[Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
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[Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
- De este ya no podemos extraer nada más, quitadlo de mi vista y traed al siguiente. - ordenó una voz fría. Dos hombres acudieron de inmediato hasta el prisionero para desencadenarlo de la silla en que se encontraba sentado y arrastrarlo fuera de la estancia, ya no les servía de nada así que lo llevarían de regreso a su particular celda para que muriese de hambre como los demás. Sin fuerzas para resistirse el anciano se dejó conducir hasta la húmeda y lúgubre habitación en que esperaban su turno los demás prisioneros, y en cuanto sus captores abrieron la puerta fue a dar bruscamente con los huesos contra el suelo. - ¿Esa es forma de tratar a una persona mayor? - increpó desde el interior una mujer, pero con ello solo consiguió que la eligiesen para llevársela y que el viejo recibiese una contundente patada en las costillas.
Mientras los hombres reían con malicia y la sacaban a rastras del cuarto, el hechicero ahogó un quejido de dolor e intentó levantarse, cosa que logró gracias a otro de los cautivos. - ¿Está bien maestro? - le preguntó el joven, uno de sus nuevos y talentosos pupilos, a los que ahora no tendría ocasión de enseñar a controlar la magia. - Me… me han quitado mis poderes… apenas puedo tenerme en pie. - respondió, haciendo un gran esfuerzo para sentarse y apoyar la espalda contra una de las frías paredes. Junto a ellos había otra decena de brujos y brujas, todos hacinados en el interior de aquel pequeño cuarto que estaba custodiado día y noche por dos miembros del aquelarre, tan crueles como impredecibles.
El rostro del pupilo se crispó de rabia, miró las cadenas que rodeaban sus muñecas y maldijo por lo bajo, el metal estaba encantado para anular los poderes de quien las llevaba, así habían conseguido someterlos, y si no hacían algo pronto todos correrían la misma suerte de su maestro, perderían su don y se pudrirían en aquel lugar, por el que en las últimas semanas habían pasado más de treinta buenos magos. Sus cuerpos solo eran retirados cuando comenzaban a pudrirse después de muertos, y esa visión había logrado minar la moral de muchos de los que quedaban, consiguiendo que se resignasen al cruel destino que les esperaba más allá de la puerta.
- No podemos quedarnos aquí, cuando acaben con ella los provocaré para ser el siguiente… - propuso, provocando que el miedo se apoderase del rostro del anciano. - No Thomas, tienes que aguantar. - lo cortó al momento, pero su alumno estaba decidido a hacer algo. - ¿Cuánto tardarán en hacernos lo mismo a todos? Estoy cansado de ver morir a los míos, haré lo que pueda para distraerlos y mantener la puerta abierta, maestro tiene que escapar de aquí y pedir ayuda, ahora que no tiene poderes quizá decidan no perseguirlo. - continuó el muchacho, consiguiendo que otros de los presentes al escucharlo reuniesen el poco valor que les quedaba para ayudar. - Acaba con esto Zed. - le instó otro brujo, un hombre mayor al que conocía de las islas.
Todos parecían de acuerdo con el plan del chico, aunque ese intento de fuga pudiese costarles muy caro, después de lo que habían visto durante días quedaba claro que no pensaban dejarlos salir de allí con vida así que pelear era lo único que podían hacer. Las horas pasaron lentamente, y mientras el viejo recuperaba fuerzas e intentaba recordar el camino por el que lo habían llevado hasta allí, los demás se preparaban para tomar posiciones en cuanto escuchasen acercarse a los practicantes de magia oscura.
El proceso necesario para arrebatar sus poderes a un individuo era largo y angustioso para la víctima, que no solo perdía su don sino también parte de sus fuerzas. Así fue como se dieron cuenta de que se aproximaban, por el sonido de la mujer arrastrando los pies pesadamente, incapaz de andar sin ayuda, había llegado el momento. Todos los que estaban dispuestos a luchar se dividieron a ambos lados de la estancia y se colocaron contra las paredes, en aparente estado de sumisión, mientras Thomas y Zed aguardaban en el centro, sentados. Al igual que con el viejo no tuvieron reparos en arrojar a la muchacha contra el suelo, y entonces el joven mago se levantó para cumplir con su parte, captar toda la atención posible sobre sí mismo.
- Cobardes, estaréis orgullosos de lo que hacéis, debilitar a personas que no pueden defenderse… si no llevase estas cadenas os quemaría vivos. - amenazó, alzando un poco las manos para mostrar el metal que los separaba de las llamas. - Ladrones, robáis a otros porque vuestros poderes son una mierda. - continuó, y su provocación surtió efecto, los dos hombres pasaron del resto de prisioneros para ir a por él, sin saber el error que estaban cometiendo. Aquellos que aguardaban junto a las paredes se levantaron y se abalanzaron sobre ellos, utilizando aquellas mismas cadenas que los retenían para rodear el cuello de sus captores y comenzar a asfixiarlos, pero el jaleo pronto atrajo a los dos que vigilaban la puerta, iniciando una pelea en la que todo valía. - ¡Ahora maestro! - gritó Thomas antes de lanzarse contra uno de los recién llegados, consiguiendo tirarlo al suelo y despejar el camino para el viejo.
El otro individuo recibió un duro golpe en la sien antes de poder reaccionar, así que sin perder ni un instante, aunque dividido por dejar atrás a varios de sus alumnos, Zed se obligó a correr en busca de la salida, con un único objetivo, encontrar a alguien capaz de ayudarle a sacar de allí al resto de presos. Con la adrenalina corriendo por sus venas y sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho en cualquier momento, el anciano halló el punto por el que lo habían metido en aquella parte de las catacumbas, y cuando finalmente salió al exterior y pudo respirar el aire limpio dio gracias por haberlo conseguido.
Ya era de noche y eso le dificultaría su tarea, pero a pesar de ello no podía rendirse, comenzó a caminar en busca de ayuda a pesar de que a aquellas horas la ciudad estaba bajo el control de los vampiros. - ¡Señor, señor! - exclamó al ver a un par de hombres con pinta de soldados. - Por favor ayúdenme, hay gente retenida en las catacumbas, ¡están en peligro! - continuó, pero solo consiguió que el individuo más cercano, un mercenario de cabellos rubios y rostro serio, lo mirase con cara de pocos amigos y lo apartase de sí con un empujón. - ¿Tienes dinero? - preguntó, sin mostrar ni un ápice de humanidad. - No señor, pero si nadie los ayuda pronto morirán. - respondió el mago, visiblemente atormentado. - Entonces no es asunto nuestro. - dijo el guerrero, con tono cortante. Sus súplicas no sirvieron para retenerlos ni convencerlos, y mientras sus esperanzas se desvanecían al ver alejarse a aquellos mercenarios sus amigos podían estar muriendo en aquel maldito agujero del que había conseguido escapar por los pelos.
Con la culpabilidad sobre sus hombros y las lágrimas a punto de desbordar sus cansados ojos, el maestro siguió su camino, y éste lo llevó directamente hacia dos siluetas, una de mujer y otra de hombre, que abandonaban sigilosamente una de las villas cercanas. - Piedad por favor, necesito ayuda. - pidió, con su cuerpo al borde del colapso a causa de los nervios, lo que provocó que cayese de rodillas junto a la benjamina de los Calhoun. Su aparición la tomó por sorpresa tanto a ella como a Alister, que acababan de asaltar una de las fincas para que la vampira pudiese alimentarse de un novillo. - Levántese vamos, shhh no haga ruido. - le instó Elen, tratando de alejarse todo lo posible del lugar antes de que alguien reparase en lo que había ocurrido.
Sujetándolo por los brazos consiguieron que el viejo pudiese volver a ponerse en pie y caminase hasta un muro cercano, donde lo sentaron para que pudiese descansar durante unos minutos. Fue entonces cuando repararon en las cadenas que rodeaban sus muñecas, detalle que les llamó inmediatamente la atención. - ¿Qué le ha pasado? - preguntó la de cabellos cenicientos, con el rostro cubierto a medias por su capucha. - Un grupo de practicantes de magia oscura, los llamados miembros del aquelarre, se han instalado en las catacumbas y están secuestrando a otros magos para arrebatarles sus poderes, me han quitado mi don y no soy el único, ahí abajo hay una docena de personas a las que les pasará lo mismo si no consigo ayuda. - reveló, mientras recuperaba el aliento.
- ¿Cómo es eso posible? - quiso saber la centinela, que se encontraba algo confundida. - Tienen un poderoso artefacto, el Quillion del hechicero, una piedra capaz de extraer la magia de su dueño. - explicó, y nada más escuchar acerca de aquel objeto la vampira supo que no podía quedarse de brazos cruzados. Manipulando su elemento, Elen consiguió que las sombras se metiesen por dentro de los grilletes y los rompiesen, liberando a Zed. - Supongo que estas cadenas os impiden lanzar hechizos, ¿me equivoco? - inquirió, y el hombre negó con la cabeza para confirmarle que su teoría no estaba errada. - Ahí abajo quizá no tengas espacio para transformarte, de ser así os quedareis en la entrada, yo bajaré a por ellos. - indicó, dirigiéndose al dragón que no tardaría en mostrar su desacuerdo.
- Voy contigo, si no puedo cambiar de forma lucharé con la espada… y no tienes excusa para decir que no voy bien protegido. - replicó Alister, señalando la armadura que la de ojos verdes le había obligado a comprarse. - Guíanos mago. - pidió la benjamina de los Calhoun, consciente de que discutir con el cazador sería una pérdida de tiempo. Esperanzado por haber logrado aquel inesperado apoyo, Zed se apartó del muro y avanzó hasta la zona por la que había salido.
- Mi señor, los prisioneros han intentado rebelarse y… uno de ellos ha escapado, os traigo al culpable que lo planeó todo. - informó uno de los hombres, al tiempo que otros dos acercaban a Thomas, visiblemente desmejorado tras la paliza que había recibido por su atrevimiento. Los rápidos refuerzos del aquelarre habían controlado la situación pero no antes de que los cautivos cumpliesen con su objetivo, y justo por eso el chico no dejaba de sonreír, ni siquiera a pesar del dolor que le recorría todo el cuerpo. - Atadlo a la silla, será el siguiente en contribuir a nuestra causa. - ordenó el cabecilla de aquel grupo, cuya relación con la oscuridad quedaba patente solo con verle, la corrupción se estaba extendiendo por su piel y ya marcaba parte de su rostro.
- ¿Quién ha escapado? - preguntó, sin quitar la vista del Quillion, que en aquel momento se encontraba cerrado para seguridad de todos. - El viejo que llevamos a la celda hace unas horas. - respondió uno de los presentes. - Buscadlo y matadlo antes de que hable, nuestro trabajo es demasiado valioso como para dejar que lo arruine. - fue lo último que dijo, antes de esperar a que Thomas estuviese en la silla para abrir el Quillion y apartarse, permitiendo que la piedra comenzase a absorber los poderes del joven.
Mientras los hombres reían con malicia y la sacaban a rastras del cuarto, el hechicero ahogó un quejido de dolor e intentó levantarse, cosa que logró gracias a otro de los cautivos. - ¿Está bien maestro? - le preguntó el joven, uno de sus nuevos y talentosos pupilos, a los que ahora no tendría ocasión de enseñar a controlar la magia. - Me… me han quitado mis poderes… apenas puedo tenerme en pie. - respondió, haciendo un gran esfuerzo para sentarse y apoyar la espalda contra una de las frías paredes. Junto a ellos había otra decena de brujos y brujas, todos hacinados en el interior de aquel pequeño cuarto que estaba custodiado día y noche por dos miembros del aquelarre, tan crueles como impredecibles.
El rostro del pupilo se crispó de rabia, miró las cadenas que rodeaban sus muñecas y maldijo por lo bajo, el metal estaba encantado para anular los poderes de quien las llevaba, así habían conseguido someterlos, y si no hacían algo pronto todos correrían la misma suerte de su maestro, perderían su don y se pudrirían en aquel lugar, por el que en las últimas semanas habían pasado más de treinta buenos magos. Sus cuerpos solo eran retirados cuando comenzaban a pudrirse después de muertos, y esa visión había logrado minar la moral de muchos de los que quedaban, consiguiendo que se resignasen al cruel destino que les esperaba más allá de la puerta.
- No podemos quedarnos aquí, cuando acaben con ella los provocaré para ser el siguiente… - propuso, provocando que el miedo se apoderase del rostro del anciano. - No Thomas, tienes que aguantar. - lo cortó al momento, pero su alumno estaba decidido a hacer algo. - ¿Cuánto tardarán en hacernos lo mismo a todos? Estoy cansado de ver morir a los míos, haré lo que pueda para distraerlos y mantener la puerta abierta, maestro tiene que escapar de aquí y pedir ayuda, ahora que no tiene poderes quizá decidan no perseguirlo. - continuó el muchacho, consiguiendo que otros de los presentes al escucharlo reuniesen el poco valor que les quedaba para ayudar. - Acaba con esto Zed. - le instó otro brujo, un hombre mayor al que conocía de las islas.
Todos parecían de acuerdo con el plan del chico, aunque ese intento de fuga pudiese costarles muy caro, después de lo que habían visto durante días quedaba claro que no pensaban dejarlos salir de allí con vida así que pelear era lo único que podían hacer. Las horas pasaron lentamente, y mientras el viejo recuperaba fuerzas e intentaba recordar el camino por el que lo habían llevado hasta allí, los demás se preparaban para tomar posiciones en cuanto escuchasen acercarse a los practicantes de magia oscura.
El proceso necesario para arrebatar sus poderes a un individuo era largo y angustioso para la víctima, que no solo perdía su don sino también parte de sus fuerzas. Así fue como se dieron cuenta de que se aproximaban, por el sonido de la mujer arrastrando los pies pesadamente, incapaz de andar sin ayuda, había llegado el momento. Todos los que estaban dispuestos a luchar se dividieron a ambos lados de la estancia y se colocaron contra las paredes, en aparente estado de sumisión, mientras Thomas y Zed aguardaban en el centro, sentados. Al igual que con el viejo no tuvieron reparos en arrojar a la muchacha contra el suelo, y entonces el joven mago se levantó para cumplir con su parte, captar toda la atención posible sobre sí mismo.
- Cobardes, estaréis orgullosos de lo que hacéis, debilitar a personas que no pueden defenderse… si no llevase estas cadenas os quemaría vivos. - amenazó, alzando un poco las manos para mostrar el metal que los separaba de las llamas. - Ladrones, robáis a otros porque vuestros poderes son una mierda. - continuó, y su provocación surtió efecto, los dos hombres pasaron del resto de prisioneros para ir a por él, sin saber el error que estaban cometiendo. Aquellos que aguardaban junto a las paredes se levantaron y se abalanzaron sobre ellos, utilizando aquellas mismas cadenas que los retenían para rodear el cuello de sus captores y comenzar a asfixiarlos, pero el jaleo pronto atrajo a los dos que vigilaban la puerta, iniciando una pelea en la que todo valía. - ¡Ahora maestro! - gritó Thomas antes de lanzarse contra uno de los recién llegados, consiguiendo tirarlo al suelo y despejar el camino para el viejo.
El otro individuo recibió un duro golpe en la sien antes de poder reaccionar, así que sin perder ni un instante, aunque dividido por dejar atrás a varios de sus alumnos, Zed se obligó a correr en busca de la salida, con un único objetivo, encontrar a alguien capaz de ayudarle a sacar de allí al resto de presos. Con la adrenalina corriendo por sus venas y sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho en cualquier momento, el anciano halló el punto por el que lo habían metido en aquella parte de las catacumbas, y cuando finalmente salió al exterior y pudo respirar el aire limpio dio gracias por haberlo conseguido.
Ya era de noche y eso le dificultaría su tarea, pero a pesar de ello no podía rendirse, comenzó a caminar en busca de ayuda a pesar de que a aquellas horas la ciudad estaba bajo el control de los vampiros. - ¡Señor, señor! - exclamó al ver a un par de hombres con pinta de soldados. - Por favor ayúdenme, hay gente retenida en las catacumbas, ¡están en peligro! - continuó, pero solo consiguió que el individuo más cercano, un mercenario de cabellos rubios y rostro serio, lo mirase con cara de pocos amigos y lo apartase de sí con un empujón. - ¿Tienes dinero? - preguntó, sin mostrar ni un ápice de humanidad. - No señor, pero si nadie los ayuda pronto morirán. - respondió el mago, visiblemente atormentado. - Entonces no es asunto nuestro. - dijo el guerrero, con tono cortante. Sus súplicas no sirvieron para retenerlos ni convencerlos, y mientras sus esperanzas se desvanecían al ver alejarse a aquellos mercenarios sus amigos podían estar muriendo en aquel maldito agujero del que había conseguido escapar por los pelos.
Con la culpabilidad sobre sus hombros y las lágrimas a punto de desbordar sus cansados ojos, el maestro siguió su camino, y éste lo llevó directamente hacia dos siluetas, una de mujer y otra de hombre, que abandonaban sigilosamente una de las villas cercanas. - Piedad por favor, necesito ayuda. - pidió, con su cuerpo al borde del colapso a causa de los nervios, lo que provocó que cayese de rodillas junto a la benjamina de los Calhoun. Su aparición la tomó por sorpresa tanto a ella como a Alister, que acababan de asaltar una de las fincas para que la vampira pudiese alimentarse de un novillo. - Levántese vamos, shhh no haga ruido. - le instó Elen, tratando de alejarse todo lo posible del lugar antes de que alguien reparase en lo que había ocurrido.
Sujetándolo por los brazos consiguieron que el viejo pudiese volver a ponerse en pie y caminase hasta un muro cercano, donde lo sentaron para que pudiese descansar durante unos minutos. Fue entonces cuando repararon en las cadenas que rodeaban sus muñecas, detalle que les llamó inmediatamente la atención. - ¿Qué le ha pasado? - preguntó la de cabellos cenicientos, con el rostro cubierto a medias por su capucha. - Un grupo de practicantes de magia oscura, los llamados miembros del aquelarre, se han instalado en las catacumbas y están secuestrando a otros magos para arrebatarles sus poderes, me han quitado mi don y no soy el único, ahí abajo hay una docena de personas a las que les pasará lo mismo si no consigo ayuda. - reveló, mientras recuperaba el aliento.
- ¿Cómo es eso posible? - quiso saber la centinela, que se encontraba algo confundida. - Tienen un poderoso artefacto, el Quillion del hechicero, una piedra capaz de extraer la magia de su dueño. - explicó, y nada más escuchar acerca de aquel objeto la vampira supo que no podía quedarse de brazos cruzados. Manipulando su elemento, Elen consiguió que las sombras se metiesen por dentro de los grilletes y los rompiesen, liberando a Zed. - Supongo que estas cadenas os impiden lanzar hechizos, ¿me equivoco? - inquirió, y el hombre negó con la cabeza para confirmarle que su teoría no estaba errada. - Ahí abajo quizá no tengas espacio para transformarte, de ser así os quedareis en la entrada, yo bajaré a por ellos. - indicó, dirigiéndose al dragón que no tardaría en mostrar su desacuerdo.
- Voy contigo, si no puedo cambiar de forma lucharé con la espada… y no tienes excusa para decir que no voy bien protegido. - replicó Alister, señalando la armadura que la de ojos verdes le había obligado a comprarse. - Guíanos mago. - pidió la benjamina de los Calhoun, consciente de que discutir con el cazador sería una pérdida de tiempo. Esperanzado por haber logrado aquel inesperado apoyo, Zed se apartó del muro y avanzó hasta la zona por la que había salido.
- Mi señor, los prisioneros han intentado rebelarse y… uno de ellos ha escapado, os traigo al culpable que lo planeó todo. - informó uno de los hombres, al tiempo que otros dos acercaban a Thomas, visiblemente desmejorado tras la paliza que había recibido por su atrevimiento. Los rápidos refuerzos del aquelarre habían controlado la situación pero no antes de que los cautivos cumpliesen con su objetivo, y justo por eso el chico no dejaba de sonreír, ni siquiera a pesar del dolor que le recorría todo el cuerpo. - Atadlo a la silla, será el siguiente en contribuir a nuestra causa. - ordenó el cabecilla de aquel grupo, cuya relación con la oscuridad quedaba patente solo con verle, la corrupción se estaba extendiendo por su piel y ya marcaba parte de su rostro.
- ¿Quién ha escapado? - preguntó, sin quitar la vista del Quillion, que en aquel momento se encontraba cerrado para seguridad de todos. - El viejo que llevamos a la celda hace unas horas. - respondió uno de los presentes. - Buscadlo y matadlo antes de que hable, nuestro trabajo es demasiado valioso como para dejar que lo arruine. - fue lo último que dijo, antes de esperar a que Thomas estuviese en la silla para abrir el Quillion y apartarse, permitiendo que la piedra comenzase a absorber los poderes del joven.
- Imágenes orientativas de Zed, el Quillion y el cabecilla de los malos:
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Última edición por Elen Calhoun el Dom Sep 16 2018, 10:07, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Nerviosa, daba vueltas por la habitación de la taberna, en círculos. Estaba esperando a Annelise, y no venía. Ella, junto a un pequeño grupo de cazadores, había hecho una batida para asegurar la zona. Pero me habían impedido ir. ¿Acaso no era capaz de defenderme a mí misma? ¡Era la Maestra Cazadora, por los dioses! Resoplaba y movía el pie impacientemente, bastante molesta por ese trato sobreprotector y paternalista que habían tomado mi amiga y el lord conmigo. ¡Se parecían a mi madre! Y sí, él estaba conmigo en la habitación, pero también estaba siendo sobreprotector, no me había dejado ir con Annie para ver qué estaba haciendo. Insistía en que estaría más segura ahí, con él y sus guardias.
Habían llegado a mí unos carteles donde amenazaban con destrozar el Palacio de los Vientos y echaban mierda sobre el Gremio. Vale, yo vivía en otro lugar, el Palacio no era mi casa habitual, pero sí la sede de los Cazadores, y pasaba ahí gran parte del tiempo. Así que no iba a permitir que lo redujeran a cenizas, aunque la decoración dejase mucho que desear. Era donde trabajábamos una parte de nuestro tiempo. Y esos desgraciados, quienes quiera que fueran, no iban a tocar un solo ladrillo. Pero Annelise, Jules y otros tantos habían determinado que Anastasia y yo corríamos peligro y habían decidido dividirnos. De hecho, no sabía dónde se encontraba la otra cazadora, pero mi amiga había venido a buscarme unas noches atrás, a mi casa, y me había dicho que debíamos irnos. No me había dado muchas más explicaciones hasta que llegamos al barco. Ahí me informó de demasiadas cosas, que me había perdido por hacer tantos viajecitos a Lirio, a por el agua del pozo. ¡El agua! Al acordarme de ese elixir no pude evitar tomar mi cantimplora y beber un poco. Corriendo, fui al espejo a ver mi rostro. Perfecto y joven, como siempre.
Al irme con Annie, había mandado a un par de guardias a velar por la seguridad de mi preciado pozo. Si iba a viajar al continente, no iba a dejar el lugar sin protección. Cualquier desalmado podría beber y no me daba la gana. Yo había pedido cargar bidones de agua para mí, que ahora estaban en la habitación de la posada, conmigo.
Volviendo al barco, mi amiga me había explicado que habían vertido calumnias sobre el gremio y lo de la intención de destruir la sede de los Cazadores. Eso hizo que me enfadara y comenzada a gritar improperios, recordando a los ancestros de quienes podrían estar detrás de todo eso. De hecho, ahí fue cuando me enseñó los carteles y acabaron en el agua. De por si llevaba yo bastante mal el subirme a un barco, como para que me dieran esas malas noticias.
- Por eso te hemos sacado de Beltrexus, Cass… No sabemos qué pretenden, pero Anastasia y tú podéis estar en peligro. Lord Kärtenssen nos esperará en el puerto esperándonos, y Jules, Overholser y otros más, irán a por ella.
- ¡Joder! ¡¡Con lo que me costó limpiar la imagen del gremio!! - farfullé. - Cuando pille a esos hijos de puta los voy a matar. ¿¡Quiénes son!? - Annie se encogió de hombros.
- Jules insinuó que podían ser vampiros, pero no sabemos.
- ¡Pues van a acabar con la cabeza clavada en una estaca!
Después de ese odioso viaje en barco, llegamos a Lunargenta. - ¿Por qué no inventarán nada que vaya por el cielo? ¿O un camino sobre el mar? Estúpido barco… - me quejé al bajar, mareada. Tenía un serio problema con ese medio de transporte y, viviendo en una isla, era horrible desplazarme.
Como Annie había dicho, lord Kärtenssen estaba esperando con su séquito de personas, que se encargarían de cubrir nuestras necesidades. Y, en uno de los barrios ricos de Lunargenta me hospedé. Y donde estaba esperando impacientemente a mi amiga.
- ¿Por qué tarda tanto? - resoplé por vigésimo séptima vez.
- Tranquila, lady Harrowmont, tu amiga vendrá pronto.
- Eso me dijiste hace un rato - inquirí.
- Porque preguntó lo mismo hace un rato - sonrió de forma ladina, y le lancé una mirada de descontento. ¿Por qué estaba tan gracioso cuando yo estaba tan enfadada? - No se preocupe, my lady, Annelise estará aquí pronto.
- No me preocupa eso. Sé que volverá sana y salva. Me preocupa el estar aquí “escondida” sin saber a qué me enfrento. Tanto secretismo…
- Es solo que las cosas están tensas a este lado de Aerandir, y alguien ha amenazado a su gremio. Por tanto, es mejor tomar precauciones.
- Las precauciones se deberían tomar buscando a esa gentuza y clavándoles una flecha entre las cejas.
- Demasiada violencia. - sonrió el lord y se colocó detrás de mí, acariciándome los hombros para intentar tranquilizar mi impaciencia. - Debería ser más comedida, my lady. En muchas ocasiones las batallas no se ganan con el filo de la espada, sino con la paciencia y la mente clara. - Torcí el gesto. Si eran vampiros los que nos habían amenazado no me daba la gana ser comedida. ¿Cómo se atrevían esos chupasangres?
Pero… la realidad es que en Lunargenta se estaba cociendo algo peor y yo aún no me había dado cuenta, no después de pasar tanto tiempo pegada al pozo de Lirio.
Suspiré. No me gustaba nada esperar. Pero tuve que tragar y aguantar. Hasta que, por fin, vino Annie a la habitación y ambos nos levantamos de la cama a su llegada. Yo muy impaciente por enterarme de qué sucedía.
- ¡Annie! ¿Por qué has tardado tanto? - pregunté de mala gana.
- Tranquila, “madre”, estábamos revisando un poco la ciudad. La verdad es que hay algunas revueltas, pero, por lo demás…
- ¿Revueltas?
- Sí, ya sabes, por lo de los vampiros. - Aún seguía coleando el asunto. Desde hacía ya unos cuantos meses que había mandado a varios de mis cazadores a intentar limpiar la capital. Pero era tan grande que nos llegaban contratos de forma casi masiva. Con la llegada de la enfermedad, los chupasangres se habían adueñado de la ciudad y entre esa invasión y la pérdida de muchas vidas… la ciudad estaba un tanto caótica.
- ¿Y han encontrado algo que arroje luz sobre los carteles? - Preguntó el lord. Annelise negó.
- Nada. Pueden ser tantos… pero yo sigo pensando que son vampiros. ¿Quién más querría atacar el Palacio de los Vientos? O sea, los cazadores somos buena gente. Limpiamos Aerandir de chupasangres.
- Es así, pero ya sabes que, en muchas ocasiones, las malas lenguas son más dañinas que el propio veneno.
- Pues con arrancarles la lengua a unos cuantos se acabó.
- Cass, tía, tranquila.
- ¡De tranquila nada! No tienes idea de lo que me costó devolverle al gremio su buena reputación, como para que ahora vengan cuatro sanguijuelas y lo jodan todo. ¡Es que no! - Me crucé de brazos, enfadada. Eso de estar lejos de Lirio también me afectaba. Segundos después tomé el arco y me dispuse a largarme de ahí.
- Espere, my lady, no puede salir.
- ¡Uy, que no! Pues eso estoy haciendo, my lord. Paso de quedarme aquí toda la noche mientras alguien osa amenazarnos. Además, esta ciudad está llena de vampiros. - levanté un poquito mi arco, y me fui. Quedaron estupefactos, pero tras unos segundos, vinieron detrás de mí para intentar convencerme de que no era un buen lugar para que saliera.
- Cass, vuelve, por favor. Si te pasa algo…
- No me va a pasar nada. - Respondí, hastiada. No me gustaba que me sobreprotegieran. Era la Maestra Cazadora y, como tal, podía defenderme sola. Hubiera sido buena idea contactar con Anastasia para que me explicara qué pasaba realmente, si es que ella sabía algo. Pero, la idea es que estuviéramos separadas, por lo que pudiera pasar…
Ya en las afueras de la ciudad, no sabía muy bien a dónde ir. Mis ansias por salir de la posada eran tales que no había planeado nada. Junto a mí estaban mi amiga, el lord y un grupito pequeño de cuatro cazadores más. Pero no estábamos solos. A lo lejos pude ver a dos personas tratando de ser sigilosas. ¿Ladrones? ¿Maleantes? O, ¿vampiros? Me quedé atenta a ellos, dándole un toquecito en el hombro a Annelise para que prestara atención. Sin duda era sospechoso el ver a alguien en medio de la oscuridad tratando de pasar desapercibido. Pero, a lo lejos, también, se unió otra persona. Alguien que parecía estar débil. Esas dos sombras se fueron hacia él. - ¿Y si son vampiros? - preguntó mi amiga.
No dije nada, solo me fui acercando. Detrás de mí, el resto de cazadores iban con sus armas en ristre, por si acaso. ¿Podían ser más vistosos? Con un gesto les hice bajarlas y que se quedasen ahí. Aproximándome con cuidado, traté de ver qué eran. Estaban cerca de las catacumbas.
- Hablan de magia oscura. - susurró el lord. Al escuchar eso me aproximé a ellos mucho más, cargando el arco por lo que pudiera pasar. Cuando llegué a donde estaban, el hombre que había aparecido el último se movía, después de que una voz femenina le dijera que les guiara. Esa voz…
- ¿Elen? ¿Eres… tú? - pregunté con extrañeza, bajando el arco. Annelise y el lord aparecieron detrás de mí. A esa mujer la conocía porque era la amiga de Anastasia, había coincidido con ella al acabar una de mis misiones de caza y también en el funeral de la bruja. - ¿Qué hacéis aquí? - quería saber si alguien sabía más que yo sobre lo que estaba ocurriendo.
Habían llegado a mí unos carteles donde amenazaban con destrozar el Palacio de los Vientos y echaban mierda sobre el Gremio. Vale, yo vivía en otro lugar, el Palacio no era mi casa habitual, pero sí la sede de los Cazadores, y pasaba ahí gran parte del tiempo. Así que no iba a permitir que lo redujeran a cenizas, aunque la decoración dejase mucho que desear. Era donde trabajábamos una parte de nuestro tiempo. Y esos desgraciados, quienes quiera que fueran, no iban a tocar un solo ladrillo. Pero Annelise, Jules y otros tantos habían determinado que Anastasia y yo corríamos peligro y habían decidido dividirnos. De hecho, no sabía dónde se encontraba la otra cazadora, pero mi amiga había venido a buscarme unas noches atrás, a mi casa, y me había dicho que debíamos irnos. No me había dado muchas más explicaciones hasta que llegamos al barco. Ahí me informó de demasiadas cosas, que me había perdido por hacer tantos viajecitos a Lirio, a por el agua del pozo. ¡El agua! Al acordarme de ese elixir no pude evitar tomar mi cantimplora y beber un poco. Corriendo, fui al espejo a ver mi rostro. Perfecto y joven, como siempre.
Al irme con Annie, había mandado a un par de guardias a velar por la seguridad de mi preciado pozo. Si iba a viajar al continente, no iba a dejar el lugar sin protección. Cualquier desalmado podría beber y no me daba la gana. Yo había pedido cargar bidones de agua para mí, que ahora estaban en la habitación de la posada, conmigo.
Volviendo al barco, mi amiga me había explicado que habían vertido calumnias sobre el gremio y lo de la intención de destruir la sede de los Cazadores. Eso hizo que me enfadara y comenzada a gritar improperios, recordando a los ancestros de quienes podrían estar detrás de todo eso. De hecho, ahí fue cuando me enseñó los carteles y acabaron en el agua. De por si llevaba yo bastante mal el subirme a un barco, como para que me dieran esas malas noticias.
- Por eso te hemos sacado de Beltrexus, Cass… No sabemos qué pretenden, pero Anastasia y tú podéis estar en peligro. Lord Kärtenssen nos esperará en el puerto esperándonos, y Jules, Overholser y otros más, irán a por ella.
- ¡Joder! ¡¡Con lo que me costó limpiar la imagen del gremio!! - farfullé. - Cuando pille a esos hijos de puta los voy a matar. ¿¡Quiénes son!? - Annie se encogió de hombros.
- Jules insinuó que podían ser vampiros, pero no sabemos.
- ¡Pues van a acabar con la cabeza clavada en una estaca!
Después de ese odioso viaje en barco, llegamos a Lunargenta. - ¿Por qué no inventarán nada que vaya por el cielo? ¿O un camino sobre el mar? Estúpido barco… - me quejé al bajar, mareada. Tenía un serio problema con ese medio de transporte y, viviendo en una isla, era horrible desplazarme.
Como Annie había dicho, lord Kärtenssen estaba esperando con su séquito de personas, que se encargarían de cubrir nuestras necesidades. Y, en uno de los barrios ricos de Lunargenta me hospedé. Y donde estaba esperando impacientemente a mi amiga.
- ¿Por qué tarda tanto? - resoplé por vigésimo séptima vez.
- Tranquila, lady Harrowmont, tu amiga vendrá pronto.
- Eso me dijiste hace un rato - inquirí.
- Porque preguntó lo mismo hace un rato - sonrió de forma ladina, y le lancé una mirada de descontento. ¿Por qué estaba tan gracioso cuando yo estaba tan enfadada? - No se preocupe, my lady, Annelise estará aquí pronto.
- No me preocupa eso. Sé que volverá sana y salva. Me preocupa el estar aquí “escondida” sin saber a qué me enfrento. Tanto secretismo…
- Es solo que las cosas están tensas a este lado de Aerandir, y alguien ha amenazado a su gremio. Por tanto, es mejor tomar precauciones.
- Las precauciones se deberían tomar buscando a esa gentuza y clavándoles una flecha entre las cejas.
- Demasiada violencia. - sonrió el lord y se colocó detrás de mí, acariciándome los hombros para intentar tranquilizar mi impaciencia. - Debería ser más comedida, my lady. En muchas ocasiones las batallas no se ganan con el filo de la espada, sino con la paciencia y la mente clara. - Torcí el gesto. Si eran vampiros los que nos habían amenazado no me daba la gana ser comedida. ¿Cómo se atrevían esos chupasangres?
Pero… la realidad es que en Lunargenta se estaba cociendo algo peor y yo aún no me había dado cuenta, no después de pasar tanto tiempo pegada al pozo de Lirio.
Suspiré. No me gustaba nada esperar. Pero tuve que tragar y aguantar. Hasta que, por fin, vino Annie a la habitación y ambos nos levantamos de la cama a su llegada. Yo muy impaciente por enterarme de qué sucedía.
- ¡Annie! ¿Por qué has tardado tanto? - pregunté de mala gana.
- Tranquila, “madre”, estábamos revisando un poco la ciudad. La verdad es que hay algunas revueltas, pero, por lo demás…
- ¿Revueltas?
- Sí, ya sabes, por lo de los vampiros. - Aún seguía coleando el asunto. Desde hacía ya unos cuantos meses que había mandado a varios de mis cazadores a intentar limpiar la capital. Pero era tan grande que nos llegaban contratos de forma casi masiva. Con la llegada de la enfermedad, los chupasangres se habían adueñado de la ciudad y entre esa invasión y la pérdida de muchas vidas… la ciudad estaba un tanto caótica.
- ¿Y han encontrado algo que arroje luz sobre los carteles? - Preguntó el lord. Annelise negó.
- Nada. Pueden ser tantos… pero yo sigo pensando que son vampiros. ¿Quién más querría atacar el Palacio de los Vientos? O sea, los cazadores somos buena gente. Limpiamos Aerandir de chupasangres.
- Es así, pero ya sabes que, en muchas ocasiones, las malas lenguas son más dañinas que el propio veneno.
- Pues con arrancarles la lengua a unos cuantos se acabó.
- Cass, tía, tranquila.
- ¡De tranquila nada! No tienes idea de lo que me costó devolverle al gremio su buena reputación, como para que ahora vengan cuatro sanguijuelas y lo jodan todo. ¡Es que no! - Me crucé de brazos, enfadada. Eso de estar lejos de Lirio también me afectaba. Segundos después tomé el arco y me dispuse a largarme de ahí.
- Espere, my lady, no puede salir.
- ¡Uy, que no! Pues eso estoy haciendo, my lord. Paso de quedarme aquí toda la noche mientras alguien osa amenazarnos. Además, esta ciudad está llena de vampiros. - levanté un poquito mi arco, y me fui. Quedaron estupefactos, pero tras unos segundos, vinieron detrás de mí para intentar convencerme de que no era un buen lugar para que saliera.
- Cass, vuelve, por favor. Si te pasa algo…
- No me va a pasar nada. - Respondí, hastiada. No me gustaba que me sobreprotegieran. Era la Maestra Cazadora y, como tal, podía defenderme sola. Hubiera sido buena idea contactar con Anastasia para que me explicara qué pasaba realmente, si es que ella sabía algo. Pero, la idea es que estuviéramos separadas, por lo que pudiera pasar…
Ya en las afueras de la ciudad, no sabía muy bien a dónde ir. Mis ansias por salir de la posada eran tales que no había planeado nada. Junto a mí estaban mi amiga, el lord y un grupito pequeño de cuatro cazadores más. Pero no estábamos solos. A lo lejos pude ver a dos personas tratando de ser sigilosas. ¿Ladrones? ¿Maleantes? O, ¿vampiros? Me quedé atenta a ellos, dándole un toquecito en el hombro a Annelise para que prestara atención. Sin duda era sospechoso el ver a alguien en medio de la oscuridad tratando de pasar desapercibido. Pero, a lo lejos, también, se unió otra persona. Alguien que parecía estar débil. Esas dos sombras se fueron hacia él. - ¿Y si son vampiros? - preguntó mi amiga.
No dije nada, solo me fui acercando. Detrás de mí, el resto de cazadores iban con sus armas en ristre, por si acaso. ¿Podían ser más vistosos? Con un gesto les hice bajarlas y que se quedasen ahí. Aproximándome con cuidado, traté de ver qué eran. Estaban cerca de las catacumbas.
- Hablan de magia oscura. - susurró el lord. Al escuchar eso me aproximé a ellos mucho más, cargando el arco por lo que pudiera pasar. Cuando llegué a donde estaban, el hombre que había aparecido el último se movía, después de que una voz femenina le dijera que les guiara. Esa voz…
- ¿Elen? ¿Eres… tú? - pregunté con extrañeza, bajando el arco. Annelise y el lord aparecieron detrás de mí. A esa mujer la conocía porque era la amiga de Anastasia, había coincidido con ella al acabar una de mis misiones de caza y también en el funeral de la bruja. - ¿Qué hacéis aquí? - quería saber si alguien sabía más que yo sobre lo que estaba ocurriendo.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
En mi bolsillo aún poseo la mascará que usé en los acontecimiento del puerto junto aquella mujer de caballos cenicientos y mi nuevo mejor amigo. Había resultado ser una experiencia en cierto modo agradable, es lo que tiene la cantidad de cadáveres calcinados. Pero aquello me hizo pensar demasiado en Neil, hace mucho tiempo que no lo veo. Por ello mis pasos se dirigen al orfanato a dónde lo devolví tras el festival del Ostara.
¿Quién sabe? A lo mejor le puedo regalar la mascara... sonrió bajo la misma. Seguro que a Neil le gusta el regalo.
Los terroríficos gritos de la ciudad me acompañan en mi paso. No es que molesten, el dolor ajeno me suele producir un sentimiento placentero, no tengo ningún aprecio a gentes que no conozco, y a la mayoría a los que conozco les deseo la mayor de las torturas. Además, el tiempo pasado en aquella villa, y los últimos eventos vividos habían convertido aquello en algo normal, pero...
¿Quiero que Neil crezca en este ambiente? Niego con la cabeza de inmediato. Neil debe de ser un alma totalmente pura... Todo lo contrario a su padre y su abuelo sanguíneo
Las sombrías y decadentes casas dan paso a una pequeña plaza que da al citado orfanato. Pero algo falla a mis ojos de forma inmediata. La puerta a sido derribada. El fuego de la ira no tarde en prenderse como un incendio en mi interior. Apreto los dientes y tomo una botella de cristal del suelo. Saco un pergamino explosivo de uno de los bolsillos de mi jubón, lo enrollo y lo coloco dentro con una de las partes dobladas hacía el lado contrario.
Espero por el bien de todas las almas de ese lugar que Neil no haya sufrido ningún daño.
Entro en el hospicio con todo el sigilo que poseo. Mis oídos captan enseguida el sonido de la voz carrasposa de dos hombres.
¿Estás seguro de que aquí hay niños con magia? El mentor no admitirá más errores.
-Seguro que alguno será aprovechable. Al mentor no le importará siempre y cuando encontremos uno. Y acabo de percibir una gran cantidad de mana.
Con mi telekinesis hice que la botella de cristal se elevara hasta el techo, y la mantuve ahí con una posición rara de mis dedos. Estos estaban entrecruzados hacía arriba, como formando una pirámide que me hacía parecer algo rarito.
Gracias por el cumplido gilipollas.
Asomo un poco la cabeza, para ver el escenario. Los niños están encadenados por unas cadenas que hacen que me recorra un escalofrió por toda la columna. Me veo obligado a apartar la mirada para que no me descubran por esa nimiedad. Más tranquilo vuelvo a asomarme, puedo ver a los niños, entre ellos a Niel en medio del grupo. La cuidadora yace inmóvil en el suelo con una brecha en la cabeza, no parece estar muerta, y me alegra que haya ofreciendo cierta resistencia, porque sino la hubiese matado yo por permitir aquello. Los hombres estaban muy cerca el uno del otro, y los niños muy alejados de ellos. Gracias al fuego. Suspiro.
Tomo el bastón que cuelga de mi espalda y comienzo a dirigir la botella por encima de las cabezas aquellos hijos de perra. Dejo caer la botella lentamente, mientras con la otra mano utilizo mi poder mental para tirar del borde doblado hacía el lado contrario, con tal de desdoblar el pergamino dentro de la botella y enrollarlo a la inversa para que se active el encantamiento de explosión. Cuando casi lo tengo, dejo caer la botella y, cuando está está a la altura de sus caras, termino de desenrollar el pergamino. Este explota de forma inmediata con un pequeño haz de luz y menor explosión, pero que basta para romper el cristal creando una peligrosa metralla hacía los ojos y rostros de los descuidados.
Ciegos y mal heridos, aprovecho y salgo a su encuentro blandiendo el bastón con ambas manos. Con toda la fuerza de mi cuerpo les golpeo la cabeza, dejándolos inconscientes en el acto.
-¡Tranquilos niños! ¡Vuestro héroe ha llegado! - y me rio cargado de confianza. Los infantes me vitorean. Es normal, llevo una mascara.
Rebusco en el cinturon de uno de los villanos y encuentro el manejo de llaves de las horripilantes cadenas, se las quito y se las lanzo a Neil, ahora le toca a él ser el héroe.
-¡Libera a tus amigos! ¡Confío en ti chico! - él me reconoce, lo sé, es un chico muy listo. Pero no dice nada, aquel acto le llevará a ganar el respeto y amistad de sus compañeros.
Con una muy pequeña ayuda de mi telekinesis, arrastro a ambos pesos muertos hasta fuera del orfanato. Pero antes de irme, vuelvo a la sala y recogo dos de aquellas raras cadenas, que sorprendentemente me debilitan un poco. La cosa no ha acabado aquí.
Una vez fuera los encadeno como a los niños y los despierto a base de graves quemaduras.
-¿Dónde os llevabais a esos chicos?- les quemo los brazos lentamente, mientras disfruto del olor a carne quemada. -Nos no es idiota, se que sois sólo unos peones. ¿Quién es vuestro rey? ¿Dónde se encuentra ese al que llamáis mentor?
Son persistentes, pero mi fuego y mi placer por quemar a la gente viva es superior. Tras horas de continua tortura en un callejón, y cuando el día da paso a la noche, consigo que su fortaleza se quiebre; justo cuando no me queda más parte del cuerpo por carbonizar y ya suplican una muerte rápida.
-En las catacumbas... Bajo el hospital... En... el tercer nivel... - su voz está tan quebrada como su espirito. Sonrío haciéndole entender que no me importa continuar con aquella interminable tortura, por algo me esmerado en no quemar sus nervios sensoriales.
-Nos sabe que las catacumbas son un laberinto. Necesitaré algo más.
-Mi... mi compañero tiene un mapa... Por favor... piedad....- comienza a llorar. Es una situación vergonzosa al mismo tiempo que placentera - Por favor...
-¡Haberlo dicho antes! - acerco mi mano al cuello de su compañero y utilizo mi fuego carmesí para carbonizar completamente su garganta. Su cuerpo comienza a convulsionar unos instantes ante la inesperada falta de aire hasta que se queda completamente y bellamente inmóvil. Rebusco en el cadáver y encuentro el pergamino. Lo abro y veo un mapa que puedo comprender. -Mercy. Has dicho la verdad. - me giro para mirar al único superviviente.
El hombre mira completamente traumatizado el cadáver de su ya excompañero.
-¡Piedad! ¡Por todos los dioses! ¡Piedad! ¡Os he dicho la verdad! ¡Por favor! - se intenta mover inútilmente con sus ultimas fuerzas.´
-¿Piedad? -lo miro con gesto de burla, como si no conociera esa palabra. -¿Acaso tengo cara de héroe? ¿Estas ciego? ¿¡No ves que es una puta máscara!? ¿¡ACASO ERES IMBECIL!? - mi alteración hace que se me desordenen los cabellos. Mis gritos se escuchan en cada rincón del callejón. -Me has decepcionado... Tenía esperanzas de que murieras de una forma más... ¿noble? -me rio de mi propio chiste. Mi humor cambia repentinamente y lo cojo de los cabellos tirándole de ellos levantando su rostro para que me vea bien. -Asquerosa y putrefacta basura. Has osado intentar dañar lo más puro de este mundo. Tu única salvación es mi fuego. Siéntete honrado y agradecido. - lo cojo por el cuello y comienzo a subir la temperatura de mis manos.
-No... No...
-¡DI GRACIAS MALDITO GUSANO! - mi fuego prende su cuello hasta que hace que su traquea, piel y músculos se fundan en una única masa solida y ennegrecida. Es el máximo de mi poder actual. -Me has vuelto a decepcionar.-Niego con la cabeza y dejo que el fiambre caiga a plomo al suelo.
Off rol:
Uso mis habilidades telekineticas en las zonas subrayas al igual que mi habilidad Fuego Carmesí.
¿Quién sabe? A lo mejor le puedo regalar la mascara... sonrió bajo la misma. Seguro que a Neil le gusta el regalo.
Los terroríficos gritos de la ciudad me acompañan en mi paso. No es que molesten, el dolor ajeno me suele producir un sentimiento placentero, no tengo ningún aprecio a gentes que no conozco, y a la mayoría a los que conozco les deseo la mayor de las torturas. Además, el tiempo pasado en aquella villa, y los últimos eventos vividos habían convertido aquello en algo normal, pero...
¿Quiero que Neil crezca en este ambiente? Niego con la cabeza de inmediato. Neil debe de ser un alma totalmente pura... Todo lo contrario a su padre y su abuelo sanguíneo
Las sombrías y decadentes casas dan paso a una pequeña plaza que da al citado orfanato. Pero algo falla a mis ojos de forma inmediata. La puerta a sido derribada. El fuego de la ira no tarde en prenderse como un incendio en mi interior. Apreto los dientes y tomo una botella de cristal del suelo. Saco un pergamino explosivo de uno de los bolsillos de mi jubón, lo enrollo y lo coloco dentro con una de las partes dobladas hacía el lado contrario.
Espero por el bien de todas las almas de ese lugar que Neil no haya sufrido ningún daño.
Entro en el hospicio con todo el sigilo que poseo. Mis oídos captan enseguida el sonido de la voz carrasposa de dos hombres.
¿Estás seguro de que aquí hay niños con magia? El mentor no admitirá más errores.
-Seguro que alguno será aprovechable. Al mentor no le importará siempre y cuando encontremos uno. Y acabo de percibir una gran cantidad de mana.
Con mi telekinesis hice que la botella de cristal se elevara hasta el techo, y la mantuve ahí con una posición rara de mis dedos. Estos estaban entrecruzados hacía arriba, como formando una pirámide que me hacía parecer algo rarito.
Gracias por el cumplido gilipollas.
Asomo un poco la cabeza, para ver el escenario. Los niños están encadenados por unas cadenas que hacen que me recorra un escalofrió por toda la columna. Me veo obligado a apartar la mirada para que no me descubran por esa nimiedad. Más tranquilo vuelvo a asomarme, puedo ver a los niños, entre ellos a Niel en medio del grupo. La cuidadora yace inmóvil en el suelo con una brecha en la cabeza, no parece estar muerta, y me alegra que haya ofreciendo cierta resistencia, porque sino la hubiese matado yo por permitir aquello. Los hombres estaban muy cerca el uno del otro, y los niños muy alejados de ellos. Gracias al fuego. Suspiro.
Tomo el bastón que cuelga de mi espalda y comienzo a dirigir la botella por encima de las cabezas aquellos hijos de perra. Dejo caer la botella lentamente, mientras con la otra mano utilizo mi poder mental para tirar del borde doblado hacía el lado contrario, con tal de desdoblar el pergamino dentro de la botella y enrollarlo a la inversa para que se active el encantamiento de explosión. Cuando casi lo tengo, dejo caer la botella y, cuando está está a la altura de sus caras, termino de desenrollar el pergamino. Este explota de forma inmediata con un pequeño haz de luz y menor explosión, pero que basta para romper el cristal creando una peligrosa metralla hacía los ojos y rostros de los descuidados.
Ciegos y mal heridos, aprovecho y salgo a su encuentro blandiendo el bastón con ambas manos. Con toda la fuerza de mi cuerpo les golpeo la cabeza, dejándolos inconscientes en el acto.
-¡Tranquilos niños! ¡Vuestro héroe ha llegado! - y me rio cargado de confianza. Los infantes me vitorean. Es normal, llevo una mascara.
Rebusco en el cinturon de uno de los villanos y encuentro el manejo de llaves de las horripilantes cadenas, se las quito y se las lanzo a Neil, ahora le toca a él ser el héroe.
-¡Libera a tus amigos! ¡Confío en ti chico! - él me reconoce, lo sé, es un chico muy listo. Pero no dice nada, aquel acto le llevará a ganar el respeto y amistad de sus compañeros.
Con una muy pequeña ayuda de mi telekinesis, arrastro a ambos pesos muertos hasta fuera del orfanato. Pero antes de irme, vuelvo a la sala y recogo dos de aquellas raras cadenas, que sorprendentemente me debilitan un poco. La cosa no ha acabado aquí.
Una vez fuera los encadeno como a los niños y los despierto a base de graves quemaduras.
-¿Dónde os llevabais a esos chicos?- les quemo los brazos lentamente, mientras disfruto del olor a carne quemada. -Nos no es idiota, se que sois sólo unos peones. ¿Quién es vuestro rey? ¿Dónde se encuentra ese al que llamáis mentor?
Son persistentes, pero mi fuego y mi placer por quemar a la gente viva es superior. Tras horas de continua tortura en un callejón, y cuando el día da paso a la noche, consigo que su fortaleza se quiebre; justo cuando no me queda más parte del cuerpo por carbonizar y ya suplican una muerte rápida.
-En las catacumbas... Bajo el hospital... En... el tercer nivel... - su voz está tan quebrada como su espirito. Sonrío haciéndole entender que no me importa continuar con aquella interminable tortura, por algo me esmerado en no quemar sus nervios sensoriales.
-Nos sabe que las catacumbas son un laberinto. Necesitaré algo más.
-Mi... mi compañero tiene un mapa... Por favor... piedad....- comienza a llorar. Es una situación vergonzosa al mismo tiempo que placentera - Por favor...
-¡Haberlo dicho antes! - acerco mi mano al cuello de su compañero y utilizo mi fuego carmesí para carbonizar completamente su garganta. Su cuerpo comienza a convulsionar unos instantes ante la inesperada falta de aire hasta que se queda completamente y bellamente inmóvil. Rebusco en el cadáver y encuentro el pergamino. Lo abro y veo un mapa que puedo comprender. -Mercy. Has dicho la verdad. - me giro para mirar al único superviviente.
El hombre mira completamente traumatizado el cadáver de su ya excompañero.
-¡Piedad! ¡Por todos los dioses! ¡Piedad! ¡Os he dicho la verdad! ¡Por favor! - se intenta mover inútilmente con sus ultimas fuerzas.´
-¿Piedad? -lo miro con gesto de burla, como si no conociera esa palabra. -¿Acaso tengo cara de héroe? ¿Estas ciego? ¿¡No ves que es una puta máscara!? ¿¡ACASO ERES IMBECIL!? - mi alteración hace que se me desordenen los cabellos. Mis gritos se escuchan en cada rincón del callejón. -Me has decepcionado... Tenía esperanzas de que murieras de una forma más... ¿noble? -me rio de mi propio chiste. Mi humor cambia repentinamente y lo cojo de los cabellos tirándole de ellos levantando su rostro para que me vea bien. -Asquerosa y putrefacta basura. Has osado intentar dañar lo más puro de este mundo. Tu única salvación es mi fuego. Siéntete honrado y agradecido. - lo cojo por el cuello y comienzo a subir la temperatura de mis manos.
-No... No...
-¡DI GRACIAS MALDITO GUSANO! - mi fuego prende su cuello hasta que hace que su traquea, piel y músculos se fundan en una única masa solida y ennegrecida. Es el máximo de mi poder actual. -Me has vuelto a decepcionar.-Niego con la cabeza y dejo que el fiambre caiga a plomo al suelo.
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Uso mis habilidades telekineticas en las zonas subrayas al igual que mi habilidad Fuego Carmesí.
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Rumpel
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Cuando solo habían avanzado unos metros en dirección a la entrada que llevaba a las catacumbas, una voz consiguió que la de ojos verdes se detuviese en seco, alguien la estaba llamando y sabía exactamente de quien se trataba. La tensión se apoderó de su cuerpo en cuanto su mirada se cruzó con la de la maestra cazadora, que al igual que Huracán, iba ahora acompañada por otros miembros del gremio para que su seguridad estuviese garantizada. - Hola Cassandra, ya veo que a ti también te han puesto protección. - comentó, paseando sus ojos por el par de personas que permanecían detrás de la hechicera. - Me encontré con Huracán hace unas cuantas noches, sé lo de los carteles que se han estado colgando en vuestra contra. - informó, esperando que aquello la ayudase de cara a lo que tenía que hacer a continuación.
A diferencia de Anastasia, con la cual tenía una fuerte amistad, su relación con la joven Harrowmont se reducía a momentos concretos en los que habían coincidido y cooperado para luchar, ya fuese contra las bestias de lago y su remota isla o contra vampiros, justo lo que era ella ahora. Aparte de eso y del funeral de Isabella habían compartido más bien poco, pero esperaba que antes de actuar al menos le diese el beneficio de la duda. - Este hombre asegura que hay magos retenidos en las catacumbas y que miembros del aquelarre de isla volcánica los están secuestrando para arrebatarles sus poderes por medio de un extraño artefacto… vamos a investigar el asunto y quizá nos vendría bien algo de ayuda pero primero debes saber algo. - soltó, mientras se apartaba del dragón y el anciano para situarse justo delante de la bruja.
Huracán se había dado cuenta de los cambios que había sufrido casi de inmediato así que era de esperar que Cassandra, acostumbrada a tratar con vampiros desde hacía tanto tiempo, también lo hiciese. - Me han transformado. - confesó sin perder tiempo, y sus palabras consiguieron que la tensión también se apoderase de Alister, que no sabía cómo podrían reaccionar los cazadores ante tal noticia. - Huri lo sabe, y también que no me alimento de personas, no soy como ellos. - aseguró, con la esperanza de que teniendo en cuenta su pasado, Cass decidiese no atacarla.
Mientras esperaba la posible respuesta de la maestra, unas siluetas emergieron de las catacumbas no muy lejos de donde se encontraban, y tras reconocer al viejo Zed avanzaron con rapidez en su dirección. - Lamento interrumpir la conversación pero ¡ya vienen! - indicó el anciano, que privado de sus poderes no podía hacer nada para detener a aquellos practicantes de magia oscura ni tampoco para protegerse. Elen rápidamente se interpuso entre los hechiceros del aquelarre y su objetivo, manipulando las sombras para crear una esfera como la que había utilizado fuera de la guarida de Amaterasu y hacerla explotar, liberando con ello una densa y negra niebla de varios metros de alcance que los dejó tanto a ella como a Alister y al mago fuera de la vista.
- Protégelo. - indicó a su compañero, y aunque no podía ver al alado el sonido de su espada al salir de la vaina fue suficiente para ella. Con su testigo a salvo, la de cabellos cenicientos abandonó la cobertura de la niebla y envuelta en su sombrío elemento avanzó hacia los recién llegados, que no dudaron en empezar a lanzar hechizos contra su persona. Fue entonces cuando la joven probó una de sus nuevas habilidades, se concentró y su cuerpo cambió de forma hasta convertirse en un amasijo de murciélagos, que esquivó los oscuros sortilegios, sobrevoló a los atacantes y volvió a tocar suelo justo detrás de ellos.
A toda prisa la centinela volvió a tomar forma humana y desenvainando su daga apuñaló por la espalda a uno de los seguidores de Amaterasu, directamente entre las costillas que rodeaban el corazón, pero esto solo sirvió para que los demás se girasen instintivamente al escuchar el quejido escapando de la garganta de aquel desdichado. Necesitaba algo de apoyo y la maestra cazadora era su única opción en aquel momento, pero sin saber si aceptaría su nueva condición de vampira, lo único que pudo hacer la de ojos verdes fue volver a echar mano de sus poderes y crear un muro de sombras, con el que golpeó contundentemente a los tres individuos que quedaban en pie.
Uno cayó al suelo pero sin resultar herido, mientras los otros conseguían mantener el equilibrio por los pelos, los habían enviado a dar caza a un viejo, no a luchar contra una mujer como la que tenían delante. A pesar de ello no iban a retirarse, aunque quizá el siguiente movimiento de la benjamina de los Calhoun les hiciese reconsiderar la idea. Haciendo gala de una agilidad con la que no podían competir, Elen soltó el cuerpo del brujo al que acababa de matar y se abalanzó sobre el hombre que había caído sobre los adoquines, permitiendo que su elemento le recubriese una de las manos dándole a sus dedos aspecto de garras, con las que no dudó en rajarle la garganta.
Mientras aquel pobre se ahogaba con su propia sangre, cuyo aroma obligó a la vampira a arrugar la nariz y concentrarse para no caer en la tentación de alimentarse, los verdes ojos de la centinela se clavaron en las dos siluetas que quedaban delante de ella, y un poco más allá, en el rostro de Cassandra.
Off: Habilidades utilizadas: Mundo de sombras y Transformación.
A diferencia de Anastasia, con la cual tenía una fuerte amistad, su relación con la joven Harrowmont se reducía a momentos concretos en los que habían coincidido y cooperado para luchar, ya fuese contra las bestias de lago y su remota isla o contra vampiros, justo lo que era ella ahora. Aparte de eso y del funeral de Isabella habían compartido más bien poco, pero esperaba que antes de actuar al menos le diese el beneficio de la duda. - Este hombre asegura que hay magos retenidos en las catacumbas y que miembros del aquelarre de isla volcánica los están secuestrando para arrebatarles sus poderes por medio de un extraño artefacto… vamos a investigar el asunto y quizá nos vendría bien algo de ayuda pero primero debes saber algo. - soltó, mientras se apartaba del dragón y el anciano para situarse justo delante de la bruja.
Huracán se había dado cuenta de los cambios que había sufrido casi de inmediato así que era de esperar que Cassandra, acostumbrada a tratar con vampiros desde hacía tanto tiempo, también lo hiciese. - Me han transformado. - confesó sin perder tiempo, y sus palabras consiguieron que la tensión también se apoderase de Alister, que no sabía cómo podrían reaccionar los cazadores ante tal noticia. - Huri lo sabe, y también que no me alimento de personas, no soy como ellos. - aseguró, con la esperanza de que teniendo en cuenta su pasado, Cass decidiese no atacarla.
Mientras esperaba la posible respuesta de la maestra, unas siluetas emergieron de las catacumbas no muy lejos de donde se encontraban, y tras reconocer al viejo Zed avanzaron con rapidez en su dirección. - Lamento interrumpir la conversación pero ¡ya vienen! - indicó el anciano, que privado de sus poderes no podía hacer nada para detener a aquellos practicantes de magia oscura ni tampoco para protegerse. Elen rápidamente se interpuso entre los hechiceros del aquelarre y su objetivo, manipulando las sombras para crear una esfera como la que había utilizado fuera de la guarida de Amaterasu y hacerla explotar, liberando con ello una densa y negra niebla de varios metros de alcance que los dejó tanto a ella como a Alister y al mago fuera de la vista.
- Protégelo. - indicó a su compañero, y aunque no podía ver al alado el sonido de su espada al salir de la vaina fue suficiente para ella. Con su testigo a salvo, la de cabellos cenicientos abandonó la cobertura de la niebla y envuelta en su sombrío elemento avanzó hacia los recién llegados, que no dudaron en empezar a lanzar hechizos contra su persona. Fue entonces cuando la joven probó una de sus nuevas habilidades, se concentró y su cuerpo cambió de forma hasta convertirse en un amasijo de murciélagos, que esquivó los oscuros sortilegios, sobrevoló a los atacantes y volvió a tocar suelo justo detrás de ellos.
A toda prisa la centinela volvió a tomar forma humana y desenvainando su daga apuñaló por la espalda a uno de los seguidores de Amaterasu, directamente entre las costillas que rodeaban el corazón, pero esto solo sirvió para que los demás se girasen instintivamente al escuchar el quejido escapando de la garganta de aquel desdichado. Necesitaba algo de apoyo y la maestra cazadora era su única opción en aquel momento, pero sin saber si aceptaría su nueva condición de vampira, lo único que pudo hacer la de ojos verdes fue volver a echar mano de sus poderes y crear un muro de sombras, con el que golpeó contundentemente a los tres individuos que quedaban en pie.
Uno cayó al suelo pero sin resultar herido, mientras los otros conseguían mantener el equilibrio por los pelos, los habían enviado a dar caza a un viejo, no a luchar contra una mujer como la que tenían delante. A pesar de ello no iban a retirarse, aunque quizá el siguiente movimiento de la benjamina de los Calhoun les hiciese reconsiderar la idea. Haciendo gala de una agilidad con la que no podían competir, Elen soltó el cuerpo del brujo al que acababa de matar y se abalanzó sobre el hombre que había caído sobre los adoquines, permitiendo que su elemento le recubriese una de las manos dándole a sus dedos aspecto de garras, con las que no dudó en rajarle la garganta.
Mientras aquel pobre se ahogaba con su propia sangre, cuyo aroma obligó a la vampira a arrugar la nariz y concentrarse para no caer en la tentación de alimentarse, los verdes ojos de la centinela se clavaron en las dos siluetas que quedaban delante de ella, y un poco más allá, en el rostro de Cassandra.
Off: Habilidades utilizadas: Mundo de sombras y Transformación.
- Garras de sombra:
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Elen Calhoun
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
La silueta se giró en cuanto escuchó mi voz. ¡Sí, era ella! - ¡Elen! - avancé un poco más hacia la muchacha y me siguieron los demás. Annelise estaba un poco tensa por si acaso me había equivocado y no era a quien buscaba. Según ella estaba en peligro y parecía querer protegerme hasta de las piedras, sin tener en cuenta mi rango y mi destreza. Y Kärtenssen, encima, le daba la razón.
Pero, esa emoción de encontrarme con alguien conocido (aunque fuera Elen), desapareció en el instante en que pude ver su rostro. Mi cara se tensó y mi expresión se volvió fría. Mi amiga tenía la misma cara que yo y el lord permaneció serio. Me giré a mirar a mis acompañantes y sí, pude ver que también lo habían notado: Elen había cambiado.
- Cass… - Asentí levemente. De todo lo que me estaba diciendo, me estaba quedando con muy poco. Era consciente de que aparentaba ser uno de esos malditos chupasangres a los que dábamos caza. Y me estaba costando mucho no hacer nada. Infinidad de trucos mentales me conocía yo de esos bichos…
Pero, después de contarme lo que hacían cerca de las catacumbas, se aproximó un poco a mí para confesarme que, en efecto, había sido transformada. Fruncí el ceño, dando un toque más serio a mi expresión. “No soy como ellos”. Mojé mis labios antes de decir nada. - ¿Qué te pasó? - pregunté algo seca. Siempre era jodido hablar con alguien de la misma raza que esas sanguijuelas y, pese a que no éramos amigas, verla transformada suponía un golpe para mí. Y encima, ¡Anastasia lo sabía! Pero, claro… ellas sí eran amigas. Resoplé y volví a mirar a mi amiga, con cara de circunstancia. Ella, por su parte, aún seguía alternando la vista entre Elen y yo, incapaz de entender bien por qué no estaba ya dando caza a esa mujer. El resto de cazadores no tardó en colocarse en posición para acabar con ella, pero no hice la seña para que atacasen. Sólo… miraba a Elen, sin saber bien qué hacer. Anastasia lo sabía y no había hecho nada. ¿Tenía que hacerlo yo? Es que… ya era una de ellos. No me quedaba otro remedio. Pero… era Elen Calhoun. Había ayudado varias veces a los cazadores, incluso a mí.
No me dio tiempo a reaccionar bien, pero aparecieron unos hechiceros que no dudaron en ponerse a lanzar sus conjuros contra los presentes. Una sombra, parecida a las que hacía Anastasia, envolvió a Alister y al viejo a quien acompañaban. Yo aún seguía estupefacta. Mirando sin entender qué pasaba. Bueno, realmente entendía que esos estaban atacando y tratando de dar con el anciano. Pero… lo de Elen me había sentado como un jarro de agua fría.
- ¡Cassandra! ¡Haz algo! - Annie gritó para que me moviera. No paraba de mirar a la “bruja”, quien estaba desollando a algunos de los hechiceros. Cargué el arco y me quedé mirando hacia donde estaba Elen, cruzando la mirada con ella. Sorprendida, disgustada, defraudada, enfadada… no sabía bien qué sentía al ver a alguien conocido en esa situación. Pero no tenía tiempo para quedarme parada. Si, además, quería que dejasen de sobreprotegerme, tenía que demostrar que no me hacía falta protección. Disparé. Pero no a Elen, sino a uno de los que estaba a su lado. Al instante, el resto de cazadores que me acompañaban, cargó sus armas.
- ¡No ataquéis a la vampiresa! ¡Quietos! ¡A quien hay que atacar es a esos brujos - Advertí, centrándome en los hechiceros. Esa frase había sonado jodidamente rara viniendo de mí. Y los cazadores lo sabían, pues dudaron un poco ante mi orden, por si acaso me había equivocado. Y no, no era así. Por ahora, no debían tocar a la mujer.Teníamos que acabar con los brujos que no paraban de lanzar hechizos a mansalva para intentar destrozarnos. Y asi iba a ser.
Gracias a Elen, quedaban dos. Con la mirada seria, encontrándome con la suya verde, avancé unos pasos hacia los hechiceros y, dando un pisotón en el suelo, creé el mío dando un pisotón en la tierra, haciendo que se levantase con un pequeño sismo, que también ayudó a desestabilizarlos. El muro comenzó a avanzar y a alargarse, rodeándolos, haciendo un estrepitoso ruido según me movía hacia adelante, dando pasos lentos, tratando de aprisionarlos en algún momento. Y, cuando lo creí oportuno, haciendo un movimiento con mis manos, girando las palmas hacia abajo, hice que el muro de tierra se deshiciera sobre la cabeza de dos, estupefactos ante la venida de dos peligros y no saber de cuál defenderse, y aplastándolos ante varios kilos de tierra y roca. Enterrados vivos. ¡Dos fuera de combate! No quedaban más. Pero, uno de ellos intentaba salir, moviendo la tierra, aun con heridas. Cargué una flecha y la lancé hacia su dirección. Su mano, que salía sobre la tierra, se paralizó. Ya no había más gente con la que acabar.
Cuando me acerqué a recoger la saeta, volví a mirar a la peliblanca. Vi cómo se había transformado en una bandada de murciélagos, cómo convertía las sombras en garras o cómo se envolvía en la oscuridad. Era, sin duda, una vampiresa. Pero no estábamos aquí para hablar de su transformación, por más que me hubiese sorprendido. No, teníamos que centrarnos en el anciano que les había pedido ayuda. Según había dicho Elen antes de la gran confesión, ese abuelo que les acompañaba era prisionero de unos brujos que, en las catacumbas, se dedicaban a arrebatar los poderes a sus congéneres mediante un artificio. Algo así. Sin duda, el aspecto de la joven Calhoun era más importante que una explicación sobre un viejo a quien no conocía.
- Lady Harrowmont, esa gente iba a por el hombre entre las sombras. - Asentí ante la explicación. Sin duda, Lord Kärtenssen sí había estado atento a la explicación de la mujer mucho mejor que yo. Que sí, que me había enterado, pero… que te digan que alguien a quien conoces es ahora una vampira era demasiado. ¿Qué haría después?
Aniquilados los enemigos, avancé unos pasos hacia ella, seria. Sólo negué sutilmente. - Vamos a las catacumbas. Si hay gente arrebatándoles el poder a los brujos, me interesa más acabar con ese problema primero. No me gustaría quedarme sin mi magia. Luego ya… veré qué hago contigo, Elen. - Suspiré algo resignada y esperé a que me guiaran hacia las catacumbas. Aunque, antes de avanzar con ellos tres, me giré hacia los que me seguían. - Quedaos aquí. No podemos entrar todos. Solo… vigilad.
- No te voy a dejar sola, y menos con una chupasangres, Cass - me dijo Annelise, colocándose a mi lado.
- Yo me encargaré de vigilar la zona con el resto de cazadores. - Asentí, contenta de que el lord no fuera un creído capaz de desenvainar su espada contra un ejército él solo, sino alguien con algo de cabeza y que sabía cuál era su sitio. Y en ese momento, su sitio no estaba en las catacumbas. Suspiré y, después de darle un abrazo, seguí al resto, junto a mi amiga Annelise.
Pero, esa emoción de encontrarme con alguien conocido (aunque fuera Elen), desapareció en el instante en que pude ver su rostro. Mi cara se tensó y mi expresión se volvió fría. Mi amiga tenía la misma cara que yo y el lord permaneció serio. Me giré a mirar a mis acompañantes y sí, pude ver que también lo habían notado: Elen había cambiado.
- Cass… - Asentí levemente. De todo lo que me estaba diciendo, me estaba quedando con muy poco. Era consciente de que aparentaba ser uno de esos malditos chupasangres a los que dábamos caza. Y me estaba costando mucho no hacer nada. Infinidad de trucos mentales me conocía yo de esos bichos…
Pero, después de contarme lo que hacían cerca de las catacumbas, se aproximó un poco a mí para confesarme que, en efecto, había sido transformada. Fruncí el ceño, dando un toque más serio a mi expresión. “No soy como ellos”. Mojé mis labios antes de decir nada. - ¿Qué te pasó? - pregunté algo seca. Siempre era jodido hablar con alguien de la misma raza que esas sanguijuelas y, pese a que no éramos amigas, verla transformada suponía un golpe para mí. Y encima, ¡Anastasia lo sabía! Pero, claro… ellas sí eran amigas. Resoplé y volví a mirar a mi amiga, con cara de circunstancia. Ella, por su parte, aún seguía alternando la vista entre Elen y yo, incapaz de entender bien por qué no estaba ya dando caza a esa mujer. El resto de cazadores no tardó en colocarse en posición para acabar con ella, pero no hice la seña para que atacasen. Sólo… miraba a Elen, sin saber bien qué hacer. Anastasia lo sabía y no había hecho nada. ¿Tenía que hacerlo yo? Es que… ya era una de ellos. No me quedaba otro remedio. Pero… era Elen Calhoun. Había ayudado varias veces a los cazadores, incluso a mí.
No me dio tiempo a reaccionar bien, pero aparecieron unos hechiceros que no dudaron en ponerse a lanzar sus conjuros contra los presentes. Una sombra, parecida a las que hacía Anastasia, envolvió a Alister y al viejo a quien acompañaban. Yo aún seguía estupefacta. Mirando sin entender qué pasaba. Bueno, realmente entendía que esos estaban atacando y tratando de dar con el anciano. Pero… lo de Elen me había sentado como un jarro de agua fría.
- ¡Cassandra! ¡Haz algo! - Annie gritó para que me moviera. No paraba de mirar a la “bruja”, quien estaba desollando a algunos de los hechiceros. Cargué el arco y me quedé mirando hacia donde estaba Elen, cruzando la mirada con ella. Sorprendida, disgustada, defraudada, enfadada… no sabía bien qué sentía al ver a alguien conocido en esa situación. Pero no tenía tiempo para quedarme parada. Si, además, quería que dejasen de sobreprotegerme, tenía que demostrar que no me hacía falta protección. Disparé. Pero no a Elen, sino a uno de los que estaba a su lado. Al instante, el resto de cazadores que me acompañaban, cargó sus armas.
- ¡No ataquéis a la vampiresa! ¡Quietos! ¡A quien hay que atacar es a esos brujos - Advertí, centrándome en los hechiceros. Esa frase había sonado jodidamente rara viniendo de mí. Y los cazadores lo sabían, pues dudaron un poco ante mi orden, por si acaso me había equivocado. Y no, no era así. Por ahora, no debían tocar a la mujer.Teníamos que acabar con los brujos que no paraban de lanzar hechizos a mansalva para intentar destrozarnos. Y asi iba a ser.
Gracias a Elen, quedaban dos. Con la mirada seria, encontrándome con la suya verde, avancé unos pasos hacia los hechiceros y, dando un pisotón en el suelo, creé el mío dando un pisotón en la tierra, haciendo que se levantase con un pequeño sismo, que también ayudó a desestabilizarlos. El muro comenzó a avanzar y a alargarse, rodeándolos, haciendo un estrepitoso ruido según me movía hacia adelante, dando pasos lentos, tratando de aprisionarlos en algún momento. Y, cuando lo creí oportuno, haciendo un movimiento con mis manos, girando las palmas hacia abajo, hice que el muro de tierra se deshiciera sobre la cabeza de dos, estupefactos ante la venida de dos peligros y no saber de cuál defenderse, y aplastándolos ante varios kilos de tierra y roca. Enterrados vivos. ¡Dos fuera de combate! No quedaban más. Pero, uno de ellos intentaba salir, moviendo la tierra, aun con heridas. Cargué una flecha y la lancé hacia su dirección. Su mano, que salía sobre la tierra, se paralizó. Ya no había más gente con la que acabar.
Cuando me acerqué a recoger la saeta, volví a mirar a la peliblanca. Vi cómo se había transformado en una bandada de murciélagos, cómo convertía las sombras en garras o cómo se envolvía en la oscuridad. Era, sin duda, una vampiresa. Pero no estábamos aquí para hablar de su transformación, por más que me hubiese sorprendido. No, teníamos que centrarnos en el anciano que les había pedido ayuda. Según había dicho Elen antes de la gran confesión, ese abuelo que les acompañaba era prisionero de unos brujos que, en las catacumbas, se dedicaban a arrebatar los poderes a sus congéneres mediante un artificio. Algo así. Sin duda, el aspecto de la joven Calhoun era más importante que una explicación sobre un viejo a quien no conocía.
- Lady Harrowmont, esa gente iba a por el hombre entre las sombras. - Asentí ante la explicación. Sin duda, Lord Kärtenssen sí había estado atento a la explicación de la mujer mucho mejor que yo. Que sí, que me había enterado, pero… que te digan que alguien a quien conoces es ahora una vampira era demasiado. ¿Qué haría después?
Aniquilados los enemigos, avancé unos pasos hacia ella, seria. Sólo negué sutilmente. - Vamos a las catacumbas. Si hay gente arrebatándoles el poder a los brujos, me interesa más acabar con ese problema primero. No me gustaría quedarme sin mi magia. Luego ya… veré qué hago contigo, Elen. - Suspiré algo resignada y esperé a que me guiaran hacia las catacumbas. Aunque, antes de avanzar con ellos tres, me giré hacia los que me seguían. - Quedaos aquí. No podemos entrar todos. Solo… vigilad.
- No te voy a dejar sola, y menos con una chupasangres, Cass - me dijo Annelise, colocándose a mi lado.
- Yo me encargaré de vigilar la zona con el resto de cazadores. - Asentí, contenta de que el lord no fuera un creído capaz de desenvainar su espada contra un ejército él solo, sino alguien con algo de cabeza y que sabía cuál era su sitio. Y en ese momento, su sitio no estaba en las catacumbas. Suspiré y, después de darle un abrazo, seguí al resto, junto a mi amiga Annelise.
off: especialización básica tensái de tierra
Cassandra C. Harrowmont
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
¡Malditos! ¡Malditos ¡Malditos! Resuena en mi cabeza. Me habían cabreado. ¿Pero para qué estarán recolectando magos? ¿Por qué Neil? ¡Hijos de perra!
Miro de nuevo el mapa. No es que sea un excelente cartógrafo pero...
¡Menudo mapa de mierda!
Las indicaciones de las calles no estaban donde deberían, eso para empezar. ¿Debía de fiarme de aquel mapa para llegar a un lugar determinado de la catacumbas? Estaba apañado.
-Hasta los de mi raza son unos inútiles...-murmuro mientras arrugo el mapa entre mis dedos.
La ciudad era un puto caos. Ya lo había experimentado en mis huesos la noche anterior, aunque... en realidad... seguía sin ser lo suficientemente caótico para mi gusto. Los vampiros seguían ejerciendo un gobierno efectivo a partir de los muros de la ciudad, que habían sido cerrados. No sólo por el riesgo de invasión, palpable tras las noticias, sino porque no era buena idea dejar escapar la comida ante una perspectiva de asedio. Ya me pondría con eso en otro momento, ahora debía de bajar los infiernos de aquella asquerosa villa y quemar unos cuantos traseros.
Quemar... comienzo a salivar ante la perspectiva de una buena hoguera de idiotas.
Las tetricras y prácticamente abandonadas fachadas de las casas pasan inadvertidas ante mi. Sólo me fijo en que la mayoría de las puertas están tapiadas con madera o muros de ladrillo.
Ingenuos... Se piensan que eso les va a salvar....
Casi me daba lastima las gentes de aquella ciudad. Tenían una vana esperanza en sobrevivir al conflicto venidero por poner un muro ante su puerta. La gente decía que los héroes y los buenos estaban por llegar, y que expulsarían al mal de Lunargenta. Estúpidos... un ejercito era un ejercito y una conquista era una conquista. Los soldados no tardarían en derribar esos miserables muros para entrar, violar a las mujeres y niñas, matar a los hombros y desvalijar todo lo que tuvieran de valor. Era el ABC de la guerra, violaciones y saqueos. Nadie iba a una guerra con la posibilidad de morir sin una suculenta recompensa. Y las mujeres y las riquezas eran bastante suculentas.
Después de varias vueltas perdido en mis elucubraciones encuentro el punto de entrada. Una corroída verja abierta que daba a una más infecta cloaca se presenta ante mi vista. Y como no, como buenas anfitrionas, las ratas me dan la bienvenida a su morada. Las apartado a patadas y muevo la puerta que emite un odioso gruñido metálico. Agarro una antigua antorcha abandonada en el suelo.
-Supongo que es la que han utilizado mis EX amigos...- esbozo una sonrisa y prendo el trozo superior. -Bien, vayamos a hacer una visita a ese grupo. Se arrepentiran de haber molestado a Rumpelstilskin Henriksem Gold...
Y sin más rodeos me interno en la gran cañería con pasos grandes intentando evitar en la medida de lo posible la mierda aglutinada.
Miro de nuevo el mapa. No es que sea un excelente cartógrafo pero...
¡Menudo mapa de mierda!
Las indicaciones de las calles no estaban donde deberían, eso para empezar. ¿Debía de fiarme de aquel mapa para llegar a un lugar determinado de la catacumbas? Estaba apañado.
-Hasta los de mi raza son unos inútiles...-murmuro mientras arrugo el mapa entre mis dedos.
La ciudad era un puto caos. Ya lo había experimentado en mis huesos la noche anterior, aunque... en realidad... seguía sin ser lo suficientemente caótico para mi gusto. Los vampiros seguían ejerciendo un gobierno efectivo a partir de los muros de la ciudad, que habían sido cerrados. No sólo por el riesgo de invasión, palpable tras las noticias, sino porque no era buena idea dejar escapar la comida ante una perspectiva de asedio. Ya me pondría con eso en otro momento, ahora debía de bajar los infiernos de aquella asquerosa villa y quemar unos cuantos traseros.
Quemar... comienzo a salivar ante la perspectiva de una buena hoguera de idiotas.
Las tetricras y prácticamente abandonadas fachadas de las casas pasan inadvertidas ante mi. Sólo me fijo en que la mayoría de las puertas están tapiadas con madera o muros de ladrillo.
Ingenuos... Se piensan que eso les va a salvar....
Casi me daba lastima las gentes de aquella ciudad. Tenían una vana esperanza en sobrevivir al conflicto venidero por poner un muro ante su puerta. La gente decía que los héroes y los buenos estaban por llegar, y que expulsarían al mal de Lunargenta. Estúpidos... un ejercito era un ejercito y una conquista era una conquista. Los soldados no tardarían en derribar esos miserables muros para entrar, violar a las mujeres y niñas, matar a los hombros y desvalijar todo lo que tuvieran de valor. Era el ABC de la guerra, violaciones y saqueos. Nadie iba a una guerra con la posibilidad de morir sin una suculenta recompensa. Y las mujeres y las riquezas eran bastante suculentas.
Después de varias vueltas perdido en mis elucubraciones encuentro el punto de entrada. Una corroída verja abierta que daba a una más infecta cloaca se presenta ante mi vista. Y como no, como buenas anfitrionas, las ratas me dan la bienvenida a su morada. Las apartado a patadas y muevo la puerta que emite un odioso gruñido metálico. Agarro una antigua antorcha abandonada en el suelo.
-Supongo que es la que han utilizado mis EX amigos...- esbozo una sonrisa y prendo el trozo superior. -Bien, vayamos a hacer una visita a ese grupo. Se arrepentiran de haber molestado a Rumpelstilskin Henriksem Gold...
Y sin más rodeos me interno en la gran cañería con pasos grandes intentando evitar en la medida de lo posible la mierda aglutinada.
Rumpel
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Gracias a los dioses la maestra cazadora decidió actuar, no para disparar a la nueva vampira sino para herir a uno de los miembros del aquelarre, quizá le costase un poco asimilar el cambio que había sufrido pero al menos le estaba otorgando el beneficio de la duda, era todo lo que podía pedirle hasta que tuviese tiempo de explicarle lo ocurrido y demostrarle que a pesar de todo seguían estando en el mismo bando. Ante su orden de no atacarla los demás cazadores se mostraron algo confusos, por una vez les estaban pidiendo que no alzasen sus armas contra el enemigo que su gremio llevaba combatiendo desde hacía tanto tiempo, en vez de eso debían centrarse en los practicantes de magia oscura, aunque su ayuda no fue necesaria, Cass se las ingenió para ocuparse de ambos sin que se desperdiciasen más flechas.
Haciendo una demostración de sus habilidades como tensai de tierra, la joven Harrowmont consiguió desestabilizar a los dos brujos que quedaban en pie y sepultarlos vivos bajo varios kilos de tierra y rocas, con lo que uno de ellos quedó fuera de combate al momento, mientras el otro a pesar de sus heridas, trataba de salir al exterior. Una rápida flecha acabó con sus intentos, y ya sin más oponentes a la vista la situación volvió a calmarse, aunque solo en parte. Su nueva condición iba a ser un problema, no podía pedir a la cazadora ni a sus seguidores que confiasen en ella porque les resultaría muy difícil hacerlo, los habían entrenado para matar criaturas de la noche, no para hacerse sus aliados.
Por suerte para la benjamina de los Calhoun aquel ataque por parte del aquelarre solo daba más credibilidad a la historia del viejo, y ante la existencia de un artefacto capaz de despojar a cualquier mago de sus poderes Cassandra decidió que podían dejar para más tarde lo relacionado con su transformación. La negativa de sus acompañantes a dejarla sola fue comprensible, aunque a la de ojos verdes no le gustó que utilizasen el término chupasangres para dirigirse a ella, algo que tampoco hacia ninguna gracia a Alister. El dragón había golpeado hasta dejar inconscientes a cuatro hombres por eso mismo solo unas noches antes, pero ahora tenía que controlarse, no quería más problemas de los estrictamente necesarios.
Elen percibió la tensión en su cuerpo y como su semblante se volvía más serio, tenía los puños apretados pero no haría nada, sabía que no debía iniciar una pelea contra los cazadores, menos aún por un insulto al que desgraciadamente, tendría que acostumbrarse. Mientras los acompañantes de la tensai se ponían de acuerdo sobre quién se quedaría y quién la acompañaría a las catacumbas, Elen alargó una mano y tomó la de su amado, obligándole a relajar su postura y dedicándole una leve sonrisa mientras le acariciaba el dorso de la misma con el pulgar. Su relación no estaba teniendo unos inicios fáciles, por un lado estaba la batalla interna de la joven contra su sed y por otro lo malos ojos con que la veían sus amigos y conocidos al descubrir lo que le había pasado, sin darle oportunidad de demostrar que era diferente al resto. Huracán había sido la excepción, pero para otros como Cassandra resultaría complicado aceptar el cambio y volver a tratarla como antes.
- Deprisa por favor. - pidió Zed en cuanto estuvieron listos para seguir, y sin añadir nada más los condujo hacia la entrada que había utilizado para escapar de las catacumbas, la misma por la que habían salido los hechiceros que acababan de atacarlos. - Yo iré primero. - indicó la de cabellos cenicientos, antes de cruzar una mirada con Alister. - Mantente cerca de él, ha quedado claro que lo quieren muerto y sin su magia no puede defenderse. - dijo, consiguiendo que el alado le respondiese asintiendo con la cabeza. Una vez dicho esto se dejó caer por el agujero y aterrizó en un húmedo y oscuro pasillo, desierto aparentemente. - Al menos no es una alcantarilla. - pensó para sí al tiempo que se hacía a un lado para dejar que Zed fuese el siguiente en bajar.
Años atrás la entonces bruja había pasado bastante tiempo en los bajos fondos de Lunargenta por culpa de su maldición, sin poder conciliar el sueño dedicaba sus noches a vagar por aquellas lúgubres catacumbas y a pasar el rato en la taberna del lugar, un antro en que se reunía lo peor de la ciudad. Elen prefería no recordar aquella época de su vida pero el molesto olor y el cargado ambiente conseguían transportarla a su pasado, así que intentó apartar esos pensamientos de su cabeza y centrarse en lo que tenían que hacer. Con el anciano ya dentro del pasadizo Alister fue el siguiente en entrar, y tras él debían hacerlo el par de cazadoras… ¿tendría ocasión de hablar con Cass antes de que las cosas se complicasen? No parecía que su acompañante estuviese muy dispuesta a dejarlas a solas así que tendría que explicarle todo con Annelise de por medio, pero era algo que podía aceptar.
Pacientemente aguardó a que ambas se uniesen a ellos, y entonces se permitió unos instantes para hablar con la maestra Harrowmont. - Gracias por ayudarme ahí arriba, sé que debe resultar difícil para ti cooperar conmigo ahora pero sigo siendo la misma de siempre. - comentó en voz baja, sin olvidar que estaban en aquel lugar para cumplir una misión. - Alister vosotros dos quedaos en la retaguardia, no quiero exponer al mago más de lo necesario. - instó, y dicho esto su mirada sus ojos se clavaron en los del viejo. - ¿Por dónde mago? - preguntó, casi en un susurro. - Es por ahí. - indicó Zed, señalando una de las dos rutas posibles. La vampira comenzó a caminar teniendo mucho cuidado para hacer el menor ruido posible, y en cuanto el pasillo se bifurcó en dos echó una mirada hacia atrás para ver la dirección que debían tomar.
El viejo le señaló con un gesto que tomase el camino de la derecha y así lo hicieron, internándose en el laberinto de túneles subterráneos que debían conducirlos hasta el aquelarre, los rehenes y el Quillion.
Haciendo una demostración de sus habilidades como tensai de tierra, la joven Harrowmont consiguió desestabilizar a los dos brujos que quedaban en pie y sepultarlos vivos bajo varios kilos de tierra y rocas, con lo que uno de ellos quedó fuera de combate al momento, mientras el otro a pesar de sus heridas, trataba de salir al exterior. Una rápida flecha acabó con sus intentos, y ya sin más oponentes a la vista la situación volvió a calmarse, aunque solo en parte. Su nueva condición iba a ser un problema, no podía pedir a la cazadora ni a sus seguidores que confiasen en ella porque les resultaría muy difícil hacerlo, los habían entrenado para matar criaturas de la noche, no para hacerse sus aliados.
Por suerte para la benjamina de los Calhoun aquel ataque por parte del aquelarre solo daba más credibilidad a la historia del viejo, y ante la existencia de un artefacto capaz de despojar a cualquier mago de sus poderes Cassandra decidió que podían dejar para más tarde lo relacionado con su transformación. La negativa de sus acompañantes a dejarla sola fue comprensible, aunque a la de ojos verdes no le gustó que utilizasen el término chupasangres para dirigirse a ella, algo que tampoco hacia ninguna gracia a Alister. El dragón había golpeado hasta dejar inconscientes a cuatro hombres por eso mismo solo unas noches antes, pero ahora tenía que controlarse, no quería más problemas de los estrictamente necesarios.
Elen percibió la tensión en su cuerpo y como su semblante se volvía más serio, tenía los puños apretados pero no haría nada, sabía que no debía iniciar una pelea contra los cazadores, menos aún por un insulto al que desgraciadamente, tendría que acostumbrarse. Mientras los acompañantes de la tensai se ponían de acuerdo sobre quién se quedaría y quién la acompañaría a las catacumbas, Elen alargó una mano y tomó la de su amado, obligándole a relajar su postura y dedicándole una leve sonrisa mientras le acariciaba el dorso de la misma con el pulgar. Su relación no estaba teniendo unos inicios fáciles, por un lado estaba la batalla interna de la joven contra su sed y por otro lo malos ojos con que la veían sus amigos y conocidos al descubrir lo que le había pasado, sin darle oportunidad de demostrar que era diferente al resto. Huracán había sido la excepción, pero para otros como Cassandra resultaría complicado aceptar el cambio y volver a tratarla como antes.
- Deprisa por favor. - pidió Zed en cuanto estuvieron listos para seguir, y sin añadir nada más los condujo hacia la entrada que había utilizado para escapar de las catacumbas, la misma por la que habían salido los hechiceros que acababan de atacarlos. - Yo iré primero. - indicó la de cabellos cenicientos, antes de cruzar una mirada con Alister. - Mantente cerca de él, ha quedado claro que lo quieren muerto y sin su magia no puede defenderse. - dijo, consiguiendo que el alado le respondiese asintiendo con la cabeza. Una vez dicho esto se dejó caer por el agujero y aterrizó en un húmedo y oscuro pasillo, desierto aparentemente. - Al menos no es una alcantarilla. - pensó para sí al tiempo que se hacía a un lado para dejar que Zed fuese el siguiente en bajar.
Años atrás la entonces bruja había pasado bastante tiempo en los bajos fondos de Lunargenta por culpa de su maldición, sin poder conciliar el sueño dedicaba sus noches a vagar por aquellas lúgubres catacumbas y a pasar el rato en la taberna del lugar, un antro en que se reunía lo peor de la ciudad. Elen prefería no recordar aquella época de su vida pero el molesto olor y el cargado ambiente conseguían transportarla a su pasado, así que intentó apartar esos pensamientos de su cabeza y centrarse en lo que tenían que hacer. Con el anciano ya dentro del pasadizo Alister fue el siguiente en entrar, y tras él debían hacerlo el par de cazadoras… ¿tendría ocasión de hablar con Cass antes de que las cosas se complicasen? No parecía que su acompañante estuviese muy dispuesta a dejarlas a solas así que tendría que explicarle todo con Annelise de por medio, pero era algo que podía aceptar.
Pacientemente aguardó a que ambas se uniesen a ellos, y entonces se permitió unos instantes para hablar con la maestra Harrowmont. - Gracias por ayudarme ahí arriba, sé que debe resultar difícil para ti cooperar conmigo ahora pero sigo siendo la misma de siempre. - comentó en voz baja, sin olvidar que estaban en aquel lugar para cumplir una misión. - Alister vosotros dos quedaos en la retaguardia, no quiero exponer al mago más de lo necesario. - instó, y dicho esto su mirada sus ojos se clavaron en los del viejo. - ¿Por dónde mago? - preguntó, casi en un susurro. - Es por ahí. - indicó Zed, señalando una de las dos rutas posibles. La vampira comenzó a caminar teniendo mucho cuidado para hacer el menor ruido posible, y en cuanto el pasillo se bifurcó en dos echó una mirada hacia atrás para ver la dirección que debían tomar.
El viejo le señaló con un gesto que tomase el camino de la derecha y así lo hicieron, internándose en el laberinto de túneles subterráneos que debían conducirlos hasta el aquelarre, los rehenes y el Quillion.
Elen Calhoun
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Al final acabaron decidiendo quién venía conmigo y quién se quedaba. Y los cazadores se quedaban, para mi bendición, ya que estaba harta de que me vigilaran. Sólo Annelise dejó atrás al gremio para venir conmigo, era incapaz de dejarme sola. Desde que habían decidido atacar el Palacio de los Vientos, mi amiga estaba siempre encima de mí, para no dejar que me pusiera en peligro. Ya habíamos sido diana de otros ataques y no querían volver a perdernos a una de las dos. Durante un tiempo, aunque me costase admitirlo, el gremio había estado sin dirección y Annie había vivido en primera persona el descontrol que había en él. Cuando Anastasia desapareció y yo tuve que dejar las islas durante un tiempo, se convirtió en una mala época para los Cazadores. Pero ahora las cosas habían cambiado, no iba a permitir que nadie me arrebatase el poder que merecía. Y mucho menos, ratas anónimas que se dedicaban a amenazarnos. Con más ganas quería desollarlos.
Ambas entramos en los túneles, siguiendo a la comitiva guiada por Elen. Todavía la veía rara. Era tan… extraño. De hecho, no podía parar de mirar hacia delante, a ella. Y mi amiga lo notó e hizo una mueca, expresando que “¿qué podíamos hacer?”. Era una disyuntiva bastante grande, porque, a fin de cuentas, era Elen Calhoun. La conocíamos, era la amiga de Anastasia. Conocía a su familia, incluso. Pero… era un vampiro. Y eso trastocaba todos mis esquemas. No sabía qué hacer realmente. ¿Estaría fallando al gremio si la dejaba con vida porque “era amiga”? ¿Cómo podría presentarme ante el resto de cazadores con ese discurso? De hecho, era probable que los que habían venido conmigo se pensasen que iba a salir del túnel con la cabeza de la mujer en mis manos y una flecha entre sus cejas. Pero, claro, ¿y si la mataba? Es que… era conocida. Resoplé y aparté la mirada de mi amiga. ¡Me estaba presionando! Aunque no hiciera nada, aunque no me dijera nada. Su mirada indicaba que esperaba “algo”, una actuación por mi parte. Pero es que era complicado.
Poco después, ella misma retrocedió hasta quedar a nuestra altura. La miré un poco desganada. Es que me estaba costando bastante tratarla como si no pasara nada. Pero…
Me estaba contando que era la misma de siempre. No dije nada durante unos segundos, pero mi mirada era bastante seria. Es que no sabía qué decir. ¿Lo siento? ¿Qué te pasó para acabar siendo una sucia chupasangres? Estaba dubitativa, así que al final opté por no decir nada relevante. - Sí, es difícil la situación. - Y me callé.
Una duda rondaba mi cabeza, pero no podía soltarla así, al a ligera. No con Annelise a mi lado. No sabía si estaba bien siendo vampira, pero quería preguntarle qué sentía o cómo era ser un ser de la noche. Meses atrás me había negado en rotundo a dejar que Cyrilo transformase a mi hermano para salvarle la vida. Pero… después de tanto tiempo y que no había habido ningún avance, tal vez…
“¡Estás loca! ¡Ni de coña!”
Rápidamente deserté ese pensamiento. No, no, no y no. No iba a tolerar convertir a mi hermano en una sucia sanguijuela. Algún otro remedio habría para que despertase.
Me había distraído bastante con esas ideas estúpidas y tanto Elen como Annelise se habían adelantado. Yo hice lo mismo, cargando el arco por si acaso. Estábamos metiéndonos en unos túneles bastante tortuosos y no se veía apenas, así que quería estar preparada. Nos movimos a la derecha, como indicaron. Annie, bruja de fuego, usó su habilidad para hacer una pequeña llama y meterla entre sus manos. Podíamos ver, pero no era tan visible como para que nos vieran a nosotros.
- ¿Por dónde? - preguntó de nuevo la bruja, pues no sabíamos bien a dónde íbamos. A mí se me ocurrió pensar que podía ser una trampa de ese brujo. Era bastante desconfiada, y más si no tenía conocimiento de a dónde nos dirigíamos. Aunque, sí es cierto que a quien habían atacado había sido al mago, por tanto, no podía estar mintiendo de esa forma tan descabellada. Pero no nos podíamos fiar del todo, peores trampas había habido.
De pronto me detuve, yendo la primera, y extendí la mano con la que no sujetaba el arco hacia atrás, haciéndoles un gesto para que se detuvieran. Al instante, mi amiga apagó el fuego juntando sus manos y yo me llevé un dedo a la boca. - Shhh... - Se oían pasos, grandes zancadas. Tal vez cerca, tal vez lejos, el eco imposibilitaba percibir la distancia exacta. ¿Quién más había por ahí? Me mojé los labios, clavando la vista en los túneles oscuros, tratando de ver algo. Volví a agarrar el arco con ambas manos y esperé para ver qué o quién nos aparecía, y por donde.
Aunque solo hubiera sido una triste rata, la verdad es que el sonido del eco era muy confuso.
Ambas entramos en los túneles, siguiendo a la comitiva guiada por Elen. Todavía la veía rara. Era tan… extraño. De hecho, no podía parar de mirar hacia delante, a ella. Y mi amiga lo notó e hizo una mueca, expresando que “¿qué podíamos hacer?”. Era una disyuntiva bastante grande, porque, a fin de cuentas, era Elen Calhoun. La conocíamos, era la amiga de Anastasia. Conocía a su familia, incluso. Pero… era un vampiro. Y eso trastocaba todos mis esquemas. No sabía qué hacer realmente. ¿Estaría fallando al gremio si la dejaba con vida porque “era amiga”? ¿Cómo podría presentarme ante el resto de cazadores con ese discurso? De hecho, era probable que los que habían venido conmigo se pensasen que iba a salir del túnel con la cabeza de la mujer en mis manos y una flecha entre sus cejas. Pero, claro, ¿y si la mataba? Es que… era conocida. Resoplé y aparté la mirada de mi amiga. ¡Me estaba presionando! Aunque no hiciera nada, aunque no me dijera nada. Su mirada indicaba que esperaba “algo”, una actuación por mi parte. Pero es que era complicado.
Poco después, ella misma retrocedió hasta quedar a nuestra altura. La miré un poco desganada. Es que me estaba costando bastante tratarla como si no pasara nada. Pero…
Me estaba contando que era la misma de siempre. No dije nada durante unos segundos, pero mi mirada era bastante seria. Es que no sabía qué decir. ¿Lo siento? ¿Qué te pasó para acabar siendo una sucia chupasangres? Estaba dubitativa, así que al final opté por no decir nada relevante. - Sí, es difícil la situación. - Y me callé.
Una duda rondaba mi cabeza, pero no podía soltarla así, al a ligera. No con Annelise a mi lado. No sabía si estaba bien siendo vampira, pero quería preguntarle qué sentía o cómo era ser un ser de la noche. Meses atrás me había negado en rotundo a dejar que Cyrilo transformase a mi hermano para salvarle la vida. Pero… después de tanto tiempo y que no había habido ningún avance, tal vez…
“¡Estás loca! ¡Ni de coña!”
Rápidamente deserté ese pensamiento. No, no, no y no. No iba a tolerar convertir a mi hermano en una sucia sanguijuela. Algún otro remedio habría para que despertase.
Me había distraído bastante con esas ideas estúpidas y tanto Elen como Annelise se habían adelantado. Yo hice lo mismo, cargando el arco por si acaso. Estábamos metiéndonos en unos túneles bastante tortuosos y no se veía apenas, así que quería estar preparada. Nos movimos a la derecha, como indicaron. Annie, bruja de fuego, usó su habilidad para hacer una pequeña llama y meterla entre sus manos. Podíamos ver, pero no era tan visible como para que nos vieran a nosotros.
- ¿Por dónde? - preguntó de nuevo la bruja, pues no sabíamos bien a dónde íbamos. A mí se me ocurrió pensar que podía ser una trampa de ese brujo. Era bastante desconfiada, y más si no tenía conocimiento de a dónde nos dirigíamos. Aunque, sí es cierto que a quien habían atacado había sido al mago, por tanto, no podía estar mintiendo de esa forma tan descabellada. Pero no nos podíamos fiar del todo, peores trampas había habido.
De pronto me detuve, yendo la primera, y extendí la mano con la que no sujetaba el arco hacia atrás, haciéndoles un gesto para que se detuvieran. Al instante, mi amiga apagó el fuego juntando sus manos y yo me llevé un dedo a la boca. - Shhh... - Se oían pasos, grandes zancadas. Tal vez cerca, tal vez lejos, el eco imposibilitaba percibir la distancia exacta. ¿Quién más había por ahí? Me mojé los labios, clavando la vista en los túneles oscuros, tratando de ver algo. Volví a agarrar el arco con ambas manos y esperé para ver qué o quién nos aparecía, y por donde.
Aunque solo hubiera sido una triste rata, la verdad es que el sonido del eco era muy confuso.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
¡Que asco! me tapo la boca mientras zarandeaba mis botas para quitarme la porquería, un acto fútil al ser mi única opción el seguir adelante.
Por ello ando a grandes y aparatosas zancadas; no es el modo más sigiloso de avanzar pero si el que hará que tarde menos en vomitar. Aparto a las ratas a puntapiés y evito apoyarme en las mugrosas paredes; no es que sea una persona muy escrupulosa pero esto traspasa mis limites de aceptación.
Primero atacan a Neil... y ahora me hacen adentrarme en una cloaca nauseabunda... Toso. No va a haber suficientemente fuego en el mundo que consiga compensarme cuando los queme vivos.
Una rampa inesperada y resbaladiza me hace caer y deslizarme por ella hasta las entrañas de aquella asquerosa tierra. Mis huesos dan contra una reja de metal, bajo mía se escucha una fuerte corriente.
¡Me cago en todas las divinidades! Una fétida corriente moja mi cuerpo desde arriba. He tenido que dar con el desagüe... ¡Voy a estar horas torturándoles!.
He perdido el mapa, aunque al menos mi antorcha sigue encendida. De todas formas dudo que el trayecto estuviera bien trazado; es una gran caída y no hay señales de ninguna escalera o escala.
Esos brujos me han engañado, lastima que no vivan para lamentarlo. agito los brazos en un intento desesperado de quitarme de encima todo ese asqueroso liquido que me embadurna el cuerpo. Asquerosa y sucia humanidad...
A medida que van sucediéndose las galerías una detrás de otra, mi enfado va aumentando. Se me han acabado hasta las ideas de como voy a quemarlos; y mi ansia por hacerlo roza limites que hasta yo comienzo a considerar enfermizos. Mis ojos captan un débil, y prácticamente ilusorio destello. Prácticamente imperceptible para todo aquel que no sea un amante desquiciado del fuego, alguien como yo; modestia a parte. Pero casi parece una ilusión, ni siquiera puedo estar seguro que eso no sea un juego de mi imaginación que ya está viendo arder todo este maldito lugar.
El sonido de mis pasos tapan cualquier otro sonido, así que eso no me ayuda; aunque tampoco puedo andar de otra manera estando hasta arriba de mierda. Y por otro lado mi antorcha es como un cartel que dice "Matarme por favor" La cautela nunca ha sido uno de mis puntos fuertes... Aún así ando con cuidado, mirando con cuidado la esquina por la que me ha parecido ver el destello. Mantengo la antorcha todo lo alto que puedo y miro por debajo, alejando cualquier ataque de mi bonito y oculto rostro. Al hacerlo, la luz muestra la figura de unas cuatro o cinco personas, aunque no me da tiempo reconocerlas bien. Mis ojos sólo se fijan en el arco que lleva una de ellas y su rápida acción de tensarlo. Suelto la antorcha de forma inmediata y hago que el fuego que porta se expanda en una gran llamarada para cegar a los desconocidos.
-¡Cabrones! - me escondo tras la esquina totalmente alerta para calcinar a todo aquel que ose asomar su cabeza y atento de cualquier tipo de ruido que pueda alertarme. -¡Habéis amenazado al niño equivocado! Bueno... ¡A los niños no se les amenaza! ¡Son almas puras e inocentes!- estudio rápidamente mi alrededor en busca de cualquier elemento de apoyo. Pero no hay nada en ese infecto agujero que le sirva para algo a un brujo de fuego. -¡Nos os hará arder por eso! ¡Y por hacer que nos se meta en un sitio tan asqueroso para cumplirlo!
En un intento desesperado por hacer cualquier artimaña, utilizo mi telekinesis para mover la antorcha y alejarla por el corredor; intentando hacer creer a mis contrincantes que he salido corriendo o que me he cubierto en la dirección contraría a la que me encuentro.
Por ello ando a grandes y aparatosas zancadas; no es el modo más sigiloso de avanzar pero si el que hará que tarde menos en vomitar. Aparto a las ratas a puntapiés y evito apoyarme en las mugrosas paredes; no es que sea una persona muy escrupulosa pero esto traspasa mis limites de aceptación.
Primero atacan a Neil... y ahora me hacen adentrarme en una cloaca nauseabunda... Toso. No va a haber suficientemente fuego en el mundo que consiga compensarme cuando los queme vivos.
Una rampa inesperada y resbaladiza me hace caer y deslizarme por ella hasta las entrañas de aquella asquerosa tierra. Mis huesos dan contra una reja de metal, bajo mía se escucha una fuerte corriente.
¡Me cago en todas las divinidades! Una fétida corriente moja mi cuerpo desde arriba. He tenido que dar con el desagüe... ¡Voy a estar horas torturándoles!.
He perdido el mapa, aunque al menos mi antorcha sigue encendida. De todas formas dudo que el trayecto estuviera bien trazado; es una gran caída y no hay señales de ninguna escalera o escala.
Esos brujos me han engañado, lastima que no vivan para lamentarlo. agito los brazos en un intento desesperado de quitarme de encima todo ese asqueroso liquido que me embadurna el cuerpo. Asquerosa y sucia humanidad...
A medida que van sucediéndose las galerías una detrás de otra, mi enfado va aumentando. Se me han acabado hasta las ideas de como voy a quemarlos; y mi ansia por hacerlo roza limites que hasta yo comienzo a considerar enfermizos. Mis ojos captan un débil, y prácticamente ilusorio destello. Prácticamente imperceptible para todo aquel que no sea un amante desquiciado del fuego, alguien como yo; modestia a parte. Pero casi parece una ilusión, ni siquiera puedo estar seguro que eso no sea un juego de mi imaginación que ya está viendo arder todo este maldito lugar.
El sonido de mis pasos tapan cualquier otro sonido, así que eso no me ayuda; aunque tampoco puedo andar de otra manera estando hasta arriba de mierda. Y por otro lado mi antorcha es como un cartel que dice "Matarme por favor" La cautela nunca ha sido uno de mis puntos fuertes... Aún así ando con cuidado, mirando con cuidado la esquina por la que me ha parecido ver el destello. Mantengo la antorcha todo lo alto que puedo y miro por debajo, alejando cualquier ataque de mi bonito y oculto rostro. Al hacerlo, la luz muestra la figura de unas cuatro o cinco personas, aunque no me da tiempo reconocerlas bien. Mis ojos sólo se fijan en el arco que lleva una de ellas y su rápida acción de tensarlo. Suelto la antorcha de forma inmediata y hago que el fuego que porta se expanda en una gran llamarada para cegar a los desconocidos.
-¡Cabrones! - me escondo tras la esquina totalmente alerta para calcinar a todo aquel que ose asomar su cabeza y atento de cualquier tipo de ruido que pueda alertarme. -¡Habéis amenazado al niño equivocado! Bueno... ¡A los niños no se les amenaza! ¡Son almas puras e inocentes!- estudio rápidamente mi alrededor en busca de cualquier elemento de apoyo. Pero no hay nada en ese infecto agujero que le sirva para algo a un brujo de fuego. -¡Nos os hará arder por eso! ¡Y por hacer que nos se meta en un sitio tan asqueroso para cumplirlo!
En un intento desesperado por hacer cualquier artimaña, utilizo mi telekinesis para mover la antorcha y alejarla por el corredor; intentando hacer creer a mis contrincantes que he salido corriendo o que me he cubierto en la dirección contraría a la que me encuentro.
Rumpel
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
En silencio, la de cabellos cenicientos siguió avanzando a través de los túneles sin perder de vista al par de cazadoras, a las cuales miraba por el rabillo del ojo de vez en cuando para asegurarse de que de momento, todo iba bien. Cassandra parecía seguir asimilando la noticia, mientas su compañera de gremio no veía más allá de los colmillos, algo normal ya que no la conocía demasiado. Elen estaba segura de que para aquella mujer no era más que otra chupasangres, alguien a eliminar porque de forma sistemática les habían enseñado que todos los vampiros eran malvados.
¿Habría hecho la organización alguna excepción a lo largo de su historia? ¿Podrían haber tenido a alguno de los suyos como aliado aparte de Cyrilo? Probablemente no, y eso jugaba en su contra. Consciente de que en el mejor de los casos cooperarían hasta acabar con los sectarios del aquelarre y después cada cual seguiría su camino, decidió depositar su confianza en el juicio de la maestra, esperando que valorase lo que sabía de ella antes de tomar una decisión.
Annelise utilizó sus habilidades con el fuego para iluminar tenuemente el camino, algo que ayudaría a la mayoría pero que a la señora de las sombras no le hacía falta, en vez de agradecer el gesto de la hechicera no podía evitar preguntarse si de un momento a otro decidiría usar aquel elemento en su contra. Aun así no dijo nada y siguió caminando, al menos hasta que el sonido de unas zancadas llegó a sus agudos oídos de criatura de la noche. Alguien se estaba acercando y no hacía nada para ocultar su posición, ¿sería un miembro del aquelarre? La joven se detuvo en seco y observó la dirección por la que el dueño de aquellos sonoros pasos tendría que aparecer, manipulando sus sombras para hacer que se arrastrasen por el suelo y se situasen algo más adelantadas con respecto al grupo.
Si finalmente se trataba de un enemigo lo apresaría antes de que pudiese dar la voz de alarma al resto, y teniendo en cuenta que Cass ya preparaba su arco para disparar estaba claro que de un modo u otro, no saldría con vida de aquel húmedo y oscuro túnel. Para sorpresa de todos, el individuo que apareció tras doblar una esquina no solo era ruidoso sino que también se señalizaba a sí mismo con una antorcha, casi parecía estar pidiendo que se le echasen encima, era eso o dar por hecho que debido a su poder se creía lo suficientemente fuerte como para no tomar ninguna precaución.
Elen lo observó durante un breve instante y de inmediato frunció el ceño, ¿podía ser? No estaba segura de lo que había visto. El extraño lanzó su antorcha al verlos y manipuló el fuego para cegarlos, algo que consiguió incomodar bastante a la vampira ya que sus ojos se habían acostumbrado a la penumbra rápidamente. La benjamina de los Calhoun giró el rostro y de forma instintiva echó mano a uno de los frascos que tenía dentro de su bolsa, esparciendo parte de su contenido sobre las llamas, que se extinguieron de inmediato al entrar en contacto con el polvo gélido, aunque no antes de que la antorcha se levantase del suelo y saliese a toda prisa hacia el final del túnel.
- Esa voz… y esa ansia por quemar… no puede ser. - musitó, mientras su vista volvía a la normalidad. La antorcha se movía pero no se escuchaban pasos de nadie, aquello solo era un truco de telequinesis, lo cual delataba a un brujo como causante, y si estaba en lo cierto, tanto ella como Alister conocían ya a ese hechicero. - No dispares. - pidió la joven, dirigiéndose a Cassandra. Una vez dicho esto comenzó a avanzar lentamente hacia donde creía que estaba el origen de la voz, atenta a cualquier movimiento que pudiese hacer el mago creyéndose acorralado. - ¿Henry? ¿Eres tú? - preguntó, confiando en que lo que sus ojos habían atisbado instantes antes eran algunos detalles de la máscara que ya le había visto usar.
- Soy Elen, puedes salir, no te haremos nada. - añadió, aunque tenía aún el frasco de polvo gélido en la mano, por si a pesar de estar bastante segura, se equivocaba de persona. Elen creía firmemente que se trataba del brujo de fuego, había reconocido su voz y la forma que tenía de expresarse, además había mencionado a un niño y una de las pocas cosas que se le habían escapado a Henry durante su presentación era que tenía un hijo al cual sentía la necesidad de proteger, pero hasta que éste no saliese de su escondite no podría relajarse. ¿Sería casualidad que volviesen a encontrarse tan pronto o tendrían el aquelarre y sus actividades algo que ver?
Todo parecía apuntar a que sí, según lo poco que había dicho el sujeto se había amenazado a un muchacho, y si dicha víctima resultaba ser su primogénito no sería de extrañar que al poseer magia hubiesen intentado secuestrarlo como al resto.
Off: Señalada la utilización de objeto master (polvo gélido)
¿Habría hecho la organización alguna excepción a lo largo de su historia? ¿Podrían haber tenido a alguno de los suyos como aliado aparte de Cyrilo? Probablemente no, y eso jugaba en su contra. Consciente de que en el mejor de los casos cooperarían hasta acabar con los sectarios del aquelarre y después cada cual seguiría su camino, decidió depositar su confianza en el juicio de la maestra, esperando que valorase lo que sabía de ella antes de tomar una decisión.
Annelise utilizó sus habilidades con el fuego para iluminar tenuemente el camino, algo que ayudaría a la mayoría pero que a la señora de las sombras no le hacía falta, en vez de agradecer el gesto de la hechicera no podía evitar preguntarse si de un momento a otro decidiría usar aquel elemento en su contra. Aun así no dijo nada y siguió caminando, al menos hasta que el sonido de unas zancadas llegó a sus agudos oídos de criatura de la noche. Alguien se estaba acercando y no hacía nada para ocultar su posición, ¿sería un miembro del aquelarre? La joven se detuvo en seco y observó la dirección por la que el dueño de aquellos sonoros pasos tendría que aparecer, manipulando sus sombras para hacer que se arrastrasen por el suelo y se situasen algo más adelantadas con respecto al grupo.
Si finalmente se trataba de un enemigo lo apresaría antes de que pudiese dar la voz de alarma al resto, y teniendo en cuenta que Cass ya preparaba su arco para disparar estaba claro que de un modo u otro, no saldría con vida de aquel húmedo y oscuro túnel. Para sorpresa de todos, el individuo que apareció tras doblar una esquina no solo era ruidoso sino que también se señalizaba a sí mismo con una antorcha, casi parecía estar pidiendo que se le echasen encima, era eso o dar por hecho que debido a su poder se creía lo suficientemente fuerte como para no tomar ninguna precaución.
Elen lo observó durante un breve instante y de inmediato frunció el ceño, ¿podía ser? No estaba segura de lo que había visto. El extraño lanzó su antorcha al verlos y manipuló el fuego para cegarlos, algo que consiguió incomodar bastante a la vampira ya que sus ojos se habían acostumbrado a la penumbra rápidamente. La benjamina de los Calhoun giró el rostro y de forma instintiva echó mano a uno de los frascos que tenía dentro de su bolsa, esparciendo parte de su contenido sobre las llamas, que se extinguieron de inmediato al entrar en contacto con el polvo gélido, aunque no antes de que la antorcha se levantase del suelo y saliese a toda prisa hacia el final del túnel.
- Esa voz… y esa ansia por quemar… no puede ser. - musitó, mientras su vista volvía a la normalidad. La antorcha se movía pero no se escuchaban pasos de nadie, aquello solo era un truco de telequinesis, lo cual delataba a un brujo como causante, y si estaba en lo cierto, tanto ella como Alister conocían ya a ese hechicero. - No dispares. - pidió la joven, dirigiéndose a Cassandra. Una vez dicho esto comenzó a avanzar lentamente hacia donde creía que estaba el origen de la voz, atenta a cualquier movimiento que pudiese hacer el mago creyéndose acorralado. - ¿Henry? ¿Eres tú? - preguntó, confiando en que lo que sus ojos habían atisbado instantes antes eran algunos detalles de la máscara que ya le había visto usar.
- Soy Elen, puedes salir, no te haremos nada. - añadió, aunque tenía aún el frasco de polvo gélido en la mano, por si a pesar de estar bastante segura, se equivocaba de persona. Elen creía firmemente que se trataba del brujo de fuego, había reconocido su voz y la forma que tenía de expresarse, además había mencionado a un niño y una de las pocas cosas que se le habían escapado a Henry durante su presentación era que tenía un hijo al cual sentía la necesidad de proteger, pero hasta que éste no saliese de su escondite no podría relajarse. ¿Sería casualidad que volviesen a encontrarse tan pronto o tendrían el aquelarre y sus actividades algo que ver?
Todo parecía apuntar a que sí, según lo poco que había dicho el sujeto se había amenazado a un muchacho, y si dicha víctima resultaba ser su primogénito no sería de extrañar que al poseer magia hubiesen intentado secuestrarlo como al resto.
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Elen Calhoun
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Elen había intentado hablar conmigo y, la verdad, se lo agradecía, pero aún me seguía pareciendo rarísimo verla convertida en un vampiro. Había barajado por un instante la posibilidad de que Cyrilo tuviese razón en cuanto a mi hermano, pero solo imaginarlo con los colmillos y esa piel cérea… no. No. Y no. Yo era bastante más reacia que Anastasia al tema de los vampiros. Y, bueno, influía su amistad.
Seguimos la caminata por los túneles y, tras escuchar los ruidos esos alcé el arco dispuesta a disparar a quien fuera. Pero antes siquiera de que pudiese apuntar bien, un hombre apareció frente a nosotras y dejó caer su antorcha, haciendo que saliera una llamarada que, por suerte, Annie pudo controlar un poco. Pero fue Elen quien acabó con el fuego usando un botecillo. ¡Ahora sí que lo iba a matar! Pero, de nuevo, la vampiresa tomó las riendas de la situación y me pidió que no disparase. Fruncí el ceño y asentí levemente, caminando varios pasos por detrás de ella, aun con mi arma en ristre. Annelise no parecía mucho más contenta que yo y, tras nosotras, venían el dragón y el otro brujo a quien debíamos ayudar. Pero, ¿quién era ese hombre que había aparecido de la nada y que gritaba cosas raras?
Según la ex bruja se llamaba “Henry”. ¿Otro amigo raro de ella? Torcí el gesto y le miré con cara de pocos amigos, desde la distancia, descargando el peso sobre una de mis piernas.
“Sólo se nos acercan los raros”, pensé. Aunque también había sido culpa mía por haber salido a las calles de la ciudad a esas horas de la noche. O no, ya que lo que esperaba encontrar era a quien había osado amenazar a mi gremio, no a un grupo de brujos a cada cual más extraño.
-No, no le haremos nada, pero teniendo en cuenta que, sin vernos siquiera, nos ha lanzado una antorcha… -comentó mi amiga como quien no quiere la cosa. La miré. Sí, estaba pensando justo lo mismo yo, pero por respeto a Elen y a su petición de no disparar, me había callado. Tampoco me había caído en gracia que me hubiera recibido con fuego, el condenado ese. Pero estábamos aquí por otra cosa. Suspiré y avancé un par de pasos para colocarle a la altura de la vampira de pelo blanco.
- ¿Quién es? ¿Lo conoces? -Pregunté sin perder de vista el lugar donde estaba el hombre. No comenté nada más, pero para eso estaba Annelise, que parecía que nos entendíamos a la perfección y soltaba lo que a mí se me pasaba por la cabeza, en voz alta.
-¡Qué bien! ¡Otro loco! Mira que te lo dije, Cass… te tenías que haber quedado en la posada. Ahora nos toca aguantar a un zumbado que habla de que atacamos a niños… -resopló mientras se iba acercando también a nosotras dos. Permanecí seria, aunque por dentro me estaba riendo ante la incontinencia verbal de mi amiga. Ella siempre tan espabilada a la hora de hablar.
- ¿Nos hará arder? –pregunté justo después, al acordarme exactamente de lo que había dicho. De primeras carecía de sentido alguno, pero…
Crucé mi mirada con la de Elen, sin entender bien qué pasaba. Estábamos ahí para intentar destrozar un objeto que quitaba los poderes a los brujos, sin embargo, este sí había podido usar los suyos. ¿Era a quien queríamos? Aunque, si fuera malo, Elen no se mostraría tan agradable… pero era vampira. Eso ya le daba puntos negativos a la hora de la inocencia. O, también podía ser otro brujo a quien habían intentado quitar los poderes. Demasiadas incógnitas para lo poco puesta que estaba en el tema. Estaba esperando explicaciones, al igual que mi amiga. Se nos veía en la cara que estábamos muy perdidas y buscábamos respuestas. Incluso llegamos a mirar al viejo, pensando que algo tenía que ver, como si tuviese que saber la respuesta que esperábamos. Y también a Alister, por si acaso alguien nos iluminaba. ¿De qué se conocían?
No pude evitar mirar a más sitios de los túneles, como si esperase una emboscada o algo. Realmente, como no sabía muy bien a qué me enfrentaba, estaba empezando a emparanoiarme con el lugar. No quería perder mis poderes y me estaba arrepintiendo por momentos de no haber hecho caso a Annelise y de haberme aventurado a seguir a Elen a este lugar. Aunque, ya que estábamos aquí, no iba a retroceder. Bajé el arco y con la otra mano sujetaba un par de flechas entre mis dedos, que bien rápido las podría disparar si resultaba que ese tipo era peligroso. Y, bueno, si existía de verdad el objeto que había dejado al viejo como un simple humano, sí, tenía que tenerlas preparadas.
Seguimos la caminata por los túneles y, tras escuchar los ruidos esos alcé el arco dispuesta a disparar a quien fuera. Pero antes siquiera de que pudiese apuntar bien, un hombre apareció frente a nosotras y dejó caer su antorcha, haciendo que saliera una llamarada que, por suerte, Annie pudo controlar un poco. Pero fue Elen quien acabó con el fuego usando un botecillo. ¡Ahora sí que lo iba a matar! Pero, de nuevo, la vampiresa tomó las riendas de la situación y me pidió que no disparase. Fruncí el ceño y asentí levemente, caminando varios pasos por detrás de ella, aun con mi arma en ristre. Annelise no parecía mucho más contenta que yo y, tras nosotras, venían el dragón y el otro brujo a quien debíamos ayudar. Pero, ¿quién era ese hombre que había aparecido de la nada y que gritaba cosas raras?
Según la ex bruja se llamaba “Henry”. ¿Otro amigo raro de ella? Torcí el gesto y le miré con cara de pocos amigos, desde la distancia, descargando el peso sobre una de mis piernas.
“Sólo se nos acercan los raros”, pensé. Aunque también había sido culpa mía por haber salido a las calles de la ciudad a esas horas de la noche. O no, ya que lo que esperaba encontrar era a quien había osado amenazar a mi gremio, no a un grupo de brujos a cada cual más extraño.
-No, no le haremos nada, pero teniendo en cuenta que, sin vernos siquiera, nos ha lanzado una antorcha… -comentó mi amiga como quien no quiere la cosa. La miré. Sí, estaba pensando justo lo mismo yo, pero por respeto a Elen y a su petición de no disparar, me había callado. Tampoco me había caído en gracia que me hubiera recibido con fuego, el condenado ese. Pero estábamos aquí por otra cosa. Suspiré y avancé un par de pasos para colocarle a la altura de la vampira de pelo blanco.
- ¿Quién es? ¿Lo conoces? -Pregunté sin perder de vista el lugar donde estaba el hombre. No comenté nada más, pero para eso estaba Annelise, que parecía que nos entendíamos a la perfección y soltaba lo que a mí se me pasaba por la cabeza, en voz alta.
-¡Qué bien! ¡Otro loco! Mira que te lo dije, Cass… te tenías que haber quedado en la posada. Ahora nos toca aguantar a un zumbado que habla de que atacamos a niños… -resopló mientras se iba acercando también a nosotras dos. Permanecí seria, aunque por dentro me estaba riendo ante la incontinencia verbal de mi amiga. Ella siempre tan espabilada a la hora de hablar.
- ¿Nos hará arder? –pregunté justo después, al acordarme exactamente de lo que había dicho. De primeras carecía de sentido alguno, pero…
Crucé mi mirada con la de Elen, sin entender bien qué pasaba. Estábamos ahí para intentar destrozar un objeto que quitaba los poderes a los brujos, sin embargo, este sí había podido usar los suyos. ¿Era a quien queríamos? Aunque, si fuera malo, Elen no se mostraría tan agradable… pero era vampira. Eso ya le daba puntos negativos a la hora de la inocencia. O, también podía ser otro brujo a quien habían intentado quitar los poderes. Demasiadas incógnitas para lo poco puesta que estaba en el tema. Estaba esperando explicaciones, al igual que mi amiga. Se nos veía en la cara que estábamos muy perdidas y buscábamos respuestas. Incluso llegamos a mirar al viejo, pensando que algo tenía que ver, como si tuviese que saber la respuesta que esperábamos. Y también a Alister, por si acaso alguien nos iluminaba. ¿De qué se conocían?
No pude evitar mirar a más sitios de los túneles, como si esperase una emboscada o algo. Realmente, como no sabía muy bien a qué me enfrentaba, estaba empezando a emparanoiarme con el lugar. No quería perder mis poderes y me estaba arrepintiendo por momentos de no haber hecho caso a Annelise y de haberme aventurado a seguir a Elen a este lugar. Aunque, ya que estábamos aquí, no iba a retroceder. Bajé el arco y con la otra mano sujetaba un par de flechas entre mis dedos, que bien rápido las podría disparar si resultaba que ese tipo era peligroso. Y, bueno, si existía de verdad el objeto que había dejado al viejo como un simple humano, sí, tenía que tenerlas preparadas.
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
-¡Ostras! - miro atónito como las pocas llamas desprendidas por mi antorcha desaparecen bajo una capa de hielo; no sin cierta rabia y con cierta vergüenza al haber sido "derrotado"con tal facilidad. Puede que sea más difícil de lo que pensaba...
Pero una femenina voz conocida me distrae de mis pensamientos.
-¿Elen?
Asomo la cabeza y distingo entre la penumbra a la extraña vampira de mi aventura en el puerto, pero no está sola.
-¡Vaya! - me reincorporo y salgo de la cobertura. -¿Quien le iba a decir a nos que en un sitio como este se pudieran encontrar tan hermosas flores? - les dedico una sonrisa que no puede ser apreciada por la mascara que llevo colocada. - Y técnicamente nos no "os ha lanzado" una antorcha, la he dejado caer y he hecho que salga una llamarada, pues tengo muy presente que una persona cegada no puede utilizar eso que vos, doncella guerrera, lleváis en la mano. - le señalo el arco que aún muestra cierta tensión con las flechas preparadas. - Comprenderán las damas que nos sea... cauteloso en un lugar inhóspito como este.
Conforme avanzan puedo distinguir a más personas, una de ellas es un viejo decrepito que me mira con cierto temor y que no me produce ningún tipo de interés, por lo menos no al lado de mi mejor amigo Alister, el poderoso dragón de fuego.
-¡Oh! ¡Señor Alister! - hago una pequeña reverencia. -Es un placer para nos volver a verle, siento que sea en tan lamentables condiciones higiénicas...- me dirijo de nuevo a las hermosas damas, con las que no me importaría pasar mucho más tiempo y en... mejores condiciones pero...- Bueno, señoritas, señores. - hago una breve inclinación con la cabeza. -Nos se alegra de verles y conocerles. Cabe la posibilidad de que en otro momento o circunstancia hubiésemos podido platicar de una forma más adecuada. Pero hay un grupo de brujos chupa poderes que me esperan para que nos los carbonice lenta y dolorosamente. Así que, si me disculpan. -
Recojo de nuevo la antorcha mediante telekinesis, reavivo su lumbre con mis llamas y comienzo a retomar mi andadura por aquellos túneles.
Pero una femenina voz conocida me distrae de mis pensamientos.
-¿Elen?
Asomo la cabeza y distingo entre la penumbra a la extraña vampira de mi aventura en el puerto, pero no está sola.
-¡Vaya! - me reincorporo y salgo de la cobertura. -¿Quien le iba a decir a nos que en un sitio como este se pudieran encontrar tan hermosas flores? - les dedico una sonrisa que no puede ser apreciada por la mascara que llevo colocada. - Y técnicamente nos no "os ha lanzado" una antorcha, la he dejado caer y he hecho que salga una llamarada, pues tengo muy presente que una persona cegada no puede utilizar eso que vos, doncella guerrera, lleváis en la mano. - le señalo el arco que aún muestra cierta tensión con las flechas preparadas. - Comprenderán las damas que nos sea... cauteloso en un lugar inhóspito como este.
Conforme avanzan puedo distinguir a más personas, una de ellas es un viejo decrepito que me mira con cierto temor y que no me produce ningún tipo de interés, por lo menos no al lado de mi mejor amigo Alister, el poderoso dragón de fuego.
-¡Oh! ¡Señor Alister! - hago una pequeña reverencia. -Es un placer para nos volver a verle, siento que sea en tan lamentables condiciones higiénicas...- me dirijo de nuevo a las hermosas damas, con las que no me importaría pasar mucho más tiempo y en... mejores condiciones pero...- Bueno, señoritas, señores. - hago una breve inclinación con la cabeza. -Nos se alegra de verles y conocerles. Cabe la posibilidad de que en otro momento o circunstancia hubiésemos podido platicar de una forma más adecuada. Pero hay un grupo de brujos chupa poderes que me esperan para que nos los carbonice lenta y dolorosamente. Así que, si me disculpan. -
Recojo de nuevo la antorcha mediante telekinesis, reavivo su lumbre con mis llamas y comienzo a retomar mi andadura por aquellos túneles.
Off rol:
Subrayado el uso de mi habilidad racial y de mi maestría en fuego.
No es que Rumpel se salga de la escena, sólo que se va adelantando.
Rumpel
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Las cazadoras se mostraban algo desconfiadas, ya no solo con ella sino también con el extraño al cual les había pedido que no disparasen a pesar de que él hubiese atacado primero por así decirlo. - Si es quien creo que es sí, lo conozco y no es que esté loco… puede que su presencia aquí se deba a lo mismo que nos ha traído a nosotros. - musitó para contestar a las dudas de ambas, mientras seguía avanzando hacia la supuesta posición del hechicero. - A nosotros no. - negó en rotundo cuando Cassandra le preguntó si las haría arder, Elen seguía confiando en que tras aquella esquina se ocultase Henry, y si sus sospechas no estaban equivocadas incluso contarían con un nuevo aliado para el grupo.
Finalmente, reconociendo su voz, el brujo asomó la cabeza y posteriormente abandonó su escondite, aunque su aspecto estaba algo diferente con respecto a la noche en que lo habían conocido. Henry no había tenido tanta suerte en su paseo por las catacumbas, sin duda había accedido a los túneles a través de alguna alcantarilla y eso había afectado en parte a sus ropajes… y al olor que emanaba de ellos. Una vez relajada, la de ojos verdes observó al hechicero mientras éste intentaba excusar sus acciones, ciertamente allí abajo poco se podía confiar en nadie así que su comportamiento era comprensible, y lo que había hecho para tratar de cegarlas no sería nada en comparación con lo que harían los miembros del aquelarre en cuanto se diesen cuenta de que unos intrusos se dirigían hacia ellos.
Contento al reconocer a Alister, con quien compartía elemento, el enmascarado dedicó unos instantes más al grupo antes de indicar que tenía que marcharse, revelando que tal como había imaginado la vampira, estaba allí por culpa del Quillion y quienes lo utilizaban, lo cual los convertía, una vez más, en aliados. - Nos vendrán bien un par de manos más. - dijo a sus acompañantes, adelantándose a paso ligero para alcanzar al mago antes de que lo perdiesen de vista, aunque con su antorcha encendida eso no parecía demasiado posible. - ¡Henry! - lo llamó, acelerando el paso para colocarse a su altura y explicarle la situación.
- Parece que de nuevo tenemos un objetivo común. - soltó, sin dejar de caminar y esperando que el resto del grupo la siguiese de cerca. - El anciano nos ha contado lo que está ocurriendo aquí abajo, consiguió escapar después de que le arrebatasen sus poderes pero hay más prisioneros, venimos a liberarlos y a encargarnos de esos ladrones… podríamos colaborar. - propuso, antes de echar un vistazo hacia atrás para asegurarse de que había cierto espacio entre ellos y el resto, lo suficiente para que no escuchasen lo que venía a continuación. - Has mencionado a un niño… ¿es tu hijo? ¿lo han secuestrado también? - preguntó en apenas un susurro, teniendo en cuenta que para él era un tema delicado lo de su primogénito y que incluso se había arrepentido cuando se le escapó la noche que lo conocieron, tal información no debía ser expuesta así como así.
Algo más atrás, el dragón no sabía cómo tomarse la aparición del brujo, cierto era que habían cooperado para asaltar el almacén de la Hermandad pero también estaba su extraño amor por el fuego, si no se controlaba podía convertirse en un peligro andante. Contra los vampiros aquello les había venido muy bien pero ahora se encontraban en un laberinto de túneles infestado de delincuentes, estafadores y traficantes, debían tener cuidado con lo que quemaban si no querían salir volando por los aires o terminar enterrados vivos. - ¿Nos ayudará? - preguntó Zed, con la esperanza de haber ganado un aliado más de cara a la lucha que pronto estallaría en las catacumbas. - Algo me dice que sí, manténgase a cierta distancia, no queremos que acabe achicharrado. - dijo el cazador, avanzando más rápido para poder alcanzar a su compañera y a Henry.
A unos cien metros de ellos, aunque el camino que los separaba serpenteaba y se retorcía en más de una ocasión, aguardaban los primeros “guardias” del aquelarre, cuatro individuos que vigilaban el túnel principal y que estaban deseando tener algo de acción, los habían apostado allí por una razón, para asegurar que sus compañeros volviesen de la superficie y detener a cualquiera que osase meter sus narices donde no le convenía. Sin embargo, lo primero que verían llegar no sería a sus aliados sino a la vampira, que tras doblar una esquina clavó sus intensos ojos verdes en ellos. - ¡Es el viejo! ¡Ha vuelto con refuerzos! - exclamó uno de ellos, en cuanto Zed asomó la cabeza.
Eso bastaba para saber que habían dado con las personas indicadas, así que sin dudarlo, la de cabellos cenicientos extendió sus sombras para atrapar a uno de los guerreros por los tobillos, haciéndolo caer bruscamente antes de poder desenvainar su arma. - ¡Detenedlos! - instó otro, antes de darse la vuelta y salir corriendo, no por cobardía sino para avisar a su superior de lo que estaba pasando. Con un gesto de la mano Alister hizo retroceder al anciano para que no se expusiese, mientras la benjamina de los Calhoun cernía sus lazos de sombra en torno al cuello de su víctima, asfixiándola tan rápido como le fue posible. Los otros dos enemigos no se quedaron de brazos cruzados, echaron mano a sus armas y corrieron hacia el grupo sin mostrar ningún ápice de duda, algo que lamentarían en cuanto Henry o las cazadoras interviniesen.
Dejando de lado el protocolo, el informante irrumpió en la sala en que se hacían las extracciones, sobresaltando a su jefe, que seguía concentrado en el Quillion y en obtener los poderes de Thomas hasta dejarlo sin una pizca de magia. - ¿Qué forma de entrar es esa? ¿cómo te atreves a molestarme? - inquirió, con gesto serio. - Es el viejo, ha vuelto y no está solo, trae consigo a un grupo… nos han atacado en el túnel. - dijo a toda prisa, intentando recuperar el aliento tras la carrera. - ¿A qué esperáis? Reunid a los demás y encargaos de ellos, no dejéis supervivientes… a menos que haya algún hechicero entre ellos… en ese caso traedlo, llevaos las cadenas. - ordenó, y de inmediato sus seguidores se pusieron en marcha, dejando solo a dos miembros atrás para proteger la sala en el peor de los casos.
En su silla, y a pesar de lo débil que se encontraba ya, la sonrisa de Thomas se ensanchó, su maestro había regresado tal como había prometido, y con la ayuda que hubiese reunido podría liberarlos del aquelarre y sus artefactos. Una docena de hombres y mujeres se apresuraron a encontrar a los intrusos para acabar con la amenaza que suponían, y entre ellos había tanto guerreros como brujos, lo que podría darles cierta ventaja. - ¡A por ellos! - exclamó la mujer que iba en cabeza, una hechicera de cabellos cortos y brillantes ojos rojos, que no dudaría en utilizar sus poderes para someter a los extraños. Mientras sus seguidores seguían avanzando para lanzarse contra el enemigo, la joven se quedó en un segundo plano, desde el cual podría hacer mucho daño sin llegar a exponerse demasiado.
Finalmente, reconociendo su voz, el brujo asomó la cabeza y posteriormente abandonó su escondite, aunque su aspecto estaba algo diferente con respecto a la noche en que lo habían conocido. Henry no había tenido tanta suerte en su paseo por las catacumbas, sin duda había accedido a los túneles a través de alguna alcantarilla y eso había afectado en parte a sus ropajes… y al olor que emanaba de ellos. Una vez relajada, la de ojos verdes observó al hechicero mientras éste intentaba excusar sus acciones, ciertamente allí abajo poco se podía confiar en nadie así que su comportamiento era comprensible, y lo que había hecho para tratar de cegarlas no sería nada en comparación con lo que harían los miembros del aquelarre en cuanto se diesen cuenta de que unos intrusos se dirigían hacia ellos.
Contento al reconocer a Alister, con quien compartía elemento, el enmascarado dedicó unos instantes más al grupo antes de indicar que tenía que marcharse, revelando que tal como había imaginado la vampira, estaba allí por culpa del Quillion y quienes lo utilizaban, lo cual los convertía, una vez más, en aliados. - Nos vendrán bien un par de manos más. - dijo a sus acompañantes, adelantándose a paso ligero para alcanzar al mago antes de que lo perdiesen de vista, aunque con su antorcha encendida eso no parecía demasiado posible. - ¡Henry! - lo llamó, acelerando el paso para colocarse a su altura y explicarle la situación.
- Parece que de nuevo tenemos un objetivo común. - soltó, sin dejar de caminar y esperando que el resto del grupo la siguiese de cerca. - El anciano nos ha contado lo que está ocurriendo aquí abajo, consiguió escapar después de que le arrebatasen sus poderes pero hay más prisioneros, venimos a liberarlos y a encargarnos de esos ladrones… podríamos colaborar. - propuso, antes de echar un vistazo hacia atrás para asegurarse de que había cierto espacio entre ellos y el resto, lo suficiente para que no escuchasen lo que venía a continuación. - Has mencionado a un niño… ¿es tu hijo? ¿lo han secuestrado también? - preguntó en apenas un susurro, teniendo en cuenta que para él era un tema delicado lo de su primogénito y que incluso se había arrepentido cuando se le escapó la noche que lo conocieron, tal información no debía ser expuesta así como así.
Algo más atrás, el dragón no sabía cómo tomarse la aparición del brujo, cierto era que habían cooperado para asaltar el almacén de la Hermandad pero también estaba su extraño amor por el fuego, si no se controlaba podía convertirse en un peligro andante. Contra los vampiros aquello les había venido muy bien pero ahora se encontraban en un laberinto de túneles infestado de delincuentes, estafadores y traficantes, debían tener cuidado con lo que quemaban si no querían salir volando por los aires o terminar enterrados vivos. - ¿Nos ayudará? - preguntó Zed, con la esperanza de haber ganado un aliado más de cara a la lucha que pronto estallaría en las catacumbas. - Algo me dice que sí, manténgase a cierta distancia, no queremos que acabe achicharrado. - dijo el cazador, avanzando más rápido para poder alcanzar a su compañera y a Henry.
A unos cien metros de ellos, aunque el camino que los separaba serpenteaba y se retorcía en más de una ocasión, aguardaban los primeros “guardias” del aquelarre, cuatro individuos que vigilaban el túnel principal y que estaban deseando tener algo de acción, los habían apostado allí por una razón, para asegurar que sus compañeros volviesen de la superficie y detener a cualquiera que osase meter sus narices donde no le convenía. Sin embargo, lo primero que verían llegar no sería a sus aliados sino a la vampira, que tras doblar una esquina clavó sus intensos ojos verdes en ellos. - ¡Es el viejo! ¡Ha vuelto con refuerzos! - exclamó uno de ellos, en cuanto Zed asomó la cabeza.
Eso bastaba para saber que habían dado con las personas indicadas, así que sin dudarlo, la de cabellos cenicientos extendió sus sombras para atrapar a uno de los guerreros por los tobillos, haciéndolo caer bruscamente antes de poder desenvainar su arma. - ¡Detenedlos! - instó otro, antes de darse la vuelta y salir corriendo, no por cobardía sino para avisar a su superior de lo que estaba pasando. Con un gesto de la mano Alister hizo retroceder al anciano para que no se expusiese, mientras la benjamina de los Calhoun cernía sus lazos de sombra en torno al cuello de su víctima, asfixiándola tan rápido como le fue posible. Los otros dos enemigos no se quedaron de brazos cruzados, echaron mano a sus armas y corrieron hacia el grupo sin mostrar ningún ápice de duda, algo que lamentarían en cuanto Henry o las cazadoras interviniesen.
Dejando de lado el protocolo, el informante irrumpió en la sala en que se hacían las extracciones, sobresaltando a su jefe, que seguía concentrado en el Quillion y en obtener los poderes de Thomas hasta dejarlo sin una pizca de magia. - ¿Qué forma de entrar es esa? ¿cómo te atreves a molestarme? - inquirió, con gesto serio. - Es el viejo, ha vuelto y no está solo, trae consigo a un grupo… nos han atacado en el túnel. - dijo a toda prisa, intentando recuperar el aliento tras la carrera. - ¿A qué esperáis? Reunid a los demás y encargaos de ellos, no dejéis supervivientes… a menos que haya algún hechicero entre ellos… en ese caso traedlo, llevaos las cadenas. - ordenó, y de inmediato sus seguidores se pusieron en marcha, dejando solo a dos miembros atrás para proteger la sala en el peor de los casos.
En su silla, y a pesar de lo débil que se encontraba ya, la sonrisa de Thomas se ensanchó, su maestro había regresado tal como había prometido, y con la ayuda que hubiese reunido podría liberarlos del aquelarre y sus artefactos. Una docena de hombres y mujeres se apresuraron a encontrar a los intrusos para acabar con la amenaza que suponían, y entre ellos había tanto guerreros como brujos, lo que podría darles cierta ventaja. - ¡A por ellos! - exclamó la mujer que iba en cabeza, una hechicera de cabellos cortos y brillantes ojos rojos, que no dudaría en utilizar sus poderes para someter a los extraños. Mientras sus seguidores seguían avanzando para lanzarse contra el enemigo, la joven se quedó en un segundo plano, desde el cual podría hacer mucho daño sin llegar a exponerse demasiado.
- Hechicera:
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Elen Calhoun
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Annie y yo nos miramos incrédulas cuando el tipo de la máscara empezó a hablar y a decir lo de “hermosas flores”. Enarcamos una ceja ambas, con la boca abierta por la sorpresa de encontrarnos a semejante tipo por los túneles. ¿No íbamos tras alguien que robaba poderes de brujos? Esperaba que no fuera ese hombre, pues la verdad es que, prejuzgando como solía prejuzgar yo, era bastante inepto para conseguir arrebatar los poderes a nadie. Claro, teniendo en cuenta quién era yo, siempre solía valorar al resto de forma negativa. Incluso a mi amiga Annelise. Que sí, que era mi amiga, pero era yo mucho mejor a la hora de usar mis dones.
La bruja de fuego bufó con la corrección del hombre, poniendo los ojos en blanco. ¡Qué especialito! Yo la acompañé con una mueca. Esta excursión no me estaba gustando tanto, ya se me habían quitado las ganas de irme por ahí sola a explorar y a buscar a quienes habían amenazado el Palacio de los Vientos.
- Si es que no encontramos a nadie normal… - comenté por lo bajo, refiriéndome, evidentemente al hombre de la máscara y también a la nueva “imagen” de Elen.
Pero lo siguiente que comentó sí me pareció de interés, confirmando mi pensamiento de que ese tipo no podía ser el brujo al que buscábamos. Miré a Elen, quien decidió ir tras él después de decirnos que una ayudita más no nos vendría mal. ¿No era suficiente con la ristra que llevábamos? Vale, no era muy colaboradora. Eso era lo que más me había costado del entrenamiento para ser cazadora, el colaborar con los compañeros. Prefería trabajar en solitario, aunque en nuestro trabajo se valorase más lo otro. Y, bueno, siendo sincera, cuantos más brujos fuéramos, menos posibilidades de acabar convertida en una humana sin un triste don al que recurrir.
Con un gesto indiqué a mi amiga que siguiéramos a la peliblanca, quien no tardó en contarle la historia del viejo que nos acompañaba. Al igual que Alister, nosotras también estábamos algo desconfiadas. Sinceramente, no confiábamos en nadie, ni siquiera en los instintos vampíricos de Elen, y era en quien más podríamos confiar… cuanto menos en un hombre de quien no sabíamos nada. Pero estábamos aquí con un objetivo. Y si de verdad había alguien que se encargaba de dejar a los brujos sin poderes, era mejor acabar con el problema.
Caminamos por los túneles de Lunargenta todos juntos, añadiendo a uno más al grupo. Nunca había bajado a ese lugar; los barrios tan, tan bajos, no eran para mí, así que me mantenía bastante alerta.
- Amm… Elen… - la llamé un momento, dejando que el grupo avanzase un poco. Quería saber qué había pasado y qué haría ahora siendo un vampiro. Pero no me dio tiempo a formular ninguna de las preguntas que se me habían quedado en el tintero tras conocer en lo que se había convertido. En cuando el viejo dobló la esquina empezó la acción. Un grito de uno de los guardias hizo saltar las alarmas sobre la presencia de Zed y rápidamente nos posicionamos delante para impedir que le hicieran nada. Elen, con la magia de la oscuridad empezó a luchar. Volví a mirar a Annie y sonreí. Al instante me colgué el arco de la espalda y con un gesto de mis manos, las armas metálicas salieron disparadas hacia los lados, pegándose a las paredes, que empezaron a tornarse más blandas hasta que las armas quedaron ahí incrustadas. De nuevo, los muros volvían a ser duros. - Ups. - Reí al ver que se habían quedado sin armas. Las manos de mi amiga empezaron a imbuirse en fuego y, usando el control del metal, hice que se quedasen inmóviles. Lástima llevar algo de hierro al enfrentarse a Annelise y a mí… sobre todo porque el metal es buen conductor del calor. Y así pasó. Eran incapaces de moverse y Annie se encargó de que las armaduras quedasen marcadas en su piel. Los gritos eran bastante desagradables, y alarmantes. Pronto vendrían más, si es que había más guardias, así que tendríamos que estar más alerta.
Y realmente las cosas parecían ser fáciles… pero no. El ruido de cientos de pasos a la carrera retumbaba con el eco de los túneles. - ¡Viene gente! - Miramos a todos lados, esperando ver por dónde nos sorprenderían los enemigos. El fuego de Annie pasó a envolver sus antebrazos hasta la altura de sus codos y la pechera de una de las armaduras pasó a volar frente a mí a modo de escudo por lo que pudiera pasar.
A los pocos minutos, frente a nosotros había un montón de soldados que buscaban vengarse. - ¡Son ellos! ¡Son ellos! - gritaba Zed, tratando de esconderse tras Alister. En ese momento me dieron ganas de destrozar los túneles, pero tenía que tener cuidado a la hora de usar mis habilidades; cualquier daño a la estructura del puente podía convertirlo en nuestra tumba. Y el fuego no era tan producente por el tema del humo…
Sin duda había que ser más comedido de lo que habíamos sido al enfrentarnos a esos dos soldados. Ahora sí teníamos que luchar con cabeza. Repitiendo la misma técnica, hice que algunas de las armas que tenía a mi vista saliesen disparadas. Pero no todos portaban armas… ¿serían brujos?
Para acompañarme, Annie empezó a lanzar llamaradas frente a ellos para intentar separarlos de nuestro grupo. Los dos guardias a los que habíamos aniquilado no iban a ser nada comparados con este enfrentamiento.
Entre todo ellos me fijé en la muchacha del pelo negro, quien había gritado y quien parecía dirigir el cotarro. Miré a la vampiresa en ese momento y la llamé para que también tuviese en cuenta a la guerrera. - ¡Elen! ¿Has visto a esa mujer? -le indiqué con un gesto. Ella había sido quien había hablado, ¿sería la capitana del grupo? Además, no atacaba...
- Con cuidado esta vez - reafirmó Annie, quien trataba de que el fuego fuese una barrera que les impidiese llegar a nosotros.
off: uso habilidad racial de tensai de tierra y la habilidad de nivel 1 (magnetismo)
La bruja de fuego bufó con la corrección del hombre, poniendo los ojos en blanco. ¡Qué especialito! Yo la acompañé con una mueca. Esta excursión no me estaba gustando tanto, ya se me habían quitado las ganas de irme por ahí sola a explorar y a buscar a quienes habían amenazado el Palacio de los Vientos.
- Si es que no encontramos a nadie normal… - comenté por lo bajo, refiriéndome, evidentemente al hombre de la máscara y también a la nueva “imagen” de Elen.
Pero lo siguiente que comentó sí me pareció de interés, confirmando mi pensamiento de que ese tipo no podía ser el brujo al que buscábamos. Miré a Elen, quien decidió ir tras él después de decirnos que una ayudita más no nos vendría mal. ¿No era suficiente con la ristra que llevábamos? Vale, no era muy colaboradora. Eso era lo que más me había costado del entrenamiento para ser cazadora, el colaborar con los compañeros. Prefería trabajar en solitario, aunque en nuestro trabajo se valorase más lo otro. Y, bueno, siendo sincera, cuantos más brujos fuéramos, menos posibilidades de acabar convertida en una humana sin un triste don al que recurrir.
Con un gesto indiqué a mi amiga que siguiéramos a la peliblanca, quien no tardó en contarle la historia del viejo que nos acompañaba. Al igual que Alister, nosotras también estábamos algo desconfiadas. Sinceramente, no confiábamos en nadie, ni siquiera en los instintos vampíricos de Elen, y era en quien más podríamos confiar… cuanto menos en un hombre de quien no sabíamos nada. Pero estábamos aquí con un objetivo. Y si de verdad había alguien que se encargaba de dejar a los brujos sin poderes, era mejor acabar con el problema.
Caminamos por los túneles de Lunargenta todos juntos, añadiendo a uno más al grupo. Nunca había bajado a ese lugar; los barrios tan, tan bajos, no eran para mí, así que me mantenía bastante alerta.
- Amm… Elen… - la llamé un momento, dejando que el grupo avanzase un poco. Quería saber qué había pasado y qué haría ahora siendo un vampiro. Pero no me dio tiempo a formular ninguna de las preguntas que se me habían quedado en el tintero tras conocer en lo que se había convertido. En cuando el viejo dobló la esquina empezó la acción. Un grito de uno de los guardias hizo saltar las alarmas sobre la presencia de Zed y rápidamente nos posicionamos delante para impedir que le hicieran nada. Elen, con la magia de la oscuridad empezó a luchar. Volví a mirar a Annie y sonreí. Al instante me colgué el arco de la espalda y con un gesto de mis manos, las armas metálicas salieron disparadas hacia los lados, pegándose a las paredes, que empezaron a tornarse más blandas hasta que las armas quedaron ahí incrustadas. De nuevo, los muros volvían a ser duros. - Ups. - Reí al ver que se habían quedado sin armas. Las manos de mi amiga empezaron a imbuirse en fuego y, usando el control del metal, hice que se quedasen inmóviles. Lástima llevar algo de hierro al enfrentarse a Annelise y a mí… sobre todo porque el metal es buen conductor del calor. Y así pasó. Eran incapaces de moverse y Annie se encargó de que las armaduras quedasen marcadas en su piel. Los gritos eran bastante desagradables, y alarmantes. Pronto vendrían más, si es que había más guardias, así que tendríamos que estar más alerta.
Y realmente las cosas parecían ser fáciles… pero no. El ruido de cientos de pasos a la carrera retumbaba con el eco de los túneles. - ¡Viene gente! - Miramos a todos lados, esperando ver por dónde nos sorprenderían los enemigos. El fuego de Annie pasó a envolver sus antebrazos hasta la altura de sus codos y la pechera de una de las armaduras pasó a volar frente a mí a modo de escudo por lo que pudiera pasar.
A los pocos minutos, frente a nosotros había un montón de soldados que buscaban vengarse. - ¡Son ellos! ¡Son ellos! - gritaba Zed, tratando de esconderse tras Alister. En ese momento me dieron ganas de destrozar los túneles, pero tenía que tener cuidado a la hora de usar mis habilidades; cualquier daño a la estructura del puente podía convertirlo en nuestra tumba. Y el fuego no era tan producente por el tema del humo…
Sin duda había que ser más comedido de lo que habíamos sido al enfrentarnos a esos dos soldados. Ahora sí teníamos que luchar con cabeza. Repitiendo la misma técnica, hice que algunas de las armas que tenía a mi vista saliesen disparadas. Pero no todos portaban armas… ¿serían brujos?
Para acompañarme, Annie empezó a lanzar llamaradas frente a ellos para intentar separarlos de nuestro grupo. Los dos guardias a los que habíamos aniquilado no iban a ser nada comparados con este enfrentamiento.
Entre todo ellos me fijé en la muchacha del pelo negro, quien había gritado y quien parecía dirigir el cotarro. Miré a la vampiresa en ese momento y la llamé para que también tuviese en cuenta a la guerrera. - ¡Elen! ¿Has visto a esa mujer? -le indiqué con un gesto. Ella había sido quien había hablado, ¿sería la capitana del grupo? Además, no atacaba...
- Con cuidado esta vez - reafirmó Annie, quien trataba de que el fuego fuese una barrera que les impidiese llegar a nosotros.
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Cassandra C. Harrowmont
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Las amigas de la señorita Elen no eran nada amables, estaban carentes de cualquier tipo de educación asociada a la alta sociedad; eran demasiado.... vulgares.
Supongo que cuando tienes buenas caderas y pechos la educación no es necesario. Incluso... se lo puedo dejar pasar por las vistas obtenidas. Sonrío para mi en la penumbra a la que sólo combate mi antorcha.
Escucho mi nombre y unos pasos chapotear en el húmedo suelo que se acercan a mi.
-El destino vuelve a juntarnos señorita Elen, nos comenzará a pensar que nuestro encuentro aguarda un fin mayor. - le dedico una sonrisa aquella mujer de hermosos ojos verdes. -Aunque ojala la compañía y el ambiente fuera más halagüeño.
Atiendo a la información que me ofrece y reflexiono rápidamente sobre ella.
-Así que es una organización... En estos tiempos están apareciendo cosas muy extrañas... - me rasco el mentón algo preocupado e intrigado. - Por lo que me decís nos vamos a enfrentar a algo muy poderoso... Puede que mucho más que aquellos vampiros, tenga cuidado señorita Elen.
Sigo por el camino ingiriendo todos aquellos datos.
¿Puede que ese objeto me pueda ser muy útil...? parece algo muy poderoso...
La codicia crece en mi al mismo tiempo que mis planes futuros, pero el ligero susurro de la muchacha a mi lado me hace volver a la realidad.
-¡Shhh! - le dirijo una mirada de reprimenda a la chica; hay cosas con las que no se deben jugar. -No se me ocurre un peor lugar y momento para que me preguntéis por eso. - le respondo en un susurro que casi pierde su condición como tal. - Vuestras amistades no parecen muy amigables y nuestros anfitriones usaran cualquier tipo de información en nuestra contra. - ante nuestros ojos comienza a aparecer un recoveco. - Nos enfrentamos a magos, y seguro que entre sus filas cuentan con magos ilusionistas. Es extremadamente peligroso dar cualquier tipo de información.
Suspiro y comienzo a plantearme el haber sido demasiado duro en mi respuesta; al fin y al cabo, y sin una explicación lógica, aquella mujer se estaba preocupando por mi de una forma altruista.
-Mi hijo a muerto. - le dirijo una mirada cómplice y dirijo mis dedos para señalar mi ojo izquierdo; queriendo que vea como le guiño el ojo; sólo una persona a esa distancia de mi podría apreciarlo.
No puedo decirle la verdad, pero si puedo unirme a este juego que han montado.
Toda aquella tranquilidad desaparece en el momento en el que doblo la esquina. Sonrío al ver un cuarteto de guardias y me preparo para dar rienda suelta a mi sed de venganza. Sin embargo, mis acompañantes son mucho más rápidos. La señorita Elen se encarga de dos y la chica arco se merienda a los otros dos con un magistral uso de la magia de tierra.
Intenresante... Le dirijo una mirada llena de interés y de cierta admiración sexual.
Aún así la tranquilidad no cesa, a nuestra espalda se percibe movimiento y puede que algo más peligroso. La amiga de la chica arco, a la que llamaré chica fuego y que me comienza a caer un poco mejor sólo por ese hecho, entra de nuevo en acción y crea un muro de fuego entre nuestros enemigos y nosotros.
Aprecio el fuego pero eso no va a ser suficiente... comienzo a pensar con rapidez. Estamos en una guarida..., ahí tenemos la puerta. Señalo al portón que habían defendido aquellos guardias. Si son una organización sería contaran con defensas extras... Busco con la mirada cualquier tipo de pista. Si buscaban pasar desapercibido es posible...
Corro hasta la puerta y comienzo a examinarlo detenidamente.
-¿¡Pero que haces!? ¡Ayúdalas! ¡Son demasiados! - me grita el viejo a la espalda de Alister.
-¿Acaso me ha visto cara de héroe? ¡Imposible! ¿No ve que llevo una máscara? ¡Así que cállese viejo estúpido! - no podía permitirme ningún tipo de distracción.
Tras unos segundos de examen, identifico unas runas al lado de la puerta.
-¡Oh vaya! Nos debe de reconocerles su inteligencia. Aunque ahora podría catalogarse como un error. - me giro a mis acompañantes. -¡QUERIDAS DAMAS! ¡QUERIDO ALISTER! ¡VIEJO! ¡ACÉRQUENSE A MAESE HENRY Y NOS OS SALVARÁ! - les grito y activo la runa al momento, viendo como desde las paredes comienza a parecer un muro de piedras, de la misma tipología que el túnel que comienza a cerrarse.
Mis acompañantes no están lejos, y podrán pasar sin problemas; siempre que me hagan caso. Nuestros enemigos se darán con el muro en las narices.
Supongo que cuando tienes buenas caderas y pechos la educación no es necesario. Incluso... se lo puedo dejar pasar por las vistas obtenidas. Sonrío para mi en la penumbra a la que sólo combate mi antorcha.
Escucho mi nombre y unos pasos chapotear en el húmedo suelo que se acercan a mi.
-El destino vuelve a juntarnos señorita Elen, nos comenzará a pensar que nuestro encuentro aguarda un fin mayor. - le dedico una sonrisa aquella mujer de hermosos ojos verdes. -Aunque ojala la compañía y el ambiente fuera más halagüeño.
Atiendo a la información que me ofrece y reflexiono rápidamente sobre ella.
-Así que es una organización... En estos tiempos están apareciendo cosas muy extrañas... - me rasco el mentón algo preocupado e intrigado. - Por lo que me decís nos vamos a enfrentar a algo muy poderoso... Puede que mucho más que aquellos vampiros, tenga cuidado señorita Elen.
Sigo por el camino ingiriendo todos aquellos datos.
¿Puede que ese objeto me pueda ser muy útil...? parece algo muy poderoso...
La codicia crece en mi al mismo tiempo que mis planes futuros, pero el ligero susurro de la muchacha a mi lado me hace volver a la realidad.
-¡Shhh! - le dirijo una mirada de reprimenda a la chica; hay cosas con las que no se deben jugar. -No se me ocurre un peor lugar y momento para que me preguntéis por eso. - le respondo en un susurro que casi pierde su condición como tal. - Vuestras amistades no parecen muy amigables y nuestros anfitriones usaran cualquier tipo de información en nuestra contra. - ante nuestros ojos comienza a aparecer un recoveco. - Nos enfrentamos a magos, y seguro que entre sus filas cuentan con magos ilusionistas. Es extremadamente peligroso dar cualquier tipo de información.
Suspiro y comienzo a plantearme el haber sido demasiado duro en mi respuesta; al fin y al cabo, y sin una explicación lógica, aquella mujer se estaba preocupando por mi de una forma altruista.
-Mi hijo a muerto. - le dirijo una mirada cómplice y dirijo mis dedos para señalar mi ojo izquierdo; queriendo que vea como le guiño el ojo; sólo una persona a esa distancia de mi podría apreciarlo.
No puedo decirle la verdad, pero si puedo unirme a este juego que han montado.
Toda aquella tranquilidad desaparece en el momento en el que doblo la esquina. Sonrío al ver un cuarteto de guardias y me preparo para dar rienda suelta a mi sed de venganza. Sin embargo, mis acompañantes son mucho más rápidos. La señorita Elen se encarga de dos y la chica arco se merienda a los otros dos con un magistral uso de la magia de tierra.
Intenresante... Le dirijo una mirada llena de interés y de cierta admiración sexual.
Aún así la tranquilidad no cesa, a nuestra espalda se percibe movimiento y puede que algo más peligroso. La amiga de la chica arco, a la que llamaré chica fuego y que me comienza a caer un poco mejor sólo por ese hecho, entra de nuevo en acción y crea un muro de fuego entre nuestros enemigos y nosotros.
Aprecio el fuego pero eso no va a ser suficiente... comienzo a pensar con rapidez. Estamos en una guarida..., ahí tenemos la puerta. Señalo al portón que habían defendido aquellos guardias. Si son una organización sería contaran con defensas extras... Busco con la mirada cualquier tipo de pista. Si buscaban pasar desapercibido es posible...
Corro hasta la puerta y comienzo a examinarlo detenidamente.
-¿¡Pero que haces!? ¡Ayúdalas! ¡Son demasiados! - me grita el viejo a la espalda de Alister.
-¿Acaso me ha visto cara de héroe? ¡Imposible! ¿No ve que llevo una máscara? ¡Así que cállese viejo estúpido! - no podía permitirme ningún tipo de distracción.
Tras unos segundos de examen, identifico unas runas al lado de la puerta.
-¡Oh vaya! Nos debe de reconocerles su inteligencia. Aunque ahora podría catalogarse como un error. - me giro a mis acompañantes. -¡QUERIDAS DAMAS! ¡QUERIDO ALISTER! ¡VIEJO! ¡ACÉRQUENSE A MAESE HENRY Y NOS OS SALVARÁ! - les grito y activo la runa al momento, viendo como desde las paredes comienza a parecer un muro de piedras, de la misma tipología que el túnel que comienza a cerrarse.
Mis acompañantes no están lejos, y podrán pasar sin problemas; siempre que me hagan caso. Nuestros enemigos se darán con el muro en las narices.
Rumpel
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Tan pronto como los guardias desenvainaron sus armas éstas los abandonaron y salieron disparadas hacia las paredes, que bajo la influencia de Cassandra se volvieron lo suficientemente blandas como para que las hojas quedasen incrustadas en ellas, fuera del alcance de sus sorprendidos dueños. Elen observó con atención a las cazadoras mientras combinaban sus elementos para acabar con los dos miembros del aquelarre, valiéndose del material de sus armaduras para conducir el calor hacia sus cuerpos, hecho que arrancó unos desgarradores gritos de sus gargantas. El eco de los túneles llevaría aquellos escalofriantes sonidos a varios cientos de metros de distancia así que el factor sorpresa quedaba completamente descartado, como pudieron comprobar en cuanto los refuerzos aparecieron.
El viejo se alteró al verlos llegar, sin sus poderes no podía hacer nada en combate así que optó por mantenerse detrás de Alister, quien también se veía algo limitado por la situación. Los pasadizos de las catacumbas eran demasiado estrechos para que se sintiese cómodo en ellos con su forma bestial, y a pesar de haber estado entrenando con la espada no era lo mismo, no estaba acostumbrado a luchar sin su fuego y su armadura natural de escamas.
Los brillantes ojos verdes de la vampira recorrieron a sus enemigos, reconociendo casi al instante a la persona que llevaba el mando del grupo, una mujer de cabellos cortos que decidió quedarse en segunda línea, lo cual delataba que no debía tratarse de una guerrera normal y corriente. Tampoco asomaba un arco por detrás de su hombro así que debía tratarse de una bruja, detalle que la puso en el punto de mira de la centinela. Cassandra no perdió el tiempo, volvió a hacer uso de sus habilidades para desarmar a algunos de los que corrían hacia ellos, apoyada por Annelise, que con el fuego envolviéndole los brazos hasta la altura de los codos comenzó a lanzar llamaradas a destajo.
Ante la llamada de la maestra cazadora giró el rostro, aunque solo para responderle con un leve asentimiento de cabeza. - Preparaos, os necesito. - pensó, comunicándose con las almas de su medallón, cuyas voces al momento comenzaron a alzarse dentro de su cabeza, sus ansiosas aliadas estaban listas, solo tenía que elegir a cuáles de ellas invocar. Con un gesto de la mano Elen alzó un muro de sombras desde el suelo hasta el techo del túnel, dejándolos momentáneamente fuera de la vista de sus atacantes, pero esto solo duró unos instantes, luego la barrera empezó a moverse a gran velocidad, impactando violentamente contra los miembros del aquelarre que se encontraban más cerca de ellos.
Para cuando la hechicera de ojos rojos y los demás volviesen a verla no sería más que una difuminada silueta envuelta en un negro cúmulo de oscuridad, de la cual emanaron tres estelas, que al tocar el suelo tomaron forma. - Matadlos a todos. - ordenó la criatura de la noche, alzando un brazo en dirección al enemigo y señalando especialmente a la mujer que iba al mando. Un gruñido gutural fue lo único que obtuvo por respuesta antes de que sus aliadas se lanzasen contra sus primeras víctimas, descargando sobre sus cuerpos toda la cólera, sed de sangre y ganas de matar que las invadía. Aquello causaría graves estragos en el número de oponentes que tenían, pero no consiguió que retrocediesen, no les importaba dar la vida por su misión, algo digno de admiración aunque estuviesen en el bando equivocado.
- No permitiré que echéis a perder nuestro trabajo. - exclamó la extraña, al tiempo que juntaba las manos para crear un orbe de magia, pero no una normal como las que la benjamina de los Calhoun había visto en su hogar de las islas. Su maná estaba corrompido, algo que sin duda tenía que ser producto de algún extraño experimento de los nigromantes que conformaban el aquelarre. La morada esfera flotó hacia una de las sombras y le acertó de lleno en la cabeza, consiguiendo que profiriese un quejido y que sus fuerzas menguasen hasta obligarla a regresar al medallón solar antes de tiempo, ¿cómo podía causar tal daño a sus criaturas? La respuesta era sencilla, estaba utilizando la oscuridad que se mezclaba con su elemento para hacer frente a un enemigo que compartía en parte la misma naturaleza de sus poderes.
El semblante de la vampira se tornó terriblemente serio, casi parecía querer matarla con la mirada, pero la voz de Henry consiguió que desviase la vista, aunque solo durante unos segundos. El tensai de fuego había encontrado una especie de puerta protegida por arcanos, algo fácil de burlar para él, y los instaba a tomar ese túnel secundario para evadir el combate. - Meteos en el pasadizo y buscad a los prisioneros, yo me encargaré de estos malnacidos. - dijo con voz fría, sin intención de abandonar su posición. - Elen no puedes quedarte aquí sola. - intervino el dragón, acercándose a ella. El odio que vio en los ojos de su compañera consiguió que sus preocupaciones de los últimos días aflorasen de nuevo, la conexión de la joven con las almas del medallón cada vez era mayor, y ahora que una de ellas había sido dañada Elen no se detendría hasta acabar con la culpable.
No había nada que pudiese hacer o decir para que cambiase de idea, así que solo le quedaba una opción, quedarse a su lado y pelear. - Os alcanzaremos cuando hayamos terminado…- comentó el cazador, mirando al resto del grupo. Por delante de ellos las dos sombras restantes destrozaban con fiereza a sus oponentes, esquivando los malintencionados orbes de la hechicera tras ver la suerte que había corrido uno de los suyos. - Cassandra, confío en ti para que destruyas ese artefacto si no llegamos a tiempo de ayudaros, no puede volver a caer en malas manos. - soltó con tono serio, mientras Alister comenzaba a transformarse para calcinar a cuantos pudiese.
Off: Elen quiere pelea, no os preocupéis por dejarlos atrás.
Habilidad de nivel 6: Llamada a las armas
El viejo se alteró al verlos llegar, sin sus poderes no podía hacer nada en combate así que optó por mantenerse detrás de Alister, quien también se veía algo limitado por la situación. Los pasadizos de las catacumbas eran demasiado estrechos para que se sintiese cómodo en ellos con su forma bestial, y a pesar de haber estado entrenando con la espada no era lo mismo, no estaba acostumbrado a luchar sin su fuego y su armadura natural de escamas.
Los brillantes ojos verdes de la vampira recorrieron a sus enemigos, reconociendo casi al instante a la persona que llevaba el mando del grupo, una mujer de cabellos cortos que decidió quedarse en segunda línea, lo cual delataba que no debía tratarse de una guerrera normal y corriente. Tampoco asomaba un arco por detrás de su hombro así que debía tratarse de una bruja, detalle que la puso en el punto de mira de la centinela. Cassandra no perdió el tiempo, volvió a hacer uso de sus habilidades para desarmar a algunos de los que corrían hacia ellos, apoyada por Annelise, que con el fuego envolviéndole los brazos hasta la altura de los codos comenzó a lanzar llamaradas a destajo.
Ante la llamada de la maestra cazadora giró el rostro, aunque solo para responderle con un leve asentimiento de cabeza. - Preparaos, os necesito. - pensó, comunicándose con las almas de su medallón, cuyas voces al momento comenzaron a alzarse dentro de su cabeza, sus ansiosas aliadas estaban listas, solo tenía que elegir a cuáles de ellas invocar. Con un gesto de la mano Elen alzó un muro de sombras desde el suelo hasta el techo del túnel, dejándolos momentáneamente fuera de la vista de sus atacantes, pero esto solo duró unos instantes, luego la barrera empezó a moverse a gran velocidad, impactando violentamente contra los miembros del aquelarre que se encontraban más cerca de ellos.
Para cuando la hechicera de ojos rojos y los demás volviesen a verla no sería más que una difuminada silueta envuelta en un negro cúmulo de oscuridad, de la cual emanaron tres estelas, que al tocar el suelo tomaron forma. - Matadlos a todos. - ordenó la criatura de la noche, alzando un brazo en dirección al enemigo y señalando especialmente a la mujer que iba al mando. Un gruñido gutural fue lo único que obtuvo por respuesta antes de que sus aliadas se lanzasen contra sus primeras víctimas, descargando sobre sus cuerpos toda la cólera, sed de sangre y ganas de matar que las invadía. Aquello causaría graves estragos en el número de oponentes que tenían, pero no consiguió que retrocediesen, no les importaba dar la vida por su misión, algo digno de admiración aunque estuviesen en el bando equivocado.
- No permitiré que echéis a perder nuestro trabajo. - exclamó la extraña, al tiempo que juntaba las manos para crear un orbe de magia, pero no una normal como las que la benjamina de los Calhoun había visto en su hogar de las islas. Su maná estaba corrompido, algo que sin duda tenía que ser producto de algún extraño experimento de los nigromantes que conformaban el aquelarre. La morada esfera flotó hacia una de las sombras y le acertó de lleno en la cabeza, consiguiendo que profiriese un quejido y que sus fuerzas menguasen hasta obligarla a regresar al medallón solar antes de tiempo, ¿cómo podía causar tal daño a sus criaturas? La respuesta era sencilla, estaba utilizando la oscuridad que se mezclaba con su elemento para hacer frente a un enemigo que compartía en parte la misma naturaleza de sus poderes.
El semblante de la vampira se tornó terriblemente serio, casi parecía querer matarla con la mirada, pero la voz de Henry consiguió que desviase la vista, aunque solo durante unos segundos. El tensai de fuego había encontrado una especie de puerta protegida por arcanos, algo fácil de burlar para él, y los instaba a tomar ese túnel secundario para evadir el combate. - Meteos en el pasadizo y buscad a los prisioneros, yo me encargaré de estos malnacidos. - dijo con voz fría, sin intención de abandonar su posición. - Elen no puedes quedarte aquí sola. - intervino el dragón, acercándose a ella. El odio que vio en los ojos de su compañera consiguió que sus preocupaciones de los últimos días aflorasen de nuevo, la conexión de la joven con las almas del medallón cada vez era mayor, y ahora que una de ellas había sido dañada Elen no se detendría hasta acabar con la culpable.
No había nada que pudiese hacer o decir para que cambiase de idea, así que solo le quedaba una opción, quedarse a su lado y pelear. - Os alcanzaremos cuando hayamos terminado…- comentó el cazador, mirando al resto del grupo. Por delante de ellos las dos sombras restantes destrozaban con fiereza a sus oponentes, esquivando los malintencionados orbes de la hechicera tras ver la suerte que había corrido uno de los suyos. - Cassandra, confío en ti para que destruyas ese artefacto si no llegamos a tiempo de ayudaros, no puede volver a caer en malas manos. - soltó con tono serio, mientras Alister comenzaba a transformarse para calcinar a cuantos pudiese.
Off: Elen quiere pelea, no os preocupéis por dejarlos atrás.
Habilidad de nivel 6: Llamada a las armas
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Elen Calhoun
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
En principio la lucha parecía fácil, sólo desarmarlos y ya está. Pero la cosa empezó a complicarse cuando la mujer apareció en escena y acabó derribando a Elen con una esfera morada. Busqué con la mirada a Annelise para que viniera conmigo a defender a la hechicera, pero el brujo que nos acompañaba tenía otras técnicas mejores para defendernos de esos guerreros. Al menos, para él. Eso de huir de la batalla no me gustaba nada. Pero, tras la petición de Elen no pude hacer nada. No es que quisiera dejarla ahí, es que teníamos que hacer algo para destruir el artefacto ese del que tanto habían hablado.
El brujo de la máscara encontró unas runas arcanas y empezó a decir que nos fuéramos con él. Dudé un segundo, pero al instante agarré a Annie del brazo y nos fuimos con él. - ¡Vamos!
Nos fuimos ambas con el hombre, llevándonos al viejo con nosotras. Ahí no pintaba nada y tampoco podía pelear, además, él sabía dónde teníamos que ir. Era más útil con nosotras. Junto con el brujo, vimos cómo el muro se cerraba, dejando atrás a Elen y a su compañero.
- ¿Podrán solos? - preguntó Annie y la única respuesta que le di fue una mueca. No sabía qué podían hacer ellos dos contra ese ejército. Tampoco sabía del poder que tenía la vampira, aunque había escuchado que era bastante. ¿Pero tanto como para vencer a ese ejército? Que la otra bruja la había derribado de un ataque...
Estábamos un poco jodidos. Y no había tiempo que perder. Agarré a mi amiga y le repetí la orden anterior. - Y tú, emm… ¿Henry? - dudé si ese era su nombre o no me acordaba de cuál era - vente con nosotras, necesitamos toda la ayuda posible. - Era más útil eso a que se quedase vigilando el muro. Luego me dirigí al viejo. - Señor, debe guiarnos a donde está el artefacto.
El viejito parecía algo desconcertado, mirando a la pared que se había formado. - ¿Señor? - repitió Annie, esta vez. Teníamos que darnos prisa. La verdad es que el brujo estaba un poco perdido en ese momento y tardó en pensar por dónde ir, ya que la salida que conocía estaba al otro lado del muro, la que cubrían los guerreros que habían aparecido.
- Es que… no sé bien por dónde ir…
- Pues empezamos a movernos, al menos será mejor que quedarnos parados - espetó mi amiga.
- ¿Y si nos perdemos? - el abuelo asintió.
- No creo, bordeamos y llegamos a donde estábamos antes con Elen.
- Las catacumbas de Lunargenta son grandes, jovencita. Podemos acabar en otro lugar diferente.
- Podría hacer pequeños “agujeros” entre los muros por los que podríamos ir más rápido a donde guardan el artefacto. - Comenté, mirando las paredes de piedra.
- ¿Y si se derrumban?
- No, porque no serán grandes, el peso de la estructura no se verá afectado. Eso sí, tendremos que ir agachados y en silencio. - Annie y el anciano asintieron. Luego, miré a Henry un segundo, antes de agazaparme frente a un muro y posar mi mano en la fría roca. Poco a poco, los ladrillos de piedra que lo formaban, fueron desplazándose lentamente hacia un lado, el suficiente para que yo pudiera pasar. Y si pasaba yo, con mi metro ochenta y cinco de altura, pasaban todos. - Annelise, colócate detrás para defender. Henry, protege al señor Zed. - Ordené y, a la cabeza del grupo, pasé al túnel contiguo, observando que no hubiera nadie por ahí. Con cuidado de no dañar el arco, salí del boquete y continué. Según Zed, estaba al otro lado de donde estaban los guerreros… tratando de orientarme, fui a la pared que estaba más cerca de donde estaban ellos, aunque sin modificar el túnel donde se encontraban, no quería llamar su atención. - ¿Por aquí cree que voy bien, Zed? - le pregunté antes de mover las piedras de esa pared.
El viejo pensó durante unos instantes, volviendo la mirada hacia atrás y hacia delante para asegurarse de que estábamos bien ubicados y asintió. Volví a repetir lo mismo, para darnos de bruces con otro túnel húmedo. Los ruidos de los guerreros se escuchaban bastante cerca, así que íbamos aún con mucho más cuidado.
Tras varios minutos dando vueltas por las catacumbas, y cada vez con menos ánimos de encontrar nada, el ruido de unos susurros hizo que me detuviera e hiciera una señal para para al resto. El chapoteo de nuestros pies en el suelo mojado podría delatarnos. Con cuidado me asomé por la esquina y, ¡por fin! Había dos soldados haciendo guardia frente a una puerta. ¿Sería ahí? Porque si no, qué más iban a vigilar… además vestían parecido a los que nos habían atacado. Así que, supuse que en esa sala es donde estaba el artefacto. Me giré de cara al grupo. - Hay vigilantes. ¿Es aquí? - Zed se asomó un poquito y retrocedió, asintiendo. Se notaba el miedo en su cara. Yo asentí y miré a mi amiga - Annie, distráeles. - Miré a Henry. No me gustaba trabajar con gente que no conocía, pero… tampoco iba a dejar que él vigilase. Si estaba aliado con ellos podría tendernos una trampa. - Tú vendrás conmigo. Después de todo, le dijiste a Elen que tenías un objetivo similar. Zed… - me dirigí al señor - será mejor que se esconda. Está muy débil para luchar. Nosotros nos encargaremos. - Miré al resto para ver si estaban de acuerdo antes de empezar con el plan. Y si no estaban de acuerdo... la que mandaba era yo. ¿Por qué? Porque sí, siempre había sido así y siempre lo sería. Era la que más experiencia tenía, que para algo era la Maestra Cazadora.
El brujo de la máscara encontró unas runas arcanas y empezó a decir que nos fuéramos con él. Dudé un segundo, pero al instante agarré a Annie del brazo y nos fuimos con él. - ¡Vamos!
Nos fuimos ambas con el hombre, llevándonos al viejo con nosotras. Ahí no pintaba nada y tampoco podía pelear, además, él sabía dónde teníamos que ir. Era más útil con nosotras. Junto con el brujo, vimos cómo el muro se cerraba, dejando atrás a Elen y a su compañero.
- ¿Podrán solos? - preguntó Annie y la única respuesta que le di fue una mueca. No sabía qué podían hacer ellos dos contra ese ejército. Tampoco sabía del poder que tenía la vampira, aunque había escuchado que era bastante. ¿Pero tanto como para vencer a ese ejército? Que la otra bruja la había derribado de un ataque...
Estábamos un poco jodidos. Y no había tiempo que perder. Agarré a mi amiga y le repetí la orden anterior. - Y tú, emm… ¿Henry? - dudé si ese era su nombre o no me acordaba de cuál era - vente con nosotras, necesitamos toda la ayuda posible. - Era más útil eso a que se quedase vigilando el muro. Luego me dirigí al viejo. - Señor, debe guiarnos a donde está el artefacto.
El viejito parecía algo desconcertado, mirando a la pared que se había formado. - ¿Señor? - repitió Annie, esta vez. Teníamos que darnos prisa. La verdad es que el brujo estaba un poco perdido en ese momento y tardó en pensar por dónde ir, ya que la salida que conocía estaba al otro lado del muro, la que cubrían los guerreros que habían aparecido.
- Es que… no sé bien por dónde ir…
- Pues empezamos a movernos, al menos será mejor que quedarnos parados - espetó mi amiga.
- ¿Y si nos perdemos? - el abuelo asintió.
- No creo, bordeamos y llegamos a donde estábamos antes con Elen.
- Las catacumbas de Lunargenta son grandes, jovencita. Podemos acabar en otro lugar diferente.
- Podría hacer pequeños “agujeros” entre los muros por los que podríamos ir más rápido a donde guardan el artefacto. - Comenté, mirando las paredes de piedra.
- ¿Y si se derrumban?
- No, porque no serán grandes, el peso de la estructura no se verá afectado. Eso sí, tendremos que ir agachados y en silencio. - Annie y el anciano asintieron. Luego, miré a Henry un segundo, antes de agazaparme frente a un muro y posar mi mano en la fría roca. Poco a poco, los ladrillos de piedra que lo formaban, fueron desplazándose lentamente hacia un lado, el suficiente para que yo pudiera pasar. Y si pasaba yo, con mi metro ochenta y cinco de altura, pasaban todos. - Annelise, colócate detrás para defender. Henry, protege al señor Zed. - Ordené y, a la cabeza del grupo, pasé al túnel contiguo, observando que no hubiera nadie por ahí. Con cuidado de no dañar el arco, salí del boquete y continué. Según Zed, estaba al otro lado de donde estaban los guerreros… tratando de orientarme, fui a la pared que estaba más cerca de donde estaban ellos, aunque sin modificar el túnel donde se encontraban, no quería llamar su atención. - ¿Por aquí cree que voy bien, Zed? - le pregunté antes de mover las piedras de esa pared.
El viejo pensó durante unos instantes, volviendo la mirada hacia atrás y hacia delante para asegurarse de que estábamos bien ubicados y asintió. Volví a repetir lo mismo, para darnos de bruces con otro túnel húmedo. Los ruidos de los guerreros se escuchaban bastante cerca, así que íbamos aún con mucho más cuidado.
Tras varios minutos dando vueltas por las catacumbas, y cada vez con menos ánimos de encontrar nada, el ruido de unos susurros hizo que me detuviera e hiciera una señal para para al resto. El chapoteo de nuestros pies en el suelo mojado podría delatarnos. Con cuidado me asomé por la esquina y, ¡por fin! Había dos soldados haciendo guardia frente a una puerta. ¿Sería ahí? Porque si no, qué más iban a vigilar… además vestían parecido a los que nos habían atacado. Así que, supuse que en esa sala es donde estaba el artefacto. Me giré de cara al grupo. - Hay vigilantes. ¿Es aquí? - Zed se asomó un poquito y retrocedió, asintiendo. Se notaba el miedo en su cara. Yo asentí y miré a mi amiga - Annie, distráeles. - Miré a Henry. No me gustaba trabajar con gente que no conocía, pero… tampoco iba a dejar que él vigilase. Si estaba aliado con ellos podría tendernos una trampa. - Tú vendrás conmigo. Después de todo, le dijiste a Elen que tenías un objetivo similar. Zed… - me dirigí al señor - será mejor que se esconda. Está muy débil para luchar. Nosotros nos encargaremos. - Miré al resto para ver si estaban de acuerdo antes de empezar con el plan. Y si no estaban de acuerdo... la que mandaba era yo. ¿Por qué? Porque sí, siempre había sido así y siempre lo sería. Era la que más experiencia tenía, que para algo era la Maestra Cazadora.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Me llevo la mano a la máscara y niego con la cabeza ante la decisión tomada por la señorita Elen y el señor Alister.
Los cementerios están llenos de héroes... Al menos, si que hay gente que obedece mi orden. -La señorita Elen tiene extraños poderes... y no dudaría del fuego del señor Alister. - respondo a la bruja de fuego con la que siento cierta afinidad por el elemento. -Aún así... no tiene sentido su sacrificio... - hago una mueca ocultada por mi máscara.
No me gustaba tener que deberle nada a nadie, y a ese par ya le debía un favor, no consideraría aquel acto como una deuda, pues había encontrado una alternativa más que viable.
Por otro lado miro el interesante dialogo entre el viejo senil y la doncella guerra con aires de grandeza, perdón... ¿he dicho interesante? Quería decir inútil. Quise intervenir para resaltar el pequeño, el minúsculo, el imperceptible hecho de que... ¡Teníamos una ruta al lado! No tenía sentido poner un muro arcano delante de un callejón sin salida, además, que estábamos justo en el lugar en el que habían sido despachados los primeros guardias a los que nos enfrentamos, aún podían olerse el dulce aroma de los cadáveres calcinados. Pero no, era más lógico creerse que eramos topos y hacer agujeros en la pared, como nos sobraba la magia para usarla en esas cosas... Al final no digo nada, dejo que la doncella guerrera siga con sus aires de grandeza y tenga la oportunidad de cavar túneles. Aunque no recibo con agrado la noticia de meterme en un sitio tan estrecho. Pero en fin, me pongo a seguir el asqueroso culo del viejo...
Como se tire una ventosidad convertiré este agujero en un maldito horno...
Avanzamos por el improvisado túnel, hasta que nos paramos en seco y podemos escuchar el murmullo de unos hombres.
Llega el momento de la acción...
Me dispongo a adelantarme para salir a hacer una barbacoa, pero la doncella guerrera me interrumpe y me comienza a dar ordenes ante mi cara de circunstancias.
-Nos no iría con usted ni loco, y eso que algo lo estoy. - niego con la cabeza. -En primer lugar no se ni como se llama, -enumero con mis dedos los motivos. - en segundo lugar su táctica ha sido cavar un túnel cuando teníamos una ruta despejada al lado nuestra; lo que ha provocado un desperdicio innecesario de energías, y en tercer lugar el pacto lo hice con la señorita Elen, no con vos, así que no tiene ninguna autoridad sobre nos.
Le miro fijamente a los ojos inflexible, mi vida a vivido más pesadillas que las que haya podido tener aquella señorita de papa, si piensa que voy a tenerle miedo a lo mejor creo el horno mucho antes; no tengo ningún tipo de reparos en eso. Tras unos momentos de tensión, la hago a un lado para salir del túnel.
Al ponerme de pie siento el alivio en la espalda, las manos y mis rodillas; ya no estoy hecho para esas cosas...
-Mmm... ¡Que alivio! - exclamo llamando apropósito la atención de los guardias. -¡Oh! ¡Vaya! - me acerco a ellos mientras rebusco entre mis bolsillos hasta encontrar dos aeros. - Tal vez ustedes me sepan indicar... verán... me he perdido... - sonrío de forma innecesaria pues con la máscara no pueden ver el gesto, al mismo tiempo que saco mis manos de mis bolsillos y las colocó detrás mía concentrándome en poner al rojo vivo los aeros.1
-¡Largo de aquí pordiosero! - grita uno de los centinelas apuntándome con su arma; aquello era una buena señal, no eran brujos. Lo que facilitaba mucho las cosas.
-¡Por favor señores! ¡Nos ha sido educado con ustedes! Podría pagarles por la información... - me acerco más a ellos, ya casi es la distancia adecuada.
-¡Que te largues! - gritaron y movieron amenazantes sus armas contra mi.
-¡Vale! - alzo las manos simulando sorpresa, pero lo que en realidad hago es soltar las monedas al rojo vivo contra ellos, guiándolas con mi telekinesis hacía sus gargantas.2
Las monedas vuelan con rapidez hasta su objetivo. Cuando el ardiente metal hace contacto con la frágil piel del cuello este se incrusta un poco en su piel. El gesto natural de los guardias es llevarse las manos a la garganta, como es normal, pero todo ello es parte del plan. Prendo ambas manos y las dirijo también hacia sus gargantas aprovechando el momento de confusión.3 Empujo sus manos, quemando las al mismo tiempo y empujando las monedas hacia dentro. El acto hace que caigan al suelo, y yo acompaño el movimiento, lo que facilita aún más las cosas. El tacto ardiente con mis manos hacen que aparten las suyas para intentar defenderse, pero eso sólo hace que tenga más facilidad para incrustar la moneda en sus traqueas. Me golpean tanto en la mascara como en el estomago y me retiro. Al hacerlo escucho las convulsiones y los fútiles intentos por respirar de los hombres. Dos golpes y dos monedas me parece un pago justo por sus vidas.
-Ven... dije que nos les pagaría... - les saqueo las bolsas que portan en sus cinturas y me reincorporo y me arreglo el pelo. -Cuando queráis podéis salir.- les grito antes de internarme en la gruta; no quiero darles la oportunidad de que me metan en otro angosto agujero.
Off:
1 y 3: Uso de mi habilidad de nivel 0 Fuego carmesí.
2: Uso de mi habilidad racial Telekinesis
Los cementerios están llenos de héroes... Al menos, si que hay gente que obedece mi orden. -La señorita Elen tiene extraños poderes... y no dudaría del fuego del señor Alister. - respondo a la bruja de fuego con la que siento cierta afinidad por el elemento. -Aún así... no tiene sentido su sacrificio... - hago una mueca ocultada por mi máscara.
No me gustaba tener que deberle nada a nadie, y a ese par ya le debía un favor, no consideraría aquel acto como una deuda, pues había encontrado una alternativa más que viable.
Por otro lado miro el interesante dialogo entre el viejo senil y la doncella guerra con aires de grandeza, perdón... ¿he dicho interesante? Quería decir inútil. Quise intervenir para resaltar el pequeño, el minúsculo, el imperceptible hecho de que... ¡Teníamos una ruta al lado! No tenía sentido poner un muro arcano delante de un callejón sin salida, además, que estábamos justo en el lugar en el que habían sido despachados los primeros guardias a los que nos enfrentamos, aún podían olerse el dulce aroma de los cadáveres calcinados. Pero no, era más lógico creerse que eramos topos y hacer agujeros en la pared, como nos sobraba la magia para usarla en esas cosas... Al final no digo nada, dejo que la doncella guerrera siga con sus aires de grandeza y tenga la oportunidad de cavar túneles. Aunque no recibo con agrado la noticia de meterme en un sitio tan estrecho. Pero en fin, me pongo a seguir el asqueroso culo del viejo...
Como se tire una ventosidad convertiré este agujero en un maldito horno...
Avanzamos por el improvisado túnel, hasta que nos paramos en seco y podemos escuchar el murmullo de unos hombres.
Llega el momento de la acción...
Me dispongo a adelantarme para salir a hacer una barbacoa, pero la doncella guerrera me interrumpe y me comienza a dar ordenes ante mi cara de circunstancias.
-Nos no iría con usted ni loco, y eso que algo lo estoy. - niego con la cabeza. -En primer lugar no se ni como se llama, -enumero con mis dedos los motivos. - en segundo lugar su táctica ha sido cavar un túnel cuando teníamos una ruta despejada al lado nuestra; lo que ha provocado un desperdicio innecesario de energías, y en tercer lugar el pacto lo hice con la señorita Elen, no con vos, así que no tiene ninguna autoridad sobre nos.
Le miro fijamente a los ojos inflexible, mi vida a vivido más pesadillas que las que haya podido tener aquella señorita de papa, si piensa que voy a tenerle miedo a lo mejor creo el horno mucho antes; no tengo ningún tipo de reparos en eso. Tras unos momentos de tensión, la hago a un lado para salir del túnel.
Al ponerme de pie siento el alivio en la espalda, las manos y mis rodillas; ya no estoy hecho para esas cosas...
-Mmm... ¡Que alivio! - exclamo llamando apropósito la atención de los guardias. -¡Oh! ¡Vaya! - me acerco a ellos mientras rebusco entre mis bolsillos hasta encontrar dos aeros. - Tal vez ustedes me sepan indicar... verán... me he perdido... - sonrío de forma innecesaria pues con la máscara no pueden ver el gesto, al mismo tiempo que saco mis manos de mis bolsillos y las colocó detrás mía concentrándome en poner al rojo vivo los aeros.1
-¡Largo de aquí pordiosero! - grita uno de los centinelas apuntándome con su arma; aquello era una buena señal, no eran brujos. Lo que facilitaba mucho las cosas.
-¡Por favor señores! ¡Nos ha sido educado con ustedes! Podría pagarles por la información... - me acerco más a ellos, ya casi es la distancia adecuada.
-¡Que te largues! - gritaron y movieron amenazantes sus armas contra mi.
-¡Vale! - alzo las manos simulando sorpresa, pero lo que en realidad hago es soltar las monedas al rojo vivo contra ellos, guiándolas con mi telekinesis hacía sus gargantas.2
Las monedas vuelan con rapidez hasta su objetivo. Cuando el ardiente metal hace contacto con la frágil piel del cuello este se incrusta un poco en su piel. El gesto natural de los guardias es llevarse las manos a la garganta, como es normal, pero todo ello es parte del plan. Prendo ambas manos y las dirijo también hacia sus gargantas aprovechando el momento de confusión.3 Empujo sus manos, quemando las al mismo tiempo y empujando las monedas hacia dentro. El acto hace que caigan al suelo, y yo acompaño el movimiento, lo que facilita aún más las cosas. El tacto ardiente con mis manos hacen que aparten las suyas para intentar defenderse, pero eso sólo hace que tenga más facilidad para incrustar la moneda en sus traqueas. Me golpean tanto en la mascara como en el estomago y me retiro. Al hacerlo escucho las convulsiones y los fútiles intentos por respirar de los hombres. Dos golpes y dos monedas me parece un pago justo por sus vidas.
-Ven... dije que nos les pagaría... - les saqueo las bolsas que portan en sus cinturas y me reincorporo y me arreglo el pelo. -Cuando queráis podéis salir.- les grito antes de internarme en la gruta; no quiero darles la oportunidad de que me metan en otro angosto agujero.
Off:
1 y 3: Uso de mi habilidad de nivel 0 Fuego carmesí.
2: Uso de mi habilidad racial Telekinesis
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Una vez cerrado el pasadizo secundario, por el cual uno a uno habían ido desapareciendo todos sus compañeros, los intensos ojos verdes de la vampira se clavaron en los de la hechicera enemiga, aquella que con su corrupta magia había dañado a una de las almas del medallón solar. A su lado, el dragón terminaba de adoptar su forma bestial y sacudía la cola cubierta de espinas a modo de amenaza, mientras sus alargadas pupilas de reptil buscaban el rostro de la centinela. No les hicieron falta palabras para entenderse, era hora de entrar en acción y eso era justamente lo que iban a hacer. - Haceos a un lado. - pensó la criatura de la noche, enviando el mensaje directamente a las dos aliadas que quedaban en pie.
Ambas obedecieron al momento, echándose hacia la izquierda y ocupándose de cortar el paso a los miembros del aquelarre que se acercaban por allí, con lo que los de la derecha pudieron avanzar unos metros y ganar espacio. - Adelante, pero recuerda… la bruja es mía. - musitó Elen, pasando el peso de un pie al otro y permitiéndose desviar la vista hacia el cazador. - Contaba con ello. - respondió Alister con voz grave, para acto seguido aumentar la temperatura de su cuerpo hasta que unas pequeñas llamas cubrieron su armadura natural de escamas. La de cabellos cenicientos se apartó un poco, consciente del daño que el fuego podía hacerle, y esperó, siguiendo con la mirada a su compañero, que emprendió la carrera a través del túnel y se valió de su cuerpo para embestir a los guerreros más cercanos.
Los huesos les crujieron al chocar contra el suelo tras el impacto, y volvieron a hacerlo en cuanto el alado los barrió con la cola, atravesando sus armaduras de cuero con las duras espinas y provocando que la tela empezase a arder. - Eso los mantendrá ocupados. - se dijo mentalmente la benjamina de los Calhoun, al tiempo que se entregaba a su elemento para hacerse prácticamente invisible. Con sus criaturas y el dragón ocupándose de la primera línea le tocaba a ella hace el resto, así que no lo dudó más, echó mano a la daga del cinturón y se preparó para pasar por entre sus aliados para alcanzar a la maga, que a todas luces parecía la más peligrosa del grupo.
Ágilmente, pero cuidando cada paso para que se escuchasen lo menos posible, la joven corrió pegada al muro de la izquierda para no toparse con las ardientes ascuas, y en cuanto sobrepasó a las almas del medallón éstas comenzaron a mostrar una mayor ferocidad en sus ataques, la habían sentido, sabían que se adelantaba por su cuenta y querían acompañarla en lo que sin duda, se convertiría en un baño de sangre. A pesar de lo tentador que podía resultar clavar su daga en cualquiera de aquellos desgraciados, la vampira siguió corriendo, esquivando por el camino a algunos de sus adversarios para dejárselos a los demás, tenía un objetivo muy claro… pero tampoco pensaba ir directamente hacia la hechicera.
No, una muerte rápida no bastaba para que pagase el daño que había causado a la sombra, debía sufrir, y antes de eso conseguiría que el miedo se apoderase de ella. Uno de los miembros del aquelarre aulló de dolor al sentir las garras de la criatura más alta rajándole el vientre de lado a lado, soltó el arma que blandía y trató en vano de mantener dentro de sí todos sus órganos, pero solo tardó unos segundos en desplomarse junto a otro cadáver al que le habían destrozado literalmente la garganta, arrebatándole incluso el derecho a gritar en sus últimos instantes. Así se las gastaban las almas del colgante, y aunque su forma de luchar podía resultar desagradable a la vista, era muy efectiva.
Pronto sus enemigos comenzaron a dudar al tenerlas en frente, y eso les costaría la vida. El dragón por su parte seguía aprovechando su ventaja física para imponerse, sin dejar supervivientes, pero de una forma mucho más limpia. Cuatro, cinco, seis, siete… uno tras otro los miembros de aquella secta que se dedicaba a la magia negra y a la nigromancia fueron cayendo, pero la bruja no permitió que nadie se retirase, con sus brillantes ojos rojos lanzaba una muda amenaza a cuantos se volvían hacia ella. Antes de que pudiesen perder la ventaja de la superioridad numérica alzó las manos y se concentró para crear dos esferas, del mismo tono morado oscuro que había usado antes.
Ambas salieron rápidamente disparadas en direcciones opuestas, una hacia el par de sombríos seres y la otra hacia el reptil, con la intención de causar todo el daño posible antes de que la vampira volviese a aparecer. Una de las oscuras aliadas de la joven gruñó, la había alcanzado por la espalda y al igual que le había pasado a la anterior, perdió las fuerzas hasta que su silueta se desdibujó por completo, convirtiéndola en una estela de humo negro que al regresar al artefacto, podría delatar la posición de su portadora. Alister también recibió el impacto mágico, pero su coraza natural lo protegió lo suficiente como para que no le doliese más de lo que le habría producido un choque con otro animal de su complexión, molestaba sí, pero tras recuperar el aliento podía seguir luchando.
Desde la cobertura que le proporcionaba su dominio sobre las sombras, Elen frunció el ceño y unió los labios en una mueca de rabia, aquella mujer acababa de colmar su paciencia, lo lamentaría. Antes de que la estela de humo revelase su situación, envainó la daga y unió las manos para concentrar su elemento en una esfera, que estalló de inmediato creando una densa niebla. - ¿Dónde estás? ¡Da la cara! - exigió la maga, con un deje de nerviosismo en la voz, el primer signo de debilidad que había mostrado hasta el momento. Lo único que la de cabellos negros recibió por respuesta fueron los quejidos de los suyos, seguido del inconfundible sonido de los cuerpos al desplomarse pesadamente.
Consciente de que estaba sola alzó las manos hacia el frente y permitió que su magia le envolviese los brazos, pero no tuvo tiempo de reaccionar, para cuando captó el leve movimiento por el rabillo del ojo ya era tarde. La vampira surgió de la oscuridad como un rayo y espada en mano, descargó con fuerza un tajo vertical que le seccionó los dedos de la diestra, causándole un dolor terrible. Sin darle tiempo, la hoja volvió a cortar el aire para emparejarle la otra, y entonces, con una maligna sonrisa en su rostro, devolvió el arma a su vaina. - ¿Qué te pasa bruja? ¿ya no puedes crear más orbes de esos? - preguntó, propinándole un contundente puñetazo en el rostro a la mujer mientras seguía en shock. Aquello le dolió a ella también, pero no importaba.
La criatura que había conseguido aguantar hasta el final se unió a su señora y observó con sus cuencas vacías a la maga, ansiosa por destrozarla. - Calma, no quiero que la abras en canal ni que la partas por la mitad… - soltó con total tranquilidad, como quien habla del tiempo. - Todavía no. - pensó, y el ser dejó escapar una breve risa, cargada de maldad. - Después de lo que ha hecho se ha ganado un trato especial. - prosiguió Elen en voz alta, girando alrededor de su víctima y dejando que unos lazos de sombra le atrapasen las piernas y los brazos, obligándola a arrodillarse. - ¿Alister estás bien? - inquirió, y solo unos segundos después el dragón, ya en su forma humana, se acercó a ellos.
- Estoy entero, no me puedo quejar. - contestó, apoyándose contra una de las paredes del túnel. - Bien, ahora me vas a indicar el camino hasta el lugar en que tenéis a los prisioneros y esa dichosa piedra que roba poderes, lo harás por las buenas o por las malas… tú eliges. - indicó, dejando que las sombras le envolviesen las manos dándoles el aspecto de garras. Al principio la bruja se mostró orgullosa, eso le costó lo suyo, sus gritos pronto resonaron por las catacumbas, luego se lo pensó mejor, intentó negociar, pero tampoco le funcionó, con lo que solo le quedó una opción, hablar con la vana esperanza de que no la matasen… tampoco le sirvió.
Una vez obtenida la información que quería, la de ojos verdes dejó que su creación se cobrase venganza por lo ocurrido, y cuando finalmente, después de chillar, patalear e implorar clemencia, la mujer exhaló su último aliento, se hizo el silencio. - Regresa al colgante, descansa y ayuda a las otras a que se recuperen. - ordenó, sin apartar la vista del cuerpo inerte de la morena, a la que apenas podrían reconocer después del final que había tenido. Solos de nuevo, la vampira y el dragón comenzaron a andar a través del húmedo pasadizo, sin cruzar palabra durante varios minutos a causa de los reproches que sin duda, Alister tenía en mente para hacerle.
Off: Alister utiliza su habilidad de nivel 5: escamas ígneas
Habilidad de nivel 3: Mimetización
Habilidad de nivel 2: Mundo de las sombras
Ambas obedecieron al momento, echándose hacia la izquierda y ocupándose de cortar el paso a los miembros del aquelarre que se acercaban por allí, con lo que los de la derecha pudieron avanzar unos metros y ganar espacio. - Adelante, pero recuerda… la bruja es mía. - musitó Elen, pasando el peso de un pie al otro y permitiéndose desviar la vista hacia el cazador. - Contaba con ello. - respondió Alister con voz grave, para acto seguido aumentar la temperatura de su cuerpo hasta que unas pequeñas llamas cubrieron su armadura natural de escamas. La de cabellos cenicientos se apartó un poco, consciente del daño que el fuego podía hacerle, y esperó, siguiendo con la mirada a su compañero, que emprendió la carrera a través del túnel y se valió de su cuerpo para embestir a los guerreros más cercanos.
Los huesos les crujieron al chocar contra el suelo tras el impacto, y volvieron a hacerlo en cuanto el alado los barrió con la cola, atravesando sus armaduras de cuero con las duras espinas y provocando que la tela empezase a arder. - Eso los mantendrá ocupados. - se dijo mentalmente la benjamina de los Calhoun, al tiempo que se entregaba a su elemento para hacerse prácticamente invisible. Con sus criaturas y el dragón ocupándose de la primera línea le tocaba a ella hace el resto, así que no lo dudó más, echó mano a la daga del cinturón y se preparó para pasar por entre sus aliados para alcanzar a la maga, que a todas luces parecía la más peligrosa del grupo.
Ágilmente, pero cuidando cada paso para que se escuchasen lo menos posible, la joven corrió pegada al muro de la izquierda para no toparse con las ardientes ascuas, y en cuanto sobrepasó a las almas del medallón éstas comenzaron a mostrar una mayor ferocidad en sus ataques, la habían sentido, sabían que se adelantaba por su cuenta y querían acompañarla en lo que sin duda, se convertiría en un baño de sangre. A pesar de lo tentador que podía resultar clavar su daga en cualquiera de aquellos desgraciados, la vampira siguió corriendo, esquivando por el camino a algunos de sus adversarios para dejárselos a los demás, tenía un objetivo muy claro… pero tampoco pensaba ir directamente hacia la hechicera.
No, una muerte rápida no bastaba para que pagase el daño que había causado a la sombra, debía sufrir, y antes de eso conseguiría que el miedo se apoderase de ella. Uno de los miembros del aquelarre aulló de dolor al sentir las garras de la criatura más alta rajándole el vientre de lado a lado, soltó el arma que blandía y trató en vano de mantener dentro de sí todos sus órganos, pero solo tardó unos segundos en desplomarse junto a otro cadáver al que le habían destrozado literalmente la garganta, arrebatándole incluso el derecho a gritar en sus últimos instantes. Así se las gastaban las almas del colgante, y aunque su forma de luchar podía resultar desagradable a la vista, era muy efectiva.
Pronto sus enemigos comenzaron a dudar al tenerlas en frente, y eso les costaría la vida. El dragón por su parte seguía aprovechando su ventaja física para imponerse, sin dejar supervivientes, pero de una forma mucho más limpia. Cuatro, cinco, seis, siete… uno tras otro los miembros de aquella secta que se dedicaba a la magia negra y a la nigromancia fueron cayendo, pero la bruja no permitió que nadie se retirase, con sus brillantes ojos rojos lanzaba una muda amenaza a cuantos se volvían hacia ella. Antes de que pudiesen perder la ventaja de la superioridad numérica alzó las manos y se concentró para crear dos esferas, del mismo tono morado oscuro que había usado antes.
Ambas salieron rápidamente disparadas en direcciones opuestas, una hacia el par de sombríos seres y la otra hacia el reptil, con la intención de causar todo el daño posible antes de que la vampira volviese a aparecer. Una de las oscuras aliadas de la joven gruñó, la había alcanzado por la espalda y al igual que le había pasado a la anterior, perdió las fuerzas hasta que su silueta se desdibujó por completo, convirtiéndola en una estela de humo negro que al regresar al artefacto, podría delatar la posición de su portadora. Alister también recibió el impacto mágico, pero su coraza natural lo protegió lo suficiente como para que no le doliese más de lo que le habría producido un choque con otro animal de su complexión, molestaba sí, pero tras recuperar el aliento podía seguir luchando.
Desde la cobertura que le proporcionaba su dominio sobre las sombras, Elen frunció el ceño y unió los labios en una mueca de rabia, aquella mujer acababa de colmar su paciencia, lo lamentaría. Antes de que la estela de humo revelase su situación, envainó la daga y unió las manos para concentrar su elemento en una esfera, que estalló de inmediato creando una densa niebla. - ¿Dónde estás? ¡Da la cara! - exigió la maga, con un deje de nerviosismo en la voz, el primer signo de debilidad que había mostrado hasta el momento. Lo único que la de cabellos negros recibió por respuesta fueron los quejidos de los suyos, seguido del inconfundible sonido de los cuerpos al desplomarse pesadamente.
Consciente de que estaba sola alzó las manos hacia el frente y permitió que su magia le envolviese los brazos, pero no tuvo tiempo de reaccionar, para cuando captó el leve movimiento por el rabillo del ojo ya era tarde. La vampira surgió de la oscuridad como un rayo y espada en mano, descargó con fuerza un tajo vertical que le seccionó los dedos de la diestra, causándole un dolor terrible. Sin darle tiempo, la hoja volvió a cortar el aire para emparejarle la otra, y entonces, con una maligna sonrisa en su rostro, devolvió el arma a su vaina. - ¿Qué te pasa bruja? ¿ya no puedes crear más orbes de esos? - preguntó, propinándole un contundente puñetazo en el rostro a la mujer mientras seguía en shock. Aquello le dolió a ella también, pero no importaba.
La criatura que había conseguido aguantar hasta el final se unió a su señora y observó con sus cuencas vacías a la maga, ansiosa por destrozarla. - Calma, no quiero que la abras en canal ni que la partas por la mitad… - soltó con total tranquilidad, como quien habla del tiempo. - Todavía no. - pensó, y el ser dejó escapar una breve risa, cargada de maldad. - Después de lo que ha hecho se ha ganado un trato especial. - prosiguió Elen en voz alta, girando alrededor de su víctima y dejando que unos lazos de sombra le atrapasen las piernas y los brazos, obligándola a arrodillarse. - ¿Alister estás bien? - inquirió, y solo unos segundos después el dragón, ya en su forma humana, se acercó a ellos.
- Estoy entero, no me puedo quejar. - contestó, apoyándose contra una de las paredes del túnel. - Bien, ahora me vas a indicar el camino hasta el lugar en que tenéis a los prisioneros y esa dichosa piedra que roba poderes, lo harás por las buenas o por las malas… tú eliges. - indicó, dejando que las sombras le envolviesen las manos dándoles el aspecto de garras. Al principio la bruja se mostró orgullosa, eso le costó lo suyo, sus gritos pronto resonaron por las catacumbas, luego se lo pensó mejor, intentó negociar, pero tampoco le funcionó, con lo que solo le quedó una opción, hablar con la vana esperanza de que no la matasen… tampoco le sirvió.
Una vez obtenida la información que quería, la de ojos verdes dejó que su creación se cobrase venganza por lo ocurrido, y cuando finalmente, después de chillar, patalear e implorar clemencia, la mujer exhaló su último aliento, se hizo el silencio. - Regresa al colgante, descansa y ayuda a las otras a que se recuperen. - ordenó, sin apartar la vista del cuerpo inerte de la morena, a la que apenas podrían reconocer después del final que había tenido. Solos de nuevo, la vampira y el dragón comenzaron a andar a través del húmedo pasadizo, sin cruzar palabra durante varios minutos a causa de los reproches que sin duda, Alister tenía en mente para hacerle.
Off: Alister utiliza su habilidad de nivel 5: escamas ígneas
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Elen Calhoun
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Pese a ser la Maestra Cazadora y tener a un buen ejército de seguidores a mis pies, tratar con gente no era mi punto fuerte. Y menos, si no había un contrato de por medio. Y con ese tipo estaba siendo más complicado. Los aires de superioridad que gastaba estaban empezando a hacer que me plantease enterrarlo vivo en alguno de los muros. Le lancé una mirada sentenciante cuando se puso a enumerarme los motivos para no obedecerme. ¡A mí! ¡A Cassandra Harrowmont! Puse los ojos en blanco y dejé escapar el aire cuando se perdió por la esquina y se puso a hablar con los guardias.
- Este tío es un poco gilipollas, ¿no? - asentí a lo que había dicho mi amiga. Y es que no éramos muy dadas a adaptarnos a los demás o a que nos dijeran “no” a algo. Nos sentaba bastante mal. - Pues venga, Cass, tú y yo. Si le pasa algo, que le den.
Y así lo hicimos. Ignorando al hombre de la máscara, ella y yo seguimos con el plan, dejando a Zed ahí. Hice un pequeño túnel y ambas pasamos. La sala era oscura, bastante. Pero mi amiga, pronto hizo uso de su poder para iluminar algo más el lugar. Era bastante frío. La tenue llama que salía de las manos de mi amiga, apenas se podía ver más allá de mis ojos.
- Ten cuidado, Ann, se supone que quitan los poderes a los brujos… - recordé, susurrando. Así que cargué mi arco y lo mantuve bajo, aunque con la flecha preparada. Pero nosotras solíamos pecar de soberbias y, aunque comenté que tuviéramos cuidado, dentro de nosotras aún pensábamos que “eso” no nos podía pasar. Íbamos creyéndonos que salvaríamos el día.
- Sí… - dijo, aunque yo sabía lo que pensaba. Lo mismo que yo.
Justo en ese momento vimos al tal Henry adentrarse en la gruta y le saludamos con la mano. - Hola de nuevo. - sonreí con cierta prepotencia. Nuestro plan había funcionado, aunque no esperábamos que el suyo también. Todos juntos, de nuevo, seguimos el camino oscuro, guiados por las voces del final del túnel. Ahí debían estar. - Con cuidado - volví a advertir.
- No sonrías tanto, mis ejércitos acabarán con la ayuda que haya traído ese viejo –comentó una voz bastante profunda. Resonaba con eco en los túneles.
- Ya veremos… - dijo Thomas, seguro de lo que había hecho su maestro.
- Por ahí - susurró Annie y volvió a imbuir sus manos en fuego. - Evitemos que use el dichoso artefacto - yo asentí, convencida. Éramos las maestras, podíamos con un tipo así. De quien no me fiaba un pelo era de Henry, pero, bueno… más no podíamos hacer, iba a seguirnos de todas formas y, cuantos más, mejor.
Tras la pared se encontraban los que habían mandado a esos soldados contra nosotros. Los que habían robado los poderes al viejo que esperaba fuera. Miré a los dos, desconfiando de Henry. - Como ha dicho Annelise, tenemos que hacer lo posible porque no use el aparatejo ese. Esta vez hazme caso. Si tienen prisioneros, rescátalos - le dije en tono borde a Henry. - Mi amiga y yo lucharemos, nos entendemos mejor que contigo y, aparte, no me fío de ti. - le recordé.
Después de haber dicho eso, hice una mueca y me preparé para salir, junto con mi amiga. Tras la pared, salí con calma al lugar donde estaban ellos, dejando a los que vigilaban el quillion, atónitos ante la llegada de alguien más. -¿¡quién eres!? No des un paso más. - gruñeron.
- Tenemos visita - comentó la voz que había escuchado antes, desde la oscuridad, esbozando una sonrisa.
- Una muy agradable - completé y seguí caminando.
- ¡Que no te muevas! - advirtieron de nuevo. Sólo eran tres. El resto estaban con Elen y Alister. Cuando dispararon, con mis manos creé una superficie redonda de piedra dura, un escudo que sujetaba con mis brazos, y que hizo que las flechas rebotaran.
- Más magia… poderosa magia - sonrió el chico de la oscuridad.
- ¡Cuidado! - inquirió Thomas, débil después del duro proceso.
- Ellos deberían tenerlo - como siempre, haciendo alarde de mi prepotencia. Di una patada en el suelo y frente a los soldados apareció un muro de tierra que se movía para aprisionarlos contra la pared. En ese momento apareció Annelise, que chocó sus manos y dos lenguas de fuego salieron en círculo hacia esos guerreros, que estallaron en gritos de dolor. Volvimos a sonreír con ciertos aires de grandeza, pero el hombre no eliminaba la sonrisa de la boca, tampoco.
Detrás de nosotras se podían escuchar varias voces: prisioneros. Estaban en otra sala. De ahí podía haberse escapado Zed, aunque no estábamos a eso en ese momento.
- Traedlas. - Detrás de él había otros dos hombres más, con pintas de guerreros del norte, bastante vastos. Salieron de la oscuridad y lanzaron unas gruesas cadenas a Annelise y a mí, para atraparlos. Casi me dio la risa cuando se enroscaron en torno a mi cuello. Las iba a partir con la magia. ¡Por favor! ¿Metal a mí? ¿Podían ser más ridículos? Pero… algo falló.
En la oscuridad se podía vislumbrar el tono fucsia de la piedra. Me sentía cansada y sí, pude desquebrajar la cadena, pero no era capaz de romperla del todo pese a que estaba poniendo mi empeño en ello.
- ¿Qué os pasa, brujas? ¿Os sentís raras? - caí al suelo de un tirón. No… no… no… no podíamos permitir eso. El hombre salió de entre la penumbra, mostrando la marca oscura que llevaba en la cara, y esa horrible sonrisa de superioridad. En sus manos estaba el quillion, abierto.
Pero no iba a rendirme, no así. Y no iba a permitir que un idiota como ese me convirtiera en una humana normal. Ni de coña. Cuando el tipo que me sujetaba se acercó le hice un barrido con la pierna, tirándolo al suelo y golpeando su cuello. Era grande, pero yo también. Le arrebaté la cadena, me solté y se la lancé al que sujetaba el artefacto. Pero no iba a usar la cadena como arma, solo como distracción. En cuanto fue a esquivarla, aun sin perder la sonrisita, cargué el arco y le disparé. La primera flecha le golpeó en el hombro, haciendo que soltase un quejido de dolor. No iba a esperar mucho más. Volví a disparar, de nuevo. Esta vez, en el cuello, consiguiendo que cayera al suelo y soltase la piedra.
Annelise, por su parte, se había revuelto de quien la llevaba sujeta, haciendo uso de sus poderes pese a estar agotada por la influencia del quillion. Rápidamente corrió a cerrarlo, respirando entrecortadamente, como si hubiera hecho el mayor de los esfuerzos. El líder del grupo, quien había intentado usar el artefacto con nosotras, no había muerto aun, pero sus respiraciones mostraban que se estaba ahogando con su propia sangre. El quillion estaba cerrado, por ahora no nos arrebataría más nuestra magia, pero no sabía exactamente qué hacer con él. Me agaché para cogerlo y me quedé observándolo un momento. - Elen dijo que lo destruyéramos, ¿creéis que debemos hacerlo? - miré a Annie y lo comenté en voz alta para que Henry pudiera decirme algo, pues no sabía dónde se encontraba.
El hombre que antes lo había usado, trataba de decir algo, aunque ininteligible. Le ignoré y seguí mirando el artefacto. Tal vez pudiéramos llevarlo al Hekshold…
off: habilidad tensai de tierra - racial.
sorry henry, mi personaje es bastante prepotente y chula n_n" y su amiga, igual.
- Este tío es un poco gilipollas, ¿no? - asentí a lo que había dicho mi amiga. Y es que no éramos muy dadas a adaptarnos a los demás o a que nos dijeran “no” a algo. Nos sentaba bastante mal. - Pues venga, Cass, tú y yo. Si le pasa algo, que le den.
Y así lo hicimos. Ignorando al hombre de la máscara, ella y yo seguimos con el plan, dejando a Zed ahí. Hice un pequeño túnel y ambas pasamos. La sala era oscura, bastante. Pero mi amiga, pronto hizo uso de su poder para iluminar algo más el lugar. Era bastante frío. La tenue llama que salía de las manos de mi amiga, apenas se podía ver más allá de mis ojos.
- Ten cuidado, Ann, se supone que quitan los poderes a los brujos… - recordé, susurrando. Así que cargué mi arco y lo mantuve bajo, aunque con la flecha preparada. Pero nosotras solíamos pecar de soberbias y, aunque comenté que tuviéramos cuidado, dentro de nosotras aún pensábamos que “eso” no nos podía pasar. Íbamos creyéndonos que salvaríamos el día.
- Sí… - dijo, aunque yo sabía lo que pensaba. Lo mismo que yo.
Justo en ese momento vimos al tal Henry adentrarse en la gruta y le saludamos con la mano. - Hola de nuevo. - sonreí con cierta prepotencia. Nuestro plan había funcionado, aunque no esperábamos que el suyo también. Todos juntos, de nuevo, seguimos el camino oscuro, guiados por las voces del final del túnel. Ahí debían estar. - Con cuidado - volví a advertir.
- No sonrías tanto, mis ejércitos acabarán con la ayuda que haya traído ese viejo –comentó una voz bastante profunda. Resonaba con eco en los túneles.
- Ya veremos… - dijo Thomas, seguro de lo que había hecho su maestro.
- Por ahí - susurró Annie y volvió a imbuir sus manos en fuego. - Evitemos que use el dichoso artefacto - yo asentí, convencida. Éramos las maestras, podíamos con un tipo así. De quien no me fiaba un pelo era de Henry, pero, bueno… más no podíamos hacer, iba a seguirnos de todas formas y, cuantos más, mejor.
Tras la pared se encontraban los que habían mandado a esos soldados contra nosotros. Los que habían robado los poderes al viejo que esperaba fuera. Miré a los dos, desconfiando de Henry. - Como ha dicho Annelise, tenemos que hacer lo posible porque no use el aparatejo ese. Esta vez hazme caso. Si tienen prisioneros, rescátalos - le dije en tono borde a Henry. - Mi amiga y yo lucharemos, nos entendemos mejor que contigo y, aparte, no me fío de ti. - le recordé.
Después de haber dicho eso, hice una mueca y me preparé para salir, junto con mi amiga. Tras la pared, salí con calma al lugar donde estaban ellos, dejando a los que vigilaban el quillion, atónitos ante la llegada de alguien más. -¿¡quién eres!? No des un paso más. - gruñeron.
- Tenemos visita - comentó la voz que había escuchado antes, desde la oscuridad, esbozando una sonrisa.
- Una muy agradable - completé y seguí caminando.
- ¡Que no te muevas! - advirtieron de nuevo. Sólo eran tres. El resto estaban con Elen y Alister. Cuando dispararon, con mis manos creé una superficie redonda de piedra dura, un escudo que sujetaba con mis brazos, y que hizo que las flechas rebotaran.
- Más magia… poderosa magia - sonrió el chico de la oscuridad.
- ¡Cuidado! - inquirió Thomas, débil después del duro proceso.
- Ellos deberían tenerlo - como siempre, haciendo alarde de mi prepotencia. Di una patada en el suelo y frente a los soldados apareció un muro de tierra que se movía para aprisionarlos contra la pared. En ese momento apareció Annelise, que chocó sus manos y dos lenguas de fuego salieron en círculo hacia esos guerreros, que estallaron en gritos de dolor. Volvimos a sonreír con ciertos aires de grandeza, pero el hombre no eliminaba la sonrisa de la boca, tampoco.
Detrás de nosotras se podían escuchar varias voces: prisioneros. Estaban en otra sala. De ahí podía haberse escapado Zed, aunque no estábamos a eso en ese momento.
- Traedlas. - Detrás de él había otros dos hombres más, con pintas de guerreros del norte, bastante vastos. Salieron de la oscuridad y lanzaron unas gruesas cadenas a Annelise y a mí, para atraparlos. Casi me dio la risa cuando se enroscaron en torno a mi cuello. Las iba a partir con la magia. ¡Por favor! ¿Metal a mí? ¿Podían ser más ridículos? Pero… algo falló.
En la oscuridad se podía vislumbrar el tono fucsia de la piedra. Me sentía cansada y sí, pude desquebrajar la cadena, pero no era capaz de romperla del todo pese a que estaba poniendo mi empeño en ello.
- ¿Qué os pasa, brujas? ¿Os sentís raras? - caí al suelo de un tirón. No… no… no… no podíamos permitir eso. El hombre salió de entre la penumbra, mostrando la marca oscura que llevaba en la cara, y esa horrible sonrisa de superioridad. En sus manos estaba el quillion, abierto.
Pero no iba a rendirme, no así. Y no iba a permitir que un idiota como ese me convirtiera en una humana normal. Ni de coña. Cuando el tipo que me sujetaba se acercó le hice un barrido con la pierna, tirándolo al suelo y golpeando su cuello. Era grande, pero yo también. Le arrebaté la cadena, me solté y se la lancé al que sujetaba el artefacto. Pero no iba a usar la cadena como arma, solo como distracción. En cuanto fue a esquivarla, aun sin perder la sonrisita, cargué el arco y le disparé. La primera flecha le golpeó en el hombro, haciendo que soltase un quejido de dolor. No iba a esperar mucho más. Volví a disparar, de nuevo. Esta vez, en el cuello, consiguiendo que cayera al suelo y soltase la piedra.
Annelise, por su parte, se había revuelto de quien la llevaba sujeta, haciendo uso de sus poderes pese a estar agotada por la influencia del quillion. Rápidamente corrió a cerrarlo, respirando entrecortadamente, como si hubiera hecho el mayor de los esfuerzos. El líder del grupo, quien había intentado usar el artefacto con nosotras, no había muerto aun, pero sus respiraciones mostraban que se estaba ahogando con su propia sangre. El quillion estaba cerrado, por ahora no nos arrebataría más nuestra magia, pero no sabía exactamente qué hacer con él. Me agaché para cogerlo y me quedé observándolo un momento. - Elen dijo que lo destruyéramos, ¿creéis que debemos hacerlo? - miré a Annie y lo comenté en voz alta para que Henry pudiera decirme algo, pues no sabía dónde se encontraba.
El hombre que antes lo había usado, trataba de decir algo, aunque ininteligible. Le ignoré y seguí mirando el artefacto. Tal vez pudiéramos llevarlo al Hekshold…
off: habilidad tensai de tierra - racial.
sorry henry, mi personaje es bastante prepotente y chula n_n" y su amiga, igual.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
-Hola de nuevo señoritas topo. - hago una burlesca reverencia. Solía llevarme bien con las mujeres, pero ese par era insufrible, no se, puede que se parecieran demasiado a mi. - Es lo primero sensato que decís, debería aplaudiros.- le respondo en un susurro cauteloso debido a la situación.
Una voz nos sorprende, con los distintos planes del enemigo, lo que hace que las alertas se disparen; sobretodo si llevamos a una mujer antorcha encendida.
-Pero apaga el fuego... - ya era extraño que yo dijera eso... Comenzaba a ser consciente de que me había unido al grupo de las suicidas, así era muy difícil hacerse el loco, el listón estaba demasiado alto. - Usted no comprende el lenguaje de nos, ¿verdad señorita topo? - la fulmino con la mirada ante la llegada de más ordenes absurdas. -Nos intentará ser más... claro y usar su jerga... Me importan una mierda los prisioneros, ustedes y sus ordenes; yo he venido simplemente para matar a una persona, ¿está más claro así? - hago un aplaudo sordo ante la brillantes de la mujer. -Grandioso, no se fía de mi, no tiene porque hacerlo y que lo haga nos es indiferente; no estamos en el mismo bando ni compartimos los mismos objetivos señorita, no se que locura le ha dado a imaginar que esto era una alianza... - de nada valía, salieron de forma suicida pese a mis palabras . Empiezo a creer que son sordas.
Así pues me acomodo en el improvisado escondite. Los prisioneros no me importan, ya lo había dicho, y bueno quería disfrutar del "espectáculo".
-Lógico... A una persona con un artefacto tan poderoso, que seguramente requiera de un gran poder para utilizarlo... a una persona como esa se le ataca de frente y con un letrero que reza "¡Estoy aquí!" - doy un largo suspiro. -Novatas...
Pero para mis sorpresa, las mujeres hacen un buen papel contra los enemigos carentes de magia, pero hay algo que me escama...
-Hay demasiado personas no mágicas para algo relacionado con la magia negra... y....- estudio a los combatientes mientras pienso en voz alto. -Para nada esto puede considerarse un ejercito... Ni siquiera lo que nos recibió en nuestra entrada a este lugar...
Las expertas en túneles se ven sorprendidas por una extrañas cadenas que me recuerdan a los collares que encontré en e orfanato. El hombre ríe hasta que la situación da la vuelta y las desconocidas consiguen liberarse y contraatacar. Y el gran villano cayó con tan solo dos flechas; todo es demasiado decepcionante de no ser por el terrible presentimiento que se estaba formando en mi estomago.
Pues sinceramente me gustaría quedármelo; por razones académicas por supuesto... Sin dudar, era un artefacto interesante que de saber como utilizarlo podrían hacerse mil maravillas... Pero no era el momento de pensar en eso, era mucho más prudente preocuparse por el extraño susurro del agonizante líder.
De la nada, una explosión oscura surge del cuerpo del caído, llevándose por delante a las dos doncellas guerras haciendo que rodaran por el suelo. El cuerpo del líder ahora levita envuelto por una aura negra, y el artefacto comienza a levitar a su lado al mismo tiempo que se abre.
Y ahí está el verdadero poder del villano...
De los costados, surgen más brujos con elementos oscuros implantados en su piel que cobran cierta vida, ¿será eso la fuerza y el poder del Aquelarre del que he oído hablar?
Una terrorífica risa, que hace que se me ericen los pelos de la nuca, retumba por la caverna.
-¿De verdad pensabais que iba a ser tan fácil? - las flechas salen solas de su cuerpo y caen al suelo sin dejar en él ninguna herida.
Estábamos sentenciados, y cuando las matarán a ella iría yo, de eso no había ninguna duda, no soy tan iluso como para no saber que con un poder así no sabría de mi presencia. Salgo del escondite y mediante mi telekinesis alcanzo a obtener una daga de los guerreros caídos1. Me acerco a la desconocida del arco que aún intenta recuperarse del golpe, su amiga está inconsciente a unos metros.
-Señora topo, me temo que si queréis vivir vais a tener que confiar en algo básico... - coloco el filo contra su garganta mientras le susurro. - En la consonancia lógica de nuestros deseos, el salir de aquí con vida y con el rostro sin marcar.
-¡Vaya! ¡Por fin salió el ratoncito de su escondite! - la gutural y poderosa voz de aquel hombre retumbaba en cada rincón. -¡Y para mi suerte es otro mago! Eso está bien, hoy recibiré más alimento.
Le sostengo la mirada.
-Señor Henry si no le importa. - le corrijo sin quedarme corto; los modales ante todo. - ¿Cómo debería dirigirme a vos?
- ¡Oh! Perdón "señor Henry" - se burla secundado por el coro de risas de sus allegados mientras sigue acercándose. - Mis muchachos lo recordarán cuando lo pongamos en su lápida.
Hago una mueca.
-Mmm... a nos no le gustan las lapidas. - niego con la cabeza. - Y a vos no le conviene que yo ocupe una, ¿usted sabe bien por qué?.
Hay una pequeña pausa que hace que el hombre detenga su avance.
-¡Claro que me conviene! Una vez te saque toda tu magia por supuesto... - arrastra las palabras mientras acerca peligrosamente a nosotros el artefacto; puedo notar claramente su poder pero debo mantenerme firme.
-En verdad sabe que no, ¿por qué me miente? Si piensa que así va a conseguir un trato mejor se está equivocando. - le miro desafiante esperando que poner en duda su inteligencia le haga cometer un fallo.
Me sopesa con la mirada mientras vuelve a detener tanto su avance como el de su peligroso objeto.
-¿Por qué no me conviene?
-Vale... veo que quiere jugar a hacerse el desinformado...- niego con la cabeza desesperado. -Sabe perfectamente que vengo a negociar, por eso le traigo un rehén del cual pueda extraer la magia.
Las risas de todos retumban por la caverna.
-¡Si esperabas librarte con es estupidez me has decepcionado! ¡Viejo imbécil! ¿Vienes a ofrecerme algo que ya tenía?
Las risas vuelven a resonar.
-¡Por favor! ¡Al final pensare que vos no tiene ninguna noción de los negocios! - me hago el indignado, puede que apretando demás el cuchillo en el cuello de la mujer; mis pequeñas venganzas personales e inconscientes. - Estas mujeres son sólo una muestra para probar la calidad del producto. Pues si son de su gusto, nos podría traerle veinte como estas. ¿O acaso pensaba que un mercader viaja siempre cargando con su mercancía más valiosa sin tener un acuerdo cerrado?
Vuelve a hacer un silencio suscitado por el interés de la propuesta.
Señorita Elen... espero que se esté dando prisa... se me acaban las ideas...
- ¿Y qué querría a cambio? ¿Señor mercader? - el tono a cambiado, han mordido el anzuelo, sin duda la oferta es generosa y la calidad del producto ha sido demostrada con creces.
-Lo que quiere todo brujo de bien, sin duda... - lo miro fijamente a los ojos. -Un poder nunca visto, ¿he venido al sitio adecuado?
-Comenzará a tenerlo cuando traiga el producto... - sonríe y vuelve acercarse esgrimiendo el Quillión - Y como muestra del acuerdo comenzaré consumiendo el poder del "producto de prueba"...
Tiro de la mujer para apartarla, tanto a ella como a mi, del objeto ante la furiosa mirada del líder.
-Estas jugando demasiado con mi paciencia mercader... - la ira es palpable, no puedo alargar más esa charla estéril.
-La mercancía se prueba cuando hay una garantía de pago y vos no habéis ofrecido nada.
Esto comenzaba a ser más personal que antes. No sólo había puesto en peligro a mi hijo, sino que ahora intenta timarme, ¡A mi!
- ¿¡Y si te doy tu cabeza como garantía!? ¡Estúpido! - su poder comienza a desbordarse e intuyo que se dispone a atacar.
-Lo siento, no hay trato.
Alargo la mano y produzco la más potente llamarada de la que soy capaz2 para, valiéndome de la oscuridad del lugar poder cegar a mi enemigo durante unos instantes. A parte, lanzó el cuchillo hacía el individuo liberando así a mi presa; ya no tenía sentido seguir con la farsa.
-Le toca señora topo.
Aprovechando su movimiento busco colocarme en una posición más ventajosa desde la cual defenderme, mientras espero que en cualquier momento aparezcan las terribles sombra y la maestría asesina de mi amiga la vampiresa y el inestimable fuego de mi mejor amigo.
Una voz nos sorprende, con los distintos planes del enemigo, lo que hace que las alertas se disparen; sobretodo si llevamos a una mujer antorcha encendida.
-Pero apaga el fuego... - ya era extraño que yo dijera eso... Comenzaba a ser consciente de que me había unido al grupo de las suicidas, así era muy difícil hacerse el loco, el listón estaba demasiado alto. - Usted no comprende el lenguaje de nos, ¿verdad señorita topo? - la fulmino con la mirada ante la llegada de más ordenes absurdas. -Nos intentará ser más... claro y usar su jerga... Me importan una mierda los prisioneros, ustedes y sus ordenes; yo he venido simplemente para matar a una persona, ¿está más claro así? - hago un aplaudo sordo ante la brillantes de la mujer. -Grandioso, no se fía de mi, no tiene porque hacerlo y que lo haga nos es indiferente; no estamos en el mismo bando ni compartimos los mismos objetivos señorita, no se que locura le ha dado a imaginar que esto era una alianza... - de nada valía, salieron de forma suicida pese a mis palabras . Empiezo a creer que son sordas.
Así pues me acomodo en el improvisado escondite. Los prisioneros no me importan, ya lo había dicho, y bueno quería disfrutar del "espectáculo".
-Lógico... A una persona con un artefacto tan poderoso, que seguramente requiera de un gran poder para utilizarlo... a una persona como esa se le ataca de frente y con un letrero que reza "¡Estoy aquí!" - doy un largo suspiro. -Novatas...
Pero para mis sorpresa, las mujeres hacen un buen papel contra los enemigos carentes de magia, pero hay algo que me escama...
-Hay demasiado personas no mágicas para algo relacionado con la magia negra... y....- estudio a los combatientes mientras pienso en voz alto. -Para nada esto puede considerarse un ejercito... Ni siquiera lo que nos recibió en nuestra entrada a este lugar...
Las expertas en túneles se ven sorprendidas por una extrañas cadenas que me recuerdan a los collares que encontré en e orfanato. El hombre ríe hasta que la situación da la vuelta y las desconocidas consiguen liberarse y contraatacar. Y el gran villano cayó con tan solo dos flechas; todo es demasiado decepcionante de no ser por el terrible presentimiento que se estaba formando en mi estomago.
Pues sinceramente me gustaría quedármelo; por razones académicas por supuesto... Sin dudar, era un artefacto interesante que de saber como utilizarlo podrían hacerse mil maravillas... Pero no era el momento de pensar en eso, era mucho más prudente preocuparse por el extraño susurro del agonizante líder.
De la nada, una explosión oscura surge del cuerpo del caído, llevándose por delante a las dos doncellas guerras haciendo que rodaran por el suelo. El cuerpo del líder ahora levita envuelto por una aura negra, y el artefacto comienza a levitar a su lado al mismo tiempo que se abre.
Y ahí está el verdadero poder del villano...
De los costados, surgen más brujos con elementos oscuros implantados en su piel que cobran cierta vida, ¿será eso la fuerza y el poder del Aquelarre del que he oído hablar?
Una terrorífica risa, que hace que se me ericen los pelos de la nuca, retumba por la caverna.
-¿De verdad pensabais que iba a ser tan fácil? - las flechas salen solas de su cuerpo y caen al suelo sin dejar en él ninguna herida.
Estábamos sentenciados, y cuando las matarán a ella iría yo, de eso no había ninguna duda, no soy tan iluso como para no saber que con un poder así no sabría de mi presencia. Salgo del escondite y mediante mi telekinesis alcanzo a obtener una daga de los guerreros caídos1. Me acerco a la desconocida del arco que aún intenta recuperarse del golpe, su amiga está inconsciente a unos metros.
-Señora topo, me temo que si queréis vivir vais a tener que confiar en algo básico... - coloco el filo contra su garganta mientras le susurro. - En la consonancia lógica de nuestros deseos, el salir de aquí con vida y con el rostro sin marcar.
-¡Vaya! ¡Por fin salió el ratoncito de su escondite! - la gutural y poderosa voz de aquel hombre retumbaba en cada rincón. -¡Y para mi suerte es otro mago! Eso está bien, hoy recibiré más alimento.
Le sostengo la mirada.
-Señor Henry si no le importa. - le corrijo sin quedarme corto; los modales ante todo. - ¿Cómo debería dirigirme a vos?
- ¡Oh! Perdón "señor Henry" - se burla secundado por el coro de risas de sus allegados mientras sigue acercándose. - Mis muchachos lo recordarán cuando lo pongamos en su lápida.
Hago una mueca.
-Mmm... a nos no le gustan las lapidas. - niego con la cabeza. - Y a vos no le conviene que yo ocupe una, ¿usted sabe bien por qué?.
Hay una pequeña pausa que hace que el hombre detenga su avance.
-¡Claro que me conviene! Una vez te saque toda tu magia por supuesto... - arrastra las palabras mientras acerca peligrosamente a nosotros el artefacto; puedo notar claramente su poder pero debo mantenerme firme.
-En verdad sabe que no, ¿por qué me miente? Si piensa que así va a conseguir un trato mejor se está equivocando. - le miro desafiante esperando que poner en duda su inteligencia le haga cometer un fallo.
Me sopesa con la mirada mientras vuelve a detener tanto su avance como el de su peligroso objeto.
-¿Por qué no me conviene?
-Vale... veo que quiere jugar a hacerse el desinformado...- niego con la cabeza desesperado. -Sabe perfectamente que vengo a negociar, por eso le traigo un rehén del cual pueda extraer la magia.
Las risas de todos retumban por la caverna.
-¡Si esperabas librarte con es estupidez me has decepcionado! ¡Viejo imbécil! ¿Vienes a ofrecerme algo que ya tenía?
Las risas vuelven a resonar.
-¡Por favor! ¡Al final pensare que vos no tiene ninguna noción de los negocios! - me hago el indignado, puede que apretando demás el cuchillo en el cuello de la mujer; mis pequeñas venganzas personales e inconscientes. - Estas mujeres son sólo una muestra para probar la calidad del producto. Pues si son de su gusto, nos podría traerle veinte como estas. ¿O acaso pensaba que un mercader viaja siempre cargando con su mercancía más valiosa sin tener un acuerdo cerrado?
Vuelve a hacer un silencio suscitado por el interés de la propuesta.
Señorita Elen... espero que se esté dando prisa... se me acaban las ideas...
- ¿Y qué querría a cambio? ¿Señor mercader? - el tono a cambiado, han mordido el anzuelo, sin duda la oferta es generosa y la calidad del producto ha sido demostrada con creces.
-Lo que quiere todo brujo de bien, sin duda... - lo miro fijamente a los ojos. -Un poder nunca visto, ¿he venido al sitio adecuado?
-Comenzará a tenerlo cuando traiga el producto... - sonríe y vuelve acercarse esgrimiendo el Quillión - Y como muestra del acuerdo comenzaré consumiendo el poder del "producto de prueba"...
Tiro de la mujer para apartarla, tanto a ella como a mi, del objeto ante la furiosa mirada del líder.
-Estas jugando demasiado con mi paciencia mercader... - la ira es palpable, no puedo alargar más esa charla estéril.
-La mercancía se prueba cuando hay una garantía de pago y vos no habéis ofrecido nada.
Esto comenzaba a ser más personal que antes. No sólo había puesto en peligro a mi hijo, sino que ahora intenta timarme, ¡A mi!
- ¿¡Y si te doy tu cabeza como garantía!? ¡Estúpido! - su poder comienza a desbordarse e intuyo que se dispone a atacar.
-Lo siento, no hay trato.
Alargo la mano y produzco la más potente llamarada de la que soy capaz2 para, valiéndome de la oscuridad del lugar poder cegar a mi enemigo durante unos instantes. A parte, lanzó el cuchillo hacía el individuo liberando así a mi presa; ya no tenía sentido seguir con la farsa.
-Le toca señora topo.
Aprovechando su movimiento busco colocarme en una posición más ventajosa desde la cual defenderme, mientras espero que en cualquier momento aparezcan las terribles sombra y la maestría asesina de mi amiga la vampiresa y el inestimable fuego de mi mejor amigo.
- Off:
- 1: Uso de mi habilidad racial "Telekinesis"
2: Uso de mi habilidad nivel 0 "Fuego Carmesí"
Cassandra, no tengo ningún problema con tu personalidad ^^. Pero... no tienes en cuenta la propia personalidad de Rumpel, que es por así decirlo parecida y en los dos últimos posts lo has estado moviendo demasiado en acciones que él no hubiese hecho, como ejemplo meterse en el túnel. Creo que al menos deberías haberme consultado un poco o haberte interesado en ver como es de verdad la personalidad de Rumpel, basicamente un yo yo yo yo. Se que, teniendo un personaje que más o menos comparte eso, comprenderás que los actos que le pusiste, de haber sido al contrario no te hubiesen cuadrado. En este post me he tomado una "pequeña venganza" aunque más o menos la situación lo justifica un poco. De todas formas, si algo te molesta dímelo y modifico. Saludos ^^
Rumpel
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Siguiendo la ruta que la hechicera les había revelado antes de morir, la benjamina de los Calhoun llegó hasta el final del pasadizo en que habían luchado contra los guardias del aquelarre y giró a la derecha, entrando en otro ligeramente más estrecho, en cuyo suelo comenzaron a aparecer charcos de agua y probablemente otras cosas. A lo lejos se podía escuchar los chillidos de las ratas, que correteaban libremente por las catacumbas en busca de alimento y escondite. El olor parecía empeorar con cada nuevo túnel en que se metían, lo mismo que el ambiente, que poco a poco se iba volviendo húmedo e incómodo.
En sus rostros se podía ver que aquel paseo por los bajos fondos de Lunargenta no les estaba resultando nada agradable, menos aun cuando los pesados pasos del dragón los obligaron a ir más despacio para tratar de hacer el menor ruido posible. - Ya deberíamos estar cerca. - susurró, justo antes de doblar una esquina y encontrar dos cuerpos tirados en el suelo. La mujer no había mentido, pocos tendrían la voluntad para hacerlo en la situación en que se encontraba, estaban ante la segunda barrera de defensa y por lo que podían ver, sus aliados ya habían pasado por allí. - Esto es obra de Henry seguro. - comentó, tras ver las marcas que dos monedas al rojo vivo habían dejado al hundirse en las gargantas de aquel par de desgraciados.
- ¡Lo consiguieron! - exclamó Zed, asomando la cabeza por un extraño agujero. No cabía duda de que Cassandra era la responsable de aquello, probablemente lo hubiese utilizado para abrirse camino sin ir directamente hacia el enemigo. El mago salió a su encuentro y los miró con cierto asombro, después de ver la injusta pelea a la que se dirigían, al menos en lo referente al número de integrantes por bando, esperaba encontrarlos heridos o al menos visiblemente cansados tras el esfuerzo, pero ambos parecían estar bien, una suerte que los encontrase en su camino. - ¿Por qué te han dejado aquí? - inquirió Alister, que captaba los aromas de sus aliados alejándose por una de las grutas.
- Ya no necesitaban que los guiase y en mi situación actual solo podía serles un estorbo, además ya tenían bastante con discutir entre ellos para ponerse de acuerdo acerca del plan a seguir. - explicó el anciano, mientras se sacudía las ropas. - Eso no me gusta, si no colaboran alguien podría salir herido. - intervino Elen, instantes antes de empezar a escuchar lo que sin duda debía ser un conflicto. - Vamos. - instó, acelerando el paso e internándose en túnel del que provenía el ruido. - ¡Esperad por favor! Mis amigos siguen atrapados, os lo ruego, ayudadme a liberarlos antes de ir a por esos delincuentes. - pidió casi de inmediato, tomando el antebrazo de la joven entre sus temblorosas manos.
Zed tenía miedo, no solo de que hubiesen iniciado el proceso con otro de los cautivos sino de las represalias que pudiesen haber tomado contra ellos por haber colaborado para que escapase. Durante unos segundos la vampira sopesó sus opciones, la destrucción del quillion era de vital importancia, pero tener a tantos civiles allí abajo podría complicar las cosas y limitarlos a la hora de luchar, quizá fuese mejor sacarlos de las catacumbas y confiar en que el resto del equipo se encargase de la piedra. - Está bien, llévanos hasta ellos, rápido. - cedió, con lo que el brujo pudo respirar aliviado, por fin cumpliría su palabra.
- ¡Por aquí! - indicó con emoción, echándose a correr a través de la gruta tan rápido como podía. La sala en que mantenían a los rehenes no estaba lejos de la de extracciones, solo tuvieron que desviarse hacia la izquierda en una de las intersecciones para llegar hasta su puerta, custodiada por dos guardias. Desde la oscuridad del túnel, Elen extendió unos afilados lazos de sombra y los lanzó contra el par de vigilantes, atravesándoles las gargantas antes de que pudiesen gritar o advertir a nadie más de su llegada. Sus cuerpos cayeron lentamente, quedando uno tumbado frente a la oxidada entrada y el otro apoyado contra el muro.
El viejo, que se había colocado detrás de ellos para no incordiar, adelantó a la de ojos verdes y se agachó junto a uno de los cadáveres, arrebatándole el pequeño manojo de llaves que colgaba de su cinturón y pasando por encima del muerto para llegar hasta la cerradura. - ¡He vuelto! ¡Os vamos a sacar de aquí! - exclamó, provocando gran revuelo dentro de la celda. - ¡Zed! Gracias a los dioses, no sabíamos si lo habrías logrado. - soltó un hombre de mediana edad, el primero en acercarse a los barrotes. Una vez abierta la dichosa puerta los demás se apresuraron a abandonar la habitación, algunos sollozando, otros incapaces de creer que aquello estuviese pasando de verdad. - ¿Y Thomas? ¿Dónde está? - preguntó el anciano, preocupado. - Lo golpearon y se lo llevaron, a estas alturas ya deben haber absorbido casi todo su poder. - le reveló el hechicero, antes de reparar en el par de acompañantes que había traído consigo.
- ¿Quiénes son? - quiso saber, pero solo unos segundos después negó con la cabeza. - No importa, te han ayudado a rescatarnos, gracias, ahora tenemos que irnos. - dijo, haciendo una leve inclinación de cabeza en dirección a los extraños. Elen extendió sus sombras hacia los grilletes que los mantenían cautivos y fue destrozándolos, dándoles la libertad y permitiendo que pudiese volver a usar sus poderes. - No podemos dejar que toda esta gente vague por los túneles, Alister acompáñalos hasta la superficie y espérame allí, yo iré a asegurarme de que los demás estén bien. - instó, antes de cruzar una mirada con el mago. - Quizá haya algún modo de devolverte tu magia antes de destruir la piedra, si quieres intentarlo ven conmigo. - ofreció, para acto seguido girar sobre sus talones y emprender el camino que llevaba hasta la sala de extracciones, de la cual seguía llegando bastante ruido.
Lo que la benjamina de los Calhoun encontró a su llegada fue algo caótico, pudo ver el quillion y a Thomas aún sentado en la silla, atado de piernas y brazos con gruesas correas mientras sus aliados y los miembros del aquelarre luchaban. Sin perder tiempo, concentró sus sombras hasta que éstas crearon una copia de sí misma pero totalmente oscura, que no dudó en abalanzarse sobre los enemigos más cercanos con la misma fiereza que habría mostrado ella. Daga en mano la de cabellos cenicientos irrumpió en la sala justo detrás de su Doppelgänger, avanzando con rapidez hacia su primer objetivo para rebanarle la garganta.
Off: No especifico nada sobre vuestra situación por si se dan cambios.
Habilidad: Doppelgänger
En sus rostros se podía ver que aquel paseo por los bajos fondos de Lunargenta no les estaba resultando nada agradable, menos aun cuando los pesados pasos del dragón los obligaron a ir más despacio para tratar de hacer el menor ruido posible. - Ya deberíamos estar cerca. - susurró, justo antes de doblar una esquina y encontrar dos cuerpos tirados en el suelo. La mujer no había mentido, pocos tendrían la voluntad para hacerlo en la situación en que se encontraba, estaban ante la segunda barrera de defensa y por lo que podían ver, sus aliados ya habían pasado por allí. - Esto es obra de Henry seguro. - comentó, tras ver las marcas que dos monedas al rojo vivo habían dejado al hundirse en las gargantas de aquel par de desgraciados.
- ¡Lo consiguieron! - exclamó Zed, asomando la cabeza por un extraño agujero. No cabía duda de que Cassandra era la responsable de aquello, probablemente lo hubiese utilizado para abrirse camino sin ir directamente hacia el enemigo. El mago salió a su encuentro y los miró con cierto asombro, después de ver la injusta pelea a la que se dirigían, al menos en lo referente al número de integrantes por bando, esperaba encontrarlos heridos o al menos visiblemente cansados tras el esfuerzo, pero ambos parecían estar bien, una suerte que los encontrase en su camino. - ¿Por qué te han dejado aquí? - inquirió Alister, que captaba los aromas de sus aliados alejándose por una de las grutas.
- Ya no necesitaban que los guiase y en mi situación actual solo podía serles un estorbo, además ya tenían bastante con discutir entre ellos para ponerse de acuerdo acerca del plan a seguir. - explicó el anciano, mientras se sacudía las ropas. - Eso no me gusta, si no colaboran alguien podría salir herido. - intervino Elen, instantes antes de empezar a escuchar lo que sin duda debía ser un conflicto. - Vamos. - instó, acelerando el paso e internándose en túnel del que provenía el ruido. - ¡Esperad por favor! Mis amigos siguen atrapados, os lo ruego, ayudadme a liberarlos antes de ir a por esos delincuentes. - pidió casi de inmediato, tomando el antebrazo de la joven entre sus temblorosas manos.
Zed tenía miedo, no solo de que hubiesen iniciado el proceso con otro de los cautivos sino de las represalias que pudiesen haber tomado contra ellos por haber colaborado para que escapase. Durante unos segundos la vampira sopesó sus opciones, la destrucción del quillion era de vital importancia, pero tener a tantos civiles allí abajo podría complicar las cosas y limitarlos a la hora de luchar, quizá fuese mejor sacarlos de las catacumbas y confiar en que el resto del equipo se encargase de la piedra. - Está bien, llévanos hasta ellos, rápido. - cedió, con lo que el brujo pudo respirar aliviado, por fin cumpliría su palabra.
- ¡Por aquí! - indicó con emoción, echándose a correr a través de la gruta tan rápido como podía. La sala en que mantenían a los rehenes no estaba lejos de la de extracciones, solo tuvieron que desviarse hacia la izquierda en una de las intersecciones para llegar hasta su puerta, custodiada por dos guardias. Desde la oscuridad del túnel, Elen extendió unos afilados lazos de sombra y los lanzó contra el par de vigilantes, atravesándoles las gargantas antes de que pudiesen gritar o advertir a nadie más de su llegada. Sus cuerpos cayeron lentamente, quedando uno tumbado frente a la oxidada entrada y el otro apoyado contra el muro.
El viejo, que se había colocado detrás de ellos para no incordiar, adelantó a la de ojos verdes y se agachó junto a uno de los cadáveres, arrebatándole el pequeño manojo de llaves que colgaba de su cinturón y pasando por encima del muerto para llegar hasta la cerradura. - ¡He vuelto! ¡Os vamos a sacar de aquí! - exclamó, provocando gran revuelo dentro de la celda. - ¡Zed! Gracias a los dioses, no sabíamos si lo habrías logrado. - soltó un hombre de mediana edad, el primero en acercarse a los barrotes. Una vez abierta la dichosa puerta los demás se apresuraron a abandonar la habitación, algunos sollozando, otros incapaces de creer que aquello estuviese pasando de verdad. - ¿Y Thomas? ¿Dónde está? - preguntó el anciano, preocupado. - Lo golpearon y se lo llevaron, a estas alturas ya deben haber absorbido casi todo su poder. - le reveló el hechicero, antes de reparar en el par de acompañantes que había traído consigo.
- ¿Quiénes son? - quiso saber, pero solo unos segundos después negó con la cabeza. - No importa, te han ayudado a rescatarnos, gracias, ahora tenemos que irnos. - dijo, haciendo una leve inclinación de cabeza en dirección a los extraños. Elen extendió sus sombras hacia los grilletes que los mantenían cautivos y fue destrozándolos, dándoles la libertad y permitiendo que pudiese volver a usar sus poderes. - No podemos dejar que toda esta gente vague por los túneles, Alister acompáñalos hasta la superficie y espérame allí, yo iré a asegurarme de que los demás estén bien. - instó, antes de cruzar una mirada con el mago. - Quizá haya algún modo de devolverte tu magia antes de destruir la piedra, si quieres intentarlo ven conmigo. - ofreció, para acto seguido girar sobre sus talones y emprender el camino que llevaba hasta la sala de extracciones, de la cual seguía llegando bastante ruido.
Lo que la benjamina de los Calhoun encontró a su llegada fue algo caótico, pudo ver el quillion y a Thomas aún sentado en la silla, atado de piernas y brazos con gruesas correas mientras sus aliados y los miembros del aquelarre luchaban. Sin perder tiempo, concentró sus sombras hasta que éstas crearon una copia de sí misma pero totalmente oscura, que no dudó en abalanzarse sobre los enemigos más cercanos con la misma fiereza que habría mostrado ella. Daga en mano la de cabellos cenicientos irrumpió en la sala justo detrás de su Doppelgänger, avanzando con rapidez hacia su primer objetivo para rebanarle la garganta.
Off: No especifico nada sobre vuestra situación por si se dan cambios.
Habilidad: Doppelgänger
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
¡Qué fácil parecía todo! Si las cosas fueran así siempre… Nada más habíamos tenido que pelear contra tres soldados que no tenían ni magia. Y el que sí la tenía… pues había muerto pronto. ¡Si es que somos las mejores! O eso pensábamos Annie y yo cuando teníamos el artefacto en nuestras manos, ya cerrado. Las cacerías con vampiros eran más difíciles, en ocasiones. Pero esto había sido pan comido, así que estábamos bastante contentas con el hecho de haber solucionado todo solitas, sin la ayuda de ese mentecato molesto. Ahora sólo nos faltaba saber qué hacer con el quillion.
- Yo opino que es mejor que sí lo destruyamos. Haz caso a Elen. - repuso mi amiga, bastante asustada con el poder de ese cacharro. Pero yo dudaba bastante con esa opción. A lo mejor era mejor llevarlo al Palacio de los Vientos o al Hekshold para investigarlo. Ese artefacto era demasiado peligroso. ¿Y si lo destruíamos y el daño era peor? No conocíamos qué hacía exactamente, o cómo funcionaba. Aparte de saber que robaba los poderes a los brujos, poco más conocíamos.
Con superioridad le eché una mirada al otro brujo - ¿has liberado a los prisioneros? - pregunté de malas formas, a sabiendas de que, posiblemente, se había quedado escondido por ahí. Al menos, eso pensaba yo, que lo veía como un cobarde.
Seguía contemplando el quillion tan ensimismada que apenas me di cuenta de que el poder iba más allá de lo que creíamos. Pronto, todos a los que habíamos derribado se alzaron en pie, de nuevo, pero portando el poder de la magia.
- ¡No… no… no…! - gritaba Thomas. Ambas alzamos la vista, justo para encontrarnos con el percal. Pero no nos dio tiempo a reaccionar de forma rápida, ya que cuando se levantó el que portaba el quillion, de primeras, salimos volando hacia atrás. Annelise se golpeó la cabeza de una forma bastante fuerte, ya que cayó debajo de mí, y perdió el conocimiento. En cuanto pude moverme traté de ayudarla, pero era imposible. Me llevé la mano a la cabeza. Me había dado un buen golpe… estaba confusa. Apenas me moví y noté el frío filo del metal en mi cuello, y la estúpida voz de nuestro acompañante. ¡Lo sabía! ¡Sabía que no tenía que fiarme de él!
- Hijo de puta… - susurré de mala gana. La cercanía que había tenido yo con el quillion había hecho mella en mis poderes. No era capaz de moldear la hoja, ni de hacerla volar, ni de… nada, en realidad. Bastante tenía con estar de pie. Miré de reojo a Annie, seguía en el suelo sin poder moverse, y el resto de soldados, aquellos que parecían unos inútiles, ahora estaban portando sus armas hacia nosotros.
Como si de un cacho de carne se tratase, ese desgraciado estaba intentando venderme al hombre que ahora sujetaba, de nuevo, el quillion. - ¡Tú eres retrasado o qué te pasa! - alcancé a gritar, y traté de forcejear. Por suerte para mí, que estaba recuperando del todo la lucidez, fue rápido. Tras un intento de negociación estúpido, Rumpel lanzó una llamarada, y también la daga. Justo en el momento en que el filo se apartó de mi piel traté de darle una patada en la espinilla al brujo, por desgraciado. Pero, aunque desease rebanarle la garganta a él también, teníamos que centrarnos en los que habían despertado tras la magia del quillion. Mis poderes volvían a fluir de nuevo, lo notaba. Rumpel me había apartado del radio de efecto del artefacto. Tenía que aprovecharlo… y, por supuesto, lo aproveché.
Ojalá hubiera destruido las catacumbas, pero sabía por experiencia que eso traía consecuencias negativas. La armadura de quien tenía delante de mí, sus guanteletes, sus botas… cualquier cosa de metal que tuvieran me sirvió para pegarlos contra la pared, a todos los que estaban a mi vista, inmovilizándolos.
Unas sombras aparecieron en la entrada, pude verlas de reojo: Elen. Habían llegado los refuerzos, ¡por fin! Pero yo me mantuve concentrada en hacer que el hierro se convirtiera en la prisión de quien tenía enfrente. Le hice soltar el artefacto mágico. No lo debería usar más. No ahora que estaba pegado a la fría pared de ladrillos, a la espera de su destino. El que merecía.
Me deleitaban los gritos de los que habían quedado atrapados por su armadura. Aunque fueran muy útiles para varias situaciones, no lo eran tanto para defenderse de alguien como yo.
- Vais a morir, valientes cerdos… - musité, muy enfadada, agarrotando mis dedos para potenciar la habilidad, quedándolos atrapados en la pared. Miré a Elen, de reojo, buscando su mirada. Tenía que acabar con todos los que pudiera. Los ladrillos empezaron a volverse arenosos alrededor de sus cabezas, quería enterrarlos vivos mientras la vampiresa les rebanaba la garganta. Iban a ser pasto de las ratas ahí debajo
off: uso de la habilidad de nivel 1: magenitsmo
off 2: perdon por la tardanza, los viajes veraniegos... y el creer que no me tocaba a mi n__n
- Yo opino que es mejor que sí lo destruyamos. Haz caso a Elen. - repuso mi amiga, bastante asustada con el poder de ese cacharro. Pero yo dudaba bastante con esa opción. A lo mejor era mejor llevarlo al Palacio de los Vientos o al Hekshold para investigarlo. Ese artefacto era demasiado peligroso. ¿Y si lo destruíamos y el daño era peor? No conocíamos qué hacía exactamente, o cómo funcionaba. Aparte de saber que robaba los poderes a los brujos, poco más conocíamos.
Con superioridad le eché una mirada al otro brujo - ¿has liberado a los prisioneros? - pregunté de malas formas, a sabiendas de que, posiblemente, se había quedado escondido por ahí. Al menos, eso pensaba yo, que lo veía como un cobarde.
Seguía contemplando el quillion tan ensimismada que apenas me di cuenta de que el poder iba más allá de lo que creíamos. Pronto, todos a los que habíamos derribado se alzaron en pie, de nuevo, pero portando el poder de la magia.
- ¡No… no… no…! - gritaba Thomas. Ambas alzamos la vista, justo para encontrarnos con el percal. Pero no nos dio tiempo a reaccionar de forma rápida, ya que cuando se levantó el que portaba el quillion, de primeras, salimos volando hacia atrás. Annelise se golpeó la cabeza de una forma bastante fuerte, ya que cayó debajo de mí, y perdió el conocimiento. En cuanto pude moverme traté de ayudarla, pero era imposible. Me llevé la mano a la cabeza. Me había dado un buen golpe… estaba confusa. Apenas me moví y noté el frío filo del metal en mi cuello, y la estúpida voz de nuestro acompañante. ¡Lo sabía! ¡Sabía que no tenía que fiarme de él!
- Hijo de puta… - susurré de mala gana. La cercanía que había tenido yo con el quillion había hecho mella en mis poderes. No era capaz de moldear la hoja, ni de hacerla volar, ni de… nada, en realidad. Bastante tenía con estar de pie. Miré de reojo a Annie, seguía en el suelo sin poder moverse, y el resto de soldados, aquellos que parecían unos inútiles, ahora estaban portando sus armas hacia nosotros.
Como si de un cacho de carne se tratase, ese desgraciado estaba intentando venderme al hombre que ahora sujetaba, de nuevo, el quillion. - ¡Tú eres retrasado o qué te pasa! - alcancé a gritar, y traté de forcejear. Por suerte para mí, que estaba recuperando del todo la lucidez, fue rápido. Tras un intento de negociación estúpido, Rumpel lanzó una llamarada, y también la daga. Justo en el momento en que el filo se apartó de mi piel traté de darle una patada en la espinilla al brujo, por desgraciado. Pero, aunque desease rebanarle la garganta a él también, teníamos que centrarnos en los que habían despertado tras la magia del quillion. Mis poderes volvían a fluir de nuevo, lo notaba. Rumpel me había apartado del radio de efecto del artefacto. Tenía que aprovecharlo… y, por supuesto, lo aproveché.
Ojalá hubiera destruido las catacumbas, pero sabía por experiencia que eso traía consecuencias negativas. La armadura de quien tenía delante de mí, sus guanteletes, sus botas… cualquier cosa de metal que tuvieran me sirvió para pegarlos contra la pared, a todos los que estaban a mi vista, inmovilizándolos.
Unas sombras aparecieron en la entrada, pude verlas de reojo: Elen. Habían llegado los refuerzos, ¡por fin! Pero yo me mantuve concentrada en hacer que el hierro se convirtiera en la prisión de quien tenía enfrente. Le hice soltar el artefacto mágico. No lo debería usar más. No ahora que estaba pegado a la fría pared de ladrillos, a la espera de su destino. El que merecía.
Me deleitaban los gritos de los que habían quedado atrapados por su armadura. Aunque fueran muy útiles para varias situaciones, no lo eran tanto para defenderse de alguien como yo.
- Vais a morir, valientes cerdos… - musité, muy enfadada, agarrotando mis dedos para potenciar la habilidad, quedándolos atrapados en la pared. Miré a Elen, de reojo, buscando su mirada. Tenía que acabar con todos los que pudiera. Los ladrillos empezaron a volverse arenosos alrededor de sus cabezas, quería enterrarlos vivos mientras la vampiresa les rebanaba la garganta. Iban a ser pasto de las ratas ahí debajo
off: uso de la habilidad de nivel 1: magenitsmo
off 2: perdon por la tardanza, los viajes veraniegos... y el creer que no me tocaba a mi n__n
Cassandra C. Harrowmont
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
La escena se vuelve caótica en la plena lucha de poderes. Los prisioneros comienzan a salir en masa de las celdas. Algunos se unen a la batalla usando sus poderes mágicos, mientras que otros se centran en huir; seguramente ellos ya carezcan de magia. Aquel factor fue el desequilibrante que hizo que nuestros enemigos pasaran de tener todas las cartas a no tener ninguna. Por ello, viendo la poca necesidad de mi aportación opté por sentarme y mirar el espectáculo; dejaré que otros con más motivación se diviertan con estos pobres sujetos.
Bien es cierto que venía a hacerles pagar por el intento de secuestro de mi primogénito, pero viendo el fervor de las dos mujeres prefiero no interponerme, puede que luego tuviera cierta satisfacción. Señora topo se centró en aprisionar a los hombres dentro de sus armaduras creándoles una angosta cárcel que se iba empequeñeciendo moliendo sus huesos, mientras que las sombras de Elen campaban a sus anchas creando un mar de sangre, dolor y gritos; al igual que su dueña.
A mi lado percibo un movimiento, la amiga de la señora topo comienza a despertarse.
-Buenos días señorita, si no se da prisa se perderá la fiesta. - le dirijo una sonrisa y dejo que siga recuperándose; aunque se muy bien que mi saludo no será tomado a bien.
Los siervos del extraño hombre caen como moscas mientras esté intenta huir con el artefacto, pero en mi pequeña venganza no le voy a dejar ir. Localizo la daga de antes y mediante mi telekinesis la dirijo a la cuerda que sujeta la verja destinada a sellar la salida elegida por el objetivo. La cuerda no tarda en ser cortada y el hierro cae taponando la salida en los mismísimos morros de enemigo.
-Deberías haber negociado mejor... La muerte que iba a ofrecerte seguramente hubiese sido más... placentera... - digo en un pequeño susurro mirando divertido la desesperación del hombre que golpea la verja sin éxito. -Mmmm... creo que necesito un buen baño, ¿no crees? - le pregunto sin ningún motivo aparente a la amiga de la señora topo.
Me levanto y palmeo mis piernas dando un suspiro.
-Bueno ahora llega la hora de los heroes y el agradecimiento de las victimas, cosas de las que nos no gusta. Despídete de Elen por nos, por favor.
Tras dejar el recado, doy media vuelta y inicio el camino de regreso que me permita acercarme a la posada con baños más cercana; no soporto este hedor.
Bien es cierto que venía a hacerles pagar por el intento de secuestro de mi primogénito, pero viendo el fervor de las dos mujeres prefiero no interponerme, puede que luego tuviera cierta satisfacción. Señora topo se centró en aprisionar a los hombres dentro de sus armaduras creándoles una angosta cárcel que se iba empequeñeciendo moliendo sus huesos, mientras que las sombras de Elen campaban a sus anchas creando un mar de sangre, dolor y gritos; al igual que su dueña.
A mi lado percibo un movimiento, la amiga de la señora topo comienza a despertarse.
-Buenos días señorita, si no se da prisa se perderá la fiesta. - le dirijo una sonrisa y dejo que siga recuperándose; aunque se muy bien que mi saludo no será tomado a bien.
Los siervos del extraño hombre caen como moscas mientras esté intenta huir con el artefacto, pero en mi pequeña venganza no le voy a dejar ir. Localizo la daga de antes y mediante mi telekinesis la dirijo a la cuerda que sujeta la verja destinada a sellar la salida elegida por el objetivo. La cuerda no tarda en ser cortada y el hierro cae taponando la salida en los mismísimos morros de enemigo.
-Deberías haber negociado mejor... La muerte que iba a ofrecerte seguramente hubiese sido más... placentera... - digo en un pequeño susurro mirando divertido la desesperación del hombre que golpea la verja sin éxito. -Mmmm... creo que necesito un buen baño, ¿no crees? - le pregunto sin ningún motivo aparente a la amiga de la señora topo.
Me levanto y palmeo mis piernas dando un suspiro.
-Bueno ahora llega la hora de los heroes y el agradecimiento de las victimas, cosas de las que nos no gusta. Despídete de Elen por nos, por favor.
Tras dejar el recado, doy media vuelta y inicio el camino de regreso que me permita acercarme a la posada con baños más cercana; no soporto este hedor.
Rumpel
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
Mientras el Doppelgänger avanzaba por la parte izquierda de la sala, corriendo a toda prisa hacia los indefensos miembros de la secta a los que Cassandra había pegado a la pared gracias a sus poderes, la vampira se centró en quitarse de en medio a uno de los hombres y llegar hasta la silla en que Thomas seguía retenido. Sin tiempo que perder optó por cortar las correas directamente, consciente de que si quería luchar con tranquilidad debía despejar la estancia, lo que la ayudaría a ahorrarse con ello algún que otro daño colateral. - Sal de aquí, Zed está en el pasillo, esperadnos allí. - ordenó, tomando el brazo del muchacho para ayudarlo a incorporarse, luego tendría que salir por su cuenta.
Una vez hecho esto pudo centrarse en el enemigo, levantando un muro de sombras y estampándolo contra los hechiceros que tenía más cerca de su posición. Dos perdieron el equilibrio a causa del impacto, dando con sus huesos contra el suelo instantes antes de que algo los atravesase, a uno en el vientre y al otro en el pecho. Cuando la barrera se desvaneció pudieron ver los negros lazos que les habían herido mortalmente, y como estos provenían de la espalda de la de ojos verdes. El más afortunado de ellos murió segundos después, pero al otro le aguardaban un par de minutos de dolorosa agonía antes de desangrarse por completo.
Ignorando su sufrimiento, Elen siguió avanzando hacia su siguiente adversario, un brujo que a diferencia de los otros, tuvo oportunidad de utilizar su elemento. La ardiente bola de fuego pasó a escasos centímetros de la centinela, que alcanzó a agacharse justo a tiempo para evitar que el proyectil quemase su delicada piel. Con la fría expresión que mostraría cualquier asesino experimentado, la benjamina de los Calhoun cruzó la sala y disfrazó su próximo ataque con una ilusión, consiguiendo que el mago intentase proteger uno de sus costados en vez del frente. La daga cortó el aire y se hundió en el rostro del desdichado, atravesando la mejilla y dañando gravemente toda la boca. Con eso ya no se atrevería a formular ningún hechizo más, pero por si acaso, extrajo el arma y la deslizó por su garganta, apartándose de aquel individuo y de la sangre, que cada vez se volvía más tentadora para ella.
- Tengo que acabar con esto pronto. - pensó, alegrándose de que su oscura copia estuviese haciendo mella entre los sectarios a base de feroces ataques. La de cabellos cenicientos respiró hondo y dejó que su cuerpo actuase por instinto, entrando en estado de frenesí, hecho que la empujó a matar al resto de miembros del aquelarre de forma rápida, aunque no tan limpiamente como hubiesen deseado. Ya solo quedaban aquellos a los que la cazadora parecía querer enterrar vivos en la pared, cosa que por supuesto, le dejaría terminar con toda la calma del mundo. Cansada por el desgaste físico y de energías que el combate había supuesto, la vampira se apoyó en uno de los muebles durante unos segundos, dándose un respiro antes de acercarse al Quillion, que yacía en el suelo.
Estaba cerrado, algo que les vendría bien, el problema era no saber cómo revertir sus efectos para devolver lo robado tanto a Zed como a Thomas y al resto de prisioneros. - ¿Valdrá con destruirlo o se perderá la magia si lo hago? - preguntó en un susurro, poco antes de darse cuenta de que Henry se había marchado sin despedirse. Elen supuso que al haber cumplido su objetivo nada lo ataba a aquel asqueroso lugar, pero al menos podría haberla avisado, a fin de cuentas eran aliados. Dejando escapar un suspiro de resignación, y dando por hecho que Cass podría terminar la labor sin problemas, dirigió sus pasos hacia la entrada de la sala, tendiendo su ensangrentada mano a Annie para que la tomase de apoyo y pudiese incorporarse, eso si quería claro.
Todavía no olvidaba la desconfianza de la hechicera hacia los de su raza, pero sin importar la decisión que tomase, aceptar su gesto o rechazarlo, en cuanto estuviese de pie la centinela seguiría su camino hacia el pasillo, entregando el artefacto a Zed. - Tú ya no tienes magia, no debería causarte ningún daño aunque lo abras. - comentó, cruzando los brazos sobre el pecho y quedando a la espera de que el anciano reaccionase. Después de pensárselo durante unos instantes, el mago retiró la cobertura que tapaba la piedra y se atrevió a tocarla, sintiendo de inmediato todo el flujo de energía que había allí dentro. - Mis poderes, puedo percibirlos. - dijo sorprendido, al tiempo que las yemas de los dedos que tenía en contacto con la violácea roca empezaban a brillar.
- Intenta reclamarlos, atraerlos hacia ti, quizá con eso puedas recuperarlos. - lo animó la joven, y si aquello llegaba a funcionar entonces permitiría que Thomas hiciese lo mismo antes de dejar el artefacto en manos de Alister para que lo carbonizase.
Off: Elen utiliza sus habilidades de Espectro de la noche y Frenesí sangriento.
Una vez hecho esto pudo centrarse en el enemigo, levantando un muro de sombras y estampándolo contra los hechiceros que tenía más cerca de su posición. Dos perdieron el equilibrio a causa del impacto, dando con sus huesos contra el suelo instantes antes de que algo los atravesase, a uno en el vientre y al otro en el pecho. Cuando la barrera se desvaneció pudieron ver los negros lazos que les habían herido mortalmente, y como estos provenían de la espalda de la de ojos verdes. El más afortunado de ellos murió segundos después, pero al otro le aguardaban un par de minutos de dolorosa agonía antes de desangrarse por completo.
Ignorando su sufrimiento, Elen siguió avanzando hacia su siguiente adversario, un brujo que a diferencia de los otros, tuvo oportunidad de utilizar su elemento. La ardiente bola de fuego pasó a escasos centímetros de la centinela, que alcanzó a agacharse justo a tiempo para evitar que el proyectil quemase su delicada piel. Con la fría expresión que mostraría cualquier asesino experimentado, la benjamina de los Calhoun cruzó la sala y disfrazó su próximo ataque con una ilusión, consiguiendo que el mago intentase proteger uno de sus costados en vez del frente. La daga cortó el aire y se hundió en el rostro del desdichado, atravesando la mejilla y dañando gravemente toda la boca. Con eso ya no se atrevería a formular ningún hechizo más, pero por si acaso, extrajo el arma y la deslizó por su garganta, apartándose de aquel individuo y de la sangre, que cada vez se volvía más tentadora para ella.
- Tengo que acabar con esto pronto. - pensó, alegrándose de que su oscura copia estuviese haciendo mella entre los sectarios a base de feroces ataques. La de cabellos cenicientos respiró hondo y dejó que su cuerpo actuase por instinto, entrando en estado de frenesí, hecho que la empujó a matar al resto de miembros del aquelarre de forma rápida, aunque no tan limpiamente como hubiesen deseado. Ya solo quedaban aquellos a los que la cazadora parecía querer enterrar vivos en la pared, cosa que por supuesto, le dejaría terminar con toda la calma del mundo. Cansada por el desgaste físico y de energías que el combate había supuesto, la vampira se apoyó en uno de los muebles durante unos segundos, dándose un respiro antes de acercarse al Quillion, que yacía en el suelo.
Estaba cerrado, algo que les vendría bien, el problema era no saber cómo revertir sus efectos para devolver lo robado tanto a Zed como a Thomas y al resto de prisioneros. - ¿Valdrá con destruirlo o se perderá la magia si lo hago? - preguntó en un susurro, poco antes de darse cuenta de que Henry se había marchado sin despedirse. Elen supuso que al haber cumplido su objetivo nada lo ataba a aquel asqueroso lugar, pero al menos podría haberla avisado, a fin de cuentas eran aliados. Dejando escapar un suspiro de resignación, y dando por hecho que Cass podría terminar la labor sin problemas, dirigió sus pasos hacia la entrada de la sala, tendiendo su ensangrentada mano a Annie para que la tomase de apoyo y pudiese incorporarse, eso si quería claro.
Todavía no olvidaba la desconfianza de la hechicera hacia los de su raza, pero sin importar la decisión que tomase, aceptar su gesto o rechazarlo, en cuanto estuviese de pie la centinela seguiría su camino hacia el pasillo, entregando el artefacto a Zed. - Tú ya no tienes magia, no debería causarte ningún daño aunque lo abras. - comentó, cruzando los brazos sobre el pecho y quedando a la espera de que el anciano reaccionase. Después de pensárselo durante unos instantes, el mago retiró la cobertura que tapaba la piedra y se atrevió a tocarla, sintiendo de inmediato todo el flujo de energía que había allí dentro. - Mis poderes, puedo percibirlos. - dijo sorprendido, al tiempo que las yemas de los dedos que tenía en contacto con la violácea roca empezaban a brillar.
- Intenta reclamarlos, atraerlos hacia ti, quizá con eso puedas recuperarlos. - lo animó la joven, y si aquello llegaba a funcionar entonces permitiría que Thomas hiciese lo mismo antes de dejar el artefacto en manos de Alister para que lo carbonizase.
Off: Elen utiliza sus habilidades de Espectro de la noche y Frenesí sangriento.
Elen Calhoun
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