¿El muerto que huyó andando? [Libre]
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¿El muerto que huyó andando? [Libre]
Hay en el bosque un lugar donde no se debe cazar. Más allá de Sandorai, donde las espesas arboledas pierden su verde, en el lugar en que el sofoco de la tierra ardiente se levanta a través de las porosidades y genera aquél aire cálido y lleno de pesares antiguos, cerca de allí South observaba en la noche cómo en medio de una tenue humareda provocada por un hombre que abría un hoyo en tierra, con la complicidad de la luz tenue de la luna, se preparaba para echar al agujero un bulto amarrado. Desde la distancia que los separaba podía ver la figura agitada cavando. Fácil y efectivo puede resultar esconder un cuerpo en la tierra ardiente de Midgard o eso pensaba South, apresurándose a inventar un motivo para aquella extraña escena.
Sólo había venido en búsqueda de madera seca para su fogata y le parecía que algo más había hallado: quizá la escena de un crimen, o simplemente un pueblerino desechando basura. ¿Cómo saberlo? La curiosidad la llenaba de ansia por accionar, pero la sensatez la llamaba a la quietud ¿a caso podría intervenir a aquél sujeto? ¿Le preguntaría sobre el particular envoltorio de sábanas en ese "algo" amarrado? ¿Y si le permitiese ver lo que es y de paso fuese un cadáver o peor, alguien vivo suplicando por su vida? En todo caso era más divertido jugar a las adivinanzas y no poner su existencia en peligro.
Se había puesto de cuclillas desde que vio al extraño a lo lejos y allí permaneció unos instantes hasta que el hombre se detuvo, clavó despaciosamente la pala en la tierra removida e inclinó la cabeza como quien se acuerda de algo de repente, luego parecía que miraba a su alrededor. Sí, algo le había llamado la atención en su entorno - ¿Y si es de esos hombres que pueden sentir el olor de extraños a lo lejos? - Olió bajo sus axilas sin pudor y con una creciente necesidad de salir corriendo de allí frunció el ceño. La piel se le heló y sintió que sus piernas se habían entumecido. - En ese caso estoy perdida... debí bañarme con agua fría -
Y sólo entonces le vio. Vio los ojos brillantes del extraño que la miraron fijamente durante un tiempo que le pareció una eternidad.
Sólo había venido en búsqueda de madera seca para su fogata y le parecía que algo más había hallado: quizá la escena de un crimen, o simplemente un pueblerino desechando basura. ¿Cómo saberlo? La curiosidad la llenaba de ansia por accionar, pero la sensatez la llamaba a la quietud ¿a caso podría intervenir a aquél sujeto? ¿Le preguntaría sobre el particular envoltorio de sábanas en ese "algo" amarrado? ¿Y si le permitiese ver lo que es y de paso fuese un cadáver o peor, alguien vivo suplicando por su vida? En todo caso era más divertido jugar a las adivinanzas y no poner su existencia en peligro.
Se había puesto de cuclillas desde que vio al extraño a lo lejos y allí permaneció unos instantes hasta que el hombre se detuvo, clavó despaciosamente la pala en la tierra removida e inclinó la cabeza como quien se acuerda de algo de repente, luego parecía que miraba a su alrededor. Sí, algo le había llamado la atención en su entorno - ¿Y si es de esos hombres que pueden sentir el olor de extraños a lo lejos? - Olió bajo sus axilas sin pudor y con una creciente necesidad de salir corriendo de allí frunció el ceño. La piel se le heló y sintió que sus piernas se habían entumecido. - En ese caso estoy perdida... debí bañarme con agua fría -
Y sólo entonces le vio. Vio los ojos brillantes del extraño que la miraron fijamente durante un tiempo que le pareció una eternidad.
South
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Re: ¿El muerto que huyó andando? [Libre]
—¡No! ¡Suéltame! —Su respiración era cada vez más agitada, más aprensiva —¡Abuelo, ayúdame! ¡No! Abuelo… Ab… No…
Y entonces se despertó. Llevaba soñando con árboles abrasados o ardiendo y cenizas con forma humana desde hacía ya varios días, desde aquel día, el día que recibió la misteriosa carta. Poco había dormido aquella noche, acababa de llegar a Lunargenta después de uno de sus viajes y había cenado con Bloom y Olivia, el tabernero y la cocinera. Habían comido hasta quedarse empachados y bebido demasiado. ¿Acaso no había probado realmente el ron-miel hasta aquel día? Había subido a su habitación algo achispada, tambaleándose entre peldaño y peldaño de la que le pareció ser la escalera más larga de todos los tiempos. Había abierto la puerta, aunque con dificultad, y ni corta ni perezosa, se había dejado caer en la cama. El sueño y el alcohol hicieron el resto. Durante la madrugada su puerta fue aporreada insistentemente, una y otra vez. Kyría se levantó a regañadientes y con los ojos más cerrados que abiertos. Cuando la abrió, lo único que había era una carta. La dichosa carta, perfectamente colocada en el suelo del pasillo, esperándola.
¿Qué necesitaba ella? ¿Qué se le había perdido a ella en el Bosque de Midgard? Frunció el ceño, se rascó los ojos y se sentó en el borde de la cama, releyendo una y otra vez la misiva. No tenía ningún sentido. Durante los siguientes treinta minutos había decidido ignorarla, incluso se volvió a acostar, dejándola tirada en el suelo de su desordenada habitación. Pero si algo tenía de bueno (o de insensato), era que su curiosidad vencía el pulso contra su prudencia la mayoría de las veces.
Y ahí estaba, una semana después, a la entrada de la posada con la noche cayendo sobre ella. ¿Qué esperaba? ¿A quién esperaba? ¿Y por qué llegaba tarde? ¿Había sido una broma de mal gusto? Mientras esperaba a nosesabequien, el recuerdo de las pesadillas inundó su mente. Se adentró un poco más en el bosque en busca de las respuestas para las cuales no tenía siquiera preguntas. El mismo bosque emanaba su calor, como una sutil respiración de un animal dormido. Empezaba a molestarte el corset a medida que se adentraba más y más. Se paró para aflojarlo un poco antes de continuar con su espontanea exploración.
—¡Maldita sea! ¿Quién me mandaría a mi hacer este estúpido viaje? —masculló visiblemente molesta.
Ese sitio no era, para nada, de sus favoritos. Era la cara B de la moneda, era la otra cara de Sandorai. Su precioso hogar. Ahí no había vida, solo… azufre enmascarado de polvareda. El ruido de una rama seca rompiéndose la alertó de la presencia de alguien más. Se ocultó detrás de la cáscara de lo que otrora fuera un árbol y la vio, una chica en cuclillas, observando a lo que parecía ser una sombra, atrapada entre oscuridad y polvo. Un nudo se le formó en la garganta y las diminutas gotas de sudor empezaban a resbalarle lentamente cuello abajo.
¿Quiénes eran? ¿Estaría la chica en apuros?
Y entonces se despertó. Llevaba soñando con árboles abrasados o ardiendo y cenizas con forma humana desde hacía ya varios días, desde aquel día, el día que recibió la misteriosa carta. Poco había dormido aquella noche, acababa de llegar a Lunargenta después de uno de sus viajes y había cenado con Bloom y Olivia, el tabernero y la cocinera. Habían comido hasta quedarse empachados y bebido demasiado. ¿Acaso no había probado realmente el ron-miel hasta aquel día? Había subido a su habitación algo achispada, tambaleándose entre peldaño y peldaño de la que le pareció ser la escalera más larga de todos los tiempos. Había abierto la puerta, aunque con dificultad, y ni corta ni perezosa, se había dejado caer en la cama. El sueño y el alcohol hicieron el resto. Durante la madrugada su puerta fue aporreada insistentemente, una y otra vez. Kyría se levantó a regañadientes y con los ojos más cerrados que abiertos. Cuando la abrió, lo único que había era una carta. La dichosa carta, perfectamente colocada en el suelo del pasillo, esperándola.
¿Qué necesitaba ella? ¿Qué se le había perdido a ella en el Bosque de Midgard? Frunció el ceño, se rascó los ojos y se sentó en el borde de la cama, releyendo una y otra vez la misiva. No tenía ningún sentido. Durante los siguientes treinta minutos había decidido ignorarla, incluso se volvió a acostar, dejándola tirada en el suelo de su desordenada habitación. Pero si algo tenía de bueno (o de insensato), era que su curiosidad vencía el pulso contra su prudencia la mayoría de las veces.
Y ahí estaba, una semana después, a la entrada de la posada con la noche cayendo sobre ella. ¿Qué esperaba? ¿A quién esperaba? ¿Y por qué llegaba tarde? ¿Había sido una broma de mal gusto? Mientras esperaba a nosesabequien, el recuerdo de las pesadillas inundó su mente. Se adentró un poco más en el bosque en busca de las respuestas para las cuales no tenía siquiera preguntas. El mismo bosque emanaba su calor, como una sutil respiración de un animal dormido. Empezaba a molestarte el corset a medida que se adentraba más y más. Se paró para aflojarlo un poco antes de continuar con su espontanea exploración.
—¡Maldita sea! ¿Quién me mandaría a mi hacer este estúpido viaje? —masculló visiblemente molesta.
Ese sitio no era, para nada, de sus favoritos. Era la cara B de la moneda, era la otra cara de Sandorai. Su precioso hogar. Ahí no había vida, solo… azufre enmascarado de polvareda. El ruido de una rama seca rompiéndose la alertó de la presencia de alguien más. Se ocultó detrás de la cáscara de lo que otrora fuera un árbol y la vio, una chica en cuclillas, observando a lo que parecía ser una sombra, atrapada entre oscuridad y polvo. Un nudo se le formó en la garganta y las diminutas gotas de sudor empezaban a resbalarle lentamente cuello abajo.
¿Quiénes eran? ¿Estaría la chica en apuros?
- LA CARTA:
Elfa,
Tengo lo que necesitas, encuéntrate conmigo dentro de siete lunas, al atardecer en la Posada Cicatrices y Pus.
No te arrepentirás.Tu fiel servidor
Kyria
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Re: ¿El muerto que huyó andando? [Libre]
Y la oscuridad calló sobre el bosque de fuego, suavizada por los destellos de Isil. Había caminado durante todo el día desde que se separaron, tratando de alejarse lo máximo posible del corazón de Midgar antes de que llegase la nueva caída del sol. No podría sobreponerse a otra noche en el territorio que aquellas criaturas se habían adueñado, menos aún sola. Despedirse del elfo había sido una decisión más impulsiva que meditada, no obstante, se reafirmaba en la necesidad de hacer su propio camino.
Aquella zona comenzaba a parecerse a la que hacía ya tiempo había conocido, no muy alejada de las aldeas que comenzaban a encontrarse en las afueras, donde la vida había empezado a regenerarse y así a repoblarse. ¿Cuánto tiempo había pasado? Varias lunas llenas, había perdido la cuenta. Quizá podría volver, ya que había llegado tan al oeste, ¿por qué no? Tan sólo una visita, de paso, antes de regresar a la otra orilla. Saludar a aquellos que la acogieron, conocer cómo les había ido en este tiempo... Fue un cálido adiós tras el ataque a la aldea que dejó como resultado vidas perdidas y una población que trataba de reconstruirse hecha pedazos. Lo ocurrido en Nytt Hus no lo olvidaría, tampoco sus buenos días allí. Esbozó una sonrisa melancólica, aunque apenada. Se marchó semanas después del asedio, cuando el pueblo comenzaba a reponerse, habiéndola dejado la puerta abierta. Podía volver, si. De paso... O asentarse. Suspiró al sorprenderse fantaseando y rio para sí. Por el momento se centraría en buscar un lugar donde acomodarse aquella noche.
Echó un vistazo a su alrededor, tan lejos como alcanzaba su vista. A su espalda, la profundidad del bosque del que venía, que se abría hacia el este para volverse de nuevo abrupto varios kilómetros después. Al frente, no lejos de allí, una fina columna de humo que ascendía en mitad de un claro que se veía iluminado entre los árboles pese a la distancia. Demasiado llamativo para tratarse de una hoguera o un campamento. ¿Una vivienda? Algo aislada, pero podría ser. Si afinaba la vista podía incluso distinguir un camino que quizá llegase hasta la población más cercana. Avante, pues. Se detuvo cuando avanzó lo suficiente para distinguir que en realidad se trataba de un establecimiento algo más público de lo esperado. Parecía un parador anexado a una taberna, foco sin duda de la luz en mitad de la noche. Arrugó la nariz y torció el gesto. No podría imaginar qué tipo de tugurio podría ser dada su apariencia. Fachada ennegrecida, ventanucos sucios con madera que parecía comenzar a pudrirse. Desde aquel punto podía incluso distinguir parcialmente el cartel de la entrada.
No alcanzaba a leer la primera parte pero con el finar era suficiente. Definitivamente no era un lugar en el que buscar hospedaje, no obstante, no estaba del todo equivocada. Si en un lugar como aquel había una posada, con una tasca donde se podía percibir gente en el interior, significaba que no podía encontrarse lejos de algo parecido a una pequeña civilización. No era necesario encontrarla, tan solo considerar que los alrededores serían medianamente seguros para dormir al aire libre.
Aquella zona comenzaba a parecerse a la que hacía ya tiempo había conocido, no muy alejada de las aldeas que comenzaban a encontrarse en las afueras, donde la vida había empezado a regenerarse y así a repoblarse. ¿Cuánto tiempo había pasado? Varias lunas llenas, había perdido la cuenta. Quizá podría volver, ya que había llegado tan al oeste, ¿por qué no? Tan sólo una visita, de paso, antes de regresar a la otra orilla. Saludar a aquellos que la acogieron, conocer cómo les había ido en este tiempo... Fue un cálido adiós tras el ataque a la aldea que dejó como resultado vidas perdidas y una población que trataba de reconstruirse hecha pedazos. Lo ocurrido en Nytt Hus no lo olvidaría, tampoco sus buenos días allí. Esbozó una sonrisa melancólica, aunque apenada. Se marchó semanas después del asedio, cuando el pueblo comenzaba a reponerse, habiéndola dejado la puerta abierta. Podía volver, si. De paso... O asentarse. Suspiró al sorprenderse fantaseando y rio para sí. Por el momento se centraría en buscar un lugar donde acomodarse aquella noche.
Echó un vistazo a su alrededor, tan lejos como alcanzaba su vista. A su espalda, la profundidad del bosque del que venía, que se abría hacia el este para volverse de nuevo abrupto varios kilómetros después. Al frente, no lejos de allí, una fina columna de humo que ascendía en mitad de un claro que se veía iluminado entre los árboles pese a la distancia. Demasiado llamativo para tratarse de una hoguera o un campamento. ¿Una vivienda? Algo aislada, pero podría ser. Si afinaba la vista podía incluso distinguir un camino que quizá llegase hasta la población más cercana. Avante, pues. Se detuvo cuando avanzó lo suficiente para distinguir que en realidad se trataba de un establecimiento algo más público de lo esperado. Parecía un parador anexado a una taberna, foco sin duda de la luz en mitad de la noche. Arrugó la nariz y torció el gesto. No podría imaginar qué tipo de tugurio podría ser dada su apariencia. Fachada ennegrecida, ventanucos sucios con madera que parecía comenzar a pudrirse. Desde aquel punto podía incluso distinguir parcialmente el cartel de la entrada.
c e s & P u s
No alcanzaba a leer la primera parte pero con el finar era suficiente. Definitivamente no era un lugar en el que buscar hospedaje, no obstante, no estaba del todo equivocada. Si en un lugar como aquel había una posada, con una tasca donde se podía percibir gente en el interior, significaba que no podía encontrarse lejos de algo parecido a una pequeña civilización. No era necesario encontrarla, tan solo considerar que los alrededores serían medianamente seguros para dormir al aire libre.
Aylizz Wendell
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Re: ¿El muerto que huyó andando? [Libre]
Un sonido de animal emergió de repente de la garganta del extraño, mientras ella presa del miedo permaneció inmóvil, aún más sintió la prisa por huir cuando las venas en el cuello del extraño ser se ensanchaban y como si nueva sangre negra corriera por sus venas, los ojos de quien inicialmente parecía un hombre se llenaban de pequeños caminos de sangre que terminaron por oscurecerles por completo. Un rostro sin atisbo de luz, el de otro ser surgió de aquél. South no pudo evitar ver en aquellas facciones la de un animal parecido a un lobo - Pues... ya no necesito agua calentita - Pensó, tratando inútilmente de calmarse.
Su corazón latía aún más descontrolado que nunca, bien podía ser ella y no aquella extraña criatura la que estaba corriendo con la agilidad de un animal de caza, esa velocidad y soltura... Deslizó su mano sobre la tierra y sintió de nuevo el calor de Midgard que subió hasta su pecho. Respiró profundo, como si acabara de salir de debajo del agua tras un larguísimo periodo, tanto como para que le resultase doloroso.
Lanzó, sin pensarlo mucho, una piedra que tomó antes de levantarse, dirigió el proyectil hacia la bestia que ya estaba a escasos metros de ella, seguramente preparando el zarpazo con el que pudiera acabarla y comerla, tal vez como lo había hecho con aquél envuelto en trapos que aún reposaba a lo lejos junto al agujero.
Ni bien hubo lanzado la piedra, se dejó caer sobre la hojarasca y rodó un par de veces evitando quizá a la criatura, si es que su pedrada no daba en el objetivo. A toda costa protegería su integridad. Posiblemente aquello era un problema mal buscado, algo a lo que quizá nunca debió verse enfrentada, pero bendita o no su curiosidad la había puesto en aquella posición, lleno su cabello de tierra, maloliente y desprovista de un plan para escapar de aquella veloz y aparentemente poderosa bestia.
Llevó su diestra al cinto, buscaba su cuchilla, y entonces vio a la figura frente a sí, el hombre transformado casi por completo en lobo seguía buscando algo alrededor y aparentemente estaba decidiendo entre ir por aquello o acabar primero con South.
Su corazón latía aún más descontrolado que nunca, bien podía ser ella y no aquella extraña criatura la que estaba corriendo con la agilidad de un animal de caza, esa velocidad y soltura... Deslizó su mano sobre la tierra y sintió de nuevo el calor de Midgard que subió hasta su pecho. Respiró profundo, como si acabara de salir de debajo del agua tras un larguísimo periodo, tanto como para que le resultase doloroso.
Lanzó, sin pensarlo mucho, una piedra que tomó antes de levantarse, dirigió el proyectil hacia la bestia que ya estaba a escasos metros de ella, seguramente preparando el zarpazo con el que pudiera acabarla y comerla, tal vez como lo había hecho con aquél envuelto en trapos que aún reposaba a lo lejos junto al agujero.
Ni bien hubo lanzado la piedra, se dejó caer sobre la hojarasca y rodó un par de veces evitando quizá a la criatura, si es que su pedrada no daba en el objetivo. A toda costa protegería su integridad. Posiblemente aquello era un problema mal buscado, algo a lo que quizá nunca debió verse enfrentada, pero bendita o no su curiosidad la había puesto en aquella posición, lleno su cabello de tierra, maloliente y desprovista de un plan para escapar de aquella veloz y aparentemente poderosa bestia.
Llevó su diestra al cinto, buscaba su cuchilla, y entonces vio a la figura frente a sí, el hombre transformado casi por completo en lobo seguía buscando algo alrededor y aparentemente estaba decidiendo entre ir por aquello o acabar primero con South.
South
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Re: ¿El muerto que huyó andando? [Libre]
Se acomodó el ahora holgado corset que le oprimía la respiración, la cual intentó calmar después de observar aquella escena un tanto recóndita. El calor que sentía iba in crescendo y la elfa dudaba si era por el propio calor sofocante de la lúgubre flora del alrededor o si era por la sensación, inconsciente, de aprensión que empezaba a asomarse en sus entrañas. Apoyó la espalda y las palmas de las manos en el viejo tronco, mirando de reojo, intermitentemente, a ambos lados. ¿Qué sombra era esa? ¿Sería una persona o un animal? ¿Estarían dándole caza?
Un sonido garrafal adornó el silencio del bosque, y éste, no contento con uno, emitió su eco a través de los árboles. Entonces lo supo; no se trataba de una persona, al menos no una en un estado que se dice normal, de eso estaba totalmente segura. Clavó las uñas en la descascada corteza del árbol y, en un acto de valentía aparente, miró por encima de su hombro. La escena que contempló la elfa no hacía más que confirmar su previa teoría; la chica que anteriormente se encontraba en cuclillas a unos metros, ahora rodaba sobre sí misma en su dirección, huyendo de una criatura humanoide, pero con claros rasgos lobunos.
—¡Espera! No… —gritó, acercándose y quedándose de espaldas a la chica, interponiéndose entre ella y la bestia. Sus acciones fueron más bien irracionales e instintivas, ¿por qué proteger a una desconocida? Pero, ¿por qué no? —¿Qué es lo que buscas? ¿Quién eres? O… ¿Qué... qué eres? —Soltó finalmente tragando saliva.
Quería mantener una distancia prudente del ser que estaba delante de ellas, no sabía sus intenciones, aunque tenía los ojos ensangrentados, adoptando un tono oscuro. Un escalofrío recorrió su espina dorsal donde antes gotas de sudor descendían a voluntad. Kyria quería pensar que, si era un simple licántropo enfurecido, aunque en plena fase de transición, podría apelar a su parte más humana, e intentar el diálogo, no a la violencia. Ese siempre sería su plan A en situaciones imprevistas.
Retrocedió a pasos pequeños, juntando puntilla y talón y sosteniéndole la mirada al hombre-lobo. Quería tener el suficiente espacio para, dado el caso de tener que optar por el plan B, el menos deseado para la elfa, poder sacarles partido a sus flechas con total libertad de movimiento. Además, albergaba la esperanza de que la chica, la cual no había parado siquiera a observar con detenimiento, aprovechara ese momento de intento de diálogo y/o distracción para sacar su artillería ofensiva, de llevarla consigo.
Si bien Kyria era consciente que el diálogo muchas veces llevaba las situaciones más insólitas y complicadas a buen puerto, no estaría de más, en aquella peculiar situación, tener a mano algún que otro as en la manga.
Un sonido garrafal adornó el silencio del bosque, y éste, no contento con uno, emitió su eco a través de los árboles. Entonces lo supo; no se trataba de una persona, al menos no una en un estado que se dice normal, de eso estaba totalmente segura. Clavó las uñas en la descascada corteza del árbol y, en un acto de valentía aparente, miró por encima de su hombro. La escena que contempló la elfa no hacía más que confirmar su previa teoría; la chica que anteriormente se encontraba en cuclillas a unos metros, ahora rodaba sobre sí misma en su dirección, huyendo de una criatura humanoide, pero con claros rasgos lobunos.
—¡Espera! No… —gritó, acercándose y quedándose de espaldas a la chica, interponiéndose entre ella y la bestia. Sus acciones fueron más bien irracionales e instintivas, ¿por qué proteger a una desconocida? Pero, ¿por qué no? —¿Qué es lo que buscas? ¿Quién eres? O… ¿Qué... qué eres? —Soltó finalmente tragando saliva.
Quería mantener una distancia prudente del ser que estaba delante de ellas, no sabía sus intenciones, aunque tenía los ojos ensangrentados, adoptando un tono oscuro. Un escalofrío recorrió su espina dorsal donde antes gotas de sudor descendían a voluntad. Kyria quería pensar que, si era un simple licántropo enfurecido, aunque en plena fase de transición, podría apelar a su parte más humana, e intentar el diálogo, no a la violencia. Ese siempre sería su plan A en situaciones imprevistas.
Retrocedió a pasos pequeños, juntando puntilla y talón y sosteniéndole la mirada al hombre-lobo. Quería tener el suficiente espacio para, dado el caso de tener que optar por el plan B, el menos deseado para la elfa, poder sacarles partido a sus flechas con total libertad de movimiento. Además, albergaba la esperanza de que la chica, la cual no había parado siquiera a observar con detenimiento, aprovechara ese momento de intento de diálogo y/o distracción para sacar su artillería ofensiva, de llevarla consigo.
Si bien Kyria era consciente que el diálogo muchas veces llevaba las situaciones más insólitas y complicadas a buen puerto, no estaría de más, en aquella peculiar situación, tener a mano algún que otro as en la manga.
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Re: ¿El muerto que huyó andando? [Libre]
El silencio de la noche tan sólo era interrumpido por lejanas voces procedentes de la taberna, que se volvía más frecuentada a medida que las horas pasaban, y los sonidos nocturnos del propio bosque. Estos, aunque todavía escasos dadas las condiciones de vida de Midgar, envolvían el ambiente en un aura en la que, tras los sucesos de los días previos en los que en más de una ocasión había perdido el aliento, podía sentirse ligeramente en paz. Aunque como toda buena sensación en la vida, aquella fue breve y pasajera.
Había logrado encaramarse entre dos ramas robustas, aunque todavía oscurecidas por la calcinación que ya formaba parte del hábitat natural del entorno, dando forma a una hamaca colgante con las escasas ramas y hojas que envolvían ambos árboles, encontrándose en un estado de duermevela, cuando en la distancia le pareció escuchar unas voces femeninas que gritaban con considerable exaltación. Aun sin poder entender sus palabras, pues el sonido llegaba ya distorsionado, respingó en su lecho sobresaltada, abriendo los ojos en estado de alerta, y mirando a su alrededor en busca de peligro u amenazas. El corazón comenzó a recuperar su pulso regular al comprobar que nada parecía acontecer en los alrededores, no obstante, estaba segura de haber escuchado a una mujer gritar. Quedó en silencio unos instantes, prestando mayor atención y afinando el oído y la vista en la dirección de la que procedieron las voces pero nada más parecía escucharse. No al menos hasta que un rugido se hizo eco.
No resonó con demasiada fuerza, ni parecía pertenecer a una gran criatura, aun así fue lo suficiente atronador para terminar de hacer saltar a la elfa de cama. Ella, aunque se encontraba a una distancia considerable, lejos de tomar la decisión más coherente y alejarse de allí, decidió acortar el terreno y dirigirse hacia la procedencia de tanto alboroto. Había experimentado en sus propias carnes lo salvaje que podía llegar a ser aquel bosque llameante, aparentemente inerte pero en cuyo interior habitaban seres inauditos y únicos de los que poco o nada se sabía, lo que la había hecho aprender como primera lección que no conviene enfrentarlos, mucho menos sola.
A medida que se acercaba al lugar notaba cómo las energías cambiaban, mezclándose en el ambiente dos percepciones distintas, dos puntos de luz en alguna parte cuya fuente se encontraba cada vez más cercana. Sin alcanzar aún a distinguir de qué o quién se trataban aquellos focos de éter, optó por subirse uno de los árboles con mayor frondosidad, evitando así ser vista por lo que fuera que produjo aquel rugir. Cuán fue su sorpresa al descubrir a dos de las suyas frente a, según ella lo veía, una criatura de espalda peluda y encorvada que a duras penas se erguía sobre dos patas humanas. ¿Qué demonios era aquello? Aquella cosa parecía convulsionar, volviéndose más peluda y menos persona, al tiempo que la elfa de pelo oscuro trataba de calmarla. Entonces... Se trataba de... ¿Un lican?
—¡Eh! ¿No estás muy lejos de tus bosques, bola de pelo?— increpó todavía sin mostrarse, manteniéndose a una altura prudente, tratando de llamar así la atención del animal.
Había logrado encaramarse entre dos ramas robustas, aunque todavía oscurecidas por la calcinación que ya formaba parte del hábitat natural del entorno, dando forma a una hamaca colgante con las escasas ramas y hojas que envolvían ambos árboles, encontrándose en un estado de duermevela, cuando en la distancia le pareció escuchar unas voces femeninas que gritaban con considerable exaltación. Aun sin poder entender sus palabras, pues el sonido llegaba ya distorsionado, respingó en su lecho sobresaltada, abriendo los ojos en estado de alerta, y mirando a su alrededor en busca de peligro u amenazas. El corazón comenzó a recuperar su pulso regular al comprobar que nada parecía acontecer en los alrededores, no obstante, estaba segura de haber escuchado a una mujer gritar. Quedó en silencio unos instantes, prestando mayor atención y afinando el oído y la vista en la dirección de la que procedieron las voces pero nada más parecía escucharse. No al menos hasta que un rugido se hizo eco.
No resonó con demasiada fuerza, ni parecía pertenecer a una gran criatura, aun así fue lo suficiente atronador para terminar de hacer saltar a la elfa de cama. Ella, aunque se encontraba a una distancia considerable, lejos de tomar la decisión más coherente y alejarse de allí, decidió acortar el terreno y dirigirse hacia la procedencia de tanto alboroto. Había experimentado en sus propias carnes lo salvaje que podía llegar a ser aquel bosque llameante, aparentemente inerte pero en cuyo interior habitaban seres inauditos y únicos de los que poco o nada se sabía, lo que la había hecho aprender como primera lección que no conviene enfrentarlos, mucho menos sola.
A medida que se acercaba al lugar notaba cómo las energías cambiaban, mezclándose en el ambiente dos percepciones distintas, dos puntos de luz en alguna parte cuya fuente se encontraba cada vez más cercana. Sin alcanzar aún a distinguir de qué o quién se trataban aquellos focos de éter, optó por subirse uno de los árboles con mayor frondosidad, evitando así ser vista por lo que fuera que produjo aquel rugir. Cuán fue su sorpresa al descubrir a dos de las suyas frente a, según ella lo veía, una criatura de espalda peluda y encorvada que a duras penas se erguía sobre dos patas humanas. ¿Qué demonios era aquello? Aquella cosa parecía convulsionar, volviéndose más peluda y menos persona, al tiempo que la elfa de pelo oscuro trataba de calmarla. Entonces... Se trataba de... ¿Un lican?
—¡Eh! ¿No estás muy lejos de tus bosques, bola de pelo?— increpó todavía sin mostrarse, manteniéndose a una altura prudente, tratando de llamar así la atención del animal.
Aylizz Wendell
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