La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Iltharión había soltado a la joven elfa tan pronto como esta se había percatado del dríope, en otra circunstancia, quizás se habría dado el lujo de alargar ese tacto unos segundos , o incluso de retirarlo rozando algún punto sensible de la piel de forma casual o accidental, pero en una situación tan arrinconada, necesitaba su sangre en la cabeza, y a la muchacha centrada, y a ser posible, al anciano recogiendo piedras para mantener al dríope bien lejos.
En cuclillas a los pies de la barrera, sacó la tierra de encima de algunas de las runas escondidas, sin aventurarse casi a tocarlas mientras escuchaba a la elfa. Pese que su mirada permanecía en las piedras, sus orejas se movían al mínimo atisbo de uno de sus susurros denotando la suma atención que le estaba prestando, y su estado de alerta.
Cuando el alcalde acerco su trofeo a la barrera mágica, y el destello de la palca refulgió el bardo tuvo por un instante el impulso de estrujar a sus dos compañeros. Tal y como había presupuesto la sacerdotisa, establecer una combinación o realizar algún tipo de ritual era algo demasiado complejo para un perro, si es que se podía llamar perros a esas cosas, y esa luminiscencia en la placa de metal ennegrecida por el humo y el fuego hacían que el bardo se inclinara hacia esa hipótesis.
Sin embargo había otro factor que tener en cuenta. El dríope parecía querer entrar, tanto o mas que ellos. Quien fuera que se encontrase tras esa barrera lo había enfurecido lo suficiente como para despertarlo, y parecía empeñado en rondar aquella zona.
Si entraban con el collar, suponiendo que funcionase, les tocaba enfrentarse a otro can terrible y a su dueño, si permanecían afuera impasibles serían las próximas víctimas del dríope, y si lograban tirar la barrer por completo el dríope podía tomarlos por aliados de quien fuera que fuese el sujeto que había colocado la barrera. Por otro lado, colar al driope mas allá de la barrera y encerrarlo con los captores conllevaba el riesgo de que las muchachas secuestradas fueran presa también de los dueños de aquella cúpula mágica.
La última opción era la más compleja, y la mejor por desgracia.
-Tengo una idea.-Musitó.- Es lo mejor que se me ocurre.- Aclaró.-Hay que colocarle el collar al dríope para que cuando intente golpear la barrera entre en ella... su morador probablemente ataque o mande al otro perro...lo que nos daría tiempo a intentar abrir la barrera de otro modo y sacar a las chicas mientras los monstruos pelean entre si.
Dicho así parecía un pan sumamente sencillo, exceptuando la parte en la que había que colocarle un collar a un dríope, o por lo menos engancharlo o colgarlo de sus ramificaciones para que permitiese a la criatura pasar por la barrera. Si el collar no funcionaba, tan malo era ese plan como intentar usarlo ellos y rebotar contra esa barrer invisible.
-Necesitaría que distraigan al dríope mientras trepo a un árbol, y que lo acerquen usando piedras, ramas cualquier tipo de ruido menor con el que no vaya a obcecarse...- prosiguió como si ya hubieran aceptado, extendiendo la mano con la palma abierta y encarada al cielo, a pocos centímetros debajo del collar de perro encantado.- A no ser que prefieran intentar entrar y pelear cuerpo a cuerpo con el bicho y su dueño, y tener que esquivar a un dríope mientras trasladamos doncellas por la espesura en el caso de que hayamos salido airosos.-El alcalde le cedió su trofeo viendo las pocas posibilidades que tenían ante aquel escenario.
Niniel era la que mas posibilidades tenía de desactivar la barrera, y prefería no imaginarse al alcalde trepando para no correr el riesgo de reírse y delatar su ubicación.
Cerró el puño entorno al colgante con firmeza, dejó caer los párpados, mirando fijamente la prisión que generaba sus dedos entorno a ese medallón que quedaba completamente oculto. Si nadie ofrecía nada mejor, se levantaría para empezar a cumplir su plan, trepando lenta pero silenciosamente por los árboles que circundaban la barrera a la espera del momento oportuno.
Colgando de una rama media y gruesa la cual rodeaba con las piernas, pendía el bardo en el más sepulcral de los silencios, balanceándose intentando usar los propios sonidos de los pasos de la criatura o del viento para ocultar sus movimientos. Con el corazón desbocado, y martillando en sus oídos con fuerza, y el pulso ligeramente tembloroso pese al esfuerzo por la precisión aguardó a tener aquella criatura cerca, a que sus compañeros la condujeran por debajo de su posición hasta que casi pudiera rozarla con los dedos, y entonces, depositar colgandolo de su espalda, para no ser visto, el colgante que antaño había pertenecido a ese can infernal que había atacado la aldea.
En cuclillas a los pies de la barrera, sacó la tierra de encima de algunas de las runas escondidas, sin aventurarse casi a tocarlas mientras escuchaba a la elfa. Pese que su mirada permanecía en las piedras, sus orejas se movían al mínimo atisbo de uno de sus susurros denotando la suma atención que le estaba prestando, y su estado de alerta.
Cuando el alcalde acerco su trofeo a la barrera mágica, y el destello de la palca refulgió el bardo tuvo por un instante el impulso de estrujar a sus dos compañeros. Tal y como había presupuesto la sacerdotisa, establecer una combinación o realizar algún tipo de ritual era algo demasiado complejo para un perro, si es que se podía llamar perros a esas cosas, y esa luminiscencia en la placa de metal ennegrecida por el humo y el fuego hacían que el bardo se inclinara hacia esa hipótesis.
Sin embargo había otro factor que tener en cuenta. El dríope parecía querer entrar, tanto o mas que ellos. Quien fuera que se encontrase tras esa barrera lo había enfurecido lo suficiente como para despertarlo, y parecía empeñado en rondar aquella zona.
Si entraban con el collar, suponiendo que funcionase, les tocaba enfrentarse a otro can terrible y a su dueño, si permanecían afuera impasibles serían las próximas víctimas del dríope, y si lograban tirar la barrer por completo el dríope podía tomarlos por aliados de quien fuera que fuese el sujeto que había colocado la barrera. Por otro lado, colar al driope mas allá de la barrera y encerrarlo con los captores conllevaba el riesgo de que las muchachas secuestradas fueran presa también de los dueños de aquella cúpula mágica.
La última opción era la más compleja, y la mejor por desgracia.
-Tengo una idea.-Musitó.- Es lo mejor que se me ocurre.- Aclaró.-Hay que colocarle el collar al dríope para que cuando intente golpear la barrera entre en ella... su morador probablemente ataque o mande al otro perro...lo que nos daría tiempo a intentar abrir la barrera de otro modo y sacar a las chicas mientras los monstruos pelean entre si.
Dicho así parecía un pan sumamente sencillo, exceptuando la parte en la que había que colocarle un collar a un dríope, o por lo menos engancharlo o colgarlo de sus ramificaciones para que permitiese a la criatura pasar por la barrera. Si el collar no funcionaba, tan malo era ese plan como intentar usarlo ellos y rebotar contra esa barrer invisible.
-Necesitaría que distraigan al dríope mientras trepo a un árbol, y que lo acerquen usando piedras, ramas cualquier tipo de ruido menor con el que no vaya a obcecarse...- prosiguió como si ya hubieran aceptado, extendiendo la mano con la palma abierta y encarada al cielo, a pocos centímetros debajo del collar de perro encantado.- A no ser que prefieran intentar entrar y pelear cuerpo a cuerpo con el bicho y su dueño, y tener que esquivar a un dríope mientras trasladamos doncellas por la espesura en el caso de que hayamos salido airosos.-El alcalde le cedió su trofeo viendo las pocas posibilidades que tenían ante aquel escenario.
Niniel era la que mas posibilidades tenía de desactivar la barrera, y prefería no imaginarse al alcalde trepando para no correr el riesgo de reírse y delatar su ubicación.
Cerró el puño entorno al colgante con firmeza, dejó caer los párpados, mirando fijamente la prisión que generaba sus dedos entorno a ese medallón que quedaba completamente oculto. Si nadie ofrecía nada mejor, se levantaría para empezar a cumplir su plan, trepando lenta pero silenciosamente por los árboles que circundaban la barrera a la espera del momento oportuno.
Colgando de una rama media y gruesa la cual rodeaba con las piernas, pendía el bardo en el más sepulcral de los silencios, balanceándose intentando usar los propios sonidos de los pasos de la criatura o del viento para ocultar sus movimientos. Con el corazón desbocado, y martillando en sus oídos con fuerza, y el pulso ligeramente tembloroso pese al esfuerzo por la precisión aguardó a tener aquella criatura cerca, a que sus compañeros la condujeran por debajo de su posición hasta que casi pudiera rozarla con los dedos, y entonces, depositar colgandolo de su espalda, para no ser visto, el colgante que antaño había pertenecido a ese can infernal que había atacado la aldea.
- Off-rol:
- Parte del contenido es opcional, como siempre editable. Si estas de acuerdo con el plan, pero consideras que semejante acción requiere una tirada de runas, avisame y hago lo propio.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Níniel asintió en silencio ante el plan que proponía el bardo, denotando que entendía cada uno de sus puntos y los veía interesantes, aunque sinceramente alguno de ellos le parecían una locura o como poco un castillo en el aire. El primer punto conflictivo era evidentemente el asunto de colgarle un medallón a la venganza misma de la naturaleza. Podía hacerse, pero si no tenían mucho cuidado uno de ellos haría compañía a los humanos del primer grupo de rescate antes de lo que desearía. El segundo, era quizá el que peor pinta tenía y eso que el primero ya auguraba la muerte de alguien...Desactivar la barrera de "algún otro modo". Si fuese tan sencillo ya lo habrían hecho y no tendrían la necesidad de colocarle el colgante al dríope, El único modo de hacerlo sería destruyendo su fuente de energía, que evidentemente estaba dentro de la propia barrera.
-Sinceramente no sé me ocurre que más puedo hacer con esta barrera. Si el dríope entra, nosotros seguramente nos quedamos fuera. Si los dioses nos son propicios quizá el dríope en su afán destructivo eche la barrera abajo. De lo contrario salvo que alguno pueda golpear la barrera con la furia de un titán...- Confiar la suerte de la hija del alcalde a un espíritu rabioso era una idea realmente desesperada y potencialmente desastrosa, pero Iltharion tenía razón, era mejor que entrar ellos mismos para enfrentarse a quién fuera que estuviera controlando a las bestias y a al menos una de ellas con un arco y una ballesta como únicas armas. Y eso si realmente el collar permitía atravesar aquella formidable defensa mágica.
El anciano terminó por creer en el bardo a pesar de los recelos de la peliblanca y le entregó el collar al pelirrojo con la preocupación tan a flor de piel que la mano le temblaba mientras se lo cedía. Eran dos contra una indecisa...Y el plan se puso en marcha. -Está bien, veré qué puedo hacer con la barrera, el no ya lo tengo. Tened cuidado- Dijo antes de alejarse lentamente de allí y comenzar a trabajar en las defensas mágicas mientras que Olaf se ocuparía de atraerlo e Iltharion de prenderle el collar. Había tantas cosas que podían salir mal...
En cuanto Iltharion estuvo en posición sobre uno de los árboles Olaf comenzó a lanzar las piedrecitas que había recogido cerca de aquella mole de madera. La primera cayó cerca de sus nudosas piernas sin hacer demasiado ruido y el dríope la ignoró lanzando otro de sus lentos y ampliamente intercalados golpes contra la barrera, que nuevamente resistió el embite sin problemas únicamente ondulando por el impacto. La segunda fue a golpearle en el tronco logrando que sus ojos rojos como la sangre se giraran para mirar en aquella dirección con la promesa de dar muerte a quien se atreviera a interponerse en su camino. No obstante no vio nada y se dispuso a volver a lo suyo justo cuando una tercera piedra golpeó en el tronco de un árbol cercano a la posición del bardo. La criatura se giró del todo y con una larga aunque lenta zancada comenzó a dirigirse hacia allí haciendo temblar levemente el suelo con cada uno de sus pasos. Pronto llegó hasta allí y se quedó mirando al árbol como si con aquello pudiese averiguar qué estaba ocurriendo. Justo en ese momento una cuarta piedra golpeó una de las gruesas raíces del árbol sobre el que el elfo se hallaba escondido en total silencio y hacía allí se dirigió el ser de madera quedándose parado justo bajo el bardo, mirando alrededor haciendo que la madera de su cuerpo protestara emitiendo un crujido con cada uno de sus movimientos. Era el momento.
Con su tarea completada, el anciano Olaf se dispuso a cambiar de posición para que sus últimas piedras condujeran al dríope hacia la barrera de nuevo. Tal y como había dicho la elfa llegados a ese punto solo podía encomendarse a los dioses para que protegieran a su hija y castigaran al causante de toda aquella desgracia...Los ataques, las desapariciones, los muertos, el miedo de su pueblo, los cultivos sin recolectar, las fiestas de Linde sin celebrar tras décadas y décadas de tradición...Por desgracia se le olvido rogar por Iltharion, quizá de ese modo el espíritu de venganza hubiese continuado siguiendo el ruido de la nueva piedra lanzada en vez de mirar hacia arriba y ver entre las ramas al bardo errante.
Con un ruido horroroso y estridente el dríope amenazó al elfo y alargó uno de sus largos brazos hacia él arrancando hojas y ramas a su paso sin apenas esfuerzo y sin dejar de mirar al pelirrojo con sus iracundos y terribles ojos. Agarró una gruesa rama cercana y tras ver que desde esa posición no alcanzaba a su presa utilizó su segundo brazo. No iba a detenerse hasta que su tronco quedase bañado con la sangre de su objetivo. Entonces un virote de ballesta silbó al viento y se clavó justo donde aquella criatura tendría la oreja de ser algo más humano. Los ojos rojos se desviaron de Iltharion y se posaron sobre aquel anciano y la vieja ballesta que portaba entre sus manos temblorosas. Con un nuevo bramido más alto aún que el anterior se lanzó a por el alcalde que dejó caer su arma al suelo y comenzó a correr. Definitivamente los dioses no estaban con el anciano y sus pies poco acostumbrados al bosque acabaron enredándose entre la maleza y las raíces de los árboles. Logró ponerse en pié pero solo para descubrir que en el tiempo que había perdido el dríope lo había arrinconado contra la barrera. Su último pensamiento mientras la criatura se abalanzaba sobre él fue para sus hijos, justo antes de que la barrera se los tragara a los dos. El collar había funcionado.
Níniel llegó justo después con el corazón en un puño y atraída de nuevo hasta allí por aquellos sonidos. No llegó a ver lo que había pasado pero vio sangre fresca cerca de la barrera lo que no resultaba buena señal. En cuanto vio a Iltharion sus ojos preguntaron por ella mejor que cualquier frase que hubiese podido fabricar en común o en élfico.
En ese momento, la barrera se vino abajo y lo que había al otro lado fue de repente vivible...El dríope avanzaba hacía una especie de pequeño campamento cercano a la entrada de una cueva, dejando el cuerpo destrozado del pobre Olaf atrás. Muerto. Al lado de su cuerpo sin vida una gema blanca del tamaño de un puño emitía una gran cantidad de maná sobre su soporte, aunque en esos momentos la gema se encontraba casi totalmente cubierta con la sangre del valiente alcalde.
-Sinceramente no sé me ocurre que más puedo hacer con esta barrera. Si el dríope entra, nosotros seguramente nos quedamos fuera. Si los dioses nos son propicios quizá el dríope en su afán destructivo eche la barrera abajo. De lo contrario salvo que alguno pueda golpear la barrera con la furia de un titán...- Confiar la suerte de la hija del alcalde a un espíritu rabioso era una idea realmente desesperada y potencialmente desastrosa, pero Iltharion tenía razón, era mejor que entrar ellos mismos para enfrentarse a quién fuera que estuviera controlando a las bestias y a al menos una de ellas con un arco y una ballesta como únicas armas. Y eso si realmente el collar permitía atravesar aquella formidable defensa mágica.
El anciano terminó por creer en el bardo a pesar de los recelos de la peliblanca y le entregó el collar al pelirrojo con la preocupación tan a flor de piel que la mano le temblaba mientras se lo cedía. Eran dos contra una indecisa...Y el plan se puso en marcha. -Está bien, veré qué puedo hacer con la barrera, el no ya lo tengo. Tened cuidado- Dijo antes de alejarse lentamente de allí y comenzar a trabajar en las defensas mágicas mientras que Olaf se ocuparía de atraerlo e Iltharion de prenderle el collar. Había tantas cosas que podían salir mal...
En cuanto Iltharion estuvo en posición sobre uno de los árboles Olaf comenzó a lanzar las piedrecitas que había recogido cerca de aquella mole de madera. La primera cayó cerca de sus nudosas piernas sin hacer demasiado ruido y el dríope la ignoró lanzando otro de sus lentos y ampliamente intercalados golpes contra la barrera, que nuevamente resistió el embite sin problemas únicamente ondulando por el impacto. La segunda fue a golpearle en el tronco logrando que sus ojos rojos como la sangre se giraran para mirar en aquella dirección con la promesa de dar muerte a quien se atreviera a interponerse en su camino. No obstante no vio nada y se dispuso a volver a lo suyo justo cuando una tercera piedra golpeó en el tronco de un árbol cercano a la posición del bardo. La criatura se giró del todo y con una larga aunque lenta zancada comenzó a dirigirse hacia allí haciendo temblar levemente el suelo con cada uno de sus pasos. Pronto llegó hasta allí y se quedó mirando al árbol como si con aquello pudiese averiguar qué estaba ocurriendo. Justo en ese momento una cuarta piedra golpeó una de las gruesas raíces del árbol sobre el que el elfo se hallaba escondido en total silencio y hacía allí se dirigió el ser de madera quedándose parado justo bajo el bardo, mirando alrededor haciendo que la madera de su cuerpo protestara emitiendo un crujido con cada uno de sus movimientos. Era el momento.
Con su tarea completada, el anciano Olaf se dispuso a cambiar de posición para que sus últimas piedras condujeran al dríope hacia la barrera de nuevo. Tal y como había dicho la elfa llegados a ese punto solo podía encomendarse a los dioses para que protegieran a su hija y castigaran al causante de toda aquella desgracia...Los ataques, las desapariciones, los muertos, el miedo de su pueblo, los cultivos sin recolectar, las fiestas de Linde sin celebrar tras décadas y décadas de tradición...Por desgracia se le olvido rogar por Iltharion, quizá de ese modo el espíritu de venganza hubiese continuado siguiendo el ruido de la nueva piedra lanzada en vez de mirar hacia arriba y ver entre las ramas al bardo errante.
Con un ruido horroroso y estridente el dríope amenazó al elfo y alargó uno de sus largos brazos hacia él arrancando hojas y ramas a su paso sin apenas esfuerzo y sin dejar de mirar al pelirrojo con sus iracundos y terribles ojos. Agarró una gruesa rama cercana y tras ver que desde esa posición no alcanzaba a su presa utilizó su segundo brazo. No iba a detenerse hasta que su tronco quedase bañado con la sangre de su objetivo. Entonces un virote de ballesta silbó al viento y se clavó justo donde aquella criatura tendría la oreja de ser algo más humano. Los ojos rojos se desviaron de Iltharion y se posaron sobre aquel anciano y la vieja ballesta que portaba entre sus manos temblorosas. Con un nuevo bramido más alto aún que el anterior se lanzó a por el alcalde que dejó caer su arma al suelo y comenzó a correr. Definitivamente los dioses no estaban con el anciano y sus pies poco acostumbrados al bosque acabaron enredándose entre la maleza y las raíces de los árboles. Logró ponerse en pié pero solo para descubrir que en el tiempo que había perdido el dríope lo había arrinconado contra la barrera. Su último pensamiento mientras la criatura se abalanzaba sobre él fue para sus hijos, justo antes de que la barrera se los tragara a los dos. El collar había funcionado.
Níniel llegó justo después con el corazón en un puño y atraída de nuevo hasta allí por aquellos sonidos. No llegó a ver lo que había pasado pero vio sangre fresca cerca de la barrera lo que no resultaba buena señal. En cuanto vio a Iltharion sus ojos preguntaron por ella mejor que cualquier frase que hubiese podido fabricar en común o en élfico.
En ese momento, la barrera se vino abajo y lo que había al otro lado fue de repente vivible...El dríope avanzaba hacía una especie de pequeño campamento cercano a la entrada de una cueva, dejando el cuerpo destrozado del pobre Olaf atrás. Muerto. Al lado de su cuerpo sin vida una gema blanca del tamaño de un puño emitía una gran cantidad de maná sobre su soporte, aunque en esos momentos la gema se encontraba casi totalmente cubierta con la sangre del valiente alcalde.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Iltharion no podía negar en que la joven elfa tenía razón, pero suficiente se había jugado el pellejo por aquella gente, podía apostar duro, pero tampoco era un suicida, y, pese a saber que aquella fuerte apuesta podía costarle la vida si fallaba, la consideraba preferible a lo inevitable que sería si cruzaba aquella barrera desarmado y con sus dotes de lucha que brillaban por su ausencia.
Además, muertos no podrían ayudar a nadie. Probablemente fue eso lo que hizo que el alcalde con las manos temblorosas y la duda en los ojos le cediera el collar al bardo.
Iltharion se sacó el moral y el laúd que colgaban de su espalda antes de intentar hacer nada mas, trepar de esa guisa no le seria provechoso, y le entorpecería si quería colocar aquello en el dríope sin que este le viera. Lo dejo delante de la elfa, esperando que se cargara sus livianas pertenencias.
-Porfavor, encarguese de esto en mi lugar por ahora.- Le susurró con seriedad, como si aquel instrumento y el escaso contenido del morral valieran su peso en oro, y tras aquello trepó al árbol.
Una parte del elfo le hacía preguntarse qué pensaría la joven si el perecía en aquel intento y el síno la dejaba a resguardo como para poder ojear su legado. Estaba seguro de que se sorprendería al descubrir que clase de persona era realmente aquel misterioso viajero que había lucido tan desinteresado y decente en primera instancia.
La escalada no le dio demasiado tiempo para seguir pensando, y una vez hubo encontrado una rama lo suficientemente gruesa y estable como para mantener su peso, tubo que alejar cualquier pensamiento para centrarse en la tarea que tenía entre manos.
Se deslizó por la rama, alejándose del tronco todo lo que pudo sin perder la estabilidad, enredo las piernas alrededor de la rama, y se deslizo hacia un costado hasta quedar colgado, de modo que con la fuerz de sus piernas pudiera volver a enderezarse de necesitarlo, y de que extendiendo los brazos, fuera capaz de alcanzar al dríope como para colgarle el collar del can.
El alcalde empezó a conducir a la criatura, que aunque al principio costó, empezó a actuar tal y como habían previsto, y finalmente, terminó a tan poca distancia debajo del bardo, que este podía rozarle si extendía lo suficiente los brazos. El momento perfecto, aprovechó entonces para enganchar el collar del can en uno de los salientes del cuerpo del dríope lo mejor que pudo, esperando que el bicho no se lo sacudiera ni se percatase de aquel abalorio que ahora adornaba su perturbador cuerpo.
Iltharion había dejado de respirar, temeroso que el más mínimo ruido pudiera alertar a aquella criatura de su presencia a tan poca distancia. Estaba aterrado, mas aterrado de lo que recordaba haberlo estado en muchísimo tiempo, y era un sentimiento horrible, y a la vez, en cierto modo reconfortante, se sentía vivo, y extremadamente cerca de estar muerto. Sin embargo,s e confió, por un momento llegó a pensar que todo podía salir según lo previsto, algo que por desgracia, no tendía a ser así.
El alcalde intentó alejar a la criatura, arrojo otra piedra, e iltharion ya estaba dispuesto a subir a la rama cuando los ojos de aquel ser se encontraron con los suyos. Por azares del destino, aquella criatura había creído oportuno mirar hacia arriba. Quizás el bardo hubiera hecho un ruido del que no se hubiera percatado, o aquel ser tenía una percepción suficiente del entorno como para sentir su peso en la rama, o la fortuna había decidido que ya había estado suficiente tiempo de su lado.
Iltharion intentó levantar su propio peso, alejándose del dríope todo lo que era capaz mientras aquella criatura rompía y atravesaba la naturaleza con tanta sencillez que el bardo temió que pudiera partirlo por la mitad de un manotazo.
Apenas esquivó el primer garrazo, quedando fuera del alcance del dríope, pero el impacto sobre el árbol lo desequilibró lo suficiente como para hacerlo quedar colgando de nuevo para cuando la segunda mano, si es que podía llamarse así, de a bestia, se alzó, tomando impulso antes de surcar el aire en busca de su presa.
Iltharion no vio su vida pasar por delante de sus ojos, solo podía ver ese brillo rojo, esperando un impacto que no tendría tiempo de esquivar, cuando la criatura fue empujada hacia atrás, alterando lo que hubiera sido un golpe mortal por un garrazo apenas profundo que cortó el lino y araño la piel sin atravesar apenas la carne, arrancando de la garganta del hombre un quejido de dolor.
El Bardo uso aquel instante para alzar su peso con las piernas y salir del alcance del dríope por completo, pero este ya no le perseguía a el, y para cuando el elfo se dió cuenta, solo alcanzo a ver a la criatura furibunda llevándose consigo al patrón de la aldea, con un virote clavado. Al final, había sido capaz de disparar.
El elfo bajó del árbol, y se acercó a la barrera, sorprendido de los recientes acontecimientos, anonadado y algo desorientado para encontrarse con la nítida mirada de la elfa, tan clara y comprensible como si tuviera aquella pregunta escrita en el rostro. No hizo falta que respondiera.
La barrera cayó y el alcalde, quien había actuado con una valentía inédita para aquellos aldeanos, ahora no era mas que otra pieza de los escenarios dantescos que aquel vengativo ser del bosque componía a su paso.
La piedra blanca, teñida de carmesí emanaba una luz que permitía contemplar el campamento mejor de lo que la luz natural, caza vez mas esquiva en el crepusculo, les cedía a los espectadores.
Los restos de una hoguera y tierra lisa una parte de la zona delimitada por la cúpula que había protegido el lugar hasta pocos instantes antes eran prácticamente todo lo que se podía hallar en la intemperie. Si alguien se hallaba en aquel lugar, estaría mas allá de la abertura en la roca que había quedado descubierta al caer el muro. Eso, o el can y su maestro se habían desvanecido en el aire junto con las doncellas.
El dríope se encontraba distraído con los restos del precario y escueto campamento, algo que no le consumiría mucho mas tiempo. Iltharion señaló la entrada de la caverna a su compañera. Si querían intentar sacar a las jóvenes, su mejor baza era hacerlo antes de que el dríope se internara en aquella gruta, si se limitaban a esperar pacientemente aquel ser no dejaría mas que carnaza para los carroñeros.
Iltharion se deslizó pegado a la roca hasta sumergirse en la oscuridad de la caverna. La entrada era lo suficientemente amplia como para que aquellos perros pudieran entrar y salir de la misma, y el cordel seguía aquel sendero en el suelo corroborando que la bestia se hallaría al fondo.
Tras un recoveco el pasillo se ensanchaba hasta convertirse en una cámara lo suficientemente grande como para albergar a varias personas. probablemente aquel hubiera sido el refugio de algunos osos durante el invierno, hasta que otro morador se había agenciado de ellos. Algunas velas daban una pobre iluminación a la estancia.
En el fondo de la misma, la gran silueta de aquella bestia salvaje que habían visto en la aldea se encontraba hecha un bilo y respirando pausadamente, presa de un profundo sueño, a los pies de la silueta de un hombre tumbado sobre un camastro hecho de pieles.
La caverna poseía pocas comodidades, pero se encontraba ordenada. Un rincón con un cuero ensangrentado y varios huesos parecía ser el lugar en el cual comían aquellas bestias, y en el extremo opuesto, algunas bolsas de viaje debían contener suministros y provisiones.
Sin embargo, lo mas llamativo de toda la cueva eran tres figuras temblorosas por el frío o por el miedo, amordazadas y maniatadas cuyas ataduras las mantenían firmemente sujetas a un saliente de la pared de piedra. En la precaria iluminación de la estancia podía verse que no estaban heridas, o no demasiado. Algunas contusiones adornaban sus brazos y sus piernas, expuestas por las ropas rasgadas, y manchas de sangre ya seca se pegaban a sus muslos y los restos a jirones que quedaban de sus faldas.
Su llanto silencioso se intuía por sus movimientos más que escucharse, y cada vez que un sollozo se elevaba lo suficiente como para que llegara a oídos de los polizones, los temblores de las jóvenes se hacían más pronunciados, como si aquello presagiara un castigo, y no se calmaban hasta que la inmovilidad y el silencio no les aseguraba que su captor seguía dormido.
El monstruo que habitaba aquel lugar podía llevar la piel de un hombre, pero su huella era mas cruenta y terrible de lo que jama sería la del espíritu vengador del bosque.
Además, muertos no podrían ayudar a nadie. Probablemente fue eso lo que hizo que el alcalde con las manos temblorosas y la duda en los ojos le cediera el collar al bardo.
Iltharion se sacó el moral y el laúd que colgaban de su espalda antes de intentar hacer nada mas, trepar de esa guisa no le seria provechoso, y le entorpecería si quería colocar aquello en el dríope sin que este le viera. Lo dejo delante de la elfa, esperando que se cargara sus livianas pertenencias.
-Porfavor, encarguese de esto en mi lugar por ahora.- Le susurró con seriedad, como si aquel instrumento y el escaso contenido del morral valieran su peso en oro, y tras aquello trepó al árbol.
Una parte del elfo le hacía preguntarse qué pensaría la joven si el perecía en aquel intento y el síno la dejaba a resguardo como para poder ojear su legado. Estaba seguro de que se sorprendería al descubrir que clase de persona era realmente aquel misterioso viajero que había lucido tan desinteresado y decente en primera instancia.
La escalada no le dio demasiado tiempo para seguir pensando, y una vez hubo encontrado una rama lo suficientemente gruesa y estable como para mantener su peso, tubo que alejar cualquier pensamiento para centrarse en la tarea que tenía entre manos.
Se deslizó por la rama, alejándose del tronco todo lo que pudo sin perder la estabilidad, enredo las piernas alrededor de la rama, y se deslizo hacia un costado hasta quedar colgado, de modo que con la fuerz de sus piernas pudiera volver a enderezarse de necesitarlo, y de que extendiendo los brazos, fuera capaz de alcanzar al dríope como para colgarle el collar del can.
El alcalde empezó a conducir a la criatura, que aunque al principio costó, empezó a actuar tal y como habían previsto, y finalmente, terminó a tan poca distancia debajo del bardo, que este podía rozarle si extendía lo suficiente los brazos. El momento perfecto, aprovechó entonces para enganchar el collar del can en uno de los salientes del cuerpo del dríope lo mejor que pudo, esperando que el bicho no se lo sacudiera ni se percatase de aquel abalorio que ahora adornaba su perturbador cuerpo.
Iltharion había dejado de respirar, temeroso que el más mínimo ruido pudiera alertar a aquella criatura de su presencia a tan poca distancia. Estaba aterrado, mas aterrado de lo que recordaba haberlo estado en muchísimo tiempo, y era un sentimiento horrible, y a la vez, en cierto modo reconfortante, se sentía vivo, y extremadamente cerca de estar muerto. Sin embargo,s e confió, por un momento llegó a pensar que todo podía salir según lo previsto, algo que por desgracia, no tendía a ser así.
El alcalde intentó alejar a la criatura, arrojo otra piedra, e iltharion ya estaba dispuesto a subir a la rama cuando los ojos de aquel ser se encontraron con los suyos. Por azares del destino, aquella criatura había creído oportuno mirar hacia arriba. Quizás el bardo hubiera hecho un ruido del que no se hubiera percatado, o aquel ser tenía una percepción suficiente del entorno como para sentir su peso en la rama, o la fortuna había decidido que ya había estado suficiente tiempo de su lado.
Iltharion intentó levantar su propio peso, alejándose del dríope todo lo que era capaz mientras aquella criatura rompía y atravesaba la naturaleza con tanta sencillez que el bardo temió que pudiera partirlo por la mitad de un manotazo.
Apenas esquivó el primer garrazo, quedando fuera del alcance del dríope, pero el impacto sobre el árbol lo desequilibró lo suficiente como para hacerlo quedar colgando de nuevo para cuando la segunda mano, si es que podía llamarse así, de a bestia, se alzó, tomando impulso antes de surcar el aire en busca de su presa.
Iltharion no vio su vida pasar por delante de sus ojos, solo podía ver ese brillo rojo, esperando un impacto que no tendría tiempo de esquivar, cuando la criatura fue empujada hacia atrás, alterando lo que hubiera sido un golpe mortal por un garrazo apenas profundo que cortó el lino y araño la piel sin atravesar apenas la carne, arrancando de la garganta del hombre un quejido de dolor.
El Bardo uso aquel instante para alzar su peso con las piernas y salir del alcance del dríope por completo, pero este ya no le perseguía a el, y para cuando el elfo se dió cuenta, solo alcanzo a ver a la criatura furibunda llevándose consigo al patrón de la aldea, con un virote clavado. Al final, había sido capaz de disparar.
El elfo bajó del árbol, y se acercó a la barrera, sorprendido de los recientes acontecimientos, anonadado y algo desorientado para encontrarse con la nítida mirada de la elfa, tan clara y comprensible como si tuviera aquella pregunta escrita en el rostro. No hizo falta que respondiera.
La barrera cayó y el alcalde, quien había actuado con una valentía inédita para aquellos aldeanos, ahora no era mas que otra pieza de los escenarios dantescos que aquel vengativo ser del bosque componía a su paso.
La piedra blanca, teñida de carmesí emanaba una luz que permitía contemplar el campamento mejor de lo que la luz natural, caza vez mas esquiva en el crepusculo, les cedía a los espectadores.
Los restos de una hoguera y tierra lisa una parte de la zona delimitada por la cúpula que había protegido el lugar hasta pocos instantes antes eran prácticamente todo lo que se podía hallar en la intemperie. Si alguien se hallaba en aquel lugar, estaría mas allá de la abertura en la roca que había quedado descubierta al caer el muro. Eso, o el can y su maestro se habían desvanecido en el aire junto con las doncellas.
El dríope se encontraba distraído con los restos del precario y escueto campamento, algo que no le consumiría mucho mas tiempo. Iltharion señaló la entrada de la caverna a su compañera. Si querían intentar sacar a las jóvenes, su mejor baza era hacerlo antes de que el dríope se internara en aquella gruta, si se limitaban a esperar pacientemente aquel ser no dejaría mas que carnaza para los carroñeros.
Iltharion se deslizó pegado a la roca hasta sumergirse en la oscuridad de la caverna. La entrada era lo suficientemente amplia como para que aquellos perros pudieran entrar y salir de la misma, y el cordel seguía aquel sendero en el suelo corroborando que la bestia se hallaría al fondo.
Tras un recoveco el pasillo se ensanchaba hasta convertirse en una cámara lo suficientemente grande como para albergar a varias personas. probablemente aquel hubiera sido el refugio de algunos osos durante el invierno, hasta que otro morador se había agenciado de ellos. Algunas velas daban una pobre iluminación a la estancia.
En el fondo de la misma, la gran silueta de aquella bestia salvaje que habían visto en la aldea se encontraba hecha un bilo y respirando pausadamente, presa de un profundo sueño, a los pies de la silueta de un hombre tumbado sobre un camastro hecho de pieles.
La caverna poseía pocas comodidades, pero se encontraba ordenada. Un rincón con un cuero ensangrentado y varios huesos parecía ser el lugar en el cual comían aquellas bestias, y en el extremo opuesto, algunas bolsas de viaje debían contener suministros y provisiones.
Sin embargo, lo mas llamativo de toda la cueva eran tres figuras temblorosas por el frío o por el miedo, amordazadas y maniatadas cuyas ataduras las mantenían firmemente sujetas a un saliente de la pared de piedra. En la precaria iluminación de la estancia podía verse que no estaban heridas, o no demasiado. Algunas contusiones adornaban sus brazos y sus piernas, expuestas por las ropas rasgadas, y manchas de sangre ya seca se pegaban a sus muslos y los restos a jirones que quedaban de sus faldas.
Su llanto silencioso se intuía por sus movimientos más que escucharse, y cada vez que un sollozo se elevaba lo suficiente como para que llegara a oídos de los polizones, los temblores de las jóvenes se hacían más pronunciados, como si aquello presagiara un castigo, y no se calmaban hasta que la inmovilidad y el silencio no les aseguraba que su captor seguía dormido.
El monstruo que habitaba aquel lugar podía llevar la piel de un hombre, pero su huella era mas cruenta y terrible de lo que jama sería la del espíritu vengador del bosque.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Níniel sintió un pesar profundo y sincero por el destino que había corrido aquel pobre hombre y sintió la necesidad imperiosa de elevar una corta plegaria apenas susurrada por su alma antes de poder proseguir. Desde luego no era el momento para ruegos y lamentaciones, como tampoco lo era cuando encontraron los cuerpos de la primera partida de búsqueda, pero aquel anciano se merecía al menos eso. Conocía los riesgos, conocía sus limitaciones...Pero nada de aquello impidió que quisiera ir en pos de su hija aunque para ello tuviera que enfrentarse a las más salvajes de las criaturas. Seguramente, no, seguro que si en algún punto de aquel peligroso camino los elfos hubiesen decidido dar media vuelta incapaces de seguir avanzando, y con razón, él hubiese seguido solo. Linde había perdido a un buen hombre...
La peliblanca comprendía las prisas del bardo por actuar, encontrar a la hija del alcalde y a las demás si es que seguían vivas y salir de allí antes de que el dríope terminara de descargar su inconmensurable rabía con aquel pequeño campamento exterior y decidiera continuar su camino de muerte y destrucción en dirección a la cercana cueva, donde todo apuntaba que debían estar. Pero no debían olvidar que allí dentro también podrían estar el dueño de las bestias y al menos una de ellas. Además no se habían jugado el cuello para hacer que el dríope cruzara la barrera para ahora no sacar ventaja de su presencia allí. -Está bien, pero con cuidado, es evidente que saben que venimos.- Le advirtió en quedos susurros señalándole el hilo que les había guiado hasta allí antes de adentrarse junto a él en la cueva, pendiente de cada ruido, esperando escuchar en cualquier momento un rugido o una voz de alarma...Pero no ocurrió nada de aquello.
La cueva no era especialmente grande, prácticamente se trataba del cubil de algún animal adecentado lo justo para resultar al menos habitable. Unas pocas velas arrojaban algo de luz al lugar aunque consiguiendo de paso proyectar un sin fin de sombras prácticamente por todas partes a causa de la irregularidad de las paredes y el techo de ropa, dándole un aspecto bastante tenebroso. Además había que añadirle la sensación de frío y humedad del lugar. Definitivamente no era un buen hogar para nadie que no dispusiera de una gruesa capa de piel y grasa. Sin embargo allí estaban, bestia y maestro durmiendo plácidamente cerca de donde la hija del alcalde y las otras jóvenes desaparecidas, pues debían ser ellas, se encontraban maniatadas con sus ropajes sucios, rasgados y manchados de sangre. Realmente estaban todas vivas, incluso se podría decir que en buen estado aunque resultaba obvio que Helmy tenía herido el brazo y las demás no estaban mucho mejor, pero dadas las circunstancias debían dar gracias a los dioses por ello.
Níniel no esperaba encontrarse con sus enemigos dormidos. Habían matado a una de esas bestias, asaetado a la segunda y seguido un hilo claramente visible a ojos de cualquier persona que prestara el más mínimo de atención. Y sin embargo ahí estaban, tan tranquilos. Aquel sujeto debía de confiar mucho en su barrera para dormir a pierna suelta en aquellas circunstancias...Pues tanto mejor para ellos, menuda sorpresa iba a llevarse cuando despertara.
Con cuidado la elfa señaló al animal y se llevó la mano a la nariz y a las orejas para que su compañero entendiese que se refería a los sentidos del olfato y el oído de la bestia. Quería avisarle de que seguramente no podrían acercarse más sin despertarlo, mucho menos sacar a las chicas con el suficiente sigilo. A continuación señaló a la entrada de la cueva y como buenamente pudo trató de explicarle al bardo cuál era su idea. El plan de la peliblanca no era otro más que ocultarse en la propia cueva pero hacer salir a sus ocupantes para que se enfrentaran al dríope mientras ella sacaba a las chicas. Para ello primero tenían que despertarles y a continuación, sin darles tiempo para percatarse de su presencia, conducirlos rápidamente afuera. Realmente la sacerdotisa debía de resultar bastante graciosa tratando de explicar los pormenores del plan únicamente gesticulando y poniendo caras raras, como si se tratara de uno de aquellos juegos de adivinar que jugaba de niña en Sandorai, pero a buen entendedor...
En cualquier caso, cuando creyó que estaba claro, la joven apagó las velas que más cercanas estaban a su posición y tratando de hacerse lo más pequeña posible se agazapó entre las sombras.
La peliblanca comprendía las prisas del bardo por actuar, encontrar a la hija del alcalde y a las demás si es que seguían vivas y salir de allí antes de que el dríope terminara de descargar su inconmensurable rabía con aquel pequeño campamento exterior y decidiera continuar su camino de muerte y destrucción en dirección a la cercana cueva, donde todo apuntaba que debían estar. Pero no debían olvidar que allí dentro también podrían estar el dueño de las bestias y al menos una de ellas. Además no se habían jugado el cuello para hacer que el dríope cruzara la barrera para ahora no sacar ventaja de su presencia allí. -Está bien, pero con cuidado, es evidente que saben que venimos.- Le advirtió en quedos susurros señalándole el hilo que les había guiado hasta allí antes de adentrarse junto a él en la cueva, pendiente de cada ruido, esperando escuchar en cualquier momento un rugido o una voz de alarma...Pero no ocurrió nada de aquello.
La cueva no era especialmente grande, prácticamente se trataba del cubil de algún animal adecentado lo justo para resultar al menos habitable. Unas pocas velas arrojaban algo de luz al lugar aunque consiguiendo de paso proyectar un sin fin de sombras prácticamente por todas partes a causa de la irregularidad de las paredes y el techo de ropa, dándole un aspecto bastante tenebroso. Además había que añadirle la sensación de frío y humedad del lugar. Definitivamente no era un buen hogar para nadie que no dispusiera de una gruesa capa de piel y grasa. Sin embargo allí estaban, bestia y maestro durmiendo plácidamente cerca de donde la hija del alcalde y las otras jóvenes desaparecidas, pues debían ser ellas, se encontraban maniatadas con sus ropajes sucios, rasgados y manchados de sangre. Realmente estaban todas vivas, incluso se podría decir que en buen estado aunque resultaba obvio que Helmy tenía herido el brazo y las demás no estaban mucho mejor, pero dadas las circunstancias debían dar gracias a los dioses por ello.
Níniel no esperaba encontrarse con sus enemigos dormidos. Habían matado a una de esas bestias, asaetado a la segunda y seguido un hilo claramente visible a ojos de cualquier persona que prestara el más mínimo de atención. Y sin embargo ahí estaban, tan tranquilos. Aquel sujeto debía de confiar mucho en su barrera para dormir a pierna suelta en aquellas circunstancias...Pues tanto mejor para ellos, menuda sorpresa iba a llevarse cuando despertara.
Con cuidado la elfa señaló al animal y se llevó la mano a la nariz y a las orejas para que su compañero entendiese que se refería a los sentidos del olfato y el oído de la bestia. Quería avisarle de que seguramente no podrían acercarse más sin despertarlo, mucho menos sacar a las chicas con el suficiente sigilo. A continuación señaló a la entrada de la cueva y como buenamente pudo trató de explicarle al bardo cuál era su idea. El plan de la peliblanca no era otro más que ocultarse en la propia cueva pero hacer salir a sus ocupantes para que se enfrentaran al dríope mientras ella sacaba a las chicas. Para ello primero tenían que despertarles y a continuación, sin darles tiempo para percatarse de su presencia, conducirlos rápidamente afuera. Realmente la sacerdotisa debía de resultar bastante graciosa tratando de explicar los pormenores del plan únicamente gesticulando y poniendo caras raras, como si se tratara de uno de aquellos juegos de adivinar que jugaba de niña en Sandorai, pero a buen entendedor...
En cualquier caso, cuando creyó que estaba claro, la joven apagó las velas que más cercanas estaban a su posición y tratando de hacerse lo más pequeña posible se agazapó entre las sombras.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Iltharion soltó un silencioso y lento suspiro de alivio cuando se percato de que el titiritero de aquella macabra obra yacía dormido, que su pecado había sido la arrogancia. No le era difícil comprender porque aquella escena se dibujaba de aquel modo, aunque estaba seguro de que pronto los ruidos del dríope romperían aquella imagen.
¿Porque iba a estar aquel hombre preocupado por un cordel cuando un espíritu furibundo del bosque se encargaba de hacer el trabajo sucio por el? Cualquiera que se acercara demasiado a la barrera sería apenas una molestia para el dríope con quien podría desahogar su rabia, y de ese modo el malhechor que se escondía tras el muro mágico no tenía que preocuparse ni de el dríope ni de posibles aldeanos enfurecidos.
Los gestos de la elfa resultaban lo suficientemente claros y lógicos como para que el bardo pudiera comprender lo que pretendía la muchacha, o hacerse una idea bastante aproximada de ello. Al elfo no le hacía demasiada gracia el papel que le tocaba desempeñar, sin embargo, era consciente de que si querían salir bien parados, tenían que trabajar en equipo.
Tomó aire lentamente, evitando hacer ningún ruido, y buscó en la pared una parte mas hundida de la misma en la cual llevar a su compañera de aventuras para que escondiera su cuerpo en los relieves de la roca y que pudiera pasar desapercibida.
Tras aquello se adentró mas en la cueva. La mejor forma de que no se dieran cuenta de una trampa, es que no pareciera que estaba intentando llamarles la atención, ademas, estaba seguro de que no precisaba de hacer ningún ruido fuerte para sacar a aquel par de su letargo. Tal y como había mencionado la sacerdotisa, su olor lo delataría ante aquel can, y como mas se aproximaba, mas podía ver los movimientos espasmódicos del hocico de aquella bestia, al captar seguramente el aroma de la sangre que manaba escasa y lenta de los rasguños que había dejado el dríope sobre su torso.
El inmenso lobo herbáceo se revolvió bajo los pies de su amo con un gutural gruñido de desconfianza al percibir en el entresueño el aroma de un desconocido, molestando a su dueño quien se frotó los ojos mientras bostezaba.
-¿Se puede saber que quieres?.-Rezongó el amo abriendo los ojos con lentitud hasta que su mirada quedó encima del hombre pelirrojo.
ltharion apenas alcanzó a soltar una maldición por lo bajo y empezar a correr hacia la entrada de la cueva, lo primero porque quería parecer que no se imaginaba descubierto, y lo segundo, porque estaba seguro de que le iban a azuzar al perro.
-¡Levántate holgazán!.- Se escuchó la voz del brujo golpeando con el pie a su mascota mientras junto al mismo empezaba a dar caza al polizonte que se había colado en su morada.
Aunque el brujo ya le llevaba algo de ventaja a su perro, este no tardó en salir escopeteado en la misma dirección, prácticamente estampando a su dueño contra el rugoso muro de piedra al pasar por su lado para perseguir a su presa.
Iltharion podía escuchar el sonido de la bestia cad vez que sus patas impactaban contra el suelo de la caverna, o el eco de la respiración del lobo cada vez mas cercana a su posición. Incluso la maldición que había soltado su dueño al ser empujado por el can.
La situación no se puso mejor cuando llegó al final de la caverna. En el campamento, el dríope seguía destrozando lo poco que quedaba de aquello, y bajo el amparo de la roca, el perro corría hacia el, mientras mas atrás, un hombre ataviado con una gruesa túnica de invierno hacia una extraña pantomima con los brazos, cansado de la persecución.
Una fuerte corriente de aire golpeó al elfo arrancandole del suelo, e impidiéndole proseguir con su huida. Su cuerpo fue despedido por aquel hechizo del tensai de aire hasta chocar contra el suelo con un ruido seco. Una pequeña polvareda se alzó mientras rodaba intentando amortizar el impacto que había sacado hasta el ultimo resquicio de aire de sus pulmones. Pinchazos de dolor, agudos y profundos atravesaban su cuerpo allá donde había sufrido el impacto con mayor gravedad, y la tierra que cubría su rostro le hacia arder los ojos y los pulmones.
El rugido del can se hizo presente en el aire, y solo cerró los ojos, esperando notar las fauces de la bestia desgarrar su carne. En vez de eso, al aventurarse a abrir los ojos se encontró con el mago, blanco y con los ojos desorbitados mirando fijamente a la criatura del bosque a quien intentaba domar con su magia, mientras su fiel mascota intentaba abatirla, salpicando el suelo de aquel espeso líquido que recordaba más a la resina que a la sangre.
Los ruidos de dolor, de combate, de esfuerzo de aquellas criaturas no se asemejaban a nada que el bardo hubiera escuchado antes, y eran tan encarnizados que ponían los pelos de punta. Por suerte, aquello también hacía que estuvieran sus enemigos tan distraídos como para darle un segundo de paz.
Con un quejido de dolor se dio vuelta hasta quedar boca abajo, y apoyando las palmas en el suelo se levantó intentando ignorar el dolor de su cuerpo contusionado para ponerse en pie. No tenía la firmeza ni el porte que solía exhibir, y se encontraba lleno de tierra, rasguños y sangre, tanto seca como fresca, pero por lo menos estaba vivo, y no poseía ninguna herida que fuera a segar su vida.
Su mirada pasó entonces rápidamente entre los escombros del viejo campamento hasta dar con la entrada de la cueva, buscando la figura blanca de la sacerdotisa a quien había abandonado en la caverna, resistiéndose a huir sin tener una pista sobre su suerte.
¿Porque iba a estar aquel hombre preocupado por un cordel cuando un espíritu furibundo del bosque se encargaba de hacer el trabajo sucio por el? Cualquiera que se acercara demasiado a la barrera sería apenas una molestia para el dríope con quien podría desahogar su rabia, y de ese modo el malhechor que se escondía tras el muro mágico no tenía que preocuparse ni de el dríope ni de posibles aldeanos enfurecidos.
Los gestos de la elfa resultaban lo suficientemente claros y lógicos como para que el bardo pudiera comprender lo que pretendía la muchacha, o hacerse una idea bastante aproximada de ello. Al elfo no le hacía demasiada gracia el papel que le tocaba desempeñar, sin embargo, era consciente de que si querían salir bien parados, tenían que trabajar en equipo.
Tomó aire lentamente, evitando hacer ningún ruido, y buscó en la pared una parte mas hundida de la misma en la cual llevar a su compañera de aventuras para que escondiera su cuerpo en los relieves de la roca y que pudiera pasar desapercibida.
Tras aquello se adentró mas en la cueva. La mejor forma de que no se dieran cuenta de una trampa, es que no pareciera que estaba intentando llamarles la atención, ademas, estaba seguro de que no precisaba de hacer ningún ruido fuerte para sacar a aquel par de su letargo. Tal y como había mencionado la sacerdotisa, su olor lo delataría ante aquel can, y como mas se aproximaba, mas podía ver los movimientos espasmódicos del hocico de aquella bestia, al captar seguramente el aroma de la sangre que manaba escasa y lenta de los rasguños que había dejado el dríope sobre su torso.
El inmenso lobo herbáceo se revolvió bajo los pies de su amo con un gutural gruñido de desconfianza al percibir en el entresueño el aroma de un desconocido, molestando a su dueño quien se frotó los ojos mientras bostezaba.
-¿Se puede saber que quieres?.-Rezongó el amo abriendo los ojos con lentitud hasta que su mirada quedó encima del hombre pelirrojo.
ltharion apenas alcanzó a soltar una maldición por lo bajo y empezar a correr hacia la entrada de la cueva, lo primero porque quería parecer que no se imaginaba descubierto, y lo segundo, porque estaba seguro de que le iban a azuzar al perro.
-¡Levántate holgazán!.- Se escuchó la voz del brujo golpeando con el pie a su mascota mientras junto al mismo empezaba a dar caza al polizonte que se había colado en su morada.
Aunque el brujo ya le llevaba algo de ventaja a su perro, este no tardó en salir escopeteado en la misma dirección, prácticamente estampando a su dueño contra el rugoso muro de piedra al pasar por su lado para perseguir a su presa.
Iltharion podía escuchar el sonido de la bestia cad vez que sus patas impactaban contra el suelo de la caverna, o el eco de la respiración del lobo cada vez mas cercana a su posición. Incluso la maldición que había soltado su dueño al ser empujado por el can.
La situación no se puso mejor cuando llegó al final de la caverna. En el campamento, el dríope seguía destrozando lo poco que quedaba de aquello, y bajo el amparo de la roca, el perro corría hacia el, mientras mas atrás, un hombre ataviado con una gruesa túnica de invierno hacia una extraña pantomima con los brazos, cansado de la persecución.
Una fuerte corriente de aire golpeó al elfo arrancandole del suelo, e impidiéndole proseguir con su huida. Su cuerpo fue despedido por aquel hechizo del tensai de aire hasta chocar contra el suelo con un ruido seco. Una pequeña polvareda se alzó mientras rodaba intentando amortizar el impacto que había sacado hasta el ultimo resquicio de aire de sus pulmones. Pinchazos de dolor, agudos y profundos atravesaban su cuerpo allá donde había sufrido el impacto con mayor gravedad, y la tierra que cubría su rostro le hacia arder los ojos y los pulmones.
El rugido del can se hizo presente en el aire, y solo cerró los ojos, esperando notar las fauces de la bestia desgarrar su carne. En vez de eso, al aventurarse a abrir los ojos se encontró con el mago, blanco y con los ojos desorbitados mirando fijamente a la criatura del bosque a quien intentaba domar con su magia, mientras su fiel mascota intentaba abatirla, salpicando el suelo de aquel espeso líquido que recordaba más a la resina que a la sangre.
Los ruidos de dolor, de combate, de esfuerzo de aquellas criaturas no se asemejaban a nada que el bardo hubiera escuchado antes, y eran tan encarnizados que ponían los pelos de punta. Por suerte, aquello también hacía que estuvieran sus enemigos tan distraídos como para darle un segundo de paz.
Con un quejido de dolor se dio vuelta hasta quedar boca abajo, y apoyando las palmas en el suelo se levantó intentando ignorar el dolor de su cuerpo contusionado para ponerse en pie. No tenía la firmeza ni el porte que solía exhibir, y se encontraba lleno de tierra, rasguños y sangre, tanto seca como fresca, pero por lo menos estaba vivo, y no poseía ninguna herida que fuera a segar su vida.
Su mirada pasó entonces rápidamente entre los escombros del viejo campamento hasta dar con la entrada de la cueva, buscando la figura blanca de la sacerdotisa a quien había abandonado en la caverna, resistiéndose a huir sin tener una pista sobre su suerte.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Los segundos se alargaron de manera exasperante mientras la peliblanca se forzaba a mantener la calma y a respirar lentamente mientras permanecía hecha un ovillo en aquel pequeño y oscuro recoveco de la guarida de las bestias. Era consciente de la importancia que tenía permanecer totalmente quieta y en silencio hasta que llegara el momento oportuno pero también de que dependía de lo bien que lo hiciera Iltharion a la hora de llamar la atención de sus enemigos para que no supieran que había alguien más allí a parte de él. Si el señuelo no era lo bastante bueno la oscuridad no la protegería de las fauces de aquel terrible animal aunque armada con su magia tampoco es que la elfa estuviera totalmente indefensa si el plan se torcía.
Desde su escondite escuchó la voz de aquel hombre cuando despertó y los gruñidos de su bestia cuando la azuzó contra el pelirrojo al descubrir su presencia allí. ¿Qué debía de habérsele pasado por la cabeza al ver a un intruso al lado mismo de su cama? ¿Miedo?, ¿Incredulidad?. Sería lo que sentiría ella misma si se encontrara con un extraño delante suyo en un lugar que creía ser seguro, especialmente al lado de la cama. Si era así eran sentimientos que podían obrar en su favor, y más aún cuando descubrieran que su santuario no había sido asaltado únicamente por un elfo si no por dríope también. En cualquier caso fue el hombre el primero que pasó por delante de la sacerdotisa. Vio como como la silueta de su túnica se agitaba con cada paso pero nada más con aquella oscuridad aliada. Inmediatamente y propulsado por sus poderosas patas pasó a su lado aquel can infernal, haciendo trastabillar a su amo que a punto de estuvo de perder el equilibrio ante tal ímpetu, continuando su carrera farfullando maldiciones en la lengua común que pronto no fueron más que un eco en la distancia. Soltando un suspiro la elfa se puso en marcha.
Con cuidado pero con cierta prisa, mientras afuera parecía desatarse una furiosa batalla, se acercó hasta las asustadas y quejumbrosas chicas llevando el dedo índice de su mano izquierda a sus labios para pedirles silencio mientras que con su diestra sacaba de entre los pliegues de su ropa su fiel daga. Que buenos e inesperados servicios había prestado aquella pequeña pieza de de artesanía élfica pensada originalmente para trabajos de alquimia. -Hemos venido a por vosotras, guardad silencio o nos descubrirán- Advirtió ya a su lado comenzando a cortar las cuerdas que las mantenían inmovilizadas. La primera fue Helmy que tan pronto vio sus manos liberadas se quitó la mordaza.
-Gracias a los dioses, pensé que nadie vendría...¿Está mi padre contigo?- Fue lo primero que preguntó consiguiendo con ello que el rostro de la peliblanca se ensombreciera. Sabía que tenía que decirle la verdad, era su padre y había perdido la vida intentando desesperadamente salvarla a ella, sin perder la esperanza por muy mal que pintaran las cosas. ¿Pero que pasaría si aquello la afectaba demasiado?. Si perdía los nervios y comenzaba a llorar o a gritar cualquier cosa no solo ella, todas se estarían pintando una enorme diana sobre ellas.
-Vino con nosotros...- Dijo finalmente mientras desataba a la que debía ser la famosa Victoria. sus ropajes a pesar de estar en un deplorable estado aún evidenciaban una calidad fuera del alcance de una mera campesina. -Luchó contra las adversidades con valentía pero lamentablemente murió mientras tratábamos de atravesar la barrera que protegía este lugar...Lo siento mucho. Era un buen hombre.- Terminó de decir esperando haber tomado la decisión correcta al decírselo y preparada para evitar que una posible reacción por su parte las delatara. No obstante a pesar de sus temores la joven lo encajó derramando únicamente lágrimas silenciosas, siendo inmediatamente consolada por Victoria que también comenzó a llorar entre leves gemidos. Normal si tal y como había dicho Olaf se había criado en el seno de aquella familia como una más. Viendo aquello Níniel desató a la última rehén e inmediatamente comenzó a examinarlas en busca de alguna herida grave.
-¿Podéis moveros y correr?. Vamos a necesitarlo para salir de esta cueva así que no quiero que os hagáis las fuertes ni nada de eso.- Preguntó recibiendo como respuesta tres negativas simultáneas que confirmaban lo que a simple vista parecía, que estaban magulladas pero bien. -¿Tu brazo Helmy?, ¿Seguro que estás bien?.- Preguntó para confirmar.
-Me duele un poco, pero ese sujeto me puso algo en las heridas...Creo que nos quería de una pieza...Prefiero no pensar para qué- Dijo con la tristeza por su pérdida tintando su voz.
-Bien, entonces coged cualquier cosa que creáis que pueda serviros y vámonos.- Las instó la sacerdotisa centrándose en esos momentos en los ruidos de la lucha que llegaban hasta allí provenientes del exterior y que denotaban que la contienda estaba en su punto álgido. Debían darse prisa antes de que alguno de los dos bandos obtuviera la victoria y salir de allí antes de tener que enfrentarse al vencedor o vencedores.
-¿Estás segura de que podemos salir?...Ahí fuera...- Preguntó la hija del señor de la zona claramente asustada por los feroces rugidos que escuchaba, y con razón.
-Sí, de hecho es nuestra señal. Confiad en mí, os sacaré de aquí. En cuanto lleguemos al exterior corred hacia los árboles y no os asustéis si veis a un elfo pelirrojo, está con nosotras. ¿Preparadas?...Vamos-
Y con aquella orden las cuatro jóvenes comenzaron a correr por aquel túnel de piedra hasta salir a la superficie, donde los sonidos de aquella lucha sin cuartel se hicieron de repente ensordecedores al dejar de ser mitigados por la roca. La primera en salir fue la sacerdotisa que rápidamente señaló hacia lo árboles para que las demás fueran hacía allí mientras se aseguraba de que no eran el objetivo de ninguno de aquellos monstruos, caían presa del pánico o tropezaban. Por suerte los enemigos estaban demasiado ocupados en su combate a muerte como para prestarles atención. Enseguida estuvieron a cubierto en la espesura.
Tras uno de los árboles, y mientras la elfa buscaba a su compañero, se permitió mirar el desarrollo del enfrentamiento. El dríope, a pesar de su tamaño y fuerza parecía estar llevando las de perder. El lobo había sufrido un golpe pero atosigaba sin descanso al espíritu de venganza atrapando sus extremidades con su fuerte boca mientras que el brujo preparaba habilidades de aire para golpearlo una y otra vez desde la distancia. Todo ello rodeado por un sin fin de maldiciones, crujidos y guturales rugidos.
Desde su escondite escuchó la voz de aquel hombre cuando despertó y los gruñidos de su bestia cuando la azuzó contra el pelirrojo al descubrir su presencia allí. ¿Qué debía de habérsele pasado por la cabeza al ver a un intruso al lado mismo de su cama? ¿Miedo?, ¿Incredulidad?. Sería lo que sentiría ella misma si se encontrara con un extraño delante suyo en un lugar que creía ser seguro, especialmente al lado de la cama. Si era así eran sentimientos que podían obrar en su favor, y más aún cuando descubrieran que su santuario no había sido asaltado únicamente por un elfo si no por dríope también. En cualquier caso fue el hombre el primero que pasó por delante de la sacerdotisa. Vio como como la silueta de su túnica se agitaba con cada paso pero nada más con aquella oscuridad aliada. Inmediatamente y propulsado por sus poderosas patas pasó a su lado aquel can infernal, haciendo trastabillar a su amo que a punto de estuvo de perder el equilibrio ante tal ímpetu, continuando su carrera farfullando maldiciones en la lengua común que pronto no fueron más que un eco en la distancia. Soltando un suspiro la elfa se puso en marcha.
Con cuidado pero con cierta prisa, mientras afuera parecía desatarse una furiosa batalla, se acercó hasta las asustadas y quejumbrosas chicas llevando el dedo índice de su mano izquierda a sus labios para pedirles silencio mientras que con su diestra sacaba de entre los pliegues de su ropa su fiel daga. Que buenos e inesperados servicios había prestado aquella pequeña pieza de de artesanía élfica pensada originalmente para trabajos de alquimia. -Hemos venido a por vosotras, guardad silencio o nos descubrirán- Advirtió ya a su lado comenzando a cortar las cuerdas que las mantenían inmovilizadas. La primera fue Helmy que tan pronto vio sus manos liberadas se quitó la mordaza.
-Gracias a los dioses, pensé que nadie vendría...¿Está mi padre contigo?- Fue lo primero que preguntó consiguiendo con ello que el rostro de la peliblanca se ensombreciera. Sabía que tenía que decirle la verdad, era su padre y había perdido la vida intentando desesperadamente salvarla a ella, sin perder la esperanza por muy mal que pintaran las cosas. ¿Pero que pasaría si aquello la afectaba demasiado?. Si perdía los nervios y comenzaba a llorar o a gritar cualquier cosa no solo ella, todas se estarían pintando una enorme diana sobre ellas.
-Vino con nosotros...- Dijo finalmente mientras desataba a la que debía ser la famosa Victoria. sus ropajes a pesar de estar en un deplorable estado aún evidenciaban una calidad fuera del alcance de una mera campesina. -Luchó contra las adversidades con valentía pero lamentablemente murió mientras tratábamos de atravesar la barrera que protegía este lugar...Lo siento mucho. Era un buen hombre.- Terminó de decir esperando haber tomado la decisión correcta al decírselo y preparada para evitar que una posible reacción por su parte las delatara. No obstante a pesar de sus temores la joven lo encajó derramando únicamente lágrimas silenciosas, siendo inmediatamente consolada por Victoria que también comenzó a llorar entre leves gemidos. Normal si tal y como había dicho Olaf se había criado en el seno de aquella familia como una más. Viendo aquello Níniel desató a la última rehén e inmediatamente comenzó a examinarlas en busca de alguna herida grave.
-¿Podéis moveros y correr?. Vamos a necesitarlo para salir de esta cueva así que no quiero que os hagáis las fuertes ni nada de eso.- Preguntó recibiendo como respuesta tres negativas simultáneas que confirmaban lo que a simple vista parecía, que estaban magulladas pero bien. -¿Tu brazo Helmy?, ¿Seguro que estás bien?.- Preguntó para confirmar.
-Me duele un poco, pero ese sujeto me puso algo en las heridas...Creo que nos quería de una pieza...Prefiero no pensar para qué- Dijo con la tristeza por su pérdida tintando su voz.
-Bien, entonces coged cualquier cosa que creáis que pueda serviros y vámonos.- Las instó la sacerdotisa centrándose en esos momentos en los ruidos de la lucha que llegaban hasta allí provenientes del exterior y que denotaban que la contienda estaba en su punto álgido. Debían darse prisa antes de que alguno de los dos bandos obtuviera la victoria y salir de allí antes de tener que enfrentarse al vencedor o vencedores.
-¿Estás segura de que podemos salir?...Ahí fuera...- Preguntó la hija del señor de la zona claramente asustada por los feroces rugidos que escuchaba, y con razón.
-Sí, de hecho es nuestra señal. Confiad en mí, os sacaré de aquí. En cuanto lleguemos al exterior corred hacia los árboles y no os asustéis si veis a un elfo pelirrojo, está con nosotras. ¿Preparadas?...Vamos-
Y con aquella orden las cuatro jóvenes comenzaron a correr por aquel túnel de piedra hasta salir a la superficie, donde los sonidos de aquella lucha sin cuartel se hicieron de repente ensordecedores al dejar de ser mitigados por la roca. La primera en salir fue la sacerdotisa que rápidamente señaló hacia lo árboles para que las demás fueran hacía allí mientras se aseguraba de que no eran el objetivo de ninguno de aquellos monstruos, caían presa del pánico o tropezaban. Por suerte los enemigos estaban demasiado ocupados en su combate a muerte como para prestarles atención. Enseguida estuvieron a cubierto en la espesura.
Tras uno de los árboles, y mientras la elfa buscaba a su compañero, se permitió mirar el desarrollo del enfrentamiento. El dríope, a pesar de su tamaño y fuerza parecía estar llevando las de perder. El lobo había sufrido un golpe pero atosigaba sin descanso al espíritu de venganza atrapando sus extremidades con su fuerte boca mientras que el brujo preparaba habilidades de aire para golpearlo una y otra vez desde la distancia. Todo ello rodeado por un sin fin de maldiciones, crujidos y guturales rugidos.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
La lucha entre titanes había llamado la atención de iltharion. Durante unos segundos había quedado completamente embelesado observando cómo esas dos magnas criaturas, que parecían parte del mismo bosque, avatares de la naturaleza, se entrelazaban entre ellas con fiereza, buscando acabar con su homologo.
Era como contemplar una nueva raza de criaturas, mas en comunión con la naturaleza, parte de la misma y a su vez de los animales y homínidos que poblaban Aerandir.
Un borrón blanco volvió su atención a la situación. En el otro lado del campamento la sacerdotisa había logrado desatar a las jóvenes, quienes ahora corrían hacia la espesura buscando su amparo y refugio. Incluso su compañera de aventuras, mas discreta de lo que el había sido, espiaba ahora el escenario desde atrás de un árbol.
El elfo paseo la mirada entre el enfrentamiento y el lugar en donde había visto a la joven elfa por ultima vez. Escapar, ue tentadora opción, y sin embargo, el can que parecía encaminado a proclamarse vencedor, no tendría demasiados problemas para alcanzarlo corriendo aun si daba su alma en ello en ese mismo instante.
De nada servía huir en aquel momento si la criatura y su dueño veían un nuevo amanecer, con suerte solo cambiarian de aldea, y con la peor de ellas, el hombre que había visto su rostro se tomaría aquello como algo personal. El elfo no veía en el escenario de tener un brujo con una poderosa mascota nada que le pudiera hacer anhelar ese futuro.
Las bestias peleaban, ajenas a cualquier pensamiento, a las jóvenes que se escapaban, a la elfa que había arrebatado al brujo sus muñecas de placer y su mercancía al mismo tiempo, al hombre herido que, mientras aquellos aterradores adversarios peleaban entre si, se acercaba por la espalda del brujo, demasiado ocupado e ayudar a su can a mantener la victoria sobre el dríope, quien mortalmente herido seguía demostrando una fuerza y determinación admirable. ¿Seria justicia o odio ciego? Si alguien había descubierto cual de esas dos cosas motivaban a pelear con tanto ahinco a esas criaturas, no debía de haber vivido para contarlo.
El viento que azotaba el campamento se detuvo en cuanto el líquido espeso, tibio carmesí empezó a manar de la espalda del brujo. El tensai no tuvo tiempo de articular palabra. E iltharion apenas si tuvo tiempo de empujar el cuerpo antes de que este se desplomase sobre el. Ya le dolía suficiente mantenerse en pie por los golpes que había recibido su cuerpo.
Una puñalada en el corazón desde atrás, rápida, sencilla y traicionera, y luego correr, como si no existiera un mañana antes de que alguna de las bestias pudiera perder la atención del otro herbáceo para agredirle a el. Guardaba la secreta esperanza que, de haber llamado la atención del can, el dríope aún tuviera fuerzas suficientes como para retenerlo, sobre todo ahora que no estaba el brujo para mantenerlo a raya y mermar sus fuerzas con el viento.
El bardó se adentró entre la vegetación del bosque desapareciendo del campamento en la misma dirección en la que había visto a su homologa y a las jóvenes. Sus manos temblaban, rojas de sangre, y con la empuñadura de su daga aún firmemente sujeta. No por haber matado a un hombre, aquello le había resultado alarmantemente indiferente, si no por la tensión de ser descubierto, la adrenalina que ahora intoxicaba su cuerpo y lo mantenía en alerta, que adormecía su dolor y le daba las fuerzas necesarias para poder correr hacia la aldea siguiendo a la doncella de blanco.
Era como contemplar una nueva raza de criaturas, mas en comunión con la naturaleza, parte de la misma y a su vez de los animales y homínidos que poblaban Aerandir.
Un borrón blanco volvió su atención a la situación. En el otro lado del campamento la sacerdotisa había logrado desatar a las jóvenes, quienes ahora corrían hacia la espesura buscando su amparo y refugio. Incluso su compañera de aventuras, mas discreta de lo que el había sido, espiaba ahora el escenario desde atrás de un árbol.
El elfo paseo la mirada entre el enfrentamiento y el lugar en donde había visto a la joven elfa por ultima vez. Escapar, ue tentadora opción, y sin embargo, el can que parecía encaminado a proclamarse vencedor, no tendría demasiados problemas para alcanzarlo corriendo aun si daba su alma en ello en ese mismo instante.
De nada servía huir en aquel momento si la criatura y su dueño veían un nuevo amanecer, con suerte solo cambiarian de aldea, y con la peor de ellas, el hombre que había visto su rostro se tomaría aquello como algo personal. El elfo no veía en el escenario de tener un brujo con una poderosa mascota nada que le pudiera hacer anhelar ese futuro.
Las bestias peleaban, ajenas a cualquier pensamiento, a las jóvenes que se escapaban, a la elfa que había arrebatado al brujo sus muñecas de placer y su mercancía al mismo tiempo, al hombre herido que, mientras aquellos aterradores adversarios peleaban entre si, se acercaba por la espalda del brujo, demasiado ocupado e ayudar a su can a mantener la victoria sobre el dríope, quien mortalmente herido seguía demostrando una fuerza y determinación admirable. ¿Seria justicia o odio ciego? Si alguien había descubierto cual de esas dos cosas motivaban a pelear con tanto ahinco a esas criaturas, no debía de haber vivido para contarlo.
El viento que azotaba el campamento se detuvo en cuanto el líquido espeso, tibio carmesí empezó a manar de la espalda del brujo. El tensai no tuvo tiempo de articular palabra. E iltharion apenas si tuvo tiempo de empujar el cuerpo antes de que este se desplomase sobre el. Ya le dolía suficiente mantenerse en pie por los golpes que había recibido su cuerpo.
Una puñalada en el corazón desde atrás, rápida, sencilla y traicionera, y luego correr, como si no existiera un mañana antes de que alguna de las bestias pudiera perder la atención del otro herbáceo para agredirle a el. Guardaba la secreta esperanza que, de haber llamado la atención del can, el dríope aún tuviera fuerzas suficientes como para retenerlo, sobre todo ahora que no estaba el brujo para mantenerlo a raya y mermar sus fuerzas con el viento.
El bardó se adentró entre la vegetación del bosque desapareciendo del campamento en la misma dirección en la que había visto a su homologa y a las jóvenes. Sus manos temblaban, rojas de sangre, y con la empuñadura de su daga aún firmemente sujeta. No por haber matado a un hombre, aquello le había resultado alarmantemente indiferente, si no por la tensión de ser descubierto, la adrenalina que ahora intoxicaba su cuerpo y lo mantenía en alerta, que adormecía su dolor y le daba las fuerzas necesarias para poder correr hacia la aldea siguiendo a la doncella de blanco.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Conforme la batalla entre sus enemigos avanzaba y la derrota del poderoso dríope parecía ya más que asegurada, el corazón de Níniel comenzó a latir cada vez más y más rápido, desbocado por la situación y, en ese momento, también por no encontrar a Iltharion por ningún lado. Por supuesto su tarea de atraer al brujo y su criatura al exterior y provocar de ese modo el enfrentamiento entre ambos bien podría haberle obligado a buscar cobijo alejado de allí para evitar formar parte de una lucha en la que poco o nada podría hacer, pero a aquellas alturas ya debería haberlas localizado o eso creía la sacerdotisa que esperaba que no le hubiese ocurrido nada mientras liberaba a las jóvenes. Por desgracia, con él o sin él no podrían permanecer allí mucho más tiempo. Debían de poner a las chicas de Linde a salvo, y de paso tanta distancia como pudieran entre ellas y el vencedor o vencedores del combate para cuando este acabara o al final todo habría sido en vano. Se quedaban sin tiempo.
En ese preciso instante en el que la peliblanca se veía obligada a decidir si huír ya o esperar un poco más a pesar del creciente peligro, el bardo apareció ante sus ojos, aunque no a su lado como deseaba si no dirigiéndose directamente hacia los contendientes daga en mano. ¿Qué estaba Haciendo? ¿Se había vuelto loco?. Aquellas cosas no se andaban con chiquitas, si seguía acercándose le iban a matar...Níniel se tensó al verle actuar así y si no fuera por su autocontrol y preocupación por las demás no hubiese podido evitar gritarle para que diera media vuelta y saliera corriendo hacia allí antes de hacer una estupidez, delatando su posición y con ello dando al traste con el plan de rescate. ¿Por qué no se ceñía a lo pactado?. Quizá aquella parte no quedó muy clara al tener que entenderse por señas pero la elfa pensaba que sí con su amplio gesto que les representaba a todo y sus dedos índice y anular indicando claramente "salir a toda leche de allí".
En cualquier caso allí estaba, poco a poco para más inri, acortando distancia entre él y el brujo de viento que continuaba centrado en golpear al dríope una y otra vez sin percatarse de la amenaza que le había ganado la espalda. Entonces la elfa comprendió qué pretendía el bardo con tan temeraria acción. Quería librarse del mago y con ello cambiar el equilibrio de fuerzas de aquella lucha...Y lo estaba consiguiendo. Realmente se menospreciaba cuando se autodenominaba un simple bardo errante...Era un hombre muy valiente, tanto como los héroes de las gestas que debía cantar por unas monedas, y como aquellos héroes, contra todo pronóstico tuvo éxito a pesar de los grandes riesgos. Su puñalada por la espalda, deshonrosa de no haber acabado con la vida de un miserable puso fin a la vida del brujo, y con ella, a la mayor amenaza sobre el pueblo.
Sin la magia del brujo, la feroz bestia perdió rápidamente su ventaja y aunque seguía luchando sin tregua y causando graves destrozos en el ya maltrecho cuerpo del dríope, también recibió varios fuertes golpes que le hicieron mucho daño. Fue entonces cuando en un último esfuerzo el espíritu del bosque logró agarrarlo entre sus brazos y, apretándolo contra sí, exhaló su último aliento transformándose paulatinamente en un árbol normal y corriente, atrapando al cuadrúpedo animal dentro de sí mismo, tratando de matarlo convirtiéndolo en parte de su propia corteza y tronco mientras el animal gemía angustiado y trataba de zafarse agitándose, arañando y mordiendo. Objetivo que finalmente logró aunque quedando claramente al límite de sus fuerzas.
Caminando lentamente y con una de sus patas traseras casi totalmente destrozada, el enorme lobo se acercó en esos momentos hasta el cuerpo sin vida de su amo y trató de hacer que se levantara golpeándolo con su hocico mientras emitía quejumbrosos gemidos, olfateando el aire y la tierra cercana a su difunto dueño. Fue entonces cuando elevó su cabeza en dirección hacia donde había ido Iltharion, la misma donde se ocultaban las jóvenes y lanzó un fuerte aullido hacia el cielo enrojecido por el ocaso. Olía la sangre de su amo en las manos del elfo pelirrojo...Y no iba a dejarlo pasar. En aquel momento Níniel ya no tuvo motivos para no gritar a su compañero:
-Iltharion...!CORRE!- Le avisó tan fuerte como pudo mientras lanzaba sobre él y sobre sí misma una bendición a la destreza y tomaba el arco de su espalda preparada para disparar.
En ese preciso instante en el que la peliblanca se veía obligada a decidir si huír ya o esperar un poco más a pesar del creciente peligro, el bardo apareció ante sus ojos, aunque no a su lado como deseaba si no dirigiéndose directamente hacia los contendientes daga en mano. ¿Qué estaba Haciendo? ¿Se había vuelto loco?. Aquellas cosas no se andaban con chiquitas, si seguía acercándose le iban a matar...Níniel se tensó al verle actuar así y si no fuera por su autocontrol y preocupación por las demás no hubiese podido evitar gritarle para que diera media vuelta y saliera corriendo hacia allí antes de hacer una estupidez, delatando su posición y con ello dando al traste con el plan de rescate. ¿Por qué no se ceñía a lo pactado?. Quizá aquella parte no quedó muy clara al tener que entenderse por señas pero la elfa pensaba que sí con su amplio gesto que les representaba a todo y sus dedos índice y anular indicando claramente "salir a toda leche de allí".
En cualquier caso allí estaba, poco a poco para más inri, acortando distancia entre él y el brujo de viento que continuaba centrado en golpear al dríope una y otra vez sin percatarse de la amenaza que le había ganado la espalda. Entonces la elfa comprendió qué pretendía el bardo con tan temeraria acción. Quería librarse del mago y con ello cambiar el equilibrio de fuerzas de aquella lucha...Y lo estaba consiguiendo. Realmente se menospreciaba cuando se autodenominaba un simple bardo errante...Era un hombre muy valiente, tanto como los héroes de las gestas que debía cantar por unas monedas, y como aquellos héroes, contra todo pronóstico tuvo éxito a pesar de los grandes riesgos. Su puñalada por la espalda, deshonrosa de no haber acabado con la vida de un miserable puso fin a la vida del brujo, y con ella, a la mayor amenaza sobre el pueblo.
Sin la magia del brujo, la feroz bestia perdió rápidamente su ventaja y aunque seguía luchando sin tregua y causando graves destrozos en el ya maltrecho cuerpo del dríope, también recibió varios fuertes golpes que le hicieron mucho daño. Fue entonces cuando en un último esfuerzo el espíritu del bosque logró agarrarlo entre sus brazos y, apretándolo contra sí, exhaló su último aliento transformándose paulatinamente en un árbol normal y corriente, atrapando al cuadrúpedo animal dentro de sí mismo, tratando de matarlo convirtiéndolo en parte de su propia corteza y tronco mientras el animal gemía angustiado y trataba de zafarse agitándose, arañando y mordiendo. Objetivo que finalmente logró aunque quedando claramente al límite de sus fuerzas.
Caminando lentamente y con una de sus patas traseras casi totalmente destrozada, el enorme lobo se acercó en esos momentos hasta el cuerpo sin vida de su amo y trató de hacer que se levantara golpeándolo con su hocico mientras emitía quejumbrosos gemidos, olfateando el aire y la tierra cercana a su difunto dueño. Fue entonces cuando elevó su cabeza en dirección hacia donde había ido Iltharion, la misma donde se ocultaban las jóvenes y lanzó un fuerte aullido hacia el cielo enrojecido por el ocaso. Olía la sangre de su amo en las manos del elfo pelirrojo...Y no iba a dejarlo pasar. En aquel momento Níniel ya no tuvo motivos para no gritar a su compañero:
-Iltharion...!CORRE!- Le avisó tan fuerte como pudo mientras lanzaba sobre él y sobre sí misma una bendición a la destreza y tomaba el arco de su espalda preparada para disparar.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
El grito de la elfa rompió el sepulcral silencio en el que se había sumido el bosque tras el desgarrador aullido del can herbáceo, y como si acabaran de espolearle, iltharion salió corriendo en dirección a la voz.
La muerte de aquella entidad del bosque parecía fruto de la fantasía y la leyenda, parte del bosque que volvía al mismo, e intentó atrapar entre sus brazos a aquel lobo, como si le dijera que su lugar estaba entre la vegetación y no como un animal. Aun así, el lobo había logrado librarse, y ahora estaba cegado pr un nuevo objetivo. Vengar a su amo.
Iltharion notó su cuerpo más ligero, y como pese la heridas lograba mantener una velocidad aun superior a la que la adrenalina le había proporcionado. Aquello junto con el mal estado de la bestia les daría una buena ventaja. La realidad es que solo tenían que escapar de ella hasta que esta perdiera las pocas fuerzas que le quedaban, o terminara de desangrarse. Y eso, le daba aun tiempo a la bestia de cumplir una última fechoría.
El elfo observó como su homologa tensaba el arco, uno el cual no había hecho daño alguno en el pasado a aquella criatura, y que no serviría para ralentizarla, si no para dar tiempo a animal de alcanzar a la sacerdotisa.
Corriendo en su dirección la tomó del brazo, y sin detenerse empezó a guiarla por el bosque lo mejor que pudo hasta el claro donde se encontraban los cadáveres putrefactos. Podían darle esquinazo a la bestia si esta perdía su rastro, y un olor tan fuerte como la carne podrida y descompuesta era justo lo que necesitaban.
Iltharion se sentía sumamente vivo en aquel momento, y a la vez, muy anciano. Notaba como las décadas le pesaban encima, y pese que su cuerpo estaba ligero fruto de la magia y la adrenalina, era capaz de reconocer en aquello los factores que no dependían de su propia fuerza u estado.
El penetrante olor putrefacto de los cuerpos se volvió cada vez mas fuerte, hasta revolverle el estomago aun y cuando los cadáveres no estaban a la vista, y nuevamente tubo que esforzarse para no vomitar y no parar de correr cuando cruzó el claro, y saltó los cadáveres, no queriendo perder ni un instante en rodearlos. Adentrándose, de nuevo, entre la vegetación, esta vez en dirección a la aldea.
La bestia seguro seguía su rastro, y no dudaba de que las jóvenes estuvieran seguras, o por lo menso a salvo del can. Habían salido con ventaja, y no habían dado el mismo rodeo que el y la elfa para despistar a la criatura, así que , aunque no poseyeran la facilidad de los hijos de Sandorai para moverse por los bosques, confiaba en que les llevaran una buena ventaja.
Cuando hubieron pasado el claro, Iltharion soltó finalmente a la elfa, y siguió corriendo. Los pulmones le ardían, le faltaba el aire, y su vista se había puesto algo borrosa. Quizás era la edad, los dioses sabían que de haber hecho aquello varias décadas antes su estado sería otro, o su consumo de alcohol, algo excesivo, lo mucho que fumaba, o que estaba hecho mierda por los golpes y arañazos que había recibido, pero su cuerpo estaba diciendo basta, y cuando dejaron atrás la ultima fila de árboles, se dejó caer de rodillas, y apoyó las palmas en el suelo, tosiendo con profusión como si fuera a sacar los órganos por la boca.
Su respiración era desesperada, y sonora, similar a la de una persona con asma, o alguna alergia severa, como si se estuviera ahogando, y se mantuvo así unos largos segundos hasta empezar a calmarse con exagerada lentitud.
A medida que la adrenalina abandonaba su cuerpo, este empezaba a pagar el precio de todas las licencias que se había tomado.
-Ya estoy viejo para estas cosas.- Articuló con voz ronca por la sequedad de su garganta, y semi ahogada por el esfuerzo y su agitada respiración, mientras hacía sendos esfuerzos para levantarse. Irguiéndose con lentitud, antes de poder proseguir caminando. Su cuerpo palpitaba por un descanso, y el suelo se veía como un lecho apetecible pese a tener los nervios tan a flor de piel como para saber que no iba a pegar ojo.
Su mirada buscó entonces a la elfa, tratando de discernir su estado.- Gracias.- Dijo con mas claridad, y una sinceridad genuina de la que rara vez hacía gala. Sin su ayuda estaba seguro de que el resultado habría sido bastante distinto. Aunque también tenía que admitir, que si no se hubiera querido beneficiar a aquella jovencita, se lo habría pensado mejor a la hora de ayudar a los aldeanos.
La muerte de aquella entidad del bosque parecía fruto de la fantasía y la leyenda, parte del bosque que volvía al mismo, e intentó atrapar entre sus brazos a aquel lobo, como si le dijera que su lugar estaba entre la vegetación y no como un animal. Aun así, el lobo había logrado librarse, y ahora estaba cegado pr un nuevo objetivo. Vengar a su amo.
Iltharion notó su cuerpo más ligero, y como pese la heridas lograba mantener una velocidad aun superior a la que la adrenalina le había proporcionado. Aquello junto con el mal estado de la bestia les daría una buena ventaja. La realidad es que solo tenían que escapar de ella hasta que esta perdiera las pocas fuerzas que le quedaban, o terminara de desangrarse. Y eso, le daba aun tiempo a la bestia de cumplir una última fechoría.
El elfo observó como su homologa tensaba el arco, uno el cual no había hecho daño alguno en el pasado a aquella criatura, y que no serviría para ralentizarla, si no para dar tiempo a animal de alcanzar a la sacerdotisa.
Corriendo en su dirección la tomó del brazo, y sin detenerse empezó a guiarla por el bosque lo mejor que pudo hasta el claro donde se encontraban los cadáveres putrefactos. Podían darle esquinazo a la bestia si esta perdía su rastro, y un olor tan fuerte como la carne podrida y descompuesta era justo lo que necesitaban.
Iltharion se sentía sumamente vivo en aquel momento, y a la vez, muy anciano. Notaba como las décadas le pesaban encima, y pese que su cuerpo estaba ligero fruto de la magia y la adrenalina, era capaz de reconocer en aquello los factores que no dependían de su propia fuerza u estado.
El penetrante olor putrefacto de los cuerpos se volvió cada vez mas fuerte, hasta revolverle el estomago aun y cuando los cadáveres no estaban a la vista, y nuevamente tubo que esforzarse para no vomitar y no parar de correr cuando cruzó el claro, y saltó los cadáveres, no queriendo perder ni un instante en rodearlos. Adentrándose, de nuevo, entre la vegetación, esta vez en dirección a la aldea.
La bestia seguro seguía su rastro, y no dudaba de que las jóvenes estuvieran seguras, o por lo menso a salvo del can. Habían salido con ventaja, y no habían dado el mismo rodeo que el y la elfa para despistar a la criatura, así que , aunque no poseyeran la facilidad de los hijos de Sandorai para moverse por los bosques, confiaba en que les llevaran una buena ventaja.
Cuando hubieron pasado el claro, Iltharion soltó finalmente a la elfa, y siguió corriendo. Los pulmones le ardían, le faltaba el aire, y su vista se había puesto algo borrosa. Quizás era la edad, los dioses sabían que de haber hecho aquello varias décadas antes su estado sería otro, o su consumo de alcohol, algo excesivo, lo mucho que fumaba, o que estaba hecho mierda por los golpes y arañazos que había recibido, pero su cuerpo estaba diciendo basta, y cuando dejaron atrás la ultima fila de árboles, se dejó caer de rodillas, y apoyó las palmas en el suelo, tosiendo con profusión como si fuera a sacar los órganos por la boca.
Su respiración era desesperada, y sonora, similar a la de una persona con asma, o alguna alergia severa, como si se estuviera ahogando, y se mantuvo así unos largos segundos hasta empezar a calmarse con exagerada lentitud.
A medida que la adrenalina abandonaba su cuerpo, este empezaba a pagar el precio de todas las licencias que se había tomado.
-Ya estoy viejo para estas cosas.- Articuló con voz ronca por la sequedad de su garganta, y semi ahogada por el esfuerzo y su agitada respiración, mientras hacía sendos esfuerzos para levantarse. Irguiéndose con lentitud, antes de poder proseguir caminando. Su cuerpo palpitaba por un descanso, y el suelo se veía como un lecho apetecible pese a tener los nervios tan a flor de piel como para saber que no iba a pegar ojo.
Su mirada buscó entonces a la elfa, tratando de discernir su estado.- Gracias.- Dijo con mas claridad, y una sinceridad genuina de la que rara vez hacía gala. Sin su ayuda estaba seguro de que el resultado habría sido bastante distinto. Aunque también tenía que admitir, que si no se hubiera querido beneficiar a aquella jovencita, se lo habría pensado mejor a la hora de ayudar a los aldeanos.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Níniel apenas tuvo tiempo de lanzar la primera flecha contra aquella criatura en un intento desesperado por, si no para vencerla, al menos para tratar de espantarla, de hacerle replantearse si en su estado debía continuar persiguiéndoles o no. Mientras el bardo corría hacia allí apuntó sobre su lomo, a una zona donde las ramas entrelazadas que tan resistentes se habían mostrado antes a sus flechas habían desaparecido a causa del terrible enfrentamiento que había librado contra el dríope. Soltó el aire de sus pulmones tratando de mantenerse calmada y disparó. Fue un buen tiro, aunque no todo lo preciso que hubiese deseado. El proyectil voló a través del aire emitiendo su característico silbido y se enterró en lo que fuera que aquella cosa tuviera bajo su piel de corteza arrancándole un gemido de dolor que la peliblanca esperaba fuera suficiente. Por desgracia estaba equivocada. Aquella cosa apenas frenó un poco su ritmo y continuó con su salvaje persecución directamente hacia allí. En ese momento Níniel dudó, entre si preparar una segunda flecha o correr, la duda impidió que hiciera ninguna de las dos.
Entonces Iltharion llegó hasta ella y la tomó del brazo, de forma brusca, sin detenerse. De no haberle visto venir y alargar su mano hasta ella aquello la hubiese hecho caer al suelo, pero no lo hizo si no que se giró para seguir el ritmo del pelirrojo. Moverse por el terreno irregular del bosque resultaba tan fácil para la peliblanca como hacerlo por las empedradas calles de Lunargenta, quizá incluso más ya que su orientación era mejor rodeada de naturaleza viva en vez de la piedra fría y estéril de la ciudad de los hombres. Además parecía que Iltharion no se encontraba en la mejor condición física por lo que la sacerdotisa no tuvo muchos problemas para que aquel agarre no fuera un problema más que una ayuda. ¿Hacia dónde la llevaba?. Era evidente que tenía algo en mente o la hubiese soltado ya pues corriendo juntos de esa manera solo lograban hacerlo más despacio y que aquella cosa, que no se daba por vencida, les ganara terreno. Pronto la respuesta llegó hasta las fosas nasales de la joven al llegar hasta ellas el pestilente aroma de la muerte y la putrefacción de aquel claro, último lugar de descanso de la desventurada primera partida de rescate. Definitivamente aquel bardo era un elfo muy listo, ser capaz de pensar en algo así a pesar de llevar la muerte en los talones. Aquel olor despistaría a la criatura, sería como si se volvieran invisibles para su olfato y entonces podrían librarse de ella.
Cruzaron el claro espantando a algunos cuervos que picoteaban la carne que quedaba en aquellos cuerpos y continuaron sin descanso aunque ya sin ir cogidos del brazo por lo que pudieron moverse con más soltura. Níniel no podría asegurar a ciencia cierta cuánto tiempo más estuvieron corriendo pero sí que cuando por fin el pelirrojo se decidió a detenerse ambos respiraban agitadamente entre jadeos, tratando de llevar aire a sus pulmones. Iltharion era sin duda el que peor estaba pues parecía a punto de ahogarse cada vez que inhalaba aire. Además parecía incapaz de regular su respiración a pesar del tiempo que transcurría. Por ello, tan pronto como Níniel agudizó sus sentidos para tratar de averiguar si realmente habían dejado atrás a aquella cosa se acercó hasta el bardo y trató de tranquilizarlo con su siempre melódica voz a la vez que llevaba sus manos a su espalda y le daba friegas en ella usando sus habilidades sanadoras en el proceso. -No eres viejo, pero parece que la vida de los orejas redondas te ha pasado factura. ¿Por qué crees que viven tan poco?.- Trató de animarle sin dejar de atenderle, aprovechando cuando por fin su respiración se normalizó para atender sus otras heridas, quizá con más confianza de la que debería pues no pidió permiso para llevar sus manos hasta allí y sanarlas. -Has sido muy valiente, y muy inteligente. ¿Pero ahora qué?. Nos hemos separado de las chicas del pueblo...¿Y si esa cosa va tras ellas al perder nuestro rastro?. Son humanas y ya es casi de noche...Tenemos que ir a por ellas- Le dijo la sacerdotisa a al pelirrojo claramente preocupada porque con aquella carrera solo hubiesen ganado algo de tiempo para las tres jóvenes. Incluso aunque no fuera así y aquella criatura continuara buscándolos a ellos y no a ellas podrían perderse, morir de frío...o atacadas por otras criaturas del bosque como lobos y osos.
-Espera. ¿Oyes eso?- Dijo de repente moviendo sus puntiagudas orejas de forma adorable al percibir un sonido cercano. En ese momento, caminando lentamente pero aún mostrando sus afiladas hileras de dientes en su boca llena de babas y de ese líquido de color verde, la bestia-árbol salió de entre la última hilera de árboles con sus ojos inyectados en rojo sangre. Con cada paso se tambaleaba y dejaba un rastro de sangre verdosa. Aquello era malo, muy malo...Pero lo peor es que aquel no había sido el ruido que había llamado la atención de la muchacha. Entonces, desde detrás de otro grupo de árboles, una lanza salió volando hacia el animal clavándose en su costado y quedando allí atorada, arrancando un furioso rugido de dolor. Seguida de la primera lanza volaron una y otra y otra más contra la criatura. Algunas acertaban, otras no llegaban a clavarse en su cuerpo y otras no acertaban sobre ella pero las que lo hicieron fueron más que suficientes para que aquella cosa, incapaz de sostenerse ni un instante más, cayera al suelo, aún viva pero derrotada. En ese momento comenzaron a salir hombres de entre los árboles armados con lanzas y estacas que Níniel reconocía como aquellas que usaran en su primera trampa. A la cabeza de los humanos iba un joven que se apoyaba en una muleta y cuyo rostro estaba perlado de sudor. Era Percy, no, Ser Percy.
-Vosotros debéis de ser los elfos que atendisteis mis heridas...¿Dónde está mi hermana?. ¿Y mi padre?.-
Níniel sintió un gran alivio al saberse por fin a salvo, aunque también una punzada de preocupación al ver a aquel joven caballero, que debería estar en cama y que claramente aún combatía contra la fiebre y sus heridas estuviera allí. No supo por dónde empezar a contar la historia de todo lo ocurrido ni que le habrían contado ya. La trampa, el secuestro de su hermana, el destino de su grupo de rescate, el fatídico destino de su padre...El brujo, el dríope...¿Realmente había ocurrido todo aquella en un solo día?. Casi parecía mentira. Además sentía curiosidad por cómo se las había arreglado para convencer a aquella gente de que le ayudaran cuando antes apenas si habían abierto sus puertas. En cualquier caso lo primero era lo primero. Tenían que ir a por las chicas.
-Lo sabrás todo, pero antes...Conseguimos rescatar a las chicas desaparecidas. Victoria está bien. Acabamos de separarnos para que esa cosa nos siguiera a nosotros y no a ellas.- Dijo esperando que fuera suficiente por el momento. Y a judgar por la cara que puso el joven caballero, parecía serlo.
-¿Mi Victoria?...La creía...Os tomo la palabra elfos. De ser cierto...Os deberé más que mi vida-
Entonces Iltharion llegó hasta ella y la tomó del brazo, de forma brusca, sin detenerse. De no haberle visto venir y alargar su mano hasta ella aquello la hubiese hecho caer al suelo, pero no lo hizo si no que se giró para seguir el ritmo del pelirrojo. Moverse por el terreno irregular del bosque resultaba tan fácil para la peliblanca como hacerlo por las empedradas calles de Lunargenta, quizá incluso más ya que su orientación era mejor rodeada de naturaleza viva en vez de la piedra fría y estéril de la ciudad de los hombres. Además parecía que Iltharion no se encontraba en la mejor condición física por lo que la sacerdotisa no tuvo muchos problemas para que aquel agarre no fuera un problema más que una ayuda. ¿Hacia dónde la llevaba?. Era evidente que tenía algo en mente o la hubiese soltado ya pues corriendo juntos de esa manera solo lograban hacerlo más despacio y que aquella cosa, que no se daba por vencida, les ganara terreno. Pronto la respuesta llegó hasta las fosas nasales de la joven al llegar hasta ellas el pestilente aroma de la muerte y la putrefacción de aquel claro, último lugar de descanso de la desventurada primera partida de rescate. Definitivamente aquel bardo era un elfo muy listo, ser capaz de pensar en algo así a pesar de llevar la muerte en los talones. Aquel olor despistaría a la criatura, sería como si se volvieran invisibles para su olfato y entonces podrían librarse de ella.
Cruzaron el claro espantando a algunos cuervos que picoteaban la carne que quedaba en aquellos cuerpos y continuaron sin descanso aunque ya sin ir cogidos del brazo por lo que pudieron moverse con más soltura. Níniel no podría asegurar a ciencia cierta cuánto tiempo más estuvieron corriendo pero sí que cuando por fin el pelirrojo se decidió a detenerse ambos respiraban agitadamente entre jadeos, tratando de llevar aire a sus pulmones. Iltharion era sin duda el que peor estaba pues parecía a punto de ahogarse cada vez que inhalaba aire. Además parecía incapaz de regular su respiración a pesar del tiempo que transcurría. Por ello, tan pronto como Níniel agudizó sus sentidos para tratar de averiguar si realmente habían dejado atrás a aquella cosa se acercó hasta el bardo y trató de tranquilizarlo con su siempre melódica voz a la vez que llevaba sus manos a su espalda y le daba friegas en ella usando sus habilidades sanadoras en el proceso. -No eres viejo, pero parece que la vida de los orejas redondas te ha pasado factura. ¿Por qué crees que viven tan poco?.- Trató de animarle sin dejar de atenderle, aprovechando cuando por fin su respiración se normalizó para atender sus otras heridas, quizá con más confianza de la que debería pues no pidió permiso para llevar sus manos hasta allí y sanarlas. -Has sido muy valiente, y muy inteligente. ¿Pero ahora qué?. Nos hemos separado de las chicas del pueblo...¿Y si esa cosa va tras ellas al perder nuestro rastro?. Son humanas y ya es casi de noche...Tenemos que ir a por ellas- Le dijo la sacerdotisa a al pelirrojo claramente preocupada porque con aquella carrera solo hubiesen ganado algo de tiempo para las tres jóvenes. Incluso aunque no fuera así y aquella criatura continuara buscándolos a ellos y no a ellas podrían perderse, morir de frío...o atacadas por otras criaturas del bosque como lobos y osos.
-Espera. ¿Oyes eso?- Dijo de repente moviendo sus puntiagudas orejas de forma adorable al percibir un sonido cercano. En ese momento, caminando lentamente pero aún mostrando sus afiladas hileras de dientes en su boca llena de babas y de ese líquido de color verde, la bestia-árbol salió de entre la última hilera de árboles con sus ojos inyectados en rojo sangre. Con cada paso se tambaleaba y dejaba un rastro de sangre verdosa. Aquello era malo, muy malo...Pero lo peor es que aquel no había sido el ruido que había llamado la atención de la muchacha. Entonces, desde detrás de otro grupo de árboles, una lanza salió volando hacia el animal clavándose en su costado y quedando allí atorada, arrancando un furioso rugido de dolor. Seguida de la primera lanza volaron una y otra y otra más contra la criatura. Algunas acertaban, otras no llegaban a clavarse en su cuerpo y otras no acertaban sobre ella pero las que lo hicieron fueron más que suficientes para que aquella cosa, incapaz de sostenerse ni un instante más, cayera al suelo, aún viva pero derrotada. En ese momento comenzaron a salir hombres de entre los árboles armados con lanzas y estacas que Níniel reconocía como aquellas que usaran en su primera trampa. A la cabeza de los humanos iba un joven que se apoyaba en una muleta y cuyo rostro estaba perlado de sudor. Era Percy, no, Ser Percy.
-Vosotros debéis de ser los elfos que atendisteis mis heridas...¿Dónde está mi hermana?. ¿Y mi padre?.-
Níniel sintió un gran alivio al saberse por fin a salvo, aunque también una punzada de preocupación al ver a aquel joven caballero, que debería estar en cama y que claramente aún combatía contra la fiebre y sus heridas estuviera allí. No supo por dónde empezar a contar la historia de todo lo ocurrido ni que le habrían contado ya. La trampa, el secuestro de su hermana, el destino de su grupo de rescate, el fatídico destino de su padre...El brujo, el dríope...¿Realmente había ocurrido todo aquella en un solo día?. Casi parecía mentira. Además sentía curiosidad por cómo se las había arreglado para convencer a aquella gente de que le ayudaran cuando antes apenas si habían abierto sus puertas. En cualquier caso lo primero era lo primero. Tenían que ir a por las chicas.
-Lo sabrás todo, pero antes...Conseguimos rescatar a las chicas desaparecidas. Victoria está bien. Acabamos de separarnos para que esa cosa nos siguiera a nosotros y no a ellas.- Dijo esperando que fuera suficiente por el momento. Y a judgar por la cara que puso el joven caballero, parecía serlo.
-¿Mi Victoria?...La creía...Os tomo la palabra elfos. De ser cierto...Os deberé más que mi vida-
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Iltharion río de forma entrecortada al escuchar el comentario de la joven. No iba a negarle de que la parte de la vida de los humanos que el había adoptado pasaba factura, pero también estaba dispuesto a asegurar de que se divertía mucho mas que la mayoría de moradores de los clanes de Sandorai. Lo cierto era que si tenía suficiente edad como para ser el padre de aquella muchacha, e incluso su abuelo en una familia fértil. Por otro lado resultaba gracioso como aquella joven habìa llegado a aquella suposición por su propia cuenta.
-Muy halagadora.- Le concedió, dejándose tratar las heridas. Habìa ejercido lo suficiente de sanador como para poder apreciar lo que complicaba el trabajo un mal paciente, y el tener las manos de aquella doncella sobre su cuerpo era algo sobre lo que no iba a quejarse. Aunque se le hubieran ocurrido muchos otros lugares en donde las disfrutaria mucho mas y que tambien le aliviarian, o al menos distraerian, del dolor.
-¿Ud. se encuentra bien señorita?.- Preguntó con aparente preocupación mientras aprovechaba aquel pretexto para observarle con ademan preocupado y el aire de profesionalidad que hubiera exhibido cualquier medico ante un paciente, con un rostro inalterable entrenado durante años en parte para aquel propósito.
La diversión visual terminó pronto, pues las preocupaciones de la muchacha interrumpieron su propia halagadora frase para devolver al bardo a la realidad, obligandole a volver a los orbes celestes de la peliblanca.
-Seria la primera vez que un predador escoge una presa que no huele a sangre fresca-. Trató con eso de despejar un poco la preocupación sobre el estado de las muchachas.-La bestia era lenta, y nos perseguía a nosotros, ellas huyeron con ventaja. Además, podemos ir a buscarlas, probablemente si esa cosa no esta muerta, no le falte demasiado para exhalar su ultimo aliento.- Aseveró.
Tras la presencia del dríope y aquellos perros probablemente los predadores o animales de la zona habían huido a otras zonas del bosque, y tardarian unas jornadas en volver, y siendo así una búsqueda nocturna en el bosque con aquella jovencita, sin bandidos, ni lobos, ni canes, ni driopes enfurecidos, sonaba de lo mas tentador.
La voz de la joven fue lo que advirtió al abrigo del ruido, que giró el rostro buscando su origen para encontrarse con el moribundo ser herbáceo acercándose hacia ellos, resistiéndose a morir sin cumplir su venganza. Iltharion maldijo entre dientes, en un susurro, mientra su mente volvía a activarse y a funcionar agitadamente buscando todas sus opciones. Sin embargo no fue necesario, una lanza cruzó el aire silbando y atravesando a la criatura. Otras mas acompañaron a la primera, antes de que sus dueños emergieran de entre la maleza, encabezados por el febril hijo del alcalde, que no tenía muy buena pinta, pero que por lo menos ya no deliraba. O eso esperaba el elfo.
Iltharion soltò un sonoro suspiro al ver a aquellos hombres al mando del joven, y la criatura abatida, empalada contra el suelo, y retorciéndose en los ultimos estertores.
No tenía que volver a enfrentarse a esas cosas.
La joven elfa parecía haber sabido que decir para esperanzar y caerle en gracia al líder de la turba de pueblerinos.
-Hay un hilo que sale desde la aldea hasta el campamento de los culpables de vuestras penurias, si los siguen deberían poder recuperar los cadáveres de los caídos.- Añadió el elfo, para dar indicaciónes disfrazadas de sugerencias.- Las chcias deberian estar entre este y la aldea, seguro que siendo tantos nos resulta sencillo encontrarlas si nos dividimos en pequeños grupos, y las campanas de la villa podrían servir para que cuando alguien las encuentre avise al resto de grupos.- Las sujerencias dle bardo complacieron al exhausto y sudoroso sr. percy quien parecía ser un respetado miembro de la comunidad, y no tardó en tener organizados a los aldeanos.
Los humanos fueron volviendo hacia el interior del bosque en pequeños grupos, y uno algo mas grande acompaño al chico con las muletas, probablemente porque su estado preocupaba al resto de aldeanos y temìan que pudiera desfallecer, pero habìan renunciado a convencerlo de aguardar en la aldea.
Los elfos quedaron solos. por gratitud, o por no tener autoridad sobre los mismos, no habìan recibido ordenes de los aldeanos, ni tampoco ninguno de ellos se les habìa unido. Lo cierto era que se moverìan mas rápidos sin ellos, aun cuando pudieran no estar en óptimas condiciones.
El pequeño receso habìa permitido al bardo regular su respiración, y con un grácil gesto con el brazo, y tras recuperar las pertenencias que le habìa endilgado a la elfa un rato antes, la invitó a adentrarse nuevamente con el para participar en la búsqueda.
Las luces de cálidos colores, cada vez mas escasas, se colaban entre la vegetación, cortando la penumbra cada vez mas pronunciada que se extendía por el bosque. Este seguía siendo silencioso, y solo algunos animales, pequeños y esquivos, se dejaban ver entre el follaje y las ramas.
Era fácil discernir por donde habían cruzado los aldeanos, pues a su paso rompían arbustos, y las ramas bajas estaban a veces adornadas con pedazos de tela de sus ropas. Las hojas secas y la tierra revueltas por algún resbalón, y el suelo agujereado en algunos puntos, por los hombres que usaban sus lanzas como bastón para ayudarse a transitar la arboleda. Por eso era fácil tomar los caminos contrarios y peinar mas terreno.
-Tiene ud. un gran corazón señorita.- Comentó el bardo en un tono bajo y claro, sin dejar de escrutar el entorno. Estaba seguro de que esa empatía que había demostrado la elfa le acarrearía grandes miserias y dolores en su vida. Como todos los bellos rasgos de carácter, conllevaba un gran precio a pagar en sufrimiento. Estuvo a punto de añadir "cuidelo bien", pero prefirió callarse aquel consejo. No era tan necio como para prevenir a otros de si mismo, y aunque la joven el había caído en gracia, seguía prefiriendo sus propios intereses.
Algo desviado del camino que llevaba a la aldea, pero no demasiado, un retazo de tela celeste y con sangre seca, probablemente del vestido de una de las muchachas, se encontraba enganchado en las espinas de una zarza.
Iltharion desprendio la tela de la rama y se la extendió a la elfa. Parecía que las muchachas se habían desviado un poco de la dirección de su pueblo, pero no en exceso. Se hallaban en la dirección correcta si querían encontrarlas.
No a mucha distancia las tres muchachas avanzaban dificultosamente por el bosque. Si aún no habían salido del mismo, era porque una de ella era ayudada por las otras dos, quienes trataban como podían de cargar con su peso. El tobillo de esta estaba hinchado y enrojecido, y sus rodillas y palmas raspadas por la caída. Probablemente se hubiera tropezado con una de las numerosas raíces del bosque, y ese era el motivo por el cual se habían ralentizado.
Cuando escucharon los pasos de los elfos acercándose, pegaron un respingo asustadas, pero la presencia de la sacerdotisa quien las había sacado de aquella cueva tranquilizó sus volubles corazones.
Habían pasado por mucho, quizás por demasiado. Primero secuestradas, usadas y finalmente perdidas en el bosque. Mas de lo que muchas personas eran capaces de soportar.
Una de ellas, de amables ojos ambarinos, aprovechó que el bardo tomo su lugar para sostener a la muchacha herida para lanzarse a los brazos de la sacerdotisa a la vez que rompía en llanto. Su salvadora, dos veces en el mismo dia, y toda de blanco con esa mirada cristalina debía parecer para la doncella alguna especie de ángel o espíritu protector, y buscaba ahora en ella consuelo.
La muchacha de ojos esmeralda y carácter más rebelde se sentó contra un árbol para descansar su espalda, procesando en silencio aquellos acontecimientos, menos turbada que sus homólogas.
Por último, la joven llamada Victoria se sostenía en los hombros del bardo para no perder el equilibrio, que arrodillado en el suelo, y con el pie descalzo de la dama sobre el muslo, examinaba su tobillo, y usaba su magia lo mejor que podía para paliar su dolor y sanar el esguince. Siendo su magia insuficiente, tomó un par de ramas que coloco a cada lado como cabestrillo, y terminó de hacer jirones su camisa ya destrozada por el dríope para fijarlos y vendar la extremidad inflamada.
Una vez aplicados todos los cuidados que podía darle en el bosque, la cargo en su espalda a caballito, y retomó la marcha.
-Gracias sr.- Inclinó ligeramente la joven de dulce voz, quien no parecía muy acostumbrada al dolor, y sin embargo, hacia notorios esfuerzos para no quejarse.
-No me las des todavia, aun puedo tropezarme y empeorar las cosas.- Dijo medio en broma medio en serio el bardo, algo incómodo con el ambiente de tensión que se respiraba entorno a las tres mujeres secuestradas. O mejor dicho, el que desprendían las dos que habían pasado la noche en la cueva con el brujo, y cuyas ropas dejaban poco a la imaginación sobre que podía haber acontecido allí. No era de extrañar que se encontraran tan calladas.
*Subrayado el uso de Medicina.
-Muy halagadora.- Le concedió, dejándose tratar las heridas. Habìa ejercido lo suficiente de sanador como para poder apreciar lo que complicaba el trabajo un mal paciente, y el tener las manos de aquella doncella sobre su cuerpo era algo sobre lo que no iba a quejarse. Aunque se le hubieran ocurrido muchos otros lugares en donde las disfrutaria mucho mas y que tambien le aliviarian, o al menos distraerian, del dolor.
-¿Ud. se encuentra bien señorita?.- Preguntó con aparente preocupación mientras aprovechaba aquel pretexto para observarle con ademan preocupado y el aire de profesionalidad que hubiera exhibido cualquier medico ante un paciente, con un rostro inalterable entrenado durante años en parte para aquel propósito.
La diversión visual terminó pronto, pues las preocupaciones de la muchacha interrumpieron su propia halagadora frase para devolver al bardo a la realidad, obligandole a volver a los orbes celestes de la peliblanca.
-Seria la primera vez que un predador escoge una presa que no huele a sangre fresca-. Trató con eso de despejar un poco la preocupación sobre el estado de las muchachas.-La bestia era lenta, y nos perseguía a nosotros, ellas huyeron con ventaja. Además, podemos ir a buscarlas, probablemente si esa cosa no esta muerta, no le falte demasiado para exhalar su ultimo aliento.- Aseveró.
Tras la presencia del dríope y aquellos perros probablemente los predadores o animales de la zona habían huido a otras zonas del bosque, y tardarian unas jornadas en volver, y siendo así una búsqueda nocturna en el bosque con aquella jovencita, sin bandidos, ni lobos, ni canes, ni driopes enfurecidos, sonaba de lo mas tentador.
La voz de la joven fue lo que advirtió al abrigo del ruido, que giró el rostro buscando su origen para encontrarse con el moribundo ser herbáceo acercándose hacia ellos, resistiéndose a morir sin cumplir su venganza. Iltharion maldijo entre dientes, en un susurro, mientra su mente volvía a activarse y a funcionar agitadamente buscando todas sus opciones. Sin embargo no fue necesario, una lanza cruzó el aire silbando y atravesando a la criatura. Otras mas acompañaron a la primera, antes de que sus dueños emergieran de entre la maleza, encabezados por el febril hijo del alcalde, que no tenía muy buena pinta, pero que por lo menos ya no deliraba. O eso esperaba el elfo.
Iltharion soltò un sonoro suspiro al ver a aquellos hombres al mando del joven, y la criatura abatida, empalada contra el suelo, y retorciéndose en los ultimos estertores.
No tenía que volver a enfrentarse a esas cosas.
La joven elfa parecía haber sabido que decir para esperanzar y caerle en gracia al líder de la turba de pueblerinos.
-Hay un hilo que sale desde la aldea hasta el campamento de los culpables de vuestras penurias, si los siguen deberían poder recuperar los cadáveres de los caídos.- Añadió el elfo, para dar indicaciónes disfrazadas de sugerencias.- Las chcias deberian estar entre este y la aldea, seguro que siendo tantos nos resulta sencillo encontrarlas si nos dividimos en pequeños grupos, y las campanas de la villa podrían servir para que cuando alguien las encuentre avise al resto de grupos.- Las sujerencias dle bardo complacieron al exhausto y sudoroso sr. percy quien parecía ser un respetado miembro de la comunidad, y no tardó en tener organizados a los aldeanos.
Los humanos fueron volviendo hacia el interior del bosque en pequeños grupos, y uno algo mas grande acompaño al chico con las muletas, probablemente porque su estado preocupaba al resto de aldeanos y temìan que pudiera desfallecer, pero habìan renunciado a convencerlo de aguardar en la aldea.
Los elfos quedaron solos. por gratitud, o por no tener autoridad sobre los mismos, no habìan recibido ordenes de los aldeanos, ni tampoco ninguno de ellos se les habìa unido. Lo cierto era que se moverìan mas rápidos sin ellos, aun cuando pudieran no estar en óptimas condiciones.
El pequeño receso habìa permitido al bardo regular su respiración, y con un grácil gesto con el brazo, y tras recuperar las pertenencias que le habìa endilgado a la elfa un rato antes, la invitó a adentrarse nuevamente con el para participar en la búsqueda.
Las luces de cálidos colores, cada vez mas escasas, se colaban entre la vegetación, cortando la penumbra cada vez mas pronunciada que se extendía por el bosque. Este seguía siendo silencioso, y solo algunos animales, pequeños y esquivos, se dejaban ver entre el follaje y las ramas.
Era fácil discernir por donde habían cruzado los aldeanos, pues a su paso rompían arbustos, y las ramas bajas estaban a veces adornadas con pedazos de tela de sus ropas. Las hojas secas y la tierra revueltas por algún resbalón, y el suelo agujereado en algunos puntos, por los hombres que usaban sus lanzas como bastón para ayudarse a transitar la arboleda. Por eso era fácil tomar los caminos contrarios y peinar mas terreno.
-Tiene ud. un gran corazón señorita.- Comentó el bardo en un tono bajo y claro, sin dejar de escrutar el entorno. Estaba seguro de que esa empatía que había demostrado la elfa le acarrearía grandes miserias y dolores en su vida. Como todos los bellos rasgos de carácter, conllevaba un gran precio a pagar en sufrimiento. Estuvo a punto de añadir "cuidelo bien", pero prefirió callarse aquel consejo. No era tan necio como para prevenir a otros de si mismo, y aunque la joven el había caído en gracia, seguía prefiriendo sus propios intereses.
Algo desviado del camino que llevaba a la aldea, pero no demasiado, un retazo de tela celeste y con sangre seca, probablemente del vestido de una de las muchachas, se encontraba enganchado en las espinas de una zarza.
Iltharion desprendio la tela de la rama y se la extendió a la elfa. Parecía que las muchachas se habían desviado un poco de la dirección de su pueblo, pero no en exceso. Se hallaban en la dirección correcta si querían encontrarlas.
No a mucha distancia las tres muchachas avanzaban dificultosamente por el bosque. Si aún no habían salido del mismo, era porque una de ella era ayudada por las otras dos, quienes trataban como podían de cargar con su peso. El tobillo de esta estaba hinchado y enrojecido, y sus rodillas y palmas raspadas por la caída. Probablemente se hubiera tropezado con una de las numerosas raíces del bosque, y ese era el motivo por el cual se habían ralentizado.
Cuando escucharon los pasos de los elfos acercándose, pegaron un respingo asustadas, pero la presencia de la sacerdotisa quien las había sacado de aquella cueva tranquilizó sus volubles corazones.
Habían pasado por mucho, quizás por demasiado. Primero secuestradas, usadas y finalmente perdidas en el bosque. Mas de lo que muchas personas eran capaces de soportar.
Una de ellas, de amables ojos ambarinos, aprovechó que el bardo tomo su lugar para sostener a la muchacha herida para lanzarse a los brazos de la sacerdotisa a la vez que rompía en llanto. Su salvadora, dos veces en el mismo dia, y toda de blanco con esa mirada cristalina debía parecer para la doncella alguna especie de ángel o espíritu protector, y buscaba ahora en ella consuelo.
La muchacha de ojos esmeralda y carácter más rebelde se sentó contra un árbol para descansar su espalda, procesando en silencio aquellos acontecimientos, menos turbada que sus homólogas.
Por último, la joven llamada Victoria se sostenía en los hombros del bardo para no perder el equilibrio, que arrodillado en el suelo, y con el pie descalzo de la dama sobre el muslo, examinaba su tobillo, y usaba su magia lo mejor que podía para paliar su dolor y sanar el esguince. Siendo su magia insuficiente, tomó un par de ramas que coloco a cada lado como cabestrillo, y terminó de hacer jirones su camisa ya destrozada por el dríope para fijarlos y vendar la extremidad inflamada.
Una vez aplicados todos los cuidados que podía darle en el bosque, la cargo en su espalda a caballito, y retomó la marcha.
-Gracias sr.- Inclinó ligeramente la joven de dulce voz, quien no parecía muy acostumbrada al dolor, y sin embargo, hacia notorios esfuerzos para no quejarse.
-No me las des todavia, aun puedo tropezarme y empeorar las cosas.- Dijo medio en broma medio en serio el bardo, algo incómodo con el ambiente de tensión que se respiraba entorno a las tres mujeres secuestradas. O mejor dicho, el que desprendían las dos que habían pasado la noche en la cueva con el brujo, y cuyas ropas dejaban poco a la imaginación sobre que podía haber acontecido allí. No era de extrañar que se encontraran tan calladas.
*Subrayado el uso de Medicina.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Tras las primeras palabras de los elfos hacia los humanos el grupo de campesinos toscamente armados comenzó a dividirse en grupos más pequeños para buscar a las jóvenes, mucho más animados tras saber que aquellas a las que creían muertas se encontraban bien y cerca de allí. Algunos de ellos agradecieron a los elfos sus desvelos con muestras de aprecio que iban desde los simples asentimientos con la cabeza al pasar por su lado, casi como si aceptaran que al menos les debían eso aunque no les hiciera mucha gracia, hasta enérgicos apretones de manos y palmadas en la espalda acompañados por profusas y sinceras bendiciones que hacían dudar a la peliblanca si no sería mejor que todos se limitasen a los leves cabeceos.
Por supuesto Ser Percy debía querer escuchar el resto de la historia, saber cómo habían acabado su padre y hermana metidos en todo aquello y seguramente qué había sido de sus amigos...No obstante Níniel vio en sus ojos que ya intuía lo que la elfa iba a decirle al respecto. Quizá por eso se contentó con saber que su amada estaba viva y no retrasó su búsqueda preguntando por los detalles. La sacerdotisa reconocía en el joven caballero el mismo valor que impulsó a Olaf a seguir adelante a pesar de las adversidades, aunque esperaba que no se forzara demasiado o al final tendrían que rescatarlo a él también del bosque por culpa de una herida reabierta. ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar por aquella joven?. ¿Lo sabía ella?. Si no debería decírselo, quizá de ese modo aquella pesadilla pudiera tener al menos algo bueno al final.
En cualquier caso los humanos dejaron a la pareja de elfos solos y la joven no dudó en acompañar al bardo de vuelta al bosque para poner el último granito de arena en todo aquello. Al fin y al cabo habían llegado muy lejos como para no dar un último esfuerzo y ayudar a encontrar a las jóvenes cuanto antes, tomando las rutas que los orejas redondas no tomaban y aprovechando la experiencia adquirida en las horas previas para buscarlas allí donde era más probable que hubiesen ido tras separarse.
Llevaban unos minutos buscando cuando de manera repentina, o al menos para Níniel lo fue, el pelirrojo alabó su buen corazón. Así, sin decir nada más. De hecho pareció decirlo como si tal cosa, como si acabara de decir "Pues parece que se ha quedado buena tarde" u otra cosa por el estilo para romper el silencio. Extrañada la peliblanca lo miró, esperando que fuera a explicarle a qué venía aquello o por qué lo pensaba...Pero no. No dijo nada más y siguió a lo suyo dejándola sin saber muy bien qué decir. -Ummm, gracias. Supongo. Y llámame Níniel. A estas alturas llamarme señorita suena raro- Fue cuanto dijo sin poder evitar pensar que el bardo no había dicho todo cuanto había querido decirle. Seguramente añadir que también bastante temeraria por haberse arriesgado tanto por unos desconocidos.
No tardaron en encontrar un rastro que seguir y cerca de allí a las tres jóvenes. Estaban bien aunque dos de ellas ayudaban a una tercera, que parecía tener un tobillo lastimado, a caminar. No iban muy desencaminadas con respecto al límite del bosque y una vez hubiesen salido de la espesura lo hubiesen tenido fácil para encontrar el camino de vuelta a Linde. Iltharion tenía razón al tratar de evitar que la elfa se preocupara tanto por aquellas chicas, incluso solas parecía que podían habérselas apañado bastante bien, aunque al menos una de ellas no pareció estar de acuerdo pues en cuanto pudo dejar a Victoria en buenas manos se lanzó a los brazos de la peliblanca sollozando y dando gracias a los dioses porque hubiese vuelto a por ella.
-Pensaba que estábamos pérdidas en el bosque, aunque Helmy decía que sabía volver a casa...Aquella cosa...Ese demonio...Gracias al padre de todos que estás bien. -Pudo decir antes de comenzar a llorar mientras la elfa trataba de tranquilizarla respondiendo a su abrazo y acariciándole la nuca muy despacio. -Ya pasó. Esa cosa está muerta y la gente del pueblo nos está buscando. Enseguida estaréis en casa.- Dijo con tono suave pero lo suficientemente alto como para que las otras dos pudieran oírlo y estar tranquilas. La joven tardó en serenarse incluso más de lo que Iltharion tardó en tratar el tobillo de lady Victoria. Hizo falta que Níniel aplicara sus habilidades sanadoras mientras la acariciaba para que dejara de llorar y pudiesen ponerse de nuevo en marcha.
El silencio fue la tónica general durante el camino de vuelta. El cansancio y unos días para olvidar no animaban a nadie a mantener una conversación precísamente amena. Durante todo el camino la joven que se había encariñado con Níniel permaneció a su lado cogida de la mano y sin querer soltarse, como si separarse de ella significase que pudiesen volver a ocurrirle cosas malas. Por su parte a la elfa no le molestó lo más mínimo responder a ese cariño. Aquella chica lo había pasado mal y parecía mucho más vulnerable que las otras dos que parecían al menos un par de años mayores que ella. Aquello le recordaba a la peliblanca su infancia en Sandorai y a su prima Chandra. Aquello hizo que la sacerdotisa no pudiera evitar sonreír porque en su hogar, Veyond, Chandra era la mayor de las dos.
La noche ya había caído prácticamente sobre ellos para cuando dejaron atrás el bosque y salieron a campo abierto. Rara vez una elfa agradece dejar atrás un bosque pero en aquellos momentos Níniel lo hacía, estaba agotada. No tardaron en ser vistos por algunos de los campesinos de Linde que esperaban por el regreso de los grupos de búsqueda con antorchas y candiles encendidos en sus manos. Pronto el lugar se llenó de gritos de aviso y carreras en pos de sus amigas perdidas. Para cuando los primeros humanos llegaron hasta ellas las campanas de Linde ya tañían inundando todo el lugar con su poderoso y claro sonido, avisando a todos de las buenas nuevas.
Las bestias que aterrorizaban Linde estaban muertas, su amo también. El dríope descansaba de nuevo. Aquel pueblo tendría que llorar a muchos de su vecinos y amigos pero al menos ya no vivirían con miedo. Podrían recoger sus cosechas, volver a vivir como personas y no como animales encerrados en sus casas. Ademas al menos había tres motivos por los que celebrar aquella noche.
Por supuesto Ser Percy debía querer escuchar el resto de la historia, saber cómo habían acabado su padre y hermana metidos en todo aquello y seguramente qué había sido de sus amigos...No obstante Níniel vio en sus ojos que ya intuía lo que la elfa iba a decirle al respecto. Quizá por eso se contentó con saber que su amada estaba viva y no retrasó su búsqueda preguntando por los detalles. La sacerdotisa reconocía en el joven caballero el mismo valor que impulsó a Olaf a seguir adelante a pesar de las adversidades, aunque esperaba que no se forzara demasiado o al final tendrían que rescatarlo a él también del bosque por culpa de una herida reabierta. ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar por aquella joven?. ¿Lo sabía ella?. Si no debería decírselo, quizá de ese modo aquella pesadilla pudiera tener al menos algo bueno al final.
En cualquier caso los humanos dejaron a la pareja de elfos solos y la joven no dudó en acompañar al bardo de vuelta al bosque para poner el último granito de arena en todo aquello. Al fin y al cabo habían llegado muy lejos como para no dar un último esfuerzo y ayudar a encontrar a las jóvenes cuanto antes, tomando las rutas que los orejas redondas no tomaban y aprovechando la experiencia adquirida en las horas previas para buscarlas allí donde era más probable que hubiesen ido tras separarse.
Llevaban unos minutos buscando cuando de manera repentina, o al menos para Níniel lo fue, el pelirrojo alabó su buen corazón. Así, sin decir nada más. De hecho pareció decirlo como si tal cosa, como si acabara de decir "Pues parece que se ha quedado buena tarde" u otra cosa por el estilo para romper el silencio. Extrañada la peliblanca lo miró, esperando que fuera a explicarle a qué venía aquello o por qué lo pensaba...Pero no. No dijo nada más y siguió a lo suyo dejándola sin saber muy bien qué decir. -Ummm, gracias. Supongo. Y llámame Níniel. A estas alturas llamarme señorita suena raro- Fue cuanto dijo sin poder evitar pensar que el bardo no había dicho todo cuanto había querido decirle. Seguramente añadir que también bastante temeraria por haberse arriesgado tanto por unos desconocidos.
No tardaron en encontrar un rastro que seguir y cerca de allí a las tres jóvenes. Estaban bien aunque dos de ellas ayudaban a una tercera, que parecía tener un tobillo lastimado, a caminar. No iban muy desencaminadas con respecto al límite del bosque y una vez hubiesen salido de la espesura lo hubiesen tenido fácil para encontrar el camino de vuelta a Linde. Iltharion tenía razón al tratar de evitar que la elfa se preocupara tanto por aquellas chicas, incluso solas parecía que podían habérselas apañado bastante bien, aunque al menos una de ellas no pareció estar de acuerdo pues en cuanto pudo dejar a Victoria en buenas manos se lanzó a los brazos de la peliblanca sollozando y dando gracias a los dioses porque hubiese vuelto a por ella.
-Pensaba que estábamos pérdidas en el bosque, aunque Helmy decía que sabía volver a casa...Aquella cosa...Ese demonio...Gracias al padre de todos que estás bien. -Pudo decir antes de comenzar a llorar mientras la elfa trataba de tranquilizarla respondiendo a su abrazo y acariciándole la nuca muy despacio. -Ya pasó. Esa cosa está muerta y la gente del pueblo nos está buscando. Enseguida estaréis en casa.- Dijo con tono suave pero lo suficientemente alto como para que las otras dos pudieran oírlo y estar tranquilas. La joven tardó en serenarse incluso más de lo que Iltharion tardó en tratar el tobillo de lady Victoria. Hizo falta que Níniel aplicara sus habilidades sanadoras mientras la acariciaba para que dejara de llorar y pudiesen ponerse de nuevo en marcha.
El silencio fue la tónica general durante el camino de vuelta. El cansancio y unos días para olvidar no animaban a nadie a mantener una conversación precísamente amena. Durante todo el camino la joven que se había encariñado con Níniel permaneció a su lado cogida de la mano y sin querer soltarse, como si separarse de ella significase que pudiesen volver a ocurrirle cosas malas. Por su parte a la elfa no le molestó lo más mínimo responder a ese cariño. Aquella chica lo había pasado mal y parecía mucho más vulnerable que las otras dos que parecían al menos un par de años mayores que ella. Aquello le recordaba a la peliblanca su infancia en Sandorai y a su prima Chandra. Aquello hizo que la sacerdotisa no pudiera evitar sonreír porque en su hogar, Veyond, Chandra era la mayor de las dos.
La noche ya había caído prácticamente sobre ellos para cuando dejaron atrás el bosque y salieron a campo abierto. Rara vez una elfa agradece dejar atrás un bosque pero en aquellos momentos Níniel lo hacía, estaba agotada. No tardaron en ser vistos por algunos de los campesinos de Linde que esperaban por el regreso de los grupos de búsqueda con antorchas y candiles encendidos en sus manos. Pronto el lugar se llenó de gritos de aviso y carreras en pos de sus amigas perdidas. Para cuando los primeros humanos llegaron hasta ellas las campanas de Linde ya tañían inundando todo el lugar con su poderoso y claro sonido, avisando a todos de las buenas nuevas.
Las bestias que aterrorizaban Linde estaban muertas, su amo también. El dríope descansaba de nuevo. Aquel pueblo tendría que llorar a muchos de su vecinos y amigos pero al menos ya no vivirían con miedo. Podrían recoger sus cosechas, volver a vivir como personas y no como animales encerrados en sus casas. Ademas al menos había tres motivos por los que celebrar aquella noche.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Un gran trabajo, de inicio a fin lográis tener al lector en ascuas, con un nivel elevado de escritura, por lo que os otorgo a cada uno 20 puntos de experiencia.
Níniel, obtienes 3 puntos por tu pasiva, medicina. Recuerda que a partir de nivel 80 las pasivas deben subirse con mastereados y quests.
Iltharion, obtienes 2 puntos de pasiva.
Recibís, además, 300 aeros por cabeza. Seguid así.
Una ultima recomendación, las prisas no son buenas, tened paciencia y disfrutad de cada rol con calma, no hagáis tonterías que puedan acarrearos sanciones.
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Los puntos se han sumado de modo automático a vuestro perfil.
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Un saludo.
Othel
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