EVENTO: Día de San Valentín

    Estaba muy emocionada por tener a mi papi cerca, me encantaba verlo, al fin y al cabo era el hombre que era dueño absoluto de mi corazón de hija. El amor de padre e hija no se puede comparar con nada y él estaba ahí, el día en que el amor está en el aire. ¿Será que anda enamorado de otra chica por ahí? No podría permitir eso, mi papi es mio y sólo mio. Le prohibiré que salga con alguna otra chica, sí sí, eso haré.

    Entre tantas cosas que empecé a decir le comenté a mi papi -¡Te prohíbo salir con chicas!- aquello sonó como un comentario aleatorio que no tenía nada que ver con lo que estábamos hablando, pero necesitaba prohibirle aquello.

    Después de eso mi papi me abrazó y me comentó que hizo algo muy malo. ¿Qué habrá sido? Su tono de voz y la seriedad que tenía al decir aquello me hizo bajar la adrenalina que corría por mi cuerpo y quedé un poco desconcertada. Bajé mi mirada, junté mis brazos y escuché atenta lo que me tenía que decir; claramente las cosas no estaban bien y se me hacía complicado no tomármelo en juego, pero la cara de mi papi no era la misma, su mirada por más que trataba de ver a mis ojos sentía como si esta me traspasara. Algo complicado de explicar seguramente pasaba y por más que intentara ocultarlo con un elefante gigante conozco bastante las actitudes de mi papá, y estaba claro que no era el mejor momento para demostrarle mi cariño ni ir a comer ponquesitos con el gatito, pero intenté entenderlo y dejarlo ir.

    Me rasqué un poco la nuca dudosa. -Papi, espero que te vaya bien… Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites- dije y seguido de eso le di un suave besito sobre su mejilla.

    Retrocedí y me quedé a un lado del gatito, le abracé suavemente el brazo un poco preocupada por mi papá mientras escuchaba sus recomendaciones sobre abrazos.

-Cuidate porfis papi, mira que la próxima vez que te vea quiero que juguemos a las escondidas y con ese animo seguramente me quedaré dormida- dije seriamente.

    Me di media vuelta y hale al gatito para que me acompañara a alejarme de mi papi, no me gustaba verlo así, a parte me preocupaba mucho. Miré mis manos para confirmar que tenía restos de sangre de mi papá y no pude evitar abrazar con fuerza a Dendrei.

    Subí mi rostro para tratar de verle la cara mientras lo abrazaba para decirle -Disculpa todo eso… mi papá no es así, debe estar pasando un mal momento y …- le mostré mis manitos al gato -Estoy un poco preocupada…- suspiré -También disculpa por jalarte así es que… necesitaba tu apoyo… no quiero que pienses que te considero mi mascota…- respiré profundo y volví a mirarlo buscando sus ojitos -¿Te parece si nos vamos a otro ladito para… pensar en otra cosa? Por cierto, ehmm no soy vampira, pensé que si pensabas que era una vampira me considerarías como una chica muy atrevida e interesante...- lo abracé más fuerte.

La plaza de Lunargenta rebosaba vida, llevaba varios meses recorriendo Aerandir junto a Lycon, y era la primera vez que encontraba un lugar tan repleto de gente, tan vibrante, un lugar que pareciera gritar a la primavera, al sol, a la vida. Las parejas iban y venían por la ciudad como si la primavera hubiera asaltado las calles llenandolas de música, colores, flores, risas y gente. Había, por fin, empezar a perder parte de ese pánico que tenía. Como siempre, se sentía bien entre la multitud. Desaparecer entre el gentío, ser una más, invisible frente a ese mar de gente.

Había insistido en acudir a la plaza, quería ver el festival, sentirse segura, más de lo que se había ultimamente. Aunque, en realidad, no había sentido temor real en bastante tiempo. Los hombres, en general, seguían pareciéndole criaturas crueles, sádicas y amenazantes, pero había aprendido que no todos eran así, Lycon no era así. Llevaban viajando meses juntos, y no había hecho un solo gesto agresivo, no la había tocado más allá de lo que ella lo había permitido, si se ponía nerviosa le daba su espacio, si se asustaba, la calmaba, había sido quien le había demostrado que podía llegar a estar en calma junto a otra persona, quien le había quitado el miedo a un simple roce por descuido, y le había hecho darse cuenta de que una caricia era solo, eso, una caricia.

Tal vez por lo cerca que estaba sal valentín, tal vez porque siempre había sido la celebración favorita de su madre, tal vez porque en Lunargenta había visto el color y la paz inundar las calles, llevaba días pensando, su cabeza había rumiado mil y una ideas, y tal vez fuera eso lo que la confundía más, probablemente debía dejar de pensar, dejar que su cabeza, que tanto había actuado durante los tiempos pasados, descansara por unos días, y seguir su instinto, o, como habría dicho su madre, su corazón. Probablemente era eso lo que la había llevado a escribir esa carta que apretada entre sus manos mientras avanzaban hacia la hoguera.

Miró como la gente tiraba figuras y cartas en oración por un amor, creyó ver a Lycon lanzar, también, algo al fuego, y ella, tiró también esa carta que aun llevaba grabada a fuego en su cabeza, letra a letra, coma a coma. Miró su mano, que parecía cosquillearle al haberse separado de la del lobo, anhelando que sus manos volvieran a enredar los dedos. Se mordió el labio, y lanzó la carta sonriendo a la hoguera mientras las palabras escritas que se desdibujaban con el calor de las llamas corrían por su cabeza como si fueran mariposas revoloteando.

"Diosa Freya, por favor, comparte conmigo algo más que el nombre, dame el mismo valor que tuviste tu para amar a pesar de las adversidades que se te presentaron, déjame perder todo temor, permíteme abrir los ojos y los brazos a quien me ha abierto los suyos, y olvidar el miedo y las restricciones que yo misma me impuse para mantenerme a salvo. Permíteme amar sin dudas ni miedos, sin que me tiemblen las manos al acercarme, sin que por las noches se me encoja el alma, déjame volver a crecer, ayúdame a querer, a querer bien.

Permíteme, también, volver a verme, no como me hicieron, si no como soy, porque antes de amar a otra persona como esta se merece, se que debo aprender a quererme yo, por eso, aunque suene egoísta, aunque parezca ligera, apresurada y ambiciosa, aun sabiendo que el amor no es así, dame alas y déjame aprender deprisa, porque, aunque suene dudosa, me he enamorado, y quiero poder demostrarlo como tu lo hacías, con fuerza, valor, coraje, sin dudas ni miedos, porque le amo, y el amor no es cobarde, ayúdame a volverme fuerte.

Porque algún día quiero ser como lo fuiste tu en las leyendas, porque no quiero girar la cabeza ante la adversidad, porque quiero volver a ver a mi padre, porque quiero poder devolverle la mirada orgullosa a mi reflejo, porque quiero mirarle a él, cara a cara, alma a alma, y que sepa solo con eso que por mucho que haya sido tímida o asustadiza que nada disminuye mi afecto. Porque necesito ser fuerte, quererme y aprender a querer, ayúdame, Freya, ayúdame a conseguir esa tenacidad que me falta para ser feliz, para hacerle feliz a él."

Mientras las llamas aun bailaban frente a ella, notó que el cosquilleo de su mano cesaba, giró la cabeza y sonrió al chico de largo cabello desordenado a su lado, que había vuelto a tomar su mano, enredando los dedos. Ya estaba hecho, solo esperaba que su petición, y la decisión que brillaba, fuerte en sus ojos, fuera lo bastante como para lograr su objetivo. Apretó su mano con una sonrisa levemente sonrojada, por fin comenzaba a superarlo, los meses que habían pasado lejos de su manada la habían ayudado a abrir ojos y mente, y aunque con lentitud, comenzaba a verlo todo con claridad, solo necesitaba seguir intentandolo, seguir intentandolo junto a él.

- Vamos Ly, creo que hay una fiesta en la otra plaza, vamos a ver.- tiró de su mano, entusiasta, todo eso no era mas que un inicio, un inicio del que solo tenían escritas las primeras páginas.

En mi corta vida me han llamado ya de tantas formas, véase gato domestico, gatito (por la misma Magui), bola de pelos, así que ser confundido con una ¿mascota parlante? no hizo más que darme risa. El padre de Maguita parecía un buen hombre, muy simpático, era muy divertido en su forma de expresare, incluso parecía que no estuviese bromeando... -¿estaba bromeando verdad? bueno no importa mucho, tal vez la próxima ves que lo vea le demuestre que no lo soy-.

El señor se agachó junto a Magui y seguramente le dijo algo que hizo que cambiara completamente la expresión de su rostro, se levantó e intercambio una fugaz mirada conmigo, la cual erizó mis pelos desde mi cabeza hasta los pies, supongo qué entre "broma" y "broma" ocultaba un pesar muy grande -o por lo menos esa fue la impresión qué recibí- la cual más tarde después de unos tirones, abrazos y miradas inesperadas provenientes de Magazubi, me lo confirmó tanto con sus manos con sangre seca como con lo que me dijo. Me agaché a su altura -no te preocupes Magui, gatito puede apoyarte cuando lo necesites- se sintió muy raro haberme referido de esa forma en tercera persona, y la verdad no se porque lo dije.

-seguro, vamos a otro lado, a decir verdad me gustaría comer algo dulce- tome de la mano a Magui -espero que no haber causado que se sintiese incomoda- justo después de hacerlo ella me confeso que no era vampira, eso realmente no me lo esperaba -¡¿de verdad?! por los dioses, me tenias completamente convencido, la noche pasada me habías dado un buen susto- dije a tono de broma lo último ,pese a que sea cierto.

Era linda la atmósfera de la ciudad, por el ajetreo de la celebración, incluso de noche las calles seguían llenas de parejas y niños jugando por las calles. Nos movíamos tomados de la mano, era bastante reconfortante estar con ella y más ahora que no tengo que temer por una mordida. Mientras caminábamos en búsqueda de alguna tienda, el semblante de Magui parecía haber mejorado bastante, ya era de nuevo esa efusiva chica que conocí ayer. -¡pastelillos, Pasteles naturales!- se escuchaba a lo lejos un comerciante elfico, que tenía una cesta de mimbre tapada con una tela blanca, cuando pasamos por su lado cambio su grito -¡pastelillos, Pasteles para el gato y su pareja!- dijo con picardía, obviamente se estaba refiriendo a nosotros me puse nervioso y solté la mano e Maguita -no, nosotros no somos… a cuanto los vende señor - Recordé que le había prometido algo para comer -oh que lastima se ven bien juntos, están tan solo a 5 aeros cada uno- levantó la tela blanca y aparecieron unos masitas, que tenían espolvoreada un polvito blanco, se veían deliciosos y consideré que el precio era justo, así que le pedí dos.

-vamos a esas sillas que están por allá para comerlos, están solo a unos metros y ademas no me gusta comer de pie, siento que la comida pasa de largo jajaja-. Ya acomodados en la silla, saqué de la bolsa de papel le pase uno a Magui y me comí el otro casi de un bocado después de todo no habíamos ¿desayunado?₁. maga comiendo se habia manchado la nariz y se veía tan graciosa que no pude evitar un ataque de riza al verla -te queda bien- al decirlo le limpiaba con la mano.