Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Pronto los últimos rayos del sol se esfumaron completamente.
Por suerte para el mercenario no hubo más presentaciones, cuando su padre, un hombre alto y corpulento, poseedor de una espesa barba del color del carbón, entró por la puerta cargando un enorme saco de leña, miró al mercenario durante varios largos segundos y, después de dejar el saco a un lado, le despeinó con una de sus enormes manazas endurecidas por el trabajo.
–“Bienvenido a casa Eltrant” – Dijo simplemente mientras se apartaba de su hijo y volvía a cargarse la madera al hombro para seguidamente llevarla sin ninguna dificultad hacia la cocina.
-“¿Llegaste a atrapar a aquel vampiro que me dijeron que andabas siguiendo?” – Preguntó sin motivo alguno a la vez que andaba, Eltrant enarcó una ceja, el recuerdo de aquel vampiro asfixiándose con su propia sangre después de que la flecha de Eärwen le atravesase la garganta no era muy reconfortante, pero no fue eso lo que más le llamó la atención, sino el hecho de que en la granja supiesen tanto de sus travesías, al menos era un poco reconfortante que solo supieran de lo más llamativo. –“Euh… sí, sí que lo atrapé” – Dijo al final, su padre asintió levemente mientras el fantasma de una sonrisa parecía aparecer en su rostro – “Eso está bien”
Aquello fue todo lo que habló con él hasta la mañana siguiente, tampoco le molestaba, su padre nunca había sido muy hablador, siempre estoico y desconfiado, aunque todos los que le conocían sabían que en el fondo era bastante amable, no obstante este solía mostrarse distante la mayor parte del tiempo.
Cuando se encontró solo salió fuera de la casa, había olvidado lo temprano que se iban todos a la cama allí, pero era debido a que, por supuesto, solían estar todos en pie poco antes de las primeras luces del alba.
No tenía ningún motivo para salir afuera, solo quería contemplar la enorme luna llena que alumbraba las tierras de los Tale aquella noche, estaba terriblemente cansado, pero por alguna razón no le apetecía irse a la cama, no todavía; hacia dos días salia de Lunargenta para irse a Ulmer a buscar trabajo, y había acabado volviendo a la casa de sus padres, tenia que ordenar muchas cosas en su cabeza.
Tomó todo el aire que pudo y se quedó allí sin hacer nada, oyendo la suave brisa del viento, el canto de los grillos, y los distintos animales que poblaban aquel pedazo de tierra al que solía llamar hogar; minutos después, cuando empezó a notar que los ojos le dolían, volvió a entrar en el edificio.
Según le habían dicho habían dejado a la guarda en su habitación, por lo que iba a pasar la noche en la habitación de Laura, su hermana pequeña; también podría haberlo hecho en la de los gemelos, si habían salido a hacer las entregas no llegarían hasta dentro de una semana, mínimo, pero la joven había insistido así que no le quedó otra.
Haciendo el menor ruido posible avanzó a través de la casa hasta la habitación de la pequeña de los Tale, una vez en el interior de la misma, se quitó las botas para no hacer ruido y se tumbó en la cama vacía, curiosamente la niña tenía, como él mismo a su edad, un par de libros junto a su cama, y según descubrió poco después, eran suyos –“¿Así que tú también quieres marcharte de aquí?” – Susurró antes de caer profundamente dormido.
Se despertó inusualmente temprano, ¿Quizás un acto reflejo de su cuerpo al comprender dónde se encontraba? No le dio muchas vueltas al asunto y se incorporó bostezando, se fijó en que su hermana había desaparecido de la cama de al lado, y junto a ella, uno de los libros; Eltrant suspiró mientras se ponía los pantalones y la camiseta desteñida que le caracterizaban y volvió al comedor.
Al salir del pasillo percibió un suave aroma a comida recién hecha, su estomagó notó esto y automáticamente gruñó, había estado tan absorto por llevar hasta allí a la joven viva que ni siquiera se había preocupado por comer algo.
Camino por el pasillo descalzo, arrastrando los pies por el suelo aun somnoliento y se encontró con que todos ya estaban allí, Cassandra le recibió con una sonrisa y le invitó a sentarse en una de las sillas, Eltrant se dejó caer en dicha silla y tomó la hogaza de pan que tenía más cerca de él.
La conversación que empezaron fue agradable, casi como si nunca se hubiese marchado de allí, sus familiares evitaron la profesión del mercenario así como tampoco hicieron preguntas por las dos espadas que descansaban al pie de la cama en la que había dormido el joven.
-“¿Cómo esta Alanna?” – Preguntó el mercenario a Thomas al cabo de un rato –“Descansando, no te preocupes por ella, cuando crea que se encuentra mejor vendrá a desayunar, tenía el brazo dislocado, no las piernas” – Eltrant asintió mientras se llevaba otro trozo de pan a la boca aún medio dormido, aquel lugar tenía un extraño efecto soporífero –“¡Elt, Elt, Elt!” – Su hermana pequeña tiró de su camisa para llamar su atención efusivamente, el padre miró fijamente a la chica, quien se calló al instante –“...Eltrant” – Dijo ahora en un tono más formal –“¿Es verdad que Alanna está en la guardia de Lunargenta?”
Eltrant se tragó la comida que tenía en la boca y sonrió a la adolescente –“Sí, primera de su clase y muy condecorada, ha atrapado incontables bandidos” – Exageró mientras volvía a meterse otro trozo de pan en la boca, los ojos de la muchacha parecieron resplandecer de la emoción y se giraron hacia el pasillo, para, justo después de darle un largo trago al vaso de leche que tenía delante y decir a toda prisa que no tenía hambre, irse.
-"¿Sabes que acabas de mandar a un torbellino a la habitación de una herida no?" - Thomas se levantó de la silla frunciendo el ceño y tomó del suelo su pequeño maletín con útiles médicos, listo para ir al pueblo a examinar pacientes, Eltrant se encogió de hombros y sonriendo siguió tomando su desayuno.
– “Nada como un poco de amor familiar” - Se le escapó una leve risa ante lo que le esperaba a su compañera.
Por suerte para el mercenario no hubo más presentaciones, cuando su padre, un hombre alto y corpulento, poseedor de una espesa barba del color del carbón, entró por la puerta cargando un enorme saco de leña, miró al mercenario durante varios largos segundos y, después de dejar el saco a un lado, le despeinó con una de sus enormes manazas endurecidas por el trabajo.
–“Bienvenido a casa Eltrant” – Dijo simplemente mientras se apartaba de su hijo y volvía a cargarse la madera al hombro para seguidamente llevarla sin ninguna dificultad hacia la cocina.
-“¿Llegaste a atrapar a aquel vampiro que me dijeron que andabas siguiendo?” – Preguntó sin motivo alguno a la vez que andaba, Eltrant enarcó una ceja, el recuerdo de aquel vampiro asfixiándose con su propia sangre después de que la flecha de Eärwen le atravesase la garganta no era muy reconfortante, pero no fue eso lo que más le llamó la atención, sino el hecho de que en la granja supiesen tanto de sus travesías, al menos era un poco reconfortante que solo supieran de lo más llamativo. –“Euh… sí, sí que lo atrapé” – Dijo al final, su padre asintió levemente mientras el fantasma de una sonrisa parecía aparecer en su rostro – “Eso está bien”
Aquello fue todo lo que habló con él hasta la mañana siguiente, tampoco le molestaba, su padre nunca había sido muy hablador, siempre estoico y desconfiado, aunque todos los que le conocían sabían que en el fondo era bastante amable, no obstante este solía mostrarse distante la mayor parte del tiempo.
Cuando se encontró solo salió fuera de la casa, había olvidado lo temprano que se iban todos a la cama allí, pero era debido a que, por supuesto, solían estar todos en pie poco antes de las primeras luces del alba.
No tenía ningún motivo para salir afuera, solo quería contemplar la enorme luna llena que alumbraba las tierras de los Tale aquella noche, estaba terriblemente cansado, pero por alguna razón no le apetecía irse a la cama, no todavía; hacia dos días salia de Lunargenta para irse a Ulmer a buscar trabajo, y había acabado volviendo a la casa de sus padres, tenia que ordenar muchas cosas en su cabeza.
Tomó todo el aire que pudo y se quedó allí sin hacer nada, oyendo la suave brisa del viento, el canto de los grillos, y los distintos animales que poblaban aquel pedazo de tierra al que solía llamar hogar; minutos después, cuando empezó a notar que los ojos le dolían, volvió a entrar en el edificio.
Según le habían dicho habían dejado a la guarda en su habitación, por lo que iba a pasar la noche en la habitación de Laura, su hermana pequeña; también podría haberlo hecho en la de los gemelos, si habían salido a hacer las entregas no llegarían hasta dentro de una semana, mínimo, pero la joven había insistido así que no le quedó otra.
Haciendo el menor ruido posible avanzó a través de la casa hasta la habitación de la pequeña de los Tale, una vez en el interior de la misma, se quitó las botas para no hacer ruido y se tumbó en la cama vacía, curiosamente la niña tenía, como él mismo a su edad, un par de libros junto a su cama, y según descubrió poco después, eran suyos –“¿Así que tú también quieres marcharte de aquí?” – Susurró antes de caer profundamente dormido.
Se despertó inusualmente temprano, ¿Quizás un acto reflejo de su cuerpo al comprender dónde se encontraba? No le dio muchas vueltas al asunto y se incorporó bostezando, se fijó en que su hermana había desaparecido de la cama de al lado, y junto a ella, uno de los libros; Eltrant suspiró mientras se ponía los pantalones y la camiseta desteñida que le caracterizaban y volvió al comedor.
Al salir del pasillo percibió un suave aroma a comida recién hecha, su estomagó notó esto y automáticamente gruñó, había estado tan absorto por llevar hasta allí a la joven viva que ni siquiera se había preocupado por comer algo.
Camino por el pasillo descalzo, arrastrando los pies por el suelo aun somnoliento y se encontró con que todos ya estaban allí, Cassandra le recibió con una sonrisa y le invitó a sentarse en una de las sillas, Eltrant se dejó caer en dicha silla y tomó la hogaza de pan que tenía más cerca de él.
La conversación que empezaron fue agradable, casi como si nunca se hubiese marchado de allí, sus familiares evitaron la profesión del mercenario así como tampoco hicieron preguntas por las dos espadas que descansaban al pie de la cama en la que había dormido el joven.
-“¿Cómo esta Alanna?” – Preguntó el mercenario a Thomas al cabo de un rato –“Descansando, no te preocupes por ella, cuando crea que se encuentra mejor vendrá a desayunar, tenía el brazo dislocado, no las piernas” – Eltrant asintió mientras se llevaba otro trozo de pan a la boca aún medio dormido, aquel lugar tenía un extraño efecto soporífero –“¡Elt, Elt, Elt!” – Su hermana pequeña tiró de su camisa para llamar su atención efusivamente, el padre miró fijamente a la chica, quien se calló al instante –“...Eltrant” – Dijo ahora en un tono más formal –“¿Es verdad que Alanna está en la guardia de Lunargenta?”
Eltrant se tragó la comida que tenía en la boca y sonrió a la adolescente –“Sí, primera de su clase y muy condecorada, ha atrapado incontables bandidos” – Exageró mientras volvía a meterse otro trozo de pan en la boca, los ojos de la muchacha parecieron resplandecer de la emoción y se giraron hacia el pasillo, para, justo después de darle un largo trago al vaso de leche que tenía delante y decir a toda prisa que no tenía hambre, irse.
-"¿Sabes que acabas de mandar a un torbellino a la habitación de una herida no?" - Thomas se levantó de la silla frunciendo el ceño y tomó del suelo su pequeño maletín con útiles médicos, listo para ir al pueblo a examinar pacientes, Eltrant se encogió de hombros y sonriendo siguió tomando su desayuno.
– “Nada como un poco de amor familiar” - Se le escapó una leve risa ante lo que le esperaba a su compañera.
Eltrant Tale
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
La noche pasó tranquila para la chica, los sonidos del campo le traían recuerdos de una infancia ya lejana, de risas y abrazos, de juegos, la casa de los Tale era tan cálida como años atrás. La gente de la granja era desconfiada, claro, pero no por ello menos afable con quienes conocían.
Más de una vez se despertó la chica. A pesar de tener bastante sed, no se atrevió a alzarse, ¿y si volvía a caerse y no podía alzarse? Las primeras veces que se despertó, se quedó tumbada hasta volver a caer dormida, la tercera, sin embargo, decidió intentarlo, ya había descansado, y no perdía nada. Se giró sobre la cama y se quedó sentada en el borde. Con cuidado, puso los pies sobre la madera, e intentó levantarse, tardó dos intentos, antes de, finalmente, conseguir ponerse en pie, aun algo mareada, posiblemente por la perdida de sangre, empezó a andar con cuidado y, por suerte, sin tambalearse ni parecer una borracha o una niña que aprendía a andar.
Abrió la puerta con cuidado de no hacer ruido, y se aseguró de que no hubiera nadie, no le apetecía ver a nadie sin, al menos, sus pantalones, la camisa larga que le había prestado Cassandra del armario del cuarto no era algo que le tapase hasta los pies precisamente. Avanzó despacio por el pasillo, casi escondiéndose, aunque sabía que, con la hora que debía ser, aun faltaban al menos, tres horas largas para que todos despertasen. Aliviada al no ver a nadie, avanzó hasta la cocina en silencio. Al llegar, una olla vacía descansaba sobre los fogones, se notaba que eran muchos y que tenían apetito. Alanna sonrió ante la visión y, tras tomar un vaso y llenarlo con agua de una jarra, se giró a observar el salón mientras bebía, el brazo le pinchaba bastante, pero podía ignorar el dolor sabiendo que ya estaba tratado.
El lugar no era grande, pero ciertamente, tampoco era pequeño, se notaba la familia numerosa. La larga mesa, las sillas a su alrededor, una chimenea al fondo rodeada por una alfombra y un par de sillones. La chica comprobó la diferencia entre ese sitio y su propia casa, esa granja era una hogar, no un simple lugar de paso. Dejó el vaso en la pila y volvió al cuarto dispuesta a seguir durmiendo.
La despertó el cantar lejano de un gallo, y abrió los ojos con calma, seguía cansada, pero no quería dormir más, nunca había aprendido a estarse quieta. Sin embargo, remoloneó un poco en la cama, o, al menos, lo intentó, porque un pequeño torbellino rubio entró en el cuarto. Alanna se levantó asustada de golpe, y el hombro le dio un pinchazo, pero no tuvo tiempo ni para poner una mueca de dolor, la chiquilla con una sonrisa de oreja a oreja, se sentó de un salto sobre la cama y comenzó a mirar a Alanna. La guardia, sorprendida, sonrió soltando un amago de risa.
- Hola.- saludó a la joven.
- Hola- saludó la chiquilla que, parecía, pronto saldría volando de un salto.
- ¿Eres Lau verdad? Yo solo te vi una vez, eras un bebe muy bonito.
- ¿Me conoces?- la chica parecía emocionada. Alanna asintió sonriendo en respuesta, lo cierto es que era ella quien había ayudado en el parto, no por nada su madre había sido la matrona de la zona.
- ¿Y es verdad que has atrapado a muchos malos? ¿ Y es verdad que eres la primera de la clase?¿ Cuantos malos has cogido? ¿Cómo te heriste? ¿Sueles hacerte daño?- las preguntas salían de los labios de la chiquilla como si no fueran a acabarse nunca, la Gata, solo sonreía esperando que la pequeña acabase para poder dar alguna respuesta.- ¡¡Mejor vamos fuera y se lo cuentas a todos!!- gritó la niña estirando a Alanna de su brazo sano.
- ¡¿Qué?! No, espera Lau no puedo...- no logró acabar la frase antes de que la niña la hubiera sacado ya del cuarto.
La guardia seguía tan floja que no pudo mantenerse en la cama y se vio obligada a salir del cuarto, siendo arrastrada por la chica hasta el comedor, a una velocidad que, para la guardia, en ese momento, era demasiado, mientras la pequeña seguía preguntando y Alanna protestando. La chiquilla entró con un grito al salón y se quedó de pie junto a La Gata, que intentaba bajarse el color de las mejillas como podía, no se sentía demasiado cómoda con esa ropa, demasiado corta, y, además, de hombre, y se veía a la legua, pero no tenía derecho alguno a protestar, ya bastante que la estaban ayudando.
- Bu... buenos días...- dijo la chica tirando de la camisa para cubrirse algo más, avergonzada, manteniendo quieto el brazo herido.
Más de una vez se despertó la chica. A pesar de tener bastante sed, no se atrevió a alzarse, ¿y si volvía a caerse y no podía alzarse? Las primeras veces que se despertó, se quedó tumbada hasta volver a caer dormida, la tercera, sin embargo, decidió intentarlo, ya había descansado, y no perdía nada. Se giró sobre la cama y se quedó sentada en el borde. Con cuidado, puso los pies sobre la madera, e intentó levantarse, tardó dos intentos, antes de, finalmente, conseguir ponerse en pie, aun algo mareada, posiblemente por la perdida de sangre, empezó a andar con cuidado y, por suerte, sin tambalearse ni parecer una borracha o una niña que aprendía a andar.
Abrió la puerta con cuidado de no hacer ruido, y se aseguró de que no hubiera nadie, no le apetecía ver a nadie sin, al menos, sus pantalones, la camisa larga que le había prestado Cassandra del armario del cuarto no era algo que le tapase hasta los pies precisamente. Avanzó despacio por el pasillo, casi escondiéndose, aunque sabía que, con la hora que debía ser, aun faltaban al menos, tres horas largas para que todos despertasen. Aliviada al no ver a nadie, avanzó hasta la cocina en silencio. Al llegar, una olla vacía descansaba sobre los fogones, se notaba que eran muchos y que tenían apetito. Alanna sonrió ante la visión y, tras tomar un vaso y llenarlo con agua de una jarra, se giró a observar el salón mientras bebía, el brazo le pinchaba bastante, pero podía ignorar el dolor sabiendo que ya estaba tratado.
El lugar no era grande, pero ciertamente, tampoco era pequeño, se notaba la familia numerosa. La larga mesa, las sillas a su alrededor, una chimenea al fondo rodeada por una alfombra y un par de sillones. La chica comprobó la diferencia entre ese sitio y su propia casa, esa granja era una hogar, no un simple lugar de paso. Dejó el vaso en la pila y volvió al cuarto dispuesta a seguir durmiendo.
La despertó el cantar lejano de un gallo, y abrió los ojos con calma, seguía cansada, pero no quería dormir más, nunca había aprendido a estarse quieta. Sin embargo, remoloneó un poco en la cama, o, al menos, lo intentó, porque un pequeño torbellino rubio entró en el cuarto. Alanna se levantó asustada de golpe, y el hombro le dio un pinchazo, pero no tuvo tiempo ni para poner una mueca de dolor, la chiquilla con una sonrisa de oreja a oreja, se sentó de un salto sobre la cama y comenzó a mirar a Alanna. La guardia, sorprendida, sonrió soltando un amago de risa.
- Hola.- saludó a la joven.
- Hola- saludó la chiquilla que, parecía, pronto saldría volando de un salto.
- ¿Eres Lau verdad? Yo solo te vi una vez, eras un bebe muy bonito.
- ¿Me conoces?- la chica parecía emocionada. Alanna asintió sonriendo en respuesta, lo cierto es que era ella quien había ayudado en el parto, no por nada su madre había sido la matrona de la zona.
- ¿Y es verdad que has atrapado a muchos malos? ¿ Y es verdad que eres la primera de la clase?¿ Cuantos malos has cogido? ¿Cómo te heriste? ¿Sueles hacerte daño?- las preguntas salían de los labios de la chiquilla como si no fueran a acabarse nunca, la Gata, solo sonreía esperando que la pequeña acabase para poder dar alguna respuesta.- ¡¡Mejor vamos fuera y se lo cuentas a todos!!- gritó la niña estirando a Alanna de su brazo sano.
- ¡¿Qué?! No, espera Lau no puedo...- no logró acabar la frase antes de que la niña la hubiera sacado ya del cuarto.
La guardia seguía tan floja que no pudo mantenerse en la cama y se vio obligada a salir del cuarto, siendo arrastrada por la chica hasta el comedor, a una velocidad que, para la guardia, en ese momento, era demasiado, mientras la pequeña seguía preguntando y Alanna protestando. La chiquilla entró con un grito al salón y se quedó de pie junto a La Gata, que intentaba bajarse el color de las mejillas como podía, no se sentía demasiado cómoda con esa ropa, demasiado corta, y, además, de hombre, y se veía a la legua, pero no tenía derecho alguno a protestar, ya bastante que la estaban ayudando.
- Bu... buenos días...- dijo la chica tirando de la camisa para cubrirse algo más, avergonzada, manteniendo quieto el brazo herido.
Alanna Delteria
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Sonrió al escuchar el alboroto que procedía del pasillo, se esperaba aquel resultado, pero se la debía a Alanna desde hacía bastante tiempo, y aunque era cierto de que no era el mejor momento para gastarle una broma pesada a su amiga, un poco de humor no le vendría nada mal, dadas las circunstancias.
No pasó mucho tiempo hasta que su hermana pequeña arrastró hasta allí a la guarda, ataviada solo con su ropa interior y con una prenda que a Eltrant le resultaba tremendamente familiar –“Esa camisa es mía…” – Murmuró arqueando una ceja cuando la joven se quedó allí parada, en mitad del comedor, con cara de no saber dónde meterse. –“Lau, Alanna no está en condiciones de salir de su habitación, déjala descansar” – Eltrant se contuvo la risa lo mejor que pudo y se giró hacia su plato, para seguir desayunando, la adolescente se encogió de hombros –“Pero tu dijiste que…”
No pudo terminar la frase pues la madre del mercenario irrumpió en la habitación cargando un plato más y dejándolo sobre la mesa -“Alanna, guapa, he echao’ tu ropa a lavar, supongo que no querrás irte con esas pintas de machorro que me llevabas…” – La madre de los Tale lanzó una mirada acusadora a Cassandra, que simplemente se encogió de hombros y abandonó la habitación –“… Así que lo he teñio todo de rosa, no tieneh que agradecérmelo maja, ven y dale un abrazo a la tía Valeria, que hace mucho que no nos vemos”
La mujer estrechó a la guarda entre sus brazos con una fuerza titánica para liberarla segundos después de su mortal agarre, Eltrant, que había seguido desayunando tratando de no inmiscuirse en todo aquello empezó a reírse a carcajadas hasta el punto de casi atragantarse con la comida, momento en el cual la madre le propino una golpe en el cogote –“¿Pero qué he hecho yo ahora?” –El mercenario se giró hacia su progenitora –“No te rías de la chiquilla pordiosero” – Le dio otro cachete –“¡Discúlpate!” – “Pero…” – Otra bofetada -“¡Que te disculpes te digo! ¡Yo no he criado maleducaos!”
– “Lo siento Alanna… “- Terminó diciendo Eltrant cabizbajo mientras mojaba un trozo de bollo obscenamente grande en leche, Lau dejó escapar una risilla divertida y se sentó en la mesa –“No le hagas caso al inútil de mi hijo” – Dijo tirándole de los mofletes a la guarda –“Te doy permiso para que le des una buena coz si te enfada” – Dijo antes de perderse en la cocina.
–“Genial, esta oficializado y todo” – Pensó Eltrant a la vez que intentaba, infructuosamente, comerse el enorme dulce que tenía en la mano de un solo bocado.
Thomas se ajustó las gafas y dejó escapar un largo y lastimero suspiro –“No fuerces mucho el brazo” – Dijo justo antes de salir de la casa –“Por favor… que las vendas son caras” – Susurró mientras cerraba la puerta.
Por último, el cabeza de familia de los Tale, que había permanecido en silencio durante todo aquel espectáculo fue junto a la menor de la familia y los recién llegados a la granja los que quedaron en el comedor.
Tras unos segundos ordenando su plato y limpiado lo que él había ensuciado, se levantó y se giró hacia la joven, que seguía en el mismo lugar que antes. El hombre, como había hecho con su hijo el día anterior, después de mirar a la muchacha fijamente a los ojos durante unos segundos, depositó una de sus enormes manos en la cabeza de la guarda y la despeinó con una ligera sonrisa.
Eltrant no se fijó mucho en aquello, pero juraría que si a su padre le hubiese dado por cerrar el puño en aquel momento habría aplastado al cabeza de su amiga sin ninguna dificultad. –“Bienvenida de nuevo, Alanna” – Dijo sencillamente, para justo después de aquello tomar una hacha que dejó caer sobre su hombro, agarrar un grueso saco y abandonar la casa.
El mercenario que después de varios intentos había decidido que la mejor táctica para acabar con aquel bizcocho era “Divide y vencerás” se giró y sonrió a la mujer –“¿Te encuentras mejor?”
No pasó mucho tiempo hasta que su hermana pequeña arrastró hasta allí a la guarda, ataviada solo con su ropa interior y con una prenda que a Eltrant le resultaba tremendamente familiar –“Esa camisa es mía…” – Murmuró arqueando una ceja cuando la joven se quedó allí parada, en mitad del comedor, con cara de no saber dónde meterse. –“Lau, Alanna no está en condiciones de salir de su habitación, déjala descansar” – Eltrant se contuvo la risa lo mejor que pudo y se giró hacia su plato, para seguir desayunando, la adolescente se encogió de hombros –“Pero tu dijiste que…”
No pudo terminar la frase pues la madre del mercenario irrumpió en la habitación cargando un plato más y dejándolo sobre la mesa -“Alanna, guapa, he echao’ tu ropa a lavar, supongo que no querrás irte con esas pintas de machorro que me llevabas…” – La madre de los Tale lanzó una mirada acusadora a Cassandra, que simplemente se encogió de hombros y abandonó la habitación –“… Así que lo he teñio todo de rosa, no tieneh que agradecérmelo maja, ven y dale un abrazo a la tía Valeria, que hace mucho que no nos vemos”
La mujer estrechó a la guarda entre sus brazos con una fuerza titánica para liberarla segundos después de su mortal agarre, Eltrant, que había seguido desayunando tratando de no inmiscuirse en todo aquello empezó a reírse a carcajadas hasta el punto de casi atragantarse con la comida, momento en el cual la madre le propino una golpe en el cogote –“¿Pero qué he hecho yo ahora?” –El mercenario se giró hacia su progenitora –“No te rías de la chiquilla pordiosero” – Le dio otro cachete –“¡Discúlpate!” – “Pero…” – Otra bofetada -“¡Que te disculpes te digo! ¡Yo no he criado maleducaos!”
– “Lo siento Alanna… “- Terminó diciendo Eltrant cabizbajo mientras mojaba un trozo de bollo obscenamente grande en leche, Lau dejó escapar una risilla divertida y se sentó en la mesa –“No le hagas caso al inútil de mi hijo” – Dijo tirándole de los mofletes a la guarda –“Te doy permiso para que le des una buena coz si te enfada” – Dijo antes de perderse en la cocina.
–“Genial, esta oficializado y todo” – Pensó Eltrant a la vez que intentaba, infructuosamente, comerse el enorme dulce que tenía en la mano de un solo bocado.
Thomas se ajustó las gafas y dejó escapar un largo y lastimero suspiro –“No fuerces mucho el brazo” – Dijo justo antes de salir de la casa –“Por favor… que las vendas son caras” – Susurró mientras cerraba la puerta.
Por último, el cabeza de familia de los Tale, que había permanecido en silencio durante todo aquel espectáculo fue junto a la menor de la familia y los recién llegados a la granja los que quedaron en el comedor.
Tras unos segundos ordenando su plato y limpiado lo que él había ensuciado, se levantó y se giró hacia la joven, que seguía en el mismo lugar que antes. El hombre, como había hecho con su hijo el día anterior, después de mirar a la muchacha fijamente a los ojos durante unos segundos, depositó una de sus enormes manos en la cabeza de la guarda y la despeinó con una ligera sonrisa.
Eltrant no se fijó mucho en aquello, pero juraría que si a su padre le hubiese dado por cerrar el puño en aquel momento habría aplastado al cabeza de su amiga sin ninguna dificultad. –“Bienvenida de nuevo, Alanna” – Dijo sencillamente, para justo después de aquello tomar una hacha que dejó caer sobre su hombro, agarrar un grueso saco y abandonar la casa.
El mercenario que después de varios intentos había decidido que la mejor táctica para acabar con aquel bizcocho era “Divide y vencerás” se giró y sonrió a la mujer –“¿Te encuentras mejor?”
Eltrant Tale
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Como era de suponer, todos se la quedaron mirando, Alanna no sabía donde esconderse, en ese instante quería que se la tragase la tierra, cómo se le había ocurrido a Lau sacarla del cuarto, ni tenía fuerzas para aguantar demasiado, ni quería que la vieran así, vale que la camisa le llegaba a las piernas, pero tampoco escondía demasiado.
El primero en hablar, fue Eltrant, y no tenía otra cosa que decir si no la procedencia de la camisa. Alanna se tapó la cara con la mano, completamente roja, no quería ver a nadie, entonces regañó a su hermanita, así que había sido idea suya, estaba claro que ya le había devuelto la broma de la cama. Pero no quedaría así, se la pensaba devolver. Aun sonrojada, lanzó un suspiro, apartando la mano de su cara dejando que el pelo ocupase su lugar. Sentía arder las mejillas.
Mientras la pequeña intentaba protestar, la madre de Eltrant entró en el cuarto, poniendo un nuevo plato en la mesa y diciendo que había teñido su ropa de rosa, Alanna, que había sonreído al verla, intentó disimular su asombro "¿Rosa? ¿ROSA? Ay no, rosa no..." Pensó en su fuero interno, lo cierto es que la chica, femenina, lo que es femenina, nunca lo había sido demasiado, y el rosa no era un color que le entusiasmara precisamente, prefería mil veces el azul. Pero no tenía derecho a protestar, además, ya sabía de las manías de la señora Valeria, se resigno con un amago de risa, eso era un complot.
La mujer le dio un tremendo abrazo de oso, la guardia no se lo esperaba, ni siquiera creía que se fueran a acordar de ella, al fin y al cabo, había desaparecido hacía ya mucho tiempo, y, posiblemente, el rumor de lo sucedido se había extendido por todos los recovecos de la zona. Con la fuerza de la mujer, volvería pensó que le volvería un doler el brazo, por suerte fue un abrazo que duró a penas un par de segundos. La risa de Eltran salió con fuerza, lo cierto es que Alanna también quería reír, en casa de los Tale nunca había momento para aburrirse. La mano de la señora Tale voló al cogote del chico, que protesto de inmediato.
Alanna soltó un bufido, intentando no reír, pobrecito, Eltrant siempre se llevaba collejas. Cuando el joven fue obligado a pedir disculpas, Alanna sonrió a modo de aceptación. No había remedio, en ese sitio siempre habría ese mismo ambiente de alegría y calidez.
- Gracias, lo tendré en cuenta.- dijo Alanna al recibir el permiso de golpear al chico, intentando no reír, para, después, escuchar la advertencia de Thomas.
Tendría que tener cuidado, Alanna no solía cuidarse demasiado, y sus vendas y ropa tendían a acabar rotas, por no decir que ella misma tenía tendencia a "romperse", por decirlo de algún modo. Asintiendo, notó que el cabeza de familia se acercaba y la miraba fijamente a los ojos, escrutándola, el señor Tale parecía ser capaz de leer a las personas, siempre había sido así, por eso significó tanto que, tras sonreír y revolverle el pelo, le diera la bienvenida, como si fuera parte de la familia. Como si fuera una niña pequeña que había vuelto a casa, asintió agradecida. Sabía que no era su familia, pero la bienvenida había sido mucho más afectuosa de lo que jamás lo sería en cualquier otro sitio.
Tras la salida del hombre, hacha en mano, Eltrant se giró a mirarla para preguntarle como se encontraba. Alanna, acercandose despacio a la silla que había quedado bacía al lado de este, respondió con calma:
- Mejor, ya no me da vueltas la cabeza, y el brazo también está mejor, creo.- dijo pensando como sentarse.
Con todo el alboroto se le había olvidado que llevaba muy poca ropa, y ahora, que iba a sentarse, se daba cuenta de que, cuando lo hiciera, sería aun peor, bueno, tendría que pegarse mucho a la mesa.
- ¿Tu has podido dormir?- preguntó sentándose e intentando estar todo lo cerca de la mesa que podía- creo que me han metido en tu cuarto.- dijo estirando un poco la camisa, avergonzada.- perdona, te estoy molestando mucho.- se disculpó.- ¿sabes? hay muchos libros en el cuarto, creo que te esperaban desde hacía bastante.- dijo en un susurro cercano, para que nadie más lo escuchase, mientras sonreía, debía ser bonito ser insustituible.
El primero en hablar, fue Eltrant, y no tenía otra cosa que decir si no la procedencia de la camisa. Alanna se tapó la cara con la mano, completamente roja, no quería ver a nadie, entonces regañó a su hermanita, así que había sido idea suya, estaba claro que ya le había devuelto la broma de la cama. Pero no quedaría así, se la pensaba devolver. Aun sonrojada, lanzó un suspiro, apartando la mano de su cara dejando que el pelo ocupase su lugar. Sentía arder las mejillas.
Mientras la pequeña intentaba protestar, la madre de Eltrant entró en el cuarto, poniendo un nuevo plato en la mesa y diciendo que había teñido su ropa de rosa, Alanna, que había sonreído al verla, intentó disimular su asombro "¿Rosa? ¿ROSA? Ay no, rosa no..." Pensó en su fuero interno, lo cierto es que la chica, femenina, lo que es femenina, nunca lo había sido demasiado, y el rosa no era un color que le entusiasmara precisamente, prefería mil veces el azul. Pero no tenía derecho a protestar, además, ya sabía de las manías de la señora Valeria, se resigno con un amago de risa, eso era un complot.
La mujer le dio un tremendo abrazo de oso, la guardia no se lo esperaba, ni siquiera creía que se fueran a acordar de ella, al fin y al cabo, había desaparecido hacía ya mucho tiempo, y, posiblemente, el rumor de lo sucedido se había extendido por todos los recovecos de la zona. Con la fuerza de la mujer, volvería pensó que le volvería un doler el brazo, por suerte fue un abrazo que duró a penas un par de segundos. La risa de Eltran salió con fuerza, lo cierto es que Alanna también quería reír, en casa de los Tale nunca había momento para aburrirse. La mano de la señora Tale voló al cogote del chico, que protesto de inmediato.
Alanna soltó un bufido, intentando no reír, pobrecito, Eltrant siempre se llevaba collejas. Cuando el joven fue obligado a pedir disculpas, Alanna sonrió a modo de aceptación. No había remedio, en ese sitio siempre habría ese mismo ambiente de alegría y calidez.
- Gracias, lo tendré en cuenta.- dijo Alanna al recibir el permiso de golpear al chico, intentando no reír, para, después, escuchar la advertencia de Thomas.
Tendría que tener cuidado, Alanna no solía cuidarse demasiado, y sus vendas y ropa tendían a acabar rotas, por no decir que ella misma tenía tendencia a "romperse", por decirlo de algún modo. Asintiendo, notó que el cabeza de familia se acercaba y la miraba fijamente a los ojos, escrutándola, el señor Tale parecía ser capaz de leer a las personas, siempre había sido así, por eso significó tanto que, tras sonreír y revolverle el pelo, le diera la bienvenida, como si fuera parte de la familia. Como si fuera una niña pequeña que había vuelto a casa, asintió agradecida. Sabía que no era su familia, pero la bienvenida había sido mucho más afectuosa de lo que jamás lo sería en cualquier otro sitio.
Tras la salida del hombre, hacha en mano, Eltrant se giró a mirarla para preguntarle como se encontraba. Alanna, acercandose despacio a la silla que había quedado bacía al lado de este, respondió con calma:
- Mejor, ya no me da vueltas la cabeza, y el brazo también está mejor, creo.- dijo pensando como sentarse.
Con todo el alboroto se le había olvidado que llevaba muy poca ropa, y ahora, que iba a sentarse, se daba cuenta de que, cuando lo hiciera, sería aun peor, bueno, tendría que pegarse mucho a la mesa.
- ¿Tu has podido dormir?- preguntó sentándose e intentando estar todo lo cerca de la mesa que podía- creo que me han metido en tu cuarto.- dijo estirando un poco la camisa, avergonzada.- perdona, te estoy molestando mucho.- se disculpó.- ¿sabes? hay muchos libros en el cuarto, creo que te esperaban desde hacía bastante.- dijo en un susurro cercano, para que nadie más lo escuchase, mientras sonreía, debía ser bonito ser insustituible.
Alanna Delteria
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
-“Puede ser…” – Contestó a la pregunta de la guarda mirando a un punto indeterminado de la pared que tenía frente a él.
La familia le había recibido como si nada hubiese sucedido y eso lejos de hacerle sentir mejor, causaba el efecto contrario, le habían perdonado sin siquiera esfuerzo, e incluso habían estado tratando de oír todo lo posible acerca de él durante su tiempo fuera de casa. Dejó escapar un ligero suspiro mientras se terminaba lo que le quedaba de desayuno –“Y no, no he podido dormir muy bien” – Añadió al final con una sonrisa levantándose de la silla. –“...Demasiado silencio en comparación con nuestra querida Lunargenta, de todos modos, aprovecha el tiempo extra aquí y descansa, te acompaño de vuelta a la ciudad cuando se calmen las cosas” – Se había pasado la noche anterior pensando en lo que hacer, no iba a modificar su plan, una vez todo esto pasase iría a Ulmer y buscaría trabajo por allí.
Por otro lado evitaría adentrarse aún más hacia el norte el norte en todo lo posible, había pasado ya bastante tiempo desde la última vez que fue, y aunque la última vez no les encontró dudaba que el pequeño brujo y la elfa siguiesen por aquellas tierras, por lo que en aquel momento no se le había perdido nada en Dundarak, solo recuerdos que deseaba reprimir durante todo el tiempo posible.
Su hermana pequeña, que seguía junto a ellos en la mesa del comedor se levantó y agarró al mercenario de la manga de la camisa –“¡Ven! ¡Tengo que enseñarte una cosa!” - Dijo sin parar de tirar de Eltrant la chica se giró hacia Alanna –“Cuando estés mejor te lo muestro a ti también” – Dijo la joven con un tono más suave, tratando de explicar porque no había invitado a la guarda, mientras seguia tirando de su hermano. –“¡Vale! ¡Vale! Te acompaño, déjame ponerme las botas al menos” – Dijo Eltrant mientras se marchaba hasta el cuarto en el que habia pasado la noche.
Terminó de vestirse y estuvo tentado de volver a colocarse ambas espadas al cinto, pero después de unos segundos mirando las armas, decidió que aquello no era buena idea, estaban bien escondidos, allí no les encontrarían.
Momentos después, sin que el mercenario pudiese hacer nada, acabó siendo arrastrado a través del campo que pertenecía a su familia –“¡Te va encantar!” – Dijo –“¡Ya lo veras!”
La muchacha acabó conduciendo a su hermano mayor hasta la pequeña arboleda que había pasado los campos que había tras la casa de la familia, dónde, construida encima del grueso tronco de uno de los árboles, una especie de casa permanecía impasible al paso del tiempo.
-“La he hecho yo sola” – Dijo cruzándose de brazos orgullosa de su trabajo.
Eltrant sonrió, estaba claro que su padre permitía a la joven más libertad por ser la más pequeña de la familia, él no habría podido escaparse el tiempo suficiente como para poder hacer aquello, aunque según recordaba tampoco hubiese querido, hasta el momento en el cual tuvo su primer libro solo quería ayudar en todo lo posible.
La joven trepó por las tablas que, clavadas en el árbol, improvisaban una escalera y después de estar unos minutos buscando algo en el interior de la pequeña fortificación del árbol, bajó portando dos palos que parecían haber sido tallados para asemejarse a espadas.
-“Toma” – Una vez abajo le entregó una de las armas con una sonrisa, el peso y el tamaño era similar a la que había usado en Ulmer, en el entrenamiento con Demian y Eärwen. –“¿Qué quieres que haga con esto?” – Preguntó Eltrant arqueando una ceja, aunque se esperaba la respuesta –“¡Enséñame a pelear!”
El mercenario se cruzó de brazos, por un instante comprendió lo que su padre debía de sentir cada vez que él se comportaba de aquella forma después de terminar uno de sus libros –“No es que como si fuese un maestro de la esgrima Lau, no” – El mercenario negó con la cabeza, el mundo exterior no era seguro, por muy hipócrita que esto le hiciese ser, no iba a darle más alas a su hermana de las que ya se había fabricado ella por su cuenta.
-“Venga… por favor” – Suplicó mientras lanzaba estocadas al aire sin ton ni son –“Por fa… vamos, venga, solo un poquito, un poquito pequeñito” – La adolescente, insistente, continuó de esta forma hasta que Eltrant suspiró y se colocó en guardia –“Atácame”
Lau sonrió y dio un par de saltitos en el lugar en el que se encontraba celebrando la decisión de su hermano durante unos segundos, el mercenario se llevó una de sus manos a la cara al ver esto y no pudo sino dibujar una sonrisa en su rostro –“Vamos Lau, ataca” – La joven que seguía sonriendo se aclaró la garganta –“Sí, sí, seriedad, ya lo se”
Sin decir ninguna palabra más Lau corrió hacia Eltrant con la espada en alto mientras dejaba escapar un grito, dispuesta a ganar aquel combate con un solo y letal golpe, el mercenario sin moverse de donde estaba, interpuso la espada de entrenamiento que tenía en la mano en la trayectoria de la de su hermana y sin esfuerzo alguno, la desarmó. –“Listo, ya te he enseñado, vamos a casa” – Dijo mientras tomaba la espada de la joven del suelo y comenzaba a andar hacia la casa. –“¡No es justo!” – Se quejó Lau junto a él –“¡Mañana quiero la revancha!” – Eltrant suspiró –“Lo que tú digas…”
El resto de la semana continuó de forma bastante monótona, una parte de él había olvidado aquello de los días de la granja, todos parecían ser iguales.
Los días se sucedieron lentamente uno tras otro, y se limitaban normalmente a ver como se encontraba la guarda, la cual debido a los cuidados de Thomas no tardó en poder volverá mover el brazo, ayudar un poco en la granja, y en desarmar a su hermana todos los días a la misma hora bajo su pequeña cabaña.
Para su sorpresa el color de la ropa de Alanna finalmente no fue rosa, sino que por algún motivo, el tinte se había mezclado con el color oscuro de su ropa y había quedado en un color carmesí oscuro, Valeria no se quejó por esto, al contrario, pareció gustarle, por lo que no volvió a teñirla. La madre del mercenario también se encargó de volver a coser su capa así como las demás prendas que había llevado el día que regresó, cosa que agradeció encarecidamente, le tenía bastante cariño a aquella prenda.
Antes de que se hubiese dado cuenta, la guarda ya se encontraba lo suficientemente bien como para volver a la ciudad de los humanos.
La familia le había recibido como si nada hubiese sucedido y eso lejos de hacerle sentir mejor, causaba el efecto contrario, le habían perdonado sin siquiera esfuerzo, e incluso habían estado tratando de oír todo lo posible acerca de él durante su tiempo fuera de casa. Dejó escapar un ligero suspiro mientras se terminaba lo que le quedaba de desayuno –“Y no, no he podido dormir muy bien” – Añadió al final con una sonrisa levantándose de la silla. –“...Demasiado silencio en comparación con nuestra querida Lunargenta, de todos modos, aprovecha el tiempo extra aquí y descansa, te acompaño de vuelta a la ciudad cuando se calmen las cosas” – Se había pasado la noche anterior pensando en lo que hacer, no iba a modificar su plan, una vez todo esto pasase iría a Ulmer y buscaría trabajo por allí.
Por otro lado evitaría adentrarse aún más hacia el norte el norte en todo lo posible, había pasado ya bastante tiempo desde la última vez que fue, y aunque la última vez no les encontró dudaba que el pequeño brujo y la elfa siguiesen por aquellas tierras, por lo que en aquel momento no se le había perdido nada en Dundarak, solo recuerdos que deseaba reprimir durante todo el tiempo posible.
Su hermana pequeña, que seguía junto a ellos en la mesa del comedor se levantó y agarró al mercenario de la manga de la camisa –“¡Ven! ¡Tengo que enseñarte una cosa!” - Dijo sin parar de tirar de Eltrant la chica se giró hacia Alanna –“Cuando estés mejor te lo muestro a ti también” – Dijo la joven con un tono más suave, tratando de explicar porque no había invitado a la guarda, mientras seguia tirando de su hermano. –“¡Vale! ¡Vale! Te acompaño, déjame ponerme las botas al menos” – Dijo Eltrant mientras se marchaba hasta el cuarto en el que habia pasado la noche.
Terminó de vestirse y estuvo tentado de volver a colocarse ambas espadas al cinto, pero después de unos segundos mirando las armas, decidió que aquello no era buena idea, estaban bien escondidos, allí no les encontrarían.
Momentos después, sin que el mercenario pudiese hacer nada, acabó siendo arrastrado a través del campo que pertenecía a su familia –“¡Te va encantar!” – Dijo –“¡Ya lo veras!”
La muchacha acabó conduciendo a su hermano mayor hasta la pequeña arboleda que había pasado los campos que había tras la casa de la familia, dónde, construida encima del grueso tronco de uno de los árboles, una especie de casa permanecía impasible al paso del tiempo.
-“La he hecho yo sola” – Dijo cruzándose de brazos orgullosa de su trabajo.
Eltrant sonrió, estaba claro que su padre permitía a la joven más libertad por ser la más pequeña de la familia, él no habría podido escaparse el tiempo suficiente como para poder hacer aquello, aunque según recordaba tampoco hubiese querido, hasta el momento en el cual tuvo su primer libro solo quería ayudar en todo lo posible.
La joven trepó por las tablas que, clavadas en el árbol, improvisaban una escalera y después de estar unos minutos buscando algo en el interior de la pequeña fortificación del árbol, bajó portando dos palos que parecían haber sido tallados para asemejarse a espadas.
-“Toma” – Una vez abajo le entregó una de las armas con una sonrisa, el peso y el tamaño era similar a la que había usado en Ulmer, en el entrenamiento con Demian y Eärwen. –“¿Qué quieres que haga con esto?” – Preguntó Eltrant arqueando una ceja, aunque se esperaba la respuesta –“¡Enséñame a pelear!”
El mercenario se cruzó de brazos, por un instante comprendió lo que su padre debía de sentir cada vez que él se comportaba de aquella forma después de terminar uno de sus libros –“No es que como si fuese un maestro de la esgrima Lau, no” – El mercenario negó con la cabeza, el mundo exterior no era seguro, por muy hipócrita que esto le hiciese ser, no iba a darle más alas a su hermana de las que ya se había fabricado ella por su cuenta.
-“Venga… por favor” – Suplicó mientras lanzaba estocadas al aire sin ton ni son –“Por fa… vamos, venga, solo un poquito, un poquito pequeñito” – La adolescente, insistente, continuó de esta forma hasta que Eltrant suspiró y se colocó en guardia –“Atácame”
Lau sonrió y dio un par de saltitos en el lugar en el que se encontraba celebrando la decisión de su hermano durante unos segundos, el mercenario se llevó una de sus manos a la cara al ver esto y no pudo sino dibujar una sonrisa en su rostro –“Vamos Lau, ataca” – La joven que seguía sonriendo se aclaró la garganta –“Sí, sí, seriedad, ya lo se”
Sin decir ninguna palabra más Lau corrió hacia Eltrant con la espada en alto mientras dejaba escapar un grito, dispuesta a ganar aquel combate con un solo y letal golpe, el mercenario sin moverse de donde estaba, interpuso la espada de entrenamiento que tenía en la mano en la trayectoria de la de su hermana y sin esfuerzo alguno, la desarmó. –“Listo, ya te he enseñado, vamos a casa” – Dijo mientras tomaba la espada de la joven del suelo y comenzaba a andar hacia la casa. –“¡No es justo!” – Se quejó Lau junto a él –“¡Mañana quiero la revancha!” – Eltrant suspiró –“Lo que tú digas…”
El resto de la semana continuó de forma bastante monótona, una parte de él había olvidado aquello de los días de la granja, todos parecían ser iguales.
Los días se sucedieron lentamente uno tras otro, y se limitaban normalmente a ver como se encontraba la guarda, la cual debido a los cuidados de Thomas no tardó en poder volverá mover el brazo, ayudar un poco en la granja, y en desarmar a su hermana todos los días a la misma hora bajo su pequeña cabaña.
Para su sorpresa el color de la ropa de Alanna finalmente no fue rosa, sino que por algún motivo, el tinte se había mezclado con el color oscuro de su ropa y había quedado en un color carmesí oscuro, Valeria no se quejó por esto, al contrario, pareció gustarle, por lo que no volvió a teñirla. La madre del mercenario también se encargó de volver a coser su capa así como las demás prendas que había llevado el día que regresó, cosa que agradeció encarecidamente, le tenía bastante cariño a aquella prenda.
Antes de que se hubiese dado cuenta, la guarda ya se encontraba lo suficientemente bien como para volver a la ciudad de los humanos.
Eltrant Tale
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Asintió ante la respuesta de Eltrant, ella, si no hubiera estado tan drogada con esa tisana, posiblemente tampoco podría haber dormido. Mientras comenzaba a beber la leche, pensó en el descanso, no podía descansar demasiado, necesitaba entender qué quería decir eso de "donde los árboles no duermen" sin embargo, volvió a asentir en silencio, no iba a descansar, eso lo sabía.
Con mirada de añoranza, comenzó a observar el movimiento de la familia Tale, ella no había visto un ambiente así desde que era pequeña, y sabía que la semana, sería dura. La voz de Lau interrumpió sus pensamientos, quería que Eltrant la siguiera a algún lado, Alanna rió por lo bajo, esa chica era puro nervio. Cuando Eltrant desapareció por la puerta, la chica siguió desayunando con cama, no tenía demasiada hambre, solo se sentía cansada.
Consiguió ayudar a recoger la mesa, sin demasiado problema, aunque luego la obligaron a volver al cuarto. Allí sola, sin nada más que hacer a parte de mirar el techo, se giró en la cama, los libros se apilaban en el suelo, libros, hojas, árboles, siguió el hilo de pensamientos sin apartar su vista de la solapa de los libros, muchos de ellos eran sobre leyendas, tal vez en ellos encontrase algo.
Se levanto de la cama, demasiado rápido, tal vez, y fue a caer contra varios libros, por suerte, el hombro no rozó siquiera, ninguno de ellos. La chica suspiró y salió con calma, no estaba como para ir con las carreras de siempre. Cassandra, que se encontraba llevando ropa a tender, la miró con suspicacia:
- ¿Dónde crees que vas Alanna? ¿es que sigues siendo tan traviesa como de pequeña? Te han dicho que descanses- preguntó burlona, parecía dispuesta a devolverla al cuarto a rastras.
- No yo... quería preguntar si podía leer alguno de los libros que hay en el cuarto. Es que no se estar quieta...- intentó explicar.
- No si ya, ya lo veo.- la chica miró a ambos lados- lee lo que quieras, pero que no se entere mi madre, no le gustan los libros, ya sabes.
- Gracias Cassi- agradeció Alanna con una sonrisa, volviendo al cuarto. Era hora de ponerse manos a la obra.
La chica pasó dos días en los que prácticamente no hacía más que leer, las noches se las pasaba leyendo con una vela, las mañanas, tras la visita de Thomas, leía, ya fuera en el cuarto o sentada en el exterior. Cassandra había acabado por dejarle ropa de cuando era más joven, para que no fuese por ahí con las camisas que tanta vergüenza le daban a la chica. Eran faldas, pero, al menos, no eran los vestidos pomposos que se veía obligada a llevar normalmente. Lo cierto es que poco sacó en claro de esos días de estudio, solo que, los árboles no interesaban en las leyendas y que leer tanto y sin parar, hacía subir dolor de cabeza.
El tercer día, ya se encontraba bastante mejor, su tiempo de estudio disminuyó para pasar a ayudar, aunque fuera con un solo brazo, en las tareas de la granja, llevaba tantos años sin hacer nada de eso, que le resultaba incluso más difícil que los entrenamientos de la guardia. fue ese día, también, cuando Lau decidió incluirla en sus secretos. Era medio día, todos descansaban después de comer y Alanna acababa de quitar la mesa, fue entonces cuando la pequeña de los Tale, arrastrándola hasta su escondrijo, le mostró una casita hecha con madera, se notaba que era cosa suya, la guardia sonrió, la pequeña tenía carácter y valor, si se había atrevido a montar todo eso a espaldas de la Tía Val.
- Ahora ya estás fuerte, enséñame a usar la espada.- Alanna miró a Eltrant, eso era lo que él debía haber estado haciendo.
- Pero... te está enseñando Elt, ¿no?- preguntó ella, tomando el palo que le tendía la joven
- Él no me enseña, hace que me lleve golpes.- protestó la chica, haciendo sonreir a Alanna mientras miraba a Eltrant, como se aprovechaba de que la pequeña no supiera.
- Bueno pues... si insistes... empecemos- sonrió Alanna parecía decidida, y, si era igual al resto de sus hermanos, no iba a rendirse por un simple no.- Primero, los movimientos básicos.- sonrió poniéndose en primera posición.
Esa misma tarde, la chica incluyó al mercenario y a la hermana en su investigación, tal vez, tres cabezas pensaran mejor que una. Sin demasiado que hacer, pasaron 3 días más. Alanna ya casi había recuperado la completa movilidad en el brazo, Thomas le había quitado los puntos, pero aun debía llevarlo en cabestrillo. Lo cierto es que la guarda estaba que se subía por las paredes, no era una persona que supiera estarse quieta en un solo lugar, y agradecía infinitamente la calidez de los Tale, pero necesitaba encontrar a su hermana, ese día, pensaba hacer algo que había estado intentando retrasar toda la semana. Se sentía tan culpable por haber estado tantos años sin pisar por allí...
Debía ir a ver a su madre.
Dejó una nota en la mesa del comedor, no podía retrasarlo más, volvería poco después de comer, seguramente. Salió de la casa sin coger a Juvia, prefería pasear, y comenzó a avanzar por el camino que conectaba la granja con el pueblo, justo frente a la entrada de la granja de los Tale, había otro camino, el que iba hacia la vieja granja Delteria. Avanzó en silencio, viendo como, poco a poco, el sol comenzaba a elevarse, una media hora después, llego a lo que, antaño, había sido su hogar.
Abrió la destartalada verja y acarició el buzón, con nostalgia, las ruinas de la pequeña casa había visto tiempos mejores. Respirando hondo, tomando fuerzas, avanzó hasta la puerta y la abrió con un suave empujón. Un gruñir de bisagras le dio a entender la falta de cuidado del lugar. El interior, más polvoriento aun que el exterior, no había cambiado lo más mínimo, los sillones raidos frente a la chimenea, las alfombras rotas, las cuatro sillas al rededor de la discreta mesa de madera, la cocina, ya inservible, donde su madre había cocinado y curado sus heridas tantas veces, y lo cuartos, el de sus padres, y el que compartía con Elise...
Apoyada en el marco de la puerta, miró la cama de matrimonio, allí había visto enfermar y morir a su madre... Alanna cerró los ojos y suspiró volviendo a abrirlo, era la hora.
Salió por la puerta de atrás, lo que había sido un huerto ahora era terreno boscoso, al parecer la sequía había terminado por pasar, y el bosque se había comido parte de la granja, pero aun se podía ver el lugar señalado. La chica se movió despacio hacia la cruz hecha con palos que se alzaba sobre el musgo y se arrodilló delante, para, con una sonrisa triste, decir:
- Hola... mamá- sacudió con cuidado el polvo de los palos cruzados. No sabía come empezar- Hace mucho que no vengo, lo siento- se disculpó, con voz rota, pero sin llorar, tenía mucho que decirle, muchas explicaciones que dar, muchas más disculpas atragantadas en su garganta.
Con mirada de añoranza, comenzó a observar el movimiento de la familia Tale, ella no había visto un ambiente así desde que era pequeña, y sabía que la semana, sería dura. La voz de Lau interrumpió sus pensamientos, quería que Eltrant la siguiera a algún lado, Alanna rió por lo bajo, esa chica era puro nervio. Cuando Eltrant desapareció por la puerta, la chica siguió desayunando con cama, no tenía demasiada hambre, solo se sentía cansada.
Consiguió ayudar a recoger la mesa, sin demasiado problema, aunque luego la obligaron a volver al cuarto. Allí sola, sin nada más que hacer a parte de mirar el techo, se giró en la cama, los libros se apilaban en el suelo, libros, hojas, árboles, siguió el hilo de pensamientos sin apartar su vista de la solapa de los libros, muchos de ellos eran sobre leyendas, tal vez en ellos encontrase algo.
Se levanto de la cama, demasiado rápido, tal vez, y fue a caer contra varios libros, por suerte, el hombro no rozó siquiera, ninguno de ellos. La chica suspiró y salió con calma, no estaba como para ir con las carreras de siempre. Cassandra, que se encontraba llevando ropa a tender, la miró con suspicacia:
- ¿Dónde crees que vas Alanna? ¿es que sigues siendo tan traviesa como de pequeña? Te han dicho que descanses- preguntó burlona, parecía dispuesta a devolverla al cuarto a rastras.
- No yo... quería preguntar si podía leer alguno de los libros que hay en el cuarto. Es que no se estar quieta...- intentó explicar.
- No si ya, ya lo veo.- la chica miró a ambos lados- lee lo que quieras, pero que no se entere mi madre, no le gustan los libros, ya sabes.
- Gracias Cassi- agradeció Alanna con una sonrisa, volviendo al cuarto. Era hora de ponerse manos a la obra.
La chica pasó dos días en los que prácticamente no hacía más que leer, las noches se las pasaba leyendo con una vela, las mañanas, tras la visita de Thomas, leía, ya fuera en el cuarto o sentada en el exterior. Cassandra había acabado por dejarle ropa de cuando era más joven, para que no fuese por ahí con las camisas que tanta vergüenza le daban a la chica. Eran faldas, pero, al menos, no eran los vestidos pomposos que se veía obligada a llevar normalmente. Lo cierto es que poco sacó en claro de esos días de estudio, solo que, los árboles no interesaban en las leyendas y que leer tanto y sin parar, hacía subir dolor de cabeza.
El tercer día, ya se encontraba bastante mejor, su tiempo de estudio disminuyó para pasar a ayudar, aunque fuera con un solo brazo, en las tareas de la granja, llevaba tantos años sin hacer nada de eso, que le resultaba incluso más difícil que los entrenamientos de la guardia. fue ese día, también, cuando Lau decidió incluirla en sus secretos. Era medio día, todos descansaban después de comer y Alanna acababa de quitar la mesa, fue entonces cuando la pequeña de los Tale, arrastrándola hasta su escondrijo, le mostró una casita hecha con madera, se notaba que era cosa suya, la guardia sonrió, la pequeña tenía carácter y valor, si se había atrevido a montar todo eso a espaldas de la Tía Val.
- Ahora ya estás fuerte, enséñame a usar la espada.- Alanna miró a Eltrant, eso era lo que él debía haber estado haciendo.
- Pero... te está enseñando Elt, ¿no?- preguntó ella, tomando el palo que le tendía la joven
- Él no me enseña, hace que me lleve golpes.- protestó la chica, haciendo sonreir a Alanna mientras miraba a Eltrant, como se aprovechaba de que la pequeña no supiera.
- Bueno pues... si insistes... empecemos- sonrió Alanna parecía decidida, y, si era igual al resto de sus hermanos, no iba a rendirse por un simple no.- Primero, los movimientos básicos.- sonrió poniéndose en primera posición.
Esa misma tarde, la chica incluyó al mercenario y a la hermana en su investigación, tal vez, tres cabezas pensaran mejor que una. Sin demasiado que hacer, pasaron 3 días más. Alanna ya casi había recuperado la completa movilidad en el brazo, Thomas le había quitado los puntos, pero aun debía llevarlo en cabestrillo. Lo cierto es que la guarda estaba que se subía por las paredes, no era una persona que supiera estarse quieta en un solo lugar, y agradecía infinitamente la calidez de los Tale, pero necesitaba encontrar a su hermana, ese día, pensaba hacer algo que había estado intentando retrasar toda la semana. Se sentía tan culpable por haber estado tantos años sin pisar por allí...
Debía ir a ver a su madre.
Dejó una nota en la mesa del comedor, no podía retrasarlo más, volvería poco después de comer, seguramente. Salió de la casa sin coger a Juvia, prefería pasear, y comenzó a avanzar por el camino que conectaba la granja con el pueblo, justo frente a la entrada de la granja de los Tale, había otro camino, el que iba hacia la vieja granja Delteria. Avanzó en silencio, viendo como, poco a poco, el sol comenzaba a elevarse, una media hora después, llego a lo que, antaño, había sido su hogar.
Abrió la destartalada verja y acarició el buzón, con nostalgia, las ruinas de la pequeña casa había visto tiempos mejores. Respirando hondo, tomando fuerzas, avanzó hasta la puerta y la abrió con un suave empujón. Un gruñir de bisagras le dio a entender la falta de cuidado del lugar. El interior, más polvoriento aun que el exterior, no había cambiado lo más mínimo, los sillones raidos frente a la chimenea, las alfombras rotas, las cuatro sillas al rededor de la discreta mesa de madera, la cocina, ya inservible, donde su madre había cocinado y curado sus heridas tantas veces, y lo cuartos, el de sus padres, y el que compartía con Elise...
Apoyada en el marco de la puerta, miró la cama de matrimonio, allí había visto enfermar y morir a su madre... Alanna cerró los ojos y suspiró volviendo a abrirlo, era la hora.
Salió por la puerta de atrás, lo que había sido un huerto ahora era terreno boscoso, al parecer la sequía había terminado por pasar, y el bosque se había comido parte de la granja, pero aun se podía ver el lugar señalado. La chica se movió despacio hacia la cruz hecha con palos que se alzaba sobre el musgo y se arrodilló delante, para, con una sonrisa triste, decir:
- Hola... mamá- sacudió con cuidado el polvo de los palos cruzados. No sabía come empezar- Hace mucho que no vengo, lo siento- se disculpó, con voz rota, pero sin llorar, tenía mucho que decirle, muchas explicaciones que dar, muchas más disculpas atragantadas en su garganta.
Alanna Delteria
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Encontró una nota de la guarda sobre la mesa, no decía nada en particular, solo avisaba de que iba a ir a visitar su antigua granja, Eltrant le preguntó a Thomas si esto era posible en el estado en el que la mujer se encontraba, el hombre simplemente se ajustó las gafas como de costumbre y no dijo nada, había estado intercambiando golpes con Lau en los entrenamientos a los que la pequeña le obligaba participar, no le iría mal.
Tras sentarse en la mesa del comedor se pasó la mano por la barba, si había decidido ir a la antigua granja de su familia era asunto de la guarda, no iba a involucrarse, él no era el único que tenía derecho a volver a casa al fin y al cabo; y seguramente le iría mejor si trataba por su cuenta todo aquello.
Suspiró y se dirigió a la habitación en la que se había estado hospedando durante toda la semana para cuando tuvo todas sus cosas localizadas, comenzar a hacer inventario para cuando partieran, sí la joven estaba lo suficientemente bien para caminar un par de kilómetros hasta la granja de al lado también lo estaba para volver a la ciudad, dónde el mercenario se aseguraría de que su amiga pediría ayuda a la guardia con todo lo relacionado con el puño carmesí para después emprender el viaje que llevaba retrasando una semana.
Asintió orgulloso cuando hubo empaquetado todo para el viaje que se avecinaba, saldrían al amanecer del día siguiente, realmente no había preguntado a la muchacha su opinión, pero había algo, no podía explicarlo con palabras, pero sentía como si el mundo exterior tirase de él; no podía quedarse más tiempo en la granja.
-“Esta vez te despedirás ¿No?” – La voz de su hermana, justo tras él, le sobresalto.
Eltrant se giró inmediatamente para encontrase a Cassandra apoyada contra el marco de la puerta con los brazos cruzados –“Sabes que no me puedo quedar aquí…” – Dijo como toda explicación, la mujer se encogió de hombros y sonrió –“Todos lo saben eso, a parte, mejor que estés fuera que tenerte aquí torturando a la pobre Lau con la espada de madera” – Eltrant sonrió ante el comentario –“Vigiladla, no la dejéis que se marche, al menos no todavía” – La mujer arqueó una ceja, claramente no se esperaba aquella respuesta por parte del mercenario –“Duras palabras para alguien que lleva aquí sola una semana y esta que se sube por las paredes” – Eltrant suspiró y se pasó la mano por el pelo, no dejaba de ser un hipócrita, pero la adolescente no estaba preparada para el mundo exterior, aún no.
-“¿Cuándo os marcháis entonces?” – Preguntó la mujer al final dándole una palmada al mercenario en el hombro –“Mañana al alba” – contestó este en seguida - “Por cierto ¿Dónde ha ido Alanna? Hace un rato que no la veo”
Eltrant salió de la habitación y avanzó por el pasillo seguido por su hermana –“Ha ido a la vieja granja en la que vivió” – Dijo dejándose caer sobre una silla en el comedor –“No tardará mucho en llegar”
Tras sentarse en la mesa del comedor se pasó la mano por la barba, si había decidido ir a la antigua granja de su familia era asunto de la guarda, no iba a involucrarse, él no era el único que tenía derecho a volver a casa al fin y al cabo; y seguramente le iría mejor si trataba por su cuenta todo aquello.
Suspiró y se dirigió a la habitación en la que se había estado hospedando durante toda la semana para cuando tuvo todas sus cosas localizadas, comenzar a hacer inventario para cuando partieran, sí la joven estaba lo suficientemente bien para caminar un par de kilómetros hasta la granja de al lado también lo estaba para volver a la ciudad, dónde el mercenario se aseguraría de que su amiga pediría ayuda a la guardia con todo lo relacionado con el puño carmesí para después emprender el viaje que llevaba retrasando una semana.
Asintió orgulloso cuando hubo empaquetado todo para el viaje que se avecinaba, saldrían al amanecer del día siguiente, realmente no había preguntado a la muchacha su opinión, pero había algo, no podía explicarlo con palabras, pero sentía como si el mundo exterior tirase de él; no podía quedarse más tiempo en la granja.
-“Esta vez te despedirás ¿No?” – La voz de su hermana, justo tras él, le sobresalto.
Eltrant se giró inmediatamente para encontrase a Cassandra apoyada contra el marco de la puerta con los brazos cruzados –“Sabes que no me puedo quedar aquí…” – Dijo como toda explicación, la mujer se encogió de hombros y sonrió –“Todos lo saben eso, a parte, mejor que estés fuera que tenerte aquí torturando a la pobre Lau con la espada de madera” – Eltrant sonrió ante el comentario –“Vigiladla, no la dejéis que se marche, al menos no todavía” – La mujer arqueó una ceja, claramente no se esperaba aquella respuesta por parte del mercenario –“Duras palabras para alguien que lleva aquí sola una semana y esta que se sube por las paredes” – Eltrant suspiró y se pasó la mano por el pelo, no dejaba de ser un hipócrita, pero la adolescente no estaba preparada para el mundo exterior, aún no.
-“¿Cuándo os marcháis entonces?” – Preguntó la mujer al final dándole una palmada al mercenario en el hombro –“Mañana al alba” – contestó este en seguida - “Por cierto ¿Dónde ha ido Alanna? Hace un rato que no la veo”
Eltrant salió de la habitación y avanzó por el pasillo seguido por su hermana –“Ha ido a la vieja granja en la que vivió” – Dijo dejándose caer sobre una silla en el comedor –“No tardará mucho en llegar”
Eltrant Tale
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Ya había pasado más de media hora, sin que la chica se atreviera a mediar palabra, simplemente mirando el montículo de tierra que tenía delante. Temblando, sin saber por qué, La Gata había acabado por abrazarse una rodilla con su brazo sano, en un intentó vano por, de algún modo, protegerse.
Era algo estúpido, ella lo sabía, hacía ya mucho tiempo que su madre había desaparecido, hacía ya mucho tiempo que lo único que quedaba de ella era solo un montón de huesos que se comían los gusanos. Por eso sabía que no importaba si hablaba o no, si daba o no explicaciones, por que su madre no estaba para regañarla, o darle reproche alguno, ni tampoco para abrazarla si lo que buscaba era consuelo, por que, al final, no era nada ya.
Sin embargo, allí estaba, temblando sin atreverse a decir una sola palabra, intentando tomar valor, porque la rodeaban los recuerdos, porque, aunque la niña que había sido había desaparecido, allí seguía siendo esa niña, porque aunque su familia ya no estaba, si se mantenía el recuerdo, y aunque solo fuera eso, un recuerdo, el recuerdo de quien la crió los primeros años, dándole una felicidad que hacía mucho no encontraba, se merecía una explicación.
Las ideas, las palabras, rodaban por la mente de la guarda, que no se atrevía a expresarlas y que, con la cara medio escondida, dejando ver solo unos ojos llorosos que luchaban por no llorar, respiraba hondo, ¿cómo empezar con la historia de toda una vida? ¿Cómo no decepcionar la memoria de una persona tan importante? ¿Cómo hacer para no herir un recuerdo?
****************************
Eran las 10 de la mañana y en la granja de los Tale, seguían las tareas de siempre, la pequeña de la casa volvía corriendo desde el pueblo, había bajado a ver a su hermana, pero no había llegado hasta su casa, pues había escuchado una conversación que desvelaba mucho. Entró con prisas por el camino, llamando a gritos a su hermano, lo había resuelto, se sentía tan eufórica.
- ¡Elt, Elt, Elt!- llamó entrando en la casa, y al verlo se lanzó con un salto a su frente.- ¡Ya lo tengo, he resuelto la adivinanza!- dijo con una enorme sonrisa en la cara.- Verás- siguió sin dejar hablar al chico- Estaba en el pueblo y un niño ha preguntado que dónde estaba su padre, la mujer le ha contestado que estaba "donde los árboles no duermen", le he preguntado, porque tenía que las preguntar, era necesario, y me ha dicho que es la forma en la que suelen llamar a las tierras del norte para no asustar a los niños, Hasta me ha explicado que es porque allí los árboles siempre están llenos de hojas.- Casi no había respirado en su narración, de la excitación y alegría que sentía.- ¿Crees que Aly estará contenta?- preguntó pareciendo a punto de salir disparada hacia el techo.- ¡Venga, vamos, vamos a buscarla, hay que decirselo!- tiró la joven de su hermano, intentado arrastrarlo, entusiasmada, quería darle la buena noticia a la chica cuanto antes.
*****************************
Finalmente parecía preparada. Tomó aire mirando al cielo y cerró los ojos, intentando relajarse sin éxito alguno.
- Mamá, te he decepcionado.- empezó ella.- antes de morir, me pediste cinco cosas; "Se fuerte, se valiente, sonríe siempre, cuida de Elise y, cariño, se feliz"- recitó de memoria- bien- sonrió mientras se secaba una lágrima inexistente, de momento.- solo he cumplido una, perdí a Elise de vista, no he podido cuidarla, no soy fuerte, ni valiente, aquí me tienes, con miedo de contarle a la nada lo que me pasa por la cabeza, lo único que he hecho es sonreír.- dijo señalándose como prueba, pues, efectivamente, tenía una sonrisa temblorosa.- siempre decías que quien sonríe atrae la alegría, y las sonrisas de los otros, así que lo he intentado, pensaba que, tal vez, sonriendo atraería la felicidad que me deseaste, pero... mama, no funciona.- se le rompió la voz, finalmente, y se tapó la boca con una mano mientras las lágrimas comenzaban a resbalar por su cara- perdóname mamá...- Acabó sollozando, abrazándose a si misma, con la cabeza escondida.
Quince minutos, quince minutos pasó llorando en silencio sin ser capaz de hablar, la voz no le salía ni siquiera se escuchaban sollozos, las lágrimas simplemente resbalaban silenciosas, claras, y limpias por sus mejillas. Siempre retenía las lágrimas, incluso cuando se hería, pero los temas que tenían que ver con ella misma, con su pasado, era algo que podía con ella. Cuando por fin logró calmarse un poco, respiró hondo y se secó las lágrimas que aun caían de sus ojos, ya lo había dicho.
Entonces comenzó a preguntarse que diría su madre de todo eso, la mujer nunca había sido dura, al contrario, la presencia de su madre siempre había contrastado con fuerza con la de su padre, que a penas sonreía. la mujer siempre había sido dulce y amable, le gustaban las flores y los niños, los peluches, las historias de amor y los animales muy peludos y pequeños, adoraba los abrazos. Alanna sonrió ante el recuerdo, mientras daba una corta aspiración por la nariz y se secaba una gota que aun caía por su mejilla, roja por el calor del llanto.
- Ahora, si estuvieras aquí, me darías un abrazo, y me dirías que eso no importa, que nunca te decepcionaría, que mirase todo lo que he logrado, y que dejara de llorar, que estoy muy fea cuando lloro. ¿Por qué?¿Por qué siempre fuiste tan buena? ¿Era para contrastar con papa, por qué pensabas que ya había bastante mano dura en nuestras vidas? Mamá,te echo de menos....- confesó más tranquila- no tuve tiempo de asimilar lo sucedido, tenía que cuidar de Elise, y aun ahora se me hace raro pensar que no estás. Seguiré intentándolo, intentaré ser la hija que querías que fuera, Elise era la niña de tus ojos, siempre pegada a tus faldas, tu sabías que yo era más independiente, ¿verdad?- preguntó poniéndose de rodillas.- seguiré intentándolo, mamá, conseguiré que estés orgullosa.
Con una diminuta sonrisa, ya mucho más tranquila, acabó de secarse el llanto y respirar hondo, se sentía liberada. Aunque había tardado mucho más de lo que esperaba, y el sol pronto comenzaría a ponerse por el horizonte. Era hora de volver. Iba a levantarse cuando vio lo que parecía tela blanca entre la hierba que crecía frente a la maltrecha cruz, con ceño fruncido, apartó la maleza y un conejo de peluche apareció frente a ella. Ese peluche... era el que ella llevaba colgado a todas partes de pequeña hasta que se lo dio a su hermana, cuando murió su madre para que dejara de llorar... Elise había pasado por allí. Tomó el peluche y, en su lugar, dejó una hoja de papel en blanco. En cuanto tuviera tiempo, empezaría a escribir, era lo que había querido desde siempre, pero se le había olvidado con los años.
Con una sonrisa, se levantó e inició su regreso a la granja de los Tale. No podía seguir allí más tiempo, y era algo que tenía que hablar con Eltrant, tal vez él quisiera quedarse, pero ella no podía...
Era algo estúpido, ella lo sabía, hacía ya mucho tiempo que su madre había desaparecido, hacía ya mucho tiempo que lo único que quedaba de ella era solo un montón de huesos que se comían los gusanos. Por eso sabía que no importaba si hablaba o no, si daba o no explicaciones, por que su madre no estaba para regañarla, o darle reproche alguno, ni tampoco para abrazarla si lo que buscaba era consuelo, por que, al final, no era nada ya.
Sin embargo, allí estaba, temblando sin atreverse a decir una sola palabra, intentando tomar valor, porque la rodeaban los recuerdos, porque, aunque la niña que había sido había desaparecido, allí seguía siendo esa niña, porque aunque su familia ya no estaba, si se mantenía el recuerdo, y aunque solo fuera eso, un recuerdo, el recuerdo de quien la crió los primeros años, dándole una felicidad que hacía mucho no encontraba, se merecía una explicación.
Las ideas, las palabras, rodaban por la mente de la guarda, que no se atrevía a expresarlas y que, con la cara medio escondida, dejando ver solo unos ojos llorosos que luchaban por no llorar, respiraba hondo, ¿cómo empezar con la historia de toda una vida? ¿Cómo no decepcionar la memoria de una persona tan importante? ¿Cómo hacer para no herir un recuerdo?
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Eran las 10 de la mañana y en la granja de los Tale, seguían las tareas de siempre, la pequeña de la casa volvía corriendo desde el pueblo, había bajado a ver a su hermana, pero no había llegado hasta su casa, pues había escuchado una conversación que desvelaba mucho. Entró con prisas por el camino, llamando a gritos a su hermano, lo había resuelto, se sentía tan eufórica.
- ¡Elt, Elt, Elt!- llamó entrando en la casa, y al verlo se lanzó con un salto a su frente.- ¡Ya lo tengo, he resuelto la adivinanza!- dijo con una enorme sonrisa en la cara.- Verás- siguió sin dejar hablar al chico- Estaba en el pueblo y un niño ha preguntado que dónde estaba su padre, la mujer le ha contestado que estaba "donde los árboles no duermen", le he preguntado, porque tenía que las preguntar, era necesario, y me ha dicho que es la forma en la que suelen llamar a las tierras del norte para no asustar a los niños, Hasta me ha explicado que es porque allí los árboles siempre están llenos de hojas.- Casi no había respirado en su narración, de la excitación y alegría que sentía.- ¿Crees que Aly estará contenta?- preguntó pareciendo a punto de salir disparada hacia el techo.- ¡Venga, vamos, vamos a buscarla, hay que decirselo!- tiró la joven de su hermano, intentado arrastrarlo, entusiasmada, quería darle la buena noticia a la chica cuanto antes.
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Finalmente parecía preparada. Tomó aire mirando al cielo y cerró los ojos, intentando relajarse sin éxito alguno.
- Mamá, te he decepcionado.- empezó ella.- antes de morir, me pediste cinco cosas; "Se fuerte, se valiente, sonríe siempre, cuida de Elise y, cariño, se feliz"- recitó de memoria- bien- sonrió mientras se secaba una lágrima inexistente, de momento.- solo he cumplido una, perdí a Elise de vista, no he podido cuidarla, no soy fuerte, ni valiente, aquí me tienes, con miedo de contarle a la nada lo que me pasa por la cabeza, lo único que he hecho es sonreír.- dijo señalándose como prueba, pues, efectivamente, tenía una sonrisa temblorosa.- siempre decías que quien sonríe atrae la alegría, y las sonrisas de los otros, así que lo he intentado, pensaba que, tal vez, sonriendo atraería la felicidad que me deseaste, pero... mama, no funciona.- se le rompió la voz, finalmente, y se tapó la boca con una mano mientras las lágrimas comenzaban a resbalar por su cara- perdóname mamá...- Acabó sollozando, abrazándose a si misma, con la cabeza escondida.
Quince minutos, quince minutos pasó llorando en silencio sin ser capaz de hablar, la voz no le salía ni siquiera se escuchaban sollozos, las lágrimas simplemente resbalaban silenciosas, claras, y limpias por sus mejillas. Siempre retenía las lágrimas, incluso cuando se hería, pero los temas que tenían que ver con ella misma, con su pasado, era algo que podía con ella. Cuando por fin logró calmarse un poco, respiró hondo y se secó las lágrimas que aun caían de sus ojos, ya lo había dicho.
Entonces comenzó a preguntarse que diría su madre de todo eso, la mujer nunca había sido dura, al contrario, la presencia de su madre siempre había contrastado con fuerza con la de su padre, que a penas sonreía. la mujer siempre había sido dulce y amable, le gustaban las flores y los niños, los peluches, las historias de amor y los animales muy peludos y pequeños, adoraba los abrazos. Alanna sonrió ante el recuerdo, mientras daba una corta aspiración por la nariz y se secaba una gota que aun caía por su mejilla, roja por el calor del llanto.
- Ahora, si estuvieras aquí, me darías un abrazo, y me dirías que eso no importa, que nunca te decepcionaría, que mirase todo lo que he logrado, y que dejara de llorar, que estoy muy fea cuando lloro. ¿Por qué?¿Por qué siempre fuiste tan buena? ¿Era para contrastar con papa, por qué pensabas que ya había bastante mano dura en nuestras vidas? Mamá,te echo de menos....- confesó más tranquila- no tuve tiempo de asimilar lo sucedido, tenía que cuidar de Elise, y aun ahora se me hace raro pensar que no estás. Seguiré intentándolo, intentaré ser la hija que querías que fuera, Elise era la niña de tus ojos, siempre pegada a tus faldas, tu sabías que yo era más independiente, ¿verdad?- preguntó poniéndose de rodillas.- seguiré intentándolo, mamá, conseguiré que estés orgullosa.
Con una diminuta sonrisa, ya mucho más tranquila, acabó de secarse el llanto y respirar hondo, se sentía liberada. Aunque había tardado mucho más de lo que esperaba, y el sol pronto comenzaría a ponerse por el horizonte. Era hora de volver. Iba a levantarse cuando vio lo que parecía tela blanca entre la hierba que crecía frente a la maltrecha cruz, con ceño fruncido, apartó la maleza y un conejo de peluche apareció frente a ella. Ese peluche... era el que ella llevaba colgado a todas partes de pequeña hasta que se lo dio a su hermana, cuando murió su madre para que dejara de llorar... Elise había pasado por allí. Tomó el peluche y, en su lugar, dejó una hoja de papel en blanco. En cuanto tuviera tiempo, empezaría a escribir, era lo que había querido desde siempre, pero se le había olvidado con los años.
Con una sonrisa, se levantó e inició su regreso a la granja de los Tale. No podía seguir allí más tiempo, y era algo que tenía que hablar con Eltrant, tal vez él quisiera quedarse, pero ella no podía...
Alanna Delteria
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Su hermana tiró de él de aquella forma que tanto la caracterizaba, hablaba tan rápido que el mercenario solo pudo captar la mitad de lo que decía, pero las palabras “adivinanza” y “he resuelto” fueron totalmente audibles.
Al principio no estaba totalmente seguro de que se trataba todo aquello, pero cuando la chica hizo referencia a la frase que Alanna llevaba diciendo en voz alta con cara de preocupación toda la semana cobró sentido, al menos en parte.
Acabó yendo junto a la chica a contarle a la guarda sus descubrimientos –“Podemos esperar a que vuelva…” – Dijo caminando en dirección a la vieja granja de los Delteria –“No creo que sea buena idea interrumpirla en este momento” – Lau se encogió de hombros y sonrió, el mercenario respondió a esto llevándose una mano a la cara suspirando. –“¿Por qué siempre tengo que hacer lo que quieras?” – La sonrisa de la chica se ensanchó.
La granja vecina no está muy lejos, quizás a uno o dos kilómetros de viaje, lo suficientemente lejos como para de no haber sucedido la sequía de hacía diez años, poder haber seguido adelante.
Mientras caminaba junto a la destartalada valla de madera se quedó mirando los mustios y amplios cambios de la guarda, porque probablemente todavía le pertenecían, el padre de Eltrant no lo admitiría nunca, pero el mercenario sabía que el cabeza de los Tale lamentaba la perdida de sus vecinos, y no habría sucedido si el viejo Delteria no hubiese abandonado el lugar en busca de trabajo.
La sequía fue dura, pero los Tale consiguieron superarla, Eltrant no entendía el motivo por el cual el hombre desistió y se marchó de casa, no lo criticaba de todos modos, él no podía siquiera ni intuir las razones por las que un padre de familia se encuentra tan desesperado como para abandonar a los suyos para poder ganar algo de dinero.
No tardaron mucho en llegar hasta la casa, repasó con la mirada el antiguo hogar de la guarda, aquel lugar había visto muchas cosas a lo largo de los años, pero en aquel momento se encontraba en un aspecto más bien lamentable, estaba claro nadie se había preocupado de ir allí en mucho tiempo.
Después de pasarse la mano por la barba, un poco incómodo por estar allí, se adentró en la morada y tras de indicarle a su hermana que le imitase siguió las huellas que la guarda había dejado en el polvo que se había amontonado sobre las tablas del suelo hasta la puerta trasera de la vivienda, dónde un pequeño jardín, había sido devorado casi por completo por el avance del bosque.
La joven estaba allí agachada, hablando con un montículo de tierra, lugar en el que según comprendió Eltrant, estaba enterrada la madre de la joven.
Desde una distancia en la que le dejaba a la guarda la suficiente intimidad, impidió a la adolescente que se acercase y la dejó terminar de hacer lo que estuviese haciendo, para cuando esta hubo acabado de hablar y se giró para volver a la casa de los Tale, levantar la mano y sonreirá –“¡Hola!" – Antes de poder empezar una nueva frase Laura ya estaba junto a la guarda y dándole tirones de la manga a la vez que hablaba muy rápido le desveló todo lo que había descubierto.
Eltrant se cruzó de brazos, sí lo que la vieja bruja había dicho era verdad la hermana de Alanna se encontraba en el norte, Dundarak, o alguna aldea perdida en mitad de la nieve, si los tipos que habían asaltado el pueblo iban tras ella era un buen lugar en el que esconderse, eso estaba claro.
Mientras veía como su hermana no dejaba siquiera respirar a Alanna, no pudo evitar ponerse ligeramente pálido al recordar lo que pasó la última vez que se adentró en las llanuras nevadas. –“Katherine…” – Susurró para, enseguida, negar con la cabeza, aquello era secundario, acompañaría a la guarda a Lunargenta, no habría cambio de planes, su compañera no se encontraba totalmente curada, no iba a ir al norte en aquel estado.
Al principio no estaba totalmente seguro de que se trataba todo aquello, pero cuando la chica hizo referencia a la frase que Alanna llevaba diciendo en voz alta con cara de preocupación toda la semana cobró sentido, al menos en parte.
Acabó yendo junto a la chica a contarle a la guarda sus descubrimientos –“Podemos esperar a que vuelva…” – Dijo caminando en dirección a la vieja granja de los Delteria –“No creo que sea buena idea interrumpirla en este momento” – Lau se encogió de hombros y sonrió, el mercenario respondió a esto llevándose una mano a la cara suspirando. –“¿Por qué siempre tengo que hacer lo que quieras?” – La sonrisa de la chica se ensanchó.
La granja vecina no está muy lejos, quizás a uno o dos kilómetros de viaje, lo suficientemente lejos como para de no haber sucedido la sequía de hacía diez años, poder haber seguido adelante.
Mientras caminaba junto a la destartalada valla de madera se quedó mirando los mustios y amplios cambios de la guarda, porque probablemente todavía le pertenecían, el padre de Eltrant no lo admitiría nunca, pero el mercenario sabía que el cabeza de los Tale lamentaba la perdida de sus vecinos, y no habría sucedido si el viejo Delteria no hubiese abandonado el lugar en busca de trabajo.
La sequía fue dura, pero los Tale consiguieron superarla, Eltrant no entendía el motivo por el cual el hombre desistió y se marchó de casa, no lo criticaba de todos modos, él no podía siquiera ni intuir las razones por las que un padre de familia se encuentra tan desesperado como para abandonar a los suyos para poder ganar algo de dinero.
No tardaron mucho en llegar hasta la casa, repasó con la mirada el antiguo hogar de la guarda, aquel lugar había visto muchas cosas a lo largo de los años, pero en aquel momento se encontraba en un aspecto más bien lamentable, estaba claro nadie se había preocupado de ir allí en mucho tiempo.
Después de pasarse la mano por la barba, un poco incómodo por estar allí, se adentró en la morada y tras de indicarle a su hermana que le imitase siguió las huellas que la guarda había dejado en el polvo que se había amontonado sobre las tablas del suelo hasta la puerta trasera de la vivienda, dónde un pequeño jardín, había sido devorado casi por completo por el avance del bosque.
La joven estaba allí agachada, hablando con un montículo de tierra, lugar en el que según comprendió Eltrant, estaba enterrada la madre de la joven.
Desde una distancia en la que le dejaba a la guarda la suficiente intimidad, impidió a la adolescente que se acercase y la dejó terminar de hacer lo que estuviese haciendo, para cuando esta hubo acabado de hablar y se giró para volver a la casa de los Tale, levantar la mano y sonreirá –“¡Hola!" – Antes de poder empezar una nueva frase Laura ya estaba junto a la guarda y dándole tirones de la manga a la vez que hablaba muy rápido le desveló todo lo que había descubierto.
Eltrant se cruzó de brazos, sí lo que la vieja bruja había dicho era verdad la hermana de Alanna se encontraba en el norte, Dundarak, o alguna aldea perdida en mitad de la nieve, si los tipos que habían asaltado el pueblo iban tras ella era un buen lugar en el que esconderse, eso estaba claro.
Mientras veía como su hermana no dejaba siquiera respirar a Alanna, no pudo evitar ponerse ligeramente pálido al recordar lo que pasó la última vez que se adentró en las llanuras nevadas. –“Katherine…” – Susurró para, enseguida, negar con la cabeza, aquello era secundario, acompañaría a la guarda a Lunargenta, no habría cambio de planes, su compañera no se encontraba totalmente curada, no iba a ir al norte en aquel estado.
Eltrant Tale
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Ya se había levantado cuando alzó la vista y vio plantado frente a la casa a Eltrant, que la saludaba con una mano, y a una Lau eufórica que se acercaba a ella con rapidez y alegría. Alanna les devolvió el gesto, secándose las lágrimas que le restaban y trotó hacia la pequeña de los Tale, que la tomó del brazo y acercándola al joven, comenzó a parlotear con nervio.
Alanna no lograba seguir el ritmo de sus palabras al principio, pero, finalmente, lo entendió, la chica había descubierto el paradero de su hermana. Alanna se detuvo en su avance de forma seca, por la sorpresa y resbaló por la hierba hasta llegar al polvoriento suelo que rodeaba la casa, sentada en el suelo, aun incrédula. Vio llegar a Lau y se levantó quitándose el polvo, ¿sería posible? Si, claro que lo era, tenía sentido, debía serlo.
Con una tremenda sonrisa abrazó a la chica, que medía varios centímetros menos que ella, y comenzó a dar pequeños saltos de júbilo, no podía creérselo, ahora si encontraría a su hermana, solo debía ir al norte, pasar un poco de frío, y ya estaría.
- Gracias Lau, eres la mejor, no puedo creer que lo haya resuelto. Gracias gracias gracias, mil veces gracias.- dijo la joven sin saber que otra cosa podía salir de sus labios.
Pasados unos momentos, la cosa se calmó, y, viendo el cielo, donde el sol avanzaba con rapidez, quedó claro que era momento de volver a la granja de los Tale. El camino que llevaba a la granja de los Delteria era ahora un paso terroso rodeado de árboles, si simplemente hubiera habido más paciencia... si, tal vez, su madre no hubiera enfermado, ahora tendría un sitio al que volver.
Pero mientras avanzaba por el camino, escuchando como Lau, algo más adelantada, parloteaba de forma animada, decidió no permitir que esos pensamientos empañaran el momento, sabía donde estaba su hermana. Pero los momentos de felicidad, siempre debían acabar empañados.
No muy lejos, un sonido de galopes se oía acercarse, era extraño, nadie había pisado por la granja desde hacía ya mucho, y si Lau y Elt ya habían ido a buscarla, era imposible que nadie más fuera, sobretodo a caballo. Con ceño fruncido, arrastró a los hermanos hasta los arbustos, agachándose tras ellos. A su lado pasaron dos hombres don la insignia del puño carmesí en su capa. Alanna no entendía porque la seguían persiguiendo, se suponía que ya habían acabado con todos en Lunargenta, junto con Demian, Niniel y Chimar, pero parecía que los últimos coletazos seguían resistiendo, y con más fuerza que nunca. Indicando silencio, esperó a que se marcharan, pero solo uno lo hizo, el otro esperó a su regreso, y comenzaron a hablar:
- Allí no había nadie, es más parece que no ha entrado nadie en años.- dijo uno al volver.
- M... tal vez esté en otro sitio, en el pueblo o...- reflexionó el otro.
- No creo.- cortó el primero.- Según los informes no le que da ningún amigo por aquí, debe haber ido hacia otro lado, no es tan tonta como para volver a Lunargenta.
- Tienes razón, volvamos al pueblo, durmamos esta noche y mañana avanzaremos.
Los hombres comenzaron a alejarse, Alanna estaba pálida, demasiado cerca, demasiado cerca de los Tale, debía irse ya, saliendo al camino cuando los tipos hubieron desaparecido, miró a Eltrant y con eso se lo dijo todo, pero, sintió que, por Lau, debía expresar sus pensamientos con palabras:
- Elt, Lau, he de irme.- susurró iniciando de nuevo la marcha hacia la granja de los Tale.
Allí, contempló momentáneamente la pacifica estructura, no podía perturbar a la familia Tale con sus problemas, ya la habían ayudado bastante
Alanna no lograba seguir el ritmo de sus palabras al principio, pero, finalmente, lo entendió, la chica había descubierto el paradero de su hermana. Alanna se detuvo en su avance de forma seca, por la sorpresa y resbaló por la hierba hasta llegar al polvoriento suelo que rodeaba la casa, sentada en el suelo, aun incrédula. Vio llegar a Lau y se levantó quitándose el polvo, ¿sería posible? Si, claro que lo era, tenía sentido, debía serlo.
Con una tremenda sonrisa abrazó a la chica, que medía varios centímetros menos que ella, y comenzó a dar pequeños saltos de júbilo, no podía creérselo, ahora si encontraría a su hermana, solo debía ir al norte, pasar un poco de frío, y ya estaría.
- Gracias Lau, eres la mejor, no puedo creer que lo haya resuelto. Gracias gracias gracias, mil veces gracias.- dijo la joven sin saber que otra cosa podía salir de sus labios.
Pasados unos momentos, la cosa se calmó, y, viendo el cielo, donde el sol avanzaba con rapidez, quedó claro que era momento de volver a la granja de los Tale. El camino que llevaba a la granja de los Delteria era ahora un paso terroso rodeado de árboles, si simplemente hubiera habido más paciencia... si, tal vez, su madre no hubiera enfermado, ahora tendría un sitio al que volver.
Pero mientras avanzaba por el camino, escuchando como Lau, algo más adelantada, parloteaba de forma animada, decidió no permitir que esos pensamientos empañaran el momento, sabía donde estaba su hermana. Pero los momentos de felicidad, siempre debían acabar empañados.
No muy lejos, un sonido de galopes se oía acercarse, era extraño, nadie había pisado por la granja desde hacía ya mucho, y si Lau y Elt ya habían ido a buscarla, era imposible que nadie más fuera, sobretodo a caballo. Con ceño fruncido, arrastró a los hermanos hasta los arbustos, agachándose tras ellos. A su lado pasaron dos hombres don la insignia del puño carmesí en su capa. Alanna no entendía porque la seguían persiguiendo, se suponía que ya habían acabado con todos en Lunargenta, junto con Demian, Niniel y Chimar, pero parecía que los últimos coletazos seguían resistiendo, y con más fuerza que nunca. Indicando silencio, esperó a que se marcharan, pero solo uno lo hizo, el otro esperó a su regreso, y comenzaron a hablar:
- Allí no había nadie, es más parece que no ha entrado nadie en años.- dijo uno al volver.
- M... tal vez esté en otro sitio, en el pueblo o...- reflexionó el otro.
- No creo.- cortó el primero.- Según los informes no le que da ningún amigo por aquí, debe haber ido hacia otro lado, no es tan tonta como para volver a Lunargenta.
- Tienes razón, volvamos al pueblo, durmamos esta noche y mañana avanzaremos.
Los hombres comenzaron a alejarse, Alanna estaba pálida, demasiado cerca, demasiado cerca de los Tale, debía irse ya, saliendo al camino cuando los tipos hubieron desaparecido, miró a Eltrant y con eso se lo dijo todo, pero, sintió que, por Lau, debía expresar sus pensamientos con palabras:
- Elt, Lau, he de irme.- susurró iniciando de nuevo la marcha hacia la granja de los Tale.
Allí, contempló momentáneamente la pacifica estructura, no podía perturbar a la familia Tale con sus problemas, ya la habían ayudado bastante
Alanna Delteria
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Cuando Alanna escuchó lo que su hermana tenía que decir volvió a recuperar el ánimo, o al menos eso parecía, sonriendo abrazó a la adolescente, tras lo cual emprendieron el camino de vuelta hacia la granja.
La guarda se había pasado toda la semana pesando en aquella frase, por lo que volver a ver una sonrisa en su cara era un cambio agradable, el mercenario no prestó mucha atención a lo que hablaron ella y su hermana durante el camino de vuelta, simplemente se quedó pensando que haría su amiga ¿Volvería a Lunargenta y descansaría un tiempo? ¿O estaba lo suficientemente loca como para emprender un viaje de aquella magnitud con el brazo apenas funcional? Eltrant suspiró, estaba claro que era lo segundo.
Según el sol comenzaba a descender Eltrant notó el típico sonido que hacen los cascos de dos monturas a sus espaldas, con el ceño fruncido movió automáticamente su mano derecho hasta su cadera, donde solían descansar sus dos espadas, armas que en aquel momento no tenía consigo.
Maldijo por lo bajo, no era usual que pasase nadie por allí a aquella hora, cuando estuvo a punto de decirle a la guarda y a su hermana que se escondiese, Alanna pareció entender lo que pasaba por su cabeza y de un fuerte tirón escondió a los dos hermanos en un arbusto, cosa que a Eltrant se le antojó extraño debido al estado del hombro de la mujer, para justo después saltar tras ellos y ocultarse.
El mercenario apretó los dientes cuando, desde su escondite, vio a los jinetes lucir el mismo símbolo que poseían los tipos que los estaban siguiendo –“El Puño Carmesí…” – Susurró mientras les oía hablar, afortunadamente no sospechaban de su familia, aunque era mejor no correr riesgos, mañana saldrían de allí.
Cuando los jinetes se hubieron desvanecido, junto a los últimos rayos de sol, Alanna salió del escondite y Eltrant, agarrando del brazo a su hermana, la imitó. En aquel momento la guarda le lanzó una mirada que el mercenario estaba esperando desde el instante en el cual el aquellos tipos hicieron acto de presencia, las palabras que dijo después no hicieron sino confirmar sus sospechas.
El joven dejó salir todo el aire que tenía en sus pulmones y se pasó la mano por la barba –“… Eres la reina del drama” - Dijo cuándo esta hubo terminado de hablar, si quería abandonar el lugar aquella misma noche, no le quedaba más remedio que acompañarla, no iba a permitir que la guarda se fuese sola.
Lau se quedó mirando a la guarda sin entender muy bien lo que pasaba, pero comprendía que los tipos a los que acababa de ver no eran precisamente amigables y que, por alguna razón, perseguían a la guarda.
El resto del camino de vuelta fue inusualmente callado, salvo los grillos y la suave bisa del aire no se podía oír nada más, Eltrant estaba demasiado ocupado repasando mentalmente caminos secundarios por los que pasar más desapercibidos y Lau, por su parte, parecía estar tratando de ordenar en su cabeza todo lo que había sucedido.
Para cuando llegaron a la puerta de la vivienda ya habían cenado todos, Eltrant agradeció de buena gana una última cena en familia y después procedió a recoger todas sus pertenencias de la habitación en la que se había alojado.
Una vez con todo organizado, se ató ambas espadas al cinto y salió al salón, todos los presentes miraron al mercenario durante un tiempo sin mediar palabra alguna, hasta que, finalmente, su madre rompió el hielo deseando a su hijo buena suerte, los demás la imitaron y todo se volvió un círculo de abrazos y despedidas.
La última de todas fue Lau, quien, no sin dejar escapar alguna lagrima que otra, le dio un abrazo a su hermano –“¿Por qué os vais ya? ¿Es por lo que hemos visto antes?” – Eltrant sonrió y se colocó el dedo índice en los labios, indicando a su hermana que no hablase de eso –“Sigue practicando con la espada, seguro que la próxima vez que venga me vences” – La joven, enjugándose las lágrimas con la maga de la camisa sonrió y asintió.
Si le hubiesen preguntado, jamás habría admitido que no se esperaba aquella reacción por parte de su familia, por suerte no le preguntaron.
Una vez fuera se giró hacia la guarda y se sonrió –“Deja a Juvia aquí, Cass la llevará a la ciudad, le he dicho donde tiene que hacerlo. Cabalgaremos en Mohr, nos llevará un poco más de tiempo, pero no llamaremos tanto la atención” – El mercenario comenzó a ensillar a su montura frente a la casa.
–“Si pensabas que te iba a dejar que te marchases por tu cuenta cuando no eres capaz de levantar una espada firmemente, es que no me conoces” – Sentenció antes de que esta pudiese decir nada para contradecirle.
La guarda se había pasado toda la semana pesando en aquella frase, por lo que volver a ver una sonrisa en su cara era un cambio agradable, el mercenario no prestó mucha atención a lo que hablaron ella y su hermana durante el camino de vuelta, simplemente se quedó pensando que haría su amiga ¿Volvería a Lunargenta y descansaría un tiempo? ¿O estaba lo suficientemente loca como para emprender un viaje de aquella magnitud con el brazo apenas funcional? Eltrant suspiró, estaba claro que era lo segundo.
Según el sol comenzaba a descender Eltrant notó el típico sonido que hacen los cascos de dos monturas a sus espaldas, con el ceño fruncido movió automáticamente su mano derecho hasta su cadera, donde solían descansar sus dos espadas, armas que en aquel momento no tenía consigo.
Maldijo por lo bajo, no era usual que pasase nadie por allí a aquella hora, cuando estuvo a punto de decirle a la guarda y a su hermana que se escondiese, Alanna pareció entender lo que pasaba por su cabeza y de un fuerte tirón escondió a los dos hermanos en un arbusto, cosa que a Eltrant se le antojó extraño debido al estado del hombro de la mujer, para justo después saltar tras ellos y ocultarse.
El mercenario apretó los dientes cuando, desde su escondite, vio a los jinetes lucir el mismo símbolo que poseían los tipos que los estaban siguiendo –“El Puño Carmesí…” – Susurró mientras les oía hablar, afortunadamente no sospechaban de su familia, aunque era mejor no correr riesgos, mañana saldrían de allí.
Cuando los jinetes se hubieron desvanecido, junto a los últimos rayos de sol, Alanna salió del escondite y Eltrant, agarrando del brazo a su hermana, la imitó. En aquel momento la guarda le lanzó una mirada que el mercenario estaba esperando desde el instante en el cual el aquellos tipos hicieron acto de presencia, las palabras que dijo después no hicieron sino confirmar sus sospechas.
El joven dejó salir todo el aire que tenía en sus pulmones y se pasó la mano por la barba –“… Eres la reina del drama” - Dijo cuándo esta hubo terminado de hablar, si quería abandonar el lugar aquella misma noche, no le quedaba más remedio que acompañarla, no iba a permitir que la guarda se fuese sola.
Lau se quedó mirando a la guarda sin entender muy bien lo que pasaba, pero comprendía que los tipos a los que acababa de ver no eran precisamente amigables y que, por alguna razón, perseguían a la guarda.
El resto del camino de vuelta fue inusualmente callado, salvo los grillos y la suave bisa del aire no se podía oír nada más, Eltrant estaba demasiado ocupado repasando mentalmente caminos secundarios por los que pasar más desapercibidos y Lau, por su parte, parecía estar tratando de ordenar en su cabeza todo lo que había sucedido.
Para cuando llegaron a la puerta de la vivienda ya habían cenado todos, Eltrant agradeció de buena gana una última cena en familia y después procedió a recoger todas sus pertenencias de la habitación en la que se había alojado.
Una vez con todo organizado, se ató ambas espadas al cinto y salió al salón, todos los presentes miraron al mercenario durante un tiempo sin mediar palabra alguna, hasta que, finalmente, su madre rompió el hielo deseando a su hijo buena suerte, los demás la imitaron y todo se volvió un círculo de abrazos y despedidas.
La última de todas fue Lau, quien, no sin dejar escapar alguna lagrima que otra, le dio un abrazo a su hermano –“¿Por qué os vais ya? ¿Es por lo que hemos visto antes?” – Eltrant sonrió y se colocó el dedo índice en los labios, indicando a su hermana que no hablase de eso –“Sigue practicando con la espada, seguro que la próxima vez que venga me vences” – La joven, enjugándose las lágrimas con la maga de la camisa sonrió y asintió.
Si le hubiesen preguntado, jamás habría admitido que no se esperaba aquella reacción por parte de su familia, por suerte no le preguntaron.
Una vez fuera se giró hacia la guarda y se sonrió –“Deja a Juvia aquí, Cass la llevará a la ciudad, le he dicho donde tiene que hacerlo. Cabalgaremos en Mohr, nos llevará un poco más de tiempo, pero no llamaremos tanto la atención” – El mercenario comenzó a ensillar a su montura frente a la casa.
–“Si pensabas que te iba a dejar que te marchases por tu cuenta cuando no eres capaz de levantar una espada firmemente, es que no me conoces” – Sentenció antes de que esta pudiese decir nada para contradecirle.
Eltrant Tale
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Re: Los recuerdos ilusos [interpretativo][Libre][Completo][Trama][Cerrado]
El tirón le había costado caro, ahora sentía el brazo dolorido, un dolor sordo que se extendía hasta el cuello, con un suspiro espero que el chico entendiera, pero no se esperaba la respuesta, incluso parecía... ¿divertido? con la situación. Alanna abrió los ojos con un pestañeo ¿"reina del drama"? pero... si solo quería alejar al puño rojo de la familia del joven... ¿es que no hacía bien?
Ninguno mentó palabra en el camino de vuelta, era todo demasiado largo de explicar, y una niña no tenía porque verse metida en ese tipo de problemas, ya bastante con que había metido en el lió a Eltrant. Si el necesitaba quedarse, lo dejaría allí y ella se iría hacia el norte, ahora que sabía donde estaba su hermana, no tenía tiempo que perder, las buscaban a ambas y posiblemente Eltrant estuviera más seguro por su cuenta.
Llegaron a la granja de los Tale, donde la guardia explicó, tras la cena, que debía marcharse, no dio demasiadas explicaciones, no podía darlas. Se cambió al pantalón que había sido un infructuoso intento de rosa, afortunadamente, y había quedado de color granate. Salió, mochila en mano, con lo poco que había llevado en la bolsa de Juvia y, al salir, vio a todo el "clan" de los Tale, al completo, despidiéndose de Eltrant.
Alanna se acercó con ceño fruncido, sin entender lo que sucedía pensaba que él se quedaría más tiempo con su familia, al fin y al cabo, hacía mucho que no estaban juntos. ¿Tal vez volvía a Lunargenta? Las palabras del joven la hicieron entender que estaba equivocada. Incluso había pensado en una forma menos llamativa de avanzar, un caballo como Juvia, sin duda llamaba la atención. Incrédula y agradecida, dio un suspiro resignado, todos los Tale eran igual de cabezotas, el mercenario, estaba claro, no sería una excepción.
La chica sonrió negando con la cabeza ante las palabras del chico, estaba claro que no tenía remedio. Aunque,lo cierto es, que se alegraba de que no pudiera dejarla sola. Se acercó a despedirse de los Tale, agradeciéndoles todo lo que habían hecho por ella, les debía la vida. Cuando abrazó a la tía Valeria y a Cassandra, sintió que la romperían, la fuerza de esas mujeres no podía ser humana, unas ultimas recomendaciones de Thomas, una ligera palmada por parte del patriarca, finalmente, Lau, que lagrimeaba con pena. Alanna se dobló para quedar cara a cara con la chica y puso la mano sana sobre el pelo de la chica:
- Ey, no llores- sonrió- eres fuerte y aprendes rápido, estoy segura de que, la próxima vez que nos encontremos, si sigues practicando, serás la chica más fuerte y guapa de Aerandir- la chiquilla se lanzó a abrazarla y Alanna aprovechó para susurrar algo que, sabía, a los padres y hermanos de la chiquilla no les haría ni pizca de gracia- Cuando crezcas, cuando seas fuerte, hables con tus padres de lo que quieres hacer y estés preparada, te esperaré en Lunargenta para ayudarte a lo que sea que decidas.- cuando se separó de la chiquilla, las lagrimas había dejado de resbalar por las mejillas de esta, que parecía sorprendida, pero alegre.
Subió al caballo delante del chico, dejando que fuera el quien manejase a su montura, deseando que Mohr, no decidiera tirarla y, desde allí, hizo un gesto de silencio a Lau, esperaba que la chica guardase silencio, o Valeria y Cassandra la perseguirían para matarla y estaba segura de que serían más efectivas que la secta.
- Si estás decidido, vamos allá, tu me guías, yo, te sigo.- Sonrió ella mientras el caballo iniciaba su marcha de camino al norte.
"Elise, ya voy" pensó con decisión y ánimos.
Ninguno mentó palabra en el camino de vuelta, era todo demasiado largo de explicar, y una niña no tenía porque verse metida en ese tipo de problemas, ya bastante con que había metido en el lió a Eltrant. Si el necesitaba quedarse, lo dejaría allí y ella se iría hacia el norte, ahora que sabía donde estaba su hermana, no tenía tiempo que perder, las buscaban a ambas y posiblemente Eltrant estuviera más seguro por su cuenta.
Llegaron a la granja de los Tale, donde la guardia explicó, tras la cena, que debía marcharse, no dio demasiadas explicaciones, no podía darlas. Se cambió al pantalón que había sido un infructuoso intento de rosa, afortunadamente, y había quedado de color granate. Salió, mochila en mano, con lo poco que había llevado en la bolsa de Juvia y, al salir, vio a todo el "clan" de los Tale, al completo, despidiéndose de Eltrant.
Alanna se acercó con ceño fruncido, sin entender lo que sucedía pensaba que él se quedaría más tiempo con su familia, al fin y al cabo, hacía mucho que no estaban juntos. ¿Tal vez volvía a Lunargenta? Las palabras del joven la hicieron entender que estaba equivocada. Incluso había pensado en una forma menos llamativa de avanzar, un caballo como Juvia, sin duda llamaba la atención. Incrédula y agradecida, dio un suspiro resignado, todos los Tale eran igual de cabezotas, el mercenario, estaba claro, no sería una excepción.
La chica sonrió negando con la cabeza ante las palabras del chico, estaba claro que no tenía remedio. Aunque,lo cierto es, que se alegraba de que no pudiera dejarla sola. Se acercó a despedirse de los Tale, agradeciéndoles todo lo que habían hecho por ella, les debía la vida. Cuando abrazó a la tía Valeria y a Cassandra, sintió que la romperían, la fuerza de esas mujeres no podía ser humana, unas ultimas recomendaciones de Thomas, una ligera palmada por parte del patriarca, finalmente, Lau, que lagrimeaba con pena. Alanna se dobló para quedar cara a cara con la chica y puso la mano sana sobre el pelo de la chica:
- Ey, no llores- sonrió- eres fuerte y aprendes rápido, estoy segura de que, la próxima vez que nos encontremos, si sigues practicando, serás la chica más fuerte y guapa de Aerandir- la chiquilla se lanzó a abrazarla y Alanna aprovechó para susurrar algo que, sabía, a los padres y hermanos de la chiquilla no les haría ni pizca de gracia- Cuando crezcas, cuando seas fuerte, hables con tus padres de lo que quieres hacer y estés preparada, te esperaré en Lunargenta para ayudarte a lo que sea que decidas.- cuando se separó de la chiquilla, las lagrimas había dejado de resbalar por las mejillas de esta, que parecía sorprendida, pero alegre.
Subió al caballo delante del chico, dejando que fuera el quien manejase a su montura, deseando que Mohr, no decidiera tirarla y, desde allí, hizo un gesto de silencio a Lau, esperaba que la chica guardase silencio, o Valeria y Cassandra la perseguirían para matarla y estaba segura de que serían más efectivas que la secta.
- Si estás decidido, vamos allá, tu me guías, yo, te sigo.- Sonrió ella mientras el caballo iniciaba su marcha de camino al norte.
"Elise, ya voy" pensó con decisión y ánimos.
Alanna Delteria
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