Cueste lo que cueste [Solitario]
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Cueste lo que cueste [Solitario]
Había sido una jornada como otra cualquiera. La taberna del Filósofo Ebrio había abierto aquel día sus puertas, recibiendo como era habitual a todo aquel que gustase recibir comida, bebida o incluso alguna habitación en la que quedarse a pasar la noche.
El crepúsculo indicaba el final del día. Anochecía antes, y encima fuera estaba lloviendo. Pocas horas quedaban antes de que Rischer decidiese echar por completo el cierre a aquella jornada.
Alward estaba fuera, cumpliendo una tarea que la Guardia le había asignado. Ya no pasaba tanto tiempo allí como antes, se le echaba un poco en falta. Pero era lo que él quería, y por lo que había luchado. Sus amigos tan solo podían apoyarle.
Rischer estaba en su sitio habitual; tras la barra. Ivens le acompañaba del otro lado, tomándose un trago y acompañándole. Emmanuel y Moses se encontraban en sus respectivas habitaciones, en el piso superior. Eiko y Gertrude, por su parte, se encargaban de servir la comida a las demás mesas, y aunque esta primera no tuviese asignada dicha tarea, siempre le gustaba ayudar.
La luz escaseaba, ya era el momento de empezar a encender las lámparas y velas. Rischer le delegó dicha tarea al brujo; Ivens, ya que era a quien tenía más cerca, además de que aquella era por así decirlo "la hora punta". Muchos clientes venían a satisfacer sus necesidades, mayoritariamente en cuanto a alcohol se tratase, y el elfo no se podía permitir desatender la barra en ningún momento.
El brujo encendió una a una las lámparas y velas repartidas estratégicamente por la taberna para abastecer de luz el antro. Tan solo quedaban las apostadas a la entrada, en la puerta. En cuanto arrimó el candil a una de las lámparas, pudo notar cómo la puerta principal se abría, y en el tiempo que tardó en fijar la mirada allí, todo se desvaneció para él tras un sonido estruendoso...
La entrada había explotado, literalmente. Varios pilares y escombros de madera se amontonaron encima de muchos de los que allí habían. El fuego empezó a consumir poco a poco el lugar. De entre todo el humo y las llamas salió una figura ataviado con una túnica negra y encapuchado. Se dirigió hacia la barra, pasando por encima de mesas y sillas rotas, cadáveres y algún que otro herido. Detrás de esa figura aparecieron más extraños; un tipo que portaba una máscara blanca y sonriente, y un tipo alto, musculado y que agarraba a una mano un hacha enorme por la parte superior de su mango, además de estos destacables, aparecieron otros tantos ataviados con túnicas y encapuchados; todos iguales.
-Vaya, vaya...-El encapuchado que parecía el líder, y el cual iba a la cabeza, bajó la mirada, observando a los cadáveres-...Pobres. No tenían que pagar por vuestros pecados.-Alzó la mirada, dirigiéndola a Rischer-¡"Estrellados"!-Abrió los brazos, con una sonrisa gentil bajo su bozal-¡Por fin nos conocemos!-Dijo con un tono alegre, haciendo una breve reverencia con su cabeza y encogiendo sus brazos luego.
Rischer, que se había quedado en shock y no daba crédito a lo que en apenas unos segundos había pasado, reaccionó.
-¡¿Q-quiénes sois?!
-¡Vamos, Emmanuel, por favor...!-Negó con su dedo índice, un poco decepcionado-¡No finja que no nos conoce!
-Ese es Rischer, señor-Comentó el enmascarado, susurrándole al oído
El encapuchado líder abrió los ojos, como sintiendo vergüenza por su error.
-¡Oh...!-Fijó su mirada de nuevo en el elfo-Siento mucho mi equivocación, señor Rischer. No se me dan muy bien los nombres, y cómo comprenderá...-Se adelantó unos pasos y se sentó en uno de los taburetes que aún se sostenía en pie-...soy un hombre ocupado. No puedo recordar el nombre de todas las personas a las que conozco...-Jugueteó con los dedos de su mano, las cuales estaban apoyadas sobre la barra. Acto seguido, levantó la mirada y miró de lleno a los ojos del elfo, sonriendo debajo de su bozal, esperando de corazón que aquello no resultara un infortunio para este.-¡Venga, chicos, sentaos!-Ordenó a sus hombres-Y ayudad a los heridos, no los dejéis morir. No me seais bestias, joder-Giró su cuello echó un breve vistazo hacia atrás.
Mientras sus hombres cumplían con las órdenes, el encapuchado volvió a mirar a los ojos al elfo. Este último estaba preocupado y consternado, mirando tembloroso a los heridos que los encapuchados sacaban de los escombros, entre ellos se enconraba su mujer; Gertrude. Se mordió el labio.
-Escúcheme, señor "estrellado".-Tomó aire por su nariz y la soltó rápidamente-A ver cómo le explico esto...-Entrelazó los dedos de ambas manos-Uno de sus cachorros la ha liado bastante... Creo que lo conoces...-Se mantuvo misterioso y enigmático, dándole tiempo al elfo a pensar-Alward Sevna
Rischer le devolvió una mirada seria e impasible.
-Ya no es uno de los nuestros
-¿¡Cómo que no!?-Se le notaba realmente sorprendido-A ver, a ver... Es cierto que a veces se cometen errores con estas cosas pero...-Se encogió de hombros-Tengo un buen equipo, y confío en ellos... ¿Sabe?
Rischer le seguía manteniendo la mirada impasible. Aunque, segundos después de hacerse aquel silencio, la desvió para ver cómo estaba su mujer. Parecía dolida, una de las patas de una mesa se le habían incrustado en una pierna a causa de la explosión. Más gritos de dolor y quejas se sucedieron.
-Rischer... Por favor, escúcheme cuando le hablo
Cuando vio a Gertrude sufrir y a los demás heridos aquejarse, no pudo volver a centrar la mirada en el encapuchado. Eso molestó a este último. Esperó... Y esperó... Y esperó... Sosteniendo la mirada en el elfo, pero al ver que este no respondía, se hartó, sacó de su cinturón una de sus dagas y la clavó de forma agresiva en la superficie de la barra.
-¡A CALLAR, JODER!
De pronto, las quejas de dolor y los llantos pasaron a simples sollozos y un silencio malestar general, con algunas respiraciones pesadas debido también a la ansiedad del momento.
El crepúsculo indicaba el final del día. Anochecía antes, y encima fuera estaba lloviendo. Pocas horas quedaban antes de que Rischer decidiese echar por completo el cierre a aquella jornada.
Alward estaba fuera, cumpliendo una tarea que la Guardia le había asignado. Ya no pasaba tanto tiempo allí como antes, se le echaba un poco en falta. Pero era lo que él quería, y por lo que había luchado. Sus amigos tan solo podían apoyarle.
Rischer estaba en su sitio habitual; tras la barra. Ivens le acompañaba del otro lado, tomándose un trago y acompañándole. Emmanuel y Moses se encontraban en sus respectivas habitaciones, en el piso superior. Eiko y Gertrude, por su parte, se encargaban de servir la comida a las demás mesas, y aunque esta primera no tuviese asignada dicha tarea, siempre le gustaba ayudar.
La luz escaseaba, ya era el momento de empezar a encender las lámparas y velas. Rischer le delegó dicha tarea al brujo; Ivens, ya que era a quien tenía más cerca, además de que aquella era por así decirlo "la hora punta". Muchos clientes venían a satisfacer sus necesidades, mayoritariamente en cuanto a alcohol se tratase, y el elfo no se podía permitir desatender la barra en ningún momento.
El brujo encendió una a una las lámparas y velas repartidas estratégicamente por la taberna para abastecer de luz el antro. Tan solo quedaban las apostadas a la entrada, en la puerta. En cuanto arrimó el candil a una de las lámparas, pudo notar cómo la puerta principal se abría, y en el tiempo que tardó en fijar la mirada allí, todo se desvaneció para él tras un sonido estruendoso...
La entrada había explotado, literalmente. Varios pilares y escombros de madera se amontonaron encima de muchos de los que allí habían. El fuego empezó a consumir poco a poco el lugar. De entre todo el humo y las llamas salió una figura ataviado con una túnica negra y encapuchado. Se dirigió hacia la barra, pasando por encima de mesas y sillas rotas, cadáveres y algún que otro herido. Detrás de esa figura aparecieron más extraños; un tipo que portaba una máscara blanca y sonriente, y un tipo alto, musculado y que agarraba a una mano un hacha enorme por la parte superior de su mango, además de estos destacables, aparecieron otros tantos ataviados con túnicas y encapuchados; todos iguales.
-Vaya, vaya...-El encapuchado que parecía el líder, y el cual iba a la cabeza, bajó la mirada, observando a los cadáveres-...Pobres. No tenían que pagar por vuestros pecados.-Alzó la mirada, dirigiéndola a Rischer-¡"Estrellados"!-Abrió los brazos, con una sonrisa gentil bajo su bozal-¡Por fin nos conocemos!-Dijo con un tono alegre, haciendo una breve reverencia con su cabeza y encogiendo sus brazos luego.
Rischer, que se había quedado en shock y no daba crédito a lo que en apenas unos segundos había pasado, reaccionó.
-¡¿Q-quiénes sois?!
-¡Vamos, Emmanuel, por favor...!-Negó con su dedo índice, un poco decepcionado-¡No finja que no nos conoce!
-Ese es Rischer, señor-Comentó el enmascarado, susurrándole al oído
El encapuchado líder abrió los ojos, como sintiendo vergüenza por su error.
-¡Oh...!-Fijó su mirada de nuevo en el elfo-Siento mucho mi equivocación, señor Rischer. No se me dan muy bien los nombres, y cómo comprenderá...-Se adelantó unos pasos y se sentó en uno de los taburetes que aún se sostenía en pie-...soy un hombre ocupado. No puedo recordar el nombre de todas las personas a las que conozco...-Jugueteó con los dedos de su mano, las cuales estaban apoyadas sobre la barra. Acto seguido, levantó la mirada y miró de lleno a los ojos del elfo, sonriendo debajo de su bozal, esperando de corazón que aquello no resultara un infortunio para este.-¡Venga, chicos, sentaos!-Ordenó a sus hombres-Y ayudad a los heridos, no los dejéis morir. No me seais bestias, joder-Giró su cuello echó un breve vistazo hacia atrás.
Mientras sus hombres cumplían con las órdenes, el encapuchado volvió a mirar a los ojos al elfo. Este último estaba preocupado y consternado, mirando tembloroso a los heridos que los encapuchados sacaban de los escombros, entre ellos se enconraba su mujer; Gertrude. Se mordió el labio.
-Escúcheme, señor "estrellado".-Tomó aire por su nariz y la soltó rápidamente-A ver cómo le explico esto...-Entrelazó los dedos de ambas manos-Uno de sus cachorros la ha liado bastante... Creo que lo conoces...-Se mantuvo misterioso y enigmático, dándole tiempo al elfo a pensar-Alward Sevna
Rischer le devolvió una mirada seria e impasible.
-Ya no es uno de los nuestros
-¿¡Cómo que no!?-Se le notaba realmente sorprendido-A ver, a ver... Es cierto que a veces se cometen errores con estas cosas pero...-Se encogió de hombros-Tengo un buen equipo, y confío en ellos... ¿Sabe?
Rischer le seguía manteniendo la mirada impasible. Aunque, segundos después de hacerse aquel silencio, la desvió para ver cómo estaba su mujer. Parecía dolida, una de las patas de una mesa se le habían incrustado en una pierna a causa de la explosión. Más gritos de dolor y quejas se sucedieron.
-Rischer... Por favor, escúcheme cuando le hablo
Cuando vio a Gertrude sufrir y a los demás heridos aquejarse, no pudo volver a centrar la mirada en el encapuchado. Eso molestó a este último. Esperó... Y esperó... Y esperó... Sosteniendo la mirada en el elfo, pero al ver que este no respondía, se hartó, sacó de su cinturón una de sus dagas y la clavó de forma agresiva en la superficie de la barra.
-¡A CALLAR, JODER!
De pronto, las quejas de dolor y los llantos pasaron a simples sollozos y un silencio malestar general, con algunas respiraciones pesadas debido también a la ansiedad del momento.
Última edición por Alward Sevna el Sáb Ene 25 2020, 18:38, editado 1 vez
Alward Sevna
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Re: Cueste lo que cueste [Solitario]
-...-Suspiró mientras se masajeaba las sienes, buscando una paz interna. Después, abrió los ojos y volvió a mirar al elfo, pero hablando en un tono tan alto que todos en el lugar podrían escucharlo-...A veces, tengo que recurrir a estas cosas para que la gente se calme o me respete, ¿Sabe?-Colocó los codos encima de la mesa y sus manos en el mentón-Pero, realmente no me gusta ponerme así. Yo en el fondo soy un tipo alegre y jovial, me gusta estar de buenas formas. Siempre con educación y respeto... Pero, como usted muy bien sabrá, al mundo real le importa una mierda todo eso. La gente está corrompida por todos y cada uno de los pecados existentes, y algún día, Aerandir colapsará y se irá a pique, con nosotros dentro.-Acto seguido, despegó las manos del mentón y se encogió de hombros-Pero, no confundas la alegría con la juerga, la guasa, el desorden o cualquier otro tipo de estado anímico festivo... No, no soy ningún pirado...-Apartó por un instante la mirada para mirar a los heridos y el resto de cadáveres, y tras eso la devolvió a Rischer de nuevo-¿O sí...?-Se preguntó-Señor Rischer, ¿Usted me considera un pirado? ¿Un loco?
El elfo miró a su mujer, la cual lo miraba con desesperación y dolor. Estaba perdiendo demasiada sangre. Acto seguido, centró su atención en el encapuchado.
-...N-no...-Tartamudeó
-Exacto...-Sonrió, agradecido. Acto seguido giró medio tronco para mirar al enmascarado-Jason, ¿Me consideras un loco? Tú me conoces mejor que nadie aquí
-Para nada, Erik. Eres todo un visionario-Dijo, sentado en una de las sillas que aún se mantenían en pie. Estaba atento la conversación, y mientras la seguía, jugueteaba con una daga.
-Visionario... Me gusta...-Asintió, acto seguido, volvió a girarse hacia Rischer-¿Sabe por qué? Porque tengo un objetivo. No hago esto por mero placer o porque me aburro, hago esto por un bien mayor. Si yo no lo hago, nadie más lo hará, ¿Entiende?
Rischer asintió
-...Eso es exactamente lo que separa a los "pirados" de los "visionarios"...-Sacó su daga, que aún estaba clavada en la barra, y la observó por unos instantes, luego pasó la mano por la hendidura que había dejado-Mira, le voy a poner un ejemplo-Gesticulaba con la mano que sostenía la daga, como si de un mero cuchillo de untar pan se tratara
-El virrey de Ciudad Lagarto, lo conoce, ¿Verdad?-Preguntó-Alward os debe de haber hablado de él. Le ha causado ciertos dolores de cabeza. Aunque el maldito indirectamente ayudó a vuestro cachorro a encontrarnos...-Murmuró la última frase-Pero, en fin, que me desvío. ESE, si es un puto pirado. ESE sí está loco. ESE solo quiere caos y lo que venga después ya se verá-Gesticulaba exageradamente-Aunque, el cabrón lo hace de maravilla... Y te mentiría si te dijera que no lo querría para mis filas...
De pronto, se escuchó un alboroto en las escaleras. Todos desviaron su atención y vieron como Emmanuel y Moses hacían su aparición, el primero con arco en mano y listo para disparar y el segundo con su espadón en carrera hacia el mismo Erik. A este último no pareció importarle demasiado, nada más soltó un suspiro, molesto.
Antes de que Moses llegara a alcanzar al encapuchado, el tipo gigantón y fornido se interpuso en su camino y con su hacha bloqueó el ataque del humano. A Emmanuel, por su parte, antes de disparar, notó como una sombra se formó a su espalda y acto seguido le apuñalaban en el hombro. Tras un grito desesperante de dolor por parte del arquero, el enmascarado se materializó del todo y con la misma daga con la que lo apuñaló le amenazó en uno de sus costados.
-Y, ahora, te vas a calmar...-Le susurró, amenazante
Erik entonces abrió los ojos, sorprendido, y señalando hacia las escaleras, donde se encontraba el arquero carmesí.
-¡Ese si es Emmanuel!-Dijo, eufórico-¡Vaya, ya está casi toda la familia!-Habló en general-Bueno, lo siento por los que han quedado enterrado entre los escombros... Eiko e Ivens, ¿Verdad?-Torció el gesto debajo de su bozal-...Dos buenos brujos...-Se encogió de hombros-Pero estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.-Se excusó
-¡TE VOY A MATAR, PUTO LOCO!-Amenazó Moses a Erik tras enterarse de lo de su esposa. Aún seguía forcejeando contra el grandullón del hacha gigante, y no era nada fácil someterlo, aunque su rabia ayudaba a que poco a poco, le ganara terreno a su rival.
-...Y el bueno de Moses... Un temperamento difícil, ¿Eh?-Dijo mientras apoyaba un solo codo en la mesa y parte de su cabeza en una mano, adoptando una postura de lo más relajada-¿Sabes? Si hubieras tenido más modales, te hubiera dejado vivir...
-...¿C-cómo?...
Y, de pronto, Erik soltó un chasquido de dedos.
Entonces, el grandullón empleó toda su fuerza en ganar aquel choque de armas contra Moses, y lo consiguió sin aparente dificultad desde aquel instante. El mandoble del stellazio cayó al suelo y este quedó desprotegido. Acto seguido, el grandullón incrustó el hacha en el pecho del mercenario. Luego, la sacó. Una vez que este cayó al suelo y para asegurarse de que no sobreviviera, repitió el mismo proceso una y otra vez, ataque tras ataque, ensañándose, mientras la chispa de la vida se perdía en los ojos del guerrero stellazio.
-Joder... Basta, Njord. No seas animal...-Dijo, asqueado
Y Njord se detuvo, ante el rostro de perplejidad de los heridos y los stellazios. Luego, limpió la sangre de Moses de su hacha y volvió a su respectivo sitio junto al montón de escombros más grande de todo el lugar, tenía frío, y este estaba en llamas, por lo que estar ahí le daba cierto calor y confort.
El elfo miró a su mujer, la cual lo miraba con desesperación y dolor. Estaba perdiendo demasiada sangre. Acto seguido, centró su atención en el encapuchado.
-...N-no...-Tartamudeó
-Exacto...-Sonrió, agradecido. Acto seguido giró medio tronco para mirar al enmascarado-Jason, ¿Me consideras un loco? Tú me conoces mejor que nadie aquí
-Para nada, Erik. Eres todo un visionario-Dijo, sentado en una de las sillas que aún se mantenían en pie. Estaba atento la conversación, y mientras la seguía, jugueteaba con una daga.
-Visionario... Me gusta...-Asintió, acto seguido, volvió a girarse hacia Rischer-¿Sabe por qué? Porque tengo un objetivo. No hago esto por mero placer o porque me aburro, hago esto por un bien mayor. Si yo no lo hago, nadie más lo hará, ¿Entiende?
Rischer asintió
-...Eso es exactamente lo que separa a los "pirados" de los "visionarios"...-Sacó su daga, que aún estaba clavada en la barra, y la observó por unos instantes, luego pasó la mano por la hendidura que había dejado-Mira, le voy a poner un ejemplo-Gesticulaba con la mano que sostenía la daga, como si de un mero cuchillo de untar pan se tratara
-El virrey de Ciudad Lagarto, lo conoce, ¿Verdad?-Preguntó-Alward os debe de haber hablado de él. Le ha causado ciertos dolores de cabeza. Aunque el maldito indirectamente ayudó a vuestro cachorro a encontrarnos...-Murmuró la última frase-Pero, en fin, que me desvío. ESE, si es un puto pirado. ESE sí está loco. ESE solo quiere caos y lo que venga después ya se verá-Gesticulaba exageradamente-Aunque, el cabrón lo hace de maravilla... Y te mentiría si te dijera que no lo querría para mis filas...
De pronto, se escuchó un alboroto en las escaleras. Todos desviaron su atención y vieron como Emmanuel y Moses hacían su aparición, el primero con arco en mano y listo para disparar y el segundo con su espadón en carrera hacia el mismo Erik. A este último no pareció importarle demasiado, nada más soltó un suspiro, molesto.
Antes de que Moses llegara a alcanzar al encapuchado, el tipo gigantón y fornido se interpuso en su camino y con su hacha bloqueó el ataque del humano. A Emmanuel, por su parte, antes de disparar, notó como una sombra se formó a su espalda y acto seguido le apuñalaban en el hombro. Tras un grito desesperante de dolor por parte del arquero, el enmascarado se materializó del todo y con la misma daga con la que lo apuñaló le amenazó en uno de sus costados.
-Y, ahora, te vas a calmar...-Le susurró, amenazante
Erik entonces abrió los ojos, sorprendido, y señalando hacia las escaleras, donde se encontraba el arquero carmesí.
-¡Ese si es Emmanuel!-Dijo, eufórico-¡Vaya, ya está casi toda la familia!-Habló en general-Bueno, lo siento por los que han quedado enterrado entre los escombros... Eiko e Ivens, ¿Verdad?-Torció el gesto debajo de su bozal-...Dos buenos brujos...-Se encogió de hombros-Pero estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.-Se excusó
-¡TE VOY A MATAR, PUTO LOCO!-Amenazó Moses a Erik tras enterarse de lo de su esposa. Aún seguía forcejeando contra el grandullón del hacha gigante, y no era nada fácil someterlo, aunque su rabia ayudaba a que poco a poco, le ganara terreno a su rival.
-...Y el bueno de Moses... Un temperamento difícil, ¿Eh?-Dijo mientras apoyaba un solo codo en la mesa y parte de su cabeza en una mano, adoptando una postura de lo más relajada-¿Sabes? Si hubieras tenido más modales, te hubiera dejado vivir...
-...¿C-cómo?...
Y, de pronto, Erik soltó un chasquido de dedos.
Entonces, el grandullón empleó toda su fuerza en ganar aquel choque de armas contra Moses, y lo consiguió sin aparente dificultad desde aquel instante. El mandoble del stellazio cayó al suelo y este quedó desprotegido. Acto seguido, el grandullón incrustó el hacha en el pecho del mercenario. Luego, la sacó. Una vez que este cayó al suelo y para asegurarse de que no sobreviviera, repitió el mismo proceso una y otra vez, ataque tras ataque, ensañándose, mientras la chispa de la vida se perdía en los ojos del guerrero stellazio.
-Joder... Basta, Njord. No seas animal...-Dijo, asqueado
Y Njord se detuvo, ante el rostro de perplejidad de los heridos y los stellazios. Luego, limpió la sangre de Moses de su hacha y volvió a su respectivo sitio junto al montón de escombros más grande de todo el lugar, tenía frío, y este estaba en llamas, por lo que estar ahí le daba cierto calor y confort.
Alward Sevna
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Re: Cueste lo que cueste [Solitario]
Erik tamborileó los dedos en la superficie de la barra, mirando expectante a Rischer. Tenía interés en ver cómo reaccionaba.
Tanto el elfo, como Emmanuel, como Gertrude sintieron cómo poco a poco sus almas quedaba destrozada en pedazos, como si alguien violentamente con un pesado martillo les aplastara todo aquello que querían. Parecía un mal sueño, una pesadilla de las horribles que cuando despiertas te sientes mal contigo mismo... Pero no, aquello era muy real. Nadie podía despertarse porque no era una pesadilla, era la cruel realidad.
-El respeto va muy ligado al miedo...-Rompió el silencio-Haz que te tengan miedo, y nadie se atreverá a toserte. Haz que te respeten, y tendrás la lealtad de cientos de hombres...-Dejó de tamborilear y posó suavemente su mano sobre la superficie en la que estaba-Os lo advertimos, Stellazios... Y no una, ni dos, ni tres... Os lo advertimos MUCHAS veces. Casi quemamos una puta aldea entera para que os enterárais...-Su tono pasó a tener cierta rabia. Rischer y Erik se miraron a los ojos-No-os-metáis-en-nuestros-asuntos-Puntualizó cada palabra, haciendo una gesticulación correspondiente a cada una de ellas, a modo de énfasis.
-¿¡QUÉ MALDITOS ASUNTOS!?-Dio un golpe sobre la barra con sus dos manos, con los ojos empañados y la voz casi desgarrada.
Esto sorprendió un poco a Erik, que lejos de achantarse, se puso en pie, retando con la mirada al elfo. Unos segundos de silencio tenso llegaron, hasta que de nuevo el encapuchado lo rompió.
-Drak. El prisionero torturado al que liberásteis. Las medicinas que robásteis. La abdicación del tirano de Baslodia. El rescate de la hija del mercader. El regreso del Rey humano a Lunargenta. La invasión de vampiros a la ciudad.... Y la lista sigue-Se seguían sosteniendo la mirada-¿Y tienes los huevos de preguntarme "Qué asuntos"?
-¿E-en todo eso estábais metidos?-Se sorprendió-¡Si sois simples mercenarios!-
Erik se echó a reír.
-JAJAJAJA, ¿"Simples mercenarios"? Así que es como nos consideráis...-Desvió la mirada hacia Jason, luego hacia Njord-Chicos, esto es una buena noticia. Con todo lo que les hemos hecho, y aún nos consideran "simples mercenarios"-Volvió a mirar a Rischer-Me encanta...-Soltó una corta risotada-No, no... En serio. ¡Me encanta!-Volvió a sentarse en el taburete.
De nuevo, un largo y tenso silencio se hizo notar hasta que al encapuchado quiso romperlo. Antes de eso, echó un rápido vistazo a su espalda.
-El fuego está empezando a extenderse demasiado, como tardemos más, todos vamos a morir aquí, eso sería gracioso, ¿Eh?-Asintió, convenciéndose de sus palabras-Toda la parafernalia montada, para que al final todos muramos...-Debajo de su bozal, sonrió de medio lado.-Os advertimos, Stellazios. Y ya no habrán segundas oportunidades. Mi paciencia se ha agotado.-Sonó tajante-Lástima que Alward no esté aquí... Aunque, bueno, pensándolo mejor vivir en pena es una mayor tortura que directamente morir, ¿No?-Se encogió de hombros-Al menos, eso dicen...-Se puso en pie y se dirigió a los suyos, dando unas palmadas-Vamos, chicos. Creo que han recibido el mensaje bastante claro. Hora de volver a casa, tengo hambre.
Jason, que aún agarraba a Emmanuel desde las escaleras, decidió finalmente apuñalarlo en el costado y dejarlo rodar escaleras abajo. Erik, por su parte, andaba sorteando los cadáveres y escombros. Al llegar hasta donde estaba Njord y Gertrude, miró a la segunda y sonrió bajo su bozal.
-Señor Rischer, espero de veras que haya tenido una vida larga y próspera.
Aquellas palabras extrañaron tanto al elfo como a su mujer. Este primero se había salido de la barra para atender a su esposa. Estaba a medio camino, pero ese encuentro jamás llegaría a producirse: Erik agarró de su cinturón la daga que antes clavó en la barra y a medida que se volteaba hacia el elfo, adoptaba una postura de lanzamiento. La daga hizo un recorrido tan perfecto y lineal que parecía un proyectil. Finalmente, acabó incrustada justo en el corazón de Rischer. Erik se dio media vuelta y desapareció entre las llamas, al igual que el resto de sus hombres.
El elfo cayó sin tardanza, ya sin vida. Getrude, gritando y arrastrándose debido a la herida de su pierna, llegó hasta su esposo y le agarró medio cuerpo. Estaba ya sin vida, pero con los ojos abiertos, tal y como les pasa a los que tienen una muerte repentina.
-No, no, no, no, no....-Ojos empañados, sollozando y negando una verdad a la que no quería creer.-Rischer, no me dejes...-El crepitar de las llamas y la falta poco a poco de aire respirable parecían ser cosas ajenas a ella, en ese momento únicamente le importaba que, por algún milagro de los dioses, su esposo respondiera, le daba igual quemarse, le daba igual morir... Tan solo quería despertar de esa pesadilla.
Tanto el elfo, como Emmanuel, como Gertrude sintieron cómo poco a poco sus almas quedaba destrozada en pedazos, como si alguien violentamente con un pesado martillo les aplastara todo aquello que querían. Parecía un mal sueño, una pesadilla de las horribles que cuando despiertas te sientes mal contigo mismo... Pero no, aquello era muy real. Nadie podía despertarse porque no era una pesadilla, era la cruel realidad.
-El respeto va muy ligado al miedo...-Rompió el silencio-Haz que te tengan miedo, y nadie se atreverá a toserte. Haz que te respeten, y tendrás la lealtad de cientos de hombres...-Dejó de tamborilear y posó suavemente su mano sobre la superficie en la que estaba-Os lo advertimos, Stellazios... Y no una, ni dos, ni tres... Os lo advertimos MUCHAS veces. Casi quemamos una puta aldea entera para que os enterárais...-Su tono pasó a tener cierta rabia. Rischer y Erik se miraron a los ojos-No-os-metáis-en-nuestros-asuntos-Puntualizó cada palabra, haciendo una gesticulación correspondiente a cada una de ellas, a modo de énfasis.
-¿¡QUÉ MALDITOS ASUNTOS!?-Dio un golpe sobre la barra con sus dos manos, con los ojos empañados y la voz casi desgarrada.
Esto sorprendió un poco a Erik, que lejos de achantarse, se puso en pie, retando con la mirada al elfo. Unos segundos de silencio tenso llegaron, hasta que de nuevo el encapuchado lo rompió.
-Drak. El prisionero torturado al que liberásteis. Las medicinas que robásteis. La abdicación del tirano de Baslodia. El rescate de la hija del mercader. El regreso del Rey humano a Lunargenta. La invasión de vampiros a la ciudad.... Y la lista sigue-Se seguían sosteniendo la mirada-¿Y tienes los huevos de preguntarme "Qué asuntos"?
-¿E-en todo eso estábais metidos?-Se sorprendió-¡Si sois simples mercenarios!-
Erik se echó a reír.
-JAJAJAJA, ¿"Simples mercenarios"? Así que es como nos consideráis...-Desvió la mirada hacia Jason, luego hacia Njord-Chicos, esto es una buena noticia. Con todo lo que les hemos hecho, y aún nos consideran "simples mercenarios"-Volvió a mirar a Rischer-Me encanta...-Soltó una corta risotada-No, no... En serio. ¡Me encanta!-Volvió a sentarse en el taburete.
De nuevo, un largo y tenso silencio se hizo notar hasta que al encapuchado quiso romperlo. Antes de eso, echó un rápido vistazo a su espalda.
-El fuego está empezando a extenderse demasiado, como tardemos más, todos vamos a morir aquí, eso sería gracioso, ¿Eh?-Asintió, convenciéndose de sus palabras-Toda la parafernalia montada, para que al final todos muramos...-Debajo de su bozal, sonrió de medio lado.-Os advertimos, Stellazios. Y ya no habrán segundas oportunidades. Mi paciencia se ha agotado.-Sonó tajante-Lástima que Alward no esté aquí... Aunque, bueno, pensándolo mejor vivir en pena es una mayor tortura que directamente morir, ¿No?-Se encogió de hombros-Al menos, eso dicen...-Se puso en pie y se dirigió a los suyos, dando unas palmadas-Vamos, chicos. Creo que han recibido el mensaje bastante claro. Hora de volver a casa, tengo hambre.
Jason, que aún agarraba a Emmanuel desde las escaleras, decidió finalmente apuñalarlo en el costado y dejarlo rodar escaleras abajo. Erik, por su parte, andaba sorteando los cadáveres y escombros. Al llegar hasta donde estaba Njord y Gertrude, miró a la segunda y sonrió bajo su bozal.
-Señor Rischer, espero de veras que haya tenido una vida larga y próspera.
Aquellas palabras extrañaron tanto al elfo como a su mujer. Este primero se había salido de la barra para atender a su esposa. Estaba a medio camino, pero ese encuentro jamás llegaría a producirse: Erik agarró de su cinturón la daga que antes clavó en la barra y a medida que se volteaba hacia el elfo, adoptaba una postura de lanzamiento. La daga hizo un recorrido tan perfecto y lineal que parecía un proyectil. Finalmente, acabó incrustada justo en el corazón de Rischer. Erik se dio media vuelta y desapareció entre las llamas, al igual que el resto de sus hombres.
El elfo cayó sin tardanza, ya sin vida. Getrude, gritando y arrastrándose debido a la herida de su pierna, llegó hasta su esposo y le agarró medio cuerpo. Estaba ya sin vida, pero con los ojos abiertos, tal y como les pasa a los que tienen una muerte repentina.
-No, no, no, no, no....-Ojos empañados, sollozando y negando una verdad a la que no quería creer.-Rischer, no me dejes...-El crepitar de las llamas y la falta poco a poco de aire respirable parecían ser cosas ajenas a ella, en ese momento únicamente le importaba que, por algún milagro de los dioses, su esposo respondiera, le daba igual quemarse, le daba igual morir... Tan solo quería despertar de esa pesadilla.
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Re: Cueste lo que cueste [Solitario]
Llovía. Llovía mucho. Tanto que en plena oscuridad no se podía distinguir nada más allá de un par de metros. Una cortina de agua caía, y Alward corría agitado por las calles de Lunargenta. Katrina le seguía, pero pronto no podría hacerlo, el ritmo que llevaba el humano era demasiado fuerte.
Por suerte para la vampiresa, al doblar una esquina dieron con su destino. Una multitud se agolpaba entorno a la entrada del Filósofo Ebrio con el objetivo de realizar labores de ayuda y colaboración. Un débil humo salía de las ventanas del establecimiento. El fuego había sido apagado.
Alward detuvo en seco su carrera, Katrina llegó con unos segundos de retardo. El humano no podía creérselo, ni aunque previamente la propia peliblanca le hubiese avisado de lo sucedido. Su cara era todo un poema, pues aquello parecía una pesadilla.
El Sevna se abrió paso entre la multitud como pudo, llevándose más de una queja airada o insulto. Poco, por no decir nada, le importaba eso.
Finalmente, pudo entrar en una zona despejaba que se había dejado para que evacuasen a los heridos de aquel incidente. Entre ellos estaba una Eiko insconsciente, y a su lado, también tumbada pero consciente, Gertrude, con una visible herida remendada en el costado y alrededor de eso, toda su vestimenta ensangrentada. Esta vio al castaño, y le hizo una señal con la mano para que se acercara.
-...Al...-Le costaba hablar, le daban punzadas en su herida.
El Sevna le agarró la mano a modo de confortarla y se puso de rodillas.
-¿Qué ha pasado?-Estaba alterado.-¿Y cómo?
-..E-ellos... llegaron, no sé cómo, pero trajeron todo este caos...-Tragó saliva, las siguientes palabras que iba a pronunciar le dolían más que su herida-Mataron a Moses... Y-y a Rischer...-Se le empañaron los ojos.
En ese momento, apareció Katrina de entre la multitud, y antes de que pudiese decir nada o siquiera ver la escena, el caballero desvió su mirada hacia el establecimiento casi reducido a escombros, soltó la mano de su amiga y corrió hacia dentro de este.
Una vez dentro, varios hombres realizaban tareas de búsqueda y recuperación de cadáveres bajo los escombros. De primeras, Alward pudo divisar el cadáver de Moses a los pies de una de las mesas. Esquivando diversos obstáculos, llegó hasta él, una vez allí no supo qué hacer, si examinar el cuerpo, sacarlo de allí, dejarlo donde estaba... ¿Qué haría? ¿Qué tenía que hacer en ese momento? ¿Cómo se supone que tiene que actuar uno cuando se encuentra con algo así?
Finalmente, se decidió por algo absurdo: comprobar si verdaderamente estaba muerto. Las profundas heridas de un hacha en el pecho así lo confirmaban. Cerró sus ojos con agonía y los abrió humedecidos. Se quedó por unos segundos mirando el rostro de su amigo, y luego se decidió a buscar el cadáver de Rischer. Este lo encontró detrás de la barra, con la daga que Erik le había lanzado aún clavada en su corazón. Agarró el arma y la sacó, seguidamente reposó su otra mano sobre el pecho del elfo y agachó totalmente su cabeza.
Culpa, pesar, tristeza, rabia, miedo... todos aquellos sentimientos se agolpaban en él. No quería, nunca quería, no le gustaba para nada, pero rompió a llorar desconsoladamente. Intentaba controlarse, pero era inevitable.
De pronto, notó una mano en su hombro, un intento en vano de reconfortarlo. Levantó la mirada para saber quién era. Allí estaba Emmanuel, con uno de sus hombros vendados y el costado también.
-¡Eh, he encontrado a alguien!-Alertó uno de los hombres que hacían la labor de rescate. Se trataba de Ivens, quien vio en primicia cómo todo el caos que había arrasado el lugar llegaba para luego quedar en cuestión de un par de segundos enterrado bajo los escombros de la explosión-¡Sigue vivo! ¡Vamos, ayudadme!-Reclamó
Por suerte para la vampiresa, al doblar una esquina dieron con su destino. Una multitud se agolpaba entorno a la entrada del Filósofo Ebrio con el objetivo de realizar labores de ayuda y colaboración. Un débil humo salía de las ventanas del establecimiento. El fuego había sido apagado.
Alward detuvo en seco su carrera, Katrina llegó con unos segundos de retardo. El humano no podía creérselo, ni aunque previamente la propia peliblanca le hubiese avisado de lo sucedido. Su cara era todo un poema, pues aquello parecía una pesadilla.
El Sevna se abrió paso entre la multitud como pudo, llevándose más de una queja airada o insulto. Poco, por no decir nada, le importaba eso.
Finalmente, pudo entrar en una zona despejaba que se había dejado para que evacuasen a los heridos de aquel incidente. Entre ellos estaba una Eiko insconsciente, y a su lado, también tumbada pero consciente, Gertrude, con una visible herida remendada en el costado y alrededor de eso, toda su vestimenta ensangrentada. Esta vio al castaño, y le hizo una señal con la mano para que se acercara.
-...Al...-Le costaba hablar, le daban punzadas en su herida.
El Sevna le agarró la mano a modo de confortarla y se puso de rodillas.
-¿Qué ha pasado?-Estaba alterado.-¿Y cómo?
-..E-ellos... llegaron, no sé cómo, pero trajeron todo este caos...-Tragó saliva, las siguientes palabras que iba a pronunciar le dolían más que su herida-Mataron a Moses... Y-y a Rischer...-Se le empañaron los ojos.
En ese momento, apareció Katrina de entre la multitud, y antes de que pudiese decir nada o siquiera ver la escena, el caballero desvió su mirada hacia el establecimiento casi reducido a escombros, soltó la mano de su amiga y corrió hacia dentro de este.
Una vez dentro, varios hombres realizaban tareas de búsqueda y recuperación de cadáveres bajo los escombros. De primeras, Alward pudo divisar el cadáver de Moses a los pies de una de las mesas. Esquivando diversos obstáculos, llegó hasta él, una vez allí no supo qué hacer, si examinar el cuerpo, sacarlo de allí, dejarlo donde estaba... ¿Qué haría? ¿Qué tenía que hacer en ese momento? ¿Cómo se supone que tiene que actuar uno cuando se encuentra con algo así?
Finalmente, se decidió por algo absurdo: comprobar si verdaderamente estaba muerto. Las profundas heridas de un hacha en el pecho así lo confirmaban. Cerró sus ojos con agonía y los abrió humedecidos. Se quedó por unos segundos mirando el rostro de su amigo, y luego se decidió a buscar el cadáver de Rischer. Este lo encontró detrás de la barra, con la daga que Erik le había lanzado aún clavada en su corazón. Agarró el arma y la sacó, seguidamente reposó su otra mano sobre el pecho del elfo y agachó totalmente su cabeza.
Culpa, pesar, tristeza, rabia, miedo... todos aquellos sentimientos se agolpaban en él. No quería, nunca quería, no le gustaba para nada, pero rompió a llorar desconsoladamente. Intentaba controlarse, pero era inevitable.
De pronto, notó una mano en su hombro, un intento en vano de reconfortarlo. Levantó la mirada para saber quién era. Allí estaba Emmanuel, con uno de sus hombros vendados y el costado también.
-¡Eh, he encontrado a alguien!-Alertó uno de los hombres que hacían la labor de rescate. Se trataba de Ivens, quien vio en primicia cómo todo el caos que había arrasado el lugar llegaba para luego quedar en cuestión de un par de segundos enterrado bajo los escombros de la explosión-¡Sigue vivo! ¡Vamos, ayudadme!-Reclamó
Alward Sevna
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Re: Cueste lo que cueste [Solitario]
Dos semanas después
Desde aquella noche, ninguno pudo conciliar el sueño. Pasaban los días y no podían encontrar consuelo en nada. Habían sido derrotados y era hora de asumirlo... pero, ¿Siquiera habían luchado en aquella guerra?
Encontraron refugio en el rancho de un muy buen amigo de Alward; Cid. Estaba no demasiado lejos de Lunargenta, pero lo suficientemente remoto como para que nadie pasase por allí a menos que fuera a consciencia.
Alward estaba sentado en una de las vallas que cercaban la zona para que los animales del recinto no escaparan o se perdieran más allá de sus límites. Tenía la mirada perdida hacia una zona boscosa que asomaba por los límites del rancho. El cielo estaba anaranjado a causa del crepúsculo, por lo que un ambiente nostálgico inundaba el lugar. Tenía que admitir que aquel sitio estaba mucho mejor que la gran ciudad, pues la calma era la nota predominante, y no el bullicio de la gente yendo y viniendo.
Oyó unos pasos abrirse camino entre la hierba. Ni siquiera se volteó, no necesitaba saber que era Emmanuel, y que venía a despedirse.
-...¿No te enfadas?... ¿No te... molesta? ¿No intentarás detenerme?
Cerró los ojos por unos instantes. Inhaló gran cantidad de aire y la soltó casi al momento.
-Hemos fracasado. Todo se ha acabado...-Notó como el arquero se acercaba más y se ponía a su lado, apoyado a su lado con los brazos cruzados, pero mirando justo para el lado contrario-...y no quieres estar aquí
-No es eso exactamente...-Hizo una mueca de desagrado-Yo lo único que sé hacer en mi vida es apuntar y disparar. Si me quedo aquí, estaré esperando mi muerte de una forma aburrida y lenta. Quiero volver a darle un enfoque diferente a las cosas, quiero ser un...
-...un mercenario-Le cortó
Emmanuel esbozó media sonrisa. Lo conocía demasiado bien.
-Pero no cualquier mercenario-Eso llamó la atención de Alward, que por primera vez fijo su mirada en el arquero-Quiero ayudar a la gente, pero no preocupándome por el dinero. Luchar por un ideal justo y sincero, como el que defendemos.
-¿Entonces vas a ir tú solo contra las Sierpes?
-No.-Negó con la cabeza-No estoy loco.
-...entonces serás un mercenario más-Sentenció
-¿¡Por qué!?-Se molestó-¡Soy realista!-Se separó de la valla y se volteó para estar de cara al castaño, este también hizo lo propio y se dio completamente la vuelta, pero seguía sentado en la valla-¡Sé retirarme cuando hay que hacerlo!-Apretó los puños, intentando contener algo que le fue imposible no decir-¡ES TU CULPA!-Lo señaló, impotente. El Sevna lo miró a los ojos, sin esperarse aquellas palabras-¡Han muerto por tu maldita culpa!
En ese momento, Eiko llegó al lugar, debería haber estado sorda como para no enterarse de aquella acusación.
-¡¿Qué...?!
Ambos humanos la miraron. Ahora Emmanuel sentía culpa por decir aquellas palabras, y la mirada decepcionada de Eiko lo atravesaba, diciéndole sin palabras que había hecho mal al soltar aquello. Alward bajó la mirada y cruzó sus manos, jugueteaba con sus pulgares, pensativo.
-Tiene razón-Levantó la cabeza-Murieron por mi culpa-Dijo, asimilando toda la carga
-¡Estuvieron a tu lado siempre!-Se señaló el pecho-¡ESTUVIMOS a tu lado siempre!-Apretó el puño-...pero, cuando te necesitamos, tú no apareciste
Alward no contestó a eso, ni siquiera para darle la razón, simplemente lo miró con unos ojos que asumían de nuevo toda la culpabilidad. Emmanuel agachó la cabeza, avergonzado y frustrado, y sin más se marchó.
Alward Sevna
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Re: Cueste lo que cueste [Solitario]
Desde que Emmanuel se fue, Alward no pudo levantar la cabeza, creía que ni siquiera era digno de ello, y menos en presencia de Eiko. Esta se acercó a la valla y se aupó para sentarse a su lado. La bruja mantuvo su mirada hacia adelante, con el tono desenfadado e inocente que la caracterizaba.
-Sabes que no lo piensa realmente...
-Si que lo hace...-Se entrecruzó las manos
-Todos han abandonado la batalla... pero te prometo que yo no lo haré
Extrañado, el Sevna ahora sí levantó la mirada para mirar a su amiga.
-...¿Cómo?
-Mientras me recupero de mis heridas... tanto físicas como mentales, prométeme una cosa-Desvió su atención para el humano, que le prestaba toda la suya. Acto seguido, agarró una de sus manos con fuerza-Prométeme que los vengarás
-...-Agachó su mirada un instante, pero luego volvió a los ojos de Eiko. Hablaba en serio.
-Prométeme que aquellos que nos lo arrebataron todo, lo paguen con su sangre...-La voz le tembló por la emoción, la emoción de tener que contener sus lágrimas para no derrumbarse otra vez.
Otra nueva promesa se presentaba ante Alward, esta vez era una personal e intransferible, una de la que no podría escapar si aceptaba. Ahora tenía menos apoyos, y la mayor parte de la carga recaería sobre sus hombros, ¿Estaría dispuesto a ello?
Calló unos segundos, más de lo que Eiko pudo contener sus lágrimas. No sollozaba, simplemente miraba decidida al Sevna mientras un río caía por sus mejillas.
Entonces, Alward se bajó de la valla y se puso frente a la bruja, agarrándola de las dos manos y con una mirada penetrante, casi inspiradora.
-Juro por mi honor que mi vida no encontrará la paz hasta que acabe con la Serpiente.
Tras decir eso, Eiko prácticamente se dejó caer en los brazos de Alward, esta vez no pudiendo contener ni su propio cuerpo ante el derrumbe de su vida.
Otra promesa más, otro deber que cumplir. Esta vez solo habrían dos posibles desenlaces: o la cumplía, o moriría en el intento.
-Sabes que no lo piensa realmente...
-Si que lo hace...-Se entrecruzó las manos
-Todos han abandonado la batalla... pero te prometo que yo no lo haré
Extrañado, el Sevna ahora sí levantó la mirada para mirar a su amiga.
-...¿Cómo?
-Mientras me recupero de mis heridas... tanto físicas como mentales, prométeme una cosa-Desvió su atención para el humano, que le prestaba toda la suya. Acto seguido, agarró una de sus manos con fuerza-Prométeme que los vengarás
-...-Agachó su mirada un instante, pero luego volvió a los ojos de Eiko. Hablaba en serio.
-Prométeme que aquellos que nos lo arrebataron todo, lo paguen con su sangre...-La voz le tembló por la emoción, la emoción de tener que contener sus lágrimas para no derrumbarse otra vez.
Otra nueva promesa se presentaba ante Alward, esta vez era una personal e intransferible, una de la que no podría escapar si aceptaba. Ahora tenía menos apoyos, y la mayor parte de la carga recaería sobre sus hombros, ¿Estaría dispuesto a ello?
Calló unos segundos, más de lo que Eiko pudo contener sus lágrimas. No sollozaba, simplemente miraba decidida al Sevna mientras un río caía por sus mejillas.
Entonces, Alward se bajó de la valla y se puso frente a la bruja, agarrándola de las dos manos y con una mirada penetrante, casi inspiradora.
-Juro por mi honor que mi vida no encontrará la paz hasta que acabe con la Serpiente.
Tras decir eso, Eiko prácticamente se dejó caer en los brazos de Alward, esta vez no pudiendo contener ni su propio cuerpo ante el derrumbe de su vida.
Otra promesa más, otro deber que cumplir. Esta vez solo habrían dos posibles desenlaces: o la cumplía, o moriría en el intento.
Alward Sevna
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