Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
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Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
El Hekshold recibió el cuervo de la bruja Yagaba tres días antes de que la noticia se extendiera por Beltrexus. Los catedráticos se reunieron en el gran salón y comentaron acerca de las condiciones que Yagaba ofrecía. El maestro Hartem se mostraba somnoliento, las reuniones referentes a la administración del Hekshold le resultaban de lo más aburridas. En contra posición, Rutherford se sintió interesado por el contenido de la carta. Aunque no pudiese leer, a causa de su ceguera, fue el que por más tiempo sostuvo el pergamino. Pasó dos dedos por encima de las letras, el grosor de la tinta le permitió hacerse una idea del contenido, era como estar leyendo con los dedos. Analizó la caligrafía y la firma con la misma técnica de pasar dos dedos por encima. Compartió sus deducciones con los otros tres catedráticos.
—Ha escrito la carta con paciencia, cuidando sus palabras y tomando el tiempo necesario para ofrecernos la mejor de sus caligrafías. Todo apunta a que Yagaba desea causar una buena imagen al Hekshold. Tiene sus motivos, recordemos que hasta la muerte de su esposo — la maestra Meitner bajó la cabeza en un gesto de condolencia —, el señor Omenus, Yagaba había trabajado con nosotros en el Hekshold, en la casa Axhol si mi memoria no me falla. Compartió con nosotros recetas de alquimia que ella misma descubrió y organizó algunas clases junto con Lovelace para enseñar nuestros alumnos cómo emplearlas.
—Así es — colaboró Lovelace —, Omenus también se involucró personalmente en los avances de Yagaba.
—Ambos son miembros honorarios del Hekshold — continuó Rutherdord.
—Omenus lo fue — intervino el maestro Hartem. Nadie le prestó atención.
—Por lo que a mí respecta, apruebo la medida de Yagaba. Dará dos pergaminos de aceptación al Hekshold, el correspondiente a su puesto y al de su marido. ¿Algún inconveniente? — silencio — Organizará una prueba a los participantes. Yo mismo acudiré al lugar para garantizarme de que cumplan las normas. Llevaré a Kira, la hija de cuatro, para que me ayude a caminar. ¿Algún inconveniente? — silencio.
El maestro Ernest Rutherford cumplió su palabra. Llegado el día del concurso, acudió a la choza de Yagaba. Un edificio más alto que ancho. La primera planta era un amplio comedor reservado para la vida social en Beltrexus: tardes de té y aquelarres de bruja. Una larga escalera de caracol, que desde la primera planta parecía no tener fin, conducía al pináculo del edificio. Seguramente fuera una habitación pequeña y estrecha, cómodas para los brujos, una mezcla entre biblioteca y sala de pociones.
La bruja esperaba en el umbral de la puerta. Rutherford la conocía antes del accidente, antes de la ceguera. Era una mujer guapa, siempre lo había sido. Los signos de la edad, más que estropear, parecían endurecer la piel. Aunque Yagaba pasa de largo los sesenta, había conseguido mantenerse en los cincuenta. Su cabello era blanco, como la seda de lino; nada del gris cenizo de los ancianos. Sus ojos eran dos perlas marinas, tan bellos como peligrosos. Más de un hombre se perdió en ellos.
Yagaba ofreció pasar al maestro y a su acompañante. Los concursantes llegarían pronto, a su edad no es conveniente que se quede de pie, entre y tome asiento. Rutherford aceptó la invitación. La mesa estaba repleta de pastelitos y té recién hecho. El aroma era delicioso, la vista debería ser todavía mejor. Ni que hablar del sabor. Rutherford se contuvo de probar bocado. Hizo un gesto con la mano a Kira para advertirla. Comerían después de que terminase el concurso, al ser posible, con dos nuevos miembros para la academia.
—Yagaba, haga el favor, ¿puede recordarme en qué consiste el reto? Temo que mi memoria ya no es lo que era — la memoria de Rutherford estaba perfectamente.
—Por supuesto, maestro — dijo Yagaba con una socarrona sonrisa —. Los chicos tendrán que encontrar la calavera y corazón de mi marido; los he escondido en algún lugar de esta casa — expandió los brazos para abarcar todo el terreno de juego —. Es un buen juego, ¿no creé? — Rutherford no contestó —. La calavera se encuentra en la parte superior de la choza, en la cabeza del edificio. El corazón está en el sótano. ¿Ve esas cortinas? Detrás hay una escalera que os llevará allí. Tanto el piso superior como el sótano están repletos de encantamientos que los chicos tendrán que resolver — Yagaba se removió las manos.
—¿Es posible que me una a ellos? No me gustaría que tuviéramos alguna desgracia y se le acuse a usted atentar contra sus vidas.
—Me halaga que se preocupe por mí — Yagaba mostró su mejor sonrisa de bruja —, pero no tendremos ningún problema. Las pruebas no son mortales.
—Permítame que insista, no me descansaré tranquilo si no acepta. No interferiré en sus obras, mi deber es el de prevenir que se cumplan nuestras condiciones.
—Se cumplirán — la voz de Yagaba tenía un hilo de tosquedad.
—Insisto, iré con los chicos.
Kira extendió los pergaminos de cede de poderes y aceptación al Hekshold. Yagaba los firmó con letra redonda y autoritaria. Rutherford puso su dedo índice en el papel, la firma surgió sola como si su dedo fuera un sello.
* Ambos: dejaremos este primer turno a modo de introducción. Acudiréis a la choza de Yagaba y os presentaréis a la bruja, al maestro Rutherford y a Kira. Es un primer turno para conocer a los personajes y poco más. No nos moveremos de la primera planta.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] es un personaje nuevo. Bruja de nivel 3, especialización en Escuela del Ilusionismo.
El Maestro Rutherford es un personaje frecuente en los temas del Hekshold, catedrático de la casa Myrddin ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo])
Pensaba que Kira tenía ficha, estaba convencida. Hoy me he dado cuenta que no. La haré en estos días. Simplemente, es una cibernética que fue bendecida por los cuatro catedráticos, de ahí que la llamen hija de cuatro. Kira sirve como escolta de los catedráticos. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
—Ha escrito la carta con paciencia, cuidando sus palabras y tomando el tiempo necesario para ofrecernos la mejor de sus caligrafías. Todo apunta a que Yagaba desea causar una buena imagen al Hekshold. Tiene sus motivos, recordemos que hasta la muerte de su esposo — la maestra Meitner bajó la cabeza en un gesto de condolencia —, el señor Omenus, Yagaba había trabajado con nosotros en el Hekshold, en la casa Axhol si mi memoria no me falla. Compartió con nosotros recetas de alquimia que ella misma descubrió y organizó algunas clases junto con Lovelace para enseñar nuestros alumnos cómo emplearlas.
—Así es — colaboró Lovelace —, Omenus también se involucró personalmente en los avances de Yagaba.
—Ambos son miembros honorarios del Hekshold — continuó Rutherdord.
—Omenus lo fue — intervino el maestro Hartem. Nadie le prestó atención.
—Por lo que a mí respecta, apruebo la medida de Yagaba. Dará dos pergaminos de aceptación al Hekshold, el correspondiente a su puesto y al de su marido. ¿Algún inconveniente? — silencio — Organizará una prueba a los participantes. Yo mismo acudiré al lugar para garantizarme de que cumplan las normas. Llevaré a Kira, la hija de cuatro, para que me ayude a caminar. ¿Algún inconveniente? — silencio.
El maestro Ernest Rutherford cumplió su palabra. Llegado el día del concurso, acudió a la choza de Yagaba. Un edificio más alto que ancho. La primera planta era un amplio comedor reservado para la vida social en Beltrexus: tardes de té y aquelarres de bruja. Una larga escalera de caracol, que desde la primera planta parecía no tener fin, conducía al pináculo del edificio. Seguramente fuera una habitación pequeña y estrecha, cómodas para los brujos, una mezcla entre biblioteca y sala de pociones.
La bruja esperaba en el umbral de la puerta. Rutherford la conocía antes del accidente, antes de la ceguera. Era una mujer guapa, siempre lo había sido. Los signos de la edad, más que estropear, parecían endurecer la piel. Aunque Yagaba pasa de largo los sesenta, había conseguido mantenerse en los cincuenta. Su cabello era blanco, como la seda de lino; nada del gris cenizo de los ancianos. Sus ojos eran dos perlas marinas, tan bellos como peligrosos. Más de un hombre se perdió en ellos.
Yagaba ofreció pasar al maestro y a su acompañante. Los concursantes llegarían pronto, a su edad no es conveniente que se quede de pie, entre y tome asiento. Rutherford aceptó la invitación. La mesa estaba repleta de pastelitos y té recién hecho. El aroma era delicioso, la vista debería ser todavía mejor. Ni que hablar del sabor. Rutherford se contuvo de probar bocado. Hizo un gesto con la mano a Kira para advertirla. Comerían después de que terminase el concurso, al ser posible, con dos nuevos miembros para la academia.
—Yagaba, haga el favor, ¿puede recordarme en qué consiste el reto? Temo que mi memoria ya no es lo que era — la memoria de Rutherford estaba perfectamente.
—Por supuesto, maestro — dijo Yagaba con una socarrona sonrisa —. Los chicos tendrán que encontrar la calavera y corazón de mi marido; los he escondido en algún lugar de esta casa — expandió los brazos para abarcar todo el terreno de juego —. Es un buen juego, ¿no creé? — Rutherford no contestó —. La calavera se encuentra en la parte superior de la choza, en la cabeza del edificio. El corazón está en el sótano. ¿Ve esas cortinas? Detrás hay una escalera que os llevará allí. Tanto el piso superior como el sótano están repletos de encantamientos que los chicos tendrán que resolver — Yagaba se removió las manos.
—¿Es posible que me una a ellos? No me gustaría que tuviéramos alguna desgracia y se le acuse a usted atentar contra sus vidas.
—Me halaga que se preocupe por mí — Yagaba mostró su mejor sonrisa de bruja —, pero no tendremos ningún problema. Las pruebas no son mortales.
—Permítame que insista, no me descansaré tranquilo si no acepta. No interferiré en sus obras, mi deber es el de prevenir que se cumplan nuestras condiciones.
—Se cumplirán — la voz de Yagaba tenía un hilo de tosquedad.
—Insisto, iré con los chicos.
Kira extendió los pergaminos de cede de poderes y aceptación al Hekshold. Yagaba los firmó con letra redonda y autoritaria. Rutherford puso su dedo índice en el papel, la firma surgió sola como si su dedo fuera un sello.
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* Ambos: dejaremos este primer turno a modo de introducción. Acudiréis a la choza de Yagaba y os presentaréis a la bruja, al maestro Rutherford y a Kira. Es un primer turno para conocer a los personajes y poco más. No nos moveremos de la primera planta.
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Pensaba que Kira tenía ficha, estaba convencida. Hoy me he dado cuenta que no. La haré en estos días. Simplemente, es una cibernética que fue bendecida por los cuatro catedráticos, de ahí que la llamen hija de cuatro. Kira sirve como escolta de los catedráticos. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
Gaia había olvidado hacía ya mucho tiempo cuando se dio cuenta de que no sabía qué día de la semana era. Había aprendido a vivir con aquello de la misma manera en la que había olvidado en qué mes de sumar o Vietr se encontraban, tan solo guiada por la necesidad o no de cubrirse los hombros con algo más que con su propio cabello.
Aquello en pocas ocasiones le había molestado, a fin de cuentas, la bruja iba descalza por voluntad propia, el frío vivía en su mente, y la lluvia había aprendido a mojar su ropa pero no calar sus huesos. En otras palabras, era atemporal, en todos los aspectos y momentos que cualquier persona normal podría imaginarse.
Pero claro, la definición de normal y el nombre de Gaia rara vez iba de la mano, por ello su llegada al acantilado de la muerte pudo haberle tomado cualquier unidad de tiempo, desde unas horas a varios meses. Estaba segura que no fueron años, o al menos lo estaría hasta que Luna le dijese lo contrario.
¡Luna, oh dulce Luna...! somos muy afortunadas, Luna.¡Míranos!¡¿Quién nos lo hubiera dicho?! apunto de embarcarnos en una aventura hacia nuestra raíces, ¡ Luna oh dulce Luna! Vamos a ser tan poderosas.. que nunca más tendremos que temer por nuestra vida, o pagar por nuestra habitación... ¡ Oh mi dulce Luna!.. tan solo alguna caminata más.. El Hekshold aún no sabe lo que acaba de ganar...
Gaia caminada sumida en si misma, sin hacer poco esfuerzo en callar a Luna, con el cansancio mezcla de días y días de camino y la alegría de Luna en su cabeza. Por normal general, la felicidad de Luna siempre traía unida algo de desgracia para Gaia, pero en aquel instante y por alguna razón que Gaia no entendía, a la chica también le apetecía aprender. Quizás fuese porque era la primera vez que tenía la oportunidad de probarse a si misma. Quizás el halo de misterio que envolvía al caballero de cabellos fuego que se asoció con el embarazo de su propia madre y de quien tan solo tenía la información del Hekshold.. o quizás porque sabía que el aprender a controlar y a aumentar sus poderes no podía hacer más que beneficiarla.
El caso es, que estaba de buen humor. Como muestra de aquello, la bruja había estado recogiendo flores a medida que avanzaba. Hacía lo de siempre: Desechaba la corona de pétalos y estambres y cargaba con el tallo, algunos de ellos mustios por la cantidad de días que los había estado agarrando, algunos con espinas y otros prácticamente más grande que la mano de la propia bruja. No sabía muy bien el porqué lo hacía, y no era la primera vez que confundía el tallo de una hiedra venenosa por un rosal a medio salir, acabando con las manos hinchadas y heridas, pero aún así y para suplicio de Luna, Gaia había hecho de aquello un hábito. Como si fuese la única cosa de ella misma que aún le pertenecía.
Llegaron a la casa en cuestión justo en el momento en el que la Luna comenzaba a asomarse por detrás del edificio alto y destartalado. Gaia lo reconoció porque era el único edificio que había visto desde hacía más de dos millas a la redonda. A Luna le pareció buena señal ver al satélite presentarse sobre la casucha en el instante en el que ambas llegamos.
Cómo si nos hubiese estado esperando! Luna...¡ Oh, mi dulce Luna!
Gaia llamó a la puerta 5 veces, ni una más ni una menos con la mano que le quedaba libre.No vio necesidad de esperar a qué le abriesen, pues sabía que la estaban esperando. Así que simplemente agarró el pomo que la separaba la habitación principal y avanzó, haciendo sonar miles de colgantes con formas de estrella de mar, almejas y directamente sobre la puerta del lugar.
-Ya llegué. - Dijo solamente, con ojos curiosos intentando encontrar a alguien que no pareciese mirarla con cara de locura tan solo por el mero hecho de estar allí- Y os traigo flores- dijo alzando la mano al ver a una figura femenina con cabellos plateados y ojos grandes, asombrados.
Deberías haber dejado eso donde lo encontraste, Luna. Es una porquería.. no ves que le ofreces a estas personas poderosas? Van a mandarte a paseo antes siquiera de darnos una oportunidad. Siempre lo arruinas todo, Luna... Oh mi dulce e ingenua Luna!
Gaia se mordió el labio inferior como sintiendo remordimientos por haber traido aquello tal y como Luna le había dicho. Pero vio al hombre que también la esperaba, y su gesto de mirar a cualquier lado mirando a todos sitios a la vez, le resultó tan familiar que aunque sabía que tan solo podía significar ceguera, se sintió identificada.
-¡Éstas podrás.. quizás leerlas. ¡¿Me pregunto que historias tienen guardadas?!- Gaia le ofreció los tallos más gordos y con nudos al hombre que era ciego agarrando sus manos y guiándolas hasta que quedaron por completo agarrando las plantas.- No huelen. - añadió, como si aquello zanjara el asunto.
Y se quedó allí esperando. Sin saber exactamente a qué esperaba pero con la certeza de que el tiempo recompensa a aquellos que son pacientes.
--- Aquello en pocas ocasiones le había molestado, a fin de cuentas, la bruja iba descalza por voluntad propia, el frío vivía en su mente, y la lluvia había aprendido a mojar su ropa pero no calar sus huesos. En otras palabras, era atemporal, en todos los aspectos y momentos que cualquier persona normal podría imaginarse.
Pero claro, la definición de normal y el nombre de Gaia rara vez iba de la mano, por ello su llegada al acantilado de la muerte pudo haberle tomado cualquier unidad de tiempo, desde unas horas a varios meses. Estaba segura que no fueron años, o al menos lo estaría hasta que Luna le dijese lo contrario.
¡Luna, oh dulce Luna...! somos muy afortunadas, Luna.¡Míranos!¡¿Quién nos lo hubiera dicho?! apunto de embarcarnos en una aventura hacia nuestra raíces, ¡ Luna oh dulce Luna! Vamos a ser tan poderosas.. que nunca más tendremos que temer por nuestra vida, o pagar por nuestra habitación... ¡ Oh mi dulce Luna!.. tan solo alguna caminata más.. El Hekshold aún no sabe lo que acaba de ganar...
Gaia caminada sumida en si misma, sin hacer poco esfuerzo en callar a Luna, con el cansancio mezcla de días y días de camino y la alegría de Luna en su cabeza. Por normal general, la felicidad de Luna siempre traía unida algo de desgracia para Gaia, pero en aquel instante y por alguna razón que Gaia no entendía, a la chica también le apetecía aprender. Quizás fuese porque era la primera vez que tenía la oportunidad de probarse a si misma. Quizás el halo de misterio que envolvía al caballero de cabellos fuego que se asoció con el embarazo de su propia madre y de quien tan solo tenía la información del Hekshold.. o quizás porque sabía que el aprender a controlar y a aumentar sus poderes no podía hacer más que beneficiarla.
El caso es, que estaba de buen humor. Como muestra de aquello, la bruja había estado recogiendo flores a medida que avanzaba. Hacía lo de siempre: Desechaba la corona de pétalos y estambres y cargaba con el tallo, algunos de ellos mustios por la cantidad de días que los había estado agarrando, algunos con espinas y otros prácticamente más grande que la mano de la propia bruja. No sabía muy bien el porqué lo hacía, y no era la primera vez que confundía el tallo de una hiedra venenosa por un rosal a medio salir, acabando con las manos hinchadas y heridas, pero aún así y para suplicio de Luna, Gaia había hecho de aquello un hábito. Como si fuese la única cosa de ella misma que aún le pertenecía.
Llegaron a la casa en cuestión justo en el momento en el que la Luna comenzaba a asomarse por detrás del edificio alto y destartalado. Gaia lo reconoció porque era el único edificio que había visto desde hacía más de dos millas a la redonda. A Luna le pareció buena señal ver al satélite presentarse sobre la casucha en el instante en el que ambas llegamos.
Cómo si nos hubiese estado esperando! Luna...¡ Oh, mi dulce Luna!
Gaia llamó a la puerta 5 veces, ni una más ni una menos con la mano que le quedaba libre.No vio necesidad de esperar a qué le abriesen, pues sabía que la estaban esperando. Así que simplemente agarró el pomo que la separaba la habitación principal y avanzó, haciendo sonar miles de colgantes con formas de estrella de mar, almejas y directamente sobre la puerta del lugar.
-Ya llegué. - Dijo solamente, con ojos curiosos intentando encontrar a alguien que no pareciese mirarla con cara de locura tan solo por el mero hecho de estar allí- Y os traigo flores- dijo alzando la mano al ver a una figura femenina con cabellos plateados y ojos grandes, asombrados.
Deberías haber dejado eso donde lo encontraste, Luna. Es una porquería.. no ves que le ofreces a estas personas poderosas? Van a mandarte a paseo antes siquiera de darnos una oportunidad. Siempre lo arruinas todo, Luna... Oh mi dulce e ingenua Luna!
Gaia se mordió el labio inferior como sintiendo remordimientos por haber traido aquello tal y como Luna le había dicho. Pero vio al hombre que también la esperaba, y su gesto de mirar a cualquier lado mirando a todos sitios a la vez, le resultó tan familiar que aunque sabía que tan solo podía significar ceguera, se sintió identificada.
-¡Éstas podrás.. quizás leerlas. ¡¿Me pregunto que historias tienen guardadas?!- Gaia le ofreció los tallos más gordos y con nudos al hombre que era ciego agarrando sus manos y guiándolas hasta que quedaron por completo agarrando las plantas.- No huelen. - añadió, como si aquello zanjara el asunto.
Y se quedó allí esperando. Sin saber exactamente a qué esperaba pero con la certeza de que el tiempo recompensa a aquellos que son pacientes.
off: Pido perdón por adelantado por mi falta de signos de interjección e interrogación de apertura. Tengo un Mac inglés y no se cómo ponerlos. He copiado y pegado los que he ido viendo pero es una tarea tediosa, y quizás se me paso alguno.
Gaia
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
La noticia no tardó en llegar a sus oídos, la academia de magia y hechicería recibiría dos brujos nuevos. Al túnica naranja no le pareció de gran importancia en un principio, podía bien no ser él uno de los dos nuevos. Bien, era cierto que su madre se lo había encomendado en su lecho de muerte, pero también estaban los asuntos que ella tanto se había empeñado en esconder sus últimos años de vida. Recientemente había averiguado -aunque no quisiese admitirlo y no podía asegurarlo- algo acerca de su procedencia.
Al llegar a la forja Tensaí su mirada cambió radicalmente. Se mostraba fría a la vez que entusiasta. La carta que en su tiempo pensó le haría chillar como una adolescente, en cambio le hizo recordar aquel gigante dormido y la piedra de activación que guardaba cuidadosamente en su bolsillo. Estaba decidido a entrar. Sabía que había muchos lugares donde aprender de magia y algo había aprendido por su cuenta en sus aventuras, pero también estaba el asunto de su madre. Dos pájaros de un tiro si tenía suerte de que alguien vivo en Hekshold la recordase.
Cargó en su mochila los libros que había comprado, algunos regalados de aventuras anteriores junto a las notas de su madre, algunos mapas y los viejos confiables pergaminos explosivos menores. Más de alguno de los últimos fue a parar en sus bolsillos; en Aerandir nunca se estaba lo suficientemente preparado. En su cinto colgaba su fiel espada de acero. No estaba seguro de usarla entonces, pero ya le había salvado lo suficiente como para sentirse seguro con ella a su lado.
Miró una vez más la piedra activadora con la runa de tierra grabada y en sus recuerdos la imagen del gigante dormido de su primera aventura seguía tan viva como siempre. El viejo Hanks le había advertido también, si quería averiguar más de esto así como prepararse, Hekshold era el lugar ideal para ello. Agradeció entonces la iniciativa de Uriel de mantenerlo con vida en Lunargenta, así como al resto de personajes que le habían ayudado hasta entonces. El refugio de los cuatro elementos también era algo que debía investigar a fondo. Aún cabía la posibilidad de no haber investigado el lugar en su totalidad.
(…)
Por fin, frente a la puerta de la señora Yogaba. Hora de conocer nuevos personajes, mostrar su valía como brujo y averiguar sobre su pasado y procedencia. Toco la puerta y esperó a que uno de los personajes en el interior abriera.
Una vez dentro la mirada determinada y calculadora del brujo se mantuvo mientras estudiaba a los presentes. Supuso que la dama mayor era la señora Yogaba y el anciano debía de ser el reconocido maestro Rutherford. La tercera era totalmente desconocida, una mujer rubia y alguna alumna destacada pensó para sí mismo. El interior parecía más una reunión de ancianos tomando el té que una prueba, sin embargo estos no comían. Kendovlah se tentó, pero lo disimuló bastante bien recordando el propósito de su visita.
Había otra mujer un tanto curiosa, se pregunto si estaba ahí para ocupar el otro cupo disponible. Su cabello cobrizo fue lo primero que le llamó la atención. No habían tenido oportunidad de conocerse antes, la recordaría y parte de él quería recordarla, pero otra parte de él se mantenía más firme y miró fijamente a los mayores.
-Kendovlah. Hijo de Brinnah y elemental de fuego. Vengo a pasar la prueba-. Su tono era serio y no dejaba ver lo incómodo que se sentía usar aquel título. Hasta entonces no lo había usado y esperaba no tener que hacerlo de nuevo. No quería cargar con el peso de la reputación de su madre y quizás aquellas personas lograrían reconocer su verdadera procedencia, cosa que el joven de veinte años aún no averiguaba del todo.
Al llegar a la forja Tensaí su mirada cambió radicalmente. Se mostraba fría a la vez que entusiasta. La carta que en su tiempo pensó le haría chillar como una adolescente, en cambio le hizo recordar aquel gigante dormido y la piedra de activación que guardaba cuidadosamente en su bolsillo. Estaba decidido a entrar. Sabía que había muchos lugares donde aprender de magia y algo había aprendido por su cuenta en sus aventuras, pero también estaba el asunto de su madre. Dos pájaros de un tiro si tenía suerte de que alguien vivo en Hekshold la recordase.
Cargó en su mochila los libros que había comprado, algunos regalados de aventuras anteriores junto a las notas de su madre, algunos mapas y los viejos confiables pergaminos explosivos menores. Más de alguno de los últimos fue a parar en sus bolsillos; en Aerandir nunca se estaba lo suficientemente preparado. En su cinto colgaba su fiel espada de acero. No estaba seguro de usarla entonces, pero ya le había salvado lo suficiente como para sentirse seguro con ella a su lado.
Miró una vez más la piedra activadora con la runa de tierra grabada y en sus recuerdos la imagen del gigante dormido de su primera aventura seguía tan viva como siempre. El viejo Hanks le había advertido también, si quería averiguar más de esto así como prepararse, Hekshold era el lugar ideal para ello. Agradeció entonces la iniciativa de Uriel de mantenerlo con vida en Lunargenta, así como al resto de personajes que le habían ayudado hasta entonces. El refugio de los cuatro elementos también era algo que debía investigar a fondo. Aún cabía la posibilidad de no haber investigado el lugar en su totalidad.
(…)
Por fin, frente a la puerta de la señora Yogaba. Hora de conocer nuevos personajes, mostrar su valía como brujo y averiguar sobre su pasado y procedencia. Toco la puerta y esperó a que uno de los personajes en el interior abriera.
Una vez dentro la mirada determinada y calculadora del brujo se mantuvo mientras estudiaba a los presentes. Supuso que la dama mayor era la señora Yogaba y el anciano debía de ser el reconocido maestro Rutherford. La tercera era totalmente desconocida, una mujer rubia y alguna alumna destacada pensó para sí mismo. El interior parecía más una reunión de ancianos tomando el té que una prueba, sin embargo estos no comían. Kendovlah se tentó, pero lo disimuló bastante bien recordando el propósito de su visita.
Había otra mujer un tanto curiosa, se pregunto si estaba ahí para ocupar el otro cupo disponible. Su cabello cobrizo fue lo primero que le llamó la atención. No habían tenido oportunidad de conocerse antes, la recordaría y parte de él quería recordarla, pero otra parte de él se mantenía más firme y miró fijamente a los mayores.
-Kendovlah. Hijo de Brinnah y elemental de fuego. Vengo a pasar la prueba-. Su tono era serio y no dejaba ver lo incómodo que se sentía usar aquel título. Hasta entonces no lo había usado y esperaba no tener que hacerlo de nuevo. No quería cargar con el peso de la reputación de su madre y quizás aquellas personas lograrían reconocer su verdadera procedencia, cosa que el joven de veinte años aún no averiguaba del todo.
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
Kira se inclinó, detrás del maestro, para ver las flores que la chica había traído. Eran muy bonitas. ¿A qué sabrían? ¿A qué olían? La chica dijo que no olían a nada, como si aquello fuera suficiente para conocer el nombre de la planta. Kira no se lo creía. Todo tenía un olor y las flores no sería una excepción. Se acercó un poco más y aspiró el aire. Los sensores de la cibernética notaron el olor a humedad de la torre de la bruja Yagaba, a seda y jabón de la túnica del maestro Rutherford y un ligero aroma de pimentón que era incapaz de reconocer su procedencia.
El maestro Rutherford hizo una señal con la mano a la chica de las flores dándole paso al interior de la torre. Yagaba esperaba sentada en el comedor con una taza de té en una mano y una galleta en la otra.
—Sea bienvenida, señorita. Pase dentro. El siguiente invitado estará al caer.
El maestro dio el ramillete a Kira. Ella cogió las flores con las dos manos y aspiró el aroma como lo haría una princesa enamorada. Efectivamente, el olor a pimentón procedía de aquellas flores. Resuelto el enigma, Kira perdió el interés por las flores. Las dejó a un lado de la ventana de la torre de la bruja.
El siguiente invitado dijo llamarse Kendovlah y que era hijo de Brinnah. Kira no entendió porque el brujo decía el nombre de su padre. El maestro Rutherford, en cambio, parecía estar agradecido por ello. Tratar con Kendovlah suponía un cambio agradable, en contra posición a la chica de las flores. Ella no había dicho su nombre ni el nombre de su padre. Aunque, al tratarse de una chica, quizás debería decir el nombre de su madre. Kira tenía muchas preguntas al respecto.
—Sé bien venido, Kendovlah — el maestro Rutherford dijo el nombre del chico y no “señorito”. Kira tomó nota mental de la diferencia entre ambos casos —. Por favor, pase al interior de la torre. Le acompañaré en un momento.
El chico obedeció. Se sentó en la mesa de la choza junto a la chica de las flores y la bruja Yagaba.
Rutherford se apoyó en el hombro de Kira como si todos los años de su edad le cayesen en la espalda. Pidió con la mano que le guiase hacia el interior de la mesa. Kira ladeó la cabeza. El maestro era ciego, pero señaló el punto exacto donde estaban los chicos sentados. ¿Sería solo porque podía escucharlos o es que los sentía de alguna forma? Quizás tenía que ver con aquello que los brujos llamaban a veces éter y a veces magia.
—Y ahora que estamos todos aquí reunidos — empezó Yagaba —, quiero explicaros en qué consiste nuestro juego de hoy. Será un buen juego. El premio es mi plaza en el Hekshold. La mía y la de mi difunto marido — por su risa no pareció que echase en falta a su esposo —. He escondido la calavera y el corazón de mi marido en algún lugar de esta torre. No está en esta habitación, como podéis observar. Os quedan dos lugares donde ir — señaló las escaleras traseras que llevan al sótano y las otras que llevarían a lo alto de la torre —. Encontrad la calavera y el corazón, superad las pruebas que os propongo, y seréis parte de La Academia — hizo una breve pausa —. Si nuestro maestro Rutherford está conforme.
El maestro contestó con un movimiento afirmativo con la cabeza.
—Entonces, id — Yagaba hizo un gesto con las manos como si estuviera salpicando agua —. Subid y bajad por las escaleras. Los jóvenes de hoy en día sois tan vagos.
Kendovlah y Kira bajaron hacia el sótano. Los sensores de la cibernética se dispararon. La habitación estaba llena de polvo. Apestaba a humedad y animal muerto.
El sótano servía como almacén para las brujas. Había montañas de cajas y cajas allá por donde mirase. Serían los ingredientes para sus conjuros y pociones, dedujo Kira. No descarta la posibilidad que detrás de alguna de aquellas cajas hubiera una rata muerta.
—Kendovlah, hijo de Brinnah, ¿te gusta el olor a humedad y rata muerta? A mí no. Prefiero el olor de las flores que trajo la chica — dijo la cibernética —. ¡Uy, pero si no te he dicho como me llaman! Todo el mundo conoce al maestro Rutherford, pero no a mí. Soy su hija, Kira. Soy Kira, hija de cuatro — contó con los dedos —: maestro Rutherford, maestra Lovelace, Maestra Meitner y Maestro Hartem.
Kira se acercó al lugar que peor olía en busca del animal muerto. Puso una mano en las cajas y éstas desaparecieron a sus ojos, también a los de Kendovlah. Se trataba de una ilusión. En lugar donde se encontraban las cajas, realmente había unos barrotes de hierro, como si fuera una prisión, y tras ellos unas escaleras que seguían bajando hacia lo que parecía una cripta. Eso explicaría el olor a humedad y a animal muerto que notaban los sensores de la cibernética.
El maestro Rutherford se mantuvo callado durante gran parte de la conversación. Cualquier cosa que pudiera decir, podría parecer una pista para los chicos. Los grupos los organizó Yagaba: Kira y Kendovlah bajarían al sótano y Ernest Rutherford y la chica de las flores subirían a la torre. El maestro se encogió de hombros. Su opinión no tenía interés en esta conversación.
Las escaleras de subida eran más altas de lo que parecieron a primera vista. Subían y subían. No tenían fin. Por supuesto, estaban encantadas con los conjuros de Yagaba. Era una de las pruebas que la bruja presentó. Rutherford no compartió su deducción con la chica de las flores. Ella tenía que darse cuenta. Se acabaría dando cuenta, diría él. Llevaron tres minutos subiendo y la escalera seguía subiendo.
—Lo siento, mis piernas no son lo que eran — se disculpó Rutherford a la chica.
Se habían parado en un escalón. Para el siguiente, a Rutherford no le alcanzaba la pierna para subirlo. Cada uno era más empinado que el anterior.
El verdadero peligro, la prueba de Yagaba, estaba por llegar. Dos escalones por detrás de donde se encontraba, cayeron hacia el vacío. Los de arriba también parecían estar derrumbándose. El peldaño que estaban pisando temblaban. Si se caían en una ilusión, se caerían para toda la eternidad. La chica debería saberlo. Rutherford no se lo quiso decir. Los ojos grises del maestro se miraron al lugar de la chica. La vio a través del éter.
—Tendrás que hacerme un favor — habló despacio y con calma. Más peldaños comenzaron a caer, algunos se disparaban contra la pared haciéndose añicos — Perdí la vista hace un año. Deberás relatarme que sucede — se dejó caer en el hombro de la chica como hizo minutos atrás con Kira — ¿Qué es todo ese ruido? — fingió desconocimiento. Sin querer, estaba dando una pista. No lo pudo evitar.
* Ambos: os dije que esto se animaría pronto.
* Gaia: has entrado en una escalera infinita. Los peldaños empiezan a caer por arriba y por abajo. Estás atrapada. En primer lugar, deberás explicar a Rutherford qué sucede, sé sus ojos. Y en segundo, deberás deshacer el hechizo en el que has ido a parar. Me imagino: un contra hechizo, un ataque de luz que deshaga la ilusión… Eres libre de ser tan original como quieras. El maestro no te ayudará.
* Kendovlah: está claro que debemos seguir bajando hacia la cripta, pero primero tendrás que destruir los barrotes. ¿Cómo? Aquí es donde entra tu imaginación. Una explosión podría derrumbar la estructura del edificio, no sabemos cuan viejo es. Usa tus habilidades mágicas para destruir los barrotes y seguir bajando.
* Ambos: cada prueba que nos espera es un poco más difícil que el anterior. Pronto nos volveremos a reunir. Os recuerdo que podéis utilizar a los npcs: dialogar con ellos, darles más emoción…. Sin embargo, estos no os ayudarán en vuestras empresas. Los problemas que se os planteé, deberéis solucionarlos por cuenta propia. Podéis usar habilidades y objetos mágicos, si queréis.
El maestro Rutherford hizo una señal con la mano a la chica de las flores dándole paso al interior de la torre. Yagaba esperaba sentada en el comedor con una taza de té en una mano y una galleta en la otra.
—Sea bienvenida, señorita. Pase dentro. El siguiente invitado estará al caer.
El maestro dio el ramillete a Kira. Ella cogió las flores con las dos manos y aspiró el aroma como lo haría una princesa enamorada. Efectivamente, el olor a pimentón procedía de aquellas flores. Resuelto el enigma, Kira perdió el interés por las flores. Las dejó a un lado de la ventana de la torre de la bruja.
El siguiente invitado dijo llamarse Kendovlah y que era hijo de Brinnah. Kira no entendió porque el brujo decía el nombre de su padre. El maestro Rutherford, en cambio, parecía estar agradecido por ello. Tratar con Kendovlah suponía un cambio agradable, en contra posición a la chica de las flores. Ella no había dicho su nombre ni el nombre de su padre. Aunque, al tratarse de una chica, quizás debería decir el nombre de su madre. Kira tenía muchas preguntas al respecto.
—Sé bien venido, Kendovlah — el maestro Rutherford dijo el nombre del chico y no “señorito”. Kira tomó nota mental de la diferencia entre ambos casos —. Por favor, pase al interior de la torre. Le acompañaré en un momento.
El chico obedeció. Se sentó en la mesa de la choza junto a la chica de las flores y la bruja Yagaba.
Rutherford se apoyó en el hombro de Kira como si todos los años de su edad le cayesen en la espalda. Pidió con la mano que le guiase hacia el interior de la mesa. Kira ladeó la cabeza. El maestro era ciego, pero señaló el punto exacto donde estaban los chicos sentados. ¿Sería solo porque podía escucharlos o es que los sentía de alguna forma? Quizás tenía que ver con aquello que los brujos llamaban a veces éter y a veces magia.
—Y ahora que estamos todos aquí reunidos — empezó Yagaba —, quiero explicaros en qué consiste nuestro juego de hoy. Será un buen juego. El premio es mi plaza en el Hekshold. La mía y la de mi difunto marido — por su risa no pareció que echase en falta a su esposo —. He escondido la calavera y el corazón de mi marido en algún lugar de esta torre. No está en esta habitación, como podéis observar. Os quedan dos lugares donde ir — señaló las escaleras traseras que llevan al sótano y las otras que llevarían a lo alto de la torre —. Encontrad la calavera y el corazón, superad las pruebas que os propongo, y seréis parte de La Academia — hizo una breve pausa —. Si nuestro maestro Rutherford está conforme.
El maestro contestó con un movimiento afirmativo con la cabeza.
—Entonces, id — Yagaba hizo un gesto con las manos como si estuviera salpicando agua —. Subid y bajad por las escaleras. Los jóvenes de hoy en día sois tan vagos.
_____________________
Kendovlah y Kira bajaron hacia el sótano. Los sensores de la cibernética se dispararon. La habitación estaba llena de polvo. Apestaba a humedad y animal muerto.
El sótano servía como almacén para las brujas. Había montañas de cajas y cajas allá por donde mirase. Serían los ingredientes para sus conjuros y pociones, dedujo Kira. No descarta la posibilidad que detrás de alguna de aquellas cajas hubiera una rata muerta.
—Kendovlah, hijo de Brinnah, ¿te gusta el olor a humedad y rata muerta? A mí no. Prefiero el olor de las flores que trajo la chica — dijo la cibernética —. ¡Uy, pero si no te he dicho como me llaman! Todo el mundo conoce al maestro Rutherford, pero no a mí. Soy su hija, Kira. Soy Kira, hija de cuatro — contó con los dedos —: maestro Rutherford, maestra Lovelace, Maestra Meitner y Maestro Hartem.
Kira se acercó al lugar que peor olía en busca del animal muerto. Puso una mano en las cajas y éstas desaparecieron a sus ojos, también a los de Kendovlah. Se trataba de una ilusión. En lugar donde se encontraban las cajas, realmente había unos barrotes de hierro, como si fuera una prisión, y tras ellos unas escaleras que seguían bajando hacia lo que parecía una cripta. Eso explicaría el olor a humedad y a animal muerto que notaban los sensores de la cibernética.
_____________________
El maestro Rutherford se mantuvo callado durante gran parte de la conversación. Cualquier cosa que pudiera decir, podría parecer una pista para los chicos. Los grupos los organizó Yagaba: Kira y Kendovlah bajarían al sótano y Ernest Rutherford y la chica de las flores subirían a la torre. El maestro se encogió de hombros. Su opinión no tenía interés en esta conversación.
Las escaleras de subida eran más altas de lo que parecieron a primera vista. Subían y subían. No tenían fin. Por supuesto, estaban encantadas con los conjuros de Yagaba. Era una de las pruebas que la bruja presentó. Rutherford no compartió su deducción con la chica de las flores. Ella tenía que darse cuenta. Se acabaría dando cuenta, diría él. Llevaron tres minutos subiendo y la escalera seguía subiendo.
—Lo siento, mis piernas no son lo que eran — se disculpó Rutherford a la chica.
Se habían parado en un escalón. Para el siguiente, a Rutherford no le alcanzaba la pierna para subirlo. Cada uno era más empinado que el anterior.
El verdadero peligro, la prueba de Yagaba, estaba por llegar. Dos escalones por detrás de donde se encontraba, cayeron hacia el vacío. Los de arriba también parecían estar derrumbándose. El peldaño que estaban pisando temblaban. Si se caían en una ilusión, se caerían para toda la eternidad. La chica debería saberlo. Rutherford no se lo quiso decir. Los ojos grises del maestro se miraron al lugar de la chica. La vio a través del éter.
—Tendrás que hacerme un favor — habló despacio y con calma. Más peldaños comenzaron a caer, algunos se disparaban contra la pared haciéndose añicos — Perdí la vista hace un año. Deberás relatarme que sucede — se dejó caer en el hombro de la chica como hizo minutos atrás con Kira — ¿Qué es todo ese ruido? — fingió desconocimiento. Sin querer, estaba dando una pista. No lo pudo evitar.
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* Ambos: os dije que esto se animaría pronto.
* Gaia: has entrado en una escalera infinita. Los peldaños empiezan a caer por arriba y por abajo. Estás atrapada. En primer lugar, deberás explicar a Rutherford qué sucede, sé sus ojos. Y en segundo, deberás deshacer el hechizo en el que has ido a parar. Me imagino: un contra hechizo, un ataque de luz que deshaga la ilusión… Eres libre de ser tan original como quieras. El maestro no te ayudará.
* Kendovlah: está claro que debemos seguir bajando hacia la cripta, pero primero tendrás que destruir los barrotes. ¿Cómo? Aquí es donde entra tu imaginación. Una explosión podría derrumbar la estructura del edificio, no sabemos cuan viejo es. Usa tus habilidades mágicas para destruir los barrotes y seguir bajando.
* Ambos: cada prueba que nos espera es un poco más difícil que el anterior. Pronto nos volveremos a reunir. Os recuerdo que podéis utilizar a los npcs: dialogar con ellos, darles más emoción…. Sin embargo, estos no os ayudarán en vuestras empresas. Los problemas que se os planteé, deberéis solucionarlos por cuenta propia. Podéis usar habilidades y objetos mágicos, si queréis.
Sigel
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
La respuesta y la actitud del maestro sorprendieron al muchacho, definitivamente no era lo que esperaba. Generalmente no mencionaba el nombre de su madre (Brinnah), pues sabía de su primera aventura que esta no había hecho muchos amigos. Esta vez su nombre no causo revuelo alguno, fue una actitud tan típica de su madre cuando el joven conseguía un avance en sus estudios, simplemente seguir adelante. Aquello le indicaba que había llegado al lugar correcto y aumentaron en cierta medida sus expectativas. Claramente no dejo mostrar nada de esto, simplemente avanzó en silencio junto al maestro y la rubia.
Las palabras de Yogaba le revolvieron un poco el estómago. ¿Un juego? Para el túnica naranja esto era mucho más que un juego por lo que no pudo evitar una mirada fría hacía la viuda, aunque no tenía intención de contradecir o responder de mala gana. El gesto fue casi involuntario, casi como queriendo decirle que no tenía tiempo para juegos. El otro punto que le dejo algo de duda y desconcierto fue el tema de las plazas. De ser así como funcionaban sus cosas, pasando la prueba entonces quedaría la plaza de su madre disponible, era algo que tenía que hablar con el maestro luego.
(…)
Al mago no le causo mucha gracia ir a buscar partes humanas y menos que la viuda las tuviera escondidas en la casa como si de un trofeo se tratase. Mente y corazón, captaba el mensaje. Ambas eran importantes para el que practicaba la magia. Usar solo una de las dos podía llegar a corromper y acabar en desastre, pero aún así no le gustaba la manera. Jugar con órganos humanos le traía malos recuerdos, algunos más repulsivos que otros y los sentía muy vividos estando tan cerca del acantilado.
Sacudió la cabeza al escuchar a la cibernética que se hizo llamar Kira. Su procedencia le pareció un tanto intrigante, hija de los maestros más conocidos del momento. Ahora entendía porque estaba ahí. Evaluando quizás... Era inocente en esencia pero supuso que aquello no era más que una fachada.
-Un placer, Kira. Y por favor solo llamame Kendovlah o Kendo-. Dijo amablemente mientras observaba como la ilusión desaparecía y mostraba una rejilla que conducía a un nivel inferior. Aquello le trajo recuerdos, muchos. De todos esos pensó por un instante que funcionaría por resonancia mágica.
El cuarto se ilumino siendo la mano de Kendovlah sosteniendo una bola de fuego el centro de luz. Nada ocurrió pero se detuvo a observar el lugar. Muchas cajas cercanas en las paredes aún quedaban y supuso que estas no eran ilusiones, así como unos barriles, pero nada más. Tan solo un soporte de antorcha con una apagada en su lugar. La bola de fuego cruzó la habitación y prendió la antorcha mientras Kendovlah desenvainaba su espada. La experiencia le decía que en cualquier momento podía pillarse con alguna trampa pero esta vez la habitación se mantuvo iluminada y tranquila como si nada.
Vio la cara de sorpresa de la joven quien se acercaba a mirar la bola de fuego de cerca. La examino y poso sus manos sobre ella sintiendo el calor que emitía la antorcha y menguaba la humedad un poco. -Tu magia es cálida-. Aportó sonriendo y desconcentrando algo al mago que examinaba las paredes.
-Gracias-. Respondió comprobando la fragilidad de la estructura y que aquella rejilla no tenía trampa alguna ni forma de abrirla por medios comunes. Descartó la idea de usar un pergamino explosivo, aunque los suyos aún no eran de mucho nivel no lograrían romper el metal.
Guardo su espada y se acercó a las rejas con ojo crítico. Logró reconocer el metal, era estaño. Le pareció curioso, pensó primero que podía ser hierro siendo más usado para estructuras pero supuso que Yogaba no quiso desperdiciar dinero en algo tan elaborado. Haber usado acero habría sido otra cosa. Como herrero sabía que el acero era el metal preferido incluso por los aficionados. Aprendió mucho de su profesión viajando a Lunargenta. Había mucha competencia y muy buena, además su padre le había enseñado que tipo de metales usar en armaduras. El estaño solía ser muy endeble pero fácil de forjar pues no requería mucho tiempo ni mantener la fragua muy caliente para hacer una armadura solida.
-Hora de calentar las cosas-. Su sonrisa se ilumino y Kira pensó que estaría más a gusto cerca del mago que de la antorcha. En efecto fue así pues por unos minutos mantuvo dos llamas que salían de sus manos para derretir los barrotes desde cada extremo. Cuatro en total. Movía las llamas tomándose un tiempo para descansar. Generalmente mantenía la fragua ardiendo solo con una mano, usar ambas requería más esfuerzo pero el estaño oxidado no tardó mucho en tomar un rojo vivo. Kira entendió entonces lo que quería hacer y sonrió sorprendida tomando notas mentales del brujo.
Esperaba escuchar el sonido de los barrotes de estaño romperse. Si llegaba a funcionar tendría que tomarse unos minutos para descansar antes de seguir avanzando.
---
Off:
Aclaraciones y datos curiosos:
Posteo primero según lo acordamos
* Kendovlah usa el titulo hijo de Brinnah refiriéndose a su madre adoptiva. Olvide que se usa en referencia al padre, lamento la confusión.
* Brinnah como dice en la ficha de Kendo fue maestra de hekshold, su madre biológica fue su alumna aunque de la segunda no sabe nada concreto aún. Creció sin saber que fue adoptado pero los maestros pueden saber algo. No hay problema si a futuro quieres usar eso, Sigel.
Las palabras de Yogaba le revolvieron un poco el estómago. ¿Un juego? Para el túnica naranja esto era mucho más que un juego por lo que no pudo evitar una mirada fría hacía la viuda, aunque no tenía intención de contradecir o responder de mala gana. El gesto fue casi involuntario, casi como queriendo decirle que no tenía tiempo para juegos. El otro punto que le dejo algo de duda y desconcierto fue el tema de las plazas. De ser así como funcionaban sus cosas, pasando la prueba entonces quedaría la plaza de su madre disponible, era algo que tenía que hablar con el maestro luego.
(…)
Al mago no le causo mucha gracia ir a buscar partes humanas y menos que la viuda las tuviera escondidas en la casa como si de un trofeo se tratase. Mente y corazón, captaba el mensaje. Ambas eran importantes para el que practicaba la magia. Usar solo una de las dos podía llegar a corromper y acabar en desastre, pero aún así no le gustaba la manera. Jugar con órganos humanos le traía malos recuerdos, algunos más repulsivos que otros y los sentía muy vividos estando tan cerca del acantilado.
Sacudió la cabeza al escuchar a la cibernética que se hizo llamar Kira. Su procedencia le pareció un tanto intrigante, hija de los maestros más conocidos del momento. Ahora entendía porque estaba ahí. Evaluando quizás... Era inocente en esencia pero supuso que aquello no era más que una fachada.
-Un placer, Kira. Y por favor solo llamame Kendovlah o Kendo-. Dijo amablemente mientras observaba como la ilusión desaparecía y mostraba una rejilla que conducía a un nivel inferior. Aquello le trajo recuerdos, muchos. De todos esos pensó por un instante que funcionaría por resonancia mágica.
El cuarto se ilumino siendo la mano de Kendovlah sosteniendo una bola de fuego el centro de luz. Nada ocurrió pero se detuvo a observar el lugar. Muchas cajas cercanas en las paredes aún quedaban y supuso que estas no eran ilusiones, así como unos barriles, pero nada más. Tan solo un soporte de antorcha con una apagada en su lugar. La bola de fuego cruzó la habitación y prendió la antorcha mientras Kendovlah desenvainaba su espada. La experiencia le decía que en cualquier momento podía pillarse con alguna trampa pero esta vez la habitación se mantuvo iluminada y tranquila como si nada.
Vio la cara de sorpresa de la joven quien se acercaba a mirar la bola de fuego de cerca. La examino y poso sus manos sobre ella sintiendo el calor que emitía la antorcha y menguaba la humedad un poco. -Tu magia es cálida-. Aportó sonriendo y desconcentrando algo al mago que examinaba las paredes.
-Gracias-. Respondió comprobando la fragilidad de la estructura y que aquella rejilla no tenía trampa alguna ni forma de abrirla por medios comunes. Descartó la idea de usar un pergamino explosivo, aunque los suyos aún no eran de mucho nivel no lograrían romper el metal.
Guardo su espada y se acercó a las rejas con ojo crítico. Logró reconocer el metal, era estaño. Le pareció curioso, pensó primero que podía ser hierro siendo más usado para estructuras pero supuso que Yogaba no quiso desperdiciar dinero en algo tan elaborado. Haber usado acero habría sido otra cosa. Como herrero sabía que el acero era el metal preferido incluso por los aficionados. Aprendió mucho de su profesión viajando a Lunargenta. Había mucha competencia y muy buena, además su padre le había enseñado que tipo de metales usar en armaduras. El estaño solía ser muy endeble pero fácil de forjar pues no requería mucho tiempo ni mantener la fragua muy caliente para hacer una armadura solida.
-Hora de calentar las cosas-. Su sonrisa se ilumino y Kira pensó que estaría más a gusto cerca del mago que de la antorcha. En efecto fue así pues por unos minutos mantuvo dos llamas que salían de sus manos para derretir los barrotes desde cada extremo. Cuatro en total. Movía las llamas tomándose un tiempo para descansar. Generalmente mantenía la fragua ardiendo solo con una mano, usar ambas requería más esfuerzo pero el estaño oxidado no tardó mucho en tomar un rojo vivo. Kira entendió entonces lo que quería hacer y sonrió sorprendida tomando notas mentales del brujo.
Esperaba escuchar el sonido de los barrotes de estaño romperse. Si llegaba a funcionar tendría que tomarse unos minutos para descansar antes de seguir avanzando.
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Off:
Aclaraciones y datos curiosos:
Posteo primero según lo acordamos
* Kendovlah usa el titulo hijo de Brinnah refiriéndose a su madre adoptiva. Olvide que se usa en referencia al padre, lamento la confusión.
* Brinnah como dice en la ficha de Kendo fue maestra de hekshold, su madre biológica fue su alumna aunque de la segunda no sabe nada concreto aún. Creció sin saber que fue adoptado pero los maestros pueden saber algo. No hay problema si a futuro quieres usar eso, Sigel.
Kendovlah
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
Notaba la respiración pausada del maestro Rutherford no muy lejos de sus oídos.
El hombre había sido lo suficientemente educado como para componer una sonrisa al ser emparejado con Gaia en aquella pequeña aventura, sin embargo, Gaia conocía demasiado bien los gestos sutiles como para darse cuenta que el hombre hubiese preferido mil veces bajar con Kendovlah a encaminarse hacia lo desconocido con una desconocida.
Exactamente eso eres, Luna mi dulce Luna. Pues no les hemos dicho nuestro nombre.
Aquello no había sido producto de la mente rota de la chica, no. En aquella ocasión, Gaia había decidido no darles el poder de su nombre, pues al fin y al cabo, todos los que la rodeaban eran brujos y el nombrarla, podía darles ventajas en caso de aquello ser una trampa.¿Era todo una trampa? ¿Un espejismo? Aquello, sin embargo, no la había dejado en una situación muy ventajosa pues había puesto un muro entre el maestro y la propia Gaia, por lo que la chica no fingió asombro ante aquel gesto poco sincero y a modo de eufemismo en el rostro ciego del maestro.
El silencio tan solo era interrumpido por la voz de Luna en la cabeza de Gaia. Subía los escalones como si tuviese un propósito moviendo sus piernas una tras otra, con los ojos enfocados en la nada que la guiaba, a cada paso más segura de que al final de aquella escalera estaba la luna. Su Luna.
Un corazón y una calavera, Luna, mi dulce Luna. Todo lo objetivo y todo lo subjetivo. Tu visceralidad y mi racionalidad.. vamos mi dulce Luna, nosotras ya tenemos esto ganado. Lo hemos ganado mil veces antes podem...
La voz entre jadeos y suspiros del hombre que la acompañaba sacó de su mente a Gaia. La chica parecía haberse olvidado que el hombre era ciego y no mudo, y aminoró el paso cuando su voz se disculpó por la falta de fuerza en sus piernas. ¿Cuánto llevaban caminando? ¿Cuántos escalones más les quedaban? ¿Había pisado ya aquella roca antes? Sí. Lo había hecho. Mil veces casi. Lo sabía porque había pensado más de tres veces seguidas como las formas de aquella roca en el escalón le recordaban al martillo de un cierto personaje que conoció en cierto evento no hacía mucho, y aquel martillo no solía traer buenas noticias.
Y aquellas no tardaron en hacerse saber... en forma de escalones derrumbados por delante y justo detrás de ambos.
El hombre junto a ella aprovechó cada bocanada de aire que le daba de nuevo fuerzas para preguntarle a Gaia qué pasaba. La chica agarró su mano, como protegiéndolo mientras pensaba rápido como decirle qué pasaba en la escalera.
-Parece que... - empezó- Parece que alguien ha decidido que estas escaleras no van a hacernos subir nunca más. Parece que ese alguien ha tomado tal decisión de una manera violenta, tanto que se ha puesto manos a las obra y bueno... ¿qué puedo decirte? Ha empezado a quitar los escalones con nosotros dentro.- Gaia emitió una risita nerviosa- Pero no te preocupes, señor... Oh no... Gaia tiene un secreto. No uno, sino muchos. Gaia sabe como hacer para seguir subiendo alto.. muy alto.. tan alto como la mismísima luna.-
Tuvo que pensar rápido. La chica tuvo que usar lo mejor de su astucia para esquivar el hecho de que iban a caer a la nada. Pero.. ya estaban en la nada, en el medio de un pasillo rodeados de pared. Paredes que podían separarles del mismo objetivo que estaban buscando. Paredes que podían ser tan solo un impedimento a otra realidad. Y tan solo necesitaban… una puerta de entrada.
Gaia buscó en su pequeño macuto un pequeño cuchillo que había estado usando para cortar las plantas del camino. El maestro tenía un gesto de asombro, como si sintiese lo que Gaia iba a hacer. La chica sabía que era imposible, pues sus ojos seguían tan nublados como cuando lo conoció hace unas horas. También sabía que no estaba segura de si aquello funcionaría. Ni siquiera si era ético, tan solo sabía que era buena con las ilusiones, y que las ilusiones tan solo eran realidades alternativas.
Y aquella era la puerta a una nueva realidad, donde ambos no muriese, preferiblemente.
Cortó decidida en su muñeca con aquel cuchillo. Lo suficientemente profundo hasta que la sangre fluyó. Concentró su mente y dibujó rápida un triángulo un tanto mayor que ella misma en la pared colindante a la escalera donde estaban. Como toque final dibujo y aprovechando que la herida de su muñeca se había abierto aún más y la sangre no paraba de brotar, dibujó un circulo lo suficientemente grande como para caber en la palma de la mano.
Cuando terminó, decidida y notando que solo había varios escalones de distancia entre ella y el brujo y el precipicio, agarró el circulo como si fuera un pomo.
¿Funcionaría?
Algo se activo y frente a ella no había una pared, sino una puerta, un tanto pesada y a la que tuvo que empujar para mover, pero una puerta al fin y al cabo. Una conexión con una habitación vacía, oscura y con suelo de madera cubierta de una capa de polvo gruesa que hacía pensar que nadie antes había pisado aquel lugar desde hacía mucho, mucho tiempo.
-Ya está señor- dijo Gaia, agarrando al maestro por los hombros, ayudando a subir el pequeño escalón entre la escalera y la habitación a través de la puerta.- He creado una puerta a un sitio un poco más seguro, señor. O al menos he imaginado que la creaba… eso es lo que siempre hago, señor. A menudo funciona…. A veces no- dijo pensativa- [color=#993366] ¿Me pregunto qué secretos esconderá esta sala…? - dijo, distraída
Gaia se apresuraba a seguir al hombre dentro, para al fin tocar suelo firme sintiendo en su último paso como el adoquín en su pie fuera de la puerta perdía firmeza a medida que caía hacia el abismo.
off: Se que debo dejar mi acción indefinida sin terminarla pues imagino que Sigel debe decidir si es exitoso o no, pero es difícil teniendo en cuenta la urgencia de la situación, por ello la deje a medias, espero que no esté mal.
El hombre había sido lo suficientemente educado como para componer una sonrisa al ser emparejado con Gaia en aquella pequeña aventura, sin embargo, Gaia conocía demasiado bien los gestos sutiles como para darse cuenta que el hombre hubiese preferido mil veces bajar con Kendovlah a encaminarse hacia lo desconocido con una desconocida.
Exactamente eso eres, Luna mi dulce Luna. Pues no les hemos dicho nuestro nombre.
Aquello no había sido producto de la mente rota de la chica, no. En aquella ocasión, Gaia había decidido no darles el poder de su nombre, pues al fin y al cabo, todos los que la rodeaban eran brujos y el nombrarla, podía darles ventajas en caso de aquello ser una trampa.¿Era todo una trampa? ¿Un espejismo? Aquello, sin embargo, no la había dejado en una situación muy ventajosa pues había puesto un muro entre el maestro y la propia Gaia, por lo que la chica no fingió asombro ante aquel gesto poco sincero y a modo de eufemismo en el rostro ciego del maestro.
El silencio tan solo era interrumpido por la voz de Luna en la cabeza de Gaia. Subía los escalones como si tuviese un propósito moviendo sus piernas una tras otra, con los ojos enfocados en la nada que la guiaba, a cada paso más segura de que al final de aquella escalera estaba la luna. Su Luna.
Un corazón y una calavera, Luna, mi dulce Luna. Todo lo objetivo y todo lo subjetivo. Tu visceralidad y mi racionalidad.. vamos mi dulce Luna, nosotras ya tenemos esto ganado. Lo hemos ganado mil veces antes podem...
La voz entre jadeos y suspiros del hombre que la acompañaba sacó de su mente a Gaia. La chica parecía haberse olvidado que el hombre era ciego y no mudo, y aminoró el paso cuando su voz se disculpó por la falta de fuerza en sus piernas. ¿Cuánto llevaban caminando? ¿Cuántos escalones más les quedaban? ¿Había pisado ya aquella roca antes? Sí. Lo había hecho. Mil veces casi. Lo sabía porque había pensado más de tres veces seguidas como las formas de aquella roca en el escalón le recordaban al martillo de un cierto personaje que conoció en cierto evento no hacía mucho, y aquel martillo no solía traer buenas noticias.
Y aquellas no tardaron en hacerse saber... en forma de escalones derrumbados por delante y justo detrás de ambos.
El hombre junto a ella aprovechó cada bocanada de aire que le daba de nuevo fuerzas para preguntarle a Gaia qué pasaba. La chica agarró su mano, como protegiéndolo mientras pensaba rápido como decirle qué pasaba en la escalera.
-Parece que... - empezó- Parece que alguien ha decidido que estas escaleras no van a hacernos subir nunca más. Parece que ese alguien ha tomado tal decisión de una manera violenta, tanto que se ha puesto manos a las obra y bueno... ¿qué puedo decirte? Ha empezado a quitar los escalones con nosotros dentro.- Gaia emitió una risita nerviosa- Pero no te preocupes, señor... Oh no... Gaia tiene un secreto. No uno, sino muchos. Gaia sabe como hacer para seguir subiendo alto.. muy alto.. tan alto como la mismísima luna.-
Tuvo que pensar rápido. La chica tuvo que usar lo mejor de su astucia para esquivar el hecho de que iban a caer a la nada. Pero.. ya estaban en la nada, en el medio de un pasillo rodeados de pared. Paredes que podían separarles del mismo objetivo que estaban buscando. Paredes que podían ser tan solo un impedimento a otra realidad. Y tan solo necesitaban… una puerta de entrada.
Gaia buscó en su pequeño macuto un pequeño cuchillo que había estado usando para cortar las plantas del camino. El maestro tenía un gesto de asombro, como si sintiese lo que Gaia iba a hacer. La chica sabía que era imposible, pues sus ojos seguían tan nublados como cuando lo conoció hace unas horas. También sabía que no estaba segura de si aquello funcionaría. Ni siquiera si era ético, tan solo sabía que era buena con las ilusiones, y que las ilusiones tan solo eran realidades alternativas.
Y aquella era la puerta a una nueva realidad, donde ambos no muriese, preferiblemente.
Cortó decidida en su muñeca con aquel cuchillo. Lo suficientemente profundo hasta que la sangre fluyó. Concentró su mente y dibujó rápida un triángulo un tanto mayor que ella misma en la pared colindante a la escalera donde estaban. Como toque final dibujo y aprovechando que la herida de su muñeca se había abierto aún más y la sangre no paraba de brotar, dibujó un circulo lo suficientemente grande como para caber en la palma de la mano.
Cuando terminó, decidida y notando que solo había varios escalones de distancia entre ella y el brujo y el precipicio, agarró el circulo como si fuera un pomo.
¿Funcionaría?
Algo se activo y frente a ella no había una pared, sino una puerta, un tanto pesada y a la que tuvo que empujar para mover, pero una puerta al fin y al cabo. Una conexión con una habitación vacía, oscura y con suelo de madera cubierta de una capa de polvo gruesa que hacía pensar que nadie antes había pisado aquel lugar desde hacía mucho, mucho tiempo.
-Ya está señor- dijo Gaia, agarrando al maestro por los hombros, ayudando a subir el pequeño escalón entre la escalera y la habitación a través de la puerta.- He creado una puerta a un sitio un poco más seguro, señor. O al menos he imaginado que la creaba… eso es lo que siempre hago, señor. A menudo funciona…. A veces no- dijo pensativa- [color=#993366] ¿Me pregunto qué secretos esconderá esta sala…? - dijo, distraída
Gaia se apresuraba a seguir al hombre dentro, para al fin tocar suelo firme sintiendo en su último paso como el adoquín en su pie fuera de la puerta perdía firmeza a medida que caía hacia el abismo.
off: Se que debo dejar mi acción indefinida sin terminarla pues imagino que Sigel debe decidir si es exitoso o no, pero es difícil teniendo en cuenta la urgencia de la situación, por ello la deje a medias, espero que no esté mal.
Gaia
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
—Calentar…. ¿las cosas? — repitió Kira con gesto de duda.
De las manos de Kendo emergieron dos esferas de fuego, calentaban lo mismo que dos chimeneas de hierro en invierno. Kira dio un tímido paso hacia el brujo. No le molestaba el calor, pese a estar en verano, justo lo contrario. Era tan agradable como el tenue aroma a pimentón que emanaban las flores de la joven bruja.
Kira alargó la mano e hizo ademán de tocar el hombro de Kendo. ¿El resto de su cuerpo daría tanto calor como sus manos? Retiró la mano al mismo tiempo que el brujo dirigía el fuego hacia los barrotes de estaño. Kira dio un paso atrás avergonzada. El fuego no era para ella, como había creído. Las cosas que Kendo quería calentar eran los barrotes de estaño. ¿Y por qué llamó a los barrotes cosas? Por cosas, Kira entendió que Kendovlah calentaría todos los objetos de la habitación. Era posible que incluso los sensores de la cibernética.
Los barrotes se tornaron del color de la tierra mojada. Kira analizó la compostura de los barrotes desde una posición segura. La tenacidad aumentaba a la vez que disminuía la resistencia del metal. Terminaron por doblarse, lentamente, hacia fuera del marco de la puerta y romperse con un fuerte crack. A Kira le recordó a una endeble torre de palillos, incluso, el sonido del metal al agrietarse se parecía al de la torre de palillos al caer.
La cibernética fue primero, se sentía animada tras a ver visto la magia de Kendovlah. Quería poder presenciarla una segunda vez y también una tercera. La bruja Yagaba tenía más pruebas preparadas allí delante y Kira pensaba toparse con cada una de ellas.
Después de un tramo de escaleras anchas y pequeñas, como los que solían haber en las entradas de los edificios, la composición de las paredes cambió por completo. La madera de la casa de la bruja Yagaba dio paso a túneles sujetos por vigas de madera. Siguieron bajaron, Kira en cabeza. La cibernética no necesitaba una antorcha para ver la oscuridad, le bastaba con sus ojos mejorados.
—Hemos abandonado la cabaña de la bruja Yagaba — anunció Kira sin dejar de bajar por las escaleras, ahora más estrechas y altas que las anteriores — Mis datos reconocen la formación del lugar. Hemos entrado en un túmulo, un cementerio de guerreros. La bruja debió construir su cabaña encima de la entrada del túmulo — aunque estuviese hablando sobre muertos y haciendo alusión a la magia negra, la voz arrítmica de la chica no se turbó.
Llegaron a una cámara amplia. Las paredes estaban repletas nichos vacíos. Los ataúdes, o lo que quedaban de ellos, estaban en el suelo. No había rastro de los muertos.
—Percibo olor a carne putrefacta y tierra. Es más intenso conforme seguimos avanzando.
Apareció una figura torpe caminando hacia ningún sitio en particular. Tenía la cabeza agachada y los brazos caídos como un par de ramas muertas. Kira señaló a la figura.
—El olor viene de allí.
Otra figura similar a la derecha. Kira la señaló con la otra mano.
—Y de allí.
Una de estas figuras apareció justo delante de ellos, salió de uno de los ataúdes del suelo. Kira dio un respingo de sorpresa. El draugr miró al brujo y a la cibernética durante un instante, pero terminó por ignorarles y siguió su rumbo. Caminaba de cara a una pared y, cuando se topaba con un obstáculo, daba la vuelta y caminaba hacia el otro lado. Los demás draugrs se comportaban igual que él. Eran cuerpos sin vida ni inteligencia. Sin calavera ni corazón.
Uno de los draugrs tenía colgada una llave del cuello. Kira lo entendió en el acto. Levantó la mano, de manera instintiva, como si estuviera respondiendo a una pregunta de las clases del maestro Rutherford. La bajó al darse cuenta que la pregunta no iba dirigida hacia ella, sino hacia Kendovlah hijo de Brinnah. Kira no podía ayudarle.
Las ilusiones dependen de la percepción que cada uno tenga del entorno. No tiene que ver con el sentido de la vista, pues Rutherford sintió como el escalón en el que estaba subido estaba temblando y escuchó a los escalones anteriores y posteriores caer al suelo como si fueran estalactitas dentro de una cueva. Era un viejo truco, un engaño mal organizado. Bastaba con alterar la percepción del entorno para deshacerse del hechizo. La chica que acompañaba al maestro parecía haberse dado cuenta. Tomó su mano y dijo que había creado una puerta mágica, le invitó a pasar. Delante de los brujos no había ninguna puerta real, solo el vacío. Sin embargo, el maestro alargó la mano hacia el lugar donde se imaginaba que debería estar el pomo de la puerta. Rodó la mano como si estuviera haciendo girar el pomo.
—Después de usted, querida — si tuviera sitio para moverse en el escalón, habría hecho una reverencia.
La percepción de los brujos cambió al pasar por la puerta imaginaria. No se encontraban en la cabaña de la bruja Yagaba, sino en un lugar que no tenía nombre y, lo único que sabían acerca de él, es que se encontraba al otro lado de la puerta imaginaria.
Los escalones de la escalera volvieron a estar en el lugar donde nunca debieron de moverse. Unos pocos peldaños más adelante, asomaba el marco de una puerta, la que daba a la habitación donde debía estar la calavera que buscaban.
El maestro Rutherford tomó la iniciativa, subió en primer lugar, previniendo que no hubiera ninguna otra trampa en la zona.
La habitación superior tenía forma de cono. Era una mezcla entre biblioteca y laboratorio de alquimia. La bruja Yagaba transportó su laboratorio a la parte superior de la cabaña donde había una mejor extracción para los gases que generaba con sus pociones. Librerías a un lado y estanterías con pociones al otro. En el centro de la habitación, un pedestal con un libro abierto.
Rutherford hizo una señal con la mano a la chica para que pasase primero. Las pruebas son en su honor, no al del maestro.
—Adentro le espera el señor de la casa — se permitió bromear.
Mientras la chica se disponía a buscar la calavera, Rutherford fue al pedestal con el libro abierto. Puso las palmas de las manos sobre atril, más que haber topado con él, parecía que se hubiera caído encima. Era el libro de pociones con el que la bruja Yagaba estaba trabajando en ese momento. Rutherford puso dos dedos encima de las letras, las leyó utilizando las yemas de los dedos.
No hay palabras escritas. Quiso decir Rutherford, pero no le salía la voz. Son runas, magia negra. El maestro quedó completamente inmovilizado, encima de atril. La piel del maestro se contrajo, remarcando la figura de los ancianos huesos. Tenía la mandíbula apretada, como un enfermo al que se le dice que muerda una paleta de madera, con la diferencia de que lo que había en el interior de la boca del anciano no era una paleta, sino una lengua. Rutherford la mordía con tanta fuerza que parecía que la estuviera partiendo en dos.
* Ambos: Primero disculparme con Kendolavh. Es cierto que leí tu ficha antes de preparar el mastereado, pero no presté atención al nombre de Brinnah. Por eso cuando lo leí en el post anterior lo relacioné con tu padre, no con tu madre. Fallo mío. El orden de posteo sí me interesa en este turno. Kendovlah irá primero de aquí para adelante.
* Kendovlah: ¡Nueva criatura para el bestiario! Draugr, basado en la mitología nórdica. Son los muertos de los guerreros antiguos vueltos a la vida. Los draugrs no te atacarán si no se sienten amenazados, cosa que ocurrirá si no eres precavido. Deberás acerté con la llave que lleva uno de los draugrs colgando. Adelante.
* Gaia: ¿Prueba o malas intenciones por parte de la bruja Yagaba? El asunto se tuerce al llegar tu turno. Rutherford ha caído en el conjuro de la bruja, las runas de magia negra del libro lo han capturado. Deberás liberarlo antes de que el hombre se mate, esa debe ser tu mayor preocupación. Por otra parte, deberás decidir qué hacer para el próximo turno: quedarse en la habitación buscando la calavera o bajar donde Kendo para avisarle de que el lugar está impregnado de magia negra y que las trampas son mortales para todos, incluido, para el maestro Rutherford. Toma una decisión sobre estas dos, pero no la efectúes, en caso de ser la primera decisión, te quedas buscando y en caso de que quieras bajar, estarás en bajando las escaleras. Decisiones… caminos… trampas… Espero que os guste.
De las manos de Kendo emergieron dos esferas de fuego, calentaban lo mismo que dos chimeneas de hierro en invierno. Kira dio un tímido paso hacia el brujo. No le molestaba el calor, pese a estar en verano, justo lo contrario. Era tan agradable como el tenue aroma a pimentón que emanaban las flores de la joven bruja.
Kira alargó la mano e hizo ademán de tocar el hombro de Kendo. ¿El resto de su cuerpo daría tanto calor como sus manos? Retiró la mano al mismo tiempo que el brujo dirigía el fuego hacia los barrotes de estaño. Kira dio un paso atrás avergonzada. El fuego no era para ella, como había creído. Las cosas que Kendo quería calentar eran los barrotes de estaño. ¿Y por qué llamó a los barrotes cosas? Por cosas, Kira entendió que Kendovlah calentaría todos los objetos de la habitación. Era posible que incluso los sensores de la cibernética.
Los barrotes se tornaron del color de la tierra mojada. Kira analizó la compostura de los barrotes desde una posición segura. La tenacidad aumentaba a la vez que disminuía la resistencia del metal. Terminaron por doblarse, lentamente, hacia fuera del marco de la puerta y romperse con un fuerte crack. A Kira le recordó a una endeble torre de palillos, incluso, el sonido del metal al agrietarse se parecía al de la torre de palillos al caer.
La cibernética fue primero, se sentía animada tras a ver visto la magia de Kendovlah. Quería poder presenciarla una segunda vez y también una tercera. La bruja Yagaba tenía más pruebas preparadas allí delante y Kira pensaba toparse con cada una de ellas.
Después de un tramo de escaleras anchas y pequeñas, como los que solían haber en las entradas de los edificios, la composición de las paredes cambió por completo. La madera de la casa de la bruja Yagaba dio paso a túneles sujetos por vigas de madera. Siguieron bajaron, Kira en cabeza. La cibernética no necesitaba una antorcha para ver la oscuridad, le bastaba con sus ojos mejorados.
—Hemos abandonado la cabaña de la bruja Yagaba — anunció Kira sin dejar de bajar por las escaleras, ahora más estrechas y altas que las anteriores — Mis datos reconocen la formación del lugar. Hemos entrado en un túmulo, un cementerio de guerreros. La bruja debió construir su cabaña encima de la entrada del túmulo — aunque estuviese hablando sobre muertos y haciendo alusión a la magia negra, la voz arrítmica de la chica no se turbó.
Llegaron a una cámara amplia. Las paredes estaban repletas nichos vacíos. Los ataúdes, o lo que quedaban de ellos, estaban en el suelo. No había rastro de los muertos.
—Percibo olor a carne putrefacta y tierra. Es más intenso conforme seguimos avanzando.
Apareció una figura torpe caminando hacia ningún sitio en particular. Tenía la cabeza agachada y los brazos caídos como un par de ramas muertas. Kira señaló a la figura.
—El olor viene de allí.
Otra figura similar a la derecha. Kira la señaló con la otra mano.
—Y de allí.
Una de estas figuras apareció justo delante de ellos, salió de uno de los ataúdes del suelo. Kira dio un respingo de sorpresa. El draugr miró al brujo y a la cibernética durante un instante, pero terminó por ignorarles y siguió su rumbo. Caminaba de cara a una pared y, cuando se topaba con un obstáculo, daba la vuelta y caminaba hacia el otro lado. Los demás draugrs se comportaban igual que él. Eran cuerpos sin vida ni inteligencia. Sin calavera ni corazón.
Uno de los draugrs tenía colgada una llave del cuello. Kira lo entendió en el acto. Levantó la mano, de manera instintiva, como si estuviera respondiendo a una pregunta de las clases del maestro Rutherford. La bajó al darse cuenta que la pregunta no iba dirigida hacia ella, sino hacia Kendovlah hijo de Brinnah. Kira no podía ayudarle.
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Las ilusiones dependen de la percepción que cada uno tenga del entorno. No tiene que ver con el sentido de la vista, pues Rutherford sintió como el escalón en el que estaba subido estaba temblando y escuchó a los escalones anteriores y posteriores caer al suelo como si fueran estalactitas dentro de una cueva. Era un viejo truco, un engaño mal organizado. Bastaba con alterar la percepción del entorno para deshacerse del hechizo. La chica que acompañaba al maestro parecía haberse dado cuenta. Tomó su mano y dijo que había creado una puerta mágica, le invitó a pasar. Delante de los brujos no había ninguna puerta real, solo el vacío. Sin embargo, el maestro alargó la mano hacia el lugar donde se imaginaba que debería estar el pomo de la puerta. Rodó la mano como si estuviera haciendo girar el pomo.
—Después de usted, querida — si tuviera sitio para moverse en el escalón, habría hecho una reverencia.
La percepción de los brujos cambió al pasar por la puerta imaginaria. No se encontraban en la cabaña de la bruja Yagaba, sino en un lugar que no tenía nombre y, lo único que sabían acerca de él, es que se encontraba al otro lado de la puerta imaginaria.
Los escalones de la escalera volvieron a estar en el lugar donde nunca debieron de moverse. Unos pocos peldaños más adelante, asomaba el marco de una puerta, la que daba a la habitación donde debía estar la calavera que buscaban.
El maestro Rutherford tomó la iniciativa, subió en primer lugar, previniendo que no hubiera ninguna otra trampa en la zona.
La habitación superior tenía forma de cono. Era una mezcla entre biblioteca y laboratorio de alquimia. La bruja Yagaba transportó su laboratorio a la parte superior de la cabaña donde había una mejor extracción para los gases que generaba con sus pociones. Librerías a un lado y estanterías con pociones al otro. En el centro de la habitación, un pedestal con un libro abierto.
Rutherford hizo una señal con la mano a la chica para que pasase primero. Las pruebas son en su honor, no al del maestro.
—Adentro le espera el señor de la casa — se permitió bromear.
Mientras la chica se disponía a buscar la calavera, Rutherford fue al pedestal con el libro abierto. Puso las palmas de las manos sobre atril, más que haber topado con él, parecía que se hubiera caído encima. Era el libro de pociones con el que la bruja Yagaba estaba trabajando en ese momento. Rutherford puso dos dedos encima de las letras, las leyó utilizando las yemas de los dedos.
No hay palabras escritas. Quiso decir Rutherford, pero no le salía la voz. Son runas, magia negra. El maestro quedó completamente inmovilizado, encima de atril. La piel del maestro se contrajo, remarcando la figura de los ancianos huesos. Tenía la mandíbula apretada, como un enfermo al que se le dice que muerda una paleta de madera, con la diferencia de que lo que había en el interior de la boca del anciano no era una paleta, sino una lengua. Rutherford la mordía con tanta fuerza que parecía que la estuviera partiendo en dos.
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* Ambos: Primero disculparme con Kendolavh. Es cierto que leí tu ficha antes de preparar el mastereado, pero no presté atención al nombre de Brinnah. Por eso cuando lo leí en el post anterior lo relacioné con tu padre, no con tu madre. Fallo mío. El orden de posteo sí me interesa en este turno. Kendovlah irá primero de aquí para adelante.
* Kendovlah: ¡Nueva criatura para el bestiario! Draugr, basado en la mitología nórdica. Son los muertos de los guerreros antiguos vueltos a la vida. Los draugrs no te atacarán si no se sienten amenazados, cosa que ocurrirá si no eres precavido. Deberás acerté con la llave que lleva uno de los draugrs colgando. Adelante.
* Gaia: ¿Prueba o malas intenciones por parte de la bruja Yagaba? El asunto se tuerce al llegar tu turno. Rutherford ha caído en el conjuro de la bruja, las runas de magia negra del libro lo han capturado. Deberás liberarlo antes de que el hombre se mate, esa debe ser tu mayor preocupación. Por otra parte, deberás decidir qué hacer para el próximo turno: quedarse en la habitación buscando la calavera o bajar donde Kendo para avisarle de que el lugar está impregnado de magia negra y que las trampas son mortales para todos, incluido, para el maestro Rutherford. Toma una decisión sobre estas dos, pero no la efectúes, en caso de ser la primera decisión, te quedas buscando y en caso de que quieras bajar, estarás en bajando las escaleras. Decisiones… caminos… trampas… Espero que os guste.
Sigel
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
Espero y calentó algo impaciente hasta que por fin pudo escuchar ese crack que forjando significaría que algo quedo mal, pero en ese momento había quedado jodidamente bien. Tomo unos minutos para descansar mientras Kira bajaba las escaleras. Al cabo de un rato tomo la antorcha que había prendido y sosteniéndola con su mano derecha bajo alcanzándola sin mucha dificultad.
Noto el cambio de escenario justo cuando la cibernética comenzó a hablar. Aquello le parecía bastante familiar en medida, algún escenario que se repetía de sus anteriores aventuras, quizás.
El cambio no fue algo muy favorable para la reputación de la bruja a ojos del túnica naranja. Construir una casa sobre un túmulo antiguo... Aquella prueba podría ponerse peligroso de un momento a otro, no le daba buena espina. Logró recordar más de alguna historia contada por sus padres sobre guerreros maldecidos por los dioses a caminar eternamente bajo tierra, pero negó con la cabeza. Aquello no podía ser real.
El olfato del brujo tardo un poco más en recibir el estimulo, era cierto. Un olor similar al de la carne humada chamuscada se acercaba a ellos o mejor dicho, al revés. Sujetó el mango de su espada con su mano izquierda y pudo verlo sin dar crédito a eso...
En un principio pensó que se trataban de prisioneros con la mente entumecida, pero al ver su aspecto pudo comprender que las historias de su padre eran ciertas. Aquello solo podía ser castigo divino, pero ¿cómo y por qué estaban ahí? Realmente estaban muertos quizás hace siglos, pero aún caminaban. Quizás era lo único que conservaban de humanidad, a parte de sus extremidades en descomposición lenta y agónica. Sintió compasión por aquellas criaturas, su cerebro ya no les permitía hacer nada más que rondar viejas tumbas y dudaba que los gusanos saliendo de sus bocas les permitiera hacer más que emitir sonidos guturales.
De piel viva no les quedaba nada, esta había sido reemplazada con los años por una capa blanca muy delgada y asquerosa a extremos. Probablemente también tóxica. Algunos aún tenían armas clavadas como recuerdo de la forma en que murieron. Los antiguos no se preocupaban mucho en la preservación de sus muertos. Algunas partes como la mandíbula parecían tan frágiles que bastaría un puñetazo bien acertado para separarla del resto del cuerpo. Otros habían perdido las uñas quizás en un combate o antes de morir, habría que ser adivino pero resultaba una imagen bastante grotesca fijarse en estos detalles. Aún conservaban sus armaduras, oxidadas y de dudosa defensa mientras que otros se quedaban en el mundo tal y como habían llegado. Podían verse algunos huesos, sobre todo en partes como rodillas y codos. Habían perdido la funcionalidad total de sus órganos y en resumen solo quedaba un costal de piel podrida y huesos con habilidad de caminar y tal vez en combate.
Uno de los ataúdes se abrió de súbito y aparte de la sorpresa, la aparición del muerto viviente casi le da un infarto. Al verlo a los ojos sintió que abría pelea sin lugar a dudas, pero la suerte de Kendovlah pareció mejorar aunque sea unos segundos viendo como la descerebrada criatura caminaba y se daba de lleno contra un muro, solo para pasar al siguiente.
Tragó saliva y suspiró tratando de calmarse, eran un total de cuatro. Recordó que en las historias su padre mencionaba estas aberraciones como temerarias y dispuestas a atacar a cualquiera que se atreviese a profanar su lugar de descanso y aunque tal pareciera no ser el caso, decidió no tentar más su suerte. Vio como Kira levantó su mano y la bajo tras unos segundos de pensar, el brujo estaba demasiado asustado como para querer hablar y desconcentrar aquellas cosas de su letargo eterno de estupidez por lo que prefirió no hablar y darse cuenta por si mismo.
Lo hizo, una de estas cosas tenía una llave, ¿qué abriría? Apostaba a que la vieja pervertida la había dejado ahí. No realizó más apuestas, se tentó por la idea de que aquella llave era necesaria para seguir avanzando, además tenía aún que pensar como se librarían de esas cosas para encontrar uno de los órganos que buscaban. Aquel juego se estaba volviendo muy macabro, pero le gustase o no su aceptación en Hekshold estaba en juego así que más le valía pensar en algo.
-Maldita vieja y sus juegos-. Maldijo en voz baja, jugar con la muerte y partes humanas que debían estar enterradas...
Soltó el mango de su espada para estirar su mano, apuntaba en dirección a la llave con la palma abierta.
La telequinesis logró mover un poco la llave sin que el drougr lo notase, pero el llavero simple cumplía bien su función. Estaba amarrada al cinturón de la criatura por lo que no podría llevarsela con facilidad.
Al rendirse decidió tomar otra medida preventiva y saco un total de cuatro pergaminos explosivos de su mochila. Dos fueron a parar a sus bolsillos y tomo los otros dos con una mano. -¿Me harías el favor? Necesitaré ambas manos-. Susurró a Kira para entregar la antorcha en sus manos y empuñar un pergamino en cada una.
Avanzó con cautela hacía el drougr de la llave. La intención era clara, volarle los sesos descompuestos y mandarlo al descanso eterno al primer avistamiento de hostilidad posible. De no ser así optaría por arrancarle la llave como quien roba un dulce a un niño. Parte de él deseaba que por fin la criatura pasará a mejor vida.
---
Off:
¡Excelente! Hacía falta este añadido. Juro solemnemente que mis intenciones serán malas al usarlos en mis temas :3
Noto el cambio de escenario justo cuando la cibernética comenzó a hablar. Aquello le parecía bastante familiar en medida, algún escenario que se repetía de sus anteriores aventuras, quizás.
El cambio no fue algo muy favorable para la reputación de la bruja a ojos del túnica naranja. Construir una casa sobre un túmulo antiguo... Aquella prueba podría ponerse peligroso de un momento a otro, no le daba buena espina. Logró recordar más de alguna historia contada por sus padres sobre guerreros maldecidos por los dioses a caminar eternamente bajo tierra, pero negó con la cabeza. Aquello no podía ser real.
El olfato del brujo tardo un poco más en recibir el estimulo, era cierto. Un olor similar al de la carne humada chamuscada se acercaba a ellos o mejor dicho, al revés. Sujetó el mango de su espada con su mano izquierda y pudo verlo sin dar crédito a eso...
En un principio pensó que se trataban de prisioneros con la mente entumecida, pero al ver su aspecto pudo comprender que las historias de su padre eran ciertas. Aquello solo podía ser castigo divino, pero ¿cómo y por qué estaban ahí? Realmente estaban muertos quizás hace siglos, pero aún caminaban. Quizás era lo único que conservaban de humanidad, a parte de sus extremidades en descomposición lenta y agónica. Sintió compasión por aquellas criaturas, su cerebro ya no les permitía hacer nada más que rondar viejas tumbas y dudaba que los gusanos saliendo de sus bocas les permitiera hacer más que emitir sonidos guturales.
De piel viva no les quedaba nada, esta había sido reemplazada con los años por una capa blanca muy delgada y asquerosa a extremos. Probablemente también tóxica. Algunos aún tenían armas clavadas como recuerdo de la forma en que murieron. Los antiguos no se preocupaban mucho en la preservación de sus muertos. Algunas partes como la mandíbula parecían tan frágiles que bastaría un puñetazo bien acertado para separarla del resto del cuerpo. Otros habían perdido las uñas quizás en un combate o antes de morir, habría que ser adivino pero resultaba una imagen bastante grotesca fijarse en estos detalles. Aún conservaban sus armaduras, oxidadas y de dudosa defensa mientras que otros se quedaban en el mundo tal y como habían llegado. Podían verse algunos huesos, sobre todo en partes como rodillas y codos. Habían perdido la funcionalidad total de sus órganos y en resumen solo quedaba un costal de piel podrida y huesos con habilidad de caminar y tal vez en combate.
Uno de los ataúdes se abrió de súbito y aparte de la sorpresa, la aparición del muerto viviente casi le da un infarto. Al verlo a los ojos sintió que abría pelea sin lugar a dudas, pero la suerte de Kendovlah pareció mejorar aunque sea unos segundos viendo como la descerebrada criatura caminaba y se daba de lleno contra un muro, solo para pasar al siguiente.
Tragó saliva y suspiró tratando de calmarse, eran un total de cuatro. Recordó que en las historias su padre mencionaba estas aberraciones como temerarias y dispuestas a atacar a cualquiera que se atreviese a profanar su lugar de descanso y aunque tal pareciera no ser el caso, decidió no tentar más su suerte. Vio como Kira levantó su mano y la bajo tras unos segundos de pensar, el brujo estaba demasiado asustado como para querer hablar y desconcentrar aquellas cosas de su letargo eterno de estupidez por lo que prefirió no hablar y darse cuenta por si mismo.
Lo hizo, una de estas cosas tenía una llave, ¿qué abriría? Apostaba a que la vieja pervertida la había dejado ahí. No realizó más apuestas, se tentó por la idea de que aquella llave era necesaria para seguir avanzando, además tenía aún que pensar como se librarían de esas cosas para encontrar uno de los órganos que buscaban. Aquel juego se estaba volviendo muy macabro, pero le gustase o no su aceptación en Hekshold estaba en juego así que más le valía pensar en algo.
-Maldita vieja y sus juegos-. Maldijo en voz baja, jugar con la muerte y partes humanas que debían estar enterradas...
Soltó el mango de su espada para estirar su mano, apuntaba en dirección a la llave con la palma abierta.
La telequinesis logró mover un poco la llave sin que el drougr lo notase, pero el llavero simple cumplía bien su función. Estaba amarrada al cinturón de la criatura por lo que no podría llevarsela con facilidad.
Al rendirse decidió tomar otra medida preventiva y saco un total de cuatro pergaminos explosivos de su mochila. Dos fueron a parar a sus bolsillos y tomo los otros dos con una mano. -¿Me harías el favor? Necesitaré ambas manos-. Susurró a Kira para entregar la antorcha en sus manos y empuñar un pergamino en cada una.
Avanzó con cautela hacía el drougr de la llave. La intención era clara, volarle los sesos descompuestos y mandarlo al descanso eterno al primer avistamiento de hostilidad posible. De no ser así optaría por arrancarle la llave como quien roba un dulce a un niño. Parte de él deseaba que por fin la criatura pasará a mejor vida.
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¡Excelente! Hacía falta este añadido. Juro solemnemente que mis intenciones serán malas al usarlos en mis temas :3
Kendovlah
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
La puerta imaginaria parecía ser má real de lo que incluso la propia Gaia había esperado. La estancia pasó de un Segundo a otro de la urgencia de una posible caida al vacio a la quietud del silencio donde se encontraban.
Gaia siguió al maestro Rutherford en silencio. Intentando a acallar a Luna a medida que avanzaban.
Luna, oh mi dulce Luna. Demasiado silencio en una cabeza tan vacía, o mi dulce Luna. El eco nos llena de ideas, mi dulce Luna. Estamos tan cerca que casi la toco con los dedos, Luna mi dulce Luna. Aunque también podríamos… saltarnos cualquier prueba y tomar lo que es nues…
Gaia la ignoró. Ocupó sus pensamientos en la visión de la habitación a través de la que acababan de pasar. Jadeaba con la respiración entrecortada. Para ser una chica tan delgada, estaba en pésimo estado de salud, teniendo en cuenta que unos cuantos escalones podían dejarla sin respiración. Se juró a si misma que si entraba en Hekshold se aseguraría que cargaba libros lo suficientemente a menudo como para no estar en esta situación de nuevo.
El techo en forma de cono daba la sensación de estar enclaustrados en un lugar bastante más pequeño que lo que parecía. Las paredes estaban llenas de estanterías y pequeños huecos establecidos de manera bastante inteligente para evitar la acumulación de vapores nocivos en aquella habitación.
El centro de la habitación era compartido por un atril y oculto por este, casi en una esquina un pequeño caldero, ambos dando una leve idea de para qué se usaba aquel emplazamiento. Rodeando a estos, gravadas en el suelo unas runas curtidas en la Piedra formaba un círculo rodeando a ambos objetos como si se tratase de una red circular de arroyos secos y trazados de manera exacta.
Gaia se apartó del maestro por un momento, intentando investigar curiosa a través de las cubiertas y los libros. Pasó sus manos a través de varios libros, curiosa y sin atreverse a moverlos de su localización, buscaba una calavera y aunque sabía que no podía estar guardada entre las paginas de aquellos volúmenes, casi se sentía atraída a abrirlos todos.
Atenta, Luna, mi Luna. Tu acompañante parece haberse vuelto mudo además de ciego.
Gaia se volvió para descubrir el gesto de Rutherford, en tensión como si acabase de recibir un shock invisible y su mandíbula apretada en un gesto tenso.Gaia pudo ver como sus ojos sin expresión parecían buscar los de Gaia. La chica se acercó al hombre, acelerada, buscando aquello que estaba causando que el hombre empezase a tornarse azul y sus huesos protubieran de entre su piel, especialmente en su cráneo, como si aquello fuese un guiño macabro a la calavera que tenía que encontrar.
O… quizás es el mismo tu calavera, Luna mi Luna. Quizás debemos dejar que muera y llevarle la cabeza de este hombre a la bruja, Oh Luna. Mi dulce Luna.
Gaia recorrió los hombros y brazos del hombre buscando algo que no encontró, llegó a sus manos y descubrió que el hombre había estado leyendo un libro en blanco. Llevó sus manos al libro y descubrió el relieve y la hendidura de signos que no podia ver pero estaban allí. Comenzó a pronunciar los nombres que sabía en orden a la vez que los identificaba, pero aquello parecía hacer que el hombre convulsionara cada vez más rápido. Emitiendo unos sonidos sordos y guturales.
Gaia entró en pánico y dió un paso atrás volcando parte del contenido del caldero que había junto al atril en el suelo. El líquido dorado comenzó a recorrer los surcos que formaban las runas del suelo de la habitación poco a pcoo. Agarró el caldero antes de que se volcase el contenido y le llamó la atención el libro que acababa de leer con sus dedos. Donde antes había páginas blancas algunas runas acababan de iluminarse.
No en el orden en el que aparecían en el libro, sino de manera desordenada, salteando algunas. Pronunció el nombre de las que sabía y las convulsiones del profesor cesaron, pero el tono del brujo seguía hiperractivo y su garganta ocluida. Algo de sangre corría por su boca, señal inequívoca de que estaba mordiendo la lengua.
Gaia pensó rápido. Y ¿si… si aquello tan solo fuese una protección ante la lectura indiscriminada de aquel libro? Al fin y al cabo, no solo los brujos conocen las runas. La lectura de estas runas por alguien que no fuese experto podría traer problemas… si fuese así… El antídoto debía estar en esa habitación.¿ Por qué se habían encendido aquellas runas en particular?… y ¿cómo?
Gaia miró los ojos del maestro fijos en la nada. Apretó sus manos sobre el caldero que aún sostenía, y algo en su cabeza pareció tener sentido.
Corrió a la estantería de los libros que había estado mirando buscando uno en particular que había llamado la atención de la chica. Con la cubierta oscura y la palabra : "Silabario" en el lomo.
Lo agarró aún temblando. Podía ver como la sangre manaba de la boca del maestro y sus sonidos guturales se hacían más profundo. Iba a ahogarse en su propia sangre. Necesitaba apresurarse.
Abrió el libro por el punto central, donde un mapa con runas y sus nombres podía leerse en colores azules y rojos. Agarró el caldero que tenía aún en su mano con fuerza y miró al círculo de runas a su alrededor. Vertió el contenido del caldero en los surcos que trazaban las runas y el líquido viajó de manera continua pero pausada a través de ellas, inundándolas y formando un pequeño arroyo a través.
Gaia estaba preparada para leer las runas iluminadas en el libro que Ruthford tenía bajo sus manos, así que sus ojos vagaron rápido de las páginas recién iluminadas de aquel libro a las del silabario. Su voz, ronca debido a la sequedad de su garganta causada por el estrés las pronunció a medida que se iluminaban en la blancura del libro, sin titubear y comprobando que las pronunciaba bien.
Esperaba ver como el tono del profesor se relajaba tras terminar de pronunciarlas, como su color volvía a ser el rosado causado por el oxígeno de sus pulmones, como sus manos se destensaban y como su voz volvía a hablarle instándola a encontrar la calavera cuánto antes y acabar con esas pruebas.
Luna, oh mi Luna. Al fin y al cabo cada uno tiene sus pruebas no… El otro chico ya es mayorcito y puede arreglarselas solo. Si no fuese así quizás no debería entrar en el Hekshold.
Una punzada de remordimiento llenó la mente de Gaia. Sabía que lo más decoroso era ir a ayudar al brujo desconocido, pero por otra parte no sabía nada de lo que él tenía que estar haciendo en aquel momento.Podría haber encontrado su objeto y estar celebrando su buena fortuna.
O muerto y enterrado, Luna mi Luna.
Gaia enfocó su mente en que lo que acababa de hacer funcionase. Después de aquello se preocuparía por encontrar la calavera y si todo salía bien, bajaría a ayudar al chico.
Gaia siguió al maestro Rutherford en silencio. Intentando a acallar a Luna a medida que avanzaban.
Luna, oh mi dulce Luna. Demasiado silencio en una cabeza tan vacía, o mi dulce Luna. El eco nos llena de ideas, mi dulce Luna. Estamos tan cerca que casi la toco con los dedos, Luna mi dulce Luna. Aunque también podríamos… saltarnos cualquier prueba y tomar lo que es nues…
Gaia la ignoró. Ocupó sus pensamientos en la visión de la habitación a través de la que acababan de pasar. Jadeaba con la respiración entrecortada. Para ser una chica tan delgada, estaba en pésimo estado de salud, teniendo en cuenta que unos cuantos escalones podían dejarla sin respiración. Se juró a si misma que si entraba en Hekshold se aseguraría que cargaba libros lo suficientemente a menudo como para no estar en esta situación de nuevo.
El techo en forma de cono daba la sensación de estar enclaustrados en un lugar bastante más pequeño que lo que parecía. Las paredes estaban llenas de estanterías y pequeños huecos establecidos de manera bastante inteligente para evitar la acumulación de vapores nocivos en aquella habitación.
El centro de la habitación era compartido por un atril y oculto por este, casi en una esquina un pequeño caldero, ambos dando una leve idea de para qué se usaba aquel emplazamiento. Rodeando a estos, gravadas en el suelo unas runas curtidas en la Piedra formaba un círculo rodeando a ambos objetos como si se tratase de una red circular de arroyos secos y trazados de manera exacta.
Gaia se apartó del maestro por un momento, intentando investigar curiosa a través de las cubiertas y los libros. Pasó sus manos a través de varios libros, curiosa y sin atreverse a moverlos de su localización, buscaba una calavera y aunque sabía que no podía estar guardada entre las paginas de aquellos volúmenes, casi se sentía atraída a abrirlos todos.
Atenta, Luna, mi Luna. Tu acompañante parece haberse vuelto mudo además de ciego.
Gaia se volvió para descubrir el gesto de Rutherford, en tensión como si acabase de recibir un shock invisible y su mandíbula apretada en un gesto tenso.Gaia pudo ver como sus ojos sin expresión parecían buscar los de Gaia. La chica se acercó al hombre, acelerada, buscando aquello que estaba causando que el hombre empezase a tornarse azul y sus huesos protubieran de entre su piel, especialmente en su cráneo, como si aquello fuese un guiño macabro a la calavera que tenía que encontrar.
O… quizás es el mismo tu calavera, Luna mi Luna. Quizás debemos dejar que muera y llevarle la cabeza de este hombre a la bruja, Oh Luna. Mi dulce Luna.
Gaia recorrió los hombros y brazos del hombre buscando algo que no encontró, llegó a sus manos y descubrió que el hombre había estado leyendo un libro en blanco. Llevó sus manos al libro y descubrió el relieve y la hendidura de signos que no podia ver pero estaban allí. Comenzó a pronunciar los nombres que sabía en orden a la vez que los identificaba, pero aquello parecía hacer que el hombre convulsionara cada vez más rápido. Emitiendo unos sonidos sordos y guturales.
Gaia entró en pánico y dió un paso atrás volcando parte del contenido del caldero que había junto al atril en el suelo. El líquido dorado comenzó a recorrer los surcos que formaban las runas del suelo de la habitación poco a pcoo. Agarró el caldero antes de que se volcase el contenido y le llamó la atención el libro que acababa de leer con sus dedos. Donde antes había páginas blancas algunas runas acababan de iluminarse.
No en el orden en el que aparecían en el libro, sino de manera desordenada, salteando algunas. Pronunció el nombre de las que sabía y las convulsiones del profesor cesaron, pero el tono del brujo seguía hiperractivo y su garganta ocluida. Algo de sangre corría por su boca, señal inequívoca de que estaba mordiendo la lengua.
Gaia pensó rápido. Y ¿si… si aquello tan solo fuese una protección ante la lectura indiscriminada de aquel libro? Al fin y al cabo, no solo los brujos conocen las runas. La lectura de estas runas por alguien que no fuese experto podría traer problemas… si fuese así… El antídoto debía estar en esa habitación.¿ Por qué se habían encendido aquellas runas en particular?… y ¿cómo?
Gaia miró los ojos del maestro fijos en la nada. Apretó sus manos sobre el caldero que aún sostenía, y algo en su cabeza pareció tener sentido.
Corrió a la estantería de los libros que había estado mirando buscando uno en particular que había llamado la atención de la chica. Con la cubierta oscura y la palabra : "Silabario" en el lomo.
Lo agarró aún temblando. Podía ver como la sangre manaba de la boca del maestro y sus sonidos guturales se hacían más profundo. Iba a ahogarse en su propia sangre. Necesitaba apresurarse.
Abrió el libro por el punto central, donde un mapa con runas y sus nombres podía leerse en colores azules y rojos. Agarró el caldero que tenía aún en su mano con fuerza y miró al círculo de runas a su alrededor. Vertió el contenido del caldero en los surcos que trazaban las runas y el líquido viajó de manera continua pero pausada a través de ellas, inundándolas y formando un pequeño arroyo a través.
Gaia estaba preparada para leer las runas iluminadas en el libro que Ruthford tenía bajo sus manos, así que sus ojos vagaron rápido de las páginas recién iluminadas de aquel libro a las del silabario. Su voz, ronca debido a la sequedad de su garganta causada por el estrés las pronunció a medida que se iluminaban en la blancura del libro, sin titubear y comprobando que las pronunciaba bien.
Esperaba ver como el tono del profesor se relajaba tras terminar de pronunciarlas, como su color volvía a ser el rosado causado por el oxígeno de sus pulmones, como sus manos se destensaban y como su voz volvía a hablarle instándola a encontrar la calavera cuánto antes y acabar con esas pruebas.
Luna, oh mi Luna. Al fin y al cabo cada uno tiene sus pruebas no… El otro chico ya es mayorcito y puede arreglarselas solo. Si no fuese así quizás no debería entrar en el Hekshold.
Una punzada de remordimiento llenó la mente de Gaia. Sabía que lo más decoroso era ir a ayudar al brujo desconocido, pero por otra parte no sabía nada de lo que él tenía que estar haciendo en aquel momento.Podría haber encontrado su objeto y estar celebrando su buena fortuna.
O muerto y enterrado, Luna mi Luna.
Gaia enfocó su mente en que lo que acababa de hacer funcionase. Después de aquello se preocuparía por encontrar la calavera y si todo salía bien, bajaría a ayudar al chico.
Gaia
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
Kira, hija de cuatro, sostenía la antorcha de Kendo con las dos manos. Caminaba detrás del brujo, al mismo ritmo que él, iluminando la zona por la que avanzaban. El suelo de la cripta estaba más sucio que la herrería del maestro Hartem. Los huesos y calaveras de los muertos, en lugar de estar colocados en sus esqueletos, dentro de los sarcófagos, estaban escampados por todo el suelo. Hacían un ruido espantoso cuando Kira y Kendo los chafaban por error, similar a pisar una rama seca. El eco de la cripta se preocupaba de hacer llegar el ruido a todos los draugrs del lugar (y a la bruja que esperaba fuera). Las criaturas no parecían responder, seguían avanzado.
Kendo desplegó el pergamino y miró al draugr que protegía la llave. Kira le hizo una señal con gesto afirmativo como si estuviera diciendo “adelante, hazlo”, aunque no supiera qué iba a hacer.
La cabeza del draugr reventó desde dentro después de que el brujo leyese la última palabra del pergamino. Kira entre abrió la boca y dejó escapar un largo suspiro de sorpresa. El draugr de la llave tardó unos segundos en reaccionar. Al principio siguió caminando sin ningún cambio. Cuando pareció darse cuenta que le faltaba algo, levantó los brazos e hizo ademán de tocarse la cabeza, pero sus manos cayeron hasta los hombros. Se desplomó acto seguido, como si se acabara de dar cuenta de que estaba muerto. Doblemente muerto, puesto que antes ya lo estaba.
—Ahora tenemos que buscar la llave — dijo Kira en voz baja —, debe de haber caído por aquí cerca.
Apuntó la antorcha hacia el suelo lleno de huesos, pero no vio nada. Pasó las manos por el suelo, probando a buscar la llave con el tacto. No funcionó, algunos huesos tenían formas muy parecidas a llaves, especialmente los metacarpos.
Después de un rato buscando, encontró la llave. Dio un respingo de felicidad y puso la mano libre encima de la llave. Hizo por levantarla, pero no pudo hacerlo. Algo grande y pesado aplastaba la cuerda del colgante. Kira levantó la antorcha por ver qué era ese algo. Se encontró frente a frente con un draugr con la boca abierto. Sus ojos no tenían el color confuso y distraer que había visto en los demás. Parecía consciente de lo que estaba haciendo. Chafó la cuerda de la llave para que Kira no pudiera levantarla y alzó el martillo que sujetaba con ambas manos con la intención de dejarlo caer encima de la cabeza de Kira.
La cibernética arrancó la llave del pie del draugr con un fuerte tirón y se echó a un lado esquivando el ataque. Se levantó del suelo y apuntó con la antorcha a todo su alrededor. Los draugrs de la cripta giraban la cabeza, desperezándose de su largo sueño. Caminaron hacia una dirección en concreto: dónde estaban Kira y Kendohlav.
—La explosión los ha despertado — dijo Kira como si acabase de descubrir un hecho científico: el ruido despierta a los muertos —. Hay que correr.
Cogió a Kendo por la muñeca, ejerciendo más fuerza de la debida, y lo arrastró hacia el camino que parecía haber menos draugrs.
Las runas que había escritas en el libro que absorbió la magia del maestro Rutherford eran las mismas que la bruja Yagaba tenía tatuadas en los dedos. Servían como vinculó, la magia que el libro recogía llegaba a la bruja. El cabello blanquecino de la bruja se fue tornando de color gris, pronto regresaría al rubio que tuvo cuando era joven. Las manchas de la piel fueron desapareciendo poco a poco y las arrugas de su rostro se suavizaron, recuperando la belleza de la juventud. Habría preferido que fuera la chica, Gaia, quien pusiera sus manazas encima de las runas del libro; el efecto habría sido inmediato. Gaia quedaría con la apariencia de una vieja bruja y Yagaba, la de una doncella.
Ese era el plan. Los chicos morirían en las trampas. Yagaba se presentaría al Hekshold y se disculparía ante los cuatro maestros: “quizás me pasé con la dificultad de las pruebas”. Pondría la mejor sonrisa para que la tuvieran en cuenta. Al regresar a la cabaña, bajaría a la cripta. Utilizaría la magia de los chicos y la calavera Omenus en los rituales prohibidos. La bruja Yagaba pasaría a llamarse la Liche Yagaba. Joven, bella y poderosa por siempre jamás. El Hombre Muerto estaría orgulloso de ella.
El plan de Yagaba fracasó en el momento en el que el maestro Rutherford se presentó para asegurar el cumplimiento del contrato y la seguridad de los chicos.
Pocos años podía recoger del viejo Rutherfod, a lo sumo cinco o quizás siete, siendo generosos. Rutherford estaba en las últimas. Era un cadáver que se resistía a seguir viviendo. Sus ojos murieron antes que el resto de su cuerpo y sus manos eran un par de garras que a duras penas podían sostener libros de lectura. Después de los cinco años que le robase, el viejo maestro moriría sin remedio.
Yagaba se miró las manos limpias, sin arrugas, y pensó a que el maestro ya debería estar muerto. Eso complicaba la situación. No había excusas que sirvieran para justificar la muerte de un catedrático del Hekshold. La bruja se decantó por abandonar la choza. Pensó que lo más inteligente sería deshacerse de las pruebas.
En el jardín, la bruja dio un par de palmadas. Dos patas de pollo aparecieron a los pies de la choza, levantándola del suelo. Con la mano derecha, Yagaba indicó a la cabaña que se fuera al mar y desapareciese. La choza obedeció y se fue trotando.
En el lugar donde había estado la cabaña quedó un agujero en el suelo, las escaleras que llevaban al túmulo.
“Runas de absorción. Sospecho de la bruja Yagaba. Es una trampa. Aquí no hay ninguna calavera. Ella no tiene corazón”.
Kira y Kendo llegaron a una habitación sin salida. Los draugr avanzaban, lentamente, por los caminos del túmulo. Estaban atrapados. En medio de la habitación había un sarcófago cerrado con un cerrojo en la tapa. Kira se subió encima y puso la llave dentro. ¿Quizás sea otra prueba? Puso la llave dentro del cerrojo y abrió el ataúd.
Dentro se encontraba el cuerpo del brujo Omenus, entero. La calavera estaba encima de su cuello y, por un agujero putrefacto del pecho, Kira pudo ver su corazón palpitante. Omenus estaba vivo y muerto al mismo tiempo.
—Mis sensores concuerdan: magia oscura mantiene al brujo Omenus en este estado — no supo dar un nombre científico al estado en el que se encuentra el brujo.
* Ambos: Llegamos al climax del tema, el combate final. Cada uno ha encontrado unas pistas diferentes que acusan a Yagaba de estar ejerciendo magia oscura. Deberéis unir fuerzas y enfrentaros contra la bruja. No será fácil puesto ambos que estáis muy lejos de ella y en puntos muy separados. Han sido vuestras decisiones las que os han llevado hasta aquí y… hablando de decisiones….
* Kendovlah: has conseguido reventar los sesos al draugr y tienes la llave en tu poder. Sin embargo, esto ha alterado a los demás draugrs. Te persiguen, huyes de ellos. Encuentras un lugar que parece seguro: una amplia habitación en el túmulo. Allí hay sarcófago limpio y entero, a diferencia de los que te has encontrado antes. En el interior del ataúd se encuentra el brujo Omenus, el marido de Yagaba, en un estado maldito. Deberás salir del túmulo, enfrentarte a los draugrs del pasillo, y salir al encuentro de Yagaba. Ahí finalizará tu turno. La bruja es muy poderosa, por lo que tenemos que esperar a encontrarnos con Gaia y estar todos juntos.
* Gaia: Has tenido la opción de salir de la choza, bajar al túmulo, y la has rechazado. Kendo necesita ayuda, pero ahora tú la necesita más. La choza de Yagaba se ha levantado con un par de patas de pollo y está corriendo hacia el acantilado. Planea tirarse por el precipicio y que el mar se lleve los restos: incluidos tú cadáver y el de Rutherford. Sal de la cabaña antes de que llegue al precipicio. Únete con Kendo porque, para el siguiente turno (no este que empieza), tendremos que enfrentarnos a la bruja.
* Ambos: Os invito a releer el tema. Encontraréis varias pistas que apuntan hacia las malas intenciones de la bruja Yagaba. Espero que os haya gustado la “trampa”.
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Kendo desplegó el pergamino y miró al draugr que protegía la llave. Kira le hizo una señal con gesto afirmativo como si estuviera diciendo “adelante, hazlo”, aunque no supiera qué iba a hacer.
La cabeza del draugr reventó desde dentro después de que el brujo leyese la última palabra del pergamino. Kira entre abrió la boca y dejó escapar un largo suspiro de sorpresa. El draugr de la llave tardó unos segundos en reaccionar. Al principio siguió caminando sin ningún cambio. Cuando pareció darse cuenta que le faltaba algo, levantó los brazos e hizo ademán de tocarse la cabeza, pero sus manos cayeron hasta los hombros. Se desplomó acto seguido, como si se acabara de dar cuenta de que estaba muerto. Doblemente muerto, puesto que antes ya lo estaba.
—Ahora tenemos que buscar la llave — dijo Kira en voz baja —, debe de haber caído por aquí cerca.
Apuntó la antorcha hacia el suelo lleno de huesos, pero no vio nada. Pasó las manos por el suelo, probando a buscar la llave con el tacto. No funcionó, algunos huesos tenían formas muy parecidas a llaves, especialmente los metacarpos.
Después de un rato buscando, encontró la llave. Dio un respingo de felicidad y puso la mano libre encima de la llave. Hizo por levantarla, pero no pudo hacerlo. Algo grande y pesado aplastaba la cuerda del colgante. Kira levantó la antorcha por ver qué era ese algo. Se encontró frente a frente con un draugr con la boca abierto. Sus ojos no tenían el color confuso y distraer que había visto en los demás. Parecía consciente de lo que estaba haciendo. Chafó la cuerda de la llave para que Kira no pudiera levantarla y alzó el martillo que sujetaba con ambas manos con la intención de dejarlo caer encima de la cabeza de Kira.
La cibernética arrancó la llave del pie del draugr con un fuerte tirón y se echó a un lado esquivando el ataque. Se levantó del suelo y apuntó con la antorcha a todo su alrededor. Los draugrs de la cripta giraban la cabeza, desperezándose de su largo sueño. Caminaron hacia una dirección en concreto: dónde estaban Kira y Kendohlav.
—La explosión los ha despertado — dijo Kira como si acabase de descubrir un hecho científico: el ruido despierta a los muertos —. Hay que correr.
Cogió a Kendo por la muñeca, ejerciendo más fuerza de la debida, y lo arrastró hacia el camino que parecía haber menos draugrs.
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Las runas que había escritas en el libro que absorbió la magia del maestro Rutherford eran las mismas que la bruja Yagaba tenía tatuadas en los dedos. Servían como vinculó, la magia que el libro recogía llegaba a la bruja. El cabello blanquecino de la bruja se fue tornando de color gris, pronto regresaría al rubio que tuvo cuando era joven. Las manchas de la piel fueron desapareciendo poco a poco y las arrugas de su rostro se suavizaron, recuperando la belleza de la juventud. Habría preferido que fuera la chica, Gaia, quien pusiera sus manazas encima de las runas del libro; el efecto habría sido inmediato. Gaia quedaría con la apariencia de una vieja bruja y Yagaba, la de una doncella.
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Ese era el plan. Los chicos morirían en las trampas. Yagaba se presentaría al Hekshold y se disculparía ante los cuatro maestros: “quizás me pasé con la dificultad de las pruebas”. Pondría la mejor sonrisa para que la tuvieran en cuenta. Al regresar a la cabaña, bajaría a la cripta. Utilizaría la magia de los chicos y la calavera Omenus en los rituales prohibidos. La bruja Yagaba pasaría a llamarse la Liche Yagaba. Joven, bella y poderosa por siempre jamás. El Hombre Muerto estaría orgulloso de ella.
El plan de Yagaba fracasó en el momento en el que el maestro Rutherford se presentó para asegurar el cumplimiento del contrato y la seguridad de los chicos.
Pocos años podía recoger del viejo Rutherfod, a lo sumo cinco o quizás siete, siendo generosos. Rutherford estaba en las últimas. Era un cadáver que se resistía a seguir viviendo. Sus ojos murieron antes que el resto de su cuerpo y sus manos eran un par de garras que a duras penas podían sostener libros de lectura. Después de los cinco años que le robase, el viejo maestro moriría sin remedio.
Yagaba se miró las manos limpias, sin arrugas, y pensó a que el maestro ya debería estar muerto. Eso complicaba la situación. No había excusas que sirvieran para justificar la muerte de un catedrático del Hekshold. La bruja se decantó por abandonar la choza. Pensó que lo más inteligente sería deshacerse de las pruebas.
En el jardín, la bruja dio un par de palmadas. Dos patas de pollo aparecieron a los pies de la choza, levantándola del suelo. Con la mano derecha, Yagaba indicó a la cabaña que se fuera al mar y desapareciese. La choza obedeció y se fue trotando.
En el lugar donde había estado la cabaña quedó un agujero en el suelo, las escaleras que llevaban al túmulo.
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A pesar de encontrarse en un estado de seminconsciencia, Rutherford notó como la choza se movía, se lo llevaba lejos. Quiso decírselo a la chica, pero no le salió una horrible tos en vez de palabras. Con el movimiento de un brazo que se levantaba con dificultad, señaló hacia la dirección donde la casa caminaba. ¡Nos movemos! No es una ilusión. Volvió a toser. —Yagaba… — dijo con dificultad. Puso la mano derecha encima del hombro de la chica, parecía la garra de un cuervo anclada a la rama de un árbol. Intentó hablar de nuevo, pero fue incapaz de hacerlo. Se comunicó con la magia. Dejó caer cabeza encima de la frente de la chica y le hizo saber lo que estaba pensando. | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
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Kira y Kendo llegaron a una habitación sin salida. Los draugr avanzaban, lentamente, por los caminos del túmulo. Estaban atrapados. En medio de la habitación había un sarcófago cerrado con un cerrojo en la tapa. Kira se subió encima y puso la llave dentro. ¿Quizás sea otra prueba? Puso la llave dentro del cerrojo y abrió el ataúd.
Dentro se encontraba el cuerpo del brujo Omenus, entero. La calavera estaba encima de su cuello y, por un agujero putrefacto del pecho, Kira pudo ver su corazón palpitante. Omenus estaba vivo y muerto al mismo tiempo.
—Mis sensores concuerdan: magia oscura mantiene al brujo Omenus en este estado — no supo dar un nombre científico al estado en el que se encuentra el brujo.
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* Ambos: Llegamos al climax del tema, el combate final. Cada uno ha encontrado unas pistas diferentes que acusan a Yagaba de estar ejerciendo magia oscura. Deberéis unir fuerzas y enfrentaros contra la bruja. No será fácil puesto ambos que estáis muy lejos de ella y en puntos muy separados. Han sido vuestras decisiones las que os han llevado hasta aquí y… hablando de decisiones….
* Kendovlah: has conseguido reventar los sesos al draugr y tienes la llave en tu poder. Sin embargo, esto ha alterado a los demás draugrs. Te persiguen, huyes de ellos. Encuentras un lugar que parece seguro: una amplia habitación en el túmulo. Allí hay sarcófago limpio y entero, a diferencia de los que te has encontrado antes. En el interior del ataúd se encuentra el brujo Omenus, el marido de Yagaba, en un estado maldito. Deberás salir del túmulo, enfrentarte a los draugrs del pasillo, y salir al encuentro de Yagaba. Ahí finalizará tu turno. La bruja es muy poderosa, por lo que tenemos que esperar a encontrarnos con Gaia y estar todos juntos.
* Gaia: Has tenido la opción de salir de la choza, bajar al túmulo, y la has rechazado. Kendo necesita ayuda, pero ahora tú la necesita más. La choza de Yagaba se ha levantado con un par de patas de pollo y está corriendo hacia el acantilado. Planea tirarse por el precipicio y que el mar se lleve los restos: incluidos tú cadáver y el de Rutherford. Sal de la cabaña antes de que llegue al precipicio. Únete con Kendo porque, para el siguiente turno (no este que empieza), tendremos que enfrentarnos a la bruja.
* Ambos: Os invito a releer el tema. Encontraréis varias pistas que apuntan hacia las malas intenciones de la bruja Yagaba. Espero que os haya gustado la “trampa”.
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
Vio como el drougr sin cabeza buscaba esta con las manos antes de desplomarse. Aquello habría sido cómico de no ser por recordar las historias de su padre. -¿Hasta qué punto habrá sabido que seguía con vida?-. Preguntó al aíre mientras Kira buscaba la llave y el brujo comprobaba las palabras de esta. Era cierto, al parecer no solo los dioses habían condenado a estas criaturas. Tenían la misión de resguardar algo.
No tuvo mucho tiempo para pensar, con suerte pudo poner su mano sobre el mango de su espada. Tras esto comenzó la carrera. La espad del brujo estaba levantaba, Kira era rápida pero ambos no podían esquivar todos los ataques. La habilidad del espadachín era torpe, pero suficiente para bloquear heridas graves.
Llegaron por fin a una sala al parecer segura. Le pareció por unos segundos que el túmulo entero se movió durante la carrera, pero no tenía tiempo para pensar en eso.
Cuando la rubia soltó las manos del brujo, este cerró la puerta de la sala y vio como ella se ponía sobre el ataúd para abrirlo e inspeccionar lo que había dentro. Le pareció curioso el cambio de escenario. Solo había un ataúd, en el camino pudo ver varios polvorientos y algo destruidos con el paso de los años. Empero esta sala estaba bien cuidada, como si alguien se tomará la molestia de limpiarla a diario. -Alguien ha estado viniendo seguido-. Pensó en voz alta mientras se acercaba a Kira y escuchaba su análisis.
-¿Magia oscura y sensores?-. Pregunto algo curioso pero había más que ver ahí. El cadáver. La calavera estaba ahí. ¿Eso era todo? No, había más. -¿Omenus, el esposo de Yogaba?-. Se atrevió a aventurar. El cuerpo estaba en mal estado, parecía uno de los drougrs de afuera, pero escuchó algo más bastante débil. Miro los ojos de la cibernética y luego hacía donde apuntaban. -Calavera y corazón… Momento…
La prueba era encontrar ambas pero no dijo que estaban en el mismo lugar ni que su esposo aún estaba “vivo”. ¿Qué encontraría mi compañera y el maestro?...-. Se estremeció ante la idea, era una posibilidad, pero aún faltaba el motivo y comprobar. -No me gusta esto. Volvamos con el maestro. Tiene que saber dónde está Omenus y su estado. Podemos volver luego-.
Esta vez no esperó respuesta de Kira, tenía un mal presentimiento y aún estaban los drougrs. Suspiró y empuño su espada con fuerza. Abrió la puerta. -Usaré un pergamino, correremos y derribaremos a los que podamos, sino seguiremos corriendo hasta llegar con los demás-. Anunció a la rubia y avanzó con decisión, casi como quien estaba por comenzar a correr.
El encuentro con los drougrs era inminente. Pronunció las palabras abriendo el pergamino. La explosión alcanzó al más cercano con el mismo resultado que el portador de la llave. Aún quedaban más, tendrían que abrirse paso. Alcanzó a bloquear el mandoble de otro. El impacto hizo que el mago retrocediera, pero se pudo recuperar antes que la tortuga de su rival. No desperdició la oportunidad y cortó la cabeza con una estocada vertical. -¡Ya está, a correr!-. No tenía más opciones así que corrió de vuelta al sótano. Aún le quedaba un as bajo la manga pero no era momento de usarlo. Ya había estado en aprietos similares como para saber el momento de usar ascuas y aún no llegaba.
Llegaron al sótano… O lo que quedaba de este. Tan solo el suelo y la escotilla sin barrotes que había sido la entrada al túmulo. ¿La casa? Para sorpresa de Kendovlah ya no estaba y se había llevado la torre con ella. Ahí solo estaban él y la rubia. Mirando un poco más solo pudo reconocer una figura y a medias en el lugar.
-¿Yogaba?-. Preguntó incrédulo. Parecía bastante más joven, pero no encontraba ninguna explicación lógica con la que respaldarse. -Muy bien, ¡esto acaba ahora! ¿Qué hiciste con mi compañera y el maestro?... ¿Y la casa?-. Lo último era lo de menos, pero tenía esa manía de querer entenderlo todo a su alrededor. En una mano empuñaba su espada lista para el combate mientras que la otra se encontraba lista para usar su magia cuando fuese necesario.
No tuvo mucho tiempo para pensar, con suerte pudo poner su mano sobre el mango de su espada. Tras esto comenzó la carrera. La espad del brujo estaba levantaba, Kira era rápida pero ambos no podían esquivar todos los ataques. La habilidad del espadachín era torpe, pero suficiente para bloquear heridas graves.
Llegaron por fin a una sala al parecer segura. Le pareció por unos segundos que el túmulo entero se movió durante la carrera, pero no tenía tiempo para pensar en eso.
Cuando la rubia soltó las manos del brujo, este cerró la puerta de la sala y vio como ella se ponía sobre el ataúd para abrirlo e inspeccionar lo que había dentro. Le pareció curioso el cambio de escenario. Solo había un ataúd, en el camino pudo ver varios polvorientos y algo destruidos con el paso de los años. Empero esta sala estaba bien cuidada, como si alguien se tomará la molestia de limpiarla a diario. -Alguien ha estado viniendo seguido-. Pensó en voz alta mientras se acercaba a Kira y escuchaba su análisis.
-¿Magia oscura y sensores?-. Pregunto algo curioso pero había más que ver ahí. El cadáver. La calavera estaba ahí. ¿Eso era todo? No, había más. -¿Omenus, el esposo de Yogaba?-. Se atrevió a aventurar. El cuerpo estaba en mal estado, parecía uno de los drougrs de afuera, pero escuchó algo más bastante débil. Miro los ojos de la cibernética y luego hacía donde apuntaban. -Calavera y corazón… Momento…
La prueba era encontrar ambas pero no dijo que estaban en el mismo lugar ni que su esposo aún estaba “vivo”. ¿Qué encontraría mi compañera y el maestro?...-. Se estremeció ante la idea, era una posibilidad, pero aún faltaba el motivo y comprobar. -No me gusta esto. Volvamos con el maestro. Tiene que saber dónde está Omenus y su estado. Podemos volver luego-.
Esta vez no esperó respuesta de Kira, tenía un mal presentimiento y aún estaban los drougrs. Suspiró y empuño su espada con fuerza. Abrió la puerta. -Usaré un pergamino, correremos y derribaremos a los que podamos, sino seguiremos corriendo hasta llegar con los demás-. Anunció a la rubia y avanzó con decisión, casi como quien estaba por comenzar a correr.
El encuentro con los drougrs era inminente. Pronunció las palabras abriendo el pergamino. La explosión alcanzó al más cercano con el mismo resultado que el portador de la llave. Aún quedaban más, tendrían que abrirse paso. Alcanzó a bloquear el mandoble de otro. El impacto hizo que el mago retrocediera, pero se pudo recuperar antes que la tortuga de su rival. No desperdició la oportunidad y cortó la cabeza con una estocada vertical. -¡Ya está, a correr!-. No tenía más opciones así que corrió de vuelta al sótano. Aún le quedaba un as bajo la manga pero no era momento de usarlo. Ya había estado en aprietos similares como para saber el momento de usar ascuas y aún no llegaba.
Llegaron al sótano… O lo que quedaba de este. Tan solo el suelo y la escotilla sin barrotes que había sido la entrada al túmulo. ¿La casa? Para sorpresa de Kendovlah ya no estaba y se había llevado la torre con ella. Ahí solo estaban él y la rubia. Mirando un poco más solo pudo reconocer una figura y a medias en el lugar.
-¿Yogaba?-. Preguntó incrédulo. Parecía bastante más joven, pero no encontraba ninguna explicación lógica con la que respaldarse. -Muy bien, ¡esto acaba ahora! ¿Qué hiciste con mi compañera y el maestro?... ¿Y la casa?-. Lo último era lo de menos, pero tenía esa manía de querer entenderlo todo a su alrededor. En una mano empuñaba su espada lista para el combate mientras que la otra se encontraba lista para usar su magia cuando fuese necesario.
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
Escuchaba los sonidos sordos provenientes de la garganta del maestro como si fuesen un intento de agarrarse a los últimos segundos de vida que parecían quedarle. Pero sus manos ya no estaban posadas en el libro, se entremezclaban con los cabellos de Gaia, acercándola hasta el con la fiereza de alguien que intenta salvar a la humanidad, y con ello a si mismo.
Gaia se dejó llevar hasta que la cabeza del mago tocaba su frente. Entonces por primera vez en mucho tiempo sintió vacio en su mente. Escuchó su voz intentando mover al maestro Rutherford poco a poco hacia la puerta, y la voz del maestro dandole a entender que aquello hacía tiempo que había dejado de ser una prueba para el Hekshold, y que cuanto antes saliesen de aquel lugar, más seguros estarían. Ni resto de Luna en su cabeza.
Aquello le aceleró el corazón de manera paulatina, como si al fin hubiese encontrado la manera de librarse de ella, pero no tuvo tiempo de apreciarlo, pues una sacudida del suelo en el que se posaban hizo que su estado pletórico fuese reemplazado por la adrenalina de saberse en peligro.
-Deberíamos salir de aquí- le dijo al maestro, poniéndose en pie de manera rápida.-Pero ¿Cómo?
Intentó pensar de manera rápida, y se encontró a si misma deseando escuchar la voz de Luna que la guiase.
-Vamos, vamos vaaaamos...Jamás en mi vida pensé que fuese a desearte tanto...- pensó
Y eso que no sabes hasta dónde puedo llegar, Luna mi Luna. Pero tú ya sabes que vamos a hacer, ¿verdad mi Luna querida?
Y Gaia lo sabía. Se concentró mientras ayudaba al maestro a ponerse en pie y lo guiaba hasta la escalera
-Baja al piso principal. 3 vueltas de caracol- dijo contando mentalmente-Cuando sientas el aire y frío del bosque en la cara has llegado.- El hombre la miró con gesto confundido, como si no entendiese a qué se refería.-Tan solo... hazme caso. Te alcanzaré antes de que llegues- Posicionó las manos del hombre en la barandilla para que se guiase escalera abajo. -Agárrate bien fuerte. No te sueltes.- Sabía que se estaba arriesgando.
Volvió a concentrarse mientras avanzaba por las habitaciones no sin antes echar un vistazo a las patas de pollo que se movían sin rumbo directas al precipicio y luego el mar.
-Necesitas poner un huevo.- No sabía bien a quién estaba dirigido aquello, pero era la manera en la que normalmente controlaba las ilusiones, y aquellas piernas de pollo debían pertenecer a un ser vivo.-Estás en tu nido, ¿para qué corres?. Es que acaso no notas las ramitas de palo en tus patas... Necesitas poner un huevo enorme. El más grande que has puesto en tu vida.
El paso agigantado de la casa disminuyó considerablemente, pero no se paró del todo, pues la bruja perdió concentración de manera momentánea. Corría por las habitaciones buscando cualquier cosa que pudiese atarse y sirviese de cuerda amplia. Recorría todas las salas agarrando cualquier cosa que pudiese atarse: Mantas, ropas, sábanas y moviéndolas hacia ella con telequinesis.
Se desconcentró, como he dicho, por la sencilla razón de que tuvo que recordar cómo enlazar las mantas con nudos fuertes. No solía recordar momentos de su pasado capturada en la guardia real, pero a pesar de haberle causado todas y cada una de sus pesadillas, aquellos hombres la habían enseñado como manejar un arma.Y como hacer nudos fuertes, al fin y al cabo no había campamento sin nudos que resistiesen la tormenta, o el tensar de los arcos sobre una flecha.
¡Oh Luna, mi dulce, dulce Luna!. Concéntrate en nuestro preciado pollo. Quizás sea la primera vez que ponga un huevo, y déjame a mi los recuerdos molestos que nos hicieron casi tan fuertes como somos hoy, Luna, mi dulce Luna.
Y aquello hizo Gaia.
Como si su mente se hubiese dividido por un momento, por un lado Luna amarraba las mantas y todo lo que pudo encontrar en la casa a modo de cuerda. Por otro, Gaia se concentraba en la tarea de hacerle creer a aquellas patas de pollo que estaba en su nido, y que necesitaba poner un huevo enorme. El más grande y primero de su vida.
-¿Es que no lo notas? No vas a poder contenerlo mucho más... Casi necesita escapar... deberías...- Y la casa se paró de manera repentina.
Gaia no perdió el tiempo y corrió como condenada por las escaleras cargando el sin fin de mantas y cuerda que había encontrado, hasta alcanzar al maestro Rutherford en el piso inferior que estaba destruido y por el que se veían las enormes patas del pollo, ahora paradas en un lugar cerca del precipicio.
-Muy bien, eso es... Este... justo... es el lugar perfecto. ¡Oh.. te vas a sentir tan bien cuando te deshagas de este enorme huevo... ! Pero despacio, amiguita. No queremos romperlo, ¿verdad?
Gaia aprovechó para atara las cuerdas a dos bandas, por un lado sujetas a un pilar enorme de la choza de la bruja y reforzada por cualquier otro objeto que encontró a su paso para hacer que no se soltase, y por el otro, al otro extremo, alrededor de la cintura y entre las piernas del maestro Rutherford.
El brujo la miró con cara de pocos amigos y de haber podido verla, habría visto a una Gaia con el gesto perdido en su propia locura, inundada de Luna, y con la concentración que le requería mantener al pollo a raya.
-Casi es el momento amiga....- le dijo a la que en la mente de Gaia era una hembra, de ahí la necesidad de poner huevos-¡¡No lo rompas, no lo rompas!! - Y de manera instintiva, las patas se doblaron agachándose hasta el suelo, tan solo dejando un espacio de unos dos metros entre el suelo y ellos mismos.
Gaia no avisó al maestro de la inminente caída libre a la que iba ser sometido. Pensó que aquello sería menos estresante que saber que iba a ser lanzado al vacío con ta solo unas cuerda improvisada para sujetarlo. Cuando lo hizo, sin embargo se arrepintió un poco, pues si aquello no hubiese funcionado, el pobre hombre moriría sin saber qué exactamente fue lo que le pasó.
La ignorancia es la felicidad, Luna mi dulce Luna.
Gaia agarró la cuerda hasta que pensó que el maestro estaba lo más cerca al suelo posible, pero sin llegar a tocar suelo firme aún.
-Vamos, bonita- le dijo a las patas de aquel pollo- Ahora un último esfuerzo y estas ganas tuyas tan inmensas quedarán saciadas, y podrás volver a correr y a moverte con facilidad.
No lo pensó mucho.
Se lanzó ella misma al vacío sujetando la cuerda por la que bajó aprisa y por la que veía al maestro colgando de un extremo, moviéndose levemente con el vaivén de la tensión de las patas de pollo intentando poner un huevo imaginario.
Sabía que aquella cuerda no iba a aguantar el peso de ambos durante mucho tiempo, así que Gaia bajó lo más rápido que pudo por ella, notando como los nudos cedían bajo sus manos.
-¡¡Casi lo tienes!!.. Pero... se rompe- Le decía la bruja a las patas del pollo, que se agacharon más aún para depositar semejante delicada carga.
Pudo ver como los pies del maestro tocaban el suelo, y entonces el nudo al que se había estado asiendo ella misma se rompió, y se precipitó a unos dos metros hasta el suelo.
El dolor en su brazo izquierdo la hizo sentir viva. Se levantó lo más rápido que pudo y notó como su hombro estaba desencajado y todo su brazo se movía liviano, como si apenas fuese parte de su cuerpo. Necesitaba saber que el maestro estaba bien.
El hombre tan solo había sufrido los efectos del peso de las cuerdas y mantas sobre él, que lo había hecho tambalearse y caer sobre sus rodillas.
-Debemos correr- dijo Gaia cuando comprobó que el hombre estaba todo lo bien que podía estar y lo desataba de aquellas mantas- Debemos avisar al otro chico de que esto es una trampa y que... lo más sensato es que salgamos de aquí antes de que nos maten a todos...- Corría como alma que llevaba el diablo. Había cargado al hombre menudo en el hombro que no tenía roto y tiraba de él para hacer que se moviese más rápido, como un accesorio que daba traspiés de cuando en cuando.
Tras ellos, la casa se había librado de la ilusión del inminente huevo a la que Gaia había sometido a las piernas y corría hacia el precipicio y con ello al mar.
La bruja se quedó mirándola un rato como sin creerse aún que hasta hacía unos minutos estaba colgando de aquella casa antes de llegar al lugar donde la casa había reposado.
La entrada al túmulo la recibió casi sin aliento. El hombre a su lado no tenía buen aspecto y Gaia dudaba que pudiese aguantar otra carrera como aquella. Tenía miedo de haber acabado con la energía de aquel profesor y temía aún más que debido a aquello no la aceptasen en el Hekshold.
Se sosegó como pudo.
Luna, Oh Luna.. después de esto debemos asegurarnos de que jamas, nunca jamás, comemos pollo.
El olor a cerrado y putrefacción del sótano escaleras abajo inundó la nariz de la chica. No estaba segura si quería saber qué era lo siguiente.
-¿Hola? ¿Kendo?- dijo, levemente, ayudando al maestro tras ella a bajar las escaleras.
Gaia se dejó llevar hasta que la cabeza del mago tocaba su frente. Entonces por primera vez en mucho tiempo sintió vacio en su mente. Escuchó su voz intentando mover al maestro Rutherford poco a poco hacia la puerta, y la voz del maestro dandole a entender que aquello hacía tiempo que había dejado de ser una prueba para el Hekshold, y que cuanto antes saliesen de aquel lugar, más seguros estarían. Ni resto de Luna en su cabeza.
Aquello le aceleró el corazón de manera paulatina, como si al fin hubiese encontrado la manera de librarse de ella, pero no tuvo tiempo de apreciarlo, pues una sacudida del suelo en el que se posaban hizo que su estado pletórico fuese reemplazado por la adrenalina de saberse en peligro.
-Deberíamos salir de aquí- le dijo al maestro, poniéndose en pie de manera rápida.-Pero ¿Cómo?
Intentó pensar de manera rápida, y se encontró a si misma deseando escuchar la voz de Luna que la guiase.
-Vamos, vamos vaaaamos...Jamás en mi vida pensé que fuese a desearte tanto...- pensó
Y eso que no sabes hasta dónde puedo llegar, Luna mi Luna. Pero tú ya sabes que vamos a hacer, ¿verdad mi Luna querida?
Y Gaia lo sabía. Se concentró mientras ayudaba al maestro a ponerse en pie y lo guiaba hasta la escalera
-Baja al piso principal. 3 vueltas de caracol- dijo contando mentalmente-Cuando sientas el aire y frío del bosque en la cara has llegado.- El hombre la miró con gesto confundido, como si no entendiese a qué se refería.-Tan solo... hazme caso. Te alcanzaré antes de que llegues- Posicionó las manos del hombre en la barandilla para que se guiase escalera abajo. -Agárrate bien fuerte. No te sueltes.- Sabía que se estaba arriesgando.
Volvió a concentrarse mientras avanzaba por las habitaciones no sin antes echar un vistazo a las patas de pollo que se movían sin rumbo directas al precipicio y luego el mar.
-Necesitas poner un huevo.- No sabía bien a quién estaba dirigido aquello, pero era la manera en la que normalmente controlaba las ilusiones, y aquellas piernas de pollo debían pertenecer a un ser vivo.-Estás en tu nido, ¿para qué corres?. Es que acaso no notas las ramitas de palo en tus patas... Necesitas poner un huevo enorme. El más grande que has puesto en tu vida.
El paso agigantado de la casa disminuyó considerablemente, pero no se paró del todo, pues la bruja perdió concentración de manera momentánea. Corría por las habitaciones buscando cualquier cosa que pudiese atarse y sirviese de cuerda amplia. Recorría todas las salas agarrando cualquier cosa que pudiese atarse: Mantas, ropas, sábanas y moviéndolas hacia ella con telequinesis.
Se desconcentró, como he dicho, por la sencilla razón de que tuvo que recordar cómo enlazar las mantas con nudos fuertes. No solía recordar momentos de su pasado capturada en la guardia real, pero a pesar de haberle causado todas y cada una de sus pesadillas, aquellos hombres la habían enseñado como manejar un arma.Y como hacer nudos fuertes, al fin y al cabo no había campamento sin nudos que resistiesen la tormenta, o el tensar de los arcos sobre una flecha.
¡Oh Luna, mi dulce, dulce Luna!. Concéntrate en nuestro preciado pollo. Quizás sea la primera vez que ponga un huevo, y déjame a mi los recuerdos molestos que nos hicieron casi tan fuertes como somos hoy, Luna, mi dulce Luna.
Y aquello hizo Gaia.
Como si su mente se hubiese dividido por un momento, por un lado Luna amarraba las mantas y todo lo que pudo encontrar en la casa a modo de cuerda. Por otro, Gaia se concentraba en la tarea de hacerle creer a aquellas patas de pollo que estaba en su nido, y que necesitaba poner un huevo enorme. El más grande y primero de su vida.
-¿Es que no lo notas? No vas a poder contenerlo mucho más... Casi necesita escapar... deberías...- Y la casa se paró de manera repentina.
Gaia no perdió el tiempo y corrió como condenada por las escaleras cargando el sin fin de mantas y cuerda que había encontrado, hasta alcanzar al maestro Rutherford en el piso inferior que estaba destruido y por el que se veían las enormes patas del pollo, ahora paradas en un lugar cerca del precipicio.
-Muy bien, eso es... Este... justo... es el lugar perfecto. ¡Oh.. te vas a sentir tan bien cuando te deshagas de este enorme huevo... ! Pero despacio, amiguita. No queremos romperlo, ¿verdad?
Gaia aprovechó para atara las cuerdas a dos bandas, por un lado sujetas a un pilar enorme de la choza de la bruja y reforzada por cualquier otro objeto que encontró a su paso para hacer que no se soltase, y por el otro, al otro extremo, alrededor de la cintura y entre las piernas del maestro Rutherford.
El brujo la miró con cara de pocos amigos y de haber podido verla, habría visto a una Gaia con el gesto perdido en su propia locura, inundada de Luna, y con la concentración que le requería mantener al pollo a raya.
-Casi es el momento amiga....- le dijo a la que en la mente de Gaia era una hembra, de ahí la necesidad de poner huevos-¡¡No lo rompas, no lo rompas!! - Y de manera instintiva, las patas se doblaron agachándose hasta el suelo, tan solo dejando un espacio de unos dos metros entre el suelo y ellos mismos.
Gaia no avisó al maestro de la inminente caída libre a la que iba ser sometido. Pensó que aquello sería menos estresante que saber que iba a ser lanzado al vacío con ta solo unas cuerda improvisada para sujetarlo. Cuando lo hizo, sin embargo se arrepintió un poco, pues si aquello no hubiese funcionado, el pobre hombre moriría sin saber qué exactamente fue lo que le pasó.
La ignorancia es la felicidad, Luna mi dulce Luna.
Gaia agarró la cuerda hasta que pensó que el maestro estaba lo más cerca al suelo posible, pero sin llegar a tocar suelo firme aún.
-Vamos, bonita- le dijo a las patas de aquel pollo- Ahora un último esfuerzo y estas ganas tuyas tan inmensas quedarán saciadas, y podrás volver a correr y a moverte con facilidad.
No lo pensó mucho.
Se lanzó ella misma al vacío sujetando la cuerda por la que bajó aprisa y por la que veía al maestro colgando de un extremo, moviéndose levemente con el vaivén de la tensión de las patas de pollo intentando poner un huevo imaginario.
Sabía que aquella cuerda no iba a aguantar el peso de ambos durante mucho tiempo, así que Gaia bajó lo más rápido que pudo por ella, notando como los nudos cedían bajo sus manos.
-¡¡Casi lo tienes!!.. Pero... se rompe- Le decía la bruja a las patas del pollo, que se agacharon más aún para depositar semejante delicada carga.
Pudo ver como los pies del maestro tocaban el suelo, y entonces el nudo al que se había estado asiendo ella misma se rompió, y se precipitó a unos dos metros hasta el suelo.
El dolor en su brazo izquierdo la hizo sentir viva. Se levantó lo más rápido que pudo y notó como su hombro estaba desencajado y todo su brazo se movía liviano, como si apenas fuese parte de su cuerpo. Necesitaba saber que el maestro estaba bien.
El hombre tan solo había sufrido los efectos del peso de las cuerdas y mantas sobre él, que lo había hecho tambalearse y caer sobre sus rodillas.
-Debemos correr- dijo Gaia cuando comprobó que el hombre estaba todo lo bien que podía estar y lo desataba de aquellas mantas- Debemos avisar al otro chico de que esto es una trampa y que... lo más sensato es que salgamos de aquí antes de que nos maten a todos...- Corría como alma que llevaba el diablo. Había cargado al hombre menudo en el hombro que no tenía roto y tiraba de él para hacer que se moviese más rápido, como un accesorio que daba traspiés de cuando en cuando.
Tras ellos, la casa se había librado de la ilusión del inminente huevo a la que Gaia había sometido a las piernas y corría hacia el precipicio y con ello al mar.
La bruja se quedó mirándola un rato como sin creerse aún que hasta hacía unos minutos estaba colgando de aquella casa antes de llegar al lugar donde la casa había reposado.
La entrada al túmulo la recibió casi sin aliento. El hombre a su lado no tenía buen aspecto y Gaia dudaba que pudiese aguantar otra carrera como aquella. Tenía miedo de haber acabado con la energía de aquel profesor y temía aún más que debido a aquello no la aceptasen en el Hekshold.
Se sosegó como pudo.
Luna, Oh Luna.. después de esto debemos asegurarnos de que jamas, nunca jamás, comemos pollo.
El olor a cerrado y putrefacción del sótano escaleras abajo inundó la nariz de la chica. No estaba segura si quería saber qué era lo siguiente.
-¿Hola? ¿Kendo?- dijo, levemente, ayudando al maestro tras ella a bajar las escaleras.
Gaia
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
Hizo un gesto de rechazo con la mano a la vez que clavaba su mirada al chico que emergía del túmulo. Por su aspecto, parecía que había salido de una madriguera de conejos. O, quizás de draugrs. La entrada al túmulo estaba mal escondida, el chico podría haberla encontrado por mera casualidad. Allí vería a los draugrs y debiera pensar que, al enfrentarse contra ellos, cumpliría con la supuesta prueba que le daría su acceso al Hekshold. Lo que pasaría realmente es que los draugrs acabarían por matarlo y su cadáver pasaría a formar parte del ejército de muertos que Yagaba planeaba ofrecer a Randall Flagg. Más bien, tendría que haber pasado.
—¿Esa es forma de dirigirse a una maestra? Me pregunto si a Rutherford le hablarías igual. No, dudo que lo fueras a hacer. A Rutherford le guardas respeto. ¿También admiración? — reía exageradamente, parecía estar a punto de superar el límite natural de sus labios —. Vas a necesitar un bote para encontrar el cadáver del maestro que admiras — señaló en dirección al acantilado.
Dio a entender que la casa se había tirado por el precipicio, con el maestro y la chica en su interior. Las oportunidades de sobrevivir a la caída eran ínfimas para una persona joven, aún más para un anciano decrépito. Un maestro del Hekshold… podría haber salido ileso. Kendovlah se aferraría a esa esperanza. El chico no era ningún estúpido. Sabía que la bruja Yagaba intentaba a asustarlo y para eso hacía gala de todos los recursos que poseía, los cuales excluía decir la verdad. La verdad era demasiado ridícula. Nadie creería que la casa estaba de cuclillas, detrás de unos árboles, haciendo fuerza para incubar un huevo.
Yagaba levantó sus brazos y los dirigió hacia Kendo. Unas líneas de magia de color verde ondulaban entre los dedos de la bruja como si fueran diminutas serpientes. Acumuló la suficiente energía para que fuera letal y la dirigió contra el joven brujo. El disparo alcanzó a un árbol en su lugar, convirtiéndolo en cenizas. Yagaba había jurado que Kendo se encontraba en ese lugar. Se limpió los ojos con los nudillos como lo haría un niño pequeño.
—¿Dónde te escondes? — gritó al lugar donde creyó que estaría la entrada del túmulo —¿Te has vuelto a meter en ese agujero de draugrs? No, estás aquí fuera. Puedo olerte. No conseguirás esconderte de mí — desde lejos, no podía distinguir a un joven brujo de un árbol —. Te atraparé y, cuando lo hago, rezarás por haber muerto a manos de los draugrs.
—Mira sus ojos, están enfermos — era Kira hablando en voz baja con Kendo — He visto ese color en los ojos del maestro Rutherford.
Gaia y el maestro Rutherford llegaron a tiempo para observar como los ojos de Yagaba adquirían la tonalidad grisácea, cadavérica, de los ojos del maestro. La bruja Yagaba absorbió algo más que la magia del maestro con el libro, también parte de su enfermedad. Era terriblemente poderosa, pero también vulnerable. El maestro, apoyado en el brazo de Gaia, levantó el brazo derecho y, con un dedo tan delgado como un hueso, señaló el agujero de los draugrs.
—Magia negra — la voz del maestro era débil —…. puedo notarla — el brazo del maestro viró lentamente, como si estuviera siendo movido por el viento, hacia la Yagaba —. Magia negra.
—¡Deberías haber muerto! — Yagaba alcanzó a escuchar al maestro Rutherford, no a verle — ¡Los cuatro deberíais haber muerto! Esto lo soluciono yo, sí. Os mataré y, cuando lo haya hecho, Él me dará unos ojos nuevos como recompensa. Quizás los tuyos — se refería a los de Kendovlah —. O los tuyos — los ojos de gaia.
* Ambos: ¡Último turno señores! Es un turno de pura acción. Deberéis atacar entre los dos a la bruja Yagaba. Poneos al día con las últimas novedades y terminad con esto.
Os aconsejo que os pongáis de acuerdo por mp de la manera de dirigir el ataque. Es decir, si el primero que conteste deja muy herida a Yagaba, no tendría gracia ya que el segundo apenas disfrutaría de la acción del tema. Como consejo, creo que es mejor que diseñes un plan de ataque entre los dos y luego, poneos a escribir en el tema.
Para este turno me da igual el orden de posteo: primero Gaia o primero Kendo, me tiene sin cuidado. Como mejor os organicéis vosotros. Tenéis mucha libertad para hacer un perfecto ataque.
—¿Esa es forma de dirigirse a una maestra? Me pregunto si a Rutherford le hablarías igual. No, dudo que lo fueras a hacer. A Rutherford le guardas respeto. ¿También admiración? — reía exageradamente, parecía estar a punto de superar el límite natural de sus labios —. Vas a necesitar un bote para encontrar el cadáver del maestro que admiras — señaló en dirección al acantilado.
Dio a entender que la casa se había tirado por el precipicio, con el maestro y la chica en su interior. Las oportunidades de sobrevivir a la caída eran ínfimas para una persona joven, aún más para un anciano decrépito. Un maestro del Hekshold… podría haber salido ileso. Kendovlah se aferraría a esa esperanza. El chico no era ningún estúpido. Sabía que la bruja Yagaba intentaba a asustarlo y para eso hacía gala de todos los recursos que poseía, los cuales excluía decir la verdad. La verdad era demasiado ridícula. Nadie creería que la casa estaba de cuclillas, detrás de unos árboles, haciendo fuerza para incubar un huevo.
Yagaba levantó sus brazos y los dirigió hacia Kendo. Unas líneas de magia de color verde ondulaban entre los dedos de la bruja como si fueran diminutas serpientes. Acumuló la suficiente energía para que fuera letal y la dirigió contra el joven brujo. El disparo alcanzó a un árbol en su lugar, convirtiéndolo en cenizas. Yagaba había jurado que Kendo se encontraba en ese lugar. Se limpió los ojos con los nudillos como lo haría un niño pequeño.
—¿Dónde te escondes? — gritó al lugar donde creyó que estaría la entrada del túmulo —¿Te has vuelto a meter en ese agujero de draugrs? No, estás aquí fuera. Puedo olerte. No conseguirás esconderte de mí — desde lejos, no podía distinguir a un joven brujo de un árbol —. Te atraparé y, cuando lo hago, rezarás por haber muerto a manos de los draugrs.
—Mira sus ojos, están enfermos — era Kira hablando en voz baja con Kendo — He visto ese color en los ojos del maestro Rutherford.
Gaia y el maestro Rutherford llegaron a tiempo para observar como los ojos de Yagaba adquirían la tonalidad grisácea, cadavérica, de los ojos del maestro. La bruja Yagaba absorbió algo más que la magia del maestro con el libro, también parte de su enfermedad. Era terriblemente poderosa, pero también vulnerable. El maestro, apoyado en el brazo de Gaia, levantó el brazo derecho y, con un dedo tan delgado como un hueso, señaló el agujero de los draugrs.
—Magia negra — la voz del maestro era débil —…. puedo notarla — el brazo del maestro viró lentamente, como si estuviera siendo movido por el viento, hacia la Yagaba —. Magia negra.
—¡Deberías haber muerto! — Yagaba alcanzó a escuchar al maestro Rutherford, no a verle — ¡Los cuatro deberíais haber muerto! Esto lo soluciono yo, sí. Os mataré y, cuando lo haya hecho, Él me dará unos ojos nuevos como recompensa. Quizás los tuyos — se refería a los de Kendovlah —. O los tuyos — los ojos de gaia.
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* Ambos: ¡Último turno señores! Es un turno de pura acción. Deberéis atacar entre los dos a la bruja Yagaba. Poneos al día con las últimas novedades y terminad con esto.
Os aconsejo que os pongáis de acuerdo por mp de la manera de dirigir el ataque. Es decir, si el primero que conteste deja muy herida a Yagaba, no tendría gracia ya que el segundo apenas disfrutaría de la acción del tema. Como consejo, creo que es mejor que diseñes un plan de ataque entre los dos y luego, poneos a escribir en el tema.
Para este turno me da igual el orden de posteo: primero Gaia o primero Kendo, me tiene sin cuidado. Como mejor os organicéis vosotros. Tenéis mucha libertad para hacer un perfecto ataque.
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
La respuesta de la bruja Yagaba no tardó en dejarse escuchar, aunque no era precisamente lo que quería oír. Nota algo de celos por el trato, pero esto poco le importaba. El brujo seguía siendo inocente en algunas cosas y los sentimientos de las personas era algo que muchas veces pasaba por alto o bien algo complicado de entender. El combate en cambio era algo que le gustaba entender y fácil de aprender.
Desde que abandonó la casa de sus padres Kendovlah ya había salido de varias en las que pudo haber perdido la vida. Entre aventuras dedicó tiempo de estudio sobre estrategias y tipos de combate, también se aseguró de estar listo o al menos tener el conocimiento antes de enfrentar su entrada en la academia. Sabía que la dirección señalada de la bruja podía ser una distracción para aprovechar el momento.
La sangre le hervía. Aquello confirmaba sus temores crecientes desde que encontraron el cadáver del Omenus en el túmulo. -No voy a caer en más de tus trampas, bruja-. Respondió claramente molesto. -¡He sobrevivido a cosas peores que un puñado de drougrs y una bruja desquiciada!-. Añadió viendo como la bruja comenzaba a conjurar su magia. El resultado habría sido interesante y digno de estudio de no ser porque en un principio iba dirigido hacía él o eso creía. ¿Acaso planeaba asustarlo quemando un árbol? El túnica naranja había quemado varios ya incluyendo un barco entero con su magia y algo de ayuda.
Las dudas comenzaron a crecer en el brujo. ¿Si no se había movido de su lugar cómo era posible que no pudiese verlo?. La respuesta fortuita de Kira lo dejo pensativo unos segundos. -¿El maestro esta ciego y ahora Yagaba?-. No entendía bien que estaba ocurriendo, pero aquello era un golpe de suerte que planeaba no desaprovechar.
Otra voz conocida llegando a escena le dio algo de alivio. La compañera que no se había presentado junto al maestro algo más anciano... ¿Qué les había ocurrido? Kendovlah se sacudió la cabeza y sonrió levemente. -Que alivio verlos en una pieza-. Dijo deteniendo el avance del maestro y con cuidado dejándolo al cuidado de Kira que parecía en mejores condiciones de los cuatro. -Maestro Rutherford, Yagaba al parecer ha quedado ciega. ¿Cómo es posible? Falló un ataque de lo más simple. Encontramos un túmulo bajo la casa con Kira, habían algunos drougrs y Omenus aún vivo, creo-. Dijo en un intento de resumen que esperaba el maestro comprendiese mejor lo que ocurría.
-Contrajo mi ceguera... Omenus es...-. La voz del maestro se debilitó cada vez más, pero su respuesta fue suficiente para entender como atacar. -Descanse, nosotros nos encargamos de Yagaba-. Respondió volviendo a la bruja mencionada, no terminaba de entender pero sabía que la bruja iba a seguir con sus ataques. Sus palabras no era necesarias, tan solo confirmaban la teoría del túnica naranja.
-Arruinaste la entrada de mi compañera y la mía a Hekshold, malheriste al maestro Rutherford y ahora intentas matarnos... No te lo perdonaré... ¡Yagaba!-. Los ojos cerrados del brujo mientras hablaba terminaron de abrirse de golpe. Tanto la voz como su mirada dejaban ver la furia del brujo que empuño con aún más fuerza su espada. El instinto asesino del brujo en desarrollo ahora estaba a flor de piel y corría por sus venas.
Vio como la bruja comenzaba a conjurar su magia por segunda vez. Tomo una piedra del porte de su mano y la arrojó contra un árbol cercano confiando en que el sonido sirviera como distracción y desviará el ataque. Comenzó a correr entonces. -¡Aquí estoy!-. Gritó con fuerza. El brazo que sujetaba la espada tomo impulso hacía atrás en plena carrera y arrojó la espada con fuerza. Esta voló directa contra Yagaba quien podría defenderse, era la idea. Una distracción.
Resultó a medias. La espada del brujo voló en otra dirección cuando sintió un proyectil pasar por su lado haciendo que detuviese de golpe su carrera. No tuvo tiempo para confirmar que había ocurrido pero la bruja contra su voluntad maldecía mientras bailaba en pleno combate. ¡Era la oportunidad que necesitaba!
El fuego comenzó a aparecer de la palma de su mano y continuo la carrera mientras la bruja aún se veía obligada a bailar. No sabía que tanto duraría el efecto del ataque desconocido pero redujo la distancia para incrementar la efectividad del propio. La palma de la mano se poso sobre el rostro de la bruja que pudo sentir el calor de las llamas con miedo mientras las cejas eran las primeras en quemarse por el calor. -¡Muere maldita!-.
Las llamas salieron disparadas y la distancia era la perfecta para que su habilidad de ascuas no se disparará en otra dirección que no fuese el rostro de la bruja. Faltaba rematarla pero se había quedado sin opciones. Primero no tenía su arma, no le quedaban pergaminos, había usado su habilidad y el cansancio hacía que los brazos del brujo se sostuvieran con peso muerto bajo sus hombros. La respiración también la sentía bastante pesada. -Qué no iba a ser fácil y aún las he visto peores-. Sonrió con ironía, el hecho de estar en píe ya era algo que le costaba. Debía dejar un poco los libros y hacer más ejercicio, eso estaba claro.
Off:
1- Kendovlah usa su habilidad nivel 0 de ascuas.
2- El post según lo acordado con Gaia se complementa en la cadena de acciones que hará ella. El resultado de uno de sus ataques se refleja en mi post.
Desde que abandonó la casa de sus padres Kendovlah ya había salido de varias en las que pudo haber perdido la vida. Entre aventuras dedicó tiempo de estudio sobre estrategias y tipos de combate, también se aseguró de estar listo o al menos tener el conocimiento antes de enfrentar su entrada en la academia. Sabía que la dirección señalada de la bruja podía ser una distracción para aprovechar el momento.
La sangre le hervía. Aquello confirmaba sus temores crecientes desde que encontraron el cadáver del Omenus en el túmulo. -No voy a caer en más de tus trampas, bruja-. Respondió claramente molesto. -¡He sobrevivido a cosas peores que un puñado de drougrs y una bruja desquiciada!-. Añadió viendo como la bruja comenzaba a conjurar su magia. El resultado habría sido interesante y digno de estudio de no ser porque en un principio iba dirigido hacía él o eso creía. ¿Acaso planeaba asustarlo quemando un árbol? El túnica naranja había quemado varios ya incluyendo un barco entero con su magia y algo de ayuda.
Las dudas comenzaron a crecer en el brujo. ¿Si no se había movido de su lugar cómo era posible que no pudiese verlo?. La respuesta fortuita de Kira lo dejo pensativo unos segundos. -¿El maestro esta ciego y ahora Yagaba?-. No entendía bien que estaba ocurriendo, pero aquello era un golpe de suerte que planeaba no desaprovechar.
Otra voz conocida llegando a escena le dio algo de alivio. La compañera que no se había presentado junto al maestro algo más anciano... ¿Qué les había ocurrido? Kendovlah se sacudió la cabeza y sonrió levemente. -Que alivio verlos en una pieza-. Dijo deteniendo el avance del maestro y con cuidado dejándolo al cuidado de Kira que parecía en mejores condiciones de los cuatro. -Maestro Rutherford, Yagaba al parecer ha quedado ciega. ¿Cómo es posible? Falló un ataque de lo más simple. Encontramos un túmulo bajo la casa con Kira, habían algunos drougrs y Omenus aún vivo, creo-. Dijo en un intento de resumen que esperaba el maestro comprendiese mejor lo que ocurría.
-Contrajo mi ceguera... Omenus es...-. La voz del maestro se debilitó cada vez más, pero su respuesta fue suficiente para entender como atacar. -Descanse, nosotros nos encargamos de Yagaba-. Respondió volviendo a la bruja mencionada, no terminaba de entender pero sabía que la bruja iba a seguir con sus ataques. Sus palabras no era necesarias, tan solo confirmaban la teoría del túnica naranja.
-Arruinaste la entrada de mi compañera y la mía a Hekshold, malheriste al maestro Rutherford y ahora intentas matarnos... No te lo perdonaré... ¡Yagaba!-. Los ojos cerrados del brujo mientras hablaba terminaron de abrirse de golpe. Tanto la voz como su mirada dejaban ver la furia del brujo que empuño con aún más fuerza su espada. El instinto asesino del brujo en desarrollo ahora estaba a flor de piel y corría por sus venas.
Vio como la bruja comenzaba a conjurar su magia por segunda vez. Tomo una piedra del porte de su mano y la arrojó contra un árbol cercano confiando en que el sonido sirviera como distracción y desviará el ataque. Comenzó a correr entonces. -¡Aquí estoy!-. Gritó con fuerza. El brazo que sujetaba la espada tomo impulso hacía atrás en plena carrera y arrojó la espada con fuerza. Esta voló directa contra Yagaba quien podría defenderse, era la idea. Una distracción.
Resultó a medias. La espada del brujo voló en otra dirección cuando sintió un proyectil pasar por su lado haciendo que detuviese de golpe su carrera. No tuvo tiempo para confirmar que había ocurrido pero la bruja contra su voluntad maldecía mientras bailaba en pleno combate. ¡Era la oportunidad que necesitaba!
El fuego comenzó a aparecer de la palma de su mano y continuo la carrera mientras la bruja aún se veía obligada a bailar. No sabía que tanto duraría el efecto del ataque desconocido pero redujo la distancia para incrementar la efectividad del propio. La palma de la mano se poso sobre el rostro de la bruja que pudo sentir el calor de las llamas con miedo mientras las cejas eran las primeras en quemarse por el calor. -¡Muere maldita!-.
Las llamas salieron disparadas y la distancia era la perfecta para que su habilidad de ascuas no se disparará en otra dirección que no fuese el rostro de la bruja. Faltaba rematarla pero se había quedado sin opciones. Primero no tenía su arma, no le quedaban pergaminos, había usado su habilidad y el cansancio hacía que los brazos del brujo se sostuvieran con peso muerto bajo sus hombros. La respiración también la sentía bastante pesada. -Qué no iba a ser fácil y aún las he visto peores-. Sonrió con ironía, el hecho de estar en píe ya era algo que le costaba. Debía dejar un poco los libros y hacer más ejercicio, eso estaba claro.
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Off:
1- Kendovlah usa su habilidad nivel 0 de ascuas.
2- El post según lo acordado con Gaia se complementa en la cadena de acciones que hará ella. El resultado de uno de sus ataques se refleja en mi post.
Kendovlah
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
Por fin habían encontrado a Kendo y a su compañera. El chico parecía menos dolorido que Gaia así que la bruja pensó que quizás tan solo ella había tomado lo peor de aquella aventura mientras se llevaba la mano a su hombro, dolorido.
El mago les dedicó unas palabras de alivio. La propia Gaia tuvo que pelear mano a mano con Luna para contestarle en el mismo tono afable. Luna estaba enfadada por nuestro dolor e irascible ante cualquier mención a ello.
-Me alegra veros bien, de igual manera. ¿Conseguiste encontrar lo que os ha pedido? Es una trampa, Kendo...- dijo la chica-.Busqué por todos lados y no había calavera ni corazón en la planta alta de la casa-pollo de la bruja. Creo que...-
Gaia paró en seco al escuchar las noticias de Kendo sobre el estado ciego de la bruja y por supuesto las aclaraciones del maestro, que parecía desfallecer tras cada palabra.No creyó necesarias más explicaciones de lo que ella pensaba de aquella malvada bruja, pues tuvo la certeza de la suerte de Kendo no había sido mejor. Kira tenía el gesto preocupado a medida que este hablaba y en el gesto de Kendo Gaia podía ver como se acumulaba la furia a medida que la bruja pronunciaba palabras sobre como iba a sacarles los ojos.
Luna o mi dulce Luna. La torpeza de esa bruja me hace cuestionarme si todos los miembros del Hekshold son así... y si lo son... ¿Nos interesa unirnos a tal campaña? Me refiero... Somos cuatro mentes contra una y un ejercito de no muertos... Cosas peores hemos vivido. Luna.. mi dulce e ingenua Luna.
Gaia apartó a Luna de su cabeza por unos instantes, aprovechando la justa y exacta distracción que Kendo acababa de regalarle lanzandose con su espada hacia la bruja. Si bien aquella mujer podía sin problema evitar alguna herida por ella, Gaia contaba con ello y ya tenía en sus manos una de las pociones de mano que había adquirido no hacía mucho.
La puntería de la bruja no estaba en su mejor momento, sin embargo, pero tenía suerte de que aquel objeto tan solo tenía que caer en los pies de la bruja para romperse como una granada de mano. Eso justo hizo y el humo amarillento envolvió a la bruja quien aún evitaba la estocada de Kendo y quedó sumida en este.
La mujer, sin posibilidad de hacer dos cosas a la vez, acabó bailando sin ton ni son imposibilitando cualquier movimiento controlado. Kendo supo exactamente que esa era su manera de darle control sobre la situación. Y eso mismo hizo el chico, invocando unas llamaradas de fuego directamente a la cara de la bruja que seguía bailando sin parar.
Gaia no titubeó. Con la mano que no tenía herida y después de asegurarse que Kira cuidaba del maestro, estocó con su espada con el objetivo de acabar finalmente con esa mujer.
Oh Luna... mi dulce Luna... por fin el gran finale. El acto cúlmen. Vuestras dos calaveras unidad para dar final al corazón podrido y casi tan negro como el de su difunto marido. Ya casi saboreo la sangre en nuestra hoja... el latir en pausa de la bruja. Su poder... en nuestras humildes manos. Luna.. mi dulce y valiente Luna.
Gaia sintió la resistencia del cuerpo de la bruja contra la hoja afilada de su espada. El calor de las llamas de Kendo cerca de ella pero sin llegar a dañarla. Esperó por el gesto de fin y sorpresa que vaticinaría el suspiro de dolor de la mujer al verse impactada por ambos a la vez.
off:
Mi post complementa y se intercala a las acciones de Kendo.
Uso una de las pociones de baile (subrayado) [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
El mago les dedicó unas palabras de alivio. La propia Gaia tuvo que pelear mano a mano con Luna para contestarle en el mismo tono afable. Luna estaba enfadada por nuestro dolor e irascible ante cualquier mención a ello.
-Me alegra veros bien, de igual manera. ¿Conseguiste encontrar lo que os ha pedido? Es una trampa, Kendo...- dijo la chica-.Busqué por todos lados y no había calavera ni corazón en la planta alta de la casa-pollo de la bruja. Creo que...-
Gaia paró en seco al escuchar las noticias de Kendo sobre el estado ciego de la bruja y por supuesto las aclaraciones del maestro, que parecía desfallecer tras cada palabra.No creyó necesarias más explicaciones de lo que ella pensaba de aquella malvada bruja, pues tuvo la certeza de la suerte de Kendo no había sido mejor. Kira tenía el gesto preocupado a medida que este hablaba y en el gesto de Kendo Gaia podía ver como se acumulaba la furia a medida que la bruja pronunciaba palabras sobre como iba a sacarles los ojos.
Luna o mi dulce Luna. La torpeza de esa bruja me hace cuestionarme si todos los miembros del Hekshold son así... y si lo son... ¿Nos interesa unirnos a tal campaña? Me refiero... Somos cuatro mentes contra una y un ejercito de no muertos... Cosas peores hemos vivido. Luna.. mi dulce e ingenua Luna.
Gaia apartó a Luna de su cabeza por unos instantes, aprovechando la justa y exacta distracción que Kendo acababa de regalarle lanzandose con su espada hacia la bruja. Si bien aquella mujer podía sin problema evitar alguna herida por ella, Gaia contaba con ello y ya tenía en sus manos una de las pociones de mano que había adquirido no hacía mucho.
La puntería de la bruja no estaba en su mejor momento, sin embargo, pero tenía suerte de que aquel objeto tan solo tenía que caer en los pies de la bruja para romperse como una granada de mano. Eso justo hizo y el humo amarillento envolvió a la bruja quien aún evitaba la estocada de Kendo y quedó sumida en este.
La mujer, sin posibilidad de hacer dos cosas a la vez, acabó bailando sin ton ni son imposibilitando cualquier movimiento controlado. Kendo supo exactamente que esa era su manera de darle control sobre la situación. Y eso mismo hizo el chico, invocando unas llamaradas de fuego directamente a la cara de la bruja que seguía bailando sin parar.
Gaia no titubeó. Con la mano que no tenía herida y después de asegurarse que Kira cuidaba del maestro, estocó con su espada con el objetivo de acabar finalmente con esa mujer.
Oh Luna... mi dulce Luna... por fin el gran finale. El acto cúlmen. Vuestras dos calaveras unidad para dar final al corazón podrido y casi tan negro como el de su difunto marido. Ya casi saboreo la sangre en nuestra hoja... el latir en pausa de la bruja. Su poder... en nuestras humildes manos. Luna.. mi dulce y valiente Luna.
Gaia sintió la resistencia del cuerpo de la bruja contra la hoja afilada de su espada. El calor de las llamas de Kendo cerca de ella pero sin llegar a dañarla. Esperó por el gesto de fin y sorpresa que vaticinaría el suspiro de dolor de la mujer al verse impactada por ambos a la vez.
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Gaia
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Re: Calavera y Corazón [Cátedra, Kendovlah y Gaia]
Terminada la batalla, Ernest Rutherford se dejó caer encima del hombro de Kira con una auténtica mueca de cansancio; no la conocida y fingida mueca que solía ejecutar con tal de aparentar ser más débil de lo que era. Hasta entonces, se había esforzado por mantenerse erguido, en la medida de lo que le era posible. Le temblaban las piernas, tenían en la misma estabilidad que un castillo de naipes en una noche de vigorosa tormenta. Aun así, quiso prestar atención a los hechizos de los chicos. Se sentía culpable de no poder ayudarles y de haber caído en una trampa tan predecible como lo era aquel libro abierto que le absorbió el éter. Al mismo tiempo, celebraba, egoístamente, haber tocado el maldito libro. Si lo hubiera hecho Gaia, en su lugar, estaría muerta y Yagaba estaría en sus plenas facultades físicas. La bruja Yagaba absorbió algo más que una fracción del éter de Rutherford; también la debilidad de la avanzada edad y la ceguera que le produjo el glaucoma. Esto dio a los chicos una situación ventajosa, la cual se favorecía de la torpeza y la pérdida de la visión de la bruja Yagaba. Durante toda la confrontación, Rutherford estuvo moviendo la mano derecha, lentamente, siguiendo la posición de los chicos en un afán por alentarles. No los veía, pero pudo saber dónde estaban por el sonido que hacían sus zapatos.
—Llévame donde ellos — pidió el maestro a Kira. Su voz herida pareció emerger del estómago, en vez de la garganta.
Kira hija de cuatro, rodeó el brazo del maestro con el propio y lo llevó a dónde estaban Kendolah y Gaia. La bruja Yagaba yacía a dos palmos de distancia. Los chicos la observan dubitativos, como si estuvieran esperando a que la bruja se levantase como un draugr y les volviera a atacar.
—Mis sensores indican que sigue vivan; duerme. Los brujos del Hekshold son engranajes duros de roer — anunció Kira con voz neutral —. La llevaremos a La Academia, donde se le someterá a juicio por sus actos. Saldrá culpable, las pruebas son abundantes. El maestro Hartem se propondrá voluntario para interrogar a Yagaba. Será un eufemismo, querrá decir: torturar. Hartem pasará tres días en las mazmorras del Hekshold con Yagaba. Al cuarto, subirá las escaleras con un montón de papiros repletos de información importante y un cadáver en los brazos. Eso es lo que pasará.
Era Kira quien hablaba, pero Rutherford quién la guiaba. Con imperceptibles toquecitos al hombro de la cibernética con las yemas de los dedos, mandó a Kira a hablar.
Yagaba abrió los ojos, eran dos lunas de sangre. Ambos agujeros en el vientre, provocados por las espadas de Kendovlah y Gaia, se estaban regenerando. Hilos de carne cerraban las brechas como si las estuvieran remendando con un parche. Los cuatro: el maestro, Kira y los dos aspirantes a estudiantes del Hekshold, supieron que se trataba de la magia de El Hombre Muerto.
La bruja Yagaba se impulsó hacia Kendovlah en son de venganza, de alguna manera pudo saber, sin ver, dónde se encontraba el chico. El maestro Rutherford se adelantó. Puso su mano derecha en el torso, parcheado, de la bruja. Yagaba se detuvo en seco. El éter robado fluyó del cuerpo de Yagaba al de Rutherford. La bruja envejeció veinte años de un soplido. Torpemente, caminó hacia atrás. Trastabillaba como si siguiera bailando la danza que Gaia le obligó a ejecutar. La mala suerte hizo que la mujer cayera por agujero que llevaba al túmulo. El sonido de un cuerpo pesado rebotando por los escalones se alargó durante dos minutos. Si bien la bruja no murió por la caída (los brujos del Hekshold son engranajes duros de roer), lo hizo por los draugrs que esperaban bajo. Omenus, el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], era el líder de los guerreros caídos.
Un recuperado maestro Rutherford empleó la magia telequinética para tapiar el agujero de dragurs con un montículo de rocas. Una semana después, el lugar dónde había estado la cabaña de Yagaba habría un asentamiento de brujos del Hekshold estudiando la magia del lugar y limpiándola de la corrupta mano de El Hombre Muerto.
* General: ¡Bienvenidas al Hekshold! Aunque la trama está centrada en la casa Myrddin, podéis elegir vuestra casa favorita. Comentádmela por mp y la añadiré a la lista ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]).
Os recuerdo brevemente las ventajas de ser miembro del Hekshold:
Poder participar en temas exclusivos en relación al Hekshold.
Poder abrir temas interpretativos en la zona: Academia Hekshold.
Ser partícipe de la trama del Hekshold
Poder utilizar a los personajes jugables del Hekshold en vuestros temas interpretativos.
* Kendohlav:
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15 ptos totales de experiencia
Algunos fallos de ortografía menores que creo que se deben al corrector de Word. Destacan: “Yogaba” en lugar de “Yagaba” y “drougr” en vez de “draugr”. Son fallos menores que debo mencionar, pero no tomar en cuenta para la puntuación.
Obsequio: Habilidad adicional:
Centinela
(Activable) el brujo invoca una calavera envuelta en fuego que levita a su alrededor. Es capaz de controlarla a voluntad para que ilumine las zonas más oscuras. Es posible dirigir la calavera, a modo de explosivo, en contra de un enemigo.
Duración: 2 turnos
Enfriamiento: 5 turnos
* Gaia:
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +3 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 14 ptos totales de experiencia
Tú ortografía ha mejorado mucho desde la última vez que nos vimos, estoy muy contenta. Todavía vemos alguna metedura de pata a la hora de utilizar palabras que no caben en esa posición. Confieso que a mí también me pasa mucho. Este es un ejemplo muy claro de lo que quiero decir:
“(…) en su mejor momento, sin embargo, pero tenía suerte (…)”
Suena mal. Habría que elegir utilizar “sin embargo” o “pero”, los dos a la vez no.
Obsequio: Habilidad adicional:
Puerta al más allá
(Activable) crea la ilusión de una puerta frente a un aliado afectado por la ilusión de un rival. Cuando el aliado, por medio de la ilusión, pasa a través de la puerta, cura los efectos causados por la ilusión rival, devolviéndolo a la realidad.
Enfriamiento: 5 turnos
Ambos tenéis la ficha de habilidades abiertas para añadir la nueva adquirida. Avisadme cuando lo hayáis hecho para volver a cerrar las fichas.
* General: Me gustaría que me dijerais vuestra opinión respecto al tema: cosas que os ha gustado más y lo que no os ha gustado. Todo es mejorable, desde mi punto de vista. Es hora de escuchar vuestra opinión.
Antes ya os he señalado algunos errores menores, pero no os he dicho las cosas positivas del tema. ¡Ha sido fabuloso! Vuestra capacidad de inventaba es estupenda. Me reí muchísimo cuando Gaia hizo que la casa-pollo pusiera un huevo y sentí la angustia de Kendo cuando deambulamos por las profundidades del túmulo. Esta inventiva aumento de manera potencial en la batalla final. No es la primera vez que aconsejo que ambos participantes se tomen un tiempo para hablar en privado y planifiquen en un ataque en conjunto, pero sí que es de las pocas veces que funciona tan bien. Por separado sois muy buenos y juntos todavía mejor. Eso me ha gustado mucho.
He echado un poco de menos que os relacionaseis más con los npcs, pero tampoco es algo que sea estrictamente necesario y entiendo que una charla con un npc puede ralentizar la acción en el tema.
También me gustaría preguntaros acerca de la referencia a Yaga Baba. ¿Os ha gustado? ¿La habías sabido desde el principio? ¿Conocías la leyenda original de la bruja? ¿Os esperabais que la casa de Yagaba tuviera piernas de pollo como la casa de Yaga Baba?
Por último, esto es algo que ya comenté tiempo atrás, pero quisiera recordar, me gustaría que seáis vosotros quienes hiciesen la descripción de los draugrs para el bestiario de Aerandir. No quiero obligarlos a que lo hagáis, que no se malinterprete. Es una propuesta [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Mi intención es descubriros el bestiario y el herbolario del foro con la excusa de proponeros una nueva criatura. Quizás no conocíais estos apartados y puede que os guste. En este punto me gustaría que me dijerais si queréis hacer el aporte, quizás en conjunto o solo uno de vosotros, o si es que no os gusta describir criaturas en el bestiario (algo comprensible), siendo así, haría yo la criatura. Pero tenéis que decir por mp si vais a hacer o no a los dragurs para yo saberlo.
—Llévame donde ellos — pidió el maestro a Kira. Su voz herida pareció emerger del estómago, en vez de la garganta.
Kira hija de cuatro, rodeó el brazo del maestro con el propio y lo llevó a dónde estaban Kendolah y Gaia. La bruja Yagaba yacía a dos palmos de distancia. Los chicos la observan dubitativos, como si estuvieran esperando a que la bruja se levantase como un draugr y les volviera a atacar.
—Mis sensores indican que sigue vivan; duerme. Los brujos del Hekshold son engranajes duros de roer — anunció Kira con voz neutral —. La llevaremos a La Academia, donde se le someterá a juicio por sus actos. Saldrá culpable, las pruebas son abundantes. El maestro Hartem se propondrá voluntario para interrogar a Yagaba. Será un eufemismo, querrá decir: torturar. Hartem pasará tres días en las mazmorras del Hekshold con Yagaba. Al cuarto, subirá las escaleras con un montón de papiros repletos de información importante y un cadáver en los brazos. Eso es lo que pasará.
Era Kira quien hablaba, pero Rutherford quién la guiaba. Con imperceptibles toquecitos al hombro de la cibernética con las yemas de los dedos, mandó a Kira a hablar.
Yagaba abrió los ojos, eran dos lunas de sangre. Ambos agujeros en el vientre, provocados por las espadas de Kendovlah y Gaia, se estaban regenerando. Hilos de carne cerraban las brechas como si las estuvieran remendando con un parche. Los cuatro: el maestro, Kira y los dos aspirantes a estudiantes del Hekshold, supieron que se trataba de la magia de El Hombre Muerto.
La bruja Yagaba se impulsó hacia Kendovlah en son de venganza, de alguna manera pudo saber, sin ver, dónde se encontraba el chico. El maestro Rutherford se adelantó. Puso su mano derecha en el torso, parcheado, de la bruja. Yagaba se detuvo en seco. El éter robado fluyó del cuerpo de Yagaba al de Rutherford. La bruja envejeció veinte años de un soplido. Torpemente, caminó hacia atrás. Trastabillaba como si siguiera bailando la danza que Gaia le obligó a ejecutar. La mala suerte hizo que la mujer cayera por agujero que llevaba al túmulo. El sonido de un cuerpo pesado rebotando por los escalones se alargó durante dos minutos. Si bien la bruja no murió por la caída (los brujos del Hekshold son engranajes duros de roer), lo hizo por los draugrs que esperaban bajo. Omenus, el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], era el líder de los guerreros caídos.
Un recuperado maestro Rutherford empleó la magia telequinética para tapiar el agujero de dragurs con un montículo de rocas. Una semana después, el lugar dónde había estado la cabaña de Yagaba habría un asentamiento de brujos del Hekshold estudiando la magia del lugar y limpiándola de la corrupta mano de El Hombre Muerto.
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* General: ¡Bienvenidas al Hekshold! Aunque la trama está centrada en la casa Myrddin, podéis elegir vuestra casa favorita. Comentádmela por mp y la añadiré a la lista ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]).
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Poder utilizar a los personajes jugables del Hekshold en vuestros temas interpretativos.
* Kendohlav:
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15 ptos totales de experiencia
Algunos fallos de ortografía menores que creo que se deben al corrector de Word. Destacan: “Yogaba” en lugar de “Yagaba” y “drougr” en vez de “draugr”. Son fallos menores que debo mencionar, pero no tomar en cuenta para la puntuación.
Obsequio: Habilidad adicional:
Centinela
(Activable) el brujo invoca una calavera envuelta en fuego que levita a su alrededor. Es capaz de controlarla a voluntad para que ilumine las zonas más oscuras. Es posible dirigir la calavera, a modo de explosivo, en contra de un enemigo.
Duración: 2 turnos
Enfriamiento: 5 turnos
* Gaia:
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* +5 ptos de base
* +3 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 14 ptos totales de experiencia
Tú ortografía ha mejorado mucho desde la última vez que nos vimos, estoy muy contenta. Todavía vemos alguna metedura de pata a la hora de utilizar palabras que no caben en esa posición. Confieso que a mí también me pasa mucho. Este es un ejemplo muy claro de lo que quiero decir:
“(…) en su mejor momento, sin embargo, pero tenía suerte (…)”
Suena mal. Habría que elegir utilizar “sin embargo” o “pero”, los dos a la vez no.
Obsequio: Habilidad adicional:
Puerta al más allá
(Activable) crea la ilusión de una puerta frente a un aliado afectado por la ilusión de un rival. Cuando el aliado, por medio de la ilusión, pasa a través de la puerta, cura los efectos causados por la ilusión rival, devolviéndolo a la realidad.
Enfriamiento: 5 turnos
Ambos tenéis la ficha de habilidades abiertas para añadir la nueva adquirida. Avisadme cuando lo hayáis hecho para volver a cerrar las fichas.
* General: Me gustaría que me dijerais vuestra opinión respecto al tema: cosas que os ha gustado más y lo que no os ha gustado. Todo es mejorable, desde mi punto de vista. Es hora de escuchar vuestra opinión.
Antes ya os he señalado algunos errores menores, pero no os he dicho las cosas positivas del tema. ¡Ha sido fabuloso! Vuestra capacidad de inventaba es estupenda. Me reí muchísimo cuando Gaia hizo que la casa-pollo pusiera un huevo y sentí la angustia de Kendo cuando deambulamos por las profundidades del túmulo. Esta inventiva aumento de manera potencial en la batalla final. No es la primera vez que aconsejo que ambos participantes se tomen un tiempo para hablar en privado y planifiquen en un ataque en conjunto, pero sí que es de las pocas veces que funciona tan bien. Por separado sois muy buenos y juntos todavía mejor. Eso me ha gustado mucho.
He echado un poco de menos que os relacionaseis más con los npcs, pero tampoco es algo que sea estrictamente necesario y entiendo que una charla con un npc puede ralentizar la acción en el tema.
También me gustaría preguntaros acerca de la referencia a Yaga Baba. ¿Os ha gustado? ¿La habías sabido desde el principio? ¿Conocías la leyenda original de la bruja? ¿Os esperabais que la casa de Yagaba tuviera piernas de pollo como la casa de Yaga Baba?
Por último, esto es algo que ya comenté tiempo atrás, pero quisiera recordar, me gustaría que seáis vosotros quienes hiciesen la descripción de los draugrs para el bestiario de Aerandir. No quiero obligarlos a que lo hagáis, que no se malinterprete. Es una propuesta [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Mi intención es descubriros el bestiario y el herbolario del foro con la excusa de proponeros una nueva criatura. Quizás no conocíais estos apartados y puede que os guste. En este punto me gustaría que me dijerais si queréis hacer el aporte, quizás en conjunto o solo uno de vosotros, o si es que no os gusta describir criaturas en el bestiario (algo comprensible), siendo así, haría yo la criatura. Pero tenéis que decir por mp si vais a hacer o no a los dragurs para yo saberlo.
Sigel
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