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Mensaje  Astrid Leggiend Lun Dic 18 2017, 02:31

La joven de cabellos chocolate estaba tumbada encima de una vieja manta que usaba de cama cuando dormía en el campamento que, a duras penas, podía montar para pasar la noche mientras viajaba sin rumbo. Sus ojos, cansados y fatigados por el duro día que había tenido se iban cerrando poco a poco. El calor que llegaba a la pequeña tienda desde la hoguera que había montado fuera hacía que no le molestara mucho solo echarse un par de mantas por encima más la ropa que la abrigaba. Sus ojos cayeron presas del sueño y se cerraron lentamente por completo haciendo que la joven Astrid comenzara a sentir su cuerpo cada vez más ligero y se sintiera cómoda en aquel pequeño lugar que poco a poco se había convertido en el único sitio donde Astrid podía descansar en paz. En ese entonces, cuando su cuerpo y su mente se dejaron llevar por el cansancio, en sus más escondidos recuerdos, su sueño comenzó a mostrarle esos momentos que nunca olvidaría.

- - - - - FlashBack - - - - -
- - - - - - - Inicio del Tema - - - - - - -
- - - Trama con Khariz - - -

La inmensa estepa de su tierra, aquel lugar donde había vivido durante tantos años. Allí comenzaba su viaje y seguramente, a no ser que tuviera un asunto pendiente y muy importante, no volvería a regresar. Se agachó lentamente quedando de rodillas en el suelo y pasó la yema de sus dedos por encima de la capa de nieve que cubría el suelo en algunas zonas. Aún podía conseguir suficiente nieve como para empezar una guerra de bolas de nieve. Su sonrisa apareció en sus labios mientras cogía un puñado y le daba forma de bola. Al levantarse y prepararse para lanzarla se percató de que estaba sola. Cierto. Había decidido iniciar un viaje de no retorno hacia las tierras lejanas y desconocidas que albergaba ese mundo que ella deseaba descubrir. -Astrid no dejes que la soledad te impida continuar...- Se dijo a si misma mientras dejaba caer la reciente bola de nieve que había hecho.

Ésta cayó hacia el suelo haciendo que se rompiera. La dragona emprendió nuevamente su viaje con una mochila llena de algunos víveres y su espada a la espalda. Durante el camino no tuvo problemas con ningún altercado contra otra persona, pero sí tenía altercados consigo misma. Una parte de su cabeza decía que aquello era una mala idea y que debería volver para seguir los pasos de sus padres. Casarse con alguien que ellos decidieran y guiar el clan hacia una larga estancia en sus casas sin problemas de hambre o de guerra. Pero otra parte suya sabía que debía de abrir nuevos horizontes, no estancarse en la unidad familiar y seguir tradiciones que a ella la negaban como persona. Podría haber sido feliz como sus padres y sus abuelos lo fueron, pero eso no era lo que el destino tenía preparado para ella. Ella quería más emoción a su vida. Y como si el destino pudiera leer la mente de la joven. La emoción llegó en forma de tormenta.

La suerte acompañó a la joven e inexperta dragona hasta una cabaña abandonada. Seguramente de algún viejo pastor de yacks que dejaría la granja. Abrió la puerta con mucho esfuerzo y miró el interior de la cabaña. Era un lugar algo tétrico por la noche y más con la tormenta que se había formado fuera en el exterior. Astrid soltó las cosas a un lado y apartó los sucios y viejos muebles para tener espacio junto a la única parte de la casa que parecía estar conservada: la chimenea. La limpió un poco y rompió un mueble de la casa para usarlo como madera para avivar el fuego que tenía pensado hacer. Lo preparó todo y con un leve soplo encendió una pequeña llama que avivó. Pocos minutos después ya tenía las mantas puestas delante de la chimenea y se mantenía a una temperatura agradable, a pesar de algunas corrientes frías que entraban por los agujeros creados por la madera roída por el tiempo.

Se asomó por una de las ventanas de la cabaña contemplando como sonaban los violentos truenos y como los relámpagos iluminaban el oscuro cielo de la noche. Astrid dio un pequeño brinco a cada trueno que sonaba demasiado cerca de la cabaña. Tenía miedo ¿Qué podría depararle el destino a ella? Una simple dragona que había vivido encerrada en una aldea con solo las historias que le contaban personas que tampoco habían visto el mundo fuera de aquellas heladas montañas. Sus ojos comenzaron a volverse cristalinos y en pocos segundos la joven estaba llorando ¿Por miedo? ... ¿Por soledad? ... ¿Por qué? La respuesta a esas preguntas que ella misma se hacía no las podía contestar. El debate de seguir o no aquello la estaba matando por dentro ¿cómo reaccionarían las demás personas con ella si supieran lo que es? Rápidamente se secó las lágrimas y dio un paso hacia atrás con el pensamiento de dormir un poco antes de levantarse al alba y seguir su camino. Pero algo la paró.

A través de la ventana, entre la oscuridad de la noche, pudo vislumbrar una figura cuando los relámpagos encendían los cielos ¿Una persona? Nadie en su sano juicio estaría bajo una tormenta así por la noche y al descubierto. Sin darle vueltas en su cabeza, abrió de nuevo la puerta que hizo un chirriante sonido al moverse y se quedó en el marco de la puerta. -¡Eh! ¡Corre! ¡Entra o podría caerte un rayo encima! ¡Insensato!- Gritó para que aquella figura le hiciera caso. En la oscuridad de la noche, el pequeño fuego de la chimenea era lo único que iluminaba a través de la puerta abierta ahora. Lo único junto a los relámpagos atroces. Mientras esperaba a que llegara un trueno sonó bastante fuerte y cerca de la cabaña, lo que hizo que se pegase al marco de la puerta y quedara a contra luz a la vista de aquella figura. Solo deseaba ayudar a esa persona y cerrar cuanto antes la puerta.


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Mensaje  Asbjörn Moonstar Lun Dic 18 2017, 13:55

Es como si el tiempo estuviese pasando muy lentamente. Demasiado. Tiene a Doncella, una de sus espadas, en su mano fuertemente agarrada hasta el punto de que los nudillos se le hacen blancos; En la otra mano, una gran bolsa e monedas que poco a poco van saliendo de su interior, como filas de dos o tres de aquellos Aeros dorados que brillan con el sol de media tarde. Le duele el pecho, y casi no puede respirar, quizás por fin puede estar sintiendo lo que es la muerte. O quizás, la muerte vaya a buscarlo cuando aterrice de aquella larga, larga caída.

Hablando en serio ¿Quién su sano juicio contrataría a un asesino para matar a un dragón? Y la otra pregunta ¿Qué asesino estaría tan loco para intentarlo? La respuesta, claro está, es el elfo aquel que luego de un coletazo salió despedido de la alcoba. Pero, al menos, había logrado herir de muerte a aquella bestia. El secreto, le dijeron, era atacarlo en su forma humana. Por eso lo había hecho durante la mañana, sabía que el viejo estaría dormido y que sus guardias estarían refregándose los ojos para intentar mantenerse despiertos; Estira su mano, intentando atrapar una de esas monedas que se están escapando de su bolsa. Su paga. Tose, unas gotas rojas se elevan de sus labios y sus ojos del color del ámbar miran anonadaos su sangre.

Y entonces, el tiempo regresa a su curso natural. Escucha un rugido moribundo. Una llamarada que sale del interior de la torre donde fue lanzado. Campanas de alarma por toda la fortaleza. Frio, demasiado frio…

Nunca hubiera creído que la nieve amortiguaría la larga caída de la torre. Hubiera esperado realmente caer redondo sobre las rocas de aquel reino de dragones y quedarse muerto, pero no, había nieve esperándole al final de la caída. Todavía mareado por el golpe y con la falta de aire evidente, el joven elfo avanza intentando mantenerse en pie.

Al despertarse, lo primero que hizo fue intentar buscar las monedas de oro que se le habían caído, claro, pero luego de que comenzara a sentir frio y más aún el frio en la herida que la cola de aquel dragón anciano le había hecho, tuvo que volver a re evaluar lo que haría o no haría; Principalmente, necesitaba un refugio, un sitio donde poder curarse el largo y profundo corte del pecho y las costillas que el reptil le había partido. En la mañana, lo siguiente que haría sería buscar a un mensajero del gremio para buscar noticias de si su presa había muerto o no realmente. El elfo desgraciado y herido creía que si lo logro, después de todo, le clavo a Doncella impregnada de veneno en la panza y luego torció varias veces la hoja para que la ponzoña entrase y se quedase y no se pudiera salir para nada. Quizás, fue eso lo que provoco al viejo y por eso acabo convirtiéndose en aquel bicharraco escamoso que luego le dio con la cola y lo mando a volar fuera de su habitación. Volar, no en la propia palabra, simplemente lo lanzo fuera de sus aposentos con un golpe que tenía la fuerza de un huracán.

Avanza a trompicones, tiene una mano en la barriga y está cubierta de sangre congelada. Vuelve a toser y le sale más sangre por la boca. Y tiene muchísimo sueño, demasiado ¿Por qué tendría que hacer tanto frio? ¡Claro! ¡Los reinos norteños! ¡Tierras de dragones y de hielo! ¡Que tonto de su parte pensar en lo contrario! Pensaba el elfo con ironía mientras seguía caminando. Se caía, se ponía en pie, volvía a caminar otro tramo ¿Qué lograría con ello? Nada en absoluto, era evidente…

Entonces, sin saber cómo ni cuándo, parecía que Imbar llegaba a rescatarlo aquella vez. A lo lejos, no muy lejos, entre la tormenta…una luz…una hermosa y cálida luz ¿Podría ser una fogata? ¿O tal vez era una trampa? En aquella situación, a Khariz le daba bastante igual lo que fuese. Si era una trampa y lo estaban esperando los hijos o los guardias del viejo que había asesinado le daría igual ya que tenía una fogata calentándolo mientras le daban una paliza y lo descuartizaban. Y si era una imaginación suya, al menos estaría caliente en el interior de su cabeza, en sus pensamientos, mientras se dejaba arrastrar por la congelación. Así que le dio bastante igual y continuo andando hasta que escucho una dulce voz, y nuevamente creyó que era una visión suya el panteón elfico que bajaba a recibirlo ¡A él! ¿Con que derecho? Pensó el herido, caminando lo más rápido que podía y siguiendo la dirección de la llamada.

Pero al llegar al umbral de la puerta de aquella choza, la imagen que tuvo fue de una extraña que no se veía para nada como una diosa o una de las hijas estrellas de Isil. Le sonrió, solo eso, pero seguramente debía de tener una sonrisa horrible. Con sus perfectos y blancos dientes teñidos de carmesí por la sangre que llevaba tosiendo. Y siguió sonriéndole, incluso cuando el mundo se le vino encima, o el acabo encima del mundo, la cosa fue que al final sus fuerzas le terminaron abandonando y cayo redondo a los pies de la desconocida. Y tal cual la imagen mientras caía de la torre, en su mano la empuñadura de Doncella estaba fuertemente apretada y la bolsa de monedas de oro en la otra, dejaba desparramado su contenido en el suelo de aquel sitio.
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Mensaje  Astrid Leggiend Lun Dic 18 2017, 15:25

Ante la lentitud de aquella figura sabía que algo no andaba bien ¿podría ser que caminase de aquella manera por la desconfianza? Podría ser. Ella sería la única incauta que fuera corriendo ante los brazos de un desconocido sin pensar un segundo en que alguien pudiera hacerle daño si primero le ofrecía ayuda. Cuando logró ver con claridad la figura que se acercaba todo se quedó en silencio para ella mientras observaba las heridas bastante profunda y con mala pinta ¿Qué le había pasado? Solo se le podría pasar por la cabeza que hubiera tenido algún enfrentamiento. Si los demás dragones pensaran como su padre eso era lo que le esperaba a los forasteros que llegaban a las tierras de los dragones. Salió de sus pensamientos al oír el golpe del contrario caer justo delante de ella. “Astrid despierta” Pensó mientras movía la cabeza y rápidamente se alejaba del marco de la puerta.

Se acercó al cuerpo tendido en la nieve y pasó sus brazos por debajo de las axilas del joven. Comenzó a tirar de él con mucho cuidado hasta ponerlo sobre la manta improvisada que había hecho como su cama -Dios mio...- Dijo sorprendida de que pudiera haber sobrevivido con aquellas heridas. Volvió fuera a recoger las pertenencias de él y dejarlas a un lado. Cerró la puerta y dentro de la cabaña volvió el silencio que Astrid había deseado segundos antes, ahora su cabeza tenía otros planes. Tiró de la manta para que el joven estuviera más cerca del fuego y lograse entrar en calor. Apartó el cabello del rostro del desconocido y observó la sangre que había estado tosiendo antes de que cayera al suelo redondo. Necesitaba algo de agua. Se alejó para alcanzar sus propias pertenencias y sacó una bota que llenó de agua. Humedeció un trapo y durante bastante tiempo y con mucho cuidado limpió las heridas. Tuvo que salir varias veces para calentar la nieve y tener más agua, pero logró salvar la vida del forastero.

Tras terminar de vendar la herida del pecho y seguir vendando casi toda la zona. Lo tapó manteniéndolo cerca del fuego para que su temperatura no cayera. Su estómago rugió en señal de que tenía hambre. Miró los dos conejos que le dio su padre para el viaje hasta que pudiera encontrar una zona de caza y mientras esperaba a que el contrario se estabilizara despellejó el conejo y lo puso a calentar en la chimenea. Cuando dejó el conejo haciéndose se sentó entre el fuego y el joven que había ayudado. Se fijó mejor en las facciones del contrario. Cada detalle de su rostro, cada detalle extraño que ella no había visto nunca. Se acercó lentamente y acarició el cabello acomodándolo para que no estorbase cuando se levantara y pasó la yema de sus dedos suavemente por el tatuaje en una parte de su rostro. Había visto más cuando le quitó la parte de arriba de la roba para vendarle las heridas.

Un trueno hizo que apartase rápidamente los dedos de su piel y se pusiera en alerta ¿Cuánto duraría ese calvario para Astrid? Bueno, pensándolo bien así podría estar atenta lo que quedaba de noche por si el estado de salud de... ¿su invitado inesperado? Podría llamarse así, mejoraba o empeoraba. Dejó a su alcance la bota llena de agua y de vez en cuando mojaba un trapo para limpiar alguna herida pequeña que no quedara completamente limpia. A parte de mantener la temperatura regular e hidratarle mojando a veces sus labios con un poco de agua. Astrid se quedó sentada haciendo de su enfermera mientras miraba el pequeño cuaderno donde su padre le había escrito varias cosas que conocer del mundo fuera de su aldea. Buscando los rasgos de aquel que había arrastrado hasta la cabaña y le había salvado hacían que pensara que fuera un elfo. -Pero no parecen devoradores de dragones como nos contaban de pequeños...- Murmuró mirándolo con curiosidad.

Al pasar de los minutos que se volvieron horas, Astrid cenó la mitad del conejo, dejando la otra mitad por si el elfo se levantaba con hambre y solo tuviera que calentar la carne un poco. Pegó las rodillas a su pecho abrazándolas con sus brazos y apoyando la barbilla sobre ellas. Seguramente su padre lo hubiera dejado morir a la intemperie o se hubiera encargado él de matarlo antes de que diera un paso más. Pero Astrid había sacado aquella costumbre de ayudar a todo aquel que lo pidiera de su madre. Si ella hubiera seguido viva seguro hubieran cambiado bastantes cosas al paso de los años. Al recordar a su madre bajó la mirada durante unos segundos y luego desvió sus ojos marrones hasta el fuego que se mantenía calentando la pequeña cabaña. Suspiró levemente y cerró los ojos. -No me puedo creer que no haya pasado mucho tiempo desde que me fui de la aldea y ya me pasa esto... ¿Será una señal para volver?- Se habló a si misma mientras se mantenía en aquella posición. Abría de vez en cuando los ojos para ver si el contrario despertaba o hacía algún movimiento que la alarmase.
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Mensaje  Asbjörn Moonstar Mar Dic 19 2017, 23:37

La calidez del brillante limbo que lo rodeaba solo podía significar que su deseo finalmente estaba a punto de cumplirse, lo notaba tan cerca y tan físico que en verdad casi podía tocarlo con la punta de los dedos de su mano si estirase su brazo un poco. Solo un poco, tenía que hacerlo, rozar aquella luz enceguecedora para finalmente terminar con el sufrimiento. Con la soledad, con todo aquel silencio de carcajadas falsas que esgrimía con maestría para ocultar la verdadera cara del dolor, del eterno luto que guardaba íntimamente y en privado. Casi podía sentir el calor…

No sabía si en verdad estaba moviéndose en sueños, lo último que recordaba haber visto era la imagen de una persona, de una muchacha en apariencias y joven de edad incluso; El elfo también recordaba haber recibido un fuerte golpe que lo había lanzado varios metros en el aire y que al final el mismo golpe lo había acabado por empujar hacia un interminable y frió y oscuro vacío. A diferencia del vacío que noto en sus sueños, aquel era completamente distinto, frió y blanco y ventoso. Inquieto, como debía de ser la muerte, inquieta y no calma y serena. Revoltosa, como una cortesana con experiencia, no tan…como estaba siendo en aquel momento…

Y fue en ese momento que sintió mucho, mucho frió ¿Quién había sido el estúpido que le había quitado su camisa oscura y su peto de cuero? ¡Y su capa! ¡¿Por qué le habían quitado la capa?! Como una bisagra, a noventa grados acabo sentándose en el piso helado de vaya a saber que sitio era ¿Una cabaña? Pensaba que la cabaña que había visto en la lejanía había sido una ilusión, mas no, allí entro estaba. Y la madera del piso estaba realmente helada.

Aspiro una ruidosa bocanada de aire cuando se levantó y quedo en aquella posición, manos abiertas en el suelo y ojos como platos sorprendidos. Sus dientes parecían castañas por la forma en que se movían y, en principio, intentaba buscar sus cosas. El oro y sus espadas principalmente, por que la ropa y la armadura se podrían volver a conseguir una vez las monedas estén de nuevo en su poder.

¡Mierda que frio! ¡Auch! ¡Mierda maldita! ¡Me cago en los malditos dragones!—. Aún tenía los ojos empañados, probablemente víctima de haber estado tan en contacto con la muerte ¡Había estado tan cerca! Bufo, por el pensamiento de frustración de no haber logrado morirse como tanto deseaba, y luego pudo vislumbrar un brillo cálido y crepitante no muy lejos de donde estaba.

Como era de esperarse, el joven elfo se acercó apresurado y reptando hacia donde estaba la fuente de calor y casi podría decirse que se metió de cabeza en el interior de la chimenea. El frio que sentía le obligaba a querer buscar tener más calor, calentare rápido era su objetivo, lo demás podía esperar. Preguntas vitales como ¿Quién le había vendado? Y ¿Dónde estaban sus cosas? Podían esperar, por que poco a poco comenzó a sentir el abrazante calor de las llamas inundando su cuerpo y, con ello, el dolor. Punzante, que le cortaba la respiración y le impedía tragar aire como debía de hacerse.

Se llevó una mano al pecho e intento concentrarse para comenzar a curarse, pero todavía tenía demasiado frio como para hacerlo, supuso que tardaría un momento. El color ámbar de sus ojos poco a poco comenzaba a re aparecer, y con ello, también la visión que había perdido mientras moribundo se había vuelto casi completamente ciego. O era que en realidad sus ojos se medió habían congelado, lo que fuese, no importaba. —¿Quién mierda eres tú? —. Pregunto, a la desconocida figura que tenía delante suyo, borrosa de momento pero que a juzgar por la sensación podía asegurar que llevaba un buen rato observándole. Y claro, como era de esperarse, el mal humor continuaba durando. Detestaba estar tan cerca de la muerte y no lograrlo, y eso que el anciano dragón que había apuñalado había sido el que más cerca estuvo de mandarlo al otro barrio.

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Mensaje  Astrid Leggiend Miér Dic 20 2017, 02:17

Al paso de los minutos su cabeza comenzó a dar pequeños cabizbajos mientras sus ojos se cerraban, ya era bastante entrada la noche. Miró por la ventana pero no pudo concretar el momento exacto ya que todo el cielo estaba cubierto por las nubes de la tormenta y solo dejaban un oscuro paisaje de completa oscuridad. Siendo solamente iluminado por los relámpagos que erizaban la piel de la joven. Bufó un poco incómoda y se removió cambiando de posición para estirar sus brazos a la par que bostezaba pesadamente. Miró nuevamente al elfo aún inconsciente y luego volteó su mirada hacia el fuego que mantenía la temperatura ideal para ella. Bostezó nuevamente y se acomodó contra la pared junto a la chimenea para tener un apoyo y no caerse si al final caía rendida ante el cansancio y se golpease ella contra el suelo. Era lo último que quería ahora también, llevarse un golpe de gratis.

Cuando sus ojos iban por el mismo camino que hacía un par de minutos atrás, oyó como el elfo se levantaba de donde estaba. Lo vio con aquella expresión de sorpresa y al notar los dientes del contrario castañear entendió que aún hacía frío para alguien que a lo mejor era nuevo en los ambientes fríos norteños. Alargó la mano para alcanzar la manta que ella había usado para ella que era un poco más gruesa y se quedó mirando cada movimiento que hacia el contrario. Aunque no parecía un elfo come dragones como su padre le dijo, las apariencias engañaban muchas veces. Empezó a oír como el elfo maldecía bastante algo, incluso a los dragones. Mierda. Astrid miró a su alrededor sin saber qué pensar y algo en su cabeza hizo contacto. Lo cual la llevó a pensar en algo para que tuviera cuidado y no demostrar su verdadera forma. Podría ser un cazador de dragones ¡Maldita sea Astrid! Si así fuera ¿¡Había salvado a alguien que mataba a los suyos!?

Dio un bote de sorpresa cuando fue desesperadamente hacia la chimenea. Realmente tenía frío ¿Quién no? Le había quitado todo abrigo para poder curar su herida ¡Oh la herida! Lo vio llevarse la mano al pecho y rápidamente iba a intervenir cuando de repente el contrario se dirigió hacia ella. -Podrías ser un poco más agradable ante la persona que te ha salvado la vida ¿no crees?- Soltó de golpe haciendo una mueca de desagrado con los labios y se acercó a echarle la manta por encima sin dejar que el contrario pudiera reprenderle con alguna maldición más. Ya había maldecido sobre su raza, no había comenzado el rescate con buen pie. Suspiró levemente y se rascó los ojos mientras iba hacia una de las esquinas de la cabaña. Le empezaban a doler y a escocer por mantenerse despierta hasta esa hora y por la actitud de su “invitado inesperado” seguramente seguiría despierta durante lo que quedaba de noche.

-Soy Astrid, encontré esta cabaña abandonada en mitad de la tormenta eléctrica... Me resguardé y mientras me preparaba te vi allí fuera. Cuando fui a gritarte que te pusieras en cubierto te caíste redondo al suelo- Cogió la espada y el saco de monedas que había encontrado junto al joven cuando cayó a la nieve y se lo acercó, dejándolo en el suelo. -Tienes una herida muy fea, si haces otro movimiento brusco como el que has hecho al acercarte al fuego podrías abrir más la herida y pillar una infección que te atormentaría durante semanas, deseando cada día que fuera el último- Soltó sin cortarse ni un pelo. Cuando se percató de sus palabras se mordió el labio algo nerviosa. Cuando lo estaba soltaba chorradas que no tenían mucho sentido. A veces eran cosas como esas y otras veces eran cosas muy cursis. Dio gracias a su cabeza por no haber soltado cosas cursis en una situación como esa.

Entonces, tras dejarle las cosas junto a él se acercó a la ventana. -A comenzado a llover, pronto se convertirá en nieve y será imposible caminar. A no ser que puedas caminar sobre la nieve sin ningún problema te recomendaría aprovechar este lugar para mejorar de esa herida o pasar una tortura en la nieve... Dicen que la muerte por congelación es dolorosa- Y ahí iba otra vez. Caminó hacia la ventana dándole la espalda al elfo y cerró los ojos con fuerza. “Astrid, cierra el pico de una vez, vas a hacer que se asuste y que quiera atravesarte con la espada” Pensó mientras se mordía el labio y abría los ojos mirando por la ventana. Observando el reflejo del fuego y la figura del elfo a través del cristal de la ventana.
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Mensaje  Asbjörn Moonstar Jue Dic 21 2017, 00:20

Incrédulo, el elfo miro a aquella muchacha arqueando una ceja y poniendo una buena parte de su esfuerzo por no echarse a reír a carcajadas de aquella que pretendía llevarse el crédito de haberlo salvado ¿En que había estado pensando? Parecía que estaba cayendo una buena tormenta, además hacia frio, y evidentemente le había despojado de cualquier abrigo que pudiera tener. Incluso la camisa manchada de sangre y el propio peto de cuero ligero eran un buen abrigo, ya que la sangre estaría caliente y más tratándose de un elfo. Ellos no se infectaban, a menos que de verdad fuese una herida de consideración. Khariz volvió a llevarse la mano al pecho, y su dedo se tiñeron ligeramente de carmesí, quizás esa si había sido una buena herida para tenerla en cuenta.

Movió su cabeza asintiendo, se aproximó más a la fogata de la chimenea y agradeció que la chica le hubiese dado su manta ¡Por fin tenía un buen gesto de salvarlo en verdad! Vendar todo el mundo podía vendar a un herido, mantenerlo caliente para que no estirase la pata era otra cosa completamente diferente. —Bueno, muchísimas gracias por salvar mi vida despojándome de abrigo alguno que pudiera alejarme del dulce abrazo de la muerte por congelación—. Allí, en la tierra de los dragones, hacia frió. El elfo lo sabía por qué su aliento se elevaba frente a sus ojos como una niebla salía de sus labios y se esfumaba inmediatamente luego de un momento. —Así que si lo que buscas es que te agradezca, aquí lo tienes: Muchísimas gracias por querer salvarme, para la próxima recuerda también abrigar a una persona para mantenerla caliente, porque ¿Sabes que? La sangre es lo que mantiene el calor en el cuerpo—. Le guiño un ojo, con picardía, y se hizo un ovillo contra la chimenea despreocupándose si la tela de la manta llegaba a encender chispa o no.

Entonces le dio la bolsa monedas de oro. Y su espada corta, la cual sacudió y también salió la otra espada que portaba, Doncella y Guerrero, las cuales las dejo en el suelo. Comenzó a contar las monedas y a medida que lo hacía se notaba más y más frustración en la mirada al comprobar que había perdido, al menos, un tercio de su paga en la larga y fría caída. Al menos había matado al vejestorio escamoso.

Sí, si…ya lo entendí. Cosas terribles sucederán, como fuese ¿Tienes algo para comer? ¿Para beber? Espera, no me contestes—. Corto en seco antes de que pudiera responderle. No le presto mucha atención a la amenaza de la chica tampoco porque no le tenía miedo ¿Y a que podía llegar a temerle ese elfo perdido y solitario? Levanto la cabeza en dirección a la chica, hizo un gesto como para llamar la atención de ella, luego se encogió de hombros. —Tienes que trabajar más tu actitud de matona de jardín de niños. Así ni siquiera las palomas de Lunargenta y Baslodia te tendrán miedo—. Otra vez comenzó a contar, le habían pagado quinientas monedas de oro por matar al viejo, le quedaban al menos unas trescientas con veintena incluida. Una lástima y desperdicio de oro.

Volvió a levantar la cabeza, de vuelta arqueando su ceja en gesto incrédulo. —¿Me estabas amenazando de verdad? En serio, tienes que trabajar más para verte amenazante. Hazte una cicatriz, o dos, así al menos te pueden llegar a creer.
Es que te ves demasiado dulce y buena
—. Guardo en el interior del pantalón su oro y se puso en pie como pudo y se acercó a la ventana. Los tacones de sus botas sonaban contra la madera del piso de la cabaña al aproximarse y también miro por la ventana. Maldita fuese su suerte. —Si, lloverá, pero si no te has dado cuenta soy un elfo. Un elfo especial, un elfo único, un elfo diferente a otros elfos, pero elfo al final de todo. Podría caminar por la nieve tranquilamente—. Encogió sus hombros y miro alrededor de la cabaña pensando donde podría un granjero que había abandonado su hogar algunas provisiones que no tuvieran vencimiento, o tal vez algunas frutas o hortalizas congeladas. Incluso, en esos momentos, se conformaba con comerse una rata cruda.
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Mensaje  Astrid Leggiend Vie Dic 22 2017, 01:01

Se quedó completamente perpleja ante las palabras del elfo ¿¡Cómo podría haber alguien tan... tan.... tan ese elfo!? En la cabeza de Astrid no había ninguna palabra acorde para aquello, todos los insultos que conocía la dragona se quedaban cortos para definirlo a él. Cerró los ojos suspirando contando para calmarse. Diez... Veinte... Treinta... No, no podía, a cada tanteo de número el contrario abría la boca y lo empeoraba todo. Arqueó una ceja y se encaminó hasta él. Comida... Ojalá no hubiera guardado la mitad del conejo para ese hombre ¡Vaya modales delante de una señorita! Se acercó a la chimenea y tocando los troncos con total normalidad sacó varios trozos de conejo que se habían hecho y estaban aún calientes por estar cerca de la principal fuente de la cabaña. Cogió un trapo limpio y dejó los trozos en él. Después se giró y dejó el trapo en una mesa vieja junto a la ventana donde había estado segundos antes.

-Ahí tienes tu cena señor...- Dijo alargando la última palabra para que el contrario se presentase y dejara de decir tonterías. Al final tenía que haber hecho caso a la voz de la razón de su padre y haberlo dejado morir en la nieve. Pero no, Astrid tenía demasiado corazón. De buena se pasaba a tonta. -No intentaba amenazarte. Lo último que quiero es tener un aspecto tan bochornoso como el tuyo- Soltó de golpe rodando los ojos y señaló la bota que también reposaba en la mesa. -Ahí hay agua fresca y sé que la sangre mantiene caliente a una persona, pero si te dejaba la ropa llena de sangre y la herida no se limpiaba bien tendrías una infección monstruosa- Sabía que no tenía que seguir aquel juego, pero con solo dos minutos en los que había abierto el elfo la boca ya quería quemarlo hasta carbonizar sus huesos. Parpadeó perpleja por sus pensamientos y se alejó del contrario antes de que quisiera matarlo de verdad.

Se sentó delante del fuego suspirando. Ella ya tenía cicatrices y dio gracias a que no en lugares visibles. Tenía pequeñas marcas por todo su cuerpo de las caídas y los golpes mientras entrenaba con su padre. La peor la tenía cruzando la mayor parte de su espalda, desde l hombro izquierdo hasta casi la cintura. Cada vez que se acordaba de aquel día le recorrían unos escalofríos malos que la alteraban un poco. Recordar el dolor que tuvo que soportar la angustiaba. Aunque era muy torpe y siempre acababa donde no debía, las veces que no hacía lucir su torpeza iba con cuidado. Nunca querría volver a sufrir lo que sufrió aquella tarde. Fue culpa suya, aunque su padre dijera una y otra vez que fue de él por no parar a tiempo. Cuando entrenas para valerte de esa forma, cualquier error puede costarte la vida. Mientras recordaba aquel evento se llevó una mano al hombro derecho y se acomodaba mejor la manga del vestido para que no se mostrase nada.

Se recogió el cabello en una trenza para estar más cómoda y luego se giró hacia el elfo “educado”. -Esta cabaña es lo único que hay en días de camino, normalmente los residentes que conozco no se les hace bien acoger a extranjeros en épocas donde la comida fal...- En ese momento mientras intentaba explicarle al joven elfo que si salía de aquella manera y sin provisiones ninguna seguramente le esperaba la muerte, un gran relámpago cortó las palabras de Astrid. La tormenta estaba encima de ellos y el sonido era bastante fuerte al caer los rayos cerca de la cabaña. Rápidamente en el rostro de Astrid se reflejó lo intranquila que estaba. Sus ojos desorientados comenzaron a brillar, se le estaban empezando a llenar de lágrimas por el miedo. Se giró fugaz para darle la espalda al contrario. Tenía que mantenerse tranquila. Cerró los ojos dejando escapar las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos y se abrazó a si misma.

“Astrid relájate, relájate... Estás en un sitio a cubierto, aún te queda otro conejo más y varias verduras más, tranquilizate” Se decía a si misma en su cabeza intentando hacer que su respiración volviera a regularse. Al poco consiguió mantener la tranquilidad y abrió los ojos parpadeando un par de veces rápido. -Lo siento- Fue lo único que soltó Astrid en aquellos momentos de tensión para ella.
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Mensaje  Asbjörn Moonstar Lun Dic 25 2017, 16:29

Con cierta desconfianza, el elfo se aproximó hasta donde le señalaba con la mano  y miro que era lo que había para comer. La imagen, si bien en realidad esperaba un fastuoso y bien provisto festín digno de celebración por haber cumplido la misión que le fue encargada, no le desagrado demasiado en realidad. Aunque si, le disgusto un poco. —Conejo—. Dijo, con el tono de voz de alguien que estaba condenado a comerse un plato de verduras hervidas con  vapor y con muy poca sal. Tomo el conejo la punta de sus dedos y echo una suspicaz mirada a la comida. —Es…conejo. Bien, creo—.

Se quedó mirando la insulsa pieza de comida, olisqueándola, pensando que peor era nada. No le hacía asco a la carne, eso estaba claro, y muy lentamente se aproximó la carne cocida a los labios y apenas con los dientes arranco una hebra y la mastico lentamente. Demasiado lentamente, solo para comprobar efectivamente que no tenía condimento alguno. —Esta…bueno…—. Sentencio finalmente, aunque solo probó un segundo bocado más grande y cuando se encontró con lo que esperaba que fuese un hueso y no una uña o una garra, escupió en dirección al fuego y dejo la comida de lado.

La mención de la monstruosa infección le pareció casi tierna, tanto así que le sonrió cariñosamente y volvió a mirarse el pecho y donde la cola del vejestorio escamoso le había impactado en su cuerpo. Ya no le dolía, era verdad, pero quizás la niña se había pasado por alto que era un elfo. O simplemente era tonta y no sabía de las altas capacidades para curarse que tenían los de su raza.

Parece que aún no te enteraste que soy un elfo ¿No le has preguntado a tu abuelita lo que hacen los elfos?—. Agacho un poco la cabeza, como intentando ver si la chica estaba mirándole o no. Paso la lengua por sus labios y se mordió el inferior mientras la seguía mirando fijamente. —Yo, particularmente, se hace muchas cosas interesantes y entretenidas además de saber sanarme a mí mismo—. Pero la mención de la cabaña le había despertado la curiosidad, tanto así que se había olvidado de guiñarle picaronamente el ojo a la joven que lo había rescatado de una dulce y lenta y hermosa muerte en la nieve y acabo sentándose aparatosamente en el suelo mientras tomaba la bota de agua que le decía la chica. Esperanzado, claro, en que no fuera agua en verdad.

Conejo recalentado y demasiado crujiente, sin sal para agregarle, y ahora la tristeza del agua en verdad que tanto le disgustaba y esperaba que fuese una simple broma. El primer trago, ante la sorpresa, lo escupió en un rincón y puso cara de disgusto y asco, el segundo trago lo bebió ya más acostumbrado al sabor de tierra que tenía el líquido y movió negando con la cabeza como era que las personas podían vivir bebiendo algo que no fuese alcohol. Cada uno con sus cosas, pensó el elfo.

Veamos—. Se sacó su bota sucia y quedo descalzo en la cabaña. El frio le envolvió el pie, pero lo ignoro, y saco de un bolsillo oculto en el interior del calzado un mapa y una vieja, pero muy vieja, brújula elfica. Tenía también un pequeño carbón, claro, para hacer una que otra anotación si fuera necesario y en ese momento mientras observaba la brújula y también el mapa y al mismo tiempo la ventana saco sus conclusiones. Se había perdido. —Bueno, estoy perdido en medio de una maldita tormenta con una desconocida. No sale ninguna maldita cabaña en mi mapa ¿Tienes alguna otra cosa para comer que no este pasado de cocción y algo de beber que no sea agua?—.

Pero hasta ese momento, el elfo tan ocupado mirando su mapa y sus artilugios de explorador, no se había preocupado demasiado por la anfitriona de esa cabaña. Pensaba que era una muchacha más dura de roer, porque lo había amenazado con dejarlo tirado en la nieve claro; Luego el rayo ilumino toda la cabaña y al elfo incluido que le dio un aspecto espectral, quizás la verdadera figura que poseía el descarriado orejas picudas o no, pero por mas descarriado que fuese no pudo sentir algo de congoja cuando la vio a la chica lloriquear en un rincón. —¿En serio? ¿Te pondrás a llorar ahora? ¡Solo es una tormenta!—. Volvió a ponerse la bota una vez hubo guardado sus cosas y se aproximó a la muchacha llevándole el contenedor de la asquerosa agua. Seguro que el líquido tenia buen sabor y no uno horrible, pero como estaba acostumbrado a beber alcohol por cantidades industriales le sabía mal. Le paso la bota a la joven para que bebiera. —Tampoco puedes decir que es tu primera tormenta en completa soledad, estas en compañía de un apuesto y apaleado elfo—. Tenía que buscar la manera de calmarla, y solo lograría distraerla si conseguía que se fijara en las idioteces que decía. —Elige, puedes ayudarme a cambiarme la venda o te puedo contar sobre mi primera tormenta en soledad que pase cuando era un niño…te recomiendo cambiarme la venda, así podrías tocarme—.
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Mensaje  Astrid Leggiend Mar Dic 26 2017, 23:41

La dragona no prestó mucha atención a lo que el elfo hacía, seguía abrazándose a ella misma mientras su cabeza se repetía varias veces que se calmase, que todo estaría bien. Cuando logró por completo tranquilizarse se iba a girar para contestarle al elfo sobre su miedo a las tormentas pero encontrarse la bota de agua tan cerca la hizo dar un brinco pequeño hacia atrás y coger la bota. -No me voy a poner a llorar, solo que me sorprendió, ya está- Dijo para no verse indefensa ante la situación de la tormenta y se levantó para dejar la bota a un lado. Rodó los ojos apoyando las manos en la mesa vieja de la cabaña y miró hacia abajo suspirando ¿Porqué le tocaría una persona tan... tan... Narcisista? Esa era la palabra. Se giró y se apoyó en la mesa cruzándose de brazos. Como si esa cabaña fuera una taberna y ella dispusiera de todo lo que al contrario se le antojaba ¿Es que acaso no veía que la cabaña estaba abandonada?

-Lo único que hay de beber es el hielo que logro derretir porque se me acabó el agua de manantial casi antes de llegar a esta cabaña y el conejo es lo único que puedo ofrecerte ahora mismo... Me queda otro, pero la tormenta y tu estado nos impedirán conseguir comida durante un tiempo, así que te convendría que comieras un poco más de ese conejo para que recuperes fuerzas...- Murmuró y ante las dos elecciones que le hizo el elfo esbozó una pequeña sonrisa un poco más tranquila. La verdad es que si se pusiera a hablar sería la estancia durante la tormenta más amena. Se encogió de hombros y buscó entre las cosas nuevas vendas para cambiar las que tenía el contrario. Cuando las sacó se acercó a él y lo hizo girarse hacia ella y ponerse más o menos a su altura. -Puedes contadme esa historia mientras te cambio la venda, ahora que puedes ponerte de pie será más fácil- Dejó las vendas a un lado y miró a los ojos al elfo.

Tuvo que levantar la mirada para poder alcanzar a observar de nuevo sus ojos. El contrario le sacaba bastante de altura, le había sido más  fácil mirarle cuando estaba sentado o tumbado sobre las mantas. Ahora la diferencia de altura ponía a la pequeña dragona un poco nerviosa. Su corazón palpitaba con fuerza y si hubiera un completo silencio en la cabaña seguramente los latidos de Astrid podrían oírse por todo el lugar. Se mordió el labio un tanto nerviosa y llevó las manos hasta el pecho del contrario para desatar el nudo que tenían las vendas para que no se cayeran. Comenzó a quitarle las vendas y para pasar el trozo de tela por detrás de su espalda y no dar vueltas a su alrededor como una mosca fastidiosa, se acercó a él casi pegando su cuerpo al del contrario. Sus mejillas se colorearon de un color rojizo y no fue por el calor que desprendía la hoguera, ya que poco a poco se iba apagando.

Una vez logró quitar las vendas miró a su alrededor ¿dónde había dejado lo que usó para limpiar la herida anteriormente? Se giró y logró coger el trapo y la bota. Mojó el trapo y comenzó a limpiar la herida lentamente con cuidado de causarle el menor dolor posible al contrario. Aunque su pulso temblaba un poco por la situación. -Mi abuela y mi padre solo me dijeron que los elfos sois malos para nosotros... No me has dicho tu nombre aún...- Murmuró mirando la herida para no ver a los ojos de él nuevamente y ponerse más nerviosa. Cerró los ojos unos segundos y dejó el trapo a un lado para luego comenzar de nuevo a colocar las vendas un poco más apretadas para que no se abriera la herida. Cuando estaba terminando de poner el nudo de la venda, nuevamente la tormenta le hizo una mala jugada y un nuevo trueno sonó detrás de ella fuera de la cabaña y soltó las vendas casi de inmediato y se acercó al cuerpo del contrario por el pequeño brinco que dio al asustarse.

Con los ojos cerrados con fuerza no se percató de la situación hasta que notó el contraste de la piel fría del contrario y la suya. Abrió los ojos y dio un paso hacia atrás. Lo primero que miró fue la herida por si había hecho algún movimiento brusco que pudiera causar algún daño en la herida del contrario. Alzó la mirada lentamente hasta el rostro del elfo que estaba delante de ella, esperando que no le hubiera hecho ningún daño por aquello. Odiaba sentirse tan débil cuando había una tormenta de aquella magnitud.
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