[Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
Con una exhalación Eltrant clavó a Olvido en la espalda del hombre al que se enfrentaba.
Un único grito de dolor brotó de los labios de aquella especie de criado, un aullido que rebotó en las angostas paredes de la cripta y que, si no hubiese sido por la tormenta que tronaba en el exterior, estaba seguro que habrían podido oír perfectamente en la mansión.
Apretando los dientes, sin rendirse, Eltrant sujetó la empuñadura de su espada con fuerza. No permitió que Olvido escapase de entre sus manos ni que esta saliese de la herida que acababa de abrir en el gigantón.
Por mucho que el deforme se movió, por muchos golpes que propinó con sus manos desnudas sobre la coraza de Eltrant para liberarse, el antiguo guarda se aseguró de que, al final, el mayordomo cayese muerto.
No se esperaba, sin embargo, que el peso de su oponente bastase para destrozar las dos lápidas bajo las que los padres de Báthory descansaban
- Eso no puede ser bueno… - Sin arrancar la espada del cadáver que tenía a sus pies, Eltrant se giró hacía la salida del mausoleo justo a tiempo para ver como los fantasmas de Ferdinand y Melissa abandonaban el lugar. – Tengo que… - De un fuerte tirón se encargó de sacar a Olvido del cuerpo del hombre, un sonoro crujido le mostró que la hoja se había quedado completamente encajada en el omoplato de aquel tipo. – Tengo que ir tras ellos. – Murmuró para sí, sacudiendo su arma para limpiarla de la sangre que la bañaba en aquel momento.
Se quitó el yelmo y respiró profundamente, bajó la mirada, de nuevo, hasta el cadáver de la criatura que tenía frente a él. Era un hombre… un criado de Báthory, probablemente. Sin apartar la mirada, frunció el ceño y pensó en las palabras que los fantasmas habían dicho poco antes de que el tipo del hacha hubiese hecho su apareciendo.
“Erzy”, una maldición… un problema exclusivamente con los hombres.
Se rascó la barba.
“Puedes ver, Tale. Pero estás ciego”
Había algo raro en todo aquello, más que en el simple hecho de que la Condesa de Cotplice fuese una vampiresa y que esta, además, fuese conocida como “Sanguinaria”. Se agachó a revisar los bolsillos del cadáver, no encontró nada de utilidad salvo un juego de llaves que se encargó de colgar de su cinturón.
Con aquello, supuso, que podría llegar hasta cualquier parte de la mansión.
Pero no iba a hacerlo, no directamente.
Tenía que ser mínimamente inteligente con todo aquello, si había fantasmas de por medio no podía ser un vampiro megalómano normal, tenía que ser cauto. Antes de internarse en la mansión tendría que saber más.
Sonrió con amargura al echar mano de su bolsa de viaje, casi no se lo podía creer. Sujetando su casco con el brazo, haciendo un encomiable trabajo como malabarista para que este no se cayese al suelo, Eltrant extrajo el libro de cuero rojo que, todavía, a pesar de que sabía que era completamente inofensivo, evitaba tocar.
- Ha pasado… tiempo. – dijo mirando el tomo. Sintió algo parecido a… ¿Nostalgia? Y culpabilidad, no podía olvidarse de dónde había salido aquel objeto, tampoco del centenar de personas convertidas en estatuas de oro que seguían atrapadas en Isla Tortuga.
No podía permitirse hacerlo.
Sacudió la cabeza, apartó todos aquellos recuerdos de su cabeza por el momento y se encaminó de nuevo a la antesala principal de la cripta. Una vez llegó a esta, después dejar el yelmo sobre una de las tantas tumbas que había en el lugar, colocó el manuscrito justo al lado del casco y lo abrió por una página indeterminada.
- Dime todo de este lugar y de los que viven en él. – Le ordenó, casi con educación, adquiriendo un leve tono solemne en el proceso. [1]
Tan pronto lo hizo en las páginas del libro, normalmente en blanco, comenzaron a aparecer palabras brillantes de un vivo color dorado.
Parecían estar hechas de oro.
Y ahora la puerta estaba cerrada por ambos lados.
Se cruzó de brazos. No es que le molestase, realmente. Si hacía memoria podría relatar al menos diez ocasiones en las que había estado encerrada en la ostentosa habitación de invitados de una mansión como aquella.
En la mayoría de esos casos, no obstante, el señor de la residencia había sido un noble grasiento con poco sentido común y mucho alcohol en sangre y no una vampiresa con ínfulas de señora inmortal de un condado.
Suspiró, y repasó la habitación, se sentó sobre la cama pensando que hacer. Si su maestra la viese en aquella situación estaría muy decepcionada, o muy orgullosa, dependiendo de hasta dónde se permitiese escuchar la explicación de Lyn.
Estaba bastante segura que, como mínimo, recibiría un “Mira que te lo he dicho” por su parte.
Justo en aquel instante, prácticamente al compás de la voz de Eltrant, dos figuras traslucidas pasaron junto a la única ventana de la habitación, rápidas como los virotes de un cazador de vampiros, y se perdían en dirección al tejado del edificio.
Enarcó una ceja y, colocando las manos en sus caderas, miró por la ventana. Su intuición le decía que su querido compañero de travesías y alfiletero profesional tenía algo que ver en aquello.
Cerró los ojos y volvió a repasar la habitación.
Lyn caminó hasta la cama y, como antes, volvió a sentarse en ella.
Tras eso solo hubo silencio, uno solo roto por la tormenta del exterior. Eltrant no contestó, parecía concentrado en algo, quizás estaba todavía lidiando con eso que había mencionado antes.
Eltrant volvió a retomar el contacto. Lyn, aprovechando aquel momento de soledad, se llevó uno de los frasquitos de sangre que colgaban de su cinturón hasta la boca y se lo bebió de un trago, notó prácticamente enseguida como sus sombras se volvían tímidamente más fuertes.
Se dejó caer sobre la cama, estiró los brazos por encima de su cabeza y esperó a que el castaño continuase hablando.
Enarcó una ceja y se irguió prácticamente enseguida, como si la muchacha tuviese un resorte en la espalda.
Frunció ahora el ceño y se deslizó hasta los pies de la cama, volvió a sentarse.
Lyn jugueteó con su flequillo, pensando fríamente la información que le estaba desvelando su acompañante. Cuando se ponía en modo inquisitivo podía llegar a ser un poco paranoico, pero tenía que admitir que de vez en cuando acertaba con aquellas cosas.
No pudo evitar sonreír al pronunciar eso en su cabeza, incluso pudo ver, mentalmente, como Eltrant ponía los ojos en blanco.
Respiró profundamente, se levantó de la cama y miró por las ventanas, directamente a la tormenta.
Sonrió, se agachó a ajustarse las correas que mantenían sujetas las botas.
Lo último que le apetecía era volver a salir a la intemperie, pero tenía que encontrar a los espectros y hablar con ellos. Seguía encontrando ridículamente sorprende la cantidad de muertos a los que atraía Eltrant, en sus casi cien años de vida apenas había visto un par incluso cuando viajaba con su maestra.
Silencio, otra vez más, si conocía bien a su amigo podía verlo atusándose la barba pensando una respuesta ingeniosa... o intentándolo.
Sacudió la cabeza con suavidad y, incapaz de contener una media sonrisa, Lyn colocó ambas manos en las manillas que mantenían la ventana cerrada.
Se rio en voz baja y abrió la ventana; El gélido aire del exterior se filtró en la habitación, sacudió sus ropajes y agitó las vaporosas cortinas que reposaban junto a ella.
Se calló, dejó su mente en blanco e inspiró con fuerza.
Colocó una bota en la cornisa de la ventana.
Hizo una última comprobación de las correas.
Salió al exterior.
La lluvia era refrescante y el viento, aunque intenso, no era lo suficientemente fuerte como para desequilibrarla. Llevaba muchos años haciendo aquel tipo de cosas, un poco de agua no la haría caer.
Se había quejado de la arquitectura de aquel sitio, pero si era totalmente sincera consigo misma, todas aquellas gárgolas y adornos sobrecargados le estaban facilitando el moverse. Muchos lugares dónde agarrarse, muchos sitios en los que apoyarse para subir.
No tardó demasiado en encaramarse hasta el tejado.
Entrecerró los ojos, vio a las figuras flotando, impasibles ante el mal tiempo. ¿Qué estaban haciendo realmente? Tragó saliva y frunció el ceño, sujetó el colgante con el rubí que pendía de su cuello, mentalizándose acerca de lo que estaba a punto de hacer y, después, con paso firme, se acercó a las figuras.
- ¿Ferdinand y Melissa? – Preguntó, tratando de que su voz se alzara sobre el sonido de la lluvia. – Soy amiga del… idiota que os ha destrozado la lápida. – dijo – Os pide disculpas por eso y promete que os recompensará por lo que ha hecho como pueda. – Los fantasmas de los Báthory se detuvieron a mirar a la vampiresa, parecía haber llamado la atención.
Se calló, lo cierto es que hablar con los ya fallecidos era ligeramente surrealista, casi parecía sacado de una de esas novelas que usaba como referencia para la suya propia.
- Os… - Se lo pensó detenidamente antes de hablar. – Os voy a ser sincera. – dijo volviendo a mirar a los espectros. – Vuestra hija es conocida como “La condesa Sanguinaria” – Les dijo – Y por lo que sé se lo ha ganado ella misma, la gente hoy día teme el apellido Báthory. – Aseveró seriamente. – Muchas personas piensan que es por ser vampiresa, pero no es por eso, estoy segura. – Pensó en su maestra, su cara se apareció en sus pensamientos prácticamente de improviso, como invadiéndolos. – Mi maestra me contó que os conocía, hace ya muchos años. Decía que Cotplice era el nexo entre el oeste y el este que los vampiros necesitaban. – Hizo memoria, trató de recordar las enseñanzas de la mujer que le había enseñado todo lo que sabía del mundo, de las distintas regiones. ¿Por qué nunca prestaba atención con las cosas importantes? - ¿Os acordáis del apellido Loren? – Se detuvo, trató de ver algo de reconocimiento en los rostros de los muertos, pero la lluvia dificultaba esto demasiado.
Agitó la cabeza y se acercó aún más.
– Van… van a intentar matar a vuestra hija para detenerla, hacerle daño para que pare de hacérselo a los demás. Y justamente, además. –
Se tambaleó un poco debido a la fuerza del viento, se vio obligada a agarrarse a una gárgola. Ahí arriba el viento silbaba con fuerza, empujaba con más ímpetu que en las marquesinas. Tenía que tener cuidado.
– Eltrant Tale, el que habéis conocido ahí abajo, quiere intentar salvarla de ella misma… antes de hacerlo por otros medios más drásticos. – dijo, se separó de la gárgola y avanzó hacía los fantasmas – Muchos lo tachan de un idiota ingenuo y… - Sonrió. – …en la mayoría de los casos, lo es. – Indicó. – Pero es… - Se paró un instante. – … es… una buena persona, es tan simple como eso. – Un relámpago iluminó el firmamento durante unos segundos. – No os pido ningún punto débil ni nada así de vuestra hija. Solo necesito vuestra ayuda, habladme de Erzsébeth, de cómo era y de lo que le pasa. –
Otra sacudida, está lo suficientemente fuerte como para arrastrarla por el tejado. Maldiciendo en voz alta consiguió agarrarse a una teja mal colocada.
- ¡Ni todo el vino de Lunargenta te va a valer para compensarme por esto, Mortal! – Comentó, volviendo a incorporarse como buenamente pudo.
__________________________________________________________
[1] Uso Objeto Master: Libro del Sabio.
Un único grito de dolor brotó de los labios de aquella especie de criado, un aullido que rebotó en las angostas paredes de la cripta y que, si no hubiese sido por la tormenta que tronaba en el exterior, estaba seguro que habrían podido oír perfectamente en la mansión.
Apretando los dientes, sin rendirse, Eltrant sujetó la empuñadura de su espada con fuerza. No permitió que Olvido escapase de entre sus manos ni que esta saliese de la herida que acababa de abrir en el gigantón.
Por mucho que el deforme se movió, por muchos golpes que propinó con sus manos desnudas sobre la coraza de Eltrant para liberarse, el antiguo guarda se aseguró de que, al final, el mayordomo cayese muerto.
No se esperaba, sin embargo, que el peso de su oponente bastase para destrozar las dos lápidas bajo las que los padres de Báthory descansaban
- Eso no puede ser bueno… - Sin arrancar la espada del cadáver que tenía a sus pies, Eltrant se giró hacía la salida del mausoleo justo a tiempo para ver como los fantasmas de Ferdinand y Melissa abandonaban el lugar. – Tengo que… - De un fuerte tirón se encargó de sacar a Olvido del cuerpo del hombre, un sonoro crujido le mostró que la hoja se había quedado completamente encajada en el omoplato de aquel tipo. – Tengo que ir tras ellos. – Murmuró para sí, sacudiendo su arma para limpiarla de la sangre que la bañaba en aquel momento.
Se quitó el yelmo y respiró profundamente, bajó la mirada, de nuevo, hasta el cadáver de la criatura que tenía frente a él. Era un hombre… un criado de Báthory, probablemente. Sin apartar la mirada, frunció el ceño y pensó en las palabras que los fantasmas habían dicho poco antes de que el tipo del hacha hubiese hecho su apareciendo.
“Erzy”, una maldición… un problema exclusivamente con los hombres.
Se rascó la barba.
“Puedes ver, Tale. Pero estás ciego”
Había algo raro en todo aquello, más que en el simple hecho de que la Condesa de Cotplice fuese una vampiresa y que esta, además, fuese conocida como “Sanguinaria”. Se agachó a revisar los bolsillos del cadáver, no encontró nada de utilidad salvo un juego de llaves que se encargó de colgar de su cinturón.
Con aquello, supuso, que podría llegar hasta cualquier parte de la mansión.
Pero no iba a hacerlo, no directamente.
Tenía que ser mínimamente inteligente con todo aquello, si había fantasmas de por medio no podía ser un vampiro megalómano normal, tenía que ser cauto. Antes de internarse en la mansión tendría que saber más.
Sonrió con amargura al echar mano de su bolsa de viaje, casi no se lo podía creer. Sujetando su casco con el brazo, haciendo un encomiable trabajo como malabarista para que este no se cayese al suelo, Eltrant extrajo el libro de cuero rojo que, todavía, a pesar de que sabía que era completamente inofensivo, evitaba tocar.
- Ha pasado… tiempo. – dijo mirando el tomo. Sintió algo parecido a… ¿Nostalgia? Y culpabilidad, no podía olvidarse de dónde había salido aquel objeto, tampoco del centenar de personas convertidas en estatuas de oro que seguían atrapadas en Isla Tortuga.
No podía permitirse hacerlo.
Sacudió la cabeza, apartó todos aquellos recuerdos de su cabeza por el momento y se encaminó de nuevo a la antesala principal de la cripta. Una vez llegó a esta, después dejar el yelmo sobre una de las tantas tumbas que había en el lugar, colocó el manuscrito justo al lado del casco y lo abrió por una página indeterminada.
- Dime todo de este lugar y de los que viven en él. – Le ordenó, casi con educación, adquiriendo un leve tono solemne en el proceso. [1]
Tan pronto lo hizo en las páginas del libro, normalmente en blanco, comenzaron a aparecer palabras brillantes de un vivo color dorado.
Parecían estar hechas de oro.
__________________________________________________________
Y ahora la puerta estaba cerrada por ambos lados.
Se cruzó de brazos. No es que le molestase, realmente. Si hacía memoria podría relatar al menos diez ocasiones en las que había estado encerrada en la ostentosa habitación de invitados de una mansión como aquella.
En la mayoría de esos casos, no obstante, el señor de la residencia había sido un noble grasiento con poco sentido común y mucho alcohol en sangre y no una vampiresa con ínfulas de señora inmortal de un condado.
Suspiró, y repasó la habitación, se sentó sobre la cama pensando que hacer. Si su maestra la viese en aquella situación estaría muy decepcionada, o muy orgullosa, dependiendo de hasta dónde se permitiese escuchar la explicación de Lyn.
Estaba bastante segura que, como mínimo, recibiría un “Mira que te lo he dicho” por su parte.
“Lyn, ¿Estás bien?”
Justo en aquel instante, prácticamente al compás de la voz de Eltrant, dos figuras traslucidas pasaron junto a la única ventana de la habitación, rápidas como los virotes de un cazador de vampiros, y se perdían en dirección al tejado del edificio.
Enarcó una ceja y, colocando las manos en sus caderas, miró por la ventana. Su intuición le decía que su querido compañero de travesías y alfiletero profesional tenía algo que ver en aquello.
“Me han encerrado en un dormitorio para pasar la noche, son unos huéspedes adorables. ¿Ya has solucionado ese problema que tenías?”
Cerró los ojos y volvió a repasar la habitación.
“Algo así, sí. Pero dime: ¿Estás bien? ¿Y Mina?”
Lyn caminó hasta la cama y, como antes, volvió a sentarse en ella.
“Sí, veo como tres formas de escaparme, no te preocupes por eso. A Mina… la perdí de vista en la cena.”
Tras eso solo hubo silencio, uno solo roto por la tormenta del exterior. Eltrant no contestó, parecía concentrado en algo, quizás estaba todavía lidiando con eso que había mencionado antes.
“La buscaré.”
Eltrant volvió a retomar el contacto. Lyn, aprovechando aquel momento de soledad, se llevó uno de los frasquitos de sangre que colgaban de su cinturón hasta la boca y se lo bebió de un trago, notó prácticamente enseguida como sus sombras se volvían tímidamente más fuertes.
“He visto… ¿Fantasmas? Algo parecido a lo que vimos en el pueblo ese de Melissa. Se han ido hacía el tejado de…”
“De eso quería hablarte”
Se dejó caer sobre la cama, estiró los brazos por encima de su cabeza y esperó a que el castaño continuase hablando.
“Si puedes, ve a hablar con ellos. Son los padres de Báthory. Se llaman Melissa y Ferdinand”
Enarcó una ceja y se irguió prácticamente enseguida, como si la muchacha tuviese un resorte en la espalda.
“¿De verdad?”
“Sí y… bueno, creo que puede haber más en todo esto de lo que parece.”
Frunció ahora el ceño y se deslizó hasta los pies de la cama, volvió a sentarse.
“Antes de hacerles enfadar por romper sus lápidas… creo… me han hablado de…”
“¿¡Te has puesto a destrozar lápidas?!”
“¡No exactamente! ¡Ha sido un accidente! Quiero decir… Me han hablado de que su hija “Erzy” tiene una maldición y de que en realidad no es mala o algo así, también algo relacionado con los hombres. Además de que es peligrosa, pero eso ya lo sabíamos”
Lyn jugueteó con su flequillo, pensando fríamente la información que le estaba desvelando su acompañante. Cuando se ponía en modo inquisitivo podía llegar a ser un poco paranoico, pero tenía que admitir que de vez en cuando acertaba con aquellas cosas.
“Bueno, lo de la maldición puede ser que sea una vampiresa. Aunque mí me gusta más llamarlo “Esa condición que nos hace alérgicos al sol” la mayoría hablan de maldición.”
“¿Tienes tú un problema con los hombres?”
“Lo tengo contigo”
No pudo evitar sonreír al pronunciar eso en su cabeza, incluso pudo ver, mentalmente, como Eltrant ponía los ojos en blanco.
“Céntrate Lyanna. A lo que quiero llegar es que…”
“Creo que sé por dónde vas… no me gusta.”
Respiró profundamente, se levantó de la cama y miró por las ventanas, directamente a la tormenta.
“¿Nadie te ha dicho nunca que a veces eres demasiado inocente, Mortal?”
“Sueles decírmelo unas tres veces al día”
“Y siempre tengo razón”
Sonrió, se agachó a ajustarse las correas que mantenían sujetas las botas.
“¿Cómo le decías a eso?”
Lo último que le apetecía era volver a salir a la intemperie, pero tenía que encontrar a los espectros y hablar con ellos. Seguía encontrando ridículamente sorprende la cantidad de muertos a los que atraía Eltrant, en sus casi cien años de vida apenas había visto un par incluso cuando viajaba con su maestra.
“Tener el corazón en su sitio”
“¿Y de verdad crees que “La Condesa Sanguinaria de Cotplice” puede tenerlo?”
Silencio, otra vez más, si conocía bien a su amigo podía verlo atusándose la barba pensando una respuesta ingeniosa... o intentándolo.
“Es una posibilidad que no… podemos descartar.”
Sacudió la cabeza con suavidad y, incapaz de contener una media sonrisa, Lyn colocó ambas manos en las manillas que mantenían la ventana cerrada.
“Si hay alguna… aunque sea remota… creo que tenemos que intentar salvarla. Si no podemos… lo haremos por las malas.”
Típico de Eltrant.“Es decir, sus padres la llaman Erzy.”
Se rio en voz baja y abrió la ventana; El gélido aire del exterior se filtró en la habitación, sacudió sus ropajes y agitó las vaporosas cortinas que reposaban junto a ella.
“¿Estás basando todo eso en un par de fantasmas que llaman a una vampiresa, que es su hija, Erzy? ¿De verdad?”
“¿Tú no lo harías?”
“No, la verdad es que no.”
Se calló, dejó su mente en blanco e inspiró con fuerza.
“Pero confío en ti”
Colocó una bota en la cornisa de la ventana.
“Gracias Lyn.”
Hizo una última comprobación de las correas.
“Discúlpate con ellos de mi parte, lo de las lápidas y todo eso. Y no te preocupes por Mina, en cuanto acabe una cosa que tengo aquí me pongo a buscarla.”
Salió al exterior.
[…]
La lluvia era refrescante y el viento, aunque intenso, no era lo suficientemente fuerte como para desequilibrarla. Llevaba muchos años haciendo aquel tipo de cosas, un poco de agua no la haría caer.
Se había quejado de la arquitectura de aquel sitio, pero si era totalmente sincera consigo misma, todas aquellas gárgolas y adornos sobrecargados le estaban facilitando el moverse. Muchos lugares dónde agarrarse, muchos sitios en los que apoyarse para subir.
No tardó demasiado en encaramarse hasta el tejado.
Entrecerró los ojos, vio a las figuras flotando, impasibles ante el mal tiempo. ¿Qué estaban haciendo realmente? Tragó saliva y frunció el ceño, sujetó el colgante con el rubí que pendía de su cuello, mentalizándose acerca de lo que estaba a punto de hacer y, después, con paso firme, se acercó a las figuras.
- ¿Ferdinand y Melissa? – Preguntó, tratando de que su voz se alzara sobre el sonido de la lluvia. – Soy amiga del… idiota que os ha destrozado la lápida. – dijo – Os pide disculpas por eso y promete que os recompensará por lo que ha hecho como pueda. – Los fantasmas de los Báthory se detuvieron a mirar a la vampiresa, parecía haber llamado la atención.
Se calló, lo cierto es que hablar con los ya fallecidos era ligeramente surrealista, casi parecía sacado de una de esas novelas que usaba como referencia para la suya propia.
- Os… - Se lo pensó detenidamente antes de hablar. – Os voy a ser sincera. – dijo volviendo a mirar a los espectros. – Vuestra hija es conocida como “La condesa Sanguinaria” – Les dijo – Y por lo que sé se lo ha ganado ella misma, la gente hoy día teme el apellido Báthory. – Aseveró seriamente. – Muchas personas piensan que es por ser vampiresa, pero no es por eso, estoy segura. – Pensó en su maestra, su cara se apareció en sus pensamientos prácticamente de improviso, como invadiéndolos. – Mi maestra me contó que os conocía, hace ya muchos años. Decía que Cotplice era el nexo entre el oeste y el este que los vampiros necesitaban. – Hizo memoria, trató de recordar las enseñanzas de la mujer que le había enseñado todo lo que sabía del mundo, de las distintas regiones. ¿Por qué nunca prestaba atención con las cosas importantes? - ¿Os acordáis del apellido Loren? – Se detuvo, trató de ver algo de reconocimiento en los rostros de los muertos, pero la lluvia dificultaba esto demasiado.
Agitó la cabeza y se acercó aún más.
– Van… van a intentar matar a vuestra hija para detenerla, hacerle daño para que pare de hacérselo a los demás. Y justamente, además. –
Se tambaleó un poco debido a la fuerza del viento, se vio obligada a agarrarse a una gárgola. Ahí arriba el viento silbaba con fuerza, empujaba con más ímpetu que en las marquesinas. Tenía que tener cuidado.
– Eltrant Tale, el que habéis conocido ahí abajo, quiere intentar salvarla de ella misma… antes de hacerlo por otros medios más drásticos. – dijo, se separó de la gárgola y avanzó hacía los fantasmas – Muchos lo tachan de un idiota ingenuo y… - Sonrió. – …en la mayoría de los casos, lo es. – Indicó. – Pero es… - Se paró un instante. – … es… una buena persona, es tan simple como eso. – Un relámpago iluminó el firmamento durante unos segundos. – No os pido ningún punto débil ni nada así de vuestra hija. Solo necesito vuestra ayuda, habladme de Erzsébeth, de cómo era y de lo que le pasa. –
Otra sacudida, está lo suficientemente fuerte como para arrastrarla por el tejado. Maldiciendo en voz alta consiguió agarrarse a una teja mal colocada.
- ¡Ni todo el vino de Lunargenta te va a valer para compensarme por esto, Mortal! – Comentó, volviendo a incorporarse como buenamente pudo.
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[1] Uso Objeto Master: Libro del Sabio.
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
Iba con la cabeza gacha, escuchando la preprenda de Evelyn -Ehmm... sí... que sí lo leí... por eso... fue por eso que no entregué la carta a nadie más que a usted, Señorita Evelyn- por supuesto que no había leído el contrato, ¿en qué momento? Si fue cosa de tenerlo entre sus manos y no querer sostenerlo pero ni un instante más. Aquel papel sumido en magia negra, un contrato de sangre, es que temía que incluso leyéndolo podía caer en el hechizo. Por eso apenas y lo había tocado. De hecho, había usado la sangre de la otra chica para firmar, y mira cómo había terminado la pobre desgraciada, hecha guiso. Y un guiso asqueroso, para más colmo. ¡Qué muerte tan indigna había sido! Casi le daba lástima a la ilusionista.
Evelyn jalaba a Mina, quien se dejaba de buena gana. Aunque su rostro miraba hacia atrás mientra subía por las escaleras, pendiente de por dónde se había ido Sakoto. Esa tipa sí que metía miedo. Cuando la perdió de vista, suspiró y se mordió el labio inferior. No quería, de verdad que no quería preguntar, pero las palabras salieron solas de su imprudente boca -Señorita Evelyn... ¿por qué Rita no puede salir esta noche? ¿Las otras sí puede?- inquirió. Maldita curiosidad. Ante la mirada severa de la sirvienta, Mina atinó a sonreír ampliamente. ¿Qué más iba a hacer?
Cada vez que daba un paso, la tecla de piano que había encontrado chocaba con su muslo suavemente. ¿Por qué lo había tomado? Simplemente fue una acción de reflejo, un acto instintivo. Verla ahí, tan lejos de un piano, le pareció demasiado curioso y extraño. Tal vez era importante, tal vez no, pero seguro sería un buen souvenir, un recuerdito de aquella fallida incursión.
Llegaban al final de la escalera, y la segunda puerta a la derecha era la estancia de la Condesa. Y no, no iba a ir mansamente a ser parte de aquel baño del demonio. No se metería en una enorme tina llena de sangre vieja y a punto de coagular. Si iba calladita, era solo porque ideaba una manera de salir de allí. Viendo lo visto, no sería por las buenas. Frenó en seco y agarró el brazo de Evelyn, quien se giró para verla con el ceño fruncido.
-¿Qué pasa, Emereth?- preguntó. -Lo siento, Señorita Evelyn- respondió Mina, zafándose del agarre de la mujer y, con un movimiento rápido, agarrandola por la parte de atrás de la cabeza para estrellarla de frente contra la pared. Dos, tres veces hizo aquello -Lo siento, de verdad lo siento, si hasta me caíste bien- repetía cada vez que el rostro de la criada se aplastaba contra el muro, dejando una huella de sangre. Cuando la dejó lo suficientemente aturdida, arrancó las llaves del cinturón de la mujer y corrió escaleras abajo. A pesar de la lluvia, no pasaría aquella noche en ese lugar.
Evelyn jalaba a Mina, quien se dejaba de buena gana. Aunque su rostro miraba hacia atrás mientra subía por las escaleras, pendiente de por dónde se había ido Sakoto. Esa tipa sí que metía miedo. Cuando la perdió de vista, suspiró y se mordió el labio inferior. No quería, de verdad que no quería preguntar, pero las palabras salieron solas de su imprudente boca -Señorita Evelyn... ¿por qué Rita no puede salir esta noche? ¿Las otras sí puede?- inquirió. Maldita curiosidad. Ante la mirada severa de la sirvienta, Mina atinó a sonreír ampliamente. ¿Qué más iba a hacer?
Cada vez que daba un paso, la tecla de piano que había encontrado chocaba con su muslo suavemente. ¿Por qué lo había tomado? Simplemente fue una acción de reflejo, un acto instintivo. Verla ahí, tan lejos de un piano, le pareció demasiado curioso y extraño. Tal vez era importante, tal vez no, pero seguro sería un buen souvenir, un recuerdito de aquella fallida incursión.
Llegaban al final de la escalera, y la segunda puerta a la derecha era la estancia de la Condesa. Y no, no iba a ir mansamente a ser parte de aquel baño del demonio. No se metería en una enorme tina llena de sangre vieja y a punto de coagular. Si iba calladita, era solo porque ideaba una manera de salir de allí. Viendo lo visto, no sería por las buenas. Frenó en seco y agarró el brazo de Evelyn, quien se giró para verla con el ceño fruncido.
-¿Qué pasa, Emereth?- preguntó. -Lo siento, Señorita Evelyn- respondió Mina, zafándose del agarre de la mujer y, con un movimiento rápido, agarrandola por la parte de atrás de la cabeza para estrellarla de frente contra la pared. Dos, tres veces hizo aquello -Lo siento, de verdad lo siento, si hasta me caíste bien- repetía cada vez que el rostro de la criada se aplastaba contra el muro, dejando una huella de sangre. Cuando la dejó lo suficientemente aturdida, arrancó las llaves del cinturón de la mujer y corrió escaleras abajo. A pesar de la lluvia, no pasaría aquella noche en ese lugar.
Última edición por Mina Harker el Mar Oct 16 2018, 23:59, editado 1 vez
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
El miembro 'Mina Harker' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
Hora 23:00. Luna llena
¡El libro del sabio! Aquel objeto que uno de los dioses de Aerandir (no el dios Cuervo, por supuesto) había otorgado a Eltrant Tale por su gran servicio al pueblo. Como si fuera magia, que lo era, el libro comenzó a desvelar, a letra lenta, los secretos más profundos y mejor guardados del castillo de Báthory.
“¡Y qué podríamos decir del Castillo de Cotplice! el estado vasallo de Lunargenta cuya capital se encuentra a mayor distancia de los humanos. Desde la frontera con los anárquicos reinos del oeste, la familia Báthory lleva siglos impidiendo el acceso de vampiros a tierras orientales. Sin embargo, algo parece haber cambiado en el último siglo, cuando la actual condesa, Erzsébeth, fue maldita. Poco puede decirse de la maldición, realizada fuera de los muros del lugar. Sin embargo, existen una serie de lugares que podrían invitar a investigar.
En sus jardines encontrarás el antiguo mausoleo de la familia Báthory. Donde residen los cadáveres de todos los condes, condesas y sus consortes.
También el acceso a las catacumbas, donde duerme el amo de llaves. En su interior están los cadáveres de todos las anteriores cortesanas, que sirvieron a la condesa.
La sala de música, que alberga el piano que la condesa ansía tocar cada noche, después del baño.
La sala de caza alberga piezas y trampas de animales de caza, además de objetos ocultos.
La cocina baja hasta la despensa, donde se guarda la comida.
La sala de baños, allí tiene lugar el baño diario de la condesa junto a sus sirvientas.
Las habitaciones de las sirvientas. En la de Sakoto encontraréis cuchillos de carnicería. En la de Rita, un collar de perlas brillantes. En la de Margareth, un variado kit de juegos y trampas sexuales. En la de Alice, parte del dinero que desfalcaba. En la de Evelyn, un libro de peligrosas maldiciones.
En la habitación de la condesa, en lo alto de la torre del castillo, un arcón cerrado, que se abre con las llaves de la casa. ¡Pero cuidado! Pues valientes guardianes de piedra aguardan el acceso.
* * * * * * * * * * * *
En cuanto a Lyn, sus intenciones fueron buenas, pero quizá no era el momento adecuado. Después de haber visto cómo su compañero Eltrant destruía su lugar de descanso, condenando a las almas a rondar libres por los siglos, la mejor opción no pasaba por acercarse a los fantasmas que sin duda estarían enfurecidos por el destrozo realizado por el Mortal.
-¿Quieres ayudar a Erzy? – preguntó Ferdinand, acercándose a la vampiresa, rodeándola. – Muy bien, te daremos la opción de que puedas hacerlo. - El hombre atravesó el cuerpo de Lyn. Ésta sentiría un escalofrío a su paso. Como si su cuerpo se congelase. Pero no se provocaría ningún mal más en ella. Ahora podía ver y sentir como ellos.
La habían convertido en un fantasma. Y aunque no podía atravesar paredes, sí que le sería posible evitar ataques físicos.
Al menos había evitado el ataque de aquel licántropo que no se sabía cómo, había subido al tejado y saltado desde el otro lado del picudo techo del castillo. Y qué fortuna, pues se había abalanzado como un animal contra ella. O mejor dicho, la había atravesado de un lado a otro, aunque sin que ésta sintiese nada ni cambiara su postura. El lobo se había estampado justo por el otro lado del tejado, destrozando las tejas del lado por el que cayó, en dirección a los jardines. Ventajas de ser un fantasma.
Eso sí, el lobo estaba hecho una furia. Sus aullidos se escuchaban en todo el castillo. Fuera como fuera, aquello no era un licántropo “normal.”
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Por su parte, Mina no quería saber nada de Evelyn, ni del baño de la condesa. Bien lo había hecho. Ahora la joven tenía también las llaves de toda la casa. - ¡Eh! ¡Vuelve Emereth! ¡No tienes permiso para irte! ¡Sakoto! – gritó la sirvienta, pidiendo auxilio.
Por mucho que Evelyn trató de detenerla, la brujita tuvo suerte, Evelyn no tanto. Al perseguirla escaleras abajo, la sirvienta pisó mal en un escalón, retorció el tobillo y cayó por las escaleras entre gritos de sufrimiento.
Acabó tirada en el primer descansillo. Bajo su cuerpo, un hilo de sangre parecía emanar de su cuello. Y ni rastro de vida. La joven había muerto. Resultaba evidente y podría comprobarlo. Pero tampoco demasiado tiempo. Seguramente Sakoto fuera ya a por ella.
Mina había decidido bajar al hall de entrada. Allí se encontraría con Eltrant Tale, que acababa de llegar
* * * * * * * * * * * *
Parte Eltrant: El uso del libro os hace acelerar un poco los secretos del castillo. Si bien sigues sin saber nada acerca de la maldición de Báthory. Te encuentras en el salón de entrada, donde llega Mina por las escaleras y ves a Evelyn perecer. ¿A dónde os dirigiréis? Sakoto va hacia vosotros, por lo que si decidís ir a por la carnicera uno de vosotros tendrá que enfrentarla y tirar una runa. El otro tendrá que decidir el destino… ¿Os encontraréis con la condesa?
Parte Lyn: Los fantasmas han contestado a tu pregunta de una manera muy sincera. Es lo que pasa cuando su tumba es destruida. Sin embargo, no te han contado nada de la maldición de Báthory (era imposible habiéndose destruido su tumba). Un licántropo (o mejor dicho, un hombre lobo) intentará, sin éxito porque eres un fantasma, atacarte. Quizás Eltrant pueda darle combate. O tal vez prefieras llevarlo a otro sitio. Es fuerte pero da igual cuanto te atraviese, no te hará ningún daño físico. ¿Podrás vencerlo sin poder hacerle daño o lo mantendrás con vida?
Por tu elección, Lyn contrae la Maldición de la Médium Fantasmal: Esta maldición tiene dos condiciones.
- Maldición de la Médium Fantasmal:
- Condición Fantasma: Durante las noches, su piel se vuelve intocable y, aunque se podrá ver su figura física sin aura fantasmal y escuchar sus comentarios, tanto por parte de Eltrant como por cualquier (otro) mortal, no podrá tocar ni coger nada que sea físico. Esto incluye objetos, personas, armas. Y, por supuesto, no podrá realizar ataques físicos o mágicos ofensivos. Así como tampoco recibirlos. Sí podrá utilizar habilidades no ofensivas, de ilusión, lógica o de control mental, si tuviera. Cualquier cosa que no cause daño directo.
Pero no todo sería malo. La Condición Médium: Le permitirá durante las noches comunicarse con los muertos (cualquier personaje que haya fallecido o que Eltrant haya matado. Útil en interrogatorios. Temas máster incluido.
Esta maldición será aplicable sólo durante las noches. Tendrá que quitarse mediante un evento mastereado pasado un tiempo. Y se aplicará en todos los temas activos. Te dejo introducirlo al gusto
Parte Mina: Estás siendo inteligente y además estás teniendo suerte. En este caso, excesiva. No sólo te libras de su agarre o huyes, sino que Evelyn muere al caer por la escalera. Abajo te encuentras con Eltrant. Es hora de poneros al día y de decidir cual es el siguiente paso. Sakoto va hacia vosotros, por lo que si decidís ir a por la carnicera uno de vosotros tendrá que enfrentarla y tirar una runa.
Se ha dado la alarma en el castillo. Aunque no sabemos dónde están los demás. Imagino que el baño ya no será vuestra preocupación.
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
Tenía que haberlo esperado, frunció el ceño y bajó la mirada hasta su cuerpo cuando los fantasmas la atravesaron como si no estuviese siquiera allí: no parecía haber ningún cambio relevante salvo aquel misterioso escalofrío que había recorrido todo su cuerpo.
Todo aquel discurso había servido para más bien poco, quizás para asustar a los fantasmas.
Pero lo había intentado.
Su maestra lo habría querido así, ella habría intentado algo similar a lo que pretendía el castaño, sobre todo si se trataba de los Bàthory. Se llevó la mano hasta los ojos y después de cerrarlos se dejó caer en cuclillas, se quedó allí pensando.
Los fantasmas se habían ido. ¿Ahora qué?
Extrajo la carta mágica que guardaba en el bolsillo trasero de su pantalón y la miró durante unos segundos. El puntito brillante que se movía no muy lejos de dónde estaba ella y otro mucho, mucho más distante, uno que más que un punto era una pequeña flecha que señalaba a algún punto incierto en la linde de la carta.
A veces odiaba lo mucho que se parecían Eltrant y ella.
Adorable, sonrió y volvió a palpar su cuerpo. Seguía sintiendo una sensación extraña recorrer el mismo, pero no veía nada del otro mundo. Desde luego no estaba herida, y podía seguir convocando sus sombras a voluntad.
Si no la había atacado… ¿Qué había querido decir el fantasma con: “Te daré algo para ayudarla”?
Antes de que pudiese responder mentalmente a la pregunta de su compañero o a las que ella misma se estaba planteando su corazón se detuvo un instante. No lo sintió, no notó que acababa de pasar, pero sí que contempló como una criatura, un licántropo, la atravesaba como si estuviese hecha de aire y se daba de bruces contra la pared que tenía delante.
Lyn parpadeó varias veces, tratando de comprender que acababa de suceder. Tenía que haberla arrollado. ¿Por qué no lo había hecho?
¿El fantasma?
El lobo aulló, enfurecido al no haber podido alcanzar a su presa y se giró hacía la vampiresa.
Levantó la mano frente a su cara, no solo era el lobo; la lluvia no golpeaba su piel, no sentía el viento huracanado que había estado a punto de arrojarla al vacío desde el tejado.
El lobo volvió a atacarla, Lyn no se movió. Como había predicho, la garra la traspasó como si no estuviese allí. Se mordió el labio inferior y tomó aire muy lentamente, haciéndose a la idea de todo aquello.
Sonrió, realmente parecía preocupado; Hacía tiempo que no usaba ese tono de voz con ella. Lyn trató de contener al lobo con sus sombras, pero no sirvió de gran cosa. ¿No podía atacar directamente? Dejó que la criatura continuase arañando y cargando contra ella.
No era ningún problema.
Dio una palmada frente a su cara y comenzó a manipular las sombras del entorno, las que estaban naturalmente en aquel lugar.
Cuanta más oscuridad, mejor. Y, afortunadamente para ella, la noche estaba repleta de sombras.
Quizás no pudiese hacerle daño directamente, quizás no pudiese desgarrar la carne de aquel ser con una sombra que brotase directamente de entre sus manos. Pero no era la única forma de hacer daño que tenía.
La criatura comenzó a revolverse, a tratar de escapar de las ataduras que se cerraban en torno a sus pies y manos. Lyn, aún sin moverse de dónde estaba, inyectó más magia desde la distancia a las sombras.
- Sométete. – Ordenó severamente, mirando a aquella criatura a los ojos, dejando que su magia fluyese hasta la mente de la bestia. La criatura comenzó a aullar con más fuerza todavía al notar como la consciencia de Lyn trataba de aplacar la suya propia - ¡Sométete! – El rubí que pendía de su cuello brilló con fuerza, el color del pendiente se trasladó hasta sus ojos. [1][2]
Tranquilizarlo u obligarlo a que fuese su aliado, daba igual, aquel ser estaba lo suficientemente atontado por el impacto inicial contra la pared como para intentarlo igualmente. En el proceso perdería el contacto mental con el Mortal que había poseído durante toda la noche, pero siempre podía recurrir a la carta de Melissa para encontrarle en la mansión.
Si no lo conseguía… las sombras de la chimenea bastarían para acabar con el licántropo o, como mínimo, incapacitarlo.
Una maldición.
Apretó los puños, mirando las brillantes letras de color dorado; esperaba que hubiese algo más relevante. Frunció el ceño, no podía pensar con claridad, lo intentaba, pero no podía.
Solo él podía tener aquel tipo de ideas, Lyn había confiado en él y había conseguido que acabase de aquel modo. ¿Y si la hubiesen matado?
Sacudió la cabeza, la muy idiota tenía la cara de decir que todo iba bien, que no había sido culpa suya. Si bien era posible que la “Condesa Sanguinaria” tuviese redención, el mero hecho de haberlo pensarlo le había costado a Lyn… no estaba seguro de que se trataba, la muchacha solo había mencionado que era “aún más inmortal” y no había dicho nada más.
Lanzó un último vistazo al libro y, tras cerrarlo bruscamente, lo lanzó a su bolso de viaje.
- Inútil – Bufó subiendo escaleras arriba. Aquella información parecía… tan usual, cosas que podía saber explorando un mínimo. Aunque hubo un par de párrafos que sí que le llamaron la atención.
Volvió a hacerse con el yelmo y cerró la correa del mismo firmemente bajo su barbilla.
Se encontró otra vez bajo la lluvia, odiándose a sí mismo, odiando su “corazón blando”. ¿Por qué no lo había hecho él? Había sido idea suya, no de Lyn. El sonido de los truenos se acompasaba con distantes aullidos que, por lo que pudo interpretar Eltrant, procedían de algún tipo de perro.
Un lobo, quizás.
Se detuvo. ¿Lyn ¿Estaba imaginándolo? No parecía ser su voz… normal. Parecía más madura, más adulta.
Frunció el ceño y levantó la mirada, hasta el tejado en el que la vampiresa había dicho estar hablando con los fantasmas. ¿Iría todo bien ahí arriba? Respiró hondo, ya había esperado bastante, continuó avanzando, sus botas se hundían firmemente en el barro que cubría todo el jardín.
Y con una leve risa, casi maternal, la presencia se desvaneció lentamente de su consciencia. Se giró a mirar tras de sí, aquel dolor de cabeza que acompañaba siempre a la insistente mirada de Lyn cuando esta trataba de entrar en sus pensamientos o cuando se comunicaban como habían estado haciéndolo hasta el momento desapareció por completo.
No podría hablar con Lyn en lo que quedaba de noche, no como lo habían estado haciendo hasta aquel mismo instante. Aquella voz había pertenecido a Lyn… ¿No era verdad? Se detuvo frente al majestuoso portón de la mansión y gruñó en voz baja.
¿Estaba imaginando cosas? ¿Era eso?
Se adentró en el interior justo a tiempo para ver como Mina Harker bajaba apresuradamente una larga escalinata de mármol y para ver como una mujer, una de las sirvientas del lugar posiblemente, encontraba la muerte tratando de perseguirla tras precipitarse por estas.
Frunció levemente el ceño al ver el cadáver de la sirvienta, cosa que Mina no vería debido a que tenía el casco perfectamente calzado en torno a su cabeza.
¿Cuántos más como Mina habría entre aquellas paredes? La última vez que entró en la mansión de un vampiro como aquella el sótano estaba plagado de celdas repletas de personas.
- ¿Estás bien? – Levantó el visor y sonrió a la muchacha en un intento por darle algo de confianza, parecía agotada. ¿Cuánto tiempo llevaba corriendo a solas por aquellos pasillos? – ¿Me recuerdas? – Le preguntó señalándose con el pulgar. – Soy Eltrant, he venido aquí a… - Sonido, dejó de hablar mientras trataba de figurarse desde dónde procedía. Los pasos rebotaban en las paredes aquel lugar como lo harían en una caverna, no pudo concretar que puerta de entre las tantas que había allí acabaría abriéndose. – Detrás de mí. Ahora. – Ordenó inmediatamente, volviendo a bajar el visor del casco.
Tirando del hombro de la bruja se aseguró de que esta acataba rápidamente la última orden que le había dado independientemente de la opinión que la muchacha pudiese tener al respecto.
A continuación, mientras esperaba a quien fuera que estaba persiguiendo a la muchacha llegase hasta allí, se desató la gruesa y húmeda capa que cubría sus hombros, la cual cayó al suelo con un sonoro “plotch” húmedo y desveló la pesada armadura que ocultaba bajo ella.
Una mujer menuda y de ojos rasgados no tardó en aparecer en escena justo desde el lugar, Eltrant avanzó hacía ella, desenvainando lentamente a Olvido.
- ¿Buscas a alguien? - La mujer blandía un cuchillo, y aunque quizás este aparentase no ser demasiado a simple vista, ya sabía lo suficiente de aquel lugar como para ser cauto al respecto.
Antes de que Eltrant pudiese llegar hasta a la mujer, esta se decidió por tomar la iniciativa y atacarle a él. Era de esperar, era un intruso en las tierras de su señora, su principal deber sería defenderla.
El cuchillo se deslizó por el peto de su armadura produciendo un sonoro chirrido metálico, frunció el ceño y se zafó de la criada de un fuerte empujón, la mujer no conseguiría abrirse paso a través de su armadura con aquella arma, debería de haberlo adivinado.
Eir se rompía muy a menudo, pero era resistente.
Ahora era su turno.
Lanzó un tajo en diagonal hacía el pecho de la mujer; No podía dejarla huir.
Aun si la mujer lograba soportar aquel golpe, Eltrant dudaba que un impacto de Olvido en mitad del pecho no causase nada.
[1] Habilidad Lyn Nivel 3: Control Mental Moderado.
[2] Segunda habilidad del Objeto Master: Sello de la Parca. Reduce enfríamientos y aumenta el poder de Lyn.
Todo aquel discurso había servido para más bien poco, quizás para asustar a los fantasmas.
Pero lo había intentado.
Su maestra lo habría querido así, ella habría intentado algo similar a lo que pretendía el castaño, sobre todo si se trataba de los Bàthory. Se llevó la mano hasta los ojos y después de cerrarlos se dejó caer en cuclillas, se quedó allí pensando.
Los fantasmas se habían ido. ¿Ahora qué?
Extrajo la carta mágica que guardaba en el bolsillo trasero de su pantalón y la miró durante unos segundos. El puntito brillante que se movía no muy lejos de dónde estaba ella y otro mucho, mucho más distante, uno que más que un punto era una pequeña flecha que señalaba a algún punto incierto en la linde de la carta.
A veces odiaba lo mucho que se parecían Eltrant y ella.
“No ha salido bien, Elt”
“No pasa nada. ¿Tú estás bien?”
Adorable, sonrió y volvió a palpar su cuerpo. Seguía sintiendo una sensación extraña recorrer el mismo, pero no veía nada del otro mundo. Desde luego no estaba herida, y podía seguir convocando sus sombras a voluntad.
Si no la había atacado… ¿Qué había querido decir el fantasma con: “Te daré algo para ayudarla”?
Antes de que pudiese responder mentalmente a la pregunta de su compañero o a las que ella misma se estaba planteando su corazón se detuvo un instante. No lo sintió, no notó que acababa de pasar, pero sí que contempló como una criatura, un licántropo, la atravesaba como si estuviese hecha de aire y se daba de bruces contra la pared que tenía delante.
Lyn parpadeó varias veces, tratando de comprender que acababa de suceder. Tenía que haberla arrollado. ¿Por qué no lo había hecho?
¿El fantasma?
El lobo aulló, enfurecido al no haber podido alcanzar a su presa y se giró hacía la vampiresa.
“Creo que tengo un problema con…”
Levantó la mano frente a su cara, no solo era el lobo; la lluvia no golpeaba su piel, no sentía el viento huracanado que había estado a punto de arrojarla al vacío desde el tejado.
“… creo que estoy maldita”
El lobo volvió a atacarla, Lyn no se movió. Como había predicho, la garra la traspasó como si no estuviese allí. Se mordió el labio inferior y tomó aire muy lentamente, haciéndose a la idea de todo aquello.
“¿¡Qué!? ¡Lyanna! ¡¿Qué te han hecho!?”
Sonrió, realmente parecía preocupado; Hacía tiempo que no usaba ese tono de voz con ella. Lyn trató de contener al lobo con sus sombras, pero no sirvió de gran cosa. ¿No podía atacar directamente? Dejó que la criatura continuase arañando y cargando contra ella.
No era ningún problema.
Dio una palmada frente a su cara y comenzó a manipular las sombras del entorno, las que estaban naturalmente en aquel lugar.
Cuanta más oscuridad, mejor. Y, afortunadamente para ella, la noche estaba repleta de sombras.
Quizás no pudiese hacerle daño directamente, quizás no pudiese desgarrar la carne de aquel ser con una sombra que brotase directamente de entre sus manos. Pero no era la única forma de hacer daño que tenía.
La criatura comenzó a revolverse, a tratar de escapar de las ataduras que se cerraban en torno a sus pies y manos. Lyn, aún sin moverse de dónde estaba, inyectó más magia desde la distancia a las sombras.
“Estoy bien Elt, no te preocupes. No ha sido culpa tuya. Te conozco, no pienses eso”
“Lyn…”
- Sométete. – Ordenó severamente, mirando a aquella criatura a los ojos, dejando que su magia fluyese hasta la mente de la bestia. La criatura comenzó a aullar con más fuerza todavía al notar como la consciencia de Lyn trataba de aplacar la suya propia - ¡Sométete! – El rubí que pendía de su cuello brilló con fuerza, el color del pendiente se trasladó hasta sus ojos. [1][2]
Tranquilizarlo u obligarlo a que fuese su aliado, daba igual, aquel ser estaba lo suficientemente atontado por el impacto inicial contra la pared como para intentarlo igualmente. En el proceso perdería el contacto mental con el Mortal que había poseído durante toda la noche, pero siempre podía recurrir a la carta de Melissa para encontrarle en la mansión.
“Digamos que… soy aún más inmortal, Mortal”
Si no lo conseguía… las sombras de la chimenea bastarían para acabar con el licántropo o, como mínimo, incapacitarlo.
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Una maldición.
Apretó los puños, mirando las brillantes letras de color dorado; esperaba que hubiese algo más relevante. Frunció el ceño, no podía pensar con claridad, lo intentaba, pero no podía.
Solo él podía tener aquel tipo de ideas, Lyn había confiado en él y había conseguido que acabase de aquel modo. ¿Y si la hubiesen matado?
Sacudió la cabeza, la muy idiota tenía la cara de decir que todo iba bien, que no había sido culpa suya. Si bien era posible que la “Condesa Sanguinaria” tuviese redención, el mero hecho de haberlo pensarlo le había costado a Lyn… no estaba seguro de que se trataba, la muchacha solo había mencionado que era “aún más inmortal” y no había dicho nada más.
Lanzó un último vistazo al libro y, tras cerrarlo bruscamente, lo lanzó a su bolso de viaje.
- Inútil – Bufó subiendo escaleras arriba. Aquella información parecía… tan usual, cosas que podía saber explorando un mínimo. Aunque hubo un par de párrafos que sí que le llamaron la atención.
Volvió a hacerse con el yelmo y cerró la correa del mismo firmemente bajo su barbilla.
Se encontró otra vez bajo la lluvia, odiándose a sí mismo, odiando su “corazón blando”. ¿Por qué no lo había hecho él? Había sido idea suya, no de Lyn. El sonido de los truenos se acompasaba con distantes aullidos que, por lo que pudo interpretar Eltrant, procedían de algún tipo de perro.
Un lobo, quizás.
“Te noto agitado, Mortal. ¿Te preocupa algo?”
Se detuvo. ¿Lyn ¿Estaba imaginándolo? No parecía ser su voz… normal. Parecía más madura, más adulta.
“Lo habría hecho igualmente, le has pegado parte de esa estupidez que parece caracterizarte. O más bien reavivado… Ah, la juventud…”
Frunció el ceño y levantó la mirada, hasta el tejado en el que la vampiresa había dicho estar hablando con los fantasmas. ¿Iría todo bien ahí arriba? Respiró hondo, ya había esperado bastante, continuó avanzando, sus botas se hundían firmemente en el barro que cubría todo el jardín.
“No puedes hacer nada con ella, Eltrant Tale, es muy cabezota. Créeme.”
Y con una leve risa, casi maternal, la presencia se desvaneció lentamente de su consciencia. Se giró a mirar tras de sí, aquel dolor de cabeza que acompañaba siempre a la insistente mirada de Lyn cuando esta trataba de entrar en sus pensamientos o cuando se comunicaban como habían estado haciéndolo hasta el momento desapareció por completo.
No podría hablar con Lyn en lo que quedaba de noche, no como lo habían estado haciendo hasta aquel mismo instante. Aquella voz había pertenecido a Lyn… ¿No era verdad? Se detuvo frente al majestuoso portón de la mansión y gruñó en voz baja.
¿Estaba imaginando cosas? ¿Era eso?
Se adentró en el interior justo a tiempo para ver como Mina Harker bajaba apresuradamente una larga escalinata de mármol y para ver como una mujer, una de las sirvientas del lugar posiblemente, encontraba la muerte tratando de perseguirla tras precipitarse por estas.
Frunció levemente el ceño al ver el cadáver de la sirvienta, cosa que Mina no vería debido a que tenía el casco perfectamente calzado en torno a su cabeza.
¿Cuántos más como Mina habría entre aquellas paredes? La última vez que entró en la mansión de un vampiro como aquella el sótano estaba plagado de celdas repletas de personas.
- ¿Estás bien? – Levantó el visor y sonrió a la muchacha en un intento por darle algo de confianza, parecía agotada. ¿Cuánto tiempo llevaba corriendo a solas por aquellos pasillos? – ¿Me recuerdas? – Le preguntó señalándose con el pulgar. – Soy Eltrant, he venido aquí a… - Sonido, dejó de hablar mientras trataba de figurarse desde dónde procedía. Los pasos rebotaban en las paredes aquel lugar como lo harían en una caverna, no pudo concretar que puerta de entre las tantas que había allí acabaría abriéndose. – Detrás de mí. Ahora. – Ordenó inmediatamente, volviendo a bajar el visor del casco.
Tirando del hombro de la bruja se aseguró de que esta acataba rápidamente la última orden que le había dado independientemente de la opinión que la muchacha pudiese tener al respecto.
A continuación, mientras esperaba a quien fuera que estaba persiguiendo a la muchacha llegase hasta allí, se desató la gruesa y húmeda capa que cubría sus hombros, la cual cayó al suelo con un sonoro “plotch” húmedo y desveló la pesada armadura que ocultaba bajo ella.
Una mujer menuda y de ojos rasgados no tardó en aparecer en escena justo desde el lugar, Eltrant avanzó hacía ella, desenvainando lentamente a Olvido.
- ¿Buscas a alguien? - La mujer blandía un cuchillo, y aunque quizás este aparentase no ser demasiado a simple vista, ya sabía lo suficiente de aquel lugar como para ser cauto al respecto.
Antes de que Eltrant pudiese llegar hasta a la mujer, esta se decidió por tomar la iniciativa y atacarle a él. Era de esperar, era un intruso en las tierras de su señora, su principal deber sería defenderla.
El cuchillo se deslizó por el peto de su armadura produciendo un sonoro chirrido metálico, frunció el ceño y se zafó de la criada de un fuerte empujón, la mujer no conseguiría abrirse paso a través de su armadura con aquella arma, debería de haberlo adivinado.
Eir se rompía muy a menudo, pero era resistente.
Ahora era su turno.
Lanzó un tajo en diagonal hacía el pecho de la mujer; No podía dejarla huir.
Aun si la mujer lograba soportar aquel golpe, Eltrant dudaba que un impacto de Olvido en mitad del pecho no causase nada.
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[1] Habilidad Lyn Nivel 3: Control Mental Moderado.
[2] Segunda habilidad del Objeto Master: Sello de la Parca. Reduce enfríamientos y aumenta el poder de Lyn.
Eltrant Tale
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
El miembro 'Eltrant Tale' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
La bruja bajaba las escaleras como un bólido. Sus senos rebotaban para todos lados con cada escalera, pero ni sus pasos rápidos le ganaron al cuerpo de Evelyn que rodó escaleras abajo como un saco de papas. Llegó a los pies del hombre de lata antes que ella. ¡Perfecto! Un guardia. Pero claro, era obvio que la Condesa tendría guardias en su castillo. Seguramente un golem, un bicho animado de esos con magia. O un muerto viviente. Capaz y también hacían nigromancia en ese lugar, no sería nada extraño.
Llegando a las últimas escaleras, ya estaba tomando impulso para saltar y clavarle el tacón de su bota derecha en su carota, cuando escuchó una voz familiar -¡Eltrant!- exclamó emocionada. ¡Claro que era Eltrant! Él y Lyn eran inseparables, entonces dónde estaba la vampiresa, estaría el hombre. Hacía mucho tiempo que no sentía tanta felicidad por encontrarse con un hombre. El impulso de la patada se convirtió en un salto para agarrarle la cara y llenársela de besos -¡No sabes lo feliz que me hace que estés aquí!- le decía entre besos. Es que de la emoción que sentía, capaz era de hacerle un guiso.
Se soltó del cuello del hombre y cayó de pie frente a él -Estoy viva, que es lo importante... tú... bueno, ¿ustedes que haces aquí?- preguntó al hombre, mirando su linda carita ahora que se había levantado la visera. -¿Dónde está Lyn? No la he visto desde la cena, no sé dónde está- comentó, preocupada de tener que regresar por la chica. Es que ahora con este escándalo, seguro que las demás criadas aparecerían en cualquier momento. -Eltrant, es que nos tenemos que ir ya, quedan muchas sirvientas más y la Condesa... este es un lugar horrible, hay que largarnos de aquí de inmediato- le decía, con expresión angustiada en su cara.
Y es que el Eltrant y Lyn le caían bien, eran buenas gentes y ella se sentía tranquila y despreocupada cuando estaba con ellos, era como estar de vacaciones. Podía decir muchas cosas de Lyn, ella era su favorita de entre los dos, pero en aquel instante, Eltrant era su persona preferida de toda la humanidad. Era guapo, fuerte, obediente y complaciente, ¿qué más se puede pedir a un hombre? Sin embargo, en aquella situación, su presencia alegraba a la ilusionista por el simple hecho de que no tendría que enfrentarse a Sakoto. No. Porque además de guapo, fuerte, obediente y complaciente, Eltrant hacía frente al peligro y a la muerte con su espada en la mano. ¡Era una belleza de hombre!
La cocinera apareció con su temible cuchillo y su actitud peligrosa, y sin dudarlo se fue encima de Eltrant, quien estoicamente había interpuesto su cuerpazo entre ella y la criada de la Bathory. Aunque sintió un poquito subestimada su capacidad de lucha, ciertamente prefería que ese cuchillo atacara al hombre y no a ella misma. -¡Vamos Elt! ¡Tú puedes! ¡Dale!- vitoreaba a su amigo. Pero al parecer, la menuda Sakoto era más difícil de enfrentar de lo que parecía y Elt no estaba teniendo mucha suerte. Así que decidió entrarle a la pelea.
Después del golpe que lanzó Eltrant con su espada, Mina lo rodeó y dio un salto para pegarle una patada en la cabeza a Sakoto. Sí, por fin tuvo la oportunidad de enterrarle el tacón de su bota a alguien en la cara y que fuera la cocinera le causaba un enorme placer.
Llegando a las últimas escaleras, ya estaba tomando impulso para saltar y clavarle el tacón de su bota derecha en su carota, cuando escuchó una voz familiar -¡Eltrant!- exclamó emocionada. ¡Claro que era Eltrant! Él y Lyn eran inseparables, entonces dónde estaba la vampiresa, estaría el hombre. Hacía mucho tiempo que no sentía tanta felicidad por encontrarse con un hombre. El impulso de la patada se convirtió en un salto para agarrarle la cara y llenársela de besos -¡No sabes lo feliz que me hace que estés aquí!- le decía entre besos. Es que de la emoción que sentía, capaz era de hacerle un guiso.
Se soltó del cuello del hombre y cayó de pie frente a él -Estoy viva, que es lo importante... tú... bueno, ¿ustedes que haces aquí?- preguntó al hombre, mirando su linda carita ahora que se había levantado la visera. -¿Dónde está Lyn? No la he visto desde la cena, no sé dónde está- comentó, preocupada de tener que regresar por la chica. Es que ahora con este escándalo, seguro que las demás criadas aparecerían en cualquier momento. -Eltrant, es que nos tenemos que ir ya, quedan muchas sirvientas más y la Condesa... este es un lugar horrible, hay que largarnos de aquí de inmediato- le decía, con expresión angustiada en su cara.
Y es que el Eltrant y Lyn le caían bien, eran buenas gentes y ella se sentía tranquila y despreocupada cuando estaba con ellos, era como estar de vacaciones. Podía decir muchas cosas de Lyn, ella era su favorita de entre los dos, pero en aquel instante, Eltrant era su persona preferida de toda la humanidad. Era guapo, fuerte, obediente y complaciente, ¿qué más se puede pedir a un hombre? Sin embargo, en aquella situación, su presencia alegraba a la ilusionista por el simple hecho de que no tendría que enfrentarse a Sakoto. No. Porque además de guapo, fuerte, obediente y complaciente, Eltrant hacía frente al peligro y a la muerte con su espada en la mano. ¡Era una belleza de hombre!
La cocinera apareció con su temible cuchillo y su actitud peligrosa, y sin dudarlo se fue encima de Eltrant, quien estoicamente había interpuesto su cuerpazo entre ella y la criada de la Bathory. Aunque sintió un poquito subestimada su capacidad de lucha, ciertamente prefería que ese cuchillo atacara al hombre y no a ella misma. -¡Vamos Elt! ¡Tú puedes! ¡Dale!- vitoreaba a su amigo. Pero al parecer, la menuda Sakoto era más difícil de enfrentar de lo que parecía y Elt no estaba teniendo mucha suerte. Así que decidió entrarle a la pelea.
Después del golpe que lanzó Eltrant con su espada, Mina lo rodeó y dio un salto para pegarle una patada en la cabeza a Sakoto. Sí, por fin tuvo la oportunidad de enterrarle el tacón de su bota a alguien en la cara y que fuera la cocinera le causaba un enorme placer.
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
No se sabía si la maldición de Lyn había sido buena o mala. Pero sí le había servido para, al menos, no recibir daño sucesivas veces de los ataques del licántropo. La vampiresa obró bien en tratar de relajar al animal y no centrarse en atacarlo ya que, conforme se calmaba, podrían observar cómo la criatura comenzaba a relajarse y a adormecerse, fruto de la relajación del paso de su forma bestial a la humana.
¡Y he aquí una de las sorpresas de la noche! El licántropo no era otro sino Rita, la jardinera. Curiosamente, al toparse con Lyn había tenido más fortuna que seguramente si se hubiera topado con Eltrant. Ella parecía resolver las cosas a otro modo.
Precisamente, en el interior del castillo, Sakoto ni siquiera fue rival para Eltrant Tale. El primer golpe no había ido bien, pero gracias a la ayuda de Mina y su taconazo en la cara, invitó al cuerpo de de Sakoto a desplazarse hacia el arma del exmercenario. Y ésta terminó clavándose en su cuerpo.
Con todo el revuelo montado, no tardó en aparecer Báthory y, tras ella, su séquito. La lujuriosa Margareth a la cabeza, junto a Alice, la recaudadora de impuestos. Eran las dos sirvientas que quedaban vivas. Pues la tercera, Rita, en realidad era el licántropo que había atacado a Lyn, y se encontraba medio adormecido.
-¡Mis hijas! ¡Mis pequeñas! – dijo cuando vio a Evelyn y Sakoto perecer. Acariciando su rostro. - ¿Qué les habéis hecho?
Báthory comenzó a llorar desconsoladamente por sus sirvientas. Como si hubiera perdido a alguien verdaderamente importante. Mientras tanto, las tres sirvientas, cada una a su manera, rodeaban a los susodichos, Eltrant Tale y Mina Harker. Lyn no estaba exactamente en esa estancia, sino fuera, pero podría incorporarse. Aunque como bien sabría ella misma, no podría golpear a ninguno de los presentes. No al menos con golpes físicos.
-Debí imaginar que no erais más que unos enviados por el populacho. Permitidme haceros una pregunta, ¿me odiáis por ser guapa? ¿por ser rica? ¿o simplemente por ser vampira? – preguntó. Mina quizás tuviese respuesta a eso, después de ver lo que habían hecho con el bueno de Colm. Y también lo del baño. – He visto los prejuicios a los que se nos ha sometido. Todos mis hermanos caídos en Lunargenta y perseguidos por cazadores durante años. – continuó en su crítica particular. – Yo siempre he vivido aquí. Condenada a estar maldita a manos de mis propios padres. Con la que se me impide abandonar estas malditas paredes para que “no haga daño” a inocentes. – reveló enfadada, lo que daba respuesta a la maldición que había sufrido la vampiresa. Desenfundando el elegante sable con el que había bajado las escaleras. - ¿Pero vosotros, sois inocentes? No creo, viendo lo que habéis hecho. No saldréis vivos de este castillo. ¡A por ellos, queridas!
* * * * * * * * * * * * * * *Parte Lyn: Has conseguido someter, por tu nivel y tu runa media, al licántropo. Esta vuelve a su forma humana y se revela como… ¡Rita! La sirvienta de la condesa. Y una de las pocas no vampiresas. ¿Será la sirvienta que buscaban Mina y Colm a principio de la misión? Pronto lo veremos.
Parte Eltrant y Mina: Ahora tenéis que dar lo mejor de vosotros. Como he tardado mucho en contestar, me auto-castigo con no maldeciros (a Lyn ya lo he hecho, recuerda que no puede atacar físicamente). Así que no tiréis runas este turno y luchad de la manera más épica que queráis.
Os enfrentáis a las últimas sirvientas y a la Condesa Báthory. Aunque, no os maldeciré, por coherencia lo lógico sería que Eltrant o Lyn se encargaran de Báthory.
¡Y he aquí una de las sorpresas de la noche! El licántropo no era otro sino Rita, la jardinera. Curiosamente, al toparse con Lyn había tenido más fortuna que seguramente si se hubiera topado con Eltrant. Ella parecía resolver las cosas a otro modo.
Precisamente, en el interior del castillo, Sakoto ni siquiera fue rival para Eltrant Tale. El primer golpe no había ido bien, pero gracias a la ayuda de Mina y su taconazo en la cara, invitó al cuerpo de de Sakoto a desplazarse hacia el arma del exmercenario. Y ésta terminó clavándose en su cuerpo.
Con todo el revuelo montado, no tardó en aparecer Báthory y, tras ella, su séquito. La lujuriosa Margareth a la cabeza, junto a Alice, la recaudadora de impuestos. Eran las dos sirvientas que quedaban vivas. Pues la tercera, Rita, en realidad era el licántropo que había atacado a Lyn, y se encontraba medio adormecido.
-¡Mis hijas! ¡Mis pequeñas! – dijo cuando vio a Evelyn y Sakoto perecer. Acariciando su rostro. - ¿Qué les habéis hecho?
Báthory comenzó a llorar desconsoladamente por sus sirvientas. Como si hubiera perdido a alguien verdaderamente importante. Mientras tanto, las tres sirvientas, cada una a su manera, rodeaban a los susodichos, Eltrant Tale y Mina Harker. Lyn no estaba exactamente en esa estancia, sino fuera, pero podría incorporarse. Aunque como bien sabría ella misma, no podría golpear a ninguno de los presentes. No al menos con golpes físicos.
-Debí imaginar que no erais más que unos enviados por el populacho. Permitidme haceros una pregunta, ¿me odiáis por ser guapa? ¿por ser rica? ¿o simplemente por ser vampira? – preguntó. Mina quizás tuviese respuesta a eso, después de ver lo que habían hecho con el bueno de Colm. Y también lo del baño. – He visto los prejuicios a los que se nos ha sometido. Todos mis hermanos caídos en Lunargenta y perseguidos por cazadores durante años. – continuó en su crítica particular. – Yo siempre he vivido aquí. Condenada a estar maldita a manos de mis propios padres. Con la que se me impide abandonar estas malditas paredes para que “no haga daño” a inocentes. – reveló enfadada, lo que daba respuesta a la maldición que había sufrido la vampiresa. Desenfundando el elegante sable con el que había bajado las escaleras. - ¿Pero vosotros, sois inocentes? No creo, viendo lo que habéis hecho. No saldréis vivos de este castillo. ¡A por ellos, queridas!
* * * * * * * * * * * * * * *
Parte Eltrant y Mina: Ahora tenéis que dar lo mejor de vosotros. Como he tardado mucho en contestar, me auto-castigo con no maldeciros (a Lyn ya lo he hecho, recuerda que no puede atacar físicamente). Así que no tiréis runas este turno y luchad de la manera más épica que queráis.
Os enfrentáis a las últimas sirvientas y a la Condesa Báthory. Aunque, no os maldeciré, por coherencia lo lógico sería que Eltrant o Lyn se encargaran de Báthory.
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
El quejido que Báthory dejó escapar al ver los cuerpos inertes de sus sirvientas pilló a Eltrant por sorpresa.
Aquel lamento agónico que parecía surgir de lo más profundo de su ser no era el de una vampiresa autoritaria que tuviese esclavizado a todo un castillo, no era el de la “Condesa Sangrienta”. Como la propia vampiresa dijo entre sollozos mientras acariciaba el rostro de las fallecidas, a Eltrant se le antojó más como el llanto de una madre que ver a sus hijas sin vida frente a ella.
Frunció el ceño y asió a Olvido, instó a Mina a que se quedase justo a su lado, intentando anticiparse a cualquier movimiento por parte de las sirvientas que comenzaban a rodearle.
El dolor de la dueña del castillo no tardó en ser reemplazado por ira, ira que Eltrant sabía bastante bien que la vampiresa iba a trasladar a los asesinos de sus hijas y sirvientas.
Afianzó los pies en el lugar en el que estaba y, aun sujetando su espada frente a su cara, el castaño mantuvo su mirada en Báthory, sin moverse, permitió a esta exponer lo que, en aquel momento, le pasaba por la cabeza.
¿Odiarla por ser rica? ¿Por ser guapa?
Trató, inútilmente, de intuir que pasaba por la cabeza de la Condesa. Tensó la mandíbula, todo estaba yendo muy rápido, le habría gustado sacar a Mina de allí antes de ponerse a pelear con la que, indudablemente, era una vampiresa poderosa.
- Nos han atacado ellas an… -
No terminó de hablar, sabía que para empezar no iba a servir de gran cosa, pero le habría gustado, al menos, ganar tiempo.
La puerta principal de la mansión se abrió de par en par, con fuerza.
- ¡JÁ! – El sonido de la lluvia sustituyó al de las palabras de Báthory, el sonido de los relámpagos al suave tic-tac del solitario reloj de pared que descansaba en uno de los extremos del amplio recibidor. - ¿¡Que te odian por ser vampiresa?! - Una Lyn, completamente empapada y transportando con sombras tras de sí lo que parecía ser el cuerpo de una joven irrumpió en la habitación. - ¿¡Por ser rica!? – Dejando con delicadeza, el cuerpo de la desconocida junto a Eltrant, pasando cerca de Mina.
Todos se tensaron, las sirvientas se posicionaron de forma que pudiesen encarar, también, a la recién llegada.
- Lyn… -
No podía negar que se alegraba de verla, incluso aun cuando su cara estaba completamente oculta por el yelmo, solo con mirarle se podía notar que se alegraba de que la vampiresa estuviese bien.
Aunque la hubiesen maldecido de alguna forma que todavía no alcanzaban a entender.
- ¿No eres lo suficiente mayorcita como para entender que las cabezas clavadas en picas del muro tienen algo que ver con todo ese odio? – Preguntó la ojiazul, mirando con dureza a Báthory. - ¡No culpes a ser vampiresa de tus errores! – Gritó, señalándola. – ¡Vampiros como tú son parte del problema! – Bramó - ¡Tú eres parte del problema! – Pocas veces había visto a Lyn comportarse de aquel modo, actuar como una vampiresa de cien años. - ¡Parte de los prejuicios! ¡El motivo por el que nos persiguen cazadores a todos! – Gritó, cuando lo hizo, las sombras de la habitación titilaron con suavidad. – No eres más que una niña en un cuerpo adulto. - Sentenció acumulando sombras en sus manos.
– …todavía no entiendes qué eres. -
Aun cuando hasta hacía unos segundos habían estado a punto de comenzar a pelear, la irrupción de Lyn en la habitación había obligado a Báthory y a sus criadas a que aguardasen unos segundos antes de atacar y se replanteasen que hacer ahora que Lyn estaba allí.
Tiempo suficiente como para que Eltrant retrocediese un poco más.
Tenía que ganar un mínimo de distancia, volvió a tomar a Mina del brazo y tiró de ella. Algo le decía que Báthory, aun así, iba a ser capaz de recorrer la distancia que les separaba en apenas un par de pasos.
Tomó aire, temiendo que Báthory se lanzase contra ellos en cualquier momento. Afortunadamente, por algún motivo, aún no había atacado; la dama del castillo miraba con aparente curiosidad a Lyn.
Casi parecía divertida de que esta estuviese allí.
- Elt. – Lyn extrajo la daga eléctrica que le había encantado Asher de su vaina en la cintura y, por algún motivo, la dejó caer frente a los pies de Mina, momento en el que, tras volverse etérea fugazmente, el arma adquirió el aspecto que siempre había tenido. – Déjame a mí llevar la voz cantante en esto. – Le dijo – No quiero matarla, seguimos con tu plan. – Admitió momentos después, girándose de nuevo hacía la dueña del lugar. – Pero voy a necesitarte para reducirla. – Respirando hondo, Eltrant miró fijamente a Lyn durante unos instantes y, finalmente, asintió. - Mina, usa la daga del suelo para defenderte. – Indicó. – Y vete de la habitación en cuanto puedas, llévate a esa chica contigo. – Señaló con la cabeza a la mujer que, antes, había estado transformada en un licántropo.
Más silencio, más tensión.
La inesperada aparición de Lyn había tomado por sorpresa a Báthory, no obstante, las palabras de la ojiazul, al menos en apariencia, no habían hecho mella en la Condesa, quien tras unos instantes acariciando el filo de su propia espada sonrió amargamente tras lanzar un último vistazo a las sirvientas que yacían a sus pies.
- ¿Ya has acabado? –
El combate comenzó.
Báthory atravesó la habitación en lo que pareció un único movimiento, un solo salto.
Y atravesó a Lyn en lugar de cortarla en dos.
Báthory pareció confundida durante unos segundos, se giró sobre sí misma para ver a Lyn, cruzada de brazos, devolviéndole la mirada y, antes de que pudiese siquiera pedir una explicación a la etérea, Olvido le golpeó en mitad de la cara y la lanzó contra el mobiliario de la habitación.
- ¡Humano! – Recobrando el equilibro, Báthory apartó los restos del pequeño baúl en el que había aterrizado y, tras frotarse momentáneamente el lugar de su cara en el que el espadón de Eltrant había acertado, volvió a la carga.
Optando por preocuparse más tarde por Lyn, la vampiresa se centró en el hombre que se había atrevido a golpearla, mostrando en el proceso el por qué era la dama y señora de aquellas tierras.
El sable de Báthory se deslizó sobre la hoja de Olvido grácilmente, como si la estocada que Eltrant estaba realizando no tuviese inercia alguna, como si el mundo y el mismo tiempo se moviesen a una velocidad mucho más despacio de lo que lo hacía Erzébeth.
Viéndose incapaz de evitar ser herido en aquel ataque, Eltrant se centró, al menos, en minimizar el daño que iba a recibir. Pero era demasiado tarde, incluso cuando consiguió impedir que la hoja de la condesa le cortase el cuello, lo máximo que pudo hacer fue desviar la espada hacia arriba con su brazo izquierdo.
Musitando un par de insultos Eltrant se separó de la vampiresa, si bien no este llegó a perder la cabeza en el proceso, sí que perdió el yelmo. Báthory sonrió conforme al ver el rostro del humano y continuó encadenando golpes: ahora, simplemente, podía atravesarle el cráneo como si de un melón maduro se tratase.
- ¡Relájate un poco, Erzy! – Las sombras de la habitación comenzaron a bailar en torno a Báthory, a moverse como si se tratasen de ascuas de color negro.
Erzébeth, previendo lo que estaba a punto de suceder, volvió a alejarse de Eltrant, cercenó alguna de las enredaderas que había levantado Lyn que buscaban atarla y, contra todo pronóstico, tuvo el tiempo justo para interponer su acero entre su cuerpo y el un Eltrant que volvía a tomar la iniciativa y cargó contra ella.
- ¡Me subestimáis! – El sable de la vampiresa, más de exposición que preparado para combatir, entró entre las juntas de la armadura de Eltrant. - ¡Soy la dueña de estas tierras! – Gimiendo de dolor, apretando los dientes, Eltrant empujó a Báthory y retrocedió otra vez más. - ¡Vuestra única función es rendirme pleitesía, plebeyos! – Limpiando la sangre que bañaba su hoja con la palma de la mano, se dispuso a atacar de nuevo.
Pero las sombras de Lyn la detuvieron antes de que pudiese hacer nada, no demasiado tiempo, pero el suficiente como para que Eltrant pudiese poner varios metros de distancia más entre él y Báthory.
El castaño se llevó la mano hasta la herida, no sabía por qué, pero en ese momento, cuando sintió el dolor de la hoja de Báthory en su propio cuerpo, no pudo evitar pensar en Mina. Apenas tenía tiempo de preocuparse por sí mismo, no podía siquiera girarse a mirar que estaba siendo de la ilusionista.
Solo esperaba que le estuviese yendo bien.
- ¡Bien! – Dirigió su izquierdo puño izquierdo hacia el cuerpo de Báthory, quien seguía forcejeando con las sombras de la habitación que Lyn era capaz de controlar. - ¡Ahora no te muevas! - No se molestó siquiera por apuntar, su guantelete mágico dejó escapar un sonoro siseo seguido de la ya habitual nube de vapor blanquecino que indicaba su activación. [1] - ¡Esto casi no va a doler! -
A pesar de apenas poder moverse, Báthory seguía alardeando de sus sentidos vampíricos; tras cortar algunas de sus ataduras con sus manos desnudas, consiguió la suficiente movilidad como para evitar por poco el directo de Eltrant.
La pared que tenía la vampiresa directamente tras ella estalló en un centenar de pedazos, lanzando trozos de granito y madera en todas direcciones.
- ¡Maldita sea! – Eso fue lo único que alcanzó a decir Eltrant.
El sable de Báthory volvió a encontrar, irremediablemente, una abertura en la gruesa armadura del exmercenario. No le fue muy complicado el hacerlo, incluso sin los reflejos sobrehumanos de Báthory, Eltrant se había acercado tanto para golpearla que podía incluso sentir el aliento de la mujer.
- Me gusta lo que haces humano – Sonrió Báthory, girando el sable dentro de la herida. – Quizás me haga con otro mayordomo… - Eltrant apretó los dientes y, tras asegurarse de que la hoja de la vampiresa salía de su cuerpo, se separó de la dueña del castillo.
Odiaba pelear contra gente más rápida que él.
Lo cual solía ser, básicamente, siempre.
- ¡Virgo! – [2]
Un suave resplandor precedió a una figura que Eltrant conocía bien. La criada que podía convocar Lyn a voluntad había aparecido en mitad de la habitación en el mismo momento en el que Lyn giró la llave dorada que siempre colgaba de su cinturón.
Sin decir nada, la autodenominada “espíritu astral” de cabellos purpuras miró fríamente a todas y cada una de las personas de la habitación que no era capaz de reconocer.
- Señorita Lyn, amo Tale… – Desvió su mirada hacía Mina. – … Señorita… - dijo con educación, al comprender que la joven estaba del lado de Eltrant y Lyn. - ¿Necesitan ayuda? –
Al preguntar esto, el usual vestido de sirvienta que Virgo siempre portaba fue sustituido, gradualmente, desde los pies hasta la cabeza, por una pesada armadura de colores similares y, en apariencia, parecida a la de Eltrant.
No necesitó una afirmación por parte de la ojiazul, prácticamente de inmediato, sin previo aviso, Virgo atacó a Báthory con la cadena que rodeaba su brazo derecho en el mismo instante en el que el yelmo bicolor terminó de cubrir su rostro.
Los eslabones que constituían el arma de la sirvienta acorazada se alagaron por si solos, por arte de magia, y destrozaron todo el mobiliario que encontraron en su camino antes de acertar en mitad del pecho a Báthory.
- Me he tomado la libertad de decidir por mi cuenta, recibiré encantada un castigo apropiado por ello más tarde. -
Después de rodar varios metros, la Condesa volvió a ponerse de pie. Por su expresión estaba bastante claro que no tenía planeado perder en su propia casa.
Evitando las cadenas de Virgo, saltando sobre ellas cuando era preciso y deslizándose bajo las mismas cuando vio necesario, Báthory dejó que los abrumadores ataques de la sirvienta marcasen todo punto que tocaban sin preocuparse por el estado en el que iba a quedar su hogar, antes de, finalmente, alcanzar a la invocación.
Pero, desafortunadamente para la condesa, no era Virgo la única persona que estaba peleando en su contra, Eltrant estuvo a punto de golpearla por la espalda antes de que esta alcanzase al espíritu astral, no obstante, la mujer pareció intuir las acciones del castaño y se giró momentos antes de alcanzar su destino.
Una única mirada fue lo único que necesitó, los ojos de Erzébeth centellearon por unos breves instantes y todo el cuerpo del errante se paralizó por completo. Con la espada aun alzada, temblando con suavidad, luchando por reaccionar de algún modo, Eltrant se vio incapaz de moverse ni un centímetro, contemplando como el rostro de Báthory se contraía en una sonrisa arrogante y, como al mismo tiempo, dirigía su sable directamente al entrecejo del castaño.
Por cosas como aquellas, nunca, nunca, miraba directamente a los ojos de un vampiro.
Una nube de humo negruzco envolvió a Eltrant antes de que la espada alcanzase su objetivo, un súbito dolor se apoderó de todo su ser, cada centímetro de su cuerpo pareció arder por unos instantes.
A pesar de ello, seguía siendo preferible a que le atravesasen el cráneo con un sable.
Para cuando la nube desapareció Eltrant tenía el pelo de un penetrante color negro, sus ojos compartían el mismo color que los de su compañera y podía sentir la conciencia de Lyn dentro de su cabeza. [3]
También podía volver a moverse, el hecho de que hubiese parado el sable de Báthory y, por extensión, de que siguiera vivo, era la prueba de esto. Pateó a la vampiresa ayudándose por la fuerza extra que le otorgaba el tener a Lyn en su interior y la lanzó al otro extremo de la habitación
- ¡Virgo, ayuda a Mina! –
Instó a Olvido a ayudarle también, el viento de la hoja rodeó su cuerpo y lo hizo más ligero, más resistente… capaz de golpear con más fuerza. [4] Era evidente que iba necesitar toda la ayuda posible para contener a Báthory.
La condesa de Cotplice no era una mujer ordinaria, y no era solo porque fuese una vampiresa: apenas necesitó tiempo para predecir el alcance de la nueva fuerza de Eltrant, tras tirar su sable a un lado, convocó una larga lanza de sombras entre sus manos.
- ¡No eres la única que es capaz de controlar las sombras, Aesland! –
Olvido bloqueó la embestida de la lanza de Báthory, no se permitió retroceder, hizo acopio de todas sus fuerzas y obligó a que, por primera vez en la noche, fuese la vampiresa la que lo hacía.
No obstante, a pesar de parecer completamente sólida, la lanza de Erzébeth seguía siendo de sombras, esta se disolvió frente a Eltrant y le hizo perder el equilibrio, aplicar fuerza dónde no debía hacerlo.
Una copia del sable apareció entre las manos de la condesa de inmediato y, como ya había hecho tantas veces, buscó el pecho del castaño. La espada de sombras impactó en la coraza y la perforó con relativa facilidad, el chasquido metálico que esta soltó bastó para avisar a Eltrant del dolor que estaba a punto de llegar.
Afortunadamente, su brazo izquierdo se movió antes.
La mano que había usado para derribar la pared y parte de la puerta del comedor se cerró en torno al cuello de la mujer justo a tiempo para evitar que la espada le atravesase completamente el pecho.
- Se… se acabó… no te vas a escapar. Has… perdido. – Escupió la sangre que se acumulaba en su boca a un lado - …Ríndete – Luchó con todas sus fuerzas por mantener a la mujer y, por extensión, su espada lejos de su cuerpo.
No lo estaba consiguiendo totalmente.
- ¿Eso… crees… humano? – Báthory, por su parte, empujaba la empuñadura oscura con toda la fuerza que tenía en los brazos. - ¿¡De verdad… piensas… que eres el primero que entra aquí para matarme?! - Avanzaba milímetro a milímetro, sin prisa, pero sin pausa. - ¡Habéis matado a mis niñas! – Empujó aún más la espada oscura. - ¡Mi familia! - La ira de la condesa, perfectamente palpable en sus palabras, se tradujo inmediatamente en la fuerza sobrehumana con la que empujaba la hoja de sombras. - ¡NO VOY A RENDIRME! -
Dejando caer Olvido al suelo, Eltrant sujetó a Báthory por la muñeca, se aseguró de detenerla por el momento; Incluso con la fuerza extra de Lyn, incluso con la que le proporcionaba Olvido le estaba constando doblegarla.
- No… ha sido… - Los ojos de Eltrant adquirieron su color usual, también lo hizo el pelo.
Lyn se materializó al lado de la pareja, que continuaba forcejando y, sin decir nada, en el más absoluto de los silencios, ayudó a Eltrant a sujetar a Báthory usando la propia sombra de la condesa, anclándola al suelo, obligándola a arrodillarse.
- Mírate Erzébeth. – dijo Lyn. - ¿Es esto lo que eres? – La ojiazul indicó a Eltrant con un gesto que liberase el cuello de la vampiresa quien, en cuanto se sintió libre, extrajo la hoja oscura del cuerpo del castaño y comenzó a toser copiosamente. – ¡La admirable condesa de Cotplice! – dijo extendiendo ambos brazos, de forma teatral. – …la “sanguinaria” – Añadió a continuación en voz algo más baja, mirando a la vampiresa.
- ¡Matadme de una vez si lo vais a hacer! – Bramó en cuanto dejó de toser.
Eltrant que se había apoyado en el último mueble intacto de la habitación, recuperó a Olvido se preparó para lo peor, introdujo lo que le quedaba de capa en el agujero del pecho y observó la escena que tenía ante él sin decir nada.
- ¡Deja de jugar conmigo, Aesland! -
- Oh, cállate, Báthory. – Protestó Lyn aflojando ligeramente las sombras que la mantenían sujeta y bebiendo, justo después, de un frasco repleto de líquido rosa que portaba en el bolso que llevaba consigo. – Mi nombre es Lyanna, para empezar. – Expuso después, dejando que el líquido que acababa de ingerir le devolviese las fuerzas que, posiblemente, iba a necesitar. – Y no queremos matarte. – Agregó.
- Un error muy grande... Lyanna. – Masculló Báthory, tratando de liberarse aún con más ahínco.
- He dicho que no queremos. – Respondió Lyn, buscando a Mina desde dónde estaba con la mirada. – No que no vayamos a hacerlo si nos obligas. – Aseguró. – No te confundas. – Tensó aún más las enredaderas que sujetaban a la condesa para, inmediatamente después, volver a aflojarlas.
- ¿Entonces qué es lo que quieres? – Preguntó. - ¿Humillarme? - obviando la presencia de Eltrant en el lugar y mirando a su congénere. - ¿Quedarte con mis tierras? – Lyn dejó escapar una melodiosa carcajada al oír eso y jugueteó con las sombras que convocó entre sus dedos.
- ¿Yo? ¿Con un castillo? – Negó con la cabeza – …quiero que veas la realidad por lo que es, no por lo que has podido ver a través de los barrotes de tu prisión. – Entrecerró los ojos - Quiero salvarte… de ti misma, supongo. Por ridículo que suene... – Afirmó al final, Eltrant fue incapaz de descifrar el rostro de Báthory, por lo que seguía sin saber si la mujer esperaba o no aquella respuesta.
– Verás… Erzébeth. Voy a empezar por lo básico, algo que hasta alguien que clava picas en estacas puede entender. – Suspiró, continuó jugueteando con las sombras que convocaba entre sus manos – El mundo está lejos de estar lleno de inocentes… - Afirmó – De hecho, está lleno de personas que prejuzgan a los demás por ser… lo que son. - dijo sentándose junto a la mujer, destensando las ataduras que la mantenían firmemente sujeta al suelo. – Pero… aun así… - Se pensó detenidamente que decir, sacudió la cabeza y señaló a Eltrant - ¿Sabes que ha sido ese humano el primero que ha hablado de no matarte? De tratar de “salvarte” – El mencionado, sin saber muy bien que hacer, respondió alzando su mano derecha sin levantarse del mueble en el que estaba sentado.
Cerró los ojos, aguardó unos instantes en silencio.
- Lamento… de verdad, de todo corazón, todas las… - Miró los cadáveres de las sirvientas. - …muertes. - Aun estaban tiradas en el suelo a varios metros de dónde habían terminado la pelea, aquello parecía dolerle más a Báthory que todas las heridas que se había ganado. – Pero ahora sabes... por las malas, lo que duele perder a alguien que quieres de esa forma. – Afirmó, haciendo referencia a las cabezas cercenadas de las murallas, a todas las muertes que había causado en la región.
– Yo tuve suerte. – Estiró los brazos por encima de su cabeza. – Tuve alguien que me enseñó… - Se miró las manos, las cubrió con las sombras y sonrió. - … lo que soy de verdad antes de que pudiese… verme sola. – Eltrant conocía aquella sonrisa en particular, sabía en quien estaba pensando Lyn. – Y, además, también me enseñó las responsabilidades que vienen con eso. – Respiró profundamente. – Era tan… ¿Te suena el apellido Loren? – Jugueteó con su pelo antes de darse cuenta de que estaba perdiendo el hilo de la conversación, momento en el que se aclaró la garganta. – El caso es que no somos monstruos. – Aseguró. – No te comportes como uno. – Afirmó a continuación, con sencillez, levantándose de dónde estaba y liberando a la condesa, completamente, de sus ataduras.
Eltrant estuvo tentado de levantarse y preparar su espada. Pero, por el momento, no veía hostilidad en Báthory; seguía sentada en el mismo lugar en el que lo había estado, sin moverse salvo para mirar a Lyn.
- ¿Sabes en que situación te encuentras? – Preguntó mirando fijamente a la mujer. - ¿Eres consciente que podrías hacer por estas tierras si quisieras? – Agregó. - La gente no te odia por ser una vampiresa, Erzébeth. – dijo – Vale, puede que algunos sí. – Se encogió de hombros. – Pero idiotas hay en todas partes. – Volvió a suspirar. – Creo que entiendes lo que intento decirte. – Aseguró – La guerra… lo de Lunargenta, lo que pasa todas las noches ahí... – Miró a Eltrant y se mordió el labio inferior. – Nos va a afectar a todos de alguna forma. – dijo. – Es solo cuestión de tiempo. – Tras relajar la expresión, frunció el ceño y miró a Báthory. - Y si sigues así... tambien será culpa tuya -
Había tantas cosas por las que aquello podría salir mal. Báthory podía mentir, podría volver a las andadas en varios meses o, simplemente, optar por decidir que todo lo que había oído eran patrañas y volver a atacarles.
– Dame una respuesta condesa de Cotplice. – Sus ojos se iluminaron tenuemente, adquiriendo un suave color carmesí en el proceso. – ¿Qué decides? – Eltrant no sabía que pensar de lo que estaba viendo, aunque, si era completamente sincero consigo mismo, eso era le pasaba constantemente.
A pesar de esto, si se caracterizaba por algo es por que solía darle a los demás la ventaja de la duda, al menos podría dejarla hablar, ver en que acababa todo aquello.
- Para empezar… ¿Y si dejamos de pelear? – Lyn bostezó. - ¡Mina! ¿Estás por aquí? – Tomando la llave de su cinturón la giró en la dirección opuesta a la que lo había hecho antes, dando por finalizado el trabajo de Virgo en la mansión.
Resumen del tocho post por si algo no queda claro:
1 - Me pego con Báthory y la reduzco a duras penas. Lyn le da una charla motivacional (?)
2 - Lyn le presta a Mina su daga encantada y que deje la mansión por su seguridad, tambien se lleve a la muchacha dormida a un lugar seguro.
3 - Virgo ayuda a Mina a lidiar con las sirvientas si quiere, aunque lo va a hacer como Dobby, sin matar. Solo herir y noquear :'D
[1] Habilidad Eltrant Nivel 8: Seísmo.
[2] Uso objeto Master de Lyn: Llave de la doncella.
[3] Uso habilidad de Lyn de nivel 7: Simbiosis.
[4] Uso de la primera habilidad de Olvido: Resolución.
Aquel lamento agónico que parecía surgir de lo más profundo de su ser no era el de una vampiresa autoritaria que tuviese esclavizado a todo un castillo, no era el de la “Condesa Sangrienta”. Como la propia vampiresa dijo entre sollozos mientras acariciaba el rostro de las fallecidas, a Eltrant se le antojó más como el llanto de una madre que ver a sus hijas sin vida frente a ella.
Frunció el ceño y asió a Olvido, instó a Mina a que se quedase justo a su lado, intentando anticiparse a cualquier movimiento por parte de las sirvientas que comenzaban a rodearle.
El dolor de la dueña del castillo no tardó en ser reemplazado por ira, ira que Eltrant sabía bastante bien que la vampiresa iba a trasladar a los asesinos de sus hijas y sirvientas.
Afianzó los pies en el lugar en el que estaba y, aun sujetando su espada frente a su cara, el castaño mantuvo su mirada en Báthory, sin moverse, permitió a esta exponer lo que, en aquel momento, le pasaba por la cabeza.
¿Odiarla por ser rica? ¿Por ser guapa?
Trató, inútilmente, de intuir que pasaba por la cabeza de la Condesa. Tensó la mandíbula, todo estaba yendo muy rápido, le habría gustado sacar a Mina de allí antes de ponerse a pelear con la que, indudablemente, era una vampiresa poderosa.
- Nos han atacado ellas an… -
No terminó de hablar, sabía que para empezar no iba a servir de gran cosa, pero le habría gustado, al menos, ganar tiempo.
La puerta principal de la mansión se abrió de par en par, con fuerza.
- ¡JÁ! – El sonido de la lluvia sustituyó al de las palabras de Báthory, el sonido de los relámpagos al suave tic-tac del solitario reloj de pared que descansaba en uno de los extremos del amplio recibidor. - ¿¡Que te odian por ser vampiresa?! - Una Lyn, completamente empapada y transportando con sombras tras de sí lo que parecía ser el cuerpo de una joven irrumpió en la habitación. - ¿¡Por ser rica!? – Dejando con delicadeza, el cuerpo de la desconocida junto a Eltrant, pasando cerca de Mina.
Todos se tensaron, las sirvientas se posicionaron de forma que pudiesen encarar, también, a la recién llegada.
- Lyn… -
No podía negar que se alegraba de verla, incluso aun cuando su cara estaba completamente oculta por el yelmo, solo con mirarle se podía notar que se alegraba de que la vampiresa estuviese bien.
Aunque la hubiesen maldecido de alguna forma que todavía no alcanzaban a entender.
- ¿No eres lo suficiente mayorcita como para entender que las cabezas clavadas en picas del muro tienen algo que ver con todo ese odio? – Preguntó la ojiazul, mirando con dureza a Báthory. - ¡No culpes a ser vampiresa de tus errores! – Gritó, señalándola. – ¡Vampiros como tú son parte del problema! – Bramó - ¡Tú eres parte del problema! – Pocas veces había visto a Lyn comportarse de aquel modo, actuar como una vampiresa de cien años. - ¡Parte de los prejuicios! ¡El motivo por el que nos persiguen cazadores a todos! – Gritó, cuando lo hizo, las sombras de la habitación titilaron con suavidad. – No eres más que una niña en un cuerpo adulto. - Sentenció acumulando sombras en sus manos.
– …todavía no entiendes qué eres. -
Aun cuando hasta hacía unos segundos habían estado a punto de comenzar a pelear, la irrupción de Lyn en la habitación había obligado a Báthory y a sus criadas a que aguardasen unos segundos antes de atacar y se replanteasen que hacer ahora que Lyn estaba allí.
Tiempo suficiente como para que Eltrant retrocediese un poco más.
Tenía que ganar un mínimo de distancia, volvió a tomar a Mina del brazo y tiró de ella. Algo le decía que Báthory, aun así, iba a ser capaz de recorrer la distancia que les separaba en apenas un par de pasos.
Tomó aire, temiendo que Báthory se lanzase contra ellos en cualquier momento. Afortunadamente, por algún motivo, aún no había atacado; la dama del castillo miraba con aparente curiosidad a Lyn.
Casi parecía divertida de que esta estuviese allí.
- Elt. – Lyn extrajo la daga eléctrica que le había encantado Asher de su vaina en la cintura y, por algún motivo, la dejó caer frente a los pies de Mina, momento en el que, tras volverse etérea fugazmente, el arma adquirió el aspecto que siempre había tenido. – Déjame a mí llevar la voz cantante en esto. – Le dijo – No quiero matarla, seguimos con tu plan. – Admitió momentos después, girándose de nuevo hacía la dueña del lugar. – Pero voy a necesitarte para reducirla. – Respirando hondo, Eltrant miró fijamente a Lyn durante unos instantes y, finalmente, asintió. - Mina, usa la daga del suelo para defenderte. – Indicó. – Y vete de la habitación en cuanto puedas, llévate a esa chica contigo. – Señaló con la cabeza a la mujer que, antes, había estado transformada en un licántropo.
Más silencio, más tensión.
La inesperada aparición de Lyn había tomado por sorpresa a Báthory, no obstante, las palabras de la ojiazul, al menos en apariencia, no habían hecho mella en la Condesa, quien tras unos instantes acariciando el filo de su propia espada sonrió amargamente tras lanzar un último vistazo a las sirvientas que yacían a sus pies.
- ¿Ya has acabado? –
El combate comenzó.
Báthory atravesó la habitación en lo que pareció un único movimiento, un solo salto.
Y atravesó a Lyn en lugar de cortarla en dos.
Báthory pareció confundida durante unos segundos, se giró sobre sí misma para ver a Lyn, cruzada de brazos, devolviéndole la mirada y, antes de que pudiese siquiera pedir una explicación a la etérea, Olvido le golpeó en mitad de la cara y la lanzó contra el mobiliario de la habitación.
- ¡Humano! – Recobrando el equilibro, Báthory apartó los restos del pequeño baúl en el que había aterrizado y, tras frotarse momentáneamente el lugar de su cara en el que el espadón de Eltrant había acertado, volvió a la carga.
Optando por preocuparse más tarde por Lyn, la vampiresa se centró en el hombre que se había atrevido a golpearla, mostrando en el proceso el por qué era la dama y señora de aquellas tierras.
El sable de Báthory se deslizó sobre la hoja de Olvido grácilmente, como si la estocada que Eltrant estaba realizando no tuviese inercia alguna, como si el mundo y el mismo tiempo se moviesen a una velocidad mucho más despacio de lo que lo hacía Erzébeth.
Viéndose incapaz de evitar ser herido en aquel ataque, Eltrant se centró, al menos, en minimizar el daño que iba a recibir. Pero era demasiado tarde, incluso cuando consiguió impedir que la hoja de la condesa le cortase el cuello, lo máximo que pudo hacer fue desviar la espada hacia arriba con su brazo izquierdo.
Musitando un par de insultos Eltrant se separó de la vampiresa, si bien no este llegó a perder la cabeza en el proceso, sí que perdió el yelmo. Báthory sonrió conforme al ver el rostro del humano y continuó encadenando golpes: ahora, simplemente, podía atravesarle el cráneo como si de un melón maduro se tratase.
- ¡Relájate un poco, Erzy! – Las sombras de la habitación comenzaron a bailar en torno a Báthory, a moverse como si se tratasen de ascuas de color negro.
Erzébeth, previendo lo que estaba a punto de suceder, volvió a alejarse de Eltrant, cercenó alguna de las enredaderas que había levantado Lyn que buscaban atarla y, contra todo pronóstico, tuvo el tiempo justo para interponer su acero entre su cuerpo y el un Eltrant que volvía a tomar la iniciativa y cargó contra ella.
- ¡Me subestimáis! – El sable de la vampiresa, más de exposición que preparado para combatir, entró entre las juntas de la armadura de Eltrant. - ¡Soy la dueña de estas tierras! – Gimiendo de dolor, apretando los dientes, Eltrant empujó a Báthory y retrocedió otra vez más. - ¡Vuestra única función es rendirme pleitesía, plebeyos! – Limpiando la sangre que bañaba su hoja con la palma de la mano, se dispuso a atacar de nuevo.
Pero las sombras de Lyn la detuvieron antes de que pudiese hacer nada, no demasiado tiempo, pero el suficiente como para que Eltrant pudiese poner varios metros de distancia más entre él y Báthory.
El castaño se llevó la mano hasta la herida, no sabía por qué, pero en ese momento, cuando sintió el dolor de la hoja de Báthory en su propio cuerpo, no pudo evitar pensar en Mina. Apenas tenía tiempo de preocuparse por sí mismo, no podía siquiera girarse a mirar que estaba siendo de la ilusionista.
Solo esperaba que le estuviese yendo bien.
- ¡Bien! – Dirigió su izquierdo puño izquierdo hacia el cuerpo de Báthory, quien seguía forcejeando con las sombras de la habitación que Lyn era capaz de controlar. - ¡Ahora no te muevas! - No se molestó siquiera por apuntar, su guantelete mágico dejó escapar un sonoro siseo seguido de la ya habitual nube de vapor blanquecino que indicaba su activación. [1] - ¡Esto casi no va a doler! -
A pesar de apenas poder moverse, Báthory seguía alardeando de sus sentidos vampíricos; tras cortar algunas de sus ataduras con sus manos desnudas, consiguió la suficiente movilidad como para evitar por poco el directo de Eltrant.
La pared que tenía la vampiresa directamente tras ella estalló en un centenar de pedazos, lanzando trozos de granito y madera en todas direcciones.
- ¡Maldita sea! – Eso fue lo único que alcanzó a decir Eltrant.
El sable de Báthory volvió a encontrar, irremediablemente, una abertura en la gruesa armadura del exmercenario. No le fue muy complicado el hacerlo, incluso sin los reflejos sobrehumanos de Báthory, Eltrant se había acercado tanto para golpearla que podía incluso sentir el aliento de la mujer.
- Me gusta lo que haces humano – Sonrió Báthory, girando el sable dentro de la herida. – Quizás me haga con otro mayordomo… - Eltrant apretó los dientes y, tras asegurarse de que la hoja de la vampiresa salía de su cuerpo, se separó de la dueña del castillo.
Odiaba pelear contra gente más rápida que él.
Lo cual solía ser, básicamente, siempre.
- ¡Virgo! – [2]
Un suave resplandor precedió a una figura que Eltrant conocía bien. La criada que podía convocar Lyn a voluntad había aparecido en mitad de la habitación en el mismo momento en el que Lyn giró la llave dorada que siempre colgaba de su cinturón.
Sin decir nada, la autodenominada “espíritu astral” de cabellos purpuras miró fríamente a todas y cada una de las personas de la habitación que no era capaz de reconocer.
- Señorita Lyn, amo Tale… – Desvió su mirada hacía Mina. – … Señorita… - dijo con educación, al comprender que la joven estaba del lado de Eltrant y Lyn. - ¿Necesitan ayuda? –
Al preguntar esto, el usual vestido de sirvienta que Virgo siempre portaba fue sustituido, gradualmente, desde los pies hasta la cabeza, por una pesada armadura de colores similares y, en apariencia, parecida a la de Eltrant.
No necesitó una afirmación por parte de la ojiazul, prácticamente de inmediato, sin previo aviso, Virgo atacó a Báthory con la cadena que rodeaba su brazo derecho en el mismo instante en el que el yelmo bicolor terminó de cubrir su rostro.
Los eslabones que constituían el arma de la sirvienta acorazada se alagaron por si solos, por arte de magia, y destrozaron todo el mobiliario que encontraron en su camino antes de acertar en mitad del pecho a Báthory.
- Me he tomado la libertad de decidir por mi cuenta, recibiré encantada un castigo apropiado por ello más tarde. -
Después de rodar varios metros, la Condesa volvió a ponerse de pie. Por su expresión estaba bastante claro que no tenía planeado perder en su propia casa.
Evitando las cadenas de Virgo, saltando sobre ellas cuando era preciso y deslizándose bajo las mismas cuando vio necesario, Báthory dejó que los abrumadores ataques de la sirvienta marcasen todo punto que tocaban sin preocuparse por el estado en el que iba a quedar su hogar, antes de, finalmente, alcanzar a la invocación.
Pero, desafortunadamente para la condesa, no era Virgo la única persona que estaba peleando en su contra, Eltrant estuvo a punto de golpearla por la espalda antes de que esta alcanzase al espíritu astral, no obstante, la mujer pareció intuir las acciones del castaño y se giró momentos antes de alcanzar su destino.
Una única mirada fue lo único que necesitó, los ojos de Erzébeth centellearon por unos breves instantes y todo el cuerpo del errante se paralizó por completo. Con la espada aun alzada, temblando con suavidad, luchando por reaccionar de algún modo, Eltrant se vio incapaz de moverse ni un centímetro, contemplando como el rostro de Báthory se contraía en una sonrisa arrogante y, como al mismo tiempo, dirigía su sable directamente al entrecejo del castaño.
Por cosas como aquellas, nunca, nunca, miraba directamente a los ojos de un vampiro.
Una nube de humo negruzco envolvió a Eltrant antes de que la espada alcanzase su objetivo, un súbito dolor se apoderó de todo su ser, cada centímetro de su cuerpo pareció arder por unos instantes.
A pesar de ello, seguía siendo preferible a que le atravesasen el cráneo con un sable.
Para cuando la nube desapareció Eltrant tenía el pelo de un penetrante color negro, sus ojos compartían el mismo color que los de su compañera y podía sentir la conciencia de Lyn dentro de su cabeza. [3]
“¡Déjame tu cuerpo!”
También podía volver a moverse, el hecho de que hubiese parado el sable de Báthory y, por extensión, de que siguiera vivo, era la prueba de esto. Pateó a la vampiresa ayudándose por la fuerza extra que le otorgaba el tener a Lyn en su interior y la lanzó al otro extremo de la habitación
- ¡Virgo, ayuda a Mina! –
Instó a Olvido a ayudarle también, el viento de la hoja rodeó su cuerpo y lo hizo más ligero, más resistente… capaz de golpear con más fuerza. [4] Era evidente que iba necesitar toda la ayuda posible para contener a Báthory.
“¡Ya sabes cómo funciona esto, Elt!”
La condesa de Cotplice no era una mujer ordinaria, y no era solo porque fuese una vampiresa: apenas necesitó tiempo para predecir el alcance de la nueva fuerza de Eltrant, tras tirar su sable a un lado, convocó una larga lanza de sombras entre sus manos.
- ¡No eres la única que es capaz de controlar las sombras, Aesland! –
Olvido bloqueó la embestida de la lanza de Báthory, no se permitió retroceder, hizo acopio de todas sus fuerzas y obligó a que, por primera vez en la noche, fuese la vampiresa la que lo hacía.
“No la mates, Elt. Cóntente.”
No obstante, a pesar de parecer completamente sólida, la lanza de Erzébeth seguía siendo de sombras, esta se disolvió frente a Eltrant y le hizo perder el equilibrio, aplicar fuerza dónde no debía hacerlo.
“Tenías razón, ella es casi tan víctima de todo esto como los demás”
Una copia del sable apareció entre las manos de la condesa de inmediato y, como ya había hecho tantas veces, buscó el pecho del castaño. La espada de sombras impactó en la coraza y la perforó con relativa facilidad, el chasquido metálico que esta soltó bastó para avisar a Eltrant del dolor que estaba a punto de llegar.
“¿Cómo va a saber lo que es el exterior, si ha vivido toda su vida en una prisión?”
Afortunadamente, su brazo izquierdo se movió antes.
La mano que había usado para derribar la pared y parte de la puerta del comedor se cerró en torno al cuello de la mujer justo a tiempo para evitar que la espada le atravesase completamente el pecho.
- Se… se acabó… no te vas a escapar. Has… perdido. – Escupió la sangre que se acumulaba en su boca a un lado - …Ríndete – Luchó con todas sus fuerzas por mantener a la mujer y, por extensión, su espada lejos de su cuerpo.
No lo estaba consiguiendo totalmente.
- ¿Eso… crees… humano? – Báthory, por su parte, empujaba la empuñadura oscura con toda la fuerza que tenía en los brazos. - ¿¡De verdad… piensas… que eres el primero que entra aquí para matarme?! - Avanzaba milímetro a milímetro, sin prisa, pero sin pausa. - ¡Habéis matado a mis niñas! – Empujó aún más la espada oscura. - ¡Mi familia! - La ira de la condesa, perfectamente palpable en sus palabras, se tradujo inmediatamente en la fuerza sobrehumana con la que empujaba la hoja de sombras. - ¡NO VOY A RENDIRME! -
Dejando caer Olvido al suelo, Eltrant sujetó a Báthory por la muñeca, se aseguró de detenerla por el momento; Incluso con la fuerza extra de Lyn, incluso con la que le proporcionaba Olvido le estaba constando doblegarla.
- No… ha sido… - Los ojos de Eltrant adquirieron su color usual, también lo hizo el pelo.
Lyn se materializó al lado de la pareja, que continuaba forcejando y, sin decir nada, en el más absoluto de los silencios, ayudó a Eltrant a sujetar a Báthory usando la propia sombra de la condesa, anclándola al suelo, obligándola a arrodillarse.
- Mírate Erzébeth. – dijo Lyn. - ¿Es esto lo que eres? – La ojiazul indicó a Eltrant con un gesto que liberase el cuello de la vampiresa quien, en cuanto se sintió libre, extrajo la hoja oscura del cuerpo del castaño y comenzó a toser copiosamente. – ¡La admirable condesa de Cotplice! – dijo extendiendo ambos brazos, de forma teatral. – …la “sanguinaria” – Añadió a continuación en voz algo más baja, mirando a la vampiresa.
- ¡Matadme de una vez si lo vais a hacer! – Bramó en cuanto dejó de toser.
Eltrant que se había apoyado en el último mueble intacto de la habitación, recuperó a Olvido se preparó para lo peor, introdujo lo que le quedaba de capa en el agujero del pecho y observó la escena que tenía ante él sin decir nada.
- ¡Deja de jugar conmigo, Aesland! -
- Oh, cállate, Báthory. – Protestó Lyn aflojando ligeramente las sombras que la mantenían sujeta y bebiendo, justo después, de un frasco repleto de líquido rosa que portaba en el bolso que llevaba consigo. – Mi nombre es Lyanna, para empezar. – Expuso después, dejando que el líquido que acababa de ingerir le devolviese las fuerzas que, posiblemente, iba a necesitar. – Y no queremos matarte. – Agregó.
- Un error muy grande... Lyanna. – Masculló Báthory, tratando de liberarse aún con más ahínco.
- He dicho que no queremos. – Respondió Lyn, buscando a Mina desde dónde estaba con la mirada. – No que no vayamos a hacerlo si nos obligas. – Aseguró. – No te confundas. – Tensó aún más las enredaderas que sujetaban a la condesa para, inmediatamente después, volver a aflojarlas.
- ¿Entonces qué es lo que quieres? – Preguntó. - ¿Humillarme? - obviando la presencia de Eltrant en el lugar y mirando a su congénere. - ¿Quedarte con mis tierras? – Lyn dejó escapar una melodiosa carcajada al oír eso y jugueteó con las sombras que convocó entre sus dedos.
- ¿Yo? ¿Con un castillo? – Negó con la cabeza – …quiero que veas la realidad por lo que es, no por lo que has podido ver a través de los barrotes de tu prisión. – Entrecerró los ojos - Quiero salvarte… de ti misma, supongo. Por ridículo que suene... – Afirmó al final, Eltrant fue incapaz de descifrar el rostro de Báthory, por lo que seguía sin saber si la mujer esperaba o no aquella respuesta.
– Verás… Erzébeth. Voy a empezar por lo básico, algo que hasta alguien que clava picas en estacas puede entender. – Suspiró, continuó jugueteando con las sombras que convocaba entre sus manos – El mundo está lejos de estar lleno de inocentes… - Afirmó – De hecho, está lleno de personas que prejuzgan a los demás por ser… lo que son. - dijo sentándose junto a la mujer, destensando las ataduras que la mantenían firmemente sujeta al suelo. – Pero… aun así… - Se pensó detenidamente que decir, sacudió la cabeza y señaló a Eltrant - ¿Sabes que ha sido ese humano el primero que ha hablado de no matarte? De tratar de “salvarte” – El mencionado, sin saber muy bien que hacer, respondió alzando su mano derecha sin levantarse del mueble en el que estaba sentado.
Cerró los ojos, aguardó unos instantes en silencio.
- Lamento… de verdad, de todo corazón, todas las… - Miró los cadáveres de las sirvientas. - …muertes. - Aun estaban tiradas en el suelo a varios metros de dónde habían terminado la pelea, aquello parecía dolerle más a Báthory que todas las heridas que se había ganado. – Pero ahora sabes... por las malas, lo que duele perder a alguien que quieres de esa forma. – Afirmó, haciendo referencia a las cabezas cercenadas de las murallas, a todas las muertes que había causado en la región.
– Yo tuve suerte. – Estiró los brazos por encima de su cabeza. – Tuve alguien que me enseñó… - Se miró las manos, las cubrió con las sombras y sonrió. - … lo que soy de verdad antes de que pudiese… verme sola. – Eltrant conocía aquella sonrisa en particular, sabía en quien estaba pensando Lyn. – Y, además, también me enseñó las responsabilidades que vienen con eso. – Respiró profundamente. – Era tan… ¿Te suena el apellido Loren? – Jugueteó con su pelo antes de darse cuenta de que estaba perdiendo el hilo de la conversación, momento en el que se aclaró la garganta. – El caso es que no somos monstruos. – Aseguró. – No te comportes como uno. – Afirmó a continuación, con sencillez, levantándose de dónde estaba y liberando a la condesa, completamente, de sus ataduras.
Eltrant estuvo tentado de levantarse y preparar su espada. Pero, por el momento, no veía hostilidad en Báthory; seguía sentada en el mismo lugar en el que lo había estado, sin moverse salvo para mirar a Lyn.
- ¿Sabes en que situación te encuentras? – Preguntó mirando fijamente a la mujer. - ¿Eres consciente que podrías hacer por estas tierras si quisieras? – Agregó. - La gente no te odia por ser una vampiresa, Erzébeth. – dijo – Vale, puede que algunos sí. – Se encogió de hombros. – Pero idiotas hay en todas partes. – Volvió a suspirar. – Creo que entiendes lo que intento decirte. – Aseguró – La guerra… lo de Lunargenta, lo que pasa todas las noches ahí... – Miró a Eltrant y se mordió el labio inferior. – Nos va a afectar a todos de alguna forma. – dijo. – Es solo cuestión de tiempo. – Tras relajar la expresión, frunció el ceño y miró a Báthory. - Y si sigues así... tambien será culpa tuya -
Había tantas cosas por las que aquello podría salir mal. Báthory podía mentir, podría volver a las andadas en varios meses o, simplemente, optar por decidir que todo lo que había oído eran patrañas y volver a atacarles.
– Dame una respuesta condesa de Cotplice. – Sus ojos se iluminaron tenuemente, adquiriendo un suave color carmesí en el proceso. – ¿Qué decides? – Eltrant no sabía que pensar de lo que estaba viendo, aunque, si era completamente sincero consigo mismo, eso era le pasaba constantemente.
A pesar de esto, si se caracterizaba por algo es por que solía darle a los demás la ventaja de la duda, al menos podría dejarla hablar, ver en que acababa todo aquello.
- Para empezar… ¿Y si dejamos de pelear? – Lyn bostezó. - ¡Mina! ¿Estás por aquí? – Tomando la llave de su cinturón la giró en la dirección opuesta a la que lo había hecho antes, dando por finalizado el trabajo de Virgo en la mansión.
_________________________________________________________________
Resumen del tocho post por si algo no queda claro:
1 - Me pego con Báthory y la reduzco a duras penas. Lyn le da una charla motivacional (?)
2 - Lyn le presta a Mina su daga encantada y que deje la mansión por su seguridad, tambien se lleve a la muchacha dormida a un lugar seguro.
3 - Virgo ayuda a Mina a lidiar con las sirvientas si quiere, aunque lo va a hacer como Dobby, sin matar. Solo herir y noquear :'D
[1] Habilidad Eltrant Nivel 8: Seísmo.
[2] Uso objeto Master de Lyn: Llave de la doncella.
[3] Uso habilidad de Lyn de nivel 7: Simbiosis.
[4] Uso de la primera habilidad de Olvido: Resolución.
Eltrant Tale
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
La emoción que embargó a Mina al ver caer el cuerpo de Sakoto fue exactamente la misma intensidad de la tristeza que sintió la Condesa al ver su cuerpo desplomarse sin vida. El grito de insensata alegría de la bruja lo opacó el de hondo dolor de la Bathory, quién chilló como lo haría una madre al ver a las dos mujeres en el suelo, rodeadas de su sangre que brotaba parsimoniosa.
-¡SE MURIÓ! ¡LA MATAMOS! ¡MATAMOS A LA MALDITA COCINERA!- canturreaba dichosa Mina dando saltitos junto a Eltrant, ignorando por completo la dolorosa y triste escena que protagonizaba la dueña del castillo de donde posiblemente no saldrían vivos. Pero bueno, la ilusionista solía disfrutar el lado bueno de la vida.
Omitía el que las vampiresas que quedaban con vida los habían rodeado y los miraban con profundo odio, de hecho, podían verse chispas salir de los ojos de cada una de ellas. Mientras tanto, la Condesa se mandó un discurso tan superficial y vacío como el alma de Sakoto -¿Populacho? Querida, pero qué dices... lo que soy yo, no te odio, déjame corregirte. Lo que hagas en tu castillito es cosa tuya, yo vine por un collarin que tienes escondido entre tus alhajas, pero a decir verdad, no vale la pena tanto esfuerzo- respondió, reaccionando lentamente a la intimidante posición de las mujeres que la rodeaban y escondiéndose tras Eltrant.
-Mira, linda, más bien déjanos salir tranquilos, mira lo que le ha pasado a tus criaduchas, se han atrevido a meterse en nuestro camino y han terminado así, aún más muertas ¿quieres seguir disfrutando de tu estilo de vida? Déjanos salir y todos tranquilos, total, te puedes conseguir otra cocinera, que echar cuerpos en una olla cualquiera lo hace- se atrevió a añadir, ella tan oportuna. Pero bueno, al parecer aquello no le cayó bien a la señora del castillo, pues lo que hizo fue tirarles la jauría encima.
Gracias a los dioses Lyn llegó justo a tiempo y le pasó una daga -¿Y yo qué hago con esto?- alcanzó a decir, agachándose para recogerla, pero la pregunta quedó ahí, en el aire, mientras sus nuevos mejores amigos y una chica que invocaron comenzaron a pelear como si hubiesen nacido haciéndolo. No solo le había dejado una daguita toda enquencle, también le dejó la misión de irse y llevarse a Rita, la dulce jardinera pelirroja -¿Que me la lleve? Pero es que yo soy burro de carga o qué, !Esta yegua es diez veces más grande que yo!- le gritó a Lyn, pero estaba muy ocupada peleando como para escucharla.
Eltrant y Lyn se estaban encargando de la Condesa, lo que dejó libres a las otras dos sirvientas, a Margareth y a Alice. -Muy bonito- masculló Mina, poniéndose delante de Rita y adoptando una posición de pelea. -Emereth... qué gran tristeza- dijo Margareth con su voz aterciopelada -Yo me había hecho ilusiones contigo- confesó -Ha sido una gran, gran pena el ver tus verdaderas intenciones, Emereth, has venido a asesinarnos- acusó la vampiresa gimoteando y lanzando un zarpazo hacia la cara de la ilusionista.
Alice no hizo ninguna acusación, ni dirigió una sola palabra a la bruja, no lo merecía. Su corazón dolía profundamente, como si una lanza le hubiesen clavado en el pecho, arrancándole el corazón. Simplemente se tiró encima de Mina, furiosa. La ilusionista se preparó para recibir el golpe, pero una cadena interceptó a la vampiresa. El sirviente que Lyn había invocado intervino en la pelea -Señorita, soy Virgo y estoy a sus órdenes- se presentó, con la formalidad de un sirviente de altas casas. No encajaba con la pareja que peleaba a pocos metros de ella. -Encárgate de estas mientras yo salgo de aquí- ordenó sin dar más rodeos, agarrando a Rita por los tobillos.
Con un ademán, hizo la ilusión de otra Mina, una con ojos turnios pero lo suficientemente realista como para distraer a cualquiera y apoyar a Virgo. Esta Mina saltarina y molesta fue derechito a los brazos de la vampiresa lujuriosa, como atraída por un imán. Reía y saltaba a su alrededor, haciendo mofas, esquivando golpes, distrayendo a Margareth e impidiéndole atacar a la original. Virgo por su lado enfrentaba estoica a Alice, aquella era una pelea verdadera, un par de guerreras dignas de admirar.
¿Y Mina? Usaba toda la dignidad que aún le quedaba para arrastrar el pesado cuerpo de Rita hacia la puerta y fuera del castillo.
-¡SE MURIÓ! ¡LA MATAMOS! ¡MATAMOS A LA MALDITA COCINERA!- canturreaba dichosa Mina dando saltitos junto a Eltrant, ignorando por completo la dolorosa y triste escena que protagonizaba la dueña del castillo de donde posiblemente no saldrían vivos. Pero bueno, la ilusionista solía disfrutar el lado bueno de la vida.
Omitía el que las vampiresas que quedaban con vida los habían rodeado y los miraban con profundo odio, de hecho, podían verse chispas salir de los ojos de cada una de ellas. Mientras tanto, la Condesa se mandó un discurso tan superficial y vacío como el alma de Sakoto -¿Populacho? Querida, pero qué dices... lo que soy yo, no te odio, déjame corregirte. Lo que hagas en tu castillito es cosa tuya, yo vine por un collarin que tienes escondido entre tus alhajas, pero a decir verdad, no vale la pena tanto esfuerzo- respondió, reaccionando lentamente a la intimidante posición de las mujeres que la rodeaban y escondiéndose tras Eltrant.
-Mira, linda, más bien déjanos salir tranquilos, mira lo que le ha pasado a tus criaduchas, se han atrevido a meterse en nuestro camino y han terminado así, aún más muertas ¿quieres seguir disfrutando de tu estilo de vida? Déjanos salir y todos tranquilos, total, te puedes conseguir otra cocinera, que echar cuerpos en una olla cualquiera lo hace- se atrevió a añadir, ella tan oportuna. Pero bueno, al parecer aquello no le cayó bien a la señora del castillo, pues lo que hizo fue tirarles la jauría encima.
Gracias a los dioses Lyn llegó justo a tiempo y le pasó una daga -¿Y yo qué hago con esto?- alcanzó a decir, agachándose para recogerla, pero la pregunta quedó ahí, en el aire, mientras sus nuevos mejores amigos y una chica que invocaron comenzaron a pelear como si hubiesen nacido haciéndolo. No solo le había dejado una daguita toda enquencle, también le dejó la misión de irse y llevarse a Rita, la dulce jardinera pelirroja -¿Que me la lleve? Pero es que yo soy burro de carga o qué, !Esta yegua es diez veces más grande que yo!- le gritó a Lyn, pero estaba muy ocupada peleando como para escucharla.
Eltrant y Lyn se estaban encargando de la Condesa, lo que dejó libres a las otras dos sirvientas, a Margareth y a Alice. -Muy bonito- masculló Mina, poniéndose delante de Rita y adoptando una posición de pelea. -Emereth... qué gran tristeza- dijo Margareth con su voz aterciopelada -Yo me había hecho ilusiones contigo- confesó -Ha sido una gran, gran pena el ver tus verdaderas intenciones, Emereth, has venido a asesinarnos- acusó la vampiresa gimoteando y lanzando un zarpazo hacia la cara de la ilusionista.
Alice no hizo ninguna acusación, ni dirigió una sola palabra a la bruja, no lo merecía. Su corazón dolía profundamente, como si una lanza le hubiesen clavado en el pecho, arrancándole el corazón. Simplemente se tiró encima de Mina, furiosa. La ilusionista se preparó para recibir el golpe, pero una cadena interceptó a la vampiresa. El sirviente que Lyn había invocado intervino en la pelea -Señorita, soy Virgo y estoy a sus órdenes- se presentó, con la formalidad de un sirviente de altas casas. No encajaba con la pareja que peleaba a pocos metros de ella. -Encárgate de estas mientras yo salgo de aquí- ordenó sin dar más rodeos, agarrando a Rita por los tobillos.
Con un ademán, hizo la ilusión de otra Mina, una con ojos turnios pero lo suficientemente realista como para distraer a cualquiera y apoyar a Virgo. Esta Mina saltarina y molesta fue derechito a los brazos de la vampiresa lujuriosa, como atraída por un imán. Reía y saltaba a su alrededor, haciendo mofas, esquivando golpes, distrayendo a Margareth e impidiéndole atacar a la original. Virgo por su lado enfrentaba estoica a Alice, aquella era una pelea verdadera, un par de guerreras dignas de admirar.
¿Y Mina? Usaba toda la dignidad que aún le quedaba para arrastrar el pesado cuerpo de Rita hacia la puerta y fuera del castillo.
Mina Harker
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
Estaba derrotada.
Mirando al suelo, la condesa de Cotplice, Erzébeth Báthory sopesó todas y cada una de las palabras que el humano y la vampiresa le habían dirigido. ¿Acaso podría ser ella de otra manera? Tales ideas resultaban desconcertantes, como si le pidieran que cortase su propia mano para coserle la de alguien diferente, exhortándola a que aprendiese a vivir con ella. Esos intrusos habían violado su castillo, habían asesinado a su servicio, y ahora le estaban obligando a recapacitar sobre su propia manera de vivir. ¡Cuánta arrogancia! Los miró con un odio difícil de describir. Ellos podían abandonar sus tierras, pese a todo lo que habían hecho. Ella no. Eran incapaces de entender todo cuanto había pasado. Esos aldeanos no eran importantes, ninguno de los habitantes de cuanto ella gobernaba.
Pero entonces recordó vivamente todos sus años rodeada de lujo y poder sí, y sin embargo, reducida a conocer el exterior por medio de sus adláteres y los desdichados que terminaban trabajando para ella. Tanto por hacer que nunca había llevado a cabo. Un mundo conocido solo por libros, mapas y un sadismo que olía a terror decenas de leguas a la redonda. Y ahora pretendían quitarle incluso eso.
Observó tanto al humano como a la vampiresa, sin poder pese a todo evitar que la curiosidad se colase entre las llamas de su ira. La habían perdonado, y eso no dejaba de resultar desconcertante. Si las tornas hubiesen sido las opuestas, no cabía duda que sus cabezas adornarían hasta pudrirse el portón principal de su castillo. ¿De veras existía gente tan extraña? ¿Criaturas que esperaban poder cambiar a los demás por su… piedad? ¿Por su… comprensión?
Erzébeth se puso en pie, magullada y con aspecto inseguro, como si esperase ser atacada de un momento a otro en cuanto bajase la guardia. No estaba segura de qué pensar, o eso se reflejaba en su semblante, hermoso y extrañado.
-Te he escuchado- musitó a Lyanna. Bajó la vista al suelo, paseándola lentamente por las víctimas que habían provocado en su servicio- Me has dado asuntos en los que pensar.
Su voz se apagó durante dos largos minutos en lo que sólo sus zapatos se escuchaban con elocuente lentitud. Parecía dudar, hablar consigo misma. Margareth y Alice continuaban su batalla fuera de la estancia contra la invocación que sus atacantes habían llamado a combatir a su lado. Sus trucos no terminaban nunca. Las cartas no le favorecían, y podían perder aún más de lo que ya lo había hecho. Las palabras de la aspirante a sierva, la traidora, le hicieron torcer el gesto, molesta por las bravatas de una niña a la que podría romperle el cuello con el índice y el pulgar. ¿Cuál era la decisión correcta?
No veía futuro arriesgando el todo por el todo. Tragó como si por su garganta manase sangre podrida, justo antes de volver a prestar atención a las palabras de la extraña. Un collar… tal vez ahí se encontraba la clave a fin de recolocar cuanto se había partido.
Llamó con autoridad a sus criadas, quienes dejaron de pelear al instante, para colocarse a su lado. Acostumbrada a los usos aristocráticos, la condesa esperó, volviendo a guardar una distancia prudencial con aquellos que habían entrado sin permiso en sus dominios.
-Por cuanto habéis expresado, deduzco que sois de quienes guardan la palabra empeñada. Por ello, os prometo enmendar mi comportamiento, a condición que nunca volváis a poner un pie en las tierras que me pertenecen- miró sin calidez alguna a Eltrant así como a Lyanna- No tomaré represalia alguna, e incluso, como prueba de buena fe- daré a la muchacha la oportunidad de ganarse aquello que ha venido a buscar. Ya habéis probado vuestro poder, no conseguiría nada provocándoos llevándola a una trampa- comentó no sin ira- Si es capaz por sí misma de resolver el acertijo de mi biblioteca, se irá de aquí con lo que ansía. De lo contrario, se irá viva, pero sin la joya.
Mirando al suelo, la condesa de Cotplice, Erzébeth Báthory sopesó todas y cada una de las palabras que el humano y la vampiresa le habían dirigido. ¿Acaso podría ser ella de otra manera? Tales ideas resultaban desconcertantes, como si le pidieran que cortase su propia mano para coserle la de alguien diferente, exhortándola a que aprendiese a vivir con ella. Esos intrusos habían violado su castillo, habían asesinado a su servicio, y ahora le estaban obligando a recapacitar sobre su propia manera de vivir. ¡Cuánta arrogancia! Los miró con un odio difícil de describir. Ellos podían abandonar sus tierras, pese a todo lo que habían hecho. Ella no. Eran incapaces de entender todo cuanto había pasado. Esos aldeanos no eran importantes, ninguno de los habitantes de cuanto ella gobernaba.
Pero entonces recordó vivamente todos sus años rodeada de lujo y poder sí, y sin embargo, reducida a conocer el exterior por medio de sus adláteres y los desdichados que terminaban trabajando para ella. Tanto por hacer que nunca había llevado a cabo. Un mundo conocido solo por libros, mapas y un sadismo que olía a terror decenas de leguas a la redonda. Y ahora pretendían quitarle incluso eso.
Observó tanto al humano como a la vampiresa, sin poder pese a todo evitar que la curiosidad se colase entre las llamas de su ira. La habían perdonado, y eso no dejaba de resultar desconcertante. Si las tornas hubiesen sido las opuestas, no cabía duda que sus cabezas adornarían hasta pudrirse el portón principal de su castillo. ¿De veras existía gente tan extraña? ¿Criaturas que esperaban poder cambiar a los demás por su… piedad? ¿Por su… comprensión?
Erzébeth se puso en pie, magullada y con aspecto inseguro, como si esperase ser atacada de un momento a otro en cuanto bajase la guardia. No estaba segura de qué pensar, o eso se reflejaba en su semblante, hermoso y extrañado.
-Te he escuchado- musitó a Lyanna. Bajó la vista al suelo, paseándola lentamente por las víctimas que habían provocado en su servicio- Me has dado asuntos en los que pensar.
Su voz se apagó durante dos largos minutos en lo que sólo sus zapatos se escuchaban con elocuente lentitud. Parecía dudar, hablar consigo misma. Margareth y Alice continuaban su batalla fuera de la estancia contra la invocación que sus atacantes habían llamado a combatir a su lado. Sus trucos no terminaban nunca. Las cartas no le favorecían, y podían perder aún más de lo que ya lo había hecho. Las palabras de la aspirante a sierva, la traidora, le hicieron torcer el gesto, molesta por las bravatas de una niña a la que podría romperle el cuello con el índice y el pulgar. ¿Cuál era la decisión correcta?
No veía futuro arriesgando el todo por el todo. Tragó como si por su garganta manase sangre podrida, justo antes de volver a prestar atención a las palabras de la extraña. Un collar… tal vez ahí se encontraba la clave a fin de recolocar cuanto se había partido.
Llamó con autoridad a sus criadas, quienes dejaron de pelear al instante, para colocarse a su lado. Acostumbrada a los usos aristocráticos, la condesa esperó, volviendo a guardar una distancia prudencial con aquellos que habían entrado sin permiso en sus dominios.
-Por cuanto habéis expresado, deduzco que sois de quienes guardan la palabra empeñada. Por ello, os prometo enmendar mi comportamiento, a condición que nunca volváis a poner un pie en las tierras que me pertenecen- miró sin calidez alguna a Eltrant así como a Lyanna- No tomaré represalia alguna, e incluso, como prueba de buena fe- daré a la muchacha la oportunidad de ganarse aquello que ha venido a buscar. Ya habéis probado vuestro poder, no conseguiría nada provocándoos llevándola a una trampa- comentó no sin ira- Si es capaz por sí misma de resolver el acertijo de mi biblioteca, se irá de aquí con lo que ansía. De lo contrario, se irá viva, pero sin la joya.
*************************
Eltrant y Lyanna: Dado que según parece su user ha dejado permanentemente el foro, nos tomaremos su movimiento como aceptación, y ambos abandonan el castillo.
Mina: Quedas sola. Tienes dos opciones: Intentar hurgar en la biblioteca condal a ver si encuentras lo que has venido a buscar tiempo atrás (a expensas del honor de la promesa de Erzebeth) o abandonar, rescatando a Rita, y concluir la aventura.
Tú decides.
Ger
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
Mina, con sus poderosos 1,5 metros, jalaba por los tobillos a una robusta pelirroja llamada Rita. ¿Por qué? Yo no lo sé. A esas alturas de la noche ya ni ella entendía qué estaba pasando. Solo vio una oportunidad de salir de allí y de paso, ayudar a alguien más. ¿Ven? La dimensión desconocida, damos, caballeras y otres.
No llegaba a la salida y tuvo que detenerse porque si las cosas podían ponerse aún más bizarras, lo hicieron. Eltrant y Lyn dijeron cosas heróicas y estoicas que al parecer, le llegaron al corazón a la Condesa. Mina, quien estaba muy dispuesta a irse con Rina a cuestas, tuvo que soltar a la inconsciente muchacha para poder agarrarse la quijada antes que esta se le estrellara contra el piso -¿Que yo qué?- preguntó, como para darle una oportunidad a la Condesa de rectificarse. -¿Puedo ir a buscar el collar? ¿En serio? ¡Pues obvia que voy!- exclamó soltando las piernas de Rita que cayeron sonoramente al piso.
Apresuró el paso para llegar a la biblioteca de la Condesa, en el camino, se cruzó con Lyn y la abrazó fuerte -Espero que nuestros caminos se crucen de nuevo, mi vampirita bonita- le dijo y le dio un besito dulce en los labios. Cuando determinó al sorprendido de Eltrant, le guiñó el ojo -¿Podrías dejarme a Rita bien escondida entre los arbustos? Para poder llevármela cuando me vaya- pidió. Se sentía generosa, así que apenas tuviera el collar, saldría disparada y con la muchacha. Tenía que aprovechar su buena suerte porque si no conseguía la joya, igual se iría viva de allí.
No llegaba a la salida y tuvo que detenerse porque si las cosas podían ponerse aún más bizarras, lo hicieron. Eltrant y Lyn dijeron cosas heróicas y estoicas que al parecer, le llegaron al corazón a la Condesa. Mina, quien estaba muy dispuesta a irse con Rina a cuestas, tuvo que soltar a la inconsciente muchacha para poder agarrarse la quijada antes que esta se le estrellara contra el piso -¿Que yo qué?- preguntó, como para darle una oportunidad a la Condesa de rectificarse. -¿Puedo ir a buscar el collar? ¿En serio? ¡Pues obvia que voy!- exclamó soltando las piernas de Rita que cayeron sonoramente al piso.
Apresuró el paso para llegar a la biblioteca de la Condesa, en el camino, se cruzó con Lyn y la abrazó fuerte -Espero que nuestros caminos se crucen de nuevo, mi vampirita bonita- le dijo y le dio un besito dulce en los labios. Cuando determinó al sorprendido de Eltrant, le guiñó el ojo -¿Podrías dejarme a Rita bien escondida entre los arbustos? Para poder llevármela cuando me vaya- pidió. Se sentía generosa, así que apenas tuviera el collar, saldría disparada y con la muchacha. Tenía que aprovechar su buena suerte porque si no conseguía la joya, igual se iría viva de allí.
Mina Harker
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
El humano y la vampiresa se habían ido, y algo en el ambiente parecía indicar que se trataba de una despedida sumida en un para siempre. En cambio, Mina Harker aceptó de buena gana la benevolencia de la Condesa, y presurosa, dirigió sus pasos hacia la ansiada biblioteca.
Era ésta una estancia amplia y bellamente ornamentada, limpia, acostumbrada a ser usada con asiduidad. Dos grandes estanterías, un hermoso piano de cola, varios recargados sillones de aspecto cómodo, una chimenea capaz sin duda de dar calor a la habitación y en medio del lugar, en una mesa de una sola pata, un trozo circular de madera con número del uno al doce, grabados en una secuencia continua desde el doce hacia la derecha. Nada más que la mano de la bruja rozó la talla, unas palabras a fuego aparecieron en la misma.
“Divide el disco en tres partes, de manera que la suma de los números sea la misma en las tres”
Fue entonces que pudo comprobar que el pedazo de madera se encontraba subdividido, para que la postulante pudiese unir o separar lo que creyera conveniente. No obstante, como buena usuaria de la magia, bien sabía que los errores podrían pagarse caros. A fin de cuentas ¿acaso la condesa iba a regalar por las buenas algo de su mansión?
Mas no era todo.
Consigo, la tecla de piano la llevó a abrir la tapa del instrumento. Su teclado, impoluto, mostraba una dentadura perfecta, sólo rota por la falta de la pieza que estaba en manos de la mujer. Encima de éste, unos legajos desordenados con una única frase, con dos letras capitales bien diferenciadas del resto.
“Finalmente Acudes cuando amanece”
Nada más leerla, un pentagrama se dibujó en el segundo legajo. Si tinta ni pluma, algo debería servir para escribir aquello que fuera conveniente. La temperatura de la estancia se tornó mucho más fría…
¿Sería capaz de superar los obstáculos de la biblioteca?
*************************
Mina: Tienes que resolver ambos acertijos para ver qué revela, y dónde, la biblioteca de la condesa. De lograrlo... algo ocurrirá, tal vez aquello que has venido a buscar. Si lo prefieres, puedes salir del castillo y dar por finalizada la aventura. Te leo, viajera. [/size]
Ger
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
Si no tuviera prisa, se habría quedado a explorar aquella biblioteca. ¿Qué secretos albergaría? ¿Cuántos conocimientos ocultos? Muchas preguntas hallarían sus respuestas allí, sin lugar a dudas. Pero Mina estaba con el tiempo en contra. La Bathory podría arrepentirse en cualquier momento de su promesa. No es que desconfiara de ella, es que sabía que las emociones pueden gobernar a las personas, sobre todo la rabia, que moviliza al más pasivo de los seres. Además, tenía muchas cosas que hacer y esa noche se había sentido tan larga como años.
Y era justamente la naturaleza de aquel lugar, un tesoro sin lugar a dudas, lo que paralizó un segundo a la bruja. ¡No sabía por dónde comenzar a buscar! Aquello que estaba buscando no estaría guardado en un lugar obvio, era muy valioso y poderoso. Aunque esconder algo a plena vista era una buena estrategia. Qué abrumada estuvo Mina por un momento. Hasta que la atracción hacia la mecita del centro fue demasiado fuerte como para ignorarla. Se acercó a ella y la observó, no alcanzó a tocarla por completo cuando una llamarada rápida dejó unas palabras flotando sobre esta. Ni bien leyó, las palabras desaparecieron. -Qué bonito, un acertijo- ironizó la bruja y resopló.
-“Divide el disco en tres partes, de manera que la suma de los números sea la misma en las tres”- repitió y arrugó el entrecejo -¿Pero qué es esto? ¿Qué está pasando aquí? ¿Además tengo que pensar?- gimoteó y suspiró hondo. La tablilla de la mesa tenía unas divisiones, con cuidado, tomó el segmento de los números 11-12-1-2 y los apartó. Luego, jaló suavemente hacia abajo el segmento de los números 5-6-7-8. -¡Listo!- exclamó contenta -Once más doce, más uno más 2, igual a veintiséis. Diez más nueve, más tres más cuatro, también dan veintiséis. Y obvio, cinco más seis, más siete más ocho, veintiséis. Esa estuvo fácil, Bathory- se burló, contenta con su hazaña.
Esperó un poco, seguramente aquello abriría alguna compuerta. Pero no, no pasó absolutamente algo remarcable. Las únicas que sonaron fueron las tripas de Mina, quien llevaba toda la noche bregando por el castillo sin probar bocado desde la cena. Frustrada, siguió mirando a su alrededor. Lo siguiente que le llamó la atención fue el impoluto piano de cola. -¡La tecla!- recordó y sacó de su escote el rectángulo de marfil que había encontrado horas atrás. Levantó con cuidado la tapa y, efectivamente, faltaba una tecla, la que ella llevaba guardando debajo de su seno izquierdo desde que comenzó la aventura.
Se sentó en la sillita y se acomodó. Creyendo que era una partitura, tomó el legajo que estaba sobre el piano pero no había nada escrito en ella, salvo una enigmática frase. -“Finalmente Acudes cuando amanece”- leyó con curiosidad. -No puede ser... ¿otro acertijo? ¿Quién se cree esta mujer? ¿La esfinge de Tebas?- se quejó y volteó los ojos. Una ráfaga de éter revoloteó y en uno de los legajos se pintó un pentagrama vacío. -Aquí sí me pillaste, Bathory... ¿habrás sido bruja en tu primera vida?- se dijo. En aquel momento, le pareció que la mujer podría ser alguien interesante.
Pero no iba a claudicar. Miró el pentagrama y luego el piano. Jugaba con la tecla entre sus dedos mientras pensaba. Tenía el presentimiento de que ella debería escribir algo en ese pentagrama. -Pero no puedo hacer nada con un piano incompleto- dijo y encajó la tecla en su sugar. Cuando apretó la tecla, en el pentagrama vacío se dibujó una clave de Fa y la nota que había sonado: Sol.
Y era justamente la naturaleza de aquel lugar, un tesoro sin lugar a dudas, lo que paralizó un segundo a la bruja. ¡No sabía por dónde comenzar a buscar! Aquello que estaba buscando no estaría guardado en un lugar obvio, era muy valioso y poderoso. Aunque esconder algo a plena vista era una buena estrategia. Qué abrumada estuvo Mina por un momento. Hasta que la atracción hacia la mecita del centro fue demasiado fuerte como para ignorarla. Se acercó a ella y la observó, no alcanzó a tocarla por completo cuando una llamarada rápida dejó unas palabras flotando sobre esta. Ni bien leyó, las palabras desaparecieron. -Qué bonito, un acertijo- ironizó la bruja y resopló.
-“Divide el disco en tres partes, de manera que la suma de los números sea la misma en las tres”- repitió y arrugó el entrecejo -¿Pero qué es esto? ¿Qué está pasando aquí? ¿Además tengo que pensar?- gimoteó y suspiró hondo. La tablilla de la mesa tenía unas divisiones, con cuidado, tomó el segmento de los números 11-12-1-2 y los apartó. Luego, jaló suavemente hacia abajo el segmento de los números 5-6-7-8. -¡Listo!- exclamó contenta -Once más doce, más uno más 2, igual a veintiséis. Diez más nueve, más tres más cuatro, también dan veintiséis. Y obvio, cinco más seis, más siete más ocho, veintiséis. Esa estuvo fácil, Bathory- se burló, contenta con su hazaña.
Esperó un poco, seguramente aquello abriría alguna compuerta. Pero no, no pasó absolutamente algo remarcable. Las únicas que sonaron fueron las tripas de Mina, quien llevaba toda la noche bregando por el castillo sin probar bocado desde la cena. Frustrada, siguió mirando a su alrededor. Lo siguiente que le llamó la atención fue el impoluto piano de cola. -¡La tecla!- recordó y sacó de su escote el rectángulo de marfil que había encontrado horas atrás. Levantó con cuidado la tapa y, efectivamente, faltaba una tecla, la que ella llevaba guardando debajo de su seno izquierdo desde que comenzó la aventura.
Se sentó en la sillita y se acomodó. Creyendo que era una partitura, tomó el legajo que estaba sobre el piano pero no había nada escrito en ella, salvo una enigmática frase. -“Finalmente Acudes cuando amanece”- leyó con curiosidad. -No puede ser... ¿otro acertijo? ¿Quién se cree esta mujer? ¿La esfinge de Tebas?- se quejó y volteó los ojos. Una ráfaga de éter revoloteó y en uno de los legajos se pintó un pentagrama vacío. -Aquí sí me pillaste, Bathory... ¿habrás sido bruja en tu primera vida?- se dijo. En aquel momento, le pareció que la mujer podría ser alguien interesante.
Pero no iba a claudicar. Miró el pentagrama y luego el piano. Jugaba con la tecla entre sus dedos mientras pensaba. Tenía el presentimiento de que ella debería escribir algo en ese pentagrama. -Pero no puedo hacer nada con un piano incompleto- dijo y encajó la tecla en su sugar. Cuando apretó la tecla, en el pentagrama vacío se dibujó una clave de Fa y la nota que había sonado: Sol.
Mina Harker
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Re: [Misión] La sanguinaria Erzsébeth Báthory [Mina Harker & Eltrant Tale]
La pequeña bruja había resultado lo bastante inteligente como para resolver los enigmas cuya resolución la habían llevado a la sala que contenía uno de los tesoros de la mansión. No había esperado que esa chiquilla se hubiese hecho con la tecla, y su falta de visión la enfureció. El brazalete había sido tomado en lo que la propia Erzsebeth consideraba un arranque de generosidad propia de proporciones gargantuescas, pese a su confianza en que la bruja careciese de la llave. Casi deseó que esa muchacha hubiese tomado más de lo que su anfitriona había tenido a bien ofrecerle, una excusa directa para enviar tras ella a lo que restaba de su servicio... quizá algún día.
El humano y la vampiresa no la molestarían más, tal era su presentimiento. Habían resultado convincentes, mas Evelyn había muerto, al igual que Sakoto. Y su largo tiempo de vida le exigía venganza. ¿Debería valer más la palabra que había dado a unos desconocidos invasores o retornar a sus usos y costumbres, ahora que su castillo carecía de cucarachas?
-Mi señora... - comenzó Margareth, buscando su contacto. La condesa de Cotplice lo evitó, sin dignarse a mirarla.
-Casi aprendes la lección, hija mía- brotó la voz fantasmal de uno de los dos fantasmas de sus progenitores, liberados tras la rotura de sus lugares de eterno descanso por parte del guerrero humano- ¿No estás dispuesta aún a salir de éste castillo?
Érzsebeth Bathory contempló asombrada a los espectros familiares.
-¿Y qué hay de la gente de la comarca su aparento tal debilidad?- gruñó- ¿Cuánto tardarían en arrasar con nosotras y con este lugar?
- No podemos saberlo- respondió el fantasma de su madre- Y sigue siendo decisión tuya, Erzy.
La condesa despidió a sus criadas, que se llevaron los cadáveres de las sirvientas asesinadas, con la orden añadida de arreglar los desperfectos de los últimos dos días.
Los tres, vampiresa y espectros, se quedaron solo en la grandiosa estancia, hablando durante horas.
*************************
¡Felicidades! Mastereo finalizado y aquí viene la recompensa por ésta aventura acuchillada por abandonos varios:
- Brazalete de la Gorgona: [Joya], posee el encantamiento: Lapis Pugnus [Encantamiento, 1 uso] Una vez por tema, puedes recubrir tu puño con una capa de piedra cuyo peso no te afectará a la hora de golpear, y hará tu puñetazo más contundente. Dura dos rondas o hasta que el puño golpee su objetivo, lo que ocurra primero.
- 5 puntos de experiencia.
Ger
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