En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
El animal bramó de dolor cuando la espada helada del guarda atravesó una de sus patas. - ¡No te muevas! – Bramó tratando de extraer el arma de la herida de Kagzilla que, tan aterrado como todos los asistentes a aquel evento quienes ahora huían por sus vidas, se levantó y comenzó a correr alrededor del recinto haciendo estragos con su cuerpo, destrozándolo todo a su paso, tratando de sobrevivir.
Antes de que pudiese siquiera analizar la situación, de que pudiese trazar un plan mental para recuperar su espada, la voz de Shalam resonó sobre el gentío, sobre los gritos de auxilio y pánico, ordenando a todos los guardias presentes en el lugar que atrapasen a los alborotadores que, de alguna forma, habían causado todo aquello.
- Quédate detrás de mí – Ordenó al heredero de Roilkat tomando la espada que este le ofrecía.- No te alejes – Tan pronto terminó Eltrant de decir aquello, el joven noble decidió que tenía un plan mejor que cumplir y se alejó - ¡Pero que te acabo de decir! – No tenía tiempo de protestar, Flint parecía estar dispuesto a seguir con su plan hasta el final, apretando los dientes asintió y siguió al noble de cerca.
Los gritos se sucedían y el estado de Kagzilla no parecía estar precisamente ayudando a la situación, el animal arrastraba todo lo que tenía frente a él, ciudadanos, soldados, nobles y pobres. Kagzilla era un aterrador elemento igualador de clases.
- ¡No vayas tan deprisa! – Gritó Eltrant esquivando la espada de uno de los mamelucos que, por fin, habían conseguido alcanzarles a pesar del caos que reinaba en el coliseo, para momentos después, antes de que este pudiese recobrar la compostura, hundir su propia espada en la suave coraza de cuero que este vestía. - ¡Piensa un poco! – Era irónico que fuese él quien dijese esas palabras, el que tenía varios cortes sangrantes en la cara y uno de sus brazos atrapados en el interior de su armadura. - ¡Flint! – Consiguió llegar hasta el noble, después de batirse con varios soldados más a los que pudo contener gracias a su armadura, alcanzó a Flint en lo alto de las gradas del coliseo - ¿No estarás pensando…? – Las palabras del muchacho no parecían reflejar ninguna duda, Eltrant frunció el ceño al intuir lo que estaba pasando por la cabeza de este y se acercó a sujetarle - ¡No, no , no! ¡Espera! – Fue lo único que alcanzó a decir el guarda antes de que Flint saltase en dirección a Kagzilla. - ¡Espera! – Lo había visto venir, había calculado mal el salto, probablemente él también lo habría hecho, no podía juzgarle por haber cometido aquella estupidez, mientras el muchacho se precipitaba al vacío no pudo sino ver a un doble de sí mismo haciéndolo.
- ¡¡Flint!! – El noble solo se había partido una pierna, no parecía grave, pero tampoco iba a poder moverse. Mascullando un par de insultos en voz baja miró a su alrededor, varios soldados comenzaban a rodear al herido - ¡Ahora bajo! – Gritó corriendo escaleras abajo, limpiando la sangre descendía por su frente, empeñada en bloquear su línea de visión. - ¡Mantente vivo maldita sea!
Volvió a la arena, la situación no era muy diferente a lo que pasaba en las gradas, gente corriendo despavorida, Kagzilla con el instinto de supervivencia al rojo vivo, y un puñado de soldados buscando su cabeza. – Una panadería voy a abrir cualquier día… - Dijo en voz baja corriendo hacía el grupo de hombres que estaba alrededor de Flint.
Lo primero que hizo, antes de encararlos a todos, fue rodar por el suelo y apartar al noble de la trayectoria de Kagzilla, que se llevó a dos de los soldados que rodeaban al noble consigo. - ¡¿Estas bien?! – Un fuerte sonido metálico a su espalda le indicó que su presencia no había pasado desapercibida para los soldados restantes, varios que le siguieron le indicó que parecían dispuestos a atravesar la armadura. - ¡Escóndete! ¡Rápido! - Chasqueando la lengua, volvió a empujar a Flint para apartarlo del centro de la arena y se giró sobre sí mismo, lanzando estocadas al aire para alejar a sus oponentes que se vieron forzados a retroceder para evitar la espada del séptimo de los Tale.
– Acabo de lanzar a esa bestia por encima de mi cabeza – Dijo a los soldados seriamente, quienes se preparaban para acometer contra él, todos a una - ¿Seguro que os pagan lo suficiente por esto? – La respuesta a esa pregunta resultó ser afirmativa, pues el primero de los guerreros saltó a por él gritando tanto que incluso los rugidos de Kagzilla palidecían en comparación, no le fue muy difícil anticipar aquella estocada y bloquearla a pesar de esto, no obstante, no pudo impedir que un segundo hombre se uniese a aquel ataque le acertase en el hombro, afortunadamente, su armadura se encargó de detener aquel golpe, al menos en parte. - ¿Dos contra uno? – Sonrió y sujetó firmemente del brazo al mameluco que le había acertado, el hombre, viéndose incapaz de escapar del agarré del guarda, golpeó en el peto de Eltrant repetidas veces hasta que su espada se quedó atascada en el metal de la armadura, momento que el castaño aprovechó para decapitar a su oponente. - ¡Uno menos! – Exclamó arrancándose la espada del pecho, dejando como toda prueba de aquello la gruesa grieta que atravesaba su peto a la altura del hombro.
Los demás soldados habían estado, algunos lidiando con Kagzilla, otros con los gladiadores que seguían vivos y un par tratando de atravesarle por la espalda con poco resultado. Habían dejado, al menos, a Flint tranquilo - ¿¡Quien sigue?! – Exclamó zafándose de los soldados que había a su alrededor y yendo hacía las gradas a toda prisa, hacía las mismas escaleras que había bajado instantes atrás.
La pregunta que había lanzado al aire fue inmediatamente respondida por un joven ataviado con ropajes ligeros, uno que blandía una espada no muy diferente de la que él tenía en aquel momento entre sus manos, sin pensárselo dos veces, el muchacho trató de tumbar a Eltrant, hacerle rodar escaleras abajo, bloqueando un par de golpes, ambos hombres estuvieron inmersos en una leve contienda durante unos segundos hasta que la espada del muchacho acabó a varios metros de dónde se encontraba – No me sigas – Sentenció golpeándole en la cara con el pomo de su espada y apartándolo a un lado. Aquel muchacho era joven, demasiado, era básicamente Flint, no iba a matarle por seguir ordenes de un loco, uno que por lo que Eltrant sabía, tenía engañada a toda la ciudad.
Siguió corriendo, sin detenerse, hacía el lugar que Flint antes había escogido para saltar sobre el lomo del animal. - ¡Dioses, si me tenéis un mínimo de respeto…! – Jadeando llegó al pequeño palco en el que Flint momentos atrás se había lanzado al vacío. él - ¡…Vais a hacer que salte en el lomo de esa cosa! – Kagzilla seguía el mismo patrón desde un principio, círculos alrededor de la arena cada pocos segundos, apenas tenía desvíos, quizás esquivaba a los soldados del Shalam o trataba de subir a las gradas por un área que antes no había probado, pero en definitiva, el patrón era claramente visible, incluso para Eltrant.
Tragó saliva, no podía quitarse de la cabeza a Flint, ¿Qué le garantizaba que él no iba a acabar igual? ¿Qué no se iba a partir las piernas? Sonrió para sí, no solía pensar en las consecuencias y aquella no iba a ser la primera vez. De todas formas, por mucho que quisiese, no tenía tiempo para decidir que hacer, un pequeño contingente de soldados subía por las escaleras, tras él al mismo tiempo que Kagzilla se colocaba en la posición idónea para saltar - ¡Estad de mi parte por una vez! – Exclamó lanzándose al vacío.
Cerró los ojos, durante apenas una fracción de segundo pensó que su destino iba a ser igual que el del noble de Roilkat, sintió como su cuerpo tiraba de sí, como iba a convertirse en una mancha roja en la arena.
Pero, al final, acabó cayendo sobre algo suave, sobre el lomo de la bestia enloquecida.
Alzando ambos brazos dejó escapar una carcajada, incrédulo - ¿¡Habéis visto es…!? – Un fuerte tirón le obligó a asirse con fuerza al pelaje del animal, el cual había detectado al pequeño intruso sobre su espalda y ahora se movía frenéticamente tratando de tumbarlo. – Oh, no, quédate quieto – Eltrant apretó los dientes y clavó su espada en mitad de la espalda de Kagzilla, que rugió y se zarandeó aun con más fuerza, obligando a Eltrant a sujetarse con ambas manos para no salir despedido por los aires - ¿Esas tenemos? Vamos a hacerlas por las malas entonces - El guarda comenzó a ascender a sobre del lomo del monstruo, deteniéndose cada varios segundos a afianzar su posición sobre la espalda del animal – Tienes algo que me pertenece – Dijo mirando su espada, aún clavada en la pata de Kagzilla – Y pienso recuperarlo - Finalmente, tras varios minutos repitiendo este patrón, avanzando lento, pero de forma constante, terminó justo tras la cabeza del animal. - ¡Hasta aquí llegamos! – Sujetándose con una sola mano, levantó el sable Nórgedo, dispuesto a clavarlo en la nuca del animal - ¡Buenas noches!
Antes de que pudiese siquiera analizar la situación, de que pudiese trazar un plan mental para recuperar su espada, la voz de Shalam resonó sobre el gentío, sobre los gritos de auxilio y pánico, ordenando a todos los guardias presentes en el lugar que atrapasen a los alborotadores que, de alguna forma, habían causado todo aquello.
- Quédate detrás de mí – Ordenó al heredero de Roilkat tomando la espada que este le ofrecía.- No te alejes – Tan pronto terminó Eltrant de decir aquello, el joven noble decidió que tenía un plan mejor que cumplir y se alejó - ¡Pero que te acabo de decir! – No tenía tiempo de protestar, Flint parecía estar dispuesto a seguir con su plan hasta el final, apretando los dientes asintió y siguió al noble de cerca.
Los gritos se sucedían y el estado de Kagzilla no parecía estar precisamente ayudando a la situación, el animal arrastraba todo lo que tenía frente a él, ciudadanos, soldados, nobles y pobres. Kagzilla era un aterrador elemento igualador de clases.
- ¡No vayas tan deprisa! – Gritó Eltrant esquivando la espada de uno de los mamelucos que, por fin, habían conseguido alcanzarles a pesar del caos que reinaba en el coliseo, para momentos después, antes de que este pudiese recobrar la compostura, hundir su propia espada en la suave coraza de cuero que este vestía. - ¡Piensa un poco! – Era irónico que fuese él quien dijese esas palabras, el que tenía varios cortes sangrantes en la cara y uno de sus brazos atrapados en el interior de su armadura. - ¡Flint! – Consiguió llegar hasta el noble, después de batirse con varios soldados más a los que pudo contener gracias a su armadura, alcanzó a Flint en lo alto de las gradas del coliseo - ¿No estarás pensando…? – Las palabras del muchacho no parecían reflejar ninguna duda, Eltrant frunció el ceño al intuir lo que estaba pasando por la cabeza de este y se acercó a sujetarle - ¡No, no , no! ¡Espera! – Fue lo único que alcanzó a decir el guarda antes de que Flint saltase en dirección a Kagzilla. - ¡Espera! – Lo había visto venir, había calculado mal el salto, probablemente él también lo habría hecho, no podía juzgarle por haber cometido aquella estupidez, mientras el muchacho se precipitaba al vacío no pudo sino ver a un doble de sí mismo haciéndolo.
- ¡¡Flint!! – El noble solo se había partido una pierna, no parecía grave, pero tampoco iba a poder moverse. Mascullando un par de insultos en voz baja miró a su alrededor, varios soldados comenzaban a rodear al herido - ¡Ahora bajo! – Gritó corriendo escaleras abajo, limpiando la sangre descendía por su frente, empeñada en bloquear su línea de visión. - ¡Mantente vivo maldita sea!
Volvió a la arena, la situación no era muy diferente a lo que pasaba en las gradas, gente corriendo despavorida, Kagzilla con el instinto de supervivencia al rojo vivo, y un puñado de soldados buscando su cabeza. – Una panadería voy a abrir cualquier día… - Dijo en voz baja corriendo hacía el grupo de hombres que estaba alrededor de Flint.
Lo primero que hizo, antes de encararlos a todos, fue rodar por el suelo y apartar al noble de la trayectoria de Kagzilla, que se llevó a dos de los soldados que rodeaban al noble consigo. - ¡¿Estas bien?! – Un fuerte sonido metálico a su espalda le indicó que su presencia no había pasado desapercibida para los soldados restantes, varios que le siguieron le indicó que parecían dispuestos a atravesar la armadura. - ¡Escóndete! ¡Rápido! - Chasqueando la lengua, volvió a empujar a Flint para apartarlo del centro de la arena y se giró sobre sí mismo, lanzando estocadas al aire para alejar a sus oponentes que se vieron forzados a retroceder para evitar la espada del séptimo de los Tale.
– Acabo de lanzar a esa bestia por encima de mi cabeza – Dijo a los soldados seriamente, quienes se preparaban para acometer contra él, todos a una - ¿Seguro que os pagan lo suficiente por esto? – La respuesta a esa pregunta resultó ser afirmativa, pues el primero de los guerreros saltó a por él gritando tanto que incluso los rugidos de Kagzilla palidecían en comparación, no le fue muy difícil anticipar aquella estocada y bloquearla a pesar de esto, no obstante, no pudo impedir que un segundo hombre se uniese a aquel ataque le acertase en el hombro, afortunadamente, su armadura se encargó de detener aquel golpe, al menos en parte. - ¿Dos contra uno? – Sonrió y sujetó firmemente del brazo al mameluco que le había acertado, el hombre, viéndose incapaz de escapar del agarré del guarda, golpeó en el peto de Eltrant repetidas veces hasta que su espada se quedó atascada en el metal de la armadura, momento que el castaño aprovechó para decapitar a su oponente. - ¡Uno menos! – Exclamó arrancándose la espada del pecho, dejando como toda prueba de aquello la gruesa grieta que atravesaba su peto a la altura del hombro.
Los demás soldados habían estado, algunos lidiando con Kagzilla, otros con los gladiadores que seguían vivos y un par tratando de atravesarle por la espalda con poco resultado. Habían dejado, al menos, a Flint tranquilo - ¿¡Quien sigue?! – Exclamó zafándose de los soldados que había a su alrededor y yendo hacía las gradas a toda prisa, hacía las mismas escaleras que había bajado instantes atrás.
La pregunta que había lanzado al aire fue inmediatamente respondida por un joven ataviado con ropajes ligeros, uno que blandía una espada no muy diferente de la que él tenía en aquel momento entre sus manos, sin pensárselo dos veces, el muchacho trató de tumbar a Eltrant, hacerle rodar escaleras abajo, bloqueando un par de golpes, ambos hombres estuvieron inmersos en una leve contienda durante unos segundos hasta que la espada del muchacho acabó a varios metros de dónde se encontraba – No me sigas – Sentenció golpeándole en la cara con el pomo de su espada y apartándolo a un lado. Aquel muchacho era joven, demasiado, era básicamente Flint, no iba a matarle por seguir ordenes de un loco, uno que por lo que Eltrant sabía, tenía engañada a toda la ciudad.
Siguió corriendo, sin detenerse, hacía el lugar que Flint antes había escogido para saltar sobre el lomo del animal. - ¡Dioses, si me tenéis un mínimo de respeto…! – Jadeando llegó al pequeño palco en el que Flint momentos atrás se había lanzado al vacío. él - ¡…Vais a hacer que salte en el lomo de esa cosa! – Kagzilla seguía el mismo patrón desde un principio, círculos alrededor de la arena cada pocos segundos, apenas tenía desvíos, quizás esquivaba a los soldados del Shalam o trataba de subir a las gradas por un área que antes no había probado, pero en definitiva, el patrón era claramente visible, incluso para Eltrant.
Tragó saliva, no podía quitarse de la cabeza a Flint, ¿Qué le garantizaba que él no iba a acabar igual? ¿Qué no se iba a partir las piernas? Sonrió para sí, no solía pensar en las consecuencias y aquella no iba a ser la primera vez. De todas formas, por mucho que quisiese, no tenía tiempo para decidir que hacer, un pequeño contingente de soldados subía por las escaleras, tras él al mismo tiempo que Kagzilla se colocaba en la posición idónea para saltar - ¡Estad de mi parte por una vez! – Exclamó lanzándose al vacío.
Cerró los ojos, durante apenas una fracción de segundo pensó que su destino iba a ser igual que el del noble de Roilkat, sintió como su cuerpo tiraba de sí, como iba a convertirse en una mancha roja en la arena.
Pero, al final, acabó cayendo sobre algo suave, sobre el lomo de la bestia enloquecida.
Alzando ambos brazos dejó escapar una carcajada, incrédulo - ¿¡Habéis visto es…!? – Un fuerte tirón le obligó a asirse con fuerza al pelaje del animal, el cual había detectado al pequeño intruso sobre su espalda y ahora se movía frenéticamente tratando de tumbarlo. – Oh, no, quédate quieto – Eltrant apretó los dientes y clavó su espada en mitad de la espalda de Kagzilla, que rugió y se zarandeó aun con más fuerza, obligando a Eltrant a sujetarse con ambas manos para no salir despedido por los aires - ¿Esas tenemos? Vamos a hacerlas por las malas entonces - El guarda comenzó a ascender a sobre del lomo del monstruo, deteniéndose cada varios segundos a afianzar su posición sobre la espalda del animal – Tienes algo que me pertenece – Dijo mirando su espada, aún clavada en la pata de Kagzilla – Y pienso recuperarlo - Finalmente, tras varios minutos repitiendo este patrón, avanzando lento, pero de forma constante, terminó justo tras la cabeza del animal. - ¡Hasta aquí llegamos! – Sujetándose con una sola mano, levantó el sable Nórgedo, dispuesto a clavarlo en la nuca del animal - ¡Buenas noches!
Última edición por Eltrant Tale el Dom Abr 09 2017, 03:19, editado 2 veces
Eltrant Tale
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
Bashira la distrajo en cuanto el temblor paró, parecía que su idea había calado hondo en la heredera nórgeda, que, comprendiendo la importancia de lo que se les avecinaba, había decidido que lo mejor era dejar sentimentalismos a parte y apresurarse para que su pueblo no corriera, por un solo instante más, el temor a que Shalam se alzase en armas para llevar la guerra hasta Verisar. Alanna dio un último vistazo a las arenas, donde Eltrant volvía a alzarse contra ese animal, y se giró con un ruego silencioso antes de correr tras Bashira, para localizar sus objetos, se moría de ganas por volver a sentir el peso de sus dagas sobre las piernas y los brazos.
Alanna, sin conocer bien el lugar por el que se movía, procuró avanzar durante todo momento dos posas por detrás de la habitante del desierto, asegurándose, así, no solo de no perder el rumbo, si no, además, de cubrir sus espaldas mientras confiaba en que la nórgeda protegería su avance. No debía olvidar que no acostumbraba a llevar una espada curva, como mucho había llegado a usar roperas, mucho más ligeras y afiladas, y con un pomo totalmente diferente al de la cimitarra que Eltrant le había dado como seguro, no podía asegurar ser capaz de usarla bien, pero necesitaba mantener la guardia alta.
Tropezó con el brazo de la nórgeda volviendo dos pasos hacia atrás, pegándose a la pared, mientras Bashira salía de su escondite para confrontar a Séfora frente a frente. Alanna intentó retenerla, pero pronto notó que no servía de nada intentar, siquiera, retenerla por el brazo. Chasqueó la lengua, frustrada, debía llegar por detrás, tenía que detenerles, si o si, no podía dejar que hirieran a Bashira. Esa mujer era el futuro de dos pueblos, su esperanza, su salvación, cargaba con tal peso en sus hombros que, si de ella se tratara, habría preferido huir, pero no, la mujer del desierto estaba allí plantada, enfrentando a traidores, asesinos, un pueblo dividido y la posibilidad de una muerte más que desagradable tras haber perdido a su padre. Aunque la guardia no hubiera llegado a apreciar a la mujer durante su reclusión, debería haber admitido que tenía la fuerza de voluntad digna de cualquier soberano.
Debía conseguir, le costase lo que le costase, que tanto Flint como Bashira salieran de allí con vida. Ambos eran el futuro de verisar, una promesa de paz, de un futuro mejor para ambos pueblos, si perdían a cualquiera de ellos, las consecuencias serían terribles, si pudiera, los mandaría lejos a ambos, a esconderse, mientras ella se enfrentaba a Shalam, iba a tener que combatir con él igualmente, poco le importaba hacerlo en nombre de Bashira, además del de su honor.
Con esta convicción, se separó de la pared y comenzó a correr en busca de un modo de entrar a esa habitación, nerviosa como estaba, no notó los pasos que, silenciosos como los suyos, corrían un poco por detrás, hasta que un clack la despisto de su objetivo. Se giró cimitarra en alto para ver a la chiquilla nórgeda que había dicho que les ayudaría en el callejón, lanzó un suspiro bajando el arma y miró a la niña que se había detenido asustada ante el arma y, en ese momento, respiraba hondo con las manos sobre las rodillas.
- Deberías estar escondida.- murmuró Alanna agachándose para mirar a la niña a su misma altura.- no puedes ponerte en peligro, si te pasara algo Bashira se pondría triste.- le explicó.
- Pero... yo se como ayudar.- replicó la niña mirándola ansiosa, logrando que Alanna frunciera el ceño, esperando en silencio.- quieres entrar ahí, ¿verdad?- preguntó señalando la sala que había dejado a sus espaldas. La Gata sencillamente asintió ante eso, dudosa.- Pues ven, se como llegar.- aseguró girando y haciendo que la chica corriera tras ella.
Siguió a Verónica todo lo rápido que la chiquilla podía avanzar, hasta que lo vio, al final de un pasillo que había pasado de largo, una puerta entreabierta de la que salía la voz clara y furiosa de Bashira, despotricando, defendiendo a su padre, intentando que esos bestias entrasen en razón. Se agachó nuevamente para mirar a Verónica, la chiquilla parecía ser inteligente y tal vez pudiera ayudarlas.
- ¿Ves los casilleros?- le preguntó en un susurro, señalando hacia el fondo de la sala.- allí están mis cosas, los distraeremos y tu nos esperarás en las gradas, escondida entre la multitud, si tienes problemas, huye, vete a casa de Bashira, y nos encontraremos allí.- la miró con seriedad antes de alzarse y acercarse por la espalda a los mastodontes que custodiaban a Séfora.
La niña asintió preparándose para salir corriendo, o reptando, Alanna no lo tenía claro por su postura, en cuanto tuviera la señal que parecía necesitar para hacerlo. La guardia a su vez, cortó un trozo del pantalón que llevaba, y ató la tela, resistente como parecía, a la espada, para poder improvisar un garrote vil si le fuera necesario, debía usar todo lo que tuviera a su alcance para librar a Bashira, sabía que Séfora no sabía luchar, pero los otros dos, estaba claro que eran guerreros. Le preocupaba, sobretodo el veneno que tenían las armas que portaban, no por ella, si no por Bashira.
Fue entonces cuando comenzó la escaramuza, se lanzó directa a golpear a uno de los mastodontes, pero la armadura que les cubría el torso dificultaba el paso de la espada, por lo que decidió usar la tela para enredarla en el cuello y, con toda la fuerza de la que disponía, hacerle un torniquete cortándole la respiración. Bashira, pillada por sorpresa, pareció no reaccionar en un primer momento, pero cuando Séfora se lanzó a por ella logró esquivar el golpe con velocidad. El otro mameluco se acercó a la Gata, arma en alto, esperando poder detener la falta de oxígeno de su compañero, consiguiendo que, al ver la cara amoratada del primer contrincante, la chica cogiera el arma que este había dejado caer y le propinase una patada al nuevo rival, esperando recuperar el espacio perdido.
El nuevo golpe llegó para chocar contra la cimitarra envenada que había conseguido sacar para protegerse, antes de retirarlo con un movimiento rápido y poder agacharse para recuperar la que le había dado Eltrant. Eran más pesadas que sus dagas, pero eran duales, con eso, de momento, le bastaba. Era más sencillo detener los golpes con dos espadas que con dos dagas y su alcance también era mayor, el único inconveniente era el peso, pero tras varias estocadas, comenzaba a acostumbrarse. Estampó con una patada al tipo contra la pared, haciéndole ver las estrellas, y vio, en ese momento, salir a Verónica del cuarto, bolsas en mano.
Se giró nerviosa, a buscar a Bashira, para verla forcejear con Séfora, no le daba la sensación de que los dos mastodontes fueran a moverse, por lo que corrió intentando retirar a Séfora, haciendo que Bashira tuviera espacio para escapar. Recibiendo un tajo de la daga envenenada. La traidora se levantó con una sonrisa de satisfacción en la cara mientras la heredera se apartaba mirando con ojos abiertos como platos. La guardia comenzó a sentir algo de sudor frío por la frente.
- Idiota, ¿te interpones para que no muera una renegada de tu pueblo? Es precioso, pero... morirás por ella.- comentó la mujer girando la daga en sus manos.
Bashira pareció dispuesta a lanzarse a por ella, pero Alanna la detuvo, pronto comenzaría a sentirse mejor, a penas había sido un roce, por lo que por fuerte que fuera el veneno, a penas había recibido dosis alguna, despues de todo, los venenos no le afectaban tanto como lo hacían con otras personas, la habían entrenado para ello, hacía mucho que había pasado esa fase, sí, notaba los primeros síntomas, pero no iba a morir por eso, podría con ello. Solo le cabía esperar que Bashia pudiera acudir a por la copa, aunque ella tuviera que quedarse allí entreteniendo a esos matones, con que una llegase y pudiera sacar a la otra, bastaría, al fin y al cabo, la copa solo surtiría efecto si era ella quien ofrecía el brebaje.
Off: Uso de la habilidad de nivel 3, Antídoto.
Alanna, sin conocer bien el lugar por el que se movía, procuró avanzar durante todo momento dos posas por detrás de la habitante del desierto, asegurándose, así, no solo de no perder el rumbo, si no, además, de cubrir sus espaldas mientras confiaba en que la nórgeda protegería su avance. No debía olvidar que no acostumbraba a llevar una espada curva, como mucho había llegado a usar roperas, mucho más ligeras y afiladas, y con un pomo totalmente diferente al de la cimitarra que Eltrant le había dado como seguro, no podía asegurar ser capaz de usarla bien, pero necesitaba mantener la guardia alta.
Tropezó con el brazo de la nórgeda volviendo dos pasos hacia atrás, pegándose a la pared, mientras Bashira salía de su escondite para confrontar a Séfora frente a frente. Alanna intentó retenerla, pero pronto notó que no servía de nada intentar, siquiera, retenerla por el brazo. Chasqueó la lengua, frustrada, debía llegar por detrás, tenía que detenerles, si o si, no podía dejar que hirieran a Bashira. Esa mujer era el futuro de dos pueblos, su esperanza, su salvación, cargaba con tal peso en sus hombros que, si de ella se tratara, habría preferido huir, pero no, la mujer del desierto estaba allí plantada, enfrentando a traidores, asesinos, un pueblo dividido y la posibilidad de una muerte más que desagradable tras haber perdido a su padre. Aunque la guardia no hubiera llegado a apreciar a la mujer durante su reclusión, debería haber admitido que tenía la fuerza de voluntad digna de cualquier soberano.
Debía conseguir, le costase lo que le costase, que tanto Flint como Bashira salieran de allí con vida. Ambos eran el futuro de verisar, una promesa de paz, de un futuro mejor para ambos pueblos, si perdían a cualquiera de ellos, las consecuencias serían terribles, si pudiera, los mandaría lejos a ambos, a esconderse, mientras ella se enfrentaba a Shalam, iba a tener que combatir con él igualmente, poco le importaba hacerlo en nombre de Bashira, además del de su honor.
Con esta convicción, se separó de la pared y comenzó a correr en busca de un modo de entrar a esa habitación, nerviosa como estaba, no notó los pasos que, silenciosos como los suyos, corrían un poco por detrás, hasta que un clack la despisto de su objetivo. Se giró cimitarra en alto para ver a la chiquilla nórgeda que había dicho que les ayudaría en el callejón, lanzó un suspiro bajando el arma y miró a la niña que se había detenido asustada ante el arma y, en ese momento, respiraba hondo con las manos sobre las rodillas.
- Deberías estar escondida.- murmuró Alanna agachándose para mirar a la niña a su misma altura.- no puedes ponerte en peligro, si te pasara algo Bashira se pondría triste.- le explicó.
- Pero... yo se como ayudar.- replicó la niña mirándola ansiosa, logrando que Alanna frunciera el ceño, esperando en silencio.- quieres entrar ahí, ¿verdad?- preguntó señalando la sala que había dejado a sus espaldas. La Gata sencillamente asintió ante eso, dudosa.- Pues ven, se como llegar.- aseguró girando y haciendo que la chica corriera tras ella.
Siguió a Verónica todo lo rápido que la chiquilla podía avanzar, hasta que lo vio, al final de un pasillo que había pasado de largo, una puerta entreabierta de la que salía la voz clara y furiosa de Bashira, despotricando, defendiendo a su padre, intentando que esos bestias entrasen en razón. Se agachó nuevamente para mirar a Verónica, la chiquilla parecía ser inteligente y tal vez pudiera ayudarlas.
- ¿Ves los casilleros?- le preguntó en un susurro, señalando hacia el fondo de la sala.- allí están mis cosas, los distraeremos y tu nos esperarás en las gradas, escondida entre la multitud, si tienes problemas, huye, vete a casa de Bashira, y nos encontraremos allí.- la miró con seriedad antes de alzarse y acercarse por la espalda a los mastodontes que custodiaban a Séfora.
La niña asintió preparándose para salir corriendo, o reptando, Alanna no lo tenía claro por su postura, en cuanto tuviera la señal que parecía necesitar para hacerlo. La guardia a su vez, cortó un trozo del pantalón que llevaba, y ató la tela, resistente como parecía, a la espada, para poder improvisar un garrote vil si le fuera necesario, debía usar todo lo que tuviera a su alcance para librar a Bashira, sabía que Séfora no sabía luchar, pero los otros dos, estaba claro que eran guerreros. Le preocupaba, sobretodo el veneno que tenían las armas que portaban, no por ella, si no por Bashira.
Fue entonces cuando comenzó la escaramuza, se lanzó directa a golpear a uno de los mastodontes, pero la armadura que les cubría el torso dificultaba el paso de la espada, por lo que decidió usar la tela para enredarla en el cuello y, con toda la fuerza de la que disponía, hacerle un torniquete cortándole la respiración. Bashira, pillada por sorpresa, pareció no reaccionar en un primer momento, pero cuando Séfora se lanzó a por ella logró esquivar el golpe con velocidad. El otro mameluco se acercó a la Gata, arma en alto, esperando poder detener la falta de oxígeno de su compañero, consiguiendo que, al ver la cara amoratada del primer contrincante, la chica cogiera el arma que este había dejado caer y le propinase una patada al nuevo rival, esperando recuperar el espacio perdido.
El nuevo golpe llegó para chocar contra la cimitarra envenada que había conseguido sacar para protegerse, antes de retirarlo con un movimiento rápido y poder agacharse para recuperar la que le había dado Eltrant. Eran más pesadas que sus dagas, pero eran duales, con eso, de momento, le bastaba. Era más sencillo detener los golpes con dos espadas que con dos dagas y su alcance también era mayor, el único inconveniente era el peso, pero tras varias estocadas, comenzaba a acostumbrarse. Estampó con una patada al tipo contra la pared, haciéndole ver las estrellas, y vio, en ese momento, salir a Verónica del cuarto, bolsas en mano.
Se giró nerviosa, a buscar a Bashira, para verla forcejear con Séfora, no le daba la sensación de que los dos mastodontes fueran a moverse, por lo que corrió intentando retirar a Séfora, haciendo que Bashira tuviera espacio para escapar. Recibiendo un tajo de la daga envenenada. La traidora se levantó con una sonrisa de satisfacción en la cara mientras la heredera se apartaba mirando con ojos abiertos como platos. La guardia comenzó a sentir algo de sudor frío por la frente.
- Idiota, ¿te interpones para que no muera una renegada de tu pueblo? Es precioso, pero... morirás por ella.- comentó la mujer girando la daga en sus manos.
Bashira pareció dispuesta a lanzarse a por ella, pero Alanna la detuvo, pronto comenzaría a sentirse mejor, a penas había sido un roce, por lo que por fuerte que fuera el veneno, a penas había recibido dosis alguna, despues de todo, los venenos no le afectaban tanto como lo hacían con otras personas, la habían entrenado para ello, hacía mucho que había pasado esa fase, sí, notaba los primeros síntomas, pero no iba a morir por eso, podría con ello. Solo le cabía esperar que Bashia pudiera acudir a por la copa, aunque ella tuviera que quedarse allí entreteniendo a esos matones, con que una llegase y pudiera sacar a la otra, bastaría, al fin y al cabo, la copa solo surtiría efecto si era ella quien ofrecía el brebaje.
Off: Uso de la habilidad de nivel 3, Antídoto.
Alanna Delteria
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
El estilo de combate de Séfora era desconocido para Bashira, que hasta hace escasos diez minutos creía que ésta no era más que la sirvienta real. Sin embargo, Séfora sí que conocía bien la manera de entrenar y de luchar de la princesa nórgeda y logró sorprenderla en uno de sus golpes con las dagas curvas. Pero cuando iba a recibir el corte, Alanna apareció para recibir ella el impacto. Mientras tanto, Verónica aprovechaba el caos para tomar los objetos de Alanna y salir con ellos, tal y como la guarda le había indicado.
-¡No! – gritó una incrédula Bashira, estirando el brazo, que no se podía creer que la guarda, a quien consideraba ya una amiga, terminara envenenada por uno de los puñales de Séfora. Pero lo cierto es que ella tenía una resistencia innata para resistir el envenenamiento, fruto de su entrenamiento en la guardia.
Alanna resistiría el veneno, pero Bashira no iba a permitir de ninguna manera que corriese un destino fatal, por ello, mientras esta se recuperaba, inició un feroz ataque contra Séfora. La única tras que ambos mamelucos perecieran por los espadazos de ambas mujeres. Séfora trató de alcanzar alguna de las partes de la princesa, pero ésta era muy ágil y contaba con un mandoble ligero a dos manos, mucho más largo que los cuchillos de su oponente.
Bashira con su estilo de combate zurdo, chocó el filo de su espada curvada contra los puñales de la traidora. Retrocediendo ésta de un salto hacia atrás, para tratar de ganar algo distancia contra la aspirante a sheik. Finalmente corrieron una frente a la otra en un último ataque desesperado. Por su manera de coger el arma, daba la sensación de que la princesa estaba dejando descubierto su flanco diestro y Séfora lo vio y fue inclinando el cuerpo para tratar de apuñalarla en el costado. Pero lejos de ser un error, esto era un movimiento planeado de Bashira. Rápidamente rectificó el giro, se dejó caer sobre el suelo, deslizándose con sus rodillas y propinando un tajo en la pierna a Séfora, pasando a su espalda para a continuación hacerla caer y con un movimiento rápido de su espada de abajo a arriba, cortarle ambas manos y, sin darle tiempo a respirar, atravesarla a la altura del corazón. Quedando ésta, sin manos y con la cara muerta por el empalamiento, mirando hacia Alanna. En un agonizante y ahogado sonido, la sangre caía por su boca. El cuerpo cayó al suelo sin reacción cuando Bashira alejó su espada.
-Que tu alma alcance la paz que en esta vida no tuvo. – rezó una Bashira sin ademán de resentimiento ni vacilación, volviendo a enfundar su arma. Se había cobrado su venganza particular, pero era tan profesional que ni siquiera deseó ningún mal a la otra. Simplemente ayudó a Alanna a levantarse de nuevo. - ¿Cómo estás? – le preguntó la princesa y, aguardando su respuesta, pasó a comentarle el siguiente paso. – Ahora toca ir a por Shalam. – indicó.
Bashira caminó con tranquilidad hacia el centro, sin correr, caminando elegantemente con una mano en su arma enfundada y moviendo a ritmo acompasado su otro brazo, casi como si estuviese desfilando. La nórgeda brotaba carisma por los poros. Y Shalam, ya consciente de lo que había sucedido, decidió bajar también a la arena, seguido de su fiel guardia. Por su parte, Flint, con la pierna rota, permanecía en el centro de la plaza. Dolorido, y sin poder hacer nada. Eltrant había conseguido mantenerle a salvo hasta la llegada de las chicas, primero gracias al combate y, después, gracias a Kagzilla.
Una gran expectación se creó una vez la criatura permanecía inmóvil en el suelo, y la gente volvió a sentarse en sus asientos, expectantes por la resolución de aquella improvisada guerra de sucesión. En el centro de la arena, a un lado, se encontraban Tale y Delteria, guardando las espaldas a Bashira. Justo en frente, Shalam y dos de sus hombres más fieles. Tres contra tres. Cara a cara. Los aspirantes a sheik no se quitaban un ojo de encima, pero Bashira sería la primera en tomar la palabra.
-Shalam, has llegado demasiado lejos con tus maquinaciones. – comentó la princesa. – El fin no siempre justifica los medios, y si querías ser sheik existían maneras lícitas de conseguirlo. – mostró su espada y apuntó con ella a Shalam. - ¿Por qué no dices a todos lo que hiciste? ¿Qué tú envenenaste a mi padre? ¿Qué pretendías bañar tu espada en veneno para poder ganar este combate? – preguntó a voz en grito, para sorpresa de todos los espectadores.
-¡Eres una despreciable confabuladora! Tus acusaciones son ruines y falsas, sin ningún tipo de prueba. Y muestran una vez más la baja realeza de los de tu linaje. – indicó el nórgedo. – Basas el apoyo de tu rebelión en prisioneros. Eres un desastre para este pueblo como lo fue tu padre. Los nórgedos necesitan un líder mejor. Pero por fortuna, serás decapitada junto con tus sucios amigos de Roilkat. – y postró su espada para chocar con la de Bashira. Ambos gruñeron con odio. Era duro ver como dos fieles compañeros de combate eran ahora, tan enemigos, fruto de sus diferencias ideológicas.
Entre una multitud que jaleaba el más que inminente inicio del combate, relució una Verónica que, a gritos, guardaba la mochila con las pertenencias que la guardia le había mandado recoger. - ¡Alanna! ¡Alanna! – gritaba la pequeña, corriendo por la gente, tratando de que ésta la escuchase o la viera.
* * * * * * * *
Habéis llegado a la parte definitiva de la misión. Habéis obrado bien y la suerte os ha acompañado más o menos, si bien a Eltrant no le ha permitido domar la bestia, sí que ha permitido que Bashira ganase el combate contra Shalam.
Durante este turno Bashira, luchará contra Shalam en la propia arena. Tendréis que ir describiendo el combate. He lanzado una runa:
Suerte mala/muy mala: Bashira terminará herida y sangrando en el suelo.
Suerte media: El combate estará igualado.
Suerte buena/muy buena: Shalam terminará herido y sangrando en el suelo.
Eltrant: En el anterior turno no conseguiste suerte suficiente como para obtener el control de Kagzilla. Ahora yace inconsciente en el centro de la plaza. Ahora tendrás que combatir contra los dos musculosos mamelucos de Shalam. Eres un guardia que está mucho más curtido que ellos, por lo que podrás vencerlos sin problemas. Parece que Bashira sobrevivirá, herida o no (dos golpes para causar la muerte a un pj protagonista). Sin embargo, Flint ya tiene uno, y se arrastra como puede para tratar de salir de la plaza, está herido y algun seguidor de Shalam puede tratar de rematarlo. Tendrás que ayudarlo con todo lo que tengas y, una vez más y por última vez, lanzar una runa. No para ti, que acabarás bien el combate, sino para Flint. Objetos de master, habilidades o lo que sea, es hora de sacar toda tu artillería, porque si lo confías todo a la suerte de los dioses Flint puede terminar muy mal de obtener una mala runa.
Alanna: Aunque estás en la arena, no debes permanecer mucho en ella, pues Verónica está en la grada y tiene tus cosas. Tienes que tratar de llegar hasta ella y utilizar la copa con el suero de la verdad o el veneno con Shalam, ni él ni nadie se podría resistir a beberla. Utilízalo y hazle las preguntas pertinentes. Independientemente de quién acabe en el suelo. No será necesario que tires una runa.
Podéis manejar a Verónica, Flint y Bashira.
-¡No! – gritó una incrédula Bashira, estirando el brazo, que no se podía creer que la guarda, a quien consideraba ya una amiga, terminara envenenada por uno de los puñales de Séfora. Pero lo cierto es que ella tenía una resistencia innata para resistir el envenenamiento, fruto de su entrenamiento en la guardia.
Alanna resistiría el veneno, pero Bashira no iba a permitir de ninguna manera que corriese un destino fatal, por ello, mientras esta se recuperaba, inició un feroz ataque contra Séfora. La única tras que ambos mamelucos perecieran por los espadazos de ambas mujeres. Séfora trató de alcanzar alguna de las partes de la princesa, pero ésta era muy ágil y contaba con un mandoble ligero a dos manos, mucho más largo que los cuchillos de su oponente.
Bashira con su estilo de combate zurdo, chocó el filo de su espada curvada contra los puñales de la traidora. Retrocediendo ésta de un salto hacia atrás, para tratar de ganar algo distancia contra la aspirante a sheik. Finalmente corrieron una frente a la otra en un último ataque desesperado. Por su manera de coger el arma, daba la sensación de que la princesa estaba dejando descubierto su flanco diestro y Séfora lo vio y fue inclinando el cuerpo para tratar de apuñalarla en el costado. Pero lejos de ser un error, esto era un movimiento planeado de Bashira. Rápidamente rectificó el giro, se dejó caer sobre el suelo, deslizándose con sus rodillas y propinando un tajo en la pierna a Séfora, pasando a su espalda para a continuación hacerla caer y con un movimiento rápido de su espada de abajo a arriba, cortarle ambas manos y, sin darle tiempo a respirar, atravesarla a la altura del corazón. Quedando ésta, sin manos y con la cara muerta por el empalamiento, mirando hacia Alanna. En un agonizante y ahogado sonido, la sangre caía por su boca. El cuerpo cayó al suelo sin reacción cuando Bashira alejó su espada.
-Que tu alma alcance la paz que en esta vida no tuvo. – rezó una Bashira sin ademán de resentimiento ni vacilación, volviendo a enfundar su arma. Se había cobrado su venganza particular, pero era tan profesional que ni siquiera deseó ningún mal a la otra. Simplemente ayudó a Alanna a levantarse de nuevo. - ¿Cómo estás? – le preguntó la princesa y, aguardando su respuesta, pasó a comentarle el siguiente paso. – Ahora toca ir a por Shalam. – indicó.
* * * * * * * * *
Alanna y Bashira terminarían saliendo por la puerta principal de la arena, donde se encontraba un Eltrant a lomos de una bestia que resultaba indomable. El guardia no consiguió finalmente domar a la criatura, que parecía imposible de tranquilizar o calmar. Sin embargo, sí que conseguiría llegar hasta su preciada arma tras muchos malabares y juegos de equilibrio, para, justo cuando desclavó el arma de la rodilla, terminara cortándole parte de los tendones y el animal terminase en la arena. Agotado y sin poder levantarse. Kagzilla ya no sería un obstáculo para nadie y, la gente que se había.Bashira caminó con tranquilidad hacia el centro, sin correr, caminando elegantemente con una mano en su arma enfundada y moviendo a ritmo acompasado su otro brazo, casi como si estuviese desfilando. La nórgeda brotaba carisma por los poros. Y Shalam, ya consciente de lo que había sucedido, decidió bajar también a la arena, seguido de su fiel guardia. Por su parte, Flint, con la pierna rota, permanecía en el centro de la plaza. Dolorido, y sin poder hacer nada. Eltrant había conseguido mantenerle a salvo hasta la llegada de las chicas, primero gracias al combate y, después, gracias a Kagzilla.
Una gran expectación se creó una vez la criatura permanecía inmóvil en el suelo, y la gente volvió a sentarse en sus asientos, expectantes por la resolución de aquella improvisada guerra de sucesión. En el centro de la arena, a un lado, se encontraban Tale y Delteria, guardando las espaldas a Bashira. Justo en frente, Shalam y dos de sus hombres más fieles. Tres contra tres. Cara a cara. Los aspirantes a sheik no se quitaban un ojo de encima, pero Bashira sería la primera en tomar la palabra.
-Shalam, has llegado demasiado lejos con tus maquinaciones. – comentó la princesa. – El fin no siempre justifica los medios, y si querías ser sheik existían maneras lícitas de conseguirlo. – mostró su espada y apuntó con ella a Shalam. - ¿Por qué no dices a todos lo que hiciste? ¿Qué tú envenenaste a mi padre? ¿Qué pretendías bañar tu espada en veneno para poder ganar este combate? – preguntó a voz en grito, para sorpresa de todos los espectadores.
-¡Eres una despreciable confabuladora! Tus acusaciones son ruines y falsas, sin ningún tipo de prueba. Y muestran una vez más la baja realeza de los de tu linaje. – indicó el nórgedo. – Basas el apoyo de tu rebelión en prisioneros. Eres un desastre para este pueblo como lo fue tu padre. Los nórgedos necesitan un líder mejor. Pero por fortuna, serás decapitada junto con tus sucios amigos de Roilkat. – y postró su espada para chocar con la de Bashira. Ambos gruñeron con odio. Era duro ver como dos fieles compañeros de combate eran ahora, tan enemigos, fruto de sus diferencias ideológicas.
Entre una multitud que jaleaba el más que inminente inicio del combate, relució una Verónica que, a gritos, guardaba la mochila con las pertenencias que la guardia le había mandado recoger. - ¡Alanna! ¡Alanna! – gritaba la pequeña, corriendo por la gente, tratando de que ésta la escuchase o la viera.
* * * * * * * *
Habéis llegado a la parte definitiva de la misión. Habéis obrado bien y la suerte os ha acompañado más o menos, si bien a Eltrant no le ha permitido domar la bestia, sí que ha permitido que Bashira ganase el combate contra Shalam.
Durante este turno Bashira, luchará contra Shalam en la propia arena. Tendréis que ir describiendo el combate. He lanzado una runa:
Suerte mala/muy mala: Bashira terminará herida y sangrando en el suelo.
Suerte media: El combate estará igualado.
Suerte buena/muy buena: Shalam terminará herido y sangrando en el suelo.
Eltrant: En el anterior turno no conseguiste suerte suficiente como para obtener el control de Kagzilla. Ahora yace inconsciente en el centro de la plaza. Ahora tendrás que combatir contra los dos musculosos mamelucos de Shalam. Eres un guardia que está mucho más curtido que ellos, por lo que podrás vencerlos sin problemas. Parece que Bashira sobrevivirá, herida o no (dos golpes para causar la muerte a un pj protagonista). Sin embargo, Flint ya tiene uno, y se arrastra como puede para tratar de salir de la plaza, está herido y algun seguidor de Shalam puede tratar de rematarlo. Tendrás que ayudarlo con todo lo que tengas y, una vez más y por última vez, lanzar una runa. No para ti, que acabarás bien el combate, sino para Flint. Objetos de master, habilidades o lo que sea, es hora de sacar toda tu artillería, porque si lo confías todo a la suerte de los dioses Flint puede terminar muy mal de obtener una mala runa.
Alanna: Aunque estás en la arena, no debes permanecer mucho en ella, pues Verónica está en la grada y tiene tus cosas. Tienes que tratar de llegar hasta ella y utilizar la copa con el suero de la verdad o el veneno con Shalam, ni él ni nadie se podría resistir a beberla. Utilízalo y hazle las preguntas pertinentes. Independientemente de quién acabe en el suelo. No será necesario que tires una runa.
Podéis manejar a Verónica, Flint y Bashira.
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
- ¡¿Quieres estarte quieto!? – Kagzilla había resultado ser más feroz que lo que parecía , no solo había soportado un tajo directamente en la base del cráneo con relativa facilidad, el animal, aturdido y herido, le lanzó además por los aires, de nuevo a la arena.
Maldiciendo a los dioses quienes, como de costumbre, le odiaban a muerte, se levantó de inmediato haciendo caso omiso a las diferentes magulladuras que tenía y, tras evitar que la bestia encabritada y herida le pasase por encima en un par de ocasiones, se hizo de nuevo con su espada, la cual estaba alojada firmemente en una de las patas de Kagzilla.
- ¡Ahora vas a ver lo que…! – De algún modo, la espada rasgó aún más el cuerpo del monstruo cuando Eltrant la recuperó, por lo que, en cuanto el guarda estuvo nuevamente armado, Kagzilla cayó cuan largo era, derrotado, incapaz de moverse.
-…Y – Jadeando usó su recién recuperada espada a modo de bastón - …Y no te levantes – Tomó aire, la gente parecía estar más tranquila ahora que Kagzilla no estaba destrozándolo todo a su paso, el coliseo ya no vibraba con fuerza bajo las imponentes patas de la criatura, muchos retornaban a sus asientos.
– Increíble – Dijo mirando a las personas que se quedaban aun con lo que acababa de suceder - ¿Tanto se aburren? – Se pasó la mano por la frente, limpiando la mezcla de sangre y sudor que descendía por la misma – Bueno… un asunto menos del que preocuparse – Clavó sus ojos en Kagzilla. El animal seguía vivo, pero parecía ser incapaz de moverse, esperaba que no diese más problemas, no estaba seguro de poder encararlo una segunda vez – Ahora… - Miró por encima el asolador paisaje que el animal había dejado hasta que localizó a Flint, a quien se acercó en varias zancadas - ¿Estas bien? – Sonrió al muchacho, que seguía lamentando su suerte en mitad de la plaza – No es nada – Le dio un leve golpe en el hombro – En nada estas bailando… danzas tradicionales de Roilkat… o lo que sea que bailéis allí – Añadió, tratando de infundir al joven con algunos ánimos. – He visto cosas peores. – Aseguró ampliando su sonrisa. – Aunque… no vuelvas a hacer nada parecido a lo de antes – Añadió con severidad – Eres… el mejor futuro para muchas personas – Depositó su mano en el hombro de Flint – Recuérdalo. – Lo zarandeó con cuidado – Porque mientras yo esté aquí, no lo voy a olvidar.
Según hablaba con Flint, Bashira descendió a la arena, hasta aquella plaza teñida en gran parte de rojo. Eltrant enarcó una ceja y miró a la pretendiente al trono quien, acompañada por Alanna, caminó majestuosamente hasta el centro del lugar.
Los cuchicheos de los espectadores que quedaban comenzaron a alzarse sobre los gritos de los heridos y de los soldados que habían decidido bien sus prioridades y los trasladaban a un lugar seguro. Aquel era el momento, había llegado la hora de que el trono encontrase un nuevo dueño, respiró con fuerza y se giró hacía Flint. – Mira quien viene a verte – Sonriendo al muchacho le guiñó un ojo con complicidad, y entonces, se levantó a recibir a las recién llegadas – Me alegra ver que estáis bien, yo he tenido un… – Antes de que pudiese decir nada más, Shalam bajó a la arena acompañado por lo que parecía ser el resto de su guardia, los cuchicheos aumentaron, algunos vítores, alguna voz entre el gentío clamó su nombre.
– Flint no puede moverse – Dijo a sus compañeras en voz baja, antes de que Shalam estuviese lo suficientemente cerca como para poder oirlo, por supuesto, a pesar del secretismo, no era nada que no se pudiese ver a simple vista. – Tenemos que acabar rápido con esto.
Frunció el ceño, Shalam parecía seguro de sí mismo y de sus hombres, incluso para ser alguien que, por lo que había visto, contaba con peso en la ciudad. Sin decir nada, dejó caer su espada, manchada con la sangre de la bestia, sobre su hombro y, tras posicionarse junto a Bashira, esperó.
Tan pronto Shalam estuvo frente a ellos la princesa Nórgeda intercambió unas palabras con este, acusándolo en frente de la multitud, desenvainando su espada y mostrando al pueblo Nórgedo que estaba dispuesta a luchar por el trono. El hombre por supuesto negó tales denuncias y se encargó de hacer ver a la muchedumbre presente que era él el líder fuerte que necesitaban en aquel momento, y por los gritos y ovaciones que siguieron a sus palabras, la población estaba tan dividida como los propios contendientes.
Volvió a tomar aire, dejó que el seco aire del arenal calmara sus ideas, clavó su mirada en los dos hombres que acompañaba a Shalam; musculosos, de aspecto serio, probablemente soldados de elite. Los aceros de ambos contendientes se encontraron en una especie de ritual previo al combate, la multitud, mientras tanto, jaleaba con fuerza por el comienzo y, entre todo aquel gentío, la joven Verónica clamaba la atención de Alanna.
Shalam fue quien inició la pelea, con un suave movimiento de muñeca apartó la espada de la rápida Bashira y ambos se enfrascaron en seguida en un baile de acero que, a ojos de todos los espectadores, debía de parecer ensayado.
Eltrant tomó su espada y bloqueó inmediatamente a uno de los acompañantes del príncipe Nórgedo, quien, por proximidad, estaba dispuesto a ir en contra de Alanna - ¡Ve a ver a Verónica! – Exclamó a la guarda apartando al soldado de un fuerte empujón – Yo me encargo de esto - No sabía por qué la muchacha estaba allí y no en casa de Bashira como le había dicho, pero la insistencia con la que la niña quería hacerse ver por encima del gentío indicaba que daba igual el motivo, era importante.
- ¿Bailamos? – Preguntó a los mamelucos retrocediendo un par de pasos, colocándose frente a Flint y dejando a Bashira lidiar por su cuenta con Shalam. Uno de los hombre respondió a aquello embistiendo contra Eltrant, quien anticipando el golpe, bloqueó el acero de su contrario solo viéndose forzado a retroceder un par de pasos. – Ya veo – Dijo este como toda respuesta tomando la iniciativa y lanzando una estocada tras otra contra su oponente.
El segundo de los soldados decidió que Flint era una opción mejor, que mientras Eltrant estaba distraído con su compañero él podría, rápidamente, acabar con la vida del joven de Roilkat. Nada más lejos de la realidad, en cuanto Eltrant vislumbro en la linde de su visión como este hombre se alejaba del encuentro le placó inmediatamente, cayendo ambos al suelo - ¡Estas peleando conmigo! – El sable del primer contendiente impactó en su espalda rebotando contra su armadura y añadiendo otra fractura más a la misma. No le extrañaba que le hubiese acertado, después de todo le había dado la espalda a aquel hombre. – Tú te esperas aquí – Tras propinarle un cabezazo en plena nariz al hombre que tenía bajo él, Eltrant se incorporó y se giró, todo lo rápido que pudo, en dirección al soldado que le había golpeado – No creas que me he olvidado de ti.
Sin intercambiar más palabras ambos volvieron a fundirse en un amasijo de metal y chasquidos metálicos, la multitud, pendiente de cada movimiento, de cada pequeño tajo en cada uno de los contendientes había enmudecido y solo se oía el sonido del metal, de los rápidos y concisos movimientos de los combatientes que buscaban la muerte de su contrario. Afortunadamente para Eltrant, aquellos soldados no estaban habituados a pelear con alguien enfundado en una armadura completa.
Apretó los dientes cuando sintió como el hombre al que había dejado en el suelo le tomaba por la espalda y, haciendo gala de una fuerza casi inhumana, le lanzaba por los aires, cayendo a escasos centímetros de la pequeña escaramuza que los príncipes estaban teniendo, la cual, por el motivo que fuese, estaba ganando Shalam.
Las piernas le flaqueaban, dejó escapar algún improperio que otro y se volvió a levantar, la armadura le pesaba, con un fuerte tirón, de desanudó el cinturón de cuero que mantenía sus grebas firmemente atada a sus piernas, deshaciéndose de ellas en apenas unos segundos, se sintió más ligero, lo suficiente como para poder esquivar el sable del soldado de la nariz rota, que pasó peligrosamente cerca de su mejilla. Tomando su espada con ambas manos reflectó la mayoría de los ataques que el dúo al que se enfrentaba decidió hacer al unísono, recibiendo algún impacto que otro en la coraza y en el guantelete roto que, aun siendo de metal, seguía resintiéndose con cada golpe.
Respirando agitadamente volvió a retroceder, incapaz de acertar un solo golpe en los mamelucos. Aquellos hombres eran la elite Nórgeda, si estaba aguantando contra ellos dos era por que parecían no estar seguros de cómo actuar, de cómo encarar al exmercenario.
Tenía que igualar las tornas, y lo iba a hacer rápido.
Afianzó ambos pies en la tierra, sintió la arena que tenía bajó él, el olor a sangre y metal que impregnaba el ambiente, sintió como su corazón se aceleraba, como bombeaba sangre hasta cada centímetro de su piel, negándose a acabarse, notó sus heridas, como estas le gritaban que seguía vivo, que podía seguir luchando hasta el final.[1]
Gritó con fuerza, dejó salir todo el aire que contenía en sus pulmones y depositó todo lo que poseía en los brazos en aquel ataque, todas las horas recibiendo cortes, magulladuras, todas las misiones y las veces que había estado a las puertas de la muerte.[2]
Fue un corte limpio, casi como cortar mantequilla, la armadura no le sirvió de nada, dudaba mucho que incluso una de metal hubiese soportado aquel tajo; el soldado de la nariz rota quedó separado en dos. El torso del hombre voló sutilmente, durante varios segundos, hasta que un sonoro golpe indicó que su fugaz travesía por los cielos había terminado.
- Tú – Señaló con la espada, cubierta del sangre, al segundo mameluco, el que había encabezado en todo momento los ataques en su contra. El hombre estaba sorprendido, no era para menos, no todos los días se ve partir en dos a un ser humano, este apenas pudo levantar su sable cuando el metal que blandía Eltrant cercenó la extremidad con la lo esgrimía. Un estruendoso grito por parte del hombre fue suficiente para hacer saber al guarda que ya había vencido, con un rápido movimiento de muñeca, clavó su hoja helada directamente en el pecho del soldado de Shalam quien, apenas varios segundos después, yacía muerto en el suelo.
Ahora sin competencia inmediata miró a su alrededor, Bashira yacía en el suelo, sangrando, Shalam parecía llevar las de ganar, blasfemando se acercó a él y lanzó un par de estocadas al aire, alejándolo del cuerpo de la muchacha. - ¡Alanna! ¡No me vendría mal una ayuda! – Gritó bloqueando varias de la precisas estocadas de Shalam a quien apartó de Bashira con varias estocadas más. Tomando rápidamente a Bashira del cuello de su vestimenta tiró de ella con fuerza – Esto va a doler – Dijo rápidamente, tirando de ella sin parar con una mano, mientras mantenia alejado a Shalam a duras penas con la otra – Lo siento – Pronunció cuando lanzó a la mujer en dirección a Flint quien, aun con la pierna rota, rodeó a la mujer entre sus brazos.
Por otro lado, los dos hombres a los que había abatido no eran los únicos miembros de la guardia de Shalam que estaban en la arena, no ahora que había dos hombres menos de parte del príncipe, aunque afortunadamente, los demás habían visto el espectáculo que Eltrant había presentado, y parecían indecisos a la hora de atacar.
Al menos ahora tenía a todo el mundo que quería proteger a su espalda. – Bien – Alzó su espada, empezaba a encontrarse agotado, la mezcla de sudor y sangre descendía por su frente hasta sus ojos - ¿No vais a darme un respiro? - Tragó saliva, asintió - No esperaba menos
Eltrant había sido muchas cosa: mercenario, guarda, granjero y vagabundo, podía escribir libros solamente con los trabajos que había tenido. Pero solo había una cosa que seguía siendo constante a lo largo de los años.
Era un escudo.[3]
***
Off: Hablidades Usadas.
[1] Adrenalina (Habilidad de Nivel 0)
[2] Hoja Cargada (Habilidad de Nivel 3)
[3] Salvaguarda (Habilidad de Nivel 1) - Protege Flint y Bashira.
Maldiciendo a los dioses quienes, como de costumbre, le odiaban a muerte, se levantó de inmediato haciendo caso omiso a las diferentes magulladuras que tenía y, tras evitar que la bestia encabritada y herida le pasase por encima en un par de ocasiones, se hizo de nuevo con su espada, la cual estaba alojada firmemente en una de las patas de Kagzilla.
- ¡Ahora vas a ver lo que…! – De algún modo, la espada rasgó aún más el cuerpo del monstruo cuando Eltrant la recuperó, por lo que, en cuanto el guarda estuvo nuevamente armado, Kagzilla cayó cuan largo era, derrotado, incapaz de moverse.
-…Y – Jadeando usó su recién recuperada espada a modo de bastón - …Y no te levantes – Tomó aire, la gente parecía estar más tranquila ahora que Kagzilla no estaba destrozándolo todo a su paso, el coliseo ya no vibraba con fuerza bajo las imponentes patas de la criatura, muchos retornaban a sus asientos.
– Increíble – Dijo mirando a las personas que se quedaban aun con lo que acababa de suceder - ¿Tanto se aburren? – Se pasó la mano por la frente, limpiando la mezcla de sangre y sudor que descendía por la misma – Bueno… un asunto menos del que preocuparse – Clavó sus ojos en Kagzilla. El animal seguía vivo, pero parecía ser incapaz de moverse, esperaba que no diese más problemas, no estaba seguro de poder encararlo una segunda vez – Ahora… - Miró por encima el asolador paisaje que el animal había dejado hasta que localizó a Flint, a quien se acercó en varias zancadas - ¿Estas bien? – Sonrió al muchacho, que seguía lamentando su suerte en mitad de la plaza – No es nada – Le dio un leve golpe en el hombro – En nada estas bailando… danzas tradicionales de Roilkat… o lo que sea que bailéis allí – Añadió, tratando de infundir al joven con algunos ánimos. – He visto cosas peores. – Aseguró ampliando su sonrisa. – Aunque… no vuelvas a hacer nada parecido a lo de antes – Añadió con severidad – Eres… el mejor futuro para muchas personas – Depositó su mano en el hombro de Flint – Recuérdalo. – Lo zarandeó con cuidado – Porque mientras yo esté aquí, no lo voy a olvidar.
Según hablaba con Flint, Bashira descendió a la arena, hasta aquella plaza teñida en gran parte de rojo. Eltrant enarcó una ceja y miró a la pretendiente al trono quien, acompañada por Alanna, caminó majestuosamente hasta el centro del lugar.
Los cuchicheos de los espectadores que quedaban comenzaron a alzarse sobre los gritos de los heridos y de los soldados que habían decidido bien sus prioridades y los trasladaban a un lugar seguro. Aquel era el momento, había llegado la hora de que el trono encontrase un nuevo dueño, respiró con fuerza y se giró hacía Flint. – Mira quien viene a verte – Sonriendo al muchacho le guiñó un ojo con complicidad, y entonces, se levantó a recibir a las recién llegadas – Me alegra ver que estáis bien, yo he tenido un… – Antes de que pudiese decir nada más, Shalam bajó a la arena acompañado por lo que parecía ser el resto de su guardia, los cuchicheos aumentaron, algunos vítores, alguna voz entre el gentío clamó su nombre.
– Flint no puede moverse – Dijo a sus compañeras en voz baja, antes de que Shalam estuviese lo suficientemente cerca como para poder oirlo, por supuesto, a pesar del secretismo, no era nada que no se pudiese ver a simple vista. – Tenemos que acabar rápido con esto.
Frunció el ceño, Shalam parecía seguro de sí mismo y de sus hombres, incluso para ser alguien que, por lo que había visto, contaba con peso en la ciudad. Sin decir nada, dejó caer su espada, manchada con la sangre de la bestia, sobre su hombro y, tras posicionarse junto a Bashira, esperó.
Tan pronto Shalam estuvo frente a ellos la princesa Nórgeda intercambió unas palabras con este, acusándolo en frente de la multitud, desenvainando su espada y mostrando al pueblo Nórgedo que estaba dispuesta a luchar por el trono. El hombre por supuesto negó tales denuncias y se encargó de hacer ver a la muchedumbre presente que era él el líder fuerte que necesitaban en aquel momento, y por los gritos y ovaciones que siguieron a sus palabras, la población estaba tan dividida como los propios contendientes.
Volvió a tomar aire, dejó que el seco aire del arenal calmara sus ideas, clavó su mirada en los dos hombres que acompañaba a Shalam; musculosos, de aspecto serio, probablemente soldados de elite. Los aceros de ambos contendientes se encontraron en una especie de ritual previo al combate, la multitud, mientras tanto, jaleaba con fuerza por el comienzo y, entre todo aquel gentío, la joven Verónica clamaba la atención de Alanna.
Shalam fue quien inició la pelea, con un suave movimiento de muñeca apartó la espada de la rápida Bashira y ambos se enfrascaron en seguida en un baile de acero que, a ojos de todos los espectadores, debía de parecer ensayado.
Eltrant tomó su espada y bloqueó inmediatamente a uno de los acompañantes del príncipe Nórgedo, quien, por proximidad, estaba dispuesto a ir en contra de Alanna - ¡Ve a ver a Verónica! – Exclamó a la guarda apartando al soldado de un fuerte empujón – Yo me encargo de esto - No sabía por qué la muchacha estaba allí y no en casa de Bashira como le había dicho, pero la insistencia con la que la niña quería hacerse ver por encima del gentío indicaba que daba igual el motivo, era importante.
- ¿Bailamos? – Preguntó a los mamelucos retrocediendo un par de pasos, colocándose frente a Flint y dejando a Bashira lidiar por su cuenta con Shalam. Uno de los hombre respondió a aquello embistiendo contra Eltrant, quien anticipando el golpe, bloqueó el acero de su contrario solo viéndose forzado a retroceder un par de pasos. – Ya veo – Dijo este como toda respuesta tomando la iniciativa y lanzando una estocada tras otra contra su oponente.
El segundo de los soldados decidió que Flint era una opción mejor, que mientras Eltrant estaba distraído con su compañero él podría, rápidamente, acabar con la vida del joven de Roilkat. Nada más lejos de la realidad, en cuanto Eltrant vislumbro en la linde de su visión como este hombre se alejaba del encuentro le placó inmediatamente, cayendo ambos al suelo - ¡Estas peleando conmigo! – El sable del primer contendiente impactó en su espalda rebotando contra su armadura y añadiendo otra fractura más a la misma. No le extrañaba que le hubiese acertado, después de todo le había dado la espalda a aquel hombre. – Tú te esperas aquí – Tras propinarle un cabezazo en plena nariz al hombre que tenía bajo él, Eltrant se incorporó y se giró, todo lo rápido que pudo, en dirección al soldado que le había golpeado – No creas que me he olvidado de ti.
Sin intercambiar más palabras ambos volvieron a fundirse en un amasijo de metal y chasquidos metálicos, la multitud, pendiente de cada movimiento, de cada pequeño tajo en cada uno de los contendientes había enmudecido y solo se oía el sonido del metal, de los rápidos y concisos movimientos de los combatientes que buscaban la muerte de su contrario. Afortunadamente para Eltrant, aquellos soldados no estaban habituados a pelear con alguien enfundado en una armadura completa.
Apretó los dientes cuando sintió como el hombre al que había dejado en el suelo le tomaba por la espalda y, haciendo gala de una fuerza casi inhumana, le lanzaba por los aires, cayendo a escasos centímetros de la pequeña escaramuza que los príncipes estaban teniendo, la cual, por el motivo que fuese, estaba ganando Shalam.
Las piernas le flaqueaban, dejó escapar algún improperio que otro y se volvió a levantar, la armadura le pesaba, con un fuerte tirón, de desanudó el cinturón de cuero que mantenía sus grebas firmemente atada a sus piernas, deshaciéndose de ellas en apenas unos segundos, se sintió más ligero, lo suficiente como para poder esquivar el sable del soldado de la nariz rota, que pasó peligrosamente cerca de su mejilla. Tomando su espada con ambas manos reflectó la mayoría de los ataques que el dúo al que se enfrentaba decidió hacer al unísono, recibiendo algún impacto que otro en la coraza y en el guantelete roto que, aun siendo de metal, seguía resintiéndose con cada golpe.
Respirando agitadamente volvió a retroceder, incapaz de acertar un solo golpe en los mamelucos. Aquellos hombres eran la elite Nórgeda, si estaba aguantando contra ellos dos era por que parecían no estar seguros de cómo actuar, de cómo encarar al exmercenario.
Tenía que igualar las tornas, y lo iba a hacer rápido.
Afianzó ambos pies en la tierra, sintió la arena que tenía bajó él, el olor a sangre y metal que impregnaba el ambiente, sintió como su corazón se aceleraba, como bombeaba sangre hasta cada centímetro de su piel, negándose a acabarse, notó sus heridas, como estas le gritaban que seguía vivo, que podía seguir luchando hasta el final.[1]
Gritó con fuerza, dejó salir todo el aire que contenía en sus pulmones y depositó todo lo que poseía en los brazos en aquel ataque, todas las horas recibiendo cortes, magulladuras, todas las misiones y las veces que había estado a las puertas de la muerte.[2]
Fue un corte limpio, casi como cortar mantequilla, la armadura no le sirvió de nada, dudaba mucho que incluso una de metal hubiese soportado aquel tajo; el soldado de la nariz rota quedó separado en dos. El torso del hombre voló sutilmente, durante varios segundos, hasta que un sonoro golpe indicó que su fugaz travesía por los cielos había terminado.
- Tú – Señaló con la espada, cubierta del sangre, al segundo mameluco, el que había encabezado en todo momento los ataques en su contra. El hombre estaba sorprendido, no era para menos, no todos los días se ve partir en dos a un ser humano, este apenas pudo levantar su sable cuando el metal que blandía Eltrant cercenó la extremidad con la lo esgrimía. Un estruendoso grito por parte del hombre fue suficiente para hacer saber al guarda que ya había vencido, con un rápido movimiento de muñeca, clavó su hoja helada directamente en el pecho del soldado de Shalam quien, apenas varios segundos después, yacía muerto en el suelo.
Ahora sin competencia inmediata miró a su alrededor, Bashira yacía en el suelo, sangrando, Shalam parecía llevar las de ganar, blasfemando se acercó a él y lanzó un par de estocadas al aire, alejándolo del cuerpo de la muchacha. - ¡Alanna! ¡No me vendría mal una ayuda! – Gritó bloqueando varias de la precisas estocadas de Shalam a quien apartó de Bashira con varias estocadas más. Tomando rápidamente a Bashira del cuello de su vestimenta tiró de ella con fuerza – Esto va a doler – Dijo rápidamente, tirando de ella sin parar con una mano, mientras mantenia alejado a Shalam a duras penas con la otra – Lo siento – Pronunció cuando lanzó a la mujer en dirección a Flint quien, aun con la pierna rota, rodeó a la mujer entre sus brazos.
Por otro lado, los dos hombres a los que había abatido no eran los únicos miembros de la guardia de Shalam que estaban en la arena, no ahora que había dos hombres menos de parte del príncipe, aunque afortunadamente, los demás habían visto el espectáculo que Eltrant había presentado, y parecían indecisos a la hora de atacar.
Al menos ahora tenía a todo el mundo que quería proteger a su espalda. – Bien – Alzó su espada, empezaba a encontrarse agotado, la mezcla de sudor y sangre descendía por su frente hasta sus ojos - ¿No vais a darme un respiro? - Tragó saliva, asintió - No esperaba menos
Eltrant había sido muchas cosa: mercenario, guarda, granjero y vagabundo, podía escribir libros solamente con los trabajos que había tenido. Pero solo había una cosa que seguía siendo constante a lo largo de los años.
Era un escudo.[3]
***
Off: Hablidades Usadas.
[1] Adrenalina (Habilidad de Nivel 0)
[2] Hoja Cargada (Habilidad de Nivel 3)
[3] Salvaguarda (Habilidad de Nivel 1) - Protege Flint y Bashira.
Última edición por Eltrant Tale el Sáb Abr 15 2017, 22:21, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
Le dolía la cabeza, y estaba mareada, el pecho comenzaba a pesarle, el veneno era potente, pero pronto pasaría, con la vista, medio nublada, pudo ver la rabia de Bashira en sus movimientos, mientras el corazón se le detenía por un instante, antes de volver a latir, y empezar a recuperar la visión, el equilibrio y el latido usual. La heredera parecía tener un latido en la artería carótida, como si el pulso y la sangre le fuera más rápido, más furioso, alterada, como aun no la había visto Alanna a pesar de todo su tiempo de cautiverio.
A penas pudo seguir sus movimientos hasta que, ya prácticamente recuperada, vio los tajos descorazonados que la Nórgeda dio en las manos de la traidora y un tercero que le atravesó el corazón, haciendo que Séfora quedase arrodillada, sangrante, sin manos y con una mirada desesperada que le dirigía a la guardia, esperando que ella acudiera en su ayuda a pesar de todo. Alanna se levanto algo temblorosa, tragando saliva, y desvió la mirada, dolida, al final, de un modo u otro, la muerte la perseguía, y las acciones, siempre tienen consecuencias. Por desgracia para Séfora, las decisiones que había tomado la habían llevado a ese punto, los dioses proveerán, suele decir la gente, pero no son estúpidos, y saben perfectamente quien merece su suerte y quien no, quien es digno de seguir su rumbo, y quien debe terminar su camino.
Mucho más recuperada, apartando la vista del cuerpo de la traidora, miró a Bashira, los oídos aun le zumbaban levemente, pero podía volver a la acción, miró a la heredera y asintió con decisión dándole a entender que podía continuar, y, a penas un paso por detrás, la siguió hasta la arena, dispuesta a ayudar a Eltrant y a Flint en lo que fuera necesario, sin embargo, al llegar, la escena era diferente a lo que había esperado. El silencio se había extendido por el cuadrilátero, las gradas, silenciosas, miraban estupefactas repartiendo algún murmullo casual, incrédulo por la muerte de ese elefante peludo.
Alanna miró a su alrededor, esperando encontrar bien a ambos chicos, y localizó, primero, a Flint, tirado en la arena, con aspecto de no poder moverse. Tragó saliva con fuerza, comenzando a ponerse nerviosa, ¿y Eltrant? esperaba que el chico estuviera bien, los nervios hicieron que la sangre bombeara en sus venas, notando como pasaba acelerada por las muñecas, que sostenían con fuerza las dos espadas, con los nudillos blancos. Solo cuando vio acercarse al mercenario de reojo, pudo soltar un poco sus armas y respirar hondo, no parecía que estuviera demasiado malherido, cansado, pero en buen estado.
Fue a sonreír al chico, si, estaban bien, aun tenía cierto pitido en los oídos que la mantenía mareada, pero el veneno estaba por desaparecer por completo de su cuerpo, cuando un pisotón firme sonó sobre la arena haciendo que se levantase una fina capa de polvo. Shalam, que debería estar aun en lo alto de las gradas, viendo el espectáculo desde su tribuna, había decidido acercarse. La guardia chasqueo la lengua, no tenía la copa ni el suero de la verdad. Volvió a apretar las manos tomando una posición de defensa, con los sentidos aun medio embotados, cuando Bashira se lanzó a por Shalam, acusándolo sin piedad alguna.
Aun atontada como estaba, con los restos del veneno recorriéndole el cuerpo, suerte tuvo de que Eltrant detuviera una espada que llegaba por su derecha. Lo miró confundida mientras la espada del guardia chocaba con la del siervo de Shalam, y asintió intentando centrarse, sintiendo que se aclaraba mientras los últimos coletazos de veneno abandonaban su cuerpo. Giró para ver a Verónica en lo alto haciendo aspavientos, intentando llamar su atención y asintió a su compañero mientras echaba a correr hacia el interior del edificio para subir a las gradas.
Logró terminar de despejarse mientras las escaleras de caracol de piedra comenzaban a abrirse paso hacia el silencio extenuante que le indicaba que comenzaba a llegar al exterior, sus pasos resonando eran más sonoros que el profundo silencio que llenaba las gradas ante el espectáculo que estaban dando. Llegó fuera a tiempo de ver a Verónica esperar tras los espectadores asombrados con su bolsa en brazos. Y justo giró la cabeza para ver como Bashira parecía en peligro. "Mierda" pensó. Eltrant estaba cansado, Flint no podía luchar, y Bashira estaba herida.
- Verónica, vete a casa de Bashira, nos reuniremos allí.
Dicho esto, sin esperar respuesta, salió disparada hacia el terreno de lucha, nuevamente, mientras, a tientas, cogía la copa que tenía en la bolsa y mirando con fijeza, lograba distinguir el líquido azul, el suero de la verdad se meció dentro de la botella tapada y, cuando estaba ya bajo, entrando a las arenas, vertió el liquido en la copa verde, tan verde como su mano, y salió despacio. Pudo ver a Bashira, malherida en el suelo, tenía que detenerlo, aunque el modo fuera el más estúpido del mundo, tenía que conseguir pararle.
- ¡Shalam!- gritó exigiendo la atención del nórgedo.- Bebe.- ordenó alzando la copa mientras se acercaba a paso seguro.
Las dudas en el rostro del asesino desaparecieron en cuanto la guardia le dio la orden, y, a regañadientes, sin entender que sucedía, tomó la copa y se la bebió de un trago, con una respiración profunda, cogiendo distancia, le apuntó con una espada, la poción hacía que dijera la verdad, pero no detenía sus movimientos ni sus ataques. Tomó aire y repitió, una a una las preguntas que había hecho Bashira, y, mientras el hombre contestaba, su cara comenzaba a retorcerse, y la multitud, estupefacta, empezó a cuchichear, hasta que la voz de Verónica sonó desde el fondo, a grito vivo.
- ¡Traidor!- cualquier duda que hubiera podido albergar la gente se disipó con el griterío.
- ¡Asesino!- sonó desde otro lado mientras más gritos similares comenzaron a repartirse por el lugar.
Shalam, furioso, arremetió sobre ellos, pero cegado por la ira, Alanna consiguió esquivar su estocada y golpearle en el la cabeza, haciéndole una brecha, y logrando que perdiera el sentido. Tragó saliva apuntándole con la espada, quería clavarle la espada, hacer que la vida del nórgedo acabase en ese instante y pagase por sus crímenes, pero por desgracia, no era decisión suya el destino de ese hombre, era cosa de Bashira y su pueblo.
Clavó la espada en el suelo, nerviosa y se fue junto a Bashira, sacando más trastos de su bolsa, para empezar a revisar, sus pociones, alguna debía haber, un coagulante, lo que fuera que detuviera la hemorragia, destapó con la boca un brebaje rojo, ayudaría a que dejara de sangrar con tanta velocidad, les daría un rato más para poder tratarla. Miró a Eltrant y a Flint, mientras los gritos de odio hacia Shalam cambiaban a vítores enérgicos que apoyaban a su nueva Sheik.
- ¡Los dioses salven a nuestra Sheik!- exclamó alguien de entre los espectadores.
- Vamonos.- murmuró a Eltrant cogiendo a Bashira por debajo de los brazos y la cintura.- necesita atención médica, urgente.- comentó mientras una camilla se acercaba corriendo y tumbaban allí a la nueva Sheik.- Le he dado un coagulante, para que sangre menos.- informó mientras una mujer asentía tras una máscara blanca.- Elt, vamos con ellos, tu también necesitas que te miren.- le pidió mientras le quitaba las armas a shalam y un grupo de aldeanos llegaba y se llevaba a Shalam a la primera celda del coliseo, cerrándola a cal y canto.
- ¡Señor Tale!- gritó la voz de Verónica que, nuevamente, había ignorado la petición de un adulto, ella podría vigilar la celda, era su mejor opción.
Off: Uso de objeto master, copa de vino verde
A penas pudo seguir sus movimientos hasta que, ya prácticamente recuperada, vio los tajos descorazonados que la Nórgeda dio en las manos de la traidora y un tercero que le atravesó el corazón, haciendo que Séfora quedase arrodillada, sangrante, sin manos y con una mirada desesperada que le dirigía a la guardia, esperando que ella acudiera en su ayuda a pesar de todo. Alanna se levanto algo temblorosa, tragando saliva, y desvió la mirada, dolida, al final, de un modo u otro, la muerte la perseguía, y las acciones, siempre tienen consecuencias. Por desgracia para Séfora, las decisiones que había tomado la habían llevado a ese punto, los dioses proveerán, suele decir la gente, pero no son estúpidos, y saben perfectamente quien merece su suerte y quien no, quien es digno de seguir su rumbo, y quien debe terminar su camino.
Mucho más recuperada, apartando la vista del cuerpo de la traidora, miró a Bashira, los oídos aun le zumbaban levemente, pero podía volver a la acción, miró a la heredera y asintió con decisión dándole a entender que podía continuar, y, a penas un paso por detrás, la siguió hasta la arena, dispuesta a ayudar a Eltrant y a Flint en lo que fuera necesario, sin embargo, al llegar, la escena era diferente a lo que había esperado. El silencio se había extendido por el cuadrilátero, las gradas, silenciosas, miraban estupefactas repartiendo algún murmullo casual, incrédulo por la muerte de ese elefante peludo.
Alanna miró a su alrededor, esperando encontrar bien a ambos chicos, y localizó, primero, a Flint, tirado en la arena, con aspecto de no poder moverse. Tragó saliva con fuerza, comenzando a ponerse nerviosa, ¿y Eltrant? esperaba que el chico estuviera bien, los nervios hicieron que la sangre bombeara en sus venas, notando como pasaba acelerada por las muñecas, que sostenían con fuerza las dos espadas, con los nudillos blancos. Solo cuando vio acercarse al mercenario de reojo, pudo soltar un poco sus armas y respirar hondo, no parecía que estuviera demasiado malherido, cansado, pero en buen estado.
Fue a sonreír al chico, si, estaban bien, aun tenía cierto pitido en los oídos que la mantenía mareada, pero el veneno estaba por desaparecer por completo de su cuerpo, cuando un pisotón firme sonó sobre la arena haciendo que se levantase una fina capa de polvo. Shalam, que debería estar aun en lo alto de las gradas, viendo el espectáculo desde su tribuna, había decidido acercarse. La guardia chasqueo la lengua, no tenía la copa ni el suero de la verdad. Volvió a apretar las manos tomando una posición de defensa, con los sentidos aun medio embotados, cuando Bashira se lanzó a por Shalam, acusándolo sin piedad alguna.
Aun atontada como estaba, con los restos del veneno recorriéndole el cuerpo, suerte tuvo de que Eltrant detuviera una espada que llegaba por su derecha. Lo miró confundida mientras la espada del guardia chocaba con la del siervo de Shalam, y asintió intentando centrarse, sintiendo que se aclaraba mientras los últimos coletazos de veneno abandonaban su cuerpo. Giró para ver a Verónica en lo alto haciendo aspavientos, intentando llamar su atención y asintió a su compañero mientras echaba a correr hacia el interior del edificio para subir a las gradas.
Logró terminar de despejarse mientras las escaleras de caracol de piedra comenzaban a abrirse paso hacia el silencio extenuante que le indicaba que comenzaba a llegar al exterior, sus pasos resonando eran más sonoros que el profundo silencio que llenaba las gradas ante el espectáculo que estaban dando. Llegó fuera a tiempo de ver a Verónica esperar tras los espectadores asombrados con su bolsa en brazos. Y justo giró la cabeza para ver como Bashira parecía en peligro. "Mierda" pensó. Eltrant estaba cansado, Flint no podía luchar, y Bashira estaba herida.
- Verónica, vete a casa de Bashira, nos reuniremos allí.
Dicho esto, sin esperar respuesta, salió disparada hacia el terreno de lucha, nuevamente, mientras, a tientas, cogía la copa que tenía en la bolsa y mirando con fijeza, lograba distinguir el líquido azul, el suero de la verdad se meció dentro de la botella tapada y, cuando estaba ya bajo, entrando a las arenas, vertió el liquido en la copa verde, tan verde como su mano, y salió despacio. Pudo ver a Bashira, malherida en el suelo, tenía que detenerlo, aunque el modo fuera el más estúpido del mundo, tenía que conseguir pararle.
- ¡Shalam!- gritó exigiendo la atención del nórgedo.- Bebe.- ordenó alzando la copa mientras se acercaba a paso seguro.
Las dudas en el rostro del asesino desaparecieron en cuanto la guardia le dio la orden, y, a regañadientes, sin entender que sucedía, tomó la copa y se la bebió de un trago, con una respiración profunda, cogiendo distancia, le apuntó con una espada, la poción hacía que dijera la verdad, pero no detenía sus movimientos ni sus ataques. Tomó aire y repitió, una a una las preguntas que había hecho Bashira, y, mientras el hombre contestaba, su cara comenzaba a retorcerse, y la multitud, estupefacta, empezó a cuchichear, hasta que la voz de Verónica sonó desde el fondo, a grito vivo.
- ¡Traidor!- cualquier duda que hubiera podido albergar la gente se disipó con el griterío.
- ¡Asesino!- sonó desde otro lado mientras más gritos similares comenzaron a repartirse por el lugar.
Shalam, furioso, arremetió sobre ellos, pero cegado por la ira, Alanna consiguió esquivar su estocada y golpearle en el la cabeza, haciéndole una brecha, y logrando que perdiera el sentido. Tragó saliva apuntándole con la espada, quería clavarle la espada, hacer que la vida del nórgedo acabase en ese instante y pagase por sus crímenes, pero por desgracia, no era decisión suya el destino de ese hombre, era cosa de Bashira y su pueblo.
Clavó la espada en el suelo, nerviosa y se fue junto a Bashira, sacando más trastos de su bolsa, para empezar a revisar, sus pociones, alguna debía haber, un coagulante, lo que fuera que detuviera la hemorragia, destapó con la boca un brebaje rojo, ayudaría a que dejara de sangrar con tanta velocidad, les daría un rato más para poder tratarla. Miró a Eltrant y a Flint, mientras los gritos de odio hacia Shalam cambiaban a vítores enérgicos que apoyaban a su nueva Sheik.
- ¡Los dioses salven a nuestra Sheik!- exclamó alguien de entre los espectadores.
- Vamonos.- murmuró a Eltrant cogiendo a Bashira por debajo de los brazos y la cintura.- necesita atención médica, urgente.- comentó mientras una camilla se acercaba corriendo y tumbaban allí a la nueva Sheik.- Le he dado un coagulante, para que sangre menos.- informó mientras una mujer asentía tras una máscara blanca.- Elt, vamos con ellos, tu también necesitas que te miren.- le pidió mientras le quitaba las armas a shalam y un grupo de aldeanos llegaba y se llevaba a Shalam a la primera celda del coliseo, cerrándola a cal y canto.
- ¡Señor Tale!- gritó la voz de Verónica que, nuevamente, había ignorado la petición de un adulto, ella podría vigilar la celda, era su mejor opción.
Off: Uso de objeto master, copa de vino verde
Alanna Delteria
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
El combate entre los aspirantes a sheik fue muy intenso. Cada estocada, cada golpe, destilaba el ansia de poder de uno frente a otro. Cada impacto suponía un grito por ambas partes y una mirada a la espada del oponente. Había que tener la hoja del enemigo bien afilada. Ambos tenían carácter y se conocían excesivamente bien, fruto de haber sido los dos más importantes generales nórgedos de los últimos años.
Ambos eran “dioses” de la guerra. Como Ares y Atenea, Shalam representaba la parte puramente bélica y cruenta de la guerra, mientras que Bashira mostraba la estrategia y la conquista pacífica. Fuera como fuera, ambos eran dignos herederos del trono de los Pueblos del Desierto.
Sin embargo, Bashira ya contaba con un combate a muerte a sus espaldas, y el agotamiento, sumado a su menor fuerza y capacidad física, terminarían por hacerla fallar un tajazo, que Shalam esquivó a un lateral y aprovechó para rajar por completo la cara de la nórgeda, que cayó al suelo.
Tras un grito agónico, Bashira trató de hacerse con la espada. Shalam aprovechó para patear el suelo y tirar una nube de arena contra los ojos de la nórgeda, que se revolvía por el suelo, pateó a continuación la espada de la princesa para alejarla y, por último, le pegó una fuerte patada en el costado, haciendo que ésta terminara en el suelo, gravemente herida y consciente de lo que iba a suceder a continuación. El público estaba eufórico. Iba a tener un nuevo sheik. - Dale recuerdos a tu estúpido padre en el cielo. – le indicó poniendo su espada a la altura del cuello de la princesa.
Pero entonces, Eltrant apareció para apartar a Bashira y lanzarla contra los brazos de Flint quien, aún con la pierna rota, tomó a la bella y joven nórgeda en sus brazos. – Flint… - dijo ella, cogiéndose por el cuello, aferrándose a él como si fuera su última esperanza. – Tranquila, no te pasará nada mientras yo esté aquí. – respondió éste, con su pierna rota, creyéndoselo por completo. ¡Claro que sí, Flint! ¡Seguro que gracias a ti! Menos mal que se tenía ganada a la chica. – O puede que sí… - rectificó al ver a Eltrant sufrir contra Shalam.
Finalmente, Alanna Delteria, que había conseguido la copa por medio de Verónica Cronos, vertió el suero de la verdad en el interior de ésta y la magia que embriagaba al objeto de plata hizo el resto. El nórgedo fue obligado a beber de la copa y a confesar, uno a uno, los crímenes que había cometido.
El público se le echó encima. Gritos e insultos varios clamaron contra Shalam. Era un traidor y debía pagarlo. ¡Incluso hubo una invasión a la arena que la propia guardia de élite del sheik tuvo que tratar de frenar inútilmente. Alanna dejó inconsciente a Shalam pero éste se había ganado su destino. Murió apaleado por la plebe, por la propia muchedumbre que ahora lo veía como un traidor, como un asesino. Pero Bashira cayó inconsciente por la pérdida de sangre y no pudo llegar a ver esto. Contemplar como su propio pueblo clamaba por su nueva sheik.
Bashira no lo sabría hasta horas después, ya en su propia casa junto a Flint, Alanna, Eltrant y Verónica. Afuera, el populacho gritaba el nombre de la sheik. Todo el pueblo se arremolinaba alrededor de la casa. Eltrant y Alanna tendrían que impedir que el ímpetu de estos terminase por entrar en el hogar de la nórgeda.
-¡Bashira ha despertado! ¡Bashira ha despertado! – clamó Verónica cuando sintió un pequeño gemido de la nueva sheik en la habitación contigua a la que se encontraban. Que era el salón, donde ya, casi al anochecer, Eltrant, Alanna y un lisiado Flint reposaban del intenso día. Verónica les había proporcionado leche, comida y algo de ropa para cambiarse.
-¡Alabada sea la nueva sheik! – sonrió un Flint que envió una mirada de enamorado a la nórgeda, que ahora lucía un profundo tajo en la cara que permanecería en sus bellas mejillas para el resto de sus días. - ¿Qué tal te sientes, Bashira? – le preguntó.
-¿Qué ha sucedido? – preguntó la flamante sheik, todavía despertando de su letargo y sin saber muy bien que había pasado.
-¡Alanna, Eltrant y Flint te han salvado! – exclamó la pequeña rizosa.
Quizás aquella era un resumen con menor detalle del que esperaba la ahora reina. Los chicos se encargarían de contarle qué era con detalle el final de la escena y ponerla en constancia de la situación actual. Una vez hecho esto y cuando la pequeña Verónica hubo marchado de la habitación para ver la gente que aguardaba la salida de la ahora reina, pudo volver a dirigirse a Alanna y Eltrant.
-Verónica… – comentó, y tendió la vista hacia Verónica. – Podría cuidar de ella, pero quiero que salga de este mugriento desierto. Que conozca el mundo. – comentó sobre la morena de piel. – Vosotros… alguno. O los dos. Podríais haceros cargo de ella. Llevarla con vosotros. – comentó con cierta añoranza. – Pocas veces he salido de este desierto. Ella ha tenido una infancia difícil, no me gustaría que su adolescencia fuese similar. – continuó. - ¿Cuidaríais de ella, por mí? – les pidió.
Por su parte, Flint, que observaba detrás de la cortina de la habitación, ya escuchaba como la gente comenzaba a abalanzarse casi sobre la casa. Tendió una mirada cariñosa hacia la nórgeda, una mirada de enamorado y, sin dejar de sonreírla, le comentó.
-Tu pueblo aguarda, sheik. – sonrió Flint abriendo muy ligeramente la cortina de su habitación. Se escuchaban gritos de ¡Viva la sheik! Fuera. Un intenso gentío y alboroto aguardaba como agua de mayo la presentación oficial de la nórgeda ya desde unas horas atrás.
Ambos: ¡Enhorabuena! Habéis descubierto toda la trama conspiratoria alrededor del Sheik y habéis terminado con el malvado Shalam, devolviendo así la paz a los Pueblos Nórgedos con el nombramiento de Bashira IV la Justa como nueva sheik. Esto pone fin a la interminable guerra entre los nórgedos y la ciudad de Roilkat gracias, en parte, a que Flint también ha sobrevivido. Nos quedan un par de turnos de despedida, tenéis permiso para utilizar a Bashira tanto para su discurso como para despediros de ella.
Recompensas parte 1: Nórgedos (falta Roilkat),
-Ambos: Amigos de los Nórgedos. Seréis respetados por todos los habitantes del desierto y bienvenidos en sus tierras cada vez que queráis acceder a ellos. Por supuesto, podréis negociar con Bashira, que os considerará vuestra amiga e incluso os escribirá periódicamente.
-Eltrant: Obtienes a Verónica Cronos como NPC. Puedes proceder a crear su ficha. Te doy la oportunidad de criarla junto a Alanna, pero el NPC, tal y como me pediste al principio de la misión, es principalmente tuyo.
-Alanna: Durante el combate contra Séfora, conseguiste la “Lista de venenos de Séfora”. Esto te permitirá crear venenos muy potentes. Obtienes también 5 puntos de pasiva Alquimia por haberla utilizado en la misión. Añade la siguiente lista de venenos
Ambos eran “dioses” de la guerra. Como Ares y Atenea, Shalam representaba la parte puramente bélica y cruenta de la guerra, mientras que Bashira mostraba la estrategia y la conquista pacífica. Fuera como fuera, ambos eran dignos herederos del trono de los Pueblos del Desierto.
Sin embargo, Bashira ya contaba con un combate a muerte a sus espaldas, y el agotamiento, sumado a su menor fuerza y capacidad física, terminarían por hacerla fallar un tajazo, que Shalam esquivó a un lateral y aprovechó para rajar por completo la cara de la nórgeda, que cayó al suelo.
Tras un grito agónico, Bashira trató de hacerse con la espada. Shalam aprovechó para patear el suelo y tirar una nube de arena contra los ojos de la nórgeda, que se revolvía por el suelo, pateó a continuación la espada de la princesa para alejarla y, por último, le pegó una fuerte patada en el costado, haciendo que ésta terminara en el suelo, gravemente herida y consciente de lo que iba a suceder a continuación. El público estaba eufórico. Iba a tener un nuevo sheik. - Dale recuerdos a tu estúpido padre en el cielo. – le indicó poniendo su espada a la altura del cuello de la princesa.
Pero entonces, Eltrant apareció para apartar a Bashira y lanzarla contra los brazos de Flint quien, aún con la pierna rota, tomó a la bella y joven nórgeda en sus brazos. – Flint… - dijo ella, cogiéndose por el cuello, aferrándose a él como si fuera su última esperanza. – Tranquila, no te pasará nada mientras yo esté aquí. – respondió éste, con su pierna rota, creyéndoselo por completo. ¡Claro que sí, Flint! ¡Seguro que gracias a ti! Menos mal que se tenía ganada a la chica. – O puede que sí… - rectificó al ver a Eltrant sufrir contra Shalam.
Finalmente, Alanna Delteria, que había conseguido la copa por medio de Verónica Cronos, vertió el suero de la verdad en el interior de ésta y la magia que embriagaba al objeto de plata hizo el resto. El nórgedo fue obligado a beber de la copa y a confesar, uno a uno, los crímenes que había cometido.
El público se le echó encima. Gritos e insultos varios clamaron contra Shalam. Era un traidor y debía pagarlo. ¡Incluso hubo una invasión a la arena que la propia guardia de élite del sheik tuvo que tratar de frenar inútilmente. Alanna dejó inconsciente a Shalam pero éste se había ganado su destino. Murió apaleado por la plebe, por la propia muchedumbre que ahora lo veía como un traidor, como un asesino. Pero Bashira cayó inconsciente por la pérdida de sangre y no pudo llegar a ver esto. Contemplar como su propio pueblo clamaba por su nueva sheik.
Bashira no lo sabría hasta horas después, ya en su propia casa junto a Flint, Alanna, Eltrant y Verónica. Afuera, el populacho gritaba el nombre de la sheik. Todo el pueblo se arremolinaba alrededor de la casa. Eltrant y Alanna tendrían que impedir que el ímpetu de estos terminase por entrar en el hogar de la nórgeda.
-¡Bashira ha despertado! ¡Bashira ha despertado! – clamó Verónica cuando sintió un pequeño gemido de la nueva sheik en la habitación contigua a la que se encontraban. Que era el salón, donde ya, casi al anochecer, Eltrant, Alanna y un lisiado Flint reposaban del intenso día. Verónica les había proporcionado leche, comida y algo de ropa para cambiarse.
-¡Alabada sea la nueva sheik! – sonrió un Flint que envió una mirada de enamorado a la nórgeda, que ahora lucía un profundo tajo en la cara que permanecería en sus bellas mejillas para el resto de sus días. - ¿Qué tal te sientes, Bashira? – le preguntó.
-¿Qué ha sucedido? – preguntó la flamante sheik, todavía despertando de su letargo y sin saber muy bien que había pasado.
-¡Alanna, Eltrant y Flint te han salvado! – exclamó la pequeña rizosa.
Quizás aquella era un resumen con menor detalle del que esperaba la ahora reina. Los chicos se encargarían de contarle qué era con detalle el final de la escena y ponerla en constancia de la situación actual. Una vez hecho esto y cuando la pequeña Verónica hubo marchado de la habitación para ver la gente que aguardaba la salida de la ahora reina, pudo volver a dirigirse a Alanna y Eltrant.
-Verónica… – comentó, y tendió la vista hacia Verónica. – Podría cuidar de ella, pero quiero que salga de este mugriento desierto. Que conozca el mundo. – comentó sobre la morena de piel. – Vosotros… alguno. O los dos. Podríais haceros cargo de ella. Llevarla con vosotros. – comentó con cierta añoranza. – Pocas veces he salido de este desierto. Ella ha tenido una infancia difícil, no me gustaría que su adolescencia fuese similar. – continuó. - ¿Cuidaríais de ella, por mí? – les pidió.
Por su parte, Flint, que observaba detrás de la cortina de la habitación, ya escuchaba como la gente comenzaba a abalanzarse casi sobre la casa. Tendió una mirada cariñosa hacia la nórgeda, una mirada de enamorado y, sin dejar de sonreírla, le comentó.
-Tu pueblo aguarda, sheik. – sonrió Flint abriendo muy ligeramente la cortina de su habitación. Se escuchaban gritos de ¡Viva la sheik! Fuera. Un intenso gentío y alboroto aguardaba como agua de mayo la presentación oficial de la nórgeda ya desde unas horas atrás.
* * * * * * * * * *
Ambos: ¡Enhorabuena! Habéis descubierto toda la trama conspiratoria alrededor del Sheik y habéis terminado con el malvado Shalam, devolviendo así la paz a los Pueblos Nórgedos con el nombramiento de Bashira IV la Justa como nueva sheik. Esto pone fin a la interminable guerra entre los nórgedos y la ciudad de Roilkat gracias, en parte, a que Flint también ha sobrevivido. Nos quedan un par de turnos de despedida, tenéis permiso para utilizar a Bashira tanto para su discurso como para despediros de ella.
Recompensas parte 1: Nórgedos (falta Roilkat),
-Ambos: Amigos de los Nórgedos. Seréis respetados por todos los habitantes del desierto y bienvenidos en sus tierras cada vez que queráis acceder a ellos. Por supuesto, podréis negociar con Bashira, que os considerará vuestra amiga e incluso os escribirá periódicamente.
-Eltrant: Obtienes a Verónica Cronos como NPC. Puedes proceder a crear su ficha. Te doy la oportunidad de criarla junto a Alanna, pero el NPC, tal y como me pediste al principio de la misión, es principalmente tuyo.
-Alanna: Durante el combate contra Séfora, conseguiste la “Lista de venenos de Séfora”. Esto te permitirá crear venenos muy potentes. Obtienes también 5 puntos de pasiva Alquimia por haberla utilizado en la misión. Añade la siguiente lista de venenos
- Lista de venenos de Séfora:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-Savia roja de secuoya (0/3 usos): Un veneno que palidece la piel del que lo toma y convierte sus ojos en carmesí. Te confundirán con un vampiro y estos no te atacarán. Útil para camuflarse entre ellos. No tiene efectos negativos más allá de la apariencia de vampiro. Cuatro turnos de duración
-Veneno de escorpión del desierto (0/3 usos): Baña tu hoja en este líquido y, de impactar en el enemigo, iniciará un proceso de necrosis devastador sobre la parte. Hiriéndolo de gravedad y falleciendo en horas si no es atendido.
-Filtro de Séfora (0/1): Ingerida en un rol libre cualquiera, devolverá tu mano verde a su estado natural para siempre. Pero como todo veneno, tiene efectos secundarios: Durante los 5 turnos que dura el efecto, no dirás más que tonterías y alucinaciones y la gente creerá que estás loca. También mentirás.
Ger
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
Cayó de rodillas, respirando acalorado, una multitud henchida de ira se arremolinaba en torno a Shalam. Había conseguido proteger a Flint y a Bashira, podía respirar tranquilo, al menos de momento.
– Eso no es justicia… - Masculló en voz baja al ver cómo la gente apaleaba al traidor, al ver como estos hacían de jueces y verdugos del príncipe de las arenas.
Alanna había conseguido que el hombre confesara sus crímenes y había pagado por ellos apenas instantes después de haberlo hecho. Si había algo que, por lo visto, no toleraban los hombres del desierto, eran las traiciones.
- ¿Todo bien? – Preguntó Eltrant a su compañera al mismo tiempo que, usando su espada como apoyo, se levantaba de nuevo – Se suponía que solo tenía que sacarte de aquí sin hacer ruido – Dijo esbozando una sonrisa cansada, Bashira y Flint estaban heridos, él no se encontraba en el mejor de los estados y Alanna había sido apresada y casi torturada – Pero… - Miró a la gente, a los habitantes de la ciudad, que ahora clamaban por su nueva Sheik – Pero ha merecido la pena. – Murmuró.
Las palabras de su amiga, tras atender a la herida, fueron de apremio. Aunque Bashira ahora contase con la voluntad de su pueblo, seguía estando herida y por lo que la Gata había afirmado, necesitaba atención urgente. – Sí – Aquella escueta afirmación era todo lo que necesitaba para mostrar a su aliada que estaba tras ella, tras envainar su espada tomó con cuidado a la nueva líder de los Nórguedos y cargó con ella. – No estoy tan mal – Dijo a la guarda – Lo mío puede esperar. – Miró ahora a Flint, que seguía en el suelo - ¿Puedes moverte? – El hombre negó con la cabeza, sin apartar un instante la mirada de su amada, que ahora yacía inconsciente en brazos del exmercenario – Ali, échale una mano – Dijo señalando al noble – Lo llevaría yo también, pero sí que estoy algo… – Hizo énfasis en aquella última palabra, la cabeza le daba vueltas, casi parecía que todo aquello había sido un sueño espeluznantemente largo ¿Había derrotado a un monstruo gigante? – …Cansado.
***
Horas más tarde Bashira descansaba en la mullida cama que había en su humilde hogar, había recibido los tratamientos adecuados para su estado y, por los ruidos y las voces que se podían oír sin ninguna dificultad desde el interior del edificio, la noticia de que era ella la nueva Sheik se había extendido por la ciudad.
- Sal, maldita sea… - Dijo en voz baja mientras, ayudado con un cincel y un martillo, trataba de arrancar los restos de armadura que tenía pegado al brazo. Alanna le había dado una extraña sustancia coagulante y, aunque la herida seguía estando atrapada bajo el metal, esta había dejado de sangrar, cosa que agradecía enormemente. Mientras él seguía enfrascado en su pequeño trabajo de liberación, el noble de Roilkat también estaba recibiendo tratamiento, el muchacho no había tenido la mejor de las semanas, aunque había sido una suerte que, simplemente, se hubiese partido una pierna en todo aquel alboroto.
Dejó escapar una exclamación ahogada cuando, finalmente, el guantelete cayó al suelo. – Por fin – Dijo moviendo el brazo levemente, apretando los dientes para soportar el dolor. – Alanna – Llamó la atención de la muchacha, que estaba ahora comprobando el estado de Bashira, quien seguía inconsciente y se señaló el brazo - ¿Una ayuda? – Preguntó con sencillez, si alguien sabía remendar a los demás en aquella habitación, era Alanna, y, de todos modos, no era la primera vez que lo hacía.
Observó en silencio como la guarda aplicaba vendas, básicamente, en todo su cuerpo; Pecho, cara, brazos, no había lugar en el que no había recibido un corte. - …Menos mal que llevo armadura – Dijo con un evidente todo sarcástico en su voz – ¿Cómo lo hacía antes de llevarla? – Preguntó mirando la masa de metal ensangrentada que había sido su guantelete y ahora descansaba en el suelo, justo a los pies del taburete en el que estaba sentado.
– Gracias – Dijo a la joven dándole en la frente como solía hacer siempre, dibujando, en este momento, un pequeño punto carmesí en mitad de esta. No pudo evitar suspirar al verlo – No te preocupes, no me voy a morir tan fácilmente – Dijo antes de que a muchacha pudiese decir algo respecto a sus heridas, respecto a la forma en la que Eltrant encaraba los problemas, a ser un escudo. Podía leer la cara de la guarda con facilidad, estaba casi seguro que sus pensamientos giraban en torno a eso – Nunca lo he hecho – Sonrió - ¿No es verdad?
La voz de Bashira, débil, pero firme como de costumbre, indicó a los presentes que esta ya había despertado y, por si acaso nadie se había dado cuenta, Verónica se encargó de gritar a viva voz que lo había hecho.
Lo primero que hizo la Sheik tras preguntar dónde se encontraba fue pedir a los presentes que se llevaran a Verónica con ellos, que permitieran a la joven ver más mundo que el arenal, aquello no dejó de sorprender a Eltrant, para bien. Lo primero en lo que la nueva líder del pueblo Nórgedo había pensado, aún antes de preguntar siquiera si al final era la Sheik, había sido el bienestar de una huérfana. – Te lo dije antes… - Pensó las palabras exactas que decir - ¿Su alteza? – Negó con la cabeza – No te preocupes Bashira, le daré un hogar. – Dijo cruzándose de brazos y mirando a la joven, gimiendo levemente al notar como los distintos cortes se resentían ahora que no estaba cargado de adrenalina.
Dicho aquello, la multitud que esperaba por su nueva reina se agolpaba insistente alrededor de su casa, con fuertes gritos de “Viva la Sheik”, estos parecían estar esperando, al menos, un discurso por parte de la vencedora del combate.
Flint, que miraba desde detrás de una cortina, ayudó a Bashira a incorporarse de su asiento, la mujer ni siquiera accedió a colocarse una túnica o un atuendo de gala, se colocó, simplemente, una modesta vestimenta de colores oscuros, la cual cubría su cuerpo casi por completo.
– Mi pueblo… - Dijo cuando estuvo completamente de pie, cuando escuchó las palabras de Flint. Le dedicó una sonrisa al noble, una sonrisa cargada de afecto, de amor y, tras asentir levemente, caminó lentamente hacía la salida de la vivienda. – Ve con ella Alanna, yo salgo si hay más problemas. – Dijo dejándose caer sobre el taburete, el cuerpo le comenzaba a doler más y más ahora que todo había pasado – Nunca me voy a acostumbrar a esto – Sonrió y palpó las vendas que rodeaban su propia frente.
Mientras tanto, en el exterior del edificio los clamores y las ovaciones habían cesado, una infinidad de personas observaban, en silencio, a Bashira, quien ahora, por si sola, estaba frente a su pueblo.
- Han sido tiempos difíciles para nosotros – Dijo, su voz se alzó sobre los murmullos de los pocos lugareños que aún seguían hablando – La guerra y las rencillas por el poder han perforado lo más profundo de nuestros corazones, de nuestro honor. El pueblo Nórgedo es un pueblo orgulloso, somos los amos del desierto, los señores de las dunas y del fuego. – Continuó diciendo, dejando caer su mano útil hasta la espada que pendía de su cinturón, la misma con la que había encarado a Shalam – Nos hemos hecho fuertes en un lugar dónde nadie más podía haberlo hecho, hemos construido ciudades y fortalezas, hemos construido líneas comerciales que harían palidecer a cualquier ciudad de Verisar – El pueblo gritó con entusiasmo al oír esto, pero en seguida volvió a reinar el silencio en cuando fue perfectamente visible que el discurso de Bashira no había terminado - Y por eso mismo no voy a permitir que todo quede reducido a escombros – Los nórguedos continuaron en silencio, sin perderse una sola palabra de lo que su nueva líder decía – Hemos sido capaces de erigir maravillas en tiempos de guerra, ¿Qué podríamos hacer si no enviásemos a nuestros mejores jóvenes al combate? ¿Qué podríamos hacer sin más sangre tiñendo las arenas ? Imagináoslo, pensad en nuestro futuro. Porque eso es lo que yo, como nueva Sheik de los Nórgedos, voy a hacer. Sin más muertes… – Algunos murmullos se alzaron sobre la multitud – …Voy a llevar a nuestra gente a una nueva edad de oro.
– Eso no es justicia… - Masculló en voz baja al ver cómo la gente apaleaba al traidor, al ver como estos hacían de jueces y verdugos del príncipe de las arenas.
Alanna había conseguido que el hombre confesara sus crímenes y había pagado por ellos apenas instantes después de haberlo hecho. Si había algo que, por lo visto, no toleraban los hombres del desierto, eran las traiciones.
- ¿Todo bien? – Preguntó Eltrant a su compañera al mismo tiempo que, usando su espada como apoyo, se levantaba de nuevo – Se suponía que solo tenía que sacarte de aquí sin hacer ruido – Dijo esbozando una sonrisa cansada, Bashira y Flint estaban heridos, él no se encontraba en el mejor de los estados y Alanna había sido apresada y casi torturada – Pero… - Miró a la gente, a los habitantes de la ciudad, que ahora clamaban por su nueva Sheik – Pero ha merecido la pena. – Murmuró.
Las palabras de su amiga, tras atender a la herida, fueron de apremio. Aunque Bashira ahora contase con la voluntad de su pueblo, seguía estando herida y por lo que la Gata había afirmado, necesitaba atención urgente. – Sí – Aquella escueta afirmación era todo lo que necesitaba para mostrar a su aliada que estaba tras ella, tras envainar su espada tomó con cuidado a la nueva líder de los Nórguedos y cargó con ella. – No estoy tan mal – Dijo a la guarda – Lo mío puede esperar. – Miró ahora a Flint, que seguía en el suelo - ¿Puedes moverte? – El hombre negó con la cabeza, sin apartar un instante la mirada de su amada, que ahora yacía inconsciente en brazos del exmercenario – Ali, échale una mano – Dijo señalando al noble – Lo llevaría yo también, pero sí que estoy algo… – Hizo énfasis en aquella última palabra, la cabeza le daba vueltas, casi parecía que todo aquello había sido un sueño espeluznantemente largo ¿Había derrotado a un monstruo gigante? – …Cansado.
***
Horas más tarde Bashira descansaba en la mullida cama que había en su humilde hogar, había recibido los tratamientos adecuados para su estado y, por los ruidos y las voces que se podían oír sin ninguna dificultad desde el interior del edificio, la noticia de que era ella la nueva Sheik se había extendido por la ciudad.
- Sal, maldita sea… - Dijo en voz baja mientras, ayudado con un cincel y un martillo, trataba de arrancar los restos de armadura que tenía pegado al brazo. Alanna le había dado una extraña sustancia coagulante y, aunque la herida seguía estando atrapada bajo el metal, esta había dejado de sangrar, cosa que agradecía enormemente. Mientras él seguía enfrascado en su pequeño trabajo de liberación, el noble de Roilkat también estaba recibiendo tratamiento, el muchacho no había tenido la mejor de las semanas, aunque había sido una suerte que, simplemente, se hubiese partido una pierna en todo aquel alboroto.
Dejó escapar una exclamación ahogada cuando, finalmente, el guantelete cayó al suelo. – Por fin – Dijo moviendo el brazo levemente, apretando los dientes para soportar el dolor. – Alanna – Llamó la atención de la muchacha, que estaba ahora comprobando el estado de Bashira, quien seguía inconsciente y se señaló el brazo - ¿Una ayuda? – Preguntó con sencillez, si alguien sabía remendar a los demás en aquella habitación, era Alanna, y, de todos modos, no era la primera vez que lo hacía.
Observó en silencio como la guarda aplicaba vendas, básicamente, en todo su cuerpo; Pecho, cara, brazos, no había lugar en el que no había recibido un corte. - …Menos mal que llevo armadura – Dijo con un evidente todo sarcástico en su voz – ¿Cómo lo hacía antes de llevarla? – Preguntó mirando la masa de metal ensangrentada que había sido su guantelete y ahora descansaba en el suelo, justo a los pies del taburete en el que estaba sentado.
– Gracias – Dijo a la joven dándole en la frente como solía hacer siempre, dibujando, en este momento, un pequeño punto carmesí en mitad de esta. No pudo evitar suspirar al verlo – No te preocupes, no me voy a morir tan fácilmente – Dijo antes de que a muchacha pudiese decir algo respecto a sus heridas, respecto a la forma en la que Eltrant encaraba los problemas, a ser un escudo. Podía leer la cara de la guarda con facilidad, estaba casi seguro que sus pensamientos giraban en torno a eso – Nunca lo he hecho – Sonrió - ¿No es verdad?
La voz de Bashira, débil, pero firme como de costumbre, indicó a los presentes que esta ya había despertado y, por si acaso nadie se había dado cuenta, Verónica se encargó de gritar a viva voz que lo había hecho.
Lo primero que hizo la Sheik tras preguntar dónde se encontraba fue pedir a los presentes que se llevaran a Verónica con ellos, que permitieran a la joven ver más mundo que el arenal, aquello no dejó de sorprender a Eltrant, para bien. Lo primero en lo que la nueva líder del pueblo Nórgedo había pensado, aún antes de preguntar siquiera si al final era la Sheik, había sido el bienestar de una huérfana. – Te lo dije antes… - Pensó las palabras exactas que decir - ¿Su alteza? – Negó con la cabeza – No te preocupes Bashira, le daré un hogar. – Dijo cruzándose de brazos y mirando a la joven, gimiendo levemente al notar como los distintos cortes se resentían ahora que no estaba cargado de adrenalina.
Dicho aquello, la multitud que esperaba por su nueva reina se agolpaba insistente alrededor de su casa, con fuertes gritos de “Viva la Sheik”, estos parecían estar esperando, al menos, un discurso por parte de la vencedora del combate.
Flint, que miraba desde detrás de una cortina, ayudó a Bashira a incorporarse de su asiento, la mujer ni siquiera accedió a colocarse una túnica o un atuendo de gala, se colocó, simplemente, una modesta vestimenta de colores oscuros, la cual cubría su cuerpo casi por completo.
– Mi pueblo… - Dijo cuando estuvo completamente de pie, cuando escuchó las palabras de Flint. Le dedicó una sonrisa al noble, una sonrisa cargada de afecto, de amor y, tras asentir levemente, caminó lentamente hacía la salida de la vivienda. – Ve con ella Alanna, yo salgo si hay más problemas. – Dijo dejándose caer sobre el taburete, el cuerpo le comenzaba a doler más y más ahora que todo había pasado – Nunca me voy a acostumbrar a esto – Sonrió y palpó las vendas que rodeaban su propia frente.
Mientras tanto, en el exterior del edificio los clamores y las ovaciones habían cesado, una infinidad de personas observaban, en silencio, a Bashira, quien ahora, por si sola, estaba frente a su pueblo.
- Han sido tiempos difíciles para nosotros – Dijo, su voz se alzó sobre los murmullos de los pocos lugareños que aún seguían hablando – La guerra y las rencillas por el poder han perforado lo más profundo de nuestros corazones, de nuestro honor. El pueblo Nórgedo es un pueblo orgulloso, somos los amos del desierto, los señores de las dunas y del fuego. – Continuó diciendo, dejando caer su mano útil hasta la espada que pendía de su cinturón, la misma con la que había encarado a Shalam – Nos hemos hecho fuertes en un lugar dónde nadie más podía haberlo hecho, hemos construido ciudades y fortalezas, hemos construido líneas comerciales que harían palidecer a cualquier ciudad de Verisar – El pueblo gritó con entusiasmo al oír esto, pero en seguida volvió a reinar el silencio en cuando fue perfectamente visible que el discurso de Bashira no había terminado - Y por eso mismo no voy a permitir que todo quede reducido a escombros – Los nórguedos continuaron en silencio, sin perderse una sola palabra de lo que su nueva líder decía – Hemos sido capaces de erigir maravillas en tiempos de guerra, ¿Qué podríamos hacer si no enviásemos a nuestros mejores jóvenes al combate? ¿Qué podríamos hacer sin más sangre tiñendo las arenas ? Imagináoslo, pensad en nuestro futuro. Porque eso es lo que yo, como nueva Sheik de los Nórgedos, voy a hacer. Sin más muertes… – Algunos murmullos se alzaron sobre la multitud – …Voy a llevar a nuestra gente a una nueva edad de oro.
Eltrant Tale
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
El viento soplaba mientras los para-médicos se llevaban a Bashira sobre la camilla y el griterío que quedaba tras la muerte de Shalam, molido a palos por su propio pueblo, el pueblo que el había intentando liderar con ahínco, quedó como un resto de la victoria de Bashira. La tribu del desierto era noble, orgullosa, luchaban por honor, el mismo traidor había intentado que ella pagase una deuda por haber matado a su hermano en combate justo, pero al final, quien había perdido la honra era él, mucho antes, incluso, de pisar la arena para la batalla. Al final, Shalam había muerto igual que había vivido, cubierto de mugre.
La voz de Eltrant sonó, entonces, a sus espaldas, mientras otro grupo de camilleros se acercaban para recoger a Flint. La guardia se giró a mirar a su amigo, con una sonrisa cansada, dispuesta a decirle que había llegado gente para ocuparse del traslado de los heridos. Pero no logró hablar, tuvo que correr para coger a Flint, que, tambaleándose, se sostuvo como buenamente pudo mientras Eltrant caía, todo lo largo que era, a las arenas del coliseo.
- ¡Eltrant! ¡Eltrant!- gritó dejando a Flint en el suelo, nuevamente, y poniéndose junto al ex mercenario, esperando escuchar su respiración.- ¡Mierda Eltrant, despierta!- por suerte, solo se había desmayado.- ¡Llévenlo a él, por favor!- pidió a los camilleros tras echar un vistazo a Flint, que asintió a su lado.
- Pero tu me tendrás que ayudar a mi.- Sonrió agotado y dolorido a la Gata.
Ayudó, primero a poner al mercenario en la camilla de tela y mientras se retiraban a casa de Bashira, volvió a alzar a Flint, prestándole su hombro como bastón, mientras andaban, a paso lento, hasta el hogar de la nueva Sheik. Cerraron la puerta entre vítores, y llegó el momento de ponerse manos a la obra. Dejó a Flint recostado en un buen montón de cojines y se fue directa a lavarse las manos, los brazos y la cara. No era una experta tratando heridas, probablemente cualquier elfo, por torpe que fuera, sería mejor que ella, que solo era capaz de tratar heridas leves en batallas, pero podía remendar, ni que fuera de forma burda algunos destrozos.
Cogió la bolsa que se había colgado de la cintura, con su kit de alquimista, y comenzó a sacar pociones y plantas, nunca creyó que algo tan pequeño le sería tan útil, aunque estaba claro que tendría que reponer los suministros en cuanto volviera al cuartel. Pidió vendas a los criados y se aseguró de que estuvieran limpias, no tuvieran olor alguno ni sustancias de aspecto extraño, tras la muerte del Sheik, la chica tenía cierta paranoia, y no era capaz de fiarse de nadie, quien sabía si los seguidores de Shalam seguirían por allí queriendo vengar la muerte de su opción.
Se acercó, primero, a Eltrant, y le dio la misma bebida de color carmesí que, poco antes, le había dado a Bashira, antes de quitarse las partes que podía de la armadura, de momento, no podía hacer más, no hasta que el chico no se levantase para poder quitarle la coraza. Con un suspiro, lo dejó descansar y acudió junto a Bashira, que ya estaba siendo tratada, sus heridas habían empezado a limpiarse y las habían cubierto con un mejunje de color verduzco. Alanna se acercó con ceño fruncido y tocó la crema bajo la atenta mirada de una anciana.
- ¿Qué es eso?- preguntó en voz baja, olía a eucalipto.
- Cicatrizante, acelera la curación.- anunció la mujer con voz rasgada.
- Cuando todo se calme... ¿podría enseñarme a hacerlo?- la curiosidad se marcó en la cara de la chica, sabía que no era bueno poner nada para detener el sangrado o cicatrizar, que la herida debía quedar limpia, pero en una pelea no podías perder tiempo en eso, y si esa crema funcionaba realmente, sería realmente útil.
Con una sonrisa de la mujer, salió del cuarto y fue hacia Flint, que se retorcía con la pierna fuera de lugar. Se agachó a su lado y cogió un par de trapos empapados y fríos, que envolvió en su pierna. Cogió un par de ampollas y miró el líquido, el suave color azul de una la delataba como un relajante muscular, pero bebido tardaría en hacer efecto. Parte de la herida de la pierna estaba abierta, no sangraba demasiado, pero estaba abierta. Tomó aire y le hizo beber el mismo anti-coagulante que les había dado a Eltrant y Bashira.
- Te dolerá- informó mientras abría el bote azul.- va a escocer, así que ten, muerde esto, no queremos que te quedes sin lengua, no se tanto sobre heridas como para curar algo más que un par de huesos.- musitó parándole un trapo grueso y doblado que el chico se puso en la boca rápidamente.
La guardia comenzó a verter el líquido azulado sobre la herida abierta, y la sangre salió con algo más de velocidad, el coagulante estaba haciendo efecto, o, de lo contrario, habría sido tal el sangrado que la joven habría quedado empapada. Pero no fue el caso. Suspiró aliviada y contó hasta tres para, al momento, empujar el hueso hasta dejarlo en su lugar correspondiente. Un grito ahogado por el trapo salió de los labios del noble Roiland, que sudaba profusamente.
- Traedme aguja e hilo, por favor.- pidió a una criada.- que estén esterilizados.- recordó empezando a taponar la herida con gasas, mirando el color de la piel de Flint.
La palidez de su piel indicaba que, efectivamente, había dolido, pero podría haber sido mucho peor, si los músculos hubiera estado tensos, no quería ni imaginarse el resultado. Dejó caer agua limpia sobre la herida roja, sabiendo que eso aliviaría la quemazón de los costados, hasta que llegó la chica con su pedido. Alanna no tardó en empezar a cerrar a un semiinconsciente Flint que, en cuanto recibió el ultimo punto, cayó, no supo la guardia si, por el dolor, o por el agotamiento. Volvió a limpiar las herida y vendó con fuerza la pierna, no podría andar durante un mes, al menos, pero estaba vivo, y no había perdido la pierna.
Ahora solo le quedaba vigilar a los heridos, mientras el gritería comenzaba a llenar el balcón de la nueva Shek a medida que la noticia se extendía por la ciudad, estaba claro, había un nuevo líder, empezaba una nueva época de paz.
****************************
Despertó a los diez minutos, cansada y ojerosa, con los músculos doloridos y sus heridas sin tratar, la estancia en la prisión del desierto había dejado su marca clara en la piel y el cuerpo de la chica, que, hasta el momento, parecía haberse estado moviendo por pura inercia, como si fuera la adrenalina la que hubiera estado manteniéndola en pie. Se hizo crujir el cuello y estiró sus brazos, a tiempo de ver que Verónica entraba con vendas al cuarto de Bashira.
La siguió con un suspiro y vio a la mujer aun inconsciente, con una gran herida en su piel oscura, esa probablemente dejaría marca. Tocó su mano enguantada y miró sus piernas, las heridas, al final, eran signo de orgullo para quienes, como ellas, eran guerreras. Sonrió a la mujer dormida y salió para ver a los otros dos, Flint había despertado, parecía tan mareado como ella, incluso más, pero la venda seguía limpia. Cuando volviera a Roilkat, debería hacer que un médico de verdad lo mirase, ella no sabía más que primeros auxilios básicos, de esos que te salvan el cuello en un momento de dificultad, pero no es recomendable que se lleven demasiado tiempo.
Justo volvió para ver al guardia cuando este parecía haber despertado y se retiraba la armadura con poco tacto. Alanna suspiró y lo miró preocupada. Se acercó cuando él le pidió ayuda cargando con vendas, paños y desinfectantes, y se sentó a su lado mirándolo con un ligero mohín antes de empezar a limpiar. Quería decirle de todo, siempre hacía lo mismo, no tenía cuidado alguno, se arriesgaba, se comía los golpes, protegía a todo el mundo y acababa hecho un pingajo que luego había que remendar. No le importaba curarle las heridas, pero no le gustaba verle hecho una pifia.
Empezó a vendarle el pecho y pasó a atender las manos que parecía ser lo que había salido peor parado, recordando cuando las tornas fueron cambiadas, y fue él quien le vendaba las manos ensangrentadas, haciendo que eso suavizara un poco su mal humor, al fin y al cabo, ella también solía liarla bastante. Aunque, aun algo enfurruñada, le respondió alzando una ceja a su pregunta retórica.
- Antes te herías más, pero te arriesgabas... bueno, no, te arriesgabas lo mismo.- lanzó un suspiro, entre molesta y divertida. - de nada.- le respondió con una mano sobre la frente, en el punto donde él le había dado el toque, como solía hacer.- pero intenta no morirte, nunca lo has hecho, hasta que lo hagas.- contestó con cierta sorna antes de levantarse y dejar las vendas y demás encima de una cómoda con decoraciones coloridas.
La voz de Bashira sonó entonces tras la cortina, y una Verónica entusiasmada la corrió informando del despertar de la nueva Sheik, y Alanna se mantuvo callada, no podía prometer cuidar de nadie, no cuando las dos únicas personas que había prometido tener bajo su guardia habían acabado muertas real o aparentemente, como había sido el caso de su hermana. No podía permitirse romper algo así, no de nuevo, pero por suerte y para su sorpresa, fue Eltrant quien aceptó, sacándole una sonrisa que la chica intentó ocultar, el ex-mercenario acababa de adoptar a una adolescente, iba a pasarlo mal, realmente mal, para tratar con ella, si la chica era tan hiperactiva como aparentaba.
El griterío de la multitud de fuera hizo que cualquier conversación se cortase, Bashira estaba impaciente por salir a reunirse y anunciar lo que ella tenía planeado hacer como nueva Sheik. La gata sonrió al ver como la mujer salía sin esperar a nadie, y se giró a mirar a Eltrant, lanzando un suspiro molesto.
- No habrá problemas, deja de hacerte el héroe y descansa. ¡Como salgas me enfadaré y te convertiré en momia!- le amenazó antes de dar un paso para seguir a Bashira, y retroceder para volver frente a Eltrant. Se puso de puntillas y plantó los labios sobre la mejilla del chico, dándole un ligero beso.- gracias por venir a ayudarme, héroe.- sonrió, medio bromeando, antes de salir junto a la nueva líder de los Nórgedos, algo sonrojada por el impulso.
Se quedó dos pasos por detrás de la mujer, escuchando el discurso de esta, esperanzada. Porque confiaba en que el pueblo del desierto comprendiera lo que su líder había entendido, era la hora de dejar de gastar metal en espadas, y tender rosas en lugar de alambre, porque al fin lo habían logrado, había acabado la guerra.
El discurso de Bashira finalizó entre vítores, salves a la Sheik e, incluso, lágrimas de alivio, la gente estaba feliz, tenían fe en ella, una fe que, estaba segura, se reafirmaría con el tiempo. Mientras la mujer se retiraba, la guardia le tendió una mano, sonriente, que la mujer tomó gustosa en un apretón afectuoso.
- No hay rencores.- afirmó Alanna.- la guerra ha acabado, y llevaré el mensaje de paz a Lunargenta, no se lo que opinarán los demás, pero te aseguro que aquí tienes una amiga para lo que necesites y que haré todo lo que esté en mi mano para que no vuelva a haber guerra.- prometió.
- Las puertas del desierto estarán siempre abiertas para vosotros, Alanna, cuidad de Verónica.- la chica asintió con la cabeza ante las palabras de la mujer, que, ni corta ni perezosa, acabó por darle un abrazo que la guarda respondió sin dudarlo.- y deja que te traten la pierna, aun te sangra.- le murmuró.- ¿tan ocupada con los demás que ni siquiera curas tu propia herida?- le reprochó la mujer.
El gritería se extendió nuevamente, siendo como era que la gente entendió ese gesto como signo de paz, antes de volver a entrar en el hogar de la Sheik, dispuestos a marcharse y dejar que la mujer organizase a su pueblo tan pronto como fuera posible.
La voz de Eltrant sonó, entonces, a sus espaldas, mientras otro grupo de camilleros se acercaban para recoger a Flint. La guardia se giró a mirar a su amigo, con una sonrisa cansada, dispuesta a decirle que había llegado gente para ocuparse del traslado de los heridos. Pero no logró hablar, tuvo que correr para coger a Flint, que, tambaleándose, se sostuvo como buenamente pudo mientras Eltrant caía, todo lo largo que era, a las arenas del coliseo.
- ¡Eltrant! ¡Eltrant!- gritó dejando a Flint en el suelo, nuevamente, y poniéndose junto al ex mercenario, esperando escuchar su respiración.- ¡Mierda Eltrant, despierta!- por suerte, solo se había desmayado.- ¡Llévenlo a él, por favor!- pidió a los camilleros tras echar un vistazo a Flint, que asintió a su lado.
- Pero tu me tendrás que ayudar a mi.- Sonrió agotado y dolorido a la Gata.
Ayudó, primero a poner al mercenario en la camilla de tela y mientras se retiraban a casa de Bashira, volvió a alzar a Flint, prestándole su hombro como bastón, mientras andaban, a paso lento, hasta el hogar de la nueva Sheik. Cerraron la puerta entre vítores, y llegó el momento de ponerse manos a la obra. Dejó a Flint recostado en un buen montón de cojines y se fue directa a lavarse las manos, los brazos y la cara. No era una experta tratando heridas, probablemente cualquier elfo, por torpe que fuera, sería mejor que ella, que solo era capaz de tratar heridas leves en batallas, pero podía remendar, ni que fuera de forma burda algunos destrozos.
Cogió la bolsa que se había colgado de la cintura, con su kit de alquimista, y comenzó a sacar pociones y plantas, nunca creyó que algo tan pequeño le sería tan útil, aunque estaba claro que tendría que reponer los suministros en cuanto volviera al cuartel. Pidió vendas a los criados y se aseguró de que estuvieran limpias, no tuvieran olor alguno ni sustancias de aspecto extraño, tras la muerte del Sheik, la chica tenía cierta paranoia, y no era capaz de fiarse de nadie, quien sabía si los seguidores de Shalam seguirían por allí queriendo vengar la muerte de su opción.
Se acercó, primero, a Eltrant, y le dio la misma bebida de color carmesí que, poco antes, le había dado a Bashira, antes de quitarse las partes que podía de la armadura, de momento, no podía hacer más, no hasta que el chico no se levantase para poder quitarle la coraza. Con un suspiro, lo dejó descansar y acudió junto a Bashira, que ya estaba siendo tratada, sus heridas habían empezado a limpiarse y las habían cubierto con un mejunje de color verduzco. Alanna se acercó con ceño fruncido y tocó la crema bajo la atenta mirada de una anciana.
- ¿Qué es eso?- preguntó en voz baja, olía a eucalipto.
- Cicatrizante, acelera la curación.- anunció la mujer con voz rasgada.
- Cuando todo se calme... ¿podría enseñarme a hacerlo?- la curiosidad se marcó en la cara de la chica, sabía que no era bueno poner nada para detener el sangrado o cicatrizar, que la herida debía quedar limpia, pero en una pelea no podías perder tiempo en eso, y si esa crema funcionaba realmente, sería realmente útil.
Con una sonrisa de la mujer, salió del cuarto y fue hacia Flint, que se retorcía con la pierna fuera de lugar. Se agachó a su lado y cogió un par de trapos empapados y fríos, que envolvió en su pierna. Cogió un par de ampollas y miró el líquido, el suave color azul de una la delataba como un relajante muscular, pero bebido tardaría en hacer efecto. Parte de la herida de la pierna estaba abierta, no sangraba demasiado, pero estaba abierta. Tomó aire y le hizo beber el mismo anti-coagulante que les había dado a Eltrant y Bashira.
- Te dolerá- informó mientras abría el bote azul.- va a escocer, así que ten, muerde esto, no queremos que te quedes sin lengua, no se tanto sobre heridas como para curar algo más que un par de huesos.- musitó parándole un trapo grueso y doblado que el chico se puso en la boca rápidamente.
La guardia comenzó a verter el líquido azulado sobre la herida abierta, y la sangre salió con algo más de velocidad, el coagulante estaba haciendo efecto, o, de lo contrario, habría sido tal el sangrado que la joven habría quedado empapada. Pero no fue el caso. Suspiró aliviada y contó hasta tres para, al momento, empujar el hueso hasta dejarlo en su lugar correspondiente. Un grito ahogado por el trapo salió de los labios del noble Roiland, que sudaba profusamente.
- Traedme aguja e hilo, por favor.- pidió a una criada.- que estén esterilizados.- recordó empezando a taponar la herida con gasas, mirando el color de la piel de Flint.
La palidez de su piel indicaba que, efectivamente, había dolido, pero podría haber sido mucho peor, si los músculos hubiera estado tensos, no quería ni imaginarse el resultado. Dejó caer agua limpia sobre la herida roja, sabiendo que eso aliviaría la quemazón de los costados, hasta que llegó la chica con su pedido. Alanna no tardó en empezar a cerrar a un semiinconsciente Flint que, en cuanto recibió el ultimo punto, cayó, no supo la guardia si, por el dolor, o por el agotamiento. Volvió a limpiar las herida y vendó con fuerza la pierna, no podría andar durante un mes, al menos, pero estaba vivo, y no había perdido la pierna.
Ahora solo le quedaba vigilar a los heridos, mientras el gritería comenzaba a llenar el balcón de la nueva Shek a medida que la noticia se extendía por la ciudad, estaba claro, había un nuevo líder, empezaba una nueva época de paz.
****************************
Despertó a los diez minutos, cansada y ojerosa, con los músculos doloridos y sus heridas sin tratar, la estancia en la prisión del desierto había dejado su marca clara en la piel y el cuerpo de la chica, que, hasta el momento, parecía haberse estado moviendo por pura inercia, como si fuera la adrenalina la que hubiera estado manteniéndola en pie. Se hizo crujir el cuello y estiró sus brazos, a tiempo de ver que Verónica entraba con vendas al cuarto de Bashira.
La siguió con un suspiro y vio a la mujer aun inconsciente, con una gran herida en su piel oscura, esa probablemente dejaría marca. Tocó su mano enguantada y miró sus piernas, las heridas, al final, eran signo de orgullo para quienes, como ellas, eran guerreras. Sonrió a la mujer dormida y salió para ver a los otros dos, Flint había despertado, parecía tan mareado como ella, incluso más, pero la venda seguía limpia. Cuando volviera a Roilkat, debería hacer que un médico de verdad lo mirase, ella no sabía más que primeros auxilios básicos, de esos que te salvan el cuello en un momento de dificultad, pero no es recomendable que se lleven demasiado tiempo.
Justo volvió para ver al guardia cuando este parecía haber despertado y se retiraba la armadura con poco tacto. Alanna suspiró y lo miró preocupada. Se acercó cuando él le pidió ayuda cargando con vendas, paños y desinfectantes, y se sentó a su lado mirándolo con un ligero mohín antes de empezar a limpiar. Quería decirle de todo, siempre hacía lo mismo, no tenía cuidado alguno, se arriesgaba, se comía los golpes, protegía a todo el mundo y acababa hecho un pingajo que luego había que remendar. No le importaba curarle las heridas, pero no le gustaba verle hecho una pifia.
Empezó a vendarle el pecho y pasó a atender las manos que parecía ser lo que había salido peor parado, recordando cuando las tornas fueron cambiadas, y fue él quien le vendaba las manos ensangrentadas, haciendo que eso suavizara un poco su mal humor, al fin y al cabo, ella también solía liarla bastante. Aunque, aun algo enfurruñada, le respondió alzando una ceja a su pregunta retórica.
- Antes te herías más, pero te arriesgabas... bueno, no, te arriesgabas lo mismo.- lanzó un suspiro, entre molesta y divertida. - de nada.- le respondió con una mano sobre la frente, en el punto donde él le había dado el toque, como solía hacer.- pero intenta no morirte, nunca lo has hecho, hasta que lo hagas.- contestó con cierta sorna antes de levantarse y dejar las vendas y demás encima de una cómoda con decoraciones coloridas.
La voz de Bashira sonó entonces tras la cortina, y una Verónica entusiasmada la corrió informando del despertar de la nueva Sheik, y Alanna se mantuvo callada, no podía prometer cuidar de nadie, no cuando las dos únicas personas que había prometido tener bajo su guardia habían acabado muertas real o aparentemente, como había sido el caso de su hermana. No podía permitirse romper algo así, no de nuevo, pero por suerte y para su sorpresa, fue Eltrant quien aceptó, sacándole una sonrisa que la chica intentó ocultar, el ex-mercenario acababa de adoptar a una adolescente, iba a pasarlo mal, realmente mal, para tratar con ella, si la chica era tan hiperactiva como aparentaba.
El griterío de la multitud de fuera hizo que cualquier conversación se cortase, Bashira estaba impaciente por salir a reunirse y anunciar lo que ella tenía planeado hacer como nueva Sheik. La gata sonrió al ver como la mujer salía sin esperar a nadie, y se giró a mirar a Eltrant, lanzando un suspiro molesto.
- No habrá problemas, deja de hacerte el héroe y descansa. ¡Como salgas me enfadaré y te convertiré en momia!- le amenazó antes de dar un paso para seguir a Bashira, y retroceder para volver frente a Eltrant. Se puso de puntillas y plantó los labios sobre la mejilla del chico, dándole un ligero beso.- gracias por venir a ayudarme, héroe.- sonrió, medio bromeando, antes de salir junto a la nueva líder de los Nórgedos, algo sonrojada por el impulso.
Se quedó dos pasos por detrás de la mujer, escuchando el discurso de esta, esperanzada. Porque confiaba en que el pueblo del desierto comprendiera lo que su líder había entendido, era la hora de dejar de gastar metal en espadas, y tender rosas en lugar de alambre, porque al fin lo habían logrado, había acabado la guerra.
El discurso de Bashira finalizó entre vítores, salves a la Sheik e, incluso, lágrimas de alivio, la gente estaba feliz, tenían fe en ella, una fe que, estaba segura, se reafirmaría con el tiempo. Mientras la mujer se retiraba, la guardia le tendió una mano, sonriente, que la mujer tomó gustosa en un apretón afectuoso.
- No hay rencores.- afirmó Alanna.- la guerra ha acabado, y llevaré el mensaje de paz a Lunargenta, no se lo que opinarán los demás, pero te aseguro que aquí tienes una amiga para lo que necesites y que haré todo lo que esté en mi mano para que no vuelva a haber guerra.- prometió.
- Las puertas del desierto estarán siempre abiertas para vosotros, Alanna, cuidad de Verónica.- la chica asintió con la cabeza ante las palabras de la mujer, que, ni corta ni perezosa, acabó por darle un abrazo que la guarda respondió sin dudarlo.- y deja que te traten la pierna, aun te sangra.- le murmuró.- ¿tan ocupada con los demás que ni siquiera curas tu propia herida?- le reprochó la mujer.
El gritería se extendió nuevamente, siendo como era que la gente entendió ese gesto como signo de paz, antes de volver a entrar en el hogar de la Sheik, dispuestos a marcharse y dejar que la mujer organizase a su pueblo tan pronto como fuera posible.
Alanna Delteria
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
Bashira era ahora la nueva sheik de los pueblos Nórgedos y, tal y como había proclamado en su discurso, esperaba dar una nueva oleada de prosperidad a la zona, algo que había perdido por las ineficaces políticas expansivas que habían mantenido los anteriores sheiks. Pero ahora se abría una nueva oleada de prosperidad para la región o, al menos, una nueva esperanza.
-Ten mucho cuidado. – Pidió la flamante sheik al heredero de Roilkat una vez este hubo recogido sus cosas y disponía a montar un bello rocín negro. Tomó el rostro con barba de dos días del joven de piel blanca y besó tímidamente sus labios. Aquello fue algo inesperado para Flint, que no se creía que la reina hubiese sido capaz de ello. Pero poco después, Bashira rió y volvió con su tribu. Nadie le había visto realizar este gesto.
-Me… ¿Me ha…? – preguntó extasiado, pero feliz, una vez salió del hogar de la nórgeda.
Lo cierto es que a Flint, Verónica, Alanna y Eltrant todavía les quedaba un largo camino por delante. Uno de un par de noches y días en el que los jóvenes tuvieron tiempo para intercambiar sus experiencias y compartir buenos momentos. Incluso esas noches de campaña, acompañadas de buen licor nórgedo, habían servido para aumentar la confianza de los unos con los otros. Ni siquiera esos perros del desierto conocidos como kags, ni tampoco los raguetos, interrumpieron su viaje de vuelta. Todo había tenido un final feliz.
Allá donde la sílice se convertía en hierba, y donde en las colinas comenzaban a aparecer frondosos árboles, fue cuando los chicos se dieron cuenta de que ya estaban en terrenos del reino de Lunargenta, en los viñedos que apenas seis meses atrás fueron arrasados por los nórgedos, pero que poco a poco comenzaban a florecer de nuevo.
Aún quedaban dos días más de expedición por estos pastos antes de ver Roilkat en el horizonte, atravesando los distintos viñedos y trigales que componían las llanuras. No obstante, Flint Roiland quiso desviarse tan sólo un poco de su destino original. – Eltrant, necesitaré tu acero una vez más. – El joven tenía una sorpresa para sus compañeros, o mejor dicho amigos, de la guardia de Lunargenta.
Los condujo hasta un par de altas viñas y enredaderas en las que crecían uvas. Él también desenfundó su gladio. – Intenta apartar las ramas simplemente. Lo máximo que te puede atacar aquí es una avispa. – informó antes de adentrarse entre ellas.
Los condujo por el interior de las mismas durante unos tres minutos, era una colina ascendente hasta que, finalmente, se abrió una enorme casa. – Hay camino para llegar, pero si lo veíais antes se me antojaba menos emocionante. – comentó justo antes de llegar a la puerta. – Es el Viñedo del Monte de San Pedro. Una pequeña hacienda que siempre perteneció a mi familia. -Verónica estaba asombrada con cada cosa nueva que veía. Para ella que, con sus doce años, apenas había visto más que arena, todo era increíble. - ¡Es increíble! – exclamaba la pequeña nórgeda, mientras comenzó a corretear alrededor.
-¡Señor Roiland! ¡Estáis vivo! – comentó un hombre de apagado
-¡Gianluigi Fondante, amigo mío! – y se fundió en un estrecho abrazo. – Vivo gracias a estos dos nobles guardias. Sin ellos no sería posible volver de aquella expedición. – explicó. - ¿Cómo está todo por aquí? Debo volver a Roilkat cuanto antes, mi padre estará preocupado. – se arrascó la cabeza. – Oh, no os lo he presentado. Es el jefe de mayordomos de la hacienda. Ellos son mis amigos, Alanna y Eltrant. – les presentó.
Lo siguiente que hizo Flint Roiland fue dirigir a los jóvenes al interior de la vivienda. Era un pequeño “poblado” o villa dispuesto de varias casas.
-¿Sabéis? Soy hijo de un noble. Roilkat sirve fielmente a Lunargenta. – comenzó diciendo cuando se detuvo en una de las calles de la pequeña casa. – Y no tengo otra manera de recompensaros que esta. – informó, y se quedó pensativo. – Definitivamente, no. No tengo otra. – comentó. Tomó a ambos por los brazos y rió. - ¿No os he dicho nunca la bonita pareja que hacéis? – y luego miró a Verónica. – Y no quiero que la pequeña viva en un hogar de mala muerte. – luego miró a Gianluigi. - ¿Sabéis qué? Podéis quedaros esta Hacienda. Tiene bastantes trabajadores, pero llevamos tiempo buscando alguien que la gestione. – comentó. – Pero cuidadla bien, es de mis favoritas. ¿Vale?
Aquella villa estaba formada por cuatro o cinco casas de tamaño grande, y habitada aproximadamente por unas veinte personas de distintas familias que trabajaban en la elaboración de los famosos vinos de Roilkat.
-Pasemos la noche aquí, hay unas vistas preciosas a Roilkat a lo lejos. Cuando se encienden las luces de las antorchas. – sonrió, ya comenzaba a ponerse el sol.
Desde luego, la recompensa de Flint sería bastante mejor que la que finalmente les daría Lord Tinegar en Lunargenta. A los que poco más recompensaría con un “buen trabajo”, así como un pequeño aumento de la reputación entre el escuadrón de acero por haber resuelto de tan buena manera aquella misión política. Y es que el destino de Verisar había estado, una vez más, en la mano de aquellos valerosos y anónimos guardas de Lunargenta.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Quiero que escribáis un último post de despedida a modo epílogo. Pero por favor, no lleguéis a Lunargenta. No en este hilo tan bonito. Espero un final digno en vuestro nuevo hogar. Mientras tanto, os hago un resumen de las recompensas que faltan por poner y que ya se han añadido a vuestro perfil:
Vuestra calidad como roleros es innegable. Sois personajes con experiencia y recorrido en el foro por lo que puedo permitirme entregaros esta recompensa al completo. Para que dejéis de vivir en ese cuchitril en el que lo hacéis. Por mi parte nada más, espero que os hayáis divertido tanto como yo con vosotros. Y espero encontrarme con vosotros en futuras misiones.
-Ten mucho cuidado. – Pidió la flamante sheik al heredero de Roilkat una vez este hubo recogido sus cosas y disponía a montar un bello rocín negro. Tomó el rostro con barba de dos días del joven de piel blanca y besó tímidamente sus labios. Aquello fue algo inesperado para Flint, que no se creía que la reina hubiese sido capaz de ello. Pero poco después, Bashira rió y volvió con su tribu. Nadie le había visto realizar este gesto.
-Me… ¿Me ha…? – preguntó extasiado, pero feliz, una vez salió del hogar de la nórgeda.
Lo cierto es que a Flint, Verónica, Alanna y Eltrant todavía les quedaba un largo camino por delante. Uno de un par de noches y días en el que los jóvenes tuvieron tiempo para intercambiar sus experiencias y compartir buenos momentos. Incluso esas noches de campaña, acompañadas de buen licor nórgedo, habían servido para aumentar la confianza de los unos con los otros. Ni siquiera esos perros del desierto conocidos como kags, ni tampoco los raguetos, interrumpieron su viaje de vuelta. Todo había tenido un final feliz.
Allá donde la sílice se convertía en hierba, y donde en las colinas comenzaban a aparecer frondosos árboles, fue cuando los chicos se dieron cuenta de que ya estaban en terrenos del reino de Lunargenta, en los viñedos que apenas seis meses atrás fueron arrasados por los nórgedos, pero que poco a poco comenzaban a florecer de nuevo.
Aún quedaban dos días más de expedición por estos pastos antes de ver Roilkat en el horizonte, atravesando los distintos viñedos y trigales que componían las llanuras. No obstante, Flint Roiland quiso desviarse tan sólo un poco de su destino original. – Eltrant, necesitaré tu acero una vez más. – El joven tenía una sorpresa para sus compañeros, o mejor dicho amigos, de la guardia de Lunargenta.
Los condujo hasta un par de altas viñas y enredaderas en las que crecían uvas. Él también desenfundó su gladio. – Intenta apartar las ramas simplemente. Lo máximo que te puede atacar aquí es una avispa. – informó antes de adentrarse entre ellas.
Los condujo por el interior de las mismas durante unos tres minutos, era una colina ascendente hasta que, finalmente, se abrió una enorme casa. – Hay camino para llegar, pero si lo veíais antes se me antojaba menos emocionante. – comentó justo antes de llegar a la puerta. – Es el Viñedo del Monte de San Pedro. Una pequeña hacienda que siempre perteneció a mi familia. -Verónica estaba asombrada con cada cosa nueva que veía. Para ella que, con sus doce años, apenas había visto más que arena, todo era increíble. - ¡Es increíble! – exclamaba la pequeña nórgeda, mientras comenzó a corretear alrededor.
-¡Señor Roiland! ¡Estáis vivo! – comentó un hombre de apagado
-¡Gianluigi Fondante, amigo mío! – y se fundió en un estrecho abrazo. – Vivo gracias a estos dos nobles guardias. Sin ellos no sería posible volver de aquella expedición. – explicó. - ¿Cómo está todo por aquí? Debo volver a Roilkat cuanto antes, mi padre estará preocupado. – se arrascó la cabeza. – Oh, no os lo he presentado. Es el jefe de mayordomos de la hacienda. Ellos son mis amigos, Alanna y Eltrant. – les presentó.
Lo siguiente que hizo Flint Roiland fue dirigir a los jóvenes al interior de la vivienda. Era un pequeño “poblado” o villa dispuesto de varias casas.
-¿Sabéis? Soy hijo de un noble. Roilkat sirve fielmente a Lunargenta. – comenzó diciendo cuando se detuvo en una de las calles de la pequeña casa. – Y no tengo otra manera de recompensaros que esta. – informó, y se quedó pensativo. – Definitivamente, no. No tengo otra. – comentó. Tomó a ambos por los brazos y rió. - ¿No os he dicho nunca la bonita pareja que hacéis? – y luego miró a Verónica. – Y no quiero que la pequeña viva en un hogar de mala muerte. – luego miró a Gianluigi. - ¿Sabéis qué? Podéis quedaros esta Hacienda. Tiene bastantes trabajadores, pero llevamos tiempo buscando alguien que la gestione. – comentó. – Pero cuidadla bien, es de mis favoritas. ¿Vale?
Aquella villa estaba formada por cuatro o cinco casas de tamaño grande, y habitada aproximadamente por unas veinte personas de distintas familias que trabajaban en la elaboración de los famosos vinos de Roilkat.
-Pasemos la noche aquí, hay unas vistas preciosas a Roilkat a lo lejos. Cuando se encienden las luces de las antorchas. – sonrió, ya comenzaba a ponerse el sol.
Desde luego, la recompensa de Flint sería bastante mejor que la que finalmente les daría Lord Tinegar en Lunargenta. A los que poco más recompensaría con un “buen trabajo”, así como un pequeño aumento de la reputación entre el escuadrón de acero por haber resuelto de tan buena manera aquella misión política. Y es que el destino de Verisar había estado, una vez más, en la mano de aquellos valerosos y anónimos guardas de Lunargenta.
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Ambos: ¡Hemos llegado al final de una aventura que comenzó en diciembre con Alanna y Asher! Finalmente ha sido Eltrant. Sé que hay algo de amor entre vosotros, así que para que no os peleéis por la recompensa, Flint os entrega a ambos el Viñedo del Monte de San Pedro. Una recompensa mucho más suculenta que la que os dará Lord Tinegar por haber cumplido vuestro deber, y es que los jefes nunca serán tan fieles como los amigos.Quiero que escribáis un último post de despedida a modo epílogo. Pero por favor, no lleguéis a Lunargenta. No en este hilo tan bonito. Espero un final digno en vuestro nuevo hogar. Mientras tanto, os hago un resumen de las recompensas que faltan por poner y que ya se han añadido a vuestro perfil:
- Viñedo del Monrte de San Pedro: Un pueblo formado por 20 personas que por ahora no os dará ningún beneficio. Por cada 1000 aeros que invirtáis entre los dos, os dará 100 aeros mensuales de beneficio a cada uno. Por ejemplo, 5000 aeros son 500 aeros al mes para ambos. Sólo tendréis que recordármelo por MP.
- Podéis usar el viñedo de vivienda personal. Guardar caballos. Invitar a usuarios a vivir con vosotros para que residan con vosotros (vivienda para 3 como máximo).
- Tendréis que crear vosotros crear las fichas de los NPC que consideréis. Gianluigi Fondante será el gestor, pero podéis nombrar tantos como queráis. La población de la villa es de 20 personas que trabajarán para vosotros.
- 25 puntos de experiencia por buen desarrollo.
- 10 puntos de influencia con Gremio: Guardia de Lunargenta
Vuestra calidad como roleros es innegable. Sois personajes con experiencia y recorrido en el foro por lo que puedo permitirme entregaros esta recompensa al completo. Para que dejéis de vivir en ese cuchitril en el que lo hacéis. Por mi parte nada más, espero que os hayáis divertido tanto como yo con vosotros. Y espero encontrarme con vosotros en futuras misiones.
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
Suspiró. La luna se alzaba alta sobre el firmamento, depositando sus rayos escarlatas sobre la hacienda que, ahora, era al parecer de su propiedad. – Esto me viene grande… - Dijo sonriendo, muy a su pesar, cuando uno de los criados abandonó la estancia en la que se encontraba tras preguntarle si necesitaba algo.
Había elegido aquel ostentoso dormitorio como suyo propio, principalmente, por el enorme ventanal con el que contaba. Un bello balcón desde el cual se podía ver la pequeña localidad que, a partir de entonces, iba a compartir con Alanna.
Volvió a suspirar. – Sí, esto me viene grande, sin lugar a dudas – Repitió peinándose pobremente, saliendo al balcón y clavando su mirada en el gigantesco orbe escarlata que flotaba sobre Aerandir y que bañaba con su tenue luz el continente - ¿Qué voy a hacer… ? – Flint no había escuchado sus quejas, y estas, al contrario, parecían haber reforzado la actitud del muchacho “Que me neguéis esto solo hace que quiera dároslo más” había dicho momentos atrás, cuando Eltrant había tratado de hacer entrar en razón al muchacho – Maldito niño rico… - Farfulló cruzando de brazos, descansando sobre la gruesa barandilla de mármol blanco.
Al menos Verónica tendría un hogar digno de ser llamado así, y sinceramente, si iba a tener que cuidarla, prefería que se quedase allí, rodeada de criados y de personas que cuidasen de su bienestar y no en el cuchitril que llamaba oficina en Lunargenta, además, de ese modo, la joven no se quedaría sola con un mapache durante los constantes viajes que el exmercenario se veía obligado a hacer cada pocos días, por mucho que se quejase, no podía sino agradecer al noble de Roilkat por él, evidentemente desproporcionado, regalo que acababa de recibir.
Se giró sobre sí mismo y miró de nuevo al interior del edificio, a su dormitorio. Tan pronto como había entrado en el mismo se había deshecho de su cinturón sus utensilios y los había dejado caer al suelo, su armadura yacía hacinada en una esquina de la habitación. Esbozó una sonrisa cansada y negó cansado con la cabeza, había tardado menos de diez minutos en darle su propio toque “personal” a la estancia.
El lugar en el que descansaba, no era, sin embargo, el único mirador con el que contaba la vivienda. Justo a su derecha, separado por dos pisos de caída libre, otro balcón se alzaba sobre la comunidad que acababa de recibir; Un balcón idéntico al suyo propio, pero con una pequeña diferencia: quien estaba mirando el paisaje, la persona que tenía la mirada perdida en el centenar de pequeñas antorchas que iluminaban las estrechas calles de la hacienda, era Alanna.
- Increíble… ¿Verdad? – Preguntó llamando la atención de su compañera al mismo tiempo que dejaba caer sobre la parte de la barandilla que estaba más cerca a la guarda. – Un día estoy encerrado en una herrería enana – Torció el gesto e hizo un movimiento exagerado con la muñeca – Y al siguiente tengo mi propia habitación en una pequeña aldea. – Sonrió a su compañera. – No me lo termino de creer. Un Tale en una mansión. – Se carcajeó nervioso – Me asegurare de decorarla a conciencia – Aseguró desatándose la polvorienta capa que rodeaba su cuello y dejándola caer de cualquier forma a un lado.
Esperó a la respuesta de su amiga y ensanchó su sonrisa, momento en el que procedió a subirse sobre la barandilla – Échate a un lado – Pidió sin apenas dejar tiempo a que la muchacha hiciese caso a aquella decisión, pues se encargó de saltar al balcón de Alanna tan pronto como sus labios volvieron a cerrarse, consiguiendo como único resultado caer de bruces frente a la guarda - ¡Eso ha estado cerca! – Dijo riendo, recobrando el equilibrio al mismo tiempo que se giraba a observar la caída que había sorteado por suerte – La próxima vez uso la puerta, no te enfades – Se acercó a la muchacha y se colocó junto a ella ignorando las palabras de esta, respondiendo a esto con una risa nerviosa – Admítelo, no te lo esperabas – Afirmó, aunque era consciente de que la muchacha le conocía lo suficiente como para saber de lo que era capaz, aun cuando muchas veces acababa mal, sobre todo para su integridad física.
- Menuda luna – Dijo ahora avanzando un par de pasos y colocándose junto a la Gata – Se parece a las de la granja… - Dijo cruzándose de brazos, clavando su mirada de nuevo en el cielo - ¿No crees? No es algo que se pueda ver en la ciudad – Sonrió a Alanna y se atusó la barba, quedándose en silencio durante varios largos minutos, escuchando, solamente, a los distantes grillos entonar su música, inmerso en sus propios pensamientos - ¿Alguna vez te acuerdas de la granja? – Susurró, desviando su mirada momentáneamente hasta el rostro de la joven – Yo… bueno, la verdad es que no demasiado, no normalmente – Dijo - Todo era más simple… más sencillo… - Continuó – …Sin vampiros sedientos de sangre, sin Hermandades asesinas, sin bandidos, sin Sheiks… - Sin siquiera pensarlo, cerró su mano en torno a la de la guarda – … Solo un cielo plagado de estrellas… como este. – Sonrió cansado – …No hacían falta escudos – Dijo bajando ahora su mirada hasta sus brazos, completamente vendados.
- …Me moría por irme, por vivir aventuras – Señaló, liberando la mano de Alanna, volviendo a mirar hacía arriba, hacía la luna – Y ahora… por raro que parezca… quiero volver. – Dejó caer su cabeza sobre el hombro de su compañera, algo que resultaba ridículamente cómico debido a la diferencia de altura entre ambos, y cerró los ojos – ...Me gustaría volver a esos días, quiero pasar las horas en una granja, a las afueras de la ciudad quizás, descansar sin sobresaltos, ver crecer los campos… Pero no puedo – Masculló – No puedo, Ali – Repitió en apenas un susurro. - ...Necesitan… aquí afuera… – Apretó los puños – … Si no soy yo… ¿Quién?
Se calló, dejó de hablar y forzó una sonrisa a su aliada, negando con la cabeza trató de quitarle importancia a lo que acababa de decir. Aquella línea de pensamientos no era habitual en él, solo unas pocas veces habían llegado aquellos pensamientos a su cabeza, y nunca, por ningún motivo, los había expresado en voz alta. Quizás fuese el hecho de que ahora fuese el propietario de una mansión que no creía merecer, o que con Alanna se sentía lo suficientemente cómodo como para contarle sus miedos más profundos; fuese como fuese, se sentó apoyando su espalda contra la balaustrada. - …Estoy tan cansado – Dijo bajando la mirada - Tan… tan cansado… - Sentía como las heridas bajo sus ropajes palpitaban, cicatrizando lentamente. Su estigma y su orgullo - … Y no tengo intención de dejarlo – Sonrió muy a su pesar, agotado - Soy un idiota ¿Verdad? – Suspiró y volvió a cerrar los ojos, concentrándose de nuevo en sonido de los grillos.
Sintió como Alanna se sentaba junto a él, notó como era esta la que dejaba descansar ahora su cabeza sobre su hombro, como depositaba, cuidadosamente, su mano sobre la de Eltrant.
- Menuda luna… - Dijo alzando la mirada - … ¿No crees?
***
Había elegido aquel ostentoso dormitorio como suyo propio, principalmente, por el enorme ventanal con el que contaba. Un bello balcón desde el cual se podía ver la pequeña localidad que, a partir de entonces, iba a compartir con Alanna.
Volvió a suspirar. – Sí, esto me viene grande, sin lugar a dudas – Repitió peinándose pobremente, saliendo al balcón y clavando su mirada en el gigantesco orbe escarlata que flotaba sobre Aerandir y que bañaba con su tenue luz el continente - ¿Qué voy a hacer… ? – Flint no había escuchado sus quejas, y estas, al contrario, parecían haber reforzado la actitud del muchacho “Que me neguéis esto solo hace que quiera dároslo más” había dicho momentos atrás, cuando Eltrant había tratado de hacer entrar en razón al muchacho – Maldito niño rico… - Farfulló cruzando de brazos, descansando sobre la gruesa barandilla de mármol blanco.
Al menos Verónica tendría un hogar digno de ser llamado así, y sinceramente, si iba a tener que cuidarla, prefería que se quedase allí, rodeada de criados y de personas que cuidasen de su bienestar y no en el cuchitril que llamaba oficina en Lunargenta, además, de ese modo, la joven no se quedaría sola con un mapache durante los constantes viajes que el exmercenario se veía obligado a hacer cada pocos días, por mucho que se quejase, no podía sino agradecer al noble de Roilkat por él, evidentemente desproporcionado, regalo que acababa de recibir.
Se giró sobre sí mismo y miró de nuevo al interior del edificio, a su dormitorio. Tan pronto como había entrado en el mismo se había deshecho de su cinturón sus utensilios y los había dejado caer al suelo, su armadura yacía hacinada en una esquina de la habitación. Esbozó una sonrisa cansada y negó cansado con la cabeza, había tardado menos de diez minutos en darle su propio toque “personal” a la estancia.
El lugar en el que descansaba, no era, sin embargo, el único mirador con el que contaba la vivienda. Justo a su derecha, separado por dos pisos de caída libre, otro balcón se alzaba sobre la comunidad que acababa de recibir; Un balcón idéntico al suyo propio, pero con una pequeña diferencia: quien estaba mirando el paisaje, la persona que tenía la mirada perdida en el centenar de pequeñas antorchas que iluminaban las estrechas calles de la hacienda, era Alanna.
- Increíble… ¿Verdad? – Preguntó llamando la atención de su compañera al mismo tiempo que dejaba caer sobre la parte de la barandilla que estaba más cerca a la guarda. – Un día estoy encerrado en una herrería enana – Torció el gesto e hizo un movimiento exagerado con la muñeca – Y al siguiente tengo mi propia habitación en una pequeña aldea. – Sonrió a su compañera. – No me lo termino de creer. Un Tale en una mansión. – Se carcajeó nervioso – Me asegurare de decorarla a conciencia – Aseguró desatándose la polvorienta capa que rodeaba su cuello y dejándola caer de cualquier forma a un lado.
Esperó a la respuesta de su amiga y ensanchó su sonrisa, momento en el que procedió a subirse sobre la barandilla – Échate a un lado – Pidió sin apenas dejar tiempo a que la muchacha hiciese caso a aquella decisión, pues se encargó de saltar al balcón de Alanna tan pronto como sus labios volvieron a cerrarse, consiguiendo como único resultado caer de bruces frente a la guarda - ¡Eso ha estado cerca! – Dijo riendo, recobrando el equilibrio al mismo tiempo que se giraba a observar la caída que había sorteado por suerte – La próxima vez uso la puerta, no te enfades – Se acercó a la muchacha y se colocó junto a ella ignorando las palabras de esta, respondiendo a esto con una risa nerviosa – Admítelo, no te lo esperabas – Afirmó, aunque era consciente de que la muchacha le conocía lo suficiente como para saber de lo que era capaz, aun cuando muchas veces acababa mal, sobre todo para su integridad física.
- OST:
- Menuda luna – Dijo ahora avanzando un par de pasos y colocándose junto a la Gata – Se parece a las de la granja… - Dijo cruzándose de brazos, clavando su mirada de nuevo en el cielo - ¿No crees? No es algo que se pueda ver en la ciudad – Sonrió a Alanna y se atusó la barba, quedándose en silencio durante varios largos minutos, escuchando, solamente, a los distantes grillos entonar su música, inmerso en sus propios pensamientos - ¿Alguna vez te acuerdas de la granja? – Susurró, desviando su mirada momentáneamente hasta el rostro de la joven – Yo… bueno, la verdad es que no demasiado, no normalmente – Dijo - Todo era más simple… más sencillo… - Continuó – …Sin vampiros sedientos de sangre, sin Hermandades asesinas, sin bandidos, sin Sheiks… - Sin siquiera pensarlo, cerró su mano en torno a la de la guarda – … Solo un cielo plagado de estrellas… como este. – Sonrió cansado – …No hacían falta escudos – Dijo bajando ahora su mirada hasta sus brazos, completamente vendados.
- …Me moría por irme, por vivir aventuras – Señaló, liberando la mano de Alanna, volviendo a mirar hacía arriba, hacía la luna – Y ahora… por raro que parezca… quiero volver. – Dejó caer su cabeza sobre el hombro de su compañera, algo que resultaba ridículamente cómico debido a la diferencia de altura entre ambos, y cerró los ojos – ...Me gustaría volver a esos días, quiero pasar las horas en una granja, a las afueras de la ciudad quizás, descansar sin sobresaltos, ver crecer los campos… Pero no puedo – Masculló – No puedo, Ali – Repitió en apenas un susurro. - ...Necesitan… aquí afuera… – Apretó los puños – … Si no soy yo… ¿Quién?
Se calló, dejó de hablar y forzó una sonrisa a su aliada, negando con la cabeza trató de quitarle importancia a lo que acababa de decir. Aquella línea de pensamientos no era habitual en él, solo unas pocas veces habían llegado aquellos pensamientos a su cabeza, y nunca, por ningún motivo, los había expresado en voz alta. Quizás fuese el hecho de que ahora fuese el propietario de una mansión que no creía merecer, o que con Alanna se sentía lo suficientemente cómodo como para contarle sus miedos más profundos; fuese como fuese, se sentó apoyando su espalda contra la balaustrada. - …Estoy tan cansado – Dijo bajando la mirada - Tan… tan cansado… - Sentía como las heridas bajo sus ropajes palpitaban, cicatrizando lentamente. Su estigma y su orgullo - … Y no tengo intención de dejarlo – Sonrió muy a su pesar, agotado - Soy un idiota ¿Verdad? – Suspiró y volvió a cerrar los ojos, concentrándose de nuevo en sonido de los grillos.
Sintió como Alanna se sentaba junto a él, notó como era esta la que dejaba descansar ahora su cabeza sobre su hombro, como depositaba, cuidadosamente, su mano sobre la de Eltrant.
- Menuda luna… - Dijo alzando la mirada - … ¿No crees?
***
- Off:
- Eltrant usará su parte de la hacienda para ayudar a los necesitados, asi que supongo que hará algo con la pila de refugiados que tenemos en Verisar del norte :'D
Eltrant Tale
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Re: En tierras aún más áridas [Misión] [Alanna-Eltrant]
Una hacienda, una absurda, irreal, extraña y gigantesca hacienda, gigantesca, al menos, para ella. No estaba hecha para ese tipo de cosas. No era una persona que quisiera o gustase de lugares grandes, ricos, no gastaba dinero más que en lo que necesitaba, nunca había sabido lo que era ser rica, ni tenía, tampoco, ganas de probarlo. El dirigir un lugar así era demasiado para ella. Nunca se cansaría de repetir que no era más que una granjera. Una granjera llegada a más, pero que era feliz con lo que tenía en ese momento, por extraño que fuera. Una familia desestructurada, unos amigos dispersados por el mundo, unos padrastros que la querían como si fuera hija biológica y un trabajo peligroso que, sin embargo, la hacía sentirse útil.
Miró de un lado a otro del enorme cuarto al que había entrado, algo mosca, por no poder rechazar algo tan inmenso como lo era... bueno, como lo era una hacienda. ¿Cómo iba a llevar ella algo así, si no siquiera era capaz de dirigir su propia casa, cuando solo vivía ella...? No, no podía aceptarla, y lo peor era que, por más que se lo había reiterado a Flint, eso solo lo había hecho insistir más y más.
Agotada y agobiada, desanudó su cinto y lo colgó en un perchero junto a su capa. Salió al balcón que parecía presidir la estancia, abriendo de par en par las puertas y dejando que las cortinas volasen hacia el interior de la amplia y limpia estancia. Dio unos pasos silenciosos y, finalmente dejó caer los codos sobre la balaustrada del balcón mirando el pequeño pueblo que se extendía a los pies de la mansión. Las luces se habían apagado ya tiempo atrás, la vida había desaparecido por un instante, y el único sonido era el del viento y alguna cigarra aventurera que quería mostrar los primeros golpes de primavera.
Alzó la vista de esas casas tranquilas donde la gente dormía segura y en paz, y dio gracias en silencio por haber podido detener esa locura en las arenas, aunque le hubiera costado más de un trozo de piel, y más de un recuerdo a borrar, y alzó la vista a esa inmensa luna llena que daba destellos de plata. Suspiró, adoraba la noche, las sombras eran su escapatoria, su escondite, su manta, pero la luna... la luna daba luz, no una luz que cegaba como la del sol, no, era una luz que hacía ver lo oculto en las sombras, la luna le daba respeto, y le resultaba la figura más hermosa del cielo.
Tocó el colgante de luna creciente de su pecho y lo miró un instante. Sonrió, empezaba a oxidarse, la estancia en el desierto le había pasado factura también a su amuleto. Lo apretó con fuerza y volvió a mirar al cielo plagado de estrellas, cuando una voz irrumpió en sus pensamientos. Eltrant, con lo que parecía ser una reflexión similar a la suya propia, hablaba mirando fijamente el paisaje. Alanna sonrió y se acercó a él, al igual que el chico había hecho, y le sonrió.
- Espero que tu decoración no sea un mapache traga galletas.- bromeó antes de dar un suspiro.- Es raro, aunque según Flint, es lo que hemos ganado por salvar Roilkat.- dijo ella volviendo a girar la mirada para ver el horizonte oscuro, antes de volver a mirar a Eltrant.
Abrió los ojos sorprendida al verle subirse a la barandilla del balcón y se apartó extrañada. ¿Qué planeaba hacer subiéndose a una barandilla de dos pisos de altura sin estar acostumbrado? Y entonces lo vio saltar. Palideció por un momento y cuando el chico cayó justo frente a ella volvió a respirar. No dijo una palabra, pero sus mirada ceñuda pareció hablar sola, porque el chico le pidió que no se enfadase. Alanna suspiró y le lanzó una sonrisa, no se merecía que se molestase con él, la había salvado, aunque si esperaba que la próxima vez usara la puerta.
- No, no me lo esperaba.- rió un poco y le sonrió bromeando antes de que el silencio volviera a llenar el ambiente y caminar para volver a estar en el lugar de inicio, frente a las puertas del balcón mirando la gran luna que dominaba la noche. Lo miró atusarse la barba junto a ella, y volvió a mirar su única fuente de luz. Sí, esa noche, la luna se parecía a las de la granja, él había tenido más tiempo para disfrutar de esas lunas inmensas que parecían apoderarse de la noche y tragar las sombras. Escuchó los grillos con las manos sobre la blanca valla de piedra y asintió y lo miró con detenimiento.
Poco tardó el en devolverle una mirada serena, si, siempre pensaba en la granja, era su infancia, su refugio, eran los recuerdos a los que acudía para no dejarse vencer por el pánico o la tristeza, porque, como el chico decía, era un lugar donde no hacían falta escudos ni espadas, miró nuevamente al frente y sintió cerrarse la mano del exmercenario sobre la suya. Miró sus manos unidas y dio un suave apretón, sin atreverse a más. Porque el chico era, para ella, como una pluma, podía sostenerla entre sus dedos, pero temía que un mero soplo de viento se la arrebatara, porque ella lo sabía, Eltrant necesitaba volar.
Dejó reposar su mejilla sobre los mechones lisos y claros del guardia, que había dejado su cabeza en el menudo hombro de Alanna, cerrando los ojos para respirar, hacía mucho, muchísimo tiempo, que no mantenían una conversación así, y era algo que, con la mano en el corazón, Alanna había añorado, porque demostraba que realmente lo había recuperado, él, sus recuerdos, todo, Eltrant estaba allí, todo él, el de verdad, estaba allí, con ella, donde podía alcanzarle con un aleteo.
Guardó silencio durante todo el tiempo, ella también lo había pensado, esa paz del campo, esa sensación de libertad, de que nadie depende de ti, solo tu, el cielo y las plantas, eso era algo que cualquier guardia que se preciara podría llegar a soñar, porque no era algo sencillo, sus heridas, más que notables, las quemaduras del sol en su piel, eran la prueba fehaciente de ello, pero Eltrant lo sabía tan bien como ella, si no eran ellos, quien lo sería.
- No eres el único.- murmuró.- yo también me he planteado coger el caballo, unas cuantas monedas e irme lejos, a un campo, un lugar pacífico donde ser... yo, y solo eso, sin espadas, ni sangre, sin heridas, solo... yo. Pero tu lo has dicho.- lo miró.- si no estamos nosotros, si no somos quien nos herimos por otros.- se sacó el guante, lo guardó en un bolsillo y miró su mano verde, verde justo por eso mismo, por defender un pueblo.- ¿quién? La gente, nos guste o no, depende de nosotros, no somos solo... Eltrant y Alanna, somos guardias.- comentó bajando la voz para que sus pensamientos no perturbaran la paz de la villa.
Lo miró sentarse con la espalda apoyada en un pilar de la balaustrada y, cuando lo escuchó hablar, siguió su ejemplo, sentándose a su lado, y, sin mirarlo, negó con la cabeza y dejó caer la suya sobre su hombro, como había hecho él momento antes, le tomó la mano, con cierta duda, creyendo que él la apartaría, y al comprobar que no se movía, enredó sus dedos a los de él, y volvió a negar.
- No eres idiota.- comentó, porque no lo era, solo era humano, un humano con un corazón que no le cabía en el pecho. Se hizo el silencio, nuevamente, en el balcón, antes de que Eltrant lo rompiera. Alanna sonrió.- Si... menuda luna.- con su mano libre cogió el colgante que él le había dado y cerro los ojos, despues de todo, ella sabía que aun les quedaban muchas, muchas lunas por delante.
Miró de un lado a otro del enorme cuarto al que había entrado, algo mosca, por no poder rechazar algo tan inmenso como lo era... bueno, como lo era una hacienda. ¿Cómo iba a llevar ella algo así, si no siquiera era capaz de dirigir su propia casa, cuando solo vivía ella...? No, no podía aceptarla, y lo peor era que, por más que se lo había reiterado a Flint, eso solo lo había hecho insistir más y más.
Agotada y agobiada, desanudó su cinto y lo colgó en un perchero junto a su capa. Salió al balcón que parecía presidir la estancia, abriendo de par en par las puertas y dejando que las cortinas volasen hacia el interior de la amplia y limpia estancia. Dio unos pasos silenciosos y, finalmente dejó caer los codos sobre la balaustrada del balcón mirando el pequeño pueblo que se extendía a los pies de la mansión. Las luces se habían apagado ya tiempo atrás, la vida había desaparecido por un instante, y el único sonido era el del viento y alguna cigarra aventurera que quería mostrar los primeros golpes de primavera.
Alzó la vista de esas casas tranquilas donde la gente dormía segura y en paz, y dio gracias en silencio por haber podido detener esa locura en las arenas, aunque le hubiera costado más de un trozo de piel, y más de un recuerdo a borrar, y alzó la vista a esa inmensa luna llena que daba destellos de plata. Suspiró, adoraba la noche, las sombras eran su escapatoria, su escondite, su manta, pero la luna... la luna daba luz, no una luz que cegaba como la del sol, no, era una luz que hacía ver lo oculto en las sombras, la luna le daba respeto, y le resultaba la figura más hermosa del cielo.
Tocó el colgante de luna creciente de su pecho y lo miró un instante. Sonrió, empezaba a oxidarse, la estancia en el desierto le había pasado factura también a su amuleto. Lo apretó con fuerza y volvió a mirar al cielo plagado de estrellas, cuando una voz irrumpió en sus pensamientos. Eltrant, con lo que parecía ser una reflexión similar a la suya propia, hablaba mirando fijamente el paisaje. Alanna sonrió y se acercó a él, al igual que el chico había hecho, y le sonrió.
- Espero que tu decoración no sea un mapache traga galletas.- bromeó antes de dar un suspiro.- Es raro, aunque según Flint, es lo que hemos ganado por salvar Roilkat.- dijo ella volviendo a girar la mirada para ver el horizonte oscuro, antes de volver a mirar a Eltrant.
Abrió los ojos sorprendida al verle subirse a la barandilla del balcón y se apartó extrañada. ¿Qué planeaba hacer subiéndose a una barandilla de dos pisos de altura sin estar acostumbrado? Y entonces lo vio saltar. Palideció por un momento y cuando el chico cayó justo frente a ella volvió a respirar. No dijo una palabra, pero sus mirada ceñuda pareció hablar sola, porque el chico le pidió que no se enfadase. Alanna suspiró y le lanzó una sonrisa, no se merecía que se molestase con él, la había salvado, aunque si esperaba que la próxima vez usara la puerta.
- No, no me lo esperaba.- rió un poco y le sonrió bromeando antes de que el silencio volviera a llenar el ambiente y caminar para volver a estar en el lugar de inicio, frente a las puertas del balcón mirando la gran luna que dominaba la noche. Lo miró atusarse la barba junto a ella, y volvió a mirar su única fuente de luz. Sí, esa noche, la luna se parecía a las de la granja, él había tenido más tiempo para disfrutar de esas lunas inmensas que parecían apoderarse de la noche y tragar las sombras. Escuchó los grillos con las manos sobre la blanca valla de piedra y asintió y lo miró con detenimiento.
Poco tardó el en devolverle una mirada serena, si, siempre pensaba en la granja, era su infancia, su refugio, eran los recuerdos a los que acudía para no dejarse vencer por el pánico o la tristeza, porque, como el chico decía, era un lugar donde no hacían falta escudos ni espadas, miró nuevamente al frente y sintió cerrarse la mano del exmercenario sobre la suya. Miró sus manos unidas y dio un suave apretón, sin atreverse a más. Porque el chico era, para ella, como una pluma, podía sostenerla entre sus dedos, pero temía que un mero soplo de viento se la arrebatara, porque ella lo sabía, Eltrant necesitaba volar.
Dejó reposar su mejilla sobre los mechones lisos y claros del guardia, que había dejado su cabeza en el menudo hombro de Alanna, cerrando los ojos para respirar, hacía mucho, muchísimo tiempo, que no mantenían una conversación así, y era algo que, con la mano en el corazón, Alanna había añorado, porque demostraba que realmente lo había recuperado, él, sus recuerdos, todo, Eltrant estaba allí, todo él, el de verdad, estaba allí, con ella, donde podía alcanzarle con un aleteo.
Guardó silencio durante todo el tiempo, ella también lo había pensado, esa paz del campo, esa sensación de libertad, de que nadie depende de ti, solo tu, el cielo y las plantas, eso era algo que cualquier guardia que se preciara podría llegar a soñar, porque no era algo sencillo, sus heridas, más que notables, las quemaduras del sol en su piel, eran la prueba fehaciente de ello, pero Eltrant lo sabía tan bien como ella, si no eran ellos, quien lo sería.
- No eres el único.- murmuró.- yo también me he planteado coger el caballo, unas cuantas monedas e irme lejos, a un campo, un lugar pacífico donde ser... yo, y solo eso, sin espadas, ni sangre, sin heridas, solo... yo. Pero tu lo has dicho.- lo miró.- si no estamos nosotros, si no somos quien nos herimos por otros.- se sacó el guante, lo guardó en un bolsillo y miró su mano verde, verde justo por eso mismo, por defender un pueblo.- ¿quién? La gente, nos guste o no, depende de nosotros, no somos solo... Eltrant y Alanna, somos guardias.- comentó bajando la voz para que sus pensamientos no perturbaran la paz de la villa.
Lo miró sentarse con la espalda apoyada en un pilar de la balaustrada y, cuando lo escuchó hablar, siguió su ejemplo, sentándose a su lado, y, sin mirarlo, negó con la cabeza y dejó caer la suya sobre su hombro, como había hecho él momento antes, le tomó la mano, con cierta duda, creyendo que él la apartaría, y al comprobar que no se movía, enredó sus dedos a los de él, y volvió a negar.
- No eres idiota.- comentó, porque no lo era, solo era humano, un humano con un corazón que no le cabía en el pecho. Se hizo el silencio, nuevamente, en el balcón, antes de que Eltrant lo rompiera. Alanna sonrió.- Si... menuda luna.- con su mano libre cogió el colgante que él le había dado y cerro los ojos, despues de todo, ella sabía que aun les quedaban muchas, muchas lunas por delante.
- Off::
- Al igual que Eltrant, Alanna dejará la hacienda para los refujiados.
Alanna Delteria
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