[Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
- ¡Elen! - grité al verla, pero sin dejar de prestar atención a mis poderes, con los que estaba aprisionando a los soldados que podía. Quería matarlos. Habían osado intentar hacernos daño. La vampiresa, con sus poderes, hizo lo propio con los que quedaban, convirtiendo la estancia en un charco de sangre. Annie, cubierta también del líquido carmesí, empezó a despertarse, aunque lentamente. Quien se dio cuenta no fui yo, sino el brujo idiota ese.
La vida de quienes estaban semi enterrados en la pared sería corta, aunque su agonía sería larga. Eso si Elen no los mataba, si no, tan solo unos minutos más y acabarían reuniéndose con sus dioses. Thomas también fue liberado y, al final, tras todo ese desastre, parecía reinar la paz. Entre comillas, claro, porque viendo el destrozo que había en ese lugar. Olía, incluso, mal. No tanto como cuando vas de caza de vampiros, que ahí acabas metida en sitios de lo más raros. Pero… no era agradable estar ahí. El quillion estaba en el suelo, cerrado, para nuestra suerte.
Henry, el hombre que había estado molestando durante todo el trayecto (y que quedaría muy bien acompañando a los soldados en la nueva decoración de la pared), se despidió. Annelise apenas pudo decirle nada, estaba recuperando la conciencia. Pero conocía a mi amiga: de haberle dicho algo, no sería agradable. Y es que él tampoco lo era para nosotras.
Yo me iba a quedar ahí, terminando lo que había empezado. Vengándome de todo lo que me habían hecho. Annie, sin embargo, dejó que Elen la ayudase a incorporarse. A pesar de su desconfianza, no podía hacer otra cosa, estaba bastante débil aún. Así, tampoco podía luchar. Se frotó los ropajes, aunque solo sirvió para esparcirse la sangre y la suciedad, y salió al pasillo con los demás. Permaneció en silencio un rato, mientras el hombre recuperaba sus poderes. Algo que pareció causarle curiosidad a mi amiga, ya que no sabía muy bien cómo funcionaba.
- ¿Podemos llevarlo luego a la Academia? Esto es interesante. - Comentó, mientras se recogía el pelo, también sucio. Ambas habíamos comentado el hecho de llevarlo al Hekshold para investigarlo. ¿Por qué esa cosa era capaz de quitarnos los poderes? ¿Funcionaría con otras razas? Dragones, elfos… El Hekshold era un buen lugar, antes que destruirlo. Estábamos ante un gran objeto, curioso, y no había ventajas en destruirlo. Pero sí en estudiarlo. Los catedráticos estarían entusiasmados por nuestro hallazgo. - No lo destruyáis. - Repitió mi amiga, dando voz a los deseos que había comentado en la sala anterior, en la que yo seguía intentando enterrar la cabeza de los soldados entre los ladrillos. Pronto, sus gritos se apagaron. Fue entonces cuando también salí.
Elen había sido lista: le había dado el quillion a quien no tenía poderes, y entonces ninguno de nosotros estaría jodido si tocábamos ese artefacto.
- Ha funcionado, Cass. Están recuperando sus poderes. - Me informó mi amiga en cuanto crucé el quicio de la puerta.
- Entonces, ¿qué pasará con el quillion al final? - quise saber, curiosa, mientras me limpiaba las manos con un pañuelo de tela. Miré tanto a Elen como a Alister. No habíamos quedado en nada con ellos.
- Yo creo que lo mejor es lo que dijimos antes, que lo llevásemos al Hekshold.
- Sí, así lo pueden estudiar. Pero… - torcí el gesto.- No sé. Claro que quiero llevarlo a la academia. - No acabé la frase. ¿Y si alguien lo usaba para hacer el mal? Los brujos éramos bastante ambiciosos de poder y en el Hekshold los había, y muy ambiciosos. En mi clase había brujos que, si pudieran, serían capaces de matar a sus propios compañeros. Y yo, a su edad… no iba tan desencaminada como ellos. Y… ¿si lo usaba yo? Muchos no se merecían los dones, ni siquiera sabían usarlos. Además, si comprobábamos que funcionaba para otras razas, podríamos intentar usarlo a nuestro favor contra los vampiros. Mi cabeza estaba pensando a gran velocidad. Ese pequeño artefacto daba mucho poder… mucho poder.
Me mojé los labios esperando la respuesta de la pareja. La ambición por conseguir el quillion estaba creciendo en mi…. Aunque tarde o temprano, sabía que Alister se encargaría de él.
La vida de quienes estaban semi enterrados en la pared sería corta, aunque su agonía sería larga. Eso si Elen no los mataba, si no, tan solo unos minutos más y acabarían reuniéndose con sus dioses. Thomas también fue liberado y, al final, tras todo ese desastre, parecía reinar la paz. Entre comillas, claro, porque viendo el destrozo que había en ese lugar. Olía, incluso, mal. No tanto como cuando vas de caza de vampiros, que ahí acabas metida en sitios de lo más raros. Pero… no era agradable estar ahí. El quillion estaba en el suelo, cerrado, para nuestra suerte.
Henry, el hombre que había estado molestando durante todo el trayecto (y que quedaría muy bien acompañando a los soldados en la nueva decoración de la pared), se despidió. Annelise apenas pudo decirle nada, estaba recuperando la conciencia. Pero conocía a mi amiga: de haberle dicho algo, no sería agradable. Y es que él tampoco lo era para nosotras.
Yo me iba a quedar ahí, terminando lo que había empezado. Vengándome de todo lo que me habían hecho. Annie, sin embargo, dejó que Elen la ayudase a incorporarse. A pesar de su desconfianza, no podía hacer otra cosa, estaba bastante débil aún. Así, tampoco podía luchar. Se frotó los ropajes, aunque solo sirvió para esparcirse la sangre y la suciedad, y salió al pasillo con los demás. Permaneció en silencio un rato, mientras el hombre recuperaba sus poderes. Algo que pareció causarle curiosidad a mi amiga, ya que no sabía muy bien cómo funcionaba.
- ¿Podemos llevarlo luego a la Academia? Esto es interesante. - Comentó, mientras se recogía el pelo, también sucio. Ambas habíamos comentado el hecho de llevarlo al Hekshold para investigarlo. ¿Por qué esa cosa era capaz de quitarnos los poderes? ¿Funcionaría con otras razas? Dragones, elfos… El Hekshold era un buen lugar, antes que destruirlo. Estábamos ante un gran objeto, curioso, y no había ventajas en destruirlo. Pero sí en estudiarlo. Los catedráticos estarían entusiasmados por nuestro hallazgo. - No lo destruyáis. - Repitió mi amiga, dando voz a los deseos que había comentado en la sala anterior, en la que yo seguía intentando enterrar la cabeza de los soldados entre los ladrillos. Pronto, sus gritos se apagaron. Fue entonces cuando también salí.
Elen había sido lista: le había dado el quillion a quien no tenía poderes, y entonces ninguno de nosotros estaría jodido si tocábamos ese artefacto.
- Ha funcionado, Cass. Están recuperando sus poderes. - Me informó mi amiga en cuanto crucé el quicio de la puerta.
- Entonces, ¿qué pasará con el quillion al final? - quise saber, curiosa, mientras me limpiaba las manos con un pañuelo de tela. Miré tanto a Elen como a Alister. No habíamos quedado en nada con ellos.
- Yo creo que lo mejor es lo que dijimos antes, que lo llevásemos al Hekshold.
- Sí, así lo pueden estudiar. Pero… - torcí el gesto.- No sé. Claro que quiero llevarlo a la academia. - No acabé la frase. ¿Y si alguien lo usaba para hacer el mal? Los brujos éramos bastante ambiciosos de poder y en el Hekshold los había, y muy ambiciosos. En mi clase había brujos que, si pudieran, serían capaces de matar a sus propios compañeros. Y yo, a su edad… no iba tan desencaminada como ellos. Y… ¿si lo usaba yo? Muchos no se merecían los dones, ni siquiera sabían usarlos. Además, si comprobábamos que funcionaba para otras razas, podríamos intentar usarlo a nuestro favor contra los vampiros. Mi cabeza estaba pensando a gran velocidad. Ese pequeño artefacto daba mucho poder… mucho poder.
Me mojé los labios esperando la respuesta de la pareja. La ambición por conseguir el quillion estaba creciendo en mi…. Aunque tarde o temprano, sabía que Alister se encargaría de él.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
- ¡Sí! Ya noto como responden. - anunció Zed, visiblemente emocionado por el hecho de que su magia estuviese regresando a donde le correspondía. - Me alegro. - musitó la joven, relajando el cuerpo a pesar de que todavía podía escuchar los quejidos de algunos miembros del aquelarre, aquellos a los que Cass debía estar enterrando vivos en las paredes. La otra hechicera, dejando momentáneamente de lado su desconfianza, había aceptado su gesto, optando por seguirla hasta el pasillo y quedarse con ellos, pero su silencio, y la forma en que miraba el artefacto no auguraban nada bueno. - ¿Estará pensando en quedárselo? - se preguntó mentalmente, cruzando los brazos sobre el pecho y vigilando a Annelise por el rabillo del ojo.
El ansia de poder de los brujos era bien conocido, en cuanto encontraban algo especial deseaban poseerlo, pero ésta vez no les iba a resultar tan fácil, no mientras ella pudiese impedirlo. Sin decir nada al respecto, ni siquiera cuando la maga volvió a reiterar su interés por llevar el objeto a Hekshold para estudiarlo, Elen esperó hasta que la maestra cazadora dio por terminado su trabajo, uniéndose al resto. Para entonces el dragón ya había vuelto de la superficie, donde los prisioneros daban gracias a los dioses por tener la oportunidad de volver a respirar el fresco aire nocturno y gozar de su libertad, habían sufrido mucho pero por fin habían tenido algo de suerte.
Con el alado a su lado la de cabellos cenicientos se sentía mucho más tranquila, no tenía que preocuparse por sus acompañantes ni por el elemento que una de ellas manejaba, a su orden Alister calcinaría el Quillion, sin darles tiempo para reaccionar. - Ya he terminado, que bien sienta volver a ser uno mismo. - soltó el anciano, apartando los dedos de la piedra y cerrando el artefacto para minimizar riesgos. - Déjaselo al muchacho, él también necesitará sus poderes. - indicó la vampira, e imitando a su maestro, Thomas inició el proceso de recuperación de magia. - ¿A cuántos de vuestros compañeros liberados les extrajeron su don? - inquirió casi al momento. - Ninguno… en cuanto acababan con alguien lo dejaban morir de hambre… perdimos a varios amigos en esa celda. - confesó, clavando su cansada mirada en el suelo.
- Entiendo. Lamento que hayáis tenido que pasado por esto. - replicó la benjamina de los Calhoun, apoyando fugazmente una mano sobre el hombro del viejo. Dicho esto se giró hacia el par de cazadoras con gesto serio, no quería iniciar un conflicto pero estaba decidida a hacer desaparecer aquel maldito artefacto. - No creo que sea buena idea llevarlo a Hekshold, conocéis a los nuestros tan bien como yo… - empezó a decir, mirándolas fijamente. No importaba que ahora fuese una criatura de la noche, toda su vida la había pasado entre hechiceros y sabía perfectamente de lo que eran capaces. - Si llega a la academia muchos podrían interesarse en aprender a manejarlo para sus propios fines, ¿quién sabe lo que podría provocar si cayese en malas manos? Las peleas internas serían lo de menos, pensadlo por un momento, esto podría acabar muy mal… podría iniciar otra guerra. - continuó, tratando de apelar al buen juicio de ambas.
- ¿Podríais asegurarme que eso no pasará? ¿Qué ni siquiera vosotras tendréis la tentación de utilizarlo contra los vampiros? Lo dudo. - prosiguió tras un breve silencio. - El poder corrompe a la gente… más a quienes tienen debilidad por él. En cuanto Thomas haya recuperado su magia será destruido. - sentenció con determinación, para alivio de Zed, que después de aquella accidentada noche no quería volver a ver el Quillion ni nada semejante, de hecho no quería volver a poner un pie en las catacumbas en lo que le restase de vida. Alister, reaccionando a las palabras de su amada, permitió que su vientre grisáceo se tornase de un vivo tono anaranjado, preparándose para quemar la piedra hasta derretirla, aunque primero tendrían que asegurarse de que las brujas no intentarían detenerlo.
- Sé que ahora no os fiais de mí, lo comprendo, pero no permitiré que esa cosa salga de aquí y haga daño a más gente. - añadió al poco, dejando caer los brazos a ambos lados de su cuerpo. - No tenéis idea de lo frustrante que puede llegar a ser… de un momento para otro todo aquello en lo que te has apoyado durante años se esfuma y ya no puedes hacer nada para arreglarlo, solo queda seguir adelante. - musitó, cerrando uno de los puños con fuerza. Todos los días se levantaba deseando que una simple chispa brotase de sus dedos, pero era un deseo inútil, su elemento no iba a regresar. - Yo sé lo que es perder los poderes con que has nacido, no quiero que nadie más pase por ello. - esas serían las últimas palabras que pronunciaría, relajando la mano para aguardar la respuesta que tuviesen que darle.
- Creo que ya está, me siento mucho mejor. - intervino Thomas, cerrando el Quillion y tendiéndoselo a la centinela, que lo sujetó durante unos instantes antes de apartarse del grupo para colocarlo en un punto concreto del suelo. Si las cazadoras tenían que decir algo esa era la ocasión, sino, el dragón cumpliría su tarea y reduciría aquella violácea piedra con su fuego.
Off: Como Rumpel ha salido de escena lo salto para que podamos terminar el tema, creo que con tu próximo post podríamos cerrarlo.
El ansia de poder de los brujos era bien conocido, en cuanto encontraban algo especial deseaban poseerlo, pero ésta vez no les iba a resultar tan fácil, no mientras ella pudiese impedirlo. Sin decir nada al respecto, ni siquiera cuando la maga volvió a reiterar su interés por llevar el objeto a Hekshold para estudiarlo, Elen esperó hasta que la maestra cazadora dio por terminado su trabajo, uniéndose al resto. Para entonces el dragón ya había vuelto de la superficie, donde los prisioneros daban gracias a los dioses por tener la oportunidad de volver a respirar el fresco aire nocturno y gozar de su libertad, habían sufrido mucho pero por fin habían tenido algo de suerte.
Con el alado a su lado la de cabellos cenicientos se sentía mucho más tranquila, no tenía que preocuparse por sus acompañantes ni por el elemento que una de ellas manejaba, a su orden Alister calcinaría el Quillion, sin darles tiempo para reaccionar. - Ya he terminado, que bien sienta volver a ser uno mismo. - soltó el anciano, apartando los dedos de la piedra y cerrando el artefacto para minimizar riesgos. - Déjaselo al muchacho, él también necesitará sus poderes. - indicó la vampira, e imitando a su maestro, Thomas inició el proceso de recuperación de magia. - ¿A cuántos de vuestros compañeros liberados les extrajeron su don? - inquirió casi al momento. - Ninguno… en cuanto acababan con alguien lo dejaban morir de hambre… perdimos a varios amigos en esa celda. - confesó, clavando su cansada mirada en el suelo.
- Entiendo. Lamento que hayáis tenido que pasado por esto. - replicó la benjamina de los Calhoun, apoyando fugazmente una mano sobre el hombro del viejo. Dicho esto se giró hacia el par de cazadoras con gesto serio, no quería iniciar un conflicto pero estaba decidida a hacer desaparecer aquel maldito artefacto. - No creo que sea buena idea llevarlo a Hekshold, conocéis a los nuestros tan bien como yo… - empezó a decir, mirándolas fijamente. No importaba que ahora fuese una criatura de la noche, toda su vida la había pasado entre hechiceros y sabía perfectamente de lo que eran capaces. - Si llega a la academia muchos podrían interesarse en aprender a manejarlo para sus propios fines, ¿quién sabe lo que podría provocar si cayese en malas manos? Las peleas internas serían lo de menos, pensadlo por un momento, esto podría acabar muy mal… podría iniciar otra guerra. - continuó, tratando de apelar al buen juicio de ambas.
- ¿Podríais asegurarme que eso no pasará? ¿Qué ni siquiera vosotras tendréis la tentación de utilizarlo contra los vampiros? Lo dudo. - prosiguió tras un breve silencio. - El poder corrompe a la gente… más a quienes tienen debilidad por él. En cuanto Thomas haya recuperado su magia será destruido. - sentenció con determinación, para alivio de Zed, que después de aquella accidentada noche no quería volver a ver el Quillion ni nada semejante, de hecho no quería volver a poner un pie en las catacumbas en lo que le restase de vida. Alister, reaccionando a las palabras de su amada, permitió que su vientre grisáceo se tornase de un vivo tono anaranjado, preparándose para quemar la piedra hasta derretirla, aunque primero tendrían que asegurarse de que las brujas no intentarían detenerlo.
- Sé que ahora no os fiais de mí, lo comprendo, pero no permitiré que esa cosa salga de aquí y haga daño a más gente. - añadió al poco, dejando caer los brazos a ambos lados de su cuerpo. - No tenéis idea de lo frustrante que puede llegar a ser… de un momento para otro todo aquello en lo que te has apoyado durante años se esfuma y ya no puedes hacer nada para arreglarlo, solo queda seguir adelante. - musitó, cerrando uno de los puños con fuerza. Todos los días se levantaba deseando que una simple chispa brotase de sus dedos, pero era un deseo inútil, su elemento no iba a regresar. - Yo sé lo que es perder los poderes con que has nacido, no quiero que nadie más pase por ello. - esas serían las últimas palabras que pronunciaría, relajando la mano para aguardar la respuesta que tuviesen que darle.
- Creo que ya está, me siento mucho mejor. - intervino Thomas, cerrando el Quillion y tendiéndoselo a la centinela, que lo sujetó durante unos instantes antes de apartarse del grupo para colocarlo en un punto concreto del suelo. Si las cazadoras tenían que decir algo esa era la ocasión, sino, el dragón cumpliría su tarea y reduciría aquella violácea piedra con su fuego.
Off: Como Rumpel ha salido de escena lo salto para que podamos terminar el tema, creo que con tu próximo post podríamos cerrarlo.
Elen Calhoun
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Re: [Guerra de Lunargenta] El Quillion del hechicero [Noche][3/3][Cerrado]
- ¿¡Qué!? ¡No! - gritó Annelise de golpe. Yo la miré y también exclamé la negación. No quería que destruyeran el quillion. Lo necesitábamos, lo queríamos…
Siendo yo más disimulada que mi amiga, avancé un paso. A ver, claro que pensaba en llevarlo al Hekshold y estudiarlo. Sabía que los profesores no caerían en la corruptela del artefacto. Pero… quería tenerlo yo. Estudiarlo yo. Y ser la dueña de ese cacharro. ¡Era tan útil!
Las palabras de Elen evidenciaron nuestras ideas, como si las materializase y su magia fuera la de la ilusión. Sobre todo, las de Annelise. Yo intenté parecer seria, como si el quillion, de verdad, no me importara.
- Elen, escucha. Si lo estudian en la Academia podremos ver cómo ese aparato es capaz de quitarles los poderes a los nuestros. ¿Y si hay más? ¿Y si el material del que está construido se puede copiar? ¿Podrían crear más quillions? Piénsalo - intenté razonar con ella. Todo fuera porque no lo rompiera.
Annelise, a mi lado, esperaba con los brazos cruzados y un gesto de fastidio. Lejos de intentar negociar, era más que evidente que estaba pensando en atraparlo y largarse. Sí, ella sí lo iba a usar para tener poder. Pero, ¡que disimulara!
Yo dudaba. Estaba claro que en la Academia podrían decirnos de qué estaba hecho, podrían estudiarlo y así evitar que más brujos sintieran sus dones mellarse. Pero, ¿y yo? ¿Qué podría hacer yo con semejante cacharro? Podría aplacar el don que volaba sobre el pueblo de Lirio, facilitarme las batidas contra esos asquerosos chupasangres, conseguir más poder…
Proteger el pozo y proteger el quillion. Sonaba hasta bien. Guardiana de objetos de poder.
- Claro que podemos asegurarte que no pasará. ¿De verdad crees que, en el Hekshold, allí donde nos enseñan a todos a controlar nuestro poder, a no ser destructivos, harán algo deleznable con el quillion? Creo que allí estará mejor que en ningún sitio. Protegido de los intrusos que intenten robarlo, pero dándonos la oportunidad de poder investigarlo, Elen. ¿No te das cuenta? - abrí los brazos, como si quisiera acompasar a la razón que daba. - Son brujos expertos, son de confianza. No creo que se dediquen a buscar reliquias para arrebatar los poderes a sus semejantes. ¿Acaso dudas de los profesores del Hekshold? - Apenas esperé a una respuesta por parte de la vampira. –Si lo destruyes perderemos todas las evidencias de un artefacto como ese.
- No lo intentes, Cass, ¿desde cuándo negocias con chupasangres? - inquirió Annelise, molesta de no salirse con la suya. La verdad es que la ex bruja y el dragón nos estaban complicando un poco el quedarnos con el quillion. Y, pese a que Annie había comentado eso de enviarlo al Hekshold, e incluso había intentado buscar un consenso, lo estaba haciendo por intentar quedar bien. Sus intenciones eran diferentes. Incluso diferentes a las mías… más o menos.
Pero nada pudimos hacer cuando la última persona acabó de recuperar sus poderes. Alister, el acompañante de Elen, acabó con el artefacto. Muerto el perro se acabó la rabia.
Ambas gritamos que no lo hiciera, pero hizo caso omiso. Para nuestro fastidio, el quillion acabaría esa noche reducido a cenizas.
- ¡Elen! ¡joder! - me quejé, pese a que ya no se pudiera hacer nada. Mi amiga Annie me agarró del brazo y marchó hacia la salida, sin decir nada. Resoplé, molesta. Al final se había salido con la suya. Pero la que sí estaba molesta era Annelise. Había perdido la oportunidad de quedarse con el artefacto.
- No se puede confiar en los vampiros… - espetó.
Yo sí entendía que lo quisieran destruir, pero… ¡por los dioses! ¡Era un cacharro demasiado poderoso como para reducirlo a cenizas sin haberlo estudiado primero! ¡La cantidad de objetos mágicos que podríamos estar perdiéndonos gracias a gente como Elen o Alister…
Ambas salimos de las catacumbas sin decir nada. Eso sí, pensar… nos estábamos acordando en esos momentos de toda la estirpe de la vampiresa y del dragón, aunque no conociéramos a sus familiares.
off: perdón por la tardanza, pensé que ya estaba acabado <3
Siendo yo más disimulada que mi amiga, avancé un paso. A ver, claro que pensaba en llevarlo al Hekshold y estudiarlo. Sabía que los profesores no caerían en la corruptela del artefacto. Pero… quería tenerlo yo. Estudiarlo yo. Y ser la dueña de ese cacharro. ¡Era tan útil!
Las palabras de Elen evidenciaron nuestras ideas, como si las materializase y su magia fuera la de la ilusión. Sobre todo, las de Annelise. Yo intenté parecer seria, como si el quillion, de verdad, no me importara.
- Elen, escucha. Si lo estudian en la Academia podremos ver cómo ese aparato es capaz de quitarles los poderes a los nuestros. ¿Y si hay más? ¿Y si el material del que está construido se puede copiar? ¿Podrían crear más quillions? Piénsalo - intenté razonar con ella. Todo fuera porque no lo rompiera.
Annelise, a mi lado, esperaba con los brazos cruzados y un gesto de fastidio. Lejos de intentar negociar, era más que evidente que estaba pensando en atraparlo y largarse. Sí, ella sí lo iba a usar para tener poder. Pero, ¡que disimulara!
Yo dudaba. Estaba claro que en la Academia podrían decirnos de qué estaba hecho, podrían estudiarlo y así evitar que más brujos sintieran sus dones mellarse. Pero, ¿y yo? ¿Qué podría hacer yo con semejante cacharro? Podría aplacar el don que volaba sobre el pueblo de Lirio, facilitarme las batidas contra esos asquerosos chupasangres, conseguir más poder…
Proteger el pozo y proteger el quillion. Sonaba hasta bien. Guardiana de objetos de poder.
- Claro que podemos asegurarte que no pasará. ¿De verdad crees que, en el Hekshold, allí donde nos enseñan a todos a controlar nuestro poder, a no ser destructivos, harán algo deleznable con el quillion? Creo que allí estará mejor que en ningún sitio. Protegido de los intrusos que intenten robarlo, pero dándonos la oportunidad de poder investigarlo, Elen. ¿No te das cuenta? - abrí los brazos, como si quisiera acompasar a la razón que daba. - Son brujos expertos, son de confianza. No creo que se dediquen a buscar reliquias para arrebatar los poderes a sus semejantes. ¿Acaso dudas de los profesores del Hekshold? - Apenas esperé a una respuesta por parte de la vampira. –Si lo destruyes perderemos todas las evidencias de un artefacto como ese.
- No lo intentes, Cass, ¿desde cuándo negocias con chupasangres? - inquirió Annelise, molesta de no salirse con la suya. La verdad es que la ex bruja y el dragón nos estaban complicando un poco el quedarnos con el quillion. Y, pese a que Annie había comentado eso de enviarlo al Hekshold, e incluso había intentado buscar un consenso, lo estaba haciendo por intentar quedar bien. Sus intenciones eran diferentes. Incluso diferentes a las mías… más o menos.
Pero nada pudimos hacer cuando la última persona acabó de recuperar sus poderes. Alister, el acompañante de Elen, acabó con el artefacto. Muerto el perro se acabó la rabia.
Ambas gritamos que no lo hiciera, pero hizo caso omiso. Para nuestro fastidio, el quillion acabaría esa noche reducido a cenizas.
- ¡Elen! ¡joder! - me quejé, pese a que ya no se pudiera hacer nada. Mi amiga Annie me agarró del brazo y marchó hacia la salida, sin decir nada. Resoplé, molesta. Al final se había salido con la suya. Pero la que sí estaba molesta era Annelise. Había perdido la oportunidad de quedarse con el artefacto.
- No se puede confiar en los vampiros… - espetó.
Yo sí entendía que lo quisieran destruir, pero… ¡por los dioses! ¡Era un cacharro demasiado poderoso como para reducirlo a cenizas sin haberlo estudiado primero! ¡La cantidad de objetos mágicos que podríamos estar perdiéndonos gracias a gente como Elen o Alister…
Ambas salimos de las catacumbas sin decir nada. Eso sí, pensar… nos estábamos acordando en esos momentos de toda la estirpe de la vampiresa y del dragón, aunque no conociéramos a sus familiares.
off: perdón por la tardanza, pensé que ya estaba acabado <3
Cassandra C. Harrowmont
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