Santo Grial-Isla-(QUEST/Master)

El barco tocó tierra al fin despues de 3 días de viaje. Debieron subir a uno de los botes del barco para llegar a la isla, y una vez allí, el capitán dijo que estaría en la isla por una semana esperándolos, sino regresaban, entonces iría de regreso al puerto de la ciudad de Lunargenta.

Frendel dió un fardo de provisiones para cada uno, y él mismo cargaba con otro.
La brisa ligera que había, provocaba en los viajeros que la arenilla de la playa dorada los golpease y fuera un poco fastidiosa, pero si mantenían la boca abierta por mucho rato, podrían sentir el gusto salado. El ruido de las olas era magnífico, golpeando contra las piedras rocosas que se extendian en diversos lados de donde quisieran ver.

Detrás de ellos, se extendía la frondosa vegetaciónen la isla gigantezca, y montañas que iban hacia lo que era el centro. ¿Cuanto peligro se extendía hacia la isla?

El joven Frendel nunca se había quitado su capucha, solo dejando ver solo uno de sus ojos marrones claros, pero siempre se mostró amable, atento, y frecuentemente se lo veía recitando sus oraciones religiosas, y dando gracias a su Dios.

Miró hacia un camino que se abría entre la vegetación y señaló con una mano.
-Debemos seguir por allí, si no nos detenemos, llegaremos al anochecer, donde podríamos detenernos a descansar. Será un viaje largo, pero seguid mis instrucciones, enviados del señor...- con el fardo a cuestas, comenzó a caminar. Llevaba un bastón y más por gusto, hacía ritmo con él en su paso mientras caminaba, aunque su edad no fuera acorde. él había comentado que le serviría de ayuda para escalar y apoyarse, y les había recomendado que llevaran uno tambien-Que el señor nos ilumine con su gloria...y nos conduzca al Santo Grial para salvarnos...-dijo en su andar.

- Claro, puede contar conmigo – respondí al sacerdote. Cuando se hubieron presentado adecuadamente Elise y Karel, el hombre nos indicó cómo sería nuestra encomienda, por lo que primeramente partimos a Lunargenta.

Para llegar a destino debimos viajar en barco. El aire salado y el vaivén de las olas en la barcaza parecían arrullarme dándome una sensación de somnolencia. En el viaje pude observar mejor a Karel y Frendel, el sacerdote. El primero de ellos en el viaje pareció relajarse un poco, y si bien no entablamos conversación sí pude ver su rostro que en el primer encuentro llevaba oculto, no fue así con Frendel. Por algún motivo que desconocía no me agradaban del todo aquellos que no mostraban del todo su rostro a los demás. Al parecer, no creíamos en los mismos dioses tampoco, pero eso no me molestaba para nada, pues estaba acostumbrada a las diferencias, había algo en él sin embargo que no terminaba de convencerme, quizás fuera la constante mención de su dios desconocido por los míos… no lo sabía, pero si me equivocaba o no lo averiguaría en algún momento, pues teníamos una largo camino que recorrer juntos.

Al comenzar la caminata nos recomendó buscáramos algún tipo de soporte como bastón pues caminaríamos y mucho. Busqué en los alrededores pero no vi nada que me sirviera para tal fin y en general no solía usar elementos como ese, quizás para él fuera necesario si contábamos la gran bolsa que llevaba consigo. Comenzamos el viaje hacia donde él mismo nos guiaba.

- Perdón… Pero ¿Qué es este Grial del cual habla? – decidí preguntarle, pues no sabía qué era lo que buscábamos en sí, tenía que saber más de ello - ¿Y cómo puede eso ayudar con las enfermedades que se han propagado?-

Las presentaciones fueron hechas y con guía de Frendel los aventureros partieron rumbo al puerto de Lunargenta, cosa que parecía no gustar mucho al ladrón pues según sabia aun se le buscaba bajo los cargos de asesinato al estar en el gremio de los cuervos; pero a pesar de aquello se las ingenio para evitar contacto alguno con los guardias de la ciudad. Volver a Lunargenta le traía una ingrata melancolía que ocultaba en su interior, pues los inevitables recuerdos de Lira y Allen no se hacían esperar.

Cuando estuvieron en el puerto logro ver una pequeña armería por lo que antes de subir al barco logro comprar cuatro dardos y un pequeño cinturón a la pierna para guardarlos. Una vez en el barco, Karel paso los días relajado bajo la brisa marina y el vaivén del barco, jugando a las cartas con algunos marineros y tripulantes, y como era de esperar, bajo apuestas, pues según el, sin aquello el juego no seria interesante, aunque para su mala suerte termino perdiendo unas pocas monedas.

Cuando finalmente llegaron a tierra firme, la brisa a la que se había acostumbrado perdió su "sabor" aunque aquello no la hacia menos disfrutable y relajante como la que pudo sentir en sus días en el barco; cuando el grupo de aventureros se preparaba para desembarcar, el monje dio a cada uno las provisiones debidas y comenzó a guiarles hacia lo que según el era la cura. Mientras caminaban, sus compañeros de grupo comenzaron a preguntar sobre la misión, aunque el era ajeno a la conversación pues prefería disfrutar tranquilamente de la brisa que le había quitado su capucha dejando ver su cabello negro y sus ojos café oscuro, ademas de su cicatriz en el lado izquierdo de su rostro.

El calor comenzaba a sentirse y a fastidiar. Al único que no parecía afectarle era el monje, pero respondió a todas las preguntas empezando por la de Lys, a la que le siguió la de Elise despues de provocar un incómodo silencio donde los viajeros hubieran creido que los ignoraba a propósito, e insluso a llegar a sentir desconfianza. Pero sus respuestas posiblemente aclararía un poco las dudas.
-Lys, Elise, las sombras nos asecharon hace ya un buen tiempo, varios han muerto en el monasterio... Ningún elfo, sanador o hechicero encontró la cura para esto. Se dice que puede ser ocasionada por un brujo, o la ira del Dios Dragón... no se sabe. Hemos puesto toda la fe en el Santo Grial, el cáliz de la cura. La sustancia que hay vertida en ella es capáz de curar todo mal acarreado por la oscuridad. Una gota de ella bastaria para la sanación... La enfermedad,,,- se detuvo un momento, y antes de contestar, sacó de su fardo una cantimplora y bebió unos grandes sorbos de agua. Su capucha estuvo a punto de carse hacia atrás cuando bebió, pero logró sujetarla a tiempo y respondió mientras retomaba la marcha pasando por encima de unas gruesas ramas ayudándose con el bastón-la enfermedad Karel... Lys, Elise, va consumiendo la fuerza del cuerpo, sientes morir, comienzas a caer en un profundo sueño del cual ya no despiertas nunca, donde la piel se seca y comienza a resquebrajarse, dejando horrible cicatrices, la fiebre lleva al delirio, el aire es espeso... ¿Qué más podría decir de esta horrible peste?... En cuanto a los peligros... espero que con sólo nombrarte magia negra sea suficiente respuesta pequeña-

El anochecer llegó, y durante el tiempo transcurrido solo se habian detenido un par de veces para descansar y alimentarse. Allí, en medio de una fogata en un claro de un bosque frondoso, donde el sonido de animales propios de lugar resonaban en el ambiente, Frendel, tendido sobre una frazada, al igual que los demás, dijo que dormiría mientras ellos hablaban, se conocían mejor. Al amanecer siguiente volverían a ponerse en camino.

La noche era cálida, por lo que podrían descansar tranquilamente. Karel, Elise, Lys, ahora conocían el motivo de porqué estaban muy abultados sus fardos. El monje habia puesto una frazada para cada uno, pues allí habian insectos muy venenosos si se tendían en el suelo.

Escuché atentamente el relato del monje respecto de la enfermedad que estaba acechando a los suyos. Me quedé pensando en la magia negra que había mencionado, era una pena que ninguno de los presentes fuera brujo, pues esa era normalmente el tipo de magia que usaban ellos y quizás supiera como contrarrestarla. Al tener sin embargo una imagen mental de lo que relataba y sus síntomas, me acerqué a él mirándolo de cerca y se había puesto algo incómodo.

-¿Porqué ocultas tu rostro? - pregunté directamente -¿Acaso estas infectado también? -

Llegada la noche el sacerdote se acomodó para dormir y nos aclaró que entre nuestras provisiones teníamos una manta como abrigo y protección antes los insectos nocturnos que podrían llegar a dañarnos. Miré cómo cerca del claro había un árbol que me serviría para descansar.

- Yo haré la primera guardia - les dije al resto - Luego Elise y por último Karel. ¿Les parece? No confió en dormir todos en un lugar como este, estaríamos indefensos - Mis encuentros con el caballero me habían instado a ser más precavida de lo que era antes, y de pronto recordé la cena, algo que también él solía tener muy en cuenta. Busqué entre mis provisiones y había unas galletas. "Esto nos servirá más tarde" pensé. Subí al árbol que había visto anteriormente, pues más allá de estar acostumbrada a dormir así cuando me hallaba sola o de guardia, tenía siempre una visión más amplia para prevenir cualquier peligro cercano.

La tranquila noche pasaba sin muchos eventos importantes, salvo la pregunta que Lys había hecho al guía y contratista del grupo, los turnos en las noches pasaban tranquilas sin ninguna alerta de peligro y los que aguardaban su turno dormían plácidamente entre las frazadas, aunque no Karel, pues tenia la rara costumbre de dormir en las ramas de los arboles por lo que no utilizo aquella manta.

Cuando la hora de su turno llego, Ellise le llamo para luego dormir mientras el ladrón ejercía su labor de centinela; aprovechando el momento en que todos parecían dormir, este se acerco al monje, y le levanto la capucha para observar su secreto.


Luego de aquel vistazo decidió dejar que el hombre durmiera para luego patrullar el área por el resto de noche que quedaba, la noche paso tranquila, sin nada importante que reportar de parte del joven, salvo uno que otro animal salvaje.

OffRol: Perdon por la tardanza, tuve problemas con mi proveedor de internet ;w;

Amaneció.
Todos se levantaron y Frendel se sorprendió de que hubieran hecho guardia.
-El lugar es tranquilo, es todo caso os diré cuando deben hacer guardia-dijo sin mirar a ninguno. No les había respondido a la pregunta de si estaba infestado o no.
Llegó el mediodía y tras comer unas pocas provisiones en el camino, el calor volvió a sentirse, y esta vez el monje se quitó la capucha. Se adelantó a cualquier cosa que le dijeran.
-Si Karel.. como has visto anoche, estoy apestado también. No juzgo tu curiosidad, pero recuerda que la curiosidad mató al gato- habló.

En la mitad de su rostro y cuello se podía ver la piel reseca, con rastros de sangre, y en algunas parte, como la piel se descascaraba dejando zonas del color rojo vivo.
-Para el atardecer llegaremos al templo, allí habita la magia negra, estén preparados, ya verán a lo que me refiero- habló apoyándose en su bastón para pasar por encima de unas gruesas rices.

El paisaje se hacía más frondoso mientras avanzaban a las profundidades de la isla. Pasando el medio día, debieron trepar rocas y colinas, lo que les cansaría mucho con el calor que abrazaba a esas horas. Estaban subiendo una pequeña montaña, pero debían tener mucho cuidado donde pisaban, y no caer.

Quien tuviera buena vista, podría observar piedras con símbolos grabados en todo el lugar que pisaban. Eran millares.

Con el amanecer acabó el descanso, la tarde sería calurosa y pronto lo descubriríamos, pues el camino comenzó a ser cada vez más dificultoso. Tal y como pensaba el monje padecía la misma enfermedad que buscaba erradicar, y un poco lo había confesado y otro tanto se vio obligado por nuestra insistencia.

Con el sol llego el calor y con este último el agotamiento. El camino hacia el templo tenía cierta dificultad, no era imposible pero si trabajoso. Nos anunció que el templo se encontraba envuelto por la magia negra y que podríamos notarlo. Aun sin llegar a destino en los alrededores podía notar que las rocas se encontraban talladas por una serie de símbolos mágicos, no podía reconocerlos todos o la forma en que se hallaban dispuestos pero si sabía que no eran cualquier cosa, tenían un patrón, un objetivo.  A mi  izquierda había una bajada lo suficientemente pronunciada como para pisar con cuidado.

- Estos símbolos… ¿Los pusieron ustedes o son obra de otros?… - pregunté al monje - ¿Probaron borrarlos de alguna manera? –  Me acerqué para inspeccionarlos en detalle, la religión propia del sacerdote no me inspiraba mucha confianza tampoco, pues no rezábamos a los mismos dioses, pero esto no era producto de su gente… o al menos no lo parecía. Al detenerme Karel tropezó conmigo al estar distraído observando y resbaló hacia abajo, llegué a tomarlo de la ropa y Elise acudió rápidamente a ayudarnos, el monje por su parte se encontraba muy delante como para ayudar pero si bien notó la situación, no se acercó a nosotros de ninguna manera. Con una mano lo sujetaba de la ropa e intenté tomar con la otra su mano  derecha, con la ayuda de Elise logramos subirlo, la fuerza no era mi fuerte y no sabía si hubiese podido sola con alguien de su talla.Él salió ileso pero yo acabé con unas heridas que ardían en mi brazo por rozar con las piedras, me miré e intenté limpiarlas un poco. Continué caminando mientras casi silenciosamente recitaba una plegaria élfica para sanarme, pronto no tendría rastro alguno en mi piel.

Amaneció y con ello el grupo de aventureros comenzó nuevamente su viaje en búsqueda del grial, todo era tranquilo, el viento rosaba el rostro de cada uno de los viajeros pero de pronto Frendel rompió con el tranquilo ambiente para anunciar algo que a algunos pudo poner algo nervioso. El monje dejo su cara al descubierto, revelando las yagas de la extraña plaga que asolaba a los monjes de su monasterio; el hombre se dirigió al ladrón para declarar que si se había dado cuenta de que este le había visto el rostro a escondidas, ademas de aprovechas de decir su verdad para que sus "empleados" no tuvieran sospechas sobre el.


Cuando las platicas por parte del monje acabaron, los viajeros continuaron su camino hasta el templo el cual, según Frendel, parecía estar rodeado por magia oscura, el camino era largo y agotador, pues el paisaje era cada vez mas dificultoso y peligroso debido a la altura y la frondosidad de la flora del lugar.

Cuando el grupo llego al templo del grial, este tenia extraños símbolos grabados, aunque solo podía verse por aquellos con buena vista, y a pesar de que Karel tenia una excelente vista, esta no era lo suficientemente buena, por lo que intento concentrarse para intentar ver con atención los símbolos, aunque aquello le costo el choque con una de sus compañeras, Lys, lo que produjo una pisada en falso que hizo que este quede en peligro de caída, lo cual sucedió irremediablemente.


Durante su proceso de casi caída, los reflejos del ladrón le hicieron desenvainar su daga e intentar clavarla en la roca de la montaña, pero antes de hacerlo, se dio cuenta que alguien sostenía su mano, era Lys, quien parecía tener problemas intentando que el humano no cayese, aunque luego, Elise, ayudo a subir al humano que parecía tener bastante suerte cuando su vida estaba en peligro.


El grupo prosiguió por el camino, guiados por el monje, donde cada individuo parecía asombrado de los alrededores del templo, pues este sin duda alguna tenia extrañas energías, las cuales incluso un humano no familiarizado con aquella clase de energía, como Karel podía sentir. Mientras el grupo caminaba, Karel se aventuro a preguntar al monje algo que este de seguro debia saber.

-Cuidado, miren bien donde pisan-aconsejó el monje volteando para ver si Karel y las elfas estaban bien.

Continuaron escalando la montaña, con el sol encima de ellos. El calor era insoportable. Frendel recomendó beber unos tragos de agua de las cantimploras que llevaban asi no se deshidrataban. Él se tiró agua por encima de la cabeza.

Pronto encontraron unas escaleras de piedra que llevaban al valle de esas montañas y recién mientras bajaban el monje contestó a la pregunta de Karel.
-Es historia antigua, el Grial es un mito que siempre existió, pero tenemos la fe de que éste existe y nos liberará de todo mal en nuestros cuerpos. Dios nos guía el camino. En esta isla se encuentra el elixir que salvó en ataño a razas de extinguirse. Elfos, Licántropos, no hubieran sobrevivido, mucho menos humanos. Se dice que cada mil años, éste se llena por la gracia del señor, y ya de esas pestes antiguas han pasado mil quinientos...-explicó y señaló conel bastón al templo con una base rectangular de primer piso, aunque sus paredes eran altas, y sobre este piso, había otro más pequeño al medio con una forma más piramidal.

Deberian pasar por unos bosques antes de llegar a él, lo que les haría llegar al atardecer.
En el camino podrían ver unos gusanos gigantes, que se camuflaban contra las piedras del suelo. Un aire sombrio, quizá de miedo, comenzaría a recorrer en el cuerpo de los aventureros.

Reformulé la pregunta de Karel en mi mente "¿Cómo es que algo tan bueno está en medio de tantas maldiciones?" pensé mientras miraba alrededor y las extrañas inscripciones en las piedras. No podía simplemente decirle "Tu dios no son mis Dioses..." pues al parecer él creía fervientemente en él, pero todo esto me traía mala espina.

El calor en la altura en que nos encontrábamos era preocupante, intentaba regular la respiración para no agotarme así como racionar el agua que disponía, me había recogido el cabello y cargaba mi chaqueta en la cintura, para estar más fresca. Podía ver en el rostro de todos que el cansancio era generalizado, rogué que las nubes poblaran el cielo para menguar un poco la temperatura y como si los dioses me hubiesen oído, al poco tiempo, nubes blancas que parecían suaves al verlas, cubrieron el firmamento casi en su totalidad. El reflejo del sol menguó por lo que si bien la temperatura seguía siendo alta, era por lejos mucho más fácil de sobrellevarla.

Pudimos visualizar a lo lejos la estructura hacia la cual nos dirigíamos. "¿Extinguirnos?" repetí en mi mente de lo que habría nombrado el monje, no quería decir nada en voz alta pues parecería que juzgaba su fe y no era así, sin embargo que hiciera mención todo el tiempo de ella me resultaba incómodo, por algún motivo no me acercaba mucho a monjes o sacerdotes.

- Bien... Esperemos lo hallemos pronto si te será de ayuda -  dije al monje con una sonrisa amable. Cuando divisé que aún debíamos cruzar un bosque para llegar bufé despacio, pues parecía estar más cerca de lo que realmente estaba. Debía ser un edificio muy alto para dar esa sensación de falsa cercanía, por lo que intenté imaginar cuáles serían las verdaderas dimensiones de nuestro objetivo. No sabía si era el cansancio o qué, pero una sensación de incomodidad ante la situación comenzó a invadirme, miré alrededor y visualizar una especie de enormes gusanos camuflarse con el pedrerío no ayudó a que la imagen mental de lo que estábamos pasando fuera mucho más agradable. Pronto nos adentramos en el bosque y se me sentí un poco más a gusto, no eran los bosques sureños que tanto amaba pero al menos me sentía más cómoda allí que escalando bajo el fuerte sol del mediodía.

El grupo continuo su subida por la montaña, caminando por el infernal sol que parecía cada vez estar mas y mas caliente, por suerte para Karel, este aun tenia bastante de su agua pues se había acostumbrado a tomar nunca una sola gota de esta a no ser que sea sumamente necesario, pues nunca sabia cuando podría hallar mas nuevamente, y esta sin duda era una de esas situaciones, por lo que le dio un buen sorbo a su cantimplora.

Luego de un rato caminando, el grupo se encontró con las escaleras que daban al valle de las montañas y en el momento en que las comenzaron a bajar, el monje comenzó a responder la una de las preguntas de Karel, aunque sin contestar la mas curiosa de las dos. Cuando llegaron al ultimo escalón del valle, el monje explico que se debía cruzar por unos bosques para llegar finalmente al templo, lugar donde estaría el grial.

Mientras los viajeros recorrían el bosque, Karel pudo distinguir unos extraños gusanos gigantes en el suelo, aquello no le importaba tanto, pues solo eran simples bichos, no significaban nada para preocuparse, aunque no tardo es escuchar un grito que estuviera relacionado con aquellos insectos, el ladrón miro tras de el y se encontró con Elise, quien parecía haberse asustado ante aquellos extraños bichos, la joven parecía avergonzada ante aquello.

El grupo continuo su caminata en silencio hasta que Karel, de forma despreocupada, dirigió algunas palabras a Elise

-La cura debe estar donde nadie la busque, donde no sea fácil de encontrarla y que no caiga en manos equivocadas. Por eso está allí, en medio de lo que lo que son las fuerzas del mal-habló Frendel mientras se adentraban en el bosque

Habia un sendero que guiaba el camino, entre tan frondosos árboles. Comenzó a sentirse algo agotado, y se sentó a unlado del camino, haciendo seña de que los demás descansaran. Tomó de su fardo la cantimplora y bebió unos buenos tragos de agua. Se quitó el abrigo, y quedó solo en su tunica de monje.

-Bien... hemos hablado solo de este viaje, cuenten algo de sus vidas, aprovechen a conocerse un poco, no se cuando podrán tener una buena charla despues de que lleguemos al templo-sugirió con una leve sonrisa amisosa Frendel. Dejó la cantimplora a un lado, y buscó algunas frutas que comenzó a saborear con ganas. Hacia horas que no probaban bocado.
- ¿Cómo es que dos elfas de Sandorai estan por Lunargenta, y un hombre como tú Karel, en vez de estar trabajando para el rey?Tienes cara de ser alguien de llevar mucho peso. Lys, Elise, las damas primero, Hablen de sus viajes más extraodinarios-apremió y dió un buen mordisco a una manzana verde.

Pasó largo rato cuando terminaron de hablar, y volvieron a ponerse en marcha siguiendo el sendero que iba al Templo Oscuro.

Era cierto, habían pasado casi dos días y no habíamos hablado mucho entre nosotros. Quizás producto del agotamiento, no lo sabía, pero toda la situación cada vez me gustaba menos y hablar de mi pasado no me gustaba del todo. A Elise ya la conocía y ella, al menos algo, conocía de mí. Sin embargo de Karel nada sabía, no parecía mala gente pero las apariencias muchas veces engañan. A pesar de todo no me hallaba de ánimos de contar nada a nadie, no quería al menos hablar mucho de mi con alguien que aunque fuere sacerdote no dejaba de ser un extraño.

-Estaba de pasada simplemente - respondí a su duda de mi presencia por la ciudad, - volvía al sur en realidad, acompañé a una amiga al puerto pues partía hacia las islas, estuve una semana como mucho y cuando salía hacia el sur, pues en casi dos meses debía encontrarme con alguien ... me topé con ustedes. -dije sonriéndoles a todos.

Me hallaba de pie, no quería sentarme pero sí bebí un sorbo de agua, no mucha, solo lo suficiente para humedecer los labios que comenzaban a secarse. En el camino había recogido unos frutos secos amarronados que reconocí y las tenía en mi bolsillo, eran bastantes, por lo que las saqué y las repartí para todos, comí tres de las cinco que nos tocaban.

- Son aldren, no son muy sabrosas, pero si les ayudará... son bastante nutritivas - dije mientras se las repartía.  Las conocía bien y aunque no eran muy grandes tampoco si nos ayudarían a recuperar fuerzas pues eran las que acostumbrábamos a llevar en los largos viajes como complemento, pues no siempre encontrábamos buenos frutos. Cuando di su ración a Karel, su capucha se movió apenas y al sonreir amable al recibirlas me recordó fugazmente a la descripción que una amiga había hecho tiempo atrás de un hombre con el cual tuvo la fortuna o no de compartir un viaje en barco.

- Perdón - dije a Karel, sonreí y me acerqué para correrle la capucha para verlo mejor, entrecerré apenas los ojos intentando recordar algo que en realidad nunca había visto, pero me animé a preguntar, después de todo, si no era no pasaría nada grave. - ¿Conoces, de casualidad, a una joven llamada Ishira? -

El monje pronto dio la explicación del por que el grial estaba en un lugar tan lleno de energías negativas como lo era aquel extraño templo, para luego tomar un descanso para que los viajeros pudieran conocerse un poco, pues según el monje, pasaría algo de tiempo para que tuvieran alguna buena charla.

El monje se dirigió a sus acompañantes y pregunto a las elfas el por que estaban por Lunargenta y al ladrón el por que no prestaba sus habilidades para trabajar para el rey, ademas de decir que estos hablen sobre sus viajes como tema de conversación. Aunque claro, aquello acomplejaba un poco a Karel pues la mayoría de sus viajes tenían motivos que no eran para gente con moral alguna, pues en sus viejos viajes siempre recorría aerandir con el motivo de matar a alguien o robar, aunque claro, aquello ya había cambiado con el paso del tiempo, aunque solo tenia unas cuantas historias de sus viajes recientes.


Cuando llego su turno de hablar, solo le quedaba mentir, pues no pensaba decir su verdadero trabajo, pues aquello debía ser un secreto para cualquier persona.


Karel se sentó en el pasto y solo se limito a tomar un poco de agua pues no tenia hambre alguno, prefería comer cuando fuese de noche. De pronto una de las elfas, Lys, se acerco a Karel con una sonrisa para quitar su capucha, para luego preguntar sobre una joven llamada Ishira.


Cuando termino de contestar a la elfa, llego Elise, quien parecía querer estar lejos de los gusanos del lugar, por lo que Karel aprovecho de jugarle una pequeña broma aprovechándose de su aparente asco por aquellos bichos.


Luego de un rato de platica, el grupo volvió a ponerse en movimiento para continuar con su búsqueda del milagroso grial.

Emprendieron el viaje nuevamente, y casi al atardecer vieron que el espeso bosque desaparecía de a poco medida que llegaban al templo.

Al llegar a un terreno de piedra sólida, con estatuas de mármol blanco ubicadas de manera uniforme en todo el lugar, con plantas de hojas y flores blancas que rodeaban todo el templo. Una escalinata gigante se extendía a la puerta principal del efidicio.

Frendel miró el camino y dijo.
-Bien, es hora-y comenzó a subir ayudándose con el bastón.
Corria una pequeña brisa que les ayudó a tolerar el calor, ya que la escalinata no tenía sombras donde pudieran resguardarse del sol iba a ser extenuante subirlas, y tardarían un buen rato.

Al llegar arriba, la puerta doble se abrió en par sin que nadie lo hiciera, y despues de que entraran guiados por el monje, ésta se cerraria. Dentro se escuchaban voces y ecos, el ruido del agua al caer.

Era una sala inmensa, con columnas que sostenían la estructura, y en el medio había una fuente con runas grabadas y que el monje, al llegara ella, leyó en voz alta.
-Tres caminos, uno de ellos el de la salvación, los otros dos, el del infierno-al terminar de pronunciar estas, al fondo de la sala, se abieron tres puertas de madera doble, esperando a que ingresaran.

Frendel pensó unos momentos, sentándose en la fuente de piedra, donde habia una enrredadera blanca que la envolvía.
-En mis condiciones no podría soportar afrontar alguna prueba, será mejor que vayan ustedes, si es que aún desean ayudarme.Prometo que velaré por vuestra seguridad. Ustedes mejor que yo para esto-

- Tuve un encuentro con ella y te mencionó - respondí a Karel - al principio no me di cuenta pero recordé sus descripciones - sonreí, ella me lo había descrito en detalles en el único momento en que pudimos hablar en aquél barco.

Cuando llegamos a las puertas del templo estas se abrieron ante nosotros como si nos estuvieran esperando, sonidos de voces y agua correr llegaron a mí.

- ¿Hola? - pregunté en voz alta pero nada ni nadie respondió. Llegamos a una especie de fuente cubierta por plantas y al inicio de tres caminos diferentes y el monje, que acababa de sentarse nos indicó que debíamos elegir cada uno uno de ellos para continuar. - Bien - dije -  Iré por el medio... tengan cuidado - dije y les sonreí a los otros dos que compartirían mi suerte. -  Antes monje... ¿Qué debemos buscar o esperar ? - pregunté al monje, era bastante obvio que no iba a adentrarme en un lugar desconocido sin saber algo de antemano, después de todo él era el experto aquí. Acomodé mi daga en la cintura de forma de poder usarla rápidamente, moví mi cinto con mi espada en él por el mismo motivo y saqué una flecha, esa sería mi primer defensa.

El grupo finalmente llego a su destino, el templo el cual parecía estar rebosante de energías negativas, dentro de este, el monje les guió hacia un lugar donde el camino forzaba a una separación del grupo, y el monje, al no ser un guerrero no podía hacer nada mas que esperar, aunque lo peor era que al parecer solo un camino llevaría a la "salvación" mientras los otros dos llevarían al "infierno".

Los caminos parecían estar repartidos, por lo que el ladrón solo dijo unas palabras antes de comenzar a moverse



Todos parecían estar listos para recorrer sus diferentes caminos, aunque Lys espero un poco a la respuesta del monje para estar un poco mas informada de los peligros, Karel por el contrario, desenvaino su daga con la mano derecha para luego comenzar a caminar hacia el único camino que le quedaba, aunque sin antes decir algo.

Los tres caminos seguirían por un corto trecho, subirían unas escaleras caracol al piso superior, que daría a una puerta al subir al último peldaño.

Cada una llevaría a una habitación rectangular no muy grande, donde había una mesa de piedra en el medio, y alrededor, velas por doquier. La puerta se cerraría tras ellos.


En la mesa del cuarto donde entraría Lys, había tres copas y una hoja de pergamino escrita y un reloj de arena. Ésta decía: "El aroma de la vida, muerte, o ambos. La que elijas te llevará a su respectivo destino. Debes beber una antes que la arena termine de caer"

Las paredes laterales a la entrada, parecían venirse hacia ella. Debería apresurarse. La arena del reloj comenzó su caída. El tiempo corre.

Las sustancias tenían un tono verdoso, la primera tenía aroma dulce, la segunda, amarga, y la tercera, no tenía olor alguno.

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El cuarto donde estaba Elise, encontraría sobre la mesa una espada, y un pergamino, además de un reloj de arena. Éste decía.
"Comienza el duelo, debe acabar cuando la arena del reloj deje de caer"

Cuando terminara de leer, al llevar los ojos hacia la habitación de nuevo, aparecería una Elise nueva formada desde unas sombras, ella misma, una doble, con la misma espada. Se paró enfrente de ella preparada para atacar.
Ambas tendrían la misma fuerza, las mismas técnicas de pelea, los mismos movimientos.

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En la habitación donde estaba Karel, en cambio, había tres personas en el otro extremo del cuarto, atadas desde las manos, colgando desde el techo. Tenían mordazas y parecían muy maltratadas.
Delante de las tres, entre la mesa y ellos, una gran ballesta con tres flechas apuntando al pecho de cada víctima. Éstas pendían de solo una fina cuerda. Un hombre adulto, descuidado y con aspecto de ser vagabundo. Una joven mujer embarazada con aspecto de sufrir mucho. Y una niña de no más de diez años, con una vestimenta de seda.
En la mesa había un pergamino y una daga.
"Él es un violador; la joven embarazada, asesinaba a hombres para robarles dinero, y ahora padece una enfermedad incurable, que no salvará a su niño, y la niña es de la clase culta que maltrata a otros considerándoles inferiores. Solo uno podrá mantenerse con vida, si sobrepasas el tiempo que indica el reloj de arena, morirás"

Cuando Karel hubiera tomado la daga que se le ofrecía, debería cortar dos hilos de los tres que tensaban las flechas apuntando a sus víctimas. Si cortaba los tres hilos, sería lo mismo que si no cortara ninguna.

Un reloj de arena comenzó a andar, tenía 60 segundos. La arena parecía caer demasiado veloz. La mujer y el hombre forcejearon, sollozaban y miraban a Karel suplicante, la niña se mantenía inmutable.
El techo comenzó a hacer ruido de piedra al rozar con la pared, y podría ver como de a poco bajaba. Debería actuar rápido para detenerlo y no sucumbir.

Si el tiempo concluía y fallaba, el techo se uniría al suelo aplastando a todo ser u objeto en ese cuarto.