Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
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Re: Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
La mujer le había entregado un frasco de veneno, pidiendo que empapasen con eso las armas y así detener, pero no matar, al famoso Caín. Artabán, por supuesto, asintió con una expresión de seriedad.
-Claro, buena mujer, haré lo posible por asegurarme de que sea entregado con vida a las autoridad. -le dijo.
En su interior sabía que ocuparía cualquier recurso disponible para solucionar el conflicto con el famoso bandido, dentro de los que tenía una prioridad bastante elevada el acabar con su vida, pero no le diría aquello a su misma hermana, incluso si a ella misma no parecía importarle tanto la vida del sujeto.
Tomaron el trineo nuevamente, lo que les permitió llegar en un tiempo mínimo en comparación a caminar hasta el lugar indicado. El conductor se detuvo con considerable antelación y el brujo no podía estar más de acuerdo. Contaban con el factor sorpresa a su favor y no tenía sentido abandonarlo por ahorrarse una caminata. Bajó con sus compañeros y miraron el camino por delante.
-Asegúrense de que pisan sobre algo firme a cada paso, es fácil caer en agujeros que no puedes ver -les indicó- vamos a tomar un camino a modo de arco.
Se agachó y usó la propia nieve para dibujar una pequeña cueva, desde la que extendió un cono.
-Si hay alguien vigilando desde el interior de la cueva éste será su probable rango de visión -trazó una línea por el exterior del cono- nosotros tomaremos el camino largo dando toda esta vuelta con tal de permanecer fuera del cono en todo momento... y por nosotros me refiero sólo a Eltrant y a mi.
Las protestas de la chica no se hicieron esperar, afirmando que quería ayudar, que no soportaría ver que algo le pasaba a Eltrant mientras ella descansaba junto a un trineo. Artabán sonrió, era la reacción que esperaba.
-¿De verdad quieres ayudar? -le dijo con seriedad, ella afirmó- ¿incluso si es algo muy peligroso? -volvió a asentir- bien... no quería ponerte en riesgo, pero ya que insistes, respetaré tu voluntad... irás por acá.
El brujo trazó entonces una línea por el centro del cono, directo hacia la cueva, lo que dejó a la mujer atónita unos segundos.
-Irás directo hacia la cueva, pero avanza lento para permitir que nosotros lleguemos a tu misma altura, considerando que nuestro camino es más largo... una vez que estés a pocos metros pregunta si hay alguien allí, pretendiendo ser una persona perdida en la nieve... si llegas a aparecer Caín pretende que buscas su ayuda... te recomiendo usar cualquier medio -enfatizó estas últimas dos palabras- para llamar su atención y distraerle, nosotros le atacaremos cuando esté con su atención en ti. Claro, eso si de verdad quieres ayudar.
Tras unos breves momentos de duda ella asintió.
Lo cierto es que internamente había sido el plan de Artabán desde el comienzo utilizarla como carnada, a pesar de lo riesgoso que eso podía ser, para así tener la posibilidad de tender una emboscada al bandido.
Sacó un frasco pequeño y vertió unas gotas de líquido en el filo de su espada, pasando luego lo restante a Eltrant.
-La dama nos ha regalado esto, ayudará a paralizar a Caín, ponlo sobre el filo de tu arma.
Artabán
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Re: Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
Eltrant imitó al brujo y derramó el líquido que la hermana del bandido había entregado a Herman, el cual se congeló sobre la hoja a los pocos segundos. No le gustaba usar a Catherine como señuelo, pero no dejaba de ser un buen plan, antes de empezar a andar en la dirección que le habia dicho el veterano se acercó a la mujer –“Ten cuidado ¿Vale?” – Le dijo, la joven sonrió y abrazó al mercenario –“Mírale como se preocupa por mí, si es que me quiere demasiado” – Eltrant murmuró disconforme y después, siguió al brujo.
La travesía se le hizo difícil, estaba claro que por aquel lugar no solían pasar muchas personas, la nieve era bastante profunda y se aseguró de seguir todas las instrucciones que Hessiah le proporcionaba. Con cada paso que daba le dolían más las articulaciones, y el frío no ayudaba a que el dolor de las quemaduras remitiese lo más mínimo, eran tres contra uno, esperaba que Caín fuese fácil de derrotar.
Paulatinamente se alejaron del pequeño campamento que el conductor de trineos había levantado, oportunamente la pequeña tienda de campaña que había montado y los diferentes objetos eran de color blanco, por lo que en cuanto estuvieron un poco más lejos del lugar desde el cual habían emprendido aquella tortuosa no había nada que dijese a simple vista que allí había un hombre esperando. –“Quizás hubiese sido más oportuno atacar mientras fuese de noche” – Dijo a su compañero –“Es bastante bueno luchando” – Dijo –“Ándate con ojo Herman, cuando intercambiamos golpes no pude ni llegar a tocarle” – Cuando más supiese el veterano sobre a quien se enfrentaban mejor, al fin y al cabo había sido él quien había trazado el plan de acción.
No tardaron mucho tiempo en ponerse en posición, el camino de los hombres era bastante más largo por lo que no le sorprendió a Eltrant ver que Catherine aun yendo lenta, ya se encontraba cerca de la entrada cuando llegaron, el mercenario tomó aire y desenvainó la espada.
La mujer gritó por ayuda en cuanto se hubo asegurado de que el brujo y el mercenario se encontraban en el lugar indicado, no hubo respuesta, así que volvió a gritar, consiguiendo el mismo resultado que la primera vez. Se la podía apreciar nerviosa, lógico, si habían descubierto algo era que Caín tenía una reputación, el mercenario frunció el ceño y, como le habia indicado el viejo capitán, esperó.
Cuando la mujer gritó por tercera vez una silueta emergió de la cueva, conocía ese porte, esos ropajes, Eltrant apretó los dientes, Caín había picado el anzuelo, si estuviese en su mano ya se habría lanzado contra él, pero simplemente se giró hacia el brujo y le miró a los ojos, preguntando si era oportuno atacar.
Mientras, frente a la gruta, Catherine y el bandido intercambiaban palabras, las cuales, desde dónde estaban, eran inaudibles. Caín parecía estar mostrándose amable, sonriendo ante la muchacha e incluso parecía dispuesto a ayudarla, pero Eltrant sabía que ese hombre tenía dos caras; no tenían tiempo que perder.
La travesía se le hizo difícil, estaba claro que por aquel lugar no solían pasar muchas personas, la nieve era bastante profunda y se aseguró de seguir todas las instrucciones que Hessiah le proporcionaba. Con cada paso que daba le dolían más las articulaciones, y el frío no ayudaba a que el dolor de las quemaduras remitiese lo más mínimo, eran tres contra uno, esperaba que Caín fuese fácil de derrotar.
Paulatinamente se alejaron del pequeño campamento que el conductor de trineos había levantado, oportunamente la pequeña tienda de campaña que había montado y los diferentes objetos eran de color blanco, por lo que en cuanto estuvieron un poco más lejos del lugar desde el cual habían emprendido aquella tortuosa no había nada que dijese a simple vista que allí había un hombre esperando. –“Quizás hubiese sido más oportuno atacar mientras fuese de noche” – Dijo a su compañero –“Es bastante bueno luchando” – Dijo –“Ándate con ojo Herman, cuando intercambiamos golpes no pude ni llegar a tocarle” – Cuando más supiese el veterano sobre a quien se enfrentaban mejor, al fin y al cabo había sido él quien había trazado el plan de acción.
No tardaron mucho tiempo en ponerse en posición, el camino de los hombres era bastante más largo por lo que no le sorprendió a Eltrant ver que Catherine aun yendo lenta, ya se encontraba cerca de la entrada cuando llegaron, el mercenario tomó aire y desenvainó la espada.
La mujer gritó por ayuda en cuanto se hubo asegurado de que el brujo y el mercenario se encontraban en el lugar indicado, no hubo respuesta, así que volvió a gritar, consiguiendo el mismo resultado que la primera vez. Se la podía apreciar nerviosa, lógico, si habían descubierto algo era que Caín tenía una reputación, el mercenario frunció el ceño y, como le habia indicado el viejo capitán, esperó.
Cuando la mujer gritó por tercera vez una silueta emergió de la cueva, conocía ese porte, esos ropajes, Eltrant apretó los dientes, Caín había picado el anzuelo, si estuviese en su mano ya se habría lanzado contra él, pero simplemente se giró hacia el brujo y le miró a los ojos, preguntando si era oportuno atacar.
Mientras, frente a la gruta, Catherine y el bandido intercambiaban palabras, las cuales, desde dónde estaban, eran inaudibles. Caín parecía estar mostrándose amable, sonriendo ante la muchacha e incluso parecía dispuesto a ayudarla, pero Eltrant sabía que ese hombre tenía dos caras; no tenían tiempo que perder.
Eltrant Tale
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Re: Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
Al avanzar por esos fríos parajes Artabán se comenzó a preparar. Con su magia hizo levitar una pequeña bola de nieve para luego dejarla caer tras unos giros. No era un mero juego, sino que su magia se hacía más fuerte cada vez que la usaba, de modo que así lograba acumular potencia para usarla luego con el enemigo.
—La noche es el elemento natural de los bandidos, sin contar con el frío que hace en estos parajes cuando se esconde el sol —contestó a la propuesta de Eltrant sobre atacar de noche— ¿esperas tener ventaja sobre un bandido criado en estas tierras heladas en un ataque nocturno? obtener ventaja no sólo consiste en atacar de noche, sino en conocer tus propias debilidades y las del rival.
Ya más cerca, pidió a Eltrant detenerse con un gesto y luego apuntó con un dedo al sol.
—El sol será nuestro aliado, así que memoriza muy bien de qué lado está... apenas empiece el combate buscarás quedar exactamente al medio entre el sol y Caín, para luego desafiarle con coraje.
Apuntó a continuación hacia el suelo nevado, que brillaba intensamente por efecto del astro rey.
—Si sumas tener el sol a tus espaldas con el brillo que da el suelo le será complejo ver con claridad tus movimientos.
Ya vistos estos detalles se oyó que la joven llamaba a Caín en su cueva. El momento se acercaba y esa leve tensión de anticipación, como un apretón en el estómago, le hizo concentrarse intensamente en lo que ocurría en la entrada de la cueva.
No tardó en aparecer el objetivo, quien se mostraba de momento amable con la muchacha. Al menos de momento todo parecía ir en orden según lo planeado, no daba señales de haber adivinado sus intenciones.
—A la cuenta de tres, nos lanzamos... intentaré inicialmente cubrirte con una distracción —indicó el brujo.
Contó 1, 2... 3!, al tiempo que usaba su magia para levantar un par de bolas de nieve desde el lado opuesto de donde iba a venir Eltrant, arrojándolas hacia su cara para llamar su atención.
Caín, en efecto, debió girarse en esa dirección al verlas venir de reojo, cubriéndose antes de su impacto. No le había causado daño alguno, pero les daba tiempo para lanzarse.
Artabán tomó su espada en la mano y avanzó.
Artabán
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Re: Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
Obedeció al soldado y en cuanto este empezó a contar desenvainó su espada.
Respiró hondo, tratando de calmarse, no podía evitar pensar en la última vez que se enfrentó al bandido, lo tenía allí frente a él, desprotegido, ignorante de que estaba yendo directamente a una trampa y aún tenía miedo de que el resultado final fuese el mismo.
Cada segundo que contó Herman se le antojaron como varios años, todo se movía muy lentamente, el vaho que salía de sus pulmones y se fusionaba con el aire del norte, los copos de nieve que se deslizaban suavemente hasta el suelo, el sudor gélido que se deslizaba por su espalda anticipando el combate; nunca se había considerado una persona religiosa, no creía en los dioses más allá de lo que había leído en los libros, el mercenario siempre se había considerado dueño de su propio destino, en aquel momento deseaba con todas sus fuerzas que algún tipo de entidad benevolente estuviese cuidando de él.
Cuando el brujo llegó al tercer digito Eltrant afianzó su mano en torno al trozo de metal al que gustaba de llamar espada y como le habían indicado, salió corriendo del escondite buscando tener el sol tras él, solo tenía que cortar a aquel tipo, un corte y el veneno que cubría la oxidada hoja de su arma se encargaría de hacer el resto.
Por el rabillo del ojo vio como el brujo lanzaba nieve hacia Caín, quien dejando escapar una exclamación ahogada evitó fácilmente las bolas, cayendo de pleno en la distracción –“¡CAÍN!” – Gritó Eltrant, haciendo acopio de toda la valentía que creia tener en aquel momento –“¡Tienes algo que me pertenece!” – El bandido se giró hacia el mercenario y primero una expresión de desconcierto cruzó su rostro, como si acabase de ver a un fantasma, en seguida esta se convirtió en una amplia sonrisa.
–“¡Eltrant!” – Dijo de buen humor, como si acabase de ver a un amigo después de varios años –“¡Sigues vivo muchacho!” – Desenvainó la espada plateada al verle –“¡No puedo alegrarme más de ello! Ha sido Lucia ¿Verdad? Esa mujer tiene un corazón de oro” – Eltrant apretó los dientes, la familiaridad de aquel tipo le ponía nervioso –“Y has vuelto… con amigos” – Se giró hacia Hessiah sonriendo. –“Tienes agallas muchacho, respeto eso, pero no puedo dejar de hacer esto, lo siento chico” – Alzó su espada –“¡Defiéndete!”
Apartando a Katherine de un empujón el bandido se lanzó contra el mercenario ignorando tanto el brillo del sol como al brujo, Eltrant colocó su espada entre su cara y la hoja del dragón, impidiendo que este le cortase la cabeza por la mitad, un fuerte estallido metálico cruzó la estepa y el joven sintió de pronto como las quemaduras de los brazos comenzaban a sangrar de nuevo, apretando los dientes se zafó del bandido y contraatacó, sus movimientos, torpes, confusos y lentos no fueron muy difícil de detener por parte de Caín–“Admito que no estás en tu mejor momento” – Dijo pateando al mercenario alejándolo de él –“Pero es un alivio ver que al menos lo intentas y no dejas todo el trabajo duro a tus amigos”
Dejando escapar un grito cargado de ira atacó de nuevo, no iba a dejar que lo menospreciase de aquella manera, no otra vez, una y otra vez trató de golpear al hombre, quien desviaba su espada con una facilidad insultante.
Eltrant frunció el ceño, jadeando, los brazos le sangraban de forma copiosa, daba igual si el caía, seguían siendo tres contra uno, Herman solo necesitaba una abertura para matar a aquel engendro por la espalda, solo tenía que seguir distrayéndole, pero por alguna razón parecía tener ojos en todas partes, no había forma de penetrar aquella defensa.
-“¿Eso es todo?” – Dijo sonriendo –“No me decepciones, vamos, sé que puedes hacerlo mejor” - Eltrant volvió a gritar, alzó su espada y la descargó contra el hombro de aquel hombre, horizontalmente, con todas sus fuerzas.
Caín, sin dejar de sonreír colocó la espada plateada en la trayectoria del arma del joven y detuvo el golpe una vez más, Eltrant notó como su arma vibraba en su mano debido a la fuerza del golpe, un fuerte crujido seguido de un chasquido desveló que su espada acababa de partirse en dos. –“No puede ser…” – Murmuró el mercenario cuando vio, por primera vez, la hoja cobriza de su espada volar por los aires y caer en la nieve pesadamente.
-“Se acabó” – Sentenció el bandido alzando la hoja ante un perplejo mercenario que no dejaba de mirar lo que quedaba de su arma –“Se acabó” – Pensó Eltrant cuando este bajó la hoja.
Una fracción de segundo y todo habría acabado, le hubiese gustado pedirle ayuda a Herman, pero tampoco pensó que pudiese hacer algo en tan poco tiempo, en sí, dudaba de que le hubiese dado tiempo a pronunciar su nombre siquiera.
Pero no murió.
Sorpresivamente la hoja de Caín no se hundió en su torso, frente a él, la punta de la espada plateada de Caín, bañada ahora en sangre, atravesaba un cuerpo que no era el suyo. Con un rápido movimiento el bandido extrajo la hoja de su víctima que cayó pesadamente al suelo, tiñendo la nieve de carmesí.
-“No…” – Eltrant tiró lo que quedaba de espada un lado y agachándose junto a Katherine rápidamente, hasta el punto de resbalarse y caer a un lado –“No, no, no, no” – Siguió diciendo, ahora tratando de parar la sangre que manaba del estómago de la mujer con las manos –“No te mueras, no, Katherine…” - No podía decir que conocía a la mujer desde hacía mucho tiempo, pero tampoco podía negar que le disgustaba tenerla cerca.
La joven sonrió, un pequeño hilillo de sangre resbalaba por la comisura de sus labios y se deslizaba por su mejilla hasta perderse tras su cabeza; Katherine alzó su mano derecha lentamente, que había estado tapando su herida y acarició el rostro de Eltrant, dejando un pequeño rastro de sangre por dónde pasaban sus dedos.
–“No te mueras Katherine, no puedes, no” – Susurró el mercenario, ignorando a bandido, si a este le hubiese dado por matarle en aquel momento, podía haberlo hecho sin ningún problema, pues el muchacho seguía enfrascado en tratar de salvar a la joven, haciendo presión sobre la herida, tratando de frenar la hemorragia. –“¿Ves? …Si es que eres un cielo, siempre…preocupándote… por…” – Katherine no llegó a acabar la frase, la mano que acariciaba el rostro de Eltrant cayó inerte sobre la nieve, y su mirada se quedó perdida para siempre en el amplio cielo del norte, lo último que vio fue la cara del mercenario.
Por su egoísmo, por su actitud vanidosa, por haber ido al norte, por haberse propuesto a enfrentarse a un enemigo que le venía grande, por haberse escapado de casa, todo aquello era culpa suya, por su culpa una mujer que podía estar viva yacía muerta frente a él, sobre la nieve, en mitad de la nada, lejos de su familia.
Alargó una de sus manos, aún manchada por la sangre de su amiga, y tanteó la nieve en busca de lo que quedaba de su espada, justo tras eso buscó a Herman con la mirada y trató de disculparse con él aunque fuese simplemente con una larga mirada.
Seguidamente, con su puño bien cerrado en torno al pomo del arma, con los ojos empañados por las lágrimas, se giró hacia Caín y apretó los dientes.
–“… Vas a desear no haber nacido”
Respiró hondo, tratando de calmarse, no podía evitar pensar en la última vez que se enfrentó al bandido, lo tenía allí frente a él, desprotegido, ignorante de que estaba yendo directamente a una trampa y aún tenía miedo de que el resultado final fuese el mismo.
Cada segundo que contó Herman se le antojaron como varios años, todo se movía muy lentamente, el vaho que salía de sus pulmones y se fusionaba con el aire del norte, los copos de nieve que se deslizaban suavemente hasta el suelo, el sudor gélido que se deslizaba por su espalda anticipando el combate; nunca se había considerado una persona religiosa, no creía en los dioses más allá de lo que había leído en los libros, el mercenario siempre se había considerado dueño de su propio destino, en aquel momento deseaba con todas sus fuerzas que algún tipo de entidad benevolente estuviese cuidando de él.
Cuando el brujo llegó al tercer digito Eltrant afianzó su mano en torno al trozo de metal al que gustaba de llamar espada y como le habían indicado, salió corriendo del escondite buscando tener el sol tras él, solo tenía que cortar a aquel tipo, un corte y el veneno que cubría la oxidada hoja de su arma se encargaría de hacer el resto.
Por el rabillo del ojo vio como el brujo lanzaba nieve hacia Caín, quien dejando escapar una exclamación ahogada evitó fácilmente las bolas, cayendo de pleno en la distracción –“¡CAÍN!” – Gritó Eltrant, haciendo acopio de toda la valentía que creia tener en aquel momento –“¡Tienes algo que me pertenece!” – El bandido se giró hacia el mercenario y primero una expresión de desconcierto cruzó su rostro, como si acabase de ver a un fantasma, en seguida esta se convirtió en una amplia sonrisa.
–“¡Eltrant!” – Dijo de buen humor, como si acabase de ver a un amigo después de varios años –“¡Sigues vivo muchacho!” – Desenvainó la espada plateada al verle –“¡No puedo alegrarme más de ello! Ha sido Lucia ¿Verdad? Esa mujer tiene un corazón de oro” – Eltrant apretó los dientes, la familiaridad de aquel tipo le ponía nervioso –“Y has vuelto… con amigos” – Se giró hacia Hessiah sonriendo. –“Tienes agallas muchacho, respeto eso, pero no puedo dejar de hacer esto, lo siento chico” – Alzó su espada –“¡Defiéndete!”
Apartando a Katherine de un empujón el bandido se lanzó contra el mercenario ignorando tanto el brillo del sol como al brujo, Eltrant colocó su espada entre su cara y la hoja del dragón, impidiendo que este le cortase la cabeza por la mitad, un fuerte estallido metálico cruzó la estepa y el joven sintió de pronto como las quemaduras de los brazos comenzaban a sangrar de nuevo, apretando los dientes se zafó del bandido y contraatacó, sus movimientos, torpes, confusos y lentos no fueron muy difícil de detener por parte de Caín–“Admito que no estás en tu mejor momento” – Dijo pateando al mercenario alejándolo de él –“Pero es un alivio ver que al menos lo intentas y no dejas todo el trabajo duro a tus amigos”
Dejando escapar un grito cargado de ira atacó de nuevo, no iba a dejar que lo menospreciase de aquella manera, no otra vez, una y otra vez trató de golpear al hombre, quien desviaba su espada con una facilidad insultante.
Eltrant frunció el ceño, jadeando, los brazos le sangraban de forma copiosa, daba igual si el caía, seguían siendo tres contra uno, Herman solo necesitaba una abertura para matar a aquel engendro por la espalda, solo tenía que seguir distrayéndole, pero por alguna razón parecía tener ojos en todas partes, no había forma de penetrar aquella defensa.
-“¿Eso es todo?” – Dijo sonriendo –“No me decepciones, vamos, sé que puedes hacerlo mejor” - Eltrant volvió a gritar, alzó su espada y la descargó contra el hombro de aquel hombre, horizontalmente, con todas sus fuerzas.
Caín, sin dejar de sonreír colocó la espada plateada en la trayectoria del arma del joven y detuvo el golpe una vez más, Eltrant notó como su arma vibraba en su mano debido a la fuerza del golpe, un fuerte crujido seguido de un chasquido desveló que su espada acababa de partirse en dos. –“No puede ser…” – Murmuró el mercenario cuando vio, por primera vez, la hoja cobriza de su espada volar por los aires y caer en la nieve pesadamente.
-“Se acabó” – Sentenció el bandido alzando la hoja ante un perplejo mercenario que no dejaba de mirar lo que quedaba de su arma –“Se acabó” – Pensó Eltrant cuando este bajó la hoja.
Una fracción de segundo y todo habría acabado, le hubiese gustado pedirle ayuda a Herman, pero tampoco pensó que pudiese hacer algo en tan poco tiempo, en sí, dudaba de que le hubiese dado tiempo a pronunciar su nombre siquiera.
Pero no murió.
Sorpresivamente la hoja de Caín no se hundió en su torso, frente a él, la punta de la espada plateada de Caín, bañada ahora en sangre, atravesaba un cuerpo que no era el suyo. Con un rápido movimiento el bandido extrajo la hoja de su víctima que cayó pesadamente al suelo, tiñendo la nieve de carmesí.
-“No…” – Eltrant tiró lo que quedaba de espada un lado y agachándose junto a Katherine rápidamente, hasta el punto de resbalarse y caer a un lado –“No, no, no, no” – Siguió diciendo, ahora tratando de parar la sangre que manaba del estómago de la mujer con las manos –“No te mueras, no, Katherine…” - No podía decir que conocía a la mujer desde hacía mucho tiempo, pero tampoco podía negar que le disgustaba tenerla cerca.
La joven sonrió, un pequeño hilillo de sangre resbalaba por la comisura de sus labios y se deslizaba por su mejilla hasta perderse tras su cabeza; Katherine alzó su mano derecha lentamente, que había estado tapando su herida y acarició el rostro de Eltrant, dejando un pequeño rastro de sangre por dónde pasaban sus dedos.
–“No te mueras Katherine, no puedes, no” – Susurró el mercenario, ignorando a bandido, si a este le hubiese dado por matarle en aquel momento, podía haberlo hecho sin ningún problema, pues el muchacho seguía enfrascado en tratar de salvar a la joven, haciendo presión sobre la herida, tratando de frenar la hemorragia. –“¿Ves? …Si es que eres un cielo, siempre…preocupándote… por…” – Katherine no llegó a acabar la frase, la mano que acariciaba el rostro de Eltrant cayó inerte sobre la nieve, y su mirada se quedó perdida para siempre en el amplio cielo del norte, lo último que vio fue la cara del mercenario.
Por su egoísmo, por su actitud vanidosa, por haber ido al norte, por haberse propuesto a enfrentarse a un enemigo que le venía grande, por haberse escapado de casa, todo aquello era culpa suya, por su culpa una mujer que podía estar viva yacía muerta frente a él, sobre la nieve, en mitad de la nada, lejos de su familia.
Alargó una de sus manos, aún manchada por la sangre de su amiga, y tanteó la nieve en busca de lo que quedaba de su espada, justo tras eso buscó a Herman con la mirada y trató de disculparse con él aunque fuese simplemente con una larga mirada.
Seguidamente, con su puño bien cerrado en torno al pomo del arma, con los ojos empañados por las lágrimas, se giró hacia Caín y apretó los dientes.
–“… Vas a desear no haber nacido”
Eltrant Tale
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Re: Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
La batalla daba comienzo y con todo. A pesar de la emboscada que le tendían, Caín hacía uso de su experiencia y destreza para no ser liquidado de inmediato, haciendo más difíciles las cosas. Algo era claro, no era un oponente simple y merecía ser tratado con respeto y cuidado.
Artabán, aunque más conocido como Herman, calculaba rápidamente las opciones del combate, mientras por ahora ofrecía soporte a Eltrant mediante su magia, arojando objetos al enemigo para darle ventaja táctica a su compañero mediante la distracción, pero no podía quedarse en eso para siempre, debía inventar alguna manera de desequilibrar el combate antes de que la potencia de Caín hiciera lo propio.
Sintió su magia crecer, era el efecto de usarla, se acumulaba el mana en su interior y era capaz de usar su telekinesis con mayor facilidad, de manera más potente y efectiva. Extrañaba su magia oscura, pero al menos sus nuevas habilidades eran útiles y sentía sus efectos, sentía ese ardor interno de cuando combates, el fragor de la batalla. Era como un licor que embriaga y te vuelve sediento de sangre.
Entonces contempló el acto de la muchacha, que por algún heroísmo amoroso desquiciado moría atravesada por el arma de Caín, en un acto de un amor que había surgido sin explicación lógica y terminaba de la misma manera. Al menos todo eso tenía un lado positivo, la muchacha, al sacrificarse, les había provisto de una distracción muy efectiva. Aunque se fuera el tipo más frío, había algo especial para el ser humano cuando quita la vida de otro, un momento en que necesariamente sabes que has hecho algo sin retorno, algo que te pesará de alguna u otra manera.
Artabán aprovechó ese momento, ese instante de introspección, para usar su telekinesis sobre su espada y hacerla levitar, arrojándola por la espalda de Caín, aprovechando para ello el punto ciego a su espalda y la sin hacer el más mínimo ruido.
El filo hizo un corte leve, pero el brujo sabía que en ello iba el veneno de la mujer. Sonrió satisfecho, olvidando muy rápido la muerte de la chica. Ya tenía lo que quería, pero había procurado hacer una herida leve, no quería que eso acabara así de fácil, aún quería contemplar algo más.
Quería conocer el potencial de Eltrant, lo que hacía furioso. Desde que lo había conocido sabía que sería un sujeto capaz de más de lo que parecía y era momento de saberlo.
El sujeto a estas alturas debía comenzar a sufrir los efectos del veneno, pero no esperaba que fuera suficiente para paralizarle por completo, no con el pequeño corte que había empleado, pero sí le limitaría mucho y progresivamente más a medida que avanzara el combate.
—Termínalo, Eltrant, es tu oportunidad —le dijo a su compañero, portando una expresión fría y tranquila.
Retrajo su espada hacia sí, con su telekinesis, sujetándola frente a su cuerpo como defensa.
—Demuestra lo que vales, Tale —le dice de modo firme.
Artabán
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Re: Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
Levantándose del suelo se lanzó contra Caín, gritando tan fuerte como sus pulmones le permitan, sabía que Hessiah había hecho algo, pero en aquel momento le daba igual, sabía que el brujo le estaba hablando desde lejos, pero aquello no importarle menos.
Apretó los dientes y descargó su espada una y otra vez contra un bandido, henchido de ira, sin dejarle tiempo para contraatacar golpeaba una y otra vez tratando de romper la férrea defensa del dragón.
Por algún motivo una pequeña voz en la parte de atrás de su cabeza le decía que algo no iba bien del todo, los golpes que daba, aunque revitalizados por el torrente de adrenalina que recorría su cuerpo, distaban mucho de ser tan efectivos como los que daba cuando estaba en plenas condiciones ¿Se había vuelto su adversario más lento?
Aplacó toda la lógica restante con un último grito, justo cuando la espada de un Caín mucho más serio, uno que se había dejado de palabrería y de jugar con su presa, pasó junto a su cabeza haciéndole al mercenario un grueso corte en la mejilla; daba igual que el hombre que tenía delante fuese más lento, daba igual el por qué, no le importaba, quería hacerle sufrir.
Volvió a evitar la muerte por escasos centímetros gracias a lo que quedaba de su espada, aún más lento el dragón seguía siendo igual de letal, pero no iba a permitirse dejarle escapar, no otra vez, ignorando el intenso dolor que emanaba de sus brazos volvió a embestir al bandido, quien retrocedió varios pasos una vez más para evitar ser cortado por el filo del mercenario.
-“¿No podemos…?” – “¡MUERE!” – El sonido del metal acalló las voces de ambos combatientes, Caín empezaba a sentirse cansado, Eltrant lo notaba, cada exhalación del hombre, cada paso en falso, cada momento de duda, sonrió.
Después de varios segundos intercambiando golpes Eltrant consiguió acertarle en una pierna, no sin justo después, caer de rodillas y vomitar.
El bandido se llevó la mano a la herida y miró furioso al muchacho que se había atrevido a plantarle cara, él era el paladín de aquellas tierras, tenía una cruzada, iba a liberar el norte de la opresión, de la pobreza, de la injusticia, por primera vez en mucho tiempo se estaba haciendo justicia, aunque fuese por las malas; caravaneros corruptos, mercenarios, bandidos, escoria que ayudaba a que la gente muriese de hambre en sus hogares, a que los nobles mirasen a los demás por encima del hombro, se estaba encargando el solo de todos ellos; anteponiéndose al veneno que recorría su torrente sanguíneo Caín volvió a atacar al mercenario, quien justo acababa de levantarse a tiempo para detener el ataque y volver a caer de rodillas.
–“¿Eso es… todo… lo que sabes… hacer?” – El joven escupió sangre a un lado para justo después, haciendo acopio de sus últimas fuerzas y sin dejar de mirar a los ojos a su oponente, levantarse mientras forcejeaban.
Caín no iba a dejarse vencer, no tan fácil y respondió de buena gana a la provocativa del mercenario apretando los dientes y aunque se sentía cada vez más y más entumecido, siguió oponiendo resistencia.
El dragón, desde sus casi dos metros y medio de altura miró a Eltrant con el ceño fruncido, le temblaban los brazos y le cedían las piernas, no había que ser un genio estratega para saber que los que habían asaltado su hogar, los que pretendían detener su cruzada, habían imbuido de algo las hojas de sus armas, pero siguió en sus crece, continuó mirando al crio que tenía frente a él a los ojos, aquel niñato del sur había escapado con vida una vez, no iba a haber una segunda oportunidad.
En mitad de aquel forcejeo interminable, a medio camino de tener un pie en la tumba, una amplia sonrisa cruzo la cara de Eltrant, desvelando una larga hilera de dientes teñidos con su propia sangre, sin mediar palabra escupió al bandido a la cara.
-“¡Hijo de la gran puta!” – Gritó el bandido mientras se llevaba una de sus manos a los ojos, aquel era el momento, tenía que transformarse, abrasar a aquellos humanos, derretirlos como la nieve, darles la lección de su vida; Mientras todos aquellos pensamientos cruzaban la mente del bandido, la espada del mercenario se hundió lentamente en su hombro, el rostro de Caín se volvió al instante una extraña mezcla entre dolor y sorpresa, y después de tambalearse un poco, inevitablemente cayó de espaldas sobre la nieve cual largo era.
Lejos de declararse vencedor de aquel encuentro Eltrant tiró la espada a un lado y se inclinó sobre el herido. –“¡Asesino!” – Repitió aquel mantra mientras continuaba golpeándole repetidamente en la cara con sus manos desnudas.
Había visto a muchas personas morir a lo largo de los cuatro años en los que se había desplazado de un lugar a otro, haciendo trabajos, siempre que había sesgado una vida lo había hecho en defensa propia, rápido, limpio, indoloro, digno de un profesional, del mejor de los mercenarios, nunca había sentido aquel deseo de venganza, nunca había sentido placer por quitarle la vida a alguien.
Tampoco habían matado nunca a nadie por su culpa.
Hubo un momento en el que Caín dejó de moverse, ¿Estaba muerto? ¿Estaba inconsciente? Daba lo mismo, Eltrant se apartó del cuerpo inerte y miró sus manos, empapadas en sangre ¿Suya? ¿De Katherine? ¿Caín? Volvió a vomitar a un lado y se giró para contemplar el rostro de Herman, vigilante desde la distancia, inexpresivo, imperturbable.
Sintió un escalofrío antes de desmayarse.
Apretó los dientes y descargó su espada una y otra vez contra un bandido, henchido de ira, sin dejarle tiempo para contraatacar golpeaba una y otra vez tratando de romper la férrea defensa del dragón.
Por algún motivo una pequeña voz en la parte de atrás de su cabeza le decía que algo no iba bien del todo, los golpes que daba, aunque revitalizados por el torrente de adrenalina que recorría su cuerpo, distaban mucho de ser tan efectivos como los que daba cuando estaba en plenas condiciones ¿Se había vuelto su adversario más lento?
Aplacó toda la lógica restante con un último grito, justo cuando la espada de un Caín mucho más serio, uno que se había dejado de palabrería y de jugar con su presa, pasó junto a su cabeza haciéndole al mercenario un grueso corte en la mejilla; daba igual que el hombre que tenía delante fuese más lento, daba igual el por qué, no le importaba, quería hacerle sufrir.
Volvió a evitar la muerte por escasos centímetros gracias a lo que quedaba de su espada, aún más lento el dragón seguía siendo igual de letal, pero no iba a permitirse dejarle escapar, no otra vez, ignorando el intenso dolor que emanaba de sus brazos volvió a embestir al bandido, quien retrocedió varios pasos una vez más para evitar ser cortado por el filo del mercenario.
-“¿No podemos…?” – “¡MUERE!” – El sonido del metal acalló las voces de ambos combatientes, Caín empezaba a sentirse cansado, Eltrant lo notaba, cada exhalación del hombre, cada paso en falso, cada momento de duda, sonrió.
Después de varios segundos intercambiando golpes Eltrant consiguió acertarle en una pierna, no sin justo después, caer de rodillas y vomitar.
El bandido se llevó la mano a la herida y miró furioso al muchacho que se había atrevido a plantarle cara, él era el paladín de aquellas tierras, tenía una cruzada, iba a liberar el norte de la opresión, de la pobreza, de la injusticia, por primera vez en mucho tiempo se estaba haciendo justicia, aunque fuese por las malas; caravaneros corruptos, mercenarios, bandidos, escoria que ayudaba a que la gente muriese de hambre en sus hogares, a que los nobles mirasen a los demás por encima del hombro, se estaba encargando el solo de todos ellos; anteponiéndose al veneno que recorría su torrente sanguíneo Caín volvió a atacar al mercenario, quien justo acababa de levantarse a tiempo para detener el ataque y volver a caer de rodillas.
–“¿Eso es… todo… lo que sabes… hacer?” – El joven escupió sangre a un lado para justo después, haciendo acopio de sus últimas fuerzas y sin dejar de mirar a los ojos a su oponente, levantarse mientras forcejeaban.
Caín no iba a dejarse vencer, no tan fácil y respondió de buena gana a la provocativa del mercenario apretando los dientes y aunque se sentía cada vez más y más entumecido, siguió oponiendo resistencia.
El dragón, desde sus casi dos metros y medio de altura miró a Eltrant con el ceño fruncido, le temblaban los brazos y le cedían las piernas, no había que ser un genio estratega para saber que los que habían asaltado su hogar, los que pretendían detener su cruzada, habían imbuido de algo las hojas de sus armas, pero siguió en sus crece, continuó mirando al crio que tenía frente a él a los ojos, aquel niñato del sur había escapado con vida una vez, no iba a haber una segunda oportunidad.
En mitad de aquel forcejeo interminable, a medio camino de tener un pie en la tumba, una amplia sonrisa cruzo la cara de Eltrant, desvelando una larga hilera de dientes teñidos con su propia sangre, sin mediar palabra escupió al bandido a la cara.
-“¡Hijo de la gran puta!” – Gritó el bandido mientras se llevaba una de sus manos a los ojos, aquel era el momento, tenía que transformarse, abrasar a aquellos humanos, derretirlos como la nieve, darles la lección de su vida; Mientras todos aquellos pensamientos cruzaban la mente del bandido, la espada del mercenario se hundió lentamente en su hombro, el rostro de Caín se volvió al instante una extraña mezcla entre dolor y sorpresa, y después de tambalearse un poco, inevitablemente cayó de espaldas sobre la nieve cual largo era.
Lejos de declararse vencedor de aquel encuentro Eltrant tiró la espada a un lado y se inclinó sobre el herido. –“¡Asesino!” – Repitió aquel mantra mientras continuaba golpeándole repetidamente en la cara con sus manos desnudas.
Había visto a muchas personas morir a lo largo de los cuatro años en los que se había desplazado de un lugar a otro, haciendo trabajos, siempre que había sesgado una vida lo había hecho en defensa propia, rápido, limpio, indoloro, digno de un profesional, del mejor de los mercenarios, nunca había sentido aquel deseo de venganza, nunca había sentido placer por quitarle la vida a alguien.
Tampoco habían matado nunca a nadie por su culpa.
Hubo un momento en el que Caín dejó de moverse, ¿Estaba muerto? ¿Estaba inconsciente? Daba lo mismo, Eltrant se apartó del cuerpo inerte y miró sus manos, empapadas en sangre ¿Suya? ¿De Katherine? ¿Caín? Volvió a vomitar a un lado y se giró para contemplar el rostro de Herman, vigilante desde la distancia, inexpresivo, imperturbable.
Sintió un escalofrío antes de desmayarse.
Eltrant Tale
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Re: Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
El chico en verdad tenía potencial, pero era tan... caótico. En una batalla no servía de mucho la potencia física de los soldados, ni su aptitud con la espada, no, en una batalla importaba la capacidad de actuar en base a una estrategia.
Pero al menos esa batalla ya estaba ganada, lo estaba desde que el veneno había entrado a la sangre del dragón, no, lo estaba desde que la chica había muerto.
Y así Caín murió, como un perro aporreado en la nieve, como un luchador de peleas clandestinas, con la cara destrozada bajo la furia de un hombre que se hace daño a sí mismo al llegar a su extremo.
Se aseguró de dejar de costado a Eltrant, para evitar que se ahogara con la nieve, la sangre y hasta algún eventual vómito, y caminó a la cueva. Encontró allí un caballo, que supuso era el que buscaba el mercenario. Lo dirigió por las riendas hasta el exterior y lo hizo detenerse junto a la sangrienta escena, ante lo que el animal se mostró inseguro, lo que era de esperarse, el contraste del líquido rojo con el fondo blanco era muy marcado.
Con su espada cortó el cuero cabelludo de Caín, raspándolo un poco por la nieve para desprenderlo de la sangre, hasta dejar sólo piel y cabello. Lo enrolló y lo dejó en una bolsa. Con eso tendría prueba suficiente de lo ocurrido, sin necesidad de tener que llevar el cadáver o la cabeza completa. Sin duda habría gente que conocería aquel cabello.
Levantó una pierna del humano y, cruzando el brazo contrario por allí, hizo una maniobra aprendida en sus años de guerra, dando una vuelta sobre sí mismo en el piso quedó con Eltrant sobre sus hombros, teniendo que hacer para ello un mínimo de esfuerzo en comparación a levantarlo directamente, sin contar con que generaba menos impacto sobre él. Desde allí lo depositó sobre el animal.
Se subió el mismo y cabalgó, sin ser necesaria demasiada distancia. Tras de sí quedaban dos cadáveres por los que no sentía responsabilidad alguna, una chica que se había buscado su propia suerte y un bandido que sabía que algún día acabaría de esa manera. Llegó al trineo y depositó allí a Eltrant, junto a su espada rota y la espada de Caín.
—Vamos —indicó desde la montura al chofer— debemos llegar al poblado, este joven necesita de ayuda para sus heridas, pero no creo que esté en peligro de muerte, es mejor no apurarse demasiado, ya que mucho movimiento podría hacer más mal que bien.
Y así emprendieron el camino de vuelta.
Artabán
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Re: Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
Volvió a despertarse en una habitación extraña, confuso, repleto de vendas y drogado, aquella sensación estaba empezando a convertirse en una especie de broma recurrente, aunque en aquel momento no era siquiera consciente de ello, no habían pasado ni cuarenta y ocho horas desde la última vez se había despertado de la misma forma.
Sentía que el mundo se le había venido encima, sentía que había cometido un gran error no recordaba exactamente él por qué, pero una extraña sensación de malestar recorría su cuerpo de una a punta a otra, no era dolor físico, ese ya estaba muy acostumbrado a sentirlo, era diferente, pero por algún modo no alcanzaba a explicarlo.
Apenas podía moverse, pero podía hacerlo siempre y cuando no hiciese movimientos bruscos, lentamente se incorporó hasta estar sentado sobre aquella cama, con el ojo que no tenía oculto bajo la venda escudriñó la habitación, como era ya normal en aquellas situaciones, no reconoció el lugar en el que se encontraba, sí reconoció no obstante, el paisaje que se veía a través de la pequeña ventana por la cual entraba la única luz del dormitorio – “Conozco este sitio...” – Susurró, tratando de ubicarse.
No sin mucho esfuerzo acabó levantándose de la cama solo para encontrar lo que quedaba de su espada y sus ropajes junto a esta, en el momento en el cual su mirada se posó sobre el arma, partida por la mitad, con restos del líquido que había vertido sobre la hoja aun congelada sobre la misma, todo lo que había pasado volvió a su cabeza. Había matado a Caín.
Y no se sentía culpable por ello.
Quizás lamentaba el como lo había hecho, el cómo había acabado un hombre que quizás cargaba con una historia más compleja de la que él habría podido imaginar, el haberle golpeado en la cara hasta que este había dejado de moverse, a pesar de ello seguía sin sentirse culpable por la muerte del bandido.
Una parte de él, no obstante sentía que podrían haberle entregado a las autoridades. Si hubiese tenido la cabeza fría quizás lo habrían conseguido, pero en el momento en el que la espada del dragón atravesó a la muchacha que les acompañaba, en el momento en el cual Katherine dejó de respirar, perdió el control, no era él.
Miró sus nudillos, envueltos en finos vendajes blancos y se sentó una vez más sobre la cama, mientras procedía, de forma lenta pero metódica, a vestirse ¿Dónde estaba? ¿Había cargado el brujo con él hasta allí? ¿Dónde estaba este de haberlo hecho? ¿Había recuperado a Mohr, la razón por la cual todo esto había empezado? Muchas preguntas surcaban su cabeza sin ningún tipo de orden, una tras otra, demasiadas dudas que no iba a poder responder nunca.
¿De haber tenido una espada en mejores condiciones seguiría Katherine con vida? Las preguntas continuaban como si el responder esas fuesen a tranquilizarle de alguna forma ¿Le habría seguido esta por todo Aerandir? Por el comportamiento de la muchacha, probablemente.
El fantasma de una sonrisa cruzó su cara al recordar la manera en la que la joven se le había acercado en su aldea natal, la conocía desde hacía tan poco y sin embargo de alguna forma había conseguido que el mercenario le tomase aprecio, justo para ser atravesada por la hoja de un bandido poco después.
Una vez se hubo estado completamente salió al pasillo sujetándose con las paredes y con todo lo que tenía a su alcance para no caer al suelo.
Tenía que saber dónde estaba y tenía que localizar a Hessiah para agradecerle el haber cargado con él hasta allí, todavía sentía un escalofrió cada vez que la mirada que le había lanzado el brujo poco antes de desmayarse cruzaba su cabeza.
Los brujos tenían algo que escapaba a su entendimiento, hasta el momento solo había conocido relativamente bien a dos,y ambos compartían aquella mirada, tanto Demian como Herman mostraban una frialdad en su rostro que era difícil de comprender para el mercenario ¿Ser poseedor de aquellos extraños poderes de los que gozaban te hacia comportarte así?
Tratando de no pensar mucho en aquello bajo hasta el piso inferior de lo que parecía ser una posada, esperando encontrarse allí al brujo y tener unas palabras con él, aún no había olvidado el motivo por el que había viajado al norte, y aunque se encontraba en un estado bastante lamentable, seguía teniendo interés en continuar hasta Dundarak y, de ser posible, localizar a Demian y a Eärwen.
Sentía que el mundo se le había venido encima, sentía que había cometido un gran error no recordaba exactamente él por qué, pero una extraña sensación de malestar recorría su cuerpo de una a punta a otra, no era dolor físico, ese ya estaba muy acostumbrado a sentirlo, era diferente, pero por algún modo no alcanzaba a explicarlo.
Apenas podía moverse, pero podía hacerlo siempre y cuando no hiciese movimientos bruscos, lentamente se incorporó hasta estar sentado sobre aquella cama, con el ojo que no tenía oculto bajo la venda escudriñó la habitación, como era ya normal en aquellas situaciones, no reconoció el lugar en el que se encontraba, sí reconoció no obstante, el paisaje que se veía a través de la pequeña ventana por la cual entraba la única luz del dormitorio – “Conozco este sitio...” – Susurró, tratando de ubicarse.
No sin mucho esfuerzo acabó levantándose de la cama solo para encontrar lo que quedaba de su espada y sus ropajes junto a esta, en el momento en el cual su mirada se posó sobre el arma, partida por la mitad, con restos del líquido que había vertido sobre la hoja aun congelada sobre la misma, todo lo que había pasado volvió a su cabeza. Había matado a Caín.
Y no se sentía culpable por ello.
Quizás lamentaba el como lo había hecho, el cómo había acabado un hombre que quizás cargaba con una historia más compleja de la que él habría podido imaginar, el haberle golpeado en la cara hasta que este había dejado de moverse, a pesar de ello seguía sin sentirse culpable por la muerte del bandido.
Una parte de él, no obstante sentía que podrían haberle entregado a las autoridades. Si hubiese tenido la cabeza fría quizás lo habrían conseguido, pero en el momento en el que la espada del dragón atravesó a la muchacha que les acompañaba, en el momento en el cual Katherine dejó de respirar, perdió el control, no era él.
Miró sus nudillos, envueltos en finos vendajes blancos y se sentó una vez más sobre la cama, mientras procedía, de forma lenta pero metódica, a vestirse ¿Dónde estaba? ¿Había cargado el brujo con él hasta allí? ¿Dónde estaba este de haberlo hecho? ¿Había recuperado a Mohr, la razón por la cual todo esto había empezado? Muchas preguntas surcaban su cabeza sin ningún tipo de orden, una tras otra, demasiadas dudas que no iba a poder responder nunca.
¿De haber tenido una espada en mejores condiciones seguiría Katherine con vida? Las preguntas continuaban como si el responder esas fuesen a tranquilizarle de alguna forma ¿Le habría seguido esta por todo Aerandir? Por el comportamiento de la muchacha, probablemente.
El fantasma de una sonrisa cruzó su cara al recordar la manera en la que la joven se le había acercado en su aldea natal, la conocía desde hacía tan poco y sin embargo de alguna forma había conseguido que el mercenario le tomase aprecio, justo para ser atravesada por la hoja de un bandido poco después.
Una vez se hubo estado completamente salió al pasillo sujetándose con las paredes y con todo lo que tenía a su alcance para no caer al suelo.
Tenía que saber dónde estaba y tenía que localizar a Hessiah para agradecerle el haber cargado con él hasta allí, todavía sentía un escalofrió cada vez que la mirada que le había lanzado el brujo poco antes de desmayarse cruzaba su cabeza.
Los brujos tenían algo que escapaba a su entendimiento, hasta el momento solo había conocido relativamente bien a dos,y ambos compartían aquella mirada, tanto Demian como Herman mostraban una frialdad en su rostro que era difícil de comprender para el mercenario ¿Ser poseedor de aquellos extraños poderes de los que gozaban te hacia comportarte así?
Tratando de no pensar mucho en aquello bajo hasta el piso inferior de lo que parecía ser una posada, esperando encontrarse allí al brujo y tener unas palabras con él, aún no había olvidado el motivo por el que había viajado al norte, y aunque se encontraba en un estado bastante lamentable, seguía teniendo interés en continuar hasta Dundarak y, de ser posible, localizar a Demian y a Eärwen.
Eltrant Tale
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Re: Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
Se levantó temprano y lo primero que hizo fue bajar al bar, jugueteando con la moneda entre sus dedos, lanzándola y recibiéndola con una precisión trabajada. Las miradas no tardaron en posarse sobre él.
A esas alturas ya todo el pueblo debía saber la noticia, seguramente a manos del conductor del trineo, pero él no había dicho nada. Ni siquiera cuando la noche anterior había pedido el plato de estofado más jugoso de su vida, ni cuando se había tomado su tiempo en saborearlo lentamente, tampoco dijo nada cuando lo interrogó la tabernera, ni cuando había pedido una habitación para dormir y se la habían cedido gratis. El hombre era una tumba sellada a cal y canto.
Esa mañana no fue diferente, una señora lo encaró directamente, pero la esquivó como si fuera un mero obstáculo en el camino, una piedra más, una silla quizás, nada de importancia.
No había nada vergonzoso en lo ocurrido, ni había cosa alguno de la que se arrepintiera, sólo le fastidiaba tener que dar explicaciones, en especial cuando su objetivo era más bien pasar desapercibido en aquel viaje. Claramente no lo estaba logrando muy bien, pero al menos la palabra 'Artabán' no había sido oída de labio alguno.
Pidió un corto del licor más fuerte que tuvieran y ni siquiera lo saboreó, pues supuso que sería algún ron de mala calidad o agua ardiente. Daba igual, ni siquiera tenía intenciones de quedar ebrio, sólo quería tener un poco de licor en su sangre para cuando saliera al frío del exterior, y es que le esperaba un largo viaje aún hasta Dundarak.
Se puso de pie y dejó unas monedas en el mostrador, mirando a través de los presentes, como si no hubiera allí nadie, ni muros, ni un jodido pueblo, sino sólo nieve y un destino en la distancia.
Sólo entonces sacó el paquete de entre sus ropas, aquel que aún no tenía mal olor por efecto del frío y de que había removido toda la carne que pudo. Lo dejó sobre el mostrador, junto a las monedas y se puso en marcha.
No faltaron los curiosos que se acercaron a contemplar y una señora dio un grito de espanto a sus espaldas. Daba igual, seguro no tardarían en sumar 2 + 2 y saber que se trataba del cuero cabelludo de Caín, señal inequívoca de que había encontrado la hora de su muerte.
Atravesó la puerta y miró a los establos, donde el mozalbete se encargaba del cuidado de los caballos, o al menos pretendía hacerlo.
—Eh, chico —lo llamó— , el caballo que dejé a tu cuidado pertenece a Eltrant Tale, repítelo.
El niño, de no más de 10 años, repitió ese nombre en voz alta.
Satisfecho, Artabán le pasó una moneda y comenzó la marcha. Sería un largo camino.
Artabán
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Re: Hielo abrasador [mastereado][Libre][2/3]
Bajó como buenamente pudo hasta la planta baja ayudado por un hombre que le vio a punto de resbalar y caer por las escaleras, después de agradecer al amable desconocido su ayuda, buscó a Herman, no debía de andar muy lejos, ninguna otra persona había podido cargar con él hasta allí.
Una vez hubo comprobado de que el brujo no se encontraba en la planta baja se acercó esquivando varias mesas hasta el camarero que atendía tras la barra, el hombre abrió los ojos sorprendido quizás, de ver en pie a aquel individuo que había visto transportar al piso de arriba en un estado lamentable hacia no mucho, Eltrant notó como el hombre forzaba una sonrisa.
–“Así… que eres el héroe que se ha encargado de librarnos de Caín” – Eltrant sonrió de una forma aún más forzada que el camarero, una cosa era no sentir remordimiento alguno por la muerte del bandido, y otra muy distinta era estar orgulloso de haberlo apaleado hasta muerte.
No fueron pocos los curiosos que en cuanto el camarero dijo esto se giraron a ver al hombre que estaba en la barra hablando con él, unos pocos se acercaron a preguntar y otros, quizás un poco preocupados por el estado del mercenario, decidieron mantener las distancias.
Después de alejar a todos los cotillas respondiendo sus preguntas de forma monosilábica se giró hacia el camarero –“¿Ha visto por aquí a un tipo que se llama Herman…? Herman Hessiah” – El camarero puso cara de hacer memoria, aunque más bien parecía que el hombre estaba entre la espada y la pared.
Miró a su alrededor según iba recordando dónde se encontraba, era la posada de Lucía, pero la mujer tampoco estaba por ninguna parte, no le importó mucho aquello, tendría que descansar también.
–“Pelirrojo… algunas canas, pinta de estar enfadado constantemente… poco hablador” – El mercenario siguió describiendo a su compañero hasta el dueño de aquel lugar pareció entender o finalmente se rindió y recordó de quien hablaba Eltrant.
-“Se marchó esta mañana temprano” – Concluyó –“Parecía bastante reacio a hablar de lo sucedido, pero demostró claramente que os habíais encargado del bandido” – “¿Había alguien más con él? ¿Trajo a alguien a parte de a mí?” – Preguntó Eltrant, guardando una ínfima esperanza de que Katherine estuviese con vida, el hombre no dijo nada y simplemente negó con la cabeza, para justo después y sin perder tiempo se fue por la puerta más cercana que tenía.
Se había marchado sin despedirse ¿Qué significaba aquello? Le salvaba la vida y después se marchaba, por no hablar que si lo que decía el camarero era cierto había abandonado el cadáver de la mujer en mitad de la nada, suspiró, tampoco es que el brujo pudiese haber hecho mucho, no se puede cargar con dos personas a través de la nieve como si nada.
Por otro lado era cierto que el brujo era un hombre bastante particular, no había pasado ni dos días junto a él, pero unas palabras de despedida no habrían estado de más, podía ser callado, tosco y tener una mirada que te helara la sangre, pero no era un mal tipo después de todo.
No obstante, era bastante hipócrita que él reclamase algo como aquello, así que acabó dejándolo pasar, como siempre le gustaba pensar en estos casos, Aerandir es más pequeña de lo que la gente cree.
Se levantó de la barra para emprender de nuevo su viaje, no sin antes hacer prometer al camarero, que había vuelto a salir del lugar en el que se había escondido, que iba a acercarse hasta la guarida del bandido e iba a enterrar tanto a Caín como a Katherine, el hombre pareció reacio a hacerlo en un principio, pero cuando Eltrant le contó que todas las posesiones que el dragón había robado estaban ahora desprotegidas cambió de opinión, a pesar de ello se aseguró de dejarle un mensaje a Lucía, ella haría lo correcto, era una buena persona.
Con todo lo que había sucedido ni siquiera sabía si habían recuperado finalmente a Mohr, y realmente estaba a punto de perder toda esperanza cuando se acercó a los establos del lugar un niño estaba al cuidado de un caballo para un hombre llamado “Eltrant Tale”.
El mercenario sonrió al ver al animal, hasta el punto en el cual se le escapó una carcajada y abrazó al corcel, el chico junto a él hizo una extraña reverencia, ante lo cual Eltrant arqueó una ceja, y se marchó.
–“¿Me has echado de menos campeón?” – Dijo acariciando al caballo, tenía que agradecer a Herman por aquello, daba igual que se hubiese marchado sin decir nada.
El animal al ver a su jinete simplemente ladeo la cabeza y siguió como siempre el mercenario rio ante esto y, no sin mucho esfuerzo, volvió a subirse a su montura. Tenía que llegar hasta Dundarak.
Una vez hubo comprobado de que el brujo no se encontraba en la planta baja se acercó esquivando varias mesas hasta el camarero que atendía tras la barra, el hombre abrió los ojos sorprendido quizás, de ver en pie a aquel individuo que había visto transportar al piso de arriba en un estado lamentable hacia no mucho, Eltrant notó como el hombre forzaba una sonrisa.
–“Así… que eres el héroe que se ha encargado de librarnos de Caín” – Eltrant sonrió de una forma aún más forzada que el camarero, una cosa era no sentir remordimiento alguno por la muerte del bandido, y otra muy distinta era estar orgulloso de haberlo apaleado hasta muerte.
No fueron pocos los curiosos que en cuanto el camarero dijo esto se giraron a ver al hombre que estaba en la barra hablando con él, unos pocos se acercaron a preguntar y otros, quizás un poco preocupados por el estado del mercenario, decidieron mantener las distancias.
Después de alejar a todos los cotillas respondiendo sus preguntas de forma monosilábica se giró hacia el camarero –“¿Ha visto por aquí a un tipo que se llama Herman…? Herman Hessiah” – El camarero puso cara de hacer memoria, aunque más bien parecía que el hombre estaba entre la espada y la pared.
Miró a su alrededor según iba recordando dónde se encontraba, era la posada de Lucía, pero la mujer tampoco estaba por ninguna parte, no le importó mucho aquello, tendría que descansar también.
–“Pelirrojo… algunas canas, pinta de estar enfadado constantemente… poco hablador” – El mercenario siguió describiendo a su compañero hasta el dueño de aquel lugar pareció entender o finalmente se rindió y recordó de quien hablaba Eltrant.
-“Se marchó esta mañana temprano” – Concluyó –“Parecía bastante reacio a hablar de lo sucedido, pero demostró claramente que os habíais encargado del bandido” – “¿Había alguien más con él? ¿Trajo a alguien a parte de a mí?” – Preguntó Eltrant, guardando una ínfima esperanza de que Katherine estuviese con vida, el hombre no dijo nada y simplemente negó con la cabeza, para justo después y sin perder tiempo se fue por la puerta más cercana que tenía.
Se había marchado sin despedirse ¿Qué significaba aquello? Le salvaba la vida y después se marchaba, por no hablar que si lo que decía el camarero era cierto había abandonado el cadáver de la mujer en mitad de la nada, suspiró, tampoco es que el brujo pudiese haber hecho mucho, no se puede cargar con dos personas a través de la nieve como si nada.
Por otro lado era cierto que el brujo era un hombre bastante particular, no había pasado ni dos días junto a él, pero unas palabras de despedida no habrían estado de más, podía ser callado, tosco y tener una mirada que te helara la sangre, pero no era un mal tipo después de todo.
No obstante, era bastante hipócrita que él reclamase algo como aquello, así que acabó dejándolo pasar, como siempre le gustaba pensar en estos casos, Aerandir es más pequeña de lo que la gente cree.
Se levantó de la barra para emprender de nuevo su viaje, no sin antes hacer prometer al camarero, que había vuelto a salir del lugar en el que se había escondido, que iba a acercarse hasta la guarida del bandido e iba a enterrar tanto a Caín como a Katherine, el hombre pareció reacio a hacerlo en un principio, pero cuando Eltrant le contó que todas las posesiones que el dragón había robado estaban ahora desprotegidas cambió de opinión, a pesar de ello se aseguró de dejarle un mensaje a Lucía, ella haría lo correcto, era una buena persona.
Con todo lo que había sucedido ni siquiera sabía si habían recuperado finalmente a Mohr, y realmente estaba a punto de perder toda esperanza cuando se acercó a los establos del lugar un niño estaba al cuidado de un caballo para un hombre llamado “Eltrant Tale”.
El mercenario sonrió al ver al animal, hasta el punto en el cual se le escapó una carcajada y abrazó al corcel, el chico junto a él hizo una extraña reverencia, ante lo cual Eltrant arqueó una ceja, y se marchó.
–“¿Me has echado de menos campeón?” – Dijo acariciando al caballo, tenía que agradecer a Herman por aquello, daba igual que se hubiese marchado sin decir nada.
El animal al ver a su jinete simplemente ladeo la cabeza y siguió como siempre el mercenario rio ante esto y, no sin mucho esfuerzo, volvió a subirse a su montura. Tenía que llegar hasta Dundarak.
Eltrant Tale
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