Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
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Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Las tierras del norte fueron todo lo que conocí durante mi infancia. A excepción de cuando acompañaba mi padre al mercado de Dundarak, la helada soledad de las praderas fue el paraje que se grabó en mis retinas para toda la vida. La extensión de toda una pureza que no encontrabas en otro sitio, el frío que se te colaba por los pulmones, viajaba por todo tu cuerpo y te hacía sentir viva, el viento que pegaba en tu rostro y te hacía olvidar los problemas que tu corazón lamentaba. Exactamente como pasó con Wood cuando nos conocimos.
¿Por qué les cuento esto? Pues, fue en una tarde así, hace un poco más de un año, en donde descubrí esa conexión con el viento tan única que desconocía que tenía. Todavía no se explicarla. A veces se siente como si fuera el viento el que envolviera mi corazón en una suave seda que de a poco se impregna y se desliza hacia el cielo, llevando y tocando lo que roza voluntaria e involuntariamente con ella. Otras veces, se siente como si mis dedos pudieran tocar el viento y ordenarle donde viajar, como envolver a la gente, si deben llevarse sus sentimientos más agobiantes o cargarlos como bebés que necesitan un alivio.
Pero a veces se sentía de otras formas. Y pronto descubrí que mi alma y el viento estaban más conectados de lo que creía.
¿Es muy larga y cursi toda esta introducción? Jeje, es lo que me pasa cuando tengo tiempo de hablar de algo que me gusta tanto, lo siento. En todo caso, todo esto fue la razón de por qué comencé a viajar. Quería visitar nuevos lugares, conocer gente nueva, y por sobre todo, entenderme a mi misma.
Y creo que hoy es buen día para contarles como entendí una de esas partes de mi interior. Y claro, tiene también el conocer gente nueva y lugares nuevos.
–---
Esta historia comenzó hace algún tiempo atrás, en Wulful… no esperen. Es… Vul… wul… far. Lo siento, siempre tengo problemas con el nombre. Vulwulfar era una ciudad pesquera muy importante, debido a la conexión que había entre Lunargenta y los bosques de Sandorai. Me encantaría decir que el destino, o asuntos importantes, me llevaron a esa ciudad, pero la verdad es que en donde estaba quedandome estaban celebrando el Ohda. Con… varias niñas desnudas. Podría haber vuelto a Dundarak, pero con solo pensar en lo que pasaría en el castillo…
Así que, nuevo destino. Vul… wul… far.
La ciudad no era nada del otro mundo. Quizás con exceso olor a pescado, pero no es que a nadie le preocupara. Ciudad pesquera y todo. Usualmente, para ganar dinero, hacía lo que cualquier bardo hacía: cantar o recitar poemas en las calles. Optar por lo primero era más fácil, mientras que lo segundo me recordaba… a ella. Fui cerca de los puertos, para conseguir una multitud más amplia, pero antes de llegar sentí un escalofrío en mi espalda, algo como si mi instinto de dragón me dijera que mi vida corría peligro.
Bueno, no es para tanto. Más bien, mi dignidad estaba en peligro. Y dicho y echo, cuando me senté en una banca cercana, no tardé en escuchar las noticias:
- Te lo digo, Marcos – uno de los marinos le dijo a otro mientras pasaba delante de donde estaba – Era una sirena colorina la que estaba ahí.
- ¿Esa es la excusa de hoy para cuando llegues tarde de la taberna? Ya van tres veces que la usas.
- … bueno, si. ¡Pero esta vez es cierto!
… Bien, el puerto se encuentra inaccesible gracias a Dalía.
Debido al principal tipo de comercio en la ciudad, y considerando que el sol estaba ya desapareciendo en el horizonte, sabía que no conseguiría mucho dinero cantando en el mercado (más bien alguna que otra señora me lanzaría un zapato). Aquello me dejaba con una opción:
- La taberna del tiburón ahogado
… la verdad, era un nombre original.
La taberna se encontraba cerca del mercado de la ciudad, en la parte oeste. Cerca de un burdel y de una posada, parecía existir una trinidad sagrada en esos negocios. Ya saben, por obvias razones. El local era más grande de los que encontrabas en el norte, con espacio para 50 personas sentadas, y algunas transitando o estando en la barra. A esa hora algunos marinos ya comenzaban a llenar las mesas, las jarras comenzaban a circular por los pasillos y las risas llenaban el aire.
Ahora, hay algo que deben saber de las tabernas y es que hay dos cosas que importan: tus palabras y la actitud para respaldarlas.
Entré con toda la seguridad que mi cuerpo me permitía y, sin contar las ganas de golpear alguna que otra mano suelta, me dirigí hacia la barra principal, sentandome cerca de una pareja de marinos que se encontraban acompañados por damas de ligeras ropas y muchos deseos carnosos en sus miradas.
Algo me decía que no eran precisamente sus esposas.
¿Por qué les cuento esto? Pues, fue en una tarde así, hace un poco más de un año, en donde descubrí esa conexión con el viento tan única que desconocía que tenía. Todavía no se explicarla. A veces se siente como si fuera el viento el que envolviera mi corazón en una suave seda que de a poco se impregna y se desliza hacia el cielo, llevando y tocando lo que roza voluntaria e involuntariamente con ella. Otras veces, se siente como si mis dedos pudieran tocar el viento y ordenarle donde viajar, como envolver a la gente, si deben llevarse sus sentimientos más agobiantes o cargarlos como bebés que necesitan un alivio.
Pero a veces se sentía de otras formas. Y pronto descubrí que mi alma y el viento estaban más conectados de lo que creía.
¿Es muy larga y cursi toda esta introducción? Jeje, es lo que me pasa cuando tengo tiempo de hablar de algo que me gusta tanto, lo siento. En todo caso, todo esto fue la razón de por qué comencé a viajar. Quería visitar nuevos lugares, conocer gente nueva, y por sobre todo, entenderme a mi misma.
Y creo que hoy es buen día para contarles como entendí una de esas partes de mi interior. Y claro, tiene también el conocer gente nueva y lugares nuevos.
–---
Esta historia comenzó hace algún tiempo atrás, en Wulful… no esperen. Es… Vul… wul… far. Lo siento, siempre tengo problemas con el nombre. Vulwulfar era una ciudad pesquera muy importante, debido a la conexión que había entre Lunargenta y los bosques de Sandorai. Me encantaría decir que el destino, o asuntos importantes, me llevaron a esa ciudad, pero la verdad es que en donde estaba quedandome estaban celebrando el Ohda. Con… varias niñas desnudas. Podría haber vuelto a Dundarak, pero con solo pensar en lo que pasaría en el castillo…
Así que, nuevo destino. Vul… wul… far.
La ciudad no era nada del otro mundo. Quizás con exceso olor a pescado, pero no es que a nadie le preocupara. Ciudad pesquera y todo. Usualmente, para ganar dinero, hacía lo que cualquier bardo hacía: cantar o recitar poemas en las calles. Optar por lo primero era más fácil, mientras que lo segundo me recordaba… a ella. Fui cerca de los puertos, para conseguir una multitud más amplia, pero antes de llegar sentí un escalofrío en mi espalda, algo como si mi instinto de dragón me dijera que mi vida corría peligro.
Bueno, no es para tanto. Más bien, mi dignidad estaba en peligro. Y dicho y echo, cuando me senté en una banca cercana, no tardé en escuchar las noticias:
- Te lo digo, Marcos – uno de los marinos le dijo a otro mientras pasaba delante de donde estaba – Era una sirena colorina la que estaba ahí.
- ¿Esa es la excusa de hoy para cuando llegues tarde de la taberna? Ya van tres veces que la usas.
- … bueno, si. ¡Pero esta vez es cierto!
… Bien, el puerto se encuentra inaccesible gracias a Dalía.
Debido al principal tipo de comercio en la ciudad, y considerando que el sol estaba ya desapareciendo en el horizonte, sabía que no conseguiría mucho dinero cantando en el mercado (más bien alguna que otra señora me lanzaría un zapato). Aquello me dejaba con una opción:
- La taberna del tiburón ahogado
… la verdad, era un nombre original.
La taberna se encontraba cerca del mercado de la ciudad, en la parte oeste. Cerca de un burdel y de una posada, parecía existir una trinidad sagrada en esos negocios. Ya saben, por obvias razones. El local era más grande de los que encontrabas en el norte, con espacio para 50 personas sentadas, y algunas transitando o estando en la barra. A esa hora algunos marinos ya comenzaban a llenar las mesas, las jarras comenzaban a circular por los pasillos y las risas llenaban el aire.
Ahora, hay algo que deben saber de las tabernas y es que hay dos cosas que importan: tus palabras y la actitud para respaldarlas.
Entré con toda la seguridad que mi cuerpo me permitía y, sin contar las ganas de golpear alguna que otra mano suelta, me dirigí hacia la barra principal, sentandome cerca de una pareja de marinos que se encontraban acompañados por damas de ligeras ropas y muchos deseos carnosos en sus miradas.
Algo me decía que no eran precisamente sus esposas.
Siria
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Se sentía desarraigado. Todo el esfuerzo que había invertido en Lunargenta para crearse un hogar y una red de contactos había sido destruida en una noche. La maestra cazadora lo había enjaulado y la guardia se había encargado de pasearlo por la ciudad, dando a conocer su raza y presentándolo como el enemigo vencido. Aquello le hería, de más de una manera y por más de un motivo. Alimentaba rabia, ira y sensación de injusticia, y oponerse a aquellos sentimientos era demasiado difícil.
Taliesin siempre se había considerado un hombre moderado y razonable. Pero en aquellas circunstancias no quería serlo. Quería encontrar una excusa para odiar a alguien.
Vulwulfar era un lugar tan bueno como cualquier otro para ello. Es más, tenía la ventaja extra de ser un puerto, igual que el lugar en el que se había criado Taliesin. De manera quizás inconsciente siempre acababa en lugares como aquel, rodeado del ir y venir de los muelles, las tabernas repletas de marineros de paso y el chocar de las olas contra el crujir de los barcos. Pero la familiaridad que en otra ocasión lo relajaría, esta vez sólo servía para frustrarlo más. Quiero ser parte de esto, pensaba, ¿por qué no puedo?
Sólo estaba de paso, llevado por otros asuntos, y debería haber ocupado su noche en algo productivo. Pero por algún motivo, ahora que estaba alejado de su hija sus pies aprovecharon para dejar de resistir y llevarlo a una taberna. Su garganta y sus manos se confabularon, y contribuyeron también a aquella rebelión de su cuerpo al pedir más de una cerveza y beberla demasiado rápido.
El tiburón ahogado... ¿estaría ahogado en alcohol?
Pasó parte de la noche y Taliesin habló con desconocidos. En un par de ocasiones tuvo roces con otras personas, como era normal en un lugar como aquél, pero siempre hubo alguien más distendiendo la situación. Y aquello sólo hacía que Taliesin tuviera más ganas de provocar.
Se acercó a la barra para pedir otra ronda, y se encontró allí con una mujer elegante vestida de manera tribal. La miró de soslayo y, sin sonreír especialmente, le pidió al camarero dos jarras de cerveza.
- Te invito a una ronda - decretó -. Cerveza bien, ¿no?
Había poco espacio y, al llevarse la mano a la cintura para buscar unos aeros, le dio sin querer un codazo al hombre que se encontraba al lado. El desconocido lo miró ofendido.
- ¿Qué pasa? - le preguntó Taliesin - No te voy a pedir perdón. Esto está lleno. La barra es para pedir y para charlar.
- Bueno, pues tú ya has pedido - hizo notar la mujer que estaba sobre sus piernas -. Así que ¿por qué no te alejas y seguimos cada uno con lo que hacíamos?
Taliesin, que hasta aquel entonces había tenido la intención de, en efecto, alejarse de allí, se tensó. Le había comprado una jarra a la desconocida porque así le había apetecido, porque le había llamado la atención, y no especialmente para entablar conversación con ella. Pero ahora, ante aquella sugerencia, colocó ambos brazos cruzados sobre la barra y se asentó allí.
- Bueno - se giró hacia la mujer, dándole la espalda a las dos parejas. Aún poniéndole un oído a lo que pasaba al otro lado, inicio una conversación genérica con la desconocida -. Claramente no eres de por aquí. ¿Qué te trae al puerto?
Taliesin siempre se había considerado un hombre moderado y razonable. Pero en aquellas circunstancias no quería serlo. Quería encontrar una excusa para odiar a alguien.
Vulwulfar era un lugar tan bueno como cualquier otro para ello. Es más, tenía la ventaja extra de ser un puerto, igual que el lugar en el que se había criado Taliesin. De manera quizás inconsciente siempre acababa en lugares como aquel, rodeado del ir y venir de los muelles, las tabernas repletas de marineros de paso y el chocar de las olas contra el crujir de los barcos. Pero la familiaridad que en otra ocasión lo relajaría, esta vez sólo servía para frustrarlo más. Quiero ser parte de esto, pensaba, ¿por qué no puedo?
Sólo estaba de paso, llevado por otros asuntos, y debería haber ocupado su noche en algo productivo. Pero por algún motivo, ahora que estaba alejado de su hija sus pies aprovecharon para dejar de resistir y llevarlo a una taberna. Su garganta y sus manos se confabularon, y contribuyeron también a aquella rebelión de su cuerpo al pedir más de una cerveza y beberla demasiado rápido.
El tiburón ahogado... ¿estaría ahogado en alcohol?
Pasó parte de la noche y Taliesin habló con desconocidos. En un par de ocasiones tuvo roces con otras personas, como era normal en un lugar como aquél, pero siempre hubo alguien más distendiendo la situación. Y aquello sólo hacía que Taliesin tuviera más ganas de provocar.
Se acercó a la barra para pedir otra ronda, y se encontró allí con una mujer elegante vestida de manera tribal. La miró de soslayo y, sin sonreír especialmente, le pidió al camarero dos jarras de cerveza.
- Te invito a una ronda - decretó -. Cerveza bien, ¿no?
Había poco espacio y, al llevarse la mano a la cintura para buscar unos aeros, le dio sin querer un codazo al hombre que se encontraba al lado. El desconocido lo miró ofendido.
- ¿Qué pasa? - le preguntó Taliesin - No te voy a pedir perdón. Esto está lleno. La barra es para pedir y para charlar.
- Bueno, pues tú ya has pedido - hizo notar la mujer que estaba sobre sus piernas -. Así que ¿por qué no te alejas y seguimos cada uno con lo que hacíamos?
Taliesin, que hasta aquel entonces había tenido la intención de, en efecto, alejarse de allí, se tensó. Le había comprado una jarra a la desconocida porque así le había apetecido, porque le había llamado la atención, y no especialmente para entablar conversación con ella. Pero ahora, ante aquella sugerencia, colocó ambos brazos cruzados sobre la barra y se asentó allí.
- Bueno - se giró hacia la mujer, dándole la espalda a las dos parejas. Aún poniéndole un oído a lo que pasaba al otro lado, inicio una conversación genérica con la desconocida -. Claramente no eres de por aquí. ¿Qué te trae al puerto?
Taliesin Skatha
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
No creo que sea de mi incumbencia el meterme con las tradiciones y ritos de otras culturas, considerando que muchas de nuestras acciones son raras para otras culturas. Eso no quitaba que me parecía muy raro el que la cultura humana se centrara tanto en el alcohol y en lugares como estos. En Dundarak y en algunos pueblos de la estepa también existían, pero había un sentido distinto. No iba gente a quejarse de sus esposas mientras tenían a otra mujer en sus piernas, ni esa sensación de ahogar sus problemas con alcohol.
… bueno, mi papá hacía eso último, pero podía contar con los dedos de mi mano las veces que iba a una taberna en un año. Acá parecía ser lo recurrente.
- ¿Va a pedir algo, señorita?
Una voz me sacó de mi trance. Era un hombre que estaba al otro lado de la barra, probablemente el dueño. Su apariencia era como la de cualquier buen tabernero en Aerandir: sus arrugas mostraban el paso de los años y de las noches de trabajo, con una barba no muy frondosa que, con algunos cabellos blancos, te decía que pronto se vestiría de blanco por completo. Te saludaba con aquella sonrisa usual de tabernero, y lo primero que te preguntaba era que qué ibas a querer para beber. Creo que lo único distinto de este de otros taberneros era el pañuelo a lo marinero que tenía en su cabeza. Era eso, u ocultaba su calvicie.
- ¡Justo quería hablar con usted!
Ahora, como dije antes, parte de todo era no solo tener seguridad, sino demostrarla. Coloqué mi brazo izquierdo en la barra, apoyando mi peso en el codo y balanceando mi equilibrio hacia su mirada. Por supuesto, lo miraba con la misma mirada que tendría si tuviera… digamos, muchas lechugas en un pueblo donde las lechugas estuvieran en alta demanda.
… no soy buena con las analogías, ¿de acuerdo?
- Veo que tiene un lindo lugar, y me encantaría…
- No, lo siento. No estoy interesado.
Siquiera me dejó terminar y ya me había rechazado.
- Sé que tu propuesta es la de cantar o hacer algo parecido – me dijo al ver mi rostro de extrañeza – La verdad no tengo dinero para pagarte por el espectáculo, y ya he tenido muchos incidentes en donde la gente se anima demasiado con el canto y causan destrozos.
Como todavía me veía con ese rostro, apuntó detrás de mi espalda. Por un momento pensé que se trataba de alguna persona, pero pronto caí… estaba apuntando a mi Lira. Por eso sabía de antemano lo que quería hacer.
Y bueh, la seguridad se me fue por el abismo. Me cruce de brazos y los apoyé en la barra, algo molesta por el rechazo. Antes de comenzar a rabiar conmigo misma, o echarle la culpa a la Lira, una voz que se había colocado al lado mío me preguntó sobre una ronda. Me erguí y revisé por un segundo si realmente me estaba hablando a mi, pero considerando que el resto de la gente tenía a sus acompañantes, las dudas no dudaron en irse dudosas de mi dudosa mente.
- Eh… ehm, si, gracias.
Casi me salió instintivo. Si era cerveza, no creo que habría problema. Osea, la última vez que tomé alcoholes fuertes terminé bailando encima de la barra y preguntandole a Wood que cómo los reflejos podían ser reales si los espejos no eran reales.
Solo aquel incidente con la persona que tenía al lado parecía sacar su malhumor. Osea, si fuera yo, le hubiera pedido perdón sin pensarlo, pero su tono de voz indicaba que no estaba para soportar más por el día de hoy. O al menos así lo entendía.
- … pues, buscaba algo de trabajo, pero el dueño no está dispuesto a darme un espacio – por un momento pensé en decirle que él tampoco parecía ser de por ahí, sobre todo porque su nivel de atractivo era superior a mucha de la gente de la taberna. Osea, no es por nada, pero, hombres, si quieren una recomendación, una buena bañada para quitarse el olor a sal y pescado no hace daño a nadie.
- Ey, que solo he dicho que nada de trabajos de bardo – dijo mientras traía la cerveza a ambos – Si quieres, puedes trabajar como mesera, que siempre me faltan.
Dediqué una mirada a mi alrededor, mirando tanto el ambiente como a las mujeres que tenía contratada, y lo volví a mirar.
- ¿Puedo seguir usando mis ropas?
- Ehm… ese es el uniforme de trabajo, así que…
- … pues, buscaba algo de trabajo, pero el dueño no está dispuesto a darme un espacio – volví a iniciar la conversación, mientras el dueño se rendía y se iba del lugar – Tampoco eres de acá, ¿verdad? Digo, tus ropas no son de marinero y no hueles como uno – parecía haber algo de agradecimiento detrás de mis palabras - y pareces cuidarte mejor que uno también.
No noté que no estaba muy metido en la conversación, aunque no lo culpo. Por el incidente anterior con el codo, algo más se cocinaba detrás de él.
- ¡Oh, vamos! Me dijiste que eras el más macho de los machos en los mares de Vulwulfar, pero te encogiste apenas el tipo te encaró.
La que decía esas cosas era la “invitada” del sujeto con el que había intercambiado aquel roce hace poco. Estaba tan alta en copas que su rostro se tornó levemente rojizo debido al estado de embriaguez que tenía. Y lo peor de todo es que estaba incitando a la violencia con sus comentarios.
- Nah, me da pena los pobres niñatos que vienen acá, con sus caras lindas a tomar un poquito de cerveza para quedar mareados.
Aunque sonaba como un insulto para mi acompañante, la verdad es que el tipo quería ponerle paños fríos al asunto, ya que tenía otros planes en mente, y solo bastaba leer el ambiente para darse cuenta. Sin embargo, la mujer (y probablemente también Taliesin) no compraba su discuso.
- Me hubiera gustado ver tu hombría en acción, demostrar que eres ese toro alfa que tanto te pavoneas, pero creo que solo eres un hablador como el resto de los marinos.
Y es que, si aprendí algo de mis viajes, es que si golpeas la hombría de un hombre, eso puede llegar a sacar lo peor de uno. Sobre todo si lo hacía una mujer.
- Sabes, no me gustó tu tono de voz – esta vez sacó a la mujer de sus piernas y se volvió contra Tal, poniendo su mano en el hombro de forma bastante agresiva y sorpresiva – Te vas a disculpar por pegarme con tu codo, o te sacaré la disculpa a golpes.
Claro estaba, la mujer acompañante estaba encantada por ver despliegue de “hombría”, algo que más bien yo llamaría violencia innecesaria.
… bueno, mi papá hacía eso último, pero podía contar con los dedos de mi mano las veces que iba a una taberna en un año. Acá parecía ser lo recurrente.
- ¿Va a pedir algo, señorita?
Una voz me sacó de mi trance. Era un hombre que estaba al otro lado de la barra, probablemente el dueño. Su apariencia era como la de cualquier buen tabernero en Aerandir: sus arrugas mostraban el paso de los años y de las noches de trabajo, con una barba no muy frondosa que, con algunos cabellos blancos, te decía que pronto se vestiría de blanco por completo. Te saludaba con aquella sonrisa usual de tabernero, y lo primero que te preguntaba era que qué ibas a querer para beber. Creo que lo único distinto de este de otros taberneros era el pañuelo a lo marinero que tenía en su cabeza. Era eso, u ocultaba su calvicie.
- ¡Justo quería hablar con usted!
Ahora, como dije antes, parte de todo era no solo tener seguridad, sino demostrarla. Coloqué mi brazo izquierdo en la barra, apoyando mi peso en el codo y balanceando mi equilibrio hacia su mirada. Por supuesto, lo miraba con la misma mirada que tendría si tuviera… digamos, muchas lechugas en un pueblo donde las lechugas estuvieran en alta demanda.
… no soy buena con las analogías, ¿de acuerdo?
- Veo que tiene un lindo lugar, y me encantaría…
- No, lo siento. No estoy interesado.
Siquiera me dejó terminar y ya me había rechazado.
- Sé que tu propuesta es la de cantar o hacer algo parecido – me dijo al ver mi rostro de extrañeza – La verdad no tengo dinero para pagarte por el espectáculo, y ya he tenido muchos incidentes en donde la gente se anima demasiado con el canto y causan destrozos.
Como todavía me veía con ese rostro, apuntó detrás de mi espalda. Por un momento pensé que se trataba de alguna persona, pero pronto caí… estaba apuntando a mi Lira. Por eso sabía de antemano lo que quería hacer.
Y bueh, la seguridad se me fue por el abismo. Me cruce de brazos y los apoyé en la barra, algo molesta por el rechazo. Antes de comenzar a rabiar conmigo misma, o echarle la culpa a la Lira, una voz que se había colocado al lado mío me preguntó sobre una ronda. Me erguí y revisé por un segundo si realmente me estaba hablando a mi, pero considerando que el resto de la gente tenía a sus acompañantes, las dudas no dudaron en irse dudosas de mi dudosa mente.
- Eh… ehm, si, gracias.
Casi me salió instintivo. Si era cerveza, no creo que habría problema. Osea, la última vez que tomé alcoholes fuertes terminé bailando encima de la barra y preguntandole a Wood que cómo los reflejos podían ser reales si los espejos no eran reales.
Solo aquel incidente con la persona que tenía al lado parecía sacar su malhumor. Osea, si fuera yo, le hubiera pedido perdón sin pensarlo, pero su tono de voz indicaba que no estaba para soportar más por el día de hoy. O al menos así lo entendía.
- … pues, buscaba algo de trabajo, pero el dueño no está dispuesto a darme un espacio – por un momento pensé en decirle que él tampoco parecía ser de por ahí, sobre todo porque su nivel de atractivo era superior a mucha de la gente de la taberna. Osea, no es por nada, pero, hombres, si quieren una recomendación, una buena bañada para quitarse el olor a sal y pescado no hace daño a nadie.
- Ey, que solo he dicho que nada de trabajos de bardo – dijo mientras traía la cerveza a ambos – Si quieres, puedes trabajar como mesera, que siempre me faltan.
Dediqué una mirada a mi alrededor, mirando tanto el ambiente como a las mujeres que tenía contratada, y lo volví a mirar.
- ¿Puedo seguir usando mis ropas?
- Ehm… ese es el uniforme de trabajo, así que…
- … pues, buscaba algo de trabajo, pero el dueño no está dispuesto a darme un espacio – volví a iniciar la conversación, mientras el dueño se rendía y se iba del lugar – Tampoco eres de acá, ¿verdad? Digo, tus ropas no son de marinero y no hueles como uno – parecía haber algo de agradecimiento detrás de mis palabras - y pareces cuidarte mejor que uno también.
No noté que no estaba muy metido en la conversación, aunque no lo culpo. Por el incidente anterior con el codo, algo más se cocinaba detrás de él.
- ¡Oh, vamos! Me dijiste que eras el más macho de los machos en los mares de Vulwulfar, pero te encogiste apenas el tipo te encaró.
La que decía esas cosas era la “invitada” del sujeto con el que había intercambiado aquel roce hace poco. Estaba tan alta en copas que su rostro se tornó levemente rojizo debido al estado de embriaguez que tenía. Y lo peor de todo es que estaba incitando a la violencia con sus comentarios.
- Nah, me da pena los pobres niñatos que vienen acá, con sus caras lindas a tomar un poquito de cerveza para quedar mareados.
Aunque sonaba como un insulto para mi acompañante, la verdad es que el tipo quería ponerle paños fríos al asunto, ya que tenía otros planes en mente, y solo bastaba leer el ambiente para darse cuenta. Sin embargo, la mujer (y probablemente también Taliesin) no compraba su discuso.
- Me hubiera gustado ver tu hombría en acción, demostrar que eres ese toro alfa que tanto te pavoneas, pero creo que solo eres un hablador como el resto de los marinos.
Y es que, si aprendí algo de mis viajes, es que si golpeas la hombría de un hombre, eso puede llegar a sacar lo peor de uno. Sobre todo si lo hacía una mujer.
- Sabes, no me gustó tu tono de voz – esta vez sacó a la mujer de sus piernas y se volvió contra Tal, poniendo su mano en el hombro de forma bastante agresiva y sorpresiva – Te vas a disculpar por pegarme con tu codo, o te sacaré la disculpa a golpes.
Claro estaba, la mujer acompañante estaba encantada por ver despliegue de “hombría”, algo que más bien yo llamaría violencia innecesaria.
Siria
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
- Bardo... Bueno, eso es interesante...
Y realmente lo era, pero no podía evitar seguir con un oído puesto en el otro lado; especialmente cuando empezó a escuchar lo que decía la mujer. "Eso", pensó Taliesin, dándole mentalmente la razón a la que malmetía, "a ver si eres tan macho y me dices algo en lugar de insultarme por lo bajo". Porque aunque no se veía identificado en los apelativos que le había dedicado el hombre y no se veía ofendido por ellos, seguía con ganas de provocar e instigar.
Mientras el hombre se decidía a decirle algo, intentó retornar su atención a la mujer. ¿Cómo había dicho que se llamaba? Tardó un segundo en darse cuenta de que no lo había dicho, y él tampoco se había presentado.
- No soy de acá. No soy de ningún lado - añadió con resquemor, que ocultaba un toque de autocompasión. Pegó un sorbo y cambió radicalmente de tema -. Sé tocar un poco la lira. Pero ni de lejos tan bien como tú si eres bardo profesional - Frunció el ceño, pensativo, y por primera vez miró directamente a la mujer. - ¿Sabes...?
Pero a penas había comenzado la pregunta, y en el momento en el que parecía que comenzaba a involucrarse realmente en la conversación, una mano se posó en su hombro. El toque fue agresivo, y el tono de las palabras que lo acompañaron, aunque Taliesin no las escuchó exactamente, aclaró cualquier posibilidad de duda. Así que Taliesin hizo no lo más razonable, pero sí lo que llevaba largo rato queriendo hacer: se giró hacia el hombre y le pegó un puñetazo en la cara.
¿Para qué encararse y alargar los pavoneos? No iba a pedir perdón, así que tanto mejor ir al grano. El otro hombre retrocedió un paso por lo inesperado, y miró a su acompañante como si ella pudiera explicarle lo que acababa de pasar.
- ¿No vienes a por otra disculpa? - lo retó Taliesin, y aunque podría haberse vuelto más intimidante gracias a su presencia vampírica, no lo hizo.
La mirada que le dedicó el hombre fue muy significativa. El tabernero al otro lado de la barra lo vió y suspiró, derrotado. Al segundo siguiente el marinero se lanzó a por el vampiro y lo agarró del brazo para retenerlo y pegarle un puñetazo idéntico al que él acababa de recibir, y esto fue un pistoletazo de salida para la pelea en sí.
A pesar de que la zona de la barra estaba abarrotada, inmediatamente se liberó un espacio alrededor de ellos al apartarse la gente para evitarlos. Los dos hombres se golpeaban y empujaban, y golpeaban y empujaban a otros como daño colateral. Varias sillas cayeron al suelo y todas las jarras de una mesa fueron derramadas cuando el otro hombre empujó a Taliesin contra ella.
- Siempre que se llena el local, hay una de estas - le dijo el tabernero a Siria -. ¡Al que lo interrumpa lo invito a mi mejor licor! Ay dioses que no rompan más jarras...
Pero su voz no llegó muy lejos debido al escándalo de la taberna, y al grito que dio en aquel momento otro hombre más al tirar Taliesin una jarra vacía hacia el marinero y fallar, acertándole a una persona que hasta entonces no se había visto involucrada.
- ¿¿Quién de los dos ha sido?? - exigió saber, y se añadió a la refriega.
El tabernero comenzó a guardar las jarras que tenía más cercanas.
- Ay no. ¡Detenedlos! ¡Sacadlos fuera!
Y realmente lo era, pero no podía evitar seguir con un oído puesto en el otro lado; especialmente cuando empezó a escuchar lo que decía la mujer. "Eso", pensó Taliesin, dándole mentalmente la razón a la que malmetía, "a ver si eres tan macho y me dices algo en lugar de insultarme por lo bajo". Porque aunque no se veía identificado en los apelativos que le había dedicado el hombre y no se veía ofendido por ellos, seguía con ganas de provocar e instigar.
Mientras el hombre se decidía a decirle algo, intentó retornar su atención a la mujer. ¿Cómo había dicho que se llamaba? Tardó un segundo en darse cuenta de que no lo había dicho, y él tampoco se había presentado.
- No soy de acá. No soy de ningún lado - añadió con resquemor, que ocultaba un toque de autocompasión. Pegó un sorbo y cambió radicalmente de tema -. Sé tocar un poco la lira. Pero ni de lejos tan bien como tú si eres bardo profesional - Frunció el ceño, pensativo, y por primera vez miró directamente a la mujer. - ¿Sabes...?
Pero a penas había comenzado la pregunta, y en el momento en el que parecía que comenzaba a involucrarse realmente en la conversación, una mano se posó en su hombro. El toque fue agresivo, y el tono de las palabras que lo acompañaron, aunque Taliesin no las escuchó exactamente, aclaró cualquier posibilidad de duda. Así que Taliesin hizo no lo más razonable, pero sí lo que llevaba largo rato queriendo hacer: se giró hacia el hombre y le pegó un puñetazo en la cara.
¿Para qué encararse y alargar los pavoneos? No iba a pedir perdón, así que tanto mejor ir al grano. El otro hombre retrocedió un paso por lo inesperado, y miró a su acompañante como si ella pudiera explicarle lo que acababa de pasar.
- ¿No vienes a por otra disculpa? - lo retó Taliesin, y aunque podría haberse vuelto más intimidante gracias a su presencia vampírica, no lo hizo.
La mirada que le dedicó el hombre fue muy significativa. El tabernero al otro lado de la barra lo vió y suspiró, derrotado. Al segundo siguiente el marinero se lanzó a por el vampiro y lo agarró del brazo para retenerlo y pegarle un puñetazo idéntico al que él acababa de recibir, y esto fue un pistoletazo de salida para la pelea en sí.
A pesar de que la zona de la barra estaba abarrotada, inmediatamente se liberó un espacio alrededor de ellos al apartarse la gente para evitarlos. Los dos hombres se golpeaban y empujaban, y golpeaban y empujaban a otros como daño colateral. Varias sillas cayeron al suelo y todas las jarras de una mesa fueron derramadas cuando el otro hombre empujó a Taliesin contra ella.
- Siempre que se llena el local, hay una de estas - le dijo el tabernero a Siria -. ¡Al que lo interrumpa lo invito a mi mejor licor! Ay dioses que no rompan más jarras...
Pero su voz no llegó muy lejos debido al escándalo de la taberna, y al grito que dio en aquel momento otro hombre más al tirar Taliesin una jarra vacía hacia el marinero y fallar, acertándole a una persona que hasta entonces no se había visto involucrada.
- ¿¿Quién de los dos ha sido?? - exigió saber, y se añadió a la refriega.
El tabernero comenzó a guardar las jarras que tenía más cercanas.
- Ay no. ¡Detenedlos! ¡Sacadlos fuera!
Taliesin Skatha
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Solo fue por un segundo, aquel momento en donde nuestras miradas se cruzaron, en el que comencé a animarme con la conversación. Previamente había estado distraído, y su mente apenas parecía estar conectada a su cabeza. No era nada de extraño. Muchos podían estar bebiendo cerveza, vino, licor, o incluso el agua del florero, como el tipo de la esquina. Más muchos bebían por una razón: querían olvidar o dejar atrás lo que les molestaba. Unos eran como el tipo de al lado, que querían olvidar a sus esposas en el hogar, otros la mala pesca del día, y otros tristezas tan únicas como las estrellas en el firmamento.
Es por eso que le había dedicado una sonrisa cuando nos vimos. Muchos ahogaban sus molestias y tristezas en alcohol, sin saber que ellas sabían nadar y siempre volvían, algunas veces incluso peor que antes. Ningún brebaje le hacía tan bien a la mente como el conversar y sentir importancia en las palabras del otro.
Pero creo que todos sabíamos donde iría la historia. En el momento en que el otro tipo puso su mano en el hombro de mi acompañante, solo me quedó una duda en la cabeza…
… ¿le golpearía con la izquierda o con la derecha?
Si planeaba girarse para generar más fuerza en su golpe gracias a la fuerza centrífuga, entonces, considerando el movimiento de cadera, hombros, espalda… diría que izquierda.
… ¡Bien! Estudiar esos manuales con Wood funcionó.
… esperen, ¡no tendría que estar contenta por adivinar con qué mano golpearía! ¡Y más encima, el otro le siguió la corriente! Y ahora las sillas… y esas jarras… y la mesa… creo que todo estaba por empeorar, y solo 6 palabras me darían la razón:
- ¿¿Quién de los dos ha sido??
Y con esas palabras, alguien más se sumó al combate entre dos. El escenario que seguía era más predecible que un político haciendo promesas de campaña, por lo que salté detrás de la barra y bajé la cabeza justo en el momento en que más y más botellas, llenas y vacías, comenzaron a volar por toda la taberna.
En aquel momento, si hubiera tenido la misma entereza de siempre, hubiera podido conjurar aquella solución de la misma forma en que normalmente lo hacía, como en mis viajes usualmente ocurría. Sin embargo, lo que sucedió fue lo que desencadenó uno de mis más importantes peregrinajes que alguna vez tuve.
¿Han sentido alguna vez una sensación de que las cosas que hacían antes cambiaban aunque ustedes no hicieran nada distinto? Por ejemplo, ¿han sentido alguna vez que caminan desde el mercado hacia su hogar como usualmente lo hacen, y de pronto sienten que sus pies intercambiaron lugares y ahora el derecho estaba en la pierna izquierda y viceversa, y que por más que avanzan hacia una dirección, su cuerpo avanza hacia otra?
¿Y que se sienten que se pierden en un mundo desconocido y que nunca pensaron que caerían?
Mis dedos se movían suavemente como siempre se movieron, apenas rozando las cuerdas de la Lira como usualmente rozaban. El viento podía sentirse como envolvía el ambiente, llevando la alcohólica sensación del licor por todas partes. Pero mis palabras… las palabras que querían salir eran distintas. No eran las que siempre salían, que buscaban la tranquilidad de los demás, las que permitían que pudiera tener sentido las acciones de cada uno.
Las palabras eran distintas… eran angustiantes, y apretaban mi corazón… se sentía cómo si quisiera invocar algo distinto en las personas, como si… esta angustia, este miedo… se transmitieran en los corazones de los demás… o como si quisieran que se sintieran de esa forma…
- ¡…!
Un botellazo cerca mio me sacó del trance, para caer en que nada había ocurrido todavía. Las peleas todavía se daban con la misma intensidad. ¿Como es que tenían tanta resistencia…? Espera, la mujer que cuando chica se pegaba cabezazos contra los Yak no debería cuestionar cosas de resistencia.
Necesitaba hacer algo rápido, pero no tenía idea de qué. Fue cuando una botella de vino que cayó a mis pies me dio una… idea. Si a la gente se le ocurre ahogar sus problemas con alcohol para escapar de ellos, quizás podía ahogar esa sensación en mi corazón y así poder usar mi canto para tranquilizarlos. Así que, con eso en la cabeza, decidí hacer lo que mañana en la mañana me arrepentiría de haber hecho: tomé la botella y comencé a beber de esta como si fuera una condenada borrasha.
Afortunadamente(?), no tenía cultura etílica y el vino era de buena cepa, así que no tardé nada más que pocos minutos en sentir cómo mis mejillas se sonrojaban, el calor inundara mi cuerpo y la sonrisa se me saliera tan fácil.
- … jeje, está rico el sabor.
Ahora… me disculparán, pero no recuerdo en lo absoluto lo que ocurrió. Es por esto que la narración de los eventos será lo que me contaron lo que pasó.
—
El sonido de la Lira era limpio y coordinado, muy distinto de un instrumento común. Era como si permitiera que cada persona dentro de la taberna, y algunos fuera de esta, pudieran escucharla tan claramente como si la tuvieran al frente. La melodía podía sentirse orgullosa y a la vez alegre, como si fuera un canto de un corazón enérgico.
La voz no demoró en seguirle. Aunque salía de detrás de la barra, no tardó en llenar la taberna junto con la melodía de las cuerdas. Las personas lentamente se detenían al escuchar la canción. Algunas por la extrañeza, otras por curiosidad, pero eventualmente todas lo hicieron por la sensación que lentamente comenzaba a navegar por el viento, a envolverlos en un cariñoso abrazo, a tranquilizar sus inquietos corazones que solo la violencia tenía lugar.
Pregunte a cualquiera sobre esa chica, la llaman “Famosa”
Vestida sale al teatro, a ver las obras que le gustan.
Tu caminas con rumores y te alejas de los amigos,
Estás sola, pero creo que eres tan genial.
Siempre me he sentido atraída por ti,
No importan los rumores, no importa lo que digan de ti
¡Quiero abrazarte y besarte fuerte!
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah!
La melodía, al momento de llegar al coro, tenía a la gente embelesada y dejando la violencia a un lado. Algunos que fueron afectados más que otros chocaban sus manos al sabor del ritmo, haciendo la melodía mucho más viva a medida que avanzaba. El ambiente y el corazón de la melodía no hacían que pareciera una taberna, sino más bien una esquina escondida del mercado en donde un bardo tenía hipnotizadas a las personas con su canto animado y jovial.
Quiero mirar dentro de tu corazón.
Si solo pudiera encontrar el camino a través de la noche,
Y colarme en tus sueños en voz baja,
Quiero ser el viento y velar por ti a tu lado.
¿Podrás reir y decir “Estoy bien”?
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah!
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah!
Oh oh oh oh oh!
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah!
Cuando terminó la melodía, casi todos los presentes aplaudieron fuertemente a la joven dragona por su actuación. Claramente el más feliz de ellos era el tabernero, quien pudo ver cómo la trifulca se había detenido en el interior de su taberna. Siria, por su parte, se reía y movía su mano como si quisiera saludarlos a todos, pero el alcohol hacía que fuera un movimiento muy torpe (y tierno). Aunque no se había olvidado de la promesa del tabernero, porque su segundo acto fue extender su mano hacia él.
- Promesa es pro-(hic)-mesa.
El tabernero solo pudo reír ante la situación. No tenía apariencia de dejar su palabra en el limbo, por lo que se agachó a una parte de la barra que tenía un par de botellas muy bien cuidadas. Con algo de polvo, pero aquello era normal si querías que el licor tuviera la antigüedad necesaria para que fuera delicioso.
- ¡Hey! - aunque fue un grito muy genérico, era claro que era para alguien que la acompañaba - ¡Hey, tu… el que no le pregunté el nombre y que me invitó una cerveza! ¡Ahora yo te invito algo! - levantó su recién ganada botella de manera victorisamente borrasha.
Es por eso que le había dedicado una sonrisa cuando nos vimos. Muchos ahogaban sus molestias y tristezas en alcohol, sin saber que ellas sabían nadar y siempre volvían, algunas veces incluso peor que antes. Ningún brebaje le hacía tan bien a la mente como el conversar y sentir importancia en las palabras del otro.
Pero creo que todos sabíamos donde iría la historia. En el momento en que el otro tipo puso su mano en el hombro de mi acompañante, solo me quedó una duda en la cabeza…
… ¿le golpearía con la izquierda o con la derecha?
Si planeaba girarse para generar más fuerza en su golpe gracias a la fuerza centrífuga, entonces, considerando el movimiento de cadera, hombros, espalda… diría que izquierda.
… ¡Bien! Estudiar esos manuales con Wood funcionó.
… esperen, ¡no tendría que estar contenta por adivinar con qué mano golpearía! ¡Y más encima, el otro le siguió la corriente! Y ahora las sillas… y esas jarras… y la mesa… creo que todo estaba por empeorar, y solo 6 palabras me darían la razón:
- ¿¿Quién de los dos ha sido??
Y con esas palabras, alguien más se sumó al combate entre dos. El escenario que seguía era más predecible que un político haciendo promesas de campaña, por lo que salté detrás de la barra y bajé la cabeza justo en el momento en que más y más botellas, llenas y vacías, comenzaron a volar por toda la taberna.
En aquel momento, si hubiera tenido la misma entereza de siempre, hubiera podido conjurar aquella solución de la misma forma en que normalmente lo hacía, como en mis viajes usualmente ocurría. Sin embargo, lo que sucedió fue lo que desencadenó uno de mis más importantes peregrinajes que alguna vez tuve.
¿Han sentido alguna vez una sensación de que las cosas que hacían antes cambiaban aunque ustedes no hicieran nada distinto? Por ejemplo, ¿han sentido alguna vez que caminan desde el mercado hacia su hogar como usualmente lo hacen, y de pronto sienten que sus pies intercambiaron lugares y ahora el derecho estaba en la pierna izquierda y viceversa, y que por más que avanzan hacia una dirección, su cuerpo avanza hacia otra?
¿Y que se sienten que se pierden en un mundo desconocido y que nunca pensaron que caerían?
Mis dedos se movían suavemente como siempre se movieron, apenas rozando las cuerdas de la Lira como usualmente rozaban. El viento podía sentirse como envolvía el ambiente, llevando la alcohólica sensación del licor por todas partes. Pero mis palabras… las palabras que querían salir eran distintas. No eran las que siempre salían, que buscaban la tranquilidad de los demás, las que permitían que pudiera tener sentido las acciones de cada uno.
Las palabras eran distintas… eran angustiantes, y apretaban mi corazón… se sentía cómo si quisiera invocar algo distinto en las personas, como si… esta angustia, este miedo… se transmitieran en los corazones de los demás… o como si quisieran que se sintieran de esa forma…
- ¡…!
Un botellazo cerca mio me sacó del trance, para caer en que nada había ocurrido todavía. Las peleas todavía se daban con la misma intensidad. ¿Como es que tenían tanta resistencia…? Espera, la mujer que cuando chica se pegaba cabezazos contra los Yak no debería cuestionar cosas de resistencia.
Necesitaba hacer algo rápido, pero no tenía idea de qué. Fue cuando una botella de vino que cayó a mis pies me dio una… idea. Si a la gente se le ocurre ahogar sus problemas con alcohol para escapar de ellos, quizás podía ahogar esa sensación en mi corazón y así poder usar mi canto para tranquilizarlos. Así que, con eso en la cabeza, decidí hacer lo que mañana en la mañana me arrepentiría de haber hecho: tomé la botella y comencé a beber de esta como si fuera una condenada borrasha.
Afortunadamente(?), no tenía cultura etílica y el vino era de buena cepa, así que no tardé nada más que pocos minutos en sentir cómo mis mejillas se sonrojaban, el calor inundara mi cuerpo y la sonrisa se me saliera tan fácil.
- … jeje, está rico el sabor.
Ahora… me disculparán, pero no recuerdo en lo absoluto lo que ocurrió. Es por esto que la narración de los eventos será lo que me contaron lo que pasó.
—
El sonido de la Lira era limpio y coordinado, muy distinto de un instrumento común. Era como si permitiera que cada persona dentro de la taberna, y algunos fuera de esta, pudieran escucharla tan claramente como si la tuvieran al frente. La melodía podía sentirse orgullosa y a la vez alegre, como si fuera un canto de un corazón enérgico.
La voz no demoró en seguirle. Aunque salía de detrás de la barra, no tardó en llenar la taberna junto con la melodía de las cuerdas. Las personas lentamente se detenían al escuchar la canción. Algunas por la extrañeza, otras por curiosidad, pero eventualmente todas lo hicieron por la sensación que lentamente comenzaba a navegar por el viento, a envolverlos en un cariñoso abrazo, a tranquilizar sus inquietos corazones que solo la violencia tenía lugar.
Pregunte a cualquiera sobre esa chica, la llaman “Famosa”
Vestida sale al teatro, a ver las obras que le gustan.
Tu caminas con rumores y te alejas de los amigos,
Estás sola, pero creo que eres tan genial.
Siempre me he sentido atraída por ti,
No importan los rumores, no importa lo que digan de ti
¡Quiero abrazarte y besarte fuerte!
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah!
La melodía, al momento de llegar al coro, tenía a la gente embelesada y dejando la violencia a un lado. Algunos que fueron afectados más que otros chocaban sus manos al sabor del ritmo, haciendo la melodía mucho más viva a medida que avanzaba. El ambiente y el corazón de la melodía no hacían que pareciera una taberna, sino más bien una esquina escondida del mercado en donde un bardo tenía hipnotizadas a las personas con su canto animado y jovial.
Quiero mirar dentro de tu corazón.
Si solo pudiera encontrar el camino a través de la noche,
Y colarme en tus sueños en voz baja,
Quiero ser el viento y velar por ti a tu lado.
¿Podrás reir y decir “Estoy bien”?
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah!
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah!
Oh oh oh oh oh!
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah!
Cuando terminó la melodía, casi todos los presentes aplaudieron fuertemente a la joven dragona por su actuación. Claramente el más feliz de ellos era el tabernero, quien pudo ver cómo la trifulca se había detenido en el interior de su taberna. Siria, por su parte, se reía y movía su mano como si quisiera saludarlos a todos, pero el alcohol hacía que fuera un movimiento muy torpe (y tierno). Aunque no se había olvidado de la promesa del tabernero, porque su segundo acto fue extender su mano hacia él.
- Promesa es pro-(hic)-mesa.
El tabernero solo pudo reír ante la situación. No tenía apariencia de dejar su palabra en el limbo, por lo que se agachó a una parte de la barra que tenía un par de botellas muy bien cuidadas. Con algo de polvo, pero aquello era normal si querías que el licor tuviera la antigüedad necesaria para que fuera delicioso.
- ¡Hey! - aunque fue un grito muy genérico, era claro que era para alguien que la acompañaba - ¡Hey, tu… el que no le pregunté el nombre y que me invitó una cerveza! ¡Ahora yo te invito algo! - levantó su recién ganada botella de manera victorisamente borrasha.
Siria
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
El tiempo se perdió en la refriega. Taliesin era consciente de lo que pasaba instante a instante pero había perdido la noción del todo, con la adrenalina invadiendo su raciocinio y la satisfacción de cada puñetazo bien encajado. Había dolor, sí, y tal confusión que perdió de vista al hombre con el que había iniciado la pelea. Pero aquello era un detalle nimio mientras que tuviera a alguien con quien desfogarse.
Al fin recibió un botellazo en la cabeza que lo dejó mareado, y se cayó en un rincón. Achicó los ojos mientras intentaba que cada imagen volviera a su lugar. Pudo hacer inventario: le dolía la mitad izquierda de la cara, la barbilla, la boca del estómago, y ahora la parte superior de la cabeza. Frente a él había un pequeño grupo de hombres que combatían sin motivo preciso ni contrincante claro, y alrededor unos cuantos habían caído igual que Taliesin. El vampiro volvió a levantarse, si bien con dificultad y dolores, y agarró una botella cercana con intención de volver a meterse a la refriega. ¿Pero cómo? Ahora comenzaba a temer salir herido, si bien estaba claro que aquello ya había pasado.
En aquel momento el sonido claro de una lira atravesó la pelea, pronto acompañado por una voz. La melodía no era exactamente dulce, no una oda al amor más puro, pero tenía un componente que llenaba el corazón de un orgullo apaciguador. Una vez los sentidos se imbuían de aquella música, el deseo de odiar, de herir y de ser herido parecía mundano, fútil e incluso cobarde.
Soltó la botella, que cayó al suelo con un ruido hueco y seco.
La canción provenía de la extraña que tocaba la lira, y Taliesin la miró admirado por su música. Cuando al fin terminó su canción, el vampiro se unió al aplauso y, poco más tarde y debido al alcohol que aún lo afectaba, a los contados vitoreos.
La bardo lo llamó a él especialmente, y aunque se sorprendió un poco no iba a negarse. Se unió a ella en la barra, donde ahora tenía un puesto de honor, mientras las conversaciones de la taberna volvían a la normalidad y el tabernero volvía a sacar las jarras que antes había escondido. Taliesin también estaba algo perjudicado, con lo que no reparó mucho en el estado de embriaguez de la mujer ni en su color sonrosado.
- Wow - le dijo simplemente según llegó a ella -. Eres buena.
No se dio cuenta de lo simple que fue esa frase. La mujer tenía una botella de buen licor en mano, un premio que mostraba con orgullo. Al verla acompañada, el tabernero sacó dos vasos y le dedicó una nueva sonrisa. A Taliesin sin embargo, lo que le dedicó fue una mirada helada.
- Porque estás con ella. Dame una razón más y te vas fuera.
- Me llamo Tailesin - se presentó haciendo caso omiso de lo que dijo el tabernero, porque aún no lo había procesado del todo y la mujer era más interesante -. ¿Tú eres?
El ambiente alrededor de ellos había vuelto casi a la normalidad anterior, pero había un detalle nuevo. Algunos hombres y mujeres se detenían al ver a la mujer y la alababan, o le pedían otra canción, o le hacían saber (los más atrevidos) que vivían allí cerca. Taliesin frunció el ceño ante aquello último.
- Esa canción - intentó volver a captar la atención de la bardo -. Tenía algo mágico en ella. Calmaba, ¿verdad? ¿Dónde aprendiste a hacer algo así?
Al fin recibió un botellazo en la cabeza que lo dejó mareado, y se cayó en un rincón. Achicó los ojos mientras intentaba que cada imagen volviera a su lugar. Pudo hacer inventario: le dolía la mitad izquierda de la cara, la barbilla, la boca del estómago, y ahora la parte superior de la cabeza. Frente a él había un pequeño grupo de hombres que combatían sin motivo preciso ni contrincante claro, y alrededor unos cuantos habían caído igual que Taliesin. El vampiro volvió a levantarse, si bien con dificultad y dolores, y agarró una botella cercana con intención de volver a meterse a la refriega. ¿Pero cómo? Ahora comenzaba a temer salir herido, si bien estaba claro que aquello ya había pasado.
En aquel momento el sonido claro de una lira atravesó la pelea, pronto acompañado por una voz. La melodía no era exactamente dulce, no una oda al amor más puro, pero tenía un componente que llenaba el corazón de un orgullo apaciguador. Una vez los sentidos se imbuían de aquella música, el deseo de odiar, de herir y de ser herido parecía mundano, fútil e incluso cobarde.
Soltó la botella, que cayó al suelo con un ruido hueco y seco.
La canción provenía de la extraña que tocaba la lira, y Taliesin la miró admirado por su música. Cuando al fin terminó su canción, el vampiro se unió al aplauso y, poco más tarde y debido al alcohol que aún lo afectaba, a los contados vitoreos.
La bardo lo llamó a él especialmente, y aunque se sorprendió un poco no iba a negarse. Se unió a ella en la barra, donde ahora tenía un puesto de honor, mientras las conversaciones de la taberna volvían a la normalidad y el tabernero volvía a sacar las jarras que antes había escondido. Taliesin también estaba algo perjudicado, con lo que no reparó mucho en el estado de embriaguez de la mujer ni en su color sonrosado.
- Wow - le dijo simplemente según llegó a ella -. Eres buena.
No se dio cuenta de lo simple que fue esa frase. La mujer tenía una botella de buen licor en mano, un premio que mostraba con orgullo. Al verla acompañada, el tabernero sacó dos vasos y le dedicó una nueva sonrisa. A Taliesin sin embargo, lo que le dedicó fue una mirada helada.
- Porque estás con ella. Dame una razón más y te vas fuera.
- Me llamo Tailesin - se presentó haciendo caso omiso de lo que dijo el tabernero, porque aún no lo había procesado del todo y la mujer era más interesante -. ¿Tú eres?
El ambiente alrededor de ellos había vuelto casi a la normalidad anterior, pero había un detalle nuevo. Algunos hombres y mujeres se detenían al ver a la mujer y la alababan, o le pedían otra canción, o le hacían saber (los más atrevidos) que vivían allí cerca. Taliesin frunció el ceño ante aquello último.
- Esa canción - intentó volver a captar la atención de la bardo -. Tenía algo mágico en ella. Calmaba, ¿verdad? ¿Dónde aprendiste a hacer algo así?
Taliesin Skatha
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
El vampiro se acercó a la barra apenas la tranquilidad llegó a la taberna. Y bien hizo, ya que si hubiera esperado más tiempo, o si se hubiera escabullido para irse de ese lugar, la joven dragona lo hubiera perseguido en un episodio digno de demostración de celos de una novia. O de borrasha. El que se acercara, además de decir que era buena, aplacó cualquier demostración como la descrita.
- Jeje, eso dicen muchos – le contestó, un poco más sonrojada y no exactamente por el alcohol – Creo que por ser -hic- cantante, me cuesta más darme cuenta, pero si la gente lo piensa así, ¿quién soy yo para llevarles la -hic- contraria?
A medida que los vasos quedaban en su lugar, la joven le tendió la mano.
- Siria. Siria Reinhardt.
La noche continuó de forma normal, como si nada hubiera ocurrido antes del canto de la dragona. A algunos se les pasó la borrashera solo para volver animadamente a su estado etílico, mientras que otros, como el marino que había peleado con Taliesin, habían decidido salir del lugar. Se desconocía el paradero del sujeto, y era fácil pensar en que quizás había conseguido convencer a la mujer que lo acompañaba de llevar la noche a otro lado, desecharla e ir a casa, o quizás caminar y hablar de sus sentimientos.
Muchos ebrios llevan su ebriedad de distinta forma, nunca se sabe.
Por lo menos, la joven lo llevaba de forma muy tranquila. Escuchaba atenta a su nuevo compañero de trago y, aunque no era raro que la gente viniera a pedirle una canción extra o a hacer intentos etílicos de cortejo, los desestimaba con la cortesía que podía entregar en su estado, que, admitamoslo, era más decente de lo que muchos podían.
- Disculpe – interrumpió la charla para llamar al tabernero – ¿le puede echar algún -hic- tipo de jugo? El que tenga – el tabernero la miró algo extrañada por un momento, pero comprendió y, por un poco de alcohol que virtió en su vaso, el resto fue llenado con un jugo de naranja que tenía guardado el tabernero.
- Disculpa Taliesin – se disculpó la joven, mientras tomaba su vaso con ambas manos como si se tratara de una jarra de té en un día helado – La verdad es que no soy buena -hic- bebiendo alcohol, así que necesito acompañarlo con algo.
Y aun así, solo tomó un sorbo que la dejó muy feliz, como si aquel sabor la posicionara más cerca de estar sobria, por muy contradictorio que pareciera.
- Tiene algo de magia, es cierto, aunque… exactamente no sé lo que es. Cuando fui a la isla de… de... – se detuvo un momento para hacer memoria del nombre – los brujos – claramente en vano –, traté de averiguar al -hic- respecto, pero no es hechicería… “normal” como muchos dirían.
Como era de esperar, no tardaron en volver personas a interrumpir la escena. Antes que el vampiro comenzara a sentirse molesto por las constantes interrupciones, decidió tomar el toro por las astas.
- Me disculparán – se giró hacia ellos, en una mezcla entre mandona y molesta – pero hoy salvé al mundo, evité que una sirena me cortejara y evité que una taberna fuera molida a golpes. Creo que me merezco un trago con quien quiero, ¿no? Y desgraciadamente ustedes no entran en ese grupo.
Y a decir verdad, Taliesin era casi la única persona en esa taberna que la joven consideraba interesante. El resto eran marinos lo suficientemente sudados como para que el olor a mar no se notara, mujeres que estaban muy interesadas en captar la atención y el bolsillo de los hombres, o… plantas, que algunas morirán para mañana si esos borrashos seguían dandoles cerveza.
- Salvar al mundo es -hic- relativo, en todo caso – le susurró a Taliesin de vuelta, cuando los sujetos se rindieron en su intento – Ya sabes, ahora para todas las religiones es “salvar al mundo” si le das de comer a un perro.
La joven río para dentro, y es que incluso para algunos dragones, los seres más cerrados a las tradiciones que podías encontrar, eso era demasiado.
- Pero la verdad es que no sé de donde lo -hic- aprendí. Simplemente… como que… creo que nací con ello, y solo hace poco aprendí que… con el canto, puede salir -hic- a luz. Y en ese sentido, emprendí un viaje, llamemoslo peregrinaje para darle un nombre bonito, para… entenderme mejor, saber de donde viene esto, y por qué siento lo que -hic- siento cuando canto.
La joven era una lenta bebedora, y solo recién había terminado su vaso, que para otros era ya era hora de comenzar el tercero.
- ¿Te sientes mejor? - la pregunta fue repentina y cambió completamente la tonalidad de la conversación, al menos para la impresión de ella – Te había visto tenso antes de la pelea, con -hic- muchas cosas en la cabeza, y como que entre los puños, los botellazos y la canción algo se calmó – eso ni mencionar que, como ella siempre creía, muchos vienen a las tabernas a aclarar o ahogar esos pensamientos recurrentes que invadían sus ánimos - ¿Quieres conversar al respecto?
- Jeje, eso dicen muchos – le contestó, un poco más sonrojada y no exactamente por el alcohol – Creo que por ser -hic- cantante, me cuesta más darme cuenta, pero si la gente lo piensa así, ¿quién soy yo para llevarles la -hic- contraria?
A medida que los vasos quedaban en su lugar, la joven le tendió la mano.
- Siria. Siria Reinhardt.
La noche continuó de forma normal, como si nada hubiera ocurrido antes del canto de la dragona. A algunos se les pasó la borrashera solo para volver animadamente a su estado etílico, mientras que otros, como el marino que había peleado con Taliesin, habían decidido salir del lugar. Se desconocía el paradero del sujeto, y era fácil pensar en que quizás había conseguido convencer a la mujer que lo acompañaba de llevar la noche a otro lado, desecharla e ir a casa, o quizás caminar y hablar de sus sentimientos.
Muchos ebrios llevan su ebriedad de distinta forma, nunca se sabe.
Por lo menos, la joven lo llevaba de forma muy tranquila. Escuchaba atenta a su nuevo compañero de trago y, aunque no era raro que la gente viniera a pedirle una canción extra o a hacer intentos etílicos de cortejo, los desestimaba con la cortesía que podía entregar en su estado, que, admitamoslo, era más decente de lo que muchos podían.
- Disculpe – interrumpió la charla para llamar al tabernero – ¿le puede echar algún -hic- tipo de jugo? El que tenga – el tabernero la miró algo extrañada por un momento, pero comprendió y, por un poco de alcohol que virtió en su vaso, el resto fue llenado con un jugo de naranja que tenía guardado el tabernero.
- Disculpa Taliesin – se disculpó la joven, mientras tomaba su vaso con ambas manos como si se tratara de una jarra de té en un día helado – La verdad es que no soy buena -hic- bebiendo alcohol, así que necesito acompañarlo con algo.
Y aun así, solo tomó un sorbo que la dejó muy feliz, como si aquel sabor la posicionara más cerca de estar sobria, por muy contradictorio que pareciera.
- Tiene algo de magia, es cierto, aunque… exactamente no sé lo que es. Cuando fui a la isla de… de... – se detuvo un momento para hacer memoria del nombre – los brujos – claramente en vano –, traté de averiguar al -hic- respecto, pero no es hechicería… “normal” como muchos dirían.
Como era de esperar, no tardaron en volver personas a interrumpir la escena. Antes que el vampiro comenzara a sentirse molesto por las constantes interrupciones, decidió tomar el toro por las astas.
- Me disculparán – se giró hacia ellos, en una mezcla entre mandona y molesta – pero hoy salvé al mundo, evité que una sirena me cortejara y evité que una taberna fuera molida a golpes. Creo que me merezco un trago con quien quiero, ¿no? Y desgraciadamente ustedes no entran en ese grupo.
Y a decir verdad, Taliesin era casi la única persona en esa taberna que la joven consideraba interesante. El resto eran marinos lo suficientemente sudados como para que el olor a mar no se notara, mujeres que estaban muy interesadas en captar la atención y el bolsillo de los hombres, o… plantas, que algunas morirán para mañana si esos borrashos seguían dandoles cerveza.
- Salvar al mundo es -hic- relativo, en todo caso – le susurró a Taliesin de vuelta, cuando los sujetos se rindieron en su intento – Ya sabes, ahora para todas las religiones es “salvar al mundo” si le das de comer a un perro.
La joven río para dentro, y es que incluso para algunos dragones, los seres más cerrados a las tradiciones que podías encontrar, eso era demasiado.
- Pero la verdad es que no sé de donde lo -hic- aprendí. Simplemente… como que… creo que nací con ello, y solo hace poco aprendí que… con el canto, puede salir -hic- a luz. Y en ese sentido, emprendí un viaje, llamemoslo peregrinaje para darle un nombre bonito, para… entenderme mejor, saber de donde viene esto, y por qué siento lo que -hic- siento cuando canto.
La joven era una lenta bebedora, y solo recién había terminado su vaso, que para otros era ya era hora de comenzar el tercero.
- ¿Te sientes mejor? - la pregunta fue repentina y cambió completamente la tonalidad de la conversación, al menos para la impresión de ella – Te había visto tenso antes de la pelea, con -hic- muchas cosas en la cabeza, y como que entre los puños, los botellazos y la canción algo se calmó – eso ni mencionar que, como ella siempre creía, muchos vienen a las tabernas a aclarar o ahogar esos pensamientos recurrentes que invadían sus ánimos - ¿Quieres conversar al respecto?
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Aunque la melodía hubiera sido mediocre y la voz no hubiera resonado de aquella manera, el poder que contenía la canción en su totalidad la hacía digna de admirar. Realmente había aplacado la pelea de la taberna con una melodía cargada de belleza, y Taliesin también se notaba más tranquilo. En cuanto a comenzaba a rebuscar en su interior se daba cuenta de que no estaba satisfecho, y que seguía teniendo algo hirviéndole en el pecho y ganas de beber rápido, pero al menos la violencia se había difuminado.
Pero no insistió; se distrajo. Le gustó ver el tono sonrosado de Siria ante aquella alabanza.
- Un gusto, Siria Reinhardt - puso atención en pronunciar bien el nombre, y le estrechó la mano que ella le tendía.
No llegó a responder mucho más antes de que la mujer se girara, molesta, y amonestara a los curiosos y admiradores que seguían molestándola de cuando en cuando. Taliesin podría haber dicho algo, haberlos amenazado; pero ni era su lugar y ni quería reavivar sus ganas de pelea. Además, la mujer se las apañaba perfectamente sola, y era bastante adorable la forma en que los echó a todos. ¿Era adorable la palabra adecuada? Mientras lo meditaba, le rellenó el vaso a Siria antes de volver a servirse a sí mismo. Era un gesto irreflexivo de educación el servir antes a los demás, pero también se debía a que había olvidado, al menos por un momento, que ella había dicho que no podía tomar alcohol más que muy diluido.
- Suena a que hay más de una historia que contar en esa frase. ¿Cómo has salvado al mundo hoy? ¿Y una sirena? ¿Cuál de las dos historias es más impresionante?
Por su forma de expresarse, aquella mujer no se estaba haciendo la misteriosa, y sin embargo facilmente levantaba preguntas que prometían buenas historias. Sería, pensó Taliesin, algo que venía con la profesión de bardo.
- Todos estamos en un peregrinaje, ¿no es cierto? - Reflexionó el vampiro, ayudado en cavilaciones filosóficas por el alcohol. - Todos buscamos respuestas; algunos de manera valiente, intentando comprenderse a sí mismos - y miró al fondo de su vaso - y otros en los lugares equivocados.
Se rascó la cabeza, más o menos consciente de que no debería estar bebiendo tanto, pero con pocas intenciones de detenerse a sí mismo. La pregunta que le hizo Siria encadenó bastante bien con su línea de pensamiento, e hizo que evitara mirar a la mujer mientras se decidía a responder. Se tocó el pómulo izquierdo, donde sentía la piel sensible y adolorida y, posiblemente, con un moratón incipiente.
- No fue muy buena idea. Te agradezco que no me juzgues por esto - añadió, porque realmente sentía que no lo estaban juzgando -; no he tenido unas semanas fáciles. NADA fáciles.
Sí quería conversar al respecto, pero en parte temía que el hablar de ello lo hiciera más real, y que detalles como "soy un vampiro" funcionaran en su contra. Aunque acababa de llenarlo, se acabó el vaso de un trago y volvió a descorchar la botella para servir a Siria y a si mismo. Al inclinarla, se dio cuenta de lo rápido que se la estaban bebiendo.
- Vaya. Este era una recompensa tuya. Quizás yo podría pedir otra cosa - volvió a dejar la botella y meditó un instante -. ¿Alguna vez te han pasado dos cosas muy malas en un intervalo pequeño de tiempo? ¿Cosas que te hicieran plantearte ... si era merecido?
Al hacer aquella última pregunta, volvió a mirar a Siria directamente, atentamente, como pidiéndole que entendiera, o que le explicara, o que compartiera. Y aunque no había sido muy claro en sus palabras, sentía que compartía una idea diáfana y universal.
Pero no insistió; se distrajo. Le gustó ver el tono sonrosado de Siria ante aquella alabanza.
- Un gusto, Siria Reinhardt - puso atención en pronunciar bien el nombre, y le estrechó la mano que ella le tendía.
No llegó a responder mucho más antes de que la mujer se girara, molesta, y amonestara a los curiosos y admiradores que seguían molestándola de cuando en cuando. Taliesin podría haber dicho algo, haberlos amenazado; pero ni era su lugar y ni quería reavivar sus ganas de pelea. Además, la mujer se las apañaba perfectamente sola, y era bastante adorable la forma en que los echó a todos. ¿Era adorable la palabra adecuada? Mientras lo meditaba, le rellenó el vaso a Siria antes de volver a servirse a sí mismo. Era un gesto irreflexivo de educación el servir antes a los demás, pero también se debía a que había olvidado, al menos por un momento, que ella había dicho que no podía tomar alcohol más que muy diluido.
- Suena a que hay más de una historia que contar en esa frase. ¿Cómo has salvado al mundo hoy? ¿Y una sirena? ¿Cuál de las dos historias es más impresionante?
Por su forma de expresarse, aquella mujer no se estaba haciendo la misteriosa, y sin embargo facilmente levantaba preguntas que prometían buenas historias. Sería, pensó Taliesin, algo que venía con la profesión de bardo.
- Todos estamos en un peregrinaje, ¿no es cierto? - Reflexionó el vampiro, ayudado en cavilaciones filosóficas por el alcohol. - Todos buscamos respuestas; algunos de manera valiente, intentando comprenderse a sí mismos - y miró al fondo de su vaso - y otros en los lugares equivocados.
Se rascó la cabeza, más o menos consciente de que no debería estar bebiendo tanto, pero con pocas intenciones de detenerse a sí mismo. La pregunta que le hizo Siria encadenó bastante bien con su línea de pensamiento, e hizo que evitara mirar a la mujer mientras se decidía a responder. Se tocó el pómulo izquierdo, donde sentía la piel sensible y adolorida y, posiblemente, con un moratón incipiente.
- No fue muy buena idea. Te agradezco que no me juzgues por esto - añadió, porque realmente sentía que no lo estaban juzgando -; no he tenido unas semanas fáciles. NADA fáciles.
Sí quería conversar al respecto, pero en parte temía que el hablar de ello lo hiciera más real, y que detalles como "soy un vampiro" funcionaran en su contra. Aunque acababa de llenarlo, se acabó el vaso de un trago y volvió a descorchar la botella para servir a Siria y a si mismo. Al inclinarla, se dio cuenta de lo rápido que se la estaban bebiendo.
- Vaya. Este era una recompensa tuya. Quizás yo podría pedir otra cosa - volvió a dejar la botella y meditó un instante -. ¿Alguna vez te han pasado dos cosas muy malas en un intervalo pequeño de tiempo? ¿Cosas que te hicieran plantearte ... si era merecido?
Al hacer aquella última pregunta, volvió a mirar a Siria directamente, atentamente, como pidiéndole que entendiera, o que le explicara, o que compartiera. Y aunque no había sido muy claro en sus palabras, sentía que compartía una idea diáfana y universal.
Taliesin Skatha
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
- Hmm… no es la maravilla, la verdad.
Las historias que usualmente contaban los bardos tenían una pomposidad que usualmente, más de lo que a algunos les gustaba, rayaba en la fantasía y en la poca credibilidad. Después de todo, ¿quién iba a creer que existían dragones de 20 metros o héroes que pueden derrotar cientos de tropas de un solo corte? Era quizás por eso que escuchar a la dragona era como ir al otro extremo del espectro, siendo historias que podían creerse, aunque a veces también al borde de ser no muy llamativas al resto. Le faltaba esa salsa que entregaba la experiencia de los viajes: conocer personas, lugares y situaciones.
Pero claro está, todo podía parecer mucho mejor con un par de tragos, tanto en su propio cuerpo con en el de los demás.
- Si hablamos de -hic- hoy, todo sucedió porque se me ocurrió darle una limosna a un pobre tipo que… -hic- pedía fuera de una tienda de armaduras. Se veía muy pordiosero… así que se me ocurrió darle algunos aeros para que -hic- pudiera comer algo. Fue entonces cuando… - extendió un poco sus brazos y puso la misma cara que algunos obispos y monjes colocan cuando deben realizar un sermón en sus iglesias - … apareció un monje, me tomó del hombro y me dijo – tosió un poco, como si quisiera agravar su voz – “Hija mía”, y yo pensando que el tipo estaba loco por -hic- llamar a una desconocida como su hija, “como me alegra ver que, a pesar de las desgracias del mundo, todavía existen personas que” -hic- “no dejan a una persona pobre detrás. Salvar a una persona en problemas es salvar al mundo de la decandencia”, blablabla, y creo… - por un momento guardó silencio, mientras miraba extrañada y rascandose la barbilla, como si quisiera hacer memoria, pero la borrashera hacía que sus memorias fueran elusivas - … creo que quería hablarme de su “dios”. Así que, técnicamente, he salvado al -hic- mundo más de 300 veces. ¡Un brindis por eso!
Levantó su vaso para chocar con el de su invitado, y es que, al ser una historia muy mundana, esperaba al menos haberlo hecho entretenida.
- Y lo de la sirena, pues… - en parte no sabía explicarlo, y era tan ilógico como bobo, al menos para ella - … cuando viajaba, me encontré con una sirena que estaba -hic- enamorada de un… marino. Un pesquero cualquiera. No me sorprendería que estuviera en esta taberna en estos momentos… - su mirada se volvió furtiva por un momento, aunque volvió nuevamente a los ojos de Taliesin – El caso es que le cantó al elfo pesquero, pero terminó enamorandose de mi al ver que -hic- el sujeto era un… feo – no pudo pensar en otro adjetivo – . Y que olía a pescado, aunque supongo que eso le fascinaría a una -hic- sirena. Osea, supongo que soy muy hermosa, pero – en ese momento, estiró su mano desocupada y la apoyó en la cara de alguien que parecía dirigirse hacia ambos, con unas flores comunes y corrientes y que probablemente eran de algún jarrón de la taberna. Haciendo flexión en su codo, lo lanzó hacia atrás lo suficientemente fuerte para que diera dos pasos más atrás y cayera al suelo, sin poder levantarse debido al alcohol en su cuerpo – no soy de ese tipo de mujeres que le gustan a otras mujeres, sabes.
Se dio por terminada la historia, y por fin bebió de lo que le había servido el vampiro, ya que estaba tan animada contando que ni se dio cuenta que le habían llenado el vaso. Aunque no demoró en que fuera diluido lo que se podía con jugo.
Ella no dijo al nada al escuchar sus palabras. Era como pensaba desde que lo vio; en una taberna, intentando ahogar sus problemas, olvidarlos o hacerlos invisibles por un rato. Lo escuchaba hablar, y podía notar esa indecisión en su voz, aquella de si debía dar el paso o no. Era como si decidiera si debía sacarse esa sensación en su pecho, continuar bebiendo o irse como si aquello hubiera sido un error. No conocía sus pensamientos ni lo que lo hacía dudar, pero podía sentir en su corazón aquella sensación de necesitar un hombro amigo.
Era eso, o quizás el alcohol estaba a punto de darle un paro cardíaco.
- Creo que se podría decir que pasé por algo similar. O quizás no sea lo mismo que te pasó a ti. Pero si me hizo -hic- sentir de una forma que me llenó de rabia, de querer hacer algo pero sin saber -hic- qué, si había algún camino correcto, o si otros me entenderían.
La joven se acomodó en su silla y miró directamente a los ojos del vampiro, quizás por primera vez en la noche de forma seria, como si quisiera que entendiera que, aun cuando el alcohol tenía sus mejillas acaloradas y haciendola hablar disparates, ella no estaba lo suficientemente borrasha como para dar a entender que no era seria cuando lo quería.
- Cuando tenía -hic- 12 años, perdí a una mascota que llamaba Poláry. Para el resto solo era una mascota, pero para mi… era alguien que me acompañaba en las aventuras más locas que se me ocurrían, en los juegos más divertidos y siempre estaba ahí cuando era -hic- seria. Pasabamos noches conversando… bueno, yo conversaba, el no podía comunicarse conmigo – aclaró – pero teníamos un cariño mutuo que difícilmente otras personas tenían con sus conocidos. Cuando lo perdí… sentí una rabia enorme. No sabía explicar esa rabia dentro de mi. ¿Estaba enojada porque sentía que era mi culpa? ¿Alguien había dependido de mi y le había fallado? ¿El destino me arrebató el tiempo que quería estar con alguien? ¿O acaso era yo quien no me veía continuando una vida sin él? Estaba enojada con todo el mundo, conmigo misma... y sin embargo, también sentí que no había nada que pudiera haber hecho. Era como si la vida me hubiera quitado todo y me quedaba esa duda en mi corazón... ¿acaso fue mi culpa y todo pudo ser evitado? ¿Acaso estaba predestinado y no pude hacer nada?
El tono de voz de la dragona había vuelto a cierta normalidad, al punto de casi no tener hipo y, aunque no podía quitarse la sensación de alcohol encima de ella, en su mirada se podía notar un ápice de sobriedad que alejaba las dudas de si estaba en sus cabales o no.
- Fue en un momento en donde tuve que enfrentarme a una decisión, de si debía continuar esos sentimientos y pensamientos en mi corazón, o si hacía algo al respecto. Y fue entonces que me di cuenta... que solo necesitaba a alguien que me escuchara. Quería poder decir "me duele", o "me molesta" sin sentir ese juicio, esa presión del otro de "¿Qué pensará?". Y tuve la enorme fortuna de que tanto mi mamá como mis amigas entendieron eso. Y... en cierto sentido, quise bañarme de eso, de que otros pudieran también sentir esa sensación de que no irán con estacas a atacar sus corazones, o que les pongan soluciones donde no las piden. Es al menos, como me siento al respecto.
Hubiera terminado de una forma perfectamente sobria y madura, pero como era usual en mi vida-- digo, en la vida de la dragona, las cosas tenían que cambiar de humor tan rápido como los accidentes ocurrían.
De manera sorpresiva, 6 veces su hipo la hizo saltar levemente de su asiento. Uno tras otro, era como si se los hubiera aguantado hasta que no pudo evitar el colapso en sus pulmones llenos de hipos sin poder salir.
- Ayy… perdona, eso pasa por -hic- querer hacerse la valiente – dejó su vaso a un lado, y miró hacia la salida de la taberna – Y si te acomoda más el no estar en un lugar donde la gente que no importa te escuche, podemos -hic- conversar en el puerto. A esta hora no hay nadie – excepto sirenas – y puedes sentirte más cómodo con algo de aire fresco.
Las historias que usualmente contaban los bardos tenían una pomposidad que usualmente, más de lo que a algunos les gustaba, rayaba en la fantasía y en la poca credibilidad. Después de todo, ¿quién iba a creer que existían dragones de 20 metros o héroes que pueden derrotar cientos de tropas de un solo corte? Era quizás por eso que escuchar a la dragona era como ir al otro extremo del espectro, siendo historias que podían creerse, aunque a veces también al borde de ser no muy llamativas al resto. Le faltaba esa salsa que entregaba la experiencia de los viajes: conocer personas, lugares y situaciones.
Pero claro está, todo podía parecer mucho mejor con un par de tragos, tanto en su propio cuerpo con en el de los demás.
- Si hablamos de -hic- hoy, todo sucedió porque se me ocurrió darle una limosna a un pobre tipo que… -hic- pedía fuera de una tienda de armaduras. Se veía muy pordiosero… así que se me ocurrió darle algunos aeros para que -hic- pudiera comer algo. Fue entonces cuando… - extendió un poco sus brazos y puso la misma cara que algunos obispos y monjes colocan cuando deben realizar un sermón en sus iglesias - … apareció un monje, me tomó del hombro y me dijo – tosió un poco, como si quisiera agravar su voz – “Hija mía”, y yo pensando que el tipo estaba loco por -hic- llamar a una desconocida como su hija, “como me alegra ver que, a pesar de las desgracias del mundo, todavía existen personas que” -hic- “no dejan a una persona pobre detrás. Salvar a una persona en problemas es salvar al mundo de la decandencia”, blablabla, y creo… - por un momento guardó silencio, mientras miraba extrañada y rascandose la barbilla, como si quisiera hacer memoria, pero la borrashera hacía que sus memorias fueran elusivas - … creo que quería hablarme de su “dios”. Así que, técnicamente, he salvado al -hic- mundo más de 300 veces. ¡Un brindis por eso!
Levantó su vaso para chocar con el de su invitado, y es que, al ser una historia muy mundana, esperaba al menos haberlo hecho entretenida.
- Y lo de la sirena, pues… - en parte no sabía explicarlo, y era tan ilógico como bobo, al menos para ella - … cuando viajaba, me encontré con una sirena que estaba -hic- enamorada de un… marino. Un pesquero cualquiera. No me sorprendería que estuviera en esta taberna en estos momentos… - su mirada se volvió furtiva por un momento, aunque volvió nuevamente a los ojos de Taliesin – El caso es que le cantó al elfo pesquero, pero terminó enamorandose de mi al ver que -hic- el sujeto era un… feo – no pudo pensar en otro adjetivo – . Y que olía a pescado, aunque supongo que eso le fascinaría a una -hic- sirena. Osea, supongo que soy muy hermosa, pero – en ese momento, estiró su mano desocupada y la apoyó en la cara de alguien que parecía dirigirse hacia ambos, con unas flores comunes y corrientes y que probablemente eran de algún jarrón de la taberna. Haciendo flexión en su codo, lo lanzó hacia atrás lo suficientemente fuerte para que diera dos pasos más atrás y cayera al suelo, sin poder levantarse debido al alcohol en su cuerpo – no soy de ese tipo de mujeres que le gustan a otras mujeres, sabes.
Se dio por terminada la historia, y por fin bebió de lo que le había servido el vampiro, ya que estaba tan animada contando que ni se dio cuenta que le habían llenado el vaso. Aunque no demoró en que fuera diluido lo que se podía con jugo.
Ella no dijo al nada al escuchar sus palabras. Era como pensaba desde que lo vio; en una taberna, intentando ahogar sus problemas, olvidarlos o hacerlos invisibles por un rato. Lo escuchaba hablar, y podía notar esa indecisión en su voz, aquella de si debía dar el paso o no. Era como si decidiera si debía sacarse esa sensación en su pecho, continuar bebiendo o irse como si aquello hubiera sido un error. No conocía sus pensamientos ni lo que lo hacía dudar, pero podía sentir en su corazón aquella sensación de necesitar un hombro amigo.
Era eso, o quizás el alcohol estaba a punto de darle un paro cardíaco.
- Creo que se podría decir que pasé por algo similar. O quizás no sea lo mismo que te pasó a ti. Pero si me hizo -hic- sentir de una forma que me llenó de rabia, de querer hacer algo pero sin saber -hic- qué, si había algún camino correcto, o si otros me entenderían.
La joven se acomodó en su silla y miró directamente a los ojos del vampiro, quizás por primera vez en la noche de forma seria, como si quisiera que entendiera que, aun cuando el alcohol tenía sus mejillas acaloradas y haciendola hablar disparates, ella no estaba lo suficientemente borrasha como para dar a entender que no era seria cuando lo quería.
- Cuando tenía -hic- 12 años, perdí a una mascota que llamaba Poláry. Para el resto solo era una mascota, pero para mi… era alguien que me acompañaba en las aventuras más locas que se me ocurrían, en los juegos más divertidos y siempre estaba ahí cuando era -hic- seria. Pasabamos noches conversando… bueno, yo conversaba, el no podía comunicarse conmigo – aclaró – pero teníamos un cariño mutuo que difícilmente otras personas tenían con sus conocidos. Cuando lo perdí… sentí una rabia enorme. No sabía explicar esa rabia dentro de mi. ¿Estaba enojada porque sentía que era mi culpa? ¿Alguien había dependido de mi y le había fallado? ¿El destino me arrebató el tiempo que quería estar con alguien? ¿O acaso era yo quien no me veía continuando una vida sin él? Estaba enojada con todo el mundo, conmigo misma... y sin embargo, también sentí que no había nada que pudiera haber hecho. Era como si la vida me hubiera quitado todo y me quedaba esa duda en mi corazón... ¿acaso fue mi culpa y todo pudo ser evitado? ¿Acaso estaba predestinado y no pude hacer nada?
El tono de voz de la dragona había vuelto a cierta normalidad, al punto de casi no tener hipo y, aunque no podía quitarse la sensación de alcohol encima de ella, en su mirada se podía notar un ápice de sobriedad que alejaba las dudas de si estaba en sus cabales o no.
- Fue en un momento en donde tuve que enfrentarme a una decisión, de si debía continuar esos sentimientos y pensamientos en mi corazón, o si hacía algo al respecto. Y fue entonces que me di cuenta... que solo necesitaba a alguien que me escuchara. Quería poder decir "me duele", o "me molesta" sin sentir ese juicio, esa presión del otro de "¿Qué pensará?". Y tuve la enorme fortuna de que tanto mi mamá como mis amigas entendieron eso. Y... en cierto sentido, quise bañarme de eso, de que otros pudieran también sentir esa sensación de que no irán con estacas a atacar sus corazones, o que les pongan soluciones donde no las piden. Es al menos, como me siento al respecto.
Hubiera terminado de una forma perfectamente sobria y madura, pero como era usual en mi vida-- digo, en la vida de la dragona, las cosas tenían que cambiar de humor tan rápido como los accidentes ocurrían.
De manera sorpresiva, 6 veces su hipo la hizo saltar levemente de su asiento. Uno tras otro, era como si se los hubiera aguantado hasta que no pudo evitar el colapso en sus pulmones llenos de hipos sin poder salir.
- Ayy… perdona, eso pasa por -hic- querer hacerse la valiente – dejó su vaso a un lado, y miró hacia la salida de la taberna – Y si te acomoda más el no estar en un lugar donde la gente que no importa te escuche, podemos -hic- conversar en el puerto. A esta hora no hay nadie – excepto sirenas – y puedes sentirte más cómodo con algo de aire fresco.
Siria
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Escuchó la historia con atención y gusto. Aunque ella dijera que era ordinaria, y lo cierto es que sí era algo que podría haberle pasado a cualquiera en el día a día, la forma de contarla entretuvo al vampiro, y le sacó una sonrisa y una risa. Ella se había presentado como bardo, pero su forma de contar y el tipo de historia le recordaban más a un juglar. Taliesin brindó muy alegremente cuando Siria así lo propuso.
- ¡Por salvar al mundo trescientas veces!
Y se dispuso a escuchar la siguiente historia, ya con una sonrisa preparada en los labios al sospechar que el tono desenfadado y humorístico de la mujer iba a volver a repetirse. Sin embargo, el principio mismo prometió otro tipo de relato, pues la mujer parecía más afectada y perdida en el tema de la sirena. Quizás por ello mismo, su tono de voz intrigó a Taliesin. Se vio tentado de mirar a su alrededor cuando ella dedicó una mirada furtiva a la taberna, y finalmente rió por la forma breve en la que explicó que el sujeto era "un feo".
- Supones bien. Eres muy hermosa - aventuró, con simplicidad pero segundas intenciones que se desvelaban en una sonrisa en la comisura de los labios y la forma en que mantuvo la mirada. Quería ver si ella se sonrojaba o actuaba con total normalidad ante un comentario como aquél.
Llegaron a la tercera historia; una aún más personal que la de la sirena, y aún más seria. Taliesin, que por dentro balanceaba su indecisión y su dolor, le puso toda su atención. Dejó de beber, en su lugar distraído haciendo girar el vaso inclinado sobre su base, siguiendo este movimiento con los ojos con tal de esquivar los de Siria por unos instantes. Pero a medida que el relato avanzaba, olvidó su actitud esquiva. La historia que contaba la bardo era muy diferente, pero entendía perfectamente el por qué de la elección, y la moraleja que transmitía.
Al finalizar Siria fue sacudida por seis hipos seguidos. Taliesin no se rió por ello, sino que, finalmente comprendiendo que no podía beber tanto, le vació el vaso de licor, mezclándolo con el suyo propio, y volvió a servirle sólo jugo para que controlara el episodio.
- Tápate la nariz y bebe; eso ayuda.
Lo mismo que le había dicho a su hija tantas veces en ocasiones similares.
- Salgamos a dar un paseo - accedió finalmente -. Creo que nos vendrá bien a los dos.
Dejó su vaso sin terminar y fue a recuperar su capa, que había dejado anteriormente en otro rincón de la taberna. Según la tuvo en mano, volvió a reunirse con Siria y ambos pudieron salir del lugar.
El puerto, como había prometido ella, estaba mayormente desierto. Sí había algunos pocos borrachos, y algún guardia aquí y allá en puestos muy específicos. Pero la mayoría del tiempo sólo escuchaban el vaivén de las olas y el crujir de los barcos vacíos. Caminaron un rato sin hablar de nada específico, por momentos en silencio, hasta que finalmente Taliesin de improviso retomó el tema que habían iniciado en la taberna.
- Hace diez años que soy un vampiro - aquel era su principio, tal como se conocía ahora. No se preocupó por la reacción de Siria ante su raza; estuvo convencido de que, si bien para muchos era motivo de alarma, no lo sería para ella -. He necesitado cada uno de ellos para comprender cada vez más lo que ello significa, y aceptarlo. Mi transformación no fue voluntaria. Mis dioses siguen siendo los de los humanos. Pero finalmente me atreví a decirlo en voz alta. Y por un momento pareció que, al contrario de lo que yo temía, el giro de mi mundo no cambiaría de sentido sólo por hacerlo público - . Llegaron a una entrada a un embarcadero, que se alejaba un poco del puerto hacia el mar. Al sonido ambiente se añadió el de sus pisadas sobre las tablas de madera -. Pero me equivocaba. En la reciente invasión de los vampiros a Lunargenta, al descubrirse mi raza, fui encarcelado como uno más de ellos. Yo tuve parte de culpa: me metí en medio de los acontecimientos. Pero jamás antes - se interrumpió al sentir que su tono comenzaba a elevarse, y siguió hablando con falsa neutralidad - ... No me consideraron una persona. Si no hubiera escapado, me habrían ejecutado en base a mi raza. Esa fue la primera desgracia. Finalmente, habiendo perdido mi hogar en Lunargenta, llegué a Dundarak. ¿Has oído sobre la desolación que ocurrió allí, la epidemia de Nirana? Me afectó a mí también. Más que a muchos dragones, por mi raza. Hice cosas...
Su voz volvió a elevarse con aquella última frase. No podía recordarlo todo. Tenía grandes momentos de vacío en su mente. Pero sabía lo que había pasado; el sabor de la sangre y la carne había estado en su boca al despertar, y aquellos restos en sus uñas, aquellas visiones que eran recuerdos. Lo primero que hizo al recuperar su cordura fue vomitar. Y estaba aún muy reciente; le costaba incluso mencionarlo de aquella manera superficial. Decidió no continuar con aquel hilo.
- Esta no es una historia como la tuya; no he perdido a nadie que yo quiera, pero sí todo lo que se encontraba a su alrededor. Y no puedo evitar preguntar, ¿por qué? - Su tono se alzó, cargado de frustración, y esta vez no se detuvo - ¿Es un castigo por abandonar mi humanidad? ¿Por no aceptar plenamente mi vampirismo? He hecho cosas mal en mi vida. Muchas. ¿Por cuál de ellas se me castiga, por qué de esta forma?
Siguió caminando. No miraba a Siria directamente, sino que su vista se encontraba fija al frente. A medida que hizo esas preguntas, su mentón se levantó un poco más, como desafiando al mundo a que le diera respuestas. Pero no iba a recibirlas; no iba a obtener más que conjeturas y suposiciones y, eso sí, la comprensión y solidaridad de otro ser humano.
- Es muy amable por tu parte el escucharme - añadió, subitamente consciente de ello -. Lo siento. Quizás lo que realmente quería decir es... "Es todo una mierda. Y no entiendo nada".
Dejó pasar un instante de silencio y le vino la idea de que había inundado a una desconocida con una oleada de información personal a la que, quizás, ella no sabría cómo responder. Se sentía agradecido por que le hubiera escuchado, y no quería forzarle comentarios surgidos de la cortesía.
- Háblame de tu peregrinaje - le pidió, para darle una salida y que ella en todo caso no se sintiera incómoda -. ¿A qué lugares te ha llevado?
- ¡Por salvar al mundo trescientas veces!
Y se dispuso a escuchar la siguiente historia, ya con una sonrisa preparada en los labios al sospechar que el tono desenfadado y humorístico de la mujer iba a volver a repetirse. Sin embargo, el principio mismo prometió otro tipo de relato, pues la mujer parecía más afectada y perdida en el tema de la sirena. Quizás por ello mismo, su tono de voz intrigó a Taliesin. Se vio tentado de mirar a su alrededor cuando ella dedicó una mirada furtiva a la taberna, y finalmente rió por la forma breve en la que explicó que el sujeto era "un feo".
- Supones bien. Eres muy hermosa - aventuró, con simplicidad pero segundas intenciones que se desvelaban en una sonrisa en la comisura de los labios y la forma en que mantuvo la mirada. Quería ver si ella se sonrojaba o actuaba con total normalidad ante un comentario como aquél.
Llegaron a la tercera historia; una aún más personal que la de la sirena, y aún más seria. Taliesin, que por dentro balanceaba su indecisión y su dolor, le puso toda su atención. Dejó de beber, en su lugar distraído haciendo girar el vaso inclinado sobre su base, siguiendo este movimiento con los ojos con tal de esquivar los de Siria por unos instantes. Pero a medida que el relato avanzaba, olvidó su actitud esquiva. La historia que contaba la bardo era muy diferente, pero entendía perfectamente el por qué de la elección, y la moraleja que transmitía.
Al finalizar Siria fue sacudida por seis hipos seguidos. Taliesin no se rió por ello, sino que, finalmente comprendiendo que no podía beber tanto, le vació el vaso de licor, mezclándolo con el suyo propio, y volvió a servirle sólo jugo para que controlara el episodio.
- Tápate la nariz y bebe; eso ayuda.
Lo mismo que le había dicho a su hija tantas veces en ocasiones similares.
- Salgamos a dar un paseo - accedió finalmente -. Creo que nos vendrá bien a los dos.
Dejó su vaso sin terminar y fue a recuperar su capa, que había dejado anteriormente en otro rincón de la taberna. Según la tuvo en mano, volvió a reunirse con Siria y ambos pudieron salir del lugar.
El puerto, como había prometido ella, estaba mayormente desierto. Sí había algunos pocos borrachos, y algún guardia aquí y allá en puestos muy específicos. Pero la mayoría del tiempo sólo escuchaban el vaivén de las olas y el crujir de los barcos vacíos. Caminaron un rato sin hablar de nada específico, por momentos en silencio, hasta que finalmente Taliesin de improviso retomó el tema que habían iniciado en la taberna.
- Hace diez años que soy un vampiro - aquel era su principio, tal como se conocía ahora. No se preocupó por la reacción de Siria ante su raza; estuvo convencido de que, si bien para muchos era motivo de alarma, no lo sería para ella -. He necesitado cada uno de ellos para comprender cada vez más lo que ello significa, y aceptarlo. Mi transformación no fue voluntaria. Mis dioses siguen siendo los de los humanos. Pero finalmente me atreví a decirlo en voz alta. Y por un momento pareció que, al contrario de lo que yo temía, el giro de mi mundo no cambiaría de sentido sólo por hacerlo público - . Llegaron a una entrada a un embarcadero, que se alejaba un poco del puerto hacia el mar. Al sonido ambiente se añadió el de sus pisadas sobre las tablas de madera -. Pero me equivocaba. En la reciente invasión de los vampiros a Lunargenta, al descubrirse mi raza, fui encarcelado como uno más de ellos. Yo tuve parte de culpa: me metí en medio de los acontecimientos. Pero jamás antes - se interrumpió al sentir que su tono comenzaba a elevarse, y siguió hablando con falsa neutralidad - ... No me consideraron una persona. Si no hubiera escapado, me habrían ejecutado en base a mi raza. Esa fue la primera desgracia. Finalmente, habiendo perdido mi hogar en Lunargenta, llegué a Dundarak. ¿Has oído sobre la desolación que ocurrió allí, la epidemia de Nirana? Me afectó a mí también. Más que a muchos dragones, por mi raza. Hice cosas...
Su voz volvió a elevarse con aquella última frase. No podía recordarlo todo. Tenía grandes momentos de vacío en su mente. Pero sabía lo que había pasado; el sabor de la sangre y la carne había estado en su boca al despertar, y aquellos restos en sus uñas, aquellas visiones que eran recuerdos. Lo primero que hizo al recuperar su cordura fue vomitar. Y estaba aún muy reciente; le costaba incluso mencionarlo de aquella manera superficial. Decidió no continuar con aquel hilo.
- Esta no es una historia como la tuya; no he perdido a nadie que yo quiera, pero sí todo lo que se encontraba a su alrededor. Y no puedo evitar preguntar, ¿por qué? - Su tono se alzó, cargado de frustración, y esta vez no se detuvo - ¿Es un castigo por abandonar mi humanidad? ¿Por no aceptar plenamente mi vampirismo? He hecho cosas mal en mi vida. Muchas. ¿Por cuál de ellas se me castiga, por qué de esta forma?
Siguió caminando. No miraba a Siria directamente, sino que su vista se encontraba fija al frente. A medida que hizo esas preguntas, su mentón se levantó un poco más, como desafiando al mundo a que le diera respuestas. Pero no iba a recibirlas; no iba a obtener más que conjeturas y suposiciones y, eso sí, la comprensión y solidaridad de otro ser humano.
- Es muy amable por tu parte el escucharme - añadió, subitamente consciente de ello -. Lo siento. Quizás lo que realmente quería decir es... "Es todo una mierda. Y no entiendo nada".
Dejó pasar un instante de silencio y le vino la idea de que había inundado a una desconocida con una oleada de información personal a la que, quizás, ella no sabría cómo responder. Se sentía agradecido por que le hubiera escuchado, y no quería forzarle comentarios surgidos de la cortesía.
- Háblame de tu peregrinaje - le pidió, para darle una salida y que ella en todo caso no se sintiera incómoda -. ¿A qué lugares te ha llevado?
Taliesin Skatha
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Hubo circunstancias en donde todo parecía ir por buen camino. Por ejemplo, cuando el vampiro comentó sobre su belleza, aquello consiguió que sus mejillas se volvieran ligeramente rojas. O al menos, un poco más de lo que el alcohol lograba conseguir.
- Jeje, ¿sabes? Hubiera sido -hic- más aliviante que hubieras sido un sireno. Al menos te me hubieras declarado y la pensaba en serio – y aunque no lo dijo, pensaba que Taliesin se debía ver bien sin vestir nada en su torso como los sirenos – Pero ya -hic- ves, soy un imán de homosexualismo. Atraigo sirenas, licántropas, dragonas… me da miedo ir al bosque y -hic- enamorar elfas, esas abraza árboles si serían molestas.
Se notaba que el alcohol estaba haciendo estragos en su cordura, por lo que, cuando el vampiro le entregó aquel valioso consejo, lo que hizo que suspirara de alivio. En parte también porque el jugo de naranja era su favorito, aun cuando no era común encontrar la fruta en el norte, a menos que fuera a través del mercado.
Le siguió el paso a medida que el aire fresco despejaba levemente su cabeza y hacía que los sentidos tuvieran sentido. Era algo curioso ver al par de viajeros en el puerto; mientras que él portaba cierta elegancia que le daba un aire de pertenecer a un estatuto más alto en la sociedad, la joven dragona mantenía un aire mucho más humilde, o más bien de ser alguien pobre e ignorante de la vida. Quizás en otras circunstancias, en otra vida, ella pudo haber sido el plato de algún otro vampiro, o del mismo Taliesin si hubiera aceptado de otra forma lo que la vida le dio. O quizás él hubiera tildado de hereje y la joven hubiera hecho lo posible por llevar a cabo el designio de la justicia.
Era curioso como el destino a veces juntaba a las personas en las circunstancias que los reunía. Ella una dragona, él un vampiro. Ambas razas juradas de ser enemigos. Y sin embargo, cuando desnudabas esas superficialidades, dejabas de lado las banalidades y dejabas el centro del ser, el alma que nos entrega el sentimiento de vivir, aquellas eran dos personas que tenían sus propias preguntas, sus propios miedos. No sabían el sentido de la vida, las dificultades que enfrentaban. A veces viajaban al mundo de los sueños preguntándose si las decisiones que habían tomado eran las correctas, o si el camino que recorrían tenía algún sentido.
Creo que, en parte, esa fue la razón de por qué no se mostró afectada cuando las primeras palabras indicaron su raza. En silencio, recolectó las frases que decía, el tono con el que las decía y cómo lo afectaba decirlas. Podía darse cuenta que era alguien que mantenía la compostura en todo momento, llevando, quizás inconscientemente, la conversación hacia un lado del puerto que era más tranquilo, donde, más allá de las tablas que reaccionaban a sus pasos y las olas, el silencio era más profundo.
La joven dragona no podía imaginarse cuánto debía costarle mantener la compostura mientras hablaba. Más si pudo imaginarse lo que debió costarle perder la calma que intentó mantener desde hace tiempo.
En todo momento, desde el inicio de la conversación, se quedó en silencio, sin detener su avance cuando contaba lo de la epidemia de Nirana ni sobre la guerra. Solo pudo sonreír levemente ante su pregunta, una de esas sonrisas que reafirmaban la seguridad de una persona o que indicaba que no había problemas.
- Creo que sería mucho mejor si te cuento por qué empezó, ¿no? Digo, siento que sería mucho más interesante de contar si tiene un origen – revoleó sus ojos hacia otro lado cuando dijo eso – Bueno, no es que sea algo interesante en si. Es mucho más -hic- simple y menos chistoso que salvar al mundo o enamorar involuntariamente a las sirenas, pero tiene más sentido que si solo digo donde fuí.
Se agachó para lenta pero firmemente sentarse en las tablas El embarcadero que se encontraba lentamente se despedía del mar y la joven pudo sentirse mejor al sentir un punto de apoyo en los troncos de madera que servían como soporte del puerto. Desde ahí, lo invitó a sentarse y a dejar sus pies colgando como los de ella.
- No se si mis ropas lo dan a entender, pero soy una Dragona – pellizcó sus ropas y las levantó levemente antes de soltarlas – De puro campo, nada de alma citadina – y en realidad tenía su cuota de encanto cuando hablaba lo suficientemente rápido como para creerle en lo de ser campesina – Y sé lo que debes pensar, considerando -hic- que los vampiros y los dragones tienen una historia bastante… conflictiva desde tiempos inmemoriales.
Tomó una pequeña bocanada de aire helado que le permitió despejar un poco más su cabeza. Lo helado le recordaba su hogar.
- Como sea – siguió como si lo dicho anteriormente fuera un mero detalle que no le daba importancia en lo que planeaba decir –, en la estepa muchos de nosotros solo vivimos para el día a día y muchas veces no nacemos para cosas grandes. Por ello, no vivimos con muchas expectativas de grandeza. Ahora, sé lo que piensas – lo miró a los ojos, algo divertida todavía por el alcohol, más mantenía algo de seriedad en sus palabras – No salí de la estepa porque tenía otras expectativas o porque soñaba con recorrer el mundo o algo así. Más bien, fue algo que pasó. No fue una tragedia ni nada, pero fue algo que me hizo preguntarme a mi misma: “¿Por qué?”.
No era notorio en el ambiente, pero lentamente los ruidos extranjeros parecían calmarse y perderse en el viento. No es que ocurriera nada extraordinario ni de causa mágica. Más bien, perdían importancia en el mundo. El sonido del viento era suave, como si se estuviera en una pradera extensa en donde solo existía el ser y el momento, acompañado con el ruido del mar que chocaba contra la costa y las maderas, como si alguna vez quisiera derribar lo creado por el hombre, solo para darse cuenta de la insignificancia de sus intentos.
- Lo que hice dentro de -hic- la taberna fue algo que puedo hacer desde hace algo más de un año, pero nació con el tiempo, de cuando me alejaba e iba a lugares desolados en la estepa para sentir más la pureza del viento. Poco a poco sentí que había algo dentro de mi que hacía que las personas sintieran lo que sintieran cuando escuchaban mi canto. Y no entendí por qué había ocurrido eso. ¿Acaso los Dioses querían que tuviera una misión en el mundo? ¿Qué debía hacer con esto? ¿Había mucho más que aprender? ¿Por qué yo, una simple campesina, y no alguien que tuviera más fuerza, más habilidad, mayor inteligencia, más pasión o mayor fuerza de voluntad? ¿Que designio querían que llevara a cabo?
Aunque el cuerpo de la joven parecía luchar en contra de si mismo para no parecer que el alcohol la había afectado más de lo que quería reconocer, la joven dragona intentaba no darle un discurso condescendiente, más su mente parecía estar en blanco y solo hacía lo que su corazón improvisaba a medida que seguía el hilo. Quizás, en cierto sentido, era mejor que su corazón hiciera esto y no su cabeza.
- Sé que no es lo mismo que has sufrido – la joven usualmente no era de tutear, pero sentía que si quería llevar su mensaje, debía estar al mismo nivel que él – Ojalá no se malinterprete como que quiero -hic- equiparar experiencias, porque estoy al tanto de lo que has sufrido durante estos diez años de ser vampiro. No sé si eres una persona muy religiosa, algunos de nosotros, los dragones, podemos pecar de ello, por lo que no se si los Dioses hayan decidido tu camino a seguir, o si estas son pruebas designadas para forjar tu temple. Es difícil saberlo realmente porque… creo que si es un designio de los Dioses, nunca tendrás forma de saberlo al 100%. Y si no lo es, tampoco podrás saberlo al 100%.
La joven suspiró, pensando en que quizás su invitado no deseaba un sermón, quizás solo ser escuchado sin que nadie le dijera nada. Por desgracia, la dragona era alguien que no podía evitar ver a alguien y solo quedarse en un estado pasivo de inacción. Si pudiera, y con esto me refiero a no tener alcohol en el cuerpo, intentaría algo mucho mejor pensado y quizás más efectivo.
- Mi abuelo una vez me dijo… “No podemos elegir lo que nos ocurre, ni nos toca decidir qué tiempo vivir, sólo podemos elegir qué hacer con el tiempo que se nos ha dado”. Y creo que, con todo lo que has tenido en contra, no muchos hubieran llegado a este punto conservando su esencia, lo que nos hace ser nosotros mismos. Incluso con lo que ocurrió en la guerra y en la epidemia, puedes mirarte a ti mismo y preguntarte por ti mismo. Eso significa que, dentro de ese cuerpo donde corre sangre de vampiro, todavía existe el hombre de hace 10 años, aquel que sigue permitiéndote ser tú y nadie más que tú.
En aquel momento, incluso el viento parecía tranquilizarse y dejar que su danza interrumpiera ruidosamente el ambiente, mientras que el mar seguía el ejemplo de su compañero elemental, dejando de luchar contra los troncos que enfrentaban su poderío. No era nada mágico del ambiente, sino que parecía que, en ese lugar, en ese tiempo y en esa circunstancia, nada más en Aerandir importaba tanto como lo que aquellos dos seres conversaban. A diferencia de muchas historias, el romance no era el centro de atención, ni las peleas, ni algo que sería recordado en legendas venideras.
Era simplemente la historia de dos personas que viajaban para entender un “por qué”.
- Y… bueno, solo pude viajar hasta la isla de los brujos antes que el ejército de Dundarak me llamara para el asunto de la guerra – esta vez su tono de voz cambió a ser una vez más un tono divertido – En parte también viajaba para aprender a hacer cosas básicas. Y hasta el momento estoy dejando el -hic- analfabetismo a un lado.
Fue entonces cuando la joven se giró hacia el vampiro, quedando apoyada en el tronco en donde las tablas se apoyaban.
- Si no tiene idea donde ir, ¿le interesaría viajar conmigo en este peregrinaje?
Y aquella pregunta, aunque borrasha, fue 100% en serio.
- Jeje, ¿sabes? Hubiera sido -hic- más aliviante que hubieras sido un sireno. Al menos te me hubieras declarado y la pensaba en serio – y aunque no lo dijo, pensaba que Taliesin se debía ver bien sin vestir nada en su torso como los sirenos – Pero ya -hic- ves, soy un imán de homosexualismo. Atraigo sirenas, licántropas, dragonas… me da miedo ir al bosque y -hic- enamorar elfas, esas abraza árboles si serían molestas.
Se notaba que el alcohol estaba haciendo estragos en su cordura, por lo que, cuando el vampiro le entregó aquel valioso consejo, lo que hizo que suspirara de alivio. En parte también porque el jugo de naranja era su favorito, aun cuando no era común encontrar la fruta en el norte, a menos que fuera a través del mercado.
Le siguió el paso a medida que el aire fresco despejaba levemente su cabeza y hacía que los sentidos tuvieran sentido. Era algo curioso ver al par de viajeros en el puerto; mientras que él portaba cierta elegancia que le daba un aire de pertenecer a un estatuto más alto en la sociedad, la joven dragona mantenía un aire mucho más humilde, o más bien de ser alguien pobre e ignorante de la vida. Quizás en otras circunstancias, en otra vida, ella pudo haber sido el plato de algún otro vampiro, o del mismo Taliesin si hubiera aceptado de otra forma lo que la vida le dio. O quizás él hubiera tildado de hereje y la joven hubiera hecho lo posible por llevar a cabo el designio de la justicia.
Era curioso como el destino a veces juntaba a las personas en las circunstancias que los reunía. Ella una dragona, él un vampiro. Ambas razas juradas de ser enemigos. Y sin embargo, cuando desnudabas esas superficialidades, dejabas de lado las banalidades y dejabas el centro del ser, el alma que nos entrega el sentimiento de vivir, aquellas eran dos personas que tenían sus propias preguntas, sus propios miedos. No sabían el sentido de la vida, las dificultades que enfrentaban. A veces viajaban al mundo de los sueños preguntándose si las decisiones que habían tomado eran las correctas, o si el camino que recorrían tenía algún sentido.
Creo que, en parte, esa fue la razón de por qué no se mostró afectada cuando las primeras palabras indicaron su raza. En silencio, recolectó las frases que decía, el tono con el que las decía y cómo lo afectaba decirlas. Podía darse cuenta que era alguien que mantenía la compostura en todo momento, llevando, quizás inconscientemente, la conversación hacia un lado del puerto que era más tranquilo, donde, más allá de las tablas que reaccionaban a sus pasos y las olas, el silencio era más profundo.
La joven dragona no podía imaginarse cuánto debía costarle mantener la compostura mientras hablaba. Más si pudo imaginarse lo que debió costarle perder la calma que intentó mantener desde hace tiempo.
En todo momento, desde el inicio de la conversación, se quedó en silencio, sin detener su avance cuando contaba lo de la epidemia de Nirana ni sobre la guerra. Solo pudo sonreír levemente ante su pregunta, una de esas sonrisas que reafirmaban la seguridad de una persona o que indicaba que no había problemas.
- Creo que sería mucho mejor si te cuento por qué empezó, ¿no? Digo, siento que sería mucho más interesante de contar si tiene un origen – revoleó sus ojos hacia otro lado cuando dijo eso – Bueno, no es que sea algo interesante en si. Es mucho más -hic- simple y menos chistoso que salvar al mundo o enamorar involuntariamente a las sirenas, pero tiene más sentido que si solo digo donde fuí.
Se agachó para lenta pero firmemente sentarse en las tablas El embarcadero que se encontraba lentamente se despedía del mar y la joven pudo sentirse mejor al sentir un punto de apoyo en los troncos de madera que servían como soporte del puerto. Desde ahí, lo invitó a sentarse y a dejar sus pies colgando como los de ella.
- No se si mis ropas lo dan a entender, pero soy una Dragona – pellizcó sus ropas y las levantó levemente antes de soltarlas – De puro campo, nada de alma citadina – y en realidad tenía su cuota de encanto cuando hablaba lo suficientemente rápido como para creerle en lo de ser campesina – Y sé lo que debes pensar, considerando -hic- que los vampiros y los dragones tienen una historia bastante… conflictiva desde tiempos inmemoriales.
Tomó una pequeña bocanada de aire helado que le permitió despejar un poco más su cabeza. Lo helado le recordaba su hogar.
- Como sea – siguió como si lo dicho anteriormente fuera un mero detalle que no le daba importancia en lo que planeaba decir –, en la estepa muchos de nosotros solo vivimos para el día a día y muchas veces no nacemos para cosas grandes. Por ello, no vivimos con muchas expectativas de grandeza. Ahora, sé lo que piensas – lo miró a los ojos, algo divertida todavía por el alcohol, más mantenía algo de seriedad en sus palabras – No salí de la estepa porque tenía otras expectativas o porque soñaba con recorrer el mundo o algo así. Más bien, fue algo que pasó. No fue una tragedia ni nada, pero fue algo que me hizo preguntarme a mi misma: “¿Por qué?”.
No era notorio en el ambiente, pero lentamente los ruidos extranjeros parecían calmarse y perderse en el viento. No es que ocurriera nada extraordinario ni de causa mágica. Más bien, perdían importancia en el mundo. El sonido del viento era suave, como si se estuviera en una pradera extensa en donde solo existía el ser y el momento, acompañado con el ruido del mar que chocaba contra la costa y las maderas, como si alguna vez quisiera derribar lo creado por el hombre, solo para darse cuenta de la insignificancia de sus intentos.
- Lo que hice dentro de -hic- la taberna fue algo que puedo hacer desde hace algo más de un año, pero nació con el tiempo, de cuando me alejaba e iba a lugares desolados en la estepa para sentir más la pureza del viento. Poco a poco sentí que había algo dentro de mi que hacía que las personas sintieran lo que sintieran cuando escuchaban mi canto. Y no entendí por qué había ocurrido eso. ¿Acaso los Dioses querían que tuviera una misión en el mundo? ¿Qué debía hacer con esto? ¿Había mucho más que aprender? ¿Por qué yo, una simple campesina, y no alguien que tuviera más fuerza, más habilidad, mayor inteligencia, más pasión o mayor fuerza de voluntad? ¿Que designio querían que llevara a cabo?
Aunque el cuerpo de la joven parecía luchar en contra de si mismo para no parecer que el alcohol la había afectado más de lo que quería reconocer, la joven dragona intentaba no darle un discurso condescendiente, más su mente parecía estar en blanco y solo hacía lo que su corazón improvisaba a medida que seguía el hilo. Quizás, en cierto sentido, era mejor que su corazón hiciera esto y no su cabeza.
- Sé que no es lo mismo que has sufrido – la joven usualmente no era de tutear, pero sentía que si quería llevar su mensaje, debía estar al mismo nivel que él – Ojalá no se malinterprete como que quiero -hic- equiparar experiencias, porque estoy al tanto de lo que has sufrido durante estos diez años de ser vampiro. No sé si eres una persona muy religiosa, algunos de nosotros, los dragones, podemos pecar de ello, por lo que no se si los Dioses hayan decidido tu camino a seguir, o si estas son pruebas designadas para forjar tu temple. Es difícil saberlo realmente porque… creo que si es un designio de los Dioses, nunca tendrás forma de saberlo al 100%. Y si no lo es, tampoco podrás saberlo al 100%.
La joven suspiró, pensando en que quizás su invitado no deseaba un sermón, quizás solo ser escuchado sin que nadie le dijera nada. Por desgracia, la dragona era alguien que no podía evitar ver a alguien y solo quedarse en un estado pasivo de inacción. Si pudiera, y con esto me refiero a no tener alcohol en el cuerpo, intentaría algo mucho mejor pensado y quizás más efectivo.
- Mi abuelo una vez me dijo… “No podemos elegir lo que nos ocurre, ni nos toca decidir qué tiempo vivir, sólo podemos elegir qué hacer con el tiempo que se nos ha dado”. Y creo que, con todo lo que has tenido en contra, no muchos hubieran llegado a este punto conservando su esencia, lo que nos hace ser nosotros mismos. Incluso con lo que ocurrió en la guerra y en la epidemia, puedes mirarte a ti mismo y preguntarte por ti mismo. Eso significa que, dentro de ese cuerpo donde corre sangre de vampiro, todavía existe el hombre de hace 10 años, aquel que sigue permitiéndote ser tú y nadie más que tú.
En aquel momento, incluso el viento parecía tranquilizarse y dejar que su danza interrumpiera ruidosamente el ambiente, mientras que el mar seguía el ejemplo de su compañero elemental, dejando de luchar contra los troncos que enfrentaban su poderío. No era nada mágico del ambiente, sino que parecía que, en ese lugar, en ese tiempo y en esa circunstancia, nada más en Aerandir importaba tanto como lo que aquellos dos seres conversaban. A diferencia de muchas historias, el romance no era el centro de atención, ni las peleas, ni algo que sería recordado en legendas venideras.
Era simplemente la historia de dos personas que viajaban para entender un “por qué”.
- Y… bueno, solo pude viajar hasta la isla de los brujos antes que el ejército de Dundarak me llamara para el asunto de la guerra – esta vez su tono de voz cambió a ser una vez más un tono divertido – En parte también viajaba para aprender a hacer cosas básicas. Y hasta el momento estoy dejando el -hic- analfabetismo a un lado.
Fue entonces cuando la joven se giró hacia el vampiro, quedando apoyada en el tronco en donde las tablas se apoyaban.
- Si no tiene idea donde ir, ¿le interesaría viajar conmigo en este peregrinaje?
Y aquella pregunta, aunque borrasha, fue 100% en serio.
Siria
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
¿Necesitaba ser un sireno para declararse? Aquella imagen hizo reír a Taliesin. Siria dejó muy claro su preferencia hacia los hombres, y algo de todo eso sorprendió al vampiro y dejó su mente en blanco e insegura. Como sea, la conversación se volvió mucho más seria, decidieron salir de la taberna, y ahí quedó aquello.
Estaba tan concentrado en relatar sus propios pesares que perdió la noción del tiempo y el sentido de la dirección mientras lo hacía. De manera involuntaria la llevó a lugares más privados y tranquilos, y una vez frente al mar en el camino entablado, la mujer se sentó y le invitó a hacer lo mismo. Taliesin no dudó en unirse a ella a contemplar la extensión del mar y las olas bajo sus pies. Había algo no sólo calmante sino anhelante en mirar al horizonte infinito.
Y así fue su turno para aprender algo más sobre ella. Su raza, para empezar, lo cual lo tensó momentaneamente al hacerle pensar en Dundarak, y después volvió a relajarlo, sin estar totalmente justificado, al precisar que era de campo. Hubo un instante en el que ella tomó aire, y el silencio se llenó con el ronroneo de las olas. Aquello a Taliesin le recordaba a su hogar, de la misma manera que el aire frío de la noche se lo recordaba a Siria.
Ahora que estaban quietos notaba que en realidad todo se movía. Era el efecto del alcohol, que si bien no causaba que se tropezara en sus palabras, sí dificultaba su visión, estabilidad y toma de decisiones. Quizás, de haber estado sobrio, habría sentido frío o habría respondido mejor. Siria decía "sé lo que piensas", pero en aquellas circunstancias, Taliesin se dejaba llevar mucho más de lo que pensaba. Pero sí la escuchó palabra por palabra, con toda la atención posible y sólo perdiéndose momentaneamente en los cambios de su tono de voz, como si al escuchar una melodía olvidara por un momento atender a la letra.
"Eso significa que, dentro de ese cuerpo donde corre sangre de vampiro, todavía existe el hombre de hace 10 años, aquel que sigue permitiéndote ser tú y nadie más que tú." ¿Era eso cierto? Ojalá Siria lo conociera lo suficiente como para estar seguro de la verdad de esas palabras. Eran inesperadamente reconfortantes, sin que pudiera entender exactamente por qué. Cerró los ojos y se concentró en el viento contra su rostro y en las sensaciones en su pecho, estómago y mente. El viento pareció remitir, y los sonidos del mar alejarse.
El comentario jocoso de Siria hizo que abriera los ojos, sonriera, y la mirara directamente otra vez. Le gustaba su forma de pasar de lo serio a lo divertido.
- ¿Analfabetismo? - Repitió, inseguro de si se trataba de una forma de hablar o si ella no sabía leer -. Pareces muy sabia como para referirte a tí misma de esa manera.
Siria se giró tan de golpe que por un momento pensó que había pasado algo. La sonrisa desapareció de sus labios por un instante, debido a la sorpresa.
- Me encantaría - respondió, sin pensarlo, simplemente con lo que quería y no con lo que era posible. Una parte adormilada de su cerebro intentó advertirle: es difícil viajar contigo, sólo puedes viajar de noche, no la conoces de nada, está tan o más borracha que tú y posiblemente no lo diga en serio. Pero las señales no llegaron con suficiente fuerza y Taliesin prefirió seguir jugando con aquella posibilidad -. Es demasiado difícil ver las cosas desde dentro de uno mismo. Quizás estemos pasando las respuestas por alto porque nadie más nos ha ayudado a buscarlas. Comprender el designio y el por qué... - Se dio cuenta de que se estaba perdiendo un poco, y retornó a la idea de Siria con una sonrisa. - ¿A dónde planeabas ir antes de que te detuviera la guerra? Quizás es ahí donde deberíamos dirigirnos. ¿A algún lugar en que no hayan sirenas, imagino? - Añadió a modo de broma, girándose más hacia ella, y dejó unos segundos de silencio como esperando una respuesta. Desde ese momento no desvió la mirada de Siria -. He leído sobre hermosos paisajes remotos en Aerandir. Algún aventurero llegó a describirlos, pero hay pocos que los hayan retratado, con lo que casi todo queda a la imaginación. Lagos perdidos entre las montañas nevadas del norte, grietas en el desierto en el que se esconden oasis, islas con arrecifes y miles de peces de colores. Me gustaría ver esos lugares alguna vez. Ya que no sabemos dónde están las respuestas, los destinos, al menos, deberían hacernos crecer. Y si realmente no sabes leer y escribir, te enseñaré.
Estaba tan concentrado en relatar sus propios pesares que perdió la noción del tiempo y el sentido de la dirección mientras lo hacía. De manera involuntaria la llevó a lugares más privados y tranquilos, y una vez frente al mar en el camino entablado, la mujer se sentó y le invitó a hacer lo mismo. Taliesin no dudó en unirse a ella a contemplar la extensión del mar y las olas bajo sus pies. Había algo no sólo calmante sino anhelante en mirar al horizonte infinito.
Y así fue su turno para aprender algo más sobre ella. Su raza, para empezar, lo cual lo tensó momentaneamente al hacerle pensar en Dundarak, y después volvió a relajarlo, sin estar totalmente justificado, al precisar que era de campo. Hubo un instante en el que ella tomó aire, y el silencio se llenó con el ronroneo de las olas. Aquello a Taliesin le recordaba a su hogar, de la misma manera que el aire frío de la noche se lo recordaba a Siria.
Ahora que estaban quietos notaba que en realidad todo se movía. Era el efecto del alcohol, que si bien no causaba que se tropezara en sus palabras, sí dificultaba su visión, estabilidad y toma de decisiones. Quizás, de haber estado sobrio, habría sentido frío o habría respondido mejor. Siria decía "sé lo que piensas", pero en aquellas circunstancias, Taliesin se dejaba llevar mucho más de lo que pensaba. Pero sí la escuchó palabra por palabra, con toda la atención posible y sólo perdiéndose momentaneamente en los cambios de su tono de voz, como si al escuchar una melodía olvidara por un momento atender a la letra.
"Eso significa que, dentro de ese cuerpo donde corre sangre de vampiro, todavía existe el hombre de hace 10 años, aquel que sigue permitiéndote ser tú y nadie más que tú." ¿Era eso cierto? Ojalá Siria lo conociera lo suficiente como para estar seguro de la verdad de esas palabras. Eran inesperadamente reconfortantes, sin que pudiera entender exactamente por qué. Cerró los ojos y se concentró en el viento contra su rostro y en las sensaciones en su pecho, estómago y mente. El viento pareció remitir, y los sonidos del mar alejarse.
El comentario jocoso de Siria hizo que abriera los ojos, sonriera, y la mirara directamente otra vez. Le gustaba su forma de pasar de lo serio a lo divertido.
- ¿Analfabetismo? - Repitió, inseguro de si se trataba de una forma de hablar o si ella no sabía leer -. Pareces muy sabia como para referirte a tí misma de esa manera.
Siria se giró tan de golpe que por un momento pensó que había pasado algo. La sonrisa desapareció de sus labios por un instante, debido a la sorpresa.
- Me encantaría - respondió, sin pensarlo, simplemente con lo que quería y no con lo que era posible. Una parte adormilada de su cerebro intentó advertirle: es difícil viajar contigo, sólo puedes viajar de noche, no la conoces de nada, está tan o más borracha que tú y posiblemente no lo diga en serio. Pero las señales no llegaron con suficiente fuerza y Taliesin prefirió seguir jugando con aquella posibilidad -. Es demasiado difícil ver las cosas desde dentro de uno mismo. Quizás estemos pasando las respuestas por alto porque nadie más nos ha ayudado a buscarlas. Comprender el designio y el por qué... - Se dio cuenta de que se estaba perdiendo un poco, y retornó a la idea de Siria con una sonrisa. - ¿A dónde planeabas ir antes de que te detuviera la guerra? Quizás es ahí donde deberíamos dirigirnos. ¿A algún lugar en que no hayan sirenas, imagino? - Añadió a modo de broma, girándose más hacia ella, y dejó unos segundos de silencio como esperando una respuesta. Desde ese momento no desvió la mirada de Siria -. He leído sobre hermosos paisajes remotos en Aerandir. Algún aventurero llegó a describirlos, pero hay pocos que los hayan retratado, con lo que casi todo queda a la imaginación. Lagos perdidos entre las montañas nevadas del norte, grietas en el desierto en el que se esconden oasis, islas con arrecifes y miles de peces de colores. Me gustaría ver esos lugares alguna vez. Ya que no sabemos dónde están las respuestas, los destinos, al menos, deberían hacernos crecer. Y si realmente no sabes leer y escribir, te enseñaré.
Taliesin Skatha
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
La joven se sintió halagada por el cumplido que recibió en torno a su sabiduría, aunque la condición de ser analfabeta había sido cierta solo hasta hace unos pocos meses atrás, cuando conoció a su amiga Wood. Y aún cuando le enseñó mucho, no era suficiente para leer algo tan complejo como “La iris del Destino”, una novela de 430 páginas muy famosa en la isla de los brujos, o “17 cosas que no debe hacer cuando se encuentra a una Ardilla de Morro Rosado”, aunque más que nada porque la dragona haría 16 de esas cosas.
- La verdad es que, algún plan, no tengo. Usualmente voy… por ahí, aunque suene raro. Aunque estaría agradecida de seguir ese plan y te lo voy a robar cada vez que salga de viaje.
Y es que sus rutas normalmente no seguían un designio secreto ni nada. Su primer viaje había sido hacia la isla de los brujos debido a que buscaba aprender a leer, mientras que sus otros viajes terminaban siendo, o porque se perdía debido a su nulo sistema de navegación, o porque habían damas en problemas. Un poco como con Wood, otro poco como con Zöe.
Ahora que lo pensaba, también había salvado a Taliesin de sufrir más moretones, así que podía contar como otra dama en problemas, aunque necesitaría otro nombre. Pensó en “Damiselo”, pero eso solo consiguió que soltara una risita corta.
- Creo que lo que más puedo enseñarte como parajes hermosos serían los reinos del norte – añadió, también dejando de mirar a otro lado que no fueran a los ojos del vampiro – Mucha gente solo cree que en el norte hay nieve… o nieve… o nieve. Pero aparte de que la nieve del vecino es distinta al que tenemos en casa, hay mucho que ver. Por ejemplo, tenemos una flor muy hermosa que solo crece en el norte y la llamamos “La Princesa del Tiempo”. Cuando te encuentras con una, de pronto sientes que no hay flor más hermosa en toda Aerandir, y también tiene una historia muy linda detrás… ¡pero advertencia! - apuntó con su dedo índice al cielo, colocando su cara en modo serio – Es una flor en peligro de extinción, así que nunca, nunca, nunca de los jamases -hic- saques una. Y creeme que si algún dragón se entera, te meterás en un lío tremendo. Y yo también me enojaré mucho.
Y eso último lo había dicho en serio, para que quedara claro lo importante para su pueblo el respeto hacia algo que ellos consideraban como suyo y que debían proteger. Aunque no tardó en dejar de apuntar al cielo y su rostro volvío a ser risueño.
- Me ayudaría mucho el que me enseñaras. Tenía una compañera de viaje que me ayudó con aprender lo básico, aunque no me he vuelto muy experta en el tema… y me imagino que es es difícil de creer, ¿verdad? - como un gesto que usualmente indicaba que su ofrecimiento había caído bien, la dragona se tomaba la nuca con su mano derecha – No hay -hic- escuelas en muchas partes de las praderas, así que todo el conocimiento que tuve fue a través de enseñanza… espera, boca a boca suena mal. ¿Como una… tutoría? Eso en parte, y en otra parte… - la joven soltó una risa involuntaria, como si se hubiera acordado de una broma – …te seré honesta, le tenía tan poco interés a aprender a leer que -hic- jamás quise aprender voluntariamente. Me escapaba para jugar con mis amigas, o con los Yak. No fue hasta los 30 que… como que quise ponerme al día. Mis papás tampoco sabían y… como que… - miro hacia un lado, como si quisiera pensar en las palabras que quería decir - … en parte, no sabes sobre tu futuro, de si seguirás en lo mismo de siempre, etc. No veía un futuro más allá del -hic- campo… y ya te imaginarás lo tradicionalistas que somos los dragones – y nótese que no se excluía con esa frase – así que nunca pensé que sería importante leer.
Fue entonces cuando la joven hizo como un gesto con los puños cerrados que era difícil de entender, pero era como si delante de ella tuviera una mesa y hubiera golpeado a esta para decir “basta”, aunque con el gesto solo terminó pegandole al aire.
- Ya, ya, que siempre que parece que cuento algo de mi pasado es algo trágico. La verdad es que no pude pedir mejor infancia. ¿Has visto esas niñas maleducadas de los nobles que te miran por debajo aunque esas cosas no midan más de un metro y veinte -hic- centímetros? – colocó su mano recta, o lo que más pudo en rectitud, en el aire como si intentara medir la altura que decía – Ya me veo siendo así si nacía en una familia rica y poderosa. Prefiero ser analfabeta antes que una mocosa pomposa y maleducada.
Aunque no iba a contarle sobre las contusiones en el cráneo debido a los cabezazos que les daba a las pobres criaturas. No es que le hubieran hecho algún daño permanente, pero muchos filósofos no verían de buenas en confiar sobre sabiduría a una mujer que activamente buscaba pelear contra los machos alfas de las manadas Yak.
- Por cierto, Tal-Taliesin – esta vez abrazó la madera que tenía detrás, aunque no dejaba de mirarlo – creo que no voy a durar mucho más -hic- tiempo consciente. No sé tú, pero creo que necesito ayuda para ir a alguna posada a pasar la noche.
- La verdad es que, algún plan, no tengo. Usualmente voy… por ahí, aunque suene raro. Aunque estaría agradecida de seguir ese plan y te lo voy a robar cada vez que salga de viaje.
Y es que sus rutas normalmente no seguían un designio secreto ni nada. Su primer viaje había sido hacia la isla de los brujos debido a que buscaba aprender a leer, mientras que sus otros viajes terminaban siendo, o porque se perdía debido a su nulo sistema de navegación, o porque habían damas en problemas. Un poco como con Wood, otro poco como con Zöe.
Ahora que lo pensaba, también había salvado a Taliesin de sufrir más moretones, así que podía contar como otra dama en problemas, aunque necesitaría otro nombre. Pensó en “Damiselo”, pero eso solo consiguió que soltara una risita corta.
- Creo que lo que más puedo enseñarte como parajes hermosos serían los reinos del norte – añadió, también dejando de mirar a otro lado que no fueran a los ojos del vampiro – Mucha gente solo cree que en el norte hay nieve… o nieve… o nieve. Pero aparte de que la nieve del vecino es distinta al que tenemos en casa, hay mucho que ver. Por ejemplo, tenemos una flor muy hermosa que solo crece en el norte y la llamamos “La Princesa del Tiempo”. Cuando te encuentras con una, de pronto sientes que no hay flor más hermosa en toda Aerandir, y también tiene una historia muy linda detrás… ¡pero advertencia! - apuntó con su dedo índice al cielo, colocando su cara en modo serio – Es una flor en peligro de extinción, así que nunca, nunca, nunca de los jamases -hic- saques una. Y creeme que si algún dragón se entera, te meterás en un lío tremendo. Y yo también me enojaré mucho.
Y eso último lo había dicho en serio, para que quedara claro lo importante para su pueblo el respeto hacia algo que ellos consideraban como suyo y que debían proteger. Aunque no tardó en dejar de apuntar al cielo y su rostro volvío a ser risueño.
- Me ayudaría mucho el que me enseñaras. Tenía una compañera de viaje que me ayudó con aprender lo básico, aunque no me he vuelto muy experta en el tema… y me imagino que es es difícil de creer, ¿verdad? - como un gesto que usualmente indicaba que su ofrecimiento había caído bien, la dragona se tomaba la nuca con su mano derecha – No hay -hic- escuelas en muchas partes de las praderas, así que todo el conocimiento que tuve fue a través de enseñanza… espera, boca a boca suena mal. ¿Como una… tutoría? Eso en parte, y en otra parte… - la joven soltó una risa involuntaria, como si se hubiera acordado de una broma – …te seré honesta, le tenía tan poco interés a aprender a leer que -hic- jamás quise aprender voluntariamente. Me escapaba para jugar con mis amigas, o con los Yak. No fue hasta los 30 que… como que quise ponerme al día. Mis papás tampoco sabían y… como que… - miro hacia un lado, como si quisiera pensar en las palabras que quería decir - … en parte, no sabes sobre tu futuro, de si seguirás en lo mismo de siempre, etc. No veía un futuro más allá del -hic- campo… y ya te imaginarás lo tradicionalistas que somos los dragones – y nótese que no se excluía con esa frase – así que nunca pensé que sería importante leer.
Fue entonces cuando la joven hizo como un gesto con los puños cerrados que era difícil de entender, pero era como si delante de ella tuviera una mesa y hubiera golpeado a esta para decir “basta”, aunque con el gesto solo terminó pegandole al aire.
- Ya, ya, que siempre que parece que cuento algo de mi pasado es algo trágico. La verdad es que no pude pedir mejor infancia. ¿Has visto esas niñas maleducadas de los nobles que te miran por debajo aunque esas cosas no midan más de un metro y veinte -hic- centímetros? – colocó su mano recta, o lo que más pudo en rectitud, en el aire como si intentara medir la altura que decía – Ya me veo siendo así si nacía en una familia rica y poderosa. Prefiero ser analfabeta antes que una mocosa pomposa y maleducada.
Aunque no iba a contarle sobre las contusiones en el cráneo debido a los cabezazos que les daba a las pobres criaturas. No es que le hubieran hecho algún daño permanente, pero muchos filósofos no verían de buenas en confiar sobre sabiduría a una mujer que activamente buscaba pelear contra los machos alfas de las manadas Yak.
- Por cierto, Tal-Taliesin – esta vez abrazó la madera que tenía detrás, aunque no dejaba de mirarlo – creo que no voy a durar mucho más -hic- tiempo consciente. No sé tú, pero creo que necesito ayuda para ir a alguna posada a pasar la noche.
Siria
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Miró muy atentamente a Siria mientras le contaba sobre la existencia de "La princesa del tiempo". Se fijaba en la forma en que lo decía, y en cómo señaló amenazadoramente (adorablemente) para indicarle que no debía arrancarla. "¿Y si la recojo para dártela a ti?" se preguntó Taliesin, y estuvo a punto de preguntarlo en voz alta. Y en otro momento, lo habría hecho. Pero le seguía pesando un poco la conversación anterior, la seriedad, el dolor interno que aún sentía respecto a todo lo que había ocurrido en Dundarak y el externo por los golpes de la noche; todo esto a pesar de una media sonrisa en el rostro que se adecuaba más a la ligereza de la conversación, y a su falta de control debido al alcohol.
Si bien antes se había inclinado un poco hacia ella, ahora se volvió a separar. Miró a la inmensidad del mar. ¿Estaría por allí esa sirena?
- Yo tampoco puedo enseñarte muchos parajes. Casi siempre he vivido en ciudades. Pero cerca de donde nací, allí sí conozco algunos sitios. Está al oeste de Lunargenta, en la costa. Si caminas bordeando el mar, después de tres horas llegas a una playa de arena blanca, larguísima, al final de la cual hay una montaña. Puedes tardar un par de horas más en escalar la montaña hasta arriba, pero si estás allí para la puesta de sol, es una vista maravillosa. El sol poniente ilumina toda la costa de arena, con mi pueblo y su puerto al final.
Lo recordaba sorprendentemente bien, a pesar de lo mucho que hacía que no realizaba aquella excursión. Aquello le puso un poco nostálgico.
- Pero sí puedo ayudar con lo de leer, claro. Mi madre tampoco sabía y no me habría enseñado. Tuve suerte que alguien me enseñara. Y veo por qué viniendo del campo pensarías que es innecesario; quizás sea innecesario. Pero no para alguien con un don del canto. Un bardo se nutre de historias de otros bardos, y aunque hay muchas que se siguen cantando, otras tantas sólo están escritas - se detuvo un momento, retomando el hilo del pensamiento -. Pero la verdad, aunque sepas leer, es difícil encontrar tomos interesantes. Mi pequeña colección la hice a base de - sonrió de medio lado - tomar prestado de grandes bibliotecas ajenas. Pero si te haces renombre como bardo, entonces tendrás todas las puertas abiertas.
Daba por sentado que Siria quería hacerse renombre como bardo. Se dio cuenta de aquel fallo. Si venía del campo y sólo había salido por averiguar más sobre su don, no tenía por qué desear nada como eso.
- Espera, ¿intentas hacerte renombre? - Intentó averiguar - Podrías. Con lo que he escuchado esta noche, creo que podrías.
Se levantó y le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Después le ofreció el brazo para caminar, cosa que no había hecho antes, pero que esta vez le pareció más justificado visto cómo ella misma había dicho que necesitaba ayuda. Caminaron en dirección contraria, de vuelta a Vulwulfar, dejando atrás el mecer de las olas y retornando a las conversaciones aisladas de los hombres de mar que bebían y jugaban por la noche.
- ¿No tienes una habitación concertada? - Quiso confirmar - Donde yo me alojo aún tienen habitaciones. No es gran cosa, pero tampoco es muy caro. Está un poco alejado del puerto, así que lo frecuentan más viajeros de paso que marineros. No olerá a pescado - bromeó, aunque era cierto.
Caminaron un buen rato más hasta alejarse de la zona portuaria, y finalmente llegar a la posada en cuestión. Taliesin tocó a la puerta con el patrón que le habían indicado y alguien vino a abrir, dejándoles pasar sin más preguntas.
- Necesitamos una habitación para ella - le indicó Taliesin al patrón.
- Ah - no supo el origen de su tono desinteresado, aunque podía deberse a lo muy poco sorprendente que era para él que alguien necesitara una habitación; o, al contrario, a que entrara un cliente ya establecido con una mujer y pidiera otra estancia -. ¿Cuántas noches?
- Pues... ¿Una? - Miró a Siria, que era realmente quien tenía que concertar aquello.
Dejó que ella terminara de acordarlo y pagarlo, y que le dieran la llave a su habitación. Tras atenderlos, el hombre cerró la puerta principal tras ellos y se fue a beber con unos pocos parroquianos en la barra de la cocina. Taliesin frunció el ceño.
- Para mí aún es pronto. Volveré a salir - relajó el gesto y señaló hacia las escaleras - . Las habitaciones están arriba; sabrás encontrarlas. Ten buenas noches. Y ha sido un placer conocerte.
El tono era un poco formal. En contraste con ello, y tras decir esto, la tomó del mentón con suavidad para controlar que no hiciera un gesto súbito y le dio un beso de despedida en la mejilla, peligrosamente cerca de la comisura de los labios. Le dedicó una sonrisa como si aquello fuera lo más normal del mundo, y le dio la espalda para volver a abrir la puerta de entrada y salir a la calle.
Si bien antes se había inclinado un poco hacia ella, ahora se volvió a separar. Miró a la inmensidad del mar. ¿Estaría por allí esa sirena?
- Yo tampoco puedo enseñarte muchos parajes. Casi siempre he vivido en ciudades. Pero cerca de donde nací, allí sí conozco algunos sitios. Está al oeste de Lunargenta, en la costa. Si caminas bordeando el mar, después de tres horas llegas a una playa de arena blanca, larguísima, al final de la cual hay una montaña. Puedes tardar un par de horas más en escalar la montaña hasta arriba, pero si estás allí para la puesta de sol, es una vista maravillosa. El sol poniente ilumina toda la costa de arena, con mi pueblo y su puerto al final.
Lo recordaba sorprendentemente bien, a pesar de lo mucho que hacía que no realizaba aquella excursión. Aquello le puso un poco nostálgico.
- Pero sí puedo ayudar con lo de leer, claro. Mi madre tampoco sabía y no me habría enseñado. Tuve suerte que alguien me enseñara. Y veo por qué viniendo del campo pensarías que es innecesario; quizás sea innecesario. Pero no para alguien con un don del canto. Un bardo se nutre de historias de otros bardos, y aunque hay muchas que se siguen cantando, otras tantas sólo están escritas - se detuvo un momento, retomando el hilo del pensamiento -. Pero la verdad, aunque sepas leer, es difícil encontrar tomos interesantes. Mi pequeña colección la hice a base de - sonrió de medio lado - tomar prestado de grandes bibliotecas ajenas. Pero si te haces renombre como bardo, entonces tendrás todas las puertas abiertas.
Daba por sentado que Siria quería hacerse renombre como bardo. Se dio cuenta de aquel fallo. Si venía del campo y sólo había salido por averiguar más sobre su don, no tenía por qué desear nada como eso.
- Espera, ¿intentas hacerte renombre? - Intentó averiguar - Podrías. Con lo que he escuchado esta noche, creo que podrías.
Se levantó y le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Después le ofreció el brazo para caminar, cosa que no había hecho antes, pero que esta vez le pareció más justificado visto cómo ella misma había dicho que necesitaba ayuda. Caminaron en dirección contraria, de vuelta a Vulwulfar, dejando atrás el mecer de las olas y retornando a las conversaciones aisladas de los hombres de mar que bebían y jugaban por la noche.
- ¿No tienes una habitación concertada? - Quiso confirmar - Donde yo me alojo aún tienen habitaciones. No es gran cosa, pero tampoco es muy caro. Está un poco alejado del puerto, así que lo frecuentan más viajeros de paso que marineros. No olerá a pescado - bromeó, aunque era cierto.
Caminaron un buen rato más hasta alejarse de la zona portuaria, y finalmente llegar a la posada en cuestión. Taliesin tocó a la puerta con el patrón que le habían indicado y alguien vino a abrir, dejándoles pasar sin más preguntas.
- Necesitamos una habitación para ella - le indicó Taliesin al patrón.
- Ah - no supo el origen de su tono desinteresado, aunque podía deberse a lo muy poco sorprendente que era para él que alguien necesitara una habitación; o, al contrario, a que entrara un cliente ya establecido con una mujer y pidiera otra estancia -. ¿Cuántas noches?
- Pues... ¿Una? - Miró a Siria, que era realmente quien tenía que concertar aquello.
Dejó que ella terminara de acordarlo y pagarlo, y que le dieran la llave a su habitación. Tras atenderlos, el hombre cerró la puerta principal tras ellos y se fue a beber con unos pocos parroquianos en la barra de la cocina. Taliesin frunció el ceño.
- Para mí aún es pronto. Volveré a salir - relajó el gesto y señaló hacia las escaleras - . Las habitaciones están arriba; sabrás encontrarlas. Ten buenas noches. Y ha sido un placer conocerte.
El tono era un poco formal. En contraste con ello, y tras decir esto, la tomó del mentón con suavidad para controlar que no hiciera un gesto súbito y le dio un beso de despedida en la mejilla, peligrosamente cerca de la comisura de los labios. Le dedicó una sonrisa como si aquello fuera lo más normal del mundo, y le dio la espalda para volver a abrir la puerta de entrada y salir a la calle.
Taliesin Skatha
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Aun cuando sus viajes habían sido pocos, más que nada porque lo de ir y volver hacía que no pudiera quedarse por mucho tiempo en una zona por mucho tiempo, los parajes y biomas que encontró eran muy diversos, quizás más que cualquier dragón que conocía. Aprendió la diferencia entre los bosques de Sandorai con los cercanos a Vulwufar y los cercanos al Lago del Este. También como el agua era más cálida en ciertas zonas. Pero por más que intentaba recordar, no se había encontrado con algo similar a una playa. No como la describía Taliesin. Y cada palabra que usaba para describirla la llenaba de imaginación, o al menos la que podía tener en su estado, de cómo podría ser.
- Si alguna vez nos topamos con la ocasión, me encantaría -hic- ver un lugar así… sería mi primera vez.
Se sentía curiosa al decir eso. Cuando a veces abría la boca y hablaba mientras estaba bajo el efecto del alcohol, sentía que estaba hablando de más. Sobre todo con lo de la playa. Pero, por alguna razón, sentía que hubiera llegaron a la misma conclusión y resolución, aún cuando las palabras y el razonamiento fueran distintos.
Era curioso cuánto cambiaba el alcohol a la gente y a la vez no como una podía creer.
- Sabía que un plan se me estaba escapando cuando partí en este viaje, jeje – rió bajito mientras murmuraba y era ayudada por su compañero vampiro a levantarse. Sus palabras iban por lo que había dicho sobre como un bardo se nutría de las historias. Y es que, hasta que Taliesin lo había mencionado en ese momento, nunca se le había ocurrido leer para hacer suyas las historias de otros. Pensaba que, aprendiendo las leyendas y mitos de boca en boca y canción en canción sería suficiente y, además, una forma única y propia de aprender. Pero lo cierto es que habían muchas historias que no conocía, historias que no se contaban de madre a hija o de borrasho a borrasha. Escondidas entre el polvo y el paso del tiempo.
- Creo que podría, aunque no es… ¿algo que pensaba? - se sujetó de su brazo, pasando el suyo detrás del de él, quedando apoyada como si fueran una pareja, pero lo cierto es que, con la fuerza y el peso que la dragona ejercía, aquella apariencia solo era externa, ya que Taliesin podía sentir que la joven lo trataba más como un bastón amigo… y que chupaba sangre – Creo que este peregrinaje fue más improvisado de lo que pensé, ya que ni idea de si me podría convertir en una -hic- diva o algo así. Jeje, bueno, va de la mano con lo que decía sobre vivir toda la vida en la estepa y esas cosas.
El viaje era lento y “accidentado”. No tenían problemas de equilibrio (gracias a Taliesin), pero la cantidad de gente en las calles moviendose de un lado a otro, aun cuando no era como si estuvieran de día, había una cantidad no menor de marinos moviendose de un lado a otro. Unos en aventuras maritales que no involucraban a sus mujeres, otros parecían ser de los serios que adelantaban trabajo.
- ¡Hey! ¡Váyanse a un motel!
La joven intercambió hombros con alguien que caminaba en dirección contraria y, aunque apenas fue un roce entre los dos, el sujeto aprovechó de gritarles mientras seguían caminando.
- ¡A eso vamos! - le devolvió el mensaje mientras miraba hacia atrás, aunque volvió la mirada hacia el frente para murmurar molesta – Esta gente tan maleducada y sus consejos que nadie -hic- pide.
El camino hacia la posada a la que el vampiro la llevó y, para la no sorpresa del dueño del lugar, los trató con una actitud bastante neutral y poco acogedora, probablemente no impresionado de lo que encontró cuando llegaron.
- Hmm… - lo pensó un poco porque, aunque solo necesitaba dormir esta noche, pensaba en que, si mañana amanecía algo mal, necesitaría la habitación un poco más de lo que podía tener planeado – Creo que solo una está -hic- bien, aunque si necesito la habitación un poco más tiempo para… eh…………………….. meditar, estaría bien, ¿no?
- Tiene un costo extra, pero si – la joven lo ignoraba, pero el posadero tuvo que hacer un gran esfuerzo para no revolear los ojos al escucharla después de ese gran silencio que tuvo – Aviseme en la mañana eso si.
- No hay problemas – sonrió, pensando en que había engañado a los presentes con lo de meditar.
Después de pagarle la noche al posadero, la joven se hacía la idea mental de subir las escaleras con su compañero de juerga y, aunque él probablemente estaba en mejores condiciones, dudaba de si era buena idea que dos personas con alcohol subieran las escaleras juntas. Más toda esa idea se desplomó cuando el vampiro mencionó que volvería a incursionar en las calles, probablemente para hacer algo más personal.
No tuvo mucho tiempo para preguntarle qué haría y, casi sin poder de reacción, recibió el beso cerca de sus labios. Aquel beso le dejó la mente en blanco por un segundo, quizás en parte porque no se esperaba aquel acto después del tono de voz que tenía, o por la impresión que le dio en general durante la noche, y simplemente se quedó sorprendida. Aunque no tardó en sonrojarse y sonreír como boba, cosas que no se saben si fueron amplificadas por el alcohol o su poca vergüenza.
- … Casanova – le murmuró audiblemente con voz de borrasha boba, mientras estiraba su brazo hacia él, aunque sin llegar a tocarlo, dejandolo caer a los pocos momentos – Nada de “Ha sido un placer conocerte”, que no hemos ni comenzado el peregrinaje, así que no te despidas como si fuera la última vez que nos vemos.
Y probablemente le hubiera dicho algo más, pero solo se le ocurrían frases que en el ejercito decían cuando los cadetes debían estar a ciertas horas despierto. Y quizás era para mejor porque, aún cuando la joven sabía que estaban coqueteando con ella, era lo suficientemente densa para delatar lo poco romántica que era.
Y también había una razón de por qué no quería alargar su despedida. Una muy poderosa y que involucraba, nuevamente, su dignidad. Apenas el vampiro desapareció de su vista, miró las escaleras y se dio cuenta que no podía subirlas de manera digna.
- … deberían tener habitaciones en el primer piso para gente como sho, alcoholizada por la vida.
Probablemente el posadero tenía, pero no parecía exactamente el sujeto considerado que le haría ese favor.
Tomandose del pasamanos, la impresión que tenía era la de un viaje heróico en barco, intentando llegar de la proa a la popa en medio de una tormenta feroz como un león, moviendo el navío de lado a lado, sin piedad ni clemencia. La realidad era otra, mucho más aterrizada y menos glamorosa. Y aunque se golpeó la rodilla al caerse una vez, salió (más o menos) inmaculada de su emprendimiento.
- … ¡yay mi! - susurró levantando los brazos.
Si aquello necesitó mucho heroísmo, no contaremos como necesitó de todas sus habilidades para encontrar la puerta correcta, puesto que alargaríamos este relato lo suficiente como para escribir una novela. Entró lo más digna que pudo y cerró la puerta lo más rápido que pudo. No por alguna emergencia ni nada, sino porque parecer digna en esas condiciones era demasiado esfuerzo para las condiciones que estaba.
Se sentó en la cama y, lejos de lo agraciada que intentó ser mientras subía, se sacó sus ropas y gorro, quedando solo con la blusa que usaba usualmente bajo sus ropas. Intentó mirar su rodilla donde se golpeó, pero se dio cuenta que intentar buscar su rodilla dañada entre las cuatro piernas que sus ojos le mostraban era demasiado. Ya le bastaba lidiar con 4 brazos, no quería considerarse una araña a estas alturas de la noche.
Antes de echarse en la cama, sintió un pequeño golpe en la ventana. Se repitió un par de veces. Era débil, suave y no parecía ser brusco como si se tratara de una piedra o algo. Le pareció extraño, pero antes de caer inconsciente por el resto de la noche, la última idea fue hilada por su cerebro.
- Ah, debe ser que lloverá. Mi abuelo siempre decía que, cuando le dolía la rodilla, llovía… así que no debe ser coincidencia.
Con eso, se tapó lo que pudo, azotó su cabeza contra la almohada y perdió todo contacto con el mundo real por el resto de noche que quedaba. Y es que…
Esperen, acabo de darme cuenta…
En el relato que les contaba… no les conté que el cielo se nubló lentamente, ¿verdad? Y que la razón de por qué había tanta gente de noche era porque se venía una lluvía ligera al día siguiente y muchos no irían a trabajar, ¿verdad?
… Oh, cielos. Me enfoqué tanto en otros aspectos del relato que olvidé mencionarlo…
… Ehm… ¿podemos fingir que lo mencioné previamente?
Prometo recordarlo para la próxima. Esto de narrar en tercera persona mis propias aventuras es demasiado extraño y se me olvidan muchas cosas que, en el momento, siempre recuerdo. No se preocupen, no me emborracharé hasta muy delante de mi vida, así que evitaremos estos dramas en estas historias.
- Si alguna vez nos topamos con la ocasión, me encantaría -hic- ver un lugar así… sería mi primera vez.
Se sentía curiosa al decir eso. Cuando a veces abría la boca y hablaba mientras estaba bajo el efecto del alcohol, sentía que estaba hablando de más. Sobre todo con lo de la playa. Pero, por alguna razón, sentía que hubiera llegaron a la misma conclusión y resolución, aún cuando las palabras y el razonamiento fueran distintos.
Era curioso cuánto cambiaba el alcohol a la gente y a la vez no como una podía creer.
- Sabía que un plan se me estaba escapando cuando partí en este viaje, jeje – rió bajito mientras murmuraba y era ayudada por su compañero vampiro a levantarse. Sus palabras iban por lo que había dicho sobre como un bardo se nutría de las historias. Y es que, hasta que Taliesin lo había mencionado en ese momento, nunca se le había ocurrido leer para hacer suyas las historias de otros. Pensaba que, aprendiendo las leyendas y mitos de boca en boca y canción en canción sería suficiente y, además, una forma única y propia de aprender. Pero lo cierto es que habían muchas historias que no conocía, historias que no se contaban de madre a hija o de borrasho a borrasha. Escondidas entre el polvo y el paso del tiempo.
- Creo que podría, aunque no es… ¿algo que pensaba? - se sujetó de su brazo, pasando el suyo detrás del de él, quedando apoyada como si fueran una pareja, pero lo cierto es que, con la fuerza y el peso que la dragona ejercía, aquella apariencia solo era externa, ya que Taliesin podía sentir que la joven lo trataba más como un bastón amigo… y que chupaba sangre – Creo que este peregrinaje fue más improvisado de lo que pensé, ya que ni idea de si me podría convertir en una -hic- diva o algo así. Jeje, bueno, va de la mano con lo que decía sobre vivir toda la vida en la estepa y esas cosas.
El viaje era lento y “accidentado”. No tenían problemas de equilibrio (gracias a Taliesin), pero la cantidad de gente en las calles moviendose de un lado a otro, aun cuando no era como si estuvieran de día, había una cantidad no menor de marinos moviendose de un lado a otro. Unos en aventuras maritales que no involucraban a sus mujeres, otros parecían ser de los serios que adelantaban trabajo.
- ¡Hey! ¡Váyanse a un motel!
La joven intercambió hombros con alguien que caminaba en dirección contraria y, aunque apenas fue un roce entre los dos, el sujeto aprovechó de gritarles mientras seguían caminando.
- ¡A eso vamos! - le devolvió el mensaje mientras miraba hacia atrás, aunque volvió la mirada hacia el frente para murmurar molesta – Esta gente tan maleducada y sus consejos que nadie -hic- pide.
El camino hacia la posada a la que el vampiro la llevó y, para la no sorpresa del dueño del lugar, los trató con una actitud bastante neutral y poco acogedora, probablemente no impresionado de lo que encontró cuando llegaron.
- Hmm… - lo pensó un poco porque, aunque solo necesitaba dormir esta noche, pensaba en que, si mañana amanecía algo mal, necesitaría la habitación un poco más de lo que podía tener planeado – Creo que solo una está -hic- bien, aunque si necesito la habitación un poco más tiempo para… eh…………………….. meditar, estaría bien, ¿no?
- Tiene un costo extra, pero si – la joven lo ignoraba, pero el posadero tuvo que hacer un gran esfuerzo para no revolear los ojos al escucharla después de ese gran silencio que tuvo – Aviseme en la mañana eso si.
- No hay problemas – sonrió, pensando en que había engañado a los presentes con lo de meditar.
Después de pagarle la noche al posadero, la joven se hacía la idea mental de subir las escaleras con su compañero de juerga y, aunque él probablemente estaba en mejores condiciones, dudaba de si era buena idea que dos personas con alcohol subieran las escaleras juntas. Más toda esa idea se desplomó cuando el vampiro mencionó que volvería a incursionar en las calles, probablemente para hacer algo más personal.
No tuvo mucho tiempo para preguntarle qué haría y, casi sin poder de reacción, recibió el beso cerca de sus labios. Aquel beso le dejó la mente en blanco por un segundo, quizás en parte porque no se esperaba aquel acto después del tono de voz que tenía, o por la impresión que le dio en general durante la noche, y simplemente se quedó sorprendida. Aunque no tardó en sonrojarse y sonreír como boba, cosas que no se saben si fueron amplificadas por el alcohol o su poca vergüenza.
- … Casanova – le murmuró audiblemente con voz de borrasha boba, mientras estiraba su brazo hacia él, aunque sin llegar a tocarlo, dejandolo caer a los pocos momentos – Nada de “Ha sido un placer conocerte”, que no hemos ni comenzado el peregrinaje, así que no te despidas como si fuera la última vez que nos vemos.
Y probablemente le hubiera dicho algo más, pero solo se le ocurrían frases que en el ejercito decían cuando los cadetes debían estar a ciertas horas despierto. Y quizás era para mejor porque, aún cuando la joven sabía que estaban coqueteando con ella, era lo suficientemente densa para delatar lo poco romántica que era.
Y también había una razón de por qué no quería alargar su despedida. Una muy poderosa y que involucraba, nuevamente, su dignidad. Apenas el vampiro desapareció de su vista, miró las escaleras y se dio cuenta que no podía subirlas de manera digna.
- … deberían tener habitaciones en el primer piso para gente como sho, alcoholizada por la vida.
Probablemente el posadero tenía, pero no parecía exactamente el sujeto considerado que le haría ese favor.
Tomandose del pasamanos, la impresión que tenía era la de un viaje heróico en barco, intentando llegar de la proa a la popa en medio de una tormenta feroz como un león, moviendo el navío de lado a lado, sin piedad ni clemencia. La realidad era otra, mucho más aterrizada y menos glamorosa. Y aunque se golpeó la rodilla al caerse una vez, salió (más o menos) inmaculada de su emprendimiento.
- … ¡yay mi! - susurró levantando los brazos.
Si aquello necesitó mucho heroísmo, no contaremos como necesitó de todas sus habilidades para encontrar la puerta correcta, puesto que alargaríamos este relato lo suficiente como para escribir una novela. Entró lo más digna que pudo y cerró la puerta lo más rápido que pudo. No por alguna emergencia ni nada, sino porque parecer digna en esas condiciones era demasiado esfuerzo para las condiciones que estaba.
Se sentó en la cama y, lejos de lo agraciada que intentó ser mientras subía, se sacó sus ropas y gorro, quedando solo con la blusa que usaba usualmente bajo sus ropas. Intentó mirar su rodilla donde se golpeó, pero se dio cuenta que intentar buscar su rodilla dañada entre las cuatro piernas que sus ojos le mostraban era demasiado. Ya le bastaba lidiar con 4 brazos, no quería considerarse una araña a estas alturas de la noche.
Antes de echarse en la cama, sintió un pequeño golpe en la ventana. Se repitió un par de veces. Era débil, suave y no parecía ser brusco como si se tratara de una piedra o algo. Le pareció extraño, pero antes de caer inconsciente por el resto de la noche, la última idea fue hilada por su cerebro.
- Ah, debe ser que lloverá. Mi abuelo siempre decía que, cuando le dolía la rodilla, llovía… así que no debe ser coincidencia.
Con eso, se tapó lo que pudo, azotó su cabeza contra la almohada y perdió todo contacto con el mundo real por el resto de noche que quedaba. Y es que…
Esperen, acabo de darme cuenta…
En el relato que les contaba… no les conté que el cielo se nubló lentamente, ¿verdad? Y que la razón de por qué había tanta gente de noche era porque se venía una lluvía ligera al día siguiente y muchos no irían a trabajar, ¿verdad?
… Oh, cielos. Me enfoqué tanto en otros aspectos del relato que olvidé mencionarlo…
… Ehm… ¿podemos fingir que lo mencioné previamente?
Prometo recordarlo para la próxima. Esto de narrar en tercera persona mis propias aventuras es demasiado extraño y se me olvidan muchas cosas que, en el momento, siempre recuerdo. No se preocupen, no me emborracharé hasta muy delante de mi vida, así que evitaremos estos dramas en estas historias.
Siria
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Le quedaba toda una noche por delante. Una noche para recuperar la sobriedad antes de acostarse, o para olvidar hacerlo y emborracharse más. En los últimos días había optado por la segunda opción, pero aquella ocasión era un poco diferente; y es que la charla con Siria había removido su interior. A la vez inquietante y reconfortante, le había despertado una inquietud de sentimientos diferente de la que se ahoga con alcohol. Decidió que no bebería más. Para evitar la tentación, no entró a ningún local, sino que deambuló por la ciudad, sumido en sus pensamientos. Hacía algo de frío, pero no lo notó.
Caminó mientras esperaba que se le pasara aquel zumbido en su percepción. No supo con seguridad cuánto tiempo pasó, pero al cabo, y con cierta brusquedad, notó que el efecto del alcohol subsidía. Ya sintiéndose más dueño de sí, repasó algunas cosas que se habían dicho en la noche e intentó determinar cómo se sentía él mismo y por qué había actuado de una manera u otra.
Entendía que había estado buscando pelea, y creía comprender la razón. Sabía por qué le había agradado tanto que una mujer bella le prestara atención, y que la personalidad específica de Siria había sido el motivo por el que se había quedado tanto tiempo con ella. Sabía que hablar con ella lo había calmado, pero el eco de las palabras que ahora había olvidado hacía que algo en su interior vibrara con una inquietud renovada. Se dio cuenta de que lo que sentía, en aquel momento, era desprecio hacia sí mismo, ira contenida y frustración.
¿Cómo era la canción de Siria? Aquello le había dado paz. Recordaba cómo empezaba la melodía... Podía incluso volver a escuchar la voz de la dragona al cantarla. Pero el efecto mágico que había tenido antes no se recuperaba sólo por recordar.
Tenía hambre. "Tengo que comer algo", pensó, con asco. Era el pretexto que se había dado para volver a salir de la posada nada más dejar allí a Siria, y realmente era algo que no podía desatender. En un día como aquel, le fue fácil encontrar a un hombre borracho que había caído redondo junto a una taberna, sin que nadie se preocupara por él, aún agarrado a una jarra con un resto de cerveza.
Su modo de operación habitual era sencillo y rápido. Avanzaba hasta el hombre o la mujer desmayada, bebía algo de sangre sin que ella se despertara, y volvía a alejarse tan simplemente como había llegado. Si era posible, no extraía tanta sangre como para que fuera a causar la muerte de nadie, y el único resultado de aquella pérdida sería cierta debilidad inexplicada al día siguiente, y un dolor en el brazo allí donde Taliesin había mordido.
Pero aquella vez, se quedó mirando al hombre largo rato mientras aunaba coraje para acercarse. Lo escuchaba balbucear, medio en sueños. Veía la piel de su brazo, adivinaba las venas que se escondían bajo ella. Se impregnó de aquella imagen y cuando al fin se convenció de que iba a alimentarse de él, avanzó. Pero cuando ya estaba sobre él, se imaginó clavando sus dientes en la carne, y le entró una oleada de náuseas que terminó en toses y arcadas.
Se dejó caer al suelo, junto al borracho. La mera idea de comer directamente de una persona viva hacía que el sabor de la carne cruda, su textura, volvieran a su boca. ¿Qué debía hacer entonces? ¿Matar a aquel hombre para poder alimentarse? Pero sabía que aquella no era la respuesta, ni ayudaría con su problema. ¿Qué debía hacer entonces?
¿Dejarse morir?
"Tengo que comer algo", volvió a repetirse, con cierta frustración y desesperación. Llevaba días así, sin apenas probar sangre, porque cada vez que lo hacía le daba asco. Había preferido alimentarse de animales, algo que hasta entonces había despreciado. Pero tenía a una fuente de alimento delante de sí, ¡no podía ser que no pudiera tocarla!
Inspiró profundamente y sacó su daga. Corría más riesgo así, pero era la única opción que se le ocurría. Con cierta duda, desasió la jarra de la mano del hombre y la vació, y se sentó junto a él. Lo agarró del brazo, al que hizo un corte, y se lo hizo doblar de tal forma que la sangre saliera y cayera en la jarra.
Si alguien lo viera hacer eso, se pensaría incluso que era un nigromante robándole el alma al marinero. La sangre no caía todo lo rápido que Taliesin esperaba, pero al fin le pareció que era suficiente. Rasgó la tela de la camisa del borracho y le cubrió la herida para impedir que siguiera sangrando. "Mañana no recordará cómo se hizo eso".
Con la jarra en mano, se alejó del cuerpo. En la oscuridad de la noche parecía vino, y en cuanto más se alejara de la fuente, más fácil sería para él olvidar el sabor a carne. Finalmente, habiendo ya casi llegado de vuelta a su posada, volvió a inspirar fuertemente y, sin mirar la jarra una sola vez, bebió su contenido todo lo rápido que pudo. Tiró la jarra lejos; la escuchó romperse, y se llevó una mano al estómago mientras se aseguraba de que lo que había bebido se quedaba allí.
Para entonces ya no quedaba tanto de la noche. Volvió a la posada, donde tras tocar con el patrón acordado le abrieron la puerta, y fue directo a su habitación. Se sacó las botas, la camisa, y con cierta impaciencia el cinturón, y echo esto se tiró a la cama, donde quería perder la conciencia en cuanto antes.
Caminó mientras esperaba que se le pasara aquel zumbido en su percepción. No supo con seguridad cuánto tiempo pasó, pero al cabo, y con cierta brusquedad, notó que el efecto del alcohol subsidía. Ya sintiéndose más dueño de sí, repasó algunas cosas que se habían dicho en la noche e intentó determinar cómo se sentía él mismo y por qué había actuado de una manera u otra.
Entendía que había estado buscando pelea, y creía comprender la razón. Sabía por qué le había agradado tanto que una mujer bella le prestara atención, y que la personalidad específica de Siria había sido el motivo por el que se había quedado tanto tiempo con ella. Sabía que hablar con ella lo había calmado, pero el eco de las palabras que ahora había olvidado hacía que algo en su interior vibrara con una inquietud renovada. Se dio cuenta de que lo que sentía, en aquel momento, era desprecio hacia sí mismo, ira contenida y frustración.
¿Cómo era la canción de Siria? Aquello le había dado paz. Recordaba cómo empezaba la melodía... Podía incluso volver a escuchar la voz de la dragona al cantarla. Pero el efecto mágico que había tenido antes no se recuperaba sólo por recordar.
Tenía hambre. "Tengo que comer algo", pensó, con asco. Era el pretexto que se había dado para volver a salir de la posada nada más dejar allí a Siria, y realmente era algo que no podía desatender. En un día como aquel, le fue fácil encontrar a un hombre borracho que había caído redondo junto a una taberna, sin que nadie se preocupara por él, aún agarrado a una jarra con un resto de cerveza.
Su modo de operación habitual era sencillo y rápido. Avanzaba hasta el hombre o la mujer desmayada, bebía algo de sangre sin que ella se despertara, y volvía a alejarse tan simplemente como había llegado. Si era posible, no extraía tanta sangre como para que fuera a causar la muerte de nadie, y el único resultado de aquella pérdida sería cierta debilidad inexplicada al día siguiente, y un dolor en el brazo allí donde Taliesin había mordido.
Pero aquella vez, se quedó mirando al hombre largo rato mientras aunaba coraje para acercarse. Lo escuchaba balbucear, medio en sueños. Veía la piel de su brazo, adivinaba las venas que se escondían bajo ella. Se impregnó de aquella imagen y cuando al fin se convenció de que iba a alimentarse de él, avanzó. Pero cuando ya estaba sobre él, se imaginó clavando sus dientes en la carne, y le entró una oleada de náuseas que terminó en toses y arcadas.
Se dejó caer al suelo, junto al borracho. La mera idea de comer directamente de una persona viva hacía que el sabor de la carne cruda, su textura, volvieran a su boca. ¿Qué debía hacer entonces? ¿Matar a aquel hombre para poder alimentarse? Pero sabía que aquella no era la respuesta, ni ayudaría con su problema. ¿Qué debía hacer entonces?
¿Dejarse morir?
"Tengo que comer algo", volvió a repetirse, con cierta frustración y desesperación. Llevaba días así, sin apenas probar sangre, porque cada vez que lo hacía le daba asco. Había preferido alimentarse de animales, algo que hasta entonces había despreciado. Pero tenía a una fuente de alimento delante de sí, ¡no podía ser que no pudiera tocarla!
Inspiró profundamente y sacó su daga. Corría más riesgo así, pero era la única opción que se le ocurría. Con cierta duda, desasió la jarra de la mano del hombre y la vació, y se sentó junto a él. Lo agarró del brazo, al que hizo un corte, y se lo hizo doblar de tal forma que la sangre saliera y cayera en la jarra.
Si alguien lo viera hacer eso, se pensaría incluso que era un nigromante robándole el alma al marinero. La sangre no caía todo lo rápido que Taliesin esperaba, pero al fin le pareció que era suficiente. Rasgó la tela de la camisa del borracho y le cubrió la herida para impedir que siguiera sangrando. "Mañana no recordará cómo se hizo eso".
Con la jarra en mano, se alejó del cuerpo. En la oscuridad de la noche parecía vino, y en cuanto más se alejara de la fuente, más fácil sería para él olvidar el sabor a carne. Finalmente, habiendo ya casi llegado de vuelta a su posada, volvió a inspirar fuertemente y, sin mirar la jarra una sola vez, bebió su contenido todo lo rápido que pudo. Tiró la jarra lejos; la escuchó romperse, y se llevó una mano al estómago mientras se aseguraba de que lo que había bebido se quedaba allí.
Para entonces ya no quedaba tanto de la noche. Volvió a la posada, donde tras tocar con el patrón acordado le abrieron la puerta, y fue directo a su habitación. Se sacó las botas, la camisa, y con cierta impaciencia el cinturón, y echo esto se tiró a la cama, donde quería perder la conciencia en cuanto antes.
Taliesin Skatha
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Un sonido familiar golpeaba constantemente la ventana de la habitación. Era suave y nostálgico, un sonido grabado en la mente de la humanidad desde antes que tuviera la habilidad de forjar recuerdos. Pequeñas e inofensivas gotas caían desde lo más alto del cielo, bañando de pequeños sonidos cada rincón de la ciudad. Más no era lo suficiente para interrumpir el sueño o la realidad de la gente. Algunos seguían durmiendo plácidamente, otros se vieron atrapados por la lluvia, haciendo que, de emergencia, tuvieran que recoger sus pertenencias para no ser víctimas de la imprevista humedad.
También están las personas como yo, que pasan de largo debido a la borrashera.
Las gotas cercanas a la ventana fueron las que me despertaron, trayéndome a este mundo de vuelta. No de una manera muy elegante, con mi cabello revuelto y mi cabeza sintiéndose como hubiera sido usada como campana en una boda. Tenía recuerdos vagos, aunque claros: hubieron destrozos, canciones, un “especial de la casa”, abracé uno de los troncos del puerto y alguien recurrente en todos esos eventos: un vampiro de buena apariencia llamado… ¿Tailsin? ¿Talisin?
Demoré un momento en darme cuenta debido a la intoxicación del alcohol en mi cuerpo, pero cuando me di cuenta, no pude evitar abrir mis ojos de sorpresa, vergüenza y arrepentimiento. Aquello ocurrió conversando con ese vampiro.
- … de nuevo sacaste la historia de tu mascota – no pude evitar decirme mientras escondía la cara contra la almohada – ¿Cuando vas a dejar de contar esa historia cuando te emborrashas?
Suspiré. Al menos... ¿Tal? Si, mejor lo llamaré Tal de ahora en adelante, es lo mejor que recuerdo su nombre. Al menos parecía suficientemente simpático y buenmozo para no tomarse a mal ese tipo de historias. Claro, era vampiro, pero a diferencia de muchos que he visto, no saltó sobre mi yugular. Eso al menos lo pone más arriba en el escalón de personas con las que podía conversar sobre té y otras hierbas. Aunque… ¿mencioné algo de té y hierbas anoche?
Me levanté y abrí la ventana un poco. Algunas gotas cayeron, pero se sentía bien la sensación en mi cara. Era curioso pensar que no me gustaba tanto el frío del norte, siempre con la sensación de que nuestras vidas eran difíciles con tan poco clima para vivir de la tierra o de sus animales. Con el tiempo, me di cuenta que los Dioses Dragones nos dieron otras riquezas, otra forma de vivir y que, al final, todo el mundo la tenía difícil. Y por sobre todo, llegué a apreciar el aire helado que las temporadas de lluvia y nieve traen. Es tan refrescante sentir el aire helado que llega a congelar los pulmones.
- … estoy procrastinando mi destino, ¿no?
No quería confesarlo… pero si.
Después de varios minutos atendiendo mi pelo para poder meterlo dentro de mi sombrero, salí de mi habitación para buscar al dueño de la taberna. Me miró con cara despreocupada y desinteresada, algo más de lo normal de lo que encontrabas.
- Hola, buenos días.
- Buenas tardes serán, jovencita.
- … espere, ¿qué hora es?
- Las tres de la tarde con treinta minutos.
- …
¿En serio había pasado hasta esas horas? Por los Dioses, parece que anoche había sido más movido de lo que pensé. No pude evitar preguntarme si había hecho algo muy alocado que nos hiciera pasar tanto rato despiertos. Solo recordaba vagamente estar en el puerto conversando sobre muchas cosas de nosotros, ¿en serio habíamos hablando tanto? ¿O quizás dormí tanto porque el frío del ambiente me recordó a mi hogar?
- Por cierto, ¿sabe donde puedo encontrar a…? Eh… Uh… Pues…
- Tu acompañante, ¿no? - interrumpió mi intento de recordar su nombre después de 37 segundos de esperar a que me acordara – Segundo piso, cuarta habitación a mano derecha.
- Muchas gracias – hice un gesto de agradecimiento, pero pronto me acerqué algo más complice a él y le susurré - No sabrá por esas casualidades como se llama, ¿o si?
- Puede que si, puede que no.
- …
Conocía esto. Lo había leído en una de esas novelas que me pasó Wood. Sabía lo que tenía que hacer entonces: coloqué unos aeros en su bolsillo y el se acercó a mi oído.
- … no lo sé.
Me miró como si le hubiera hecho mucha gracia la situación mientras me devolvía los aeros, aunque por mi parte no pude evitar mirarlo con cara de querer decirle “muy chistosito, imbécil”. Aunque… siendo justos, no se por qué pensé que algo que encontré en un libro de ficción funcionaría en el mundo real.
- Eres divertida, dragona. Si quieres puedes ir a la cocina a beber algo de infusión para que se te pase lo de anoche.
Quería sacarle la lengua y marcharme de ahí, aprovechando también para darle 0 estrellas entre mis recomendaciones para pasar la noche, pero recordé que mi acompañante de juerga estaba arriba. Tomé el consejo del sujeto, llevando dos tazas de infusión para el segundo piso, y me acerqué a la puerta que correspondía. Aunque dudé de si era buena idea. Osea, más que nada, no sabía si quería volver a verme o si solo prefería esto de una noche y ya está. Papá decía que había relaciones de ese tipo, así que no me sorprendería que quizás fuera el caso.
Aunque… si lo invité a mi peregrinaje.
Como sea, toqué la puerta para saber si estaba despierto o no.
También están las personas como yo, que pasan de largo debido a la borrashera.
Las gotas cercanas a la ventana fueron las que me despertaron, trayéndome a este mundo de vuelta. No de una manera muy elegante, con mi cabello revuelto y mi cabeza sintiéndose como hubiera sido usada como campana en una boda. Tenía recuerdos vagos, aunque claros: hubieron destrozos, canciones, un “especial de la casa”, abracé uno de los troncos del puerto y alguien recurrente en todos esos eventos: un vampiro de buena apariencia llamado… ¿Tailsin? ¿Talisin?
Demoré un momento en darme cuenta debido a la intoxicación del alcohol en mi cuerpo, pero cuando me di cuenta, no pude evitar abrir mis ojos de sorpresa, vergüenza y arrepentimiento. Aquello ocurrió conversando con ese vampiro.
- … de nuevo sacaste la historia de tu mascota – no pude evitar decirme mientras escondía la cara contra la almohada – ¿Cuando vas a dejar de contar esa historia cuando te emborrashas?
Suspiré. Al menos... ¿Tal? Si, mejor lo llamaré Tal de ahora en adelante, es lo mejor que recuerdo su nombre. Al menos parecía suficientemente simpático y buenmozo para no tomarse a mal ese tipo de historias. Claro, era vampiro, pero a diferencia de muchos que he visto, no saltó sobre mi yugular. Eso al menos lo pone más arriba en el escalón de personas con las que podía conversar sobre té y otras hierbas. Aunque… ¿mencioné algo de té y hierbas anoche?
Me levanté y abrí la ventana un poco. Algunas gotas cayeron, pero se sentía bien la sensación en mi cara. Era curioso pensar que no me gustaba tanto el frío del norte, siempre con la sensación de que nuestras vidas eran difíciles con tan poco clima para vivir de la tierra o de sus animales. Con el tiempo, me di cuenta que los Dioses Dragones nos dieron otras riquezas, otra forma de vivir y que, al final, todo el mundo la tenía difícil. Y por sobre todo, llegué a apreciar el aire helado que las temporadas de lluvia y nieve traen. Es tan refrescante sentir el aire helado que llega a congelar los pulmones.
- … estoy procrastinando mi destino, ¿no?
No quería confesarlo… pero si.
Después de varios minutos atendiendo mi pelo para poder meterlo dentro de mi sombrero, salí de mi habitación para buscar al dueño de la taberna. Me miró con cara despreocupada y desinteresada, algo más de lo normal de lo que encontrabas.
- Hola, buenos días.
- Buenas tardes serán, jovencita.
- … espere, ¿qué hora es?
- Las tres de la tarde con treinta minutos.
- …
¿En serio había pasado hasta esas horas? Por los Dioses, parece que anoche había sido más movido de lo que pensé. No pude evitar preguntarme si había hecho algo muy alocado que nos hiciera pasar tanto rato despiertos. Solo recordaba vagamente estar en el puerto conversando sobre muchas cosas de nosotros, ¿en serio habíamos hablando tanto? ¿O quizás dormí tanto porque el frío del ambiente me recordó a mi hogar?
- Por cierto, ¿sabe donde puedo encontrar a…? Eh… Uh… Pues…
- Tu acompañante, ¿no? - interrumpió mi intento de recordar su nombre después de 37 segundos de esperar a que me acordara – Segundo piso, cuarta habitación a mano derecha.
- Muchas gracias – hice un gesto de agradecimiento, pero pronto me acerqué algo más complice a él y le susurré - No sabrá por esas casualidades como se llama, ¿o si?
- Puede que si, puede que no.
- …
Conocía esto. Lo había leído en una de esas novelas que me pasó Wood. Sabía lo que tenía que hacer entonces: coloqué unos aeros en su bolsillo y el se acercó a mi oído.
- … no lo sé.
Me miró como si le hubiera hecho mucha gracia la situación mientras me devolvía los aeros, aunque por mi parte no pude evitar mirarlo con cara de querer decirle “muy chistosito, imbécil”. Aunque… siendo justos, no se por qué pensé que algo que encontré en un libro de ficción funcionaría en el mundo real.
- Eres divertida, dragona. Si quieres puedes ir a la cocina a beber algo de infusión para que se te pase lo de anoche.
Quería sacarle la lengua y marcharme de ahí, aprovechando también para darle 0 estrellas entre mis recomendaciones para pasar la noche, pero recordé que mi acompañante de juerga estaba arriba. Tomé el consejo del sujeto, llevando dos tazas de infusión para el segundo piso, y me acerqué a la puerta que correspondía. Aunque dudé de si era buena idea. Osea, más que nada, no sabía si quería volver a verme o si solo prefería esto de una noche y ya está. Papá decía que había relaciones de ese tipo, así que no me sorprendería que quizás fuera el caso.
Aunque… si lo invité a mi peregrinaje.
Como sea, toqué la puerta para saber si estaba despierto o no.
Siria
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Se despertó con unos suaves toques a la puerta de su habitación.
A través de la ventana se escuchaba el repiqueteo de las gotas de lluvia, que golpeaban con fuerza por momentos, y con más suavidad al siguiente instante. La ventana estaba cubierta por una manta que Taliesin había añadido para limitar al máximo posible la entrada de la luz exterior, pero a pesar de todo la oscuridad era más pronunciada de lo esperado. Se sentía como si lo hubieran despertado en mitad de una noche de tormenta, en esos momentos en los que uno no quiere más que quedarse en la cama y disfrutar del calor y la protección del hogar.
¿Qué hora sería? Se sentía adormilado, pero no muy cansado. Debía ser más o menos la hora a la que habitualmente se despertaba. Se incorporó en la cama y sintió un leve desbalance y nausea. Aunque había esperado antes de irse a dormir, su cuerpo no le perdonaba tan facilmente lo mucho que había bebido la noche anterior.
Lo recordaba practicamente todo. Quizás había perdido algunos detalles, pero no tenía grandes vacíos en su mente. Se llevó una mano al pómulo y tocó la herida que tenía allí; la que más le molestaba en ese momento. Estaba bastante seguro de tener un moratón, pero no llegó a mirar en un espejo para comprobar cómo de marcado estaba.
Debía agradecer que nadie le hubiera acertado en el ojo.
Subitamente recordó que habían llamado a la puerta. Se levantó de golpe y fue hasta ella, agarrando el pomo para entreabrirla - no del todo, porque no quería que entrara demasiada luz.
- ¿Quién va? - Preguntó, asomándose al mismo tiempo.
No esperaba encontrarse a Siria. "Siria Reinhardt" recordó. Se mantuvo inmóvil durante un brevísimo instante antes de darse cuenta de que sujetaba dos tazas. Al constatarlo, abrió la puerta para invitarla a pasar, sin hacer más preguntas.
- ¡Siria! No esperaba verte tan pronto.
No era tan pronto para ella, pero en términos de vampiros, aquella era primera hora de la mañana. En cuanto ella pasó cerró la puerta, de forma que quedaron en penumbra. Para Taliesin la luz era más que suficiente, encontrándose a un nivel agradable, pero Siria no vería más que formas opacas.
- Me pillas desprevenido - se explicó Taliesin, moviéndose por la habitación con normalidad -. Dame un segundo.
Llegó hasta la ventana y quitó la manta que había puesto, dejando solo el cortinaje propio de la posada. El cielo estaba nublado, y no entraba suficiente luz para dañarlo. Puede que incluso la iluminación fuera, aun a pesar de todo, algo débil para Siria.
- Hay una mesita ahí - señaló el vampiro.
Se dio cuenta de que había malgastado la oportunidad de recoger mientras Siria aún no podía ver, con lo que rapidamente extendió las sábanas sobre la cama y recolocó la almohada. A pesar de que había tenido poca paciencia la noche anterior, sus botas se encontraban colocadas en orden junto a una silla, de la que también colgaban su cinturón y camisa. Taliesin agradeció haber sido relativamente prolijo y que ahora la dragona no se encontrara con una habitación demasiado alborotada.
- Perdona el desorden. ¿Qué tal has dormido? - Le preguntó, sonriendo, mientras se abotonaba la camisa -. ¿Son dos tazas de té?
Apartó las botas y el cinturón de la silla e invitó a Siria a que se sentara. No era una habitación muy grande y no tenía más que una cómoda, la pequeña mesa, la silla y la cama individual. Taliesin, no habiendo más espacio, se sentó sobre esta.
A través de la ventana se escuchaba el repiqueteo de las gotas de lluvia, que golpeaban con fuerza por momentos, y con más suavidad al siguiente instante. La ventana estaba cubierta por una manta que Taliesin había añadido para limitar al máximo posible la entrada de la luz exterior, pero a pesar de todo la oscuridad era más pronunciada de lo esperado. Se sentía como si lo hubieran despertado en mitad de una noche de tormenta, en esos momentos en los que uno no quiere más que quedarse en la cama y disfrutar del calor y la protección del hogar.
¿Qué hora sería? Se sentía adormilado, pero no muy cansado. Debía ser más o menos la hora a la que habitualmente se despertaba. Se incorporó en la cama y sintió un leve desbalance y nausea. Aunque había esperado antes de irse a dormir, su cuerpo no le perdonaba tan facilmente lo mucho que había bebido la noche anterior.
Lo recordaba practicamente todo. Quizás había perdido algunos detalles, pero no tenía grandes vacíos en su mente. Se llevó una mano al pómulo y tocó la herida que tenía allí; la que más le molestaba en ese momento. Estaba bastante seguro de tener un moratón, pero no llegó a mirar en un espejo para comprobar cómo de marcado estaba.
Debía agradecer que nadie le hubiera acertado en el ojo.
Subitamente recordó que habían llamado a la puerta. Se levantó de golpe y fue hasta ella, agarrando el pomo para entreabrirla - no del todo, porque no quería que entrara demasiada luz.
- ¿Quién va? - Preguntó, asomándose al mismo tiempo.
No esperaba encontrarse a Siria. "Siria Reinhardt" recordó. Se mantuvo inmóvil durante un brevísimo instante antes de darse cuenta de que sujetaba dos tazas. Al constatarlo, abrió la puerta para invitarla a pasar, sin hacer más preguntas.
- ¡Siria! No esperaba verte tan pronto.
No era tan pronto para ella, pero en términos de vampiros, aquella era primera hora de la mañana. En cuanto ella pasó cerró la puerta, de forma que quedaron en penumbra. Para Taliesin la luz era más que suficiente, encontrándose a un nivel agradable, pero Siria no vería más que formas opacas.
- Me pillas desprevenido - se explicó Taliesin, moviéndose por la habitación con normalidad -. Dame un segundo.
Llegó hasta la ventana y quitó la manta que había puesto, dejando solo el cortinaje propio de la posada. El cielo estaba nublado, y no entraba suficiente luz para dañarlo. Puede que incluso la iluminación fuera, aun a pesar de todo, algo débil para Siria.
- Hay una mesita ahí - señaló el vampiro.
Se dio cuenta de que había malgastado la oportunidad de recoger mientras Siria aún no podía ver, con lo que rapidamente extendió las sábanas sobre la cama y recolocó la almohada. A pesar de que había tenido poca paciencia la noche anterior, sus botas se encontraban colocadas en orden junto a una silla, de la que también colgaban su cinturón y camisa. Taliesin agradeció haber sido relativamente prolijo y que ahora la dragona no se encontrara con una habitación demasiado alborotada.
- Perdona el desorden. ¿Qué tal has dormido? - Le preguntó, sonriendo, mientras se abotonaba la camisa -. ¿Son dos tazas de té?
Apartó las botas y el cinturón de la silla e invitó a Siria a que se sentara. No era una habitación muy grande y no tenía más que una cómoda, la pequeña mesa, la silla y la cama individual. Taliesin, no habiendo más espacio, se sentó sobre esta.
Taliesin Skatha
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
El llamado demoró algunos segundos en ser correspondido y podía entenderlo. Era un vampiro que tenía una vida más activa en la noche, por lo que era el equivalente a que el canto de una gallina lo levantara a las 6 am. Y usualmente los hombres se ponían más nerviosos a la hora de que una chica entrara a a habitación de uno, así que me imaginaba que no quería que lo viera tan desganado o desordenado.
Al menos, esa era mi línea de pensamiento hasta que me abrió la puerta más rápido de lo que esperaba.
- La salvadora de palizas – le contesté de manera divertida, colocando ambas tazas de té delante de su punto de visión cuando terminó de abrir la puerta. Aunque parecía contenta de verlo, por mis interiores la situación era muy distinta.
“Mierda, se acuerda de mi nombre” pensé para mis interiores y, conociendo mi suerte, probablemente se acordaba hasta de mi apellido. En contraste, ahí estaba yo, del otro lado de la vereda, intentando decifrar si su nombre comenzaba con S o con M.
Estuve a punto de entrar, pero por un momento me detuve y me di cuenta de algo… extraño que había ocurrido. En mis manos, estaban las dos tazas que saqué de la cocina, pero…[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ¿Acaso hubo un tercer personaje en el lugar, esperando a que las personas intentaran llamar a las puertas con sus manos ocupadas? ¿O sería que las puertas se tocaban a si mismas cuando la gente no tenía capacidad de buscar a las personas que necesitaban? ¿O había un poder sobrenatural que no entendíamos… seres de otro mundo que estaban entre nosotros, disfrazados y observandonos, estudiandonos para saber más? ¿Acaso… no estabamos solos en este universo?
Fue entonces cuando recordé que había dado los golpecitos con la punta de mis pies.
- …
Definitivamente tengo que dejar de leer cualquier cosa que encuentro en la calle.
Cuando terminó de cerrar la puerta, me di cuenta que esto estaba más oscuro de lo que pensé. Sabía que los vampiros necesitaban de oscuridad para sobrevivir, pero creo que solo podría estar 100% cómoda en este ambiente si era una mujer-gato. Afortunadamente, la iluminación, aunque tenue, me daba a ver las siluetas y me daba una mejor navegación que antes.
Eso no evitó que mi pie se encontrar a la fuerza con una de las patas de la mesa.
- … creo que tendrás que hacer un reclamo, tu mesa acaba de pegarme en el pie – fue lo único que se me ocurrió decir ante la situación, esperando salvar algo de dignidad.
Después de eso, mientras ordenaba la habitación, me di cuenta que estaba sin camisa. Ahora, no he leído manuales al respecto, pero habían dos tipos de situaciones en donde un hombre carecía de camisa: cuando estaba siendo atendido por un doctor, o cuando…
Oh, Dioses. Ahora me venía la sensación de que quizás había hablado demasiado anoche. Lo peor es que apenas recordaba alguna que otra palabra. El recordaba mi nombre y parecía atento… y yo ni podía recordar si su nombre comenzaba con L. Bien, calmate. Anoche peleó con mucha gente, probablemente amaneció sin camisa porque a lo mejor anoche le dije que vería sus moretones y me estaba esperando. Eso parecía, porque en el resto de cosas parecía mucho más ordenado que yo. Osea, sus zapatos y demases cosas estaban ordenadas. Probablemente mis zapatos hubieran aparecido en puntos cardinales distintos.
- Ah, eh… perdón, estaba divagando en algo, en mis zapatos - ¿por qué no podían amanecer ordenados sin que yo les tuviera que dar órdenes? - Dormí bien, aunque desperté con algo de presión en la cabeza. Creo que es por la borrashera de anoche – le cedí uno de los té mientras me acomodaba en la silla – El señor de abajo dijo que ayudaban a pasar la resaca. Probablemente soy la única con eso, pero me pareció una excusa perfecta para tomar té.
El viento ayudaba a que alguna de las gotas golpearan más fuerte la ventana a ratos. Considerando que esto se parecía al granero de mi casa, la oscuridad no era gran problema para mi (aunque no quitaba mi enemistad con la mesa). Solo quedaba el detalle de que se había puesto la camisa de vuelta. Eso significaba… que solo había dormido sin ella y no me esperaba. Eso me hacía sentir algo más aliviada, aunque también algo desilusionada, por alguna razón.
- Digame, ¿se siente bien? Aunque no pueda ver bien, ya me estoy imaginando que alguno de esos golpes de anoche comenzaron a salir culpables, ¿no?
Afortunadamente, con la obsesión de tés con la que nací me conseguía conocer varias hierbas que servían para este tipo de casos. Dejé a un lado mi brebaje y abrí uno de mis bolsos, en donde guardaba diversas hierbas para diferentes ocasiones, algo que me recomendó hacer Wood en nuestros viajes. Una pequeña raíz y algunas hierbas eran todo lo que necesitaba, colocando todo en un recipiente tan pequeño que apenas cabía un poco de agua en él.
- Sé lo que dirá y más o menos rechazará algo como lo que estoy haciendo, pero la sensación de tener la cara molida dura bastante – mis años de adolescente podían atestiguar eso – esto le ayudará a que al menos no le duela tanto. Digamos que esto es un “buen trato”, o como se diga en lenguaje común. Ya sabe, de amigos de copas a amigos de copas.
El proceso fue algo lento, ya que requería moler una y otra vez hasta conseguir una pasta que parecía crema que usaban las señoras mayores de edad para usar antes de dormir. Cuando terminé, me levanté y me coloqué delante de él, aprovechando que todavía estaba sentado.
- Usted me dice donde le duele más y aprovechamos al máximo la pasta – coloqué un poco en mi dedo índice y comencé a mirarlo más de cerca, cara a cara, para ver donde podía untar – Mi papá cada vez que le echaba este tipo de ungüentos se volvía muy reacio, siempre decía “¿Y si me ven mis otros amigos?”. No se por qué pensaba que se le debilitaba la masculinidad usando cremas para sanar – revoleaba los ojos al recordar esos tiempos – Por cierto, hablando de otros temas, ¿amaneció de mejores ánimos? El alcohol no me hace recordar todo lo que ocurrió, pero espero que al menos nuestra conversación lo haya ayudado en algo.
Al menos, esa era mi línea de pensamiento hasta que me abrió la puerta más rápido de lo que esperaba.
- La salvadora de palizas – le contesté de manera divertida, colocando ambas tazas de té delante de su punto de visión cuando terminó de abrir la puerta. Aunque parecía contenta de verlo, por mis interiores la situación era muy distinta.
“Mierda, se acuerda de mi nombre” pensé para mis interiores y, conociendo mi suerte, probablemente se acordaba hasta de mi apellido. En contraste, ahí estaba yo, del otro lado de la vereda, intentando decifrar si su nombre comenzaba con S o con M.
Estuve a punto de entrar, pero por un momento me detuve y me di cuenta de algo… extraño que había ocurrido. En mis manos, estaban las dos tazas que saqué de la cocina, pero…[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ¿Acaso hubo un tercer personaje en el lugar, esperando a que las personas intentaran llamar a las puertas con sus manos ocupadas? ¿O sería que las puertas se tocaban a si mismas cuando la gente no tenía capacidad de buscar a las personas que necesitaban? ¿O había un poder sobrenatural que no entendíamos… seres de otro mundo que estaban entre nosotros, disfrazados y observandonos, estudiandonos para saber más? ¿Acaso… no estabamos solos en este universo?
Fue entonces cuando recordé que había dado los golpecitos con la punta de mis pies.
- …
Definitivamente tengo que dejar de leer cualquier cosa que encuentro en la calle.
Cuando terminó de cerrar la puerta, me di cuenta que esto estaba más oscuro de lo que pensé. Sabía que los vampiros necesitaban de oscuridad para sobrevivir, pero creo que solo podría estar 100% cómoda en este ambiente si era una mujer-gato. Afortunadamente, la iluminación, aunque tenue, me daba a ver las siluetas y me daba una mejor navegación que antes.
Eso no evitó que mi pie se encontrar a la fuerza con una de las patas de la mesa.
- … creo que tendrás que hacer un reclamo, tu mesa acaba de pegarme en el pie – fue lo único que se me ocurrió decir ante la situación, esperando salvar algo de dignidad.
Después de eso, mientras ordenaba la habitación, me di cuenta que estaba sin camisa. Ahora, no he leído manuales al respecto, pero habían dos tipos de situaciones en donde un hombre carecía de camisa: cuando estaba siendo atendido por un doctor, o cuando…
Oh, Dioses. Ahora me venía la sensación de que quizás había hablado demasiado anoche. Lo peor es que apenas recordaba alguna que otra palabra. El recordaba mi nombre y parecía atento… y yo ni podía recordar si su nombre comenzaba con L. Bien, calmate. Anoche peleó con mucha gente, probablemente amaneció sin camisa porque a lo mejor anoche le dije que vería sus moretones y me estaba esperando. Eso parecía, porque en el resto de cosas parecía mucho más ordenado que yo. Osea, sus zapatos y demases cosas estaban ordenadas. Probablemente mis zapatos hubieran aparecido en puntos cardinales distintos.
- Ah, eh… perdón, estaba divagando en algo, en mis zapatos - ¿por qué no podían amanecer ordenados sin que yo les tuviera que dar órdenes? - Dormí bien, aunque desperté con algo de presión en la cabeza. Creo que es por la borrashera de anoche – le cedí uno de los té mientras me acomodaba en la silla – El señor de abajo dijo que ayudaban a pasar la resaca. Probablemente soy la única con eso, pero me pareció una excusa perfecta para tomar té.
El viento ayudaba a que alguna de las gotas golpearan más fuerte la ventana a ratos. Considerando que esto se parecía al granero de mi casa, la oscuridad no era gran problema para mi (aunque no quitaba mi enemistad con la mesa). Solo quedaba el detalle de que se había puesto la camisa de vuelta. Eso significaba… que solo había dormido sin ella y no me esperaba. Eso me hacía sentir algo más aliviada, aunque también algo desilusionada, por alguna razón.
- Digame, ¿se siente bien? Aunque no pueda ver bien, ya me estoy imaginando que alguno de esos golpes de anoche comenzaron a salir culpables, ¿no?
Afortunadamente, con la obsesión de tés con la que nací me conseguía conocer varias hierbas que servían para este tipo de casos. Dejé a un lado mi brebaje y abrí uno de mis bolsos, en donde guardaba diversas hierbas para diferentes ocasiones, algo que me recomendó hacer Wood en nuestros viajes. Una pequeña raíz y algunas hierbas eran todo lo que necesitaba, colocando todo en un recipiente tan pequeño que apenas cabía un poco de agua en él.
- Sé lo que dirá y más o menos rechazará algo como lo que estoy haciendo, pero la sensación de tener la cara molida dura bastante – mis años de adolescente podían atestiguar eso – esto le ayudará a que al menos no le duela tanto. Digamos que esto es un “buen trato”, o como se diga en lenguaje común. Ya sabe, de amigos de copas a amigos de copas.
El proceso fue algo lento, ya que requería moler una y otra vez hasta conseguir una pasta que parecía crema que usaban las señoras mayores de edad para usar antes de dormir. Cuando terminé, me levanté y me coloqué delante de él, aprovechando que todavía estaba sentado.
- Usted me dice donde le duele más y aprovechamos al máximo la pasta – coloqué un poco en mi dedo índice y comencé a mirarlo más de cerca, cara a cara, para ver donde podía untar – Mi papá cada vez que le echaba este tipo de ungüentos se volvía muy reacio, siempre decía “¿Y si me ven mis otros amigos?”. No se por qué pensaba que se le debilitaba la masculinidad usando cremas para sanar – revoleaba los ojos al recordar esos tiempos – Por cierto, hablando de otros temas, ¿amaneció de mejores ánimos? El alcohol no me hace recordar todo lo que ocurrió, pero espero que al menos nuestra conversación lo haya ayudado en algo.
Siria
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
Se rio sin entender cuando Siria dijo que había estado pensando en sus zapatos. Quizás era mejor no preguntar. Aceptó la taza de té con cuidado para no quemarse.
- Cualquier excusa es buena para un té. Yo también tengo algo de resaca, así que es doblemente bienvenido.
Recordaba bastante bien toda la noche anterior y los golpes eran más significativos que la resaca en sí, pero no perdería una oportunidad para empatizar con Siria. Lo que no terminaba de entender era, ¿qué hacía ella allí? ¿Querría hablar de algo concreto que no podía esperar? El té, al menos, era de agradecer. Lo llevó a los labios y sopló antes de dar un primer sorbo.
“¿Se siente bien?” preguntó Siria. Taliesin se tensó levemente. ¿Hacía referencia a la charla que tuvieron la noche anterior? El vampiro había hablado sin tapujos, en exceso, y habría preferido que ella no lo mencionara porque recordarlo lo avergonzaba. ¿Así que a eso había venido? Pero el malentendido no tardó en resolverse, y es que la dragona se refería a los golpes físicos que había recibido en la taberna.
- Ah, sí – musitó, algo descolocado mientras sus pensamientos se reordenaban -. El de la cara es el único que me preocupa.
Sin pensarlo se llevó la mano a la zona más herida, causándose un leve dolor al rozarla. Sí, probablemente aquello tardara en irse. Pero no es que Taliesin tuviera prisa por mostrarse ante nadie importante. No tenía nada demasiado crucial planeado para las siguientes noches; o al menos, nada que fuera a ser entorpecido por unos moratones. “Estaré aquí unos días” pensaba Taliesin “y volveré con Irina”. Pero cuántos días eran “unos días” era algo que su mente no acababa de enfocar.
No dijo nada mientras Siria comenzaba a preparar la pasta. Su mente se había distraído al volver a pensar en aquella charla que habían compartido la noche anterior, y repetía algunas partes, reviviendo para su propia vergüenza su exceso de locuacidad.
- Como amigos de copas, no es necesario tratar de usted – se dio cuenta de que había dicho esto con una seriedad que podía ser malentendida, con lo que sonrió para su siguiente comentario; aunque Siria no lo viera, lo oiría. Le añadió un tono alegre y despreocupado -. A no ser que lo prefiera así. Le agradezco los cuidados, señorita Reinhardt. Tiene usted muchos talentos, y lo digo sinceramente.
Finalmente Siria sí mencionó la charla de la noche anterior. Al escuchar que ella no recordaba todo lo que se había dicho, se sintió apaciguado al mismo tiempo que, inexplicablemente, algo frustrado. Pero de cualquier forma la falsa alarma anterior había hecho que pudiera prepararse mejor para aquella pregunta.
- Sí, estoy mejor – mintió con aparente gratitud -. ¿Recuerdas lo que me contaste tú? Sí bebiste bastante ayer noche. Quizás debería haberte detenido antes. Me hablaste de la princesa del tiempo... de Polary... de las preguntas que te llevaron a empezar tu peregrinaje...
Volvió al tuteo con naturalidad. Lo prefería así. Al recordar lo que ella le había contado, alejaba de su memoria lo que él le había contado a ella. Y, al mismo tiempo, hacía una primera inspección para ver qué recordaba exactamente Siria, con una principal cuestión en su mente que intentaba delucidar.
Por otro lado Siria ya tenía la pasta lista, y visto que le había pedido que le indicara dónde le dolía, a Taliesin le pareció adecuado dejar el té a un lado y, despacio, agarrarle la mano a la dragona para llevar su índice con cuidado al mayor de los moratones.
- Ahí - indicó en un tono bajo y neutro, pero mirándola fijamente. Siempre buscando reacciones que él podía ver en aquella penumbra mucho mejor que ella.
- Cualquier excusa es buena para un té. Yo también tengo algo de resaca, así que es doblemente bienvenido.
Recordaba bastante bien toda la noche anterior y los golpes eran más significativos que la resaca en sí, pero no perdería una oportunidad para empatizar con Siria. Lo que no terminaba de entender era, ¿qué hacía ella allí? ¿Querría hablar de algo concreto que no podía esperar? El té, al menos, era de agradecer. Lo llevó a los labios y sopló antes de dar un primer sorbo.
“¿Se siente bien?” preguntó Siria. Taliesin se tensó levemente. ¿Hacía referencia a la charla que tuvieron la noche anterior? El vampiro había hablado sin tapujos, en exceso, y habría preferido que ella no lo mencionara porque recordarlo lo avergonzaba. ¿Así que a eso había venido? Pero el malentendido no tardó en resolverse, y es que la dragona se refería a los golpes físicos que había recibido en la taberna.
- Ah, sí – musitó, algo descolocado mientras sus pensamientos se reordenaban -. El de la cara es el único que me preocupa.
Sin pensarlo se llevó la mano a la zona más herida, causándose un leve dolor al rozarla. Sí, probablemente aquello tardara en irse. Pero no es que Taliesin tuviera prisa por mostrarse ante nadie importante. No tenía nada demasiado crucial planeado para las siguientes noches; o al menos, nada que fuera a ser entorpecido por unos moratones. “Estaré aquí unos días” pensaba Taliesin “y volveré con Irina”. Pero cuántos días eran “unos días” era algo que su mente no acababa de enfocar.
No dijo nada mientras Siria comenzaba a preparar la pasta. Su mente se había distraído al volver a pensar en aquella charla que habían compartido la noche anterior, y repetía algunas partes, reviviendo para su propia vergüenza su exceso de locuacidad.
- Como amigos de copas, no es necesario tratar de usted – se dio cuenta de que había dicho esto con una seriedad que podía ser malentendida, con lo que sonrió para su siguiente comentario; aunque Siria no lo viera, lo oiría. Le añadió un tono alegre y despreocupado -. A no ser que lo prefiera así. Le agradezco los cuidados, señorita Reinhardt. Tiene usted muchos talentos, y lo digo sinceramente.
Finalmente Siria sí mencionó la charla de la noche anterior. Al escuchar que ella no recordaba todo lo que se había dicho, se sintió apaciguado al mismo tiempo que, inexplicablemente, algo frustrado. Pero de cualquier forma la falsa alarma anterior había hecho que pudiera prepararse mejor para aquella pregunta.
- Sí, estoy mejor – mintió con aparente gratitud -. ¿Recuerdas lo que me contaste tú? Sí bebiste bastante ayer noche. Quizás debería haberte detenido antes. Me hablaste de la princesa del tiempo... de Polary... de las preguntas que te llevaron a empezar tu peregrinaje...
Volvió al tuteo con naturalidad. Lo prefería así. Al recordar lo que ella le había contado, alejaba de su memoria lo que él le había contado a ella. Y, al mismo tiempo, hacía una primera inspección para ver qué recordaba exactamente Siria, con una principal cuestión en su mente que intentaba delucidar.
Por otro lado Siria ya tenía la pasta lista, y visto que le había pedido que le indicara dónde le dolía, a Taliesin le pareció adecuado dejar el té a un lado y, despacio, agarrarle la mano a la dragona para llevar su índice con cuidado al mayor de los moratones.
- Ahí - indicó en un tono bajo y neutro, pero mirándola fijamente. Siempre buscando reacciones que él podía ver en aquella penumbra mucho mejor que ella.
Taliesin Skatha
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Re: Peregrinajes productivos, peregrinos improductivos [Privado] [Interpretativo]
- Disculpe… osea, disculpa. Tengo tan anexado eso en mi forma de ser que a veces incluso cuando trato a la gente de “usted”, para mi en mi cabeza suena como tuteo. Así que necesito pedir algo de paciencia por ello.
A veces una podía darse cuenta como adquiría las habilidades con los hábitos. Cuando pequeña, la gente usualmente me reconocía por ser muy brusca o apresurada. Por ejemplo, si tuviera mis 15 años, probablemente le esparciría en la cara las hojas a medio moler, sin preocuparme de si le esparcía en las zonas donde le dolía y, para rematar, probablemente le hubiera dado una palmada en la espalda para levantarle los ánimos. Pero con el tiempo aprendí a tranquilizarme más, a aprender el valor de la paciencia en hacer las cosas. Y que a veces los problemas no se arreglaban golpeando las espaldas de otros.
- … perdón, me quedé atrapada en pensamientos del pasado. De tiempos ya forjados, si queremos ponerlo en términos más teatrales.
A veces nos ocurre de manera inconsciente, sin quererlo y sin poder evitar que llegaran. Era aquella sensación de los tiempos antiguos, cuando las preocupaciones eran inexistentes o triviales, en donde la importancia quedaba lejos de la supervivencia, de vivir bajo nuestros potenciales, sin siquiera preguntarnos si mañana estaríamos vivos, o si nuestros seres queridos lo estarían.
- Perdón por interrumpir el flujo de esta conversación – me senté a su lado y levanté levemente una de mis piernas, colocando ambas manos en mi rodilla para no hacer fuerza con mi extremidad – Estaba pensando en mis… años mozos – revoleé mis ojos mientras decía esas palabras. Era un tecnicismo para decir “juventud”, pero vamos, apenas estaba en la flor de mi vida – Mientras le colocaba el ungüento, recordaba cuánto me molía a golpes debido a los juegos. Aunque no lo parezca, me he fracturado, esguinzado y vendado más de lo que puedo recordar – me arremangué el lado derecho de mi blusa, mostrando el codo y marcando un pequeño detalle. Era una cicatriz pequeña, del tamaño y densidad de una pequeña aguja, pero era visible si te enfocabas en ella – Esta fue una fractura por montarme en uno de los Yak a mis 15 años mientras jugaba con la manada. Lo curioso es que no me fijé que me había fracturado hasta que bajé mi ritmo de actividad y comenzó a dolerme – no pude evitar reírme – Aunque suene terrible, en realidad tengo buenos recuerdos de ello.
Sé que parece repentino que haya cambiado el tema de conversación, pero… a veces, cuando veía al resto de las personas, el pasado, las dificultades anexas a cada una de ellas… a veces me preguntaba si este peregrinaje valía la pena. Tenía un sentido enorme el conocer el mundo, descubrir las culturas que se encontraban fuera de las tierras heladas del norte. Pero a veces sentía que no podía entender lo que ocurría en el mundo, que a veces muchas cosas me resbalaban. Sentía a veces que no aprendía nada del mundo, de lo que quería hacer de mi vida, que simplemente viajaba para no estar aburrida en casa, o esperando un esposo para sentarme el resto de mi vida en una casa en la estepa.
… ¿que era lo que sentía de este peregrinaje?
- Es curioso cuando veo esos fragmentos de mi pasado y noto como las cosas eran distintas, no solo para mi sino para la gente a mi alrededor – mi tono animado lentamente cambiaba, aunque no me llenaba de tristeza ni nada parecido. Simplemente, como cuando dejaba de jugar y bajaba el ritmo, volvía a tener los pies en la tierra – Sé que suena algo obvio, pero… pienso en las memorias que tengo. De, por ejemplo, mi vida estando en la estepa, viajando a veces al mercado de Dundarak, al conocer gente… A veces tengo esos recuerdos de mis padres siendo las personas más sabias que conocía en ese entonces, con la palabra precisa, con las decisiones correctas. A veces los comparo con mi estado actual, cuando ellos tenían la misma edad que tengo yo.
En parte como distracción, en otra parte porque necesitaba un poco más de pasta para las heridas de mi acompañante vampiro, pero comencé a moler un poco más de la hierba de manera distraída, como si, aunque mi intención pareciera ser el preparar más ungüento, mi mente estuviera en otro plano de este mundo.
- Sé que a veces es inútil compararse con nuestros padres, porque los contextos culturales e históricos son distintos. Pero a veces me pregunto… qué dudas tendrían a mi edad. Si las mismas inseguridades invadían sus mentes, si a veces sentían que sus decisiones no eran las correctas, si acaso sentían que viajar y conocer otras culturas expandían sus mentes. Me pregunto… ¿qué tipo de experiencias son las que realmente te forjan?
En la época de mis padres no existían las desgracias que azotaron al mundo como las que tenemos hoy. Sin embargo, a ellos les tocó vivir en la época en donde la invasión de los otros seres, junto con los Bios, puso en guerra al mundo. Muchos tuvieron que pelear aunque nunca sirvieron para blandir una espada. Muchos tuvieron que ver a sus familias desaparecer, a sus amigos perder, crear todo desde las cenizas. No podía evitar preguntarme si hubiera sido la misma persona si hubiera vivido en ese entonces con esas experiencias, o si hubiera sido alguien forjada en el resentimiento y el dolor como muchos, o la creación y la esperanza como otros.
A veces pasaba que todos teníamos algo de ambos.
-… esto ya no es pasta – me quedé mirando un rato lo que se suponía que era pasta. Osea, todavía lo era, pero ya como que costaba verla entre lo molida que estaba. No pude evitar reir – Disculpe. No quería parecer que olvidaba nuestra conversación, o que quería evitar el tema. Haciendo esta pasta recordé la paciencia que tenía mi mamá para hacerlas… contra mi impaciencia para que me las pusiera para poder salir a jugar pronto.
Me levanté de donde estaba y volví a prestar atención a las zonas que presentaban heridas. Era curioso, pero supongo que el conversar tanto rato dio tiempo para que mis ojos se acostumbraran mucho más a la poca iluminación del lugar. Es por eso que me fue más fácil discernir en donde la piel lentamente comenzaba a mostrar señales de daño.
Cuando pasé por las zonas afectadas, tomé un poco del vendaje que llevaba conmigo y comencé a cortar algunos pedazos usando mis manos. La tela no era muy densa, ya que debía permitir a la piel respirar y no permitir tampoco que presionase mucho para que el dolor no lo molestase todo el día. Aunque tenía el efecto negativo de que no se veía más atractivo con ellas puesta. Aunque… eso podía tener un efecto de “respeto”, del tipo “no debería meterme con este tipo, porque se nota que me pateará el trasero de aquí a Dundarak”.
- Cuando bebo mucho, usualmente no recuerdo mucho en las primeras horas. Todo comienza a llegar unas horas después, o en unos pocos días. Usualmente lo primero que recuerdo es sobre mi mascota que murió… Al parecer, cuando estoy borrasha, cuento esa historia más de lo que a veces me gustaría – desvié la mirada por un momento al recordar todas las veces que recordaba contar esa historia – A veces pienso que no sirvo para tener una amistad con el alcohol. Lo que hace envidiar a una amiga que tengo. He visto que puede beberse una botella que dejaría inconsciente a una persona y ella está como si solo hubiera tomado agua.
A veces me pregunto si de verdad absorbió nuestra capacidad de aguantar el alcohol cuando la conocimos.
- Pero mis amnesias duran poquísimo, Tal. Me disculpo si no puedo recordar todos los detalles, pero puedo recordar los sentimientos y lo importante que fue para ti esa conversación que tuvimos. Siento no poder recordar todo en este momento, pero además de pedir un poco de paciencia con mi memoria, de verdad me gustaría saber si quieres participar en el peregrinaje que quedamos de acuerdo anoche.
… esperen, esperen, ¿acabo de decirle Tal? ¿Tal era su nombre o era un diminutivo que le había puesto? Cielos, cielos. Ya, espera, en calma. Esperemos a ver cómo reacciona. Por favor, que ese sea algo con qué nombrarlo, no quiero pasar vergüenza con estar llamandolo de otro nombre. Imagina tener que corregirme porque lo comienzo a llamarlo de otro nombre…
… aunque muchos dicen que tengo cara de tener un nombre como Amir, Addena u otros que también comienza con A. Así que no creo que sea tan terrible.
A veces una podía darse cuenta como adquiría las habilidades con los hábitos. Cuando pequeña, la gente usualmente me reconocía por ser muy brusca o apresurada. Por ejemplo, si tuviera mis 15 años, probablemente le esparciría en la cara las hojas a medio moler, sin preocuparme de si le esparcía en las zonas donde le dolía y, para rematar, probablemente le hubiera dado una palmada en la espalda para levantarle los ánimos. Pero con el tiempo aprendí a tranquilizarme más, a aprender el valor de la paciencia en hacer las cosas. Y que a veces los problemas no se arreglaban golpeando las espaldas de otros.
- … perdón, me quedé atrapada en pensamientos del pasado. De tiempos ya forjados, si queremos ponerlo en términos más teatrales.
A veces nos ocurre de manera inconsciente, sin quererlo y sin poder evitar que llegaran. Era aquella sensación de los tiempos antiguos, cuando las preocupaciones eran inexistentes o triviales, en donde la importancia quedaba lejos de la supervivencia, de vivir bajo nuestros potenciales, sin siquiera preguntarnos si mañana estaríamos vivos, o si nuestros seres queridos lo estarían.
- Perdón por interrumpir el flujo de esta conversación – me senté a su lado y levanté levemente una de mis piernas, colocando ambas manos en mi rodilla para no hacer fuerza con mi extremidad – Estaba pensando en mis… años mozos – revoleé mis ojos mientras decía esas palabras. Era un tecnicismo para decir “juventud”, pero vamos, apenas estaba en la flor de mi vida – Mientras le colocaba el ungüento, recordaba cuánto me molía a golpes debido a los juegos. Aunque no lo parezca, me he fracturado, esguinzado y vendado más de lo que puedo recordar – me arremangué el lado derecho de mi blusa, mostrando el codo y marcando un pequeño detalle. Era una cicatriz pequeña, del tamaño y densidad de una pequeña aguja, pero era visible si te enfocabas en ella – Esta fue una fractura por montarme en uno de los Yak a mis 15 años mientras jugaba con la manada. Lo curioso es que no me fijé que me había fracturado hasta que bajé mi ritmo de actividad y comenzó a dolerme – no pude evitar reírme – Aunque suene terrible, en realidad tengo buenos recuerdos de ello.
Sé que parece repentino que haya cambiado el tema de conversación, pero… a veces, cuando veía al resto de las personas, el pasado, las dificultades anexas a cada una de ellas… a veces me preguntaba si este peregrinaje valía la pena. Tenía un sentido enorme el conocer el mundo, descubrir las culturas que se encontraban fuera de las tierras heladas del norte. Pero a veces sentía que no podía entender lo que ocurría en el mundo, que a veces muchas cosas me resbalaban. Sentía a veces que no aprendía nada del mundo, de lo que quería hacer de mi vida, que simplemente viajaba para no estar aburrida en casa, o esperando un esposo para sentarme el resto de mi vida en una casa en la estepa.
… ¿que era lo que sentía de este peregrinaje?
- Es curioso cuando veo esos fragmentos de mi pasado y noto como las cosas eran distintas, no solo para mi sino para la gente a mi alrededor – mi tono animado lentamente cambiaba, aunque no me llenaba de tristeza ni nada parecido. Simplemente, como cuando dejaba de jugar y bajaba el ritmo, volvía a tener los pies en la tierra – Sé que suena algo obvio, pero… pienso en las memorias que tengo. De, por ejemplo, mi vida estando en la estepa, viajando a veces al mercado de Dundarak, al conocer gente… A veces tengo esos recuerdos de mis padres siendo las personas más sabias que conocía en ese entonces, con la palabra precisa, con las decisiones correctas. A veces los comparo con mi estado actual, cuando ellos tenían la misma edad que tengo yo.
En parte como distracción, en otra parte porque necesitaba un poco más de pasta para las heridas de mi acompañante vampiro, pero comencé a moler un poco más de la hierba de manera distraída, como si, aunque mi intención pareciera ser el preparar más ungüento, mi mente estuviera en otro plano de este mundo.
- Sé que a veces es inútil compararse con nuestros padres, porque los contextos culturales e históricos son distintos. Pero a veces me pregunto… qué dudas tendrían a mi edad. Si las mismas inseguridades invadían sus mentes, si a veces sentían que sus decisiones no eran las correctas, si acaso sentían que viajar y conocer otras culturas expandían sus mentes. Me pregunto… ¿qué tipo de experiencias son las que realmente te forjan?
En la época de mis padres no existían las desgracias que azotaron al mundo como las que tenemos hoy. Sin embargo, a ellos les tocó vivir en la época en donde la invasión de los otros seres, junto con los Bios, puso en guerra al mundo. Muchos tuvieron que pelear aunque nunca sirvieron para blandir una espada. Muchos tuvieron que ver a sus familias desaparecer, a sus amigos perder, crear todo desde las cenizas. No podía evitar preguntarme si hubiera sido la misma persona si hubiera vivido en ese entonces con esas experiencias, o si hubiera sido alguien forjada en el resentimiento y el dolor como muchos, o la creación y la esperanza como otros.
A veces pasaba que todos teníamos algo de ambos.
-… esto ya no es pasta – me quedé mirando un rato lo que se suponía que era pasta. Osea, todavía lo era, pero ya como que costaba verla entre lo molida que estaba. No pude evitar reir – Disculpe. No quería parecer que olvidaba nuestra conversación, o que quería evitar el tema. Haciendo esta pasta recordé la paciencia que tenía mi mamá para hacerlas… contra mi impaciencia para que me las pusiera para poder salir a jugar pronto.
Me levanté de donde estaba y volví a prestar atención a las zonas que presentaban heridas. Era curioso, pero supongo que el conversar tanto rato dio tiempo para que mis ojos se acostumbraran mucho más a la poca iluminación del lugar. Es por eso que me fue más fácil discernir en donde la piel lentamente comenzaba a mostrar señales de daño.
Cuando pasé por las zonas afectadas, tomé un poco del vendaje que llevaba conmigo y comencé a cortar algunos pedazos usando mis manos. La tela no era muy densa, ya que debía permitir a la piel respirar y no permitir tampoco que presionase mucho para que el dolor no lo molestase todo el día. Aunque tenía el efecto negativo de que no se veía más atractivo con ellas puesta. Aunque… eso podía tener un efecto de “respeto”, del tipo “no debería meterme con este tipo, porque se nota que me pateará el trasero de aquí a Dundarak”.
- Cuando bebo mucho, usualmente no recuerdo mucho en las primeras horas. Todo comienza a llegar unas horas después, o en unos pocos días. Usualmente lo primero que recuerdo es sobre mi mascota que murió… Al parecer, cuando estoy borrasha, cuento esa historia más de lo que a veces me gustaría – desvié la mirada por un momento al recordar todas las veces que recordaba contar esa historia – A veces pienso que no sirvo para tener una amistad con el alcohol. Lo que hace envidiar a una amiga que tengo. He visto que puede beberse una botella que dejaría inconsciente a una persona y ella está como si solo hubiera tomado agua.
A veces me pregunto si de verdad absorbió nuestra capacidad de aguantar el alcohol cuando la conocimos.
- Pero mis amnesias duran poquísimo, Tal. Me disculpo si no puedo recordar todos los detalles, pero puedo recordar los sentimientos y lo importante que fue para ti esa conversación que tuvimos. Siento no poder recordar todo en este momento, pero además de pedir un poco de paciencia con mi memoria, de verdad me gustaría saber si quieres participar en el peregrinaje que quedamos de acuerdo anoche.
… esperen, esperen, ¿acabo de decirle Tal? ¿Tal era su nombre o era un diminutivo que le había puesto? Cielos, cielos. Ya, espera, en calma. Esperemos a ver cómo reacciona. Por favor, que ese sea algo con qué nombrarlo, no quiero pasar vergüenza con estar llamandolo de otro nombre. Imagina tener que corregirme porque lo comienzo a llamarlo de otro nombre…
… aunque muchos dicen que tengo cara de tener un nombre como Amir, Addena u otros que también comienza con A. Así que no creo que sea tan terrible.
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