[Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
Página 1 de 1. • Comparte
[Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
-¿Y decís que por aquí hay algo raro? – Imargo, con su espada, abría camino entre un mar de maleza y arbustos. Al leónico le costaba moverse con su armadura pesada y el escudo a su espalda, que se le enganchaba multitud de veces en ramas. – ¡Joder! – bramaba cada vez que se enganchaba y arremetía con furia contra los arbustos. Estaban en un sitio con una vegetación lugar muy, muy frondosa. Pero las reliquias de los centinelas emitían los mismos patrones de energía que cuando se enfrentaron a los jinetes oscuros, meses atrás. Tenían que investigar qué sucedía. - ¿En serio creéis que esto tiene algo que ver con Eltrant y Huracán? ¿No deberíamos seguir hacia donde el cuervo blanco encontró la armadura? – volvió a insistir. Ya lo había hecho tres veces desde que se desviaron del camino original, que iba al sur, hacia Vulwulfar.
Su objetivo principal era encontrar a la tercera de los centinelas y a su amigo, Eltrant. Podrían haber ido juntos, pero también es cierto que cada uno podría haberse perdido por diversos motivos.
Lo cierto es que ir juntos era muy inteligente desde el punto de vista de fortaleza. Pero también eran una diana para los problemas. De igual modo que los centinelas sentían las anomalías de magia oscura, éstas también eran capaces de sentirlos a ellos, y por partida doble, atraerlos hacia posibles trampas. Además, aquella estrategia era un arma de doble filo. Más fuertes en conjunto, pero abarcando mucho menos espacio. - ¿Tenéis un plan B por si aparecen los jinetes o Querostraza? – Imargo no dejaba de hacer preguntas. Resultaba gracioso, pero también algo incómodo a veces. Era su carácter.
Entre la espesura, terminando llegando a su objetivo varios minutos después. Sentían como que iban en una dirección equivocada pero, a la vez, algo o alguien les había hecho llegar hasta aquí.
Habían llegado. Frente a ellos había una especie de cripta oscura, a la que se accedían por unas escaleras. Estaba cubierta por maleza. - ¡Premio! – exclamó Imargo, acercándose a la misma. Estaban ante un evidente foco de corrupción que los centinelas no tardarían en reconocer. En el interior, más oscuro pero aún iluminado por la luz, había un altar repleto de inscripciones antiguas bordadas en un lenguaje muy, muy antiguo que no eran capaces de comprender. Un libro negro reposa en el centro de la tabla. La portada y el interior están escritos en el mismo lenguaje de antes. Era élfico, pero uno muy antiguo y que, sin duda, estaría perdido.
Un centinela lo tomó. Tampoco entendería nada de lo que rezan sus palabras, pero a medida que pasaban páginas y páginas, buscando algo que pudieran comprender y que les ayudara a descubrir el origen de aquella corrupción, se le vendrían ciertas imágenes a la mente. Muy rápidas. Cada una apenas tendría una duración de unos tres segundos. Cada una estaba vivida en primera persona. Tampoco podían decidir a dónde mirar.
En la primera de ellas, veis vuestra propia espalda indefensa. En el mismo momento en el que se encontraban. Sentirás cierta angustia. ¿Alguien te va a apuñalar? Parece tan real… Pero no sucede nada.
En la segunda, camináis por el templo de Nís (si lo conocéis previamente), no muy lejos de donde os encontráis. Mostráis confianza y decisión. Delante tenéis un jinete oscuro realizando un ritual. Pero no tenéis miedo. Escucháis el sonido a metal al desenfundar vuestra espada. Y empuñáis el arma con vuestro guantalete zurda con seguridad. Avanzáis sin vacilar, a ensartarlo por la espalda. Pero la escena concluye antes.
En la tercera, os agarráis a unos barrotes con desesperación. Por la altura, hace frío, y el viento mece vuestro pelo. Allí, nueve jinetes oscuros, en círculo, realizaban una especie de hechizo en torno a un objeto irreconocible que emitía un poderoso brillo rojo. De pronto, Imlerith Tarmúnil, el líder. Se acerca a vosotros. Tenéis miedo. Retrocedéis a gatas. Se agarra a los barrotes, y os dice algo que no comprendéis pues lo pronuncia en la lengua del libro, pero notáis su satisfacción. Sentís que os habla a vosotros, como si hubiese encontrado algo.
Tras esto, el portador del libro comenzaría a sentir un fuerte ardor en sus manos. Su reliquia vibra con mucha fuerza y comienza a sentir un malestar interno. Como si le empezase a arder todo el cuerpo. Algo había entrado en él tras la última de las escenas. Hasta el punto de tener que dejar caer el libro al suelo.
El fuego, que era verde, como si tuviera vida propia, se desplazó en línea recta saliendo de la cripta, hasta ganar una distancia en torno a la misma, momento en el que se levantó y, después, comenzó a traspasar el bosque. Formó un círculo en torno a la cripta y sus escaleras. Y rodeó a los presentes. Más allá de ello, no había pasado nada.
-¿Qué viste? ¡¿Qué ha pasado?! – preguntó Imargo al portador. Nervioso por lo acontecido y tomándolo por los hombros. Ignoraba por momentos el fuego que se generaba a su alrededor y que no aseguraba nada bueno. - ¿Estás bien?
Asher y Elen: Bienvenidos al segundo evento de la trama C. Habéis elegido la misión de perseguir a Huracán y Eltrant. Os adelanto que sólo uno podrá acceder al Oblivion. Pero no sé hasta qué punto esto será bueno o malo. Primero de todo, os recomiendo, si no lo habéis hecho, que leáis el menos el tema Vulwulfar alternativo, que ya ha concluido y por ello abro este, para comprender bien la historia. Otros temas también os proporcionan información para entender mejor qué está sucediendo en el bosque.
El centinela que decida postear primero será el que tome el libro de la cripta y viva las escenas. Esta decisión es más importante de lo que a priori parece. Así que decididla por privado. Los dos sois ambiciosos y no quiero peleas, por lo que si no llegáis a un acuerdo o ambos queréis tomar el libro, tendréis que hacer ambos un posteo previo ("el tercer turno optativo") a modo de flashback en el: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Además tirando una runa. El más afortunado será el que tome el libro y, por tanto, pueda postear primero.
El que lo haga sentirá que “algo no va bien” dentro de su cuerpo. Los síntomas los sentiréis en el próximo turno. ¿Qué os ha pasado? Contadle las historias a los compañeros y describid vuestras impresiones o inquietudes sobre las mismas, quizás puedan ayudaros o resultarle útil para el futuro. ¿Qué pueden representar las imágenes? ¿Son reales? No os olvidéis de poneros alerta por el fuego que se acaba de generar a vuestro alrededor y que cobrará importancia en el segundo y último turno.
Su objetivo principal era encontrar a la tercera de los centinelas y a su amigo, Eltrant. Podrían haber ido juntos, pero también es cierto que cada uno podría haberse perdido por diversos motivos.
Lo cierto es que ir juntos era muy inteligente desde el punto de vista de fortaleza. Pero también eran una diana para los problemas. De igual modo que los centinelas sentían las anomalías de magia oscura, éstas también eran capaces de sentirlos a ellos, y por partida doble, atraerlos hacia posibles trampas. Además, aquella estrategia era un arma de doble filo. Más fuertes en conjunto, pero abarcando mucho menos espacio. - ¿Tenéis un plan B por si aparecen los jinetes o Querostraza? – Imargo no dejaba de hacer preguntas. Resultaba gracioso, pero también algo incómodo a veces. Era su carácter.
Entre la espesura, terminando llegando a su objetivo varios minutos después. Sentían como que iban en una dirección equivocada pero, a la vez, algo o alguien les había hecho llegar hasta aquí.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Esta cripta abandonada en Sandorái, a unos kilómetros del templo de Nís, no os transmite buenas sensaciones. Las reliquias os han atraído hasta aquí.
Habían llegado. Frente a ellos había una especie de cripta oscura, a la que se accedían por unas escaleras. Estaba cubierta por maleza. - ¡Premio! – exclamó Imargo, acercándose a la misma. Estaban ante un evidente foco de corrupción que los centinelas no tardarían en reconocer. En el interior, más oscuro pero aún iluminado por la luz, había un altar repleto de inscripciones antiguas bordadas en un lenguaje muy, muy antiguo que no eran capaces de comprender. Un libro negro reposa en el centro de la tabla. La portada y el interior están escritos en el mismo lenguaje de antes. Era élfico, pero uno muy antiguo y que, sin duda, estaría perdido.
Un centinela lo tomó. Tampoco entendería nada de lo que rezan sus palabras, pero a medida que pasaban páginas y páginas, buscando algo que pudieran comprender y que les ayudara a descubrir el origen de aquella corrupción, se le vendrían ciertas imágenes a la mente. Muy rápidas. Cada una apenas tendría una duración de unos tres segundos. Cada una estaba vivida en primera persona. Tampoco podían decidir a dónde mirar.
En la primera de ellas, veis vuestra propia espalda indefensa. En el mismo momento en el que se encontraban. Sentirás cierta angustia. ¿Alguien te va a apuñalar? Parece tan real… Pero no sucede nada.
En la segunda, camináis por el templo de Nís (si lo conocéis previamente), no muy lejos de donde os encontráis. Mostráis confianza y decisión. Delante tenéis un jinete oscuro realizando un ritual. Pero no tenéis miedo. Escucháis el sonido a metal al desenfundar vuestra espada. Y empuñáis el arma con vuestro guantalete zurda con seguridad. Avanzáis sin vacilar, a ensartarlo por la espalda. Pero la escena concluye antes.
En la tercera, os agarráis a unos barrotes con desesperación. Por la altura, hace frío, y el viento mece vuestro pelo. Allí, nueve jinetes oscuros, en círculo, realizaban una especie de hechizo en torno a un objeto irreconocible que emitía un poderoso brillo rojo. De pronto, Imlerith Tarmúnil, el líder. Se acerca a vosotros. Tenéis miedo. Retrocedéis a gatas. Se agarra a los barrotes, y os dice algo que no comprendéis pues lo pronuncia en la lengua del libro, pero notáis su satisfacción. Sentís que os habla a vosotros, como si hubiese encontrado algo.
Tras esto, el portador del libro comenzaría a sentir un fuerte ardor en sus manos. Su reliquia vibra con mucha fuerza y comienza a sentir un malestar interno. Como si le empezase a arder todo el cuerpo. Algo había entrado en él tras la última de las escenas. Hasta el punto de tener que dejar caer el libro al suelo.
El fuego, que era verde, como si tuviera vida propia, se desplazó en línea recta saliendo de la cripta, hasta ganar una distancia en torno a la misma, momento en el que se levantó y, después, comenzó a traspasar el bosque. Formó un círculo en torno a la cripta y sus escaleras. Y rodeó a los presentes. Más allá de ello, no había pasado nada.
-¿Qué viste? ¡¿Qué ha pasado?! – preguntó Imargo al portador. Nervioso por lo acontecido y tomándolo por los hombros. Ignoraba por momentos el fuego que se generaba a su alrededor y que no aseguraba nada bueno. - ¿Estás bien?
- El fatídico libro:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
* * * * * * * * * * * *
Asher y Elen: Bienvenidos al segundo evento de la trama C. Habéis elegido la misión de perseguir a Huracán y Eltrant. Os adelanto que sólo uno podrá acceder al Oblivion. Pero no sé hasta qué punto esto será bueno o malo. Primero de todo, os recomiendo, si no lo habéis hecho, que leáis el menos el tema Vulwulfar alternativo, que ya ha concluido y por ello abro este, para comprender bien la historia. Otros temas también os proporcionan información para entender mejor qué está sucediendo en el bosque.
El centinela que decida postear primero será el que tome el libro de la cripta y viva las escenas. Esta decisión es más importante de lo que a priori parece. Así que decididla por privado. Los dos sois ambiciosos y no quiero peleas, por lo que si no llegáis a un acuerdo o ambos queréis tomar el libro, tendréis que hacer ambos un posteo previo ("el tercer turno optativo") a modo de flashback en el: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Además tirando una runa. El más afortunado será el que tome el libro y, por tanto, pueda postear primero.
El que lo haga sentirá que “algo no va bien” dentro de su cuerpo. Los síntomas los sentiréis en el próximo turno. ¿Qué os ha pasado? Contadle las historias a los compañeros y describid vuestras impresiones o inquietudes sobre las mismas, quizás puedan ayudaros o resultarle útil para el futuro. ¿Qué pueden representar las imágenes? ¿Son reales? No os olvidéis de poneros alerta por el fuego que se acaba de generar a vuestro alrededor y que cobrará importancia en el segundo y último turno.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
- Ya te lo he dicho Ja´zad, el medallón vibra con fuerza y nos está guiando en esta dirección, eso solo puede significar dos cosas… o vamos hacia otra de las reliquias o hacia algo relacionado con los jinetes, sea cual sea el resultado debemos investigarlo. - intervino la vampira, cuya paciencia empezaba a esfumarse después de oír las constantes “sugerencias” del felino durante prácticamente todo el trayecto. - En el mejor de los casos daremos con Huracán y aumentaremos nuestras fuerzas, pero si no es así, si nos topamos con Querostraza o con alguno de los Tarmúnil, actuaremos en consecuencia. - dijo con confianza, echando una fugaz mirada al hombre bestia, su ahora hermano centinela.
La corona astada que portaba era poderosa, ya la había visto en acción cuando Amaterasu aún era su dueña, pero ahora que la nigromante estaba muerta respondía a un nuevo guardián, con lo que Asher debería ser capaz de sacar a relucir todo el potencial al artefacto. - El plan B es sencillo, matarlos. - respondió como si nada, aprovechando el camino que el lince abría para seguir avanzando a través de la espesura. - La dragona tiene algo que queremos y necesitamos, la capa debe volver a manos de Melena Blanca así que no hay más opción que eliminarla, y si aparece algún jinete… lo recibiremos como es debido. - añadió, desenfundando la daga envenenada que el mismo Imargo le había regalado.
El filo brillaba suavemente, y solo con blandirla se podía sentir la oscuridad que emanaba de ella gracias a Verzhela Tarmúnil, quien sin quererlo, había entregado a su enemigo un arma terriblemente peligrosa. Tras unos segundos de silencio, en los que la última batalla contra uno de aquellos seres se reprodujo en su mente, recordándole su derrota, Elen devolvió el puñal a su vaina y volvió a centrarse en lo que tenían por delante, metros y metros de espesa vegetación que poco a poco fueron desapareciendo hasta dejarles ver el lugar al que se dirigían.
- Es aquí. - comunicó al resto, llevándose una mano al pecho para sujetar el medallón, que temblaba violentamente dentro de su armadura de cuero. No cabía duda, la oscuridad que envolvía aquella cripta tenía que estar relacionada con el Oblivion y los jinetes, cosa que en parte la decepcionó ya que esperaba encontrar a Anastasia antes de meterse en otro enfrentamiento. - No me gusta este sitio. - comentó Alister, sintiendo como un escalofrío le recorría la espalda y lo instaba a transformarse de inmediato.
- Tranquilo, ni siquiera hemos entrado. - trató de calmarlo la de cabellos cenicientos, justo antes de encaminarse hacia las escaleras e internarse en la abandonada construcción. En el interior la luz era más débil aún, pero gracias a su aguda vista, la criatura de la noche no tuvo ninguna dificultad para orientarse y descubrir cuál era el foco de aquella corrupción que el medallón estaba captando.
Que el motivo de que su reliquia vibrase con tal intensidad fuese un libro no la tomó por sorpresa, durante los últimos años se había topado con varios ejemplares malditos o hechizados así que sabía que no debía bajar la guardia. Lentamente, la benjamina de los Calhoun deslizó las yemas de los dedos por la negra cubierta, fijándose en cada una de las líneas que decoraban su portada a pesar de no entender el lenguaje en que estaba escrito, al menos no a primera vista.
Los trazos eran finos y elegantes, típicos de la escritura élfica, pero ¿qué ponía? Eso sería más complicado de averiguar. Imprudentemente, ya que a diferencia del resto de gente ella no tenía esa vocecita en su cabeza que la advertía del peligro, o quizá si la tuviese pero la ignoraba por completo, la de ojos verdes tomó el objeto y comenzó a pasar sus páginas, buscando cualquier símbolo que pudiese comprender y darle una pista del origen de aquella oscuridad.
Pero no le hizo falta, pronto el libro tomó el control de la situación y comenzó a mostrarle ciertas imágenes, algunas inquietantes y otras de lo más interesantes. Lo primero que vio la vampira fue su propia espalda, justo en el lugar en que se hallaba en aquel instante, como si alguien se le estuviese acercando por detrás con terribles intenciones… - ¿Alguien me va a atacar? - se preguntó interiormente, incapaz de girar la cabeza para mirar en otra dirección. Pero ella sabía que no estaba sola, Alister y Asher se encontraban allí también, ¿cómo iban a sorprenderla con ellos de por medio?
No tenía sentido, pero de todos modos una enorme angustia se apoderó de su cuerpo, aunque esto solo duró unos segundos más, hasta que la imagen desapareció sin que nada malo sucediese. Su siguiente visión fue distinta, ya no se encontraba en la cripta sino en otro lugar, uno que pronto reconoció como el templo de Nís. Los altos muros de piedra, las ornamentadas columnas, la vegetación apoderándose del antiguo edificio, los restos del agua que había inundado partes del mismo… volvía a estar allí, donde perdieron a Tyrande, pero no tenía tiempo de dejar que los malos recuerdos la distrajesen.
Contrariamente a lo que había experimentado durante la primera, ésta vez caminaba con confianza y determinación hacia un punto en concreto, donde uno de los Tarmúnil estaba llevando a cabo una especie de ritual. - ¿Quién es? ¿a través de que ojos estoy viendo esto? - se preguntó, mientras la persona en cuestión desenvainaba una espada y la sujetaba con la zurda, mano en que llevaba un peculiar guantelete. - ¡¿Eltrant?! - quiso exclamar, pero aquello solo quedó en su cabeza, y aunque no podía estar del todo segura, temió que el ex guardia estuviese a punto de enfrentarse a un ser con el que no podía competir.
- No, no, no… - se repetía una y otra vez mentalmente, pero por desgracia, cuando finalmente se disponía a hundir la hoja en la espalda del Tarmúnil, la escena se desdibujó, dejándola con la incertidumbre de no saber qué había pasado a continuación. Los presentes en la sala podrían ver como su expresión cambiaba, tornándose preocupada, pero lo peor aún estaba por llegar.
Una fría brisa la recibió en la tercera y última visión, dejándole entrever que se encontraba a cierta altura, aunque eso pudo confirmarlo casi al momento, en cuanto dejó de fijarse en los barrotes que sujetaba para mirar más allá de la jaula.
Allí estaban nueve de los jinetes, sus peores enemigos, situados en torno a un altar de piedra sobre el cual reposaba algo que no llegó a distinguir, pero que emitía un vivo brillo rojizo. - ¿Esto es…? - ni siquiera llegó a formular la pregunta, quizá no pudiese controlar la situación pero podía hacerse una idea de dónde se encontraba, y la respuesta no le hacía ninguna gracia.
Que Ilmerith Tarmúnil se acercase a ella tampoco le agradó, mucho menos la cara de satisfacción con que la miraba, como si hubiese logrado algo importante, pero no podía hacer nada para remediarlo, solo ser testigo del miedo de su prisionero, que retrocedió a gatas para poner distancia entre ambos. Desesperada por entender mejor la situación, Elen se centró en cada una de las palabras que aquel desgraciado pronunciaba, frustrada por no conocer el antiguo lenguaje que aquella familia de elfos utilizaba… aunque eso no era del todo cierto, había una que sí le era familiar.
Fashateni.
En respuesta a lo que estaba sucediendo, el medallón solar se volvió loco y comenzó a vibrar con más fuerza que nunca contra su pecho, mientras todo su cuerpo reaccionaba como si se hubiese expuesto al sol a pleno mediodía, haciéndole sentir que estaba ardiendo. - ¡Agggghhhhh! - exclamó, dejando caer el libro al suelo sin reparar en un principio en el fuego verde que escapaba de la cripta para rodearla. - ¡Malditos sean! - volvió a gritar, visiblemente agitada, permitiéndose el gustazo de mandar el tomo hasta la pared contraria de una patada.
- ¡Elen! ¡Cálmate Elen! - reaccionó el dragón, pero fue Ja´zad el primero en acercársele, tomándola por los hombros, gesto que la sobresaltó bastante ya que aún tenía presente la primera visión, debía cuidarse las espaldas. Tras liberarse bruscamente del agarre del felino de forma instintiva, la de cabellos cenicientos dirigió su mirada hacia el exterior, justo por donde se suponía que debía llegar la amenaza.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó Alister, intentando calmarla con un tono suave. - Quémalo, Alister date prisa, ¡quémalo! ¡redúcelo a cenizas! - pidió la vampira, deseando olvidar lo que el tomo le había mostrado, no quería creer lo que su mente le decía. - Pero, ¿por qué? ¿qué has visto? - insistió, cubriendo una de las mejillas de la joven con su mano para que se centrase en él y se relajase.
- Algo… algo me va a atacar, pero eso no es importante, creo que Eltrant está en el templo de Nís y va a enfrentarse a uno de los jinetes. - empezó a revelar, llevándose una mano a la cabeza para tratar de rememorar hasta el último detalle. - No… no puedo asegurar que fuera él pero llevaba una espada y un guantelete en la zurda… maldita sea… - continuó, cerrando los ojos con fuerza. - Espera, más despacio, ¿cómo es eso de que te van a atacar? - inquirió el norteño, preocupándose por su seguridad antes de abordar la de otros. - No lo puedo explicar, no vi lo que era pero sentí que se me acercaba por la espalda. - contestó, frustrada por la situación.
- De todos modos no es lo peor, Asher… creo que Huracán ha sido capturada por el enemigo… he visto el Oblivion y a una persona enjaulada. - informó, buscando la mirada del perro. - Su líder, Ilmerith, se acercó a los barrotes y empezó a hablar en la misma lengua del libro, no pude entender lo que decía pero sí reconocí una de las palabras que utilizó, el término con que se refieren a nosotros, Fashateni. - continuó, aceptando que podían estar ante una de las peores crisis de los centinelas hasta el momento.
¿Y si el rojizo brillo emanaba del rubí de sangre? La benjamina de los Calhoun no quería ni pensar en la posibilidad de que se hubiesen despojado a su amiga de la reliquia, pero todos los detalles apuntaban a ello.
- ¿Cómo ha podido pasar? - intervino Ja´zad, confundido y preocupado al ver que su bando tenía problemas. - No lo sé, ni siquiera estoy segura de que sea cierto y no una mentira de esos desgraciados para tendernos una trampa. - replicó, al tiempo que una extraña sensación recorría todo su cuerpo, algo no iba bien. - Tenemos que hacer algo, esa cosa, deberíamos destruirla. - señaló la señora de sombras, clavando sus ojos sobre el negro tomo.
Pero, ¿y si aquel objeto era la clave para cruzar al Oblivion? ¿Y si la oscuridad que lo rodeaba solo era el preludio de la apertura de un nuevo portal entre ambos planos? Por mucho que quisiese verlo arder, tenía que valorar el resto de opciones.
- No nos precipitemos, de momento será mejor que no lo toque nadie más, por si acaso. - comentó Alister, consciente de que el fuego que ahora rodeaba la cripta había salido del ejemplar y que quizá lo necesitasen para eliminar la barrera que los mantenía atrapados. - Primero centrémonos en salir de aquí, ¿alguna idea? - preguntó, mirando a los presentes.
Transformarse allí dentro era poco práctico, apenas tendría espacio y de todos modos no sería capaz de alzar el vuelo hasta que las verdosas llamas hubiesen desaparecido.
Off: Basándome en las experiencias de Elen tanto en el templo de Nís como en el Oblivion he dado por hecho que podía reconocer ambos lugares y también la palabra Fashateni, que tanto Tarivius como los jinetes han usado al dirigirse a ella en el pasado. (Esto suponiendo ya que sea Huri la enjaulada e Ilmerith la utilice para hablar con ella)
Master Ger, si hay alguna cosa que creas que debo editar solo avísame.
La corona astada que portaba era poderosa, ya la había visto en acción cuando Amaterasu aún era su dueña, pero ahora que la nigromante estaba muerta respondía a un nuevo guardián, con lo que Asher debería ser capaz de sacar a relucir todo el potencial al artefacto. - El plan B es sencillo, matarlos. - respondió como si nada, aprovechando el camino que el lince abría para seguir avanzando a través de la espesura. - La dragona tiene algo que queremos y necesitamos, la capa debe volver a manos de Melena Blanca así que no hay más opción que eliminarla, y si aparece algún jinete… lo recibiremos como es debido. - añadió, desenfundando la daga envenenada que el mismo Imargo le había regalado.
El filo brillaba suavemente, y solo con blandirla se podía sentir la oscuridad que emanaba de ella gracias a Verzhela Tarmúnil, quien sin quererlo, había entregado a su enemigo un arma terriblemente peligrosa. Tras unos segundos de silencio, en los que la última batalla contra uno de aquellos seres se reprodujo en su mente, recordándole su derrota, Elen devolvió el puñal a su vaina y volvió a centrarse en lo que tenían por delante, metros y metros de espesa vegetación que poco a poco fueron desapareciendo hasta dejarles ver el lugar al que se dirigían.
- Es aquí. - comunicó al resto, llevándose una mano al pecho para sujetar el medallón, que temblaba violentamente dentro de su armadura de cuero. No cabía duda, la oscuridad que envolvía aquella cripta tenía que estar relacionada con el Oblivion y los jinetes, cosa que en parte la decepcionó ya que esperaba encontrar a Anastasia antes de meterse en otro enfrentamiento. - No me gusta este sitio. - comentó Alister, sintiendo como un escalofrío le recorría la espalda y lo instaba a transformarse de inmediato.
- Tranquilo, ni siquiera hemos entrado. - trató de calmarlo la de cabellos cenicientos, justo antes de encaminarse hacia las escaleras e internarse en la abandonada construcción. En el interior la luz era más débil aún, pero gracias a su aguda vista, la criatura de la noche no tuvo ninguna dificultad para orientarse y descubrir cuál era el foco de aquella corrupción que el medallón estaba captando.
Que el motivo de que su reliquia vibrase con tal intensidad fuese un libro no la tomó por sorpresa, durante los últimos años se había topado con varios ejemplares malditos o hechizados así que sabía que no debía bajar la guardia. Lentamente, la benjamina de los Calhoun deslizó las yemas de los dedos por la negra cubierta, fijándose en cada una de las líneas que decoraban su portada a pesar de no entender el lenguaje en que estaba escrito, al menos no a primera vista.
Los trazos eran finos y elegantes, típicos de la escritura élfica, pero ¿qué ponía? Eso sería más complicado de averiguar. Imprudentemente, ya que a diferencia del resto de gente ella no tenía esa vocecita en su cabeza que la advertía del peligro, o quizá si la tuviese pero la ignoraba por completo, la de ojos verdes tomó el objeto y comenzó a pasar sus páginas, buscando cualquier símbolo que pudiese comprender y darle una pista del origen de aquella oscuridad.
Pero no le hizo falta, pronto el libro tomó el control de la situación y comenzó a mostrarle ciertas imágenes, algunas inquietantes y otras de lo más interesantes. Lo primero que vio la vampira fue su propia espalda, justo en el lugar en que se hallaba en aquel instante, como si alguien se le estuviese acercando por detrás con terribles intenciones… - ¿Alguien me va a atacar? - se preguntó interiormente, incapaz de girar la cabeza para mirar en otra dirección. Pero ella sabía que no estaba sola, Alister y Asher se encontraban allí también, ¿cómo iban a sorprenderla con ellos de por medio?
No tenía sentido, pero de todos modos una enorme angustia se apoderó de su cuerpo, aunque esto solo duró unos segundos más, hasta que la imagen desapareció sin que nada malo sucediese. Su siguiente visión fue distinta, ya no se encontraba en la cripta sino en otro lugar, uno que pronto reconoció como el templo de Nís. Los altos muros de piedra, las ornamentadas columnas, la vegetación apoderándose del antiguo edificio, los restos del agua que había inundado partes del mismo… volvía a estar allí, donde perdieron a Tyrande, pero no tenía tiempo de dejar que los malos recuerdos la distrajesen.
Contrariamente a lo que había experimentado durante la primera, ésta vez caminaba con confianza y determinación hacia un punto en concreto, donde uno de los Tarmúnil estaba llevando a cabo una especie de ritual. - ¿Quién es? ¿a través de que ojos estoy viendo esto? - se preguntó, mientras la persona en cuestión desenvainaba una espada y la sujetaba con la zurda, mano en que llevaba un peculiar guantelete. - ¡¿Eltrant?! - quiso exclamar, pero aquello solo quedó en su cabeza, y aunque no podía estar del todo segura, temió que el ex guardia estuviese a punto de enfrentarse a un ser con el que no podía competir.
- No, no, no… - se repetía una y otra vez mentalmente, pero por desgracia, cuando finalmente se disponía a hundir la hoja en la espalda del Tarmúnil, la escena se desdibujó, dejándola con la incertidumbre de no saber qué había pasado a continuación. Los presentes en la sala podrían ver como su expresión cambiaba, tornándose preocupada, pero lo peor aún estaba por llegar.
Una fría brisa la recibió en la tercera y última visión, dejándole entrever que se encontraba a cierta altura, aunque eso pudo confirmarlo casi al momento, en cuanto dejó de fijarse en los barrotes que sujetaba para mirar más allá de la jaula.
Allí estaban nueve de los jinetes, sus peores enemigos, situados en torno a un altar de piedra sobre el cual reposaba algo que no llegó a distinguir, pero que emitía un vivo brillo rojizo. - ¿Esto es…? - ni siquiera llegó a formular la pregunta, quizá no pudiese controlar la situación pero podía hacerse una idea de dónde se encontraba, y la respuesta no le hacía ninguna gracia.
Que Ilmerith Tarmúnil se acercase a ella tampoco le agradó, mucho menos la cara de satisfacción con que la miraba, como si hubiese logrado algo importante, pero no podía hacer nada para remediarlo, solo ser testigo del miedo de su prisionero, que retrocedió a gatas para poner distancia entre ambos. Desesperada por entender mejor la situación, Elen se centró en cada una de las palabras que aquel desgraciado pronunciaba, frustrada por no conocer el antiguo lenguaje que aquella familia de elfos utilizaba… aunque eso no era del todo cierto, había una que sí le era familiar.
Fashateni.
En respuesta a lo que estaba sucediendo, el medallón solar se volvió loco y comenzó a vibrar con más fuerza que nunca contra su pecho, mientras todo su cuerpo reaccionaba como si se hubiese expuesto al sol a pleno mediodía, haciéndole sentir que estaba ardiendo. - ¡Agggghhhhh! - exclamó, dejando caer el libro al suelo sin reparar en un principio en el fuego verde que escapaba de la cripta para rodearla. - ¡Malditos sean! - volvió a gritar, visiblemente agitada, permitiéndose el gustazo de mandar el tomo hasta la pared contraria de una patada.
- ¡Elen! ¡Cálmate Elen! - reaccionó el dragón, pero fue Ja´zad el primero en acercársele, tomándola por los hombros, gesto que la sobresaltó bastante ya que aún tenía presente la primera visión, debía cuidarse las espaldas. Tras liberarse bruscamente del agarre del felino de forma instintiva, la de cabellos cenicientos dirigió su mirada hacia el exterior, justo por donde se suponía que debía llegar la amenaza.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó Alister, intentando calmarla con un tono suave. - Quémalo, Alister date prisa, ¡quémalo! ¡redúcelo a cenizas! - pidió la vampira, deseando olvidar lo que el tomo le había mostrado, no quería creer lo que su mente le decía. - Pero, ¿por qué? ¿qué has visto? - insistió, cubriendo una de las mejillas de la joven con su mano para que se centrase en él y se relajase.
- Algo… algo me va a atacar, pero eso no es importante, creo que Eltrant está en el templo de Nís y va a enfrentarse a uno de los jinetes. - empezó a revelar, llevándose una mano a la cabeza para tratar de rememorar hasta el último detalle. - No… no puedo asegurar que fuera él pero llevaba una espada y un guantelete en la zurda… maldita sea… - continuó, cerrando los ojos con fuerza. - Espera, más despacio, ¿cómo es eso de que te van a atacar? - inquirió el norteño, preocupándose por su seguridad antes de abordar la de otros. - No lo puedo explicar, no vi lo que era pero sentí que se me acercaba por la espalda. - contestó, frustrada por la situación.
- De todos modos no es lo peor, Asher… creo que Huracán ha sido capturada por el enemigo… he visto el Oblivion y a una persona enjaulada. - informó, buscando la mirada del perro. - Su líder, Ilmerith, se acercó a los barrotes y empezó a hablar en la misma lengua del libro, no pude entender lo que decía pero sí reconocí una de las palabras que utilizó, el término con que se refieren a nosotros, Fashateni. - continuó, aceptando que podían estar ante una de las peores crisis de los centinelas hasta el momento.
¿Y si el rojizo brillo emanaba del rubí de sangre? La benjamina de los Calhoun no quería ni pensar en la posibilidad de que se hubiesen despojado a su amiga de la reliquia, pero todos los detalles apuntaban a ello.
- ¿Cómo ha podido pasar? - intervino Ja´zad, confundido y preocupado al ver que su bando tenía problemas. - No lo sé, ni siquiera estoy segura de que sea cierto y no una mentira de esos desgraciados para tendernos una trampa. - replicó, al tiempo que una extraña sensación recorría todo su cuerpo, algo no iba bien. - Tenemos que hacer algo, esa cosa, deberíamos destruirla. - señaló la señora de sombras, clavando sus ojos sobre el negro tomo.
Pero, ¿y si aquel objeto era la clave para cruzar al Oblivion? ¿Y si la oscuridad que lo rodeaba solo era el preludio de la apertura de un nuevo portal entre ambos planos? Por mucho que quisiese verlo arder, tenía que valorar el resto de opciones.
- No nos precipitemos, de momento será mejor que no lo toque nadie más, por si acaso. - comentó Alister, consciente de que el fuego que ahora rodeaba la cripta había salido del ejemplar y que quizá lo necesitasen para eliminar la barrera que los mantenía atrapados. - Primero centrémonos en salir de aquí, ¿alguna idea? - preguntó, mirando a los presentes.
Transformarse allí dentro era poco práctico, apenas tendría espacio y de todos modos no sería capaz de alzar el vuelo hasta que las verdosas llamas hubiesen desaparecido.
Off: Basándome en las experiencias de Elen tanto en el templo de Nís como en el Oblivion he dado por hecho que podía reconocer ambos lugares y también la palabra Fashateni, que tanto Tarivius como los jinetes han usado al dirigirse a ella en el pasado. (Esto suponiendo ya que sea Huri la enjaulada e Ilmerith la utilice para hablar con ella)
Master Ger, si hay alguna cosa que creas que debo editar solo avísame.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
-Creía que ese era el plan A.- intervine, esbozando media sonrisa. Había ganado unos cuantos trucos desde la última vez que me enfrenté a uno de las Tarmunil. Junto a Elen... no tendría demasiados problemas. Querostraza era algo distinto. No estaba seguro de que podía hacer en forma humana. Si poseía la capa, arrebatársela y huir era una posibilidad, aunque poco realista: como dragona, podía alcanzarnos sin demasiada dificultad, y entonces nos encontraríamos en problemas.
Si le impedíamos volar de alguna forma, quizás si tendríamos ventaja. Pero no esperaba encontrarla a donde íbamos.
Finalmente, acabamos encontrando una cripta. Antigua, sin duda, pero también algo macabra. La tensión creció un tanto. Pero no teníamos otra opción.
-No parece que nadie haya pasado antes por aquí.- dijo Syl. Teniendo en cuenta lo difícil que era atravesar ese sitio, hacerlo sin dejar rastro era prácticamente imposible. Dudaba que incluso los elfos pudiesen hacerlo cómodamente. -Pero es difícil de decir. La corrupción ha cambiado todo el bosque.-
Alister comentó lo que todos debíamos pensar. Pero no había marcha atrás.
-Podemos lidiar contra lo que nos echen encima. Por eso estamos aquí.- dije. Entre los cinco, eramos un grupo más que temible, con un enorme arsenal mágico y físico. Ninguno estaba particularmente vulnerable, salvo quizás Imargo.
Nos adentramos en aquella tumba. Fui justo detrás de la vampiresa, con los ojos bien abiertos. Si bien no podía orientarme igual de bien en la oscuridad, percibiría cualquier trampa mágica que nos encontrásemos. Me preparé para detener a la vampiresa si percibía algo. Y, aunque vi algo... no parecía una trampa. Era, esencialmente, un libro. Uno con un tipo de magia que desconocía, y ante la cual la Corona Astada reaccionaba.
-Supongo que hemos venido a por esto.- dije, no muy seguro de si protestar cuando Elen lo tomó. Abrirlo allí no se me hacía la mejor idea posible, pero tampoco es que nos sobrase tiempo. Si nos podía decir algo, era mejor que lo supiésemos cuanto antes. Syl mantuvo su ballesta preparada, mirando hacia el exterior en caso de que hubiese problemas.
Durante unos segundos, Elen pareció entrar en algún tipo de trance mientras leía. Tensé la mandíbula mientras la vigilaba desde su espalda, preparándome para cualquier cosa. Y aun así, me sobresaltó. Le vampiresa lanzó un fuerte grito, y una linea de fuego verde empezó a formarse en la cripta, saliendo rápidamente al mismo tiempo que nos rodeaba.
Las palabras de la Centinela se hicieron claras. ¿Eltrant, en el templo de Nis? Y un Jinete Oscuro... Pausé al escuchar lo del guantelete zurdo. Si no estaba segura de quien era...
-Quizás no sea Eltrant.- dije, alzando mi mano izquierda y resaltando el guantelete metálico. Era posible que fuese sobre mí. Si era una premonición, quizás debía hacerla realidad. Pero lo que dijo a continuación cambió las cosas. Si Huracán estaba en el Oblivion... no había forma sencilla de rescatarla. -Espera. Has visto a Huracán. Quizás también hayas visto los puntos de vista de los demás Centinelas. El mio, a tu espalda; el de Huracán, en el Oblivion, y...- interrumpí la frase. La visión del templo... -Querostraza. Está en el templo.- ¿Que podía ganar enfrentándose a un Jinete? ¿No iba en contra de sus planes?
-Tenemos que ir hasta allí. Si hay un Jinete, es una forma de ir al Oblivion, y si también está Querostraza...- advertí, negando con la cabeza. Melena Blanca estaría en peligro si no conseguía la Capa Blanca. Por supuesto, teníamos un gran problema entre medias. El fuego. Se había movido de una forma curiosa. Casi arbitraria. No atacándonos directamente, sino... -Creo que el fuego puede ser un símbolo. Como una runa, pero no solo aquí.- dije, frunciendo el ceño.
Tenía varias alternativas. Podía crear un pilar de roca en el pasillo, pero eso nos dejaría atrapados, bloqueando las escaleras, o peor aún, destruyendo la cripta. Podía formar una barrera a nuestro alrededor, pero eso no nos ayudaría a salir. No, la única opción era eliminar el fuego. Dudaba que el agua funcionase. Era mágico, después de todo.
Pero aquello era mi especialidad.
Me acerqué a las llamas verdes e invoqué a Eclipse entre mis manos. El arma brillaba con intensidad. La segunda runa se marcó por encima del resto, y un vórtice empezó a formarse sobre la hoja, intentando absorber las llamas... o al menos, el éter que las había formado. [1]
[1] Usada habilidad: Absorber (O más bien, lo intento Depende de Ger si funciona o no.)
Si le impedíamos volar de alguna forma, quizás si tendríamos ventaja. Pero no esperaba encontrarla a donde íbamos.
Finalmente, acabamos encontrando una cripta. Antigua, sin duda, pero también algo macabra. La tensión creció un tanto. Pero no teníamos otra opción.
-No parece que nadie haya pasado antes por aquí.- dijo Syl. Teniendo en cuenta lo difícil que era atravesar ese sitio, hacerlo sin dejar rastro era prácticamente imposible. Dudaba que incluso los elfos pudiesen hacerlo cómodamente. -Pero es difícil de decir. La corrupción ha cambiado todo el bosque.-
Alister comentó lo que todos debíamos pensar. Pero no había marcha atrás.
-Podemos lidiar contra lo que nos echen encima. Por eso estamos aquí.- dije. Entre los cinco, eramos un grupo más que temible, con un enorme arsenal mágico y físico. Ninguno estaba particularmente vulnerable, salvo quizás Imargo.
Nos adentramos en aquella tumba. Fui justo detrás de la vampiresa, con los ojos bien abiertos. Si bien no podía orientarme igual de bien en la oscuridad, percibiría cualquier trampa mágica que nos encontrásemos. Me preparé para detener a la vampiresa si percibía algo. Y, aunque vi algo... no parecía una trampa. Era, esencialmente, un libro. Uno con un tipo de magia que desconocía, y ante la cual la Corona Astada reaccionaba.
-Supongo que hemos venido a por esto.- dije, no muy seguro de si protestar cuando Elen lo tomó. Abrirlo allí no se me hacía la mejor idea posible, pero tampoco es que nos sobrase tiempo. Si nos podía decir algo, era mejor que lo supiésemos cuanto antes. Syl mantuvo su ballesta preparada, mirando hacia el exterior en caso de que hubiese problemas.
Durante unos segundos, Elen pareció entrar en algún tipo de trance mientras leía. Tensé la mandíbula mientras la vigilaba desde su espalda, preparándome para cualquier cosa. Y aun así, me sobresaltó. Le vampiresa lanzó un fuerte grito, y una linea de fuego verde empezó a formarse en la cripta, saliendo rápidamente al mismo tiempo que nos rodeaba.
Las palabras de la Centinela se hicieron claras. ¿Eltrant, en el templo de Nis? Y un Jinete Oscuro... Pausé al escuchar lo del guantelete zurdo. Si no estaba segura de quien era...
-Quizás no sea Eltrant.- dije, alzando mi mano izquierda y resaltando el guantelete metálico. Era posible que fuese sobre mí. Si era una premonición, quizás debía hacerla realidad. Pero lo que dijo a continuación cambió las cosas. Si Huracán estaba en el Oblivion... no había forma sencilla de rescatarla. -Espera. Has visto a Huracán. Quizás también hayas visto los puntos de vista de los demás Centinelas. El mio, a tu espalda; el de Huracán, en el Oblivion, y...- interrumpí la frase. La visión del templo... -Querostraza. Está en el templo.- ¿Que podía ganar enfrentándose a un Jinete? ¿No iba en contra de sus planes?
-Tenemos que ir hasta allí. Si hay un Jinete, es una forma de ir al Oblivion, y si también está Querostraza...- advertí, negando con la cabeza. Melena Blanca estaría en peligro si no conseguía la Capa Blanca. Por supuesto, teníamos un gran problema entre medias. El fuego. Se había movido de una forma curiosa. Casi arbitraria. No atacándonos directamente, sino... -Creo que el fuego puede ser un símbolo. Como una runa, pero no solo aquí.- dije, frunciendo el ceño.
Tenía varias alternativas. Podía crear un pilar de roca en el pasillo, pero eso nos dejaría atrapados, bloqueando las escaleras, o peor aún, destruyendo la cripta. Podía formar una barrera a nuestro alrededor, pero eso no nos ayudaría a salir. No, la única opción era eliminar el fuego. Dudaba que el agua funcionase. Era mágico, después de todo.
Pero aquello era mi especialidad.
Me acerqué a las llamas verdes e invoqué a Eclipse entre mis manos. El arma brillaba con intensidad. La segunda runa se marcó por encima del resto, y un vórtice empezó a formarse sobre la hoja, intentando absorber las llamas... o al menos, el éter que las había formado. [1]
____________________________________________________
[1] Usada habilidad: Absorber (O más bien, lo intento Depende de Ger si funciona o no.)
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
Elen empezó a sentir un cierto malestar en su cabeza al poco tiempo de que el fuego empezara a propagarse. Se le había levantado una fuerte migraña y sentía una voz en su interior. También veía un rostro. Imlerith Tarmúnil, el líder de los jinetes oscuros, y que tanto había aparecido en sus pesadillas, se encontraba ahora en el interior de sus pensamientos. En aquel estado, a la benjamina de los Calhoun le resultaría muy difícil combatir.
Por su parte, Asher había corrido mejor suerte. Dejó atrás a su compañera para combatir lo que acababa de salir. Y con Eclipse trató de absorber el fuego que se había extendido. Ja’zad salió detrás de él, escudo y espada en mano. Sin darle mayor importancia a la molestia de Elen. Ella no parecía tener buen trato hacia él y, por tanto, él correspondía de la misma manera. - ¿Tú crees que eso es una runa? Es la primera vez que veo un fuego de este color. Ten cuidado, Asher. No sé yo si es buena idea meter la espada ahí. – Tarde. Ya lo había hecho. El hombre perro había estado acertado en su teoría acerca de Querostraza. – El jefe iba a investigar Nís. Puede estar en peligro. A ver si lo puedes apagar y vamos para allá.
Sí. Eclipse absorbió el poder y su hoja se tornaba del mismo color verdoso que había impregnado el bosque. Pero Asher no era capaz de absorber más cantidad de la que se generaba. Podía decirse que era un empate técnico entre el intento de avanzar del fuego y la capacidad de absorción de brillo. Al menos no se extendía.
-Pues el Silis está lejos. ¿No habrá otro río por aquí cerca? – preguntó Imargo, que no tenía ocurrencia alguna ni poder. – Ey, Alister, ¿puedes convertirte en lagarto y traernos agua de algún modo? – preguntó a Alister.
Mientras Asher aguantara, todo estaba controlado. El problema principal era que dentro del círculo que los rodeaba se habían comenzado a abrir nuevos portales procedentes del Oblivion, a decir por el paisaje desolador que se veía a través de ellos. Si bien estos se cerraban al segundo, lo que hacía imposible acceder al mismo.
De ellos empezaron a salir perros envueltos en fuego, atacando a todos los enemigos. - Huargos del Oblivion. – afirmó Imargo. - ¡En guardia, centinelas! – ordenó Imargo desenfundando escudo y espada. Tenían por lo menos una veintena de perros de tamaño pequeño, y dos que parecían especialmente grandes.
Imargo, aún con dificultad, ensartó a varios de ellos. No eran muy difíciles por poderío sino por cantidad y por ser impredecibles. En cualquier parte podía aparecer un portal del que saltaba un huargo para pillarte por sorpresa.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Elen Calhoun sólo podría ayudar unos instantes, pues pronto comenzaría a sentir una fuerte presión. Uno de los portales comenzó a funcionar como un aspirador y a atraer a la benjamina de los Calhoun hacia él. Imargo se dio cuenta y se lanzó a por ella, tomándola por los brazos. La bruja podía intentar resistirse, pero el portal la fuerte corriente la arrastraba hasta ponerla literalmente horizontal. - ¡Elen! ¡No te vayas! – Exclamó preocupado, clavando su espada en el suelo y sujetándose a ella. La fuerza del portal le arrastraba. - ¡Los jinetes se están llevando a Elen! ¡Asher, Alister ayudadme! – Imargo clavó sus pies en el suelo, pero la fuerza del portal era demasiado poderosa. Los jinetes oscuros estaban al otro lado. Imlerith y otros ocho jinetes se divertían viendo como el leónico gritaba para tratar de defenderse.
El portal se cerró y cortó parcialmente parte de la punta de la cola de Imargo en el proceso, que quedó en Aerandir. Aquello relataba que atravesar aquellos portales era extremadamente peligroso bajo riesgo de quedar en medio en un repentino cierre.
Y poco podría hacer Asher para evitarlo, ya que un huargo saltó a su cabeza de un portal a su espalda, para tratar de arrancarle la Corona Astada. No lo conseguiría y terminaría muerto, pero era una advertencia.
Era el objetivo. Asher no había tocado el libro, por lo que no había opción de maldecirlo. Diez perros le rodeaban. Rugían como una manada de lobos esperando cazar a su presa. Uno le saltaba por la espalda y, cuando se giraba para defenderse, otro le atacaba ahora por la nueva retaguardia. Tenían que quitarle la corona como fuera y volver a acceder por los portales que se abrían repentinamente en torno a las llamas.
Todos los perros parecían clones, pero había dos “razas”. Además, había un ejemplar por raza que era más grande y poderoso. Estos, sin embargo, no terminaban de atacar y se mantenían siempre bien distanciados.
Una de las razas era de pelaje negro y largo. Cheposos. Parecían más delgados y menos fuertes que los anteriores. No atacaban. Sólo rodeaban a los de la otra especie, esperando el momento oportuno para atacar. Eran mucho más rápidos. Dejaban atrás de ellos sombras y podían esquivar espadazos varios. Saltaban más y parecían mejor organizados. Eran mucho más difíciles de alcanzar. Pero el fuego que Eclipse había absorbido les permitiría cortarlos por la mitad como el cuchillo cortaba la mantequilla.
La segunda de las especies tenía una mandíbula más prominente. Dando un aspecto más aterrador. De perro de presa. Eran sustantivamente más fuertes, agresivos y peligrosos y tenían una coraza natural que los hacía más duros y difíciles de matar. Eran capaces de herir y transmitir grandes enfermedades. A diferencia de los primeros, estos no dudaban en atacar e ir a matar en las partes débiles. Además, tenían llamas que impregnaban su cuerpo y que incendiaban aún más el bosque a su alrededor.
Eran las versiones “grandes” de los mismos, Fenris, para el primero, y Koldo, para el segundo. Seguirían abriéndose portales mientras estuvieran en pie. Además, los de cada especie protegían al mayor mientras este huía, lo que revelaba su importancia. Era imposible llegar hasta ellos más que abriéndose paso entre el mar de perros y portales que se salía de los portales.
Tenían que elegir bien sus objetivos. Focalizar sus esfuerzos en los que utilizaban la agilidad o la fuerza si querían salir ilesos del combate.
Elen: La decisión de tomar el libro negro influye únicamente influiría en que os cambiaríais los papeles. Sí, era obvio que el libro era una trampa. Eres tú la que se va al Oblivion. Eres abducida por el portal de los Jinetes Oscuros sin remedio. Imargo Ja’zad intenta inútilmente sacarte, pero irremediablemente se va al Oblivion por la buena causade los gifs de intentar salvarte la vida. Además, al atravesar el portal perderás el medallón solar, pero tendrás la oportunidad de recuperarlo en el próximo turno... Cuando te enfrentes cara a cara con los jinetes oscuros. Reserva fuerzas. Alister puede ayudar a Asher y a Syl a derrotar al lobo elegido.
Asher: Boss fight: Perro contra perros. Huargos ígneos Koldo y Fenris y sus cachorros. Cada uno hace una cosa. Tendrás que decidir hacer frente a uno u otro. En el siguiente turno, atacaré con el que dejes vivo. No quieren matarte. Lo que más les interesa es eso que llevas en la cabeza: La Corona Astada. Tendrás que resolver con inteligencia y, por supuesto, fuerza, el asunto de los perros. De momento tienen 2/4 reliquias. Puedes evitar que se hagan con la tercera. La cuarta estará en manos de Demian e Irinnil, ya que como astutamente has descubierto, era Querostraza la que está en el templo de Nís, y no Eltrant. Ese será tu próximo irremediable destino en el siguiente tema. Pero de momento tienes que salvar el tipo.
Por su parte, Asher había corrido mejor suerte. Dejó atrás a su compañera para combatir lo que acababa de salir. Y con Eclipse trató de absorber el fuego que se había extendido. Ja’zad salió detrás de él, escudo y espada en mano. Sin darle mayor importancia a la molestia de Elen. Ella no parecía tener buen trato hacia él y, por tanto, él correspondía de la misma manera. - ¿Tú crees que eso es una runa? Es la primera vez que veo un fuego de este color. Ten cuidado, Asher. No sé yo si es buena idea meter la espada ahí. – Tarde. Ya lo había hecho. El hombre perro había estado acertado en su teoría acerca de Querostraza. – El jefe iba a investigar Nís. Puede estar en peligro. A ver si lo puedes apagar y vamos para allá.
Sí. Eclipse absorbió el poder y su hoja se tornaba del mismo color verdoso que había impregnado el bosque. Pero Asher no era capaz de absorber más cantidad de la que se generaba. Podía decirse que era un empate técnico entre el intento de avanzar del fuego y la capacidad de absorción de brillo. Al menos no se extendía.
-Pues el Silis está lejos. ¿No habrá otro río por aquí cerca? – preguntó Imargo, que no tenía ocurrencia alguna ni poder. – Ey, Alister, ¿puedes convertirte en lagarto y traernos agua de algún modo? – preguntó a Alister.
Mientras Asher aguantara, todo estaba controlado. El problema principal era que dentro del círculo que los rodeaba se habían comenzado a abrir nuevos portales procedentes del Oblivion, a decir por el paisaje desolador que se veía a través de ellos. Si bien estos se cerraban al segundo, lo que hacía imposible acceder al mismo.
De ellos empezaron a salir perros envueltos en fuego, atacando a todos los enemigos. - Huargos del Oblivion. – afirmó Imargo. - ¡En guardia, centinelas! – ordenó Imargo desenfundando escudo y espada. Tenían por lo menos una veintena de perros de tamaño pequeño, y dos que parecían especialmente grandes.
Imargo, aún con dificultad, ensartó a varios de ellos. No eran muy difíciles por poderío sino por cantidad y por ser impredecibles. En cualquier parte podía aparecer un portal del que saltaba un huargo para pillarte por sorpresa.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Multitud de portales se abren, con perros infernales tratando de arrebataros las reliquias.
Elen Calhoun sólo podría ayudar unos instantes, pues pronto comenzaría a sentir una fuerte presión. Uno de los portales comenzó a funcionar como un aspirador y a atraer a la benjamina de los Calhoun hacia él. Imargo se dio cuenta y se lanzó a por ella, tomándola por los brazos. La bruja podía intentar resistirse, pero el portal la fuerte corriente la arrastraba hasta ponerla literalmente horizontal. - ¡Elen! ¡No te vayas! – Exclamó preocupado, clavando su espada en el suelo y sujetándose a ella. La fuerza del portal le arrastraba. - ¡Los jinetes se están llevando a Elen! ¡Asher, Alister ayudadme! – Imargo clavó sus pies en el suelo, pero la fuerza del portal era demasiado poderosa. Los jinetes oscuros estaban al otro lado. Imlerith y otros ocho jinetes se divertían viendo como el leónico gritaba para tratar de defenderse.
El portal se cerró y cortó parcialmente parte de la punta de la cola de Imargo en el proceso, que quedó en Aerandir. Aquello relataba que atravesar aquellos portales era extremadamente peligroso bajo riesgo de quedar en medio en un repentino cierre.
Y poco podría hacer Asher para evitarlo, ya que un huargo saltó a su cabeza de un portal a su espalda, para tratar de arrancarle la Corona Astada. No lo conseguiría y terminaría muerto, pero era una advertencia.
Era el objetivo. Asher no había tocado el libro, por lo que no había opción de maldecirlo. Diez perros le rodeaban. Rugían como una manada de lobos esperando cazar a su presa. Uno le saltaba por la espalda y, cuando se giraba para defenderse, otro le atacaba ahora por la nueva retaguardia. Tenían que quitarle la corona como fuera y volver a acceder por los portales que se abrían repentinamente en torno a las llamas.
Todos los perros parecían clones, pero había dos “razas”. Además, había un ejemplar por raza que era más grande y poderoso. Estos, sin embargo, no terminaban de atacar y se mantenían siempre bien distanciados.
Una de las razas era de pelaje negro y largo. Cheposos. Parecían más delgados y menos fuertes que los anteriores. No atacaban. Sólo rodeaban a los de la otra especie, esperando el momento oportuno para atacar. Eran mucho más rápidos. Dejaban atrás de ellos sombras y podían esquivar espadazos varios. Saltaban más y parecían mejor organizados. Eran mucho más difíciles de alcanzar. Pero el fuego que Eclipse había absorbido les permitiría cortarlos por la mitad como el cuchillo cortaba la mantequilla.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Fenris, el lobo famélico y ágil.
La segunda de las especies tenía una mandíbula más prominente. Dando un aspecto más aterrador. De perro de presa. Eran sustantivamente más fuertes, agresivos y peligrosos y tenían una coraza natural que los hacía más duros y difíciles de matar. Eran capaces de herir y transmitir grandes enfermedades. A diferencia de los primeros, estos no dudaban en atacar e ir a matar en las partes débiles. Además, tenían llamas que impregnaban su cuerpo y que incendiaban aún más el bosque a su alrededor.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Koldo, más fuerte e ígneo.
Eran las versiones “grandes” de los mismos, Fenris, para el primero, y Koldo, para el segundo. Seguirían abriéndose portales mientras estuvieran en pie. Además, los de cada especie protegían al mayor mientras este huía, lo que revelaba su importancia. Era imposible llegar hasta ellos más que abriéndose paso entre el mar de perros y portales que se salía de los portales.
Tenían que elegir bien sus objetivos. Focalizar sus esfuerzos en los que utilizaban la agilidad o la fuerza si querían salir ilesos del combate.
* * * * * * * *
Elen: La decisión de tomar el libro negro influye únicamente influiría en que os cambiaríais los papeles. Sí, era obvio que el libro era una trampa. Eres tú la que se va al Oblivion. Eres abducida por el portal de los Jinetes Oscuros sin remedio. Imargo Ja’zad intenta inútilmente sacarte, pero irremediablemente se va al Oblivion por la buena causa
Asher: Boss fight: Perro contra perros. Huargos ígneos Koldo y Fenris y sus cachorros. Cada uno hace una cosa. Tendrás que decidir hacer frente a uno u otro. En el siguiente turno, atacaré con el que dejes vivo. No quieren matarte. Lo que más les interesa es eso que llevas en la cabeza: La Corona Astada. Tendrás que resolver con inteligencia y, por supuesto, fuerza, el asunto de los perros. De momento tienen 2/4 reliquias. Puedes evitar que se hagan con la tercera. La cuarta estará en manos de Demian e Irinnil, ya que como astutamente has descubierto, era Querostraza la que está en el templo de Nís, y no Eltrant. Ese será tu próximo irremediable destino en el siguiente tema. Pero de momento tienes que salvar el tipo.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
Asher no tardó en darle otro sentido a lo que acababa de ver, desechando la idea de que la segunda visión tuviese relación con Eltrant por la falta de datos concluyentes, pero había un problema con su teoría, si de verdad estaba viendo a través de los ojos de sus hermanos, ¿por qué se había sentido en peligro durante la primera escena? No tenía sentido, al menos no para ella que veía al perro como un aliado y no como una amenaza.
La sola idea de que se atreviese a atacarla a traición le parecía una soberana estupidez, estaban en el mismo bando, habían llegado hasta allí con un objetivo común, no, no podía ser, tenía que haber otra razón para la angustia que había experimentado.
- Querostraza enfrentándose a un jinete… ¿por qué iba a hacerlo? - lanzó la pregunta a aire, sin entender qué podría mover a la dragona o a Frendel a meterse en una batalla contra los Tarmúnil. ¿Sería aquello una lucha de poder para demostrar quién era el más fuerte? ¿Acaso su objetivo era imponerse al clan de elfos para demostrar que Aerandir les pertenece y ellos no pintan nada en su plano? La verdad era que no sabía que pensar al respecto, pero por una vez deseó que de estar en lo cierto la suerte se mantuviese del lado de la alada, no porque le cayese bien, la quería muerta igual que al hechicero, pero entre que ella tuviese la capa o la tuviesen los jinetes prefería lo primero.
Fuera como fuese su siguiente destino estaba marcado, debían llegar al templo de Nís antes de que el combate finalizara, pero para eso primero tendrían que librarse del fuego que rodeaba la cripta, tarea a la que el hombre bestia se puso manos a la obra de inmediato. Valiéndose de las habilidades de su espada, Asher empezó a absorber parte de las verdosas llamas, que tiñeron la hoja del arma en cuestión de segundos, pero todo tenía sus límites, y si bien logró detener el avance de la barrera, no consiguió hacerla desaparecer.
- No creo que eso nos sirva Ja’zad. - contestó Alister al felino, en cuanto éste le propuso que fuese en busca de una fuente de agua para terminar de apagar el ígneo círculo que los rodeaba. - Es mágico, necesitaremos otra cosa para cruzarlo. - añadió al poco, atisbando por el rabillo del ojo una anomalía que iba a complicarles aún más las cosas. El portal apenas duró un segundo abierto pero supo al instante a dónde conducía, la aridez del Oblivion era inconfundible.
- ¡Cuidado! - alcanzó a advertir, mientras se quitaba la gabardina para iniciar su transformación a marchas forzadas. La benjamina de los Calhoun reaccionó instintivamente ante el problema que se cernía sobre ellos, envolviéndose con su oscuro elemento y modificando sus manos para que se transformasen en garras de sombra, con las que no dudó en atacar a los perros que se atrevían a acercársele más de lo debido. - Cobardes, mandan a estos seres a hacerles el trabajo sucio en vez de venir ellos mismos. - dijo entre dientes al darse cuenta del pronunciado interés de los huargos por las reliquias de ambos centinelas.
- ¡A tu izquierda! - la avisaron las almas del medallón, consiguiendo que se girase en el momento preciso para recibir a uno de los canes atravesándole el torso con la diestra. El cuerpo sin vida del animal cayó al suelo, pero por uno que eliminaban aparecían otros tres o cuatro, pronto se vieron rodeados de una veintena de enemigos… era hora de tomar medidas más drásticas.
- Déjanos salir. - pidieron las moradoras del colgante, y sin dudarlo la de cabellos cenicientos se dispuso a hacerlo… pero una fuerza externa a ella la detuvo. Uno de los portales, de un tamaño algo más grande que el resto, acababa de abrirse a su espalda y tiraba de ella como si la estuviese absorbiendo, dando sentido quizá a la visión que el libro le había transmitido, aunque no era momento para pensar en ello.
- ¡Maldita sea! - exclamó, aferrándose al altar en un vano intento por resistirse, pero pronto se dio cuenta de que no sería suficiente, en cuanto sus pies dejaron de tocar el suelo supo que sería irremediablemente arrastrada al Oblivion sin importar quién tratase de ayudarla. - Imargo no lo hagas, te llevará junto conmigo. - soltó, en cuanto el lince se lanzó a por ella para sujetarla y mantenerla en aquel plano.
- ¡Elen! - bramó entonces el dragón, que ya en su forma bestial dejó de lado a los perros para tratar de alcanzarla, pero antes de que pudiese llegar hasta su posición, la anomalía engulló tanto a la vampira como al leónico, dejando únicamente un trozo de la cola de éste último. - ¡Eleeeeeen! - volvió a gritar, deslizando sus alargadas pupilas de reptil por la habitación en busca de otra entrada lo suficientemente grande como para atravesarla, cosa que por desgracia no encontró por ninguna parte.
Frustrado, y terriblemente furioso, Alister profirió un rugido que resonó en toda la cripta y sus alrededores, una vez más los habían separado y por experiencia sabía que cada vez que ocurría algo parecido la de ojos verdes acababa herida o maldita, no podía permitirse perder ni un segundo.
Su vientre se tornó de un vivo tono anaranjado al tiempo que valiéndose de sus garras y dientes, destrozaba a todos los huargos que se le ponían por delante, descargando contra ellos toda su rabia de la forma más violenta que cabría imaginar. Extremidades arrancadas de cuajo, cuerpos partidos literalmente por la mitad, el cazador estaba fuera de sí y no pararía hasta destruir al último de aquellos seres, después de lo cual acompañaría a Asher y a Syl hasta el templo con la esperanza de encontrar allí un portal al territorio de los Tarmúnil.
La sola idea de que se atreviese a atacarla a traición le parecía una soberana estupidez, estaban en el mismo bando, habían llegado hasta allí con un objetivo común, no, no podía ser, tenía que haber otra razón para la angustia que había experimentado.
- Querostraza enfrentándose a un jinete… ¿por qué iba a hacerlo? - lanzó la pregunta a aire, sin entender qué podría mover a la dragona o a Frendel a meterse en una batalla contra los Tarmúnil. ¿Sería aquello una lucha de poder para demostrar quién era el más fuerte? ¿Acaso su objetivo era imponerse al clan de elfos para demostrar que Aerandir les pertenece y ellos no pintan nada en su plano? La verdad era que no sabía que pensar al respecto, pero por una vez deseó que de estar en lo cierto la suerte se mantuviese del lado de la alada, no porque le cayese bien, la quería muerta igual que al hechicero, pero entre que ella tuviese la capa o la tuviesen los jinetes prefería lo primero.
Fuera como fuese su siguiente destino estaba marcado, debían llegar al templo de Nís antes de que el combate finalizara, pero para eso primero tendrían que librarse del fuego que rodeaba la cripta, tarea a la que el hombre bestia se puso manos a la obra de inmediato. Valiéndose de las habilidades de su espada, Asher empezó a absorber parte de las verdosas llamas, que tiñeron la hoja del arma en cuestión de segundos, pero todo tenía sus límites, y si bien logró detener el avance de la barrera, no consiguió hacerla desaparecer.
- No creo que eso nos sirva Ja’zad. - contestó Alister al felino, en cuanto éste le propuso que fuese en busca de una fuente de agua para terminar de apagar el ígneo círculo que los rodeaba. - Es mágico, necesitaremos otra cosa para cruzarlo. - añadió al poco, atisbando por el rabillo del ojo una anomalía que iba a complicarles aún más las cosas. El portal apenas duró un segundo abierto pero supo al instante a dónde conducía, la aridez del Oblivion era inconfundible.
- ¡Cuidado! - alcanzó a advertir, mientras se quitaba la gabardina para iniciar su transformación a marchas forzadas. La benjamina de los Calhoun reaccionó instintivamente ante el problema que se cernía sobre ellos, envolviéndose con su oscuro elemento y modificando sus manos para que se transformasen en garras de sombra, con las que no dudó en atacar a los perros que se atrevían a acercársele más de lo debido. - Cobardes, mandan a estos seres a hacerles el trabajo sucio en vez de venir ellos mismos. - dijo entre dientes al darse cuenta del pronunciado interés de los huargos por las reliquias de ambos centinelas.
- ¡A tu izquierda! - la avisaron las almas del medallón, consiguiendo que se girase en el momento preciso para recibir a uno de los canes atravesándole el torso con la diestra. El cuerpo sin vida del animal cayó al suelo, pero por uno que eliminaban aparecían otros tres o cuatro, pronto se vieron rodeados de una veintena de enemigos… era hora de tomar medidas más drásticas.
- Déjanos salir. - pidieron las moradoras del colgante, y sin dudarlo la de cabellos cenicientos se dispuso a hacerlo… pero una fuerza externa a ella la detuvo. Uno de los portales, de un tamaño algo más grande que el resto, acababa de abrirse a su espalda y tiraba de ella como si la estuviese absorbiendo, dando sentido quizá a la visión que el libro le había transmitido, aunque no era momento para pensar en ello.
- ¡Maldita sea! - exclamó, aferrándose al altar en un vano intento por resistirse, pero pronto se dio cuenta de que no sería suficiente, en cuanto sus pies dejaron de tocar el suelo supo que sería irremediablemente arrastrada al Oblivion sin importar quién tratase de ayudarla. - Imargo no lo hagas, te llevará junto conmigo. - soltó, en cuanto el lince se lanzó a por ella para sujetarla y mantenerla en aquel plano.
- ¡Elen! - bramó entonces el dragón, que ya en su forma bestial dejó de lado a los perros para tratar de alcanzarla, pero antes de que pudiese llegar hasta su posición, la anomalía engulló tanto a la vampira como al leónico, dejando únicamente un trozo de la cola de éste último. - ¡Eleeeeeen! - volvió a gritar, deslizando sus alargadas pupilas de reptil por la habitación en busca de otra entrada lo suficientemente grande como para atravesarla, cosa que por desgracia no encontró por ninguna parte.
Frustrado, y terriblemente furioso, Alister profirió un rugido que resonó en toda la cripta y sus alrededores, una vez más los habían separado y por experiencia sabía que cada vez que ocurría algo parecido la de ojos verdes acababa herida o maldita, no podía permitirse perder ni un segundo.
Su vientre se tornó de un vivo tono anaranjado al tiempo que valiéndose de sus garras y dientes, destrozaba a todos los huargos que se le ponían por delante, descargando contra ellos toda su rabia de la forma más violenta que cabría imaginar. Extremidades arrancadas de cuajo, cuerpos partidos literalmente por la mitad, el cazador estaba fuera de sí y no pararía hasta destruir al último de aquellos seres, después de lo cual acompañaría a Asher y a Syl hasta el templo con la esperanza de encontrar allí un portal al territorio de los Tarmúnil.
***
Mientras tanto, en el Oblivion…
La cálida y árida brisa del lugar fue como una bofetada para la criatura de la noche, que tras el brusco aterrizaje contra el suelo empezó a reaccionar, parpadeando lentamente e incorporándose hasta quedar sentada. - Otra vez aquí. - pensó, tosiendo un par de veces a causa del polvo y las cenizas que había en el ambiente. Ignorando las molestias de su cuerpo, Elen consiguió levantarse y trató de orientarse, pero no le costó demasiado reconocer el sitio al que había sido teletransportada, ya lo había visto gracias al libro negro.
- Ilmerith. - susurró, esperando que el peliblanco apareciese de un momento a otro para encerrarla junto con su otra prisionera, pero no le iba a resultar tan sencillo, no mientras tuviese fuerzas para plantarle cara. - Imargo, Imargo reacciona. - pidió al lince, acercándose a él y zarandeándolo con cuidado. - Agghhh, ¡mi cola! - respondió el felino, sintiendo el dolor de la pérdida. - Arriba vamos. - le instó la joven, ayudándolo a ponerse en pie y entregándole uno de sus remedios para cortar el sangrado y que su situación no se agravase.
- Quédate detrás de mí… y si se abre algún otro portal no dudes en cruzarlo para volver con los demás, ¿me has oído? - soltó sin miramientos, consciente de que allí no podría hacer gran cosa para apoyarla, solo se convertiría en un blanco fácil. - Haré cuanto pueda para detenerlos. - musitó, desenvainando la matajinetes y preparándose para encarar ella sola a los nueve Tarmúnil que había visto a través del portal antes de ser abducida, pero no podía mentirse a sí misma, las probabilidades no estaban de su lado… a menos que igualase la balanza.
- Eso es, potenciaré mis habilidades con el medallón, traeré a un ejército… - se dijo mentalmente, pero de pronto cayó en la cuenta de que algo iba mal, no oía las voces de las almas, esas que prácticamente no se callaban nunca. Sus peores temores se confirmaron en cuanto se llevó la zurda al cuello y no encontró allí ni la cadena ni la reliquia, ¿dónde demonios estaba?
Con los ojos desmesuradamente abiertos, la señora de sombras blandió aún con más fuerza la daga que sostenía, esa que se acababa de convertir en su única esperanza de causar algún daño a sus odiados enemigos.
Limitada ahora al uso de sus poderes como vampira, que sin el artefacto serían inútiles, y al veneno de Verzhela, la centinela se vio obligada a valorar sus opciones, rezando para que Huracán estuviese allí y que de algún modo pudiese recuperar el rubí para ella… solo así tendrían alguna oportunidad.
Off: Perdón por la tardanza, he tenido una semana liada en el trabajo pero por fin estoy de vacas así que podré responder algo más rápido.
Asher, dejo en tus manos a mi dragón, es una bestia parda de nivel 12, acorazada, furiosa y cargada para incendiar medio bosque si hace falta, aprovéchalo. Sus habilidades las encontrarás en este [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], por si quieres utilizarlas, pero básicamente Alister te dará apoyo contra la raza de huargos que decidas atacar, luego buscará un modo de ir tras Elen al Oblivion.
La cálida y árida brisa del lugar fue como una bofetada para la criatura de la noche, que tras el brusco aterrizaje contra el suelo empezó a reaccionar, parpadeando lentamente e incorporándose hasta quedar sentada. - Otra vez aquí. - pensó, tosiendo un par de veces a causa del polvo y las cenizas que había en el ambiente. Ignorando las molestias de su cuerpo, Elen consiguió levantarse y trató de orientarse, pero no le costó demasiado reconocer el sitio al que había sido teletransportada, ya lo había visto gracias al libro negro.
- Ilmerith. - susurró, esperando que el peliblanco apareciese de un momento a otro para encerrarla junto con su otra prisionera, pero no le iba a resultar tan sencillo, no mientras tuviese fuerzas para plantarle cara. - Imargo, Imargo reacciona. - pidió al lince, acercándose a él y zarandeándolo con cuidado. - Agghhh, ¡mi cola! - respondió el felino, sintiendo el dolor de la pérdida. - Arriba vamos. - le instó la joven, ayudándolo a ponerse en pie y entregándole uno de sus remedios para cortar el sangrado y que su situación no se agravase.
- Quédate detrás de mí… y si se abre algún otro portal no dudes en cruzarlo para volver con los demás, ¿me has oído? - soltó sin miramientos, consciente de que allí no podría hacer gran cosa para apoyarla, solo se convertiría en un blanco fácil. - Haré cuanto pueda para detenerlos. - musitó, desenvainando la matajinetes y preparándose para encarar ella sola a los nueve Tarmúnil que había visto a través del portal antes de ser abducida, pero no podía mentirse a sí misma, las probabilidades no estaban de su lado… a menos que igualase la balanza.
- Eso es, potenciaré mis habilidades con el medallón, traeré a un ejército… - se dijo mentalmente, pero de pronto cayó en la cuenta de que algo iba mal, no oía las voces de las almas, esas que prácticamente no se callaban nunca. Sus peores temores se confirmaron en cuanto se llevó la zurda al cuello y no encontró allí ni la cadena ni la reliquia, ¿dónde demonios estaba?
Con los ojos desmesuradamente abiertos, la señora de sombras blandió aún con más fuerza la daga que sostenía, esa que se acababa de convertir en su única esperanza de causar algún daño a sus odiados enemigos.
Limitada ahora al uso de sus poderes como vampira, que sin el artefacto serían inútiles, y al veneno de Verzhela, la centinela se vio obligada a valorar sus opciones, rezando para que Huracán estuviese allí y que de algún modo pudiese recuperar el rubí para ella… solo así tendrían alguna oportunidad.
Off: Perdón por la tardanza, he tenido una semana liada en el trabajo pero por fin estoy de vacas así que podré responder algo más rápido.
Asher, dejo en tus manos a mi dragón, es una bestia parda de nivel 12, acorazada, furiosa y cargada para incendiar medio bosque si hace falta, aprovéchalo. Sus habilidades las encontrarás en este [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], por si quieres utilizarlas, pero básicamente Alister te dará apoyo contra la raza de huargos que decidas atacar, luego buscará un modo de ir tras Elen al Oblivion.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
La magia de ese círculo fluía a través de Eclipse, cubriendo mi hoja con aquel fuego antinatural. La parte buena era evidente: había dejado de avanzar, por lo que no nos lograría encerrar por completo. Sin embargo, no llegaba a desaparecer. Mi espada tenía un límite, y la cantidad de magia que venía era aún mayor a lo que podría haber imaginado.
Pero entonces, llegaron los portales. Y con ellos, seres del Oblivion a los que Imargo identificó como huargos. Uno de ellos se lanzó a por mi, pero conseguí verlo venir a tiempo. Un paso a un lado, y Eclipse ascendió, atravesándolo sin dificultad. Sin embargo, su ataque continuó: uno logró subirse a mi espalda, tratando de arrancar la corona de mi cabeza. Un virote le lanzó por el suelo antes de que lo lograse. Pero aquella distracción resultó fatal.
Elen estaba siendo absorbida por uno de los portales, junto a Imargo. Gruñí. Demasiado tarde. Para cuando traté de ir a por ella, el portal ya estaba cerrándose. Alister rugió, furioso.
Dos Centinelas en el otro mundo. Todo dependería de mi.
Tomé el libro que llevaba en uno de los bolsillos con una sola mano, abriéndolo mientras Alister y Syl me cubrían. El felino arrojó una esfera hacia el otro lado de la sala, liberando aquel polvo irritante para cegar al menos a parte de la manada. [1] Al mismo tiempo, las páginas del tomo se iluminaron, y pronuncié la palabra que activaría la runa. Cerré el grimorio. El aire a nuestro alrededor se intensificó, y una gran cúpula de luz nos cubrió al instante. [2]
Aquello nos separaba de la mayoría de los cánidos. El dragón y mi compañero se encargaron de los que habían quedado dentro. No duraría demasiado, pero solo necesitaba unos segundos.
-La recuperaremos, Alister. Pero tenemos que hacerlo bien.- aseguré, mirando al dragón. Cogí aquel trozo de pelaje que debía ser la cola de Imargo. Había oído de formas para localizar a alguien, usando parte de sus cuerpos. Magia de evocación. Definitivamente no era mi especialidad, pero quizás pudiese hacer algo. -Cúbreme. No tengas miedo de usar tu fuego.-
Aquella orden era fácil. La que venía sería difícil.
-Syl.- dije, llevando la mano a la corona sobre mi cabeza. -Vienen a por esto. Hay que asegurarla a toda costa. Sal de la cripta, cúbrenos desde donde no puedan alcanzarte.- dije, dejando el artefacto sobre sus manos. Pareció estar a punto de replicar, a pesar de que entendía la importancia de aquello. -No bajes la guardia.-
-¿No eres más fuerte con ella?- preguntó. Razonable. Realmente, lo era. Pero ambos sabíamos que sería sólo una excusa para no dejarme atrás.
-Lucharé mejor si no tengo que preocuparme de perderla.- repliqué. -No necesito ningún artefacto para esto.-
-...Ten cuidado.- dijo el felino, alzándose la capucha de su armadura. Pasó la corona por su brazo hasta casi el hombro, dejándolo como un brazal de tamaño considerable, y su capa le convirtió en una sombra. [3]
La barrera se estaba resquebrajando. Varias fisuras recubrían toda la cúpula, donde los lobos arañaban y escupían fuego. Me puse en guardia, dejando que el fuego verde cubriese el resto de mi cuerpo. A medida que alcanzaba el resto de las runas, las llamas cambiaron de color, tornándose azules. Alister lanzó una bocanada de fuego. No hacia los lobos: utilizó su magia en Syl, cubriéndole de llamas de forma similar a las que me cubrían a mi. [4] El felino se cubrió con un brazo, pero tras notar que no le hacían daño, asintió, agradecido.
Y entonces, la barrera se rompió. Un estallido eléctrico recorrió la cercanía, encadenándose los lobos y lanzándolos unos metros por el aire. El infierno se desató justo después. El dragón inhaló, convirtiéndose en fuego puro. [5] Syl salió disparado hacia arriba, atravesando el techo de la cripta sin dificultad. Entre el humo y las llamas, parecía esencialmente una bola de fuego.
Sonreí. Iban a tener problemas para quitarle la corona. Algunos de los lobos gruñeron, desorientados. Esencialmente, el objeto que buscaban había desaparecido de su vista. Se dieron la vuelta, mirando hacia la salida.
-¡No dejes que escapen!- exclamé, lanzándome con las runas de mis piernas a lo largo de la cripta.[6] Las llamas que me cubrían evitaron que el círculo me hiriese. Los lobos que se interponían intentaron morder, sin llegar a alcanzar nada más que el aire. Alcé una mano desde las escaleras, y una explosión de fuego azul cubrió los animales demoníacos y famélicos. [7] Los atrapados ya no éramos nosotros. Eran ellos. Ahora que estaba fuera de su alcance, Alister desencadenó su elemento sin temor alguno, cubriendo la cripta en un mar de llamas.[8] El fuego alcanzó el polvo que Syl había dejado atrás, detonándolo en una explosión aún mayor.
Lamentablemente, los huargos más grandes eran resistentes, quizás inmunes, a las llamas. Sin embargo, funcionaba para nosotros también: tanto el dragón como yo estábamos cubiertos de fuego, por lo que tendrían difícil el herirnos con el mismo elemento. Solo teníamos que reducir sus números.
Algunos lobos eran más rápidos que los otros. Si intentaban seguir a Syl, serían los que causarían más problemas. Afortunadamente, eran vulnerables al fuego maldito que había absorbido, a juzgar por como los atravesaba. Los animales intentaron cruzar, solo para retroceder al sentir las llamas.
Y de repente, varios de los perros grandes cargaron hacia mi, intentando avasallarme. Una de las bestias consiguió derribarme. No por mucho tiempo: una vez en el suelo, empujé al cánido contra la pared, aplastándolo contra ella con fuerza. Habían jugado sucio. Algunos de los lobos habían saltado por encima de mi, y estaban ascendiendo por las escaleras. Uno de ellos era de tamaño considerable. ¿El líder de la camada?
No podía permitirlo.
Eclipse dibujó un trazo vertical, creando una media luna de aquel fuego.[9] El proyectil avanzó a gran velocidad por las escaleras, atravesando los cuerpos de varios lobos hasta, finalmente, alcanzar al líder y cortarlo por la mitad.
Mientras tanto, el dragón utilizaba las espinas de su coraza para acabar con los que quedaban. Aunque aún quedaban bastantes de los más grandes, los lobos delgados habían dejado de aparecer.
Syl flotaba por el aire sin perder de vista la cripta. Podía ver las figuras de los animales a través del edificio, junto a las figuras de Asher y Alister. La pareja estaba acabando con un gran número de los súbditos de los Jinetes, pero había algunos que aún intentaban escapar, buscando la corona que se había llevado.
Si bien saltaban alto, no era suficiente. Sus intentos fueron recibidos con potentes virotes, impactando en su cabeza o torso y derribándolos en el aire.
A pesar de todo, no se alejaría demasiado. No podría permanecer en ese estado eternamente. Confiaba en que el resto pudiese acabar con los animales antes de que tuviese que volver. Pero había otros problemas. El fuego verde no se había limitado a permanecer en la cripta. Por lo que veía, las llamas seguían, mucho más allá.
Tenía sospechas acerca de a donde iban.
La triada flamígera a la carga. Gracias por prestarme a Alister, te lo devolveré de una pieza.
Asher le cede la Corona Astada a Syl, hasta que pase el peligro. Para aclarar, me centro en el lobo Fenris. Mis disculpas por la miriada de habilidades y objetos.
[1] Habilidad de Syl: Polvo Cegador
[2] Objeto Limitado: Runa Territorio (creada en el Campamento de los Leónicos)
[3] Objeto de Syl: Eco (Permite atravesar paredes, flotar, y ser semi-invisible)
[4] Habilidad de Alister: Proyección Elemental
[5] Habilidad de Alister: Aspecto Primigenio
[6] Habilidad de Asher: Impulso
[7] Habilidad de Asher: Estallido
[8] Habilidad de Alister: Inferno
[9] Habilidad de Asher: Corte de Energía
(También menciones a algunos rasgos: Piel Rúnica de Asher, Ojo del Demonio de Syl, y Coraza de Espinas de Alister)
Pero entonces, llegaron los portales. Y con ellos, seres del Oblivion a los que Imargo identificó como huargos. Uno de ellos se lanzó a por mi, pero conseguí verlo venir a tiempo. Un paso a un lado, y Eclipse ascendió, atravesándolo sin dificultad. Sin embargo, su ataque continuó: uno logró subirse a mi espalda, tratando de arrancar la corona de mi cabeza. Un virote le lanzó por el suelo antes de que lo lograse. Pero aquella distracción resultó fatal.
Elen estaba siendo absorbida por uno de los portales, junto a Imargo. Gruñí. Demasiado tarde. Para cuando traté de ir a por ella, el portal ya estaba cerrándose. Alister rugió, furioso.
Dos Centinelas en el otro mundo. Todo dependería de mi.
Tomé el libro que llevaba en uno de los bolsillos con una sola mano, abriéndolo mientras Alister y Syl me cubrían. El felino arrojó una esfera hacia el otro lado de la sala, liberando aquel polvo irritante para cegar al menos a parte de la manada. [1] Al mismo tiempo, las páginas del tomo se iluminaron, y pronuncié la palabra que activaría la runa. Cerré el grimorio. El aire a nuestro alrededor se intensificó, y una gran cúpula de luz nos cubrió al instante. [2]
Aquello nos separaba de la mayoría de los cánidos. El dragón y mi compañero se encargaron de los que habían quedado dentro. No duraría demasiado, pero solo necesitaba unos segundos.
-La recuperaremos, Alister. Pero tenemos que hacerlo bien.- aseguré, mirando al dragón. Cogí aquel trozo de pelaje que debía ser la cola de Imargo. Había oído de formas para localizar a alguien, usando parte de sus cuerpos. Magia de evocación. Definitivamente no era mi especialidad, pero quizás pudiese hacer algo. -Cúbreme. No tengas miedo de usar tu fuego.-
Aquella orden era fácil. La que venía sería difícil.
-Syl.- dije, llevando la mano a la corona sobre mi cabeza. -Vienen a por esto. Hay que asegurarla a toda costa. Sal de la cripta, cúbrenos desde donde no puedan alcanzarte.- dije, dejando el artefacto sobre sus manos. Pareció estar a punto de replicar, a pesar de que entendía la importancia de aquello. -No bajes la guardia.-
-¿No eres más fuerte con ella?- preguntó. Razonable. Realmente, lo era. Pero ambos sabíamos que sería sólo una excusa para no dejarme atrás.
-Lucharé mejor si no tengo que preocuparme de perderla.- repliqué. -No necesito ningún artefacto para esto.-
-...Ten cuidado.- dijo el felino, alzándose la capucha de su armadura. Pasó la corona por su brazo hasta casi el hombro, dejándolo como un brazal de tamaño considerable, y su capa le convirtió en una sombra. [3]
La barrera se estaba resquebrajando. Varias fisuras recubrían toda la cúpula, donde los lobos arañaban y escupían fuego. Me puse en guardia, dejando que el fuego verde cubriese el resto de mi cuerpo. A medida que alcanzaba el resto de las runas, las llamas cambiaron de color, tornándose azules. Alister lanzó una bocanada de fuego. No hacia los lobos: utilizó su magia en Syl, cubriéndole de llamas de forma similar a las que me cubrían a mi. [4] El felino se cubrió con un brazo, pero tras notar que no le hacían daño, asintió, agradecido.
Y entonces, la barrera se rompió. Un estallido eléctrico recorrió la cercanía, encadenándose los lobos y lanzándolos unos metros por el aire. El infierno se desató justo después. El dragón inhaló, convirtiéndose en fuego puro. [5] Syl salió disparado hacia arriba, atravesando el techo de la cripta sin dificultad. Entre el humo y las llamas, parecía esencialmente una bola de fuego.
Sonreí. Iban a tener problemas para quitarle la corona. Algunos de los lobos gruñeron, desorientados. Esencialmente, el objeto que buscaban había desaparecido de su vista. Se dieron la vuelta, mirando hacia la salida.
-¡No dejes que escapen!- exclamé, lanzándome con las runas de mis piernas a lo largo de la cripta.[6] Las llamas que me cubrían evitaron que el círculo me hiriese. Los lobos que se interponían intentaron morder, sin llegar a alcanzar nada más que el aire. Alcé una mano desde las escaleras, y una explosión de fuego azul cubrió los animales demoníacos y famélicos. [7] Los atrapados ya no éramos nosotros. Eran ellos. Ahora que estaba fuera de su alcance, Alister desencadenó su elemento sin temor alguno, cubriendo la cripta en un mar de llamas.[8] El fuego alcanzó el polvo que Syl había dejado atrás, detonándolo en una explosión aún mayor.
Lamentablemente, los huargos más grandes eran resistentes, quizás inmunes, a las llamas. Sin embargo, funcionaba para nosotros también: tanto el dragón como yo estábamos cubiertos de fuego, por lo que tendrían difícil el herirnos con el mismo elemento. Solo teníamos que reducir sus números.
Algunos lobos eran más rápidos que los otros. Si intentaban seguir a Syl, serían los que causarían más problemas. Afortunadamente, eran vulnerables al fuego maldito que había absorbido, a juzgar por como los atravesaba. Los animales intentaron cruzar, solo para retroceder al sentir las llamas.
Y de repente, varios de los perros grandes cargaron hacia mi, intentando avasallarme. Una de las bestias consiguió derribarme. No por mucho tiempo: una vez en el suelo, empujé al cánido contra la pared, aplastándolo contra ella con fuerza. Habían jugado sucio. Algunos de los lobos habían saltado por encima de mi, y estaban ascendiendo por las escaleras. Uno de ellos era de tamaño considerable. ¿El líder de la camada?
No podía permitirlo.
Eclipse dibujó un trazo vertical, creando una media luna de aquel fuego.[9] El proyectil avanzó a gran velocidad por las escaleras, atravesando los cuerpos de varios lobos hasta, finalmente, alcanzar al líder y cortarlo por la mitad.
Mientras tanto, el dragón utilizaba las espinas de su coraza para acabar con los que quedaban. Aunque aún quedaban bastantes de los más grandes, los lobos delgados habían dejado de aparecer.
________________________________________
Syl flotaba por el aire sin perder de vista la cripta. Podía ver las figuras de los animales a través del edificio, junto a las figuras de Asher y Alister. La pareja estaba acabando con un gran número de los súbditos de los Jinetes, pero había algunos que aún intentaban escapar, buscando la corona que se había llevado.
Si bien saltaban alto, no era suficiente. Sus intentos fueron recibidos con potentes virotes, impactando en su cabeza o torso y derribándolos en el aire.
A pesar de todo, no se alejaría demasiado. No podría permanecer en ese estado eternamente. Confiaba en que el resto pudiese acabar con los animales antes de que tuviese que volver. Pero había otros problemas. El fuego verde no se había limitado a permanecer en la cripta. Por lo que veía, las llamas seguían, mucho más allá.
Tenía sospechas acerca de a donde iban.
_______________________________________________
La triada flamígera a la carga. Gracias por prestarme a Alister, te lo devolveré de una pieza.
Asher le cede la Corona Astada a Syl, hasta que pase el peligro. Para aclarar, me centro en el lobo Fenris. Mis disculpas por la miriada de habilidades y objetos.
[1] Habilidad de Syl: Polvo Cegador
[2] Objeto Limitado: Runa Territorio (creada en el Campamento de los Leónicos)
[3] Objeto de Syl: Eco (Permite atravesar paredes, flotar, y ser semi-invisible)
[4] Habilidad de Alister: Proyección Elemental
[5] Habilidad de Alister: Aspecto Primigenio
[6] Habilidad de Asher: Impulso
[7] Habilidad de Asher: Estallido
[8] Habilidad de Alister: Inferno
[9] Habilidad de Asher: Corte de Energía
(También menciones a algunos rasgos: Piel Rúnica de Asher, Ojo del Demonio de Syl, y Coraza de Espinas de Alister)
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
Asher Daregan fue muy inteligente. Acabando con Fenris aseguraba la permanencia de la Corona Astada en el mundo. Sin duda una prioridad estando las demás reliquias en el Oblivion, a excepción de la de Querostraza, que aún estaba por ver lo que sucedía con ella. Asher no podía arriesgar y salvar la corona era una prioridad. Syl la mantuvo bien a salvo todo el tiempo que la tuvo en sus manos.
El trío de hombres bestia y dragón terminarían con Fenris. Acabando automáticamente con la mitad de los perros. Al perder su poder, el fuego infernal se apagó y no incendió aún más el bosque. Todos los portales se cerraron.
Los jinetes eran conscientes de que los perros no podían tomar aquella reliquia y decidieron abandonarlos a su suerte. Tampoco la necesitaban. Se habían llevado una ya al Oblivion junto a una centinela y habían hecho la mitad del trabajo. Ahora el objetivo de los perros era dañar lo más posible a los presentes antes de morir inevitablemente.
A los héroes aún les quedaba combatir a Koldo. El cánido ígneo tomó la iniciativa y se tiró a por uno de ellos con toda la fuerza de sus mandíbulas ígneas, buscando desgarrar la piel de su adversario e imbuirle la magia oscura del fuego del averno. ¿Conseguiría hacerlo?
Una vez solventado el problema, tendrían que tomar la decisión de qué hacer. Los jinetes tenían al menos dos reliquias. ¿Acudir al auxilio de Árbol Madre? Asher no tenía ningún sello, pero quizás su dialéctica le sirviera para pasar. O, tal vez, acudir a enfrentarse a Querostraza. Sabía que la dragona estaba en Nís, y no estaba demasiado lejos.
Por su parte, Elen Calhoun y su “ejército” tenían una empresa mucho más difícil. Frente a ellos a nada más y nada menos que nueve jinetes oscuros. Se encontraba en lo alto de una plataforma en la torre de los Jinetes Oscuros. El viento ondeaba sus cabellos de color nieve y su ropa. En el centro de la misma, orbitaban dos reliquias: El medallón solar y el rubí. Y sobre ella, un portal inalcanzable que permitía ver Árbol Madre. El principal objetivo de los jinetes. Unos rayos salían del centro del núcleo sobre el que orbitaban rubí y medallón solar. Los jinetes estaban sirviéndose de las reliquias para magnificar el daño que pretendían hacer sobre el árbol sagrado de los elfos.
Había tres portales en esta plataforma. Cada uno dirigía a uno de los templos mágicos destinados a los dioses élficos. Allí, los jinetes abrían el portal mayor del cielo. Este portal del cielo se había hecho aún más grande. Indicando que un nuevo ritual había sido completado en Sandorái. El de Imbar, en concreto.
Al fondo, su amiga del alma, Anastasia Boisson, a pesar de sus más y sus menos en los últimos tiempos, la observaba agarrada a los barrotes de su prisión, como si ésta fuese su última esperanza de salir viva de aquel lugar. Ambas brujas intercambiaron miradas. ¿Cuánto tiempo llevaría la maestra cazadora encerrada? ¿Qué penurias habría sufrido?
Para llegar a ella tenía que atravesar a los jinetes y la pila central con ambas reliquias. Elen, aún sin el medallón, podía hacerlo. Había crecido mucho desde la primera vez que cogió aquel extraño monedero en la ciudad. Desde que todo empezó. Ahora era poderosa. Tenía suficientes capacidades para llegar hasta su amiga y liberarla. También para acabar con, al menos, uno de esos jinetes. Y, por supuesto, para recuperar ambas reliquias.
¿Pero cuál era el precio de todo ello? ¿Qué conllevaba cada decisión?
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-Es-Estoy contigo, Elen. – Aún con la voz temblorosa, el valiente héroe lince se puso delante de la benjamina de los Calhoun, escudo y espada en mano. Más allá del miedo, el felino siempre tenía honor para enfrentarse a todos cuantos salieran a su paso. Aún temblando como estaba. Podía luchar una vez más. – Sólo dame la señal.
Asher: Tú has hecho tu parte: Salvar la reliquia y acabar con un corruptor de Sandorái. Pero no puedes hacerlo todo solo. Ahora les toca a los demás cumplir. Los jinetes no podrán utilizar las 4 reliquias para completar el ritual.
He tirado dos runas que simulan el ataque de Koldo. La primera determina a quién ataca Koldo: Runa mala, atacan a Asher. Runa media, atacan a Syl. Runa buena, atacan a Alister. La segunda determina cuánto daño hace Koldo: Runa mala, maldición asegurada. Runa media, herida leve que se cura en médico o con objeto de sanación. Runa buena, defendéis el ataque.
Turno transitorio para ti. Tu misión es concluir el combate, valorar la situación y decidir el siguiente paso a realizar. Nís parece la opción más factible, pero puedes elegir ir directamente a Árbol Madre viendo el peligro que acecha. Lamentablemente, Alister no podrá viajar al Oblivion y volverá a proteger el campamento de los leónicos (cuando Elen vuelva, reaparecerá).
Elen: Tu parte es bastante más complicada y estás en uno de los momentos más críticos y decisivos del capítulo 1. Estás ante nueve jinete oscuros. Al fondo, enjaulada, se encuentra Huracán, tal y como has visto en la visión. Sin reliquia, sólo podrás matar a uno utilizando la Matajinetes. Como llevo haciendo en este evento, siempre que puedo intento que seáis vosotros los que decidáis y que vuestras decisiones no dependan de las runas. Tú puedes:
Elige bien el jinete que atacas. No siempre vas a tener la oportunidad de despachar a uno. Algunos son más peligrosos que otros. ¿Magos, guerreros o arqueros?
Huracán: ¡Por fin te dejo participar! Actúa en consecuencia a lo que haga Elen y, si te vas por los portales, tira una runa: Mala. Apareces en Imbar (por definir aliados). Media: Apareces en Anar (Mefisto + Vincent). Buena: Apareces en Árbol Madre (Sarez + por definir).
Podéis servirte para tus propósitos de Imargo Ja’zad. Él no corre peligro y siempre escapará.
Consejo para Elen: Antes de decidir qué haces. Mira [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y valora.
El trío de hombres bestia y dragón terminarían con Fenris. Acabando automáticamente con la mitad de los perros. Al perder su poder, el fuego infernal se apagó y no incendió aún más el bosque. Todos los portales se cerraron.
Los jinetes eran conscientes de que los perros no podían tomar aquella reliquia y decidieron abandonarlos a su suerte. Tampoco la necesitaban. Se habían llevado una ya al Oblivion junto a una centinela y habían hecho la mitad del trabajo. Ahora el objetivo de los perros era dañar lo más posible a los presentes antes de morir inevitablemente.
A los héroes aún les quedaba combatir a Koldo. El cánido ígneo tomó la iniciativa y se tiró a por uno de ellos con toda la fuerza de sus mandíbulas ígneas, buscando desgarrar la piel de su adversario e imbuirle la magia oscura del fuego del averno. ¿Conseguiría hacerlo?
Una vez solventado el problema, tendrían que tomar la decisión de qué hacer. Los jinetes tenían al menos dos reliquias. ¿Acudir al auxilio de Árbol Madre? Asher no tenía ningún sello, pero quizás su dialéctica le sirviera para pasar. O, tal vez, acudir a enfrentarse a Querostraza. Sabía que la dragona estaba en Nís, y no estaba demasiado lejos.
* * * * * * * * *
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Un portal oscuro amenaza Árbol Madre desde la torre de los jinetes oscuros ¡Corre, Tyrande, que llegas!
Por su parte, Elen Calhoun y su “ejército” tenían una empresa mucho más difícil. Frente a ellos a nada más y nada menos que nueve jinetes oscuros. Se encontraba en lo alto de una plataforma en la torre de los Jinetes Oscuros. El viento ondeaba sus cabellos de color nieve y su ropa. En el centro de la misma, orbitaban dos reliquias: El medallón solar y el rubí. Y sobre ella, un portal inalcanzable que permitía ver Árbol Madre. El principal objetivo de los jinetes. Unos rayos salían del centro del núcleo sobre el que orbitaban rubí y medallón solar. Los jinetes estaban sirviéndose de las reliquias para magnificar el daño que pretendían hacer sobre el árbol sagrado de los elfos.
Había tres portales en esta plataforma. Cada uno dirigía a uno de los templos mágicos destinados a los dioses élficos. Allí, los jinetes abrían el portal mayor del cielo. Este portal del cielo se había hecho aún más grande. Indicando que un nuevo ritual había sido completado en Sandorái. El de Imbar, en concreto.
Al fondo, su amiga del alma, Anastasia Boisson, a pesar de sus más y sus menos en los últimos tiempos, la observaba agarrada a los barrotes de su prisión, como si ésta fuese su última esperanza de salir viva de aquel lugar. Ambas brujas intercambiaron miradas. ¿Cuánto tiempo llevaría la maestra cazadora encerrada? ¿Qué penurias habría sufrido?
Para llegar a ella tenía que atravesar a los jinetes y la pila central con ambas reliquias. Elen, aún sin el medallón, podía hacerlo. Había crecido mucho desde la primera vez que cogió aquel extraño monedero en la ciudad. Desde que todo empezó. Ahora era poderosa. Tenía suficientes capacidades para llegar hasta su amiga y liberarla. También para acabar con, al menos, uno de esos jinetes. Y, por supuesto, para recuperar ambas reliquias.
¿Pero cuál era el precio de todo ello? ¿Qué conllevaba cada decisión?
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Por primera vez, Elen se encontraba cara a cara con aquel que, durante años, la había atormentado: Imlerith Tarmúnil. Mas aquella vez no podría matarle.
-Es-Estoy contigo, Elen. – Aún con la voz temblorosa, el valiente héroe lince se puso delante de la benjamina de los Calhoun, escudo y espada en mano. Más allá del miedo, el felino siempre tenía honor para enfrentarse a todos cuantos salieran a su paso. Aún temblando como estaba. Podía luchar una vez más. – Sólo dame la señal.
* * * * * * * *
Asher: Tú has hecho tu parte: Salvar la reliquia y acabar con un corruptor de Sandorái. Pero no puedes hacerlo todo solo. Ahora les toca a los demás cumplir. Los jinetes no podrán utilizar las 4 reliquias para completar el ritual.
He tirado dos runas que simulan el ataque de Koldo. La primera determina a quién ataca Koldo: Runa mala, atacan a Asher. Runa media, atacan a Syl. Runa buena, atacan a Alister. La segunda determina cuánto daño hace Koldo: Runa mala, maldición asegurada. Runa media, herida leve que se cura en médico o con objeto de sanación. Runa buena, defendéis el ataque.
Turno transitorio para ti. Tu misión es concluir el combate, valorar la situación y decidir el siguiente paso a realizar. Nís parece la opción más factible, pero puedes elegir ir directamente a Árbol Madre viendo el peligro que acecha. Lamentablemente, Alister no podrá viajar al Oblivion y volverá a proteger el campamento de los leónicos (cuando Elen vuelva, reaparecerá).
Elen: Tu parte es bastante más complicada y estás en uno de los momentos más críticos y decisivos del capítulo 1. Estás ante nueve jinete oscuros. Al fondo, enjaulada, se encuentra Huracán, tal y como has visto en la visión. Sin reliquia, sólo podrás matar a uno utilizando la Matajinetes. Como llevo haciendo en este evento, siempre que puedo intento que seáis vosotros los que decidáis y que vuestras decisiones no dependan de las runas. Tú puedes:
- Centrarte en recuperar las reliquias y ponerlas a salvo. Pero condenas a tu amiga del alma, Huracán, a seguir en prisión. Acabarás gravemente maldita al tocarlas y no matarás a ningún jinete. Te unirás a Eltrant, Tyrande e Imargo (+0 reliquias para los jinetes).
- Centrarte en combatir a los jinetes y asegurar matar a 1 (al que elijas de la lista, menos a uno de los jefes (Imlerith, Caranthir o Erendir) ni a Celebrimbor, Nithral o Elwen, que están haciendo los rituales que salen en otros temas. Acabarás presa, pero sin maldición. Pero Huracán podrá escapar con su reliquia a través de uno de los portales (+1 reliquias, medallón solar), no se unirá a Eltrant, Tyrande e Imargo y tu rescate será algo más complicado para el trío.
- Centrarte en liberar a Huracán y huir juntas. No matarás al jinete, ambas reliquias permanecerán en el portal (+2 reliquias). Huiréis ambas sin reliquias, pero formaréis un núcleo duro junto a Eltrant, Tyrande e Imargo . Una apuesta de futuro.
Elige bien el jinete que atacas. No siempre vas a tener la oportunidad de despachar a uno. Algunos son más peligrosos que otros. ¿Magos, guerreros o arqueros?
Huracán: ¡Por fin te dejo participar! Actúa en consecuencia a lo que haga Elen y, si te vas por los portales, tira una runa: Mala. Apareces en Imbar (por definir aliados). Media: Apareces en Anar (Mefisto + Vincent). Buena: Apareces en Árbol Madre (Sarez + por definir).
Podéis servirte para tus propósitos de Imargo Ja’zad. Él no corre peligro y siempre escapará.
Consejo para Elen: Antes de decidir qué haces. Mira [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y valora.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
El miembro 'Ger' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2234
Nivel de PJ : : 0
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
Haciendo gala de una valentía admirable, Imargo se situó por delante de la vampira y se puso en guardia, listo para arremeter contra el enemigo en cuanto la de cabellos cenicientos le diese la señal, pero debían ser realistas, dos contra nueve y encima sin reliquia alguna… no ganarían. - Melena Blanca se enfadará si te pasa algo, mantén la cabeza fría Ja´zad. - respondió Elen, aunque las últimas palabras iban más bien para sí misma que para el felino. Por mucho que desease lanzarse contra los Tarmúnil y destruirlos no podía ir a lo loco, tenía que idear una estrategia y rápido.
Solo para equilibrar la balanza un poco, la benjamina de los Calhoun dejó que su oscuro elemento la envolviese por completo e invocó a cuantas aliadas le fue posible, consiguiendo que cuatro negras estelas de humo brotasen de su tétrica aura para tomar forma al tocar el suelo. Las bestias resultantes tomaron posición entre ellos y los jinetes, ansiosas por entrar en combate, algo que no tardaría en suceder. - Mira allí Elen ¡tenías razón! ¡han apresado a Huracán! - la advirtió el lince, provocando que la aguda mirada de la criatura de la noche se apartase de Ilmerith por unos instantes para buscar a su amiga.
Y allí estaba, tal como la había visto, enjaulada y con la desesperación grabada en el rostro… ¿cuánto tiempo llevaba allí? ¿por qué la mantenían con vida? Esas preguntas la llevaron a confirmar otra de sus sospechas, el rubí de sangre descansaba sobre el altar se le había mostrado en la visión del libro, pero había algo más junto a él… - ¡Mi medallón! - exclamó, apretando los puños a causa de la impotencia. Ni siquiera sabía cómo se lo habían quitado, pero de una cosa estaba segura, iba a recuperarlo y cuando volviese a tener todo su poder, les haría lamentar la hora en que llevaron a cabo el ritual de isla lunar.
- Tenemos que organizarnos. - intervino Imargo, viendo demasiados frentes abiertos a la vez y pocas opciones de resolver todo y salir de allí con vida. - Mantendré su atención sobre mí, las sombras me ayudarán… tú sigue de largo e intenta liberar a Huracán, te daré tanta cobertura como me sea posible. - indicó Elen, concentrándose para crear una copia de sí misma que también luchase junto a ella y llegado el caso, pudiese servir de distracción. Dicho esto la vampira permitió que todo su cuerpo quedase cubierto por su elemento, sujetando aún con fuerza la daga mientras su mano izquierda se alargaba y cambiaba de forma para darle garras.
De ese modo las diferencias que existían entre ella y el Doppelgänger se reducían considerablemente, tanto como para que en mitad de la batalla pudiesen confundirlas, que era justamente lo que buscaba. - Avanza detrás de nosotros y espera al momento adecuado para escabullirte. - susurró, clavando su gélida mirada en el líder del clan de elfos, ese cuyo rostro la había atormentado durante años.
Ilmerith se había preparado para la ocasión, iba ataviado con su armadura y un yelmo, pero la de ojos verdes seguía viendo su cara, y esa odiosa expresión de satisfacción con que se había acercado a Anastasia. - Acabaré con él. - se dijo mentalmente, pero muy a su pesar, no sería aquel día… Que ostentase la cabeza del clan significaba que era fuerte, probablemente el más peligroso de todos los presentes en aquella plataforma, y aunque matarlo supondría dar un duro golpe al enemigo, antes de intentarlo debía asegurarse de poner todo a su favor para no fracasar.
Por ello, lo más sensato que podía hacer era reducir el número de jinetes hasta propiciar un duelo con el peliblanco, encuentro del que solo uno de los dos saldría con vida. - ¡Al ataque! - gritó, y de inmediato las criaturas salieron disparadas hacia los Tarmúnil, como si el mismísimo diablo las estuviese guiando. Elen y su copia las siguieron de cerca, aprovechando el choque inicial para detectar a los objetivos más vulnerables y centrarse en ellos, pero el tiempo corría en su contra, bien lo sabía la joven, necesitaba recuperar su reliquia antes de que los efectos de su maldición la dejasen fuera de juego y a merced de aquellos individuos.
- Debo llegar al altar. - pensó, haciéndose a un lado justo a tiempo de esquivar el arma de Erzsbeth, que una vez más se cruzaba en su camino para convertirse en un estorbo. La vampira maldijo para sus adentros, no podía perder el tiempo con aquella mujer, pronto aparecerían las primeras fiebres y si no se daba prisa… caería inconsciente en mitad de la pelea, con lo que acabaría muerta o haciendo compañía a Huracán dentro de la jaula.
Mientras sus aliadas enfrentaban ferozmente a sus respectivos adversarios, la benjamina de los Calhoun decidió llevar la lucha a su terreno, creando una esfera de oscuridad y haciéndola explotar frente a la guerrera, con lo que ambas, y todo cuando las rodeaba en un radio de 10 metros quedó envuelto en una espesa niebla. Fue entonces cuando Ja´zad, valiéndose de los beneficios de su visión felina, aprovechó para abandonar el conflicto y correr en dirección a la maestra cazadora, pero ¿podría liberarla?
- Vamos a sacarte de aquí Huracán. - aseguró en voz baja nada más llegar junto a la celda, pero los barrotes eran fuertes, tendría que centrarse en romper la cerradura a base de fuerza bruta. El metalico chasquido del candado al ser golpeado no tardó en llamar la atención de uno de los jinetes, Caranthir, quien adivinando las intenciones de los intrusos dirigió sus pasos hacia el lince. - Mierda. - masculló Imargo, captando por el rabillo del ojo la silueta del espadachín, pero algo se interpuso en su camino casi al momento, una sombría versión de la centinela del sur.
Aquel ser también sostenía una negra daga y demostraba la misma fiereza que la original, pero no era Elen, sino su Doppelgänger, al cual había enviado para cubrir a su compañero. - Eso nos dará algo de margen. - comentó el leónico, tratando de mantenerse optimista a pesar de las circunstancias.
- Seguid luchando. - instó la verdadera, ordenando a las bestias que ignorasen su inferioridad numérica y continuasen atacando hasta el último aliento. Dando ejemplo de lo que debían hacer, la de cabellos cenicientos comenzó a moverse dentro de la niebla para arremeter contra su oponente desde un costado, punto en que la golpeó de forma contundente, pero sin lograr gran cosa. Despojada del medallón ya no tenía poder para herir realmente a Erzsbeth ni a ningún otro miembro del clan, al menos no con golpes o armas normales, detalle que le presentaba otro problema… el veneno de Verzhela tenía un número de usos limitado, en cuanto utilizase la matajinetes se quedaría sin nada.
Consciente de todo ello, la criatura de la noche siguió haciendo gala de su agilidad para esquivar la espada de la morena, que cegada por el humo lanzaba tajos en todas direcciones. Los intentos de la señora de sombras por destruir alguna parte de la armadura de su contrincante y dejar al descubierto un lugar en que hundir la daga fueron en vano, apenas lograba resquebrajarla con las garras, necesitaba más poder, ese que le habían arrebatado al cruzar el portal.
- El medallón. - pensó, alejándose de la guerrera y echando mano a un objeto de su bolsa, una fina corona que había ganado años atrás, y que finalmente le serviría para algo. Nada más ponérsela sobre la cabeza, Elen echó a correr en dirección al altar sin hacer caso alguno a los elfos, sabiéndose invisible a sus ojos, aunque por un tiempo muy breve. La batalla no pintaba nada bien, el mero hecho de no tener suficientes aliadas como para que cada una combatiese a uno de los miembros del clan ya les estaba pasando factura, pues ante la colaboración de dos o más de ellos, sus fieles seguidoras no tenían nada que hacer.
Para cuando alcanzó su destino, una de sus creaciones ya había sido vencida y su Doppelgänger estaba a punto de ser eliminado por Caranthir, y sin fuerzas para invocar más ayuda, la presión se hizo evidente. Rápidamente, la centinela bordeó el altar para tenerlo entre ella y su enemigo, se quitó la corona y volvió a convertirse en el centro de atención, no solo para mantener a sus amigos a salvo y dar una oportunidad a las bestias que quedaban en pie, sino para que comprendiesen el error que acababan de cometer al dejarla llegar hasta su reliquia.
- ¡Habéis fallado! - gritó, atrayendo todas las miradas, incluida la de un sorprendido Ilmerith. - Puede que no sea hoy, pero ¡acabaremos con vosotros! ¡Los centinelas se alzaran victoriosos! - continuó, al tiempo que estiraba ambas manos para aferrar tanto el medallón como el rubí de sangre. Sin embargo, algún tipo de magia los mantenía sobre la superficie de piedra, alimentando el portal que se alzaba en el cielo y mostraba Árbol Madre.
- ¡Luchad! - ordenó a sus sombras, mientras ella misma peleaba con aquella fuerza invisible para llevarse ambos artefactos. - Tengo que conseguirlo, si los recupero… si los recupero Huri y yo podremos darles su merecido a esos bastardos… - se dijo interiormente, dejando escapar un sonoro quejido a causa del esfuerzo. Poco a poco ambos objetos se fueron moviendo hacia ella, pero esto solo provocó que los Tarmúnil se mostrasen más violentos, quizá movidos por la frustración de ver su trabajo arruinado. - Solo un poco más. - dijo entre dientes, sin apartar la vista del colgante, nunca habría imaginado tener tantas ganas de volver a ponérselo.
- Has vuelto a por nosotras… - escuchó decir a una de las almas, a la que pronto se le unió un coro formado por decenas de ellas. - Aun tenemos trabajo que hacer, necesito vuestra ayuda. - les respondió mentalmente, reuniendo las energías que le quedaban para dar un último tirón y arrancarlas de la fría piedra. El impulso la llevó a terminar a varios metros de distancia, y de inmediato se dio cuenta de que algo iba mal en su cuerpo, pero no era la misma sensación que había tenido al soltar el libro negro, ésta era peor.
Ligeramente mareada y con las piernas amenazando con fallarle, la centinela pasó la cabeza por dentro de la cadena de plata y cuidadosamente depositó su reliquia en el lugar en que debía estar, junto a su pecho, dentro de la armadura. Fue entonces cuando vio lo mal que se habían puesto las cosas para ellos, solo quedaban dos sombras en pie y los nueve jinetes iban a por ella, acorralándola contra uno de los lados de la torre. Pero eso no era lo peor, por alguna razón no se sentía capaz de seguir peleando, ni de llegar hasta su amiga para entregarle el rubí de sangre, que seguía en su mano.
De pronto no tenía apenas fuerzas, ¿necesitaría sangre? ¿se había excedido o era culpa de la magia que envolvía los objetos? - ¡Imargo, sal de aquí! - consiguió gritar, mientras guardaba la rojiza piedra y sacaba de su bolsa una figura con forma de caballo, que lanzó en dirección al felino. El trozo de bronce no llegó a su destinatario, se quedó a unos metros de la jaula, pero lo suficientemente cerca como para que pudiese hacerse con él sin demasiado problema, sobre todo ahora que todo el clan avanzaba hacia la de cabellos cenicientos.
- ¡Márchate! ¡es una orden! - insistió ella al verlo dudar. El lince no quería abandonarlas, ni siquiera en aquel instante en que todo parecía perdido, pero su vida corría más riesgo que la de las jóvenes, a las cuales visto lo visto, en el peor de los casos mantendrían cautivas. - Lo siento Huracán. - musitó con un deje de tristeza, dando por imposible el romper la cerradura y lanzándose a por la cabeza de caballo. - Corre Imargo, corre y no mires atrás. - le indicó la vampira, ya casi completamente rodeada y apartada de sus posibles aliados.
- Nos vemos abajo. - dijo a continuación, sin dar apenas detalles, pero eso bastó para que el guerrero la obedeciese y comenzase a descender a través de la torre, con una velocidad increíblemente potenciada gracias al objeto que portaba. - ¡Huracán! - exclamó Elen, visiblemente afectada por la difícil decisión que acababa de tomar. - Aguanta, ¡volveré a por ti! ¿me oyes? ¡volveré aunque sea lo último que haga! ¡te lo prometo! - gritó, con lágrimas en los ojos, y cuando ya casi tenía las negras figuras de los jinetes encima, sin opción alguna de ganar la batalla… se dejó caer al vacío.
Lo último que podría ver la hechicera de ella sería su silueta desapareciendo por el borde de la construcción, y a los Tarmúnil correr hacia el mismo en un vano intento de atraparla antes de que se precipitase.
De espaldas a lo que tenía debajo, y con la brisa meciendo sus níveos cabellos, la benjamina de los Calhoun se concentró para volver a utilizar su elemento, dejando que la cubriese por completo y que todo su ser se fragmentase hasta formar una bandada de murciélagos, que volando ordenadamente fue al encuentro de Ja´zad. Juntos tendrían que huir y buscar un lugar medianamente seguro en el Oblivion, donde pudiesen valorar sus opciones y preparar el rescate de Anastasia debidamente, porque esa era la prioridad del momento, sacarla de allí.
Off: Me ha quedado largo, sí, lo sé, pero ¿qué esperabais? (A Master Ger le gusta ponerme en situaciones difíciles)
Puede que pille a algunos por sorpresa con mi decisión pero los que han roleado y conocido a Elen sabrán que marcharse de la torre sin el medallón no era una opción, su relación con la reliquia no es como la del resto de centinelas, no puede desprenderse del colgante ya que es la única barrera que la protege de los efectos de su maldición original así que... Huri no me odies >.< volveré a por ti y me los cargaré a todos (?)
Master Ger, ¡give me my new curse!
Habilidades utilizadas:
- Llamada a las armas (nivel 6)
- Doppelgänger (nivel 4)
- Mundo de las sombras (nivel 2)
- Transformación (nivel
Objetos utilizados:
- Corona: En el momento que se use su portador se volverá invisible por cinco minutos.
- Cabeza de caballo de bronce: La cabeza del caballo parece casi más una burla que otra cosa, pero lejos de ello, los terceros puestos también son muy respetables. La próxima vez, estarás más cerca de los primeros. Permite al personaje desplegar una velocidad increíble durante un turno.
Solo para equilibrar la balanza un poco, la benjamina de los Calhoun dejó que su oscuro elemento la envolviese por completo e invocó a cuantas aliadas le fue posible, consiguiendo que cuatro negras estelas de humo brotasen de su tétrica aura para tomar forma al tocar el suelo. Las bestias resultantes tomaron posición entre ellos y los jinetes, ansiosas por entrar en combate, algo que no tardaría en suceder. - Mira allí Elen ¡tenías razón! ¡han apresado a Huracán! - la advirtió el lince, provocando que la aguda mirada de la criatura de la noche se apartase de Ilmerith por unos instantes para buscar a su amiga.
Y allí estaba, tal como la había visto, enjaulada y con la desesperación grabada en el rostro… ¿cuánto tiempo llevaba allí? ¿por qué la mantenían con vida? Esas preguntas la llevaron a confirmar otra de sus sospechas, el rubí de sangre descansaba sobre el altar se le había mostrado en la visión del libro, pero había algo más junto a él… - ¡Mi medallón! - exclamó, apretando los puños a causa de la impotencia. Ni siquiera sabía cómo se lo habían quitado, pero de una cosa estaba segura, iba a recuperarlo y cuando volviese a tener todo su poder, les haría lamentar la hora en que llevaron a cabo el ritual de isla lunar.
- Tenemos que organizarnos. - intervino Imargo, viendo demasiados frentes abiertos a la vez y pocas opciones de resolver todo y salir de allí con vida. - Mantendré su atención sobre mí, las sombras me ayudarán… tú sigue de largo e intenta liberar a Huracán, te daré tanta cobertura como me sea posible. - indicó Elen, concentrándose para crear una copia de sí misma que también luchase junto a ella y llegado el caso, pudiese servir de distracción. Dicho esto la vampira permitió que todo su cuerpo quedase cubierto por su elemento, sujetando aún con fuerza la daga mientras su mano izquierda se alargaba y cambiaba de forma para darle garras.
De ese modo las diferencias que existían entre ella y el Doppelgänger se reducían considerablemente, tanto como para que en mitad de la batalla pudiesen confundirlas, que era justamente lo que buscaba. - Avanza detrás de nosotros y espera al momento adecuado para escabullirte. - susurró, clavando su gélida mirada en el líder del clan de elfos, ese cuyo rostro la había atormentado durante años.
Ilmerith se había preparado para la ocasión, iba ataviado con su armadura y un yelmo, pero la de ojos verdes seguía viendo su cara, y esa odiosa expresión de satisfacción con que se había acercado a Anastasia. - Acabaré con él. - se dijo mentalmente, pero muy a su pesar, no sería aquel día… Que ostentase la cabeza del clan significaba que era fuerte, probablemente el más peligroso de todos los presentes en aquella plataforma, y aunque matarlo supondría dar un duro golpe al enemigo, antes de intentarlo debía asegurarse de poner todo a su favor para no fracasar.
Por ello, lo más sensato que podía hacer era reducir el número de jinetes hasta propiciar un duelo con el peliblanco, encuentro del que solo uno de los dos saldría con vida. - ¡Al ataque! - gritó, y de inmediato las criaturas salieron disparadas hacia los Tarmúnil, como si el mismísimo diablo las estuviese guiando. Elen y su copia las siguieron de cerca, aprovechando el choque inicial para detectar a los objetivos más vulnerables y centrarse en ellos, pero el tiempo corría en su contra, bien lo sabía la joven, necesitaba recuperar su reliquia antes de que los efectos de su maldición la dejasen fuera de juego y a merced de aquellos individuos.
- Debo llegar al altar. - pensó, haciéndose a un lado justo a tiempo de esquivar el arma de Erzsbeth, que una vez más se cruzaba en su camino para convertirse en un estorbo. La vampira maldijo para sus adentros, no podía perder el tiempo con aquella mujer, pronto aparecerían las primeras fiebres y si no se daba prisa… caería inconsciente en mitad de la pelea, con lo que acabaría muerta o haciendo compañía a Huracán dentro de la jaula.
Mientras sus aliadas enfrentaban ferozmente a sus respectivos adversarios, la benjamina de los Calhoun decidió llevar la lucha a su terreno, creando una esfera de oscuridad y haciéndola explotar frente a la guerrera, con lo que ambas, y todo cuando las rodeaba en un radio de 10 metros quedó envuelto en una espesa niebla. Fue entonces cuando Ja´zad, valiéndose de los beneficios de su visión felina, aprovechó para abandonar el conflicto y correr en dirección a la maestra cazadora, pero ¿podría liberarla?
- Vamos a sacarte de aquí Huracán. - aseguró en voz baja nada más llegar junto a la celda, pero los barrotes eran fuertes, tendría que centrarse en romper la cerradura a base de fuerza bruta. El metalico chasquido del candado al ser golpeado no tardó en llamar la atención de uno de los jinetes, Caranthir, quien adivinando las intenciones de los intrusos dirigió sus pasos hacia el lince. - Mierda. - masculló Imargo, captando por el rabillo del ojo la silueta del espadachín, pero algo se interpuso en su camino casi al momento, una sombría versión de la centinela del sur.
Aquel ser también sostenía una negra daga y demostraba la misma fiereza que la original, pero no era Elen, sino su Doppelgänger, al cual había enviado para cubrir a su compañero. - Eso nos dará algo de margen. - comentó el leónico, tratando de mantenerse optimista a pesar de las circunstancias.
- Seguid luchando. - instó la verdadera, ordenando a las bestias que ignorasen su inferioridad numérica y continuasen atacando hasta el último aliento. Dando ejemplo de lo que debían hacer, la de cabellos cenicientos comenzó a moverse dentro de la niebla para arremeter contra su oponente desde un costado, punto en que la golpeó de forma contundente, pero sin lograr gran cosa. Despojada del medallón ya no tenía poder para herir realmente a Erzsbeth ni a ningún otro miembro del clan, al menos no con golpes o armas normales, detalle que le presentaba otro problema… el veneno de Verzhela tenía un número de usos limitado, en cuanto utilizase la matajinetes se quedaría sin nada.
Consciente de todo ello, la criatura de la noche siguió haciendo gala de su agilidad para esquivar la espada de la morena, que cegada por el humo lanzaba tajos en todas direcciones. Los intentos de la señora de sombras por destruir alguna parte de la armadura de su contrincante y dejar al descubierto un lugar en que hundir la daga fueron en vano, apenas lograba resquebrajarla con las garras, necesitaba más poder, ese que le habían arrebatado al cruzar el portal.
- El medallón. - pensó, alejándose de la guerrera y echando mano a un objeto de su bolsa, una fina corona que había ganado años atrás, y que finalmente le serviría para algo. Nada más ponérsela sobre la cabeza, Elen echó a correr en dirección al altar sin hacer caso alguno a los elfos, sabiéndose invisible a sus ojos, aunque por un tiempo muy breve. La batalla no pintaba nada bien, el mero hecho de no tener suficientes aliadas como para que cada una combatiese a uno de los miembros del clan ya les estaba pasando factura, pues ante la colaboración de dos o más de ellos, sus fieles seguidoras no tenían nada que hacer.
Para cuando alcanzó su destino, una de sus creaciones ya había sido vencida y su Doppelgänger estaba a punto de ser eliminado por Caranthir, y sin fuerzas para invocar más ayuda, la presión se hizo evidente. Rápidamente, la centinela bordeó el altar para tenerlo entre ella y su enemigo, se quitó la corona y volvió a convertirse en el centro de atención, no solo para mantener a sus amigos a salvo y dar una oportunidad a las bestias que quedaban en pie, sino para que comprendiesen el error que acababan de cometer al dejarla llegar hasta su reliquia.
- ¡Habéis fallado! - gritó, atrayendo todas las miradas, incluida la de un sorprendido Ilmerith. - Puede que no sea hoy, pero ¡acabaremos con vosotros! ¡Los centinelas se alzaran victoriosos! - continuó, al tiempo que estiraba ambas manos para aferrar tanto el medallón como el rubí de sangre. Sin embargo, algún tipo de magia los mantenía sobre la superficie de piedra, alimentando el portal que se alzaba en el cielo y mostraba Árbol Madre.
- ¡Luchad! - ordenó a sus sombras, mientras ella misma peleaba con aquella fuerza invisible para llevarse ambos artefactos. - Tengo que conseguirlo, si los recupero… si los recupero Huri y yo podremos darles su merecido a esos bastardos… - se dijo interiormente, dejando escapar un sonoro quejido a causa del esfuerzo. Poco a poco ambos objetos se fueron moviendo hacia ella, pero esto solo provocó que los Tarmúnil se mostrasen más violentos, quizá movidos por la frustración de ver su trabajo arruinado. - Solo un poco más. - dijo entre dientes, sin apartar la vista del colgante, nunca habría imaginado tener tantas ganas de volver a ponérselo.
- Has vuelto a por nosotras… - escuchó decir a una de las almas, a la que pronto se le unió un coro formado por decenas de ellas. - Aun tenemos trabajo que hacer, necesito vuestra ayuda. - les respondió mentalmente, reuniendo las energías que le quedaban para dar un último tirón y arrancarlas de la fría piedra. El impulso la llevó a terminar a varios metros de distancia, y de inmediato se dio cuenta de que algo iba mal en su cuerpo, pero no era la misma sensación que había tenido al soltar el libro negro, ésta era peor.
Ligeramente mareada y con las piernas amenazando con fallarle, la centinela pasó la cabeza por dentro de la cadena de plata y cuidadosamente depositó su reliquia en el lugar en que debía estar, junto a su pecho, dentro de la armadura. Fue entonces cuando vio lo mal que se habían puesto las cosas para ellos, solo quedaban dos sombras en pie y los nueve jinetes iban a por ella, acorralándola contra uno de los lados de la torre. Pero eso no era lo peor, por alguna razón no se sentía capaz de seguir peleando, ni de llegar hasta su amiga para entregarle el rubí de sangre, que seguía en su mano.
De pronto no tenía apenas fuerzas, ¿necesitaría sangre? ¿se había excedido o era culpa de la magia que envolvía los objetos? - ¡Imargo, sal de aquí! - consiguió gritar, mientras guardaba la rojiza piedra y sacaba de su bolsa una figura con forma de caballo, que lanzó en dirección al felino. El trozo de bronce no llegó a su destinatario, se quedó a unos metros de la jaula, pero lo suficientemente cerca como para que pudiese hacerse con él sin demasiado problema, sobre todo ahora que todo el clan avanzaba hacia la de cabellos cenicientos.
- ¡Márchate! ¡es una orden! - insistió ella al verlo dudar. El lince no quería abandonarlas, ni siquiera en aquel instante en que todo parecía perdido, pero su vida corría más riesgo que la de las jóvenes, a las cuales visto lo visto, en el peor de los casos mantendrían cautivas. - Lo siento Huracán. - musitó con un deje de tristeza, dando por imposible el romper la cerradura y lanzándose a por la cabeza de caballo. - Corre Imargo, corre y no mires atrás. - le indicó la vampira, ya casi completamente rodeada y apartada de sus posibles aliados.
- Nos vemos abajo. - dijo a continuación, sin dar apenas detalles, pero eso bastó para que el guerrero la obedeciese y comenzase a descender a través de la torre, con una velocidad increíblemente potenciada gracias al objeto que portaba. - ¡Huracán! - exclamó Elen, visiblemente afectada por la difícil decisión que acababa de tomar. - Aguanta, ¡volveré a por ti! ¿me oyes? ¡volveré aunque sea lo último que haga! ¡te lo prometo! - gritó, con lágrimas en los ojos, y cuando ya casi tenía las negras figuras de los jinetes encima, sin opción alguna de ganar la batalla… se dejó caer al vacío.
Lo último que podría ver la hechicera de ella sería su silueta desapareciendo por el borde de la construcción, y a los Tarmúnil correr hacia el mismo en un vano intento de atraparla antes de que se precipitase.
De espaldas a lo que tenía debajo, y con la brisa meciendo sus níveos cabellos, la benjamina de los Calhoun se concentró para volver a utilizar su elemento, dejando que la cubriese por completo y que todo su ser se fragmentase hasta formar una bandada de murciélagos, que volando ordenadamente fue al encuentro de Ja´zad. Juntos tendrían que huir y buscar un lugar medianamente seguro en el Oblivion, donde pudiesen valorar sus opciones y preparar el rescate de Anastasia debidamente, porque esa era la prioridad del momento, sacarla de allí.
- La dramática caída de Elen:
- Ignorad al vampiro... espera, en cierto modo soy una mezcla de los dos...
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- "Mis pequeñas criaturitas":
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Off: Me ha quedado largo, sí, lo sé, pero ¿qué esperabais? (A Master Ger le gusta ponerme en situaciones difíciles)
Puede que pille a algunos por sorpresa con mi decisión pero los que han roleado y conocido a Elen sabrán que marcharse de la torre sin el medallón no era una opción, su relación con la reliquia no es como la del resto de centinelas, no puede desprenderse del colgante ya que es la única barrera que la protege de los efectos de su maldición original así que... Huri no me odies >.< volveré a por ti y me los cargaré a todos (?)
Master Ger, ¡give me my new curse!
Habilidades utilizadas:
- Llamada a las armas (nivel 6)
- Doppelgänger (nivel 4)
- Mundo de las sombras (nivel 2)
- Transformación (nivel
Objetos utilizados:
- Corona: En el momento que se use su portador se volverá invisible por cinco minutos.
- Cabeza de caballo de bronce: La cabeza del caballo parece casi más una burla que otra cosa, pero lejos de ello, los terceros puestos también son muy respetables. La próxima vez, estarás más cerca de los primeros. Permite al personaje desplegar una velocidad increíble durante un turno.
Última edición por Elen Calhoun el Dom Jun 09 2019, 13:45, editado 1 vez (Razón : Añadir spoiler de sombras)
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
Los perros habían dado por perdida la reliquia. Con la muerte del mayor, su progenie desapareció, prácticamente esfumándose. Solo quedaba lidiar con el resto. Los animales escupían bolas de fuego, pero en vano: las que llegaban realmente a rozarme se dispersaban entre las llamas que me cubrían. Uno por uno, acabaría con todos.
La amenaza que suponían en un principio bajaba junto a sus números. Se volvían predecibles, lanzando ataques a zonas expuestas, o dependiendo de su peso para intentar derribar. Mientras continuase moviéndome, y aprovechando el alcance de Eclipse, no tendría mayor problema.
Sin embargo, gran mayoría de los animales parecía estar rodeando a Alister. Quizás lo viesen como una amenaza mayor. El más grande de todos los perros demoníacos empezó a cargar hacia él, aprovechando una distracción.
-¡A tu espalda!- llamé, corriendo hacia él.
Alister reaccionó, pero quizás demasiado tarde. Los colmillos del huargo se hundieron en su pata, atravesando de alguna forma su coraza natural. Con un rugido, el dragón se lo sacudió de encima, lanzándolo unos metros por el aire. Se levantó apenas alcanzó el suelo, pero hubo algo con lo que no contó. La ballesta de Syl se asomó por el techo de la cripta, disparándole en la pata y anclándolo al suelo momentáneamente.
Un coletazo de Alister le derribó de nuevo, golpeándolo esta vez contra la pared. Aproveché, lanzándome contra el animal para sujetarlo con mi guantelete y hundir a Eclipse en su cuello. El animal cayó al suelo, inerte, y el resto de los animales desapareció en una nube de llamas, quizás retornando al Oblivion.
Syl salió del techo, volviendo a materializarse tras dejarse caer. Las llamas que nos rodeaban a cada uno comenzaron a apagarse, y volvimos a nuestros aspectos normales. Una vez volvió a su forma humana, me acerqué a Alister. Su herida no parecía demasiado grave. Aun así, podía empeorar si no la trataba.
-Siéntate.- dije. Saqué las vendas de una de mis bolsas, y comencé a cubrir la herida con ellas. Las até con firmeza, asegurándome de que la herida no seguiría sangrando. -Debería servir por ahora. En el campamento podrán tratartelas mejor, si hace falta.- dije.
No había tiempo que perder. Me levanté. Tras asegurarme de que no había nada más, me encaminé hacia las escaleras de la cripta, y salimos de aquel lugar.
-¿A donde?- preguntó Syl, una vez salimos.
-Nis. Tenemos que darnos prisa.- dije, poniéndome en marcha. El felino mantuvo el ritmo, pero pareció protestar.
-Si lo que ha visto Elen era el presente, quizás sea demasiado tarde.- dijo. -E incluso si no lo es, enfrentarnos a Querostraza y un Jinete a la vez es demasiado.- Tensé la mandíbula. Sabía que era cierto. Syl solía tener razón, y aquella vez no era una excepción.
-Aún tengo que intentarlo.- respondí. -Incluso si quizás no sirva para nada, tengo que probar. Es la mejor oportunidad que tenemos para ganar una batalla.- añadí, determinado. Demasiado tiempo, los Jinetes habían sido un enemigo invencible. Si los tenía al alcance, podía cambiar aquello. Si no lo intentaba... ¿que tenía que ganar?
-Creo que al menos uno de nosotros debería volver al campamento, avisar de la situación.- insistió. -¿Alister?- Era el más rápido de los tres, al menos mientras volaba. Asentí. -Cuando Elen vuelva, es posible que vaya allí también. Es la mejor baza.- dijo.
El dragón aceptó aquello. Tras volver a su forma alada, Alister despegó, alejándose rápidamente.
Suspiré. Habíamos llegado allí con cinco personas, y ahora, estábamos tan solo Syl y yo. A decir verdad, no se me ocurría nadie mejor para que me cubriese las espaldas. Siendo solo nosotros, podíamos avanzar más rápido, y más discretamente. Aceleramos la marcha a través del bosque. Quedaba mucho por hacer. No podría estar satisfecho sin continuar.
Usado objeto Limitado: Vendaje Reforzado para tratar la herida de Alister.
La amenaza que suponían en un principio bajaba junto a sus números. Se volvían predecibles, lanzando ataques a zonas expuestas, o dependiendo de su peso para intentar derribar. Mientras continuase moviéndome, y aprovechando el alcance de Eclipse, no tendría mayor problema.
Sin embargo, gran mayoría de los animales parecía estar rodeando a Alister. Quizás lo viesen como una amenaza mayor. El más grande de todos los perros demoníacos empezó a cargar hacia él, aprovechando una distracción.
-¡A tu espalda!- llamé, corriendo hacia él.
Alister reaccionó, pero quizás demasiado tarde. Los colmillos del huargo se hundieron en su pata, atravesando de alguna forma su coraza natural. Con un rugido, el dragón se lo sacudió de encima, lanzándolo unos metros por el aire. Se levantó apenas alcanzó el suelo, pero hubo algo con lo que no contó. La ballesta de Syl se asomó por el techo de la cripta, disparándole en la pata y anclándolo al suelo momentáneamente.
Un coletazo de Alister le derribó de nuevo, golpeándolo esta vez contra la pared. Aproveché, lanzándome contra el animal para sujetarlo con mi guantelete y hundir a Eclipse en su cuello. El animal cayó al suelo, inerte, y el resto de los animales desapareció en una nube de llamas, quizás retornando al Oblivion.
Syl salió del techo, volviendo a materializarse tras dejarse caer. Las llamas que nos rodeaban a cada uno comenzaron a apagarse, y volvimos a nuestros aspectos normales. Una vez volvió a su forma humana, me acerqué a Alister. Su herida no parecía demasiado grave. Aun así, podía empeorar si no la trataba.
-Siéntate.- dije. Saqué las vendas de una de mis bolsas, y comencé a cubrir la herida con ellas. Las até con firmeza, asegurándome de que la herida no seguiría sangrando. -Debería servir por ahora. En el campamento podrán tratartelas mejor, si hace falta.- dije.
No había tiempo que perder. Me levanté. Tras asegurarme de que no había nada más, me encaminé hacia las escaleras de la cripta, y salimos de aquel lugar.
-¿A donde?- preguntó Syl, una vez salimos.
-Nis. Tenemos que darnos prisa.- dije, poniéndome en marcha. El felino mantuvo el ritmo, pero pareció protestar.
-Si lo que ha visto Elen era el presente, quizás sea demasiado tarde.- dijo. -E incluso si no lo es, enfrentarnos a Querostraza y un Jinete a la vez es demasiado.- Tensé la mandíbula. Sabía que era cierto. Syl solía tener razón, y aquella vez no era una excepción.
-Aún tengo que intentarlo.- respondí. -Incluso si quizás no sirva para nada, tengo que probar. Es la mejor oportunidad que tenemos para ganar una batalla.- añadí, determinado. Demasiado tiempo, los Jinetes habían sido un enemigo invencible. Si los tenía al alcance, podía cambiar aquello. Si no lo intentaba... ¿que tenía que ganar?
-Creo que al menos uno de nosotros debería volver al campamento, avisar de la situación.- insistió. -¿Alister?- Era el más rápido de los tres, al menos mientras volaba. Asentí. -Cuando Elen vuelva, es posible que vaya allí también. Es la mejor baza.- dijo.
El dragón aceptó aquello. Tras volver a su forma alada, Alister despegó, alejándose rápidamente.
Suspiré. Habíamos llegado allí con cinco personas, y ahora, estábamos tan solo Syl y yo. A decir verdad, no se me ocurría nadie mejor para que me cubriese las espaldas. Siendo solo nosotros, podíamos avanzar más rápido, y más discretamente. Aceleramos la marcha a través del bosque. Quedaba mucho por hacer. No podría estar satisfecho sin continuar.
______________________________________
Usado objeto Limitado: Vendaje Reforzado para tratar la herida de Alister.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
¿Cuánto tiempo llevaba en aquella celda? En el Oblivion no había días ni noches. Cuando me dormía porque estaba cansada, me despertaba sin saber cuanto tiempo había pasado. El cielo estaba permanentemente oscuro, nublado y con multitud de rayos en una tormenta permanente. Hacía mucho frío por la altura de la torre. Y mi magia apenas tenía poder en aquel mundo. No sentía prácticamente el éter en aquel lugar.
En cierta manera estaba abatida. Había asumido ya que de allí no iba a salir en mi vida. Y lo cierto es que habría preferido que los jinetes me dieran una muerte rápida a que me mantuvieran allí encerrada. ¿Qué había sido de Eltrant, Jules o Lyn? ¿Habrían corrido mejor suerte que yo? ¿Y cómo iba a aparecer alguien allí para liberarme? A mí, por alguna circunstancia, me habían dejado viva. Probablemente por mi condición de centinela.
Debía de tener algún papel especial en aquel ritual que estaban realizando en el centro de la torre, con mi reliquia. En lo más alto del cielo, sobre nuestras cabezas, estaba una especie de portal que parecía llevar a Árbol Madre. Melena Blanca estaba en lo cierto cuando me citó con extrema urgencia a las afueras del bosque, pero no podía expresar lo frustrante que me resultaba saber que algo malo iba a pasar, y que era incapaz de poder transmitirlo a alguien que pudiera salvar el mundo. ¿Qué pensarían mis compañeros centinelas acerca de mi incomparecencia? ¡Por todos los dioses! Esperaba que, al menos, pudieran hacer algo contra los jinetes sin mí.
El líder de éstos se aproximó a mí. Pronunció unas palabras entre las que se encontraba la famosa palabra que Elen me había dicho en alguna ocasión, fashateni. ¿Me estaba hablando? No. Parecía estar diciéndolo a través de mí. Por momentos sentí mucho miedo y no fui capaz de pronunciar una palabra. ¿Qué iba a hacerme aquel monstruo?
En principio nada. Imlerith se dio la vuelta y me dejó en paz. Con un gesto de mano, liberó una celdas próximas a la mía, de la que salieron multitud de perros hambrientos que comenzaron a atravesar multitud de a otro bosque. Gruñí de furia. Agarrándome a los barrotes de mi prisión. ¡Qué impotencia! ¡No podía hacer nada!
Pero como si como el destino quisiese darme una última oportunidad, un portal interdimensional volvió a abrirse y todas mis esperanzas parecieron volver. Como si viviera un espejismo. Imargo Ja’zad y… ¡Elen! Hicieron acto de presencia. - ¡Elen! – La vampiresa había aparecido sin su reliquia, que ahora orbitaba en el centro
Imargo Ja’zad llegó hasta mi posición. No me gustaba el papel de princesa de cuentos. Inútil y en apuros, esperando ser rescatada. Pero desde luego, me parecía a una. Ya no sólo porque viviera entre lujos en un palacio en Beltrexus, ni mucho menos por mi despampanante belleza. Sino porque estaba entre rejas y no podía hacer nada por salir de allí.
En aquella situación, incluso yo tenía sangre en las venas.
-¡Imargo! – Corrí y casi me estrellé contra los barrotes. Agarrándome a ellos con fuerza. Creía que nunca me había sentido mejor de ver a alguien.
-Estoy aquí, maestra. Ahora te saco. – el leónico empezó a hurgar en la cerradura, sin mucho éxito. Y yo, nerviosa por ser mi única salvación, no hacía más que hostigar al lince.
-¡Vamos, vamos, vamos! – rogaba. Dividiendo mi visión entre la cerradura y lo que sucedía en la plataforma. ¡Elen estaba enfrentándose a todos ellos! Si al menos pudiera tener el rubí, sería más útil que en aquella celda.
-¡No se rompe! ¿Cómo diablos se abre esta cerradura? – El leónico ya no era capaz de juguetear con la misma.
-¡No lo sé! ¡Prueba a romperla con la espada! – respondí nerviosa, empujando los barrotes, sin ver solución.
-Vale, pues hazte a un lado. – dijo.
Le hice caso y el lince empezó a golpear con su espada, una y otra vez, en la cerradura. Con todas sus fuerzas. Pero debía de tener algún tipo de encantamiento mágico que impedía su apertura. Las ganas y el corazón, en ocasiones, no eran suficientes.
Una voz de alarma de Elen llamaba a la retirada. La peliblanca había conseguido tomar las dos reliquias y se había precipitado por la torre abajo. ¡Qué locura! ¡Cómo había cambiado todo!
-Lo siento, maestra. – dijo el leónico, llevándose las manos a la sien y despidiéndose en un gesto rápido que me recordaba a los de Jules. – Volveremos. Lo prometo. - Pero a mí no me valía aquello. ¡Yo quería salir de allí!
-¡Imargo! – exclamé, mientras el leónico salía por patas, nunca mejor dicho. - ¡Imargo, no me dejes aquí! – grité. - ¡Imargo! – grité agarrándome a los barrotes y exclamando. - ¡Ogh! ¡Mierda! – Propiné una patada a los barrotes y los solté furiosa.
Está bien. Entendía que salvar las reliquias era lo primordial. Yo no era más que una víctima colateral. Pero aún así, no podía evitar sentirme decepcionada por aquel juramento tan futil. Elen prometía volver a por mí, sí. Pero se precipitaba de una torre de más de cien metros de altura. Espero que tuviera algo para salvar esa caída. La vampiresa siempre me sorprendía a pesar de nuestras diferencias en los últimos tiempos.
Los jinetes oscuros parecían furiosos y se culpaban los unos a los otros de lo que acababa de suceder. Alguien iba a pagar los platos rotos. ¿Por qué me miraban todos así? Me hacía más pequeña, agarrándome a los barrotes, con todos esos ojos rojos y malignos sobre mí. ¿Me había hecho Elen un favor?
En cierta manera estaba abatida. Había asumido ya que de allí no iba a salir en mi vida. Y lo cierto es que habría preferido que los jinetes me dieran una muerte rápida a que me mantuvieran allí encerrada. ¿Qué había sido de Eltrant, Jules o Lyn? ¿Habrían corrido mejor suerte que yo? ¿Y cómo iba a aparecer alguien allí para liberarme? A mí, por alguna circunstancia, me habían dejado viva. Probablemente por mi condición de centinela.
Debía de tener algún papel especial en aquel ritual que estaban realizando en el centro de la torre, con mi reliquia. En lo más alto del cielo, sobre nuestras cabezas, estaba una especie de portal que parecía llevar a Árbol Madre. Melena Blanca estaba en lo cierto cuando me citó con extrema urgencia a las afueras del bosque, pero no podía expresar lo frustrante que me resultaba saber que algo malo iba a pasar, y que era incapaz de poder transmitirlo a alguien que pudiera salvar el mundo. ¿Qué pensarían mis compañeros centinelas acerca de mi incomparecencia? ¡Por todos los dioses! Esperaba que, al menos, pudieran hacer algo contra los jinetes sin mí.
El líder de éstos se aproximó a mí. Pronunció unas palabras entre las que se encontraba la famosa palabra que Elen me había dicho en alguna ocasión, fashateni. ¿Me estaba hablando? No. Parecía estar diciéndolo a través de mí. Por momentos sentí mucho miedo y no fui capaz de pronunciar una palabra. ¿Qué iba a hacerme aquel monstruo?
En principio nada. Imlerith se dio la vuelta y me dejó en paz. Con un gesto de mano, liberó una celdas próximas a la mía, de la que salieron multitud de perros hambrientos que comenzaron a atravesar multitud de a otro bosque. Gruñí de furia. Agarrándome a los barrotes de mi prisión. ¡Qué impotencia! ¡No podía hacer nada!
Pero como si como el destino quisiese darme una última oportunidad, un portal interdimensional volvió a abrirse y todas mis esperanzas parecieron volver. Como si viviera un espejismo. Imargo Ja’zad y… ¡Elen! Hicieron acto de presencia. - ¡Elen! – La vampiresa había aparecido sin su reliquia, que ahora orbitaba en el centro
Imargo Ja’zad llegó hasta mi posición. No me gustaba el papel de princesa de cuentos. Inútil y en apuros, esperando ser rescatada. Pero desde luego, me parecía a una. Ya no sólo porque viviera entre lujos en un palacio en Beltrexus, ni mucho menos por mi despampanante belleza. Sino porque estaba entre rejas y no podía hacer nada por salir de allí.
En aquella situación, incluso yo tenía sangre en las venas.
-¡Imargo! – Corrí y casi me estrellé contra los barrotes. Agarrándome a ellos con fuerza. Creía que nunca me había sentido mejor de ver a alguien.
-Estoy aquí, maestra. Ahora te saco. – el leónico empezó a hurgar en la cerradura, sin mucho éxito. Y yo, nerviosa por ser mi única salvación, no hacía más que hostigar al lince.
-¡Vamos, vamos, vamos! – rogaba. Dividiendo mi visión entre la cerradura y lo que sucedía en la plataforma. ¡Elen estaba enfrentándose a todos ellos! Si al menos pudiera tener el rubí, sería más útil que en aquella celda.
-¡No se rompe! ¿Cómo diablos se abre esta cerradura? – El leónico ya no era capaz de juguetear con la misma.
-¡No lo sé! ¡Prueba a romperla con la espada! – respondí nerviosa, empujando los barrotes, sin ver solución.
-Vale, pues hazte a un lado. – dijo.
Le hice caso y el lince empezó a golpear con su espada, una y otra vez, en la cerradura. Con todas sus fuerzas. Pero debía de tener algún tipo de encantamiento mágico que impedía su apertura. Las ganas y el corazón, en ocasiones, no eran suficientes.
Una voz de alarma de Elen llamaba a la retirada. La peliblanca había conseguido tomar las dos reliquias y se había precipitado por la torre abajo. ¡Qué locura! ¡Cómo había cambiado todo!
-Lo siento, maestra. – dijo el leónico, llevándose las manos a la sien y despidiéndose en un gesto rápido que me recordaba a los de Jules. – Volveremos. Lo prometo. - Pero a mí no me valía aquello. ¡Yo quería salir de allí!
-¡Imargo! – exclamé, mientras el leónico salía por patas, nunca mejor dicho. - ¡Imargo, no me dejes aquí! – grité. - ¡Imargo! – grité agarrándome a los barrotes y exclamando. - ¡Ogh! ¡Mierda! – Propiné una patada a los barrotes y los solté furiosa.
Está bien. Entendía que salvar las reliquias era lo primordial. Yo no era más que una víctima colateral. Pero aún así, no podía evitar sentirme decepcionada por aquel juramento tan futil. Elen prometía volver a por mí, sí. Pero se precipitaba de una torre de más de cien metros de altura. Espero que tuviera algo para salvar esa caída. La vampiresa siempre me sorprendía a pesar de nuestras diferencias en los últimos tiempos.
Los jinetes oscuros parecían furiosos y se culpaban los unos a los otros de lo que acababa de suceder. Alguien iba a pagar los platos rotos. ¿Por qué me miraban todos así? Me hacía más pequeña, agarrándome a los barrotes, con todos esos ojos rojos y malignos sobre mí. ¿Me había hecho Elen un favor?
Anastasia Boisson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 627
Nivel de PJ : : 7
Re: [Trama Sandorái] [Parte C-2] El libro negro
El destino de los tres centinelas fue muy distinto y sus caminos se vieron forzosamente separados.
El que había permanecido en Aerandir, Asher Daregan, tras haber resuelto el asunto de los perros ígneos, corría tan rápido como podía hacia el interior del bosque. Allí estaba el templo de Nís. Se escuchaban fuertes gritos tras las paredes del viejo lugar sagrado, pero no alcanzaba a ver nada. Veía una especie de portal abierto por los jinetes oscuros. ¿Llegaría a tiempo?
En cuanto a Huracán, se le quedaron unos ojitos de desilusión cuando Elen prometió que volvía a por ella que no eran normales. Como ella había predicho, le tocaba pagar los platos rotos. Y los jinetes no tardaron en colocarla en el centro. Varios amagaron con asesinarla allí mismo. Pero Imlerith los detuvo. Habiéndose llevado Elen Calhoun la reliquia, acabar con la maestra cazadora era regalar una nueva reliquia a los centinelas, en este caso a Imargo Ja’zad. No. Huracán tenía que seguir viva, y lejos de la reliquia, para que no pudiese ayudar. De esta manera, cuando Elen se presentase en la torre, único lugar por el que podría volver a Aerandir, podrían tenderle una emboscada.
Arrojaron a la maestra cazadora por uno de los portales de los tres templos, el cual cerraron a cal y canto.
Por su parte, Elen Calhoun e Imargo Ja’zad llegaron al suelo, pero impactaron violentamente contra el mismo. Amortiguando la caída. Si bien terminarían perdiendo el conocimiento durante unos instantes, que no tardarían en recuperar. Elen, abriría los ojos y escucharía una voz. - ¡Coge las reliquias! - pedía una voz femenina, para preocupación de Elen, que áun no había sido capaz de saber dónde estaba.
Imargo Ja’zad, sin embargo, sin poderes mágicos se llevó la peor parte. Comenzó a ver una especie de luz al final del túnel. En cierto modo, creía que aquel había sido su final. Pero estaba lejos de serlo.
-Tranquilo, lince. – dijo la voz femenina de una elfa, pasando su mano con luz sobre el rostro del caballero leónico. – Destensa los músculos. Curaré todas tus heridas.
Aquella voz sonaba como la de los ángeles para Ja’zad. Entreabrió los ojos. La magia del brazalete de Anar recuperó todas las heridas que el hombre bestia podía tener. Incluyendo la cola perdida. Recuperación que el felino celebraría cuando despertara.
-¿Ní-Níniel? – preguntó el moribundo leónico, al abrir los ojos, reconocer el brazalete pasar por su mano, y ver una cálida mano de elfa atravesando su rostro. Cerrando todas las heridas.
-¿Níniel? – preguntó extrañada. No recordaba a nadie que se llamara así. Aunque sí que se acordaba de los últimos compañeros que la habían seguido hasta el Oblivion, Imargo entre ellos. – No. - respondió con una sonrisa cálida. – Tyrie. Me llamo Tyrie.
* * * * * * * * * * * *
¡Fin del evento! Vuestras acciones han determinado una vez más, lo sucedido en el tema. Quizás no os hayáis dado cuenta
Asher: Te colocamos un sobresaliente. Has derrotado a los perros y mantenido la corona con una buena elección del orden. Llegarás al final del evento de Nís que abriré en los próximos días. Te recomiendo que lo sigas. Tu historia continúa justo al final de ese.
Huracán: Final inesperado para ti. Debo decir, que es probable que no vuelvas a ver tu reliquia, pero sigues siendo la legítima centinela, por lo que puedes matar jinetes en el Oblivion, pero sin el plus que te da ésta. La decisión de Elen te llevará a los aledaños del templo de Imbar, el Campamento Ojosverdes. ¡El lugar idóneo para una bruja! Una jinete oscuro te buscará para secuestrarte Elwen Tarmúnil, la encargada del ritual de Imbar. ¡Pero no estarás sola! Además de Reike y a Nahir.
Elen: ¡Te llevas las dos reliquias! Pero el rubí no funcionará hasta que alguien mate a Huracán. Pierdes el conocimiento durante la caída, y despiertas maldita, como te prometí (soy un hombre de promesas). Eso sí, estás junto a Eltrant, Imargo y… ¡Tyrande! ¿Tienes ganas de saber qué ha sucedido con ella y poneros al día? Tendrás que esperar al próximo tema.
Obtienes la Maldición de los Jinetes Oscuros: La contraes por la sombra de un jinete oscuro durante tu huida. Esta maldición te hará sentir mucho mucho más cansada y débil en Aerandir, pero más fuerte y poderosa en el Oblivion. Por lo que el protagonismo allí tendrás que cedérselo a otros. Veremos en qué deriva todo una vez concluya el evento. De momento estás en el Oblivion.
Alister cura sus heridas. Asher pierde una venda.
El que había permanecido en Aerandir, Asher Daregan, tras haber resuelto el asunto de los perros ígneos, corría tan rápido como podía hacia el interior del bosque. Allí estaba el templo de Nís. Se escuchaban fuertes gritos tras las paredes del viejo lugar sagrado, pero no alcanzaba a ver nada. Veía una especie de portal abierto por los jinetes oscuros. ¿Llegaría a tiempo?
En cuanto a Huracán, se le quedaron unos ojitos de desilusión cuando Elen prometió que volvía a por ella que no eran normales. Como ella había predicho, le tocaba pagar los platos rotos. Y los jinetes no tardaron en colocarla en el centro. Varios amagaron con asesinarla allí mismo. Pero Imlerith los detuvo. Habiéndose llevado Elen Calhoun la reliquia, acabar con la maestra cazadora era regalar una nueva reliquia a los centinelas, en este caso a Imargo Ja’zad. No. Huracán tenía que seguir viva, y lejos de la reliquia, para que no pudiese ayudar. De esta manera, cuando Elen se presentase en la torre, único lugar por el que podría volver a Aerandir, podrían tenderle una emboscada.
Arrojaron a la maestra cazadora por uno de los portales de los tres templos, el cual cerraron a cal y canto.
Por su parte, Elen Calhoun e Imargo Ja’zad llegaron al suelo, pero impactaron violentamente contra el mismo. Amortiguando la caída. Si bien terminarían perdiendo el conocimiento durante unos instantes, que no tardarían en recuperar. Elen, abriría los ojos y escucharía una voz. - ¡Coge las reliquias! - pedía una voz femenina, para preocupación de Elen, que áun no había sido capaz de saber dónde estaba.
Imargo Ja’zad, sin embargo, sin poderes mágicos se llevó la peor parte. Comenzó a ver una especie de luz al final del túnel. En cierto modo, creía que aquel había sido su final. Pero estaba lejos de serlo.
-Tranquilo, lince. – dijo la voz femenina de una elfa, pasando su mano con luz sobre el rostro del caballero leónico. – Destensa los músculos. Curaré todas tus heridas.
Aquella voz sonaba como la de los ángeles para Ja’zad. Entreabrió los ojos. La magia del brazalete de Anar recuperó todas las heridas que el hombre bestia podía tener. Incluyendo la cola perdida. Recuperación que el felino celebraría cuando despertara.
-¿Ní-Níniel? – preguntó el moribundo leónico, al abrir los ojos, reconocer el brazalete pasar por su mano, y ver una cálida mano de elfa atravesando su rostro. Cerrando todas las heridas.
-¿Níniel? – preguntó extrañada. No recordaba a nadie que se llamara así. Aunque sí que se acordaba de los últimos compañeros que la habían seguido hasta el Oblivion, Imargo entre ellos. – No. - respondió con una sonrisa cálida. – Tyrie. Me llamo Tyrie.
* * * * * * * * * * * *
¡Fin del evento! Vuestras acciones han determinado una vez más, lo sucedido en el tema. Quizás no os hayáis dado cuenta
Asher: Te colocamos un sobresaliente. Has derrotado a los perros y mantenido la corona con una buena elección del orden. Llegarás al final del evento de Nís que abriré en los próximos días. Te recomiendo que lo sigas. Tu historia continúa justo al final de ese.
Huracán: Final inesperado para ti. Debo decir, que es probable que no vuelvas a ver tu reliquia, pero sigues siendo la legítima centinela, por lo que puedes matar jinetes en el Oblivion, pero sin el plus que te da ésta. La decisión de Elen te llevará a los aledaños del templo de Imbar, el Campamento Ojosverdes. ¡El lugar idóneo para una bruja! Una jinete oscuro te buscará para secuestrarte Elwen Tarmúnil, la encargada del ritual de Imbar. ¡Pero no estarás sola! Además de Reike y a Nahir.
Elen: ¡Te llevas las dos reliquias! Pero el rubí no funcionará hasta que alguien mate a Huracán. Pierdes el conocimiento durante la caída, y despiertas maldita, como te prometí (soy un hombre de promesas). Eso sí, estás junto a Eltrant, Imargo y… ¡Tyrande! ¿Tienes ganas de saber qué ha sucedido con ella y poneros al día? Tendrás que esperar al próximo tema.
Obtienes la Maldición de los Jinetes Oscuros: La contraes por la sombra de un jinete oscuro durante tu huida. Esta maldición te hará sentir mucho mucho más cansada y débil en Aerandir, pero más fuerte y poderosa en el Oblivion. Por lo que el protagonismo allí tendrás que cedérselo a otros. Veremos en qué deriva todo una vez concluya el evento. De momento estás en el Oblivion.
Alister cura sus heridas. Asher pierde una venda.
Ger
Master
Master
Cantidad de envíos : : 973
Nivel de PJ : : 0
Temas similares
» [Trama Sandorái] [Parte A-0] Villasauco
» [Trama Sandorái] [Parte C-0] Campamento de los Leónicos
» [Trama Sandorái] [Parte B-0] Avanzada de Dundarak
» [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
» [Trama de Sandorái] [Parte A-2] Venganza o reconciliación
» [Trama Sandorái] [Parte C-0] Campamento de los Leónicos
» [Trama Sandorái] [Parte B-0] Avanzada de Dundarak
» [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
» [Trama de Sandorái] [Parte A-2] Venganza o reconciliación
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 14:43 por Eilydh
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Ayer a las 23:14 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 05:53 por Lukas
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar Nov 19 2024, 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr