EVENTO: Día de San Valentín
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EVENTO: Día de San Valentín
San Valentín Aerandiano
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Dos grandes estatuas de madera gigantes se alzaban en el centro de Lunargenta. Era la presentación en la tierra de los Dioses Freyr y Freya. Los escultores habían hecho un genuino trabajo para que así lo sea. De los muchos presentes, no fueron pocos los que creyeron que los Dioses habían descendido desde el Valhalla. Cada año, los escultores conseguían se superaban a ellos mismos. La figura Freya era, en una única palabra: perfecta. Todos los hombres allí presentes darían lo que fuera para que la madera cobrase vida y así poder contemplar cómo el cabello rubio se mecería con el viento o como sus nítidos senos brillarían a la luz de las pequeñas hogueras de la plaza. La estatua de Freyr no se quedaba atrás, las mujeres clavaban sus ojos en los músculos tallados, en las facciones marcadas de su rostro y en ese cabello que, de ser de real, olería a sudor de hombre y a canela.
El fuego llegó y las estatúas de los Dioses comenzaron a arder.
Hombres y mujeres venidos de todos los rincones de Aerandir se acercaron a los Dioses que se consumían lentamente en las llamas. Cada uno tenía una ofrenda para lanzar al fuego junto con unas palabras de amor. ¿No era eso lo que simbolizaban los Dioses? Aquellos que tenían un amor que agradecer, ya fuera carnal o pasional, lanzaron una carta dedicada a dicho amor. El fuego se encargaría de hacer cenizas la carta y los Dioses de hacer eterno el amor. Otros, los más jóvenes que no habían encontrado todavía su amor, lanzaban una figurita que ellos mismos (o si eran todavía unos con ayuda de sus padres) habían tallado. Una figurita Freyr para aquellos que quisieran un hombre a quien amar o una figurita de Freya si lo que querían era una mujer entre sus brazos.
El Padre cristiano Donald Frank Callahan estaba entre los presentes en la plaza. Aunque esos no fueran sus Dioses y esa no fuera su festividad, no estaba dispuesto a perder la oportunidad de demostrar su amor. La carta que lanzó al fuego iba a dirigida a su difunto amigo Lupe. Si no fuera por él, Callahan hubiera acabado como un mendigo que pedía limosna para continuar estando ebrio.
Sonagashira también estaba allí. Ella, quien no entendía qué era el amor, lanzaba decenas de estatuillas de Freya a las llamas para, en el año que estaba por venir, la Diosa le concediera nuevas amigas (imaginarias) con las que jugar como Fili, Vili, Nimi, Pini y tantas otras que se iba inventado sobre la marcha.
El héroe errante Hont lanzó una carta a su mejor amigo Asher, otra para Thiel, una más para Eltrant y Alanna, Ingela no podía quedarse sin carta, Windorind también tuvo una carta especial… Todos sus amigos tuvieron una dedicación de amor.
Emily Shawn, antes conocida como Shimphony Shappire, lanzó una única carta dedicada a la única persona que amaba con todo su ser: El grandote de su corazón, El Pequeño Boomer.
Gardian y Sumilde, cogidos de la mano, lanzaron una carta dedicada el uno hacia el otro.
Quién no lanzó nada en la gran hoguera que se habían convertido los dos Dioses fue Adie, el mensajero por excelencia de Aerandir. Entre sus muchas funciones no estaba la de entender por qué las personas tiraban las cartas al fuego donde éstas desaparecerían para siempre. ¡Aquello que repartía, su primera función, estaba siendo destruido! Arrodillado y con las manos en la cabeza, Adie hizo unos sonidos que parecían casi un llanto. El amor era algo tan ilógico que hacía llorar a quien tratase de razonarlo con números y funciones.
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Esto es un evento global dedicado al día de San Valentín Aerandiano. Para aquellos que seáis nuevos, lo que se busca en esta clase de temas es que todos los usuarios participen por igual y disfruten de la fiesta de los Dioses Freya y Freyr. Contra más personas participéis mejor pues desde el staff pensamos que esta clase de temas pueden dar mucho juego tanto para la trama de los usuarios como para el lore del foro
Información:
* Libre partición. Todos los usuarios con más de 10 posts on rol puede participar.
* Como objetivo deberéis: lanzar una carta dedicada a vuestro amor (carnal, pasional, familiar…) o, si no habéis conocido todavía el amor, lanzar de una estatuilla para pedirle a los Dioses que os conceda un amor para el próximo año. Recordad: Estatua de Freya para que os conceda una mujer y estatua de Freyr si lo que queréis es un hombre es vuestra vida. Luego, si os encontráis una “sorpresa”, no digáis que no os he advertido.
* Aunque el objetivo se puede completar con un único post, si creéis que el ambiente de festividad y la ocasión puede veniros bien para generar una pequeña trama entre vosotros, está permitido postear más de una vez.
* Tenéis total libertad con los turnos.No tendréis que esperar a que otro usuario para postear. Aun así, os pido, que postéis con lógica.
* Si has conocido a cualquiera de mis npcs, aunque no sea de los que he nombrado antes, en una misión o desafío puedes utilizarlo, de manera lógica, en el tema si crees que te puede generar juego en el rol.
* No intervendré en el tema hasta el día 1 de marzo el cual daré por finalizado el tema y entregaré las recompensas marcadas a continuación.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia
* 50 aeros
* Pequeño objeto recordatorio del evento
* Aquellos que creen una pequeña trama dentro del tema serán recompensados con un objeto adicional.
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Wind había decidido ir a Lunargenta para hacer algunas compras que sabía, no podría hacer en Vulwulfar, lo que no se esperaba era la festividad que allí se iba a encontrar. La ciudad estaba más abarrotada que de costumbre, las calles estaban llenas de gente, especialmente las que se dirigían hacia el centro de Lunargenta. Mientras caminaba por las bulliciosas vías, comenzó a entrarle curiosidad sobre el motivo de semejante gentío, así que decidió dejarse llevar por la marea hacia la plaza central de la metrópoli.
Cuando llegó allí vio las dos preciosas estatuas representando a un hombre y una mujer, casi perfectos, de hecho, si hubieran sido de carne y hueso habrían sido lo más parecido a la belleza perfecta que Wind hubiera visto jamás. La elfa se quedó embelesada mirando las figuras, hasta que, de pronto, comenzaron a arder de tal modo que casi parecía que las llamas intentaban abrazar los cuerpos de madera.
Lo cierto era que la elfa no estaba muy segura de que fiesta era exactamente aquella que estaba presenciando, pero cuando vio a la gente comenzar a arrojar estatuillas y cartas al fuego, recordó a su abuela explicándole hacía apenas medio año en que consistía aquella celebración y que debía hacer cuando llegara aquella época tan señalada para los enamorados.
Al recordar aquellos momentos, no puso sino esbozar una pequeña sonrisa nostálgica pues, si todo hubiera seguido igual, ahora mismo ella estaría allí con los ancianos y su prometido, con una carta en la mano y el deseo de amar a aquel hombre que la acompañaba.
Pero ahora no estaba prometido, ni siquiera había alguien que la estuviera cortejando o que a ella le interesara, así que pensó que, lo propio para celebrar tal festividad, sería lanzar una estatuilla... o quizás también cartas para sus seres queridos. Tras meditarlo unos segundos, decidió lanzar ambas cosas, era una elfa avariciosa y deseaba el amor y el cariño para todos sus conocidos, ella incluida.
Sin pensarlo mucho más, la elfa corrió a buscar algún lugar donde encontrar los materiales para llevar a cabo su deseo. No tuvo que alejarse mucho de las llamas para encontrar un hombre no demasiado alto, subido a un cajón de madera vendiendo estatuillas de mujer y de hombre. Aquel humano gritaba a pleno pulmón y la joven, estaba segura de que no le iba a salir barato, aun así, se acercó y comenzó a negociar -Hola jovencita, ¿Quieres una estatuilla de Freyr? Sólo por ser tú, te la vendo a 50 aeros. Una ganga ¿Verdad? - Después de decir aquello, esbozó una enorme sonrisa y Wind frunció el ceño “Precisamente por ser yo, está intentando timarme” -Le doy 25, si no las vende hoy, ya no podrá hacerlo hasta el año que viene y la madera podría estropearse- Wind sonrió tímidamente y el comerciante no tardó en dar respuesta -40 y ni un aero menos- -30 y si no, me iré de aquí sin ella, además, no están demasiado bien hechas- Sentenció la elfa. Tras unos segundos más de negociación, al final consiguió el precio que quería sin arruinar el día aquel señor. La elfa se alejó de allí deprisa, con una enorme sonrisa en el rostro, para encontrar una pluma y un papel. No tardó en ver una pequeña tienda en la plaza donde compró ambas cosas, aquel día le estaba saliendo más caro de lo esperado, si seguía así, acabaría por quedarse sin comida… o sin lugar donde dormir.
Wind escribió algunas palabras bonitas dedicadas a su querido amigo Turion, al cual le deseaba que pronto encontrara el amor, otra dedicada a los ancianos, deseando que estuvieran donde estuvieran, siguieran juntos y enamorados y, por último, escribió otra a Iltharion y otra a Kouta, con quién sabe que deseos o palabras escritas en ellas.
Una vez hubo terminado todo aquello, se acercó a las estatuas abriéndose paso como podía entre la muchedumbre y lanzó todas las cartas al fuego, esperando que todo aquello que deseaba en esos papeles, acabara por hacerse realidad. Para finalizar, dio un beso a la madera y lanzó la estatuilla de, lo que parecía un hombre o ¿Quizás era una mujer?, no estaba segura pues el comerciante no parecía ser demasiado habil con las manos, pero tampoco le importó, ella solo debeseaba encontrar pronto el amor, o alguien con quien pasar los largos dias de viaje.
Cuando todo estaba ardiendo, Wind se dispuso a marchar de allí para continuar con sus quehaceres, pero le pareció ver a alguien conocido, así que intentó acercarse a base de empujones. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, supo quién era, Hont también estaba allí, lanzando cartas a la hoguera.
La elfa esbozó una enorme sonrisa y con unos cuantos codazos, llegó a donde estaba su pequeño amigo y sin más presentación o aviso que un pequeño suspiro de alivio por haberle alcanzado, le levantó del suelo y le dio un fuerte abrazo por la espalda - ¡Hooont! - Exclamó feliz la elfa al levantarle - ¿Q-qué...? - Exclamó el pequeño hombre bestia cuando la elfa le levantó, después Wind le bajó al suelo de nuevo - ¿Qué tal ha ido todo? ¿Has salvado a mucha gente en este tiempo? - Preguntó la elfa con tono risueño - ¡Wind! – Respondió el pequeño con entusiasmo - ¡A mucha! ¡allá donde voy siempre hay alguien en apuros que necesita mi ayuda! - Respondió orgulloso mientras la joven sonreía -Pero no me gusta que me levanten del suelo! - Exclamó con cierta indignación -Ah, lo siento, es que no pudo evitarlo- Contestó la elfa en tono divertido. Apenas había terminado de decir eso, cuando alguien la empujó por detrás haciéndola tambalear, protestó en voz baja y pensó que tal vez lo mejor era alejarse de la hoguera ahora que ya no tenía nada más que hacer allí -Hont, ¿Salimos fuera de esta marea de gente y así me cuentas tus nuevas aventuras? - Preguntó Wind sin perder la sonrisa -Vale, ¡Son muchas las que te tengo que contar!- Y así Se dispusieron a salir de aquella marea de gente para poder hablar más tranquilos.
Cuando llegó allí vio las dos preciosas estatuas representando a un hombre y una mujer, casi perfectos, de hecho, si hubieran sido de carne y hueso habrían sido lo más parecido a la belleza perfecta que Wind hubiera visto jamás. La elfa se quedó embelesada mirando las figuras, hasta que, de pronto, comenzaron a arder de tal modo que casi parecía que las llamas intentaban abrazar los cuerpos de madera.
Lo cierto era que la elfa no estaba muy segura de que fiesta era exactamente aquella que estaba presenciando, pero cuando vio a la gente comenzar a arrojar estatuillas y cartas al fuego, recordó a su abuela explicándole hacía apenas medio año en que consistía aquella celebración y que debía hacer cuando llegara aquella época tan señalada para los enamorados.
Al recordar aquellos momentos, no puso sino esbozar una pequeña sonrisa nostálgica pues, si todo hubiera seguido igual, ahora mismo ella estaría allí con los ancianos y su prometido, con una carta en la mano y el deseo de amar a aquel hombre que la acompañaba.
Pero ahora no estaba prometido, ni siquiera había alguien que la estuviera cortejando o que a ella le interesara, así que pensó que, lo propio para celebrar tal festividad, sería lanzar una estatuilla... o quizás también cartas para sus seres queridos. Tras meditarlo unos segundos, decidió lanzar ambas cosas, era una elfa avariciosa y deseaba el amor y el cariño para todos sus conocidos, ella incluida.
Sin pensarlo mucho más, la elfa corrió a buscar algún lugar donde encontrar los materiales para llevar a cabo su deseo. No tuvo que alejarse mucho de las llamas para encontrar un hombre no demasiado alto, subido a un cajón de madera vendiendo estatuillas de mujer y de hombre. Aquel humano gritaba a pleno pulmón y la joven, estaba segura de que no le iba a salir barato, aun así, se acercó y comenzó a negociar -Hola jovencita, ¿Quieres una estatuilla de Freyr? Sólo por ser tú, te la vendo a 50 aeros. Una ganga ¿Verdad? - Después de decir aquello, esbozó una enorme sonrisa y Wind frunció el ceño “Precisamente por ser yo, está intentando timarme” -Le doy 25, si no las vende hoy, ya no podrá hacerlo hasta el año que viene y la madera podría estropearse- Wind sonrió tímidamente y el comerciante no tardó en dar respuesta -40 y ni un aero menos- -30 y si no, me iré de aquí sin ella, además, no están demasiado bien hechas- Sentenció la elfa. Tras unos segundos más de negociación, al final consiguió el precio que quería sin arruinar el día aquel señor. La elfa se alejó de allí deprisa, con una enorme sonrisa en el rostro, para encontrar una pluma y un papel. No tardó en ver una pequeña tienda en la plaza donde compró ambas cosas, aquel día le estaba saliendo más caro de lo esperado, si seguía así, acabaría por quedarse sin comida… o sin lugar donde dormir.
Wind escribió algunas palabras bonitas dedicadas a su querido amigo Turion, al cual le deseaba que pronto encontrara el amor, otra dedicada a los ancianos, deseando que estuvieran donde estuvieran, siguieran juntos y enamorados y, por último, escribió otra a Iltharion y otra a Kouta, con quién sabe que deseos o palabras escritas en ellas.
Una vez hubo terminado todo aquello, se acercó a las estatuas abriéndose paso como podía entre la muchedumbre y lanzó todas las cartas al fuego, esperando que todo aquello que deseaba en esos papeles, acabara por hacerse realidad. Para finalizar, dio un beso a la madera y lanzó la estatuilla de, lo que parecía un hombre o ¿Quizás era una mujer?, no estaba segura pues el comerciante no parecía ser demasiado habil con las manos, pero tampoco le importó, ella solo debeseaba encontrar pronto el amor, o alguien con quien pasar los largos dias de viaje.
Cuando todo estaba ardiendo, Wind se dispuso a marchar de allí para continuar con sus quehaceres, pero le pareció ver a alguien conocido, así que intentó acercarse a base de empujones. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, supo quién era, Hont también estaba allí, lanzando cartas a la hoguera.
La elfa esbozó una enorme sonrisa y con unos cuantos codazos, llegó a donde estaba su pequeño amigo y sin más presentación o aviso que un pequeño suspiro de alivio por haberle alcanzado, le levantó del suelo y le dio un fuerte abrazo por la espalda - ¡Hooont! - Exclamó feliz la elfa al levantarle - ¿Q-qué...? - Exclamó el pequeño hombre bestia cuando la elfa le levantó, después Wind le bajó al suelo de nuevo - ¿Qué tal ha ido todo? ¿Has salvado a mucha gente en este tiempo? - Preguntó la elfa con tono risueño - ¡Wind! – Respondió el pequeño con entusiasmo - ¡A mucha! ¡allá donde voy siempre hay alguien en apuros que necesita mi ayuda! - Respondió orgulloso mientras la joven sonreía -Pero no me gusta que me levanten del suelo! - Exclamó con cierta indignación -Ah, lo siento, es que no pudo evitarlo- Contestó la elfa en tono divertido. Apenas había terminado de decir eso, cuando alguien la empujó por detrás haciéndola tambalear, protestó en voz baja y pensó que tal vez lo mejor era alejarse de la hoguera ahora que ya no tenía nada más que hacer allí -Hont, ¿Salimos fuera de esta marea de gente y así me cuentas tus nuevas aventuras? - Preguntó Wind sin perder la sonrisa -Vale, ¡Son muchas las que te tengo que contar!- Y así Se dispusieron a salir de aquella marea de gente para poder hablar más tranquilos.
Última edición por Windorind Crownguard el Miér Feb 15 2017, 15:08, editado 1 vez
Windorind Crownguard
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
La compañía de Hugh desde el bosque de Midgar había sido muy positiva en mi camino. Nunca lo había querido admitir, pero a quien estaba buscando era a Alex, mi Alex, el padre de mis hijos. Un día simplemente no estaba más allí y no podía soportar su ausencia. Los días se volvieron una semana y pronto decidí tomar cartas en el asunto. Si el hombre no va a la montaña, la montaña va al hombre. Con tal de no pasar por territorio elfo, cruzamos el eterno bosque en llamas, donde habíamos conocido al gran oso blanco y ahora… ahora habíamos llegado a nuestro destino, el lugar donde a quién buscábamos debería de estar. Llevábamos en la ciudad no más de un día, tiempo apenas suficiente para acomodarnos en el piso –que hacía una eternidad que no visitaba- y salir a “disfrutar”, aunque la palabra “buscar” era más acorde.
Cuando pasamos las murallas de la gran ciudad humana, nos habíamos visto envueltos en los preparativos para Freyr y Freya. ¿Qué mejor momento para cazar que cuando todas las presas están fuera de sus madrigueras? Nunca había sido muy adepta a las deidades, pero tenía que reconocer que tal vez me estaba contagiando de un poquito de ilusión ahora que era una mujer… un tanto diferente. ¿Por qué no intentar algo nuevo y “bueno” para variar? Al menos no podría hacerme daño… ¿Verdad?
Emel y Joner aún no caminaban y estaban lo bastante grandes como para ser una carga a la hora de moverme entre la gente. Eso no quería decir que los dejaría fuera de todo aquello; para eso tenían una madre fuerte y joven. Algún día me devolverían el favor. Más les valía… Me ocuparía de eso con mis propias manos si fuese necesario. Black se había enfundado en sus ropas más nuevas, mis cachorritos eran como el sol y la luna y yo… había cambiado ligeramente mi atuendo diario. Decidí usar una falda, un corsé y un lindo escote. Los planes lo requerían. Bajo las escasas capas de ropa, cerca de mi pecho, llevaba una carta que había escrito y reescrito varias veces antes de salir a la calle. Una carta para la hoguera, una carta… que entregaría al fuego de Freyr, esa hermosa versión de Freyr.
Las luces iluminaban el camino, el gentío hacía muy lento nuestro movimiento. En otra ocasión probablemente me hubiese sentido impaciente, pero esa no era la noche. Solo deseaba disfrutar del momento y encontrar la esencia de él entre toda esa ensalada de olores. Lentamente nos acercábamos, parecía que las estatuas pronto cobrarían vida y saldrían de entre las llamas para tomar sus ofrendas y ascender al cielo, entre las infinitas y eternas estrellas que siempre nos observaban desde la distancia. Miré con melancolía el cielo, sólo una vez había estado en la misma celebración, muchos muchos años atrás. Era más o menos de la edad de Blackuart. Sí… los recuerdos difusos poblaron mi mente por unos segundos felices.
Mis padres amándose y felices, compartiendo conmigo parte de la tradición humana. Yo queriendo ser una de esas chicas con la cara ensangrentada, esperando un buen humano con el que casarme y tener una vida tranquila. Sonreí de lado, ironías del destino… nunca hubiese podido estar en ese podio como ellas, había dejado de ser virgen en mi niñez. Pero ahora era algo muy cercano a feliz, totalmente distinto que la idea que tuve en mi niñez, cuando las estatuas que personificaban a los dioses apenas si tenían algunos rasgos que se asemejaran a un hombre y una mujer. Sí… ahora tenía el poder de manejar mi vida y proteger a mis seres queridos, la carta a este perfecto Freyr sería solo el segundo paso.
-Mawood, ¿qué es eso?
Estatuas de los dioses, si tiras una de Freya, la diosa escuchará tu plegaria y tendrás una buena mujer en tu vida
Los ojos del muchacho se iluminaron. Hagamos algo. Compra esas estatuillas sin acabar, una para ti, otra para Joner y una más para Emel, les damos los últimos retoques, porque sino no vale me adelanté a decir antes de que pusiera pretextos para comprar una estatuilla acabada y las lanzamos. Mi sugerencia fue un éxito y así, tres estatuillas estuvieron terminadas en un abrir y cerrar de ojos.
-¡Ouch! se quejó el niño justo cuando estaba lanzando con Joner la estatuilla que le pertenecía. No pregunté qué pasaba, el olor de la sangre del mocoso era evidencia suficiente Eso es buena suerte, la diosa te hará una novia a la medida mentí Ahora lánzala ordené con un tono maternal. El chico, que se había distraído casi tiró al fuego el muñeco de Emel, pero sus reflejos fueron más rápidos. Casi pude ver como los ojos del pequeñajo se quemaban en las llamas de la hoguera por la sorpresa de todo el momento. Jajaja muy bien intercedí, lanzando con la niña su muñeco y sellando así la suerte de los tres. Al terminar los asuntos de ellos, seguí con los míos; tomé mi carta y el cuchillo, tallando en mi pecho las letras AM, un nuevo tatuaje, con una nueva promesa. Puse el papel sobre la herida para que las iniciales de sangre se grabaran en ella y la lancé al fuego.
Mientras la miraba quemarse, repasaba en mi memoria cada una de sus líneas:
Atiende esta petición Freyr,
Permite que la pasión que hierve y se consume dentro de mí, perdure por la eternidad. Quiero comer la fruta sin saciar el hambre jamás, y que el árbol continúe amparándome bajo su resguardo, como el refugio al cazador.
Protege este sentimiento de cualquier amenaza que se esconda en las sombras del pasado o aceche en la luz del futuro.
Cuida desde la inmensidad a la que perteneces, este secreto que mi corazón canta, como yo lo haré con mis armas. Porque morir por una paga es como morir dos veces, pero hacerlo por quien se ama es volver a nacer. Permite que mis hachas protejan no solo a mi descendencia, sino también a mi corazón que está con él.
Mi Alexein Meltwork.
Mi vida,
Mi amor.
Cuando pasamos las murallas de la gran ciudad humana, nos habíamos visto envueltos en los preparativos para Freyr y Freya. ¿Qué mejor momento para cazar que cuando todas las presas están fuera de sus madrigueras? Nunca había sido muy adepta a las deidades, pero tenía que reconocer que tal vez me estaba contagiando de un poquito de ilusión ahora que era una mujer… un tanto diferente. ¿Por qué no intentar algo nuevo y “bueno” para variar? Al menos no podría hacerme daño… ¿Verdad?
Emel y Joner aún no caminaban y estaban lo bastante grandes como para ser una carga a la hora de moverme entre la gente. Eso no quería decir que los dejaría fuera de todo aquello; para eso tenían una madre fuerte y joven. Algún día me devolverían el favor. Más les valía… Me ocuparía de eso con mis propias manos si fuese necesario. Black se había enfundado en sus ropas más nuevas, mis cachorritos eran como el sol y la luna y yo… había cambiado ligeramente mi atuendo diario. Decidí usar una falda, un corsé y un lindo escote. Los planes lo requerían. Bajo las escasas capas de ropa, cerca de mi pecho, llevaba una carta que había escrito y reescrito varias veces antes de salir a la calle. Una carta para la hoguera, una carta… que entregaría al fuego de Freyr, esa hermosa versión de Freyr.
Las luces iluminaban el camino, el gentío hacía muy lento nuestro movimiento. En otra ocasión probablemente me hubiese sentido impaciente, pero esa no era la noche. Solo deseaba disfrutar del momento y encontrar la esencia de él entre toda esa ensalada de olores. Lentamente nos acercábamos, parecía que las estatuas pronto cobrarían vida y saldrían de entre las llamas para tomar sus ofrendas y ascender al cielo, entre las infinitas y eternas estrellas que siempre nos observaban desde la distancia. Miré con melancolía el cielo, sólo una vez había estado en la misma celebración, muchos muchos años atrás. Era más o menos de la edad de Blackuart. Sí… los recuerdos difusos poblaron mi mente por unos segundos felices.
Mis padres amándose y felices, compartiendo conmigo parte de la tradición humana. Yo queriendo ser una de esas chicas con la cara ensangrentada, esperando un buen humano con el que casarme y tener una vida tranquila. Sonreí de lado, ironías del destino… nunca hubiese podido estar en ese podio como ellas, había dejado de ser virgen en mi niñez. Pero ahora era algo muy cercano a feliz, totalmente distinto que la idea que tuve en mi niñez, cuando las estatuas que personificaban a los dioses apenas si tenían algunos rasgos que se asemejaran a un hombre y una mujer. Sí… ahora tenía el poder de manejar mi vida y proteger a mis seres queridos, la carta a este perfecto Freyr sería solo el segundo paso.
-Mawood, ¿qué es eso?
Estatuas de los dioses, si tiras una de Freya, la diosa escuchará tu plegaria y tendrás una buena mujer en tu vida
Los ojos del muchacho se iluminaron. Hagamos algo. Compra esas estatuillas sin acabar, una para ti, otra para Joner y una más para Emel, les damos los últimos retoques, porque sino no vale me adelanté a decir antes de que pusiera pretextos para comprar una estatuilla acabada y las lanzamos. Mi sugerencia fue un éxito y así, tres estatuillas estuvieron terminadas en un abrir y cerrar de ojos.
-¡Ouch! se quejó el niño justo cuando estaba lanzando con Joner la estatuilla que le pertenecía. No pregunté qué pasaba, el olor de la sangre del mocoso era evidencia suficiente Eso es buena suerte, la diosa te hará una novia a la medida mentí Ahora lánzala ordené con un tono maternal. El chico, que se había distraído casi tiró al fuego el muñeco de Emel, pero sus reflejos fueron más rápidos. Casi pude ver como los ojos del pequeñajo se quemaban en las llamas de la hoguera por la sorpresa de todo el momento. Jajaja muy bien intercedí, lanzando con la niña su muñeco y sellando así la suerte de los tres. Al terminar los asuntos de ellos, seguí con los míos; tomé mi carta y el cuchillo, tallando en mi pecho las letras AM, un nuevo tatuaje, con una nueva promesa. Puse el papel sobre la herida para que las iniciales de sangre se grabaran en ella y la lancé al fuego.
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Mientras la miraba quemarse, repasaba en mi memoria cada una de sus líneas:
Atiende esta petición Freyr,
Permite que la pasión que hierve y se consume dentro de mí, perdure por la eternidad. Quiero comer la fruta sin saciar el hambre jamás, y que el árbol continúe amparándome bajo su resguardo, como el refugio al cazador.
Protege este sentimiento de cualquier amenaza que se esconda en las sombras del pasado o aceche en la luz del futuro.
Cuida desde la inmensidad a la que perteneces, este secreto que mi corazón canta, como yo lo haré con mis armas. Porque morir por una paga es como morir dos veces, pero hacerlo por quien se ama es volver a nacer. Permite que mis hachas protejan no solo a mi descendencia, sino también a mi corazón que está con él.
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Llevo tiempo lejos. No sé si fue hace mucho o hace poco cuando quise dejar el dolor. El tiempo pasó tan rápido que no me di cuenta. Supongo que fue hace mucho, todo lo que veo ahora es nuevo y extraño. Siempre lo fue, pero antes tenía a alguien a mi lado que me explicaba las cosas que no entendía. La guardia me ayudaba cuando mi vago lenguaje causaba problemas, Iltharion y Windorind me ayudaron a entender la manera confusa que tenían las personas de hablar y Idril… lo que ella hizo por mí tiene un nombre que he olvidado. Me aislé, me fui lejos de todo para olvidar ese nombre junto con el dolor que sentí. Una elección triste y eficaz. Conseguí olvidarlo. Lo he olvidado todo. He olvidado qué es estar con alguien, he olvidado leer, he olvidado los problemas, he olvidado qué son los sentimientos, he olvidado la vida y también la muerte. Ya no hay nada mí. No quiero que haya nada. Nunca más.
Solo estoy mejor. Siempre solo y siempre en paz.
Paso los días refugiado en los árboles de un pequeño bosque que nadie conoce y nadie quiere ir. Quiero que continúe así. No quiero ver a nadie. Ahora que he olvidado a todos, no quiero tener que recordarlos. Nunca más. A nadie más.
Subo a lo alto de un nogal, es el árbol más grande del bosque. Cojo a Vientoatroz y tenso una flecha en su cuerda. Espero un tiempo muy corto, lo que tardo en notar el movimiento del viento a mi alrededor, y disparo. La flecha alcanza mi objetivo: una ardilla que comía en una de las ramas del nogal colindante.
Bajo del árbol y recojo la ardilla. No es una buena comida. Recuerdo haber comido mejor en los días que visitaba la ciudad. ¿De qué me quejo? La comida es comida. Solo sirve para calmar el hambre. Para nada más. Que tuviera mejor o peor sabor es algo que no me debe importar. Debería olvidarlo igual que olvidé tantos otros sabores (el sabor de los labios de Idril).
-Descansa. - le digo a la ardilla muerta al mismo tiempo que la desuello con una piedra que termina en punta- Tú que puedes, descansa.-
No es la primera vez que pienso en irme a descansar de la misma manera que lo hace ahora la ardilla. Tampoco creo que vaya a ser la última. Cuando descanse lo olvidaré todo: sentimientos, personas y sabores. No habrá nada. Nada de verdad. ¿No será maravilloso, no sería “la mejor opción”? Esas tres palabras las había escuchado antes de alguien. No sé quién era, supongo que lo he olvidado como tantos otras cosas. Si me esfuerzo tal vez consiga acordarme que lo escuché en un callejón. Ese alguien amenazaba a otro alguien y le decía que cogiese cierta cosa, que era “la mejor opción” que tenía. No me gustó como sonaron esas tres palabras en boca del primer hombre (sí, era hombre ahora lo recuerdo) como tampoco me gustan como suena en mi mente cada vez que las pienso. Es un sonido triste y la tristeza forma parte de las muchas cosas que quiero olvidar.
Veo imágenes que no pertenece a mi vida. Últimamente, cada vez que toco a un animal puedo notar cosas que no comprendió pero el animal sí comprendió. Noto que soy más pequeño, que tengo una larga y mullida cola, unos brazos cortos con los que no podría coger a Vientoatroz pero sí una nuez para abrirla y comer lo que hay dentro, piernas largas con las que saltar de rama en rama y bigotes con los que mover al aire. Veo y siento lo último que ha sentido la ardilla antes de ir a descansar por mi flecha: Miedo, dolor, tristeza y descanso. Por ese orden. Eso es lo que veo y siento.
Suspiro, las imágenes se desvanecen y empiezo a dar bocadas a la ardilla. No la cocino. Idril las asaba al fuego antes de comerlas porque decía que así sabían mejor. Era cierto, pero quiero olvidarlo.
Un sonido me hace levantar la cabeza de mi comida. Este es el bosque que nadie conoce y el bosque a quien nadie quiere ir. Es mi hogar y el de nadie más. Nadie puede haber viajado hasta tan lejos y, menos aun, para hacer sonidos que no conozco.
Soy rápido. Tiro la ardilla a un lado y me subo a un árbol frondos. No quiero que el intruso me vea y no quiero verlo.
El sonido es bonito. Lo tengo que reconocer. Es suave y delicado, como la piel de la ardilla que acababa de matar. Aun así, no pueden venir a mi bosque. Quiero que se vaya. Este es mi bosque. ¡Qué se vaya!
No se va. El sonido continua, cambia de melodia, cambia de sabor y cambia de sentimiento. Iltharion lo llamaría música. Había olvidado esa palabra, igual como tantas otras. La música es son los besos de los sonidos. No me merezco esos besos. Los quiero olvidar como olvidé todos los demás.
-Me costó olvidarlas.- no olvidarla, sin darme cuenta lo dije en plural. Me refiero tanto a Idril como a Merrigan.
Allí está, como el primer día. No había cambiado nada. Los humanos envejecen rápido. Yo mismo soy mucho más viejo. Fui un niño la primera vez que la vi sentada en una gran roca tocando el instrumento gigante con cuerdas. ¿Recuerdo el nombre? Sí, lo recuerdo: Arpa. Bajo del árbol embelesado por la música y la chica del pelo tan rojo que parece que esté ardiendo por las llamas de un peligroso fuego. Ella es fuego. Lo había olviado.
-Merrigan- queda mucho camino hasta llegar al claro donde la chica toca el arpa pero no puedo contenerme al llamarla.
Ella me ha escuchado. Se gira. Es como volvera a ver por primera vez. También es como la primera vez que vi a Idril.
-Sabía que algún día te encontraría.-
Siento el deseo de correr hacia el pasado y recordar todo lo olvidado. Solo así podría entender lo que siento. Podría volver a llorar de emoción y gritar de enfado, estaría feliz por haber encontrado a alguien que quiere estar conmigo en el bosque en el que nadie quiere estar y saborearía el momento con todos esos sabores que olvidé.
La chica deja el arpa a un lado de la roca, se pone en pie y se limpia el poco barro que ensuciaba su vestido verde. La miro desde la distancia completamente inmóvil. ¿Quién es ella? Se parece a Merrigan, se parece a Idril y se parece a mí. Pero no lo es. No puede engañarme. Eramos unos niños cuando nos conocimos en bosque como éste, quizás este mismo pues en aquellos días también quería olvidar cosas que no podía olvidarlas. Merrigan debería haber muerto. Los humanos no envejecen igual que los elfos, ellos lo hacen muy rápido. Si yo soy ya un joven adulto, Merrigan sería una anciana.
-¿Quién eres?- Doy un paso hacia atrás.
- ¡No tengas miedo!- estiró sus manos como si pudiera tocarme desde tan lejos- Por favor, no te vayas. Me ha costado mucho encontrate para que ahora desaparezacas-.
-¿Quién?-
-Sarez…- pasa exactamente el mismo tiempo que pasó cuando me concentraba antes de disparar a la ardilla- Papá. Soy tú hija. Mamá me habló mucho de ti- doy otro paso hacia atrás- ¡No te vayas!- obedezco y me quedo quieto- Supongo que tienes miedo. ¡Lo comprendo, pero no te vayas! He pasado toda mi vida buscándote por todas partes. Llegué a pensar que estabas muerto- yo también lo pensé- pero, ¡aquí estás! Sabía que te encontraría. Algo en mi interior me lo decía.-
-Nombre.-
-¿Te refieres a mi nombre? Me llamo Merrigan. Mamá me puso el mismo nombre que ella tenía.- Otro silencio. - Si no me crees tengo algo que lo demuestra. ¡Una carta! Aquí pone las últimas palabras que le dejaste a mamá: “Amor. Triste. Irse. No gustar”. ¿Te acuerdas de ellas?- no, no me acuero de esas palabras, pero no se lo voy a decir. - Supongo que sí que te acordarás. Era la único que mamá tenía de ti.-
-¿Dónde mamá Merrigan?-
-Falleció- Merrigan hija baja la cabeza- ha pasado mucho tiempo-.
-Sí.-
-¿Te gustaría hacer algo especial con la carta? A mí sí. Dentro de unos días, en Lunargenta, hacen una fiesta para dar las gracias a las personas que amas. Me gustaría que tirasemos la carta los dos juntos por mamá- se lleva la carta al pech -¿Te parece bien, vendrás conmigo?- alarga la mano como si intentase cogerme- Por favor…-
-Sí.-
El camino es largo. Dura días. Merrigan habla sobre su madre, sus abuelos y sobre mí. Me cuenta todo el tiempo que ha pasado buscándome y los muchos problemas que ha pasado por mi culpa. Bajo la cabeza al suelo arrepentido cada vez que escucho que Merrigan lo ha pasado mal. También me habla sobre la música. Dice que sabe tocar muchos no solo el arpa que lleva. En ocasiones, acompaña la música de los intrumentos con la música de su voz. A eso se le llama cantar, me explica mientras caminamos. Dice que cantar es “la mejor opción” si alguien explicar cómo se siente. Cuando Merrigan dice “la mejor opción” no suena mal.
Merrigan deja de hablar para ponerse a cantar. Me gusta su voz. Me recuerda a todo lo que he querido olvidar.
Pasan los días, no sé cuántos. Al lado de merrigan, los días pasan muy rápidos. Vuelvo a cocinar la carne antes de comerla. Me siento extraño. Me siento bien pero extraño.
Es la noche que me dijo Merrigan el día que nos conocimos. Veo el fuego, grande en mitad de la plaza. Merrigan me da la carta para que la lance a las llamas mientras ella toca música con el arpa. Es bonito. Todo es muy bonito. No recordaba lo bien que se siente. ¿Por qué quise olvidar algo tan bueno? La música, el calor de las llamas, el sabor de la comida y el amor. ¿Por qué quise olvidar todo eso? Abro la carta antes de lanzar y, con un trozo de carboncillo, escribo los nombres dos nombres: “Merrigan e Idril”.
-Siempre os recordaré- prometo al mismo tiempo que lanzo la carta- siempre os amaré-.
Merrigan me mira y sonríe. Yo la miro y sonrio. Había olvidado cómo se sonreía.
Offrol: Post especial en memoria de Idril Elensar.
Solo estoy mejor. Siempre solo y siempre en paz.
Paso los días refugiado en los árboles de un pequeño bosque que nadie conoce y nadie quiere ir. Quiero que continúe así. No quiero ver a nadie. Ahora que he olvidado a todos, no quiero tener que recordarlos. Nunca más. A nadie más.
Subo a lo alto de un nogal, es el árbol más grande del bosque. Cojo a Vientoatroz y tenso una flecha en su cuerda. Espero un tiempo muy corto, lo que tardo en notar el movimiento del viento a mi alrededor, y disparo. La flecha alcanza mi objetivo: una ardilla que comía en una de las ramas del nogal colindante.
Bajo del árbol y recojo la ardilla. No es una buena comida. Recuerdo haber comido mejor en los días que visitaba la ciudad. ¿De qué me quejo? La comida es comida. Solo sirve para calmar el hambre. Para nada más. Que tuviera mejor o peor sabor es algo que no me debe importar. Debería olvidarlo igual que olvidé tantos otros sabores (el sabor de los labios de Idril).
-Descansa. - le digo a la ardilla muerta al mismo tiempo que la desuello con una piedra que termina en punta- Tú que puedes, descansa.-
No es la primera vez que pienso en irme a descansar de la misma manera que lo hace ahora la ardilla. Tampoco creo que vaya a ser la última. Cuando descanse lo olvidaré todo: sentimientos, personas y sabores. No habrá nada. Nada de verdad. ¿No será maravilloso, no sería “la mejor opción”? Esas tres palabras las había escuchado antes de alguien. No sé quién era, supongo que lo he olvidado como tantos otras cosas. Si me esfuerzo tal vez consiga acordarme que lo escuché en un callejón. Ese alguien amenazaba a otro alguien y le decía que cogiese cierta cosa, que era “la mejor opción” que tenía. No me gustó como sonaron esas tres palabras en boca del primer hombre (sí, era hombre ahora lo recuerdo) como tampoco me gustan como suena en mi mente cada vez que las pienso. Es un sonido triste y la tristeza forma parte de las muchas cosas que quiero olvidar.
Veo imágenes que no pertenece a mi vida. Últimamente, cada vez que toco a un animal puedo notar cosas que no comprendió pero el animal sí comprendió. Noto que soy más pequeño, que tengo una larga y mullida cola, unos brazos cortos con los que no podría coger a Vientoatroz pero sí una nuez para abrirla y comer lo que hay dentro, piernas largas con las que saltar de rama en rama y bigotes con los que mover al aire. Veo y siento lo último que ha sentido la ardilla antes de ir a descansar por mi flecha: Miedo, dolor, tristeza y descanso. Por ese orden. Eso es lo que veo y siento.
Suspiro, las imágenes se desvanecen y empiezo a dar bocadas a la ardilla. No la cocino. Idril las asaba al fuego antes de comerlas porque decía que así sabían mejor. Era cierto, pero quiero olvidarlo.
Un sonido me hace levantar la cabeza de mi comida. Este es el bosque que nadie conoce y el bosque a quien nadie quiere ir. Es mi hogar y el de nadie más. Nadie puede haber viajado hasta tan lejos y, menos aun, para hacer sonidos que no conozco.
Soy rápido. Tiro la ardilla a un lado y me subo a un árbol frondos. No quiero que el intruso me vea y no quiero verlo.
El sonido es bonito. Lo tengo que reconocer. Es suave y delicado, como la piel de la ardilla que acababa de matar. Aun así, no pueden venir a mi bosque. Quiero que se vaya. Este es mi bosque. ¡Qué se vaya!
No se va. El sonido continua, cambia de melodia, cambia de sabor y cambia de sentimiento. Iltharion lo llamaría música. Había olvidado esa palabra, igual como tantas otras. La música es son los besos de los sonidos. No me merezco esos besos. Los quiero olvidar como olvidé todos los demás.
-Me costó olvidarlas.- no olvidarla, sin darme cuenta lo dije en plural. Me refiero tanto a Idril como a Merrigan.
Allí está, como el primer día. No había cambiado nada. Los humanos envejecen rápido. Yo mismo soy mucho más viejo. Fui un niño la primera vez que la vi sentada en una gran roca tocando el instrumento gigante con cuerdas. ¿Recuerdo el nombre? Sí, lo recuerdo: Arpa. Bajo del árbol embelesado por la música y la chica del pelo tan rojo que parece que esté ardiendo por las llamas de un peligroso fuego. Ella es fuego. Lo había olviado.
-Merrigan- queda mucho camino hasta llegar al claro donde la chica toca el arpa pero no puedo contenerme al llamarla.
Ella me ha escuchado. Se gira. Es como volvera a ver por primera vez. También es como la primera vez que vi a Idril.
-Sabía que algún día te encontraría.-
Siento el deseo de correr hacia el pasado y recordar todo lo olvidado. Solo así podría entender lo que siento. Podría volver a llorar de emoción y gritar de enfado, estaría feliz por haber encontrado a alguien que quiere estar conmigo en el bosque en el que nadie quiere estar y saborearía el momento con todos esos sabores que olvidé.
La chica deja el arpa a un lado de la roca, se pone en pie y se limpia el poco barro que ensuciaba su vestido verde. La miro desde la distancia completamente inmóvil. ¿Quién es ella? Se parece a Merrigan, se parece a Idril y se parece a mí. Pero no lo es. No puede engañarme. Eramos unos niños cuando nos conocimos en bosque como éste, quizás este mismo pues en aquellos días también quería olvidar cosas que no podía olvidarlas. Merrigan debería haber muerto. Los humanos no envejecen igual que los elfos, ellos lo hacen muy rápido. Si yo soy ya un joven adulto, Merrigan sería una anciana.
-¿Quién eres?- Doy un paso hacia atrás.
- ¡No tengas miedo!- estiró sus manos como si pudiera tocarme desde tan lejos- Por favor, no te vayas. Me ha costado mucho encontrate para que ahora desaparezacas-.
-¿Quién?-
-Sarez…- pasa exactamente el mismo tiempo que pasó cuando me concentraba antes de disparar a la ardilla- Papá. Soy tú hija. Mamá me habló mucho de ti- doy otro paso hacia atrás- ¡No te vayas!- obedezco y me quedo quieto- Supongo que tienes miedo. ¡Lo comprendo, pero no te vayas! He pasado toda mi vida buscándote por todas partes. Llegué a pensar que estabas muerto- yo también lo pensé- pero, ¡aquí estás! Sabía que te encontraría. Algo en mi interior me lo decía.-
-Nombre.-
-¿Te refieres a mi nombre? Me llamo Merrigan. Mamá me puso el mismo nombre que ella tenía.- Otro silencio. - Si no me crees tengo algo que lo demuestra. ¡Una carta! Aquí pone las últimas palabras que le dejaste a mamá: “Amor. Triste. Irse. No gustar”. ¿Te acuerdas de ellas?- no, no me acuero de esas palabras, pero no se lo voy a decir. - Supongo que sí que te acordarás. Era la único que mamá tenía de ti.-
-¿Dónde mamá Merrigan?-
-Falleció- Merrigan hija baja la cabeza- ha pasado mucho tiempo-.
-Sí.-
-¿Te gustaría hacer algo especial con la carta? A mí sí. Dentro de unos días, en Lunargenta, hacen una fiesta para dar las gracias a las personas que amas. Me gustaría que tirasemos la carta los dos juntos por mamá- se lleva la carta al pech -¿Te parece bien, vendrás conmigo?- alarga la mano como si intentase cogerme- Por favor…-
-Sí.-
El camino es largo. Dura días. Merrigan habla sobre su madre, sus abuelos y sobre mí. Me cuenta todo el tiempo que ha pasado buscándome y los muchos problemas que ha pasado por mi culpa. Bajo la cabeza al suelo arrepentido cada vez que escucho que Merrigan lo ha pasado mal. También me habla sobre la música. Dice que sabe tocar muchos no solo el arpa que lleva. En ocasiones, acompaña la música de los intrumentos con la música de su voz. A eso se le llama cantar, me explica mientras caminamos. Dice que cantar es “la mejor opción” si alguien explicar cómo se siente. Cuando Merrigan dice “la mejor opción” no suena mal.
Merrigan deja de hablar para ponerse a cantar. Me gusta su voz. Me recuerda a todo lo que he querido olvidar.
Pasan los días, no sé cuántos. Al lado de merrigan, los días pasan muy rápidos. Vuelvo a cocinar la carne antes de comerla. Me siento extraño. Me siento bien pero extraño.
Es la noche que me dijo Merrigan el día que nos conocimos. Veo el fuego, grande en mitad de la plaza. Merrigan me da la carta para que la lance a las llamas mientras ella toca música con el arpa. Es bonito. Todo es muy bonito. No recordaba lo bien que se siente. ¿Por qué quise olvidar algo tan bueno? La música, el calor de las llamas, el sabor de la comida y el amor. ¿Por qué quise olvidar todo eso? Abro la carta antes de lanzar y, con un trozo de carboncillo, escribo los nombres dos nombres: “Merrigan e Idril”.
-Siempre os recordaré- prometo al mismo tiempo que lanzo la carta- siempre os amaré-.
Merrigan me mira y sonríe. Yo la miro y sonrio. Había olvidado cómo se sonreía.
Offrol: Post especial en memoria de Idril Elensar.
Sarez
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Sentada en la rama de un árbol y apoyada en el tronco se encontraba la elfa sosteniendo la mano de alguien más. Otro elfo al que no podía ver la cara, pero con una destacable armadura de color verde con dibujos engarzados de hojas. Todo parecía estar en calma y, después de tanto tiempo, Helyare dejaba de lado la losa que tenía en su espalda. Hablaban durante horas y el viento mecía los cabellos rojizos y largos de la elfa. Era completa paz lo que sentía ahora. Pero en apenas unos segundos el elfo con quien tanto hablaba, a quien sujetaba la mano y la acariciaba estaba delante de ella, de pie, mientras Helyare sólo veía la hierba oscura y la sangre que goteaba sobre el suelo.
Sobresaltada, la elfa se despertó y pudo ver que se encontraba en la habitación de una posada, ni rastro del bosque verde, ni de su cabello tan largo y rojizo. Todo había sido una pesadilla, la realidad era otra distinta ya. Con un poco de cansancio, o más bien desidia, se incorporó y fue a lavarse la cara y vestirse. Todavía estaba en Lunargenta y no era precisamente temprano. Habían pasado parte de la noche caminando y se habían despertado tarde, al menos ella. En la habitación sólo estaba la dragona, era la que más horas de sueño necesitaba y todavía seguía durmiendo plácidamente. –Qué envidia. –Susurró la elfa para sí cuando pasó al lado de ella.
Tomó sus cosas y salió a la calle en busca de algo de comida ligera. Estos días la ciudad estaba más animada que de costumbre y es que se acercaba la fecha de Ohdá. Algo había escuchado sobre esa festividad pero nunca la había celebrado, al menos no como se hacía en Lunargenta. Dos grandes estatuas, que representaban a los dioses Freya y Freyr, estaban en la plaza y miniaturas y tallas de madera eran vendidos en cada tienda, posada e incluso en la calle por mercaderes que querían sacar algún que otro aero extra en esas fechas.
–Buen día, joven, todavía está a tiempo de celebrar Ohdá con nosotros. Le va a gustar. –Dijo un hombre que llevaba un saco con estatuas. Se le dibujó una gran sonrisa en la boca al plantarse en frente de la elfa. –Están de oferta, 60 aeros. ¿Sabe que suelen costar 100? –Helyare miró al tipo y las tallas que vendía, pero negó con la cabeza. No quería ninguna. A pesar de eso, el hombre insistía. –Si lo hace, este año los dioses lo congratularán con el amor.
–No, gracias. –Cortó tajante la mujer y siguió su camino, ante la mirada molesta del mercader, que no había conseguido vender una talla a la muchacha. Helyare tuvo que rechazar a algunos más hasta llegar a la tienda donde vendían comida, también decorada con motivos de Ohdá. A pesar de que no era su festividad, también le daba curiosidad y, después de comprar lo que quería empezó a caminar de nuevo por las calles de Lunargenta. Había cosas curiosas, como flores y chicas con la frente pintada de rojo. ¿Qué significaría eso?
No veía a hombres que llevasen esa marca así que no entendía porqué. Conocía parte dela tradición y su significado, pero no todo, ya que nunca había prestado especial atención a las festividades ajenas a las élficas. En su paseo se detuvo en una tienda donde vendían coronas de flores, collares y más tallas, a un precio mucho más barato del que los mercaderes lo hacían. –¿Quieres una estatua, joven? –Le preguntó la mujer con bastante amabilidad, pues no sabía el género de su cliente, así que usó palabras neutras. De nuevo, Helyare negó.
–No, gracias, pero, ¿podría decirme por qué hay gente que se pinta la frente con sangre?
–Oh, cierto, jovencita, no eres de aquí. –Gracias a la voz la tendera pudo deducir que se encontraba ante una chica. –A las muchachas en edad de merecer y que todavía son vírgenes se les marca la frente con la sangre del primer cerdo que se mata. Y para conseguir a un hombre y que el Dios Freyr las brinde con el amor, tiran una talla como estas al fuego. –Señaló la gran cantidad de figuras que tenía. –Van a prender las hogueras dentro de poco, ve, no te lo pierdas. Si quiere la pueden también hacer una señal en la frente y lanzar una estatua de nuestro Dios.
Mientras escuchaba, la elfa se llevó un dedo a sus labios, pensando en algo y al final aceptó comprar la dichosa talla. –Gracias, me llevo esta.
Tomó la pequeña figura y mientras regresaba a la posada y se quedó observándola un rato. Era bastante rara pero estaba muy bien lograda. Se la daría a la dragona y no pudo evitar sonreír al imaginar la cara que podría al ver esa estatua con el miembro tan desproporcionado para su altura.
Deshizo el camino y entró a la habitación, donde ya estaba Ingela preparada para salir. –Buenos días. –Saludó, aunque sabía que ya no eran días, estaba a punto de caer el ocaso, pero la dragona había dormido durante un buen rato y ya estaría descansada. –He ido a buscar comida y, ¿sabes? Hoy celebran Ohdá, es el día de la fertilidad, el amor carnal y pasional, la unión fraternal y la conyugal. –Repitió por lo que había escuchado en la calle. No sabía que fuera el día de tantas cosas, sólo conocía que era el del amor. –Y te he traído esto. –Sonrió de lado mientras le entregaba a la chiquilla la estatua que le había comprado. –Es una estatua del Dios Freyr. Si la tiras a las hogueras de la plaza te ayudará a encontrar el amor. Quién sabe… Tal vez encuentres a un dragón esta noche. –Dijo de forma pícara volviendo a dedicarle una sonrisa.
Pocas veces sonreía la elfa ya, pero Ingela había estado junto a ella desde que salieron de Claro la primera vez y, aunque no habían empezado con buen pie, la consideraba ya como una amiga. Era un sentimiento muy extraño, pues no olvidaba que era una dragona pero, ¿en quién más podía confiar así? Le recordaba a su hermana, tal vez por eso la protegía tanto, a veces en exceso. Y había sido ella quien había estado junto a Hely en sus peores momentos, pese a que no la conociera.
Salieron en dirección a la plaza, donde se reunía todo el gentío, tanto habitantes de Lunargenta como extranjeros, para contemplar el fuego que empezó a prender cuando ellas llegaron. La gente tiraba tallas y cartas. Para no ser una costumbre élfica le pareció bonita, sobretodo cuando veía a una pareja lanzar una carta agarrados de la mano. También suponía que este tipo de fiestas serían divertidas para su acompañante, así que aguantaría a la gente un rato.
–Por cierto, Ingela. ¿Sabes que a las chicas vírgenes les marcan de rojo la frente? –Con la cabeza señaló a un grupo de chicas que llevaban una talla como la de la dragona y también esa pintura de sangre en la cara. –Ve a pintarte, allí están los que tienen el cuenco. Seguro que a tu futuro dragón le gustará, tengo entendido que a los hombres les suelen gustar vírgenes… –Empezó a comentar. –Aunque no lo entiendo. Son bastante extraños.
Helyare no tenía ese concepto de la virginidad que primaba en el resto de razas, e incluso entre algunos clanes élficos. Más bien, la virginidad no era algo importante para los miembros de su grupo, sino el lazo de unión que se tenía con la persona con quien compartías una relación carnal, fuese o no tu pareja. Esos conceptos que comulgaban en esta ciudad no los entendía del todo, no como ellos.
Acompañó a la chiquilla para que pintasen su frente, mas ella rechazó que también la marcasen. –Ya estás preparada para celebrar la festividad de Ohdá. Pero espera…
Le hizo un gesto a la chica para que la siguiera y fue a ver a alguien que estaba sentado en el suelo con pintas de estar apesadumbrado. –¿Adie? ¿Eres tú? –Preguntó la elfa justo antes de detenerse ante él y agacharse. Se ajustó bien la capucha para no dejar que la viera del todo, pues se habían conocido en otras circunstancias, cuando ella aún vivía en Sandorai y no tenía que ocultarse. Ahora no estaba precisamente igual que como el cibernético la había conocido. Poco quedaba ya de su larga melena anaranjada, más bien se estaba volviendo blanquecina y estaba muy corta. Aunque, por suerte, le había crecido un poco desde su partida de Sandorai y ya le llegaba por la nuca. En el bosque tampoco estaba tan tapada como ahora mismo, pues sólo dejaba ver parte de su rostro y sus dedos. Todo lo demás estaba tapado con algún tipo de tela, o con los mitones de cuero.
–¡Mi señora elfa! ¡Hacía mucho tiempo que no la veía! En concreto ochenta y siete días. –Era preciso para todo. –¿Cómo se encuentra?
–Bien. –Comentó sin dar muchas más explicaciones, pues en ese momento se acordó de algo que le había dicho cuando se encontraron en el bosque, algo referente a su futura suerte. –¿Por qué estás aquí sentado? ¿Qué te ocurre?
Después de que el robot le contara lo que le sucedía, Helyare se acomodó mejor el arco y se sentó junto él. Desde su posición, miró a la dragona para ver qué quería hacer ella, si quedarse con Adie y la elfa o ir a tirar su estatua y conocer a gente nueva, tal vez así encontrase a su dragón.
–Adie, la gente tira cartas al fuego porque, supuestamente, así perdurará su amor. Si sientes admiración por alguien, puedes dejárselo escrito en una papel y lanzarlo. Los dioses te ayudarán a que vuestro amor perdure. No llores, no son cartas que necesiten mensajero. Sólo la ayuda de estos dioses, por eso las tiran a su fuego. –Le trató de explicar lo que ella entendía de esa tradición, aunque no estaba segura de que el biocibernético pudiese sentir amor por alguien. –Si no te importa, me quedaré contigo. Yo tampoco voy a echar ninguna carta. Pero podemos ver la celebración. Por cierto, ella es Ingela. –Presentó a la dragona. –Ella sí va a tirar al fuego una estatua. ¡A ver si los dioses le conceden el amor! –Comentó divertida tratando de animar un poco a Adie aunque no sabía si daría o no resultado.
A pesar de no cumplir con la tradición, merecía la pena estar ahí con tal de ver a Ingelita con su estatua fálica y su frente manchada con sangre. Estaba graciosa y adorable. Aunque estaría mejor con una corona de flores, eso sí. La chiquilla se había ganado un pequeño hueco en gélido corazón de la elfa y no podía evitar compararla con Luinil. Era tan adorable como ella, aunque sí tenía que reconocer que la dragona tenía más carácter que su hermana. Pero a pesar de que se había ganado su cariño, no había carta para ella.
Durante su paseo por las calles de Lunargenta había pensado seriamente lanzar unas cartas que tenía escritas a la hoguera pero, ¿de qué serviría? Freya y Freyr no podían ayudarla, si no lo hacían ni sus propios dioses, menos estos dos. ¿Qué carta podía quemar? ¿Las que les había escrito a su familia? Quieres ahora la repudiaban. ¿Qué podrían hacer los dioses con eso? Nada. Ella había fallado y su familia sentía vergüenza de que portase su apellido. ¿A Aran? Por favor, era su cuñado. Sentía asco de lo que había escrito hacia él, y menos estando prometida. Pero era su amigo, también merecía una carta, ¿no? Bueno, realmente no, los dioses Freyr y Freya no podrían hacer nada una vez que él tuviera que regresar a Sandorai. El destierro también le había quitado a su amigo. El tiempo que pasaran juntos era solo pasajero. Y, obviamente, una carta a Arzhak sería lo más lógico. Pero un grandísimo milagro tenían que hacer los dioses si querían conseguir que, si aparecía, volviese a amar a Helyare. Era alguien indeseable ya, en cuanto la viera toda la admiración que podía sentir se desvanecería, fijo.
Esos papeles podían descansar mal arrugados en su bolsillo y más adelante las rompería. De hecho, eran tonterías que escribía mientras hacía las guardias nocturnas, no era algo que mandar a los dioses.
Simplemente permaneció junto a Adie, tratando de animar al robot para que no sollozase mientras atentaban contra su trabajo al quemar las cartas.
Sobresaltada, la elfa se despertó y pudo ver que se encontraba en la habitación de una posada, ni rastro del bosque verde, ni de su cabello tan largo y rojizo. Todo había sido una pesadilla, la realidad era otra distinta ya. Con un poco de cansancio, o más bien desidia, se incorporó y fue a lavarse la cara y vestirse. Todavía estaba en Lunargenta y no era precisamente temprano. Habían pasado parte de la noche caminando y se habían despertado tarde, al menos ella. En la habitación sólo estaba la dragona, era la que más horas de sueño necesitaba y todavía seguía durmiendo plácidamente. –Qué envidia. –Susurró la elfa para sí cuando pasó al lado de ella.
Tomó sus cosas y salió a la calle en busca de algo de comida ligera. Estos días la ciudad estaba más animada que de costumbre y es que se acercaba la fecha de Ohdá. Algo había escuchado sobre esa festividad pero nunca la había celebrado, al menos no como se hacía en Lunargenta. Dos grandes estatuas, que representaban a los dioses Freya y Freyr, estaban en la plaza y miniaturas y tallas de madera eran vendidos en cada tienda, posada e incluso en la calle por mercaderes que querían sacar algún que otro aero extra en esas fechas.
–Buen día, joven, todavía está a tiempo de celebrar Ohdá con nosotros. Le va a gustar. –Dijo un hombre que llevaba un saco con estatuas. Se le dibujó una gran sonrisa en la boca al plantarse en frente de la elfa. –Están de oferta, 60 aeros. ¿Sabe que suelen costar 100? –Helyare miró al tipo y las tallas que vendía, pero negó con la cabeza. No quería ninguna. A pesar de eso, el hombre insistía. –Si lo hace, este año los dioses lo congratularán con el amor.
–No, gracias. –Cortó tajante la mujer y siguió su camino, ante la mirada molesta del mercader, que no había conseguido vender una talla a la muchacha. Helyare tuvo que rechazar a algunos más hasta llegar a la tienda donde vendían comida, también decorada con motivos de Ohdá. A pesar de que no era su festividad, también le daba curiosidad y, después de comprar lo que quería empezó a caminar de nuevo por las calles de Lunargenta. Había cosas curiosas, como flores y chicas con la frente pintada de rojo. ¿Qué significaría eso?
No veía a hombres que llevasen esa marca así que no entendía porqué. Conocía parte dela tradición y su significado, pero no todo, ya que nunca había prestado especial atención a las festividades ajenas a las élficas. En su paseo se detuvo en una tienda donde vendían coronas de flores, collares y más tallas, a un precio mucho más barato del que los mercaderes lo hacían. –¿Quieres una estatua, joven? –Le preguntó la mujer con bastante amabilidad, pues no sabía el género de su cliente, así que usó palabras neutras. De nuevo, Helyare negó.
–No, gracias, pero, ¿podría decirme por qué hay gente que se pinta la frente con sangre?
–Oh, cierto, jovencita, no eres de aquí. –Gracias a la voz la tendera pudo deducir que se encontraba ante una chica. –A las muchachas en edad de merecer y que todavía son vírgenes se les marca la frente con la sangre del primer cerdo que se mata. Y para conseguir a un hombre y que el Dios Freyr las brinde con el amor, tiran una talla como estas al fuego. –Señaló la gran cantidad de figuras que tenía. –Van a prender las hogueras dentro de poco, ve, no te lo pierdas. Si quiere la pueden también hacer una señal en la frente y lanzar una estatua de nuestro Dios.
Mientras escuchaba, la elfa se llevó un dedo a sus labios, pensando en algo y al final aceptó comprar la dichosa talla. –Gracias, me llevo esta.
Tomó la pequeña figura y mientras regresaba a la posada y se quedó observándola un rato. Era bastante rara pero estaba muy bien lograda. Se la daría a la dragona y no pudo evitar sonreír al imaginar la cara que podría al ver esa estatua con el miembro tan desproporcionado para su altura.
Deshizo el camino y entró a la habitación, donde ya estaba Ingela preparada para salir. –Buenos días. –Saludó, aunque sabía que ya no eran días, estaba a punto de caer el ocaso, pero la dragona había dormido durante un buen rato y ya estaría descansada. –He ido a buscar comida y, ¿sabes? Hoy celebran Ohdá, es el día de la fertilidad, el amor carnal y pasional, la unión fraternal y la conyugal. –Repitió por lo que había escuchado en la calle. No sabía que fuera el día de tantas cosas, sólo conocía que era el del amor. –Y te he traído esto. –Sonrió de lado mientras le entregaba a la chiquilla la estatua que le había comprado. –Es una estatua del Dios Freyr. Si la tiras a las hogueras de la plaza te ayudará a encontrar el amor. Quién sabe… Tal vez encuentres a un dragón esta noche. –Dijo de forma pícara volviendo a dedicarle una sonrisa.
Pocas veces sonreía la elfa ya, pero Ingela había estado junto a ella desde que salieron de Claro la primera vez y, aunque no habían empezado con buen pie, la consideraba ya como una amiga. Era un sentimiento muy extraño, pues no olvidaba que era una dragona pero, ¿en quién más podía confiar así? Le recordaba a su hermana, tal vez por eso la protegía tanto, a veces en exceso. Y había sido ella quien había estado junto a Hely en sus peores momentos, pese a que no la conociera.
Salieron en dirección a la plaza, donde se reunía todo el gentío, tanto habitantes de Lunargenta como extranjeros, para contemplar el fuego que empezó a prender cuando ellas llegaron. La gente tiraba tallas y cartas. Para no ser una costumbre élfica le pareció bonita, sobretodo cuando veía a una pareja lanzar una carta agarrados de la mano. También suponía que este tipo de fiestas serían divertidas para su acompañante, así que aguantaría a la gente un rato.
–Por cierto, Ingela. ¿Sabes que a las chicas vírgenes les marcan de rojo la frente? –Con la cabeza señaló a un grupo de chicas que llevaban una talla como la de la dragona y también esa pintura de sangre en la cara. –Ve a pintarte, allí están los que tienen el cuenco. Seguro que a tu futuro dragón le gustará, tengo entendido que a los hombres les suelen gustar vírgenes… –Empezó a comentar. –Aunque no lo entiendo. Son bastante extraños.
Helyare no tenía ese concepto de la virginidad que primaba en el resto de razas, e incluso entre algunos clanes élficos. Más bien, la virginidad no era algo importante para los miembros de su grupo, sino el lazo de unión que se tenía con la persona con quien compartías una relación carnal, fuese o no tu pareja. Esos conceptos que comulgaban en esta ciudad no los entendía del todo, no como ellos.
Acompañó a la chiquilla para que pintasen su frente, mas ella rechazó que también la marcasen. –Ya estás preparada para celebrar la festividad de Ohdá. Pero espera…
Le hizo un gesto a la chica para que la siguiera y fue a ver a alguien que estaba sentado en el suelo con pintas de estar apesadumbrado. –¿Adie? ¿Eres tú? –Preguntó la elfa justo antes de detenerse ante él y agacharse. Se ajustó bien la capucha para no dejar que la viera del todo, pues se habían conocido en otras circunstancias, cuando ella aún vivía en Sandorai y no tenía que ocultarse. Ahora no estaba precisamente igual que como el cibernético la había conocido. Poco quedaba ya de su larga melena anaranjada, más bien se estaba volviendo blanquecina y estaba muy corta. Aunque, por suerte, le había crecido un poco desde su partida de Sandorai y ya le llegaba por la nuca. En el bosque tampoco estaba tan tapada como ahora mismo, pues sólo dejaba ver parte de su rostro y sus dedos. Todo lo demás estaba tapado con algún tipo de tela, o con los mitones de cuero.
–¡Mi señora elfa! ¡Hacía mucho tiempo que no la veía! En concreto ochenta y siete días. –Era preciso para todo. –¿Cómo se encuentra?
–Bien. –Comentó sin dar muchas más explicaciones, pues en ese momento se acordó de algo que le había dicho cuando se encontraron en el bosque, algo referente a su futura suerte. –¿Por qué estás aquí sentado? ¿Qué te ocurre?
Después de que el robot le contara lo que le sucedía, Helyare se acomodó mejor el arco y se sentó junto él. Desde su posición, miró a la dragona para ver qué quería hacer ella, si quedarse con Adie y la elfa o ir a tirar su estatua y conocer a gente nueva, tal vez así encontrase a su dragón.
–Adie, la gente tira cartas al fuego porque, supuestamente, así perdurará su amor. Si sientes admiración por alguien, puedes dejárselo escrito en una papel y lanzarlo. Los dioses te ayudarán a que vuestro amor perdure. No llores, no son cartas que necesiten mensajero. Sólo la ayuda de estos dioses, por eso las tiran a su fuego. –Le trató de explicar lo que ella entendía de esa tradición, aunque no estaba segura de que el biocibernético pudiese sentir amor por alguien. –Si no te importa, me quedaré contigo. Yo tampoco voy a echar ninguna carta. Pero podemos ver la celebración. Por cierto, ella es Ingela. –Presentó a la dragona. –Ella sí va a tirar al fuego una estatua. ¡A ver si los dioses le conceden el amor! –Comentó divertida tratando de animar un poco a Adie aunque no sabía si daría o no resultado.
A pesar de no cumplir con la tradición, merecía la pena estar ahí con tal de ver a Ingelita con su estatua fálica y su frente manchada con sangre. Estaba graciosa y adorable. Aunque estaría mejor con una corona de flores, eso sí. La chiquilla se había ganado un pequeño hueco en gélido corazón de la elfa y no podía evitar compararla con Luinil. Era tan adorable como ella, aunque sí tenía que reconocer que la dragona tenía más carácter que su hermana. Pero a pesar de que se había ganado su cariño, no había carta para ella.
Durante su paseo por las calles de Lunargenta había pensado seriamente lanzar unas cartas que tenía escritas a la hoguera pero, ¿de qué serviría? Freya y Freyr no podían ayudarla, si no lo hacían ni sus propios dioses, menos estos dos. ¿Qué carta podía quemar? ¿Las que les había escrito a su familia? Quieres ahora la repudiaban. ¿Qué podrían hacer los dioses con eso? Nada. Ella había fallado y su familia sentía vergüenza de que portase su apellido. ¿A Aran? Por favor, era su cuñado. Sentía asco de lo que había escrito hacia él, y menos estando prometida. Pero era su amigo, también merecía una carta, ¿no? Bueno, realmente no, los dioses Freyr y Freya no podrían hacer nada una vez que él tuviera que regresar a Sandorai. El destierro también le había quitado a su amigo. El tiempo que pasaran juntos era solo pasajero. Y, obviamente, una carta a Arzhak sería lo más lógico. Pero un grandísimo milagro tenían que hacer los dioses si querían conseguir que, si aparecía, volviese a amar a Helyare. Era alguien indeseable ya, en cuanto la viera toda la admiración que podía sentir se desvanecería, fijo.
Esos papeles podían descansar mal arrugados en su bolsillo y más adelante las rompería. De hecho, eran tonterías que escribía mientras hacía las guardias nocturnas, no era algo que mandar a los dioses.
Simplemente permaneció junto a Adie, tratando de animar al robot para que no sollozase mientras atentaban contra su trabajo al quemar las cartas.
- Off:
- Metaroleo a Ingela con premiso de su user, para hacer que se pinte la cara y sortee su himen escamoso xD
Última edición por Helyare el Mar Feb 14 2017, 19:39, editado 2 veces
Helyare
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Nada se le escapaba al zorro cuando se trataba de Lunargenta, menos aún un evento que prometía llenar la ciudad de gente ilusionada, distraída y con las carteras tintineando de aeros. Aunque había acudido a la aglomeración principalmente para meter mano en unos cuantos bolsillos ajenos, existían también segundas intenciones en su visita a la quema de las deidades. Bajo todas esas capas de pelo, fanfarronería, maldad y desconfianza, habitaba un corazoncito que latía frenéticamente cuando se imaginaba tener a alguien entre sus brazos (¡y no sólo para amenazarle de muerte si no le entregaba todas sus pertenencias!) y, siendo como era, consideraba que quizás para conseguir a la presa de sus arrumacos necesitaría un empujoncito de los dioses. Así pues, ligeramente avergonzado y esperando no toparse con ningún conocido, el peludo rufián se acercó a formar parte de la celebración de Freyr y Freya.
Aún en los eventos más sagrados, siempre había algún avispado que encontraba la manera de hacer dinero con la ingenuidad de la gente. Zatch se acercó al puesto de un hombrecillo que vendía pequeñas figuras de madera y aprovechó la distracción proporcionada por una joven de cabello corto y orejas puntiagudas que, sin duda con estoicismo, regateaba el precio de los cachivaches. El zorro fingió tropezar con la mesa haciendo caer varias estatuillas y, ante la mirada ladina del vendedor, pronto se agachó para levantarlas y volver a acomodarlas en su sitio.
-¡Oh, lo siento mucho! Mi culpa, mi culpa.
Buscó distraer al hombre dedicándole una amplia sonrisa mientras, en su retaguardia, movía la cola suavemente para tapar las dos únicas figurillas que no había levantado del suelo. Las tomó con la velocidad propia de quien subsiste robando billeteras y tan pronto como se puso de pie, siguió camino hacia la hoguera.
Tuvo que abrirse paso entre la multitud con codazos y maldiciones; algunas personas le echaban miradas tan perniciosas que cualquiera se plantearía dos veces la posibilidad de que ese zorro truhán encontrase alguna vez el amor. Sin embargo todo lo que Zatch tenía de pérfido lo tenía también de romántico, y sin más aspavientos lanzó ambas estatuas al fuego: Una de Freya y otra de Freyr. Las vio arder con sus ojos brillando de ilusión y entrelazó sus manos para rezar a las deidades en voz baja, deshaciéndose en suspiros y sonrisas tontas. Después de todo, hasta el más infame rufián merecía endulzar su existencia con un poquito de amor… y a Zatch le daba igual quién lo trajese a su vida.
Aún en los eventos más sagrados, siempre había algún avispado que encontraba la manera de hacer dinero con la ingenuidad de la gente. Zatch se acercó al puesto de un hombrecillo que vendía pequeñas figuras de madera y aprovechó la distracción proporcionada por una joven de cabello corto y orejas puntiagudas que, sin duda con estoicismo, regateaba el precio de los cachivaches. El zorro fingió tropezar con la mesa haciendo caer varias estatuillas y, ante la mirada ladina del vendedor, pronto se agachó para levantarlas y volver a acomodarlas en su sitio.
-¡Oh, lo siento mucho! Mi culpa, mi culpa.
Buscó distraer al hombre dedicándole una amplia sonrisa mientras, en su retaguardia, movía la cola suavemente para tapar las dos únicas figurillas que no había levantado del suelo. Las tomó con la velocidad propia de quien subsiste robando billeteras y tan pronto como se puso de pie, siguió camino hacia la hoguera.
Tuvo que abrirse paso entre la multitud con codazos y maldiciones; algunas personas le echaban miradas tan perniciosas que cualquiera se plantearía dos veces la posibilidad de que ese zorro truhán encontrase alguna vez el amor. Sin embargo todo lo que Zatch tenía de pérfido lo tenía también de romántico, y sin más aspavientos lanzó ambas estatuas al fuego: Una de Freya y otra de Freyr. Las vio arder con sus ojos brillando de ilusión y entrelazó sus manos para rezar a las deidades en voz baja, deshaciéndose en suspiros y sonrisas tontas. Después de todo, hasta el más infame rufián merecía endulzar su existencia con un poquito de amor… y a Zatch le daba igual quién lo trajese a su vida.
Zatch
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Era el día de San Valentin, el día en que todos buscaban a su amor verdadero o lo velaban si ya lo habían encontrado; ¿en que momento yo no cumplí aquello? Me había ido del lado de Feith por semanas seguramente, no había llevado la cuenta, guiado por noticias provinientes de mi manada, aquella a la que pertenecía cuando era un niño amtes de verme expulsado al exilio y si, tonto de mi había decidido seguir aquellas noticias que habían llegado a mis oidos para comprobar si eran ciertas dejando así sola a la mujer a la que amaba y a los hijos por los que estaba a su lado. Había sido tan mezquino de hacer aquello cosa que raro sería que me perdonará alguna vez aun así, estaba dispuesto ha hacer algo que nunca había hecho antes.
De vuelta a casa escuché a unos pelegrinos decir que iban camino a Lunargenta a la gran festividad que allí se hacía en honor a aquel día del amor. Yo sabía en que consistía aquella festividad aunque nunca había ido a verla ni aunque mis padres si lo hubieran hecho, pero yo no, no veía la razón de buscar el amor o de mantenerlo pues aun era joven pero en aquellos momentos si me parecía una buena idea participar en aquel evento el día del amor. Yo tenía un amor que mantener, el amor que sentía por Feith y el de ella hacía mi para que nunca se rompiera y siguieramos juntos por mucho mas tiempo así que escribí la carta que nunca pensé que escribiría y cogí camino hacía Lunargenta para intentar llegar a tiempo a la festividad.
Lo conseguí, allí me encontraba, el hombre cubierto por una capa marrón y la cabeza cubierta por la capucha de esta, caminando entre personas bien vestidas por la ciudad de Lunargenta en busca de aquellas estatuas que representaban a los Dioses del amor. La Diosa Freya y el Dios Freyr cada uno representando a las mujeres para los hombres y los hombres para las mujeres. Debía admitir que las estatuas estaban muy bien talladas y se notaba que quienes las habían hecho habían dedicado mucho tiempo y esfuerzo en dejarlas completamente impolutas aunque era una lastimas que de una ardieran entre las llamas pero así era aquella festividad.
Estaba situado entre mucha gente con la carta en mis manos, una carta que lanzaría a la Diosa Freya para que mantuviera mi amor por Feith siempre vivo por mucho mucho tiempo. Yo no era propenso a todas aquellas cosas ya lo había dicho pero por una vez no me iba a morir en absoluto y si era algo por mantener el amor que tenía dentro de mi vivo por mucho mas tiempo no iba a ser yo quien se negara a que así fuera si los Dioses del amor así lo querían para mi y la persona por la cual estaba aquel día allí.
- Carta para Wood:
Diosa Freya
Nunca he sido un hombre devoto a venir a estas celebraciones tan grandes pero tengo un motivo para estar aquí hoy ante ti y tus llamas.
Hay una mujer en mi vida de la cual no puedo dejar de pensar aunque me vaya a los confines del mundo lejos de ella. He sido estupido en muchos aspectos por dejarla sola con los dos pequeños pero en el viaje solo he podido pensar en ella. Feith lo es todo para mi desde hace ya bastante, una mujer de la cual no me quiero separar por nada pues mi vinculo con ella es muy fuerte y para mi muy sagrado. Ella es quien me da fuerzas para seguir luchando cada día para superar todo lo que se me ponga delante por eso te pido, de rodillas, que mantengas ese vinculo fuerte por mucho mas tiempo.
Y a ti Feith, mi amor, solo puedo decirte con estas humildes palabras; que separarme de ti aunque solo sea unos kilometors se me hacen un mundo. Que no tener tus ojos enfocados en los míos me llena de gran tristeza y que viajar sin tenerte a mi lado me llena de una gran soledad y solo espero volver pronto a tu lado.
Mi Feith.
Mi loba.
Mi preciosa Feirh.
Sin mas lancé la carta al fuego de la estatua que representaba a la Diosa Freya y me quedé un momento allí quieto mirandola. -Porque nuestro amor dure mucho mas Feith, pronto volveré contigo.- Dicho aquello volví a meterme entre la gente pero no me alejé mucho de las estatuas pues quería estar allí un poco mas. Así que allí estaba yo, parado, de pie entre tanta gente, cubierto por aquella capa que no dejaba ver mis ropas y que su capucha no dejaba ver mi rostro mientras mis ojos azules miraban fijamente las llamas de ambas estatuas.
Alexein Meltwork
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Entre grandes diferencias de las que hablaré luego, en un mundo donde te recuerdo todos los días aunque no te escriba casi nunca, cobarde de hallar nuevamente tu sonrisa, historietas con las que ponernos al día o la ilusión de amarnos entre caricias afectuosas o travesuras que nadie más supo hacerte, esas que dejaron huella en el alma, calor en el corazón y confort en nuestras mentes enrevesadas. Te pregunto, o mejor te escribo con la pluma en mano y el tintero instalado sobre una roca de Lunargenta, madre de mis pesadillas como ese fuego que aviva la nostalgia que deseo enterrar, ¿cómo van esas heridas? Apuesto a que ni se notan con el pasar de las décadas, seguramente... Seguramente nunca me perdones por haber huido en vez de haber afrontado a mis demonios, y esas cicatrices que te hice espero con profundo dolor que ya hayan curado y encontrado otros labios en los cuales refugiarse, así como unas manos suaves que te darán lo que yo nunca pude darte, valor.
En medio de un arsenal de desconocidos, aquí en frente de la fogata en este día tan distinguido me hallo como todos los años, honrando tu inexistente existencia aún cuando me duele hacerlo, ese es mi castigo, y lo llevaré a cabo hasta que el último aliento de mi cuerpo se esfume de esta cáscara vacía. Punto y aparte, no quiero sonreír, no debería pero de forma inevitable lo hago cuando recuerdo tus miedos y sueños, mitad y mitad que pude nivelar al ofrecerte mi apoyo condicional en las extensas horas bajo la luna, llegando a la conclusión de que los días pasan veloces y debemos aprovechar hasta el último segundo. Aquí, de donde te escribo, te diré que hay demasiado abismo, uno tan hondo y oscuro que si algún día, volvemos a encontrarnos no serás capaz de reconocer a tu Anfaüglir, ¿o debería escribir Eretria? La mujer que amaste, respetaste y le diste una razón de existir, esa mujer de platinas cordilleras y osadía desorbitante, la cual pretendías corregir sin ánimos de cambiarla por dentro, porque así era, así fui y así te amé.
Como inciso pondré que las vistas son preciosas, también te diré que estés donde estés llegarás lejos pues no hay ningún hombre más valeroso, honrado y de buen ver como tú, Arzhak. Pasarán las cosas que soñaste, esas que prometimos de jóvenes que haríamos diez años más tarde, esas que parecen demasiado bonitas para ser ciertas. Las harás, no conmigo pero sí con otra que pueda darte no el cien, sino un doscientos por ti. ¿Recuerdas nuestra promesa? Yo sí, nunca mirar atrás. No lo hagas, no hay nada que valga la pena recuperar y el crecer como hemos crecido, no es otra cosa que tener la certeza de que lo sabes todo, pero en el fondo nunca dejamos de ser niños tímidos e inseguros de que el mundo nos coma por ir de sobrados. ¿Y qué? A la mierda el mundo, los raspones en las rodillas no son nada, créeme, con los golpes que recibirás de quienes cuidaste, de quienes salvaste y de quienes amaste algún día te harán más fuerte.
Sal, vive al límite y nunca, ante todo nunca, dejes de ser quien eres pese a que pierdas la fe, pese a esos días que se tornarán grises, o incluso brunos, no te conviertas en uno de esos a los que ahora repudias y tan solo se tú mismo, con tus cicatrices y con tus malos días, con esa sonrisa que recuerdo noche tras noche y día tras día, con ese corazón de oro que me dio una razón de vivir y me colmó en mi juventud de una alegría inmensa. No cambies, por favor. Porque yo lo he hecho y en el camino he dejado de ser yo misma, me he perdido y no encuentro una mano que pueda llevarme al sendero correcto. Insurrecta, sanguinaria y vacía por dentro. ¿Sabes? Echo en falta reemplazar las calles por tu lecho hasta convertirme en tu amante favorita, en la mujer que un día solo quisiste por capricho y llegaste a amar con locura. Echo de menos reemplazar las armas por un lienzo en donde dábamos rienda suelta a nuestra imaginación, tonalidades llamativas y garabatos sin sentidos en donde encontrábamos un sin fin de risas. El ruido que hacíamos ahora se ha convertido en silencio desde las penumbras, ya no me siento a ver el atardecer porque cuando lo hago, en vez de placer encuentro tristeza.
Te necesito a mi lado, pese a que el amor se ha apagado y tan solo quiera que me apoyes, que seas mi ancla, mi ángel guardián con el cual pueda resurgir de las cenizas cual fénix. Pero no vendrás, porque nosotros, mi querido amado, nunca miramos hacia atrás. Y ya para ponerle fin a estos sentimientos desparramados en una hoja sin valor y que acabará quemada y sin leer, te diré que no todo será tan malo, descuida. Vas a encontrar el sabor del cielo en los labios de quien menos lo pensabas, llegará ese alguien que con mirarte a los ojos logrará hacerte sentir como un niño sin importar los años que lleves encima. Despertará en ti ese temblor del alma cada vez que la acaricias como si todas las veces que vas a tocarla, fueran siempre la primera vez que lo haces. Y yo me quedaré envidiando la suerte que tienen, pero como fue mi decisión, acarrearé con sus consecuencias hasta que la muerte nos separe de una vez por todas.
Atentamente, tu fiel y cobarde Eretria.
La boca me sabe amarga y las lágrimas que derramo al año van dedicadas al amor que dejé escapar sin siquiera luchar, ese que murió en mis adentros cuando partí de la aldea. Las hojas las doblo con sumo mimo, embutiéndolas en el interior de una carta con dos emblemas unidos, el de mi clan Doriath y el suyo, Eytherzair. Me levanto del suelo, limpio los restos de tierra de mi trasero y me acerco al fuego que reseca la humedad que cae por mis pómulos, recelosa de que otros vean la debilidad de una guerrera que jamás debería tener emociones. El papel lo beso y en un acto enrabietado, la lanzo al fuego donde se perderá un contenido agrio, pero a su vez romántico que perdurará y hará llorar a nuestros ancestros.
En medio de un arsenal de desconocidos, aquí en frente de la fogata en este día tan distinguido me hallo como todos los años, honrando tu inexistente existencia aún cuando me duele hacerlo, ese es mi castigo, y lo llevaré a cabo hasta que el último aliento de mi cuerpo se esfume de esta cáscara vacía. Punto y aparte, no quiero sonreír, no debería pero de forma inevitable lo hago cuando recuerdo tus miedos y sueños, mitad y mitad que pude nivelar al ofrecerte mi apoyo condicional en las extensas horas bajo la luna, llegando a la conclusión de que los días pasan veloces y debemos aprovechar hasta el último segundo. Aquí, de donde te escribo, te diré que hay demasiado abismo, uno tan hondo y oscuro que si algún día, volvemos a encontrarnos no serás capaz de reconocer a tu Anfaüglir, ¿o debería escribir Eretria? La mujer que amaste, respetaste y le diste una razón de existir, esa mujer de platinas cordilleras y osadía desorbitante, la cual pretendías corregir sin ánimos de cambiarla por dentro, porque así era, así fui y así te amé.
Como inciso pondré que las vistas son preciosas, también te diré que estés donde estés llegarás lejos pues no hay ningún hombre más valeroso, honrado y de buen ver como tú, Arzhak. Pasarán las cosas que soñaste, esas que prometimos de jóvenes que haríamos diez años más tarde, esas que parecen demasiado bonitas para ser ciertas. Las harás, no conmigo pero sí con otra que pueda darte no el cien, sino un doscientos por ti. ¿Recuerdas nuestra promesa? Yo sí, nunca mirar atrás. No lo hagas, no hay nada que valga la pena recuperar y el crecer como hemos crecido, no es otra cosa que tener la certeza de que lo sabes todo, pero en el fondo nunca dejamos de ser niños tímidos e inseguros de que el mundo nos coma por ir de sobrados. ¿Y qué? A la mierda el mundo, los raspones en las rodillas no son nada, créeme, con los golpes que recibirás de quienes cuidaste, de quienes salvaste y de quienes amaste algún día te harán más fuerte.
Sal, vive al límite y nunca, ante todo nunca, dejes de ser quien eres pese a que pierdas la fe, pese a esos días que se tornarán grises, o incluso brunos, no te conviertas en uno de esos a los que ahora repudias y tan solo se tú mismo, con tus cicatrices y con tus malos días, con esa sonrisa que recuerdo noche tras noche y día tras día, con ese corazón de oro que me dio una razón de vivir y me colmó en mi juventud de una alegría inmensa. No cambies, por favor. Porque yo lo he hecho y en el camino he dejado de ser yo misma, me he perdido y no encuentro una mano que pueda llevarme al sendero correcto. Insurrecta, sanguinaria y vacía por dentro. ¿Sabes? Echo en falta reemplazar las calles por tu lecho hasta convertirme en tu amante favorita, en la mujer que un día solo quisiste por capricho y llegaste a amar con locura. Echo de menos reemplazar las armas por un lienzo en donde dábamos rienda suelta a nuestra imaginación, tonalidades llamativas y garabatos sin sentidos en donde encontrábamos un sin fin de risas. El ruido que hacíamos ahora se ha convertido en silencio desde las penumbras, ya no me siento a ver el atardecer porque cuando lo hago, en vez de placer encuentro tristeza.
Te necesito a mi lado, pese a que el amor se ha apagado y tan solo quiera que me apoyes, que seas mi ancla, mi ángel guardián con el cual pueda resurgir de las cenizas cual fénix. Pero no vendrás, porque nosotros, mi querido amado, nunca miramos hacia atrás. Y ya para ponerle fin a estos sentimientos desparramados en una hoja sin valor y que acabará quemada y sin leer, te diré que no todo será tan malo, descuida. Vas a encontrar el sabor del cielo en los labios de quien menos lo pensabas, llegará ese alguien que con mirarte a los ojos logrará hacerte sentir como un niño sin importar los años que lleves encima. Despertará en ti ese temblor del alma cada vez que la acaricias como si todas las veces que vas a tocarla, fueran siempre la primera vez que lo haces. Y yo me quedaré envidiando la suerte que tienen, pero como fue mi decisión, acarrearé con sus consecuencias hasta que la muerte nos separe de una vez por todas.
Atentamente, tu fiel y cobarde Eretria.
* * *
La boca me sabe amarga y las lágrimas que derramo al año van dedicadas al amor que dejé escapar sin siquiera luchar, ese que murió en mis adentros cuando partí de la aldea. Las hojas las doblo con sumo mimo, embutiéndolas en el interior de una carta con dos emblemas unidos, el de mi clan Doriath y el suyo, Eytherzair. Me levanto del suelo, limpio los restos de tierra de mi trasero y me acerco al fuego que reseca la humedad que cae por mis pómulos, recelosa de que otros vean la debilidad de una guerrera que jamás debería tener emociones. El papel lo beso y en un acto enrabietado, la lanzo al fuego donde se perderá un contenido agrio, pero a su vez romántico que perdurará y hará llorar a nuestros ancestros.
Eretria Noorgard
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Sus mejillas se sonrosaban debido al gran fuego que crepitaba frente a ella. Había sido difícil llegar hasta allí; las multitudes nunca dejaban pasar amablemente a las personas de complexión pequeña como Thiel. Por eso, aunque su carta ya estaba consumiéndose en el fuego, se mantuvo quietecita en su lugar de la primera fila, no fuera cosa de que le robaran el sitio.
Su esquela, escrita a carbonilla con terribles errores ortográficos, era una misiva modesta y breve. En ella agradecía todas las amistades que llegaban frecuentemente a su vida, en medio de fantásticas aventuras y eventos quizás no tan alegres. Alzzul, John, Saltador, Hont, Timoteo, Boomer y Shimphony… El nombre de cada una de las personas con las que había compartido un suceso que marcara si vida estaba escrito allí. Para cada uno de ellos, un distinto tipo de amor tenía albergue en su pecho.
Suspiró, esbozando una leve sonrisa que le alegraba el meditabundo semblante cuando decidió que ya era momento de irse. No era una gran fanática de las aglomeraciones y estaba comenzando a agobiarse. No obstante, al alzar la mirada y poner por primera vez atención a los rostros que la rodeaban, sus brillantes ojos oliva se abrieron de par en par y sus labios se separaron, boqueando como un pez fuera del agua ese nombre que no conseguía resonar en su garganta. ¡Allí estaba! ¡Era ella! ¡Lo sabía, lo sabía! ¡Ya no tenía el cabello azul, su rostro no se cubría bajo una gruesa capa de maquillaje, pero del otro lado del fuego podía ver claramente el rostro de Shimphony Shappire! Más bien, el de Emily Shawn.
Ciertas personas la regañaron cuando se tomó el atrevimiento de correr alrededor del fogón para llegar al otro lado, donde se encontraba aquella chica que había visto ser consumida por un incendio, pero sabía que continuaba viva. No podía perder tiempo pidiendo permiso y, aunque le daba miedo pasar tan cerca de la hoguera, no se detuvo hasta llegar donde se proponía.
–¡El fuego nos separó y el fuego volvió a unirnos! –Vociferó, lanzándose a los brazos de la muchacha quien, sorprendida, tardó en devolverle el abrazo. Thiel dio un paso atrás y con una sonrisa de oreja a oreja rebuscó algo entre los pliegues de su ropa. Pronto, sacó una carta de naipe para enseñársela, quizás poniéndosela más cerca del rostro de lo que se habría considerado educado. –¡Sabía que estabas viva, lo sabía! –Y Emily, que ahora esbozaba una sonrisa idéntica a la de su camarada al tiempo en que ambas se miraban con los ojos empañados en lágrimas, ésta vez sí que la abrazó con fuerza. No eran amigas de toda la vida, sus caminos se habían cruzado durante una única y fatal noche. Sin embargo, el vínculo que compartían era especial e inquebrantable: Thiel había visto morir y renacer a aquella chica, y aquella chica le había enseñado a Thiel a ser valiente.
Tal como aquella vez Shimphony la había tomado de la mano para llevarla entre trotes y tirones a través del gran descampado de un Circo de los Horrores, Thiel le apretó la mano con el fin de arrastrarla lejos de la multitud y así, sin soltársela, alejarse en una caminata que le daría tiempo de preguntarle cómo estaba Boomer, qué hacían allí en Lunargenta, y a qué dedicaban ahora su vida aquellos enamorados, antaño payasos, ahora personas libres.
Su esquela, escrita a carbonilla con terribles errores ortográficos, era una misiva modesta y breve. En ella agradecía todas las amistades que llegaban frecuentemente a su vida, en medio de fantásticas aventuras y eventos quizás no tan alegres. Alzzul, John, Saltador, Hont, Timoteo, Boomer y Shimphony… El nombre de cada una de las personas con las que había compartido un suceso que marcara si vida estaba escrito allí. Para cada uno de ellos, un distinto tipo de amor tenía albergue en su pecho.
Suspiró, esbozando una leve sonrisa que le alegraba el meditabundo semblante cuando decidió que ya era momento de irse. No era una gran fanática de las aglomeraciones y estaba comenzando a agobiarse. No obstante, al alzar la mirada y poner por primera vez atención a los rostros que la rodeaban, sus brillantes ojos oliva se abrieron de par en par y sus labios se separaron, boqueando como un pez fuera del agua ese nombre que no conseguía resonar en su garganta. ¡Allí estaba! ¡Era ella! ¡Lo sabía, lo sabía! ¡Ya no tenía el cabello azul, su rostro no se cubría bajo una gruesa capa de maquillaje, pero del otro lado del fuego podía ver claramente el rostro de Shimphony Shappire! Más bien, el de Emily Shawn.
Ciertas personas la regañaron cuando se tomó el atrevimiento de correr alrededor del fogón para llegar al otro lado, donde se encontraba aquella chica que había visto ser consumida por un incendio, pero sabía que continuaba viva. No podía perder tiempo pidiendo permiso y, aunque le daba miedo pasar tan cerca de la hoguera, no se detuvo hasta llegar donde se proponía.
–¡El fuego nos separó y el fuego volvió a unirnos! –Vociferó, lanzándose a los brazos de la muchacha quien, sorprendida, tardó en devolverle el abrazo. Thiel dio un paso atrás y con una sonrisa de oreja a oreja rebuscó algo entre los pliegues de su ropa. Pronto, sacó una carta de naipe para enseñársela, quizás poniéndosela más cerca del rostro de lo que se habría considerado educado. –¡Sabía que estabas viva, lo sabía! –Y Emily, que ahora esbozaba una sonrisa idéntica a la de su camarada al tiempo en que ambas se miraban con los ojos empañados en lágrimas, ésta vez sí que la abrazó con fuerza. No eran amigas de toda la vida, sus caminos se habían cruzado durante una única y fatal noche. Sin embargo, el vínculo que compartían era especial e inquebrantable: Thiel había visto morir y renacer a aquella chica, y aquella chica le había enseñado a Thiel a ser valiente.
Tal como aquella vez Shimphony la había tomado de la mano para llevarla entre trotes y tirones a través del gran descampado de un Circo de los Horrores, Thiel le apretó la mano con el fin de arrastrarla lejos de la multitud y así, sin soltársela, alejarse en una caminata que le daría tiempo de preguntarle cómo estaba Boomer, qué hacían allí en Lunargenta, y a qué dedicaban ahora su vida aquellos enamorados, antaño payasos, ahora personas libres.
- Spoiler:
- Lo siento mucho. Sé que no debería estar posteando en el mismo tema con mis dos cuentas (Zatch y Thiel), pero siendo una ocasión especial no pude resistir tomarme tal atrevimiento. Quería participar desde la perspectiva de ambos, tan distintos. Si es una falta más grave de lo que creo, no tendré problema en borrar este post. También, de más está decir que no espero ninguna bonificación especial por esta segunda participación, simplemente dejar este escrito por acá, sin más, me basta.
Gracias de antemano por la comprensión <3
Thiel
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
- MENCIÓN:
- Zatch
Habían caminado tanto, pero tanto, para llegar a Lunargenta, que Ingela ya no sentía los pies. Sus piernas eran dos macizos troncos de roble que pesaban y dolían con cada paso. Por eso al llegar a la posada, iba en modo autómata y dejó a Helyare hablar. Siguió al posadero y a la elfa a la habitación y ni bien entró, dejó su mochila al pie del catre y se echó boca abajo sobre este, sin siquiera sacarse los zapatos. El sol despuntaba ya, pero ella no podría sobrevivir al día si no dormía algo. Ni bien su cabeza tocó la almohada, ella comenzó a roncar. Y es que antes de quedar acostada, ya se había quedado dormida.
Por eso no sintió a la elfa salir. Pero vaya que se asustó cuando abrió los ojos y no la encontró en la habitación. Lunargenta era una ciudad grande, bulliciosa, llena de gente, de calles, de recovecos y de peligros. No era que Helyare fuese una chica indefensa, era su amiga y juntas habían tenido que superar tantas situaciones peligrosas, que sentía que separadas no podrían sobrevivir. Rápidamente se levantó y como estaba vestida y calzada, solo se echó agua en la cara para despegarse las legañas y borrar el rastro de saliva que le cruzaba la mejilla. Estaba ya lista y presta a abrir la puerta cuando apareció la elfa.
–Buenos días– saludó la elfa bastante más animada que de costumbre. Ingela podía notar esas pequeñas diferencias en ella. -Hely, ¿dónde te habías metido?- increpó la dragona a la elfa. –He ido a buscar comida y, ¿sabes? Hoy celebran Ohdá, es el día de la fertilidad, el amor carnal y pasional, la unión fraternal y la conyugal– respondió Helyare. Ingela suspiró aliviada, y miró a la elfa ladeando la cabeza, con una media sonrisa. –Y te he traído esto– dijo la elfa sonriendo de una forma picaresca que extrañó a Ingela. Al ver el desproporcionado falo de la figurilla entendió y se ruborizó por completo. –Es una estatua del Dios Freyr. Si la tiras a las hogueras de la plaza te ayudará a encontrar el amor. Quién sabe… Tal vez encuentres a un dragón esta noche– dijo la elfa con esa picardía que nunca antes había mostrado. La joven dragona tomó la estatuilla con pudor -Sí, conozco la tradición... en Dundarak también celebramos Ohdá- dijo guardando a su pequeño Freyr en su bolso.
No se quedaron más tiempo en la habitación, Ingela quería ir a la fiesta en la plaza a ver las figuras arder y, por qué no, lanzar la figurilla que su amiga le había regalado. Porque sí, la elfa amargada de Helyare era su amiga, de lo contrario, no le haría semejantes regalos, ¿cierto?
Se veía el humo y a medida que se acercaban a las enormes figuras, la multitud crecía y era más difícil avanzar. Pero a punta de codazos llegaron junto a ellas. –Por cierto, Ingela. ¿Sabes que a las chicas vírgenes les marcan de rojo la frente?– le dijo la elfa señalando con un gesto de la cabeza a unas muchachas con el rostro manchado de rojo -Sí. Sé.- respondió Ingela marcando las eses. –Ve a pintarte, allí están los que tienen el cuenco. Seguro que a tu futuro dragón le gustará, tengo entendido que a los hombres les suelen gustar vírgenes… aunque no lo entiendo. Son bastante extraños– dijo la elfa y ya ahí Ingela se indignó -¿Pero qué? ¿QUÉ tienes contra mi virginidad? ¡Déjala ahí! ¡Está feliz! ¡Tranquila y contenta!- replicó la dragona con el rostro rojo como un tomate, tanto que no necesitaba irse a echar sangre de puerco, porque ya parecía pintada.
Pero la elfa no le prestó mucha atención e igual la llevó para que la marcaran. Ingela se sentía entre avergonzada y humillada, pero si permitió que la pintaran sin objetar... era porque en el fondo sí que le gustaría conocer a ese varonil dragón que la ayudara a perpetuar las tradiciones de su raza y estirpe. Soñaba con un dragón honorable que siguiera las tradiciones, fuerte, vigoroso, de tupida y cuidada barba, su melena en larga trenza, cuya mirada fuese capaz de helar de miedo y derretir el corazón de la dragona. De brazos largos y espalda ancha y fuerte, que con ternura y delicadeza la abrazaran y cobijaran en las noches pero que en la batalla pudieran romper los huesos de los enemigos. Y por último, que cuando se transformara, fuese un dragón imponente de rugido penetrante, grave y sonoro. De solo pensar en su dragón ideal, la chica se sonreía y se le aceleraban los latidos.
En eso, Helyare encontró a un conocido y los presentó -Hola Adie, soy Ingela, un gusto conocerte- le dijo sonriendo alegremente. Le gustaba conocer nuevas personas y si a Hely le caía bien, seguramente a ella le caería mejor. De repente, y con una alegría impropia de la elfa, Helyare dijo –Ella sí va a tirar al fuego una estatua. ¡A ver si los dioses le conceden el amor!–. Ingela abrió los ojos de par en par, avergonzada, pero cuando se dió cuenta que la elfa estaba usándola para bromear, la dragona volteo los ojos -Sii... seee... seeee...- dijo ella y la dejó con Adie mientras se acercaba a las estatuas que ardían. No se alejó mucho, solo lo suficiente. Si giraba la cabeza, podía ver a la elfa con el chico.
Se detuvo a admirar las enormes figuras talladas. La sombra de las llamas daban la ilusión de moverlos. Ingela imaginó que Freya y Freyr miraban a las personas que se congregaban a su alrededor y lanzaban sus cartas y figuras al fuego con fe y devoción. Quizás... quizás estos dioses de verdad estaban atentos a las peticiones y súplicas de las personas allí reunidas. Además, estaban pidiendo aquello que es lo más hermoso, pedían por el amor y sus seres queridos. Así que, ¿por qué no? Ingela sacó la figurilla que le dio Helyare y la miró, depositando en ella todas las virtudes del hombre que anhelaba, la lanzó al fuego. Sonrió ilusionada al verla arder.
-¡Una carta!- dijo y apresuradamente sacó su cuaderno de notas y un lápiz. Decidió hacer una sola carta en la que pedía por la vida y el bienestar de aquellos a quienes amaba y quería. Por su madre, su padre, su abuela y sus hermanos pidió primero, pues eran su eje, su punto de partida. Luego por los amigos cercanos; por su elfa gruñona y loca, por el mago de la cara pintada, por el elfo del cabello naranja, por Lourine y el amiguito peludo y por el pequeño pero valiente Hont. Recordó entonces al Mago y su amada Hada, al viejito que le regaló una flor de palo de rosa y a León, el gato-hombre de pelaje lustroso. Sonreía al recordar a cada uno. Al terminar de escribir sus buenos deseos por ellos, dobló la carta y la lanzó al fuego.
Se quedó pegada viendo la carta arder y esperó con todas sus fuerzas que Freya y Freyr la leyeran. Fue entonces que miró al rededor, todos miraban al fuego, seguramente a sus propias cartas, y tenían esa misma mirada de esperanza y fe. Entre ellos, un enorme zorro-hombre de cola esponjosa le llamó la atención. ¿El también querría encontrar un par que lo amara? Por como miraba al fuego, Ingela creyó que sí y lo encontró tan adorable que se lo quedó mirando un buen rato hasta que agarró el valor de hablarle. Se acercó despacio y sin mirarlo directamente, le habló -¿Crees que nos estén escuchando realmente? Yo espero que sí...- dijo y miró de reojo al zorro-hombre esperando que le respondiera.
Última edición por Ingela el Vie Feb 17 2017, 12:10, editado 1 vez
Ingela
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Sus ojos se habían perdido en el fuego y su mente viajó más lejos aún. Intentaba descifrar el motivo por el cual todavía no se había largado de allí. ¿Qué esperaba? ¿Qué alguna de las deidades apareciese para decirle que rezaba en vano, que alguien como él no merecía ni un ápice de cariño? ¡Patrañas! Sabía muy bien que sus acciones no eran las más honradas, pero ¿cuánta gente peor que él tenía alguien que le amara? Zatch no sería menos, claro que no. Aunque, pensándolo bien, ¿por qué nunca nadie se fijaba en él? Gruñó y se olió el hombro disimuladamente. No, no olía mal… siempre y cuando el olor a perro fuese bueno. Bah, a él le gustaba, tenía un toque campestre. ¿Sería su apariencia? ¿Era demasiado peludo? Quizás si se afeitaba…
Cada pensamiento dibujaba en su rostro una expresión distinta. Por momentos sonreía, luego fruncía el ceño y finalmente se encogía de hombros, como restándose importancia a sí mismo. Fue entonces cuando su oreja izquierda se sacudió en reacción a una voz femenina proveniente de ese mismo lado, y el zorro ladeó suavemente la cabeza para observar a quien le hablaba. Difícil sería decir si el brillo en su mirada se debió al resplandor de las llamas, o a la visión de una joven con cabellos de oro y voz angelical (bueno, quizás el contexto lo había puesto más emotivo de lo normal y todo le parecía mucho más llamativo) quien le hablaba con naturalidad, como si se conociesen desde hacía tiempo. Zatch tragó saliva y pestañeó preguntándose si realmente le estaría hablando a él, pues no era usual que la gente se dirigiese tan amablemente a un zorro bípedo de metro ochenta. Finalmente, pasada la sorpresa, respiró profundo y esbozó la mejor de sus sonrisas.
–Oh, yo creo que sí están escuchando. Sí, sí, sin duda. –Declaró, con el pecho hinchado y las orejas bien erguidas. –Vaya, –pensó– ¡estos dioses sí que actúan rápido!– Al parecer era Freya la que actuaba con mayor celeridad, dado que a los pocos minutos de consumirse la estatuilla femenina, ya le había puesto a una rubiecita a su lado. ¡Sin duda eso era obra de los dioses! No podía ser solamente una casualidad, ¿verdad?
El peludo muchacho, envalentonado y agradecido por la rápida recompensa a su fe, decidió que debía dar el primer paso para hacer valer el “milagro”. Volteó por un momento y con mucho disimulo, aprovechando un instante en que la joven no lo estaba mirando, tomó, de la trenza de una mujer que tenía a su otro costado, una de las tantas flores que adornaban el peinado. Volvió a encarar a la joven rubia y se inclinó ligeramente hacia ella para llamar su atención de nuevo. –Disculpa, tienes algo allí. Permíteme… – Entonces llevó una mano al costado de su rostro sin tocarla y, como quien hiciera un truco de magia, “sacó” la flor de detrás de su oreja, ofreciéndosela para que la tomase.
La expresión de Zatch era astuta y pérfida, y sus acciones muy cuestionables. Pero su sonrisa… su sonrisa podía llegar a ser realmente encantadora.
Cada pensamiento dibujaba en su rostro una expresión distinta. Por momentos sonreía, luego fruncía el ceño y finalmente se encogía de hombros, como restándose importancia a sí mismo. Fue entonces cuando su oreja izquierda se sacudió en reacción a una voz femenina proveniente de ese mismo lado, y el zorro ladeó suavemente la cabeza para observar a quien le hablaba. Difícil sería decir si el brillo en su mirada se debió al resplandor de las llamas, o a la visión de una joven con cabellos de oro y voz angelical (bueno, quizás el contexto lo había puesto más emotivo de lo normal y todo le parecía mucho más llamativo) quien le hablaba con naturalidad, como si se conociesen desde hacía tiempo. Zatch tragó saliva y pestañeó preguntándose si realmente le estaría hablando a él, pues no era usual que la gente se dirigiese tan amablemente a un zorro bípedo de metro ochenta. Finalmente, pasada la sorpresa, respiró profundo y esbozó la mejor de sus sonrisas.
–Oh, yo creo que sí están escuchando. Sí, sí, sin duda. –Declaró, con el pecho hinchado y las orejas bien erguidas. –Vaya, –pensó– ¡estos dioses sí que actúan rápido!– Al parecer era Freya la que actuaba con mayor celeridad, dado que a los pocos minutos de consumirse la estatuilla femenina, ya le había puesto a una rubiecita a su lado. ¡Sin duda eso era obra de los dioses! No podía ser solamente una casualidad, ¿verdad?
El peludo muchacho, envalentonado y agradecido por la rápida recompensa a su fe, decidió que debía dar el primer paso para hacer valer el “milagro”. Volteó por un momento y con mucho disimulo, aprovechando un instante en que la joven no lo estaba mirando, tomó, de la trenza de una mujer que tenía a su otro costado, una de las tantas flores que adornaban el peinado. Volvió a encarar a la joven rubia y se inclinó ligeramente hacia ella para llamar su atención de nuevo. –Disculpa, tienes algo allí. Permíteme… – Entonces llevó una mano al costado de su rostro sin tocarla y, como quien hiciera un truco de magia, “sacó” la flor de detrás de su oreja, ofreciéndosela para que la tomase.
La expresión de Zatch era astuta y pérfida, y sus acciones muy cuestionables. Pero su sonrisa… su sonrisa podía llegar a ser realmente encantadora.
Zatch
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Ingela sonreía ampliamente, y el truco de la flor en la oreja le encantó -Vaya, además de tener una cola peluda, haces magia, qué ser más intrigante eres- le dijo de buena gana, tomando la florecilla que le ofrecía el zorro-hombre. -Soy Ingela- le dijo. -¿Has hecho ya tu petición a los dioses?- preguntó. Obviamente que lo había hecho todos allí estaban porque querían pedirle algo a Freyr y Freya, excepto el amigo de Helyare, quien al parecer se lamentaba por todas las cartas que la gente estaba quemando. Pero bueno, de algo había que hablar.
-Las figuras están hermosas, son pura perfección. En Dundarak tendrán que esforzarse el próximo año si quieren igualar a los artesanos de Lunargenta- comentó, alternando su mirada entre las figuras y el zorro-hombre. Era la primera vez que veía a un hombre bestia que fuese zorro. No es que conociera muchos hombres bestia tampoco, y le causaban una enorme curiosidad, sobre todo si eran animales que a ella le gustaban y los zorros ocupaban uno de los lugares más altos en su lista de animales favoritos. Eran peludos e inteligentes, dos atributos muy importantes, además de tiernos. Entonces poder interactuar con uno gigante, le parecía algo imperdible.
-Los zorros son de mis animales favoritos- le dijo finalmente, honesta como era ella. -No más que los gatos, pero puedo decir que comparten el segundo lugar con los caballos- dijo sonriendo y sin pensar si aquello sería ofensivo o no para un hombre bestia. Ella continuaba sonriendo, interesada realmente en conocer a aquel hombre. Aunque siempre se preguntó si eran hombres con forma de animales o si eran animales a quienes les habían dado forma y mente humana. ¿Sería lo mismo que ella transformada en dragón? Ella en su forma alada seguía siendo ella, pensaba y sentía como Ingela, aunque a veces le costaba controlar sus instintos, pero no podía hablar. Ellos sí. Se moría de ganas por preguntarle.
Recordó entonces a su elfa, así que volteó para darle un vistazo. Allí seguía junto a su amigo Adie. Ingela sonrió y volvió a mirar al zorro-hombre, sabiendo que todo estaba bien, por el momento.
-Las figuras están hermosas, son pura perfección. En Dundarak tendrán que esforzarse el próximo año si quieren igualar a los artesanos de Lunargenta- comentó, alternando su mirada entre las figuras y el zorro-hombre. Era la primera vez que veía a un hombre bestia que fuese zorro. No es que conociera muchos hombres bestia tampoco, y le causaban una enorme curiosidad, sobre todo si eran animales que a ella le gustaban y los zorros ocupaban uno de los lugares más altos en su lista de animales favoritos. Eran peludos e inteligentes, dos atributos muy importantes, además de tiernos. Entonces poder interactuar con uno gigante, le parecía algo imperdible.
-Los zorros son de mis animales favoritos- le dijo finalmente, honesta como era ella. -No más que los gatos, pero puedo decir que comparten el segundo lugar con los caballos- dijo sonriendo y sin pensar si aquello sería ofensivo o no para un hombre bestia. Ella continuaba sonriendo, interesada realmente en conocer a aquel hombre. Aunque siempre se preguntó si eran hombres con forma de animales o si eran animales a quienes les habían dado forma y mente humana. ¿Sería lo mismo que ella transformada en dragón? Ella en su forma alada seguía siendo ella, pensaba y sentía como Ingela, aunque a veces le costaba controlar sus instintos, pero no podía hablar. Ellos sí. Se moría de ganas por preguntarle.
Recordó entonces a su elfa, así que volteó para darle un vistazo. Allí seguía junto a su amigo Adie. Ingela sonrió y volvió a mirar al zorro-hombre, sabiendo que todo estaba bien, por el momento.
Ingela
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Era hora de emprender un largo viaje, uno que me haría descubrir el mundo. Todo lo que no había visto ahora era el momento. Un recorrido trascendental que me haría conocerme, ver en mi interior y así, liberarme de mis ataduras. Mi primera parada era la capital, el hogar del rey, (todo sea dicho con un tono ciertamente irónico) Lunargenta. Pero no voy solo, Freya, la bella mujer con la que tengo el gusto de pasar todo el tiempo que puedo me acompaña.
Mientras caminábamos ya muy al sur de nuestros territorios escuchábamos con más frecuencia la llegada de un día muy especial para los enamorados, dicen que en la plaza arden dos estatuas enormes y tan perfectas que el fuego que las envuelve se asemeja a la pasión de la pareja. No cesaba de sonreír mientras nos movíamos. Sobretodo le hacía ilusión a Freya pero aunque escondida, algo recorría mi interior que me empujaba a arrojar una carta declarando todo lo que sentía por ella.
Poco a poco y junto a ella voy pensando que debería escribir, ¿debería ser muy dulce o con muescas agrias? No llego a una decisión por lo que lo escribiría al momento con mi corazón como único guía.
-Según los aldeanos queda poco para la capital, mañana ya podremos ver los picos del castillo sin duda, verás que emocionante...Y da la casualidad que mañana también es San Valentín - Dejo caer esto último mientras agarro su mano, acariciándola con el pulgar lentamente. Algo me llama a recorrer esos labios, acariciar sus caderas..unir nuestros corazones..
Al día siguiente llegamos a la capital, agotados por el largo camino pero emocionados. Gran cantidad de gente recorría las calles, me imaginaba una gran multitud, ¿pero tanta?, era dificultoso incluso caminar sin chocarte con alguien cada poco tiempo. El inmensa cantidad de gente parecía tener un recorrido en común por lo que ambos decidimos seguirlo. No tardamos en alcanzar nuestro objetivo, las dos estatuas de los dioses, Freya y Freyr. Era curioso que la que para mi era mi diosa se llamaba igual que la de la religión humana.
Alejándome un poco de mi enamorada empiezo a escribir en la carta la cual habíamos conseguido en una aldea anterior, parecía que le habíamos gustado a la posadera.
Una vez terminada la carta la cierro sin dejarla ver pues era obra de lo más profundo de mi cerrado corazón y junto la suya, cogidos de la mano, las arrojamos al fuego junto las demás cartas y estatuillas de la población de la capital.
Mientras caminábamos ya muy al sur de nuestros territorios escuchábamos con más frecuencia la llegada de un día muy especial para los enamorados, dicen que en la plaza arden dos estatuas enormes y tan perfectas que el fuego que las envuelve se asemeja a la pasión de la pareja. No cesaba de sonreír mientras nos movíamos. Sobretodo le hacía ilusión a Freya pero aunque escondida, algo recorría mi interior que me empujaba a arrojar una carta declarando todo lo que sentía por ella.
Poco a poco y junto a ella voy pensando que debería escribir, ¿debería ser muy dulce o con muescas agrias? No llego a una decisión por lo que lo escribiría al momento con mi corazón como único guía.
-Según los aldeanos queda poco para la capital, mañana ya podremos ver los picos del castillo sin duda, verás que emocionante...Y da la casualidad que mañana también es San Valentín - Dejo caer esto último mientras agarro su mano, acariciándola con el pulgar lentamente. Algo me llama a recorrer esos labios, acariciar sus caderas..unir nuestros corazones..
Al día siguiente llegamos a la capital, agotados por el largo camino pero emocionados. Gran cantidad de gente recorría las calles, me imaginaba una gran multitud, ¿pero tanta?, era dificultoso incluso caminar sin chocarte con alguien cada poco tiempo. El inmensa cantidad de gente parecía tener un recorrido en común por lo que ambos decidimos seguirlo. No tardamos en alcanzar nuestro objetivo, las dos estatuas de los dioses, Freya y Freyr. Era curioso que la que para mi era mi diosa se llamaba igual que la de la religión humana.
Alejándome un poco de mi enamorada empiezo a escribir en la carta la cual habíamos conseguido en una aldea anterior, parecía que le habíamos gustado a la posadera.
Carta a la diosa Freya y al dios Freyr.
Dedicada a Freya.
Querida amada mía, no se si fue casualidad que aquel dia te encontrase en el bosque, dañada y temerosa. Que tras un tiempo juntos y desde el primer día, hayas echado raíces en mi corazón, que el tiempo que estoy a tu lado vuelta y el que estamos separados parece una eternidad. Ni mil infiernos serían suficiente castigo si algún día llegase a perderte. Por eso, hoy, rezamos a los dioses humanos en un acto de herejía por nuestro amor incondicional. Para que estemos juntos, a gusto de ambos.
Eres lo más importante para mí y quiero que sepas que te añoro cada vez que nos damos la espalda...siento que tengas que aguantarme tal y como soy.
Te quiero
Dedicada a Freya.
Querida amada mía, no se si fue casualidad que aquel dia te encontrase en el bosque, dañada y temerosa. Que tras un tiempo juntos y desde el primer día, hayas echado raíces en mi corazón, que el tiempo que estoy a tu lado vuelta y el que estamos separados parece una eternidad. Ni mil infiernos serían suficiente castigo si algún día llegase a perderte. Por eso, hoy, rezamos a los dioses humanos en un acto de herejía por nuestro amor incondicional. Para que estemos juntos, a gusto de ambos.
Eres lo más importante para mí y quiero que sepas que te añoro cada vez que nos damos la espalda...siento que tengas que aguantarme tal y como soy.
Te quiero
Una vez terminada la carta la cierro sin dejarla ver pues era obra de lo más profundo de mi cerrado corazón y junto la suya, cogidos de la mano, las arrojamos al fuego junto las demás cartas y estatuillas de la población de la capital.
- Spoiler:
- Acompañado de Freya Lathman
Última edición por Lycon el Lun Feb 20 2017, 23:11, editado 1 vez
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
‹‹ […] Cada día que pasa me alejo más de ti, te sigo amando pero sé que si me vieras no me corresponderías como antes. Ya no soy la misma que te esperaba en Sandorai. No soy la guerrera de quien te enamoraste. No soy nadie, realmente, sólo una traidora. Y por eso no merezco que vuelvas a quererme. Sé que tú también pensarías lo mismo. Añoro tus besos, tus abrazos, tus caricias, a ti. Lo que más añoro es saber que jamás podre volver a estar cerca de ti. Y sin embargo, pienso en ti cada día, pese a que me aleje.
Ahora sólo quiero que regreses y… […] ››
Las llamas que quemaban las gigantescas estatuas de Freyr y Freya bailaban ante los verdes ojos de la elfa que, distraída, contemplaba las llamas, ajena a todo. No podía tirar una carta para Arzhak. Sí, era su prometido, hubiese sido bonito que ambos hubiesen podido lanzar una al fuego, juntos. Pero era imposible ya. Las normas estaban claras y ella ya no pertenecía a Sandorai.
–Buenas noches, señora Ingela. Soy Adie, cibernético mensajero y otras muchas funciones. –El robot se había levantado y, dirigiéndose hacia a la dragona, hizo una reverencia.
Su mente voló ante el crepitar de las llamas y las cenizas de múltiples papeles, hasta la noche de hacía unas dos semanas. Le tocó hacer la guardia del final, como casi siempre, y mientras contemplaba el fuego, como en ese momento, decidió escribir algo que carcomía su mente a cada rato. Estaba cometiendo unos errores prácticamente imperdonables. Sus sentimientos estaban completamente divididos y ninguna de las dos partes era legítima de seguir. Tenía que desahogarse, liberar sus pensamientos, y decidió plasmarlo todo en una hoja, pero esta vez no iban dirigidos a su prometido.
‹‹ […] ¿Por qué desde que te conozco me has acompañado en mi camino? Nunca pude explicar cuánto aprecio te tenía. Todos los días se me iluminaba la cara al verte y cuando nos separamos mi alma se rompió al pensar que te perdía. Tú, mi apoyo.
Volver a verte reconstruyó mi corazón hecho pedazos, fuiste un haz de luz en la extrema oscuridad en la que me encontraba, y de la que aún no consigo salir. Y tú sigues iluminando mi camino.
Pero me siento mal por dejarte hacerlo. No es justo para ti. Te estoy poniendo en peligro y, sin embargo, no consigo alejarme de ti. Me repugno a mí misma por este egoísmo. Si supieras toda la verdad te perdería antes de lo esperado. […] ››
–¿No siente admiración, mi señora elfa? –El biocibernético se volvió a sentar al lado de la elfa cuando la joven dragona se fue.
También había familias tirando sus cartas. Muchos agradecían a sus amigos. Y si los dioses pudieran concederle a una persona, tenía claro a quién elegiría aunque fuese durante unos segundos: su hermana. Sin dejar de mirar las llamas, ensimismada en su mundo recordó a la pequeña elfa.
‹‹Luinil, me encantaría explicarte lo que pasó. Sé que no quieres volver a saber de mí, pero extraño tanto abrazarte, estar contigo… Necesito volver a verte y que me escuches. He fallado, pero me hubiese encantado poder despedirme de ti. ››
–Señora elfa.
Escuchó la voz de Adie mientras su vista estaba perdida en el sinuoso movimiento de las llamas. De golpe “despertó” y giró la cabeza para mirar al cibernético. –¿Sí? Perdona. –Se disculpó por no haberle hecho caso. –¿Qué me decías?
Su mente se había perdido hacía unos segundos cuando vio a una chiquilla de cabello moreno lanzar una carta y lo último que recordaba de la hoguera era ver cómo se consumía el papel.
–¿Está bien, señora? Entre mis muchas funciones no está la de leer la mente y he visto que estaba muy perdida en sus propios pensamientos. ¿Le preocupa algo?
–No, Adie. –La elfa hablaba despacio, midiendo sus palabras para pronunciar todo bien. –Sólo me distraje viendo el fuego. El papel se consume muy rápido y…
En ese momento se fijó que la cara del robot cambió al volver a recordar que su herramienta de trabajo, las cartas, esa noche estaban siendo quemadas sin piedad.
–¡Lo siento! –Se volvió a disculpar la elfa al fijarse que le había hecho daño. –Vamos, Adie, piensa que estas cartas no necesitan mensajero. Si lo necesitasen te las darían a ti. Son cartas que, bueno… Lo que hay escrito no quieren que la otra persona lo sepa. Por eso las queman. Y piden ayuda a los dioses porque admiran a alguien y no son correspondidos o ni siquiera quieren que la otra persona lo sepa. Esperan que la voluntad de Freyr y Freya los ayude con su amor. –Le volvió a explicar a sabiendas de que la anterior explicación había servido para que dejarse de estar tan triste. –Es como la carta que encontramos en Sandorai. No tenía destinatario, pero estaba escrita a alguien de quien estaba enamorado. –Sonrió de medio lado, de forma muy leve y colocó la mano sobre el hombro de Adie para reconfortarlo un poco. Luego pasó la vista por la gente, buscando a la dragona, que ahora estaba tirando una carta. –Mira, hasta Ingela va a pedir a los dioses que la ayuden con alguien por quien siente admiración.
–Y usted, mi señora elfa, ¿no tiene cartas de admiración? –Preguntó de nuevo el cibernético usando las mismas palabras que la elfa.
–No, yo no tengo cartas de ese tipo. –Dijo volviendo la vista hacia Adie y al instante, al fuego. Pero el biocibernético no se lo creyó. Sabía que la señora elfa mentía. Entre sus muchas funciones estaba la de detectar mentiras mediante sus constantes vitales y en el momento en que lo había negado tenía su tenue mano sobre el robot.
–Mentira. –El tono de voz del robot cuando dijo eso parecía metálico. Helyare volvió la vista hacia él, de nuevo, algo molesta y desconcertada. Mas Adie volvió a cambiar su noto al habitual. –Discúlpeme, mi señora. He podido averiguar que no es cierto que no tenga cartas. Por supuesto, si quisiera enviarlas, cuente conmigo para hacérselas llegar a los destinatarios.
–Son cartas que nunca serán leídas. –Dijo tajante la elfa, esta vez sin mirar a Adie, colocando las manos en su regazo, sobre el arco. Ese comentario cambió la expresión del robot. No le gustaban las cartas que no iban a ser leídas. Era mensajero, su función principal era entregar cartas. ¿Cómo iba a entregarlas si no las iban a leer? Ni siquiera podía procesar las probabilidades exactas de que las cartas de la elfa pudieran ser leídas. Las otras razas no calculaban tan bien como él ese tipo de cosas, muchas veces eran negativos, como lo había sido Helyare. Y tenían probabilidades, aunque fuera un 1%. Un 1% no era un “no” rotundo como muchos pensaban. Aunque él prefería poner un 9 detrás de ese 1. Le daba tranquilidad ese número: 19. Justo los minutos que llevaban ellos dos hablando antes de que la elfa se levantase ante la perpleja mirada de Adie.
Helyare había visto a una elfa totalmente cubierta lanzar una carta. Eso no sería raro si no fuera porque el emblema de su clan estaba en el sobre. Las dos hojas unidas por uno de los picos, casi en diagonal. No cabía duda, era el emblema Eytherzair. Pero estaba unido a otro, el del clan Doriath. Había escuchado hablar de ese clan, eran aliados cuando estaba en Sandorai. Desde siempre habían sido clanes hermanados.
Al principio le dio miedo acercarse, temía otra humillación, juicio u oleada de insultos hacia ella pero cuando pudo fijarse mejor en la elfa pudo ver que no llevaba la típica capa verde esmeralda típica de su clan, ni los colores. No, si fuera Eytherzair luciría todos los símbolos posibles para hacer ver a qué clan pertenecía.
–Dame un momento. –Le dijo al robot mientras se iba hacia la muchacha. Adie no supo qué hacer, así que permaneció ahí, mientras Helyare se colocaba cerca de la muchacha. –Alassëa lómë, quendi. Eytherzairinta coltanna. Selman mana rúmalyë tannaa rúnyassë? –Susurró cuando estuvo a una distancia prudencial en la que sabía que podía oírla bien. Entre el bullicio y la fiesta pocos se darían cuenta de que esas dos elfas estaban hablando de algo ajeno a la Ohdá.
Pasó de refilón la vista por el lugar, buscando a la dragona. Como se había movido de sitio esperaba que ella pudiese encontrarla fácilmente, aunque no estaba muy lejos de su posición anterior con el robot. Estaba por ahí disfrutando de la celebración así que no se preocupó. Últimamente le había cogido cariño a esa muchacha. Le gustaba picarla, sobretodo porque era muy pudorosa y rápidamente se enfadaba con ciertos temas. Pero lo hacía de broma, era con la única con quien dejaba ver un poco esa parte suya más animada.
Pero ahora estaba pendiente de la elfa que había arrojado la carta con los símbolos de los clanes. ¿Por qué? ¿A quién iba dirigida? ¿A quién conocía? Por otra parte quería mantenerse al margen así que se aseguró que su emblema estuviese tapado, pues no podía lucirlo y no quería que la relacionasen con su antiguo clan puesto que podía meterse en algún que otro lío si la descubrían.
Ahora sólo quiero que regreses y… […] ››
Las llamas que quemaban las gigantescas estatuas de Freyr y Freya bailaban ante los verdes ojos de la elfa que, distraída, contemplaba las llamas, ajena a todo. No podía tirar una carta para Arzhak. Sí, era su prometido, hubiese sido bonito que ambos hubiesen podido lanzar una al fuego, juntos. Pero era imposible ya. Las normas estaban claras y ella ya no pertenecía a Sandorai.
–Buenas noches, señora Ingela. Soy Adie, cibernético mensajero y otras muchas funciones. –El robot se había levantado y, dirigiéndose hacia a la dragona, hizo una reverencia.
Su mente voló ante el crepitar de las llamas y las cenizas de múltiples papeles, hasta la noche de hacía unas dos semanas. Le tocó hacer la guardia del final, como casi siempre, y mientras contemplaba el fuego, como en ese momento, decidió escribir algo que carcomía su mente a cada rato. Estaba cometiendo unos errores prácticamente imperdonables. Sus sentimientos estaban completamente divididos y ninguna de las dos partes era legítima de seguir. Tenía que desahogarse, liberar sus pensamientos, y decidió plasmarlo todo en una hoja, pero esta vez no iban dirigidos a su prometido.
‹‹ […] ¿Por qué desde que te conozco me has acompañado en mi camino? Nunca pude explicar cuánto aprecio te tenía. Todos los días se me iluminaba la cara al verte y cuando nos separamos mi alma se rompió al pensar que te perdía. Tú, mi apoyo.
Volver a verte reconstruyó mi corazón hecho pedazos, fuiste un haz de luz en la extrema oscuridad en la que me encontraba, y de la que aún no consigo salir. Y tú sigues iluminando mi camino.
Pero me siento mal por dejarte hacerlo. No es justo para ti. Te estoy poniendo en peligro y, sin embargo, no consigo alejarme de ti. Me repugno a mí misma por este egoísmo. Si supieras toda la verdad te perdería antes de lo esperado. […] ››
–¿No siente admiración, mi señora elfa? –El biocibernético se volvió a sentar al lado de la elfa cuando la joven dragona se fue.
También había familias tirando sus cartas. Muchos agradecían a sus amigos. Y si los dioses pudieran concederle a una persona, tenía claro a quién elegiría aunque fuese durante unos segundos: su hermana. Sin dejar de mirar las llamas, ensimismada en su mundo recordó a la pequeña elfa.
‹‹Luinil, me encantaría explicarte lo que pasó. Sé que no quieres volver a saber de mí, pero extraño tanto abrazarte, estar contigo… Necesito volver a verte y que me escuches. He fallado, pero me hubiese encantado poder despedirme de ti. ››
–Señora elfa.
Escuchó la voz de Adie mientras su vista estaba perdida en el sinuoso movimiento de las llamas. De golpe “despertó” y giró la cabeza para mirar al cibernético. –¿Sí? Perdona. –Se disculpó por no haberle hecho caso. –¿Qué me decías?
Su mente se había perdido hacía unos segundos cuando vio a una chiquilla de cabello moreno lanzar una carta y lo último que recordaba de la hoguera era ver cómo se consumía el papel.
–¿Está bien, señora? Entre mis muchas funciones no está la de leer la mente y he visto que estaba muy perdida en sus propios pensamientos. ¿Le preocupa algo?
–No, Adie. –La elfa hablaba despacio, midiendo sus palabras para pronunciar todo bien. –Sólo me distraje viendo el fuego. El papel se consume muy rápido y…
En ese momento se fijó que la cara del robot cambió al volver a recordar que su herramienta de trabajo, las cartas, esa noche estaban siendo quemadas sin piedad.
–¡Lo siento! –Se volvió a disculpar la elfa al fijarse que le había hecho daño. –Vamos, Adie, piensa que estas cartas no necesitan mensajero. Si lo necesitasen te las darían a ti. Son cartas que, bueno… Lo que hay escrito no quieren que la otra persona lo sepa. Por eso las queman. Y piden ayuda a los dioses porque admiran a alguien y no son correspondidos o ni siquiera quieren que la otra persona lo sepa. Esperan que la voluntad de Freyr y Freya los ayude con su amor. –Le volvió a explicar a sabiendas de que la anterior explicación había servido para que dejarse de estar tan triste. –Es como la carta que encontramos en Sandorai. No tenía destinatario, pero estaba escrita a alguien de quien estaba enamorado. –Sonrió de medio lado, de forma muy leve y colocó la mano sobre el hombro de Adie para reconfortarlo un poco. Luego pasó la vista por la gente, buscando a la dragona, que ahora estaba tirando una carta. –Mira, hasta Ingela va a pedir a los dioses que la ayuden con alguien por quien siente admiración.
–Y usted, mi señora elfa, ¿no tiene cartas de admiración? –Preguntó de nuevo el cibernético usando las mismas palabras que la elfa.
–No, yo no tengo cartas de ese tipo. –Dijo volviendo la vista hacia Adie y al instante, al fuego. Pero el biocibernético no se lo creyó. Sabía que la señora elfa mentía. Entre sus muchas funciones estaba la de detectar mentiras mediante sus constantes vitales y en el momento en que lo había negado tenía su tenue mano sobre el robot.
–Mentira. –El tono de voz del robot cuando dijo eso parecía metálico. Helyare volvió la vista hacia él, de nuevo, algo molesta y desconcertada. Mas Adie volvió a cambiar su noto al habitual. –Discúlpeme, mi señora. He podido averiguar que no es cierto que no tenga cartas. Por supuesto, si quisiera enviarlas, cuente conmigo para hacérselas llegar a los destinatarios.
–Son cartas que nunca serán leídas. –Dijo tajante la elfa, esta vez sin mirar a Adie, colocando las manos en su regazo, sobre el arco. Ese comentario cambió la expresión del robot. No le gustaban las cartas que no iban a ser leídas. Era mensajero, su función principal era entregar cartas. ¿Cómo iba a entregarlas si no las iban a leer? Ni siquiera podía procesar las probabilidades exactas de que las cartas de la elfa pudieran ser leídas. Las otras razas no calculaban tan bien como él ese tipo de cosas, muchas veces eran negativos, como lo había sido Helyare. Y tenían probabilidades, aunque fuera un 1%. Un 1% no era un “no” rotundo como muchos pensaban. Aunque él prefería poner un 9 detrás de ese 1. Le daba tranquilidad ese número: 19. Justo los minutos que llevaban ellos dos hablando antes de que la elfa se levantase ante la perpleja mirada de Adie.
Helyare había visto a una elfa totalmente cubierta lanzar una carta. Eso no sería raro si no fuera porque el emblema de su clan estaba en el sobre. Las dos hojas unidas por uno de los picos, casi en diagonal. No cabía duda, era el emblema Eytherzair. Pero estaba unido a otro, el del clan Doriath. Había escuchado hablar de ese clan, eran aliados cuando estaba en Sandorai. Desde siempre habían sido clanes hermanados.
Al principio le dio miedo acercarse, temía otra humillación, juicio u oleada de insultos hacia ella pero cuando pudo fijarse mejor en la elfa pudo ver que no llevaba la típica capa verde esmeralda típica de su clan, ni los colores. No, si fuera Eytherzair luciría todos los símbolos posibles para hacer ver a qué clan pertenecía.
–Dame un momento. –Le dijo al robot mientras se iba hacia la muchacha. Adie no supo qué hacer, así que permaneció ahí, mientras Helyare se colocaba cerca de la muchacha. –Alassëa lómë, quendi. Eytherzairinta coltanna. Selman mana rúmalyë tannaa rúnyassë? –Susurró cuando estuvo a una distancia prudencial en la que sabía que podía oírla bien. Entre el bullicio y la fiesta pocos se darían cuenta de que esas dos elfas estaban hablando de algo ajeno a la Ohdá.
Pasó de refilón la vista por el lugar, buscando a la dragona. Como se había movido de sitio esperaba que ella pudiese encontrarla fácilmente, aunque no estaba muy lejos de su posición anterior con el robot. Estaba por ahí disfrutando de la celebración así que no se preocupó. Últimamente le había cogido cariño a esa muchacha. Le gustaba picarla, sobretodo porque era muy pudorosa y rápidamente se enfadaba con ciertos temas. Pero lo hacía de broma, era con la única con quien dejaba ver un poco esa parte suya más animada.
Pero ahora estaba pendiente de la elfa que había arrojado la carta con los símbolos de los clanes. ¿Por qué? ¿A quién iba dirigida? ¿A quién conocía? Por otra parte quería mantenerse al margen así que se aseguró que su emblema estuviese tapado, pues no podía lucirlo y no quería que la relacionasen con su antiguo clan puesto que podía meterse en algún que otro lío si la descubrían.
- Traducción:
- Alassëa lómë, quendi. Eytherzairinta coltannalyë, selman mana rúmalyë tannaa rúnyassë?: Buenas noches, elfa. ¿Por qué lanzas al fuego una carta con el símbolo de los Eytherzair?
Helyare
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Antes, cuando era más pequeña, gozaba de las festividades de este tipo. Sin embargo, conforme he ido creciendo, han tomado la misma importancia que un día de aburrimiento, a no ser, claro, que logren arrastrarme con su ritmo y sus deliciosos aromas hasta ellos.
Desde hace tiempo que una de las cosas que más he querido hacer es ser aprendiz de carpintero, pero por más que insisto, el Maestro carpintero siempre termina mandándome a comprar habas para su cena, o en el peor de los casos, llega un cliente y me echa del recinto diciendo que no soy lo suficientemente apta para una obra artesanal tan refinada, argumentando que los mocosos callejeros no podrían servir de algo. Juro que tengo más talento en un dedo que todos ellos en su trasero. Y como prueba, he tallado estas dos piezas para hoy.
A pesar del ánimo que fingía sentir Iliaki, ese día sus ojos carecían de brillo alguno.
Aquel día, toda Lunargenta enloquecía por demostrar su amor o pedir una historia propia a los dioses. Había muchos extranjeros, no sobraba decir, y más temprano que tarde, los bromistas no tardaban por aparecer, yendo algunos en grupos para arrebatar la carta a algún pobre muchacho que había osado enamorarse de la hija de un señor, reduciendo el escrito a no más que trozos que llevaba el viento.
La pandilla de muchachos no era más que otro conjunto de jóvenes maleantes que rondaba la ciudad. Al haber terminado su cometido, se alejaron a carcajadas de ahí, pasando al lado de la elfina quien, en algún momento de su primera década, habría recorrido los callejones para compartir travesuras de mala voluntad.
- ¡Eh, Iliaki! - Saludaba uno de los rufianes más jóvenes.
- ¡Eh, Trántor! - respondía la ladronzuela.
- Hace tiempo que no te paras con nosotros ¿Qué acaso te crees superior por estar en ese gremio? - decía el líder de la pandilla, haciendo que todos pararan para escuchar. En un momento, su atención se fijó en los objetos que llevaba la elfilla en sus manos. - Oh ¿Qué llevas ahí? ¿Acaso tienes ya un enamorado?
Las risas y una larga "u" no se hicieron esperar, logrando arrancar un vívido color rojizo de las mejillas de Iliaki. Pero una vez hubo reparado en su vergüenza, afiló la lengua y contraatacó.
- No, no, Lungus, llevo una carta para tu madre, zopenco - replicaba burlonamente al tiempo que sacaba su lengua como señal ultrajante, haciendo que el muchacho agachara la cabeza para retirarse de ahí. La pandilla dio un grito que delataba a su líder como vencido. Luego de eso, se alejaron del lugar. A pesar de aquello, la pandilla le guardaba cierto respeto y cariño a quien una vez jugaba con ellos.
Y era verdad, Iliaki, a pesar de no coincidir con lo que la pandilla o cualquier otro hubiera podido pensar, se había esmerado en aquellos objetos: Dos figurillas, una de Freya y otro de Freyr, y una carta que llevaba dos cuartillas de extensión en pergaminos que se había dignado a escoger previamente de una librería para llevárselos (sin permiso, qué más) y emprender su labor.
Dos semanas habían pasado para que la chica, quien no estaba acostumbrada a la labor de la pluma y el pergamino, pudiese escoger con satisfacción las palabras correctas que pensaba dedicar en su esmerado escrito. Luego de eso, una habilidad innata que ella no solía atribuir a su raza, se encargó de darle una delicada forma a un par de trozos de madera de algún árbol circundante.
Entre los cientos de rostros que se reunían ese día, encontró a varios que pudo reconocer bien o mal, pero que, después de todo, había conocido en algún momento de su vida, alguna quizá desde la lejana tierra de los dragones. No obstante, la chica no quiso en ningún momento detenerse a saludar, o cuanto menos, ser vista por alguien más.
Al acercarse el momento del acto central, toda la concurrencia formó un grueso círculo alrededor de la fogata a la que los organizadores habían dedicado toda la tarde en encender y avivar. Una vez más, la obra magna de los artesanos que habían tallado hábilmente las figuras que encarnaban el papel de los dioses, se había superado a la del año anterior y a las expectativas de todos.
Uno a uno, fueron arrojando sus respectivas ofrendas a la hoguera, disminuyendo el tamaño de la masa circular de gente alrededor del fuego. Luego hubo disminuido el tumulto que separaba a la ladronzuela de las brasas, lució inmediatamente que era el turno de la chica.
Bien, creo que ahora sigo...
No, es difícil ¿En verdad las cenizas de mis palabras llegarán a donde quiero? Las figuritas las puedo volver a hacer, pero la carta... ¡Hay ahí más de mi que todo el informe de la Guardia! Uno por uno.
Sacando los pequeños tallados de sus bolsillos, puso uno en cada mano, guardando los pergaminos en su lugar. Tomó un minuto antes de decidirse a lanzarlos al fuego, tiempo en los que observó pensativa sus pequeños trabajos. Y por fin, con una sonrisa apenas imperceptible, se deshizo de ellos.
Sin embargo, no faltó un hombre escandalizado que miró tal escena, razonando ridículamente sus interpretaciones:
- ¡Maldita sea! - exclamaba sin disimulo alguno a Iliaki - ¿Tú lo que quieres es un puto trío o qué demonios te pasa?
- ¡¿Y a ti qué te importa?! - respondió en seguida. Al notar que el que la criticaba no era más que un pobre escuálido de escasos cabellos, rió fríamente y se calmó. - Oh, ya veo, como tú tienes muchas cartas que te dediquen al fuego...
Y es que, en algún profundo rincón de su mente, pensó que tal vez podría ayudar no a ella, sino a un par de amigos suyos que en ese momento parecían más agua y aceite. Sin estar segura de que aquello funcionaría, pensó vagamente que quizá, si eso no era posible, podría tener el doble propósito de ayudarle a encontrar sus orígenes.
Luego de ello, fue el turno de la carta. No había dejado de pensar en ello. Las líneas y trazos que formaban cada palabra trascendía incluso más allá de su propia memoria, quizá arraigándose en las conciencias de otros seres al otro lado de la noche [1]. ¿Y si mejor lo dejaba y se iba? ¿Qué rayos haría con esos pergaminos entonces?
Ojalá tu tiempo ahora mismo sea afortunado, yo ni siquiera he tenido el suficiente, apenas para siquiera escribir estas letras. Ignoro si aún vives, o si la soledad simplemente te ha silenciado, pero espero, estés donde estés, aún puedas escucharme.
Los días han pasado cada vez más lentos y fluidos como el agua, y cuando menos me doy cuenta, el Sol se ha puesto de nuevo en el punto en donde comenzó. Ya no sé qué hacer, cosas que habían desaparecido en importancia ahora inundan mis recuerdos al despertar, y es entonces que me pregunto ¿Qué hubieras hecho tú?
¿Te habrías rendido? ¿Aceptarlo y continuar con ello? Quizá te habrías detenido a observar unos instantes, pensarlo otros tantos y luego, con una armoniosa sonrisa, resolverlo a punta de una orden o una acción de suave hierro, para luego dirigirte infranqueable al horizonte y con el Sol mismo en la cabeza como un halo.
Tomando el aire, en un suspiro, cerró los ojos y echó el par de papiros al fuego. No faltó quien diera una ligera exclamación para celebrar tal acción que tomaba gran parte de la fuerza de voluntad de la elfilla.
Los años pasan y el tiempo con ellos se hace largo. Mis primeras letras fueron las tuyas, así como mis primeros sueños en tus pestañas. Las estrellas llevan consigo el anuncio de que otro ciclo está por culminar, y yo he intentado permanecer inmutable, llevar la alegría que una vez compartimos como una sola, ¡Pero es imposible! ¡No puedo seguir de pie como si nada!
- Y sin embargo...
- Y sin embargo, al morir tú, he muerto yo también.
- Y sin embargo...
- Yo continúo aquí contigo.
Estoy en un vaivén. La muerte parece tan lejana, y lo está en verdad si tengo cuidado. Intento congelar el tiempo, continuar siendo quien soy sin importar los días. Pero, si miro atrás para tomar fuerza, aquello viene de golpe y mi lucidez se desvanece de nuevo. Es entonces que me pongo a pensar ¿Qué hubieras hecho tú?
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Los festejos continuaban. La música comenzó a hacerse presente, invitando a los presentes a que sus pies se hiciesen partícipes de la celebración. Algunos, incautos o tímidos, decidieron darse valor bebiendo un extraño ponche con un intenso olor a fermentado, siendo los primeros en animar el ambiente.
Pero, a lo lejos, una muchacha, caminaba arrastrando los pies y con las manos en los bolsillos, con la mirada perdida en el infinito. Quienes la conocían o la conocieron alguna vez no lograron reconocerla en ese momento; su esencia estaba ida, dando la impresión de lo que caminaba ahí era una especie de cadáver. No obstante, el destino tomó venganza de su falta de atención a las alegrías circundantes.
Una desgracia (si no es que una gracia) tomó el poder de su pisada. Un ligero cosquilleo electrificantee recorrió la espalda de la elfina cuando se dio cuenta de lo que había en su zapato.
- ¡Agh, qué asco! ¡Asco, asco, asco...! - Y así, se retiró repitiendo su oda a la mierda, mientras arrastraba raspando lo más posible la suela de la bota contra el polvo y las malezas que recién habían brotado aquella mañana.
Desde hace tiempo que una de las cosas que más he querido hacer es ser aprendiz de carpintero, pero por más que insisto, el Maestro carpintero siempre termina mandándome a comprar habas para su cena, o en el peor de los casos, llega un cliente y me echa del recinto diciendo que no soy lo suficientemente apta para una obra artesanal tan refinada, argumentando que los mocosos callejeros no podrían servir de algo. Juro que tengo más talento en un dedo que todos ellos en su trasero. Y como prueba, he tallado estas dos piezas para hoy.
A pesar del ánimo que fingía sentir Iliaki, ese día sus ojos carecían de brillo alguno.
Aquel día, toda Lunargenta enloquecía por demostrar su amor o pedir una historia propia a los dioses. Había muchos extranjeros, no sobraba decir, y más temprano que tarde, los bromistas no tardaban por aparecer, yendo algunos en grupos para arrebatar la carta a algún pobre muchacho que había osado enamorarse de la hija de un señor, reduciendo el escrito a no más que trozos que llevaba el viento.
La pandilla de muchachos no era más que otro conjunto de jóvenes maleantes que rondaba la ciudad. Al haber terminado su cometido, se alejaron a carcajadas de ahí, pasando al lado de la elfina quien, en algún momento de su primera década, habría recorrido los callejones para compartir travesuras de mala voluntad.
- ¡Eh, Iliaki! - Saludaba uno de los rufianes más jóvenes.
- ¡Eh, Trántor! - respondía la ladronzuela.
- Hace tiempo que no te paras con nosotros ¿Qué acaso te crees superior por estar en ese gremio? - decía el líder de la pandilla, haciendo que todos pararan para escuchar. En un momento, su atención se fijó en los objetos que llevaba la elfilla en sus manos. - Oh ¿Qué llevas ahí? ¿Acaso tienes ya un enamorado?
Las risas y una larga "u" no se hicieron esperar, logrando arrancar un vívido color rojizo de las mejillas de Iliaki. Pero una vez hubo reparado en su vergüenza, afiló la lengua y contraatacó.
- No, no, Lungus, llevo una carta para tu madre, zopenco - replicaba burlonamente al tiempo que sacaba su lengua como señal ultrajante, haciendo que el muchacho agachara la cabeza para retirarse de ahí. La pandilla dio un grito que delataba a su líder como vencido. Luego de eso, se alejaron del lugar. A pesar de aquello, la pandilla le guardaba cierto respeto y cariño a quien una vez jugaba con ellos.
Y era verdad, Iliaki, a pesar de no coincidir con lo que la pandilla o cualquier otro hubiera podido pensar, se había esmerado en aquellos objetos: Dos figurillas, una de Freya y otro de Freyr, y una carta que llevaba dos cuartillas de extensión en pergaminos que se había dignado a escoger previamente de una librería para llevárselos (sin permiso, qué más) y emprender su labor.
Dos semanas habían pasado para que la chica, quien no estaba acostumbrada a la labor de la pluma y el pergamino, pudiese escoger con satisfacción las palabras correctas que pensaba dedicar en su esmerado escrito. Luego de eso, una habilidad innata que ella no solía atribuir a su raza, se encargó de darle una delicada forma a un par de trozos de madera de algún árbol circundante.
Entre los cientos de rostros que se reunían ese día, encontró a varios que pudo reconocer bien o mal, pero que, después de todo, había conocido en algún momento de su vida, alguna quizá desde la lejana tierra de los dragones. No obstante, la chica no quiso en ningún momento detenerse a saludar, o cuanto menos, ser vista por alguien más.
Al acercarse el momento del acto central, toda la concurrencia formó un grueso círculo alrededor de la fogata a la que los organizadores habían dedicado toda la tarde en encender y avivar. Una vez más, la obra magna de los artesanos que habían tallado hábilmente las figuras que encarnaban el papel de los dioses, se había superado a la del año anterior y a las expectativas de todos.
Uno a uno, fueron arrojando sus respectivas ofrendas a la hoguera, disminuyendo el tamaño de la masa circular de gente alrededor del fuego. Luego hubo disminuido el tumulto que separaba a la ladronzuela de las brasas, lució inmediatamente que era el turno de la chica.
Bien, creo que ahora sigo...
No, es difícil ¿En verdad las cenizas de mis palabras llegarán a donde quiero? Las figuritas las puedo volver a hacer, pero la carta... ¡Hay ahí más de mi que todo el informe de la Guardia! Uno por uno.
Sacando los pequeños tallados de sus bolsillos, puso uno en cada mano, guardando los pergaminos en su lugar. Tomó un minuto antes de decidirse a lanzarlos al fuego, tiempo en los que observó pensativa sus pequeños trabajos. Y por fin, con una sonrisa apenas imperceptible, se deshizo de ellos.
Sin embargo, no faltó un hombre escandalizado que miró tal escena, razonando ridículamente sus interpretaciones:
- ¡Maldita sea! - exclamaba sin disimulo alguno a Iliaki - ¿Tú lo que quieres es un puto trío o qué demonios te pasa?
- ¡¿Y a ti qué te importa?! - respondió en seguida. Al notar que el que la criticaba no era más que un pobre escuálido de escasos cabellos, rió fríamente y se calmó. - Oh, ya veo, como tú tienes muchas cartas que te dediquen al fuego...
Y es que, en algún profundo rincón de su mente, pensó que tal vez podría ayudar no a ella, sino a un par de amigos suyos que en ese momento parecían más agua y aceite. Sin estar segura de que aquello funcionaría, pensó vagamente que quizá, si eso no era posible, podría tener el doble propósito de ayudarle a encontrar sus orígenes.
Luego de ello, fue el turno de la carta. No había dejado de pensar en ello. Las líneas y trazos que formaban cada palabra trascendía incluso más allá de su propia memoria, quizá arraigándose en las conciencias de otros seres al otro lado de la noche [1]. ¿Y si mejor lo dejaba y se iba? ¿Qué rayos haría con esos pergaminos entonces?
Hola ¿Qué tal? ¿Aún me recuerdas?
Ojalá tu tiempo ahora mismo sea afortunado, yo ni siquiera he tenido el suficiente, apenas para siquiera escribir estas letras. Ignoro si aún vives, o si la soledad simplemente te ha silenciado, pero espero, estés donde estés, aún puedas escucharme.
Los días han pasado cada vez más lentos y fluidos como el agua, y cuando menos me doy cuenta, el Sol se ha puesto de nuevo en el punto en donde comenzó. Ya no sé qué hacer, cosas que habían desaparecido en importancia ahora inundan mis recuerdos al despertar, y es entonces que me pregunto ¿Qué hubieras hecho tú?
¿Te habrías rendido? ¿Aceptarlo y continuar con ello? Quizá te habrías detenido a observar unos instantes, pensarlo otros tantos y luego, con una armoniosa sonrisa, resolverlo a punta de una orden o una acción de suave hierro, para luego dirigirte infranqueable al horizonte y con el Sol mismo en la cabeza como un halo.
Tomando el aire, en un suspiro, cerró los ojos y echó el par de papiros al fuego. No faltó quien diera una ligera exclamación para celebrar tal acción que tomaba gran parte de la fuerza de voluntad de la elfilla.
Te llevaste la mitad de mi alma, no importando cuánto tiempo haya pasado, aún parece que estás aquí. Hay momentos en los que parece que de verdad fue ayer el día en el que no supe más de ti, para darme cuenta que poco a poco has desaparecido de mi memoria.
Los años pasan y el tiempo con ellos se hace largo. Mis primeras letras fueron las tuyas, así como mis primeros sueños en tus pestañas. Las estrellas llevan consigo el anuncio de que otro ciclo está por culminar, y yo he intentado permanecer inmutable, llevar la alegría que una vez compartimos como una sola, ¡Pero es imposible! ¡No puedo seguir de pie como si nada!
- Y sin embargo...
- Y sin embargo, al morir tú, he muerto yo también.
- Y sin embargo...
- Yo continúo aquí contigo.
Estoy en un vaivén. La muerte parece tan lejana, y lo está en verdad si tengo cuidado. Intento congelar el tiempo, continuar siendo quien soy sin importar los días. Pero, si miro atrás para tomar fuerza, aquello viene de golpe y mi lucidez se desvanece de nuevo. Es entonces que me pongo a pensar ¿Qué hubieras hecho tú?
~ Iliaki
Los festejos continuaban. La música comenzó a hacerse presente, invitando a los presentes a que sus pies se hiciesen partícipes de la celebración. Algunos, incautos o tímidos, decidieron darse valor bebiendo un extraño ponche con un intenso olor a fermentado, siendo los primeros en animar el ambiente.
Pero, a lo lejos, una muchacha, caminaba arrastrando los pies y con las manos en los bolsillos, con la mirada perdida en el infinito. Quienes la conocían o la conocieron alguna vez no lograron reconocerla en ese momento; su esencia estaba ida, dando la impresión de lo que caminaba ahí era una especie de cadáver. No obstante, el destino tomó venganza de su falta de atención a las alegrías circundantes.
Una desgracia (si no es que una gracia) tomó el poder de su pisada. Un ligero cosquilleo electrificantee recorrió la espalda de la elfina cuando se dio cuenta de lo que había en su zapato.
- ¡Agh, qué asco! ¡Asco, asco, asco...! - Y así, se retiró repitiendo su oda a la mierda, mientras arrastraba raspando lo más posible la suela de la bota contra el polvo y las malezas que recién habían brotado aquella mañana.
- [1] Off rol:
- ¿Alter ego? ¿Dónde? xD
Dedicado a los que ahora se encuentran al otro lado de la noche.
Solaris, in perpetum anima est.
Iliaki
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
A estas alturas, en la perpetuidad de los años arraigada a la claridad de la luna o la luminiscencia de la lumbre en contra de mi piel canela, nada vale más esta noche que desear una cotidianidad innegable.Soledad, perenne amiga, tu que estás ahí y suenas ridícula, ¿cuanto tiempo seguirás persiguiéndome? No soy tuya, no soy de nadie, y aún así te invento en los rincones que siguen oliendo a él, incapaz de cumplir la promesa voluntaria de volver a errar o a imaginarte de más. Es cruel, duele y ya ni siquiera sé qué conjunción gramatical usar al hablar de mi antigua mitad, porque cuando es poco termina siendo demasiado o cuando es demasiado, nuestras memorias terminan volviendo el doble de nítidas.
Quise a alguien por muy animal que parezca, le ofrecí besos aterciopelados y le toqué con la destreza de un pianista que acaricia las teclas para arrancar un sonido melódico, aliciente para el corazón y rejuvenecer en cuanto a sonrisas honestas. Era mi hogar, una parte de mí y tenía el poder de eliminar el escozor de cualquier herida o preocupación. De la calma, he pasado a ser una tormenta a ras de una vida antaña que las lluvias se han encargado de llevar por delante, en frente mía, sin misericordia a detallar no le diré a nadie que me he hecho fuerte a base de llorar en los brazos de la madre naturaleza, la única que sigue amando cada pieza que compone a Eretria.
Jamás comprenderé que la ausencia de haberme marchado no me ha hecho libre, sino que, con la distancia que he marcado entre nosotros he cancelado los motivos para aferrarme a mi humanidad. Me he arrancado la piel, la he quemado y he desmembrado la esperanza del resto de mi historia. No hay un equilibrio cerca del precipicio a mis extravíos, no hay cura para esta enfermedad que me corroe y me utiliza en contra, porque nunca he sido una asesina, no es un destino que decidí, y aún así, gozo de mis acciones, ¿Por qué? Lo roto tiende a convertirse en visceral, una bestia de la cual estoy orgullosa.
Mis orbes oscuras brillan al son de la pira cual condena adelantada mientras todo ocurre dentro, en mi mente donde la situación social es demasiado pesimista, donde ningún buen trato o roce es suficiente ya que los demonios del pasado vuelven y todo lo que tocan arde con la promesa de que será un infierno, y si esto es el infierno, yo seré el mismísimo diablo. Ruedo las cuencas, contemplando a la elfa que con un dialecto que desprecio, o he llegado a despreciar a lo largo de las décadas, capta mi atención. ─ La pregunta es, ¿por qué no? ─ Espeté sin ánimos, no sé quién es ni cómo conoce el clan con el que estuve fraternizando, el caso es que esto no es una caridad donde respondo por amor al arte, o en este caso por amor a mi especie. ─ No me sirve llevarla encima, por eso la he quemado. ─ Cada vocal, cada letra y sentimiento expresado viajará a un mundo donde serán tratados y leídos con mimo, no seguirán aferrados a mi corazón, puesto que no los necesito para sobrevivir.
─ ¿Acaso les perteneces? ─ La analizo sin pudores, el ceño lo frunzo y tras chasquear con la lengua retiro mi rostro al lateral contrario, si es así, no quiero saber nada más de esta elfa.
Quise a alguien por muy animal que parezca, le ofrecí besos aterciopelados y le toqué con la destreza de un pianista que acaricia las teclas para arrancar un sonido melódico, aliciente para el corazón y rejuvenecer en cuanto a sonrisas honestas. Era mi hogar, una parte de mí y tenía el poder de eliminar el escozor de cualquier herida o preocupación. De la calma, he pasado a ser una tormenta a ras de una vida antaña que las lluvias se han encargado de llevar por delante, en frente mía, sin misericordia a detallar no le diré a nadie que me he hecho fuerte a base de llorar en los brazos de la madre naturaleza, la única que sigue amando cada pieza que compone a Eretria.
Jamás comprenderé que la ausencia de haberme marchado no me ha hecho libre, sino que, con la distancia que he marcado entre nosotros he cancelado los motivos para aferrarme a mi humanidad. Me he arrancado la piel, la he quemado y he desmembrado la esperanza del resto de mi historia. No hay un equilibrio cerca del precipicio a mis extravíos, no hay cura para esta enfermedad que me corroe y me utiliza en contra, porque nunca he sido una asesina, no es un destino que decidí, y aún así, gozo de mis acciones, ¿Por qué? Lo roto tiende a convertirse en visceral, una bestia de la cual estoy orgullosa.
Mis orbes oscuras brillan al son de la pira cual condena adelantada mientras todo ocurre dentro, en mi mente donde la situación social es demasiado pesimista, donde ningún buen trato o roce es suficiente ya que los demonios del pasado vuelven y todo lo que tocan arde con la promesa de que será un infierno, y si esto es el infierno, yo seré el mismísimo diablo. Ruedo las cuencas, contemplando a la elfa que con un dialecto que desprecio, o he llegado a despreciar a lo largo de las décadas, capta mi atención. ─ La pregunta es, ¿por qué no? ─ Espeté sin ánimos, no sé quién es ni cómo conoce el clan con el que estuve fraternizando, el caso es que esto no es una caridad donde respondo por amor al arte, o en este caso por amor a mi especie. ─ No me sirve llevarla encima, por eso la he quemado. ─ Cada vocal, cada letra y sentimiento expresado viajará a un mundo donde serán tratados y leídos con mimo, no seguirán aferrados a mi corazón, puesto que no los necesito para sobrevivir.
─ ¿Acaso les perteneces? ─ La analizo sin pudores, el ceño lo frunzo y tras chasquear con la lengua retiro mi rostro al lateral contrario, si es así, no quiero saber nada más de esta elfa.
- Spoiler:
- Interactúo con Helyare.
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Fue consumida… la carta se descompuso en pequeñas lucecitas que ascendían al manto estrellado como si fuesen pequeñas luciérnagas. Tenía la esperanza de que Freyr escucharía mi petición. No. Quería que lo hiciera. Miré a través de las llamas, había mucha gente, tal vez demasiada. Entre los presentes no fue difícil distinguir a varios de los habitantes de Ulmer. Tal vez hubiese pensado en saludarles si una pareja no se viera tan… apachugada, como en su propio hogar, en vez de estar rodeados de tanta conmoción. Cerca de ellos, un ser peludo, un hombre bestia zorro, del que no estaba exactamente segura de su género. Es decir, era un hombre-bestia…¿a quién le importaba qué era de todos modos? Tenía trenzas y cosas lindas que le decoraban. Eso bastaba. De la soledad que había rodeado a la bestia, quedó nada en instantes, siendo rodeado por más participantes… ¿acaso yo podría tener la misma suerte que un zorro sin nombre en medio de una plaza? Mi imaginación volaba, pero mi corazón no se atrevía a soñar tan alto. Sólo quería una señal.
Vi a una pequeña criatura. Levanté a los cachorros y fui en su ayuda. Si no me equivocaba, su nombre era Thiel y había participado en la partida de Nana cuando la nieve comenzó a endurecer. Podía recordarla por su tamaño. Daban muchas ganas de protegerla y cuidarla y vestirla y mimarla y… oh… incluso ese pequeño retoño había conseguido de compañía. Exhalé con los ánimos un poco bajos, pero pronto me obligué a sonreír. Tenía que pensar en positivo, y a los pequeños niños lobo no se les escapaba ni un pestañazo, por lo que tenía que ser rápida, mucho mejor de lo que había sido en toda mi vida hasta ahora. No pretendía criarlos en una ilusión, pero tampoco alarmarlos por lo que consideraba una pequeña separación. Cada vez estaba pensando más en que la próxima vez que viera a Alex le haría sentir mi gancho derecho directo en sus entrañas. Si, la idea era tan tentadora que casi me hacía babear de antemano.
Me había detenido en la mitad de mi travesía hacia la pequeña licántropo; ahora que gozaba de una grata compañía, no valía la pena que me inmiscuyese. Di una última mirada a las gloriosas estatuas en llamas. Una despedida. Una reverencia… la esperanza se apagaba junto con el recuerdo en de mis ojos del color de las llamas. Me volví para comenzar el camino de vuelta a la casa. Un corto peregrinaje, tedioso, pero que rápidamente tendría resultados. Un paso, dos… esquivar… rodear las estatuas, para luego tomar la primera salida… Oh aspiré todo el aire que fue posible. Mis pies se pegaron al suelo, sentí que alguien me chocó por detrás pero le ignoré. Black tiró de una de mis manos, pero era como el aire bajo el ala de una mosca para un caballo. -Apa ¡Aaaapa!- A…lex.
Las rodillas comenzaron a flaquearme mientras caminaba hacia su figura estoica. No podía ver sus ojos, estaban cubiertos por aquella capa que tanto le gustaba usar. ¡Alex! respiraba, sí, volvía a respirar. En mi pecho danzaba una avecilla veloz y en mi estómago había todo un ejército de fierecillas que no podría ponerles un nombre. Me acerqué a él Estamos destinados a reencontrarnos en lugares públicos dije mientras los pequeños se adelantaban a mi saludo. Cuando fue mi turno, le tomé del cuello y le besé con todo lo que tenía. Sin dejarme nada atrás. Vamos a casa ordené, tendiéndole a Emel para abrazarle por la cintura. Reí. Probablemente mi gancho no hubiese tenido un efecto tan potente como la otra solución. Estábamos juntos nuevamente y yo era una de nuevo. Te debo una Frey susurré, mientras nos perdíamos en la oscuridad de la noche, lejos del tumulto y cada vez más cerca del silencio, donde nuestros corazones podían verter todo su contenido con el don de los sentidos.
Vi a una pequeña criatura. Levanté a los cachorros y fui en su ayuda. Si no me equivocaba, su nombre era Thiel y había participado en la partida de Nana cuando la nieve comenzó a endurecer. Podía recordarla por su tamaño. Daban muchas ganas de protegerla y cuidarla y vestirla y mimarla y… oh… incluso ese pequeño retoño había conseguido de compañía. Exhalé con los ánimos un poco bajos, pero pronto me obligué a sonreír. Tenía que pensar en positivo, y a los pequeños niños lobo no se les escapaba ni un pestañazo, por lo que tenía que ser rápida, mucho mejor de lo que había sido en toda mi vida hasta ahora. No pretendía criarlos en una ilusión, pero tampoco alarmarlos por lo que consideraba una pequeña separación. Cada vez estaba pensando más en que la próxima vez que viera a Alex le haría sentir mi gancho derecho directo en sus entrañas. Si, la idea era tan tentadora que casi me hacía babear de antemano.
Me había detenido en la mitad de mi travesía hacia la pequeña licántropo; ahora que gozaba de una grata compañía, no valía la pena que me inmiscuyese. Di una última mirada a las gloriosas estatuas en llamas. Una despedida. Una reverencia… la esperanza se apagaba junto con el recuerdo en de mis ojos del color de las llamas. Me volví para comenzar el camino de vuelta a la casa. Un corto peregrinaje, tedioso, pero que rápidamente tendría resultados. Un paso, dos… esquivar… rodear las estatuas, para luego tomar la primera salida… Oh aspiré todo el aire que fue posible. Mis pies se pegaron al suelo, sentí que alguien me chocó por detrás pero le ignoré. Black tiró de una de mis manos, pero era como el aire bajo el ala de una mosca para un caballo. -Apa ¡Aaaapa!- A…lex.
Las rodillas comenzaron a flaquearme mientras caminaba hacia su figura estoica. No podía ver sus ojos, estaban cubiertos por aquella capa que tanto le gustaba usar. ¡Alex! respiraba, sí, volvía a respirar. En mi pecho danzaba una avecilla veloz y en mi estómago había todo un ejército de fierecillas que no podría ponerles un nombre. Me acerqué a él Estamos destinados a reencontrarnos en lugares públicos dije mientras los pequeños se adelantaban a mi saludo. Cuando fue mi turno, le tomé del cuello y le besé con todo lo que tenía. Sin dejarme nada atrás. Vamos a casa ordené, tendiéndole a Emel para abrazarle por la cintura. Reí. Probablemente mi gancho no hubiese tenido un efecto tan potente como la otra solución. Estábamos juntos nuevamente y yo era una de nuevo. Te debo una Frey susurré, mientras nos perdíamos en la oscuridad de la noche, lejos del tumulto y cada vez más cerca del silencio, donde nuestros corazones podían verter todo su contenido con el don de los sentidos.
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Las orejas del zorro se irguieron más que antes y su mueca expresó complacencia cuando la jovencita tomó la flor. Allí, en el cálido resguardo de su pecho, su corazón latía cada vez más rápido. Ba dump, ba dump, ba dump… ¡Frente a él estaba su milagro enviado por los mismísimos dioses! Porque sí, esos ojos del color del mar mirándole fijamente no podían ser más que la providencia de las deidades, ¡y encima virgen y pura, a juzgar por la marca en su frente! Se convenció de que no podía dejar pasar esa oportunidad: Debía comportarse como el mejor y más honorable zorro de todo Aerandir. Mentir, por supuesto, no entraba en la lista de acciones que perturbaban su consciencia. ¿Lo más importante es ser uno mismo? ¡Tonterías! Le bastaba con caerle bien por el momento. Además, dudaba que esa muchacha llegase a estar suficiente tiempo a su lado para descubrir que estaba muy alejado de ser un caballero de armadura dorada. No se tenía tanta fe.
Primer paso para parecer una persona de bien: Escuchar y responder educadamente. El muchacho llevó ambas manos tras su espalda y, aprovechando que el tumulto de gente ruidosa impedía oír bien a su acompañante, se aproximó más a ella con la excusa de oírla mejor.
–Qué nombre tan bonito, Ingela. –Asintió para dar aprobación a sus propias palabras– Yo soy Zatch, un gusto. Y sí, he hecho mi petición, ¿sabes? algo me dice que ya ha sido escuchada y atendida. –Tomó una de las manos ajenas y se la llevó al hocico para depositar un rápido beso en el dorso. Sus bigotes cosquillearon en éste, y pudo oler con claridad que aquella joven no tenía aromas propios de los humanos. Sus sospechas se confirmaron al oír el nombre de la ciudad de los dragones, y el gesto de sorpresa fue genuino. ¿Así que Freya le había enviado a una dragona? ¡Vaya milagro de calidad!
Aunque quiso indagar más respecto a la procedencia de la muchacha, se mantuvo en silencio para continuar escuchando su dulce voz. Ya hasta podía imaginarla en el día a día, susurrándole palabras melosas con tan cadencioso tono. “¡Oh, mi amado zorro, te he preparado este exquisito festín! Y el postre... soy yo. ¡A comer!” Apenas pudo concentrarse en las verdaderas palabras que salían de los labios impropios y tuvo que disimular cierta mueca viciosa que luchaba por apoderarse de sus facciones. Segundo paso para parecer una persona de bien: ¡No compartas tus pensamientos sucios en voz alta!
Respiró profundo y cuando fue su turno de hablar, dijo en tono jocoso:
–No entiendo por qué no estoy en el primer lugar. ¿Puede un gato adaptarse a cualquier clima? ¡Lo dudo! ¿Puede un caballo ser tan encantador? Por supuesto que no. –“Quizás yo no sirvo de montura como un caballo, pero a ti te dejaría montarme con gusto”, pensó la última frase al tiempo en que exhalaba una corta risita. No obstante, se apuró a carraspear y tender la mano con la palma abierta hacia la doncella– A mí me encantan los dragones, son tan... místicos e imponentes. –A decir verdad jamás se había puesto a pensar en la belleza de esos lagartos gigantes, ¡pero en fin!– ¿Te gustaría continuar esta conversación en algún lugar menos ruidoso, señorita Ingela? Allá, bajo aquellos árboles, parece haber un lugar perfecto para charlar.
Primer paso para parecer una persona de bien: Escuchar y responder educadamente. El muchacho llevó ambas manos tras su espalda y, aprovechando que el tumulto de gente ruidosa impedía oír bien a su acompañante, se aproximó más a ella con la excusa de oírla mejor.
–Qué nombre tan bonito, Ingela. –Asintió para dar aprobación a sus propias palabras– Yo soy Zatch, un gusto. Y sí, he hecho mi petición, ¿sabes? algo me dice que ya ha sido escuchada y atendida. –Tomó una de las manos ajenas y se la llevó al hocico para depositar un rápido beso en el dorso. Sus bigotes cosquillearon en éste, y pudo oler con claridad que aquella joven no tenía aromas propios de los humanos. Sus sospechas se confirmaron al oír el nombre de la ciudad de los dragones, y el gesto de sorpresa fue genuino. ¿Así que Freya le había enviado a una dragona? ¡Vaya milagro de calidad!
Aunque quiso indagar más respecto a la procedencia de la muchacha, se mantuvo en silencio para continuar escuchando su dulce voz. Ya hasta podía imaginarla en el día a día, susurrándole palabras melosas con tan cadencioso tono. “¡Oh, mi amado zorro, te he preparado este exquisito festín! Y el postre... soy yo. ¡A comer!” Apenas pudo concentrarse en las verdaderas palabras que salían de los labios impropios y tuvo que disimular cierta mueca viciosa que luchaba por apoderarse de sus facciones. Segundo paso para parecer una persona de bien: ¡No compartas tus pensamientos sucios en voz alta!
Respiró profundo y cuando fue su turno de hablar, dijo en tono jocoso:
–No entiendo por qué no estoy en el primer lugar. ¿Puede un gato adaptarse a cualquier clima? ¡Lo dudo! ¿Puede un caballo ser tan encantador? Por supuesto que no. –“Quizás yo no sirvo de montura como un caballo, pero a ti te dejaría montarme con gusto”, pensó la última frase al tiempo en que exhalaba una corta risita. No obstante, se apuró a carraspear y tender la mano con la palma abierta hacia la doncella– A mí me encantan los dragones, son tan... místicos e imponentes. –A decir verdad jamás se había puesto a pensar en la belleza de esos lagartos gigantes, ¡pero en fin!– ¿Te gustaría continuar esta conversación en algún lugar menos ruidoso, señorita Ingela? Allá, bajo aquellos árboles, parece haber un lugar perfecto para charlar.
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Mi rostro sombrío se dibujaba incluso siniestro, carente de expresiones o emociones, mucho había llorado en el camino de regreso pero al mismo tiempo había acumulado mucho odio; un odio que no tardé en expresar apartando a las personas que se ponían en mi camino en una ciudad que parecía más transitada que de costumbre; había rentado una habitación para descansar mientras lograba llegar a mi refugio en la torre del clan; pero por más que quisiera no podía descansar; levanté la cama en un ataque de furia lanzándola contra la pared y dejé caer al piso varios objetos de cristal que bajo mis pies descalzos no habían sido la mejor de las ideas aunque poco me importaba actualmente mi bienestar, era un día muy oscuro, el día más oscuro y recordar que la había perdido para siempre, que jamás volvería sin importar lo que hiciera era algo que aún me costaba aceptar.
Estaba seguro que el posadero estaba preocupado pero con mi mala cara no se atrevería a molestarme, acabé sentado en un rincón de la habitación con el rostro metido entre mis rodillas con unas lágrimas que incluso se sentían calientes, me levanté y caminé despacio hasta el piso donde habían caído algunos de los objetos sobre la mesa que ahora se encontraba patas arriba, tomé mi pluma y un pedazo de papel para dejar salir lo que llevaba por dentro; escribí como nunca lo había hecho pero al final, las últimas líneas estaban completamente humedecidas de lágrimas, así que arrugué el papel y lo lancé a un rincón.
Nuevamente me invadía la rabia, la tristeza, la impotencia, la frustración; golpeé la pared hasta que mis nudillos comenzaron a sangrar y caí de nuevo de rodillas en el piso con las manos en la cabeza; se había ido, era algo que debía aceptar, sin embargo aceptarlo me había tomado más de cien años y aún seguía dando vueltas en mi cabeza; caí de bruces acostado en el piso en donde algunos cristales llegaron incluso a dibujar heridas en mi espalda; miré el techo durante un rato, no sabría decir si fueron segundos, minutos, horas; pero permanecí inmóvil hasta que cerré los ojos para intentar evitar que salieran más lágrimas, hasta ahora ningún oponente en todas mis batallas me había causado tanto daño como lo había hecho esa maldita araña; la odiaba, la odiaba con todas mis fuerzas pero nada podía hacer para cambiar la realidad que me había mostrado.
Me levanté enjuagando con mis manos las lágrimas de mi rostro y abrí la ventana de la habitación sin pensar que fuera de día o no, me daba igual e incluso morir en mi estado actual era más un alivio que un castigo, afortunadamente ya era de noche y afuera solo se veían las luces de lo que parecía ser una fogata; no tardé mucho en asociar el evento con la fecha, celebraciones de humanos tontos que esperaban encontrar el amor, como si eso pudiera ser eterno -Es tan corto el amor... Y tan largo el olvido- Musité para mí mismo una frase que había leído alguna vez en algún lado y que resultaba tan cierta, tan real.
Entonces pensé, si pudiera plasmar en papel un último adiós, un mensaje para ella, para enviárselo a donde fuera que estuviera, podría ser feliz ¿O no? Mi lado racional sabía que era solo una triste superstición, pero mi corazón necesitaba aferrarse a alguna esperanza por remota o ilógica que fuera, así que volví al piso y comencé de nuevo a escribir; a ratos intermitentes apartaba las lágrimas de mis ojos para evitar que de nuevo destruyeran el papel; escribí sin detenerme, casi sin pensar, simplemente existía yo; mi pluma y el papel desgastados eran tan solo un medio para el fin, para enviarle un mensaje a ella.
Una vez que terminé me dirigí al baño, a fin de cuentas debía quitar la sangre y las lágrimas de mi rostro que tomaban un tono oscuro; luego de ello salí de la posada en dirección al lugar donde los humanos festejaban su tosco evento; avancé sin detenerme hasta llegar a la llamarada en la que se había convertido el evento y sin temor a quemarme, o sin consciencia de ello al menos, envié la carta a los pies de la supuesta diosa para tan solo verla arder lentamente; suspiré profundamente y me di media vuelta, una pequeña sonrisa salió de mis labios, tal vez en el fondo, muy en el fondo, la esperanza no era algo tan malo como podía parecer.
Estaba seguro que el posadero estaba preocupado pero con mi mala cara no se atrevería a molestarme, acabé sentado en un rincón de la habitación con el rostro metido entre mis rodillas con unas lágrimas que incluso se sentían calientes, me levanté y caminé despacio hasta el piso donde habían caído algunos de los objetos sobre la mesa que ahora se encontraba patas arriba, tomé mi pluma y un pedazo de papel para dejar salir lo que llevaba por dentro; escribí como nunca lo había hecho pero al final, las últimas líneas estaban completamente humedecidas de lágrimas, así que arrugué el papel y lo lancé a un rincón.
- Noche de Invierno:
Hoy la noche sutura con destellos sus heridas
Que entre parpadeos brillantes delatan su inminente llanto
Mientras el cielo se arropa con nubes adormecidas
Por el eco que susurra, tu inconmensurable encanto
Acompáñame a extrañarte junto a la noche sumisa
Que a ratos abre mis ojos y me muestra que no estás
La brisa arrastra inclemente lágrimas que sin dudar
Se dejan llevar sin miedo hasta perderse en mi mar
Mar de lágrimas ausentes en busca de libertad
Bajo este cielo distante gasto mi voz sin dudar
Gritando fuerte tu nombre que no llego a pronunciar
Y mis ojos ya cansados de buscarte sin hallar
Al menos un rastro falso de tu mirada y tu paz
Despiertan bajo la luna que me mira sin hablar
Escondida entre las nubes como un mágico mural
Hoy es otra como tantas noches de insomnio infernal
Noche fría como es mi pecho desde que tú ya no estás
Noche para recordarte y odiar esta realidad
En que te sueño despierto deseando que seas real
Mas es tu ausencia un veneno fuerte pero no letal
Que ha convertido mi pecho en un jardín de cristal
Que no está vivo ni muere porque no estás ni te vas
Odio esta noche marchita como todas las demás
Al ocaso de tus besos, invierno sentimental
Fingiendo que no te extraño y que ya no lo haré más
Lo que hago es más que extrañarte, e imposible de evitar
Porque escapan de mis labios besos que no alcancé a dar
Van en busca de tu piel que no he dejado de desear
Han de alcanzarte mis besos o quizá se perderán
En el camino a tus labios bajo esta noche fatal
Asfixiados bajo gotas de silencio y soledad
Sólo siento que no siento y sólo entiendo que no estás
Sólo pienso en recordarte, dulce momento fugaz
Como el eco de tu piel entre mis manos de mortal
O como incontables besos que acabé por sepultar
En el panteón de mis labios por toda la eternidad
Moribundos e inmortales, paradójica verdad
Agonizan cada día por no poderte alcanzar
Pero se mantienen vivos soñando que volverás
Hoy el cielo se derrama en una lluvia de diamantes
Lágrimas de un cielo roto en el que sueles dibujarte
Pasajeras de la brisa que las lleva a todas partes
Y las estrella en mi cuerpo como amargos kamikazes
Mientras espero a que vuelvas deambulando sin parar
Entre criptas de promesas proscritas sin vacilar
Al letargo del silencio que te extraña siempre más
Bajo las líneas en blanco de un poema sin final.
Nuevamente me invadía la rabia, la tristeza, la impotencia, la frustración; golpeé la pared hasta que mis nudillos comenzaron a sangrar y caí de nuevo de rodillas en el piso con las manos en la cabeza; se había ido, era algo que debía aceptar, sin embargo aceptarlo me había tomado más de cien años y aún seguía dando vueltas en mi cabeza; caí de bruces acostado en el piso en donde algunos cristales llegaron incluso a dibujar heridas en mi espalda; miré el techo durante un rato, no sabría decir si fueron segundos, minutos, horas; pero permanecí inmóvil hasta que cerré los ojos para intentar evitar que salieran más lágrimas, hasta ahora ningún oponente en todas mis batallas me había causado tanto daño como lo había hecho esa maldita araña; la odiaba, la odiaba con todas mis fuerzas pero nada podía hacer para cambiar la realidad que me había mostrado.
Me levanté enjuagando con mis manos las lágrimas de mi rostro y abrí la ventana de la habitación sin pensar que fuera de día o no, me daba igual e incluso morir en mi estado actual era más un alivio que un castigo, afortunadamente ya era de noche y afuera solo se veían las luces de lo que parecía ser una fogata; no tardé mucho en asociar el evento con la fecha, celebraciones de humanos tontos que esperaban encontrar el amor, como si eso pudiera ser eterno -Es tan corto el amor... Y tan largo el olvido- Musité para mí mismo una frase que había leído alguna vez en algún lado y que resultaba tan cierta, tan real.
Entonces pensé, si pudiera plasmar en papel un último adiós, un mensaje para ella, para enviárselo a donde fuera que estuviera, podría ser feliz ¿O no? Mi lado racional sabía que era solo una triste superstición, pero mi corazón necesitaba aferrarse a alguna esperanza por remota o ilógica que fuera, así que volví al piso y comencé de nuevo a escribir; a ratos intermitentes apartaba las lágrimas de mis ojos para evitar que de nuevo destruyeran el papel; escribí sin detenerme, casi sin pensar, simplemente existía yo; mi pluma y el papel desgastados eran tan solo un medio para el fin, para enviarle un mensaje a ella.
- El Adiós:
Un adiós y una sonrisa
Máscaras de un gran dolor
Y una lágrima de sangre
Salida del corazón
Es difícil decir mucho
Porque se esconde la voz
No hay palabra más difícil
Que la del último adiós
Como un verso sin estrofa
O una nota sin canción
Nos quedamos desterrados
A un abismo sin color
Inundados de recuerdos
Entre duda y negación
Terminamos aceptando
Con terca resignación
Y entre ráfagas voraces
Como gritos ya sin voz
Sentimos que se nos llena
De vacío el corazón
No hay momento más difícil
Ni más amarga emoción
No hay palabra más difícil
Que la del último adiós
Aunque al final entendemos
Que lo que causa el dolor
No es el tener que decirlo
Es más bien la aceptación.
Una vez que terminé me dirigí al baño, a fin de cuentas debía quitar la sangre y las lágrimas de mi rostro que tomaban un tono oscuro; luego de ello salí de la posada en dirección al lugar donde los humanos festejaban su tosco evento; avancé sin detenerme hasta llegar a la llamarada en la que se había convertido el evento y sin temor a quemarme, o sin consciencia de ello al menos, envié la carta a los pies de la supuesta diosa para tan solo verla arder lentamente; suspiré profundamente y me di media vuelta, una pequeña sonrisa salió de mis labios, tal vez en el fondo, muy en el fondo, la esperanza no era algo tan malo como podía parecer.
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Llegué un poco cansada al pueblo de Lunargenta, sinceramente lo único que me provocaba después de esa larga caminata era un trozo de chocolate y un ponquesito, había pasado ya un largo viaje con él gatito y era momento de un buen descanso, sin embargo él se encontraba entusiasmado por que le hiciera un recorrido por el pueblo.
-Mañana es mejor- le comenté tratando de que aceptara, pero él era muy insistente.
Accedí a caminar con él por Lunargenta y llevarlo a conocer lugares agradables, esperaba que después de eso se sintiera en condiciones como para que me consintiera comprándome dulces y poder irme a acostar tranquila, pero la idea del postre se me disipó en cuanto vi a lo lejos que había una especie de celebración.
Llegamos al centro del asunto, habían dos figuras talladas que se estaban quemando y muchas personas reunidas lanzando cartas y estatuillas al fuego, me parecía un acto muy raro y dejé que Den se encargara de preguntar por el evento fingiendo que yo sabía, mientras que en realidad estaba aprovechando la información que estaba escuchando.
Sin vacilar busqué rápidamente una de esas mini estatuas con la vista y con telekinesis la hice volar a gran velocidad entre las personas para lanzarla al fuego, no quería que nadie se enterará de aquello, por lo que traté de ser cuidadosa y hacerlo en un momento en dónde Den no estuviera viendo y en el que la estatua pudiese pasar entre las personas sin hacer tanto escándalo. Crucé mis dedos tras mi espalda esperando que mi deseo de encontrar príncipe se cumpliera y que se tratase de un chico lindo, respetable, valiente y que me cuidara con mucho cariño, que me acompañase a mis aventuras de querer salvar el mundo y que me hiciera tan feliz como yo lo quiero hacer feliz a él. A lo mejor estaba pidiendo mucho, pero realmente creía que podría ser posible aquello.
Después de que nos terminaron de dar la explicación el gatito se había quedado mirándome de forma extraña; yo lo que hice fue sonrojarme y pensar en la posibilidad de que mi príncipe pudiese venir en forma de gato, y que tal vez si lo besaba se convertiría en un caballero de brillante armadura. Tal vez los cuentos de hadas tenían un poco de verdad o tal vez era una cruel mentira, pero de cualquier forma no estaba dispuesta a besar al gato así de buenas a primeras.
Me quedé mirando el fuego arder y en eso llegó un señor muy amable, con una risita insinuadora y entregándonos a el gatito y a mi una cartita y una pluma. Aquel acto si me hizo poner como un tomate, no sabía que escribir y a demás se veía demasiado en los ojos de ese señor que seguramente pensaba que Dendrei y yo, bueno, ustedes saben, había algo, pero, es que él y yo…
Agarré el papel en blanco y me quedé mirándolo un tiempo mientras trataba de respirar y concentrarme para que Den no se diera cuenta de lo apenada que estaba. Claramente necesitaba una salvación, otra escusa para no tener que escribir la carta; y cuando uno busca una escusa, siempre la consigue.
-¡¡¡¡Papiiiiiiiiiiiiiiii!!!!- grité a todo pulmón mientras soltaba la pluma y la carta en blanco, para luego agarrarle la mano a Dendrei y halarlo conmigo para encontrarnos con mi papá.
Solté la manito del gato y me le lancé encima a mi papi, lo abracé con todas mis fuerzas y lo despeiné todo lo que pude; me encantaba verlo, me daba mucha ilusión y me hacía muy feliz encontrármelo. Me emocionaba la idea de que él estuviese ahí, a lo mejor había pensado en lo mucho que yo lo quería.
-Papi, papi, papi- dije brincando -Te presento a Dendrei, es un jaguar y hace grrrrrr- representé el sonido y moví mis manos como escalando una pared invisible – Papi, papi, papi, papi. Que emoción encontrarte aquí…. ¡¡Ooohhh!! Tengo una súper idea buenísima…- agarré un papel en blanco y lo lancé a las llamas -Te quiero, te quiero, te quiero- dije eufórica, y antes de que alguno de los dos me preguntara porque había lanzado el papel en blanco dije en forma poética -El papel en blanco es por que no hay palabras que puedan describir lo que mi corazón siente- hice una breve pausa -Papi, ¿verdad que yo soy una excelente vampira?, por cierto...¿estás bien?- dije un poco preocupada al verme las manos llenas de algo que parecían ser restos de sangre.
-Mañana es mejor- le comenté tratando de que aceptara, pero él era muy insistente.
Accedí a caminar con él por Lunargenta y llevarlo a conocer lugares agradables, esperaba que después de eso se sintiera en condiciones como para que me consintiera comprándome dulces y poder irme a acostar tranquila, pero la idea del postre se me disipó en cuanto vi a lo lejos que había una especie de celebración.
Llegamos al centro del asunto, habían dos figuras talladas que se estaban quemando y muchas personas reunidas lanzando cartas y estatuillas al fuego, me parecía un acto muy raro y dejé que Den se encargara de preguntar por el evento fingiendo que yo sabía, mientras que en realidad estaba aprovechando la información que estaba escuchando.
Sin vacilar busqué rápidamente una de esas mini estatuas con la vista y con telekinesis la hice volar a gran velocidad entre las personas para lanzarla al fuego, no quería que nadie se enterará de aquello, por lo que traté de ser cuidadosa y hacerlo en un momento en dónde Den no estuviera viendo y en el que la estatua pudiese pasar entre las personas sin hacer tanto escándalo. Crucé mis dedos tras mi espalda esperando que mi deseo de encontrar príncipe se cumpliera y que se tratase de un chico lindo, respetable, valiente y que me cuidara con mucho cariño, que me acompañase a mis aventuras de querer salvar el mundo y que me hiciera tan feliz como yo lo quiero hacer feliz a él. A lo mejor estaba pidiendo mucho, pero realmente creía que podría ser posible aquello.
Después de que nos terminaron de dar la explicación el gatito se había quedado mirándome de forma extraña; yo lo que hice fue sonrojarme y pensar en la posibilidad de que mi príncipe pudiese venir en forma de gato, y que tal vez si lo besaba se convertiría en un caballero de brillante armadura. Tal vez los cuentos de hadas tenían un poco de verdad o tal vez era una cruel mentira, pero de cualquier forma no estaba dispuesta a besar al gato así de buenas a primeras.
Me quedé mirando el fuego arder y en eso llegó un señor muy amable, con una risita insinuadora y entregándonos a el gatito y a mi una cartita y una pluma. Aquel acto si me hizo poner como un tomate, no sabía que escribir y a demás se veía demasiado en los ojos de ese señor que seguramente pensaba que Dendrei y yo, bueno, ustedes saben, había algo, pero, es que él y yo…
Agarré el papel en blanco y me quedé mirándolo un tiempo mientras trataba de respirar y concentrarme para que Den no se diera cuenta de lo apenada que estaba. Claramente necesitaba una salvación, otra escusa para no tener que escribir la carta; y cuando uno busca una escusa, siempre la consigue.
-¡¡¡¡Papiiiiiiiiiiiiiiii!!!!- grité a todo pulmón mientras soltaba la pluma y la carta en blanco, para luego agarrarle la mano a Dendrei y halarlo conmigo para encontrarnos con mi papá.
Solté la manito del gato y me le lancé encima a mi papi, lo abracé con todas mis fuerzas y lo despeiné todo lo que pude; me encantaba verlo, me daba mucha ilusión y me hacía muy feliz encontrármelo. Me emocionaba la idea de que él estuviese ahí, a lo mejor había pensado en lo mucho que yo lo quería.
-Papi, papi, papi- dije brincando -Te presento a Dendrei, es un jaguar y hace grrrrrr- representé el sonido y moví mis manos como escalando una pared invisible – Papi, papi, papi, papi. Que emoción encontrarte aquí…. ¡¡Ooohhh!! Tengo una súper idea buenísima…- agarré un papel en blanco y lo lancé a las llamas -Te quiero, te quiero, te quiero- dije eufórica, y antes de que alguno de los dos me preguntara porque había lanzado el papel en blanco dije en forma poética -El papel en blanco es por que no hay palabras que puedan describir lo que mi corazón siente- hice una breve pausa -Papi, ¿verdad que yo soy una excelente vampira?, por cierto...¿estás bien?- dije un poco preocupada al verme las manos llenas de algo que parecían ser restos de sangre.
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Habíamos pasado toda la noche caminando en realidad fue una carrera. Al final estábamos tan casados que encontramos una cabaña y descansamos durante el día en ella. Ya en la tarde cuando se estaba ocultando el sol (por su condición de vampira) "decidimos" -más bien insistí- recorrer la ciudad, le dije como excusa quería me me mostrase Lunargenta -realmente solo quería estar más tiempo con ella-.
Dejamos a nuestras mascotas en la cabaña para caminar más tranquilos. Era mi primera vez en Lunargenta, me impresionaba la gran cantidad de gente que transitaba por las calles de la metrópolis, aún así había espacio para caminar tranquilamente, sin chocar con nadie era extraño, que todos o casi todos se dirigían en una sola dirección.
Magui guiaba el "tour" y me mostraba los alrededores. Estaba fascinado por la arquitectura iba de un lado a otro preguntándole cosas, porque todo eso era nuevo para mi.
Habían casas coloniales de gran tamaño, los locales comerciales por lo menos había uno en cada esquina y los puestos de comerciantes que estaban en la calle que vendían gran variedad de productos.
En las carpinterías logré ver que se repetía un producto en particular, eran unas figuras de madera una simulaba a un hombre y la otra a una mujer, no sabía muy bien que uso se le podrían dar, -tal vez eran solo decorativas- pensé y al lado de esas figuras también vendían papel y pluma.
Seguimos caminando en el mismo sentido al que se dirigía toda la gente, conversando de trivialidades y ella me enseñaba algunas cosas de la ciudad como donde comprar cosas a precios bajos o que se hacía en algunas edificaciones.
Después de deambular un rato,llegamos a una plaza, que estaba mucho más concurrida. En el centro de ella habían dos figuras humanas, talladas en madera, de aspecto sumamente real. Estas estaban siendo quemadas, ardían en la penumbra, cada movimiento de las llamas se proyectaba en un efecto de movimiento de las figuras.
Fascinado con la "danza" de las figuras, pregunté con admiración, a una persona que pasaba - ¿que es eso?- el humano me miró con extrañeza como si fuera una locura no saber -es la odhá, una celebración a los dioses Freyr y Freya para los enamorados- dijo con tono cortante y despectivo - ¿y que se hace para festejarlos? - la verdad es que estaba muy intrigado por aquella escena tan poco usual. -se escriben cartas a tus seres queridos y las quemas o se tiran figuras de madera al fuego, para encontrar pareja- está vez lo dijo de forma más agresiva y se fue de nuestro lado, como si le molestara mi presencia.
Miré con ilusión a magui y le pregunté si quería hacer algo, como un juego para pasar el rato. Mientras lo decía pasó un señor de apariencia mucho más amable que el anterior se acercó caminando tambaleante, riéndose por alguna razón, nos pasó una pluma y papel sin decir nada y luego se fue con su paso descoordinado -tal vez era solo un ebrio, aún así nos dio material para la celebración-. Lo seguí con la mirada hasta que se perdió en la multitud, al volver la vista, note que al lado de la hoguera había una figura de madera media chamuscada. Me acerqué, la tomé era de Freya así que la tiré al fuego porque seguramente ese era su destino solo que por alguna razón se había salido de la hoguera y volví con Magui.
Maguita había sostenido el papel, se veía algo tensa aunque podría ser solo era impresión mía. Después de unos segundos gritó algo, me tomó de la mano y tiró de ella. Parece que se había encontrado con su padre, es un poco más alto que yo pero me pareció de aspecto muy intimidarte, cuando Maguita me presentó respondí -un gusto, se... señor- con tono dubitativo y un tanto nervioso.
Después de el eufórico saludo Magui tiró el papel a la hoguera si nada escrito y dio una excusa poética -la verdad estaba un poco decepcionado, porque quería escribir algo, pero bueno da igual-
pensé que hubiese escrito
-Mirla, porque ya es más que un animal para mi, es la única que me a acompañado siempre y con ella e logrado tener un vínculo especial.
Escribí Maguita porque... Es una chica especial, diferente a todas las personas que e conocido. Y tal vez, la Diosa nos reunió un día antes de esta celebración por algo.
Leon, porque al haberme reencontrado con él, vinieron a mi mente gratos recuerdos de infancia, además sigue siendo igual de simpático... Bueno a su manera Jajajaj. - después de hacer ese repaso mental, miré la carta en blanco, ardiendo lentamente y en ella deposite mis pensamientos para encomendarlos a los Dioses.
Dejamos a nuestras mascotas en la cabaña para caminar más tranquilos. Era mi primera vez en Lunargenta, me impresionaba la gran cantidad de gente que transitaba por las calles de la metrópolis, aún así había espacio para caminar tranquilamente, sin chocar con nadie era extraño, que todos o casi todos se dirigían en una sola dirección.
Magui guiaba el "tour" y me mostraba los alrededores. Estaba fascinado por la arquitectura iba de un lado a otro preguntándole cosas, porque todo eso era nuevo para mi.
Habían casas coloniales de gran tamaño, los locales comerciales por lo menos había uno en cada esquina y los puestos de comerciantes que estaban en la calle que vendían gran variedad de productos.
En las carpinterías logré ver que se repetía un producto en particular, eran unas figuras de madera una simulaba a un hombre y la otra a una mujer, no sabía muy bien que uso se le podrían dar, -tal vez eran solo decorativas- pensé y al lado de esas figuras también vendían papel y pluma.
Seguimos caminando en el mismo sentido al que se dirigía toda la gente, conversando de trivialidades y ella me enseñaba algunas cosas de la ciudad como donde comprar cosas a precios bajos o que se hacía en algunas edificaciones.
Después de deambular un rato,llegamos a una plaza, que estaba mucho más concurrida. En el centro de ella habían dos figuras humanas, talladas en madera, de aspecto sumamente real. Estas estaban siendo quemadas, ardían en la penumbra, cada movimiento de las llamas se proyectaba en un efecto de movimiento de las figuras.
Fascinado con la "danza" de las figuras, pregunté con admiración, a una persona que pasaba - ¿que es eso?- el humano me miró con extrañeza como si fuera una locura no saber -es la odhá, una celebración a los dioses Freyr y Freya para los enamorados- dijo con tono cortante y despectivo - ¿y que se hace para festejarlos? - la verdad es que estaba muy intrigado por aquella escena tan poco usual. -se escriben cartas a tus seres queridos y las quemas o se tiran figuras de madera al fuego, para encontrar pareja- está vez lo dijo de forma más agresiva y se fue de nuestro lado, como si le molestara mi presencia.
Miré con ilusión a magui y le pregunté si quería hacer algo, como un juego para pasar el rato. Mientras lo decía pasó un señor de apariencia mucho más amable que el anterior se acercó caminando tambaleante, riéndose por alguna razón, nos pasó una pluma y papel sin decir nada y luego se fue con su paso descoordinado -tal vez era solo un ebrio, aún así nos dio material para la celebración-. Lo seguí con la mirada hasta que se perdió en la multitud, al volver la vista, note que al lado de la hoguera había una figura de madera media chamuscada. Me acerqué, la tomé era de Freya así que la tiré al fuego porque seguramente ese era su destino solo que por alguna razón se había salido de la hoguera y volví con Magui.
Maguita había sostenido el papel, se veía algo tensa aunque podría ser solo era impresión mía. Después de unos segundos gritó algo, me tomó de la mano y tiró de ella. Parece que se había encontrado con su padre, es un poco más alto que yo pero me pareció de aspecto muy intimidarte, cuando Maguita me presentó respondí -un gusto, se... señor- con tono dubitativo y un tanto nervioso.
Después de el eufórico saludo Magui tiró el papel a la hoguera si nada escrito y dio una excusa poética -la verdad estaba un poco decepcionado, porque quería escribir algo, pero bueno da igual-
pensé que hubiese escrito
-Mirla, porque ya es más que un animal para mi, es la única que me a acompañado siempre y con ella e logrado tener un vínculo especial.
Escribí Maguita porque... Es una chica especial, diferente a todas las personas que e conocido. Y tal vez, la Diosa nos reunió un día antes de esta celebración por algo.
Leon, porque al haberme reencontrado con él, vinieron a mi mente gratos recuerdos de infancia, además sigue siendo igual de simpático... Bueno a su manera Jajajaj. - después de hacer ese repaso mental, miré la carta en blanco, ardiendo lentamente y en ella deposite mis pensamientos para encomendarlos a los Dioses.
- off-rol:
- -hablo con Bio
-dendrei cree que Magazubi es vampira por lo que pasa en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Dendrei
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Caminaba con rostro inexpresivo y sombrío hasta que una voz conocida llega a mis oídos. No alcancé a voltear para ver quién era cuando aquella cosita se lanzó sobre mí sin cuidado alguno y casi me manda al piso -No, no, abrazos no, son mi debilidad- Dije con un intento de sonrisa mientras la abrazaba y le daba palmaditas en la espalda, habría preferido que no me viera en mi estado actual pero ya que estaba ahí no había remedio, debía cuando menos aparentar estar bien, aparentar no estar devastado emocionalmente.
La solté para dejarla volver al piso y escuché lo que tenía que decir entre brinquitos, escuchar aquella rápida sucesión de palabras que por poco me marean -Espera ¿Un jaguar? ¿Tu mascota no era un aion?- Pregunté intrigado al ver a su nuevo animalito peludo -¿Qué idea?- Pregunté en un triste intento por seguir la velocidad de sus preguntas pero de nuevo me dejó atrás con otra sucesión de palabras -También te- No alcancé a terminar la frase pues de nuevo me interrumpió con una nueva sucesión de palabras a su habitual velocidad.
Sus últimas palabras me dejaron un poco desconcertado pues claramente no era una vampira -¿Quién podría creerse eso?- Pensé mientras dedicaba una mirada para examinar a su peluda nueva mascota -Rayos, éste habla- Me sorprendí un poco ante las palabras del peludo que ciertamente no me esperaba, tal vez no fuera una simple mascota sino algo más: una mascota parlante.
No era el mejor momento para saltar y reír, de hecho me costaba mantener una media sonrisa en el rostro para no preocupar a mi pequeña pero al menos me había alegrado un poco encontrarla de nuevo por fin, indirectamente me había mostrado sin siquiera darse cuenta que aún tenía mucho por qué vivir; aunque también tenía muchas cosas en qué pensar; me puse de rodillas para quedar a su altura y le di un abrazo -Princesa, hice algo muy malo y debo lidiar con ello- Le dije al oído casi en un susurro -Pero esta vez sabrás dónde estoy, puedes ir si quieres- Me alejé un poco para ver su rostro mientras tomaba sus hombros -Una torre junto al mar, en el punto más al sur de la Playa de los Ancestros- Le dije para que lo memorizara por si tenía que llegar hasta allá.
Miré a su compañero examinándolo de arriba hasta abajo -Volveré pronto, puedes llevar a tu nueva mascota a la casa, pero que no vaya a dejar su popó regado por todos lados- Le dije serio a Maguita -Enséñale dónde hacer cada cosa y no lo dejes sin comer mucho tiempo- Di algunos consejos que ayudarían a que el pobre jaguar se mantuviera con vida -Si lo abrazas fuerte y suena como galleta, son sus huesos rompiéndose, no lo aprietes mucho o se romperá como los otros- Me acerqué y di un besito a la frente de mi pequeña -Vamos a estar bien, todo va a estar bien- Dije con la sonrisa más sincera que pude dejar salir.
La solté para dejarla volver al piso y escuché lo que tenía que decir entre brinquitos, escuchar aquella rápida sucesión de palabras que por poco me marean -Espera ¿Un jaguar? ¿Tu mascota no era un aion?- Pregunté intrigado al ver a su nuevo animalito peludo -¿Qué idea?- Pregunté en un triste intento por seguir la velocidad de sus preguntas pero de nuevo me dejó atrás con otra sucesión de palabras -También te- No alcancé a terminar la frase pues de nuevo me interrumpió con una nueva sucesión de palabras a su habitual velocidad.
Sus últimas palabras me dejaron un poco desconcertado pues claramente no era una vampira -¿Quién podría creerse eso?- Pensé mientras dedicaba una mirada para examinar a su peluda nueva mascota -Rayos, éste habla- Me sorprendí un poco ante las palabras del peludo que ciertamente no me esperaba, tal vez no fuera una simple mascota sino algo más: una mascota parlante.
No era el mejor momento para saltar y reír, de hecho me costaba mantener una media sonrisa en el rostro para no preocupar a mi pequeña pero al menos me había alegrado un poco encontrarla de nuevo por fin, indirectamente me había mostrado sin siquiera darse cuenta que aún tenía mucho por qué vivir; aunque también tenía muchas cosas en qué pensar; me puse de rodillas para quedar a su altura y le di un abrazo -Princesa, hice algo muy malo y debo lidiar con ello- Le dije al oído casi en un susurro -Pero esta vez sabrás dónde estoy, puedes ir si quieres- Me alejé un poco para ver su rostro mientras tomaba sus hombros -Una torre junto al mar, en el punto más al sur de la Playa de los Ancestros- Le dije para que lo memorizara por si tenía que llegar hasta allá.
Miré a su compañero examinándolo de arriba hasta abajo -Volveré pronto, puedes llevar a tu nueva mascota a la casa, pero que no vaya a dejar su popó regado por todos lados- Le dije serio a Maguita -Enséñale dónde hacer cada cosa y no lo dejes sin comer mucho tiempo- Di algunos consejos que ayudarían a que el pobre jaguar se mantuviera con vida -Si lo abrazas fuerte y suena como galleta, son sus huesos rompiéndose, no lo aprietes mucho o se romperá como los otros- Me acerqué y di un besito a la frente de mi pequeña -Vamos a estar bien, todo va a estar bien- Dije con la sonrisa más sincera que pude dejar salir.
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Hely escudriñaba a la muchacha que había tirado la carta. Quería preguntarle absolutamente todo: A qué clan pertenecía, por qué tenía un membrete del emblema de los dos clanes entrelazados, por qué tiró la carta al fuego, a quién iba dirigida. Todo. Pero no parecía que la chica tuviera intención de decirle nada a una desconocida. Pasó la vista por todos los que estaban cerca de ellas a ver si alguien más tenía un sobre con el emblema de su clan. Pero ninguno tenía nada destacable en sus cartas, sólo esa elfa.
Sus respuestas no acababan de convencer a Helyare de lo que quería. Si estaba cumpliendo con la tradición de Ohdá, al tirar la carta lo que hacía era pedir ayuda a los dioses. Los papeles se volverían cenizas y lo que estaba escrito era leído por Freyr y Freya, quienes ayudaban a perdurar el amor.
–Porque según la tradición debes lanzar al fuego una carta dirigida a un ser amado. Los dioses ayudarán a que vuestro amor sea eterno. –Le comentó también de forma seria y apática, ya hablando el común, pues es como había respondido la muchacha.
Un no rotundo salió de su boca cuando le preguntó si pertenecía a alguno de esos clanes por los que preguntaba. Ya no formaba parte de los Eytherzair, no había ninguna mentira en su respuesta pero le supo rara cuando lo dijo. Para alguien que desde muy pequeña había sido enseñada a presumir y hacer ver de dónde venía le resultaba extraño negar sus propias raíces. –Pero quería saber si conocías a algún miembro del clan Eytherzair o del clan Doriath. ¿Tú les perteneces? –Formuló la misma pregunta que le había hecho ella antes. Del primero de los clanes que había nombrado no podía ser, no llevaba adornos ostentosos ni los emblemas. Pero ella tampoco los llevaba y había formado parte del clan.
Tanta curiosidad todavía denotaba el apego que sentía Helyare por su clan, a pesar de todo. Quería saber cualquier cosa, lo que fuese. A pesar de que sabía que su hermana estaba bien, que todo iba perfectamente, quería saber absolutamente todo, hasta el más mínimo detalle. Pero no se le notaba demasiado, permanecía estática a la espera de las respuestas de la muchacha, quien tampoco era muy dicharachera.
Trataba de no sonar muy borde, de ser ligeramente amable si de verdad quería sacar algo en claro. Pero las ganas que tenía de sacar a esa elfa de la plaza y someterla a un buen interrogatorio no se las quitaba nadie, aunque no lo hizo.
A pesar de que ella llevaba por dentro de la capa el broche con el emblema de su clan, conocía el segundo símbolo, el de la carta que la elfa había tirado al fuego. Estaban hermanados. Helyare no conocía del todo la historia pero sí sabía que los miembros del clan Doriath habían ayudado a los de su clan a luchar contra los brujos y eran aliados en la idea de recuperar las Islas Illidenses. De hecho, cuando aún era la jefa de la guardia habían entrenado con otros guerreros del clan amigo. Así que suponía que la hermandad era porque compartían los mismos ideales. Ella siempre había conocido los emblemas juntos. Alguna que otra vez también había ido a acompañar a su madre, cuando era más pequeña, a ver a los miembros de Doriath.
Por eso despertaba en ella gran curiosidad la muchacha. Ver a alguien más de su ámbito en Lunargenta era como una chispa de luz, pero también la hacía sentirse insegura por lo que pudiera pasar, por eso no se acercaba demasiado.
Había besado la carta, esa muchacha misteriosa sentía admiración por alguien y, al haber usado el emblema unido de ambos clanes, la carta iba dirigida a alguien del otro clan, el contrario al que pertenecía la elfa. Si es que aún pertenecía a alguno. Helyare no sabía hasta qué punto el resto de clanes de Sandorai conocía esta hermandad, posiblemente lo supieran, pero no creía que usasen eso para referirse a una persona, de ser así usarían sólo el emblema del clan al que pertenece, no ambos.
Eso era una muestra de unión, y también se podía emplear para las parejas en las que cada miembro pertenecía a un pueblo. De ahí que se despertase la curiosidad de la elfa. También se fijaba mucho en el atuendo de la chica, estaba igual de tapada que ella o incluso más. ¿Habría sufrido su mismo destino? Había algo que las diferenciaba mucho, no parecía una desterrada del clan Eytherzair, su oreja izquierda estaba intacta, algo que generalmente se solía mutilar en los destierros. ¿Entonces? ¿Se había escapado? ¿O pertenecía al otro clan? No conocía los castigos o la forma de establecer las normas de los Doriath, así que las suposiciones de la elfa no se basaban más que en lo que ella creía desde su propia perspectiva.
–Necesito que me respondas
Sus respuestas no acababan de convencer a Helyare de lo que quería. Si estaba cumpliendo con la tradición de Ohdá, al tirar la carta lo que hacía era pedir ayuda a los dioses. Los papeles se volverían cenizas y lo que estaba escrito era leído por Freyr y Freya, quienes ayudaban a perdurar el amor.
–Porque según la tradición debes lanzar al fuego una carta dirigida a un ser amado. Los dioses ayudarán a que vuestro amor sea eterno. –Le comentó también de forma seria y apática, ya hablando el común, pues es como había respondido la muchacha.
Un no rotundo salió de su boca cuando le preguntó si pertenecía a alguno de esos clanes por los que preguntaba. Ya no formaba parte de los Eytherzair, no había ninguna mentira en su respuesta pero le supo rara cuando lo dijo. Para alguien que desde muy pequeña había sido enseñada a presumir y hacer ver de dónde venía le resultaba extraño negar sus propias raíces. –Pero quería saber si conocías a algún miembro del clan Eytherzair o del clan Doriath. ¿Tú les perteneces? –Formuló la misma pregunta que le había hecho ella antes. Del primero de los clanes que había nombrado no podía ser, no llevaba adornos ostentosos ni los emblemas. Pero ella tampoco los llevaba y había formado parte del clan.
Tanta curiosidad todavía denotaba el apego que sentía Helyare por su clan, a pesar de todo. Quería saber cualquier cosa, lo que fuese. A pesar de que sabía que su hermana estaba bien, que todo iba perfectamente, quería saber absolutamente todo, hasta el más mínimo detalle. Pero no se le notaba demasiado, permanecía estática a la espera de las respuestas de la muchacha, quien tampoco era muy dicharachera.
Trataba de no sonar muy borde, de ser ligeramente amable si de verdad quería sacar algo en claro. Pero las ganas que tenía de sacar a esa elfa de la plaza y someterla a un buen interrogatorio no se las quitaba nadie, aunque no lo hizo.
A pesar de que ella llevaba por dentro de la capa el broche con el emblema de su clan, conocía el segundo símbolo, el de la carta que la elfa había tirado al fuego. Estaban hermanados. Helyare no conocía del todo la historia pero sí sabía que los miembros del clan Doriath habían ayudado a los de su clan a luchar contra los brujos y eran aliados en la idea de recuperar las Islas Illidenses. De hecho, cuando aún era la jefa de la guardia habían entrenado con otros guerreros del clan amigo. Así que suponía que la hermandad era porque compartían los mismos ideales. Ella siempre había conocido los emblemas juntos. Alguna que otra vez también había ido a acompañar a su madre, cuando era más pequeña, a ver a los miembros de Doriath.
Por eso despertaba en ella gran curiosidad la muchacha. Ver a alguien más de su ámbito en Lunargenta era como una chispa de luz, pero también la hacía sentirse insegura por lo que pudiera pasar, por eso no se acercaba demasiado.
Había besado la carta, esa muchacha misteriosa sentía admiración por alguien y, al haber usado el emblema unido de ambos clanes, la carta iba dirigida a alguien del otro clan, el contrario al que pertenecía la elfa. Si es que aún pertenecía a alguno. Helyare no sabía hasta qué punto el resto de clanes de Sandorai conocía esta hermandad, posiblemente lo supieran, pero no creía que usasen eso para referirse a una persona, de ser así usarían sólo el emblema del clan al que pertenece, no ambos.
Eso era una muestra de unión, y también se podía emplear para las parejas en las que cada miembro pertenecía a un pueblo. De ahí que se despertase la curiosidad de la elfa. También se fijaba mucho en el atuendo de la chica, estaba igual de tapada que ella o incluso más. ¿Habría sufrido su mismo destino? Había algo que las diferenciaba mucho, no parecía una desterrada del clan Eytherzair, su oreja izquierda estaba intacta, algo que generalmente se solía mutilar en los destierros. ¿Entonces? ¿Se había escapado? ¿O pertenecía al otro clan? No conocía los castigos o la forma de establecer las normas de los Doriath, así que las suposiciones de la elfa no se basaban más que en lo que ella creía desde su propia perspectiva.
–Necesito que me respondas
Helyare
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Ingela sonreía, aquel zorro era, sin lugar a dudas un ser encantador -Zatch- repitió ella sin dejar de sonreír. -Pues vaya que tienes un lindo nombre, seguramente no se me olvidará- le dijo ella mirándolo a él esbozar una sonrisa que mostraba sus dientes y colmillos. El tenía algo que había maravillado a la chica, ¿sería su cola esponjosa? ¿Sus ojitos amarillos que brillaban con el fuego? ¿Su enigmática sonrisa? ¿Su particular aroma a rústico? ¿O las trencitas con cuentas? Lo que sí sabía Ingela con seguridad, era que aquel era un ser único.
Ante la invitación del zorro, ella accedió gustosa. Le tomó la mano (¿o pata?) para seguirlo. No sentía ningún tipo de rechazo hacia él ni dudaba que fuese una buena persona, aunque tampoco él había hecho nada para demostrar que lo era. Sin embargo, allí iba ella, dándole confianza al zorro -Los árboles están bien- respondió sonriente y se dispuso para que él la guiara, pero antes debía asegurarse de que Helyare estuviera cerca.
Giró la cabeza para buscar a la elfa. Primero miró el lugar donde estaba Adie, pero no la encontró allí. Estaba el cibernético solo, lamentándose aún por las cartas perdidas que no podría entregar. Fue entonces que la chica se sobresaltó. Giró para buscar con la mirada a Helyare. Por unos instantes, el corazón de la dragona palpitó fuerte, asustada de haberla perdido, o que algo le hubiese pasado a su amiga. Cuando la encontró, suspiró aliviada. Hablaba con otra elfa, una elfa de piel canela. El rostro de su amiga tenía una expresión de perturbación que no pasaba desapercibida para Ingela, quien para ese momento, el zorro había pasado a segundo plano.
Soltó la mano del hombre, -Disculpa un momento- le dijo, y avanzó con cautela hasta quedar cerca de ellas. Estaba de frente a su amiga pero por la espalda de la otra elfa, a una distancia prudente. Buscó la mirada de Helyare, para hacerle saber que estaba allí, pero sobre todo, para que ella le diera la tranquilidad de que todo estaba bien.
Ante la invitación del zorro, ella accedió gustosa. Le tomó la mano (¿o pata?) para seguirlo. No sentía ningún tipo de rechazo hacia él ni dudaba que fuese una buena persona, aunque tampoco él había hecho nada para demostrar que lo era. Sin embargo, allí iba ella, dándole confianza al zorro -Los árboles están bien- respondió sonriente y se dispuso para que él la guiara, pero antes debía asegurarse de que Helyare estuviera cerca.
Giró la cabeza para buscar a la elfa. Primero miró el lugar donde estaba Adie, pero no la encontró allí. Estaba el cibernético solo, lamentándose aún por las cartas perdidas que no podría entregar. Fue entonces que la chica se sobresaltó. Giró para buscar con la mirada a Helyare. Por unos instantes, el corazón de la dragona palpitó fuerte, asustada de haberla perdido, o que algo le hubiese pasado a su amiga. Cuando la encontró, suspiró aliviada. Hablaba con otra elfa, una elfa de piel canela. El rostro de su amiga tenía una expresión de perturbación que no pasaba desapercibida para Ingela, quien para ese momento, el zorro había pasado a segundo plano.
Soltó la mano del hombre, -Disculpa un momento- le dijo, y avanzó con cautela hasta quedar cerca de ellas. Estaba de frente a su amiga pero por la espalda de la otra elfa, a una distancia prudente. Buscó la mirada de Helyare, para hacerle saber que estaba allí, pero sobre todo, para que ella le diera la tranquilidad de que todo estaba bien.
Ingela
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Re: EVENTO: Día de San Valentín
Le lanzo miradas furtivas en intervalos muy cortos como para que lo pase por alto. Desconozco a que viene tanta curiosidad por su parte, existe la verdad irrefutable de que pertenezco a alguno de esos dos clanes, lo ha presenciado en la carta y debería ser suficiente, más no es así. Con un descaro fragoso ojeo desde sus tobillos hasta esa melena que oculta bajo derivadas telas. ─ ¿Amor eterno? ─ Reí con sorna, absurda idea que me hará a mi dar el paso a meterme en líos. ─ Nada en este infierno es eterno y que esta fogata haya sido encendida por una estúpida tradición, no significa que yo esté aquí para acatarla. ─ Sentencié con un tono álgido y cortante, inhalo la distancia que separa mis dedos de su fino cuello, presa de esta desidia y anhelos violentos.
Tan solo quería venir, presentar en el testamento mis pesadillas y sueños frustrados para regresar luego al bosque con la más desesperante de las parsimonias. Porque cuando corro parece que el mundo cede a una de las pasarelas hacia mis miedos más frescos, la cobardía y el fracaso. Y esta elfa charlatana, curiosa e impresentable me está tocando la fibra sensible que debería seguir intacta. Finjo ignorarla, que lo hago al centrarme tan sólo en la belleza oculta de las llamas anaranjadas y las escrituras convirtiéndose en cenizas. No quiero admitirlo, pero debería ya que hacía tiempo que olvidaba cómo proceder a esas primeras conversaciones incómodas que se transforman en un suelo sólido en vez de arena movediza, suave y maleable como las palabras o las mentiras.
Cierro los párpados con fuerzas, el aire me falta y el bombear de mi corazón se acrecenta con los términos de la extraña, retumban en mis orejas y la cólera germina en el pedestal de las emociones, soberano de las otras tantas. Con un paso airado y los puños cerrados devoro la distancia entre nosotras, hambrienta de vindictas y esas venas en los brazos de la elfa que torcer hasta destruirlas y que la sangre brote de la carne impulsivas. ─ No me hagas reír. ─ Le aplaudo, porque estoy sonriendo aún sin ser consciente de ese ser que me domina desde las tinieblas, poseída por la maldición que me aqueja y corrompe mis acciones benévolas. Sin pensarlo dos veces agarro de la capa a la mujer y la levanto en frente mía. ─ Ellos me pertenecían, sin mi eran escoria olvidada, elfos inservibles sin el don de empuñar armas para vengar a los caídos. ─ La sangre palpita ante la temperatura que sigue subiendo, ciega y me obliga a decir barbaridades. ─ Les dí poder, una alianza indestructible y el poco respeto que se merecían.
Con brusquedad la suelto, echando pestes y maldiciones en bajo. Doriath se unificó, creció y salió adelante gracias a Eretria, a nadie más, hasta que Arzhak me convenció en que una alianza no vendría mal para ninguno de los clanes. Y el hecho de recordar como fui tirada cual perro con rabia de lo que con sudor y esfuerzo construí es imperdonable. Me es inevitable refunfuñar ante esos desagradecidos que pueblan mis memorias, envenenan mi juicio y mas allá de perder la cordura, tan sólo me vuelven el doble de visceral. ─ Las cartas simbolizan venganza, y cuando las quemo me imagino a esos dos poblados ardiendo en completo terror, los clanes, su gente y todo lo que las llamas se lleve por delante. ─ Falacias crueles, no necesita entenderme o saber la verdad. Me vale con que se lo tome a pecho y desaparezca de mi vista, ella y su amiga, si he de suponer.
Tan solo quería venir, presentar en el testamento mis pesadillas y sueños frustrados para regresar luego al bosque con la más desesperante de las parsimonias. Porque cuando corro parece que el mundo cede a una de las pasarelas hacia mis miedos más frescos, la cobardía y el fracaso. Y esta elfa charlatana, curiosa e impresentable me está tocando la fibra sensible que debería seguir intacta. Finjo ignorarla, que lo hago al centrarme tan sólo en la belleza oculta de las llamas anaranjadas y las escrituras convirtiéndose en cenizas. No quiero admitirlo, pero debería ya que hacía tiempo que olvidaba cómo proceder a esas primeras conversaciones incómodas que se transforman en un suelo sólido en vez de arena movediza, suave y maleable como las palabras o las mentiras.
Cierro los párpados con fuerzas, el aire me falta y el bombear de mi corazón se acrecenta con los términos de la extraña, retumban en mis orejas y la cólera germina en el pedestal de las emociones, soberano de las otras tantas. Con un paso airado y los puños cerrados devoro la distancia entre nosotras, hambrienta de vindictas y esas venas en los brazos de la elfa que torcer hasta destruirlas y que la sangre brote de la carne impulsivas. ─ No me hagas reír. ─ Le aplaudo, porque estoy sonriendo aún sin ser consciente de ese ser que me domina desde las tinieblas, poseída por la maldición que me aqueja y corrompe mis acciones benévolas. Sin pensarlo dos veces agarro de la capa a la mujer y la levanto en frente mía. ─ Ellos me pertenecían, sin mi eran escoria olvidada, elfos inservibles sin el don de empuñar armas para vengar a los caídos. ─ La sangre palpita ante la temperatura que sigue subiendo, ciega y me obliga a decir barbaridades. ─ Les dí poder, una alianza indestructible y el poco respeto que se merecían.
Con brusquedad la suelto, echando pestes y maldiciones en bajo. Doriath se unificó, creció y salió adelante gracias a Eretria, a nadie más, hasta que Arzhak me convenció en que una alianza no vendría mal para ninguno de los clanes. Y el hecho de recordar como fui tirada cual perro con rabia de lo que con sudor y esfuerzo construí es imperdonable. Me es inevitable refunfuñar ante esos desagradecidos que pueblan mis memorias, envenenan mi juicio y mas allá de perder la cordura, tan sólo me vuelven el doble de visceral. ─ Las cartas simbolizan venganza, y cuando las quemo me imagino a esos dos poblados ardiendo en completo terror, los clanes, su gente y todo lo que las llamas se lleve por delante. ─ Falacias crueles, no necesita entenderme o saber la verdad. Me vale con que se lo tome a pecho y desaparezca de mi vista, ella y su amiga, si he de suponer.
Eretria Noorgard
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