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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

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Mensaje  Ger Miér Ene 18 2017, 18:51

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Había pasado una semana desde que fueron capturados. La cura que trató de realizar la guardia Alanna Delteria sobre el Sheik, líder de los nórgedos, había servido para que la salud de éste mejorase ligeramente, pero aquello no sido suficiente para ser liberados por los nórgedos. No lo harían hasta que alguien pagase un rescate por ellos. Mientras tanto, los días posteriores permanecieron encerrados en una cárcel bajo la roca arenisca. Sin saber si, algún día, serían capaces de salir. Delteria no había tomado el cuchillo pese a que en su momento tuvo la oportunidad.

-¿Crees que vendrán a por nosotros? – preguntaba cada día Flint. El hijo de Lord Roiland, líder de Roilkat, era una pieza demasiado valiosa que los nórgedos no estaban dispuestos a perder. Y las condiciones de los nórgedos eran bien claras: Que los habitantes de Roilkat retirasen el ejército del desierto y que la ciudad pagase una inabordable cantidad de dinero.

Los jóvenes se mantenían al día de las negociaciones gracias a Bashira, la hija del Sheik bajaba cada mañana con el canto del gallo a visitar a los jóvenes. Los observaba tras los barrotes y, a escondidas, les traía algo de comida y agua con la que hidratarse y soportar el sofocante calor. Probablemente habrían muerto de no haberles caído en gracia a la joven de piel oscura.

-Buenos días. ¿Habéis dormido bien? – preguntó, introduciendo entre los barrotes las jarras y la comida. Ellos eran los únicos prisioneros de la mazmorra. – Ha vuelto el emisario con noticias sobre vuestro rescate. - Flint se acercó expectante a los barrotes. Había adelgazado bastante con respecto a una semana.
-¿Van a pagar nuestro rescate? – preguntó él.
-Solo a medias. – respondió ella, mirándole con cara de circunstancias. – Roilkat va a pagar tu rescate, no así el de Alanna. – dijo con tristeza, torciendo el rostro hacia ella. – Parece que a la ciudad de Roilkat no le interesas. -. Ni Bashira ni nadie sabían que, en realidad, Flint era el hijo del Lord de la ciudad.
-¡¿Qué?! – preguntó Flint. – No voy a abandonarla aquí.
-Eso no depende de mí. – afirmó ella, con educación y serenidad, con ese acento del desierto. – El único que podría hacer algo es mi padre, el Sheik. Pero está cada vez más enfermo, y los chamanes aseguran que le quedan horas de vida. Habrá entonces una disputa a muerte entre los hijos de las familias más reconocidas por ver quién es el nuevo Sheik. – hizo una pausa. – Yo y Shalam participaremos, pero habrá más, y sólo uno puede sobrevivir. – Eso empeoraba las cosas, pues si sólo uno podía vivir y no era ella la ganadora. La joven rebuscó en sus bolsillos y miró a Alanna. – Ten. Es de la trampilla secreta de aquella baldosa, tal vez la necesites. – señaló en una esquina, una pequeña trampilla. – Si queréis saber algo, preguntádmelo rápido, pronto vendrán los mamelucos a por Flint.

* * * * * * * *

Paralelamente, aparecía Eltrant Tale a las puertas de la ciudad, de incógnito y subido en una mula cargada de sacos. Él no sabía nada de lo que estaba aconteciendo en la fortaleza, llegaba a Dalmasca bajo una falsa apariencia de mercader de especias, como demostraba el visado falso que le habían hecho en Lunargenta. Cilantro, menta o pimentón eran algunas de las muchas con las que cargaba el terco animal que se había opuesto a su avance durante todo el trayecto. Al bicho sólo le importaba beber y dormir.

Pero Eltrant Tale no era un mercader de especias. Y ni mucho menos había llegado a la ciudad con el objetivo de ganarse unos aeros vendiendo perejil. Llevaba bien memorizadas las órdenes de su superior de la guardia Lord Riward Tinegar. El líder del escuadrón de acero no recibió noticias ni de Alanna ni de Asher y temía por la integridad de dos de sus mejores hombres. La misión del exmercenario consistía en ver qué había sucedido con ellos y rescatarlos… si es que seguían vivos.

Pero para la gente, Eltrant no era más que un mercader que no conocía el poblado, por lo que no disponía de demasiadas opciones. - ¡Como tu burra vuelva a babear en mi yunque llamaré a los mamelucos, mercader! – bramó, hoz alzada, un herrero cerca de la entrada de la ciudad.

¿Tenía muchas opciones, pero… por dónde empezar? ¿Aquella especie de lupanar que hacía de taberna o punto de encuentro principal de la ciudad? ¿preguntar a los vendedores locales? ¿o acercarse al puesto de vigilancia para buscar la prisión o preguntar si estaban allí? Tenía muchas posibilidades y, todas, muy distintas.

* * * * * * * * * * * * *
Alanna: Te he dado 10 puntos de experiencia por haber llegado hasta el final de la anterior misión en la que nos abandonó el perro. Como quedó inconclusa, continuaremos aquí. Ahora empezarás de cero de nuevo. En esta ocasión, estás encerrada en la cárcel tras una semana en la que sólo Bashira ha cuidado de vosotros. En este turno puedes tratar de ponerte al día de lo sucedido en la ciudad preguntándole lo que quieras. Ella te ha entregado una llave de una baldosa en tu celda que te conducirá a no sabes dónde y que podrás utilizar cuando quieras, aunque habrá alternativas para escapar de la cárcel. Flint Roiland en principio querrá quedarse contigo, pero en este turno puedes convencerle para aceptar su liberación, en dicho caso, terminará encontrándose con Eltrant.

Eltrant: Acabas de llegar a la ciudad y no sabes muy bien por dónde empezar a buscar a Alanna y Asher, por supuesto, no sabes nada de la traición de éste (por si no lo sabes, off-rol te diré que básicamente en la anterior misión “ha vendido” a Alanna a los nórgedos para salvar su pellejo. Tenéis buen ojo para reclutar gente en la guardia). Tienes a tu disposición el poblado entero para ir a dónde consideres y preguntar lo que quieras al personaje que desees de los siguientes:


  • Meretriz del lupanar.
  • Hombre solitario en el lupanar.
  • Mameluco del cuartel.
  • Otro mercader de especias en el mercado.
  • Buscar por tu cuenta la prisión directamente

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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Eltrant Tale Miér Ene 18 2017, 20:36

El calor era insoportable, aun habiendo sustituido su uniforme por aquel atuendo seguía ocultando su armadura tras las vestimentas de tonalidades blancas, una indumentaria no muy propicia para caminar por el arenal de Roilkat; El cual estaba siendo más largo de lo esperado por culpa del animal que usaba a modo de montura.

¡Por supuesto que sí, Lord Tinegar! – Dijo en voz alta, sin apartar su mirada de la ciudad que, gradualmente, se iba haciendo más y más grande en el desértico horizonte – ¡Por supuesto que voy a ir solo sin refuerzos! ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¡Solo han desaparecido dos de los mejores guerreros que conozco! – Repitió para sí por milésima vez.

Suspiró y se ajustó los ropajes que rodeaban su cabeza, a pesar de todo había sido él quien se había ofrecido para aquel trabajo, después de todo quienes se habían desvanecido sin dejar rastro habían sido Asher y Alanna, dos personas que, además de ser compañeros suyos en la guardia, eran amigos muy preciados, no podía esperar sentado a recibir noticias de ellos.

No pasaron muchos minutos hasta que el muro de la ciudad se alzó imponente frente a él, si había algo de lo que el guarda pudo percatarse a simple vista, era que el lugar estaba fortificado a conciencia, aunque no era de extrañar, después de todo, la paz entre Roilkat y los señores del desierto era más bien una tregua inestable que podría acabar en guerra por cualquier cosa.

Una sonrisa cansada surcó su rostro cuando estuvo a punto la puerta principal de la ciudad de los Nórgedos, no pudo evitar percatarse de la fortificación que, a pocos kilómetros desde dónde se encontraba, se podía vislumbrar con total claridad; No la primera vez que estaba en aquellas tierras, aquel solitario castillo de arenisca servía como guarnición para el ejército de los hombres del desierto, y él había tenido la misión, junto a un selecto grupo de soldados de Roilkat, de destruirlo desde dentro.

Negó con la cabeza y alejó todo pensamiento de la fatídica noche en la que desencadenó un sinfín de llamas mágicas entre los muros de aquella fortaleza y, tras enseñar el visado falso a los guardas del portón, se adentró en la ciudad.

- ¡Bienvenido a Dalmasca mercader! – Le dijo un hombre finamente vestido al segundo de que este se bajase de la mula - ¿Qué trae en las alforjas buen hombre? – La simpatía era evidentemente fingida, Eltrant enarcó una ceja y se quedó momentáneamente sin habla ¿Le habían reconocido? - … Me temo que debo tomar nota de todo lo que trae… por precaución – Asintiendo afirmativamente y dedicándole una sonrisa amistosa al hombre, abrió uno de los tantos sacos con los que viajaba con el terco animal mostrando el contenido al guarda – Especias – Dijo – De todas partes de Aerandir – Aseveró el castaño fingiendo un exagerado orgullo - ¿Has probado alguna vez la pimienta de Dundarak? – Se cruzó de brazos y forzó aún más su sonrisa - ¡Tan picante como el fuego de un dragón! ¡Y a nada de precio! – El oficial de palacio torció el gesto y apunto en un largo pergamino “Especias” – Sí, sí, lo que tú digas… - Dijo marchándose a interrogar a los dueños de otras caravanas.

Tomó aire, ya estaba dentro, ahora solo tenía que situarse en el lugar. ¿Por dónde podía empezar? Por supuesto, tenía que hacerlo de la forma más sutil posible, que un extranjero comenzase a preguntar a oficiales de la guarda y a transeúntes sobre un lobo bípedo con tendencia al sarcasmo y su acompañante femenina no era precisamente lo más sensato que podía hacer.

Frunció el ceño y, deteniéndose momentáneamente, se atusó la barba ¿Tendencia al sarcasmo? Bueno, era una forma de suavizarlo.

Tras soportar con un rostro estoico las amenazas de un herrero al que su burra había tomado afecto, se acercó al que parecía ser, sin lugar a dudas, el administrador del foco local, el cual se encontraba apenas a un par de pasos de dónde le habían interrogado acerca de sus mercancías y dejó que este se hiciese cargo de su mula y sus “pertenencias”.

Al parecer era más económico para los comerciantes humildes, como el que él simulaba ser, dejar que la administración local lidiase con sus mercancías en lugar de abrir un tenderete propio, algo que en una ciudad-fortaleza como Dalmasca, costaba una cuantiosa cantidad de dinero debido al espacio disponible.

- Nos haremos cargo de su mercancía, la pondremos a la venta enseguida. Pásese por aquí al anochecer para recuperar sus ganancias. – Dijo el hombre echándole un rápido vistazo a las especias que trasportaba el exmercenario, quien no hizo sino asentir conforme, contento de poder deshacerse de aquel animal.  

Ahora sin un animal del que cuidar y habiendo realizado su papel para infiltrarse debía de ponerse manos a la obra, cerró los ojos momentáneamente y, tras otear el lugar en el que se encontraba, se sentó en un banco de arenisca que descansaba a pocos metros de una fuente adornada con palmeras.

Una parte de él esperaba que todo hubiese sido un malentendido con los mensajes, que las cartas se hubiesen extraviado en mitad del desierto. Después de todo, Había muchas formas de desaparecer sin dejar rastro en aquel lugar, y ninguna de ellos era agradable, si no era aquello, sus compañeros estaban metidos en un buen lio.

Finalmente, tras meditarlo detenidamente, se adentró en aquella taberna que, si bien comprendió una vez estuvo en su interior, tenía más de burdel que de lo primero.

Sin hacer contacto visual con ninguno de los presentes se sentó junto a la barra y pidió una bebida, si había un lugar en la ciudad en el cual podría enterarse de los rumores sin llamar la atención, era aquel.

Tras varias decenas de minutos agudizando el oído para captar conversaciones ajenas, decidió tomar la iniciativa después de que, para su asombro, la multitud a su alrededor apenas hablase de cosas relevantes, para ser un burdel las conversaciones eran curiosamente civilizadas y filosóficas.

Analizó la estancia en la que estaba hasta que, finalmente, percibió a un hombre de aspecto poco amigable bebiendo por su cuenta en la barra, sin ninguna propuesta mejor tomó su bebida y se acercó a él.

Un buen día para beber ¿No es así? – El hombre no dijo una palabra y siguió enfrascado en su propia bebida, la cual estaba a punto de terminarse – Déjame que te invite a una copa amigo, llevo viajando en solitario muchos días, no me vendría mal un amigo – El hombre miró perplejo la copa que tenía frente a él – Hay muchas mujeres aquí para eso… ¿Sabes? – Eltrant negó con la cabeza riendo – Sí, pero ellas no me pueden contar historias interesantes sobre esta ciudad. Es la primera vez que vengo y me gustaría saber que debo y no debo hacer – Le dio un trago a su bebida y una palmada al hombre en la espalda, lo que hizo que este se incorporase y esbozase una tímida sonrisa - Veo que vas armado… – El guarda se encogió de hombros – Los caminos son peligrosos para un comerciante en solitario. - El hombre asintió conforme con la respuesta y bebió de la copa que le habían servido gracias al exmercenario - ¿Qué se cuece en la ciudad? ¿Algo que merezca la pena ver a unos ojos habituados a los caminos como los míos?
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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Alanna Delteria Jue Ene 19 2017, 22:32

Llevaba ya una semana encerrada y la mente no dejaba de darle vueltas. Las ganas de luchar se habían pasado ya hacía tiempo y, a medida que pasaban los días, perdía la fe en salir de ahí. El remordimiento que le habían provocado semanas atrás las palabras del ángel se habían sumado a los que soportaba ya sobre sus hombros. Asher no había vuelto a aparecer frente a sus ojos desde que la vendió a los Nórgedos y casi lo prefería. Arrodillada en el suelo, abrazándose las piernas para soportar el cansancio, el hambre y el frío de la noche, escondió la cabeza en sus rodillas, cansada.

Cada vez estaba más segura de que moriría allí, y, en realidad, le importaba poco, al menos muerta dejaría de causar daño, volvería a ver a Runa, a su madre, a viejos compañeros de la guardia, a algunos niños del orfanato que murieron en su presencia, a las victimas a las que no había podido salvar, a quienes murieron bajo su filo. El ángel había tenido razón, no era una buena persona por mucho que hubiera intentado serlo.

Su debilidad era el mayor pecado que podría haber cometido. Nunca fue lo bastante fuerte como para cuidar de nadie, no era capaz de ayudar a las personas que quería, el único bien que hacía era el de despojar al mundo de gente incluso más cruel que ella, y no siempre era capaz de ello, no había sido fuerte como para mantener sus promesas, no había podido ayudar a Eltrant, no había podido salvar a Runa, y nunca la deberían enviado allí, no a ella. Esa misión no era para una persona que tenía el corazón negro y las manos tan manchadas de sangre que habían dejado de verse, nunca jamas, sería capaz de unir dos naciones.

Suspiró, el pecho le pesaba desde ese día aciago, parecía que estaba destinada a perder a sus hermanas, porque aunque Runa no hubiera estado relacionada por sangre con ella, era su familia. Alzó la vista a mirar a su compañero de encierro. Ese hombre con buenas intenciones no encajaba allí. ¿Qué habría hecho él para merecer tal castigo? Nada, estaba claro que nada.

- Vendrán a por ti.- aseguró sonriéndole.

No había sido una mala compañía, era una buena persona, no la había hecho olvidar el barro que la cubría, pero le había hecho creer que aun había gente buena. Él, en el fondo, era una persona afortunada. Bashira había estado bajando a verles desde que los habían encerrado allí. Daba la sensación de que, al menos a ella, habían logrado caerle en gracia. Su padre estaba gravemente enfermo y, a su llegada, Alanna había logrado que se sintiera algo mejor durante un tiempo, la habían sacado de la celda para poder ir a tratar al hombre que, incluso en su estado, había intentado sonreír.

Había bromeado, había dado muestras de cariño, incluso a una extranjera, una asesina. Bashira, como su padre, de mente abierta, intentaba hablar con ella, no eran amigas, pero habían establecido una especie de relación de respeto y cierta confianza. Las medicinas habían retrasado y aliviado el dolor de su padre, y eso parecía ser algo que había calado hondo en el corazón de la joven habitante del desierto.

Escuchó el sonido de la puerta de fuera abrirse, durante el tiempo que llevaba allí había esperado ver aparecer a Shalam, pero no había aparecido, no sabia si era porque estaba planeando algo, porque se había cansado o porque le habían prohibido la entrada. No lo sabía, el caso era que sabía lo que le deparaba, y, para colmo, estaba hambrienta, sedienta, había perdido peso y estaba pálida y ojerosa, tenía todas las de perder. Miró hacia el exterior de la celda, y vio entrar a Bashira con una bandeja de comida, y dejó a Flin acercarse, no es que tuviera hambre, aunque la mujer la había estado obligando a comer. Estaba claro que no quería que pesara en su cabeza la muerte de quien había intentado salvar a su padre.

Sonrió a la mujer que les pasaba entre los barrotes algo de comida y agua, no era mucho, pero al menos no habían muerto de hambre. Asintió con la cabeza, recibiendo una mirada que le decía que sabía que mentía. Le dio una sonrisa entristecida y tomó el agua, se moría de sed. Y escuchó en silencio las buenas nuevas. Al menos para Flint, el podría irse. Suspiró aliviada, no tendría que cargar con una vida más, bastante tenía con mantener la suya, y también sería más liviano para Bashira, que, sabía Alanna, estaba protegiéndolos de algún modo.

- Me lo había imaginado, no te preocupes, cuando muera no se perderá mucho.-
afirmó con calma cortando un trozo de pan y llevándoselo a los labios.

Suspiró, se negaba a que ese chico siguiera más con ella, al final, acabaría sacándola de quicio, intentaba mantener la calma en esa situación horrible, y Flint, optimista, había veces que la sacaba de sus casillas, casi tantas como las que la animaba a seguir.

- Flint, debes irte, aquí eres un peso, para ambas. Si te vas, ella tendrá una persona menos por la que velar.- Él la miró dolido, pero el ceño fruncido de la gata, de algún modo le hizo comprender. Alanna era consciente de la suerte que habían tenido, ni siquiera Bashira era consciente de quien era ese preso. Pero si se enterasen, morirían los dos. - debes irte, y lo sabes, hay gente que te necesita más que yo.- intentó sonreírle, aunque desde la partida de Runa su sonrisa había quedado totalmente apagada.

Era extraño, no estaba como cuando murió su hermana, cuando eso sucedió se volvió loca, la oscuridad la absorvió hasta tal punto, era tal la sensación de odio que la inundaba, por su padre y por si misma, que solo quería vengarse y morir junto al asesino, pero en ese momento, sencillamente había renunciado. No estaba desesperada, no quería venganza, lo único que tenía en ella era una sensación de vacío que se negaba a desaparecer. No quería reclamar venganza, porque era consciente de que ella, y nadie más, era el culpable de su muerte, sencillamente, esperaba el momento de reunirse con ella.

Alzó la vista hacia Bashira, estaba claro que no se sentía bien, algo la preocupaba, más de lo preocupada que estaba de usual. Esa competición a muerte era una locura, Bashira era fuerte y respetada, no dudaba de sus capacidades, era la persona que a ella le gustaría ser. La miró y bajó la mirada, se negaba a sentir lástima por una mujer tan fuerte que resistía a viento y marea. Y miró la llave que le había entregado.

- Sí, tengo algunas preguntas.- afirmó.- ¿dónde será el intercambio?- esperó la respuesta.- ¿Y vuestro combate?- preguntó nuevamente.- ¿hay alguna taberna?- siguió.- ¿Cómo... cómo son vuestras fiestas?- cambió de pronto.- ¿los trajes regionales también son así?- la señaló intentando bromear, con una sonrisa forzada y algo triste, que demostraba su evidente esfuerzo, ella ya no tenía miedo a la muerte, pero Bashira seguía teniendo mucho que perder. Y necesitaba calma.- ¿A dónde lleva esto?- volvió a ponerse seria. En cuanto le respondió y la mujer se dispuso a irse, y Alanna, enredando las manos a los barrotes, la llamó.- ¡Bashira!- la Nórgeda se giró despacio.- Procura no morir, me debes una comida propia de las que hace tu gente.- la mujer desapareció con una sonrisa por donde había venido, y Alanna, cansada, se dejó caer contra la pared de la celda, mirando la pequeña ventana, lo único que les daba alguna información sobre lo que pasaba fuera.- Cuando sea el momento, no lo dudes, debes irte, tu familia te necesita, al igual que las gentes de Roilkat, y lo sabes.- musitó notando tristeza en el silencio del mayor de los Roiland, cambiando su vista a la llave que tenía en su mano, y que se guardó en el toga, polvorienta y con el bajo desgastado de los días de cautiverio.- yo saldré de aquí, de algún modo...- intentó prometer.
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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Ger Lun Ene 23 2017, 20:07

El lupanar al que entró Eltrant estaba atiborrado de borrachos, promiscuos, prostitutas y una intensa niebla en forma de humo ciertamente mareante. Fuese lo que fuese, no podía ser bueno permanecer allí demasiado tiempo. Aún así, parecía el mejor lugar para obtener información sobre la ciudad y a la vez pasar desapercibido, parece ser que esa fue la razón por la que el exmercenario se dirigió allí.

-Vienes en buenos tiempos para escuchar historias. – asintió el tipo, dando un sorbo a la bebida y riéndose. –Se dice que el sheik, el líder de la tribu, está gravemente enfermo y por eso no sale de casa. – hizo una pausa. – Ante este panorama, todo parece indicar que habrá batida entre los hijos de las principales familias por ver quién es el nuevo sheik. – suspiró. – Para colmo, Roilkat ha invadido el arenal, aunque el calor les dificulta el avance. A ver si esos dos prisioneros que tienen en el cuartel sirven para calmar un poco las cosas. - Con aquella breve explicación había resumido a grandes rasgos la principal problemática de la ciudad-fortaleza en aquel momento, que no era poco.

Justo por las escaleras del lupanar, procedente del piso de arriba, descendía un hombre que por el aspecto parecía alguien importante, junto a dos hombres a cual más fuerte que parecían hacer de guardaespaldas del tipo. Vestía con un ropaje largo, negro, y llevaba un turbante en la cabeza. Una espada curva colgaba del cinturón de sus ropajes de tela.

-Mira, aquel de la barba morena es Shalam, probablemente el favorito para ser el nuevo sheik. Partidario de ir a la guerra contra Roilkat. Será mejor que no te acerques demasiado a él, no le caen simpáticos los extranjeros. – el tipo tenía cara de pocos amigos, y avanzaba siempre con el ceño fruncido, pero ignoraba a todos los presentes. Imponía tanto que todos se apartaban a su paso. Aquello era algo que no extrañaba al tipo que compartía conversación con Eltrant, que dio una calada a su cachimba. – Je. Con las noticias que hay no me extrañan que se aparte. Que los dioses nos amparen si llega a ser el nuevo sheik.

Finalmente, Shalam salió del local prácticamente derribando la puerta de un golpe, sin recibir represalias siquiera de la meretriz, que se encontraba a la puerta, que simplemente sonrió e hizo una pequeña reverencia con la cabeza. Una reverencia que, por supuesto, no recibió ni contestación. Parecía muy enfadado, pero aquello era algo habitual en él. ¿A dónde iría?

* * * * * * * * *

En prisión, Alanna no pudo evitar expresar cierta decepción en su rostro al saber que el rescate no iba también por ella. Tal vez la joven guardase alguna esperanza de que, tal vez, alguien se acordaría de ella. No era tan mala como la querían poner. Decía una fábula religiosa de un hombre al que se le martirizó tanto que incluso se le ordenó matar a su propio hijo para alcanzar el cielo. Al final, sólo los que sufren terminan llegando al cielo. ¿Estaban los dioses poniendo a prueba la paciencia de la chica para otorgarle una recompensa mejor? Quién sabe.

En cualquier caso, ahora tenía una llave con la que podía escapar. Tal vez aquella fuese un primero atisbo de esperanza para una joven que realizaba una serie de preguntas más propias de alguien delirante o que estaba perdiendo la cabeza que de una persona que trataba de escapar. ¿Las fiestas, los trajes, la comida? ¿Era eso lo que más preocupaba a Alanna en la situación en la que estaba? Bashira no la culpaba, es más, la miraba con lástima, como el que mira a un anciano muy querido que ha perdido la cabeza. No le extrañaba, pues una semana en las pésimas condiciones en la que los nórgedos mantenían a los prisioneros, y con aquel calor que hacía podían hacer delirar a la más amueblada de las cabezas. La joven de piel morena contestó una a una a las preguntas de las preguntas triviales, indicándole la existencia del lupanar, y comentándole algo de las fiestas, pero como si estuviese hablando con una niña en lugar de con una mujer de su edad.

-Te llevará a las cloacas de la ciudad, y, de ahí podrás salir por alguna de las alcantarillas. – concluyó Bashira respondiendo por fin a la última de sus preguntas. Y cambió la mirada hacia Flint. – Ya han pagado. Pronto vendrán a por ti, te darán un caballo y podrás marcharte.

La joven se dispuso a partir y rió al último comentario de Alanna sobre la comida, hizo un par de gestos con la cabeza y subió por las escaleras.

-No quiero dejarte Alanna. No te veo en buen estado. – dijo el joven. En una semana “juntos” en prisión había servido para adquirir mucha confianza. – Si ese tipo… Shalam. Llega al poder, tendremos más problemas que beneficios. No puedo marcharme como si las cosas no fueran conmigo. – explicó. – Buscaré una manera de liberarte, a ti, a la fortaleza de Dalmasca y a la ciudad de Roilkat. Es mi deber como heredero de Roilkat – comentó, llevándose la mano en el pecho. Flint tenía un buen corazón, mucho mejor que el de su padre.
-¡Venimos a sacarte de aquí, escoria! – gritaron dos guardias fuertes. – Parece que al menos has valido algo de dinero. Aunque no sé quién podría dar más de un aero por ti. – el tipo abrió la celda, uno de los brutos empujó a Alanna. – Tú, manoverde. Apártate o además te llamaremos ojomorado. – le espetó. Flint lanzó una mirada cómplice a Alanna en aquel momento, esperando alguna reacción por su parte, aunque si ésta no lo hacía saldría fuera.

* * * * * * * * * * * * *

Eltrant: Te has puesto al día de lo que ocurre en la ciudad. Has hecho bien en no dirigirte a la meretriz o tendrías problemas. Debes seguir a Shalam en las sombras, nadie sospechará de ti, pero hazlo con disimulo. No te verán, atravesará el mercado y se dirigirá con sus matones a la casa del Sheik. Por el momento, no tienes mucho más que hacer.

Alanna: Tienes dos opciones para huir de la prisión: Puedes atacar a los dos guardias con ayuda de Flint, que te echará un cable. Si haces esto tendrás que lanzar una runa para ver cómo se desenvuelve el combate y si salís victoriosos podrás escapar con Flint, pero si os sale mal, tendréis consecuencias. Tu opción es esperar a que se vayan y, sabiendo que ya no volverán hasta el día siguiente, como llevan haciendo desde que te encarcelaron, irte por la trampilla para la que tienes la llave, en este caso, tendrás que lanzar también una runa  pues hay muchas alcantarillas y se supone que no tienes referencias de dónde salir:

  • Suerte muy mala / mala: Te arrastrará una corriente de mi… Por decirlo suave, porquería, excrementos, y ese tipo de cosas que se van por los desagües. Y terminarás en una fosa séptica.
  • Suerte media: Aparecerás en el piso inferior de la casa del Sheik.
  • Suerte buena / muy buena: Saldrás justo a los pies de Eltrant, en la plaza del mercado.

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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Eltrant Tale Vie Ene 27 2017, 20:03

La información que el hombre le dio fue más relevadora de lo que, en un principio, había esperado. También aseguraba que sus mayores temores con aquella misión no eran infundados, Alanna y Asher estaban metidos en un buen lío si, al final, resultaban ellos los que estaban en prisión. ¿Pero quienes otros iban a ser?

Extranjeros celosamente encarcelados por las autoridades del lugar o bien eran soldados enemigos, es decir, guardas de Lunargenta, o nobles de Roilkat, y fuese la opción que fuese, era la única manera de localizar a sus amigos en aquella ciudad que, por el momento, empezaba a ser más y más hostil hacía él según pasaban las horas.

Se cruzó de brazos y oteó el hombre de espesa barba negra que, con muy malas formas, abandonaba el edificio.

La urbe del arenal estaba más agitada de lo que había imaginado, no esperaba que el lugar estuviese tan alborotado, al menos bajo aquella capa de comercio y gentío que había en un principio.

Tras depositar un par de Aeros e invitar al hombre a otra copa más por las historias, se levantó y salió del establecimiento tras el denominado “Shalam”, si era una persona tan importante dentro de la jerarquía Nórgueda, el favorito a la hora de ser nombrado “Sheik” de la ciudad, era muy posible que estuviese directamente involucrado con los prisioneros.

Tensiones con extranjeros, una guerra a punto de estallar y un líder en su lecho de muerte, todo eso aderezado por supuestas luchas internas por ver quien tiene derecho a heredar el trono; El ambiente idóneo para ejecutar a dos cautivos y demostrar a la plebe que las cosas están bajo control Nórgedo en el arenal. Si los dos cautivos eran quienes Eltrant creía que eran, no podía permitirse perder un solo segundo.

- Maldita sea Alanna… ¿En qué te has metido? - Susurró mientras se ajustaba la indumentaria que rodeaba su cabeza en torno a su cara, protegiéndose el rostro del polvo que una ligera brisa se había encargado de levantar - …Veamos hasta dónde me llevas Shalam… - De forma cauta, integrándose con la población que no le veía más que como un comerciante de especias extranjero, se dedicó a seguir, siempre desde la distancia, al heredero favorito de aquel polvoroso reino.

Mientras avanzaba, estuvo tentado de hablarle directamente en mucho de los estrechos callejones por los que se internó según atravesaba el mercado, quizás dejarle fuera de combate y sonsacarle la identidad de los cautivos, no obstante, el hecho de que el hombre estuviese armado y contase con dos abultados acompañantes con, probablemente, la misma simpatía por los extranjeros que Shalam, hizo que el guarda decidiese, por una vez, tomar el camino cauto.

De forma lenta, pero constante, no tardaron en atravesar el mercado de una punta a la otra. La multitud prácticamente se apartaba del camino de Shalam, por lo a Eltrant no le costó mucho volver a localizarle las pocas veces que, presa del gentío, perdió de vista al noble.

Finalmente, justamente al final del mercado, una ostentosa mansión que contrastaba vivamente con las demás casas más modestas del lugar, se alzó frente a él, majestuosa, indicando evidentemente que aquel lugar era un centro neurálgico de la ciudad.

Frunció el ceño al ver, desde la distancia, como Shalam y los dos hombres se internaban en el edificio sin dirigir ninguna palabra a los guardas que estaban apostados cerca de la verja que separaba los jardines del lugar con las polvorientas calles de Dalmasca.

- Interesante… - Se apoyó contra la pared en la que estaba y analizó el edificio, fuertemente custodiado, bellos jardines, dignos de un noble de Lunargenta, adornados con ostentosas estatuas de personas en diferentes posturas.
Se descubrió la cara y se pasó la mano por la misma, dejando escapar un suspiro. ¿Ante que estaba? ¿La mansión del candidato a señor de las arenas? ¿Un cuartel militar? ¿Una mezcla de ambas?

Tomó aire y estudió sus opciones, era evidente para él que tenía que entrar en ese edificio, de una forma u otra encontraría información sobre Alanna y Asher, aun si no era más que el palacete de un hombre con ansias de poder. La pregunta que tenía que hacerse era “¿Cómo?”.

Rodeó el edificio, caminó sin aparente prisa alrededor del mismo en busca de un punto débil por el que entrar, pero no localizó ninguno, altos muros terminados en espicas de hierro forjado rodeaban la exótica vivienda.

No iba a poder saltar, no al menos desde la calle. – Necesito algún modo de… - Volvió a salir a la calle principal, los edificios adyacentes eran los suficientemente altos como para permitir saltar desde el tejado de uno de ellos directamente al jardín de la mansión, no obstante, aquello significaba que un paso en falso significaría quedar empalado a varios metros del suelo.

- Siempre puedo preguntar si reciben visitas… - Suspiró.
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Mensaje  Alanna Delteria Lun Ene 30 2017, 10:09

Llevaba ya cerca de cinco minutos sola en la celda, mirando la llave que le había entregado Bashira con expresión grave. Huir, no era su estilo, no le gusaba escapar, pero dudaba de que nadie estuviera buscándola, esa era su única oportunidad de salir de allí. Flint ya debía haberse reunido con los guardias del intercambio, y posiblemente estaría emprendiendo la marcha hacia Roilkat, él estaría a salvo. Aun con todo lo inútil y malvada que era, y que le había dicho ese ángel, Valkyria o lo que hubiera sido ese figura que la había acusado frente al cuerpo de RUna, había conseguido salvar una vida.

Recordaba la expresión de Bashira antes de partir, parecía que sus preguntas sin sentido habían logrado descolocar a Bashira, que, a esas alturas, debía pensar que estaba loca, pero sus tonterías habían logrado su objetivo, la habitante del desierto parecía haberse relajado, más bien parecía comenzar a preocuparse por su salud mental, pero, al menos, había logrado dejar de pensar en la batalla. A penas había podido pensar en las promesas de Flint, no creía que Lord Roiland fuera a permitir un nuevo pago, un rescate, por una simple guardia. Se miró la mano, odiaba ese color, estaba marcada.

Mano verde, la llamaban, había pasado de ser "La Gata" una guardia de Lunargenta reputada, una persona con la confianza de sus superiores respaldándola, alguien con confianza, a ser, simplemente, una presa, a ser nada, solo, "Mano verde". Miró nuevamente la llave. No quería morir siendo una presa, no quería morir siendo nada. Tomó aire y miró hacia fuera, no iba a acercarse nadie, no hasta que pasara el combate, y había dos opciones, o vencía Bashira y salía de allí, o vencía otro y era condenada a muerte.

Cerró su mano con fuerza y se levantó dirigiéndose a la baldosa, introdujo la llave y la giró, la baldosa se alzó y pudo moverla. Saltó al interior y volvió a hacer fuerza para encajar la baldosa cerrada, nuevamente, en su hueco. Una escalera, una única escalera, descendía en forma de caracol. La oscuridad era tan profunda que tuvo que agudizar la vista, logrando, así distinguir las formas. Pudo ver la escalera en penumbra y consiguió llegar a una galería donde se abrían tres caminos. Cerró los ojos intentando sentir el viento, pero llegaba desde los tres frentes. No tenía modo de saber cual era el correcto.

De perdidos al río, comenzó a caminar por una de las grutas, tan oscura como la boca de un lobo, y rezó para salir a un buen lugar, no quería encontrarse con nadie de frente, necesitaba encontrar algún lugar donde coger una túnica, donde cubrir su mano y poder salir de allí, coger un caballo y escapar en busca de refuerzos, quería ayudar a Bashira. Siguió la alcantarilla por esa pequeña elevación, que hacía las veces de acera, de los lados, agradecida de no tener que tocar las aguas que corrían por allí, y comenzó a ver una luz al final del túnel, ¿dónde habría acabado?

Tragó saliva acercándose nerviosa, tal vez debería irse por otro lado, estaba, aun, a tiempo de retroceder. Tal vez no debería haber salido de la celda, aunque, si su destino era morir allí, que más importaba retrasar esa muerte o sufrirla en ese instante. Estaba desarmada, no tenía modo alguno de combatir a excepción de los golpes que podía dar con sus piernas. Que, aunque seguían fuertes, habían perdido músculo, como toda ella, en realidad.

Su única posibilidad de sobrevivir era su suerte y su sigilo, no tenía más. Y la suerte no la sonreía nunca, así que solo tenía el sigilo a su favor. Tragó saliva y, sin demasiada fe, volvió a encaminarse a su frente, estaba lista para casi cualquier cosa. Por desagradable que fuera la posibilidad frente a ella.
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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Tyr Lun Ene 30 2017, 10:09

El miembro 'Alanna Delteria' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Ger Jue Feb 02 2017, 22:48

Eltrant se encontraba todavía dando vueltas al edificio y sopesando la manera en la que podrían entrar, cuando vio a una joven de piel morena acompañar, junto a otros dos hombres, a un tercero escoltado. La chica se giró hacia sus fuertes acompañantes guardias, un tanto brutos y descamisados, únicamente vestidos de pantalones hacia abajo, y les indicó unas palabras para que se retirasen, quedando ella personalmente a cargo del custodiado. Mantenían un coloquio apresurado, sin saber muy bien qué decir.

-Tienes que irte, Flint, han pagado tu intercambio y eres libre. Toma un caballo y vete. – instaba Bashira al joven.
-No pienso abandonaros ni a Alanna ni a ti. – replicaba él, negándose a seguir las instrucciones. – ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? Hace tres años, cuando mi padre invitó al sheik y a ti al baile de año nuevo. - preguntó el joven, reflejando la ilusión en su mirada.
-Claro que me acuerdo. No podría olvidar tu rostro. – comentó ella sonriéndole y acariciándole la cara, cariñosamente. – Si he estado fingiendo todo este tiempo que no te conocía, era para que no supiesen que eras el hijo de Lord Roiland, no habrías salido vivo si se hubieran enterado.

Flint Roiland se sorprendió por aquel comentario, y abrió los ojos extrañado. Momento que Bashira aprovechó para darle un beso en los labios. Uno corto, pero que para el joven significaba mucho, pues era el primero que recibía de ella. Eltrant podría ver que, entre los dos, existía algo más que una simple compenetración. Ambos se querían, y se amaban. Pero, en el fondo, estaban destinados a vivir eternamente separados. Una separación consecuencia de sus diferentes orígenes. ¿Estaba el amor por encima de razas y nacionalidades? Parecía que no para los nórgedos ni para los habitantes de Roilkat.

-Que sea el inicio de la paz entre nuestros pueblos. – dijo ella, con una sonrisa, separándose lentamente. – Si tomo el poder, espero poder firmar un tratado de paz contigo, cuando seas gobernador.
-Sí, así será, Bashira. – contestó él, tomándole de la mano. Ella sonrió. Era consciente de que, tal vez, no lo volvería a ver.
-Anda, ve. Estaré bien. – dijo ella, abandonando el grupo. Enviándole una última sonrisa.

Él no le quitó un ojo de encima mientras ella se dirigía al edificio del Sheik. La habían hecho llamar. Flint no estaba convencido de aquello, se apretó los puños, arrejuntó los brazos e hizo un amago de estirar la cabeza y decirle algo, pero sería mejor no sospechar ni dar demasiada información.

-No. No te voy a abandonar. Ni a ti ni a Alanna. – afirmó él en voz alta, convenciéndose a sí mismo.


* * * * * * * * * * * *

La Gata se desplazó silenciosamente por el sistema de alcantarillado de la ciudad. Allí abajo olía bastante mal, y el intenso calor de la zona no hacía sino incrementar la cantidad de “materia orgánica” que se evaporaba, dando todavía un peor olor de putrefacción. Por suerte para ella, avanzó por un camino bastante bueno y, tras unos diez minutos desplazándose por los sistemas de desagüe, sintió unas voces sobre su cabeza. Había una rejilla justo encima de dónde se encontraba. Si se estiraba, podía echar un vistazo y escuchar la conversación.

En la sala estaba Shalam, que ya esperaba, y poco después entraba Bashira. Cuando ésta cerró la puerta, una adolescente, de no más de 16 años de edad, descendió por unas escaleras del piso superior con prisa, donde se encontraba el sheik. Iba vestida en un bello traje azul. Bajó airada, acalorada, y claramente nerviosa. Shalam la vio descender, de bajos cruzados.

Séfora. Sirvienta de la Corte:

-¡Bashira! ¡Bashira! – gritó airada. – ¡El sheik ha muerto! Yo… - comentó tímida. Menuda noticia para una joven que acababa de entrar por la puerta. La nórgeda se apretó los puños y se dejó caer en la silla, apoyó sus dos brazos sobre ésta y contuvo el llanto como pudo, algo que no pudieron disimular los ojos. – Lo… Lo siento mucho. – comentó tomándola por el hombro.

Por su parte, Shalam no dijo ni una sola palabra, miraba con odio y desprecio a la hija del, ahora mismo, antiguo sheik. La miraba impasible, sentado a su lado. Ni una sonrisa, ni un gesto de ánimo ni de apoyo a la que era su compañera de batida. Ahora, pronto, serían enemigos, pues ambos deberían pelear por ser el nuevo sheik, junto a nuevos oponentes. De hecho, esto era lo único que parecía preocupar al hombre.

-Séfora, como sirvienta de la corte que eres, te corresponde convocar los juegos de sucesión. Prepáralos para esta misma tarde. – aseguró, cuando se cansó de esperar mientras, la sirvienta del sheik trataba de consolar a una Bashira que permanecía callada, sin inmutarse ni protestar, aceptando lo sucedido.
-No, Shalam. Bashira no está en condiciones de luchar. Démosle unos días. – indicó la sirvienta del sheik.

Shalam se levantó hecho una furia, tomó la mesa y la derribó, tirando con ello los floreros y platos que descansaban sobre estos.

-¡Estamos en guerra! – le gritó a la cortesana, muy violentamente.
-Da igual, convócalos. Avisa al pueblo y a los candidatos. Lucharé como una más. – aceptó resignada Bashira, dispuesta a aceptar luchar si con ello conseguía que Shalam se callase. Aunque trataban de disimularlo en público, la realidad era que se llevaban bastante mal.

En determinado momento, Shalam pareció ver algo moverse en aquella pequeña rejilla abierta al suelo, dentro de la propia casa del sheik. - ¿He visto algo? – se acercó a ésta para mirar a su través. Allí se encontraba Alanna. - ¡Qué demonios! – bramó. - ¡Una rata! Tapiaré este agujero cuando sea el nuevo sheik. – exclamó, Alanna pudo respirar tranquila, pero no podía seguir tentando a la suerte y debía moverse rápido.

* * * * * * * * * * * *

Eltrant: Hay dos mujeres que necesitan vuestra ayuda. ¿A qué esperáis para hacer algo, merluzos? Habla con Flint, sabe poco más que tú, puede contarte lo poco que sabe sobre Bashira y Alanna, o sus  intenciones. Entrar en la casa del Sheik ahora mismo parece un suicidio pues la única entrada está escoltada. Escondeos y esperad a que salga alguien. Tienes total libertad para manejar a Flint Roiland.

Alanna: Te has librado de un baño de mierda y además has podido escuchar la conversación. El sheik ha muerto, pero no puedes seguir quedándote allí, debes seguir avanzando por la cloaca, justo después de ésta encontrarás una bifurcación, una que asciende hasta arriba, que te llevará a la habitación del sheik, en este caso deberás salir y ver el estado del hombre, no hay nadie en la habitación y puede que descubras algo interesante, pero serás descubierta por la adolescente Séfora, sirvienta de la corte, en el próximo turno. Si prefieres tirar sobre seguro, tu alternativa es seguir de frente y salir en la siguiente alcantarilla, saldrás a la calle y tendrás que tomar ropa y un velo para pasar desapercibida, si optas por esto en el siguiente turno te encontrarás con Eltrant. No tienes que tirar runa en este turno.
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Mensaje  Eltrant Tale Sáb Feb 04 2017, 20:56

Se apartó cuidadosamente cuando observó como la puerta principal de la mansión se abría, dejando paso a un grupo de personas que, por su apariencia, debían de ser, como mínimo, relevantes en su “investigación”.

Frunció el ceño, estaban trasladando un cautivo, el hombre encadenado era sin lugar a dudas un extranjero en la ciudad como él mismo, podía notarlo a simple vista. Por otro lado, la mujer de tez oscura que encabezaba aquella comitiva era una lugareña y, por como ordenaba a los soldados que le acompañaba, una muy importante.

Volvió a cubrirse el rostro con el paño de tela blanca que rodeaba su cabeza cuando la mujer y el prisionero se quedaron a solas en mitad de aquella calle repleta de gente. Apretó los dientes y se internó entre la muchedumbre que caminaba a través de aquella amplia calle principal, siguiéndoles sigilosamente, tratando de ser lo más genérico que podía.

Respiró con calma y comenzó a escuchar la conversación que, amparada por el gentío, parecía ser relativamente anonima. Apenas comenzaron a hablar el nombre “Alanna” brotó de los labios del joven, sonrió para sí, estaba viva después de todo y, por lo que podía entender, la tenían encerrada en el mismo lugar en el que le habían tenido a él.

Enarcó una ceja al descubrir que aquel muchacho era el hijo de Lord Roiland, el hombre que, en pocas palabras, controlaba Roilkat; Y que este, por algún motivo, estaba profundamente enamorado de la mujer que le había liberado de sus cadenas: “Bashira”.

- Flint Roiland… - Murmuró, Tinegar le había mencionado que él también había desaparecido, podía afirmar entonces, sin equivocarse, que todos habían sido capturados por los Nórgedos.

Suspiró y acarició nervioso el pomo de su espada, el comportamiento de Bashira demostraba que no todos los habitantes del arenal eran despiadados salvajes sedientos de sangre, si era ella la que acababa tomando la posición de líder todo acabaría en paz, o eso era lo que decía, a pesar de todo, que la joven de piel morena acabase comandando a los Nórgedos algo complicado por lo que había podido comprender en su escueta charla con el hombre del lupanar.

El castaño permaneció oculto, no les interrumpió, una de las pocas ventajas que tenía en aquel momento era el anonimato, no iba a romperlo de inmediato, no iba a desvelar su presencia a una de las herederas al trono de los Nórgedos, no aún.

Pudo contemplar como Flint miraba a Bashira alejarse en dirección a la majestuosa vivienda, como este cerraba los puños con fuerza, quizás impotente, por verla marchar sin poder hacer nada para evitarlo. “No te voy a abandonar” Fueron las últimas palabras que el joven noble dedicó a su amada lo suficientemente alta como para llamar la atención de algún ciudadano que se giró a mirar momentáneamente al extranjero de aspecto extraño antes de continuar con su día.

Tan pronto como el joven terminó a aquella frase le tomó por la espalda, exactamente por el cuello de su camisa, y lo arrastró al interior de un callejón lo suficientemente rápido como para que nadie tuviese tiempo de comprender que acababa de suceder. Aquello pillo de improviso al muchacho, ya que lo primero que hizo fue tratar de zafarse del agarre del guarda, a quien golpeó repetidamente en el pecho con sus manos desnudas.

Tranquilízate, estoy de tu parte –  Dijo Eltrant descubriendo su rostro, zarandeando un poco al muchacho hasta que este hizo lo que el guarda le había pedido – ¿Ves? Soy un amigo – Repitió, esta vez soltándole, dejándole el tiempo necesario para que intuyese que acababa de suceder.

- ¿Quién eres? Podías haberme pedido que te acompañase ¿Sabes? – Dijo el joven noble inmediatamente tocándose la mano derecha levemente dolorida – Eltrant Tale – Dijo con sencillez mirando a su alrededor, esperaba que nadie se hubiese percatado de lo que acababa de hacer, las calles estaban demasiado pobladas como para que alguien le hubiese notado, pero nunca podía estar seguro de nada.

Me han mandado a rescataros. – Explicó enseñándole el emblema que le identificaba como miembro de la guardia de Lunargenta, sonriéndole. - ¿“No voy a abandonaros”? ¿En mitad de una calle repleta de gente que quiere matarte? ¿Justo cuando acaban de liberarte? ¿Rodeado de mamelucos? – Preguntó cruzándose de brazos, enarcando ambas cejas –  ...Por lo que he podido comprender acabas de salir de la cárcel, espérate un tiempo antes de volver a una – Le dio una palmada en el hombro y sonrió al muchacho -  Y no te preocupes, no vamos a abandonar a nadie – Dijo ahora dejando caer su mano útil hasta la empuñadura de su espada, oculta bajo su disfraz. – Pero tenemos que ser precavidos. – Le resultaba irónico que fuese él, precisamente, el que dijese aquellas palabras – No es que me guste esperar… pero… ya me entiendes.

Flint suspiró y se pasó una mano por el pelo - ¿Es que estás hecho de metal? – Preguntó sin más, señalando al pecho del guarda, quien sonrió y se encogió de hombros – Básicamente – Afirmó sin pensar mucho en aquella repuesta, había cosas más importantes de las que habar – Dime, ¿Cuántos guardas has visto al pasar para aquí? ¿Cómo van armados? ¿Cómo están Alanna y Asher?

El heredero de Lord Roiland miró fijamente al exmercenario durante unos segundos, finalmente comenzó a hablar. – Bastantes – Dijo haciendo memoria – La mansión es una fortaleza – Aseguró, Eltrant se atusó la barba – Me lo figuraba… - Susurró bajando la vista hasta sus botas – Por lo que he visto, no suelen portar armaduras pesadas, y las armas son… bueno, las típicas que usan – El séptimo de los Tale asintió conforme – Y Alanna… - Suspiró cabizbajo – La dejé atrás en la celda, tenía que haber hecho algo para… - Eltrant interrumpió al hombre dándole una palmada en el hombro – No te preocupes por eso, has hecho lo correcto – Trató de infundirle ánimos – Alanna es una chica con recursos, si se aburre encontrará la forma de salir, no es de las que esperan por ayuda, créeme. – El guarda dejó escapar una corta carcajada al decir esto, algo que pareció aliviar, en cierto modo, a Flint - ¿Y Asher, que sabes de él? – El noble torció entonces el gesto – No he vuelto a saber del perro desde que nos capturaron, aunque… sí que sé que no está en la ciudad - Eltrant dejó escapar el aire que contenía en sus pulmones y murmuró un par de frases en voz baja para sí.

¿Lo tenían preso en otro lugar? ¿Habría escapado? ¿Por su cuenta? Conocía al lobo bien, y le gustaba pensar que eran buenos amigos, estaba seguro que había sido alguna de sus extrañas estratagemas que, como de costumbre, no habían salido como este esperaba.

Cerró los ojos y sacudió la cabeza – Centrémonos entonces en lo que tenemos entre manos, tenemos que sacar Alanna de ahí – Dijo mirando de nuevo al heredero de Roilkat - …Y… y ayudar a Bashira, podemos acabar con… con todo – Añadió Flint – Y ayudar a Bashira. – Aseguró Eltrant sonriendo. – Háblame de ella. – Pidió – Todo lo que creas que necesito saber.
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Mensaje  Alanna Delteria Dom Feb 05 2017, 11:19

A los niños siempre se les dice que no teman a los monstruos, que no existen, se les hace creer que las sábanas de la cama son capas protectoras contra todo, que mientras estés bajo ellas, no habrá puñal, daga, espada o flecha que pueda atravesarla, se los envuelve en cuentos, se mira bajo las camas, dentro de los armarios, se asusta a las sombras para que los pequeños crean que no hay monstruos, y, en parte, es cierto. Alanna había aprendido de bien pequeña que los monstruos no existen, no como tales, no son sombras que se esconden en las paredes ni seres con cien mil ojos, no, los monstruos son personas sin corazón, o con uno tan frío que no temen herir a los demás, son gente sedienta de poder, o desesperada, son enfermedades que no pueden curarse, los monstruos no siempre se esconden en la oscuridad de la noche, la mayoría caminan bajo la luz del sol como si no supieran de su condición.

Ella era consciente de que era un monstruo, ella misma era de esos que se ocultan entre luces, y se acomoda en las sombras, pero, en ese momento, desde su escondite en las alcantarillas, mientras veía a la doncella anunciar la muerte del Sheik, era más consciente que nunca de que había alguien aun más monstruoso que ella en ese lugar. Shalam, ese hombre de corazón de piedra que solo buscaba venganza, no era capaz ni siquiera de compartir el dolor por una muerte, tanto sentía la muerte de su hermano y luego no compadecía ni tenía piedad alguna por alguien que había perdido, como él, a su ser querido.

La rabia comenzó a correr por Alanna que, no obstante, dio un paso hacia atrás en cuando la voz de ese tipo tan egoísta anuncio que había visto algo moverse por las alcantarillas. La luz de la reja dejó de darle, y observó, pegada a la pared, la mirada inquisitiva, decidida, y repleta de odio, devolviéndole una rabiosa, con la misma decisión que reflejaba la del habitante del desierto, que jamás sabría la oportunidad que había perdido al descartar el sonido como el de una rata. ¿Él el nuevo Sheik? Solo por encima de su cadaver. Había prisa, necesitaba salir de allí, mandar un mensaje a Lunargenta, necesitaba refuerzos, ella sola no podía hacer nada.

Siguió su camino en cuanto dejó de oír sonidos en la sala y llegó a un callejón oscuro, respiró hondo mirando a su alrededor pegándose a la pared. Notaba el sol en la cara después de semanas sin ver a penas más que un rayo entrar por un ventanuco con barrotes, le entraron, incluso, ganas de llorar de alivio. Se dejó resbalar por la pared hasta sentarse en el suelo para tomar aire, debía controlarse. Sabía que era injusto alegrarse de poder ver el sol, de sentir el viento en la cara, sabía que era injusto después de haber perdido a Runa por su culpa, pero no podía evitarlo, era tal el alivio que se sentía tentada a irse de ese lugar y dejar que los Norgedos arreglasen por si mismos sus problemas. Pero, como siempre, no podía, su deber debía anteponerse a cualquier otra cosa, además, Bashira le gustaba, era buena persona, no quería que, nuevamente, sus malas decisiones le costasen la vida a alguien.

Se levantó algo temblorosa, y recuperó su ánimo como pudo. Con los ojos abiertos y los sentidos centrados, notó un barril frente a ella, le levantó era un barril de agua, agua clara, limpia. Se lamió los labios, cortados y sedientos y a penas pudo resistir las ganas de meter la cabeza dentro y beber durante unos instantes antes de hundir la cara en el agua. La sacó de golpe, respirando hondo, agua, por fin agua. Se retiró las gotas de la cara aliviada, por fin podía beber. Eso ayudaba, estaba mejor, pero con su aspecto no podría salir, siquiera, de ese callejón. Miró a su izquierda, de donde provenían la mayoría de sonidos, amortiguados por un montón de cajas y asomó la cabeza por entre ellas.

Día de mercado. Justo delante de ella había un puesto de telas, ropa repartida y extendida, parecía que, por fin, le sonreía la suerte, y esas preguntas que Bashira había considerado tan estúpidas y locas, le iban a ser útiles. Ahora conocía el lugar, las costumbres y el modo en que se suponía que debía comportarse, su piel se había vuelto más oscura por el reflejo del sol en la piedra blanca que había cubierto la celda, no demasiado, pero más que antes, por lo que podría llegar a pasar inadvertida. Agachada, se acercó al puesto donde el comerciante miraba a unas jóvenes que miraban con atención algunas collares.

Tomó ropa, cogió unas sandalias y unos guantes y volvió al callejón tras las cajas, agradecida por que su pelo corto no hubiera dejado un rastro de agua sobre la arena, mojado como estaba tras su entusiasmo con el agua. Dejó la ropa sobre una de las cajas y se quitó lo que llevaba puesto, hundiéndose en el barril para quitarse el polvo. Sentía desperdiciar esa agua, pero si quería pasar desapercibida, tenía que parecer una más, y las manchas de polvo seco no era, precisamente, algo que solieran tener las personas del lugar.

Salió usando la ropa que iba a tirar para secarse y se apresuró a a vestirse con lo que había robado del vendedor, escurriéndose el pelo para que no mojase la ropa. Respiró hondo cuando tuvo el velo ya puesto e intentó estirar de la camisa que había cogido, demasiado corta, al menos si había tomado unos pantalones, aunque anchos, y algo traslucidos, peor habría sido una falda. Bashira había dicho que esa ropa era propia de las jóvenes del lugar, aunque se había puesto especialmente de moda entre las mujeres del lupanar, al parecer seguía siendo usual ver a cualquier muchacha vestir así por la calle.

Suspiró ya vestida y salió a la calle con los guantes asegurados para cubrir su mano verde y mirada baja, no parecía que nadie se fijase en ella. Caminó en busca de algún lugar donde reposar, donde sacar información, tal vez en el prostíbulo encontrase algo, sabía, por lo que le había contado la hija del Sheik muerto, que las prostitutas eran mujeres respetadas en la ciudad, nadie les tocaba un solo pelo al salir de su lugar de trabajo, e, incluso allí, se las trataba con cuidado, eran jóvenes que sabían mucho de la ciudad, más que cualquiera, por su trabajo, se enteraban de cualquier suceso, conocían todos los secretos del lugar, más que cualquier guardia del Sheik. Si podía hablar con ellas, si le podían decir algo, tal vez pudiera ser de ayuda para Bashira, tal vez, solo tal vez, pudiera compensar parte del mal que había hecho y salir de allí sana y salva, aunque no se lo mereciera.

Llegó a la casa del Sheik, desde el exterior era una construcción impresionante, pero sospechaba que había ido justo en la dirección contraria a la que debería, nuevamente su sentido de la orientación, pésimo como había sido siempre, había hecho de las suyas. Suspiró dispuesta a dar la vuelta, cuando vio un perfil conocido de refilón. Como una idiota, se quedó mirando quieta, de pie, hacia el callejón, no podía ser. Alterada, se adentró en el callejón sin que un alma se fijase en ella. Comenzó a correr con ojos abiertos y tiró de la manga del chico de barba desordenada, obligándolo a girarse. El alivio y la sorpresa fue tal que su cuerpo reaccionó solo y abrazó la cintura del exmercenario, con los ojos llorosos. Habían enviado refuerzos.

- Elt.- dijo temblando.
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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Ger Miér Feb 08 2017, 20:20

Flint se mostró visiblemente nervioso ante la repentina aparición de Eltrant. Por momentos pensó que uno de los nórgedos estaba escuchando. ¡Y mira qué tenía posibilidades de que así fuera! ¿Entre toda la gente que atiborraba las calles de Dalmasca iba a escucharle justamente aquel que afirmaba ser su aliado? Por su tono de piel se notaba que no era claramente de allí. Los dioses, en ocasiones, eran caprichosos.

Intercambiaron varias palabras en las que Flint puso al día a Eltrant de la situación actual de la ciudad. El exmercenario rápidamente comprendió que Bashira era una aliada e iba a resultar clave en el rescate de Alanna y, además, en la paz entre los nórgedos y la ciudad de Roilkat. Así, el guardia no tardó en preguntarle por la joven de piel oscura.

-Es la hija del sheik. Aunque ahora anda baja de moral, su padre está muy enfermo. No creo que le quede mucho. – torció el rostro. – Si fallece, habrá combates a muerte entre los hijos de las más poderosas familias, y temo que ella fallezca en el enfrentamiento. Que Bashira gane es muy importante para mí… – se corrigió – para Roilkat, quiero decir.

Su conversación pronto se vería interrumpida por la repentina aparición de Alanna, que vestida con las típicas ropas de los nórgedos se abrazó al mercenario. Había huido de la cárcel y cambiado sus ropajes, por lo que pasaba por completo como una nórgeda más, y Flint también se alegró de verla allí en tan buen estado. Por lo que no dudó en felicitarla, dejando después tiempo para conversar a la pareja sin perder la vista de la puerta de entrada a la casa del sheik.

-¡Está saliendo gente! – advirtió. Bashira fue la primera en salir, desconsolada y a lágrima perdida. No advirtió nada. – Mierda… El sheik… - temió Flint por los gestos de la joven. Alanna ya lo sabía, y podría informar a sus compañeros de ellos. La nórgeda no vio a ninguno de los tres y se perdió en la ciudad. Siendo Shalam el siguiente en salir, orgulloso y más alegre que nunca. Hizo llamar a sus hombres, que le esperaban a la puerta, y pronto le comenzaron a seguir en una dirección contraria a la de Bashira.

Séfora, la sirvienta del sheik, también salió de la casa apresurada, dirigiéndose al centro de aquella enorme plaza en la que se encontraba el hogar del líder nórgedo. - ¿Quién es esa? – preguntó Flint, sin saber si alguno de sus dos compañeros tendría la respuesta. Séfora comenzó a enviar pregoneros por toda la ciudad y se subió a una caja, iba a dar un anuncio. Así, poco a poco la plaza fue comenzando a llenarse de gente. Aunque aquella mujer no iba a anunciar nada que Alanna o Eltrant, si es que la guardia se lo contaba, supieran: Simplemente las justas para la misma tarde.

Entre todos los civiles, guerreros, mercaderes y miembros de todos los tipos de artes y oficios que comenzó a abarrotar el lugar, una niña comenzó a tirar del pantalón de Eltrant. Tratando de llamar su atención. Era una chica pequeña y bastante menuda, de pelo rizoso y moreno, con rasgos de mujer de raza negra.

-Señor, señor. ¿Tiene usted una moneda o un trozo de pan que pueda darme? – preguntó la pequeña, que apenas llegaba al metro, tirándole del pantalón. La chica frunció el ceño mirando hacia arriba y alzó su mano hasta la frente para protegerse del intenso sol que la deslumbraba tras la cabeza de Eltrant. – Ustedes no son de aquí, verdad? – les preguntó.
-Toma y lárgate, niña. Vuelve a casa con tus padres. – Flint le tendió una moneda que guardaba en sus roídos bolsillos desde que abandonó la ciudad.
-No tengo casa ni papás, señor. – dijo la niña, tomándola, sin perder su inocente sonrisa y sin soltar más información que la necesaria. No le había ofendido aquello. – Pero gracias, igualmente. Me llamo Verónica Chronos. – y les tendió la mano a aquel que quisiera estrechársela. Era una niña bastante espabilada, algo necesario para vivir en las calles. – Son gente buena. ¿Puedo acompañarles? Conozco la ciudad. – dijo la joven, poniendo ojitos

Verónica Chronos:

* * * * * * * * * * *

¡Os habéis reencontrado! Conmovedor, desde luego. Ahora podréis poneros al día el uno con el otro. Pero no hay mucho tiempo que perder. ¡La plaza se ha llenado para anunciar el inicio de las justas para esta misma tarde! Si queréis ayudar a Bashira, tendréis que planear algo.

Un nuevo personaje se ha unido a vuestra campaña: Verónica Chronos. Puede parecer sólo una niña, pero conoce las calles mucho mejor que vosotros, atajos, y puede realizar triquiñuelas. Iréis descubriendo más detalles de su historia conforme avance el hilo. Podréis ir preguntándole a Verónica lo que quieras saber de ella. A menos que le indiquéis lo contrario, seguirá a Eltrant.

Debéis decidir cuál es el siguiente paso a dar. Ahora mismo tenéis libertad absoluta. Pero corred, las justas empezarán en pocos turnos. Podéis seguir a Bashira, a Shalam y sus matones, a Séfora, que abandonará la plaza, o, sólo para la Gata, volver a la casa del sheik volviendo a mancharte por las cloacas. Podéis dividiros como queráis, podéis manejar a Flint Roiland y a Verónica.

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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Eltrant Tale Jue Feb 09 2017, 01:10

Devolvió el abrazo, revolviéndole a su amiga la espesa cabellera castaña de la que hacía gala - ¿De verdad creías que te iba a dejar sola? – Susurró, por el aspecto de su aliada esta había debido de pasar una de las peores semanas de su vida, al menos ya estaba fuera de la cárcel – Sí, yo soy los… refuerzos – Añadió, dedicándole a Alanna la mejor sonrisa que pudo dadas las circunstancias – … yo solo – Concluyó cruzándose de brazos y cerrando los ojos. – Aunque… también tenemos a Flint – Zarandeó al muchacho levemente. – Podría ser peor.

Miró a la muchacha y, sin poder evitarlo, una sonrisa bobalicona se dibujó en su rostro; hacía varias semanas que no la veía, desde que se marchó al norte precisamente, y aunque había recuperado los recuerdos, no había tenido la oportunidad de decírselo a Alanna. Por supuesto, aquel lugar era el menos indicado para hacerlo, al menos por el momento.

En cierto modo, acababa de cumplir con su misión, Alanna ya estaba fuera de prisión y Asher no se encontraba en la ciudad, una parte de él deseaba marcharse de allí a toda prisa, volver a la seguridad de los muros de Roilkat.

Pero Flint advirtió a los presentes de que estaba saliendo gente de la mansión del “Sheik” y, por el aspecto de las personas que dejaban la majestuosa vivienda, todo parecía indicar que el líder de los Nórgedos había sucumbido a su enfermedad.

Suspiró, aquello significaba que si Shalam se hacía con el poder el alto el tratado de alto el fuego iba a convertirse en papel mojado, no podía permitir que eso sucediese, las vidas de miles de personas estaban en juego, no solo los ciudadanos de Roilkat iban a sufrir con una guerra.

Antes de que pudiese decir nada acerca de las justas que la mujer estaba pregonando, sintió como alguien reclamaba su atención tirando levemente de sus ropajes, mirando hacia abajo descubrió el joven rostro de una joven que apenas había entrado en la adolescencia.

La niña, claramente uno de los tantos niños sin hogar que poblaban las calles de Dalmasca, pidió a los presentes comida o una moneda con la que poder comprarla, Flint fue el que respondió en primer lugar, ya que Eltrant seguía estando ligeramente confuso por que le hubiesen llamado “Señor”.

“¿Tanta pinta de viejo tengo?” – Se dijo atusándose la barba – “Quiero decir, sé que aparento más edad de la que tengo” – Se cruzó de brazos – “¿Pero señor? No, inadmisible. Quizás admitiría un “Caballero” … Sí, eso suena bien…” – Para cuando aquella línea de pensamiento finalizó, se encontró con la mano de la chiquilla frente a sus narices, la joven, que afirmaba llamarse Verónica, sonreía jovialmente a los presentes y ofrecería acompañarles ya que, a sus ojos, parecían buenas personas.

Euh… encantado, mi nombre es Eltrant Tale – Contestó Eltrant estrechando la mano de Verónica, trató de ocultar el guantelete de metal, cosa que muy a su pesar, no consiguió hacer totalmente.

Enarcando una ceja se giró hacía Alanna, preguntándole con la mirada que hacer con la chiquilla de facciones Nórgedas y su propuesta. Finalmente, suspirando profundamente se encogió de hombros – Vale, pero no te alejes – Dijo Eltrant agachándose junto a ella, no estaba mal tener a una lugareña junto a ellos, despues de todos, tenían que pasar lo más desapercibido posibles, y la joven decia que conocia la ciudad – Esto es muy importante, así que lo repito, si nos acompañas, no te alejes. – Verónica amplió su sonrisa y asintió efusiva. – No… no somos precisamente queridos en la ciudad – Dijo con sencillez, a la joven Chronos no pareció importarle demasiado aquello, pues simplemente se encogió de hombros y jugueteó con la moneda que Flint le acababa de dar con una pericia digna de elogio - …Eres demasiado espabilada ¿Cuántos años dices que tienes? ¿Y vives sola? ¿Sin hogar? – La situación de aquella muchacha no era diferente a la de muchos huérfanos de Lunargenta, sin embargo, algo en la mirada de aquella Verónica le indicaba que no era del todo normal.

Sacudiendo la cabeza sacó todo pensamiento con la inoportuna muchacha de su cabeza, tenía cosas más importantes acerca de las que pensar en aquel mismo instante – Obviamente vamos a ayudar a Bashira – Se cruzó de brazos - ¿Pero cómo lo hacemos? – Preguntó a los demás, la pregonera seguía anunciando las justas de fondo, según podía comprender, el vencedor de aquellos combates acabaría liderando a las gentes del desierto, un sistema de selección, cuanto menos, curioso. – Lo primero que deberíamos hacer es ver a dónde va Bashira – Dijo – Quizás vaya a hacer los preparativos necesarios y… esta de nuestra parte ¿No? Bueno, más bien nosotros estamos de la suya – Se pasó la mano por el pelo - ¿Por qué no le decimos que queremos ayudar directamente? – Aquello era peligroso, pero no era una mala idea, sobre todo si tenían en cuenta que Flint parecía desesperado por ayudarla.
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Mensaje  Alanna Delteria Jue Feb 09 2017, 12:33

Se separó secándose una lagrimilla traicionera que le resbalaba por la mejilla, apartándose el velo de la cara con un ligero suspiro, perdiendo parte de la presión en el pecho. Tragó saliva y sonrió un poco cuando Eltrant le revolvió el pelo. tenía aceptado que no era más que una hermana pequeña para el ex mercenario, pero menos daba una piedra. No habían mandado demasiados refuerzos, pero casi que era mejor así. Si llegaba un grupo numeroso de gente extraña, saltarían todas las alarmas, no sería buena idea introducir un ejercito, por pequeño que fuera, en la ciudad, y menos con el caos que se sucedía ahora en las calles.

Miró, entonces, hacia la puerta cuando Flint advirtió de que esta se abría, sabía perfectamente que sucedía, iban a convocar los juegos. Frunció el ceño mirando a Shalam con asco, ese hombre avanzaba pavonendose entre los presentes mientras Bashira, cabizbaja, seguía a la sirvienta que había visto anunciar la muerte del Sheik. Negó con la cabeza volviendo a ponerse el velo sobre la nariz y la boca, no podía permitir que la vieran, ni siquiera de refilón. La sonrisa de Shalam le daba tan mala espina como la muerte del Sheik. A pesar de sus tratamientos no le habían permitido analizar en profundidad lo que le sucedía al hombre, aunque era cierto que cuando ella había estado tratándolo había mejorado algo.

Se giró a Flint y a Eltrant, no iba a ser sencillo de explicar, llevaba desde la primera vez que pisó el cuarto del Sheik sospechando de la gente de su alrededor, habría querido investigar el agua y la comida que le daban al hombre, pero no le habían dejado acercarse, Bashira era la única que confiaba un poco en ella, esperaba que eso no le hubiera traido más problemas de los necesarios. Aun recordaba el tono verdoso en la piel del hombre y esa tos extraña. No era médico, pero si había notado que los sintomas no eran de enfermedades comunes. Se parecía más a lo que sucedía cuando se inyectaba, poco a poco, algún tipo de veneno en vena. Los guardas lo usaban como tortura, aunque en dosis más altas de las que, si sus sospechas eran ciertas, habían provocado la muerte del Sheik.

- El Sheik ha muerto esta mañana-
dijo mientras veía subir a la palestra a quienes habían salido de la inmensa casa frente a la que se encontraban, sabiendo que eso era la explicación más clara a lo que estaba pasando que podían escuchar.- Pero no me da buena espina.- se giró a mirarles.- Lo sabes, Flint, desde que llegamos he dicho que la enfermedad del padre de Bashira no era normal.- dijo mientras el joven asentía.

Iba a decir algo más, cuando una niña, a penas unos diez centímetros más baja que ella, apareció tirando de la manga del guarda que la miró con cara de ofendido. Alanna sonrió tras el velo, "señor" le había dicho, seguro que eso había sido un shok para el ex mercenario. La chiquilla tenía rasgos nórgedos y la piel como el carbón. La miró con curiosidad, ¿una moneda? Flint fue quien le dio una, echándola de allí, ¿de dónde habría sacado esa moneda? Suspiró esperando a que la chiquilla se fuera, pero no fue así, se decidió a ayudarles.

No le hacía gracia, no confiaba en nadie de la ciudad, solo Bashira se había ganado su voto de fe. Pero entendía que tener a alguien que conociera el lugar sería realmente útil. El grupo que informaba de los juegos se retiró nuevamente, cada uno por su camino, debían ir tras ellos, pero ella quería asegurarse de que sus sospechas eran algo más eso. Miró a Eltrant y tragó saliva. No quería volver a entrar, en realidad, tenía pánico, si volvían a apresarla, su cuello sería el precio. Pero no podía quedarse con la duda. Miró hacía atrás, al camino que había seguido para salir de su celda, las alcantarillas, de nuevo.

- Yo he de volver. -
afirmó- La muerte del Sheik no ha sido natural, llevo pensandolo desde que llegué, a ese hombre lo han matado...- explicó de nuevo, con seriedad y una ligera presión en el pecho, temerosa de lo que le deparase en el interior del hogar.- Puede que sea una tontería, que solo sea una corazonada estúpida, pero... he de asegurarme, si tuviera razón, podríamos incluso evitar el enfrentamiento.- comentó mirando hacia el lugar por el que se alejaba Bashira.- Si tengo razón, es una acusación muy grave, pero podría detener todo este lío, o, al menos, retrasarlo para tener un plan de acción claro.- Se giró a la chiquilla.- Dices que nos quieres ayudar, ¿Cómo puedo entrar allí dentro?
- Solo se puede entrar por las alcantarillas.- contestó la chiquilla.

Alanna respiró hondo, otra vez a las sombras. Con un suspiro miró a sus compañeros y les intentó sonreir tras el velo. No le hacía demasiada gracia, pero podría ser peor, debería volver a coger algo de ropa para, al salir, no llamar demasiado la atención. Debían darse prisa, no podía hacerles perder tiempo si tenían que seguir a Bashira, o Shalam. Se asomó para ver si podría salir sin problemas y asintió para si, era el momento.

- Nos veremos aquí en una hora para hablar de lo que hemos descubierto, si falta alguien... no importa, tenemos que seguir adelante, le buscaremos cuando tengamos algo claro.- murmuró. - Suerte.- les deseó saliendo del callejón dirigiéndose, nuevamente, hacia las alcantarillas.

Pasó por las calles como si fuera una más, hasta encontrar la parada de la que había tomado la ropa, pasó por el lado tomando unas nuevas prendas con disimulo, mientras unas mujeres gritaban entusiasmadas por las joyas que les mostraba el mercader. Volvió a pasar tras las cajas y se introdujo en la alcantarilla donde había estado anteriormente. Deshizo el camino que había hecho antes volviendo a embarrarse. Una escalera subía hacia arriba, ese era el camino que no había tomado antes, y debía llevar hacia la segunda planta, donde estaban las estancias. Cambió su ropa sucia por la que llevaba en la mano y comenzó a subir. Abrió la portezuela y salió a una estancia de suelo marmolado, cubriendose bien pelo y rostro, estirando los guantes para asegurarse que su mano verde estuvirea bien cubierta, antes de cerrar el lugar por el que había salido.

No había nadie a su alrededor, un diván había cubierto su salida. Se levató tranquila y miró a su alrededor, esperaba no llamar demasiado la atención. Solo quería saber la verdad, y esperar que, con eso, se detuviera esa locura, tenían que salvar a Bashira, conseguir que ella fuera la siguiente Sheik, esa mujer era nuestra única esperanza de detener la guerra.
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Mensaje  Ger Miér Feb 15 2017, 22:45

Los tres chicos reaccionaron de manera muy agradable con la niña, y eso la hizo sonreír. Los nórgedos no eran especialmente buenos con los niños, y, a pesar de ellos, Verónica, como inocente joven que era, no guardaba ningún tipo de rencor a las malas gentes de las arenas. Pero no le gustaba nada que la ignoraran, lo odiaba de hecho, y por ello siguió tirando de la pernera del guardia, enfrascado en una conversación con el resto de “mayores”, esperando que le hiciera caso.

-Señor Tale, señor Tale. – algo quería decirle la niña – Bashira es amiga mía. Puedo presentarles, si quiere. – comentó la rizosa, estirando la cabeza hasta arriba para poder mirarle a los ojos, como le habían enseñado.

Por su parte, Alanna no había contado nada que Flint no supiera. La guardia sospechaba que el sheik no había fallecido de muerte natural, sino que había algún secreto más allí, y se mostraba curiosa por volver a la casa del fallecido líder nórgedo para comprobar que su teoría era cierta. Si no lo hacía ahora, no tendría muchas más oportunidades. – Es muy peligroso, iré contigo, te cubriré desde abajo y silbaré si veo que alguien se acerca. Soy bueno haciendo silbidos, los políticos los utilizamos mucho cuando nos preguntan o increpan por la calle. – se ofreció el hijo de Lord Roiland.

Tras una breve despedida, el grupo se dividiría entonces en dos.

-¡Por aquí, señor Tale! – exclamó Verónica, que comenzó a corretear y a esquivar a la gente con una gran habilidad, fruto de su pequeño tamaño. Las calles estaban cada vez más llenas, se encontraban ya a media mañana y, aunque la muerte del sheik no había llegado a todos los rincones de la ciudad, cada vez se notaba un aire más crispado y preocupante entre los habitantes de Dalmasca. Verónica, por el contrario, jamás perdía la sonrisa, y se divertía metiendo a Eltrant por recovecos imposibles sólo para ver las caras y posturas del exmercenario haciéndole pasar por sitios imposibles. Sufriendo para seguirle. - ¡Señor Tale, es usted muy lento! – le gritaba.

La niña se detuvo finalmente en una esquina. Delante tenía una casa construida con roca arenisca cementada. No era una casa pobre, pero tampoco era el lujo que cabría esperar para la hija del líder, un edificio de dos pisos aunque bastante estrecho, con apenas una ventana en cada planta. – Ahí vive Bashira. – le dijo señalándole la vivienda. – Ella es muy buena, señor Tale. Ahora soy mayor y ya no vivo con ella, pero cuando hace cuatro años Shalam acusó a mi mamá de traición y se la llevó, Bashira me acogió y me dijo que no me preocupara, que sólo se había ido a la ciudad de los cristales. Por eso no tengo mamá. No aquí, señor Tale. – la joven hizo una pausa y miró a Eltrant. - ¿Usted estuvo en la ciudad de los cristales, señor Tale? ¿Es cierto que es bonita? Bashira me dijo que, algún día, yo iré a la ciudad de los cristales. – y se acercó a la puerta. – Pero estamos aquí por usted, señor Tale, no por mí. – y la inocente niña picó a la puerta. Una puerta que, al poco, fue abierta por una mujer con un pañuelo en la cabeza, la misma que había visto salir de la casa del sheik, derrumbada, hace una escasa media hora.
-¡Verónica! ¿Con quién vienes? – preguntó Bashira, sorprendida, la nórgeda mostraba unos ojos claramente llorosos, pero a pesar de ello no quería mostrar debilidad delante de su pequeña amiga.
-Es el señor Eltrant Tale. Estaba con tu amiga de la casita bajo el cuartel, Alanna. – dijo ella. La pequeña, como la que no quería la cosa, iba descubriendo todo lo que la nórgeda le había contado. Y por lo visto, ésta le había contado a Verónica que mantenía una buena amistad con Alanna Delteria, aunque camuflaba a la niña ciertos detalles desagradables para una menor. – Y quiere hablar contigo, Bashira. – Ella se frotó los ojos para quitarse las lágrimas y, pese a que no estaba muy convencida de querer hablar con nadie, se hizo a un lado y permitió a Eltrant y a la pequeña pasar.

* * * * * * * * *

Por su parte, Alanna Delteria volvió a entrar por la alcantarilla por la que había podido escuchar la conversación fría y desagradable de Shalam. Estaba segura de que no había muerto de manera natural y estaba dispuesta a demostrarlo. Se volvió a mover entre la mugre para pasar a través de la misma rendija de la vivienda y terminó ascendiendo por un estrecho conducto que llevaba a otra rejilla sobre el techo de la habitación de un fallecido sheik.

Escucharía silbidos de una voz, pero no la de Flint, como le había advertido, sino Séfora, la sirvienta de la corte, que tarareaba una canción. No parecía muy afectada por la muerte del sheik, sino más bien alegrada, pese a que tan bien lo había disimulado cuando informó a Bashira. Tapó al difunto padre de la nórgeda con una manta y ordenó un poco la habitación, cruzó las cortinas y dejó a oscuras la habitación, únicamente iluminadas por el sol que penetraba la tela de la ventana. Alanna podría verlo todo desde su posición.

La joven recogió la taza de té que había dejado al sheik y, sin dejar de cantar, procedió a abrir la puerta y descender al piso inferior. Flint no había silbado, lo que significaba que, por el momento, no había peligro alguno.

* * * * * * * * *

Eltrant: Has llegado a la casa de Bashira. Es hora de informar a la nórgeda con lo que sabes. Cuéntale lo que consideres. También podrás preguntarle lo que quieras sobre Verónica si lo deseas, que quedará jugando por la casa, sin haceros el menor caso. Tienes permiso para manejar a ambos personajes.

Alanna: Tú has preferido complicarte la vida, luego dirás por ahí que soy yo quien quiere que acabes en el desagüe. En fin, es sólo una broma. Me gusta la gente valiente. Tomar riesgos tiene sus peligros, pero también sus recompensas, y en ésta ocasión, descubrirás que, como astutamente sospechabas, el sheik ha sido envenenado. Veneno que puedes describir como desees. Al final del turno, aparecerá Séfora por la puerta de nuevo, que quedará inmóvil ante tu presencia, puedes huir por la ventana y reunirte de nuevo con Flint o tratar de inmovilizarla para “hacerla cantar”, sólo en este caso tendrás que lanzar una runa. ¿Asumirás el riesgo de nuevo o crees que tienes suficiente información?
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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Eltrant Tale Jue Feb 23 2017, 14:29

- ¿Separarnos ahora? – Eltrant frunció el ceño, perplejo por la idea que Alanna de poner sobre la mesa – No creo que… - Se detuvo a mitad de la frase y suspiró, no importaba lo que él opinase, lo cierto era que cuando su compañera tomaba una decisión no había forma de cambiarla, no cuando tenía la expresión que en aquel instante adornaba su rostro. – Vale – Dijo a regañadientes, creándose de brazos – Pero ten cuidado – Añadió antes de que se marcharan, sujetándola del brazo para que se detuviese un instante – Ten cuidado – Repitió.

- Te sigo – Le dijo entonces a la joven Verónica, por algún capricho de los dioses la huérfana afirmaba ser amiga de la candidata al trono de los Nórgedos, de Bashira, esta incluso se ofreció a presentarles; no podía desaprovechar aquella oportunidad. – Espero que no esté confundida… - Susurró para sí al mismo tiempo que contemplaba como su compañera de la guardia se marchaba, era demasiada casualidad ¿No era cierto? ¿Podía estar llevándole aquella cría a una trampa? Por su aspecto, Veronica no era más que chiquilla tremendamente avispada y curiosa, le costaba pensar que estuviese tramando algo, aunque, por otro lado, seguía siendo una suerte de espía en una ciudad extranjera, el mero hecho de estar allí le convertía en enemigo de la mayor parte de los habitantes de la ciudad, debía ser prudente.

Esbozando una sonrisa cansada, Eltrant apartó todo pensamiento de su cabeza y comenzó a correr en la dirección opuesta a la que Flint y Alanna habían tomado, justo tras Verónica, quien, tras observar sus alrededores por unos segundos, decidió que aquel era el camino más rápido hasta el hogar de Bashira - ¡Por aquí señor Tale! – Dijo de buen humor, internándose por un callejón ridículamente estrecho - ¿¡No conoces otra ruta!? – Preguntó tratando de entrar por el angosto pasillo que la muchacha había decidido recorrer; aquello, por alguna razón que al guarda se le escapaba, no hizo sino reír a la muchacha, que continuó en cabeza deteniéndose solo para esperar a su acalorado acompañante y de paso hacerle saber lo lento que era. - ¿¡Lento?! – Dijo ahora, respirando copiosamente, tratando de mantener el ritmo, agachándose para pasar por un agujero en la base de un muro - Me gustaría verte a ti cargar con lo que llevo encima – Dijo ajustándose el manto blanquecino en torno a la cintura, por dónde estaba empezando a desvelar la armadura que llevaba debajo – No vayas tan deprisa – La joven volvió a reír y, negando con la cabeza, volvió a tomar la iniciativa - ¡Esto no es ninguna carrera! – Protestó el exmercenario, no podía negar, sin embargo, que el optimismo de Verónica era relativamente contagioso, no pudo sino reír levemente ante los lugares, cada vez más angostos y a su parecer forzados, por los que la joven le hacía pasar. - ¡Venga ya! – Dijo saltando un muro – Podíamos haber sorteado esto.

Al cabo de un rato, tras sortear varias callejuelas repletas de saltos imposibles y momentos ridículos para el guarda, llegaron hasta la supuesta casa de Bashira. Se atusó la barba y observó la fachada de la modesta vivienda de dos plantas – No parece la casa de una heredera – Dijo con simpleza, Verónica no pareció oírle, esta le contó acerca de cómo Shalam se había llevado a su madre por traición; había sido Bashira quien decidió quedarse con ella cuando no tenía nadie.

Suspiró y se cruzó de brazos, la cautela sacaba lo peor de si, ahora ya sabía por qué una de las candidatas al trono del Sheik conocía a una muchacha sin hogar - ¿La ciudad de los cristales? – Cerró los ojos – Te refieres a Roilkat ¿Verdad? – Se agachó junto a la joven y le dedicó una sonrisa – Sí, sí que es bonita – Dijo dejando caer una de sus manos sobre el hombro de la chica.

Antes de que pudiese añadir nada más a la conversación Veronica llamó a la puerta con cierta insistencia, aquellos golpes no tardaron en ser correspondidos, la entrada principal de la casa no tardó en abrirse de par en par, dejando entrever a la misma mujer que, momentos atrás, había visto salir de la mansión del Sheik.

Los ojos enrojecidos de la heredera indicaban que no era el mejor momento para hablar de sucesiones y de derechos de poder, pero, aun así, después de que Verónica contase a la dueña del edificio la razón por la que sus inesperados visitantes se encontraban allí, esta dejó pasar a ambos al interior.

El interior del lugar en el que vivía Bashira solo podía ser descrito como “modesto”, era el vivo reflejo de su fachada, la vivienda carecía de las trivialidades típicas de las que solían presumir los nobles, no había arte, tampoco ostentosas armaduras ni armas tañidas de oro, aquella era la vivienda de una ciudadana más. Una vez estuvo dentro y la entrada se cerró tras él, su anfitriona acercó una silla a Eltrant y le invitó a sentarse alrededor de una pequeña mesa que descansaba en el centro de la habitación, así como depositó entre sus manos una taza de un líquido verdoso con un ligero aroma dulzón.

-Yo… esto… - Buscó las palabras que decir, Verónica se había sentado no muy lejos de los adultos y observaba curiosa la escena. – Mi nombre es Eltrant Tale – Afirmó, aunque aquello ya lo había dicho la pequeña, no estaba de más presentarse él mismo – Pertenezco a la guardia de Lunargenta y… – Hizo ahora una leve reverencia con la cabeza, no estaba seguro de si era o no lo correcto, no sabía exactamente muchas cosas sobre protocolo. – …En un principio mi deber aquí era rescatar a Alanna Delteria y a los demás cautivos y marcharme del lugar – Se atusó la barba y, justo después, le dio un pequeño sorbo a la bebida que Bashira le había ofrecido – Pero tras… lo que acaba de suceder, bueno… - El padre de aquella mujer acababa de morir, ¿Qué estaba haciendo? ¿De verdad tenía tan poco tacto? – Hemos decidido que, antes de marcharnos, debemos ayudarte a conseguir el liderazgo de los Nórgedos – Afirmó depositando cuidadosamente la tacita de nuevo en la mesa. - ¿Qué puedo hacer para ayudarte? Lo que sea – Afirmó seriamente, sin un ápice de duda en su voz.

Aquello era lo esencial, tenían que detener la guerra que estaba en curso y la única manera de hacerlo era asegurándose de que la mujer que tenía frente a él era nombrada Sheik.

Por otro lado… - Miró a Verónica que había desaparecido de su asiento y, por lo que podía intuir, había subido a la segunda planta - ¿Verónica... vive en las calles? – Le preguntó – ¿Por su cuenta? Me ha dicho que su madre… fue acusada de traición, pero ¿Su padre? – Aquello no tenía nada que ver con el motivo por el que se encontraba allí, pero Verónica había captado su curiosidad con la última historia. ¿Por qué iban a declarar a su madre culpable de traición? ¿Cuál había sido el motivo?
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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Alanna Delteria Jue Mar 02 2017, 18:11

Se miró la mano un instante, aun arrodillada en el suelo, el dormitorio estaba vacío, parecía tener tiempo, que tuviera cuidado, le había pedido, dio un suspiro mientras alzaba la vista hacia el techo del dormitorio, debería haber sido ella quien le dijera eso, sonrió cerrando el puño, tal vez le había dado un buen susto al desaparecer sin dar señales de vida por más de una semana, aunque lo dudaba, no estaba mal creer esas cosas de vez en cuando. Miró atrás, Flint no la seguía.

Miró a un lado y a otro poniéndose en pie y se acercó a la ventana, Flint le dio un ok desde abajo, él la avisaría si sucedía algo extraño que la obligaba a huir. Con eso, la Gata se sintió lo bastante tranquila como para comenzar a investigar la habitación. Abrió, primero el armario, buscando algo, no tenía claro el qué. Lo curioso de los venenos era que muchos no dejaban rastro alguno, al contrario, era más sencillo buscar aquello que no había aquello que parecía no ser extraño, que cosas raras, diferentes, y destacables. Aunque, por supuesto, había ciertas excepciones, si hubiera podido ver el cuerpo del Shiek, estaba segura de que podría haber encontrado más datos que buscando en el dormitorio.

Se acercó a los restos de la última comida disfrutada por el sheik, y pudo notar un suave olor a almendras. Frunció el ceño. No le cuadraba, las almendras estaban fuera de temporada, los almendros aun debían estar mortecinos, no darían flor hasta la primavera, y hasta verano no podrían recogerse los frutos, no, no podía haber almendras. Ni siquiera las había visto en el mercado. Se acercó, también, a la cama, el almohadón tenía el mismo olor almendrado. El recuerdo de la piel pálida, los vómitos, la sangre del Sheik, le llegaron a la mente. Esos síntomas, la fiebre, la debilidad, el color verde, y ese olor a almendras... Arsénico. Apostaba a que, si hiciera un raspado en la piel del hombre, la que rodeaba su nariz, encontraría trazas de arsénico.

Cogió el plato de comida y buscó una copa  o algún recipiente donde poder verter parte del contenido. Localizó un pequeño tarro donde debían haber estado guardadas joyas y bisuterías, lo vació y miró la caja, no era nada del otro mundo, en realidad, no tenía ninguna decoración, no era de oro, no era especial, sencillamente era una caja de metal simple y llana, pequeña, le cabía en la palma de la mano. Se la guardo en el pecho y fue ese el instante en el que escuchó los silbidos.

No venían de la calle, no era Flint quien le silbaba, el sonido procedía de dentro de la casa. Nerviosa, respiró hondo y comenzó a retirar las sábanas como si fuera una de las criadas del lugar. Alzó una mirada tranquila cuando se abrió la puerta y se detuvo haciendo una ligera reverencia, similar a las que había visto hacer a las criadas, sin embargo, el gesto de la joven le dijo que no había colado del todo. Tragó saliva y siguió haciendo como si no sucediera nada, no podía dejar que avisara a los guardias, volverían a meterla en la cárcel, como poco, probablemente antes habría una ejecución pública, de la que Shalam se alegraría enormemente, probablemente incluso sería él la mano ejecutora.

- ¿Qué haces aquí? Nadie puede entrar en los aposentos del Sheik excepto yo, y todos tenéis orden de no acercaros.- Preguntó la muchacha con seriedad. Alanna le devolvió una mirada severa, tranquila y silenciosa, irguiéndose, cuanto menos hablase, mejor, más tardarían en reconocerla. O eso pensaba. La chica comenzó a acercarse, a rodearla, a examinarla de arriba a bajo, y, por fin, soltó, dando varios pasos hacia atrás.- Tu no eres una de las sirvientas, no te había visto nunca antes, ¿quien eres?.- murmuró tensa.

Alanna lanzó un suspiro y comenzó a retirarse el velo con lentitud, de perdidos al río, tenía os opciones, o saltaba por la ventana y los guardias comenzaban a buscar por toda la ciudad, poniendo en peligro a Eltrant, Flint y toda la misión que tenían entre manos, o confesaba e intentaba preguntar y sonsacar información a esa criada que tan alegre parecía después de la muerte del Sheik y su espectacular actuación frente a Bashira.

- La presa, la guardia esa que mantó al hermano de Shalam y estuvo tratando al Sheik.-
murmuró la Nórgeda.
- Ahora que sabes lo que querías, vas a contestar tu a unas preguntas, por ejemplo, ¿por qué le dabas arsénico al Sheik?
- ¿De qué hablas? ¿qué pruebas tienes para acusarme así?- siguió retrocediendo la mujer mientras Alanna se mantenía inamovible, cerca de la ventana.
- Mi tratamiento funcionó cuando se me permitía verle, porque añadía pequeñas dosis de frutos que pueden actuar como antídoto para casi cualquier veneno y le aliviaba los síntomas, aumentaste, o quien lo estuviera envenenando, aumentó tanto la dosis que el aroma a almendras que deja el veneno no lo disimulan ni vuestras fuertes especias.- explicó con gesto serio.- ¿y bien? ¿Quien te ordenó hacerlo? ¿o tal vez actuabas sola?- Alanna tenía una ligera sospecha de que posible heredero del trono había estado manejando los hilos entre las sombras.
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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Tyr Jue Mar 02 2017, 18:11

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Mensaje  Ger Mar Mar 07 2017, 21:42

Alanna había descubierto que el sheik había sido envenenado con arsénico, un potente veneno que suministrado dosificado adecuadamente puede parecer que el paciente está sufriendo una enfermedad natural. Pero la guardia, que además era una experta en venenos, desenmascaró las tretas de aquella mujer, que apretó sus puños con rabia, inclinó hacia delante la cabeza y la miró con desprecio. Habían descubierto su plan.

-Hablas demasiado. – respondió Séfora a la acusación de la guardia, y se llevó la mano al manto de su túnica, de donde sacó un puñal curvado o kris con el que amenazó a Alanna. – Yo sólo soy la mano ejecutora en esto. Sólo sigo órdenes de Shalam. Y me da igual que lo sepas. No tienes pruebas y nadie creerá a una prisionera.

La asistenta se lanzó a por Alanna ante el propio cadáver del sheik, tratando de acertarle con el cuchillo en alguna parte en la que pudiera dañarla, aunque sin éxito. Forcejearon durante un buen rato en el interior de la vivienda, dañándose mutuamente y rodando varias veces por el suelo.

Desde el suelo arenoso de la fortaleza, Flint vio a la guardia luchar a través de la ventana. - ¿Pero qué estás haciendo, Alanna? – se preguntó nervioso, tratando de hacer algo, pero desde allí arriba y desarmado, poco podía hacer. Fue entonces cuando vio a unos guardias entrar despacio en los aposentos del Sheik. Flint comenzó a silbar tal y como le había indicado, para avisarla del peligro que corría. Pero la guardia no podía escapar aunque quisiera, ya que se encontraba a altura y necesitaba un tiempo para preparar la huida desde un segundo piso. Podría escuchar los silbidos de sus compañeros tenía que derrotar a Séfora, pero no podría huir. - ¡Mierda! – Flint estaba ya desesperado. Miró a todos lados. - ¿Dónde demonios habrá ido Eltrant? – se preguntó, y comenzó a correr buscando al exmercenario, que se había ido con Verónica Cronos, aquella dichosa niña de facciones nórgedas. – Tengo que encontrarle. – se propuso.

La legión de tres guardias terminó llegando a la habitación. - ¡Ayudadme! – gritó Séfora, bastante cansada del combate. Los nórgedos no tardarían en reaccionar, detener y esposar a Alanna.

La legión rápidamente comenzó a plantearse a donde llevar a la guardia.

-¿Qué hacemos con ella? - preguntó uno.
-¡Llevémosla al coliseo! ¡Que se enfrente a Kagzilla! - propuso otro.
-¡Eso eso! A Kagzilla. Será un buen aperitivo antes de la proclamación del nuevo sheik. - repitieron el resto, riéndose.

"Coliseo":


* * * * * * * * * * *

Eltrant no estaba demasiado lejos, aunque entre el entramado de casas sería difícil para Flint encontrarle. El exmercenario se presentó ante Bashira en su propio hogar, la nórgeda se mostraba escamada de la presencia y enarcó una de sus arregladas cejas sin saber muy bien qué demonios hacía allí. Pero que Verónica hubiese accedido a llevarlo hasta ella era motivo más que suficiente para darle un voto de confianza.

-¿Ayudarme a conseguir el liderazgo de los nórgedos? - musito sin comprender. – Pasa, Eltrant. – comentó con su marcado acento del desierto, una pronunciación que acusaba un cierto deje en la letra “s”, y que hacía que las “c” sonasen también como “s”.

La casita de Bashira era bastante humilde, excavada en roca arenisca y con unas mesas, nada esperable con el hogar del sheik. Y es que, en la cultura nórgeda, sólo éste podía vivir. Invitó a Tale a sentarse en una pequeña silla junto a la mesa y preparó un té, mientras que regañaba a Verónica por trastear con sus utensilios de cocina. Una vez lo hubo preparado, se sentó con su taza junto al mercenario, que ahora había pasado a hacerle preguntas más personales que dispuso a contestar una vez la joven subió a la segunda planta.

-Verónica es como una hermana pequeña para mí. – dijo Bashira, ladeando su vista hacia la niña. – ¿Su madre acusada de traición? Eso es lo que le expliqué yo… Que está en Roilkat. - dijo arrepentida, tomó la taza de té con dos manos. – Shalam mandó ejecutar a sus padres cuando ella apenas tenía dos años. Nunca se llevó bien con el padre de Verónica y junto a sus compinches organizó una treta para inculparles un intento de golpe de estado. – hizo una pausa. – Decidí investigarlo por mi cuenta y finalmente llegué a la conclusión de que eran inocentes, aunque nunca tuve pruebas concluyentes, sólo declaraciones de testigos. Al final me hice cargo extraoficialmente de la niña. –

En ese momento, la joven nórgeda bajaba por las escaleras, por lo que decidió cambiar de tema.

-No hay nada que podáis hacer por mí, Eltrant. – se lastimó Bashira. – Debo vencer a Shalam y a los demás aspirantes en un duelo a muerte. Y ahí no podré participar de algún modo. – hizo una pausa. – Tengo que ser yo la que gane el combate. – dijo con resignación. Cuando entonces la voz de Verónica volvió a sonar. - Pero pase lo que pase hoy, no podré quedarme con ella. Como sheik lo tendría prohibido y si muero... - carraspeó, sin poder terminar la frase, y luego miró al guardia a los ojos. - Por favor, prométeme que uno de vosotros cuidará de ella. - le pidió la árabe.
-¡Bashira, Bashira! ¡Mira! – estaba mirando por la ventana. – ¡Se están llevando a la amiga de Eltrant al coliseo! – declaró.
-¿Qué? – preguntó la nórgeda, sorprendida, acercándose para cerciorarse. Y es que no sólo Alanna estaba siendo perseguida por un grupo de guardias, sino que además se podía ver a Flint seguirla y mirando en todas las direcciones. Al no encontrar a Eltrant había decidido seguirla por sus propios medios.
* * * * * * * * * * *

¡Entramos en la parte central de la misión. Ahora vendrá la parte más emocionante y donde vuestras decisiones tendrán mayor importancia!


Eltrant: Bashira te ha pedido un favor. Está en tu mano cedérselo o no. Si aceptas terminarás llevándote a Verónica Cronos contigo. Hablando de Verónica, alguien se lleva a Alanna al coliseo, esa enorme estructura circular delante vuestra. Bashira también irá hacia allí, pero ella tiene su "pase VIP" para el combate final y no le conviene que la vean contigo. Tú tendrás que buscar alternativas. Puedes manejar a Verónica, que conoce las calles, para que te guíe por algún sitio "no lícito" y te ayude a infiltrarte en el coliseo. También verás a Flint entrar por otro sitio del mismo rasero, pero por su poca maña puedes intuir que se meterá metiendo en líos. Tendrás que decirle a Verónica que te guíe para encontrarte con Flint o ir a rescatar a Alanna. No podrás ayudar, por el momento, a los dos.

Alanna: Tu pésima suerte hace que termines capturada. Con fortuna, Eltrant te liberará y no te verás en mayores problemas. De momento, vas directa a los calabozos... pero esta vez a los del coliseo. Al menos, tú eres la única que sabe el gran secreto de Shalam. Él mandó asesinar al Sheik. y tendrás que encontrar la manera de inculparle más adelante. En este turno, tendrás que describir tu combate contra Séfora y como eres capturada. Los guardias te dirigirán a la arena... y no precisamente de espectadora. Eso de "Kagzilla" suena mal. En este turno no tendrás mucha más alternativa pues serás escoltada por varios guardias. Según te vayas acercando a la arena, escucharás los bufidos de una criatura colosal. La gente comienza a poblar la cola de entrada al recinto. Un gran espectáculo está a punto de comenzar.
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Mensaje  Eltrant Tale Lun Mar 13 2017, 22:27

Miró a la niña y suspiró – Haré… haré lo que pueda – Dijo cruzandose de brazos. Veronica era una joven huérfana, necesitaba un hogar y, por lo que le había contado Bashira, no iba a poder encargarse más de ella. – Me encargaré de que reciba un hogar – Añadió inmediatamente, asintiendo definitivamente a la petición de la heredera. La muchacha de la que hablaban descendió del piso superior y Bashira, sin mencionar nada más al respecto, cambió de tema sin mucho disimulo. Eltrant sonrió ante las palabras de la nórgeda – Bueno, tengo bastantes más recursos de lo que parece a simple vista, no te preocupes por… - La melodiosa voz de la chiquilla a la cual le iba a buscar un hogar hizo que el guarda cortase la frase a la mitad y mirase hacía el lugar que la joven indicaba con apremio.

Frunciendo el ceño se ajustó la espada al cinturón y dejó escapar un largo y cansado suspiro – …Mira que le dije que tuviese cuidado – Masculló en voz baja al ver como dos individuos corpulentos arrastraban a su compañera en dirección al enorme coliseo que había visto al poco de internarse en la ciudad.  - …Y ahí va Flint. – Dijo cuando, una vez en la entrada al domicilio de la Nórgeda, vio como el noble de Roilkat iba a paso ligero tras la guarda, tratando de pasar desapercibido entre la población pero sin perder de vista a Alanna.

Se llevó la mano hasta la sien y negó con la cabeza – Voy a ayudarles – Dijo sin meditarlo mucho, girándose hacía Bashira y sonriendo - Ten cuidado con la prueba. – Le dio una palmada amistosa en el hombro - No estaré lejos, encontraré la forma de ayudar – Se agachó junto a Veronica y le revolvió el pelo - ¿Sabes como entrar al Coliseo sin ser vista? – La joven miró a Bashira durante unos segundos inusualmente largos y sonrió – Bien, te sigo – Volviendo a levantarse salió a la calle y esperó a que la chica tomase la iniciativa – Asegurate de que puedo mantener el ritmo – La joven solo dejó escapar una alegre carcajada ante esto y, como antes, comenzó a correr a través de los distintos callejones de la ciudad.

Minutos despues se encontró en uno de los callejones adyacentes al coliseo, uno de los lugares por los que las personas menos agraciadas para los nórgedos entraban en el mismo, los luchadores, los esclavos, y sus entrenadores.

Escrutando la angosta callejuela desde la entrada pudo ver como, en la distancia, introducían a Alanna a través de una desvencijada puerta de madera al fondo del lugar, por otra parte, tambien notó como Flint se infiltraba en el coliseo por su cuenta y riesgo, muy probablemente, tras los pasos de la guarda.

- Me has traido hasta aquí – Dijo agachándose junto a la muchacha despues de pensar detenidamente el siguiente paso a seguir, dedicándole la mejor sonrisa que pudo – Muchas gracias. Pero ahora necesito que te vuelvas a casa de Bashira ¿Vale? – Ordenó en un tono que casi se podía considerar paternal. Veronica era una joven lista, cualquiera podía ver que la muchacha era capaz de cuidarse por si misma, pero aun así, el castaño no podía permitir que la joven le acompañase hasta el interior de aquella trampa mortal que era el coliseo. ¿Qué podía suceder si les atrapaban? Había oído rumores de que los Nórgedos hacían competir entre sí a sus cautivos por la libertad, ¿Cuánto de verdad tenía aquel rumor? Fuese la cantidad que fuese, seguia siendo demasiada para arriesgarse.

Espera un momento… - Dijo sujetando a Veronica por el brazo, impidiendo que se marchase de inmediato. La entrada por la que había desaparecido Alanna estaba, evidentemente, custodiada; Si quería entrar en el coliseo iba a tener que ser por otro camino, el tipo de entrada que solo su acompañante sabía - ¿Cómo puedo pasar por ahí sin que me vean? – Preguntó segundos antes de volver indicar a la joven que se marchase. La chica puso los ojos en blanco, visiblemente molesta por que el guarda decidiese apartarla de la “persecución” – No me mires así – Volvió a revolverle la rizada cabellera y dejó escapar una carcajada corta – Sabes que es lo mejor.

Una vez se aseguró de que la huérfana se había marchado y, por extensión, estaba a salvo y alejada de aquel lugar, estudió sus posibilidades. Por un lado podía reunirse con Flint, el plan del noble, muy probablemente, sería similar al suyo, por otro lado sin embargo, era Alanna la cautiva. - ...Alanna – Tomó aire y cerró los ojos, si la habían llevado a un lugar como aquel no era precisamente para que difrutase del futuro espectáculo, incluso él era capaz de adivinar eso.

Convencido de con quien se iba a encontrar, repitió para si las indicaciones que le dio la muchacha una y otra vez. – Puerta de madera despintada – Dijo alcanzando el pomo de madera del lugar que le había dicho Veronica.

El callejón estaba prácticamente desierto, todas las personas estaban agolpándose en la entrada principal del coliseo, podía oír los vitores y los aplausos desde dónde se encontraba, así como los bufidos de lo que parecia ser algún tipo de bestia ¿Habían empezado ya los juegos que decidirían quien heredaría el puesto de Sheik? Si era así, se le estaba acabando el tiempo – Debajo de la alfombra de la cocina… - Las tablas que componían el suelo de aquella vivienda crujían bajo sus pies, era evidente que aquel lugar no era visitado muy amenudo, lo que le llevó a preguntarse el motivo por el cual Veronica conocía aquel lugar.

Una vez en la cocina, apartó la polvorienta alfombra de un fuerte tiron, desvelando una estrecha trampilla pobremente cerrada. – A partir de aquí, directamente al coliseo – Sonrió para sí al mismo tiempo que descendia al túnel secreto.

La escased de luz hizo que fuese más lento que de costumbre, afortunadmente, solo había una única dirección, siempre hacía adelate. Los vitores y los rugidos fueron convirtiéndose, poco a poco, en algo inmutable en su cabeza, debía de estar directamente bajo la arena.

-Y… y aquí… está la escalera – Palpó la pared que tenía frente a él en mitad de la oscuridad, buscando algo que le ayudase a auparse, finalmente, tras varios largos minutos toqueando la humeda pared localizó lo que parecia ser un viejo tablón clavado en la misma y, justo sobre ese tablón, otro. – Para arriba. – Dijo impulsándose.

Un escalon tras otro, finalmente tocó techo, de la peor de las formas. Dejando escapar un ligero gemido dolorido se llevó la mano hasta la frente, una pesada losa de granito había detenido su avance. – Bueno, es normal que pase, estoy en la oscuridad – Se dijo para sí, frotándose el lugar en el que se había golpeado. Haciendo acopio de todas sus fuerzas, empujó la losa hasta que esta dejó entrever una pizca de luz, no demasiada, pero la suficiente como para que el exmercenario se decidiese a empujar con todas sus fuerzas.

Con un fuerte chasquido, la losa terminó cediendo, dejando paso a un exhausto exmercenario. - ¿Cómo dioses conoce esta entrada Veronica? – Preguntó a la nada, respirando agitadamente mientras dejaba que sus ojos se acostumbrasen a la suave iluminación que un par de artochas le proporcionaba – Si apenas me llega por la cintura, no es posible que ella pudiese levantar… - Nuevas voces cortaron su soliloquio, recobrando la compostura, dejó escapar un par de insultos en voz baja y corrió a ocultarse tras unos barriles que rezumaba un extraño liquido de color rojizo.

Entornó los ojos ¿Dónde estaba? ¿Un almacen? No, había rejas a su alrededor, demasiadas; aquello era una cárcel, una relativamente vacía, pero una cárcel al fin y al cabo.

- ¿Qué nos han dicho que van a hacer con esta? – Las voces fueron tomando forma, poco a poco, comenzaron a ser lo suficientemente audibles como para entenderlas. – Kagzilla – Dijo el otro entre risas - ¿Kagzilla? Si esto muy poquita cosa, no va a tener ni para empezar – Los hombres rieron con aún más fuerza – Sí, ¿Le oyes? Se esta impacientando, demonos prisa, quizás podamos entregarla justo para que se divierta un poco jugando con ella en lugar de matarla directamente – Eltrant enarcó una ceja ¿Ella? Tragó saliva y respiró hondo, acompañando a las voces, el sonido de distintos juegos de pasos comenzaron a hacerse más y más evidentes, iban a pasar por allí.

Se aferró al pomo de su espada y aguardó paciente, aquellos hombres trasladaban a una mujer a encontrarse con un tal “Kagzilla”, podía intuir de quien se trataba.

Embistió con fuerza en el mismo instante en el que tuvo a los soldados en la linde de su visión, el primero de los soldados cayó al suelo confuso, sin saber realmente que estaba sucediendo, el segundo llevó su mano hasta el arma que descansaba en su cinturón en un acto reflejo, casi visceral, Eltrant estaba seguro de que aquel hombre tampoco comprendia que acababa de pasar, a pesar de esto, el castaño no le dejó tiempo para que la desenvainase y, antes de que lo hiciese, le propinó un fuerte puntapié en la pierna desequilibrándolo y haciéndole caer cuan largo era.

Desenvainó su propia espada tan pronto vio a sus dos contrincantes en el suelo, el filo azulado ilumino tenuemente el pasillo en el que se encontraban dibujando sombras y siluetas dignas de un espectaculo de ilusionismo, sin tiempo que perder, clavó la hoja firmemente en el pecho del primer hombre que había caído al suelo y, tras extraerla todo lo rápido que pudo, se giró hacía su compañero, a quien cortó prácticamente en dos con un fuerte tajo en diagonal antes de que pudiese incorporarse.

Respirando agitadamente agudizó el oído, aún si aquellos hombres habían gritado, lúnico audible una vez la trifulca había terminado eran el clamor del publico y las cadenas de los grilletes que portaba Alanna.

- ¿Estas bien? – Preguntó limpiando la sangre que cubria el filo de su espada con los ropajes de los soldados.– Te dije que tuvieses cuidado – Dijo a su amiga, genuinamente preocupado, a la vez que envainaba de nuevo su arma. - ¿Qué parte de “ten cuidado” no comprendes? Es bastante simple, son dos palabras, esta "Ten" y después "Cuidado" – Siguió diciendo mientras registraba los bolsillos de los muertos en busca de las llaves de las cadenas que mantenían a Alanna maniatada. – Estaba preocupado. Yo… no podría… - Se detuvo a mitad de la frase y negó con la cabeza, momento que aprovechó para lanzarle dichas llaves a la guarda y ofrecerle una sonrisa –  En cualquier caso, me alegro de que estes bien – Dijo a Alanna al mismo tiempo que ocultaba los cadaveres en el túnel por el que había entrado y lo cerraba. – Vamos
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Mensaje  Alanna Delteria Lun Mar 27 2017, 19:44

Las mascaras caen, los actores las pierden en un movimiento ligero, los mentirosos, se delatan con un simple movimiento de cejas, los juglares las dejan bailar hasta que la pierden sin querer en una pirueta, y al día al día, cualquiera que se precie deja ver su verdadera cara, bien por que se sienten cómodos y seguros como para hacerlo, como los trabajadores al entrar en casa, bien porque son descubiertos. Sefora era de estas últimas.

La mujer con aspecto amable, comprensivo y dulce, había demostrado que en realidad, al igual que la misma Alanna, era un peón que manejaban a su antojo manos más inteligentes, una marioneta sin piedad, sin corazón y con más de un rostro. Aunque no había previsto, estaba claro, que en cuanto la descubrieran, toda la bondad y la piedad de la que Bashira había hecho gala desde que la conoció, iba a desaparecer.

La muerte pone fin a una vida, no a una relación. Alanna era consciente de eso, Por mucho que dolía perder a alguien, esto solo te dejaba una marca, una herida que podía volverte más fuerte, o dejarte por los suelos, ella aun dudaba de su estado mientras veía el brillo acerado de un arma en las manos de Séfora y desarmada como estaba, respondía al ataque de la joven sosteniéndole las muñecas mientras caía al suelo de espaldas, forcejeando.

Si tan solo Bashira supiera todo lo que ella había descubierto, si tuviera pruebas de lo que había confirmado, solo con eso podría impedir el desastre, pero estaba desarmada, y aunque ahora tenía a Séfora bajo ella, el cuchillo seguía buscando su cuello. Las alfombras se arrugaban bajo su forcejeo y la guardia intentó coger una pipa de agua para golpear con ella a la otra mujer, sin lograr más que tirar la pipa al suelo y hacerse con un corte poco profundo en el brazo.

Cogiendo con fuerza los antebrazos de Séfora, la obligó a sentarse para, a continuación, empujar con fuerza su su cuerpo logrando que la cabeza de la mujer diera con fuerza contra el suelo marmolado, haciéndola soltar el cuchillo con un grito de dolor que, si los ruidos de la lucha no lo habían hecho ya, debió alertar a los guardias, que entraron a tropel separandolas a ambas mientras Alanna pataleaba siendo arrastrada fuera del cuarto, viendo la sucia y victoriosa sonrisa de esa maldita traidora a su pueblo.

- ¡¡Os equivocáis!! ¡Es una asesina!- grito mientras le ponían las esposas y se reían, hablando de llevarla a un coliseo.

Alanna tomó aire, resignándose, y saliendo a la calle con un empujón, alzó la cabeza dejándose llevar, alzando la vista al cielo, deseando que a Eltrant le fuese mejor que a ella. No sería difícil, Bashira era una persona razonable, con cabeza, alguien en quien se podía confiar, y que distinguía en quien confiar a la legua.Su tiempo presa le había demostrado mucho sobre la mujer del desierto, y sabía que, si lograba sobrevivir, sería la mejor soberana que vería jamás su pueblo, así como sabía que, si ella salía viva, Bashira tendría una amiga y una camarada por lo que le quedase a ella de vida.

El paseo por la calle del mercado transcurrió entre cuchicheos, y los altos y erosionados muros del coliseo, similar al que había habido en Baslodia, se alzó a su frente. Suspiró dejó que la metiesen en los calabozos a empujones, el sonido de bufidos y gruñidos, de algo que era más animal que humano, claramente, le comenzó a poner los pelos de punta cuando, finalmente, la encerraron en la celda.

Los miró alejarse antes de dejarse caer al suelo, buscando cualquier cosa, por pequeña que fuera, que la ayudase a deshacerse de las esposas que llevaba sobre sus muñecas ya heridas e irritadas, si tenía que luchar, al menos necesitaba tener las manos libres, con eso, y usando las cadenas de las esposas como arma, podía, incluso, tener una mínima oportunidad, aunque eso fuera, tal vez, tener demasiadas esperanzas.

Miró hacia fuera de la celda, donde los sonidos gruñidos eran tan fuertes que incluso retumbaban, y se dejó caer contra la pared mirando el arenoso techo.  Se tendría que haber quedado con Eltrant, estaba segura de que si la viera en ese momento se burlaría de ella, o la regañaría, el caso era que, al final, Alanna seguía siendo esa granjera que se metía en barrizales sin ser consciente de lo profundos que era.

El sonido de una pelea llamó su atención, ¿un motín? Se asomó a ver que sucedía, sin lograr nada, los gritos del publico, que esperaban su muerte, hacían que tampoco pudiera escuchar pasos de ningún tipo, y, probablemente, si los escuchase, tampoco podría sentirse tranquila, seguramente serían para llevarla a la arena a enfrentarse a esa bestia de la que no sabía, siquiera, pronunciar el nombre.

Suspiró y miró hacia fuera, para ver acercarse a la única persona a la que no habría esperado ver allí bajo. Eltrant, como un espejismo, aparecía frente a ella. Tal vez era la desesperación, o se había muerto ya y en los últimos momentos de vida su cerebro quería darle paz, no lo sabía, pero era la segunda vez ese día que la salvaban de una jaula.


Era Eltrant quien había estado peleando, la sangre de su espada lo verificaba, había peleado hasta la puerta de su prisión. Alanna agarró los barrotes aun incrédula, estaba claro que estaba teniendo más suerte de la que se merecía tras lo sucedido en el bosque del este con Runa.

Incapaz de hablar, siguió los movimientos del chico sin saber muy bien como moverse o que hacer. Había empezado a resignarse, a creer que tendría que lucha y a aceptar que debería hacerlo, y que, si vencía, cosa difícil, tendría que batirse contra Shalam malherida como habría estado, ese día, había pensado que le esperaba la muerte, que vería a Runa y a su madre en el otro lado, pero como si de un milagro se tratara, había logrado esquivarla, a pesar de que más de uno habría estado feliz de ver su cadáver.

Lo miró, cabizbaja, parecía asustado, cansado, y preocupado, al final, Alanna había sido una carga, lo único que le quedaba era intentar no molestar hasta salir de allí, tragó saliva, arrepentida, lo que había descubierto tampoco era útil, después de todo, no tenía pruebas, más que la pequeña caja con comida envenenada que había logrado esconder en su pecho del cuarto del Sheik.

- Lo siento...- musitó antes de escuchar, en a penas un susurro, esa frase inacabada de el guardia. ¿Poder?¿Qué no podría? Tragó saliva, curiosa, pero se forzó a no pensar en ello, no era momento ni lugar de dudas de ese estilo, dudas que, probablemente, no encontrarían una respuesta que fuera satisfactoria para la chica.- Gracias.- se quitó los grilletes y masajeó una muñeca con una sonrisa leve.- por venir a por mi.- le miró saliendo de la celda, algo avergonzada y con una pequeña sonrisa, agradecida, había ido a buscarla hasta el mismo desierto, hasta la celda de un coliseo, le debía una, le había salvado la vida.- Vamos.- confirmó saliendo tras él, intentando no separarse demasiado, temerosa de perderse y acabar metida en un lío peor.- Debemos volver con Bashira, se de qué murió su padre, y se quien fue su asesino.- se llevó una mano al pecho, con aires serios sin cesar su carrera, ahí estaba su prueba, su única prueba, debía protegerla a como diera lugar, Bashira necesitaba y merecía saber la verdad, si pudieran demostrar lo que había pasado, tal vez, solo tal vez, pudieran evitar la lucha, y, con algo de suerte, demostrar que Shalam era alguien sin honor, que no merecía más que un castigo al nivel de su crimen, después de todo, una cosa era asesinar en periodo de guerra, otra muy distinta, por avaricia propia.
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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Ger Sáb Abr 01 2017, 10:50

Eltrant y Alanna se reencontraron en el oscuro interior del coliseo, sirviéndose de la oscuridad, el exmercenario pudo librarse de los guardias que escoltaban a su compañera, llegando hasta ésta.

La noticia que le dio sin duda sería del interés de Bashira, ¿pero dónde se encontraba? La nórgeda tendría su combate pronto contra Shalam pronto, así que de alguna manera se tenía que encontrar en el interior del coliseo. Un lugar abarrotado en el que, sobre ellos, Alanna y Eltrant podrían escuchar el jolgorio del exterior, donde ya habían empezado algunos de los combates menores. El sonido de la gente jaleando a los gladiadores que se batían en duelo, el estruendo de las pisadas sobre la cabeza de Alanna y Eltrant. Se vivía un ambiente jovial en una velada especial en la que se conocería quién sería el próximo líder de los nórgedos. La línea continuista de la dialogante Bashira, o la combativa Dalmasca del impetuoso Shalam. La excitación en el ambiente se notaba, pero había tranquilidad, pues todo el mundo daba por hecho que la muerte del sheik había sido natural.

Pero sólo una mujer sabía la verdadera razón de la muerte, y tenía pruebas para ello. Mas debían encontrar a Bashira. ¡Y también a Flint! ¿Dónde demonios se había metido Flint?

-¡No! ¡Suéltenme! ¡Socorro! ¡Socorro! – la voz del heredero de Roilkat siendo arrastrado por guardias nórgedos se escuchaba en una pared paralela del recinto circular a la que se encontraban. Lo habían pillado por el interior del coliseo.
-Que sí, pesado, que te vamos a soltar ahora. – los guardias se desternillaban.

Lo tiraron de mala manera a la arena y cerraron la rejilla. Un sonido gutural y agudo volvió a escucharse en todos los rincones del soleado coliseo, haciendo vibrar al público, que se levantó del asiento y comenzó a jalear.

Flint no estaba solo en la arena. Tenía otros tres compañeros, criminales o acusados por los crímenes de los nórgedos. Los cuatro, que encima estaban desarmados, verían salir, al otro lado del local, a una enorme bestia parda a la que se tendrían que enfrentar. No era exactamente un kag, uno de esos perros típicos del desierto. No. Más bien era una especie de elefante y jirafa peludo. Una de las exóticas criaturas del arenal, que recibía el nombre de “Kagzilla” por su enorme tamaño, similar al de un elefante, y por su parecido cuadrúpedo y acorazado con los kags.

Kagzilla:

-Ay, mi madre… - Flint ya se temía lo peor, pero tratar de trepar por aquel trozo de piedra no le serviría de nada.
-¡Kagzilla! ¡Kagzilla! – se escuchaba bramar de continuo a las gentes del coliseo. La bestia comenzó su festín particular.

Eltrant y Alanna, desde un ventanuco interior, podrían ver esta escena, como también a Shalam, vestido de manera especial para el combate, ya disfrutaba del evento desde el palco. El nórgedo daría unas instrucciones con la mano a varios de sus compinches, Séfora se encontraba entre ellos, que con una sonrisa maliciosa accedieron y se perdieron en el interior del coliseo. ¿Tramaba algo Shalam?

Justo en ese momento apareció Bashira en el palco, quien tomó asiento junto a su contrincante. Enfundada también en su particular traje de guerra de princesa nórgeda y con una espada tan grande como ella reposando sobre sus piernas. Ambos aspirantes esperaban el momento en el que tendrían que batirse en duelo, justo al terminar la fiesta con Kagzilla.

-¿Pero qué…? – se preguntó ella en cuanto advirtió que su amado Flint era uno de los que corrían de Kagzilla. Pero no podía actuar, no de manera directa, para no levantar sospechas. Se llevó las manos a la boca, nerviosa, tenía que actuar. – Disculpadme un minuto, debo ir al aseo. – expresó con naturalidad, y se levantó del asiento a un ritmo acelerado, de nuevo al interior de la estructura.
Bashira traje "Princesa nórgeda":
Shalam traje "Guerrero del desierto":

* * * * * * * * *
Bien, hemos llegado a la parte más importante de la trama. A partir de ahora cada decisión y cada runa puede cambiar el destino de Aerandir. Eltrant ha decidido rescatar a Alanna, siendo Flint el desprotegido, de manera que éste es quien tendrá que enfrentarse al temible Kagzilla.

Ambos: Habéis visto todo lo que ha ocurrido, tanto lo de Flint, como el cuchicheo de Shalam o la entrada de Bashira. Ahora tenéis libertad para moveros por el coliseo, los guardias de su interior están más atentos al espectáculo que a vosotros, por lo que podéis moveros por las sombras e ir noqueándolos sin problemas.

Lo verdaderamente importante es qué sucederá con Flint, que no durará más de un turno si nadie acude en su ayuda. Si entráis en la arena deberéis enfrentaros a Kagzilla, podéis tratar de liquidar a la bestia… O tal vez podáis tratar controlarla si llegáis hasta arriba. Si vais los dos tendréis más posibilidades de victoria, pero descuidaréis las otras labores. Si entráis a la arena, tendréis que tirar una runa.

Vuestra otra opción es permanecer en el interior del coliseo (no tiréis runa), tratando de noquear al mayor número de guardias posibles lo cual puede poder veniros bien en el futuro. Si hacéis esto os podéis encontrar a vuestra elección:


  • Con Bashira yendo a la arena, a la que podréis explicarle lo sucedido con su padre e instarla o bien a ayudar a Flint, o bien salir con ella al palco a hacer frente a Shalam con las pruebas en la mano.
  • Con Verónica. Siguiendo a Séfora y a los guardias de Shalam. Parece avispada, pero si os topáis con ella será mejor que la hagáis mantenerse cautelosa.


A Eltrant nadie lo conoce, por el contrario a Alanna sí, para bien y para mal. Ésta a su vez cuenta con las pruebas para culpabilizar a Séfora y, por ende, a Shalam. Tened en cuenta esto a la hora de distribuiros las tareas.

En este turno podéis manejar a Flint, y también a Bashira o Verónica si decidís encontraros con alguna.
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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Eltrant Tale Sáb Abr 01 2017, 17:30

Sonrió al ver a su amiga sin los grilletes, al escuchar como las palabras de gratitud de la joven – No… no hay de que – Dijo a la muchahca con sencillez, desviando su mirada por un instante.

Sin añadir nada más a la conversación, Eltrant se agachó y tomó la espada curva de uno de los soldados a los que había abatido, para entregársela a Alanna justo despues – Ya sabes cómo van estas cosas – Bromeó – El extremo de delante pincha – Ensanchó su sonrisa, la había perdido dos veces en aquella ciudad, no habría una tercera.

Frunció el ceño cuando la multitud que se agolpaba en las gradas del coliseo, no muy lejos de dónde se encontraba ellos, estalló en un sinfín de vítores y júbilos.  Los asistentes  aquel macabro espectáculo estaban haciendo el suficiente ruido como para que lo oyesen sin ninguna dificultad, todos, incluso los guardas, coreaban una palabra que había oído momentos atrás - ¿Kagzilla? – Acercándose al ventanuco más cercano que tenía, uno de los tantos que permitían ver lo que acontecía en la arena, contempló el animal al que alababan aquellas personas.

Suspiró, acababa de liberar a Alanna de la prisión en la que estaba encerrada y, al parecer, los problemas no parecían sino aumentar. No iba a librarse del bueno de “Kagzilla” – Estupendo… - Dijo pasándose la mano por el pelo, contemplando como un indefenso Flint se encontraba, junto a otros cuatro desgraciados, encarando a aquella bestia.

Al menos no todo iba mal, su aliada había descubierto la verdadera razón por la que el Sheik había muerto, algo que, al menos, garantizaba la ventaja de Bashira si se llegaba a desvelar la verdad, Shalam lo había asesinado.

Se quedó mirando, durante varios largos segundos, como la multitud imploraba la sangre de los pocos hombres que había en la arena, apretó los dientes y clavó su mirada en Flint durante varios largos segundos. ¿Tenía acaso alguna opción?

– ¿Es que no va a darme un respiro? – Dijo en voz baja para sí, debía de haberlo imaginado cuando el hombre se internó por su cuenta en el coliseo, sin embargo, no podía juzgarle, él había hecho lo mismo.  - Ve tú con Bashira, debe de estar por aquí  – Dijo a Alanna esbozando una sonrisa cansada – Dile todo lo que sepas de la muerte del Sheik, no te saltes nada – La tomó por los hombros y la miró directamente a los ojos – Y ahora… ten cuidado, de verdad – Dijo sin perder el contacto visual con la Gata. – Mantente alejada de las cárceles ¿Vale? - Dicho esto, le dio un leve golpe en la frente con el dedo índice y sonrió, no pudo sentir la piel de la joven debido al frio metal del guantelete que rodeaba su brazo, pero le bastó. – Te veo en un rato.

Se ajustó la espada al cinto y tomó aire  – ¿Quieren ver un espectáculo? – Tras mirar a su alrededor, orientándose en el oscuro pasillo, localizó una señal pobremente garabateada la cual, con dibujos bastantes simples, señalaba la dirección a la arena – Voy a darles uno que no van a olvidar.

Los pocos guardias con los que se cruzó de caminó a la arena no opusieron mucha resistencia, la mayoría de ellos estaban demasiado distraídos con el encuentro que se estaba produciendo ante sus narices como para ser consideradores una verdadera amenaza, Eltrant se limitó a noquearlos con relativa facilidad. – Esto me vendrá bien – Dijo tomando la espada del hombre que vigilaba la entrada a la pista, colocándola junto a la suya propia, en el cinto.

Tragó saliva, aquella bestia era inmensa, y con cada paso que daba, parecía ganar varios pies de altura. – Pensándolo mejor… - Tiró de la palanca que abría la reja al coliseo, esta comenzó a crujir levemente según se alzaba, atrayendo las miradas de los contendientes y gran parte del público – Debía de haberme ido con Alanna.  

Tan pronto puso un pie en aquel pequeño campo de batalla el portón se cerró tras él, imposibilitando su huida – Ahí va mi plan B… – Dijo para sí.

El coliseo se quedó mudo, que un nuevo contendiente entrase a mitad del combate no debía de ser normal. Sin mucha dilación, se encaminó hacia dónde estaban los hombres, sudorosos, tratando de sobrevivir a las repetidas envestidas de Kagzilla. Las ovaciones comenzaron de nuevo, el nombre del animal se repetía una y otra vez en las bocas de los asistentes.

Aún con el rostro cubierto por las blancas vestimentas que portaba miró directamente al lugoso palco donde intuía que estaba los nobles, dónde estaba sentado Shalam, sonrió. Esperaba que Alanna no tardase mucho en encontrar a Bashira quien, curiosamente, no podía ver entre los asistentes – Alegra esa cara Flint – Dijo al muchacho sacando la espada robada que ocultaba debajo de las ligeras prendas del disfraz de mercader, para, después de desenvainarla, entregársela al hombre de igual forma que había hecho con Alanna cuando la sacó de la prisión – Los héroes viven para siempre. – Aseguró guiñándole un ojo, colocándose delante de todos los prisioneros.

Kagzilla rugió, con fuerza, Eltrant sintió como la tierra temblaba bajo sus pies; La mole se estaba preparando par envestir – Ven a por mí, bonito – Sonrió, tiró con fuerza de la tela que cubría su armadura, rasgándola, liberándose de sus ataduras. La prenda blanquecina fue enseguida arrastrada por la suave brisa que reinaba en el lugar, desvelando la armadura que guarda ocultaba.

Acero y carne, piel y metal. La figura de un guarda acorazado de Lunargenta se alzaba frente a la bestia de los Nórgedos, la cual acometió contra Eltrant en cuanto el sol se reflejó en su coraza.

Expulsó el aire de sus pulmones muy lentamente y saltó a un lado con el tiempo justo para no ser arrollado por la bestia. – Casi – Murmuró desenvainando la espada de hielo, incorporándose rápidamente y girándose a mirar el estado del resto de combatientes – ¡Vamos! – Exclamó extendiendo los brazos. Kagzilla gruño con fuerza y embistió a Eltrant de nuevo, quien se apartó a un lado una vez más y rasgó levemente el lado del animal con su espada.

Aquella cosa era predecible, no dejaba de ser un animal después de todo y, teniendo en cuenta que una vez se enfrentó a un murciélago de un tamaño desorbitado en Sacrestic, podía afirmar que mientras Kagzilla no emprendiese el vuelo, no le sorprendería su fuerza.

Como de costumbre, los enemigos de tamaño superior a Eltrant solían ser, curiosamente, más veloces que él, y aunque tanto el animal como el exmercenario estuvieron inmersos durante varios minutos en un tira y afloja digno de un libro de aventuras, una de las enormes zarpas de Kagzilla terminó acertándole en el pecho, lanzándolo por los aires mientras giraba sin control sobre sí mismo.

Al ver como el recién llegado chocaba contra una de las paredes del lugar con fuerza, la multitud rugió presa de la emoción, Kagzilla era imbatible después de todo, daba igual quien fueses o lo buenamente armado que estuvieses.

- …Creo que no es domesticable – Dijo entre gemidos de dolor, aceptado la mano de Flint, quien le ayudó a levantarse. Se tocó el lugar dónde le había golpeado, las garras de la bestia habían doblado la coraza y, aun sin sangre, estaba bastante seguro de que se había ganado un buen moratón – Plan C – Dijo para sí deshaciéndose de su guantelete izquierdo y entregándoselo a Flint – Cuídamelo, que cuesta un dinero reemplazarlos -  Pidió a la vez que se afianzaba al brazo el guantelete de cuero que ocultaba bajo el de metal.

Repitiendo el mismo patrón que en las anteriores ocasiones, Kagzilla arremetió contra el guarda quien, en lugar de apartarse, comenzó a correr hacía la bestia, directamente de frente. Sonrió para sí, debía de parecer un loco, pero estaba acostumbrado a parecerlo. Gritando con toda la fuerza de sus pulmones, alzó su espada preparándose para el golpe, cada paso, cada centímetro más cerca de Kagzilla sus fauces se hacían más y más grandes, no pudo evitar pensar el tiempo que tardaría aquella cosa en convertirle en carne picada de atraparle, intuia que varios segundos.

Cuando se encontraron bloqueó la embestida con el guantelete de cuero, el objeto absorbió el golpe y comenzó a humear levemente mientras siseaba con suavidad, Eltrant mientras tanto, era arrastrado solamente un par de metros a través de la arena por la inercia con la que cargaba el animal.

El estadio enmudeció, Kagzilla, a pesar de ser un animal, también parecía confuso. Eltrant había conseguido detenido el ataque, sonrió. - ¿¡Que te parece?! – Exclamó enseguida, la respuesta del animal fue un arañazo con la pata libre a la cara del guarda, que sin tiempo de cubrirse no pudo sino retroceder levemente y ver como sendos cortes se dibujaban en su rostro, atravesándolo en diagonal.

Gritando dolorido pudo colocar el brazo acorazado frente a su ojos escasos segundos antes de que la dentadura de Kagzilla se cerrase en torno a este. Gritó aún con más fuerza al notar como el acero de su armadura comenzaba a doblarse bajo la presión que ejercía la mandíbula de la bestia.

Viéndose obligado a soltar la espada para tener algo de movimiento en la extremidad que peligraba, dio varias fuertes tirones sin conseguir gran resultado. - No, no, no, noRepitiendo aquella palabra como una especie de mantra que le fuese a sacar de todos sus problemas, agarró al animal de uno de los cuernos con la mano en la que vestía el guantelete de cuero y, en cuanto este empezó a desprender una ligera nube de humo, siempre acompañada por el siseo, empujó con toda la fuerza de la que disponía en aquel momento.

Para él fue como si lanzase algo pequeño, una manzana, o quizás un almohadón; Para los demás acababa de levantar a un animal de varias toneladas sobre su cabeza. El animal cruzó los aires e impactó directamente contra la pared del coliseo, haciendo retumbar los cimientos del lugar. Mascullando un par de insultos agitó el guantelete para disipar el humo que este desprendía y se limpió la sangre que resbalaba por su cara, la cual dificultaba su visión más de lo que le gustaría.


- No eres tan grande. – Sentenció recuperando su arma, lanzó un rápido vistazo al brazo con el que la esgrimía, las dentelladas habían llegado a la carne y ahora no tenía sino una amalgama de metal carmesí como guantelete. Sin preocuparse mucho por su estado se giró hacia Kagzilla, que estaba tratando de levantarse del suelo, dolorido. – ¡Hasta aquí llegas! – Gritó alzando su espada, dispuesto a clavarla directamente en la cabeza del animal.

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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Tyr Sáb Abr 01 2017, 17:30

El miembro 'Eltrant Tale' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Alanna Delteria Dom Abr 02 2017, 10:56

Sonrió al chico, modesto como lo era siempre, no esperaba que le dejase devolverle el favor con sencillez. Tomó la espada  que él le lanzó por el mango, haciendo un par de movimientos con ella, en realidad, no sabía como manejar bien ese tipo de sables, los curvos tenían mayor resistencia al viento, y lo sentía más pesado en su mano, pero no podía ir por ahí desarmada. Intentó reír, sin demasiado resultado, dando, al menos, una sonrisa, si, pinchaba y cortaba, y si no lograban hacer bien su trabajo, Bashira y, probablemente, ella, acabarían ensartadas en la espada de Shalam, que sería feliz de, no solo pincharlas, si no también descuartizarlas sin piedad alguna, la misma de la que había carecido para asesinar al Sheik.

El sonido ensordecedor del exterior le atronó en los oídos, retumbando entre las paredes de piedra de esa galería de celdas. Miró a Eltrant cuando preguntó por Kagzilla y se encogió de hombros, no tenía idea alguna de que era, solo sabía que debía ser algo enorme, y probablemente, no era humano, además de que era lo que, esperaban, acabase con ella, por lo que debía ser una fuerza de la naturaleza. No era que ella fuera especialmente fuerte, pero habían mostrado todos tal seguridad en que moriría en las arenas, que no podía si no pensar que la habrían lanzado a enfrentarse con una pesadilla de carne y hueso.

Curiosa por ver de lo que se había librado gracias a la intervención de Eltrant, se acercó, junto a él hacia la pequeña ventana desde la que pudo observar el ring de pelea, unos pobres desgraciados, que probablemente no habían cometido crimen alguno, se encontraban en fila, pareciendo rezar por su vida, aguzó la mirada creyendo reconocer a uno de ellos, y lo vio, Flint. La chica se puso pálida. La mole de pelo y cuernos que salió de algún lado no ayudó, tampoco, a que la chica pudiera respirar con normalidad, eso debía ser Kagzilla, por los gritos que se elevaron por el aire con su salida.

- ¿Qué hace ahí ese tonto?- preguntó apretando la mano entorno al mango de la espada. Se giró a mirar a Eltrant, ¿pensaba entrar solo a por Flint? ¿Estaba loco? Quería protestar, pero lo entendía, no podían perder a Bashira, si ella moría, estallaría una guerra, una guerra de la que, difícilmente podrían salvarse, los Nórgedos, liderados por Shalam, eran un peligro para todo Verisar. Asintió sin perderlo de vista, tendría cuidado, estaban todos tan centrados en el centro del coliseo que nadie se fijaría en una chica que corriera, pensarían que estaría buscando mejor sitio para ver.- Elt.- Lo retuvo cogiéndole una mano antes de que se marchara.- Flint es el heredero de la familia Roiland, cuida de él, - le pidió- pero, sobretodo, no mueras, hablaré con Bashira e iré a por ti, así que, por favor, no mueras.-lo miró, nerviosa y preocupada, sintiendo los ya conocidos pinchazos en el pecho, dando más una súplica que otra cosa.- Si, nos vemos luego.- le dejó ir mirándolo alejarse por el pasillo, tomando una fuerte respiración, esperando que eso fuera una promesa.

Se tocó el pecho, no era buen momento para eso, debía aguantar, si tenía que desmayarse, si tenía que notar ese dolor, mejor sería esperar. Volvió a ponerse el velo que llevaba atado a la cintura, y tomó una de las fundas de espada de uno de los cadáveres, guardando allí la sarracena, para, al momento, comenzar a correr, asegurándose de llevar aun la cajita con los restos de cena envenenada del Sheik. Subió las estrechas escaleras hasta llegar a las graderías y miró de un lado a otro, cuando, de pronto, el silencio se apoderó del lugar. Extrañada, siguió las miradas de la gente, la puerta de las arenas volvían a abrirse. "No" pensó desesperada al ver la figura del mercenario salir, debía apresurarse para saltar a ayudarlo.

Los gritos volvieron a resonar, emocionados, Alanna apretó el guante y siguió corriendo, con la espada bien sujeta a su cadera. Bashira, debía dar con Bashira. Alzó la vista a los palcos, no se encontraba allí, y Shalam, en ese momento, se alzaba de su sitio para irse, probablemente, preguntándose dónde estaría ella,  por qué no la habían lanzado ya a su muerte segura. Negó con la cabeza, debía localizar a la hija del Sheik, aunque no pudieran hacer nada, la chica tenía derecho a saber lo que le había sucedido en realidad a su padre.

Los guardias, aunque distraídos, miraban de vez en cuando a los pasillos, en busca de cualquier indicio de problemas, por lo que la chica, a pesar del pánico por no poder ver lo que sucedía en la pelea contra el coloso, decidió entrar nuevamente y moverse por el interior del edificio, jamás pensó que tendría semejante golpe de suerte cuando encontró a Bashira corriendo en su misma dirección. Chocaron, nerviosas como estaban ambas, y solo lograron no caer al suelo al sostenerse de los antebrazos, para empezar a hablar a la vez, apresuradamente, hasta que la voz de la heredera sonó más alta que la de la guarda.

- ¿Qué hace Flint en las arenas?- parecía alterada.
- Se coló para sacarme, iban a tirarme a mi a luchar.- terminó por aclarar, respirando con velocidad.- Pero tranquila, Eltrant está con él, van a salir con vida.- aseguró, más a si misma que la la habitante del desierto- Tienen que salir con vida.- pidió con un nuevo pinchazo en el pecho.
- Hay que sacarles de ahí, voy a...- intentó decir la mujer.
- No vas a hacer nada, si descubren que tienes amistades con los presos, nadie apoyará tu liderazgo, y sabes que si no vences, tu pueblo y el mío morirán en la batalla.- la detuvo notando el sudor frío que le empezaba a resbalar por la frente.- No eres la única que tiene allí bajo a alguien que le importa.- le confesó con una voz y un gesto carente de cualquier broma y duda, Bashira notó, al instante, que la Gata se encontraba con el mismo conflicto que tenía ella.- pero si nos dejamos llevar, perderemos más vidas de las que podemos contar.
- Las perderemos igual- habló por fin, algo más calmada, la mujer.- aunque me enfrente a Shalam, vencerá él, no tengo ni la mitad de su fuerza, estoy lista para morir, pero no para que él muera.- volvió a ponerse nerviosa. Alanna le tomó las manos, la entendía a la perfección, pero no era momento para eso, había cosas más importantes por las que preocuparse.
- Bashira, no vas a tener que luchar contra él, no si podemos probar que él mató a tu padre.- la cara de la mujer se volvió un poema.- Sabes que nunca creí que tu padre estuviera enfermo de verdad, y viste como mejoró cuando comencé a tratarle.- La heredera asintió comenzando a fruncir el ceño.- En las medicinas introduje productos contra venenos, cuando dejé de tratarlo empeoró con velocidad porque habían comenzado a darle mayor dosis de veneno para contrarrestar los antídotos.- explicó con calma.
- Pero las únicas que teníamos acceso a mi padre eramos tu, yo y Séfora.- pareció no entender.
- Esto.- Alanna sacó la caja que había tomado del cuarto del Sheik, Bashira pareció reconocerla al instante.- Lo cogí del cuarto de tu padre, dentro puse parte de la comida que Séfora le subía.- le tendió la caja, que la mujer cogió y abrió con frialdad.- ¿Hueles eso? Es arsénico, sus efectos secundarios en dosis bajas son los mismos que tenía el Sheik, todo su dormitorio olía a almendras.- Vio a Bashira cerrar la caja con rabia, el gesto contraído y los ojos encharcados de rabia.- Séfora trabaja para Shalam, ella misma me lo dijo cuando me encontró en el cuarto intentando buscar pruebas, pero al menos me dio tiempo a coger esto.

La mujer, envuelta en negro, comenzó a avanzar desenvainando su espada, la ira la recorría como si fuera un río desbordándose por una tormenta, la mujer parecía un fuego que quería arrasar todo lo que se topase por delante. Irritada, furibunda, solo quería destruir a los asesinos de su padre. Una vez más, no podía si no comprenderla, ella, tiempo atrás, había querido matar a su propio padre por asesinar a su hermana, pero había aprendido, tras eso, que la venganza es, en realidad, un plato que se sirve mejor frío, y que, las prisas, no eran buenas, porque si ella hubiera encontrado al hombre y le hubiera dado muerte, habría visto sus manos manchadas por la sangre de su sangre, aun cuando en realidad, su hermana, su querida Elise, había estado viva.

- Lo sabía, lo sospeché desde el principio pero nunca tuve pruebas, Séfora es una traidora, me ha traicionado, a mi, a mi padre, a su pueblo, ha matado a su Sheik, Shalam va a pagar por esto,...- despotricaba la mujer mientras avanzaba con prisa.
- Espera.- logró plantarse Alanna frente a ella.
- Apártate, o no tendré piedad tampoco contigo.-
amenazó presa de la ira.
- Hazme lo que quieras, pero sigues sin tener pruebas, si simplemente vas allí, los acusas y los matas, no tendrás beneficio alguno, tu padre no está, piensa, entonces, en tu pueblo, como él hizo hasta el final. Lo que te he dado no es prueba suficiente, la gente no es imparcial, lo sabes, Shalam es un hijo de puta.- habló con claridad.- pero tiene carisma, lo seguirán hasta el fin del mundo, tenemos que hacer que se pongan en su contra, y yo se como hacerlo.- Bahsira comenzó a bajar el arma, atendiendo a la lógica, consciente de que tenía razón, pero igualmente rabiosa.
- ¿Qué propones?
- En mis cosas llevaba una copa, una copa verde, nadie puede negarse a beber de ella, nadie, tenga dentro lo que tenga, si ponemos allí un suero de la verdad y se lo damos de beber a Séfora y a Shalam, serán ellos mismos quienes se muestren como culpables.

Un temblor hizo retumbar el edificio, haciendo que la guardia notase que el dolor de pecho había desaparecido por fin, provenía de la arena. Las dos mujeres intercambiaron una mirada y salieron al exterior, la gente, concentrada como estaba en la lucha, no había, siquiera, notado su conversación en el interior del pasillo, apagada como había estado por el griterío, pero ellas tampoco estaban, en ese momento, atentas a si las habían o no oído, preocupadas por los dos hombres que se batían en duelo contra el elefante peludo. La guardia miró, atenta, de donde había podido proceder ese seísmo, y se encontró a Eltrant como epicentro del mismo, con una mano enguantelada clavada en el suelo. ¿Qué demonios? ¿Cómo había hecho eso? No le importaba, en realidad, como si tiraba el mismo edificio al suelo, le daba igual mientras saliera con vida de allí.
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En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant] Empty Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]

Mensaje  Ger Jue Abr 06 2017, 19:01

Flint agradeció la ayuda de Eltrant, y en cuanto lo vio aparecer en la arena respiró más tranquilo. - ¿Cómo se supone que saldremos de aquí con vida? – le preguntó nervioso, poniéndose tras de él, pero Eltrant parecía confiado y aseguraba tener un plan… o más de uno. Según se fueran complicando las cosas.

Estaba tan asustado que ni siquiera se fijó como el guarda se cambió los guantes. Éste no sólo soportó una embestida del animal, sino que levantó a la gigantesca bestia por los colmillos y lo lanzó por los aires contra uno de los laterales del coliseo como el borracho frustrado que estampa una botella de alcohol contra la pared. Quedó estupefacto, pero no sólo él, también el resto de asistentes del coliseo, que ahora comenzaron a desalojarlo entre gritos de pánico y terror. El caos se había apoderado con el recinto.

-¡¿Pero qué diablos?! – exclamó extasiado. - ¿Pero cómo has hecho eso? ¿Quién eres tú? ¡O mejor dicho! ¿Qué eres tú? – preguntó sorprendido. Por lo menos tenía al de la barba de su lado.

Pero Eltrant tenía trabajo aún, la bestia, boca abajo y totalmente indefensa iba a ser rematada por Tale. La jugada le había salido perfecta al mercenario pero… ¿qué había fallado? La suerte. Tal vez la suerte le hubiese fallado…

La bestia hizo un giro inesperado en el último segundo y la espada del guarda quedó clavada en su articulación delantera derecha. Kagzilla barritó por el daño recibido y se levantó malherido, parecía tan asustado como cualquiera del público y como tal, empezó a correr como un loco por el coliseo, arrasando todo cuanto pillaba. Entre los gritos y el caos, se volvió todavía más loco. Daba vueltas en círculos, subiéndose hasta por el graderío, desatando el caos en éste.

-¡Prendedlos! – gritó con todo su odio Shalam desde la grada. Que rápidamente echó a todos los guardias de la ciudad sobre Tale y Flint, parecían darle igual el bienestar de sus ciudadanos. Él sólo quería detener a los alborotadores. Por si acaso, él permaneció arriba.
-Toma la espada que me has dado y cúbreme. No sé por qué creo que a ti se te da mejor. – comentó Flint a Eltrant, que se había quedado sin espada. – Sígueme. Se pone en marcha el plan D.

Dado que la bestia seguía la misma trayectoria en círculos, Flint pudo prever la posición de Kagzilla por la grada, embistiendo y lanzando por los aires a todo nórgedo que veía. Flint y Tale pudieron subir por las escaleras. – Cuidado que hay tráfico. – decía Flint, no podían perder el ojo del elefante, que con un periodo de 30 segundos pasaba por su posición de ascenso en el coliseo. Cuando ganaron altura suficiente, sólo tuvieron que aguantar una nueva pasada de la fiera para que el plan del legítimo heredero de Roilkat se puso en marcha. - ¡Ahora vamos! – instó, saltando al lomo de Kagzilla… con tan mala suerte de que calculó mal, saltó tarde y cayó rodando coliseo abajo. – ¡Mierda! ¡Agh! ¡Eltrant! – no quedaba dudas, Flint tenía buenas ideas, tenía buen corazón, pero era un inútil. Cayó al suelo con una pierna rota. No se podía mover y en cualquier momento podía ser prendido por la guardia o, aún peor, terminar pisado por la criatura, que entraba y salía de la arena sin control, buscando una manera de escapar.

* * * * * * * * * *

En el interior del coliseo, Alanna y Bashira rápidamente sintieron como de determinadas partes del techo caían columnas de polvo, y había constantes terremotos en el interior casi repetidos por tener una bestia de varias toneladas haciendo estragos sobre sus cabezas. Se escuchaba a la bestia barritar, parecía que se les iba a venir abajo el techo, pero aquello no detendría a una Bashira furiosa por lo que había descubierto sobre su padre.

-Vayamos a por tus cosas. Seguramente las hayan escondido en los compartimentos de los reclusos. – indicó la aspirante a sheik, nunca sintió más ganas de encontrarse con Shalam y compañía.

La de negro conocía bien el coliseo, por lo que pudo atajar por los diferentes recovecos para llegar a donde se encontraban los aposentos de los cautivos. Portaba su afilada y alargada cimitarra por si tenía que hacer uso de ella, aunque esperaba no tener que darle un uso prematuro ante los que, a la larga, tendrían que ser los efectivos de su ejército. Shalam, como Alanna sabía, era un hombre carismático, ¿de qué parte estarían los guerreros del desierto? No lo sabría, pues apenas se encontrarían gente abajo. Después de todo el ajetreo que había arriba, todos los guardias habían huido por miedo a que la estructura se viniese abajo. Había tres personas

-Chss. – Bashira tomó a Alanna, que avanzaba detrás, del brazo, y la mandó guardar silencio. Habían llegado a la zona de los aposentos. Un lugar pobremente iluminado por antorchas. Se oían voces cerca de los aposentos de los gladiadores, donde esperaban los objetos de Alanna. Se pegaron al muro y avanzaron lentamente tratando de realizar el menor ruido posible, siempre pegadas a la pared. Había voces al otro lado.

Séfora y dos hombres estaban impregnando las armas que Shalam utilizaría durante el combate en una especie de aceite extraño.

-Con este potente veneno, un simple corte y Bashira yacerá muerta en cuestión de segundos. – explicó la mujer, que no sólo bañaba la cimitarra de Shalam, también su propia arma y las de los dos fornidos hombres que la escoltaban. – El jefe debería vencerla fácilmente, pero mejor no correr riesgos. Será difícil que, al menos, no le haga un rasguño. – Tanto Alanna como Bashira comprenderían ahora la razón de la presencia de los secuaces de Shalam allí. Tratando de ayudar mediante tretas a su favorito.
-Intenta sorprenderlos. – advirtió Bashira a Alanna, harta de tal espectáculo, justo antes de salir de su escondrijo para encararse con la exsirvienta. -¡Séfora! ¡Traidora! – le gritó Bashira, desenfundando su larga espada y caminando ante ella. La nórgeda rápidamente le hizo caso. – ¿Tan cobarde es Shalam que no es capaz de ganar un combate justo? – lágrimas de impotencia invadieron el rostro de la princesa nórgeda, que apretó los labios. – Guardias. Como aspirante a sheik cuento con autoridad para rogaros que detengáis a esta traidora. – los hombres rieron pese a la petición de Bashira. Y los musculosos y rapados hombres se situaron junto a la envenenadora, riéndose y golpeando las palmas de sus manos con las armas.
-Ya no eres nadie, Bashira. No tienes autoridad alguna en esta ciudad. – le explicó, tomando sus dos dagas pequeñas. - Nosotros también nos sentimos traicionados. Creíamos tener una líder carismática. No una entregada al imperio de Lunargenta y a los presos de guerra de Roilkat. – protestó la que había envenenado al sheik.
-¿A qué nos han conducido las guerras? ¡Mi padre era guerrero pero luchaba con honor! ¡Shalam será la perdición de nuestro pueblo! – protestó ella. Sacando la espada y retrocediendo conforme los tres continuaban hacia ella. Eran muchos para ella. Bashira estaba asustada por la superioridad numérica, pero aún así, trataba de mostrar entereza. Tendría que tener especialmente cuidado pues las armas de sus tres contendientes estaban impregnadas en el aceite venenoso. Un corte supondría la muerte para cualquiera.

* * * * * * * * * *

Eltrant: ¡Tu idea del guante me ha encantado! Y por ello pese a la mala suerte no he puesto ninguna consecuencia negativa para ti. Pero las buenas intenciones no bastan si no suelen venir acompañadas de la suerte, y ésta ha dictado que Kagzilla sobreviva tu ataque final y que Flint se termine partiendo una pierna, por lo que no os podrá ayudar más en lo que queda de rol y tendréis que protegerlo para que no termine muriendo, que es algo que no queremos ya que su padre no se lo tomaría muy bien. En este turno tendrás que describir el intento de captura hacia vosotros de los guardias de Shalam, cómo consigues subir a lomos de Kagzilla y una vez a sus lomos, puedes tratar de rematarlo con la espada que te dio Flint. Tendrás que lanzar una nueva runa, con una runa media morirá. Como habéis tenido una suerte pésima en el hilo en general y va siendo hora de que os salgan buenas cartas, si obtuvieseis una de las 3 mejores runas, la bestia en el próximo turno se tranquilizará y podréis controlarla a vuestro antojo.

Alanna: Tienes que ayudar a Bashira en combate. La nórgeda es ágil, pero sus rivales cuentan con el veneno, una gran ventaja. Tú tienes el arma que te dio Eltrant, puedes valerte de las sombras para sorprenderlos. Es tu oportunidad para vengarte de Séfora.  ¿Quieres que gane Bashira? Pues deberéis ganar dos combates, éste y el definitivo contra Shalam. Tendrás que tirar una runa. Tú no sufrirás al estar escondida, pero tu fortuna determinará el destino que correrá la nórgeda en combate. Puedes manejar a Bashira.

Ambos: Contáis con Verónica como comodín. La niña está deambulando por el escenario y os observa.
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