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Mensaje  Nana Miér Mar 18 2015, 22:29

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       El día trascurrió en la aldea tal y como lo hacía a menudo; algunos pequeños barcos habían desembarcado en Ulmer en busca de cobijo y algo de comer, barcos procedentes de Lunargenta y Dundarak, ciudades con las que Ulmer tenía una estrecha relación gracias al comercio que se generaba a través de la vía marítima. Sin duda Nana había posicionado perfectamente aquella aldea y cada gota de sudor se estaba viendo recompensada poco a poco. Las tabernas a la hora de cenar estaban a rebosar de familias celebrando un día más en el regocijo de la paz que la comunidad les ofrecía, la actividad en la aldea poco a poco se tranquilizaba, las madres acostaban a sus hijos, los tendederos cerraban sus tiendas, los herreros apagaban sus forjas, dejando a la intemperie las ascuas que poco a poco se apagaban por la humedad de la noche. El cielo se tiñó de púrpura ocultándose el sol tras las copas de los altos árboles de los reinos del Este. No obstante el ambiente en la calle no menguaba, la gente iba de aquí para allá, de la taberna a casa, se reunían unos con otros y hablaban, amontonándose poco a poco frente al gran salón. 

La gran plaza frente al gran salón de los compañeros se había animado bastante, algunos vendedores ambulantes aprovechaban los consejos para vender algunos de sus artículos; ropa, enseres, comida, armas... La noche se acababa de cernir sobre la aldea y el último comercio había cerrado por fin sus puerta cuando chirrió por fin la puerta del gran salón, dejando salir la luz de las velas y las antorchas que iluminaban su interior. Alec salió para encajar ambas puertas para evitar que se cerraran, Hera acunaba al bebé sentada en uno de los bancos que habían dispuestos al rededor de la silla central de madera tallada revestida de diferentes pieles de yak y otras especies no autóctonas de la zona que la misma Nana había cazado, un trono digno de cualquier conde o jarl humano, pero ellos no eran humanos. Rose había dispuesto los barriles de cerveza y aguamiel  estratégicamente para que cada uno se sirviera lo que quisiera a la entrada y ahora se sentaba remangándose el faldón al lado izquierdo de Hera, justo a la derecha de la silla de la líder. Alec entró el primero, tras de él, Leo y el sacerdote , Leo se sentó en los bancos de la izquierda, seguido de Alec, que había parado para servirse un cuerno de aguamiel, y se sentó al lado de su mujer. 

El gran salón estaba a rebosar,  mientras, Nana terminaba de vestirse tras las puertas de su cuarto, ya podía escuchar el gentío y el chirriar de la madera a cada paso, no estaba nerviosa, no solía estarlo. Se había vestido con uno de aquellos vestidos que Rose le había cosido expresamente para ella, algo cómodo pero digno de alguien como ella, un vestido marrón ceñido que terminaba en un nudo en el cuello donde se ataba al cuello. Pese a la opinión de su consejera en asuntos de estilismo, a Nana no le gustaba llevar trajes ostentosos que la hicieran sentirse fuera de lugar, siempre tenía que recordar a Rose que ella no era una humana, y que no pretendía ser como los nobles de Lunargenta, que ella era y sería parte de su pueblo pese a sentarse en una silla revestida de pieles. Y así había sido hasta el momento. Se negaba a ponerse joyas, había accedido a ponerse alguna capa en momentos puntuales, como visitas a ciudades como Dundarak o Lunargenta. 

Brendarid había salido hacía unas horas a buscar a aquel brujo que había traído, esperaba que aún estuviera vivo. Ya había llegado la hora de salir y comenzar el consejo. Nana se terminón de poner las botas y suspiró, se había recogido el pelo que le caía a los lados de la cara en varias trenzas uniéndolas al final en una sola, tal y como le había enseñado Rose, incluso se había pintado los ojos con carboncillo. Tomó aire y se plantó frente a la puerta de madera que la separaba de su pueblo, iba a ser una noche muy larga. 

La puerta se abrió y todo el mundo se giró hacia ella abriéndole paso hasta la tarima donde ya le esperaban todos los compañeros sentados en sus asientos. Nana se sentó en la gran silla que coronaba la sala. 
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-Que dé comienzo el consejo. -Anunció la líder con una fuerte palmada y se inclinó levemente hacia Alec, su consejero. -Que pasen primero las peticiones, luego los juicios, y por último las votaciones... -Le dijo en voz baja y este asintió, poniéndose en pie. 

-Las peticiones que alcen la mano. -Anunció entre el sepulcral silencio que se había formado en la sala. Se alzaron tres manos, una mujer, dos hombres y un anciano se pusieron en primera fila. Nana los miró a los tres y asintió, aunque solía atender las peticiones de primera mano, en la calle, había gente que prefería hacerlo así, de manera más pública. Nana hizo un ademán con la mano al primero de los hombres que dio un paso al frente. Hizo un ademán de arrodillarse pero en seguida Nana negó con la cabeza, mensaje que entendió a la perfección. 

-Mi nombre es Guntar, mi señora, quería pedir un trozo de parcela al lado del huerto que me fue asignado por usted, porque ya somos siete en casa y con lo que nos da el huerto no tenemos para comer... -El hombre agachó la mirada, avergonzado. 

Nana alzó una ceja, sorprendida, había elaborado ella misma los censos con ayuda de sus consejeros y no recordaba a nadie que tuviera siete hijos. Siquiera recordaba a siete personas con el mismo apellido. 
-Dime Guntar, ¿Son los siete hijos tuyos?. -Preguntó la líder con mucha curiosidad revisando el papel donde se formalizaba la petición de Guntar. 

-No mi señora, viven en mi casa, tres son mis hijos, más mi mujer, el resto, hijos de mi hermano que falleció hace tres semanas en una de las razias hacia el territorio de la manada. -Nana miró a los ojos a aquel hombre, que parecía afligido por la pérdida como cualquiera lo estaría por algún ser querido, era un hombre de mediana edad a quien recordaba había visto trabajar en la forja recientemente. 

-Que den una parcela de cultivo y otra de ganado a este hombre, y procuren trabajo a él y a su mujer, así como a cualquiera de sus hijos que esté en edad de trabajar, y una plaza a cada uno de ellos en la escuela que, esperemos, abra el sacerdote. -Le dijo a Alec que asintió y le hizo un ademán a Leo, que estaba escribiendo cada una de las palabras que había dictado la líder, no por ninguna razón en particular, sino porque era él quien tenía la letra más bonita. -¿Algo más? -Preguntó al hombre al que se la había dibujado una sonrisa de oreja a oreja. 

-Eso es todo, estaré en eterna deuda con usted. -Agradeció el hombre agachando la cabeza en señal de respeto y volvió a perderse entre la multitud fundiéndose en un fuerte abrazo con su mujer, la cual también estaba presente. 

Alec miró al siguiente que inmediatamente dio un paso al frente. Era un joven, no habría mucho tiempo que había dejado de ser un niño, con el semblante serio, parecía nervioso, o impaciente... -¿En qué te puedo ayudar...? -Le preguntó Nana al ver que él no mediaba palabra, como esperando a que ella le diera pie a hacerlo. 

-Mi nombre es Asbjorn, hijo de Bjorn, el oso. -Apuntó el chico con unas palabras llenas de orgullo. 
Nana lo miró de arriba abajo, conocía a su padre, sin duda uno de los mejores comandantes de su reducido pero efectivo ejército, había servido al mismísimo rey de Lunargenta antes de unirse a las filas licántropas de Ulmer. Nana asintió, dándole paso a que diera su petición. 

-Me gustaría unirme a vuestra guardia. -Sentenció el chico, que permanecía impasible, rígido como una piedra en su sitio, con la barbilla bien alta y los ojos posados sobre la loba. 

-¿Y qué piensa tu padre y tu madre de eso? -Preguntó Nana apoyando todo su peso sobre su codo que reposaba en el brazo derecho de la silla. -Porque conociendo a tu padre... No creo que le haga especial ilusión. -Tras decir esto buscó entre la gente al padre del chico, que estaba no muy lejos de allí, apoyado en uno de los barriles de hidromiel, este asintió con la cabeza, aunque no muy convencido. 

-... No lo saben, mi señora. -Por fin perdió aquella postura hierática en la que se había mantenido todo aquel tiempo, ahora titubeaba. Abrió la boca para decir algo más, pero Nana no le dejó acabar. 

-Está bien, estarás bajo prueba de dos semanas y si tu conducta es digna de mi guardia, serás aceptado. -Nana miró a Leo para que constara por escrito y luego miró al chico que asintió con la cabeza. 

-Muchísimas gracias mi señora, juro servirle y servir al pueblo con mi honor y con mi vida. -Dijo con su brazo derecho sobre el corazón y agachó la cabeza como había hecho el primer hombre. Nana lo siguió con la vista, su padre se abrió paso entre la gente hasta él y con aquel semblante serio e impasible que caracterizaba a Bjorn, le dio un fuerte abrazo a su hijo. 

El anciano y la joven dieron un paso al frente al ver que por descarte, era su turno. La joven de cabello largo y castaño cenizo, el anciano de ojos grisáceos, casi blancos, parecía invidente, miraba a la nada, y se apoyaba sobre su bastón. 

-Mi señora, somos Eris y este es Gadrik, mi abuelo. -Se presentó la muchacha señalando a su abuelo, que efectivamente, era invidente. Nana enseguida reconoció a la mujer, había conocido también a su padre, un fiero combatiente que antaño perteneció a las primeras filas de la manada, y que había ayudado a fortificar con empalizadas la aldea, y ahora era uno de los espías de Nana en territorio de la manada. -Quería pedirle trabajo y ayuda para cuidar a mi abuelo enfermo, desde que mi padre se fue al territorio de la manada no he podido trabajar ni conseguir dinero, y he tenido que vivir de la caridad de los vecinos. -Explicaba la joven avergonzada. 

-No te preocupes, no os faltará de nada,  ni a ti, ni a tu abuelo.-Apuntó Nana y se incorporó poniendo ambas manos en los brazos de la silla. -Tú irás a trabajar como lo habías estado haciendo hasta ahora, mientras que tu abuelo podrá quedarse en una de las casas de niños huérfanos, donde también trabajará. -Un rumor se expandió por todo el gran salón, la gente miraba de manera extraña a la loba, y Eris frunció el ceño. Alec miró a Nana, ¿Hacer trabajar a un viejo? Estaba loca. -... Seguro que tu abuelo tiene infinitas historias que contar a los más pequeños. -Nana sonrió ámpliamente mirando a la muchacha y luego miró a Alec que soltó un gran suspiro. Finalizó así la tensión que se había creado aquellos segundos. 

-Muchísimas gracias mi señora. Así lo haremos. -Apuntó la chica con una gran sonrisa, al igual que el anciano. La gente sonreía frente al malentendido que acababa de ocurrir. Si bien Nana sabía que había que cuidar de los ancianos, también sabía que estos lo que más odiaban era sentirse inútiles sin trabajo, cargas para la familia, de esta manera conseguir una ocupación para aquel anciano había sido una ayuda para su nieta, y para él mismo. 

-Alcen la mano las denuncias. -Dijo Alec levantándose de la silla de nuevo. Los juicios, al igual que las peticiones, se atendían a diario en el gran salón o en la calle, nadie alzó la mano. Era obvio, pues las leyes aún no estaban del todo dictadas pese a que ya se estaban redactando todos en un gran libro que Leo estaba encargado de redactar. -... Pasemos a las votaciones pues. -Alec miró a Nana e hizo un ademán con la cabeza para dejar hablar a Nana. 

Nana se levantó de la silla y se acomodó el pelo. Era la hora de votar qué hacían con el brujo, pero primero, había que dejarle hablar. 

-Pueblo... Ayer llegó un extraño, no de los que acostumbramos a ver por estas tierras, pues no era ni humano ni dragón, ni mucho menos licántropo. -Informó, y se creó un rumor generalizado. -Era un brujo. -Dijo y la gente la miraba con extrema curiosidad. -Llegó a nuestras tierras con la finalidad de ayudarnos con nuestra meta de acabar con la hegemonía de la manada y ayudarnos a construir una paz duradera entre todas las razas con las que habitamos. -Nana hizo una pequeña iintroducción a lo que Brendarid le había explicado sobre el brujo el día anterior. -Pero todo esto será mejor que lo explique él mismo. -Anunció Nana y buscó con la vista a Brendarid y al brujo, una vez los hubo localizado, le hizo un ademán con la cabeza para que subiera a la tarima. Ella se volvió a sentar, tranquila, mientras la gente seguía murmurando entre ellos. 
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Mensaje  Brendarid Jue Ago 13 2015, 01:40

Caía la noche en la aldea lentamente, todo el mundo desfilaba en dirección al gran salón a medida que cerraban sus establecimientos y las ventanas de sus hogares. Todos excepto Brendarid, el cual iba justo en dirección opuesta buscando al brujo. Llegó un punto en que hasta le fue complicado avanzar por una de las calles, pues demasiada gente le bloqueaba el paso.

Una vez todos hubieron pasado, trató de discernir el olor Aren. El olor a comida le despistó durante un momento, ese maldito brujo estaba retrasando su cena, y eso no le gustaba. Sí, ahí estaba, no tenía la más mínima duda. Siguió el olor durante unos doscientos o trescientos metros y se encontró al brujo absorto en un libro mientras caminaba sin rumbo. Se acercó, lo sujetó por el hombro y tiró de él.
-Ni siquiera te preocupas en averiguar por qué toda la aldea se reune la misma dirección, me cuesta comprender como has sobrevivido hasta ahora.

El brujo iba prácticamente a rastras mientras Brendarid tiraba de él a paso ligero. No tardaron mucho en ver las grandes puertas del salón abiertas de par en par; en ese momento Brendarid se detuvo y miró a Aren a los ojos.
-Escucha, no sé qué va a pasar ahí dentro. Puede que te acepten, o puede que decidan decapitarte. De todas formas, intentaré ponerme cerca de ti. No digas ninguna tontería y todo irá bien.

Al llegar a la puerta, pudo ver como la mirada de Nana se clavaba en ellos. La gente se apartó dejando un pasillo para que el brujo pasase. Brendarid y le acompañó y se acercó a Nana para susurrarle al oído:
-Procura que no lo linchen, sería una lástima.
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El consejo; La loba, el brujo y el pueblo. [Licántropos] Empty Re: El consejo; La loba, el brujo y el pueblo. [Licántropos]

Mensaje  Brendarid Mar Ene 19 2016, 01:09

Aren se acercó lentamente hacia Nana. Apretaba fuertemente el lomo del libro que todavía sostenía bajo el brazo. Apenas le hizo falta levantar la vista para sentir los penetrantes ojos de la loba clavados en él. Se giró hacia la multitud que le miraba entre amenazante y curiosa.
-M-mi nombre es Aren-acertó a decir el brujo-, y podríamos decir que mi historia es lo menos importante ahora mismo. He sido informado de la situación sumamente conflictiva que vivís los licántropos. Y dado que he consagrado mi vida a llevar la paz y el equilibrio, he decidido que unir a todos los licántropos podría ser una causa noble...-en ese momento, el brujo alza el libro que casi había olvidado que sujetaba-Creo, de hecho, haber encontrado alguna pista que podría darnos cierta ventaja frente a La manada. Si pudiese seguir investigando, tal vez podría aumentar estos conocimientos...

Aren terminó su discurso y volvió a agachar la cabeza. Si iban a matarle, al menos esperaba que fuese rápido, no le hacia especial ilusión ser devorado vivo por una jauría de lobos.
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El consejo; La loba, el brujo y el pueblo. [Licántropos] Empty Re: El consejo; La loba, el brujo y el pueblo. [Licántropos]

Mensaje  Nana Jue Ene 21 2016, 00:49

La loba esperaba paciente la entrada en escena del brujo, haciendo rebotar sus uñas contra la madera de la silla de madera que gobernaba la pequeña palestra donde se disponían Los Compañeros del colmillo de hierro junto a su líder. Nana miró a un lado, donde Alec alzaba una ceja, sin entender muy bien qué pasaba y por qué se hacía tanto de rogar el susodicho brujo. Centelleaban las antorchas de la entrada cuando la puerta se abrió y el viento hizo bailar las llamas. La mirada de la loba inmediatamente se posó sobre la de Brendarid, dando su aprobación. El murmullo de la gente se hacía notar, así como algunas caras de asombro y otras de no muchos amigos. Nana cruzó los brazos en su regazo e hizo un ademán para que empezara a hablar una vez se hubo puesto frente a la tarima desde donde todos le miraban desde arriba.

El brujo habló, y los murmullos se alzaron, casi sin dejar acabar de expresarse al brujo siquiera. Nana alzó la barbilla y frunció levemente el ceño.

-¡Silencio! - Exhortó, y el silencio se apoderó de nuevo de la sala.

Nana miró a Brendarid y luego posó sus ojos sobre el brujo, era obvio que aquello era una mera presentación en comunidad y que, por poca gracia que le hiciera la idea, siempre venía bien ayuda. Y siendo justos, todo el mundo era bienvenido a la causa. No obstante, no le hacían nada de gracia los brujos.

-Lo que este hombre nos propone...-Comenzó a hablar Nana levantándose de la silla.

-... Brujo. -Susurró Alec en voz baja, el cual se llevó una mirada furtiva de la loba, con cara de no muchos amigos.

Alec por su parte frunció los labios y desvió la mirada, como si nunca hubiera dicho nada.

-... Lo que este brujo, nos propone. -Comenzó de nuevo haciendo hincapié en la palabra brujo. -Es una ayuda, nos tiende su mano incluso sin compartir con nosotros la causa. -Un pequeño murmullo se generalizó de nuevo, caras de resignación y arrepentimiento. -Qué menos que dejarle hablar. -Sentenció la loba y de un grácil salto bajó al suelo, con las manos cruzadas en la espalda, comenzó a rodear al brujo. -¿No fuimos nosotros los que fuimos repudiados por nuestra propia raza? ¿Por qué intentar morder el brazo que intenta darnos de comer? -Defendió al brujo en tono filosófico.

Cabezas bajas, resentidas, aprobaciones...

-Y quien tenga algo que decir en contra, es libre de hacerlo ahora. -Sentenció parándose tras el brujo, bajo la atenta mirada de todo el consejo.

Todos se miraron entre si, realmente era más el odio infundado hacia otras razas que el que de verdad profesaban cada uno individualmente. Nana sonrió para si misma y asintió con la cabeza.
-Pues bienvenido al Colmillo de hierro, Aren. -Le dijo en voz baja poniéndole una mano en el hombro y volviendo a sentarse en la silla.
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