delante de ella iban, a la cabeza, Jason Bosne, a la derecha de él, Harambe, y a su izquierda, Gaia. Ella, detrás de ellos, lideraba a los Ro’lisim que cargaban la ofrenda. Ella confiaba en Bosne y su gente, le habían pedido no revelar a la ofrenda y mantenerla oculta, tapada con una gran sábana. La centáuride ni siquiera cuestionó aquella petición; si debía estar oculta de los ojos de las demás razas, así debía ser.
Akanke era un ser llamativo, por su altura, su piel y su forma. Habían pocos centauros, de hecho, ella era la única que se veía en aquella plaza esa noche. De hecho, ella no conocía otros centauros fuera de los de su clan. Por supuesto, ella no se sentía especial por eso, ni siquiera se daba cuenta. Akanke no prestaba atención a esas cosas, ella solo tenía cabeza para sus obligaciones.
Frente al fuego ceremonial, sus monos llevaron la ofrenda a Bosne, procediendo a sacrificar la ofrenda, que hizo un pequeño chillido antes de morir. Harambe justo estaba junto a Akanke cuando ella habló -No entiendo... ¿qué hacemos aquí?- preguntó con curiosidad, con el ceño fruncido por la confusión. Ella conocía de sacrificios y ofrendas a los dioses, pero no conocía aquella ceremonia. Harambe sonrió -Esta es una fiesta de los elfos, Akanke- comenzó -Hoy es el día que comienza el otoño... ya sabes, otoño es cuando comienza el frío, caen las lluvias, a las plantas se les caen las hojas, se hacen las últimas cosechas y todos nos preparamos para el invierno- explicó el enorme gorila con gentileza.
Volteó a mirar a la centáuride y ella lo observaba con la misma cara de confundida. Harambe resopló y continuó explicando -Invierno es cuando hace más frío, no hay cosechas ni verde en las plantas- indicó, mirando de reojo a la mujer bestia, que asintió, entendiendo lo que era el invierno -Bien... pero no entendo ésta sacrificio- añadió ella. estirando un brazo para señalar el fuego y el cuerpo del experimento que habían llevado para ofrendar.
Harambe miró a Akanke con dulzura. Nunca había preguntado por la historia de ella, y al parecer, nadie la conocía con certeza. Solo se notaba que tenía un pasado duro, se veía en las cicatrices de su cuerpo. No es como si a alguno de ellos le faltaran de aquellas, pero en ella eran muchas, más de las que se imaginaba que pudiese soportar. -Este es el Høstblót, los elfos hacen esta celebración para pedir a los dioses por un otoño tranquilo y sin contratiempos- enseñó a su amiga -Porque otoñio muy duro, lluvia y frío- agregó ella, sonriendo. Le gustaba entender las cosas y aprender otras nuevas. La sonrisa de Akanke gustaba mucho a Harambe.
Desde la llegada de Bosne y su gente al Laboratorio 8B, los monos habían adquirido una extraña valentía. Akanke no entendía mucho de eso, del repentino interés que los monos tenían en los humanos, en esas ganas de salir del bosque. Con lo a gusto que allí se sentía. Los monos la adoraban, aunque ella no se daba cuenta, y adoptaban sus costumbres como propias. Sin si quiera la intención o pretenderlo, las circunstancias la habían convertido en una suerte de líder para ellos y ella, que no se cuestionaba los sucesos en su vida, simplemente había tomado aquel rol como una tarea más en su destino de protectora del bosque. Porque sí, ahora ese era su bosque.
La habían engalanado con los collares más brillantes y en su rostro y cuerpo, resaltaban la pintura ceremonial. Delante de ella iban, a la cabeza, Jason Bosne, a la derecha de él, Harambe, y a su izquierda, Gaia. Ella, detrás de ellos, lideraba a los Ro’lisim que cargaban la ofrenda. Ella confiaba en Bosne y su gente, le habían pedido no revelar a la ofrenda y mantenerla oculta, tapada con una gran sábana. La centáuride ni siquiera cuestionó aquella petición; si debía estar oculta de los ojos de las demás razas, así debía ser.
Akanke era un ser llamativo, por su altura, su piel y su forma. Habían pocos centauros, de hecho, ella era la única que se veía en aquella plaza esa noche. De hecho, ella no conocía otros centauros fuera de los de su clan. Por supuesto, ella no se sentía especial por eso, ni siquiera se daba cuenta. Akanke no prestaba atención a esas cosas, ella solo tenía cabeza para sus obligaciones.
Frente al fuego ceremonial, sus monos llevaron la ofrenda a Bosne, procediendo a sacrificar la ofrenda, que hizo un pequeño chillido antes de morir. Harambe justo estaba junto a Akanke cuando ella habló -No entiendo... ¿qué hacemos aquí?- preguntó con curiosidad, con el ceño fruncido por la confusión. Ella conocía de sacrificios y ofrendas a los dioses, pero no conocía aquella ceremonia. Harambe sonrió -Esta es una fiesta de los elfos, Akanke- comenzó -Hoy es el día que comienza el otoño... ya sabes, otoño es cuando comienza el frío, caen las lluvias, a las plantas se les caen las hojas, se hacen las últimas cosechas y todos nos preparamos para el invierno- explicó el enorme gorila con gentileza.
Volteó a mirar a la centáuride y ella lo observaba con la misma cara de confundida. Harambe resopló y continuó explicando -Invierno es cuando hace más frío, no hay cosechas ni verde en las plantas- indicó, mirando de reojo a la mujer bestia, que asintió, entendiendo lo que era el invierno -Bien... pero no entendo ésta sacrificio- añadió ella. estirando un brazo para señalar el fuego y el cuerpo del experimento que habían llevado para ofrendar.
Harambe miró a Akanke con dulzura. Nunca había preguntado por la historia de ella, y al parecer, nadie la conocía con certeza. Solo se notaba que tenía un pasado duro, se veía en las cicatrices de su cuerpo. No es como si a alguno de ellos le faltaran de aquellas, pero en ella eran muchas, más de las que se imaginaba que pudiese soportar. -Este es el Høstblót, los elfos hacen esta celebración para pedir a los dioses por un otoño tranquilo y sin contratiempos- enseñó a su amiga -Porque otoñio muy duro, lluvia y frío- agregó ella, sonriendo. Le gustaba entender las cosas y aprender otras nuevas. La sonrisa de Akanke gustaba mucho a Harambe.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Por fin la niña estaba tranquila, me costo 10 minutos y 4 vueltas a la feria, pero al final conseguí una manzana de caramelo. Entre el gentío una voz que conocía bien, llamo mi atención y a la de la pequeña.
-¡Zöe! No sabes cuanto me alegra verte. -Camine hacia la mujer de pelo plateado con una gran sonrisa y los brazos abiertos, la idea era abrazarla... antes abrazar a alguien era fácil, pero claro. Antes no tenia una hija. -Y veo que tienes compañi....
-¡¡¡Waaaaaaaa!!!
Lavey salio corriendo con los brazos hacia arriba, lanzando la manzana de caramelo a tomar por culo.
-Adiós a mis aeros y a mi tranquilidad. Mientras la pequeña llegaba junto al grupo y mi mano se estampaba contra mi cara, alguien se quejo a lo lejos y empezó a insultar a una manzana.
-Zöeeeee, cuanto tiempo. ¿Como estas? Te echado mucho de menos. No te imaginas la de cosas que me han pasado. Mira, mira. -Decía dándose la vuelta y enseñando su arco. -Ahora soy arquera, y Rei me hizo este por portarme bien en la tienda....
El silencio se hizo cuando Lavey vio a los robots que la biotica llevaba en los hombros. -Wooooooo -Decía al tiempo que se le dilataban las pupilas. -¿Que son? ¿Quienes son? ¿Tienen nombre? ¿Me los puedo quedar? ¿Son amigos del peluche ese de la otra vez?
Lo cierto era que lo mas que podía hacer la niña era mirarlos desde el suelo y... saltar. -Son muy bonitos y... -Entre salto y salto la pequeña rubia conseguía tocarlos con los dedos, en un intento de caricia. -Están fríos y duros.
De improvisto la pequeña pareció acordarse de alguien que ya no estaba junto a la mujer mecánica y la cara se le entristeció.
-¿Donde esta Perro? la ultima vez que te vimos ya no estaba contigo. ¿Esta bien? ¿Se puso malito?
Aproveche el momento en el que Lavey se callo y paro su andanada de preguntas, para hablar. -Bueno... ¿Como te a ido todo? Y como te llamas tu peque... - Hasta ahí llego mi momento de interacción con todo ser viviente. Porque Lavey acababa de percatarse de la pequeña niña bestia.
-Una niña. -Decía llena de emoción la pequeña dragona. Se le acabaron los dulces. -Mira mama, una niña.
Ante lo obvio solo pude mover la cabeza de manera afirmativa, de nada servia abrir la boca. Estaba claro que no me dejaría terminar la frase.
-Hola. Yo soy Lavey. ¿Como te llamas? -Inconsciente o conscientemente, una de las manos de la rubia comenzó a moverse hacia el pelo tentaculoso de la otra niña. -¿Cuantos de esos tienes? ¿Puedo tocarlos?
La pequeña aun no terminaba la pregunta y ya tenia sus dedos pegados a las ventosas del pelo de joven. Señor dame paciencia. Ya estaba levantando la mano hacia el hombro de Lavey, cuando la niña retiro la mano. Todas las ventosas hicieron un divertido POP al despegarse de su mano y la pequeña comenzó a reír.
-Que divertido jiji ¿Puedo hacerlo otra vez? -Preguntaba ya con la mano preparada para mas. -Yo también tengo cosas en la cabeza. Tengo cuernos. -Decía orgullosa la dragona. -Pero ahora no se ven. -En medido de aquel monologo que se movía a la velocidad de la luz, Lavey nunca dejo de sonreír.
-¡Zöe! No sabes cuanto me alegra verte. -Camine hacia la mujer de pelo plateado con una gran sonrisa y los brazos abiertos, la idea era abrazarla... antes abrazar a alguien era fácil, pero claro. Antes no tenia una hija. -Y veo que tienes compañi....
-¡¡¡Waaaaaaaa!!!
Lavey salio corriendo con los brazos hacia arriba, lanzando la manzana de caramelo a tomar por culo.
-Adiós a mis aeros y a mi tranquilidad. Mientras la pequeña llegaba junto al grupo y mi mano se estampaba contra mi cara, alguien se quejo a lo lejos y empezó a insultar a una manzana.
-Zöeeeee, cuanto tiempo. ¿Como estas? Te echado mucho de menos. No te imaginas la de cosas que me han pasado. Mira, mira. -Decía dándose la vuelta y enseñando su arco. -Ahora soy arquera, y Rei me hizo este por portarme bien en la tienda....
El silencio se hizo cuando Lavey vio a los robots que la biotica llevaba en los hombros. -Wooooooo -Decía al tiempo que se le dilataban las pupilas. -¿Que son? ¿Quienes son? ¿Tienen nombre? ¿Me los puedo quedar? ¿Son amigos del peluche ese de la otra vez?
Lo cierto era que lo mas que podía hacer la niña era mirarlos desde el suelo y... saltar. -Son muy bonitos y... -Entre salto y salto la pequeña rubia conseguía tocarlos con los dedos, en un intento de caricia. -Están fríos y duros.
De improvisto la pequeña pareció acordarse de alguien que ya no estaba junto a la mujer mecánica y la cara se le entristeció.
-¿Donde esta Perro? la ultima vez que te vimos ya no estaba contigo. ¿Esta bien? ¿Se puso malito?
Aproveche el momento en el que Lavey se callo y paro su andanada de preguntas, para hablar. -Bueno... ¿Como te a ido todo? Y como te llamas tu peque... - Hasta ahí llego mi momento de interacción con todo ser viviente. Porque Lavey acababa de percatarse de la pequeña niña bestia.
-Una niña. -Decía llena de emoción la pequeña dragona. Se le acabaron los dulces. -Mira mama, una niña.
Ante lo obvio solo pude mover la cabeza de manera afirmativa, de nada servia abrir la boca. Estaba claro que no me dejaría terminar la frase.
-Hola. Yo soy Lavey. ¿Como te llamas? -Inconsciente o conscientemente, una de las manos de la rubia comenzó a moverse hacia el pelo tentaculoso de la otra niña. -¿Cuantos de esos tienes? ¿Puedo tocarlos?
La pequeña aun no terminaba la pregunta y ya tenia sus dedos pegados a las ventosas del pelo de joven. Señor dame paciencia. Ya estaba levantando la mano hacia el hombro de Lavey, cuando la niña retiro la mano. Todas las ventosas hicieron un divertido POP al despegarse de su mano y la pequeña comenzó a reír.
-Que divertido jiji ¿Puedo hacerlo otra vez? -Preguntaba ya con la mano preparada para mas. -Yo también tengo cosas en la cabeza. Tengo cuernos. -Decía orgullosa la dragona. -Pero ahora no se ven. -En medido de aquel monologo que se movía a la velocidad de la luz, Lavey nunca dejo de sonreír.
Reivy Abadder
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
A diferencia de otras festividades, en las que a pesar de las penas de sus participantes estos se esforzaban por celebrar con todas sus fuerzas aunque solo fuese durante unas pocas horas, aquella estaba tintada de amargura y de cierta...desgana. No solo los adornos y el ambiente eran notablemente más lúgubres, ni tampoco era la falta de comida; el propio espíritu de la gente se mostraba al límite de su resistencia. Y aún más duras pruebas estaban por llegar, por lo que no se les podía culpar.
-Algunos están sacrificando animales...Eres sacerdotisa, ¿No deberías hacer algo así? Solo has dejado algo de fruta envuelta en un paño...Tus dioses se van a enfadar.- Expresó Catherine contagiada por aquella desgana general. Ni siquiera se había lanzado a atacar las bandejas de comida, sintiendo que cada bocado que probara sería uno menos para aquella gente, especialmente para los refugiados que habían buscado la seguridad que Lunargenta y otras localidades no habían podido brindarles.
-La tierra está ya saturada de sangre, he pensado que los dioses querrían una ofrenda de vida y no una más de muerte. Espero que les complazca.- Respondió la peliblanca antes de seguir alejándose del lugar para buscar un lugar más tranquilo en el que ofrecer sus plegarias a sus dioses, rogándoles por su ayuda en aquellos tiempos oscuros que parecían no tener fin. Pidiendo por su protección para ella, para su hermana, para sus familiares y amigos, para su hogar y para todos cuantos sufrían tan convulsos tiempos. Catherine aguardó en respetuoso silencio a pesar de no creer ni en los dioses de su gente, ni en los de los humanos y ni siquiera en los de su hermana. Ella solo creía en sí misma y en Níniel.
-Haremos noche aquí y al alba proseguiremos nuestro camino, Cath. Será mejor que nos acostemos pronto, volvamos a la posada.- Instó la peliblanca tras acabar sus oraciones, dirigiendo una vez más su mirada hacia el lugar donde tenía lugar la mayor parte del evento.
-No creo que vayamos a poder pegar ojo. Puede que no sea la mejor fiesta de Aerandir, pero los músicos no paran de intentar que la gente se anime. Deberíamos haber buscado catre en un lugar más tranquilo.- Expresó la pelirroja, y lo hizo con tino. Deberían haber escogido con más cuidado su lugar de descanso, aunque ciertamente Níniel no esperaba retirarse de las festividades tan temprano al llegar. Simplemente, y como Catherine, había visto su ánimo venirse abajo ante aquel ambiente y la visión de los sacrificios, llevándola a recordar la gran cantidad de sangre derramada durante el asalto a Lunargenta, y la de los heridos que atendió durante los días siguientes.
-Al menos lo intentaremos. Creo que nos será más sencillo que tratar de festejar nada hoy.- Respondió la peliblanca, que conocía de sobra a su hermana y sabía que no estaba más animada que ella misma.
-Algunos están sacrificando animales...Eres sacerdotisa, ¿No deberías hacer algo así? Solo has dejado algo de fruta envuelta en un paño...Tus dioses se van a enfadar.- Expresó Catherine contagiada por aquella desgana general. Ni siquiera se había lanzado a atacar las bandejas de comida, sintiendo que cada bocado que probara sería uno menos para aquella gente, especialmente para los refugiados que habían buscado la seguridad que Lunargenta y otras localidades no habían podido brindarles.
-La tierra está ya saturada de sangre, he pensado que los dioses querrían una ofrenda de vida y no una más de muerte. Espero que les complazca.- Respondió la peliblanca antes de seguir alejándose del lugar para buscar un lugar más tranquilo en el que ofrecer sus plegarias a sus dioses, rogándoles por su ayuda en aquellos tiempos oscuros que parecían no tener fin. Pidiendo por su protección para ella, para su hermana, para sus familiares y amigos, para su hogar y para todos cuantos sufrían tan convulsos tiempos. Catherine aguardó en respetuoso silencio a pesar de no creer ni en los dioses de su gente, ni en los de los humanos y ni siquiera en los de su hermana. Ella solo creía en sí misma y en Níniel.
-Haremos noche aquí y al alba proseguiremos nuestro camino, Cath. Será mejor que nos acostemos pronto, volvamos a la posada.- Instó la peliblanca tras acabar sus oraciones, dirigiendo una vez más su mirada hacia el lugar donde tenía lugar la mayor parte del evento.
-No creo que vayamos a poder pegar ojo. Puede que no sea la mejor fiesta de Aerandir, pero los músicos no paran de intentar que la gente se anime. Deberíamos haber buscado catre en un lugar más tranquilo.- Expresó la pelirroja, y lo hizo con tino. Deberían haber escogido con más cuidado su lugar de descanso, aunque ciertamente Níniel no esperaba retirarse de las festividades tan temprano al llegar. Simplemente, y como Catherine, había visto su ánimo venirse abajo ante aquel ambiente y la visión de los sacrificios, llevándola a recordar la gran cantidad de sangre derramada durante el asalto a Lunargenta, y la de los heridos que atendió durante los días siguientes.
-Al menos lo intentaremos. Creo que nos será más sencillo que tratar de festejar nada hoy.- Respondió la peliblanca, que conocía de sobra a su hermana y sabía que no estaba más animada que ella misma.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Sonrió.
No sabía cómo habían acabado exactamente allí, pero estaban de nuevo en otra celebración.
Incluso cuando la guerra todavía se sentía en alguna de las partes más recónditas de Verisar aquello no impedía que las tradiciones continuasen floreciendo año tras año.
Supuso que, en cierto sentido, aquello era lo que las gentes de la península necesitaban. Si la plaga no había logrado acallar los gritos de júbilo en las celebraciones del año anterior, la guerra tampoco iba a conseguirlo.
De cualquier modo, después de haber visto la capital reducida a escombros y a tres ejércitos abrirse paso hasta la misma para retomarla, lo mínimo que se merecían todos los que estaban allí era despreocuparse durante unas horas. Divertirse.
Alzó la jarra que tenía en su mano derecha mostrando a Lyn que, efectivamente, estaba viéndola bailar, que no era necesario que continuase gritando su nombre para captar su atención.
Sin moverse de dónde estaba, de pie a pocos metros de la zona reservada para que los asistentes a la fiesta bailasen, Eltrant observó como Lyn se movía entre la multitud casi sin tocar el suelo, dejándose llevar por la melodía que los músicos elfos.
Aun cuando no era la primera vez que la veía bailar seguía pareciéndole igual de impresionante. Era un talento que jamás habría imaginado Lyn poseería.
Respirando acalorada la vampiresa no tardó en acercarse al castaño.
- ¡Vamos! – Pidió la ojiazul extendiendo su mano frente a Eltrant, con la intención de que este la sujetase. - ¡Ven a bailar! – Exclamó a la vez que se adelantaba a su compañero y le agarraba de un brazo.
- ¡Espera, espera! – Eltrant se terminó la bebida de un único trago y, contagiado por el buen humor de la vampiresa, le dedicó una sonrisa. - ¿Es que no te acuerdas que pasó la última vez que bailé? – Preguntó, deteniéndose a escasos centímetros de la zona de baile. – Prefiero mirar, así seguro que aprendo algo de usted, maestra. – Lyn sacudió la cabeza y tomó a Eltrant de ambas manos.
¿Cómo no había picado en eso? Si incluso la había llamado “Maestra”.
La vampiresa no iba a aceptar un “no” por respuesta, lo sabía. Siempre que acababan en algún evento como en el que se encontraban acababa rindiéndose ante la insistencia de la muchacha. Aquel no tenía pinta de ser muy diferente.
- No te preocupes. – Se movió con suavidad, ayudó al exmercenario a que colocase las manos dónde debía. – Yo te ayudo esta vez. – dijo – Más que la última vez, quiero decir. – Añadió, riendo, arrastrándolo hasta dónde todos bailaban.
Suspiró profundamente y, incapaz de negarse, siguió las instrucciones de Lyn.
No era un baile especialmente rápido, la música, en sí, era lo suficientemente lenta como para que Eltrant pudiese pararse a pensar que estaba a punto de hacer.
- Acércate un poco más qué así es difícil – Lyn tomó al castaño de las caderas y le obligó a pegarse más a ella. – ¡No muerdo! – Se detuvo un momento y arqueó una ceja. – Bueno, sí. – dijo riendo - ¡Pero siempre aviso antes! – dijo a continuación, alzando lo suficiente la voz como para que las personas más cercanas la oyesen con claridad.
Eltrant se estaba esforzando por hacerlo bien, demasiado si tenía en consideración que aquello era bailar y no atacar un baluarte vampírico en mitad de Lunargenta. Lyn, por su parte, parecía más centrada de lo normal, más paciente con los toscos movimientos que el errante hacía de cuando en cuando.
- ¡Eh! – Volvió a reír. – Estás mejorando. – apreció – Casi no me has pisado con tus rústicos pies de pueblo, Mortal. – La vampiresa continuó guiando a su acompañante durante varios minutos, en silencio, concentrándose en la música con los ojos cerrados.
¿Cómo podía bailar sin abrir los ojos?
La melodía se volvió aún más pausada, más lenta.
- Seguro que es por qué no llevas armadura, Mortal. – Comentó casualmente, Eltrant puso los ojos en blanco y sonrió, pero no dijo nada. – Deberías quitártela más. – Completó después, acompasando sus movimientos con la música. – No tienes por qué ser siempre un “Muro de Acero” ¿Sabes? - Habían llegado a un punto en el que, básicamente, solo daban un paso a cada lado prácticamente abrazados.
Sonrió, si bien podía resultar incómodo dada la diferencia de altura, lo cierto es que Eltrant estaba… relajado. Al menos no sentía que todos los presentes estaban mirándoles.
- …te habría caído bien mi Maestra. – dijo Lyn, aparentemente de la nada, como si fuese un pensamiento que llevaba retenido desde hacía un rato. – Y tú a ella también - Eltrant arqueó ambas cejas y, sin separarse de la vampiresa, continuó moviéndose.
- ¿Ah, sí? – Preguntó este de vuelta al cabo de unos segundos, incapaz de quitarse la afirmación de la muchacha de la cabeza. - ¿Tú crees? - No era normal oírla hablar de su misteriosa maestra con tanta naturalidad.
- Sí. – dijo, depositó su cabeza en el pecho del castaño. – Era una entrometida, siempre estaba metiéndose dónde no la llamaban. – Pudo notar como la ojiazul tomaba aire profundamente. – Aunque era paciente… cosa que a ti te vendría bastante bien. – Se rio en voz baja. – Y siempre tenía una respuesta para todo. – Lyn cerró los ojos y dejó de hablar, la música se detuvo, los artistas dijeron en voz alta que se iban a tomar un pequeño descanso.
Lyn continuó bailando.
- Tienes razón – Contestó Eltrant bajando la voz, notando como algunas parejas abandonaban la zona. – Ya me cae bien. – dijo sin dejar de seguir a su compañera en ningún momento.
- ¿Verdad? – La vampiresa sorbió con fuerza por la nariz y separó apenas un par de segundos de Eltrant para mirarle y sonreír. – Era increíble – añadió, volvió a adoptar la postura que tenía antes, todavía moviéndose sin música de fondo. – …también me enseñó a bailar. – dijo en apenas un susurro.
Eltrant se quedó en silencio, sin saber realmente como responder a aquella información. Al final, simplemente, dejó que la vampiresa se tomase todo el tiempo que necesitase.
- Oye Elt, ¿Podemos quedarnos así un rato más? –
- Claro -
No sabía cómo habían acabado exactamente allí, pero estaban de nuevo en otra celebración.
Incluso cuando la guerra todavía se sentía en alguna de las partes más recónditas de Verisar aquello no impedía que las tradiciones continuasen floreciendo año tras año.
Supuso que, en cierto sentido, aquello era lo que las gentes de la península necesitaban. Si la plaga no había logrado acallar los gritos de júbilo en las celebraciones del año anterior, la guerra tampoco iba a conseguirlo.
De cualquier modo, después de haber visto la capital reducida a escombros y a tres ejércitos abrirse paso hasta la misma para retomarla, lo mínimo que se merecían todos los que estaban allí era despreocuparse durante unas horas. Divertirse.
Alzó la jarra que tenía en su mano derecha mostrando a Lyn que, efectivamente, estaba viéndola bailar, que no era necesario que continuase gritando su nombre para captar su atención.
Sin moverse de dónde estaba, de pie a pocos metros de la zona reservada para que los asistentes a la fiesta bailasen, Eltrant observó como Lyn se movía entre la multitud casi sin tocar el suelo, dejándose llevar por la melodía que los músicos elfos.
Aun cuando no era la primera vez que la veía bailar seguía pareciéndole igual de impresionante. Era un talento que jamás habría imaginado Lyn poseería.
Respirando acalorada la vampiresa no tardó en acercarse al castaño.
- ¡Vamos! – Pidió la ojiazul extendiendo su mano frente a Eltrant, con la intención de que este la sujetase. - ¡Ven a bailar! – Exclamó a la vez que se adelantaba a su compañero y le agarraba de un brazo.
- ¡Espera, espera! – Eltrant se terminó la bebida de un único trago y, contagiado por el buen humor de la vampiresa, le dedicó una sonrisa. - ¿Es que no te acuerdas que pasó la última vez que bailé? – Preguntó, deteniéndose a escasos centímetros de la zona de baile. – Prefiero mirar, así seguro que aprendo algo de usted, maestra. – Lyn sacudió la cabeza y tomó a Eltrant de ambas manos.
¿Cómo no había picado en eso? Si incluso la había llamado “Maestra”.
La vampiresa no iba a aceptar un “no” por respuesta, lo sabía. Siempre que acababan en algún evento como en el que se encontraban acababa rindiéndose ante la insistencia de la muchacha. Aquel no tenía pinta de ser muy diferente.
- No te preocupes. – Se movió con suavidad, ayudó al exmercenario a que colocase las manos dónde debía. – Yo te ayudo esta vez. – dijo – Más que la última vez, quiero decir. – Añadió, riendo, arrastrándolo hasta dónde todos bailaban.
Suspiró profundamente y, incapaz de negarse, siguió las instrucciones de Lyn.
No era un baile especialmente rápido, la música, en sí, era lo suficientemente lenta como para que Eltrant pudiese pararse a pensar que estaba a punto de hacer.
- Acércate un poco más qué así es difícil – Lyn tomó al castaño de las caderas y le obligó a pegarse más a ella. – ¡No muerdo! – Se detuvo un momento y arqueó una ceja. – Bueno, sí. – dijo riendo - ¡Pero siempre aviso antes! – dijo a continuación, alzando lo suficiente la voz como para que las personas más cercanas la oyesen con claridad.
Eltrant se estaba esforzando por hacerlo bien, demasiado si tenía en consideración que aquello era bailar y no atacar un baluarte vampírico en mitad de Lunargenta. Lyn, por su parte, parecía más centrada de lo normal, más paciente con los toscos movimientos que el errante hacía de cuando en cuando.
- ¡Eh! – Volvió a reír. – Estás mejorando. – apreció – Casi no me has pisado con tus rústicos pies de pueblo, Mortal. – La vampiresa continuó guiando a su acompañante durante varios minutos, en silencio, concentrándose en la música con los ojos cerrados.
¿Cómo podía bailar sin abrir los ojos?
La melodía se volvió aún más pausada, más lenta.
- Seguro que es por qué no llevas armadura, Mortal. – Comentó casualmente, Eltrant puso los ojos en blanco y sonrió, pero no dijo nada. – Deberías quitártela más. – Completó después, acompasando sus movimientos con la música. – No tienes por qué ser siempre un “Muro de Acero” ¿Sabes? - Habían llegado a un punto en el que, básicamente, solo daban un paso a cada lado prácticamente abrazados.
Sonrió, si bien podía resultar incómodo dada la diferencia de altura, lo cierto es que Eltrant estaba… relajado. Al menos no sentía que todos los presentes estaban mirándoles.
- …te habría caído bien mi Maestra. – dijo Lyn, aparentemente de la nada, como si fuese un pensamiento que llevaba retenido desde hacía un rato. – Y tú a ella también - Eltrant arqueó ambas cejas y, sin separarse de la vampiresa, continuó moviéndose.
- ¿Ah, sí? – Preguntó este de vuelta al cabo de unos segundos, incapaz de quitarse la afirmación de la muchacha de la cabeza. - ¿Tú crees? - No era normal oírla hablar de su misteriosa maestra con tanta naturalidad.
- Sí. – dijo, depositó su cabeza en el pecho del castaño. – Era una entrometida, siempre estaba metiéndose dónde no la llamaban. – Pudo notar como la ojiazul tomaba aire profundamente. – Aunque era paciente… cosa que a ti te vendría bastante bien. – Se rio en voz baja. – Y siempre tenía una respuesta para todo. – Lyn cerró los ojos y dejó de hablar, la música se detuvo, los artistas dijeron en voz alta que se iban a tomar un pequeño descanso.
Lyn continuó bailando.
- Tienes razón – Contestó Eltrant bajando la voz, notando como algunas parejas abandonaban la zona. – Ya me cae bien. – dijo sin dejar de seguir a su compañera en ningún momento.
- ¿Verdad? – La vampiresa sorbió con fuerza por la nariz y separó apenas un par de segundos de Eltrant para mirarle y sonreír. – Era increíble – añadió, volvió a adoptar la postura que tenía antes, todavía moviéndose sin música de fondo. – …también me enseñó a bailar. – dijo en apenas un susurro.
Eltrant se quedó en silencio, sin saber realmente como responder a aquella información. Al final, simplemente, dejó que la vampiresa se tomase todo el tiempo que necesitase.
- Oye Elt, ¿Podemos quedarnos así un rato más? –
- Claro -
Eltrant Tale
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
-¡¡Uuuuhhhhh!!- chilló -¡Se guuuussstaaan! ¡Se guuuussstaaan!- cantaba alegremente, batiendo en el aire su enésima jarra de vino. -Ya, sí, sí, que es muy linda, no me la manosees tanto- pidió a Eltrant, tomando la mano de Lyn y jalándola hacia ella. -Préstamela, yo sí se bailar- se burló mientras estiraba los brazos para abrazar a la vampiresa y bailar con ella. Apestaba a vino, la ilusionista no se había comedido con la bebida y se le notaba en los movimientos torpes y el bamboleo de su cuerpo. Aún no se le enredaba la lengua al hablar, pero sí que decía sandeces. Y reía, por todo reía.
Al tener a Lyn cerca, comenzó a menearse al ritmo de la música. La bruja bailaba bien, a pesar de su estado etílico, y aunque trastabillaba de vez en cuando, se recuperaba con gracia y una carcajada, burlándose de su propia torpeza. -Y dime, ¿ya aprendiste a combinar faltas y blusas?- preguntó contenta, le hacía feliz ver a la vampiresa. Lyn era una chispa de alegría. -¿Sabes? Nunca he entendido qué hace una chica linda como tú detrás de un tipo taaaan tosco como Elt- comentó -Que sí, que es guapetón y toda la cosa, pero es que... ¡Tan boniiiiiiita!- exclamó y posó una mano en la mejilla de la vampiresa -Y ése ni se da cuenta de lo hermoooosa que eres- añadió -Te digo que es muy tonto, mira, yo tengo un primo en Beltrexus que no es muy discriminador y está bastaaaaante guapo...- hablaba y hablaba sin parar.
Mientras tanto, allá en la terraza, el gigantón que había puesto a dormir la siesta se levantaba, pasando la lengua por los huecos donde solían estar sus amarillos dientes. Vamos, estaban todos cariados y le causaban dolor, echándoselos fuera, la bruja le había hecho un favor, pero, ¡quién le hacía entender eso al tipo? Furioso, comenzó a gritar -¿Dónde están? ¿Dónde están mis dientes?- exigía, agarrando al primer desafortunado fulano que se le atravesó, por el cuello de la camisa -Ahh...allá...- señaló el fulano a Mina, que bailaba desparpajada en la pista de baile.
No se hizo esperar, y fue hacia ella, agarrándola del hombro, la hizo girar como un trompo hasta quedar de frente -Dame mis dientes, maldita perra, o si no...- exclamó enfurecido -Primero que nada y antes que todo- aclaró levantando el índice derecho -Yo no ladro, así que no soy perra- explicó con cortesía -Segundo que todo, ya no tengo tus dientes, ¡se los eché a los dioses!- agregó contenta -¡Y los dioses los aceptaron! ¡Feliz Høstblót!- gritó emocionada, extendiendo ambos brazos sobre su cabeza y esbozando una enorme sonrisa.
Al tener a Lyn cerca, comenzó a menearse al ritmo de la música. La bruja bailaba bien, a pesar de su estado etílico, y aunque trastabillaba de vez en cuando, se recuperaba con gracia y una carcajada, burlándose de su propia torpeza. -Y dime, ¿ya aprendiste a combinar faltas y blusas?- preguntó contenta, le hacía feliz ver a la vampiresa. Lyn era una chispa de alegría. -¿Sabes? Nunca he entendido qué hace una chica linda como tú detrás de un tipo taaaan tosco como Elt- comentó -Que sí, que es guapetón y toda la cosa, pero es que... ¡Tan boniiiiiiita!- exclamó y posó una mano en la mejilla de la vampiresa -Y ése ni se da cuenta de lo hermoooosa que eres- añadió -Te digo que es muy tonto, mira, yo tengo un primo en Beltrexus que no es muy discriminador y está bastaaaaante guapo...- hablaba y hablaba sin parar.
Mientras tanto, allá en la terraza, el gigantón que había puesto a dormir la siesta se levantaba, pasando la lengua por los huecos donde solían estar sus amarillos dientes. Vamos, estaban todos cariados y le causaban dolor, echándoselos fuera, la bruja le había hecho un favor, pero, ¡quién le hacía entender eso al tipo? Furioso, comenzó a gritar -¿Dónde están? ¿Dónde están mis dientes?- exigía, agarrando al primer desafortunado fulano que se le atravesó, por el cuello de la camisa -Ahh...allá...- señaló el fulano a Mina, que bailaba desparpajada en la pista de baile.
No se hizo esperar, y fue hacia ella, agarrándola del hombro, la hizo girar como un trompo hasta quedar de frente -Dame mis dientes, maldita perra, o si no...- exclamó enfurecido -Primero que nada y antes que todo- aclaró levantando el índice derecho -Yo no ladro, así que no soy perra- explicó con cortesía -Segundo que todo, ya no tengo tus dientes, ¡se los eché a los dioses!- agregó contenta -¡Y los dioses los aceptaron! ¡Feliz Høstblót!- gritó emocionada, extendiendo ambos brazos sobre su cabeza y esbozando una enorme sonrisa.
- INTERACCIÓN:
- Lyn y Eltrant
Mina Harker
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Estaba sentado contra una pared con Merlín, riéndonos de algunas graciosas ofrendas que hacían algunos, mirábamos a cada uno que pasaba dejar sus ofrendas - Mira, mira ese Rakan - dijo señalando a un hombre alto y barbudo, que parecía estar llevando una ardilla, ambos nos reímos juntos, miramos a la poca gente que bailaba y también nos empezamos a reír.
- Es tan triste que da pena... - Dije golpeando el hombro de Merlín - Si, bueno... con alguien como tu aquí tienen sus razones - haciendo referencia a la cantidad de gente que había. Esta vez no le iba a decir nada, solo solté una sonrisa.
- Mira... mira eso Rakan, una daga le ofrece a sus dioses - dijo Merlín, me reí sin haber visto la situación así que voltee mi mirada hacia la ofrenda que se estaba haciendo, pero cuando vi a la mujer que la hacia, deje de reírme, quedándome solamente sonriendo. Una mujer rubia y adorable, como nunca había visto antes. - Que bobo... una daga. ¿No crees? - seguía riendo Merlín, me miro riéndose y paro cuando vio que no le estaba prestando atención.
- ¿Que ocurre Rak? - Dijo tratando de seguir mi mirada. - ¿Quieres callarte un poco Merlín? - Dije sin dejar de mirar a la mujer rubia. Me miro y al final termino dándose cuenta que mi mirada iba hacia una de las chicas que estaba bailando. - ¿Y piensas quedarte aquí?. - Dijo sonriendo
- Mañana... tenemos que levantarnos temprano, debemos viajar y ayudar a nuevos pueblos ademas de ofrecer protección a las.... - Dije cuando Merlín me interrumpió con un suspiro fuerte, dando a entender que lo hizo a propósito. Miro a la rubia que estaba mirando y volvió a mirarme a mi - No metas excusas, puedes ser un imbécil, obstinado y engreído. Pero se que quieres hacerlo. Anda, disfruta de la fiesta. -
Lo mire y volví a mirar a la chica, era cierto, tenia ganas de acercarme a ella pero no me animaba... junte fuerzas y me levante, dándole una palmada en la cabeza a Merlín y sacándome los guantes para que se los quede el- Si sale mal... voy a matarte. - Dije mirándolo y ofreciéndole mi mano para que se levante - ¿Que haces? - dijo tomando mi mano y levantandose - Son dos, y nosotros somos dos... la mujer con pelos en la cara es para ti. - Dije sonriendo, sabia que no le gustaba mi idea. - No.. no creo - pero antes de que pueda decir algo mas, lo agarre del cuello empujándolo hacia adelante de la pista, dejándolo sin opciones.
Me acerque al centro, donde estaban bailando las personas, esquivando a la gente y pidiendo permiso, me acerque a la mujer rubia que bailaba junto a la otra mujer-bestia. Hice una reverencia ante ambas mujeres y Merlín se quedo mirando. Estire mi mano a la rubia. - ¿Me permite mi lady? - dije con cierto miedo a ser rechazado, a quedar mal en frente de todos y pasar vergüenza... ademas de que Merlín tendría un motivo para burlarse de mi toda la vida. - Soy Rakan, ¿puedo saber tu nombre? - dije con una voz nerviosa. Mientras Merlín se acercaba a la mujer-bestia y hacia mi mismo paso, era poco original aunque debía admitir que sin la reverencia daba aire de un tipo.... rudo. - ¿Me permites? - Dijo Merlín sonriendo, mirando a la mujer y mirándome a mi.
- Es tan triste que da pena... - Dije golpeando el hombro de Merlín - Si, bueno... con alguien como tu aquí tienen sus razones - haciendo referencia a la cantidad de gente que había. Esta vez no le iba a decir nada, solo solté una sonrisa.
- Mira... mira eso Rakan, una daga le ofrece a sus dioses - dijo Merlín, me reí sin haber visto la situación así que voltee mi mirada hacia la ofrenda que se estaba haciendo, pero cuando vi a la mujer que la hacia, deje de reírme, quedándome solamente sonriendo. Una mujer rubia y adorable, como nunca había visto antes. - Que bobo... una daga. ¿No crees? - seguía riendo Merlín, me miro riéndose y paro cuando vio que no le estaba prestando atención.
- ¿Que ocurre Rak? - Dijo tratando de seguir mi mirada. - ¿Quieres callarte un poco Merlín? - Dije sin dejar de mirar a la mujer rubia. Me miro y al final termino dándose cuenta que mi mirada iba hacia una de las chicas que estaba bailando. - ¿Y piensas quedarte aquí?. - Dijo sonriendo
- Mañana... tenemos que levantarnos temprano, debemos viajar y ayudar a nuevos pueblos ademas de ofrecer protección a las.... - Dije cuando Merlín me interrumpió con un suspiro fuerte, dando a entender que lo hizo a propósito. Miro a la rubia que estaba mirando y volvió a mirarme a mi - No metas excusas, puedes ser un imbécil, obstinado y engreído. Pero se que quieres hacerlo. Anda, disfruta de la fiesta. -
Lo mire y volví a mirar a la chica, era cierto, tenia ganas de acercarme a ella pero no me animaba... junte fuerzas y me levante, dándole una palmada en la cabeza a Merlín y sacándome los guantes para que se los quede el- Si sale mal... voy a matarte. - Dije mirándolo y ofreciéndole mi mano para que se levante - ¿Que haces? - dijo tomando mi mano y levantandose - Son dos, y nosotros somos dos... la mujer con pelos en la cara es para ti. - Dije sonriendo, sabia que no le gustaba mi idea. - No.. no creo - pero antes de que pueda decir algo mas, lo agarre del cuello empujándolo hacia adelante de la pista, dejándolo sin opciones.
Me acerque al centro, donde estaban bailando las personas, esquivando a la gente y pidiendo permiso, me acerque a la mujer rubia que bailaba junto a la otra mujer-bestia. Hice una reverencia ante ambas mujeres y Merlín se quedo mirando. Estire mi mano a la rubia. - ¿Me permite mi lady? - dije con cierto miedo a ser rechazado, a quedar mal en frente de todos y pasar vergüenza... ademas de que Merlín tendría un motivo para burlarse de mi toda la vida. - Soy Rakan, ¿puedo saber tu nombre? - dije con una voz nerviosa. Mientras Merlín se acercaba a la mujer-bestia y hacia mi mismo paso, era poco original aunque debía admitir que sin la reverencia daba aire de un tipo.... rudo. - ¿Me permites? - Dijo Merlín sonriendo, mirando a la mujer y mirándome a mi.
- Interacción :
- Interacúo con Ingela y Rashna
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Ury abrió sus ojos grandes al ver a tres pequeños seres metálicos salir del bolso de Zö. - Ai ai aiaiiii pero se ven tan tiernos- le dije aplaudiendo y dando saltitos alrededor de mi amiga, intentando tener todas las perspectivas posibles a una distancia prudente. - ¿Muerden?- pregunté, aventurándome a tocarlos con la puntita de mis tentáculos, pero cuando se movían rápidamente los retiraba. Era un juego divertido. - ¿Orgánicos?- me quedé unos momentos quieta, pensando en la respuesta que me estaba dando. Le había dicho tantas cosas en los últimos minutos que no sabía cómo tomar su respuesta.
- A a a a… sí. Es muy fácil. Mira- Le respondí, tomando carrera directo a un hombresote bestia gigantoso y así como iba me apoyé sobre su mano que tenía una gran corona para impulsarme (¿la iba a ofrendar y por eso estaba triste?) y le puse un beso en su mejilla. - Puh puh puh- dije, esquivando cualquier intento de atraparme o hacerme daño. Le sonreí y luego le eché la lengua mientras movía mis tentáculos - ¡Barbareena ha hecho una más de las suyas!- Corrí de vuelta con Zöe, intentando esconderme - Creo que lo hice mal- le confié a Zö con cierta preocupación, pero por algún motivo, después del besito a esa mejilla peluda, me habían dado ganas de molestar a ese hombre perro triste. Arrugué mis cejas y me di cuenta que no estábamos solas a tiempo para evadir un ataque sorpresa.
Corrí hacia la manzana que se había caído al suelo y le saqué la parte más sucia para darle una mordida rápidamente (antes que nadie me dijera nada). Miré con atención a las amigas de Zöe, Ury se sentía un poquito celosa, pero no importaba porque tenía un dulce, además, la niña que era más o menos como yo –pero más humana y “bonita” (iujjj) le estaba sacando toda la información que yo había querido preguntarle. Puse mis ojitos serios mientras me acercaba a la hermana mayor, era muy bonita. Sus ojos eran del mismo color que los míos, pero su pelo era negro, muy muy negro y sin todos los rulos que cada mañana me hacían renegar. Ury envidiaba esos rasgos, pero no dijo nada porque eran amigas de Zöe. Me puse frente a la hermana mayor mientras lamía el dulce de la manzana y escupía las pequeñas piedritas que se le habían pegado. Me señalé y le dije mi nombre, pero las palabras de la rubia fueron más fuertes que las mías.
Mi boca se volvió una “O” al escucharle decirle “mama”, tuve que usar mis tentáculos para que no se me cayera la manzana que tanto me había costado limpiar. Era escandalosa para ser mayor que yo, estaba claro, porque bueno… tenía esas formitas que Ury aún no. Mis tentáculos se aplastaron mientras agarraba a Zöe de la mano, tímida y avergonzada porque de pronto la atención estaba sobre Ury. Me tragué lo que quedaba de la manzana antes de que me la quitara, pero me sorprendió ver que iba por mis tentáculos. - Soy Ury, de U-la-ree-na- le respondí con detalle, se me hacía que si no lo decía lentamente no lo iba a agarrar a la primera. Ury paró sus tentáculos y asintió, es cierto que estaba alardeando un poco (bastante) - Son ocho, adelante ¡si puedes!- reí y comencé a moverlos de modo que le costara ponerle sus dedos encima - Jajaja- pero mis movimientos calamavillosísticos fueron rivalizados por la velocidad de la niña.
- Cuidad- advertí, sintiendo claramente sus dedos en mis tentáculos. - Sensible- las palabras le salían cortadas a Ury, esa niña ay ay ay- me quejé, empujándola con mis manos humanas. - ¿Cuernos? No te creo. ¿A ver? le reté, apostaba a que eran puras mentiras. - Ury no te creerá hasta que lo vea, los humanos no tienen cuernos- dije poniendo mis brazos en jarra, era obvio que no le saldrían, podía saborear mi victoria.
- A a a a… sí. Es muy fácil. Mira- Le respondí, tomando carrera directo a un hombresote bestia gigantoso y así como iba me apoyé sobre su mano que tenía una gran corona para impulsarme (¿la iba a ofrendar y por eso estaba triste?) y le puse un beso en su mejilla. - Puh puh puh- dije, esquivando cualquier intento de atraparme o hacerme daño. Le sonreí y luego le eché la lengua mientras movía mis tentáculos - ¡Barbareena ha hecho una más de las suyas!- Corrí de vuelta con Zöe, intentando esconderme - Creo que lo hice mal- le confié a Zö con cierta preocupación, pero por algún motivo, después del besito a esa mejilla peluda, me habían dado ganas de molestar a ese hombre perro triste. Arrugué mis cejas y me di cuenta que no estábamos solas a tiempo para evadir un ataque sorpresa.
Corrí hacia la manzana que se había caído al suelo y le saqué la parte más sucia para darle una mordida rápidamente (antes que nadie me dijera nada). Miré con atención a las amigas de Zöe, Ury se sentía un poquito celosa, pero no importaba porque tenía un dulce, además, la niña que era más o menos como yo –pero más humana y “bonita” (iujjj) le estaba sacando toda la información que yo había querido preguntarle. Puse mis ojitos serios mientras me acercaba a la hermana mayor, era muy bonita. Sus ojos eran del mismo color que los míos, pero su pelo era negro, muy muy negro y sin todos los rulos que cada mañana me hacían renegar. Ury envidiaba esos rasgos, pero no dijo nada porque eran amigas de Zöe. Me puse frente a la hermana mayor mientras lamía el dulce de la manzana y escupía las pequeñas piedritas que se le habían pegado. Me señalé y le dije mi nombre, pero las palabras de la rubia fueron más fuertes que las mías.
Mi boca se volvió una “O” al escucharle decirle “mama”, tuve que usar mis tentáculos para que no se me cayera la manzana que tanto me había costado limpiar. Era escandalosa para ser mayor que yo, estaba claro, porque bueno… tenía esas formitas que Ury aún no. Mis tentáculos se aplastaron mientras agarraba a Zöe de la mano, tímida y avergonzada porque de pronto la atención estaba sobre Ury. Me tragué lo que quedaba de la manzana antes de que me la quitara, pero me sorprendió ver que iba por mis tentáculos. - Soy Ury, de U-la-ree-na- le respondí con detalle, se me hacía que si no lo decía lentamente no lo iba a agarrar a la primera. Ury paró sus tentáculos y asintió, es cierto que estaba alardeando un poco (bastante) - Son ocho, adelante ¡si puedes!- reí y comencé a moverlos de modo que le costara ponerle sus dedos encima - Jajaja- pero mis movimientos calamavillosísticos fueron rivalizados por la velocidad de la niña.
- Cuidad- advertí, sintiendo claramente sus dedos en mis tentáculos. - Sensible- las palabras le salían cortadas a Ury, esa niña ay ay ay- me quejé, empujándola con mis manos humanas. - ¿Cuernos? No te creo. ¿A ver? le reté, apostaba a que eran puras mentiras. - Ury no te creerá hasta que lo vea, los humanos no tienen cuernos- dije poniendo mis brazos en jarra, era obvio que no le saldrían, podía saborear mi victoria.
- interaccion:
- ASHER- Zöe, Reivy
Ulareena Werner
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
El concepto de diversión que tenía Ulareena era interesante, aunque lo cierto era que me resultaba igualmente desconcertante la mayoría de las prácticas que los orgánicos realizaban para “divertirse”. La persona elegida por la niña-calamar para ejemplificar resulto ser Asher, levanté la mano para saludarlo, pero la joven era muy rápida y tan pronto como se subió a él se bajó y regreso a mí.
-No lo sé, creo que estuvo bien – No sabía si la cara de Asher significaba que estaba alegre o enojado, ante la falta de pruebas parecía mejor opción optar por una respuesta positiva.
Lavey continuaba siendo tan animada como siempre, aunque se notaba que había crecido [ANALIZANDO] Unos centímetros, pero por lo demás continuaba siendo la misma. Era una suerte el poder regular la sensibilidad de mis oídos, el grito de la pequeña se escuchó alrededor y varias personas se dieron la vuelta para ver si sucedía algo.
-Estoy bien. No, no puedo imaginarlo. Qué bueno – Respondía a todo lo que Lavey decía, analizando con atención para asegurarme que no me perdía ninguna parte del discurso, sentí a Ulareena a mi lado y apreté su mano para que no tuviera miedo – Son robots. Se llaman SEPA-IV, ATAC y AMA. No, no puedes. Son mis herramientas. No les aran daño, solo quieren… Llamar la atención – comportamiento que no sabía aún de donde habían sacado, pero era evidente que era una de sus actividades favoritas, esa y bailar – Perro regreso a donde pertenecía – Esa era la respuesta más cercana a la realidad, ya que un perro hecho de huesos difícilmente podría morir-
Ulareena estaba extrañamente callada [ANALIZANDO] miraba a Reivy y a Lavey con recelo, quizás era tímida, en cualquier caso, el contraste con la dragona era más que notorio. Los orgánicos eran fascinantes, era imposible encontrar dos iguales, incluso aunque se parecieran en edad y género.
-¿Cómo me ha ido? – Hice un repaso de los últimos acontecimientos [BUSCANDO ARCHIVOS] Conocer a Dag en la cueva, nuestro encuentro con los vampiros, encontrar a Alward y buscar aquella planta, Alanna y el rescate de los esclavos en el barco, la fiesta con Skatha y cuando evitamos que el núcleo del templo de los monos explotara junto con Asher – Bien, conocí a varios orgánicos muy distintos y recaude mucha información valiosa –
Me agache junto a Ulareena y apoye ambas manos en sus hombros, mire a Lavey y le sonreí.
-No es bueno señalar y tocar a personas que acabas de conocer ¿Correcto? Algunos podrían molestarse – Estaba bastante segura que no era el caso de la niña-calamar, pero era bueno que Lavey aprendiera alguna de esas normas sociales cuando aún era pequeña - ¿Hay algo más que quieras ver, Ulareena? O… ¿Más gente a la que quieras animar? – El término aún me resultaba muy extraño.
Volví a levantarme, pero continué apoyando una mano en la espalda de la niña-calamar por si se sentía insegura.
-¿Ya presentaron sus ofrendas en el altar? – Le pregunte a Reivy – Pensé que estarían en el norte con tu familia ¿Sucedió algo?
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-No lo sé, creo que estuvo bien – No sabía si la cara de Asher significaba que estaba alegre o enojado, ante la falta de pruebas parecía mejor opción optar por una respuesta positiva.
Lavey continuaba siendo tan animada como siempre, aunque se notaba que había crecido [ANALIZANDO] Unos centímetros, pero por lo demás continuaba siendo la misma. Era una suerte el poder regular la sensibilidad de mis oídos, el grito de la pequeña se escuchó alrededor y varias personas se dieron la vuelta para ver si sucedía algo.
-Estoy bien. No, no puedo imaginarlo. Qué bueno – Respondía a todo lo que Lavey decía, analizando con atención para asegurarme que no me perdía ninguna parte del discurso, sentí a Ulareena a mi lado y apreté su mano para que no tuviera miedo – Son robots. Se llaman SEPA-IV, ATAC y AMA. No, no puedes. Son mis herramientas. No les aran daño, solo quieren… Llamar la atención – comportamiento que no sabía aún de donde habían sacado, pero era evidente que era una de sus actividades favoritas, esa y bailar – Perro regreso a donde pertenecía – Esa era la respuesta más cercana a la realidad, ya que un perro hecho de huesos difícilmente podría morir-
Ulareena estaba extrañamente callada [ANALIZANDO] miraba a Reivy y a Lavey con recelo, quizás era tímida, en cualquier caso, el contraste con la dragona era más que notorio. Los orgánicos eran fascinantes, era imposible encontrar dos iguales, incluso aunque se parecieran en edad y género.
-¿Cómo me ha ido? – Hice un repaso de los últimos acontecimientos [BUSCANDO ARCHIVOS] Conocer a Dag en la cueva, nuestro encuentro con los vampiros, encontrar a Alward y buscar aquella planta, Alanna y el rescate de los esclavos en el barco, la fiesta con Skatha y cuando evitamos que el núcleo del templo de los monos explotara junto con Asher – Bien, conocí a varios orgánicos muy distintos y recaude mucha información valiosa –
Me agache junto a Ulareena y apoye ambas manos en sus hombros, mire a Lavey y le sonreí.
-No es bueno señalar y tocar a personas que acabas de conocer ¿Correcto? Algunos podrían molestarse – Estaba bastante segura que no era el caso de la niña-calamar, pero era bueno que Lavey aprendiera alguna de esas normas sociales cuando aún era pequeña - ¿Hay algo más que quieras ver, Ulareena? O… ¿Más gente a la que quieras animar? – El término aún me resultaba muy extraño.
Volví a levantarme, pero continué apoyando una mano en la espalda de la niña-calamar por si se sentía insegura.
-¿Ya presentaron sus ofrendas en el altar? – Le pregunte a Reivy – Pensé que estarían en el norte con tu familia ¿Sucedió algo?
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- Zöe se encuentra con:
- Asher, Reivy y Ulareena
Zöe
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Ury... ¿Ury que mas? Estaba segura de que la niña tenia dos nombres, pero las múltiples interrupciones de Lavey no me dejaron oírlo. Por suerte Lavey también pregunto por su nombre y la joven calamarcita vocalizo lo suficiente como para comprender su nombre, Ulareena. Es un nombre bonito. Eso es lo que le hubiera dicho, pero las niñas estaban demasiado ocupadas con sus juegos de... ¿Atrapar el tentáculo? y el resultado de mi interacción hubiera sido el mismo que el de una vaca frente a una mosca.
Sin embargo, la pequeña Ury parecía estar cansándose de que le tocaran su ¿Pelo? Están en la cabeza así que tiene que ser pelo. Ante la lógica aplastante de aquel pensamiento, mi cerebro escribió una nota en su masa gris: "Los hombres-bestia pueden tener extremidades animales como pelo."
Ese momento de incertidumbre, en donde no sabes si los niños se ríen o empiezan hacerse daño, fue aprovechado por la biotica de mirada acerada para darle un toque de atención a Lavey.
-Lo siento tía Zöe. Tienes razón.
La niña parecía arrepentida, por lo visto la euforia le hizo olvidar aquel encuentro con la elfa, en las montañas de Dundarak, donde una acción parecida a la de hoy había sucedido con efectos muy distintos a los de esta noche.
-No volveré hacerlo. Perdona Ury. -La pequeña tenia la mirada puesta en el suelo, juntaba los dedos indice de sus manos para luego separarlos un poquito y volverlos a juntar. -Ya veremos cuanto le dura.
No dudaba de la veracidad de los sentimientos de Lavey, pero también sabia que su comportamiento explosivo le haría olvidarse rápidamente de lo sucedido. Al igual que pasaba con sus preguntas iniciales, no es que las hubiera olvidado, la pequeña lagartija les presto atención a todas las respuestas y las archivo en su memoria, pues aunque eran interesantes había algo todavía mas interesante delante suya.
-Si, Zöe. Ya coloque la ofrenda. -Respondí a mi "deshumanizada" amiga, aunque cada día que la volvía a encontrar parecía un poco menos robotica. -Nunca llegue a ir al norte. Me quede aquí, en la península. Ayudando a los humanos y reforzando la milicia de los Leonicos, deje que Lavey se fuera a un poblado de licantropos. -Aunque con mas tranquilidad que Lavey, mis frases denotaban diversas emociones, y unas grandes... grandes ganas de hablar. -Antes de que llegue el invierno me gustaría ir hacerles una visita... Por cierto, no dije nada, pero tus robots son muy lindos. -Alargando un par de dedos acaricie la cabeza del pequeño robot rojo. -Ven pequeñin... -Le decía alegre estirando la mano, como si quisiera que SEPA fuera un pajarillo, para que así saltara a mi palma.
Mientras tanto.... En el mismo plano existencial pero unos centímetros mas abajo.
-...A la próxima vez lo haré con mas cuidado. -Decía la pequeña dragona con los ánimos recuperados. -Claro que puedo. -Lavey ahora estaba falsamente molesta, con los carrillos hinchados y los brazos cruzados. -Ya vas a ver. Me van a salir unos cuernos mas grande que tu. Kukukuku....
La amena conversación que estaba teniendo con Zöe se termino en cuanto escuche la risa de Lavey, esa risa "Pérfida y malosa" esa carcajada que indicaba de todo menos bueno.
-Vey, que vas ha... -La niña empezaba a encobrarse y hacer fuerza con la espalda, el cuello lo tenia encogido y las cejas fruncidas. Se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo. -NO, no, no... nonononononono Vey aquí no. -Lavey estaba apunto de transformarse en mitad del gentío. -Ay por los dioses. Lavey para, aquí no hay sitio.
No había forma de que la niña se parara, en realidad cuando se empezaba a cambiar de forma solo quienes tenían un fino control podían pararse, y ese no era el caso de mi hija adoptiva.
Intentado imitar a su madre, la punta de unos cuernos empezaron asomarse por arriba del cráneo, la ropa se deformaba en la espalda e iba adquiriendo el color y la forma de las alas. Por debajo de la falda ya comenzaba a asomarse una cola.
-Zöe, tenemos que darnos prisa. Lavey se esta transformando, necesitamos un circulo de 4 metros o esto se pondrá peligroso. -Pensar, tenia que pensar, pensar muy rápido, muy deprisa. -Ury aléjate de ella o acabaras en el suelo. -Pensar, pensar... -Lo tengo. Ven pequeñuela hoy crecerás muy rápido, no tengas miedo.
Le dije a la pequeña sonriendo, con un movimiento rápido y con el pensamiento de proteger a la niña, cogí a Ulareena por debajo de los hombros y la subí a los míos.
-Vale... siguiente paso. Piensa, piensa. -Lavey ya comenzaba a cambiar sus brazos y piernas. Necesitábamos una distracción que no hiciera cundir el pánico. -Fiesta... fiesta, diversión, niños. ¡Juguetes! Zöe necesito que exhibas a tus robots, como si fueras hacer un numero callejero. -En mi fuero interno solo esperaba que todo saliera bien. -Ury ayúdame a conseguir que la gente se aparte. -Cerre los ojos por un segundo y le pedí ayuda al viento para que mis palabras llegaran lejos. -DAMAS Y CABALLEROS. NIÑOS Y NIÑAS... -Empece a levantar la voz haciendo que el volumen se elevara, sonreí de oreja a oreja y hacia movimientos esporádicos para llamar la atención. -NECESITAMOS QUE SE MUEVAN CON RAPIDEZ Y FORMEN UN CIRCULO A NUESTRO ALREDEDOR. ANTE USTEDES SE ENCUENTRA LA COMPARSA DE LOS PEQUEÑOS PRODIGIOS. -La multitud movida por la curiosidad y por las ganas de diversión comenzó hacer caso. ¿Pero lo harían con la suficiente rapidez? -MAS RÁPIDO SEÑORES, EN MEDIO DEL CORRO SE ENCUENTRA LA ENCANTADORA VEY EN MITAD SU CAMBIO ¿CUANTOS HAN VISTO DE PRIMERA MANO A UN DRAGÓN? VAMOS QUERIDO PUBLICO, NECESITAMOS QUE SE ALEJEN MAS DEPRISA.
El tiempo se agoto, Lavey estaba completamente cambiada. Ajena a todo lo que sucedía, exhiba su cuerpo con orgullo, con una pata delantera mas adelantada que la otra. La espalda estirada, las alas semi abiertas, el cuello estirado hacia el cielo y la cabeza mirando al frente formando una S en conjunto. Las patas posteriores una mas atrasada que la otra y la cola moviéndose lentamente en horizontal. Y el rugido, no podía faltar un rugido triunfal en aquel despliegue de alardeo.
Lo primero que hizo la negra dragona al concluir su cambio, fue buscar a la joven rubia de pelo tentacular.
________
Sin embargo, la pequeña Ury parecía estar cansándose de que le tocaran su ¿Pelo? Están en la cabeza así que tiene que ser pelo. Ante la lógica aplastante de aquel pensamiento, mi cerebro escribió una nota en su masa gris: "Los hombres-bestia pueden tener extremidades animales como pelo."
Ese momento de incertidumbre, en donde no sabes si los niños se ríen o empiezan hacerse daño, fue aprovechado por la biotica de mirada acerada para darle un toque de atención a Lavey.
-Lo siento tía Zöe. Tienes razón.
La niña parecía arrepentida, por lo visto la euforia le hizo olvidar aquel encuentro con la elfa, en las montañas de Dundarak, donde una acción parecida a la de hoy había sucedido con efectos muy distintos a los de esta noche.
-No volveré hacerlo. Perdona Ury. -La pequeña tenia la mirada puesta en el suelo, juntaba los dedos indice de sus manos para luego separarlos un poquito y volverlos a juntar. -Ya veremos cuanto le dura.
No dudaba de la veracidad de los sentimientos de Lavey, pero también sabia que su comportamiento explosivo le haría olvidarse rápidamente de lo sucedido. Al igual que pasaba con sus preguntas iniciales, no es que las hubiera olvidado, la pequeña lagartija les presto atención a todas las respuestas y las archivo en su memoria, pues aunque eran interesantes había algo todavía mas interesante delante suya.
-Si, Zöe. Ya coloque la ofrenda. -Respondí a mi "deshumanizada" amiga, aunque cada día que la volvía a encontrar parecía un poco menos robotica. -Nunca llegue a ir al norte. Me quede aquí, en la península. Ayudando a los humanos y reforzando la milicia de los Leonicos, deje que Lavey se fuera a un poblado de licantropos. -Aunque con mas tranquilidad que Lavey, mis frases denotaban diversas emociones, y unas grandes... grandes ganas de hablar. -Antes de que llegue el invierno me gustaría ir hacerles una visita... Por cierto, no dije nada, pero tus robots son muy lindos. -Alargando un par de dedos acaricie la cabeza del pequeño robot rojo. -Ven pequeñin... -Le decía alegre estirando la mano, como si quisiera que SEPA fuera un pajarillo, para que así saltara a mi palma.
Mientras tanto.... En el mismo plano existencial pero unos centímetros mas abajo.
-...A la próxima vez lo haré con mas cuidado. -Decía la pequeña dragona con los ánimos recuperados. -Claro que puedo. -Lavey ahora estaba falsamente molesta, con los carrillos hinchados y los brazos cruzados. -Ya vas a ver. Me van a salir unos cuernos mas grande que tu. Kukukuku....
La amena conversación que estaba teniendo con Zöe se termino en cuanto escuche la risa de Lavey, esa risa "Pérfida y malosa" esa carcajada que indicaba de todo menos bueno.
-Vey, que vas ha... -La niña empezaba a encobrarse y hacer fuerza con la espalda, el cuello lo tenia encogido y las cejas fruncidas. Se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo. -NO, no, no... nonononononono Vey aquí no. -Lavey estaba apunto de transformarse en mitad del gentío. -Ay por los dioses. Lavey para, aquí no hay sitio.
No había forma de que la niña se parara, en realidad cuando se empezaba a cambiar de forma solo quienes tenían un fino control podían pararse, y ese no era el caso de mi hija adoptiva.
Intentado imitar a su madre, la punta de unos cuernos empezaron asomarse por arriba del cráneo, la ropa se deformaba en la espalda e iba adquiriendo el color y la forma de las alas. Por debajo de la falda ya comenzaba a asomarse una cola.
-Zöe, tenemos que darnos prisa. Lavey se esta transformando, necesitamos un circulo de 4 metros o esto se pondrá peligroso. -Pensar, tenia que pensar, pensar muy rápido, muy deprisa. -Ury aléjate de ella o acabaras en el suelo. -Pensar, pensar... -Lo tengo. Ven pequeñuela hoy crecerás muy rápido, no tengas miedo.
Le dije a la pequeña sonriendo, con un movimiento rápido y con el pensamiento de proteger a la niña, cogí a Ulareena por debajo de los hombros y la subí a los míos.
-Vale... siguiente paso. Piensa, piensa. -Lavey ya comenzaba a cambiar sus brazos y piernas. Necesitábamos una distracción que no hiciera cundir el pánico. -Fiesta... fiesta, diversión, niños. ¡Juguetes! Zöe necesito que exhibas a tus robots, como si fueras hacer un numero callejero. -En mi fuero interno solo esperaba que todo saliera bien. -Ury ayúdame a conseguir que la gente se aparte. -Cerre los ojos por un segundo y le pedí ayuda al viento para que mis palabras llegaran lejos. -DAMAS Y CABALLEROS. NIÑOS Y NIÑAS... -Empece a levantar la voz haciendo que el volumen se elevara, sonreí de oreja a oreja y hacia movimientos esporádicos para llamar la atención. -NECESITAMOS QUE SE MUEVAN CON RAPIDEZ Y FORMEN UN CIRCULO A NUESTRO ALREDEDOR. ANTE USTEDES SE ENCUENTRA LA COMPARSA DE LOS PEQUEÑOS PRODIGIOS. -La multitud movida por la curiosidad y por las ganas de diversión comenzó hacer caso. ¿Pero lo harían con la suficiente rapidez? -MAS RÁPIDO SEÑORES, EN MEDIO DEL CORRO SE ENCUENTRA LA ENCANTADORA VEY EN MITAD SU CAMBIO ¿CUANTOS HAN VISTO DE PRIMERA MANO A UN DRAGÓN? VAMOS QUERIDO PUBLICO, NECESITAMOS QUE SE ALEJEN MAS DEPRISA.
El tiempo se agoto, Lavey estaba completamente cambiada. Ajena a todo lo que sucedía, exhiba su cuerpo con orgullo, con una pata delantera mas adelantada que la otra. La espalda estirada, las alas semi abiertas, el cuello estirado hacia el cielo y la cabeza mirando al frente formando una S en conjunto. Las patas posteriores una mas atrasada que la otra y la cola moviéndose lentamente en horizontal. Y el rugido, no podía faltar un rugido triunfal en aquel despliegue de alardeo.
Lo primero que hizo la negra dragona al concluir su cambio, fue buscar a la joven rubia de pelo tentacular.
- Lavey:
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- Interaccion:
- Ulareen, Zöe. Y todo aquel que quiera formar parte del publico :3
Reivy Abadder
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Zö era una adulta calamavillosa… o tal vez…marabiosa… bioneticallosa… tendría que pensarlo mejor, pero esa era la idea. - ¡Sis sis!- me apresuré a responderle, pero no podía dejar las cosas así con esta Lavey, me miraba igual de desafiante que yo a ella, como si tuviera una carta oculta tras esa carita toda de buenita. Aunque a juzgar por su arrepentimiento de perrito medio degollado y con hambrita, Ury se sintió más o menos a la par con ella, porque no actuaba como una de esas casi señoritas (como se la veía) sino como yo misma. Le sonreí, intentando decididamente que se me hicieran esos hoyuelos que alegraban a todos (casi podía sentirlos formándose) me concentré duro, fuerte fuerte - Te perdono, porque vamos a ser grandes amigas puhpuhpuh- me froté las manitas con cierta maldad, esperaba que captara mi mensaje escondido de “hora de portarnos mal”
La rubia que tan triste estaba, pescó la carnada como un buen cangrejo de río, mis cejitas se levantaron en las puntas con cierta maldad, era hora de divertirnos en la fiesta. Peeeero… Ury no esperaba que hubiese estado hablando con la verdad. - Ay mamita en los cielos y papito de los infiernos, ai ai ai aiaiii- me llevé las manos a la cabeza y los tentáculos a los ojos, aunque dejé un espacio para ver. Si su mama estaba haciendo todo ese alboroto, tendría que ser algo calamavillosísticamente calamavilloso. Ury estaba tan feliz que se quedó mirando, expectante ¡se estaba deformando! ¡ESTABA MUTANDO! - Puh puh puuuuuh- aplaudía una y otra vez - ¡Más! ¡mas! ¡más!- alentaba, ignorando a los mayores, eso era lo más mejor de toda la aburrida vida en Vulwulfar.
- ¿Eh?- de pronto mis pies ya no tocaban la tierra, estaba montada sobre mama dragona. Estaba que no veía el momento en que le salieran alas y me llevara a volar - Uiiiiiiiiiii- grité, moviendo los brazos y los tentáculos a medida que mi dragoballo iba de aquí para allá. Me lo estaba pasando a las anchas. Desde esa altura podía ver a mi otra amiga Elen - ELEEEEEEENNNNNN- grité, aunque entre el vaivén y el tumulto no estaba segura de que me hubiera escuchado. - ¿Eh eh?- no entendía por qué la gente tenía que apartarse ¡si esto era diversión de la buena! - Pero cuánto zafarrancho en el rancho- cité a una de las viejas de la zona baja de la ciudad, no sabía que quería decir, pero se sentía muy bien. - Está bien está bien- respondí con más seriedad, pero cruzaba mis tentáculos para que no acabara más.
Bajé al suelo, la voz de mi dragoballo, eh… la mama linda de Lavey parecía estar en todos lados. Yo también intenté hacer que mi voz llegara a todos, pero sólo me quedé roja y me ardía la garganta. Miré a Zö con un pucherito entre mis labios, ellas las grandes, podían hacer cosas calamavillosas, Lavey estaba siendo dragonovillosa pero Ury… sólo hacía que su labio inferior fuera muy prominente mientras ponía jojos de borreguito mojado. La parte de “pequeños prodigios” captó toda la atención de Ury, haciendo que me olvidara de mis tristezas tristes. Seguro que los herramientas de Zö (aún no entendía como tres pequeñeces tan vivas podrían ser igual que una llave o un martillo) y Lavey iban a hacer algo que fuera REALMENTE bueno. Ury también quería ver, así que comencé a mover a las personas que se estaban demasiado cerca. - Shu shu. No harán nada si no te sacas. ¡Saquese! Vamos vamos-
Cuando Lavey terminó de cambiarse, Ury se quedó quieta mirándola con la boca hecha una total “O”, grande que más bien parecía un “0”, hasta los tentáculos se me habían caído. La muy muy se mostraba orgullosa frente a mí. - Muy bien, muy bien. Tienes cuernos, pero NO SON MÁS GRANDES QUE TODA URY, nai nai, para nada, noneees.- me acerqué a ella dando saltitos y le piqué con mi dedo las escamas de un brazo, era tan tan… iaaaaai - Calamavilloso, ¡calamavilloso! Pero tú no tienes tinta como Ury estaba segura de eso, no había ningún cuento de la abuela Laureen o de papo de todos los mares, que dijera que un dragón pudiera escupir tinta. Levanté mi brazo como si se tratara de un arma y lancé lo más lejos que pude mi tinta negra, también recurrí al efecto de voz - Piuuupff puf puf- y moví mi manita, haciendo circulitos.
La rubia que tan triste estaba, pescó la carnada como un buen cangrejo de río, mis cejitas se levantaron en las puntas con cierta maldad, era hora de divertirnos en la fiesta. Peeeero… Ury no esperaba que hubiese estado hablando con la verdad. - Ay mamita en los cielos y papito de los infiernos, ai ai ai aiaiii- me llevé las manos a la cabeza y los tentáculos a los ojos, aunque dejé un espacio para ver. Si su mama estaba haciendo todo ese alboroto, tendría que ser algo calamavillosísticamente calamavilloso. Ury estaba tan feliz que se quedó mirando, expectante ¡se estaba deformando! ¡ESTABA MUTANDO! - Puh puh puuuuuh- aplaudía una y otra vez - ¡Más! ¡mas! ¡más!- alentaba, ignorando a los mayores, eso era lo más mejor de toda la aburrida vida en Vulwulfar.
- ¿Eh?- de pronto mis pies ya no tocaban la tierra, estaba montada sobre mama dragona. Estaba que no veía el momento en que le salieran alas y me llevara a volar - Uiiiiiiiiiii- grité, moviendo los brazos y los tentáculos a medida que mi dragoballo iba de aquí para allá. Me lo estaba pasando a las anchas. Desde esa altura podía ver a mi otra amiga Elen - ELEEEEEEENNNNNN- grité, aunque entre el vaivén y el tumulto no estaba segura de que me hubiera escuchado. - ¿Eh eh?- no entendía por qué la gente tenía que apartarse ¡si esto era diversión de la buena! - Pero cuánto zafarrancho en el rancho- cité a una de las viejas de la zona baja de la ciudad, no sabía que quería decir, pero se sentía muy bien. - Está bien está bien- respondí con más seriedad, pero cruzaba mis tentáculos para que no acabara más.
Bajé al suelo, la voz de mi dragoballo, eh… la mama linda de Lavey parecía estar en todos lados. Yo también intenté hacer que mi voz llegara a todos, pero sólo me quedé roja y me ardía la garganta. Miré a Zö con un pucherito entre mis labios, ellas las grandes, podían hacer cosas calamavillosas, Lavey estaba siendo dragonovillosa pero Ury… sólo hacía que su labio inferior fuera muy prominente mientras ponía jojos de borreguito mojado. La parte de “pequeños prodigios” captó toda la atención de Ury, haciendo que me olvidara de mis tristezas tristes. Seguro que los herramientas de Zö (aún no entendía como tres pequeñeces tan vivas podrían ser igual que una llave o un martillo) y Lavey iban a hacer algo que fuera REALMENTE bueno. Ury también quería ver, así que comencé a mover a las personas que se estaban demasiado cerca. - Shu shu. No harán nada si no te sacas. ¡Saquese! Vamos vamos-
Cuando Lavey terminó de cambiarse, Ury se quedó quieta mirándola con la boca hecha una total “O”, grande que más bien parecía un “0”, hasta los tentáculos se me habían caído. La muy muy se mostraba orgullosa frente a mí. - Muy bien, muy bien. Tienes cuernos, pero NO SON MÁS GRANDES QUE TODA URY, nai nai, para nada, noneees.- me acerqué a ella dando saltitos y le piqué con mi dedo las escamas de un brazo, era tan tan… iaaaaai - Calamavilloso, ¡calamavilloso! Pero tú no tienes tinta como Ury estaba segura de eso, no había ningún cuento de la abuela Laureen o de papo de todos los mares, que dijera que un dragón pudiera escupir tinta. Levanté mi brazo como si se tratara de un arma y lancé lo más lejos que pude mi tinta negra, también recurrí al efecto de voz - Piuuupff puf puf- y moví mi manita, haciendo circulitos.
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Ulareena Werner
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Rashna e Ingela bailaban, una como más gracia que la otra, por supuesto, pero ambas con igual alegría. Ellas celebraban el haber sobrevivido, valoraban cada respiración que podían hacer, cada palpitar de sus corazones. Y si bien habían muchas penas y tristezas que las apesadumbraban, en aquel momento prefirieron festejar el fin de la guerra, ya luego llorarían sus muertos.
Más personas se habían animado a entrar a la pista, los músicos, entusiasmados por eso, tocaban ritmos más alegres. De entre los demás bailarines, aparecieron dos muchachos, jóvenes al igual que las dos amigas, y las invitaron a bailar. Rashna miró al chico que invitaba a Ingela, alto y rubio, y luego al que la invitaba a ella, más baijito y moreno. Sonrió con malicia y lanzó una mirada cómplice a su amiga. La dragona rió por lo bajo -Justo como le gustan- pensó sonriendo.
-¡Claro que acepto!- exclamó Rashna y jaló al muchacho -Soy Rashna, ¿y tú?- fue lo último que escuchó la dragona de su amiga, antes de perderse entre los bailarines, sujetando firmemente al pobre muchacho. Ese no sabía con la chica que se había metido.
Quedó frente a Rakan y le sonrió -Sí, bailemos- respondió y tomó su mano -Soy Ingela- dijo. Mantuvo su sonrisa y miraba de hito en hito al chico mientras se movía al ritmo de la música. No sabía qué decirle, todos sus temas de conversación eran acerca de la guerra. -¿Luchaste?- preguntó luego de un rato de silencio incómodo.
La conversación entre ambos comenzó a fluir, cuando escuchó a una especie de maestra de ceremonias invitando a ver el espectáculo de la transformación de un dragón. Aquello llamó la atención de Ingela y no pudo evitar distraerse con eso. -Un momento, yo conozco a ese dragón- dijo, dejando de bailar. -¡Sí! ¡Claro que la conozco! ¡Es Lavey!- exclamó entusiasmada.
-Cuando la peste todavía no cedía, la conocí en la llanura nevada, ella se había perdido y estama pasando por su primera transformación. Mira ahora lo bien que lo hace, tan rápido- contó a Rakan muy emocionada. -¡Yo le enseñé a transformarse!- dijo orgullosa. -Mira nada más, lo grande que está- comentó enternecida.
-¿Quieres ver el espectáculo?- preguntó a su bailarín muy contenta.
Más personas se habían animado a entrar a la pista, los músicos, entusiasmados por eso, tocaban ritmos más alegres. De entre los demás bailarines, aparecieron dos muchachos, jóvenes al igual que las dos amigas, y las invitaron a bailar. Rashna miró al chico que invitaba a Ingela, alto y rubio, y luego al que la invitaba a ella, más baijito y moreno. Sonrió con malicia y lanzó una mirada cómplice a su amiga. La dragona rió por lo bajo -Justo como le gustan- pensó sonriendo.
-¡Claro que acepto!- exclamó Rashna y jaló al muchacho -Soy Rashna, ¿y tú?- fue lo último que escuchó la dragona de su amiga, antes de perderse entre los bailarines, sujetando firmemente al pobre muchacho. Ese no sabía con la chica que se había metido.
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Quedó frente a Rakan y le sonrió -Sí, bailemos- respondió y tomó su mano -Soy Ingela- dijo. Mantuvo su sonrisa y miraba de hito en hito al chico mientras se movía al ritmo de la música. No sabía qué decirle, todos sus temas de conversación eran acerca de la guerra. -¿Luchaste?- preguntó luego de un rato de silencio incómodo.
La conversación entre ambos comenzó a fluir, cuando escuchó a una especie de maestra de ceremonias invitando a ver el espectáculo de la transformación de un dragón. Aquello llamó la atención de Ingela y no pudo evitar distraerse con eso. -Un momento, yo conozco a ese dragón- dijo, dejando de bailar. -¡Sí! ¡Claro que la conozco! ¡Es Lavey!- exclamó entusiasmada.
-Cuando la peste todavía no cedía, la conocí en la llanura nevada, ella se había perdido y estama pasando por su primera transformación. Mira ahora lo bien que lo hace, tan rápido- contó a Rakan muy emocionada. -¡Yo le enseñé a transformarse!- dijo orgullosa. -Mira nada más, lo grande que está- comentó enternecida.
-¿Quieres ver el espectáculo?- preguntó a su bailarín muy contenta.
Ingela
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Notó como una fuera de la naturaleza le separaba del castaño.
Sonrió al comprobar quien era el torbellino humanoide que la había sujetado del brazo. ¿Qué podía estar haciendo allí? En cualquier caso, era una festividad que le pegaba a la bruja.
Sin que Mina se diese cuenta, Lyn se limpió con el puño de su camisa la solitaria lagrima que tenía en su ojo derecho y le hizo un gesto a Eltrant para que se alejase de la pista de baile.
No fue ninguna sorpresa ver como el exmercenario se encogía de hombros y se alejaba hasta la mesa más cercana en la que había jarras de alcohol.
La vampiresa amplió la sonrisa, de forma casi maternal, según escuchaba hablar a la bruja, según esta se movía al ritmo de la música. La joven la estaba avasallando con muchísimas preguntas que, si bien todas tenían respuesta, la muchacha tendría que esperar a estar sobria para conocerlas.
Le preocupaba que se tropezase con ella misma si seguía bailando así.
- Hueles a destilería. – Le dijo depositando ambas manos en el rostro de la muchacha, obligándola a salir de la zona de baile. – Ven - En cualquier otro momento habría bailado con ella toda la noche, pero ya se había divertido bastante por el momento.
Justo en ese momento un tipo corpulento se acercó preguntando, a voces, a la ilusionista que había hecho con sus dientes. Lyn arqueó una y miró a Mina durante varios largos segundos, después, suspirando, llamó a Eltrant con la mirada.
- ¿Algún problema? – Eltrant se cruzó de brazos y miró a la cara al recién llegado. - ¿Dientes? – Se atusó la barba, pensativo, y echó mano de la bolsa de Aeros que pendía de su cinturón. – Hacemos una cosa. – Esbozó una sonrisa. – Solucionemos esto de forma civilizada, que estamos en una fiesta. – Agitó los aeros frente al hombre. – Me ganas a un pulso y te llevas dinero suficiente para ponerte una dentadura de oro. – dijo, el hombre frunció el ceño, no parecía del todo convencido por la idea.
Fuese como fuese, Lyn aprovechó la intervención de su compañero para alejarse del lugar con la bruja. Aunque le hubiese gustado verlo, no llegó a ver como el Mortal le dislocaba el codo a ese tipo; era el único final lógico que esperaba para su idea, le había visto partir nueces con sus manos desnudas.
Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, sentó a la muchacha y, tomándole de nuevo con suavidad por las mejillas le dedicó la mejor sonrisa que tenía en aquel momento.
- Duerme… - dijo Lyn en apenas un susurro, deslizando su mano frente a los ojos de la bruja, dejando que sus sombras hicieran efecto en la mente de la fiestera que era Mina en aquel momento. [1]
Por supuesto no caería allí mismo, tampoco estaba obligandola a hacer nada en contra de su voluntad. Mina sentiría una ligera somnolencia que, si se lo proponía, sería capaz de ignorar. No obstante, a su parecer, lo mejor que podía hacer la bruja era descansar, al menos hasta que perdiese algo del alcohol que debería de tener dentro de ella.
Era una suerte que no fuese bruja de fuego, el alcohol y ese elemento no se solían llevar muy bien.
- Voy a irme a descansar. – Le dijo sin levantar el tono, sentándose junto a ella. – Deberías hacer lo mismo. ¿Vale? – Cerró los ojos un momento, un torrente de recuerdos volvió a inundar sus pensamientos.
Tras ofrecerle una última sonrisa a la bruja, Lyn emprendió el camino de vuelta a la taberna.
Un grito de dolor se alzó momentanemente sobre el sonido de la música, Lyn no pudo evitar esbozar una sonrisa.
- ¡Me has roto el codo, pedazo de animal! –
- ¡Já! ¿¡Quién es el siguiente!? -
[1] Habilidad Lyn Nivel 3: Control Mental Moderado.
Sonrió al comprobar quien era el torbellino humanoide que la había sujetado del brazo. ¿Qué podía estar haciendo allí? En cualquier caso, era una festividad que le pegaba a la bruja.
Sin que Mina se diese cuenta, Lyn se limpió con el puño de su camisa la solitaria lagrima que tenía en su ojo derecho y le hizo un gesto a Eltrant para que se alejase de la pista de baile.
No fue ninguna sorpresa ver como el exmercenario se encogía de hombros y se alejaba hasta la mesa más cercana en la que había jarras de alcohol.
La vampiresa amplió la sonrisa, de forma casi maternal, según escuchaba hablar a la bruja, según esta se movía al ritmo de la música. La joven la estaba avasallando con muchísimas preguntas que, si bien todas tenían respuesta, la muchacha tendría que esperar a estar sobria para conocerlas.
Le preocupaba que se tropezase con ella misma si seguía bailando así.
- Hueles a destilería. – Le dijo depositando ambas manos en el rostro de la muchacha, obligándola a salir de la zona de baile. – Ven - En cualquier otro momento habría bailado con ella toda la noche, pero ya se había divertido bastante por el momento.
Justo en ese momento un tipo corpulento se acercó preguntando, a voces, a la ilusionista que había hecho con sus dientes. Lyn arqueó una y miró a Mina durante varios largos segundos, después, suspirando, llamó a Eltrant con la mirada.
- ¿Algún problema? – Eltrant se cruzó de brazos y miró a la cara al recién llegado. - ¿Dientes? – Se atusó la barba, pensativo, y echó mano de la bolsa de Aeros que pendía de su cinturón. – Hacemos una cosa. – Esbozó una sonrisa. – Solucionemos esto de forma civilizada, que estamos en una fiesta. – Agitó los aeros frente al hombre. – Me ganas a un pulso y te llevas dinero suficiente para ponerte una dentadura de oro. – dijo, el hombre frunció el ceño, no parecía del todo convencido por la idea.
Fuese como fuese, Lyn aprovechó la intervención de su compañero para alejarse del lugar con la bruja. Aunque le hubiese gustado verlo, no llegó a ver como el Mortal le dislocaba el codo a ese tipo; era el único final lógico que esperaba para su idea, le había visto partir nueces con sus manos desnudas.
Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, sentó a la muchacha y, tomándole de nuevo con suavidad por las mejillas le dedicó la mejor sonrisa que tenía en aquel momento.
- Duerme… - dijo Lyn en apenas un susurro, deslizando su mano frente a los ojos de la bruja, dejando que sus sombras hicieran efecto en la mente de la fiestera que era Mina en aquel momento. [1]
Por supuesto no caería allí mismo, tampoco estaba obligandola a hacer nada en contra de su voluntad. Mina sentiría una ligera somnolencia que, si se lo proponía, sería capaz de ignorar. No obstante, a su parecer, lo mejor que podía hacer la bruja era descansar, al menos hasta que perdiese algo del alcohol que debería de tener dentro de ella.
Era una suerte que no fuese bruja de fuego, el alcohol y ese elemento no se solían llevar muy bien.
- Voy a irme a descansar. – Le dijo sin levantar el tono, sentándose junto a ella. – Deberías hacer lo mismo. ¿Vale? – Cerró los ojos un momento, un torrente de recuerdos volvió a inundar sus pensamientos.
Tras ofrecerle una última sonrisa a la bruja, Lyn emprendió el camino de vuelta a la taberna.
Un grito de dolor se alzó momentanemente sobre el sonido de la música, Lyn no pudo evitar esbozar una sonrisa.
- ¡Me has roto el codo, pedazo de animal! –
- ¡Já! ¿¡Quién es el siguiente!? -
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Me hallaba en Vulwufar. El profesor Zurstein, del Hekshold, nos había invitado a su mansión de la ciudad para celebrar la festividad del Hotsbolt, una festividad típica que se celebraba cada año en la ciudad. Jules iba a mi lado. Al brujo le gustaba salir de fiesta, y aprovechando que se podía llevar un acompañante, decidí invitarlo. Si por mi fuera, le habría dejado asistir en solitario. Yo siempre trataba de escapar de éstas. Sin embargo, en aquella ocasión, y dado con el compromiso que tenía con el profesor, muy a mi pesar no podría escaquearme en aquella ocasión.
El brujo me miraba con admiración. Hacía sus delicias ataviada en un vestido negro y largo, ajado por un lateral y especial para la ocasión. Ampliamente pintada y montada en aquellos tacones sobre los que me costaba mantenerme en pie, que junto a mi gran altura me hacían superar el metro noventa. Aún así, la joya de “mi corona”
-Deberías vestirte así más a menudo. – comentó. – Y dejar la trenza. ¿Por qué no vas con la melena suelta durante las cacerías?
-¿Y por qué no pruebas tú a dejarte melena hasta media espalda y a utilizar el viento como elemento y no el fuego? – respondí mirándole de reojo y poniendo una mueca de desaprobación. A lo que el brujo respondió atusándose el mentón. ¡Menudas ocurrencias tenía! A veces parecía que al pobre no le llegaba sangre al cerebro como a Rachel. Qué diablos. En el fondo, eran hermanos.
Fuera como fuera, él tenía que seguir hablando. Aunque yo no me pronunciaría más. No hasta que cruzamos una pequeña plaza, atiborrada de gente. Parecía ser una versión más popular, más cutre, del hótsbolt.
-¡Eh, Anastasia! ¡Parece interesante! Vayamos a ver qué es. – Y tiró de mi brazo, haciéndome tambalear hasta casi caer al suelo.
-Jules, vamos a llegar tarde… - protesté inútilmente. Cuando quise darme cuenta ya se las había ingeniado para meterme entre la plebe.
Por todos los dioses. Allí la mayor parte de la gente iba normal. De calle. Y luego estábamos Jules y yo. Me sentía ridícula allí metida. Para colmo, había no pocos rostros conocidos. ¿Por qué con lo grande que era el mundo siempre nos teníamos que encontrar los mismos y en las mismas circunstancias? Jules quiso ir a revolotear por allí. Y yo, nerviosa por el tiempo que pasaba, decidí pedir una copa y sentarme en una silla.
El cruce de piernas dejó una de ellas al descubierto por la forma del vestido. Me fijé entre los asistentes, aunque traté de pasar desapercibida. A mi lado, un anciano entrañable me miró y se sentó a mi lado. Le miré de reojo pero decidí ignorarle bebiendo de mi copa. Daba igual, él se iba a ponerse a aburrirme tediosamente.
-¡Oh! Una moza atractiva y solitaria. – dijo el abuelo. Lo ignoré por completo. - ¿Vienes con esas ropas a esas fiestas como si fuese una gala de fin de año? ¿Acaso no conoces nuestras tradiciones? – Preguntó. ¿Es que no se iba a callar? – Déjame que este anciano te cuente algunas cosas de nuestra cultura. – comentó el pueblerino. Genial, otro aburrido.
-No me interesa. Gracias. – respondí, ahora sí, con mi voz aguda e irónica, dirigiendo la vista hacia el hombre, con una falsa sonrisa entrecerrando los ojos.
-Oye, moza, no me seas y deja que te cuente. Verás, hubo un tiempo que… - empezó a decir, para ya no callar.
Comenzó a contar el origen de aquella tradición que desconocía. Su relación con el bosque de Midgar, que nunca había pisado. El asunto de los elfos. La gente acostumbraba a tirar aquel atardecer objetos como ofrendas a las noches. En las que esperaban algo mejor, que les diera esperanza de cara a un futuro mejor. Fuera como fuera. Aquella historia logró conmoverme. Quizás por mi actual estado de tensión. Finalmente, terminó pidiéndome que fuera partícipe de ella.
Sin decir nada, miré al anciano a los ojos. Pensativa. No pude de dejar de pensar en la campaña contra los jinetes. Y contra los vampiros. Pronto tendría que ir al Oeste, para cumplir mis funciones como centinela. Pero también era la maestra cazadora de un gremio. Y profesora en el Hekshold. Era demasiada responsabilidad, incluso para alguien como yo. Asentí con la cabeza y me levanté. ¿Por qué no intentarlo? Me coloqué cuan larga era frente al poste alto de madera. Apreté el collar y cerré los ojos. Cada vez que lo hacía, podía sentir las almas que el rubí llevaba en el interior. Pero no tenía demasiado que tirar allí. Nada que sacrificar. Por respetar el culto abrí el bolso en busca de algo. Allí encontré un virote perdido de una ballesta. De tamaño pequeño. Pertenecía a mi madre, Isabella. A fin de cuentas, el bolso también. ¿Era una especie de amuleto?
-¿En qué crees, Anastasia? – pregunté retóricamente. Metida en mis pensamientos. Aunque sinceramente, ni yo sabía la respuesta.
Tras unos instantes, cerré los ojos y tiré el virote. No creía en los dioses. Ni en nada. Pero respetaba las tradiciones. Si algo había más allá, ojalá me prestara algo de la paciencia y tesón de mi madre. Y quizás también algo de suerte. Porque todo ello lo iba a necesitar.
El brujo me miraba con admiración. Hacía sus delicias ataviada en un vestido negro y largo, ajado por un lateral y especial para la ocasión. Ampliamente pintada y montada en aquellos tacones sobre los que me costaba mantenerme en pie, que junto a mi gran altura me hacían superar el metro noventa. Aún así, la joya de “mi corona”
-Deberías vestirte así más a menudo. – comentó. – Y dejar la trenza. ¿Por qué no vas con la melena suelta durante las cacerías?
-¿Y por qué no pruebas tú a dejarte melena hasta media espalda y a utilizar el viento como elemento y no el fuego? – respondí mirándole de reojo y poniendo una mueca de desaprobación. A lo que el brujo respondió atusándose el mentón. ¡Menudas ocurrencias tenía! A veces parecía que al pobre no le llegaba sangre al cerebro como a Rachel. Qué diablos. En el fondo, eran hermanos.
Fuera como fuera, él tenía que seguir hablando. Aunque yo no me pronunciaría más. No hasta que cruzamos una pequeña plaza, atiborrada de gente. Parecía ser una versión más popular, más cutre, del hótsbolt.
-¡Eh, Anastasia! ¡Parece interesante! Vayamos a ver qué es. – Y tiró de mi brazo, haciéndome tambalear hasta casi caer al suelo.
-Jules, vamos a llegar tarde… - protesté inútilmente. Cuando quise darme cuenta ya se las había ingeniado para meterme entre la plebe.
Por todos los dioses. Allí la mayor parte de la gente iba normal. De calle. Y luego estábamos Jules y yo. Me sentía ridícula allí metida. Para colmo, había no pocos rostros conocidos. ¿Por qué con lo grande que era el mundo siempre nos teníamos que encontrar los mismos y en las mismas circunstancias? Jules quiso ir a revolotear por allí. Y yo, nerviosa por el tiempo que pasaba, decidí pedir una copa y sentarme en una silla.
El cruce de piernas dejó una de ellas al descubierto por la forma del vestido. Me fijé entre los asistentes, aunque traté de pasar desapercibida. A mi lado, un anciano entrañable me miró y se sentó a mi lado. Le miré de reojo pero decidí ignorarle bebiendo de mi copa. Daba igual, él se iba a ponerse a aburrirme tediosamente.
-¡Oh! Una moza atractiva y solitaria. – dijo el abuelo. Lo ignoré por completo. - ¿Vienes con esas ropas a esas fiestas como si fuese una gala de fin de año? ¿Acaso no conoces nuestras tradiciones? – Preguntó. ¿Es que no se iba a callar? – Déjame que este anciano te cuente algunas cosas de nuestra cultura. – comentó el pueblerino. Genial, otro aburrido.
-No me interesa. Gracias. – respondí, ahora sí, con mi voz aguda e irónica, dirigiendo la vista hacia el hombre, con una falsa sonrisa entrecerrando los ojos.
-Oye, moza, no me seas y deja que te cuente. Verás, hubo un tiempo que… - empezó a decir, para ya no callar.
Comenzó a contar el origen de aquella tradición que desconocía. Su relación con el bosque de Midgar, que nunca había pisado. El asunto de los elfos. La gente acostumbraba a tirar aquel atardecer objetos como ofrendas a las noches. En las que esperaban algo mejor, que les diera esperanza de cara a un futuro mejor. Fuera como fuera. Aquella historia logró conmoverme. Quizás por mi actual estado de tensión. Finalmente, terminó pidiéndome que fuera partícipe de ella.
Sin decir nada, miré al anciano a los ojos. Pensativa. No pude de dejar de pensar en la campaña contra los jinetes. Y contra los vampiros. Pronto tendría que ir al Oeste, para cumplir mis funciones como centinela. Pero también era la maestra cazadora de un gremio. Y profesora en el Hekshold. Era demasiada responsabilidad, incluso para alguien como yo. Asentí con la cabeza y me levanté. ¿Por qué no intentarlo? Me coloqué cuan larga era frente al poste alto de madera. Apreté el collar y cerré los ojos. Cada vez que lo hacía, podía sentir las almas que el rubí llevaba en el interior. Pero no tenía demasiado que tirar allí. Nada que sacrificar. Por respetar el culto abrí el bolso en busca de algo. Allí encontré un virote perdido de una ballesta. De tamaño pequeño. Pertenecía a mi madre, Isabella. A fin de cuentas, el bolso también. ¿Era una especie de amuleto?
-¿En qué crees, Anastasia? – pregunté retóricamente. Metida en mis pensamientos. Aunque sinceramente, ni yo sabía la respuesta.
Tras unos instantes, cerré los ojos y tiré el virote. No creía en los dioses. Ni en nada. Pero respetaba las tradiciones. Si algo había más allá, ojalá me prestara algo de la paciencia y tesón de mi madre. Y quizás también algo de suerte. Porque todo ello lo iba a necesitar.
Anastasia Boisson
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Ambas mujeres habían aceptado bailar con nosotros, la mujer-bestia se había llevado a Merlín, lo mire sonriendo y le guiñe el ojo mientras se iba, pero rápidamente volví mi mirada a la bella joven quien al parecer, se llamaba Ingela. Me había preguntado si luche, ¿debía contarle que luche contra el gran vampiro?... no, iba a arruinar el momento, nadie creería que yo vencí a un gran vampiro apodado el "inmortal" - Si, es algo complicado... pero muy interesante, recuerdo la vez... - y empece a contarle mis aventuras, evadiendo la de Vladimir, que era increíble para alguien como yo. A veces hacer el bien sin llevarse el crédito es parte del trabajo, y no lo hago por eso.
Seguimos bailando cuando la gente empezó a amontonarse a ver a una dragona empezar a transformarse. Tanto escándalo, tanto desastre por una simple dragoncita pequeña... pero cuando estaba por decirle algo a Ingela, dijo que ella conocía a esa dragona, sonreí. -¿Lavey? - dije pensando... me sonaba conocido. Recuerdo haberlo escuchado hace mucho, en Lunargenta, pero no sabia si era la misma. La mujer me contaba como le enseño a transformarse a la pequeña, ¡Ahora recordaba quien era!, la niña que no paraba de preguntarme sobre mis ojos... y quien iba a decirlo.
- Parece que eres buena maestra, mis hermanos Zu y Kremm me ayudaron con mi transformación. No voy a olvidarlo jamas - dije riendo y recordando ese día, recordando a Zu... solo quería que el estuviera bien y a salvo. La chica parecía estar feliz y quería ver el espectáculo, claro que no iba a rechazarlo. Dejamos de bailar y tome su mano para llevarla hacia el lugar del espectáculo, cuando estaba llegando, la solté. No me gustaba demasiado las multitudes, empujones y gritos... odiaba eso, pero no podía quedarme quieto o iba a perder a Ingela, todo dependía de ella, y si tenia que meterme entre la multitud, iba a hacerlo. - Estamos recordando a los dioses... y aparece un dragón oscuro en el medio, que ironía - No sabia si gritarle "esbirro del oscuro" o mejor callarme antes de que todos salten en mi contra por gritarle a una pequeña. Claramente opte por lo segundo, Ingela la conocía y parecía orgullosa, gritarle algo así seria... "declararle la guerra."
- Yo la conozco... y no paraba de hacer preguntas sobre mis ojos. - Dije sonriendo y mirando a Ingela, era gracioso, ambos conocíamos a la joven como si de una famosa se tratara, busque a Merlín con la mirada pero no lo encontré. Maldito... seguro estaba bailando o besándose con la mujer bestia por ahí.
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Seguimos bailando cuando la gente empezó a amontonarse a ver a una dragona empezar a transformarse. Tanto escándalo, tanto desastre por una simple dragoncita pequeña... pero cuando estaba por decirle algo a Ingela, dijo que ella conocía a esa dragona, sonreí. -¿Lavey? - dije pensando... me sonaba conocido. Recuerdo haberlo escuchado hace mucho, en Lunargenta, pero no sabia si era la misma. La mujer me contaba como le enseño a transformarse a la pequeña, ¡Ahora recordaba quien era!, la niña que no paraba de preguntarme sobre mis ojos... y quien iba a decirlo.
- Parece que eres buena maestra, mis hermanos Zu y Kremm me ayudaron con mi transformación. No voy a olvidarlo jamas - dije riendo y recordando ese día, recordando a Zu... solo quería que el estuviera bien y a salvo. La chica parecía estar feliz y quería ver el espectáculo, claro que no iba a rechazarlo. Dejamos de bailar y tome su mano para llevarla hacia el lugar del espectáculo, cuando estaba llegando, la solté. No me gustaba demasiado las multitudes, empujones y gritos... odiaba eso, pero no podía quedarme quieto o iba a perder a Ingela, todo dependía de ella, y si tenia que meterme entre la multitud, iba a hacerlo. - Estamos recordando a los dioses... y aparece un dragón oscuro en el medio, que ironía - No sabia si gritarle "esbirro del oscuro" o mejor callarme antes de que todos salten en mi contra por gritarle a una pequeña. Claramente opte por lo segundo, Ingela la conocía y parecía orgullosa, gritarle algo así seria... "declararle la guerra."
- Yo la conozco... y no paraba de hacer preguntas sobre mis ojos. - Dije sonriendo y mirando a Ingela, era gracioso, ambos conocíamos a la joven como si de una famosa se tratara, busque a Merlín con la mirada pero no lo encontré. Maldito... seguro estaba bailando o besándose con la mujer bestia por ahí.
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- Interacción:
- con Ingela
Rakan'Drag
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Re: Høstblót, El Equinoccio de Otoño [Evento Global]
Vulwulfar era el lugar adecuado al que ir tras dejar Baslodia. Por fin había conseguido probar los dulces de esa ciudad maldita. Jamás encontrar una tienda de galletas había sido tan complicado. En el local mientras me comía un dulce de cada uno de los que tenían, escuché que hoy harían una especie de fiesta enorme aqui. Según la amable tendera, habría muchos dulces, entre ellos licores también. ¡Ay, qué emoción!
Me había gastado todos mis aeros en un vestido muy bonito que sería excelente para la ocasión, vestido que decidió romperse con una ramita mientras saltaba de árbol en árbol. Así que he tenido que improvisar una falda larga con la capa de Rakan. Creo que no ha quedado tan mal como podría haber quedado. Pero en fin, tampoco hay más tiempo para intentar arreglar mi vestido.
- Ya hemos llegado, Leónidas, ¿qué crees que nos encontraremos aquí? Ha anochecido hace un rato, espero que no se haya terminado ya...
La ardilla se pasea entre mis dos hombros, moviéndose del derecho al izquierdo. Parece bastante animada.
- Sí, seguro que han pensado en ti y tienen muchas bellotas y avellanas para festejar. - Le acaricio la cabecita con un dedo.
Finalmente nos adentramos en la ciudad. Parecen haberla decorado para la ocasión, aunque el hecho de haber cortado tantas flores solo para una noche no me entusiasma precisamente. Hay personas con caras muy bonitas por el mundo y no por eso le cortan las cabezas para colgarlas en las ventanas cuando hay fiesta. Bueno, y los que lo hacen no son bien vistos por los demás.
Llegamos a lo que parece la plaza principal, llena de música y una gran muchedumbre bailando, bebiendo y gritando. En general lo que se suele considerar como pasarlo bien. Miro a Leónidas y nos metemos directamente en el medio. Mi estatura no es que ayude mucho en estas circunstancias y Leónidas, en previsión de no llevarse codazos, se sube a uno de los edificios cercanos después de robar frutos secos de uno de los puestos.
No tardo ni un segundo en agarrar uno de los vasos con licores extraños y meterme en medio del baile. Sorbito, giro, vuelta, esquivar mano pervertida de hombre ebrio, sorbito. Agarro la mano de una chica solitaria desconocida y damos un par de giros entre risas. Nos soltamos de nuevo y seguimos bailando cada una por su lado. Adoro bailar, y las fiestas y la música. Todo el mundo está muy animado y feliz. Algunos demasiado animados... Una de las manos animadas se acerca a mi falda, le pongo el vaso vacío encima. Al menos tienen una utilidad real. Vuelvo por uno de los puestos y me agencio un nuevo vasito. Más tarde me preocuparé de preguntar si hay que pagarlos.
Mientras bebo un sorbito me fijo en un poste enorme en el centro de la plaza y decido acercarme allí con curiosidad. Al parecer la gente deja objetos como sacrificio a los dioses. Vaya, como si yo tuviera siquiera algún objeto que sacrificar. Una mujer se acerca, abre el bolso y tras meditarlo unos instantes deja un virote de ballesta. Me quedo boquiabierta, es una mujer bellísima y altísima. Además lleva un vestido genial. Me miro de arriba a abajo, yo soy enana y voy vestida con una capa regalada. Suspiro. Aunque no parece estar tan animada como los demás asistentes. Oh, claro. Saco un trozo de pergamino, que según un tabernero de Baslodia lleva una runa que significa "suerte", le pongo una galleta encima y lo envuelvo en un pedacito de tela. Sigo sigilosamente a la mujer y le meto el paquetito en el bolso.
Vuelvo al poste, maldita sea, todavía necesito un sacrificio, no puedo irme de aquí sin respetar las tradiciones. Tras un pequeño recuento de mis cosas decido que lo mejor será seguir bailando y preocuparme más tarde de buscar un objeto del que deshacerme. Espero que el objeto en cuestión no deba ser necesariamente de mi pertenencia...
Me había gastado todos mis aeros en un vestido muy bonito que sería excelente para la ocasión, vestido que decidió romperse con una ramita mientras saltaba de árbol en árbol. Así que he tenido que improvisar una falda larga con la capa de Rakan. Creo que no ha quedado tan mal como podría haber quedado. Pero en fin, tampoco hay más tiempo para intentar arreglar mi vestido.
- Ya hemos llegado, Leónidas, ¿qué crees que nos encontraremos aquí? Ha anochecido hace un rato, espero que no se haya terminado ya...
La ardilla se pasea entre mis dos hombros, moviéndose del derecho al izquierdo. Parece bastante animada.
- Sí, seguro que han pensado en ti y tienen muchas bellotas y avellanas para festejar. - Le acaricio la cabecita con un dedo.
Finalmente nos adentramos en la ciudad. Parecen haberla decorado para la ocasión, aunque el hecho de haber cortado tantas flores solo para una noche no me entusiasma precisamente. Hay personas con caras muy bonitas por el mundo y no por eso le cortan las cabezas para colgarlas en las ventanas cuando hay fiesta. Bueno, y los que lo hacen no son bien vistos por los demás.
Llegamos a lo que parece la plaza principal, llena de música y una gran muchedumbre bailando, bebiendo y gritando. En general lo que se suele considerar como pasarlo bien. Miro a Leónidas y nos metemos directamente en el medio. Mi estatura no es que ayude mucho en estas circunstancias y Leónidas, en previsión de no llevarse codazos, se sube a uno de los edificios cercanos después de robar frutos secos de uno de los puestos.
No tardo ni un segundo en agarrar uno de los vasos con licores extraños y meterme en medio del baile. Sorbito, giro, vuelta, esquivar mano pervertida de hombre ebrio, sorbito. Agarro la mano de una chica solitaria desconocida y damos un par de giros entre risas. Nos soltamos de nuevo y seguimos bailando cada una por su lado. Adoro bailar, y las fiestas y la música. Todo el mundo está muy animado y feliz. Algunos demasiado animados... Una de las manos animadas se acerca a mi falda, le pongo el vaso vacío encima. Al menos tienen una utilidad real. Vuelvo por uno de los puestos y me agencio un nuevo vasito. Más tarde me preocuparé de preguntar si hay que pagarlos.
Mientras bebo un sorbito me fijo en un poste enorme en el centro de la plaza y decido acercarme allí con curiosidad. Al parecer la gente deja objetos como sacrificio a los dioses. Vaya, como si yo tuviera siquiera algún objeto que sacrificar. Una mujer se acerca, abre el bolso y tras meditarlo unos instantes deja un virote de ballesta. Me quedo boquiabierta, es una mujer bellísima y altísima. Además lleva un vestido genial. Me miro de arriba a abajo, yo soy enana y voy vestida con una capa regalada. Suspiro. Aunque no parece estar tan animada como los demás asistentes. Oh, claro. Saco un trozo de pergamino, que según un tabernero de Baslodia lleva una runa que significa "suerte", le pongo una galleta encima y lo envuelvo en un pedacito de tela. Sigo sigilosamente a la mujer y le meto el paquetito en el bolso.
Vuelvo al poste, maldita sea, todavía necesito un sacrificio, no puedo irme de aquí sin respetar las tradiciones. Tras un pequeño recuento de mis cosas decido que lo mejor será seguir bailando y preocuparme más tarde de buscar un objeto del que deshacerme. Espero que el objeto en cuestión no deba ser necesariamente de mi pertenencia...
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Última edición por Jeannie Fawkes el Miér Sep 26 2018, 06:31, editado 1 vez
Irinnil Fawkes
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