Una torre que llegue hasta el cielo [Evento Social]

La ciudad de Sacrestic cobró vida de manera única durante la festividad del Samhain. Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, la atmósfera se llenaba de un misticismo profundo y un aire de solemnidad que envolvía sus calles. En la noche del Samhain, los vivos se unían en una comunión espiritual para honrar a los difuntos y recordar a aquellos que habían partido.

La ciudad, con sus antiguas construcciones de piedra gris y tejados de pizarra, se iluminaba con lámparas de aceite que destilaban un resplandor amarillo y tenue. Las calles de piedra estaban decoradas con guirnaldas de flores y velas, que parpadeaban como estrellas en la oscuridad. La arquitectura gótica de los edificios creaba sombras alargadas y profundas que se movían con la brisa nocturna.

Las gentes de Sacrestic se habían congregado en la plaza central, vistiendo túnicas y mantos oscuros, como si fueran sombras vivas. Sus rostros estaban pálidos, y en sus manos sostenían velas parpadeantes. Algunos llevaban máscaras de calaveras, otros de animales míticos. La mezcla de aromas a incienso, tierra húmeda y vino caliente llenaba el aire.

El cielo estaba despejado, y la luna, llena y brillante, arrojaba su luz plateada sobre la ciudad. Las estrellas destellaban como diamantes en el inmenso manto negro del cielo. Un silencio solemne se apoderaba del lugar, solo interrumpido por el suave murmullo de la multitud y el ocasional canto melancólico que emanaba de las gargantas de los presentes.

Alward, Katrina y Emmanuel caminaban con pasos silenciosos por las empedradas calles de Sacrestic. Todos llevaban consigo un farol con una vela en su interior, cuya luz parpadeaba como un faro en medio de la oscuridad. Además, también llevaban consigo flores.

A medida que se acercaban a la plaza central, el aura de misticismo y solemnidad se hacía más profunda. Sus pensamientos estaban con aquellos a quienes honraban: los padres de Alward, los padres de Katrina y los amigos caídos de Emmanuel. Cada vela encendida, cada flor depositada, simbolizaba su amor y respeto por los difuntos.

En el centro de la plaza, Alward, Katrina y Emmanuel encendieron sus velas y las depositaron en las calabazas, justo como todos allí hacían. Junto a las calabazas, ofrecieron también las flores. Las llamas danzaron en la brisa nocturna, y las flores exhalaron su fragancia en el aire fresco. El silencio envolvía sus corazones, y sus pensamientos se unían en un tributo silencioso a aquellos que habían perdido pero que vivían en sus memorias.

Aquella era una noche donde la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos se volvía difusa, un recordatorio de que la vida y la muerte estaban entrelazadas en un ciclo eterno. Mientras se sumían en la esencia mágica de la festividad, Alward, Katrina y Emmanuel sentían la presencia de sus seres queridos, como sus almas flotando en la luz de las velas y la brillante luna llena.

La vida, efímera y frágil, era un regalo que no debía desperdiciarse. En las velas encendidas y las flores depositadas, encontraron un recordatorio de que cada momento era precioso y cada relación significativa. Los seres queridos que habían perdido ya no estaban físicamente, pero sus memorias perduraban en sus corazones y les recordaban la importancia de valorar a quienes aún estaban con ellos.

La muerte, en su solemnidad, también les hacía reflexionar sobre el bien y el mal en el mundo. La pérdida de vidas en la lucha contra las Sierpes y otros males era un recordatorio de que existían fuerzas oscuras que debían ser enfrentadas. La muerte no podía ser vencida, pero la injusticia y la opresión sí podían ser combatidas.

Este momento les recordó la necesidad de luchar por la luz, la justicia y el bien común. La vida era frágil, pero su fragilidad la hacía aún más preciosa. Cada día debía ser vivido con la determinación de marcar la diferencia, de proteger a aquellos que no podían protegerse y de traer luz a los lugares oscuros.

Alward, Katrina y Emmanuel se comprometieron a seguir luchando por un mundo mejor, honrando a sus seres queridos caídos al ser agentes de cambio y justicia. La festividad del Samhain les recordó que, en medio de la vida y la muerte, la esperanza y la acción eran los faros que debían guiarlos en su camino. La noche mágica de Sacrestic les proporcionó la fortaleza y la determinación para seguir adelante, con la promesa de que mientras vivieran, la luz siempre prevalecería sobre la oscuridad.

Tenía la mente mucho más lejana de los adoquines de piedra que pisaba. Su cabeza merodeaba las últimas acciones que habían tenido ocurrencia entre aquellas mismas calles y aún sopesaba el espacio que Sacresitic había llegado a alcanzar en las últimas semanas en todo su presente. Se preguntó si quizás también en su futuro.

Esperaba encontrar las calles apacibles con tan solo las sombras de aquellos integrantes de su raza que se desplazaban hasta y desde el mercado de la sangre: La guardia de Lunargenta seguía aférrima a guardar el orden que habían conseguido años atrás, y aunque una parte de Caoimhe intentaba evitar mantener contacto visual con nadie que no fuese la luna, lo cierto es que una parte de ella se sabía molesta por aquella situación. Por mucho que intentase evitarlo.

La visión en su última aventura había pues esclarecido al menos parte de la lucha interna que llevaba librándose en ella hacía tiempo. Aquello le hizo destensar los ojos y relajar su mirada lo suficiente como para percatarse que, lejos de su tranquilidad impasible y nocturna, Sacrestic se había convertido en un tumulto desordenado de personas caminando aquí y allá.

Todos vestían las sonrisas ingenuas de personas que no esperan complicaciones aquella noche e iban vestidos de una u otra manera con pinturas rústicas focalizadas en los ojos y en las fauces: Un guiño sin duda a los vampiros a los que con tanto esmero mantenían a raya aquellos humanos, sin reconocer, al menos no de manera directa que muchos de los que componían aquella muchedumbre no necesitaban pinturas para mostrar aquellos colmillos grotescos en sus fauces.

Algunos portaban el fuego de antorchas en su caminar, casi correteando por los pasajes hasta lo que Caoimhe identificó como la plaza central de Sacrestic.  Otros llevaban velas que a duras penas mantenían encendidas, cobijadas con sus propias manos protegiendo las llamas tambaleantes del frío y viento que solía reinar en Sacrestic.

Cerró los ojos por un segundo y suspiró hondo, molesta finalmente al darse cuenta de qué era exactamente lo que significaba aquello, pero sobre todo las consecuencias que tenía en sus acciones inmediatas y que no tenían nada que ver con lo que había esperado hacer aquella noche.


-Por supuesto... - Descaminó alguno de sus pasos y muy a su pesar se unió al paso de la muchedumbre sumida en las sombras  de las calles que dejaba atrás.

Cuando al fin alcanzó el centro, la muchedumbre era lo suficientemente espesa como para hacer que su visión del lugar fuese parcial, por lo que aún bastante molesta  tuvo que buscar refugio en algún sitio y auparse para poder buscar las dos figuras que esperaba ver en aquel lugar.

Se agarró a uno de los palos de los mercados de samhain que poblaban el lugar y sus pies encontraron algo en lo que apoyarse para finalmente alzarse y tener una perspectiva más amplia del lugar: Para cuando su visión dió con el pelaje  peludo del hombre tigre, sus pies cedieron y sus zapatos acabaron destrozando aquello en lo que estaba subida.

-¡EY! ¡Mira por donde pisas!- dijo la voz molesta de un joven de unos 16 años al notar como Caoimhe destrozaba la torre de unas tres calabazas que había estado construyendo.

-Ups...- dijo esta alejándose un poco.- perdón...

El chico pateó los trozos de calabaza que Caoimhe había dejado tras de si en su partida y la miró con ojos de odio para después perderse en la multitud.

El humor de la vampiresa empeoraba por minutos. No estaba allī para hacer amigos. No necesitaba más links que la uniesen a Sacrestic. Había pasado el tiempo suficiente en aquel lugar y tenía negocios que atender que no esperaban a una celebridad tan banal como aquella. Pero conocía a Hugo y Axel lo suficientemente bien como para saber que para ellos aquel viaje no era sino otra excusa para hacer turismo, teniendo en cuenta que hacía unas tres semanas que no les mandaba recados.

-Aquí no es donde quedamos vernos- dijo Caoimhe sorprendiendo a Axel por la espalda mientras tiraba de su capucha para llamar su atención, desvelando la maraña de pelo largo y castaño que había recogido en un intento de adecentarlo.

El hombre se giró hasta ella y sin avisarla la abrazó alzándola un poco por los aires.  Caoimhe protestó  haciéndole un gesto de que la bajase bastante certera la de mirada de algunas personas a su alrededor y a la vez inundada en algo así como la calidez del reencuentro con sus únicos amigos.

-Ah.. pero sabías exactamente donde encontrarnos- Axel terminó su abrazo y la dejó en el suelo finalmente.

Hugo se acercó a ella entonces de manera también cariñosa y apoyó su frente peluda contra la de la vampiresa, a modo de saludo.

-Ni una mísera carta en tres semanas- dijo tomándola ahora por la barbilla y alzando su cabeza obligándola a mirarlo a los ojos- NI U-NA- repitió.

-Bueno... he estado ocupada.- Dijo Caoimhe deshaciéndose del agarre del hombre tigre pero sin poder evitar una sonrisa cómplice

- Pues nosotros nos hemos aburrido como ostras... ¡Imagínate que la mayor parte de las extorsiones están al día por lo menos hasta Yule- dijo  alzando su mano enumerando las cosas que habían hecho- Hemos recibido 6 cartas de un tal Lugh... bastante insistente acerca de tu piedra de Luna.-continuó alzando el segundo dedo- Pagué y recogí el recado que me mandaste comprar. Un objeto curioso me pregunto a quien vas a ...- Hugo leyó la expresión de Caoimhe y cambió de tema- Ah...y tu madre se ha pasado 3 veces por el talles preguntando donde estaba su eclipse- terminó Hugo, esperando una reacción de la vampiresa.

Una punzada de incomodidad surcó el pecho de Caoimhe al recordar la última visión de su madre.  Los rostros iluminados de sus secuaces esperando actualización en sus hazañas perforó aquel sentimiento y la trajo de nuevo al allí y ahora.

-Tú...  pareces diferente...Estás cambiada- Rompió el silencio finalmente, Axel. La inspeccionó de arriba a abajo- Te has aliment...

- Shh...No es eso...- dijo Caoimhe chistándole a bajar la voz

- ¡Oh!¿Has conoc..- dijo ahora Hugo algo emocionado.

-No- interrumpió de nuevo  Caoimhe notando como la emoción de Hugo disminuía.

- Ya se...Has teni...- se apresuró a añadir Axel dándole un codazo a su compañero

-No. No y no. Tengo muchas cosas que hacer y a las que atender y estoy bastante cansada de hecho... así que si no os importa.. me gustaría...-

-Ah no no... no podemos irnos.- dijo Hugo de nuevo.

-¿Por qué? Pensé que el objetivo principal de vuestra visita era que los tres viajásemos juntos de vuelta a Beltrexus antes de mi marcha a Baslodia- dijo Caoimhe exhasperada.

- Verás, mi señora...No podemos irnos, porque quizás esta noche sea cuando me haga con la gema perfecta que diseñe el anillo de compromiso que algún día regale a Axel- dijo el hombre tigre guiñando un ojo a su compañero.

-Hugo se ha empecinado en encontrar yo no se qué gema perdida. Lleva obsesionado con un anillo desde que obtuvo el tuyo de esa torre oscura...Es tan elegante... Además por lo visto ese ingeniero es el mejor de toda la pro...

-No se de qué me hablas- cortó en seco Caoimhe.No estaba de humor para traer a su cabeza imágenes del ingeniero en particular. Suspiró molesta pero a la vez agradecida de tener una excusa para distraerse. Quizás Axel y Hugo fuese lo único certero en aquel momento en su vida. Parte de ella deseaba devolverles a partes iguales la efusividad con la que le profesaban afecto.


-Y... ¿qué tenemos que hacer?- dijo Caoimhe, exhasperada en un intento de apresurar las acciones de sus compañeros y finalmente dejar atrás Sacresitic.

-Tan solo... buscar- dijo Axel y agarró una calabaza a la que le sacó la parte de arriba para introducir casi la totalidad de su mano hasta la mitad del antebrazo en el vegetal y poco a poco sacar contenido mientras distinguía una a una las semillas de la misma

Caoimhe compuso un gesto de asco pero alzó una mano en desagrado. Axel sonrió y le pasó un montón de semillas mezcladas con la piel de la calabaza mientras Hugo corría alcanzar otra.

-Genial...- dijo Caoimhe- No imagino nada más... productivo que hacer en esta noche cerrada.

-¿ves...?- dijo Hugo a Axel- Te dije que le gustaría...

La vampiresa le dedicó un gesto vulgar con la mano que tenía libre.

Quizás hubiese sido mejor idea volverme con mi familia para celebrar el Samhain, especialmente después de ese sueño que no parecía un sueño en el que tuve la oportunidad de contemplar la muerte de mi padre desde el cuerpo de una de sus soldados, pero por azares del destino, o quizás una mala planificación, esta fiesta me había pillado junto a Sacrestic Ville. Aunque al menos parecía ser una fiesta que se vivía intensamente en la ciudad, quizás hubiese más viajeros como yo, o quizás hubieran salido todos los locales, pero la plaza estaba hasta arriba de gente con calabazas vaciadas y una vela en su interior.

La atmósfera no parecía especialmente animada, y la gente se veía más concentrada en sus calabazas que en intentar entablar conversación con nadie. Pero siendo que yo estaba haciendo exactamente lo mismo no podía quejarme. Cogí una calabaza y me fui a un rincón, allí dejé la calabaza en el suelo y saqué mi daga para abrirla. Mientras iba vaciándola seguía rememorando esos recuerdos ajenos, el rugido de los dragones que se lanzaban a una muerte segura para proteger su reino, el olor a carne quemada de los caídos, la humedad sobre la piel después de que el agua de los dragones chocara contra las alas de la falsa diosa, la imagen del sol alzándose de nuevo tras la batalla y mostrando la destrucción que había requerido la victoria... Seguramente hubiera seguido perdida en mis pensamientos si no fuera porque por más que metiera el brazo ya no conseguía sacar más calabaza.

Cogí mi vela, me acerqué a una hoguera para utilizar una de las ramas para encenderla y me volví a mi rincón, metiendo la vela en la calabaza y sentándome a contemplar. Y algo tan sencillo como eso acabó por romperme. Los recuerdos volvieron a invadirme, pero esta vez si eran los míos de verdad, los entrenamientos con mi padre, las historias que nos contaba a mis hermanos y a mi cuando volvía después de estar una temporada fuera, y cuando me reconfortaba después de que acabara empapada y magullada por fallar en las pruebas de mi abuela. Así que allí me encontraba, en una esquina triste de una ciudad desconocida llorando sentada delante de una calabaza. Ese pensamiento fugaz hizo que el llanto se transformase en una risa tonta, pero parecía que ya lo había soltado todo, y eso era lo que necesitaba para reponerme. Me sequé las lágrimas con el brazo que no tenía cubierto de calabaza y agarré mi colgante. La circunstancias eran totalmente distintas a entonces, pero cuando me lo entregó me dijo que no podía dejarme llevar por la desesperación, y eso seguía siendo cierto.

Al levantar la mirada vi un poco de ánimo entre el ambiente lúgubre con unos niños que estaban haciendo torres de calabaza, y quizás fuese un juego absurdo, pero puesta a pasar esta noche lejos de toda la gente que me importaba, igual era mejor pasarla participando en una competición que no iba a ninguna parte a dejarme inundar por la tristeza.

*************

-Aaaaaagh.- Se quejó a voz en grito Catherine cuando por tercera vez su precaria torre de calabazas se vino abajo. -Estúpidas calabazas, estúpido granjero y estúpidos todos.- Siguió con amargura. -Todas tienen formas diferentes, bultos, no se mantienen en su maldito sitio.- Níniel sonrió.

-Y eso dijiste que sería sencillo. Pero no siempre se gana. Tal vez el próximo evento añada un concurso de glotones y te lleves el primer premio, y el segundo y el tercero.- La animó la peliblanca. -Quién seguro que esta noche gana es el vendedor de calabazas. Es evidente que todo esto es una estratagema suya para vender el exceso de su cosecha.-

-No me extraña. Las calabazas saben asquerosas. Es mejor apilarlas, tallarlas o...tirárselas a alguien que comérselas.- Farfullo la felina molesta por su estrepitoso fracaso.

-Tienen su público. Yo he tallado la mía. Mira, eres tú- Dijo colocando un orbe de luz dentro de la calabaza que había estado tallando mientras su hermana se entretenía apilando. Era la cara de la felina, bastante conseguida, aunque con aquella luz le daba un aire fantasmagórico. No obstante la gata estuvo encantada. La tomó como si fuera un gran regalo y se le pasó el enfado con la misma facilidad con la que había llegado. Níniel también sonrió.

-He escuchado que atraparon a un ladrón hace poco.- Comentó de manera casual. Catherine la miró y se encogió de hombros. -No sé si será cierto, pero dicen que antes de ser atrapado escondió algo muy valioso en una calabaza, seguramente con la idea de eliminar pruebas y volver cuando pudiera a por ella. Imagino que pensó que saldría pronto...Dicen que era una joya valiosa.- Terminó su relato la joven. -Dentro de la mía desde luego no estaba.

-¿Dentro de una calabaza? ¿De una de las que está vendiendo este granjero?- Níniel se encogió de hombros. -Yo pensaba que la gente se estaba atizando por conseguir calabazas por lo de hacer la torre más alta...Supongo que eso los hace menos idiotas de lo que pensaba.-

-Parece lo más probable si te crees la historia. Diría que fue el único con excedente de calabazas por la zona.-

Catherine se giró y de un golpe de su puño aplastó una calabaza. -Verdad o no, sigue siendo mejor que comérmelas-

Aquel delirio de lo que fue aquella particular aventura había quedado de lado, los rumores me habían llevado ahora a ese lugar. La razón radicaba en que se haría una especie de celebración que podría honrar a los muertos. La primera persona que vino a mi mente después de mamá, fue Terric, a pesar de que los recuerdos de esos días oscuros eran algo confusos y algunos inexistentes, el dolo de su perdida era algo que sin duda prevalecía.

Embarqué mi aventura, pues fascinado con la idea, Meleis, quien últimamente no se sentía muy bien, fue conmigo a esa peculiar ciudad de la que podría decir era bastante desconocida para mí.

Para cuando llegamos todo estaba bastante concurrido, decidí ignorar este hecho y fui a lo que iba, conseguir calabazas y encender una vela en honor a los caídos.

- Al parecer hay competencia de torres ¿Quieres unirte luego? - Tosió Meleis luego de decir esto, estaba más pálido de lo normal y su semblante era muy similar al mío luego de haber estado en Dundarak.

- Deberías estar descansando. - Lo miraba con preocupación en le que por millonésima vez recalcaba el hecho de su estado de salud.  

- Ya te dije que estoy bien...- Enfatizó bastante molesto. - Si no quieres estar conmigo puedo irme. - La tensión entre ambos había crecido luego de tantos problemas. Me sentía tan culpable por todo lo que le había sucedido que mi frustración era latente, además de que tampoco era capaz de entender lo que podía sentir él, o mejor dicho me negaba a hacerlo por mi propio temor.

- Haz lo que quieras. - Y con Bomull en mis brazos me alejé. Por su parte, él, también algo frustrado decidió hacer lo que había sugerido, distraer su mente haciendo una torre.

Para cuando obtuve mi calabaza, y la vela, fui hacia un lugar lo bastante tranquilo en donde preparé lo que podría decirse era mi ritual de despedida. A la luz de las tres llamas - mi madre, mi maestro Diaval y Terric - dejé que las lagrimas se deslizaran por mis mejillas y el llanto por unos momentos fue protagonista.  -Lo siento tanto...Espero puedan perdonarme...últimamente siento que todo es una caída tras otra y no sé cómo remediarlo. Meleis... todo es mi culpa y no... no quiero perderlo.

Aquello duró sus minutos, y para cuando logré calmarme y secar las lágrimas de mi rostro, respiré profundo. Había que mantener la compostura. - Vamos a buscarlo. - Sonreí levemente a mi bebé a fin de luego buscar a mi hermano.

Al cabo de un rato, logré llegar al lugar en donde se realizaba la competencia de torres. - Usted es tan alta como una torre, igual el chico que vino hace un rato. - Dijo lo que parecía ser alguien que se encargaba de la organización de aquello.

- Lo estoy buscando. ¿Lo ha visto? - Pregunté con interés.

- Está por allá alejado de la multitud. - Indicó.

- Muchas gracias. - Miré en la dirección indicada y evidentemente allí se encontraba Meleis apilando bastante concentrado  la torre.

Me acerqué lentamente y llamé su atención con un carraspeo de mi garganta. El chico se giró y me sonrió con sutileza, al igual que yo sus ojos estaban ligeramente rojos, había estado llorando. - ¿Te molesta si me uno?  - Pregunté bastante bajo.

- Ayúdame con esa de ahí.- Fue su respuesta para indicar que todo estaba bien.

Dejando a Bomull en medio de ambos me senté para ayudarle con la torre.  

Armabamos la base para aquella torre cuando de pronto por mero descuido Bomull se sacudió al notar que lo tendríamos allí esperando sin nada para comer. Por un momento sudamos frío pues nos había llevado trabajo tan solo poder armar bien aquella base que nos serviría para tratar de colocar poco a poco cada calabaza.

- Yo me encargo.- Dijo Meleis que sacó de su bolsillo algunas zanahorias para el peludo. - Olvidaba lo glotón que puede ser y lo mal acostumbrado que lo tenemos. - Agregó sonriente.

Suspiré de alivio, la zona estaba bastante tranquila aunque parecía haber bastante jaleo poco más allá, algún alboroto quizás. Por ahora le restaría importancia a aquello, este tiempo de calidad con mi hermano era algo que necesitábamos ambos después de tantos días de jaleo.

- Ahora que veo comer a la bola de pelos, tal vez al rato debería ir por algo de comida. ¿Quieres algo en especial? Es una especie de "festival", seguro que habrá de dónde escoger. - Comentaba en la medida que tomaba una de las calabazas y me disponía a colocarla en su lugar. Meleis tomaba también la suya esperando por mí.

- Lo que tu escojas estará bien siempre que no sea solo alcohol. - Agregó el chico bromeando.