Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
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Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
¿Que seria lo primero que nota una persona al despertar? Lo cierto es que hay múltiples respuestas: El sol entrando por la venta, el suave roce de las sabanas o el áspero toque de un saco de arpillera, unas gotas de roció sobre la cara y en mi caso el sedoso pelaje de un animal pensante llamado Angélique. La hermosa mujer se acurrucaba a mi lado hecha un ovillo como la buena gata que es, con la cola enroscada en una de mis piernas mientras que sus manos se encargaban de sujetar mi brazo pretendiendo así que no huyera a ningún lado.
Estaba agotada y era natural, la noche pasada entre los bailes, el alcohol y... ¿Como podría definirlo? Baile cárnico, pelea por la supremacía de la cama, goce y retroalimentación múltiple e indeterminado. Lo cierto es que definiciones habían a millares pero nombre solo uno, Angélique.
Con el paso de los minutos y tras unos mimos en las peludas orejas conseguí que la gatita soltara mi brazo y lo cambiara por su fina cola. Gracias a la luz que se colaba por el ventanuco logre encontrar mi ropa y mi bolsa, podría volver a ponerme el vestido de terciopelo rojo pero la festividad había concluido y prefería algo mas cómodo, rebusque con cuidado dentro de mi bolsa hasta topar con un pantalón negro de cuero y una gabardina roja con el frente abierto y un corte trasero a la altura de la cadera, que hacia a la prenda ideal para montar a caballo y dotaba a las piernas de la agilidad necesaria para prácticamente cualquier movimiento.
Tras un ultimo vistazo a la bella durmiente salí de la habitación en busca de un suculento desayuno. La posada no esta muy llena, de hecho los feligreses comenzaban a llegar ahora. Buscando las sillas mas limpias termine sentada en la barra, el cantinero al verme me recibió con una sonrisa picara. -Escuche que anoche te lo pasaste en grande granujilla. ¿Que vas a tomar? -Desde la cocina llego el sonido de una carcajada femenina seguida por una queja al otro extremo de la sala de alguien que no consiguió dormir, al lado de ese hombre estaba situado un elfo que a demás farfullaba algo sobre unos maullidos. Avía dado por supuesto que alguien podría haber escuchado alguna cosa pero no pensé que hubiera sido con tanta claridad como para desvelar a la posada entera.
-Pues si, y hay que reponer las energías gastadas. -Una parte de mi se sentía orgullosa y otra un tanto avergonzada. -Sirve me unos huevos con bacon y vino caliente y cuando mi acompañante baje le pones huevos con salchichas y leche.
El tabernero se fue a la cocina riendo a mandíbula batiente mientras yo suspiraba y me sobaba los ojos. No tardo demasiado en traer el desayuno y a decir verdad tenia un aspecto estupendo, al pinchar el tenedor en el huevo la yema comenzó a esparcirse por el plato y cuando estaba llevándome un pedazo a la boca la puerta del local se abrió de golpe.
-Centella!!!! -El susto por el azote sumado a mi nombre hizo que el trozo de huevo en mi tenedor saliera volando hacia el otro lado de la barra. -Te e estado buscando toda la mañana. Tu no tienes vergüenza ni la conoces.
Una furiosa Lavey entraba a la taberna como si fuera un ciclón, los feligreses reían por la escena mientras la pequeña rubia avanzaba con pasos firmes hasta a mi. -Pero... tu te fuiste con los niños y siempre dices que puedes cuidarte tu solit... -La niña corto mi frase con un enérgico grito de enfado. -Ni peros ni peras! y si me hubiera pasado algo? y si te hubiera pasado algo? Menos mal que Zöe estuvo conmigo...
La pequeña seguía despotricando, en el fondo sabia que no estaba enfadada sino mas bien preocupada y ofendida porque no la fui a buscar. Ella era perfectamente capaz defenderse sola, no seria la primera vez que tiene que quedarse sola (aunque en otras ocasiones fue porque yo tenia una misión peligrosa). Llame al mesonero mientras Lavey seguía ladrando y con una indicación señale mi plato y le pedí otro.
-Porque a demás no viste los huevos que pinte y... me quieres escuchar! -Estaba metiéndome un trozo de bacon mientras la pequeña hablaba y la quede mirando con la boca llena. -Contigo es imposible ReiRei y seguro que no me pediste nada porq...
En ese momento el tabernero salio de la cocina con un plato idéntico al mio y un baso con vino aguado, que dejo delante de la niña. Lavey se quedo callada unos segundos y después de sopesar las ideas se sentó en la barra.
-Mph vale, te perdono porque huele bien y me divertí sin ti. Pero esta te la guardo que lo sepas... -Se lleno la boca un gran pedazo de huevo y mientras masticaba termino diciendo. -Aunfe me lo face bien fon los ninos.
En ese momento se escuchó la puerta de la escalera que separaba la planta de huéspedes de la taberna, y nada mas... solo un pequeño ronroneo me dio la pista que necesitaba. No sabia si era que la niña me había dejado sorda con los gritos, o por la somnolencia que tiene una nada mas levantarse, por las buenas horas perdidas de sueño o si simplemente Angélique hacia gala de su ADN animal que la convertía en una cazadora sigilosa. Pero la cuestión era que no escuchaba los pasos de la felina por el entablado de los escalones.
Aun con todo su sigilo tuve la suerte de poder oírla y hacerle una nueva señal al dueño del local para que mirara hacia las escaleras y viera que ya era hora de sacar el ultimo plato.
Estaba agotada y era natural, la noche pasada entre los bailes, el alcohol y... ¿Como podría definirlo? Baile cárnico, pelea por la supremacía de la cama, goce y retroalimentación múltiple e indeterminado. Lo cierto es que definiciones habían a millares pero nombre solo uno, Angélique.
Con el paso de los minutos y tras unos mimos en las peludas orejas conseguí que la gatita soltara mi brazo y lo cambiara por su fina cola. Gracias a la luz que se colaba por el ventanuco logre encontrar mi ropa y mi bolsa, podría volver a ponerme el vestido de terciopelo rojo pero la festividad había concluido y prefería algo mas cómodo, rebusque con cuidado dentro de mi bolsa hasta topar con un pantalón negro de cuero y una gabardina roja con el frente abierto y un corte trasero a la altura de la cadera, que hacia a la prenda ideal para montar a caballo y dotaba a las piernas de la agilidad necesaria para prácticamente cualquier movimiento.
- Traje:
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Tras un ultimo vistazo a la bella durmiente salí de la habitación en busca de un suculento desayuno. La posada no esta muy llena, de hecho los feligreses comenzaban a llegar ahora. Buscando las sillas mas limpias termine sentada en la barra, el cantinero al verme me recibió con una sonrisa picara. -Escuche que anoche te lo pasaste en grande granujilla. ¿Que vas a tomar? -Desde la cocina llego el sonido de una carcajada femenina seguida por una queja al otro extremo de la sala de alguien que no consiguió dormir, al lado de ese hombre estaba situado un elfo que a demás farfullaba algo sobre unos maullidos. Avía dado por supuesto que alguien podría haber escuchado alguna cosa pero no pensé que hubiera sido con tanta claridad como para desvelar a la posada entera.
-Pues si, y hay que reponer las energías gastadas. -Una parte de mi se sentía orgullosa y otra un tanto avergonzada. -Sirve me unos huevos con bacon y vino caliente y cuando mi acompañante baje le pones huevos con salchichas y leche.
El tabernero se fue a la cocina riendo a mandíbula batiente mientras yo suspiraba y me sobaba los ojos. No tardo demasiado en traer el desayuno y a decir verdad tenia un aspecto estupendo, al pinchar el tenedor en el huevo la yema comenzó a esparcirse por el plato y cuando estaba llevándome un pedazo a la boca la puerta del local se abrió de golpe.
-Centella!!!! -El susto por el azote sumado a mi nombre hizo que el trozo de huevo en mi tenedor saliera volando hacia el otro lado de la barra. -Te e estado buscando toda la mañana. Tu no tienes vergüenza ni la conoces.
Una furiosa Lavey entraba a la taberna como si fuera un ciclón, los feligreses reían por la escena mientras la pequeña rubia avanzaba con pasos firmes hasta a mi. -Pero... tu te fuiste con los niños y siempre dices que puedes cuidarte tu solit... -La niña corto mi frase con un enérgico grito de enfado. -Ni peros ni peras! y si me hubiera pasado algo? y si te hubiera pasado algo? Menos mal que Zöe estuvo conmigo...
La pequeña seguía despotricando, en el fondo sabia que no estaba enfadada sino mas bien preocupada y ofendida porque no la fui a buscar. Ella era perfectamente capaz defenderse sola, no seria la primera vez que tiene que quedarse sola (aunque en otras ocasiones fue porque yo tenia una misión peligrosa). Llame al mesonero mientras Lavey seguía ladrando y con una indicación señale mi plato y le pedí otro.
-Porque a demás no viste los huevos que pinte y... me quieres escuchar! -Estaba metiéndome un trozo de bacon mientras la pequeña hablaba y la quede mirando con la boca llena. -Contigo es imposible ReiRei y seguro que no me pediste nada porq...
En ese momento el tabernero salio de la cocina con un plato idéntico al mio y un baso con vino aguado, que dejo delante de la niña. Lavey se quedo callada unos segundos y después de sopesar las ideas se sentó en la barra.
-Mph vale, te perdono porque huele bien y me divertí sin ti. Pero esta te la guardo que lo sepas... -Se lleno la boca un gran pedazo de huevo y mientras masticaba termino diciendo. -Aunfe me lo face bien fon los ninos.
En ese momento se escuchó la puerta de la escalera que separaba la planta de huéspedes de la taberna, y nada mas... solo un pequeño ronroneo me dio la pista que necesitaba. No sabia si era que la niña me había dejado sorda con los gritos, o por la somnolencia que tiene una nada mas levantarse, por las buenas horas perdidas de sueño o si simplemente Angélique hacia gala de su ADN animal que la convertía en una cazadora sigilosa. Pero la cuestión era que no escuchaba los pasos de la felina por el entablado de los escalones.
Aun con todo su sigilo tuve la suerte de poder oírla y hacerle una nueva señal al dueño del local para que mirara hacia las escaleras y viera que ya era hora de sacar el ultimo plato.
Reivy Abadder
Honorable
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
Un rayo de sol jugueteando sobre mi rostro interrumpió mi sueño. Deshaciendo el ovillo que había hecho con mi cuerpo me estiré a placer en la cama, que ahora tenía para mi sola, mientras una sonrisa de satisfacción se dibujaba en mi cara ¡Que noche había pasado! La dragona había sido todo lo que insinuaba durante el baile y aún más, un final de fiesta realmente memorable. Sin duda tenía que estarle agradecida al caco que se había llevado la cartera de Sven haciendo que este desapareciera del festejo, con él no lo hubiera pasado ni la mitad de bien.
Me quedé todavía un rato, perezosa, en la cama preguntándome dónde se habría metido Reivy ¿Sería su estilo desaparecer a la mañana siguiente sin siquiera decir adiós? Si lo era, nada tenía que reprocharle, yo solía preferir que se dieran así las cosas, sin ataduras ni compromisos de ningún tipo, una noche de diversión y placer compartidos y nada más. Pero algo me decía que ese no era el estilo de la morena, se había mostrado demasiado cariñosa, aparte de apasionada- como para pensar que era de las personas que desaparecían sin siquiera un Au revoir; sólo esperaba que no fuera del tipo que piensa que una noche de cama equivale a un compromiso de por vida, eso sería algo muy decepcionante.
Unos rugidos de mi estómago me sacaron de tan ociosas divagaciones, había gastado muchísima energía la noche anterior y tenía que reponerlas con un buen desayuno. Nada más levantarme vi que las cosas de Reivy estaban aún allí, así que supuse que la dragona había tenido la misma idea que yo y estaba alimentándose debidamente luego de la fragorosa noche pasada, no podía evitar sonreír al recordarla.
Yo no había llevado equipaje conmigo a la posada, así que estaba obligada a usar el mismo vestido que había lucido en el festival, el cual no era nada adecuado para llevarlo de día; daba lo mismo, mucho peor hubiera sido bajar desnuda, que era la única alternativa que tenía. Luego de vestirme y acicalarme debidamente bajé al comedor.
Descendí la escalera sin prisas, con elegancia, tenía hambre, pero no iba a morir de inanición si no bajaba corriendo. Quería ver antes de ser vista, era una costumbre que tenía desde siempre y que me había sido muy útil en más de una ocasión. Llegando a los últimos escalones, noté que Reivy y la pequeña Lavey estaban en la barra y hacia ellas me dirigí. Desayunar en compañía me pareció una idea muy agradable esa mañana.
- Buenos días, chéries – saludé con una sonrisa- ¿cómo se encuentran hoy?
Me quedé todavía un rato, perezosa, en la cama preguntándome dónde se habría metido Reivy ¿Sería su estilo desaparecer a la mañana siguiente sin siquiera decir adiós? Si lo era, nada tenía que reprocharle, yo solía preferir que se dieran así las cosas, sin ataduras ni compromisos de ningún tipo, una noche de diversión y placer compartidos y nada más. Pero algo me decía que ese no era el estilo de la morena, se había mostrado demasiado cariñosa, aparte de apasionada- como para pensar que era de las personas que desaparecían sin siquiera un Au revoir; sólo esperaba que no fuera del tipo que piensa que una noche de cama equivale a un compromiso de por vida, eso sería algo muy decepcionante.
Unos rugidos de mi estómago me sacaron de tan ociosas divagaciones, había gastado muchísima energía la noche anterior y tenía que reponerlas con un buen desayuno. Nada más levantarme vi que las cosas de Reivy estaban aún allí, así que supuse que la dragona había tenido la misma idea que yo y estaba alimentándose debidamente luego de la fragorosa noche pasada, no podía evitar sonreír al recordarla.
Yo no había llevado equipaje conmigo a la posada, así que estaba obligada a usar el mismo vestido que había lucido en el festival, el cual no era nada adecuado para llevarlo de día; daba lo mismo, mucho peor hubiera sido bajar desnuda, que era la única alternativa que tenía. Luego de vestirme y acicalarme debidamente bajé al comedor.
Descendí la escalera sin prisas, con elegancia, tenía hambre, pero no iba a morir de inanición si no bajaba corriendo. Quería ver antes de ser vista, era una costumbre que tenía desde siempre y que me había sido muy útil en más de una ocasión. Llegando a los últimos escalones, noté que Reivy y la pequeña Lavey estaban en la barra y hacia ellas me dirigí. Desayunar en compañía me pareció una idea muy agradable esa mañana.
- Buenos días, chéries – saludé con una sonrisa- ¿cómo se encuentran hoy?
Angélique Beauchat
Experto
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
-Mmm? -Lavey se giro al escuchar una voz conocida. -Hola Ange... hooo! así que fue por eso. -La pequeña al ver a la gata comprendió enseguida porque se había quedado sola durante el resto del festival. -Ya te vale Rei, tu si que no pierdes el tiempo.
La joven volvió la cabeza hacia su plato y continuo comiendo, mientras el tabernero servia el plato de Angélique en la barra. La picara seguía vistiendo el vestido de la noche anterior, y aunque era cierto que la ropa quedaba un poco fuera de lugar eso no la hacia menos atractiva.
-Mejor que nunca, la verdad. Ven, siéntate con nosotras. -Moviendo la mano en dirección al taburete le ofrecí un sitio a la mujer. -Espero que no te moleste, e pedido desayuno para ti. -Con una sonrisa alegre me tome la libertad de mirar a la felina de arriba a bajo. -Anoche el vestido resaltaba entre las antorchas y faroles, pero ahora con la luz del día se ve igual o mas hermoso.
Imitando a la niña gire la cabeza de vuelta al plato y dando un largo trago a la vino seguí comiendo. -Mozas tendréis que estar hambrientas después de lo de anoche, ¿Os va bien así o preferís que rellene los platos? -El tabernero que ahora centraba su atención en limpiar una jarra de madera con un trapo envejecido, nos miraba con una sonrisa cómplice.
Por otro lado un joven de la edad de Lavey hacia su aparición en la taberna abriendo la puerta de golpe. De pelo castaño y despeinado, con las botas sucias de barro y la capa llena de polvo. Tardo unos segundo en acostumbrarse a la falta de luz en el interior y al cerrar la puerta camino con paso ligero hasta el centro del lugar.
-Busco a una mujer que se hace llamar Reivy Abadder. -Los feligreses se quedaron mirando al mozo sin saber quien era la nombrada. ¿Porque sera que me busca? no hice nada malo, pero mas vale ser precavida. Ante la falta de respuesta el muchacho volvió hablar. -A la que busco es alta y de pelo moreno, conocida trotamundos y caza recompensas.
-Zagal, porque la buscas. -Ante la nueva descripción las miradas de la gente desconocida se fijaron en mi. -¿De que se la acusa? -No estaba dispuesta hacer caso a la llamada de mi nombre sin conocer los motivos o el peligro. Al fin y al cabo mujeres altas de pelo moreno hay muchas. -No lo se mi señora, tan solo traigo una carta para ella desde la ciudad de Baslodia. -El joven saco una carta de su zurrón mostrando así que no mentía.
-Mmm... Yo soy Reivy Abadder rapaz, trae aquí la carta. -El muchacho me miro con ojos esperanzados por haber encontrado a la persona que buscaba y se acerco deprisa hasta mi lugar entregándome la carta. -Si señora, tenga. Es de un noble de la ciudad llamado Culs.
El mensajero se quedo en el sitio esperando una recompensa por el viaje y la entrega. -Vas a darle algo, verdad? -Pregunto Lavey. Estaba pensando en si darle un desayuno o alguna moneda, pero gracias a la niña acabe optando por lo mas rápido y le di al muchacho una moneda de cobre. El niño la miro satisfecho y se fue con la misma rapidez con la que vino.
-Me pregunto que querrán de mi. -Le dije a Angélique mientras abría la carta. -Ajam... si... Vaya! Esto no me lo esperaba. Parece que se terminaron mis días de descanso.
Con la presente carta Reivy Abadder queda citada a presentarse en el castillo del Duque Cul Azrraq.
Nuestro señor requiere de sus servicios pues su vida corre peligro. Se esta gestando en esta nuestra ciudad, Baslodia, un intento de asesinato hacia su persona.
Se precisa de su inmediata presencia con el motivo de proteger al señor duque y averiguar cual o cuales son los culpables de tan ruin acto.
El Duque de Azrraq recompensara cuantiosamente a vuesa merced. Se le recomienda y pide discreción ante este asunto. No hable con nadie al llegar a la ciudad y acuda directamente a la hacienda de su protegido.
Se le adjunta a la misiva un pequeño mapa para poder llegar hasta el lugar sin problemas ni demoras.
Escribano del Duque Cul Azrraq.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
-Ange te apetece venir a... bueno mejor si lo lees. -Le tendí el pergamino a la mujer-bestia. -Seguro que puede doblar el precio si es tan importante. Y me vendría bien alguien que cuide mis espaldas.
-Para eso ya estoy yo. ReiRei a donde vamos? -La pequeña que se apuntaba a un batallón ya estaba apoyando su peso sobre los reposa pies del taburete para mirar por encima de mi hombro. -De eso nada Vey, esta vez te quedas aquí. Es peligroso y aun no estas lista. -Era cierto que la joven podía cuidarse sola, pero yo no estaba dispuesta a poner en riesgo su vida con un grupo de asesinos como plato principal del festín. -Pero yo pue...
-Que te he dicho que no y punto! -Mi voz se asevero repentinamente y la niña quedo sentada en la silla con tristeza. Suspire y bajando el tono de voz la mire con los ojos de toda una madre protectora. -Cielo... ya sabes que cuando las cosas son muy peligrosas tienes que quedarte al margen. No te pediría que te quedaras aquí sino fuera así. Y lo sabes.
Con los ojos clavados en el suelo y una notable tristeza Lavey cedió a quedarse en la posada con simple "Lo se madre." Con un nuevo suspiro de resignación mire a la gata y le extendí la mano para que me devolviera el mensaje.
-Entonces ¿Quieres venir? Si no tienes nada mas que ponerte puedo dejarte algo mio, a lo mejor te viene. Y te ara falta algo cómodo si quieres ir en una montura.
La joven volvió la cabeza hacia su plato y continuo comiendo, mientras el tabernero servia el plato de Angélique en la barra. La picara seguía vistiendo el vestido de la noche anterior, y aunque era cierto que la ropa quedaba un poco fuera de lugar eso no la hacia menos atractiva.
-Mejor que nunca, la verdad. Ven, siéntate con nosotras. -Moviendo la mano en dirección al taburete le ofrecí un sitio a la mujer. -Espero que no te moleste, e pedido desayuno para ti. -Con una sonrisa alegre me tome la libertad de mirar a la felina de arriba a bajo. -Anoche el vestido resaltaba entre las antorchas y faroles, pero ahora con la luz del día se ve igual o mas hermoso.
Imitando a la niña gire la cabeza de vuelta al plato y dando un largo trago a la vino seguí comiendo. -Mozas tendréis que estar hambrientas después de lo de anoche, ¿Os va bien así o preferís que rellene los platos? -El tabernero que ahora centraba su atención en limpiar una jarra de madera con un trapo envejecido, nos miraba con una sonrisa cómplice.
Por otro lado un joven de la edad de Lavey hacia su aparición en la taberna abriendo la puerta de golpe. De pelo castaño y despeinado, con las botas sucias de barro y la capa llena de polvo. Tardo unos segundo en acostumbrarse a la falta de luz en el interior y al cerrar la puerta camino con paso ligero hasta el centro del lugar.
-Busco a una mujer que se hace llamar Reivy Abadder. -Los feligreses se quedaron mirando al mozo sin saber quien era la nombrada. ¿Porque sera que me busca? no hice nada malo, pero mas vale ser precavida. Ante la falta de respuesta el muchacho volvió hablar. -A la que busco es alta y de pelo moreno, conocida trotamundos y caza recompensas.
-Zagal, porque la buscas. -Ante la nueva descripción las miradas de la gente desconocida se fijaron en mi. -¿De que se la acusa? -No estaba dispuesta hacer caso a la llamada de mi nombre sin conocer los motivos o el peligro. Al fin y al cabo mujeres altas de pelo moreno hay muchas. -No lo se mi señora, tan solo traigo una carta para ella desde la ciudad de Baslodia. -El joven saco una carta de su zurrón mostrando así que no mentía.
-Mmm... Yo soy Reivy Abadder rapaz, trae aquí la carta. -El muchacho me miro con ojos esperanzados por haber encontrado a la persona que buscaba y se acerco deprisa hasta mi lugar entregándome la carta. -Si señora, tenga. Es de un noble de la ciudad llamado Culs.
El mensajero se quedo en el sitio esperando una recompensa por el viaje y la entrega. -Vas a darle algo, verdad? -Pregunto Lavey. Estaba pensando en si darle un desayuno o alguna moneda, pero gracias a la niña acabe optando por lo mas rápido y le di al muchacho una moneda de cobre. El niño la miro satisfecho y se fue con la misma rapidez con la que vino.
-Me pregunto que querrán de mi. -Le dije a Angélique mientras abría la carta. -Ajam... si... Vaya! Esto no me lo esperaba. Parece que se terminaron mis días de descanso.
Con la presente carta Reivy Abadder queda citada a presentarse en el castillo del Duque Cul Azrraq.
Nuestro señor requiere de sus servicios pues su vida corre peligro. Se esta gestando en esta nuestra ciudad, Baslodia, un intento de asesinato hacia su persona.
Se precisa de su inmediata presencia con el motivo de proteger al señor duque y averiguar cual o cuales son los culpables de tan ruin acto.
El Duque de Azrraq recompensara cuantiosamente a vuesa merced. Se le recomienda y pide discreción ante este asunto. No hable con nadie al llegar a la ciudad y acuda directamente a la hacienda de su protegido.
Se le adjunta a la misiva un pequeño mapa para poder llegar hasta el lugar sin problemas ni demoras.
Escribano del Duque Cul Azrraq.
-Ange te apetece venir a... bueno mejor si lo lees. -Le tendí el pergamino a la mujer-bestia. -Seguro que puede doblar el precio si es tan importante. Y me vendría bien alguien que cuide mis espaldas.
-Para eso ya estoy yo. ReiRei a donde vamos? -La pequeña que se apuntaba a un batallón ya estaba apoyando su peso sobre los reposa pies del taburete para mirar por encima de mi hombro. -De eso nada Vey, esta vez te quedas aquí. Es peligroso y aun no estas lista. -Era cierto que la joven podía cuidarse sola, pero yo no estaba dispuesta a poner en riesgo su vida con un grupo de asesinos como plato principal del festín. -Pero yo pue...
-Que te he dicho que no y punto! -Mi voz se asevero repentinamente y la niña quedo sentada en la silla con tristeza. Suspire y bajando el tono de voz la mire con los ojos de toda una madre protectora. -Cielo... ya sabes que cuando las cosas son muy peligrosas tienes que quedarte al margen. No te pediría que te quedaras aquí sino fuera así. Y lo sabes.
Con los ojos clavados en el suelo y una notable tristeza Lavey cedió a quedarse en la posada con simple "Lo se madre." Con un nuevo suspiro de resignación mire a la gata y le extendí la mano para que me devolviera el mensaje.
-Entonces ¿Quieres venir? Si no tienes nada mas que ponerte puedo dejarte algo mio, a lo mejor te viene. Y te ara falta algo cómodo si quieres ir en una montura.
Reivy Abadder
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
- No me molesta para nada, me muero de hambre.
Con una sonrisa y cierto pavoneo cuando escuché el elogio de Reivy, acepté la invitación a sentarme con ella y Lavey. No tengo duda alguna en cuanto a mi belleza y atractivo, no necesito que nadie me lo diga para saberlo, pero eso no quita que me agrade oír halagos a mi apariencia.
Mientras me acomodaba en el taburete, acaricié levemente, como que no quiere la cosa, las piernas de la dragona con mi cola, ´para luego concentrarme en el desayuno, el cual comencé con un largo trago de leche.
- Yo quiero un plato muy lleno- declaré- Necesito reponer muchas energías.
Los huevos con salchichas estaban exquisitos. Tenía mucha hambre, pero no por eso me abalancé a devorar la comida. Nada de eso, a mi me gustaba comer con calma, paladeando cada bocado que me llevaba a la boca.
En eso estaba cuando un chiquillo zarrapastroso entró en la taberna buscando a Reivy. El hecho de que la dragona no se identificara de inmediato y, de cierta manera, por unos momentos pretendiera no ser ella. No se me había ocurrido que pudiera tener motivos para ocultarse, pero ¿qué sabía de ella? Aparte de que era una dragona que lanzaba rayos, que era una dama muy galante y que era fantástica en la cama, nada.
El nombre de Cul no me era totalmente extraño; recordaba que mi padre había hablado alguna vez de él, era un marqués o un duque, algo así. Era intrigante que le enviara una carta a la dragona, la que, por lo visto, no lo conocía de nada.
La verdad es que sentía bastante curiosidad por el contenido de la misiva, así que no me hice de rogar cuando Reivy me tendió el pergamino para que lo leyera menos aún cuando el gesto iba acompañado de las frases “doblar el precio” y “alguien que cuide mis espaldas”; dinero y aventura era una combinación que me resultaba muy atractiva.
Leí el pergamino mientras acababa mi desayuno, haciendo oídos sordos a la discusión entre la morena y Lavey. La verdad es que los niños me parecen encantadores en pequeñas dosis, no soportaría convivir con uno día a día.
- ¡Claro que voy! – asentí con entusiasmo- Y en cuánto a la ropa, creo que iré a casa por algo de equipaje. Que tu ropa te queda muy bien, morena, pero eres más alta que yo y a mi me quedará grande y, además necesitaré algo más que una muda de ropa ¿Te parece que nos encontremos en las caballerizas de Andersen en un par de horas?
Con una sonrisa y cierto pavoneo cuando escuché el elogio de Reivy, acepté la invitación a sentarme con ella y Lavey. No tengo duda alguna en cuanto a mi belleza y atractivo, no necesito que nadie me lo diga para saberlo, pero eso no quita que me agrade oír halagos a mi apariencia.
Mientras me acomodaba en el taburete, acaricié levemente, como que no quiere la cosa, las piernas de la dragona con mi cola, ´para luego concentrarme en el desayuno, el cual comencé con un largo trago de leche.
- Yo quiero un plato muy lleno- declaré- Necesito reponer muchas energías.
Los huevos con salchichas estaban exquisitos. Tenía mucha hambre, pero no por eso me abalancé a devorar la comida. Nada de eso, a mi me gustaba comer con calma, paladeando cada bocado que me llevaba a la boca.
En eso estaba cuando un chiquillo zarrapastroso entró en la taberna buscando a Reivy. El hecho de que la dragona no se identificara de inmediato y, de cierta manera, por unos momentos pretendiera no ser ella. No se me había ocurrido que pudiera tener motivos para ocultarse, pero ¿qué sabía de ella? Aparte de que era una dragona que lanzaba rayos, que era una dama muy galante y que era fantástica en la cama, nada.
El nombre de Cul no me era totalmente extraño; recordaba que mi padre había hablado alguna vez de él, era un marqués o un duque, algo así. Era intrigante que le enviara una carta a la dragona, la que, por lo visto, no lo conocía de nada.
La verdad es que sentía bastante curiosidad por el contenido de la misiva, así que no me hice de rogar cuando Reivy me tendió el pergamino para que lo leyera menos aún cuando el gesto iba acompañado de las frases “doblar el precio” y “alguien que cuide mis espaldas”; dinero y aventura era una combinación que me resultaba muy atractiva.
Leí el pergamino mientras acababa mi desayuno, haciendo oídos sordos a la discusión entre la morena y Lavey. La verdad es que los niños me parecen encantadores en pequeñas dosis, no soportaría convivir con uno día a día.
- ¡Claro que voy! – asentí con entusiasmo- Y en cuánto a la ropa, creo que iré a casa por algo de equipaje. Que tu ropa te queda muy bien, morena, pero eres más alta que yo y a mi me quedará grande y, además necesitaré algo más que una muda de ropa ¿Te parece que nos encontremos en las caballerizas de Andersen en un par de horas?
Angélique Beauchat
Experto
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
¿Sera por el pelaje? Por el cálido roce en mi piel. ¿Sera por la sutil caricia inadvertida? Por la suave sensualidad. Mi mente se hacia miles de preguntas mientras sentía el juguetón saludo que Ange hacia sobre mis muslos, y es que, no entendía ni daba explicación a los vuelcos que su presencia provocaba en mi ser. Ya había estado con otras mujeres antes, y sabia que la relación que estábamos tejiendo no tenia fines profundos ni poéticos, eramos simplemente un par de amigas disfrutando al máximo la una en la otra, y aun así... ¿Que me había hecho para acabar atrapada en su red?
-Tienes razón, a mi me queda mejor. -Le dije con voz bromista, sacando la lengua. -Me parece bien. Te espero en las caballerizas, pero... -Angélique se levanto dispuesta para irse a su casa, y en ese momento yo me levante con ella, agarre su brazo por la muñeca y apreté a la mujer felina contra mi cuerpo. -Si tardas demasiado, -Pegue mis labios a su oreja y susurre muy lentamente. -Esta dragona subirá a la torre de la princesa y la secuestrarla.
Mientras me separaba dejaba que mi mejilla rozara con la suya, sintiendo así su pelaje, hasta llegar a la comisura de sus labios donde deje plantado un fugaz beso. Después de aquello la mujer-bestia salio de la posada con su habitual contoneo de caderas. -¿Vas a seguir así mucho mas tiempo? Tienes trabajo por hacer. -Lavey me miraba con cara de incrédula, suspirando y rodando los ojos a los pies de la escalera. -Si Vey... ya voy.
En la habitación no había mucho por hacer, deje a cargo de todo a Lavey. Recogí un par de cosas esenciales y las guarde en mi zurrón, afirme la espada que me regalaron mis abuelos al cinto y abrí la puerta dispuesta a marchar.
-No se porque llevas esa espada a todos lados, si nunca la usas.
-Que no la use no indica que no sepa usarla. -Mire la niña unos segundo y retrocedí un par de pasos para darle un beso en la frente. -Cuídate Lavey, si te ocurre algo ya sabes que hacer.
-Siempre lo tengo, que tengas un buen viaje Centella y no dejes que te maten.
Salí de la habitación con una sonrisa, después de darle un ultimo abrazo a la niña. Ahora venia la siguiente incógnita: en la carta pedían discreción y un dragón volando por la ciudad no era discreto, pero si que era mas rápido que un par de caballos y también impresionaría mas a la gata volar por las nubes que arrear caballos.
La carta pedía sutileza hacia el asesinato no hacia mi persona. Ante aquel pensamiento puse una cara burlona, por la picaresca de darle la vuelta a la carta y así conseguir mi propósito. Esta decidido, iremos volando. Pero... En mi mente comenzó una batalla entre mi yo egocéntrico apoyado por mi parte de Don Juan, contra mi parte mas metódica y perfeccionista.
Hay que ir volando hasta la casa de Angélique, así llegaremos antes y no tendrás que cambiar de forma dos veces. Si pero las transformaciones siempre son muy impresionantes e ir montada a caballo es sexy, tendríamos que ir el primer tramo a caballo hasta la casa de Ange y luego cambiar allí. Que no panda de pesadas, que es mejor ir ya cambiadas y así te agachas y queda mas reverencial y sumas puntos por el carisma. Mmmm... si podría ser, que no! que no vais a liarnos otra vez. Que vamos a caballo y punto. Por los dioses, esto va ser eterno, haced lo que os de la gana. Si total, seguro que tarda mas de la cuenta en bajar.
Al final y por cansancio gano la pareja mujeriega, así que luego de unas palabras con el tabernero subí a uno de sus caballos y puse rumbo a Andersen. El viaje se hizo ameno gracias al paisaje, algo que de normal haría volando, peor es cierto que ver las cosas desde otra perspectiva cambia el entorno por completo.
Al llegar a las caballerizas Angélique no estaba presente, y en vista de que no tenia nada mejor que hacer, baje del caballo y empece a cuidarlo, le di algunas manzanas y un cubo de agua, le cepille la crin y le saque el polvo del cuerpo. Todo con tal de hacer tiempo hasta que la felina hiciera acto de presencia.
-Tienes razón, a mi me queda mejor. -Le dije con voz bromista, sacando la lengua. -Me parece bien. Te espero en las caballerizas, pero... -Angélique se levanto dispuesta para irse a su casa, y en ese momento yo me levante con ella, agarre su brazo por la muñeca y apreté a la mujer felina contra mi cuerpo. -Si tardas demasiado, -Pegue mis labios a su oreja y susurre muy lentamente. -Esta dragona subirá a la torre de la princesa y la secuestrarla.
Mientras me separaba dejaba que mi mejilla rozara con la suya, sintiendo así su pelaje, hasta llegar a la comisura de sus labios donde deje plantado un fugaz beso. Después de aquello la mujer-bestia salio de la posada con su habitual contoneo de caderas. -¿Vas a seguir así mucho mas tiempo? Tienes trabajo por hacer. -Lavey me miraba con cara de incrédula, suspirando y rodando los ojos a los pies de la escalera. -Si Vey... ya voy.
En la habitación no había mucho por hacer, deje a cargo de todo a Lavey. Recogí un par de cosas esenciales y las guarde en mi zurrón, afirme la espada que me regalaron mis abuelos al cinto y abrí la puerta dispuesta a marchar.
-No se porque llevas esa espada a todos lados, si nunca la usas.
-Que no la use no indica que no sepa usarla. -Mire la niña unos segundo y retrocedí un par de pasos para darle un beso en la frente. -Cuídate Lavey, si te ocurre algo ya sabes que hacer.
-Siempre lo tengo, que tengas un buen viaje Centella y no dejes que te maten.
Salí de la habitación con una sonrisa, después de darle un ultimo abrazo a la niña. Ahora venia la siguiente incógnita: en la carta pedían discreción y un dragón volando por la ciudad no era discreto, pero si que era mas rápido que un par de caballos y también impresionaría mas a la gata volar por las nubes que arrear caballos.
La carta pedía sutileza hacia el asesinato no hacia mi persona. Ante aquel pensamiento puse una cara burlona, por la picaresca de darle la vuelta a la carta y así conseguir mi propósito. Esta decidido, iremos volando. Pero... En mi mente comenzó una batalla entre mi yo egocéntrico apoyado por mi parte de Don Juan, contra mi parte mas metódica y perfeccionista.
Hay que ir volando hasta la casa de Angélique, así llegaremos antes y no tendrás que cambiar de forma dos veces. Si pero las transformaciones siempre son muy impresionantes e ir montada a caballo es sexy, tendríamos que ir el primer tramo a caballo hasta la casa de Ange y luego cambiar allí. Que no panda de pesadas, que es mejor ir ya cambiadas y así te agachas y queda mas reverencial y sumas puntos por el carisma. Mmmm... si podría ser, que no! que no vais a liarnos otra vez. Que vamos a caballo y punto. Por los dioses, esto va ser eterno, haced lo que os de la gana. Si total, seguro que tarda mas de la cuenta en bajar.
Al final y por cansancio gano la pareja mujeriega, así que luego de unas palabras con el tabernero subí a uno de sus caballos y puse rumbo a Andersen. El viaje se hizo ameno gracias al paisaje, algo que de normal haría volando, peor es cierto que ver las cosas desde otra perspectiva cambia el entorno por completo.
Al llegar a las caballerizas Angélique no estaba presente, y en vista de que no tenia nada mejor que hacer, baje del caballo y empece a cuidarlo, le di algunas manzanas y un cubo de agua, le cepille la crin y le saque el polvo del cuerpo. Todo con tal de hacer tiempo hasta que la felina hiciera acto de presencia.
Última edición por Reivy Abadder el Mar 19 Jun 2018, 23:49, editado 1 vez
Reivy Abadder
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
- ¿Una dragona? ¿No se supone que a las princesas encerradas en torres tiene que secuestrarla un príncipe encantado? - respondí, siguiendo la broma – De todos modos, a esta princesa nunca le ha gustado la tradición- añadí, disfrutando el roce de su mejilla contra la mía y devolviendo con otro el breve beso que dejó en mis labios.
La cosa pintaba cada vez mejor: dinero, aventura y goce, ¿quién dice que los negocios no pueden mezclarse con el placer? Una gata más que contenta salió de la posada aquella mañana, rumbo a su casa en Lunargenta. No había previsto como regresar. Mi atuendo resultaba incómodo para montar y además no quería estropearlo e ir a pie resultaría largo y cansador, pero la posada estaba cerca de un amplio camino por el que continuamente pasaban jinetes y carruajes diversos; estaba segura que no tardaría en encontrar alguien que me llevara.
Y así fue. Sólo me bastaron unos cuantos minutos parada a la vera del camino con mi mejor cara de damisela en apuros para que el primer conductor que apareció detuviera su carreta junto a mi y me preguntara en que podía ayudarme. La carreta no era lujosa, pero se veía suficientemente cómoda y mi pretendido salvador daba la impresión de ser un hombre bonachón y tímido, no me costaría nada manejarlo.
Una vez que le hice la relación de mis cuitas – que había perdido en la multitud al hombre que me había llevado a Ostara y no tenía como volver a casa – el amable carrero se ofreció a llevarme no sólo a Lunargenta sino que a las mismas puertas de mi casa, aunque eso lo sacaba un poco de su camino, gentileza que agradecí con una dulce sonrisa cuando me ayudó a subir al pescante de su carro y con un casto beso en la mejilla cuando me ayudó a bajar de él. Apenas se hubo alejado, doble la esquina y me dirigí a mi verdadera casa, que no es cosa de revelar la dirección de una a desconocidos, por más gentiles que parezcan.
Mientras tomaba un baño, Zinnia preparó mi ropa de montar y un equipaje ligero con dos o tres mudas completas de ropa, ropa para dormir y los utensilios imprescindibles que una siempre debe llevar en un viaje. Había sido una verdadera fortuna que Zinnia, quien me había atendido desde que era una niña en casa de mi padre, hubiese aceptado venir conmigo cuando me establecí en Lunargenta. Era hacendosa, fiel y absolutamente discreta; cuidaba de mi casa y de mí cuando estaba en ella, sin hacer preguntas ni reparos. Si había una persona en el mundo que merecía mi confianza, esa era Zinnia.
Ya limpia, acicalada y debidamente vestida, tomé mi bolsa de viaje ya preparada, me despedí de Zinnia y me marché rumbo a las caballerizas de Andersen. Quedaban muy cerca, una caminata de sólo 5 minutos me dejó en mi destino. Cuando llegué, vi a Rei vy muy ocupada atendiendo a un caballo y me acerqué, saludando alegremente.
- Hola, morena. ¡Qué caballo tan bonito!
La cosa pintaba cada vez mejor: dinero, aventura y goce, ¿quién dice que los negocios no pueden mezclarse con el placer? Una gata más que contenta salió de la posada aquella mañana, rumbo a su casa en Lunargenta. No había previsto como regresar. Mi atuendo resultaba incómodo para montar y además no quería estropearlo e ir a pie resultaría largo y cansador, pero la posada estaba cerca de un amplio camino por el que continuamente pasaban jinetes y carruajes diversos; estaba segura que no tardaría en encontrar alguien que me llevara.
Y así fue. Sólo me bastaron unos cuantos minutos parada a la vera del camino con mi mejor cara de damisela en apuros para que el primer conductor que apareció detuviera su carreta junto a mi y me preguntara en que podía ayudarme. La carreta no era lujosa, pero se veía suficientemente cómoda y mi pretendido salvador daba la impresión de ser un hombre bonachón y tímido, no me costaría nada manejarlo.
Una vez que le hice la relación de mis cuitas – que había perdido en la multitud al hombre que me había llevado a Ostara y no tenía como volver a casa – el amable carrero se ofreció a llevarme no sólo a Lunargenta sino que a las mismas puertas de mi casa, aunque eso lo sacaba un poco de su camino, gentileza que agradecí con una dulce sonrisa cuando me ayudó a subir al pescante de su carro y con un casto beso en la mejilla cuando me ayudó a bajar de él. Apenas se hubo alejado, doble la esquina y me dirigí a mi verdadera casa, que no es cosa de revelar la dirección de una a desconocidos, por más gentiles que parezcan.
Mientras tomaba un baño, Zinnia preparó mi ropa de montar y un equipaje ligero con dos o tres mudas completas de ropa, ropa para dormir y los utensilios imprescindibles que una siempre debe llevar en un viaje. Había sido una verdadera fortuna que Zinnia, quien me había atendido desde que era una niña en casa de mi padre, hubiese aceptado venir conmigo cuando me establecí en Lunargenta. Era hacendosa, fiel y absolutamente discreta; cuidaba de mi casa y de mí cuando estaba en ella, sin hacer preguntas ni reparos. Si había una persona en el mundo que merecía mi confianza, esa era Zinnia.
Ya limpia, acicalada y debidamente vestida, tomé mi bolsa de viaje ya preparada, me despedí de Zinnia y me marché rumbo a las caballerizas de Andersen. Quedaban muy cerca, una caminata de sólo 5 minutos me dejó en mi destino. Cuando llegué, vi a Rei vy muy ocupada atendiendo a un caballo y me acerqué, saludando alegremente.
- Hola, morena. ¡Qué caballo tan bonito!
- Traje de montar:
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Angélique Beauchat
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
-Hola princesa. -Gire para mirarla con una sonrisa y deje los utensilios en un cubo junto al caballo. -Si, es muy bonito. Es una pena que no sea mio. -Salí del establo donde se encontraba el corcel y cerré el pórtico tras de mi. -¿Estas lista para el viaje?
Mientras me acercaba a Angélique pase mis manos por mi cintura y mi cuello, buscando una correa que ya no existía. Aun no me acostumbraba a esa sensación, de no tener que estar pendiente de las roturas de mi ropa y de colocar la cinta de la mochila en su sitio, para que se quedara colgando del cuello en mi forma de dragón. La verdad es que la escena fue un tanto boba, casi parecía que estuviera buscando mi bolsa de aeros, mire a la gata un tanto azorada a la vez que me rascaba la cabeza.
-Las viejas costumbres cuestan de irse, como ves ya no llevo la mochila gigante del primer encontronazo que tuvimos en aquella isla.
Tomándome la libertad, (que toda noche de pasión desbloquea) agarre a la damisela del brazo a la altura del codo, pegando su cuerpo al mio, como si paseáramos. No fuimos muy lejos, tan solo lo suficiente como para estar lejos de los caballos, pero aun dentro de la caballeriza. Nos encontrábamos en el ruedo de entrenamiento, donde sacan a los caballos a ejercitar sus músculos o a domarlos para la monta. -Espera aquí, traeré la montura. -Al separarme de Angélique acaricie sus orejas, desde la raíz hasta la punta. Mmm suavee~
Apenas me separe unos pasos de la mujer, solo un par de metros. Ange ya me había visto de todas las maneras posibles, pero no había visto todos los cambios posibles, tan solo una pequeña fracción. Al contrario que aquella vez en la isla, el cambio fue sutil, casi ni se notaba al principio, en lugar de que la ropa reventase esta adquiría una forma y textura mas extrañas. Cambiaban de color y se endurecían, se empequeñecían y escamaban como si fuera la piel de un cocodrilo, los cuernos fueron el primer cambio notorio, lo que hacia que mi figura pareciera mas la de una mujer-bestia que la de una humana o dragón, la columna se extendió y fue añadiendo huesos y músculos formando la cola, lo que daba mas fuerza a la visión de ser otra raza. Mientras las alas crecían mire a la gata con una sonrisa de satisfacción. ¿A quien quiero engañar? me gusta ver las caras de la gente cuando me cambio. Si fuera por mi seria dragona siempre. Las piernas y brazos cambiaron y crecieron al mismo tiempo que mi tórax se desarrollaba, alguna zonas se encogían y otras crecían, ahora que la ropa había adquirido el color final de mi piel, podía verse como los tendones iban modificándose por debajo de ella.
Me lo tome con calma, la verdad, igual tarde cerca de un minuto en cambiar, pero el goce no tuvo precio. Con el tamaño actual de mi cuerpo quedaba casi pegado al de la gata, igual que hice en el barco, volví a agachar mi cuerpo dejando que la mujer subiera encima mía. En esta ocasión, la electricidad que recorre siempre mi estructura no estaba presente, siendo consciente de que seria un viaje con una pasajera, había tomado medidas de seguridad suprimiendo esa parte de mi naturaleza.
Cuando la gata estuvo encima lance un rugido de jubilo que hizo relinchar a todos los caballos del establo y con un salto enérgico me despegue del suelo y empece a batir las alas.
El viaje hasta Baslodia no era largo, pero me tome mi tiempo para surcar el cielo. Vuelos rasantes en donde podía tocar la copa de los arboles con mis garras, subidas vertiginosas hasta alcanzar las nubes (aunque ese tramo fue corto porque la electricidad de mis cuernos provocaba que las nubes se oscurecieran y empezara a llover en la zona.) Caídas en picada donde podía notarse el aire cortando mis alas y despeinando el pelaje de la felina. Puede que me mate por eso, pero fue divertido... y me gustaría peinarla. Con ese pensamiento en la cabeza reí de manera aniñada, aunque lo único que se pudo escuchar fue un gorgoteo ronco y vibrante en mi cuello.
Cuando llegamos a la entrada de Baslodia gire el cuello para ver a mi pasajera. Mi cara al ser dura y escamosa, (al punto de ser prácticamente hueso) no era muy expresiva, sin embargo mis ojos lo compensaban al menguar y expandir sus pupilas. Y en este caso miraba a la gata con las pupilas semi ensanchadas haciendo que su habitual hilo se volviera ovalado, habíamos llegado. Abajo, en la ciudad, el bullicio no se hizo esperar, y es que, un dragón sobrevolando el lugar no era normal.
Pero tal y como pidió el duque, pase de largo y me dirigí hasta la mansión. Al llegar a la casa comencé el descenso en forma de espiral, hasta aterrizar delante de la puerta, dejando los jardines a la espalda. Nuevamente repetí la acción de agachar mi lomo y patas delanteras para dejar bajar a Angélique, en la puerta ya nos esperaba un mayordomo.
-¡¿Pero que es todo este escándalo?! ¿Como se le ocurre a un dragón aterrizar aquí? ¡Lárguese ahora mismo! esto es propiedad privad... -Al ver a la felina el hombrecito se quedo callado. -Señorita Beauchat, no la esperábamos aquí. Si nos hubiera avisado tendríamos preparado un banquete digno de usted. -Por algún motivo la frente del anciano mayordomo comenzó a sudar. -De hecho estamos bastante atareados y esperamos la visita de... de una persona que tiene que... -El engalanado hombre de ropajes negros parecía no encontrar las palabras adecuadas. -Que el duque Azrraq a solicitado de forma inmediata.
_________
OFF: Color del mayordomo [color=#ff33ff]
Habilidad racial: Transformacion.
Mientras me acercaba a Angélique pase mis manos por mi cintura y mi cuello, buscando una correa que ya no existía. Aun no me acostumbraba a esa sensación, de no tener que estar pendiente de las roturas de mi ropa y de colocar la cinta de la mochila en su sitio, para que se quedara colgando del cuello en mi forma de dragón. La verdad es que la escena fue un tanto boba, casi parecía que estuviera buscando mi bolsa de aeros, mire a la gata un tanto azorada a la vez que me rascaba la cabeza.
-Las viejas costumbres cuestan de irse, como ves ya no llevo la mochila gigante del primer encontronazo que tuvimos en aquella isla.
Tomándome la libertad, (que toda noche de pasión desbloquea) agarre a la damisela del brazo a la altura del codo, pegando su cuerpo al mio, como si paseáramos. No fuimos muy lejos, tan solo lo suficiente como para estar lejos de los caballos, pero aun dentro de la caballeriza. Nos encontrábamos en el ruedo de entrenamiento, donde sacan a los caballos a ejercitar sus músculos o a domarlos para la monta. -Espera aquí, traeré la montura. -Al separarme de Angélique acaricie sus orejas, desde la raíz hasta la punta. Mmm suavee~
Apenas me separe unos pasos de la mujer, solo un par de metros. Ange ya me había visto de todas las maneras posibles, pero no había visto todos los cambios posibles, tan solo una pequeña fracción. Al contrario que aquella vez en la isla, el cambio fue sutil, casi ni se notaba al principio, en lugar de que la ropa reventase esta adquiría una forma y textura mas extrañas. Cambiaban de color y se endurecían, se empequeñecían y escamaban como si fuera la piel de un cocodrilo, los cuernos fueron el primer cambio notorio, lo que hacia que mi figura pareciera mas la de una mujer-bestia que la de una humana o dragón, la columna se extendió y fue añadiendo huesos y músculos formando la cola, lo que daba mas fuerza a la visión de ser otra raza. Mientras las alas crecían mire a la gata con una sonrisa de satisfacción. ¿A quien quiero engañar? me gusta ver las caras de la gente cuando me cambio. Si fuera por mi seria dragona siempre. Las piernas y brazos cambiaron y crecieron al mismo tiempo que mi tórax se desarrollaba, alguna zonas se encogían y otras crecían, ahora que la ropa había adquirido el color final de mi piel, podía verse como los tendones iban modificándose por debajo de ella.
Me lo tome con calma, la verdad, igual tarde cerca de un minuto en cambiar, pero el goce no tuvo precio. Con el tamaño actual de mi cuerpo quedaba casi pegado al de la gata, igual que hice en el barco, volví a agachar mi cuerpo dejando que la mujer subiera encima mía. En esta ocasión, la electricidad que recorre siempre mi estructura no estaba presente, siendo consciente de que seria un viaje con una pasajera, había tomado medidas de seguridad suprimiendo esa parte de mi naturaleza.
Cuando la gata estuvo encima lance un rugido de jubilo que hizo relinchar a todos los caballos del establo y con un salto enérgico me despegue del suelo y empece a batir las alas.
El viaje hasta Baslodia no era largo, pero me tome mi tiempo para surcar el cielo. Vuelos rasantes en donde podía tocar la copa de los arboles con mis garras, subidas vertiginosas hasta alcanzar las nubes (aunque ese tramo fue corto porque la electricidad de mis cuernos provocaba que las nubes se oscurecieran y empezara a llover en la zona.) Caídas en picada donde podía notarse el aire cortando mis alas y despeinando el pelaje de la felina. Puede que me mate por eso, pero fue divertido... y me gustaría peinarla. Con ese pensamiento en la cabeza reí de manera aniñada, aunque lo único que se pudo escuchar fue un gorgoteo ronco y vibrante en mi cuello.
Cuando llegamos a la entrada de Baslodia gire el cuello para ver a mi pasajera. Mi cara al ser dura y escamosa, (al punto de ser prácticamente hueso) no era muy expresiva, sin embargo mis ojos lo compensaban al menguar y expandir sus pupilas. Y en este caso miraba a la gata con las pupilas semi ensanchadas haciendo que su habitual hilo se volviera ovalado, habíamos llegado. Abajo, en la ciudad, el bullicio no se hizo esperar, y es que, un dragón sobrevolando el lugar no era normal.
Pero tal y como pidió el duque, pase de largo y me dirigí hasta la mansión. Al llegar a la casa comencé el descenso en forma de espiral, hasta aterrizar delante de la puerta, dejando los jardines a la espalda. Nuevamente repetí la acción de agachar mi lomo y patas delanteras para dejar bajar a Angélique, en la puerta ya nos esperaba un mayordomo.
-¡¿Pero que es todo este escándalo?! ¿Como se le ocurre a un dragón aterrizar aquí? ¡Lárguese ahora mismo! esto es propiedad privad... -Al ver a la felina el hombrecito se quedo callado. -Señorita Beauchat, no la esperábamos aquí. Si nos hubiera avisado tendríamos preparado un banquete digno de usted. -Por algún motivo la frente del anciano mayordomo comenzó a sudar. -De hecho estamos bastante atareados y esperamos la visita de... de una persona que tiene que... -El engalanado hombre de ropajes negros parecía no encontrar las palabras adecuadas. -Que el duque Azrraq a solicitado de forma inmediata.
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Reivy Abadder
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
- Lista y dispuesta- contesté alegremente - ¿Qué buscas? - pregunté curiosa, al ver que pasaba las manos por su cintura y su cuello.
Recordaba perfectamente la mochila gigante que llevaba cuando estuvimos atrapadas en la isla y la manera en que Lavey la cubrió con una especie de manta cuando se transformó de dragona a mujer.
- Sí, la recuerdo ¿Ya no la necesitas? ¿por qué?
Sonreí cuando Reivy me agarró del brazo y me pegó a su cuerpo y caminé muy a gusto así, pegada a ella; estaba de humor para mimos y caricias y cuando acarició mis orejas al separarse d emí, no pude evitar un ronroneo de lo bien que se sintió.
Esperé con curiosidad la montura que traería, pero al ver que no iba por ningún caballo y sólo se alejaba unos metros de mí, comprendí que la montura sería ella misma; casi di un salto de alegría al darme cuenta, ¡íbamos a volar!. Contemplé fascinada su transformación, mucho más sutil y elegante que la que había realizado en la isla. Era un espectáculo increíble y la idea de ir volando, una maravilla.
Ni siquiera tuve que caminar para llegar a mi montura, porque al aumentar su tamaño, ella estuvo junto a mí. Me subí de un brinco y me acomodé en el lomo de la dragona, afirmándome bien. Fue un viaje extraordinario, maravillosa, emocionante; disfruté cada momento del mismo y grité y reí con alborozo tanto cuando la dragona ascendía como cuando se dejaba caer en picada. ¡Magnifico! Cuando Reivy se volvió a mirarme con las pupilas ensanchadas, me incliné y le di un beso en el morro; me sentía contenta y cariñosa.
Bajé del lomo de Reivy con aire majestuoso y me enfrenté al hombrecillo que quería echarnos. Yo ya lo conocía; no lo había recordado antes, pero ya había estado un par de veces antes en la mansión, de visita, con mi padre. El hombrecillo no era otro que Fergus, el mayordomo, un buen hombre, aunque tendía a descolocarse ante los imprevistos.
- No tenía previsto este viaje, Fergus, por eso no hubo aviso. Pero no se preocupe, la cocina de esta casa es tan exquisita que cualquier cosa que nos ofrezca estará bien. Por cierto, la persona que el duque ha enviado a buscar y espera, es la que viene conmigo- añadí, señalando a la dragona - Su nombre es Reivy Abbader y es mi amiga.
Recordaba perfectamente la mochila gigante que llevaba cuando estuvimos atrapadas en la isla y la manera en que Lavey la cubrió con una especie de manta cuando se transformó de dragona a mujer.
- Sí, la recuerdo ¿Ya no la necesitas? ¿por qué?
Sonreí cuando Reivy me agarró del brazo y me pegó a su cuerpo y caminé muy a gusto así, pegada a ella; estaba de humor para mimos y caricias y cuando acarició mis orejas al separarse d emí, no pude evitar un ronroneo de lo bien que se sintió.
Esperé con curiosidad la montura que traería, pero al ver que no iba por ningún caballo y sólo se alejaba unos metros de mí, comprendí que la montura sería ella misma; casi di un salto de alegría al darme cuenta, ¡íbamos a volar!. Contemplé fascinada su transformación, mucho más sutil y elegante que la que había realizado en la isla. Era un espectáculo increíble y la idea de ir volando, una maravilla.
Ni siquiera tuve que caminar para llegar a mi montura, porque al aumentar su tamaño, ella estuvo junto a mí. Me subí de un brinco y me acomodé en el lomo de la dragona, afirmándome bien. Fue un viaje extraordinario, maravillosa, emocionante; disfruté cada momento del mismo y grité y reí con alborozo tanto cuando la dragona ascendía como cuando se dejaba caer en picada. ¡Magnifico! Cuando Reivy se volvió a mirarme con las pupilas ensanchadas, me incliné y le di un beso en el morro; me sentía contenta y cariñosa.
Bajé del lomo de Reivy con aire majestuoso y me enfrenté al hombrecillo que quería echarnos. Yo ya lo conocía; no lo había recordado antes, pero ya había estado un par de veces antes en la mansión, de visita, con mi padre. El hombrecillo no era otro que Fergus, el mayordomo, un buen hombre, aunque tendía a descolocarse ante los imprevistos.
- No tenía previsto este viaje, Fergus, por eso no hubo aviso. Pero no se preocupe, la cocina de esta casa es tan exquisita que cualquier cosa que nos ofrezca estará bien. Por cierto, la persona que el duque ha enviado a buscar y espera, es la que viene conmigo- añadí, señalando a la dragona - Su nombre es Reivy Abbader y es mi amiga.
Angélique Beauchat
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
- Sí, la recuerdo ¿Ya no la necesitas? ¿por qué? "Pues hace poco le encargue a un amigo un par de colgantes..." Le decía a mi damisela mientras caminábamos del brazo por fuera de las cuadras. "...son colgantes con un hechizo de pudor que permiten a Lavey y ami cambiar de forma sin que se nos rompa toda la ropa y cualquier cosa que llevemos encima, mira." Con la mano libre saque el colgante con forma felina, por fuera de la ropa y cuando la gata dio por satisfecha su curiosidad lo volví a guardar."Gracias a esta monada ya no tengo que ir a cuestas con la mochila, ni preocuparme de tener bien puesta la correa, le tengo mucho cariño porque fue un regalo de una persona muy querida, pero es menos estresante no tener que vigilar cuanta ropa te queda... y también mas barato!" Reí mi propia broma mientras le abría la puerta del ruedo a Angélique.
Desde que la felina me había besado en el morro mi mente había volado, hasta el momento en el que me preguntaba por mi falta de equipaje. Era bastante probable que solo preguntara por curiosidad o cortesía, pero aquella demostración de interés hacia mi persona evocaba algo en mi que no sabia definir, hasta ahora nadie se había interesado por mi... a nivel personal (Sin contar a la pequeña Lavey), porque a nivel físico si que tenia muchos interesados e interesadas.
A todo esto se sumaba el repentino beso que la gata me regalo estando en mi forma favorita, sentí aquel tacto intimo como si la mujer hubiera besado mis labios humanos. Acababa de descubrir que mi piel escamosa y semi dura era capaz de percibir pequeños contactos como aquel.
El resultado de aquellos dos actos me dejo en un estado de ensoñamiento y deje de prestar atención a mi alrededor, escuchaba a Fergus pero no le oía, solo lo miraba fijamente sintiendo a penas un gorgoteo en mis oídos.
La voz de Ange me volvió al tiempo real. Parpadee con las membranas nictitantes y enfoque a la pareja, el mayordomo me miraba incrédulo y a la vez, trataba de poner su mejor cara de poker ante la noticia que la mujer-bestia le daba. Cuando escuche mi nombre, mi cuerpo estiro las patas al tiempo que alzaba el cuello formando una perfecta S y sacaba pecho como un gallo, casi parecía una ilustración de cuento de hadas. Comencé la conversión pasados unos segundos, me hubiera gustado hacerla lentamente para poder grabar en mi mente las reacción de la gata, pero tenia que mostrar profesionalidad y tampoco quería pecar de egocéntrica, así que deje que mi cuerpo cambiar a su ritmo normal.
Primero desaparecieron las alas, el tórax se encogió a la vez que desaparecía la cola, las escamas volvían a recuperar el color, textura y forma de la ropa, la posición de cuatro patas cambio elegantemente a una erguida y bípeda, el cuello volvió a su estado natural de forma gradual y los cuernos aunque mas pequeños seguían en mi testa, eran siempre los primeros y los últimos en desaparecer.
-Es un placer señor Fergus. -Mientras hablaba la cornamenta se encogía hasta esconderse por mi pelo y desaparecer. -Espero que no le moleste que venga acompañada. -Camine los pocos pasos que me separaba del hombre y le extendí el brazo esperando su saludo. -Dada la naturaleza de su misiva, vi conveniente traer refuerzos.
-Para nada señoritas, este es un cantratiem... -Al instante el hombre carraspeo y se corrigió. -Una contra-medida que estoy seguro que el duque apreciara. -El mayordomo camino hacia el gran portón y lo abrió dando paso a la casa. -Si sois tan amables de acompañarme.
Cruce el umbral de la puerta y cuando las dos estuvimos dentro, Fergus cerro y comenzó a caminar delante nuestro explicando toda clase de detalles inservibles sobre la construcción y la decoración de la casa.
Ante la visión de un ambiente desconocido y con la idea en la cabeza de causar buena impresión, mantuve una cercanía profesional con Angélique, no la tocaba ni la rozaba, caminaba a su lado y a una distancia prudencial del hombre, pero un mal movimiento o un desbalanceo momentáneo y nuestros cuerpos entrarían de nuevo en contacto como quien no quiere la cosa.
Comenzamos a subir una escalera doble y enmoquetada, por el otro lado una mujer nos miraba inquisitiva, pero al ver el rostro familiar de Beauchat inclino la cabeza a modo de saludo. La casa era enorme y carente de vida, apenas se veía al servicio, por los pasillos de parquet se escuchaba el eco de nuestros tacones y la luz atravesaba tímida las inmensas cortinas borgoña que cerraban la visión a los hermosos jardines de la hacienda.
-El señor duque os espera. -Dijo Fergus abriendo una puerta doble y quedándose a un lado esperando nuestra entrada, para cerrarla. -Cualquier duda que tengáis, por favor, preguntádsela a él.
Desde que la felina me había besado en el morro mi mente había volado, hasta el momento en el que me preguntaba por mi falta de equipaje. Era bastante probable que solo preguntara por curiosidad o cortesía, pero aquella demostración de interés hacia mi persona evocaba algo en mi que no sabia definir, hasta ahora nadie se había interesado por mi... a nivel personal (Sin contar a la pequeña Lavey), porque a nivel físico si que tenia muchos interesados e interesadas.
A todo esto se sumaba el repentino beso que la gata me regalo estando en mi forma favorita, sentí aquel tacto intimo como si la mujer hubiera besado mis labios humanos. Acababa de descubrir que mi piel escamosa y semi dura era capaz de percibir pequeños contactos como aquel.
El resultado de aquellos dos actos me dejo en un estado de ensoñamiento y deje de prestar atención a mi alrededor, escuchaba a Fergus pero no le oía, solo lo miraba fijamente sintiendo a penas un gorgoteo en mis oídos.
La voz de Ange me volvió al tiempo real. Parpadee con las membranas nictitantes y enfoque a la pareja, el mayordomo me miraba incrédulo y a la vez, trataba de poner su mejor cara de poker ante la noticia que la mujer-bestia le daba. Cuando escuche mi nombre, mi cuerpo estiro las patas al tiempo que alzaba el cuello formando una perfecta S y sacaba pecho como un gallo, casi parecía una ilustración de cuento de hadas. Comencé la conversión pasados unos segundos, me hubiera gustado hacerla lentamente para poder grabar en mi mente las reacción de la gata, pero tenia que mostrar profesionalidad y tampoco quería pecar de egocéntrica, así que deje que mi cuerpo cambiar a su ritmo normal.
Primero desaparecieron las alas, el tórax se encogió a la vez que desaparecía la cola, las escamas volvían a recuperar el color, textura y forma de la ropa, la posición de cuatro patas cambio elegantemente a una erguida y bípeda, el cuello volvió a su estado natural de forma gradual y los cuernos aunque mas pequeños seguían en mi testa, eran siempre los primeros y los últimos en desaparecer.
-Es un placer señor Fergus. -Mientras hablaba la cornamenta se encogía hasta esconderse por mi pelo y desaparecer. -Espero que no le moleste que venga acompañada. -Camine los pocos pasos que me separaba del hombre y le extendí el brazo esperando su saludo. -Dada la naturaleza de su misiva, vi conveniente traer refuerzos.
-Para nada señoritas, este es un cantratiem... -Al instante el hombre carraspeo y se corrigió. -Una contra-medida que estoy seguro que el duque apreciara. -El mayordomo camino hacia el gran portón y lo abrió dando paso a la casa. -Si sois tan amables de acompañarme.
Cruce el umbral de la puerta y cuando las dos estuvimos dentro, Fergus cerro y comenzó a caminar delante nuestro explicando toda clase de detalles inservibles sobre la construcción y la decoración de la casa.
Ante la visión de un ambiente desconocido y con la idea en la cabeza de causar buena impresión, mantuve una cercanía profesional con Angélique, no la tocaba ni la rozaba, caminaba a su lado y a una distancia prudencial del hombre, pero un mal movimiento o un desbalanceo momentáneo y nuestros cuerpos entrarían de nuevo en contacto como quien no quiere la cosa.
Comenzamos a subir una escalera doble y enmoquetada, por el otro lado una mujer nos miraba inquisitiva, pero al ver el rostro familiar de Beauchat inclino la cabeza a modo de saludo. La casa era enorme y carente de vida, apenas se veía al servicio, por los pasillos de parquet se escuchaba el eco de nuestros tacones y la luz atravesaba tímida las inmensas cortinas borgoña que cerraban la visión a los hermosos jardines de la hacienda.
-El señor duque os espera. -Dijo Fergus abriendo una puerta doble y quedándose a un lado esperando nuestra entrada, para cerrarla. -Cualquier duda que tengáis, por favor, preguntádsela a él.
- Mujer del Duque:
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Reivy Abadder
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
Fue muy divertido ver la cara de Fergus cuando le presenté a Reivy. El pobre hombre hacía todo lo posible por no mostrar su asombro, más aún cuando ella comenzó a tomar su forma humana Menudo trabajo que debe haberle costado mantener la compostura porque el espectáculo era bastante impresionante, pero el hombre supo mantener el tipo y saludarla como correspondía cuando la bella morena en que la dragona se había convertido lo saludó.
La información que Fergus nos daba sobre la casa no me interesaba, ya había estado ahí antes y sabía que era una mansión grande, bella y muy fría. Mi atención estaba centrada en Reivy, me hacía gracia que intentara mantenerse a cierta distancia de mí, como si nuestra relación fuera estrictamente profesional y no pude evitar la tentación de hacer que mi cola salvara la distancia entre las dos, acariciando de vez en cuando su trasero o sus piernas.
Mientras subíamos la escalera doble por el otro lado, Alma, la duquesa, nos observaba ¡Qué deteriorada se veía! La había visto por última vez hacía unos cinco años, pero parecía haber envejecido veinte. Correspondí a su saludo con una venia y continué caminando y jugueteando con mi cola hasta que llegamos al lugar donde el señor de la casa nos aguardaba.
- La señorita Reivy Abadder y la señorita Angélique Beauchat, Su Señoría – anunció el mayordomo, antes de hacer una reverencia y retirarse cerrando las puertas tras nosotras.
Estábamos en una amplia sala, elegantemente amueblada: el estudio del duque. Tras un bello escritorio de caoba se encontraba el noble, quien se había puesto de pie al entrar nosotras. Alto y muy delgado, con escaso cabello gris y vestido con atildamiento, en rasgos generales era como lo recordaba de la única vez que lo había visto. Excepto por los ojos. No recordaba una mirada tan turbia, tan cargada de dudas y sospecha… o quizás era tan sólo que no me había fijado…
Contrario a lo que Fergus pensaba, el duque no pareció apreciar la contramedida que significaba mi presencia ahí. Por el contrario, parecía disgustado… o alarmado, porque se agazapó en el escritorio antes de hablarnos.
- Yo sólo reclamé la presencia de Reivy Abbader – declaró, sin siquiera saludarnos, olvidado de sus habitualmente pomposos modales - ¿Qué haces tú aquí? – me preguntó con voz henchida de recelo- ¿Te envía tu padre? ¿Por qué?
Había dejado de juguetear con mi cola tan pronto el mayordomo nos había abierto la puerta y me había quedado de pie, muy compuesta, mirando al duque, esperando algún saludo, no un interrogatorio.
- Ya no vivo en la casa de mi padre – señalé- y hace por lo menos tres años que no lo veo. Vine aquí acompañando a la señorita Abadder, porque ella me lo pidió.
No le prestó mucha atención a mi respuesta, a decir verdad, porque acto seguido encaró a Revvy
- Creí haberle pedido discreción, joven, y que no hablara con nadie al llegar aquí.
Off: Color del duque #9966ff
La información que Fergus nos daba sobre la casa no me interesaba, ya había estado ahí antes y sabía que era una mansión grande, bella y muy fría. Mi atención estaba centrada en Reivy, me hacía gracia que intentara mantenerse a cierta distancia de mí, como si nuestra relación fuera estrictamente profesional y no pude evitar la tentación de hacer que mi cola salvara la distancia entre las dos, acariciando de vez en cuando su trasero o sus piernas.
Mientras subíamos la escalera doble por el otro lado, Alma, la duquesa, nos observaba ¡Qué deteriorada se veía! La había visto por última vez hacía unos cinco años, pero parecía haber envejecido veinte. Correspondí a su saludo con una venia y continué caminando y jugueteando con mi cola hasta que llegamos al lugar donde el señor de la casa nos aguardaba.
- La señorita Reivy Abadder y la señorita Angélique Beauchat, Su Señoría – anunció el mayordomo, antes de hacer una reverencia y retirarse cerrando las puertas tras nosotras.
Estábamos en una amplia sala, elegantemente amueblada: el estudio del duque. Tras un bello escritorio de caoba se encontraba el noble, quien se había puesto de pie al entrar nosotras. Alto y muy delgado, con escaso cabello gris y vestido con atildamiento, en rasgos generales era como lo recordaba de la única vez que lo había visto. Excepto por los ojos. No recordaba una mirada tan turbia, tan cargada de dudas y sospecha… o quizás era tan sólo que no me había fijado…
Contrario a lo que Fergus pensaba, el duque no pareció apreciar la contramedida que significaba mi presencia ahí. Por el contrario, parecía disgustado… o alarmado, porque se agazapó en el escritorio antes de hablarnos.
- Yo sólo reclamé la presencia de Reivy Abbader – declaró, sin siquiera saludarnos, olvidado de sus habitualmente pomposos modales - ¿Qué haces tú aquí? – me preguntó con voz henchida de recelo- ¿Te envía tu padre? ¿Por qué?
Había dejado de juguetear con mi cola tan pronto el mayordomo nos había abierto la puerta y me había quedado de pie, muy compuesta, mirando al duque, esperando algún saludo, no un interrogatorio.
- Ya no vivo en la casa de mi padre – señalé- y hace por lo menos tres años que no lo veo. Vine aquí acompañando a la señorita Abadder, porque ella me lo pidió.
No le prestó mucha atención a mi respuesta, a decir verdad, porque acto seguido encaró a Revvy
- Creí haberle pedido discreción, joven, y que no hablara con nadie al llegar aquí.
Off: Color del duque #9966ff
Angélique Beauchat
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
Descarada y picara gatita, ya veras cuando te pille a solas. Pensaba mientras la joven me tentaba con su sedosa cola en el aburrido trayecto hacia los aposentos del duque. De inmediato Ange dejo tranquila su instrumento de dulce tortura y aguanto el tipo ante las insolencias del jefe.
-Como usted podrá comprobar. -Miraba al duque con ojos serios, ojos dominados por la profesionalidad, pero llenos de una segunda intención, defender la presencia de mi compañera. -La señorita que me acompaña es discreción pura, pues llevaba largos años fuera del abrazo de su padre y usted no a tenido noticias suyas hasta ahora.
-¿No esperara que tenga noticias de toda la burguesía del lugar? -Se defendía el duque clavando sus ojos en mi. -No tener noticias de alguien, no lo hace mas discreto.
-Y con respecto a lo otro. -Decidida me adelante al duque. -No he hablado con nadie del populacho, de hecho si pregunta por mi en el pueblo nadie sabrá decirle nada, pues nadie nos vio. -Una respuesta solida y con una verdad a medias, dado que no habían visto mi forma humana sino mi sombra sobrevolando los cielos. -El único con el que hable fue con el mayordomo y porque el salio a nuestra búsqueda.
El duque nos miro a las dos, dando a entender que no discutiría mas sobre el tema, como se suele decir: Agua pasada no mueve molinos.
-Por lo menos llegasteis rápido. En fin, estáis aquí porque he tenido el mismo sueño recurrente durante muchas lunas. -Cuando el señor comenzó a contar los motivos de la misión se sentó en la silla, sus ojos bailaban rápidamente entre nosotras y se sobaba las manos con ansiedad. -Es siempre el mismo y siempre acaba igual, con mi muerte. -Cul Azrraq abrió la boca queriendo decir algo mas, pero se quedo parado unos instantes. -Tenéis que averiguar quien desea mi muerte, el mayordomo podrá daros detalles de la servidumbre del lugar. Y en cuanto sepáis algo debéis de notificármelo única y exclusivamente a mi.
Y ya esta, el hombre se cruzo de brazos y espero a que nosotras nos fuéramos. Las indicaciones y los detalles eran tan escasos que es como si no nos hubiera dicho nada.
-Necesitamos mas información para poder comenzar la búsqueda, si comenzáramos a preguntar a todo el mundo levantaríamos sospechas. Tiene que haber alguien del que dude mas o alguna pista por la que empezar.
-Esa es vuestra tarea no la mía, pero... -El delgado señor se froto la barbilla mientras pensaba por unos segundos algo que pudiera ayudarnos. -Mi mujer últimamente esta mas distante de lo habitual. Podrías empezar por ella. Si no tenéis mas preguntas podéis retiraros, tengo que hablar a solas con mi mayordomo. ¡Fergus!
Mire a Angélique esperando por si ella tenia algo que decir. El duque volvió a gritar el nombre del mayordomo a la vez que hacia sonar una campanilla y en un par de minutos el sirviente apareció abriendo las dos puertas. -¿Me mando llamar señor? -El duque hizo un seña para que nos marcháramos mientras que con la otra mano indicaba a Fergus que cerrara las puertas.
-Menudo genio que tiene. -Le decía a Ange fuera del despacho. -Más vale que la paga sea buena.
Mientras tanto dentro de la habitación...
-No me fió de ella Fergus, ya sabes lo que vi en mis sueños.
-Pero señor duque... si no son de fiar ¿Porque las hizo llamar?
-Para tenerlas controladas, sobre todo a la morena. Quiero que los guardias se vistan de sirvientes y las vigilen y a la menor sospecha... ya sabes lo que hacer. -El duque se paso un pañuelo de seda por la frente quitándose el sudor y antes de que el sirviente se fuera añadió. -Pero deja que investiguen un poco, quizás descubran algo o se pongan en contacto con su informante. Estoy seguro que esa mujer no es la única asesina en este castillo.
-Como usted podrá comprobar. -Miraba al duque con ojos serios, ojos dominados por la profesionalidad, pero llenos de una segunda intención, defender la presencia de mi compañera. -La señorita que me acompaña es discreción pura, pues llevaba largos años fuera del abrazo de su padre y usted no a tenido noticias suyas hasta ahora.
-¿No esperara que tenga noticias de toda la burguesía del lugar? -Se defendía el duque clavando sus ojos en mi. -No tener noticias de alguien, no lo hace mas discreto.
-Y con respecto a lo otro. -Decidida me adelante al duque. -No he hablado con nadie del populacho, de hecho si pregunta por mi en el pueblo nadie sabrá decirle nada, pues nadie nos vio. -Una respuesta solida y con una verdad a medias, dado que no habían visto mi forma humana sino mi sombra sobrevolando los cielos. -El único con el que hable fue con el mayordomo y porque el salio a nuestra búsqueda.
El duque nos miro a las dos, dando a entender que no discutiría mas sobre el tema, como se suele decir: Agua pasada no mueve molinos.
-Por lo menos llegasteis rápido. En fin, estáis aquí porque he tenido el mismo sueño recurrente durante muchas lunas. -Cuando el señor comenzó a contar los motivos de la misión se sentó en la silla, sus ojos bailaban rápidamente entre nosotras y se sobaba las manos con ansiedad. -Es siempre el mismo y siempre acaba igual, con mi muerte. -Cul Azrraq abrió la boca queriendo decir algo mas, pero se quedo parado unos instantes. -Tenéis que averiguar quien desea mi muerte, el mayordomo podrá daros detalles de la servidumbre del lugar. Y en cuanto sepáis algo debéis de notificármelo única y exclusivamente a mi.
Y ya esta, el hombre se cruzo de brazos y espero a que nosotras nos fuéramos. Las indicaciones y los detalles eran tan escasos que es como si no nos hubiera dicho nada.
-Necesitamos mas información para poder comenzar la búsqueda, si comenzáramos a preguntar a todo el mundo levantaríamos sospechas. Tiene que haber alguien del que dude mas o alguna pista por la que empezar.
-Esa es vuestra tarea no la mía, pero... -El delgado señor se froto la barbilla mientras pensaba por unos segundos algo que pudiera ayudarnos. -Mi mujer últimamente esta mas distante de lo habitual. Podrías empezar por ella. Si no tenéis mas preguntas podéis retiraros, tengo que hablar a solas con mi mayordomo. ¡Fergus!
Mire a Angélique esperando por si ella tenia algo que decir. El duque volvió a gritar el nombre del mayordomo a la vez que hacia sonar una campanilla y en un par de minutos el sirviente apareció abriendo las dos puertas. -¿Me mando llamar señor? -El duque hizo un seña para que nos marcháramos mientras que con la otra mano indicaba a Fergus que cerrara las puertas.
-Menudo genio que tiene. -Le decía a Ange fuera del despacho. -Más vale que la paga sea buena.
Mientras tanto dentro de la habitación...
-No me fió de ella Fergus, ya sabes lo que vi en mis sueños.
-Pero señor duque... si no son de fiar ¿Porque las hizo llamar?
-Para tenerlas controladas, sobre todo a la morena. Quiero que los guardias se vistan de sirvientes y las vigilen y a la menor sospecha... ya sabes lo que hacer. -El duque se paso un pañuelo de seda por la frente quitándose el sudor y antes de que el sirviente se fuera añadió. -Pero deja que investiguen un poco, quizás descubran algo o se pongan en contacto con su informante. Estoy seguro que esa mujer no es la única asesina en este castillo.
Reivy Abadder
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Re: Pesadillas de Conspiracion [Trabajo, Angélique.]
TEMA CERRADO POR ABANDONO
*Se le restan 5 puntos a Angélique Beauchat y se le suman 2 puntos a Reivy Abadder.
Zatch
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