La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Todo se acabó. Habían ganado. Bueno, no ganado ganado, pero contaba la retirada estratégica de una de las criaturas más poderosas de este… de varios planos de existencia como una victoria.
Si una no miraba la enorme bola de fuego sobre sus cabezas que claramente no era el sol, hasta podía parecer que tenían un respiro, unas pequeñas vacaciones. Hasta la princesa habia sido resucitada, por lo que habían evitado la aniquilación total a manos de los dragones.
Y lo más importante, estaba ante Tyrande. LA Tyrande, esa de las figuritas carísimas. La elfa que toda chica soñaba con ser al menos alguna vez en su vida. Pero no podía dejarse distraer por la leyenda viva, tenía que escuchar atentamente la explicación para impresionarla, así que eso hizo.
Ni idea de que era el Lunargentés Errante, pero se hacía a la idea de para que servía un Traslador, y la existencia de otros mundos no era tan rara para ella. Que fueran casi iguales a este era un poco inquietante, cierto, pero empujó ese sentimiento castigado a un rincón de su mente, en aras de evitar la aniquilación total. Y aquí es donde la cosa se volvía confusa.
Los jinetes querían el Traslador para destruirlo… ¿así que iban a destruirlo primero? Y entonces, la explicación le quito todo el sentido que pudiera haber tenido. Así que iban a aislarse, a cerrar los ojos y esperar que todo pasara. Un pequeño pulso de su mente, y una bonita mariposa de luz apareció en su dedo extendido. Se había retirado al fondo de su mente, pensando, meditando, su conexión con sus pequeños extendida.
¿Queréis que me quede, cierto? Era su función, los custodios protegían el bosque. Y no había ejemplo más claro que proteger EL árbol.
Toda su respuesta fue un zumbido enfadado. Indignado.
Pero, si el árbol es destruido… ERAN espíritus del bosque, en teoría, un golpe como ese seguramente los mataría. O heriría.
Otro zumbido, más enfadado. Junto a una palabra, prácticamente una orden. Pregunta.
Y sabía perfectamente lo que querían que les preguntara. En cuando había oído a su heroína decir eso. Su imagen, la heroína a la que admirar, hecha pedazos. Rota por su estada en Oblivion. Pensó, fríamente, que seguramente habría sido mejor que no hubiera regresado. Eternamente recordada como un mártir, no una cobarde que condenaba incontables mundos a arder para protegerse. Pero ella no iba a dejar esas cosas sueltas por los diferentes mundos, dejando que lo consumieran todo a su paso.
Toda alma tiene una brizna de Luz, y merece ser protegida. Sus propias palabras volvieron a su mente, repetidas con su propia voz por sus pequeños, que estaban siguiendo su línea de pensamiento atentamente. Pero no, se equivocaban. Es decir, si, era una parte de la razón. Pero…. La mayor era más esotérica.
Ella invocaba espíritus. No personas, más bien emanaciones de fuerzas naturales. Pero al contrario que su maestra, con forma claramente natural, de ese plano, los suyos eran más esotéricos. Y si su maestra podía controlar a un ser que era el bosque personificado… No quería imaginarse lo que podría traer ella en unas décadas. Ni de dónde. O alguien con una afinidad similar a la suya. Y luego estaban los brujos y su magia. No, simplemente no creía que el ritual fuera a funcionar. Les ganaría tiempo, seguro. Pero ya fuese porque la magia existía allí, esperando ser descubierta, porque alguien como ella extendería su mente demasiado lejos y los volvería a traer o, mucho más probable, que fuera posible manipular los Translocadores para que señalaran a otro mundo (es decir, ¿quién tendría de suficientes como para arriesgarse a destruirlos a excepción de esas langostas extradimensionales?), volverían a tener este problema. Y por sorpresa. Ahora estaban tan preparados como podrían estarlo, al menos comparados con el futuro.
Y cierto, una parte de ella se preguntaba que podría hacer con uno de esos míticos artefactos. Así que hizo la pregunta que los espíritus habían estado esperando.
¿Podré llamaros en Oblivion?
Duda, determinación. No lo sabían, pero iban a intentarlo, con todas sus fuerzas. Como ella. No podía pedir más.
Cuando abrió los ojos, Eltrant estaba a su lado. Intentaba calmarla, creía, centrarla, o puede que realmente creyera que tenía que cuidar de Anders. Se lo agradecía igualmente, que se preocupara por los demás. También parecía completamente convencido de que no iba a volver en la vida. Puede que tuviera razón.
Se levantó de su sitio, dirigiéndose al elfo, abrazándolo por la espalda y hundiéndole la cara en el hombro. –Serás más útil aquí, reforzando el árbol, o haciendo trampas.- intentó, antes de que le dijera donde se quedaría. –Y si consigues agenciarte algún alquimista, Jinete o no, no creo que nadie sobreviva si la explosión es lo bastante potente. Aunque mejor que la hagáis fuera del árbol. Y… No se cómo fluye el tiempo allí, así que puede que tarde un poco en volver. Échale un ojo a mi taller de vez en cuando, vale? Puedes vender lo que haya dentro, sería una pena que llegara y tuviera que tirarlo todo porque paso de moda. Ten cuidado.- Le apretujo un poco más y se fue del lugar, a buscar un saco, puede que algo de tela y cuero. Una parte importante del plan y un momento de respiro para que su cara se recompusiera.
Unos minutos más tarde, estaba al lado de Eltrant. –Si alguien dice que soy demasiado débil, empezara esta maravillosa aventura con una flecha clavada.- y dicho eso, quedo sentada en el suelo otra vez, con su armadura a sus pies, intentando ajustarla, hacerla a medida, poner más protección aquí y allá, con algo de frío debido al sudor que empapaba su ropa. Puede que tuviera tiempo y materiales para ajustar las de los demás también.
Había escuchado de refilón el discurso de Asher, aunque no estaba muy segura de si creerle. Es decir, podía estar mintiendo para evitar que se produjera el ritual, o podía ser verdad. Quería que fuera verdad, igual que quería empaparla con agua sagrada, por si acaso era otro jinete. Pero al mundo no le importaba lo que uno quería, solo que tuvieras la fuerza y determinación para conseguirlo.
Mantenimiento de Armadura : Optimiza una armadura de Curtiduría de calidad similar o inferior a las que puedes fabricar, de manera que mejora levemente su protección y disminuye el entorpecimiento a los movimientos.
Si una no miraba la enorme bola de fuego sobre sus cabezas que claramente no era el sol, hasta podía parecer que tenían un respiro, unas pequeñas vacaciones. Hasta la princesa habia sido resucitada, por lo que habían evitado la aniquilación total a manos de los dragones.
Y lo más importante, estaba ante Tyrande. LA Tyrande, esa de las figuritas carísimas. La elfa que toda chica soñaba con ser al menos alguna vez en su vida. Pero no podía dejarse distraer por la leyenda viva, tenía que escuchar atentamente la explicación para impresionarla, así que eso hizo.
Ni idea de que era el Lunargentés Errante, pero se hacía a la idea de para que servía un Traslador, y la existencia de otros mundos no era tan rara para ella. Que fueran casi iguales a este era un poco inquietante, cierto, pero empujó ese sentimiento castigado a un rincón de su mente, en aras de evitar la aniquilación total. Y aquí es donde la cosa se volvía confusa.
Los jinetes querían el Traslador para destruirlo… ¿así que iban a destruirlo primero? Y entonces, la explicación le quito todo el sentido que pudiera haber tenido. Así que iban a aislarse, a cerrar los ojos y esperar que todo pasara. Un pequeño pulso de su mente, y una bonita mariposa de luz apareció en su dedo extendido. Se había retirado al fondo de su mente, pensando, meditando, su conexión con sus pequeños extendida.
¿Queréis que me quede, cierto? Era su función, los custodios protegían el bosque. Y no había ejemplo más claro que proteger EL árbol.
Toda su respuesta fue un zumbido enfadado. Indignado.
Pero, si el árbol es destruido… ERAN espíritus del bosque, en teoría, un golpe como ese seguramente los mataría. O heriría.
Otro zumbido, más enfadado. Junto a una palabra, prácticamente una orden. Pregunta.
Y sabía perfectamente lo que querían que les preguntara. En cuando había oído a su heroína decir eso. Su imagen, la heroína a la que admirar, hecha pedazos. Rota por su estada en Oblivion. Pensó, fríamente, que seguramente habría sido mejor que no hubiera regresado. Eternamente recordada como un mártir, no una cobarde que condenaba incontables mundos a arder para protegerse. Pero ella no iba a dejar esas cosas sueltas por los diferentes mundos, dejando que lo consumieran todo a su paso.
Toda alma tiene una brizna de Luz, y merece ser protegida. Sus propias palabras volvieron a su mente, repetidas con su propia voz por sus pequeños, que estaban siguiendo su línea de pensamiento atentamente. Pero no, se equivocaban. Es decir, si, era una parte de la razón. Pero…. La mayor era más esotérica.
Ella invocaba espíritus. No personas, más bien emanaciones de fuerzas naturales. Pero al contrario que su maestra, con forma claramente natural, de ese plano, los suyos eran más esotéricos. Y si su maestra podía controlar a un ser que era el bosque personificado… No quería imaginarse lo que podría traer ella en unas décadas. Ni de dónde. O alguien con una afinidad similar a la suya. Y luego estaban los brujos y su magia. No, simplemente no creía que el ritual fuera a funcionar. Les ganaría tiempo, seguro. Pero ya fuese porque la magia existía allí, esperando ser descubierta, porque alguien como ella extendería su mente demasiado lejos y los volvería a traer o, mucho más probable, que fuera posible manipular los Translocadores para que señalaran a otro mundo (es decir, ¿quién tendría de suficientes como para arriesgarse a destruirlos a excepción de esas langostas extradimensionales?), volverían a tener este problema. Y por sorpresa. Ahora estaban tan preparados como podrían estarlo, al menos comparados con el futuro.
Y cierto, una parte de ella se preguntaba que podría hacer con uno de esos míticos artefactos. Así que hizo la pregunta que los espíritus habían estado esperando.
¿Podré llamaros en Oblivion?
Duda, determinación. No lo sabían, pero iban a intentarlo, con todas sus fuerzas. Como ella. No podía pedir más.
Cuando abrió los ojos, Eltrant estaba a su lado. Intentaba calmarla, creía, centrarla, o puede que realmente creyera que tenía que cuidar de Anders. Se lo agradecía igualmente, que se preocupara por los demás. También parecía completamente convencido de que no iba a volver en la vida. Puede que tuviera razón.
Se levantó de su sitio, dirigiéndose al elfo, abrazándolo por la espalda y hundiéndole la cara en el hombro. –Serás más útil aquí, reforzando el árbol, o haciendo trampas.- intentó, antes de que le dijera donde se quedaría. –Y si consigues agenciarte algún alquimista, Jinete o no, no creo que nadie sobreviva si la explosión es lo bastante potente. Aunque mejor que la hagáis fuera del árbol. Y… No se cómo fluye el tiempo allí, así que puede que tarde un poco en volver. Échale un ojo a mi taller de vez en cuando, vale? Puedes vender lo que haya dentro, sería una pena que llegara y tuviera que tirarlo todo porque paso de moda. Ten cuidado.- Le apretujo un poco más y se fue del lugar, a buscar un saco, puede que algo de tela y cuero. Una parte importante del plan y un momento de respiro para que su cara se recompusiera.
Unos minutos más tarde, estaba al lado de Eltrant. –Si alguien dice que soy demasiado débil, empezara esta maravillosa aventura con una flecha clavada.- y dicho eso, quedo sentada en el suelo otra vez, con su armadura a sus pies, intentando ajustarla, hacerla a medida, poner más protección aquí y allá, con algo de frío debido al sudor que empapaba su ropa. Puede que tuviera tiempo y materiales para ajustar las de los demás también.
Había escuchado de refilón el discurso de Asher, aunque no estaba muy segura de si creerle. Es decir, podía estar mintiendo para evitar que se produjera el ritual, o podía ser verdad. Quería que fuera verdad, igual que quería empaparla con agua sagrada, por si acaso era otro jinete. Pero al mundo no le importaba lo que uno quería, solo que tuvieras la fuerza y determinación para conseguirlo.
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Para Oblivion me voy con Imargo y Saranee, con mi modelo a seguir hecho añicos y hasta arriba de bendiciones sin usar. También uso Mantenimiento de Armadura para intentar no morir. Y, si Ger me deja, como es razonable que los materiales no escaseen precisamente aquí, haré lo mismo para cualquiera con armadura de curtiduría superior o inferior. Y me agencio un saco para el absoluto saqueo de Oblivion (?) E interactuo con Elt y AndersMantenimiento de Armadura : Optimiza una armadura de Curtiduría de calidad similar o inferior a las que puedes fabricar, de manera que mejora levemente su protección y disminuye el entorpecimiento a los movimientos.
Última edición por Valyria el Dom Mar 22 2020, 16:19, editado 1 vez
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
El ambiente se había calmado por vez primera y Nousis sintió, al igual que le había ocurrido tras la última batalla, que su aliento se había tranquilizado, pero su corazón continuaba palpitando intensamente. Acompañar al joven Elfo y regresar para proteger el Árbol, tal había sido el plan que él mismo había trazado. Sin embargo, no fue preciso. Los sonidos exteriores cesaron, y el espadachín, preocupado, se internó en el tronco.
Pese a la situación, pese a cuanto había ocurrido, experimentó una sensación de regocijo y calmada satisfacción al entrar en el lugar más sagrado para su pueblo. Se detuvo, deseando contemplar cada punto de la estancia en la cual ahora se encontraba. Elevó una callada plegaria de gratitud, por tener la ocasión y el honor de que su calzado hollase el suelo del núcleo, del alma, de Sandorai.
Nada fue como esperaba.
Allí, en el lugar más puro del reino, no existía una corte con los mejores de entre los suyos, siquiera los más nobles. Humanos y otras razas se alzaban como iguales en lo que debiera ser el auténtico templo del Bien. No era lo peor. Hechiceras en el Árbol Madre. Y NADIE de entre las gentes que debían dirigir a los Elfos parecía incomodarse en absoluto. Nousis inspiró profundamente, exhalando hacia un lado, buscando que su rostro mostrase el menor odio posible. ¿Acaso Sandorai era tan terriblemente débil? ¿Acaso su gobierno había sido dejado a manos de contemporizadores, de… traidores al Bosque? Aquel concilio en nada se asemejaba a lo que él esperaba y hubiese dado la vida por mantener. Esos extranjeros habían acudido allí, sin duda, para hacer de su tierra un campo de batalla, no para ayudar a los Elfos. Para los forasteros, eran prescindibles. Tal idea le hizo rechinar los dientes de puro rencor. Olvidándose del posible resultado de la lucha exterior, paseó la mirada por tanto desconocido que en tal instante tenía frente a sí.
El primero que llamó su atención fue el Humano que caminaba junto a la gran heroína del pueblo élfico, Tyrande Nemaniel. Adulto para los estándares de esa raza, sin acercase a la mediana edad. Corpulento, sus ojos parecían decididos, y el Elfo frunció el ceño, convencido de que nada sentía al encontrarse allí. Tyrande, en cambio, le hizo preguntarse si todo cuanto había escuchado y aprendido no era sino falacias para ensalzar a quienes permanecían en la cúspide de la sociedad y que pudiesen permanecer allí.
Fue imposible no fijarse tras ello en el gran humanoide de aspecto cánido, así como en su acompañante, pues su altura le hacía imponente. Se preguntó en una enlazada serie de pensamientos de dónde habría llegado, y cómo habría llegado a codearse con los sujetos que allí se habían reunido.
Además de la elfas que ya había conocido con anterioridad, desde la que poseía un asombroso cabello ceniza a la propia Eleatril, allí se hallaba otra representante de la renombrada belleza de las féminas de su raza, junto a un hermoso tigre, cuyo recuerdo se abrió paso. Sí, habían coincidido en los primeros pasos de lo que se estaba desarrollando. Quien habría pensado que las cosas llegarían a tal extremo cuando retornó a la foresta…
También Aradia se hallaba a salvo, junto a otras personalidades que Nousis escudriñó con cuidado sin moverse un ápice.
Atendió a un aparente reencuentro familiar con la mente aún centrada en decenas de preguntas imposibles de responder en esos momentos, enfocadas en los extraños. No obstante, la conversación sí acaparó toda su atención.
La idea de una realidad paralela a Aerandir, similar y a la vez con visibles diferencias, resultaba delirante. Las crónicas antiguas recogían la guerra contra los invasores de un mundo por entero ajeno, y pese a ello, con sus décadas de estudio, el hecho de sopesar un universo… espejo, por llamarlo de algún modo, le resultaba preocupante. ¿Nadie era único? El conocimiento que podría extraer de esa información era infinito y lo abrumó. Miró al suelo, justo cuando Tyrande le señaló, y Nousis abrió los ojos, pasmado, sin atinar a deducir si había comprendido bien lo enunciado por la heroína. ¿Rey? ¿Él, rey en la realidad que la Elfa había dejado atrás? Soltó una carcajada cargada de sarcasmo en un ambiente nada propicio. Sus ojos grises mostraron claramente una frialdad y una ira para nada reflejadas en el gesto anterior. Señor de las ruinas de un bosque muerto. Más bien el último cronista de la última derrota. Aquello no podía volverse realidad.
“¿Seguro?” preguntó una tétrica voz en un recoveco de sus pensamientos más oscuros “Como Rey tendrías ese poder que tanto anhelas… Ahora no puedes proteger a nadie. Eres débil. Como soberano, dirigirías al remanente de los tuyos… protector del Árbol Llameante…”
“Son dos realidades por entero diferentes” replicó su razón “No soy nadie -se permitió tal sinceridad a sí mismo- Nadie en su sano juicio me coronaría rey del bosque, ni aún siendo derrotados. Y yo no soporto perder”
“Todos mueren, los Jinetes vencen, y cumplida su tarea, dejan los restos a los sobrevivientes. Luchamos, perdemos… y gobernamos”
“Cada Elfo, cada Elfa, deben ser protegidos – contratacó Nousis, asqueado de esa demoníaca parte de su cerebro- Daría la vida por proteger éste lugar. No lo vendería todo por un reino de cenizas. Y ese Rey del Árbol llameante NO soy yo”
“Miéntete, pero formo parte de ti. Soy tu sed de sangre, de castigar a quienes decidas, tu inconmensurable ansia de poder. Tu frustración, tu odio hacia ti mismo. Y hasta que exhales el último aliento, formaré parte de cada idea que trace su mente”
El Elfo sacudió la cabeza, reprimiendo un escalofrío. Ni siquiera el hecho de verse obligado a escuchar a una maldita bruja le hizo eliminar del todo el terrible cuadro que había pintado para él esa parte de sí mismo. Pero verla atreverse allí, en el centro de Sandorai, a discutir con una mujer que era historia viva de su pueblo le hizo dar un paso, dispuesto a intervenir con agresividad, antes de que el leónido, con temple y calma, centrase la atención del variopinto grupo en sí mismo. Por desgracia, solo prorrumpió sandeces. Tratar de unir a las razas en un esfuerzo común carecía de sentido. Por los dioses… estaba convencido de que nada habría ocurrido de no ser por la maldita magia.
Él tenía claro que protegería su patria, no era siquiera algo que pudiese ser llamado elección. Se lo pedía cada fibra de su ser. Por ende, el parloteo del Humano fue recibido por el Elfo con evidente desdén. Sólo se movió cuando el perro gigante trató de alcanzar a Tyrande. ¿Qué diablo ocurría allí? ¿Es que no había un Elfo al mando? El sistema de consejos era una solemne estupidez, rezongó.
No aparentaba ser en absoluto capaz de detener a la bestia, mas ésta se detuvo, y sus palabras soliviantaron a varios de los miembros de la raza de Nousis, que asistió a ellas con ánimo sombrío. En sus largas décadas de estudio, procuraba no dar nada por sentado sin las bases adecuadas. Y en aquel lugar y momento, con un total desconocimiento del plano existencial al que varios habían hecho mención, hogar de esas criaturas tenebrosas, tras salir el cánido de la estancia, miró a quienes de los suyos podrían arrojarle luz sobre el asunto. No tomaría por cierta la palabra de un extranjero contra la de alguien de su raza. Pero dejar entrar al mal al corazón del Árbol, podría resultar catastrófico. ¿No era Tyrande?
Se dirigió entonces a Níniel y Eleatril fundamentalmente, hablando en su lengua materna. Con voz calmada y extrema cortesía, el sosiego de sus palabras encerrada un sinfín de emociones.
-Soy Nousis, del clan Indirel, como Tyrande ha señalado. Sólo un Elfo más, dentro de toda ésta locura- paseó la vista por la concurrencia- Nunca antes de las últimas semanas había creído posible que algo así ocurriera, menos aún en nuestro lugar más sagrado. ¿Hay algo de cierto en las palabras del hombre-bestia?- inquirió preocupado- Deseo proteger el Hogar, ya hemos perdido a muchos, y ahora colaboramos con hechiceros y extranjeros, no a nuestras puertas, sino aquí, en Árbol Madre- señaló al suelo- Tenéis mi respeto por vuestros actos, y ahora en apariencia, el liderazgo de nuestro pueblo. Si aceptáis a Tyrande como la auténtica, me encargaré de proteger el ritual con la vida. Si no… es preciso arrancarle la verdad, si el tiempo corre tan en nuestra contra como todo parece.
Se cruzó de brazos, esperando una respuesta de ambas Elfas. Todo había llegado de la contemporización, de la mediocridad, de la debilidad. Sandorái debía cambiar...
... si es que llegaba a sobrevivir.
______
OFF: por si no queda claro, su pequeño discurso es en élfico ^^
Elección: si Nin y Eleatril niegan la mayor, protegerá el ritual. Si no, se unirá a la partida de Lágoles.
Última edición por Nousis Indirel el Dom Mar 22 2020, 23:31, editado 1 vez
Nousis Indirel
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
- Nota a mis lectores:
- Perdón por el tochón
Eilydh no pudo decir que no se deshizo de un peso enorme al regresar la capa a las manos de su dueño. Luego de hacerlo se acercó a la bruja que había estado ayudándola durante todo el revuelo en el consejo y que por alguna razón había dejado al fin de escupir fuego.
-Gracias por tu ayuda Reike.. – dijo la elfa agradecida mientras se acercaba con sus manos a su garganta y boca y cerraba los ojos. Lanzó un leve pensamiento a Isil y la noche oscura que les acontecía antes de notar como su éter se traspasaba a Reike curando sus heridas en aquellas zonas. – No hubiese sobrevivido sin ella.- le dijo e incline su cabeza levemente en señal de respeto.
Casi pudo Volver a respirar por unos segundos antes de correr obviando a cualquier otra persona hasta su tigre.
El animal la miró con ojos cansados. Alguien había recubierto sus heridas de hielo y parecía que aquello contuviese el sangrado y estaba ayudando al tigre a sanar. Eilydh usó su imposición de manos en los bordes que sangraban para evitar que el animal muriese desangrado a medida que pedía a Ímbar que aquello funcionase. No podia curarlo del todo, por desgracia su habilidad no era lo suficientemente avanzada como para aquello, pero hizo lo que pudo hasta que su pelaje dejo de estar manchado de sangre.
-Te dije que iba a Volver por ti- le dijo al animal, acariciando levemente su hocico para después ayudar a alzarlo sobre sus piernas.-Te has perdido mis primeros pinitos como pájaro sin alas, por cierto... pero no estoy segura de que te hubiese gustado mucho llenarte el pelaje de ramas y hojas- le dijo abrazándolo.
El tigre consiguió ponerse de pie y como la propia Eilydh cojeaba de tanto en tanto a medida que ambos avanzaban a la sala de los vestales, una vez allí Eilydh entendió la gravedad del asunto que trataban. Se refugió en una esquina no muy lejos de otros elfos heridos que intentaban curarse las heridas los unos a los otros.
Ash’alá corrió de pronto de su lado en cuanto vio a su antigua compañera, Eleatril no muy lejos de donde estaban. Eilydh sintió como la alegría y la sorpresa de encontrarla con vida se tiznaba de un sentimiento oscuro y triste al recordar que aquel tigre pertenecía a la chica y no a ella. Sonrió de manera triste y dulce al ver como el animal recomponía las pocas fuerzas que le quedaban para saltar sobre Eleatril y que esta a su vez parecía estar sumamente contenta de encontrarlo. Vio como la cara de emoción de la elfa pasaba, sin embargo, a preocupación por la herida del abdomen del tigre y Eilydh sintió la culpa que había estado cargando desde el momento mismo que el tigre fue herido acumularse en su estomago. Haciendola sentir pequeña.
Sonrió a Ash’alá, contenta de al menos haberlo regresado a quien pertenecía y se giro sumida en los… ¿envidia? De saber que la compañía de aquel ser peludo no iba a beneficiarla por más tiempo.
A Eilydh no le gustaban las despedidas, así que se aguantó el nudo en la garganta a medida que se giraba, dirigiéndose lo más lejos de aquella feliz, y aún así dolorosa escena. Cuando las lágrimas apenas podían contenerse en sus párpados y la pena casi se había vuelto furia, sintió como algo suave y cálido rozaba su mano.
El tigre había conseguido seguirla entre la multitude y la atusaba con el hocico, buscando la caricia de Eilydh. Se giro a él, sumiéndose en un abrazo y sin poder contener las lágrimas. Mientras lo abrazaba, pudo ver como Eleatril le dedicaba una leve reverencia en señal de respeto. Eilydh no lo sabía, pero aquel fue el momento justo en el que decidió que lo más lejos que quería estar en su vida de aquel animal, era la distancia misma entre su mano y su pelaje. Y lo instó a seguirla, agradecida de que hubiese preferido quedarse con ella, una elfa que lo había puesto en peligro en las primeras 3 horas que pasaban juntos, que con Eleatril, la elfa poderosa y resucitada.
Acto seguido se dispusieron a buscar un lugar donde asearse un poco y descansar las piernas.
Ambos el tigre y la elfa no supieron exactamente la envergadura de la batalla que se había librado bajo los pies del árbol hasta que la imagen misma de la muerte y de aquellos caidos a los que habían empezado a enterrar en las raices dio de bruces en sus ojos. Se giro un poco tragando saliva mientras Ash’alá se acomodaba a sus pies, cansado. Llevó las manos a una de las paredes de la sala que habitaban y sintió, como siempre, el flujo del éter del árbol bajo la palma de sus manos, la vida y la muerte que albergaba la savia de aquel edificio, la sabiduría de sus años y el future incierto que ahora se cernía sobre él.
El tigre interrumpió sus pensamientos posando una pata sobre su pierna, como alertandola de la llegada de nuevos integrantes a la habitación. La barba alborotada de Eltrant y su gesto cansado pero impasible había cambiado poco desde la última vez que lo vio. La elfa no pudo evitar parpadear de manera algo más prolongada de lo normal al reconocerlo, como si en alguna parte de su mente el verlo hubiese dejado escaper un temor que ni siquiera sabía que albergaba. Y a su lado Tyrande.
O ella decía ser.
Eilydh se mentiría a si misma si dijese que no se había alegrado al verla entrar justo en aquel lugar del árbol madre. Los gritos y el clamor de los elfos a su lado la animo a sentirse incluso algo más aliviada de que estuviese viva. Casi se dejó llevar por la Felicidad común de los que la rodeaban como para pasar por alto la naturaleza fría y casi lejana de la que era llamada heroína por los elfos. Su actitud pasiva a aquellos que la habían apoyado en la batalla y sobre todo… su concepción tremendísta del final que iba a sufrir el árbol.
Eilydh llevó la mano a su bolsillo recuperando la figurita de la heroína que había cargado con ella desde que convencieron a Lagoles parecía hacer ahora años. La observo con detenimiento, como herida. En su perdida momentánea de la situación actual y su mente, Eilydh se perdió buena parte del dilemma que les acontecía.
Luchar o defender. Morir matando o Matar muriendo.
Escuchó a Eltrant dirigirse al resto de los presentes y luego al hombre- lobo que había conocido brevemente no hacía si quiera 4 horas. Escuchó sus palabras con detenimiento y su gesto pasó de incredulidad hastiada, como en la mayoría de los elfos a su alrededor, a… curiosidad.
Buscó a Tyrande con la mirada. La mujer se había apresurado a confinarse en una sala y dio ordenes expresas de que no la molestasen. Una heroína que había pasado los últimos 3 años en el Oblivion aún necesitaba algo más de intimidad para… según ella hacer que el final inconclusivo del árbol en llamas fuese menos grave de lo que iba a ser, todo esto según su experiencia “oblivionesca”
Acarició a Ash’alá distraída y este empezó a ronronear de manera débil.
Eilydh entendió las palabras del tal Asher y se apresuró a cambiar su gesto sin olvidar exactamente dónde estaba y quienes la rodeaban. Cierta parte dentro de ella quería que lo que decía o daba a entender no fuese verdad. Pero cierta parte de ella, una muy grande tenía la certeza de que Tyrande era una ayuda heróica en un tiempo de necesidad.
Y hasta ahora aquello aquellas casualidades perfectas tan solo habían significado problemas. Y todos los problemas que la rodeaban solían acabar en desesperación y muerte. Las tropas elfas ya estaban mermadas. Las raíces del árbol absorbían los cuerpos regenerando el éter que los había compuesto en algún momento y la visión de aquello era Sagrada y macabra a partes por igual.
Los únicos verdaderos derrotados en aquella batalla eran los elfos que morían para salvar al árbol, y Eilydh deseaba morir matando. Quería que si su día se acababa allí y ahora su espada se manchase de la sangre de aquellos que podían ampararlos y decidían herir a su pueblo por el contrario. Pero las palabras de Asher la hicieron de nuevo dares de bruces con la realidad.
A duras penas había sobrevivido a un solo jinete. Se miró sus manos, pequeñas y menudas, como representantes de todo lo que sentía y que a menudo le insuflaba la rabia de demostrar cuán equivocados estaban todos. Pero aquella vez y tan solo por un minute, Eilydh puso su orgullo a un lado y se preocupó en demostrarse tan solo a si misma que quizás era ella la que se equivocaba si decidía seguir a Eltrant o a Asher.
Suspiró y de nuevo se dirigió a Ash’alá.
-Creo que ambos tenemos ciertas prioridades, ¿verdad?- y se levantó de manera pausada,
Decidida a dirigirse a donde iba, la voz profunda de Eltrant la sacó del ciclo de pensamientos en el que se había visto envuelta y que no la había siquiera dejado darse cuenta de que el hombre se acercaba a ella.
Escuchó como el hombre se dirigía a ella y sus palabras sobre el aspecto que presentaba la hicieron de pronto se muy consciente de que parecía desmejorada. Quizás demasiado, un tinte rosado se apoderó de sus mejillas.
-El karma en estos momentos creo que es lo que mejor se está portando, desaparecido, Tale- le dijo acercándose con una media sonrisa burlona en sus labios.- Pero pregúntamelo en unas horas. Estoy segura que mi respuesta será más especifica, y…manchada de sangre.- continuó sin poder ocultar que estaba contenta de verlo y agarrando la empuñadura de Karma.- Se mejor que nadie que tu no olvidas..- Eilydh recordó la primera vez que había visto a Tale usar a Olvido rodeados de nieve y fuego a partes por iguales y agradeció no ser los jinetes a los que el guerrero iba a enfrentarse.
Guiñó un ojo a Lyn. La vampiresa había cambiado tanto que le costó unos momentos reconocerla, tan solo desvelada por sus ojos enormes y amables y su sonrisa aún aniñada. Ash’alá rugió de manera cariñosa a Lyn cuando esta se acercó a ellos.
Eltrant le preguntó por sus planes. Hacía tan poco que había decidido que hacer que el deje de curiosidad del guerrero casi parecía el suyo propio.
Su “si lo haces” parecía mas una sugerencia educada que una condición. En cualquier otro momento aquel tono hubiese encendido el orgullo de la elfa y las palabras del hombre hubiesen sido un reto en si que la hubiese posicionado a su lado cambiando la decisión que había tomado minutos antes. Pero no ahora.
Sabía los trazos heróicos de su amigo e intuía que de unírsele en la batalla y al ponerse en peligro, Tale primaría la seguridad de sus amigos a la propia. No quería ser la razón por la que Eltrant Tale muro de acero, muriese de una manera ridícula.
En aquella ocasión Eilydh tan solo escuchó las recomendaciones y sugerencias de Eltrant acerca de un elfo en particular.
-Dos favores me pides nada mas y nada menos…- dijo como exasperada- Que ayude a un elfo… y que tenga cuidado.- Posó su mano de manera distraída en la barba de Eltrant y tiró de ella levemente- Eso significa…¿que la próxima vez que nos veamos me debes tu a mi dos favores.? Tendré que tenerlo en cuenta entonces.
-No dejes que pierda la cabeza, Lyn.- le dijo la elfa a la vampiresa aún mirando a Eltrant- Ya sabes como de hyper se pone cuando tiene que usar a Olvido. Y cuídate mucho – le dijo ahora sonriéndole a ella.
-No mueras, Elt- dijo simplemente y lo vio marchar y unirse a varias personas camino al Oblivion.
Le hizo una señal a Ash’alá y entre el desconcierto y gentío caminó directa hasta donde se encontraba la elfa menuda y anciana. En una esquina sin apenas alzar la mirada y con lágrimas en los ojos. Oculta por los cuerpos que se movían de aquí a allá, como si quisiese perderse ella también en el bullicio.
Eilydh se sentó a su lado, dejando unos centímetros entre ambas y le hizo un gesto a Ash’alá para que se acercase. El tigre la obedeció y tras una leve mirada a Eilydh empezó a buscar la caricia de la mano de Galatrea rugiéndole de manera leve, cargada de pena. El animal parecía comprender a la perfección el sentimiento que inundaba a la sacerdotisa, al fin y al cabo el también estaba sumido en el dolor y la pena por la muerte de todo lo que había conocido hasta entonces.
-Es curioso el dolor.- dijo Eilydh tras unos segundos de observarlos- No hay necesidad de usar palabras para expresarlo. -dijo uniéndose a la caricia de Ash’ala, y dirigiéndose tan solo a Galatrea en aquel momento a pesar del ruido- Tan solo se necesita complicidad y entendimiento para compartirlo. Podemos vivir años con dolor ansiando la promesa que nos regala el saber que existe, como agarrándonos a él por ser el único rastro de aquellas personas que nos han abandonado. Por el miedo mismo de que al sanarlo.. el recuerdo de esa persona se vaya, y con ello una parte de nosotros muera.
El tigre se posicionó frente a Galatrea y clavó su mirada en ella, cansada, herida pero fuerte y viva.
Eilydh se acercó algo más a la sacerdotisa.
-El regalo de sabernos libres de dolor es una maldición en si misma cuando perdemos a un ser querido y aún así e irónicamente, todos y cada uno de los seres que hemos perdido nos quitarían si pudiesen el dolor que dejaron por su pérdida. Como si el tenerlo fuese una traición a la razón por la que muriesen- sonrió a la nada, esperando que Galatrea supiese a lo que se refería- Tu hija era valiente, fuerte, habilidosa y ponderosa. Luchó llena de vida y entregó la suya misma para que el resto tuviésemos alguna oportunidad de vivirla. Vivió como murió, peleando y defendiéndote. Defendiéndonos, al igual que tu esposo- dijo la chica. Esta vez buscó la mano de Galatrea, con lágrimas cohibidas en sus ojos y la tomó sin saber si quiera si esa mujer conocía su nombre o no.
-El dolor nos hace fuerte Galatrea. El dolor nos recuerda que la vida que dieron aquellos que murieron es más valiosa incluso que si estuviesen aún vivos. Nos empuja a saborearla más aún que antes incluso de saber que se habían ido. No dejes que tu dolor te ahogue en la nada, Galatrea. No creo que el legado de tu hija implique mirar como todo por lo que murió es destruido. Estoy segura que tu hija atesoraría cada una de las posibilidades de vida que podamos darle a los elfos que luchan por lo que ella murió.
Ash’alá se giro hasta la elfa, enseñándole su herida, esperando que lo ayudase como escalafón final a aquello de lo que Eilydh estaba intentando convencerla.
-Tu hija, tu marido, ambos viven a través de nuestros actos, sea dolor o lucha. Resistencia o pasividad. El orgullo de sentirlos vivos con nuestras acciones, eso, compañera, es el mejor regalo que ellos pudieron dejarte y a diferencia de como lo hace el dolor, no se va con su perdida. Permanece a medida que dejas el trazo de tus acciones en los otros.
Suspiró, quedándose sin palabras y derramando una lágrima que estaba recluyendo. Los hombres y mujeres que iban al Oblivion habían comenzado a moverse y alrededor de ellas, los elfos empezaban a organizarse.
-Tu esposo no podría hacerlo sin ti. Tu hija no pudo hacerlo sin ti. Ash’alá no puede tampoco. Ni yo. Te necesitamos Galatrea. Necesitamos que honres a los caídos evitando que el dolor que tu sientes ahora sea nunca más compartido y que los muertos en nuestras raíces sirvan para que Ímbar nos haga resurgir de nuestras propias cenizas. -Eilydh posó su mano sobre una rama nueva que crecía de la corteza del árbol. Parte de aquella zona había sido quemada en la batalla anterior, pero el árbol había empezado a regenerarse como si dijese sin palabras que estaba listo para resurgir.
Eilydh posó la mano de Galatrea sobre esa pequeña brizna de hierba verde, recordándole a la elfa el preciso balance entre la vida y la muerte.
Ash’alá rugió bravo y seguro de si mismo, como dando a entender que esa era su opinión también y que pensaba donar toda la fuerza que, malherido, le quedaba, para lograr aquel cometido.
off:-Gracias por tu ayuda Reike.. – dijo la elfa agradecida mientras se acercaba con sus manos a su garganta y boca y cerraba los ojos. Lanzó un leve pensamiento a Isil y la noche oscura que les acontecía antes de notar como su éter se traspasaba a Reike curando sus heridas en aquellas zonas. – No hubiese sobrevivido sin ella.- le dijo e incline su cabeza levemente en señal de respeto.
Casi pudo Volver a respirar por unos segundos antes de correr obviando a cualquier otra persona hasta su tigre.
El animal la miró con ojos cansados. Alguien había recubierto sus heridas de hielo y parecía que aquello contuviese el sangrado y estaba ayudando al tigre a sanar. Eilydh usó su imposición de manos en los bordes que sangraban para evitar que el animal muriese desangrado a medida que pedía a Ímbar que aquello funcionase. No podia curarlo del todo, por desgracia su habilidad no era lo suficientemente avanzada como para aquello, pero hizo lo que pudo hasta que su pelaje dejo de estar manchado de sangre.
-Te dije que iba a Volver por ti- le dijo al animal, acariciando levemente su hocico para después ayudar a alzarlo sobre sus piernas.-Te has perdido mis primeros pinitos como pájaro sin alas, por cierto... pero no estoy segura de que te hubiese gustado mucho llenarte el pelaje de ramas y hojas- le dijo abrazándolo.
El tigre consiguió ponerse de pie y como la propia Eilydh cojeaba de tanto en tanto a medida que ambos avanzaban a la sala de los vestales, una vez allí Eilydh entendió la gravedad del asunto que trataban. Se refugió en una esquina no muy lejos de otros elfos heridos que intentaban curarse las heridas los unos a los otros.
Ash’alá corrió de pronto de su lado en cuanto vio a su antigua compañera, Eleatril no muy lejos de donde estaban. Eilydh sintió como la alegría y la sorpresa de encontrarla con vida se tiznaba de un sentimiento oscuro y triste al recordar que aquel tigre pertenecía a la chica y no a ella. Sonrió de manera triste y dulce al ver como el animal recomponía las pocas fuerzas que le quedaban para saltar sobre Eleatril y que esta a su vez parecía estar sumamente contenta de encontrarlo. Vio como la cara de emoción de la elfa pasaba, sin embargo, a preocupación por la herida del abdomen del tigre y Eilydh sintió la culpa que había estado cargando desde el momento mismo que el tigre fue herido acumularse en su estomago. Haciendola sentir pequeña.
Sonrió a Ash’alá, contenta de al menos haberlo regresado a quien pertenecía y se giro sumida en los… ¿envidia? De saber que la compañía de aquel ser peludo no iba a beneficiarla por más tiempo.
A Eilydh no le gustaban las despedidas, así que se aguantó el nudo en la garganta a medida que se giraba, dirigiéndose lo más lejos de aquella feliz, y aún así dolorosa escena. Cuando las lágrimas apenas podían contenerse en sus párpados y la pena casi se había vuelto furia, sintió como algo suave y cálido rozaba su mano.
El tigre había conseguido seguirla entre la multitude y la atusaba con el hocico, buscando la caricia de Eilydh. Se giro a él, sumiéndose en un abrazo y sin poder contener las lágrimas. Mientras lo abrazaba, pudo ver como Eleatril le dedicaba una leve reverencia en señal de respeto. Eilydh no lo sabía, pero aquel fue el momento justo en el que decidió que lo más lejos que quería estar en su vida de aquel animal, era la distancia misma entre su mano y su pelaje. Y lo instó a seguirla, agradecida de que hubiese preferido quedarse con ella, una elfa que lo había puesto en peligro en las primeras 3 horas que pasaban juntos, que con Eleatril, la elfa poderosa y resucitada.
Acto seguido se dispusieron a buscar un lugar donde asearse un poco y descansar las piernas.
Ambos el tigre y la elfa no supieron exactamente la envergadura de la batalla que se había librado bajo los pies del árbol hasta que la imagen misma de la muerte y de aquellos caidos a los que habían empezado a enterrar en las raices dio de bruces en sus ojos. Se giro un poco tragando saliva mientras Ash’alá se acomodaba a sus pies, cansado. Llevó las manos a una de las paredes de la sala que habitaban y sintió, como siempre, el flujo del éter del árbol bajo la palma de sus manos, la vida y la muerte que albergaba la savia de aquel edificio, la sabiduría de sus años y el future incierto que ahora se cernía sobre él.
El tigre interrumpió sus pensamientos posando una pata sobre su pierna, como alertandola de la llegada de nuevos integrantes a la habitación. La barba alborotada de Eltrant y su gesto cansado pero impasible había cambiado poco desde la última vez que lo vio. La elfa no pudo evitar parpadear de manera algo más prolongada de lo normal al reconocerlo, como si en alguna parte de su mente el verlo hubiese dejado escaper un temor que ni siquiera sabía que albergaba. Y a su lado Tyrande.
O ella decía ser.
Eilydh se mentiría a si misma si dijese que no se había alegrado al verla entrar justo en aquel lugar del árbol madre. Los gritos y el clamor de los elfos a su lado la animo a sentirse incluso algo más aliviada de que estuviese viva. Casi se dejó llevar por la Felicidad común de los que la rodeaban como para pasar por alto la naturaleza fría y casi lejana de la que era llamada heroína por los elfos. Su actitud pasiva a aquellos que la habían apoyado en la batalla y sobre todo… su concepción tremendísta del final que iba a sufrir el árbol.
Eilydh llevó la mano a su bolsillo recuperando la figurita de la heroína que había cargado con ella desde que convencieron a Lagoles parecía hacer ahora años. La observo con detenimiento, como herida. En su perdida momentánea de la situación actual y su mente, Eilydh se perdió buena parte del dilemma que les acontecía.
Luchar o defender. Morir matando o Matar muriendo.
Escuchó a Eltrant dirigirse al resto de los presentes y luego al hombre- lobo que había conocido brevemente no hacía si quiera 4 horas. Escuchó sus palabras con detenimiento y su gesto pasó de incredulidad hastiada, como en la mayoría de los elfos a su alrededor, a… curiosidad.
Buscó a Tyrande con la mirada. La mujer se había apresurado a confinarse en una sala y dio ordenes expresas de que no la molestasen. Una heroína que había pasado los últimos 3 años en el Oblivion aún necesitaba algo más de intimidad para… según ella hacer que el final inconclusivo del árbol en llamas fuese menos grave de lo que iba a ser, todo esto según su experiencia “oblivionesca”
Acarició a Ash’alá distraída y este empezó a ronronear de manera débil.
Eilydh entendió las palabras del tal Asher y se apresuró a cambiar su gesto sin olvidar exactamente dónde estaba y quienes la rodeaban. Cierta parte dentro de ella quería que lo que decía o daba a entender no fuese verdad. Pero cierta parte de ella, una muy grande tenía la certeza de que Tyrande era una ayuda heróica en un tiempo de necesidad.
Y hasta ahora aquello aquellas casualidades perfectas tan solo habían significado problemas. Y todos los problemas que la rodeaban solían acabar en desesperación y muerte. Las tropas elfas ya estaban mermadas. Las raíces del árbol absorbían los cuerpos regenerando el éter que los había compuesto en algún momento y la visión de aquello era Sagrada y macabra a partes por igual.
Los únicos verdaderos derrotados en aquella batalla eran los elfos que morían para salvar al árbol, y Eilydh deseaba morir matando. Quería que si su día se acababa allí y ahora su espada se manchase de la sangre de aquellos que podían ampararlos y decidían herir a su pueblo por el contrario. Pero las palabras de Asher la hicieron de nuevo dares de bruces con la realidad.
A duras penas había sobrevivido a un solo jinete. Se miró sus manos, pequeñas y menudas, como representantes de todo lo que sentía y que a menudo le insuflaba la rabia de demostrar cuán equivocados estaban todos. Pero aquella vez y tan solo por un minute, Eilydh puso su orgullo a un lado y se preocupó en demostrarse tan solo a si misma que quizás era ella la que se equivocaba si decidía seguir a Eltrant o a Asher.
Suspiró y de nuevo se dirigió a Ash’alá.
-Creo que ambos tenemos ciertas prioridades, ¿verdad?- y se levantó de manera pausada,
Decidida a dirigirse a donde iba, la voz profunda de Eltrant la sacó del ciclo de pensamientos en el que se había visto envuelta y que no la había siquiera dejado darse cuenta de que el hombre se acercaba a ella.
Escuchó como el hombre se dirigía a ella y sus palabras sobre el aspecto que presentaba la hicieron de pronto se muy consciente de que parecía desmejorada. Quizás demasiado, un tinte rosado se apoderó de sus mejillas.
-El karma en estos momentos creo que es lo que mejor se está portando, desaparecido, Tale- le dijo acercándose con una media sonrisa burlona en sus labios.- Pero pregúntamelo en unas horas. Estoy segura que mi respuesta será más especifica, y…manchada de sangre.- continuó sin poder ocultar que estaba contenta de verlo y agarrando la empuñadura de Karma.- Se mejor que nadie que tu no olvidas..- Eilydh recordó la primera vez que había visto a Tale usar a Olvido rodeados de nieve y fuego a partes por iguales y agradeció no ser los jinetes a los que el guerrero iba a enfrentarse.
Guiñó un ojo a Lyn. La vampiresa había cambiado tanto que le costó unos momentos reconocerla, tan solo desvelada por sus ojos enormes y amables y su sonrisa aún aniñada. Ash’alá rugió de manera cariñosa a Lyn cuando esta se acercó a ellos.
Eltrant le preguntó por sus planes. Hacía tan poco que había decidido que hacer que el deje de curiosidad del guerrero casi parecía el suyo propio.
Su “si lo haces” parecía mas una sugerencia educada que una condición. En cualquier otro momento aquel tono hubiese encendido el orgullo de la elfa y las palabras del hombre hubiesen sido un reto en si que la hubiese posicionado a su lado cambiando la decisión que había tomado minutos antes. Pero no ahora.
Sabía los trazos heróicos de su amigo e intuía que de unírsele en la batalla y al ponerse en peligro, Tale primaría la seguridad de sus amigos a la propia. No quería ser la razón por la que Eltrant Tale muro de acero, muriese de una manera ridícula.
En aquella ocasión Eilydh tan solo escuchó las recomendaciones y sugerencias de Eltrant acerca de un elfo en particular.
-Dos favores me pides nada mas y nada menos…- dijo como exasperada- Que ayude a un elfo… y que tenga cuidado.- Posó su mano de manera distraída en la barba de Eltrant y tiró de ella levemente- Eso significa…¿que la próxima vez que nos veamos me debes tu a mi dos favores.? Tendré que tenerlo en cuenta entonces.
-No dejes que pierda la cabeza, Lyn.- le dijo la elfa a la vampiresa aún mirando a Eltrant- Ya sabes como de hyper se pone cuando tiene que usar a Olvido. Y cuídate mucho – le dijo ahora sonriéndole a ella.
-No mueras, Elt- dijo simplemente y lo vio marchar y unirse a varias personas camino al Oblivion.
Le hizo una señal a Ash’alá y entre el desconcierto y gentío caminó directa hasta donde se encontraba la elfa menuda y anciana. En una esquina sin apenas alzar la mirada y con lágrimas en los ojos. Oculta por los cuerpos que se movían de aquí a allá, como si quisiese perderse ella también en el bullicio.
Eilydh se sentó a su lado, dejando unos centímetros entre ambas y le hizo un gesto a Ash’alá para que se acercase. El tigre la obedeció y tras una leve mirada a Eilydh empezó a buscar la caricia de la mano de Galatrea rugiéndole de manera leve, cargada de pena. El animal parecía comprender a la perfección el sentimiento que inundaba a la sacerdotisa, al fin y al cabo el también estaba sumido en el dolor y la pena por la muerte de todo lo que había conocido hasta entonces.
-Es curioso el dolor.- dijo Eilydh tras unos segundos de observarlos- No hay necesidad de usar palabras para expresarlo. -dijo uniéndose a la caricia de Ash’ala, y dirigiéndose tan solo a Galatrea en aquel momento a pesar del ruido- Tan solo se necesita complicidad y entendimiento para compartirlo. Podemos vivir años con dolor ansiando la promesa que nos regala el saber que existe, como agarrándonos a él por ser el único rastro de aquellas personas que nos han abandonado. Por el miedo mismo de que al sanarlo.. el recuerdo de esa persona se vaya, y con ello una parte de nosotros muera.
El tigre se posicionó frente a Galatrea y clavó su mirada en ella, cansada, herida pero fuerte y viva.
Eilydh se acercó algo más a la sacerdotisa.
-El regalo de sabernos libres de dolor es una maldición en si misma cuando perdemos a un ser querido y aún así e irónicamente, todos y cada uno de los seres que hemos perdido nos quitarían si pudiesen el dolor que dejaron por su pérdida. Como si el tenerlo fuese una traición a la razón por la que muriesen- sonrió a la nada, esperando que Galatrea supiese a lo que se refería- Tu hija era valiente, fuerte, habilidosa y ponderosa. Luchó llena de vida y entregó la suya misma para que el resto tuviésemos alguna oportunidad de vivirla. Vivió como murió, peleando y defendiéndote. Defendiéndonos, al igual que tu esposo- dijo la chica. Esta vez buscó la mano de Galatrea, con lágrimas cohibidas en sus ojos y la tomó sin saber si quiera si esa mujer conocía su nombre o no.
-El dolor nos hace fuerte Galatrea. El dolor nos recuerda que la vida que dieron aquellos que murieron es más valiosa incluso que si estuviesen aún vivos. Nos empuja a saborearla más aún que antes incluso de saber que se habían ido. No dejes que tu dolor te ahogue en la nada, Galatrea. No creo que el legado de tu hija implique mirar como todo por lo que murió es destruido. Estoy segura que tu hija atesoraría cada una de las posibilidades de vida que podamos darle a los elfos que luchan por lo que ella murió.
Ash’alá se giro hasta la elfa, enseñándole su herida, esperando que lo ayudase como escalafón final a aquello de lo que Eilydh estaba intentando convencerla.
-Tu hija, tu marido, ambos viven a través de nuestros actos, sea dolor o lucha. Resistencia o pasividad. El orgullo de sentirlos vivos con nuestras acciones, eso, compañera, es el mejor regalo que ellos pudieron dejarte y a diferencia de como lo hace el dolor, no se va con su perdida. Permanece a medida que dejas el trazo de tus acciones en los otros.
Suspiró, quedándose sin palabras y derramando una lágrima que estaba recluyendo. Los hombres y mujeres que iban al Oblivion habían comenzado a moverse y alrededor de ellas, los elfos empezaban a organizarse.
-Tu esposo no podría hacerlo sin ti. Tu hija no pudo hacerlo sin ti. Ash’alá no puede tampoco. Ni yo. Te necesitamos Galatrea. Necesitamos que honres a los caídos evitando que el dolor que tu sientes ahora sea nunca más compartido y que los muertos en nuestras raíces sirvan para que Ímbar nos haga resurgir de nuestras propias cenizas. -Eilydh posó su mano sobre una rama nueva que crecía de la corteza del árbol. Parte de aquella zona había sido quemada en la batalla anterior, pero el árbol había empezado a regenerarse como si dijese sin palabras que estaba listo para resurgir.
Eilydh posó la mano de Galatrea sobre esa pequeña brizna de hierba verde, recordándole a la elfa el preciso balance entre la vida y la muerte.
Ash’alá rugió bravo y seguro de si mismo, como dando a entender que esa era su opinión también y que pensaba donar toda la fuerza que, malherido, le quedaba, para lograr aquel cometido.
Perdón por el post kilometrico. Tenía mucho que contar.
En resumen, interactúo con Eltrant, con Eleatril e intento animar la depresión de Galatrea a ver si nos ayuda a que muramos un poquitín menos- y de paso cure a mi tigrecito-
xx
Última edición por Eilydh el Dom Mar 22 2020, 17:39, editado 1 vez
Eilydh
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Había funcionado. La armonía que monté con Vincent había sido suficiente para desterrar a esa hija de perra de vuelta a su planeta. Me coloqué el pelo hacia atrás de nuevo después de los brincos al llegar a la ubicación del brujo. – Parece que ya está, ¿no? – fue todo cuanto dije con mi poca gracia habitual al ver como se cerraba éste. Y acto seguido fui a auxiliar a Reike, - Oh, mierda. – Maldije al ver a mi amiga prácticamente muerta y aislada bajo una montaña de hielo. – Voy a necesitar una mano aquí, Vince. – pedí al brujo, más fuerte que yo, para ayudarme a rescatarla. Lejos de ello, fue una retornada Eilydh la que se puso a su lado y la curó con su magia. – Gracias. – Comenté con gratitud. Poco podía hacer yo, por ella o por su tigre, ya que no tenía habilidades de sanación.
Yo la había salvado previamente, y ella a mí antes me había sacado del Oblivion. Era curioso ver cómo tantas razas y gentes tan diferentes olvidábamos nuestras diferencias y luchábamos juntos contra un enemigo común. Quizás recayera en mí y en mis tres compañeros centinelas la misión de asestar el último golpe. Pero, desde luego, sin aquellas pequeñas cosas que aportaban los demás, no podríamos haber llegado nunca tan lejos.
A continuación, bajamos. Todo el mundo estaba reunido en aquella especie de santuario. Tras comunicar que a los elfos que nos habíamos desecho de otro jinete, por fin conocía a la famosa Tyrande. O al menos de apariencia, según lo deducido por Asher. La verdad que no me preocupé mucho más de que me devolviera el rubí. Tenía cosas más importantes de las que preocuparme, como empezar a asumir que estaba en un callejón sin salida.
Probablemente iba a morir aquella noche. Y eso me creaba algo de tristeza. Necesitaba asumirlo y, como siempre que me encontraba preocupada, trataba de aislarme a mí misma. Me alejé de los grupos y me coloqué en una esquina. Tomé un papel de la casa de las vestales y una pluma que tenían allí los elfos y comencé a escribir una nota. No podía irme sin hacer saber a Jules, Cass y los demás lo que había pasado conmigo. Por lo tanto, comencé a escribir.
No tardó en acercarse a mí Eltrant. Me tomó de los brazos y me zarandeó en un gesto cariñoso. Le permití hacerlo. Yo era fría y no fui recíproca, pero sonreí un poco hacia abajo. Era mi manera de agradecérselo. – Me alegra saber que estás bien, Eltrant. – comenté con una sonrisilla, mirándole a los ojos. Quizás fue una de las pocas veces que le llamé por el nombre de pila.
Posteriormente, su amiga vampiro hizo lo propio. Se la notaba cambiada en aspecto. Sin duda habría usado algún hechizo para cambiar su apariencia como solían hacer los chupasangres - Oh, Lyn. Esto… - Se lanzó a abrazarme. No lo consiguió por su forma fantasmal. Su paso por el Oblivion no le había hecho salvarse de su forma corpórea. Con su tono bromista habitual. Pareció sincera al decir que me echaba de menos. No sabía muy bien qué responder. – Yo también... Estaba preocupada por ti. Supongo. – De pronto, me di cuenta que le había dicho algo con aprecio a una chupasangres. Enfurruñada, puse la pierna sobre la pared en la que me apoyaba de lado, cruzándome de brazos y mirando a otro sitio. – Pero sólo un poquitito, eh. No te confíes. – dije seria.
Ellos empezaron a discutir como de costumbre y no pude sino suspirar y poner los ojos en blanco. Finalmente, Eltrant me dijo que se uniría a la campaña de Melena Blanca. Asentí con la cabeza. Toda ayuda recibida era poca. Y con Eltrant teníamos un poderoso aliado. Finalmente, marcharon a saludar a otros invitados. Pero me daba algo de pena no decirle unas últimas palabras. - ¡Tale! – grité, en mi misma posición. Esperaba que me hubiera oído y se diese la vuelta. – Cuídate allí. ¿Vale? – Concluí sin demasiada entonación.
Y poco después terminé la carta. Era momento de buscar a alguien que pudiera llevarla a su destinatario. Busqué entre los presentes y me centré en Reike. ¿Por qué ella? Quizás porque fuimos compañeras de clase desde pequeñitas. Tenía cierta amistad con la bruja. Y probablemente confiaba más en que saldría con vida antes que otros posibles candidatos que apostaba estarían en el primer frente, como Níniel. - Valeria. – El rubí brillaba y vibraba con bastante fuerza sobre mi esternón. – Si no volvieras a verme por aquí… - Tragué saliva, mirando el papelito. – Cuando vuelvas a Beltrexus, dale esta nota a Jules. O a Cassandra. O a alguien de mi gremio. ¿Vale? – le pedí, entregándole la notita.
Sin decir más, me acerqué al grupo de los que íbamos a ir al Oblivion. Asher estaba organizando el ataque. Me quedé la última de todos, de nuevo apoyada contra la pared y con la cabeza gacha, escuchando lo que decían pero ajena al grupo. Asentí cuando Asher dijo lo que me correspondía.
Antes de partir a la copa, no obstante, quise dedicar unas palabras a Elen. Por lo que me acerqué a ella. Habíamos tenido unas rencillas en los últimos tiempos y me había impedido capturar a Dag Thorlák. Ello había enfriado nuestra amistad. Pero eso no quería decir que en momentos críticos no la sintiera como una verdadera hermana.
-Elen. – traté de alejarla del grupo, que fuera un momento personal. – ¿Recuerdas cómo nos conocimos? Y no es que pudiera decir eso de mucha gente. Pero desde luego, había compartido demasiadas experiencias. Comencé a pensar. - Fue en la Cala de la Luna, persiguiendo una sirena. Me sacaste de allí y me llevaste al Hekshold. . – comencé a recordar con una sonrisa. – A partir de ahí, me ayudaste a acabar con Mortagglia. A vencer mis miedos y a convertirme en la cazadora que soy ahora. Después, confiaste en mí para contarme todo esto de los centinelas y… te prometí que acabaríamos con ellos. ¡Y en eso estamos! – Me mojé los labios, quizás hablaba demasiado. Ni siquiera sabía si ella lo escuchaba o seguía poseída por sus sombras pero, al menos, tenía intención de que lo supiera. - Quiero que sepas que, aunque no hayamos compartido opinión en muchas ocasiones, me has ayudado demasiado en esta vida como para dejar de considerarte una hermana. – conitnué. - Así que cuando estemos “allí”, quiero que mires al frente siempre. Que no dejes de matar a esos capullos. – le pedí. - Mi ballesta te cubrirá las espaldas. Siempre. – comenté con seguridad.
Off: Interactúo en este orden con: Vincent, Reike, Eilydh, Eltrant, Reike otra vez, el grupo de los centinelas y, por último, Elen, haciendo alusión al primer temita que tuve con ella hace bastante tiempo ^^.
Yo la había salvado previamente, y ella a mí antes me había sacado del Oblivion. Era curioso ver cómo tantas razas y gentes tan diferentes olvidábamos nuestras diferencias y luchábamos juntos contra un enemigo común. Quizás recayera en mí y en mis tres compañeros centinelas la misión de asestar el último golpe. Pero, desde luego, sin aquellas pequeñas cosas que aportaban los demás, no podríamos haber llegado nunca tan lejos.
A continuación, bajamos. Todo el mundo estaba reunido en aquella especie de santuario. Tras comunicar que a los elfos que nos habíamos desecho de otro jinete, por fin conocía a la famosa Tyrande. O al menos de apariencia, según lo deducido por Asher. La verdad que no me preocupé mucho más de que me devolviera el rubí. Tenía cosas más importantes de las que preocuparme, como empezar a asumir que estaba en un callejón sin salida.
Probablemente iba a morir aquella noche. Y eso me creaba algo de tristeza. Necesitaba asumirlo y, como siempre que me encontraba preocupada, trataba de aislarme a mí misma. Me alejé de los grupos y me coloqué en una esquina. Tomé un papel de la casa de las vestales y una pluma que tenían allí los elfos y comencé a escribir una nota. No podía irme sin hacer saber a Jules, Cass y los demás lo que había pasado conmigo. Por lo tanto, comencé a escribir.
No tardó en acercarse a mí Eltrant. Me tomó de los brazos y me zarandeó en un gesto cariñoso. Le permití hacerlo. Yo era fría y no fui recíproca, pero sonreí un poco hacia abajo. Era mi manera de agradecérselo. – Me alegra saber que estás bien, Eltrant. – comenté con una sonrisilla, mirándole a los ojos. Quizás fue una de las pocas veces que le llamé por el nombre de pila.
Posteriormente, su amiga vampiro hizo lo propio. Se la notaba cambiada en aspecto. Sin duda habría usado algún hechizo para cambiar su apariencia como solían hacer los chupasangres - Oh, Lyn. Esto… - Se lanzó a abrazarme. No lo consiguió por su forma fantasmal. Su paso por el Oblivion no le había hecho salvarse de su forma corpórea. Con su tono bromista habitual. Pareció sincera al decir que me echaba de menos. No sabía muy bien qué responder. – Yo también... Estaba preocupada por ti. Supongo. – De pronto, me di cuenta que le había dicho algo con aprecio a una chupasangres. Enfurruñada, puse la pierna sobre la pared en la que me apoyaba de lado, cruzándome de brazos y mirando a otro sitio. – Pero sólo un poquitito, eh. No te confíes. – dije seria.
Ellos empezaron a discutir como de costumbre y no pude sino suspirar y poner los ojos en blanco. Finalmente, Eltrant me dijo que se uniría a la campaña de Melena Blanca. Asentí con la cabeza. Toda ayuda recibida era poca. Y con Eltrant teníamos un poderoso aliado. Finalmente, marcharon a saludar a otros invitados. Pero me daba algo de pena no decirle unas últimas palabras. - ¡Tale! – grité, en mi misma posición. Esperaba que me hubiera oído y se diese la vuelta. – Cuídate allí. ¿Vale? – Concluí sin demasiada entonación.
Y poco después terminé la carta. Era momento de buscar a alguien que pudiera llevarla a su destinatario. Busqué entre los presentes y me centré en Reike. ¿Por qué ella? Quizás porque fuimos compañeras de clase desde pequeñitas. Tenía cierta amistad con la bruja. Y probablemente confiaba más en que saldría con vida antes que otros posibles candidatos que apostaba estarían en el primer frente, como Níniel. - Valeria. – El rubí brillaba y vibraba con bastante fuerza sobre mi esternón. – Si no volvieras a verme por aquí… - Tragué saliva, mirando el papelito. – Cuando vuelvas a Beltrexus, dale esta nota a Jules. O a Cassandra. O a alguien de mi gremio. ¿Vale? – le pedí, entregándole la notita.
Sin decir más, me acerqué al grupo de los que íbamos a ir al Oblivion. Asher estaba organizando el ataque. Me quedé la última de todos, de nuevo apoyada contra la pared y con la cabeza gacha, escuchando lo que decían pero ajena al grupo. Asentí cuando Asher dijo lo que me correspondía.
Antes de partir a la copa, no obstante, quise dedicar unas palabras a Elen. Por lo que me acerqué a ella. Habíamos tenido unas rencillas en los últimos tiempos y me había impedido capturar a Dag Thorlák. Ello había enfriado nuestra amistad. Pero eso no quería decir que en momentos críticos no la sintiera como una verdadera hermana.
-Elen. – traté de alejarla del grupo, que fuera un momento personal. – ¿Recuerdas cómo nos conocimos? Y no es que pudiera decir eso de mucha gente. Pero desde luego, había compartido demasiadas experiencias. Comencé a pensar. - Fue en la Cala de la Luna, persiguiendo una sirena. Me sacaste de allí y me llevaste al Hekshold. . – comencé a recordar con una sonrisa. – A partir de ahí, me ayudaste a acabar con Mortagglia. A vencer mis miedos y a convertirme en la cazadora que soy ahora. Después, confiaste en mí para contarme todo esto de los centinelas y… te prometí que acabaríamos con ellos. ¡Y en eso estamos! – Me mojé los labios, quizás hablaba demasiado. Ni siquiera sabía si ella lo escuchaba o seguía poseída por sus sombras pero, al menos, tenía intención de que lo supiera. - Quiero que sepas que, aunque no hayamos compartido opinión en muchas ocasiones, me has ayudado demasiado en esta vida como para dejar de considerarte una hermana. – conitnué. - Así que cuando estemos “allí”, quiero que mires al frente siempre. Que no dejes de matar a esos capullos. – le pedí. - Mi ballesta te cubrirá las espaldas. Siempre. – comenté con seguridad.
Off: Interactúo en este orden con: Vincent, Reike, Eilydh, Eltrant, Reike otra vez, el grupo de los centinelas y, por último, Elen, haciendo alusión al primer temita que tuve con ella hace bastante tiempo ^^.
Anastasia Boisson
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Se había dejado caer sobre sus rodillas junto al cadáver. Sus sollozos hacían estremecer su cuerpo mientras abrazaba lo que alguna vez fue Rauko.
–Lo lamento –alcanzó a articular con un nudo en la garganta. Lo repitió una y otra y otra vez, aferrándose con más fuerza al cadáver en cada repetición–. No pude salvarte. –Sabía que Rauko no tendría una larga vida; el camino que él recorría, su necesidad de no perder a nadie más, prometió aquello. Aun así, quiso salvarlo. Incluso si su propia vida estaba en riesgo, ella quiso estar a su lado para encontrar la manera de salvarlo como él la había salvado antes.
Fracasó. Y este fracaso fue mucho más amargo y doloroso que cualquier otro, tanto que ella misma quiso morir.
Pero no podía hacer eso último. ¿Por qué entrenó? ¿Por qué Rauko quiso que ella se fortaleciera? Fue para este momento, para cuando él muriera. Xana ya no dependía de Rauko. Si él estaba muerto, ella lloraría, se lamentaría, pero tendría la fortaleza para avanzar, para disfrutar del tiempo que él nunca disfrutaría, para vivir la vida que él salvó.
Aun así, en este instante, Xana ni siquiera podía aceptar su muerte.
Y de pronto dejó de sentirlo en sus brazos.
Las lágrimas nublaban su visión, pero pudo ver enseguida lo que acababa de ocurrir, algo absurdo pero innegable: el cuerpo de Rauko desapareció, dejando atrás solamente su ropa y sus armas.
–¿Rauko? –musitó, consternada. Se levantó y miró a su alrededor, buscando desesperadamente–. ¡¿Rauko?! –gritó, pero él no respondería.
Una vez más cayó sobre sus rodillas, con la mirada perdida. ¿Qué demonios acababa de ocurrir?
Un pensamiento surgió, una sospecha esperanzadora. Al instante empuñó la espada de Rauko, la Retniw, e intentó usarla.
No logró usar su poder. La espada seguía ligada al éter de Rauko, y esa conexión sería imposible si él estuviera muerto.
Eso era lo único que ella necesitaba.
Tomó las pertenencias de Rauko y partió al Árbol Madre. Si él fue transportado a otro lugar, creyó que, dado que todo indicaba que el conflicto contra los Jinetes Oscuros rondaría en torno al hogar de los elfos, ella podría encontrarlo dirigiéndose hacia ese lugar.
Entonces, cuando lo encontrara, haría algo que debió hacer mucho tiempo atrás.
Observé desde lejos el reencuentro de Virgo con su princesa. Había una leve sonrisa en mi rostro y mis ojos estaban acuosos. Si él hubiera muerto, si hubiera fracasado, la culpa me habría carcomido. Afortunadamente no hice falta para que él lograra su cometido. Estaba feliz y aliviado por ese hecho. Sin embargo, pronto eso precedió a otro sentimiento opuesto.
Me alejé de la escena y caminé deprisa. Necesitaba encontrar a alguien. Alguien que no pude proteger. Alguien que no pude salvar.
Recordé mi instancia en el Oblivion. ¿Qué logré ahí? Nada. Mis acciones fueron irrelevantes para el desenlace. ¿Y qué logré en los últimos días? Fracasar ayudando a Virgo, fracasar salvando a Eleatril, y luego morí. A pesar de todo lo que tuve que soportar y todo lo que tuve que hacer para fortalecerme a lo largo de mi vida, seguía siendo demasiado débil. No tenía la fuerza o la astucia para proteger a otros.
No había cambiado mucho desde mi infancia. Después de todo, desperdicié mucho tiempo que pude invertir en entrenar. La negligencia seguía conmigo, y ahora estaba pagando el precio.
Pregunté a varios elfos por ese alguien que necesitaba encontrar. Temía que algo le hubiera ocurrido, algo muy grave. Sería mi culpa, por no haber sido lo suficientemente capaz.
Cuando escuché de su paradero, fui enseguida.
Y lo vi, finalmente. No necesitó mi ayuda para liberarse, pero… las vendas en su cuerpo me torturaron.
No fui necesario para que siguiera vivo, pero mi decisión de no matar a la Lombardi lo metió en aquello. Era mi culpa.
Caminé hacia él, ignorando al resto, con un torrente de emociones surgiendo en mi pecho. Cuando estuve frente a él, caí sobre mis rodillas y manos. No me atreví a mirarlo a los ojos.
–¡Lo lamento, Uriel! –dije–. No pude rescatarte de tu cautiverio. Fallé. Y debí obedecerte y matar a la Lombardi, no dejarla viva para que terminaras lastimado. Tomé la decisión equivocada. Pero créeme, intenté solucionarlo, aunque fracasé. De verdad lo intenté.
Esas últimas palabras no iban dirigidas solo a Uriel. No rogaba su perdón solamente, sino también el de todos a los que no pude proteger debido a mis propios errores.
Qué vulnerable. Con un comportamiento tan patético no podría salvar a otros. Estaba cometiendo el mismo error por el que reprendí a Chimar.
Al percatarme de aquello, respiré profundo y me levanté. Me tomé un par de segundos antes de musitar:
–Perdón, no quiero... montar una escena. Pero quería disculparme antes de regresar al Oblivion. –Me coloqué de cuclillas para estar a su nivel–. Ayudaré a acabar con este infierno –murmuré con determinación– y, cuando esto termine, si… si regreso, prometo disculparme contigo de una mejor manera –añadí con un tono suave y amable, mostrándole también una pequeña sonrisa que no lograba ocultar por completo algo de mi pesar; sabía que no había muchas posibilidades de cumplir mi promesa si volvía al Oblivion.
Aspiré hasta llenar mis pulmones, disfrutando del olor del bosque en el que nunca viví, y expulsé el aire lentamente.
Había decidido salir del Árbol Madre para despejar mi mente. Estar en constante estrés en los últimos días tuvo sus consecuencias; cada vez se hizo más difícil pensar y controlar mis emociones. Necesitaba un momento de soledad, para descansar y procesar todo lo ocurrido. Aun así, no era sencillo tranquilizarse con una enorme bola de fuego en el cielo.
–Lo que daría por una biusa ahora mis… –Callé al escuchar algo moverse entre unos arbustos. Y lo que apareció, quien apareció, iluminó mis ojos con su simple presencia.
Xana.
Al reconocerme, permaneció quieta, simplemente observándome, como si aún no creyera que era a mí a quien estaba viendo. Las lágrimas no tardaron en caer silenciosamente por sus mejillas.
Hubo un momento de silencio. Xana no parecía que haría algo, así que decidí dar el primer paso hacia ella. Tan pronto hice eso, ella corrió hacia mí. Soltó el bolso en su espalda para llegar más rápido y me atrapó en un fuerte abrazo, apoyando todo su peso sobre mí; por poco no perdí el equilibrio y terminamos cayendo los dos.
Creí que diría algo, pero solo sollozó en mi hombro, sollozó sin contenerse, logrando que se me formara un nudo en la garganta. Permanecimos así, abrazados, durante un largo rato, incluso cuando dejó de llorar.
–Lo lamento –dije con suavidad, finalmente, mientras acariciaba su cabeza.
–No –musitó ella–, no te disculpes. –Unos segundos después, preguntó–: ¿Podrías decirme cómo tú…?
–Sí.
Le expliqué lo ocurrido desde mi muerte.
–¿Y qué harás? –inquirió, con cierto pesar al ya saber la respuesta.
–No me sentiré bien viviendo en un mundo que sacrificó la paz de muchos otros por el propio –fue mi respuesta.
Xana se separó un poco para verme a los ojos.
–Ya me conoces –continué con una sonrisa triste–, nunca sacrificaría a una mayoría para salvar a una minoría. Y… como soy idiota, volveré al Oblivion. –Dejé de sonreír. Necesitaba pedirle algo–. Xana, por favor, vuelve a casa.
–No –negó con el ceño fruncido, con sus ojos ardiendo en determinación–. Ya te perdí una vez; no quiero… –Su voz se quebró. Aclaró su garganta y agregó–: No voy a perderte de nuevo. Rauko, tú me salvaste de más maneras de las que puedes imaginar; gracias a ti soy una persona que puede sentirse orgullosa de sí misma, gracias a ti tengo una vida en la que soy feliz, gracias a ti siento que tengo valor y gracias a ti mi corazón sigue latiendo. –Me regaló una sonrisa, una que juré grabar en mi corazón–. Tú… atravesaste las barreras del tiempo por mí… Yo iré a cualquier infierno por ti.
Bajé la mirada. La conocía muy bien para saber que no podría hacerla cambiar de opinión en ese punto. Ahora, a mi pesar, ambos iríamos a morir.
–Yo… –dije en voz baja– solo quería que fueras feliz y tuvieras una larga vida. –Mis ojos se humedecieron–. No quería que me siguieras; mis pasos no me dirigen a un final feliz. –Una lágrima surcó mi mejilla–. Tampoco quería ser tan importante para ti porque mi muerte te causaría demasiado dolor.
–Lo sé. Lo sé muy bien. –Colocó sus manos en mis mejillas y alzó mi rostro para que nuestras miradas se encontraran–. Eso me hace amarte cada día más.
Mi corazón se detuvo. El tiempo se detuvo. El resto del mundo desapareció.
–Y esta vez no lo dice una chica egoísta y cobarde que quiere manipularte para que la protejas –continuó–. Tampoco una chica que dice amar a alguien a quien apenas conoce. Esta vez es una declaración de alguien que conoce todas tus facetas, incluso las que detestas de ti mismo; alguien que reconoce que estar junto a ti puede condenar a una muerte temprana, y que prefiere morir joven antes que abandonarte. –Acarició mis mejillas con sus manos–. Te amo –repitió–, y desde ahora lucharé por este amor sin importar las consecuencias.
Sabía cuáles serían las consecuencias de hacerla más cercana a mí. Lo sabía, y me aterrorizaba pensar en ello. Aun así, bajo un cielo teñido de rojo, con muy poco tiempo para lo que podría ser nuestra última batalla, respondí a sus sentimientos juntando nuestros labios. Un beso que marcó el final de una etapa y el comienzo de otra. Un momento que deseé que fuese sempiterno.
No fue una acción impulsiva. Decidí besarla para recompensarla, darle un obsequio antes de que, tal vez, ya no pudiera hacer más. No sabía si lo que sentía por Xana era verdadero amor, el mismo que ella experimentaba por mí, pero era lo suficientemente fuerte para querer hacerla feliz.
Una nueva promesa nació en mi corazón: sin importar lo que nos esperara en el Oblivion, ambos sobreviviríamos a la batalla final.
–Lo lamento –alcanzó a articular con un nudo en la garganta. Lo repitió una y otra y otra vez, aferrándose con más fuerza al cadáver en cada repetición–. No pude salvarte. –Sabía que Rauko no tendría una larga vida; el camino que él recorría, su necesidad de no perder a nadie más, prometió aquello. Aun así, quiso salvarlo. Incluso si su propia vida estaba en riesgo, ella quiso estar a su lado para encontrar la manera de salvarlo como él la había salvado antes.
Fracasó. Y este fracaso fue mucho más amargo y doloroso que cualquier otro, tanto que ella misma quiso morir.
Pero no podía hacer eso último. ¿Por qué entrenó? ¿Por qué Rauko quiso que ella se fortaleciera? Fue para este momento, para cuando él muriera. Xana ya no dependía de Rauko. Si él estaba muerto, ella lloraría, se lamentaría, pero tendría la fortaleza para avanzar, para disfrutar del tiempo que él nunca disfrutaría, para vivir la vida que él salvó.
Aun así, en este instante, Xana ni siquiera podía aceptar su muerte.
Y de pronto dejó de sentirlo en sus brazos.
Las lágrimas nublaban su visión, pero pudo ver enseguida lo que acababa de ocurrir, algo absurdo pero innegable: el cuerpo de Rauko desapareció, dejando atrás solamente su ropa y sus armas.
–¿Rauko? –musitó, consternada. Se levantó y miró a su alrededor, buscando desesperadamente–. ¡¿Rauko?! –gritó, pero él no respondería.
Una vez más cayó sobre sus rodillas, con la mirada perdida. ¿Qué demonios acababa de ocurrir?
Un pensamiento surgió, una sospecha esperanzadora. Al instante empuñó la espada de Rauko, la Retniw, e intentó usarla.
No logró usar su poder. La espada seguía ligada al éter de Rauko, y esa conexión sería imposible si él estuviera muerto.
Eso era lo único que ella necesitaba.
Tomó las pertenencias de Rauko y partió al Árbol Madre. Si él fue transportado a otro lugar, creyó que, dado que todo indicaba que el conflicto contra los Jinetes Oscuros rondaría en torno al hogar de los elfos, ella podría encontrarlo dirigiéndose hacia ese lugar.
Entonces, cuando lo encontrara, haría algo que debió hacer mucho tiempo atrás.
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Observé desde lejos el reencuentro de Virgo con su princesa. Había una leve sonrisa en mi rostro y mis ojos estaban acuosos. Si él hubiera muerto, si hubiera fracasado, la culpa me habría carcomido. Afortunadamente no hice falta para que él lograra su cometido. Estaba feliz y aliviado por ese hecho. Sin embargo, pronto eso precedió a otro sentimiento opuesto.
Me alejé de la escena y caminé deprisa. Necesitaba encontrar a alguien. Alguien que no pude proteger. Alguien que no pude salvar.
Recordé mi instancia en el Oblivion. ¿Qué logré ahí? Nada. Mis acciones fueron irrelevantes para el desenlace. ¿Y qué logré en los últimos días? Fracasar ayudando a Virgo, fracasar salvando a Eleatril, y luego morí. A pesar de todo lo que tuve que soportar y todo lo que tuve que hacer para fortalecerme a lo largo de mi vida, seguía siendo demasiado débil. No tenía la fuerza o la astucia para proteger a otros.
No había cambiado mucho desde mi infancia. Después de todo, desperdicié mucho tiempo que pude invertir en entrenar. La negligencia seguía conmigo, y ahora estaba pagando el precio.
Pregunté a varios elfos por ese alguien que necesitaba encontrar. Temía que algo le hubiera ocurrido, algo muy grave. Sería mi culpa, por no haber sido lo suficientemente capaz.
Cuando escuché de su paradero, fui enseguida.
Y lo vi, finalmente. No necesitó mi ayuda para liberarse, pero… las vendas en su cuerpo me torturaron.
No fui necesario para que siguiera vivo, pero mi decisión de no matar a la Lombardi lo metió en aquello. Era mi culpa.
Caminé hacia él, ignorando al resto, con un torrente de emociones surgiendo en mi pecho. Cuando estuve frente a él, caí sobre mis rodillas y manos. No me atreví a mirarlo a los ojos.
–¡Lo lamento, Uriel! –dije–. No pude rescatarte de tu cautiverio. Fallé. Y debí obedecerte y matar a la Lombardi, no dejarla viva para que terminaras lastimado. Tomé la decisión equivocada. Pero créeme, intenté solucionarlo, aunque fracasé. De verdad lo intenté.
Esas últimas palabras no iban dirigidas solo a Uriel. No rogaba su perdón solamente, sino también el de todos a los que no pude proteger debido a mis propios errores.
Qué vulnerable. Con un comportamiento tan patético no podría salvar a otros. Estaba cometiendo el mismo error por el que reprendí a Chimar.
Al percatarme de aquello, respiré profundo y me levanté. Me tomé un par de segundos antes de musitar:
–Perdón, no quiero... montar una escena. Pero quería disculparme antes de regresar al Oblivion. –Me coloqué de cuclillas para estar a su nivel–. Ayudaré a acabar con este infierno –murmuré con determinación– y, cuando esto termine, si… si regreso, prometo disculparme contigo de una mejor manera –añadí con un tono suave y amable, mostrándole también una pequeña sonrisa que no lograba ocultar por completo algo de mi pesar; sabía que no había muchas posibilidades de cumplir mi promesa si volvía al Oblivion.
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Aspiré hasta llenar mis pulmones, disfrutando del olor del bosque en el que nunca viví, y expulsé el aire lentamente.
Había decidido salir del Árbol Madre para despejar mi mente. Estar en constante estrés en los últimos días tuvo sus consecuencias; cada vez se hizo más difícil pensar y controlar mis emociones. Necesitaba un momento de soledad, para descansar y procesar todo lo ocurrido. Aun así, no era sencillo tranquilizarse con una enorme bola de fuego en el cielo.
–Lo que daría por una biusa ahora mis… –Callé al escuchar algo moverse entre unos arbustos. Y lo que apareció, quien apareció, iluminó mis ojos con su simple presencia.
Xana.
Al reconocerme, permaneció quieta, simplemente observándome, como si aún no creyera que era a mí a quien estaba viendo. Las lágrimas no tardaron en caer silenciosamente por sus mejillas.
Hubo un momento de silencio. Xana no parecía que haría algo, así que decidí dar el primer paso hacia ella. Tan pronto hice eso, ella corrió hacia mí. Soltó el bolso en su espalda para llegar más rápido y me atrapó en un fuerte abrazo, apoyando todo su peso sobre mí; por poco no perdí el equilibrio y terminamos cayendo los dos.
Creí que diría algo, pero solo sollozó en mi hombro, sollozó sin contenerse, logrando que se me formara un nudo en la garganta. Permanecimos así, abrazados, durante un largo rato, incluso cuando dejó de llorar.
–Lo lamento –dije con suavidad, finalmente, mientras acariciaba su cabeza.
–No –musitó ella–, no te disculpes. –Unos segundos después, preguntó–: ¿Podrías decirme cómo tú…?
–Sí.
Le expliqué lo ocurrido desde mi muerte.
–¿Y qué harás? –inquirió, con cierto pesar al ya saber la respuesta.
–No me sentiré bien viviendo en un mundo que sacrificó la paz de muchos otros por el propio –fue mi respuesta.
Xana se separó un poco para verme a los ojos.
–Ya me conoces –continué con una sonrisa triste–, nunca sacrificaría a una mayoría para salvar a una minoría. Y… como soy idiota, volveré al Oblivion. –Dejé de sonreír. Necesitaba pedirle algo–. Xana, por favor, vuelve a casa.
–No –negó con el ceño fruncido, con sus ojos ardiendo en determinación–. Ya te perdí una vez; no quiero… –Su voz se quebró. Aclaró su garganta y agregó–: No voy a perderte de nuevo. Rauko, tú me salvaste de más maneras de las que puedes imaginar; gracias a ti soy una persona que puede sentirse orgullosa de sí misma, gracias a ti tengo una vida en la que soy feliz, gracias a ti siento que tengo valor y gracias a ti mi corazón sigue latiendo. –Me regaló una sonrisa, una que juré grabar en mi corazón–. Tú… atravesaste las barreras del tiempo por mí… Yo iré a cualquier infierno por ti.
Bajé la mirada. La conocía muy bien para saber que no podría hacerla cambiar de opinión en ese punto. Ahora, a mi pesar, ambos iríamos a morir.
–Yo… –dije en voz baja– solo quería que fueras feliz y tuvieras una larga vida. –Mis ojos se humedecieron–. No quería que me siguieras; mis pasos no me dirigen a un final feliz. –Una lágrima surcó mi mejilla–. Tampoco quería ser tan importante para ti porque mi muerte te causaría demasiado dolor.
–Lo sé. Lo sé muy bien. –Colocó sus manos en mis mejillas y alzó mi rostro para que nuestras miradas se encontraran–. Eso me hace amarte cada día más.
Mi corazón se detuvo. El tiempo se detuvo. El resto del mundo desapareció.
–Y esta vez no lo dice una chica egoísta y cobarde que quiere manipularte para que la protejas –continuó–. Tampoco una chica que dice amar a alguien a quien apenas conoce. Esta vez es una declaración de alguien que conoce todas tus facetas, incluso las que detestas de ti mismo; alguien que reconoce que estar junto a ti puede condenar a una muerte temprana, y que prefiere morir joven antes que abandonarte. –Acarició mis mejillas con sus manos–. Te amo –repitió–, y desde ahora lucharé por este amor sin importar las consecuencias.
Sabía cuáles serían las consecuencias de hacerla más cercana a mí. Lo sabía, y me aterrorizaba pensar en ello. Aun así, bajo un cielo teñido de rojo, con muy poco tiempo para lo que podría ser nuestra última batalla, respondí a sus sentimientos juntando nuestros labios. Un beso que marcó el final de una etapa y el comienzo de otra. Un momento que deseé que fuese sempiterno.
No fue una acción impulsiva. Decidí besarla para recompensarla, darle un obsequio antes de que, tal vez, ya no pudiera hacer más. No sabía si lo que sentía por Xana era verdadero amor, el mismo que ella experimentaba por mí, pero era lo suficientemente fuerte para querer hacerla feliz.
Una nueva promesa nació en mi corazón: sin importar lo que nos esperara en el Oblivion, ambos sobreviviríamos a la batalla final.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Resumencito bonito: Xana llora, Rauko se disculpa con Uriel, Rauko y Xana se reencuentran y deciden unirse al grupo de Imargo y Saranee, porque morir una vez a manos de un Jinete no ha sido suficiente para este masoquista =)
Rauko
Aerandiano de honor
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Lo que acontece luego de que el autómata logra su misión toma niveles sobrenaturales… en todo el sentido de la palabra. Manifestaciones extremas de magia apocalíptica tienen lugar modificando el paisaje.
Explosiones, destrucción, batallas extrañas, arboles enormes con vida propia y la aparición de un ojo ígneo en el cielo por resumir algunas cosas, a todas luces la amalgama de un sueño bizarro de Canel.
Los chicos sobreviven a buen recaudo, algo que no pueden decir todos los participantes originales. una vez el escenario se calma llega el momento de recibir instrucciones junto con los demás elementos de peso.
Tanto Chimar como Canel avanzan entonces al interior del árbol, se está llevando a cabo un concejo muy importante. Allí tienen lugar una serie de revelaciones que hacen tragar saliva al chico más listo.
Algunas cosas es mejor ignorarlas…
El problema pasa de ser algo aerandiano a transportarse a un extraño universo de planos paralelos, temática que le compete en cierto modo al propio Maquiavelo debido a las investigaciones de su padre.
Si bien le agrada a sobremanera que las teorías elaboradas por su progenitor tengan mucho de verdad… pues no es bonito descubrirlo en medio del fin del mundo, los vientos que soplan no dan para celebrar.
Ambos enanos escuchan entonces los distintos argumentos, de la dama resucitada, de los viajeros dimensionales, de los bestiales veteranos, básicamente reciben toda la información que el concejo tiene para ofrecer.
Queda claro que hay una bifurcación al final, dos posibilidades. Salvar a Aerandir condenando a un sin número de dimensiones en el proceso o apostarlo el todo por el todo para detener la amenaza de una vez por todas… con claros efectos negativos para los nativos.
Mierda “deja escapar de forma apagada”.
Es una de esas situaciones donde no importa lo que pilles, todo terminara jodido de una u otra forma. No hay respuesta correcta, simplemente se debe seleccionar el menor de los males y vivir con eso por el resto de la vida.
Yo… “cierra los ojos de manera patente”.
Jamás ha huido de una pelea, nunca ha tomado la decisión fácil por encima de la moralmente correcta pero ahora no se trata simplemente de su trasero, hay muchos otros traseros a tener en cuenta.
Incluso si todo sale bien y logran destruir a los jinetes, se sacrificaría mucho a cambio en Aerandir. Todas las predicciones lógicas tanto de terceros como las del propio inventor llegan a ese terrible resultado.
Fortificaremos el árbol “suspira agobiado” no hay otra salida.
¡¡Hermano!!
Es en ese momento que Canel planta cara al inventor, con un rostro de patente desaprobación. Chimar no recuerda haberlo visto así nunca, no con ese fuego tan ardiente en sus ojos verdes al menos.
Debemos parar esto, aquí y ahora, si siguen existiendo… las cosas empeoraran “abre los ojos de par en par” y hablo de todas las cosas.
No hay otra salida.
Sabes que no es verdad.
Quiero decir que no hay otra salida aceptable “dice mostrándose cada vez más abrumado”.
Tenemos posibilidades de terminar esto de una vez, yo lo sé y tu también lo sabes, deb…
¡¡¡No me importa!!!
El grito de Chimar resuena y lo cierto es que siguen bastante cerca de la reunión, claro que al inventor no puede importarle menos si es escuchado o no, hay cosas más importantes que su reputación ahora mismo.
¿A que le tienes miedo?... ¿Por qué estás tan asustado?
Si el estúpido árbol muere las especies mágicas podrían verse afectadas, Niniel, Demian, Uri, Ralphy, Bee, tantos otros… tu “pasa a mirar al brujito con una mueca quebrada” eres diferente Canel, una fluctuación así podría matarte en cualquier lugar “adopta entonces un rostro firme” no lo permitiré.
¿Incluso aunque debas sacrificar a incontables gentes?
Pago el precio con gusto “termina por bajar la mirada avergonzado”.
Tú… tú no eres mi hermano.
Las fuertes palabras de Canel vienen complementadas por una lagrima sincera, una de las pocas que llega a derramar un hechicero nato en su vida. Claro que Chim no tiene forma de saber esto y mucho menos ahora que se encuentra lidiando con su propio repertorio.
Tienes razón… no soy tu hermano “le sujeta de la mano, recomponiéndose de golpe” soy la persona que te cuida por sobre todas las cosas, depende de ti darme nombre.
Lo siguiente para el par de niños es abandonar la sala, más por iniciativa de Chimar obviamente. Pese a que Canel se encuentra afectado por los complicados argumentos, aún tiene bien en cuenta a quien seguir.
Espera un arduo trabajo, fortificar el árbol requerirá masivo esfuerzo. Claro que el joven intelectual desiste de pensamientos inútiles, como buen inventor está acostumbrado a ver el vaso medio lleno.
Tienen materiales, despojos y voluntarios, no se necesita más para llevar a cabo un proyecto. La desesperación es el mejor incentivo que puede tener el ser vivo inteligente, es la segunda fuerza más poderosa y viene de lado con la avaricia.
Mientras el segundo líder gorrión se pone a disposición de los personajes pertinentes, su hermanito brujo va con el como una sombra. Claro que ya no hay sonrisas en su rostro, solo una mueca de decepción que desenfunda cuando cruza miradas con el genio.
Chimar se muestra fuerte claro, aunque en su interior cada mirada quema. Eso no significa que cambiara de opinión por otro lado, ya tendrá tiempo de arreglar las cosas con Canel cuando manden a la amenaza lejos y si no lo logra… al menos su hermanito estará vivo, eso vale más que nada.
Luego de recorrer las partes importantes, Chim elabora un plano rápido. Ya tiene una idea de cómo fortificar todo y sus conocimientos en carpintería e ingeniería vienen como anillo al dedo, cuando terminen con el árbol será más resistente que cualquier fortaleza.
Se decide por proponer un esquema de reductos y trincheras, tres líneas que se aprovechan de los desniveles del terreno para utilizar un mínimo de esfuerzo constructivo. Una vez estén adaptados los niveles, deberían actuar como auténticos picadores de carne cuando se llenen de soldados.
Además, el chico intelectual posee unos planos muy detallados que utilizara para fabricar máquinas de asedio adicionales y reparar los despojos tirados alrededor. La estrategia tiene cuerpo… ¿Será suficiente?
A trabajar “saca las herramientas”.
Explosiones, destrucción, batallas extrañas, arboles enormes con vida propia y la aparición de un ojo ígneo en el cielo por resumir algunas cosas, a todas luces la amalgama de un sueño bizarro de Canel.
Los chicos sobreviven a buen recaudo, algo que no pueden decir todos los participantes originales. una vez el escenario se calma llega el momento de recibir instrucciones junto con los demás elementos de peso.
Tanto Chimar como Canel avanzan entonces al interior del árbol, se está llevando a cabo un concejo muy importante. Allí tienen lugar una serie de revelaciones que hacen tragar saliva al chico más listo.
Algunas cosas es mejor ignorarlas…
El problema pasa de ser algo aerandiano a transportarse a un extraño universo de planos paralelos, temática que le compete en cierto modo al propio Maquiavelo debido a las investigaciones de su padre.
Si bien le agrada a sobremanera que las teorías elaboradas por su progenitor tengan mucho de verdad… pues no es bonito descubrirlo en medio del fin del mundo, los vientos que soplan no dan para celebrar.
Ambos enanos escuchan entonces los distintos argumentos, de la dama resucitada, de los viajeros dimensionales, de los bestiales veteranos, básicamente reciben toda la información que el concejo tiene para ofrecer.
Queda claro que hay una bifurcación al final, dos posibilidades. Salvar a Aerandir condenando a un sin número de dimensiones en el proceso o apostarlo el todo por el todo para detener la amenaza de una vez por todas… con claros efectos negativos para los nativos.
Mierda “deja escapar de forma apagada”.
Es una de esas situaciones donde no importa lo que pilles, todo terminara jodido de una u otra forma. No hay respuesta correcta, simplemente se debe seleccionar el menor de los males y vivir con eso por el resto de la vida.
Yo… “cierra los ojos de manera patente”.
Jamás ha huido de una pelea, nunca ha tomado la decisión fácil por encima de la moralmente correcta pero ahora no se trata simplemente de su trasero, hay muchos otros traseros a tener en cuenta.
Incluso si todo sale bien y logran destruir a los jinetes, se sacrificaría mucho a cambio en Aerandir. Todas las predicciones lógicas tanto de terceros como las del propio inventor llegan a ese terrible resultado.
Fortificaremos el árbol “suspira agobiado” no hay otra salida.
¡¡Hermano!!
Es en ese momento que Canel planta cara al inventor, con un rostro de patente desaprobación. Chimar no recuerda haberlo visto así nunca, no con ese fuego tan ardiente en sus ojos verdes al menos.
Debemos parar esto, aquí y ahora, si siguen existiendo… las cosas empeoraran “abre los ojos de par en par” y hablo de todas las cosas.
No hay otra salida.
Sabes que no es verdad.
Quiero decir que no hay otra salida aceptable “dice mostrándose cada vez más abrumado”.
Tenemos posibilidades de terminar esto de una vez, yo lo sé y tu también lo sabes, deb…
¡¡¡No me importa!!!
El grito de Chimar resuena y lo cierto es que siguen bastante cerca de la reunión, claro que al inventor no puede importarle menos si es escuchado o no, hay cosas más importantes que su reputación ahora mismo.
¿A que le tienes miedo?... ¿Por qué estás tan asustado?
Si el estúpido árbol muere las especies mágicas podrían verse afectadas, Niniel, Demian, Uri, Ralphy, Bee, tantos otros… tu “pasa a mirar al brujito con una mueca quebrada” eres diferente Canel, una fluctuación así podría matarte en cualquier lugar “adopta entonces un rostro firme” no lo permitiré.
¿Incluso aunque debas sacrificar a incontables gentes?
Pago el precio con gusto “termina por bajar la mirada avergonzado”.
Tú… tú no eres mi hermano.
Las fuertes palabras de Canel vienen complementadas por una lagrima sincera, una de las pocas que llega a derramar un hechicero nato en su vida. Claro que Chim no tiene forma de saber esto y mucho menos ahora que se encuentra lidiando con su propio repertorio.
Tienes razón… no soy tu hermano “le sujeta de la mano, recomponiéndose de golpe” soy la persona que te cuida por sobre todas las cosas, depende de ti darme nombre.
Lo siguiente para el par de niños es abandonar la sala, más por iniciativa de Chimar obviamente. Pese a que Canel se encuentra afectado por los complicados argumentos, aún tiene bien en cuenta a quien seguir.
Espera un arduo trabajo, fortificar el árbol requerirá masivo esfuerzo. Claro que el joven intelectual desiste de pensamientos inútiles, como buen inventor está acostumbrado a ver el vaso medio lleno.
Tienen materiales, despojos y voluntarios, no se necesita más para llevar a cabo un proyecto. La desesperación es el mejor incentivo que puede tener el ser vivo inteligente, es la segunda fuerza más poderosa y viene de lado con la avaricia.
Mientras el segundo líder gorrión se pone a disposición de los personajes pertinentes, su hermanito brujo va con el como una sombra. Claro que ya no hay sonrisas en su rostro, solo una mueca de decepción que desenfunda cuando cruza miradas con el genio.
Chimar se muestra fuerte claro, aunque en su interior cada mirada quema. Eso no significa que cambiara de opinión por otro lado, ya tendrá tiempo de arreglar las cosas con Canel cuando manden a la amenaza lejos y si no lo logra… al menos su hermanito estará vivo, eso vale más que nada.
Luego de recorrer las partes importantes, Chim elabora un plano rápido. Ya tiene una idea de cómo fortificar todo y sus conocimientos en carpintería e ingeniería vienen como anillo al dedo, cuando terminen con el árbol será más resistente que cualquier fortaleza.
Se decide por proponer un esquema de reductos y trincheras, tres líneas que se aprovechan de los desniveles del terreno para utilizar un mínimo de esfuerzo constructivo. Una vez estén adaptados los niveles, deberían actuar como auténticos picadores de carne cuando se llenen de soldados.
Además, el chico intelectual posee unos planos muy detallados que utilizara para fabricar máquinas de asedio adicionales y reparar los despojos tirados alrededor. La estrategia tiene cuerpo… ¿Será suficiente?
A trabajar “saca las herramientas”.
- Off:
- Chimar y Canel se unen a Lágoles para fortificar el árbol.
Invitado
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
–Si no te esperabas verme donde andaba esa jodida dragona que casi me mata la última vez, te falta conocerme mejor –contestó el muchacho, guardando sus dagas, aunque manteniendo la alerta completamente viva.
–No creo que mucha gente quiera v-verme por ahora... puede que haya... apuñalado a cierto rey molesto... así que me quedaré aquí un rato... he estudiado la magia de portales últimamente, quizás pueda sacar algo en limpio de esto –agregó, cuando Asher dejaba el lugar.
Una vez el peludo guerrero dejó de estar presente, Demian se sentó en la posición de la flor de loto frente al portal y cerró sus ojos.
El Vacío.
No estaba seguro si ese lugar era sólo producto de su imaginación o si se representaba una parte de su conexión al Éter. Probablemente sería un misterio que jamás podría responder, pero allí estaba nuevamente.
Cada vez que meditaba (algo que hacía a diario), visitaba ese lugar mentalmente. Allí podía enfocarse completamente en algo y dejar atrás todas las influencias innecesarias.
Ahora en ese lugar sólo existían dos cosas, él y aquel portal.
Dejó que su Éter se extendiera y tocara el portal, buscando una conexión. Sabía que esa cosa podía ser peligrosa, pero valía la pena estudiarlo. Sus estudios en la magia de portales podían serle de utilidad, aunque ciertamente éste era de un nivel muy avanzado y complejo.
El vacío no contestó, no al primer intento, al menos, pero Demian tenía paciencia. La batalla parecía haber dado tregua, los dragones que querían su cabeza no parecían saber en dónde se encontraba y la gente decidía cosas importantes en otra sala cercana.
Demian ya había intervenido suficiente en los asuntos de los demás, ahora era tiempo de enfocarse en el Éter.
–¿Qué vas a hacer cuando esto termine? –preguntó una voz, una voz del Vacío.
Lo que parecía fuego fatuo llenó el lugar. Era un fuego frío, que no quemaba, sólo estaba allí. A Demian le pareció que en cada llama podía ver el rostro de algún muerto.
–Déjame en paz, ya pensaré en eso cuando sea el momento –contestó el Demian del Vacío.
–Algunos querrán tu cabeza, otros querrán verte expuesto en una plaza... otros tu cabeza expuesta en una plaza –insistió la voz.
–Eso es un problema del Demian del futuro, el Demian del presente sólo tiene atención para este portal –reclamó el chico en su mente.
–Como quieras... pero debes saber que de ese portal emana un Éter muy siniestro, no deberías hurgar en esa cosa.
–Lo siniestro no me asusta...
–¿Qué te asusta entonces?
–Lo que no conozco.
–Adelante, entonces, mira dentro del portal, satisface tu curiosidad, conócelo, aprende de él, pero no digas luego que no te lo advertí.
La oscuridad absoluta volvió a reinar, sólo interrumpida por la imagen del portal frente a sus ojos.
Demian extendió su dedo y lo tocó, abriendo los ojos de su mente a percibir el Éter en su expresión más pura. Un brujo nace conectándose al Éter, toda la vida es capaz de sentirlo, y, aún así, sólo en momentos especiales se podía decir que realmente abrían sus ojos por completo a éste.
Éste era uno de esos momentos.
* * *
Varios minutos más tarde, Asher había regresado y, con él, nueva información. Al parecer el grupo se había decidido a realizar un ataque al Oblivion, si bien no todos estaban en la misma línea.
–Iré –contestó a Asher–, pero no está en mis planes una muerte prematura. Aún me quedan trucos bajo la manga.
Aún intentaba dar sentido a todo lo que su mente había procesado sobre aquel portal y lo que estaba pasando. Pero, más allá de los análisis, una cosa estaba clara, y es que iba a dedicar sus esfuerzos a la causa.
Miró a Eltrant, otra cara conocida en el grupo que se aventuraba al peligro. "Cómo no", pensó. Aún recordaba cuando ese humano se lanzó al rescate en las tierras del norte, con un dragón enorme de por medio.
–Hola Elt, no me extraña verte por aquí –comenta, pero luego se acerca un poco más y le habla directo–. Esto parecerá raro, y quizás no llegue a usarse, pero... si en algún momento allí adentro te digo "golpea", tú golpeas... hacia adelante, no importa si hay un enemigo o no, sólo golpeas con todo, ¿vale?
Momentos más tarde, Demian sacó un libro de entre sus cosas y abrió una página, una página completamente en blanco. Se inclinó como si leyera de ella.
–Había una vez –comenzó a relatar a una audiencia invisibile– ...un grupo de soldados que lucharon valientemente contra Querostraza, cuando la temible dragona atacó Lunargenta. Ellos sabían que no tenían la fuerza para enfrentarle, pero aún así, con un coraje envidiable, saltaron al combate.
En las hojas del libro aparecieron unos dibujos que mostraban la escena relatada.
–Lamentablemente, como era de esperarse, terminaron siendo masacrados. D-de su sacrificio poco se habló, pues en el caos de ese día hubo pocos testigos. Quizás el único que los vio fue un chico que en ese momento se montaba sobre la terrible b-bestia.
Demian dio vuelta a la página.
–Pero esos soldados no terminaron sus días para ser olvidados, no. Ellos juraron en el momento de su muerte que harían todo, en esa vida o la siguiente, para devolver la paz al mundo que tanto amaron y sus queridos que en él habitan. El día del combate final, en aquel árbol sagrado, los espíritus de estos soldados se levantaron una vez más, ahora dispuestos a ir incluso hasta otro mundo para luchar y sanar de una vez su dolor.
Figuras ilusorias emergieron del suelo, figuras aterradoras, marcadas por el fuego y la muerte, soldados heridos, dañados, con rostros sufrientes, pero decididos a dar combate. Cada uno portaba un arma, de la manera que le fuese posible. Uno que no tenía brazos llevaba una daga entre sus dientes.
Demian cerró el libro.
–Hora de investigar más profundo –dijo el chico.
Se acercó al portal y miró en su interior. En principio no se veían amenazas inmediatas, aunque la visión no era completamente clara. Podía describirse, más bien, como estar mirando un lugar a través de agua.
Pasó un dedo por el portal, cerrando sus ojos para dedicar toda su atención a su conexión con el Éter.
–Los espíritus de los soldados se pusieron al servicio de la única persona que en ese momento exploraba el portal que los llevaría a su batalla final, un joven brujo llamado Demian –pronunció con cierta solemnidad.
Las figuras fantasmales realizaron una pequeña reverencia.
–Bien, chicos... dos de ustedes entrarán allí y me contarán qué hay, el resto se quedará conmigo y esperará mi señal. Si hay peligro me defienden, ¿está claro? –ordenó a sus sirvientes ilusorios, los que inclinaron su cabeza en aprobación.
Demian dio un paso al costado, mientras dos figuras avanzaban.
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(*) Según me informaron, Ger aclaró que las habilidades están disponibles nuevamente, así que vuelvo a usar Historias de Fantasmas. Si no, consideren gastado el uso de mi armadura ligera épica, la que permite recuperar el uso de una de mis habilidades.
El resumen de mi turno es: Demian interactúa con Asher, pero no lo sigue, por razones obvias. Se queda junto al portal. Allí realiza una profunda meditación, aprovechando el tiempo de calma, para intentar conectarse con el Éter del portal y estudiarlo.
Básicamente, intenta obtener toda la información que puede sobre este portal y si es posible de alguna manera manipularlo, considerando que Demian tiene cierta experiencia con este tipo de magia.
Finalmente, usa su habilidad Historias de Fantasmas, como dije más arriba, para generarse unos sirvientes ilusorios. Cabe destacar que esta habilidad genera ilusiones "Cuasi reales", que son capaces de interactuar con la realidad como si fueran seres realmente presentes. Envía dos de ellos a cruzar el portal para continuar su investigación, guardando al resto para el siguiente turno.
Dejo a criterio del master la cantidad de sirvientes que pueden haber aparecido, así como su efectividad.
Última edición por Demian el Mar Mar 31 2020, 01:59, editado 1 vez
Demian
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
En el momento en que Uriel volvió a ser consiente de si mismo todo estaba oscuro, no podía mover su cuerpo ni sentir el mundo a su alrededor ¡No solo eso! ¡El cuerpo le dolía! Pero no era un dolor ardiente, tampoco intenso….Era como si un velo le impidiese sentir correctamente la sensación, pero definitivamente seguía doliendo ¿Que le había pasado? Recordaba haber estado en un pantano, luchar por su vida contra Eredin. Entonces Anders logró ponerlo contra las cuerdas y, para terminar de ahuyentarlo, el y Nahir elaboraron un arriesgado plan…..Entonces…...Entonces…
Cierto, caí al suelo….En cuanto el pantano desapareció y ese hombre huyó, sencillamente fui incapaz de permanecer consciente…..¿Estoy muerto?
Ese fue el primer pensamiento que tuvo en cuanto comenzó a recordar lo que sucedió. Uriel no era tonto, sabía que tan mal estaba su cuerpo; Las quemaduras eran muy graves y en el mejor de los casos dejarían cicatrices de por vida, también se hizo mucho daño dentro del golem y al enfrentarse a ese “jinete” ¡Y por no hablar de la pérdida de sangre! ¡Lo más obvio era suponer que murió por sus heridas!
Inmediatamente sintió la frustración crecer dentro de el ¡A pesar de que se esforzó tanto por no morir! ¡E incluso le prometió a Anders que sobrevivirían a todo aquello! ¡Qué injusto era todo! ¿Tal vez era su castigo? Por ser un niño cobarde y conformista ¿Quizá?…..¡Oh! No. No servía de nada llorar por la leche derramada ¡Incluso si era frustrante, debía admitir que era le resultado mas obvio y esperable!
Si estoy muerto y esto es el más allá ¿Porque me duele el cuerpo? ¿Quizá en esto consiste la muerte? En….¿Nada? ¡Pues qué cosa más aburrida! A parte del dolor no hay nada de interesante en esto ¡Que aburrido! ¡JOOOOO! ¡Yo quería vivir más! ¡NO es justo!
Quejándose infantilmente en su cabeza, el niño dio por hecho que estaba muerto ¡Aunque al menos no todo era malo! ¡Al menos ahora no tendría que seguir en el maldito árbol de los elfos! Ni enfrentar cosas que le daban miedo y eran dolorosas. Tampoco se vería obligado a ser valiente. Ciertamente era frustrante y molesto, al final todo lo que hizo no sirvió para nada ¿Pero qué más podía hacer? No es como si fuera a revivi-....
“¿Que tal el vampiro? ¿Aún no despierta?”
“Sus heridas eran muy graves, que aún respire es un milagro….Logré estabilizar las heridas pero...Esto no es algo que la mente de un niño pueda aguantar, si no despierta no me sorprendería….”
¿.....?
Dos voces lejanas resonaron en los oídos de Uriel, llamando su atención ¿Dos voces masculinas? ¡No! Las reconocía perfectamente! Eran las voces de los dos elfos que le salvaron del jinete, de vuelta en el pantano. Apenas podía oír sus voces al inicio, pero cada vez se hacían más y más audibles, entendibles y sobrias.
“No me mires así, sé que no puedo quedarme aquí. Convencí a una aprendiz de sacerdotisa para que le echara un ojo a las heridas de tanto en tanto mientras no estamos. Volveré a la formación a tiempo….Déjame quedarme un rato más a su lado...”
“Fëanor….”
“Por favor, amigo…..Es solo un niño, y nosotros también tenemos parte de culpa de que esto acabara así. Si en vez de encerrarnos en nuestro orgullo y resentimiento hubiéramos sabido llevar mejor el tema de Villasauco, mucha gente no hubiera tenido que sufrir. Sé que mi deber como guardia es proteger Árbol Madre ¿Pero de qué sirve hacerlo si eso significa sacrificar vidas inocentes? Se lo debemos a este niño, a los civiles asesinados, a los inocentes….A nuestra gente y compañeros caídos….”
“Ah~~ ¡En serio! ¡Maldigo tu maldita bondad! Haz lo que quieras, Fëanor. Pero ten esto en cuenta; Lo mejor que puedes hacer por este niños es acabar con esta situación de mierda. Si no acabamos con los jinetes y salvamos el árbol, habrá más niños como este que serán forzados a pelear y morir...Y más vidas inocentes se perderán….”
“Lo sé, es por eso que…¡Ah! ¡Has despertado! ¡Gracias a Imbar que has despertado!”
La conversación se cortó en el momento en que el infante abrió sus ojos lentamente, de forma cansada y confusa ¿No estaba muerto? Miró levemente el rostro de quien estaba sentado a su lado, en una silla. Si no fuera porque sus ojos verdes, que dejaron una profunda impresión en Uriel, no lo hubiera reconocido pero de inmediato pudo identificarlo. Sin el yelmo, el vampiro pudo ver claramente el rostro y rasgos de Fëanor; Poseía la apariencia usual para un elfo criado en el Árbol Madre. Su cabello era liso, largo hasta la cintura y atado con una coleta baja ¡Brillaba con un hermoso color dorado oro! Sus rasgos eran aniñados, revelando a un inexperto y joven elfo que apenas debería haber cumplido la mayoría de edad. Sus ojos esmeralda revelaban una extraña sensación de seguridad e ingenuidad a partes iguales, a la par que rectitud y voluntad. El niño sintió que era lo más similar a los elfos de los cuentos de hadas que vería nunca; Hermosos, justos y valientes.
“Iré a informar al señor Anders y al capitán Legoles…..no te retrases de más ¿Vale?”
“Por supuesto….”
Uriel miró curiosamente al segundo elfo, pero fue demasiado tarde, para cuando miró al marco de la puerta de entrada ya no había nadie. Cada vez más consciente de lo que sucedió y de su cuerpo, Uriel intentó incorporarse en la tibia y mullida cama para valorar mejor su situación ¡Mala idea! Apenas hizo fuerza con su torso, sintió el peor de los ardores y pinchazos ¡No solo eran las quemaduras! ¡El dolor en los músculos fue incluso peor que el de las quemaduras! Percatándose del sufrimiento del vampiro, Fëanor rápidamente frunció el ceño y le impidió levantarse, lo empujó gentilmente de vuelta a la almohada.
“¡Eeea! ¡Quieto ahí, fiera! Acabas de despertar de unas heridas terribles. Traté tus heridas y te puse vendas limpias, pero cómo no puedo usar magia curativa en ti no están tampoco como para que te muevas demasiado.”
Dócilmente, Uriel permitió que el elfo lo devolviera a su postura original, aún estando algo confuso y desorientado. Viendo con satisfacción que su paciente era obediente, Fëanor se giró y fue hacía el escritorio repleto de hierbas, ungüentos y pastas variadas. El infante se sentía curioso de las razones del guardia para ser amable con él, un prisionero del árbol y vampiro.
“¿Usted....? ¿Porque….me ayudó? Sabes que soy un vampiro….”
“¿Porque? Bueno….Hmmm….Supongo….Supongo que sencillamente no pude quedarme quieto cuando te vi en tan malas condiciones, serás un vampiro, peor ante todo sigues siendo un crío ¡No puedo dejar solo a un niño que está sufriendo! Aerandir es cruel. Vivimos en una sociedad donde ser egoísta e individualista es la mejor opción, ver la mentalidad de la mayoría de elfos es el mejor ejemplo. Si no es tu vida o la de tu raza, la vida no vale nada. Pero que la sociedad sea así no quiere decir que yo deba ser así ¿Verdad?...No me gustó ver sufrir a inocentes, así que me alisté. No me gusta el pensamiento de que mi hogar sea destruido, así que me esforcé para volverme un guardia. No me gustó ver a un niño tan herido, así que decidí ayudarte. Eso es todo.”
Su respuesta confundió a Uriel ¿Aerandir era cruel? Estaba habituado a vivir en Aerandir, así que jamás lo pensó ¿Es cruel el lugar donde viven? ¡Nunca se lo había parado a pensar! ¡Pero eso era solo normal! ¿No? No solo eso ¿Ayudar a alguien solo porque quieres? ¿A pesar de que no se gana nada haciéndolo? No entendía del todo sus palabras, y algo en ellas le incomodaba, así que buscó cambiar el tema lo más rápido posible.
“....¿Que haces?”
“Té medicinal, has perdido mucha sangre y tienes que reponer líquidos cuanto antes. El té de artemisa viene genial para estos casos. Aquí, te ayudaré a sentarte... ”
Gentilmente, el elfo ayudó al niño a sentarse en la cama de forma gentil y paciente ¡Pero aún así tuvo que ahogar un chillido de dolor! ¡Cada músculo en su ser ardía como el diablo! Las lágrimas se escaparon naturalmente de sus ojos marrón-miel, haciendo que Fëanor hiciera una mueca de preocupación. Estaba tan aturdido que no lo notó, pero su cuerpo estaba lleno de vendas ¡Parecía una momia! La vista le sorprendió tanto que dejó de preocuparse por el dolor. Miró anonadado su cuerpo mientras el elfo corría al escritorio velozmente, con un rostro de preocupación, trayendo de vuelta medicina que obedientemente Uriel tomó.
Lo que le dio Fëanor resulto ser tranquilizantes ¡Al poco su cuerpo dejó de doler casi totalmente! Ya no le incomodaba estar sentado, así que curiosamente comenzó a evaluar de forma mas consista su cuerpo.
Terminaría más rápido diciendo que parte de él no estaba vendada. ¡Lo primero que notó fueron las de su cabeza y ojo derecho! ¿En qué momento se hirió el ojo? ¡Para empezar! ¿Como tardó tanto en percatarse de que no veía nada de su lado derecho? ¿Quizá la confusión? ¡Que raro! Acarició la zona del parpado levemente sobre la venda, sintiendo en el acto un pinchazo en la zona; Sea lo que sea, no parecía demasiado bueno ¡Lo mejor era no tocarlo más! El niño quitó de su cabeza su ojo vendado ¡No le había afectado realmente semejante perdida! Hubo una etapa de su vida en la que se hirió gravemente un ojo y tuvo que llevar un parche durante unos años hasta que su maestro logró encontrar un elfo que pudiera curarselo totalmente. Dado que ya era algo que había experimentado, no le ponía demasiado nervioso ni tampoco le parecía demasiado, era simplemente molesto.
Miró el resto de su cuerpo de forma detallada, bajando la cabeza con curiosidad y expectación. Para poder tratarlo, Fëanor le quitó la mayoría de la ropa y equipación, dejando atrás solo una camisa y pantalones cortos de lino limpias ¡Podía ver perfectamente el estado de su cuerpo! La gran mayoría de su cuerpo estaba envuelto en vendas. Y parecían estar empapadas en ungüentos verdosos.
“Tienes suerte de que mi familia tenga un largo historial de sanadores, pude estabilizar la mayoría de tus heridas….Pero no es cosa de broma, vampiro…..La gran mayoría de tu cuerpo fue quemado severamente, la falta de cuidados inmediatos y la actividad intensa constante han provocado que sea incluso más grave. En el mejor de los casos esto dejará cicatrices y secuelas por una muy larga temporada, lo mejor que puedes hacer es descansar. ”
Notando el interés el niño por su cuerpo, el guardia le explicó pacientemente la situación mientras comenzaba a ponerse la armadura reglamentaria de los guardias. Uriel lo escuchó en silencio, bebiendo el té que Fëanor le dejó en la mesilla cercana a la cama ¿Cicatrices y secuelas? Teniendo en cuenta cómo de mal estaba, era casi un regalo de los cielos, pero Uriel no podía evitar sentir una extraña sensación de perdida, estaba feliz de haber sobrevivido, pero a su vez sentía que las cosas ya no volverían a ser iguales. Buscando deshacerse de la horrible sensación, preguntó:
“¿Donde esta Anders? ¿Está bien? ”
“El está bien, está junto al resto de guardias. Mi compañero fue a avisarle de que ya has despertado. Tengo que regresar a mi puesto, quédate aquí y descansa. No hace mucho te hice tomar un anestesiante, pronto dejarás de sentir dolor en los músculos por un puñado de horas, una sacerdotisa vendrá en un rato para ver qué tal estás…Así que sé un buen chico y duerme, todos están ocupados así que nadie vendrá a molestarte.”
Uriel asintió obedientemente, ganándose unas palmaditas en al cabeza por parte de Fëanor, quien ya se había acabado de poner su equipación, yelmo incluido. Mirando con una suave sonrisa a Uriel, el elfo se retiró diciéndole; "Descansa bien, pequeño" Apenas el elfo salió por la puerta, el niño se bebió de un trago el resto del té y salió repetidamente de la cama ¡Y un diablo se quedaría dócilmente en la cama! ¡Uriel quería ver a Anders! ¡No quería estar en esa cama desconocida a merced de los elfos! Incluso si comprendió que Fëanor era diferente a los demás, eso no quería decir que creyese en el resto de ellos ¡Seguía viéndolos como abusadores Infantiles!
“Como si fuera a quedarme aquí ¡Tengo que encontrar a Anders!”
Uriel buscó rápidamente su ropa, encontrándola limpia y secándose a un costado de la chimenea encendida ¡Parece que Fëanor hizo el pack completo! Cambió su ropa, limpió su cuerpo, le aplicó tratamiento y de paso aprovecho para limpiar un poco su ropa ¡Uriel sintió de repente que el elfo llamado Fëanor era un especie de santo perfeccionista extraño!
Supongo que es a lo que se le llama; Un tipo decente y diligente....¿Un buen tipo? O quizá es del tipo que odia dejar las cosas a medias....
Pensando en eso, el infante se volvió a poner todo su equipo de vuelta para luego salir del cuarto.
……………
………..
…….
….
..
.
Llevaba ya un buen rato recorriendo los enormes pasillos pulidos y cálidos del Árbol Madre, que estaban calma y limpios ¡Casi parecía que no estuvieran en una cuestión de vida o muerte! Como si fuera solo un día mas para el enorme lugar. Pero no había forma de que nadie pudiera quitárselo de la cabeza; Estaban a horas, no, puede que incluso minutos de presenciar un punto clave en la historia de Aerandir, algo que decidirá el curso de la historia. Incluso Uriel, quien seguía sin comprender del todo que estaba sucediendo, entendió que no podía quedarse quieto, que lo que estaba sucediendo era algo muy serio.
Siguió deambulando un buen rato, paseándose por los pasillos y a su vez hacendoso una vaga idea de como era el lugar ¡Siempre tuvo un buen sentido de la orientación! Le bastaba pasearse un par de veces por un lugar para entender y recordar todos los caminos ¡Después de todo para un vampiro era cuestión de vida y muerte recordar rutas de escape, atajos y escondrijos!
“Oh, esta sala es….”
Deambulando de pasillo en pasillo finalmente llegó a una enorme sala ¡Había mucha gente dentro! Todos parecían ocupados con los preparativos para enfrentar a los jinetes y la guerra inminente. Podía ver elfas y elfos guardia moviendo cajas, armas y vendas de un lado para otro. Veía empleados civiles guiando civiles en una lengua que no entendía ¡Incluso vio gente tratando al os heridos! ¡Oh! ¡Había también un par de rostros conocidos! Parece que que logró llegar a la sala donde se estaban llevado a cabo los preparativos para la guerra.
Uriel sonrió levemente, si ahí se estaban movilizando las tropas eso quería decir que Anders no debería andar demasiado lejos ¿Verdad? ¡Tenía ganas de verlo! No se sentía seguro estado solo en ese antro de abusadores infantiles. Se disponía a entrar en silencio para buscar a su elfo de ojos violetas favorito pero un adulto conocido lo interceptó ¡Rauko!
“....”
Uriel escuchó en silencio todo lo que tenía que decirle, mirándolo con confusión, no por Rauko, sino por sí mismo. Había estado culpando y odiando a los “adultos traidores” que eran para él Rauko y Taliesin. A sus ojos, ellos eran responsables de su desastrosa situación en el Árbol Madre ¡Estaba realmente furioso con ellos! Se prometió incluso vengarse. Pero…..Por alguna razón viendo al elfo agazapado para estar a su altura….no sentía rabia, ni odio ¡Nisiquiera resentimiento! Solo….Solo….¿Que sentía exactamente!?
Era extraño, era una mezcla de nostalgia, tristeza y.....¿Alivio? Era como ver algo salido del pasado, algo que pasó hace mucho tiempo y volvió al presente, haciendo que uno reflexionase...Era un vampiro, estaba habituado a esa sensación, pero era....De alguna forma diferente. No estaba molesto con Rauko, de echo estaba aliviado de verlo vivo, tampoco estaba especialmente feliz. Confundido por aquella extraña sensación, el infante solo siguió sus instintos y murmuró
“No estoy muerto….”
Eso es todo lo que salió de sus labios, no sabía que decirle al elfo para que dejara de parecer tan miserable….Solo sintió que debía de decirle eso. No. Se lo dijo a sí mismo y a Rauko. No estaba muerto, sobrevivió. Contra todo pronostico, sobrevivió. Quizá con mucho sufrimiento de por medio, asustado, malherido pero al final, logró sobrevivir ¿Que importa le miedo y la frustración? No quería desperdiciar el milagro de sobrevivir odiando, enfadándose o preocuparse....Solo quería vivir, y con eso le bastaba.
“¡Todo está bien! ¡AH! ¡Eso si! ¡Quiero una compensación por no hacerme caso! ¡El señor Rauko debe de cumplir uno de mis deseos! ¡Es por eso que tiene que vivir! ¿Vale? Estaré esperando, a que vuelva con vida ¡Un Nova nunca olvida una promesa! ¡Definitivamente se la cobraré!”
Le sonrío alegremente a Rauko con sus características lineas desvergonzadas y cargadas de inocente arrogancia, abrazando su cabeza mientras la acariciaba cual cachorro. No se detuvo hasta que el hombre se levantó por su propia cuenta ¡Con esa ya eran dos promesas irresponsables que no tenía la seguridad de poder cumplir! Pero eso estaba bien, Uriel era un vampiro, y los vampiros no son precisamente honestos y responsables.
Mientras el elfo se alejaba, el niño le despidió con una amplia sonrisa con su mano ¡Había recordado algo agradable! ¡Exacto! ¡Está vivo! Y eso es todo lo que importa, incluso si no entiende del todo que está sucediendo¡Sobrevivirá! Y entonces le cobrará su deuda a Rauko,Taliesin, a Galatrea y a todos los malvados elfos que lo intimidaron ¡Más le vale que se preparen! Definitivamente no será piadoso con ninguna deuda~
“¡Bien ¡Ahora tengo que encontrar a Anders!”
Más animado que antes, el infante recuperó su amplia sonrisa alegre ¡Debía encontrar a Anders! Seguro que el elfo estaba ocupado, pero no podía evitarlo ¡Era su mayor fuente de seguridad en la zona! Corriendo y esquivando a los ocupados adultos, el infante investigó la enorme habitación en busca de los familiares ojos violetas de su adulto de confianza ¡Pero no solo no lo encontró, sino que vio dos, DOS, caras conocidas!
“¡AHHHH! ¡Tú eres…!”
Apenas vio el rostro de la elfa que más odiaba en toda Aerandir, el infante exclamó efusivamente sin una pizca de pudor ¡Parece que el dios vampiro esta de su lado! ¡Era hora de ajustar cuentas con Galatrea! Estaba tan centrado en ella que no se dio cuenta siquiera de que al lado estaba Eilydh en una conversación importante. Sin miedo alguno, el infante se aproximó a Galatrea con el ceño fruncido, las mejillas hinchadas y pasitos que denotaban molestia ¡Incluso tenso los músculos para enfatizar su molestia! Ea la perfecta imagen de un niño intentado ser intimidarte sin lograrlo, solo logrando ser mas bien adorablemente arrogante y descuidado.
“¡Usted! ¡Si, si, si! ¡Hablo con usted! ¡Usted me dejó en estas condiciones! ¡Es una muy mala persona! ¡Muy muy muy mala! ¡No hice nada y aún así me lanzó esa cosa rara parecida a un caballo! ¡Y luego me quemó! ¿¡Sabe usted cuanto dolió!? ¡Y luego me encerró en una prisión horrible! ¡Y casi muero por culpa de ese “jinete”! ¡Pase mucho mucho miedo y dolor! ¡Que sepa que Uriel Nova nunca olvida ni perdona a los abusadores infantiles! ¡Y usted ere-....! ¿Eh? ¿Señorita Elfa malvada? ¿Porque pone esa cara? ¿...?”
Parado en frente de la sacerdotisa principal, el infante la miró claramente ofendido con sus manitas en su cintura y una postura que buscaba ser "imponente" ¡Le enseñará una valiosa lección a esa elfa malvada! ¡Nadie abusa de un Nova sin sufrir las consecuencias! Uriel planeaba seguir un buen rato recriminando sus heridas y desdichas en el árbol a Galatrea, pero al percatarse del aura depresiva de la elfa el niño se detuvo abruptamente ¿A que venía esa cara?¿Tan horrible fue lo que le dijo? ¡Pero solo la estaba regañando! ¡No estaba taaaaaan molesto como para querer hacerla poner esa cara! Estaba molesto con ella, y quería que la elfa se disculpara y admitiese que estuvo mal todo el daño que le hizo innecesariamente ¡Pero tampoco quería dejarla al borde de las lágrimas! El niño cambió su rostro a uno lleno de confusión, con nerviosismo exclamó, finalmente percatándose de la presencia de la otra elfa.
“¡E-Espera! ¡Y-Yo no quería…! ¡N-No dije algo taaaaaaan horr-…! ¡L-Lo siento! ¡F-Fui muy d-duro! ¡P-or favor n-no.....!¿A-Ah? ¿S-Señorita Eilydh? ¡A-Ayúdeme, por favor! ¡No quería ponerla tan triste! ¡Solo quería una disculpa!”
Uriel no escuchó ni verificó la situación, no sabía que la razón de la tristeza en Galatrea no eran sus palabras cargadas de reproche ni de lejos ¡No había forma de que lo supiera desde que no escuchó nada por lo que tuvo que pasar Galatrea! Así que se quedó ahí, pensando que por alguna razón terminó volviendose el abusador malvado de la historia ¡El niño miraba a Eily como si fuera su salvavidas! Claramente diciendo con los ojos; “No se que diablos hice, pero ayudadme por favor.”
---------------------------Off-Rol-----------------------------------------
Resumen;
Hasta para regañar Uriel es un inútil (?) (?) (?) (?)
- Uriel se despierta y usa el gran poder de las drogas para poder continuar dando lucha en el evento.
-Fëanor es un ángel puro, Anders, me lo cuidas o te mato 7_7 (?)(?)(?)(?)
-Uriel esta happy de la vida de haber sobrevivido, está tan feliz que no quiere ni pretende vengarse de nadie (Aunque eso no quiere decir que haya dejado de tener rencor o odio hacia los elfos o Galatrea, solo que no quiere malgastar tiempo en venganzas o rencores innecesario)
- Uriel abusador verbal profesional (?)
- Me voy con Galatrea, que Uriel tiene viejos rencores que resolver con ella (?)
- Interactuo/menciono a Anders, Rauko y Eilydh.
Cierto, caí al suelo….En cuanto el pantano desapareció y ese hombre huyó, sencillamente fui incapaz de permanecer consciente…..¿Estoy muerto?
Ese fue el primer pensamiento que tuvo en cuanto comenzó a recordar lo que sucedió. Uriel no era tonto, sabía que tan mal estaba su cuerpo; Las quemaduras eran muy graves y en el mejor de los casos dejarían cicatrices de por vida, también se hizo mucho daño dentro del golem y al enfrentarse a ese “jinete” ¡Y por no hablar de la pérdida de sangre! ¡Lo más obvio era suponer que murió por sus heridas!
Inmediatamente sintió la frustración crecer dentro de el ¡A pesar de que se esforzó tanto por no morir! ¡E incluso le prometió a Anders que sobrevivirían a todo aquello! ¡Qué injusto era todo! ¿Tal vez era su castigo? Por ser un niño cobarde y conformista ¿Quizá?…..¡Oh! No. No servía de nada llorar por la leche derramada ¡Incluso si era frustrante, debía admitir que era le resultado mas obvio y esperable!
Si estoy muerto y esto es el más allá ¿Porque me duele el cuerpo? ¿Quizá en esto consiste la muerte? En….¿Nada? ¡Pues qué cosa más aburrida! A parte del dolor no hay nada de interesante en esto ¡Que aburrido! ¡JOOOOO! ¡Yo quería vivir más! ¡NO es justo!
Quejándose infantilmente en su cabeza, el niño dio por hecho que estaba muerto ¡Aunque al menos no todo era malo! ¡Al menos ahora no tendría que seguir en el maldito árbol de los elfos! Ni enfrentar cosas que le daban miedo y eran dolorosas. Tampoco se vería obligado a ser valiente. Ciertamente era frustrante y molesto, al final todo lo que hizo no sirvió para nada ¿Pero qué más podía hacer? No es como si fuera a revivi-....
“¿Que tal el vampiro? ¿Aún no despierta?”
“Sus heridas eran muy graves, que aún respire es un milagro….Logré estabilizar las heridas pero...Esto no es algo que la mente de un niño pueda aguantar, si no despierta no me sorprendería….”
¿.....?
Dos voces lejanas resonaron en los oídos de Uriel, llamando su atención ¿Dos voces masculinas? ¡No! Las reconocía perfectamente! Eran las voces de los dos elfos que le salvaron del jinete, de vuelta en el pantano. Apenas podía oír sus voces al inicio, pero cada vez se hacían más y más audibles, entendibles y sobrias.
“No me mires así, sé que no puedo quedarme aquí. Convencí a una aprendiz de sacerdotisa para que le echara un ojo a las heridas de tanto en tanto mientras no estamos. Volveré a la formación a tiempo….Déjame quedarme un rato más a su lado...”
“Fëanor….”
“Por favor, amigo…..Es solo un niño, y nosotros también tenemos parte de culpa de que esto acabara así. Si en vez de encerrarnos en nuestro orgullo y resentimiento hubiéramos sabido llevar mejor el tema de Villasauco, mucha gente no hubiera tenido que sufrir. Sé que mi deber como guardia es proteger Árbol Madre ¿Pero de qué sirve hacerlo si eso significa sacrificar vidas inocentes? Se lo debemos a este niño, a los civiles asesinados, a los inocentes….A nuestra gente y compañeros caídos….”
“Ah~~ ¡En serio! ¡Maldigo tu maldita bondad! Haz lo que quieras, Fëanor. Pero ten esto en cuenta; Lo mejor que puedes hacer por este niños es acabar con esta situación de mierda. Si no acabamos con los jinetes y salvamos el árbol, habrá más niños como este que serán forzados a pelear y morir...Y más vidas inocentes se perderán….”
“Lo sé, es por eso que…¡Ah! ¡Has despertado! ¡Gracias a Imbar que has despertado!”
La conversación se cortó en el momento en que el infante abrió sus ojos lentamente, de forma cansada y confusa ¿No estaba muerto? Miró levemente el rostro de quien estaba sentado a su lado, en una silla. Si no fuera porque sus ojos verdes, que dejaron una profunda impresión en Uriel, no lo hubiera reconocido pero de inmediato pudo identificarlo. Sin el yelmo, el vampiro pudo ver claramente el rostro y rasgos de Fëanor; Poseía la apariencia usual para un elfo criado en el Árbol Madre. Su cabello era liso, largo hasta la cintura y atado con una coleta baja ¡Brillaba con un hermoso color dorado oro! Sus rasgos eran aniñados, revelando a un inexperto y joven elfo que apenas debería haber cumplido la mayoría de edad. Sus ojos esmeralda revelaban una extraña sensación de seguridad e ingenuidad a partes iguales, a la par que rectitud y voluntad. El niño sintió que era lo más similar a los elfos de los cuentos de hadas que vería nunca; Hermosos, justos y valientes.
“Iré a informar al señor Anders y al capitán Legoles…..no te retrases de más ¿Vale?”
“Por supuesto….”
Uriel miró curiosamente al segundo elfo, pero fue demasiado tarde, para cuando miró al marco de la puerta de entrada ya no había nadie. Cada vez más consciente de lo que sucedió y de su cuerpo, Uriel intentó incorporarse en la tibia y mullida cama para valorar mejor su situación ¡Mala idea! Apenas hizo fuerza con su torso, sintió el peor de los ardores y pinchazos ¡No solo eran las quemaduras! ¡El dolor en los músculos fue incluso peor que el de las quemaduras! Percatándose del sufrimiento del vampiro, Fëanor rápidamente frunció el ceño y le impidió levantarse, lo empujó gentilmente de vuelta a la almohada.
“¡Eeea! ¡Quieto ahí, fiera! Acabas de despertar de unas heridas terribles. Traté tus heridas y te puse vendas limpias, pero cómo no puedo usar magia curativa en ti no están tampoco como para que te muevas demasiado.”
Dócilmente, Uriel permitió que el elfo lo devolviera a su postura original, aún estando algo confuso y desorientado. Viendo con satisfacción que su paciente era obediente, Fëanor se giró y fue hacía el escritorio repleto de hierbas, ungüentos y pastas variadas. El infante se sentía curioso de las razones del guardia para ser amable con él, un prisionero del árbol y vampiro.
“¿Usted....? ¿Porque….me ayudó? Sabes que soy un vampiro….”
“¿Porque? Bueno….Hmmm….Supongo….Supongo que sencillamente no pude quedarme quieto cuando te vi en tan malas condiciones, serás un vampiro, peor ante todo sigues siendo un crío ¡No puedo dejar solo a un niño que está sufriendo! Aerandir es cruel. Vivimos en una sociedad donde ser egoísta e individualista es la mejor opción, ver la mentalidad de la mayoría de elfos es el mejor ejemplo. Si no es tu vida o la de tu raza, la vida no vale nada. Pero que la sociedad sea así no quiere decir que yo deba ser así ¿Verdad?...No me gustó ver sufrir a inocentes, así que me alisté. No me gusta el pensamiento de que mi hogar sea destruido, así que me esforcé para volverme un guardia. No me gustó ver a un niño tan herido, así que decidí ayudarte. Eso es todo.”
Su respuesta confundió a Uriel ¿Aerandir era cruel? Estaba habituado a vivir en Aerandir, así que jamás lo pensó ¿Es cruel el lugar donde viven? ¡Nunca se lo había parado a pensar! ¡Pero eso era solo normal! ¿No? No solo eso ¿Ayudar a alguien solo porque quieres? ¿A pesar de que no se gana nada haciéndolo? No entendía del todo sus palabras, y algo en ellas le incomodaba, así que buscó cambiar el tema lo más rápido posible.
“....¿Que haces?”
“Té medicinal, has perdido mucha sangre y tienes que reponer líquidos cuanto antes. El té de artemisa viene genial para estos casos. Aquí, te ayudaré a sentarte... ”
Gentilmente, el elfo ayudó al niño a sentarse en la cama de forma gentil y paciente ¡Pero aún así tuvo que ahogar un chillido de dolor! ¡Cada músculo en su ser ardía como el diablo! Las lágrimas se escaparon naturalmente de sus ojos marrón-miel, haciendo que Fëanor hiciera una mueca de preocupación. Estaba tan aturdido que no lo notó, pero su cuerpo estaba lleno de vendas ¡Parecía una momia! La vista le sorprendió tanto que dejó de preocuparse por el dolor. Miró anonadado su cuerpo mientras el elfo corría al escritorio velozmente, con un rostro de preocupación, trayendo de vuelta medicina que obedientemente Uriel tomó.
Lo que le dio Fëanor resulto ser tranquilizantes ¡Al poco su cuerpo dejó de doler casi totalmente! Ya no le incomodaba estar sentado, así que curiosamente comenzó a evaluar de forma mas consista su cuerpo.
Terminaría más rápido diciendo que parte de él no estaba vendada. ¡Lo primero que notó fueron las de su cabeza y ojo derecho! ¿En qué momento se hirió el ojo? ¡Para empezar! ¿Como tardó tanto en percatarse de que no veía nada de su lado derecho? ¿Quizá la confusión? ¡Que raro! Acarició la zona del parpado levemente sobre la venda, sintiendo en el acto un pinchazo en la zona; Sea lo que sea, no parecía demasiado bueno ¡Lo mejor era no tocarlo más! El niño quitó de su cabeza su ojo vendado ¡No le había afectado realmente semejante perdida! Hubo una etapa de su vida en la que se hirió gravemente un ojo y tuvo que llevar un parche durante unos años hasta que su maestro logró encontrar un elfo que pudiera curarselo totalmente. Dado que ya era algo que había experimentado, no le ponía demasiado nervioso ni tampoco le parecía demasiado, era simplemente molesto.
Miró el resto de su cuerpo de forma detallada, bajando la cabeza con curiosidad y expectación. Para poder tratarlo, Fëanor le quitó la mayoría de la ropa y equipación, dejando atrás solo una camisa y pantalones cortos de lino limpias ¡Podía ver perfectamente el estado de su cuerpo! La gran mayoría de su cuerpo estaba envuelto en vendas. Y parecían estar empapadas en ungüentos verdosos.
“Tienes suerte de que mi familia tenga un largo historial de sanadores, pude estabilizar la mayoría de tus heridas….Pero no es cosa de broma, vampiro…..La gran mayoría de tu cuerpo fue quemado severamente, la falta de cuidados inmediatos y la actividad intensa constante han provocado que sea incluso más grave. En el mejor de los casos esto dejará cicatrices y secuelas por una muy larga temporada, lo mejor que puedes hacer es descansar. ”
Notando el interés el niño por su cuerpo, el guardia le explicó pacientemente la situación mientras comenzaba a ponerse la armadura reglamentaria de los guardias. Uriel lo escuchó en silencio, bebiendo el té que Fëanor le dejó en la mesilla cercana a la cama ¿Cicatrices y secuelas? Teniendo en cuenta cómo de mal estaba, era casi un regalo de los cielos, pero Uriel no podía evitar sentir una extraña sensación de perdida, estaba feliz de haber sobrevivido, pero a su vez sentía que las cosas ya no volverían a ser iguales. Buscando deshacerse de la horrible sensación, preguntó:
“¿Donde esta Anders? ¿Está bien? ”
“El está bien, está junto al resto de guardias. Mi compañero fue a avisarle de que ya has despertado. Tengo que regresar a mi puesto, quédate aquí y descansa. No hace mucho te hice tomar un anestesiante, pronto dejarás de sentir dolor en los músculos por un puñado de horas, una sacerdotisa vendrá en un rato para ver qué tal estás…Así que sé un buen chico y duerme, todos están ocupados así que nadie vendrá a molestarte.”
Uriel asintió obedientemente, ganándose unas palmaditas en al cabeza por parte de Fëanor, quien ya se había acabado de poner su equipación, yelmo incluido. Mirando con una suave sonrisa a Uriel, el elfo se retiró diciéndole; "Descansa bien, pequeño" Apenas el elfo salió por la puerta, el niño se bebió de un trago el resto del té y salió repetidamente de la cama ¡Y un diablo se quedaría dócilmente en la cama! ¡Uriel quería ver a Anders! ¡No quería estar en esa cama desconocida a merced de los elfos! Incluso si comprendió que Fëanor era diferente a los demás, eso no quería decir que creyese en el resto de ellos ¡Seguía viéndolos como abusadores Infantiles!
“Como si fuera a quedarme aquí ¡Tengo que encontrar a Anders!”
Uriel buscó rápidamente su ropa, encontrándola limpia y secándose a un costado de la chimenea encendida ¡Parece que Fëanor hizo el pack completo! Cambió su ropa, limpió su cuerpo, le aplicó tratamiento y de paso aprovecho para limpiar un poco su ropa ¡Uriel sintió de repente que el elfo llamado Fëanor era un especie de santo perfeccionista extraño!
Supongo que es a lo que se le llama; Un tipo decente y diligente....¿Un buen tipo? O quizá es del tipo que odia dejar las cosas a medias....
Pensando en eso, el infante se volvió a poner todo su equipo de vuelta para luego salir del cuarto.
……………
………..
…….
….
..
.
Llevaba ya un buen rato recorriendo los enormes pasillos pulidos y cálidos del Árbol Madre, que estaban calma y limpios ¡Casi parecía que no estuvieran en una cuestión de vida o muerte! Como si fuera solo un día mas para el enorme lugar. Pero no había forma de que nadie pudiera quitárselo de la cabeza; Estaban a horas, no, puede que incluso minutos de presenciar un punto clave en la historia de Aerandir, algo que decidirá el curso de la historia. Incluso Uriel, quien seguía sin comprender del todo que estaba sucediendo, entendió que no podía quedarse quieto, que lo que estaba sucediendo era algo muy serio.
Siguió deambulando un buen rato, paseándose por los pasillos y a su vez hacendoso una vaga idea de como era el lugar ¡Siempre tuvo un buen sentido de la orientación! Le bastaba pasearse un par de veces por un lugar para entender y recordar todos los caminos ¡Después de todo para un vampiro era cuestión de vida y muerte recordar rutas de escape, atajos y escondrijos!
“Oh, esta sala es….”
Deambulando de pasillo en pasillo finalmente llegó a una enorme sala ¡Había mucha gente dentro! Todos parecían ocupados con los preparativos para enfrentar a los jinetes y la guerra inminente. Podía ver elfas y elfos guardia moviendo cajas, armas y vendas de un lado para otro. Veía empleados civiles guiando civiles en una lengua que no entendía ¡Incluso vio gente tratando al os heridos! ¡Oh! ¡Había también un par de rostros conocidos! Parece que que logró llegar a la sala donde se estaban llevado a cabo los preparativos para la guerra.
Uriel sonrió levemente, si ahí se estaban movilizando las tropas eso quería decir que Anders no debería andar demasiado lejos ¿Verdad? ¡Tenía ganas de verlo! No se sentía seguro estado solo en ese antro de abusadores infantiles. Se disponía a entrar en silencio para buscar a su elfo de ojos violetas favorito pero un adulto conocido lo interceptó ¡Rauko!
“....”
Uriel escuchó en silencio todo lo que tenía que decirle, mirándolo con confusión, no por Rauko, sino por sí mismo. Había estado culpando y odiando a los “adultos traidores” que eran para él Rauko y Taliesin. A sus ojos, ellos eran responsables de su desastrosa situación en el Árbol Madre ¡Estaba realmente furioso con ellos! Se prometió incluso vengarse. Pero…..Por alguna razón viendo al elfo agazapado para estar a su altura….no sentía rabia, ni odio ¡Nisiquiera resentimiento! Solo….Solo….¿Que sentía exactamente!?
Era extraño, era una mezcla de nostalgia, tristeza y.....¿Alivio? Era como ver algo salido del pasado, algo que pasó hace mucho tiempo y volvió al presente, haciendo que uno reflexionase...Era un vampiro, estaba habituado a esa sensación, pero era....De alguna forma diferente. No estaba molesto con Rauko, de echo estaba aliviado de verlo vivo, tampoco estaba especialmente feliz. Confundido por aquella extraña sensación, el infante solo siguió sus instintos y murmuró
“No estoy muerto….”
Eso es todo lo que salió de sus labios, no sabía que decirle al elfo para que dejara de parecer tan miserable….Solo sintió que debía de decirle eso. No. Se lo dijo a sí mismo y a Rauko. No estaba muerto, sobrevivió. Contra todo pronostico, sobrevivió. Quizá con mucho sufrimiento de por medio, asustado, malherido pero al final, logró sobrevivir ¿Que importa le miedo y la frustración? No quería desperdiciar el milagro de sobrevivir odiando, enfadándose o preocuparse....Solo quería vivir, y con eso le bastaba.
“¡Todo está bien! ¡AH! ¡Eso si! ¡Quiero una compensación por no hacerme caso! ¡El señor Rauko debe de cumplir uno de mis deseos! ¡Es por eso que tiene que vivir! ¿Vale? Estaré esperando, a que vuelva con vida ¡Un Nova nunca olvida una promesa! ¡Definitivamente se la cobraré!”
Le sonrío alegremente a Rauko con sus características lineas desvergonzadas y cargadas de inocente arrogancia, abrazando su cabeza mientras la acariciaba cual cachorro. No se detuvo hasta que el hombre se levantó por su propia cuenta ¡Con esa ya eran dos promesas irresponsables que no tenía la seguridad de poder cumplir! Pero eso estaba bien, Uriel era un vampiro, y los vampiros no son precisamente honestos y responsables.
Mientras el elfo se alejaba, el niño le despidió con una amplia sonrisa con su mano ¡Había recordado algo agradable! ¡Exacto! ¡Está vivo! Y eso es todo lo que importa, incluso si no entiende del todo que está sucediendo¡Sobrevivirá! Y entonces le cobrará su deuda a Rauko,Taliesin, a Galatrea y a todos los malvados elfos que lo intimidaron ¡Más le vale que se preparen! Definitivamente no será piadoso con ninguna deuda~
“¡Bien ¡Ahora tengo que encontrar a Anders!”
Más animado que antes, el infante recuperó su amplia sonrisa alegre ¡Debía encontrar a Anders! Seguro que el elfo estaba ocupado, pero no podía evitarlo ¡Era su mayor fuente de seguridad en la zona! Corriendo y esquivando a los ocupados adultos, el infante investigó la enorme habitación en busca de los familiares ojos violetas de su adulto de confianza ¡Pero no solo no lo encontró, sino que vio dos, DOS, caras conocidas!
“¡AHHHH! ¡Tú eres…!”
Apenas vio el rostro de la elfa que más odiaba en toda Aerandir, el infante exclamó efusivamente sin una pizca de pudor ¡Parece que el dios vampiro esta de su lado! ¡Era hora de ajustar cuentas con Galatrea! Estaba tan centrado en ella que no se dio cuenta siquiera de que al lado estaba Eilydh en una conversación importante. Sin miedo alguno, el infante se aproximó a Galatrea con el ceño fruncido, las mejillas hinchadas y pasitos que denotaban molestia ¡Incluso tenso los músculos para enfatizar su molestia! Ea la perfecta imagen de un niño intentado ser intimidarte sin lograrlo, solo logrando ser mas bien adorablemente arrogante y descuidado.
“¡Usted! ¡Si, si, si! ¡Hablo con usted! ¡Usted me dejó en estas condiciones! ¡Es una muy mala persona! ¡Muy muy muy mala! ¡No hice nada y aún así me lanzó esa cosa rara parecida a un caballo! ¡Y luego me quemó! ¿¡Sabe usted cuanto dolió!? ¡Y luego me encerró en una prisión horrible! ¡Y casi muero por culpa de ese “jinete”! ¡Pase mucho mucho miedo y dolor! ¡Que sepa que Uriel Nova nunca olvida ni perdona a los abusadores infantiles! ¡Y usted ere-....! ¿Eh? ¿Señorita Elfa malvada? ¿Porque pone esa cara? ¿...?”
Parado en frente de la sacerdotisa principal, el infante la miró claramente ofendido con sus manitas en su cintura y una postura que buscaba ser "imponente" ¡Le enseñará una valiosa lección a esa elfa malvada! ¡Nadie abusa de un Nova sin sufrir las consecuencias! Uriel planeaba seguir un buen rato recriminando sus heridas y desdichas en el árbol a Galatrea, pero al percatarse del aura depresiva de la elfa el niño se detuvo abruptamente ¿A que venía esa cara?¿Tan horrible fue lo que le dijo? ¡Pero solo la estaba regañando! ¡No estaba taaaaaan molesto como para querer hacerla poner esa cara! Estaba molesto con ella, y quería que la elfa se disculpara y admitiese que estuvo mal todo el daño que le hizo innecesariamente ¡Pero tampoco quería dejarla al borde de las lágrimas! El niño cambió su rostro a uno lleno de confusión, con nerviosismo exclamó, finalmente percatándose de la presencia de la otra elfa.
“¡E-Espera! ¡Y-Yo no quería…! ¡N-No dije algo taaaaaaan horr-…! ¡L-Lo siento! ¡F-Fui muy d-duro! ¡P-or favor n-no.....!¿A-Ah? ¿S-Señorita Eilydh? ¡A-Ayúdeme, por favor! ¡No quería ponerla tan triste! ¡Solo quería una disculpa!”
Uriel no escuchó ni verificó la situación, no sabía que la razón de la tristeza en Galatrea no eran sus palabras cargadas de reproche ni de lejos ¡No había forma de que lo supiera desde que no escuchó nada por lo que tuvo que pasar Galatrea! Así que se quedó ahí, pensando que por alguna razón terminó volviendose el abusador malvado de la historia ¡El niño miraba a Eily como si fuera su salvavidas! Claramente diciendo con los ojos; “No se que diablos hice, pero ayudadme por favor.”
---------------------------Off-Rol-----------------------------------------
Resumen;
- Uriel se despierta y usa el gran poder de las drogas para poder continuar dando lucha en el evento.
-
-Uriel esta happy de la vida de haber sobrevivido, está tan feliz que no quiere ni pretende vengarse de nadie (Aunque eso no quiere decir que haya dejado de tener rencor o odio hacia los elfos o Galatrea, solo que no quiere malgastar tiempo en venganzas o rencores innecesario)
- Uriel abusador verbal profesional (?)
- Me voy con Galatrea, que Uriel tiene viejos rencores que resolver con ella (?)
- Interactuo/menciono a Anders, Rauko y Eilydh.
Uri
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
-¡Si no logramos salir de aquí con ese trasto, más nos valdrá que estemos todos muertos! -Respiré hondo y me pasé las manos por el pelo. -Esto tampoco es fácil para mí.
Lavey se puso en guardia al ver la reacción de Ronaldo, se mantuvo al margen de la conversación, pero atenta. Si aquel mindundi le toca un solo pelo a su madre... Por suerte para todos no fue así.
Al girar la esquina apareció el tan buscado objeto, inerte sobre una losa de piedra que hacía de mesa, esperando a que alguien lo reclamara.
-Es... más pequeño de lo que imaginé. -Pensar que la salvación del mundo ocupaba la palma de tu mano era una locura, pero ahí estaba la esfera. -Bueno, será mejor que lo cojamos y nos larguemos. -Seguí los pasos de Trastamara, pero me detuve al ver que chocaba contra algo invisible. -¿Un humano? -Fruncí el ceño. -¿Que, qué? -Abrí los ojos y apreté la mandíbula. -¡ME CAGO EN TUS MUERTOS, KORAN! -Alcé la cabeza al techo de la cueva. -¡Sabias que esta mierda estaba protegida contra la magia! Y no solo no me dices nada... ¡sino que además no me das nada pasar la barrera! ¡ME CAGO EN LA ESTAMPA DE TOS TUS CUERVOS, DIOSA ASQUEROSA!
En medio de todo aquello una mente astuta, clara y llena de orgullo había conseguido con un simple movimiento de dedo lo que los adultos no podían.
Lavey caminó hasta quedar pegada a la barrera mágica, descolgó de su cinto la pistola cuerda, y tras comprobar que el cañón entraba sin problemas por el bloqueo, disparó. El gancho salió despedido hacia el orbe, se abrió en pleno vuelo y aferró el objeto, acto seguido la rubia comenzó a recoger y enrollar la cuerda.1
-Bueno que, ¿vais a estar así mucho rato?
La lagartija sonreía con prepotencia mientras sujetaba el orbe con una mano y guardaba la pistola.
-¿Cómo has... -Lavey se puso junto a mí y me paso el objeto como si fuera una pelota de juguete. -¿Que has... -Volví a dejar la pregunta a medias. Aquel orbe era realmente pequeño, rugoso y las marcas se me antojaban olas de mar. -No importa, no hay tiempo. Gracias Vey, no sé qué haría sin ti.
-Seguramente seguirías gritando al techo de la caverna.
Aquella frase, aunque mordaz, era cierta.
Después de intercambiar ideas llegamos a la conclusión que lo mejor sería salir y obrar en consecuencia de lo que hubiera fuera. Hacer suposiciones era una pérdida de tiempo.
Lavey armó una flecha en el arco y Ronaldo se preparó detrás de mí. Al abrir la puerta encontramos una grata sorpresa, supervivientes de distintos bandos. Canit, el elfo sagrado, el tipo extraño y... el muchacho. A todas luces aquel pelirrojo tendría que haber muerto, le habían dado por todas partes, pero por alguna razón seguía respirando.
-Os la voy a poner fácil. -Anuncié, mientras Canit acudía junto al capitán. -Una diosa me envió aquí a por este orbe. Me dijo que salvaría al mundo de todos sus males si se lo entregaba a un Centinela. Y es lo que pienso hacer. -El tono en mi voz no dejaba hueco a dudas o replicas. -Podéis venir con nosotros, ayudarnos y tratar de sobrevivir unas horas más o podemos quedarnos aquí y matarnos mientras los jinetes aniquilan todo y a todos. La decisión es vuestra.
_____________
Off:
1- Lavey usa objeto "pistola cuerda" para coger el orbe.
Lavey se puso en guardia al ver la reacción de Ronaldo, se mantuvo al margen de la conversación, pero atenta. Si aquel mindundi le toca un solo pelo a su madre... Por suerte para todos no fue así.
Al girar la esquina apareció el tan buscado objeto, inerte sobre una losa de piedra que hacía de mesa, esperando a que alguien lo reclamara.
-Es... más pequeño de lo que imaginé. -Pensar que la salvación del mundo ocupaba la palma de tu mano era una locura, pero ahí estaba la esfera. -Bueno, será mejor que lo cojamos y nos larguemos. -Seguí los pasos de Trastamara, pero me detuve al ver que chocaba contra algo invisible. -¿Un humano? -Fruncí el ceño. -¿Que, qué? -Abrí los ojos y apreté la mandíbula. -¡ME CAGO EN TUS MUERTOS, KORAN! -Alcé la cabeza al techo de la cueva. -¡Sabias que esta mierda estaba protegida contra la magia! Y no solo no me dices nada... ¡sino que además no me das nada pasar la barrera! ¡ME CAGO EN LA ESTAMPA DE TOS TUS CUERVOS, DIOSA ASQUEROSA!
En medio de todo aquello una mente astuta, clara y llena de orgullo había conseguido con un simple movimiento de dedo lo que los adultos no podían.
Lavey caminó hasta quedar pegada a la barrera mágica, descolgó de su cinto la pistola cuerda, y tras comprobar que el cañón entraba sin problemas por el bloqueo, disparó. El gancho salió despedido hacia el orbe, se abrió en pleno vuelo y aferró el objeto, acto seguido la rubia comenzó a recoger y enrollar la cuerda.1
-Bueno que, ¿vais a estar así mucho rato?
La lagartija sonreía con prepotencia mientras sujetaba el orbe con una mano y guardaba la pistola.
-¿Cómo has... -Lavey se puso junto a mí y me paso el objeto como si fuera una pelota de juguete. -¿Que has... -Volví a dejar la pregunta a medias. Aquel orbe era realmente pequeño, rugoso y las marcas se me antojaban olas de mar. -No importa, no hay tiempo. Gracias Vey, no sé qué haría sin ti.
-Seguramente seguirías gritando al techo de la caverna.
Aquella frase, aunque mordaz, era cierta.
Después de intercambiar ideas llegamos a la conclusión que lo mejor sería salir y obrar en consecuencia de lo que hubiera fuera. Hacer suposiciones era una pérdida de tiempo.
Lavey armó una flecha en el arco y Ronaldo se preparó detrás de mí. Al abrir la puerta encontramos una grata sorpresa, supervivientes de distintos bandos. Canit, el elfo sagrado, el tipo extraño y... el muchacho. A todas luces aquel pelirrojo tendría que haber muerto, le habían dado por todas partes, pero por alguna razón seguía respirando.
-Os la voy a poner fácil. -Anuncié, mientras Canit acudía junto al capitán. -Una diosa me envió aquí a por este orbe. Me dijo que salvaría al mundo de todos sus males si se lo entregaba a un Centinela. Y es lo que pienso hacer. -El tono en mi voz no dejaba hueco a dudas o replicas. -Podéis venir con nosotros, ayudarnos y tratar de sobrevivir unas horas más o podemos quedarnos aquí y matarnos mientras los jinetes aniquilan todo y a todos. La decisión es vuestra.
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1- Lavey usa objeto "pistola cuerda" para coger el orbe.
Reivy Abadder
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Ante la acusación de Asher Daregan, Tyrande le miró con sinceridad, fíjamente, sin decir nada. Eleatril permaneció asustada. Alejándose de a quien había ido a abrazar.
-Madre… ¿Es eso cierto? – preguntó Eleatril, con los ojos llorosos, alejándose. Nousis también había cuestionado las palabras de Tyrie. Debía aclarar lo sucedido.
-El centinela no miente. – Informó la elfa a toda la sala, en respuesta a Asher. – Soy Tyrie. Me sorprendió cuando me llamasteis por el nombre auténtico. No negaré que soy nativa del Oblivion. Uno de los muchos mundos desolados por los jinetes oscuros. Desgraciadamente, ellos sí que son nativos de Aerandir, y por eso vosotros sois los centinelas y los demás tratamos de sobrevivir como podemos hasta que os decidís hacer algo. – atacó ahora ella. Mostrando su índice. – Una incursión. Una. Es eso todo cuanto hemos tenido en años. Yo estaba allí, escondida, y admito que me sorprendió ver a mi… versión de Aerandir, como centinela. No conozco a la tal Tyrande, la de aquí, pero tengo capacidades más que de sobra para enfrentarme a ellos. Y disculpadme por haber dedicado mi tiempo a buscar otras maneras de acabar con los jinetes y salvar a mi gente.
Todos los elfos quedaron mirando a la elfa. Con un cierto aire de desilusión en sus rostros. Quizás para su moral habría sido mejor creer que su heroína seguía viva y había venido a ayudarles.
-No obstante, estoy abierta al debate. Si alguien tiene una idea mejor para con el orbe, adelante. – pidió, caminando hacia delante. – Os escucho. ¿Hay aquí alguien que sepa cómo darle un mejor uso para solventar el problema que tenemos por delante? – Y recorrió la vista de todos y cada uno de los presentes. Cabezas gachas fue lo que encontró. Nadie podía decir sino falacias poco creíbles. – Bien, pues si nadie puede atacarme más que con argumentos "ad hominem", debo ir preparando el ritual de Luz para cuando llegue el orbe. Defended a toda costa la sala.
Y, tras haber realizado su defensa propia, se fue. Quedó un incómodo silencio en la sala.
-Quizás… Quizás no sea mi madre. Pero tiene razón. Parece interesada en salvar Árbol Madre y debemos ayudarla. – Comentó Eleatril. Miró la vista atrás, hacia donde había partido. – Quién sabe, quizá su presencia sea una señal de Imbar.
Todos los elfos de Árbol Madre asintieron. Irían con ella a muerte.
Simplemente hago una breve intervención sin instrucciones que creía necesaria para replicar la acertada acusación de Asher y aclarar la postura de los elfos (NPC) en este conflicto. No quedaba elegante dejarlo sin replicar. Los que quedéis sin postear podéis utilizarla si lo consideráis oportuno.
-Madre… ¿Es eso cierto? – preguntó Eleatril, con los ojos llorosos, alejándose. Nousis también había cuestionado las palabras de Tyrie. Debía aclarar lo sucedido.
-El centinela no miente. – Informó la elfa a toda la sala, en respuesta a Asher. – Soy Tyrie. Me sorprendió cuando me llamasteis por el nombre auténtico. No negaré que soy nativa del Oblivion. Uno de los muchos mundos desolados por los jinetes oscuros. Desgraciadamente, ellos sí que son nativos de Aerandir, y por eso vosotros sois los centinelas y los demás tratamos de sobrevivir como podemos hasta que os decidís hacer algo. – atacó ahora ella. Mostrando su índice. – Una incursión. Una. Es eso todo cuanto hemos tenido en años. Yo estaba allí, escondida, y admito que me sorprendió ver a mi… versión de Aerandir, como centinela. No conozco a la tal Tyrande, la de aquí, pero tengo capacidades más que de sobra para enfrentarme a ellos. Y disculpadme por haber dedicado mi tiempo a buscar otras maneras de acabar con los jinetes y salvar a mi gente.
Todos los elfos quedaron mirando a la elfa. Con un cierto aire de desilusión en sus rostros. Quizás para su moral habría sido mejor creer que su heroína seguía viva y había venido a ayudarles.
-No obstante, estoy abierta al debate. Si alguien tiene una idea mejor para con el orbe, adelante. – pidió, caminando hacia delante. – Os escucho. ¿Hay aquí alguien que sepa cómo darle un mejor uso para solventar el problema que tenemos por delante? – Y recorrió la vista de todos y cada uno de los presentes. Cabezas gachas fue lo que encontró. Nadie podía decir sino falacias poco creíbles. – Bien, pues si nadie puede atacarme más que con argumentos "ad hominem", debo ir preparando el ritual de Luz para cuando llegue el orbe. Defended a toda costa la sala.
Y, tras haber realizado su defensa propia, se fue. Quedó un incómodo silencio en la sala.
-Quizás… Quizás no sea mi madre. Pero tiene razón. Parece interesada en salvar Árbol Madre y debemos ayudarla. – Comentó Eleatril. Miró la vista atrás, hacia donde había partido. – Quién sabe, quizá su presencia sea una señal de Imbar.
Todos los elfos de Árbol Madre asintieron. Irían con ella a muerte.
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Simplemente hago una breve intervención sin instrucciones que creía necesaria para replicar la acertada acusación de Asher y aclarar la postura de los elfos (NPC) en este conflicto. No quedaba elegante dejarlo sin replicar. Los que quedéis sin postear podéis utilizarla si lo consideráis oportuno.
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
¿Formaba parte, la oscuridad, del camino que llevaba hacia los Dioses? ¿Vagar por la oscuridad era otra de las pruebas que les imponían los Dioses a la humanidad? ¿Cuándo serían llamados? O, mejor dicho, ¿cuándo sería llamado? En singular, porque la oscuridad iba de eso, de enfrentarse, solo, a un vasto paisaje de... nada. En la oscuridad se hacían más agudos los sentidos, y también el dolor. ¡Ah! Era eso lo que estaba notando. Dolor, no era insoportable, pero cada paso que daba implicaba una punzada de dolor, como si alguien le tocara todas las heridas al unísono. ¿Y por qué camina? ¿Por qué no se detiene? La respuesta se encuentra en las voces lejanas que parecían proceder del otro extremo del mundo, voces que imploraban la sanación de sus heridas, voces que suplicaban por no sufrir más, voces que se alzaban como olas golpeando un acantilado, voces de personas, voces contra la soledad de la oscuridad. Pero había alguien más. Alguien muy poderoso, tanto como para ser capaz de alimentarse del dolor. Alguien que tarde o temprano haría que esa ola erosionara el mundo tal y como lo conocían. Y Sango lo supo. Trató de detenerse, pero no podía, y tras intentarlo con todas su fuerzas se unió al coro de voces:
Pero Sango se detuvo, más bien lo detuvieron, porque él quería seguir caminando. Y a lo lejos, mientras él permanecía quieto, la crispación y el odio creció y el mundo tembló a su alrededor. Ben, paralizado por el miedo notó calor a su espalda y al volverse vio una fina cuerda trenzada, brillante como un faro en la noche y sin pensarlo dos veces la agarró con las dos manos.
Sango empezó a toser y coger aire al mismo tiempo. Alguien le puso de lado y pudo tragar una bocanada de aire. Estaba cargado y olía a sangre, fuego, muerte y... algo más. Se puso de rodillas apoyando las manos en el suelo y tras dejar de toser una arcada le recorrió todo el cuerpo y vomitó.
-¡Sango!- Oyó a un lado, los oídos le pitaban.
Contempló lo que acababa de salir de su cuerpo y tras unos instantes se echó a un lado hasta que vio un trozo de cristal que seguía brillando. Clavó la mirada en él y sin saber por qué pensó en un faro en la noche. Se lanzó a por él y lo agarró con todas su fuerzas al tiempo que se lo llevaba al pecho y caía hacia atrás, contra una pared de roca para quedar sentado y ver lo que pasaba a su alrededor. Y los recuerdos vinieron a él, de golpe y con el último, una mujer clavando unas garras antinaturales en su pecho y sus colmillos en el cuello, soltó un gemido de dolor. Con la mano que no sujetaba el cristal se tocó el cuello pero no notó nada y luego se miró el pecho. La ropa estaba desgarrada, pero donde debería haber habido agujeros del tamaño de una moneda, sólo había cicatrices aún muy recientes. La mano que sujetaba el cristal tenía ampollas provocadas por las quemaduras así como parte de su cara. Tardaría en sanar.
-Sango, tenemos que irnos.- Le dijo la voz conocida de Owen que le acercó el hacha. Ben se fijó en que la espada, que brillaba estaba tirada al lado de...
- No... no, no... No.- Ben se levantó, ayudándose de sus compañeros. Caminó lentamente hacia la espada y cuando llegó se volvió a tirar al suelo. Pero esta vez al lado del kag. Cerró los ojos y lágrimas brotaron de sus ojos al tiempo que le daba unas últimas caricias al animal. Las lágrimas limpiaron parte de la sangre que tenía en la cara.
- Sango...- Apremió Owen. Ben asintió y aún de rodillas frente al kag se guardó el hacha y cogió la espada.
- Coged la bolsa, por favor.- Dijo con voz ronca.
Se levantó y miró hacia el resto. Tres personas salían de una sala que había pasado desapercibida para él. Una de ellas portaba un objeto curioso al que no le dio mayor importancia. Pero él clavó sus ojos en el elfo, que con el movimiento de Owen y Bunyan se había girado un instante para mirarlos. La imagen de Ben, con sangre en la cara y ampollas por las quemaduras, ropa desgarrada y cicatrices y sangre por todas partes, una espada en la mano izquierda y un artefacto que perdía su brillo en la derecha, debería haber estremecido a más de uno.
El elfo buscó los ojos de Ben y Sango los del elfo y durante cinco latidos se miraron fijamente y con esa mirada sellaron un pacto. Al menos Sango así lo hizo pues en su interior juró ante todos los Dioses volver a ver a ese hombre para matarlo. Sango escupió al suelo, sin apartar la mirada. una suerte de bilis y restos de sangre antes de darse la vuelta para marcharse con Owen y Bunyan por donde habían venido.
Una vez fuera y tras dejar atrás el atronador sonido de la cascada todos se detuvieron y miraron atrás.
- ¿Y ahora qué?- Preguntó Bunyan. Hubo un silencio como respuesta. Sólo el agua cayendo, a lo lejos, seguía cayendo, incansable. Tras unos instantes, Ben guardó el cristal en la bolsa. Y con un chasquido de la lengua, lamentó la pérdida(1) del escudo que se había quedado en la cueva.
- Ahora, nos encargaremos de nuestro amigo Billy.- Hizo una pausa para mirar a los dos leñadores.- Y luego volveremos a casa.- Ambos asintieron conformes con el plan. Conocían donde estaba Billy y echaron a andar.- Sí, a casa... Con los nuestros.- Dijo Sango al tiempo que envainaba la espada.
Atrás quedaban los asesinos, los vampiros, los hechiceros, la destrucción... el caos.
"¡No! ¡No me arrastres! ¡No me hagas sufrir más! ¡Mátame! ¡Mátame por todos los Dioses!"
Pero Sango se detuvo, más bien lo detuvieron, porque él quería seguir caminando. Y a lo lejos, mientras él permanecía quieto, la crispación y el odio creció y el mundo tembló a su alrededor. Ben, paralizado por el miedo notó calor a su espalda y al volverse vio una fina cuerda trenzada, brillante como un faro en la noche y sin pensarlo dos veces la agarró con las dos manos.
Sango empezó a toser y coger aire al mismo tiempo. Alguien le puso de lado y pudo tragar una bocanada de aire. Estaba cargado y olía a sangre, fuego, muerte y... algo más. Se puso de rodillas apoyando las manos en el suelo y tras dejar de toser una arcada le recorrió todo el cuerpo y vomitó.
-¡Sango!- Oyó a un lado, los oídos le pitaban.
Contempló lo que acababa de salir de su cuerpo y tras unos instantes se echó a un lado hasta que vio un trozo de cristal que seguía brillando. Clavó la mirada en él y sin saber por qué pensó en un faro en la noche. Se lanzó a por él y lo agarró con todas su fuerzas al tiempo que se lo llevaba al pecho y caía hacia atrás, contra una pared de roca para quedar sentado y ver lo que pasaba a su alrededor. Y los recuerdos vinieron a él, de golpe y con el último, una mujer clavando unas garras antinaturales en su pecho y sus colmillos en el cuello, soltó un gemido de dolor. Con la mano que no sujetaba el cristal se tocó el cuello pero no notó nada y luego se miró el pecho. La ropa estaba desgarrada, pero donde debería haber habido agujeros del tamaño de una moneda, sólo había cicatrices aún muy recientes. La mano que sujetaba el cristal tenía ampollas provocadas por las quemaduras así como parte de su cara. Tardaría en sanar.
-Sango, tenemos que irnos.- Le dijo la voz conocida de Owen que le acercó el hacha. Ben se fijó en que la espada, que brillaba estaba tirada al lado de...
- No... no, no... No.- Ben se levantó, ayudándose de sus compañeros. Caminó lentamente hacia la espada y cuando llegó se volvió a tirar al suelo. Pero esta vez al lado del kag. Cerró los ojos y lágrimas brotaron de sus ojos al tiempo que le daba unas últimas caricias al animal. Las lágrimas limpiaron parte de la sangre que tenía en la cara.
- Sango...- Apremió Owen. Ben asintió y aún de rodillas frente al kag se guardó el hacha y cogió la espada.
- Coged la bolsa, por favor.- Dijo con voz ronca.
Se levantó y miró hacia el resto. Tres personas salían de una sala que había pasado desapercibida para él. Una de ellas portaba un objeto curioso al que no le dio mayor importancia. Pero él clavó sus ojos en el elfo, que con el movimiento de Owen y Bunyan se había girado un instante para mirarlos. La imagen de Ben, con sangre en la cara y ampollas por las quemaduras, ropa desgarrada y cicatrices y sangre por todas partes, una espada en la mano izquierda y un artefacto que perdía su brillo en la derecha, debería haber estremecido a más de uno.
El elfo buscó los ojos de Ben y Sango los del elfo y durante cinco latidos se miraron fijamente y con esa mirada sellaron un pacto. Al menos Sango así lo hizo pues en su interior juró ante todos los Dioses volver a ver a ese hombre para matarlo. Sango escupió al suelo, sin apartar la mirada. una suerte de bilis y restos de sangre antes de darse la vuelta para marcharse con Owen y Bunyan por donde habían venido.
Una vez fuera y tras dejar atrás el atronador sonido de la cascada todos se detuvieron y miraron atrás.
- ¿Y ahora qué?- Preguntó Bunyan. Hubo un silencio como respuesta. Sólo el agua cayendo, a lo lejos, seguía cayendo, incansable. Tras unos instantes, Ben guardó el cristal en la bolsa. Y con un chasquido de la lengua, lamentó la pérdida(1) del escudo que se había quedado en la cueva.
- Ahora, nos encargaremos de nuestro amigo Billy.- Hizo una pausa para mirar a los dos leñadores.- Y luego volveremos a casa.- Ambos asintieron conformes con el plan. Conocían donde estaba Billy y echaron a andar.- Sí, a casa... Con los nuestros.- Dijo Sango al tiempo que envainaba la espada.
Atrás quedaban los asesinos, los vampiros, los hechiceros, la destrucción... el caos.
- Spoiler:
- (0) Siguiendo un poco la linea marcada por el post de los master, las heridas graves (incluso mortales) han sido de alguna manera suavizadas (digamos que de mortales pasan a graves, más o menos) gracias a la piedra de escarcha.
(1) A la pérdida del kag, le añado la del escudo.
Sango
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
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Interactúo con Huracán, Reike y Eilydh en la sala del Consejo. Luego con Elen y Níniel en la casa de las Vestales. Después con los centinelas y asociados (? en esa misma sala. Para finalmente terminar mis interacciones nuevamente con Níniel.
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Interactúo con Huracán, Reike y Eilydh en la sala del Consejo. Luego con Elen y Níniel en la casa de las Vestales. Después con los centinelas y asociados (? en esa misma sala. Para finalmente terminar mis interacciones nuevamente con Níniel.
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El brujo no podía menos que suspirar de alivio al ver desaparecer a la última de las elfas oscuras que había aparecido con el salón del consejo. La aparición de esa guerrera, justo después de la lucha anterior, había trastocado sus planes y no había podido continuar la lucha con la anterior.
No obstante, al menos por el momento había logrado defender el árbol y mantener a corrupción de los oscuros alejada del Árbol Madre. Más, pese a la victoria no podía sentirse del todo satisfecho. Por el camino habían tenido bajas y había perdido a Siva y a Eilydh. A la segunda la conocía de un trabajo en tiempos más lejanos, Siva por su lado no había hecho más que dar problemas, pero ello no significaba que deseara su muerte.
Para un veterano como él, la guerra era sinónimo de pérdida, sin embargo, saberlo no lo hacía más fácil.
- Qué puedo decir, me encanta que los planes salgan bien-, respondió a Huracán, aunque en su voz no había alegría. Las siguiente palabras de la tensai obligaron al mercenario a recordar que no podía quedarse anclado en el pesar. - ¡Reike! Cuando te encuentres mejor, me tienes que explicar qué demonios haces en el lugar más sagrado del pueblo élfico-, comentó, con falso reproche, ayudando a Huri a sacarla de esa montaña de hielo.
Era un consuelo para Vincent que ella, aunque había sufrido heridas, al menos estuviera viva. De todos modos seguía siendo un enigma para él que su ex pareja apareciera en un lugar de tan complicado acceso para un brujo. Sin contar que, si Reike seguía siendo la misma que recordaba, no encontraba explicación para ello.
Las motivaciones de bruja y brujo no podían ser más distintas. Ese era el resumen de la historia de su pasado.
Lo único que el mayor de los Calhoun podía imaginar como posible era que el destino de las personas muchas veces se escapaba entre los dedos de la mano como gotas de lluvia. Sin ir más lejos, él era un tipo que recibía hostias y mataba gente por dinero y lo que creía justo. A Sandorai había ido para ayudar a Logia a recuperar un objeto, recibiendo más hostias por el camino, y sin comérselo ni beberlo había acabado como centinela. Así que sí, seguía recibiendo más hostias pero la razón para estar allí no era la misma.
- ¡Eilydh! - expresó nada más verla, en cuánto terminó de ayudar a Huri a sacar a Reike de aquel helado entuerto. - ¡Sigues viva! - comentó animado al ver que las desgracias y las pérdidas no habían sido tan elevadas, acercándose a la elfa para comprobar mejor su estado.
“¿Cómo rayos había logrado sobrevivir a una caída de tanta altura?”, pensó el brujo, mirando de arriba abajo a la guerrera.
- Oh, gracias. Has salvado mi capa-, le dijo, en cuánto Eilydh se la devolvió, aún sin poder imaginar cómo había logrado sobrevivir. - Pero lo importante es que sigues de una pieza y hemos logrado entre todos expulsar a esas malditas elfas oscuras. Bueno y que me digas que truco élfico has usado para caer de pie de tan alto. ¿No serás gata en tu tiempo libre?-, bromeó al encontrarse de mejor humor, mientras al mujer se ponía con las curas de los pobres felinos y bruja, respectivamente. - Ten, al final no me hizo falta pero siempre es de agradecer que se preocupen por uno-, comentó, devolviéndole la daga a la elfa, aquella que le había cedido antes de entrar al salón del consejo.
Con la situación más o menos resuelta era el momento de pensar y seguir adelante. Los jinetes habían sido expulsados del salón, pero de ningún modo habían sido vencidos.
- Debemos avisar al resto-, comentó, mirando hacia sus compañeras. - Hay que alertar a la guardia del árbol y ayudar en la copa-, mencionó, justo antes encaminarse hacia la salida de la sala.
No obstante, pronto le llegaron rumores de la victoria en la copa y lo que se cernía sobre el árbol. Parecía ser que en la Casa de las Vestales estaba todo el mundo que pudiera echar una mano, así que hacia allí se dirigieron.
- ¡Elen! - exclamó, nada más llegar a aquel nuevo salón. Había mucha gente en el lugar, pero las prioridades de un hermano mayor eran claras. - Me habían comentado que estabas en el Oblivion. Me alegra de que hayas salido de allí-, dijo, antes de abrazarla. - Y Alister, ¿no estaba contigo? - comentó finalmente, mirando en derredor, cerciorándose de que no estaba.
La única explicación que se le venía a la cabeza a Vincent era que el dragón no había podido seguir a su hermana al plano oscuro de los jinetes, de otro modo estaría allí.
De todas formas, parecía que estaban repartiendo dulces o regalos para niños porque pronto en aquel salón no cupo un alma y el brujo pudo ver como entraba su amada acompañados de miembros que habían quedado atrás tras la batalla junto al templo de Anar.
- Níniel-, llamó su atención con la mano en alza, para que pudiera verle y se acercase hasta él. Por supuesto, no faltó el susodicho abrazo para su querida elfa. - Me alegra de que ya estés aquí. Las cosas se han complicado un poco y contigo a mi lado todo es más fácil de soportar-, comentó tan sincero como tierno pudiera sonar.
Y tanto que se habían complicado. Ese fue el tiempo para saber que había ocurrido tanto en Oblivion como de camino hacia el Árbol Madre, respectivamente. Así como para escuchar el discurso de Tyrande. Algunas de las cosas que había dicho resultaban sospechosas y Asher no tardó en percatarse de ello y comunicar sus dudas al respecto para que todos supieran a lo que se enfrentaban.
- Gritarlo a viva voz, supongo que no ha sido muy… brujo-, comentó con sorna, mirando hacia Níniel y Elen, recordando una vez más la complicada política de la sociedad bruja. - En cualquier caso tiene razón.
Por supuesto que la tenía, lo que había dicho Tyrande dejaba la puerta abierta a que cualquiera persona que existiera en Aerandir, también existiera en el otro lado. Pero por si esto fuera poco, la propia elfa no tardó en afirmarlo.
Pero no había que adelantar acontecimientos, antes de que la Tyrande del Oblivion, o mejor dicho, Tyrie, confirmara las sospechas del hombre bestia, el propio Asher se había acercado hasta ellos, así como todos los demás que lo acompañaban y demás centinelas. Debía ser una especie de reunión de centinelas, o algo así, lo cierto es que era nuevo en ese tipo de cosas.
Bromas aparte, no dejaba de ser como cualquier estrategia militar, en cualquier otra batalla. Siempre era mejor gastar tiempo en pensar, que en atacar sin más y morir.
- Tu organización táctica dentro de la propia batalla está muy bien, pero olvidas una cosa. Los jinetes quieren destruir este árbol y no se contentarán con esperarnos allí-. Teniendo en cuenta los últimos acontecimientos, dudaba que fuese el caso. Habían atacado una y otra vez el sagrado Árbol. - Esta mujer que ha llegado no es Tyrande, y por tanto, no es la ex centinela. Si Melena y nosotros cuatro vamos al Oblivion, los que queden aquí podrán hacerles frente, pero, no podrán expulsarlos a su plano, único lugar donde pueden morir. Si vamos todos, perderemos-, afirmó, tan rotundo como merecía las circunstancias. - Cabe la posibilidad de que todos los jinetes se queden en el Oblivion, pero desgraciadamente no podemos lanzar todo a una carta y arriesgarnos a perder de esa manera-, dijo finalmente.
No, y ni siquiera necesitaba que esa elfa llegada del Oblivion fuese de allá. Aunque fuese la verdadera Tyrande, no podía fiarse de que fuese la misma persona que entró a aquel plano. Habían pasado meses de la historia que le contara Elen y Níniel ocurrido en aquel ya olvidado templo. Meses en aquel oscuro y tortuoso lugar. Hasta mentes tan fuertes se quebraban con menos.
- Hermana-, dijo, acercándose hacia ella. - Me gustaría ir contigo. Luchar a tu lado una vez más, como siempre, como cuándo te enseñaba a manejar una espada, aunque ya hace años que me superaste. Esta condición de centinela me daba la oportunidad de ir contigo y deseaba hacerlo. Pero…-, no supo que decir más, y mientras pensaba que comentar, la tomó por los hombros. - No hace falta que te lo diga, porque ya lo sabes, pero aún así no está de más decirlo. Confío en ti. Tú puedes con esto y con mucho más. Y yo estaré aquí, mandando al plano oscuro todo jinete que ose venir, para que puedas matarlos y al fin liberarte de esta maldición. Ese día no estuve contigo, pero hoy sí, a nuestra manera.
Era todo lo que podía decirle. Odiaba verla marchar otra vez a ese oscuro y maldito plano. Odiaba tener que hacerlo, cuando ahora tenía la posibilidad de ir con ella. Pero no podía perder. No podía permitir que alguno de esos oscuros sobreviviera, y por eso tenían que separarse, para que por fin Elen pudiera matar a todos con ayuda de los demás centinelas, y ser libre.
- Es todo lo que tengo que decir-, comentó al resto de centinelas. - Me quedaré en el árbol para asegurarme de que todos los jinetes estén en Oblivion. Tanto si es porque os esperan o porque yo os los mando allí. Y matadlos. A todos.
Su voz sonaba como el acero, dura y templada, porque tanto tiempo después su hermana por fin podría ser libre, y no podría tener una motivación más fuerte para una batalla.
- Bueno, supongo que nos toca volver a luchar juntos-, le comentó a Níniel, dibujando una sonrisa socarrona, acercándose a ella y tomándole la mano para depositar un beso en el dorso de esta. - Salvo que vayas a acompañar a mi hermana y el resto de centinelas. No les vendría mal una magia tan poderosa allí. Aunque tampoco aquí, dudo que por este árbol vaya a ser un paseo, después de todo-, comentó más serio.
Vincent suspiró resignado, abrazó a su dulce elfa por la cintura y apoyó la frente contra la suya.
- Otra batalla más. Hemos perdido amigos por el camino, aunque solo fuese por eso, no podemos rendirnos. De todos modos, no es nuestro estilo-, sonrió y le colocó un perdido mechón blanquecino de pelo tras la oreja. - Esa Tyrie no es de aquí, pero necesariamente no tiene por qué ser malvada. Las reliquias no han reaccionado ante ella, así que por lo menos sabemos que no es una jinete propiamente dicho-, le dijo en un susurro, aprovechando que había descansado su cabeza sobre el hombro de su Nín. - Ahora mismo es una desconocida que no sabemos qué planea. Ya sea para bien, o para mal. Debemos asegurarnos de la utilidad de ese ritual. Es lo único que importa realmente. No me importa que haga el ritual por salvar su culo, si es del otro mundo o mi vecina, solo nos interesa saber si está con los jinetes o no. No podemos tener un enemigo rondando por aquí, tras nuestras espaldas.
En cuanto Vinc terminó de exponerle su preocupación, se incorporó, y volvió a dedicarle una sonrisa de afecto.
- Te quiero, dulce y sabia sacerdotisa-, le acarició el mentón. - Juntos hasta el final.
Offrol
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Sigo la línea de Melena Blanca. Por cuestiones personales incluso, es vital que esos jinetes mueran. Sin embargo, como ya mencioné en el post, no podemos irnos todos los centinelas o ex centinelas y que, en un supuesto, vengan jinetes aquí que no podrían ser expulsados por el resto de combatientes por fuertes que sean. Incluida esa Tyr que no es nuestra ex centinela Tyrande.
Por tanto, me quedo en el Árbol para detener a los jinetes y que puedan ser expulsados, junto a Eleatril, pero no por defender el ritual sino por motivaciones personales y que Melena y los compañeros ganen.
Elen es más fuerte que yo de base, y aún más en el Oblivion, así que así serán las cosas jaja. ¡Mucha suerte a todos en cada una de sus posiciones!
Vincent Calhoun
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Había cumplido su misión. Las cosas parecían que iban bien, se suponía que habían logrado una paz momentánea. Sin embargo, la elfa sentía que estaba desconectada de eso. Una ilusión. Si la batalla estaba presente en todos los reunidos. Los discursos no se hicieron esperar, así como reclamos y planes que dividían los frentes. Quzo hacer acopio de los momentos previos donde el corazón le latía hasta sentirlo en su cabeza mientras danzaba en una batalla para llegar ilesa y dar el mensaje a una Galatrea ahora desecha en dolor. Se llevó la mano a la sien, buscaba hacer memoria, pero desistió de ello. No era tiempo, o tal vez el tiempo ya se había agotado.
Se arrepentía de no haber sido más prudente frente a Valezka y así hacerse con el cáliz. Sería tan útil en ese momento. ¿O no? Suspiro y se alejó del lugar. Iría a fortalecer el árbol madre. Era su bastión, aquel símbolo y faro que guiaba el éter. Perderlo no solo sería trágico para los elfos que ya estaban mellados, si no para cada raza que tuviera vínculo con este.
Se abrazó a si misma mermando el frio por la ropa mojada. Dejo de lado los dramas de una Tyrande reflejada, de un Nou rey ceniza. ¿Habría una Aradia en ese otro lado? Posiblemente. Pero seguro era que no se toparían. En la batalla en el templo de Anar, se dio cuenta de lo pequeña que era. Y ahora tocaba buscar su camino para logar dejar una huella en su mundo. Antes de ir allá a donde Lagoles para defender, reparar y fortalecer el árbol Madre. Se sentó en uno de los pasillos y saco del bolso la carpeta de madera donde protegía sus escritos, veía las escenas dibujadas a conciencia y releía algunos datos de la visión otorgada y sus variantes. Nada pertenecía a ese momento porque a lo que entendía era la visión de Saphire. Y ella no tenía temas en Sandorai. Si salía viva iría de regreso a Beltrexus y daría con la peliazul. La búsqueda de Valezka era más difícil y le llevaba de ventaja que seguro sabía los movimientos de todos los que la rodeaban.
Lanzo una plegaria a los dioses mientras recogía sus asuntos y se decía a sí misma que Ahroun estaría bien y que seguro le daría una buena regañada por haberse ido, o mejor dicho por su tardanza. Rio un poco. Daba por sentado que volvería a verlo.
-Bueno, no tengo el cáliz para saber cómo terminará esto, pero supongo acabara bien, sin el árbol, no creo que ella sufra. Y lo siento grandote, pero creo que van a sufrir mucho.
Pensó en el gigante compañero, lloro un poco por lo visto, por la soledad y por algo más que no lograba atrapar. Se limpió los ojos y se encontró con Chimar discutiendo con el pequeño rubito, y alejándose de ellos saco el pote que tomo en el templo de esas ratas inmundas. Después de todo era un árbol.- ¿Dónde has sufrido más daños? ¿Dónde podré ayudarte más?
Se cuestionó apoyando la frente en una de las ramas, y la idea fue como un candil entendiéndose en la oscuridad, menuda contradicción, salió corriendo a lado contrario que los demás, esperaba no tener que hacer mucho recorrido ese lugar era un laberinto de por sí. Siguió de largo, no había nadie ahí que hiciera en su presencia, no tenía con quien hablar o despedirse en ese momento. Su familia esperaba estuviera lejos de ahí, y realmente, había mucho melodrama. Y seguro ni con Ahroun ahí podría decirse que tendrían una escena de romántica despedida o promesas de retorno, lo más seguro es que este la cargaría en su hombro y se la llevaría lejos o la encerraría en algún lugar seguro.
Ya estaba imaginando su cara cuando le contara cuando llego a las raíces, o bueno una parte de ellas. –Definitivamente estoy loca. –Se dijo, pasando a un humor más, ligero, como si no conectara la sensación de peligro con la de supervivencia que se supone todos tenían. Bueno si hacia remembranza, parecía que ella había nacido sin esa capacidad o que en algún punto la perdió. Nadie parecía poner atención a una elfa empapada que ni siquiera portaba armadura o un arma visible así que ir a las profundidades del árbol madre no fue difícil. Y meno fue el buscar un lugar, aja. Raspo un poco sintiendo la raíz viva del árbol y alejándose lanzo el pote. Después de todo el árbol, aunque era inmenso, era una sola planta. Y como si hubiera hecho una travesura salió del lugar para ver si de algo había valido su carrera.
Resumen para que no lean todo lo que escribí.
Paso de largo a todos y voy a las raíces a echarle fertilizante al árbol, uso una carga directa en las raíces. El árbol es una sola planta, inmensa pero una al fin y al cabo
Recompensa: Fertilizante de rata [Consumible 3 cargas]: Uno de los potingues que traía las ratas de la peste. Cuando la tiráis sobre una planta, la hace crecer a un tamaño sobrenatural. Diversas aplicaciones: Subir a sitios, bloquear puertas, etc.
Se arrepentía de no haber sido más prudente frente a Valezka y así hacerse con el cáliz. Sería tan útil en ese momento. ¿O no? Suspiro y se alejó del lugar. Iría a fortalecer el árbol madre. Era su bastión, aquel símbolo y faro que guiaba el éter. Perderlo no solo sería trágico para los elfos que ya estaban mellados, si no para cada raza que tuviera vínculo con este.
Se abrazó a si misma mermando el frio por la ropa mojada. Dejo de lado los dramas de una Tyrande reflejada, de un Nou rey ceniza. ¿Habría una Aradia en ese otro lado? Posiblemente. Pero seguro era que no se toparían. En la batalla en el templo de Anar, se dio cuenta de lo pequeña que era. Y ahora tocaba buscar su camino para logar dejar una huella en su mundo. Antes de ir allá a donde Lagoles para defender, reparar y fortalecer el árbol Madre. Se sentó en uno de los pasillos y saco del bolso la carpeta de madera donde protegía sus escritos, veía las escenas dibujadas a conciencia y releía algunos datos de la visión otorgada y sus variantes. Nada pertenecía a ese momento porque a lo que entendía era la visión de Saphire. Y ella no tenía temas en Sandorai. Si salía viva iría de regreso a Beltrexus y daría con la peliazul. La búsqueda de Valezka era más difícil y le llevaba de ventaja que seguro sabía los movimientos de todos los que la rodeaban.
Lanzo una plegaria a los dioses mientras recogía sus asuntos y se decía a sí misma que Ahroun estaría bien y que seguro le daría una buena regañada por haberse ido, o mejor dicho por su tardanza. Rio un poco. Daba por sentado que volvería a verlo.
-Bueno, no tengo el cáliz para saber cómo terminará esto, pero supongo acabara bien, sin el árbol, no creo que ella sufra. Y lo siento grandote, pero creo que van a sufrir mucho.
Pensó en el gigante compañero, lloro un poco por lo visto, por la soledad y por algo más que no lograba atrapar. Se limpió los ojos y se encontró con Chimar discutiendo con el pequeño rubito, y alejándose de ellos saco el pote que tomo en el templo de esas ratas inmundas. Después de todo era un árbol.- ¿Dónde has sufrido más daños? ¿Dónde podré ayudarte más?
Se cuestionó apoyando la frente en una de las ramas, y la idea fue como un candil entendiéndose en la oscuridad, menuda contradicción, salió corriendo a lado contrario que los demás, esperaba no tener que hacer mucho recorrido ese lugar era un laberinto de por sí. Siguió de largo, no había nadie ahí que hiciera en su presencia, no tenía con quien hablar o despedirse en ese momento. Su familia esperaba estuviera lejos de ahí, y realmente, había mucho melodrama. Y seguro ni con Ahroun ahí podría decirse que tendrían una escena de romántica despedida o promesas de retorno, lo más seguro es que este la cargaría en su hombro y se la llevaría lejos o la encerraría en algún lugar seguro.
Ya estaba imaginando su cara cuando le contara cuando llego a las raíces, o bueno una parte de ellas. –Definitivamente estoy loca. –Se dijo, pasando a un humor más, ligero, como si no conectara la sensación de peligro con la de supervivencia que se supone todos tenían. Bueno si hacia remembranza, parecía que ella había nacido sin esa capacidad o que en algún punto la perdió. Nadie parecía poner atención a una elfa empapada que ni siquiera portaba armadura o un arma visible así que ir a las profundidades del árbol madre no fue difícil. Y meno fue el buscar un lugar, aja. Raspo un poco sintiendo la raíz viva del árbol y alejándose lanzo el pote. Después de todo el árbol, aunque era inmenso, era una sola planta. Y como si hubiera hecho una travesura salió del lugar para ver si de algo había valido su carrera.
Resumen para que no lean todo lo que escribí.
Paso de largo a todos y voy a las raíces a echarle fertilizante al árbol, uso una carga directa en las raíces. El árbol es una sola planta, inmensa pero una al fin y al cabo
Recompensa: Fertilizante de rata [Consumible 3 cargas]: Uno de los potingues que traía las ratas de la peste. Cuando la tiráis sobre una planta, la hace crecer a un tamaño sobrenatural. Diversas aplicaciones: Subir a sitios, bloquear puertas, etc.
Aradia Hazelmere
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Me relajé por un momento creyendo que era el fin, cuando resultaba ser sólo el inicio.
Por sí solo, era suficiente estrés que Uriel estuviese en cama tras caer inconsciente. No pude ver los últimos segundos de la pelea con Eredin, tan sólo repetí y seguí lo que dijo el niño mientras Nahir daba el golpe final. Me lleve una mano a la cabeza, donde se había cerrado la herida que de otra manera tendría de no ser por el agua de la bruja.
Intenté aliviarme, Fëanor dijo que podía atender sus heridas.
También dijo que al Uriel me había salvado de Eredin. Uno de ellos. Pero el costo…
Ver a Eltrant llegar con Tyrande era al ánimo como adrenalina a un cuerpo cansado, tanto tiempo de ausencia que no lo encontraba ni en su taller me había hecho preocuparme. La adrenalina que pudiese faltarme, al menos, Asher y Niniel también estaban.
Escuché, entonces.
Escuché como se resquebrajaba la invisible esperanza que me había hecho al ver a ciertas personas en esa sala. La de sobrevivir, porque hiciéramos lo que hiciéramos el mínimo eran cuatro muertos. Y la que tuviese en el Clan Nemaniel, siglos luchando no sólo por Sandorai, sino Aerandir… lo que habría sido una buena definición de un centinela. Para esto.
Sonreí al ver a Elt pisar en medio, diciendo lo que debería haber estado diciendo Tyrande. Lo decidí allí: iría con él al Oblivion. Cuando todos empezaron a moverse, corrí a él.
—¡Eltrant! ¿Estás bi—me detuve, al verlo más de cerca. Me parecía que lucía…
¿Cansado?
Terminé de formular mi pregunta, y aún cuando “estoy bien” era justo lo que quería oír, no estaba realmente satisfecho. Le sonreí débilmente, si iría al Oblivion, necesitaba saber que esperar dentro. El… “o algo”, debilitó más mi sonrisa. Lo que había empezado como un apretón amistoso de brazo ahora era uno cómo para impedir que me moviera. Ni siquiera Lyn, ¡Lyn! Qué decía como, 10 palabras por segundo, había hablado mucho. Espera- qué-
…qué rayos. La que estaba a su lado no era Lyn. Err… no, sí era. El color de pelo y los ojos grandes, la postura. Conocía mi nombre. Había… ¿se había hecho algo en el pelo?
No tuve oportunidad de decir nada. Lo vi marchar hacia otras personas, conocidos, imaginé. Inhalé, pero en vez de sentir algo entrando sentí algo saliendo. No quería pensarlo… pero se sentía como una despedida. Tuve una especie de escalofrío sin ser exactamente uno. Uriel lastimado. Nahir que intentaba sacar de aquí junto al primero atrapada en un problema peor que una celda.
Como si eso no hubiese sido suficiente. Escuché sin moverme o decir nada a Valyria. Increíble que estuviese pensando en explosiones en esta situación, pero me daba la impresión que era sólo para cubrirse. Las últimas cosas que dijo me lo confirmaban.
Otra persona que, debajo de todo, pensaba que iba a morirse. Alcé lentamente una mano para tocarle el pelo, pero cuando llegué, sólo toqué mi propio hombro. Giré, viéndola marcharse.
En ese momento se aproximo uno de los hombres de Lagóles, informándome sobre Uriel. Estaba vivo, eso era… bueno. No me debía nada por sacarlo de la celda. Ni él ni Nahir. Puede... que más bien yo les debiera algo, nos habían ayudado a pelear, eso cubría con creces lo de sacarlos. No estaba seguro de qué las cosas hubiesen ido bien sin ellos.
Aún así… podían morir. Eltrant, Valyria y Asher iban a hacerlo. Eso ya era más de la mitad de mi círculo social, y no es que los conociese demasiado, pero los conocía. Aunque no pudiese ni mencionar cual era la comida favorita de cada uno.
Apreté los labios al escuchar la voz del último. Al verlo rodeado de elfos sólo pude imaginar una cosa: nada bueno. Acusaciones fuertes. Peor que eso, acusaciones que tenían sentido. Me tensé un poco viendo hacia la espalda de Tyrande sin decir nada, a diferencia del elfo que había venido a informarme sobre Uriel. Dos o tres insultos escaparon de su boca.
Tragué saliva ante la explicación que prosiguió del arcanista. Todo lo que oía y sentía, más que advertencias, eran recordatorios. De qué era débil. No pude ni moverme cuando me vio.
—M-mmm-hmm… —"respondí" de vuelta, una forma de hacerlo sin decir realmente sí o no. En mi mente si dije uno de ellos: no. Claro que no podía.
—El centinela —empezó Lagóles, con un tono molesto sólo para las dos primeras palabras—, aunque dijese muchas estupideces sobre nuestra heroína, acertó en algo. Hay que preparar las defensas de Árbol Madre. Haré una excepción hoy, te escucho si tienes que decir algo.
—Di… Dile a… ¿Siva? ¿Malonar?
La cara de Lagóles se hundió ante la mención del primer nombre.
—¿No… te enteraste?
Mi expresión era suficiente pregunta.
—No sabemos dónde está Malonar y… Siva está muerta.
—Parece que murió ayudando a una bruja, para terminar de empeorar esto. ¿No fue un brujo también quién destruyó el templo de Anar?
—Creo que fue mujer… ¿no?
Me lleve una mano a la cara, dando pasos atrás y recostándome de una de las paredes. El único momento donde apreciaría tener a uno de los infelices que detestaba y ninguno de los dos estaría. Los… detestaba. Debería alegrarme, quizá no todo el clan, pero los Ojosverdes representaban mucho de lo que odiaba. La prepotencia contra “orejas redondas.” Siva encerrado a Uriel en primer lugar, con esas heridas. Y los Neril… más respetables que los Ojosverdes, pero también tenía problemas con ellos, demasiado religiosos. No sabía si era por eso, no podía acusarlos libremente; pero en la sala tenía que haber más de ellos, más de acuerdo con sacrificios de otros, para algo o alguien.
—Va… vayan con Eleatril. Necesito pensar —murmuré, excusándome.
Así había empezado todo esto, mi propia vida. Por un sacrificio, provocado por, vulgarmente, que mi madre se cogiese a un humano. Manchar tu sangre equivalía a verla derramada. Por… por su cultura estúpida. Por sus malditas creencias.
Abandoné el bosque entonces con una promesa. Cobraría venganza, acabaría hasta con el último de ellos para satisfacerme y sentir que al menos recuperaba lo que había perdido. Aquí estaba, tanto tiempo después, todavía débil.
Sollocé, apretando los dientes. Eso… no sabía si importaba. Cualquier otro día habría sido una enemiga. Habría tenido problemas con Siva o los más apegados a esa ideología. Si las cosas hubiesen sido diferentes, si hoy sólo hubiese sido ayudar a la bruja y el vampiro salir del Árbol sin que los vieran… habría sido un día donde no tendría problemas en matarla. Pensaría, incluso, que estaría feliz de haber tenido una excusa para hacerlo. Que estaría alegre de que alguien como ella estuviese muerta. Era el mismo tipo de plaga que la gente que mató a mi madre.
Entonces…
«¿¡Por qué no estoy satisfecho!?» sollocé una vez más, el aire escapándose esta vez entre mis dientes.
Dejé correr mi espalda por la pared hasta caer al suelo. Había pasado de taparme la cara a apretarla. Tal vez es porque simplemente no podía estarlo. Así hubiesen sido mis manos. Así no hubiese sido ella. Quizá matar a otro nunca sería satisfactorio. Miré entre las ‘rejillas’ de mis dedos para asegurarme que Lagóles y el resto no estuviese viéndome en un estado tan patético. Corrí los ojos por el lugar, ya lo sabía, pero tenía que repetírmelo. Había de todo en esta sala. Incluso brujos. No es que varios no tuviesen problemas contra las otras razas, pero brujos… lo de la guerra bastaba para varios de ellos, aunque hubiese sido hace tantos años más.
Al final del día, no era mucho mejor que ellos.
Quizá fue por estar en el suelo, estando a su mismo nivel de altura en lo que a vista cabía. O quizá casualidad de que estuviese en la esquina opuesta a la que yo me había tirado. La vi, a Galatrea, y por esa cara, también estaba llorando. Peor, estaba Uri.
Quería ir allí. Y… ¿despedirme? Así que me puse de pie, y por eso pude verlo: ella abandonando el santuario. Eleatril con una cara que pronto podría romper en llanto. Lagóles y sus hombres cerca de ella. Me acerqué unos pasos, ¿Tyrande no iba a…? No – recordé las palabras del lobo. Asher la había sacado a gritos. Cuando te recompilabas al centro del lugar lo notabas, la pesadez y la insatisfacción que quedó por lo que había dicho seguía allí, aunque hubiese descendido como para que parasen los insultos. Las miradas ahora más bien eran de suplica, pidiéndole a Tyrande que lo negase. Saldría para rebatirlo.
…No lo hizo.
No fue como una puñalada para mí. Si fue una sorpresa, pero no le había hecho algo a mi ánimo, eso ya estaba casi acabado. Vi la cara de Eleatril, y la de Lagóles. La de varios elfos. La de los que se reunían para ir al Oblivion.
Fue... solo un poco.
Pero me empezó a hervir la sangre.
Volví los ojos a la mujer cuando continuó hablando, más desafiante. Apreté los dientes, dejándole la mirada clavada. No estaba oyendo bien, alcanzaba a oír lo que decía, pero no terminaba de dejar pasarlo, tomando todo lo que antes había dicho.
Agarré aire al verla darse vuelta y comenzar a retirarse de la sala. Apreté ambas manos, escuchando a Eleatril… no. A una mayoría de los elfos, como si nada. Esto iba más allá.
—Hey… —dije en voz baja, dando unos pasos adelante, dudoso.
No se molestó en corregir a Eleatril cuando la llamó madre. Se excusó de haber encontrado otro Auryn – fuese lo que fuese – en el Oblivion. Había condenado a los que irían a este, aunque acababa de admitir que ella se había estado escondiendo, justo antes de decir que tenía capacidad de sobra para enfrentarse a ellos.
—Hey —me repetí, más firme.
Nos... había retado. Que la disculpáramos por haber buscado otras maneras de derrotarlos y salvar a su gente. Que defendiéramos la sala… cuando no sólo condenaba a muerte a los centinelas. Cuando pretendía que aunque se quedasen a defender el árbol murieran de todas maneras.
—¡HEY!
Acompañé mi grito empujando el golem con el pie, disparándolo por el suelo frente a ella para alzar una pared. Una que se interpusiera entre ella y el santuario.
—…Estoy hablando contigo —admitiré, tuve que aguantar el impulso de añadir un ”perra” —. No irás a ningún lado.
—Lo acabo de notar —respondió a lo primero con el mismo rostro y tono inmutado que había mantenido en casi todas sus palabras, y se dio vuelta—. ¿Qué significa esto? No puedes bloquearme el acceso al santuario, ni que necesitase tu permiso.
Respiré ajetreado mientras la veía a los ojos. La cara se me empezó a torcer, quebrando en una risa nerviosa.
—No estoy tan seguro de eso último.
—¿Hm? —alzó una ceja.
—Quizá no lo reconozcas porque tengas una impresión muy fuerte de la del Oblivion, con todo el tiempo que pasaste escondida en el —frunció el ceño un poco, al fin una reacción de ella—. O se te está olvidando, porque lo dijiste antes. El equivalente a este lugar…
Alcé un brazo a un lado, como si le presentase la sala.
—El suelo que estás pisando es el de La Casa de las Vestales. No me presentaré, creo que ya sabes quién soy. No. Iras. A-ningún-lado —repetí en un gruñido—. Tengo… una mejor manera para solventar lo que tenemos adelante.
Eso tendría su atención. Y más importante, la de los otros elfos.
—Si estos... trasladores permiten viajar por el… multiverso. Si permiten viajar por el multiverso, y destruir el de Aerandir va a cerrar fronteras con todos los demás, son como, ¿puertas? Puertas que definen un único lugar para entrar pero todos para salir, si es así... Podemos luchar. Dijiste que es el equivalente a este lugar, dijiste que los jinetes tienen el del Oblivion… ¿Alguna razón por la que tu ritual sólo funciona con el de Aerandir? ¿No podría destruir el de ellos? ¡Peleamos, tomamos su traslador y lo destruimos! Si queda cualquier cosa de ese lugar, cualquier cosa peligrosa, se va. No atacarán este mundo NI los otros. ¿Te parece mejor idea?
Agarré aire. En realidad, tampoco quería hacer eso. Podías cortar un hilo casi en el extremo izquierdo o casi en el derecho, e indistintamente, estaría cortado. Los centinelas morirían igual; pero no todos eran centinelas. Syl. También conocía a Vincent. No creía poder llamarlos amigos, pero cuanto menos, eran compañeros.
Valyria. Me había aguantado en mañanas y días que estaba de mal humor. Me había dicho ideas estúpidas para el golem para ayudarme al saber qué no era tan bueno animando como el resto. Pero más importante, las llevaba contadas, me había salvado dos veces. De ninguna manera dejaría ir la oportunidad de pagar una de esas veces.
Eltrant y Lyn. Cambié algunas de mis ideas sobre el mundo la misma noche que conocí a ambos. A veces me sentía mal sobre mi propia existencia, es lo que había matado a mi madre. También… alguna vez me pensé incompleto. Que mis problemas de no dar verdadera vida a golems sería alguna limitación al no tener completa sangre élfica. Que no estaría a la altura. Y ahí iba, alguien sin éter. Sólo metal. Pero no era sólo un humano. Ya lo sabía, era lo que un humano podía llegar a ser. ¿Un escudo? ¿Una pared? Muro de Acero no lo definía, Eltrant Tale… era la defensa más poderosa en este mundo, y cuando pusiera un pie en el Oblivion, sería la defensa más poderosa en aquel.
Tenía una esperanza pequeña, y me sostendría de ella hasta que ya no tuviese manos. Aquellos que tenían el valor de dar un paso dentro merecían al menos oportunidad de volver.
Me giré a verlos, al menos la cara de mis conocidos. Sentí la necesidad de llorar más, pero aguante. Nadie iba a marchar a ningún lugar creyéndose muertos antes de que empezáramos. Nadie iba a marchar al Oblivion con esas caras. No lo veía allí, no había respondido al perro, ni siquiera había podido decirle algo a nadie cuando intentaron asegurarme.
Se los diría ahora.
—Lucharemos —alcé la voz—. Conozcan la diferencia, no sólo vamos a defender, también vamos a atacar. Todos. En cualquier otro día, que un miembro de otras razas pusiese su pie en el árbol sería impensable, pero aquí están… de nuestro lado. No nos dan la espalda, por lo que no le daremos la espalda a ellos. Ni a los Centinelas. Ni a todos esos mundos. Quizá si lo hacemos no lo sepan.
—Pero nosotros lo sabremos. Quizá parezca que estén aquí por sus propias razones, quizá lo estén. Pero la causa principal fuese egoísmo ya estaríamos muertos. Ahora mismo, aunque sea estúpido pelear por gente que igual va a morir, y por gente que no conocemos, con gente que puede o no agradarles, eso es lo que habría hecho su heroína —pausé unos momentos, agarrando aire—. ¡No habrá más sacrificios inútiles! ¡NI UNO MÁS! ¡Estamos dejando qué luchen por nosotros y lo mejor qué les ofrecemos es lo mismo a lo que se dirigen! ¡Ahora mismo los qué están yendo con el leónico está actuando mucho más como su heroína qué cualquiera de ustedes! ¡Se merecen algo mejor! ¡Les compraremos tiempo! ¡Creeremos qué van a ganar cómo creerían si Tyrande estuviese entre los centinelas!
—¿Qué se van a morir de todas maneras…? ¿Importa? —apunté a Tyrie con una mano—. Nos hizo elegir. Se dividió esto en dos lados. Salvar el árbol o matar a los Jinetes. Salvar el árbol u otros mundos que no les importa. A Tyrande le importaban. ¿Cuál voluntad van a seguir? ¿La de persona qué confundimos y no tuvo la decencia de corregirlo al menos? ¿La qué no tenía intenciones de decir nada? ¿La qué se esconde? ¿La de… Tyrie?¿¡O la de Tyrande!? ¡Aunque los Centinelas se mueran, si el portal al Oblivion sigue abierto, podemos traer de vuelta sus cadáveres! ¡Acabamos de ver uno alzarse! —señalé con la cabeza a Henrietta—. ¡Qué se joda la muerte, se me está haciendo una excusa y barrera muy pequeña en la cual detenernos!
—¡Lucharemos hasta que caiga el último Jinete! ¡Esos malditos quieren una batalla, les daremos una guerra! ¡No sé que es esa basura de allá arriba, pero si es un sol seremos un eclipse! ¡Llegaron con una tormenta, nosotros les daremos un huracán! ¡Si quieren derramar la sangre de nuestros hermanos derramaremos la de los suyos! ¡Para mañana esta pelea será solo un recuerdo! ¡Que para ellos sea el olvido! ¡Dragones, hombres-bestia, humanos, bio-cibérneticos, vampiros, brujos y elfos! ¡Todos! …Lucharemos de tal manera qué quizá por otros males que acechan, miles de generaciones después de la nuestra no puedan decir que fue el mejor momento de los suyos en Aerandir…
Deje reposar el hacha en el suelo.
—¡Pero si tendrán decir que fue su mejor momento en Árbol Madre!
Me di vuelta, no perdería más el tiempo con ella, pero todavía tenía qué decirle algo.
—Y tú, maldita —apunté a Tyrie—. Que no me entere que intentas matar a mis amigos. Tienes dos opciones: si tienes las capacidades de sobra para enfrentarlos a ellos puedes ayudarnos a ganar, o seguir escondiéndote y ver cómo lo hacemos.
Caminé hacia Lagóles y Eleatril, había que organizarnos. No nos movimos de allí realmente, todo el que se quedase en el árbol a protegerlo debería escuchar. Todo aporte servía, y por eso, los llamé. Fuesen quienes fuesen.
Igual que antes, primero, recompilar información. Un elfo confirmó que podían tirar… meteoritos. Otro mencionó perros infernales. Parecía que tenían un invocador o algo así. Había algo curioso, nadie de lo que nadie dijo podía dar a entender que un jinete simplemente apareció. Entraban. Quizá no podían aparecer en lugares que no pudiesen ver, o el árbol presentaba alguna resistencia a eso. Eso quería decir…
—Eleatril.
—Veo a dónde vas. Si un jinete quiere entrar al árbol, tienen que hacerlo desde la copa o la corteza. Y desde afuera algunos lo vieron. Al… Centinela, empujando lo que parecía una fuera de ella.
—Y el ojo de allá arriba… ¿están… planeando en tirárnoslo encima? ¡Chamuscaría el árbol!
—Por lo que la mayor probabilidad es que vengan por la corteza —suspiró—. Tendré que encararlo con los míos.
Según los lugares del árbol… la copa, el piso alto justo bajo de esta donde estaba la sala del consejo, el piso intermedio con las viviendas y el templo; donde estábamos, la planta base, con la casa de las vestales, y las raíces subterráneas. Entonces, afuera la corteza. Incluso si se reducía a las zonas de mayor riesgo – la primera y las dos últimas – siendo realistas, no había forma de proteger todo a la vez. Sin contar que habría heridos, las defensas no serían para siempre. ¿Cuántas sacerdotisas teníamos? ¿Dónde deberían estar entonces?
«Espera». Si no había forma de proteger todo a la vez, y las defensas no serían para siempre, lo opuesto también era cierto. Ellos… eran más fuertes, pero nosotros éramos más. Si usábamos realmente a todos
—Vamos… vamos a dividirnos. Copa, corteza y raíces. Eleatril debería tomar un cuarto de las fuerzas totales, y el resto, debemos estar divididos en esos cuatro. Pero no todos, al menos en el caso de las sacerdotisas y aquellos que mejor puedan curar, por cada dos en uno de esos lugares, debería haber uno en el piso alto, o aquí, en la casa.
—Explícate. ¿De qué sirve que tengamos gente en esos lugares?
—Movilización. No podemos poner todas las fuerzas en un solo lugar porque estaríamos apostando, así que lo más racional en primer lugar es dividirnos, ¿no? Eso cubre posibilidades, a cambio de tener una defensa más débil que si hubiese más en un solo lugar, pero los jinetes tampoco pueden atacar todo a la vez. No sin que ocúrralo mismo: será un ataque más débil. Entonces, ponemos un portavoz en todos los niveles y nos comunicamos con los tubos que conectan por todo el árbol. ¿Atacan arriba? Lo sabremos, los que están en el piso alto podrán ir a dar apoyo mientras los otros, si nuestros lugares están libres, subimos. ¿Atacan abajo? Los de la casa, igual. Si hay heridos también significa que los de la copa pueden ser arrastrados más fácil y rápido a los del piso alto para combinar esfuerzos de las sacerdotisas, y como tenemos gente extra, contamos con reemplazo. Y impide que los jinetes sepan exactamente cuanta gente tenemos.
—Entiendo.
—No sólo eso. Quiero que las sacerdotisas que estén en el piso alto y por aquí en el bajo sin estar afuera tomen bajo su manto a todos los que no pueden luchar en el piso medio. Dije que todos íbamos a pelear, eso vamos a hacer. Quizá no puedan blandir bien un arma, y quizá no puedan curar heridas fuertes, pero cientos de manos que curen cientos de heridas pequeñas son cientos de heridas pequeñas más que esos malditos van a necesitar para ganarnos. Ayudarán e igual estarán protegidos.
Miré a los lados, buscando al tigre de Eleatril, era raro que no estuviese con ella. Lamentablemente no parecía tener buen estado
—¿Tienen monturas? Lo que sea. Upeleros. Animales que puedan invocar custodios. Prioridad los heridos, si los hay, quiero a las sacerdotisas moviéndose a través de ellos para poder prestar apoyo más rápido, o en caso de que sean heridas graves, mover a los heridos al piso donde resulten estar las mejores de ellas, como Galatrea o Niniel, si se queda. ¡Vayan a ver! —dije, apurando a un par de asesinos. Debían ser de los más veloces a pie.
—Una cosa. Podemos usar los tubos para comunicarnos dentro, pero, ¿y afuera? Está lloviendo. Y en el fragor de una batalla…
—Flechas —respondió—. Podemos trabajar un código con flechas, es como nos comunicamos a distancia cuando exploramos el bosque. Los que estén en la copa podrán verlas, y desde allí ese vocero lo comuniqué al resto en el árbol.
—Hagan un código para esto. Simplista. Requieren o no requieren refuerzos, pero sobretodo… quiero que hagan uno para los jinetes mencionados. El de plantas y veneno. El pesado de hielo. El francotirador. Quiero saber el que esté afuera.
—Bien. También uno si no es ninguno de esos.
—Quiero a los que sigan el Camino de la Naturaleza conmigo para generar madera y reforzar el árbol. Los del Camino de la Animación, está lloviendo, tomen el barro y prepárense afuera con Eleatril. Fëanor, cuida a Uriel. Y saquen las mantas, sábanas, ropa y pieles, lo que sea que tengan en las casas. Quiero a los dragones divididos por elemen-
—¿Ropa?
—Incluso si los civiles ayudan, dudo que todos vayan a estar ocupados a la vez. Hay otros talentos, las abuelitas que saben preparar cosas con plantas, como Fëanor. Gente que cosa, curtidores, lo que sea. Las llenaremos de rocas y madera que sobre y las dejaremos caer desde la copa. Si hay dragones que puedan volar, se pueden coser varias para hacer algunas más grandes, entonces… uh, como son… cuadrúpedos, las pequeñas las toman de las cuatro esquinas y dejen ir las dos traseras para bombardear un área con rocas. Las grandes por peso que las lleven entre dos y hacen lo mismo. Idealmente, que los que las lleven sean de fuego, reemplazara su aliento y les deja que ataquen a distancia. Maximizamos daño a los malditos y lo minizamos al bosque. Los de agua a la copa para evitar que se expanda fuego si agarra, los de aire resultarán útiles si sale el francotirador. Tierra a hacer muros con animadores.
—¿Alguien tiene algo qué añadir? ¿Delegarse? —me di vuelta, buscando caras y posibles adiciones.
Todo servía. Todo venía bien. Árbol Madre no era fortaleza, pero cuando terminásemos, sería una.
—Bien... Entonces… Vamos.
Por sí solo, era suficiente estrés que Uriel estuviese en cama tras caer inconsciente. No pude ver los últimos segundos de la pelea con Eredin, tan sólo repetí y seguí lo que dijo el niño mientras Nahir daba el golpe final. Me lleve una mano a la cabeza, donde se había cerrado la herida que de otra manera tendría de no ser por el agua de la bruja.
Intenté aliviarme, Fëanor dijo que podía atender sus heridas.
También dijo que al Uriel me había salvado de Eredin. Uno de ellos. Pero el costo…
Ver a Eltrant llegar con Tyrande era al ánimo como adrenalina a un cuerpo cansado, tanto tiempo de ausencia que no lo encontraba ni en su taller me había hecho preocuparme. La adrenalina que pudiese faltarme, al menos, Asher y Niniel también estaban.
Escuché, entonces.
Escuché como se resquebrajaba la invisible esperanza que me había hecho al ver a ciertas personas en esa sala. La de sobrevivir, porque hiciéramos lo que hiciéramos el mínimo eran cuatro muertos. Y la que tuviese en el Clan Nemaniel, siglos luchando no sólo por Sandorai, sino Aerandir… lo que habría sido una buena definición de un centinela. Para esto.
Sonreí al ver a Elt pisar en medio, diciendo lo que debería haber estado diciendo Tyrande. Lo decidí allí: iría con él al Oblivion. Cuando todos empezaron a moverse, corrí a él.
—¡Eltrant! ¿Estás bi—me detuve, al verlo más de cerca. Me parecía que lucía…
¿Cansado?
Terminé de formular mi pregunta, y aún cuando “estoy bien” era justo lo que quería oír, no estaba realmente satisfecho. Le sonreí débilmente, si iría al Oblivion, necesitaba saber que esperar dentro. El… “o algo”, debilitó más mi sonrisa. Lo que había empezado como un apretón amistoso de brazo ahora era uno cómo para impedir que me moviera. Ni siquiera Lyn, ¡Lyn! Qué decía como, 10 palabras por segundo, había hablado mucho. Espera- qué-
…qué rayos. La que estaba a su lado no era Lyn. Err… no, sí era. El color de pelo y los ojos grandes, la postura. Conocía mi nombre. Había… ¿se había hecho algo en el pelo?
No tuve oportunidad de decir nada. Lo vi marchar hacia otras personas, conocidos, imaginé. Inhalé, pero en vez de sentir algo entrando sentí algo saliendo. No quería pensarlo… pero se sentía como una despedida. Tuve una especie de escalofrío sin ser exactamente uno. Uriel lastimado. Nahir que intentaba sacar de aquí junto al primero atrapada en un problema peor que una celda.
Como si eso no hubiese sido suficiente. Escuché sin moverme o decir nada a Valyria. Increíble que estuviese pensando en explosiones en esta situación, pero me daba la impresión que era sólo para cubrirse. Las últimas cosas que dijo me lo confirmaban.
Otra persona que, debajo de todo, pensaba que iba a morirse. Alcé lentamente una mano para tocarle el pelo, pero cuando llegué, sólo toqué mi propio hombro. Giré, viéndola marcharse.
En ese momento se aproximo uno de los hombres de Lagóles, informándome sobre Uriel. Estaba vivo, eso era… bueno. No me debía nada por sacarlo de la celda. Ni él ni Nahir. Puede... que más bien yo les debiera algo, nos habían ayudado a pelear, eso cubría con creces lo de sacarlos. No estaba seguro de qué las cosas hubiesen ido bien sin ellos.
Aún así… podían morir. Eltrant, Valyria y Asher iban a hacerlo. Eso ya era más de la mitad de mi círculo social, y no es que los conociese demasiado, pero los conocía. Aunque no pudiese ni mencionar cual era la comida favorita de cada uno.
Apreté los labios al escuchar la voz del último. Al verlo rodeado de elfos sólo pude imaginar una cosa: nada bueno. Acusaciones fuertes. Peor que eso, acusaciones que tenían sentido. Me tensé un poco viendo hacia la espalda de Tyrande sin decir nada, a diferencia del elfo que había venido a informarme sobre Uriel. Dos o tres insultos escaparon de su boca.
Tragué saliva ante la explicación que prosiguió del arcanista. Todo lo que oía y sentía, más que advertencias, eran recordatorios. De qué era débil. No pude ni moverme cuando me vio.
—M-mmm-hmm… —"respondí" de vuelta, una forma de hacerlo sin decir realmente sí o no. En mi mente si dije uno de ellos: no. Claro que no podía.
—El centinela —empezó Lagóles, con un tono molesto sólo para las dos primeras palabras—, aunque dijese muchas estupideces sobre nuestra heroína, acertó en algo. Hay que preparar las defensas de Árbol Madre. Haré una excepción hoy, te escucho si tienes que decir algo.
—Di… Dile a… ¿Siva? ¿Malonar?
La cara de Lagóles se hundió ante la mención del primer nombre.
—¿No… te enteraste?
Mi expresión era suficiente pregunta.
—No sabemos dónde está Malonar y… Siva está muerta.
—Parece que murió ayudando a una bruja, para terminar de empeorar esto. ¿No fue un brujo también quién destruyó el templo de Anar?
—Creo que fue mujer… ¿no?
Me lleve una mano a la cara, dando pasos atrás y recostándome de una de las paredes. El único momento donde apreciaría tener a uno de los infelices que detestaba y ninguno de los dos estaría. Los… detestaba. Debería alegrarme, quizá no todo el clan, pero los Ojosverdes representaban mucho de lo que odiaba. La prepotencia contra “orejas redondas.” Siva encerrado a Uriel en primer lugar, con esas heridas. Y los Neril… más respetables que los Ojosverdes, pero también tenía problemas con ellos, demasiado religiosos. No sabía si era por eso, no podía acusarlos libremente; pero en la sala tenía que haber más de ellos, más de acuerdo con sacrificios de otros, para algo o alguien.
—Va… vayan con Eleatril. Necesito pensar —murmuré, excusándome.
Así había empezado todo esto, mi propia vida. Por un sacrificio, provocado por, vulgarmente, que mi madre se cogiese a un humano. Manchar tu sangre equivalía a verla derramada. Por… por su cultura estúpida. Por sus malditas creencias.
Abandoné el bosque entonces con una promesa. Cobraría venganza, acabaría hasta con el último de ellos para satisfacerme y sentir que al menos recuperaba lo que había perdido. Aquí estaba, tanto tiempo después, todavía débil.
Sollocé, apretando los dientes. Eso… no sabía si importaba. Cualquier otro día habría sido una enemiga. Habría tenido problemas con Siva o los más apegados a esa ideología. Si las cosas hubiesen sido diferentes, si hoy sólo hubiese sido ayudar a la bruja y el vampiro salir del Árbol sin que los vieran… habría sido un día donde no tendría problemas en matarla. Pensaría, incluso, que estaría feliz de haber tenido una excusa para hacerlo. Que estaría alegre de que alguien como ella estuviese muerta. Era el mismo tipo de plaga que la gente que mató a mi madre.
Entonces…
«¿¡Por qué no estoy satisfecho!?» sollocé una vez más, el aire escapándose esta vez entre mis dientes.
Dejé correr mi espalda por la pared hasta caer al suelo. Había pasado de taparme la cara a apretarla. Tal vez es porque simplemente no podía estarlo. Así hubiesen sido mis manos. Así no hubiese sido ella. Quizá matar a otro nunca sería satisfactorio. Miré entre las ‘rejillas’ de mis dedos para asegurarme que Lagóles y el resto no estuviese viéndome en un estado tan patético. Corrí los ojos por el lugar, ya lo sabía, pero tenía que repetírmelo. Había de todo en esta sala. Incluso brujos. No es que varios no tuviesen problemas contra las otras razas, pero brujos… lo de la guerra bastaba para varios de ellos, aunque hubiese sido hace tantos años más.
Al final del día, no era mucho mejor que ellos.
Quizá fue por estar en el suelo, estando a su mismo nivel de altura en lo que a vista cabía. O quizá casualidad de que estuviese en la esquina opuesta a la que yo me había tirado. La vi, a Galatrea, y por esa cara, también estaba llorando. Peor, estaba Uri.
Quería ir allí. Y… ¿despedirme? Así que me puse de pie, y por eso pude verlo: ella abandonando el santuario. Eleatril con una cara que pronto podría romper en llanto. Lagóles y sus hombres cerca de ella. Me acerqué unos pasos, ¿Tyrande no iba a…? No – recordé las palabras del lobo. Asher la había sacado a gritos. Cuando te recompilabas al centro del lugar lo notabas, la pesadez y la insatisfacción que quedó por lo que había dicho seguía allí, aunque hubiese descendido como para que parasen los insultos. Las miradas ahora más bien eran de suplica, pidiéndole a Tyrande que lo negase. Saldría para rebatirlo.
…No lo hizo.
No fue como una puñalada para mí. Si fue una sorpresa, pero no le había hecho algo a mi ánimo, eso ya estaba casi acabado. Vi la cara de Eleatril, y la de Lagóles. La de varios elfos. La de los que se reunían para ir al Oblivion.
Fue... solo un poco.
Pero me empezó a hervir la sangre.
Volví los ojos a la mujer cuando continuó hablando, más desafiante. Apreté los dientes, dejándole la mirada clavada. No estaba oyendo bien, alcanzaba a oír lo que decía, pero no terminaba de dejar pasarlo, tomando todo lo que antes había dicho.
Agarré aire al verla darse vuelta y comenzar a retirarse de la sala. Apreté ambas manos, escuchando a Eleatril… no. A una mayoría de los elfos, como si nada. Esto iba más allá.
—Hey… —dije en voz baja, dando unos pasos adelante, dudoso.
No se molestó en corregir a Eleatril cuando la llamó madre. Se excusó de haber encontrado otro Auryn – fuese lo que fuese – en el Oblivion. Había condenado a los que irían a este, aunque acababa de admitir que ella se había estado escondiendo, justo antes de decir que tenía capacidad de sobra para enfrentarse a ellos.
—Hey —me repetí, más firme.
Nos... había retado. Que la disculpáramos por haber buscado otras maneras de derrotarlos y salvar a su gente. Que defendiéramos la sala… cuando no sólo condenaba a muerte a los centinelas. Cuando pretendía que aunque se quedasen a defender el árbol murieran de todas maneras.
—¡HEY!
Acompañé mi grito empujando el golem con el pie, disparándolo por el suelo frente a ella para alzar una pared. Una que se interpusiera entre ella y el santuario.
—…Estoy hablando contigo —admitiré, tuve que aguantar el impulso de añadir un ”perra” —. No irás a ningún lado.
—Lo acabo de notar —respondió a lo primero con el mismo rostro y tono inmutado que había mantenido en casi todas sus palabras, y se dio vuelta—. ¿Qué significa esto? No puedes bloquearme el acceso al santuario, ni que necesitase tu permiso.
Respiré ajetreado mientras la veía a los ojos. La cara se me empezó a torcer, quebrando en una risa nerviosa.
—No estoy tan seguro de eso último.
—¿Hm? —alzó una ceja.
—Quizá no lo reconozcas porque tengas una impresión muy fuerte de la del Oblivion, con todo el tiempo que pasaste escondida en el —frunció el ceño un poco, al fin una reacción de ella—. O se te está olvidando, porque lo dijiste antes. El equivalente a este lugar…
Alcé un brazo a un lado, como si le presentase la sala.
—El suelo que estás pisando es el de La Casa de las Vestales. No me presentaré, creo que ya sabes quién soy. No. Iras. A-ningún-lado —repetí en un gruñido—. Tengo… una mejor manera para solventar lo que tenemos adelante.
Eso tendría su atención. Y más importante, la de los otros elfos.
—Si estos... trasladores permiten viajar por el… multiverso. Si permiten viajar por el multiverso, y destruir el de Aerandir va a cerrar fronteras con todos los demás, son como, ¿puertas? Puertas que definen un único lugar para entrar pero todos para salir, si es así... Podemos luchar. Dijiste que es el equivalente a este lugar, dijiste que los jinetes tienen el del Oblivion… ¿Alguna razón por la que tu ritual sólo funciona con el de Aerandir? ¿No podría destruir el de ellos? ¡Peleamos, tomamos su traslador y lo destruimos! Si queda cualquier cosa de ese lugar, cualquier cosa peligrosa, se va. No atacarán este mundo NI los otros. ¿Te parece mejor idea?
Agarré aire. En realidad, tampoco quería hacer eso. Podías cortar un hilo casi en el extremo izquierdo o casi en el derecho, e indistintamente, estaría cortado. Los centinelas morirían igual; pero no todos eran centinelas. Syl. También conocía a Vincent. No creía poder llamarlos amigos, pero cuanto menos, eran compañeros.
Valyria. Me había aguantado en mañanas y días que estaba de mal humor. Me había dicho ideas estúpidas para el golem para ayudarme al saber qué no era tan bueno animando como el resto. Pero más importante, las llevaba contadas, me había salvado dos veces. De ninguna manera dejaría ir la oportunidad de pagar una de esas veces.
Eltrant y Lyn. Cambié algunas de mis ideas sobre el mundo la misma noche que conocí a ambos. A veces me sentía mal sobre mi propia existencia, es lo que había matado a mi madre. También… alguna vez me pensé incompleto. Que mis problemas de no dar verdadera vida a golems sería alguna limitación al no tener completa sangre élfica. Que no estaría a la altura. Y ahí iba, alguien sin éter. Sólo metal. Pero no era sólo un humano. Ya lo sabía, era lo que un humano podía llegar a ser. ¿Un escudo? ¿Una pared? Muro de Acero no lo definía, Eltrant Tale… era la defensa más poderosa en este mundo, y cuando pusiera un pie en el Oblivion, sería la defensa más poderosa en aquel.
Tenía una esperanza pequeña, y me sostendría de ella hasta que ya no tuviese manos. Aquellos que tenían el valor de dar un paso dentro merecían al menos oportunidad de volver.
Me giré a verlos, al menos la cara de mis conocidos. Sentí la necesidad de llorar más, pero aguante. Nadie iba a marchar a ningún lugar creyéndose muertos antes de que empezáramos. Nadie iba a marchar al Oblivion con esas caras. No lo veía allí, no había respondido al perro, ni siquiera había podido decirle algo a nadie cuando intentaron asegurarme.
Se los diría ahora.
—Lucharemos —alcé la voz—. Conozcan la diferencia, no sólo vamos a defender, también vamos a atacar. Todos. En cualquier otro día, que un miembro de otras razas pusiese su pie en el árbol sería impensable, pero aquí están… de nuestro lado. No nos dan la espalda, por lo que no le daremos la espalda a ellos. Ni a los Centinelas. Ni a todos esos mundos. Quizá si lo hacemos no lo sepan.
—Pero nosotros lo sabremos. Quizá parezca que estén aquí por sus propias razones, quizá lo estén. Pero la causa principal fuese egoísmo ya estaríamos muertos. Ahora mismo, aunque sea estúpido pelear por gente que igual va a morir, y por gente que no conocemos, con gente que puede o no agradarles, eso es lo que habría hecho su heroína —pausé unos momentos, agarrando aire—. ¡No habrá más sacrificios inútiles! ¡NI UNO MÁS! ¡Estamos dejando qué luchen por nosotros y lo mejor qué les ofrecemos es lo mismo a lo que se dirigen! ¡Ahora mismo los qué están yendo con el leónico está actuando mucho más como su heroína qué cualquiera de ustedes! ¡Se merecen algo mejor! ¡Les compraremos tiempo! ¡Creeremos qué van a ganar cómo creerían si Tyrande estuviese entre los centinelas!
—¿Qué se van a morir de todas maneras…? ¿Importa? —apunté a Tyrie con una mano—. Nos hizo elegir. Se dividió esto en dos lados. Salvar el árbol o matar a los Jinetes. Salvar el árbol u otros mundos que no les importa. A Tyrande le importaban. ¿Cuál voluntad van a seguir? ¿La de persona qué confundimos y no tuvo la decencia de corregirlo al menos? ¿La qué no tenía intenciones de decir nada? ¿La qué se esconde? ¿La de… Tyrie?¿¡O la de Tyrande!? ¡Aunque los Centinelas se mueran, si el portal al Oblivion sigue abierto, podemos traer de vuelta sus cadáveres! ¡Acabamos de ver uno alzarse! —señalé con la cabeza a Henrietta—. ¡Qué se joda la muerte, se me está haciendo una excusa y barrera muy pequeña en la cual detenernos!
—¡Lucharemos hasta que caiga el último Jinete! ¡Esos malditos quieren una batalla, les daremos una guerra! ¡No sé que es esa basura de allá arriba, pero si es un sol seremos un eclipse! ¡Llegaron con una tormenta, nosotros les daremos un huracán! ¡Si quieren derramar la sangre de nuestros hermanos derramaremos la de los suyos! ¡Para mañana esta pelea será solo un recuerdo! ¡Que para ellos sea el olvido! ¡Dragones, hombres-bestia, humanos, bio-cibérneticos, vampiros, brujos y elfos! ¡Todos! …Lucharemos de tal manera qué quizá por otros males que acechan, miles de generaciones después de la nuestra no puedan decir que fue el mejor momento de los suyos en Aerandir…
Deje reposar el hacha en el suelo.
—¡Pero si tendrán decir que fue su mejor momento en Árbol Madre!
Me di vuelta, no perdería más el tiempo con ella, pero todavía tenía qué decirle algo.
—Y tú, maldita —apunté a Tyrie—. Que no me entere que intentas matar a mis amigos. Tienes dos opciones: si tienes las capacidades de sobra para enfrentarlos a ellos puedes ayudarnos a ganar, o seguir escondiéndote y ver cómo lo hacemos.
Caminé hacia Lagóles y Eleatril, había que organizarnos. No nos movimos de allí realmente, todo el que se quedase en el árbol a protegerlo debería escuchar. Todo aporte servía, y por eso, los llamé. Fuesen quienes fuesen.
Igual que antes, primero, recompilar información. Un elfo confirmó que podían tirar… meteoritos. Otro mencionó perros infernales. Parecía que tenían un invocador o algo así. Había algo curioso, nadie de lo que nadie dijo podía dar a entender que un jinete simplemente apareció. Entraban. Quizá no podían aparecer en lugares que no pudiesen ver, o el árbol presentaba alguna resistencia a eso. Eso quería decir…
—Eleatril.
—Veo a dónde vas. Si un jinete quiere entrar al árbol, tienen que hacerlo desde la copa o la corteza. Y desde afuera algunos lo vieron. Al… Centinela, empujando lo que parecía una fuera de ella.
—Y el ojo de allá arriba… ¿están… planeando en tirárnoslo encima? ¡Chamuscaría el árbol!
—Por lo que la mayor probabilidad es que vengan por la corteza —suspiró—. Tendré que encararlo con los míos.
Según los lugares del árbol… la copa, el piso alto justo bajo de esta donde estaba la sala del consejo, el piso intermedio con las viviendas y el templo; donde estábamos, la planta base, con la casa de las vestales, y las raíces subterráneas. Entonces, afuera la corteza. Incluso si se reducía a las zonas de mayor riesgo – la primera y las dos últimas – siendo realistas, no había forma de proteger todo a la vez. Sin contar que habría heridos, las defensas no serían para siempre. ¿Cuántas sacerdotisas teníamos? ¿Dónde deberían estar entonces?
«Espera». Si no había forma de proteger todo a la vez, y las defensas no serían para siempre, lo opuesto también era cierto. Ellos… eran más fuertes, pero nosotros éramos más. Si usábamos realmente a todos
—Vamos… vamos a dividirnos. Copa, corteza y raíces. Eleatril debería tomar un cuarto de las fuerzas totales, y el resto, debemos estar divididos en esos cuatro. Pero no todos, al menos en el caso de las sacerdotisas y aquellos que mejor puedan curar, por cada dos en uno de esos lugares, debería haber uno en el piso alto, o aquí, en la casa.
—Explícate. ¿De qué sirve que tengamos gente en esos lugares?
—Movilización. No podemos poner todas las fuerzas en un solo lugar porque estaríamos apostando, así que lo más racional en primer lugar es dividirnos, ¿no? Eso cubre posibilidades, a cambio de tener una defensa más débil que si hubiese más en un solo lugar, pero los jinetes tampoco pueden atacar todo a la vez. No sin que ocúrralo mismo: será un ataque más débil. Entonces, ponemos un portavoz en todos los niveles y nos comunicamos con los tubos que conectan por todo el árbol. ¿Atacan arriba? Lo sabremos, los que están en el piso alto podrán ir a dar apoyo mientras los otros, si nuestros lugares están libres, subimos. ¿Atacan abajo? Los de la casa, igual. Si hay heridos también significa que los de la copa pueden ser arrastrados más fácil y rápido a los del piso alto para combinar esfuerzos de las sacerdotisas, y como tenemos gente extra, contamos con reemplazo. Y impide que los jinetes sepan exactamente cuanta gente tenemos.
—Entiendo.
—No sólo eso. Quiero que las sacerdotisas que estén en el piso alto y por aquí en el bajo sin estar afuera tomen bajo su manto a todos los que no pueden luchar en el piso medio. Dije que todos íbamos a pelear, eso vamos a hacer. Quizá no puedan blandir bien un arma, y quizá no puedan curar heridas fuertes, pero cientos de manos que curen cientos de heridas pequeñas son cientos de heridas pequeñas más que esos malditos van a necesitar para ganarnos. Ayudarán e igual estarán protegidos.
Miré a los lados, buscando al tigre de Eleatril, era raro que no estuviese con ella. Lamentablemente no parecía tener buen estado
—¿Tienen monturas? Lo que sea. Upeleros. Animales que puedan invocar custodios. Prioridad los heridos, si los hay, quiero a las sacerdotisas moviéndose a través de ellos para poder prestar apoyo más rápido, o en caso de que sean heridas graves, mover a los heridos al piso donde resulten estar las mejores de ellas, como Galatrea o Niniel, si se queda. ¡Vayan a ver! —dije, apurando a un par de asesinos. Debían ser de los más veloces a pie.
—Una cosa. Podemos usar los tubos para comunicarnos dentro, pero, ¿y afuera? Está lloviendo. Y en el fragor de una batalla…
—Flechas —respondió—. Podemos trabajar un código con flechas, es como nos comunicamos a distancia cuando exploramos el bosque. Los que estén en la copa podrán verlas, y desde allí ese vocero lo comuniqué al resto en el árbol.
—Hagan un código para esto. Simplista. Requieren o no requieren refuerzos, pero sobretodo… quiero que hagan uno para los jinetes mencionados. El de plantas y veneno. El pesado de hielo. El francotirador. Quiero saber el que esté afuera.
—Bien. También uno si no es ninguno de esos.
—Quiero a los que sigan el Camino de la Naturaleza conmigo para generar madera y reforzar el árbol. Los del Camino de la Animación, está lloviendo, tomen el barro y prepárense afuera con Eleatril. Fëanor, cuida a Uriel. Y saquen las mantas, sábanas, ropa y pieles, lo que sea que tengan en las casas. Quiero a los dragones divididos por elemen-
—¿Ropa?
—Incluso si los civiles ayudan, dudo que todos vayan a estar ocupados a la vez. Hay otros talentos, las abuelitas que saben preparar cosas con plantas, como Fëanor. Gente que cosa, curtidores, lo que sea. Las llenaremos de rocas y madera que sobre y las dejaremos caer desde la copa. Si hay dragones que puedan volar, se pueden coser varias para hacer algunas más grandes, entonces… uh, como son… cuadrúpedos, las pequeñas las toman de las cuatro esquinas y dejen ir las dos traseras para bombardear un área con rocas. Las grandes por peso que las lleven entre dos y hacen lo mismo. Idealmente, que los que las lleven sean de fuego, reemplazara su aliento y les deja que ataquen a distancia. Maximizamos daño a los malditos y lo minizamos al bosque. Los de agua a la copa para evitar que se expanda fuego si agarra, los de aire resultarán útiles si sale el francotirador. Tierra a hacer muros con animadores.
—¿Alguien tiene algo qué añadir? ¿Delegarse? —me di vuelta, buscando caras y posibles adiciones.
Todo servía. Todo venía bien. Árbol Madre no era fortaleza, pero cuando terminásemos, sería una.
—Bien... Entonces… Vamos.
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Los dragones de Ser Bernat superaban por mucho el número de los variopintos defensores de árbol madre, que contaban en sus filas con elfos, miembros de la Logia y el puñado de dragones fieles a Lady Ambe. De no haber sido la situación tras la muerte del rey Rigobert un absoluto caos, fácilmente habrían podido llegar al interior en poco tiempo causándole un daño irreparable, incluso a pesar de que su sección de armas de asedio había quedado completamente inutilizada.
Necesitaban un milagro para que la locura no se extendiera como una plaga...Y solo un ruego desesperado pudo manifestar tal divina intervención ante ellos.
En un primer momento la intensa lluvia pareció ser todo lo que Níniel había logrado. Sorpresiva sí, pero ineficaz por sí sola de detener la descentrada rabía de lo que quedaba del ejército norteño. Incluso Bernat se burló socarronamente de aquel nuevo intento de la elfa peliblanca por detener aquel brote de violencia innecesaria, llegando a preguntar a voz en grito si acaso no quería hacer justicia con el asesino de "su" rey. Al menos en su precipitación no la consideraba una enemiga, lo que tal vez fuera señal de que bajo las circunstancias adecuadas, aquel impetuoso dragón atendería a razones.
Fue entonces cuando todo comenzó. Lo hizo con un leve pero perceptible temblor que solo detuvo a los más suspicaces de los combatientes, que se miraron extrañados entre sí sin entender a qué se debía ese movimiento del suelo, pero continuó con un mucho más visible corrimiento de tierras que alarmó incluso a los más iracundos entre los presentes. Si ya antes de aquello reinaba el caos, cuando unas colosales raíces brotaron del suelo, desplazando toneladas y toneladas de rocas y tierra con una facilidad pasmosa, las cercanías de la base del gran árbol se convirtieron en un sálvese quien pueda.
La expresión victoriosa de Bernat desapareció de su rostro cuando una de aquellas raíces, de varios metros de longitud y al menos uno de diámetro, lanzó sobre él una lluvia de piedras que por poco no lo sepulta. Sorprendido observó su dañado escudo, con el que había logrado protegerse, y acto seguido a su alrededor con el miedo sustituyendo a la alarma en sus ojos. Por doquier sus hombres eran atrapados por decenas y decenas de raíces sin que pudieran hacer gran cosa por evitarlo, ni siquiera huir. Ni siquiera aquellos dragones de elemento fuego lograban más que retrasar unos segundos su captura, pues la lluvia causaba que sus llamas no llegaran a prender. Desconsolado volvió a mirar a Níniel, y la joven supo que acababa de aceptar la derrota.
-¿Podemos hablar ahora?- Preguntó entonces la sacerdotisa deteniendo aquella gruesa raíz que estaba a punto de agarrar al líder dragón como el resto habían hecho con sus tropas. A unos metros de allí, totalmente indemnes, los defensores de árbol madre observaban la escena estupefactos. Los elfos alababan a su sagrado hogar y le agradecían su ayuda en élfico, eufóricos. Catherine sonreía de oreja a oreja, también sorprendida pero orgullosa de su hermana mayor. Procuró no acercarse a ninguna de aquellas raíces por si acaso, eso sí.
-Ya os advertí. No es buena idea hacer enfadar a Nín.- Se jactó.
Sin un ejército que lo respaldase, aquel líder dragón por fin supo escuchar. Obligado a reflexionar, y con una información ya mucho más completa, pudo entender el gran error que Níniel le había evitado cometer. Evidentemente los elfos no habían dañado a la princesa Henrietta, y en cuanto al asesino del rey Rigobert, contarían con todo el apoyo de los habitantes de Sandorai para su captura, pues evidentemente con su acción había demostrado ser enemigo de ambos pueblos y desear su ruina. Buscar el enfrentamiento de ese modo en aquellas circunstancias incluso permitía la duda de si aquel brujo no era un agente de los jinetes o de algo incluso peor. Níniel lo dudaba. Simplemente era un crío con la marca de la muerte ya no solo en su piel, si no en lo más profundo de su ser.
Con aquello aclarado, y con una jugosa recompensa para quien ayudara a la captura del brujo establecida, lo que restaba de los defensores poco a poco fue reuniéndose en un mismo punto ante la inminencia de un nuevo ataque. Uno posiblemente mucho más duro que los anteriores, pues parecía que los diversos grupos allí reunidos habían logrado toda una serie de victorias que sin duda había transmitido un mensaje muy claro a los jinetes: "No nos rendiremos sin luchar, y no os lo vamos a poner fácil".
-En mi ausencia has ganado en descaro.- Amonestó a Vincent por su efusividad aunque con un tono cómplice que sin duda él sabría captar y por supuesto respondiendo a su gesto. Por muy capaz que el brujo fuera, no podía estar tranquila sabiendo que estaba luchando sin ella.
Sorprendente era la presencia allí de Tyrande, pues Níniel la había visto morir casi entre sus brazos. No tenía duda alguna de que había muerto aquel día en el plano de los jinetes, parecía que había pasado una eternidad desde entonces. Para añadir más extrañeza portaba un segundo Auryn, el cual usó para resucitar a Henrietta, algo imposible pues solo existía uno como el suyo. Además no se sentía como ella, salvo en lo mandona que era. Incluso parecía estar fuera de lugar.
Todo quedó explicado cuando Lucy reveló una información ultrasecreta de la Logia sobre orbes trasladores interdimensiones y la existencia de otros muchos universos. Siendo uno de ellos el de origen de los humanos y bios. Como si sus problemas no fuesen ya lo suficientemente serios pasaban a ser problemas multidimensionales. Las implicaciones de todo aquello, y que la Logia lo supiera manteniéndolo en secreto incluso de una oficial superada solo en rango por el gran inquisidor era...vomitivo. Abrumadoramente vomitivo. Podía haberse hecho tanto con esa información antes...Incluso podían haberse evitado tantas muertes y desastres...Además se sentía de repente todo tan grande que una simple sacerdotisa podía sentirse caer infinitamente ante semejante magnitud.
-Así que aquello no era un simple plano de bolsillo como el mundo de los sueños...realmente estuve...en un aquí alternativo...-Solo aquello ya merecía días de reflexión, lo que unido a su comunión con el árbol madre fácilmente podrían ser semanas, o meses. -Creo que necesito un descanso.- Murmuró siendo atendida por una Catherine que no se había enterado de la mitad de las cosas. A ella las cosas complicadas no le iban, solo las sencillas. Dinero, comida, su hermana, su pelaje...y si había tiempo un poco más de dinero y comida.
-Estoy bien. Solo que...Hay mucho que asimilar aquí.- La tranquilizó manteniendo la compostura. Pero aunque una parte de ella ella seguía allí, otra no podía dejar de pensar en todo aquello. Mostrándose distraída y ausente, aunque respondía si se la hablaba o mencionaba, al menos casi siempre.
Algunos querían que se preparara para atender heridos, otros simplemente su opinión, algún otro que cuidara de ciertas personas. Algunos explicaciones. La princesa Henrietta un relato detallado de lo ocurrido desde que cayese en aquel profundo sueño y lo acontecido a su hermano, aunque solo obtuvo un abrazo y una promesa en aquel momento...De estar en otra situación a la sacerdotisa le hubiese gustado gritarles a todos que se callaran un año o dos antes de que le estallara la cabeza como si fuera uno de los inventos de Chimar...Pero al menos logró saber cuál sería su siguiente paso. Aunque seguramente de no ser por Vincent sí que hubiese terminado gritándole a alguien. Solo su cariño en aquellos difíciles momentos logró verdaderamente volver a centrarla y templar su ánimo.
-Lo sé...- Suspiró como si en aquel suspiro pudiese soltar todas sus preocupaciones. -Todo esto es una locura. Ya no reconozco el mundo en el que vivo...Y Demian, las mentiras de la Logia, Abbey...¿Sabes lo que se siente al sentir lo mismo que un árbol consciente de más de un millón de años?- Trató de esbozar una sonrisa pero no le salió nada ni remotamente parecido.
-Asher y Nausis piensan igual que tú. Y yo también. Me quedaré aquí, contigo, y veré que planea realmente esta "No nuestra Tyrande". Creo que un un sorbo de poción de la verdad bastará. O el mero hecho de comunicarle que estoy en posesión del mismo. Aunque tal vez...Ahora que lo pienso tengo un modo de ver sus sueños y deseos...- Pareció algo más despejada y comenzó a buscar en su bolsa de viaje. -Será mejor que me ponga manos a la obra.- Dijo mucho más firme, depositando en la comisura de los labios del brujo un casto beso y yendo hasta el lugar donde su objetivo debía de estar ya preparándose para el ritual. Ahora la descarada había sido ella.
Ninguno de los vigilantes elfos se movió siquiera al verla cerca del lugar del ritual. Era una de los suyos, una alta sacerdotisa y además la habían visto, o habían oído, como el propio árbol madre escuchaba sus plegarias y la ayudaba a detener a todo un éjercito. Lejos de sospechar nada sin duda se sentirían aliviados y agradecidos de contar con tan firme defensora a su lado. Ni tan siquiera debieron de extrañarse al verla desplegar un mapa en el suelo, cerca de ellos, sin ocultarse en modo alguno, algo que sin duda haría alguien que tramase algo malo.
Para cualquiera que mirase ese mapa resultaría sólo una serie de lugares nada reconocibles con unas vívidas ilustraciones de lo más curiosas, extrañas o incluso abstractas. Y con razón, pues no mostraba ninguna región conocida o trazada en ningún otro mapa. Aquel mapa mostraba los sueños y deseos de las personas cercanas, plasmándolos allí de forma clara para la propietaria de tan singular pieza.
Podía ver los suyos propios. Árbol madre y Sandorai a salvo, con sus hermanos celebrando alegremente la llegada de una nueva primavera y el final de la oscuridad. Podía ver a Vincent bromeando con su padre sobre si la magia élfica o la bruja era superior. Veía a Cath interrumpiéndoles imponiendo que un buen puñetazo superaba a su magia.
Junto a sus sueños y deseos podía ver los de otras personas presentes. Parecía que uno de aquellos guardias quería celebrar el rito de unión en cuanto todo aquello acabara con una hermosa elfa de cabello dorado...Catherine deseaba estar en casa con ella. Y podía ver los de aquella Tyri. Usó su práctica con aquel objeto para centrarse en ellos. Quería saberlo todo de ella. Entonces sabría si debía ayudarla, o purificar árbol madre con su cara.
Necesitaban un milagro para que la locura no se extendiera como una plaga...Y solo un ruego desesperado pudo manifestar tal divina intervención ante ellos.
En un primer momento la intensa lluvia pareció ser todo lo que Níniel había logrado. Sorpresiva sí, pero ineficaz por sí sola de detener la descentrada rabía de lo que quedaba del ejército norteño. Incluso Bernat se burló socarronamente de aquel nuevo intento de la elfa peliblanca por detener aquel brote de violencia innecesaria, llegando a preguntar a voz en grito si acaso no quería hacer justicia con el asesino de "su" rey. Al menos en su precipitación no la consideraba una enemiga, lo que tal vez fuera señal de que bajo las circunstancias adecuadas, aquel impetuoso dragón atendería a razones.
Fue entonces cuando todo comenzó. Lo hizo con un leve pero perceptible temblor que solo detuvo a los más suspicaces de los combatientes, que se miraron extrañados entre sí sin entender a qué se debía ese movimiento del suelo, pero continuó con un mucho más visible corrimiento de tierras que alarmó incluso a los más iracundos entre los presentes. Si ya antes de aquello reinaba el caos, cuando unas colosales raíces brotaron del suelo, desplazando toneladas y toneladas de rocas y tierra con una facilidad pasmosa, las cercanías de la base del gran árbol se convirtieron en un sálvese quien pueda.
La expresión victoriosa de Bernat desapareció de su rostro cuando una de aquellas raíces, de varios metros de longitud y al menos uno de diámetro, lanzó sobre él una lluvia de piedras que por poco no lo sepulta. Sorprendido observó su dañado escudo, con el que había logrado protegerse, y acto seguido a su alrededor con el miedo sustituyendo a la alarma en sus ojos. Por doquier sus hombres eran atrapados por decenas y decenas de raíces sin que pudieran hacer gran cosa por evitarlo, ni siquiera huir. Ni siquiera aquellos dragones de elemento fuego lograban más que retrasar unos segundos su captura, pues la lluvia causaba que sus llamas no llegaran a prender. Desconsolado volvió a mirar a Níniel, y la joven supo que acababa de aceptar la derrota.
-¿Podemos hablar ahora?- Preguntó entonces la sacerdotisa deteniendo aquella gruesa raíz que estaba a punto de agarrar al líder dragón como el resto habían hecho con sus tropas. A unos metros de allí, totalmente indemnes, los defensores de árbol madre observaban la escena estupefactos. Los elfos alababan a su sagrado hogar y le agradecían su ayuda en élfico, eufóricos. Catherine sonreía de oreja a oreja, también sorprendida pero orgullosa de su hermana mayor. Procuró no acercarse a ninguna de aquellas raíces por si acaso, eso sí.
-Ya os advertí. No es buena idea hacer enfadar a Nín.- Se jactó.
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Sin un ejército que lo respaldase, aquel líder dragón por fin supo escuchar. Obligado a reflexionar, y con una información ya mucho más completa, pudo entender el gran error que Níniel le había evitado cometer. Evidentemente los elfos no habían dañado a la princesa Henrietta, y en cuanto al asesino del rey Rigobert, contarían con todo el apoyo de los habitantes de Sandorai para su captura, pues evidentemente con su acción había demostrado ser enemigo de ambos pueblos y desear su ruina. Buscar el enfrentamiento de ese modo en aquellas circunstancias incluso permitía la duda de si aquel brujo no era un agente de los jinetes o de algo incluso peor. Níniel lo dudaba. Simplemente era un crío con la marca de la muerte ya no solo en su piel, si no en lo más profundo de su ser.
Con aquello aclarado, y con una jugosa recompensa para quien ayudara a la captura del brujo establecida, lo que restaba de los defensores poco a poco fue reuniéndose en un mismo punto ante la inminencia de un nuevo ataque. Uno posiblemente mucho más duro que los anteriores, pues parecía que los diversos grupos allí reunidos habían logrado toda una serie de victorias que sin duda había transmitido un mensaje muy claro a los jinetes: "No nos rendiremos sin luchar, y no os lo vamos a poner fácil".
-En mi ausencia has ganado en descaro.- Amonestó a Vincent por su efusividad aunque con un tono cómplice que sin duda él sabría captar y por supuesto respondiendo a su gesto. Por muy capaz que el brujo fuera, no podía estar tranquila sabiendo que estaba luchando sin ella.
Sorprendente era la presencia allí de Tyrande, pues Níniel la había visto morir casi entre sus brazos. No tenía duda alguna de que había muerto aquel día en el plano de los jinetes, parecía que había pasado una eternidad desde entonces. Para añadir más extrañeza portaba un segundo Auryn, el cual usó para resucitar a Henrietta, algo imposible pues solo existía uno como el suyo. Además no se sentía como ella, salvo en lo mandona que era. Incluso parecía estar fuera de lugar.
Todo quedó explicado cuando Lucy reveló una información ultrasecreta de la Logia sobre orbes trasladores interdimensiones y la existencia de otros muchos universos. Siendo uno de ellos el de origen de los humanos y bios. Como si sus problemas no fuesen ya lo suficientemente serios pasaban a ser problemas multidimensionales. Las implicaciones de todo aquello, y que la Logia lo supiera manteniéndolo en secreto incluso de una oficial superada solo en rango por el gran inquisidor era...vomitivo. Abrumadoramente vomitivo. Podía haberse hecho tanto con esa información antes...Incluso podían haberse evitado tantas muertes y desastres...Además se sentía de repente todo tan grande que una simple sacerdotisa podía sentirse caer infinitamente ante semejante magnitud.
-Así que aquello no era un simple plano de bolsillo como el mundo de los sueños...realmente estuve...en un aquí alternativo...-Solo aquello ya merecía días de reflexión, lo que unido a su comunión con el árbol madre fácilmente podrían ser semanas, o meses. -Creo que necesito un descanso.- Murmuró siendo atendida por una Catherine que no se había enterado de la mitad de las cosas. A ella las cosas complicadas no le iban, solo las sencillas. Dinero, comida, su hermana, su pelaje...y si había tiempo un poco más de dinero y comida.
-Estoy bien. Solo que...Hay mucho que asimilar aquí.- La tranquilizó manteniendo la compostura. Pero aunque una parte de ella ella seguía allí, otra no podía dejar de pensar en todo aquello. Mostrándose distraída y ausente, aunque respondía si se la hablaba o mencionaba, al menos casi siempre.
Algunos querían que se preparara para atender heridos, otros simplemente su opinión, algún otro que cuidara de ciertas personas. Algunos explicaciones. La princesa Henrietta un relato detallado de lo ocurrido desde que cayese en aquel profundo sueño y lo acontecido a su hermano, aunque solo obtuvo un abrazo y una promesa en aquel momento...De estar en otra situación a la sacerdotisa le hubiese gustado gritarles a todos que se callaran un año o dos antes de que le estallara la cabeza como si fuera uno de los inventos de Chimar...Pero al menos logró saber cuál sería su siguiente paso. Aunque seguramente de no ser por Vincent sí que hubiese terminado gritándole a alguien. Solo su cariño en aquellos difíciles momentos logró verdaderamente volver a centrarla y templar su ánimo.
-Lo sé...- Suspiró como si en aquel suspiro pudiese soltar todas sus preocupaciones. -Todo esto es una locura. Ya no reconozco el mundo en el que vivo...Y Demian, las mentiras de la Logia, Abbey...¿Sabes lo que se siente al sentir lo mismo que un árbol consciente de más de un millón de años?- Trató de esbozar una sonrisa pero no le salió nada ni remotamente parecido.
-Asher y Nausis piensan igual que tú. Y yo también. Me quedaré aquí, contigo, y veré que planea realmente esta "No nuestra Tyrande". Creo que un un sorbo de poción de la verdad bastará. O el mero hecho de comunicarle que estoy en posesión del mismo. Aunque tal vez...Ahora que lo pienso tengo un modo de ver sus sueños y deseos...- Pareció algo más despejada y comenzó a buscar en su bolsa de viaje. -Será mejor que me ponga manos a la obra.- Dijo mucho más firme, depositando en la comisura de los labios del brujo un casto beso y yendo hasta el lugar donde su objetivo debía de estar ya preparándose para el ritual. Ahora la descarada había sido ella.
Ninguno de los vigilantes elfos se movió siquiera al verla cerca del lugar del ritual. Era una de los suyos, una alta sacerdotisa y además la habían visto, o habían oído, como el propio árbol madre escuchaba sus plegarias y la ayudaba a detener a todo un éjercito. Lejos de sospechar nada sin duda se sentirían aliviados y agradecidos de contar con tan firme defensora a su lado. Ni tan siquiera debieron de extrañarse al verla desplegar un mapa en el suelo, cerca de ellos, sin ocultarse en modo alguno, algo que sin duda haría alguien que tramase algo malo.
Para cualquiera que mirase ese mapa resultaría sólo una serie de lugares nada reconocibles con unas vívidas ilustraciones de lo más curiosas, extrañas o incluso abstractas. Y con razón, pues no mostraba ninguna región conocida o trazada en ningún otro mapa. Aquel mapa mostraba los sueños y deseos de las personas cercanas, plasmándolos allí de forma clara para la propietaria de tan singular pieza.
Podía ver los suyos propios. Árbol madre y Sandorai a salvo, con sus hermanos celebrando alegremente la llegada de una nueva primavera y el final de la oscuridad. Podía ver a Vincent bromeando con su padre sobre si la magia élfica o la bruja era superior. Veía a Cath interrumpiéndoles imponiendo que un buen puñetazo superaba a su magia.
Junto a sus sueños y deseos podía ver los de otras personas presentes. Parecía que uno de aquellos guardias quería celebrar el rito de unión en cuanto todo aquello acabara con una hermosa elfa de cabello dorado...Catherine deseaba estar en casa con ella. Y podía ver los de aquella Tyri. Usó su práctica con aquel objeto para centrarse en ellos. Quería saberlo todo de ella. Entonces sabría si debía ayudarla, o purificar árbol madre con su cara.
OFF:
Como sugiere el master que haga, uso el objeto Criptomapa
- Spoiler:
- -Criptomapa: En el mapa encontrarás los sueños y los deseos de las personas que encuentres. Es útil para saber si alguien sueña contigo o con una mujer diferente, o para saber si tiene sueños malvados en contra del bienestar de Aerandir. Lo podrás usar hasta tres veces, luego perderá su efecto. (2/3)
Níniel Thenidiel
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Y sentí que se me iban a salir las tripas, pensé mientras me sujetaba las entrañas y aquel agujero que se hacía cada vez más grande -¡Rayos!- Protesté mientras negaba con la cabeza y veía a aquella molesta vampira reírse de mi desgracia ¿Cómo era posible? Estaba seguro de haber acertado en el golpe directo hacia su abdomen, debería ser ella quien estuviera escupiendo entrañas por un agujero en la panza y no yo.
A mis lados la situación se había descontrolado por completo, era un todos-contra-todos en donde no podía ver ni a las chicas de la llave ni al capitán patatas -¡Maldita sea!- Di una patada al piso quejándome de mi descuido y mi mala suerte, se habían escabullido en medio del caos y ni me había dado cuenta, pero parecía ponerse mucho peor -Ay no- Abri los ojos como platos cuando vi que algo comenzaba a brillar con demasiada intensidad ¿era fuego? Sudé en apenas unos instantes y apenas alcancé a reaccionar para avanzar al frente casi por mero instinto y utilizar el cuerpo de la vampira de voz como escudo para protegerme de aquella ráfaga ardiente.
Abrí los ojos y la herída había desaparecido, respiré aliviado y vi a la vampira en el piso con las entrañas decorando el piso, tal como debía ser, sacudí la cabeza de nuevo para centrarme en lo ocurrido pero antes de poder asimilar los hechos un sonido crudo me sacudió de nuevo, una pesada puerta comenzaba a abrirse y de ella salían los antes desaparecidos, el capitán y las chicas habían conseguido dar con el fulano orbe -Ahí estás- Murmuré por lo bajo, tomé mis dagas y tras girarlas en el aire intercambiándolas de manos avancé hacia la chica con intención de arrancársela de las manos.
Para mi sorpresa, la chica dio un discurso muy breve, al punto que ni tiempo me dio de terminar de caminar hasta donde se encontraba ella, la parte de “una diosa me envió” ciertamente me había perdido, jamás he creído en dioses o entes inmortales, si fueran tan fuertes ayudarían en estos momentos, no obstante la parte de entregarlo a un centinela llamó mi atención de nuevo -Elen es un centinela ¿te refieres a ese tipo de centinela?- Elen era una aliada, y si era a ella a quien había que confiarle tal poder, no podía oponerme pero ¿había otros como ella?
Y si mencionar centinelas no fuera suficiente, la amenaza de jinetes empeoró la situación, guardé mis dagas con la vista al frente, sabía de memoria el lugar y la inclinación ideal para guardarlas en la parte baja de mi espalda -Iré contigo, solo para asegurarme de que sea entregada- Miré a los lados, los cadáveres eran menos que el grupo original, algunos se habían marchado ya, tal vez solo habían estado en el lugar y momento equivocado.
El regreso al barco fue más rápido de lo que parecía, pero durante todo el trayecto e incluso después de haberlo abordado me invadían unas ganas inmensas de volar de una patada al adorable mausú, era tan tierno, aunque no era momento para pensar en tales cosas, varias veces llevé las manos a mi abdomen para asegurarme que ciertamente no había ninguna herida, estaba muy fuera de práctica si aquella vampira había conseguido meterse a mi cabeza con tal facilidad y eficacia.
A mis lados la situación se había descontrolado por completo, era un todos-contra-todos en donde no podía ver ni a las chicas de la llave ni al capitán patatas -¡Maldita sea!- Di una patada al piso quejándome de mi descuido y mi mala suerte, se habían escabullido en medio del caos y ni me había dado cuenta, pero parecía ponerse mucho peor -Ay no- Abri los ojos como platos cuando vi que algo comenzaba a brillar con demasiada intensidad ¿era fuego? Sudé en apenas unos instantes y apenas alcancé a reaccionar para avanzar al frente casi por mero instinto y utilizar el cuerpo de la vampira de voz como escudo para protegerme de aquella ráfaga ardiente.
Abrí los ojos y la herída había desaparecido, respiré aliviado y vi a la vampira en el piso con las entrañas decorando el piso, tal como debía ser, sacudí la cabeza de nuevo para centrarme en lo ocurrido pero antes de poder asimilar los hechos un sonido crudo me sacudió de nuevo, una pesada puerta comenzaba a abrirse y de ella salían los antes desaparecidos, el capitán y las chicas habían conseguido dar con el fulano orbe -Ahí estás- Murmuré por lo bajo, tomé mis dagas y tras girarlas en el aire intercambiándolas de manos avancé hacia la chica con intención de arrancársela de las manos.
Para mi sorpresa, la chica dio un discurso muy breve, al punto que ni tiempo me dio de terminar de caminar hasta donde se encontraba ella, la parte de “una diosa me envió” ciertamente me había perdido, jamás he creído en dioses o entes inmortales, si fueran tan fuertes ayudarían en estos momentos, no obstante la parte de entregarlo a un centinela llamó mi atención de nuevo -Elen es un centinela ¿te refieres a ese tipo de centinela?- Elen era una aliada, y si era a ella a quien había que confiarle tal poder, no podía oponerme pero ¿había otros como ella?
Y si mencionar centinelas no fuera suficiente, la amenaza de jinetes empeoró la situación, guardé mis dagas con la vista al frente, sabía de memoria el lugar y la inclinación ideal para guardarlas en la parte baja de mi espalda -Iré contigo, solo para asegurarme de que sea entregada- Miré a los lados, los cadáveres eran menos que el grupo original, algunos se habían marchado ya, tal vez solo habían estado en el lugar y momento equivocado.
El regreso al barco fue más rápido de lo que parecía, pero durante todo el trayecto e incluso después de haberlo abordado me invadían unas ganas inmensas de volar de una patada al adorable mausú, era tan tierno, aunque no era momento para pensar en tales cosas, varias veces llevé las manos a mi abdomen para asegurarme que ciertamente no había ninguna herida, estaba muy fuera de práctica si aquella vampira había conseguido meterse a mi cabeza con tal facilidad y eficacia.
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Aerandiano de honor
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Cuando volvió en sí, estaba helada. Lo cual era todo un alivio, después de los últimos acontecimientos. Sintió que tiraban de ella y oyó dos voces familiares. No tenía claro de dónde había salido Anastasia ni por qué era tan extraño que ella estuviese allí y no los otros dos brujos. Oh, claro, Anastasia estaba en el ajo, ya la había mencionado el chucho cuando estaban frente al árbol y parecía que Vincent sabía de qué iba todo. Para que luego dijeran que era ella la que los metía en líos.
«Ya me conoces», quiso responderle, «se me da bien colarme donde no debo». Pero al abrir la boca, sintió un dolor agudo seguido del sabor de la sangre. Aún así, no volvió a cerrarla de inmediato, porque en aquel momento entraba por la puerta nada menos que Eilydh Skye. Valeria hubiera jurado que la había visto caer por el balcón.
Su primer instinto, al verla acercarse a ella, fue dar un paso atrás. No podía evitar acordarse del falso Malonar ordenando su muerte al entrar por aquella misma puerta. Sin embargo, el alivio que sintió al notar las manos de la elfa en su cuello cambiaron, al momento, su expresión de sorpresa por una de agradecimiento. Notó el calor extenderse hacia abajo y hacia arriba, desde su garganta, e incluso sintió un leve cosquilleo en su mejilla. Cuando llevó allí la mano, se topó con la costra que había dejado su propia sangre al coagularse. Cuando la elfa la soltó para ir a atender a su tigre, Valeria tomó aire con lágrimas en los ojos. Lágrimas de alivio, pues no sintió dolor alguno.
—¡Putos elfos, putos Lombardi y la mierda que los parió a todos, joder! —exclamó, olvidando los modales aprendidos en la Academia y descargando toda la frustración de la noche. Cerró la boca de golpe y se volvió hacia la elfa—. Es decir, gracias. —Su garganta se sentía un poco delicada aún y su voz sonaba algo rasposa, pero aquello era lo de menos. Lo importante era que estaba viva y su cuerpo ya no parecía querer matarla.
Salió con los demás de la sala y pronto fue evidente el ajetreo que recorría todo el árbol. Cuando llegaron abajo, recordó algo y se separó un momento del grupo. Reconoció en seguida el baúl de la entrada. Con todo el vaivén, había quedado volcado y olvidado. No tuvo ni que acercarse, pues conocía bien lo que buscaba. Extendiendo su éter en aquella dirección, no tardó en traer de vuelta un pequeño dardo y una daga más que familiares*.
Entró en la sala hacia la que iba todo el mundo sujetando su pelo con aquel delgado dardo de metal. Acertó a llegar casi al mismo tiempo que un grupo que venía del exterior, a juzgar por lo empapado de sus ropas. Vincent, por su puesto, pasó de largo a su lado y se encaminó hacia una alta elfa que, ahora recordaba, le había presentado orgullosamente no hacía tanto. Poniendo los ojos en blanco, Valeria se buscó un rincón tranquilo desde el que escuchar lo que se hablaba en la sala.
Para su sorpresa, la conversación se llevó a cabo en lengua común, aunque eso no impidió que se dieran todo tipo de cuchicheos en élfico. La bruja notaba las miradas dirigidas a sus orejas y miraba al frente, como si no entendiera las lindezas que decían de ella quienes no sabían que conocía la lengua.
Se habló mucho y de temas increíbles. Hubo revelaciones, discusiones, acusaciones y hasta un par de frases bien dichas. Algo sacó en claro Valeria de toda aquella pantomima: esa Tyrande, fuera quien fuera, sabía mucho más de lo que contaba. Y con todo el ajetreo que se había organizado, nadie iba a echarla en falta a ella, si se escabullía para averiguar lo que no había sido dicho.
Observaba disimuladamente los alrededores en busca de una posible vía de acceso a la sala en la que se había encerrado la elfa cuando oyó su nombre en boca de una voz familiar. Anastasia parecía nerviosa, preocupada incluso. Val vio brillar en su garganta la joya que aquella elfa le había lanzado. Una de aquellas reliquias que tan importantes parecían. Como esa estúpida capa blanca.
—Claro —dijo simplemente. No insultaría su inteligencia con vanos discursos esperanzadores. Las dos sabían quienes eran: Anastasia la luchadora y Valeria la superviviente.
Sin duda, Valeria tenía toda la intención de salir viva de aquel árbol y esa elfa parecía tener la respuesta al cómo. En eso pensaba mientras observaba partir a Anastasia en dirección al resto de “centinelas”. Fue entonces cuando vio a Vincent despidiéndose de su hermana. El rostro de la bruja se tornó en uno de desagrado. Por alguna razón, aquella imagen la golpeó más fuerte que la cursilada que soltó Vincent cuando se reencontró con su elfa.
Iba a darse la vuelta, mientras alisaba la nota que casi había hecho una pelota con el puño, cuando una extraña idea le hizo pararse en seco. ¿Por qué? ¿Por qué Elen Calhoun la irritaba más que Níniel Thenidiel, más que cualquier otra chica hacia la que alguna vez se hubiera desviado la mirada del joven brujo?
Miró de nuevo hacia aquella mujer, a la que apenas le quedaba un parecido con la niña que había visto por los pasillos y los terrenos del Hekshold. Intentando evocar el rostro de la cría repelente, su mente decidió devolverle, en su lugar, el de la pequeña Lombardi. La niña había muerto entre sus brazos, ignorante de la suerte que habían corrido su padre y su hermano. Su padre se lo había buscado, sin duda, pero aquel chico podría haber vivido de no haber sido tan impulsivo y estúpido. Demasiado tarde se había acordado de su hermana. Le preocupaba que no la fueran a matar a ella, pero ¿en algún momento se había parado a pensar en lo que le quedaba a ella sin él?
Valeria llevó la vista entonces hacia Vincent. No podía verle la cara, abrazado como estaba a su elfa, pero tenía su rostro bien presente en su mente. La sonrisa, el gesto amable, como aquel día, en el mercado. Se dio cuenta de repente de qué era lo que tanto le había atraído de él en un principio y, por primera vez en su vida, se sintió culpable. ¿Acaso había intentado robarle el hermano a aquella cría sin padres?
Bajó la vista, incómoda, y se topó de nuevo con la nota. Anastasia creía que iba a morir, por eso se la había dado. Aquella elfa también lo había dicho: incluso si vencían a esos “jinetes”, los “centinelas” morirían. «¡Porque tú lo digas!», pensó con rabia, estrujando una vez más la maltratada hoja de papel. También su padre pensó que ella moriría. La pequeña y delgaducha Val, ¿cómo iba a sobrevivir a sus hermanos? Y allí estaba, veinte años después, en el mismo centro del poder élfico. ¿Cuántos brujos habían entrado en aquel árbol?
Alzó la vista de nuevo y vio a Níniel dirigirse hacia el lugar por el que había desaparecido la “heroína”. Sus ojos la siguieron por un momento, mientras decía adiós a su idea inicial. Levantó una mano para secarse la lágrima que le corría por la cara y notó que le temblaba. Todo el cuerpo le temblaba, en realidad. «Cálmate», se dijo. «La decisión ya está tomada. El miedo no va a ayudarte». Se obligó a sí misma a respirar hondo unas cuantas veces. Cuando sintió que volvía a estar en control de sus miembros, se acercó a Vincent.
—Se te ha soltado el…
Dejó la frase inacabada, principalmente para que el hombre no tuviera tiempo de comprobar que no se le había soltado nada, y llevó ella misma las manos a una zona al azar de su armadura. Mientras fingía estar asegurando las correas, deslizó disimuladamente la nota de Anastasia en uno de sus bolsillos. Él sabría qué hacer con ella, llegado el momento. Después, se separó un poco de él e hizo salir un juego de pequeños cuchillos arrojadizos de una funda oculta entre su ropa. Sacó una botellita de su bolso y empezó a untar sus afilados proyectiles con el líquido de su interior.
—¿Qué miras, Calhoun? —le dijo al brujo sin apenas levantar la vista—. Me he topado con tres de esos “jinetes” y las tres han intentado matarme en cuanto me han visto. Esto ya es personal.
La bruja no mentía, pero, fiel a su costumbre, tampoco diría toda la verdad.
----------
OFF: *Recupero una daga y un dardo que dejé en el baúl de la entrada cuando nos desarmaron para permitirnos el acceso al Árbol (en el tema anterior).
Subrayado el uso de Filo Venenoso ([Veneno, Limitado, 1 Uso] Envenena un arma o sus proyectiles para que, cuando causen heridas, inhiban la coagulación. Esto disminuye la efectividad de cualquier intento por sanar la herida a la mitad) en mis cuchillos arrojadizos.
Resumen: Reike tiene una revelación acerca del lado más psicológicamente incestuoso de su antigua y malograda relación con Vincent y toma la decisión de reparar una ofensa de la que probablemente ninguno de los Calhoun sea consciente. Me uno al grupo de Eleatril para intentar mantener a Vincent con vida y que pueda reencontrarse con su hermana.
Nota: Obviamente, la referencia acerca de lo repelente que era Elen Calhoun de niña es una apreciación de una Reike celosa. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
«Ya me conoces», quiso responderle, «se me da bien colarme donde no debo». Pero al abrir la boca, sintió un dolor agudo seguido del sabor de la sangre. Aún así, no volvió a cerrarla de inmediato, porque en aquel momento entraba por la puerta nada menos que Eilydh Skye. Valeria hubiera jurado que la había visto caer por el balcón.
Su primer instinto, al verla acercarse a ella, fue dar un paso atrás. No podía evitar acordarse del falso Malonar ordenando su muerte al entrar por aquella misma puerta. Sin embargo, el alivio que sintió al notar las manos de la elfa en su cuello cambiaron, al momento, su expresión de sorpresa por una de agradecimiento. Notó el calor extenderse hacia abajo y hacia arriba, desde su garganta, e incluso sintió un leve cosquilleo en su mejilla. Cuando llevó allí la mano, se topó con la costra que había dejado su propia sangre al coagularse. Cuando la elfa la soltó para ir a atender a su tigre, Valeria tomó aire con lágrimas en los ojos. Lágrimas de alivio, pues no sintió dolor alguno.
—¡Putos elfos, putos Lombardi y la mierda que los parió a todos, joder! —exclamó, olvidando los modales aprendidos en la Academia y descargando toda la frustración de la noche. Cerró la boca de golpe y se volvió hacia la elfa—. Es decir, gracias. —Su garganta se sentía un poco delicada aún y su voz sonaba algo rasposa, pero aquello era lo de menos. Lo importante era que estaba viva y su cuerpo ya no parecía querer matarla.
Salió con los demás de la sala y pronto fue evidente el ajetreo que recorría todo el árbol. Cuando llegaron abajo, recordó algo y se separó un momento del grupo. Reconoció en seguida el baúl de la entrada. Con todo el vaivén, había quedado volcado y olvidado. No tuvo ni que acercarse, pues conocía bien lo que buscaba. Extendiendo su éter en aquella dirección, no tardó en traer de vuelta un pequeño dardo y una daga más que familiares*.
Entró en la sala hacia la que iba todo el mundo sujetando su pelo con aquel delgado dardo de metal. Acertó a llegar casi al mismo tiempo que un grupo que venía del exterior, a juzgar por lo empapado de sus ropas. Vincent, por su puesto, pasó de largo a su lado y se encaminó hacia una alta elfa que, ahora recordaba, le había presentado orgullosamente no hacía tanto. Poniendo los ojos en blanco, Valeria se buscó un rincón tranquilo desde el que escuchar lo que se hablaba en la sala.
Para su sorpresa, la conversación se llevó a cabo en lengua común, aunque eso no impidió que se dieran todo tipo de cuchicheos en élfico. La bruja notaba las miradas dirigidas a sus orejas y miraba al frente, como si no entendiera las lindezas que decían de ella quienes no sabían que conocía la lengua.
Se habló mucho y de temas increíbles. Hubo revelaciones, discusiones, acusaciones y hasta un par de frases bien dichas. Algo sacó en claro Valeria de toda aquella pantomima: esa Tyrande, fuera quien fuera, sabía mucho más de lo que contaba. Y con todo el ajetreo que se había organizado, nadie iba a echarla en falta a ella, si se escabullía para averiguar lo que no había sido dicho.
Observaba disimuladamente los alrededores en busca de una posible vía de acceso a la sala en la que se había encerrado la elfa cuando oyó su nombre en boca de una voz familiar. Anastasia parecía nerviosa, preocupada incluso. Val vio brillar en su garganta la joya que aquella elfa le había lanzado. Una de aquellas reliquias que tan importantes parecían. Como esa estúpida capa blanca.
—Claro —dijo simplemente. No insultaría su inteligencia con vanos discursos esperanzadores. Las dos sabían quienes eran: Anastasia la luchadora y Valeria la superviviente.
Sin duda, Valeria tenía toda la intención de salir viva de aquel árbol y esa elfa parecía tener la respuesta al cómo. En eso pensaba mientras observaba partir a Anastasia en dirección al resto de “centinelas”. Fue entonces cuando vio a Vincent despidiéndose de su hermana. El rostro de la bruja se tornó en uno de desagrado. Por alguna razón, aquella imagen la golpeó más fuerte que la cursilada que soltó Vincent cuando se reencontró con su elfa.
Iba a darse la vuelta, mientras alisaba la nota que casi había hecho una pelota con el puño, cuando una extraña idea le hizo pararse en seco. ¿Por qué? ¿Por qué Elen Calhoun la irritaba más que Níniel Thenidiel, más que cualquier otra chica hacia la que alguna vez se hubiera desviado la mirada del joven brujo?
Miró de nuevo hacia aquella mujer, a la que apenas le quedaba un parecido con la niña que había visto por los pasillos y los terrenos del Hekshold. Intentando evocar el rostro de la cría repelente, su mente decidió devolverle, en su lugar, el de la pequeña Lombardi. La niña había muerto entre sus brazos, ignorante de la suerte que habían corrido su padre y su hermano. Su padre se lo había buscado, sin duda, pero aquel chico podría haber vivido de no haber sido tan impulsivo y estúpido. Demasiado tarde se había acordado de su hermana. Le preocupaba que no la fueran a matar a ella, pero ¿en algún momento se había parado a pensar en lo que le quedaba a ella sin él?
Valeria llevó la vista entonces hacia Vincent. No podía verle la cara, abrazado como estaba a su elfa, pero tenía su rostro bien presente en su mente. La sonrisa, el gesto amable, como aquel día, en el mercado. Se dio cuenta de repente de qué era lo que tanto le había atraído de él en un principio y, por primera vez en su vida, se sintió culpable. ¿Acaso había intentado robarle el hermano a aquella cría sin padres?
Bajó la vista, incómoda, y se topó de nuevo con la nota. Anastasia creía que iba a morir, por eso se la había dado. Aquella elfa también lo había dicho: incluso si vencían a esos “jinetes”, los “centinelas” morirían. «¡Porque tú lo digas!», pensó con rabia, estrujando una vez más la maltratada hoja de papel. También su padre pensó que ella moriría. La pequeña y delgaducha Val, ¿cómo iba a sobrevivir a sus hermanos? Y allí estaba, veinte años después, en el mismo centro del poder élfico. ¿Cuántos brujos habían entrado en aquel árbol?
Alzó la vista de nuevo y vio a Níniel dirigirse hacia el lugar por el que había desaparecido la “heroína”. Sus ojos la siguieron por un momento, mientras decía adiós a su idea inicial. Levantó una mano para secarse la lágrima que le corría por la cara y notó que le temblaba. Todo el cuerpo le temblaba, en realidad. «Cálmate», se dijo. «La decisión ya está tomada. El miedo no va a ayudarte». Se obligó a sí misma a respirar hondo unas cuantas veces. Cuando sintió que volvía a estar en control de sus miembros, se acercó a Vincent.
—Se te ha soltado el…
Dejó la frase inacabada, principalmente para que el hombre no tuviera tiempo de comprobar que no se le había soltado nada, y llevó ella misma las manos a una zona al azar de su armadura. Mientras fingía estar asegurando las correas, deslizó disimuladamente la nota de Anastasia en uno de sus bolsillos. Él sabría qué hacer con ella, llegado el momento. Después, se separó un poco de él e hizo salir un juego de pequeños cuchillos arrojadizos de una funda oculta entre su ropa. Sacó una botellita de su bolso y empezó a untar sus afilados proyectiles con el líquido de su interior.
—¿Qué miras, Calhoun? —le dijo al brujo sin apenas levantar la vista—. Me he topado con tres de esos “jinetes” y las tres han intentado matarme en cuanto me han visto. Esto ya es personal.
La bruja no mentía, pero, fiel a su costumbre, tampoco diría toda la verdad.
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OFF: *Recupero una daga y un dardo que dejé en el baúl de la entrada cuando nos desarmaron para permitirnos el acceso al Árbol (en el tema anterior).
Subrayado el uso de Filo Venenoso ([Veneno, Limitado, 1 Uso] Envenena un arma o sus proyectiles para que, cuando causen heridas, inhiban la coagulación. Esto disminuye la efectividad de cualquier intento por sanar la herida a la mitad) en mis cuchillos arrojadizos.
Resumen: Reike tiene una revelación acerca del lado más psicológicamente incestuoso de su antigua y malograda relación con Vincent y toma la decisión de reparar una ofensa de la que probablemente ninguno de los Calhoun sea consciente. Me uno al grupo de Eleatril para intentar mantener a Vincent con vida y que pueda reencontrarse con su hermana.
Nota: Obviamente, la referencia acerca de lo repelente que era Elen Calhoun de niña es una apreciación de una Reike celosa. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Reike
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Todo sucedió muy deprisa. La adrenalina de su cuerpo empezaba a disminuir, devolviéndole los temblores y las dolencias que había ignorado por unos momentos. Le pesaba todo el cuerpo, estaba cansada, pero parecían estar a salvo.
Su respiración, aun acelerada y entrecortada, tardaría un poco en volver a la normalidad, tiempo en el que la morena no apartó la miraba de donde había estado el elfo, con temor a que, si se daba la vuelta, o simplemente parpadeaba, este volviese a aparecer o, peor aún, los volviese a meter en una ilusión.
Pero, como si alguien se lo gritase a sus espaldas, un pensamiento la hizo volver a la realidad.
Uriel. ¿Estaría herido?
Se apresuró en buscar a su pequeño compañero, esperando que se encontrase bien.
No podía dejar mirar aquella enorme bola de fuego sobre sus cabezas. Se sentía perdida, sola, aterrada…
Había intentado no separarse mucho de Anders y de Uri, el simple hecho de tenerlos visiblemente cerca la reconfortaba, ya que eran las únicas personas que conocía allí.
Se cruzó de brazos, apartando la atención de aquel ojo de fuego para atender a la conversación que estaban teniendo un poco más adelante, que parecía concernirles a todos.
No terminaba de entender lo que estaba sucediendo, incluso había llegado ahí sin saber muy bien de que iba todo aquello. Pero algo estaba claro, si realmente había otros mundos, la bruja no veía bien dejar libres aquellos seres tan peligrosos. Pero… tampoco podía ayudar si ellos mismos no estaban protegidos. Miraba a cada una de las personas que empezaban a posicionarse en un bando u otro, esperando que aquello le ayudase a tomar una decisión.
Fue entonces cuando vio caras conocidas, como aquel elfo con el que había viajado a Lunargenta o la bruja de la academia. Le hubiese gustado sonreír, acercarse a ellos y buscar algo de consuelo, pero no había tiempo que perder.
Las palabras de Melena Blanca casi convencieron a la chica, de no ser por su propia personalidad. Nahir seguía viva casi por casualidad, ella no era una luchadora, no se sentía capaz de ser útil en aquel tipo de situación, así que se posicionó del lado de Tyrande, si no sabía cómo atacar, al menos ayudaría en todo lo que pudiese en defender.
Se acercó a una esquina, donde había una mujer sentada, también estaba Uri y una elfa. El pequeño tenía cara de haber hecho algo mal.
- ¿Todo bien? – después de todo lo que había pasado esos días, le era difícil acercase a un elfo y no poder evitar esperar que le sucediese algo malo.
Conocía aquella mirada de dolor y desesperación, y por un momento, la bruja se sintió muy egoísta. Ella, a fin de cuentas, se encontraba sola, pero ahí habían familias y amigos. Aquello aun no había terminado, pero mucho ya lo habría perdido todo.
- Vamos…- le tendió la mano a la elfa que estaba en el suelo, para ayudarla a levantarse. –Sé que es duro, pero hay que terminar esto.
- ¿Por donde empezamos? – preguntó mirando a los tres, intentando mostrarse positiva, o al menos tanto como la situación de lo permitía.
Su respiración, aun acelerada y entrecortada, tardaría un poco en volver a la normalidad, tiempo en el que la morena no apartó la miraba de donde había estado el elfo, con temor a que, si se daba la vuelta, o simplemente parpadeaba, este volviese a aparecer o, peor aún, los volviese a meter en una ilusión.
Pero, como si alguien se lo gritase a sus espaldas, un pensamiento la hizo volver a la realidad.
Uriel. ¿Estaría herido?
Se apresuró en buscar a su pequeño compañero, esperando que se encontrase bien.
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No podía dejar mirar aquella enorme bola de fuego sobre sus cabezas. Se sentía perdida, sola, aterrada…
Había intentado no separarse mucho de Anders y de Uri, el simple hecho de tenerlos visiblemente cerca la reconfortaba, ya que eran las únicas personas que conocía allí.
Se cruzó de brazos, apartando la atención de aquel ojo de fuego para atender a la conversación que estaban teniendo un poco más adelante, que parecía concernirles a todos.
No terminaba de entender lo que estaba sucediendo, incluso había llegado ahí sin saber muy bien de que iba todo aquello. Pero algo estaba claro, si realmente había otros mundos, la bruja no veía bien dejar libres aquellos seres tan peligrosos. Pero… tampoco podía ayudar si ellos mismos no estaban protegidos. Miraba a cada una de las personas que empezaban a posicionarse en un bando u otro, esperando que aquello le ayudase a tomar una decisión.
Fue entonces cuando vio caras conocidas, como aquel elfo con el que había viajado a Lunargenta o la bruja de la academia. Le hubiese gustado sonreír, acercarse a ellos y buscar algo de consuelo, pero no había tiempo que perder.
Las palabras de Melena Blanca casi convencieron a la chica, de no ser por su propia personalidad. Nahir seguía viva casi por casualidad, ella no era una luchadora, no se sentía capaz de ser útil en aquel tipo de situación, así que se posicionó del lado de Tyrande, si no sabía cómo atacar, al menos ayudaría en todo lo que pudiese en defender.
Se acercó a una esquina, donde había una mujer sentada, también estaba Uri y una elfa. El pequeño tenía cara de haber hecho algo mal.
- ¿Todo bien? – después de todo lo que había pasado esos días, le era difícil acercase a un elfo y no poder evitar esperar que le sucediese algo malo.
Conocía aquella mirada de dolor y desesperación, y por un momento, la bruja se sintió muy egoísta. Ella, a fin de cuentas, se encontraba sola, pero ahí habían familias y amigos. Aquello aun no había terminado, pero mucho ya lo habría perdido todo.
- Vamos…- le tendió la mano a la elfa que estaba en el suelo, para ayudarla a levantarse. –Sé que es duro, pero hay que terminar esto.
- ¿Por donde empezamos? – preguntó mirando a los tres, intentando mostrarse positiva, o al menos tanto como la situación de lo permitía.
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Sin dejar de apoyarse en el leónico, que seguía sosteniéndola para que pudiese caminar con normalidad, la vampira observó el lugar en que habían aparecido tras cruzar el portal del Oblivion, y el alegre recibimiento que los locales estaban dando a Tyrande, cosa que no le extrañó en absoluto, no sabiendo las circunstancias en que había desaparecido tiempo atrás, sacrificándose para que el resto pudiesen escapar. - Gracias Ja’zad. - dijo en voz baja, mientras escrutaba con la mirada a los presentes.
El lugar estaba abarrotado de gente, y muchos de los allí congregados eran conocidos de la benjamina de los Calhoun, amigos, compañeros de fatigas e incluso algunos de sus hermanos Centinelas. - ¿Cómo hemos llegado todos hasta aquí? - se preguntó mentalmente, pero no era momento de indagar al respecto, no con la seria conversación que estaba teniendo lugar entre la elfa y una de las hechiceras de la logia.
La señora de sombras frunció el ceño al escuchar la postura de Tyrande, ¿cerrar las fronteras de Aerandir y dejar que los Tarmúnil siguiesen campando a sus anchas y destruyendo otros planos? ¿cómo podía siquiera considerar algo semejante después de todo el daño que habían causado a aquel mundo? No, dejarlos vivos no era una opción, no para ella, ni tampoco para otros de los que habían acudido hasta allí, empezando por Melena Blanca. - Suéltame Imargo, creo que podré sola. - pidió, irguiéndose antes de acudir junto al leónico para apoyarlo.
- Que decepción Tyrande, que tú, precisamente tú, la que destruyó a Verzhela Tarmúnil ante mis ojos ahora decidas rendirte y dar un paso atrás en esta batalla… no, estoy con Melena Blanca, podemos acabar con ellos, ya viste que es posible, ¡acabamos de matar a Elessar frente a su maldita torre! - intervino, movida por la sed de venganza y por el deseo de volver a experimentar la sensación que la había invadido al asesinar a su enemigo con sus propias manos. - No temo a la muerte, desde el principio supe que mi destino estaría ligado al de esa escoria hasta el final… y si el precio a pagar por arrastrarlos al infierno es ese, lo pagaré gustosa… - prosiguió con seriedad, consciente de que siempre lo había sabido, la probabilidad de que su vida acabase junto a la de los jinetes era abrumadora.
- Yo lucharé contigo hermano, hasta mi último aliento. - añadió, mirando al león.
No tenía más que decir al respecto, así que aguardó desde su sitio a que los demás tomasen un bando, sorprendiéndose al ver ciertos rostros en la reunión. - Anastasia. - susurró al encontrar a su amiga entre la multitud, pero antes de que pudiese salir corriendo hacia ella para disculparse por lo sucedido en el Oblivion, Eltrant y una muchacha se le acercaron.
- ¿Lyn? - inquirió confusa al ver el cambio de aspecto de su congénere, que parecía más mayor de lo habitual. - Estáis conmigo, es un alivio contar con vuestra ayuda… y no te preocupes, las sombras y yo somos un solo ser ahora, buscamos lo mismo, terminar con todo esto. - respondió a la joven, para luego dirigirse al mercenario. - El Coleccionista… qué tiempos aquellos, sí, todo era más fácil entonces, pero no os preocupéis, si trabajamos juntos lo lograremos. - aseguró, mientras las almas del medallón la animaban desde dentro.
Y cuando parecía que por fin podría reunirse con la Boisson, Asher salió para acusar a Tyrande de ser una impostora, sospecha que fue cobrando fuerza a ojos de la Centinela del sur conforme escuchaba las palabras de su compañero de armas, sobre todo por su cambio de actitud tan drástico. - ¿Y si fuera cierto? - caviló, dedicando una mirada cargada de desconfianza a la elfa, a pesar de que hubiese devuelto el rubí de sangre a su legítima portadora.
Cuando la mismísima defensora de Árbol Madre tomó la palabra para dar la razón al hombre bestia muchos de sus seguidores sintieron que el alma se les caía al suelo, no era la persona que conocían, solo una versión de ella, venida del que ahora era el hogar del enemigo. Y a pesar de ello, consiguió que los elfos se pusiesen de su lado, empezando por la hija de la verdadera Tyrande.
Poco a poco la situación se iba complicando y volviendo más y más extraña, pero el tiempo apremiaba, debían darse prisa y organizar una estrategia de combate, tanto si decidían acudir al Oblivion como si optaban por luchar en los dos frentes, así que se mantuvo junto a Melena Blanca, esperando que el resto de guardianes se uniesen a ellos.
- ¡Elen! - escuchó una voz a su espalda, y solo le dio tiempo de girarse antes de verse envuelta por unos fuertes brazos, unos que conocía bien. - Vince. - susurró en respuesta, devolviendo el abrazo a su querido hermano, aunque pronto su alegría dejó paso a una visible preocupación, había algo distinto en él… en su aura. - ¿Vince? ¿qué te ha…? - no tuvo que terminar la pregunta, pues supo la respuesta nada más ver lo que el brujo portaba consigo. - La capa… no, tú no… - musitó, aferrando con fuerza los brazos del hechicero mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Aquello no podía estar pasando, ¿qué pecado había cometido su familia para que la desgracia se cebase con ellos de esa manera? ¿no bastaba con que ella estuviese dispuesta a sacrificarse en aquella batalla? ¿por qué tenía que exponerse él también? ¿por qué tenía que lidiar su hermano con la maldita oscuridad que llevaba atormentándola tantos años a ella? - ¿Cómo ha pasado? ¿cuándo? - preguntó, sin entender que Melena Blanca ya no fuese el portador de la reliquia y que hubiese acabado en manos del brujo.
Dejando que las lágrimas se desbordasen por sus mejillas, Elen abrazó al rubio, tratando de asimilar el mazazo emocional que acababa de llevarse al descubrir que se había convertido en uno de los Centinelas. ¿Cómo iba a pelear en aquel estado? La presencia de Vincent en la batalla terminaría desconcentrándola, era inevitable, tarde o temprano se preocuparía por él y cometería algún error para defenderlo.
Recomponerse de la noticia le llevó unos minutos, y aunque quería que le contase detalladamente todo lo que había pasado desde la última vez que se habían visto, pronto el hechicero tuvo que separarse de ella para ir junto a Níniel, a la cual también tendría mucho que contar sin duda.
- ¿Qué voy a hacer ahora? - se preguntó interiormente, llevándose una mano a la cabeza, pero una cálida sensación de alivio se apoderó de todo su ser en cuanto Alister entró en escena, abriéndose paso entre la gente para llegar a ella y estrecharla contra su pecho. - No sabes cuánto miedo he pasado, no vuelvas a desaparecer de esa manera. - susurró el dragón contra los cenicientos cabellos de la vampira, sintiendo como la angustia que había atenazado su corazón desde que los perros de Elessar la arrastraron al Oblivion se desvanecía por fin.
- ¿Estás bien? ¿te han hecho algo? - inquirió poco después, apartándola ligeramente de sí, lo justo para poder verle la cara. La criatura de la noche negó con la cabeza mientras las lágrimas seguían recorriendo su rostro, no estaba bien, no después de lo que acababa de descubrir. - Vincent… la capa… - consiguió articular entre sollozos, y para el cazador no hizo falta nada más, volvió a abrazarla con fuerza. - Lo sé, lo sé… siento que esto haya pasado pero no podemos darnos por vencidos, no ahora que estamos tan cerca de acabar con ellos, lucharemos y ganaremos, Vincent volverá a ser libre. - le aseguró, tratando de darle todo el ánimo posible.
- Los destruiremos, juntos, porque ésta vez no pienso quedarme esperando a este lado… iré contigo al Oblivion, sé que no puedo matarlos pero puedo darte todo el apoyo que necesites. - continuó poco después, volviendo a separarse un poco de la benjamina de los Calhoun. - No llores más, vamos a acabar con esto de una vez por todas, y luego tú y yo nos marcharemos lejos, donde nada pueda volver a hacerte daño. - siguió hablando, mostrando el optimismo que a veces la joven le envidiaba.
Dicho aquello, la señora de sombras se secó las mejillas y asintió levemente, para luego reunirse con los demás y escuchar atentamente la estrategia que Asher comenzaba a planear para aprovechar las ventajas que cada uno de ellos poseía en combate. Y justo después de eso llegó el momento que esperaba y temía a partes iguales, su reencuentro con Anastasia tras dejarla en la torre de los Tarmúnil.
Ambas habían compartido tanto desde el día en que se toparon por casualidad en Cala de la Luna, ella la había apoyado durante la ardua batalla contra Mortagglia y sus seguidores, y la cazadora se lo había devuelto con creces al acompañarla a la guarida de Vladimir, donde su diferencia de opiniones había puesto a prueba la amistad que tenían hasta el punto de enfrentarlas. Pero ni siquiera eso, ni tampoco el hecho de que se hubiese transformado en uno de esos seres que la Boisson tanto odiaba había conseguido romper el vínculo que existía entre ellas, nada podría separarlas ya.
- Anastasia perdóname, perdóname por no haber sido capaz de liberarte de esa jaula, lo intenté, hice cuanto pude pero no fue suficiente. - comenzó a decir, bajando la cabeza. - No pude sacarte de la torre pero no pensaba abandonarte a tu suerte, tienes que creerme, estaba dispuesta a regresar y a sacudir hasta la última piedra de ese lugar con tal de rescatarte… por nada del mundo te habría dejado allí. - continuó, buscando la mirada de la Maestra cazadora.
- Una vez más vamos juntas a la batalla y no podría confiar mi espalda a nadie mejor que tú, podemos hacerlo, vamos a terminar con esos malnacidos, y del mismo modo que yo cuento con tu apoyo tienes que saber que cuentas con el mío, cuando estemos en el Oblivion lucharemos codo con codo hasta el final. - dijo con seriedad, para acto seguido avanzar hacia la hechicera y abrazarla, quizá no tuviese otra ocasión para hacerlo así que no iba a reprimirse. - Gracias por todos estos años, por todo lo que hemos compartido. - musitó, e instantes después la soltó para volver a encontrarse con su hermano, que tras pensar en todas las posibilidades, había optado por quedarse a defender Árbol Madre.
En parte la decisión del brujo fue un alivio, pero no podía quedarse del todo tranquila ya que si los jinetes regresaban a Aerandir él sería el único Centinela que quedaría para hacerles frente. - Envíamelos, los recibiré como se merecen. - respondió, clavando sus verdes ojos en los del rubio. - Siempre has estado ahí para mí, incluso en los peores momentos, gracias Vince… nos veremos a mi vuelta así que cuídate mucho. - añadió, colocando brevemente una de sus manos en la mejilla del Calhoun a pesar de las escasas probabilidades de que aquello llegase a ocurrir, no quería despedirse de él, tampoco era algo que pudiese afrontar en aquel momento.
- Bien, nosotros estamos listos… Alister también vendrá al Oblivion, y si me llegara a pasar algo a mí… el medallón solar pasaría a sus manos. - informó poco después, volviendo a reunirse con sus hermanos. - Pero Elen, no debemos ponernos en lo peor. - replicó de inmediato el dragón, consiguiendo que la de cabellos cenicientos alzase una mano para detenerlo. - No me pongo en lo peor, solo soy precavida. - le cortó con suavidad. - Esa es mi decisión, la reliquia es mía a fin de cuentas y puedo legarla a quien quiera… sé que es una carga pesada pero no se me ocurre nadie más indicado para continuar con esta misión si llegó a caer. - prosiguió, a pesar de conocer las consecuencias que ello conllevaría para el alado.
Alister también tenía una cuenta pendiente con los jinetes por la muerte de su hermana, sabría dar buen uso del colgante para destruir al enemigo aunque ella no estuviese para guiarlo. - No temas, no pienso ponérselo fácil, ni tampoco mis sombras. - comentó, acariciando el artefacto y escuchando las voces de las almas que contenía, todas ansiosas por salir a combatir.
Off: Me sumo a los tocho posts
En resumen, Elen interviene en la conversación de Melena Blanca y Tyrande y se posiciona del lado del leónico, también interactúa con Eltrant, Lyn, Vincent, Asher, Huri y se reencuentra con su querido Alister <3
El lugar estaba abarrotado de gente, y muchos de los allí congregados eran conocidos de la benjamina de los Calhoun, amigos, compañeros de fatigas e incluso algunos de sus hermanos Centinelas. - ¿Cómo hemos llegado todos hasta aquí? - se preguntó mentalmente, pero no era momento de indagar al respecto, no con la seria conversación que estaba teniendo lugar entre la elfa y una de las hechiceras de la logia.
La señora de sombras frunció el ceño al escuchar la postura de Tyrande, ¿cerrar las fronteras de Aerandir y dejar que los Tarmúnil siguiesen campando a sus anchas y destruyendo otros planos? ¿cómo podía siquiera considerar algo semejante después de todo el daño que habían causado a aquel mundo? No, dejarlos vivos no era una opción, no para ella, ni tampoco para otros de los que habían acudido hasta allí, empezando por Melena Blanca. - Suéltame Imargo, creo que podré sola. - pidió, irguiéndose antes de acudir junto al leónico para apoyarlo.
- Que decepción Tyrande, que tú, precisamente tú, la que destruyó a Verzhela Tarmúnil ante mis ojos ahora decidas rendirte y dar un paso atrás en esta batalla… no, estoy con Melena Blanca, podemos acabar con ellos, ya viste que es posible, ¡acabamos de matar a Elessar frente a su maldita torre! - intervino, movida por la sed de venganza y por el deseo de volver a experimentar la sensación que la había invadido al asesinar a su enemigo con sus propias manos. - No temo a la muerte, desde el principio supe que mi destino estaría ligado al de esa escoria hasta el final… y si el precio a pagar por arrastrarlos al infierno es ese, lo pagaré gustosa… - prosiguió con seriedad, consciente de que siempre lo había sabido, la probabilidad de que su vida acabase junto a la de los jinetes era abrumadora.
- Yo lucharé contigo hermano, hasta mi último aliento. - añadió, mirando al león.
No tenía más que decir al respecto, así que aguardó desde su sitio a que los demás tomasen un bando, sorprendiéndose al ver ciertos rostros en la reunión. - Anastasia. - susurró al encontrar a su amiga entre la multitud, pero antes de que pudiese salir corriendo hacia ella para disculparse por lo sucedido en el Oblivion, Eltrant y una muchacha se le acercaron.
- ¿Lyn? - inquirió confusa al ver el cambio de aspecto de su congénere, que parecía más mayor de lo habitual. - Estáis conmigo, es un alivio contar con vuestra ayuda… y no te preocupes, las sombras y yo somos un solo ser ahora, buscamos lo mismo, terminar con todo esto. - respondió a la joven, para luego dirigirse al mercenario. - El Coleccionista… qué tiempos aquellos, sí, todo era más fácil entonces, pero no os preocupéis, si trabajamos juntos lo lograremos. - aseguró, mientras las almas del medallón la animaban desde dentro.
Y cuando parecía que por fin podría reunirse con la Boisson, Asher salió para acusar a Tyrande de ser una impostora, sospecha que fue cobrando fuerza a ojos de la Centinela del sur conforme escuchaba las palabras de su compañero de armas, sobre todo por su cambio de actitud tan drástico. - ¿Y si fuera cierto? - caviló, dedicando una mirada cargada de desconfianza a la elfa, a pesar de que hubiese devuelto el rubí de sangre a su legítima portadora.
Cuando la mismísima defensora de Árbol Madre tomó la palabra para dar la razón al hombre bestia muchos de sus seguidores sintieron que el alma se les caía al suelo, no era la persona que conocían, solo una versión de ella, venida del que ahora era el hogar del enemigo. Y a pesar de ello, consiguió que los elfos se pusiesen de su lado, empezando por la hija de la verdadera Tyrande.
Poco a poco la situación se iba complicando y volviendo más y más extraña, pero el tiempo apremiaba, debían darse prisa y organizar una estrategia de combate, tanto si decidían acudir al Oblivion como si optaban por luchar en los dos frentes, así que se mantuvo junto a Melena Blanca, esperando que el resto de guardianes se uniesen a ellos.
- ¡Elen! - escuchó una voz a su espalda, y solo le dio tiempo de girarse antes de verse envuelta por unos fuertes brazos, unos que conocía bien. - Vince. - susurró en respuesta, devolviendo el abrazo a su querido hermano, aunque pronto su alegría dejó paso a una visible preocupación, había algo distinto en él… en su aura. - ¿Vince? ¿qué te ha…? - no tuvo que terminar la pregunta, pues supo la respuesta nada más ver lo que el brujo portaba consigo. - La capa… no, tú no… - musitó, aferrando con fuerza los brazos del hechicero mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Aquello no podía estar pasando, ¿qué pecado había cometido su familia para que la desgracia se cebase con ellos de esa manera? ¿no bastaba con que ella estuviese dispuesta a sacrificarse en aquella batalla? ¿por qué tenía que exponerse él también? ¿por qué tenía que lidiar su hermano con la maldita oscuridad que llevaba atormentándola tantos años a ella? - ¿Cómo ha pasado? ¿cuándo? - preguntó, sin entender que Melena Blanca ya no fuese el portador de la reliquia y que hubiese acabado en manos del brujo.
Dejando que las lágrimas se desbordasen por sus mejillas, Elen abrazó al rubio, tratando de asimilar el mazazo emocional que acababa de llevarse al descubrir que se había convertido en uno de los Centinelas. ¿Cómo iba a pelear en aquel estado? La presencia de Vincent en la batalla terminaría desconcentrándola, era inevitable, tarde o temprano se preocuparía por él y cometería algún error para defenderlo.
Recomponerse de la noticia le llevó unos minutos, y aunque quería que le contase detalladamente todo lo que había pasado desde la última vez que se habían visto, pronto el hechicero tuvo que separarse de ella para ir junto a Níniel, a la cual también tendría mucho que contar sin duda.
- ¿Qué voy a hacer ahora? - se preguntó interiormente, llevándose una mano a la cabeza, pero una cálida sensación de alivio se apoderó de todo su ser en cuanto Alister entró en escena, abriéndose paso entre la gente para llegar a ella y estrecharla contra su pecho. - No sabes cuánto miedo he pasado, no vuelvas a desaparecer de esa manera. - susurró el dragón contra los cenicientos cabellos de la vampira, sintiendo como la angustia que había atenazado su corazón desde que los perros de Elessar la arrastraron al Oblivion se desvanecía por fin.
- ¿Estás bien? ¿te han hecho algo? - inquirió poco después, apartándola ligeramente de sí, lo justo para poder verle la cara. La criatura de la noche negó con la cabeza mientras las lágrimas seguían recorriendo su rostro, no estaba bien, no después de lo que acababa de descubrir. - Vincent… la capa… - consiguió articular entre sollozos, y para el cazador no hizo falta nada más, volvió a abrazarla con fuerza. - Lo sé, lo sé… siento que esto haya pasado pero no podemos darnos por vencidos, no ahora que estamos tan cerca de acabar con ellos, lucharemos y ganaremos, Vincent volverá a ser libre. - le aseguró, tratando de darle todo el ánimo posible.
- Los destruiremos, juntos, porque ésta vez no pienso quedarme esperando a este lado… iré contigo al Oblivion, sé que no puedo matarlos pero puedo darte todo el apoyo que necesites. - continuó poco después, volviendo a separarse un poco de la benjamina de los Calhoun. - No llores más, vamos a acabar con esto de una vez por todas, y luego tú y yo nos marcharemos lejos, donde nada pueda volver a hacerte daño. - siguió hablando, mostrando el optimismo que a veces la joven le envidiaba.
Dicho aquello, la señora de sombras se secó las mejillas y asintió levemente, para luego reunirse con los demás y escuchar atentamente la estrategia que Asher comenzaba a planear para aprovechar las ventajas que cada uno de ellos poseía en combate. Y justo después de eso llegó el momento que esperaba y temía a partes iguales, su reencuentro con Anastasia tras dejarla en la torre de los Tarmúnil.
Ambas habían compartido tanto desde el día en que se toparon por casualidad en Cala de la Luna, ella la había apoyado durante la ardua batalla contra Mortagglia y sus seguidores, y la cazadora se lo había devuelto con creces al acompañarla a la guarida de Vladimir, donde su diferencia de opiniones había puesto a prueba la amistad que tenían hasta el punto de enfrentarlas. Pero ni siquiera eso, ni tampoco el hecho de que se hubiese transformado en uno de esos seres que la Boisson tanto odiaba había conseguido romper el vínculo que existía entre ellas, nada podría separarlas ya.
- Anastasia perdóname, perdóname por no haber sido capaz de liberarte de esa jaula, lo intenté, hice cuanto pude pero no fue suficiente. - comenzó a decir, bajando la cabeza. - No pude sacarte de la torre pero no pensaba abandonarte a tu suerte, tienes que creerme, estaba dispuesta a regresar y a sacudir hasta la última piedra de ese lugar con tal de rescatarte… por nada del mundo te habría dejado allí. - continuó, buscando la mirada de la Maestra cazadora.
- Una vez más vamos juntas a la batalla y no podría confiar mi espalda a nadie mejor que tú, podemos hacerlo, vamos a terminar con esos malnacidos, y del mismo modo que yo cuento con tu apoyo tienes que saber que cuentas con el mío, cuando estemos en el Oblivion lucharemos codo con codo hasta el final. - dijo con seriedad, para acto seguido avanzar hacia la hechicera y abrazarla, quizá no tuviese otra ocasión para hacerlo así que no iba a reprimirse. - Gracias por todos estos años, por todo lo que hemos compartido. - musitó, e instantes después la soltó para volver a encontrarse con su hermano, que tras pensar en todas las posibilidades, había optado por quedarse a defender Árbol Madre.
En parte la decisión del brujo fue un alivio, pero no podía quedarse del todo tranquila ya que si los jinetes regresaban a Aerandir él sería el único Centinela que quedaría para hacerles frente. - Envíamelos, los recibiré como se merecen. - respondió, clavando sus verdes ojos en los del rubio. - Siempre has estado ahí para mí, incluso en los peores momentos, gracias Vince… nos veremos a mi vuelta así que cuídate mucho. - añadió, colocando brevemente una de sus manos en la mejilla del Calhoun a pesar de las escasas probabilidades de que aquello llegase a ocurrir, no quería despedirse de él, tampoco era algo que pudiese afrontar en aquel momento.
- Bien, nosotros estamos listos… Alister también vendrá al Oblivion, y si me llegara a pasar algo a mí… el medallón solar pasaría a sus manos. - informó poco después, volviendo a reunirse con sus hermanos. - Pero Elen, no debemos ponernos en lo peor. - replicó de inmediato el dragón, consiguiendo que la de cabellos cenicientos alzase una mano para detenerlo. - No me pongo en lo peor, solo soy precavida. - le cortó con suavidad. - Esa es mi decisión, la reliquia es mía a fin de cuentas y puedo legarla a quien quiera… sé que es una carga pesada pero no se me ocurre nadie más indicado para continuar con esta misión si llegó a caer. - prosiguió, a pesar de conocer las consecuencias que ello conllevaría para el alado.
Alister también tenía una cuenta pendiente con los jinetes por la muerte de su hermana, sabría dar buen uso del colgante para destruir al enemigo aunque ella no estuviese para guiarlo. - No temas, no pienso ponérselo fácil, ni tampoco mis sombras. - comentó, acariciando el artefacto y escuchando las voces de las almas que contenía, todas ansiosas por salir a combatir.
Off: Me sumo a los tocho posts
En resumen, Elen interviene en la conversación de Melena Blanca y Tyrande y se posiciona del lado del leónico, también interactúa con Eltrant, Lyn, Vincent, Asher, Huri y se reencuentra con su querido Alister <3
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir
Cascada del Dragón
Estado: Libre
Personajes y NPCs en el Área: Reivy Abadder, Lavey, Bio, Ronaldo de Trastámara (tensai de agua, 9), Canit (ladrón, 3) y Olfen Neril (magia ofensiva luz, 10)
Estado: Libre
Personajes y NPCs en el Área: Reivy Abadder, Lavey, Bio, Ronaldo de Trastámara (tensai de agua, 9), Canit (ladrón, 3) y Olfen Neril (magia ofensiva luz, 10)
—Sigo sin entender qué tienen que ver los Centinelas y los Jinetes con una reliquia élfica —dijo Olfen desafiante, siguiendo de mala gana al capitán y sus otros pasajeros hacia el puente de mando.
—No es élfica. Es el Orbe de Aerandir, no el Orbe de Sandorai o el Orbe de los Elfos —corrigió Ronaldo como al paso, entre orden y orden a sus tripulantes.
—¡Me da igual cómo se llame! —respondió el elfo casi gritando— Lo necesitamos, nuestro bosque está en peligro, los Corruptores…
—Ya lo creo que está en peligro —interrumpió Trastámara volviéndose a mirar fijamente a su interlocutor—. Mi contramaestre vio a uno de esos Jinetes realizando algún tipo de ritual en el Templo de Anar. Si hay jinetes rondando por el Bosque es que traman algo gordo. Los Centinelas van a necesitar toda la ayuda con la que puedan contar. ¡Adelante, chicos! Ya sabéis lo que hacer —ordenó finalmente a los suyos poniéndose al mando del timón. Después pasó una mirada por sus pasajeros antes de añadir—: Preparaos, apuesto a que nunca habéis visto nada igual.
No había terminado de hablar cuando el barco entero se alzó sobre las aguas del lago, las velas se hincharon y, todos juntos, surcaron el aire rumbo sureste.
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Aprovecho para dejaros aquí las recompensas que os quedaron pendientes el turno anterior. Vuestra participación no ha terminado, ni mucho menos. Seguid leyendo.
Bio: Obtienes Cenizas de Vampiro: [Consumible, 3 cargas] Lanza un puñado de estas cenizas al suelo y cambiarás tu lugar con el de la persona que tienes enfrente. Útil para confundir o para esquivar guardias y otros indeseables.
Reivy: En realidad, la tuya es para Lavey, ya que fue la que salvó el día en la cascada. Orbe del Dragón x3:[Consumible] Lanza este pequeño orbe al aire y dispárale con tu arco. Cuando la flecha lo alcance, su contenido caerá como una cascada sobre dos aliados cercanos entre sí, que lucharán con ahínco ignorando sus heridas durante una ronda.
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Árbol Madre
Como viene siendo habitual, los hechos narrados a continuación no se presentan necesariamente en orden cronológico, sino por zonas
Copa
Estado: Invadido por Celebrimbor Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Los de la Cascada, junto con Vincent Calhoun, Reike, Lucy Fireheart (tensai fuego, 8 ), Eleatril Nemaniel (ranger, 5) y Wilhelm Dutch (tensai agua, 4)
Estado: Invadido por Celebrimbor Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Los de la Cascada, junto con Vincent Calhoun, Reike, Lucy Fireheart (tensai fuego, 8 ), Eleatril Nemaniel (ranger, 5) y Wilhelm Dutch (tensai agua, 4)
Eleatril había recorrido el Árbol asegurándose personalmente de que todo el mundo estaba preparado para el ataque que se les venía encima. No sabían cómo ni cuándo se produciría, por eso debían estar preparados para cualquier cosa. Aún así, cuando oyó aquel ruido en lo alto, no pudo evitar que su respiración se detuviera por un instante.
—¿Ya están aquí? —preguntó a nadie en particular, refiriéndose a los Jinetes.
Wilhelm Dutch, sin embargo, recibió el sonido con una sonrisa. Incluso en medio de una tormenta y con el rugido del mar embravecido en los oídos sería capaz de distinguir varios tipos distintos de crujidos en la madera. Cada variante proporcionaba información útil sobre el estado general del barco.
—¡Ya lo creo que están aquí! —respondió y corrió hacia la plataforma de la copa. Allí, entre las pesadas ramas de Árbol Madre, atracaría el Lunargentés Errante. Cuando el resto del grupo lo alcanzó, los del barco ya se habían llegado a la plataforma, recibidos por Dutch.
—¿Qué es esto, Vincent? —preguntó serio el capitán cuando lo vio acercarse—: Te encomiendo a dos de mis tripulantes y me devuelves sólo a uno.
—Sé que es importante para ti, pero vamos cortos de tiempo —urgió Lucy—. ¿Lo tienes?
—Lo tenemos —respondió Ronaldo volviéndose hacia Reivy.
—Deprisa, dámelo —ordenó la bruja a la dragona.
—¿A ti? —preguntó Eleatril frunciendo el ceño—. ¡Debemos entregárselo a Tyrie, para el ritual!
—¡A Tyrie! ¡Si ni siquiera es la de verdad! ¿Sabes acaso lo que trama realmente?
—¿Y tú sabes qué hacer con el Orbe?
—¿Pero no había que entregárselo a un Centinela? —murmuró Canit con gesto confuso.
—¿Alguien va a explicarme qué está pasando aquí? —preguntó en voz alta un malhumorado Olfen.
—¡No hay tiempo! —gritaron las dos mujeres a la vez.
Un rugido en el cielo hizo que todos callaran y alzaran la vista. Aquel ojo de fuego había elegido aquel momento para despertar y agitarse. “Ya empieza”, fue lo que ninguno dijo, aunque todos lo pensasen. Lucy bajó la vista y se fijó en Vincent, al otro lado de la elfa.
—¡Níniel! —exclamó y se dirigió de nuevo a Eleatril—. Níniel fue con Tyrie, ella sabrá qué hacer.
La elfa miró a Lucy a los ojos durante un latido y asintió en reconocimiento. Luego se volvió hacia Olfen.
—Debemos llevarle el Orbe a Níniel —dijo—. Te lo explicaré más tarde.
“Si puedo”, fue lo que no dijo. Tampoco habría tenido tiempo, un rayo partió el cielo, cegándolos durante un instante. Para cuando recuperaron la visión, una mole de metal arremetió con fuerza contra Reivy, tirándola al suelo.
—¡Es él! —gritó Canit—. ¡Es el tío del Templo!
Sobre la dragona, el elfo oscuro que acababa de derribarla intentó hacerse con el Orbe que portaba, pero tuvo que apartarse para esquivar una estaca de hielo de Ronaldo, que fue el más rápido en reaccionar.
—¡Rapido! —gritó Lucy—. Lleva el Orbe abajo, nosotros te cubrimos.
—¡A la Casa de las Vestales, rápido! —urgió también Eleatril.
Pero era más fácil decirlo que hacerlo pues, en aquel preciso momento, la plataforma sobre la que se sostenía el grupo comenzó a bambolearse a un lado y a otro como una balsa en medio de una tormenta en alta mar. Sí, estaban en medio de una tormenta sobre una plataforma de madera, pero no había mar a su alrededor, sólo ramas y hojas. Ramas que, por alguna razón, parecían haber cobrado vida, además de una extraña flexibilidad, pues se agitaban como tentáculos gigantescos a su alrededor. Una de ellas, se interpuso entre Olfen y el guerrero oscuro cuando intentó atacarlo con su magia y otra lo golpeó por detrás, derribándolo. Celebrimbor sonrió de medio lado y sacó su mandoble.
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Equipo Eleatril: Vincent y Reike: Celebrimbor ha venido a por el Orbe. Debéis ayudar a Reivy a escapar de la Copa con el objeto y, de paso, no vendría nada mal que expulsarais al Jinete, ya que no ha venido solo (recordad las condiciones de victoria de los Jinetes —[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]—). Celebrimbor es un jinete de bajo rango, guerrero, usa armadura pesada y mandoble a dos manos. Podéis hacer uso de todos los PNJs presentes, salvo los que se vayan (si es el caso) con Bio y Reivy.
Reivy: Ya has oído a las jefas: los centinelas están ocupados, debes llevarle el Orbe a Níniel, tal que ayer. Tienes dos inconvenientes que salvar para esto: 1) Celebrimbor la ha tomado contigo, serás su objetivo principal si tus compañeros no logran quitártelo de encima (coordínate con ellos para planificar las acciones del turno). 2) Níniel está en la Casa de las Vestales, en la Planta baja… algo así como un kilómetro abajo de donde tú te encuentras. Tendrás que correr. Olfen o Eleatril (elige uno) irán contigo para indicarte el camino. Para hacerte una idea de lo que te espera en destino, lee la sección correspondiente a la Planta baja. Lavey puede ir contigo o quedarse a ayudar en la Copa, en cuyo caso estaríais separadas en el próximo turno.
Bio: Ni la plataforma de la copa se tambalea ni las ramas del árbol se han vuelto flexibles como tentáculos, del mismo modo que tú no te estabas desangrando en aquella cueva. Alguien está jugando con vuestros sentidos. Llegados a este punto, tienes dos formas de ayudar a tus compañeros: puedes hacerlo directamente, atacando a Celebrimbor con la esperanza de acabar pronto con él y pasar al siguiente; o puedes tratar de localizar a quien controla la ilusión que os entorpece y obligarlo a centrarse en ti, para que tus compañeros puedan enfrentarse a Celebrimbor sin obstáculos. Si eliges la segunda opción, puedes hacerlo solo o llevarte a alguno de los PNJs que os acompañan. ¿Quieres una pista acerca del paradero del enemigo? Sigue leyendo. Este turno, posteas tú primero. Tus compañeros actuarán de acuerdo a tu decisión.
___________
Planta alta / Sala del Consejo
Estado: Invadido por Eredin Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Ninguno
Estado: Invadido por Eredin Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Ninguno
No le entusiasmaba la idea de volver tan pronto, pero habiendo fallado el plan de las reliquias era necesario tomar medidas. Además, su orgullo demandaba la revancha. Había tenido mala suerte en su anterior entrada, resultó que había demasiada gente allá abajo, ¿quién iba a esperarlo?
Gracias a la fisura dejada por su hermana al huir, abrir un nuevo portal no le había dado mayores problemas y, para su deleite, la sala estaba vacía en aquella ocasión. Miró alrededor. El lugar estaba extrañamente húmedo y se notaba que había habido una pelea allí hacía muy poco, pero aún se podía hacer mucho más con la decoración.
Sonrió con sarcasmo y se vio a sí mismo sonreírse a su vez, desde la puerta, desde el balcón, desde aquella magullada estatua... Cuantos más, mejor, se dijo. Sin duda, las vistas desde aquel balcón eran envidiables. Especialmente, hacia arriba. ¿Acaso Celebrimbor iba a llevarse toda la diversión? No, claro que no, cuantos más, mejor.
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Quien venga a esta zona, se enfrentará a un Líder Jinete y correrá un gran riesgo. Deberá tirar una runa para determinar con qué tipo de ataque le recompensará Eredin al inicio de la siguiente ronda. Runa buena: físico; runa mala: mental; runa intermedia: ¡sorpresa! Para quienes ya se han enfrentado a este jinete, la runa intermedia tendrá el mismo valor que la buena.
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Planta intermedia / Santuario
Estado: Libre
Personajes y NPCs en el Área: Eilydh, Uri, Nahir y Galatrea Neril
Estado: Libre
Personajes y NPCs en el Área: Eilydh, Uri, Nahir y Galatrea Neril
Avergonzada, Galatrea hizo un esfuerzo por contener las lágrimas que aún clamaban por seguir manando de su interior y aceptó la mano que le ofrecía la orejas redondas. Enseguida notó el frío éter que emanaba. Apretó la mano con fuerza y se irguió. La bruja tenía razón, debía ver aquello hasta el final. Cuando estuvo en pie, se volvió hacia su congénere y, algo más compuesta, le tendió la mano libre para ayudarla a levantarse a ella a su vez.
—Eres demasiado amable, Eilydh Skye —le dijo con voz ronca, obligando a su rostro a algo parecido a una sonrisa—, pero este niño tiene razón. Si estoy dispuesta a dejarme llevar por el dolor cuando más me necesita mi gente, soy una muy mala persona. Vamos, os diré por dónde empezaremos.
Gracias al esfuerzo y al trabajo conjunto de muchas manos, no tardaron en convertir el Santuario de la planta intermedia en un improvisado hospital. Distribuidos en distintas áreas de la sala podían encontrarse desde pieles y mantas, hasta hierbas y morteros. Demasiado ocupada ya para dolerse por sus seres queridos, Galatrea iba de un lado a otro organizando los recursos a su disposición y repartiendo órdenes a un lado y a otro.
Quienes podían moverse con facilidad de un lado a otro conformarían los equipos que se distribuirían por todo el Árbol para ayudar donde fuera necesario, así fuera enviando mensajes si no eran buenos con la sanación. Los que no, siempre podían echar una mano desde allí, había miles de cosas por hacer, desde preparar remedios hasta cuidar de los niños alojados en las salas contiguas. Puede que no esperasen un ataque aquella noche, pero estarían preparados. Debían estarlo.
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Equipo Galatrea: Eilydh, Uri y Nahir: Si habéis leído las Mecánicas publicadas recientemente ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]), ya sabréis vuestro cometido general. En cada turno, podréis elegir entre realizar acciones defensivas o de apoyo a vuestros compañeros (PJs o PNJs) o atacar directamente a los enemigos de la zona en la que os encontréis. En el segundo caso, perdéis el bono de salud que aportaría vuestra presencia a los aliados de la zona, pero podríais ayudar a eliminar una amenaza.
Aunque os he reunido aquí, en esta ronda podéis empezar directamente en la parte del Árbol en la que consideréis que seréis más útiles. Dónde empecéis en la siguiente ronda, dependerá de a dónde vayáis en ésta. Leed los apartados correspondientes a las otras áreas para saber qué se necesita allí. Podéis organizaros entre vosotras y también con el Equipo Lágoles, para distribuiros por el Árbol como mejor consideréis, ya que sois quienes más movilidad tenéis ahora mismo. Si elegís la Copa, recordad que Bio postea primero en esa zona.
Si vais a la Corteza, también tendréis que tirar runa por quemaduras. Galatrea se quedará en el Santuario, a donde serán llevados los heridos graves que ya no puedan continuar.
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Planta baja / Casa de las Vestales
Estado: Invadido por Erzébeth Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Níniel Thenidiel, Catherine, Nousis Indirel, Tyrande Nemaniel
Estado: Invadido por Erzébeth Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Níniel Thenidiel, Catherine, Nousis Indirel, Tyrande Nemaniel
Nousis había quedado fuera, cuidando la puerta, con Catherine. A Níniel, de un rango superior al del elfo, sí se le había permitido el acceso. Lucy, por su parte, se separó se la sacerdotisa y se fue a la copa. Tyrande "la extraterrestre" vio con buenos ojos la llegada de la Alta Encantadora y la miró reconfortante, antes de darse la vuelta para continuar los preparativos del Ritual de Luz. Níniel optó por saber cuál era la verdadera postura de Tyrie a todo aquello y desplegó el criptomapa a hurtadillas.
En los sueños de Tyrie, lo primero que Níniel vio fue a la elfa desatada, con la melena al viento, concluyendo el Ritual de Luz sobre un portal abierto con el propio traslador. Estaba en aquella misma estancia y pronunciaba unas palabras en élfico antiguo que Níniel comprendería. – ¡Traslador, conduce esta luz sobre las tinieblas! - Tras hacerlo, un destello la cegaría por completo. Despertaba en un claro en medio del bosque de Sandorái. En un ambiente soleado y primaveral, como correspondía a la época del año. Al fondo Tyrie vio un árbol sano y vivo. Con ardillas y mariposas revoloteando la zona. En el sueño también aparecía una imponente torre que parecía corresponderse con la de los jinetes oscuros. Pero estaba totalmente inactiva y sin ninguna utilidad práctica, a diferencia de su estado los últimos años. En resumen, aparentemente nada que no pudiera desear cualquier elfo de la zona para con los suyos.
Níniel sabía que el criptomapa era infalible en este tipo de cosas. Por tanto, podía tener certeza de que lo que había visto, es lo que pasará si se completa el ritual.
Sin embargo, la elfa fue sorprendida por la propia Tyrande, que la observaba desde la espalda. Había permanecido quieta, observando la escena.
-¿Ya has terminado? – inquirió una ofendida Tyrande con el ceño fruncido. – ¡Espiándome con un criptomapa! Qué falta de ética, sacerdotisa. – protestó. – Has visto mis sueños privados, ¿sigues convencida de qué soy peligrosa? – cruzó los brazos. Un estruendo retumbó en toda la sala. Y se oían gritos fuera, un jinete oscuro amenazaba con entrar a por Tyrie. – ¿Los escuchas? Están ahí fuera. Vienen a por nosotras porque saben que los destruiremos. Tenemos que mantenerlos fuera, Níniel. Este lugar es ideal para preparar el ritual, voy a ponerme a ello. Mantenlos fuera. - pidió, volviendo apresurada a colocar rocas y a distribuir palos formando símbolos rúnicos de gran poder. Tyrie debía darse prisa.
Sí. Tenían un problema y no pequeño. Erzsébeth Tarmúnil, reencarnada en una esfera de luz luminosa sin forma física, pero con mucha energía. Era un ente que para los elfos tenía un nombre. - ¡Un io! - Así lo habían calificado los guardias antes de ser convertidos en ceniza al ser atravesados por el rayo de luz que emanaban del io. Sí. El io podía empujar, volar, quemar, y era inmune a los ataques de luz y por supuesto a los físicos, con el agravante de tratarse de un jinete oscuro, claro. Una forma perfecta para luchar contra los elfos y en particular contra Tyrie. Ahora Nousis, acongojado por la situación, y Catherine, la fiel compañera de Níniel, se antojaban sus últimos obstáculos del io antes de derribar la puerta e irrumpir en el ritual que quería comenzar la extraterrestre.
Lo primero que hizo fue atacar con un fuerte rayo de luz a ambos.
Equipo Tyrande: Nousis Indirel, Níniel Thenidiel: Níniel, muy importante, tendrás que juzgar y tomar una decisión vital: si aceptas lo que dice Tyrie (Tyrie terminará los preparativos del ritual y, si el orbe llega a ti, pasará a formar parte de Tyrie directamente entendiendo que se lo das y dará comienzo el ritual, pero no lo completará directamente) o si te enfrascas con ella y la acusas de ser una farsante (en ese caso no le daré el orbe a ella). Después de decidir, tendrás que salir. Nousis y Catherine son atacados con un rayo de luz y acabarán malditos si no consiguen evitarlo ellos mismos en base a sus habilidades u objetos (Autodefensa), o si son protegidos por Níniel (en ese caso, de acuerdo a las reglas Níniel los salvaría pero no podría atacar al io y este entraría en la sala). Así que debéis actuar o decidir.
En los sueños de Tyrie, lo primero que Níniel vio fue a la elfa desatada, con la melena al viento, concluyendo el Ritual de Luz sobre un portal abierto con el propio traslador. Estaba en aquella misma estancia y pronunciaba unas palabras en élfico antiguo que Níniel comprendería. – ¡Traslador, conduce esta luz sobre las tinieblas! - Tras hacerlo, un destello la cegaría por completo. Despertaba en un claro en medio del bosque de Sandorái. En un ambiente soleado y primaveral, como correspondía a la época del año. Al fondo Tyrie vio un árbol sano y vivo. Con ardillas y mariposas revoloteando la zona. En el sueño también aparecía una imponente torre que parecía corresponderse con la de los jinetes oscuros. Pero estaba totalmente inactiva y sin ninguna utilidad práctica, a diferencia de su estado los últimos años. En resumen, aparentemente nada que no pudiera desear cualquier elfo de la zona para con los suyos.
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El sueño de Tyrie, faltaría la imagen del Árbol Madre al fondo.
Níniel sabía que el criptomapa era infalible en este tipo de cosas. Por tanto, podía tener certeza de que lo que había visto, es lo que pasará si se completa el ritual.
Sin embargo, la elfa fue sorprendida por la propia Tyrande, que la observaba desde la espalda. Había permanecido quieta, observando la escena.
-¿Ya has terminado? – inquirió una ofendida Tyrande con el ceño fruncido. – ¡Espiándome con un criptomapa! Qué falta de ética, sacerdotisa. – protestó. – Has visto mis sueños privados, ¿sigues convencida de qué soy peligrosa? – cruzó los brazos. Un estruendo retumbó en toda la sala. Y se oían gritos fuera, un jinete oscuro amenazaba con entrar a por Tyrie. – ¿Los escuchas? Están ahí fuera. Vienen a por nosotras porque saben que los destruiremos. Tenemos que mantenerlos fuera, Níniel. Este lugar es ideal para preparar el ritual, voy a ponerme a ello. Mantenlos fuera. - pidió, volviendo apresurada a colocar rocas y a distribuir palos formando símbolos rúnicos de gran poder. Tyrie debía darse prisa.
Sí. Tenían un problema y no pequeño. Erzsébeth Tarmúnil, reencarnada en una esfera de luz luminosa sin forma física, pero con mucha energía. Era un ente que para los elfos tenía un nombre. - ¡Un io! - Así lo habían calificado los guardias antes de ser convertidos en ceniza al ser atravesados por el rayo de luz que emanaban del io. Sí. El io podía empujar, volar, quemar, y era inmune a los ataques de luz y por supuesto a los físicos, con el agravante de tratarse de un jinete oscuro, claro. Una forma perfecta para luchar contra los elfos y en particular contra Tyrie. Ahora Nousis, acongojado por la situación, y Catherine, la fiel compañera de Níniel, se antojaban sus últimos obstáculos del io antes de derribar la puerta e irrumpir en el ritual que quería comenzar la extraterrestre.
Lo primero que hizo fue atacar con un fuerte rayo de luz a ambos.
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Equipo Tyrande: Nousis Indirel, Níniel Thenidiel: Níniel, muy importante, tendrás que juzgar y tomar una decisión vital: si aceptas lo que dice Tyrie (Tyrie terminará los preparativos del ritual y, si el orbe llega a ti, pasará a formar parte de Tyrie directamente entendiendo que se lo das y dará comienzo el ritual, pero no lo completará directamente) o si te enfrascas con ella y la acusas de ser una farsante (en ese caso no le daré el orbe a ella). Después de decidir, tendrás que salir. Nousis y Catherine son atacados con un rayo de luz y acabarán malditos si no consiguen evitarlo ellos mismos en base a sus habilidades u objetos (Autodefensa), o si son protegidos por Níniel (en ese caso, de acuerdo a las reglas Níniel los salvaría pero no podría atacar al io y este entraría en la sala). Así que debéis actuar o decidir.
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Corteza
Estado: En peligro, bola de fuego en camino
Personajes y NPCs en el Área: Chimar, Canel, Aradia Hazelmere, Anders y Lágoles (arquero, 4)
Estado: En peligro, bola de fuego en camino
Personajes y NPCs en el Área: Chimar, Canel, Aradia Hazelmere, Anders y Lágoles (arquero, 4)
Lágoles y sus guardabosques recorrían los surcos y vetas de la corteza de Árbol Madre con la seguridad que otorgaban los años de práctica al servicio de sus habitantes. Ni siquiera la insistente lluvia era suficiente para hacerles perder pie y aquel ojo de fuego, pese a lo ominoso de su presencia, les proveía de la luz suficiente para sus avezados ojos.
Era tarde y estaban cansados después de un largo y extraño día, pero el trabajo no podía parar. Sabían que iban a recibir un ataque y que sería pronto. Con ayuda de sus visitantes, habían preparado el Árbol lo mejor que habían podido para el asedio, pero tras el reciente ataque del ejército, su estado aún distaba de ser el ideal. Con una mano apoyada en la superficie del tronco, Lágoles acercó la frente a la corteza en señal de respeto.
—Indóme n’ilya foraime, Amil, indóme váre tye —prometió.
Se había propuesto proteger aquel Árbol y a sus habitantes con su vida si era preciso. ¿Quién sabía si no sería ese el precio? Las voces inquietas de sus compañeros hicieron que abriera de nuevo los ojos y mirara al cielo. Por fin aquel ojo maldito hacía algo distinto de permanecer ahí arriba, observando. Un relámpago lo deslumbró por un momento. Lo siguiente fue un cambio de luz, del blanco del relámpago al anaranjado del fuego que se acercaba.
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Equipo Lágoles: Chimar, Aradia y Anders: Si habéis leído las Mecánicas publicadas recientemente ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]), ya sabréis vuestro cometido general. En cada turno, podréis elegir entre realizar acciones de protección o reparación de daños materiales o atacar directamente a los enemigos de la zona en la que os encontréis. En el segundo caso, perdéis el bono de refuerzo que aportaría vuestra presencia a la zona, pero podríais ayudar a eliminar una amenaza.
Aunque os he reunido aquí, en esta ronda podéis empezar directamente en la parte del Árbol en la que consideréis que seréis más útiles. Dónde empecéis en la siguiente ronda, dependerá de a dónde vayáis en ésta. Leed los apartados correspondientes a las otras áreas para saber qué se necesita allí. Podéis organizaros entre vosotros y también con el Equipo Galatrea, para distribuiros por el Árbol como mejor consideréis, ya que sois quienes más movilidad tenéis ahora mismo. Si elegís la Copa, recordad que Bio postea primero en esa zona.
Como habéis visto, una inmensa bola de fuego golpeará la corteza del Árbol si nadie hace nada para detenerla o desviarla. Si tenéis una forma de hacerlo, adelante. De lo contrario, tendréis que centraros en tratar de paliar los efectos del impacto y el fuego. También podéis dejar la Corteza a su suerte, confiando en que el ataque del siguiente turno no caiga aquí también.
Si uno de vosotros decide quedarse a salvar la Corteza, anulará el punto de daño del impacto, pero lo hará a riesgo de su propia salud. Quien se quede, tirará runa. Si obtiene runa muy buena, saldrá ileso; con runa buena, sufrirá quemaduras leves; con runa media, las quemaduras serán moderadas; graves, si sale mala y muy graves si la runa es muy mala. Si se queda Chimar con Canel, tirará runa para los dos. Si Lágoles se queda en la Corteza, quien lo maneje tirará también runa por él. Anders tiene preferencia para manejar a Lágoles. Quien se quede en la Corteza, tendrá mayor movilidad que los demás al inicio del turno siguiente, siempre que no esté demasiado grave para continuar.
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Raíces subterráneas
Estado: Invadido por huargos ígneos
Personajes y NPCs en el Área: Ninguno
Estado: Invadido por huargos ígneos
Personajes y NPCs en el Área: Ninguno
Nunca le habían gustado aquellas bestias babeantes, pero después de la muerte de Elessar, le había tocado en suerte guiar al último grupo de sus canes hasta el otro lado. Puede que no hubieran logrado conservar las reliquias, pero había otras formas de hacerse con lo que buscaban. Después de todo, aquellos bichos sabían cómo sembrar la destrucción a su paso y ¿qué mejor enemigo para un árbol que el fuego y el veneno?
Reabrir el portal por el que había tenido que retirarse su hermano no había causado mayores problemas. Tampoco lo sería moverse con discreción por el lugar; menos aún, con una jauría de perros sembrando el terror. Lo importante era localizarla a ella. Celebrimbor la había visto partir por el portal. Podían imaginarse lo que estaba tramando y no iban a permitírselo.
Su misión era encontrarla y acabar con ella. Llevaba el rastro del otro lado en la piel, por lo que no sería un problema. Por aquella vez, permitiría que los huargos se ocuparan de la parte destructiva. Los dejó a sus anchas en las raíces y se perdió entre las sombras.
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Los Huargos ígneos
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Quien venga a esta zona, tendrá que enfrentarse a estos perros huargos de aliento ponzoñoso y piel resistente, envuelta en llamas. Si nadie asoma la cabecita por aquí, los huargos invadirán la Planta Baja en la próxima ronda y las Raíces perderán 2 puntos de daño y continuarán quemándose.
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Oblivion: Alto de la torre de los Jinetes oscuros
Personajes y NPCs en el Área: Eltrant Tale, Valyria, Rauko, Asher Daregan, Anastasia Boisson, Elen Calhoun, Alister, Syl, Melena Blanca, Imargo y Saranee
El grupo de Imargo cruzó primero con decisión al Oblivion. Pero lo alto de la torre no estaba tan despejada como la había dejado el leónico. – Mierda. Una ventisca. – Pidió. En medio del silencio. Una enorme ventisca sorprendió a los héroes. Por la textura del suelo, sabía que se encontraba en lo alto de la torre. - ¡Aquí hace un frío que pela! ¿Nadie tiene algo para disipar esta mierda? – pidió a alguno. Y es que los presentes sentirían un frío helando todo su cuerpo. Tenían que hacer algo para combatirlo o morirían congelados.
La fuerte ventisca apenas permitía ver la silueta de lo más alto de la torre. Donde estaba el premio gordo. - ¡El pináculo! – señaló entre la nieve y el frío. – Su jefe está allí. Sólo tenemos que abrirnos paso hasta la torre y subir como sea. Fácil. No hay jinetes en la redonda. – evaluó confiado.
De pronto, de la ventisca emergió una segunda silueta. La de un Tarmúnil del tamaño de un armario. Que vino acompañado de un inesperado martillo que parecía del tamaño de una montaña, para barrer a todos los presentes.
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Carantir Tarmúnil, el segundo al mando de los jinetes oscuros.
Antes de decir qué sucedió con los demás integrantes de la incursión, alguien dejó una cita para la historia: “Si alguien dice que soy demasiado débil, empezará esta maravillosa aventura con una flecha clavada”. Con tal grado de épica y determinación lideró ¿Tyrande? Perdón, Valyria, la entrada de los no-centinelas en Oblivion, quizás creyendo ser la reencarnación de la mismísima y difunta heroína local. La custodio entró al Oblivion soñando acariciar las estrellas… y vaya si lo hizo cuando saboreó el martillo de Carantir sólo de refilón, afortunadamente para ella. Abrió los ojos tras varias vueltas de campana por aire y suelo. Terminó bocarriba, al borde de la plataforma con la cabeza ya fuera de ésta. La cabeza le daba vueltas. Su cabeza chorreaba sangre al abismo bajo ella, que cuajaba casi al instante por el frío que hacía. Estaba al borde de la muerte, pero el destino quiso darle otra oportunidad a la custodio.
Por fortuna, Eltrant Tale e Imargo sí pudieron responder al impacto. Les dio tiempo interponer a Olvido y escudo respectivamente para sumar fuerzas y detener el golpe. El escudo de Ja’zad rompió en el acto. Por su parte, el claymore aguantó bien el primer impacto. Probablemente habría sido el golpe más fuerte que jamás había recibido. Olvido era buen arma, pero Tale sabía que no aguantaría otro parecido sin ayuda adicional. Además, logró proteger a Lyn, a su espalda. Ahora tenía frente a él una mole de dos cincuenta con un martillo gigante y una armadura pesada. Otro día en la oficina para Tale.
Por último, Rauko y Xana también se llevaron un buen golpe. Fueron bateados en dirección al pináculo. Rauko se dio un golpe fuerte contra la torre que le salvó de ser lanzado fuera. Aunque era fuerte y no trascendió mucho más allá. Xana no tuvo la misma fortuna y fue lanzada torre fuera, no llegó a caer al precipicio por la fuerte ventisca, que la absorbió, haciéndola girar en círculos.
Syl tampoco había tenido buena suerte. El tirador pudo esquivar el golpe con su agilidad, pero se encontró de lleno con la ventisca generada que congeló sus piernas. Ahora era un blanco inmóvil a merced del hombre del martillo. Alister sí que corrió mejor suerte al echarse a un lado y poder esquivar el golpe.
Después irrumpiría en un fuerte rugido Melena Blanca, saltando del portal con toda su furia para tratar de romper la defensa de Carantir con su enorme hacha en un duelo de gigantes, del que Carantir lo empujó de una patada, haciéndolo retroceder al excentinela sin consecuencias para él. Cuando el jinete se volvió, los centinelas ya estaban allí. Todos, menos Vincent. Qué bien habría venido el brujo en aquel escenario de hielo. Pero seguramente Asher, Huracán y Elen tendrían otras herramientas para suplir su falta.
Carantir subestimaba a los hasta ahora citados. Para él no eran más que moscas molestas. Pero en los centinelas con sus reliquias sí que veía unos posibles rivales.
Por ello, invocó tres carámbanos de hielo gigantes, que lanzó con furia contra cada uno de ellos. Los tres pudieron esquivarlo, pero al romper en mil pedazos de hielo, éstos afilados cristales cortaron la cadena que Elen sujetaba el medallón solar y éste rodó a manos de Carantir.
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-Lo habéis sentido. – dijo observando el medallón de Elen, para sorpresa de todos, refiriéndose a los centinelas. Sus reliquias estaban resquebrajadas por las muertes previas. - Cuantos más matéis, más débiles seréis. No podréis ganar. Nunca .- dijo con voz muy, muy grave y siniestra, para tratar de hundir la moral de todos los presentes. – Y sin las reliquias… ––Contempló el medallón solar de Elen en sus manos durante un tiempo. – Sois meras marionetas. – Y lo apretó, intentando resquebrajarlo ligeramente en su mano.
Hecho que hizo a Elen retorcerse de dolor sobre el suelo, como si le estuvieran atravesando el corazón para preocupación de todos. Las reliquias estaban apegadas a sus portadores. Si eran destruidas, tal y como había advertido Tyrande, estaban perdidos. – Me duele estar de acuerdo con la estúpida de Tyrie. Pero a menos que alguno de vosotros esté tocado por un dios… - Cosa que dudaba. - … Deberíais haberle hecho caso. – concluyó, tirándolo al suelo con fuerza para nuevo dolor de la bruja, y disponiéndose a aplastarlo con su martillo gigante.
Y lo peor de todo, es que tenía razón.
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Oblivion: Puerta de entrada al pináculo
Personajes y NPCs en el Área: Princesa Henrietta, Virgo y Demian (forma telemática)[/center]Demian se quedó examinando el portal con sus sombra tanto tiempo que se cerró repentinamente en sus narices. Virgo y la princesa Henrietta sí habían pasado, junto con las sombras de Demian. Por lo que éste podía comunicarse con él a pesar de estar en dimensiones distintas. Elfo y dragona aprovecharon la distracción del combate para pasar al otro lado de la plataforma. Al pináculo. Las sombras de Demian lo hicieron tras de ellos. Transmitían al joven información acerca de la naturaleza de los portales. Del primero pudo saber todo lo que Tyrande había enseñado. Conectaban otros mundos y estaban hechos con un tipo de magia superior.
Pero cuando Virgo y Henrietta llegaron a la puerta de entrada a la torre del pináculo, pudo descubrir que allí también había otro portal que actuaba como puerta al pináculo. Este, sin embargo, estaba cerrado por unas raíces mágicas que impedían el acceso de todo el mundo. Necesitaban abrirlo para ir ganando tiempo mientras los demás combatían contra Carantir.
Pero aquella puerta de raíces no era normal. Tenía en su centro una especie de panel con cuadrados de obsidiana. - Mirad, princesa. Representan animales. - Así era. Tres animales encabezando tres columnas, con huecos para colocar fragmentos debajo. - Un sapo, un toro y un halcón. – dijo Virgo.
-¡No se mueven! – exclamó Virgo. Efectivamente, estos símbolos eran inamovibles en la puerta.
-Pero estos sí. – reflejó Henrietta. Efectivamente, los de abajo se movían a la perfección, y podían encajarse perfectamente en los huecos bajo los tres superiores. – Representan animales… - dijo Henrietta. - Un murciélago. Una… ¿avestruz? No. Parece un upelero. – dijo. - Un cuervo. Una hada… - siguió el examen. - Un lobo, un león, un gorrión y un jabalí.
-¿Sólo una combinación abre la puerta? – preguntó el elfo nervioso.
-¡Y yo que sé! Prueba a mover los animales debajo de los objetos, a ver qué pasa. – Casi chilló la princesa del Norte, totalmente superada por el frío y la situación.
De este nuevo portal, las sombras de Demian pudieron averiguar que se trataba de un portal que daba lugar a ilusiones. Además, el icono del gorrión representaba al propio Demian. Pero, ¿con qué motivo?
Si consiguiera hacer llegar a los jóvenes la información…
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Todos: Tres turnos, contando este, y terminamos. Imlerith se encuentra en lo alto de la torre enviando hechizos sobre Árbol Madre. Pero llegar hasta él no será trivial y la colaboración y estrategia se antojan claves. Vuestro primer reto es véroslas con Carantir Tarmúnil, un guerrero pesado, en un espacio amplio como es la plataforma.
Podéis consultar las mecánicas de ataque [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] o consultarme dudas por MP. Paso a dar algunos recordatorios clave que vuestros personajes intuyen:
Sensación: Sufrís la sensación de congelación pues os encontráis a -25ºC. Cada uno en medida de lo que pueda, tendrá que justificar hacerle frente, ser ayudado por otros a hacer frente a este estado o hacer algo para quitarlo. Quien no lo haga, quedará KO sea centinela o no.
Boss Carantir: Es un líder jinete oscuro. Por tanto, cuenta con 3 puntos de debilidad (SOLO ataques físicos o mágicos que deben contener fuego) y uno de sentencia con fuego (que, recordad, debe ser ejecutado por un centinela). Es inmune a todo tipo de magia (elemental u oscura) menos la de fuego y a ataques con flecha si no usan fuego. La sentencia requiere un ataque con llamas. Contaba con Vincent para este combate y me ha sorprendido de que no viniera. Tendréis que apañároslas sin él.
Recordad que los NPC NO pueden realizar ataques de debilidad.
Instrucciones específicas:
Eltrant: Aguantas el golpe como un campeón. Este escenario no te resulta diferente a los cientos que has tenido antes. Estás en tu salsa. Cara a cara con una mole armada de dos metros y medio y un martillo gigante. Irás perdiendo habilidades conforme pasen los turnos. Como soy bueno, te dejaré elegir qué dos habilidades de tu lista quieres perder al inicio del próximo turno. Ídem para Lyn. Los objetos los conservas todos.
Valyria: Estás aturdida y en medio de la ventisca pierdes la orientación. Ves estelas de personas luchando, pero tú no estás en condiciones de ayudar ahora mismo. Tu cuerpo se congela y el portal del Oblivion se ha cerrado. “Déjate llevar” o apáñatelas sola o con ayuda de alguien para superar los tres efectos: pérdida de sangre, aturdimiento y frío (como parte de la sensación), para seguir viva un turno más. El jinete no te atacará pero tampoco puedes dañarle por tus circunstancias.
Rauko: Mala fortuna para tu dúo que recae en Xana, no en ti. Está dando vueltas en círculos alrededor de la tormenta. Necesitas que salga para atacar al jinete. También perdéis dos habilidades, como Eltrant y Lyn.
Asher: Syl está inmóvil con las piernas cubiertas por una capa de hielo, y este turno no puede atacar solucionar la parálisis. Tú o alguien deberá defenderle. Tú estás como Eltrant.
Anastasia: Estás en una situación parecida a la de Eltrant o Asher. No hay mucho que decir para ti. Por cierto, no seas previsible y no me respondas al gif con otro gif de cómo continúa la escena.
Elen: Tyr me ha pedido que te ponga en aprietos. Pierdes el medallón solar y estás en graves apuros. Lo primero que va a hacer Carantir en el turno es destruirlo, por lo que necesitas que el primero que postee realice una acción de “Protección” para salvar al medallón (y por ende a ti) y devolvértelo antes de que Carantir lo destruya (o utilizar tú misma al propio Alister y poder hacer la acción adicional, pero claro, sin poder rematar). Después, estarás como los demás. Otra cuestión, tu Matajinetes no supone el instant kill (si no estaría roto el combate), pero sí suple cualquier debilidad que tenga el jinete oscuro. Alister es la clave este turno.
Demian: No has dejado claro que cruzas el portal, por tanto el portal se cierra en tus narices y tienes la restricción de no poder participar en la batalla (en este turno, en el segundo sí). Tu cuerpo queda en Aerandir, pero tu mente está en el Oblivion. Sí que adquieres valiosa información sobre los portales, como pediste. Si consigues que tus sombras transmitan información a Henrietta y Virgo, moverán las fichas de los 8 animales conforme a lo que les digas para resolver el puzzle. Puede parecer algo trivial y a tu estatura (sí, la del personaje), pero te aseguro que tendrá una trascendencia vital en el siguiente turno. Si no lo harían las runas y prefiero que seáis vosotros mismos los que os autodestruyáis. No puedes realizar acciones de ataque (protección/debilidad/sentencia/quitar sensación) en este turno ya que no tienes manera de transmitir el éter suficiente para hacer las sombras fuertes.
Resumen rápido:
Necesitan protección: Xana, Syl, Elen Calhoun y Valyria
Ger
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
El gigantesco martillo impactó contra Olvido.
El arma de Eltrant vibró entre sus manos, resistiendo la acometida, bloqueando al ataque del primer Jinete que encontraban al otro lado del portal.
- No… tan rápido… - Le pitaban los oídos y su cuerpo estaba ligeramente entumecido.
Pero seguía de pie.
Eso era lo importante.
Aún estático, se mantuvo firme en el lugar en el que estaba, continuó forcejeando con el Jinete al mismo tiempo que un frío que solo había conocido en Dundarak comenzaba a calarle hasta los huesos.
El aire que rodeaba a Olvido, por su parte, se convirtió en un pequeño vendaval que le rodeó durante unos instantes; La espada como de costumbre clamaba al castaño a que continuase con la pelea, intentaba prender aquella furia que se encendía en su interior cada que vez que la blandía con todo su potencial.
Por supuesto, lo que estaba haciendo solo temporal, en el momento en el que el Jinete empezó a avanzar el humano sintió como era arrastrado de forma irremediable en la dirección opuesta a la que este mismo empujaba.
Gritando con todas sus fuerzas Eltrant instó a que su cuerpo se centrase en las dos únicas cosas que en aquel instante tenía en la cabeza: no salir despedido por los aires y detener a aquel monstruo.
Cosas que no estaba consiguiendo.
Fue ese el momento en el que Melena Blanca entró en escena rugiendo, distrayendo el tiempo suficiente al Jinete como para que Eltrant pudiese retroceder unos instantes y recuperar mínimamente el aliento.
El ataque del antiguo Centinela, desafortunadamente, tampoco sirvió de gran cosa. Eltrant contempló como el gato sobredimensionado salía despedido hacía atrás al recibir una fuerte patada del Jinete que, a continuación, procedió a invocar varios témpanos de hielo de un tamaño considerable para los lanzarlos contra los actuales Centinelas.
- Dioses… - Gruñó Eltrant en voz baja, reafirmando sus manos en torno a la empuñadura de su arma. – …es como una pared. – Comentó a continuación, contemplando como el Jinete procedía a relatar, de forma arrogante, lo que iba a suceder con las Reliquias de todos los presentes.
Incapaz de dejar que la reliquia acabase aplastada bajo el peso del martillo del Jinete, Eltrant se lanzó inmediatamente a por ella. Esas cosas eran, en sí, más útiles que él mismo.
Era lo único que podían usar para derrotar a los Jinetes.
Chasqueando la lengua, maldiciendo su velocidad, Eltrant levantó a Olvido de forma instintiva cuando vio al Jinete hacer lo mismo con el martillo que blandía. Aquel segundo golpe iba a doler, no tenía que ser un genio para saberlo.
Pero Lyn, que hasta ese momento había estado agachada junto a Valyria, levantó ambos brazos y, con las palmas de las manos abiertas, apuntó en dirección al Jinete.
Inmediatamente una sucesión de enredaderas de sombras brotó directamente bajo los pies del Jinete y envolvió los brazos y las piernas del mismo.
Las sombras no duraron demasiado tiempo, lo justo como para que Eltrant se lanzase a por la reliquia y rodase por el suelo hasta apartarse del martillo. Después de esto la fuerza bruta del Jinete hizo estallar las enredaderas en mil pedazos con relativa facilidad.
El arma del jinete golpeó, tras esto, el lugar en el que debería haber estado la reliquia con contundencia, abriendo un notable agujero en el suelo y desvelando a los presentes que un golpe de lleno de aquella cosa era algo a tener en cuenta.
- Tomate esto. – Pidió Lyn a Valyria, dedicándole a la elfa una sonrisa maternal y dejando el frasquito que le había entregado Syl antes de cruzar el portal junto a ella.
Tras eso, la vampiresa se levantó.
- Oh, querido. – dijo Lyn acercándose, posicionándose junto a su compañero, respondiendo al Jinete. - ¿Has terminado de amenazarnos? – Lyn dio una palmada frente a ella. – Bien, bien. – Las sombras comenzaron a arremolinarse a su alrededor. – Continuemos pues. – Una columna de sombras brotó del suelo y estalló en el pecho de aquel tipo sin previo aviso.
Lyn frunció levemente el ceño al ver que sus sombras no hacían gran cosa a aquel gigante de hielo. No importaba: si no podía atacar directamente a aquella cosa, se centraría en imitar a su inestimable Mortal.
No es como si solo tuviese un plan de acción.
Hizo acopio de más de sus sombras, notó como estas fluían por su cuerpo, como lo recorrían hasta lo más profundo de su mismo ser.
¿Cuántos años iba a canjear solo con aquel numerito? ¿Cuántos años gastaría en total allí dentro? ¿Diez? ¿Quince? ¿Quizás veinte? Por supuesto, también estaba la posibilidad de gastarlos todos si directamente moría.
Pero no le preocupaba, no por el momento.
Su maestra se lo había dicho más de un centenar de veces:
“Con el tiempo lo comprenderás, Lyanna. Trescientos años son suficientes para cualquiera.”
Extendiendo ambas manos, Lyn liberó parte de la energía con la que acababa de hacerse, trasmitió su magia a las sombras de todos los aliados que tenía a su alrededor que empezaron a oscilar con suavidad, como si tuviesen vida propia. [1]
Les ordenó que protegiesen a sus dueños.
- ¡Eltrant! – La vampiresa, entonces, tendió la mano a su compañero. - ¡La reliquia! – Pidió, pasando a la carrera junto a él en dirección a Elen.
- ¡Toda tuya! – dijo este de vuelta, alegrándose de desprenderse de aquella reliquia. Odiaba la sensación de malestar que daba cuando la tenía cerca. - ¡Voy a distraer a esta cosa! – Bramó enseguida haciéndose con el martillo que colgaba de su espalda y corriendo hacía el Jinete. – Mira: ¡Yo también tengo uno como ese! – Las runas que cubrían la cabeza del martillo del humano se encendieron en unos vivos tonos carmesíes.
En cuanto el arma que esgrimía Eltrant impactó contra el del Jinete la imponente sacudida que ambas armas dejaron escapar impulsó al exmercenario hacia atrás. [2]
Como había esperado, no hizo gran cosa, poco más que zarandearlo un poco.
Tampoco había pretendido nada más.
Sonrió, respirando con algo de dificultad debido al frío, y retrocedió aún más. Dejó caer el martillo a un lado y volvió a hacerse con Olvido al notar como las runas del arma de apagaban.
Lo único que importaba era que en ese mismo momento Lyn acababa de alcanzar a Elen.
- Se te ha caído esto. – dijo ofreciéndole a la de cabellos cenizos su reliquia de vuelta.
[1] Habilidad de Lyn de Nivel 8: Guardián Oscuro.
La sombra de Lyn y las de los aliados cercanos se encargan de proteger a sus respectivos dueños de los posibles ataques que estos puedan recibir. Cuando se está a punto de recibir un ataque, ya sea físico o mágico, la sombra salta a interceptarlo y lo bloquea. El efecto dura dos turnos si nadie ataca y se desvanece en cuanto detiene un ataque.
[2] Uso de Objeto de Eltrant: Martillo Atronador.
Resumen:
El arma de Eltrant vibró entre sus manos, resistiendo la acometida, bloqueando al ataque del primer Jinete que encontraban al otro lado del portal.
- No… tan rápido… - Le pitaban los oídos y su cuerpo estaba ligeramente entumecido.
Pero seguía de pie.
Eso era lo importante.
Aún estático, se mantuvo firme en el lugar en el que estaba, continuó forcejeando con el Jinete al mismo tiempo que un frío que solo había conocido en Dundarak comenzaba a calarle hasta los huesos.
El aire que rodeaba a Olvido, por su parte, se convirtió en un pequeño vendaval que le rodeó durante unos instantes; La espada como de costumbre clamaba al castaño a que continuase con la pelea, intentaba prender aquella furia que se encendía en su interior cada que vez que la blandía con todo su potencial.
Por supuesto, lo que estaba haciendo solo temporal, en el momento en el que el Jinete empezó a avanzar el humano sintió como era arrastrado de forma irremediable en la dirección opuesta a la que este mismo empujaba.
Gritando con todas sus fuerzas Eltrant instó a que su cuerpo se centrase en las dos únicas cosas que en aquel instante tenía en la cabeza: no salir despedido por los aires y detener a aquel monstruo.
Cosas que no estaba consiguiendo.
Fue ese el momento en el que Melena Blanca entró en escena rugiendo, distrayendo el tiempo suficiente al Jinete como para que Eltrant pudiese retroceder unos instantes y recuperar mínimamente el aliento.
El ataque del antiguo Centinela, desafortunadamente, tampoco sirvió de gran cosa. Eltrant contempló como el gato sobredimensionado salía despedido hacía atrás al recibir una fuerte patada del Jinete que, a continuación, procedió a invocar varios témpanos de hielo de un tamaño considerable para los lanzarlos contra los actuales Centinelas.
- Dioses… - Gruñó Eltrant en voz baja, reafirmando sus manos en torno a la empuñadura de su arma. – …es como una pared. – Comentó a continuación, contemplando como el Jinete procedía a relatar, de forma arrogante, lo que iba a suceder con las Reliquias de todos los presentes.
Incapaz de dejar que la reliquia acabase aplastada bajo el peso del martillo del Jinete, Eltrant se lanzó inmediatamente a por ella. Esas cosas eran, en sí, más útiles que él mismo.
Era lo único que podían usar para derrotar a los Jinetes.
Chasqueando la lengua, maldiciendo su velocidad, Eltrant levantó a Olvido de forma instintiva cuando vio al Jinete hacer lo mismo con el martillo que blandía. Aquel segundo golpe iba a doler, no tenía que ser un genio para saberlo.
Pero Lyn, que hasta ese momento había estado agachada junto a Valyria, levantó ambos brazos y, con las palmas de las manos abiertas, apuntó en dirección al Jinete.
Inmediatamente una sucesión de enredaderas de sombras brotó directamente bajo los pies del Jinete y envolvió los brazos y las piernas del mismo.
Las sombras no duraron demasiado tiempo, lo justo como para que Eltrant se lanzase a por la reliquia y rodase por el suelo hasta apartarse del martillo. Después de esto la fuerza bruta del Jinete hizo estallar las enredaderas en mil pedazos con relativa facilidad.
El arma del jinete golpeó, tras esto, el lugar en el que debería haber estado la reliquia con contundencia, abriendo un notable agujero en el suelo y desvelando a los presentes que un golpe de lleno de aquella cosa era algo a tener en cuenta.
- Tomate esto. – Pidió Lyn a Valyria, dedicándole a la elfa una sonrisa maternal y dejando el frasquito que le había entregado Syl antes de cruzar el portal junto a ella.
Tras eso, la vampiresa se levantó.
- Oh, querido. – dijo Lyn acercándose, posicionándose junto a su compañero, respondiendo al Jinete. - ¿Has terminado de amenazarnos? – Lyn dio una palmada frente a ella. – Bien, bien. – Las sombras comenzaron a arremolinarse a su alrededor. – Continuemos pues. – Una columna de sombras brotó del suelo y estalló en el pecho de aquel tipo sin previo aviso.
Lyn frunció levemente el ceño al ver que sus sombras no hacían gran cosa a aquel gigante de hielo. No importaba: si no podía atacar directamente a aquella cosa, se centraría en imitar a su inestimable Mortal.
No es como si solo tuviese un plan de acción.
Hizo acopio de más de sus sombras, notó como estas fluían por su cuerpo, como lo recorrían hasta lo más profundo de su mismo ser.
¿Cuántos años iba a canjear solo con aquel numerito? ¿Cuántos años gastaría en total allí dentro? ¿Diez? ¿Quince? ¿Quizás veinte? Por supuesto, también estaba la posibilidad de gastarlos todos si directamente moría.
Pero no le preocupaba, no por el momento.
Su maestra se lo había dicho más de un centenar de veces:
“Con el tiempo lo comprenderás, Lyanna. Trescientos años son suficientes para cualquiera.”
Extendiendo ambas manos, Lyn liberó parte de la energía con la que acababa de hacerse, trasmitió su magia a las sombras de todos los aliados que tenía a su alrededor que empezaron a oscilar con suavidad, como si tuviesen vida propia. [1]
Les ordenó que protegiesen a sus dueños.
- ¡Eltrant! – La vampiresa, entonces, tendió la mano a su compañero. - ¡La reliquia! – Pidió, pasando a la carrera junto a él en dirección a Elen.
- ¡Toda tuya! – dijo este de vuelta, alegrándose de desprenderse de aquella reliquia. Odiaba la sensación de malestar que daba cuando la tenía cerca. - ¡Voy a distraer a esta cosa! – Bramó enseguida haciéndose con el martillo que colgaba de su espalda y corriendo hacía el Jinete. – Mira: ¡Yo también tengo uno como ese! – Las runas que cubrían la cabeza del martillo del humano se encendieron en unos vivos tonos carmesíes.
En cuanto el arma que esgrimía Eltrant impactó contra el del Jinete la imponente sacudida que ambas armas dejaron escapar impulsó al exmercenario hacia atrás. [2]
Como había esperado, no hizo gran cosa, poco más que zarandearlo un poco.
Tampoco había pretendido nada más.
Sonrió, respirando con algo de dificultad debido al frío, y retrocedió aún más. Dejó caer el martillo a un lado y volvió a hacerse con Olvido al notar como las runas del arma de apagaban.
Lo único que importaba era que en ese mismo momento Lyn acababa de alcanzar a Elen.
- Se te ha caído esto. – dijo ofreciéndole a la de cabellos cenizos su reliquia de vuelta.
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[1] Habilidad de Lyn de Nivel 8: Guardián Oscuro.
La sombra de Lyn y las de los aliados cercanos se encargan de proteger a sus respectivos dueños de los posibles ataques que estos puedan recibir. Cuando se está a punto de recibir un ataque, ya sea físico o mágico, la sombra salta a interceptarlo y lo bloquea. El efecto dura dos turnos si nadie ataca y se desvanece en cuanto detiene un ataque.
[2] Uso de Objeto de Eltrant: Martillo Atronador.
Resumen:
- Cedo a Valyria la poción que Syl le entregó a Lyn antes de cruzar el portal.
- Protejo al grupo. (Mi acción de este turno)
- Entrego de vuelta la reliquia a su dueña. (Tengo entendido que para recuperar la reliquia había que protegerla)
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
En retroespectiva, liderar la carga hacia un portal a lo desconocido no había sido su mejor plan. Es decir, había sido absolutamente glorioso. Pero no su mejor plan claramente. Esperaba aparecer en alguna periferia, puede que tener que tocar a la puerta o algo, no poner un pie en Oblivion para encontrarse derrapando por el suelo, confusa y sin mucha idea de qué diablos estaba pasando.
O eso pensaría en unos días, cuando la conmoción se le pasara. Ahora, lo único que veía era un borrón blanco, con la cabeza dándole vueltas, como si estuviera bocaabajo. ¿Se había quedado atrapada bajo un alud? No pasaba nada, tenía una forma de saberlo, ese hombre oso tan amable le había enseñado el truco.
La elfa escupió hacia arriba y tras unos segundos, el escupitajo le volvió a caer en la cara, en forma de pedrusco. Bocarriba, no atrapada. Genial. Aunque el pedrusco era un poco raro, Mr Esponjoso no le había dicho que significaba eso. Hizo un poco la croqueta, con suficiente suerte como para no despeñarse, intentando afianzarse en el suelo, levantarse. Aunque el mareo era demasiado fuerte. Y el frío, hacia tantísimo frío, que tenía la sensación de que si dejaba de moverse, no lo haría nunca más. Pero realmente quería acurrucarse y dormir un rato. Aunque estaba segura de que debía hacer algo importante.
Alguien a su lado le pidió que se tomara algo, algo rojizo y borroso, por lo que podía ver, mientras otra hablaba de dioses y marionetas. ¿No eran todos peones de los dioses al fin y al cabo? Para que preocuparse. Uno solo debía hacer su vida, reunir poder hasta… hasta ser… ¿poder? Sabía que quería llegar a algún lado con eso. Esa cosa rojiza seguía en medio de su visión, parecía pulsar con vida propia en su emborronada vista, insistiendo para que lo bebiera.
Vale, haría eso y se iría a dormir. Si podía, le estaba costando agarrar esa estúpida cosa rojiza, aunque cuando por fin lo consiguió al cuarto intento y se la acercó muuucho, viendo que era una poción. Oh, sabia como se tomaba una eso. Aunque usualmente habría escupido el tapón antes de beberla. Con una sensación que le recordaba vagamente a un aguardiente, el calor empezó a extenderse por su cuerpo. Aun hacia mucho muchísimo frío, pero ya no calaba. Eran como…dos tipos de sensación diferentes. No tenia sentido, pero si para ella. En cualquier caso, ahora podía ir a dormir.
Y entonces alguien la abrazó por detrás, un aroma familiar alcanzándola. A roble, algo ahumado, triste. Olor a casa. Hacía mucho que no veía a su hermana. Y sabía que no podía estar allí, aunque no recordaba el porqué. Pestañeó y estaba delante suyo, sujetándole la cara con dos cálidas manos, hablándole. O moviendo la boca al menos, no escuchaba nada.
-No…entiendo.- a duras penas pudo articular, pero aprecio entender, hablando muy lentamente, para que le leyera los labios. Jinetes. Inmortales. Congelar. Calor. Sufrir. Puede que no necesariamente en ese orden, eran muchas palabras y la cabeza le daba vueltas. Habiéndolo entendido, bajó la cara, preparándose para una siesta, y Galatea le alzó la cabeza bruscamente, tan abruptamente que pensaba que le iba a partir el cuello, pequeñas lenguas de fuego recorriendo su cuerpo. Debía tener frío.
Cierto. Hacia frío, y se usaba fuego para eso. Y ella podía hacer algo al respecto. Lo había hecho antes. Solo tenía que recordar la palabra. Aunque era tan difícil… no quería hacerlo, aunque no recordaba porque. Con los reparos que su dueña usualmente tenía en pensar en esos recuerdos quebrados, su cerebro solo tuvo que esquivar el sangrado interno y extender una metafórica mano/tentáculo hacia la memoria.
-Consume.- susurró, y su mundo estalló en llamas, su hermana desvaneciéndose con una sonrisa. Se alegraba de haberlo hecho, ahora se estaba mucho mejor, y Gal ya nunca sonreía.
Se alzó, orgullosa, para caer de vuelta al suelo, aguantada por una sola rodilla. La cabeza le seguía doliendo, y cuando alargó la mano para tocársela, estaba mojada, su mano ahora roja. Estaba segura de que eso no debía pasar. Se suponía que la sangre tenía que estar dentro. Un gran estruendo la hizo centrarse en su entorno. Cierto… jinetes… estaba allí para matar jinetes. No, espera, eran inmortales. Otra cosa, algo sobre un árbol y una beluga plateada andante. La imagen le hizo venir una risita, imaginándola con un monóculo y un sombrerito, pero no, tenía que concentrarse, ¡estaba en una misión importante! Quería evitar que hicieran algo, eso seguro. Y para hacerlo había ido a matarlos. Pero no podía. Porque eran mortalmente discapacitados. Así que debía ser otra cosa, similar.
Y en su comprometido estado, el bulto de carne bañado en sangre hecho algo papilla por un martillo que era su cerebro en ese momento trabajó a toda velocidad para darle la respuesta que buscaba. Puede.
Si no podía matarlos… solo tenía que hacerles sufrir. Incapacitarlos. Simple. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Una pierna rota, o un brazo calcinado. Cierto, ahora tenía de eso. Llamas, no brazos calcinados.
…
Se miró los suyos, por si acaso, la vista ahora más nítida, pero no, allí estaban, bien sujetos en su sitio y lucían bastante intactos.
Mientras tanto, las llamas se arremolinaban a su alrededor, un foco de calor que mantenía a su ama y a aquellos a su alrededor calientes. Y puede, con suerte, que bastara para neutralizar ese frío glacial. Y con suerte tendría tiempo de echarse una siesta.
Huracán de fuego – El brujo crea un huracán de 2 metros de altura a su alrededor; manteniéndose en el ojo de este como medida defensiva, ya que el aire que despide puede desviar proyectiles y al estar altamente caliente quema a los adversarios que se aproximen.
- Mantenida. Dos turnos activa. Cuatro turnos para reutilizarla.
Estoy intentando Eliminar sensación para todo el equipo, con el plus de que si los tiradores del equipo acercan las flechas…pues serán flechas de fuego…probablemente.
O eso pensaría en unos días, cuando la conmoción se le pasara. Ahora, lo único que veía era un borrón blanco, con la cabeza dándole vueltas, como si estuviera bocaabajo. ¿Se había quedado atrapada bajo un alud? No pasaba nada, tenía una forma de saberlo, ese hombre oso tan amable le había enseñado el truco.
La elfa escupió hacia arriba y tras unos segundos, el escupitajo le volvió a caer en la cara, en forma de pedrusco. Bocarriba, no atrapada. Genial. Aunque el pedrusco era un poco raro, Mr Esponjoso no le había dicho que significaba eso. Hizo un poco la croqueta, con suficiente suerte como para no despeñarse, intentando afianzarse en el suelo, levantarse. Aunque el mareo era demasiado fuerte. Y el frío, hacia tantísimo frío, que tenía la sensación de que si dejaba de moverse, no lo haría nunca más. Pero realmente quería acurrucarse y dormir un rato. Aunque estaba segura de que debía hacer algo importante.
Alguien a su lado le pidió que se tomara algo, algo rojizo y borroso, por lo que podía ver, mientras otra hablaba de dioses y marionetas. ¿No eran todos peones de los dioses al fin y al cabo? Para que preocuparse. Uno solo debía hacer su vida, reunir poder hasta… hasta ser… ¿poder? Sabía que quería llegar a algún lado con eso. Esa cosa rojiza seguía en medio de su visión, parecía pulsar con vida propia en su emborronada vista, insistiendo para que lo bebiera.
Vale, haría eso y se iría a dormir. Si podía, le estaba costando agarrar esa estúpida cosa rojiza, aunque cuando por fin lo consiguió al cuarto intento y se la acercó muuucho, viendo que era una poción. Oh, sabia como se tomaba una eso. Aunque usualmente habría escupido el tapón antes de beberla. Con una sensación que le recordaba vagamente a un aguardiente, el calor empezó a extenderse por su cuerpo. Aun hacia mucho muchísimo frío, pero ya no calaba. Eran como…dos tipos de sensación diferentes. No tenia sentido, pero si para ella. En cualquier caso, ahora podía ir a dormir.
Y entonces alguien la abrazó por detrás, un aroma familiar alcanzándola. A roble, algo ahumado, triste. Olor a casa. Hacía mucho que no veía a su hermana. Y sabía que no podía estar allí, aunque no recordaba el porqué. Pestañeó y estaba delante suyo, sujetándole la cara con dos cálidas manos, hablándole. O moviendo la boca al menos, no escuchaba nada.
-No…entiendo.- a duras penas pudo articular, pero aprecio entender, hablando muy lentamente, para que le leyera los labios. Jinetes. Inmortales. Congelar. Calor. Sufrir. Puede que no necesariamente en ese orden, eran muchas palabras y la cabeza le daba vueltas. Habiéndolo entendido, bajó la cara, preparándose para una siesta, y Galatea le alzó la cabeza bruscamente, tan abruptamente que pensaba que le iba a partir el cuello, pequeñas lenguas de fuego recorriendo su cuerpo. Debía tener frío.
Cierto. Hacia frío, y se usaba fuego para eso. Y ella podía hacer algo al respecto. Lo había hecho antes. Solo tenía que recordar la palabra. Aunque era tan difícil… no quería hacerlo, aunque no recordaba porque. Con los reparos que su dueña usualmente tenía en pensar en esos recuerdos quebrados, su cerebro solo tuvo que esquivar el sangrado interno y extender una metafórica mano/tentáculo hacia la memoria.
-Consume.- susurró, y su mundo estalló en llamas, su hermana desvaneciéndose con una sonrisa. Se alegraba de haberlo hecho, ahora se estaba mucho mejor, y Gal ya nunca sonreía.
Se alzó, orgullosa, para caer de vuelta al suelo, aguantada por una sola rodilla. La cabeza le seguía doliendo, y cuando alargó la mano para tocársela, estaba mojada, su mano ahora roja. Estaba segura de que eso no debía pasar. Se suponía que la sangre tenía que estar dentro. Un gran estruendo la hizo centrarse en su entorno. Cierto… jinetes… estaba allí para matar jinetes. No, espera, eran inmortales. Otra cosa, algo sobre un árbol y una beluga plateada andante. La imagen le hizo venir una risita, imaginándola con un monóculo y un sombrerito, pero no, tenía que concentrarse, ¡estaba en una misión importante! Quería evitar que hicieran algo, eso seguro. Y para hacerlo había ido a matarlos. Pero no podía. Porque eran mortalmente discapacitados. Así que debía ser otra cosa, similar.
Y en su comprometido estado, el bulto de carne bañado en sangre hecho algo papilla por un martillo que era su cerebro en ese momento trabajó a toda velocidad para darle la respuesta que buscaba. Puede.
Si no podía matarlos… solo tenía que hacerles sufrir. Incapacitarlos. Simple. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Una pierna rota, o un brazo calcinado. Cierto, ahora tenía de eso. Llamas, no brazos calcinados.
…
Se miró los suyos, por si acaso, la vista ahora más nítida, pero no, allí estaban, bien sujetos en su sitio y lucían bastante intactos.
Mientras tanto, las llamas se arremolinaban a su alrededor, un foco de calor que mantenía a su ama y a aquellos a su alrededor calientes. Y puede, con suerte, que bastara para neutralizar ese frío glacial. Y con suerte tendría tiempo de echarse una siesta.
_______
So…. Val conmocionada ve cosas… personas específicamente que, por si dudáis, no están allí de verdad y más importante, usa el colgante de escarcha para marcarse un Vincent:Huracán de fuego – El brujo crea un huracán de 2 metros de altura a su alrededor; manteniéndose en el ojo de este como medida defensiva, ya que el aire que despide puede desviar proyectiles y al estar altamente caliente quema a los adversarios que se aproximen.
- Mantenida. Dos turnos activa. Cuatro turnos para reutilizarla.
Estoy intentando Eliminar sensación para todo el equipo, con el plus de que si los tiradores del equipo acercan las flechas…pues serán flechas de fuego…probablemente.
Valyria
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Si bien, parecía que la estancia en la cueva había sido una completa derrota, antes de salir de ahí no me había ido con las manos vacías, sino que había tomado del piso alrededor de los cadáveres de aquellas vampiras, algunos puñados de sus cenizas que en el momento correcto me podrían resultar de ayuda para un hechizo tonto pero muy útil, el viaje hasta nuestro destino fue bastante extraño, en primer lugar el despegue del barco ya era algo bastante raro, me dediqué a sujetarme fuerte de las barandas y mirar hacia abajo como un niño mientras el elfo se ponía necio durante el viaje, continuaba con mi rostro cubierto por una máscara de tela que ocultaba mi identidad y evitaba relacionarme más de la cuenta con el resto de tripulantes en quienes aún no terminaba de confiar.
Desde lejos el Árbol Madre, se veía bastante mal, parecía un campo de batalla, nosotros fuimos a parar a la cima en donde nos recibieron algunos rostros conocidos y desconocidos, Sonreí bajo la máscara al ver que Vincent seguía con vida, aunque me inquietó la actitud de Lucy quien ahora reclamaba el Orbe sin ser un centinela; saqué mis dagas sutilmente y me acerqué para interponerme entre ella y la portadora del mismo.
En medio de aquella disputa de intereses un fuerte estruendo nos sacudió a todos, no había falta palabras pues los rostros temerosos de todos delataban el pánico y la incertidumbre, aquello ciertamente había apresurado las negociaciones agregando una nueva opción que me hizo guardar de nuevo mis dagas, Niniel era una opción en la que confiaba.
Aunque el tiempo parecía ser el mayor enemigo, pues el peligro estaba ya sobre nosotros. Cubrí mis ojos con mi brazo izquierdo ante aquel destello que nos cegó por un instante y para cuando abrí los ojos la dragona rodaba por el piso, aquella masa se veía realmente intimidante, al punto que sentí miedo por un instante ¿Cómo podríamos vencer a algo invencible? Era la primera vez que veía a uno de ellos y me había paralizado. Fue Ronaldo quien me sacó del trance, reaccionando con un ataque contra aquel ser -Se apartó- Susurré -Entonces pueden ser heridos- Continué con más certeza, aunque la misma desapareció cuando el barco comenzó a sacudirse.
Los primeros intentos por atacar a aquella mole fueron detenidos por tentáculos de ramas ¿era eso posible? -Jamás he visto un mago con tal fuerza física o un guerrero con tal control de magia- Murmuré dudoso mientras me acercaba voluntariamente a uno de los tentáculos de ramas que al impactarme me empujó en vez de golpearme -Ilusiones- Murmuré -¿Puedes controlar tal ilusión al mismo tiempo que peleas?... Eres un prodigio o un fraude- Cerré mis ojos y me concentré -¡Basta de engaños!- [1] Grité liberando magia de voz para deshacer la ilusión y aunque fue apenas un parpadeo casi imperceptible en el que los tentáculos desaparecieron y aparecieron de nuevo, aquello me permitió sentir la dirección de donde venía la ayuda para aquel coloso de metal.
No eres el único con trucos de engaño…- Susurré casi para mí mismo mientras tomaba un puñado de las cenizas de vampiro que había tomado en la cueva -¡Necesito que me ataquen!- Miré a Lucy y Vincent, sus ataques de fuego tenían que ser fuertes para al menos hacerle un rasguño -¿Estás demente? El enemigo está allá, si quieres suicidarte salta del barco, cobarde- Alcé una ceja ante la arrogancia de Lucy y Vincent tampoco parecía fácil de convencer -¡Silencio!- Dije con firmeza y severidad mientras me bajaba la máscara con una mano para mostrarle mi rostro a la bruja de fuego, el rostro de quien había sido un criminal buscado en Dundarak -Solo atáquenme todos, con todo lo que tengan- [2] Aquello no había sido una petición, sino una orden, una cargada de magia para que se sintieran con deseos de atacarme, por odio, miedo, o simplemente obediencia parecía haber funcionado.
Lucy apretó los puños y generó un par de bolas de fuego, había conseguido su atención -¡Atáquenme!- Grité de nuevo con una mayor carga de magia de voz, si el polvo fallaba, aquello iba a terminar muy mal. Esperé el momento correcto y entre las maldiciones y amenazas lanzadas por Lucy mientras se preparaba para lanzarme sus llamaradas miré fijamente al jinete -Es hora de sangrar, imbécil- Fue lo último que dije antes de lanzar las cenizas al piso y desaparecer en una nube de polvo. [3]
En tan solo un instante aparecí en la posición del jinete mientras él, seguramente confundido sacudía la cabeza en mi posición anterior, sin la protección de ramas o tentáculos y listo para recibir una lluvia de fuego. Reí con malicia aunque no tendría tiempo para quedarme a ver el desenlace, aquello no había sido más que una distracción para escapar del barco mientras la atención estaba centrada en el espectáculo principal.
¿Dónde te escondes?- Pensé mientras aprovechaba el furor de aquella batalla para saltar del barco. En mi caída me sujeté de una rama que me ayudó a bajar lentamente hasta la superficie del árbol que parecía una suerte de edificio natural, dado que hacia arriba no había nada, el único destino posible era hacia abajo y dado que el ilusionista podía restablecer rápidamente sus ilusiones, tenía que estar cerca, justo en la sala inferior. Aunque una nueva complicación había aparecido, las escaleras estaban destruidas, por lo que fue necesario dar un buen salto.
Retrocedí un par de pasos… luego dos más… luego uno más, por precaución y corrí de nuevo hasta dar un salto hasta el otro lado de las escaleras, caí de pie justo en el borde pero los daños del lugar hicieron que el piso cediera llevándome hacia abajo. Podría haber caído al abismo desde esa altura de no ser porque logré anclar mis dagas a la madera del árbol. Trepé con ellas hasta subir y avancé con sigilo hasta el lugar donde parecía originarse la magia de las ilusiones.
Entré recostado a los muros procurando el mayor sigilo, pero el mismo fue interrumpido por unos aplausos pausados y llenos de ironía -He de reconocer vuestra astucia- Dijo aquel misterioso sujeto mientras aplaudía cada vez más lento -No eres como los otros, son gatitos persiguiendo luces y sombras- Tomé mis dagas rápidamente y me puse en guardia, dando un salto adelante al sentir su respiración cerca de mi oreja -¿También eres un gatito asustado?- Dijo mientras desaparecía la figura que acababa de ver.
No tengo miedo… yo soy el miedo- Le dije con firmeza, aunque sí, realmente me estaba muriendo de miedo, sabía que no podía vencerlo, pero al menos intentaría distraerlo para que los otros pudieran pelear sin amenazas de ilusiones. Por otro lado, este jinete era muy diferente al anterior, menos intimidante físicamente aunque algo en él inspiraba un terror desconocido -¿También eres un jinete?- Pregunté para aclarar dudas -Porque no eres intimidante como los otros- Apretó los puños en un leve atisbo de rabia aunque rápido recuperó la compostura -¿Intentáis convencerme o convencerte a ti mismo de tan absurdo argumento?- Su respuesta había sido más astuta que mi pregunta pues, ciertamente, de una extraña manera, me resultaba intimidante…
[1] Uso Habilidad de Nivel 9: La Máscara de la Muerte Roja para ver a través de la ilusión por un instante aunque no puedo deshacerla Desde lejos el Árbol Madre, se veía bastante mal, parecía un campo de batalla, nosotros fuimos a parar a la cima en donde nos recibieron algunos rostros conocidos y desconocidos, Sonreí bajo la máscara al ver que Vincent seguía con vida, aunque me inquietó la actitud de Lucy quien ahora reclamaba el Orbe sin ser un centinela; saqué mis dagas sutilmente y me acerqué para interponerme entre ella y la portadora del mismo.
En medio de aquella disputa de intereses un fuerte estruendo nos sacudió a todos, no había falta palabras pues los rostros temerosos de todos delataban el pánico y la incertidumbre, aquello ciertamente había apresurado las negociaciones agregando una nueva opción que me hizo guardar de nuevo mis dagas, Niniel era una opción en la que confiaba.
Aunque el tiempo parecía ser el mayor enemigo, pues el peligro estaba ya sobre nosotros. Cubrí mis ojos con mi brazo izquierdo ante aquel destello que nos cegó por un instante y para cuando abrí los ojos la dragona rodaba por el piso, aquella masa se veía realmente intimidante, al punto que sentí miedo por un instante ¿Cómo podríamos vencer a algo invencible? Era la primera vez que veía a uno de ellos y me había paralizado. Fue Ronaldo quien me sacó del trance, reaccionando con un ataque contra aquel ser -Se apartó- Susurré -Entonces pueden ser heridos- Continué con más certeza, aunque la misma desapareció cuando el barco comenzó a sacudirse.
Los primeros intentos por atacar a aquella mole fueron detenidos por tentáculos de ramas ¿era eso posible? -Jamás he visto un mago con tal fuerza física o un guerrero con tal control de magia- Murmuré dudoso mientras me acercaba voluntariamente a uno de los tentáculos de ramas que al impactarme me empujó en vez de golpearme -Ilusiones- Murmuré -¿Puedes controlar tal ilusión al mismo tiempo que peleas?... Eres un prodigio o un fraude- Cerré mis ojos y me concentré -¡Basta de engaños!- [1] Grité liberando magia de voz para deshacer la ilusión y aunque fue apenas un parpadeo casi imperceptible en el que los tentáculos desaparecieron y aparecieron de nuevo, aquello me permitió sentir la dirección de donde venía la ayuda para aquel coloso de metal.
No eres el único con trucos de engaño…- Susurré casi para mí mismo mientras tomaba un puñado de las cenizas de vampiro que había tomado en la cueva -¡Necesito que me ataquen!- Miré a Lucy y Vincent, sus ataques de fuego tenían que ser fuertes para al menos hacerle un rasguño -¿Estás demente? El enemigo está allá, si quieres suicidarte salta del barco, cobarde- Alcé una ceja ante la arrogancia de Lucy y Vincent tampoco parecía fácil de convencer -¡Silencio!- Dije con firmeza y severidad mientras me bajaba la máscara con una mano para mostrarle mi rostro a la bruja de fuego, el rostro de quien había sido un criminal buscado en Dundarak -Solo atáquenme todos, con todo lo que tengan- [2] Aquello no había sido una petición, sino una orden, una cargada de magia para que se sintieran con deseos de atacarme, por odio, miedo, o simplemente obediencia parecía haber funcionado.
Lucy apretó los puños y generó un par de bolas de fuego, había conseguido su atención -¡Atáquenme!- Grité de nuevo con una mayor carga de magia de voz, si el polvo fallaba, aquello iba a terminar muy mal. Esperé el momento correcto y entre las maldiciones y amenazas lanzadas por Lucy mientras se preparaba para lanzarme sus llamaradas miré fijamente al jinete -Es hora de sangrar, imbécil- Fue lo último que dije antes de lanzar las cenizas al piso y desaparecer en una nube de polvo. [3]
En tan solo un instante aparecí en la posición del jinete mientras él, seguramente confundido sacudía la cabeza en mi posición anterior, sin la protección de ramas o tentáculos y listo para recibir una lluvia de fuego. Reí con malicia aunque no tendría tiempo para quedarme a ver el desenlace, aquello no había sido más que una distracción para escapar del barco mientras la atención estaba centrada en el espectáculo principal.
¿Dónde te escondes?- Pensé mientras aprovechaba el furor de aquella batalla para saltar del barco. En mi caída me sujeté de una rama que me ayudó a bajar lentamente hasta la superficie del árbol que parecía una suerte de edificio natural, dado que hacia arriba no había nada, el único destino posible era hacia abajo y dado que el ilusionista podía restablecer rápidamente sus ilusiones, tenía que estar cerca, justo en la sala inferior. Aunque una nueva complicación había aparecido, las escaleras estaban destruidas, por lo que fue necesario dar un buen salto.
Retrocedí un par de pasos… luego dos más… luego uno más, por precaución y corrí de nuevo hasta dar un salto hasta el otro lado de las escaleras, caí de pie justo en el borde pero los daños del lugar hicieron que el piso cediera llevándome hacia abajo. Podría haber caído al abismo desde esa altura de no ser porque logré anclar mis dagas a la madera del árbol. Trepé con ellas hasta subir y avancé con sigilo hasta el lugar donde parecía originarse la magia de las ilusiones.
Entré recostado a los muros procurando el mayor sigilo, pero el mismo fue interrumpido por unos aplausos pausados y llenos de ironía -He de reconocer vuestra astucia- Dijo aquel misterioso sujeto mientras aplaudía cada vez más lento -No eres como los otros, son gatitos persiguiendo luces y sombras- Tomé mis dagas rápidamente y me puse en guardia, dando un salto adelante al sentir su respiración cerca de mi oreja -¿También eres un gatito asustado?- Dijo mientras desaparecía la figura que acababa de ver.
No tengo miedo… yo soy el miedo- Le dije con firmeza, aunque sí, realmente me estaba muriendo de miedo, sabía que no podía vencerlo, pero al menos intentaría distraerlo para que los otros pudieran pelear sin amenazas de ilusiones. Por otro lado, este jinete era muy diferente al anterior, menos intimidante físicamente aunque algo en él inspiraba un terror desconocido -¿También eres un jinete?- Pregunté para aclarar dudas -Porque no eres intimidante como los otros- Apretó los puños en un leve atisbo de rabia aunque rápido recuperó la compostura -¿Intentáis convencerme o convencerte a ti mismo de tan absurdo argumento?- Su respuesta había sido más astuta que mi pregunta pues, ciertamente, de una extraña manera, me resultaba intimidante…
[2] Uso Habilidad de Nivel 7: El Demonio de la Perversidad para hacer que Lucy y quienes estén cerca me ataquen
[3] Uso Cenizas de Vampiro para cambiar de lugar con el jinete y hacer que reciba los ataques que me lanzaron a mí,
[0] En resumen, aprovecho la distracción para bajar del barco y avanzar hasta la sala del consejo donde se encuentra Eredin Tarmúnil...
Última edición por Bio el Miér Abr 08 2020, 23:14, editado 1 vez
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
La llegada de los héroes al Oblivion fue cuanto menos, accidentada. Los estaban esperando, pero eso no sorprendió a vampira, ya había estado allí poco antes y había jurado regresar, lo único que el enemigo había hecho era tomar en serio sus palabras y prepararse para afrontar una batalla en su propio terreno. El intenso frío que envolvía la torre si era una novedad, casi parecía que alguien hubiese desatado una ventisca en aquel lugar, lo que obligó a la joven a encogerse nada más cruzar el portal.
Aún algo debilitada por su estancia en Aerandir, Elen tardó unos segundos en reaccionar y darse cuenta del imponente adversario que les había salido al paso, Carantir Tarmúnil, una mole de más de dos metros armada con un gran martillo y cubierto de hielo. Sin darles tiempo para organizarse, el jinete arremetió contra los visitantes, llegando a alcanzar a algunos de ellos, que salieron despedidos hacia diferentes partes de la torre, y luego, llegó el turno de los centinelas.
Tras invocar tres enormes carámbanos, el oscuro guerrero los lanzó contra los portadores de las reliquias, fallando por poco pero consiguiendo que su ataque no fuese en vano del todo. Las afiladas esquirlas de hielo pasaron rozando el cuello de la benjamina de los Calhoun, cortando la cadena que sujetaba el medallón solar y provocando que éste saliese rodando hasta los pies del enemigo. - Maldita sea. - masculló entre dientes, consciente del peligro que corría, no solo por no tener el colgante sino por la amenaza de que los efectos de su maldición inicial regresasen, dejándola fuera de combate nada más llegar.
- ¡Elen! - exclamó el dragón, que entendía perfectamente el riesgo al que se encontraba expuesta ahora, lo había visto antes, y no estaba dispuesto a permitir que se repitiese la historia. Mientras Carantir sujetaba el artefacto, dejando al descubierto la debilidad de la señora de sombras, que se retorcía de dolor en el suelo, Alister cambió de forma y se preparó para arremeter contra aquel sujeto con todas sus fuerzas, por una vez era él quien tenía ventaja, su elemento lo volvía más valioso en aquel combate de lo que podría haber sido contra cualquier otro jinete.
- Desgraciado, acabaremos con vosotros. - replicó desde el piso la de ojos verdes, deseando luchar hasta su último aliento y agradeciendo que poco a poco, sus fuerzas empezaran a recuperarse… ¿por qué se sentía más fuerte en el Oblivion? ¿tenía alguna conexión con aquel inhóspito lugar? No importaba, no mientras le diese lo necesario para levantarse y pelear. Sin embargo, ver que el medallón caía al suelo, a punto de ser destruido y con ello también su existencia, hizo que por unos instantes, el miedo atenazase su corazón.
- Esto no puede terminar así. - pensó, y gracias a los dioses, no fue así, Eltrant y Lyn intervinieron para rescatar la reliquia y devolvérsela, gesto que jamás olvidaría y que la haría estar en deuda con ambos de por vida. - Gracias. - logró decir a su congénere, al tiempo que escondía el medallón entre sus ropas donde no pudiese volver a caérsele con tanta facilidad. Y dicho esto volvió a ponerse en pie, recuperándose rápidamente, pero antes de que pudiese tomar la iniciativa del combate, un furioso y ardiente Alister se le adelantó.
- ¡Atrás todos! - vociferó con su grave voz de reptil. Su cuerpo estaba completamente en llamas, había utilizado una de sus habilidades, la que le otorgaba el aspecto primigenio de su elemento, y tomando carrerilla, embistió al jinete valiéndose de su fuerza bruta para alejarlo de Eltrant y del resto. Sabiendo que aunque lo ideal con aquel ataque habría sido derribar a su oponente, cosa que habría pasado con casi cualquiera, aquella mole iba a encajar mejor el golpe que cualquier otro enemigo, el dragón se conformó con la distancia que había logrado poner entre sus aliados y aquel desgraciado y procedió a hacer su siguiente movimiento, ese para el cual había avisado al resto de que se mantuviesen al margen.
Un intenso brillo dorado recorrió su garganta, y de un instante a otro, el alado desató un infierno de llamas que iba directamente hacia el oscuro. Acompañando el fuego con un fuerte rugido, que provenía de lo más hondo de su ser, Alister aguantó todo lo que pudo, deseando que su elemento devorase a aquel malnacido, pero sabía que no era un centinela, no tenía el poder para matarlo, aunque sí podía ayudar a que Elen, Huracán o Asher le diesen el golpe de gracia.
Cerrando levemente los ojos a causa de la luz, la de cabellos cenicientos aprovechó el momento para reposicionarse estratégicamente y desenvainar la matajinetes, mientras el calor que se extendía por el campo de batalla la hacía sentir algo más cómoda. - Mientras esté rodeado por las llamas no podré acercarme a él, debo buscar otra manera de alcanzarlo. - comenzó a cavilar, planteándose incluso si no sería mejor idea ceder temporalmente la venenosa hoja que sostenía a alguno de sus hermanos, uno que no estuviese tan limitado como ella por su condición de vampira.
Huracán manipulaba a su antojo el viento y contaba también con la telequinesis, podría hacer buen uso de la daga si lograba acercarse lo suficiente, así que sin pensárselo mucho más, corrió junto a la hechicera para entregársela. - Toma esto, ten cuidado con el filo, está envenenado. - indicó, sin quitar ojo a lo que ocurría entre el Tarmúnil y Alister. - Yo no puedo acercarme al fuego pero os daré apoyo con mis sombras. - añadió al poco, y sin decir nada más, comenzó a concentrar la oscuridad en torno a su cuerpo, envolviéndose con ella.
Off: Antes que nada gracias Eltrant, me habéis salvado <3
Alister toma la ofensiva ya que su elemento es más útil, utiliza sus habilidades de nivel 6 (Aspecto primigenio) y nivel 9 (Inferno) para caldear el ambiente. Como se explicó en las mecánicas no podemos hacer dos cosas a pesar de tener acompañantes, así que me limito a hacer un ataque a debilidad (aunque el fuego quizá ayude a los demás antes de que se congelen)
Cedo la matajinetes por este turno a Anastasia para que la use si le hace falta.
Aún algo debilitada por su estancia en Aerandir, Elen tardó unos segundos en reaccionar y darse cuenta del imponente adversario que les había salido al paso, Carantir Tarmúnil, una mole de más de dos metros armada con un gran martillo y cubierto de hielo. Sin darles tiempo para organizarse, el jinete arremetió contra los visitantes, llegando a alcanzar a algunos de ellos, que salieron despedidos hacia diferentes partes de la torre, y luego, llegó el turno de los centinelas.
Tras invocar tres enormes carámbanos, el oscuro guerrero los lanzó contra los portadores de las reliquias, fallando por poco pero consiguiendo que su ataque no fuese en vano del todo. Las afiladas esquirlas de hielo pasaron rozando el cuello de la benjamina de los Calhoun, cortando la cadena que sujetaba el medallón solar y provocando que éste saliese rodando hasta los pies del enemigo. - Maldita sea. - masculló entre dientes, consciente del peligro que corría, no solo por no tener el colgante sino por la amenaza de que los efectos de su maldición inicial regresasen, dejándola fuera de combate nada más llegar.
- ¡Elen! - exclamó el dragón, que entendía perfectamente el riesgo al que se encontraba expuesta ahora, lo había visto antes, y no estaba dispuesto a permitir que se repitiese la historia. Mientras Carantir sujetaba el artefacto, dejando al descubierto la debilidad de la señora de sombras, que se retorcía de dolor en el suelo, Alister cambió de forma y se preparó para arremeter contra aquel sujeto con todas sus fuerzas, por una vez era él quien tenía ventaja, su elemento lo volvía más valioso en aquel combate de lo que podría haber sido contra cualquier otro jinete.
- Desgraciado, acabaremos con vosotros. - replicó desde el piso la de ojos verdes, deseando luchar hasta su último aliento y agradeciendo que poco a poco, sus fuerzas empezaran a recuperarse… ¿por qué se sentía más fuerte en el Oblivion? ¿tenía alguna conexión con aquel inhóspito lugar? No importaba, no mientras le diese lo necesario para levantarse y pelear. Sin embargo, ver que el medallón caía al suelo, a punto de ser destruido y con ello también su existencia, hizo que por unos instantes, el miedo atenazase su corazón.
- Esto no puede terminar así. - pensó, y gracias a los dioses, no fue así, Eltrant y Lyn intervinieron para rescatar la reliquia y devolvérsela, gesto que jamás olvidaría y que la haría estar en deuda con ambos de por vida. - Gracias. - logró decir a su congénere, al tiempo que escondía el medallón entre sus ropas donde no pudiese volver a caérsele con tanta facilidad. Y dicho esto volvió a ponerse en pie, recuperándose rápidamente, pero antes de que pudiese tomar la iniciativa del combate, un furioso y ardiente Alister se le adelantó.
- ¡Atrás todos! - vociferó con su grave voz de reptil. Su cuerpo estaba completamente en llamas, había utilizado una de sus habilidades, la que le otorgaba el aspecto primigenio de su elemento, y tomando carrerilla, embistió al jinete valiéndose de su fuerza bruta para alejarlo de Eltrant y del resto. Sabiendo que aunque lo ideal con aquel ataque habría sido derribar a su oponente, cosa que habría pasado con casi cualquiera, aquella mole iba a encajar mejor el golpe que cualquier otro enemigo, el dragón se conformó con la distancia que había logrado poner entre sus aliados y aquel desgraciado y procedió a hacer su siguiente movimiento, ese para el cual había avisado al resto de que se mantuviesen al margen.
Un intenso brillo dorado recorrió su garganta, y de un instante a otro, el alado desató un infierno de llamas que iba directamente hacia el oscuro. Acompañando el fuego con un fuerte rugido, que provenía de lo más hondo de su ser, Alister aguantó todo lo que pudo, deseando que su elemento devorase a aquel malnacido, pero sabía que no era un centinela, no tenía el poder para matarlo, aunque sí podía ayudar a que Elen, Huracán o Asher le diesen el golpe de gracia.
Cerrando levemente los ojos a causa de la luz, la de cabellos cenicientos aprovechó el momento para reposicionarse estratégicamente y desenvainar la matajinetes, mientras el calor que se extendía por el campo de batalla la hacía sentir algo más cómoda. - Mientras esté rodeado por las llamas no podré acercarme a él, debo buscar otra manera de alcanzarlo. - comenzó a cavilar, planteándose incluso si no sería mejor idea ceder temporalmente la venenosa hoja que sostenía a alguno de sus hermanos, uno que no estuviese tan limitado como ella por su condición de vampira.
Huracán manipulaba a su antojo el viento y contaba también con la telequinesis, podría hacer buen uso de la daga si lograba acercarse lo suficiente, así que sin pensárselo mucho más, corrió junto a la hechicera para entregársela. - Toma esto, ten cuidado con el filo, está envenenado. - indicó, sin quitar ojo a lo que ocurría entre el Tarmúnil y Alister. - Yo no puedo acercarme al fuego pero os daré apoyo con mis sombras. - añadió al poco, y sin decir nada más, comenzó a concentrar la oscuridad en torno a su cuerpo, envolviéndose con ella.
Off: Antes que nada gracias Eltrant, me habéis salvado <3
Alister toma la ofensiva ya que su elemento es más útil, utiliza sus habilidades de nivel 6 (Aspecto primigenio) y nivel 9 (Inferno) para caldear el ambiente. Como se explicó en las mecánicas no podemos hacer dos cosas a pesar de tener acompañantes, así que me limito a hacer un ataque a debilidad (aunque el fuego quizá ayude a los demás antes de que se congelen)
Cedo la matajinetes por este turno a Anastasia para que la use si le hace falta.
Elen Calhoun
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