Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
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Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Ohdà, San Valentín Aerandiano
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Janna se dio toda la prisa posible en terminar sus labores. Ayudó a tía Maren a decorar la entrada de su casa con flores de frescas, fue a casa del herrero a recoger los cuchillos afilados que papá encargó para el sacrificio y, en otra tienda del mercado, compró una cesta de velas de colores para dejarlas a los pies de los Dioses. Janna puso los cuchillos y un ramillete de flores silvestres que sobró de decorar la casa de tía Maren en la cesta de las velas. Tuvo especial cuidado en tapar los cuchillos con las flores para que La Guardia no pudiera verlos. Un cuidado innecesario. En cada casa de Lunargenta se celebraba un sacrificio diferente. La gente corría por las calles con cuchillos recién afilados o arrastrando las correos de los pobres animales (corderos y cerdos en su mayoría).
Mamá estaría esperando a Janna con los brazos cruzados. No importaba que hubiese terminado con sus tareas mucho antes de lo previsto, mamá estaba impaciente por terminar. Estaba más emocionada que su hija, siendo la emoción de Janna nula. Papá también estaba contento. Hacía un mes que compró los nuevos cuchillos al herrero. Decía que solo los idiotas y los hombres bestias (que para papá eran equivalentes) dejaban las compras para última hora. Janna se imaginaba que, mientras mamá esperaba en la cancela con los brazos cruzados, papá estaría alimentando a El Viejo Bon, el cerdo de la familia, con su última cena.
Antes de llegar a casa, Janna quiso ver las figuras de los Dioses Freyr y Freya. La plaza de la ciudad le pillaba de camino. Los carpinteros casi habían terminado: daban los últimos retoques de lija a los adornos de los cascos. Janna, a sus doce años, era la primera vez que veía unos genitales masculinos (aunque fuera de madera). Muchas veces se había imaginado cómo eran a raíz de las canciones picantes de los bardos. Verlos de frente le causó una serie de sentimientos que no supo definir: giraban en torno al rechazo, el miedo y la aversión. Era enorme y parecía estar apuntándola a una zona más abajo del vientre. Papá y mamá estarían encantados. Janna temía que ESO le hiciera daño en esa zona de su cuerpo que ni siquiera sabía cómo se llamaba.
Efectivamente, al llegar a casa se encontró a mamá con los brazos cruzados bajo el porche. Preguntó dónde había estado y por qué había tardado tanto. Iba a hacer una noche muy larga (sobre todo para Janna), era mejor que empezase cuánto antes.
El cobertizo junto al establo estaba decorado con las mismas flores que la casa de tía Maren. Papá y Janna prepararon el escenario con dos días de antelación (solo los idiotas y las bestias dejan todo para última hora). Papá había abierto las puertas de par en par para que todos los vecinos pudieran celebrar con ellos la frescura y pureza de su hija. Mamá pagó a una elfa sacerdotisa para asistiera el ritual, no fue nada barato.
Janna se sentó en una silla en el centro del cobertizo. Obedecía sin rechistar, como la buena chica que sus padres querían que fuera. Mamá y la elfa sacerdotisa desnudaron a Janna. Ella se abrazó los pechos con tal de resguardase del frío y de las miradas ociosas de sus vecinos. La sacerdotisa, con un toque suave, abrió los brazos de Janna. Los Dioses la cuidarían del frío, fue lo que dijo.
Papá llegó con un cuenco de madera, en su interior estaba en la sangre de El Viejo Bon. La sacerdotisa dio la enhorabuena a Janna. Se iba a convertir en toda una mujer. Los pechos redondos y los dolores en la zona donde en Dios Freyr apuntó su cosa eran los primeros pasos. En este ritual, sería bendecida con el don de la fertilidad y la madurez adulta. Nadie preguntó a Janna si es lo que realmente quería.
—Encontrarás a un noble hijo de Lunargenta. Te casarás con él e iras a vivir con su familia, en una casa más grande que ésta y con más animales. Tendrás un nuevo apellido que te abrirá las puertas a las fiestas más glamurosas de Verisar. Tu prole nacerá sana y fuerte con la bendición de tus Dioses Freyr y Freya. ¿No estás emocionada? — no, son papá y mamá los que están emocionados. Yo no.
La sacerdotisa mojó sus dedos en la sangre de El Viejo Bon y dibujó figuras circulares sobre la frente, pechos y vientre de Janna. Se limpió las manos en el cuenco de agua limpia. Miró con dulzura a la niña. Ella mantenía la misma faceta inexpresiva del principio. Puso sus manos en la cintura de Janna y las descendió suavemente a medida que masajeaba la piel. Janna supo dónde se dirigían las manos de la elfa: a la zona sin nombre. La elfa examinó la pureza de la niña y utilizó su magia para bendecirla. Papa, mamá y los vecinos en la entrada del cobertizo aplaudían con expresión serena. ¿No estás emocionada? Por supuesto que no lo estoy, tengo miedo.
La sacerdotisa ayudó a Janna a levantarse de la silla. Los vecinos hicieron un pasillo para dejarlas salir. Fuera, ya se había hecho de noche. De cada casa salía una niña marcada en sangre de animal, de edad similar a la de Janna, acompañada de su asistente. Caminaron en fila de dos hacia la plaza de la ciudad. Allí esperaban las estatuas de los Dioses Freyr y Freya; desnudos al igual que las chicas.
Una vez se reunieron todas enfrente a las esculturas, sin las asistentes, un sacerdote humano prendió la hoguera a los pies de los Dioses. El fuego se encendió en seguida. Las chispas resonaban en las cavidades de las estructuras hacían que pareciese que los Dioses estaban hablando. Janna escuchó con atención los sonidos. Quería entender por qué tenía que estar emocionada y solo Ellos podían explicárselo. No fue capaz de entender sus voces. Las lágrimas en el rostro de Janna se confundían con su sudor.
_____________________
Información:
* Libre partición. Todos los usuarios con la ficha de personaje aprobada pueden participar.
* El Ohdà finalizará el 24 de febrero de 2019. Puedo dejar una prologa de unos pocos días más si alguno desea participar y piensa que no le va a dar tiempo.
* Como objetivo principal deberéis disfrutar de la temática del Ohdà, San Valentín. Las personas que hayáis conocido el amor, deberéis ofrecer un objeto, un recuerdo de vuestro amor, a la hoguera de los Dioses. Las mujeres que no hayan conocido varón, deberán realizar el mismo ritual que ha realizado la protagonista del relato introductorio: Janna. Los hombres que no hayáis conocido mujer seréis los encargados de sacrificar a los animales.
* Existe un objetivo opcional y es que deberéis explicar a las niñas como Janna (podéis utilizar al npc o invitaros otros con historias semejantes) en qué consiste el ritual del Ohdà. Hablarlas sobre sexo, ese tema tabú que solo conocen por las canciones picantes de los bardos.
* Tenéis total libertad de turnos. No tendréis que esperar a otro usuario para postear. Aun así, os pido, que postéis con lógica.
* Si has conocido a cualquiera de mis personajes y crees que puede resultar divertido interactuar con ellos, puedes hacerlo. Lo único que te pido es que lo hagas con lógica. Es decir, si ves que un usuario se ha adelantado y ha cogido a Hont (por ejemplo) y se lo ha llevado a bailar, no se lo arrebates y digas que Hont está haciendo otra cosa totalmente diferente. De hacerlo, lo consideraré metarol y será penalizado.
Recompensas:
* +5 ptos de experiencia.
* 50 aeros.
* Objeto recordatorio del evento.
* Aquellos que realicen el objetivo opcional además del principal recibirán una recompensa adicional.
* Dependiendo de vuestras acciones, también podréis sufrir una maldición. Hay usuarios que toman las maldiciones como recompensas.
Última edición por Sigel el Sáb Feb 16 2019, 09:55, editado 1 vez
Sigel
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
El amparo de la noche que Uriel tiende a agradarle y sentirlo reconfortante era perturbado por la candente brillantez de las grandes hogueras del poblado, no era desagradable exactamente, no es como si Uriel le temiese a esa candente iluminación pero no podía evitar sentirse algo nervioso al recordar el Sol cuando la miraba ¡Los vampiros sencillamente no podía evitar sentirse nerviosos ante el doloroso significado que portaba la estrella candente para ellos, menos aún para un niño como Uriel! Incluso así, Uriel sentía mas curiosidad que nerviosismo, así que no pudo evitar querer ver que celebraban los humanos en esa curiosa e iluminada noche ¡¿Cual era la razón por la cual los temerosos humanos diurnos se dignaban a mostrarse despiertos y activos durante la noche, momento de juegos de vampiros como Uriel?! Con curiosidad infantil, el pequeño niño arrastró hasta el poblado a su "acompañante" si es que puede ser llamado así, puesto que simplemente siguió a Amit'tek por mero capricho infantil cuando se conocieron en el bosque hace un par de días, bajo circunstancias un tanto curiosas y problemáticas.
"Señor Ca-Amit, ¿Que celebran los humanos esta noche? Parecen muy emocionados..."
En una zona del poblado algo alejado del ritual, donde era algo complicado verlos, el pequeño niño observó con curiosidad el evento ¡Todos estaban realmente emocionados! Incluso si Uriel fue antaño un humano, nunca se le permitió asistir a eventos como esos así que no sabía nada de ellos ¡Que vista mas nueva e interesante se mostraba ante el niño vampiro! Todos los aldeanos estaban reunidos ante unas estatuas de los Dioses, pero curiosamente, desde el lugar que miraban, no salían cánticos, risas o voces alegres como se debería esperar de una celebración ¡Salían llantos de niñas! Y luego estaba lo que Uriel no podía entender ¡Todos parecían emocionados! E incluso...¿Felices?
¿Se supone que debes poner ese rostro cuando escuchas niñas llorar y sufrir? ¡Que raro! No puedo entender a estos inferiores humanos para nada....
Desde el lugar en donde estaban y por la cantidad de personas que habían, el niño vampiro era incapaz de ver que sucedía que tenía a todos tan felices pero si habían llantos no debía ser muy agradable. El niño miró con confusión la escena y con un tono cargado de inocente curiosidad infantil le preguntó al ratón:
"¿Porque están felices de que esas niñas lloren? ¿No se supone que eso es malo?"
El vampiro tenía la edad mental de un niño de 11 años pero eso es relativo, pues un pequeño de 11 años ya empezaba a notar cosas como el sexo y el amor, sin embargo Uriel, como humano, fue privado de la mayoría de los conocimientos y vivencias de un niños de su edad y como vampiro su maestro jamás le permitió saber nada que él no considerara adecuado para el niño. Se podría decir que la edad mental de Uriel era incluso menor en algunos temas, entre los que estaba el sexo y el amor ¡Lleva 98 años pensando que los niños salen de repollos o los traen las cigüeñas, y desconoce que existe algo llamado "amor"!
"Señor Ca-Amit, ¿Que celebran los humanos esta noche? Parecen muy emocionados..."
En una zona del poblado algo alejado del ritual, donde era algo complicado verlos, el pequeño niño observó con curiosidad el evento ¡Todos estaban realmente emocionados! Incluso si Uriel fue antaño un humano, nunca se le permitió asistir a eventos como esos así que no sabía nada de ellos ¡Que vista mas nueva e interesante se mostraba ante el niño vampiro! Todos los aldeanos estaban reunidos ante unas estatuas de los Dioses, pero curiosamente, desde el lugar que miraban, no salían cánticos, risas o voces alegres como se debería esperar de una celebración ¡Salían llantos de niñas! Y luego estaba lo que Uriel no podía entender ¡Todos parecían emocionados! E incluso...¿Felices?
¿Se supone que debes poner ese rostro cuando escuchas niñas llorar y sufrir? ¡Que raro! No puedo entender a estos inferiores humanos para nada....
Desde el lugar en donde estaban y por la cantidad de personas que habían, el niño vampiro era incapaz de ver que sucedía que tenía a todos tan felices pero si habían llantos no debía ser muy agradable. El niño miró con confusión la escena y con un tono cargado de inocente curiosidad infantil le preguntó al ratón:
"¿Porque están felices de que esas niñas lloren? ¿No se supone que eso es malo?"
El vampiro tenía la edad mental de un niño de 11 años pero eso es relativo, pues un pequeño de 11 años ya empezaba a notar cosas como el sexo y el amor, sin embargo Uriel, como humano, fue privado de la mayoría de los conocimientos y vivencias de un niños de su edad y como vampiro su maestro jamás le permitió saber nada que él no considerara adecuado para el niño. Se podría decir que la edad mental de Uriel era incluso menor en algunos temas, entre los que estaba el sexo y el amor ¡Lleva 98 años pensando que los niños salen de repollos o los traen las cigüeñas, y desconoce que existe algo llamado "amor"!
Uri
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Amit había llegado a acostumbrarse al joven vampiro, luego de su recelo inicial por su raza, y a pensar de que el Mausu cada día estaba más convencido de que el tan famoso Maestro de Uri se había dedicado a lavarle el cerebro al niño, no dejaba de ser eso: Un niño. Dejarlo solo, a merced de los adultos, era algo que el roedor no podía permitirse, las crías eran lo más importante…
Se acercaron al poblado, Amit continuaba sintiéndose algo receloso de acercarse a Humanos estando con un vampiro. Pero hasta el momento Uri había demostrado ser de confianza, y lo cierto es que se aburría mucho estando solo y escondido, dar un paseo de vez en cuando era bueno para los dos.
-Los humanos, y en realidad muchas de las razas hacen celebraciones cuando es momento del cambio de las estaciones, Tchik. La primavera está llegando, así que esto… Debe ser el Ohdá – Respondió Amit a las dudas del niño, mientras lo agarraba de la mano, a medida que se acercaban a la plaza principal había cada vez más y más gente, dos seres de tan baja estatura como eran el Mausu y el vampiro podían perderse fácilmente.
Habían muchas familias en el lugar, y el roedor no tardó mucho en darse cuenta que habían tareas distintas para hombres y mujeres, lo cual resultaba sumamente curioso, si no hubiese estado sujetando a Uri, probablemente Amit se habría dedicado el resto de la jornada a anotar datos sobre la celebración. Todos se congregaban alrededor de unas estatuas talladas.
-Esas deben ser las figuras de los dioses Freyr y Freya, creo que los humanos los usan como símbolo de la fertilidad – El ratón se peinó los bigotes con la mano libre, tampoco podía ver muy bien qué era lo que estaban festejando – Tendremos que adelantarnos un poco más para averiguarlo –
Amit intentó abrirse paso, pero la gente no se movía, intentó empujando, pidiendo permiso, pero al final el único modo que funcionó es metiéndose a la fuerza, como hacía cuando tenía que entrar en alguna catacumba. A pesar de que el Mausu se veía muy rechoncho, era también muy blando, por lo que podía meterse entre medio de las piernas de las personas con relativa facilidad.
En cuanto abría un espacio, le daba la mano a Uri para arrástralo con él. Finalmente quedaron en primera fila, junto a los familiares que veían como sus niñas hacían el ritual.
-Oh, ya veo Tchik-Tchik, con que de eso se trataba – El olor a sangre era bastante fuerte, los muchachos más jóvenes del pueblo estaban sacrificando animales y el aroma llegaba directo a la enorme nariz del roedor – Creo que es algún tipo de ritual de iniciación a la adultez, Uriel ¿Sabes lo que es eso? ¿Los vampiros hacen algo parecido? – Amit no tenía muy en claro cuáles eran las costumbres de esa raza, era el único sitio que no había podido visitar personalmente – Cuando llega cierta edad, los niños se vuelven Hombres, y las niñas se hacen Mujeres, deben estar realizando algún tipo de ritual para celebrar el feliz acontecimiento –
Aunque ciertamente habían muchos que no parecían estar tan felices.
-Tal vez están nerviosos… - Aventuró el ratón, mientras se rascaba la barbilla.
Se acercaron al poblado, Amit continuaba sintiéndose algo receloso de acercarse a Humanos estando con un vampiro. Pero hasta el momento Uri había demostrado ser de confianza, y lo cierto es que se aburría mucho estando solo y escondido, dar un paseo de vez en cuando era bueno para los dos.
-Los humanos, y en realidad muchas de las razas hacen celebraciones cuando es momento del cambio de las estaciones, Tchik. La primavera está llegando, así que esto… Debe ser el Ohdá – Respondió Amit a las dudas del niño, mientras lo agarraba de la mano, a medida que se acercaban a la plaza principal había cada vez más y más gente, dos seres de tan baja estatura como eran el Mausu y el vampiro podían perderse fácilmente.
Habían muchas familias en el lugar, y el roedor no tardó mucho en darse cuenta que habían tareas distintas para hombres y mujeres, lo cual resultaba sumamente curioso, si no hubiese estado sujetando a Uri, probablemente Amit se habría dedicado el resto de la jornada a anotar datos sobre la celebración. Todos se congregaban alrededor de unas estatuas talladas.
-Esas deben ser las figuras de los dioses Freyr y Freya, creo que los humanos los usan como símbolo de la fertilidad – El ratón se peinó los bigotes con la mano libre, tampoco podía ver muy bien qué era lo que estaban festejando – Tendremos que adelantarnos un poco más para averiguarlo –
Amit intentó abrirse paso, pero la gente no se movía, intentó empujando, pidiendo permiso, pero al final el único modo que funcionó es metiéndose a la fuerza, como hacía cuando tenía que entrar en alguna catacumba. A pesar de que el Mausu se veía muy rechoncho, era también muy blando, por lo que podía meterse entre medio de las piernas de las personas con relativa facilidad.
En cuanto abría un espacio, le daba la mano a Uri para arrástralo con él. Finalmente quedaron en primera fila, junto a los familiares que veían como sus niñas hacían el ritual.
-Oh, ya veo Tchik-Tchik, con que de eso se trataba – El olor a sangre era bastante fuerte, los muchachos más jóvenes del pueblo estaban sacrificando animales y el aroma llegaba directo a la enorme nariz del roedor – Creo que es algún tipo de ritual de iniciación a la adultez, Uriel ¿Sabes lo que es eso? ¿Los vampiros hacen algo parecido? – Amit no tenía muy en claro cuáles eran las costumbres de esa raza, era el único sitio que no había podido visitar personalmente – Cuando llega cierta edad, los niños se vuelven Hombres, y las niñas se hacen Mujeres, deben estar realizando algún tipo de ritual para celebrar el feliz acontecimiento –
Aunque ciertamente habían muchos que no parecían estar tan felices.
-Tal vez están nerviosos… - Aventuró el ratón, mientras se rascaba la barbilla.
Amit'tek
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
La noche ya había caído, había estado en ese pueblo por un par de días haciendo trabajos varios para sobrevivir y pasaba la mayoría de noches en descanso tranquilo, ¡Excepto por esta! Por algún motivo todo el mundo estaba bastante movido, de hecho los últimos días todos habían sido así, incluso algunos días más que otros, y con eso me refiero al anterior a esa noche, quizá hacían los algunos arreglos a ultimo momento, claro, pero Elyn no sabía mucho de esto, ¡Era una mujer-bestia después de todo! No conocía enteramente las costumbres humanas, había escuchado que solían celebrar algunas cosas tal y como lo hacían los de su tribu, y al parecer esa noche se iba a celebrar algo.
¡No perdería el tiempo de aprender de una cultura nueva! Su intrigante curiosidad y actitud se lo impediría por más cansada que esté, y así no tuvo problema en dejar su pesada mochila de equipaje en la posada en la que se albergaba para ir hacia donde estaban los tumultos, parecía haber llegado tarde, ya todas las niñas y la multitud estaba reunida en al parecer... ¿Una hoguera? No sabía que esperarse sinceramente, fue caminando mientras iba preguntándose las cosas que se encontraría, hasta imaginándose estas, pero nada llegaba a conclusión y eran prontamente descalificadas como teorías erróneas por ella misma.
Se intentó abrir paso entre la gran cantidad de gente, pero no podía creer que no podía, ¡Todos parecían querer ver aquello! Y algunos no cedían ni un centímetro ante sus permisos y el intento de pasar entre ellos, pero sin más miró a su alrededor, vio un pequeño carro de madera a unos cuantos metros y decidió ir a subirse a un costado y a escondidas claro, no iba a querer que el dueño de la carreta le vea, solo quería usarlo para subirse arriba y ver que estaba pasando.
¡Y así fue! Tuvo una clara vista, primero claro que se concentraría en la hoguera y las niñas que allí estaban, bastante cerca al fuego de hecho, ¡Parecía peligroso! Y sus rostros... ¡Estaban nerviosas! ¿Se podría decir que querían eso? ¡Claro que no! Al menos no en la mente de Elyn, alguien que nunca había pasado por aquel ritual o que siquiera sabía de que iba aquel ritual.
¡Peor aún! ¿Por qué estaban desnudas aquellas pequeñas? ¡Y adelante de todos! Que vergüenza... Hasta podía jurar haberse enfocado en algunos rostros de algunos degenerados.
— ¡Qué barbaridad! — Pensó en voz alta mientras iba viendo a la multitud y sus reacciones, entre medio de algunos rostros felices y nerviosos, algunos conocidos y otros no, unos que sí conocía realmente, unos con los que había pasado un mal rato días atrás, ¡Eran Amit y Uri! Estaban en primera fila, ¿Se habían escabullido allí? Saludó con la mano diestra y luego colocó ambas manos en su boca para gritar.
— ¡Heeey~! — Y no le escucharon, apenas los últimos de aquel tumulto se voltearon a verla extrañados hasta darse cuenta que no era nada especial, a pesar de ser una mitad-bestia arriba de un carro gritando, claro, solo trataba de llamar la atención de esos dos.
Decidió bajarse y darse la vuelta hasta la parte del tumulto en la que estaban ellos, e intentó volver a meterse entre la gente apenas sin progreso, hasta que empezó a meterse entre la gente a leves empujones de cuerpo y hombro, claro que pidiendo disculpas y mirando de buena cara apenada a los que le miraban enojados, al segundo que lo hacía, pero quería saludar a ese dúo con el que se había conocido antes.
Sí fuera verano hubiera llegado sudada al principio de la fila, pero aún se podría decir que en la transición del invierno a primavera no hacía tanto calor aún. Al llegar, dejó salir un leve suspiro de cansancio y finalmente sonrió para caminar algo agachada (para no molestar a los de detrás de ella) hacia sus amigos recién hechos, sí así se podían considerar.
— ¡Mi ratón gruñón y mi niño inocente favoritos de Verisar! — Musitó la gata con una sonrisa de lado a lado en su rostro mientras sus orejas se meneaban suavemente y su cola igual ya prácticamente a su lado.
¡No perdería el tiempo de aprender de una cultura nueva! Su intrigante curiosidad y actitud se lo impediría por más cansada que esté, y así no tuvo problema en dejar su pesada mochila de equipaje en la posada en la que se albergaba para ir hacia donde estaban los tumultos, parecía haber llegado tarde, ya todas las niñas y la multitud estaba reunida en al parecer... ¿Una hoguera? No sabía que esperarse sinceramente, fue caminando mientras iba preguntándose las cosas que se encontraría, hasta imaginándose estas, pero nada llegaba a conclusión y eran prontamente descalificadas como teorías erróneas por ella misma.
Se intentó abrir paso entre la gran cantidad de gente, pero no podía creer que no podía, ¡Todos parecían querer ver aquello! Y algunos no cedían ni un centímetro ante sus permisos y el intento de pasar entre ellos, pero sin más miró a su alrededor, vio un pequeño carro de madera a unos cuantos metros y decidió ir a subirse a un costado y a escondidas claro, no iba a querer que el dueño de la carreta le vea, solo quería usarlo para subirse arriba y ver que estaba pasando.
¡Y así fue! Tuvo una clara vista, primero claro que se concentraría en la hoguera y las niñas que allí estaban, bastante cerca al fuego de hecho, ¡Parecía peligroso! Y sus rostros... ¡Estaban nerviosas! ¿Se podría decir que querían eso? ¡Claro que no! Al menos no en la mente de Elyn, alguien que nunca había pasado por aquel ritual o que siquiera sabía de que iba aquel ritual.
¡Peor aún! ¿Por qué estaban desnudas aquellas pequeñas? ¡Y adelante de todos! Que vergüenza... Hasta podía jurar haberse enfocado en algunos rostros de algunos degenerados.
— ¡Qué barbaridad! — Pensó en voz alta mientras iba viendo a la multitud y sus reacciones, entre medio de algunos rostros felices y nerviosos, algunos conocidos y otros no, unos que sí conocía realmente, unos con los que había pasado un mal rato días atrás, ¡Eran Amit y Uri! Estaban en primera fila, ¿Se habían escabullido allí? Saludó con la mano diestra y luego colocó ambas manos en su boca para gritar.
— ¡Heeey~! — Y no le escucharon, apenas los últimos de aquel tumulto se voltearon a verla extrañados hasta darse cuenta que no era nada especial, a pesar de ser una mitad-bestia arriba de un carro gritando, claro, solo trataba de llamar la atención de esos dos.
Decidió bajarse y darse la vuelta hasta la parte del tumulto en la que estaban ellos, e intentó volver a meterse entre la gente apenas sin progreso, hasta que empezó a meterse entre la gente a leves empujones de cuerpo y hombro, claro que pidiendo disculpas y mirando de buena cara apenada a los que le miraban enojados, al segundo que lo hacía, pero quería saludar a ese dúo con el que se había conocido antes.
Sí fuera verano hubiera llegado sudada al principio de la fila, pero aún se podría decir que en la transición del invierno a primavera no hacía tanto calor aún. Al llegar, dejó salir un leve suspiro de cansancio y finalmente sonrió para caminar algo agachada (para no molestar a los de detrás de ella) hacia sus amigos recién hechos, sí así se podían considerar.
— ¡Mi ratón gruñón y mi niño inocente favoritos de Verisar! — Musitó la gata con una sonrisa de lado a lado en su rostro mientras sus orejas se meneaban suavemente y su cola igual ya prácticamente a su lado.
Elyn
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Ah... El Ohda.
Kaladar adoraba esta epoca del año.
Mujeres, sexo, roces, y palabras mezcladas con mentiras y canciones de Eskales[1] y bardos. Todo en el aire parecía estar diciendo "Follad como jodidos monos"... De una forma un poco más poética imagino. Lo cierto era que Kaladar era un tipejo que, cuando llegaban estas fiestas, no era precisamente un ejemplo a seguir. Era directo, simple y tosco... Pero con ciertas damas, eso funcionaba, ya que era mucho mejor que ser escurridizo, mezquino y torpe.
Mientras caminaba por las callejuelas, feliz, mirando si bien podía algún que otro seno pintarrajeado en sangre, tubo una pequeña visión que cambio la dirección de su andar.
A través de una de esas calles abandonadas, pudo visualizar una gran pira que ardía mientras varias damas se movían a su alrededor. Recordó entonces que un viejo le había comentado la tradición de quemar los recuerdos en "sacrificio" al amor.
Kaladar entonces se quedo quieto mirando la pira, mientras la sonrisa de su rostro se veía, de forma casi imperceptible, ligeramente borrada. Algunos recuerdos de una bella mujer-bestia surcaron su mente, una de la que prometió no volver a acordarse nunca. Bajo un poco la cabeza y saco de uno de los bolsillos de su casaca un pequeño trozo de pañuelo roto. Cerro el puño sobre el, mirándolo y llevándoselo a la frente.
- Bien... - Dijo entonces el charlatán para si, guardando de nuevo el pañuelo.
Se acerco entonces a la hoguera, no sin antes tener que "disimuladamente" pellizcar a la gente para que le dejase paso. Quería tener una buenas perspectiva. Le sorprendió en el camino hacia allí una especie de mujer-gato que grito desde lo alto de un carro, pero no debieron oírla, porque hizo una pequeña mueca después. "Es mona..." Se dijo a si mismo Kaladar... Pero esa noche, sus planes habían cambiado a una prioridad:
Tenia que ofrecer ese recuerdo al fuego.
Kaladar adoraba esta epoca del año.
Mujeres, sexo, roces, y palabras mezcladas con mentiras y canciones de Eskales[1] y bardos. Todo en el aire parecía estar diciendo "Follad como jodidos monos"... De una forma un poco más poética imagino. Lo cierto era que Kaladar era un tipejo que, cuando llegaban estas fiestas, no era precisamente un ejemplo a seguir. Era directo, simple y tosco... Pero con ciertas damas, eso funcionaba, ya que era mucho mejor que ser escurridizo, mezquino y torpe.
Mientras caminaba por las callejuelas, feliz, mirando si bien podía algún que otro seno pintarrajeado en sangre, tubo una pequeña visión que cambio la dirección de su andar.
A través de una de esas calles abandonadas, pudo visualizar una gran pira que ardía mientras varias damas se movían a su alrededor. Recordó entonces que un viejo le había comentado la tradición de quemar los recuerdos en "sacrificio" al amor.
Kaladar entonces se quedo quieto mirando la pira, mientras la sonrisa de su rostro se veía, de forma casi imperceptible, ligeramente borrada. Algunos recuerdos de una bella mujer-bestia surcaron su mente, una de la que prometió no volver a acordarse nunca. Bajo un poco la cabeza y saco de uno de los bolsillos de su casaca un pequeño trozo de pañuelo roto. Cerro el puño sobre el, mirándolo y llevándoselo a la frente.
- Bien... - Dijo entonces el charlatán para si, guardando de nuevo el pañuelo.
Se acerco entonces a la hoguera, no sin antes tener que "disimuladamente" pellizcar a la gente para que le dejase paso. Quería tener una buenas perspectiva. Le sorprendió en el camino hacia allí una especie de mujer-gato que grito desde lo alto de un carro, pero no debieron oírla, porque hizo una pequeña mueca después. "Es mona..." Se dijo a si mismo Kaladar... Pero esa noche, sus planes habían cambiado a una prioridad:
Tenia que ofrecer ese recuerdo al fuego.
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1. Un ESKAL es un tipo de bardo que no se centra estrictamente en la música. Pese a que la utiliza de base para contar su historia, un Eskal prioriza siempre por encima aquello que esta narrando que no el como lo narra. Seria una especie de cuenta-cuentos.Kaladar
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Una vez más volvíamos a Lunargenta, en esta ocasión porque el Ohda llegaba y con la celebración el preludio de la primavera. Este año no llegaríamos a tiempo para presenciar el Ohda de Dundarak asi que Lavey y yo nos movimos hacia la ciudad humana. El año pasado por estas épocas aun estaba conociendo y aprendiendo a llamar hija a la infanta dragona, pero ahora muchas cosas habían cambiado, Lavey ya no era una infante o una niña, era ya toda una jovencita que comenzaba a desarrollarse. Hacia preguntas incomodas que ya debería saber y jugaba con las frases de doble sentido sin saber muy bien lo que significaban (Al menos quería creer que no sabia lo que significaba). Aquello me hizo darme cuenta que sus padres biológicos no la habían ungido en el ritual de los dragones ancestrales... aunque tampoco me extrañaba pues a la edad que le hubiera tocado la ciudad estaba plagada por la enfermedad.
Caminaba feliz por las calles de la ciudad, recordando mi rito de iniciación, recordando el orgullo y la felicidad en las caras de mis padres, de mis hermanos y hermanas. Aunque nuestros rituales eran siempre mucho mas íntimos el resumen era el mismo: Sangre de animal y niñas desnudas, algunas con lagrimas otras con sonrisas.
-Centella. ¿Porque están todas desnudas? -Me preguntaba la rubia que andaba a mi lado. -Porque van hacerse mujeres. Igual que tu. -Lavey se quedo clavada en el sitio, mirando a las niñas que acercaban a la plaza y luego mirándome a mi. -Ven, te lo contare todo mientras te preparo.
La cazadora estaba indecisa, no sabia que hacer, pero sabia que tenia que obedecer. Su madre adoptiva nunca le hizo daño así que no tenia porque temer nada, aunque... ver aquellas niñas le hacia pensar cosas muy turbias. Sacaba sus propias conjeturas mientras seguía a su madre algunas eran muy oscuras y daban miedo, pero ellas las enfrentaría todas. "Ya no soy una niña" Pensaba la joven ofendida. "Quiero hacer el ritual, ya va siendo hora de hacerme mujer. Estoy cansada de que me digan cría."
Entre pensamiento y pensamiento llegamos a unas tiendas individuales preparadas para que los forasteros como nosotras pudiéramos preparar a las hijas para el ritual. Un hombre tenia sobre una mesa cuencos con sangre de animal, me ofreció uno al ver que nos acercábamos y con la mano libre indico una tienda vacía.
-Escúchame Vey, las abejas.
Hablaba sin mirarla, depositando el cuenco en una pequeña mesa de madera. Suspire, aquella no era manera de hacer la cosas. -Osea... lo que trato de decir es. -Estaba yo más nerviosa que ella, suspire una segunda vez y puse mis manos en los hombros. -Llega un momento cuando una mujer mira a...
-A otra mujer y se la llevaba a la cama, te e visto hacer eso muchas veces Centella.
Me quede de piedra y con la boca abierta, sin saber que decir comencé a tartamudear.
-Si... pero no, pero si, pero... ¿Cuando me has visto hacer eso? -Me saltaron las alarmas por todas partes ¿Lavey me vio retozar con otras mujeres? -¿¡Que viste?!
Sin darme cuenta empece a zarandearla de los hombros, la niña sin embargo solo sonrió y puso sus manos en mis brazos.
-Pues primero fue Sauron, aunque la primera vez pensé que era hombre. Luego Angelique bajo de tu habitación cuando me dejaste sola con Zöe, aquella licantropa en Ulmer, Sauron otra vez...
-¿¡Pero que viste!? -Le pregunte todavía más consternada mientras la rubia recitaba mi historial. -¿Que oíste?
-Pueees... -Lavey se puso colorada y a mi me recorrieron sudores fríos. -Oír... no hablabais mucho, solo gritabais. Parecía que os lo pasabais bien y siempre cierras con llave así que no pude ver nada.
Ahora mi hija hizo un mohin con las mejillas, ¡Quería mirar! Por todos los dioses, soy una madre horrible. Durante un segundo me plantee la idea de que fue lo que hacia yo en aquella época, pero no había tiempo para divagaciones. No podía perder el hilo de la conversación.
-Dejemos a un lado lo que mama hace ¿Vale? -Lavey asintió, por algún motivo estaba más nerviosa yo que ella. Para más inri la rubia estaba sonriendo. -Lo que hoy vamos hacer es para que te vuelvas mujer, porque cuando un hombre...
-Cuando un hombre dragón viene de noche y se mete en tu cama te saca un dragoncito de los huevos.
Lavey sonreía con orgullo por lo que acababa de decir, por adelantarse a una persona adulta y terminar su frase. La rubia estaba orgullosa de su inteligencia y a mi me flaqueaban las piernas y sentía que me desmayaría.
-Me acuerdo perfectamente, me lo contaste cuando me enseñaste que todos los meses sangramos.
Aquella charla... no recordaba aquel momento, pero era cierto. Aunque lo que conté en ese momento estaba muy maquillado, sin saberlo había allanado el camino.
-Si pero no, a ver como te lo explico.
Mire por la tienda y encontré un taburete, necesitaba sentarme o me caería al suelo en cualquier momento. Al sentarme la adolescente me agujeraba con sus ojos curiosos.
-Todos los seres vivos tenemos un ciclo de vida. -Lavey rodó los ojos ante aquella obviedad. -Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. -La rubia me miraba con los brazos cruzados, todo eso ya lo sabia. -Bueno, pues cuando nos reproducimos... ejem. -Ahora la dragoncilla movía el pie nerviosa. -Para que podamos tener hijos necesitamos de un hombre y una mujer.. en una cama...
-Pero tu estas solo con mujeres.
-¡Ya! -Respondí nerviosa. -No me interrumpas por favor. Y lo que mama hace no tiene nada que ver con reproducirse, eso son gustos que... ahora no hablamos de mi. -Dije exaltada. -Otro día te cuento esa parte. -Suspire. -En fin. Te pueden gustar hombres o mujeres, pero para tener hijos te tiene que gustar un hombre.
Por un segundo me quede pensando extrañas alternativas ¿Y si hubiera alguna raza de hombres-bestia donde las mujeres se reprodujeran entre ellas? Una sonrisa boba se me dibujo en la cara, pero Lavey movió su mano por delante de mi cara y volví a la tierra.
-Por los celestiales ¿Tanto le costó a mi padre decirme todo esto? -Moví la cabeza y me arme de valor. Lo diría todo de una sentada y ya. -Para que nosotras podamos quedar embarazadas y tener descendencia tiene que venir un hombre que te guste y que tu le gustes a él y entonces os quitáis la ropa por la noche. -Hablaba muy deprisa y habían detalles que no eran relevantes, como el tener sexo de noche. -Y uniis los cuerpos por la noche, el tiene una cosa que se llama pene y tiene que entrar por la... la. -Mi cara estaba toda roja. -La vagina, que es por donde sangras todos los meses. Y cuando los dos estáis... muy contentos y cansados entonces puedes quedar embarazada y ser mama.
La ultima palabra la dije levantando mucho la voz, me faltaba el aire y me temblaban las manos ¿Que demonios me pasaba? para mi el sexo era un tema extremadamente natural ¿Porque me costaba tanto hablar de el con Lavey?
La rubia se quedo unos minutos callada, asemejando toda la información. Parecía estar más confundida que al principio, pero la adolescente desecho la mitad de las cosas que le dije y se quedo solo con los detalles importantes.
-Eso ya lo sabia. -Respondió la lagartija tranquila. Algo en mi interior se rompió y deje de respirar durante unos segundos. -Bueno... no sabia que así era como los dragones tenían bebes. Pero si lo piensas es algo evidente ¿No tenias granjas donde vivías Reivy? yo si, habían muchos animales y unos se ponían encima de otros y luego la hembra quedaba preñada y nacían cerditos o vacas o conejitos...
Sin darme cuenta abrí la boca, tanto drama para que al final mi hija me explicara como follan los animales. ¿Porque mierdas me complico tanto la existencia? Necesito una cerveza.
Caminaba feliz por las calles de la ciudad, recordando mi rito de iniciación, recordando el orgullo y la felicidad en las caras de mis padres, de mis hermanos y hermanas. Aunque nuestros rituales eran siempre mucho mas íntimos el resumen era el mismo: Sangre de animal y niñas desnudas, algunas con lagrimas otras con sonrisas.
-Centella. ¿Porque están todas desnudas? -Me preguntaba la rubia que andaba a mi lado. -Porque van hacerse mujeres. Igual que tu. -Lavey se quedo clavada en el sitio, mirando a las niñas que acercaban a la plaza y luego mirándome a mi. -Ven, te lo contare todo mientras te preparo.
La cazadora estaba indecisa, no sabia que hacer, pero sabia que tenia que obedecer. Su madre adoptiva nunca le hizo daño así que no tenia porque temer nada, aunque... ver aquellas niñas le hacia pensar cosas muy turbias. Sacaba sus propias conjeturas mientras seguía a su madre algunas eran muy oscuras y daban miedo, pero ellas las enfrentaría todas. "Ya no soy una niña" Pensaba la joven ofendida. "Quiero hacer el ritual, ya va siendo hora de hacerme mujer. Estoy cansada de que me digan cría."
Entre pensamiento y pensamiento llegamos a unas tiendas individuales preparadas para que los forasteros como nosotras pudiéramos preparar a las hijas para el ritual. Un hombre tenia sobre una mesa cuencos con sangre de animal, me ofreció uno al ver que nos acercábamos y con la mano libre indico una tienda vacía.
-Escúchame Vey, las abejas.
Hablaba sin mirarla, depositando el cuenco en una pequeña mesa de madera. Suspire, aquella no era manera de hacer la cosas. -Osea... lo que trato de decir es. -Estaba yo más nerviosa que ella, suspire una segunda vez y puse mis manos en los hombros. -Llega un momento cuando una mujer mira a...
-A otra mujer y se la llevaba a la cama, te e visto hacer eso muchas veces Centella.
Me quede de piedra y con la boca abierta, sin saber que decir comencé a tartamudear.
-Si... pero no, pero si, pero... ¿Cuando me has visto hacer eso? -Me saltaron las alarmas por todas partes ¿Lavey me vio retozar con otras mujeres? -¿¡Que viste?!
Sin darme cuenta empece a zarandearla de los hombros, la niña sin embargo solo sonrió y puso sus manos en mis brazos.
-Pues primero fue Sauron, aunque la primera vez pensé que era hombre. Luego Angelique bajo de tu habitación cuando me dejaste sola con Zöe, aquella licantropa en Ulmer, Sauron otra vez...
-¿¡Pero que viste!? -Le pregunte todavía más consternada mientras la rubia recitaba mi historial. -¿Que oíste?
-Pueees... -Lavey se puso colorada y a mi me recorrieron sudores fríos. -Oír... no hablabais mucho, solo gritabais. Parecía que os lo pasabais bien y siempre cierras con llave así que no pude ver nada.
Ahora mi hija hizo un mohin con las mejillas, ¡Quería mirar! Por todos los dioses, soy una madre horrible. Durante un segundo me plantee la idea de que fue lo que hacia yo en aquella época, pero no había tiempo para divagaciones. No podía perder el hilo de la conversación.
-Dejemos a un lado lo que mama hace ¿Vale? -Lavey asintió, por algún motivo estaba más nerviosa yo que ella. Para más inri la rubia estaba sonriendo. -Lo que hoy vamos hacer es para que te vuelvas mujer, porque cuando un hombre...
-Cuando un hombre dragón viene de noche y se mete en tu cama te saca un dragoncito de los huevos.
Lavey sonreía con orgullo por lo que acababa de decir, por adelantarse a una persona adulta y terminar su frase. La rubia estaba orgullosa de su inteligencia y a mi me flaqueaban las piernas y sentía que me desmayaría.
-Me acuerdo perfectamente, me lo contaste cuando me enseñaste que todos los meses sangramos.
Aquella charla... no recordaba aquel momento, pero era cierto. Aunque lo que conté en ese momento estaba muy maquillado, sin saberlo había allanado el camino.
-Si pero no, a ver como te lo explico.
Mire por la tienda y encontré un taburete, necesitaba sentarme o me caería al suelo en cualquier momento. Al sentarme la adolescente me agujeraba con sus ojos curiosos.
-Todos los seres vivos tenemos un ciclo de vida. -Lavey rodó los ojos ante aquella obviedad. -Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. -La rubia me miraba con los brazos cruzados, todo eso ya lo sabia. -Bueno, pues cuando nos reproducimos... ejem. -Ahora la dragoncilla movía el pie nerviosa. -Para que podamos tener hijos necesitamos de un hombre y una mujer.. en una cama...
-Pero tu estas solo con mujeres.
-¡Ya! -Respondí nerviosa. -No me interrumpas por favor. Y lo que mama hace no tiene nada que ver con reproducirse, eso son gustos que... ahora no hablamos de mi. -Dije exaltada. -Otro día te cuento esa parte. -Suspire. -En fin. Te pueden gustar hombres o mujeres, pero para tener hijos te tiene que gustar un hombre.
Por un segundo me quede pensando extrañas alternativas ¿Y si hubiera alguna raza de hombres-bestia donde las mujeres se reprodujeran entre ellas? Una sonrisa boba se me dibujo en la cara, pero Lavey movió su mano por delante de mi cara y volví a la tierra.
-Por los celestiales ¿Tanto le costó a mi padre decirme todo esto? -Moví la cabeza y me arme de valor. Lo diría todo de una sentada y ya. -Para que nosotras podamos quedar embarazadas y tener descendencia tiene que venir un hombre que te guste y que tu le gustes a él y entonces os quitáis la ropa por la noche. -Hablaba muy deprisa y habían detalles que no eran relevantes, como el tener sexo de noche. -Y uniis los cuerpos por la noche, el tiene una cosa que se llama pene y tiene que entrar por la... la. -Mi cara estaba toda roja. -La vagina, que es por donde sangras todos los meses. Y cuando los dos estáis... muy contentos y cansados entonces puedes quedar embarazada y ser mama.
La ultima palabra la dije levantando mucho la voz, me faltaba el aire y me temblaban las manos ¿Que demonios me pasaba? para mi el sexo era un tema extremadamente natural ¿Porque me costaba tanto hablar de el con Lavey?
La rubia se quedo unos minutos callada, asemejando toda la información. Parecía estar más confundida que al principio, pero la adolescente desecho la mitad de las cosas que le dije y se quedo solo con los detalles importantes.
-Eso ya lo sabia. -Respondió la lagartija tranquila. Algo en mi interior se rompió y deje de respirar durante unos segundos. -Bueno... no sabia que así era como los dragones tenían bebes. Pero si lo piensas es algo evidente ¿No tenias granjas donde vivías Reivy? yo si, habían muchos animales y unos se ponían encima de otros y luego la hembra quedaba preñada y nacían cerditos o vacas o conejitos...
Sin darme cuenta abrí la boca, tanto drama para que al final mi hija me explicara como follan los animales. ¿Porque mierdas me complico tanto la existencia? Necesito una cerveza.
Reivy Abadder
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
La mujer bestia pudo ver desde su ventana que la ciudad se preparaba para albergar nuevos festejos esa noche, algo a lo que lentamente se estaba acostumbrando ya que Lunargenta tenía un ambiente mucho más animado que su hogar en Midgar.
- ¿De qué se tratará ésta vez? - susurró, con el codo apoyado en el marco de madera y la mejilla contra su puño. No importaba, después de acudir al Samhain y al mercado del Yule la cuerva tenía claro que fuese cual fuese el motivo de las celebraciones, encontraría algo interesante que ver.
Convencida de ello Ava se apresuró hacia el bosque en busca de alguna pieza de caza que le permitiese ganarse unas monedas, dinero que probablemente terminaría gastando durante el evento, aunque eso dependería en gran medida de los puestos que encontrase.
Lo que la muchacha no podía sospechar era el tipo de rito que se iba a llevar a cabo ese día, cosa que de haber sabido la habría mantenido fuera de la capital hasta el siguiente amanecer.
Poco después del mediodía la morena regresó a la taberna cargada con el inerte cuerpo de un cervatillo, animal que nada más ver, el propietario quiso comprarle, y no por trozos, entero. - Esto nos servirá como sacrificio para que los dioses bendigan a Mirane, ¡vamos mujer! Date prisa y ve a buscar a la sacerdotisa antes de que lo hagan otros. - apremió el hombre, entregando una pequeña bolsita tintineante a su huésped antes de quitarle su captura y ponerse a prepararla.
La cuerva no dijo nada, supuso que al igual que en otras fechas señaladas se hacían ofrendas de carne y sangre a los ases, tomó un almuerzo ligero y subió las escaleras para descansar un rato hasta que diesen comienzo los festejos con la caída del sol.
Para cuando volvió a abrir los ojos ya casi era de noche.
- Tengo que darme prisa. - pensó, levantándose de la cama y caminando hacia el baño para desperezarse lavándose la cara con un poco de agua fría. No le llevó mucho prepararse, en apenas un cuarto de hora terminó de asearse y se enfundó la armadura, con lo que estaba lista para unirse al resto de habitantes de la ciudad.
Que ni el dueño del local ni su esposa estuvieran atendiendo a los clientes en la taberna la dejó algo extrañada. Siempre solían turnarse para manejar el negocio pero por alguna razón habían dejado a un mozo al cargo, chico al cual no se atrevió a preguntar por el matrimonio ya que era lo suficientemente atractivo como para que en vez de hablar, hiciese el ridículo al intentar pronunciar una palabra.
Con la vista clavada en el suelo y las mejillas ligeramente enrojecidas, la mujer bestia abandonó el edificio y se encaminó hacia la plaza central, donde solían realizarse la mayor parte de las actividades festivas.
Supo que iba en dirección correcta cuando vio a lo lejos a la multitud, que se había dividido para hacer una especie de pasillo… pero ¿para quién? ¿Alguna autoridad estaba desfilando por las calles de Lunargenta? ¿serían el rey y su corte?
Ninguna de las ideas que pudiesen haberle pasado por la cabeza se habría acercado lo más mínimo a la realidad, y es que en cuanto se unió al gentío y consiguió hacerse un hueco en primera fila, la escena que contemplaron sus ojos la dejó de piedra.
Niñas, una decena de ellas, todas desnudas y marcadas con sangre, caminando hacia la plaza con la compañía de sus respectivos asistentes, aquellos que aunque ella no lo supiera, habían certificado la pureza de las chicas. - ¿Qué es esto? ¿Por qué las exhiben de esta manera? - se preguntó mentalmente, con el rostro contraído a causa de la confusión.
- ¿Qué han hecho para que las castiguen así? ¿qué puede ser tan grave como para que las humillen delante de todos? - siguió cuestionándose ésta vez en voz alta, sin entender la alegría de los espectadores. - ¿Castigo? Muchacha, ¿no ves que son las protagonistas de la celebración? - replicó una anciana a su lado, encorvada sobre su bastón a causa de los achaques de la edad y aun así sonriente.
- Éste año tenemos bastantes vírgenes, los dioses estarán contentos. - aseguró, echando un vistazo a la hilera de niñas, que llegaba hasta donde le alcanzaba la vista.
- ¿Vírgenes? ¿qué van a hacer con ellas? - se vio obligada a preguntar, temiéndose algo horrible, que utilizaran a las pequeñas para algún tipo de ritual macabro, opción que cobraba fuerza al ver como la mayor parte de ellas lloraban.
- Bendecirlas por supuesto… ¿es que no tienes ojos en la cara?... ah, bueno, no eres de por aquí, supongo que esto será nuevo para alguien como tú. - contestó la extraña, examinándola con la mirada y deteniéndose en las largas alas de cuervo.
- Ven, ayuda a esta anciana a llegar hasta la plaza y te lo explicaré todo por el camino. - pidió la humana, enganchándose al brazo de la morena sin esperar respuesta por su parte. De inmediato, Ava sintió el impulso de querer liberarse de su agarre, y lo habría hecho de no ser porque al tirar bruscamente para soltarse lo más probable era que la señora acabase cayendo de bruces sobre el suelo.
- Vamos, vamos, no quiero perderme el momento en que prendan fuego a las estatuas. - la apremió, empezando a avanzar hacia el lugar en que aguardaban las siluetas de los dioses. - Estas niñas están celebrando su rito de paso a la madurez, a partir de esta noche serán mujeres y podrán buscar marido. - continuó al poco, apoyándose tanto en su bastón como en la hija de Midgar para alcanzar su destino lo antes posible.
- Las personas que las acompañan las han examinado y han confirmado que son puras, ahora van al encuentro de Frey y Freyja para que sus vientres sean fértiles y traigan al mundo a muchos hijos. - explicó, mientras los ambarinos ojos de la cuerva se topaban con el rostro de Mirane, la hija del matrimonio que llevaba la posada. Al igual que las otras iba desnuda y lloraba, ¿cómo podían festejar nada cuando las propias “protagonistas” lo estaban pasando tan mal?
Una profunda incomodidad se apoderó de ella, no podía mirarlas, no sabiendo la vergüenza que debían estar sintiendo al quedar expuestas ante toda la ciudad, ante las lascivas miradas de algunos que, sin ningún tipo de escrúpulo, empezaban a seleccionar de entre la hilera a las más agraciadas para concertar enlaces.
El rostro de la morena se contrajo aún más, aquel desfile solo hacía que tuviese ganas de marcharse de allí pero su inesperada acompañante se aferraba a ella con una fuerza sorprendente, arrastrándola consigo hacia la plaza.
- ¿Y tú cuerva? La diosa te ha bendecido eso puedo verlo en tus anchas caderas y ese busto que tienes, ¿estás casada? - preguntó con curiosidad la vieja, mirándola por el rabillo del ojo. - ¿Qué? ¡No! - respondió la mujer bestia, con cierta brusquedad. - Pues deberías ir pensando en ello, el tiempo vuela muchacha, si no quieres que se te sequen las entrañas deberías buscar varón y empezar a tener niños… ahora los necesitamos más que nunca. - soltó la señora, pensando en la innumerable cantidad de muertes que la guerra había dejado a su paso.
Esa fue la gota que colmó el vaso, aquel tema era delicado para ella y no iba a aceptar los consejos de una vieja cotilla.
Sin más, Ava se liberó del agarre de la humana y se abrió paso entre la gente como buenamente pudo, chocando en más de una ocasión con alguno de los asistentes al ritual, pero en aquel momento eso no le importaba, solo quería salir de allí.
Repentinamente se vio frente a las estatuas de los dioses, justo cuando un sacerdote comenzaba a prenderles fuego, pero no se detuvo a ser testigo del espectáculo, en vez de eso regresó a la multitud, esperando poder cruzarla y salir al otro lado de la misma para perderse en algún callejón tranquilo.
La imagen de Celene volvió entonces a su cabeza, ella misma había tenido su ceremonia de paso, pero una muy distinta…
- ¡Mamá, mamá! - llegó gritando entre sollozos, sorprendiendo a su progenitora preparando el desayuno en la cocina. - ¿Qué ocurre Ava? - le preguntó, dándose la vuelta para recibirla. Su pijama estaba manchado de sangre por debajo del vientre, y en su inocencia, la pequeña cuerva pensaba que algo iba mal en su cuerpo, que estaba enferma.
Incapaz de decir nada más, la niña rompió en llanto y corrió hacia su madre asustada, pero ésta se encargó de calmarla, con una sonrisa que si analizaba ahora, tenía un punto de malicia.
Celene le explicó que se había convertido en una mujer y que debían dar gracias a los espíritus, razón por la cual esa misma tarde recogieron flores de vivos tonos rojizos y dejaron atrás la aldea para ir hasta el tótem original. Juntas, pero en la intimidad que el bosque les ofrecía, prepararon un bonito arreglo con lo que habían recolectado e hicieron ofrendas de comida, luego llegó la hora de marcar a la joven con sangre, pero de forma mucho más sutil.
No la había dejado desnuda en mitad de la nada ni habían exhibido su cuerpo ante el resto del pueblo, simplemente le había levantado la camisa para dibujar una runa en su vientre y otra sobre su pecho, para su gente, eso bastaba.
Todo recuerdo en que intervenía Celene le resultaba doloroso, pero sin poder evitar que saliese a flote por lo que estaba viviendo, la morena cerró momentáneamente los ojos para tratar de sacárselo de la mente pensando en otra cosa mientras seguía avanzando entre la muchedumbre.
Como resultado de ello terminó chocando con algo sólido, un carro por lo que pudo ver desde el suelo, donde quedó sentada a causa del repentino impacto. - Debo parecer una estúpida. - susurró, pero no podía evitarlo, no se sentía cómoda en aquel sitio, tenía que huir.
- Eh eh, tranquila, si vas así por la calle te harás daño. - escuchó decir a alguien, otra mujer bestia que al ver el golpe que se había dado decidió acuclillarse frente a ella y echarle una mano. - Esto es raro ¿verdad? - preguntó, leyendo en su expresión todo lo que necesitaba saber.
Ava hizo un gesto afirmativo con la cabeza en respuesta, y la recién llegada no dudó en tenderle una mano para ayudarla a levantarse, poniéndola en la disyuntiva de aceptar, ignorando su incomodidad ante el contacto físico con otras personas, o negarse y ofender a la muchacha.
Después de pensarlo brevemente decidió dejar a un lado sus remilgos y valerse de aquella congénere para ponerse en pie, soltándose nada más incorporarse. - Me llamo Raiza, ¿y tú? - preguntó la chica, cuya cabeza estaba coronada por una cornamenta más grande que la suya. - Ava. - contestó, todavía con ganas de largarse a toda prisa.
- Veo que no te hace demasiada gracia esta costumbre que tienen… humanos… yo reaccioné igual la primera vez pero ya me he curado de espanto. - empezó a hablar, mostrándose todo lo amable que podía. - No te preocupes, no toda la Ohdà gira en torno a esas niñas, hay otras cosas como lo de lanzar objetos al fuego para recordar viejos amores. - explicó, sacando de uno de los bolsillos de su pantalón un pañuelo finamente bordado con un par de iniciales.
- ¿Me acompañas a la hoguera? Solo será un momento, y a lo mejor tú también tienes algo que arrojar a las llamas. - la invitó Raiza, sonriendo ampliamente.
Pero ella no tenía nada que ofrecer al fuego, no había conocido el amor romántico por culpa del trauma que Celene le había dejado, la única persona a la que quería de verdad era su padre.
- ¿De qué se tratará ésta vez? - susurró, con el codo apoyado en el marco de madera y la mejilla contra su puño. No importaba, después de acudir al Samhain y al mercado del Yule la cuerva tenía claro que fuese cual fuese el motivo de las celebraciones, encontraría algo interesante que ver.
Convencida de ello Ava se apresuró hacia el bosque en busca de alguna pieza de caza que le permitiese ganarse unas monedas, dinero que probablemente terminaría gastando durante el evento, aunque eso dependería en gran medida de los puestos que encontrase.
Lo que la muchacha no podía sospechar era el tipo de rito que se iba a llevar a cabo ese día, cosa que de haber sabido la habría mantenido fuera de la capital hasta el siguiente amanecer.
Poco después del mediodía la morena regresó a la taberna cargada con el inerte cuerpo de un cervatillo, animal que nada más ver, el propietario quiso comprarle, y no por trozos, entero. - Esto nos servirá como sacrificio para que los dioses bendigan a Mirane, ¡vamos mujer! Date prisa y ve a buscar a la sacerdotisa antes de que lo hagan otros. - apremió el hombre, entregando una pequeña bolsita tintineante a su huésped antes de quitarle su captura y ponerse a prepararla.
La cuerva no dijo nada, supuso que al igual que en otras fechas señaladas se hacían ofrendas de carne y sangre a los ases, tomó un almuerzo ligero y subió las escaleras para descansar un rato hasta que diesen comienzo los festejos con la caída del sol.
Para cuando volvió a abrir los ojos ya casi era de noche.
- Tengo que darme prisa. - pensó, levantándose de la cama y caminando hacia el baño para desperezarse lavándose la cara con un poco de agua fría. No le llevó mucho prepararse, en apenas un cuarto de hora terminó de asearse y se enfundó la armadura, con lo que estaba lista para unirse al resto de habitantes de la ciudad.
Que ni el dueño del local ni su esposa estuvieran atendiendo a los clientes en la taberna la dejó algo extrañada. Siempre solían turnarse para manejar el negocio pero por alguna razón habían dejado a un mozo al cargo, chico al cual no se atrevió a preguntar por el matrimonio ya que era lo suficientemente atractivo como para que en vez de hablar, hiciese el ridículo al intentar pronunciar una palabra.
Con la vista clavada en el suelo y las mejillas ligeramente enrojecidas, la mujer bestia abandonó el edificio y se encaminó hacia la plaza central, donde solían realizarse la mayor parte de las actividades festivas.
Supo que iba en dirección correcta cuando vio a lo lejos a la multitud, que se había dividido para hacer una especie de pasillo… pero ¿para quién? ¿Alguna autoridad estaba desfilando por las calles de Lunargenta? ¿serían el rey y su corte?
Ninguna de las ideas que pudiesen haberle pasado por la cabeza se habría acercado lo más mínimo a la realidad, y es que en cuanto se unió al gentío y consiguió hacerse un hueco en primera fila, la escena que contemplaron sus ojos la dejó de piedra.
Niñas, una decena de ellas, todas desnudas y marcadas con sangre, caminando hacia la plaza con la compañía de sus respectivos asistentes, aquellos que aunque ella no lo supiera, habían certificado la pureza de las chicas. - ¿Qué es esto? ¿Por qué las exhiben de esta manera? - se preguntó mentalmente, con el rostro contraído a causa de la confusión.
- ¿Qué han hecho para que las castiguen así? ¿qué puede ser tan grave como para que las humillen delante de todos? - siguió cuestionándose ésta vez en voz alta, sin entender la alegría de los espectadores. - ¿Castigo? Muchacha, ¿no ves que son las protagonistas de la celebración? - replicó una anciana a su lado, encorvada sobre su bastón a causa de los achaques de la edad y aun así sonriente.
- Éste año tenemos bastantes vírgenes, los dioses estarán contentos. - aseguró, echando un vistazo a la hilera de niñas, que llegaba hasta donde le alcanzaba la vista.
- ¿Vírgenes? ¿qué van a hacer con ellas? - se vio obligada a preguntar, temiéndose algo horrible, que utilizaran a las pequeñas para algún tipo de ritual macabro, opción que cobraba fuerza al ver como la mayor parte de ellas lloraban.
- Bendecirlas por supuesto… ¿es que no tienes ojos en la cara?... ah, bueno, no eres de por aquí, supongo que esto será nuevo para alguien como tú. - contestó la extraña, examinándola con la mirada y deteniéndose en las largas alas de cuervo.
- Ven, ayuda a esta anciana a llegar hasta la plaza y te lo explicaré todo por el camino. - pidió la humana, enganchándose al brazo de la morena sin esperar respuesta por su parte. De inmediato, Ava sintió el impulso de querer liberarse de su agarre, y lo habría hecho de no ser porque al tirar bruscamente para soltarse lo más probable era que la señora acabase cayendo de bruces sobre el suelo.
- Vamos, vamos, no quiero perderme el momento en que prendan fuego a las estatuas. - la apremió, empezando a avanzar hacia el lugar en que aguardaban las siluetas de los dioses. - Estas niñas están celebrando su rito de paso a la madurez, a partir de esta noche serán mujeres y podrán buscar marido. - continuó al poco, apoyándose tanto en su bastón como en la hija de Midgar para alcanzar su destino lo antes posible.
- Las personas que las acompañan las han examinado y han confirmado que son puras, ahora van al encuentro de Frey y Freyja para que sus vientres sean fértiles y traigan al mundo a muchos hijos. - explicó, mientras los ambarinos ojos de la cuerva se topaban con el rostro de Mirane, la hija del matrimonio que llevaba la posada. Al igual que las otras iba desnuda y lloraba, ¿cómo podían festejar nada cuando las propias “protagonistas” lo estaban pasando tan mal?
Una profunda incomodidad se apoderó de ella, no podía mirarlas, no sabiendo la vergüenza que debían estar sintiendo al quedar expuestas ante toda la ciudad, ante las lascivas miradas de algunos que, sin ningún tipo de escrúpulo, empezaban a seleccionar de entre la hilera a las más agraciadas para concertar enlaces.
El rostro de la morena se contrajo aún más, aquel desfile solo hacía que tuviese ganas de marcharse de allí pero su inesperada acompañante se aferraba a ella con una fuerza sorprendente, arrastrándola consigo hacia la plaza.
- ¿Y tú cuerva? La diosa te ha bendecido eso puedo verlo en tus anchas caderas y ese busto que tienes, ¿estás casada? - preguntó con curiosidad la vieja, mirándola por el rabillo del ojo. - ¿Qué? ¡No! - respondió la mujer bestia, con cierta brusquedad. - Pues deberías ir pensando en ello, el tiempo vuela muchacha, si no quieres que se te sequen las entrañas deberías buscar varón y empezar a tener niños… ahora los necesitamos más que nunca. - soltó la señora, pensando en la innumerable cantidad de muertes que la guerra había dejado a su paso.
Esa fue la gota que colmó el vaso, aquel tema era delicado para ella y no iba a aceptar los consejos de una vieja cotilla.
Sin más, Ava se liberó del agarre de la humana y se abrió paso entre la gente como buenamente pudo, chocando en más de una ocasión con alguno de los asistentes al ritual, pero en aquel momento eso no le importaba, solo quería salir de allí.
Repentinamente se vio frente a las estatuas de los dioses, justo cuando un sacerdote comenzaba a prenderles fuego, pero no se detuvo a ser testigo del espectáculo, en vez de eso regresó a la multitud, esperando poder cruzarla y salir al otro lado de la misma para perderse en algún callejón tranquilo.
La imagen de Celene volvió entonces a su cabeza, ella misma había tenido su ceremonia de paso, pero una muy distinta…
- ¡Mamá, mamá! - llegó gritando entre sollozos, sorprendiendo a su progenitora preparando el desayuno en la cocina. - ¿Qué ocurre Ava? - le preguntó, dándose la vuelta para recibirla. Su pijama estaba manchado de sangre por debajo del vientre, y en su inocencia, la pequeña cuerva pensaba que algo iba mal en su cuerpo, que estaba enferma.
Incapaz de decir nada más, la niña rompió en llanto y corrió hacia su madre asustada, pero ésta se encargó de calmarla, con una sonrisa que si analizaba ahora, tenía un punto de malicia.
Celene le explicó que se había convertido en una mujer y que debían dar gracias a los espíritus, razón por la cual esa misma tarde recogieron flores de vivos tonos rojizos y dejaron atrás la aldea para ir hasta el tótem original. Juntas, pero en la intimidad que el bosque les ofrecía, prepararon un bonito arreglo con lo que habían recolectado e hicieron ofrendas de comida, luego llegó la hora de marcar a la joven con sangre, pero de forma mucho más sutil.
No la había dejado desnuda en mitad de la nada ni habían exhibido su cuerpo ante el resto del pueblo, simplemente le había levantado la camisa para dibujar una runa en su vientre y otra sobre su pecho, para su gente, eso bastaba.
Todo recuerdo en que intervenía Celene le resultaba doloroso, pero sin poder evitar que saliese a flote por lo que estaba viviendo, la morena cerró momentáneamente los ojos para tratar de sacárselo de la mente pensando en otra cosa mientras seguía avanzando entre la muchedumbre.
Como resultado de ello terminó chocando con algo sólido, un carro por lo que pudo ver desde el suelo, donde quedó sentada a causa del repentino impacto. - Debo parecer una estúpida. - susurró, pero no podía evitarlo, no se sentía cómoda en aquel sitio, tenía que huir.
- Eh eh, tranquila, si vas así por la calle te harás daño. - escuchó decir a alguien, otra mujer bestia que al ver el golpe que se había dado decidió acuclillarse frente a ella y echarle una mano. - Esto es raro ¿verdad? - preguntó, leyendo en su expresión todo lo que necesitaba saber.
Ava hizo un gesto afirmativo con la cabeza en respuesta, y la recién llegada no dudó en tenderle una mano para ayudarla a levantarse, poniéndola en la disyuntiva de aceptar, ignorando su incomodidad ante el contacto físico con otras personas, o negarse y ofender a la muchacha.
Después de pensarlo brevemente decidió dejar a un lado sus remilgos y valerse de aquella congénere para ponerse en pie, soltándose nada más incorporarse. - Me llamo Raiza, ¿y tú? - preguntó la chica, cuya cabeza estaba coronada por una cornamenta más grande que la suya. - Ava. - contestó, todavía con ganas de largarse a toda prisa.
- Veo que no te hace demasiada gracia esta costumbre que tienen… humanos… yo reaccioné igual la primera vez pero ya me he curado de espanto. - empezó a hablar, mostrándose todo lo amable que podía. - No te preocupes, no toda la Ohdà gira en torno a esas niñas, hay otras cosas como lo de lanzar objetos al fuego para recordar viejos amores. - explicó, sacando de uno de los bolsillos de su pantalón un pañuelo finamente bordado con un par de iniciales.
- ¿Me acompañas a la hoguera? Solo será un momento, y a lo mejor tú también tienes algo que arrojar a las llamas. - la invitó Raiza, sonriendo ampliamente.
Pero ella no tenía nada que ofrecer al fuego, no había conocido el amor romántico por culpa del trauma que Celene le había dejado, la única persona a la que quería de verdad era su padre.
- Raiza:
- Mujer bestia híbrida con parte de búfalo, aparte de los cuernos tendría las piernas cubiertas de pelo, cascos y cola.
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Ava Kenrith
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
¿Fertilidad? ¿hmmm?
Uriel siguió al ratón sin osar separarse de él, como vampiro era bastante arrogante y tenía una profunda sensación de superioridad sobre otras razas pero por sobre su faceta de vampiro estaba Uriel como niño, se sentía bastante intimidado con la gran cantidad de humanos y otras razas mezclada que habían ¿Y si descubrían que era un vampiro y se ponían violentos? ¿Y si habían abusadores infantiles o cazadores? El mero pensamiento hizo que el niño sujetara la mano del hombre-ratón con firmeza sin atreverse a soltarla. Al menos con el Mausu se sentía seguro y protegido.
Incluso con el físico de un niño de 11 años, el vampiro era bastante mas pequeño que cualquier niño de su edad así que no le resultó para nada complicado colarse entre los innumerables cuerpos de adultos que llenaban el festival, estaba mas preocupado por no soltar la mano del ratón o perderse entre la multitud ¡Eso era lo que más temía el pequeño vampirito!
En cuanto lograron llegar a la primera fila los ojos de Uriel se ampliaron ¡Conque esto era lo que todos estaban viendo! Aún sujetando la mano de Amit, el niño miró atentamente la escena con serenidad, como si no estuviese viendo niñas desnudas siendo expuestas al frió invernal ante miles de ojos de desconocidos.
" Ohdà....¿Ceremonia de madurez? ¿Fertilidad? ¡Los Nova no tenemos esta clase de rituales! Hmmmmm Aunque cuando completamos nuestra educación para ser vampiros independientes, entre los Nova al menos, es costumbre dejar al recién convertido salir de la mansión para que vea con sus propios ojos la grandeza de nuestra raza y la inferioridad de las otras....O eso me dijo el maestro.... "
Uriel clavó sus ojos en una de las innumerables niñas desnudas frente a la hoguera. debían tener mas o menos la misma edad, ella era un poco mas alta que Uriel y de bonitos cabellos castaños que caían por sus hombros que se ensuciaban levemente por la sangre de animal en su cuerpo, tímidamente, se esforzaba para para no cubrir con sus extremidades su preadolescente cuerpo dado que, si lo hacía, arruinaría los elaborados dibujos de sangre. Ella tenía pequeñas y finas lagrimas rodando por sus mejillas. El niño ladeo su cabeza ¿Porque hacían eso si no le gustaba? ¿Para ser "adultas"? ¿Para se "fértiles"? Los confusos ojos del niño se movieron de la pequeña niña a las dos grandes estatuas desnudas de los Dioses, estaban desnudos y sus detallados cuerpos no dejaban nada a la imaginación.
"No puedo entenderlo....¿Para que sirve esta "fertilidad" y "ceremonia de adultez"? ¡No le veo el sentido! Tampoco entiendo porque hay niñas desnudas ¿No que eso es ilegal? Además, todos parecen muy felices con ello ¡Y todo eso por la "reproducción"! Que raro.....¡Ni siquiera es necesario, para empezar! ¿¡No que los niños nacen de repollos o los trae la Señora cigüeña? "
Los vampiros no tenían algo como la reproducción sexual, pues convertían para aumentar sus números. El maestro de Uriel era un vampiro cerrado de mente y muy protector con la "pureza" de Uriel, solo le enseñó como los vampiros se "reproducían" y muy vagamente que existía algo llamado "sexo" que los vampiros hacían muy de vez en cuando por satisfacción propia. En los 89 años de Uriel, solo escuchó sobre el sexo de boca de su maestro 2 o 3 veces, con frases muy ambiguas y vagas al respecto. De echo una vez le preguntó a su maestro como nacían los niños a lo que él respondió; "Hijo, no necesitas saber algo como eso....Oh, bueno ¡De todas formas no dejaras de mirarme así hasta que te lo diga! ¿Verdad? Veamos....los vampiros mordemos para tener mas hermanos vampiros, pero las otras razas no lo hacen así ¡Tienen que llamar a cigüeña tras hacer acciones totalmente repugnantes y dignas de seres inferiores! ¡Y, hualá, les trae el niño y hay otro pequeño futuro alimento en el mundo!" Obviamente Uriel acabó mas confundido y curioso que antes así que volvió a preguntarle lo mismo al maestro de su maestro, cuando aún estaba con vida. la vampiresa lo miró con un rostro consternado y le dijo mas o menos lo mismo que su maestro el dijo, solo que en versión repollo ¡Así es como Uriel acabó por pensar que los niños salen de verduras o los traen aves después de que los padres hicieran cosas raras entre ellos!
El pequeño vampiro siguió pensando y reflexionando, pero una voz femenina que conocía le llamó la atención. Giró su cabecita y se encontró con la imagen de Elyn, la chica gato que conoció junto a su ahora compañero, Amit, y un extraño elfo, Mefisto. Sonriendo ampliamente pero sin osar soltar la mano del ratón, Uriel comenzó a saludarla con su brazo libre en alto.
"¡Elyn! Jejejeje ¿Que tal? "
Los humanos circundantes miraron con sorpresa y luego ira al pequeño niño que de repente se puso a gritar y saludar con su brazo en alto, pero Uriel los ignoró y siguió haciéndolo ¡El ganado no tiene derecho a protestar o recriminarle nada!
Uriel siguió al ratón sin osar separarse de él, como vampiro era bastante arrogante y tenía una profunda sensación de superioridad sobre otras razas pero por sobre su faceta de vampiro estaba Uriel como niño, se sentía bastante intimidado con la gran cantidad de humanos y otras razas mezclada que habían ¿Y si descubrían que era un vampiro y se ponían violentos? ¿Y si habían abusadores infantiles o cazadores? El mero pensamiento hizo que el niño sujetara la mano del hombre-ratón con firmeza sin atreverse a soltarla. Al menos con el Mausu se sentía seguro y protegido.
Incluso con el físico de un niño de 11 años, el vampiro era bastante mas pequeño que cualquier niño de su edad así que no le resultó para nada complicado colarse entre los innumerables cuerpos de adultos que llenaban el festival, estaba mas preocupado por no soltar la mano del ratón o perderse entre la multitud ¡Eso era lo que más temía el pequeño vampirito!
En cuanto lograron llegar a la primera fila los ojos de Uriel se ampliaron ¡Conque esto era lo que todos estaban viendo! Aún sujetando la mano de Amit, el niño miró atentamente la escena con serenidad, como si no estuviese viendo niñas desnudas siendo expuestas al frió invernal ante miles de ojos de desconocidos.
" Ohdà....¿Ceremonia de madurez? ¿Fertilidad? ¡Los Nova no tenemos esta clase de rituales! Hmmmmm Aunque cuando completamos nuestra educación para ser vampiros independientes, entre los Nova al menos, es costumbre dejar al recién convertido salir de la mansión para que vea con sus propios ojos la grandeza de nuestra raza y la inferioridad de las otras....O eso me dijo el maestro.... "
Uriel clavó sus ojos en una de las innumerables niñas desnudas frente a la hoguera. debían tener mas o menos la misma edad, ella era un poco mas alta que Uriel y de bonitos cabellos castaños que caían por sus hombros que se ensuciaban levemente por la sangre de animal en su cuerpo, tímidamente, se esforzaba para para no cubrir con sus extremidades su preadolescente cuerpo dado que, si lo hacía, arruinaría los elaborados dibujos de sangre. Ella tenía pequeñas y finas lagrimas rodando por sus mejillas. El niño ladeo su cabeza ¿Porque hacían eso si no le gustaba? ¿Para ser "adultas"? ¿Para se "fértiles"? Los confusos ojos del niño se movieron de la pequeña niña a las dos grandes estatuas desnudas de los Dioses, estaban desnudos y sus detallados cuerpos no dejaban nada a la imaginación.
"No puedo entenderlo....¿Para que sirve esta "fertilidad" y "ceremonia de adultez"? ¡No le veo el sentido! Tampoco entiendo porque hay niñas desnudas ¿No que eso es ilegal? Además, todos parecen muy felices con ello ¡Y todo eso por la "reproducción"! Que raro.....¡Ni siquiera es necesario, para empezar! ¿¡No que los niños nacen de repollos o los trae la Señora cigüeña? "
Los vampiros no tenían algo como la reproducción sexual, pues convertían para aumentar sus números. El maestro de Uriel era un vampiro cerrado de mente y muy protector con la "pureza" de Uriel, solo le enseñó como los vampiros se "reproducían" y muy vagamente que existía algo llamado "sexo" que los vampiros hacían muy de vez en cuando por satisfacción propia. En los 89 años de Uriel, solo escuchó sobre el sexo de boca de su maestro 2 o 3 veces, con frases muy ambiguas y vagas al respecto. De echo una vez le preguntó a su maestro como nacían los niños a lo que él respondió; "Hijo, no necesitas saber algo como eso....Oh, bueno ¡De todas formas no dejaras de mirarme así hasta que te lo diga! ¿Verdad? Veamos....los vampiros mordemos para tener mas hermanos vampiros, pero las otras razas no lo hacen así ¡Tienen que llamar a cigüeña tras hacer acciones totalmente repugnantes y dignas de seres inferiores! ¡Y, hualá, les trae el niño y hay otro pequeño futuro alimento en el mundo!" Obviamente Uriel acabó mas confundido y curioso que antes así que volvió a preguntarle lo mismo al maestro de su maestro, cuando aún estaba con vida. la vampiresa lo miró con un rostro consternado y le dijo mas o menos lo mismo que su maestro el dijo, solo que en versión repollo ¡Así es como Uriel acabó por pensar que los niños salen de verduras o los traen aves después de que los padres hicieran cosas raras entre ellos!
El pequeño vampiro siguió pensando y reflexionando, pero una voz femenina que conocía le llamó la atención. Giró su cabecita y se encontró con la imagen de Elyn, la chica gato que conoció junto a su ahora compañero, Amit, y un extraño elfo, Mefisto. Sonriendo ampliamente pero sin osar soltar la mano del ratón, Uriel comenzó a saludarla con su brazo libre en alto.
"¡Elyn! Jejejeje ¿Que tal? "
Los humanos circundantes miraron con sorpresa y luego ira al pequeño niño que de repente se puso a gritar y saludar con su brazo en alto, pero Uriel los ignoró y siguió haciéndolo ¡El ganado no tiene derecho a protestar o recriminarle nada!
Uri
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
"El Rancho de Cid"; aquel lugar que era considerado casi un paraíso. Un recinto donde animales de granja campaban a sus anchas, dando todos un excelente rendimiento. Concretamente, allí se criaban caballos, vacas y gallinas. También se compraban y vendían bastantes de estos cada mes.
El dueño; Cid Talcým, era un viejo conocido de Alward, le había hecho enormes favores con respecto a su yegua sin casi nunca pedir nada a cambio, más que los merecidos pagos que sus servicios como granjero requerían.
Allí se encontraba el Sevna, una más de tantas veces, semanas después de lo ocurrido con Ciudad Lagarto y Alosa, su hogar. Ambas experiencias habían dejado tocada su moral. No era el mismo, ese joven alegre, vivaz y bromista había sido borrado del mapa, dando paso a una faceta más oscura de su propio ser, casi inanimado.
El joven se encontraba sentado encima de unas vallas de madera. No llevaba puesta su armadura, ni tampoco iba armado. El motivo de que estuviera allí era que tan solo quería estar solo y relajado, lejos de la ciudad y la gente, al menos durante gran parte del día. A su espalda, alejada unos metros, estaba Epons correteando y jugando con otros equinos del lugar. El humano, por su parte, tenía la mirada perdida, clavada en el suelo, perdido en sus propios pensamientos.
El sol se escondía entre las montañas, y los rayos anaranjados del ocaso bañaban la pradera. Las nubes adquirían un color rosado. Pequeñas trazas de color azul podían verse aún en el cielo, aunque iban desapareciendo poco a poco. Hacía frío, y se levantó un pequeño aire que no ayudaba a regular la temperatura ambiente, por suerte, los ropajes que llevaba Alward le abrigaban bien.
Al escuchar pasos hundirse en la hierba, salió de su ensimismamiento y levantó la mirada. Cid se acercaba tirando de dos cabras. El hombre rubio de mediana edad y notables arrugas en sus ojos se acercaba a él, con su típica espiga de trigo en la boca y una mirada campechana.
Se detuvo frente al joven y se atusó su rubia barba.
-Entonces, ¿Quieres que te deje a Epons lista para partir mañana?
-El Sevna asintió, acto seguido dirigió su mirada hacia las cabras para devolverla al rubio, extrañado-¿Y esas cabras?
-Las compré esta mañana-Una de las cabras baló, mientras que la otra empezó a pastar-Es el Ohdá, hay que hacer un sacrificio a los dioses
-...Siempre hay que hacer sacrificios a los dioses-Se encogió de hombros
-El rubio masticó la espiga y la cambio de lugar en su boca, pasó del lado izquierdo al derecho, en ningún momento se la quitaba de la boca, parecía que tenía el control perfecto sobre esta, incluso podía hablar con total soltura-¿Quieres ayudarme?-Le ofreció un cuchillo con la mano que le quedaba libre-Así los dioses podrán protegerte
-Claro-Afirmó sin mucho entusiasmo, más que por él mismo lo haría para ayudar a su amigo. Eran viejas costumbres y creencias arraigadas después de todo.
El granjero le pasó una de las cuerdas que sujetaba a una de las cabras a Alward, mientras que él se encargaría de sacrificar a la primera. Puso un cuenco debajo de su cuello y sin más miramientos degolló al animal para verter allí su sangre.
El Sevna se bajó con cuidado de la valla y se dispuso a hacer su sacrificio. Cid puso otro cuenco debajo de la cabra que le pertenecía al joven castaño. Acto seguido, Alward prosiguió al sacrificio, degollando a la cabra y vertiendo su sangre en el cuenco. Se manchó un poco las manos de sangre, cosa que no le agradaba del todo.
-Aghh-Se sacudió para, en vano, intentar quitarse la sangre-¿Por qué los dioses mandan a que sacrifiquemos y no a algo más elegante?
-A mí no me mires, no soy un dios-Dejó escapar una sonrisilla. Tras eso, recogió el cuenco de Alward-Por cierto, ¿No vas a la celebración en la ciudad?
-Este año no
-Ya veo-Limpió los cuchillos ensangrentados con un trapo-Es una lástima, con la excusa del ritual de "la fertilidad" es una ocasión estupenda para conocer damas jejeje-Rió de una forma amigable y sincera
-No estoy de humor para esas cosas
-Te entiendo-Una vez limpiados los cuchillos, se acercó al joven y le posó las manos en los hombros, mirándole fijamente, casi como una mirada parental-Sé que no podré convencerte, pero estás a punto de cometer una locura
-Alward suspiró y apartó la mirada del granjero-Si no cometo esta locura, mi mente no podrá descansar
-Ya, pero... ¿Solo?
-Tengo que hacerlo solo-Volvió a mirar al rubio, pero esta vez con una mirada convencida
Cid le apartó las manos de los hombros del joven y se dirigió a las cabras. Se puso en jarras y miró hacia un cobertizo que estaba un par de metros más alejado de su posición. Acto seguido, giró su cuello para dirigirse de espaldas a Alward.
-¿Vas a quedarte a cenar? Aún quedan un par de cosas más por hacer
-No-Negó-Quiero despedir a los chicos
Alward acabó por despedirse de su amigo y emprendió el rumbo de vuelta hacia Lunargenta. Cuando llegó a la ciudad, la noche había cubierto totalmente Verisar, y la celebración del Ohdá había empezado. Había por las calles todo tipo de reacciones y familias orgullosas de sus hijas, algunos tiraban de animales para que estos fuesen sacrificados, y en ciertos grupos de niños, un adulto empezaba a relatar clases de sexualidad y "amor". Algunas niñas pasaban de etapa y se metían en la plena adultez. Esa celebración sin duda era bastante importante y educativa, pero poco le importaba realmente, en ese momento, su mente estaba lejos de allí.
El dueño; Cid Talcým, era un viejo conocido de Alward, le había hecho enormes favores con respecto a su yegua sin casi nunca pedir nada a cambio, más que los merecidos pagos que sus servicios como granjero requerían.
Allí se encontraba el Sevna, una más de tantas veces, semanas después de lo ocurrido con Ciudad Lagarto y Alosa, su hogar. Ambas experiencias habían dejado tocada su moral. No era el mismo, ese joven alegre, vivaz y bromista había sido borrado del mapa, dando paso a una faceta más oscura de su propio ser, casi inanimado.
El joven se encontraba sentado encima de unas vallas de madera. No llevaba puesta su armadura, ni tampoco iba armado. El motivo de que estuviera allí era que tan solo quería estar solo y relajado, lejos de la ciudad y la gente, al menos durante gran parte del día. A su espalda, alejada unos metros, estaba Epons correteando y jugando con otros equinos del lugar. El humano, por su parte, tenía la mirada perdida, clavada en el suelo, perdido en sus propios pensamientos.
El sol se escondía entre las montañas, y los rayos anaranjados del ocaso bañaban la pradera. Las nubes adquirían un color rosado. Pequeñas trazas de color azul podían verse aún en el cielo, aunque iban desapareciendo poco a poco. Hacía frío, y se levantó un pequeño aire que no ayudaba a regular la temperatura ambiente, por suerte, los ropajes que llevaba Alward le abrigaban bien.
Al escuchar pasos hundirse en la hierba, salió de su ensimismamiento y levantó la mirada. Cid se acercaba tirando de dos cabras. El hombre rubio de mediana edad y notables arrugas en sus ojos se acercaba a él, con su típica espiga de trigo en la boca y una mirada campechana.
Se detuvo frente al joven y se atusó su rubia barba.
-Entonces, ¿Quieres que te deje a Epons lista para partir mañana?
-El Sevna asintió, acto seguido dirigió su mirada hacia las cabras para devolverla al rubio, extrañado-¿Y esas cabras?
-Las compré esta mañana-Una de las cabras baló, mientras que la otra empezó a pastar-Es el Ohdá, hay que hacer un sacrificio a los dioses
-...Siempre hay que hacer sacrificios a los dioses-Se encogió de hombros
-El rubio masticó la espiga y la cambio de lugar en su boca, pasó del lado izquierdo al derecho, en ningún momento se la quitaba de la boca, parecía que tenía el control perfecto sobre esta, incluso podía hablar con total soltura-¿Quieres ayudarme?-Le ofreció un cuchillo con la mano que le quedaba libre-Así los dioses podrán protegerte
-Claro-Afirmó sin mucho entusiasmo, más que por él mismo lo haría para ayudar a su amigo. Eran viejas costumbres y creencias arraigadas después de todo.
El granjero le pasó una de las cuerdas que sujetaba a una de las cabras a Alward, mientras que él se encargaría de sacrificar a la primera. Puso un cuenco debajo de su cuello y sin más miramientos degolló al animal para verter allí su sangre.
El Sevna se bajó con cuidado de la valla y se dispuso a hacer su sacrificio. Cid puso otro cuenco debajo de la cabra que le pertenecía al joven castaño. Acto seguido, Alward prosiguió al sacrificio, degollando a la cabra y vertiendo su sangre en el cuenco. Se manchó un poco las manos de sangre, cosa que no le agradaba del todo.
-Aghh-Se sacudió para, en vano, intentar quitarse la sangre-¿Por qué los dioses mandan a que sacrifiquemos y no a algo más elegante?
-A mí no me mires, no soy un dios-Dejó escapar una sonrisilla. Tras eso, recogió el cuenco de Alward-Por cierto, ¿No vas a la celebración en la ciudad?
-Este año no
-Ya veo-Limpió los cuchillos ensangrentados con un trapo-Es una lástima, con la excusa del ritual de "la fertilidad" es una ocasión estupenda para conocer damas jejeje-Rió de una forma amigable y sincera
-No estoy de humor para esas cosas
-Te entiendo-Una vez limpiados los cuchillos, se acercó al joven y le posó las manos en los hombros, mirándole fijamente, casi como una mirada parental-Sé que no podré convencerte, pero estás a punto de cometer una locura
-Alward suspiró y apartó la mirada del granjero-Si no cometo esta locura, mi mente no podrá descansar
-Ya, pero... ¿Solo?
-Tengo que hacerlo solo-Volvió a mirar al rubio, pero esta vez con una mirada convencida
Cid le apartó las manos de los hombros del joven y se dirigió a las cabras. Se puso en jarras y miró hacia un cobertizo que estaba un par de metros más alejado de su posición. Acto seguido, giró su cuello para dirigirse de espaldas a Alward.
-¿Vas a quedarte a cenar? Aún quedan un par de cosas más por hacer
-No-Negó-Quiero despedir a los chicos
Alward acabó por despedirse de su amigo y emprendió el rumbo de vuelta hacia Lunargenta. Cuando llegó a la ciudad, la noche había cubierto totalmente Verisar, y la celebración del Ohdá había empezado. Había por las calles todo tipo de reacciones y familias orgullosas de sus hijas, algunos tiraban de animales para que estos fuesen sacrificados, y en ciertos grupos de niños, un adulto empezaba a relatar clases de sexualidad y "amor". Algunas niñas pasaban de etapa y se metían en la plena adultez. Esa celebración sin duda era bastante importante y educativa, pero poco le importaba realmente, en ese momento, su mente estaba lejos de allí.
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Era muy difícil pelear contra las creencias del pequeño vampiro, cada vez que Amit escuchaba lo de las “razas inferiores”, hacía un esfuerzo, contaba internamente e intentaba ignorarlo. El Mausu sabía que no era culpa de Uri, era solo un niño, repetía de memoria lo que le habían dicho desde el día que lo habían convertido, en su ingenuidad, no se percataba de lo insultante que era lo que decía.
-¡Tchik! Bien, simbólicamente es lo mismo, algún tipo de ceremonia que sirve para mostrarles a todos que ya no eres un niño – Amit se quedó en silencio unos segundos, mirando a las niñas que se formaban frente a las estatuas de madera – En el caso de las niñas es aun más importante, porque señala el comienzo de su ciclo reproductivo, Tchik, de ahora en más podrán tener crías, eso es fundamental-
No poder tener hijos era de las peores cosas que podían pasarle a un Mausu, era una gran decepción para la tribu, ya que por más que pudieras trabajar y aportar a la comunidad con tus habilidades, nunca podrías dejar descendencia que era en última instancia lo que aseguraba que la tribu siguiera existiendo. Amit estaba por explicarle a Uri de qué se trataba la fertilidad cuando Elyn apareció de la nada, dándole un pequeño susto al ratón.
-¿Buscas pelea, Mujer-Gato? – Aunque sabia su nombre se negaba a llamarla de otro modo – De pronto Verisar parece muy pequeño ¡Tchik! – El roedor miraba con algo de sospecha a la chica, pero quien conociera un poco más a Amit sabría que en realidad no le caía mal Elyn – Intentábamos descifrar qué es lo que significa todo esta cuestión de las niñas y los sacrificios- Dijo el Mausu señalando a las jóvenes pintadas con sangre y a los muchachos sacrificando animales.
Habían también otras actividades, música, bailes, comida y demás, pero sin duda el espectáculo principal se desarrollaba alrededor de las estatuas prendidas fuego. Amit notó que las personas se acercaban para tirar diversos objetos a las llamas, no estaba seguro para qué sería eso, tendría que averiguarlo luego.
-Uri preguntaba por la fertilidad ¡Tchik! Parece ser que está algo desinformado sobre cómo llegan las crías al mundo – Se peino los bigotes mientras pensaba como sería más sencillo de explicar – Hembras y Machos no son iguales, eso puedes notarlo a simple vista – Dijo y señaló a las niñas desnudas en la plaza - Hacer un ritual para mostrar que las chicas son fértiles es una señal para que los machos se acerquen a ellas – Como supuso que con eso solo no alcanzaría para que Uriel captara la idea, agregó – Los machos deben montar a las hembras para poder fecundar y que nazcan niños ¡Tchik! Los bebes no salen de repollos ni cigüeñas, salen de las madres, en general en camadas de entre ocho y doce niños –
Miró a Elyn en busca de ayuda para poder explicar un tema tan largo de forma tal que Uri pudiera entenderlo.
-¡Tchik! Bien, simbólicamente es lo mismo, algún tipo de ceremonia que sirve para mostrarles a todos que ya no eres un niño – Amit se quedó en silencio unos segundos, mirando a las niñas que se formaban frente a las estatuas de madera – En el caso de las niñas es aun más importante, porque señala el comienzo de su ciclo reproductivo, Tchik, de ahora en más podrán tener crías, eso es fundamental-
No poder tener hijos era de las peores cosas que podían pasarle a un Mausu, era una gran decepción para la tribu, ya que por más que pudieras trabajar y aportar a la comunidad con tus habilidades, nunca podrías dejar descendencia que era en última instancia lo que aseguraba que la tribu siguiera existiendo. Amit estaba por explicarle a Uri de qué se trataba la fertilidad cuando Elyn apareció de la nada, dándole un pequeño susto al ratón.
-¿Buscas pelea, Mujer-Gato? – Aunque sabia su nombre se negaba a llamarla de otro modo – De pronto Verisar parece muy pequeño ¡Tchik! – El roedor miraba con algo de sospecha a la chica, pero quien conociera un poco más a Amit sabría que en realidad no le caía mal Elyn – Intentábamos descifrar qué es lo que significa todo esta cuestión de las niñas y los sacrificios- Dijo el Mausu señalando a las jóvenes pintadas con sangre y a los muchachos sacrificando animales.
Habían también otras actividades, música, bailes, comida y demás, pero sin duda el espectáculo principal se desarrollaba alrededor de las estatuas prendidas fuego. Amit notó que las personas se acercaban para tirar diversos objetos a las llamas, no estaba seguro para qué sería eso, tendría que averiguarlo luego.
-Uri preguntaba por la fertilidad ¡Tchik! Parece ser que está algo desinformado sobre cómo llegan las crías al mundo – Se peino los bigotes mientras pensaba como sería más sencillo de explicar – Hembras y Machos no son iguales, eso puedes notarlo a simple vista – Dijo y señaló a las niñas desnudas en la plaza - Hacer un ritual para mostrar que las chicas son fértiles es una señal para que los machos se acerquen a ellas – Como supuso que con eso solo no alcanzaría para que Uriel captara la idea, agregó – Los machos deben montar a las hembras para poder fecundar y que nazcan niños ¡Tchik! Los bebes no salen de repollos ni cigüeñas, salen de las madres, en general en camadas de entre ocho y doce niños –
Miró a Elyn en busca de ayuda para poder explicar un tema tan largo de forma tal que Uri pudiera entenderlo.
Amit'tek
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Apenas y se iba acercando al grupo ya podía escuchar a Uri haciendo preguntas casi iguales o identicas a las que ella tenía en su mente, no entendía mucho de lo que estaba pasando en ese ritual, ¿Por qué hacer pasar a unas pobres niñas inocentes y puras un momento tan humillante y vergonzoso? Frente a todo el pueblo además.
Sonriendo una vez llegó al grupo, acarició la cabeza de Uri a modo de saludo mientras le dedicaba una sonrisa aún más amplia y luego miró al ratón y ya al oírle su expresión cambió completamente, su sonrisa se borró a una expresión neutral mientras le miraba con cierto desdén y odio.
— ¿Apenas llego y ya me estás tocando la paciencia? — Había venido en son de paz, y apenas llegó ya la estaba molestando de manera pasiva. — ¡Pequeño como tú, enano de alcantarilla! — Dijo en voz alta, casi gritando pero se recordó la multitud que tiene alrededor antes de hacerlo.
— Umh... ¡Yo tampoco sé de que va todo! Pero me interesaría saber el porque parecen estar... Exhibiendo a las niñas de esta manera tan, peculiar... Ah y... ¿Por qué están quemando cosas algunos? Parece una ofrenda a los dioses pero... ¿Por qué esos objetos y con qué objetivo...? —
Dejó salir un largo suspiro, y siguió mirando todo lo que pasaba alrededor de la hoguera, las expresiones asustadas, felices y confundidas de las niñas y luego otros que pasaban a quemar diferentes objetos al fuego, ¿De qué se trataba todo eso? Debería de ir a preguntar a alguien de aquel poblado para enterarse quizás, ya que ninguno de sus dos acompañantes parecían estar enterados de lo que pasaba exactamente.
Se puso algo nerviosa, su cola empezó a menearse de lado a lado de forma leve y suave indicando cierta disconformidad mientras hablaba. — Ah... ¿Muestran a las niñas de tal manera solo para que los machos sepan cuando están en época de reproducción? ¡Qué barbaridad! Deberían de hacerlo cautelosamente, primero deberían atraer la atención del macho de forma instintiva y una vez ya le tienen en atención es fácil... ¡Se dejan montar! — Una vez terminó y le dedicó la mirada se inclinó ligeramente hacia Uri y con una sonrisa torpe empezó a dar una mejor explicación que se le ocurría en el momento.
— ¡Uri! Llega un punto en que las hembras crecen hasta dar con su primera época de celo, según me ha contado mi madre tiene que ver con la edad el peso y la raza más que nada, pero es en su mayoría alrededor de siempre la misma edad en que las hembras entran en época. ¡Entonces! Una vez llega la época de celo, debes de buscar un macho adecuado siendo disimulada, y una vez le encuentras te puedes... "poner mimosa" con él, ¡Le haces saber de forma cautelosa y elegante que estás en época y quieres reproducirte con él! — Y luego pensó un poco más en lo último que dijo el ratón. — Pero que yo sepa... ¡La gente normal no tiene tantas crías como los ratones! Solo tienen de dos a cinco más o menos. ¡Así que! ¡Sí encuentras alguna hembra en época de celo haciéndose de mimosa y cariñosa de forma particular, muéstrate elegante y como un auténtico macho Uri, quizá así puedas procrear con ella! Sí es que ustedes pueden procrearse... ¡He escuchado historias de que no! Pero quien sabe... —
Y luego de tanta explicación dejó salir un ligero suspiro, sonrió satisfecha con su propio desenvolvimiento y sus orejitas se movieron ligeramente de la alegría, su cola dejó de menearse como sí hubiera dejado salir el estrés y miró a Uri con una tonta sonrisa esperando ver su reacción, luego también miró a Amit en busca de aprobación con aún esa sonrisa.
Sonriendo una vez llegó al grupo, acarició la cabeza de Uri a modo de saludo mientras le dedicaba una sonrisa aún más amplia y luego miró al ratón y ya al oírle su expresión cambió completamente, su sonrisa se borró a una expresión neutral mientras le miraba con cierto desdén y odio.
— ¿Apenas llego y ya me estás tocando la paciencia? — Había venido en son de paz, y apenas llegó ya la estaba molestando de manera pasiva. — ¡Pequeño como tú, enano de alcantarilla! — Dijo en voz alta, casi gritando pero se recordó la multitud que tiene alrededor antes de hacerlo.
— Umh... ¡Yo tampoco sé de que va todo! Pero me interesaría saber el porque parecen estar... Exhibiendo a las niñas de esta manera tan, peculiar... Ah y... ¿Por qué están quemando cosas algunos? Parece una ofrenda a los dioses pero... ¿Por qué esos objetos y con qué objetivo...? —
Dejó salir un largo suspiro, y siguió mirando todo lo que pasaba alrededor de la hoguera, las expresiones asustadas, felices y confundidas de las niñas y luego otros que pasaban a quemar diferentes objetos al fuego, ¿De qué se trataba todo eso? Debería de ir a preguntar a alguien de aquel poblado para enterarse quizás, ya que ninguno de sus dos acompañantes parecían estar enterados de lo que pasaba exactamente.
Se puso algo nerviosa, su cola empezó a menearse de lado a lado de forma leve y suave indicando cierta disconformidad mientras hablaba. — Ah... ¿Muestran a las niñas de tal manera solo para que los machos sepan cuando están en época de reproducción? ¡Qué barbaridad! Deberían de hacerlo cautelosamente, primero deberían atraer la atención del macho de forma instintiva y una vez ya le tienen en atención es fácil... ¡Se dejan montar! — Una vez terminó y le dedicó la mirada se inclinó ligeramente hacia Uri y con una sonrisa torpe empezó a dar una mejor explicación que se le ocurría en el momento.
— ¡Uri! Llega un punto en que las hembras crecen hasta dar con su primera época de celo, según me ha contado mi madre tiene que ver con la edad el peso y la raza más que nada, pero es en su mayoría alrededor de siempre la misma edad en que las hembras entran en época. ¡Entonces! Una vez llega la época de celo, debes de buscar un macho adecuado siendo disimulada, y una vez le encuentras te puedes... "poner mimosa" con él, ¡Le haces saber de forma cautelosa y elegante que estás en época y quieres reproducirte con él! — Y luego pensó un poco más en lo último que dijo el ratón. — Pero que yo sepa... ¡La gente normal no tiene tantas crías como los ratones! Solo tienen de dos a cinco más o menos. ¡Así que! ¡Sí encuentras alguna hembra en época de celo haciéndose de mimosa y cariñosa de forma particular, muéstrate elegante y como un auténtico macho Uri, quizá así puedas procrear con ella! Sí es que ustedes pueden procrearse... ¡He escuchado historias de que no! Pero quien sabe... —
Y luego de tanta explicación dejó salir un ligero suspiro, sonrió satisfecha con su propio desenvolvimiento y sus orejitas se movieron ligeramente de la alegría, su cola dejó de menearse como sí hubiera dejado salir el estrés y miró a Uri con una tonta sonrisa esperando ver su reacción, luego también miró a Amit en busca de aprobación con aún esa sonrisa.
Elyn
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
El Ohdá no era realmente su fiesta, o tal vez si, todo dependía del punto de vista. No se había permitido a si misma amar a alguien de la manera en que la mayoría esperaría que una mujer lo hiciera, no al menos como para casarse y tener hijos pero sí que había conocido el amor en casi toda su variedad.
El sexo y el placer era algo natural; lo que todos llamaban amor de pareja no le sonaba real ni mucho menos compatible con las primeras dos cosas. Por norma general estaba acostumbrada a escuchar de las uniones planeadas desde antes de que siquiera nacieran, su hermana Asterin había sido prometida a alguien de esa misma forma con la única ventaja de que ellos ya se conocían desde pequeños y no era necesario recordarles que estaban prometidos cuando era más que suficiente con solo verlos... Una hermosa excepción que estaba por dar fruto en pocos meses, y una lastima que Oromë no llegaría a ver a su sobrino o sobrina cuando su hermana no quería ni escuchar su nombre de los labios de sus padres.
Ahogó esos recuerdos en cada paso que daba entre la multitud, su capa roja sobre su cabeza ocultando sus facciones. Si alguien alcanzaba a ver sus ojos instantáneamente dirigían la vista a otra parte y la dragona no los culpaba, tenía una apariencia horrenda: ojeras profundas, un mohín en sus labios que no desaparecía por nada en el mundo y sus ojos ademas del cansancio obvio carecían de ese brillo salvaje que portaba en conjunto con su actitud... Estaba fuera de si y era comprensible luego de lo sucedido en Ciudad Lagarto, ni siquiera quería permitirse ir más allá del nombre en sus pensamientos y estaba esquivando con cualquier excusa barata el regresar allí. Necesitaba tiempo para si misma y de cierta forma el festival ayudaba a traer mejores memorias a su mente.
Ciertamente la idea de estar sobre una tarima desnuda y cubierta de sangre frente a cientos de desconocidos no se le antojaba bonita y era notable que a aquellas mujercitas tampoco les agradaba. Oromë tuvo la suerte de haber nacido en su familia donde preferían la versión más privada y mas sentimental. Siendo la menor de todas solo experimentó la suya, pero era básicamente lo mismo, desnudes y sangre salvo que su padre, el único hombre de la casa, no participaba hasta después de que su madre y sus hermanas la pintaran de pies a cabeza. Finalizada esta parte la cubrían de besos y su madre le regalaba un vestido blanco nuevo, con los detalles hechos especialmente para que lo luzca una mujer y no uno simple como llevaría una niña. Lo ultimo que recordaba era su padre dándole un beso en la frente y llevándola de paseo por la ciudad con su nuevo vestido.
Pero... esta no era su ceremonia de madurez, ni mucho menos su pueblo, su hogar. La ciudad Lagarto no era su casa tampoco, no había nada allí que la hiciera sentir en calma, ni siquiera el desorden que tanto adoraba de aquel lugar, el control que podía ejercer sobre el resto. Nada de eso funcionaba ya, su corazón estaba comenzando a latir con demasiada fuerza, el aire se comprimía en su pecho, había demasiada gente a su alrededor. Quería salir de allí cuanto antes, de todas formas, no tenía nada que ofrecer a los dioses esta vez, ni siquiera traía nada en sus bolsillos, ni armas ni monedas.
Se dio media vuelta de golpe y empujó a la gente en su camino, muchos se quejaron de regreso, incluso alguien le gritó un improperio luego de caerse de bruces. Seguramente muchos más la hubieran insultado y probablemente hubiera recibido un golpe en el rostro más pronto que tarde de haber seguido apartando a las personas de esa forma, pero tuvo que detenerse de sopetón cuando su próxima victima iba a ser alguien a quien recordaba demasiado bien a pesar de querer olvidar todo lo sucedido en Lagarto. -Alward Sevna...- Llevaba días fingiendo muy bien el ser ella misma, el orgullo y el sarcasmo frente a sus mas allegados y esta vez estaba luchando por seguir manteniendo esa mascara de egocentrismo en su sonrisa ladeada y en su voz. Aunque estas parecían querer traicionarla de un momento a otro.
•Charla con Alward
El sexo y el placer era algo natural; lo que todos llamaban amor de pareja no le sonaba real ni mucho menos compatible con las primeras dos cosas. Por norma general estaba acostumbrada a escuchar de las uniones planeadas desde antes de que siquiera nacieran, su hermana Asterin había sido prometida a alguien de esa misma forma con la única ventaja de que ellos ya se conocían desde pequeños y no era necesario recordarles que estaban prometidos cuando era más que suficiente con solo verlos... Una hermosa excepción que estaba por dar fruto en pocos meses, y una lastima que Oromë no llegaría a ver a su sobrino o sobrina cuando su hermana no quería ni escuchar su nombre de los labios de sus padres.
Ahogó esos recuerdos en cada paso que daba entre la multitud, su capa roja sobre su cabeza ocultando sus facciones. Si alguien alcanzaba a ver sus ojos instantáneamente dirigían la vista a otra parte y la dragona no los culpaba, tenía una apariencia horrenda: ojeras profundas, un mohín en sus labios que no desaparecía por nada en el mundo y sus ojos ademas del cansancio obvio carecían de ese brillo salvaje que portaba en conjunto con su actitud... Estaba fuera de si y era comprensible luego de lo sucedido en Ciudad Lagarto, ni siquiera quería permitirse ir más allá del nombre en sus pensamientos y estaba esquivando con cualquier excusa barata el regresar allí. Necesitaba tiempo para si misma y de cierta forma el festival ayudaba a traer mejores memorias a su mente.
Ciertamente la idea de estar sobre una tarima desnuda y cubierta de sangre frente a cientos de desconocidos no se le antojaba bonita y era notable que a aquellas mujercitas tampoco les agradaba. Oromë tuvo la suerte de haber nacido en su familia donde preferían la versión más privada y mas sentimental. Siendo la menor de todas solo experimentó la suya, pero era básicamente lo mismo, desnudes y sangre salvo que su padre, el único hombre de la casa, no participaba hasta después de que su madre y sus hermanas la pintaran de pies a cabeza. Finalizada esta parte la cubrían de besos y su madre le regalaba un vestido blanco nuevo, con los detalles hechos especialmente para que lo luzca una mujer y no uno simple como llevaría una niña. Lo ultimo que recordaba era su padre dándole un beso en la frente y llevándola de paseo por la ciudad con su nuevo vestido.
Pero... esta no era su ceremonia de madurez, ni mucho menos su pueblo, su hogar. La ciudad Lagarto no era su casa tampoco, no había nada allí que la hiciera sentir en calma, ni siquiera el desorden que tanto adoraba de aquel lugar, el control que podía ejercer sobre el resto. Nada de eso funcionaba ya, su corazón estaba comenzando a latir con demasiada fuerza, el aire se comprimía en su pecho, había demasiada gente a su alrededor. Quería salir de allí cuanto antes, de todas formas, no tenía nada que ofrecer a los dioses esta vez, ni siquiera traía nada en sus bolsillos, ni armas ni monedas.
Se dio media vuelta de golpe y empujó a la gente en su camino, muchos se quejaron de regreso, incluso alguien le gritó un improperio luego de caerse de bruces. Seguramente muchos más la hubieran insultado y probablemente hubiera recibido un golpe en el rostro más pronto que tarde de haber seguido apartando a las personas de esa forma, pero tuvo que detenerse de sopetón cuando su próxima victima iba a ser alguien a quien recordaba demasiado bien a pesar de querer olvidar todo lo sucedido en Lagarto. -Alward Sevna...- Llevaba días fingiendo muy bien el ser ella misma, el orgullo y el sarcasmo frente a sus mas allegados y esta vez estaba luchando por seguir manteniendo esa mascara de egocentrismo en su sonrisa ladeada y en su voz. Aunque estas parecían querer traicionarla de un momento a otro.
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Oromë Vánadóttir
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Se puede decir que soy una persona a la que le gusta hablar, pero después de la charla que acababa de tener con Lavey el silencio se me volvió sumamente agradable. Aunque realmente silencio lo que se dice silencio no había, fuera de la pequeña tienda se escuchaban a los padres, madres y demás transeúntes.
Comencé a desvestir a mi hija con mucho cuidado, la capa, el chaleco de pelo, deshaciendo los nudos y abriendo los cordeles de su camisa para luego sacarla y plegarla con mimo, como si manipulara una frágil burbuja de cristal y no un trozo de tela. Senté a Lavey en el taburete que momentos antes había evitado que yo cayera de bruces al suelo, retire las pesadas botas de invierno de sus níveos pies y desprendí los cordones del pantalón repitiendo la acción de la camisa.
En total desnudez se podía ver sin tapujos el paso del tiempo sobre la piel de la pequeña, la cicatriz diagonal que se hizo en el muslo en aquel intento por capturar a un prófugo, la señal circular en el abdomen de aquella flecha envenenada que impactó sobre ella al tratar de rescatar a su tía...
-¿Tengo que ir desnuda por la calle?
Cuestionaba aquella a le quedaban escasos minutos de seguir siendo niña, ahora ya no podría decir que era mi niña, ahora seria toda una mujer... mujercita, ita, chiquitita. Ahora entendía porque mis abuelos seguían diciéndole nena a mi madre. Daba igual la edad que tuviera Lavey, siempre seria mi niña.
-Si. -Le dije tranquilamente cogiendo el cuenco con sangre. -En Dundarak seria mucho más intimo, solo asistiría la familia y los Celestiales. -Hablaba calmada y con pausa, nada quedaba ya de la atormentada madre que minutos antes intentaba explicar como se hacían los bebes. -Esta ceremonia es hacia los dioses Freyr y Freya, pero los dragones celestiales siempre nos vigilan así que haremos de esta ceremonia la nuestra propia.
Mientras hablaba recogí la rubia cabellera de Lavey en una trenza y dibuje las mismas lineas de fertilidad que en su momento mi madre dibujo en mi. Las primeras eran siguiendo los huesos de la cadera dibujando dos lineas descendentes hacia la ingle, de los hombros nacían más lineas que seguían el perfil del hueso de las clavículas hasta bajar por el centro del pecho, donde se ramificaban haciendo un arco que recorría la silueta de los senos hasta bajar para juntarse con el inicio que marcaron las primeras gotas de sangre en la cadera, la ultima linea comenzó en la bifurcación que la anterior hizo sobre los pechos y bajo desde el centro del torso hasta el ombligo.
-Ponte de pie cielo. -Lavey estaba tranquila igual de tranquila que estuve yo en su día. Por alguna extraña razón dibujar aquellas lineas en el cuerpo nos tranquilizaba, no sabia si era un efecto que nos sucedía a todas o si era algo que solo notaban algunas, pero la cuestión era que la joven dragona estaba relajada. -Voy hacer algo para que los dioses sepan que eres pura, te va molestar, pero pronto dejara de dolor.
-Vale mama. -Me respondió con la voz calmada y serena. -No tengo miedo, estoy lista para ser mujer.
Apoye mi frente en la de ella al bajar la mano en busca de aquella barrera cerré los ojos al sentirla y Lavey ahogo un grito.
-Shhh, ya esta. Eres muy valiente hija, vas a ser una gran mujer. -Bese su frente. -Estoy orgullosa de ti.
Ella simplemente asintió y sonrió, yo limpie mis manos en un cubo con agua y guarde su ropa en la mochila. Le tendí la mano y salimos de la tienda para unirnos a la comitiva que caminaba hacia la plaza, al llegar le di un beso sobre el pelo y me aleje de ella hacia los dioses en llamas. Esta era su celebración no la mía.
El fuego ardía con fuerza y en su interior se quemaban las estatuas de los dos dioses y un sin fin de objetos de amantes perdidos y ganados, de amores rotos y reencontrados.
Reencuentros... después de tanto tiempo había vuelto a ver a Sauron. Nunca imagine que las cosas acabarían así con ella, pero por lo menos ya no estaba enfadada conmigo. Saqué del morral una fina cuerda de esparto y la acaricie como si estuviera rozando las plumas de un ave, sonreí de medio lado al recordar aquel momento.
-El futuro es incierto y solo los dioses saben cual es el final de nuestro camino. -Susurre lanzando la cuerda al fuego. -Por los reencuentros venideros.
Alcé la vista y mire hacia Lavey, pero que hermosa estaba esta noche. Mi niña se hace mayor. Pensé mientras caminaba hacia ella, la joven había sido bendecida por Dioses y Celestiales y ahora se alejaba del resto de niñas convertida en mujer. -Toma, no quiero que cojas frió. -Le dije a la rubia con voz maternal al tiempo que dejaba caer una capa sobre sus hombros.
Comencé a desvestir a mi hija con mucho cuidado, la capa, el chaleco de pelo, deshaciendo los nudos y abriendo los cordeles de su camisa para luego sacarla y plegarla con mimo, como si manipulara una frágil burbuja de cristal y no un trozo de tela. Senté a Lavey en el taburete que momentos antes había evitado que yo cayera de bruces al suelo, retire las pesadas botas de invierno de sus níveos pies y desprendí los cordones del pantalón repitiendo la acción de la camisa.
En total desnudez se podía ver sin tapujos el paso del tiempo sobre la piel de la pequeña, la cicatriz diagonal que se hizo en el muslo en aquel intento por capturar a un prófugo, la señal circular en el abdomen de aquella flecha envenenada que impactó sobre ella al tratar de rescatar a su tía...
-¿Tengo que ir desnuda por la calle?
Cuestionaba aquella a le quedaban escasos minutos de seguir siendo niña, ahora ya no podría decir que era mi niña, ahora seria toda una mujer... mujercita, ita, chiquitita. Ahora entendía porque mis abuelos seguían diciéndole nena a mi madre. Daba igual la edad que tuviera Lavey, siempre seria mi niña.
-Si. -Le dije tranquilamente cogiendo el cuenco con sangre. -En Dundarak seria mucho más intimo, solo asistiría la familia y los Celestiales. -Hablaba calmada y con pausa, nada quedaba ya de la atormentada madre que minutos antes intentaba explicar como se hacían los bebes. -Esta ceremonia es hacia los dioses Freyr y Freya, pero los dragones celestiales siempre nos vigilan así que haremos de esta ceremonia la nuestra propia.
Mientras hablaba recogí la rubia cabellera de Lavey en una trenza y dibuje las mismas lineas de fertilidad que en su momento mi madre dibujo en mi. Las primeras eran siguiendo los huesos de la cadera dibujando dos lineas descendentes hacia la ingle, de los hombros nacían más lineas que seguían el perfil del hueso de las clavículas hasta bajar por el centro del pecho, donde se ramificaban haciendo un arco que recorría la silueta de los senos hasta bajar para juntarse con el inicio que marcaron las primeras gotas de sangre en la cadera, la ultima linea comenzó en la bifurcación que la anterior hizo sobre los pechos y bajo desde el centro del torso hasta el ombligo.
-Ponte de pie cielo. -Lavey estaba tranquila igual de tranquila que estuve yo en su día. Por alguna extraña razón dibujar aquellas lineas en el cuerpo nos tranquilizaba, no sabia si era un efecto que nos sucedía a todas o si era algo que solo notaban algunas, pero la cuestión era que la joven dragona estaba relajada. -Voy hacer algo para que los dioses sepan que eres pura, te va molestar, pero pronto dejara de dolor.
-Vale mama. -Me respondió con la voz calmada y serena. -No tengo miedo, estoy lista para ser mujer.
Apoye mi frente en la de ella al bajar la mano en busca de aquella barrera cerré los ojos al sentirla y Lavey ahogo un grito.
-Shhh, ya esta. Eres muy valiente hija, vas a ser una gran mujer. -Bese su frente. -Estoy orgullosa de ti.
Ella simplemente asintió y sonrió, yo limpie mis manos en un cubo con agua y guarde su ropa en la mochila. Le tendí la mano y salimos de la tienda para unirnos a la comitiva que caminaba hacia la plaza, al llegar le di un beso sobre el pelo y me aleje de ella hacia los dioses en llamas. Esta era su celebración no la mía.
El fuego ardía con fuerza y en su interior se quemaban las estatuas de los dos dioses y un sin fin de objetos de amantes perdidos y ganados, de amores rotos y reencontrados.
Reencuentros... después de tanto tiempo había vuelto a ver a Sauron. Nunca imagine que las cosas acabarían así con ella, pero por lo menos ya no estaba enfadada conmigo. Saqué del morral una fina cuerda de esparto y la acaricie como si estuviera rozando las plumas de un ave, sonreí de medio lado al recordar aquel momento.
-El futuro es incierto y solo los dioses saben cual es el final de nuestro camino. -Susurre lanzando la cuerda al fuego. -Por los reencuentros venideros.
Alcé la vista y mire hacia Lavey, pero que hermosa estaba esta noche. Mi niña se hace mayor. Pensé mientras caminaba hacia ella, la joven había sido bendecida por Dioses y Celestiales y ahora se alejaba del resto de niñas convertida en mujer. -Toma, no quiero que cojas frió. -Le dije a la rubia con voz maternal al tiempo que dejaba caer una capa sobre sus hombros.
Reivy Abadder
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
A medida que avanzaba, pude ver varios jóvenes avanzar con conejos en la mano, cabras y similares así como chicas también en edad de crecer que se paseaban por ahí con esas pintas. Había bastante gente alrededor de la hoguera, por lo que tuve que esperar un momento para poder acercarme debidamente mientras la gente empujaba.
Cuando finalmente tuve un hueco por donde colarme, pude escabullirme y avanzar hasta la mismísima hoguera. El fuego rugía con fuerza alzándose como una gran torre de luz hacia el cielo, desafiando a llegar a las estrellas cuando alcanzara la entrada noche. Mire un momento el pañuelo que había estado sosteniendo hasta entonces, antes de que, con un movimiento decidido y certero, lo arrojara hacia el fuego, que lo paseo entre aires calientes unos segundos antes de consumirlo elegantemente hasta reducirlo a cenizas que fueron prácticamente perdidas al momento por el viento.
Medité un momento mirando al cielo, tratando, sin éxito de seguir la pista a esas cenizas mientras estas eran conducidas hacia ninguna parte.- Así como el viento se lo llevaba ahora, el tiempo se llevo lo que en su día ame. - Dije con un arrebato de poeta mientras una media sonrisa, más amarga que ninguna otra, se me dibujaba en la cara.
Me fije entonces en que tenia una niña mirándome con algo de desprecio en la cara. Sin duda, debido a los dibujos en su carne y la falta de cobertura corporal, esa chica acababa de entrar en la pubertad. Su mirada era una mezcla de expresiones y emociones. Duda, preguntas, rabia y algo de asco.
Levanté una sola ceja con una sonrisa, algo más tranquila, en su dirección.
- Maldita sea, joven, con esa mirada no conseguirás casarte nunca.
- Nadie ha dicho que quiera casarme. - Dijo apartando la mirada de pronto, centrándose en el fuego.
Incline un poco la cabeza, teniendo en cuenta las fechas y la actitud de la joven, bien podía ser o un desamor o bien la falta de alegría por la fiesta en si. A juzgar por como se abrazaba a si misma, era más probable la segunda. Miré a ambos lados, prácticamente todo el mundo iba a la suya. Me saque la casaca, dejándome sobre mi solamente la camisa y los pantalones. Se la puse encima a la chica, que al principio la rechazo.
- Es una buena actitud la tuya con no casarte, pero no tanto la de rechazar abrigo si estas desnuda...
- Va en contra de la tradición...
- A ti te la suda la tradición. - Dije dando en el clavo. - Y tienes frió. Se te nota...
Ella se cubrió de colores la cara en un instante, pero tomo la casaca y se arremolino en ella, cerrando cada maldito botón.
- Es usted un cerdo. - Dijo con un tono que no dejaba a dudas lo molesta que estaba.
- Bien, al menos que sepas reconocer a los hombres que no te convienen es un atributo a tener en cuenta... Muchas jóvenes carecen de ese don.
- Todo esto es una mierda. - Dijo por lo bajo, agarrando con fuerza los bajos del gabán.
- Bueno... - Dije mirando el fuego, la gente no parecía percatarse de que esa joven tapada era una de las chicas. - Quizás no sea el más adecuado para hablar, jovencita... Soy la antítesis de un caballero adecuado y soy el tipo de persona de la que una joven no debería enamorarse.
Tenia cierto problema con los niños. No sabia como dejar de decirles la verdad. Era algo que siempre me había traído dolores de cabeza, pero en este caso, me dejo con un moco:
- No hablo del amor. Hablo de esto...
Señaló hacia abajo. Yo miré el adoquinado. No entendí nada.
- De esto... - Dijo algo más fuerte, mientras movía los brazos.
- ¿Hablas de ...?
- MI CUERPO, VAGABUNDO INÚTIL. - Dijo ya alzando la voz. Algún individuo la miro, pero los tranquilice con una sonrisa mientras empujaba a la chica fuera de ahí.
- Okey okey... Ya habrás comprobado que no soy muy listo.
- Ni muy rápido.
- Jo jo, que graciosa estas. - Dije sarcástico.
- Digo que esto es una mierda... Yo no quiero esto. No quiero nada de esto. ¿Porque no puedo seguir como antes? Donde nada dolía, no sangraba, no me preocupaba por tonterías ni me molestaba por minucias...
La mire un largo rato rascándome la cabeza. Había ciertas lagrimas en sus ojos. Miré al cielo y di un suspiro.
- No es algo que puedas decidir tu, me temo... Todos tenemos una epoca... - Dije mientras me agachaba para estar más a su altura. - Donde nuestros cuerpos cambian y se ven afectados por... varios efectos. Asi como deseos.
- Yo solo quiero parar.
- Oh, pero no todo es malo, jovencita. - Dije con una sonrisa. - Se que ahora mismo lo parece, pero te estas olvidando de algo...
- ¿De que?
- De el don que ahora tu solo posees.
Ella me miró levantando una ceja.
- ¿Sabes que es lo que ni siquiera los dioses compartían en su momento?
- No.
- La vida. - Dije con una sonrisa y levantando un dedo. - Los dioses nunca enseñaron a nadie como crear vida... Pero los humanos lo descubrieron por su cuenta, y ese es un derecho y magia reservado solo para las mujeres de este mundo.
Ella se miro y luego me miro a mi levantando una ceja.
- Ahora puedo... ¿Hacer magia?
Incline un poco la cabeza, mientras movía la mano agitándola.
- Más o menos... Pero ahora eres capaz de hacer algo que ningún hombre podrá hacer jamas, aunque, para ser justos, requerirás algo de un hombre en algún momento para poder crear vida. Se necesita un poco de cada... - Dije evitando una descripción más detallada. No era mi faena dársela. - Lo que intento decirte, pequeña, es que has entrado en una fase diferente de la vida. No peor. No mejor. Simplemente es la siguiente. Aprenderás cosas y veras que tu nuevo cuerpo también puede darte cosas que el antiguo no podía. Pero no odies todo lo que ello trae, ¿De acuerdo?
Ella volvió a mirarse, esta vez un rato más largo.
- No lo entiendo...
- No has de entenderlo, jovencita... Basta por ahora con que lo sepas. - Dije con una sonrisa. - Venga, volvamos a la pira... Que ya que eres mujer, tienes derecho también a coger tu primer vino y si eso, te ayudare a conseguir algún mozo que parezca majo.
Ella pareció abrir un poco más los ojos con curiosidad al oír lo del vino, pero me miro un rato aun con lo del mozo.
- ¿Muy pronto? - Pregunté.
- No es que... Preferiría otra chica.
La mire largamente mientras una sonrisa se me dibujaba en la cara.
- Mejor, es menos probable que supiera ver atractivo a otro hombre, así sera más fácil.
Cuando finalmente tuve un hueco por donde colarme, pude escabullirme y avanzar hasta la mismísima hoguera. El fuego rugía con fuerza alzándose como una gran torre de luz hacia el cielo, desafiando a llegar a las estrellas cuando alcanzara la entrada noche. Mire un momento el pañuelo que había estado sosteniendo hasta entonces, antes de que, con un movimiento decidido y certero, lo arrojara hacia el fuego, que lo paseo entre aires calientes unos segundos antes de consumirlo elegantemente hasta reducirlo a cenizas que fueron prácticamente perdidas al momento por el viento.
Medité un momento mirando al cielo, tratando, sin éxito de seguir la pista a esas cenizas mientras estas eran conducidas hacia ninguna parte.- Así como el viento se lo llevaba ahora, el tiempo se llevo lo que en su día ame. - Dije con un arrebato de poeta mientras una media sonrisa, más amarga que ninguna otra, se me dibujaba en la cara.
Me fije entonces en que tenia una niña mirándome con algo de desprecio en la cara. Sin duda, debido a los dibujos en su carne y la falta de cobertura corporal, esa chica acababa de entrar en la pubertad. Su mirada era una mezcla de expresiones y emociones. Duda, preguntas, rabia y algo de asco.
Levanté una sola ceja con una sonrisa, algo más tranquila, en su dirección.
- Maldita sea, joven, con esa mirada no conseguirás casarte nunca.
- Nadie ha dicho que quiera casarme. - Dijo apartando la mirada de pronto, centrándose en el fuego.
Incline un poco la cabeza, teniendo en cuenta las fechas y la actitud de la joven, bien podía ser o un desamor o bien la falta de alegría por la fiesta en si. A juzgar por como se abrazaba a si misma, era más probable la segunda. Miré a ambos lados, prácticamente todo el mundo iba a la suya. Me saque la casaca, dejándome sobre mi solamente la camisa y los pantalones. Se la puse encima a la chica, que al principio la rechazo.
- Es una buena actitud la tuya con no casarte, pero no tanto la de rechazar abrigo si estas desnuda...
- Va en contra de la tradición...
- A ti te la suda la tradición. - Dije dando en el clavo. - Y tienes frió. Se te nota...
Ella se cubrió de colores la cara en un instante, pero tomo la casaca y se arremolino en ella, cerrando cada maldito botón.
- Es usted un cerdo. - Dijo con un tono que no dejaba a dudas lo molesta que estaba.
- Bien, al menos que sepas reconocer a los hombres que no te convienen es un atributo a tener en cuenta... Muchas jóvenes carecen de ese don.
- Todo esto es una mierda. - Dijo por lo bajo, agarrando con fuerza los bajos del gabán.
- Bueno... - Dije mirando el fuego, la gente no parecía percatarse de que esa joven tapada era una de las chicas. - Quizás no sea el más adecuado para hablar, jovencita... Soy la antítesis de un caballero adecuado y soy el tipo de persona de la que una joven no debería enamorarse.
Tenia cierto problema con los niños. No sabia como dejar de decirles la verdad. Era algo que siempre me había traído dolores de cabeza, pero en este caso, me dejo con un moco:
- No hablo del amor. Hablo de esto...
Señaló hacia abajo. Yo miré el adoquinado. No entendí nada.
- De esto... - Dijo algo más fuerte, mientras movía los brazos.
- ¿Hablas de ...?
- MI CUERPO, VAGABUNDO INÚTIL. - Dijo ya alzando la voz. Algún individuo la miro, pero los tranquilice con una sonrisa mientras empujaba a la chica fuera de ahí.
- Okey okey... Ya habrás comprobado que no soy muy listo.
- Ni muy rápido.
- Jo jo, que graciosa estas. - Dije sarcástico.
- Digo que esto es una mierda... Yo no quiero esto. No quiero nada de esto. ¿Porque no puedo seguir como antes? Donde nada dolía, no sangraba, no me preocupaba por tonterías ni me molestaba por minucias...
La mire un largo rato rascándome la cabeza. Había ciertas lagrimas en sus ojos. Miré al cielo y di un suspiro.
- No es algo que puedas decidir tu, me temo... Todos tenemos una epoca... - Dije mientras me agachaba para estar más a su altura. - Donde nuestros cuerpos cambian y se ven afectados por... varios efectos. Asi como deseos.
- Yo solo quiero parar.
- Oh, pero no todo es malo, jovencita. - Dije con una sonrisa. - Se que ahora mismo lo parece, pero te estas olvidando de algo...
- ¿De que?
- De el don que ahora tu solo posees.
Ella me miró levantando una ceja.
- ¿Sabes que es lo que ni siquiera los dioses compartían en su momento?
- No.
- La vida. - Dije con una sonrisa y levantando un dedo. - Los dioses nunca enseñaron a nadie como crear vida... Pero los humanos lo descubrieron por su cuenta, y ese es un derecho y magia reservado solo para las mujeres de este mundo.
Ella se miro y luego me miro a mi levantando una ceja.
- Ahora puedo... ¿Hacer magia?
Incline un poco la cabeza, mientras movía la mano agitándola.
- Más o menos... Pero ahora eres capaz de hacer algo que ningún hombre podrá hacer jamas, aunque, para ser justos, requerirás algo de un hombre en algún momento para poder crear vida. Se necesita un poco de cada... - Dije evitando una descripción más detallada. No era mi faena dársela. - Lo que intento decirte, pequeña, es que has entrado en una fase diferente de la vida. No peor. No mejor. Simplemente es la siguiente. Aprenderás cosas y veras que tu nuevo cuerpo también puede darte cosas que el antiguo no podía. Pero no odies todo lo que ello trae, ¿De acuerdo?
Ella volvió a mirarse, esta vez un rato más largo.
- No lo entiendo...
- No has de entenderlo, jovencita... Basta por ahora con que lo sepas. - Dije con una sonrisa. - Venga, volvamos a la pira... Que ya que eres mujer, tienes derecho también a coger tu primer vino y si eso, te ayudare a conseguir algún mozo que parezca majo.
Ella pareció abrir un poco más los ojos con curiosidad al oír lo del vino, pero me miro un rato aun con lo del mozo.
- ¿Muy pronto? - Pregunté.
- No es que... Preferiría otra chica.
La mire largamente mientras una sonrisa se me dibujaba en la cara.
- Mejor, es menos probable que supiera ver atractivo a otro hombre, así sera más fácil.
Kaladar
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
–No me interesa –le respondí a Hyro, indiferente.
–Xana quiere ir y es tu deber acompañarla –me reprochó el brujo. Finalmente lo miré, arrugando mi nariz, extrañado y confundido.
–¿Mi deber? ¿Pero de qué estás hablando? No soy su niñera. Y ella no se va a perder si va sola.
Hyro estampó su palma en su frente y resopló. Entonces, esforzándose por mantener la calma, dijo:
–Mira, Rauko, si no me obedeces, te juro por el cadáver putrefacto de tu abuelita que, cuando menos te los esperes, usaré mis maravillosos poderes para desnudarte frente a mucha gente, otra vez.
–Xana quiere ir y es tu deber acompañarla –me reprochó el brujo. Finalmente lo miré, arrugando mi nariz, extrañado y confundido.
–¿Mi deber? ¿Pero de qué estás hablando? No soy su niñera. Y ella no se va a perder si va sola.
Hyro estampó su palma en su frente y resopló. Entonces, esforzándose por mantener la calma, dijo:
–Mira, Rauko, si no me obedeces, te juro por el cadáver putrefacto de tu abuelita que, cuando menos te los esperes, usaré mis maravillosos poderes para desnudarte frente a mucha gente, otra vez.
:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:-:
–¿Qué te hizo cambiar de opinión? –me preguntó Xana, sin dejar de mirar a las niñas caminar hacia donde sea que caminaban. Un simple encogimiento de hombros fue mi respuesta–. Bueno, da igual. Lo importante es que sí viniste conmigo –añadió con una espléndida sonrisa.
Y seguimos caminando hasta que llegamos a una hoguera o algo así. Ni siquiera estaba prestando mucha atención. Estaba más enfocado en aquellos con miradas desagradables puestas en las niñas.
–Debo eliminarlos –pensé–. Le haré un bien al mundo si me encargo de ellos. Aquí mismo. Justo ahora.
Sacudí mi cabeza. Esos no eran mis pensamientos. En realidad, era algo que yo nunca pensaría… Bueno, lo de querer asesinarlos sí era normal, pero no lo de asesinarlos en ese mismo instante frente a todos. De hecho, pensándolo bien, lo de no querer acompañar a Xana tampoco era propio de mí.
Últimamente me había vuelto un poco indiferente ante todo. Cualquier cosa que me hiciera feliz o triste ya no me afectaba tanto…
Pero mis problemas personales no le interesan a nadie, así que volveré a narrar lo importante.
Era momento de lanzar un objeto a la hoguera, algo relacionado al amor que conocimos y tal. Xana dio un paso al frente, con una biusa en sus manos, misma fruta que yo le había regalado en la mañana.
–¡Va a desperdiciar la suculenta biusa que le di! –pensé, molesto–. Si hubiera sabido que ella no se lo iba a comer, me lo como yo… No, espera un momento. –Ahí fue cuando finalmente comprendí lo que esa ofrenda significaba. Puede que ahora yo fuera un poco insensible, pero igual me sonrojé como nunca al descubrir la vergonzosa verdad verdadera.
–¿Tú no vas a dar nada? –me preguntó, expectante. Tragué saliva y negué con la cabeza.
–No…, no tengo nada –me atreví a confesar.
Xana frunció el ceño, lanzándome una mirada inquisitiva. Luego pareció haber obtenido la respuesta que buscaba y chasqueó los dedos.
–¡Claro! ¿Cómo vas a dar algo si nunca te he dado nada? –La verdad es que, aunque ella me regalara algo todos los días, igual no hubiera tenido algo que ofrendar. Pero ese era un detalle que preferí no mencionar–. Lamento haber sido tan desconsiderada, Rauko. Mañana mismo te daré un obsequio.
Y seguimos caminando hasta que llegamos a una hoguera o algo así. Ni siquiera estaba prestando mucha atención. Estaba más enfocado en aquellos con miradas desagradables puestas en las niñas.
–Debo eliminarlos –pensé–. Le haré un bien al mundo si me encargo de ellos. Aquí mismo. Justo ahora.
Sacudí mi cabeza. Esos no eran mis pensamientos. En realidad, era algo que yo nunca pensaría… Bueno, lo de querer asesinarlos sí era normal, pero no lo de asesinarlos en ese mismo instante frente a todos. De hecho, pensándolo bien, lo de no querer acompañar a Xana tampoco era propio de mí.
Últimamente me había vuelto un poco indiferente ante todo. Cualquier cosa que me hiciera feliz o triste ya no me afectaba tanto…
Pero mis problemas personales no le interesan a nadie, así que volveré a narrar lo importante.
Era momento de lanzar un objeto a la hoguera, algo relacionado al amor que conocimos y tal. Xana dio un paso al frente, con una biusa en sus manos, misma fruta que yo le había regalado en la mañana.
–¡Va a desperdiciar la suculenta biusa que le di! –pensé, molesto–. Si hubiera sabido que ella no se lo iba a comer, me lo como yo… No, espera un momento. –Ahí fue cuando finalmente comprendí lo que esa ofrenda significaba. Puede que ahora yo fuera un poco insensible, pero igual me sonrojé como nunca al descubrir la vergonzosa verdad verdadera.
–¿Tú no vas a dar nada? –me preguntó, expectante. Tragué saliva y negué con la cabeza.
–No…, no tengo nada –me atreví a confesar.
Xana frunció el ceño, lanzándome una mirada inquisitiva. Luego pareció haber obtenido la respuesta que buscaba y chasqueó los dedos.
–¡Claro! ¿Cómo vas a dar algo si nunca te he dado nada? –La verdad es que, aunque ella me regalara algo todos los días, igual no hubiera tenido algo que ofrendar. Pero ese era un detalle que preferí no mencionar–. Lamento haber sido tan desconsiderada, Rauko. Mañana mismo te daré un obsequio.
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Volvimos a la posada y Xana se fue a dormir. Y yo también quería irme a dormir, pero Hyro me obligó a acompañarlo a sacrificar animales.
Una vez terminado con eso, y mientras regresábamos a la posada, Hyro me hizo una pregunta.
–Por cierto, Rauko, ¿cómo fue tu primera vez?
–¿A qué te refieres? –Esa fue mi inocente respuesta.
–Me refiero a la primera vez que tuviste sexo, por supuesto.
–¡Yo nunca haría algo tan cruel y asqueroso! –solté con indignación e hice una mueca de asco. Hyro se paró frente a mí de inmediato y me agarró por los hombros.
–Espera… Sabes lo que es el sexo, ¿no? –Nunca lo había visto tan preocupado. Pero de todas maneras me lo quité de encima y dije:
–Por supuesto.
–Dime qué es. Sé muy detallista, si puedes.
–Es cuando un hombre se deja dominar por sus más sucios y desagradables deseos carnales y golpea a su víctima hasta someterla, le arranca la ropa y usa su pene para desgarrar el interior de un agujero de la víctima mientras que esta grita en agonía.
La tristeza se reflejó en la mirada del brujo. Incluso creí que me daría un abrazo en cualquier momento.
–… No, Rauko. Eso que describes es… una violación, algo que nadie debería hacer.
Ladeé la cabeza. Ahora estaba confundido.
–Mira, te lo explicaré mientras caminamos. –Reanudó la caminata y me instó a seguirlo–. El sexo es… –Pensó qué palabras usar–. Ya. El sexo es una manera de expresar tus sentimientos hacia alguien. Y lo haces acariciando a tu pareja y metiendo el pene en su vagina de un modo en que le guste. Pero nada de golpes, ¿oíste? Nada de golpes.
–Espera, espera. Las mujeres son las que tienen vagina, y una vez vi a un hombre meter su pene en otro hombre.
–¡¿Pero qué demonios haces viendo esas cosas?! –Hyro respiró profundo antes de continuar–. Como sea, ¿te atraen los hombres?
–Obviamente no.
–Entonces concéntrate en las mujeres.
–Pero tampoco me atraen las mujeres.
–¡¿Acaso no te funciona el pene?!
–Claro que sí. ¿Cómo crees que hago pipí?
Hyro cerró los ojos. Inspiró profundamente y soltó el aire diez segundos después. Me parecía un poco raro que se estuviera alterando tanto con este tema, pero no dije nada al respecto.
–Volvamos al principio, ¿vale? –continuó, ya recuperada la compostura–. Da igual quién sea tu pareja. Usas tu cuerpo para decirle a esa… “persona” que la amas, o para decirle que te atrae… Bueno, a ti nadie te atrae porque eres raro… Pero… ¿Vas entendiendo?
–Sí, pero ¿cómo es que usar mi pene para desgarrar el…?
–No, animal del monte –me interrumpió–. El sexo, si ambos lo hacen bien, no debería doler. Al contrario, debería sentirse muy bien, delicioso, suculento, rico, sabroso, placentero… Pero la primera vez de una mujer sí es doloroso para ella, pero solo un poco porque se rompe algo dentro de su vagina.
–¡¿Qué?! –exclamé horrorizado.
–Hey, tranquilízate –Alzó las manos en gesto pacificador–. Es algo insignificante, y si usas tu magia sanadora en esa zona, ya no habrá problema.
Me estaba costando aceptar toda esa nueva información. Lo miré con desconfianza y pregunté:
–Entonces… ¿meter el pene dentro de una vagina… no es un tipo de tortura?
–¡Que no, cara de nalga, no lo es! Habría menos bebés si fuera así. Además, ¿crees que tus padres habrían tenido sexo si fuera una tortura?
Finalmente me percaté de lo estúpido que fui toda mi vida.
–Vaya…, supongo que tienes razón –dije, sin mirar nada en específico. Luego apareció una duda más–. Un momento. ¿Qué tienen que ver los bebés con el sexo?
Hyro soltó un suspiro bastante largo y bajó los hombros.
–Rauko, mejor te explico mañana. Ya... ya tuve suficiente de tu ignorancia por hoy.
Una vez terminado con eso, y mientras regresábamos a la posada, Hyro me hizo una pregunta.
–Por cierto, Rauko, ¿cómo fue tu primera vez?
–¿A qué te refieres? –Esa fue mi inocente respuesta.
–Me refiero a la primera vez que tuviste sexo, por supuesto.
–¡Yo nunca haría algo tan cruel y asqueroso! –solté con indignación e hice una mueca de asco. Hyro se paró frente a mí de inmediato y me agarró por los hombros.
–Espera… Sabes lo que es el sexo, ¿no? –Nunca lo había visto tan preocupado. Pero de todas maneras me lo quité de encima y dije:
–Por supuesto.
–Dime qué es. Sé muy detallista, si puedes.
–Es cuando un hombre se deja dominar por sus más sucios y desagradables deseos carnales y golpea a su víctima hasta someterla, le arranca la ropa y usa su pene para desgarrar el interior de un agujero de la víctima mientras que esta grita en agonía.
La tristeza se reflejó en la mirada del brujo. Incluso creí que me daría un abrazo en cualquier momento.
–… No, Rauko. Eso que describes es… una violación, algo que nadie debería hacer.
Ladeé la cabeza. Ahora estaba confundido.
–Mira, te lo explicaré mientras caminamos. –Reanudó la caminata y me instó a seguirlo–. El sexo es… –Pensó qué palabras usar–. Ya. El sexo es una manera de expresar tus sentimientos hacia alguien. Y lo haces acariciando a tu pareja y metiendo el pene en su vagina de un modo en que le guste. Pero nada de golpes, ¿oíste? Nada de golpes.
–Espera, espera. Las mujeres son las que tienen vagina, y una vez vi a un hombre meter su pene en otro hombre.
–¡¿Pero qué demonios haces viendo esas cosas?! –Hyro respiró profundo antes de continuar–. Como sea, ¿te atraen los hombres?
–Obviamente no.
–Entonces concéntrate en las mujeres.
–Pero tampoco me atraen las mujeres.
–¡¿Acaso no te funciona el pene?!
–Claro que sí. ¿Cómo crees que hago pipí?
Hyro cerró los ojos. Inspiró profundamente y soltó el aire diez segundos después. Me parecía un poco raro que se estuviera alterando tanto con este tema, pero no dije nada al respecto.
–Volvamos al principio, ¿vale? –continuó, ya recuperada la compostura–. Da igual quién sea tu pareja. Usas tu cuerpo para decirle a esa… “persona” que la amas, o para decirle que te atrae… Bueno, a ti nadie te atrae porque eres raro… Pero… ¿Vas entendiendo?
–Sí, pero ¿cómo es que usar mi pene para desgarrar el…?
–No, animal del monte –me interrumpió–. El sexo, si ambos lo hacen bien, no debería doler. Al contrario, debería sentirse muy bien, delicioso, suculento, rico, sabroso, placentero… Pero la primera vez de una mujer sí es doloroso para ella, pero solo un poco porque se rompe algo dentro de su vagina.
–¡¿Qué?! –exclamé horrorizado.
–Hey, tranquilízate –Alzó las manos en gesto pacificador–. Es algo insignificante, y si usas tu magia sanadora en esa zona, ya no habrá problema.
Me estaba costando aceptar toda esa nueva información. Lo miré con desconfianza y pregunté:
–Entonces… ¿meter el pene dentro de una vagina… no es un tipo de tortura?
–¡Que no, cara de nalga, no lo es! Habría menos bebés si fuera así. Además, ¿crees que tus padres habrían tenido sexo si fuera una tortura?
Finalmente me percaté de lo estúpido que fui toda mi vida.
–Vaya…, supongo que tienes razón –dije, sin mirar nada en específico. Luego apareció una duda más–. Un momento. ¿Qué tienen que ver los bebés con el sexo?
Hyro soltó un suspiro bastante largo y bajó los hombros.
–Rauko, mejor te explico mañana. Ya... ya tuve suficiente de tu ignorancia por hoy.
Rauko
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
El quejido de la gente y las protestas hicieron que el Sevna saliese de su encerrona mental y su caminar lento y pausado, casi como el de un alma en pena.
Su rostro cambió por completo al ver a una mujer encapuchada pararse frente a él, dejando ver un poco de su rostro al estar tan cerca. Tez pálida como la nieve y ojos ambarinos, no hizo falta nada más para saber quién era, podía ver pequeños mechones blancos, pero tuvo la certeza cuando esta habló y pronunció su nombre.
-O-Oromë...-Se le hizo un nudo en la garganta. No sabía qué decir.-...¿Cómo estás?
¿De verdad eso fue lo primero que dijo? ¿Después de todo lo que pasó? Bueno, de lo que él sabe que pasó. No quería preguntar. No supo nada luego de que Asher lo fulminase al segundo golpe. Le sorprendió que la peliblanca siguiese con vida, después de todo el caos que se formó a su alrededor. No tenía buen aspecto, eso sí, pero viva al fin y al cabo.
-...-Quiso decir algo más, pero las palabras no le salían. Se sentía avergonzando por su pésima actuación en Ciudad Lagarto, y el pesar que arrastraba de Alosa no le ayudaba en nada. Fueron dos golpes duros encajados en muy poco tiempo, su alma estaba quebrada
-¡Disculpe!-La voz de un guardia se alzó para llamar la atención de la dragona, ya que varios de los que allí estaban se habían quejado de su comportamiento, además de que quizás oyese a Alward decir el nombre de esta. Un nombre que probablemente estuviese perseguido.
El Sevna se llevó intuitivamente una mano tras su espalda para poder empuñar una de sus armas, pero pronto se acordó, al no notar nada, que iba completamente desarmado. Torció el gesto. La cosa se podría complicar si descubrían a Oromë allí, una de la líderes de Ciudad Lagarto después de todo.
Suspiró. Algo tenía que hacer, no podía dejarla sola ante un posible arresto. Antes de que el Guardia llegase hasta su posición, agarró ambas manos de la mujer, estaban algo frías, pudo notar la suavidad de su piel. Pero no demasiado tiempo, tenían que salir de allí.
La miró a los ojos al mismo tiempo que le indicó con la cabeza que tenían que irse. Como siempre, la mirada del Sevna mostraba determinación y seguridad, esos rasgos eran los más difíciles de borrar de él. Los tenía bien arraigados. Aunque no lo tuviera todo a su favor, cuando tomaba una decisión lo hacía con todas las consecuencias.
Tiró de la mujer para escapar de allí, apartando a todo aquel que se pusiese en medio sin mucho miramiento. Al ver la reacción de ambos, el guardia alertó a otros dos compañeros más que allí pasaban por casualidad
-¡Eh!-Hizo un último llamamiento en vano-¡Tras ellos!-Le indicó a los suyos
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Off: Interactúo con Oromë
Su rostro cambió por completo al ver a una mujer encapuchada pararse frente a él, dejando ver un poco de su rostro al estar tan cerca. Tez pálida como la nieve y ojos ambarinos, no hizo falta nada más para saber quién era, podía ver pequeños mechones blancos, pero tuvo la certeza cuando esta habló y pronunció su nombre.
-O-Oromë...-Se le hizo un nudo en la garganta. No sabía qué decir.-...¿Cómo estás?
¿De verdad eso fue lo primero que dijo? ¿Después de todo lo que pasó? Bueno, de lo que él sabe que pasó. No quería preguntar. No supo nada luego de que Asher lo fulminase al segundo golpe. Le sorprendió que la peliblanca siguiese con vida, después de todo el caos que se formó a su alrededor. No tenía buen aspecto, eso sí, pero viva al fin y al cabo.
-...-Quiso decir algo más, pero las palabras no le salían. Se sentía avergonzando por su pésima actuación en Ciudad Lagarto, y el pesar que arrastraba de Alosa no le ayudaba en nada. Fueron dos golpes duros encajados en muy poco tiempo, su alma estaba quebrada
-¡Disculpe!-La voz de un guardia se alzó para llamar la atención de la dragona, ya que varios de los que allí estaban se habían quejado de su comportamiento, además de que quizás oyese a Alward decir el nombre de esta. Un nombre que probablemente estuviese perseguido.
El Sevna se llevó intuitivamente una mano tras su espalda para poder empuñar una de sus armas, pero pronto se acordó, al no notar nada, que iba completamente desarmado. Torció el gesto. La cosa se podría complicar si descubrían a Oromë allí, una de la líderes de Ciudad Lagarto después de todo.
Suspiró. Algo tenía que hacer, no podía dejarla sola ante un posible arresto. Antes de que el Guardia llegase hasta su posición, agarró ambas manos de la mujer, estaban algo frías, pudo notar la suavidad de su piel. Pero no demasiado tiempo, tenían que salir de allí.
La miró a los ojos al mismo tiempo que le indicó con la cabeza que tenían que irse. Como siempre, la mirada del Sevna mostraba determinación y seguridad, esos rasgos eran los más difíciles de borrar de él. Los tenía bien arraigados. Aunque no lo tuviera todo a su favor, cuando tomaba una decisión lo hacía con todas las consecuencias.
Tiró de la mujer para escapar de allí, apartando a todo aquel que se pusiese en medio sin mucho miramiento. Al ver la reacción de ambos, el guardia alertó a otros dos compañeros más que allí pasaban por casualidad
-¡Eh!-Hizo un último llamamiento en vano-¡Tras ellos!-Le indicó a los suyos
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Lejano se sentía el frío de Dundarak aquellas fechas en que se celebraba Ohdá, mientras Mina observaba con detenimiento a una inocente Tina. Sostenía una fina copa de plata entre sus dedos, bebía despacio un licor tibio y dulzón, sentada en una cómoda butaca forrada de terciopelo rojo oscuro, junto a la chimenea de la elegante posada en la que se alojaban en Lunargenta.
La bestial ahora vestía diferente puesto que Mina no iba a permitir que la cosa peluda que se rehusaba a dejar su lado luciera como un perro abandonado, andrajoso y maloliente. Así que la había llevado a bañar, peinar y vestir con lo mejor que el dinero podía comprar. La chica leía concentrada una novela romántica. Por su semblante y tranquilidad, nadie podía imaginar los horrores a los que estuvo expuesta, sobre todo el dolor. Por eso la hechicera se había compadecido de la pequeña y peluda jovencita, empatizaba con la profunda pena de perder a su protector, su paladín, su héroe, su hermano.
O por lo menos así lo fue para ella cuando asesinaron a sus hermanos. Fue como si con ellos, hubiese muerto prácticamente todo lo bueno de la vida. De todas maneras, no hay que confundir la empatía con el afecto. Mina no tenía sentimientos de cariño hacia Tina, pero sí una extraña necesidad de protegerla y cuidarla. Por eso la despreciaba. La chica aún no se daba cuenta de la penetrante mirada de la bruja, que la escudriñaba con una mueca de desagrado.
-Sabes que es Ohdá estos días, ¿cierto Tina?- interrumpió la lectura de la chica. La pequeña comadreja levantó la mirada y asintió despacio. -Me gustaba mucho ir a la plaza mayor para ver la quema de las figuras- comentó. No dijo nada más. No quería. Solía ir con Tino. Su hermano fue su única familia, la única verdadera, aunque había llegado a querer a muchos con mucha fuerza, a nadie como a él. Recordarlo le hacía sentir un vacío en la boca del estómago, como si estuviera enferma. Y ella lo recordaba siempre.
Mina ignoró la expresión de tristeza de la pequeña comadreja y bebió un sorbo de su caro y exquisito licor -¿Ya participaste de la ceremonia?- preguntó sin mirarla. En ese momento, las orejas de Tina se tensaron y movieron ligeramente hacia atrás. Hacía un par de años ella debió haber participado en la ceremonia, pero no lo hizo. Mientras vivió en el horfanato, no tuvo los medios para hacerlo y tampoco quería, pues eso significaría que un hombre aparecería y se la llevaría, alejándola de su hermano. Pero ahora él ya no estaba. Quizás era buena idea armar una familia propia.
Y eso exactamente era lo que planeaba Mina. Si la llevaba a la ceremonia en la plaza central, algún hombre soltero se fijaría en ella. Para ser una bestial era muy bonita y tenía innegables habilidades culinarias. Además era muy maternal y cálida. Haría una buena esposa. Tina guardó silencio. -Me lo imaginé- dijo en voz baja y terminó su trago. Puso la copa en la mesita lateral junto a ella y se levantó, fue hacia la recepción e intercambio palabras con la dependienta.
**************
Aquella mañana Mina bañaba personalmente a Tina. -Y... sabes cómo funciona el asunto... ¿cierto?- comentó. Entre ellas solía haber muchos silencios, no era como que su relación se basara en pláticas extensas de la vida y sus sufrimientos. La chica exhaló con fuerza y negó con la cabeza. Mina vertía agua de rosas sobre el cabello de ella cuando comenzó a explicar -Un hombre se fija en una, ¿sabes? Generalmente buscan eso que ellos llaman buena mujer- dijo -Y con eso se refieren a una pendeja que les haga caso en todo, que les tenga la casa bonita y les críe a los hijos; básicamente, una sirvienta que se pueden follar por derecho marital- explicó, corto y conciso.
Tina pareció encogerse ante esa claridad, ensombreciendo aún más su expresión. Hizo que se arrepintiera de la dureza con que hizo su revelación. La chica nunca olvidaría aquella experiencia y si se mantenía así, sería un recuerdo doloroso. Como mujer, Mina no quería eso para Tina. Así que cambió su postura también, más relajada y le habló en tono más bajo e íntimo -Pero también existe el amor- añadió, acariciando el cabello de la chica y suavizando la voz -Cuando existe ese sentimiento, da gusto cuidar y atender al marido, una lo hace porque sabe que el motivo de sus sonrisas es una y que todo el esfuerzo que ellos hacen es para darnos una casita cómoda y la tranquilidad de una vida sin sacrificios- decía, recordando a su madre.
Sus padres se amaban incondicionalmente. Mina no tenía dudas de eso. Eran compañeros, socios y amantes. Confiaban el uno en el otro con sus vidas, se cuidaban y protegían. Solo sentían amor más grande hacia sus hijos. Así que pensaba en ellos cuando contaba a Tina las maravillas del matrimonio. -Y también está el sexo- dijo finalmente. Un hombre apareció en la memoria de la bruja. Bueno, dos. Pero dos tipos muy parecidos físicamente. Y todo lo parecido que eran sus cuerpos, lo eran de diferentes sus mentes. -El sexo es delicioso, Tina, es fantástico y nuestros cuerpos femeninos son la herramienta perfecta del placer y gozo sexual- reveló.
Ante aquellas palabras. Tina se giró y miró a Mina tan espantada como curiosa. La bruja asintió y miró con complicidad a la bestial -Todo nuestro cuerpo está hecho para disfrutarlo, querida, desde la punta de los pelos a la de los dedos, por eso hay que explorarlo, tocarlo, descubrirlo para así reconocerlo y encontrar lo que a cada una le gusta- decía, mirando el rostro desconcertado de la comadreja -Y entre tus piernas está lo mejor- dijo y soltó una risilla. Lo que siguió fue una muy detallada explicación de la anatomía de la vulva, de cómo se estimulan los genitales femeninos, del cunnilingus y sus bondades, hasta llegar a la penetración tradicional que puede tener propósitos reproductivos, aunque eso era solo un valor añadido.
Cuando quiso pasar a explicar un anal, a Tina literalmente se le pararon los pelos y salió corriendo de la bañera -¡Pero no he terminado!- exclamó Mina, agarrando un paño de secar y persiguiendo a la chica -Aún hace frío, por muy peluda que seas, te puedes resfriar- reprendió a la chica mientras la envolvía. Tinaa se abrazaba y temblaba más de miedo que de frío -Agradezco lo que haces por mí, en serio- habló. Parecía que quería decir más cosas, pero guardó silencio. Mejor lo dejaba ahí.
Llegando el atardecer, media docena de jovencias, incluida Tina, estaban en el centro del gran salón. Todas vestidas únicamente con batas blancas, cabello suelto y descalzas. Todas, absolutamente todas, aterradas. Una que otra lloraba en silencio. Ciertamente era una ceremonia atemorizante. La sacerdotisa fue una a una, desnudando a las jovencitas y pintando runas con sangre, mientras cantaba sus rezos a los dioses. En Beltrexus la tradición, si bien en su base era la misma, se celebraba diferente. Aquello fue también una novedad para Mina y comprendió por qué estaban todas tan desencajadas.
Sobre todo porque lo siguiente era ir frente a las figuras de madera así, tal cual: desnudas y cubiertas de sangre. Afortunadamente, habían dispuesto unas lindas carretas decoradas para llevarlas. Eran vírgenes que llevaban a ofrecer a los dioses. -Disculpa, frente a las estatuas, ¿sacrifican a alguna de estas chicas?- preguntó a una de las madres de las chicas y esta la miró con enojo.
Llegaron finalmente junto a las figuras. Ya otros grupos de jovencitas habían llegado, pero no era una cantidad descomunal, como llegó a pensar durante el día, que la plaza estaría a reventar de doncellas. Recordó que los últimos tiempos habían hecho merma en toda la región, un año de plaga y guerra había disminuído considerablemente la población casadera de la capital humana.
Mientras organizaban a las niñas, Mina aprovechó de acercarse al fuego, llevaba en su bolso un diminuto calzón el cuál lanzó al fuego pensando en sus dos hombres. El deseo que pidió a Freyja era simple: encamárselos. Uno a uno, los dos al tiempo, le daba igual, la cosa era llevárselos a la cama y sacarse prontito aquellas ganas de hincarle el diente a esas pieles morenas. Luego, con toda calma, se dirigió al lugar asignado a las madres, desde donde podía seguir cuidando a su protegida.
Pero antes de llegar, vio unos pelos blancos corriendo entre la multitud. -¿Podrá ser?- se preguntó. Pero es que esas greñas eran inolvidables, tenía que ser ella. Y claro, huyendo. -No es más mi problema, suficiente tengo con la peluda- dijo para si y mantuvo su camino hacia el grupo de madres. Qué triste, aquel Ohdá no hincaría diente en piel morena, ni blanca, ni peluda, ni nada.
La bestial ahora vestía diferente puesto que Mina no iba a permitir que la cosa peluda que se rehusaba a dejar su lado luciera como un perro abandonado, andrajoso y maloliente. Así que la había llevado a bañar, peinar y vestir con lo mejor que el dinero podía comprar. La chica leía concentrada una novela romántica. Por su semblante y tranquilidad, nadie podía imaginar los horrores a los que estuvo expuesta, sobre todo el dolor. Por eso la hechicera se había compadecido de la pequeña y peluda jovencita, empatizaba con la profunda pena de perder a su protector, su paladín, su héroe, su hermano.
O por lo menos así lo fue para ella cuando asesinaron a sus hermanos. Fue como si con ellos, hubiese muerto prácticamente todo lo bueno de la vida. De todas maneras, no hay que confundir la empatía con el afecto. Mina no tenía sentimientos de cariño hacia Tina, pero sí una extraña necesidad de protegerla y cuidarla. Por eso la despreciaba. La chica aún no se daba cuenta de la penetrante mirada de la bruja, que la escudriñaba con una mueca de desagrado.
-Sabes que es Ohdá estos días, ¿cierto Tina?- interrumpió la lectura de la chica. La pequeña comadreja levantó la mirada y asintió despacio. -Me gustaba mucho ir a la plaza mayor para ver la quema de las figuras- comentó. No dijo nada más. No quería. Solía ir con Tino. Su hermano fue su única familia, la única verdadera, aunque había llegado a querer a muchos con mucha fuerza, a nadie como a él. Recordarlo le hacía sentir un vacío en la boca del estómago, como si estuviera enferma. Y ella lo recordaba siempre.
Mina ignoró la expresión de tristeza de la pequeña comadreja y bebió un sorbo de su caro y exquisito licor -¿Ya participaste de la ceremonia?- preguntó sin mirarla. En ese momento, las orejas de Tina se tensaron y movieron ligeramente hacia atrás. Hacía un par de años ella debió haber participado en la ceremonia, pero no lo hizo. Mientras vivió en el horfanato, no tuvo los medios para hacerlo y tampoco quería, pues eso significaría que un hombre aparecería y se la llevaría, alejándola de su hermano. Pero ahora él ya no estaba. Quizás era buena idea armar una familia propia.
Y eso exactamente era lo que planeaba Mina. Si la llevaba a la ceremonia en la plaza central, algún hombre soltero se fijaría en ella. Para ser una bestial era muy bonita y tenía innegables habilidades culinarias. Además era muy maternal y cálida. Haría una buena esposa. Tina guardó silencio. -Me lo imaginé- dijo en voz baja y terminó su trago. Puso la copa en la mesita lateral junto a ella y se levantó, fue hacia la recepción e intercambio palabras con la dependienta.
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Aquella mañana Mina bañaba personalmente a Tina. -Y... sabes cómo funciona el asunto... ¿cierto?- comentó. Entre ellas solía haber muchos silencios, no era como que su relación se basara en pláticas extensas de la vida y sus sufrimientos. La chica exhaló con fuerza y negó con la cabeza. Mina vertía agua de rosas sobre el cabello de ella cuando comenzó a explicar -Un hombre se fija en una, ¿sabes? Generalmente buscan eso que ellos llaman buena mujer- dijo -Y con eso se refieren a una pendeja que les haga caso en todo, que les tenga la casa bonita y les críe a los hijos; básicamente, una sirvienta que se pueden follar por derecho marital- explicó, corto y conciso.
Tina pareció encogerse ante esa claridad, ensombreciendo aún más su expresión. Hizo que se arrepintiera de la dureza con que hizo su revelación. La chica nunca olvidaría aquella experiencia y si se mantenía así, sería un recuerdo doloroso. Como mujer, Mina no quería eso para Tina. Así que cambió su postura también, más relajada y le habló en tono más bajo e íntimo -Pero también existe el amor- añadió, acariciando el cabello de la chica y suavizando la voz -Cuando existe ese sentimiento, da gusto cuidar y atender al marido, una lo hace porque sabe que el motivo de sus sonrisas es una y que todo el esfuerzo que ellos hacen es para darnos una casita cómoda y la tranquilidad de una vida sin sacrificios- decía, recordando a su madre.
Sus padres se amaban incondicionalmente. Mina no tenía dudas de eso. Eran compañeros, socios y amantes. Confiaban el uno en el otro con sus vidas, se cuidaban y protegían. Solo sentían amor más grande hacia sus hijos. Así que pensaba en ellos cuando contaba a Tina las maravillas del matrimonio. -Y también está el sexo- dijo finalmente. Un hombre apareció en la memoria de la bruja. Bueno, dos. Pero dos tipos muy parecidos físicamente. Y todo lo parecido que eran sus cuerpos, lo eran de diferentes sus mentes. -El sexo es delicioso, Tina, es fantástico y nuestros cuerpos femeninos son la herramienta perfecta del placer y gozo sexual- reveló.
Ante aquellas palabras. Tina se giró y miró a Mina tan espantada como curiosa. La bruja asintió y miró con complicidad a la bestial -Todo nuestro cuerpo está hecho para disfrutarlo, querida, desde la punta de los pelos a la de los dedos, por eso hay que explorarlo, tocarlo, descubrirlo para así reconocerlo y encontrar lo que a cada una le gusta- decía, mirando el rostro desconcertado de la comadreja -Y entre tus piernas está lo mejor- dijo y soltó una risilla. Lo que siguió fue una muy detallada explicación de la anatomía de la vulva, de cómo se estimulan los genitales femeninos, del cunnilingus y sus bondades, hasta llegar a la penetración tradicional que puede tener propósitos reproductivos, aunque eso era solo un valor añadido.
Cuando quiso pasar a explicar un anal, a Tina literalmente se le pararon los pelos y salió corriendo de la bañera -¡Pero no he terminado!- exclamó Mina, agarrando un paño de secar y persiguiendo a la chica -Aún hace frío, por muy peluda que seas, te puedes resfriar- reprendió a la chica mientras la envolvía. Tinaa se abrazaba y temblaba más de miedo que de frío -Agradezco lo que haces por mí, en serio- habló. Parecía que quería decir más cosas, pero guardó silencio. Mejor lo dejaba ahí.
Llegando el atardecer, media docena de jovencias, incluida Tina, estaban en el centro del gran salón. Todas vestidas únicamente con batas blancas, cabello suelto y descalzas. Todas, absolutamente todas, aterradas. Una que otra lloraba en silencio. Ciertamente era una ceremonia atemorizante. La sacerdotisa fue una a una, desnudando a las jovencitas y pintando runas con sangre, mientras cantaba sus rezos a los dioses. En Beltrexus la tradición, si bien en su base era la misma, se celebraba diferente. Aquello fue también una novedad para Mina y comprendió por qué estaban todas tan desencajadas.
Sobre todo porque lo siguiente era ir frente a las figuras de madera así, tal cual: desnudas y cubiertas de sangre. Afortunadamente, habían dispuesto unas lindas carretas decoradas para llevarlas. Eran vírgenes que llevaban a ofrecer a los dioses. -Disculpa, frente a las estatuas, ¿sacrifican a alguna de estas chicas?- preguntó a una de las madres de las chicas y esta la miró con enojo.
Llegaron finalmente junto a las figuras. Ya otros grupos de jovencitas habían llegado, pero no era una cantidad descomunal, como llegó a pensar durante el día, que la plaza estaría a reventar de doncellas. Recordó que los últimos tiempos habían hecho merma en toda la región, un año de plaga y guerra había disminuído considerablemente la población casadera de la capital humana.
Mientras organizaban a las niñas, Mina aprovechó de acercarse al fuego, llevaba en su bolso un diminuto calzón el cuál lanzó al fuego pensando en sus dos hombres. El deseo que pidió a Freyja era simple: encamárselos. Uno a uno, los dos al tiempo, le daba igual, la cosa era llevárselos a la cama y sacarse prontito aquellas ganas de hincarle el diente a esas pieles morenas. Luego, con toda calma, se dirigió al lugar asignado a las madres, desde donde podía seguir cuidando a su protegida.
Pero antes de llegar, vio unos pelos blancos corriendo entre la multitud. -¿Podrá ser?- se preguntó. Pero es que esas greñas eran inolvidables, tenía que ser ella. Y claro, huyendo. -No es más mi problema, suficiente tengo con la peluda- dijo para si y mantuvo su camino hacia el grupo de madres. Qué triste, aquel Ohdá no hincaría diente en piel morena, ni blanca, ni peluda, ni nada.
Mina Harker
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Fingir que su presencia no la alteraba era un trabajo aun más complicado que asesinar a alguien con guardias y armado hasta los dientes. Los recuerdos de aquella noche la golpeaban con la misma fuerza que caer del cielo -cosa que ya habia sentido antes, y aún podia sentir su cerebro sacudirse en su cráneo, el aire escapandose de sus pulmones- y era horrible.
La pregunta era demasiado normal y ella no se sentía para nada en su lugar. La ultima vez que lo había visto era cuando lo tenía frente a ella despues de devolverle su sana apariencia, hasta que él fue derribado y perdido la conciencia para terminar siendo arrastrado por sus compañeros, lejos de la pelea.
No lo culpaba, de haber podido huir lo hubiera hecho con él, no dudaría, pocas veces lo hacía.
-No muy bien...- Y allí mismo acababa la mascarada, sin siquiera haber empezado. Se sorprendió de si misma por tal honestidad pero tampoco es que fuera un gran secreto, si con verla no era suficiente, los recuerdos que ambos compartían de lo sucedido aclararian cualquier duda.
Las heridas fisicas como emocionales aún estaban abiertas y tomaría tiempo cerrarlas. Con darle un vistazo a Alward era notable que compartían algo de ello.
Quiso decir algo que llenara el vacío, no pensó exactamente el qué, pero sus labios querían moverse aunque luciera como un pez boqueando.
De haber tenido algo que decir sus palabras de todas maneras hubieran quedado en el aire, silenciadas por aquella nueva voz que parecía apuntar hacia ellos.
Un nuevo panico se alzaba por su garganta, incontrolable, rabioso y este se hizo notar facilmente. Su rostro se contrajo y empezaba a lucir menos humano, sus pupilas se rasgaron en una fina linea y sus dientes se afilaban como cuchillas. Los recuerdos de aquella noche nublando su conciencia, sus seres queridos en peligro por su culpa. Tenía que protegerlos.
O eso pensó, unas manos callosas se posaron sobre las suyas y la trajeron de regreso al ahora, arrastrandola lejos del gentío.
Oromë visualizó un pequeño callejón con basura y tablones podridos que evitaban el avanzar mas al fondo pero era perfecto para ocultarse.
Apretó la mano de Alward y esta vez ella lo condujo a aquel lugar. Recordó que su capa era una señal demasiado obvia para la Guardia, así que la desató en un rapido movimiento y la volteó del revés dejando a la vista el forro de color negro.
A tan solo unos pasos de aquel escondrijo empujó a Alward contra la pared y pegó su cuerpo al suyo, su rostro a escasos centimetros del mercenario. De lejos lucirían como una pareja en busca de intimidad cuando la realidad era que Oromë estaba febril, respirando con fuerza y con la mirada desbocada mientras volvía a una apariencia mas humana.
Por encima de su agitado respirar, las personas vitoreaban y festejaban, el rapido andar de la Guardia pasando practicamente al lado de ellos. ¿Por qué? Creí que habías dicho que me entregarias... No me debes nada-
La pregunta era demasiado normal y ella no se sentía para nada en su lugar. La ultima vez que lo había visto era cuando lo tenía frente a ella despues de devolverle su sana apariencia, hasta que él fue derribado y perdido la conciencia para terminar siendo arrastrado por sus compañeros, lejos de la pelea.
No lo culpaba, de haber podido huir lo hubiera hecho con él, no dudaría, pocas veces lo hacía.
-No muy bien...- Y allí mismo acababa la mascarada, sin siquiera haber empezado. Se sorprendió de si misma por tal honestidad pero tampoco es que fuera un gran secreto, si con verla no era suficiente, los recuerdos que ambos compartían de lo sucedido aclararian cualquier duda.
Las heridas fisicas como emocionales aún estaban abiertas y tomaría tiempo cerrarlas. Con darle un vistazo a Alward era notable que compartían algo de ello.
Quiso decir algo que llenara el vacío, no pensó exactamente el qué, pero sus labios querían moverse aunque luciera como un pez boqueando.
De haber tenido algo que decir sus palabras de todas maneras hubieran quedado en el aire, silenciadas por aquella nueva voz que parecía apuntar hacia ellos.
Un nuevo panico se alzaba por su garganta, incontrolable, rabioso y este se hizo notar facilmente. Su rostro se contrajo y empezaba a lucir menos humano, sus pupilas se rasgaron en una fina linea y sus dientes se afilaban como cuchillas. Los recuerdos de aquella noche nublando su conciencia, sus seres queridos en peligro por su culpa. Tenía que protegerlos.
O eso pensó, unas manos callosas se posaron sobre las suyas y la trajeron de regreso al ahora, arrastrandola lejos del gentío.
Oromë visualizó un pequeño callejón con basura y tablones podridos que evitaban el avanzar mas al fondo pero era perfecto para ocultarse.
Apretó la mano de Alward y esta vez ella lo condujo a aquel lugar. Recordó que su capa era una señal demasiado obvia para la Guardia, así que la desató en un rapido movimiento y la volteó del revés dejando a la vista el forro de color negro.
A tan solo unos pasos de aquel escondrijo empujó a Alward contra la pared y pegó su cuerpo al suyo, su rostro a escasos centimetros del mercenario. De lejos lucirían como una pareja en busca de intimidad cuando la realidad era que Oromë estaba febril, respirando con fuerza y con la mirada desbocada mientras volvía a una apariencia mas humana.
Por encima de su agitado respirar, las personas vitoreaban y festejaban, el rapido andar de la Guardia pasando practicamente al lado de ellos. ¿Por qué? Creí que habías dicho que me entregarias... No me debes nada-
Oromë Vánadóttir
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
La huida fue agitada, apresurada. Se la jugaba bastante al huir de esa forma de la Guardia, pero por suerte, la mujer visualizó un callejón donde podrían esconderse. Ella tomó el relevo del mando en aquella carrera, hicieron un quiebro perfecto y quedaron fuera de la vista de cualquiera que pudiese pasar por allí. Pasaron unas basuras y unos tablones que obstaculizaban el paso y se adentraron todavía más en el lugar, quedando totalmente a solas, con el jolgorio de la fiesta sonando de fondo y el sonido de los apresurados guardias pasando a escasos metros al lado de ellos.
Ambos quedaron pegados el uno al otro, su rostro muy cerca, demasiado, eso hizo que el corazón del mercenario se acelerase más de lo debido, incluso más que si hubiera corrido por más de una hora. Se ruborizó un poco, e hizo un falso esfuerzo de apartar un poco el rostro. Pudo identificar cómo las facciones de la dragona iban cambiando. Al parecer se había transformado en esa especie de lagarto alado que vio en Ciudad Lagarto, aunque obviamente no del todo, era curioso e hipnotizante cómo sus facciones volvían a adquirir la apariencia de una frágil pero bella mujer.
-...Me salvaste la vida...-Con cuidado, apartó un mechón de pelo que le tapaba un poco del rostro de la dragona. Acercó un poco su rostro y sonrió-Nunca podré agradecerte lo suficiente lo que hiciste, ¿Recuerdas que te lo dije?-Miró con profundidad y ternura a los ojos de Oromë-...Lo mantengo
Esa piel casi tan blanca como la nieve coloreada en su rostro por el rojo en los pómulos, ese cabello plateado y tan brillante como la luz de la luna llena, y sobretodo, sus ojos dorados que hipnotizarían a cualquier mortal que se cruzase con ellos. Toda esa combinación daba lugar a, para Alward, a una de las mujeres más bonitas que había visto en su vida, y no sabría si decir la que más, eso era una apuesta demasiado arriesgada que ni se atrevía a pensar.
-Es curioso-Intervino repentinamente-...Sentir esto por una ladrona y una asesina...-Apartó la mirada, indeciso, con el corazón en un puño, pero en tan solo un segundo, algo en su mente cambió. Dejó de reservarse, volvió a mirarla, agarrando sus caderas y acercando su rostro para besarla.
No sabía cómo reaccionaría Oromë, no sabía siquiera cómo había tenido ese valor para hacer precisamente lo que nunca se atrevía a hacer. Podía batallar contra mil ejércitos, se atrevía incluso a encararse con matones que le superasen en fuerza y número, pero en temas del amor... Ay, en temas del amor Alward cambiaba radicalmente, todo su valor y su fuerza desaparecían, flaqueando a más no poder y sin tener suficiente tiempo de reacción para ganar esa batalla. Era una guerra que siempre perdía, una guerra que ni siquiera llegaba a iniciar a veces. Esta vez no iba a ser así, esta vez iba a enfrentarse a sus propios miedos, empezando por ganar esa batalla, para luego ganar la guerra.
Quizás, los dioses Freyr y Freya le habían ayudado esta vez. Quizás la magia del Ohdà sí que realmente existía. No podía saberlo con certeza, pero esta vez, con ayuda divina o no, decidió tomar las riendas de sus propias decisiones, haciendo exactamente lo que su corazón le decía, y no dejándose intimidar por los miedos de su cabeza.
Ambos quedaron pegados el uno al otro, su rostro muy cerca, demasiado, eso hizo que el corazón del mercenario se acelerase más de lo debido, incluso más que si hubiera corrido por más de una hora. Se ruborizó un poco, e hizo un falso esfuerzo de apartar un poco el rostro. Pudo identificar cómo las facciones de la dragona iban cambiando. Al parecer se había transformado en esa especie de lagarto alado que vio en Ciudad Lagarto, aunque obviamente no del todo, era curioso e hipnotizante cómo sus facciones volvían a adquirir la apariencia de una frágil pero bella mujer.
-...Me salvaste la vida...-Con cuidado, apartó un mechón de pelo que le tapaba un poco del rostro de la dragona. Acercó un poco su rostro y sonrió-Nunca podré agradecerte lo suficiente lo que hiciste, ¿Recuerdas que te lo dije?-Miró con profundidad y ternura a los ojos de Oromë-...Lo mantengo
Esa piel casi tan blanca como la nieve coloreada en su rostro por el rojo en los pómulos, ese cabello plateado y tan brillante como la luz de la luna llena, y sobretodo, sus ojos dorados que hipnotizarían a cualquier mortal que se cruzase con ellos. Toda esa combinación daba lugar a, para Alward, a una de las mujeres más bonitas que había visto en su vida, y no sabría si decir la que más, eso era una apuesta demasiado arriesgada que ni se atrevía a pensar.
-Es curioso-Intervino repentinamente-...Sentir esto por una ladrona y una asesina...-Apartó la mirada, indeciso, con el corazón en un puño, pero en tan solo un segundo, algo en su mente cambió. Dejó de reservarse, volvió a mirarla, agarrando sus caderas y acercando su rostro para besarla.
No sabía cómo reaccionaría Oromë, no sabía siquiera cómo había tenido ese valor para hacer precisamente lo que nunca se atrevía a hacer. Podía batallar contra mil ejércitos, se atrevía incluso a encararse con matones que le superasen en fuerza y número, pero en temas del amor... Ay, en temas del amor Alward cambiaba radicalmente, todo su valor y su fuerza desaparecían, flaqueando a más no poder y sin tener suficiente tiempo de reacción para ganar esa batalla. Era una guerra que siempre perdía, una guerra que ni siquiera llegaba a iniciar a veces. Esta vez no iba a ser así, esta vez iba a enfrentarse a sus propios miedos, empezando por ganar esa batalla, para luego ganar la guerra.
Quizás, los dioses Freyr y Freya le habían ayudado esta vez. Quizás la magia del Ohdà sí que realmente existía. No podía saberlo con certeza, pero esta vez, con ayuda divina o no, decidió tomar las riendas de sus propias decisiones, haciendo exactamente lo que su corazón le decía, y no dejándose intimidar por los miedos de su cabeza.
Alward Sevna
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Pacto ante los Dioses
Syl me frotó el brazo a contrapelo, levantándolo a su paso solo para volver a bajarlo después. Era relajante, pero le notaba distraído.
Aquello era un pequeño ritual nuestro. Antes de festivales, y demás, solíamos pasar el día juntos en nuestra habitación, disfrutando de la compañía del otro antes de salir. Nos ayudaba a permanecer con buenos ánimos durante el resto del tiempo.
Mi mirada inquisitiva fue suficiente para empujarle a hablar. El gato se recostó, e hice lo mismo, sentándome al borde de la cama.
-La corona... ha estado cambiandote, Asher.- dijo, mirándome profundamente. -Sabíamos que esto iba a pasar, pero eso no lo detuvo.-
Me quedé en silencio. No estaba seguro.
-En Ciudad Lagarto... y en Vulwulfar... no eras tú. No del todo.- continuó. -Siempre has sido algo orgulloso, no voy a negarlo. Pero nunca has dejado que te ponga en peligro de esa forma.- Apreté la mandíbula. Sabía a que se refería. Sin embargo... ¿Podía ser tan simple? ¿Era la corona, y no yo?
No me sentía culpable de aquellas cosas. ¿No debería sentirme... arrepentido?
-Quiero asegurarme de que no es permanente.- Su tono era algo melancólico. Estaba preocupado. Aquello le afectaba de verdad. ¿Había causado yo eso? -Creo... que no es necesario que la lleves siempre. Mientras no estemos viajando, o en peligro... quizás podrías dejarla en un sitio seguro.-
-¿... Eso no sigue siendo arriesgado?- pregunté. -¿Y si alguien la roba? ¿O si aparece uno de los Jinetes? No podemos perder otro artefacto...- La voz me temblaba. Me sentía débil.
-Tampoco podemos perderte a ti.- suspiró, desarmándome por completo. -Puedo encargarme de reducir el riesgo. Sé donde esconderla. Si ocurre algo, puedo recuperarla.- explicó. -Pero si la sigues llevando... si acabas como Elen... no sé si podré llevarlo.-
Aquello me dejó sin palabras. Me costaba respirar.
Sabía que tenía razón. Solo había una forma de seguir. Pero... ponía a toda Aerandir en juego. Si perdía la Corona... o si moría, por no tenerla... era posible que mucha gente muriese conmigo.
Quizás el mundo entero.
Y si me perdía a mi mismo... quien sabe como acabaría. Mal, sin ninguna duda. Syl... no se merecía aquello. Tras tolerar tanto de mi parte... incluso cuando quería vivir tranquilamente, había aceptado que tomase el cargo. Su condición había sido que no dejase de ser yo.
Aquella decisión podía cambiar muchas cosas.
¿El mundo, o Syl? ¿La corona, o yo?
¿Valía la pena un mundo sin Syl? ¿Podía vivir con Syl y conmigo mismo si todo lo demás moría?
Temblé ligeramente. Casí reí. La respuesta siempre habría sido la misma. Una respuesta egoísta, y quizás cruel. Una respuesta que sólo alguien como yo podía dar, y que tomaba más fuerza de la que muchos podían reunir.
-Toma la corona.- dije con la garganta seca.
-¿Estás seguro?- preguntó Syl, sorprendido.
Respiré hondo y asentí ligeramente, esforzándome en mantenerme quieto y sentado. Syl elevó las manos hasta mi frente, acariciándome la cara momentáneamente. El contacto ayudó a relajarme. Después, cogió la corona... y tiró de ella, separándola de mi cabeza.
Un nudo de ansiedad y preocupación se formó al instante en mi garganta. Intenté reprimirlo. Cerré los ojos, tratando de ignorarlo. No sería tan simple. Intenté decir algo, pero resultaba imposible. Gruñí, y lo intenté de nuevo. Aquello iba a ser desagradable.
-Llévatela. Rápido.- dije. Escuché los pasos de Syl. Salió de la habitación, y dejé de oír nada. Quizás hubiese usado su armadura para atravesar una pared, o el suelo. Debía confiar en él. Estaría en un sitio seguro. No pasaría nada. No pasaría nada.
Me levanté, comenzando a rascarme todo el cuerpo. Varias zonas picaban, pero el rascar no servía. Me recordaba a la plaga. Un gemido angustioso salió de mi garganta. No. tenía que mantener el control. Abrí la ventana. El frescor ayudó, un poco. ¿Como me hizo meditar Rakfyr? Inhalé profundamente. Luego, exhalé. Me arodillé junto a la ventana, apoyándome sobre el alfeizar de esta.
Estaba bien. Estaba bien. No había lluvia de meteoritos ni chillidos aterrorizados. Lentamente, las raíces que el artefacto tenía sobre mi mente empezaron a debilitarse.
Tras apenas un minuto, Syl volvió a aparecer. Cerró la puerta tras de sí, y se acercó. Me levanté y le abracé con fuerza. Él hizo lo mismo.
-¿Como estás?- preguntó.
-Creo que...- No estaba seguro. Pero entendía algunas cosas más. Entendía que no había sido yo. -Está todo más claro.- dije.
Tras unos segundos, empecé a sentirme mejor. Más cálido. El contacto con mi compañero ayudaba. Besó mi cuello, y lo mantuve cerca. Bajé los hombros, perdiendo aquella tensión. Aquel odio.
-¿Crees que puedes estar varios días sin ella?- inquirió.
-No es una adicción.- respondí. Sin embargo, no estaba fuera de duda. Quizás lo fuese, de alguna forma. -Es más... una preocupación. Si desaparece, todo puede acabar mal.- aseguré. -¿Está completamente seguro?- pregunté.
-Las únicas personas vivas que saben donde está son Oshu, Irirgo y yo.- respondió. -Así que puedes recuperarlo incluso si me pasa algo. Nadie más puede encontrarlo, ni siquiera por accidente.- Podía confiar en Syl. Eso lo sabía. Nunca habría dicho algo así si tuviese la más mínima duda. No garantizaba en vano.
-Gracias.- dije. Era inevitable sentir algo de duda, a pesar de todo. Pero tenía toda mi fe.
Me besó. Respiré hondo, una vez más.
-Gracias a ti.-
No era tan agradable como el año anterior. Aquella vez, no había matrimonios, ni romanticismo. Se trataba sobre nudismo, sexo, y fertilidad. Syl resopló.
-Los humanos solo piensan en dos cosas.- musitó. -Y una es el dinero.-
-Ja. Tres cosas. Adivina que se hace en el centro de la ciudad.- repliqué con sorna.
-...No puede incluir quemar cosas otra vez, ¿verdad?- preguntó. Esbocé una sonrisa. El gato suspiró. -Me tomas el pelo. ¿Cuantas fiestas pueden hacer en torno a eso?-
-Imbolc, Bragival, Hostblot, Ohda, Midsummarblot...- enumeré. Y decían que yo tenía un problema con el fuego. -No sé pronunciar el resto.-
-Lo de Imbolc estuvo bien.- sonrió, recordando aquel baño. -Podríamos hacerlo de nuevo.-
Eso esperaba. Aunque no recordaba la fecha exacta... si es que acaso se celebraba en Dundarak. No importaba, podríamos hacerlo cuando quisieramos.
Seguimos caminando entre las calles, tratando de ignorar las jóvenes desnudas, la sangre, y a todo lo demás. Salvajes. Quizás sería mejor quedarnos en casa, aquella vez. Pero primero, quería hacer algo. Cuando llegamos hasta la gran hoguera principal, saqué un frasco de mi bolsillo. Un líquido rojo flotaba en su interior.
-Sangre de Deirdre.- expliqué. -Si alguien la bebe... verá a su ser más querido pasar por algo horrible. Creo que he tenido suficiente de eso.- dije, alzando el vial. -Lo sacrifico, aquí y ahora, como promesa. Syl Daregan no volverá a sufrir por mi.-
Arrojé el vial contra el fuego. Una llamarada azul salió de la pira, reaccionando ante aquel líquido. Un pacto sellado.
-Eso ha sido tan dramático.- dijo el gato a mi lado. Sonrió. Estaba radiante. -Te adoro.- añadió, besándome. Le abracé con fuerza y le alcé del suelo, sin importarnos las miradas.
Había hecho una promesa. Y la cumpliría. No sabía en ese momento donde se encontraba la Corona Astada, un artefacto vital para la supervivencia de Aerandir.
Y no me importaba.
Aquello era un pequeño ritual nuestro. Antes de festivales, y demás, solíamos pasar el día juntos en nuestra habitación, disfrutando de la compañía del otro antes de salir. Nos ayudaba a permanecer con buenos ánimos durante el resto del tiempo.
Mi mirada inquisitiva fue suficiente para empujarle a hablar. El gato se recostó, e hice lo mismo, sentándome al borde de la cama.
-La corona... ha estado cambiandote, Asher.- dijo, mirándome profundamente. -Sabíamos que esto iba a pasar, pero eso no lo detuvo.-
Me quedé en silencio. No estaba seguro.
-En Ciudad Lagarto... y en Vulwulfar... no eras tú. No del todo.- continuó. -Siempre has sido algo orgulloso, no voy a negarlo. Pero nunca has dejado que te ponga en peligro de esa forma.- Apreté la mandíbula. Sabía a que se refería. Sin embargo... ¿Podía ser tan simple? ¿Era la corona, y no yo?
No me sentía culpable de aquellas cosas. ¿No debería sentirme... arrepentido?
-Quiero asegurarme de que no es permanente.- Su tono era algo melancólico. Estaba preocupado. Aquello le afectaba de verdad. ¿Había causado yo eso? -Creo... que no es necesario que la lleves siempre. Mientras no estemos viajando, o en peligro... quizás podrías dejarla en un sitio seguro.-
-¿... Eso no sigue siendo arriesgado?- pregunté. -¿Y si alguien la roba? ¿O si aparece uno de los Jinetes? No podemos perder otro artefacto...- La voz me temblaba. Me sentía débil.
-Tampoco podemos perderte a ti.- suspiró, desarmándome por completo. -Puedo encargarme de reducir el riesgo. Sé donde esconderla. Si ocurre algo, puedo recuperarla.- explicó. -Pero si la sigues llevando... si acabas como Elen... no sé si podré llevarlo.-
Aquello me dejó sin palabras. Me costaba respirar.
Sabía que tenía razón. Solo había una forma de seguir. Pero... ponía a toda Aerandir en juego. Si perdía la Corona... o si moría, por no tenerla... era posible que mucha gente muriese conmigo.
Quizás el mundo entero.
Y si me perdía a mi mismo... quien sabe como acabaría. Mal, sin ninguna duda. Syl... no se merecía aquello. Tras tolerar tanto de mi parte... incluso cuando quería vivir tranquilamente, había aceptado que tomase el cargo. Su condición había sido que no dejase de ser yo.
Aquella decisión podía cambiar muchas cosas.
¿El mundo, o Syl? ¿La corona, o yo?
¿Valía la pena un mundo sin Syl? ¿Podía vivir con Syl y conmigo mismo si todo lo demás moría?
Temblé ligeramente. Casí reí. La respuesta siempre habría sido la misma. Una respuesta egoísta, y quizás cruel. Una respuesta que sólo alguien como yo podía dar, y que tomaba más fuerza de la que muchos podían reunir.
-Toma la corona.- dije con la garganta seca.
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-¿Estás seguro?- preguntó Syl, sorprendido.
Respiré hondo y asentí ligeramente, esforzándome en mantenerme quieto y sentado. Syl elevó las manos hasta mi frente, acariciándome la cara momentáneamente. El contacto ayudó a relajarme. Después, cogió la corona... y tiró de ella, separándola de mi cabeza.
Un nudo de ansiedad y preocupación se formó al instante en mi garganta. Intenté reprimirlo. Cerré los ojos, tratando de ignorarlo. No sería tan simple. Intenté decir algo, pero resultaba imposible. Gruñí, y lo intenté de nuevo. Aquello iba a ser desagradable.
-Llévatela. Rápido.- dije. Escuché los pasos de Syl. Salió de la habitación, y dejé de oír nada. Quizás hubiese usado su armadura para atravesar una pared, o el suelo. Debía confiar en él. Estaría en un sitio seguro. No pasaría nada. No pasaría nada.
Me levanté, comenzando a rascarme todo el cuerpo. Varias zonas picaban, pero el rascar no servía. Me recordaba a la plaga. Un gemido angustioso salió de mi garganta. No. tenía que mantener el control. Abrí la ventana. El frescor ayudó, un poco. ¿Como me hizo meditar Rakfyr? Inhalé profundamente. Luego, exhalé. Me arodillé junto a la ventana, apoyándome sobre el alfeizar de esta.
Estaba bien. Estaba bien. No había lluvia de meteoritos ni chillidos aterrorizados. Lentamente, las raíces que el artefacto tenía sobre mi mente empezaron a debilitarse.
Tras apenas un minuto, Syl volvió a aparecer. Cerró la puerta tras de sí, y se acercó. Me levanté y le abracé con fuerza. Él hizo lo mismo.
-¿Como estás?- preguntó.
-Creo que...- No estaba seguro. Pero entendía algunas cosas más. Entendía que no había sido yo. -Está todo más claro.- dije.
Tras unos segundos, empecé a sentirme mejor. Más cálido. El contacto con mi compañero ayudaba. Besó mi cuello, y lo mantuve cerca. Bajé los hombros, perdiendo aquella tensión. Aquel odio.
-¿Crees que puedes estar varios días sin ella?- inquirió.
-No es una adicción.- respondí. Sin embargo, no estaba fuera de duda. Quizás lo fuese, de alguna forma. -Es más... una preocupación. Si desaparece, todo puede acabar mal.- aseguré. -¿Está completamente seguro?- pregunté.
-Las únicas personas vivas que saben donde está son Oshu, Irirgo y yo.- respondió. -Así que puedes recuperarlo incluso si me pasa algo. Nadie más puede encontrarlo, ni siquiera por accidente.- Podía confiar en Syl. Eso lo sabía. Nunca habría dicho algo así si tuviese la más mínima duda. No garantizaba en vano.
-Gracias.- dije. Era inevitable sentir algo de duda, a pesar de todo. Pero tenía toda mi fe.
Me besó. Respiré hondo, una vez más.
-Gracias a ti.-
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No era tan agradable como el año anterior. Aquella vez, no había matrimonios, ni romanticismo. Se trataba sobre nudismo, sexo, y fertilidad. Syl resopló.
-Los humanos solo piensan en dos cosas.- musitó. -Y una es el dinero.-
-Ja. Tres cosas. Adivina que se hace en el centro de la ciudad.- repliqué con sorna.
-...No puede incluir quemar cosas otra vez, ¿verdad?- preguntó. Esbocé una sonrisa. El gato suspiró. -Me tomas el pelo. ¿Cuantas fiestas pueden hacer en torno a eso?-
-Imbolc, Bragival, Hostblot, Ohda, Midsummarblot...- enumeré. Y decían que yo tenía un problema con el fuego. -No sé pronunciar el resto.-
-Lo de Imbolc estuvo bien.- sonrió, recordando aquel baño. -Podríamos hacerlo de nuevo.-
Eso esperaba. Aunque no recordaba la fecha exacta... si es que acaso se celebraba en Dundarak. No importaba, podríamos hacerlo cuando quisieramos.
Seguimos caminando entre las calles, tratando de ignorar las jóvenes desnudas, la sangre, y a todo lo demás. Salvajes. Quizás sería mejor quedarnos en casa, aquella vez. Pero primero, quería hacer algo. Cuando llegamos hasta la gran hoguera principal, saqué un frasco de mi bolsillo. Un líquido rojo flotaba en su interior.
-Sangre de Deirdre.- expliqué. -Si alguien la bebe... verá a su ser más querido pasar por algo horrible. Creo que he tenido suficiente de eso.- dije, alzando el vial. -Lo sacrifico, aquí y ahora, como promesa. Syl Daregan no volverá a sufrir por mi.-
Arrojé el vial contra el fuego. Una llamarada azul salió de la pira, reaccionando ante aquel líquido. Un pacto sellado.
-Eso ha sido tan dramático.- dijo el gato a mi lado. Sonrió. Estaba radiante. -Te adoro.- añadió, besándome. Le abracé con fuerza y le alcé del suelo, sin importarnos las miradas.
Había hecho una promesa. Y la cumpliría. No sabía en ese momento donde se encontraba la Corona Astada, un artefacto vital para la supervivencia de Aerandir.
Y no me importaba.
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Post único, y en Dundarak en lugar de Lunargenta.
Sacrifíco el objeto "Sangre de Deirdre". Un año esperando a su verdadero uso.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Se sentía como si estuviera hecha de piedra, no se movió del lugar en el que estaba; el único aire que respiraba era el que Alward soltaba. ¿Por qué? Ni ella misma lo sabía pero en lo más profundo de su mente no quería otra cosa.
Pero había más y es que no era nada fácil esquivar el enojo de Oromë como si nada, aunque el gesto que tuvo con su cabello y la suave caricia le provocara una oleada de electricidad por todo el cuerpo.
La fuerza de voluntad que poseía esta mujer era inmensa mientras arrugaba el ceño y casi crujía sus dientes mientras hablaba. -Te cortaron la mano y tu nariz, ¡por mi!. Casi te mueres por mi culpa. No hay nada que agradecer- ¿Acaso era estúpido? En primer lugar, nunca debería haber hecho aquella promesa y así tal vez el destino habría seguido su rumbo natural: él no habría perdido su mano, la dragona no tendría que haber arrancado una cabeza para sanarle y así, solo así... Ella probablemente estaría muerta y no en este callejón sintiendo cosas que se prohibía, porque lo sabía, no era tan simple.
¿Amor? ¿Así de la nada? No, era imposible. Ella no se lo permitiría, era completamente un sin sentido, Alward solamente estaba agradecido y Oromë a pesar de saber que debería aprovecharse de esto, no dejaba de pensar en ese gran "tal vez" y el "que hubiera sido si..." de no haber hecho aquella promesa. -Prometiste algo antes que eso- Balbuceó, fallando en mantener la compostura mientras clavaba sus ojos en los del mercenario y estos la miraban con algo más de lo que ella soportaba. "No... no quiero esto, no". El terror, las imágenes grabadas como tatuajes en su piel, las heridas que destacaban por sobre las viejas cicatrices de viejos tiempos. Era demasiado para asimilar.
-Tu...- Otra vez, sin idea de que decir, tampoco tuvo oportunidad, no cuando la tomó y la beso sin más; y como las olas que todo lo llevan lejos su mente se fue a la deriva.
Si tuviera que explicarse no tendría excusas, ella, que la idea de morir era más agradable que el encadenarse a alguien de por vida, se estaba dejando reclamar por Alward.
No estaba bien y lo sabía pero no era capaz de asegurar para quien de los dos era peor: si para ella que tendría que preocuparse incluso sin desearlo por otro ser que podría caer por culpa de sus pecados, o por él, quien su vida e ideales se vieran opacados por alguien tan poco merecedora de tal muestra de ¿De qué?. No se animaba a preguntar.
No quería ser dócil, no quería verse vulnerable aunque su propio cuerpo la traicionaba apretándose más a él y devolviendole el gesto. "Maldito festival, no tendría que haber venido. Tonta, estúpida".
Necesitaba aire con desesperación y no solo por la fogosidad de aquel beso, sino porque había cosas que debía decir también. -A ti no te importa ¿verdad? ¡Mírame!, todo lo que me rodea perece tarde o temprano y si yo me hundo tu vendrás conmigo- Su frente se pegó al pecho de él, ocultando desesperadamente cuanto estaba deseando continuar con ese beso. Era una obligación el que recuperara la compostura.
Levantó la vista una vez más y esta era tan fría como las montañas del norte. -¿Qué es lo que quieres de mi mercenario? No hay nada de mi que valga la pena poseer y mi cuerpo es solo eso, uno más de tantos otros. A menos que sea el dinero que hay por mi cabeza- Necesitaba recordarle quien era él y quien era ella o mandaría las consecuencias al demonio y no respondería por lo que haría luego, solo tenía que decir las palabras correctas aunque Oromë no estuviera realmente segura de cuales eran. -Tu eliges, mi cabeza o mi cuerpo.- Dudaba que hubiera otra opción más relevante que esas, no para alguien que llevaba un par de décadas viviendo de básicamente esas dos cosas.
Pero había más y es que no era nada fácil esquivar el enojo de Oromë como si nada, aunque el gesto que tuvo con su cabello y la suave caricia le provocara una oleada de electricidad por todo el cuerpo.
La fuerza de voluntad que poseía esta mujer era inmensa mientras arrugaba el ceño y casi crujía sus dientes mientras hablaba. -Te cortaron la mano y tu nariz, ¡por mi!. Casi te mueres por mi culpa. No hay nada que agradecer- ¿Acaso era estúpido? En primer lugar, nunca debería haber hecho aquella promesa y así tal vez el destino habría seguido su rumbo natural: él no habría perdido su mano, la dragona no tendría que haber arrancado una cabeza para sanarle y así, solo así... Ella probablemente estaría muerta y no en este callejón sintiendo cosas que se prohibía, porque lo sabía, no era tan simple.
¿Amor? ¿Así de la nada? No, era imposible. Ella no se lo permitiría, era completamente un sin sentido, Alward solamente estaba agradecido y Oromë a pesar de saber que debería aprovecharse de esto, no dejaba de pensar en ese gran "tal vez" y el "que hubiera sido si..." de no haber hecho aquella promesa. -Prometiste algo antes que eso- Balbuceó, fallando en mantener la compostura mientras clavaba sus ojos en los del mercenario y estos la miraban con algo más de lo que ella soportaba. "No... no quiero esto, no". El terror, las imágenes grabadas como tatuajes en su piel, las heridas que destacaban por sobre las viejas cicatrices de viejos tiempos. Era demasiado para asimilar.
-Tu...- Otra vez, sin idea de que decir, tampoco tuvo oportunidad, no cuando la tomó y la beso sin más; y como las olas que todo lo llevan lejos su mente se fue a la deriva.
Si tuviera que explicarse no tendría excusas, ella, que la idea de morir era más agradable que el encadenarse a alguien de por vida, se estaba dejando reclamar por Alward.
No estaba bien y lo sabía pero no era capaz de asegurar para quien de los dos era peor: si para ella que tendría que preocuparse incluso sin desearlo por otro ser que podría caer por culpa de sus pecados, o por él, quien su vida e ideales se vieran opacados por alguien tan poco merecedora de tal muestra de ¿De qué?. No se animaba a preguntar.
No quería ser dócil, no quería verse vulnerable aunque su propio cuerpo la traicionaba apretándose más a él y devolviendole el gesto. "Maldito festival, no tendría que haber venido. Tonta, estúpida".
Necesitaba aire con desesperación y no solo por la fogosidad de aquel beso, sino porque había cosas que debía decir también. -A ti no te importa ¿verdad? ¡Mírame!, todo lo que me rodea perece tarde o temprano y si yo me hundo tu vendrás conmigo- Su frente se pegó al pecho de él, ocultando desesperadamente cuanto estaba deseando continuar con ese beso. Era una obligación el que recuperara la compostura.
Levantó la vista una vez más y esta era tan fría como las montañas del norte. -¿Qué es lo que quieres de mi mercenario? No hay nada de mi que valga la pena poseer y mi cuerpo es solo eso, uno más de tantos otros. A menos que sea el dinero que hay por mi cabeza- Necesitaba recordarle quien era él y quien era ella o mandaría las consecuencias al demonio y no respondería por lo que haría luego, solo tenía que decir las palabras correctas aunque Oromë no estuviera realmente segura de cuales eran. -Tu eliges, mi cabeza o mi cuerpo.- Dudaba que hubiera otra opción más relevante que esas, no para alguien que llevaba un par de décadas viviendo de básicamente esas dos cosas.
Oromë Vánadóttir
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
Por un momento, por unos instantes, unos segundos... El resto del mundo no existía, nada de él, ni lo bueno ni lo malo, ni las alegrías ni las penas, ni el dolor ni el sufrimiento que Alward había arrastrado hacía ya un par de semanas. Todo había quedado reducido a ese callejón, a ese momento... Bendito momento.
Un huracán de emociones y sensaciones vinieron de golpe hacia el castaño, no podía describir lo que sentía, pero estaba seguro de que no era malo. Se sentía fuera de control, en un completo eclipse de racionalidad, cosa que era extraño ver al humano, el actuar según sus impulsos repentinos.
Oromë respondió de forma positiva, era mucho más de lo que esperaba. Lo peor que podía pasar, no pasó, la mujer de cabello ceniciento apretó aún más su propio cuerpo al del humano, y la intensidad del beso fue en aumento hasta que, inevitablemente como todo lo regido por este universo, finalizó. Un momento tan eterno como fugaz, tan deseado como temeroso.
Tras la tormenta de emociones, vino la calma. Una calma tensa. El Sevna se quedó expectante para ver cómo reaccionaba la dragona, a pocos centímetros de su rostro y aún agarrándola por la cadera.
Cuando la frente de Oromë reposó en su pecho, dejó de agarrarla por las caderas para rodearla con sus brazos en la mitad de su espalda. Elevó la mirada al cielo y soltó un suspiro profundo, para luego volver a bajarla y centrarla de nuevo en la coronilla plateada de la dragona. Si esta prestaba atención, escucharía cómo los latidos de Alward estaban acelerados y lejos de toda calma. Parecía que cierta parte del huracán de emociones aún palpitaba en su pecho. No respondió a lo que la mujer dijo, no necesitaba hacerlo.
Oromë levantó de nuevo la vista, diciéndole de nuevo cosas que estaban lejos de lo que el Sevna pensaba, como si esta tratase de excusarse, ocultarse, cerrándose en sí misma y todo su corazón.
-Nada de eso-Negó con la cabeza, mostrando un semblante serio para luego esbozar una sonrisilla-Es... Complicado de explicar-¿Amor? ¿Así de fácil? No la conocía, solo había colaborado con ella en lo ocurrido en Ciudad Lagarto. Oromë había salvado su vida, pero aparte de eso no sabía nada de ella... Aún así sentía algo más, desde el momento en que la vio luchar contra aquel extraño grupo que la perseguía.
Sonrió, eso es lo primero que hizo cuando, por segunda vez, la dragona intentaba ver las inexistentes intenciones ocultas de Alward. En ese entonces, dejó de abrazarla y se apartó de ella un poco.
-Quizás, si las circunstancias hubiesen sido otras, seguramente hubiera acabado persiguiéndote como un mercenario más-Se ajustó las mangas y el resto de su torso, mientras dio unos pasos hacia la salida del callejón, antes de llegar a los tablones que impedían el paso, se detuvo y volteó hacia Oromë-Pero... Algo hizo que mi misión tomase un camino inesperado y me pusiese de tu lado. Sé que tu causa no era la peor. La Guardia y La Factoría manchaban los ideales por los que yo lucho. Quizás sí que buscasen un buen fin, pero este nunca justifica los medios. Tú te preocupabas de veras por tu gente, por Reivy y por Lavey... Eso fue quizás lo que me hizo quitarme la venda de los ojos-Se puso en jarras y se encogió de hombros, al tiempo que dibujaba una sonrisa en sus labios-Creo que eres buena en el fondo, debajo de todo lo que esa fachada y todos esos rumores cuentan sobre ti-Se acercó un poco más a ella, pero no tanto como antes-Quizás me equivoque, al igual que tú te equivocas sobre mí...-Esbozó una sonrisa mientras le apartaba la mirada, como si por un segundo su cabeza estuviera en otro lugar. Una pequeña punzada en el pecho le hizo borrar esa sonrisa. Tras eso, volvió a mirarla a los ojos, a esos radiantes ojos, ya de vuelta en el momento-Me temo que ya no soy un mercenario. Y antes, no era de esos. No buscaba una recompensa por ningún acto de dudosa moral, simplemente trabajaba para que el mundo fuese un lugar mejor para todos.-Tras su explicación, le tendió una mano a la dragona-Quiero saber más de ti. Quiero conocerte.-Mostró un gesto con su rostro afable y sincero-Esa era parte de la promesa; saber más de ti antes de poder juzgarte
Un huracán de emociones y sensaciones vinieron de golpe hacia el castaño, no podía describir lo que sentía, pero estaba seguro de que no era malo. Se sentía fuera de control, en un completo eclipse de racionalidad, cosa que era extraño ver al humano, el actuar según sus impulsos repentinos.
Oromë respondió de forma positiva, era mucho más de lo que esperaba. Lo peor que podía pasar, no pasó, la mujer de cabello ceniciento apretó aún más su propio cuerpo al del humano, y la intensidad del beso fue en aumento hasta que, inevitablemente como todo lo regido por este universo, finalizó. Un momento tan eterno como fugaz, tan deseado como temeroso.
Tras la tormenta de emociones, vino la calma. Una calma tensa. El Sevna se quedó expectante para ver cómo reaccionaba la dragona, a pocos centímetros de su rostro y aún agarrándola por la cadera.
Cuando la frente de Oromë reposó en su pecho, dejó de agarrarla por las caderas para rodearla con sus brazos en la mitad de su espalda. Elevó la mirada al cielo y soltó un suspiro profundo, para luego volver a bajarla y centrarla de nuevo en la coronilla plateada de la dragona. Si esta prestaba atención, escucharía cómo los latidos de Alward estaban acelerados y lejos de toda calma. Parecía que cierta parte del huracán de emociones aún palpitaba en su pecho. No respondió a lo que la mujer dijo, no necesitaba hacerlo.
Oromë levantó de nuevo la vista, diciéndole de nuevo cosas que estaban lejos de lo que el Sevna pensaba, como si esta tratase de excusarse, ocultarse, cerrándose en sí misma y todo su corazón.
-Nada de eso-Negó con la cabeza, mostrando un semblante serio para luego esbozar una sonrisilla-Es... Complicado de explicar-¿Amor? ¿Así de fácil? No la conocía, solo había colaborado con ella en lo ocurrido en Ciudad Lagarto. Oromë había salvado su vida, pero aparte de eso no sabía nada de ella... Aún así sentía algo más, desde el momento en que la vio luchar contra aquel extraño grupo que la perseguía.
Sonrió, eso es lo primero que hizo cuando, por segunda vez, la dragona intentaba ver las inexistentes intenciones ocultas de Alward. En ese entonces, dejó de abrazarla y se apartó de ella un poco.
-Quizás, si las circunstancias hubiesen sido otras, seguramente hubiera acabado persiguiéndote como un mercenario más-Se ajustó las mangas y el resto de su torso, mientras dio unos pasos hacia la salida del callejón, antes de llegar a los tablones que impedían el paso, se detuvo y volteó hacia Oromë-Pero... Algo hizo que mi misión tomase un camino inesperado y me pusiese de tu lado. Sé que tu causa no era la peor. La Guardia y La Factoría manchaban los ideales por los que yo lucho. Quizás sí que buscasen un buen fin, pero este nunca justifica los medios. Tú te preocupabas de veras por tu gente, por Reivy y por Lavey... Eso fue quizás lo que me hizo quitarme la venda de los ojos-Se puso en jarras y se encogió de hombros, al tiempo que dibujaba una sonrisa en sus labios-Creo que eres buena en el fondo, debajo de todo lo que esa fachada y todos esos rumores cuentan sobre ti-Se acercó un poco más a ella, pero no tanto como antes-Quizás me equivoque, al igual que tú te equivocas sobre mí...-Esbozó una sonrisa mientras le apartaba la mirada, como si por un segundo su cabeza estuviera en otro lugar. Una pequeña punzada en el pecho le hizo borrar esa sonrisa. Tras eso, volvió a mirarla a los ojos, a esos radiantes ojos, ya de vuelta en el momento-Me temo que ya no soy un mercenario. Y antes, no era de esos. No buscaba una recompensa por ningún acto de dudosa moral, simplemente trabajaba para que el mundo fuese un lugar mejor para todos.-Tras su explicación, le tendió una mano a la dragona-Quiero saber más de ti. Quiero conocerte.-Mostró un gesto con su rostro afable y sincero-Esa era parte de la promesa; saber más de ti antes de poder juzgarte
Alward Sevna
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
*Off: Con permiso de la diosa Sigel, celebro la Ohdá en Beltrexus
Tomaba algo con Jules relajada, cerca de la fiesta de la Ohdà en Beltrexus. No sabía muy bien por qué, pero el brujo se había propuesto pasar aquel día libre conmigo y, puesto que supuestamente éramos una pareja, acepté a acompañarlo.
Comenzamos dialogando en una mesa, cerca de la pira, sobre de las cacerías recientes. Y de las muchas cosas que teníamos por hacer, pero a Jules no parecía agradarle la conversación. No un día relajado como aquel. Y no tardó en mostrar su descontento de cómo llevábamos nuestra relación. Quizás, en el fondo, tuviera razón.
-Es difícil hablar contigo de algo que no sea cazar vampiros, o del trabajo. ¿Verdad? – expresó con cierta gracia. Casi toda la conversación la había llevado él. Sólo suspiré y me reí ligeramente. Con Jules era con los pocos con lo que lo hacía. – Estamos en un buen día para hablar de otra cosa. Algo de lo que una pareja no debería tener reparos en debatir. – Comentó. Le miré con cierto recelo. El brujo nunca terminaba de sorprenderme. Estaba dispuesto a romper el hielo. - ¿Qué opinión tienes del sexo?
La pregunta me descolocó por completo y con la boca abierta. Tanto que, buscando perder tiempo para responder.
-Es… - dije sin mucho convencimiento. – Algo necesario.
-¿Necesario? Hm. – se atusó el mentón, mirando al cielo. – Esa es una interpretación limitada. Propia de un animal. O de alguien que no tiene las cosas claras. – dijo. – Y dime una cosa, ¿no crees que los sentimientos van ligados a ello? Tú misma los expresaste alguna vez conmigo. – dijo extendiendo los brazos. – Mira, ¡Yo te entiendo! Eres noble, rica, guapa, famosa. Hasta cierto punto es… Relativamente normal, que te creas por encima del bien y del mal. – continuó con una amplia gesticulación. – Pero incluso la gente como tú tiene que relajarse de vez en cuando, y abrir su coraza interior a la gente en la que de verdad confía. - ¿A qué venía aquel alegato? Di un trago a la botella. Me estaba divirtiendo. – Sinceramente, ¿las… pocas, veces que lo hemos hecho, el sexo para ti no ha sido más que “algo necesario”?
¡Aquello sí que era bueno! Reí airadamente. Él no. Me recosté sobre el respaldo de la silla y ladeé la cabeza.
-¿Era ahí a dónde querías llegar? – pregunté entre risas.
-Es un comienzo. – ahora fue él el que se recostó hacia atrás.
El tema parecía que iba en serio. Así que me mojé los labios y me recosté hacia delante en la mesa, apoyando los dos codos sobre la mesa y juntando las manos.
-Jules yo… - apreté los labios. – Me ha tocado vivir una vida complicada. Un destino que no he elegido yo. Sé que te debo disculpas por cosas como… La de Sacrestic Ville. – Dije acordándome del momento en que fui dominada por el rubí. - También sé que parece que sólo te quiero por el sexo. No es así. Soy una pésima pareja por mis compromisos y mi nula dedicación.
Jules se cruzó de brazos e hizo varios gestos de negación con la cabeza.
-Aunque no lo creas, dedicas más de lo que crees. Y si sigo contigo, es por ello. Sin embargo, no te das cuenta de ello. Y luego te cuesta abrirte de sentimientos, creo que eso te viene de familia. – Me psicoanalizó. Tomó la silla. Le dio la vuelta y se sentó. Apoyándose sobre el respaldo con ambos brazos, apoyando su cabeza en el cabecero. – Yo tengo muy claro que te quiero, pero ¿tú? – cuestionó. - ¿Tú sabes si estás enamorada?
Abrí los ojos absorta, recostándome ligeramente hacia atrás con incomodidad. Nunca nadie me había hecho una pregunta similar. Solía ser bastante fría, y no me gustaba nada mostrar mis sentimientos hacia nadie.
-¿E… Enamorada? – pregunté. Sin saber muy bien qué decir. No sabía decir si había llegado a ello.
-¿Lo sé yo mejor que tú? ¿O es que temes admitirlo? – rió, dando un beso a un trago. – Me has ayudado infinidad de veces en combate, arriesgando tu vida. Matarías por Rachel como si fuera tu hija, porque sabes que me importa. Hemos reído, hemos llorado, hemos discutido, pero siempre juntos. El uno por el otro. Y no ha importado cuantas veces uno ha caído, el otro siempre lo ha ayudado a levantarse. – sonrió. Yo también, recordando estos momentos. - Si eso no es amor, ¿entonces qué lo es?
Tenía razón. Estaba sonriente. Convencida. Lo había pensado durante mucho tiempo, pero nunca me atreví a decírselo. Sentía por él algo que nunca había sentido por nadie. Y, a pesar de que el sexo lo tomaba como algo más secundario con él, mis verdaderos sentimientos eran de amor. Antes moriría a permitir que algo le sucediera al brujo. Y él lo sabía, aunque quizás nunca fui de demostrárselo profundamente.
–Sí eso es el amor… Entonces yo lo tengo claro. – dije, antes de decir las palabras clave. – Te amo, Jules Roche.
Sonrió y me miró de una manera como jamás ningún hombre me había mirado. Pude ver el amor que embriagaban sus ojos azules.
-En ese caso, no te importará que lo certifiquemos delante de los dioses. - Negué con la cabeza, sonriendo. Él se levantó y tomó mi mano, instándome a lo mismo. Y comenzamos a caminar. Me resultaba, ciertamente extraño, ir de la mano de alguien. Y miraba hacia nuestras manos, algo sonrojada, con cierta timidez.
Nos acercamos a la pira central, tomamos una pequeña estatuilla que habíamos conseguido. Pegados el uno al otro, sujetándonos una mano mientras con la otra tomábamos una estatuilla de madera y la arrojábamos al fuego.
-Con esto quedará sellado. – dijo. – Por cierto, he comprado dos entradas para el teatro. Supongo que no te importará acompañarme. – cuestionó.
-Suena bien. – dije con ilusión. – Hace años que no voy.
-¡Genial! ¡Vas soltándote! – celebró. Mientras yo sonreía y apoyaba mi cabeza en su hombro. – ¿Sabes de qué va?
-¡No tengo ni idea! – dije sin soltarle de la mano. Con una amplia sonrisa en mi cara.
Y me lo explicó. Pero no sólo eso, sino muchas otras cosas más. Aquella noche hablamos hora. Disfrutamos de un buen espectáculo y de una buena cena. Nos declaramos enamorados y, como no podía ser de otra manera, terminamos en la cama del Palacio de los Vientos.
Liberada de aquella carga, aquella Ohdà fue, quizás, la noche más feliz de mi vida.
Última edición por Huracán el Jue Feb 14 2019, 20:04, editado 1 vez
Anastasia Boisson
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
"Entonces...¿Para tener bebés hay que montar una chica? P-pero a que te refieres con "montar"...¿Es como montar a caballo? Hmmmm"
Como si estuviera intentando imaginarlo, Uriel esbozó un rostro complicado y su ceñó se frunció ¿En verdad funcionaba así? Ladeando su cabeza con la misma expresión complicada, Uriel recordó, muy vagamente, como una vez pilló a sus padres biológicos en el acto, tampoco es como si estuvieran precisamente escondiéndose e los ojos del niño pero ciertamente la postura en la que estaban parecía como si estuvieran montando a caballo. Uriel no le agradaba recordar a sus padres biológicos así que una vez obtuvo la certeza que buscaba, eliminó esa memoria y volvió a sumergirla en al profundidad de su cerebro ¡Ellos ya no son importantes! ¡Ahora tiene al maestro y la ciencia! Incluso así, un leve deje de tristeza o soledad apareció por unos segundo en sus ojos para desvanecerse entre el mar de marrón y color miel que eran sus ojos, regresando a su encantador y alegre brillo usual.
"Ya veo, ya veo.....Cuando las chicas están en "celo" se ponen "mimosas" y de forma sutil te pides que las "montes"...Una vez la has "montado" salen bebés...¿verdad? "
Con una amplia sonrisa, Uriel recapituló todo lo que entendió de ambos adultos ¡Si una chica que pone "mimosa" es que quiere ser "montada"! Con orgullo por ser muy listo, Uriel lo asimiló a la perfección ¡Por fin sabia que era eso que su maestro nunca le quiso contar!
Fufufufu Maestro, su alumno cada vez es mas inteligente y sabio ¡Mire que tan grandioso vampiro me volveré, pro favor!
Uriel se olvidó completamente de dos cosas. En primer lugar, como vampiro, Uriel no podía reproducirse como tal. Eso lo sabía perfectamente le niño, pero con la emoción de por fin saber como diantres nacían los niños en verdad se le olvidó. En segundo lugar, incluso si es verdad que hay vampiros que lo hacen por placer....¿realmente alguien buscaría uno con el cuerpo de un niño de 11 años? Incluso si algún día su mente crece, su cuerpo no lo hará ¡Mire por donde se mire muy difícilmente alguien se interesara por el! Y si alguien lo hace....Bueno....O esa persona o Uriel acabarían en la cárcel dependiendo de quien se le ofreciese al acto primero. Aún así, el inocente e infantil Urie actual no se percató de ello pero... ¡150 años al futuro maldecirá muy seriamente a su maestro por transformarle a una edad tan joven! Pero eso es una historia y problema para el Uriel del futuro, el actual es feliz con su nuevo conocimiento.
Riendo felizmente porque sabe algo nuevo, el vampirito, sin soltar la mano de Amit, comienza a escudriñar los alrededores ¡Tanta gente que no conoce! Al principio eso le intimidaba ¿Y si entre ellos había cazadores? ¿Y si descubrían que era un vampiro? Pero ahora que se embadurnó del ambiente festivo y del nuevo conocimiento, el niño ya no sentía tanto miedo y animadamente escudriñaba cualquier pequeño detalle.
"¡Ah! Señor Amit ¿Porque están lanzando cosas al fuego? ¿Sera otra tradición para la "fertilidad" ? "
Con su mano derecha pálida y escuálida, señaló a la hoguera en donde miles de personas tiraban cosas al fuego, gente de todas la edades y razas lo estaban haciendo ¡Que sería tan fascinante que todos querían hacerlo! Uriel los contempló con ojos brillantes de curiosidad infantil y anticipación ¡Estas tradiciones humanas nunca cesan de darle diversión! ¡¿Que sería ahora lo que hacían?!
Como si estuviera intentando imaginarlo, Uriel esbozó un rostro complicado y su ceñó se frunció ¿En verdad funcionaba así? Ladeando su cabeza con la misma expresión complicada, Uriel recordó, muy vagamente, como una vez pilló a sus padres biológicos en el acto, tampoco es como si estuvieran precisamente escondiéndose e los ojos del niño pero ciertamente la postura en la que estaban parecía como si estuvieran montando a caballo. Uriel no le agradaba recordar a sus padres biológicos así que una vez obtuvo la certeza que buscaba, eliminó esa memoria y volvió a sumergirla en al profundidad de su cerebro ¡Ellos ya no son importantes! ¡Ahora tiene al maestro y la ciencia! Incluso así, un leve deje de tristeza o soledad apareció por unos segundo en sus ojos para desvanecerse entre el mar de marrón y color miel que eran sus ojos, regresando a su encantador y alegre brillo usual.
"Ya veo, ya veo.....Cuando las chicas están en "celo" se ponen "mimosas" y de forma sutil te pides que las "montes"...Una vez la has "montado" salen bebés...¿verdad? "
Con una amplia sonrisa, Uriel recapituló todo lo que entendió de ambos adultos ¡Si una chica que pone "mimosa" es que quiere ser "montada"! Con orgullo por ser muy listo, Uriel lo asimiló a la perfección ¡Por fin sabia que era eso que su maestro nunca le quiso contar!
Fufufufu Maestro, su alumno cada vez es mas inteligente y sabio ¡Mire que tan grandioso vampiro me volveré, pro favor!
Uriel se olvidó completamente de dos cosas. En primer lugar, como vampiro, Uriel no podía reproducirse como tal. Eso lo sabía perfectamente le niño, pero con la emoción de por fin saber como diantres nacían los niños en verdad se le olvidó. En segundo lugar, incluso si es verdad que hay vampiros que lo hacen por placer....¿realmente alguien buscaría uno con el cuerpo de un niño de 11 años? Incluso si algún día su mente crece, su cuerpo no lo hará ¡Mire por donde se mire muy difícilmente alguien se interesara por el! Y si alguien lo hace....Bueno....O esa persona o Uriel acabarían en la cárcel dependiendo de quien se le ofreciese al acto primero. Aún así, el inocente e infantil Urie actual no se percató de ello pero... ¡150 años al futuro maldecirá muy seriamente a su maestro por transformarle a una edad tan joven! Pero eso es una historia y problema para el Uriel del futuro, el actual es feliz con su nuevo conocimiento.
Riendo felizmente porque sabe algo nuevo, el vampirito, sin soltar la mano de Amit, comienza a escudriñar los alrededores ¡Tanta gente que no conoce! Al principio eso le intimidaba ¿Y si entre ellos había cazadores? ¿Y si descubrían que era un vampiro? Pero ahora que se embadurnó del ambiente festivo y del nuevo conocimiento, el niño ya no sentía tanto miedo y animadamente escudriñaba cualquier pequeño detalle.
"¡Ah! Señor Amit ¿Porque están lanzando cosas al fuego? ¿Sera otra tradición para la "fertilidad" ? "
Con su mano derecha pálida y escuálida, señaló a la hoguera en donde miles de personas tiraban cosas al fuego, gente de todas la edades y razas lo estaban haciendo ¡Que sería tan fascinante que todos querían hacerlo! Uriel los contempló con ojos brillantes de curiosidad infantil y anticipación ¡Estas tradiciones humanas nunca cesan de darle diversión! ¡¿Que sería ahora lo que hacían?!
Uri
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Re: Ohdà, San Valentín Aerandiano +18 [Evento]
El invierno de Dundarak parecía desaparecer momentáneamente en días como aquellos.
La gente se reunía en el exterior, levantaban improvisados altares y, en general, disfrutaban aquella festividad bebiendo, pasando el tiempo con la persona que, supuestamente, habían seleccionado como para pasar el resto de sus vidas.
Aunque aquel año la celebración había cambiado algo con respecto al año anterior… parecía más… ¿Evidente?
Sin meditarlo demasiado, Eltrant se apoyó contra la pared que tenía tras de sí y, sin apartar la pira de la enorme fogata que habían levantado en el centro de aquella plaza, a pocos metros del altar que habían levantado para aquella zona de la ciudad, se dejó caer hasta estar completamente sentado junto a Lyn.
Le dio un largo sorbo a la jarra que tenía entre las manos y la dejó a un lado para después intentar acomodarse usando su capa a modo de cojín. Lyn, junto a él, tomó uno de los frascos colgaban de su cinturón, los cuales había preparado antes de que cayese la noche y, como había hecho Eltrant con su jarra, le dio un largo trago.
- ¿No vas a sacrificar nada a los dioses esta noche Lord Tale? – Preguntó Lyn, rompiendo el largo silencio que reinaba entre ambos, según apoyaba la cabeza contra la pared. Utilizó aquel acento exagerado que tanto le gustaba, el que decía que emulaba la forma de hablar de muchos nobles que había conocido. - ¡Imagina lo exuberantes que serán sus cosechas solo con un poco de sangre! ¡Oferta especial por la Odhà! – Exclamó a continuación alzando ambos brazos, vertiendo parte del líquido que contenía el frasco, el cual, tras separarse de Lyn parpadeó repetidamente en el suelo. – Y luego dicen que los vampiros somos espacialitos con eso… - dijo dejando escapar una risita, sacudiendo la cabeza. - ¿Seguro que los dioses no son vampiros? - Eltrant, sin decir nada, enarcó una ceja según alargaba el brazo hasta la jarra y se encogió de hombros como toda respuesta. – Quiero decir, explicaría muchas cosas. – La ojiazul asintió para sí, Eltrant, incapaz de contener la sonrisa que se apoderó de su rostro ladeó un poco la cabeza y volvió a mirar el desfile de personas que iban de aquí para allá.
Incluso le pareció ver a Asher con Syl zigzaguear entre la multitud.
¿Aquello significaba que podían volver a la vieja mansión? Si estaban en la intemperie en aquel mismo momento era, principalmente, por que habían decidido darles intimidad; no estaba pasándoselo especialmente bien, el olor a sangre empezaba a impregnársele en los ropajes.
Igualmente, sonrió, de alguna forma, a pesar de tener una habitación en la posada aun pagada para bastante tiempo, había acabado pasado mucho más tiempo en el edificio que el Centinela usaba como hogar el norte. Era curioso.
Cambió de postura y obvió a la pareja, ya que probablemente querrían pasar un día como aquel a solas y no para aguantar historias con él siendo apuñalado como tema central y Lyn carcajeándose por ello.
Se volvió a girar hacía la vampiresa.
- Lo de las cosechas… ¿Exuberantes? ¿Dónde has aprendido esa palabra? - Se atusó la barba y sacudió la cabeza, decidió intuir lo que significaba aquello por contexto. – En mi granja teníamos un método algo raro con eso de las ofrendas. – Sonrió. – El ganado es difícil de mantener, sobre todo si no eres un noble. Matar a una res así porque sí… - Respiró hondo. – Sí, tienes carne ahora, pero muchas veces es la diferencia entre poder comer el mes que viene. – Lyn jugueteó con su flequillo pensativa y volvió a beber del frasco. – ...o vender leche con la que comprar más comida. – Añadió apurando la jarra.
- ¿Entonces…? –
- Ofrecíamos lo que cultivábamos, básicamente. – Indicó. – Solo teníamos una vaca. – Sonrió, rememorando el tiempo que pasó en su aldea natal. – Como comprenderás… - Señaló el altar en el que todos los presentes hacían las ofrendas. – Presentarme ahí y apuñalar a un puerro como que no queda del todo bien. – Aquella frase hizo soltar a Lyn una carcajada.
- ¿Cómo qué no? – Preguntó fingiendo sorpresa. - ¿Y una patata? – El castaño puso los ojos en blanco y le intentó dar un codazo de forma instintiva. - ¿Dos patatas? – Sabía que su extremidad iba a atravesar el brazo de la vampiresa, pero esta, no obstante, se molestó en hacer como que lo esquivaba, quizás también por instinto.
Volvió a quedarse en silencio, contemplando como los hombres iban pasando, uno a uno, y realizaban el sacrificio pertinente casi como si fuese una obligación. Entornó los ojos, algunas de las costumbres norteñas se le escapaban, estaba viendo cosas que no recordaba haber presenciado todas las veces que había celebrado aquello en Verisar; supuso que, realmente, aquella festividad cambiaba de lugar a lugar.
No le dio demasiada importancia.
- ¿Y nunca le has regalado nada a…? –
- Es… complicado. – Cortó Eltrant, intuyendo el final de la pregunta de Lyn, el fantasma de una sonrisa se apoderó del rostro de la vampiresa.
- ¿Complicado? – Inquirió, ahora más interesada, acercándose a Eltrant.
- Incluso… - Se pasó la mano por el pelo y sacudió la cabeza. – … la explicación también es complicada. – Sentenció - Dejémoslo en que fue hace mucho tiempo y que ya está más que olvidado. – Lyn infló los mofletes y se cruzó de brazos. – No me hace falta hacer ningún ritual de… fertilidad. – Masculló entre dientes, sintiendo que estaba dándole más información a la joven de la necesaria, la cual intentó rápidamente insistir en el tema entre risas, pero Eltrant volvió a adelantarse a lo que decía la ojiazul. - ¿Y tú qué? – Preguntó el castaño. – ¿No tienes que hacer algún ritual o algo así por tu parte? – Lyn sonrió ante la pregunta de Eltrant, el aura que la rodeaba pareció cambiar por completo durante unos instantes.
Pareció más adulta momentáneamente.
- ¿Eso? - Hizo juguetear las sombras entre sus dedos. – Eso es para niñas, Eltrant. – Aseveró sonriendo. – Ya hace muchos años que pasé por… - Su voz adquirió un deje nostálgico, era obvio que estaba recordando algo muy, muy lejano. - ¿Qué… qué miras? – Lyn parpadeó varias veces, volviendo al presente e intentó intuir lo que pasaba por la cabeza de su acompañante, desvió la mirada unos segundos y, tras peinarse el flequillo, alzó la mirada. – Oh. ¿Es por mi aspecto? ¿No crees que...? – Amplió la sonrisa, bajó la mirada hasta su cuerpo. – No seas así, Mortal, soy irresistible si me lo propongo. ¡Nadie está a salvo de mis encantos! – Indicó adquiriendo la personalidad de siempre.
Eltrant enarcó una ceja, ante otro cambio repentino y la continuó mirando, convencido de que la vampiresa tenía algo preparado; Cosa que hizo que Lyn ampliase un poco más la sonrisa.
– Puedo ser… - Un leve dolor en la sien y un agudo pitido en los oídos le indicó que Lyn estaba tratando de meterse en su cabeza otra vez.
Hacía tiempo que no sentía aquella sensación.
- … quien yo quiera. – La figura de Lyn comenzó a cambiar frente a sus ojos, se volvió más esbelta, con más curvas, su peló pasó de oscuro a dorado y también creció varios centímetros. - ¿Qué te parece? – Ni su voz era la misma, se había convertido en otra persona.
Eltrant torció el gesto algo confundido, mirando a su alrededor tratando de percibir más cambios.
- ¿Mejor así? – Lyn volvió a cambiar, ahora era una chica de cabellos pelirrojos y con un sinfín de pecas repartidas entre la cara y los hombros.
- Vale, vale. – Indicó Eltrant agitando los brazos frente a su cara, dándose por vencido. – Tú ganas, tienes razón. – Le dijo – Sabes que no me gusta que te metas en mi cabeza. – En cuanto dijo aquellas palabras, la sensación de incomodidad cesó y Lyn volvió a adquirir su aspecto de siempre de forma repentina.
También volvió el ajetreó de la celebración que estaba ocurriendo a su alrededor, le resultaba sorprendente lo que podía hacer Lyn, sobre todo porque esta había repetido muchas veces que aquel tipo de habilidades no era siquiera lo que se le daba mejor.
Era aterrador pensar lo que podía hacer un vampiro versado en aquellas artes.
- …Para ser alguien que está a las puertas de la muerte cada dos por tres… - dijo divertida. – Puedes llegar a ser muy ingenuo, Eltrant Tale. – Sentenció, deslizándose aun sobre la pared hasta quedar prácticamente tumbada.
- No me digas – Comentó Eltrant de vuelta tomando un trozo de nieve y lanzándoselo a la cara.
La gente se reunía en el exterior, levantaban improvisados altares y, en general, disfrutaban aquella festividad bebiendo, pasando el tiempo con la persona que, supuestamente, habían seleccionado como para pasar el resto de sus vidas.
Aunque aquel año la celebración había cambiado algo con respecto al año anterior… parecía más… ¿Evidente?
Sin meditarlo demasiado, Eltrant se apoyó contra la pared que tenía tras de sí y, sin apartar la pira de la enorme fogata que habían levantado en el centro de aquella plaza, a pocos metros del altar que habían levantado para aquella zona de la ciudad, se dejó caer hasta estar completamente sentado junto a Lyn.
Le dio un largo sorbo a la jarra que tenía entre las manos y la dejó a un lado para después intentar acomodarse usando su capa a modo de cojín. Lyn, junto a él, tomó uno de los frascos colgaban de su cinturón, los cuales había preparado antes de que cayese la noche y, como había hecho Eltrant con su jarra, le dio un largo trago.
- ¿No vas a sacrificar nada a los dioses esta noche Lord Tale? – Preguntó Lyn, rompiendo el largo silencio que reinaba entre ambos, según apoyaba la cabeza contra la pared. Utilizó aquel acento exagerado que tanto le gustaba, el que decía que emulaba la forma de hablar de muchos nobles que había conocido. - ¡Imagina lo exuberantes que serán sus cosechas solo con un poco de sangre! ¡Oferta especial por la Odhà! – Exclamó a continuación alzando ambos brazos, vertiendo parte del líquido que contenía el frasco, el cual, tras separarse de Lyn parpadeó repetidamente en el suelo. – Y luego dicen que los vampiros somos espacialitos con eso… - dijo dejando escapar una risita, sacudiendo la cabeza. - ¿Seguro que los dioses no son vampiros? - Eltrant, sin decir nada, enarcó una ceja según alargaba el brazo hasta la jarra y se encogió de hombros como toda respuesta. – Quiero decir, explicaría muchas cosas. – La ojiazul asintió para sí, Eltrant, incapaz de contener la sonrisa que se apoderó de su rostro ladeó un poco la cabeza y volvió a mirar el desfile de personas que iban de aquí para allá.
Incluso le pareció ver a Asher con Syl zigzaguear entre la multitud.
¿Aquello significaba que podían volver a la vieja mansión? Si estaban en la intemperie en aquel mismo momento era, principalmente, por que habían decidido darles intimidad; no estaba pasándoselo especialmente bien, el olor a sangre empezaba a impregnársele en los ropajes.
Igualmente, sonrió, de alguna forma, a pesar de tener una habitación en la posada aun pagada para bastante tiempo, había acabado pasado mucho más tiempo en el edificio que el Centinela usaba como hogar el norte. Era curioso.
Cambió de postura y obvió a la pareja, ya que probablemente querrían pasar un día como aquel a solas y no para aguantar historias con él siendo apuñalado como tema central y Lyn carcajeándose por ello.
Se volvió a girar hacía la vampiresa.
- Lo de las cosechas… ¿Exuberantes? ¿Dónde has aprendido esa palabra? - Se atusó la barba y sacudió la cabeza, decidió intuir lo que significaba aquello por contexto. – En mi granja teníamos un método algo raro con eso de las ofrendas. – Sonrió. – El ganado es difícil de mantener, sobre todo si no eres un noble. Matar a una res así porque sí… - Respiró hondo. – Sí, tienes carne ahora, pero muchas veces es la diferencia entre poder comer el mes que viene. – Lyn jugueteó con su flequillo pensativa y volvió a beber del frasco. – ...o vender leche con la que comprar más comida. – Añadió apurando la jarra.
- ¿Entonces…? –
- Ofrecíamos lo que cultivábamos, básicamente. – Indicó. – Solo teníamos una vaca. – Sonrió, rememorando el tiempo que pasó en su aldea natal. – Como comprenderás… - Señaló el altar en el que todos los presentes hacían las ofrendas. – Presentarme ahí y apuñalar a un puerro como que no queda del todo bien. – Aquella frase hizo soltar a Lyn una carcajada.
- ¿Cómo qué no? – Preguntó fingiendo sorpresa. - ¿Y una patata? – El castaño puso los ojos en blanco y le intentó dar un codazo de forma instintiva. - ¿Dos patatas? – Sabía que su extremidad iba a atravesar el brazo de la vampiresa, pero esta, no obstante, se molestó en hacer como que lo esquivaba, quizás también por instinto.
Volvió a quedarse en silencio, contemplando como los hombres iban pasando, uno a uno, y realizaban el sacrificio pertinente casi como si fuese una obligación. Entornó los ojos, algunas de las costumbres norteñas se le escapaban, estaba viendo cosas que no recordaba haber presenciado todas las veces que había celebrado aquello en Verisar; supuso que, realmente, aquella festividad cambiaba de lugar a lugar.
No le dio demasiada importancia.
- ¿Y nunca le has regalado nada a…? –
- Es… complicado. – Cortó Eltrant, intuyendo el final de la pregunta de Lyn, el fantasma de una sonrisa se apoderó del rostro de la vampiresa.
- ¿Complicado? – Inquirió, ahora más interesada, acercándose a Eltrant.
- Incluso… - Se pasó la mano por el pelo y sacudió la cabeza. – … la explicación también es complicada. – Sentenció - Dejémoslo en que fue hace mucho tiempo y que ya está más que olvidado. – Lyn infló los mofletes y se cruzó de brazos. – No me hace falta hacer ningún ritual de… fertilidad. – Masculló entre dientes, sintiendo que estaba dándole más información a la joven de la necesaria, la cual intentó rápidamente insistir en el tema entre risas, pero Eltrant volvió a adelantarse a lo que decía la ojiazul. - ¿Y tú qué? – Preguntó el castaño. – ¿No tienes que hacer algún ritual o algo así por tu parte? – Lyn sonrió ante la pregunta de Eltrant, el aura que la rodeaba pareció cambiar por completo durante unos instantes.
Pareció más adulta momentáneamente.
- ¿Eso? - Hizo juguetear las sombras entre sus dedos. – Eso es para niñas, Eltrant. – Aseveró sonriendo. – Ya hace muchos años que pasé por… - Su voz adquirió un deje nostálgico, era obvio que estaba recordando algo muy, muy lejano. - ¿Qué… qué miras? – Lyn parpadeó varias veces, volviendo al presente e intentó intuir lo que pasaba por la cabeza de su acompañante, desvió la mirada unos segundos y, tras peinarse el flequillo, alzó la mirada. – Oh. ¿Es por mi aspecto? ¿No crees que...? – Amplió la sonrisa, bajó la mirada hasta su cuerpo. – No seas así, Mortal, soy irresistible si me lo propongo. ¡Nadie está a salvo de mis encantos! – Indicó adquiriendo la personalidad de siempre.
Eltrant enarcó una ceja, ante otro cambio repentino y la continuó mirando, convencido de que la vampiresa tenía algo preparado; Cosa que hizo que Lyn ampliase un poco más la sonrisa.
– Puedo ser… - Un leve dolor en la sien y un agudo pitido en los oídos le indicó que Lyn estaba tratando de meterse en su cabeza otra vez.
Hacía tiempo que no sentía aquella sensación.
- … quien yo quiera. – La figura de Lyn comenzó a cambiar frente a sus ojos, se volvió más esbelta, con más curvas, su peló pasó de oscuro a dorado y también creció varios centímetros. - ¿Qué te parece? – Ni su voz era la misma, se había convertido en otra persona.
Eltrant torció el gesto algo confundido, mirando a su alrededor tratando de percibir más cambios.
- ¿Mejor así? – Lyn volvió a cambiar, ahora era una chica de cabellos pelirrojos y con un sinfín de pecas repartidas entre la cara y los hombros.
- Vale, vale. – Indicó Eltrant agitando los brazos frente a su cara, dándose por vencido. – Tú ganas, tienes razón. – Le dijo – Sabes que no me gusta que te metas en mi cabeza. – En cuanto dijo aquellas palabras, la sensación de incomodidad cesó y Lyn volvió a adquirir su aspecto de siempre de forma repentina.
También volvió el ajetreó de la celebración que estaba ocurriendo a su alrededor, le resultaba sorprendente lo que podía hacer Lyn, sobre todo porque esta había repetido muchas veces que aquel tipo de habilidades no era siquiera lo que se le daba mejor.
Era aterrador pensar lo que podía hacer un vampiro versado en aquellas artes.
- …Para ser alguien que está a las puertas de la muerte cada dos por tres… - dijo divertida. – Puedes llegar a ser muy ingenuo, Eltrant Tale. – Sentenció, deslizándose aun sobre la pared hasta quedar prácticamente tumbada.
- No me digas – Comentó Eltrant de vuelta tomando un trozo de nieve y lanzándoselo a la cara.
Eltrant Tale
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