La isla del tesoro [Quest]
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La isla del tesoro [Quest]
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En el puerto del mar de Aerandir, unos marineros están reclutando gente para una misión. La tripulación anterior, en su mayoría, fallecieron en un naufragio. Pero la capitana ha conseguido un nuevo navío y está reclutando. Habla que su próximo destino será una isla que no figura en los mapas pero que ella ya ha estado una vez allí. Dice que cuando encuentren el tesoro, dará buena recompensa a sus marineros.
-¡Todos a bordo!-exclamó la voz de la capitana mientras los marineros terminaban de subir mercancía, provisiones y barriles a la bodega.
Estaba en su bote manejado por un marinero de cabello y barba rubia. Estaba a punto de subir la escalera de cuerdas en parte superior del navío, cuando señaló algo en la lejana orilla de la playa. ¿Quizá nuevos marineros?
-Ve allá, quizá un recluta o dos más no estarían de más-ordenó la mujer mientras subía y el marinero se dirigía a la orilla para recibir a los que estaban en la orilla. Llevaba dos pesadas armas consigo en su cintura.
Orden de posteo:
1- Laschel
2- Killian
1- Laschel
2- Killian
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En el puerto del mar de Aerandir, unos marineros están reclutando gente para una misión. La tripulación anterior, en su mayoría, fallecieron en un naufragio. Pero la capitana ha conseguido un nuevo navío y está reclutando. Habla que su próximo destino será una isla que no figura en los mapas pero que ella ya ha estado una vez allí. Dice que cuando encuentren el tesoro, dará buena recompensa a sus marineros.
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-¡Todos a bordo!-exclamó la voz de la capitana mientras los marineros terminaban de subir mercancía, provisiones y barriles a la bodega.
Estaba en su bote manejado por un marinero de cabello y barba rubia. Estaba a punto de subir la escalera de cuerdas en parte superior del navío, cuando señaló algo en la lejana orilla de la playa. ¿Quizá nuevos marineros?
-Ve allá, quizá un recluta o dos más no estarían de más-ordenó la mujer mientras subía y el marinero se dirigía a la orilla para recibir a los que estaban en la orilla. Llevaba dos pesadas armas consigo en su cintura.
- Capitana Risna:
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- Eliot, el guía y el mandamás Samuel:
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Ansur
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Re: La isla del tesoro [Quest]
Golpe a la derecha. Me agacho. Ruedo sobre la arena. Doble ataque, vuelta, giro de muñeca y tajo en diagonal hacia arriba. Mis espadas cortaban el aire una y otra vez, peleando contra un enemigo invisible. La arena bajo mis pies desnudos me hacía cosquillas; era una sensación inexplicable que siempre me había maravillado, nada que ver con el suelo blando del bosque. Me encontraba a orillas del Mar de Aerandir, cerca del puerto pesquero. Era por la mañana, y la brisa marina penetraba en mis fosas nasales limpiándome los pulmones. Mi baile personal con las espadas era una rutina diaria, un entrenamiento que no me gustaba descuidar, y la playa siempre había sido el escenario perfecto para no perder la concentración de mis movimientos. No era consciente de nada y de nadie, hasta que una voz masculina me hizo volver a la realidad.
Me detuve en seco y observé a mi interlocutor, un hombre de barba rubia y piel quemada por el sol. Un marinero a todas luces. Me miraba con cierto interés, y cuando decidió soltar palabra me sorprendió descubrir que buscaba mis servicios para no-se-qué de un tesoro, una isla misteriosa y un barco. Decidí prestarle la atención que se merecía y guardé mis espadas en el cinturón, dispuesta a negociar.
- Bueno, eso depende de lo que obtenga yo a cambio -le observé con extrema curiosidad y esperé su respuesta, puede que valiese la pena.
Así que el premio era quedarse con una parte del tesoro... Me crucé de brazos pensativa y sopesé su oferta: puede que la capitana no fuese más que una tía loca convencida de la existencia del dichoso tesoro, y el hecho de que la isla no figurase en los mapas tampoco me ayudaba a mirar aquella proposición con buenos ojos. No me gustaba perder el tiempo, pero... en fin, supongo que tampoco tenía nada mejor que hacer. Además, por mi condición de elfa y mi prolongada restricción de 'no abandonar los bosques de Sandorai bajo ninguna circunstancia', tampoco había tenido verdaderas oportunidades de hacerme a la mar a excepción de trayectos cortos de una ciudad costera a otra. Y qué demonios, lo estaba deseando.
- De acuerdo, consideradme a bordo pues. Espero ser de ayuda -sonreí e hice una pequeña reverencia servicial, tomando mi bolsa de provisiones y volviendo a colocarme las botas.
Si el tesoro realmente existía -y lo más importante, era valioso-, puede que mis problemas económicos se redujesen durante unos cuantos meses. Oh, por todos los dioses, si en verdad era cierto pensaba comer hasta hartarme, dormir en las mejores posadas y comprar ropa nueva. Por lo pronto sólo podía soñarlo, así que empecé a andar detrás del hombre mientras contemplaba el navío atracado en el muelle, sin darme cuenta apenas que a nuestro lado había aparecido un tercer individuo.
Me detuve en seco y observé a mi interlocutor, un hombre de barba rubia y piel quemada por el sol. Un marinero a todas luces. Me miraba con cierto interés, y cuando decidió soltar palabra me sorprendió descubrir que buscaba mis servicios para no-se-qué de un tesoro, una isla misteriosa y un barco. Decidí prestarle la atención que se merecía y guardé mis espadas en el cinturón, dispuesta a negociar.
- Bueno, eso depende de lo que obtenga yo a cambio -le observé con extrema curiosidad y esperé su respuesta, puede que valiese la pena.
Así que el premio era quedarse con una parte del tesoro... Me crucé de brazos pensativa y sopesé su oferta: puede que la capitana no fuese más que una tía loca convencida de la existencia del dichoso tesoro, y el hecho de que la isla no figurase en los mapas tampoco me ayudaba a mirar aquella proposición con buenos ojos. No me gustaba perder el tiempo, pero... en fin, supongo que tampoco tenía nada mejor que hacer. Además, por mi condición de elfa y mi prolongada restricción de 'no abandonar los bosques de Sandorai bajo ninguna circunstancia', tampoco había tenido verdaderas oportunidades de hacerme a la mar a excepción de trayectos cortos de una ciudad costera a otra. Y qué demonios, lo estaba deseando.
- De acuerdo, consideradme a bordo pues. Espero ser de ayuda -sonreí e hice una pequeña reverencia servicial, tomando mi bolsa de provisiones y volviendo a colocarme las botas.
Si el tesoro realmente existía -y lo más importante, era valioso-, puede que mis problemas económicos se redujesen durante unos cuantos meses. Oh, por todos los dioses, si en verdad era cierto pensaba comer hasta hartarme, dormir en las mejores posadas y comprar ropa nueva. Por lo pronto sólo podía soñarlo, así que empecé a andar detrás del hombre mientras contemplaba el navío atracado en el muelle, sin darme cuenta apenas que a nuestro lado había aparecido un tercer individuo.
Laschel
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Re: La isla del tesoro [Quest]
Sus pasos se detuvieron unos segundos tras pisar la arena. Entornó los ojos ante la presencia del sol mientras se ocultaba más la capucha de su túnica y maldecía por lo bajo entre dientes, hacía mucho que no había tenido que vérselas con aquella gran fuente de odiosa luz.. Pero aquella ocasión parecía merecer la pena pues había llegado a sus oídos que se buscaban marineros para ir en busca de un tesoro en una isla que no aparecía en los mapas. No estaba seguro de qué le daba más curiosidad, si ver a un mujer como capitana dándole órdenes o que ella supiera de una isla que él no conocía. De todas formas, si finalmente obtenía una recompensa o no, el conocer una isla nueva que explorar cuando volviera a su barco sería una recompensa bastante suficiente como para que el viaje no fuera en vano.
Y algo le decía que sería un viaje interesante, tal vez fuera por que tendría que recibir órdenes de una mujer...o tal vez porque empezaba a echar de menos vivir aventuras a bordo de un navío.
A medida que se acercaba a la orilla sonreía oculto en su atuendo emocionándose especialmente al volver a notar el inolvidable aroma de la brisa marina que le resultaba ya familiar. Acercándose a la orilla llegaba un pequeño bote con un marinero de porte rudo. Killian observó no desde muy lejos cómo este se acercaba a una muchacha joven de la que no se había percatado antes. No era difícil imaginar que él sería el "comité de bienvenida" del barco, aunque le sorprendió que estuviera hablando. y posiblemente reclutando, precisamente con una chica joven.
Se acercó con tranquilidad mientras estos hablaban y no tardó mucho en aproximarse lo bastante para oír: "- De acuerdo, consideradme a bordo pues. Espero ser de ayuda " por parte de la muchacha. Sorprendente, Killian no acostumbraba a encontrar chicas así en un barco y menos en búsqueda de un tesoro.
-Disculpadme, ¿llego tarde? -se acercó cortésmente- he venido para ofrecerme como marinero de un barco que llegará hasta una isla desconocida. Espero haber llegado al lugar indicado.
Mientras hablaba, Killian observó a sus acompañantes. El marinero tenía apariencia de llevar muchas ya muchas travesías y se veía que estaba bien preparado. Mientras que la chica tenía un porte aparentemente delicado y facciones finas, preciosas. El vampiro sonrió. Si, aquel sería un viaje interesante.
Y algo le decía que sería un viaje interesante, tal vez fuera por que tendría que recibir órdenes de una mujer...o tal vez porque empezaba a echar de menos vivir aventuras a bordo de un navío.
A medida que se acercaba a la orilla sonreía oculto en su atuendo emocionándose especialmente al volver a notar el inolvidable aroma de la brisa marina que le resultaba ya familiar. Acercándose a la orilla llegaba un pequeño bote con un marinero de porte rudo. Killian observó no desde muy lejos cómo este se acercaba a una muchacha joven de la que no se había percatado antes. No era difícil imaginar que él sería el "comité de bienvenida" del barco, aunque le sorprendió que estuviera hablando. y posiblemente reclutando, precisamente con una chica joven.
Se acercó con tranquilidad mientras estos hablaban y no tardó mucho en aproximarse lo bastante para oír: "- De acuerdo, consideradme a bordo pues. Espero ser de ayuda " por parte de la muchacha. Sorprendente, Killian no acostumbraba a encontrar chicas así en un barco y menos en búsqueda de un tesoro.
-Disculpadme, ¿llego tarde? -se acercó cortésmente- he venido para ofrecerme como marinero de un barco que llegará hasta una isla desconocida. Espero haber llegado al lugar indicado.
Mientras hablaba, Killian observó a sus acompañantes. El marinero tenía apariencia de llevar muchas ya muchas travesías y se veía que estaba bien preparado. Mientras que la chica tenía un porte aparentemente delicado y facciones finas, preciosas. El vampiro sonrió. Si, aquel sería un viaje interesante.
Killian Jones
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Re: La isla del tesoro [Quest]
-Yo también quiero ir-dijo una voz detrás de los hombres y un hombre pasó por en medio del vampiro y de la elfa, dándoles un empujón y subió al bote. El hombre hizo señas para que subieran, sin darles ayuda y dejó que se mojaran los pies o resbalaran también.
-¡Suban, suban!-gruñó el de cabello rubio con aire amargado-Soy Samuel, y si van al barco, seré vuestro jefe...Díganme sus nombres-dijo con un tono que indicaba una orden, mientras avanzaba remando en dirección al barco.
-Estos tres viajarán con nosotros capitana-habló Samuel de pié frente a la puerta que daba a la bodega, en la superficie del navío.
Se escucharon unos fuertes pasos del otro lado, y la puerta se abrió de golpe, para dar paso a la mujer que capitaneaba el barco. Su actitud parecía poderosa, y su expresión fría indicaban que ella no era la de dar cariñitos o sonreír amablemente. Clavó la mirada en cada uno de los presentes, examinando un buen rato sus rostros.
-Una orejona, un chupasangre, y un pocacosa-miró al hombre que tenía pata de palo y un gancho en vez de mano, pero también una pesada arma. Entonces miró las armas de los otros dos y dijo frunciendo el entrecejo-¿Seguro que saben usar esas armas? A donde vamos, la muerte asecha en cada rincón. Por el momento, díganme sus nombres-ordenó llevando sus manos a la cintura.
Se podían ver a muchos marineros trabajando con las banderas, mástiles, velas, limpiando, atando nudos, llevando cajas pesadas a la bodega pero había uno que miraba hacia el infinito océano. Vestía con ropa negra, tenía barba y un sombrero.
-¡Eleven anclas!-ordenó en un fuerte grito que aturdió a los tres que estaban frente a ella y pronto hubo más movimiento para emprender el viaje. Miró a la elfa y dijo-Tú, orejuda, trabajarás en la cocina-miró al vampiro-chupasangre, ayuda a los marineros a limpiar todo esto-señaló con sus manos la mugre del suelo de madera y luego un trapeador y un balde con agua a rincón del camarote donde habían escobillones también, y otros artículos para limpiar. Se volteó sin permitirles decir más nada e ignorando todo para regresar a su cuarto-Encárgate de que cumplan Samuel, y el pocacosa, que vaya a ordenar las cajas a la bodega-
Cerró la puerta de un portazo y el hombre gruño señalando a cada uno los caminos que debían tomar. Uno a una escalera que bajaba al lado de la puerta en que estaban, y la otra que subía a un piso superior donde estaba la posada y cocina.
-¡Suban, suban!-gruñó el de cabello rubio con aire amargado-Soy Samuel, y si van al barco, seré vuestro jefe...Díganme sus nombres-dijo con un tono que indicaba una orden, mientras avanzaba remando en dirección al barco.
- El sujeto "pocacosa:
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-Estos tres viajarán con nosotros capitana-habló Samuel de pié frente a la puerta que daba a la bodega, en la superficie del navío.
Se escucharon unos fuertes pasos del otro lado, y la puerta se abrió de golpe, para dar paso a la mujer que capitaneaba el barco. Su actitud parecía poderosa, y su expresión fría indicaban que ella no era la de dar cariñitos o sonreír amablemente. Clavó la mirada en cada uno de los presentes, examinando un buen rato sus rostros.
-Una orejona, un chupasangre, y un pocacosa-miró al hombre que tenía pata de palo y un gancho en vez de mano, pero también una pesada arma. Entonces miró las armas de los otros dos y dijo frunciendo el entrecejo-¿Seguro que saben usar esas armas? A donde vamos, la muerte asecha en cada rincón. Por el momento, díganme sus nombres-ordenó llevando sus manos a la cintura.
Se podían ver a muchos marineros trabajando con las banderas, mástiles, velas, limpiando, atando nudos, llevando cajas pesadas a la bodega pero había uno que miraba hacia el infinito océano. Vestía con ropa negra, tenía barba y un sombrero.
-¡Eleven anclas!-ordenó en un fuerte grito que aturdió a los tres que estaban frente a ella y pronto hubo más movimiento para emprender el viaje. Miró a la elfa y dijo-Tú, orejuda, trabajarás en la cocina-miró al vampiro-chupasangre, ayuda a los marineros a limpiar todo esto-señaló con sus manos la mugre del suelo de madera y luego un trapeador y un balde con agua a rincón del camarote donde habían escobillones también, y otros artículos para limpiar. Se volteó sin permitirles decir más nada e ignorando todo para regresar a su cuarto-Encárgate de que cumplan Samuel, y el pocacosa, que vaya a ordenar las cajas a la bodega-
Cerró la puerta de un portazo y el hombre gruño señalando a cada uno los caminos que debían tomar. Uno a una escalera que bajaba al lado de la puerta en que estaban, y la otra que subía a un piso superior donde estaba la posada y cocina.
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Off rol: estos primeros post son de desarrollo, pero ya habrá más variedad. Ansur
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Re: La isla del tesoro [Quest]
Observé con detenimiento al nuevo hombre que nos acompañaba, al parecer también queriendo involucrarse como recluta en la búsqueda del famoso tesoro. Apuesto, elegante, atractivo, y con cierto aire misterioso que me hacían sospechar que no era un humano normal y corriente. Casi podía asegurar lo que era, quizás por su mirada, mas me resultaba difícil el hecho de ver a una criatura de la noche merodeando a plena luz del día, llevara o no llevara capucha. Tuve que guardarme mi curiosidad, pues nuestro barbudo amigo nos dio ciertas instrucciones y nos apremió indicándonos que subiéramos al bote para poder alcanzar el barco al otro lado de la orilla.
- Podéis llamarme Laschel -respondí a la petición de saber nuestros nombres.
Y justo en el momento en el que ponía un pie sobre la barca, un cuarto hombre nos atravesó como si llevara la prisa de mil demonios, uniéndose a la comitiva de reclutas. ¿Es que daban un premio por subir primero y yo no me había enterado?
- ¡Más cuidado! ¡Wow! -me quejé, aunque el empujón me desequilibró lo suficiente como para verme obligada a buscar un punto de apoyo y no caer al agua. Me aferré a aquello que más cercano tenía, y resultó ser el brazo del hombre apuesto- Disculpadme -le solté una vez conseguí recuperar mi posición, y busqué mi propio sitio en la barca.
Un par de minutos después nos encontrábamos subiendo a la cubierta del navío, donde varios marineros ultimaban los preparativos para zarpar. Mis ojos brillaban de la emoción, aunque trataba por todos los medios disimularlo para no parecer una niña en una fábrica de chocolates. Casi se podía decir que me apasionaba más el simple hecho de navegar que de encontrar el tesoro, pues el océano siempre me había parecido algo maravilloso. Quería curiosear todos los rincones del barco, aunque regresé mi atención cuando nos detuvimos frente a la puerta de la bodega, y ésta se abrió para dar paso a una mujer de aspecto severo. Aquella debía de ser la capitana, y nos contempló a los tres casi con análisis clínico. "Orejona", perfecto, esperaba no ganarme ese mote durante todo el trayecto.
- Laschel a su servicio, mi señora -me presenté por segunda vez, aunque ahora de forma algo más respetuosa inclinando la cabeza en una sutil reverencia. Obvié la existencia del apellido que una vez tuve, pues ya no me pertenecía y esperaba que no me preguntaran al respecto- Si se me concede la oportunidad de pelear, os demostraré lo compenetradas que estamos mis espadas y yo.
Dicho lo dicho, la capitana dio luz verde para elevar anclas y nos dio órdenes individuales a cada uno de los nuevos reclutas. Órdenes que me obligaron a morderme la lengua con fuerza para no replicar y arriesgarme a ser expulsada. ¿Cocina? ¡¿Estás de broma?! Por fin tenía la oportunidad de subir a un navío como aquel... ¿y me mandaba a la cocina, donde no podía ver el mar ni respirar la brisa salada? ¡¿Qué clase de venganza cruel es ésta?! ¡Por todos los dioses, era una kensai, no una cocinera! Apreté los puños con fuerza y solté varias maldiciones en el idioma de mis ancestros, aunque supongo que no era la más perjudicada de los tres. Miré al hombre apuesto -que había resultado ser un vampiro después de todo-, y casi me compadecí de él por verse obligado a limpiar la cubierta... bajo la luz del sol.
- Con gusto os cambiaría mi posición, pero dudo que estos tipos acepten sugerencias -le susurré mientras ponía los ojos en blanco y arrugaba el rostro en señal de disconformidad- Os deseo suerte. No os queméis mucho -sonreí de medio lado y le di una ligera palmadita en el brazo, subiendo las escaleras que daban a la cocina antes de que Samuel me llamase la atención a voz de grito.
La cocina era simple, pequeña y claustrofóbica. No poseía grandes fogones -era algo peligroso mantener un fuego encendido dentro de un barco-, y casi parecía más un depósito de comida que otra cosa. Habían recipientes y barriles llenos de suficiente alimento para una tripulación mediana durante varias semanas: mucho pan duro, algunas frutas, legumbres, contenedores con agua potable y condimentos en las estanterías. Nada más. Suponía que estando en un barco en alta mar nuestra comida principal sería el pescado, básicamente porque todo el océano era una fuente inagotable de recursos, y esperaba que hubiesen buenos pescadores a bordo. Pero ahora mismo no sabía qué preparar, me habían dicho "trabajarás en la cocina" pero no había recibido ninguna otra orden específica, así que me crucé de brazos y me apoyé en una de las encimeras, refunfuñando. Supongo que ya me avisarían cuando los marineros tuviesen hambre.
- Podéis llamarme Laschel -respondí a la petición de saber nuestros nombres.
Y justo en el momento en el que ponía un pie sobre la barca, un cuarto hombre nos atravesó como si llevara la prisa de mil demonios, uniéndose a la comitiva de reclutas. ¿Es que daban un premio por subir primero y yo no me había enterado?
- ¡Más cuidado! ¡Wow! -me quejé, aunque el empujón me desequilibró lo suficiente como para verme obligada a buscar un punto de apoyo y no caer al agua. Me aferré a aquello que más cercano tenía, y resultó ser el brazo del hombre apuesto- Disculpadme -le solté una vez conseguí recuperar mi posición, y busqué mi propio sitio en la barca.
Un par de minutos después nos encontrábamos subiendo a la cubierta del navío, donde varios marineros ultimaban los preparativos para zarpar. Mis ojos brillaban de la emoción, aunque trataba por todos los medios disimularlo para no parecer una niña en una fábrica de chocolates. Casi se podía decir que me apasionaba más el simple hecho de navegar que de encontrar el tesoro, pues el océano siempre me había parecido algo maravilloso. Quería curiosear todos los rincones del barco, aunque regresé mi atención cuando nos detuvimos frente a la puerta de la bodega, y ésta se abrió para dar paso a una mujer de aspecto severo. Aquella debía de ser la capitana, y nos contempló a los tres casi con análisis clínico. "Orejona", perfecto, esperaba no ganarme ese mote durante todo el trayecto.
- Laschel a su servicio, mi señora -me presenté por segunda vez, aunque ahora de forma algo más respetuosa inclinando la cabeza en una sutil reverencia. Obvié la existencia del apellido que una vez tuve, pues ya no me pertenecía y esperaba que no me preguntaran al respecto- Si se me concede la oportunidad de pelear, os demostraré lo compenetradas que estamos mis espadas y yo.
Dicho lo dicho, la capitana dio luz verde para elevar anclas y nos dio órdenes individuales a cada uno de los nuevos reclutas. Órdenes que me obligaron a morderme la lengua con fuerza para no replicar y arriesgarme a ser expulsada. ¿Cocina? ¡¿Estás de broma?! Por fin tenía la oportunidad de subir a un navío como aquel... ¿y me mandaba a la cocina, donde no podía ver el mar ni respirar la brisa salada? ¡¿Qué clase de venganza cruel es ésta?! ¡Por todos los dioses, era una kensai, no una cocinera! Apreté los puños con fuerza y solté varias maldiciones en el idioma de mis ancestros, aunque supongo que no era la más perjudicada de los tres. Miré al hombre apuesto -que había resultado ser un vampiro después de todo-, y casi me compadecí de él por verse obligado a limpiar la cubierta... bajo la luz del sol.
- Con gusto os cambiaría mi posición, pero dudo que estos tipos acepten sugerencias -le susurré mientras ponía los ojos en blanco y arrugaba el rostro en señal de disconformidad- Os deseo suerte. No os queméis mucho -sonreí de medio lado y le di una ligera palmadita en el brazo, subiendo las escaleras que daban a la cocina antes de que Samuel me llamase la atención a voz de grito.
La cocina era simple, pequeña y claustrofóbica. No poseía grandes fogones -era algo peligroso mantener un fuego encendido dentro de un barco-, y casi parecía más un depósito de comida que otra cosa. Habían recipientes y barriles llenos de suficiente alimento para una tripulación mediana durante varias semanas: mucho pan duro, algunas frutas, legumbres, contenedores con agua potable y condimentos en las estanterías. Nada más. Suponía que estando en un barco en alta mar nuestra comida principal sería el pescado, básicamente porque todo el océano era una fuente inagotable de recursos, y esperaba que hubiesen buenos pescadores a bordo. Pero ahora mismo no sabía qué preparar, me habían dicho "trabajarás en la cocina" pero no había recibido ninguna otra orden específica, así que me crucé de brazos y me apoyé en una de las encimeras, refunfuñando. Supongo que ya me avisarían cuando los marineros tuviesen hambre.
Laschel
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Re: La isla del tesoro [Quest]
La muchacha se había presentado, su voz sonó dulce, algo natural en seres como ella...No eran muchos los elfos con los que se había cruzado el vampiro, pero todas las elfas con las que se había cruzado habían tenido un encanto especial, un aura pura de una forma u otra. Sería interesante ver cómo se comportaría en un barco.
Estaba a punto de subirse al barco cuando un individuo apareció de la nada y nos empujó sin ningún miramiento, ella perdió el equilibrio y se apoyó en el vampiro. Frunció en ceño con cierto desprecio ante el nuevo individuo, no le gustaba que nadie tratara así a las mujeres. Pero sonrió con amabilidad cuando ella le miró y se disculpó:
-Killian Jones -se presentó entonces haciendo caso al marinero pero como si solo se le presentara a ella y la empujó muy levemente para que subiera al bote.
Una vez en el bote Killian observaba los movimientos del marinero remando hacia la el barco. Sonrió levemente. Hacía tiempo que no notaba el movimiento ondulante un bote sobre el mar y era un recuerdo que le hacía muy feliz revivir, aunque no quisiera admitirlo si alguien le hubiera preguntado.
Nada más poner un pié en el barco, Killian ya se sintió en casa de algún modo con tanto movimiento de los marineros, el olor a sal impregnado en la madera del barco, el ondear de las velas a medio izar...Hasta la apariencia de la capitana cuando se presentó ante nosotros le pareció familiar, con esa actitud de mujer manda-más pirata como ya había visto en las pocas mujeres guerreras que encontró en sus largos viajes. Acababa de pisar el barco y ya tenía un mote digno de su raza... no sabía porque no le sorprendía...
-Killian Jones, a su servicio mi señora -se presentó tras la elfa con una leve reverencia elegante ignorando el comentario sobre sus armas, llegado el momento ya le demostraría de lo que era capaz sin necesidad de hablar. Le pareció adecuado no nombrarse a sí mismo como "capitán" en aquel lugar, tendría que admitir que aquella mujer le daría órdenes durante todo el viaje.
Se había propuesto aceptar que aquella mujer le diera órdenes pero no pudo evitar apretar los puños junto con los dientes cuando aquella mujer le mandó a limpiar la cubierta, ¡Limpiar la cubierta! ¡Eso era trabajo de grumetes novatos y patosos! Estaba concentrado en mantener la compostura y controlar su mirada de cierto odio cuando la elfa se le acercó y le habló:
- Con gusto os cambiaría mi posición, pero dudo que estos tipos acepten sugerencias -tenía razón, no era costumbre de piratas escuchar a los novatos y menos a las mujeres con pinta delicada, es lo que habría hecho él mismo como capitán- Os deseo suerte. No os queméis mucho -dijo antes de ir a su puesto en la cocina (otra cosa que él también habría hecho como capitán)
-El sol no es mi mayor problema... -murmuró entre dientes con el orgullo herido, sin esperar que ella le oyera.
El barco entero ya se había puesto en marcha para zarpar, la capitana se había dirigido a su camarote sin más, la elfa a la cocina... y el vampiro se había quedado unos segundos tratando de aceptar sus órdenes de la mejor gana posible, pero al levantar la mirada se topó con el gesto impaciente y reprochante de Samuel, así que se dirigió a por los utensilios de limpieza y comenzó a fregar el suelo a desgana. Por suerte, el suelo no se encontraba tan sucio como otras veces había visto el de su barco.
A pesar de estar centrado en la limpieza y en mantener su piel lo más lejana posible del sol ante los movimientos, se fijó en que todos los marineros del lugar se encontraban en movimiento excepto uno con la mirada perdida en algún punto del horizonte con ropa negra y sombrero. Se acercó a él mientras limpiaba a desgana.
-¿Qué hay que hacer aquí para que no obliguen a una criatura de la noche a limpiar bajo el sol? -preguntó de forma distraída pero a un tono lo suficientemente alto.
En vistas al futuro, le convenía conocer al mayor número de marineros posibles...
Estaba a punto de subirse al barco cuando un individuo apareció de la nada y nos empujó sin ningún miramiento, ella perdió el equilibrio y se apoyó en el vampiro. Frunció en ceño con cierto desprecio ante el nuevo individuo, no le gustaba que nadie tratara así a las mujeres. Pero sonrió con amabilidad cuando ella le miró y se disculpó:
-Killian Jones -se presentó entonces haciendo caso al marinero pero como si solo se le presentara a ella y la empujó muy levemente para que subiera al bote.
Una vez en el bote Killian observaba los movimientos del marinero remando hacia la el barco. Sonrió levemente. Hacía tiempo que no notaba el movimiento ondulante un bote sobre el mar y era un recuerdo que le hacía muy feliz revivir, aunque no quisiera admitirlo si alguien le hubiera preguntado.
Nada más poner un pié en el barco, Killian ya se sintió en casa de algún modo con tanto movimiento de los marineros, el olor a sal impregnado en la madera del barco, el ondear de las velas a medio izar...Hasta la apariencia de la capitana cuando se presentó ante nosotros le pareció familiar, con esa actitud de mujer manda-más pirata como ya había visto en las pocas mujeres guerreras que encontró en sus largos viajes. Acababa de pisar el barco y ya tenía un mote digno de su raza... no sabía porque no le sorprendía...
-Killian Jones, a su servicio mi señora -se presentó tras la elfa con una leve reverencia elegante ignorando el comentario sobre sus armas, llegado el momento ya le demostraría de lo que era capaz sin necesidad de hablar. Le pareció adecuado no nombrarse a sí mismo como "capitán" en aquel lugar, tendría que admitir que aquella mujer le daría órdenes durante todo el viaje.
Se había propuesto aceptar que aquella mujer le diera órdenes pero no pudo evitar apretar los puños junto con los dientes cuando aquella mujer le mandó a limpiar la cubierta, ¡Limpiar la cubierta! ¡Eso era trabajo de grumetes novatos y patosos! Estaba concentrado en mantener la compostura y controlar su mirada de cierto odio cuando la elfa se le acercó y le habló:
- Con gusto os cambiaría mi posición, pero dudo que estos tipos acepten sugerencias -tenía razón, no era costumbre de piratas escuchar a los novatos y menos a las mujeres con pinta delicada, es lo que habría hecho él mismo como capitán- Os deseo suerte. No os queméis mucho -dijo antes de ir a su puesto en la cocina (otra cosa que él también habría hecho como capitán)
-El sol no es mi mayor problema... -murmuró entre dientes con el orgullo herido, sin esperar que ella le oyera.
El barco entero ya se había puesto en marcha para zarpar, la capitana se había dirigido a su camarote sin más, la elfa a la cocina... y el vampiro se había quedado unos segundos tratando de aceptar sus órdenes de la mejor gana posible, pero al levantar la mirada se topó con el gesto impaciente y reprochante de Samuel, así que se dirigió a por los utensilios de limpieza y comenzó a fregar el suelo a desgana. Por suerte, el suelo no se encontraba tan sucio como otras veces había visto el de su barco.
A pesar de estar centrado en la limpieza y en mantener su piel lo más lejana posible del sol ante los movimientos, se fijó en que todos los marineros del lugar se encontraban en movimiento excepto uno con la mirada perdida en algún punto del horizonte con ropa negra y sombrero. Se acercó a él mientras limpiaba a desgana.
-¿Qué hay que hacer aquí para que no obliguen a una criatura de la noche a limpiar bajo el sol? -preguntó de forma distraída pero a un tono lo suficientemente alto.
En vistas al futuro, le convenía conocer al mayor número de marineros posibles...
Killian Jones
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Re: La isla del tesoro [Quest]
[Laschel]
-¡Ey, la rubia que se cree la reina! ¡Deja de holgazanear y empieza a hornear pan para la cena!-exclamó la voz de una mujer de edad, con aspecto descuidado. Tenía expresión malhumorada y amasaba en la mesada llena de harina cerca de ella. Habían varias mesas donde hacían las comidas, y ahora la ocupaban para esto-¡Vamos, ponte a preparar la masa, para unas 6 o 8 personas!-señaló el almacén donde estaba todo lo necesario que la elfa debería usar-Y cuando los lleves al horno, y termines, empieza a traer jarras con cerveza e hidromiel para servir.-
[Killian]
El hombre que vestía de negro gruñó cuando se vio interrumpido por el vampiro y se volteó para responderle con voz gruesa.
-Soy Eliot, mano derecha de la capitana. ¿Quién te ha dado permiso de hablar cuando tienes mucho para limpiar en la cubierta?-preguntó y se alejó pisando fuerte, a paso tranquilo, pero demostrando su grado de importancia en la nave.
Un marinero joven se acercó a Killian y dijo.
-¿Me podrías ayudar en popa? Allí no hay mucha gente y podremos hablar con calma, aunque habrá que esperar que se vaya ese Samuel, el mandamás-
En popa, en la parte trasera de los camarotes, había un tercer marinero y Samuel, vigilando que hicieran su trabajo. Había mucha suciedad en el lugar. Por lo que cuando llegaran allí, el marinero joven haría silencio y empezaría a limpiar hasta que se marchara.
Rol de cocina y limpieza.
-¡Ey, la rubia que se cree la reina! ¡Deja de holgazanear y empieza a hornear pan para la cena!-exclamó la voz de una mujer de edad, con aspecto descuidado. Tenía expresión malhumorada y amasaba en la mesada llena de harina cerca de ella. Habían varias mesas donde hacían las comidas, y ahora la ocupaban para esto-¡Vamos, ponte a preparar la masa, para unas 6 o 8 personas!-señaló el almacén donde estaba todo lo necesario que la elfa debería usar-Y cuando los lleves al horno, y termines, empieza a traer jarras con cerveza e hidromiel para servir.-
[Killian]
El hombre que vestía de negro gruñó cuando se vio interrumpido por el vampiro y se volteó para responderle con voz gruesa.
-Soy Eliot, mano derecha de la capitana. ¿Quién te ha dado permiso de hablar cuando tienes mucho para limpiar en la cubierta?-preguntó y se alejó pisando fuerte, a paso tranquilo, pero demostrando su grado de importancia en la nave.
Un marinero joven se acercó a Killian y dijo.
-¿Me podrías ayudar en popa? Allí no hay mucha gente y podremos hablar con calma, aunque habrá que esperar que se vaya ese Samuel, el mandamás-
En popa, en la parte trasera de los camarotes, había un tercer marinero y Samuel, vigilando que hicieran su trabajo. Había mucha suciedad en el lugar. Por lo que cuando llegaran allí, el marinero joven haría silencio y empezaría a limpiar hasta que se marchara.
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Pista: Los están poniendo a prueba para ver que tan fuerte es vuestra moral. Procuren demostrar buen desempeño.Rol de cocina y limpieza.
Ansur
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Re: La isla del tesoro [Quest]
Y ahí estaba yo, acordándome de la madre de todos mis ancestros malparidos, cuando una mujer de la que no me había percatado me llamó la atención a voz de grito. Parpadeé varias veces para salir de mi ensimismamiento y me giré buscando el origen, pues su procedencia había venido desde mi espalda. ¿Cómo es posible que no la haya visto al entrar? Bueno, qué más da, supongo que sus ropas habían actuado como perfecto camuflaje con las paredes marrones del barco. Arrugué la expresión y la miré con una ceja alzada cuando me llamó "rubia", dándome cuenta que también necesitaba lentes ya que mi cabello era y siempre había sido castaño. No le di más importancia y avancé para acatar las órdenes de inmediato, aunque me detuve en seco una vez que mi cerebro procesó sus palabras.
- ¿Habéis dicho... hornear? -pregunté sin comprender, enfatizando la última palabra.
Claro que sabía lo que era hornear pan, de hecho incluso mis progenitores me habían enseñado a preparar pan de lembas, un pan élfico con propiedades regenerativas cuyo cereal cultivaba mi pueblo. Pero... ¿hornear? ¿en un barco? ¿acaso eso no desafiaba las leyes de la lógica? Porque no es que fuera una entendida en navegación ni mucho menos, pero me habrían cortado las dos manos por jurar que los barcos no poseían hornos.
- Eh... sí, enseguida... -fue lo único que pude responder, y me puse manos a la obra.
Ver para creer. Allí, medio escondido en una esquina, había un horno de leña cuyas llamas no hacían más crecer cada vez que eran avivadas. Miré el fuego con recelo y desconfianza sin saber qué pensar, así que decidí apartar la vista y concentrar toda mi atención en la masa de harina, aunque antes de ponerme con ella me concedí unos segundos para trenzarme el cabello rápidamente y que me molestara lo menos posible. Vueltas, golpes, giros y más vueltas. El sudor me empezó a correr por la frente -el maldito horno elevaba muchísimo la temperatura de la cocina, y tampoco es que hubieran demasiados conductos de ventilación-, y cuando conseguía la forma, el tamaño y la consistencia deseada, los colocaba sobre una bandeja de hierro forjado y los introducía en las llamas para que se tostaran bien. Gané bastante soltura y agilidad cuando decidí aplicar mis conocimientos sobre la preparación del pan de lembas, y aunque esta vez tenía diferentes ingredientes, no se diferenciaba demasiado de lo que yo conocía. Repetí el proceso varias veces hasta que hubo suficiente pan para ocho o nueve comensales.
- ¿Por qué vuestra capitana permite que haya un horno? -había pasado algo de tiempo trabajando codo con codo con la mujer, y aunque la conversación no era su fuerte, me sentí en la obligación de preguntar- Es decir, hay buenos panaderos en el pueblo que os ahorrarían muchísimo trabajo. Eso sin contar que su mera existencia es un atentado a la seguridad del barco. Si el fuego, por la causa que sea, se descontrola, acabamos todos en el agua.
Mientras hablaba empecé a reunir jarras que deposité sobre una de las mesas. Y así, una por una, las fui llenando con la cerveza y el hidromiel que encontré almacenado en uno de los muchos barriles que habían en el almacén. De vez en cuando me preguntaba qué tal le iría al vampiro...
- ¿Habéis dicho... hornear? -pregunté sin comprender, enfatizando la última palabra.
Claro que sabía lo que era hornear pan, de hecho incluso mis progenitores me habían enseñado a preparar pan de lembas, un pan élfico con propiedades regenerativas cuyo cereal cultivaba mi pueblo. Pero... ¿hornear? ¿en un barco? ¿acaso eso no desafiaba las leyes de la lógica? Porque no es que fuera una entendida en navegación ni mucho menos, pero me habrían cortado las dos manos por jurar que los barcos no poseían hornos.
- Eh... sí, enseguida... -fue lo único que pude responder, y me puse manos a la obra.
Ver para creer. Allí, medio escondido en una esquina, había un horno de leña cuyas llamas no hacían más crecer cada vez que eran avivadas. Miré el fuego con recelo y desconfianza sin saber qué pensar, así que decidí apartar la vista y concentrar toda mi atención en la masa de harina, aunque antes de ponerme con ella me concedí unos segundos para trenzarme el cabello rápidamente y que me molestara lo menos posible. Vueltas, golpes, giros y más vueltas. El sudor me empezó a correr por la frente -el maldito horno elevaba muchísimo la temperatura de la cocina, y tampoco es que hubieran demasiados conductos de ventilación-, y cuando conseguía la forma, el tamaño y la consistencia deseada, los colocaba sobre una bandeja de hierro forjado y los introducía en las llamas para que se tostaran bien. Gané bastante soltura y agilidad cuando decidí aplicar mis conocimientos sobre la preparación del pan de lembas, y aunque esta vez tenía diferentes ingredientes, no se diferenciaba demasiado de lo que yo conocía. Repetí el proceso varias veces hasta que hubo suficiente pan para ocho o nueve comensales.
- ¿Por qué vuestra capitana permite que haya un horno? -había pasado algo de tiempo trabajando codo con codo con la mujer, y aunque la conversación no era su fuerte, me sentí en la obligación de preguntar- Es decir, hay buenos panaderos en el pueblo que os ahorrarían muchísimo trabajo. Eso sin contar que su mera existencia es un atentado a la seguridad del barco. Si el fuego, por la causa que sea, se descontrola, acabamos todos en el agua.
Mientras hablaba empecé a reunir jarras que deposité sobre una de las mesas. Y así, una por una, las fui llenando con la cerveza y el hidromiel que encontré almacenado en uno de los muchos barriles que habían en el almacén. De vez en cuando me preguntaba qué tal le iría al vampiro...
Laschel
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Re: La isla del tesoro [Quest]
-Soy Eliot, mano derecha de la capitana. ¿Quién te ha dado permiso de hablar cuando tienes mucho para limpiar en la cubierta?-dijo con aire autoritario aquel hombre al que se había acercado el vampiro.
Él calló y sonrió levemente cuando este se alejó a paso tranquilo. En otra ocasión se habría enfrentado al hombre por haberle faltado al respeto de esa forma, pero antes de subir al barco se había mentalizado en interpretar su papel y volver a ser un grumete novato como lo fue cuando comenzó a surcar los mares. Además, ahora sabía de otro de los marineros importantes del barco, seguro que le vendría bien para más adelante.
Había bajado la vista al suelo cuando escuchó una voz junto a él:
-¿Me podrías ayudar en popa? Allí no hay mucha gente y podremos hablar con calma, aunque habrá que esperar que se vaya ese Samuel, el mandamás.
El vampiro lo miró desde el interior de su capucha y frunció levemente los labios. Se había mentalizado de comportarse como grumete, pero no para interactuar con otros marineros novatos. Dudó unos segundos bajando la mirada levemente hacia su cepillo que ya burbujeaba por los productos de limpieza, pero le dio curiosidad saber porqué aquel muchacho se había acercado a hablarle y de que quería "hablar con calma". Así que le siguió hasta una zona de popa junto a los camarotes del barco llevando consigo su cubo y su cepillo.
Nada más llegar, Killian lanzó una mirada disimulada pero directa al joven y entendió enseguida lo que debía hacer. Apoyó con fuerza su cepillo en el suelo de madera del barco y observó el panorama. Algunas partes del suelo se encontraban tanto manchas blanquecinas debidas al salitre secado al sol entre mezcladas con costras oscuras a dios sabe qué... Suspiró casi imperceptiblemente y se agachó un poco para comenzar a frotar el suelo de madera oscura. A los pocos minutos se daría cuenta de que aquella costra negra no saldría tan fácil como pensaba. Había olvidado todo el trabajo físico que se realizaba estando en la escala más baja de la jerarquía de un barco. Levantó la mirada, notando la cercana mirada de Samuel. Le habría mirado directamente tratando de ser amistoso si el pirata no hubiera estado justo delante del sol, por lo que solo entrecerró los ojos y volvió a bajar la mirada hacia la espuma que producía su cepillo para luego coger el cubo y tirar algo del agua de su interior directamente al suelo. Poco tardó, aun así, en sumergir su cepillo en el cubo. El sol comenzaba a tener más fuerza y por lo tanto, el agua se secaba a mayor velocidad a medida que pasaba el tiempo.
No supo cuanto tiempo pasó frotando el suelo antes de parar unos segundos y buscar con la mirada al marinero que le había llevado allí...
OffRol: Siento el retraso, el fin de semana se complicó mucho más de lo esperado.... :S
Él calló y sonrió levemente cuando este se alejó a paso tranquilo. En otra ocasión se habría enfrentado al hombre por haberle faltado al respeto de esa forma, pero antes de subir al barco se había mentalizado en interpretar su papel y volver a ser un grumete novato como lo fue cuando comenzó a surcar los mares. Además, ahora sabía de otro de los marineros importantes del barco, seguro que le vendría bien para más adelante.
Había bajado la vista al suelo cuando escuchó una voz junto a él:
-¿Me podrías ayudar en popa? Allí no hay mucha gente y podremos hablar con calma, aunque habrá que esperar que se vaya ese Samuel, el mandamás.
El vampiro lo miró desde el interior de su capucha y frunció levemente los labios. Se había mentalizado de comportarse como grumete, pero no para interactuar con otros marineros novatos. Dudó unos segundos bajando la mirada levemente hacia su cepillo que ya burbujeaba por los productos de limpieza, pero le dio curiosidad saber porqué aquel muchacho se había acercado a hablarle y de que quería "hablar con calma". Así que le siguió hasta una zona de popa junto a los camarotes del barco llevando consigo su cubo y su cepillo.
Nada más llegar, Killian lanzó una mirada disimulada pero directa al joven y entendió enseguida lo que debía hacer. Apoyó con fuerza su cepillo en el suelo de madera del barco y observó el panorama. Algunas partes del suelo se encontraban tanto manchas blanquecinas debidas al salitre secado al sol entre mezcladas con costras oscuras a dios sabe qué... Suspiró casi imperceptiblemente y se agachó un poco para comenzar a frotar el suelo de madera oscura. A los pocos minutos se daría cuenta de que aquella costra negra no saldría tan fácil como pensaba. Había olvidado todo el trabajo físico que se realizaba estando en la escala más baja de la jerarquía de un barco. Levantó la mirada, notando la cercana mirada de Samuel. Le habría mirado directamente tratando de ser amistoso si el pirata no hubiera estado justo delante del sol, por lo que solo entrecerró los ojos y volvió a bajar la mirada hacia la espuma que producía su cepillo para luego coger el cubo y tirar algo del agua de su interior directamente al suelo. Poco tardó, aun así, en sumergir su cepillo en el cubo. El sol comenzaba a tener más fuerza y por lo tanto, el agua se secaba a mayor velocidad a medida que pasaba el tiempo.
No supo cuanto tiempo pasó frotando el suelo antes de parar unos segundos y buscar con la mirada al marinero que le había llevado allí...
OffRol: Siento el retraso, el fin de semana se complicó mucho más de lo esperado.... :S
Killian Jones
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Re: La isla del tesoro [Quest]
Ambos trabajaron muy bien en la cocina y limpieza, aunque ninguno recibió una felicitación por tanto esmero. Para cuando ambos terminaron y el joven misterioso compañero del vampiro pudo hablar por fin con él, la noche empezaba a caer y las nubes a cerrarse en el cielo. Si continuaban en el mismo rumbo, en poco tiempo estarían bajo la tormenta e alta mar bajo el azote de las furiosas aguas.
[Laschel]
-Lleva las bandejas al comedor de la posada-dijo la mujer que había ordenado a la elfa a hornear y juntar bebida en jarras. Ella había tomado una y salió golpeando con sus caderas por una puerta mediana de la barra de la mesada. Se dirgió por una puerta directo a la posada donde ya se juntaban los marineros a cenar. Antes de que la puerta se cerrara, exclamó-]]Una vez que lleves las bandejas, ayúdame a condimentar los pollos, pavos y cerdos. Luego iremos por las papas y cebollas y frutas asadas-
De otra puerta de la cocina, habían dos cocineros en una mesada para comidas, cortando en trozos la carne, y terminando de endulzar las frutas ya asadas. Laschel solo debía ayudar un poco y luego llevar las bandejas a cada mesa.
Más tarde, rumores como de tormenta y muerte podrían oírse en la posada. En un rincón, unos hombres hablaban entre ellos inclinándose sobre la mesa, mientras esperaban sus bebidas. Se les pudo oír la palabra "motín" "sangre de ella" "cama"... y las últimas frases fueron mas legibles.
-Esta noche habrá mucho trabajo, pero podemos aprovechar.. -
-¡A ver donde mierda están nuestras cervezas!-
[Killian]
Mientras tanto, Samuel se alejó y el joven marinero se acercó a Killian, inclinándose también para quedar a su altura. EL viento ya comenzaba a correr y los que estaban en cubierta llegaban a sentir que se los llevaba.
-Todos le temen a esa mujer, a la capitana. Si sobrevivimos a la tormenta, en dos días llegaremos a la isla. La única vez que logró llegar, yo estuve con ella. Los matará a todos cuando esté de regreso con el tesoro para quedárselo todo. Nos e si fue buena idea que vinieras, ¿Por qué crees que ha estado reclutando nuevos? No todos murieron en naufragios-advirtió y miró a la tormenta preocupado-Si no hacemos un plan, debemos considerarnos hombres muertos. A la elfa de seguro la tomará principalmente como carnada en la isla. Yo tuve que jurarles votos y pague un precio muy caro por mi vida...
Tienes dos opciones, abandonar o seguir, y si decides la primera, los botes están a mano.. por ahora-aclaró y se levantó al tiempo que Samuel ordenaba.
-Muy bien, pedazos de inútiles bastardos. ¡Es hora de descansar, los de arriba acomoden las velas y los de cubierta a comer!-gritó.
Killian y Laschel podrían encontrarse en el comedor de la posada.
[Laschel]
-Lleva las bandejas al comedor de la posada-dijo la mujer que había ordenado a la elfa a hornear y juntar bebida en jarras. Ella había tomado una y salió golpeando con sus caderas por una puerta mediana de la barra de la mesada. Se dirgió por una puerta directo a la posada donde ya se juntaban los marineros a cenar. Antes de que la puerta se cerrara, exclamó-]]Una vez que lleves las bandejas, ayúdame a condimentar los pollos, pavos y cerdos. Luego iremos por las papas y cebollas y frutas asadas-
De otra puerta de la cocina, habían dos cocineros en una mesada para comidas, cortando en trozos la carne, y terminando de endulzar las frutas ya asadas. Laschel solo debía ayudar un poco y luego llevar las bandejas a cada mesa.
Más tarde, rumores como de tormenta y muerte podrían oírse en la posada. En un rincón, unos hombres hablaban entre ellos inclinándose sobre la mesa, mientras esperaban sus bebidas. Se les pudo oír la palabra "motín" "sangre de ella" "cama"... y las últimas frases fueron mas legibles.
-Esta noche habrá mucho trabajo, pero podemos aprovechar.. -
-¡A ver donde mierda están nuestras cervezas!-
[Killian]
Mientras tanto, Samuel se alejó y el joven marinero se acercó a Killian, inclinándose también para quedar a su altura. EL viento ya comenzaba a correr y los que estaban en cubierta llegaban a sentir que se los llevaba.
-Todos le temen a esa mujer, a la capitana. Si sobrevivimos a la tormenta, en dos días llegaremos a la isla. La única vez que logró llegar, yo estuve con ella. Los matará a todos cuando esté de regreso con el tesoro para quedárselo todo. Nos e si fue buena idea que vinieras, ¿Por qué crees que ha estado reclutando nuevos? No todos murieron en naufragios-advirtió y miró a la tormenta preocupado-Si no hacemos un plan, debemos considerarnos hombres muertos. A la elfa de seguro la tomará principalmente como carnada en la isla. Yo tuve que jurarles votos y pague un precio muy caro por mi vida...
Tienes dos opciones, abandonar o seguir, y si decides la primera, los botes están a mano.. por ahora-aclaró y se levantó al tiempo que Samuel ordenaba.
-Muy bien, pedazos de inútiles bastardos. ¡Es hora de descansar, los de arriba acomoden las velas y los de cubierta a comer!-gritó.
Killian y Laschel podrían encontrarse en el comedor de la posada.
Ansur
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Re: La isla del tesoro [Quest]
OFF: Siento el retraso, se me juntaron varios problemas que me han impedido entrar al foro T-T
_____________________________
Amasar, hornear, preparar, cocinar, cortar, servir platos, bandejas, de un lado para el otro, cuchillos van y cuchillos vienen. Tenía que encargarme de mil cosas al mismo tiempo, y el proceso se aceleró cuando el crepúsculo fue cayendo y los marineros empezaron a acomodarse en el comedor dispuestos a que se les sirviese la comida después de un duro día en cubierta. No volvería a trabajar en una maldita cocina después de ésto -y menos para una panda de individuos desagradecidos-, y eso que tampoco se me daba mal. Pero llegó un punto en el que empecé a tomarme aquella situación como algo personal; me enfadaba conmigo misma cuando algo no me salía bien, y es que odiaba fallar fuera cual fuera el reto. Por mis ancestros que aquella noche todos comerían la mejor comida de sus vidas.
Malas Pulgas -es así como decidí llamar a la mujer de la cocina, puesto que desconocía su nombre- me ordenó que llevase las bandejas al comedor de la posada, así que tomé dos de ellas, una en cada mano, y me dispuse a repartirlas entre el personal. Acataba sus mandatos de forma casi inmediata y sin rechistar -quería terminar lo antes posible-, aunque en mi interior se gestaba un oscuro mundo de maldiciones, rencores y venganzas por poner a una guerrera trabajando en una cocina. Supongo que creían que las dos espadas de mi cinturón estaban ahí de adorno, o eran cuchillos grandes para cortar fruta. O quizás lo hacían por el simple hecho de ser mujer, cosa que me molestaba aún más.
- ¡Ya va, ya va! -exclamé cuando uno de los marineros empezó a berrear por las cervezas, pues justo me disponía a servirlas en aquella mesa.
Más bandejas yendo y viniendo, retirábamos las que estaban vacías y volvíamos a reponer el alimento para que los gordos siguieran zampando sin quejarse. También tenía que encargarme de condimentar la carne, y luego buscar las papas, cebollas y frutas asadas. Era un buen banquete, aunque con todo el jaleo no me daría tiempo a comer nada... y cuando pudiese hacerlo, sólo iban a quedar los restos. Hubo algo que no me gustó, pues mientras iba de mesa en mesa llegaron a mis oídos rumores sobre una tormenta que se avecinaba. La guinda del pastel, por si no había suficiente diversión ya. Pero sin duda, lo que más me preocupó fue escuchar palabras como "motín" o "sangre de ella", aunque simulé hacer oídos sordos y continué centrada en mi labor de camarera. ¿Acaso la tripulación estaba planeando una revolución contra la capitana? Tampoco me sorprendía, pues ya era bastante raro que, habiendo un tesoro de por medio, a nadie se le ocurriese empezar a cortar cabezas para huir con el botín. Debía de andarme con ojo, pues mi instinto me decía que la tormenta no era el mayor de nuestros problemas.
- ...y ésta es la última -pronuncié con voz cansada mientras servía la única bandeja que quedaba en la cocina. Esperaba que Malas Pulgas no apareciese a darme más órdenes y me dejase comer al menos un poco, así que con la misma aproveché y me senté en la misma mesa a la que había servido, que resultó ser la mesa donde estaba ubicado el vampiro- Matadme, os lo suplico, y que sea rápido -le dije mientras me dejaba caer como una gelatina flácida, completamente derrotada. Mi rostro incluso tenía manchas de harina, demostrando que había sido toda una batalla campal culinaria. Hasta ese momento no me di cuenta de lo mucho que necesitaba sentame- Os llamábais Killian, ¿cierto? He oído que habrá tormenta. Vos que habéis estado en cubierta, decidme... ¿tiene muy mala pinta? -no quería decirlo, pero jamás había experimentado una tormenta a bordo de un navío, y lo que había oído de ellas es que eran muy salvajes. No estaba tranquila, así que decidí calmarme metiéndome un trozo de pan en la boca- Por cierto, aconsejo que os andéis con ojo. He escuchado... bueno, cosas que no me gustan.
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Amasar, hornear, preparar, cocinar, cortar, servir platos, bandejas, de un lado para el otro, cuchillos van y cuchillos vienen. Tenía que encargarme de mil cosas al mismo tiempo, y el proceso se aceleró cuando el crepúsculo fue cayendo y los marineros empezaron a acomodarse en el comedor dispuestos a que se les sirviese la comida después de un duro día en cubierta. No volvería a trabajar en una maldita cocina después de ésto -y menos para una panda de individuos desagradecidos-, y eso que tampoco se me daba mal. Pero llegó un punto en el que empecé a tomarme aquella situación como algo personal; me enfadaba conmigo misma cuando algo no me salía bien, y es que odiaba fallar fuera cual fuera el reto. Por mis ancestros que aquella noche todos comerían la mejor comida de sus vidas.
Malas Pulgas -es así como decidí llamar a la mujer de la cocina, puesto que desconocía su nombre- me ordenó que llevase las bandejas al comedor de la posada, así que tomé dos de ellas, una en cada mano, y me dispuse a repartirlas entre el personal. Acataba sus mandatos de forma casi inmediata y sin rechistar -quería terminar lo antes posible-, aunque en mi interior se gestaba un oscuro mundo de maldiciones, rencores y venganzas por poner a una guerrera trabajando en una cocina. Supongo que creían que las dos espadas de mi cinturón estaban ahí de adorno, o eran cuchillos grandes para cortar fruta. O quizás lo hacían por el simple hecho de ser mujer, cosa que me molestaba aún más.
- ¡Ya va, ya va! -exclamé cuando uno de los marineros empezó a berrear por las cervezas, pues justo me disponía a servirlas en aquella mesa.
Más bandejas yendo y viniendo, retirábamos las que estaban vacías y volvíamos a reponer el alimento para que los gordos siguieran zampando sin quejarse. También tenía que encargarme de condimentar la carne, y luego buscar las papas, cebollas y frutas asadas. Era un buen banquete, aunque con todo el jaleo no me daría tiempo a comer nada... y cuando pudiese hacerlo, sólo iban a quedar los restos. Hubo algo que no me gustó, pues mientras iba de mesa en mesa llegaron a mis oídos rumores sobre una tormenta que se avecinaba. La guinda del pastel, por si no había suficiente diversión ya. Pero sin duda, lo que más me preocupó fue escuchar palabras como "motín" o "sangre de ella", aunque simulé hacer oídos sordos y continué centrada en mi labor de camarera. ¿Acaso la tripulación estaba planeando una revolución contra la capitana? Tampoco me sorprendía, pues ya era bastante raro que, habiendo un tesoro de por medio, a nadie se le ocurriese empezar a cortar cabezas para huir con el botín. Debía de andarme con ojo, pues mi instinto me decía que la tormenta no era el mayor de nuestros problemas.
- ...y ésta es la última -pronuncié con voz cansada mientras servía la única bandeja que quedaba en la cocina. Esperaba que Malas Pulgas no apareciese a darme más órdenes y me dejase comer al menos un poco, así que con la misma aproveché y me senté en la misma mesa a la que había servido, que resultó ser la mesa donde estaba ubicado el vampiro- Matadme, os lo suplico, y que sea rápido -le dije mientras me dejaba caer como una gelatina flácida, completamente derrotada. Mi rostro incluso tenía manchas de harina, demostrando que había sido toda una batalla campal culinaria. Hasta ese momento no me di cuenta de lo mucho que necesitaba sentame- Os llamábais Killian, ¿cierto? He oído que habrá tormenta. Vos que habéis estado en cubierta, decidme... ¿tiene muy mala pinta? -no quería decirlo, pero jamás había experimentado una tormenta a bordo de un navío, y lo que había oído de ellas es que eran muy salvajes. No estaba tranquila, así que decidí calmarme metiéndome un trozo de pan en la boca- Por cierto, aconsejo que os andéis con ojo. He escuchado... bueno, cosas que no me gustan.
Laschel
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Re: La isla del tesoro [Quest]
El aire comenzaba a enrarecerse,se notaba cómo comenzaba a cargarse y la brisa marina soplaba con mucha más fuerza de la habitual en alta mar. El vampiro estaba mirando por unos segundos el cielo cuando notó que alguien se acercaba a él. El joven marinero se le había acercado y por fin le había contado la razón por la que quería hablar con el. Al parecer aquella mujer podía ser más retorcida de lo que ya parecía a simple vista por su actitud. El muchacho se veía realmente asustado así que Killian no tuvo ninguna razón por la que no creer sus palabras. Aunque no le sorprendía nada, ya sabía como era el mundo de los piratas, incluso él mismo podía haber actuado de la misma forma que la capitana si el tesoro fuera lo suficientemente valioso. Esto hacía pensar al vampiro que era muy probable que el tesoro fuera mucho mayor de lo que él mismo pensaba. Sonrió levemente ante ese pensamiento.
-...tienes dos opciones, abandonar o seguir, y si decides la primera, los botes están a mano.. por ahora-dijo a la vez que se levantaba.
Jones iba a responder, pero los gritos de Samuel le acallaron:
-Muy bien, pedazos de inútiles bastardos. ¡Es hora de descansar, los de arriba acomoden las velas y los de cubierta a comer!
Dirigió una última mirada al joven con una media sonrisa algo siniestra. Ahora que sabía de rumores de una posible masacre en pos de mantener el tesoro en poder de unos cuantos...Le parecía mucho más interesante llegar hasta la isla, no temía tener que enfrentarse al barco entero si era posible.
Ya para la llegada del crepúsculo, aunque había realizado un gran esfuerzo físico, no se encontraba cansado, más bien estaba agradecido por poder quitarse su capa ante la ausencia del sol. Soltó su cepillo en una esquina junto a las paredes de los camerinos y se dirigió a las escaleras que llevaban a la posada.
Para cuando Killian entró en la zona de comedor de la posada, ya había un gran número de marineros sentados, comiendo, bebiendo, riendo y hablando en alta voz. Sonrió levemente contento por sentirse como en sus viejos tiempos mientras se quitaba la capucha que le había protegido del sol. Observó las mesas y se dirigió a la esquina de una de ellas que se encontraba libre. Y allí se sentó, algo apartado de los demás marineros, era el momento de observar con quienes iba a compartir viaje, no para llamar atención por su gesto sombrío de criatura de la noche. Apoyó el codo del brazo derecho sobre la mesa y la cabeza sobre la palma de su mano. Aún no había nada en su lado de la mesa. Fue entonces cuando vio a Laschel, atareada caminando de un lado para otro. Sonrió divertido pensando en lo deshonroso que sería para una mujer con armas trabajar en una cocina para tantos hombres mandones y con complejo de superioridad sobre las mujeres.
Apenas le había quitado ojo de encima durante todo sus movimientos hasta que se dejó caer agotada sobre el banco de la mesa en frente de él mientras deje la última bandeja:
- ...y ésta es la última. Matadme, os lo suplico, y que sea rápido.
El vampiro rió con carcajadas despreocupadas ante la expresión de la chica, incluso su cara mostraba restos de la batalla en la cocina. Al mirarla directamente, Killian recordó las palabras del marinero joven. intentó que no se le notara demasiado el cambio de expresión ante sus pensamientos y antes de que pudiera decir nada, ella comenzó a hablar:
- Os llamábais Killian, ¿cierto? He oído que habrá tormenta. Vos que habéis estado en cubierta, decidme... ¿tiene muy mala pinta? -mientras ella hablaba, el vampiro aprovechó para servirse un vaso de aguamiel.
-A decir verdad, mi lady -comenzó antes de tomar un sorbo de su vaso tomándose su tiempo para saborearlo- la cosa no pinta demasiado bien, más no os preocupéis, he vivido muchas tormentas en pleno mar y...pocas veces hemos sufrido peligro real...-dijo con una media sonrisa pícara intentando asustarla un poco.
Antes de que pudiera continuar, habló ella:
-Por cierto, aconsejo que os andéis con ojo. He escuchado... bueno, cosas que no me gustan.
Sonrió de medio lado mirando su vaso y luego la miró a ella directamente a los ojos.
-Gracias por el consejo, mas... una elfa joven y bella como vos tendrá más problemas en este navío de los que tendría alguien como yo -dijo serio levantando la ceja derecha levemente. Volvió a tomar un trago de su vaso, dejando la mirada perdida en el techo de la sala al dejar su vaso en la mesa- Aunque...me gustaría que supierais que tenéis en mí a alguien con quien podéis contar si tenéis algún problema aquí. Mas.. para seros sincero, no se si os convendría confiar en lobos de mar como yo por la misma razón por la que no deberíais confiar en nadie aquí -sonrió divertido- eso ya es decisión vuestra.
Aquello no era algo habitual en el vampiro, no solía confiar en desconocidos ni aunque fueran mujeres, pero en aquel lugar ella era un objetivo para cualquier marinero y aunque suponía que ella sabía defenderse, se sentiría sola en algún momento y por lo tanto era la aliada más probable para él en aquel navío. Además, la muchacha era bella, sus ojos azules eran tan profundos como el mar y le resultaban casi hipnóticos y Killian no solía perder la oportunidad de aliarse con una mujer bella...
-...tienes dos opciones, abandonar o seguir, y si decides la primera, los botes están a mano.. por ahora-dijo a la vez que se levantaba.
Jones iba a responder, pero los gritos de Samuel le acallaron:
-Muy bien, pedazos de inútiles bastardos. ¡Es hora de descansar, los de arriba acomoden las velas y los de cubierta a comer!
Dirigió una última mirada al joven con una media sonrisa algo siniestra. Ahora que sabía de rumores de una posible masacre en pos de mantener el tesoro en poder de unos cuantos...Le parecía mucho más interesante llegar hasta la isla, no temía tener que enfrentarse al barco entero si era posible.
Ya para la llegada del crepúsculo, aunque había realizado un gran esfuerzo físico, no se encontraba cansado, más bien estaba agradecido por poder quitarse su capa ante la ausencia del sol. Soltó su cepillo en una esquina junto a las paredes de los camerinos y se dirigió a las escaleras que llevaban a la posada.
Para cuando Killian entró en la zona de comedor de la posada, ya había un gran número de marineros sentados, comiendo, bebiendo, riendo y hablando en alta voz. Sonrió levemente contento por sentirse como en sus viejos tiempos mientras se quitaba la capucha que le había protegido del sol. Observó las mesas y se dirigió a la esquina de una de ellas que se encontraba libre. Y allí se sentó, algo apartado de los demás marineros, era el momento de observar con quienes iba a compartir viaje, no para llamar atención por su gesto sombrío de criatura de la noche. Apoyó el codo del brazo derecho sobre la mesa y la cabeza sobre la palma de su mano. Aún no había nada en su lado de la mesa. Fue entonces cuando vio a Laschel, atareada caminando de un lado para otro. Sonrió divertido pensando en lo deshonroso que sería para una mujer con armas trabajar en una cocina para tantos hombres mandones y con complejo de superioridad sobre las mujeres.
Apenas le había quitado ojo de encima durante todo sus movimientos hasta que se dejó caer agotada sobre el banco de la mesa en frente de él mientras deje la última bandeja:
- ...y ésta es la última. Matadme, os lo suplico, y que sea rápido.
El vampiro rió con carcajadas despreocupadas ante la expresión de la chica, incluso su cara mostraba restos de la batalla en la cocina. Al mirarla directamente, Killian recordó las palabras del marinero joven. intentó que no se le notara demasiado el cambio de expresión ante sus pensamientos y antes de que pudiera decir nada, ella comenzó a hablar:
- Os llamábais Killian, ¿cierto? He oído que habrá tormenta. Vos que habéis estado en cubierta, decidme... ¿tiene muy mala pinta? -mientras ella hablaba, el vampiro aprovechó para servirse un vaso de aguamiel.
-A decir verdad, mi lady -comenzó antes de tomar un sorbo de su vaso tomándose su tiempo para saborearlo- la cosa no pinta demasiado bien, más no os preocupéis, he vivido muchas tormentas en pleno mar y...pocas veces hemos sufrido peligro real...-dijo con una media sonrisa pícara intentando asustarla un poco.
Antes de que pudiera continuar, habló ella:
-Por cierto, aconsejo que os andéis con ojo. He escuchado... bueno, cosas que no me gustan.
Sonrió de medio lado mirando su vaso y luego la miró a ella directamente a los ojos.
-Gracias por el consejo, mas... una elfa joven y bella como vos tendrá más problemas en este navío de los que tendría alguien como yo -dijo serio levantando la ceja derecha levemente. Volvió a tomar un trago de su vaso, dejando la mirada perdida en el techo de la sala al dejar su vaso en la mesa- Aunque...me gustaría que supierais que tenéis en mí a alguien con quien podéis contar si tenéis algún problema aquí. Mas.. para seros sincero, no se si os convendría confiar en lobos de mar como yo por la misma razón por la que no deberíais confiar en nadie aquí -sonrió divertido- eso ya es decisión vuestra.
Aquello no era algo habitual en el vampiro, no solía confiar en desconocidos ni aunque fueran mujeres, pero en aquel lugar ella era un objetivo para cualquier marinero y aunque suponía que ella sabía defenderse, se sentiría sola en algún momento y por lo tanto era la aliada más probable para él en aquel navío. Además, la muchacha era bella, sus ojos azules eran tan profundos como el mar y le resultaban casi hipnóticos y Killian no solía perder la oportunidad de aliarse con una mujer bella...
Killian Jones
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Re: La isla del tesoro [Quest]
La puerta se abrió de golpe y apareció la capitana escoltada por sus dos hombres de confianza: Samuel y Eliot y todo el lugar hizo un silencio muerto. Los pasos de ella resonaron pesados con fuerza hasta llegar a la barra donde volteó una silla y se sentó apoyando sus brazos en el respaldar de la silla y exclamó potente.
-Una hidromiel y un jarrón de cerveza bien espumante y dos de ron para Eliot y Samuel-parecía que ni se había fijado en la elfa o el vampiro pero ella exclamó-¡Chupasangre y orejona! ¿Qué hacen pedazos de holgazanes allí sentados lo más tranquilos? ¿Limpiar y cocinar cansa mucho para gente como ustedes?-dio un puñetazo a la barra indicando su impaciencia y a los pocos segundos, el camarero vino con las bebidas y la comida para ella, pero apartó los cubiertos y sacó su cuchillo para comer con él. Le habían servido grandes presas de carnes con papas y a sus guardias, unas más pequeñas-¡Esta noche nadie duerme! ¡Cada uno irá a sus respectivos puestos para afrontar la tormenta! Los tres nuevos, orejona a atar barriles a la bodega para que no desequilibren la nave; chupasangre, con los otros marineros para cuidar velas y mástiles, y el pocacosa a.. ¿Dónde diablos está que no lo he visto en la cocina?-preguntó y giró apenas su cabeza para observar a los marineros. Mantenía el cuchillo clavado en una de sus presas asadas, jugosa y ligeramente crocante. Pero la puerta volvió a abrirse y apareció el hombre que había estado trabajando con la mercancías en el almacén, que estaba junto a la bodega.
-Acá estoy mi señora, para servirle…-saludó con una reverencia de su cabeza, apretando los dientes y mirando con enfado, pero ingresó cojeando con su pata de palo, provocando un ruido seco a cada paso rechinando sobre la madera. Su aspecto generaba intimidación ante los marineros-¿Qué se le ofrece mi señora?-
-Siéntate y cuando termines de comer, ve a ayudar a la bodega con la orejona-dijo y arrancó un trozo de cerdo para llevárselo de lleno a la boca y ayudarse con la mano libre para comerlo.
Las olas empezaron a azotar la nave con fuerza hacia la noche y ya estaban todos en sus puestos. En la bodega, donde decenas de barriles desparramados, estaba el hombre “pocacosa” esperando a la elfa a que le ayudar a sujetar y acomodar los barriles. Estaba sentado sobre uno de ellos, mirando por una pequeña ventana al vació con aire melancólico.
-Muchacha… ¡apura! capullos…- murmuró la última palabra para sí.
En cambio, en la superficie de la nave, los marineros ya estaban trabajando y les costaba horrores mantener las velas atadas a los mástiles y mantener el control.
-¿Alguien sabe una maldita estrategia o nudos para con estas mierdas?-preguntó uno subido a lo alto de un mástil. Debajo de él, tenía una escalera echa de cuerdas.
Pasado un largo rato de arduo trabajo sobre la nave, una gran ola casi volteó impactó casi tumbandolo todo, provocó que los barriles casi apalstaran a los que estaban allí y de los mástiles, cayeron heridos varios marineros.
-Una hidromiel y un jarrón de cerveza bien espumante y dos de ron para Eliot y Samuel-parecía que ni se había fijado en la elfa o el vampiro pero ella exclamó-¡Chupasangre y orejona! ¿Qué hacen pedazos de holgazanes allí sentados lo más tranquilos? ¿Limpiar y cocinar cansa mucho para gente como ustedes?-dio un puñetazo a la barra indicando su impaciencia y a los pocos segundos, el camarero vino con las bebidas y la comida para ella, pero apartó los cubiertos y sacó su cuchillo para comer con él. Le habían servido grandes presas de carnes con papas y a sus guardias, unas más pequeñas-¡Esta noche nadie duerme! ¡Cada uno irá a sus respectivos puestos para afrontar la tormenta! Los tres nuevos, orejona a atar barriles a la bodega para que no desequilibren la nave; chupasangre, con los otros marineros para cuidar velas y mástiles, y el pocacosa a.. ¿Dónde diablos está que no lo he visto en la cocina?-preguntó y giró apenas su cabeza para observar a los marineros. Mantenía el cuchillo clavado en una de sus presas asadas, jugosa y ligeramente crocante. Pero la puerta volvió a abrirse y apareció el hombre que había estado trabajando con la mercancías en el almacén, que estaba junto a la bodega.
-Acá estoy mi señora, para servirle…-saludó con una reverencia de su cabeza, apretando los dientes y mirando con enfado, pero ingresó cojeando con su pata de palo, provocando un ruido seco a cada paso rechinando sobre la madera. Su aspecto generaba intimidación ante los marineros-¿Qué se le ofrece mi señora?-
-Siéntate y cuando termines de comer, ve a ayudar a la bodega con la orejona-dijo y arrancó un trozo de cerdo para llevárselo de lleno a la boca y ayudarse con la mano libre para comerlo.
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Las olas empezaron a azotar la nave con fuerza hacia la noche y ya estaban todos en sus puestos. En la bodega, donde decenas de barriles desparramados, estaba el hombre “pocacosa” esperando a la elfa a que le ayudar a sujetar y acomodar los barriles. Estaba sentado sobre uno de ellos, mirando por una pequeña ventana al vació con aire melancólico.
-Muchacha… ¡apura! capullos…- murmuró la última palabra para sí.
En cambio, en la superficie de la nave, los marineros ya estaban trabajando y les costaba horrores mantener las velas atadas a los mástiles y mantener el control.
-¿Alguien sabe una maldita estrategia o nudos para con estas mierdas?-preguntó uno subido a lo alto de un mástil. Debajo de él, tenía una escalera echa de cuerdas.
Pasado un largo rato de arduo trabajo sobre la nave, una gran ola casi volteó impactó casi tumbandolo todo, provocó que los barriles casi apalstaran a los que estaban allí y de los mástiles, cayeron heridos varios marineros.
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Re: La isla del tesoro [Quest]
La sonrisa traviesa del vampiro no me infundó demasiada confianza, y no sabía si me estaba vacilando o simplemente trataba de asustarme en lo que respecta a la tormenta. En fin, aguantaría lo que fuera siempre que aquella situación no se tornase de 'peligro real' como bien había dicho, porque entonces sí que habría que improvisar para salvar la vida... y desde luego, en aquel barco nadie velaba por la seguridad de nadie. Si caías al mar, ahí te quedabas. Aunque me sorprendió cuando me ofreció su ayuda, y tras mirarle con una ceja alzada sonreí de medio lado. Era una maniobra inteligente; buscarse aliados cuando podía estallar un motín en cualquier momento. Eso sí, vista la cantidad de cachalotes y gorilas que habían en el barco, me extrañó que el atractivo vampiro fuese a buscarme precisamente a mi.
- Un enemigo menos, un problema menos -le miré con cierto interés, era mi forma de aceptar su proposición- Muy bien, consideradme vuestra... "amiga". Yo no os romperé los dientes si vos no me ponéis un dedo encima -tras decir esto último sonreí de forma divertida y me crucé de piernas para estar más cómoda, aunque en mi fuero interno no había dicho nada más que la verdad. Aunque por supuesto, unas simples palabras no establecían una relación de confianza entre dos personas, pues ésta se ganaba a base de actos y demostraciones- Eso no quiere decir que confíe en vos, no os ofendáis, pero tenéis más pinta de pirata que todo este gallinero maloliente junto -ladeé la cabeza y volví a dedicarle una mirada llena de curiosidad, aquello podría resultar interesante.
Y en ese preciso momento, la capitana irrumpió en el comedor formando un silencio sepulcral a su paso. Las miradas de los marineros destilaban respeto, admiración y temor, y ésta bramó su cena una vez alcanzó a sentarse. A punto estuve de levantarme para servírsela, mas otro camarero se me adelantó y no hizo falta siquiera moverme. Eso sí, a la mujer no se le pasó por alto el hecho de llamarnos la atención a mi y a Killian, y tuve que arrugar la expresión ante su reproche. ¿Nos había llamado holgazanes cuando simplemente estábamos cenando y hablando al igual que todos los demás? Apreté los dientes con fuerza; como si no me hubiera dejado la vida en aquella maldita cocina. Tras eso apareció el tercer recluta en discordia, al que ella llamaba 'pocacosa', dándole órdenes de ayudarme con los barriles en la bodega... eso sí, cuando se sentase y terminase de cenar. Nosotros dos, en cambio, holgazaneábamos al hacer exactamente lo mismo.
- ¿Habéis visto? -me crucé de brazos y ladeé mi cuerpo disimuladamente para acercarlo al del vampiro, lo justo para poder susurrarle en voz muy baja una vez regresó el bullicio de la cena- Parece que cuanto más feo sea uno, más simpatía se gana con la capitana -comenté la situación en un tono bastante irónico.
Finalmente la tormenta se nos echó encima, y el ajetreo se multiplicó por el nerviosismo general para afrontarla lo mejor posible. A Killian le mandaron ocuparse de las velas y mástiles en cubierta, posiblemente la tarea más peligrosa teniendo en cuenta la fuerza del viento y el furioso oleaje, mientras que a mi me mandaron a la bodega a equilibrar el peso de los barriles para evitar que el barco volcase frente a las embestidas.
- ¿Que apure? -me detuve y miré con una ceja alzada al 'pocacosa', mi ahora compañero de faena- No soy yo quien está sentada sobre un barril mirando al vacío. Podrías echarme una mano con ésto, hay que atarlos bien a este lado para que no se suelten.
Muchos de los barriles estaban llenos, y no es que fuera la mujer músculo para ocuparme sola de todos ellos. Teníamos que agruparlos tanto a un lado como al otro de la bodega y luego asegurarlos con cuerdas, tarea que empezó a resultar difícil cuando el barco no hacía más que balancearse. Cada paso que daba ponía al límite mi equilibrio, y llegó un punto en el que era incapaz de andar en línea recta. Fue entonces cuando un brutal impacto del oleaje sacudió el navío, sometiéndolo a su voluntad e inclinándolo hasta lo imposible. El salvaje golpe me desestabilizó de inmediato, y no pude hacer otra cosa más que salir rodando por el suelo hasta chocarme contra una de las paredes de la bodega. Y aquello no era lo peor; los barriles que aún quedaban por colocar también cayeron presa de la gravedad, y uno en particular giraba rápida y peligrosamente en mi dirección. Apenas tenía un segundo de reacción y dejé que mi instinto actuase por sí solo; apoyé la espalda en la pared, levanté las dos piernas y frené el avance del barril con las plantas de los pies, apretando los dientes cuando un segundo barril impactó contra el primero duplicando así el peso que tenía que soportar. Por suerte aquello apenas duró, pues el barco inmediatamente recuperó su posición haciendo que los barriles rodaran en dirección contraria, y entonces me levanté.
- ¡Eh, bigotitos! ¡¿Estás bien?! -busqué con la mirada al 'pocacosa', esperando que los barriles no le hubiesen aplastado.
- Un enemigo menos, un problema menos -le miré con cierto interés, era mi forma de aceptar su proposición- Muy bien, consideradme vuestra... "amiga". Yo no os romperé los dientes si vos no me ponéis un dedo encima -tras decir esto último sonreí de forma divertida y me crucé de piernas para estar más cómoda, aunque en mi fuero interno no había dicho nada más que la verdad. Aunque por supuesto, unas simples palabras no establecían una relación de confianza entre dos personas, pues ésta se ganaba a base de actos y demostraciones- Eso no quiere decir que confíe en vos, no os ofendáis, pero tenéis más pinta de pirata que todo este gallinero maloliente junto -ladeé la cabeza y volví a dedicarle una mirada llena de curiosidad, aquello podría resultar interesante.
Y en ese preciso momento, la capitana irrumpió en el comedor formando un silencio sepulcral a su paso. Las miradas de los marineros destilaban respeto, admiración y temor, y ésta bramó su cena una vez alcanzó a sentarse. A punto estuve de levantarme para servírsela, mas otro camarero se me adelantó y no hizo falta siquiera moverme. Eso sí, a la mujer no se le pasó por alto el hecho de llamarnos la atención a mi y a Killian, y tuve que arrugar la expresión ante su reproche. ¿Nos había llamado holgazanes cuando simplemente estábamos cenando y hablando al igual que todos los demás? Apreté los dientes con fuerza; como si no me hubiera dejado la vida en aquella maldita cocina. Tras eso apareció el tercer recluta en discordia, al que ella llamaba 'pocacosa', dándole órdenes de ayudarme con los barriles en la bodega... eso sí, cuando se sentase y terminase de cenar. Nosotros dos, en cambio, holgazaneábamos al hacer exactamente lo mismo.
- ¿Habéis visto? -me crucé de brazos y ladeé mi cuerpo disimuladamente para acercarlo al del vampiro, lo justo para poder susurrarle en voz muy baja una vez regresó el bullicio de la cena- Parece que cuanto más feo sea uno, más simpatía se gana con la capitana -comenté la situación en un tono bastante irónico.
Finalmente la tormenta se nos echó encima, y el ajetreo se multiplicó por el nerviosismo general para afrontarla lo mejor posible. A Killian le mandaron ocuparse de las velas y mástiles en cubierta, posiblemente la tarea más peligrosa teniendo en cuenta la fuerza del viento y el furioso oleaje, mientras que a mi me mandaron a la bodega a equilibrar el peso de los barriles para evitar que el barco volcase frente a las embestidas.
- ¿Que apure? -me detuve y miré con una ceja alzada al 'pocacosa', mi ahora compañero de faena- No soy yo quien está sentada sobre un barril mirando al vacío. Podrías echarme una mano con ésto, hay que atarlos bien a este lado para que no se suelten.
Muchos de los barriles estaban llenos, y no es que fuera la mujer músculo para ocuparme sola de todos ellos. Teníamos que agruparlos tanto a un lado como al otro de la bodega y luego asegurarlos con cuerdas, tarea que empezó a resultar difícil cuando el barco no hacía más que balancearse. Cada paso que daba ponía al límite mi equilibrio, y llegó un punto en el que era incapaz de andar en línea recta. Fue entonces cuando un brutal impacto del oleaje sacudió el navío, sometiéndolo a su voluntad e inclinándolo hasta lo imposible. El salvaje golpe me desestabilizó de inmediato, y no pude hacer otra cosa más que salir rodando por el suelo hasta chocarme contra una de las paredes de la bodega. Y aquello no era lo peor; los barriles que aún quedaban por colocar también cayeron presa de la gravedad, y uno en particular giraba rápida y peligrosamente en mi dirección. Apenas tenía un segundo de reacción y dejé que mi instinto actuase por sí solo; apoyé la espalda en la pared, levanté las dos piernas y frené el avance del barril con las plantas de los pies, apretando los dientes cuando un segundo barril impactó contra el primero duplicando así el peso que tenía que soportar. Por suerte aquello apenas duró, pues el barco inmediatamente recuperó su posición haciendo que los barriles rodaran en dirección contraria, y entonces me levanté.
- ¡Eh, bigotitos! ¡¿Estás bien?! -busqué con la mirada al 'pocacosa', esperando que los barriles no le hubiesen aplastado.
Laschel
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Re: La isla del tesoro [Quest]
Off: ya hablé con el master sobre la "ausencia" pero debo decir que para poder escribir dentro de las 24h, ya no me voy a pesar tanto lo que pondré en cada post que escriba, ni lo detallaré tanto
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El pirata sonrió satisfecho de que la elfa aceptara su "oferta de paz", sabía que sería tan sencillo, pero era un paso. Alzó su vaso a modo de brindis y tomó de él. Fue entonces cuando la capitana entró en la sala. Dejó claro quesería una noche larga, pero eso no le preocupaba al vampiro, pues el no necesitaba dormir para encontrarse activo bastante tiempo. Le había tocado ayuda fuera, dio gracias por poder tener algo de acción y poder volver a actuar como cuando su barco se encontraba en plena tormenta.
No comió mucho antes de salir, tampoco lo necesitaba, y allí en la superficie del barco todos los marineros estaban en movimiento. Killian observó que tenían alguna dificultad para mantener el control de las velas y negó levemente con la cabeza con desaprobación mientras observaba la escena. El viento era fuerte,pero siempre había manera de recoger las velas y mantenerlas como era debido.
-¿Alguien sabe una maldita estrategia o nudos para con estas mierdas?-preguntó uno subido a lo alto de un mástil.
Aquellas palabras despertaron la actividad de Killian, sin dudarlo un segundo se dirigió hacia el mástil. Subió las escaleras de cuerda con rapidez y agilidad, como hacía cuando se encontraba en su navío, que fue su casa durante un largo tiempo. Una vez arriba apartó al marinero con cierta brusquedad no intencionada y observó el desastroso nudo que le habían hecho a la cuerda que mantenía aquella vela, una de las principales. No tardó un segundo en disponerse a deshacerlo.
-Agarrala ahora -le dijo al manero señalando a la vela con la cabeza. Si no se mantenían en su sitio mientras se volvía a hacer el nudo, esa parte de la vela se desplegaría pudiendo incluso partir el listón de madera que le daba peso ya que el otro lado de la vela también se encontraba atado.
El vampiro consiguió desenredar una parte de la cuerda para las velas y rehacer el nudo haciéndolo de forma que ajustara más la vela al mástil. Se irguió y miró hacia el otro lado atado de la vela, desde allí le daba la impresión de que estaba bien atada, pero ante la duda bajó de aquel mástil y se dirigió al otro con rapidez. Su mente había vuelto a los días de tormenta en su navío y estaba centrado en su objetivo. Las apariencias en ese caso eran ciertas, el nudo estaba bien hecho y la vela estabilizada, pero justo entonces su instinto le hizo mirar al mar justo a tiempo para poder ver como una gran ola se acercaba a ellos con rapidez. Rápidamente se agarró al primer listón de madera que encontró pero resbaló y la fuerza de la ola junto con el viento le arrastró hacia atrás. Por suerte, con su mano derecha se agarró a una cuerda tensa que encontró haciendo que se quemara un poco por el roce en su palma.
Cuando la ola pasó, Killian se encontraba colgando de la cuerda. Con un poco de impulso llegó hasta una de las plataformas justo a las velas y se agachó para agarrarse a ella y observar la escena desde allí. Algunos de los maneros habían caído ante la fuerza de la ola desde una distancia considerable. Iba a ser una noche complicada...
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El pirata sonrió satisfecho de que la elfa aceptara su "oferta de paz", sabía que sería tan sencillo, pero era un paso. Alzó su vaso a modo de brindis y tomó de él. Fue entonces cuando la capitana entró en la sala. Dejó claro quesería una noche larga, pero eso no le preocupaba al vampiro, pues el no necesitaba dormir para encontrarse activo bastante tiempo. Le había tocado ayuda fuera, dio gracias por poder tener algo de acción y poder volver a actuar como cuando su barco se encontraba en plena tormenta.
No comió mucho antes de salir, tampoco lo necesitaba, y allí en la superficie del barco todos los marineros estaban en movimiento. Killian observó que tenían alguna dificultad para mantener el control de las velas y negó levemente con la cabeza con desaprobación mientras observaba la escena. El viento era fuerte,pero siempre había manera de recoger las velas y mantenerlas como era debido.
-¿Alguien sabe una maldita estrategia o nudos para con estas mierdas?-preguntó uno subido a lo alto de un mástil.
Aquellas palabras despertaron la actividad de Killian, sin dudarlo un segundo se dirigió hacia el mástil. Subió las escaleras de cuerda con rapidez y agilidad, como hacía cuando se encontraba en su navío, que fue su casa durante un largo tiempo. Una vez arriba apartó al marinero con cierta brusquedad no intencionada y observó el desastroso nudo que le habían hecho a la cuerda que mantenía aquella vela, una de las principales. No tardó un segundo en disponerse a deshacerlo.
-Agarrala ahora -le dijo al manero señalando a la vela con la cabeza. Si no se mantenían en su sitio mientras se volvía a hacer el nudo, esa parte de la vela se desplegaría pudiendo incluso partir el listón de madera que le daba peso ya que el otro lado de la vela también se encontraba atado.
El vampiro consiguió desenredar una parte de la cuerda para las velas y rehacer el nudo haciéndolo de forma que ajustara más la vela al mástil. Se irguió y miró hacia el otro lado atado de la vela, desde allí le daba la impresión de que estaba bien atada, pero ante la duda bajó de aquel mástil y se dirigió al otro con rapidez. Su mente había vuelto a los días de tormenta en su navío y estaba centrado en su objetivo. Las apariencias en ese caso eran ciertas, el nudo estaba bien hecho y la vela estabilizada, pero justo entonces su instinto le hizo mirar al mar justo a tiempo para poder ver como una gran ola se acercaba a ellos con rapidez. Rápidamente se agarró al primer listón de madera que encontró pero resbaló y la fuerza de la ola junto con el viento le arrastró hacia atrás. Por suerte, con su mano derecha se agarró a una cuerda tensa que encontró haciendo que se quemara un poco por el roce en su palma.
Cuando la ola pasó, Killian se encontraba colgando de la cuerda. Con un poco de impulso llegó hasta una de las plataformas justo a las velas y se agachó para agarrarse a ella y observar la escena desde allí. Algunos de los maneros habían caído ante la fuerza de la ola desde una distancia considerable. Iba a ser una noche complicada...
Killian Jones
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Re: La isla del tesoro [Quest]
“Bigotitos” o “pocacosa” no pudo responder, ni Killian pudo hacer mucho más. Después de esa ola casi catastrófica para la nave, la lluvia cesó momentáneamente y el barco comenzó a ladearse peligrosamente y en la bodega tuvieron que tener mucha suerte para que barriles no los mataran.
Una gran ola, el triple más grande, azotó el barco con fuerza arrastrando consigo al vampiro y en la bodega, la tablas se destrozaron con la fuerza del agua, de lado a lado, y ayudado por la fuerza de la cantidad de objetos que allí había. Laschel, y el hombre de la pata de palo fue arrastrado por las oscuras aguas, sumergido a las profundidades con restos de madera, y barriles a las profundidades. Los tres, sólo pudieron sentir agua, y que cada vez se hundían más en lo profundo hasta que sus pulmones se llenaron de agua y no hubo aire que los salvara.
A la mañana siguiente, sobre ellos, separados en la arena de una playa en alguna isla del océano, el cielo tenía los últimos restos de tormenta con las nubes blancas. La arena estaba húmeda, y habían maderas tablas y algunos que otros objetos tirados alrededor de ellos. Un poco más lejos, varios cuerpos sin vida y un par agonizando con profundas heridas.
Detrás de ello, hacia lo profundo de la isla, había un tronco cortado y algo tallado allí marcando un camino. Debían seguir por un sendero hasta el final entre la frondosa vegetación tropical, hasta llegar hasta un acantilado que se elevaba en el terreno.
Pero antes de que fueran a moverse, varias armas los apuntarían y la voz de la capitana saltaría.
-¿Fugitivos eh?-se acercaría a los tres y señalaría hacia la abertura-Allá está el tesoro, pero ustedes serán los primeros en entrar y cavar-tres marineros forzudos colocarían con brutalidad una pala para cada uno y los despojarían de su arma y cualquier cosa que intentaran, alguna espada podría atravesarles el cuello-hay que llegar hasta allá, para luego bajar con las cuerdas que hemos traído a una cueva. Ya mis hombres traerán botes a este lado donde podamos bajar el tesoro-
-Mi nombre es Bastían-dijo el pocacosa” aceptando la pala. Se había mantenido callado siguiendo a la elfa y al vampiro por el camino pero la capitana lo ignoró y le dio una patada en el trasero, haciendo que tropezara contra la elfa y la hiciera tambalear. El hombre no parecía sentirse muy seguro cuando fuera a bajar por el acantilado. Iba a necesitar ayuda.
Una gran ola, el triple más grande, azotó el barco con fuerza arrastrando consigo al vampiro y en la bodega, la tablas se destrozaron con la fuerza del agua, de lado a lado, y ayudado por la fuerza de la cantidad de objetos que allí había. Laschel, y el hombre de la pata de palo fue arrastrado por las oscuras aguas, sumergido a las profundidades con restos de madera, y barriles a las profundidades. Los tres, sólo pudieron sentir agua, y que cada vez se hundían más en lo profundo hasta que sus pulmones se llenaron de agua y no hubo aire que los salvara.
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A la mañana siguiente, sobre ellos, separados en la arena de una playa en alguna isla del océano, el cielo tenía los últimos restos de tormenta con las nubes blancas. La arena estaba húmeda, y habían maderas tablas y algunos que otros objetos tirados alrededor de ellos. Un poco más lejos, varios cuerpos sin vida y un par agonizando con profundas heridas.
Detrás de ello, hacia lo profundo de la isla, había un tronco cortado y algo tallado allí marcando un camino. Debían seguir por un sendero hasta el final entre la frondosa vegetación tropical, hasta llegar hasta un acantilado que se elevaba en el terreno.
Pero antes de que fueran a moverse, varias armas los apuntarían y la voz de la capitana saltaría.
-¿Fugitivos eh?-se acercaría a los tres y señalaría hacia la abertura-Allá está el tesoro, pero ustedes serán los primeros en entrar y cavar-tres marineros forzudos colocarían con brutalidad una pala para cada uno y los despojarían de su arma y cualquier cosa que intentaran, alguna espada podría atravesarles el cuello-hay que llegar hasta allá, para luego bajar con las cuerdas que hemos traído a una cueva. Ya mis hombres traerán botes a este lado donde podamos bajar el tesoro-
-Mi nombre es Bastían-dijo el pocacosa” aceptando la pala. Se había mantenido callado siguiendo a la elfa y al vampiro por el camino pero la capitana lo ignoró y le dio una patada en el trasero, haciendo que tropezara contra la elfa y la hiciera tambalear. El hombre no parecía sentirse muy seguro cuando fuera a bajar por el acantilado. Iba a necesitar ayuda.
- Acantilado:
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Off rol: Acordado que acortaré la quest entonces. Ya estamos sobre el final y lamento Killian que estes en desacuerdo. Me he esforzado para que ambos lo disfruten, se diviertan y tengan una trama interesante. Si tienes problema con la experiencia que yo doy y no te agrada la misión, no se te obliga a permanecer y puedes darla por fallidaAnsur
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Re: La isla del tesoro [Quest]
No pude ubicar a mi compañero de faena puesto que el barco sufrió otra sacudida violenta, obligándome a agarrarme a la pared y a centrar todos mis sentidos en esquivar los barriles. Conseguí avanzar hasta una de las columnas que sujetaban el casco del navío y me abracé a ella, impidiendo así que el fuerte bamboleo me lanzase por los aires otra vez. Tenía que salir de allí, pero las escaleras que daban a cubierta se me antojaban demasiado lejos. Aquello no era normal; esperaba que cesaran las embestidas pero todo parecía ir a peor, y mis temores se cumplieron cuando escuché el resquebrajo de la madera.
"¡Oh, mierd-...!"
Lo único que pude hacer fue tomar una gran bocanada de aire cuando el agua reventó literalmente las paredes de la bodega. Ya está. Iba a morir el aquel maldito viaje. Iba a morir ahogada y no podría hacer nada por evitarlo. Sentí maderas y objetos pesados chocar contra mi cuerpo, sufriendo numerosos cortes y golpes mientras la fuerza del océano me arrastraba y me hacía suya. No pude ver nada; todo era caos y agua, perdí el norte y me fue imposible distinguir dónde era arriba y dónde abajo. Daba vueltas y más vueltas, y a pesar de los golpes me esforzaba por alejarme del barco antes de que éste se hundiese y me arrastrase consigo a las profundidades más absolutas. Mi sangre empezó a teñir el agua que me rodeaba, supe que estaba herida mas no sabía por dónde, pues mi única prioridad ahora era subir a la superficie. Y aún en medio de aquella oscuridad pude distinguir una luz, una tenue luz que bailaba y atraía mi atención. Empecé a nadar hacia ella por acción remota, casi sin aire en los pulmones, pensando quizás que era el fin de mi camino, el túnel que me reuniría con mis ancestros. Estaba a punto de perder el conocimiento, pero entonces mi boca se abrió para dejar paso al oxígeno de forma muy apresurada. Tosí varias veces expulsando el agua de mis vías respiratorias y me agarré a una de las muchas tablas de madera que flotaban en aquel mar de destrucción. Alcé la vista lo justo para ver cómo el barco se hundía presa de una ira irremediable, mientras los truenos y relámpagos opacaban los gritos de los marineros. En ese momento se me nubló la vista, y empecé a verlo todo negro.
Mi mano se cerró lentamente, aferrándose a un terreno arenoso como si fuera un bebé que busca el dedo de su madre para conciliar mejor el sueño. Sentía una calidez reconfortante en una de mis mejillas, y cuando decidí abrir los ojos me encontré tumbada boca abajo en lo que parecía una orilla. Me quedé quieta sin poder pensar, simplemente observando los granos de arena que me servían de almohada, pues mi cerebro aún era incapaz de procesar lo que había pasado. Cuando por fin pude reaccionar me alcé de inmediato, aunque emití un sonoro quejido cuando la herida que tenía en el costado izquierdo me recordó que aún seguía viva. Me sangraba y tenía astillas de madera clavadas en ella -también tenía otros cortes en varias partes del cuerpo, pero eran más superficiales-, por lo que me senté de rodillas y empecé con el tratamiento que tantísimos años había practicado bajo el apellido Sardothien, pues un legado de varios siglos de elfos sanadores me corría por las venas, aunque no de la forma en la que mis progenitores hubieran deseado.
Todo pasó muy deprisa. El sol me calentaba la cabeza y los restos del naufragio estaban esparcidos por toda la playa. Comprobé que no era la única superviviente, pues de hecho me sorprendió ubicar a Killian y a 'Bigotitos' cerca de donde yo estaba, así como a la capitana y a varios de sus hombres. Pocos vivos, muchos heridos y algunos muertos. Y antes de darme cuenta, unas armas me apuntaron con la amenaza de rajarme la garganta si hacía un movimiento en falso. Y no sólo eso; también me despojaron de mis espadas.
- Por todos los dioses... ¿estamos de broma? -ironicé, pero me levanté aún cuando apenas había terminado de curarme la herida.
No me gustaba desprenderme de Feld y Deyr, eran mis espadas, mis niñas, y me sentía intranquila cuando no colgaban de mi cinturón. Y aparte, ¿por qué iba a atacar a nadie? Desde luego aquello me puso de mal humor, y no pude hacer más que andar a regañadientes cuando nos obligaron a mi, a Killian y a Bastian -por fin sabía su nombre- a buscar el tesoro. Ni siquiera protesté cuando Bastian chocó contra mi espalda producto de un empujón de la capitana, simplemente le ayudé a ponerse recto de nuevo. De no haber estado custodiada por sus tres gorilas, le habría abierto la cabeza con la misma pala que me habían puesto en las manos. Ya me daba igual el tesoro, solo quería terminar con la maldita labor y volver a casa... si es que encontrábamos forma de volver.
Una vez llegamos al acantilado me asomé para comprobar la altura, mordiéndome el labio inferior al ver que sería un descenso difícil. Las olas chocaban una y otra vez con las piedras de la base, y por lo visto existía una cueva un poco más abajo de donde nos encontrábamos cuya única forma de acceso era a través de cuerdas. Examiné algunas opciones y opté por lanzar la pala por la abertura, aterrizando ésta cerca de la entrada de la cueva en una zona donde no llegaban las olas. Luego até uno de los extremos de la cuerda a un árbol cercano, asegurándola con varios nudos, y el otro extremo alrededor de mi cintura y mis muslos, a modo de arnés. Tiré con brusquedad varias veces para cerciorarme que tenía un buen agarre, y entonces observé que Bastian, por su pata de palo, tendría problemas con el descenso y casi parecía mejor idea que se quedase arriba... pero la mirada de la capitana parecía indicar lo contrario.
- Ten, átala así -le indiqué haciendo varios nudos alrededor de su cintura- Agárrate con las manos y apóyate en tu pie bueno. Si te resbalas intentaré sujetar tu cuerda, aunque no prometo que te lleves un buen golpe.
Miré a Killian de refilón suponiendo que él estaba casi o más asqueado que yo, no tendría problemas con sus cuerdas pues parecía un hombre muy hábil, así que me dispuse al iniciar mi descenso. Eso sí, antes de empezar me rasgué dos tiras de tela de la parte inferior de la blusa -actualmente hecha un harapo- y las enrollé alrededor de las palmas de las manos, básicamente para protegerlas del roce de la cuerda al bajar. Ya quedaba poco...
"¡Oh, mierd-...!"
Lo único que pude hacer fue tomar una gran bocanada de aire cuando el agua reventó literalmente las paredes de la bodega. Ya está. Iba a morir el aquel maldito viaje. Iba a morir ahogada y no podría hacer nada por evitarlo. Sentí maderas y objetos pesados chocar contra mi cuerpo, sufriendo numerosos cortes y golpes mientras la fuerza del océano me arrastraba y me hacía suya. No pude ver nada; todo era caos y agua, perdí el norte y me fue imposible distinguir dónde era arriba y dónde abajo. Daba vueltas y más vueltas, y a pesar de los golpes me esforzaba por alejarme del barco antes de que éste se hundiese y me arrastrase consigo a las profundidades más absolutas. Mi sangre empezó a teñir el agua que me rodeaba, supe que estaba herida mas no sabía por dónde, pues mi única prioridad ahora era subir a la superficie. Y aún en medio de aquella oscuridad pude distinguir una luz, una tenue luz que bailaba y atraía mi atención. Empecé a nadar hacia ella por acción remota, casi sin aire en los pulmones, pensando quizás que era el fin de mi camino, el túnel que me reuniría con mis ancestros. Estaba a punto de perder el conocimiento, pero entonces mi boca se abrió para dejar paso al oxígeno de forma muy apresurada. Tosí varias veces expulsando el agua de mis vías respiratorias y me agarré a una de las muchas tablas de madera que flotaban en aquel mar de destrucción. Alcé la vista lo justo para ver cómo el barco se hundía presa de una ira irremediable, mientras los truenos y relámpagos opacaban los gritos de los marineros. En ese momento se me nubló la vista, y empecé a verlo todo negro.
[ . . . ]
Mi mano se cerró lentamente, aferrándose a un terreno arenoso como si fuera un bebé que busca el dedo de su madre para conciliar mejor el sueño. Sentía una calidez reconfortante en una de mis mejillas, y cuando decidí abrir los ojos me encontré tumbada boca abajo en lo que parecía una orilla. Me quedé quieta sin poder pensar, simplemente observando los granos de arena que me servían de almohada, pues mi cerebro aún era incapaz de procesar lo que había pasado. Cuando por fin pude reaccionar me alcé de inmediato, aunque emití un sonoro quejido cuando la herida que tenía en el costado izquierdo me recordó que aún seguía viva. Me sangraba y tenía astillas de madera clavadas en ella -también tenía otros cortes en varias partes del cuerpo, pero eran más superficiales-, por lo que me senté de rodillas y empecé con el tratamiento que tantísimos años había practicado bajo el apellido Sardothien, pues un legado de varios siglos de elfos sanadores me corría por las venas, aunque no de la forma en la que mis progenitores hubieran deseado.
Todo pasó muy deprisa. El sol me calentaba la cabeza y los restos del naufragio estaban esparcidos por toda la playa. Comprobé que no era la única superviviente, pues de hecho me sorprendió ubicar a Killian y a 'Bigotitos' cerca de donde yo estaba, así como a la capitana y a varios de sus hombres. Pocos vivos, muchos heridos y algunos muertos. Y antes de darme cuenta, unas armas me apuntaron con la amenaza de rajarme la garganta si hacía un movimiento en falso. Y no sólo eso; también me despojaron de mis espadas.
- Por todos los dioses... ¿estamos de broma? -ironicé, pero me levanté aún cuando apenas había terminado de curarme la herida.
No me gustaba desprenderme de Feld y Deyr, eran mis espadas, mis niñas, y me sentía intranquila cuando no colgaban de mi cinturón. Y aparte, ¿por qué iba a atacar a nadie? Desde luego aquello me puso de mal humor, y no pude hacer más que andar a regañadientes cuando nos obligaron a mi, a Killian y a Bastian -por fin sabía su nombre- a buscar el tesoro. Ni siquiera protesté cuando Bastian chocó contra mi espalda producto de un empujón de la capitana, simplemente le ayudé a ponerse recto de nuevo. De no haber estado custodiada por sus tres gorilas, le habría abierto la cabeza con la misma pala que me habían puesto en las manos. Ya me daba igual el tesoro, solo quería terminar con la maldita labor y volver a casa... si es que encontrábamos forma de volver.
Una vez llegamos al acantilado me asomé para comprobar la altura, mordiéndome el labio inferior al ver que sería un descenso difícil. Las olas chocaban una y otra vez con las piedras de la base, y por lo visto existía una cueva un poco más abajo de donde nos encontrábamos cuya única forma de acceso era a través de cuerdas. Examiné algunas opciones y opté por lanzar la pala por la abertura, aterrizando ésta cerca de la entrada de la cueva en una zona donde no llegaban las olas. Luego até uno de los extremos de la cuerda a un árbol cercano, asegurándola con varios nudos, y el otro extremo alrededor de mi cintura y mis muslos, a modo de arnés. Tiré con brusquedad varias veces para cerciorarme que tenía un buen agarre, y entonces observé que Bastian, por su pata de palo, tendría problemas con el descenso y casi parecía mejor idea que se quedase arriba... pero la mirada de la capitana parecía indicar lo contrario.
- Ten, átala así -le indiqué haciendo varios nudos alrededor de su cintura- Agárrate con las manos y apóyate en tu pie bueno. Si te resbalas intentaré sujetar tu cuerda, aunque no prometo que te lleves un buen golpe.
Miré a Killian de refilón suponiendo que él estaba casi o más asqueado que yo, no tendría problemas con sus cuerdas pues parecía un hombre muy hábil, así que me dispuse al iniciar mi descenso. Eso sí, antes de empezar me rasgué dos tiras de tela de la parte inferior de la blusa -actualmente hecha un harapo- y las enrollé alrededor de las palmas de las manos, básicamente para protegerlas del roce de la cuerda al bajar. Ya quedaba poco...
Laschel
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Re: La isla del tesoro [Quest]
Off rol: no es que esté en desacuerdo con la misión ni que me parezca mal nada de ella, es solo que "exploté" ese día por la posibilidad de un castigo, cuando no me lo esperaba para nada. Lo siento si sonó agresivo, lo último que quiero es crear problemas
El vampiro no tardó en darse cuenta de que aquello no había terminado. Allí,subido a la plataforma cerca de las velas, no pudo más que darse cuenta de lo que les venía encima sabiendo que no podría hacer nada para impedir que aquella ola destrozara el barco. Los últimos segundos antes de que colisionara solo pudo sujetar su espada con una mano y con la otra se colocó la capa, que lo protegía del sol pues no era el ahogamiento lo que Killian más temía, sino perder su capa entre las turbulentas aguas en las que caería y acabar gravemente quemado por el sol del día, pues ahora era de noche, pero no sabía cómo acabaría ni cuándo, ni siquiera si sobreviviría. Y así fue, aquella ola lo lanzó con fuerza lejos de donde se encontraba.
Desde entonces, la mente de Killian se encontraba tan centrada en mantener su capa como en respirar. Soportó los golpes y zarandeos lo mejor que su experiencia le había enseñado intentando siempre llegar hasta la superficie. Pero no pudo aguantar y perdió el conocimiento….
Nunca supo cuánto tiempo estuvo dormido hasta que un ligero picor en el dorso de la mano derecha le despertó lentamente primero y de repente después. No se movió mucho, pero si abrió los ojos lo suficiente para saber que era de día. Maldijo para sí y se giró hacia un lado como pudo para evitar el sol en la cara. Así fue como vio a la elfa, herida no muy lejos de él y observó totalmente quieto cómo comenzaba a hacer magia para curar sus heridas. Una sanadora no le vendría nada mal, había sido una buena opción de posible aliada.
Aún estaba aturdido, pero ya se había comenzado a levantar cuando oyó la voz de la capitana gritando, algo que retumbó en su cabeza y le hizo arrugar el gesto. No había hecho mucho caso a su comentario hasta que sintió el frío del acero cerca de su cuello y que le quitaban su espada. Ahora sí que era más consciente de su alrededor, y no le gustaba nada lo que veía, pero sabía que no estaba en condiciones de hablar, algo que al parecer no sabían la elfa y el humano cuando a todos les dieron aquellas pesadas palas…
Cuando comenzaron a caminar, el vampiro se miró la mano derecha. Como sospechaba, se había quemado con el sol mientras estaba inconsciente pues su guante estaba un poco salido cuando se despertó. Observó tropezar a aquel humano llamado Bastían, desvió la mirada con desdén y molestia, aquel hombre iba a ser un problema.
Continuaron caminando hasta llegar a un acantilado. Una vez allí la elfa no dudó un segundo en comenzar a hacer nudos con la cuerda que nos había dejado para poder bajar. Sonrió de medio lado mientras hacía los suyos, un poco apartado del humano y ella, pues parecía que ella era capaz (o más bien quería) ocuparse de todo actuando en primer lugar y él no iba a llevarle la contraria. En casos como aquel siempre era mejor dejar que se ocuparan otros. Sin embargo, cuando la vió actuar de forma algo protectora con el humano sintió la responsabilidad de ser él quien soportara el peso de los tres, pues era el más fuerte y estar todos atados era la mejor forma de garantizar la seguridad.
-...Laschel -dudó unos segundos antes de hablar- creo que lo mejor sería que bajaras tu en primer lugar y así podrías ayudar al humano cuando llegue hasta abajo también. Yo iré arriba y soportaré el peso de los dos si pasa algo.
Claro que...en el caso de que las cosas se pusieran complicadas, Jones conservaba un pequeño cuchillo del tamaño de su dedo índice que no serviría para herir a alguien, pero si para cortar la cuerda en el caso de que algo saliera mal, pues claro que en parte sentía que debía ayudar a los otros dos… pero eso no significaba que tuviera que arriesgar su vida.
El vampiro no tardó en darse cuenta de que aquello no había terminado. Allí,subido a la plataforma cerca de las velas, no pudo más que darse cuenta de lo que les venía encima sabiendo que no podría hacer nada para impedir que aquella ola destrozara el barco. Los últimos segundos antes de que colisionara solo pudo sujetar su espada con una mano y con la otra se colocó la capa, que lo protegía del sol pues no era el ahogamiento lo que Killian más temía, sino perder su capa entre las turbulentas aguas en las que caería y acabar gravemente quemado por el sol del día, pues ahora era de noche, pero no sabía cómo acabaría ni cuándo, ni siquiera si sobreviviría. Y así fue, aquella ola lo lanzó con fuerza lejos de donde se encontraba.
Desde entonces, la mente de Killian se encontraba tan centrada en mantener su capa como en respirar. Soportó los golpes y zarandeos lo mejor que su experiencia le había enseñado intentando siempre llegar hasta la superficie. Pero no pudo aguantar y perdió el conocimiento….
Nunca supo cuánto tiempo estuvo dormido hasta que un ligero picor en el dorso de la mano derecha le despertó lentamente primero y de repente después. No se movió mucho, pero si abrió los ojos lo suficiente para saber que era de día. Maldijo para sí y se giró hacia un lado como pudo para evitar el sol en la cara. Así fue como vio a la elfa, herida no muy lejos de él y observó totalmente quieto cómo comenzaba a hacer magia para curar sus heridas. Una sanadora no le vendría nada mal, había sido una buena opción de posible aliada.
Aún estaba aturdido, pero ya se había comenzado a levantar cuando oyó la voz de la capitana gritando, algo que retumbó en su cabeza y le hizo arrugar el gesto. No había hecho mucho caso a su comentario hasta que sintió el frío del acero cerca de su cuello y que le quitaban su espada. Ahora sí que era más consciente de su alrededor, y no le gustaba nada lo que veía, pero sabía que no estaba en condiciones de hablar, algo que al parecer no sabían la elfa y el humano cuando a todos les dieron aquellas pesadas palas…
Cuando comenzaron a caminar, el vampiro se miró la mano derecha. Como sospechaba, se había quemado con el sol mientras estaba inconsciente pues su guante estaba un poco salido cuando se despertó. Observó tropezar a aquel humano llamado Bastían, desvió la mirada con desdén y molestia, aquel hombre iba a ser un problema.
Continuaron caminando hasta llegar a un acantilado. Una vez allí la elfa no dudó un segundo en comenzar a hacer nudos con la cuerda que nos había dejado para poder bajar. Sonrió de medio lado mientras hacía los suyos, un poco apartado del humano y ella, pues parecía que ella era capaz (o más bien quería) ocuparse de todo actuando en primer lugar y él no iba a llevarle la contraria. En casos como aquel siempre era mejor dejar que se ocuparan otros. Sin embargo, cuando la vió actuar de forma algo protectora con el humano sintió la responsabilidad de ser él quien soportara el peso de los tres, pues era el más fuerte y estar todos atados era la mejor forma de garantizar la seguridad.
-...Laschel -dudó unos segundos antes de hablar- creo que lo mejor sería que bajaras tu en primer lugar y así podrías ayudar al humano cuando llegue hasta abajo también. Yo iré arriba y soportaré el peso de los dos si pasa algo.
Claro que...en el caso de que las cosas se pusieran complicadas, Jones conservaba un pequeño cuchillo del tamaño de su dedo índice que no serviría para herir a alguien, pero si para cortar la cuerda en el caso de que algo saliera mal, pues claro que en parte sentía que debía ayudar a los otros dos… pero eso no significaba que tuviera que arriesgar su vida.
Killian Jones
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Re: La isla del tesoro [Quest]
- Acantilado:
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Bastian y ambos aventureros llegaron a la cueva, y de arriba los siguieron la capitana, sus dos hombres de confianza y dos marineros más mientras los otros iban por el navío. El barco había sobrevivido, pero murieron muchos tripulantes.
La cueva era profunda, y a punta de armas, los piratas obligaron a avanzar a la luz de unas antorchas.
-¡Apuren!-gritaba y empujaba de vez en cuando la capitana o Samuel.
El otro, Eliot, se mantenía en la retaguardia, y los otros dos marineros andaban a lado de su mandamás. El camino fue largo, pero no tanto como el desde la playa al acantilado. Bastian cojeaba y se apoyaba con frecuencia de las paredes. Parecía exhausto y no aceptaba mucha ayuda. No parecía que fuera a resistir mucho tiempo más sediento y hambriento. Killian y Laschel no estaban en mejores condiciones, pero aun tenían fuerzas para mantenerse en pié y llegar a encontrar el tesoro.
En ese lugar, con el hambre y la sed, fue fácil perderla noción del tiempo, pero hasta que la capitana hizo un alto deteniéndose en seco frente a lo que parecía ser el final del camino, pero hizo que uno de los marineros alumbrara la piedra que cerraba ese lugar. Había un grabado en la piedra que Eliot se acercó para leer y dijo mientras empujaba a Bastian a un costado, haciéndolo caer al suelo no pudo levantarse por la escasa fuerza que tenía.
-Acá se encuentra uno de los grandes tesoros encontrados en Aerandir. Si has llegado hasta acá, es porque eres ambicioso y posees el pecado de la codicia. El tesoro está maldito y corrompe el alma para quien lo toque-
La piedra se podría correr a un costado. Entre hombres podrían correrla mientras las mujeres hacían palanca con algo. La mirada de la capitana bastaba para indicar que ella no trabajaría, ni Samuel ni Eliot, pero sí los dos marineros y Bastian.
Una vez que corrieran la roca a un costado, había una cueva más, pero no había nada en ella, pero si la marca de una cruz con piedras en la tierra.
-Hay que cavar, ¡vamos!-apremió la capitana.
Ansur
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Re: La isla del tesoro [Quest]
Apunto estuve de iniciar el descenso, pero entonces la voz del vampiro me frenó en seco al pronunciar mi nombre, obligándome a alzar la vista para mirarle. Ideó una forma conjunta de bajar para garantizar la seguridad de Bastian, y aquello me sorprendió gratamente... pues no daba la impresión de ser un hombre que se preocupase por la seguridad de unos desconocidos. Supongo que le había juzgado mal. Aunque a decir verdad, yo tampoco tenía motivos para ayudar a un individuo poco amistoso con el que apenas había cruzado palabra, pero de alguna forma los tres estábamos en el ajo, y los tres recibíamos a partes iguales el cariño incondicional de la capitana. Era un aliado potencial si las cosas se torcían, aunque llegados a aquel punto empecé a preguntarme si Bastian realmente sabía defenderse por sí solo.
- De acuerdo, supongo que así es mejor -sonreí de medio lado y le entregué una de las partes de la cuerda. Al hacerlo me di cuenta de que cierta zona de su muñeca derecha estaba enrojecida, aunque fue algo muy breve pues el guante volvió a cubrirla. También recordé que durante el trayecto desde la playa al acantilado se había mirado la mano varias veces, y aquello me hizo sospechar que algo no iba del todo bien- ¿Qué os ocurre en la mano?
Fue una pregunta a la que no esperé respuesta, pues me tomé la libertad de examinársela le gustase o no, lanzándole una mirada de advertencia en el caso de que quisiera resistirse. Íbamos a descender por un acantilado atados con cuerdas los unos a los otros, y la sujeción de las manos y pies era primordial para no matarse y arrastrar consigo a los demás. Si la tenía herida puede que flojease el agarre y no pensaba poner en riesgo mi vida en el caso de ser el vampiro el que resbalase y cayese al vacío. Parecía una quemadura por exposición prolongada al sol, y se extendía desde la muñeca hasta el dorso de la mano. Pobres criaturas de la noche, en parte las compadecía por aquella irremediable enemistad con el astro rey. No me costó esfuerzo bajar la inflamación y el enrojecimiento, fueron apenas diez segundos, aunque fue algo bastante apurado pues la insistencia de la capitana empezaba a ponerme de los nervios.
- No me deis las gracias, pero al menos invitadme a una copa si es que logramos salir de aquí con la cabeza sobre los hombros -le guiñé el ojo y sonreí antes de soltarle la mano y alejarme.
El descenso por suerte ocurrió sin problemas, y antes de lo cantado ya nos encontrábamos recorriendo aquella oscura cueva. Hizo falta la luz de antorchas, pues era bastante profunda y llegó un punto en el que ni siquiera sabía por dónde caminaba. Durante todo el trayecto había ido trazando y memorizando mentalmente el recorrido y varios puntos de referencia, sólo por si las moscas. Aunque me molestaba sobremanera tener un arma constantemente en la espalda, y mucho más me molestaban los empujones, tanto que tuve que respirar varias veces y morderme la lengua para no soltar comentarios de los que luego podría arrepentirme... después de todo seguía estando desarmada. La cena de la noche anterior en el barco aún seguía en mi estómago, pero lo que eran los líquidos empezaba a necesitarlos urgentemente; mi boca cada vez estaba más seca y pastosa.
Entonces nos detuvimos y llegamos a una estancia un poco más diferente al resto de la cueva. En ella había una gran losa de piedra con un mensaje grabado que Eliot se encargó de leer en voz alta.
"Si he llegado hasta aquí, es porque una perra loca me ha obligado" -corregí mentalmente las palabras de la frase, para luego mirar a la capitana- No creo que sea inteligente remover maldiciones por un puñado de... lo que sea, mi señora. Puede que os arrepintáis más adelante -le aconsejé con tranquilidad- "...o también puede que salgáis de esta isla con mi pala incrustada en vuestra apertura real" -esto último lo pensé con una sonrisita de víbora en el rostro que disimulé muy bien.
Pese a la advertencia su único propósito era hacernos cavar, así que tras hacer un esfuerzo mayúsculo -del que no obtuvimos ninguna ayuda, por supuesto-, para mover la gran losa de piedra, nos adentramos en una cueva algo más pequeña con una equis marcada en el suelo. Resoplé como un asno y clavé la punta de mi pala en la tierra, empezando a cavar. Las palabras de la losa habían sido claras: "corrompe el alma para quien lo toque", así que la cosa era fácil... desenterrar y no tocar.
- De acuerdo, supongo que así es mejor -sonreí de medio lado y le entregué una de las partes de la cuerda. Al hacerlo me di cuenta de que cierta zona de su muñeca derecha estaba enrojecida, aunque fue algo muy breve pues el guante volvió a cubrirla. También recordé que durante el trayecto desde la playa al acantilado se había mirado la mano varias veces, y aquello me hizo sospechar que algo no iba del todo bien- ¿Qué os ocurre en la mano?
Fue una pregunta a la que no esperé respuesta, pues me tomé la libertad de examinársela le gustase o no, lanzándole una mirada de advertencia en el caso de que quisiera resistirse. Íbamos a descender por un acantilado atados con cuerdas los unos a los otros, y la sujeción de las manos y pies era primordial para no matarse y arrastrar consigo a los demás. Si la tenía herida puede que flojease el agarre y no pensaba poner en riesgo mi vida en el caso de ser el vampiro el que resbalase y cayese al vacío. Parecía una quemadura por exposición prolongada al sol, y se extendía desde la muñeca hasta el dorso de la mano. Pobres criaturas de la noche, en parte las compadecía por aquella irremediable enemistad con el astro rey. No me costó esfuerzo bajar la inflamación y el enrojecimiento, fueron apenas diez segundos, aunque fue algo bastante apurado pues la insistencia de la capitana empezaba a ponerme de los nervios.
- No me deis las gracias, pero al menos invitadme a una copa si es que logramos salir de aquí con la cabeza sobre los hombros -le guiñé el ojo y sonreí antes de soltarle la mano y alejarme.
El descenso por suerte ocurrió sin problemas, y antes de lo cantado ya nos encontrábamos recorriendo aquella oscura cueva. Hizo falta la luz de antorchas, pues era bastante profunda y llegó un punto en el que ni siquiera sabía por dónde caminaba. Durante todo el trayecto había ido trazando y memorizando mentalmente el recorrido y varios puntos de referencia, sólo por si las moscas. Aunque me molestaba sobremanera tener un arma constantemente en la espalda, y mucho más me molestaban los empujones, tanto que tuve que respirar varias veces y morderme la lengua para no soltar comentarios de los que luego podría arrepentirme... después de todo seguía estando desarmada. La cena de la noche anterior en el barco aún seguía en mi estómago, pero lo que eran los líquidos empezaba a necesitarlos urgentemente; mi boca cada vez estaba más seca y pastosa.
Entonces nos detuvimos y llegamos a una estancia un poco más diferente al resto de la cueva. En ella había una gran losa de piedra con un mensaje grabado que Eliot se encargó de leer en voz alta.
"Si he llegado hasta aquí, es porque una perra loca me ha obligado" -corregí mentalmente las palabras de la frase, para luego mirar a la capitana- No creo que sea inteligente remover maldiciones por un puñado de... lo que sea, mi señora. Puede que os arrepintáis más adelante -le aconsejé con tranquilidad- "...o también puede que salgáis de esta isla con mi pala incrustada en vuestra apertura real" -esto último lo pensé con una sonrisita de víbora en el rostro que disimulé muy bien.
Pese a la advertencia su único propósito era hacernos cavar, así que tras hacer un esfuerzo mayúsculo -del que no obtuvimos ninguna ayuda, por supuesto-, para mover la gran losa de piedra, nos adentramos en una cueva algo más pequeña con una equis marcada en el suelo. Resoplé como un asno y clavé la punta de mi pala en la tierra, empezando a cavar. Las palabras de la losa habían sido claras: "corrompe el alma para quien lo toque", así que la cosa era fácil... desenterrar y no tocar.
Laschel
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Re: La isla del tesoro [Quest]
El vampiro estaba dispuesto a realizar el descenso, pero Laschel se paró y le miró antes de disponerse a bajar. Se había fijado en la herida de su mano, él había intentado no darle importancia y zafarse de ella pero la elfa agarró su mano con fuerza y comenzó a curarla en tiempo record. Killian nunca habia sido muy partidario de la magia y menos de la élfica, pero en aquel caso una parte de él agradeció su gesto, pues de ese modo podría mantener con más fuerza el peso de los tres.
- No me deis las gracias, pero al menos invitadme a una copa si es que logramos salir de aquí con la cabeza sobre los hombros -dijo ella guiñándole un ojo y sonriendo.
Él levantó una ceja, sorprendido ante las palabras de la chica. Desde luego era una oferta que pensaba recordar pues él sabía que saldrían de aquella aventura con vida, como siempre había hecho en todos los lios en los que se habia encontrado antes de forma a veces inexplicable.
Asi, el descenso tuvo lugar sin ningún contratiempo y una vez llegado a tierra, todos se adentraron en una cueva estando el vampiro, la elfa y el pata de palo apremiados por el frio acero de las armas de sus captores que antes eran solo compañeros o “jefa”. Caminaron casi sin rumbo,solamente siguiendo el camino que marcaba la cueva. Había pasado mucho tiempo desde que entraron en la cueva, y tras una noche turbulenta añadido a que hacía tiempo que no probaba el sabor de la sangre, en la mente del vampiro el cuello de la elfa, que iba primero, pareció apetecible por unos segundos. Pero pronto su autocontrol se impuso. Aunque al pasar junto al torpe humano, pensamientos como “ya está débil”, “igualmente no llegará muy lejos”... Fue entonces cuando llegaron hasta una pequeña sala donde tuvieron, una vez más, que hacer el trabajo sucio. Además en ese mismo lugar se encontraba escrita una profecía que avisaba del peligro de una maldición al tocar el tesoro que se encontraba en su interior. El vampiro sonrió irónicamente cuando oyó las palabras “ambicioso” y “pecado de la codicia”, pues aquellas “cualidades” definían a un pirata así que parecía lógico que fueran piratas los que habían llegado hasta aquel lugar.
Killian nunca había creido en profecías y al menos aquella maldición no anunciaba peligro de muerte, pero nunca estaba de más no fiarse de nada y tratar de evitar tocar dicho tesoro. Aunque todo dependería del valor de dicho tesoro….Al vampiro no se sorprendió cuando tras la roca que tuvieron que mover encontraron tierra en el que ellos debían cavar. Se dispuso a ello con su pala observando a la elfa de reojo, recordando sus palabras sobre tomar algo juntos...lejos de aquel lugar y aquella mujer loca.
- No me deis las gracias, pero al menos invitadme a una copa si es que logramos salir de aquí con la cabeza sobre los hombros -dijo ella guiñándole un ojo y sonriendo.
Él levantó una ceja, sorprendido ante las palabras de la chica. Desde luego era una oferta que pensaba recordar pues él sabía que saldrían de aquella aventura con vida, como siempre había hecho en todos los lios en los que se habia encontrado antes de forma a veces inexplicable.
Asi, el descenso tuvo lugar sin ningún contratiempo y una vez llegado a tierra, todos se adentraron en una cueva estando el vampiro, la elfa y el pata de palo apremiados por el frio acero de las armas de sus captores que antes eran solo compañeros o “jefa”. Caminaron casi sin rumbo,solamente siguiendo el camino que marcaba la cueva. Había pasado mucho tiempo desde que entraron en la cueva, y tras una noche turbulenta añadido a que hacía tiempo que no probaba el sabor de la sangre, en la mente del vampiro el cuello de la elfa, que iba primero, pareció apetecible por unos segundos. Pero pronto su autocontrol se impuso. Aunque al pasar junto al torpe humano, pensamientos como “ya está débil”, “igualmente no llegará muy lejos”... Fue entonces cuando llegaron hasta una pequeña sala donde tuvieron, una vez más, que hacer el trabajo sucio. Además en ese mismo lugar se encontraba escrita una profecía que avisaba del peligro de una maldición al tocar el tesoro que se encontraba en su interior. El vampiro sonrió irónicamente cuando oyó las palabras “ambicioso” y “pecado de la codicia”, pues aquellas “cualidades” definían a un pirata así que parecía lógico que fueran piratas los que habían llegado hasta aquel lugar.
Killian nunca había creido en profecías y al menos aquella maldición no anunciaba peligro de muerte, pero nunca estaba de más no fiarse de nada y tratar de evitar tocar dicho tesoro. Aunque todo dependería del valor de dicho tesoro….Al vampiro no se sorprendió cuando tras la roca que tuvieron que mover encontraron tierra en el que ellos debían cavar. Se dispuso a ello con su pala observando a la elfa de reojo, recordando sus palabras sobre tomar algo juntos...lejos de aquel lugar y aquella mujer loca.
Killian Jones
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Re: La isla del tesoro [Quest]
Las palas dieron dieron con un sonido de monedas mientras cavaban y la capitana se acercó contenta de ver que ya habían encontrado el tesoro. Cada moneda de esas, de oro, valía al menos por mil aeros. Habían cientos y cientos, hasta joyas, cálices de oro y piedras rubíes, diamantes... era algo increíble de verlo. Aunque habían cierta energía que instaba a tomar a codiciar y tomarlos, al menos un par de monedas aeros.
Una voz interna confundiéndolos con los suyos, recordarían a Laschel y el Vampiro, necesidades económicas, y que podían mejorar la calidad de sus vidas. Una maldición no era nada comparado con esto, además, si se tratara sobre la muerte, el grabado de la piedra hubiera sido mas específico, ¿no? Unas monedas no podrían hacer ningún daño...
Pasaron unos cofres vacíos y los colocaron alrededor del pozo donde habían cavado por el tesoro, y varios hombres rodearon el lugar para empezar a recoger ese tesoro. Bastian también ayudaba con la pala a tirar el oro y las joyas a los cajones. La capitana sonrió feliz con el botín y dijo a los tres novatos.
-Tomen su paga de allí y pueden marcharse, antes de que me arrepienta. Vean lo buena que soy, así que tomad su paga y ¡marchaos!-
Eliot y Samuel esperaban que Laschel, Killian y Bastian se marcharan con sus botines, llevar los cofres con el tesoro a los botes y una vez subidos al barco, liquidar a todos. Killian estaba enterado de eso. Bastian tomó sólo un caliz de oro y empezó a alejarse dejando a todos atrás, pero uno de los marineros lanzó una daga a su nuca y no tuvo tiempo para sujetarse a algo, que cayó al vacío junto con el cáliz entre los botes, a lo profundo del agua.
Una voz interna confundiéndolos con los suyos, recordarían a Laschel y el Vampiro, necesidades económicas, y que podían mejorar la calidad de sus vidas. Una maldición no era nada comparado con esto, además, si se tratara sobre la muerte, el grabado de la piedra hubiera sido mas específico, ¿no? Unas monedas no podrían hacer ningún daño...
Pasaron unos cofres vacíos y los colocaron alrededor del pozo donde habían cavado por el tesoro, y varios hombres rodearon el lugar para empezar a recoger ese tesoro. Bastian también ayudaba con la pala a tirar el oro y las joyas a los cajones. La capitana sonrió feliz con el botín y dijo a los tres novatos.
-Tomen su paga de allí y pueden marcharse, antes de que me arrepienta. Vean lo buena que soy, así que tomad su paga y ¡marchaos!-
Eliot y Samuel esperaban que Laschel, Killian y Bastian se marcharan con sus botines, llevar los cofres con el tesoro a los botes y una vez subidos al barco, liquidar a todos. Killian estaba enterado de eso. Bastian tomó sólo un caliz de oro y empezó a alejarse dejando a todos atrás, pero uno de los marineros lanzó una daga a su nuca y no tuvo tiempo para sujetarse a algo, que cayó al vacío junto con el cáliz entre los botes, a lo profundo del agua.
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Off rol: Puede terminar la misión acá mismo, llevándose algunos aeros, que toman uno de los botes fuera del acantilado y se marchan a altar mar. (Yo pondré el respectivo final) Sino la quest podría seguir. Ansur
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Re: La isla del tesoro [Quest]
De pronto las palas chocaron contra una textura extraña en el hueco que habíamos cavado, y se vislumbraron los primeros destellos dorados. Las monedas empezaron a brotar como la espuma, las habían enterrado tal cual, sin cofre, y debo decir que me sorprendió la magnitud de aquel tesoro. No sólo había oro; también piedras preciosas, cálices, joyas, coronas, brazaletes y muchas más cosas de incalculable valor. Nunca había sido codiciosa, pues los únicos lujos que necesitaba mi pueblo los obteníamos de la madre naturaleza, y el oro no tenía cabida en los bosques de Sandorai. Aun así no era estúpida; sabía que el mundo de los humanos funcionaba a base de riquezas, y tentaba muchísimo hacerse con una parte del tesoro.
"Pero está maldito y corrompe el alma..." -me recordé a mi misma.
Sabía cómo funcionaba la magia y jamás me fiaba de ella, especialmente de la magia negra, las maldiciones y la brujería. Puede que el mensaje no fuera más que palabrería inútil, pero ¿y si realmente alguien había lanzado una maldición sobre el tesoro? ¿Y si realmente tendría repercusiones a largo plazo? Estaba siendo demasiado supersticiosa, y posiblemente no fuesen más que paranoias. Aún así no quise tentar a la suerte y deshice una de las telas que rodeaban mi mano -las que anteriormente había rasgado de mi blusa para poder bajar por la cuerda sin lastimarme-, y cogí un brazalete de serpiente de oro puro y esmeraldas con bastante cuidado, envolviéndolo posteriormente en el pedazo de tela y guardándomelo en uno de los bolsillos del pantalón. Si conseguía llegar a tierra firme esperaba conseguir bastantes monedas por él en el mercado, las suficientes como para vivir sin preocupaciones durante un tiempo.
Usé la pala para ayudar a lanzar el oro a los cofres vacíos, y cuando todo estuvo listo, emprendimos la marcha hacia la entrada de la cueva. El trayecto de vuelta fue incluso más pesado que el de ida, pues cargábamos con los cofres llenos y éstos pesaban bastante, aunque en cuestión de media hora conseguimos alcanzar la salida. Pese a todo tenía un mal presentimiento; puede que hubiese juzgado mal a la capitana, pero el hecho de habernos quitado las armas allá en la playa no indicaba nada bueno. De hecho, si confiaban en nosotros, podrían habérnoslas devuelto ya... pero no era así, seguíamos desarmados sin ninguna razón aparente, y aquello me daba mala espina. Disimuladamente intenté retrasar mis pasos y me coloqué en la retaguardia, pues no me sentía segura dándoles la espalda e inconscientemente lancé una mirada significativa a Killian, esperando a ver si él sentía la misma inquietud que yo.
Los marineros usaron las cuerdas para bajar los cofres a los botes que esperaban allá abajo, en el agua, y una vez asegurados nos tocaba descender a nosotros. Bastian fue el primero en adelantarse, aunque no llegó muy lejos... pues para mi desconcierto, una daga pasó zumbando para incrustarse en la nuca del pobre tipo, desestabilizándolo y cayendo sin remedio hasta estrellarse en el agua a varios metros de distancia de la cueva. Iban a matarnos, estaba claro... y yo no iba a quedarme de brazos cruzados, eso también estaba claro.
Mi instinto me hizo reaccionar de inmediato e improvisé con la única cosa capaz de defenderme ahí dentro: la pala de cavar. La sujeté con ambas manos tal como si fuera un garrote y tracé un semicírculo en horizontal con toda la potencia que fui capaz, intentando golpear con brusquedad la cabeza del marinero que tenía más cerca. Aproveché el desconcierto y me hice con mis armas escabulléndome como una rata. Podíamos sacar cierta ventaja de la estrechez de la cueva: ellos eran muchos y nosotros sólo dos, si intentaban venir a por nosotros no habría espacio para todos, y Killian y yo podríamos reducirlos uno a uno. Aun así tampoco estaba segura, pues las paredes de roca también limitaban mis movimientos teniendo en cuenta mi forma de pelear, y con un chasquido inconforme giré sobre mis talones y me adentré en la profundidad de la cueva. Había trazado varios mapas mentales -tanto en el trayecto de ida como en el de vuelta-, y había observado que la cueva contaba con ciertas bifurcaciones que, si bien no sabía a dónde conducían, eran mejor opción que enfrentar a los marineros.
No sabía si Killian seguiría mis pasos, pero si querían matarme, antes tendrían que encontrarme dentro de la oscura y laberíntica cueva. Puede que hubiese una salida en otra dirección... o puede que no.
_________________________
OFF: Me he liado un poco con el final y no sabía qué poner xD lo suyo ahora es encontrar alguna salida secundaria y salir de la cueva por otro sitio, aunque eso queda a decisión del master ^^
"Pero está maldito y corrompe el alma..." -me recordé a mi misma.
Sabía cómo funcionaba la magia y jamás me fiaba de ella, especialmente de la magia negra, las maldiciones y la brujería. Puede que el mensaje no fuera más que palabrería inútil, pero ¿y si realmente alguien había lanzado una maldición sobre el tesoro? ¿Y si realmente tendría repercusiones a largo plazo? Estaba siendo demasiado supersticiosa, y posiblemente no fuesen más que paranoias. Aún así no quise tentar a la suerte y deshice una de las telas que rodeaban mi mano -las que anteriormente había rasgado de mi blusa para poder bajar por la cuerda sin lastimarme-, y cogí un brazalete de serpiente de oro puro y esmeraldas con bastante cuidado, envolviéndolo posteriormente en el pedazo de tela y guardándomelo en uno de los bolsillos del pantalón. Si conseguía llegar a tierra firme esperaba conseguir bastantes monedas por él en el mercado, las suficientes como para vivir sin preocupaciones durante un tiempo.
Usé la pala para ayudar a lanzar el oro a los cofres vacíos, y cuando todo estuvo listo, emprendimos la marcha hacia la entrada de la cueva. El trayecto de vuelta fue incluso más pesado que el de ida, pues cargábamos con los cofres llenos y éstos pesaban bastante, aunque en cuestión de media hora conseguimos alcanzar la salida. Pese a todo tenía un mal presentimiento; puede que hubiese juzgado mal a la capitana, pero el hecho de habernos quitado las armas allá en la playa no indicaba nada bueno. De hecho, si confiaban en nosotros, podrían habérnoslas devuelto ya... pero no era así, seguíamos desarmados sin ninguna razón aparente, y aquello me daba mala espina. Disimuladamente intenté retrasar mis pasos y me coloqué en la retaguardia, pues no me sentía segura dándoles la espalda e inconscientemente lancé una mirada significativa a Killian, esperando a ver si él sentía la misma inquietud que yo.
Los marineros usaron las cuerdas para bajar los cofres a los botes que esperaban allá abajo, en el agua, y una vez asegurados nos tocaba descender a nosotros. Bastian fue el primero en adelantarse, aunque no llegó muy lejos... pues para mi desconcierto, una daga pasó zumbando para incrustarse en la nuca del pobre tipo, desestabilizándolo y cayendo sin remedio hasta estrellarse en el agua a varios metros de distancia de la cueva. Iban a matarnos, estaba claro... y yo no iba a quedarme de brazos cruzados, eso también estaba claro.
Mi instinto me hizo reaccionar de inmediato e improvisé con la única cosa capaz de defenderme ahí dentro: la pala de cavar. La sujeté con ambas manos tal como si fuera un garrote y tracé un semicírculo en horizontal con toda la potencia que fui capaz, intentando golpear con brusquedad la cabeza del marinero que tenía más cerca. Aproveché el desconcierto y me hice con mis armas escabulléndome como una rata. Podíamos sacar cierta ventaja de la estrechez de la cueva: ellos eran muchos y nosotros sólo dos, si intentaban venir a por nosotros no habría espacio para todos, y Killian y yo podríamos reducirlos uno a uno. Aun así tampoco estaba segura, pues las paredes de roca también limitaban mis movimientos teniendo en cuenta mi forma de pelear, y con un chasquido inconforme giré sobre mis talones y me adentré en la profundidad de la cueva. Había trazado varios mapas mentales -tanto en el trayecto de ida como en el de vuelta-, y había observado que la cueva contaba con ciertas bifurcaciones que, si bien no sabía a dónde conducían, eran mejor opción que enfrentar a los marineros.
No sabía si Killian seguiría mis pasos, pero si querían matarme, antes tendrían que encontrarme dentro de la oscura y laberíntica cueva. Puede que hubiese una salida en otra dirección... o puede que no.
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OFF: Me he liado un poco con el final y no sabía qué poner xD lo suyo ahora es encontrar alguna salida secundaria y salir de la cueva por otro sitio, aunque eso queda a decisión del master ^^
Laschel
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Re: La isla del tesoro [Quest]
El tesoro no tardó en brotar de las profundidades de la tierra tras un buen rato cavando los tres en la tierra. La inscripción tenía razón, en aquel agujero en la tierra, Kilian vio una cantidad de objetos valiosos juntos que nunca había visto en su vida de pirata. Tras la herencia que había recibido de su tío había probado lo que era tener dinero y se dio cuenta de lo bien que se sentía con dinero a su alrededor, lo que le había llevado a agudizar su sentido de pirata.
Ante la situación de caos entre los asistentes por la sorpresa y la emoción de las riquezas, Killian se agachó disimulando, como si estuviera solo observando y apartando algunos objetos para ver los demás y mientras lo hacía con su mano derecha cogió el anillo más brillante que vió (no supo realmente de qué estaba hecho en ese momento) del que colgaba una cadena y. asegurándose de que pasaba desapercibido, con un movimiento rápido de sus dedos como si de un ilusionista se tratara lo escondió en algún lugar entre el fin de su chaqueta y el inicio de su guante. Aquella era una de sus especialidades pues en la vida de pirata se debía valer de aquel tipo de artimañas para sobrevivir y, en ocasiones, escapar. Continuó apartando riquezas con aire distraído cuando, tras las palabras de la capitana, Laschel se agachó también para coger un brazalete envolviendolo con cuidado mientras la miraba sorprendido. Ante aquello, él cogió un buen puñado de monedas que parecían muy valiosas. Una leve preocupación pasó por su mente, su instinto de supervivencia. Pero su instinto pirata era más fuerte, no era la primera vez que había tenido que enfrentarse a maldiciones y similares, por lo que simplemente dejó que su instinto de supervivencia se centrara en cómo salir de allí vivo y con los objetos que había cogido, pues sabía que ahora comenzaba la parte más complicada, recordando las palabras del joven marinero el día anterior.
Mientras llenaban los cofres con las palas, Killian intentó comunicarse con Laschel para tratar de comunizarse con ella y advertirla de forma que no se dieran cuenta los demás presentes. Pero fue inútil, ella parecía distraída y no pudo llamar su atención antes de que llenaran los cofres.
Durante el camino de vuelta cargados con los cofres, el vampiro había estado pensando en cómo recuperar su espada sin revolucionar demasiado la situación y a los presentes. Fue entonces cuando notó la mirada de Laschel. A buenas horas. Parecía preocupada e inquieta, con algo de miedo y desconcierto, tal vez ella ya notaba eso que él pretendía contarle desde antes. Sus pensamientos se llenaron de estrategias y posibles rutas y formas de escapar, pero por ahora lo importante era mantener la situación estable mientras esperaba la oportunidad de salir de ahí con el menor daño posible. Observaba cómo los marineros bajaban los cofres, sabiendo que por cada metro que bajaban los cofres, menos tiempo le quedaba para escapar ileso. Un zumbido que acabó en la nuca del humano respondió a sus temores. Sus músculos se tensaron y la adrenalina comenzó a recorrer su cuerpo. Observó a la mano derecha de la capitana con la intención de recuperar su espada y escapar hacia afuera aunque tuviera que saltar al mar.
Pero justo cuando iba a moverse, un golpe metálico a su espalda llamó su atención. Laschel había golpeado fuertemente a un marinero, que había caído al suelo, antes de correr hacia el interior de la cueva. ¿Pero qué estaba haciendo? Maldijo para sí al darse cuenta de que se veía obligado a ayudarla por más de una razón: era un elfa que no era capaz de ver en la oscuridad como podía hacerlo él, le debía una por curarle en la playa sin pedírselo y además, era una señorita y él se consideraba un caballero. Si los marineros la alcanzaban sola y desarmada, lo pasaría muy mal, por no decir algo peor… Apretó los dientes y con su pala acertó a las piernas del marinero que se disponía a perseguir a la elfa (o eso creyó él) tirándolo al suelo. Lo esquivó con un salto casi felino y corrió tras la elfa. No sabía muy bien qué sería de ellos si se adentraban en aquel lugar, pero tal vez encontraran alguna otra salida...
Ante la situación de caos entre los asistentes por la sorpresa y la emoción de las riquezas, Killian se agachó disimulando, como si estuviera solo observando y apartando algunos objetos para ver los demás y mientras lo hacía con su mano derecha cogió el anillo más brillante que vió (no supo realmente de qué estaba hecho en ese momento) del que colgaba una cadena y. asegurándose de que pasaba desapercibido, con un movimiento rápido de sus dedos como si de un ilusionista se tratara lo escondió en algún lugar entre el fin de su chaqueta y el inicio de su guante. Aquella era una de sus especialidades pues en la vida de pirata se debía valer de aquel tipo de artimañas para sobrevivir y, en ocasiones, escapar. Continuó apartando riquezas con aire distraído cuando, tras las palabras de la capitana, Laschel se agachó también para coger un brazalete envolviendolo con cuidado mientras la miraba sorprendido. Ante aquello, él cogió un buen puñado de monedas que parecían muy valiosas. Una leve preocupación pasó por su mente, su instinto de supervivencia. Pero su instinto pirata era más fuerte, no era la primera vez que había tenido que enfrentarse a maldiciones y similares, por lo que simplemente dejó que su instinto de supervivencia se centrara en cómo salir de allí vivo y con los objetos que había cogido, pues sabía que ahora comenzaba la parte más complicada, recordando las palabras del joven marinero el día anterior.
Mientras llenaban los cofres con las palas, Killian intentó comunicarse con Laschel para tratar de comunizarse con ella y advertirla de forma que no se dieran cuenta los demás presentes. Pero fue inútil, ella parecía distraída y no pudo llamar su atención antes de que llenaran los cofres.
Durante el camino de vuelta cargados con los cofres, el vampiro había estado pensando en cómo recuperar su espada sin revolucionar demasiado la situación y a los presentes. Fue entonces cuando notó la mirada de Laschel. A buenas horas. Parecía preocupada e inquieta, con algo de miedo y desconcierto, tal vez ella ya notaba eso que él pretendía contarle desde antes. Sus pensamientos se llenaron de estrategias y posibles rutas y formas de escapar, pero por ahora lo importante era mantener la situación estable mientras esperaba la oportunidad de salir de ahí con el menor daño posible. Observaba cómo los marineros bajaban los cofres, sabiendo que por cada metro que bajaban los cofres, menos tiempo le quedaba para escapar ileso. Un zumbido que acabó en la nuca del humano respondió a sus temores. Sus músculos se tensaron y la adrenalina comenzó a recorrer su cuerpo. Observó a la mano derecha de la capitana con la intención de recuperar su espada y escapar hacia afuera aunque tuviera que saltar al mar.
Pero justo cuando iba a moverse, un golpe metálico a su espalda llamó su atención. Laschel había golpeado fuertemente a un marinero, que había caído al suelo, antes de correr hacia el interior de la cueva. ¿Pero qué estaba haciendo? Maldijo para sí al darse cuenta de que se veía obligado a ayudarla por más de una razón: era un elfa que no era capaz de ver en la oscuridad como podía hacerlo él, le debía una por curarle en la playa sin pedírselo y además, era una señorita y él se consideraba un caballero. Si los marineros la alcanzaban sola y desarmada, lo pasaría muy mal, por no decir algo peor… Apretó los dientes y con su pala acertó a las piernas del marinero que se disponía a perseguir a la elfa (o eso creyó él) tirándolo al suelo. Lo esquivó con un salto casi felino y corrió tras la elfa. No sabía muy bien qué sería de ellos si se adentraban en aquel lugar, pero tal vez encontraran alguna otra salida...
Killian Jones
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Re: La isla del tesoro [Quest]
Laschel y Killian consiguieron huir recuperando sus armas y con el botín que habían obtenido. La capitana, al ver que sus marineros los apuntaban con ballestas, alzó la mano deteniendo todo movimiento. Los iban a matar si los dejaba tirar con sus ballestas.
-Dejadles, tengo una idea mejor. ¡Terminen de bajar esto a los botes! Eliot, Samuel, encargaos bien de la entrada. Que quede sellada para siempre-ordenó.
Más tarde, cuando estaba todo listo, Samuel y Eliot conseguían derribar la entrada con ayuda de los marineros, imposibilitando todo acceso y salida posible. Una vez terminado el trabajo, bajaron con las cuerdas a los botes para regresar al barco y retomar el viaje por el océano.
Los viajeros tendrían que manejarse a tientas en la oscuridad completa de la cueva, podrían llegar a perder el sentido, la razón, sin saber si quiera si andaban en círculos, e incluso los caminos resultaban interminables durante horas y cuando recorrían tan largo camino, encontrarían el camino cerrado y deberían volver. Podían sentir la sensación de que el aire se les acababa, el hambre y la sed les resultaba insoportable, pero nunca perderían la conciencia.
Pasaron tres días así, quizá discutiendo entre ellos, peleando, tratando de comerse el uno al otro, o resintiendo todo eso, o dándose por vencidos, cuando sus pequeños botines brillaron alumbrando el lugar donde se encontraran de un tono dorado pálido. En el cielo, fuera del lugar, estaba la luna llena. El camino se alumbró por un determinado sendero que si empezaban a seguirlo, tras largas horas, llegaría un momento en que parecería ensancharse más, hasta el punto en que una brisa golpearía en sus rostros, haciéndoles recuperar cordura perdida durante eso tres días. El botín los había salvado. Se encontraban frente a una playa, y la cueva detrás de ellos. El agua golpeaba contra las rocas con fuerza. Había marea alta a esas horas. Estaba por amanecer.
Aunque estaban en una pequeña isla, con un río que cruzaba, con acantilados, había buena vegetación y unos pocos árboles de frutos extraños, pero que Laschel podría reconocer como incomibles. Eran frutos venenosos. Lo único que podrían consumir seria insectos, y rebuscar una manera para ser rescatados de la isla en medio de un océano donde ya no quedaba rastro de los marineros y su capitana.
Podrían encontrar unos cuantos cofres pequeños si andaban por la isla, en lo que había sido un campamento, donde solo quedaban esas cosas y los huesos esparcidos de los que habían estado allí pero con cosas que les serian útiles en sus vidas. Ahora lo que jugaría en sus contras, sería el calor insoportable, la humedad, y el hecho de ver que a pesar de los días que pudieran ocurrir, ningún barco se asomaría por esos lados.
Maldición del tesoro: En cada luna llena, el tesoro brillará intensamente, marcando caminos en la oscuridad, donde puede llevarte a una trampa o salvarte.
Una vez tocado o tomada cualquiera de las piezas del tesoro, nunca desfallecerás y aunque estés en una situación crítica, podrías llegar a perder la razón. Calor, oscuridad, encierro, pero nunca morirás a menos que recibas una herida de lleno en el corazón o seas decapitado. No desvanecerás por desangrarte. El dolor y la debilidad te enloquecerán.
Desarrollen el último post cada uno. Recuerden que pueden pasar varios días, o semanas en la isla, aprovechen a enloquecer a gusto
-Dejadles, tengo una idea mejor. ¡Terminen de bajar esto a los botes! Eliot, Samuel, encargaos bien de la entrada. Que quede sellada para siempre-ordenó.
Más tarde, cuando estaba todo listo, Samuel y Eliot conseguían derribar la entrada con ayuda de los marineros, imposibilitando todo acceso y salida posible. Una vez terminado el trabajo, bajaron con las cuerdas a los botes para regresar al barco y retomar el viaje por el océano.
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Los viajeros tendrían que manejarse a tientas en la oscuridad completa de la cueva, podrían llegar a perder el sentido, la razón, sin saber si quiera si andaban en círculos, e incluso los caminos resultaban interminables durante horas y cuando recorrían tan largo camino, encontrarían el camino cerrado y deberían volver. Podían sentir la sensación de que el aire se les acababa, el hambre y la sed les resultaba insoportable, pero nunca perderían la conciencia.
Pasaron tres días así, quizá discutiendo entre ellos, peleando, tratando de comerse el uno al otro, o resintiendo todo eso, o dándose por vencidos, cuando sus pequeños botines brillaron alumbrando el lugar donde se encontraran de un tono dorado pálido. En el cielo, fuera del lugar, estaba la luna llena. El camino se alumbró por un determinado sendero que si empezaban a seguirlo, tras largas horas, llegaría un momento en que parecería ensancharse más, hasta el punto en que una brisa golpearía en sus rostros, haciéndoles recuperar cordura perdida durante eso tres días. El botín los había salvado. Se encontraban frente a una playa, y la cueva detrás de ellos. El agua golpeaba contra las rocas con fuerza. Había marea alta a esas horas. Estaba por amanecer.
Aunque estaban en una pequeña isla, con un río que cruzaba, con acantilados, había buena vegetación y unos pocos árboles de frutos extraños, pero que Laschel podría reconocer como incomibles. Eran frutos venenosos. Lo único que podrían consumir seria insectos, y rebuscar una manera para ser rescatados de la isla en medio de un océano donde ya no quedaba rastro de los marineros y su capitana.
Podrían encontrar unos cuantos cofres pequeños si andaban por la isla, en lo que había sido un campamento, donde solo quedaban esas cosas y los huesos esparcidos de los que habían estado allí pero con cosas que les serian útiles en sus vidas. Ahora lo que jugaría en sus contras, sería el calor insoportable, la humedad, y el hecho de ver que a pesar de los días que pudieran ocurrir, ningún barco se asomaría por esos lados.
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Maldición del tesoro: En cada luna llena, el tesoro brillará intensamente, marcando caminos en la oscuridad, donde puede llevarte a una trampa o salvarte.
Una vez tocado o tomada cualquiera de las piezas del tesoro, nunca desfallecerás y aunque estés en una situación crítica, podrías llegar a perder la razón. Calor, oscuridad, encierro, pero nunca morirás a menos que recibas una herida de lleno en el corazón o seas decapitado. No desvanecerás por desangrarte. El dolor y la debilidad te enloquecerán.
Desarrollen el último post cada uno. Recuerden que pueden pasar varios días, o semanas en la isla, aprovechen a enloquecer a gusto
Ansur
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