Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
Todo estaba mas claro que el agua, relamí mis labios comenzando por la comisura de la boca que Angélique había besado. -Enséñame cuan fuerte puede arder tu cuerpo felino. -Aquella mordida hizo recorrer un escalofrió por mi espina dorsal, y justo antes de que se girara, en ese preciso instante en el que su vista esta apunto de perder mi rostro, lance una dentellada al aire dejando que mis dientes sonaran con fuerza.
En los siguientes bailes la picardia y la diversión se dividían por partes iguales. Miradas traviesas y lujuriosas cuando volvíamos a encontrarnos en el baile grupal, extensiones de manos que tocaban senos y glúteos al separarnos, risas joviales al cruzarnos la una con la otra cuando el resto de parejas cambiaba a nuestro alrededor y nos alejaba al mismo tiempo.
En los compases y tonadas mas tranquilas, que se daban en las canciones en solitario no perdíamos el tiempo, nos agarrábamos de donde mejor podíamos... o, mejor dicho, de donde mas nos gustaba. Y después de algunos unos besos fugitivos y una que otras dentellada al cuello de la minina, el ambiente estaba que echaba chispas.
-Por ti espero lo que haga falta. Pero no tardes demasiado o me enfriare. -Le dije a la mujer-bestia mientras recuperaba el aliento y la veía marchar para volver al poco tiempo. Ni corta ni perezosa me deje guiar hacia el lugar que la moza indicaba. -No se si podre prometerte algo así, pero lo voy a intentar.
Así es como empezó un expectaculo único y si tengo que decir la verdad, solo me quede quieta durante el baile porque estaba guardando toda la excitación para cuando estuviéramos a solas, pero las ganas de lanzarme a por ella eran inmensas. Aquella sensualidad, las provocaciones, todo ello era una mezcla explosiva que únicamente era retenida por el mismo placer que me provocaba el pensamiento de verla y verme desatada. Ahí estaba yo, apretando mis manos en el vestido, esperando el momento adecuado para saltar sobre ella, como si fuera animal salvaje esperando el despiste de su presa.
¿Y como no sentirse así? Tendrían que gustarte los hombres o directamente que no te guste nada para que semejante baile no te removiera hasta el ultimo de los huesos del cuerpo. Apunto estaba ya de abalanzarme sobre ella cuando la música se paro, pero justo en el momento en el que adelantaba un pie los tambores volvieron a resonar con fuerza. Tendría que esperar a que terminara la canción.
-Ami lo que me parece es que tus jadeos no han echo mas que empezar. -La distancia entre nosotras era mínima pero yo quería mas, así que la agarre de la cintura con el brazo y la apreté contra mi cuerpo, nuestras narices casi se rozaban, casi, y es que aun no estaba dispuesta a saltar sobre mi presa. -Cuando termine esta noche nos levantaremos sobre las cenizas, porque pienso hacer arder la habitación de la posada mas cercana.
Ahora si, cerré la distancia que nos quedaba y bese a Angélique, apasionada, explosiva, demandante y al mismo tiempo juguetona, demostrando lo que podía darle pero sin dárselo por completo, haciendo que deseara mas, siempre un poco mas. Al cabo de unos segundos que se volvieron eternos, separe mis labios de los suyos y sin soltar su cintura camine en dirección a la habitación mas cercana con una cama limpia de plumas.
En los siguientes bailes la picardia y la diversión se dividían por partes iguales. Miradas traviesas y lujuriosas cuando volvíamos a encontrarnos en el baile grupal, extensiones de manos que tocaban senos y glúteos al separarnos, risas joviales al cruzarnos la una con la otra cuando el resto de parejas cambiaba a nuestro alrededor y nos alejaba al mismo tiempo.
En los compases y tonadas mas tranquilas, que se daban en las canciones en solitario no perdíamos el tiempo, nos agarrábamos de donde mejor podíamos... o, mejor dicho, de donde mas nos gustaba. Y después de algunos unos besos fugitivos y una que otras dentellada al cuello de la minina, el ambiente estaba que echaba chispas.
-Por ti espero lo que haga falta. Pero no tardes demasiado o me enfriare. -Le dije a la mujer-bestia mientras recuperaba el aliento y la veía marchar para volver al poco tiempo. Ni corta ni perezosa me deje guiar hacia el lugar que la moza indicaba. -No se si podre prometerte algo así, pero lo voy a intentar.
Así es como empezó un expectaculo único y si tengo que decir la verdad, solo me quede quieta durante el baile porque estaba guardando toda la excitación para cuando estuviéramos a solas, pero las ganas de lanzarme a por ella eran inmensas. Aquella sensualidad, las provocaciones, todo ello era una mezcla explosiva que únicamente era retenida por el mismo placer que me provocaba el pensamiento de verla y verme desatada. Ahí estaba yo, apretando mis manos en el vestido, esperando el momento adecuado para saltar sobre ella, como si fuera animal salvaje esperando el despiste de su presa.
¿Y como no sentirse así? Tendrían que gustarte los hombres o directamente que no te guste nada para que semejante baile no te removiera hasta el ultimo de los huesos del cuerpo. Apunto estaba ya de abalanzarme sobre ella cuando la música se paro, pero justo en el momento en el que adelantaba un pie los tambores volvieron a resonar con fuerza. Tendría que esperar a que terminara la canción.
-Ami lo que me parece es que tus jadeos no han echo mas que empezar. -La distancia entre nosotras era mínima pero yo quería mas, así que la agarre de la cintura con el brazo y la apreté contra mi cuerpo, nuestras narices casi se rozaban, casi, y es que aun no estaba dispuesta a saltar sobre mi presa. -Cuando termine esta noche nos levantaremos sobre las cenizas, porque pienso hacer arder la habitación de la posada mas cercana.
Ahora si, cerré la distancia que nos quedaba y bese a Angélique, apasionada, explosiva, demandante y al mismo tiempo juguetona, demostrando lo que podía darle pero sin dárselo por completo, haciendo que deseara mas, siempre un poco mas. Al cabo de unos segundos que se volvieron eternos, separe mis labios de los suyos y sin soltar su cintura camine en dirección a la habitación mas cercana con una cama limpia de plumas.
Reivy Abadder
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
- ¿Tú crees que nos bastara sólo con la noche? - alcancé a murmurar, retadora, antes de que me cerrara la boca con un beso, que mis labios y mi lengua correspondieron con fervor.
La urgencia de la dragona era literalmente palpable. Por lo mismo, adopté un paso remolón cuando comenzamos a caminar abrazadas por la cintura, aprovechando la cercanía para jugar con mis labios en su cuello y con mi mano libre en su vientre y sus senos, mientras mi cola traviesa hacía lo propio con su parte posterior; placer postergado es placer doblemente intenso.
Que la vida tiene muchas idas y venidas, eso es indudable. Había comenzado la velada en compañía de un tímido humano e iba a terminarla en los brazos de una ardiente dragona… ¡y vaya que valía la pena el cambio! El beso que me había dado me mostraba a las claras que Reivy sabía jugar y la actitud que había tenido hasta el momento, me permitía vislumbrar que la deliciosa dragona terminaría siendo una de mis mejores amantes. En general, prefiero a los hombres, pero una excepción como la que caminaba pegada a mí es muy recomendable para el cutis y el cabello.
Que Reivy no me llevara al matorral más cercano para arrancarme la ropa y tomarme sin más, pese a su evidente deseo, decía mucho de ella. Durante toda la velada se había portado como lo haría un galante – y apasionado – caballero, de esos que procuran la comodidad de su dama y la agasajan con bellos presentes. ¿Quién sabe? Quizás no sólo iba a obtener placer de la dragona, quizás iba a obtener mucho más…
Ostara quedaba atrás, el ruido de la música y la gente disminuía a medida que nos alejábamos. Pronto, la fiesta popular iba a terminar, pero, para nosotras, la mejor parte de la noche estaba por comenzar.
La urgencia de la dragona era literalmente palpable. Por lo mismo, adopté un paso remolón cuando comenzamos a caminar abrazadas por la cintura, aprovechando la cercanía para jugar con mis labios en su cuello y con mi mano libre en su vientre y sus senos, mientras mi cola traviesa hacía lo propio con su parte posterior; placer postergado es placer doblemente intenso.
Que la vida tiene muchas idas y venidas, eso es indudable. Había comenzado la velada en compañía de un tímido humano e iba a terminarla en los brazos de una ardiente dragona… ¡y vaya que valía la pena el cambio! El beso que me había dado me mostraba a las claras que Reivy sabía jugar y la actitud que había tenido hasta el momento, me permitía vislumbrar que la deliciosa dragona terminaría siendo una de mis mejores amantes. En general, prefiero a los hombres, pero una excepción como la que caminaba pegada a mí es muy recomendable para el cutis y el cabello.
Que Reivy no me llevara al matorral más cercano para arrancarme la ropa y tomarme sin más, pese a su evidente deseo, decía mucho de ella. Durante toda la velada se había portado como lo haría un galante – y apasionado – caballero, de esos que procuran la comodidad de su dama y la agasajan con bellos presentes. ¿Quién sabe? Quizás no sólo iba a obtener placer de la dragona, quizás iba a obtener mucho más…
Ostara quedaba atrás, el ruido de la música y la gente disminuía a medida que nos alejábamos. Pronto, la fiesta popular iba a terminar, pero, para nosotras, la mejor parte de la noche estaba por comenzar.
Angélique Beauchat
Experto
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
Estoy muy contenta con el grandioso trabajo que estáis haciendo en el Evento. Algunos usuarios me habéis pedido que retrase un poco la fecha de cierre ya que no le daban tiempo a terminar sus tramas; otras, sin embargo, me han pedido más días porque acaban de llegar al foro y quieren informarse bien sobre la historia de Aerandir antes de participar en el Evento.
La fecha de cierre del Evento se retrasará al 7 de abril de 2018.
Todos lo que habéis pedido más días, no me lo agradezcáis a mí, sino a los usuarios que han roleado en el Ostara y han creado tramas fantásticas.
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Todos lo que habéis pedido más días, no me lo agradezcáis a mí, sino a los usuarios que han roleado en el Ostara y han creado tramas fantásticas.
Sigel
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
La mesa en la que se encontraba Sango era un punto clave en la logística del evento: la comida y la bebida siempre pasaban por allí y era algo que sólo unos pocos afortunados tenían el privilegio de disfrutar. Y eso se notaba en el ir y venir de la gente a aquella mesa: había grupos que hablaban entre sí y después marchaban a bailar o a saludar a algunos amigos; luego estaban los que necesitaban descansar de tanto bailar, esos ni siquiera hablaban con los tres que estaban allí de manera fija; y luego otros que estaban de paso, recargándose de energía y vitalidad para seguir con sus celebraciones. Y allí estaba Ben, en la mesa. Una mesa que parecía haberse convertido en el centro del mundo por una noche y Sango era espectador de primera, lugar de privilegio que por supuesto no tenía intención de abandonar. Las cosas que se escuchaban eran, cuanto menos, interesantes. Sin embargo, por disponer de tan distinguido asiento se ha de pagar un tributo y era el aburrimiento que experimentaba por momentos, casualmente esos instantes solían coincidir entre ver la jarra vacía y llena y podían llegar a ser muy largos.
Se encontraba en uno de esos intervalos, esperando al mozo de turno para que le llenara la jarra. Había perdido la cuenta de la cantidad de jarras que llevaba y en ese momento se dedicó a mirar a los que estaban en aquella mesa. Para empezar había dos que estaban tirados sobre sus brazos y que no tenían pinta de volver a levantarse; luego había una mujer que no había visto llegar y que se sentaba enfrente suya pero dos asientos a la izquierda. Bebía casi tanto como él y le gustaba pensar que estaban compitiendo a ver quién caía antes. Le sonrió y alzó la jarra para después llevársela a la boca y exprimir las últimas gotas de aquel brebaje; por último había un hombre, enfrente suya al que no había visto beber, aunque su jarra estuviera allí, pero sí comer y mucho. Y de hecho, ahora le hablaba con la boca llena.
Amigo, has vuelto en ti, me alegro Dijo sonriendo y masticando a la vez. No pudo evitar que se le escaparan trozos medio masticados, pero no pareció darle importancia, ¿qué más dará? ¿A quién no le ha pasado eso? Pensó de buena gana dándole una oportunidad a aquel hombre.
Menuda fiesta, ¿eh? Si esta es la vida que los Dioses llevan... Joder, quiero ser un puñetero Dios. Sango reaccionó riéndose con aquel comentario, aunque detectó cierta amargura en el tono. Quiero decir, y que no se enfaden, que ¿por qué hay sufrimiento en este mundo cuando ellos viven como les da la gana? Comen, beben y a saber qué más y no les importamos una mierda. A ver hombre, no me entiendas mal, pero son un cabrones egoístas que juegan con nosotros. Se le notaba algo más enfadado y seguramente no hablara en serio. La bebida podía ser traicionera pero casi siempre mostraba a las personas tal y como eran sin los filtros que te impone el vivir en sociedad. Sango desvió la mirada, incómodo por aquellos comentarios. Se encontró con los ojos de la mujer y esta se encogió de hombros y volvió a mirar al hombre que parecía querer volver a hablar en cuanto Sango volviera a posar sus ojos en él.
Sí hombre, ¿por qué yo, un simple humano que trabaja limpiando mierda en una caballeriza, voy a gozar del favor de los Dioses sólo por venir aquí y ofrecer un regalo? Explícame como funciona esto. ¿Crees que mañana voy a dejar de limpiar mierda de caballo? No. ¿Crees que va a bajar la mismísima Freya y me va a decir "Tranquilo yo te ayudo a limpiar esta mi..."? Dejó de hablar de golpe y bajó la mirada al plato de comida. Cogió la jarra y la apuró de un trago. Se limpió la boca con la manga de la camisa y siguió hablando.
No... Si algún día me encuentro ante ellos, te prometo, que los mataré a todos. El corazón de Sango se encogió ante aquella sentencia. Su mirada, su gestos faciales, su puño cerrado... El hombre parecía hablar en serio y aquello asustó a Sango, ¿pero por qué ese odio visceral? El hombre, después de dejar que sus palabras llegaran a aquellos que le estaban escuchando, siguió hablando y mirando fijamente a Sango.
Amigo mio, ya veo que has hecho tu ofrenda a Freya, pero te ofrezco la oportunidad de hacer un regalo más. Quizás tú tengas más suerte que yo y a ti te hagan caso... Quiero que me ofrezcas a Freya. A Ben se le encogió el corazón y parecía que todo a su alrededor se había quedado parado. Su rostro mostraba una expresión de incredulidad, asombro y miedo. El mundo a su alrededor parecía haberse quedado parado y sólo se puso en marcha cuando la jarra que se estaba llevando la mujer a la boca, chocó contra la mesa. Ella, al igual que Sango, después de haber escuchado a aquel hombre habían llegado a la misma conclusión. No había odio alguno en aquel hombre, sólo dolor, un dolor insoportable que no estaba dispuesto a seguir aguantando:
Aquel hombre deseaba morir.
Se encontraba en uno de esos intervalos, esperando al mozo de turno para que le llenara la jarra. Había perdido la cuenta de la cantidad de jarras que llevaba y en ese momento se dedicó a mirar a los que estaban en aquella mesa. Para empezar había dos que estaban tirados sobre sus brazos y que no tenían pinta de volver a levantarse; luego había una mujer que no había visto llegar y que se sentaba enfrente suya pero dos asientos a la izquierda. Bebía casi tanto como él y le gustaba pensar que estaban compitiendo a ver quién caía antes. Le sonrió y alzó la jarra para después llevársela a la boca y exprimir las últimas gotas de aquel brebaje; por último había un hombre, enfrente suya al que no había visto beber, aunque su jarra estuviera allí, pero sí comer y mucho. Y de hecho, ahora le hablaba con la boca llena.
Amigo, has vuelto en ti, me alegro Dijo sonriendo y masticando a la vez. No pudo evitar que se le escaparan trozos medio masticados, pero no pareció darle importancia, ¿qué más dará? ¿A quién no le ha pasado eso? Pensó de buena gana dándole una oportunidad a aquel hombre.
Menuda fiesta, ¿eh? Si esta es la vida que los Dioses llevan... Joder, quiero ser un puñetero Dios. Sango reaccionó riéndose con aquel comentario, aunque detectó cierta amargura en el tono. Quiero decir, y que no se enfaden, que ¿por qué hay sufrimiento en este mundo cuando ellos viven como les da la gana? Comen, beben y a saber qué más y no les importamos una mierda. A ver hombre, no me entiendas mal, pero son un cabrones egoístas que juegan con nosotros. Se le notaba algo más enfadado y seguramente no hablara en serio. La bebida podía ser traicionera pero casi siempre mostraba a las personas tal y como eran sin los filtros que te impone el vivir en sociedad. Sango desvió la mirada, incómodo por aquellos comentarios. Se encontró con los ojos de la mujer y esta se encogió de hombros y volvió a mirar al hombre que parecía querer volver a hablar en cuanto Sango volviera a posar sus ojos en él.
Sí hombre, ¿por qué yo, un simple humano que trabaja limpiando mierda en una caballeriza, voy a gozar del favor de los Dioses sólo por venir aquí y ofrecer un regalo? Explícame como funciona esto. ¿Crees que mañana voy a dejar de limpiar mierda de caballo? No. ¿Crees que va a bajar la mismísima Freya y me va a decir "Tranquilo yo te ayudo a limpiar esta mi..."? Dejó de hablar de golpe y bajó la mirada al plato de comida. Cogió la jarra y la apuró de un trago. Se limpió la boca con la manga de la camisa y siguió hablando.
No... Si algún día me encuentro ante ellos, te prometo, que los mataré a todos. El corazón de Sango se encogió ante aquella sentencia. Su mirada, su gestos faciales, su puño cerrado... El hombre parecía hablar en serio y aquello asustó a Sango, ¿pero por qué ese odio visceral? El hombre, después de dejar que sus palabras llegaran a aquellos que le estaban escuchando, siguió hablando y mirando fijamente a Sango.
Amigo mio, ya veo que has hecho tu ofrenda a Freya, pero te ofrezco la oportunidad de hacer un regalo más. Quizás tú tengas más suerte que yo y a ti te hagan caso... Quiero que me ofrezcas a Freya. A Ben se le encogió el corazón y parecía que todo a su alrededor se había quedado parado. Su rostro mostraba una expresión de incredulidad, asombro y miedo. El mundo a su alrededor parecía haberse quedado parado y sólo se puso en marcha cuando la jarra que se estaba llevando la mujer a la boca, chocó contra la mesa. Ella, al igual que Sango, después de haber escuchado a aquel hombre habían llegado a la misma conclusión. No había odio alguno en aquel hombre, sólo dolor, un dolor insoportable que no estaba dispuesto a seguir aguantando:
Aquel hombre deseaba morir.
Sango
Héroe de Aerandir
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
-¡Vamos Neal! ¡Llegaremos tarde!- le apremio con las manos para que se de prisa.
-¡Ya voy! ¡Ya voy! - mi hijo sale corriendo por el pasillo del orfanato mientras intenta colocarse el abrigo que le regalé -¡Adiós señora Giles! - se despide de la cuidadora con un enérgico saludo con la mano y una sonrisa.
La señora Giles parece maja, una cuarentona que se dedica a cuidar niños, pero no es mi tipo, por lo menos no estando sobrio. Es algo rechoncha, le asoma un pequeño bigote y tiene inicios de papada. Supongo que para cuidar niños no se tiene porque ser atractiva.
Recojo a mi hijo sonriéndole y revolviéndole el pelo, es poco el tiempo que puedo pasar con él y es la única luz que borra las sombras de mi vida. Pero no dejo de notar en mi nuca la inquisidora mirada de la cuidadora. Se que no le caigo bien, puede que incluso sepa de mis actos. Eso en parte es bueno, sabe reconocer las malas influencias, pero espero que su rectitud moral no le lleve a hacer algo que me separe de mi hijo, pues entonces eso significaría su muerte. No tengo un gran temor por que eso ocurra, el primer día, cuando inscribí a Neal pese a sus reticencias ya que no era huérfano en realidad, se lo deje muy claro con una bonita bolsa de oro y una amenaza bastante elaborada, y no es por tirarme flores.
Pero quiero diversión, estamos en un día de fiesta, ¿no? En las fiestas la gente se lo pasa bien, yo no tengo porque ser menos. Por eso me giro y le sonrió despidiéndome de ella de la misma forma que hace mi hijo.
-¡Adiós señorita Giles! - ella me fulmina con la mirada, pero eso sólo hace que yo me divierta más. ¿Qué le voy a hacer? Cada uno se divierte de una forma diferente.
Camino por las calles que nos llevan a las afueras de la ciudad, donde se celebra la fiesta, llevando de la mano a mi hijo. Me he enterado que últimamente ocurren cosas extrañas en la capital y aunque, en presencia de mi hijo me comporto de una manera civilizada, no está de más tomar precauciones. Además, me apetecía disfrutar de esa experiencia, me recuerda a cuando yo paseaba con mi madre, los únicos momentos felices de mi infancia.
-¡Papa! ¿Qué vamos a hacer hoy? - la curiosidad de Neal y la forma tan enérgica con la que tira de mi brazo me hace volver de mis ensoñamientos.
-¡Oh!- le dirijo una amplia sonrisa. - Vamos a pintar unos hermosos huevos de Ostara. ¿Te gusta pintar?
-¡Si! ¡La señora Giles me dice que lo hago muy bien! - mi niño da saltitos emocionado e impaciente.
-Muy bien, muy bien. Pues vamos a pintar unos bellísimos huevos, pero eh! Deja de saltar o te vas a caer. -Neal sonríe y obedece una vez a logrado su objetivo.
-¿Podemos llevarle uno a la señorita Giles?
-¡Por supuesto! Le llevaremos el segundo mejor que pintes. Porque el primero es para mi. - comienzo a hacerle cosquillas mientras comienzo a pensar en la señora Giles. La vaca no me agrada al igual que yo no le agrado a ella, pero es de justicia reconocer que está haciendo un buen trabajo con Neal, se merece una pequeña recompensa.
-¡Oh! ¡No!- Neal no puede evitar ser prisionero de las risas. -Jaja, ¡Para! ¡Tramposo!- el niño se retuerce, pero de felicidad. Algo que no suelo ver comúnmente.
Y por fin llegamos al bendito lugar en el que se pintan los huevos. Compro algunos y cojo las pinturas y otros utensilios para que Neal pueda pintar, como muchos otros niños que son acompañados de sus madres. Me fijo en algunas de esas mujeres, la mayoría no valen la pena, pero otras... a otras me gustaría enseñarles el pajar más cercano.
-¡Papa! ¡Te gusta así! - Neal vuelve a pillarme ensimismado en otra pare. ¡Centrate Rumpel! ¡Estas con tu hijo ahora! Es tu máxima prioridad.
-Pero hijo... añade más colores. Mira a esos niños, usan varios y hacen formas con ellos. -le indico con el dedo indice al resto de niños, y no tan niños que pueblan el lugar. Me fijo en dos jóvenes, muy cercanos el uno del otro... ¡Delante de los niños no! ¡Insectos! Aunque la mujer es muy atractiva.... ¡No! ¡No! ¡Céntrate!.
-¡Ahh! ¡Que guay! - gracias a los dioses Neal esta vez no se ha percatado de mi desliz, y se ha puesto a rectificar su arte.
-Muy bien, bien... Así mucho mejor, ¿verdad? Vamos a hacer otro, mírame a mi. - cojo uno de los huevos y un pincel y comienzo a mostrarle como lo hago.
Al cabo de unos minutos, manchándome los dedos de pintura y mordiéndome la lengua, termino y se lo enseño para que vea mi obra de arte.
-¡Papa! ¡Ese es muy feo! ¡Parece barro! Has mezclado muchos colores! - Neal se ríe, y esa risa me alumbra el día, no puedo evitar sonreír.
-¿Que es muy feo? ¿Que es feo? ¡Yo te voy a dar feo! - vuelvo a hacerle cosquillas, extrañaba mucho jugar con él así.
-¡Para! jajaja ¡Para!- Neal retuerce alegre. -¡Vale! ¡Son muy bonitos!
Me detengo y me rio, me encanta pasar esos ratos con mi hijo.
-¿He dicho bonitos? ¡Quería decir que son muy boniatos! ¡Jaja!- Neal sale corriendo para que no le pille sin parar de reírse.
-¡Te has metido en un buen lió jovencito! Jaja- alargo la mano y cojo una de las cestas.
Aprovechando para darle algo de ventaja a mi hijo, caliento los huevos con mi magia para que se sequen rápidamente, y los deposito dentro de la cesta. Ahora sólo tenia que pillar al bribón de mi hijo.
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Bueno pues aquí dejo mi primera participación, si alguien quiere interactuar conmigo ahora que estoy obligado a portarme bien, puede aprovechar jejeje
-¡Ya voy! ¡Ya voy! - mi hijo sale corriendo por el pasillo del orfanato mientras intenta colocarse el abrigo que le regalé -¡Adiós señora Giles! - se despide de la cuidadora con un enérgico saludo con la mano y una sonrisa.
La señora Giles parece maja, una cuarentona que se dedica a cuidar niños, pero no es mi tipo, por lo menos no estando sobrio. Es algo rechoncha, le asoma un pequeño bigote y tiene inicios de papada. Supongo que para cuidar niños no se tiene porque ser atractiva.
Recojo a mi hijo sonriéndole y revolviéndole el pelo, es poco el tiempo que puedo pasar con él y es la única luz que borra las sombras de mi vida. Pero no dejo de notar en mi nuca la inquisidora mirada de la cuidadora. Se que no le caigo bien, puede que incluso sepa de mis actos. Eso en parte es bueno, sabe reconocer las malas influencias, pero espero que su rectitud moral no le lleve a hacer algo que me separe de mi hijo, pues entonces eso significaría su muerte. No tengo un gran temor por que eso ocurra, el primer día, cuando inscribí a Neal pese a sus reticencias ya que no era huérfano en realidad, se lo deje muy claro con una bonita bolsa de oro y una amenaza bastante elaborada, y no es por tirarme flores.
Pero quiero diversión, estamos en un día de fiesta, ¿no? En las fiestas la gente se lo pasa bien, yo no tengo porque ser menos. Por eso me giro y le sonrió despidiéndome de ella de la misma forma que hace mi hijo.
-¡Adiós señorita Giles! - ella me fulmina con la mirada, pero eso sólo hace que yo me divierta más. ¿Qué le voy a hacer? Cada uno se divierte de una forma diferente.
Camino por las calles que nos llevan a las afueras de la ciudad, donde se celebra la fiesta, llevando de la mano a mi hijo. Me he enterado que últimamente ocurren cosas extrañas en la capital y aunque, en presencia de mi hijo me comporto de una manera civilizada, no está de más tomar precauciones. Además, me apetecía disfrutar de esa experiencia, me recuerda a cuando yo paseaba con mi madre, los únicos momentos felices de mi infancia.
-¡Papa! ¿Qué vamos a hacer hoy? - la curiosidad de Neal y la forma tan enérgica con la que tira de mi brazo me hace volver de mis ensoñamientos.
-¡Oh!- le dirijo una amplia sonrisa. - Vamos a pintar unos hermosos huevos de Ostara. ¿Te gusta pintar?
-¡Si! ¡La señora Giles me dice que lo hago muy bien! - mi niño da saltitos emocionado e impaciente.
-Muy bien, muy bien. Pues vamos a pintar unos bellísimos huevos, pero eh! Deja de saltar o te vas a caer. -Neal sonríe y obedece una vez a logrado su objetivo.
-¿Podemos llevarle uno a la señorita Giles?
-¡Por supuesto! Le llevaremos el segundo mejor que pintes. Porque el primero es para mi. - comienzo a hacerle cosquillas mientras comienzo a pensar en la señora Giles. La vaca no me agrada al igual que yo no le agrado a ella, pero es de justicia reconocer que está haciendo un buen trabajo con Neal, se merece una pequeña recompensa.
-¡Oh! ¡No!- Neal no puede evitar ser prisionero de las risas. -Jaja, ¡Para! ¡Tramposo!- el niño se retuerce, pero de felicidad. Algo que no suelo ver comúnmente.
Y por fin llegamos al bendito lugar en el que se pintan los huevos. Compro algunos y cojo las pinturas y otros utensilios para que Neal pueda pintar, como muchos otros niños que son acompañados de sus madres. Me fijo en algunas de esas mujeres, la mayoría no valen la pena, pero otras... a otras me gustaría enseñarles el pajar más cercano.
-¡Papa! ¡Te gusta así! - Neal vuelve a pillarme ensimismado en otra pare. ¡Centrate Rumpel! ¡Estas con tu hijo ahora! Es tu máxima prioridad.
-Pero hijo... añade más colores. Mira a esos niños, usan varios y hacen formas con ellos. -le indico con el dedo indice al resto de niños, y no tan niños que pueblan el lugar. Me fijo en dos jóvenes, muy cercanos el uno del otro... ¡Delante de los niños no! ¡Insectos! Aunque la mujer es muy atractiva.... ¡No! ¡No! ¡Céntrate!.
-¡Ahh! ¡Que guay! - gracias a los dioses Neal esta vez no se ha percatado de mi desliz, y se ha puesto a rectificar su arte.
-Muy bien, bien... Así mucho mejor, ¿verdad? Vamos a hacer otro, mírame a mi. - cojo uno de los huevos y un pincel y comienzo a mostrarle como lo hago.
Al cabo de unos minutos, manchándome los dedos de pintura y mordiéndome la lengua, termino y se lo enseño para que vea mi obra de arte.
-¡Papa! ¡Ese es muy feo! ¡Parece barro! Has mezclado muchos colores! - Neal se ríe, y esa risa me alumbra el día, no puedo evitar sonreír.
-¿Que es muy feo? ¿Que es feo? ¡Yo te voy a dar feo! - vuelvo a hacerle cosquillas, extrañaba mucho jugar con él así.
-¡Para! jajaja ¡Para!- Neal retuerce alegre. -¡Vale! ¡Son muy bonitos!
Me detengo y me rio, me encanta pasar esos ratos con mi hijo.
-¿He dicho bonitos? ¡Quería decir que son muy boniatos! ¡Jaja!- Neal sale corriendo para que no le pille sin parar de reírse.
-¡Te has metido en un buen lió jovencito! Jaja- alargo la mano y cojo una de las cestas.
Aprovechando para darle algo de ventaja a mi hijo, caliento los huevos con mi magia para que se sequen rápidamente, y los deposito dentro de la cesta. Ahora sólo tenia que pillar al bribón de mi hijo.
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- Huevos de Rumpel y Neal:
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Rumpel
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
"-Esto se siente imposible...-" Pensaba mientras seguía apoyada en el costado de su compañero. Aquel gesto hizo que su corazón comenzara a latir con demasiada fuerza. Notaba cómo parecía que saldría disparado de su pecho en cualquier momento. Sus ojos miraron al contrario sin saber qué decir ante aquella situación ¿Qué podría hacer? Solo asintió sin saber muy bien a qué le decía que sí. "-¿Es posible?...-". Las palabras salían solas en su cabeza sin atender a nada más. Para Astrid en esos momentos había pasado de estar en un festival con cientos de personas a estar en un recinto solo con Ircan en su cabeza. Agarró su mano con delicadeza y se levantó con cuidado de su vestido. "-Di que es posible...-". Aquellas palabras mientras agarraba la mano del contrario aceleraron el corazón de la dragona pero la llenó de valor para cometer la locura más grande que había hecho en todos sus años de existencia.
Soltó todo lo que tenía en sus manos y las dirigió a las mejillas del lobo. Uniendo a ambos en un tímido beso que duró casi un minuto, pero para Astrid fue un momento fugaz. La valentía que sentía segundos antes de aquel acto se esfumó como una llama arrojada al mar. La dragona se separó de él, al instante que sus ojos volvieron a fijarse en los del licántropo pudo reaccionar a lo que había hecho. -Lo siento- Su voz sonó quebradiza, sus ojos comenzaron a humedecerse y tirando sin querer los huevos recién pintados de la joven, ésta salió corriendo. No podía creerse lo que acababa de hacer. Oía su nombre entre la multitud, pero no paró, siguió mezclándose entre las personas que se habían aglomerado. Era el desfile. Gracias a que la gente paseaba por las calles pudo despistarlo. Se quedó apoyada en la pared de un callejón. Su respiración estaba agitada por la carrera para alejarse de él y por la tensión del momento.
Cerró los ojos dejando salir todo lo que había aguantado. Las lágrimas inundaban sus mejillas sin parar, las piernas le temblaban y en esos momentos todo su ser se había derrumbado. Se deslizó lentamente hacia abajo sin separar la espalda de la pared y quedó con las rodillas pegadas a su pecho. Se llevó las manos al rostro para ocultarlo mientras dejaba correr las lágrimas. No supo cuánto tiempo estuvo llorando, no se paró a pensar en si Ircan la estaría buscando desesperadamente, en esos momentos solo estaba dejando ir lo que había ocultado durante un tiempo. Aquello no podía darse, aquello no podía existir. Hay puertas que no se deben de atravesar y aquel sentimiento era una de esas puertas. Los recuerdos volaban en su cabeza fugaz, rememorando todo aquello, consumiendo su fuerza por completo. Llevó sus manos a su cabeza negando con rapidez ¿Se estaría volviendo loca? -¿Porqué lo hiciste Astrid? ¿¡Porqué!?- Gracias que nadie la oía o sí pensarían de aquella manera.
Miró su vestido que se había estropeado al sentarse en el suelo, los bajos del vestido estaban casi desgastados al haber sido pisados en la carrera ¿Qué hacía así vestida? ¿Realmente había pensado que besarlo era una buena idea? Astrid ya había pensado bastante en aquel tema: Ella buscaba algo que no iba con el estilo de vida del menor. La diferencia de edad era un tema obvio para ella, aunque el lobo actuara como un adulto, aún no lo era. Se levantó del suelo y su mirada se quedó observando a los lugareños y visitantes que disfrutaban del desfile y las demás actividades del festival. Sus ojos hinchados y rojos por el llanto que aún seguía dejando escapar alguna que otra lágrima por las pálidas mejillas de Astrid. -No debería estar aquí... Nunca tuve que haber estado- Susurró negando suavemente con la cabeza y se dio la vuelta lentamente, rezaría a la Diosa Freya para que aquella primavera fuera frustífera y volvería a su habitación.
Pero algo la hizo quedarse donde estaba, su miraba hecho contacto con su temor. Mostraba una mirada en duda, perdida y asustada. Astrid nunca se había sentido de aquella manera, nunca había tenido que debatir entre dos pensamientos tan chocantes y ahora se enfrentaba ante lo que tantas veces había imaginado y que deseaba que no ocurriese. Pero pasó. -Lo siento...- Era lo único que podía decir. Su cabeza quería que soltase todo, dejara salir lo que aún seguía oculto en su interior, pero sus labios solo decían aquellas dos palabras que sonaban rotas de dolor desde la garganta de la dragona.
Soltó todo lo que tenía en sus manos y las dirigió a las mejillas del lobo. Uniendo a ambos en un tímido beso que duró casi un minuto, pero para Astrid fue un momento fugaz. La valentía que sentía segundos antes de aquel acto se esfumó como una llama arrojada al mar. La dragona se separó de él, al instante que sus ojos volvieron a fijarse en los del licántropo pudo reaccionar a lo que había hecho. -Lo siento- Su voz sonó quebradiza, sus ojos comenzaron a humedecerse y tirando sin querer los huevos recién pintados de la joven, ésta salió corriendo. No podía creerse lo que acababa de hacer. Oía su nombre entre la multitud, pero no paró, siguió mezclándose entre las personas que se habían aglomerado. Era el desfile. Gracias a que la gente paseaba por las calles pudo despistarlo. Se quedó apoyada en la pared de un callejón. Su respiración estaba agitada por la carrera para alejarse de él y por la tensión del momento.
Cerró los ojos dejando salir todo lo que había aguantado. Las lágrimas inundaban sus mejillas sin parar, las piernas le temblaban y en esos momentos todo su ser se había derrumbado. Se deslizó lentamente hacia abajo sin separar la espalda de la pared y quedó con las rodillas pegadas a su pecho. Se llevó las manos al rostro para ocultarlo mientras dejaba correr las lágrimas. No supo cuánto tiempo estuvo llorando, no se paró a pensar en si Ircan la estaría buscando desesperadamente, en esos momentos solo estaba dejando ir lo que había ocultado durante un tiempo. Aquello no podía darse, aquello no podía existir. Hay puertas que no se deben de atravesar y aquel sentimiento era una de esas puertas. Los recuerdos volaban en su cabeza fugaz, rememorando todo aquello, consumiendo su fuerza por completo. Llevó sus manos a su cabeza negando con rapidez ¿Se estaría volviendo loca? -¿Porqué lo hiciste Astrid? ¿¡Porqué!?- Gracias que nadie la oía o sí pensarían de aquella manera.
Miró su vestido que se había estropeado al sentarse en el suelo, los bajos del vestido estaban casi desgastados al haber sido pisados en la carrera ¿Qué hacía así vestida? ¿Realmente había pensado que besarlo era una buena idea? Astrid ya había pensado bastante en aquel tema: Ella buscaba algo que no iba con el estilo de vida del menor. La diferencia de edad era un tema obvio para ella, aunque el lobo actuara como un adulto, aún no lo era. Se levantó del suelo y su mirada se quedó observando a los lugareños y visitantes que disfrutaban del desfile y las demás actividades del festival. Sus ojos hinchados y rojos por el llanto que aún seguía dejando escapar alguna que otra lágrima por las pálidas mejillas de Astrid. -No debería estar aquí... Nunca tuve que haber estado- Susurró negando suavemente con la cabeza y se dio la vuelta lentamente, rezaría a la Diosa Freya para que aquella primavera fuera frustífera y volvería a su habitación.
Pero algo la hizo quedarse donde estaba, su miraba hecho contacto con su temor. Mostraba una mirada en duda, perdida y asustada. Astrid nunca se había sentido de aquella manera, nunca había tenido que debatir entre dos pensamientos tan chocantes y ahora se enfrentaba ante lo que tantas veces había imaginado y que deseaba que no ocurriese. Pero pasó. -Lo siento...- Era lo único que podía decir. Su cabeza quería que soltase todo, dejara salir lo que aún seguía oculto en su interior, pero sus labios solo decían aquellas dos palabras que sonaban rotas de dolor desde la garganta de la dragona.
Astrid Leggiend
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
La situación era apacible, casi de ensueño. Sólo faltaba que yo supiera acomodarme bien a una situación como aquella con una mujer como la que me acompañaba. Podríamos decir que era demasiado inexperto, que no podía estar seguro de mis sentimientos o que el trauma de lo que sucedió con mi mi madre aún me perseguía. ¿Quería enamorarme de alguien? ¿No sería aquello maldecir a esa persona a una vida maldita? No tarde mucho en vivir grandes desventuras desde que salí forzado de mi hogar: un pelea en un poblado en el que casi me matan y dónde contraje una virulenta enfermedad, un juego de caza de personas donde también casi muero, entrar en un mundo alternativo dónde estuve al borde la muerte en varias ocasiones y aquel particular encuentro en el que me encontré con Randall, donde averiguar... también casi me matan. No podía maldecir a alguien y hacerle soportar todo aquello, o que la persiguieran por mi culpa.
La dragona sólo asentía a mis propuestas con una mirada ensimismada, como si estuviera viendo algo maravillosamente hermoso y no existiera nada más en el mundo. Eso me hizo sonrojarme. ¿Por qué me miraba así? No tardé en averiguarlo. Sin que me lo esperase, Astrid se levanto, tomó mi rostro entre sus manos y me beso. Sentí la dulce humedad de sus labios juntarse con los míos en lo que fue un instante fugaz pero al mismo tiempo eterno. No pude más que deleitarme con aquel sabor que miraban con unos ojos perplejos los cerrados y placidos ojos de la dragona. Mis brazos se comenzaron a mover solos para intentar atraparla con ellos, pero de nuevo mi compañera se adelantó y con un lo siento cargado de tristeza salió corriendo.
Yo seguía sin comprender muy bien lo que había ocurrido notando como el calor que ella había dejado en mis labios se iba apagando... Tardé varios segundos en poder pestañear y soltar un suspiro, mientras unas tenazas invisibles comenzaban a oprimirme el corazón. Por una parte, el sentimiento de ir tras ella y besarla por mi mismo, no se si por amor o por mentalidad adolescente, y la otra por la culpa de haber permitido aquello y desear continuarlo. En mi mente se formó una rápida y fugaz imagen de Randall, Imargo y Discordia amenazando a Astrid, usándola para hacerme daño a mi.
Me golpeé la pierna furioso y apreté los dientes hasta que estos chirriaron. Debía de hacer, algo, algo que no destruyera mi amistad con Astrid para siempre, pero que no la pusiera en peligro de muerte. Así que sin saber muy bien que hacer, me levante y fui en su búsqueda.
En aquellos momentos odie no ser un verdadero licántropo, de haberlo sido hubiese podido encontrarla fácilmente por el olor tan característico de su perfume. Pero pedirle ayuda al lobo en aquel momento sólo serviría para que este se burlara de mi o entorpeciera mi misión, así que era mejor dejarlo durmiendo.
"¿Dónde se habrá metido?"
Seguí buscándola durante varios minutos, increpando a personas con las que la confundí, teniéndome que disculpar en varias ocasiones. Esquivé a hombres, mujeres y niños que correteaban por la calle, pero no había señales de la dragona.
Finalmente pude verla a lo lejos, en un pequeño espacio abierto, con su vestido parcialmente manchada y con varios agujeros. La luz que había emanado con él se había apagado, casi tanto como su portadora.
-¡Astrid!
La dragona sólo asentía a mis propuestas con una mirada ensimismada, como si estuviera viendo algo maravillosamente hermoso y no existiera nada más en el mundo. Eso me hizo sonrojarme. ¿Por qué me miraba así? No tardé en averiguarlo. Sin que me lo esperase, Astrid se levanto, tomó mi rostro entre sus manos y me beso. Sentí la dulce humedad de sus labios juntarse con los míos en lo que fue un instante fugaz pero al mismo tiempo eterno. No pude más que deleitarme con aquel sabor que miraban con unos ojos perplejos los cerrados y placidos ojos de la dragona. Mis brazos se comenzaron a mover solos para intentar atraparla con ellos, pero de nuevo mi compañera se adelantó y con un lo siento cargado de tristeza salió corriendo.
Yo seguía sin comprender muy bien lo que había ocurrido notando como el calor que ella había dejado en mis labios se iba apagando... Tardé varios segundos en poder pestañear y soltar un suspiro, mientras unas tenazas invisibles comenzaban a oprimirme el corazón. Por una parte, el sentimiento de ir tras ella y besarla por mi mismo, no se si por amor o por mentalidad adolescente, y la otra por la culpa de haber permitido aquello y desear continuarlo. En mi mente se formó una rápida y fugaz imagen de Randall, Imargo y Discordia amenazando a Astrid, usándola para hacerme daño a mi.
Me golpeé la pierna furioso y apreté los dientes hasta que estos chirriaron. Debía de hacer, algo, algo que no destruyera mi amistad con Astrid para siempre, pero que no la pusiera en peligro de muerte. Así que sin saber muy bien que hacer, me levante y fui en su búsqueda.
En aquellos momentos odie no ser un verdadero licántropo, de haberlo sido hubiese podido encontrarla fácilmente por el olor tan característico de su perfume. Pero pedirle ayuda al lobo en aquel momento sólo serviría para que este se burlara de mi o entorpeciera mi misión, así que era mejor dejarlo durmiendo.
"¿Dónde se habrá metido?"
Seguí buscándola durante varios minutos, increpando a personas con las que la confundí, teniéndome que disculpar en varias ocasiones. Esquivé a hombres, mujeres y niños que correteaban por la calle, pero no había señales de la dragona.
Finalmente pude verla a lo lejos, en un pequeño espacio abierto, con su vestido parcialmente manchada y con varios agujeros. La luz que había emanado con él se había apagado, casi tanto como su portadora.
-¡Astrid!
Ircan
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
Recorro las calles buscando al revoltoso. No me agrada estar entre tanta gente, me asquea, pero debo de aguantarme. Recibo empujones y retengo las ganas de convertirlos a todos en una humeante pila de carne quemada. Me muerdo el labio para superar de alguna forma mi rabia. ¡No podías haber escogido un sitio menos transitado hijo! ¡Aghh! Al final comienzo a abrirme paso a empujones sin miramiento, que le jodan a quien le moleste.
Por fin veo al diablillo que sigue corriendo mirando de vez en cuando hacia atrás. Creo que el juego ha ido demasiado lejos, hay demasiada gente, puede ser peligroso. Inicio la carrera tras la criatura.
-¡No me pillas!- Neal grita al tiempo que se ríe mientras corre felizmente con los brazos desplegados.
-¡Ven aquí! - le digo alegre, aunque crea que eso ha ido demasiado lejos no puedo ser duro con mi hijo ni romper su ilusión.
-¡Nuuu! - vuelve a reír e intenta correr más rápido, pero sus jóvenes piernas de seis inviernos no dan para más y no tardo en cazarlo.
Lo levanto cual saco de patatas y le revuelvo el pelo.
-Menudo bribón estás hecho. - le sonrio amplíamente, pese a que me disguste sus locuras son las únicas que en verdad me alegran la vida, la justificación que refuerza mi objetivo. -¿Qué querías? ¿Perderte el desfile? ¿No quieres que vayamos?
-No, no no -el pequeño patalea intentando bajar. -¡Quiero ir papa! ¡Por favor!
-Te tengo muy malcriado...- me rasco la barbilla fingiendo que lo voy a castigar. -Tal vez....
-¡No! ¡Me portaré bien! - Neal me hace ojitos rogándome con las manos entrecruzadas. ¡Malditea sea! ¡Como me conoce!
-Vale...- intento aceptar forzado haciendo una pequeña mueca de desagrado. No puedo dejar que mi hijo se piense que puede conseguir lo que quiera conmigo. - Iremos. - lo bajo y lo tomo de la mano.- Pero no te sueltes de mi mano, hay demasiada gente y podrías perderte.
-¡Prometido! - se coge fuertemente a mi usando sus dos manos y camina muy pegado a mi.
Comenzamos a caminar de esa forma, mi hijo se deslumbra por los adornos que cuelgan con cuerdas por encima de las calles mientras yo intento disimular mi fascinación por la belleza local femenina. Bendito verano, ¿cuánto demonios vas a tardar en llegar con toda tu crudeza? A más calor, más visión jejeje.
Al llegar a la fila, que daba forma al desfile, lo primero que vemos es una humareda de colores.
-¡Que bonito papa! -Neal tira de mi manga. -¿Qué es eso rojo que están tirando los hombres al campo?
Eso es lo segundo que capta nuestra atención. Veo como un hombre saca un pequeño hígado de un cubo y lo lanza. ¿Esto es apto para niños?
-Emm... Piedras de colores...
-¡Wala! ¡Parecen muy blanditas! ¡Quiero una papa!
-¡Ni de broma!
-Pero... pero...- Neal hace un mohín, había gritado demasiado.
-Hijo...- intento encontrar una escusa convincente mientras me relamo los labios. -Son ofrendas para los dioses, si cogemos una... Nos pueden maldecir. ¿Quieres una maldición?
-¡No! ¡No!
-Muy bien, pues veamos desde aquí.
Y aquí viene la tercera sorpresa, bellas y descocadas mujeres bailan enérgicamente levantando sus faldas hasta lugares insospechados frente a nosotros. Mientras una parte de mi lucha por levantarse, la otra lleva rápidamente la mano a los ojos de Neal. ¡Una lucha interna en estado puro! ¡Si señor!
-¡Aus! ¡No veo nada! - Neal intenta librarse de mi mano. -¡Papa!
Eres demasiado joven para que te inculquen el gusto por esos placeres hijo.
-¿Quién soy? - intento ganar tiempo mientras no pierdo detalle de los muslos de la moza más cercana. A esa también le tapa los ojos yo... y otra cosa mucho más húmeda...
-¡Pues tú! ¿Quién si no?- no se rinde en su intento de desembarazarse de mi mano.
-¡Que listo eres hijo! - le libero una vez me he asegurado que las mujeres se han alejado lo suficiente.
-¡Jo, papa! ¡Ahora están muy lejos! - se enfurruña apretando los puños y da un resoplido.
-Deberías haber sido más rápido. -me encojo de hombros sonriente. -Vamos, se nos está haciendo tarde.- le tomo la mano y me lo llevo, aunque con reticencias pues sigue enfurruñado. -Venga que como has acertado te voy a comprar un dulce.
Eso, como no, soluciona todos los problemas; por lo que paso de tirar de tirar a ser arrastrado por mi hijo.
El pillo no tarda mucho en encontrar una tienda de dulces, ya que estas pueblan prácticamente cada rincón.
-Quiero ese- justó dando en el clavo del más caro. Le fulmino con la mirada pero sigue señalando impasible el dulce. Tu ganas bribón...
Dejo los aeros correspondientes y tomo el dulce para Neal que me lo arrebata enseguida de las manos. Esboza una amplia sonrisa y comienza a comérselo.
-Esos chupasangres de la Casa de la Moneda... ¡Malditos impuestos! -una voz llama mi atención a mi espalda. Me giro y veo a dos hombres hablar.
Acaricio el pelo de Neal mientras come para disimular y afino el oido.
-¡No pienses en eso! ¡Estamos de celebración!
-¡Es verdad! ¡Que les den! ¡Ahí se les atraganten sus montañas de aeros!
Sin duda a veces los insectos tienen conversaciones interesantes.
Por fin veo al diablillo que sigue corriendo mirando de vez en cuando hacia atrás. Creo que el juego ha ido demasiado lejos, hay demasiada gente, puede ser peligroso. Inicio la carrera tras la criatura.
-¡No me pillas!- Neal grita al tiempo que se ríe mientras corre felizmente con los brazos desplegados.
-¡Ven aquí! - le digo alegre, aunque crea que eso ha ido demasiado lejos no puedo ser duro con mi hijo ni romper su ilusión.
-¡Nuuu! - vuelve a reír e intenta correr más rápido, pero sus jóvenes piernas de seis inviernos no dan para más y no tardo en cazarlo.
Lo levanto cual saco de patatas y le revuelvo el pelo.
-Menudo bribón estás hecho. - le sonrio amplíamente, pese a que me disguste sus locuras son las únicas que en verdad me alegran la vida, la justificación que refuerza mi objetivo. -¿Qué querías? ¿Perderte el desfile? ¿No quieres que vayamos?
-No, no no -el pequeño patalea intentando bajar. -¡Quiero ir papa! ¡Por favor!
-Te tengo muy malcriado...- me rasco la barbilla fingiendo que lo voy a castigar. -Tal vez....
-¡No! ¡Me portaré bien! - Neal me hace ojitos rogándome con las manos entrecruzadas. ¡Malditea sea! ¡Como me conoce!
-Vale...- intento aceptar forzado haciendo una pequeña mueca de desagrado. No puedo dejar que mi hijo se piense que puede conseguir lo que quiera conmigo. - Iremos. - lo bajo y lo tomo de la mano.- Pero no te sueltes de mi mano, hay demasiada gente y podrías perderte.
-¡Prometido! - se coge fuertemente a mi usando sus dos manos y camina muy pegado a mi.
Comenzamos a caminar de esa forma, mi hijo se deslumbra por los adornos que cuelgan con cuerdas por encima de las calles mientras yo intento disimular mi fascinación por la belleza local femenina. Bendito verano, ¿cuánto demonios vas a tardar en llegar con toda tu crudeza? A más calor, más visión jejeje.
Al llegar a la fila, que daba forma al desfile, lo primero que vemos es una humareda de colores.
-¡Que bonito papa! -Neal tira de mi manga. -¿Qué es eso rojo que están tirando los hombres al campo?
Eso es lo segundo que capta nuestra atención. Veo como un hombre saca un pequeño hígado de un cubo y lo lanza. ¿Esto es apto para niños?
-Emm... Piedras de colores...
-¡Wala! ¡Parecen muy blanditas! ¡Quiero una papa!
-¡Ni de broma!
-Pero... pero...- Neal hace un mohín, había gritado demasiado.
-Hijo...- intento encontrar una escusa convincente mientras me relamo los labios. -Son ofrendas para los dioses, si cogemos una... Nos pueden maldecir. ¿Quieres una maldición?
-¡No! ¡No!
-Muy bien, pues veamos desde aquí.
Y aquí viene la tercera sorpresa, bellas y descocadas mujeres bailan enérgicamente levantando sus faldas hasta lugares insospechados frente a nosotros. Mientras una parte de mi lucha por levantarse, la otra lleva rápidamente la mano a los ojos de Neal. ¡Una lucha interna en estado puro! ¡Si señor!
-¡Aus! ¡No veo nada! - Neal intenta librarse de mi mano. -¡Papa!
Eres demasiado joven para que te inculquen el gusto por esos placeres hijo.
-¿Quién soy? - intento ganar tiempo mientras no pierdo detalle de los muslos de la moza más cercana. A esa también le tapa los ojos yo... y otra cosa mucho más húmeda...
-¡Pues tú! ¿Quién si no?- no se rinde en su intento de desembarazarse de mi mano.
-¡Que listo eres hijo! - le libero una vez me he asegurado que las mujeres se han alejado lo suficiente.
-¡Jo, papa! ¡Ahora están muy lejos! - se enfurruña apretando los puños y da un resoplido.
-Deberías haber sido más rápido. -me encojo de hombros sonriente. -Vamos, se nos está haciendo tarde.- le tomo la mano y me lo llevo, aunque con reticencias pues sigue enfurruñado. -Venga que como has acertado te voy a comprar un dulce.
Eso, como no, soluciona todos los problemas; por lo que paso de tirar de tirar a ser arrastrado por mi hijo.
El pillo no tarda mucho en encontrar una tienda de dulces, ya que estas pueblan prácticamente cada rincón.
-Quiero ese- justó dando en el clavo del más caro. Le fulmino con la mirada pero sigue señalando impasible el dulce. Tu ganas bribón...
Dejo los aeros correspondientes y tomo el dulce para Neal que me lo arrebata enseguida de las manos. Esboza una amplia sonrisa y comienza a comérselo.
-Esos chupasangres de la Casa de la Moneda... ¡Malditos impuestos! -una voz llama mi atención a mi espalda. Me giro y veo a dos hombres hablar.
Acaricio el pelo de Neal mientras come para disimular y afino el oido.
-¡No pienses en eso! ¡Estamos de celebración!
-¡Es verdad! ¡Que les den! ¡Ahí se les atraganten sus montañas de aeros!
Sin duda a veces los insectos tienen conversaciones interesantes.
Rumpel
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
*Off: Este post lo he ambientado varios años después del presente.
Lunargenta lucía bella y hermosa aquel día. Era el día de fiesta del Ostara y un motivo para celebrar. Hacía años que no pasaba por aquella fiesta. Recuerdo que la única vez que estuve, Jules dio una de mis granadas a Rachel y esta hizo un estropicio al creer que estaba pintando un huevo.
No me gustaban las fiestas, pero a veces había que ceder por el bien del grupo. Jules, que cuando no estaba conmigo de cacería solía estar bebiendo o dialogando con la gente, me pidió asistir junto con el resto de los Cazadores. Estábamos casi todos. Aún así, yo no estaba contenta, mientras todo el mundo festejaba. Me mantenía al margen.
El brujo se dedicó a ir de mesa en mesa, probando el picoteo existente de aquí a allá. Rachel se lo pasaba en grande jugando con los niños. Esta ocasión su hermano se preocupó de indicarle qué huevos eran los que había que pintar. Y la cibernética estaba entreteniéndose dibujando cosas en aquel cuaderno pequeño. Wayne Overholser se aproximó a mí, pero no tenía ganas de dialogar con él. El silencioso francotirador rápidamente entendió que no quería hablar, asintió y se marchó sin decir nada. Mi rostro no reflejaba fastidio, y es que llevaba meses sintiendo un problema serio. Tenía ganas de marchar.
Y así lo hice. Abandoné el jardín central para partir fuera. Creo que esperaría a los chicos fuera. Aquella fiesta se me estaba atragantando demasiado. Toda la gente sonreía. Todo el mundo era feliz. ¡Y yo de mal humor! Aunque tenía buenas razones. Para colmo, no podía marchar pues allí estaba Lázarus, el mayordomo de Palacio, encorvado por su avanzada edad, y tan servicial como siempre.
-Maestra cazadora. – saludó haciéndome una reverencia. Yo me quedé de brazos cruzados ante él. – Parece que no tiene buena cara.
-Estoy bien, Lázarus. Sólo necesito tomar el aire. – expliqué. La sempiterna sonrisa de aquel hombre de tez negra
-Maestra, usted tenía tres añitos cuando llegó a casa. – dijo con esa sonrisa y esa voz encantadora, tan de abuelo entrañable. - La recuerdo a la perfección. Le he servido desde entonces, y créame que sé distinguir cuando le desagrada una fiesta y cuando se siente mal por algo. – continuó el veterano. – En esta ocasión me inclino más por la segunda, por lo que si hay algo que le incomode, le sugiero me lo comunique.
Primero suspiré. No tenía ganas de compartir mis problemas con nadie. Pero el mayordomo tenía una cara de preocupación. Había cambiado su particular tono jovial por uno de mayor preocupación. Era el mayordomo del Palacio. No había motivos para desconfiar de él. Ni motivos para darle preocupaciones. Además, él mejor que nadie era el hombre de confianza de la familia, tanto de Isabella como de Mortagglia. ¿Quién mejor que él para contarle mis problemas?
-Lázarus, no es nada. – comenté girando la cabeza a un lado y me mordí los labios. – Es sólo que… Estoy teniendo ciertos… - miré un poco al suelo. No sabía muy bien cómo decirlo. – Desajustes. En mis ciclos. Los últimos meses.
El hombre abrió sus ojos castaños. Brillaban. Y también su boca. El mayordomo no pudo ocultar su sorpresa por la noticia.
-¿Quiere decir que está usted…? – preguntó.
-No lo sé. No sé nada. Ni quiero saber nada. – interrumpí de malos modales, haciendo aspavientos con la mano. No quería escuchar esa palabra. Desde luego, aquel hombre aguantaba lo indefinido conmigo. Tenía el cielo ganado.
-Y yo que creía que usted venía al Ostara sin huevos qué pintar… - bromeó.
-Já, muy gracioso, Lázarus. – opiné sobre su chiste malo, inclinándome hacia delante de mala manera.
-¿Y lo sabe el señor Roche? – preguntó.
-¿Por qué iba a saberlo? Son asuntos privados. – comenté toda ofendida. - ¿Qué le importaría precisamente a él?
Lázarus alzó una ceja sorpresiva.
-Maestra, no se ofenda, pero todos llevamos viviendo años en el Palacio de los Vientos… - dejó caer antes de hacer una pequeña pausa. Cielos santos. Si fuese como Cassandra sí que sería más difícil. - Además, eso es algo que no podría ocultar mucho tiempo. Quizás en primer lugar sería óptimo que se lo comunicara cuanto antes al señor Roche. – comentó con una sonrisa. – Piénselo. Hasta entonces, disfrute de un feliz Ostara.
El mayordomo se despidió de mí y se dirigió al interior. Yo hice varias negaciones con la cabeza. Aún estaba a tiempo de irme y que nadie supiera de mí. ¿Belladonna había hecho algo parecido, no? Maldita sea a mí no me gustaba nada reconocer aquello. Aún siendo la Maestra Cazadora, iba a ser la comidilla de todo el Palacio.
Creo que tendría que retirarme una temporada de la caza de vampiros.
Lunargenta lucía bella y hermosa aquel día. Era el día de fiesta del Ostara y un motivo para celebrar. Hacía años que no pasaba por aquella fiesta. Recuerdo que la única vez que estuve, Jules dio una de mis granadas a Rachel y esta hizo un estropicio al creer que estaba pintando un huevo.
No me gustaban las fiestas, pero a veces había que ceder por el bien del grupo. Jules, que cuando no estaba conmigo de cacería solía estar bebiendo o dialogando con la gente, me pidió asistir junto con el resto de los Cazadores. Estábamos casi todos. Aún así, yo no estaba contenta, mientras todo el mundo festejaba. Me mantenía al margen.
El brujo se dedicó a ir de mesa en mesa, probando el picoteo existente de aquí a allá. Rachel se lo pasaba en grande jugando con los niños. Esta ocasión su hermano se preocupó de indicarle qué huevos eran los que había que pintar. Y la cibernética estaba entreteniéndose dibujando cosas en aquel cuaderno pequeño. Wayne Overholser se aproximó a mí, pero no tenía ganas de dialogar con él. El silencioso francotirador rápidamente entendió que no quería hablar, asintió y se marchó sin decir nada. Mi rostro no reflejaba fastidio, y es que llevaba meses sintiendo un problema serio. Tenía ganas de marchar.
Y así lo hice. Abandoné el jardín central para partir fuera. Creo que esperaría a los chicos fuera. Aquella fiesta se me estaba atragantando demasiado. Toda la gente sonreía. Todo el mundo era feliz. ¡Y yo de mal humor! Aunque tenía buenas razones. Para colmo, no podía marchar pues allí estaba Lázarus, el mayordomo de Palacio, encorvado por su avanzada edad, y tan servicial como siempre.
-Maestra cazadora. – saludó haciéndome una reverencia. Yo me quedé de brazos cruzados ante él. – Parece que no tiene buena cara.
-Estoy bien, Lázarus. Sólo necesito tomar el aire. – expliqué. La sempiterna sonrisa de aquel hombre de tez negra
-Maestra, usted tenía tres añitos cuando llegó a casa. – dijo con esa sonrisa y esa voz encantadora, tan de abuelo entrañable. - La recuerdo a la perfección. Le he servido desde entonces, y créame que sé distinguir cuando le desagrada una fiesta y cuando se siente mal por algo. – continuó el veterano. – En esta ocasión me inclino más por la segunda, por lo que si hay algo que le incomode, le sugiero me lo comunique.
Primero suspiré. No tenía ganas de compartir mis problemas con nadie. Pero el mayordomo tenía una cara de preocupación. Había cambiado su particular tono jovial por uno de mayor preocupación. Era el mayordomo del Palacio. No había motivos para desconfiar de él. Ni motivos para darle preocupaciones. Además, él mejor que nadie era el hombre de confianza de la familia, tanto de Isabella como de Mortagglia. ¿Quién mejor que él para contarle mis problemas?
-Lázarus, no es nada. – comenté girando la cabeza a un lado y me mordí los labios. – Es sólo que… Estoy teniendo ciertos… - miré un poco al suelo. No sabía muy bien cómo decirlo. – Desajustes. En mis ciclos. Los últimos meses.
El hombre abrió sus ojos castaños. Brillaban. Y también su boca. El mayordomo no pudo ocultar su sorpresa por la noticia.
-¿Quiere decir que está usted…? – preguntó.
-No lo sé. No sé nada. Ni quiero saber nada. – interrumpí de malos modales, haciendo aspavientos con la mano. No quería escuchar esa palabra. Desde luego, aquel hombre aguantaba lo indefinido conmigo. Tenía el cielo ganado.
-Y yo que creía que usted venía al Ostara sin huevos qué pintar… - bromeó.
-Já, muy gracioso, Lázarus. – opiné sobre su chiste malo, inclinándome hacia delante de mala manera.
-¿Y lo sabe el señor Roche? – preguntó.
-¿Por qué iba a saberlo? Son asuntos privados. – comenté toda ofendida. - ¿Qué le importaría precisamente a él?
Lázarus alzó una ceja sorpresiva.
-Maestra, no se ofenda, pero todos llevamos viviendo años en el Palacio de los Vientos… - dejó caer antes de hacer una pequeña pausa. Cielos santos. Si fuese como Cassandra sí que sería más difícil. - Además, eso es algo que no podría ocultar mucho tiempo. Quizás en primer lugar sería óptimo que se lo comunicara cuanto antes al señor Roche. – comentó con una sonrisa. – Piénselo. Hasta entonces, disfrute de un feliz Ostara.
El mayordomo se despidió de mí y se dirigió al interior. Yo hice varias negaciones con la cabeza. Aún estaba a tiempo de irme y que nadie supiera de mí. ¿Belladonna había hecho algo parecido, no? Maldita sea a mí no me gustaba nada reconocer aquello. Aún siendo la Maestra Cazadora, iba a ser la comidilla de todo el Palacio.
Creo que tendría que retirarme una temporada de la caza de vampiros.
Anastasia Boisson
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
La voz que tanto temía de volver a oír sonó a sus espaldas. Sus piernas se quedaron paralizadas, no podía moverse del sitio¿Acaso tenía miedo de lo que podría oír? Su cabeza no paraba de repetir una y otra vez las palabras que seguramente su joven acompañante le diría. -No te acerques- Es lo único que pudo decir en esos momentos. Bajó la mirada y observó su vestido completamente sucio y con varias roturas alrededor. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas que caían lentamente por sus mejillas. Cerró los ojos intentando parar de llorar pero era casi imposible, su cuerpo entero se sentía débil, vulnerable. "-Vaya mierda de situación, Astrid eres una estúpida-" Pensó para si misma mientras entre ambos se había creado un silencio que era bastante incómodo para la situación que se había vivido. Sacó fuerzas de donde pudo y poco a poco se fue girando para quedar cara a cara con Ircan pero aún a una distancia prudente.
Si viera que el contrario iba hacia ella, Astrid daría un paso hacia atrás alejándose. Quería prevenir sus ganas de lanzarse a los brazos del licántropo, llorar sobre su pecho y sentirse arropada entre sus brazos. Lo que había provocado podría cambiar la situación, podría mejorarla o en el peor de los casos podría empeorarla. Para Astrid, que ahora solo pensaba en situaciones negativas, no había mejoría en aquellos momentos. Se echó la capucha transparente de la capa hacia atrás dejando ver completamente su rostro y cabello. La alegría que transmitía cuando salió de la posada donde se hospedaban había desaparecido, ahora solo quedaba una Astrid completamente diferente. Su cuerpo completamente embarrado y su precioso vestido parecía haber perdido el brillo. Cruzó los brazos delante de su pecho para ocultar las transparencias del escote, aquella seguridad se había esfumado también.
-No... No quiero hablar del tema... Solo sigue con el festival, yo iré a la posada...- Su voz sonaba rota, sus labios temblaban por el llanto. No se atrevió en ningún momento a levantar la mirada para verle, no era capaz, se había contraído tanto que no parecía ni ella. Sin quitar los brazos de su posición, se giró lentamente y, sin saber si el contrario iniciaría la marcha para alcanzarla o no, comenzó a andar. No avanzó mucho cuando, por temblar tanto sus piernas, cayó al suelo de rodillas. Llevó sus manos a su rostro rompiendo a llorar nuevamente. -No debí hacerlo, no debí hacerlo- Se decía una y otra vez entre lágrimas.
Si viera que el contrario iba hacia ella, Astrid daría un paso hacia atrás alejándose. Quería prevenir sus ganas de lanzarse a los brazos del licántropo, llorar sobre su pecho y sentirse arropada entre sus brazos. Lo que había provocado podría cambiar la situación, podría mejorarla o en el peor de los casos podría empeorarla. Para Astrid, que ahora solo pensaba en situaciones negativas, no había mejoría en aquellos momentos. Se echó la capucha transparente de la capa hacia atrás dejando ver completamente su rostro y cabello. La alegría que transmitía cuando salió de la posada donde se hospedaban había desaparecido, ahora solo quedaba una Astrid completamente diferente. Su cuerpo completamente embarrado y su precioso vestido parecía haber perdido el brillo. Cruzó los brazos delante de su pecho para ocultar las transparencias del escote, aquella seguridad se había esfumado también.
-No... No quiero hablar del tema... Solo sigue con el festival, yo iré a la posada...- Su voz sonaba rota, sus labios temblaban por el llanto. No se atrevió en ningún momento a levantar la mirada para verle, no era capaz, se había contraído tanto que no parecía ni ella. Sin quitar los brazos de su posición, se giró lentamente y, sin saber si el contrario iniciaría la marcha para alcanzarla o no, comenzó a andar. No avanzó mucho cuando, por temblar tanto sus piernas, cayó al suelo de rodillas. Llevó sus manos a su rostro rompiendo a llorar nuevamente. -No debí hacerlo, no debí hacerlo- Se decía una y otra vez entre lágrimas.
Astrid Leggiend
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
Ben seguía sin poder articular una palabra, en su cabeza seguían resonando sus palabras y el choque de la jarra de la mujer en la mesa de manera alternativa. Palabras, jarra. Palabras, jarra... Y sobre todo subyacía la idea de que el hombre que tenía delante quería morir. No, no lo quería, lo deseaba. Era algo inconcebible para él. La muerte no era algo deseable a menos que se quisiera escapar de algo mucho peor y eso sólo se podía traducir en dolor, no físico si no mental. Una experiencia pasada y con un resultado catastrófico para él. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Dioses, tengo que salvar a este hombre. Ben parecía estar volviendo en sí, sus pensamientos se fueron ordenando y sin dejar de mirar a los ojos del hombre le preguntó:
¿Por qué quieres huir? El hombre pareció sorprenderse por un breve instante y acto seguido se levantó y caminó alejándose de la fiesta. Ben se levantó para seguirlo, pero no recordó que había estado bebiendo durante toda la noche, por eso tropezó y cayó al suelo. Levantó la cabeza y vio al hombre, trató de levantarse lo más rápido que pudo, aún así de pie chocó con varias personas antes de ponerse en dirección al hombre. Ben ni siquiera pidió disculpas de tan ocupado que estaba tratando de ir erguido y siguiendo el rastro del hombre, no era algo fácil, desde luego que no. Se apartaron bastante de la fiesta y el hombre seguía sin detenerse.
¡Eh! ¡Eh! Para, maldita sea. Creyó gritar Ben, el hombre por su parte seguía sin hacer caso. Ben corrió hacia él no sin antes volver al suelo un par de veces. En una de estas, cuando Ben se levantaba, el hombre se puso de rodillas mirando al horizonte. Ben se quedó quieto a quince pasos, jadeando del esfuerzo realizado, seguramente lo pagaría caro dentro de un rato. El hombre empezó a hablar en voz baja, una plegaria, pensó rápidamente Ben que dio un par de pasos hacia él.
Por los Dioses... Lo que pretendes hacer es una locura. No, tú no, yo... Pero tú, lo que quieres, lo que deseas es una locura y a mi me arrastras hacia ella. El hombre dejó de murmurar y le habló en voz alta.
Amigo, ¿es una locura querer volver a ver a tu esposa? ¿A tus hijos? ¿Es una locura querer ser parte de un sacrificio a los Dioses? El hombre parecía que sollozaba. No lo aguanto más. No tienes ni idea de lo que es cargar con este peso un día tras otro desde hace quince años. El tiempo pasa y mientras mi vida se apaga, el dolor crece y se hace insoportable. Este es el día en el que quiero morir.
Pff, tú mismo lo has dicho, tú quieres morir, no que te maten. Que te jodan, eres un maldito cobarde que quiere escapar de su destino, ¿te crees que los Dioses te serán más favorables después? Eres más idiota de lo que pensaba. Ben escupió al suelo, algo no iba bien. Que pase buena noche. Se dio la vuelta. Oh, ahí viene. Una arcada y después...
Ben seguía sin poder articular una palabra, en su cabeza seguían resonando sus palabras y el choque de la jarra de la mujer en la mesa de manera alternativa. Palabras, jarra. Palabras, jarra... Y sobre todo subyacía la idea de que el hombre que tenía delante quería morir. No, no lo quería, lo deseaba. Era algo inconcebible para él. La muerte no era algo deseable a menos que se quisiera escapar de algo mucho peor y eso sólo se podía traducir en dolor, no físico si no mental. Una experiencia pasada y con un resultado catastrófico para él. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Dioses, tengo que salvar a este hombre. Ben parecía estar volviendo en sí, sus pensamientos se fueron ordenando y sin dejar de mirar a los ojos del hombre le preguntó:
¿Por qué quieres huir? El hombre pareció sorprenderse por un breve instante y acto seguido se levantó y caminó alejándose de la fiesta. Ben se levantó para seguirlo, pero no recordó que había estado bebiendo durante toda la noche, por eso tropezó y cayó al suelo. Levantó la cabeza y vio al hombre, trató de levantarse lo más rápido que pudo, aún así de pie chocó con varias personas antes de ponerse en dirección al hombre. Ben ni siquiera pidió disculpas de tan ocupado que estaba tratando de ir erguido y siguiendo el rastro del hombre, no era algo fácil, desde luego que no. Se apartaron bastante de la fiesta y el hombre seguía sin detenerse.
¡Eh! ¡Eh! Para, maldita sea. Creyó gritar Ben, el hombre por su parte seguía sin hacer caso. Ben corrió hacia él no sin antes volver al suelo un par de veces. En una de estas, cuando Ben se levantaba, el hombre se puso de rodillas mirando al horizonte. Ben se quedó quieto a quince pasos, jadeando del esfuerzo realizado, seguramente lo pagaría caro dentro de un rato. El hombre empezó a hablar en voz baja, una plegaria, pensó rápidamente Ben que dio un par de pasos hacia él.
Por los Dioses... Lo que pretendes hacer es una locura. No, tú no, yo... Pero tú, lo que quieres, lo que deseas es una locura y a mi me arrastras hacia ella. El hombre dejó de murmurar y le habló en voz alta.
Amigo, ¿es una locura querer volver a ver a tu esposa? ¿A tus hijos? ¿Es una locura querer ser parte de un sacrificio a los Dioses? El hombre parecía que sollozaba. No lo aguanto más. No tienes ni idea de lo que es cargar con este peso un día tras otro desde hace quince años. El tiempo pasa y mientras mi vida se apaga, el dolor crece y se hace insoportable. Este es el día en el que quiero morir.
Pff, tú mismo lo has dicho, tú quieres morir, no que te maten. Que te jodan, eres un maldito cobarde que quiere escapar de su destino, ¿te crees que los Dioses te serán más favorables después? Eres más idiota de lo que pensaba. Ben escupió al suelo, algo no iba bien. Que pase buena noche. Se dio la vuelta. Oh, ahí viene. Una arcada y después...
Cuando se hubo recuperado se separó del árbol, ¿cómo he llegado hasta aquí? Dioses... Dio un par de pasos y una masa se abalanzó contra él. El golpe contra el suelo no fue tan brutal como si hubiera sido contra el árbol. Atacante y Ben rodaron por el suelo y el atacante volvió a por él. Ben trató de rodar en dirección contraria pero no pudo y recibió un puñetazo en el estómago y luego en la cara y la presión desapareció.
¡¡VAMOS!! ¡¿Quién es el cobarde?! ¡¡LEVANTA!! Ben, aturdido por los golpes se puso de pie y miró al atacante. Era él, el desgraciado. La ira recorrió a Ben de arriba a abajo y se abalanzó contra el hombre que aunque estaba en posición defensiva, en el último instante cerró los ojos y abrió los brazos como abrazando la embestida. Cayeron una vez más al suelo pero ahora Ben llevaba la iniciativa. Cegado por la ira no tardó encontrar al hombre en el suelo y propinarle una buena tanda de puñetazos. Uno, dos... cuatro... seis. ¡Para Ben! Ocho. ¡¡PARA!! Silencio... Ben jadeaba, estaba subido a horcajadas sobre el hombre, con la mano izquierda agarraba el cuello de la camisa y con la derecha había propinado los golpes. Le dolía la mano una barbaridad.
¿Qué demonios he hecho? Por los Dioses, ¿qué he hecho? No, no... Joder, no... Miró a un lado y a otro, ¿lo había matado? Se separó del hombre y se pasó las manos por la cabeza. No, no, no... Se acercó al hombre y lo zarandeó para ver si reaccionaba. Su cara estaba hecha un desastre, había sangre por todas partes, pero murmuró. Algo quería salir de su boca, Ben se acercó a él y algo salió. El hombre le había escupido en la cara y a continuación reía y tosía a partes iguales. Ben se limpió con la manga y sacó el hacha. No. Se alejó. ¿Vas a dejarlo así? Volvió a él. Se arrodilló echó el hacha hacia atrás y asestó un golpe mortal.
Ben llevaba el cuerpo sobre el hombro como si fuera un saco. Fue en dirección a la fiesta, no sabía que reacciones habría, con suerte, estarían demasiado ocupados con sus asuntos como para preocuparse por él y su carga. Por los Dioses, pesa como un muerto... Ben no supo por qué pero encontró aquella frase graciosa y fue riéndose durante un rato. Cuando llegó al lugar había bastante jaleo todavía, así que pasaría desapercibido, pero alguien lo detuvo.
Una fiesta intensa, ¿eh? Dijo mirando al hombre mientras sonreía. Aquel hombre que lo había parado estaba borracho. ¡Já! Y tanto, voy a ver si se lo entrego a... una mujer... su mujer, claro. Sonrió y siguió caminando. Con aquel bulto al hombro. Pasó al lado de su mesa y se detuvo. Aquel era un buen sitio. Situó a aquel hombre donde estaba sentado. La mujer no se había movido y le miraba fijamente. Colocó al hombre como si estuviera durmiendo y ocupó su sitio. ¡Qué bien se estaba allí! Y además la jarra estaba llena. La mujer no dejaba de mirarlo y cuando escuchó ruido a su lado se asustó. Volvió a mirar a Ben que estaba sacando el hacha dispuesto a limpiarla.
¿Eso es tierra? Ben sonrió al escuchar la voz de la mujer, ¡por fin!
Sí, así es.
¿Por qué? Ben la miró y terminó de quitar la tierra que tenía el filo del hacha. Después dejó el hacha encima de la mesa y se encogió de hombros.
Lo comprendí en el momento justo. El Ostara. Nueva vida, ¿sabes? Pero también la vida se puede regenerar, lo que estaba marchito puede volver a florecer, como este hombre. Suspiró y echó un trago de la jarra. La mujer lo miraba sonriente, satisfecha con que aquel hombre siguiera con vida. Ben alzó la jarra hacia ella y ambos bebieron.
Según pasó la noche, las palabras fueron sobrando.
¿Por qué quieres huir? El hombre pareció sorprenderse por un breve instante y acto seguido se levantó y caminó alejándose de la fiesta. Ben se levantó para seguirlo, pero no recordó que había estado bebiendo durante toda la noche, por eso tropezó y cayó al suelo. Levantó la cabeza y vio al hombre, trató de levantarse lo más rápido que pudo, aún así de pie chocó con varias personas antes de ponerse en dirección al hombre. Ben ni siquiera pidió disculpas de tan ocupado que estaba tratando de ir erguido y siguiendo el rastro del hombre, no era algo fácil, desde luego que no. Se apartaron bastante de la fiesta y el hombre seguía sin detenerse.
¡Eh! ¡Eh! Para, maldita sea. Creyó gritar Ben, el hombre por su parte seguía sin hacer caso. Ben corrió hacia él no sin antes volver al suelo un par de veces. En una de estas, cuando Ben se levantaba, el hombre se puso de rodillas mirando al horizonte. Ben se quedó quieto a quince pasos, jadeando del esfuerzo realizado, seguramente lo pagaría caro dentro de un rato. El hombre empezó a hablar en voz baja, una plegaria, pensó rápidamente Ben que dio un par de pasos hacia él.
Por los Dioses... Lo que pretendes hacer es una locura. No, tú no, yo... Pero tú, lo que quieres, lo que deseas es una locura y a mi me arrastras hacia ella. El hombre dejó de murmurar y le habló en voz alta.
Amigo, ¿es una locura querer volver a ver a tu esposa? ¿A tus hijos? ¿Es una locura querer ser parte de un sacrificio a los Dioses? El hombre parecía que sollozaba. No lo aguanto más. No tienes ni idea de lo que es cargar con este peso un día tras otro desde hace quince años. El tiempo pasa y mientras mi vida se apaga, el dolor crece y se hace insoportable. Este es el día en el que quiero morir.
Pff, tú mismo lo has dicho, tú quieres morir, no que te maten. Que te jodan, eres un maldito cobarde que quiere escapar de su destino, ¿te crees que los Dioses te serán más favorables después? Eres más idiota de lo que pensaba. Ben escupió al suelo, algo no iba bien. Que pase buena noche. Se dio la vuelta. Oh, ahí viene. Una arcada y después...
Ben seguía sin poder articular una palabra, en su cabeza seguían resonando sus palabras y el choque de la jarra de la mujer en la mesa de manera alternativa. Palabras, jarra. Palabras, jarra... Y sobre todo subyacía la idea de que el hombre que tenía delante quería morir. No, no lo quería, lo deseaba. Era algo inconcebible para él. La muerte no era algo deseable a menos que se quisiera escapar de algo mucho peor y eso sólo se podía traducir en dolor, no físico si no mental. Una experiencia pasada y con un resultado catastrófico para él. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Dioses, tengo que salvar a este hombre. Ben parecía estar volviendo en sí, sus pensamientos se fueron ordenando y sin dejar de mirar a los ojos del hombre le preguntó:
¿Por qué quieres huir? El hombre pareció sorprenderse por un breve instante y acto seguido se levantó y caminó alejándose de la fiesta. Ben se levantó para seguirlo, pero no recordó que había estado bebiendo durante toda la noche, por eso tropezó y cayó al suelo. Levantó la cabeza y vio al hombre, trató de levantarse lo más rápido que pudo, aún así de pie chocó con varias personas antes de ponerse en dirección al hombre. Ben ni siquiera pidió disculpas de tan ocupado que estaba tratando de ir erguido y siguiendo el rastro del hombre, no era algo fácil, desde luego que no. Se apartaron bastante de la fiesta y el hombre seguía sin detenerse.
¡Eh! ¡Eh! Para, maldita sea. Creyó gritar Ben, el hombre por su parte seguía sin hacer caso. Ben corrió hacia él no sin antes volver al suelo un par de veces. En una de estas, cuando Ben se levantaba, el hombre se puso de rodillas mirando al horizonte. Ben se quedó quieto a quince pasos, jadeando del esfuerzo realizado, seguramente lo pagaría caro dentro de un rato. El hombre empezó a hablar en voz baja, una plegaria, pensó rápidamente Ben que dio un par de pasos hacia él.
Por los Dioses... Lo que pretendes hacer es una locura. No, tú no, yo... Pero tú, lo que quieres, lo que deseas es una locura y a mi me arrastras hacia ella. El hombre dejó de murmurar y le habló en voz alta.
Amigo, ¿es una locura querer volver a ver a tu esposa? ¿A tus hijos? ¿Es una locura querer ser parte de un sacrificio a los Dioses? El hombre parecía que sollozaba. No lo aguanto más. No tienes ni idea de lo que es cargar con este peso un día tras otro desde hace quince años. El tiempo pasa y mientras mi vida se apaga, el dolor crece y se hace insoportable. Este es el día en el que quiero morir.
Pff, tú mismo lo has dicho, tú quieres morir, no que te maten. Que te jodan, eres un maldito cobarde que quiere escapar de su destino, ¿te crees que los Dioses te serán más favorables después? Eres más idiota de lo que pensaba. Ben escupió al suelo, algo no iba bien. Que pase buena noche. Se dio la vuelta. Oh, ahí viene. Una arcada y después...
Cuando se hubo recuperado se separó del árbol, ¿cómo he llegado hasta aquí? Dioses... Dio un par de pasos y una masa se abalanzó contra él. El golpe contra el suelo no fue tan brutal como si hubiera sido contra el árbol. Atacante y Ben rodaron por el suelo y el atacante volvió a por él. Ben trató de rodar en dirección contraria pero no pudo y recibió un puñetazo en el estómago y luego en la cara y la presión desapareció.
¡¡VAMOS!! ¡¿Quién es el cobarde?! ¡¡LEVANTA!! Ben, aturdido por los golpes se puso de pie y miró al atacante. Era él, el desgraciado. La ira recorrió a Ben de arriba a abajo y se abalanzó contra el hombre que aunque estaba en posición defensiva, en el último instante cerró los ojos y abrió los brazos como abrazando la embestida. Cayeron una vez más al suelo pero ahora Ben llevaba la iniciativa. Cegado por la ira no tardó encontrar al hombre en el suelo y propinarle una buena tanda de puñetazos. Uno, dos... cuatro... seis. ¡Para Ben! Ocho. ¡¡PARA!! Silencio... Ben jadeaba, estaba subido a horcajadas sobre el hombre, con la mano izquierda agarraba el cuello de la camisa y con la derecha había propinado los golpes. Le dolía la mano una barbaridad.
¿Qué demonios he hecho? Por los Dioses, ¿qué he hecho? No, no... Joder, no... Miró a un lado y a otro, ¿lo había matado? Se separó del hombre y se pasó las manos por la cabeza. No, no, no... Se acercó al hombre y lo zarandeó para ver si reaccionaba. Su cara estaba hecha un desastre, había sangre por todas partes, pero murmuró. Algo quería salir de su boca, Ben se acercó a él y algo salió. El hombre le había escupido en la cara y a continuación reía y tosía a partes iguales. Ben se limpió con la manga y sacó el hacha. No. Se alejó. ¿Vas a dejarlo así? Volvió a él. Se arrodilló echó el hacha hacia atrás y asestó un golpe mortal.
Ben llevaba el cuerpo sobre el hombro como si fuera un saco. Fue en dirección a la fiesta, no sabía que reacciones habría, con suerte, estarían demasiado ocupados con sus asuntos como para preocuparse por él y su carga. Por los Dioses, pesa como un muerto... Ben no supo por qué pero encontró aquella frase graciosa y fue riéndose durante un rato. Cuando llegó al lugar había bastante jaleo todavía, así que pasaría desapercibido, pero alguien lo detuvo.
Una fiesta intensa, ¿eh? Dijo mirando al hombre mientras sonreía. Aquel hombre que lo había parado estaba borracho. ¡Já! Y tanto, voy a ver si se lo entrego a... una mujer... su mujer, claro. Sonrió y siguió caminando. Con aquel bulto al hombro. Pasó al lado de su mesa y se detuvo. Aquel era un buen sitio. Situó a aquel hombre donde estaba sentado. La mujer no se había movido y le miraba fijamente. Colocó al hombre como si estuviera durmiendo y ocupó su sitio. ¡Qué bien se estaba allí! Y además la jarra estaba llena. La mujer no dejaba de mirarlo y cuando escuchó ruido a su lado se asustó. Volvió a mirar a Ben que estaba sacando el hacha dispuesto a limpiarla.
¿Eso es tierra? Ben sonrió al escuchar la voz de la mujer, ¡por fin!
Sí, así es.
¿Por qué? Ben la miró y terminó de quitar la tierra que tenía el filo del hacha. Después dejó el hacha encima de la mesa y se encogió de hombros.
Lo comprendí en el momento justo. El Ostara. Nueva vida, ¿sabes? Pero también la vida se puede regenerar, lo que estaba marchito puede volver a florecer, como este hombre. Suspiró y echó un trago de la jarra. La mujer lo miraba sonriente, satisfecha con que aquel hombre siguiera con vida. Ben alzó la jarra hacia ella y ambos bebieron.
Según pasó la noche, las palabras fueron sobrando.
Sango
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Re: Ostara, la Pascua de Aerandir [Evento Global]
Ostara, La Pascua de Aerandir
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | Quien más y quien menos, todos los presentes habían rendido tributo a la Diosa Ostara. ¡Este año tendremos una magnífica cosecha! Deseo que los ancianos no se equivocasen. El año pasado, y también el anterior, dijeron las mismas frases ya carentes de significado. Se equivocaron enormemente. ¿Era preciso volver a recordar lo horrible que fue la enfermedad de los dragones? Si se preguntase a los ancianos pueblerinos, ellos responderían con un movimiento negativo de cabeza a la vez que, mentalmente, daban gracias por seguir con vida. Bajo el suelo que pisaban, se creía que una Diosa recién nacida, una nueva Ostara, creaba la tierra y las raíces de las plantas con su piel y sus cabellos. Sus pechos, en un futuro, formaría dos nuevas montañas, entre sus piernas se formarían madrigueras para topos y conejos, su mano derecha se expandiría hacía el este donde crearía un mágico bosque y en su saliva, mezcla de agua y fango, se encontraba la gracia que haría que la cosecha de este año fuera la mejor en décadas. Marvilin Meyi no compartía las creencias de los presentes. Sus dioses eran sus ballestas y sus leyendas la formaban los animales que había cazado. Antes de que un anciano empezase a parlotear sobre la Diosa Ostara y sobre las señales que se imaginaba ver en el cielo; Meyi desenvainaba un cuchillo y hacía descansar su filo en la frente del viejo. |
Detrás de Meyi, La Chica observa inmóvil lo que hacía el cazador (su dueño). Aunque sabía que la amenaza era una broma, que Meyi no iba a matar a nadie; no podía dejar de temerle. Era cuestión de tiempo que El Monstruo despertase y, entonces, el cazador dejaría de bromear.
En las mesas de madera, alejadas del camino por donde pasaba el desfile, Emily Shawn recogía en una cesta de mimbre los huevos que había pintado Boomer. No se le pasó por alto que el color que más había utilizado era el azul.
-Boomer la echa de menos, ¿verdad que sí?- Emily habló de forma que el gigante pudiera entenderle. Él respondió con un lento movimiento de cabeza- Yo… creo que también la echo de menos-. Por supuesto, se refería a Simphony Shappire; el alter ego de Emily que logró desprenderse de su cuerpo y sacrificarse por salvar la vida a sus amigos.
En un susurro inaudible, Emily rezó a Ostara para que cuidase del cuerpo inerte de Shappire.
Hont también estaba rezando, pero, a diferencia de Emily, no lo hacía en voz baja. En sus oraciones estaban los nombres de su padre y su hermana.
-Y también te imploro por los miedos de mi hermana Hanna. Que no tema el abrazo de la muerte y no se atormente por lo que pueda pasarme en vida. Hazle saber, Diosa Ostara, que la quiero y que siempre admiraré el esfuerzo que hizo al tener que dejar a atrás su posición de hermana menor para convertirse en la mayor después de mi maldición y mis deseos. Ha llegado la hora de que tenga que cuidarme solo y prometo que lo haré para que mi Hanna descanse en paz- si no eran las mismas palabras, con otras muy parecidas, Hont repetía el mismo rezo a cada rato. Al terminar besaba la tierra, allí donde se imaginaba que debía estar la frente de la Diosa Ostara.
_____________________
Estos días he entrado a felicitar a los nuevos usuarios por sus intervenciones en este tema. Lamentablemente, creo no haber coincidido con todos. Lo volveré a repetir: a pesar de, todavía, no conocer todo el lore del foro, lo habéis hecho muy bien y habéis entendido a la perfección el ambiente a festival que se intenta crear con estos temas. ¡Buen trabajo! Con esto, no quiero restar importancia a los usuarios veteranos. Todos habéis estado genial. ¡Os habéis lucido! Con alguno de vosotros (sin decir nombres por miedo a ofender), disfruto más leyendo los posts que hacéis en los Eventos que en un tema interpretativo “normal”.
Obsequios:
Todos recibís.
* +5 ptos de experiencia
* 50 aeros
* Recompensa para aquellos que han encendido una vela y espantado sus temores: Aliden Tenebrae, Eyre, Alward Sevna, Elen Calhoun, Al'theas Tinarandel Vela de Sangre de Ostara
- Vela de Sangre:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
La cera derretida de la llama es capaz de renovar un terreno muerto. Si estás hambriento, escaso de comida y bebida; puedes encender la vela y dejar caer la cera al suelo. Se formará un microvalle con diminutas frutas y un pequeño río (de tu bebida favorita) de apenas un sorbo.
4 Usos
- Huevo de Tierra:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Los huevos llevan en su interior un minúsculo bosque. Al plantarlo en la tierra, los diminutos árboles se harán del tamaño original y se cubrirán para protegerte. El efecto durará 1 turno, después de esto, los árboles desaparecerán.
2 Usos
- Cerveza de Mantequilla:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Cuando la bebes, te conviertes en un animal. Literalmente. El efecto dura 2 turnos y, mientras esté activo, no podrás utilizar otros objetos ni habilidades.
4 Usos
* Recompensa para aquellos que han realizado una pequeña trama. En este tema, y por el gran número de posts que hemos tenido, me he permito ser un poco más estricta. Es decir, no he aceptado a aquellos usuarios que han hecho dos posts sin haber interaccionado con otro usuario. Solo tendré en cuenta aquellos que verdaderamente se han esforzado por buscar un personaje con quien rolear y han formado una historia. (Así es como lo debería haber hecho desde el principio, pero os tengo mal acostumbrados :P): Chimar, Matthew Owens, Eyre, Alward Sevna, Angélique Beauchat, Reivy Abadder, Aliden Tenebrae, Taliesin Skatha, Astrid Leggiend, Ircan, Zöe, Sango. Piedra Ambiental
- Piedra Ambiental:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Te permite cambiar el clima a elección en un radio de 10 metros de radio desde donde lo usas: El efecto dura 4 turnos en temas interpretativos (entre usuarios) y 2 turnos en temas dirigidos por un Master.
3 Usos
* Ganador del concurso al mejor huevo de Pascua. He tenido en cuenta la originalidad, las descripciones que le habéis dado a las decoraciones del huevo y la importancia que le habéis dado en vuestros posts. Recuerdo que, si habéis usado una imagen, ésta cumple la función de referencia; no es lo que se evalúa. Siendo así, el ganador es… (redoble de tambores): Zöe
* Ganador al mejor vestido. He tenido en cuenta la originalidad, las descripciones que le habéis dado al vestido y la importancia que le habéis dado. Recuerdo que, si habéis usado una imagen, ésta cumple la función de referencia; no es lo que se evalúa. Siendo así, el ganador es… (redoble de tambores): Astrid Leggiend
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