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Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]

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Mensaje  Monza Sylroc Miér Sep 11 2024, 20:05

Mis ataques no había servido de nada. Los mordiscos y zarpazos que le habían propinado no parecían haber sido más que un rasguño para el dragón, sin embargo, él se había deshecho de mi como si fuera un armiño molesto que te ataca en un paseo por el campo. En ese momento había sido totalmente consciente de cuán por encima de mi estaba esa bestia. Pero mi mente seguía anclada en los gritos de terror y la agonía que había podido ver dentro de esa taberna, y por mucho que fuese consciente de mi inferioridad, la sed de justicia me obligaba a seguir lanzándole chorros de aire[1].

Los golpes de aire no parecían tener ningún efecto sobre el dragón, su cuerpo era demasiado y su agarre demasiado firme. Pero lo que si consiguió un efecto mayor fue la veloz entrada de Nousis, que esquivó los golpes del dragón y logró que su espada atravesara las defensas. Aunque lo más espectacular fue que algo hizo para que la llamarada que se disponía a lanzar el dragón se desvaneciera sin llegar a salir de sus fauces. Pero el resto tampoco se estaba quedando atrás. Alward era como si bailase con sus armas con el dragón en un duelo de golpes, y aprovechó la sorpresa del elfo al anular el ataque enemigo para golpearle enérgicamente. Y aunque no fuera lo suficiente y el revés del dragón le hiciera retroceder, volvió a levantarse para seguir luchando. Sango y su amigo tampoco se quedaron en el sitio y siguieron apoyando.

Así era como se comportaba un verdadero héroe, y aunque podría haberme quedado contemplando sus esfuerzos con admiración, sabía que si quería llegar a ser como ellos no quedaba sino tratar de emularlos por mucho que mis habilidades no llegaran a su nivel. Además, el recuerdo de toda esa gente que se había calcinado por el ataque de ese ser cuya mera existencia era una ofensa hacia mi pueblo todavía vivía en mi interior, y la única forma de honrarles como merecían era seguir luchando. Por lo que cargué contra él. Esquivé un coletazo y traté de arañarlo, pero su piel era demasiado dura, y antes de que pudiera clavarle los dientes, me lanzó contra un muro de un coletazo. Iba a volver a por él cuando una llamarada alejó a Sango y Strum y me obligó a alzarme en el aire para evitar ser pasto de las llamas[2].

Entre las llamas y el caos escuché la voz de Alward intentando organizar el ataque. Hasta ahora habíamos luchado por nuestra cuenta y ni entre cinco habíamos conseguido abatir el dragón. Necesitábamos un plan, y el del enmascarado era tan bueno como cualquier otro. Después de haber visto como había salido inmediatamente a enfrentarse a esa bestia en cuanto apareció, y como su compañera había ayudado a todos los afectados por el ataque que había podido, para mi era un líder al que podría seguir sin problemas.

Y no parecía que el resto tuvieran tampoco ningún inconveniente al respecto. Sango y Strum cargaron por los dos costados del dragón, luchando por mantener su posición. En lo que a mi respectaba, careciendo de la habilidad necesaria para intentar imitarlos, sólo quedaba una cosa por hacer. Caer en picado sobre un enemigo como aquel podría salir tremendamente mal si me veía venir. Pero después de que esas extrañas visiones me llevaran a la batalla en la que murió mi padre, me había quedado claro que si había algo que mi familia sabía hacer era cargar por el aire contra dragones de poder inconmensurable, y quizás yo no pudiera convertirme en un torrente de agua, iba a hacer lo que fuera posible para derivarle.

Aprovechando las corrientes de aire caliente que se elevaban, pude elevarme en el cielo nocturno con solo batir las alas un par de veces, dejándome subir en silencio para poder pillarle por sorpresa. Cuando me vi a suficiente altura plegué las alas y caí en picado sobre el dragón humanoide, que con la presión que estaban haciendo sobre él tardó demasiado en percatarse como para tratar de apartarse y aunque trató de prepararse para el golpe, llevaba demasiado impulso y el golpe tuvo la fuerza suficiente para que sus patas cedieron, dejándole de rodillas ante el próximo ataque del enmascarado. Aunque él no fue el único que notó el impacto, todo mi cuerpo temblaba por el golpe, ese asesino había podido resistirlo mejor de lo que esperaba, y no descartaba haberme llevado la peor parte de la colisión. Pero aún así no podía rendirme, con las fuerzas que me quedaban me aferré a su espalda con mis garras y comencé a morderle en el cuello. Aunque viendo que su boca empezaba a emitir un brillo azul y parecía que iba a liberar otra llamarada para librarse de mis compañeros, dejé de morder y giré la cabeza para descargar mi propio aliento contra su rostro[1]. Quizás no era una rival para él, pero con esa corriente contra sus fauces no podría tomar el aire necesario para poder exhalar él el suyo. No sería una solución permanente, pero todo el tiempo que pudiera ganar eran segundos que podrían usar los verdaderos héroes para acabar con él.

*********************


[1] Aliento Elemental: Puedo lanzar mi elemento afín desde mis entrañas en forma de dragón.
[2] Habitante de los Cielos: Puedo volar en forma de dragón.

Zelas y Monza no serán seguidos directamente por ninguna escolta, pero el reino de Vulwulfar mandará espías para controlar sus movimientos en el próximo tema que abran (sea libre o privado). Cuidado con lo que hagáis, pues cualquier acto sospechoso podría jugar en vuestra contra. Estos espías no participarán directamente en el tema, y no podréis controlarlos. Cuando abráis dicho tema (que lo podréis hacer juntos o por separado), me tendréis que mandar MP para que lo siga, y además también poner la etiqueta de [Vigilado] o [Vigilada] en el caso de nuestra querida dragona.
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Mensaje  Nousis Indirel Mar Sep 17 2024, 19:45




La bestia resistía.

Como un sol usurpando la noche de la urbe, la criatura se había constituido en el punto neurálgico del infierno de fuego y sangre. Sin embargo, a pesar de su ingente fiereza, de su poder, los humanos y la dracónida, del mismo modo que el propio elfo, no otorgaban tregua alguna. La única y última piedad que se decidían a conceder todos los que sufrían bajo el acero y la magia no era más que la muerte.

Y en cada movimiento, cada evasión, cada estocada, la tomaban de las manos, en una danza donde cada combatiente se movía al compás de una música diferente. Sólo la voz del enmascarado se sobrepuso a los intentos de las hojas de los bípedos por hendir la carne de su enemigo.

Dudó.

Unos segundos ilógicos, brotados de la osadía de un vidacorta al atreverse a intentar dirigir sus acciones. No obstante, aplacó sin miramientos la furia de sangwa a tenor del panorama que continuaba ante sí. Limitándose a resistir, a combatir aislados, no eran más que árboles esperando que cesase una tormenta que no remitiría. La idea del humano no sólo era razonable, sopesó sombrío, sino única.

El resto siguió las palabras del enmascarado como si las hubiesen estado esperando, y tanto el humano del hacha, como el segundo y más corpulento, arremetieron contra la bestia sin ápice de vacilación. La joven dracónida, ajena al temor que manifestaba el poder de su enemigo, se lanzó dispuesta a morir matando si era necesario.

No podía, ni siquiera deseaba, quedarse atrás. Con un golpe seco de muñeca, colocando su hechizada espada en posición, el hijo de Sandorai se lanzó al ataque en el mismo momento que Monza abandonó el lomo de la condenada criatura.

Y sonrió.

Esquivando con habilidad golpes que le habrían matado de un solo impacto, su hechizada hoja ignoró al tercer intento la armadura natural de la bestia. Los miembros de la raza de la península oriental continuaban faenando en el flanco elegido, atisbó, y él, a diferencia de éstos, basaba su combate en la agilidad y la rapidez.

¿De dónde había salido esa criatura? Se cuestionó una vez más, con los oídos retumbando por los rugidos y fuertes golpes del gran reptil. Imaginándose a los caballeros de Vulwulfar observando el dantesco espectáculo sin mover un solo músculo, fieles a las malditas condiciones que Tehlu había dispuesto, la ira se apoderó de él un instante, volatilizando la calma con la que afrontaba los combates, manteniendo a raya a la parte que de él pedía eternamente sembrar de muerte un camino interminable. Y la refracción de la cola del monstruo tras un fallido ataque contra otro de sus adversarios golpeó al elfo en plena armadura, antes de rodar y ponerse en pie, hurtando el cuerpo ante la siguiente llamarada de tan extraña tonalidad.

Por instinto, o mera temeridad, aprovechó el postrer intento de Monza, corriendo una vez más, aprovechando su inercia para, posando una vez la suela de la bota en el animal, alcanzar precariamente el lomo, sujetándose al clavar con todas sus fuerzas su espada a la carne de su oponente. Más solo un tercio de su hoja logró penetrar escama y músculo.

O la seguridad del enmascarado estaba justificada o a fuerza de desgaste, el dragón terminaría con todos ellos.


[…]


Unos sonidos, descomunales como olas embravecidas contra acantilados, rompieron en el aire de la urbe ante lo atentos oídos de los dos forasteros cuyas saetas ya apuntaban al infeliz centinela que, ajeno al peligro mortal, observaba sin emoción el curso del río iluminado por el cielo nocturno. Nande Iriquendi y Cas Teh intercambiaron una tensa mirada, y el propio guardia del portón, ante una llamada de una de sus compañeras, corrió al interior de la ciudad.

Era el momento perfecto. Fuera lo que fuera que estaba ocurriendo en Amarantha, les había dado una opción real a las maquinaciones de los elfos. Instante irrepetible de seguir a sus presas.

Y eso hicieron.

Ocultos bajo el manto nocturno, Nan y Cas perimetraron Amarantha, guiados por los expertos ojos de su especie, los mismos que les impidieron tomar las sendas más peligrosas de tierra arcillosa cercana al rio, capaz de llevarles a la corriente fluvial con un solo mal paso. Lo que estaba ocurriendo intramuros parecía afectar ya a la protección de las almenas, pues la protección de la pequeña torre que vigilaba el puerto apenas tomaba interés en su cometido. Los guardias de la misma señalaban algún punto urbano, envueltos en asombro y temor.

-¿Qu…?- quiso preguntar Nan en su idioma materno, antes de ser cortado abruptamente por su compañera.

-No es de nuestra incumbencia- y con un gesto del brazo, detuvo al varón. Ambos callaron, con los ojos clavados en el trabajado pedazo de madera que, suavemente, fue acercándose al muelle de río. Una lona lo cubría, presto descubierta por un pelotón de nueve soldados protegidos con armadura media y escudos recios.

Los elfos se vieron divididos entre el alborozo y la justificada furia.

Allí estaba el siguiente cargamento de armas regadas de traición y oscuridad, caídas en la protección de su raza. Filos que habían sido buscados para encontrar una nueva guerra.
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Mensaje  Alward Sevna Jue Sep 26 2024, 16:53

El sonido del metal chocando contra la "piel" cristalizada del dragón humanoide resonaba en la plaza como ecos de una guerra. Alward, empapado en sudor y con la respiración entrecortada, apenas había tenido tiempo de recomponerse tras el último envite del dragón. Sango y Sturm seguían hostigando por los flancos, sus gritos de desafío y furia retumbando en la noche. El hacha del pelirrojo había penetrado en la carne de la criatura, haciendo brotar un rugido aterrador, mientras Sturm continuaba martilleando el brazo herido del monstruo.

Alward echó un rápido vistazo a su alrededor, observando cómo Monza, en su forma dracónica, había caído en picado sobre el dragón humanoide, forzándolo a doblar las rodillas por el impacto. El esfuerzo de la dracónida no había sido en vano; sus garras habían arañado la espalda de la bestia y su aliento elemental evitaba que el dragón enemigo tomara el aire necesario para exhalar sus letales llamas.

Nousis, siempre ágil, se movía como una sombra, esquivando los golpes brutales de la cola y la furia del dragón. Su hoja, aunque sólo penetraba superficialmente la dura piel del enemigo, se mantenía firme, buscando el punto débil que finalmente pudiera derribar a la bestia. El elfo, al igual que los demás, luchaba con una ferocidad impulsada por una mezcla de desesperación y esperanza, sabiendo que su única opción era continuar golpeando hasta que el monstruo cediera.

Alward, por su parte, sabía que el momento crucial se acercaba. Habían seguido su plan y cercado a la bestia, pero la resistencia del dragón humanoide era extraordinaria. A cada golpe parecía hacerse más fuerte, como si alimentara su furia con el dolor que le infligían. Sin embargo, Alward había visto una cosa que los demás no habían percibido: cada vez que el dragón era herido, sus bordes comenzaban a brillar débilmente, como si su esencia estuviera fragmentándose lentamente.

-¡Seguid presionando! ¡No retrocedáis! - Gritó, buscando con la mirada un punto en el que pudiera realizar su ataque definitivo.

El dragón humanoide giró la cabeza hacia él, los ojos de la bestia brillando con el fuego azul que había devastado la villa. Pero Alward no retrocedió. Monza, colgada de su espalda, y Nousis, firme en su flanco, habían dado a los demás los segundos necesarios para que el golpe final llegara. Sango y Sturm, con sus armas levantadas, parecían listos para seguir atacando, y Alward sabía que una estocada en el lugar correcto podría acabar con todo.

Justo cuando vio el momento oportuno para lanzar su ataque, Alward volvió a rugir abalanzándose hacia el dragón enemigo.

El dragón humanoide quiso descargar otra llamarada azul desde sus fauces, pero gracias a la intervención que Monza estaba teniendo, todo quedó en una respiración ahogada, siendo el enemigo incapaz de liberar su furia como había hecho tantas veces antes. Aprovechando la apertura, Alward, en un movimiento preciso y calculado, dio un giro con sus espadas, dirigiéndolas directamente hacia el corazón de la criatura.

Los aceros penetraron la mezcla de carne, cristal y escamas de acero con un crujido, y por un instante, el tiempo pareció detenerse.

El dragón humanoide emitió un grito de pura rabia y desesperación, pero en lugar de caer muerto como Alward había esperado, su forma comenzó a brillar intensamente. Las grietas luminosas que Alward había notado antes comenzaron a expandirse por todo su cuerpo, como si algo dentro de él estuviera colapsando.

La figura imponente del dragón empezó a descomponerse ante sus ojos. Primero fueron las escamas de la piel que comenzaron a evaporarse, fragmentándose en polvo cristalino que flotaba en el aire. Luego, las extremidades comenzaron a desvanecerse, hasta que sólo quedaron las fauces abiertas y los ojos brillantes, que finalmente también se desintegraron en el aire como si nunca hubieran existido.

El rugido final del dragón se fue apagando, hasta que todo lo que quedó fue el viento suave que llevaba consigo los restos dispersos de lo que antes había sido una criatura temible.

Alward bajó sus espadas lentamente, observando cómo el polvo de cristal se mezclaba con la brisa nocturna. El silencio envolvió la plaza por un largo momento. Nadie se movía, nadie hablaba. Todos estaban procesando lo que acababa de ocurrir.

El enmascarado alzó la vista hacia sus compañeros, sus ojos, bajo la máscara, reflejaban tanto alivio como cautela.

Alward echó un rápido vistazo a las hojas de sus armas, preocupado por el crujido que se había escuchado cuando ambas espadas penetraron en el dragón humanoide. No tenían rasguños, pero quizás sería mejor que un herrero les echara un vistazo. Acto seguido, se las enfundó a la espalda.

El fuego azul que había envuelto la plaza y, en especial, la taberna, comenzó a desvanecerse poco a poco al igual que el dragón humanoide. Su fulgor, tan vivo y aterrador en un principio, comenzó a desintegrarse en pequeñas motas de luz que se levantaban en el aire, como si la propia esencia del fuego hubiera estado conectada con la presencia de la criatura que ahora no era más que polvo y vacío.

Katrina, quien hasta ese momento había estado combatiendo incansablemente contra las llamas junto a otros voluntarios, alzó la mirada cuando notó que el calor asfixiante comenzaba a ceder. Las lenguas de fuego, que antes eran casi imposibles de apagar, ya no devoraban con la misma ferocidad. Había sudor y ceniza cubriéndola de pies a cabeza, pero ella, como los demás, seguía empujando cubos de agua, con los nervios crispados por la urgencia de la destrucción. Pero ahora, de repente, aquello que luchaban por contener ya no parecía tan mortal.

Los otros voluntarios, con las ropas chamuscadas y los rostros agotados, también notaron la diferencia. Algunos se detenían un instante, incrédulos, viendo cómo el fuego azul se disipaba en el aire, sus colores brillando por última vez antes de desvanecerse. El chisporroteo de las llamas moría, y en su lugar, solo quedaban brasas humeantes y escombros calcinados que marcaban el rastro de la devastación que el dragón había causado.

Katrina dejó caer el cubo que llevaba en las manos. El agua se derramó a sus pies, mezclándose con el lodo y la ceniza, y su mirada recorrió los restos del desastre. La taberna, que apenas un rato antes era un refugio acogedor, ahora era poco más que una ruina. Las vigas aún humeaban, y el olor acre a quemado llenaba el aire. Los gritos de dolor de los heridos y el crepitar de los rescoldos eran los únicos sonidos que quedaban. Los edificios aledaños habían soportado el impacto, pero las marcas de las llamas todavía se veían en sus fachadas ennegrecidas.

Los héroes que habían combatido al dragón humanoide se alzaban, cubiertos de sudor, sangre y polvo. Alward respiraba pesadamente, la máscara en su rostro apenas dejaba entrever la intensidad de la batalla que acababa de librar. A su alrededor, todos los que habían combatido parecían estar bien.

-Habéis luchado bien.-Dijo con una sonrisa que hizo achinar sus ojos bajo la máscara.-¿Todos estáis bien?-Preguntó para asegurarse.

Katrina, jadeante y aún con el pecho agitado por la tensión, miró hacia los combatientes, sus ojos buscando la figura de Alward entre ellos. Se sentía aliviada por la desaparición del fuego, pero no podía ignorar el peso de la destrucción que quedaba a su paso. Los otros voluntarios comenzaban a recoger los cubos, y algunos se apresuraban a atender a los heridos y a los pocos supervivientes que habían quedado atrapados entre los escombros.

Alward observó cómo la gente comenzaba a salir de sus escondites, reconociéndolos como los héroes que habían salvado la ciudad del dragón. Sin embargo, la creciente atención de los ciudadanos le inquietaba. No quería ser visto ni que supieran que él y Katrina estaban en Amarantha.

-Será mejor que nos vayamos.
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Mensaje  Sango Mar Oct 01 2024, 00:08

Su mirada aún dibujaba la figura del dragón frente a él. Las esquirlas que flotaban en el ambiente aún recordaban la temible y formidable criatura a la que se habían enfrentado todos ellos. Quedaba ahora en su cabeza el recuerdo de tan feroz enfrentamiento y la acechante presencia de los brillantes ojos que gritaban muerte y que le paralizaron momentos atrás.

Absorto en las ondas que dibujaba el polvo al diluirse en la noche, no se dio cuenta del fuego que se apagaba a su alrededor. Tampoco de la gente, temerosa, que se acercaba a echar un vistazo a los cinco valientes héroes que formaban un círculo en torno a un eje imaginario, uno en el que uno de los enemigos más brutales que podía encontrarse en Aerandir acababa de transformarse en polvo. ¿Les creerían cuando contaran lo que había pasado? ¿Les creerían cuando solo quedaban ellos cinco en el epicentro del lugar en el que se había desatado el caos?

- Me cago en la puta- Sturm apoyó el martillo en el suelo e hincó una rodilla mientras trataba de tragar todo el aire del mundo-. Menuda mala bestia, ¿eh?

Sango le observó unos instantes antes de guardar sus armas y volver a colgar el escudo tras él. Miró a un lado y a otro, enfocando a Alward, al habilidoso espadachín élfico y sobre todo se detuvo en la dragona, Monza. El pelirrojo la había confundido con una mujer bestia. No esperaba encontrarse con dragones tan al sur, a menos que... A menos que sea un alma libre, una persona que busca su lugar en el mundo.

Sango ignoró a la gente que cada vez se reunía en mayor cantidad a su alrededor. No podía ser fruto de la casualidad. Aquella dragona, la joven Monza, había luchado con un valor y una determinación propia de los guerreros más experimentados. Al igual que el enmascarado, Alward, que en el momento justo dio un paso al frente y tomó el mando de la situación. No. Aquello no era fruto de la casualidad. Los Dioses quisieron que sus caminos se cruzaran en aquel momento. La tarea para un simple hombre como él no podía ser más difícil en un tiempo cada vez más incierto. Los Dioses le habían ayudado. Tenía que ser así.

Ben se irguió y rompió su inmovilismo dando un paso al frente y sintiendo las consecuencias de la cruenta batalla. Un par de pasos más allá se detuvo, cerrando el círculo sobre sus, ahora, amigos. El enmascarado fue el primero en hablar, primero preocupándose por su estado y luego sugiriendo que se marcharan ante el creciente murmullo.

El elfo observó un instante a todos los presentes. Y sus ojos grises escudriñaron al enmascarado que había impartido el golpe de gracia. Demasiadas preguntas, muy poco tiempo.

- Lo suficiente- respondió sin poder evitar un punto de altivez - ¿Quién eres? ¿Y qué era eso?

Sturm se levantó del suelo y gruñó después de clavar la mirada tras la espalda de Sango. Se escucharon voces pidiendo paso y tras un rápido vistazo el pelirrojo comprendió. Un grupo de guardias se abría paso entre la muchedumbre. Sus ojos se posaron en el elfo y se giró hacia él.

- No creo que sea el momento para esto- dijo Sango acercándose al elfo.

- No...- suspiró este con fastidio siguiendo la dirección previa de su mirada- supongo que no.

El grupo de guardias, una patrulla de ocho efectivos, se plantó a unos cinco pasos de distancia de ellos. Estaban decentemente equipados, con unas cotas de malla bajo las sobrevestas con los colores de la villa. Unas espadas y unos cuchillos largos colgaban de sus cintos y uno de ellos portaba una lanza. Sus rostros eran una mezcla de intriga, miedo y fingida seguridad que aderezaban con muecas y gruñidos. Uno de ellos, sin embargo, miraba a Sturm con los ojos entrecerrados. El mismo que se adelantó tras unos instantes de respetuoso estudio de ambos grupos.

Ladeó la cabeza y giró los hombros para acomodar el peso de la ya bien ajustada cota. Era un movimiento calculado, como también lo era el carraspeo y posar las manos en el cinto, una de ellas sobra la empuñadura de la espada. El pelirrojo supuso que era el oficial al mando de aquel pelotón de guardia.

- Bien. ¿Se puede saber qué ha pasado?- preguntó en voz alta.

- Dejad que yo lo explique- se adelantó Sturm a todos ellos-. Verá, mi señor- carraspeó-, un puto dragón apareció en este esterc... ¡esta villa! Sí. Atacó y tuvimos que enseñarle unas normas básicas de convivencia

- Claro, claro- miró a su alrededor y con una orden rápida indicó a sus compañeros que disolvieran la multitud-. Claro- se acercó a ellos-. ¿Dónde está el cuerpo?

Los pasos, las conversaciones apagadas, las toses, los llantos y demás ruidos se iban apagando a medida que los guardias dispersaban a los vecinos que se habían dado cita a la puertas de la maltratada y ruinosa posada. El silencio se hizo latente y el oficial esperaba respuesta. Esbozó una pequeña sonrisa.

- Claro. No hay cuerpo- se paseó entre ellos-. Un artesano- dijo pasando cerca del elfo-, una misteriosa figura que se esconde tras una máscara- pasó por detrás de Alward- y un par de guerreros con su escudera.

El grupo de guardias fue reagrupándose cerca de ellos. Sturm volvió a carraspear y el oficial centró su atención en él otra vez con los ojos entrecerrados. Estaba claro que en la escena que pintaba en su cabeza, Sturm era un actor que ya había aparecido en alguna otra ocasión.

- El cuerpo está dentro- mintió con la mayor naturalidad del mundo-. Y por las pelotas de Nidhogg, que yo le di el golpe de gracia a ese bastardo- le enseñó los dientes al oficial-. Ven, adelante, pasa a verlo.

Sango cruzó la mirada con el elfo y le miró con cierta urgencia, avisando de que algo estaba por venir. Su mano, de manera instintiva se posó cerca de la cabeza del hacha y siguió a Sturm y al oficial al interior de la calcinada posada. Hizo una mueca de disgusto.

- Y pensar que esta tarde pasé por aquí- murmuró echando un vistazo a su alrededor-. ¿Dónde está...?

- Así olía mi casa cuando la quemasteis.

El oficial se giró y miró a Sturm. Su rostro cambió cuando algo en su cabeza asoció ideas y el terror y el miedo se apoderaron de él. Entonces, todo sucedió muy rápido.

Apenas había empezado a decir su nombre cuando el brazo del Oso, que empuñaba el poderoso martillo, cayó sobre el rostro del soldado. Su cabeza se rompió en cientos de fragmentos y su cuerpo cayó aplastado con la inercia del brutal golpe que le había asestado Sturm. Tiró hacia arriba del martillo con un desagradable ruido de succión y se giró con una terrible sonrisa en el rostro.

- Venid a por mi hijos de puta. Esta vez soy yo el que quemará vuestras putas casas- era ajeno a las voces que le daba Sango para que se marchara de allí corriendo.

De un manotazo se quitó a Sango de encima y se lanzó a por el siguiente soldado que estaba paralizado de puro terror. El martillo le golpeó en la mandíbula y el hombre salió despedido hacia atrás impactando contra la pared más cercana con un terrible ruido de huesos rompiéndose. Pero, esa noche, hubo un sonido mucho más aterrador.

La risa maníaca de Sturm, resonó en las calles de Amarantha.
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Mensaje  Monza Sylroc Jue Oct 03 2024, 19:04

El plan funcionó, la danza de Nousis consiguió que su espada atravesara las duras escamas de la bestia, y no sólo logró herirle, sino que unido a los esfuerzos que estábamos haciendo Sango, Strum y yo, logró abrir el hueco necesario para que Alward demostrase que tenía la habilidad necesaria para apoyar sus palabras, quien clavando sus dos espadas consiguió acabar con la amenaza. Aunque viendo lo que sucedió a continuación, quizás decir que acabar con la amenaza era mucho decir, puesto que en vez de morir como se suele morir la gente, empezó a convertirse en un polvo azul brillante bajo mis garras.

Sin entender nada de lo que estaba ocurriendo, me solté y di un par de aletazos para elevarme en el aire por si pudiera haber cualquier sorpresa desagradable involucrada con ese polvo azul. Pero esa sorpresa nunca llegó, simplemente el dragón había desaparecido. Aunque poco tiempo tuve para apreciarlo, pues notaba el cansancio y mi vuelo era cualquier cosa menos estable, y al final lo único que logré fue aterrizar torpemente en el suelo antes de volver a mi forma humana[1] y quedar sentada sobre el empedrado, apenas capaz de aguantar mi propio peso. Una vez perdido el objetivo de mi venganza, notaba ya toco el desgaste que había supuesto el combate.

Soplándome el pelo que me cubría los ojos para poder mirar a mi alrededor, noté que el fuego descontrolado empezaba a consumirse, desapareciendo de una forma similar a su causante. Al menos había traído algo bueno esa magia que había llevado a que nuestro enemigo se desvaneciera. Aunque el desaparecer de esas llamas iba a servir de poco a toda la gente que ya estaba convertida en poco más que cenizas. Mi mente divagaba sobre si esa magia implicaba que iba a regresar por otro lugar para seguir llevando la destrucción a su paso o si simplemente era una maldición que caía sobre él y ya no volveríamos a saber de él. Pero las divagaciones se vieron interrumpidas por la voz del enmascarado preguntándose por nuestro estado.

- Bien... Creo... Ha sido... intenso.- Respondí con la voz entrecortada mientras trataba de recuperar el aliento.

Ahora que había pasado el peligro, parecía que la gente estaba empezando a acercarse a la zona devastada, no solo los voluntarios que habían estado luchando contra el incendio y tratando de salvar a los supervivientes, sino también vecinos curiosos que debían haber estado escondidos durante el combate. Alward propuso desaparecer, lo que viendo el escaso aprecio que tenía este pueblo por los desconocidos, parecía una buena idea. Por desgracia, unos guardias aparecieron y nos fueron cercando.

Sturm se acercó al que parecía ser su líder para hablar, pero la solución no tardó en mostrarse más problemática que la propia llegada de los guardias. Esa debía ser la gente de quien buscaba vengarse, pues tras un breve intercambio con excusas poco convincentes, Sturm cogió el martillo y reventó al guardia. Antes de que nadie pudiera hacer nada, el martillo volvió a oscilar, convirtiendo a otro de los soldados en una mancha en la pared. Impactada por la frialdad con la que alguien a quien consideraba un aliado momentos antes había planeado eso, y la locura que parecía estar embargándole en esos momentos, no pude reaccionar hasta que Sango se acercó a él para instarle a retirarse.

- ¿Qué hacemos ahora?- Grité a Sango viendo como su amigo le había empujado cuando intentó interceptarle en medio de su frenesí homicida.

Él giró la cabeza hacia mi y me observó unos instantes con un evidente gesto de irritación. Pero por lo visto no iba a abandonar a su amigo, por mucho que esa decisión pudiera habernos condenado.

-No os metáis. Largaos de aquí. Esto viene de atrás.- Empuñó el hacha y salió tras Sturm, dispuesto a acabar con los que osaran alzar sus armas contra él.

- Creo que lo de no meternos va a resultar imposible dadas las circunstancias.- Dije resignada, más para mi que para ninguno de mis acompañantes.

Me giré hacia el grupo de voluntarios, que parecían tan sorprendidos como yo del cariz que había tomado la situación, y busqué con la mirada al tabernero al que había sacado del incendio con ayuda de Katrina.

- Tú, parece que a ti te respetaba esta gente. Haz que se vayan ya. Esto sólo puede ir a peor.- Grité al tabernero, para seguidamente volverme hacia el resto de mis compañeros, que todavía no parecían haberse unido a la matanza.- Una lástima que la capacidad para seguir lo que decías no durase un poco más, Alward. Pero marchaos de aquí, yo puedo escapar con facilidad, y tampoco es como si pudiese pasar desapercibida ya, no creo que abundemos los dragones.

Y quizás debería haber esperado a escuchar lo que dijeran ellos y no hacer lo mismo que Sango había hecho con nosotros, pero ya habíamos tenido suficiente muerte por esta noche, así que me transformé y alcé el vuelo[1][2]. Sabía que Sturm buscaba venganza, pero ya había reventado al que parecía el culpable, y tenía mis dudas de si iba a detenerse ante nadie. Ya habría tiempo de discutir sobre esto si seguíamos vivos, pero de momento lo importante era desaparecer antes de que todo esto se llenara de guardias.

Notaba el cansancio y todavía mi vuelo no era todo lo elegante que podría esperarse de un dragón, pero me mantenía en el aire, y con eso tendría que servir. Al mirar hacia los guardias noté que dos más habían acabado sus días en esa calle, y los cuatro restantes trataban de flanquear a Sango y Sturm. Desde el aire lancé mi aliento[3] contra los guardias, alejándolos de su objetivo, e, incidentalmente, levantando una nube de cenizas del suelo. Eso me dio una idea y empecé a soplar contra el suelo[3], alzando una nube de polvo que iba cubriendo toda la zona.

En estas circunstancias no debería costarnos escapar, pero lo complicado iba a ser sacar de allí al gigante enajenado y al iluso de su amigo. Aterricé en un tejado agarrada con mis garras a una chimenea, y viendo como se acercaban aún más guardias, les rugí para tratar de que se marcharan ya de allí antes de levantar el vuelo y adentrarme en la nube para comprobar si el resto ya habían salido y podía darme yo a la fuga.

*********************


[1] Don Ancestral: [Mágica, 2 usos] Puedo convertirme en un dragón de hasta 4 metros (nariz a punta de la cola), lo que aumenta considerablemente mi resistencia. Puedo volver a forma humana a voluntad. Primero para volver a forma humana, y luego gasto el segundo uso.
[2] Habitante de los Cielos: Puedo volar en forma de dragón.
[3] Aliento Elemental: Puedo lanzar mi elemento afín desde mis entrañas en forma de dragón.

Zelas y Monza no serán seguidos directamente por ninguna escolta, pero el reino de Vulwulfar mandará espías para controlar sus movimientos en el próximo tema que abran (sea libre o privado). Cuidado con lo que hagáis, pues cualquier acto sospechoso podría jugar en vuestra contra. Estos espías no participarán directamente en el tema, y no podréis controlarlos. Cuando abráis dicho tema (que lo podréis hacer juntos o por separado), me tendréis que mandar MP para que lo siga, y además también poner la etiqueta de [Vigilado] o [Vigilada] en el caso de nuestra querida dragona.
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Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz] - Página 2 Empty Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]

Mensaje  Nousis Indirel Jue Oct 24 2024, 20:11




Resollando, alcanzaron las afueras de la ciudad con la suma de las ventajas de la nube de polvo y el manto de la noche a fin de evitar ser seguidos por la enfurecida guardia de Amarantha. El elfo tenía demasiadas preguntas acerca de todo cuanto había ocurrido e a lo largo el breve lapso desde que Brinthir lo había apartado de los soldados que custodiaban las cercanías de la fortaleza de lord Tandur y el más concreto presente. Y pocas cosas detestaba en mayor medida que una flagrante ausencia de respuestas. Cada pieza, en su lugar, cada retazo del conocimiento resultaba en una pincelada más de un cuadro aún carente de nombre.

-Ahora- trato de comenzar el elfo recuperando el aliento y sentándose espalda contra el tronco de unos de los árboles en la linde del bosque- quizá podamos ponernos al día.

No obstante, la joven dracónida, haciendo un divertido y asombroso alarde de temperamento, se encaró al enorme humano que portaba el ensangrentado martillo de guerra, del mismo modo que al pelirrojo cuya defensa había resultado lo bastante poderosa para mantener a raya al enemigo.

-¿Pero os parece normal lo que acabáis de hacer? Terminamos un combate contra un dragón que nos ha hecho darlo todo para... lo que sea que ha pasado con él, ¿y no se os ocurre mejor idea que meteros a combatir con la guardia en cuanto aparece? Por lo de la posada ya entendí que teníais cuentas pendientes con ellos, pero no es normal que después de haber acabado agotados después de luchar juntos, decidáis involucrarnos a todos sin avisar con vuestra temeridad. Que de él ni siquiera me sorprende.- alegó, señalando a Sturm, y antes de retornar su exabrupto otra vez hacia Sango.- Pero tú se supone que eres el Héroe de Aerandir, se podría esperar un poco de más de cabeza por tu parte. Que además por si no había destruido suficiente el dragón, vais vosotros y empezáis un combate al lado de los supervivientes que escaparon del incendio, para ver si a la segunda ya no tienen tanta suerte.

Mas al igual que la propia muchacha interrumpió a Nousis, uno de los aludidos cortó el monólogo de ésta, encarándose con su viejo conocido, a tenor para el sureño del contenido de sus palabras.

-Eres gilipollas- le soltó Sango a Sturm, aún con el arma en la mano -. ¿A que cojones venía todo eso?- el hombretón tosió por culpa del esfuerzo.

-Que se jodan, Ben. Que les follen aquí y en el Helheim. Me quemaron la casa y me jodieron la vida- se giró hacia él y se llevó el martillo al hombro. Miró a Monza-. ¡Que les jodan! Poco les hice que no merecieran. Tienen que morir todos. Todos y cada uno de ellos pagarán por joderme la vida. Si tengo que morir que sea llevándome ala mayor cantidad posible de esos hijos de puta.

-No estás solo en esto- Expresó el Héroe, guardando el hacha a un lado-, pero si sigues por ese camino, no esperes que te cubra una vez más. -El pelirrojo se apartó de Sturm y miró al resto aún con la agitación de la huida, el cansancio de los combates y el enfado con su amigo. Sus ojos se posaron finalmente en Monza. -Cuando te preocupe alguien harás estupideces, por muy grande que sea la fama al que uno le atribuyensuspiró-. Pero tienes razón, la próxima vez, que le jodan.

El silencio se impuso en el variopinto grupo y el hijo de Sandorai escrutó a través de sus ojos grises a todos y cada uno de los presentes, adecuando lo aportado en combate a lo expresado allí, recuperando los latidos naturales tras el cruento combate que se había saldado con una dura victoria. Durante dos fríos segundos, atendió al aviso del granate que había obtenido en los días de Zelirica. Otro humano conviviendo con un demonio, prole de la noche. Nada aceptable para el elfo indicaba aquello sobre el enmascarado.

Y cuando escuchó como esa criatura proyectaba su voz mágicamente en su cerebro, sintió como su sangre lo espoleaba a separar su cabeza de los hombros. Ni ella, ni su humano, apoyaron las acciones del tal Sturm. El propio Nousis estaba de acuerdo con la desaprobación de cada uno de los allí reunidos. Sus pensamientos, a pesar de ello, discurrían por cauces diferentes. Continuaba precisando respuestas.

-¿Qué os ha traído aquí?- inquirió, rememorando la palabra utilizada por la vampiresa. “Intereses”.

Casi sintió deseo de sonreír, al verse nuevamente obviado por la joven Monza, incapaz de contenerse al volver a abroncar al portador del martillo. Pese a ello, acabó por responderle, antes que Sango tomase la palabra.

-Yo vengo del Oeste- explicó-. De más allá de Sandorai. Seguí los pasos de una misteriosa figura que había hecho su aparición en la playa la noche que el Monte de la Adoración explotó- hizo una pausa para acercarse al grupo, aún sin dirigirle la mirada a Sturm-. Tras conversar con él, se nos asignó una misión- Nou observó como su mirada paseaba entre varios de los presentes-. Los Dioses quisieron que mis pasos dieran con Foresta de Nein y con vosotros.

Al detenerse, la mente del espadachín giró hacia el sarcasmo. Dos años atrás, él mismo había renegado de unos dioses que no habían ayudado jamás en su larga vida ni a él en su empeño de proteger a su especie, ni a su propia raza en las batallas que habían tenido que contender. Sólo los mortales podían construir el muro que preservase cuanto no deseaban perder.

-Con él lo tuve claro desde el principio. Y en la taberna solo pude confirmar lo que sentí desde el primer momento. Contigo, sin embargo- sus ojos se clavaron en Monza y se mantuvo en silencio largo rato-. Pensé que eras una mujer bestia- desvió la mirada al suelo-. Pero he visto hoy que no- alzó la vista de nuevo y se acercó a ella-. He visto a una joven dragona que luchó con valor y honor y que no se arredra ante nada ni nadie si la causa es justa.

Otro sujeto cuya historia ha transcurrido cruzando esa condenada playa, pensó el Indirel, antes de que la mirada del humano se volviese hacia él.

-Baldr, el Dios de la luz, nos encomendó encontrar a los que serán los Paladines de la Luz. El honor de tan difícil misión recayó sobre nuestros hombros, lo aceptamos por muy difícil y complicada que esta pudiera parecer y sin embargo...- Ben sonrió-. Los encontré.

La burla del elfo no pudo contenerse más. La ira del juicio que se vio obligado a soportar, los numerosos fracasos en sus viajes a la hora de encontrar un poder que nunca logró asir, la seguridad acerca de las intenciones de la raza que les había arrebatado las islas meridionales…

-¿Elegidos de los dioses...?- un amago de sonrisa afloró a sus labios- supersticiones. Si buscáis luchar contra el mal, nada tengo contra vosotros, a pesar de la compañía que hayáis arrastrado en ese camino- adujo a Katrina y Sturm.- son las personas quienes mueven el mundo, criaturas. Podéis ver señales, como ese idiota que osó acusarme- su voz se tornó peligrosa, y Sangwa ronroneó, aún exigiendo sangre, muerte, violencia - y solo terminaréis por aceptar lo que ha convenido con vuestros ideales. Magia oscura, demonios, engendros... No es necesario meter en ello a unos seres que no harían más que jugar a los dados con el continente.

Monza habló tras él, con evidentes dudas acerca de la seguridad que el humano hubo mostrado.

- Joven dragona elfa, técnicamente...- comenzó con voz temblorosa, antes de retomar el tono habitual en escaso espacio de tiempo.- Pues creo que Nousis tiene razón en desconfiar de dioses. La última vez que apareció alguien proclamando ser un dios por la mía tuvo consecuencias catastróficas. De todas formas, parecéis gente capaz y comprometida, y mientras que el objetivo sea ayudar a la gente, puedo seguir esa misión. Aunque por mucho que se afirme que es la voluntad de un dios, no haré nada en lo que no crea. Pero este puede ser un buen sitio para que esos Paladines de la Luz empiecen a provocar un cambio. Lo que esté pasando aquí es un peligro para Amarantha, y podría serlo a mucho mayor escala por lo que dice Alward.

-El Monte de la Adoración explotó en una gran bola de oscuridad- prosiguió Sango, y Nou recordó el momento en que la dragona había intercedido por él tanto en contra de la muchedumbre como en el juicio de Vulwulfar.-. Lo que pasó con el Hombre Muerto, y las consecuencias que arrastramos ahora, miles de vidas perdidas, relaciones entre razas quebradas, fronteras tensionadas, sospechas continuas... Por todos los Dioses, somos débiles, somos una llama al final de una vela casi consumida y la oscuridad aguarda el momento oportuno para extinguirla de una vez por todas- terminó, dirigiéndose al enmascarado-. Sí, Alward. Creo que estamos en un punto de inflexión.

Miró hacia la ciudad y pareció perdido en sus propias divagaciones, sin embargo, no dejó de hablar.

-Pensadlo bien. Si Hodr vence, significaría que Baldr muere. Cuando esto ocurra, los lobos, Sköll y Hati devorarán el Sol y la Luna y entonces...- pausó antes de girarse y mirar una vez más al resto-. Ragnarök.

Nou suspiró, apartando los ojos un instante. Aquello sonaba cada vez más fantasioso. Él conocía la guerra, de excesiva primera mano. Había experimentado las secuelas del mal que había forzado los límites de la ambición y la codicia. Todo por obra de mano mortal. Al igual que el miedo que casi llevó a su muerte en la fiesta de aquella playa. Si esos humanos deseaban creer en leyendas, creer que formaban parte de algo que superaba sus cortas vidas, eran libres de hacerlo. Al menos, se dijo, parecían luchar por causas correctas. Eso era mucho en días como esos.

-Para ti puede que sea una tontería, historias para los niños. Pero es en lo que creo y es algo que me ha servido toda la vida para guiar mis pasos, para saber qué es lo que debo hacer- se detuvo a dos pasos de él, y ambos se sostuvieron la mirada-. Aún no me he presentado. Soy Ben Nelad, me llaman Sango, el Héroe de Aerandir, el Guardián del Sol y ha sido un honor combatir a tu lado- se llevó el puño al pecho e hizo una ligera reverencia a modo de saludo antes de tenderle la mano.

El espadachín consintió en aceptar el gesto del guerrero. Eran jóvenes, idealistas, y sólo confiaba que tales directrices no les llevasen a una prematura muerte. A sus ochenta y nueve años, unos treinta y cuatro para los ojos de los vidacorta, había perseguido suficientes fábulas en ruinas y subterráneos, en centenares de volúmenes y en bibliotecas desde Dundarak a Sandorai. Había cristalizado una conclusión evidente: si cuanto quería era un mundo distinto, él mismo debía transformarlo con sus manos. Y espejó la mirada de Katrina con una que no era más que un profundo pozo de odio.

El enmascarado decidió hablar cuando Sango finalizó cuanto buscó expresar.

-Ahora lo importante es cómo proceder respecto al contrabando de armas en Amarantha, —dijo Alward con su habitual tono grave y decidido.-Mi nombre es Alward, —dijo, su voz firme mientras su mirada se clavaba en la del elfo—. Este es mi compañera, Katrina. —Señaló brevemente hacia ella.

-Si, escuché que también combatiste en los sucesos de Árbol Madre- asintió ante el Héroe. Postrado en el jergón proporcionado por las sanadoras tras el ataque de la criatura oscura que había invadido el corazón de los bosques, escuchó todas y cada una de las noticias que llegaron los días posteriores al gran combate que terminó con la ruptura del Orbe a manos de la maga elfa atendiendo a sus súplicas- Nada te dirá en cambio el mío, a no ser que te hayas adentrado en los bosques del sur, o te hayan llevado tus pasos a Nytt Hus. Nousis, de los Indirel- expuso, con los recuerdos en la estela de los Sondve que habían grabado su nombre en defensa de esos exiliados- y hace tiempo que renegué de esos ídolos. No nos salvaremos si no lo hacemos nosotros mismos- miró a Alward en ese instante - lo que dices que opera en la ciudad... -frunció el ceño- es con toda probabilidad enemigo mío. La corrupción está a flor de piel en este lugar. Existe una especie de organización que parece manejar el comercio y quizá bastante más profundamente el lugar. Tal vez sea la que estás buscando, o quizá, puede tener algo que ver. Eliminarla me agradaría, aunque no sea mi prioridad.

Todo aparentaba tener una relación extremadamente nítida. Los Ranthes de Amarantha, la organización que Alward y Katrina perseguían, los rumores que había seguido Monza…

- Tus dioses no son los únicos de este continente.- Monza se giró hacia Sango, con la voz temblando y con manchas de escamas volviendo a aparecer y desaparecer de su cara de forma aleatoria.- Y la experiencia me ha enseñado que con suficiente poder es fácil suplantar a uno. Hace un tiempo todos creyeron que los dragones elementales habían regresado para guiarnos, o al menos la mayoría de los dragones, pero resultaron seres afectados por el poder de los objetos del Hombre Muerto que acabas de mencionar. Cuando unos héroes los destruyeron se vio que no eran más que mortales, pero para entonces ya habían tenido tiempo de destrozar muchas más vidas de...- Según hablaba, su respiración se aceleró, incapacitándola para terminar.- Creo en los dioses, pero permíteme desconfiar de nadie que diga hablar por uno.- Empezó a dar vueltas en círculos con clara frustración.- Pero mejor centrémonos en Amarantha, sí. Parece que somos demasiado peculiares como para pasar desapercibidos, así que habrá que pensar como entrar.

Para sorpresa de nadie, Sturm propuso la fórmula más basta, directa y caótica.

-A martillazos- interrumpió -Ya está bien de hablar de Dioses y cosas que no se ven. Tenemos un problema real y lo tenemos frente a nosotros- señaló la ciudad.

-No es contrabando de armas-
corrigió Ben-, es algo más oscuro- puso el énfasis en la última palabra-. Son armas robadas a guerreros que cayeron con honor defiendo su hogar para usarlas con fines que desconozco en parte- hizo una breve pausa. Miró a Sturm que parecía haber recobrado el interés en la conversación-. Metían armas y armaduras de factura élfica en Vulwulfar con el fin de usarlas en una revuelta o algo similar.

-Y quemaron mi casa- apuntó nuevamente Sturm.

-Crear caos y enfrentamiento entre humanos y elfos y más aquí, en tierras de frontera- alzó los hombros y los dejó caer-. ¿Para qué? Pues no lo sé. Tampoco quiero saberlo. Sólo se que esto es una manifestación más de esos poderes oscuros que se valen del caos para debilitar el poder que la luz tiene en este mundo- su mirada pasó de Nousis a Monza y finalmente a Alward-. Si algo podemos hacer, debemos hacerlo. Y será un honor servir a los Elegidos de la Luz.

Los dioses podían descalzarle y servirle de alfombra evitando que sus botas se llenasen de barro por el siguiente charco, nada importaban. Fueron las palabras previas del Héroe las que, como un ariete contra los muros de un castillo, destrozaron todo cuanto hastiaba al elfo de la conversación allí mantenida.

Una furia oscura, lánguida como miel envenenada, fue adueñándose de cada gota de su sangre, golpes terribles contra la jaula de la cordura y la frialdad.

-¿Dices que han robado armas de los osarios élficos...? - sus palabras casi parecían lentas cuchilladas- ¿Que esos a quienes perseguís se benefician de muertos de mi tierra para tratar de instigar un nuevo conflicto en el este...?

Nou se pasó entonces una mano por el rostro. Una sonrisa llena de avidez se clavó a éste -Confío que no esperéis capturarlos con vida.

-Así se habla, cojones- dijo Sturm acercándose al él-. Si depende de mi, no quedará ni uno con vida.

Alward asintió ligeramente.

-Nos vendrá bien tu ayuda, Nousis, —respondió con su tono que el espadachín ya advertía como propio en él, sosegado, firme—. Sea o no tu prioridad, si la organización que mencionas tiene algo que ver con la secta, eliminarlos beneficiará a ambos. Tienes razón, Sango —respondió al guerrero tras un momento de reflexión—. Los propósitos específicos de esta secta nos son esquivos en algunos temas, pero es evidente que buscan algo más que simple contrabando. Esas armas son solo una herramienta para extender su influencia y sembrar el caos. Lo hemos visto antes, y lo volveremos a ver si no hacemos algo.

La voz mágica de la vampiresa resonó en su mente una vez más.

-La razón más lógica que veo detrás de las Sierpes, —comenzó, dirigiendo su mirada al grupo, especialmente hacia Sango, Monza, Nousis y Sturm—, es desestabilizar la región mientras ganan dinero y poder. No olvidemos que las guerras y las revueltas siempre han sido oportunidades de oro para aquellos que saben cómo aprovecharlas. Además, al aliarse con los gobernantes corruptos, no solo aseguran su influencia, sino que también aseguran una red de protección que les permite operar sin restricciones. Amarantha no es solo su campo de batalla, es su tablero de juego.

Las piezas ya encajaban, se dijo el Indirel, satisfecho, habiendo saciado parte de su innata curiosidad. Su propia misión, forzada por las circunstancias, podía circunscribirse a la mayor realidad que había traído a los demás a esa concreta ciudad de corrupción y mercado negro.

-No, deben de pagar por todo lo que han hecho. Aquí y en el resto del mundo. - Dijo Alward de forma rotunda.

El elfo asintió, complacido, antes de señalar intramuros- Más adelante querré conocer más detalles acerca de esas "Sierpes"- advirtió- Por ahora, quizá nuestra única puerta de entrada a Amarantha sea Brinthir, si logramos dar con él, dado que su posada ha sido destruida. Tanto él, como el herrero de la urbe, han hablado de los "Ranthes", lo que me ha dado a entender que existen unos sujetos con privilegios que dominan la escena en esta ciudad. Mi intención es llegar hasta las mazmorras de la pequeña fortaleza.

- ¿Y si están relacionados con gobernantes corruptos no deberíamos capturar a alguno de sus líderes para poder descubrir cuanto se han extendido fuera de Amarantha? En Vulwulfar también querían levantar el odio contra los elfos. Puede ser que simplemente sean unos racistas, pero parece mucha casualidad- intervino Monza sin falta de inteligencia en su razonamiento.

-No son simplemente racistas- apuntó Sango dirigiendo a ella su mirada y respuesta-. Esto va más allá de un grupo de borregos lanzando proclamas contra otras razas. No. Son gente organizada y si algo sabemos de los grupos organizados es que disponen de información, es decir, gente en muchas partes y en distintos estratos de la sociedad y por supuesto estarán bien protegidos, por lo que llegar a ellos será complicado- alzó una mano en dirección a Sturm-. Complicado, pero no imposible- evitó así que interviniera de nuevo. Se giró hacia Nousis-. ¿Qué hay en las mazmorras de la fortaleza?

-Alguien a quien debo rescatar- repitió- No me dejaron demasiadas opciones. Se llama Crawlin, caballero de Vulwulfar.

-Tienes razón, —asintió Alward tras un breve momento de reflexión—. Hay que buscar información allá donde podamos. Tanto los contrabandistas como los corruptos deben ser desenmascarados, pero no podemos permitirnos ningún paso en falso. Si tienen conexiones con los gobernantes, están protegidos, y no será fácil llegar hasta ellos.

Alward miró también hacia el horizonte, donde las murallas de Amarantha se alzaban desafiantes.

-Es esencial que actuemos con cautela. Si vamos directamente a por un gobernante o alguien influyente sin pruebas concretas, solo nos pondremos en peligro y revelaremos nuestras intenciones. Hay que movernos con pies de plomo. Cualquier paso en falso podría alertarlos de nuestra presencia o de nuestras intenciones. Y si eso ocurre, lo que ya es un juego peligroso se volverá aún más mortal.

Hizo una pausa antes de continuar, su mirada pasando de Nousis a Monza y luego a Sango.

-Debemos encontrar aliados, gente que como mencionaste, Nousis, pueda ser de ayuda. Brinthir y el herrero son buenos puntos de partida. Si tienen información sobre los Ranthes, puede que nos ayuden a trazar un mapa de las conexiones dentro de Amarantha. Conocer sus movimientos es vital antes de hacer cualquier cosa.

Alward se cruzó de brazos, su tono firme y decidido.

-Una vez tengamos pruebas y un mejor entendimiento de su operación, entonces podremos actuar. Pero hasta ese momento, debemos mantenernos discretos y no revelar que somos disidentes. No podemos arriesgarnos a que nos vean como una amenaza antes de estar preparados.

El elfo volvió a sonreír, con desgana, antes de observar una vez más la ciudad.

En escaso tiempo, habían provocado un colosal combate en el interior de Amarantha, asesinando a algunos guardias, y barriendo parte de zonas de la misma, acabando como prófugos de los mismos militares que se disponían a tratar de burlar.

Sí, Brinthir sería de ayuda, sopesó. Pero algo en su interior prefería tomar el camino de Virkar. Ese herrero codicioso podía tener más que contar.
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Mensaje  Alward Sevna Sáb Oct 26 2024, 18:40

Alward levantó una fogata en un claro del bosque bajo la luz de la luna. Era necesario, pues como mínimo pasarían la noche allí, en ese terreno elevado desde donde se podía divisar la ciudad. La quietud del bosque era rota apenas por el crujido de la leña y el lejano murmullo de algún arroyo oculto.

Katrina estaba sentada al otro lado de la fogata, limpiando meticulosamente una de las espadas de Alward; Nattehimlen con un paño húmedo. El Sevna, aunque preocupado por el estado de su equipo, no siempre lo limpiaba con el esmero adecuado, al menos no con el esmero que la vampiresa esperaba. El acero oscuro reflejaba el fuego en destellos breves, como si llevara las sombras de sus enemigos adheridas a su filo. Su mirada estaba fija, centrada en un punto invisible más allá de las llamas, como si con cada pasada de tela intentara purgar algo más que la simple sangre derramada. Ella levantó la vista al notar que Alward la observaba.

-Ese dragón ha vuelto desde el mundo de los espejos.-murmuró, con una mirada preocupada en la que también se notaba el cansancio que pesaba en sus párpados.

Alward no respondió de inmediato. Su mirada se perdió en las brasas incandescentes, recordando las palabras amenazantes del dragón humanoide. Había algo en ese ser sobrenatural que no entendía; ¿Cómo había logrado escapar de aquella extraña dimensión? Esperaba que no volviera a aparecer.

-Eso no puede distraernos de nuestra misión, Katrina.-la voz de Alward era baja, como si intentara no quebrar el frágil silencio del bosque.-Tenemos que acabar con lo que sea que esté ocurriendo en esta ciudad.

Katrina suspiró y miró hacia el cielo, donde las estrellas más brillantes titilaban luchando con la luz que la propia hoguera proyectaba. El cielo nocturno; era una vista tan hermosa como indolente, un recordatorio de que el mundo continuaría, pasara lo que pasara en las profundidades de la ciudad o en los corazones de sus habitantes.

-¿Lo conseguiremos?-Preguntó Katrina, devolviendo su mirada hacia su compañero.-¿Conseguiremos acabar con ellos? ¿Con todos?-Dijo haciendo referencia a las Sierpes en general.

Alward no respondió de primeras, sino que llevó su mirada hacia las estrellas. Tras unos segundos de reflexión, volvió la mirada hacia la vampiresa.

-Sí.-Asintió, la máscara y su semblante frío reflejando la luz de la hoguera, aunque el rostro de Alward bajo ella reflejaba más amabilidad y cercanía.-Las estrellas están de nuestro lado.-Le dijo a su compañera a modo de recordatorio amable.


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Mensaje  Sango Mar Oct 29 2024, 00:21

El pelirrojo estiró las piernas en dirección al fuego. Quería seguir hablando, compartir más cosas con aquellos a los que ahora consideraba amigos. Deseaba conocer más de ellos, confirmar que su corazón no le engañaba, que los Dioses o el destino había cruzado sus caminos en ese preciso lugar en aquel momento en el que había indicios del fin de los tiempos. Un poco dramático, ¿no crees? Se dijo dibujando una pequeña sonrisa en su rostro. Sin embargo, pese a querer rebajar la tensión y el creciente nerviosismo por el futuro, los temores seguían ahí.

- No os lo dije aún- rompió el silencio con un tono de voz moderado-. Pero, el Observador marcó un punto de reunión.

Sus ojos saltaron de Monza a Alward de manera alterna. Les dio tiempo para que asimilaran lo que les decía mientras pensaba lo que implicaría en la vida de ambos el embarcarse en una aventura de tal calibre.

La joven dragona, a la que había tomado por una mujer bestia, luchó con valentía y ferocidad y en su corazón había una nobleza y una madurez que, de alguna manera, hacía que a Sango se le hinchara el pecho de orgullo. La forma que había tenido de aleccionarles tanto a él como a Sturm hubiera sido motivo de honores por su parte si no estuviera tan preocupado por gritarle al Oso lo que pensaba sobre su ímpetu y su cabezonería.

El enmascarado, por su parte, tenía un aura de grandeza a su alrededor. La forma en la que hablaba, su conocimiento sobre los elegidos, su forma de luchar y de liderar en medio del combate. Aquel hombre estaba destinado a grandes cosas y su corazón lo supo casi desde que sus ojos se posaron en la máscara.

- Las Runas de los Baldíos- dijo finalmente-. No sé cuándo, pero me imagino que la llamada será inminente- aspiró una bocanada de aire y la expulsó lentamente-. Mi corazón late tranquilo. Eso es buena señal- sonrió mirando al fuego-. Creo que sois las personas que buscaba.

No realmente. Su corazón anhelaba encontrar a otra persona. Giró la cabeza y lo único que vio fue a Sturm cruzado de brazos y dando cabezadas. Sorprendentemente no roncaba, tampoco hacía ruido por la nariz. Alzó las cejas en un rápido movimiento de sorpresa.

Sus ojos, finalmente, se posaron en el elfo. Nousis Indirel. Un guerrero entre la gente de su pueblo, un espadachín de gran habilidad como había podido comprobar y que había participado en una de las grandes batallas de lo últimos años. Parecía desdeñar a los Dioses y los mensajes y señales que estos enviaban a los que habitaban el Midgard. Sus palabras demostraban que tenía mucho que decir al respecto para defender aquella postura y Ben sintió curiosidad por conocer más sobre el elfo.

- La batalla de Nytt Hus- dijo retomando un hilo de la conversación anterior-. Oí cosas pero no creo que tenga la oportunidad de escuchar un relato de una voz que lo vivió en primera persona y que viviera para contarlo- hizo una breve pausa-. Puede que no haya oído hablar de Nousis de los Indirel, pero es el momento perfecto para conocer más acerca de él y de sus vivencias.

Carraspeó y se echó vaho en las manos antes de frotar la una con la otra. A su juicio, formaban un grupo peculiar. La mujer que acompañaba al enmascarado observaba al pelirrojo y él cruzó la mirada con ella durante unos breves instantes. Debía ser una hechicera de gran poder, se dijo, porque su voz había sido capaz de sonar en su cabeza incluso estando lejos y además les había garantizado el paso a Amarantha.

Una hechicera, una dragona, tres guerreros humanos y un guerrero elfo. Sus ojos saltaron de uno a otro y no pudo evitar sonreír. ¿Cuándo fue la última vez que estuvo en compañía de tanta gente para emprender una misión que implicaba acabar con la oscuridad que se infiltraba entre la sociedad? No lo recordaba en esos instantes y por tanto se dijo que hacía demasiado.

- Será un placer escuchar vuestras historias. Cuando no estemos- dijo-, al menos alguna de nuestras historias vivirá en el recuerdo de otro- observó como las llamas hacían danzar las sombras a su alrededor. Un ronquido de Sturm le hizo girar la cabeza-. Sus historias las cuento yo- añadió con una sonrisa en el rostro.

Amarantha podía esperar. Al menos esa noche. Descansarían, repondrían fuerzas y se lanzarían a completar la misión que tenían entre manos. Limpiarían Amarantha de oscura corrupción. Darían, por fin, digno descanso a los muertos que habían luchado con honor. Y evitarían que el odio corroyera una sociedad debilitada. Pero eso sería al día siguiente.

Se acomodó contra el árbol y miró al cielo dejando que su mirada se perdiera entre las estrellas.

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Para Thorn: Sango cree que los elegidos, según las descripciones dadas, son Alward Sevna y Monza Sylroc. A ambos les transmite la voluntad del Observador de reunirles en las Runas de los Baldíos.
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