[CERRADO] Recreando los pasos. [Noche. Interpretativo - Ícaro Viltre]

Ébano hizo ¿una broma? Si, era la primera broma que le escuchaba. Normalmente era seria y reservada. Con lo que me sorprendió bastante el chiste. Reí irremediablemente.

Vale, de acuerdo. Pero necesito advertirte de que no tengo dinero- dije.- Lo siento pero mis únicas pertenencias son varias mudas para mi cuerpo humano.- dije antes de llegar a la posada. Era bastante grande, más de lo que me esperaba. La definición que me había dado la vampiresa sobre el lugar, todavía no se había cumplido a la perfección. Con lo que esperé a estar dentro.

El viaje me había resultado muy cansado. Pero aunque no dije nada creo que Ébano se dio cuenta. Por lo que dijo que quedaba poco. Según cómo me dijo la vampiresa que era la posada por dentro, dejé a Ébano que entrara primero, pero no hizo falta porque ella se adelantó.

Era bastante fría y húmeda. Me recordaba a mi antigua cueva, sólo que aquí había gente. El olor a alcohol era demasiado fuerte. Vi a varios hombre en una barra que había en una de las esquinas de la posada. Estaban sobrios, diciendo tonterías. Los que aún tenían conciencia de lo que decían se encontraban en la otra parte del primer piso de la posada. Sentados en lo que parecía un sillón hecho con la piel de un ciervo. Me parece que la cabeza del mismo ciervo la enmarcaron y la colgaron como a un trofeo en una de las paredes.

Me acerqué hasta Ébano.

-Y ¿ahora que?- dije esperando nuevas ordenes.

-Vale, de acuerdo. Pero necesito advertirte de que no tengo dinero. Lo siento pero mis únicas pertenencias son varias mudas para mi cuerpo humano.

-No te disculpes, es lo normal. Con el tiempo te irás haciendo de tus pertenencias. -le dijo Ébano a lo que el chico le había dicho referente a sus posesiones.

Llegaron a la posada más o menos a la hora que pensaba llegar la chica. En una hora y poco el amanecer despuntaría, precedido del presente alba. Entró precipitadamente, con el chico siguiéndola. Estaba todo igual que hacía unos días. Algo más frío, tal vez porque algunas de las antorchas no estaban funcionando y era bastante tarde.

A pesar de ello, no faltaba un grupo de hombres bebidos en un rincón, otros que llegaban desde las escaleras que venían del piso de arriba acompañados de chicas -probablemente ahora llegarían a sus casas... Ébano se lamentaba de aquellas mujeres atadas a una vida con un marido así- , y tampoco faltaban los típicos hombres con insomnio, u horario de sueño raro, apartados, charlando, jugando a cosas típicas...

El ambiente era el normal para aquella sala, para una posada, aunque echaba de menos un bardo.


-Y ¿ahora que? -le dijo el muchacho lobo.

Ébano se giró, le sonrió y se acercó a la barra.
-Buenas noches. -dijo dirigiéndose al tabernero- Mi amigo y yo queremos pasar la noche aquí. Una habitación con dos camas, por favor. Y comida, suban... pan, fruta, carne asada, quesos.. Pagaré bien. -le dijo con una sonrisa seductora.

-Está bien.. La única condición es no dar problemas, ni peleas, ni altercados. -dijo. Ébano asintió de acuerdo.

-Vamos, chico. Se dio la vuelta y siguió al tabernero que salía de detrás de la barra para indicarles qué habitación les había dado, en el primer piso. Ébano hizo una señal a Ícaro para que la siguiese.

-Aquí es. Tiene dos camas amplias, sábanas limpias, mesa, armario. Paños de lino y más sábanas dentro. El aseo es grande. Tened buen descanso, les subiré la comida en unos momentos.

-Gracias.. -dijo la chica entrando y cerrando la puerta. Dejó sus cosas sobre la mesa y se asomó a la ventana. Se quedó allí apoyada esperando a que subiese el hombre, para poder comer y descansar del tirón.

-Ahhh.. Qué pena... Quedan pocas horas de Luna, chico..

Ébano se asomó a la barra y pidió habitación. Después con una cara llena de seriedad firme, el que parecía ser el dueño de aquel lugar se dedicó a dirigirnos hacia nuestra habitación. Ébano subió siguiendo al hombre, y yo siguiéndola a ella. Dejemos atrás el primer piso. Una planta con bastante ruido. Los hombres borrachos de vez en cuando pegaban algún chillido. Aquella parte era todo lo contrario a la parte opuesta de la sala. Allí era donde la gente prefería quedarse sentado hablando con un hilo de voz, o leyendo alguna cosa, o mirando todo lo que pasaba a su alrededor.

Dejemos el ruido de la primera planta para invadirnos del silencio de la segunda. La escalera daba a un larguísimo pasillo. El hombre comenzó a recorrerlo. Nadie decía una palabra y yo no quería estropear aquel maravilloso silencio. El hombre frenó en seco, y Ébano hizo lo mismo. Yo en mi distracción casi me choco con la vampiresa. Nos encontrábamos frente a la que sería nuestra habitación.

El tabernero entró y nos dijo de aquellas cosas de las que disponíamos en aquella habitación. La habitación no destacaba por su grandaria a diferencia del baño. Más bien destacaba por ser la primera habitación en la que me alojaba. Vi a la chica dejar sus cosas en la mesa. Yo hice lo mismo pero en una de las camas. Ébano se asomó a la ventana, abriéndola y asomándose.

-Ahhh.. Qué pena... Quedan pocas horas de Luna, chico..- dijo. Yo me acerqué a ella. Y quedé hipnotizado por la hermosa luz que desprendía la luna. Dentro de poco se apagaría.

-¿Y esa preocupación por las horas que quedan de luna? Cuando pase el día tendrás muchas más- dije mientras me sentaba en la misma cama donde había dejado mis cosas.

Ébano notó al chico acercándose a ella. Pero se despegó y le preguntó:
-¿Y esa preocupación por las horas que quedan de luna? Cuando pase el día tendrás muchas más.

La vampiresa se giró y se apoyó de espaldas en la ventana, con los codos en el alfeizar. Miró alrededor. El lobo había dejado sus cosas en una cama, supuso que la que ocuparía él.

Le brindó una sonrisa al chico, algo cansada, y nostálgica.
-Hace mucho tiempo fui como tú, despreocupada, feliz.. Brillaba como el Sol. Echo de menos el Sol, me gusta la noche, la Luna, la dama blanca que siempre alumbra mis pasos.. Pero añoro otro tiempo. -Sacudió la cabeza, olvidando esos pensamientos y se centró en el momento- Bien. Cuando comamos, eres libre de hacer lo que sea. Puedes embarcar, dormir, salir por ahí.. Probablemente descansaré, tal vez incluso me de un baño.

No había terminado de hablar cuando el tabernero entró a la habitación con la comida que había pedido antes.
Ébano se acercó a la bandeja y la colocó en una mesa que había allí. Comió dos bocados de carne y cogió fruta.
-¿Tienes hambre? Coge lo que quieras, no voy a comer más..

Se apoyó de nuevo en la ventaba observando a la Luna esconderse poco a poco.. Comió allí, sintiéndose extraña.
Llevaba varios días rara... Se sentía demasiado nostálgica y triste. Había dejado caer su máscara demasiado tiempo. El encuentro con la familia del elfo fallecido y ahora con un lobo joven sin idea del mundo había hecho que recordase tiempos pasados, a sus hermanas jugando a orillas de la mar, a ella misma bañada por las olas, a su madre, a su padre... Algún día volvería a ellos, y les brindaría seguridad.. Aunque la despreciasen, aunque no la reconociesen.. Se lo debía.

Una lágrima silenciosa cayó por su mejilla, y la vampiresa se la quitó disimuladamente. Se volvió hacia el chico y se sento en una de las camas, se quitó las botas y cruzó las piernas.

-¿Al alba, en el puerto, te parece bien?

(Off: calculo que quedan pocos post para este rol, ícarus xD te lo digo por si te quieres ir pensando qué harás después :3)

El tabernero había dejado una bandeja con bastante comida, de muchos tipos. Habían demasiados alimentos para solo nosotros dos. Ébano mordisqueó un poco un trozo de carne y cogió una pieza de fruta, para volver a su sitio en la ventana para seguir añorando los tiempos que me contó. Yo solo cogí una manzana que me llamó mi apetito. Me la comí mientras me acercaba a ella. Me la terminé, en esos dias no sé porque no tenía mucho apetito.

Me acerqué a Ébano por detrás lo suficiente como para ver por el poco espacio de ventana que dejaba poder ver la lumbrera ponerse.

-No te preocupes, si estas pasando por un temporal. Seguro que vendrán tiempos tan felices que harán olvidar todo lo malo que pasaste- dije sonriente -O por lo menos eso decía mi abuelo

Pude ver como a la vampiresa se le escapaba una lagrima, y la quitó con un suave movimiento de mano. A nadie le gusta que le vena llorar, así que hice como si no hubiera visto nada. En cierta manera la vi triste, supuse que echaba mucho de menos aquel tiempo. Pero aunque era imposible volver a esos recuerdos, si que era posible alcanzar un tiempo aún más feliz.

La chica dijo que al alba era necesario que estuviéramos en el puerto. Creo que dio por hecho que saldría a dar un paseo. Para mí, el paseo ya estaba hecho. Había salido de la cueva y eso me bastaba.

-No pienso salir a dar un paseo. Con estar lejos de esa húmeda cueva me basta- dije con un tono bormeante.- Además, no quiero dejaste sola. Sé que nos queda poco tiempo antes de separarnos, y me gustaría aprovechar el poco tiempo de compañía que me queda- dije.

Me volví a acercar a ella. Esta vez me acerqué un poco más con tal de poder ver la luna entera yéndose.
-
-No quiero volver a estar solo- dije seriamente.

-No te preocupes, si estas pasando por un temporal. Seguro que vendrán tiempos tan felices que harán olvidar todo lo malo que pasaste- O por lo menos eso decía mi abuelo.

Escuchó lo que dijo cuando ella mencionó su vida pasada, pero no le volvió a contestar. No quería embarcar en una conversación que la pusiese más triste aún. Esos accesos de tristeza que a veces la azotaban... Odiaba esos momentos.. Solo resquebrajaban el alto muro que construyó para el mundo y con ello, la búsqueda de su familia.

Cuando se había girado hacia el chico y le había comentado la hora a la que esperaba partir, lo hizo con una renovada sonrisa, mas, sin expresión en la mirada. No tenía más fuerzas por ese día para fingir más.
-No pienso salir a dar un paseo. Con estar lejos de esa húmeda cueva me basta. Además, no quiero dejarte sola. Sé que nos queda poco tiempo antes de separarnos, y me gustaría aprovechar el poco tiempo de compañía que me queda.

La vampiresa guardó silencio; le sintió al acercarse.

-No quiero volver a estar solo.

Tras unos largos segundos de espera, giró la cabeza para poder verle de lado. Contemplaba la Luna, como ella.
-Impone, ¿eh? -le dijo sonriendole- Chico, la soledad no es algo malo. Solo lo es si tú lo conviertes en ello. Además.. Para eso has salido, ¿no? Para buscar una manada.. Busca, allá donde vayas, indaga, busca tu lugar en el mundo. Es un privilegio. -le guiñó un ojo amablemente y su expresión cambió hacia la fingida arrogancia, bromeada- ¡Y oye! Se supone que sé cuidarme sola.. ¿Qué te hace pensar que no, chico? -se giró de espaldas para observarlo mejor y se fue a la otra cama.

La Luna se había puesto del todo, y en poco tiempo, tendría que ir a cerrar las ventanas.

Después de un pequeño discurso de la vampiresa sobre si es buena o mala la soledad, pudimos ver ambos como la luna terminaba de esconderse. La señora luna, reina galante de la noche había terminado su trayecto por el estrellado cielo. Mientras el sol se abría camino por entre el cielo nocturno. Por supuesto antes de que los primeros rayos de sol salieran a la vista yo ya había cerrado todas las ventanas de la habitación, y la única ventana que tenía el baño. Haciéndole así un gran favor a la vampiresa.

La habitación se habría quedado completamente oscura si no lo hubiera previsto y encendido unos candiles que alumbraran escasamente la habitación. Esa oscuridad me recordaba a la de la cueva, así que en cierta manera me sentía como en casa. Me acordé de que Ébano me había dicho que seguramente se daría un baño. Con lo que decidí darle ese tiempo para ella sola. A pesar de que me negaba a dejarla sola todo el día.

-Bueno, te dejaré un tiempo sola para que hagas lo que quieras, como bañarte... Yo mientras bajaré la bandeja de comida y me quedaré un poco por ahí. Así que volveré dentro de un rato- dije. E inmediatamente cogí la bandeja que nos había traído el tabernero y salí por la puerta de madera.

Bajé por el pasillo que dio a las escaleras que a su vez me dio paso al vestíbulo.Me acerqué a la barra donde aún había algún que otro borracho y dejé la bandeja todavía llena. No sabía que hacer así que salí a la parte de atrás de la posada. Allí donde había una especie de patio trasero y, en medio un pozo antiguo. Me senté en el borde del pozo y me sumergí en mis pensamientos. Pasaron segundos que crearon minutos que a su vez hicieron pasar horas. El sol se puso, y cuando me di cuenta ya se había hecho de noche.

Pensando en que hacer cuando llegara a las islas, me olvidé del tiempo, y, sin querer había hecho lo que no quería. Dejar sola a Ébano. Subí inmediatamente a la habitación .Todo seguía oscuro. Los candiles se estaban apagando.

-Ya se a puesto el sol. ¿Salimos ya?- dije a Ébano, la cual debido a la poca luz que había en la habitación no pude ver bien.

La vampiresa permaneció sentada en la cama. No tuvo que moverse, el chico intuyó lo que ocurriría y cerró todos los postigos a tiempo. Encendió unos candiles y los puso en lugares de la habitación, aunque quedaban en penumbra.

-Gracias, chico.. Sé que la oscuridad puede resultar molesta.

-Bueno, te dejaré un tiempo sola para que hagas lo que quieras, como bañarte... Yo mientras bajaré la bandeja de comida y me quedaré un poco por ahí. Así que volveré dentro de un rato.

La chica asintió con la cabeza y le vio desaparecer por la puerta con la bandeja de comida. Se levantó de la cama, se comió un par de granos de uva de los que le quedaban y se metió al baño. Llenó de agua caliente la bañera y se desprendió de sus ropas. Permaneció allí dentro lo que le parecieron milenios.. Aunque sabía por las piel sin arrugar que no había sido tanto tiempo.

Salió de la bañera y se envolvió en los paños de lino que había en el aseo, y con las mismas, se tumbó en una de las camas y concilió el sueño.. Profundo, tranquilo, como hacía tiempo que no tenía. El baño era un gran incentivo para dormir...

El olor del lobo subiendo las escaleras, y sus pisadas la despertaron más tarde. Las velas estaban casi apagadas cuando entró en el cuarto de nuevo.

-Ya se a puesto el sol. ¿Salimos ya? -le dijo el chico.

Ébano se incorporó en la cama y se sentó.
-Sí que tienes prisa, chico -dijo riendo- ¿No quieres comer nada antes de salir? ¿Cómo ha ido?

--Sí que tienes prisa, chico¿No quieres comer nada antes de salir? ¿Cómo ha ido?- dijo riendo. Se encontraba en su cama, envuelta entre lo que parecían unas telas de lino fino. Sentí mucha vergüenza. Pero me acordé de lo que me dijo nada más conocerla: nunca dejara reflejar en mi cara lo que de verdad sentía, podrían utilizarlo en mi contra. Y lo pude en práctica. Intenté parecer lo más natural posible mientras me acercaba a la ventana y las abría de par en par.

-Me ha ido bien. He estado todo el día solo pensando en qué hacer con mi vida.- dije de espaldas a ella-Supongo que el nervio por comenzar una nueva vida me quita el apetito.Además aún hay que buscar un barco en el que zarpar, así que creo que será mejor salir lo antes posible por si tenemos que esperar para encontrar transporte. No quiero que en ese tiempo que estemos esperando nos pille el sol de sorpresa.- dije riendo.

Recogí mis cosas, que habían pasado la noche en lo alto de la mesa de madera cuyas patas apenas se sostenían en pie, y me coloqué delante de Ébano. Aún seguía sintiendo vergüenza pero mantenía mi estado neutral. Me mantuve enfrente de ella unos instantes y me acerqué a la ventana.

La luna estaba en el mismo sitio donde se encontraba cuando conocí a Ébano. Pero aquella noche estaba deslumbrante y redonda. Hoy se encontraba igual de luminosa, pero más minúscula. Los grillos comenzaron a cantar una melodiosa sintonía. Cada nota encajaba perfectamente en su sitio. Los insectos cantaban alegremente desde su escondite allá, por donde estuvieran.

Me giré y me apoyé en el alfeizar miranndo fijamente a la chica.

-Supongo que no pensarás viajar con las telas de lino- dije bromeante.

-Me ha ido bien. He estado todo el día solo pensando en qué hacer con mi vida. Supongo que el nervio por comenzar una nueva vida me quita el apetito. Además aún hay que buscar un barco en el que zarpar, así que creo que será mejor salir lo antes posible por si tenemos que esperar para encontrar transporte. No quiero que en ese tiempo que estemos esperando nos pille el sol de sorpresa.

Ébano sonrió al chico y le observó mientras abría las ventanas.

La luz clara de la Luna bañó la habitación, inundando la piel de la chica que entrecerró un poco los ojos.
El aire al abrir la ventana apagó dos de las cuatro velas, y la chica lanzó un suspiro. Adoraba la Luna.. Se había convertido en su compañera de viajes más fiel todos aquellos años..

El chico fue recogiendo sus cosas, sin mirarla demsiado. "¿Tendrá algún motivo..? Tal vez por andar medio vestida.." pensó la chica. A menudo no prestaba atención a aquel detalle. Hacía mucho que había abandonado el concepto de desnudez del resto. Para ella, andar sin ropa no era ir desnuda.. Desnudarse era abrir el alma, y con aquello, sí que tenía mucho cuidado..

Se quedó delante de ella unos momentos, y luego se fue hacia la ventana apoyandose en el alfeizar y mirandola. Ahí, dijo:
-Supongo que no pensarás viajar con las telas de lino. -dijo con una.. ¿Broma? Aquello la extrañó. Pensaba que el chico sentiría vergüenza.

Ébano suspiró y tumbó la espalda en la cama:
-Ahhhh.. pero esto es tan cómodo.. -rodó hacia abajo de la cama y se puso en pie. Mirando fijamente al chico y en parte para ver su firmeza de espíritu, se desprendió de las telas sin pudor alguno y con naturalidad, pasó delante de él con lentitud y fue hasta su ropa. Se enfundió los pantalones de cuero ceñidos y abrochó los cordones. Se puso las botas, y la camisa oscura. Dejó sus cosas listas y se acercó a él colocandose el corpiño, lo miró fijamente y se giró, dandole la espalda y ladeandose el pelo.
-¿Me ayudas?

Me hizo gracia la manera con la que rodó hacia abajo de la cama. Lo que vino después me sorprendió muchísimo. Ébano con toda la naturalidad del mundo se desprendió de las telas de lino, quedando completamente desnuda. Pasó con una parsimonia impresionante frente a mi. Hubo un momento en el que creía que la vampiresa pensaba que estaba vestida y no de daba cuenta de su desnudez. Pero este pensamiento mio se fugó al ver como, con su constante tranquilidad, la chica se vestía. Unos pantalones de cuero ceñidos, unas botas, una camisa negra, y por último el corpiño. La chica se me acercó y me pidió ayuda, tal como lo hizo hacía unos días, cuando partimos de la cueva.

La luz de la luna bañaba su piel pálida, y su pelo, echado a un lado, lucia su color. Le até los cordones del corpiño, aún manteniendo mi posición neutral. Aún mantenía la coraza de neutralidad que había creado., pero había algo de lo que si se daba cuenta Ébano podría echar a perder aquel escudo. Estaba temblando. Nunca había estado frente a una chica desnuda, y , aunque ya se había vestido todavía la sorpresa de lo que hizo se mantenía en mi cuerpo.

Intenté hablar, pero pude predecir que mi voz saldría temblorosa, y no me debía de extrañar.

-¿Ya estas lista?- dije - Tú dirás el camino, eres la que conoce por dónde hay que ir

La chica era atractiva y sabía cómo usar sus armas, así que había que tener cuidado con ella. Yo no, ya me había mostrado que no me haría nada, pero cualquiera que se pusiera en su contra tendría un temible adversario al que enfrentarse. Me separé rápidamente de ella y me acerqué a la puerta. Después de lo que había hecho sé que sería capaz de hacer cualquier cosa, y prefería estar atento a todos sus movimientos.

El chico ató el corpiño de Ébano, pero emanaba tensión, cada poro de su piel chillaba nerviosismo.

Ébano sonrió de medio lado aún de espaldas y sacudió el pelo que cayó a su espalda de nuevo, cuando el chico hubo terminado. Sin embargo, se separó de ella con mucha brusquedad y se fue hasta la puerta; y había cogido sus cosas.

-¿Ya estas lista? Tú dirás el camino, eres la que conoce por dónde hay que ir. -Ébano alzó una ceja, inquisitiva ante su corportamiento.

Se echó la cinta de la faltriquera al hombro y se cruzó de brazos mirándolo fijamente. Caminó hacia él mientras decía:
-Sí... Parece que soy la que más sabe de los dos aquí.. -dijo en voz alta, aunque en parte para sí misma, a modo irónico.

Se situó justo al salir de la habitación, en el pasillo, vuelta hacia él e inspiró aire, alzó la barbilla, y esperó a que cerrase la puerta.

-Cualquiera diría que tienes miedo, chico. ¿Qué es lo que pasa? -dijo mientras indicaba con la cabeza que debían ir pasillo a bajo, esperando a que él pasase.

Dijo algo en un hilo de voz, más parecido un pensamiento que sin querer dijo en voz alta. Algo como que ciertamente era ella la que más sabia de los dos. No rechisté porque sabia que era verdad. Salió y me esperó a le entrada de la habitación, o en este caso la salida. Hizo un gesto como que me cerrara la puerta y me adelantara. Pero no sin antes hacerme una pregunta.

-¿Miedo?Pues tengo miedo a muchas cosas- dije con una sonrisa intentando dar una respuesta lo más amplia posible. No quería responder lo que ella quería. Me ponía ella nervioso.

Salí y eché un último vistazo a la habitación, como una forma de despedirme. Cerré la puerta con la llave que nos dejó el tabernero, la cual había pasado todo el día en la mesa. Allí inerte, observando cada uno de nuestros movimientos. Miré a Ébano y le sonreí.Posteriormente bajé a la primera planta y me dirigí a la barra donde de nuevo se encontraban los borrachos de la pasada noche. Parecía que iban allí todas las noches para beber, ya sea por diversión o por olvidar problemas de la vida diaria.

Luego salí al exterior. La noche era calurosa, pero de vez en cuando se paseaba una ráfaga que refrescaba. Acariciando la piel de todo aquel que la sintiera, como llamándola hacía un lugar desconocido. Esperaba a la vampiresa, mientras, me entretuve mirando a la luna. En esos días en los que estaba con Ébano, se había convertido en la única lumbrera que alumbraba mis pasos, como a la vampiresa. Con la única diferencia de que conmigo no sería eternamente.

Volvió a correr una ráfaga de viento. esta vez más fría de lo normal. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Comenzaba a hacer frío. Y yo lo sentía. Así que saqué de mi única bolsa de viaje una capa negra como la noche que hacía. Me la puse y me coloqué la capucha. Yo mismo me snetía como la llamada Parca. Sólo me faltaba la guadaña. Esta comparación hizo que saliera de mi una carcajada abierta.

-¿Miedo? Pues tengo miedo a muchas cosas.

Ébano emitió una suave risa gutural y le observó mientras cerraba la habitación.
El chico pasó por el lado de ella mientras le decía: -Sí.. Es evidente, chico.

Le lanzó una mirada acusadora, divirtiéndose interiormente, y bajó detrás de él. Observó cómo recorría la sala, que al parecer, nunca descansaba de su flujo continuo de clientes.

El chico salió sin mediar palabra. Ébano alzó una ceja y se acercó a la barra.

-Una noche, comida... -dijo depositando dinero sobre la barra- Y fruta, para el camino. Gracias.. -dijo mientras el tabernero asentía. Poco antes de que se retirase cogiendo el dinero, ella le dijo- -¡Ah! Y póngame algo fuerte. Traiga la botella.

Ébano pagó lo que le trajo el hombre, recogió el cambio y se dio la vuelta. Suspiró y caminó con fuerza hacia fuera.
El chico estaba fuera... ¿Riendo?

-De qué ríes.. Haces demasiado ruido.

Pasó por su lado, y varios metros por delante de él volvió la cabeza alzando una ceja inquisitivamente.

-¿Y bien? ¿Vamos...?

Ébano al verme se quedó algo extrañada. Me dijo que hacía demasiado ruido. Después me adelantó.Volvió la cabeza para mirarme y incitarme a retornar al viaje.Con una pequeña carrera me iguale a su nivel.

-¿Puedo saber cuánto camino nos queda?- pregunté más para sacar algún tema que por curiosidad. Me quité la capucha, dejando ver mi rostro.

Miré hacia el horizonte, y, quitando los misterios que ocultaba la noche, el camino que alcanzaba a ver mis ojos seguía recto. Se perdía junto con la noche, sin poder ver el fin del viaje. Pude oler. El olor me resultaba familiar.Era similar al de la barra que había en la posada. Pude oler que Ébano llevaba una botella, y por cómo olía, debía ser de las más fuertes que tenía el tabernero.

-¿Por qué has comprado esa botella?¿No pensarás acabar el viaje borracha?- dije bromeante con una sonrisa en mi boca. Aunque también algo molesto debido a que el olor era algo fuerte que me desconcentraba y me alejaba de mis pensamientos

Pude, además, escuchar el llanto de un búho, que cantaba alegremente sediento de noche. Hambriento lógicamente ya que eran unos animales que cazaba de noche. El cazador nocturno merodeaba, saltando de rama en rama buscando algo que llevarse a la boca.

Miré a Ébano y sonreí. Le estaba muy agradecido el haberla conocido y que me hubiera sacado de aquella cueva.

Echó a caminar y el chico la siguió hasta ponerse a su altura y caminó a su lado.
Ébano miraba al frente, aspiraba el aroma de la noche.

-¿Puedo saber cuánto camino nos queda?

-¿Cuánto camino..? ¿Quieres llegar, eh, chico? -dijo sonriente mirandolo- ¿Tan desagradable soy? -dijo bromeando. -He oído por la taberna que un barco zarpa a media noche. Tenemos dos horas.

Destapó la botella y olisqueó. Bebió varios largos tragos y cerró los ojos sintiendo cómo abrasaba su garganta. Abrió los ojos de golpe para mirar a los del chico, que le preguntaba:

-¿Por qué has comprado esa botella?¿No pensarás acabar el viaje borracha?

-¿Y si así fuese? -dijo riendo- ¿Te preocupa que me emborrache y tengas que arrastrarme? ¿Es eso? -dijo la vampiresa.

Guardó silencio unos minutos y le ofreció la botella. La brisa mecía las copas de los árboles que bordeaban el camino que ellos seguían. De cuando en cuando, un carruaje pasaba por el camino, y caminantes a pie realizaban su viaje. Ébano esperaba no ser vistos, no le apetecía perder tiempo, y tal y como le había dicho al chico, tenían dos horas, les bastaría con una para llegar a pie, pero tenian que localizar el barco..


Y tras la caminata hacia el muelle, por fin se abría el camino en una explanada de tierra, que se iba convirtiendo en un gran paseo de madera junto a la mar donde estaban atracados algunos barcos.
Ébano miró al chico indicándole que la siguiese y llegó hasta uno de ellos. Habló con el capataz. Un hombre muy alto y corpulento con pelo y bigote oscuros y poblado, que fumaba una pipa.
La chica le explicó que necesitaban pasaje a las islas, y que no darían problemas... La prueba estaba que era una vampiresa y un lobo que no se habían matado aún, además, el lobo era muy joven aún.

El hombre asintió tras unos minutos de convicción, y Ébano indicó al chico que subiese al navío. Pagó la mitad de su viaje, y la otra mitad, a la vuelta.

Esperaba un viaje tranquilo....



Off rol: Ícarus, salgo del tema porque necesito el hueco y esto estaba ya prácticamente terminado >.< Postea si quieres y le decimos a Mel que lo cierre. Ha estado bien, por mi parte no rolearé el viaje y ya veré cómo engancho la llegada a otro tema.. ¡Suerte!

Después de una corta conversación hubo un larguísimo silencio. Ninguno de los dos decía nada, ni tenía intención de hacerlo. La noche pasaba. Los animales se encontraban en su madriguera, encadenados por el sueño que les impedía poder brincar por el bosque que rodeaba el camino que cruzábamos. Los minutos parecía reírse de nosotros, ya que el tiempo pasaba volando. Quizá cada uno ensimismado en sus pensamientos estuviera esperando a que el otro dijera algo. Pero no ocurrió.

Poco a poco nos acercamos a nuestro objetivo, el puerto. Había mucha gente, bajándose y subiéndose del barco, con nuevos objetivos y metas que alcanzar. Ébano se acercó a un hombre alto, corpulento y con un poblado bigote. Tenía pinta de mandar algo más que todos los presentes ahí. La vampiresa le dijo algo que no logré escuchar gracias al barullo que la gente hacía crecer. Me hizo una señal, y yo subí al barco. El navío se mecía a causa de las olas que lo azotaban

Ahí estábamos. Cada uno cumpliendo su objetivo. Había mucha gente en el barco, tanta que acabé agobiado. Habían personas de todo tipo, y una gran variedad de olores. En algún momento casi pierdo a Ébano de vista, pero seguía su rastro que, junto con el olor de la botella que compró en la posada, no me dejaba dudas de que era ella.

Ahora sólo era cuestión de tiempo. Sólo era cuestión de horas de que Ébano y yo nos separáramos a seguir cada uno su camino. Como bien sabía que debía ocurrir me preparaba para mi nuevo viaje.