Golpe de viento [Privado]
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Golpe de viento [Privado]
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Cuando la guardia vino en ayuda de Huracán para apresarlo, Taliesin alzó ambas manos para demostrar que no iba armado. Se dejó llevar y actuó con calma, cooperando como un buen ciudadano. En parte, porque estaba convencido de que aquello no iba a pasar. Pero cuando lo empujaron hacia el interior de la jaula, Taliesin finalmente recayó en la realidad de aquello, en que iban a juzgarlo por vampiro y sin tener en cuenta ninguna otra circunstancia, y se debatió y resistió en vano. "¡Yo no he hecho nada!" gritaba, como lo haría cualquiera. Lo metieron dentro de la jaula y cuando el carromato comenzó a moverse, comenzaron también los aplausos.
El alma de Taliesin se vino abajo. "Desastre" no era una palabra lo suficientemente fuerte para lo que había ocurrido, y "humillación" no bastaba para describir lo que sintió al ser desfilado por la ciudad en la que había esperado labrarse un hogar. Los aplausos de aquellos humanos sabían a injusticia y a traición, y golpeó la jaula con ira.
Mucho después de que abandonaran la ciudad, Taliesin seguía agarrado a los barrotes de la jaula, como si aún estuviera viendo al pueblo de Lunargenta celebrar su captura. Se había quedado atascado recordando cómo había visto entre la multitud las caras de algunos de sus vecinos, de sus contactos, de sus conocidos. El sonido de aquel aplauso le perforaba los pulmones y lo privaba de aire.
Su mente volvió poco a poco a la realidad, y comenzó a pensar en lo siguiente que lo aguardaba. ¿Una ejecución? ¿Una prisión? ¿Dónde lo llevaban? Miró a su alrededor por primera vez, y pudo ver a la Maestra Cazadora, Huracán. Aquella le había parecido una mujer razonable, ¿podría hablar con ella?
----------
El carromato prosiguió su camino hasta llegar a las afueras de Vulwulfar, donde hizo una parada. Taliesin se puso en pie inmediatamente, expectante. ¿Lo sacarían de la jaula? ¿Lo dejarían allí, en el frío de la noche, mientras los demás cenaban y dormían? Si iban a hacer eso, al menos cubrirían la jaula para evitar que le diera el sol cuando amaneciera... ¿No?
- ¡Maestra Cazadora! - intentó llamarla ahora que se había detenido el sonido del carro y los caballos - ¿Por qué estoy aquí dentro? ¿Qué he hecho? - y fuera cual fuera la respuesta a esta pregunta: - Tengo las manos atadas, no podría hacer daño a nadie ni tengo cómo huir. Dejad que entre con vosotros.
Cuando la guardia vino en ayuda de Huracán para apresarlo, Taliesin alzó ambas manos para demostrar que no iba armado. Se dejó llevar y actuó con calma, cooperando como un buen ciudadano. En parte, porque estaba convencido de que aquello no iba a pasar. Pero cuando lo empujaron hacia el interior de la jaula, Taliesin finalmente recayó en la realidad de aquello, en que iban a juzgarlo por vampiro y sin tener en cuenta ninguna otra circunstancia, y se debatió y resistió en vano. "¡Yo no he hecho nada!" gritaba, como lo haría cualquiera. Lo metieron dentro de la jaula y cuando el carromato comenzó a moverse, comenzaron también los aplausos.
El alma de Taliesin se vino abajo. "Desastre" no era una palabra lo suficientemente fuerte para lo que había ocurrido, y "humillación" no bastaba para describir lo que sintió al ser desfilado por la ciudad en la que había esperado labrarse un hogar. Los aplausos de aquellos humanos sabían a injusticia y a traición, y golpeó la jaula con ira.
Mucho después de que abandonaran la ciudad, Taliesin seguía agarrado a los barrotes de la jaula, como si aún estuviera viendo al pueblo de Lunargenta celebrar su captura. Se había quedado atascado recordando cómo había visto entre la multitud las caras de algunos de sus vecinos, de sus contactos, de sus conocidos. El sonido de aquel aplauso le perforaba los pulmones y lo privaba de aire.
Su mente volvió poco a poco a la realidad, y comenzó a pensar en lo siguiente que lo aguardaba. ¿Una ejecución? ¿Una prisión? ¿Dónde lo llevaban? Miró a su alrededor por primera vez, y pudo ver a la Maestra Cazadora, Huracán. Aquella le había parecido una mujer razonable, ¿podría hablar con ella?
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El carromato prosiguió su camino hasta llegar a las afueras de Vulwulfar, donde hizo una parada. Taliesin se puso en pie inmediatamente, expectante. ¿Lo sacarían de la jaula? ¿Lo dejarían allí, en el frío de la noche, mientras los demás cenaban y dormían? Si iban a hacer eso, al menos cubrirían la jaula para evitar que le diera el sol cuando amaneciera... ¿No?
- ¡Maestra Cazadora! - intentó llamarla ahora que se había detenido el sonido del carro y los caballos - ¿Por qué estoy aquí dentro? ¿Qué he hecho? - y fuera cual fuera la respuesta a esta pregunta: - Tengo las manos atadas, no podría hacer daño a nadie ni tengo cómo huir. Dejad que entre con vosotros.
Taliesin Skatha
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Re: Golpe de viento [Privado]
Escoltábamos al chupasangres como el que llevaba un carromato con un tesoro. Cuatro guardias, una cazadora y el conductor de diligencias. ¿No era demasiada protección para un botín tan insignificante? Pero así trabajaba la guardia de Lunargenta. No sabía muy bien por qué tenía que escoltar yo la mercancía. Estaba entrenada para cazar y acechar vampiros. No para ejercer de escolta. En cualquier caso, la cuantía por aquel pedido era sustancial, por lo que en principio no lo vi con malos ojos.
Era sencillo. Había que llevar al vampiro al Norte. Me pillaba de paso al campamento de los leónicos. Melena Blanca nos había convocado a todos los centinelas. Lo cierto es que el hecho de volver a encontrarme con Elen no me tentaba nada, pero supongo que tenía que hacerlo “por el bien superior”. Pero ya tendríamos tiempo de pensar en eso.
-Esta es la posada en la que acordamos parar, maestra. – Informó el chófer. Me bajé del carromato de un salto. Jules llegaría a la posada a la mañana siguiente, pues estaba realizando otro contrato. De momento lo “peor” era compartir momentos con aquellos pseudos-guardias. Tenía que pasar una larga noche con aquellos borrachuzos.
¡Ahora entendía por qué me habían pedido escoltar a aquellos cuatro tipos! Habían traído vino en el carromato y bebían como si no hubiera un mañana. Cantaban y decían groserías varias. Llamaban la atención. Yo, por supuesto, me mantenía al margen de ese grupo. Ellos entraron en la posada y salieron de nuevo afuera, con varios barriles de vino, para sentarse en torno a una mesa fuera. Al menos hasta la hora de dormir. Yo me recosté de espaldas, sobre el carromato. La mercancía tenía que permanecer bajo vigilancia siempre. Con una pierna apoyada sobre éste, calibraba un poco las ballestas. Los nuevos añadidos de Soffleheimer habían sido interesantes. Tenía ganas de probarlo, pero… ¿Con quién? ¿Quizás con Taliesin? Le miré de reojo pero pronto deseché la idea. No, la mercancía tenía que llegar en el mejor estado posible a su destino. ¿O es que acaso me importaba herir a una criatura tan aparentemente inocente? Dichosos dilemas morales. Quizás por la mirada, el chupasangres preguntó algo tras los barrotes. ¡Quería salir! ¡Qué inocencia!
-Te llevamos al Norte. Allí serás juzgado por tu vinculación con el grupo criminal de Dag Thorlák. Probablemente seguirán el procedimiento habitual. Te invitarán amablemente a que les des información, y luego, probablemente te matarán. – Respondí sin vacilar y con sinceridad. – Si eres más o menos rápido y eficiente, quizás consigas que te ahorquen. – miré un poco al cielo. – De lo contrario… - No quería sonar demasiado cruel o indiferente hacia el asunto. Ya que era totalmente contraria al uso de la tortura e incluso nosotros teníamos un estricto código de conducta. La víctima nunca podía sufrir. Incluso los chupasangres tienen derecho a una muerte digna según el código de los Cazadores. - … Bueno, no te preocupes por eso ahora. Mientras estés conmigo, no tienes nada que temer.
Los cuatro guardias borrachos pronto advirtieron la conversación. Estaba claro que estos buscaban broncas, y no iban a desaprovechar cualquier mínima excusa que tuvieran para armar camorra. Aquella era su coartada perfecta para dejar de beber y levantarse de la mesa.
-¿Qué cojones haces molestando a la maestra, escoria? – preguntó enfurecido llegó con un palo.
-No me molesta. – respondí seria, cruzándome de brazos. Con mi habitual poca capacidad de diálogo.
–Pues a mí sí me molesta que la incordie, maestra. Escucha, como no cierres esa puta bocaza voy a entrar yo a cerrártela. – amenazó, llevándose la mano a su empuñadura y golpeando los barrotes con fuerza.
-¡Qué diablos! ¿Quiere salir? Pues dejémosle. – comentó un guardia llamado Stewart. Remangándose las mangas de la chaqueta. - ¡Qué cojones! ¡Démosle una paliza! Nadie se va a enterar ni lo va a echar en falta. - Los otros dos rieron y se dispusieron a abrir la celda, remangándose las mangas de la camisa.
En otras condiciones, no me importaría que le dieran un escarmiento. Pero el sujeto en cuestión no era el peor de los de su calaña. No consideraba justo que recibiera una paliza gratuita. Por ello, me acerqué a estos y traté de hacerlos entrar en razón. Miré fijamente al grupo de borrachuzos y los detuve en sus intenciones.
-No quiero violencia. – sentencié, seria.
-¿Qué problema hay en ello, maestra? Los de su calaña no merecen otra cosa. – preguntó un mal encarado guardia. – Además no irá muy lejos con las manos atadas. - Hiciera lo que hiciera estaban demasiado borrachos, y aunque no atinaba bien de primeras, finalmente consiguió soltar la cerradura.
Sin embargo, estaba harta de tratar con "machos verisarienses" como los que tenía delante. Interpuse la mano en la reja. Y una fuerte corriente de aire que meneó sus cascos y también el carro, sirviéndoles de advertencia de que no debían de seguir por esa línea.
-O se hacen las cosas a mí manera. – Miré sentenciante al tipo. - O no se hacen.
Los tipos tragaron saliva y retrocedieron unos pasos, petrificados. Habían quedado mudos con mi reacción, y rápidamente volvieron a la mesa.
-Bien, bien. Nada de violencia. - dijo Stewart, titubeante. No me fiaba un pelo de ellos. Pero no tenía otra opción más que darles un mínimo voto de confianza. ¿Qué era lo que tenían preparado? Dicho esto, terminé de abrir la puerta del reo y abrí la reja.
-Sal. - Ordené a Taliesin haciendo un gesto con la cabeza.
Y dicho esto, tiré las llaves sobre la mesa y me fui al interior a por algo de beber. No me fiaba un pelo que no aprovecharan nada en ese rato en el que pedía para hacer algunas de las perversidades que tenían previstas. Pero tenía que beber algo o morirme de sed. Pasara lo que pasara, no me responsabilizaba del trato que pudieran darle a la criatura. Y tampoco quería ser partícipe. No obstante, si eran demasiado violentos, me encargaría de lidiar con ellos.
Era sencillo. Había que llevar al vampiro al Norte. Me pillaba de paso al campamento de los leónicos. Melena Blanca nos había convocado a todos los centinelas. Lo cierto es que el hecho de volver a encontrarme con Elen no me tentaba nada, pero supongo que tenía que hacerlo “por el bien superior”. Pero ya tendríamos tiempo de pensar en eso.
-Esta es la posada en la que acordamos parar, maestra. – Informó el chófer. Me bajé del carromato de un salto. Jules llegaría a la posada a la mañana siguiente, pues estaba realizando otro contrato. De momento lo “peor” era compartir momentos con aquellos pseudos-guardias. Tenía que pasar una larga noche con aquellos borrachuzos.
¡Ahora entendía por qué me habían pedido escoltar a aquellos cuatro tipos! Habían traído vino en el carromato y bebían como si no hubiera un mañana. Cantaban y decían groserías varias. Llamaban la atención. Yo, por supuesto, me mantenía al margen de ese grupo. Ellos entraron en la posada y salieron de nuevo afuera, con varios barriles de vino, para sentarse en torno a una mesa fuera. Al menos hasta la hora de dormir. Yo me recosté de espaldas, sobre el carromato. La mercancía tenía que permanecer bajo vigilancia siempre. Con una pierna apoyada sobre éste, calibraba un poco las ballestas. Los nuevos añadidos de Soffleheimer habían sido interesantes. Tenía ganas de probarlo, pero… ¿Con quién? ¿Quizás con Taliesin? Le miré de reojo pero pronto deseché la idea. No, la mercancía tenía que llegar en el mejor estado posible a su destino. ¿O es que acaso me importaba herir a una criatura tan aparentemente inocente? Dichosos dilemas morales. Quizás por la mirada, el chupasangres preguntó algo tras los barrotes. ¡Quería salir! ¡Qué inocencia!
-Te llevamos al Norte. Allí serás juzgado por tu vinculación con el grupo criminal de Dag Thorlák. Probablemente seguirán el procedimiento habitual. Te invitarán amablemente a que les des información, y luego, probablemente te matarán. – Respondí sin vacilar y con sinceridad. – Si eres más o menos rápido y eficiente, quizás consigas que te ahorquen. – miré un poco al cielo. – De lo contrario… - No quería sonar demasiado cruel o indiferente hacia el asunto. Ya que era totalmente contraria al uso de la tortura e incluso nosotros teníamos un estricto código de conducta. La víctima nunca podía sufrir. Incluso los chupasangres tienen derecho a una muerte digna según el código de los Cazadores. - … Bueno, no te preocupes por eso ahora. Mientras estés conmigo, no tienes nada que temer.
Los cuatro guardias borrachos pronto advirtieron la conversación. Estaba claro que estos buscaban broncas, y no iban a desaprovechar cualquier mínima excusa que tuvieran para armar camorra. Aquella era su coartada perfecta para dejar de beber y levantarse de la mesa.
-¿Qué cojones haces molestando a la maestra, escoria? – preguntó enfurecido llegó con un palo.
-No me molesta. – respondí seria, cruzándome de brazos. Con mi habitual poca capacidad de diálogo.
–Pues a mí sí me molesta que la incordie, maestra. Escucha, como no cierres esa puta bocaza voy a entrar yo a cerrártela. – amenazó, llevándose la mano a su empuñadura y golpeando los barrotes con fuerza.
-¡Qué diablos! ¿Quiere salir? Pues dejémosle. – comentó un guardia llamado Stewart. Remangándose las mangas de la chaqueta. - ¡Qué cojones! ¡Démosle una paliza! Nadie se va a enterar ni lo va a echar en falta. - Los otros dos rieron y se dispusieron a abrir la celda, remangándose las mangas de la camisa.
En otras condiciones, no me importaría que le dieran un escarmiento. Pero el sujeto en cuestión no era el peor de los de su calaña. No consideraba justo que recibiera una paliza gratuita. Por ello, me acerqué a estos y traté de hacerlos entrar en razón. Miré fijamente al grupo de borrachuzos y los detuve en sus intenciones.
-No quiero violencia. – sentencié, seria.
-¿Qué problema hay en ello, maestra? Los de su calaña no merecen otra cosa. – preguntó un mal encarado guardia. – Además no irá muy lejos con las manos atadas. - Hiciera lo que hiciera estaban demasiado borrachos, y aunque no atinaba bien de primeras, finalmente consiguió soltar la cerradura.
Sin embargo, estaba harta de tratar con "machos verisarienses" como los que tenía delante. Interpuse la mano en la reja. Y una fuerte corriente de aire que meneó sus cascos y también el carro, sirviéndoles de advertencia de que no debían de seguir por esa línea.
-O se hacen las cosas a mí manera. – Miré sentenciante al tipo. - O no se hacen.
Los tipos tragaron saliva y retrocedieron unos pasos, petrificados. Habían quedado mudos con mi reacción, y rápidamente volvieron a la mesa.
-Bien, bien. Nada de violencia. - dijo Stewart, titubeante. No me fiaba un pelo de ellos. Pero no tenía otra opción más que darles un mínimo voto de confianza. ¿Qué era lo que tenían preparado? Dicho esto, terminé de abrir la puerta del reo y abrí la reja.
-Sal. - Ordené a Taliesin haciendo un gesto con la cabeza.
Y dicho esto, tiré las llaves sobre la mesa y me fui al interior a por algo de beber. No me fiaba un pelo que no aprovecharan nada en ese rato en el que pedía para hacer algunas de las perversidades que tenían previstas. Pero tenía que beber algo o morirme de sed. Pasara lo que pasara, no me responsabilizaba del trato que pudieran darle a la criatura. Y tampoco quería ser partícipe. No obstante, si eran demasiado violentos, me encargaría de lidiar con ellos.
Anastasia Boisson
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Re: Golpe de viento [Privado]
¿El grupo criminal de Dag Thorlak? Existiera tal grupo o no, no era fácil defenderse de aquella acusación. Después de todo, no sólo había ayudado a Dag, sino que si hubiera podido lo habría escondido en su propia casa para que ni los vampiros ni la ley de los humanos pudiera encontrarlo. Miró de reojo a los guardias, los representantes de esta ley, y se afianzó en su creencia de que había hecho lo correcto.
- Dag es una marioneta, no la cabeza de un grupo criminal - insistió.
Se convenció de que no iban a dejarlo salir, y frunció los labios en frustración y con cierto orgullo que estaba cada vez más herido. No preocuparse, como le recomendaba su carcelera, era imposible tras escuchar que lo esperaba una ejecución. Había estado preparado para morir en Lunargenta, en la violencia del momento, pero ahora que había vuelto la fría racionalidad... No, no estaba en paz consigo mismo ni con el mundo.
El golpe del guardia contra la jaula hizo que todo su cuerpo retumbara. A pesar de su evidente inferioridad de condiciones, Taliesin no quería mostrar el miedo que sus carceleros buscaban. Como respuesta se enderezó, levantando el mentón y mirando al guardia desde la altura moral que sentía, desafiándolo en silencio sin provocarlo más.
"Mientras estés conmigo no tienes nada que temer". Eso le había dicho Huracán, y parecía tener intención de mantenerse fiel a la promesa. "Mientras estés conmigo", dijo, y tras ordenarlo salir de la jaula se fue a la taberna.
La situación que siguió fue incómoda. Los guardias se habían sentado a la mesa, y Taliesin estaba fuera de su jaula, relativamente libre. Sin poder evitarlo, siguió su primer impulso y miró a su alrededor en busca de algo que pudiera usar para cortar la cuerda que ataba sus manos.
- Está buscando cómo escapar - hizo notar uno de los guardias, perspicaz a pesar de todo, y le dio un trago al vino que se había servido -. Aunque la maestra no quiera violencia, está justificado si se intenta escapar.
Stewart hizo una mueca, tentado pero no del todo convencido; probablemente temiendo la ira de Huracán. Taliesin por su parte frunció el ceño. Porque ahora estaban haciendo un trabajo maravilloso, ¿verdad? Aquella situación le daba asco, tanto por su posición en ella como por lo vil de sus carceleros. Sentía nauseas y una tensión creciente acumulándose en las sienes.
- Sois una vergüenza. Como guardias y como humanos.
Sabía que lo más sabio era no decir nada, pero las palabras y el desprecio salieron solos. Y la reacción fue inmediata. Stewart y otros dos de los guardias se pusieron en pie al instante y avanzaron amenazadoramente.
- ¿Sí, chupasangre? ¿Somos una vergüenza de humanos? A ver, repítelo. A ver si quieres que te cerremos la puta boca a golpes.
- Pues yo creo que tiene razón - comentó el cuarto guardia, que permanecía sentado -. Menuda vergüenza, ¿no? Nuestro prisionero está intentando escapar y nosotros aquí sin hacer nada.
Se miraron los unos a los otros y después hacia la entrada de la taberna. Quizás Huracán aún tardaría un poco en volver, e incluso ella no podría echarles nada en cara si el vampiro había intentado huir, o los había atacado. Después de todo, ¿a quién iba a creer?
- Rápido - dijo Stewart -, cortadle las ataduras.
Taliesin no pudo evitarlo y dio un paso atrás. El gesto, que delataba su miedo, sólo sirvió para acabar de enardecer a los guardias. Escuchó una risa cuando uno de ellos desenfundó una daga y se aproximó al vampiro como quien se arrincona a un animal al que se va a sacrificar, en guardia por si intentaba huir hacia cualquiera de los lados.
- ¡Cuidado! ¡Que si te encabritas igual se nos va la mano!
Taliesin se debatió, incrédulo él mismo al darse cuenta de que estaba intentando evitar que lo liberaran. Pero al fin lo hicieron, y tiraron la cuerda y la daga al suelo. Sus manos estaban libres.
- Bien, ahora corre un poco hacia allá. Te daremos unos segundos. ¿Quién sabe? Igual hasta consigues escapar. No vas a tener mejor oportunidad que esta.
Se sentía entre la espada y la pared. Y, muy a su pesar, quiso huir. Aunque fuera una trampa. Aunque solo fuera a conseguir que también Huracán se pusiera en su contra. Pero su orgullo, si bien herido, palpitó lo suficiente como para hacer que frunciera el ceño. Tras negar con la cabeza, se sentó sobre el carromato. No iba a ninguna parte. Que hicieran lo que debieran, pero no huiría como un animal herido. Era un ser humano; tan entero y digno como cualquiera, fuera o no vampiro.
- No pasa nada. Sólo tendremos que arrastrarlo nosotros.
- Dag es una marioneta, no la cabeza de un grupo criminal - insistió.
Se convenció de que no iban a dejarlo salir, y frunció los labios en frustración y con cierto orgullo que estaba cada vez más herido. No preocuparse, como le recomendaba su carcelera, era imposible tras escuchar que lo esperaba una ejecución. Había estado preparado para morir en Lunargenta, en la violencia del momento, pero ahora que había vuelto la fría racionalidad... No, no estaba en paz consigo mismo ni con el mundo.
El golpe del guardia contra la jaula hizo que todo su cuerpo retumbara. A pesar de su evidente inferioridad de condiciones, Taliesin no quería mostrar el miedo que sus carceleros buscaban. Como respuesta se enderezó, levantando el mentón y mirando al guardia desde la altura moral que sentía, desafiándolo en silencio sin provocarlo más.
"Mientras estés conmigo no tienes nada que temer". Eso le había dicho Huracán, y parecía tener intención de mantenerse fiel a la promesa. "Mientras estés conmigo", dijo, y tras ordenarlo salir de la jaula se fue a la taberna.
La situación que siguió fue incómoda. Los guardias se habían sentado a la mesa, y Taliesin estaba fuera de su jaula, relativamente libre. Sin poder evitarlo, siguió su primer impulso y miró a su alrededor en busca de algo que pudiera usar para cortar la cuerda que ataba sus manos.
- Está buscando cómo escapar - hizo notar uno de los guardias, perspicaz a pesar de todo, y le dio un trago al vino que se había servido -. Aunque la maestra no quiera violencia, está justificado si se intenta escapar.
Stewart hizo una mueca, tentado pero no del todo convencido; probablemente temiendo la ira de Huracán. Taliesin por su parte frunció el ceño. Porque ahora estaban haciendo un trabajo maravilloso, ¿verdad? Aquella situación le daba asco, tanto por su posición en ella como por lo vil de sus carceleros. Sentía nauseas y una tensión creciente acumulándose en las sienes.
- Sois una vergüenza. Como guardias y como humanos.
Sabía que lo más sabio era no decir nada, pero las palabras y el desprecio salieron solos. Y la reacción fue inmediata. Stewart y otros dos de los guardias se pusieron en pie al instante y avanzaron amenazadoramente.
- ¿Sí, chupasangre? ¿Somos una vergüenza de humanos? A ver, repítelo. A ver si quieres que te cerremos la puta boca a golpes.
- Pues yo creo que tiene razón - comentó el cuarto guardia, que permanecía sentado -. Menuda vergüenza, ¿no? Nuestro prisionero está intentando escapar y nosotros aquí sin hacer nada.
Se miraron los unos a los otros y después hacia la entrada de la taberna. Quizás Huracán aún tardaría un poco en volver, e incluso ella no podría echarles nada en cara si el vampiro había intentado huir, o los había atacado. Después de todo, ¿a quién iba a creer?
- Rápido - dijo Stewart -, cortadle las ataduras.
Taliesin no pudo evitarlo y dio un paso atrás. El gesto, que delataba su miedo, sólo sirvió para acabar de enardecer a los guardias. Escuchó una risa cuando uno de ellos desenfundó una daga y se aproximó al vampiro como quien se arrincona a un animal al que se va a sacrificar, en guardia por si intentaba huir hacia cualquiera de los lados.
- ¡Cuidado! ¡Que si te encabritas igual se nos va la mano!
Taliesin se debatió, incrédulo él mismo al darse cuenta de que estaba intentando evitar que lo liberaran. Pero al fin lo hicieron, y tiraron la cuerda y la daga al suelo. Sus manos estaban libres.
- Bien, ahora corre un poco hacia allá. Te daremos unos segundos. ¿Quién sabe? Igual hasta consigues escapar. No vas a tener mejor oportunidad que esta.
Se sentía entre la espada y la pared. Y, muy a su pesar, quiso huir. Aunque fuera una trampa. Aunque solo fuera a conseguir que también Huracán se pusiera en su contra. Pero su orgullo, si bien herido, palpitó lo suficiente como para hacer que frunciera el ceño. Tras negar con la cabeza, se sentó sobre el carromato. No iba a ninguna parte. Que hicieran lo que debieran, pero no huiría como un animal herido. Era un ser humano; tan entero y digno como cualquiera, fuera o no vampiro.
- No pasa nada. Sólo tendremos que arrastrarlo nosotros.
Taliesin Skatha
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Re: Golpe de viento [Privado]
Apoyé mis brazos sobre la barra con impaciencia. Como de costumbre, trataba de obviar las miradas de los pueblerinos que me veían como una especie de arma de destrucción masiva, debido a la ingente cantidad de armas y artefactos que llevaba sobre mí.
Finalmente el tabernero se acercó mientras secaba un vaso y, sin muchas palabras, pedí algo para mojar la garganta. – Licor de hierbas. – Algo ligero. No me fiaba de la capacidad de vigilancia de aquellos guardias. Tenía que estar en plenitud de facultades.
Después del trago, volví a salir afuera. Lo más destacable era ver a uno de esos animales amenazando a nuestro chupasangres. Lejos de darle una paliza, lo que hizo fue soltarle la cuerda mientras el resto reía y jaleaba al vampiro para que escapara, para divertirse persiguiéndolo después. ¡Pero qué estúpidos! ¿A qué jugaban?
Taliesin no sólo no intentó huir, sino que se sentó en el carromato. ¡Vaya! ¡Un chupasangres con algo de inteligencia! Si huía, iba a tener un problema conmigo. Mejor ser obediente con mamá Anastasia.
Lo que no me gustó un pelo fue la actitud que tomaron los guardias para con el chupasangres. Pronto comenzaron a arrastrarlo y a agredirlo de mala manera ante la atención de todos los viandantes. Y yo acudí a detener aquella humillación. Aquel chupasangres era demasiado noble como para recibir un trato así.
-Basta. – ordené de mala manera, llegando hasta su ubicación y tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.
-¡Pero maestra, sólo nos estábamos divirtiendo! – reclamó el jefecillo del grupo, Stewart.
-Sois una vergüenza para vuestra división. – dije al tipo de mala manera, señalando con el dedo al hombre, que rápidamente giró la cabeza. – Me lo llevo dentro. Permaneced aquí y vigilad que no se cuela nadie. – ordené.
Lo tomé por el cuello de la chaqueta y “amigablemente” le pedí entrar. Alcé el dedo para pedir al tabernero algo para mí y, de paso, también para el chupasangres.
-¿Qué bebes? – le pregunté, seria, mirándolo fíjamente a los ojos. A la vez que dejaba caer un par de aeros sobre la barra del bar.
Hice un gesto al vampiro con la mano para que tomara asiento en una mesa libre, cerca de la ventana. Yo, a su espalda, hice lo propio. Pero justo antes de tomar asiento, en un rápido movimiento tomé su muñeca y le coloqué una esposa alrededor de éste, y la otra a una viga de madera próxima, dejándolo retenido.
-Para beber y hablar no necesitas los dos brazos. – le dije dando una vuelta grácil a su lado y dejándome caer justo sobre la silla opuesta. – Considéralo una medida de seguridad. - Tiré mi melena hacia atrás con una sonrisa de superioridad, entonces aupé las dos botas sobre la mesa. Estiré bien mis largas piernas, permitiendo que viera la daga bien ceñida a la mi muslo derecho encuerado. Más que nada para que apreciara el color de plata pura que tan poco gustaba a los de su especie.
Los gestos dicen, en ocasiones, más que las palabras.
-Taliesin Skatha. –Pronunciar el nombre siempre era una buena manera de iniciar una conversación. Cuantos más años tenía, más me parecía más Isabella. – Tienes buenos modales. Y ya has visto de lo que esos desagradables guardias son capaces... – Enarqué la cabeza hacia un lado y apreté los morros. – … Yo soy capaz de cosas mucho peores. – Negué con la cabeza un par de veces, con lástima. - No se llega a ser maestra cazadora de vampiros a base de palmaditas en la espalda. – Me divertía con las caras de los tipos. Con sus reacciones. – En cualquier caso, conviene que nos llevemos bien. A fin de cuentas, tenemos enemigos comunes.
Era momento de dejar de deleitarle con mis prominentes piernas. Las bajé en un grácil movimiento y me acerqué hacia delante.
-Estoy al tanto de que te llevas bien con Dag Thorlák. ¿Es así? – No me lo podía negar. Había escuchado todo lo que se decían ambos en Lunargenta. – Los hijos de Habak se lo llevaron, haciéndole creer que es un dios. – informé. Él no había estado en la batalla final. – Si le aprecias, quizás yo pueda… rescatarlo. – Quizás “rescatarlo” no era la palabra más adecuada, pero desde luego, era la que mejor sonaba. – Necesito que me des toda la información que puedas sobre ellos o sobre él. Incluso me valdría llegar a la biocibernética con la que parece “tener algo”. – Me refería a la tal Zöe. Había visto que tenía un vínculo con él. – ¿Y a cambio de qué? Dirás. – resoplé. – Supongo que querrás volver a esa niña… ¿Cómo se llama? – me llevé la mano al mentón. - ¿Irina, puede ser? ¿Sigue viva? – pregunté. Tenía bien estudiado el dossier de Cyrilo, el espía. – Bien. No creo que los guardias de Dundarak estén dispuestos a negociar como yo.
Me recosté de nuevo sobre la espalda. Había hablado quizás más de lo habitual. Pero tendía a explayarme en mis negociaciones. Siempre intentaba penetrar con mis palabras.
-Si tu respuesta es sí, te dejaré volver con esos guardias que quieren jugar contigo al gato y el ratón. No te será difícil dar esquinazo a unos borrachuzos. Yo te daré una cerveza de ventaja. – comenté. Si el chupasangres escapaba durante su turno de vigilancia, no era mi problema. – Espérame en el claro del lago que pasamos antes. – Me levanté de la mesa. Y puse las manos sobre la mesa. - ¡Oh! Y si tratas de huir, engañarme, o no llevarme hasta Dag o la cibernética... - dije serena, con poniendo ambas manos en la mesa. Y casi sin entonar. – Te mataré. - Nadie lloraría la muerte de un preso fugado. - ¿Lo has entendido?
Y, tras pedir esto, solté la llave de la esposa a su lado. Le tocaba decidir. Había empezado de buenas. Ahora le tocaba a él decidir si seguíamos por esa línea o si llevábamos nuestro amable diálogo un nivel más arriba.
Finalmente el tabernero se acercó mientras secaba un vaso y, sin muchas palabras, pedí algo para mojar la garganta. – Licor de hierbas. – Algo ligero. No me fiaba de la capacidad de vigilancia de aquellos guardias. Tenía que estar en plenitud de facultades.
Después del trago, volví a salir afuera. Lo más destacable era ver a uno de esos animales amenazando a nuestro chupasangres. Lejos de darle una paliza, lo que hizo fue soltarle la cuerda mientras el resto reía y jaleaba al vampiro para que escapara, para divertirse persiguiéndolo después. ¡Pero qué estúpidos! ¿A qué jugaban?
Taliesin no sólo no intentó huir, sino que se sentó en el carromato. ¡Vaya! ¡Un chupasangres con algo de inteligencia! Si huía, iba a tener un problema conmigo. Mejor ser obediente con mamá Anastasia.
Lo que no me gustó un pelo fue la actitud que tomaron los guardias para con el chupasangres. Pronto comenzaron a arrastrarlo y a agredirlo de mala manera ante la atención de todos los viandantes. Y yo acudí a detener aquella humillación. Aquel chupasangres era demasiado noble como para recibir un trato así.
-Basta. – ordené de mala manera, llegando hasta su ubicación y tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.
-¡Pero maestra, sólo nos estábamos divirtiendo! – reclamó el jefecillo del grupo, Stewart.
-Sois una vergüenza para vuestra división. – dije al tipo de mala manera, señalando con el dedo al hombre, que rápidamente giró la cabeza. – Me lo llevo dentro. Permaneced aquí y vigilad que no se cuela nadie. – ordené.
Lo tomé por el cuello de la chaqueta y “amigablemente” le pedí entrar. Alcé el dedo para pedir al tabernero algo para mí y, de paso, también para el chupasangres.
-¿Qué bebes? – le pregunté, seria, mirándolo fíjamente a los ojos. A la vez que dejaba caer un par de aeros sobre la barra del bar.
Hice un gesto al vampiro con la mano para que tomara asiento en una mesa libre, cerca de la ventana. Yo, a su espalda, hice lo propio. Pero justo antes de tomar asiento, en un rápido movimiento tomé su muñeca y le coloqué una esposa alrededor de éste, y la otra a una viga de madera próxima, dejándolo retenido.
-Para beber y hablar no necesitas los dos brazos. – le dije dando una vuelta grácil a su lado y dejándome caer justo sobre la silla opuesta. – Considéralo una medida de seguridad. - Tiré mi melena hacia atrás con una sonrisa de superioridad, entonces aupé las dos botas sobre la mesa. Estiré bien mis largas piernas, permitiendo que viera la daga bien ceñida a la mi muslo derecho encuerado. Más que nada para que apreciara el color de plata pura que tan poco gustaba a los de su especie.
Los gestos dicen, en ocasiones, más que las palabras.
-Taliesin Skatha. –Pronunciar el nombre siempre era una buena manera de iniciar una conversación. Cuantos más años tenía, más me parecía más Isabella. – Tienes buenos modales. Y ya has visto de lo que esos desagradables guardias son capaces... – Enarqué la cabeza hacia un lado y apreté los morros. – … Yo soy capaz de cosas mucho peores. – Negué con la cabeza un par de veces, con lástima. - No se llega a ser maestra cazadora de vampiros a base de palmaditas en la espalda. – Me divertía con las caras de los tipos. Con sus reacciones. – En cualquier caso, conviene que nos llevemos bien. A fin de cuentas, tenemos enemigos comunes.
Era momento de dejar de deleitarle con mis prominentes piernas. Las bajé en un grácil movimiento y me acerqué hacia delante.
-Estoy al tanto de que te llevas bien con Dag Thorlák. ¿Es así? – No me lo podía negar. Había escuchado todo lo que se decían ambos en Lunargenta. – Los hijos de Habak se lo llevaron, haciéndole creer que es un dios. – informé. Él no había estado en la batalla final. – Si le aprecias, quizás yo pueda… rescatarlo. – Quizás “rescatarlo” no era la palabra más adecuada, pero desde luego, era la que mejor sonaba. – Necesito que me des toda la información que puedas sobre ellos o sobre él. Incluso me valdría llegar a la biocibernética con la que parece “tener algo”. – Me refería a la tal Zöe. Había visto que tenía un vínculo con él. – ¿Y a cambio de qué? Dirás. – resoplé. – Supongo que querrás volver a esa niña… ¿Cómo se llama? – me llevé la mano al mentón. - ¿Irina, puede ser? ¿Sigue viva? – pregunté. Tenía bien estudiado el dossier de Cyrilo, el espía. – Bien. No creo que los guardias de Dundarak estén dispuestos a negociar como yo.
Me recosté de nuevo sobre la espalda. Había hablado quizás más de lo habitual. Pero tendía a explayarme en mis negociaciones. Siempre intentaba penetrar con mis palabras.
-Si tu respuesta es sí, te dejaré volver con esos guardias que quieren jugar contigo al gato y el ratón. No te será difícil dar esquinazo a unos borrachuzos. Yo te daré una cerveza de ventaja. – comenté. Si el chupasangres escapaba durante su turno de vigilancia, no era mi problema. – Espérame en el claro del lago que pasamos antes. – Me levanté de la mesa. Y puse las manos sobre la mesa. - ¡Oh! Y si tratas de huir, engañarme, o no llevarme hasta Dag o la cibernética... - dije serena, con poniendo ambas manos en la mesa. Y casi sin entonar. – Te mataré. - Nadie lloraría la muerte de un preso fugado. - ¿Lo has entendido?
Y, tras pedir esto, solté la llave de la esposa a su lado. Le tocaba decidir. Había empezado de buenas. Ahora le tocaba a él decidir si seguíamos por esa línea o si llevábamos nuestro amable diálogo un nivel más arriba.
Anastasia Boisson
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Re: Golpe de viento [Privado]
Se irguió de nuevo, inflando pecho y levantando el mentón para desafiar las intenciones de los cuatro guardias. Pero sirvió de poco. El hombre que le había cortado las cuerdas se acercó con seguridad; sin previo aviso le pegó un puñetazo en la boca del estómago e, inmediatamente, un golpe en el lado de la cara que le dejó un oído retumbando. Taliesin se dobló por el dolor, y el humano aprovechó para agarrarlo del pelo y la ropa y obligarlo a ir hacia donde él quería. Escuchó unas risas.
Aquello era humillante. Agarró la mano del humano y clavó las uñas para hacer que lo soltara. Intentó torcer el brazo para morderlo. Pero recibió varias patadas, de varios hombres, y lo agarraron de los brazos antes de que pudiera devolverle ningún golpe a nadie. Le hervía la sangre.
Claramente sólo habían comenzado a divertirse, y aún habían hecho poco daño cuando volvió Huracán. No se sintieron mal, no se disculparon. Dejaron que Taliesin se fuera sólo porque así lo decía la maestra cazadora. Y él se dejó llevar, aún confuso por lo que estaba sucediendo, y terriblemente enfadado.
No tenía ganas de hablar, ni de beber. Pero Huracán le miró directamente a los ojos y aquello apacigüó un poco el dolor que sentía por dentro.
- Una cerveza - pidió. Era lo más común, lo más normal, y ahora mismo necesitaba anclarse en la realidad, sentir que no se le escapaba de las manos.
Huracán lo ató a una viga, pero aquello le pareció comprensible. Se dejó sin rechistar, y apoyó la mano esposada sobre la mesa, dejándola descansar ya que no le serviría de nada. Le pasó desapercibido el gesto que hizo Huracán explícitamente para revelar su daga de plata; quizás porque no quería verlo.
La conversación empezó bien. Durante dos frases, Taliesin pensó que Huracán estaría dispuesta a una charla amigable, a tratarlo como a un ser no sólo racional, sino incluso igual, dos personas diferenciadas por sus circunstancias personales. Pronto ella le aclaró las cosas: era una cazadora de vampiros, y no podía esperar de ella piedad. Pero sí, pensó, decencia.
- Tenemos enemigos comunes - coincidió -. Y quisiera, como dices, rescatar a Dag - tomó literalmente las palabras que Huracán había usado -. Y Zöe... Zöe quizás esté muerta. No lo sé. Pero no soy parte de la conspiración que sospechas. No te serviré de nada. Ni vivo ni muerto.
Había cierta acritud en sus palabras. Hablaba su orgullo herido; porque realmente no tenía nada que ganar al decir algo así, al dar a entender que era un hombre sin ninguna clase de valía. Cosa que ni siquiera era cierta; si Huracán quería llegar a Dag, Taliesin era una buena opción. Quizás para animarlo a decir algo, quizás simplemente siguiendo la conversación, Huracán siguió hablando.
Lo siguiente cambió el ritmo de la conversación. Taliesin se levantó subitamente e intentó avanzar hacia Huracán, quedando retenido por la mano esposada. ¡Irina! ¿Si seguía viva? ¿Acaso no debía asumir que sí? Entendió aquello imediatamente como una amenaza.
- ¡No le harías nada! - una pregunta y una afirmación.
Intentó alzar la mano esposada; de nuevo sin éxito. Pero aquello evidenció lo fuera de sí que se encontraba para olvidar, dos veces, que estaba atado. Su mente era un torbellino; perdía el control de sí con la mera posibilidad de que hicieran daño a su hija. La imagen que tenía de Huracán se rompía como un espejo distorsionado al pensar que aquello había sido una amenaza. Pero en una cosa acertó la cazadora, y es que aquello hizo que le necesidad de volver con su hija se apoderara fuertemente de Taliesin.
Hubo un segundo de calma y creyó entender, por la reacción de Huracán, que había malentendido sus intenciones al mencionar a Irina. Achicó los ojos, miró la llave sobre la mesa y, finalmente, la agarró y la mantuvo sujeta en mano, aún sin usarla.
- Información. Puedo incluso darte un acercamiento a algunos de los vampiros de Sacrestic. No quiero que hagas daño a Zöe, a Dag, ni... ni en cualquier caso a mi hija. Es una bruja; de los tuyos. Y es una niña. Podemos dejarla fuera de esto.
Aquella era una condición para hacer un trato. Todo lo demás estaba en venta, pero no la vida de su hija. Jugueteó con la llave en la mano, considerando aquella propuesta y la posibilidad de negociarla. Necesitaba terminar de calmarse antes de poder decidir algo en claro. Se volvió a sentar y le pegó un buen trago a la jarra que habian traído.
- No acabo de entenderte, Huracán. Tienes nobleza y orgullo. Pareces inteligente. Y sin embargo, tu profesión es el genocidio de una raza. En una ocasión me salvas, y en otra dejas claro que mi vida no tiene valía. Si acaso sientes un deje de piedad, sabes esconderlo. Entiendo que esta es tu forma de tratar a los vampiros, y quizás no tengas en cuenta que no todos somos iguales.
Después de que se mencionara a Irina, Taliesin había adoptado una mayor seriedad. No parecía asustado, sino que había una crispación en su gesto que delataba su enfado contenido. Pero en cualquier caso, había recuperado la frialdad y tenía sus objetivos claros.
- Una vida por una vida. Y porque estoy en clara desventaja, te ofrezco dos. Si no soy capaz de ayudarte a atrapar a dos vampiros de importancia, entonces uno de ellos será Dag. Si no soy capaz de darte ni eso, entonces me parecerá justo que este trato no sea válido. No puedo prometerte que me deje atrapar, pero creo que confías en tus habilidades. En ningún caso te ayudaré a hacer daño a Zöe, ni la usaré. ¿Qué me dices? - y abrió la palma de la mano que sostenía la llave, ofreciéndosela ahora él a Huracán. Si no había trato, podría quitársela.
Aquello era humillante. Agarró la mano del humano y clavó las uñas para hacer que lo soltara. Intentó torcer el brazo para morderlo. Pero recibió varias patadas, de varios hombres, y lo agarraron de los brazos antes de que pudiera devolverle ningún golpe a nadie. Le hervía la sangre.
Claramente sólo habían comenzado a divertirse, y aún habían hecho poco daño cuando volvió Huracán. No se sintieron mal, no se disculparon. Dejaron que Taliesin se fuera sólo porque así lo decía la maestra cazadora. Y él se dejó llevar, aún confuso por lo que estaba sucediendo, y terriblemente enfadado.
No tenía ganas de hablar, ni de beber. Pero Huracán le miró directamente a los ojos y aquello apacigüó un poco el dolor que sentía por dentro.
- Una cerveza - pidió. Era lo más común, lo más normal, y ahora mismo necesitaba anclarse en la realidad, sentir que no se le escapaba de las manos.
Huracán lo ató a una viga, pero aquello le pareció comprensible. Se dejó sin rechistar, y apoyó la mano esposada sobre la mesa, dejándola descansar ya que no le serviría de nada. Le pasó desapercibido el gesto que hizo Huracán explícitamente para revelar su daga de plata; quizás porque no quería verlo.
La conversación empezó bien. Durante dos frases, Taliesin pensó que Huracán estaría dispuesta a una charla amigable, a tratarlo como a un ser no sólo racional, sino incluso igual, dos personas diferenciadas por sus circunstancias personales. Pronto ella le aclaró las cosas: era una cazadora de vampiros, y no podía esperar de ella piedad. Pero sí, pensó, decencia.
- Tenemos enemigos comunes - coincidió -. Y quisiera, como dices, rescatar a Dag - tomó literalmente las palabras que Huracán había usado -. Y Zöe... Zöe quizás esté muerta. No lo sé. Pero no soy parte de la conspiración que sospechas. No te serviré de nada. Ni vivo ni muerto.
Había cierta acritud en sus palabras. Hablaba su orgullo herido; porque realmente no tenía nada que ganar al decir algo así, al dar a entender que era un hombre sin ninguna clase de valía. Cosa que ni siquiera era cierta; si Huracán quería llegar a Dag, Taliesin era una buena opción. Quizás para animarlo a decir algo, quizás simplemente siguiendo la conversación, Huracán siguió hablando.
Lo siguiente cambió el ritmo de la conversación. Taliesin se levantó subitamente e intentó avanzar hacia Huracán, quedando retenido por la mano esposada. ¡Irina! ¿Si seguía viva? ¿Acaso no debía asumir que sí? Entendió aquello imediatamente como una amenaza.
- ¡No le harías nada! - una pregunta y una afirmación.
Intentó alzar la mano esposada; de nuevo sin éxito. Pero aquello evidenció lo fuera de sí que se encontraba para olvidar, dos veces, que estaba atado. Su mente era un torbellino; perdía el control de sí con la mera posibilidad de que hicieran daño a su hija. La imagen que tenía de Huracán se rompía como un espejo distorsionado al pensar que aquello había sido una amenaza. Pero en una cosa acertó la cazadora, y es que aquello hizo que le necesidad de volver con su hija se apoderara fuertemente de Taliesin.
Hubo un segundo de calma y creyó entender, por la reacción de Huracán, que había malentendido sus intenciones al mencionar a Irina. Achicó los ojos, miró la llave sobre la mesa y, finalmente, la agarró y la mantuvo sujeta en mano, aún sin usarla.
- Información. Puedo incluso darte un acercamiento a algunos de los vampiros de Sacrestic. No quiero que hagas daño a Zöe, a Dag, ni... ni en cualquier caso a mi hija. Es una bruja; de los tuyos. Y es una niña. Podemos dejarla fuera de esto.
Aquella era una condición para hacer un trato. Todo lo demás estaba en venta, pero no la vida de su hija. Jugueteó con la llave en la mano, considerando aquella propuesta y la posibilidad de negociarla. Necesitaba terminar de calmarse antes de poder decidir algo en claro. Se volvió a sentar y le pegó un buen trago a la jarra que habian traído.
- No acabo de entenderte, Huracán. Tienes nobleza y orgullo. Pareces inteligente. Y sin embargo, tu profesión es el genocidio de una raza. En una ocasión me salvas, y en otra dejas claro que mi vida no tiene valía. Si acaso sientes un deje de piedad, sabes esconderlo. Entiendo que esta es tu forma de tratar a los vampiros, y quizás no tengas en cuenta que no todos somos iguales.
Después de que se mencionara a Irina, Taliesin había adoptado una mayor seriedad. No parecía asustado, sino que había una crispación en su gesto que delataba su enfado contenido. Pero en cualquier caso, había recuperado la frialdad y tenía sus objetivos claros.
- Una vida por una vida. Y porque estoy en clara desventaja, te ofrezco dos. Si no soy capaz de ayudarte a atrapar a dos vampiros de importancia, entonces uno de ellos será Dag. Si no soy capaz de darte ni eso, entonces me parecerá justo que este trato no sea válido. No puedo prometerte que me deje atrapar, pero creo que confías en tus habilidades. En ningún caso te ayudaré a hacer daño a Zöe, ni la usaré. ¿Qué me dices? - y abrió la palma de la mano que sostenía la llave, ofreciéndosela ahora él a Huracán. Si no había trato, podría quitársela.
Taliesin Skatha
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Re: Golpe de viento [Privado]
Era su turno para negociar. Aunque no tenía demasiado margen. Pero quizás pudiese hacer algunas concesiones. Me recosté sobre el respaldo y escuché todo lo que tenía que decir, dando sorbos a la bebida repetidamente. Replicando lo que consideraba que debía contestar.
El vampiro parecía haber malinterpretado mis intenciones para con la niña. ¡Qué ofensa! Me llevé una mano al pecho y me reí cuando insinuó que podría hacerle algo a su hija.
-No soy tan cobarde como para hacer daño a una niña. Eso se lo dejo a otros. – dije con segundas. - ¡Te van a ahorcar, chico! Y estás como si te fueran a condecorar. Tan sólo quería despertar tu intención de seguir vivo. ¿Me entiendes ahora? – Alcé una ceja divertida en forma de replica al hombre, recostándome ligeramente hacia delante. – En cuanto a Zöe… Eso depende de ella. De cómo esté dispuesta a colaborar. – Me detuve un segundo. Zöe trabajaba con mi madre. - No es trigo limpio. – Sobre Dag no me pronuncié. Tenía que ver qué hacíamos con él una vez supiéramos por qué todo el mundo lo idolatraba y lo trataba como un dios.
Taliesin trataba de apegar a mis cualidades humanas para explicar por qué le había hecho aquella oferta para escapar. Su actitud había cambiado. Ahora era más serio y distinta. En su actitud detectaba respeto, pero no miedo.
-Sé que no todos sois iguales. – Era algo que había aprendido con los años. De más joven era menos temperamental e impulsiva. Ahora aprendía a distinguir a los verdaderos aliados de los enemigos. – Pero… - No sabía muy bien cómo decirlo. Quizás me resultaba difícil mostrar empatía, o simplemente mostrar mis sentimientos. Tras una pausa, le miré a los ojos. De una manera más íntima y personal. - Cuando te vi en Lunargenta tratando de sacar a Dag, vi algo diferente en ti. Podría haberte matado sin oposición, pero sin embargo, fui a por Laluth. – declaré. - ¿Y sabes por qué? Porque tengo principios.
Su última propuesta fue cuando menos curiosa. Cazar dos vampiros de importancia y, a cambio, dejarle en paz sobre Dag. Sin embargo, cuando pronunció la palabra “genocidio”, algo en mí cambió. No me había gustado aquella palabra nada.
–Hablas de genocidios... – pregunté, ofendida. – Esa misma cuestión, se la planteé yo a mi predecesora maestra cazadora, quien también era mi madre adoptiva, Isabella Boisson. ¿Y sabes qué me dijo? – pregunté. No esperaba que supiera la respuesta. – Me dijo que cualquier especie viva es perecedera al paso del tiempo. El ciclo de la vida dicta que todo ser vivo nace, crece, se reproduce y finalmente muere. Desde un humano a un dragón, pasando por un mero insecto o una flor. – expliqué gesticulando con las manos. – Un vampiro no. Su nacimiento es forzado y antinatural. Y su existencia está únicamente limitada por una muerte provocada. Y, por otra parte, no podéis concebir, ni tenéis un depredador natural. Sois seres vivos porque respiráis y habláis, pero, ¿por qué más?– corté. – Vuestra mera existencia rompe el equilibrio de los ecosistemas naturales de la vida. No favorecéis el desarrollo sostenible. Por tanto, debéis ser eliminados. Yo estoy aquí para ser vuestro depredador natural. – Me señalé. – Siempre que cazo a un vampiro digo lo mismo, no lo toméis como algo personal. ¿Qué hace el hombre cuando una plaga de lobos amenaza el ganado? Lo reduce. – Quizás, después de toda la amplia explicación, lo había entendido. - En otras palabras, lo que tú llamas genocidio, yo lo llamo regulación de la cadena trófica. – concluí ladeando la cabeza hacia un lado con una sonrisa.
El discurso, por mi tono, había sonado, quizás, demasiado falta de empatía. Pero aquella sabiduría la había adquirido de mi madre. Y ahora venía el quid de la cuestión.
-¿Qué es lo que hace gente como Laluth? ¿Como Zar?, ¿Dag? – O, mismamente, como Mortagglia. - Aprovecharse de esa superioridad racial para satisfacer unas ansias inmensas de poder. – Coloqué entonces mis puños sobre la mesa. Con fuerza. Con seguridad. – Pero yo soy una cazadora con principios y, para tu fortuna, esas son mis prioridades. Si dices que me ayudarás a cazarlos, entonces eres bienvenido. – Tomé la llave que Taliesin me había tomado, y jugué con ella, pensativa. Creía que era un trato justo. Se la tiré entonces. - Guárdala y trata de huir. Tú eres la presa. Yo la cazadora. Escapa. Es lo que debes hacer y, como dices, no me resultará difícil encontrarte. – Me acerqué entonces a él, pero lejos de tomarle le sujeté por el cuello de la chaqueta y lo miré fíjamente a los ojos. Ahora sí, resultando amenazante. – Pero si me conduces a una trampa, estás muerto.
Poco después, apareció uno de los guardias borracho como una cuba, casi sin sostenerse en pie. Llegó hasta nuestra posición para preguntar cómo me encontraba y bostecé forzadamente. Haciéndome la medio dormida.
-¡Maechtra! ¡Maechtra! ¿Os aburre el chupachangre? – Pobre infeliz. Menuda vergüenza de guardia.
-Creo que puedo aguantar. – respondí, bostezando aún más fuerte.
-¡No podéich! ¡Och morích de chueño! ¡Hic! ¡Me llevo al vampiro! ¡Descancha! Je je. Cuidamoch de él. – le dio un coscorrón a Taliesin en la cabeza. Yo reí.
-Bien, ¿sois guardias, no? Confío en vosotros. No me decepcionéis. – comenté.
-Vale puech me lo llevo. Una pregunta, maechtra, ¿Podemoch darle una palicha? – preguntó.
Miré a Taliesin con picaresca. Está bien, no había que pegar a los vampiros buenos, pero un poco de acción nunca estaba de más.
-Claro. – reí, apoyé las manos en las mesa, miré a Taliesin y me levanté despacio, sin apartar la vista de Taliesin, para terminar girándome con sensualidad y dirigiéndome a mi habitación, escaleras arriba.
El vampiro parecía haber malinterpretado mis intenciones para con la niña. ¡Qué ofensa! Me llevé una mano al pecho y me reí cuando insinuó que podría hacerle algo a su hija.
-No soy tan cobarde como para hacer daño a una niña. Eso se lo dejo a otros. – dije con segundas. - ¡Te van a ahorcar, chico! Y estás como si te fueran a condecorar. Tan sólo quería despertar tu intención de seguir vivo. ¿Me entiendes ahora? – Alcé una ceja divertida en forma de replica al hombre, recostándome ligeramente hacia delante. – En cuanto a Zöe… Eso depende de ella. De cómo esté dispuesta a colaborar. – Me detuve un segundo. Zöe trabajaba con mi madre. - No es trigo limpio. – Sobre Dag no me pronuncié. Tenía que ver qué hacíamos con él una vez supiéramos por qué todo el mundo lo idolatraba y lo trataba como un dios.
Taliesin trataba de apegar a mis cualidades humanas para explicar por qué le había hecho aquella oferta para escapar. Su actitud había cambiado. Ahora era más serio y distinta. En su actitud detectaba respeto, pero no miedo.
-Sé que no todos sois iguales. – Era algo que había aprendido con los años. De más joven era menos temperamental e impulsiva. Ahora aprendía a distinguir a los verdaderos aliados de los enemigos. – Pero… - No sabía muy bien cómo decirlo. Quizás me resultaba difícil mostrar empatía, o simplemente mostrar mis sentimientos. Tras una pausa, le miré a los ojos. De una manera más íntima y personal. - Cuando te vi en Lunargenta tratando de sacar a Dag, vi algo diferente en ti. Podría haberte matado sin oposición, pero sin embargo, fui a por Laluth. – declaré. - ¿Y sabes por qué? Porque tengo principios.
Su última propuesta fue cuando menos curiosa. Cazar dos vampiros de importancia y, a cambio, dejarle en paz sobre Dag. Sin embargo, cuando pronunció la palabra “genocidio”, algo en mí cambió. No me había gustado aquella palabra nada.
–Hablas de genocidios... – pregunté, ofendida. – Esa misma cuestión, se la planteé yo a mi predecesora maestra cazadora, quien también era mi madre adoptiva, Isabella Boisson. ¿Y sabes qué me dijo? – pregunté. No esperaba que supiera la respuesta. – Me dijo que cualquier especie viva es perecedera al paso del tiempo. El ciclo de la vida dicta que todo ser vivo nace, crece, se reproduce y finalmente muere. Desde un humano a un dragón, pasando por un mero insecto o una flor. – expliqué gesticulando con las manos. – Un vampiro no. Su nacimiento es forzado y antinatural. Y su existencia está únicamente limitada por una muerte provocada. Y, por otra parte, no podéis concebir, ni tenéis un depredador natural. Sois seres vivos porque respiráis y habláis, pero, ¿por qué más?– corté. – Vuestra mera existencia rompe el equilibrio de los ecosistemas naturales de la vida. No favorecéis el desarrollo sostenible. Por tanto, debéis ser eliminados. Yo estoy aquí para ser vuestro depredador natural. – Me señalé. – Siempre que cazo a un vampiro digo lo mismo, no lo toméis como algo personal. ¿Qué hace el hombre cuando una plaga de lobos amenaza el ganado? Lo reduce. – Quizás, después de toda la amplia explicación, lo había entendido. - En otras palabras, lo que tú llamas genocidio, yo lo llamo regulación de la cadena trófica. – concluí ladeando la cabeza hacia un lado con una sonrisa.
El discurso, por mi tono, había sonado, quizás, demasiado falta de empatía. Pero aquella sabiduría la había adquirido de mi madre. Y ahora venía el quid de la cuestión.
-¿Qué es lo que hace gente como Laluth? ¿Como Zar?, ¿Dag? – O, mismamente, como Mortagglia. - Aprovecharse de esa superioridad racial para satisfacer unas ansias inmensas de poder. – Coloqué entonces mis puños sobre la mesa. Con fuerza. Con seguridad. – Pero yo soy una cazadora con principios y, para tu fortuna, esas son mis prioridades. Si dices que me ayudarás a cazarlos, entonces eres bienvenido. – Tomé la llave que Taliesin me había tomado, y jugué con ella, pensativa. Creía que era un trato justo. Se la tiré entonces. - Guárdala y trata de huir. Tú eres la presa. Yo la cazadora. Escapa. Es lo que debes hacer y, como dices, no me resultará difícil encontrarte. – Me acerqué entonces a él, pero lejos de tomarle le sujeté por el cuello de la chaqueta y lo miré fíjamente a los ojos. Ahora sí, resultando amenazante. – Pero si me conduces a una trampa, estás muerto.
Poco después, apareció uno de los guardias borracho como una cuba, casi sin sostenerse en pie. Llegó hasta nuestra posición para preguntar cómo me encontraba y bostecé forzadamente. Haciéndome la medio dormida.
-¡Maechtra! ¡Maechtra! ¿Os aburre el chupachangre? – Pobre infeliz. Menuda vergüenza de guardia.
-Creo que puedo aguantar. – respondí, bostezando aún más fuerte.
-¡No podéich! ¡Och morích de chueño! ¡Hic! ¡Me llevo al vampiro! ¡Descancha! Je je. Cuidamoch de él. – le dio un coscorrón a Taliesin en la cabeza. Yo reí.
-Bien, ¿sois guardias, no? Confío en vosotros. No me decepcionéis. – comenté.
-Vale puech me lo llevo. Una pregunta, maechtra, ¿Podemoch darle una palicha? – preguntó.
Miré a Taliesin con picaresca. Está bien, no había que pegar a los vampiros buenos, pero un poco de acción nunca estaba de más.
-Claro. – reí, apoyé las manos en las mesa, miré a Taliesin y me levanté despacio, sin apartar la vista de Taliesin, para terminar girándome con sensualidad y dirigiéndome a mi habitación, escaleras arriba.
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Re: Golpe de viento [Privado]
"¡Te van a ahorcar, chico!". La levedad de aquella afirmación fue como una bofetada en la cara. Era cierto que no era del todo consciente de lo que le esperaba: no conseguía creer en ello porque es difícil creer en la muerto de uno mismo, y no había tenido ocasión aún de congraciarse con aquella idea. Pero aquella exclamación provocó una imagen en su mente: la de su propio cuerpo colgando en el cadalso.
En silencio, dolido y ofendido, escuchó toda aquella explicación. La frialdad con la que Huracán exponía y creía sus ideas le helaba la sangre al mismo tiempo que encendía su indignación. Había habido un momento de humanidad en la mirada de la cazadora, cuando habló de por qué no había atacado a Taliesin en Lunargenta; pero los sentimientos encontrados y las esperanzas que habían surgido en ese momento de ambigüedad se vieron facilmente apartados.
- Pensarlo así lo hace verdaderamente fácil, ¿verdad? Pero hubo un motivo por el que tuviste que preguntárselo a tu antecesora.
"Hablar y respirar". Eso era todo lo que hacía el, de cara a Huracán. Habría continuado la conversación, habría combatido sus ideas y aportado otro punto de vista, pero sabía que de hacer aquello se arriesgaba a ofenderla más y que cambiara de opinión. Aquella, si es que valía la pena tenerla, era una discusión para otra ocasión. Y es que Taliesin había visto demasiado mundo como para pensar que la gente puede cambiar.
Atrapó la llave en el aire cuando se la lanzó. "No quiere tocarme" dedujo. Cosa que pensó con aún mas fuerza cuando la cazadora se acercó a él para agarrarlo del cuello de la camisa. ¿Le daría asco? ¿Sería demasiado pura como para tocar a alguien como él? ¿Y debía preocuparse de que ella pudiera matarlo, sabido de que de todas formas lo iban a ahorcar? La forma cortante en que Huracán se lo había recordado había sido mucho más intimidante que aquella nueva amenaza. Taliesin le mantuvo la mirada, sin moverse, en la que la cazadora podría ver dolor y decepción. En los ojos de Huracán, Taliesin intentó volver a ver aquella empatía que había adivinado antes, pero no reconoció más que un brillo de locura.
Y finalmente, tras una nueva risa desprovista de humanidad, salió de escena. "Menuda hija de puta" pensó Taliesin al verla subir las escaleras con evidente sensualidad. ¿Era recochineo, exhibición de poder, o una provocación? Ella podía permitirse aquel juego. Él, por contra, no.
"Hablaremos en el futuro" pensó. Si no lo encontraba ella, él se encargaría de volver a dar con ella. Tarde o temprano. Pero ahora... Sintió la llave en su mano. Aquella era la oportunidad que la mujer le había dado, por la razón que fuera. No podía desperdiciarla.
- ¡Hay permisho de la jefa! - Se reía el guardia borracho - ¡Echtamoch de shuerte, eeeh!
Palmeó el hombro de Taliesin como si aquella afirmación lo incluyera. Pero el vampiro no lo notó. El tiempo fluía de otra manera para él ahora; le latía el corazón muy rápido. Tenía que asegurarse de utilizar aquella oportunidad y salir de allí en cuanto antes. Si le daban aquella paliza que llevaban tanto tiempo prometiendo, posiblemente ya no pudiera huir.
- Tu jefa me ha dejado esposado aquí. Dudo que os dejen darme una paliza dentro de la taberna.
El guardia miró hacia él. Entrecerró los ojos como si intentara enfocar a lo que Taliesin le decía. No convencido, hizo que se levantara y tiró de su mano para comprobar que sí estaba esposado.
- Vamoch a tener que contarte la mano - dijo, como pensando en voz alta, y después se rió de su propia ocurrencia. Taliesin se mantuvo en silencio. El hombre, en todo caso, no llevaba su espada con él -. Eshpera. No te vayash a ningún lado. JAJAJAJA - y al reírse, sin ningún motivo aparente, le pegó un puñetazo en la cara que hizo que volviera a caerse en el asiento -. Porque no puedesh. JAJAJA.
Taliesin se llevó la mano a los labios. Sangre. Pero no podía permitirse vacilar; aquella era la mejor oportunidad que iba a tener. Si estaban todos igual de borrachos, no podrían perseguirlo eficazmente, y él tenía ventaja en las sombras. Le temblaban las manos y le costó acertar a abrir las esposas con la llave; cuando lo consiguió se sintió increíblemente libre. Sin un segundo que perder, se puso en pie, guardó las esposas para no dejar rastro, y corrió hacia la cocina de la taberna. Por allí habría una salida de servicio.
En silencio, dolido y ofendido, escuchó toda aquella explicación. La frialdad con la que Huracán exponía y creía sus ideas le helaba la sangre al mismo tiempo que encendía su indignación. Había habido un momento de humanidad en la mirada de la cazadora, cuando habló de por qué no había atacado a Taliesin en Lunargenta; pero los sentimientos encontrados y las esperanzas que habían surgido en ese momento de ambigüedad se vieron facilmente apartados.
- Pensarlo así lo hace verdaderamente fácil, ¿verdad? Pero hubo un motivo por el que tuviste que preguntárselo a tu antecesora.
"Hablar y respirar". Eso era todo lo que hacía el, de cara a Huracán. Habría continuado la conversación, habría combatido sus ideas y aportado otro punto de vista, pero sabía que de hacer aquello se arriesgaba a ofenderla más y que cambiara de opinión. Aquella, si es que valía la pena tenerla, era una discusión para otra ocasión. Y es que Taliesin había visto demasiado mundo como para pensar que la gente puede cambiar.
Atrapó la llave en el aire cuando se la lanzó. "No quiere tocarme" dedujo. Cosa que pensó con aún mas fuerza cuando la cazadora se acercó a él para agarrarlo del cuello de la camisa. ¿Le daría asco? ¿Sería demasiado pura como para tocar a alguien como él? ¿Y debía preocuparse de que ella pudiera matarlo, sabido de que de todas formas lo iban a ahorcar? La forma cortante en que Huracán se lo había recordado había sido mucho más intimidante que aquella nueva amenaza. Taliesin le mantuvo la mirada, sin moverse, en la que la cazadora podría ver dolor y decepción. En los ojos de Huracán, Taliesin intentó volver a ver aquella empatía que había adivinado antes, pero no reconoció más que un brillo de locura.
Y finalmente, tras una nueva risa desprovista de humanidad, salió de escena. "Menuda hija de puta" pensó Taliesin al verla subir las escaleras con evidente sensualidad. ¿Era recochineo, exhibición de poder, o una provocación? Ella podía permitirse aquel juego. Él, por contra, no.
"Hablaremos en el futuro" pensó. Si no lo encontraba ella, él se encargaría de volver a dar con ella. Tarde o temprano. Pero ahora... Sintió la llave en su mano. Aquella era la oportunidad que la mujer le había dado, por la razón que fuera. No podía desperdiciarla.
- ¡Hay permisho de la jefa! - Se reía el guardia borracho - ¡Echtamoch de shuerte, eeeh!
Palmeó el hombro de Taliesin como si aquella afirmación lo incluyera. Pero el vampiro no lo notó. El tiempo fluía de otra manera para él ahora; le latía el corazón muy rápido. Tenía que asegurarse de utilizar aquella oportunidad y salir de allí en cuanto antes. Si le daban aquella paliza que llevaban tanto tiempo prometiendo, posiblemente ya no pudiera huir.
- Tu jefa me ha dejado esposado aquí. Dudo que os dejen darme una paliza dentro de la taberna.
El guardia miró hacia él. Entrecerró los ojos como si intentara enfocar a lo que Taliesin le decía. No convencido, hizo que se levantara y tiró de su mano para comprobar que sí estaba esposado.
- Vamoch a tener que contarte la mano - dijo, como pensando en voz alta, y después se rió de su propia ocurrencia. Taliesin se mantuvo en silencio. El hombre, en todo caso, no llevaba su espada con él -. Eshpera. No te vayash a ningún lado. JAJAJAJA - y al reírse, sin ningún motivo aparente, le pegó un puñetazo en la cara que hizo que volviera a caerse en el asiento -. Porque no puedesh. JAJAJA.
Taliesin se llevó la mano a los labios. Sangre. Pero no podía permitirse vacilar; aquella era la mejor oportunidad que iba a tener. Si estaban todos igual de borrachos, no podrían perseguirlo eficazmente, y él tenía ventaja en las sombras. Le temblaban las manos y le costó acertar a abrir las esposas con la llave; cuando lo consiguió se sintió increíblemente libre. Sin un segundo que perder, se puso en pie, guardó las esposas para no dejar rastro, y corrió hacia la cocina de la taberna. Por allí habría una salida de servicio.
Taliesin Skatha
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Re: Golpe de viento [Privado]
Subí al primer piso con un ritmo tranquilo. Respirando relajada esperando cuanto iba a tardar Taliesin en escapar. Se escuchaban voces en la taberna. Aquellos guardias borrachos parecían estar dando el cante, aunque no oía más que sus carcajadas. Agarré el pomo de la puerta para abrirla e introduje la llave. Entonces, sentí el fuerte impacto de alguien siendo golpeado brutalmente y sucesivas risas. – Auch. – Exasperé con indiferencia, muy bajito, mientras giraba la llave. Eso ha tenido que doler. Abrí la puerta y accedí al interior.
Miré el lavabo. Tenía ganas de lavarme un poco. Para alguien de clase alta, el estar limpio era siempre algo vital. Y yo, por mi profesión, tendía a embarrarme demasiado. Sin ni siquiera despojarme de mis armas, más que de la ballesta pesada y el carcaj, me tumbé en la cama, al menos podría descansar unos minutos.
Estiré mis brazos y piernas y traté de relajarme. Al pegar el oído al colchón, podía escuchar parte del espectáculo que se tenían montado abajo. Podría haber evitado todo aquello, simplemente no siendo partícipe de aquella actuación circense. Pero lo cierto es que Taliesin no merecía ser ahorcado, y aquellos guardias cuanto menos merecían una sanción por su comportamiento.
Entonces escuché gritos. Era hora de trabajar. Tomé mi equipamiento de nuevo y salí tranquila, podía dar al vampiro algo de ventaja. Me cogí del pasamanos, los cuatro guardias, borrachos como cubas, se echaban las culpas inexplicablemente unos a otros, mientras trataban de correr torpes hacia las diferentes salidas de la taberna y tratar de detener al vampiro.
-¿Qué ha pasado? – pregunté sin vacilar a Stewart, bajando mientras volvía a recoger mi pelo. Éste permanecía agarrado a un taburete, borracho perdido.
-¡Maeshtra! ¡Ha eshcapado! – exclamó el malogrado jefecillo de la cuadrilla. Los demás intentaban salir por la puerta de fuera.
-¿Por dónde ha ido? – apremié. Esperaba que, al menos, estuviese lo suficientemente cuerdo como para saber decirme la dirección.
Stewart, que no podía ni con sus calzoncillos, señaló en dirección a la cocina. Los guardias trataban de salir por la puerta normal, para tratar de detenerlo. Yo corrí hacia la cocina. Era momento de hacer lo que mejor se me daba.
Cazar vampiros.
Pude ver a Taliesin al final de la misma, con las cocineras muy asustadas, haciéndose a un lado y chillando al paso del vampiro. Salté por encima de las encimeras, derribando cacerolas, potas y otros utensilios de cocina a mi paso. Tullido no me serviría de nada. Por tanto, dispararle no era una opción.
Taliesin salió por la puerta trasera, no demasiado lejos, había una arboleda. Era la ruta de escape más lógica. Los vampiros físicamente eran más fuertes y rápidos, aunque confiaba en mis habilidades impulsadas por el viento, no tenía intención de llevarme una desagradable sorpresa. No dudaría en darme esquinazo si podía. Y dado que los guardias ya no estaban a la vista, era hora.
Corrí en su dirección y conjuré el viento. Comencé a desvanecerme en una intensa estela de humo. Sentía como mi peso disminuía y el viento me impulsaba. Lo que me daba mayor velocidad. En forma de velocísima estela de humo negra, giraba en círculos en torno a Taliesin, esquivando árboles u otros posibles obstáculos. Cada vez más cerca suya. Al llegar, traté de cubrirlo con el humo, que en realidad era una fuerte corriente de viento que, de cogerlo, lo derribaría. Volví a materializarme en forma humana justo delante de él.
-Hasta aquí mi cortesía, Skatha. – exclamé, sentada en una piedra. Era una clara advertencia. Si intentaba hacer algo que se saliera de lo acordado, entonces no terminaría bien parado. – Bien, ¿ahora, qué? ¿Cómo piensas cumplir tu parte?
Aguardé su respuesta y miré un poco alrededor. Los guardias nos habrían perdido completamente la pista.
*Off: Uso de habilidad de nivel 4: Tinte de los Boisson
Miré el lavabo. Tenía ganas de lavarme un poco. Para alguien de clase alta, el estar limpio era siempre algo vital. Y yo, por mi profesión, tendía a embarrarme demasiado. Sin ni siquiera despojarme de mis armas, más que de la ballesta pesada y el carcaj, me tumbé en la cama, al menos podría descansar unos minutos.
Estiré mis brazos y piernas y traté de relajarme. Al pegar el oído al colchón, podía escuchar parte del espectáculo que se tenían montado abajo. Podría haber evitado todo aquello, simplemente no siendo partícipe de aquella actuación circense. Pero lo cierto es que Taliesin no merecía ser ahorcado, y aquellos guardias cuanto menos merecían una sanción por su comportamiento.
Entonces escuché gritos. Era hora de trabajar. Tomé mi equipamiento de nuevo y salí tranquila, podía dar al vampiro algo de ventaja. Me cogí del pasamanos, los cuatro guardias, borrachos como cubas, se echaban las culpas inexplicablemente unos a otros, mientras trataban de correr torpes hacia las diferentes salidas de la taberna y tratar de detener al vampiro.
-¿Qué ha pasado? – pregunté sin vacilar a Stewart, bajando mientras volvía a recoger mi pelo. Éste permanecía agarrado a un taburete, borracho perdido.
-¡Maeshtra! ¡Ha eshcapado! – exclamó el malogrado jefecillo de la cuadrilla. Los demás intentaban salir por la puerta de fuera.
-¿Por dónde ha ido? – apremié. Esperaba que, al menos, estuviese lo suficientemente cuerdo como para saber decirme la dirección.
Stewart, que no podía ni con sus calzoncillos, señaló en dirección a la cocina. Los guardias trataban de salir por la puerta normal, para tratar de detenerlo. Yo corrí hacia la cocina. Era momento de hacer lo que mejor se me daba.
Cazar vampiros.
Pude ver a Taliesin al final de la misma, con las cocineras muy asustadas, haciéndose a un lado y chillando al paso del vampiro. Salté por encima de las encimeras, derribando cacerolas, potas y otros utensilios de cocina a mi paso. Tullido no me serviría de nada. Por tanto, dispararle no era una opción.
Taliesin salió por la puerta trasera, no demasiado lejos, había una arboleda. Era la ruta de escape más lógica. Los vampiros físicamente eran más fuertes y rápidos, aunque confiaba en mis habilidades impulsadas por el viento, no tenía intención de llevarme una desagradable sorpresa. No dudaría en darme esquinazo si podía. Y dado que los guardias ya no estaban a la vista, era hora.
Corrí en su dirección y conjuré el viento. Comencé a desvanecerme en una intensa estela de humo. Sentía como mi peso disminuía y el viento me impulsaba. Lo que me daba mayor velocidad. En forma de velocísima estela de humo negra, giraba en círculos en torno a Taliesin, esquivando árboles u otros posibles obstáculos. Cada vez más cerca suya. Al llegar, traté de cubrirlo con el humo, que en realidad era una fuerte corriente de viento que, de cogerlo, lo derribaría. Volví a materializarme en forma humana justo delante de él.
-Hasta aquí mi cortesía, Skatha. – exclamé, sentada en una piedra. Era una clara advertencia. Si intentaba hacer algo que se saliera de lo acordado, entonces no terminaría bien parado. – Bien, ¿ahora, qué? ¿Cómo piensas cumplir tu parte?
Aguardé su respuesta y miré un poco alrededor. Los guardias nos habrían perdido completamente la pista.
*Off: Uso de habilidad de nivel 4: Tinte de los Boisson
Anastasia Boisson
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Re: Golpe de viento [Privado]
Alguien dio la voz de alarma al poco de que Taliesin cruzara la puerta. Habían visto el intercambio entre Taliesin y el guardia, y había quedado demasiado claro que era un preso. Y aunque esto él no lo supiera, no cambiaba en nada las prisas con las que entró en la cocina. Varias personas se giraron para amonestarlo por entrar sin ser parte del servicio, pero la seriedad de su rostro y lo apremiante de su paso les dieron a entender que se trataba de un asunto de vida o muerte.
A pesar de todo, una mujer intentó detenerlo agarrándolo del brazo. La reacción de Taliesin fue instintiva: le mostró sus colmillos y cambió su aspecto con su presencia vampírica. La perplejidad de los que le vieron se tornó en griterío, y todos se apartaron de él como si fuera a devorarlos.
En aquel momento Huracán asomó por la entrada a la cocina. ¡Tan rápido! El vampiro decidió no comprobar si le dispararía una flecha. Salió corriendo y atravesó la puerta trasera, directo a las afueras de Vulwulfar. Su primera reacción fue internarse hacia la ciudad; pero el amasijo de calles del corazón de la urbe estaba demasiado lejos, y se arriesgaría a ser acorralado facilmente cuando llegara el día. En su lugar, identificó una árboleda e inició una carrera frenética hacia allí. Le pitaban los oídos, pero tenía más energía que nunca en su vida, y la usaría toda hasta caer.
Una humareda pronto comenzó a rodearlo, cerniéndose sobre él como lo haría un ave carroñera. Intentando ignorarlo, Taliesin llegó a la árboleda y siguió corriendo entre los árboles. Parecía estar perdiendo a los guardias, pero el humo cada vez se encontraba más cerca hasta que, finalmente, embistió contra él. El vampiro sintió cómo una potente corriente de viento lo impulsaba, derribándolo a la hojaresca donde rodó varias veces hasta detenerse contra un árbol.
Con dificultad, se sentó en el suelo. Ahora sí que se sentía derrotado.
Mientras él luchaba por recuperar el aliento, Huracán se manifestó frente a él, sentada tranquilamente sobre una piedra. Recochineo. Recochineo innecesario. Quería humillarlo, ¿verdad?
- Tu cortesía es arrolladora - comentó, sardónico, con la respiración aún pesada -. Pensé que al menos te echarías una siesta. Sin duda te gusta cobrarte las deudas pronto. ¿Sabes que cazarme pierde un poco de mérito si no me das algo de ventaja?
El no estar preso hacía que hubiera recuperado un poco de irreverencia, aunque la presencia de Huracán le dejaba muy claro que, si bien estaba libre, nada impedía que aquellos fueran sus últimos minutos de vida.
- Creo que deberías saber que esta es una inversión a largo plazo. Para cumplir mi parte del trato, necesito estar posicionado en los círculos de Sacrestic. Por suerte para ambos, conozco a Dag, y Dag ahora es el nuevo dios. Así que no debería ser tan difícil.
Evitó mencionar que Dag le odiaba por razones ilógicas. Aquello sería algo con lo que tendría que tratar por su cuenta.
- Identificaré a los dos vampiros más peligrosos según tus estándares, y te los serviré en bandeja de plata. Podremos acordar los detalles más adelanta. ¿Te parece razonable, cazadora? ¿O tienes alguna otra...?
Dijo esto mientras se ponía en pie, y al hacer aquel movimiento sintió sangre caliente que goteaba por su rostro. La sensación lo distrajo y se interrumpió. Con el dorso de la mano, intentó limpiar la sangre que salía de su labio abierto. Debía tener un aspecto horrible, y no quería empeorarlo manchándose la camisa de sangre; si iba a sobrevivir como prófugo sin llamar la atención, debía aparentar normalidad. Buscó en un bolsillo de la camisa y sacó un pañuelo de tela, con el que se limpió la cara y las manos, y después lo mantuvo apretado contra el labio. Y por mucho que lo hiciera por lógica y previsión, sintió que aquel gesto prólijo era en realidad absurdo, vacío, pura fachada, y se encontraba completamente fuera de lugar.
A pesar de todo, una mujer intentó detenerlo agarrándolo del brazo. La reacción de Taliesin fue instintiva: le mostró sus colmillos y cambió su aspecto con su presencia vampírica. La perplejidad de los que le vieron se tornó en griterío, y todos se apartaron de él como si fuera a devorarlos.
En aquel momento Huracán asomó por la entrada a la cocina. ¡Tan rápido! El vampiro decidió no comprobar si le dispararía una flecha. Salió corriendo y atravesó la puerta trasera, directo a las afueras de Vulwulfar. Su primera reacción fue internarse hacia la ciudad; pero el amasijo de calles del corazón de la urbe estaba demasiado lejos, y se arriesgaría a ser acorralado facilmente cuando llegara el día. En su lugar, identificó una árboleda e inició una carrera frenética hacia allí. Le pitaban los oídos, pero tenía más energía que nunca en su vida, y la usaría toda hasta caer.
Una humareda pronto comenzó a rodearlo, cerniéndose sobre él como lo haría un ave carroñera. Intentando ignorarlo, Taliesin llegó a la árboleda y siguió corriendo entre los árboles. Parecía estar perdiendo a los guardias, pero el humo cada vez se encontraba más cerca hasta que, finalmente, embistió contra él. El vampiro sintió cómo una potente corriente de viento lo impulsaba, derribándolo a la hojaresca donde rodó varias veces hasta detenerse contra un árbol.
Con dificultad, se sentó en el suelo. Ahora sí que se sentía derrotado.
Mientras él luchaba por recuperar el aliento, Huracán se manifestó frente a él, sentada tranquilamente sobre una piedra. Recochineo. Recochineo innecesario. Quería humillarlo, ¿verdad?
- Tu cortesía es arrolladora - comentó, sardónico, con la respiración aún pesada -. Pensé que al menos te echarías una siesta. Sin duda te gusta cobrarte las deudas pronto. ¿Sabes que cazarme pierde un poco de mérito si no me das algo de ventaja?
El no estar preso hacía que hubiera recuperado un poco de irreverencia, aunque la presencia de Huracán le dejaba muy claro que, si bien estaba libre, nada impedía que aquellos fueran sus últimos minutos de vida.
- Creo que deberías saber que esta es una inversión a largo plazo. Para cumplir mi parte del trato, necesito estar posicionado en los círculos de Sacrestic. Por suerte para ambos, conozco a Dag, y Dag ahora es el nuevo dios. Así que no debería ser tan difícil.
Evitó mencionar que Dag le odiaba por razones ilógicas. Aquello sería algo con lo que tendría que tratar por su cuenta.
- Identificaré a los dos vampiros más peligrosos según tus estándares, y te los serviré en bandeja de plata. Podremos acordar los detalles más adelanta. ¿Te parece razonable, cazadora? ¿O tienes alguna otra...?
Dijo esto mientras se ponía en pie, y al hacer aquel movimiento sintió sangre caliente que goteaba por su rostro. La sensación lo distrajo y se interrumpió. Con el dorso de la mano, intentó limpiar la sangre que salía de su labio abierto. Debía tener un aspecto horrible, y no quería empeorarlo manchándose la camisa de sangre; si iba a sobrevivir como prófugo sin llamar la atención, debía aparentar normalidad. Buscó en un bolsillo de la camisa y sacó un pañuelo de tela, con el que se limpió la cara y las manos, y después lo mantuvo apretado contra el labio. Y por mucho que lo hiciera por lógica y previsión, sintió que aquel gesto prólijo era en realidad absurdo, vacío, pura fachada, y se encontraba completamente fuera de lugar.
Taliesin Skatha
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Re: Golpe de viento [Privado]
Observé como el chupasangres se levantaba. ¿Se habría hecho daño? Esperaba de corazón que no. No era divertido ver a un vampiro herido. Aquello sí que le quitaría la poca emoción que pudiera tener darle caza en caso de que pretendiera escapar.
No dije nada y le permití hablar. Su primer comentario sobre la cortesía me hizo sonreír. ¿Una siesta? ¡Hasta parecía tener humor! ¿Así que la rapidez restaba mérito a la caza? Al contrario. Un cazavampiros torpe tardaría horas en dar con su presa, eso si conseguía capturarla. Yo, gracias a mis habilidades de viento, podía hacerlo bien rápido. - ¿Cazarte? – reí, levantándome de la piedra. – No. No estaba intentando cazarte... – De lo contrario, Skatha ya estaría muerto. Presumiblemente con una flecha en la espalda.
Sin embargo, lo siguiente que mencionó sobre la inversión a largo plazo sí que no me resultó nada gracioso. Y mi cruce de brazos y mi semblante torcido rápidamente le permitiría saber que no me había gustado nada. No iba a dejarle marchar de ninguna manera si no me daba algo que me asegurara que no iba a perder “mi inversión”, como él mismo decía.
-¿Y quién me asegura a mí que voy a volver a saber de ti? ¿O lo que es peor, que no te vas a unir a los hijos de Habak? – Pregunté enfurecida. – Ya puedes darme algo importante que me de garantías de que cumplirás tu parte o, de lo contrario, te vuelves con Stewart y sus amigos a la jaula. – Sentencié, dando un par de pasos hacia atrás, con el ceño fruncido. – Eres tú el que va a acabar colgado y el que me tiene que convencer de que no me he equivocado, no yo a ti. Así que tú verás.
Y me di la vuelta también de brazos cruzados y puse ojos ofendidos, perdiendo mi vista entre los arbustos. Si por algo me caracterizaba, era por no ser una mujer paciente. Así que esperaba que me diera una solución. Y que me la diera rápido.
De todos modos, Taliesin me había recordado que Dag Thorlák era ahora considerado un dios. Ante tal condición, aproximarse a él iba no iba a resultar sencillo. Y es que tendría una gran banda de feligreses detrás. Lo que sí que me resultaba cuanto menos curioso era qué veían en aquel vampiro los hijos de Habak para considerarlo una deidad. ¿Qué aptitudes tenía? Ya que, aunque carismático, sus habilidades combativas dejaban bastante que desear.
Vladimir el Inmortal y Lady Mortagglia eran grandes líderes. ¿Qué era Dag? Bueno, había llegado a mí la historia de que había acabado con la centinela Amaterasu. Quizás aquello tuviera algo que ver.
De pronto, algo me pareció que se desplazaba entre los arbustos. ¿Era un animal? No. Un animal ya habría huido al aproximarnos a su zona de hábitat. Sentí unos ojos sobre mí, aunque era incapaz de verlo. Lo que fuera que nos persiguiera no se guiaba por instinto, sino por inteligencia.
-Skatha, ponte en guardia. – advertí desenfundando las ballestas. Aunque, a saber si había vampiros o si estos eran sus aliados. Quizás vinieran a ayudarle. ¿O si en verdad me había conducido a una trampa intencionadamente? Muchas posibles respuestas a las que pronto saldría de dudas.
*Off: No tengo nada pensado, pero igual va siendo hora de que nos den una sorpresa los vampis de Sigel. Los dejo a tu gusto ya que vienen a por ti y si quieres metarolearme un poquito para hacer la entrada más emocionante también puedes ^^
No dije nada y le permití hablar. Su primer comentario sobre la cortesía me hizo sonreír. ¿Una siesta? ¡Hasta parecía tener humor! ¿Así que la rapidez restaba mérito a la caza? Al contrario. Un cazavampiros torpe tardaría horas en dar con su presa, eso si conseguía capturarla. Yo, gracias a mis habilidades de viento, podía hacerlo bien rápido. - ¿Cazarte? – reí, levantándome de la piedra. – No. No estaba intentando cazarte... – De lo contrario, Skatha ya estaría muerto. Presumiblemente con una flecha en la espalda.
Sin embargo, lo siguiente que mencionó sobre la inversión a largo plazo sí que no me resultó nada gracioso. Y mi cruce de brazos y mi semblante torcido rápidamente le permitiría saber que no me había gustado nada. No iba a dejarle marchar de ninguna manera si no me daba algo que me asegurara que no iba a perder “mi inversión”, como él mismo decía.
-¿Y quién me asegura a mí que voy a volver a saber de ti? ¿O lo que es peor, que no te vas a unir a los hijos de Habak? – Pregunté enfurecida. – Ya puedes darme algo importante que me de garantías de que cumplirás tu parte o, de lo contrario, te vuelves con Stewart y sus amigos a la jaula. – Sentencié, dando un par de pasos hacia atrás, con el ceño fruncido. – Eres tú el que va a acabar colgado y el que me tiene que convencer de que no me he equivocado, no yo a ti. Así que tú verás.
Y me di la vuelta también de brazos cruzados y puse ojos ofendidos, perdiendo mi vista entre los arbustos. Si por algo me caracterizaba, era por no ser una mujer paciente. Así que esperaba que me diera una solución. Y que me la diera rápido.
De todos modos, Taliesin me había recordado que Dag Thorlák era ahora considerado un dios. Ante tal condición, aproximarse a él iba no iba a resultar sencillo. Y es que tendría una gran banda de feligreses detrás. Lo que sí que me resultaba cuanto menos curioso era qué veían en aquel vampiro los hijos de Habak para considerarlo una deidad. ¿Qué aptitudes tenía? Ya que, aunque carismático, sus habilidades combativas dejaban bastante que desear.
Vladimir el Inmortal y Lady Mortagglia eran grandes líderes. ¿Qué era Dag? Bueno, había llegado a mí la historia de que había acabado con la centinela Amaterasu. Quizás aquello tuviera algo que ver.
De pronto, algo me pareció que se desplazaba entre los arbustos. ¿Era un animal? No. Un animal ya habría huido al aproximarnos a su zona de hábitat. Sentí unos ojos sobre mí, aunque era incapaz de verlo. Lo que fuera que nos persiguiera no se guiaba por instinto, sino por inteligencia.
-Skatha, ponte en guardia. – advertí desenfundando las ballestas. Aunque, a saber si había vampiros o si estos eran sus aliados. Quizás vinieran a ayudarle. ¿O si en verdad me había conducido a una trampa intencionadamente? Muchas posibles respuestas a las que pronto saldría de dudas.
*Off: No tengo nada pensado, pero igual va siendo hora de que nos den una sorpresa los vampis de Sigel. Los dejo a tu gusto ya que vienen a por ti y si quieres metarolearme un poquito para hacer la entrada más emocionante también puedes ^^
Anastasia Boisson
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Re: Golpe de viento [Privado]
Inspiró despacio, como si al coger aire también estuviera inhalando paciencia.
- Estoy a tus pies, Huracán - dijo, despacio, e inclinando la cabeza para apacigüarla mientras la miraba -. Si tienes otras órdenes, por favor házmelo saber. Con tan poco tiempo, esto es lo único que se me ocurre a mí. Si quieres que vayamos ahora mismo a Sacrestic y pida audiencia con Laluth en un lugar en el que nadie más vaya a entrometerse... Lo haré, pero no creo que salga bien.
Empezaba a pensar que él era un imán para locos. Pero era, también, el que más tenía que perder en todo aquello, como Huracán no se cansaba de recordarle. "Ojalá las tornas estuvieran cambiadas", pensó, preguntándose cómo habría tratado él a la cazadora; cómo la trataría en el futuro si se daba tal situación.
- En cuanto a dejarme ir, creí que no tenías dudas en que serías capaz de rastrearme y matarme si no cumplo mi parte de...
Huracán lo interrumpió al ordenarle que se pusiera en guardia. Taliesin frunció el ceño y miró a su alrededor. Si podía hacer una cosa mejor que la bruja, ésta era ver en la oscuridad. A través de los arbustos vio una figura deslizarse de una manera familiar, desplazándose siguiendo las sombras como lo haría cualquier vampiro aprovechando sus habilidades. Sin moverse demasiado, desplazó la mirada e identificó a varias más.
¿Amigos? ¿Enemigos? Enemigos para la cazadora, en todo caso.
Su mente calculó mil posibilidades a gran velocidad. ¿Aprovechar para huir? ¿Cumplir su trato con Huracán? ¿Aliarse con quien estuviera allí, si es que era posible, para matarla? Las barajó todas, teniendo en cuenta la efectividad y las probabilidades, y no el honor o la decencia; de la misma manera que él no sentía que lo hubieran tratado con humanidad.
Huracán estaba advertida y los vampiros debían haberlo notado, pero aún así varios se escondían entre las sombras como si planearan emboscarla. Uno solo salió de las sombras, dejándolas atrás como si se tratara de un manto oscuro que lo cubría hasta entonces. Taliesin lo reconoció: era aquél que se había interpuesto cuando Skatha había intentado llevarse a Dag. Zar. Dio un paso hacia Huracán y Taliesin, como si no tuviera miedo de lo que la cazadora pudiera intentar. Tal era su soberbia, por la que se lo conocía entre los vampiros.
- Una escena típica de caza - comentó con sorna -. Bucólico. El cazador acorralando al ciervo. Lamento haberla interrumpido - sonrió, dando a entender que no lo lamentaba en absoluto -. El cazador, o la cazadora, que realmente no es tal, sino presa. Anastasia Boisson, has asesinado a sangre fría a demasiados de mis hermanos y hermanas, y debes pagar por ello. Estás rodeada. ¿Por qué no entregarte, y quizás así te demos una muerte más limpia?
Una nueva sonrisa dio a entender que aquello era una broma. Que bien sabía que ella no se entregaría, y de todas formas no merecía una muerte fácil.
- Y Taliesin Skatha. Habaknuk y Laluth no desean que mueras. Y en cuanto a mí... No deseo volver a ver a ningún vampiro encarcelado. Hemos venido a liberarte, aunque... ya estás libre. Puedes quedarte a mirar, si quieres.
Al instante desenvainó su espada. Sabía que Huracán no tardaría en pasar a la acción, y si bien confiaba en la supremacía de los vampiros, no le daría una sola oportunidad.
- Da por sentado que no tenemos prisa. Si no acabamos antes de que salga el sol, cargaremos tu cuerpo. Vengaremos a los nuestros, y será lento.
- Estoy a tus pies, Huracán - dijo, despacio, e inclinando la cabeza para apacigüarla mientras la miraba -. Si tienes otras órdenes, por favor házmelo saber. Con tan poco tiempo, esto es lo único que se me ocurre a mí. Si quieres que vayamos ahora mismo a Sacrestic y pida audiencia con Laluth en un lugar en el que nadie más vaya a entrometerse... Lo haré, pero no creo que salga bien.
Empezaba a pensar que él era un imán para locos. Pero era, también, el que más tenía que perder en todo aquello, como Huracán no se cansaba de recordarle. "Ojalá las tornas estuvieran cambiadas", pensó, preguntándose cómo habría tratado él a la cazadora; cómo la trataría en el futuro si se daba tal situación.
- En cuanto a dejarme ir, creí que no tenías dudas en que serías capaz de rastrearme y matarme si no cumplo mi parte de...
Huracán lo interrumpió al ordenarle que se pusiera en guardia. Taliesin frunció el ceño y miró a su alrededor. Si podía hacer una cosa mejor que la bruja, ésta era ver en la oscuridad. A través de los arbustos vio una figura deslizarse de una manera familiar, desplazándose siguiendo las sombras como lo haría cualquier vampiro aprovechando sus habilidades. Sin moverse demasiado, desplazó la mirada e identificó a varias más.
¿Amigos? ¿Enemigos? Enemigos para la cazadora, en todo caso.
Su mente calculó mil posibilidades a gran velocidad. ¿Aprovechar para huir? ¿Cumplir su trato con Huracán? ¿Aliarse con quien estuviera allí, si es que era posible, para matarla? Las barajó todas, teniendo en cuenta la efectividad y las probabilidades, y no el honor o la decencia; de la misma manera que él no sentía que lo hubieran tratado con humanidad.
Huracán estaba advertida y los vampiros debían haberlo notado, pero aún así varios se escondían entre las sombras como si planearan emboscarla. Uno solo salió de las sombras, dejándolas atrás como si se tratara de un manto oscuro que lo cubría hasta entonces. Taliesin lo reconoció: era aquél que se había interpuesto cuando Skatha había intentado llevarse a Dag. Zar. Dio un paso hacia Huracán y Taliesin, como si no tuviera miedo de lo que la cazadora pudiera intentar. Tal era su soberbia, por la que se lo conocía entre los vampiros.
- Una escena típica de caza - comentó con sorna -. Bucólico. El cazador acorralando al ciervo. Lamento haberla interrumpido - sonrió, dando a entender que no lo lamentaba en absoluto -. El cazador, o la cazadora, que realmente no es tal, sino presa. Anastasia Boisson, has asesinado a sangre fría a demasiados de mis hermanos y hermanas, y debes pagar por ello. Estás rodeada. ¿Por qué no entregarte, y quizás así te demos una muerte más limpia?
Una nueva sonrisa dio a entender que aquello era una broma. Que bien sabía que ella no se entregaría, y de todas formas no merecía una muerte fácil.
- Y Taliesin Skatha. Habaknuk y Laluth no desean que mueras. Y en cuanto a mí... No deseo volver a ver a ningún vampiro encarcelado. Hemos venido a liberarte, aunque... ya estás libre. Puedes quedarte a mirar, si quieres.
Al instante desenvainó su espada. Sabía que Huracán no tardaría en pasar a la acción, y si bien confiaba en la supremacía de los vampiros, no le daría una sola oportunidad.
- Da por sentado que no tenemos prisa. Si no acabamos antes de que salga el sol, cargaremos tu cuerpo. Vengaremos a los nuestros, y será lento.
Taliesin Skatha
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Re: Golpe de viento [Privado]
Skatha se expresaba con una sumisión y una servidumbre que parecía impropia de un vampiro. Ni siquiera me resultaba divertido amenazar a aquel pobre hombre. Lejos de ser el chupasangres salvaje y violento que acostumbraba a cazar, aquel no parecía muy distinto de un humano campesino. Alguien que sólo quería sobrevivir.
¿Había sido él quien había traído a aquellos vampiros? De ser así, pasaría ahora a convertirse en un enemigo. Uno más al festín. Mientras tanto, Zar se regodeaba de tenerme rodeada. Obvié el contestarle y concentré toda mi furia en quien creía el verdadero responsable de aquello. Aunque aún estaba a tiempo de demostrarme que no tenía nada que ver con eso.
-¡¿Esto es cosa tuya?! – grité pidiéndole explicaciones a Taliesin, muy contrariada, mientras observaba a todos los vampiros que me rodeaban. En aquel momento no cabía en mi cabeza otra posibilidad. – ¡¿Me has traído a una trampa?! ¡Te di mi confianza! – exclamé, esperando que se pronunciara sobre aquello.
Quizás me había excedido en mis formas. Pero jamás le había herido por conciencia propia, cuando tuve varias oportunidades para hacerlo. Y, en vez de eso, le di una oportunidad para escapar y poder reencontrarse con su hija. No sin nada a cambio, claro. Pero es que no vivíamos en un mundo caritativo.
En cualquier caso, ahora ya era tarde para lamentaciones. Miraba nerviosa a todos los recién llegados. Zar estaba justo delante de mí con su imponente espada junto a varios vampiros más. Que iban apareciendo tras las sombras. Demasiados, incluso, como para poder enfrentarlos a todos sola. Llegué a contar seis, sin considerar a Taliesin. Tenía que salir de ahí como fuera.
-Está libre porque yo le he liberado. No por ti. – Me encargué de recordar, frunciendo el ceño. Sabía que Taliesin odiaba a aquellos vampiros. Él mismo me había pedido que acabara con Laluth en Lunargenta. Pero si se ponía en mi bando estaría tan condenado como lo estaba yo. – Vete, Skatha. ¡Vuelve con tu familia! ¡Largo! – grité, pidiendo que se fuera.
Zar parecía más serio que nunca. Dio un par de pasos hacia delante y se detuvo a varios metros de mí. Me miró aún más ofendido, pensativo, durante varios segundos. Pero bajó su espada y no atacó. En vez de eso, pronunció una única palabra, que resumía su hecho. – Traédmela viva. – Pidió, dejando que una vampiresa y un vampiro a su lado se abalanzaran contra mí.
Los esquivé a ambos con una voltereta hacia atrás y les disparé con mis ballestas de mano, alcanzando sus piernas. Aunque no sería suficiente para conseguir frenarles más que unos instantes. Justo detrás, había otro chupasangres, que me tomó por la cintura para tratar de derribarme. Otro se acercó a ayudarle. Me serví de él para dar un salto y utilizarlo de trampolín para librarme del agarrón del primero, a los que volví a disparar una vez en el aire. Una vez en el suelo, volví a disparar a otro que venía y me contorneé hacia un lado para evitar el agarre de otro.
Aunque mantenía mis reflejos felinos, eran demasiados, y por más que los esquivaba, pronto me quedé sin virotes en las recámaras. Al quedarme sin herramientas de caza, tendría que utilizar mis poderes de bruja del viento. Que rápidamente conjuré. Un fuerte vendaval comenzaría a mover los aires.
Repleta de maná por el recién invitado viento, no tuve otra que defenderme a corrientes de aire para alejar a los enemigos mediante impulsos, estirando las manos hacia delante, o a golpetazos con la culata en los morros a los que se aproximaban mucho. Tenía que ganar algo de espacio para poder desmaterializarme y salir de allí como fuera. Pero cada vez comenzaba a cansarme más, y empezaban a ser demasiados vampiros.
Sin duda, estaba en un buen aprieto.
¿Había sido él quien había traído a aquellos vampiros? De ser así, pasaría ahora a convertirse en un enemigo. Uno más al festín. Mientras tanto, Zar se regodeaba de tenerme rodeada. Obvié el contestarle y concentré toda mi furia en quien creía el verdadero responsable de aquello. Aunque aún estaba a tiempo de demostrarme que no tenía nada que ver con eso.
-¡¿Esto es cosa tuya?! – grité pidiéndole explicaciones a Taliesin, muy contrariada, mientras observaba a todos los vampiros que me rodeaban. En aquel momento no cabía en mi cabeza otra posibilidad. – ¡¿Me has traído a una trampa?! ¡Te di mi confianza! – exclamé, esperando que se pronunciara sobre aquello.
Quizás me había excedido en mis formas. Pero jamás le había herido por conciencia propia, cuando tuve varias oportunidades para hacerlo. Y, en vez de eso, le di una oportunidad para escapar y poder reencontrarse con su hija. No sin nada a cambio, claro. Pero es que no vivíamos en un mundo caritativo.
En cualquier caso, ahora ya era tarde para lamentaciones. Miraba nerviosa a todos los recién llegados. Zar estaba justo delante de mí con su imponente espada junto a varios vampiros más. Que iban apareciendo tras las sombras. Demasiados, incluso, como para poder enfrentarlos a todos sola. Llegué a contar seis, sin considerar a Taliesin. Tenía que salir de ahí como fuera.
-Está libre porque yo le he liberado. No por ti. – Me encargué de recordar, frunciendo el ceño. Sabía que Taliesin odiaba a aquellos vampiros. Él mismo me había pedido que acabara con Laluth en Lunargenta. Pero si se ponía en mi bando estaría tan condenado como lo estaba yo. – Vete, Skatha. ¡Vuelve con tu familia! ¡Largo! – grité, pidiendo que se fuera.
Zar parecía más serio que nunca. Dio un par de pasos hacia delante y se detuvo a varios metros de mí. Me miró aún más ofendido, pensativo, durante varios segundos. Pero bajó su espada y no atacó. En vez de eso, pronunció una única palabra, que resumía su hecho. – Traédmela viva. – Pidió, dejando que una vampiresa y un vampiro a su lado se abalanzaran contra mí.
Los esquivé a ambos con una voltereta hacia atrás y les disparé con mis ballestas de mano, alcanzando sus piernas. Aunque no sería suficiente para conseguir frenarles más que unos instantes. Justo detrás, había otro chupasangres, que me tomó por la cintura para tratar de derribarme. Otro se acercó a ayudarle. Me serví de él para dar un salto y utilizarlo de trampolín para librarme del agarrón del primero, a los que volví a disparar una vez en el aire. Una vez en el suelo, volví a disparar a otro que venía y me contorneé hacia un lado para evitar el agarre de otro.
Aunque mantenía mis reflejos felinos, eran demasiados, y por más que los esquivaba, pronto me quedé sin virotes en las recámaras. Al quedarme sin herramientas de caza, tendría que utilizar mis poderes de bruja del viento. Que rápidamente conjuré. Un fuerte vendaval comenzaría a mover los aires.
Repleta de maná por el recién invitado viento, no tuve otra que defenderme a corrientes de aire para alejar a los enemigos mediante impulsos, estirando las manos hacia delante, o a golpetazos con la culata en los morros a los que se aproximaban mucho. Tenía que ganar algo de espacio para poder desmaterializarme y salir de allí como fuera. Pero cada vez comenzaba a cansarme más, y empezaban a ser demasiados vampiros.
Sin duda, estaba en un buen aprieto.
Anastasia Boisson
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Re: Golpe de viento [Privado]
En lugar de responder a las acusaciones de Huracán, Taliesin desplazó su mirada a Zar. Aquellas palabras podían bien dejarlo en la peor situación de todas: como enemigo de ambos bandos, y por ello estuvo atento al siguiente desarrollo y a la reacción del vampiro. Esperó unos segundos más y finalmente decidió que lo más sabio era no responder nada.
Varios de los vampiros fueron saliendo de las sombras. Huracán le gritó que se fuera de allí. Zar mandó a varios de los suyos contra ella. Fue todo bastante rápido y caótico. Y aunque Taliesin no entendió por qué la cazadora había decidido, después de todo, que podía volver con su familia, se afianzó poco a poco en el curso de acción que, en aquellas circunstancias, consideró el mejor. Mantenía una leve sospecha de que, más tarde, se arrepentiría de lo que había escogido hacer.
- ¿Te liberó ella?- Vino en aquel momento a preguntarle uno de los vampiros que no habían asaltado a Huracán. Taliesin pudo ver cómo Zar movía la cabeza casi imperceptiblemente hacia ellos, atento a la respuesta.
- La engañé para que me liberara - mintió, y sonrió como si estuviera orgulloso de si mismo. Pero la sonrisa se esfumó pronto. - Pero ciertamente no ha sido la que peor me ha tratado. Zar - llamó -, os doy mil gracias por haber venido. Veo que tenemos más en común de lo que pensé en su momento. Pero no necesitas a tantos vampiros para atrapar a Huracán. Y hay algo más que tenemos que hacer ahora mismo.
- ¿Algo más importante que atrapar a la que intentó matar a Laluth? - A Zar parecía no gustarle que sugiriera algo tan absurdo.
- No más importante, pero igualmente ha de hacerse. Los guardias con los que vinimos, mientras yo estaba encerrado, me trataron como ganado. Me golpearon - señaló su labio abierto, sus moratones -, se refirieron a mí como a una alimaña que no merecía juicio ni vida, hablaron de cortarme la mano por diversión, y de arrancarme los colmillos - añadió aquel último detalle aunque no fuera verdad, porque sabía que era una imagen molesta para un vampiro. Zar chasqueó la lengua. En parte con impaciencia, y en parte porque no le gustaba la descripción que hacía Taliesin de lo que había acontecido. - Y harían lo mismo con cualquier vampiro, porque no nos respetan ni temen. Si quieres sentar precedente, y evitar que otros vampiros sean encarcelados y humillados como hicieron conmigo... Deben temer las consecuencias.
- Sugieres que paguen igual que la cazadora. Pero en público.
Taliesin asintió con la cabeza.
- Sí. Antes de que huyan o les perdamos la pista. Dame a unos cuantos vampiros y podremos reducirlos... Eran cuatro guardias, pero de élite - mintió -. Aquí te sobran vampiros; tú solo podrías reducir a la cazadora. No podemos dejar el trabajo a medio acabar; atrapar a Huracán nos dará satisfacción, matar a los guardias hará que se lo piensen dos veces la próxima vez.
Claramente Huracán estaba desbordada, y Zar ni siquiera se había unido aún a la refriega. Lo consideró durante un segundo; el único segundo que podía permitirse, dado que la elección debía tomarse rápido. Finalmente gritó varios nombres, y unos cuantos de los vampiros dejaron de atacar a Huracán. En su lugar, se añadió Zar, determinado a no dejar que escapara.
- Tenemos que sentar precedente con los humanos que pensaron que era buena idea encarcelar a un vampiro - les explicó el que había escuchado todo. Señaló a Taliesin -. Tú, sabes dónde ir, así que vamos.
Taliesin inmediatamente comenzó a andar de vuelta hacia Vulwulfar. Aquello era todo lo que podía hacer en la situación actual: si bien no le había tratado bien ni dejado de amenazarle, Huracán sí lo había liberado. Para pagárselo hizo lo poco que pudo: usar la soberbia de Zar para darle una mayor oportunidad de supervivencia a la cazadora, al reducir el número de enemigos. De esta manera no empeoraba su relación con los vampiros y quizás, algún día y si sobrevivía a aquella noche, Huracán y él pudieran concluir su trato para mutuo beneficio de ambos.
A cambio, los cuatro guardias morirían. Y Taliesin no se sentiría mal por ello.
Varios de los vampiros fueron saliendo de las sombras. Huracán le gritó que se fuera de allí. Zar mandó a varios de los suyos contra ella. Fue todo bastante rápido y caótico. Y aunque Taliesin no entendió por qué la cazadora había decidido, después de todo, que podía volver con su familia, se afianzó poco a poco en el curso de acción que, en aquellas circunstancias, consideró el mejor. Mantenía una leve sospecha de que, más tarde, se arrepentiría de lo que había escogido hacer.
- ¿Te liberó ella?- Vino en aquel momento a preguntarle uno de los vampiros que no habían asaltado a Huracán. Taliesin pudo ver cómo Zar movía la cabeza casi imperceptiblemente hacia ellos, atento a la respuesta.
- La engañé para que me liberara - mintió, y sonrió como si estuviera orgulloso de si mismo. Pero la sonrisa se esfumó pronto. - Pero ciertamente no ha sido la que peor me ha tratado. Zar - llamó -, os doy mil gracias por haber venido. Veo que tenemos más en común de lo que pensé en su momento. Pero no necesitas a tantos vampiros para atrapar a Huracán. Y hay algo más que tenemos que hacer ahora mismo.
- ¿Algo más importante que atrapar a la que intentó matar a Laluth? - A Zar parecía no gustarle que sugiriera algo tan absurdo.
- No más importante, pero igualmente ha de hacerse. Los guardias con los que vinimos, mientras yo estaba encerrado, me trataron como ganado. Me golpearon - señaló su labio abierto, sus moratones -, se refirieron a mí como a una alimaña que no merecía juicio ni vida, hablaron de cortarme la mano por diversión, y de arrancarme los colmillos - añadió aquel último detalle aunque no fuera verdad, porque sabía que era una imagen molesta para un vampiro. Zar chasqueó la lengua. En parte con impaciencia, y en parte porque no le gustaba la descripción que hacía Taliesin de lo que había acontecido. - Y harían lo mismo con cualquier vampiro, porque no nos respetan ni temen. Si quieres sentar precedente, y evitar que otros vampiros sean encarcelados y humillados como hicieron conmigo... Deben temer las consecuencias.
- Sugieres que paguen igual que la cazadora. Pero en público.
Taliesin asintió con la cabeza.
- Sí. Antes de que huyan o les perdamos la pista. Dame a unos cuantos vampiros y podremos reducirlos... Eran cuatro guardias, pero de élite - mintió -. Aquí te sobran vampiros; tú solo podrías reducir a la cazadora. No podemos dejar el trabajo a medio acabar; atrapar a Huracán nos dará satisfacción, matar a los guardias hará que se lo piensen dos veces la próxima vez.
Claramente Huracán estaba desbordada, y Zar ni siquiera se había unido aún a la refriega. Lo consideró durante un segundo; el único segundo que podía permitirse, dado que la elección debía tomarse rápido. Finalmente gritó varios nombres, y unos cuantos de los vampiros dejaron de atacar a Huracán. En su lugar, se añadió Zar, determinado a no dejar que escapara.
- Tenemos que sentar precedente con los humanos que pensaron que era buena idea encarcelar a un vampiro - les explicó el que había escuchado todo. Señaló a Taliesin -. Tú, sabes dónde ir, así que vamos.
Taliesin inmediatamente comenzó a andar de vuelta hacia Vulwulfar. Aquello era todo lo que podía hacer en la situación actual: si bien no le había tratado bien ni dejado de amenazarle, Huracán sí lo había liberado. Para pagárselo hizo lo poco que pudo: usar la soberbia de Zar para darle una mayor oportunidad de supervivencia a la cazadora, al reducir el número de enemigos. De esta manera no empeoraba su relación con los vampiros y quizás, algún día y si sobrevivía a aquella noche, Huracán y él pudieran concluir su trato para mutuo beneficio de ambos.
A cambio, los cuatro guardias morirían. Y Taliesin no se sentiría mal por ello.
Taliesin Skatha
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Re: Golpe de viento [Privado]
¡Taliesin Skatha me había llevado a una trampa! Pero no había tiempo para lamentaciones. Los vampiros me superaban y yo trataba de esquivar como podía los múltiples ataques. Sin los cazadores y en clara inferioridad numérica, me veía totalmente superada. Tenía que escapar como fuera.
-Joder. – No podía detenerme. No venían armados, así que pude disparar a los que me iba encontrando. A algunos les acertaba, a otros, no. La velocidad que llevábamos y los múltiples árboles eran hándicaps importantes.
En un momento determinado, me encontré con uno enfrente de mí que se lanzó a tratar de derribarme con un placaje. - ¡Ya es nuestra! – celebró antes de tiempo. Así lo iban a tener difícil, ya que como así hice, me convertí en una estela de humo y volé lejos colándome entre los árboles.
Corrí así unos cien metros, en forma de humo podía ser mucho más precisa esquivando y hacer giros más rápidos. Además podía dividirlas en varios caminos, por lo que con la estelas podía dificultar que los vampiros me persiguieran. De esta manera, creé varios caminos alternativos que podían seguir, hasta conseguir darles el esquinazo.
Finalmente, me volvía a materializar cansada. Esa técnica consumía bastante éter. Mas estaba ya lejos del pueblo en el que los guardias ebrios se habían divertido con Skatha, y donde le había liberado. Ni por asumo pensaba que ahora volverían a por ellos. Había sido un craso error por mi parte permitir su liberación creyendo que me podría llevar hasta Dag. Pero, igualmente, pondría toda la maquinaria del gremio en su búsqueda y le haría cobrar la deuda que tenía conmigo. Y con “suplemento” adicional.
Si bien es cierto que Taliesin me había “ayudado” dividiendo los vampiros. Yo no era consciente del "gesto" ni encontraba aquello como un favor. Seguía considerándole responsable de la presencia de Zar y los chupasangres en aquella parte del bosque. Convencida de que sabía algo de antemano que me había ocultado y de que tenía algo que ver. Por tanto, Skatha pagaría muy caro aquello la próxima vez que lo volviera a ver.
Pero lo cierto es que no me arrepentía de haberme desecho de aquella pesada tarea de la guardia. Tenía que aparcar mi tarea como cazadora de vampiros temporalmente y dedicarme a ir hacia el campamento de los leónicos, al haber recibido una misiva del mismísimo Melena Blanca. Pero eso sería al día siguiente. Ahora, me tocaba volver a encontrar un camino de retorno que me llevara a alguna parte donde pasar la noche segura en aquel bosque. No es que hubiese demasiadas opciones. Así que, quizás lo más sensato fuera volver al pueblo. Pero, eso sí, lejos de la vista de los guardias. No tenía ganas de decirles que había fracasado en la captura del vampiro. ¡Por favor! Eso sería una mancha en mi historial. Y yo era una mujer que rara vez hacía autocrítica y aceptaba sus errores. Aquello lo había heredado de toda mi familia.
Tras un rato de camino en el que no me crucé más que con algún jabalí que me hizo ponerme alerta, vi el caserío a lo lejos. Se apreciaba cierto alboroto poco habitual para las horas que eran. - ¿Qué pasa? – La gente corría por las calles. Abandonaba la taberna. Pero desde donde me encontraba no alcanzaba a ver nada con claridad.
Parecía que había nuevamente revuelo. En cualquier caso, había llegado tarde.
-Joder. – No podía detenerme. No venían armados, así que pude disparar a los que me iba encontrando. A algunos les acertaba, a otros, no. La velocidad que llevábamos y los múltiples árboles eran hándicaps importantes.
En un momento determinado, me encontré con uno enfrente de mí que se lanzó a tratar de derribarme con un placaje. - ¡Ya es nuestra! – celebró antes de tiempo. Así lo iban a tener difícil, ya que como así hice, me convertí en una estela de humo y volé lejos colándome entre los árboles.
Corrí así unos cien metros, en forma de humo podía ser mucho más precisa esquivando y hacer giros más rápidos. Además podía dividirlas en varios caminos, por lo que con la estelas podía dificultar que los vampiros me persiguieran. De esta manera, creé varios caminos alternativos que podían seguir, hasta conseguir darles el esquinazo.
Finalmente, me volvía a materializar cansada. Esa técnica consumía bastante éter. Mas estaba ya lejos del pueblo en el que los guardias ebrios se habían divertido con Skatha, y donde le había liberado. Ni por asumo pensaba que ahora volverían a por ellos. Había sido un craso error por mi parte permitir su liberación creyendo que me podría llevar hasta Dag. Pero, igualmente, pondría toda la maquinaria del gremio en su búsqueda y le haría cobrar la deuda que tenía conmigo. Y con “suplemento” adicional.
Si bien es cierto que Taliesin me había “ayudado” dividiendo los vampiros. Yo no era consciente del "gesto" ni encontraba aquello como un favor. Seguía considerándole responsable de la presencia de Zar y los chupasangres en aquella parte del bosque. Convencida de que sabía algo de antemano que me había ocultado y de que tenía algo que ver. Por tanto, Skatha pagaría muy caro aquello la próxima vez que lo volviera a ver.
Pero lo cierto es que no me arrepentía de haberme desecho de aquella pesada tarea de la guardia. Tenía que aparcar mi tarea como cazadora de vampiros temporalmente y dedicarme a ir hacia el campamento de los leónicos, al haber recibido una misiva del mismísimo Melena Blanca. Pero eso sería al día siguiente. Ahora, me tocaba volver a encontrar un camino de retorno que me llevara a alguna parte donde pasar la noche segura en aquel bosque. No es que hubiese demasiadas opciones. Así que, quizás lo más sensato fuera volver al pueblo. Pero, eso sí, lejos de la vista de los guardias. No tenía ganas de decirles que había fracasado en la captura del vampiro. ¡Por favor! Eso sería una mancha en mi historial. Y yo era una mujer que rara vez hacía autocrítica y aceptaba sus errores. Aquello lo había heredado de toda mi familia.
Tras un rato de camino en el que no me crucé más que con algún jabalí que me hizo ponerme alerta, vi el caserío a lo lejos. Se apreciaba cierto alboroto poco habitual para las horas que eran. - ¿Qué pasa? – La gente corría por las calles. Abandonaba la taberna. Pero desde donde me encontraba no alcanzaba a ver nada con claridad.
Parecía que había nuevamente revuelo. En cualquier caso, había llegado tarde.
Anastasia Boisson
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Re: Golpe de viento [Privado]
Taliesin no intentó que el grupo de vampiros avanzara más lento, ni les mintió al llevarlos al lugar equivocado. No: fue directo a la taberna tal como había dicho que haría, y confió que aquel tiempo que ganaba fuera suficiente para Huracán. Y si no lo era... Bueno, al menos lo había intentado.
Justo frente al lugar, junto a la carreta con la jaula, se encontraba uno de los guardias que lo habían maltratado. Gritaba algo, probablemente a alguno de sus compañeros aunque no lo veían en aquel momento.
- ¡Joder! ¡No está en ningún lado! ¡Nos va a caer una buena!
Parecía que había recobrado parte de la sobriedad debido al susto. Probablemente lo invadía la vergüenza y las imágenes de lo que lo esperaba de vuelta en la Guardia cuando se enteraran de aquel estrepitoso fracaso. Otro guardia reapareció del lado de la taberna; éste parecía enfadado.
- ¡Lo dejé atado! ¡Juro que estaba atado! - Repetía, y sonaba a acusación aunque era una defensa. - Cuando lo encontremos sí voy a cortarle la puta mano. Voy a arrancarle los colmillos y clavárselos en los ojos. ¡Putos chupasangre!
Taliesin sintió cómo los vampiros a su alrededor se crispaban. No necesitaban más pruebas que aquellas para determinar que aquel hombre debía morir, a ser posible de manera dolorosa y perdiendo mucha sangre en el proceso. Skatha mismo sintió cómo lo invadía la furia al escuchar su tono cargado de odio. Huracán abandonó completamente su mente. Quizás desde el principio una parte de sí misma había querido matar a aquellos hombres por encima de todo, y no tanto usarlos como distracción.
- Son ellos - indicó Taliesin con un tono bajo; la voz le temblaba por el enfado contenido.
- Atrapadlos primero. Y haremos de ellos un ejemplo después.
Varios vampiros se fundieron en las sombras y volvieron a aparecer junto a los dos guardias. Las manos de uno de los vampiros se alargaron en garras de sombra que laceraron la cara de uno de los dos humanos. Gritó y se llevó la mano al rostro. El otro desenfundó y se mantuvo a la defensiva, con la espalda contra la pared.
- ¡¡Vampiros!! - Llegó a gritar, dando la voz de alarma.
El vampiro que parecía dar las órdenes en aquel pequeño grupo entró a la taberna, seguido de Taliesin y otros dos. El pánico cundió inmediatamente; todos los comensales comenzaron a correr y gritar. Y los vampiros claramente disfrutaban de aquella atmósfera de terror que provocaban.
- No dejéis que nadie salga - ordenó, y los demás se distribuyeron para bloquear las salidas de la taberna.
Los hombres atrapados en el interior se acobardaban en las esquinas. Taliesin reconoció a otro de los guardias mezclado en la multitud. No tuvo más que señalarlo para que uno de los vampiros se abalanzara a por él y, agarrándolo del pelo y la ropa, lo arrastrara al exterior.
El último de los guardias, Stewart, fue a fin de cuentas el más valiente. Él mismo volvió a la taberna al escuchar la voz de alarma y se enfrentó a los vampiros, a pesar de estar en una situación de completa desventaja. Murió en batalla; una muerte mucho más limpia y rápida que la que recibirían los otros tres.
- Los que aprisionen a un vampiro deberán atenerse a las consecuencias. No dejaremos que matéis a uno solo de nuestros hermanos. Los que lo intenten - se paseó delante de los tres guardias, que habían sido reducidos y desarmados, y sonrió al pararse delante de uno de ellos -... Ah... ¿Tú no querías arrancarnos los colmillos?
Reunieron a los humanos de la taberna para que presenciaran lo que le ocurría a los tres guardias. Y se encargaron de hacer de aquello un ejemplo que sería recordado. Cuando los gritos de dolor aumentaron, dejaron que los humanos huyeran con su miedo, que cundiera el pánico y se mangnificara el relato de aquel castigo. A los vampiros no les importaba, y se centraron en terminar su labor.
- Ya puedes matarlo.
Taliesin parpadeó. Se dio cuenta de que había estado mirando fijamente, sin moverse un ápice ni sentir un escalofrío. Al bajar la mirada, vio que el vampiro le tendía un puñal. Taliesin miró la cara, ensangrentada e irreconocible, de aquel guardia, y sintió una oleada de desprecio y asco. Le clavó el puñal en el pecho, dos veces, y dejó que su cuerpo cayera al suelo. Al girarse, vio que otro de los tres hombres estaba siendo colgado.
Y no, no se sentía mal por ello.
Cuando hubieron terminado, antes de que la guardia de la ciudad llegara, los vampiros se retiraron.
Justo frente al lugar, junto a la carreta con la jaula, se encontraba uno de los guardias que lo habían maltratado. Gritaba algo, probablemente a alguno de sus compañeros aunque no lo veían en aquel momento.
- ¡Joder! ¡No está en ningún lado! ¡Nos va a caer una buena!
Parecía que había recobrado parte de la sobriedad debido al susto. Probablemente lo invadía la vergüenza y las imágenes de lo que lo esperaba de vuelta en la Guardia cuando se enteraran de aquel estrepitoso fracaso. Otro guardia reapareció del lado de la taberna; éste parecía enfadado.
- ¡Lo dejé atado! ¡Juro que estaba atado! - Repetía, y sonaba a acusación aunque era una defensa. - Cuando lo encontremos sí voy a cortarle la puta mano. Voy a arrancarle los colmillos y clavárselos en los ojos. ¡Putos chupasangre!
Taliesin sintió cómo los vampiros a su alrededor se crispaban. No necesitaban más pruebas que aquellas para determinar que aquel hombre debía morir, a ser posible de manera dolorosa y perdiendo mucha sangre en el proceso. Skatha mismo sintió cómo lo invadía la furia al escuchar su tono cargado de odio. Huracán abandonó completamente su mente. Quizás desde el principio una parte de sí misma había querido matar a aquellos hombres por encima de todo, y no tanto usarlos como distracción.
- Son ellos - indicó Taliesin con un tono bajo; la voz le temblaba por el enfado contenido.
- Atrapadlos primero. Y haremos de ellos un ejemplo después.
Varios vampiros se fundieron en las sombras y volvieron a aparecer junto a los dos guardias. Las manos de uno de los vampiros se alargaron en garras de sombra que laceraron la cara de uno de los dos humanos. Gritó y se llevó la mano al rostro. El otro desenfundó y se mantuvo a la defensiva, con la espalda contra la pared.
- ¡¡Vampiros!! - Llegó a gritar, dando la voz de alarma.
El vampiro que parecía dar las órdenes en aquel pequeño grupo entró a la taberna, seguido de Taliesin y otros dos. El pánico cundió inmediatamente; todos los comensales comenzaron a correr y gritar. Y los vampiros claramente disfrutaban de aquella atmósfera de terror que provocaban.
- No dejéis que nadie salga - ordenó, y los demás se distribuyeron para bloquear las salidas de la taberna.
Los hombres atrapados en el interior se acobardaban en las esquinas. Taliesin reconoció a otro de los guardias mezclado en la multitud. No tuvo más que señalarlo para que uno de los vampiros se abalanzara a por él y, agarrándolo del pelo y la ropa, lo arrastrara al exterior.
El último de los guardias, Stewart, fue a fin de cuentas el más valiente. Él mismo volvió a la taberna al escuchar la voz de alarma y se enfrentó a los vampiros, a pesar de estar en una situación de completa desventaja. Murió en batalla; una muerte mucho más limpia y rápida que la que recibirían los otros tres.
- Los que aprisionen a un vampiro deberán atenerse a las consecuencias. No dejaremos que matéis a uno solo de nuestros hermanos. Los que lo intenten - se paseó delante de los tres guardias, que habían sido reducidos y desarmados, y sonrió al pararse delante de uno de ellos -... Ah... ¿Tú no querías arrancarnos los colmillos?
Reunieron a los humanos de la taberna para que presenciaran lo que le ocurría a los tres guardias. Y se encargaron de hacer de aquello un ejemplo que sería recordado. Cuando los gritos de dolor aumentaron, dejaron que los humanos huyeran con su miedo, que cundiera el pánico y se mangnificara el relato de aquel castigo. A los vampiros no les importaba, y se centraron en terminar su labor.
- Ya puedes matarlo.
Taliesin parpadeó. Se dio cuenta de que había estado mirando fijamente, sin moverse un ápice ni sentir un escalofrío. Al bajar la mirada, vio que el vampiro le tendía un puñal. Taliesin miró la cara, ensangrentada e irreconocible, de aquel guardia, y sintió una oleada de desprecio y asco. Le clavó el puñal en el pecho, dos veces, y dejó que su cuerpo cayera al suelo. Al girarse, vio que otro de los tres hombres estaba siendo colgado.
Y no, no se sentía mal por ello.
Cuando hubieron terminado, antes de que la guardia de la ciudad llegara, los vampiros se retiraron.
Taliesin Skatha
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Re: Golpe de viento [Privado]
Cuando llegué al pueblo. Mis peores presagios se habían cumplido. Había no pocos muertos en el minúsculo poblado. La sangre recorría los senderos. Las mujeres y los niños lloraban alrededor de la taberna. Me maldije a mí misma para mis adentros.
A un ritmo firme y sin decir nada, me acerqué a los cadáveres. Había uno especialmente joven que atrajo mi atención. Apoyé una rodilla en el suelo y dejé la otra flexionada para ponerme junto a él. Pasé mis manos enguantadas por su herida. Unas garras habían desgarrado su abdomen. El chico había muerto con la boca abierta. Un sentimiento de culpa comenzó a invadir mi cuerpo. No debería haber hecho el trato con el chupasangres.
-¡Maestra, maestra! – Una mujer hablaba a mi espalda. Por mi aspecto, enseguida me había reconocido como cazadora de alimaañas. - ¡Han atacado los vampiros! - No la miré. Sólo observé la cara pálida, y falta de vida de Steve, el joven guardia que había abandonado a su esposa, tras su luna de miel, para embarcarse en aquella fatídica expedición. Cerré sus ojos. Le había fallado. Les había fallado a todos. - ¿Qué hacemos? - Me levanté de espaldas. No miré a la mujer.
-Nada. Salvad a los que podáis.
-¿Y si vuelven?
-No lo harán.
Estaba segura de ello.
Miré el campo desolado. Un niño se acercó a mí y me tomó de la mano. Mis pupilas de bruja, brillantes en la oscuridad, se clavaron en él.
-Por favor, quedaos en la taberna esta noche. Estaremos más seguros. – inquirió el pequeño.
¿Debía hacerlo? Sentía un gran sentimiento de culpa por haber cometido aquel fallo. Sí. En cierto modo sabía que les había fallado. Pero a pesar de ello, seguía siendo una fuente de inspiración para aquellos pobres desdichados. ¿Quién era yo para negarle a aquel chiquillo la poca seguridad que podría sentir aquella noche con mi presencia?
A pesar de nuestros errores, los cazadores de vampiros seguíamos siendo una fuente de tranquilidad para los ciudadanos. Tenía que aprender de mis errores, y volver a levantarme. Más fuerte, más inteligente que ayer. Probablemente moriría sin poder nunca vengar a todos los que habían sufrido. Pero mientras siguiera viva, viviría para hacer la vida más tranquila y segura a los demás.
Sólo por ello, asentí ante el muchacho.
Aquella noche había aprendido una lección. Que nunca podía fiarme de un chupasangres. ¿Cuál era el término medio de trato para una de estas criaturas? Asumir una opción más extremista, aniquilándolos como en Sacrestic, ¿o quizás una más compasiva, como la de esa noche? Sí. Esa noche había mostrado compasión por un vampiro, y había cedido ante un exceso de ambición.
Sólo sabía una cosa. Taliesin Skatha pagaría por ello.
A un ritmo firme y sin decir nada, me acerqué a los cadáveres. Había uno especialmente joven que atrajo mi atención. Apoyé una rodilla en el suelo y dejé la otra flexionada para ponerme junto a él. Pasé mis manos enguantadas por su herida. Unas garras habían desgarrado su abdomen. El chico había muerto con la boca abierta. Un sentimiento de culpa comenzó a invadir mi cuerpo. No debería haber hecho el trato con el chupasangres.
-¡Maestra, maestra! – Una mujer hablaba a mi espalda. Por mi aspecto, enseguida me había reconocido como cazadora de alimaañas. - ¡Han atacado los vampiros! - No la miré. Sólo observé la cara pálida, y falta de vida de Steve, el joven guardia que había abandonado a su esposa, tras su luna de miel, para embarcarse en aquella fatídica expedición. Cerré sus ojos. Le había fallado. Les había fallado a todos. - ¿Qué hacemos? - Me levanté de espaldas. No miré a la mujer.
-Nada. Salvad a los que podáis.
-¿Y si vuelven?
-No lo harán.
Estaba segura de ello.
Miré el campo desolado. Un niño se acercó a mí y me tomó de la mano. Mis pupilas de bruja, brillantes en la oscuridad, se clavaron en él.
-Por favor, quedaos en la taberna esta noche. Estaremos más seguros. – inquirió el pequeño.
¿Debía hacerlo? Sentía un gran sentimiento de culpa por haber cometido aquel fallo. Sí. En cierto modo sabía que les había fallado. Pero a pesar de ello, seguía siendo una fuente de inspiración para aquellos pobres desdichados. ¿Quién era yo para negarle a aquel chiquillo la poca seguridad que podría sentir aquella noche con mi presencia?
A pesar de nuestros errores, los cazadores de vampiros seguíamos siendo una fuente de tranquilidad para los ciudadanos. Tenía que aprender de mis errores, y volver a levantarme. Más fuerte, más inteligente que ayer. Probablemente moriría sin poder nunca vengar a todos los que habían sufrido. Pero mientras siguiera viva, viviría para hacer la vida más tranquila y segura a los demás.
Sólo por ello, asentí ante el muchacho.
Aquella noche había aprendido una lección. Que nunca podía fiarme de un chupasangres. ¿Cuál era el término medio de trato para una de estas criaturas? Asumir una opción más extremista, aniquilándolos como en Sacrestic, ¿o quizás una más compasiva, como la de esa noche? Sí. Esa noche había mostrado compasión por un vampiro, y había cedido ante un exceso de ambición.
Sólo sabía una cosa. Taliesin Skatha pagaría por ello.
Anastasia Boisson
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