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Mensaje  Níniel Thenidiel Dom Jun 05 2016, 00:38

El gran bosque de Sandorai, hermoso, imponente, lleno de vida. Trampa mortal para muchos, tierra de misterios inalcanzable para otros, capricho de incautos. Para Níniel, su casa. Hogar de los misteriosos elfos, humanoides hermosos, de rasgos agraciados y esbeltas figuras según los cánones humanos, distinguibles muchas veces de un humano únicamente por sus puntiagudas orejas. Algunos les temen considerándolos poco más que salvajes, otros los respetan por sus habilidades sanadoras y su celo al proteger su hogar y a los suyos, y la mayoría los desprecia o ignora al no conocer de los hijos del bosque más que los cuentos inventados por gente como ellos y no tener que convivir cerca de ninguno. Para la joven sacerdotisa, sus hermanos y hermanas.

Llegar hasta sus límites resulta sencillo. De hecho no faltan los caminos que conducen hasta la espesura o en su defecto a alguno de los pueblos cercanos a los dominios de los elfos y que de alguna manera se las apañan para convivir con sus vecinos, a pesar de que como toda convivencia no faltan los roces. Sin embargo adentrarse en él es otra cosa muy diferente. Los caminos son engañosos y desaparecen sin previo aviso, los senderos que un día están al día siguiente ya no y por donde no había paso posible uno nuevo se ofrece a conducirte hasta tu perdición salvo que tengas cuidado. Y es que a la naturaleza poco le importan esas cosas, ya sea tierra o roca todo lo reclama para sí llegado el momento, pues es la madre de todo y todo le pertenece. Además no pocos son los que aseguran sentirse observados en todo momento desde el primer instante que ponen un pie allí...Locos les llaman cuando lo cuentan...Pero no están locos. El bosque tiene ojos...Y harías bien en recordarlo.

Para Níniel era un placer volver a estar entre aquellos árboles, sentir el frescor de aquel aire puro, beber de las aguas de sus manantiales y disfrutar de la melodía de la vida que la rodeaba por doquier. Se sentía alegre, llena de energía, y aunque cada vez se acostumbraba más a su vida en Lunargenta, nunca podría llegar a sentirse allí tan a gusto como en Sandorai. Eran dos mundos tan distintos que a veces costaba creer que pudieran ser ambos reales a la vez y que bastaba recorrer unas leguas para ir de uno a otro.

Además aquel viaje era especial. Por supuesto todos los regresos a casa lo eran, pero en aquella ocasión aún más. El motivo era que a diferencia de las veces anteriores no recorría aquel camino de vuelta sola. Alanna iba con ella.

Desde el primer momento en el que vio a aquella humana que buscaba a su hermana perdida, dispuesta a ayudar a desconocidos de forma totalmente altruista y ganándose con ello el aprecio de los elfos de Claro, una de las comunidades élficas más en estrecho contacto con los humanos y otras razas, la peliblanca supo que a pesar las diferencias evidentes entre ambas podía confiar en ella, ser su amiga como lo era de otras jóvenes de su misma raza y con la misma facilidad. Fue como un presentimiento, y no se equivocaba. Desde ese momento los dioses quisieron que sus caminos se cruzaran varias veces más hasta que sin darse cuenta, entre ellas, al menos desde el punto de vista de la elfa, terminó por forjarse una sincera amistad capaz de hacer frente a cualquier cosa...Y eso que fue puesta a prueba de formas que Níniel solo creía posibles en los libros de aventuras. Sí la peliblanca tuviera una hermana de sangre, sin duda sentiría por ella lo que sentía por aquella humana. Además sus pequeñas orejas redondas eran tan monas...

Por supuesto decidirse a llevarla con ella hasta su hogar en el corazón del bosque no fue una decisión fácil. Estaba totalmente segura de su amiga, claro, pero el clan Thenidiel a diferencia de otros clanes no admitía extraños en su territorio con facilidad. Podían fácilmente pasar años desde que un extranjero abandonaba la hospitalidad de Veyond y otro recibía tal honor, pues así debía considerarse, un honor. Requería el permiso de la suma sacerdotisa o del consejo de ancianos salvo raras excepciones y desde luego no era algo que se pedía a la ligera o por frivolidades. Por suerte Níniel era la hija de la suma sacerdotisa, y por desgracia Alanna necesitaba ese viaje. No era ninguna frivolidad.

La joven elfa conocía parte de la historia de su amiga. Sabía sobre su padre, el cuervo, un asesino que de algún modo a pesar de ser seguramente de las peores personas que había tenido el dudoso placer de conocer había tenido una hija como ella. Sabía que fue abandonada por su padre junto a su hermana. Que su madre era una bruja pero que ella no había heredado el don de la magia mientras que su hermana sí. Cómo se separaron y cómo acabó siendo adoptada por uno de los capitanes de la guardia de la ciudad, un hombre justo y virtuoso del que gracias a los dioses Alanna pudo aprender en vez que de su propio padre. Y por desgracia, también sabía de la muerte de su hermana Elyse sin haber podido reunirse con ella...Un golpe tan duro que ni siquiera Alanna pudo sobrellevar. Desde ese momento la oscuridad anidó en el buen corazón de su amiga, y aunque no pudo con ella ahí estaba, creciendo, alimentándose con lo peor que el mundo podía ofrecer sin que Níniel pudiera hacer nada para evitarlo salvo tratar de ser una buena amiga...Hasta que aquello también comenzó a no ser suficiente. Fue en ese momento cuando decidió pedir permiso a su madre para llevarla con ella. No quería perderla sin luchar.

El viaje había sido largo y cansado, incluso con una guía elfa capaz de orientarse por entre aquella espesura sin problemas, a pesar de que por la ciudad tenía que tener cuidado de no perderse. Habían sido varias horas siguiendo los senderos semiocultos, y aquellos invisibles para los ojos poco acostumbrados a moverse por la espesura donde muchos se habían perdido para no encontrar el camino de vuelta jamás. Habían compartido comida, chismes y las historias de sus últimas aventuras por separado hasta el punto de haberse puesto tan al día que para que el silencio no se convirtiera en rutina tenían que hablar de cualquier trivialidad que se les ocurriera...Y al final habían llegado.

-Ya hemos llegado, bueno, falta un último trecho pero ya estamos en las tierras de mi clan.- Dijo a su compañera estirándose para disfrutar de aquello que tenía delante y dándole unas palmaditas en el cuello a Trickster para agradecerle su esfuerzo por llevarla hasta allí y cargar con sus cosas. El upelero emitió un sonido de satisfacción.

Ante ellas la vegetación daba paso a una zona despejada de tierra y roca desde la que se veía un profundo cañón rodeado de formaciones rocosas que se alzaban hacia el cielo como los poderosos colmillos de un feroz dragón. En la base crecía un frondoso bosque de altos árboles que no dejaban ver más allá de sus portentosas y frondosas copas y un río que serpenteaba hacia el norte, el causante a lo largo de los milenios de dar forma a aquel cañón. A su derecha había un hermoso puente blanco cruzaba parte del cañón comenzando tras él un camino de tierra que cruzaba varias cuevas en su ruta  descendente hasta el valle de abajo, y a la izquierda había un mirador que auguraba las mejores vistas del lugar y que requería de un rodeo para ser alcanzado. Presidiendo todo el lugar, desde un lugar de honor, las estatuas de dos enormes dragones gemelos tallados en la roca parecían vigilar todo lo que se extendía bajo su atenta mirada.

-Bienvenidos a Veyond.. Bienvenidos a mi hogar.-
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Mensaje  Alanna Delteria Dom Jun 05 2016, 08:44

La sangre de su hermana se derramaba por las paredes, la de su madre encharcaba el suelo, los cuerpos de ambas parecían haber desaparecido y solo quedaba un zapato torcido en el suelo, un zapato negro que su madre había llevado siempre en los años de pobreza que habían pasado durante la sequía, y un peluche, un peluche roñoso en forma de conejo. Extrañamente, a pesar de toda la sangre que decoraba de forma macabra el cuarto, esos objetos parecían limpios, no tenían una sola gota o mota de polvo sobre ellos.

Temerosa, la chica comenzó a acercarse, con ojos encharcados y el corazón en un puño, le dolía tanto, sentía tanto miedo y se sentía tan sola, que no lograba entender como había llegado a soportar tanto tiempo allí, como una mera observadora del horror que la rodeaba, envuelta en el silencio de la tenue luz de la madrugada, que parecía reírse de ella con tonos rosados y naranjas que hacían resaltar aun más la figura que había estado sentada en el centro de la sala sin inmutarse siquiera ante el horripilante escenario.

Alanna estiró la mano, dispuesta a tomar el peluche, cuando se miró, ese no era el brazo de una adulta, no era la mano que empuñaba las dagas, era la mano de una niña, la misma niña que había tenido que enterrar sola a su madre. Una mano diminuta cubierta del mismo líquido carmesí que salpicaba el cuarto. El corazón se le detuvo en la boca, un voz le comenzó a susurrar con tono burlesco: "no las salvaste, no las salvaste". La ligera canción de rintintin se le metió en la cabeza.

La niña se tapó las orejas con las manos manchadas, volvió a encogerse en el centro del cuarto y gritó con fuerza esperando que eso acallase la voz, que, sin embargo, aumentó su potencia y cadencia haciendo que la niña murmurase entre lágrimas desesperadas. "Basta, por favor, basta, mamá, Ely..." . "Mi mariposa" Sonó en algún lado la voz de su padre, que, tras eso, se unió a la cantinela con un nuevo estribillo "No me paraste, no me paraste..." La niña siguió llorando incapaz de salir de la desesperación y, con un nuevo grito, pasó todo.


Alanna se despertó empapada en sudor, sentándose en la cama de golpe con una daga en la mano. Las lágrimas recorrían su rostro mientras el amanecer comenzaba a colarse por la ventana señalando un nuevo día, un nuevo inicio. Los dedos le dolían de apretar su arma. La empuñadura había quedado en el lado equivocado, y el filo le cortaba la fina piel de la mano. Con un suspiró, Alanna soltó su arma y la dejó caer al suelo haciendo un pequeño bollo en la madera y manchando tanto el suelo como su cama con la sangre de su mano.

Alzó una rodilla y con un codo en esta  una mano en su frente, volvió a suspirar con ojos cerrados, "menudo sueño más "reparador"" Pensó con ironía antes de abrir los ojos. Miró su palma sangrante y la cerró, recordaba la última vez que le había sangrado la mano, mucho más lejos de allí, en el frío norte, frente a una tumba que desearía no haber encontrado nunca.

Secó las lágrimas que siempre intentaba controlar pero se le escapaban en sueños y salió de la cama en busca d su botiquín. Esas pesadillas debían acabar pronto, ya no solo por que no descansaba, si no porque su instinto, ese que la llamaba a tomar las armas en cuanto le pareciera necesario, comenzaba a resultar peligroso. Nunca antes, por muy dormida que hubiera estado, había cogido mal la daga que guardaba siempre en la mesilla de noche junto a su cama.

Llegó al baño y se apresuró a lavar y curar la herida con alcohol, ese día partiría hacia Sandorai, Niniel la había convencido de que no podía seguir de esa guisa, y tenía razón. Turbada, miró nuevamente su mano, ya vendada, bonito inicio de viaje...

El camino se pasó bastante rápido, tras encontrarse con la elfa, montada en Juvia, y con un pequeño equipaje, avanzaron con presteza. La chica intentaba actuar de modo ligero, sin querer incomodar a su amiga, que tan preocupada parecía por ella. Notó el cambio de montura de la elfa, y eso la hizo alejarse un poco, no le gustaban los upeleros, no es que tuviera muy buenos recuerdos sobre ellos precisamente.

La maravilla del bosque de los elfos no tardó en abrirse paso ante sus ojos, delicado, grácil, magnifico y hermoso, pero peligroso si no se iba con cuidado, tal como eran los habitantes de los lares. Aun recordaba el día que conoció a Níniel, iba en pos de su hermana, tras una pista que no la había llevado, en realidad, a ningún sitio, tal vez habría sido mejor si hubiera podido continuar siguiendo pistas falsas. La sacerdotisa de piel de marfil había cambiado mucho en ese espacio de tiempo en el que, para la humana, habían logrado tramar una amistad digna de reconocimiento. A falta de su hermana autentica, sentía que tenía otra, puede que no de sangre, pero si de corazón.

Alanna asintió ante la afirmación de la elfa, si, también había notado la llegada a ese lugar, no tan claramente como Níniel, estaba claro, y sabía que, sola, se habría perdido y posiblemente hubiera acabado rodando por alguna pendiente, pero podía ver que las diferencias. Estaba segura de que a su madre no le habría hecho gracia que estuviera allí, la mujer, aun ocultandolo, había soltado alguna que otra llama en alguna ocasión, demostrándole a las chiquillas su poder sobre el fuego. Parecía que Elise había tenido más sensibilidad que ella para "sentir el maná"  pero al final no había muestras de poder en ninguna de las dos chiquillas, por lo que demostraba que los genes de su padre habían prevalecido.

Era, probablemente, lo único que Alanna agradecía del hombre, el ser humana, total y absolutamente humana, porque, aunque la chica no lo fuera a decir jamás en voz alta, aunque nunca fuera a admitirlo, pensaba, en ocasiones, que la sequía había sido por culpa de su madre. Ese poder de fuego... esas llamas en sus ojos, ese aspecto febril, nunca había querido decirlo, pero años a había tenido la sospecha de que, en realidad, la enfermedad de la mujer era ni más ni menos que un intento de su poder de salir a flote, secando las tierras, e, incluso, a la mujer.

Tampoco lo aceptaría jamás, pero sabía que, si su teoría era cierta, la culpa de que la mujer ocultase sus poderes no era  más que de su padre y sus hijas, ambas humanas, sin sus capacidades, sin sus virtudes. Cabizbaja, pero testaruda, Alanna intentó reincorporarse a la charla banal sobre los trajes elficos típicos. Al menos era una distracción, algo que, al menos, intentaba apartar las sombras que velaban los ojos de la joven de pelo castaño que comenzaba a sentirse agotada por el viaje. Acarició las crines de Juvia aun en su lomo, faltaba poco para llegar.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Lun Jun 06 2016, 01:47

Níniel sonrió a su compañera y tironeó de las riendas de su montura para apartarse del borde del cañón y tomar el camino de su derecha cruzando el puente y luego a través del primero de los túneles horadados en la roca muchos siglos antes por sus antepasados. Aquellos que aún eran llamados druidas antes de que su comunión con la madre les cambiara para siempre convirtiéndolos en...Otra cosa. Algunos no dudaban que mucho mejor, otros defendían que simplemente diferentes, pero en cualquier caso mucho más en armonía con la naturaleza y la luz, eso era lo importante. Aquel túnel era largo pero no oscuro. Para cuando la luz del sol dejó de iluminar su camino este quedó claro gracias a la luz de unos faroles mágicos colocados a intervalos regulares y que emitían una intensa luz dorada muy agradable. Luz que iluminaba los relieves tallados en la roca tanto en las paredes como en el techo de aquel lugar haciéndolos brillar con aquel mismo color y mostrando sus formas y figuras a las jóvenes. Eran representaciones de la historia de aquel clan.

-Mira. ¿Ves esa figura femenina de ahí?. ¿La de las alas doradas?.- Preguntó la elfa señalando a una figura imposible de obviar y que solo por el mimo con el que había sido tallada y su tamaño dejaban claro que era alguien importante. Prácticamente tenía varios metros de aquel mural para ella sola -Es Avacyn. La primera de los nuestros. La primera en adoptar el apellido Thenidiel y desvincularnos de nuestro último lazo con los brujos. También fue la primera suma sacerdotisa. Este mural representa como guió a nuestra familia desde las islas hasta aquí...Un viaje lleno de peligros pues los habitantes de Verisar no nos deseaban mejor suerte que los brujos.- Le explicó aunque quizá no le interesara aquella historia. En cualquier caso los relieves hablaban por si mismos. Se veía a aquella figura protegiendo los barcos de los druidas del viento y las olas. Más adelante se la veía conduciéndolos a través de unos caminos rodeados de figuras humanoides grotescas, representadas casi como monstruos, y más allá se la veía al frente de una larga columna de druidas y como el bosque la dejaba pasar apartándose ante ella. Allí terminaba aquel primer tramo a cubierto y el camino continuaba descendiendo, bordeando el cañón.

Continuaron avanzando y no tardaron en entrar en un segundo túnel similar al primero que mostraba ya a los elfos con su característica fisionomía actual, altos y con las orejas puntiagudas. En aquella ocasión se les veía adorar a una larga serie de divinidades del bosque representadas con forma de diversos animales de gran nobleza, inmensos árboles, así como a las representaciones de la tierra como una mujer hermosa desnuda. El sol y la luna como grandes orbes en el cielo, uno superpuesto al otro en representación de su igualdad pero a la vez que nunca estaban juntos, como si estuvieran en distintos planos de la roca. Y la más grande de todas, la representación de los grandes dragones que ocupaba el mayor de los espacios en aquellas paredes, especialmente el dragón de luz, representado en el centro de todos los demás y vigilando al dragón oscuro desde su puesto privilegiado. -Esta es mi favorita...Su poder no puede ser negado, no cuando fluye por nuestras venas.- Fue cuanto dijo pues había estado rezando en silencio desde la entrada.

El tercer túnel era especialmente peculiar. Sus grabados hablaban de la historia del clan y eran una sucesión de representaciones de líderes, héroes y personas de gran relevancia dentro de aquella familia. Destacaba especialmente que apenas había figuras masculinas entre ellas y casi todas representaban a mujeres hermosas, elegantes y con un porte tan digno que resultaba difícil no mostrarles respeto. También el ojo experto podía percatarse de que compartían muchos de sus rasgos con la propia Níniel, y no era extraño pues era su descendiente. No obstante La peliblanca no quería aburrir a su amiga con una lisa de nombres y logros por lo que únicamente las señaló como sus antepasadas y solo se detuvo ante la última, allí donde los relieves terminaban bruscamente a pesar de que las paredes continuaban. -Y esta...Es mi madre. Ashara Thenidiel. No temas, es más agradable de lo que parece aquí- Terminó de explicar, y es que en aquella representación casi parecía una severa divinidad rodeada de un halo de poder...Bueno quizá no se alejaba tanto de la Ashara de carne y hueso.

Llegadas a ese punto el túnel comenzó a girar de tal modo que casi parecía descender trazando en la roca un camino en espiral similar a una escalera de caracol, aunque tan grande que no hacían falta escalones y podían descender por ella varios caballos unos al lado de los otros a la vez. Para cuando llegaron abajo del todo y salieron de nuevo a la luz del día ya habían llegado al frondoso bosque que habían visto desde arriba. Aquellos árboles eran realmente enormes, tanto que harían a cualquiera parecer una hormiguita al estar de pié ante uno de ellos y elevar la vista hasta sus copas, que de hecho no llegaban a verse por mucho que te esforzaras. -¿Impresionante verdad?. Pues deberías ver árbol madre...A su lado estos parecen unos brotes recién germinados.- Le comentó con una sonrisa de oreja a oreja e instándola a bajar de su montura para que disfrutara de aquella sensación, así como del frescor de aquella tierra. El aire allí parecía tan puro que revitalizaba con tan solo respirarlo y olía a flores silvestres, tal y como lo hacía la propia Níniel. -Dan ganas de tirarse en la hierba...Pero debes de estar cansada...Sigamos. Mi casa no queda lejos.- Comunicó siguiendo sin dudar un camino que conocía muy bien por entre los árboles tras quitarse las botas, andando descalza sobre la hierba y llevando de la mano las riendas de su upelero.

La elfa no mentía, tras unos cientos de metros más en los troncos de los árboles, construidas tanto en los propios árboles como a sus pies y a su alrededor, comenzaron a aparecer hermosas y delicadas estructuras que parecían coexistir con la propia naturaleza como si fueran una única cosa, hasta el punto de resultar difícil discernir dónde empezaba una y acababa la otra. Era casi como si aquellas construcciones élficas fueran el fruto de los propios árboles que las alojaban. Cuanto más avanzaban más juntas estaban aquellas estructuras élficas hasta llegar a formar una pequeña ciudad de varias alturas al entrelazarse unas con otras mediante puentes colgantes o a través de las ramas. Y como era de esperar no tardaron en encontrarse con los primeros elfos que no dudaron en dar la bienvenida a Níniel con las tradicionales fórmulas en el idioma de los hijos del bosque mostrandose sinceramente encantados de verla...Y aunque pudiese parecer mentira, y a pesar de que despertaba cierto revuelo y curiosidad, también a la humana que la acompañaba. De hecho no tardaron en agasajarlas ofreciéndoles fruta fresca recién cogida y a pedir que les contaran historias sobre qué ocurría más allá de sus dominios, así como sus aventuras en el exterior.

-Lo haré, estad tranquilos, pero ha sido un largo viaje, dejad que nos quitemos el polvo del camino y descansemos un poco antes.- Respondió la joven a sus requerimientos acariciando la cabeza de una pequeña niña elfa de cabellos blancos que pareció especialmente decepcionada por tener que esperar. -Lo prometo...Venga ve a jugar.- Finalizó la elfa para convencerla. -¿Entiendes lo que decimos en élfico verdad Alanna?. No tengas reparos en pedir que hablemos en común, eres nuestra invitada, aunque quizá quieras aprovechar para practicar.- Le dijo a su amiga para que no se quedara con las dudas.- Y si no entiendes una palabra pregunta con libertad, la mayoría aquí hablamos las dos lenguas...Y algunos alguna más.- Le comunicó con una nueva sonrisa y achuchándola entre sus brazos feliz de que estuviera allí. -Huy, me he dejado llevar por la emoción...-

No tardaron en alejarse un poco de aquellas construcciones para ir hacia una casa-árbol algo apartada. Como las demás estaba construida en torno a un enorme árbol y a su lado discurría un pequeño riachuelo de agua cristalina que a los pies de las raíces del árbol trazaba un giro que creaba un pequeño estanque de agua perfecto para refrescarse los calurosos días de verano. La casa estaba construida a varios niveles situándose la parte más grande en el centro y las más pequeñas a diferentes alturas y en las diferentes ramas del árbol. Níniel soltó las riendas de Trickster para que se moviera con libertad por el lugar e hizo una señal luminosa con uno de sus dedos dirigido a una de las ventanas. -A ver si hay alguien en casa...- Casi al instante la ventana se abrió y se asomó un elfo de larga melena blanca y aspecto afable que antes de desaparecer de nuevo se limitó a gritar: -Mi pequeña estrella- Instantes después la puerta principal de la casa se abrió y aquel hombre salió de ella a toda velocidad directa a abrazar a Níniel con un ímpetu poco propio de alguien de su edad...Y de su posición.

-Me alegra que estés de nuevo en casa Níniel...Y esta debe de ser tu amiga Alanna. Mi hija me ha hablado mucho sobre ti. Eres bien recibida en nuestra casa.- Dijo comportándose de forma mucho más adecuada con la gata, limitándose a darle la bienvenida con una cortés inclinación de cabeza. -Es un auténtico placer teneros a las dos aquí. Adelante entremos, debéis de estar agotadas. ¿Hago que os preparen un baño?-

-Primero unas presentaciones, padre. Alanna, éste es mi padre, Aldaron Thenidiel. Caballero esmeralda. Padre, esta es Alanna Delteria, de la guardia de Lunargenta y como una hermana para mi.-
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Mensaje  Alanna Delteria Lun Jun 06 2016, 20:26

El camino continuo con la charla de Níniel y el silencio de una Alanna taciturna que intentaba seguir la euforia de su amiga sin acercarse siquiera, el último sueño seguía vívido en su mente, haciendo que los recuerdos se esforzasen por salir a la luz para arrasar cualquier rastro de distracción que pudiera haber en la guardia, como si un tifón, un tsunami, un terremoto y un volcán en erupción hubieran decidido unirse para trastocar nevamente su alma.

Los sucesos de la pasada semana, cuando sin la ayuda de Niniel, la oscuridad que la controlaba, habría hehco que matase de forma terrible a un hombre que. posiblemente se merecía una muerte cruel, pero no era su decisión el como debía morir, o si debía hacerlo. Recordaba a duras penas los acontecimientos de esa luna creciente.

Jugueteó con el colgante de media luna que llevaba al cuello mientras se esforzaba por sacar a la luz esos huecos en los que no parecía cuadrar nada, había demasiados espacios en blanco, solo recordaba haber abierto los ojos, frío y negros, frente a una Niniel de aspecto asustado que le recriminaba su actuación, no sin razón.

Miró su mano, soltando el colgante, se sentía avergonzada, ¿desde cuando se había vuelto así?, ¿Desde cuando no concebia más que la venganza y la oscuridad? ¿Desde cuando pensaba que el mejor castigo, era una muerte, sin juicio alguno? Ella sabía la respuesta, pero eso no la excusaba, su amiga tenía razón, si no cambiaba, no sería más que una mera asesina, no sería más que una sombra de la persona que más odiaba en el mundo, y se negaba en rotundo a ser como su padre.

Cuando reaccionó, se encontraban frente a varios frescos pintados sobre paredes en un túnel que parecía llegar a algún lado. Representaciones de batalla, de seres humanoides que luchaban y morían, sangre que se derramaba en las pinturas. "plic, plic" resonó en su cabeza. El sueño recobró fuerza.

El zapato, el peluche, la sangre derramada, y, de pronto, la cara pálida de su madre, con ojos abiertos y boca ensangrentada, su pelo castaño derramado, canoso, desordenado, sus ojos huecos. La lápida de su hermana, los brillantes ojos de Elise apagados, sus ondas del color de la caoba sin luz, su boca fuerte ladeada, su piel cálida fría, las dos tumbas y la nieve.

Los ojos de Alanna se apagaron y encharcaron mientras le recorría un escalofrío y se giraba para dejar de contemplar las imagenes, no podía, no era momento de eso, debía controlarse. La voz de Níniel, que avanzaba, la sacó de la oscuridad que la consumía a cada paso que se dignaba a dar. Señalando unas figuras regias, de portes altivos y elegantes y se detenía en la última con aspecto orgulloso y luz en la mirada. Su madre.

Sin necesidad de que lo hubiera dicho, solo por el modo en el que la miraba, solo por como hablaba de ella, podía distinguirlo. Ella misma había hablado así una vez de alguien, por desgracia, los buenos recuerdos se habían visto relegados.

- Es muy hermosa.- murmuró con una ligera sonrisa, sin faltar a la verdad, mirando el retrato.

Se adentraron por fin en el magnifico paraje que era el hogar del clan Thenidiel. Se notaba el amor que la elfa tenía por su hogar, y, por lo que pudo comprobar tras descender de Juvia, el amor que los habitantes tenían por ella era igual de fuerte. Alanna sonrió con amabilidad, la elfa era encantadora, no le extrañaba que la quisieran tanto, tenía mucha suerte de tener tanta gente a su alrededor que la estimara tanto.

- "Tranquila, puedo entender lo básico"- dijo en el idioma de la chica.- pero si no entiendo algo, preguntaré, muchas gracias.- le respondió avanzando con aire cansado devolviéndole el abrazo.

La chica tuvo que controlar sus sentimientos, hacía mucho que nadie le demostraba el carió que le estaba mostrando la elfa, si no lograba controlarse acabaría llorando y odiaba llorar. Cuando se apartaron la chica estaba bajo control y con una sonrisa ligera en los labios, negó con la cabeza, señalando a la chica que no se preocupara, la que debería disculparse era ella, por estar tan descontrolada.

Siguió a la chica y la vio recibir un enorme abrazo de un hombre que, si no era su padre, debía ser su tío, pues el parecido era asombroso. Había tanta diferencia entre su familia y la de la elfa, tal vez, si hubiera crecido en un hogar normal, no tendría ese balance entre bien y mal que se torcía a cada paso que daba, y que la hacía caminar por la cuerda floja del sentido común, la calma, y la ira.

- El placer es mío, encantada de conocerlo. Muchas gracias por permitirme venir, su hija es la mejor amiga que podría haber encontrado jamás, es un honor para mi poder considerarla como tal.-
dijo con una sonrisa tímida, en un elfico algo lento y torpe, pero esperando haberse expresado lo bastante bien como para hacerse entender.

Era la primera vez que conocía a los padres de una amiga desde que, en su infancia, jugaba con Eltrant a matar dragones imaginarios hechos con paja y barriles, el mismo chico que pocos días atrás había dejado en claro que no la recordaba, el mismo chico que, en el mismo día, había intentado matarla y salvarla en menos de dos horas. Aguardó un suspiro y volvió a centrarse en el presente, el pasado, por cercano que fuera, no le aguardaba nada bueno.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Mar Jun 07 2016, 00:59

-Maravilloso. Una hermana para mi pequeña estrella es por lo tanto como una hija para mi. La amistad es importante. Muchos la desprecian porque piensan que no pueden esgrimirla como una espada o llenar su casa de baratijas con ella...Pero los que saben valorarla se dan cuenta de la verdad...- Dejó el final de aquella frase en el aire durante unos instantes y esbozó una amplia sonrisa cómplice sin acabarla lo que causó que Níniel sonriera a su vez. Su padre siempre era así, indicaba la dirección pero dejaba que recorrieras sola el camino. Cuantos mohines y horas de morros le había costado a la peliblanca aquel rasgo cuando era pequeña por la falta de respuestas. -Me ocuparé de Trickster y de...Juvia. Bonito nombre, y bonito animal.- Dijo averiguando de algún modo el nombre de la montura de Alanna sin que Níniel, al menos que ella recordara, se lo hubiese dicho nunca. -Coged lo que creáis que vais a necesitar ahora, me ocuparé del resto.- Terminó de decir permaneciendo cerca de la puerta mientras las chicas hacían lo que les decía.

Estando en su casa como estaba había pocas cosas en las bolsas de viaje que Níniel considerara indispensables de manera inmediata. Sí que tomó sus botas, aunque continuó descalza, su bastón y un par de libros a los que dedicaba las horas que tenía libres, uno sobre alquimia y otro sobre historia de Lunargenta. Una vez estuvo satisfecha volvió de nuevo hasta la entrada de la casa y cuando Alanna estuvo lista le hizo un gesto con la cabeza para que pasara dentro y la siguiera.

Por dentro, aquella casa que sin duda debía de antojarse rara por lo menos a una humana, no era muy diferente a un hogar de Lunargenta, salvando las distancias. Aquella primera sala era una estancia amplia y espaciosa, muy similar a un recibidor humano y decorada con muebles artesanales en los que predominaban los colores blanco y dorado así como el de la propia madera y que contaba con iluminación mágica gracias a unas pequeñas lámparas colocadas estratégicamente en los techos. Era muy luminosa gracias a sus grandes ventanales y daba a diversos porches al aire libre denotando que era algo que prevalecía en aquella familia. Cada porche tenía varias sillas, bancos y mesas perfectos para disfrutar del aire puro del bosque, en solitario o en compañía. En el centro de la sala una escalera de caracol de madera oscura ascendía hasta los niveles superiores, justo delante de varias librerías grandes hasta arriba de libros y pergaminos y una puerta de madera, y hacia allí se dirigió la joven elfa. -Por aquí, las habitaciones están arriba.- Indicó a su amiga cuando comenzaba ya a subir los primeros escalones.

En el siguiente nivel había otra amplia estancia similar a que dejaban atrás, aunque aquella servía de comedor como denotaba la gran mesa rodeada de sillas y un pasillo lateral que llevaba a otra estancia que no era otra más que la cocina. Igual que abajo aquel lugar también disponía de amplios porches que permitían cenar fuera si así se deseaba o simplemente tomar el fresco. Todo estaba perfectamente limpio y ordenado. Níniel le indicó a su amiga lo que allí había y continuó subiendo por la escalera hasta el siguiente nivel.

El segundo piso era más pequeño que los anteriores, aquella sala hacía las veces de distribuidor y de ella salían varias ramificaciones a modo de pasillos que conducían a diferentes estancias comunicadas entre sí por aquel distribuidor y por pasarelas al aire libre en exterior del árbol y que contaban también con balconadas similares a miradores entre ellas. Níniel se detuvo en aquella planta y continuó hacia la derecha llegando de ese modo a su habitación. Era un lugar amplio y ordenado, tan luminoso como el resto de la casa y decorado con el mismo estilo, elegante pero nada sobrecargado y con preferencia por el espacio libre de objetos. Contra una de las paredes había dos camas, ni grandes ni pequeñas y una mesilla de noche al lado de cada una. En el lado contrario había varios armarios y un escritorio sobrio pero funcional con una estantería encima llena de libros. Frente a la entrada se encontraba la puerta del baño de la habitación, uno pequeño y con lo justo para las necesidades higiénicas de una elfa, aunque con un amplio tocador provisto de un gran espejo.

-Y este es mi santuario.- Dijo dejándose caer sobre su mullida cama dejando salir un suspiro de alivio, tanto por el cansancio del viaje como por poder dormir en su propia cama. -Siempre que vuelvo a la ciudad me cuesta un par de noches acostumbrarme a aquel colchón...Aunque no me quejo, encontré un buen sitio para quedarme allí.- Comentó haciendo la croqueta por la cama un par de veces antes de volver a incorporarse. -Siéntete como en tu casa. Solo un par de reglas. Arriba está el laboratorio de alquimia de mi madre. No es que esté prohibido entrar pero mejor pedir permiso antes. Nunca se sabe en qué estará trabajando. En este piso hay otras dos habitaciones, una es la de mis padres, la más grande y la otra es un estudio, así que tampoco podemos entrar sin permiso...Y ya está. El baño principal está abajo, por aquella puerta que se veía tras la escalera. ¿Qué te parece?.-

Poco después de llegar a la habitación tocaron a la puerta y Aldaron se asomó para interesarse por su hija y su invitada. -He dejado el resto de vuestras cosas abajo y el baño ya está listo. Tomaos vuestro tiempo, cuando terminéis cenaremos. ¿Alguna preferencia Alanna?, lo cierto es que hace tiempo que no preparo nada para humanos.- Preguntó antes de volver a marcharse para comenzar a prepararlo todo.

-El baño es una de mis partes favoritas de la casa, ya lo verás. ¿Necesitas que te preste algo de ropa?. Puedes coger lo que quieras de los armarios. De esos dos, ese otro es el de alquimia.- Señaló una vez estuvieron de nuevo solas pensando en esos momentos cómo debía de quedarle a su amiga la ropa de los elfos así como sus vestidos y túnicas. Seguramente bien, estaba bastante delgada pero era una humana bonita. Cuando estuvieron listas Níniel encabezó de nuevo la marcha rumbo al baño.

El baño principal era un lugar mucho más cerrado que el resto de la casa al tratarse de un lugar claramente privado. Era una estancia grande provista de una gran bañera de madera lo suficientemente espaciosa como para varias personas, como si tratara de imitar a un estanque natural como el del exterior de la casa. A parte de aquella enorme bañera, llena en esos momentos de agua caliente, el lugar contaba con todas las comodidades normales de un baño típico y el lugar estaba iluminado por más de aquellas lámparas mágicas lo que le daba un aspecto relajante al conjunto. Cerca de la bañera había un armario con sales perfumadas y espacio para dejar la ropa ordenada sin riesgo a que se mojara, así como soportes para varias toallas limpias.

-Solo bañarse fuera es mejor que esto. Vamos- Dijo la peliblanca sonriendo, entrando y probando la temperatura del agua con la mano antes de comenzar a deslizar su túnica desde sus hombros hasta el suelo y agacharse para doblarla y colocarla en aquel armario con cuidado.
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Mensaje  Alanna Delteria Mar Jun 07 2016, 15:48

El padre de Níniel era realmente amable, parecía una persona dulce y que quería a su hija más que a su propia vida, la elfa era realmente afortunada de tener un padre como él, Alanna estaba segura que, desde su infancia, Níniel había crecido entre algodones, cuidada y mimada por su padre y, posiblemente, instruida por su madre. Una infancia normal, feliz.

Agradeció al hombre su amabilidad, le sabía mal que se ofreciera, no estaba acostumbrada a esos detalles, al fin y al cabo, se había criado sola, había aprendido a vivir sin necesitar la ayuda de nadie y sin que nadie le hiciera un solo favor o se preocupara por su bienestar, en cuanto había podido se había ido de la casa de su padrastro sintiéndose una molestia, no quería ser lo en el hogar de su amiga.

La siguió por la acogedora casa que tan extraña le resultaba, a cada paso que daba las vistas la dejaban sin aliento, al menos parecía que aun podía sorprenderse, no solo decepcionarse, odiar o sentirse inútil. Se centró en seguir a su amiga y entender sus explicaciones, no fuera que se acabase perdiendo. Aun seguía sin comprender como el padre de su amiga había sido capaz de saber el nombre de su yegua, ella no lo había mencionado, tal vez se lo hubiera dicho Níniel en alguna de sus cartas, fuera como fuere, era una buena persona.

Siguió a la chica hasta el piso de arriba, observando las escaleras, y, mientras subía miró hacia abajo. Le gustaban las alturas, se sentía segura, como si no pudiera pasar nada malo, como si estuviera más cerca de quienes le importaban, como si pudiera cuidar de todos desde arriba, cerca del cielo y las estrellas, en parte, por eso pasaba tanto tiempo en los tejados, vigilante, precavida, intentando socorrer a quien lo necesitara, sin embargo, de un tiempo a esa parte, sospechaba que, si seguía con eso,  si llegaba a tocar el cielo, probablemente haría caer las estrellas.

Como decía su padre, ella era una mariposa azul, solo causaba desgracias, su madre murió, su padre se fue, su hermana se había ido y Eltrant había perdido los recuerdos. Presagiaba peligro, dificultad y muerte. Tal vez no debería haberse acercado a Níniel, ¿y qué si le traía la misma desgracia a ella? Suspiró con cansancio mientras seguía a la chica por el piso de arriba. Ya no podía irse, aunque no quería que le pasara nada, también era cierto que, las desgracias, habían pasado lejos de su presencia, al menos a ella quería tenerla cerca y protegerla, era su amiga, la única que le quedaba.

Entró tras la chica al cuarto y dejó caer su bolsa en una esquina. Se agachó para abrir los lazos y dejar dentro el lazo con el que se sostenía la trenza para desenredar sus ondas castañas. Su amiga se echó en la cama haciendo que Alanna sonriera con indulgencia, se la veía tan relajada, tan feliz.

- Tienes un hogar precioso.- Afirmó Alanna apoyada en la pared.

Usando hogar en lugar de casa, pues, estaba claro que, eso no era una simple residencia, había un ambiente calido, amigable, relajado, familiar, lo mismo que ella tuvo una vez hacía muchisimo tiempo atrás. Alanna no recordaba la ultima vez, como su amiga parecía en ese instante, que había sentido sus músculos sin tensión, la profesión que había escogido hacía que, por muy bien que fueran sus días, no pudiera dejar de estar atenta, y los sucesos de los últimos meses, lo empeoraban.

Muchos días le dolía la cabeza, el estomago se le cerraba como si le apretasen con un puño, y por poco que comiera acababa vomitando, mareos, delgadez, ojeras, sueño, cansancio y dolores se mezclaban con la tensión del trabajo, el peligro y su propio corazón herido. Pesadillas que surgían al cerrar los ojos y la que vivía en la vida real, no tenía modo alguno de salir de ese tifón de emociones que la hacían volverse letal en las situaciones de lucha, agresiva en las de tensión y taciturna el resto del día.

Aceptó la oferta de la elfa, su ropa, por lo que había podido ver, no era especialmente apropiada para vagar por el hogar de su amiga, y no había cogido vestido alguno, ni túnicas, solo ropa de viaje, el peluche de su hermana, su libro de cuentos, y aquello que cualquier persona racional se llevaría al salir de su hogar. Tomó lo que Níniel le dejó en brazos y la siguió hasta el baño, ciertamente, los caminos eran arenosos, y tanto una como la otra iban llenas de polvo, lo mejor que harían sería tomar un baño, sin embargo, acostumbrada a la pequeña tina de su casa, poco esperaba el inmenso baño que se abrió ante ella.

Era casi como una charca, le daba la impresión de que incluso podría nadar en ella. Níniel, sonriente al entrar, no tardó en entrar al agua mientras ella cerraba la puerta a sus espaldas y, con calma, se deshacía de sus botas, y las dejaba a un lado, al igual que hizo con su corsé y la riñonera en la que llevaba dagas y brebajes.

Desizo el nudo de sus pantalones y los dejó resvalar por sus piernas hasta el suelo para salir con un ligero paso hacia un lado, alzó una pierna para coger el pantalón y poder doblarlo y dejarlo sobre un taburete. Deshizo la lazada de su camisa, estirando del hilo que la unía al frente y el que la ajustaba que tenía a la espalda, la dejó resvalar por sus brazos y se agachó para doblarla y dejarla junto al pantalón. Terminó de desvestirse, dejandose únicamente el colgante de media luna que le colgaba del cuello e, imitando a Níniel, guardó la ropa en el armario para dirigirse con calma hasta el agua.

Sumergió primero un pie, y el calor la hizo estremecer, para, después de eso, entrar despacio dejando que el agua caliente subiera paulatinamente hasta sus hombros. Ciertamente, era profundo, hasta el punto en el que, al sumergirse, pudo avanzar un par de metros bajo el agua y volver a salir con la piel rosada por el calor y el pelo húmedo. Se acercó a la orilla andando despacio, no tenía ánimos para moverse rápido.

Notó que las heridas, algunas aun sin cicatrizar bien, le escocían un poco. Ciertamente tenía más marcas de las usuales, sus piernas estaban llenas de moretones, el estomago tenía algún que otro corte, algunos de ellos bastante recientes por sus últimos viajes, y la mejilla, esa era, probablemente, la marca física que más le dolía, porque había sido causada por la persona a la que consideraba su amigo, "su mejor amigo", pensó con pena mientras sentía el peso del colgante en su pecho.

Notó un ligero escozor en los ojos y volvió a sumergirse intentando que esto desapareciera. Bajo el agua, se giró para poder mirar hacia el techo, y abrió los ojos. Bajo el agua todo se veía distorsionado, al igual que, cuando uno está en el ojo de un huracán, parece llega la calma. Con brazos y piernas extendidos, se dejó flotar hasta salir a flote, y se quedó así, mirando al techo, con un suspiro, cerrando los ojos. No iba a ser una buena compañía.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Miér Jun 08 2016, 01:51

Níniel terminó de desvestirse y guardó el resto de su ropa junto a su túnica en el armarito. No podía negar que sentía cierta vergüenza por mostrarse totalmente desnuda ante su amiga pero fue un sentimiento débil que ya había decidido desechar conforme bajaban por las escaleras desde su habitación hasta allí. Al fin y al cabo, aunque no fuera una familiar, ambas eran mujeres y había confianza de sobra entre ellas. De hecho no era la primera vez que el destino las había puesto en una situación similar, y a diferencia de aquellas veces allí no había una sastre chismosa o un par de niños ya no tan niños para sacarles los colores, mucho mejor para disfrutar tranquilas del baño.

La peliblanca echaba de menos aquella parte en particular de su casa más que ninguna otra. No es que no pudiese tomar baños calientes en su habitación de la posada del rey y la reina en Lunargenta, de hecho los tomaba prácticamente a diario gracias a su buena relación con los dueños del establecimiento, pero diferente era remojarse en una pequeña cuba a disfrutar de aquel lugar. Curiosamente lo más cercano a aquello que había disfrutado la elfa fuera de su hogar había sido en aquel extraño mundo de los sueños de Otrore, y tampoco es que se pudiera tener cuenta ya que fue precisamente soñando sobre el río cercano.

La sacerdotisa tomo un par de frascos de sales perfumadas que dejó al borde de la bañera, con cuidado volvió a probar el agua y lentamente comenzó a sumergirse en las calientes aguas hasta que estas la cubrieron hasta la cintura, momento en el que se giró para comprobar si Alanna iba tras ella o si estaba remoloneando, para en dicho segundo caso convencerla de que la acompañara usando su increíble poder de persuasión, que básicamente se limitaba a salpicarla para que no le quedara más remedio que entrar. Por suerte no hizo falta usar tan poderosa técnica y su amiga solo tardó unos instantes más en desvestirse y seguir sus pasos.

En ese momento en que la pudo ver bien no pasaron por alto los moratones de golpes recientes y las heridas en proceso de curación distribuidas por su cuerpo. Realmente eran las marcas de una luchadora aunque a la elfa le dolía verlas en el cuerpo de su amiga, más delgado que nunca aunque tonificado. No obstante seguía siendo hermosa, era como ver algo que parece delicado y frágil y sin embargo tener delante las pruebas de que es más duro de lo que parece. Alanna era más fuerte de lo que parecía, incluso más de lo que ella misma creía.

Mientras su amiga entraba al agua Níniel terminó de sumergirse sintiendo como el agua caliente relajaba sus cansados músculos y la limpiaba por fuera y por dentro, saliendo de debajo de ella con su blanca piel sonrojada por el calor y su abundante melena blanca pegándose totalmente a su cuerpo. Suspiró largamente dejando salir todo el aire de sus pulmones y desde el otro lado de la bañera observó a su amiga avanzar bajo el agua y salir un par de metros más cerca de ella tan sonrojada como ella misma...Aunque seria, como durante todo el camino y como desde a saber cuanto tiempo...Seguramente desde aquella excursión a las afueras de la ciudad, último momento en la que la peliblanca pudo verla sonreír sinceramente.

Durante todo el viaje la elfa había tratado de ser más alegre y abierta de lo que normalmente solía mostrarse. Había tratado de mantener siempre que podía conversaciones amenas y hablar de lo que fuera con tal de animar a su amiga...Pero parecía que aquello no funcionaba en absoluto. Alanna se mostraba callada y taciturna y casi parecía que incluso hablar de cosas banales le suponía un gran esfuerzo, volviendo cada poco rato a un silencio melancólico y triste. Ni siquiera aquel lugar parecía haberla animado apenas nada y la joven elfa no sabía si realmente le gustaba que la hubiese llevado allí o sus comentarios no eran más que un mínimo de cortesía. No obstante Níniel no pensaba rendirse con su amiga, estar en un lugar amigable, tranquilo, sin ladrones ni asesinos ni...Olor a cloaca...un lugar donde poder relajarse, solo era la primera parte del plan "Recuperar a Alanna" y la segunda fase iba a comenzar inmediatamente.

La joven elfa se acercó hasta su amiga, que en aquellos momentos se dedicaba a flotar en silencio, y tomó una de sus manos extendidas para atraerla hacia ella. -Alanna...- Comenzó a decir mientras miraba más de cerca el precio que la humana había pagado por sus combates. -Déjame que le eche un vistazo a esas heridas.- Dijo colocando sus manos con delicadeza sobre un feo moratón sobre su vientre y aplicando sobre la gata su magia curativa, cálida y agradable. Entonces comenzó a hablar -No sé qué opinarás de lo que voy a decir pero escúchame. No exagero o trato de aparentar nada cuando digo que te considero como una hermana. Quizá no debería, quizá al decirlo solo hago que recuerdes a Elise...Aunque sinceramente espero que no te moleste porque es la verdad.- Continuó diciendo concentrando su atención en sus heridas y en sus palabras. -No es algo que diga a la ligera, puedes contar conmigo. Puedes pedirme ayuda siempre que la necesites, sea lo que sea. Contarme lo que quieras. Siempre voy a estar ahí para ti...Sé que te duele, incluso aunque puedas pensar que no te entiendo porque mi vida ha sido fácil comparada con la tuya...No tienes por qué guardar todo ese dolor en tu interior pensando que es solo cosa tuya y que estás sola. No estás sola- Hizo una pausa y buscó abrazar a su amiga con fuerza. -No tienes que afrontarlo todo tu sola.- Dijo teniendo que hacer una pausa porque unas lágrimas sinceras resbalaban por su mejillas yendo a morir al agua del baño y las emociones la embargaban. -No puedo devolverte a tus seres queridos, pero sí abrazarte hasta que te creas que yo estoy aquí para tí,-
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Mensaje  Alanna Delteria Miér Jun 08 2016, 11:12

El agua que acariciaba su piel clara era un pequeño remanso de paz que, de algún modo, le daba calma, por primera vez en meses, le comenzaba a entrar sueño. Llevaba tanto tiempo sin dormir más de una o dos horas seguidas, tantas noches en vela intentando llegar a una conclusión, el rencor la carcomía por dentro, sin embargo, había dado paso a una pregunta, una pregunta que durante semanas le llevaba rondando la mente.

"¿Por qué?"
¿Por qué su padre había hecho eso? Elise siempre había sido la niña de sus ojos, su pequeña princesa, la que no se ensuciaba, la que acataba las ordenes, en cambio, Alanna, a pesar de ser la mayor, había sido poco más que un muchacho hasta hacía unos años. Se ensuciaba, callaba y luego hacía lo que le apetecía, prefería ir a dar golpes con los palos a jugar con muñecos, no se comportaba como lo hacían las demás niñas, por ello, siempre había pensado que Elise era el ojito derecho de sus dos padres, sin embargo, poco le había importado, adoraba a su hermana, seguía haciéndolo incluso tras su perdida.

Suspiró y se dejó hundir nuevamente para, bajo el agua, girar y volver a salir, empapada nuevamente, dejándose flotar.  Nuevamente la piel, que había empezado a secarse mientras reflexionaba, se humedeció y sonrosó, abrió los ojos notando las gotas en la cara, que resbalaban hacia el agua cálida, cuando escuchó la voz de Níniel y se volteó para acercarse a ella, dejando que la chica la tomase de la mano.

Se puso en pie, y alzó la cabeza con una sonrisa triste hacia su amiga, que parecía preocupada por ella. Asintió a que mirase sus heridas en silencio, ciertamente, si el caso fuera al revés, a ella tampoco le gustaría ver a su amiga, casi una hermana, con las heridas que ella tenía. De un tiempo a esa parte se había vuelto descuidada, arriesgada y voraz, poco le importaba herirse o acabar severamente dañada si con eso podía evitar que alguien inocente muriese, como había sucedido con Elise.

Notó la mano de la elfa sobre su vientre, demasiado delgado para lo que debería. Se le llegaban a marcar las costillas, aunque, al menos, no tenía la piel flácida, solo marcada de cortes, heridas, y moretones. La magia de la sacerdotisa comenzó a hacer efecto, cálida, se extendió por su tripa curando las heridas mientras la voz de la chica comenzaba a sonar, delicada, en sus oídos.

Mientras la chica hablaba, los ojos de Alanna luchaban por no encharcar se sin lograrlo. La chica retuvo las lágrimas, claro que no le importaba que dijera esas cosas, ella también la consideraba del mismo modo, sin embargo, el recuerdo de su hermana seguía candente, su tumba, la nieve y el frío retumbaban en su pecho como tambores antes de la batalla. Demasiado tiempo llevaba sosteniéndose por si misma, sobre sus propios pies, aunque estos ya llevasen tiempo sangrando.

Ciertamente, envidiaba a su amiga por la vida que había llevado, pero no por ello la odiaba o la acusaba de no entenderla, si no le había dicho nada, si no le había contado de la oscuridad de su alma, era porque no quería preocuparla, asustarla o alejarla. Y, son querer, era eso mismo lo que había estado haciendo, al querer protegerla de su propia oscuridad, solo había hecho que lanzarla fuera. Sospechaba  que la habría herido, una más para la colección, y, aun así, allí estaba, apoyándola, curando sus heridas y esperando a que ella estuviera lista para hablar.

Siempre se había creído muy fuerte, pensando que sola podría llegar lejos, pensaba que, no necesitaba a nadie que la sostuviera o protegiera, que ella misma se sostenía sola y podía protegerse a si misma y a quienes consideraba importantes, pero sin abrirse un solo resquicio. La habían herido tantas veces, que temía que volvieran a hacerlo. Pero era su propia prueba de debilidad, y tener a alguien que entendía eso, que no la presionaba a hablar, pero que, aun así, esperaba por ella, tener una persona con la que de verdad podía contar, no solo para luchar, si no para sostenerse a si misma, hacía que sus labios temblasen y las lágrimas quisieran salir con tal fuerza que deshicieran la soledad en la que ella misma se había sumergido.  Como la lluvia que limpia la sangre tras una batalla o que se lleva los últimos resquicios de nieve en invierno.

Cuando le dio el abrazo, se rompió. El sonido de cristales rotos sonó en su interior como si una pared invisible hubiera sido tumbada de un golpe de martillo. Abrazó a su amiga y comenzó a sollozar en su hombro, primero de forma débil, luego con fuerza. Había estado tan sola, tan cubierta, se había tapado tanto a si misma, se había intentado proteger hasta tal punto, que ella misma había agrandado la herida.

Tenía mucho detrás, soledad, duda, angustia y lágrimas que se había tragado durante años, lágrimas que por miedo no había dejado salir, al final, a nadie le gusta llorar solo. Y ella no era una excepción, sea apoyó en la chica estrechando el abrazo mientras los sollozos salían con rabia hiriéndole la garganta, tantas lágrimas tragadas, la habían terminado por inundar.  

- Tengo miedo.- confesó entre lágrimas no se la podía entender con claridad, la voz le salía cortada, dolorida, como si el fuego estuviera quemándole la garganta.- No soy buena, solo hago que los que están a mi lado salgan heridos, tengo miedo, lo siento, lo siento, - se disculpó entre lágrimas, sin entender a quien le pedía perdón. Si a su amiga, por haberla alejado, si a Eltrant por no poder ayudarlo, si a su hermana por no haberla podido proteger, a su padre por no haberlo detenido, a su madre por no haber insistido en salir de esa maldita granja donde empezó todo o si a si misma por no permitirse sentir, por no tener el valor de enfrentar lo que tenía delante y huir a su propio mundo de sombras donde nadie podía verla ni herirla.- Lo siento...- repitió por tercera vez antes de que un nuevo sollozo acudiera a ella, que parecía irse a derrumbar en cualquier instante.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Jue Jun 09 2016, 01:09

Nïniel había sido totalmente honesta con sus sentimientos hacia su amiga y sabía que no las tenía todas consigo al hacerlo. Puede que fuese joven pero sabía de sobra lo que el dolor, la rabia y el odio podían llegar a hacerle a una persona cuando se dejaba arrastrar por ellas hacia la oscuridad, así como lo peligroso que resultaba hasta el más pequeño de los animales al encontrarse herido y acorralado. Alanna bien podía limitarse a negarlo todo y alejarse aún más de ella encerrándose más aún dentro de su coraza, o podía tratar de defenderse atacando de alguna manera, cegada por tan turbios sentimientos...Y la sacerdotisa lo sabía y estaba preparada. No le importaba recibir su fría indiferencia, un cruel insulto o incluso una bofetada, ni pensaba rendirse si se daba el caso, porque sabía que a pesar de todo seguía siendo Alanna, su amiga, podía notarlo en cada sonrisa forzada.

Sin embargo nada de aquello pasó. Alanna aceptó sus curas en silencio y no le importó que las manos de la peliblanca comprobaran su exagerada delgadez al deslizarse por su piel a la vez que sus moretones desaparecían lentamente, y con ellos parte del dolor que la humana se guardaba para ella sola, el más sencillo de eliminar. Tampoco dijo nada ante las palabras de la joven elfa en un primer momento, aunque Níniel supo leer en sus ojos mucho más de lo que cualquier frase podría haberle dicho, durante un breve momento de conexión en el que podría jurar que ambas sentían lo mismo. Y cuando finalmente se fundieron en un abrazo mutuo, en el que cada una parecía querer demostrar con la intensidad con la que apretaba el cuerpo de la otra la fuerza de sus sentimientos, y Alanna por fin dejó que su dolor aflorara, Níniel supo que había tomado la decisión correcta llevándola hasta allí y obligándola a compartir su pesada carga con ella.

Con suma dulzura la peliblanca comenzó a acariciar el cabello castaño de su amiga, instándola a permanecer así todo el tiempo que quisiera y demostrándole su afecto y su cariño. Permitiéndose rozarla con su mejilla sin dejar de abrazarla y deseando que lo dejara salir todo de una vez. No estaban en Lunargenta, no había inocentes en peligro ni maleantes que detener, no había guardia, ni deber ni nada de aquello. Allí estaba a salvo, tranquila y ellas dos solas, nadie iba a molestarlas. Níniel podía notar sus cálidas lágrimas resbalando desde su rostro por su hombro desnudo y desde allí por su piel hasta el agua de la bañera, pero no le importaba, eran lágrimas purificadoras, estaba contenta de poder recibirlas.

-No lo sientas. No eres ninguna especie de foco de desgracias. La verdad es que la vida no es un camino de rosas para casi nadie...Y a la gente le han pasado cosas, buenas y malas, desde siempre y seguirá siendo así mucho después de que nuestros espíritus vuelvan a ser una con la madre y hayamos rendido cuentas por lo que hemos hecho con el tiempo que nos ha sido prestado. Sin ir más lejos te sorprendería la cantidad de vampiros que han intentado matarme en las últimas semanas...- Comenzó a decirle sin apartarse ni un centímetro de ella, dejando que continuara desahogándose junto a ella, acariciándola y hablando con un tono especialmente suave de su siempre musical voz. -Yo no he salido herida por tu culpa, aunque sí que me has preocupado. De hecho me has salvado muchas veces. Y como a mí a mucha gente. Tengo muy buena memoria...Podría comenzar a enumerar la lista de personas a las que has ayudado, y eso solo en mi presencia es una buena cantidad. -Hizo una breve pausa para dejar que aquel punto de vista calara en su amiga.- No has podido ayudar a todo el mundo...Y no podrás. Me gustaría poder decirte que desde ahora si te esfuerzas podrás salvarlos a todos...Pero sería mentirte. Solo podemos vivir según nuestras creencias y hacerlo lo mejor que podamos. -De nuevo volvió a hacer una pausa. -Lo único que deberías sentir es no haber contado conmigo... y obligarme a traerte a rastras hasta aquí...- Dijo como broma para tratar de hacerla sonreír aunque enseguida de nuevo volvió a ponerse seria. La tomó por la barbilla con cuidado para mirarla de nuevo a los ojos y con mucho cuidado comenzó a limpiarle las lágrimas de sus mejillas sonrosadas. -No te hubiese traído si no pensara que eres buena. Eres buena Alanna Delteria, si no lo fueras, no te dolería tanto. No atraes desgracias, luchas contra ellas. Y cuando me necesites, lucharé a tu lado. Reiré a tu lado y cuando haya que llorar, lloraré a tu lado.-
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Mensaje  Alanna Delteria Vie Jun 10 2016, 18:50

Lás lágrimas salían con fuerza desde sus ojos oscuros, limpiandolos de las sombras que se habían instalado en ellos desde ese fatídico día en el norte de Aerandir, cuando una mujer le dijera que su hermana ya no estaba, cuando la tumba de esta se abrió frente a sus ojos, cuando sus manos sangraron por el frío y sus ojos se volvieron negros perdiendo sus matices claros, semejándose más al negror de la noche que al color del cacao.

Se aferró a su amiga notando como le temblaban las piernas derrumbándose poco a poco, notando como el alma se le iba partiendo a pequeños trozos que la chica había intentado pegar con tanta fuerza como había podido, pero, igual que un jarrón roto que unos niños intentan arreglar antes de que lo vea su madre se desmorona justo frente a ellos para dar paso a el horror y el castigo, su alma, mal unida, se despegaba dejándola vacía, desnuda, y sola.

- No lo soy Níniel, no merezco que seas tan buena amiga, ¿no lo entiendes? Tu conociste a mi padre, ¿recuerdas como me llamaba?- Dijo separándose tras las dulces palabras de su amiga, aun llorando, sintiendo que ni siquiera el consuelo de esta merecía.- Mariposa azul.- murmuró.- Las mariposas azules, mariposas del mal, son signos de mal augurio, muerte, desesperación , horror, lo que yo traigo conmigo, soy una mariposa azul, un gato negro.- afirmó temblando, abrazándose a si misma.

Efectivamente, su padre lo había sabido en el mismo momento en que nació, la había llamado tanto tiempo de ese modo que la guardia pensaba era algo cariñoso, pero nunca pudo estar más equivocada, cuando descubrió lo que realmente quería decir ese nombre, cuando aprendió a leer a los 15 años, ya tarde para lo que era usual.

Cuando comenzó a investigar por su cuenta y descubrió la verdad sobre ese apodo que le debería traer buenos recuerdos a su mente... recordaba claramente haber corrido por todos los pasillos de la academia reteniendo lágrimas que había dejado caer encerrándose en una letrina.

Ni de pequeña la había querido su padre, las había abandonado por su culpa, él sabía lo que era ella, él sabía que era el augurio de la mala fortuna, tal vez su madre se había descontrolado por su culpa, había muerto por su culpa, al igual que su hermana, incluso en la guardia habían sabido algo similar cuando le habían puesto como apodo la "Gata" una gata nocturna que se encasquetaba sus ropas negras y traía desgracias a aquellos que se las buscaban. Era anuncio y espada de las sentencias que ella misma llevaba consigo a sus espaldas.

- Soy mala suerte, por eso todos se alejan, lo notan, lo saben, y huyen, es lo mejor que pueden hacer, no soy buena Níniel, aunque quiera, no puedo ser lo, es mi sino.- Afirmó entre llantos, apretando sus brazos alrededor de si misma arrodillándose en esa parte que tan poco cubría de la inmensa bañera.

Notaba las lágrimas, que con fuerza recorrían sus pestañas, ya sin siquiera llegar a rozar sus mejillas, para chocar contra la piel clara de su pecho. Sentía frío a pesar del vapor, frío y calor, su cuerpo parecía no decidirse mientras los espasmos de tristeza llegaban a ella a modo de hipidos descontrolados.

Le dolían los ojos, los brazos de aferrarse con tanta fuerza que sus uñas se habían hundido en su fina piel haciéndola sangrar, llevando las gotas hasta el agua cálida, la garganta, perforada por los sollozos que le cortaban la respiración hasta el punto de sentirse ahogada, pero nada le dolía tanto como el corazón, que parecía que, tras haberse caído al suelo tantas veces, y habiendo sido reparado de forma precaria tantas otras, se negaba a regresar a su sitio, ni que fuera con nuevas marcas.

Lo peor de todo, sabía Alanna, era que, por mucho que le disgustara, era la primera vez en meses que sentía de verdad, que se permitía dolerse, llorar sus perdidas y dejar salir todo lo que llevaba dentro, de un modo tan brutal que sentía poder llorar durante días.

Nunca se dejó llorar la marcha de su padre y el sentimiento de vacío que esta le dejó. No pudo soltar más que dos lágrimas por su madre porque debía cuidar de Elise. No lloró cuando esta se marchó del orfanato sin ella. No tuvo más que dos días de plazo para lamentar la perdida de su hermana o la traición de su padre, porque, aunque no lo quisiera admitir, aun había confiado en que en el corazón del hombre quedase algo de humanidad, y el descubrir que se equivocaba quemaba como una daga ardiendo que le atravesaba el pecho haciendo que todas las muertes y perdidas que había sufrido hasta ese entonces no hicieran más que multiplicar su dolor.

Porque tal vez, solo tal vez, si ella no hubiera sido tan cobarde, si no hubiera confiado tanto en la humanidad latente en una persona que a penas era humana, su hermana seguiría viva. Aun no se había permitido llorar a su mejor amigo, perdido por segunda vez en el camino de la vida, a quien era incapaz de ayudar, sintiéndose impotente ante su propia incapacidad para ayudarle a recuperar lo que era más importante para una persona, lo que hace que la gente sea quien es, su pasado, sus recuerdos.

Todo lo que no había llorado, lo lloraba en ese instante, agachada, clavándose unas uñas largas en unos brazos temblorosos, hundida en un agua que se llevaba la sangre y el dolor ante la visión de la única amiga que le quedaba, que debía estar pensando que estaba total y absolutamente loca. Pero no podía seguir reteniendo ese dolor en su corazón sin romperse del todo. Llevaba años de dolor acumulados que no había dejado salir, que había ocultado tras una fachada de alegre responsabilidad y bondad. Una bondad que, posiblemente, solo tratara de compensar todos sus pecados.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Sáb Jun 11 2016, 01:42

Níniel sabía que su amiga estaba mal, incluso había podido intuir en su mirada, en sus falsas sonrisas intentando resultar agradable y el modo en que se comportaba últimamente que quizá peor de lo que esperaba, pero la realidad superaba sus peores expectativas ampliamente. Aquello iba mucho más allá de la muerte de una hermana y el abandono de un padre cuando era apenas una niña, aquellos sucesos, a pesar de lo trágicos que resultaban por sí mismos no eran más que la punta del iceberg de los males que atormentaban a Alanna y atenazaban su espíritu. Una oscuridad que la elfa comenzaba a dislumbrar a través de los pequeños fragmentos de su historia que la humana entre llantos y sollozos a duras penas lograba articular.

-Claro que recuerdo a ese hombre, no es alguien precisamente fácil de olvidar. Y también el apodo ¿Pero qué tiene que ver eso?.- Alcanzó a preguntar manteniendo su amable y calmado tono de voz y sin alejarse de ella, buscando reconfortarla con su contacto y ayudarla en tan crítico momento con constantes muestras de cariño y comprensión.

Realmente la peliblanca no veía la importancia de aquel modo de interpelarla en esos momentos. "Mi mariposa azul". Níniel lo había considerado en su momento extraño por la situación y también por salir de la boca de uno de alguien apodado "El cuervo". Un individuo que si bien en un primer momento pareció ser uno de los cabecillas de un poderoso y peligroso grupo de sectarios luego resultó ser un asesino traidor a los suyos y con unas motivaciones poco claras, por decirlo de alguna manera. Pero a pesar de ello la peliblanca había encontrado el modo de usar ese apodo como...Cariñoso. Al menos lo más cercano que un hombre tan oscuro como las plumas del ave que le daba apodo podía estar del cariño. Precisamente por ello, cuando Alanna continuó hablando, a la joven elfa le resultó raro que aquel nombre de insecto tuviera unas connotaciones tan negativas, especialmente porque quizá fuese así entre los orejas redondas pero no entre los elfos de aquel lugar, como tampoco las tenían los gatos negros. De hecho resultaba una idea tan absurda a ojos de la peliblanca que el color de las alas de un insecto o del pelaje de un felino diera mala suerte que de no estar en la situación que estaba lo hubiese encontrado digno de varias carcajadas.

En vez de eso, cuando la joven guardia terminó de hablar y se sumió en unos pensamientos tan oscuros como su ánimo, pues no hacía falta poder leerle la mente para saberlo, la sacerdotisa se colocó lentamente a su espalda y se colocó de rodillas a su espalda, apartando las manos de la castaña de sus brazos para que dejara de marcarse la piel. Entonces trató de hacerla entrar en razón y de paso evitar que se lastimara más. Comenzando de paso también a curar aquellas nuevas heridas con la misma delicadeza con la que había tratado antes sus moretones, necesitando apenas unos leves roces para hacerlas desaparecer.

-¿Te estás escuchando?. Eres una chica lista y avispada. ¿Realmente crees en esas supersticiones absurdas?. ¿También te apodan "espejos rotos", "sal derramada" o "El grin"?. Por si no lo sabes es el grin es un enorme perro negro que algunos poblados asocian a lo mismo que tú asocias a una mariposa azul.- Le comentó sin cambiar el tono o ritmo de su voz. - Las alas de la mariposa azul tienen un polvo muy fino y transparente adherido a ellas. Ese polvo es tóxico, en ciertas cantidades incluso mortal, de hecho también afecta negativamente a los que poseemos el don de la magia. Aunque ya debes saberlo, sabes de venenos por tu trabajo, yo lo sé porque son efectos a evitar en alquimia. Sin embargo quizá no sepas que bien tratadas, las alas de mariposa azul pueden fortalecer ciertas aptitudes mágicas y que son muy apreciadas por los encantadores pues la tinta que preparamos para ellos fortalece sus runas. Seguramente sea por eso que tienen tan mala fama entre los humanos, desde luego no entre los míos. Y desde luego tampoco un gato negro, ni un perro negro auguran nada malo. De hecho tengo uno, una cachorro. Se llama Noctis y es super adorable...El único mal fario que trae consigo es que le gusta mordisquear mis botas...E incluso así es adorable- Le explicó sabiendo que de todos modos su lucha no era contra la lógica y la razón, si no contra el velo de tinieblas que cubría a su amiga y no la dejaba ver más allá, podía ver con los ojos pero estaba cegada y había perdido el rumbo. No se la podía culpar, pero no pensaba dejarla así.

-La que habla no eres tú, es el dolor a través de tí. Y no es malo sentir dolor ante la pérdida, pero si rendirse ante él.Has perdido mucho, pero no ha sido culpa tuya, de hecho culparte a ti misma es simplemente lo más fácil, porque seguir adelante es más difícil. Has salvado vidas, salvaste la mía. Has vencido a seres poderosos, monstruos, y monstruos disfrazados de personas. Son la prueba irrefutable de que lo que dices son tonterías. No eres un mal presagio, eres todo lo contrario. No fuiste muerte para esa gente...Fuiste luz. No puede ser negado.- Terminó de decirle volviendo a abrazarla desde su espalda con fuerza. -Solo alguien que no te quiere te dejaría rendirte tan fácilmente. Un día te reunirás con ellas, pero hoy no. Hoy toca colocar un pie delante de otro y seguir caminando, no desperdiciar el don que se nos ha dado. Entonces, cuando llegue ese día, cuando pienses en las veces que tropezaste y no rendiste, que caiste y te levantaste, no tendrás que bajar la mirada ante los que nos preceden en esa senda, que más tarde o más temprano, todos recorreremos.-

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Mensaje  Alanna Delteria Dom Jun 12 2016, 22:03

Por desgracia, sabía Alanna, Níniel tenía razón, se había rendido, había luchado ya demasiadas batallas perdidas, demasiadas almas caídas por el camino, había roto su alma para dividirla en pedazos durante demasiado tiempo, intentando repararla con retales torcidos que de poco servían más que como meros parches.

Ella misma se sentía, ni más ni menos, que como una simple muñeca rota y desechada en algún cubo de basura, al fin y al cabo, ¿qué podía ofrecer una muñeca de trapo desvencijada, sucia y hecha jirones? Se había perdido a si misma en su propio silencio, ahogándose en un mar de oscuridad en el que se había ahogado poco a poco, creyéndose fuerte y dura, creyendo luchar, sin lograrlo.

Suspiró intentando recuperar el aliento que había perdido con el llanto, que aun recorría sus mejillas surcándolas con sal. Níniel tenía razón, había elegido, esa vez, el camino fácil. Pero había recorrido tantas veces el tramo complejo, lleno de piedras que le saltaban a la cara, baches que no le permitían avanzar, lodo que la hundía y del que lograba salir, llena de barro, zarzas que la herían y le clavaban espinas en la piel, obstáculos que le habían cortado el paso sin pudor alguno y que se había visto obligada a sortear o arrasar con ellos con la ira de un volcán, que se había cansado.

Estaba agotada, herida, maltrecha con un alma hecha trozos y un corazón roto, dolida, abandonada no una, ni dos, si no tres veces, sin la oportunidad de luchar, puesto que, a pesar de sortear sus obstáculos, jamás había llegado a tiempo para combatir con su principal peligro y ayudar a quienes la importaban, estaba cansada de pelear por una oportunidad que nunca llegaba, hastiada de una lucha que, aun siendo suya, no le permitían llevar a cabo, harta de suplicar por algo que debería haber tenido pero jamás le concedían.

Cuando fue pequeña, no pudo hacer nada por su corta edad, cuando creció un poco, no puedo hacer nada por estar en la inopia, y a sus veinte años, seguía igual de ingenua y a oscuras que cuando era niña, nadie le decía nada, nadie la tomaba en cuenta, nadie le permitía pelear por lo que quería a pesar de estar reclamándolo y buscando durante años con uñas y dientes. Luz, decía su amiga elfa, ¿Cómo alguien con tanta oscuridad en su interior puede ser la luz de nadie?

Cuando recibió el abrazo de la chica, las lágrimas que parecían haberse ido secando poco a poco volvieron a brotar en silencio, agachada, tomó uno de los brazos de la elfa con manos temblorosas y dejó que las lágrimas cayesen despacio en silencio, por su garganta agarrotada, que ni fuerzas tenía ya para un mero sollozo. Debía llevar, al menos, quince minutos llorando, o eso se le antojaba dado el profundo dolor de cabeza, la ansiedad, el dolor de sus pulmones y la quemazón de sus ojos y mejillas.

Allí, arrullada en los brazos maternales de alguien que parecía apreciarla de verdad, si no, a que santo estaría aguantando los lloros de nadie, parecían cobrar sentido las palabras de la elfa, ¿estaría siendo tan negro y equivocado su pensamiento como la mujer de pelo pálido parecía creer con certeza absoluta? Intentó repasar, entre las sombras de su mente, las caras de aquellos a los que había logrado socorrer.

Ancianos y adultos, jóvenes y no tan jóvenes, niños e incluso familias completa asaltaron su memoria, profesiones diversas, desde mendigos a señores, pasando por artesanos, prostitutas y las más diversas personalidades llegaron a su mente, guerreros, aquellos sumidos en el horror de Térpoli, el orgullo de sus padres adoptivos. Sin embargo, ¿eso lo hacía mejor? ¿por qué era capaz de ayudar a completos desconocidos pero no a la gente que realmente le importaba?

Suspiró e intentó abrir un poco su mente, las lágrimas habían comenzado a dejar espacio para la razón, realmente, en algo Nin se equivocaba, ella no era luz, era oscuridad, la oscuridad más absoluta, total y concreta, por ello, la poca luz que tenía dentro parecía ser grande, cuantas más sombras, más visible es la luz.

- ¿Por qué?- murmuró entre lágrimas, mucho más tranquilas que las anteriores, con voz rota pero entendible.- ¿Por qué puedo ayudar a todo el mundo, pero siempre llego tarde para ayudar a quienes de verdad me importan?- Preguntó con cierta desesperación, girándose a abrazar a su amiga, necesitando un apoyo solido antes de derrumbarse por completo.

Durante mucho tiempo había pensado que el problema era ella, su cobardía, su terror a actuar y perder, su incapacidad, su inutilidad, pero Níniel demostraba tener una opinión muy diferente, y tras llorar lo que no había llorado durante 20 años, llorándolo aun, esperó encontrar algo de consuelo en una voz ajena, un consuelo que había temido buscar siempre, asustada porque le dieran esa razón que creía tener. Ahora, con el miedo y la torpeza de un cachorro en sus primeros pasos, decidía intentarlo, a sabiendas de que podría resultar aun más herida, pero temiendo que, estando ya rota, poco más le quedaba para estropear.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Lun Jun 13 2016, 20:59

Níniel le devolvió el abrazo sin dudarlo, compartiendo una vez más el calor de su piel con su amiga y buscando terminar de calmarla con suaves caricias, ofreciéndole apoyarse en ella tanto como quisiera, casi como si la humana fuese una niña y no la valiente mujer que a diario se enfrentaba a lo peor de la sociedad para proteger a la gente. Aquello le recordó a la peliblanca el breve lapso de tiempo en el cual Alanna fue realmente una adorable niñita de ondulado y largo cabello castaño, mejillas sonrojadas, mirada inteligente y despierta y culo inquieto. En ese momento vio claro que a pesar de haber conseguido revertir aquella situación y devolverle a la gata su cuerpo y mente de adulta antes de que los efectos se volvieran permanentes en realidad siempre había sido una niñita asustada. Una niña que había luchado con todas sus fuerzas por derrotar al miedo con entrenamiento físico y armada con un par de dagas pensando que aquel era el camino, que si era fuerte y rápida el miedo y el dolor no volverían a alcanzarla...Pero no tenían que alcanzarla, porque nunca la habían dejado escapar. No se puede escapar de algo así, hay que afrontarlo. Como estaba empezando a hacer por fin.

-A pesar de mi juventud he leído cientos de libros de todo tipo, aprendido de los mayores sabios de mi pueblo con siglos de experiencias a sus espaldas e incluso he tenido la oportunidad de aprender de los brujos de las islas...Se podría decir que soy un recipiente de todo ello, destilado y concentrado con el propósito claro de superarles a todos ellos y no solo saber lo que ellos saben sino...Dar el siguiente paso. Igual que llegado el momento deberé ocuparme de que los que lleguen después de mi den el siguiente paso al mío. Aún así solo puedo decirte lo que pienso pues no conozco la respuesta a esa pregunta, solo mi respuesta.- Comenzó a decirle la peliblanca a su amiga  sin que su voz dejara de sonar musical y agradable al oído de cualquiera. -No puedes ayudar a todo el mundo. Ni estar en todas partes a la vez. Eso es obvio y no puedes castigarte por no ser capaz de estarlo, o por no ser omnisciente y omnipotente.  -Hizo una leve pausa para clavar sus ojos aguamarina en los de su amiga pues quería que aquello quedase claro y la humana dejara de mortificarse con imposibles. -No merece la pena martirizarse con "¿Y si...?" o "debería...". Realmente no puede saberse qué hubiese pasado. Podría haber sido tal y como te gustaría, qué fácil parece ahora hacer bien las cosas del pasado, ¿Verdad?. También podría ser mucho peor. Parece injusto, incluso cruel. Haber salvado tantas vidas y no haber llegado a tiempo de salvar a tu hermana. Una broma del destino, un castigo de los dioses, mala suerte...o nada de eso, depende de tus creencias. Y podría ser verdad pero...¿Cambiarías todas esas vidas por la de tu hermana?.-

En ese punto la peliblanca guardó silencio aunque no se separó de su amiga. Estaba allí para ayudarla, consolarla y ser el bastón en el que se apoyase para levantarse pero, la que debía hacerlo era ella. Era ella la que tenía que darse cuenta de que se había abrazado a unas necias supersticiones por pura autocompasión y que no era verdad que fuese portadora de la mala suerte aunque hubiese vivido desgracias. Que había hecho mucho bien a muchos y que el mal que asumía como propio no era suyo por mucho que le doliera. Que no fue su arma la que acabó con la vida de su hermana ni por acción ni por omisión pues en todo momento hizo todo lo posible por reunirse con ella, siguiendo cada rastro y cada pista con lo poco que sabía. Tenía que poder ver por sí misma que huír del miedo y el dolor no era ninguna solución. Qué hacía bien en llorar cuando no podía más y pedir ayuda. Que sus amigos no iban a burlarse de sus lágrimas ni de sus miedos.

- No puedes salvarlos a todos pero sí puedes seguir intentándolo. -Níniel sabía muy bien de lo que hablaba, era sanadora.
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Mensaje  Alanna Delteria Dom Jun 19 2016, 23:04

Tal vez la elfa de pelo blanquecino tuviera razón, no podía estar en todos lados, no podía ayudar a todo el mundo, pero eso no quería decir que no pudiera intentarlo, cada vez que no había estado junto a alguien, cada vez que se había desentendido, cansado o despreocupado, había sucedido alguna desgracia, quería ayudar, quería proteger, pero, sobretodo, quería proteger a la gente que le importaba. Y, por desgracia, cada vez quedaba menos de esa gente.

Con a penas 5 años había tenido que decir adiós a su padre, con 8 había tenido que decir adiós a su madre, a los 10, a su hermana, para perseguirla por todos los rincones de Aerandir, a los 21, antes de encontrarse, cuando ya la rozaba con las puntas de los dedos, cuando estaba a poco de poder abrazarla de nuevo, y de decirle todo lo que no le había podido decir, la había perdido nuevamente, a los 21 también había perdido a su mejor amigo, tras reencontrarlo pocos meses atrás.

Desde que era pequeña había estado perdiendo a gente importante una tras otra, y a su hermana, la había perdido y creído encontrar tantas veces, que al ver que ya no volvería nunca, había visto truncada, no solo su esperanza, si no sus ganas de luchar y seguir adelante. La elfa le hacía una reflexión clara, ¿cambiaría todas las vidas salvadas por la de Elise?

- No, pero con gusto daría la mía.-
pronunció en un susurro con lágrimas silenciosas.

En cambio, algo le decía que no podía aceptar lo que decía la elfa sobre no replantearse los sucesos, esos "y si", que ella nombraba, las dudas que le asaltaban la cabeza, eran los únicos seguros de que era capaz de controlar y decidir su destino, si, como Níniel decía, no podía haber cambiado nada, que sentido tenía hacer nada si el destino estaba dictado.

Eso era algo que se negaba a aceptar. Si algo salía mal, si cometía un error, no estaba dispuesta a aceptar que no había sido fallo suyo si no de cualquier ente superior que hubiera decidido por ella. No, sus fallos eran suyos, al igual que lo eran sus aciertos.

No podía aceptar que cuando alguien cometía un acto deleznable no fuera por elección propia, si no por una conspiración del destino que lo había querido de ese modo. Si fuera así, su padre no había sido un asesino por gusto, si no por casualidad, no habría abandonado a su familia por que lo había querido así, si no por devenires del tiempo.

Suspiró cuando las lágrimas comenzaban ya a secarse, y aflojó un poco el fuerte abrazo y se alejó unos centímetros de Níniel. Tal vez pudiera seguir intentandolo, pero, al menos de momento, no se sentía con ánimos ni ganas de seguir haciéndolo. Estaba decepcionada, decepcionada de si misma, del mundo, de lo que conocía y de lo que no, de sentirse inútil a pesar de todos sus esfuerzos, solo quería descansar, cerrar los ojos y olvidarse del mundo.

- No lo se Nín, no se si puedo seguir intentandolo.-
Explicó en un susurro a penas audible mientras se alejaba de ella.

Miró un segundo el agua y se sumergió de un saltó nuevamente, notando las marcas ardientes de sus lágrimas quemar aun más su piel al contacto del agua vaporosa. Buceó en un ligero intento de despejarse unos cuantos metros y se dejó salir echando hacia atrás su pelo tomando aire de golpe.

Aun le dolía la garganta de su llanto, que aun le agarrotaba las cuerdas vocales, provocándole un terrible dolor de garganta y una voz ronca que era poco más que un murmullo herido de música rota. Su cuerpo, dolorido por toda la tensión, tras llorar durante tanto tiempo, a pesar de sentirse pesado y encogido, parecía libre por primera vez.

Volviendo a sumergirse, intentó concentrarse en las sensaciones de ese instante. el calor del agua junto a sus ondulaciones rozando su piel desnuda, moviendo su pelo, enredandolo, destensando su cuerpo y deshaciendo los nudos de sus nervios. Bajó el agua, dejó escapar dos lágrimas, convencida de que Elise habría disfrutado más que ella de esas sensaciones, y, cuando notó que le faltaba el aire, se dejó salir, casi de golpe, permitiendo que las gotas de su brusca salida salpicasen el agua a su alrededor.

Apartó el pelo de su rostro y lo escurrió con calma, mientras el agua le hacía cosquillas en el pecho, sonrió ligeramente con tristeza, necesitaba unos días de calma para pensar, simplemente relajarse, distraerse y poder aclarar sus ideas, alejada de todo y de todos, tal vez, así, pudiera sentirse mejor, volver a ser ella, o al menos, intentarlo.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Miér Jun 22 2016, 01:07

La peliblanca se quedó quieta mientras su amiga se alejaba de ella, más serena aunque con la tristeza pintada en el rostro. La humana ya había llorado todo lo que tenía que llorar por el momento, aunque sin duda alguna volvería hacerlo, y tras el llanto debía meditar bien en las palabras y los actos de la joven elfa, así como sobre lo que ella misma pensaba. No eran asuntos a los que dedicar unos pocos minutos, muchas sombras se habían extendido por su mente, corazón y alma como para que una sola conversación durante el baño pudiesen arrojar luz donde durante tanto tiempo solo había habido oscuridad, aunque esperaba al menos haber conducido a Alanna hacia un camino que parecía no haber sido capaz de ver por sí misma. Si lo recorría o no lamentablemente no era algo que Níniel pudiera decidir por ella, como mucho podía darle un empujón en aquella dirección, o dos si se obcecaba con más tonterías como las de la mariposa azul y demás supercherías de orejas redondas.

Mientras la castaña buceaba bajo el agua, ya a unos metros de ella, Níniel no pudo evitar seguir dándole vueltas a todo aquello para intentar entender mejor por lo que estaba pasando su amiga y de ese modo ser de mayor ayuda, incluso aunque para ello tuviera que ponerse en su piel, tan difícil y tan fácil...

Por supuesto entendía lo que era la pérdida aunque nunca hubiese perdido a nadie muy cercano a ella. Aún así no podía sentirla del mismo modo que los humanos pues según sus creencias sus difuntos regresaban a la madre, algo que si bien causaba pena en el corazón de los que quedaban atrás, no causaba un dolor tal como el que parecían sufrir muchos Shem, incluso aquellos que creían en alguna de sus deidades. Además, como sacerdotisa, confiaba en el poder de los dioses. Para ella era algo obvio que existían y, aunque dueña de su propio destino, de sus decisiones y responsable de ellas, tenía claro que eran fuerzas superiores capaces de intervenir en su vida. Era un consuelo saber que estaban ahí, incluso aunque guardaran silencio la mayor parte del tiempo. No parecía ser el caso de su amiga a la que nunca había visto profesar ningún tipo de creencia de ese tipo.

Pero si algo entendía Níniel era ese sentimiento de haber llegado tarde, de no haber podido hacer lo suficiente. Había salvado muchas vidas tratando heridas, infecciones, enfermedades...Pero también había sido incapaz de ayudar a muchos otros. Había llegado tarde muchas veces pudiendo únicamente dar consuelo a un moribundo, o elevar una súplica a sus deidades rogando por las almas de los muertos. También había sentido la desazón de ver como sus capacidades no eran suficientes y visto como una vida se escurría por entre sus dedos por mucho que llevara su cuerpo al límite en el intento. Una vida que su madre hubiese sido capaz de salvar con los ojos cerrados y una mano a la espalda...Pero su madre no estaba allí y ella era la que era y no su madre. No podía salvarlos a todos... pero ella tenía claro que seguiría intentándolo, y si volvía a fallar aún dándolo todo lo volvería a hacer. Siempre volvería a intentarlo. Así había sido criada, así había sido educada, esas eran sus creencias y esa era su voluntad. Porque si sencillamente no lo intentaba, entonces sí que no podría salvar a nadie.

-Te entiendo, Alanna. Es algo que debes decidir tú, aunque no estás sola y te ayudaré. Para mi no hay opción. Si lo intento quizá falle. Si no lo hago es seguro que lo haré. Asique lo intentaré una vez tras otra. Podría perdonarme fallar, pero no dejar de intentarlo.- Dijo seria, compartiendo con ella su más íntima determinación al igual que había compartido con ella su dolor y sus lágrimas. Puede que ambas hubiesen entrado al agua sin ropa, pero era en ese momento cuando ambas realmente estaban desnudas la una frente a la otra.

Con cuidado Níniel comenzó a salir lentamente del agua usando las pequeñas escaleras por las que entró y sintiendo el agua deslizarse más y más por su piel con cada peldaño que subía, al mismo tiempo que sentía el frío que le causaba el contraste de temperaturas entre la caliente agua del baño y el aire de la habitación. Aún húmeda salió del todo y se dirigió con pasos lentos pero seguros hasta el cercano armarito para tomar una de las suaves toallas y comenzar a secarse su larga melena blanca y luego, poco a poco, el resto de su cuerpo de piel blanca y de aspecto suave como la porcelana que permitía a cada gota de agua resbalar hasta el suelo sin apenas dificultad en su camino.

-Al final no he utilizado las sales perfumadas...Tienes que recordarme que la próxima vez las use sin falta. Creo que te gustarán.- Comentó mientras terminaba de secarse tratando de establecer una conversación algo más ligera que la anterior, con toda la intención de no pasarse toda la estancia en Sandorai machacando a Alanna con temas tan serios. También quería que se relajara, descansara y que volviera a recordar que las amigas también estaban para pasarlo bien con ellas. -Deberías salir ya o terminarás arrugada como una pasa...Además quiero ver que tal te queda la ropa de aquí. Recuerdo que cuando te vi con aquel vestido azul estabas realmente bonita y elegante. Bueno eres una humana bonita. Si te crecieran las orejas incluso parecerías una elfa. Aunque sinceramente me gustan así como las tienes, son pequeñas y monas.- Le dijo con una sonrisa comenzando a vestirse, empezando por la ropa interior de color blanco y negro y luego con una túnica blanca y dorada muy vaporosa y, que si bien tapaba lo justo, como toda su ropa podría resultar bastante atrevida para los cánones de Lunargenta.
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Mensaje  Sigel Miér Jun 22 2016, 13:01

Una mariposa de preciosas alas azules y negras apareció de la nada y se interpuso entre las dos chicas. Su aleteo era lento, grácil y hermoso. Al verla, nadie pondría en duda que el bosque Sandorai posee magia. Una magia que nacía de la bondad, de la honestidad, de la sanación y del saber estar. Una magia que pocos eran los que podían llegar a ver como lo estaban viendo ellas. Una magia cuyos colores eran de bello azul y negro.

La mariposa posó sus patas traseras sobre el agua muy lentamente. De estar ahí otras personas, tendría miedo y jamás se hubiera quedado quieta a descansar. Pero ni la humana ni la elfa iban a dañarla y ella lo sabía. Podía parar cinco minutos y beber del agua que Sandorai le regalaba.

Llegó la oscuridad. De repente, toda la sala se hizo negra y después la casa entera. La mariposa fue la primera en asustarse. No podía ver nada. Todo bajo la sombra de la nube desapareció y la mariposa azul y negra murió en el agua de la bañera.
_____________________

“Uno, dos, tres…” empezó a contar para sí cuánto tiempo la nube cubría la zona que estaba vigilando “setenta y dos, setenta y tres, setenta y cuatro…” la bomba de humo estaba durando mucho; más de lo que cualquier otra bomba que ella hubiera visto y ya había visto unas cuantas “trescientos veintisiete, trescientos veintiocho…” se puso a cuatro patatas en la rama donde había subido y agudizo la vista por tal de ver algo más del interior de la casa, no importaba qué, una señal de que sus amigas estén bien.

-¡Piny, Viny!- ese no era el nombre real de las chicas, pero ella ya las había bautizado por ese nombre y no lo iba a cambiar. -¿estáis ahí?- no se escuchó nada a excepción del dulce ruido de las aguas termales. Unas lágrimas se escaparon de los enormes ojos verdes de la chica al imaginarse de que algo malo le hubieran pasado en el interior de la casa de Viny.

Ya iba por el número trescientos catorce cuando un hombre enmascarado salió de la nube negra. ¡Tenía a Piny! Por puro instinto de supervivencia. Sonagashira, se abrazó a sí misma sujetándose los pechos por miedo de que le hicieran algo también a ella. Después de Piny, irá Viny y luego ella. No podía dejar que el hombre enmascarado, al que se inventó que su nombre sería Gon, hiciera daño a nadie. ¿Pero qué iba a hacer? Solo era una chica mariposa. No tenía armas para atacar ni armadura para protegerse. Ella no era como sus nuevas amigas Piny y Viny, Sonagashira solo podía llorar y ver como Gon hacía daño a sus amigas.  

Fue con el número novecientos tres que la nube negra desapareció por completo. Viny todavía estaba dentro de la casa, podía verla através de una ventana. ¿Muerta? No. No estaba muerta. Solo dormida. Sonagashira no dudó un segundo en dar un gran salto desde el árbol donde había estado subida, llegar hasta la casa de Viny y entrar por la misma ventana por la que había huido Gon. Su parte animal, además de excelente visión, también le daba una gran agilidad y velocidad.

-¡Viny, Viny!- la llamó mientras la agitaba para despertarla -¡No es hora de dormir, todavía queda mucho!- cada vez los empujones que daba eran más rápidos y más fuertes. –Soy yo, tu amiga. Las mariposas me dijeron que eras amiga y estoy aquí. ¡Ahora despierta!- gritó con fuerza con un gran empujón. Al ver que la elfa no despertaba, Sona se quedó quieta arrodillada a su lado y volvió a llorar, esta vez más tranquila porque sabía que su nueva amiga estaba viva.
Sonagashira:
_____________________

* Alanna Delteria: Unas cadenas te atan con fuerza las manos y los pies. Estás desnuda en una cama de una habitación desconocida. En el siguiente post deberás coger información de dónde estás y cómo has llegado hasta ahí. Inventa por lo menos dos detalles de la habitación que te llamen la atención.

* Níniel Thendiel: Algo malo ha pasado: alguien ha entrado cuando menos lo esperábais y se ha llevado a Alanna. Por fortuna tienes un testigo a la que le puedes sacar mucha información: La chica mariposa, Sonagashira. Por el momento, no podrás controlar a Sonagashira.  

* Ambas: Todas las decisiones que toméis en el rol a partir de ahora tendrán consecuencias en un futuro, tanto positivas como negativas. Sed precavidas.
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Mensaje  Alanna Delteria Miér Jun 22 2016, 16:31

Le dolía la cabeza, una suave luz entraba por la ventana dándole en los ojos, notaba una brisa suave sobre su piel, que, al parecer, seguía sin ropa alguna, ¿se habría quedado dormida en la bañera? No, no podía ser, recordaba haber estado perfectamente despierta, nadando, flotando mientras Níniel se vestía y la instaba a salir, cuando algo había entrado por la ventana. ¿Qué había entrado?

Ya lo recordaba, una mariposa azul, al verla, había pensado que era preciosa, que, como Níniel decía, no podía traer mala suerte algo así, algo tan bonito no puede ser un mal augurio, eso había pensado en ese instante, sin embargo, la oscuridad no había tardado en entrar en la sala un humo negruzco las había envuelto, ella había gritado el nombre de su amiga en un intento de llegar a ella, apartando el agua con rapidez, avanzando de pie, había llegado a tocar las escaleras, sin embargo, algo había envuelto su cintura.  Un brazo, el brazo de alguien, de un hombre, si no se equivocaba, estaba delgada, pero, por muy poco que pesara, una mujer no había podido con ella con esa facilidad.

Se había sentido débil por un instante, había notado como la cargaban sobre un hombro mientras el sueño acudía a ella, había llegado a oler a chocolate y pimienta con un algo fresco y, al final, había caído dormida sintiendo el frío en las piernas y viendo un borrón negro.

No podía ser, se encontraba en un lugar demasiado cómodo, demasiado fresco, con un aroma demasiado limpio como para que todo eso hubiera sucedido, debía haberse desmayado por el calor, sin embargo, cuando intentó girarse en la cama para apartar sus ojos del sol, sintió un peso en brazos y piernas, con ceño fruncido, abrió los ojos con cuidado.

Lo primero que vio fueron unas paredes blancas, impolutas, con un cuadro elegante, un bodegón, colgado en la pared frente a ella, justo sobre un escritorio de madera de cerezo, con ese característico color claro, ricamente decorada. Abriéndose paso entre las brumas de su sueño y el dolor de cabeza, se concentró en lo que la había despertado del todo. Su falta de movilidad.

Se intentó sentar y pudo ver sus muñecas, envueltas con muñequeras negras de metal enganchadas a gruesas cadenas que llegaban hasta el cabecero de la cama al que se enganchaban, y sus tobillos, igual que sus muñecas, enganchados a las patas, al menos podía moverse, aunque por el largo de las cadenas, no podía ni bajar de la cama. Suspiró con fuerza, seguía desnuda.

Tembló un poco al notar una ligera brisa, estaba ya seca, con su pelo enmarañado y la piel descubierta. Se abrazó a si misma, exasperada, al final ella tenía razón, las mariposas azules daban  mala suerte. se abrazó las rodillas desde el centro de la cómoda cama con dosel. Y se tapó con una de las sábanas, tan blancas como las paredes. No quería luchar, lo que fuera que le esperase, allí estaba.

El cuarto era de un blanco impoluto, un gran armario, tan elegante como el escritorio frente a ella, una banqueta frente a la alta y mullida cama, una mesa de té repleta de comida y una ventana entreabierta por la que entraba el sol y la brisa. Le resultaba todo tan curioso, ¿por qué nadie la secuestraría para dejarla en un lugar tan confortable? y, sobre todo, ¿por qué si la ataban dejarían abierta la ventana? ¿Es qué no se daban cuenta de que su especialidad era librarse de cadenas? Para colmo en un lugar con armario, parecía que quisieran que escapase, esa ventana le resultaba una tentación, si no tuviera las cadenas, ya habría saltado. También una oscura puerta de roble, de aspecto pesado y bisagras negras, que si parecía cerrada a cal y canto.

Un nuevo suspiro, ¿por qué buscaba formas de salir? Si total, ¿ya que más daba? Se tumbó de golpe en la cama, encogida y aun tapada con la sábana, de cara al escritorio. El cajón de este tenía una llave colgada, y de esta, colgaba otra llave, más gruesa, más pesada, negra, la llave de las esposas, probablemente, era como si alguien quisiera llamar su atención sobre ese mueble en concreto al igual que la ventana abierta, estaba claro que algo raro había pasado. ¿Y la comida? no entendía nada.

"¡Vamos Aly!"
escuchó por parte de su subconsciente, aun adormecido, la voz infantil de su hermana, animándola como cuando eran niñas y Alanna intentaba hacer alguna pirueta. La guardia suspiró. Lo sabía, a Ely no le habría gustado que se rindiera, pero, ¿por qué luchar cuando no hay nada por qué hacerlo?

"Ely..."
pensó "Te quise, con todas mis ganas, con todas mis fuerzas, cada segundo, intenté borrar nuestro pasado para que no te molestara, desalojé mi corazón para cederte más espacio, te perseguí y cubrí con todas mis fuerzas para protejer te de todo, pero todo no fue suficiente" se dijo a si misma abrazándose nuevamente reteniendo las lágrimas.

Aun con todo eso, las palabras de Níniel seguían rondando en su cabeza, sabía que era posible que tuviera razón, y algo le decía, a pesar de todas las protestas de su mente y su alma, que debía hacer caso a las palabras de la elfa, pero, cuando la razón entiende, las heridas del corazón ya son muy profundas. Los temblores asaltaron a la chica mientras la impotencia por sus cadenas y la tristeza por su pasado, la inundaban.

Desde la puerta, una melodía suave, de una voz masculina, comenzó a oírse con tranquilidad. Tenía un tono alegre que contrastaba con el animo de la chica que lloraba en el cuarto. Un poema que su padre había usado como nana en tantas ocasiones cuando era niña, que le había sido imposible olvidarlo, sonaba de otra boca, de otra voz, pero con el mismo ritmo y cadencia, que, ademñas, parecía retumbar, debía estar en un lugar grande, al menos, los techos eran altos y los detalles, caros, sin embargo, aun intentando concentrarse en esos detalles, la voz seguía en su cabeza con la ligera tonada.

texto; No te rindas:

¿Sería cierto? ¿Seguiría estando a tiempo?

- Aunque el frío queme,/ aunque el miedo muerda,/ aunque el sol se ponga y se calle el viento,/ aun hay fuego en tu alma,/ aun hay vida en tus sueños,/ porque cada día es un comienzo,/ porque esta es la hora y el mejor momento,/ porque no estas sola,/ porque yo te quiero.- murmuró sin cantar, al tiempo que se sentaba, las palabras que aun seguían grabadas a fuego en su memoria.

La ultima parte siempre fue falsa, ¿querer? su padre no quería a nadie, ni siquiera a si mismo, pero tal vez, por luchar contra esa mentira, pudiera encontrar algún modo de seguir adelante, "La verdad te hará libre" decían, tal vez fuera la verdad de todo, de su nacimiento de su abandono, de la muerte de su hermana, la verdad de todo, lo que necesitara.

No lo sabía, era algo que necesitaba hablar con Níniel, verlo desde lejos para aclararse, pero, como fuera, antes debía salir de allí. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y, sin preocuparse ya por su desnudez, comenzó a pensar un modo de conseguir las llaves que colgaban del escritorio, una forma rápida, para cuando esa voz volviera, quería estar libre.


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Mensaje  Níniel Thenidiel Miér Jun 22 2016, 21:19

Níniel, con la respiración agitada, corría y corría en la más absoluta oscuridad. No podía ver nada a su alrededor, de hecho ni siquiera podía ver su propia mano si la colocaba delante de sus ojos, pero aún así, por alguna extraña razón sabía que no podía detenerse, que algo malo ocurriría si lo hacía, aunque tampoco sabía qué. Tampoco recordaba hacia dónde se dirigía o qué la esperaba una vez que llegara hasta allí, aunque había un cierto alivio en el mero hecho de no detenerse incluso sin saber si avanzaba en la dirección correcta. ¿Cuánto tiempo llevaba corriendo?. Era difícil saberlo, parecían haber sido horas, pero no estaba cansada por lo que debían de haber sido minutos...O no. Y entonces la vio. A lo lejos, iluminada por una tenue columna de luz plateada similar a la de la diosa Isil, la única que parecía existir en aquel mundo de noche perpetua. Un faro en un mar de negrura. Alanna.

La elfa recordó. ¿Cómo podía haberlo olvidado?. Era a ella a quien había ido a buscar allí. Todo aquello había sido planeado para ayudarla a superar su pérdida y sus miedos, para hacer que volviera a ser la Alanna de siempre. Menos mal que la había encontrado, ya solo quedaba llegar hasta ella y salir de allí. Entonces volvería a sonreír y volverían a disfrutar juntas de sus conversaciones, sus compras por la ciudad, los entrenamientos y las clases de élfico...Y de los líos en los que se metían por intentar hacer de la ciudad de Lunargenta aunque fuera un lugar un poco mejor.

Con aquella idea en la cabeza y una sonrisa en los labios la peliblanca aceleró más aún su carrera dirigiéndose hacia aquel punto de luz que era su amiga sin querer demorar su encuentro ni un segundo más de lo necesario. Fue en ese momento cuando comenzó a sentirse cansada, mucho más de lo que se había sentido mientras corría antes de haber visto aquella luz. Cada paso parecía hacer que sus pies pesaran más y más y pronto apenas fue capaz de poner un pie delante de otro sin que le costara un gran y agotador esfuerzo. Aún así no se rindió y poco a poco la distancia entre ambas fue disminuyendo hasta tenerla a apenas a unos pasos, casi como si pareciera bastar con alargar la mano para tocar el largo vestido azul de la gata, pero aunque lo hizo con todas sus fuerzas no llegó a alcanzarla. Antes de poder llegar hasta ella, una figura alada, como si de una enorme mariposa de alas azules y negras se tratara, tomó a la humana entre sus peludas patas y se la llevó volando sin que la elfa pudiera hacer nada por evitarlo, dejando tras de sí solo aquel pequeño y ya vacío punto de luz plateada, y a Níniel de nuevo sola.

***********************

Con los ojos aún cerrados la joven sintió como la zarandeaban. Al principio fue como una sensación lejana, casi imperceptible y fácilmente desechada, pero pronto aquellos movimientos aumentaron en intensidad de un modo que denotaba una clara urgencia, una que la sacerdotisa ni entendía ni compartía en su estado de somnolencia. Notaba como si todo su cuerpo pesara como si fuera de puro metal y era incapaz de moverlo más que para estirarse levemente, y por si aquello no fuera lo bastante malo sentía agudos pinchazos en las sienes ante cualquier tímido intento por abrir los ojos, por lo que pronto desistió de hacerlo, al menos por el momento.

-¿Qué?...¿Qué pasa?.- Preguntó de manera apenas audible con la boca extrañamente pastosa, tratando de recordar dónde estaba o al menos cuándo se había quedado dormida, logrando únicamente que le doliera la cabeza al intentarlo y sin lograrlo del todo. Recordaba haber estado bañándose con Alanna y haber hablado de todo aquello que la tenía tan triste y deprimida...También que había salido primero del baño y estaba terminando de vestirse y de secarse el pelo cuando...Nada, solo oscuridad. Oscuridad y aquel sueño tan raro con Alanna siendo llevada por los aires por una mariposa gigante...Absurdo, no había mariposas tan grandes, y menos cerca de Veyond.

-Alanna...Creo que pasamos demasiado tiempo en el agua caliente. ¿Estás bien?- Preguntó aún más dormida que despierta, creyendo erróneamente que aquella voz que la hablaba y la llamaba amiga era la de la humana, aunque sin entender quién era Viny ni que pasaba con unas mariposas que hablaban. -Las mariposas no hablan Alanna, los elfos somos muy sensibles con la naturaleza, pero no es como si pudiéramos mantener una conversación con un insecto.- Quiso aclarar mientras trataba de nuevo de abrir los ojos y desperezarse, logrando entreabrir uno de ellos y quedándose unos segundos mirando a la criatura que tenía encima sin que su cerebro fuese capaz de procesar correctamente lo que tenía delante. -Ummmm...Alanna...Tienes una pinta muy rara.- Dijo por fin, alzando su mano derecha para tocar a su amiga y comenzando a jugar con aquellas suaves alas. -Y te han crecido las...!¿Eh?!-

No pudo terminar la frase. En ese momento Niniel despertó del todo y de golpe al ser consciente de que quién estaba a su lado no era Alanna, de hecho ni siquiera era una humana. Y no era para menos. Abrió ambos ojos por completo a pesar del dolor de su cabeza, miró temerosa a aquella mujer mariposa desnuda que tenía casi encima y luego nerviosamente a su alrededor para ubicarse y en busca de su auténtica amiga sin encontrarla. ¿Qué había pasado?. ¿Por qué estaba dormida en el suelo del baño?. ¿Quién era esa mujer - insecto?. ¿Dónde estaba su amiga?. Decenas de preguntas sin respuesta asaltaron su mente juntas y sin duda su incertidumbre y el miedo resultarían evidentes para aquella chica. ¿Era una enemiga?. ¿Cómo había podido confundirla con Alanna?.

Totalmente despierta, aunque con el cuerpo aún entumecido, trató de alejarse de la criatura de enormes ojos verdes tan rápido como pudo sin dudar incluso en arrastrarse por el suelo para lograrlo, y cuando se hubo separado unos metros de ella comenzó a acumular maná dispuesta a luchar si era necesario, o al menos a tratar de defenderse de la mejor manera posible dadas las circunstancias. Resultaba evidente que aquella joven de largos cabellos castaños, alas, antenas y piernas de mariposa y cuerpo de humana estaba desarmada, sencillamente no es que tuviera ningún sitio donde guardar arma alguna, pero Níniel no estaba en una situación mejor pues su única ventaja, si es que lo era, era estar vestida. Quizá si la atacaba rápido la pillase por sorpresa. Con un golpe potenciado con su magia debería bastar pues no parecía especialmente dura... Fue en ese momento de estudio de sus opciones reales cuando la peliblanca percibió sus lágrimas, y con un poco más de calma que aquella joven alada parecía más temerosa y asustada que ella misma. Realmente no parecía una amenaza, si bien no había que fiarse de las apariencias. Por ello, aunque con reservas, la elfa relajo su intento de posición de lucha, basada en la observación e imitación de auténticos luchadores.

-¿Qui...Quién eres?. ¿Cómo has entrado aquí y dónde está Alanna?.- Preguntó la peliblanca sin dejar tiempo entre preguntas para que aquella chica alada respondiera, esperando sus respuestas tras la última de ellas, más tranquila pero sin bajar la guardia. Preparada para responder a un posible ataque con el único arma del que disponía en aquellos momentos, su magia.-¿Qué ha pasado?. ¿Por qué estaba dormida en el suelo?- Terminó de preguntar claramente ansiosa por respuestas.
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Mensaje  Sigel Dom Jun 26 2016, 10:03

Las ciudades élficas eran, posiblemente, las más seguras de todo Aerandir. Entrar en alguna de ellas podía ser relativamente sencillo para un avispado pícaro, salir con vida era otra historia mucho más compleja. Una labor digna de un enviado de los dioses como mínimo. ¿Quién podía haber sido el causante de las bombas de humo? Aquello era lo que se preguntaba Althir Hol’sur, uno de los guardias más veteranos de la aldea y, a pesar de ello, todavía lucía un aspecto joven y atractivo.

Hasta el momento nadie ha tenido el menor interés por la aldea. Era una aldea entre muchas otras que habían entorno a Sandorai. Nadie podía tener un motivo en especial para entrar en Veyond y, sin embargo, quien lo hizo, estaba perfectamente preparado para hacerlo.  

Nadie vio nada, nadie sabía nada y nadie se había llevado nada. Eso era lo que todos los testigos a quienes había preguntado el guardia de pelo verdiazul decían.
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Estaba muy flaca y había perdido mucho peso. Necesitaba comer y lo necesitaba ya. Pero, si le diera aunque fuera una simple hogaza de pan con mantequilla la estaría ayudando y eso no lo podía hacer. Es ella quien tiene que liberarse. ¡Que se libere de una vez! Estaba seguro que la chica podría escapar por sí sola. Ya le había dejado demasiadas pistas a la vista para poder liberarse de las cadenas; no podía darle más ayuda.

El hombre se asomó al visillo de la puerta. Estaba observando a la chica encadenada que tenía sobre la cama. De vez en cuando movía los labios como si estuviera diciendo: “Escapa. Sé que puedes”  pero ningún sonido escapó de su boca “mira en el escritorio” se tapó la boca con ambas manos y se dio la vuelta dejando la puerta a su espalda. Más ayudas no.
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¡Viny despertó! Estaba rara, la llamaba por el nombre de Alanna en lugar por el nombre de Sonagashira, el suyo verdadero. ¿De dónde había sacado el nombre de Alanna? Era extraño, muy extraño. Pero a Sona no le importó nada en absoluto. Cuando vio que su nueva amiga Viny abría muy lentamente los ojos, no pudo evitar saltar encima de ella y abrazarla con la fuerza y el cariño que no había abrazado a nadie. ¡Viny estaba bien!

Aun sentada en el suelo como estaban ambas, la elfa de pelo blanco le sacaba una cabeza a la chica mariposa.  Viny era alta, esbelta y guapa; mucho más que Sona. Sintió una pequeña envidia a darse cuenta de eso. Desde lejos no pudo apreciar todos los detalles de su amiga Viny. No vio que los pechos de la elfa eran más grandes y blandos que los suyos (eso lo descubrió en cuanto la abrazó al despertarse) ni tampoco notó el agradable aroma que desprendía. Sona deseó oler como Viny, así tendría más amigos.  

-No importa que pasó. Ya no importa nada- decía Sonagashira a la vez que le besaba el cuello de Viny, era el único lugar donde la pequeña mariposa llegaba a besarla -ahora estás bien. Se fue el malo y estás bien. Yo cuidaré de ti. Eres mi amiga y te protegeré.-

Viny seguía pareciendo asustada.  Todos los esfuerzos por darle el cariño y el calor que Sona creía que necesitaba no hacían nada. Se sentía inútil. Si no podía calmar a su mejor amiga no podía nada. Una única lágrima salió de los ojos de la mujer mariposa, pero, pronto, movió la cabeza de lado a lado para deshacerse de todos los malos pensamientos que tenía y se puso de frente a Viny mirándola directamente a los ojos con una amplia y sincera sonrisa sobre sus finos labios.

-Sonagashira- puso el dedo índice sobre el lugar donde debía estar el corazón a sí misma para identificarse -cuidará de Viny- el mismo dedo lo llevo a donde debía de estar el corazón de la elfa - no tienes que tener miedo. Eres mi amiga y te quiero.-
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* Alanna Delteria: Algo hay en el escritorio que has visto. Algo que sientes que debes de ir a por él. En este turno deberás levantarte de la cama como puedas y llegar al escritorio. Recuerda que estás encadenada. Lanza la voluntad de los Dioses, será ellos quienes decidan cuán útil es la ayuda que hay ahí dentro.

* Níniel Thendiel: Sonagashira es, en pocas palabras, una chica especial y misteriosa. Sabe más de lo que parece y hace más de lo que se ve a simple vista. Deberás interrogarla para sacar la máxima información posible que te ayude a saber dónde está Alanna Delteria. Recuerda ser cuidadosa con tus palabras y acciones. Lanzarás la voluntad de los Dioses por ver cuán efectivo es tu interrogatorio.

* Ambas: En este turno se os está prohibido usar los personajes: Althir Hol’sur, Sonagashira y el hombre misterioso que ha secuestrado a Alanna (aquel que Sona llamó Gon).
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Mensaje  Alanna Delteria Dom Jun 26 2016, 14:47

Desde la cama, observaba las llaves pensando como llegar hasta ellas, el blanco cuarto tranquilo, y esa melodía que había oído la alertaban, instándola a pelear, no podía quedarse quieta, no quería perder a nadie más, y si esa niebla la había secuestrado a ella, quien sabía que debía haber hecho con Níniel, tal vez la elfa se encontraba esperándola en algún lugar de esa casa. Podía haber atraído a la mala suerte al hogar de la elfa, pero no iba a dejar que a ella le pasara nada por su culpa.

"No más" pensó, como lo había hecho el día en que detuvo a Madame, la mujer que llevaba su orfanato. No más autocompasión, no más lloros, no más tontería, estaba triste, estaba sola, estaba cansada de todo y de todos, pero sobretodo, estaba cansada de sentirse inútil.

No había logrado salvar a nadie de los que la importaban, pero no iba a permitir que eso volviera a suceder, quedaban en su vida personas importantes, sus padrastros, que estaban sanos y salvos en Lunargenta, Eltrant, que no la recordaba pero estaba vivo, y, mientras el chico viviera, podrían hacer nuevos recuerdos, y Níniel, a quien iba a rescatar en cuanto lograse soltar esas cadenas, que, comparadas con las que la habían atado a su pena, no eran nada. Siempre es más difícil romper aquellos obstáculos que se pone uno mismo, y esas cadenas no iban a retenerla más, no mientras tuviera la oportunidad de ayudar a su amiga.

Tiró de las cadenas, mirando cuanta fuerza ejercían, eran duras y resistentes, imposible sacarlas a pulso de la madera, intentó bajas de la cama, pero no podía moverse más allá del centro, miró a su alrededor, las sábanas se envolvían a su alrededor como olas de agua clara que la intentaban cubrir sin conseguirlo, aunque la chica lo intentara, resbalaban por su piel, eran ligera, lo eran, pero, tal vez, pudiera aprovecharlas.

Con prisa, se retiró el colgante de media luna que llevaba al cuello, si tenía suerte, o bien la luna o bien la cadena se engancharían a las llaves pudiendo, así, arrastrarlas hasta que llegasen a ella. Estiró las sábanas para sacarlas de su lugar y anudó un extremo a su colgante, que, comenzó a colgar con calma desde la punta. Lo sostuvo en una de sus manos y le dio un suave beso deseando que funcionara.

Como si de una cuerda de rodeo se tratara, arrodillada sin nada que la vistiera sobra la cómoda y blanca cama, comenzó a girar la sábana en el aire para, cuando esta tuviera la fuerza justa, lanzarla hacia delante, con la esperanza de que estas dieran directamente con el llavero, se enredasen de uno u otro modo y pudiera, así, tirar y recogerlas, pudiendo, así, liberarse de sus cadenas.

No encontraba otro modo de hacerlo, estaba atrapada en una cama mullida, la más cómoda que había provado nunca, debía ser sincera, pero no tenía nada más a mano que esas sábanas y su colgante, solo tenía dos opciones para librarse, la otra era lanzarse a lo oc e intentar romper ni que fuera una de las patas de la cama, no le parecía mal saltar en un lugar tan cómodo, pero si lo que quería era ser sigilosa, no le serviría ese método, aun debía dar gracias de poder moverse lo poco que podía.

Quien fuera que la hubiera atrapado era o muy amable, o muy idiota, porque ese ligero movimiento que se le había permitido y esas sábanas para que se cubriera, le habían dado la oportunidad perfecta para huir.

"Vamos, por favor"
pidió en silencio, lanzando hacia su frente la sábana y el colgante, a penas había dado cuatro giros en el aire, si lanzaba demasiado fuerte, no lograría nada, y si lanzaba demasiado flojo, no llegaría, era un movimiento preciso que, tal vez, le costase más de un intento. Mordiéndose el rosado labio inferior espero el resultado de su jugada, deseando que funcionara, ahora que se había librado de las cadenas de su mente, no iba a dejar que la atrapasen unas cadenas reales.

Tenía que conseguirlo, por Níniel que podía estar en peligro, por poder ayudar a Eltrant a recuperar sus recuerdos, o, al menos, a formar nuevos, por no preocupar a sus padrastros, por quienes la esperaban en la guardia, pero, sobretodo, por si misma, porque necesitaba demostrarse que no era inútil, que podía hacer cosas, que podía actuar sin estropearlo todo, lo necesitaba, lo sabía, y estaba dispuesta a demostrarse a si misma que no era una simple pieza de ajedrez que se movía por la voluntad de unos dioses en los que no creía.

Por mucho que Níniel pareciera dispuesta a creer en que había alguien sobre ellos que los controlaba, ella no, ella era dueña de sus actos, y si había alguien arriba, estaría demasiado ocupado como para controlarla a ella, y como tal, solo ella podía superar aquello, y solo ella podía ayudar a su amiga, que, pensaba, la necesitaba en ese momento.
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Mensaje  Tyr Dom Jun 26 2016, 14:47

El miembro 'Alanna Delteria' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Níniel Thenidiel Lun Jun 27 2016, 20:12

Níniel no sabía qué pensar. Lo último que recordaba era estar allí de pié delante del armario de aquel espacioso baño, hablando con Alanna sobre sales perfumadas y sobre lo monas que le parecían sus pequeñas orejitas de humana, y de repente se había despertado en el suelo del mismo lugar, con un horroroso dolor de cabeza, sin saber cuánto tiempo había pasado, sin Alanna, y en la extraña compañía de una criatura aparentemente amigable, mucho de hecho, cuya mera presencia allí resultaba de los más singular y cuyo comportamiento era más chocante aún que su aspecto. Desde luego no se podía negar que la peliblanca tenía razones más que de sobra para mantenerse a la defensiva.

¿Para empezar qué era aquella chica?. Como buena Thenidiel, Níniel se jactaba de conocer cada palmo de aquella parte de Sandorai y de saber reconocer los diferentes tipos de criaturas y plantas que lo habitaban. Había estudiado durante años aquel entorno y por supuesto lo había recorrido una y otra vez...Pero nunca había visto ni oído sobre algo como aquella criatura alada. ¿Una raza desconocida oculta en la profundidad de Sandorai durante siglos incluso ante los ojos de los elfos?. Parecía descabellado, aunque la naturaleza a veces resultaba caprichosa y era una opción que no podía descartarse. ¿Y si no era una habitante del bosque, de dónde venía?. Parecía compartir algunos rasgos con los llamados hombres-bestia. ¿Era una de ellos?. En ese caso estaba muy lejos de las tierras comúnmente asociadas a dicha raza en el oeste, y aunque había visto a varios como ella al sur, en el territorio de los humanos, su presencia en Veyond resultaba atípica, como poco, especialmente unida a absoluta falta de equipamiento de cualquier tipo, ropa incluida.

-Realmente es impor...- Comenzó a decir la peliblanca con evidente prisa por obtener la respuesta a sus preguntas ante el primer instante de falta de réplica por parte de interlocutora, preocupada por la desaparecida Alanna y por la sensación dadas las circunstancias de que podía estar pasando algo malo que la afectase no solo a ella si no a todo el poblado.

Pero no pudo terminar la frase pues la chica se abalanzó sobre ella para abrazarla, igual que hiciera mientras la sacerdotisa se encontraba aún en el suelo, claro que en aquel momento Níniel había pensado que se trataba de Alanna. -Espera, no...- Trató de protestar inútilmente, sonrojándose por aquel repentino contacto tan cercano con una extraña desprovista de toda vestimenta, sin poder evitar sentir el cuerpo de la mujer mariposa totalmente contra el suyo propio a través de la fina tela blanca de su túnica. -No, no tan fuerte...- Continuó tratando de decir, pensando seriamente en la posibilidad de tratar de zafarse de tan férrea presa por las malas, aunque decidiendo no hacerlo ya que aquella chica parecía únicamente querer mostrarle un sincero cariño que Níniel no tenía nada claro merecer, al menos no de ella pues no la conocía de nada.

Tan fuerte fue aquel abrazo que la elfa terminó por perder el equilibrio y quedaron ambas sentadas en el suelo, evitando por los pelos una aparatosa caída, lo cual no pareció importarle mucho a aquella atrevida mariposa que ni con esas se separó de la peliblanca, comenzando a besar a Níniel por el cuello y logrando que esta se pusiera más nerviosa y roja aún de lo que ya estaba a pesar de que la lascivia no parecía motivar a su “nueva amiga”. Nueva y excesivamente cariñosa.

Fue entonces, entre beso y beso, que la chica comenzó a responder a las dudas de la peliblanca. No del modo que a ella le hubiese gustado, pues parecía simplemente estar tratando de tranquilizarla en vez de respondiendo, pero al menos era algo. Supo que alguien, un hombre, había entrado y salido de allí mientras ella dormía y sabiendo eso muchas más piezas comenzaron a encajar, aunque según lo hacían la situación se tornaba cada vez peor. También pudo confirmar que por la razón que fuese, aquella joven la consideraba una amiga tan cercana e intima como la propia elfa consideraba a la desaparecida Alanna, aunque no sus motivos. Desde luego si estaba mintiendo, era una actriz de primera pues ni siquiera sus familiares mas cercanos se habían mostrado nunca tan cariñosos. Casi parecía como una niña pequeña ajena a los convencionalismos y dando rienda suelta a sus sentimientos sin traba alguna.

-Ya veo. Así que eres Sonagashira. Un nombre precioso. Es perfecto para tí pues eres muy bonita - Comenzó a decirle Níniel cuando el besuqueó terminó, creyendo conveniente usar una estrategia diferente con la mariposa que la de bombardearla a preguntas. Si se comportaba como una niña, quizá obtendría más respuestas tratándola como a una. Para empezar no trató de apartarse de nuevo de ella o rehuir su contacto, ni de corregirla con respecto a su nombre. Si se sentía cómoda llamándola Viny aquel nombre serviría por el momento, y la habían llamado cosas peores. Lo siguiente fue tratar de tranquilizarse para no asustarla con tono de voz demasiado duro o exigente, por ello aunque realmente no tenía tiempo que perder comenzó a tratar de mostrarse más serena, tanto por su contacto, que aún la sonrojaba, como por todas las circunstancias que la rodeaban antes de volver a hablar. Incluso se permitió devolverle la sonrisa a Sona.

-Me alegra que estuvieras aquí para cuidar de mi. Y que me despertaras. Veo que eres una amiga de verdad. No tengo miedo ya que estás aquí conmigo...Pero estoy preocupada. Mi amiga, la que estaba conmigo, sí debe de estar asustada porque estará sola. ¿Ese hombre se la llevó?. Tenemos que encontrarla y ayudarla. Cualquier cosa que hayas visto o sepas y que pueda ser de ayuda...Tienes que contármelo. No podemos abandonarla a su suerte. Las amigas no se abandonan, ni siquiera en momentos así ¿Verdad?.-


Última edición por Níniel Thenidiel el Lun Jun 27 2016, 20:17, editado 1 vez
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Mensaje  Tyr Lun Jun 27 2016, 20:12

El miembro 'Níniel Thenidiel' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Sigel Vie Jul 01 2016, 18:57

No hay tiempo para más ayuda. Quería seguir observando a Alanna, estaba realmente impresionado con el truco de las sabanas. Realmente fue una buena idea aunque no funcionase por completo. No tardaría demasiado en descubrir como salir de la habitación; salir de la casa árbol que él mismo había construido para la ocasión ya sería otro cantar. Fuera como fuere, tanto si escapaba como si moría en la casa árbol, él lo iba a saber.

Sin más dilación, se aseguró que la puerta de la habitación estuviera cerrada con llave y dejó la habitación su prisionera atrás. Fue un segundo al salón, quería comprobar que todo estuviera perfecto.

-Sí, sí y sí- dijo a medida que señalaba cada prueba que le había preparado a su rival.

Solo faltaba una cosa para que fuera totalmente perfecto: su mascara de hierro. El hombre, dejó se quitó la mascara que le recubría toda la cabeza y la puso encima del plato central de la mesa del salón, justo en el mismo lugar donde los aerandianos ponían un pavo asado en los días de celebraciones.

Tras esto, bajó por la escalera de cuerdas de la casa árbol, cortó las cuerdas y se quedó unos segundos observando la cabaña. Seis metros de altura separaban la puerta de salida del suelo; ya no había escaleras y hacía días que había cortado todas las ramas inferiores para que la chica no pudiera trepar por ellas. Aun si por casualidad, llegase a tierra con vida, estaba a kilómetros del pueblo elfo más cercano. Alanna no lo iba a tener nada fácil, casi imposible.

-Suerte Alanna. Estoy seguro que harás lo imposible para que nos encontremos de nuevo.- dijo con un tono cariñoso a la vez que inclinaba ligeramente la cabeza en modo de reverencia.
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Cri, cri, cri… Suena en el interior del cajón del escritorio. Cri, cri, cri. Algo hay en el cajón del escritorio. Cri, cri, cri.  Está dando golpes desde el interior del cajón del escritorio. Cri, cri, cri. El cajón empieza a balancearse sobre el escritorio. Cri, cri, cri. El cajón está abriéndose muy lentamente. Cri, cri, POM.

Ese último sonido no fue el del algo que ya se había oído, era el ruido del cajón del escritorio al caer al suelo. Por dentro estaba repleto de una baba blanca, viscosa y pegajosa; era asqueroso. Daba la impresión de estar viendo una enorme telaraña de babas blancas y, en medio de esa telaraña de babas estaba él: un pequeño quirijin de ojos saltones de color negros y de caparazón verde.
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Resultaba gracioso ver cómo a cada palmo de la nívea piel de su amiga que besaba, una marca de color morada en forma de labios se quedaba impresa en ella. Eran los propios labios de la chica mariposa, pronto se dio cuenta de ello y la continuó besando por más lugares para seguir viendo más marcas de sus labios. Contra más labios morados hubieran en la piel de Viny significaba que más amigas eran ellas dos, o por lo menos eso era lo que Sonagoshira creía.

El tiempo de plagarla de besos morados duró poco tiempo, mucho menos del que a Sona le hubiera gustado, pues Viny dijo una frase con la que la chica mariposa se quedó totalmente inmóvil. ¡A su amiga le gustaba su nombre y, además le había dicho que era muy bonita! A penas podía creerlo. Había viajado de tanto y había huido de tanta gente mala que solo quería lo que vivía entre sus piernas que por poco se echaba a llorar al darse cuenta que por fin tenía una buena amiga.

-Viny- susurró muy lentamente –muchas gracias- las lágrimas descendieron desde sus ojos hasta encontrarse con una amplia sonrisa de labios morados – eres muy buena conmigo - de nuevo, abrazó a la elfa, esta vez más despacio –no tan fuerte- repitió lo que le había dicho Viny tras el último abrazo.

Viny estaría protegida y a salvo de todos los males. No solo de Gon, pues nadie mejor que Sona sabía que todo el mundo podía ser cruel. Todos a excepción de las mariposas y de su amiga Viny, ellas eran las únicas buenas. Tal vez Piny también hubiera sido buena, Viny hablaba de ella como si lo fuera. Pero Gon se había llevado a Piny; cuando alguien cruel cogía a alguien bueno, el bueno se volvía cruel. Ellos casi hicieron que Sona se volviera mala.  

-¡Y no te abandonaré!- gritó Sona con la misma decisión y fuerza que había mostrado hasta el momento – Quiero decir…- todo el entusiasmo de la chica mariposa se evaporó de repende. No sabía qué decir ni cómo decirlo. Tenía miedo de que Gon fuera también a por Viny y más miedo todavía de que Ellos volvieran a por Sona e la volvieran hacer esas cosas allí abajo. ¿¡Y si a Viny le hicieran lo mismo!? Tan solo de imaginárselo, la amplia sonrisa de Sona se empequeñeció hasta formar una línea fina y recta carente de cualquier tipo de alegría- Viny- tragó saliva- no quiero que te hagan daño-.
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* Alanna Delteria: El hombre misterioso te ha preparado un inmenso acertijo que tendrás que resolver si quieres salir de la cabaña. El primer paso es abrir la puerta de la habitación que sigue encerrada pero te aseguro que no será tan fácil como coger una llave. El quirijin es parte de este acertijo. Úsalo de alguna forma en alguna de los objetos de la habitación para que te desvele una nueva pista con la que resolver el puzzle. Si en el siguiente post usas el quirijin en el lugar erróneo deberás seguir probando en el que continúe hasta que lo resuelvas. Lo mismo sucederá con todas las pistas.

* Níniel Thendiel: La voluntad de los Dioses no están a tu favor por lo que Sonagashira seguirá reacia a decirte nada. Su intención es buena, solo desea lo que cree que es lo mejor para su amiga. Sigue hablando con Sona y demuéstrale que lo que ella cree no es siempre lo correcto. Si lo deseas, en este turno puedes preguntarle cosas sobre su pasado con la finalidad de averiguar quién es y qué hace en tan lejos de la tierra de los hombre bestia; de ser así deberás lanzar las runas de los Dioses.

* Ambas: En este turno se os está prohibido usar los personajes: Althir Hol’sur, Sonagashira y el hombre misterioso que ha secuestrado a Alanna (aquel que Sona llamó Gon).
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Mensaje  Alanna Delteria Lun Jul 04 2016, 15:19

La cadena se enredó con suavidad y la cara de Alanna se iluminó, tenía las llaves. Tiró de las sábanas logrando sacar las llaves del cerrojo y las arrastró hasta dejarlas colgando frente a ella. Cuando las tuvo a mano, desanudó la cadena de sábanas y llaves y besó el colgante, agradecida, ese pequeño objeto le había salvado. Volvió a colgárselo y usó las llaves para desprenderse de las esposas.

Tenía las muñecas y los tobillos ennegrecidos, pero no le dolían, era una suerte que hubiera sido tan fácil librarse de las cadenas, ya solo tenía que saltar por la ventana, y estaría todo acabado, podría ir en busca de Níniel y ayudarla, probablemente la elfa estuviera en serios problemas.

Se levantó, desnuda, y sin preocuparse por nada más se dirigió al armario, quería, no, más bien, necesitaba, vestirse. No le gustaba estar desnuda, se sentía desprotegida, y lo ultimo que necesitaba en ese momento era sentirse así. abrió el gran armario blancuzco de par en par y pudo ver desde vestidos a pantalones y diferentes tipos de corazas de cuero ligero, no eran suyas, y no las pensaba devolver, pero no tenía más remedio que usar esa ropa.

Debía habitar allí alguna mujer, y no era probable que fuera muy diferente a ella, pues la ropa, ciertamente, le sentaba como un guante, casi como si la hubieran hecho a medida. Finalmente, siguiendo su linea, tomó ropa negra, si iba a escapar de allí debía tomarlo en serio, como una misión más, y para las misiones, vestía de negro.

Vestida ya, con pantalones, botas, camisa, coraza, y guantes negros, se acercó a la ventana dispuesta a saltar, pero al ver la enorme altura, cambió de opinión, si saltaba desde allí, podría llegar a matarse. Suspiró y se apoyó en el alfeizar de la ventana, tal vez solo tuviera que abrir la puerta y basta.

Tomó el pomo y lo giró una, dos y hasta tres veces, empujó tiró, giró hacia el otro lado y probó todas las llaves sin lograr que la puerta cediera un solo ápice. Suspiró nuevamente y se apoyó en la puerta. Algo debía haber por el cuarto que la ayudase a salir de ahí. De pronto escuchó... Cri, cri, cri...

¿Cri, cri, cri? ¿Qué era eso? ¿Se había colado un grillo allí dentro? genial, encima la acompañaba un bicho. EL cajón del que había sacado las llaves comenzó a moverse, toc, toc, toc, hasta que se abrió. Alanna se acercó, curiosa, no podía ser que un grillo tuviera tanta fuerza.

En el cajón abierto una telaraña brillante se abrió paso, asustada, por la posibilidad de que hubiera arañas, se alejó dejándose caer sobre la cama dispuesta a patear bichos, pero, entre la telaraña, mucho más babosa de lo que ella misma creía haber visto al principio, había un pequeño bichillo de color verdoso con unos enormes ojos negros. Era sin duda alguna, adorable, adorablemente asqueroso, era más claro que el agua que no era una araña, algo era algo.

Ella misma había trabajado con la baba de los quirijin en más de una ocasión, no podía decir que la usara precisamente para suavizar la piel o crear cremas como debía haber hecho Níniel, si no como disolvente, resultaba una sustancia realmente efectiva a la hora de eliminar tierra, pintura o suciedad, era tan viscosa que solo quedaban en pie aquello que pesara lo suficiente o estuviera lo bastante arraigado como para no irse junto a la baba. Notaba que el animal estaba embarazado, ningún quirijin, por grande que fuera, expulsaba tanta sustancia viscosa sin estarlo.

Con un suspiro y aguantando el asco tomó al animalillo en las manos y lo dejó sobre un cojín en la cama, miró sus manos pringosas y miró al bicho con un suspiro, ¿y ahora qué? Estaba encerrada en un cuarto sin posibilidad de escapar con un bicho que servía de poco o nada, como no embadurnase la cerradura de la puerta con algo, le valdría de poco.

Tal vez tuviera que usar la fuerza bruta, pero había perdido tanta masa muscular, tanta grasa y tanto peso en esos meses que no lograría echar la puerta abajo por mucho que lo intentara, y mucho menos si era una puerta de madera maciza como esa.

- Puff...- dijo mientras, en el centro de la sala, giraba sobre si misma. Siempre había algo en esos sitios, algún truco, lo que fuera que daba una pista sobre la salida.- Vamos, piensa...- se dijo a si misma, sin embargo, un rugido en el estómago le hizo darse cuenta de porque no lograba concentrarse.- vaya...-

Se giró hacia la mesa dispuesta a comer, peor que estar allí no habría nada, así que, al menos, podría alimentarse, sin embargo, no llegó a tocar la comida, pues, al ver la cesta de frutas sobre la mesa, se dio cuenta de que era molestamente similar a otra cosa de ese cuarto, el bodegón sobre el escritorio.

Giró hacia el cuadro y las piezas comenzaron  cuadrar en su mete, el bicho dentro del escritorio bajo el cuadro, la mesa puesta igual que ese mismo cuadro, el Quirijin era la pista, el sitio donde estaba, el echo de que estuviera encinto, ese cuadro tenía algo que ver, pero, ¿el qué?

Tomando una de las sillas que se encontraban frente a la mesa, se subió a ella y descendió con el cuadro en las manos. Lo dejó sobre el suelo y lo observó más de cerca, nada, no había nada, ni en el cuadro ni en la pared, no existía boquete alguno que la ayudase, había errado en su suposición.

El cri cri del insecto volvió a sonar, la cama empezaba a llenarse de babas. Las babas, claro, tal vez... Alanna se levantó del suelo y cogió al animal para, al instante, dejarlo con cuidado sobre el lienzo, donde empezó a disolverse la pintura, esperaba que eso hiciera algo.

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Off: Uso de profesión, trampas y venenos.
Espero que mi suposición sea correcta, no es que tuviera demasiadas pistas para adivinar nada, si no he acertado, lo siento >-<''
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
Alanna Delteria
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