El castigo del orgullo II (Libre) [Maldición]

-Uh….- fue todo lo que alcanzó a decir Lixis cuando entro al edificio de donde había salido la vampira. Le había costado un poco, pero una vez se acercaba a la fuente, la sangre era más y más abundante, las pisadas ensangrentadas volviéndose cada vez más tenues a medida que s alejaban de la escena del crimen.

Y esa era la parte importante, Lixis movió un poco con el pie los cuerpos, hasta poder ver sus caras. Nadie que conoc… no, más bien nadie que importara. Lo que significaba que se habían ido. Y no se habían cruzado, ese era el problema.

Así que poco iba a poder hacer allí, después de comprobar que los muertos estaban muertos, volvió, y se encontró al elfo fuera. Y más cuerpos asaetados de los que había antes. Iba a felicitarlo, cuando escucho el grito de Ayliss, llamando su atención, -No puede haber tantos, matamos a un montón…y no, no lo vi.- Realmente había asumido que los vampiros que había visto eran todos los que había, pero era cierto que eso no sería necesariamente cierto, y el retumbar de los cascos le hizo reconsiderar rápidamente sus suposiciones, colocándose delante del grupo, maza aun en mano.

No tardó en ver que eran elfos, y una hasta le sonaba, pero aun así espero hasta que pararon y Falathar habló con ella para relajarse. Y aún quedaba el otro, pero con refuerzos, podía tomárselo con calma. No podía haber ido muy lejos, y a ella aun le faltaba buena parte de la armadura, así que respiraría hondo, se pondría lo que le faltaba y encontraría un buen lugar donde echar una cabezadita, preferiblemente bien a la vista del resto, para que hicieran guardia.

Fue entonces que vio a Nousis en la entrada, mirando a Handir. Daba igual, estaba demasiado cansada para pensar en qué hacer con él, ya se encargaría el resto. Le dio unas palmaditas al elfo, transmitiéndole un poco de luz para asegurarse de que estuviera bien. Estaba… mejor que antes, estaba bastante segura, lo que era extraño. Pero más extraño era la forma en la que la luz parecía ser tragada por un pozo sin fondo, aunque cada vez un poco menos. ¿Había gastado tanto su propia Luz peleando que ahora absorbía la suya desesperadamente, como la tierra en plena sequía? Ni siquiera debería ser posible.

Preguntas preguntas, daba igual, tenía una armadura que ponerse y una siesta que hacer.