El cupido aerandiano [evento]
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El cupido aerandiano [evento]
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Aquella tarde había sido inestable, con chaparrones en la costa, oleadas de calor extremo y momentos de frío. De vez en cuando se podían ver cadenas de arcoíris en los acantilados con rumbo hacia el mar, más lo más llamativo podría haber sido un centauro que galopaba como un loco, arco en mano hacia todas las parejas que hubiera en la zona.
Armado con un arco color carmín y flechas rosa, el centauro apuntaría a tú pareja y dispararía una flecha rápida que una vez habiendo dado en el corazón desaparecería como un haz de luz, después de eso, él continuaría corriendo a toda velocidad, escapando de cualquier peligro mientras que quién te acompañaba comenzaría a sentirse extraño/a, una leve fiebre, dolor en el pecho y mariposas en el estómago.
Poco después comenzaría a besarte y abrazarte más de lo socialmente aceptable para luego no dejarte en paz.
________________- cupido aerandiano:
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Armado con un arco color carmín y flechas rosa, el centauro apuntaría a tú pareja y dispararía una flecha rápida que una vez habiendo dado en el corazón desaparecería como un haz de luz, después de eso, él continuaría corriendo a toda velocidad, escapando de cualquier peligro mientras que quién te acompañaba comenzaría a sentirse extraño/a, una leve fiebre, dolor en el pecho y mariposas en el estómago.
Poco después comenzaría a besarte y abrazarte más de lo socialmente aceptable para luego no dejarte en paz.
Este es un evento de San Valentín, podrán concursar de a pares. La primer dupla que participe será la que se lleve el premio.
Juntos deberán terminar con el efecto de la flecha del cupido que consta básicamente de un amor enfermizo y obsesivo. Tienen un máximo de dos posts por persona para sobrellevar la situación.
Cada post no puede tener menos de 20 líneas
Thorn
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Re: El cupido aerandiano [evento]
Aquella había sido una tarde de locos. Perdidos, habíamos terminado de algún modo de nuevo en la playa de los ancestros. O al menos en alguna parte abstracta y poco especifica de ella. - ¿Recuerdas aquella vez que nos encontramos casualmente en esta playa? Fue muy loco.- hice alusión a uno de los primeros días de nuestro reencuentro, antes de que todo se volviera una locura sin pies ni cabezas. - Sería interesante toparnos casualmente con la guarida de aquellos piratas, ¿no crees?.- disimulé una sonrisa tratando de suavizar cualquier recuerdo negativo que pudiese evocar aquella memoria.
A estas alturas ya no estaba seguro de cómo sentirme. La mañana nos había atacado con un frío que calaba los huesos, lo cual solo podía indicar que nos acercábamos cada vez más a la sección norte de aquella, más en la tarde comenzó a llover como si se fuese a acabar del mundo, mojándome hasta los pensamientos, y de no haber sido por unas palmeras gorditas que habían en nuestro camino, nos hubiéramos mojado más que eso… “mucho más”. Sin embargo, luego de abandonar nuestro improvisado refugio al terminar el diluvio, estábamos en el horno, literalmente. - Al menos nos secamos rápido, nunca entenderé este maldito clima tropical.- refunfuñé moviendo la cabeza de un lado para otro.
- ¿Cómo vas? Si deseas podemos detenernos a descansar un poco.- dije tomando su cálida mano, preocupado de no llevarla demasiado al límite, y secretamente para darle un poco de paz a mis piernas que ya comenzaban a quejarse de tanto caminar en la arena.
El sol comenzaba a descender lentamente, queriendo desaparecer entre las nubes y las grandes montañas nevadas que comenzaban a aparecer en nuestro paisaje y que nos indicaban que estábamos cerca de nuestro destino. Los tenues rayos de luz que iban quedando se reflejaban en las paredes de aquellas majestuosas formaciones de hielo, generando interesantes tonalidades rosa y violeta que combinaban a la perfección con los finos cabellos rosáceos de mi amada Luka, aquella cuyos profundos ojos índigos siempre evocaban mis más nostálgicas memorias del océano, pero que en este momento contradecían con carácter la intranquilidad del mar que nos rodeaba.
- Parece que se viene una tormenta. Será mejor que busquemos refugio antes de que caiga la noche.- agaché mis hombros, resignado a los hechos. - Por cierto, gracias por acompañarme en esta aventura. Sin ti, sin duda no hubiera llegado muy lejos.- dije algo apenado dándole un beso en la frente. Quería decir aquellas palabras dos palabras que resumían apenas y lograban resumir todo lo que sentía en mi corazón por ella, pero mi orgullo no me lo permitiría, y tenía miedo de que ella ya no sintiera lo mismo que sintió aquella noche en la posada, a pesar de que había accedido a ser mi compañera de viaje.
De pronto apareció una especie de hombre-bestia muy peculiar. Mitad caballo y mitad humano, solo había oído hablar de él en muy contadas veces en mi vida, todas de fuentes no muy confiables. - ¿Un centauro…? Esto es nuevo.- enarqué una ceja ante el avistamiento, que para mí era tan raro como haber encontrado al misterioso “Hombre-bestia de las nieves”.
El centauro, arco y flecha en mano, comenzó su galope en nuestra dirección. Todo fue muy rápido: el disparo, su huida; todo menos yo. Traté de detener la flecha que con mi propio cuerpo, traté de salir tras de él, pero ella era mi mayor preocupación, era mi todo. - ¡Lu!- grité desesperado, pero al voltearme a verla, la flecha que iba dirigida a atravesar su corazón, que supuestamente había atravesado su fina piel y asesinado aquello que era lo más precioso para mí, no estaba; se había esfumado en el aire, como si nunca hubiera existido, como si todo hubiera sido un mal sueño, una ilusión.
A estas alturas ya no estaba seguro de cómo sentirme. La mañana nos había atacado con un frío que calaba los huesos, lo cual solo podía indicar que nos acercábamos cada vez más a la sección norte de aquella, más en la tarde comenzó a llover como si se fuese a acabar del mundo, mojándome hasta los pensamientos, y de no haber sido por unas palmeras gorditas que habían en nuestro camino, nos hubiéramos mojado más que eso… “mucho más”. Sin embargo, luego de abandonar nuestro improvisado refugio al terminar el diluvio, estábamos en el horno, literalmente. - Al menos nos secamos rápido, nunca entenderé este maldito clima tropical.- refunfuñé moviendo la cabeza de un lado para otro.
- ¿Cómo vas? Si deseas podemos detenernos a descansar un poco.- dije tomando su cálida mano, preocupado de no llevarla demasiado al límite, y secretamente para darle un poco de paz a mis piernas que ya comenzaban a quejarse de tanto caminar en la arena.
El sol comenzaba a descender lentamente, queriendo desaparecer entre las nubes y las grandes montañas nevadas que comenzaban a aparecer en nuestro paisaje y que nos indicaban que estábamos cerca de nuestro destino. Los tenues rayos de luz que iban quedando se reflejaban en las paredes de aquellas majestuosas formaciones de hielo, generando interesantes tonalidades rosa y violeta que combinaban a la perfección con los finos cabellos rosáceos de mi amada Luka, aquella cuyos profundos ojos índigos siempre evocaban mis más nostálgicas memorias del océano, pero que en este momento contradecían con carácter la intranquilidad del mar que nos rodeaba.
- Parece que se viene una tormenta. Será mejor que busquemos refugio antes de que caiga la noche.- agaché mis hombros, resignado a los hechos. - Por cierto, gracias por acompañarme en esta aventura. Sin ti, sin duda no hubiera llegado muy lejos.- dije algo apenado dándole un beso en la frente. Quería decir aquellas palabras dos palabras que resumían apenas y lograban resumir todo lo que sentía en mi corazón por ella, pero mi orgullo no me lo permitiría, y tenía miedo de que ella ya no sintiera lo mismo que sintió aquella noche en la posada, a pesar de que había accedido a ser mi compañera de viaje.
De pronto apareció una especie de hombre-bestia muy peculiar. Mitad caballo y mitad humano, solo había oído hablar de él en muy contadas veces en mi vida, todas de fuentes no muy confiables. - ¿Un centauro…? Esto es nuevo.- enarqué una ceja ante el avistamiento, que para mí era tan raro como haber encontrado al misterioso “Hombre-bestia de las nieves”.
El centauro, arco y flecha en mano, comenzó su galope en nuestra dirección. Todo fue muy rápido: el disparo, su huida; todo menos yo. Traté de detener la flecha que con mi propio cuerpo, traté de salir tras de él, pero ella era mi mayor preocupación, era mi todo. - ¡Lu!- grité desesperado, pero al voltearme a verla, la flecha que iba dirigida a atravesar su corazón, que supuestamente había atravesado su fina piel y asesinado aquello que era lo más precioso para mí, no estaba; se había esfumado en el aire, como si nunca hubiera existido, como si todo hubiera sido un mal sueño, una ilusión.
Kuzu
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Re: El cupido aerandiano [evento]
Ese tonto de Kuu parecía ser incapaz de comprender las direcciones o encontrar el Norte “ ¿Realmente es un mercenario?” me pregunté escuchando sus palabras. Claro que recordaba aquel reencuentro, y no… no sería muy loco encontrar la cala ya que habiendo llegado allí una vez, sabía que podría encontrarla una segunda, pero “¿Para qué confiarle eso?” me pregunté, descartando la idea. Probablemente eso nos traería algún que otro conflicto y dado ese día de locos en el que ni siquiera el tiempo parecía estar de acuerdo consigo mismo decidí que sería mejor ser reservada en esa cuestión.
Estaba cansada sí, pero me sorprendió esa repentina gracia de él gratuitamente. O estaba tramando algo… o estaba tramando algo. En su vida parecía no haber espacio para el romanticismo y todavía no terminábamos de cerrar el trato. ¿Sería que ahora estaba pensando en confesarse? Miré con escepticismo nuestras manos juntas y simplemente asentí. Pensaba en negarme, pero cada vez que miraba sus ojos algo dentro de mí se derretía y era imposible negarme a sus deseos “Te odio” pensé mientras echaba un vistazo a los alrededores, cotejando las palabras que había dicho. Quizás admití, posando mi vista en un arcoíris específico que parecía llamarme en la distancia, era muy grande, el señor de los arcoíris y tan nítido como lejano… “Los misterios de la naturaleza” pensé recordando a los elfos con los que me había topado y su posible explicación para aquellas vistosas bendiciones.
No hay nada que agradecer le dije, girando mi cabeza hacia él para ser besada en la frente. Estaba comenzando a cabrearme y mal. “¿Qué tienen de malo mis labios?” pensé mordiéndome la mejilla por dentro y pensaba preguntárselo cuando apareció ese tipo gigante y musculoso horriblemente armado con un arco tan sospechosamente llamativo que parecía surreal. Todo sucedió rápido, tanto que no supe como reaccionar. Era una mera espectadora de mi propia muerte; al menos había llegado a ser testigo de cómo el humano que había sido mi amigo pretendía dar su vida por la mía. Sonreí amargamente mientras me arrodillaba sintiendo la flecha en mi pecho.
Extrañamente no sentía la muerte cercana, aunque sí un gran frío, como si me calara lo más profundo de mis huesos; aunque eso podía bien ser porque aún estaba húmeda por las lluvias que nos habían azotado sin tregua desde la mañana. Miré a Kamu, quería que sus ojos fueran la última de mis visiones, pero resultó en vano. Un haz de luz nubló mi vista y de pronto más que la muerte sentía calor, calor en todo el cuerpo y también frío. Era una extraña sensación, pero lo peor era que me cosquilleaba la barriga, sus interiores. Me incorporé lentamente, palpando todo para ver si las cosas estaban en su lugar.
Por todo lo que es sagrado, incluso las bestias fantásticas juegan bromas pesadas dije algo enojada por haber sido vilmente engañada. Probablemente Kuzu comenzaría a reírse en cualquier momento, por lo que me ahorré el trabajo y comencé a sonrojarme casi de inmediato. Pero cuando busqué sus ojos para rezongarle y ver qué pasaba con él, nuevamente me atacó esa cosa en mi estómago. No podía haber sido algo que había comido, todo era saludable y no era esa especie de molestia. Llevé ambas manos a mi vientre y volví a mirarle para corroborar si los efectos eran solamente al verle y ¡Bingo! así era.
Pensaba gritarle que le odiaba, como siempre, sin embargo parecía más apuesto de lo que siempre estaba y sin pensármelo dos veces me tiré a sus brazos, acurrucándome entre ellos y esnifándolo. Te amo Kuu, siempre lo he hecho y siempre lo haré declaré, era como si mi boca me traicionara y dijera todo lo que había estado guardándome, pero esa descarga me gustó, por lo que decidí dar rienda suelta a todo mi amor contenido.
¿Es que tú no me amas? pregunté apartándome de él y dando un par de pasos hacia atrás Kuu ya no me ve como mujer me quejé, echando para afuera mis labios, buscando a la distancia un beso que probablemente nunca llegaría. Pero me encargaré de que cambies de parecer, quédate allí ordené y tras un momento de sapiencia que era casi una tortura –ya que todo mi ser quería estar pegada a él- decidí que lo mejor sería desnudarme lentamente. Así, comencé con la parte superior de mi cuerpo y a medida que me sacaba una prenda daba un paso hacia él. Acéptalo, no podrías vivir sin mi porque me amas más igual de lo que yo te amo. Sólo tienes que decir dos palabras y todo será tuyo
Estaba cansada sí, pero me sorprendió esa repentina gracia de él gratuitamente. O estaba tramando algo… o estaba tramando algo. En su vida parecía no haber espacio para el romanticismo y todavía no terminábamos de cerrar el trato. ¿Sería que ahora estaba pensando en confesarse? Miré con escepticismo nuestras manos juntas y simplemente asentí. Pensaba en negarme, pero cada vez que miraba sus ojos algo dentro de mí se derretía y era imposible negarme a sus deseos “Te odio” pensé mientras echaba un vistazo a los alrededores, cotejando las palabras que había dicho. Quizás admití, posando mi vista en un arcoíris específico que parecía llamarme en la distancia, era muy grande, el señor de los arcoíris y tan nítido como lejano… “Los misterios de la naturaleza” pensé recordando a los elfos con los que me había topado y su posible explicación para aquellas vistosas bendiciones.
No hay nada que agradecer le dije, girando mi cabeza hacia él para ser besada en la frente. Estaba comenzando a cabrearme y mal. “¿Qué tienen de malo mis labios?” pensé mordiéndome la mejilla por dentro y pensaba preguntárselo cuando apareció ese tipo gigante y musculoso horriblemente armado con un arco tan sospechosamente llamativo que parecía surreal. Todo sucedió rápido, tanto que no supe como reaccionar. Era una mera espectadora de mi propia muerte; al menos había llegado a ser testigo de cómo el humano que había sido mi amigo pretendía dar su vida por la mía. Sonreí amargamente mientras me arrodillaba sintiendo la flecha en mi pecho.
Extrañamente no sentía la muerte cercana, aunque sí un gran frío, como si me calara lo más profundo de mis huesos; aunque eso podía bien ser porque aún estaba húmeda por las lluvias que nos habían azotado sin tregua desde la mañana. Miré a Kamu, quería que sus ojos fueran la última de mis visiones, pero resultó en vano. Un haz de luz nubló mi vista y de pronto más que la muerte sentía calor, calor en todo el cuerpo y también frío. Era una extraña sensación, pero lo peor era que me cosquilleaba la barriga, sus interiores. Me incorporé lentamente, palpando todo para ver si las cosas estaban en su lugar.
Por todo lo que es sagrado, incluso las bestias fantásticas juegan bromas pesadas dije algo enojada por haber sido vilmente engañada. Probablemente Kuzu comenzaría a reírse en cualquier momento, por lo que me ahorré el trabajo y comencé a sonrojarme casi de inmediato. Pero cuando busqué sus ojos para rezongarle y ver qué pasaba con él, nuevamente me atacó esa cosa en mi estómago. No podía haber sido algo que había comido, todo era saludable y no era esa especie de molestia. Llevé ambas manos a mi vientre y volví a mirarle para corroborar si los efectos eran solamente al verle y ¡Bingo! así era.
Pensaba gritarle que le odiaba, como siempre, sin embargo parecía más apuesto de lo que siempre estaba y sin pensármelo dos veces me tiré a sus brazos, acurrucándome entre ellos y esnifándolo. Te amo Kuu, siempre lo he hecho y siempre lo haré declaré, era como si mi boca me traicionara y dijera todo lo que había estado guardándome, pero esa descarga me gustó, por lo que decidí dar rienda suelta a todo mi amor contenido.
¿Es que tú no me amas? pregunté apartándome de él y dando un par de pasos hacia atrás Kuu ya no me ve como mujer me quejé, echando para afuera mis labios, buscando a la distancia un beso que probablemente nunca llegaría. Pero me encargaré de que cambies de parecer, quédate allí ordené y tras un momento de sapiencia que era casi una tortura –ya que todo mi ser quería estar pegada a él- decidí que lo mejor sería desnudarme lentamente. Así, comencé con la parte superior de mi cuerpo y a medida que me sacaba una prenda daba un paso hacia él. Acéptalo, no podrías vivir sin mi porque me amas más igual de lo que yo te amo. Sólo tienes que decir dos palabras y todo será tuyo
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Re: El cupido aerandiano [evento]
- ¿Pero qué…?- dije conteniendo de improviso una grosería. ¿Acaso estaba drogado? Estaba seguro que la flecha había atravesado su corazón, sin embargo no había flecha alguna, ni centauro, ni nada. Pero ella al parecer también lo había visto y sentido, y eso era suficiente para creer un poco más en mi cordura. Estaba terriblemente preocupado por ella, pero su comentario terminó por sacarme una carcajada que de algún modo resultó ser hasta desestresante. El ambiente tenso había desaparecido. - Jajaja, si, maldita cosa casi me da un infarto.- reí de forma nerviosa, pero de pronto se llevó las manos a su vientre, como si estuviera teniendo retorcijones.
- ¿Que sucede? ¿La flecha terminó preñándote? ¿O quizás te dio ganas de hacer del dos?.- bromee, consciente de la represalia que me esperaba, pero ésta nunca llegó. - Te amo Kuu, siempre lo he hecho y siempre lo haré.-confesó para mi sorpresa mientras se lanzaba a mis brazos y me olía como nunca antes lo había hecho. Mi corazón dio un salto, y luego otro, y por un momento pensé que moriría feliz en ese lugar, no podía pedir más. Por otro lado, tenía una gran duda existencial al exceso de olfateo: “¿Qué acaso no me bañé esta mañana…?” traté de hacer memoria, más de pronto se apartó de mí y me hizo una pregunta que se sintió como si la flecha hubiese desgarrado mi corazón en vez del suyo.
- Yo…- traté de negar sus palabras, de que sí la amaba, pero antes de eso fui interrumpido. - Kuu ya no me ve como mujer.- soltó sin ningún filtro, palabras que se ganaban el premio a la ridiculez del día. - Eso no es cierto.- reclamé, pero antes de poder hacer algo al respecto, ella volvió a tomar acción y me ordenó quedarme quieto mientras ella comenzaba a acercarse lentamente mientras se desnudaba el torso.
Sentí como la sangre me subía a la cabeza. La piel desnuda de Luka era lo más hermoso de aquel atardecer, más incluso que paisaje, el sol en el horizonte, las estrellas que se asomaban tímidamente en el cielo, o aquél arcoíris superdesarrollado. No había forma de no verla como una mujer, no cuando todo en ella en ese momento era hermoso y femenino. Sus ojos que solían reflejar la tranquilidad del mar parecían arder en llamas de pasión, pero que decidiese hacerlo en ese momento se sentía muy equivocado. “¿Pero qué rayos está pasando? ¿Es esta la misma Luka de siempre?”
- Acéptalo, no podrías vivir sin mí porque me amas más igual de lo que yo te amo. Sólo tienes que decir dos palabras y todo será tuyo.- dijo con palabras demasiado ciertas como para ser admitidas. Todo era cierto, ya no podía vivir sin ella, a pesar de que había pasado la mayor parte de mi vida lejos de ella, siempre estuvo en mi corazón y su recuerdo me acompañaba a donde quiera que fuera. No estaba seguro de que el amor tuviera alguna especie de medidor, pero probablemente nos amábamos en igual medida. Sin embargo, no estaba seguro de querer tenerlo todo solo con decir dos palabras. El amor no se trataba de eso, no para mí.
- Basta, ya es suficiente.- dije tomándola de los brazos en un intento de evitar que pudiera quitarse otra prenda. - Te conozco, Luna Kaliope, y me extraña tu comportamiento.- aparté la mirada de la suya mientras hablaba. - Si fuera tan fácil como dices, ¿qué gracia tendría? Eso no es amor, es...- no alcancé a terminar la frase que probablemente la trataría de algo que no era, y volví a mirarla a aquellos grandes y profundos ojos en los que deseaba perderme por la eternidad.
No conocía el funcionamiento de la magia de bestias fantásticas, ni de flechas que se esfumaban en el aire, pero lo más probable es que aquello hubiera hechizado de algún modo a mi Luka, por lo que estaba inseguro de que todo lo que estaba diciéndole estuviera funcionando. Pero no pensaba rendirme, y en un acto desesperado la abracé sorpresivamente. - Por favor, vuelve a ser la Luka que siempre has sido, la que es orgullosa y se valora a sí misma, la que siempre ha sido fuerte a pesar de sus debilidades, la que amo y siempre he amado de verdad.- me separé momentáneamente de ella, pero antes de darme cuenta, había cerrado mis ojos y la besaba en los labios como nunca antes lo había hecho en mi vida.
- Te amo, Lu.-
- ¿Que sucede? ¿La flecha terminó preñándote? ¿O quizás te dio ganas de hacer del dos?.- bromee, consciente de la represalia que me esperaba, pero ésta nunca llegó. - Te amo Kuu, siempre lo he hecho y siempre lo haré.-confesó para mi sorpresa mientras se lanzaba a mis brazos y me olía como nunca antes lo había hecho. Mi corazón dio un salto, y luego otro, y por un momento pensé que moriría feliz en ese lugar, no podía pedir más. Por otro lado, tenía una gran duda existencial al exceso de olfateo: “¿Qué acaso no me bañé esta mañana…?” traté de hacer memoria, más de pronto se apartó de mí y me hizo una pregunta que se sintió como si la flecha hubiese desgarrado mi corazón en vez del suyo.
- Yo…- traté de negar sus palabras, de que sí la amaba, pero antes de eso fui interrumpido. - Kuu ya no me ve como mujer.- soltó sin ningún filtro, palabras que se ganaban el premio a la ridiculez del día. - Eso no es cierto.- reclamé, pero antes de poder hacer algo al respecto, ella volvió a tomar acción y me ordenó quedarme quieto mientras ella comenzaba a acercarse lentamente mientras se desnudaba el torso.
Sentí como la sangre me subía a la cabeza. La piel desnuda de Luka era lo más hermoso de aquel atardecer, más incluso que paisaje, el sol en el horizonte, las estrellas que se asomaban tímidamente en el cielo, o aquél arcoíris superdesarrollado. No había forma de no verla como una mujer, no cuando todo en ella en ese momento era hermoso y femenino. Sus ojos que solían reflejar la tranquilidad del mar parecían arder en llamas de pasión, pero que decidiese hacerlo en ese momento se sentía muy equivocado. “¿Pero qué rayos está pasando? ¿Es esta la misma Luka de siempre?”
- Acéptalo, no podrías vivir sin mí porque me amas más igual de lo que yo te amo. Sólo tienes que decir dos palabras y todo será tuyo.- dijo con palabras demasiado ciertas como para ser admitidas. Todo era cierto, ya no podía vivir sin ella, a pesar de que había pasado la mayor parte de mi vida lejos de ella, siempre estuvo en mi corazón y su recuerdo me acompañaba a donde quiera que fuera. No estaba seguro de que el amor tuviera alguna especie de medidor, pero probablemente nos amábamos en igual medida. Sin embargo, no estaba seguro de querer tenerlo todo solo con decir dos palabras. El amor no se trataba de eso, no para mí.
- Basta, ya es suficiente.- dije tomándola de los brazos en un intento de evitar que pudiera quitarse otra prenda. - Te conozco, Luna Kaliope, y me extraña tu comportamiento.- aparté la mirada de la suya mientras hablaba. - Si fuera tan fácil como dices, ¿qué gracia tendría? Eso no es amor, es...- no alcancé a terminar la frase que probablemente la trataría de algo que no era, y volví a mirarla a aquellos grandes y profundos ojos en los que deseaba perderme por la eternidad.
No conocía el funcionamiento de la magia de bestias fantásticas, ni de flechas que se esfumaban en el aire, pero lo más probable es que aquello hubiera hechizado de algún modo a mi Luka, por lo que estaba inseguro de que todo lo que estaba diciéndole estuviera funcionando. Pero no pensaba rendirme, y en un acto desesperado la abracé sorpresivamente. - Por favor, vuelve a ser la Luka que siempre has sido, la que es orgullosa y se valora a sí misma, la que siempre ha sido fuerte a pesar de sus debilidades, la que amo y siempre he amado de verdad.- me separé momentáneamente de ella, pero antes de darme cuenta, había cerrado mis ojos y la besaba en los labios como nunca antes lo había hecho en mi vida.
- Te amo, Lu.-
Kuzu
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Re: El cupido aerandiano [evento]
Me sentía caliente, como una extraña en mi propio cuerpo que se movía de una forma que jamás creí posible, más por algún motivo me sentía desenfrenadamente feliz, desvergonzadamente libre. Sin ataduras, sin restricciones, sin el patético orgullo que me impedía disfrutar del hombre que amaba y deseaba. Quería hacerlo mío, solo mio y dejarle mucho más que la simple marca de mis colmillos en aquella fiesta de Beltrexus, esta vez iría a por todo y nada me detendría.
Nada me detendría excepto por él. Nunca había calculado esa posibilidad, pero lejos de desanimarme, me hizo pensar que se estaba haciendo el difícil, que pronto se daría cuenta de ese error y querría tomarme allí, para que nuestra comunión se uniera a la de la naturaleza en aquél día marcado, señalado por el destino para ser nuestro; después de todo había estado tan raro que se parecía a nosotros. Le miraba a los ojos con deseo; quería que me quisiera, que me lo demostrara, que cediera ante mis insinuaciones que eran muy poco sutiles. “Piérdete en mí, cae en mis redes” pensaba una y otra vez, pero él se resistía, como una mujer cela su honor ante los lobos feroces de los hombres, él se mantenía firme en su voluntad de rechazarme.
Odiaba las palabras que me estaba dirigiendo, como si no conociese lo que pasaba por su mente ya, “pero el cuerpo tiene deseos, ¿sabes?” quise responderle, más me mordí la lengua, intentando tocarle lo máximo posible. Muy en el fondo de mi mente sabía que él tenía razón, que nuestra relación no se trataba de eso, pero él no era claro nunca y si no era lo suficientemente honesto como para admitirlo y hacérmelo saber… si no actuaba como un… como el novio que se suponía él era para mí en todos los momentos y no cuando su testosterona lo dictara…
“¡No! Lo quiero todo, no me importa” pensé, dándole rienda suelta a mi cuerpo, a los más bajos deseos mientras él intentaba soltar una nueva perorata. Sepulté muy fácilmente mis pensamientos en lo profundo de mi corazón, dispuesta a todo para que por primera vez, sus ojos de oro líquido se voltearan a mí y solamente a mí. Estaba celosa de él con el mundo, él y sólo él me pertenecía y lo reclamaría allí en ese momento. Sin importar las consecuencias. Quería que me tomara en serio, que…
Entonces me abrazó, con fuerza, de repente… sin darme tiempo a nada. Me gustaba. Le devolví el abrazo y continué esnifándolo. Su olor me encendía, hacía que deseara morderle, rasguñarle y volverlo mío. Y durante ese precioso instante de calma en el que él tomaba la iniciativa como pocas veces comenzó a hablar. “Estúpida perorata” pensé con desdén al comienzo, pero luego cambié de opinión. “¿Me ama tal y como soy?” me pregunté, sintiendo que el raciocinio se debatía con el calor de mi cuerpo. Estaba teniendo uno de esos momentos en los que quedas en blanco y luego tu cabeza se hace un lío. Por un lado quería amarrarlo a mi cuerpo, sentirlo mío en ese instante y por el otro deseaba atesorar aquel hermoso sentimiento que me había acompañado desde la más primera infancia y se había desarrollado en nuestro reencuentro. Me sentía desfallecer cuando finalmente me besó.
Me besó y le besé, como nunca antes lo habíamos hecho, con pasión, con deseo… con entrega y finalmente amor.
Nos abrazamos y cerré mis ojos mientras volvía a sentir la esencia de su cuerpo que se filtraba por su ropa. “También te amo Kuu” pensé para mi mientras dejaba reposar por unos instantes mi mente. Quizás lo mejor sería hacer como que nada había pasado y echarle todas las culpas a él, después de todo, podía recordar claramente lo que había hecho, lo que había dicho y cómo había pensado y me sentía terriblemente avergonzada.
Le di un par de golpes en el hombro para que me soltara y luego le eché la lengua evitando ver sus ojos, sin embargo miré su nariz para mantener el sentido general de la mirada. Estúpido Kamui, ¿intentabas aprovecharte de mí? pregunté mientras con la cara completamente colorada me daba la vuelta para darle la espalda y levantar del suelo mis prendas, pero en mi rostro se mantenía una amplia sonrisa. “De verdad te amo, tontito”
Nada me detendría excepto por él. Nunca había calculado esa posibilidad, pero lejos de desanimarme, me hizo pensar que se estaba haciendo el difícil, que pronto se daría cuenta de ese error y querría tomarme allí, para que nuestra comunión se uniera a la de la naturaleza en aquél día marcado, señalado por el destino para ser nuestro; después de todo había estado tan raro que se parecía a nosotros. Le miraba a los ojos con deseo; quería que me quisiera, que me lo demostrara, que cediera ante mis insinuaciones que eran muy poco sutiles. “Piérdete en mí, cae en mis redes” pensaba una y otra vez, pero él se resistía, como una mujer cela su honor ante los lobos feroces de los hombres, él se mantenía firme en su voluntad de rechazarme.
Odiaba las palabras que me estaba dirigiendo, como si no conociese lo que pasaba por su mente ya, “pero el cuerpo tiene deseos, ¿sabes?” quise responderle, más me mordí la lengua, intentando tocarle lo máximo posible. Muy en el fondo de mi mente sabía que él tenía razón, que nuestra relación no se trataba de eso, pero él no era claro nunca y si no era lo suficientemente honesto como para admitirlo y hacérmelo saber… si no actuaba como un… como el novio que se suponía él era para mí en todos los momentos y no cuando su testosterona lo dictara…
“¡No! Lo quiero todo, no me importa” pensé, dándole rienda suelta a mi cuerpo, a los más bajos deseos mientras él intentaba soltar una nueva perorata. Sepulté muy fácilmente mis pensamientos en lo profundo de mi corazón, dispuesta a todo para que por primera vez, sus ojos de oro líquido se voltearan a mí y solamente a mí. Estaba celosa de él con el mundo, él y sólo él me pertenecía y lo reclamaría allí en ese momento. Sin importar las consecuencias. Quería que me tomara en serio, que…
Entonces me abrazó, con fuerza, de repente… sin darme tiempo a nada. Me gustaba. Le devolví el abrazo y continué esnifándolo. Su olor me encendía, hacía que deseara morderle, rasguñarle y volverlo mío. Y durante ese precioso instante de calma en el que él tomaba la iniciativa como pocas veces comenzó a hablar. “Estúpida perorata” pensé con desdén al comienzo, pero luego cambié de opinión. “¿Me ama tal y como soy?” me pregunté, sintiendo que el raciocinio se debatía con el calor de mi cuerpo. Estaba teniendo uno de esos momentos en los que quedas en blanco y luego tu cabeza se hace un lío. Por un lado quería amarrarlo a mi cuerpo, sentirlo mío en ese instante y por el otro deseaba atesorar aquel hermoso sentimiento que me había acompañado desde la más primera infancia y se había desarrollado en nuestro reencuentro. Me sentía desfallecer cuando finalmente me besó.
Me besó y le besé, como nunca antes lo habíamos hecho, con pasión, con deseo… con entrega y finalmente amor.
Nos abrazamos y cerré mis ojos mientras volvía a sentir la esencia de su cuerpo que se filtraba por su ropa. “También te amo Kuu” pensé para mi mientras dejaba reposar por unos instantes mi mente. Quizás lo mejor sería hacer como que nada había pasado y echarle todas las culpas a él, después de todo, podía recordar claramente lo que había hecho, lo que había dicho y cómo había pensado y me sentía terriblemente avergonzada.
Le di un par de golpes en el hombro para que me soltara y luego le eché la lengua evitando ver sus ojos, sin embargo miré su nariz para mantener el sentido general de la mirada. Estúpido Kamui, ¿intentabas aprovecharte de mí? pregunté mientras con la cara completamente colorada me daba la vuelta para darle la espalda y levantar del suelo mis prendas, pero en mi rostro se mantenía una amplia sonrisa. “De verdad te amo, tontito”
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+ 5 puntos de exp.
+
+ 5 puntos de exp.
+
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+Bendición del Cupido aerandiano. Cuando vuestro compañero esté malherido o en peligro de muerte entraréis en un estado de cólera que sumará +5 a vuestro mejor atributo durante tres turnos, aunque durante la duración vuestra destreza se reducirá siempre en -4 y al final de los tres turnos (en el que haga 4) ese atributo que hayáis aumentado se verá reducido en -5.
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