La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
Wind optó por ignorar a la elfa morena, esa mujer no parecía tener ningún interés por colaborar con ellos y ella no tenía ganas de pelearse con ninguna mujer terca y malhumorada, para eso ya se tenía a sí misma por las mañanas. Apenas la miró de refilón cuando comenzó a escalar la pared, si conseguía subir, enhorabuena por ella, pero aquella escalada tenía muchas papeletas para terminar en el suelo con algo roto, así que decidió centrarse en la tarea de abrir la puerta.
Al parecer su intento de abrir la puerta resultó fallido, lo que le sacó un suspiro enojado y que su ceño se frunciera mientras pensaba en cómo tirar aquella puerta abajo. Tal vez los explosivos no eran tan mala idea. -Inútil- Fuga miró a su amiga como si realmente fuera estúpida ¿Realmente no era capaz de abrir la puerta? Aún se preguntaba a veces cómo era que consiguió rescatarla de la biblioteca. Wind era amable y tenía buen corazón, pero desde luego no era la elfa más avispada del mundo, sin duda se necesitaban mutuamente.
La elfa sonrió abatida ante aquella afirmación tan rotunda, realmente tenía razón, ese no estaba siendo su día, no paraba de meter la pata y de quedar mal. A ese paso iba a acabar por creerse de verdad que aquel no iba a ser su día y que debería irse a dormir bajo un árbol hasta que cambiara la fecha.
Por suerte, no tuvo que llegar a aquellos extremos de intentar tirar la torre entera pues Iltharion parecía tener más claro cómo solucionar el problema. Se dejó hacer, siguiendo la guía del elfo y volvió a intentarlo.
Apenas terminó de realizar su plegaria, cuando ruidos metálicos comenzaron a invadir el claro haciendo que retirara la mano del hueco rápidamente y dando un salto hacia atrás, tan sorprendida que estuvo a punto de tropezarse con los pelirrojos -Por todos los cielos…- Murmuró cuando la puerta comenzó a abrirse. Realmente se había asustado con aquel movimiento de la puerta, como si pudiera haber perdido la mano por algo tan absurdo como una puerta abriéndose sola.
En cuanto se separó, Fuga cogió de nuevo su mano. Podía parecer que la pequeña no respetaba tanto como debería a la elfa, pero lo cierto era que le tenía un profundo cariño, quizá un cariño que no era visible a los ojos de todo el mundo, pero si a los de ellas mismas.
Iltharion volvió a acercarse y la elfa exótica desapreció tras la ventana, en cierta medida era un problema menos, pero por otra parte, aquella mujer parecía saber pelear, si dentro de la torre había algún peligro, su ayuda resultaría más que bien recibida.
Las muchachas miraron al interior de aquella pequeña sala sin llegar a entrar dentro, les daba cierto reparo entrar solas, sobre todo por si la puerta se cerraba tras su paso. Apenas pudieron ver una pequeña habitación oscura, llena de telarañas y con algunas prendas colgadas en una pared - ¿Serán buenas? - Murmuró la elfa al fijarse en aquellas capas llenas de polvo -Ahora lo comprobamos- Respondió la pequeña con la misma intención de quedárselas que Wind.
-Esperemos que comida o algún maravilloso botón que nos permita salir de este sitio- Respondió la elfina con una sonrisa -Alguien malo- Respondió la pequeña con seguridad, como si realmente supiera que aquel lugar no era un buen lugar donde permanecer.
Wind miró a la licántropa y decidió no hacer ningún comentario al respecto, al menos no hasta que supiera que aquel era un lugar seguro. A veces el optimismo no era la mejor opción.
En cuanto el bardo entró, ellas le siguieron y como si pudieran leerse la mente, fueron directamente a coger las capas que había en la entrada para, acto seguido, salir de nuevo al claro y comenzar a sacudirlas -Espero que no os importe, pero no creo que nadie las eche de menos- Comentó Wind antes de comenzar a sacudir la tela que tenía en las manos -Se venderán caras, podemos comprar dulces con ellas- Añadió la pequeña mientras hacía lo mismo que su amiga.
Tosieron unas cuantas veces cuando el polvo empezó a invadir el campo. Realmente parecía que llevaban allí demasiado tiempo, pero según la suciedad se diluía, unas telas de buena calidad comenzaron a surgir, al mismo tiempo que la sonrisa en el rostro de la elfa florecía por haber encontrado tan buen tesoro. -Tenías razón, esto nos dará buen dinero Fuga, quizá hasta podamos comprar algún dulce- Dijo con voz cantarina olvidando por unos instantes la situación en la que estaban y a sus compañeros elfos – O taparnos del frío, en cualquier caso, serán útiles- Añadió con cierta emoción la pequeña mientras comenzaba a saborear ya el chocolate que aún no habían comprado.
Después de aquello, se pusieron las capas para no perderlas de vista ni un instante y con una ilusión renovada, volvieron a entrar en la torre de la mano. -Si esta sala tiene semejante iluminación, el resto de la torre estará a oscuras…- Comentó Wind mientras comenzaba a mirar el fondo de la salita -Que nadie se asuste, tengo una idea más duradera que unas velas- Sonrió feliz, como si hubiera tenido la idea del siglo e invocó al golem fuera de la torre.
Se hizo una pequeña herida en el dedo con el borde de una de las dagas de su pierna tal y como le vio hacer a Bio hacía ya tiempo e hizo pasar a la mole de arcilla de 1,20m hasta donde estaban ellos.
Cuando les alcanzó, en la parte posterior de su cabeza Wind escribió la runa de “Kano” con su propia sangre y, como si fuera una luciérnaga, comenzó a brillarle aquella extremidad con un tono blanquecino. La luz no era excesivamente fuerte, pero sí lo suficiente como para iluminar algunos metros a su alrededor -Sería mejor si tuviéramos también algunas velas, pero esto era más rápido… al menos para mí- Se rascó la nuca con cierta vergüenza por haber hecho algo que quizá, era demasiado llamativo e invitó a que alguno de los elfos abriera la siguiente puerta -Os dejo entrar a la sala a vosotros antes, pero tranquilos, él irá primero- Comentó orgullosa mientras señalaba al pequeño golem de arcilla.
Fuga dio la mano a Wind y se pegó a ella hasta el punto de que casi abrazaba su brazo. A la pequeña no le gustaba la oscuridad y aquel lugar, tenía demasiada penumbra -Deberíamos tener más luces- Dijo la pequeña, tratando de ocultar un tono de voz que pocas veces se le escuchaba, en el cual se dejaba traslucir que tenía miedo, por mucho que tratara de esconderlo. Al escucharlo, la elfa miró a los pelirrojos con las cejas ligeramente levantadas -Sin duda, debemos encender más luces o no podremos ver nada con claridad. ¿Alguno puede encender velas? - Lo dijo seria, como si realmente pensara que la cabeza del golem no era suficiente, pero no quería que la pequeña pasara un mal rato, al menos, no más de lo necesario y confiaba en que sus compañeros comprendieran la situación y colaboraran en aquella petición para hacer menos problemático el paso por la torre.
Al parecer su intento de abrir la puerta resultó fallido, lo que le sacó un suspiro enojado y que su ceño se frunciera mientras pensaba en cómo tirar aquella puerta abajo. Tal vez los explosivos no eran tan mala idea. -Inútil- Fuga miró a su amiga como si realmente fuera estúpida ¿Realmente no era capaz de abrir la puerta? Aún se preguntaba a veces cómo era que consiguió rescatarla de la biblioteca. Wind era amable y tenía buen corazón, pero desde luego no era la elfa más avispada del mundo, sin duda se necesitaban mutuamente.
La elfa sonrió abatida ante aquella afirmación tan rotunda, realmente tenía razón, ese no estaba siendo su día, no paraba de meter la pata y de quedar mal. A ese paso iba a acabar por creerse de verdad que aquel no iba a ser su día y que debería irse a dormir bajo un árbol hasta que cambiara la fecha.
Por suerte, no tuvo que llegar a aquellos extremos de intentar tirar la torre entera pues Iltharion parecía tener más claro cómo solucionar el problema. Se dejó hacer, siguiendo la guía del elfo y volvió a intentarlo.
Apenas terminó de realizar su plegaria, cuando ruidos metálicos comenzaron a invadir el claro haciendo que retirara la mano del hueco rápidamente y dando un salto hacia atrás, tan sorprendida que estuvo a punto de tropezarse con los pelirrojos -Por todos los cielos…- Murmuró cuando la puerta comenzó a abrirse. Realmente se había asustado con aquel movimiento de la puerta, como si pudiera haber perdido la mano por algo tan absurdo como una puerta abriéndose sola.
En cuanto se separó, Fuga cogió de nuevo su mano. Podía parecer que la pequeña no respetaba tanto como debería a la elfa, pero lo cierto era que le tenía un profundo cariño, quizá un cariño que no era visible a los ojos de todo el mundo, pero si a los de ellas mismas.
Iltharion volvió a acercarse y la elfa exótica desapreció tras la ventana, en cierta medida era un problema menos, pero por otra parte, aquella mujer parecía saber pelear, si dentro de la torre había algún peligro, su ayuda resultaría más que bien recibida.
Las muchachas miraron al interior de aquella pequeña sala sin llegar a entrar dentro, les daba cierto reparo entrar solas, sobre todo por si la puerta se cerraba tras su paso. Apenas pudieron ver una pequeña habitación oscura, llena de telarañas y con algunas prendas colgadas en una pared - ¿Serán buenas? - Murmuró la elfa al fijarse en aquellas capas llenas de polvo -Ahora lo comprobamos- Respondió la pequeña con la misma intención de quedárselas que Wind.
-Esperemos que comida o algún maravilloso botón que nos permita salir de este sitio- Respondió la elfina con una sonrisa -Alguien malo- Respondió la pequeña con seguridad, como si realmente supiera que aquel lugar no era un buen lugar donde permanecer.
Wind miró a la licántropa y decidió no hacer ningún comentario al respecto, al menos no hasta que supiera que aquel era un lugar seguro. A veces el optimismo no era la mejor opción.
En cuanto el bardo entró, ellas le siguieron y como si pudieran leerse la mente, fueron directamente a coger las capas que había en la entrada para, acto seguido, salir de nuevo al claro y comenzar a sacudirlas -Espero que no os importe, pero no creo que nadie las eche de menos- Comentó Wind antes de comenzar a sacudir la tela que tenía en las manos -Se venderán caras, podemos comprar dulces con ellas- Añadió la pequeña mientras hacía lo mismo que su amiga.
Tosieron unas cuantas veces cuando el polvo empezó a invadir el campo. Realmente parecía que llevaban allí demasiado tiempo, pero según la suciedad se diluía, unas telas de buena calidad comenzaron a surgir, al mismo tiempo que la sonrisa en el rostro de la elfa florecía por haber encontrado tan buen tesoro. -Tenías razón, esto nos dará buen dinero Fuga, quizá hasta podamos comprar algún dulce- Dijo con voz cantarina olvidando por unos instantes la situación en la que estaban y a sus compañeros elfos – O taparnos del frío, en cualquier caso, serán útiles- Añadió con cierta emoción la pequeña mientras comenzaba a saborear ya el chocolate que aún no habían comprado.
Después de aquello, se pusieron las capas para no perderlas de vista ni un instante y con una ilusión renovada, volvieron a entrar en la torre de la mano. -Si esta sala tiene semejante iluminación, el resto de la torre estará a oscuras…- Comentó Wind mientras comenzaba a mirar el fondo de la salita -Que nadie se asuste, tengo una idea más duradera que unas velas- Sonrió feliz, como si hubiera tenido la idea del siglo e invocó al golem fuera de la torre.
Se hizo una pequeña herida en el dedo con el borde de una de las dagas de su pierna tal y como le vio hacer a Bio hacía ya tiempo e hizo pasar a la mole de arcilla de 1,20m hasta donde estaban ellos.
Cuando les alcanzó, en la parte posterior de su cabeza Wind escribió la runa de “Kano” con su propia sangre y, como si fuera una luciérnaga, comenzó a brillarle aquella extremidad con un tono blanquecino. La luz no era excesivamente fuerte, pero sí lo suficiente como para iluminar algunos metros a su alrededor -Sería mejor si tuviéramos también algunas velas, pero esto era más rápido… al menos para mí- Se rascó la nuca con cierta vergüenza por haber hecho algo que quizá, era demasiado llamativo e invitó a que alguno de los elfos abriera la siguiente puerta -Os dejo entrar a la sala a vosotros antes, pero tranquilos, él irá primero- Comentó orgullosa mientras señalaba al pequeño golem de arcilla.
Fuga dio la mano a Wind y se pegó a ella hasta el punto de que casi abrazaba su brazo. A la pequeña no le gustaba la oscuridad y aquel lugar, tenía demasiada penumbra -Deberíamos tener más luces- Dijo la pequeña, tratando de ocultar un tono de voz que pocas veces se le escuchaba, en el cual se dejaba traslucir que tenía miedo, por mucho que tratara de esconderlo. Al escucharlo, la elfa miró a los pelirrojos con las cejas ligeramente levantadas -Sin duda, debemos encender más luces o no podremos ver nada con claridad. ¿Alguno puede encender velas? - Lo dijo seria, como si realmente pensara que la cabeza del golem no era suficiente, pero no quería que la pequeña pasara un mal rato, al menos, no más de lo necesario y confiaba en que sus compañeros comprendieran la situación y colaboraran en aquella petición para hacer menos problemático el paso por la torre.
Windorind Crownguard
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
Con las posaderas prietas sobre la parte baja de la ventana oscilo de derecha hacia izquierda, en las paredes se presentan todo tipo de marcos y panales de un azul celeste, en sí, la estancia exterioriza tonalidades claras y que preferiblemente hayan sido solicitadas por una fémina. Curiosa, como si de pronto me hubiese convertido en alguien a quien el pasar desapercibido, como en cada antaña aventura sosegada se le haya pasado de largo, esta vez la intriga insta a que acaricie cada una de las telas aterciopeladas del catre, uno enorme como poseen la mayoría de nobles en sus caserones. Aún polvorizo, la sensación de tantear con las palmas desnudas acontece un presagio, quizá bueno, quizá malo.
De brazos cruzados a la altura del pecho apoyo uno de los hombros en la piedra que rodea el ventanal, cada uno de los muebles a juego con los siguientes armonizan el cuarto, uno ordenado y que aparentemente lleva décadas sin ser examinado, una reliquia que podré explotar hasta beneficiarme y compensar el esfuerzo de haber escalado el largo del torreón. Increíble me parece que hayan sabido abrir la puerta, aunque más sorprendente será verlos en el interior por algún encuentro premeditado, ese sabor metálico en la boca de verlos en problemas me hará reír en demasía, o quien sabe, puede que la de los problemas termine siendo yo, cosa que me excita y de la cual saldré ilesa.
Erguida de buena manera aparto los tules añiles que descienden desde los rosetones, alcanzan el suelo y barren todo el polvo acumulado en el terreno en cuanto la brisa penetra, removiendo por encima cada una de las moléculas. Mis andares me guían al grandioso lecho donde dormiría plácida el comienzo de la primavera, la tonalidad salmón a juego con las sábanas internas abrieron el baúl de la nostalgia. Muchas noches en la intemperie, pero las más jóvenes en un poblado de cuyo nombre pretendo borrar de la faz traen consigo una cama de madera, entrelazada a un azul eléctrico y a un bajo elaborado como obsequio de una madre cuidadosa y una hermana encantadora. La ira emerge, algo en este fuero interno cabriola hasta hacer daño, las emociones se escabullan y cual hecatombe deshice la cama disgustada.
Tela por tela, gruesas, las más ligeras y aquellas en el bajo de los pies fueron lanzadas por la ventana, el peluche fue capaz de revolverme por dentro y éste también fue guiado hacia el exterior de la torre enigmática, a la mierda todo, cegada por la congoja que me obstruye las venas y el recorrido de la sangre hacia el cerebro levanté las dos almohadas, nada que sirva. El aire voy expulsándolo hasta coger nuevamente una cantidad sustancial, siguiendo con el tour catastrófico me enfrenté a un armario terriblemente detallado, el imaginar el arduo trabajo y los dedos astillados por cada matiz en la madera se torna chocante, y todo por unos cuantos aeros, con lo fácil que es forrarse mediante otros métodos más sanguinarios, ilusos.
Al entreabrir los medianos portones barajé el instinto entre lo absurdo y lo cauteloso, nada, los cajones van entreabriéndose con la llegada de mis manos enguantadas. Tan sólo una caja aparentemente de costura, las agujas, el hijo y los botones los guardé envueltos en un trozo de tela, llevándolos a la valija de hierbas para así no perder nada. La bolsa de viaje quedó a las afueras del bosque, una gran putada ciertamente, pero así es la vida, cuando más necesitas tus bienes, más lejos se aprecian. Obvié la vieja mecedora y fui directa hacia lo intolerante de cada estante completamente amparados por signos vitales, cero, ningún adorno, libros interesantes o cartas que siempre suelen ser comunes en los cuartos de los nobles.
Ceñuda y por supuesto malograda por la falta de elementos que sean aptos para vender analicé el escritorio con minucias, revisé la parte lisa donde sólo quedan partículas de polvo, cajones vacíos y ningún hueco secreto donde guardar objetivos de calidad. ─ Serán rancios. ─ Susurré fuera de mí, habrá que seguir indagando más allá de la puerta, el pomo en contra de mi palma no cedió, ¿más salidas selladas? El resoplo no vino sólo acompañado de un malestar inmenso, también de un empujón tremendo que al menos serviría para remover la madera y sus respectivas bisagras.
De brazos cruzados a la altura del pecho apoyo uno de los hombros en la piedra que rodea el ventanal, cada uno de los muebles a juego con los siguientes armonizan el cuarto, uno ordenado y que aparentemente lleva décadas sin ser examinado, una reliquia que podré explotar hasta beneficiarme y compensar el esfuerzo de haber escalado el largo del torreón. Increíble me parece que hayan sabido abrir la puerta, aunque más sorprendente será verlos en el interior por algún encuentro premeditado, ese sabor metálico en la boca de verlos en problemas me hará reír en demasía, o quien sabe, puede que la de los problemas termine siendo yo, cosa que me excita y de la cual saldré ilesa.
Erguida de buena manera aparto los tules añiles que descienden desde los rosetones, alcanzan el suelo y barren todo el polvo acumulado en el terreno en cuanto la brisa penetra, removiendo por encima cada una de las moléculas. Mis andares me guían al grandioso lecho donde dormiría plácida el comienzo de la primavera, la tonalidad salmón a juego con las sábanas internas abrieron el baúl de la nostalgia. Muchas noches en la intemperie, pero las más jóvenes en un poblado de cuyo nombre pretendo borrar de la faz traen consigo una cama de madera, entrelazada a un azul eléctrico y a un bajo elaborado como obsequio de una madre cuidadosa y una hermana encantadora. La ira emerge, algo en este fuero interno cabriola hasta hacer daño, las emociones se escabullan y cual hecatombe deshice la cama disgustada.
Tela por tela, gruesas, las más ligeras y aquellas en el bajo de los pies fueron lanzadas por la ventana, el peluche fue capaz de revolverme por dentro y éste también fue guiado hacia el exterior de la torre enigmática, a la mierda todo, cegada por la congoja que me obstruye las venas y el recorrido de la sangre hacia el cerebro levanté las dos almohadas, nada que sirva. El aire voy expulsándolo hasta coger nuevamente una cantidad sustancial, siguiendo con el tour catastrófico me enfrenté a un armario terriblemente detallado, el imaginar el arduo trabajo y los dedos astillados por cada matiz en la madera se torna chocante, y todo por unos cuantos aeros, con lo fácil que es forrarse mediante otros métodos más sanguinarios, ilusos.
Al entreabrir los medianos portones barajé el instinto entre lo absurdo y lo cauteloso, nada, los cajones van entreabriéndose con la llegada de mis manos enguantadas. Tan sólo una caja aparentemente de costura, las agujas, el hijo y los botones los guardé envueltos en un trozo de tela, llevándolos a la valija de hierbas para así no perder nada. La bolsa de viaje quedó a las afueras del bosque, una gran putada ciertamente, pero así es la vida, cuando más necesitas tus bienes, más lejos se aprecian. Obvié la vieja mecedora y fui directa hacia lo intolerante de cada estante completamente amparados por signos vitales, cero, ningún adorno, libros interesantes o cartas que siempre suelen ser comunes en los cuartos de los nobles.
Ceñuda y por supuesto malograda por la falta de elementos que sean aptos para vender analicé el escritorio con minucias, revisé la parte lisa donde sólo quedan partículas de polvo, cajones vacíos y ningún hueco secreto donde guardar objetivos de calidad. ─ Serán rancios. ─ Susurré fuera de mí, habrá que seguir indagando más allá de la puerta, el pomo en contra de mi palma no cedió, ¿más salidas selladas? El resoplo no vino sólo acompañado de un malestar inmenso, también de un empujón tremendo que al menos serviría para remover la madera y sus respectivas bisagras.
Eretria Noorgard
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
Iltharion observó como las jovencitas tomaban aquellas prendas polvorientas y las sacudían en el claro para examinarlas. Luego volteó su mirada hacia la torre, donde una espesa capa de tierra, telarañas y desuso cubría todo hasta donde llegaba la vista, o, mejor dicho, hasta donde la luz natural del patio penetraba.
Si las muchachas tenían que salir a limpiar cada despojo de los antiguos habitantes, que llamara su atención, el viajero sospechaba que poco más ya podían quedarse la torre entera.
Exhaló con lentitud, disfrutando de aquel vicio tan suyo, que ayudaría a que el olor a encierro fuera más soportable para todos, pese a que era mucho más tenue e inocuo que los vapores insanos de los aires de ciudades que probablemente todos habían sufrido en más de una ocasión.
Iltharion alargó el brazo se adentró apenas en aquel pequeño recibidor, y tomó el candelabro con una de sus manos, examinó su manufactura con el ojo de todo un carroñero. Con la diestra, sacudió el polvo de las mechas, de las dos únicas velas que aquel utensilio de tres brazos poseía puertas, pero aún no lo encendió, prefería esperar a que se dispusieran a entrar sus compañeros.
Las respuestas de las chiquillas no se hicieron esperar demasiado. La primera le hizo reír, no con sorna, pero si con algo de gracia ante aquella petición ingenua. -Si todo está así de abandonado, ¿En qué estado crees que estarán las cocinas? - Y, por consiguiente, la mayoría de la comida. El bardo guardaba la esperanza de que hubiese algo de conserva allí dentro que hubiese sobrevivido al tiempo.
La más jovencita, hizo que el elfo encarase una ceja, ante la asunción de que destino les deparaba.
El elfo rumió apenas un instante, y luego se volteó hacia las muchachas. -10 Aeros contra Winny, apuesto a por comida podrida en vez de maravillosa. – Su mirada aguamarina se posó sobre la susodicha mientras ofertaba dicha apuesta, y luego bajó hacia la doncella de lengua mordaz. - Y para la preciosa jovencita de predicciones nefastas, 10 Aeros en contra de tu alguien malo, y a favor de alguien muerto. - Si querían, bien, si no, eran 20 Aeros, no le venía de esa cantidad, aunque no era poca, y, de cualquier modo, no iba a obligar a nadie a apostar, se suponía que era un juego para hacer aquello algo más divertido.
La magia de Windorind logró que el trovador alzara ambas cejas, pues no sabía hasta donde llegaban las artes mágicas de la muchacha de melena oceánica, y por el momento, solo la había visto invocando a aquel golem, y con un reticente Darae.
-¿Alguna otra dote mágica que no sepamos? Podría resultar útil. -Le preguntó a la dueña de aquel hombrecito de fango con la cabeza reluciente.
Iltharion descubrió rápidamente porque windorind había hecho semejante gala de sus poderes, y fue en el tono de su amadrinada, aquel miedo infantil y tan común que parecía aquejar a la joven de melena dorada. La oscuridad.
Sin dejar de fumar con parsimonia se sacó el yesquero del bolsillo, y encendió ambas velas del candelabro que dejo apoyado sobre el mismo mueble del que lo había sacado. Tomó de allí también el farolillo, y limpió los virios vagamente con la mano. Abrió la chirriante puertita del mismo, y, tomando una de las velas ya encendidas, prendió la mecha de a dentro, antes de cerrar la puertita y alzar aquel utensilio de su lugar.
Atusando la mano contra el pantalón, para sacar el polvo adherido a su palma, y con el farolillo encendido en su mano restante, se acercó el trovador a la joven amedrentada por las tinieblas de la torre, y con una sonrisa amable, interrumpida por el canuto que se sostenía entre sus labios, y una inclinación grácil, quedó a la altura de la niña mientras le ofrecía aquel farol por su asa.
-Si te lo atas al equipaje siempre tendrás luz a tu alrededor mientras exploramos la torre. -Le reveló a la joven, aguardando a que lo tomase antes de enderezarse e irse hacia la entrada de aquel misterioso lugar.
Fue en ese momento que el elfo vio estrellarse contra el suelo, ropa de cama polvorienta y de colores claros, así como una especie de cosa peluda que se hundió en el pasto tras rebotar un par de veces. Su mirada se alzó hasta la ventana, donde las cortinas seguían impidiéndole advertir que estaba haciendo la elfa de tez morena, que ahora empezaba a despertar su curiosidad una vez más.
-Me falta el colchón y las almohadas. -Alzó la voz el trovador, haciendo cono con las manos en el rostro, en dirección al ventanal. Cuando vió que estas seguían al resto, decidió apartarse del lugar de impacto, y entrar en el lugar, no fuera que la chica tirase el camastro entero en un arranque.
Iltharion volvió al recibidor, y tomó el candelabro que había dejado abandonado, aunque él no temía a la oscuridad, no tenía especiales ganas de comerse todos los muebles mientras intentaba advertir que era ese lugar, o mejor dicho, para que se usaba, que había dentro, que había ocurrido a sus moradores, y porque, por todos los dioses, no eran capaces de salir de allí.
Sin más preámbulos abrió la segunda puerta, que no ofreció más resistencia que la edad.
Dejó que fuera el golem fue el primero en adentrarse en la habitación, disipando las tinieblas y dejando solo algo de penumbra. El elfo se paseó lentamente por aquel gran comedor. E tacón de sus botas altas repiqueteaba sobre las losas del suelo, mientras el sujeto iba rodeando el contorno de la estancia con atención y curiosidad.
Alzaba el candelabro de forma esporádica, cuando quería ver bien un retrato, o encender alguna de las velas del lugar, y lo bajaba con los muebles, en cuyos vidrios dejaba su huella para poder intuir el contenido de los mismos. Chasqueó la lengua, y soltó el humo por la nariz. Nada que le sirviera.
El elfo se detuvo en la primera de las aldabas. Su mirada ascendió por la cuerda, y por la cadena metálica hasta la estructura llena de velones amarillentos, que aún tenían muchas, muchas horas por delante de fuego si llegaban a encenderse.
-¿Querían luz?.-Giró el rostro por encima de su hombro para ver a sus seguidores, mientras dejaba en el mueble bajo más cercano, el candelabro a la espera de volver a tomarlo.-Pues démosle algo de luz a este lugar.-Tomó el aldabón y le dio un par de golpecitos para que escucharan el retintín metálico, que nada se asemejaba al de sus pendientes.-Que alguien agarre los otros, y me haga una señal, Si los soltamos a la vez, bajamos el bastidor despacio, podremos encender las velas y volver a subirlo, eso debería iluminar mejor la estancia.-Su mirada fue hacia el resto. Eran cuatro, aunque con sostener bien dos si hacían mucha fuerza podían bajarlo bien, había que soltar todos los nudos en las aldabas.
-Fuga. -La mirada del elfo fue hacia la niña, ya que necesitarían de su ayuda en ese menester. -¿Nos hechas una mano?.-Como más fueran, más sencillo sería aquello. Por su mente pasó la imagen de Ere soltando las cuerdas directamente, sin sostenerlas ni nada, para bajar el bastidor, y todos los velones volando por el impacto por la estancia, llenando el lugar de cera seca.
Esperaba no tener que recurrir a esos medios, y que le dieran una mano.
La puerta de la morena se abrió con estrépito, y el borde de la madera mostró un cerrojo reventado. La puerta batió contra la pared del pasillo, torcida y astillada, y volvió a su lugar, ya nunca cerraría correctamente.
Un pasillo recto cruzaba la mitad de aquel piso, la medialuna correspondiente de esas dos idénticas que, separadas, constituían el tercer piso, y se hallaban incomunicadas entre sí, se mostraba tras la puerta de la habitación, con una escalera descendente por un lado y otra ascendente en su extremo apuesto. Sin embargo, este no discurría pegado a la pared exterior. Como las ventanas se hallaban todas en los cuartos, la penumbra reinaba en aquel corredor, y solo la luz que emergía de la habitación de la elfa, de aquella ventana semi descubierta, ofrecía alguna clase de guía.
El estrecho pasillo poseía a un lado cuatro puertas y tres al otro, la elfa de pelo moreno, se asomaba por la del medio. Una de las hileras, las que daban a la parte exterior de la circunferencia de la torre, tenían ranuras para llaves, aquella que poseía menos entradas.
Las puertas que daban al lado céntrico de la torre estaban abiertas, poseían tras las mismas sales rectangulares, sin ventanas, sencillas.
En su interior unos camastros de madera de tres pisos cada una, con escaleras carcomidas, dejaban entrever unas habitaciones precarias que se usaban estrictamente como dormitorio. Tres por habitación, dos de ellos pegados a cada costado, y uno con el cabezal en el centro de la pared contraria a la puerta. A los pies de las camas y en cada espacio de las paredes, arcones de madera y cuero hacían de depósito para las pertenencias de los antiguos moradores de aquellas estancias.
Estaban vacíos.
Por no tener, las camas no tenían ni sabanas, ni colchas, ni estaban en las paredes las velas que deberían haber ido en los soportes de hierro pegados a los pedazos de muro que se veían entre las diferentes hileras de camastros.
Solo la estancia que estaba más cercana a las escaleras que seguían subiendo era distinta. En su interior había varios compartimentos con bacinillas. Palanganas, y lo más llamativo, una gran bañera de piedra, que daba contra la pared central y de la cual sobresalía el relieve de la chimenea. Este en realidad doblaba por el entretecho, y pasaba por en medio del muro que compartían los dos baños, calentando el agua y estructura de piedra de ambas bañaderas, de modo que sólo hubiera que echar el agua con las chimeneas de los otros pisos encendidas para poder asearse sin enfermarse ni pasar frío.
Algunos estantes de madera con toallones doblados, algunos mohosos y los superiores polvorientos, y un espejo de mediano tamaño colgando de un marco en una de las paredes.
Sin embargo, llegar a esas estancias no era tan simple y fácil como caminar hacia dichas estancias.
Bajo el polvo y la suciedad era difícil entrever los trazos de tinta, incluso imposible en algunos casos, que manchaban el suelo. Las runas se esparcían sobre la roca a intervalos suficientes como para que pudieran obviarse con pequeños saltos a distancia de un humano promedio. No era algo difícil de evitar por su disposición, si no por lo ocultas que habían quedado gracias al abandono del lugar.
La mayoría de ellas rezaban lo mismo. “ήσυχα”, “Quieto” Aquellas palabras adornaban el contorno de varias vadosas, creando pequeñas prisiones, dispuestas a atrapar en su superficie, a petrificar a la incauta criatura que cayera en ellas. Un par de estas, se hallaban ya inoperativas, pues sobre su superficie, algún que otro ratón había encontrado la muerte, quietos y atrapados se habían consumido sobre las losas.
No era la única trampa que esperaba con paciencia unos incautos que habían permanecido ausentes durante décadas. En los márgenes de cada puerta a las escaleras, hilo de red, fino y tenso, muy visible a la luz, pero casi indistinguible en las tinieblas, cruzaba a la altura de las pantorrillas los dos arcos que conducían a las escaleras. En un sencillo mecanismo con baldes, un aceite ya frío aguardaba a caer con baldes sobre aquel incauto que rompiera el cordel al pasar. Si había habido un mecanismo para encender dicho aceite, se había degradado hacía ya el suficiente tiempo como para no dejar rastro.
Si las muchachas tenían que salir a limpiar cada despojo de los antiguos habitantes, que llamara su atención, el viajero sospechaba que poco más ya podían quedarse la torre entera.
Exhaló con lentitud, disfrutando de aquel vicio tan suyo, que ayudaría a que el olor a encierro fuera más soportable para todos, pese a que era mucho más tenue e inocuo que los vapores insanos de los aires de ciudades que probablemente todos habían sufrido en más de una ocasión.
Iltharion alargó el brazo se adentró apenas en aquel pequeño recibidor, y tomó el candelabro con una de sus manos, examinó su manufactura con el ojo de todo un carroñero. Con la diestra, sacudió el polvo de las mechas, de las dos únicas velas que aquel utensilio de tres brazos poseía puertas, pero aún no lo encendió, prefería esperar a que se dispusieran a entrar sus compañeros.
Las respuestas de las chiquillas no se hicieron esperar demasiado. La primera le hizo reír, no con sorna, pero si con algo de gracia ante aquella petición ingenua. -Si todo está así de abandonado, ¿En qué estado crees que estarán las cocinas? - Y, por consiguiente, la mayoría de la comida. El bardo guardaba la esperanza de que hubiese algo de conserva allí dentro que hubiese sobrevivido al tiempo.
La más jovencita, hizo que el elfo encarase una ceja, ante la asunción de que destino les deparaba.
El elfo rumió apenas un instante, y luego se volteó hacia las muchachas. -10 Aeros contra Winny, apuesto a por comida podrida en vez de maravillosa. – Su mirada aguamarina se posó sobre la susodicha mientras ofertaba dicha apuesta, y luego bajó hacia la doncella de lengua mordaz. - Y para la preciosa jovencita de predicciones nefastas, 10 Aeros en contra de tu alguien malo, y a favor de alguien muerto. - Si querían, bien, si no, eran 20 Aeros, no le venía de esa cantidad, aunque no era poca, y, de cualquier modo, no iba a obligar a nadie a apostar, se suponía que era un juego para hacer aquello algo más divertido.
La magia de Windorind logró que el trovador alzara ambas cejas, pues no sabía hasta donde llegaban las artes mágicas de la muchacha de melena oceánica, y por el momento, solo la había visto invocando a aquel golem, y con un reticente Darae.
-¿Alguna otra dote mágica que no sepamos? Podría resultar útil. -Le preguntó a la dueña de aquel hombrecito de fango con la cabeza reluciente.
Iltharion descubrió rápidamente porque windorind había hecho semejante gala de sus poderes, y fue en el tono de su amadrinada, aquel miedo infantil y tan común que parecía aquejar a la joven de melena dorada. La oscuridad.
Sin dejar de fumar con parsimonia se sacó el yesquero del bolsillo, y encendió ambas velas del candelabro que dejo apoyado sobre el mismo mueble del que lo había sacado. Tomó de allí también el farolillo, y limpió los virios vagamente con la mano. Abrió la chirriante puertita del mismo, y, tomando una de las velas ya encendidas, prendió la mecha de a dentro, antes de cerrar la puertita y alzar aquel utensilio de su lugar.
Atusando la mano contra el pantalón, para sacar el polvo adherido a su palma, y con el farolillo encendido en su mano restante, se acercó el trovador a la joven amedrentada por las tinieblas de la torre, y con una sonrisa amable, interrumpida por el canuto que se sostenía entre sus labios, y una inclinación grácil, quedó a la altura de la niña mientras le ofrecía aquel farol por su asa.
-Si te lo atas al equipaje siempre tendrás luz a tu alrededor mientras exploramos la torre. -Le reveló a la joven, aguardando a que lo tomase antes de enderezarse e irse hacia la entrada de aquel misterioso lugar.
Fue en ese momento que el elfo vio estrellarse contra el suelo, ropa de cama polvorienta y de colores claros, así como una especie de cosa peluda que se hundió en el pasto tras rebotar un par de veces. Su mirada se alzó hasta la ventana, donde las cortinas seguían impidiéndole advertir que estaba haciendo la elfa de tez morena, que ahora empezaba a despertar su curiosidad una vez más.
-Me falta el colchón y las almohadas. -Alzó la voz el trovador, haciendo cono con las manos en el rostro, en dirección al ventanal. Cuando vió que estas seguían al resto, decidió apartarse del lugar de impacto, y entrar en el lugar, no fuera que la chica tirase el camastro entero en un arranque.
Iltharion volvió al recibidor, y tomó el candelabro que había dejado abandonado, aunque él no temía a la oscuridad, no tenía especiales ganas de comerse todos los muebles mientras intentaba advertir que era ese lugar, o mejor dicho, para que se usaba, que había dentro, que había ocurrido a sus moradores, y porque, por todos los dioses, no eran capaces de salir de allí.
Sin más preámbulos abrió la segunda puerta, que no ofreció más resistencia que la edad.
Dejó que fuera el golem fue el primero en adentrarse en la habitación, disipando las tinieblas y dejando solo algo de penumbra. El elfo se paseó lentamente por aquel gran comedor. E tacón de sus botas altas repiqueteaba sobre las losas del suelo, mientras el sujeto iba rodeando el contorno de la estancia con atención y curiosidad.
Alzaba el candelabro de forma esporádica, cuando quería ver bien un retrato, o encender alguna de las velas del lugar, y lo bajaba con los muebles, en cuyos vidrios dejaba su huella para poder intuir el contenido de los mismos. Chasqueó la lengua, y soltó el humo por la nariz. Nada que le sirviera.
El elfo se detuvo en la primera de las aldabas. Su mirada ascendió por la cuerda, y por la cadena metálica hasta la estructura llena de velones amarillentos, que aún tenían muchas, muchas horas por delante de fuego si llegaban a encenderse.
-¿Querían luz?.-Giró el rostro por encima de su hombro para ver a sus seguidores, mientras dejaba en el mueble bajo más cercano, el candelabro a la espera de volver a tomarlo.-Pues démosle algo de luz a este lugar.-Tomó el aldabón y le dio un par de golpecitos para que escucharan el retintín metálico, que nada se asemejaba al de sus pendientes.-Que alguien agarre los otros, y me haga una señal, Si los soltamos a la vez, bajamos el bastidor despacio, podremos encender las velas y volver a subirlo, eso debería iluminar mejor la estancia.-Su mirada fue hacia el resto. Eran cuatro, aunque con sostener bien dos si hacían mucha fuerza podían bajarlo bien, había que soltar todos los nudos en las aldabas.
-Fuga. -La mirada del elfo fue hacia la niña, ya que necesitarían de su ayuda en ese menester. -¿Nos hechas una mano?.-Como más fueran, más sencillo sería aquello. Por su mente pasó la imagen de Ere soltando las cuerdas directamente, sin sostenerlas ni nada, para bajar el bastidor, y todos los velones volando por el impacto por la estancia, llenando el lugar de cera seca.
Esperaba no tener que recurrir a esos medios, y que le dieran una mano.
*~~~~~~~*
La puerta de la morena se abrió con estrépito, y el borde de la madera mostró un cerrojo reventado. La puerta batió contra la pared del pasillo, torcida y astillada, y volvió a su lugar, ya nunca cerraría correctamente.
Un pasillo recto cruzaba la mitad de aquel piso, la medialuna correspondiente de esas dos idénticas que, separadas, constituían el tercer piso, y se hallaban incomunicadas entre sí, se mostraba tras la puerta de la habitación, con una escalera descendente por un lado y otra ascendente en su extremo apuesto. Sin embargo, este no discurría pegado a la pared exterior. Como las ventanas se hallaban todas en los cuartos, la penumbra reinaba en aquel corredor, y solo la luz que emergía de la habitación de la elfa, de aquella ventana semi descubierta, ofrecía alguna clase de guía.
El estrecho pasillo poseía a un lado cuatro puertas y tres al otro, la elfa de pelo moreno, se asomaba por la del medio. Una de las hileras, las que daban a la parte exterior de la circunferencia de la torre, tenían ranuras para llaves, aquella que poseía menos entradas.
Las puertas que daban al lado céntrico de la torre estaban abiertas, poseían tras las mismas sales rectangulares, sin ventanas, sencillas.
En su interior unos camastros de madera de tres pisos cada una, con escaleras carcomidas, dejaban entrever unas habitaciones precarias que se usaban estrictamente como dormitorio. Tres por habitación, dos de ellos pegados a cada costado, y uno con el cabezal en el centro de la pared contraria a la puerta. A los pies de las camas y en cada espacio de las paredes, arcones de madera y cuero hacían de depósito para las pertenencias de los antiguos moradores de aquellas estancias.
Estaban vacíos.
Por no tener, las camas no tenían ni sabanas, ni colchas, ni estaban en las paredes las velas que deberían haber ido en los soportes de hierro pegados a los pedazos de muro que se veían entre las diferentes hileras de camastros.
Solo la estancia que estaba más cercana a las escaleras que seguían subiendo era distinta. En su interior había varios compartimentos con bacinillas. Palanganas, y lo más llamativo, una gran bañera de piedra, que daba contra la pared central y de la cual sobresalía el relieve de la chimenea. Este en realidad doblaba por el entretecho, y pasaba por en medio del muro que compartían los dos baños, calentando el agua y estructura de piedra de ambas bañaderas, de modo que sólo hubiera que echar el agua con las chimeneas de los otros pisos encendidas para poder asearse sin enfermarse ni pasar frío.
Algunos estantes de madera con toallones doblados, algunos mohosos y los superiores polvorientos, y un espejo de mediano tamaño colgando de un marco en una de las paredes.
Sin embargo, llegar a esas estancias no era tan simple y fácil como caminar hacia dichas estancias.
Bajo el polvo y la suciedad era difícil entrever los trazos de tinta, incluso imposible en algunos casos, que manchaban el suelo. Las runas se esparcían sobre la roca a intervalos suficientes como para que pudieran obviarse con pequeños saltos a distancia de un humano promedio. No era algo difícil de evitar por su disposición, si no por lo ocultas que habían quedado gracias al abandono del lugar.
La mayoría de ellas rezaban lo mismo. “ήσυχα”, “Quieto” Aquellas palabras adornaban el contorno de varias vadosas, creando pequeñas prisiones, dispuestas a atrapar en su superficie, a petrificar a la incauta criatura que cayera en ellas. Un par de estas, se hallaban ya inoperativas, pues sobre su superficie, algún que otro ratón había encontrado la muerte, quietos y atrapados se habían consumido sobre las losas.
No era la única trampa que esperaba con paciencia unos incautos que habían permanecido ausentes durante décadas. En los márgenes de cada puerta a las escaleras, hilo de red, fino y tenso, muy visible a la luz, pero casi indistinguible en las tinieblas, cruzaba a la altura de las pantorrillas los dos arcos que conducían a las escaleras. En un sencillo mecanismo con baldes, un aceite ya frío aguardaba a caer con baldes sobre aquel incauto que rompiera el cordel al pasar. Si había habido un mecanismo para encender dicho aceite, se había degradado hacía ya el suficiente tiempo como para no dejar rastro.
- trampas:
- Las losas runadas que se pisen inmovilizaran la extremidad que se haya apoyado en ella, y la mantendrán aquello que haya entrado en contacto con la roca pegado a la superficie.
El hilo solo tira una cantidad de aceite suficiente como para bañar a un humano y que sobre para medio mas, esta viscoso y viejo, y bueno, es como el aceite, pegajoso a la piel, e inflamable, pero por hora no hay nada que genere fuego cerca, o a la vista.Si se activa esta ultima, el contenedor de aceite hará mucho ruido al chocar contra el suelo.
Las dos habitaciones contiguas a la por la que ha entrado Eretria están cerradas con llave, así que puede romperse el cerrojo o forzarse, según los conocimientos de cada pj.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
El comentario del bardo hizo que Wind inflara los mofletes a modo de expresar su inconformismo - ¿Quién ha dicho nada de cocinar?... Pero tal vez haya alguna conserva en buen estado…- Refunfuñó aun con el ceño fruncido -Eres demasiado optimista- Contestó la pequeña tras dar su respuesta, haciendo que otro jarro más de agua fría cayera sobre la cabeza de la muchacha. Incluso cuando la elfa trataba de no parecer demasiado crédula, acababa aparentándolo sin querer. Posó la mano libre la dorada cabecita de Fuga y prefirió dejarlo estar, si ella no era la parte optimista de aquel grupo improvisado ¿Quién lo sería? Acabarían todos con pensamientos derrotistas que sólo sirven para mermar la moral de la gente, así que, decidió que seguiría aportando la mayor cantidad de esperanza infantil que pudiera, aunque a veces no tuviera ni siquiera sentido intentarlo.
Wind enarcó una ceja ¿10 aeros si encontraba algo de comida en buen estado? O incluso mejor… ¿20 si además encontraban a alguien con malas intenciones? Una sonrisa asomó por la comisura de sus labios, miró a Fuga y ésta le devolvió la mirada. Pocas veces estaban tan sincronizadas como cuando se trataba de dinero, especialmente si era dinero fácil.
Fuga miró al pelirrojo tratando de descifrar si aquello era una treta ¿Acaso él sabía algo que ellas no? No terminaba de fiarse de aquel hombre, los halagos no ayudaban a que considerara a aquel hombre más veraz, pero su amiga parecía cercana a él, así que confiaba en que fuera buena persona. Con aquella pregunta rondando aun su mente, decidió que aceptaría la apuesta, sabía que aquello sería dinero sencillo de obtener y con 20 aeros podrían dormir en una posada además de cenar algo decente en cuanto salieran del claro, así que movió su cabeza hasta que su mirada se cruzó con la de su amiga, asintió una vez y la sonrisa se ensanchó en la boca de la elfa -Parece que hoy vamos a ganar un buen dinero- Dijo la peliazul con voz cantarina -Aceptamos, las dos- Añadió Fuga sin perder de vista al bardo tratando de demostrar que realmente iban en serio.
Aquella pequeña apuesta que parecía haber surgido de una idea pasajera, se convirtió rápidamente en una de las mejores cosas que les había pasado durante el día, justo después de haber encontrado las capas de tela cara.
La reacción del pelirrojo maduro hizo que Wind se riera suavemente, sabía que esa habilidad nunca se la había conocido el trovador, pero en realidad era la pequeña Fuga quien le había enseñado semejarte magia -Quién sabe, contarlo todo ahora no tendría diversión- Respondió tratando de sonar enigmática y callándose alguna que otra respuesta más graciosa, pero también más basta que no consideraba apta para los oídos de la pequeña.
La licántropa miraba a la peliazul sin comprender del todo a que se refería, sabía que no le quedaban habilidades, al menos no que pudieran resultar útiles en aquella situación así que ¿Por qué alardear de algo que no posee? ¿Acaso trataba de sonar interesante? Había veces en las que realmente, la pequeña no terminaba de comprender a su amiga y, como ya comenzaba a ser costumbre, decidió contestar con más precisión, pero dejando que, por una vez, su ego quedara más o menos indemne… o eso consideró ella -Si las tiene, serán pocas- A este ritmo, la elfa acabaría llorando en una esquina de la torre mientras trataba de recomponer su maltrecho ego.
Parecía que habían comprendido aquella situación y con un ligero suspiro de alivio sonrió mientras acariciaba la cabellera de su pequeña amiga.
Fuga miró a Iltharion con cierta desconfianza. Era un hecho claro y observable que no le gustaban los desconocidos, especialmente los desconocidos varones y si además trataban de conquistarla con zalamerías, menos. A pesar de aquellas reticencias, estaba decidida a confiar en aquellos elfos, creía que eran buenas personas y además, le parecía que tenían unas personalidades tan extrañas y exageradas como su amiga. Con todo aquello rondando su pequeña cabecita, cogió el farol sin perder de vista el rostro del elfo -Gracias- El tono neutro volvió a su voz en cuanto se vio con la capacidad de eliminar la penumbra que inundaba la torre, ahora podía volver a estar tranquila.
Mientras el bardo volvía a salir fuera, Wind aprovechó para colocar la lámpara en su sitio -A ver…- Se colocó de rodillas llenándose las mismas de polvo y con una sonrisa terminó de enganchar la luz en la bolsa de Fuga -Ya está- Observó a la pequeña un instante y una mirada que la licantropa temía tanto como la oscuridad, apareció en su rostro. -Es que eres tan adorable…- Exclamó la elfina mientras se lanzaba sobre la rubia para abrazarla con fuerza, olvidando a cualquiera que realmente pudiera ver aquella escena.
Rodeó su cuerpo con los brazos y restregó su rostro unas cuantas veces en las mejillas de la pequeña y dejó en ellas unos cuantos besos, sin perder la sonrisa bobalicona que aparecía en sus labios cada vez que la miraba tan de cerca -Para... no me gusta- Dijo la pequeña mientras trataba de zafarse de aquel abrazo, moviendo el rostro tan lejos como era capaz de la elfa -Oh, venga, si sabes qu…- No llegó a terminar la frase cuando unos golpes amortiguados llegaron hasta ellas para, acto seguido, escuchar a Iltharion gritar algo sobre unas almohadas. Se miraron entre ellas y movieron sus ojos hasta la entrada de la torre sin saber muy bien que acababa de ocurrir, les pareció ver algo parecido a una colcha en el suelo, pero no estaban seguras y, siendo la elfa exótica la que estaba allí arriba, aquello que habían visto lo mismo podría haber sido el cadáver de algún desafortunado morador de la torre.
Quedaron en aquella posición hasta que el bardo volvió a entrar en la salita. Le miraron apenas un instante, Wind carraspeó un par de veces a la vez que se enrojecía ligeramente y se levantaba del suelo al recordar que aquella escena, para quien no estaba acostumbrado, podría resultar, como poco, extraña -E-Eh…- Se rascó la nuca y decidió que el silencio sería mejor que cualquier extraña explicación que diera. Fuga miró a los allí presentes, a ellos también les parecía raro ¿Verdad? La elfa era demasiado efusiva y cariñosa y, aunque en privado no le molestaba demasiado, cuando había más gente resultaba ligeramente vergonzoso. Después de aquello, volvieron a dar la mano e indicó la siguiente puerta con la mano -Por favor…- Como si fuera la ama de llaves de un castillo, invitó a cualquiera a que abriera la puerta para, acto seguido, seguirlos y entrar a la siguiente sala.
La sala estaba cubierta de polvo y telarañas tal y como había sido la habitación anterior. Era bastante grande, llena de cuadros que los observaban y la hacían estremecer -No me gusta este sitio…- Murmuró la elfa mientras seguía examinando el salón con detenimiento. Caminaron paseando entre las mesas, mirando los cuadros y, por qué no decirlo, buscando más objetos que les proporcionaran algo de dinero. Los aparadores estaban llenos de vajillas y cristalería, eso no podrían transportarlo hasta el siguiente poblado, pero aunque lo lograran, tampoco les daría el dinero suficiente como para que el trayecto saliera rentable.
Mientras las muchachas examinaban una de las cómodas la voz del bardo resonó por toda la estancia haciendo que Fuga levantara la cabeza instantemente - ¿Luz? - Siguieron con la mirada la cuerda metálica y vieron aquella lámpara colgando en el techo -Eso sí que dará una buena iluminación- Comentó Wind sonriente a la vez que se acercaban hacia el aldabón que estaba en frente de la del bardo -Creo que puedo sujetar una de las cuerdas… más o menos- Murmuró la muchacha mientras miraba la lámpara sin mucho entusiasmo.
Fuga miró al pelirrojo maduro cuando éste la nombró y asintió cuando le pidió ayuda -No tengo mucha fuerza… pero puedo intentarlo- Dijo a la vez que se acercaba a otra de las cadenas que sujetaban la lámpara. El golem quedó en medio de la sala, pero a distancia suficiente para que, si la estructura de madera caía, no lo hiciera encima de la mole de arcilla. - ¡Ya! - Exclamó la elfa a viva voz, al mismo tiempo que comenzaba a soltar el enganche despacio. -Ya- Dijo la pequeña a voz en grito pero con su habitual neutralidad y confiaban en que los demás, estuvieran haciendo lo mismo o sino aquella rueda de madera acabaría rota contra el suelo.
Wind enarcó una ceja ¿10 aeros si encontraba algo de comida en buen estado? O incluso mejor… ¿20 si además encontraban a alguien con malas intenciones? Una sonrisa asomó por la comisura de sus labios, miró a Fuga y ésta le devolvió la mirada. Pocas veces estaban tan sincronizadas como cuando se trataba de dinero, especialmente si era dinero fácil.
Fuga miró al pelirrojo tratando de descifrar si aquello era una treta ¿Acaso él sabía algo que ellas no? No terminaba de fiarse de aquel hombre, los halagos no ayudaban a que considerara a aquel hombre más veraz, pero su amiga parecía cercana a él, así que confiaba en que fuera buena persona. Con aquella pregunta rondando aun su mente, decidió que aceptaría la apuesta, sabía que aquello sería dinero sencillo de obtener y con 20 aeros podrían dormir en una posada además de cenar algo decente en cuanto salieran del claro, así que movió su cabeza hasta que su mirada se cruzó con la de su amiga, asintió una vez y la sonrisa se ensanchó en la boca de la elfa -Parece que hoy vamos a ganar un buen dinero- Dijo la peliazul con voz cantarina -Aceptamos, las dos- Añadió Fuga sin perder de vista al bardo tratando de demostrar que realmente iban en serio.
Aquella pequeña apuesta que parecía haber surgido de una idea pasajera, se convirtió rápidamente en una de las mejores cosas que les había pasado durante el día, justo después de haber encontrado las capas de tela cara.
La reacción del pelirrojo maduro hizo que Wind se riera suavemente, sabía que esa habilidad nunca se la había conocido el trovador, pero en realidad era la pequeña Fuga quien le había enseñado semejarte magia -Quién sabe, contarlo todo ahora no tendría diversión- Respondió tratando de sonar enigmática y callándose alguna que otra respuesta más graciosa, pero también más basta que no consideraba apta para los oídos de la pequeña.
La licántropa miraba a la peliazul sin comprender del todo a que se refería, sabía que no le quedaban habilidades, al menos no que pudieran resultar útiles en aquella situación así que ¿Por qué alardear de algo que no posee? ¿Acaso trataba de sonar interesante? Había veces en las que realmente, la pequeña no terminaba de comprender a su amiga y, como ya comenzaba a ser costumbre, decidió contestar con más precisión, pero dejando que, por una vez, su ego quedara más o menos indemne… o eso consideró ella -Si las tiene, serán pocas- A este ritmo, la elfa acabaría llorando en una esquina de la torre mientras trataba de recomponer su maltrecho ego.
Parecía que habían comprendido aquella situación y con un ligero suspiro de alivio sonrió mientras acariciaba la cabellera de su pequeña amiga.
Fuga miró a Iltharion con cierta desconfianza. Era un hecho claro y observable que no le gustaban los desconocidos, especialmente los desconocidos varones y si además trataban de conquistarla con zalamerías, menos. A pesar de aquellas reticencias, estaba decidida a confiar en aquellos elfos, creía que eran buenas personas y además, le parecía que tenían unas personalidades tan extrañas y exageradas como su amiga. Con todo aquello rondando su pequeña cabecita, cogió el farol sin perder de vista el rostro del elfo -Gracias- El tono neutro volvió a su voz en cuanto se vio con la capacidad de eliminar la penumbra que inundaba la torre, ahora podía volver a estar tranquila.
Mientras el bardo volvía a salir fuera, Wind aprovechó para colocar la lámpara en su sitio -A ver…- Se colocó de rodillas llenándose las mismas de polvo y con una sonrisa terminó de enganchar la luz en la bolsa de Fuga -Ya está- Observó a la pequeña un instante y una mirada que la licantropa temía tanto como la oscuridad, apareció en su rostro. -Es que eres tan adorable…- Exclamó la elfina mientras se lanzaba sobre la rubia para abrazarla con fuerza, olvidando a cualquiera que realmente pudiera ver aquella escena.
Rodeó su cuerpo con los brazos y restregó su rostro unas cuantas veces en las mejillas de la pequeña y dejó en ellas unos cuantos besos, sin perder la sonrisa bobalicona que aparecía en sus labios cada vez que la miraba tan de cerca -Para... no me gusta- Dijo la pequeña mientras trataba de zafarse de aquel abrazo, moviendo el rostro tan lejos como era capaz de la elfa -Oh, venga, si sabes qu…- No llegó a terminar la frase cuando unos golpes amortiguados llegaron hasta ellas para, acto seguido, escuchar a Iltharion gritar algo sobre unas almohadas. Se miraron entre ellas y movieron sus ojos hasta la entrada de la torre sin saber muy bien que acababa de ocurrir, les pareció ver algo parecido a una colcha en el suelo, pero no estaban seguras y, siendo la elfa exótica la que estaba allí arriba, aquello que habían visto lo mismo podría haber sido el cadáver de algún desafortunado morador de la torre.
Quedaron en aquella posición hasta que el bardo volvió a entrar en la salita. Le miraron apenas un instante, Wind carraspeó un par de veces a la vez que se enrojecía ligeramente y se levantaba del suelo al recordar que aquella escena, para quien no estaba acostumbrado, podría resultar, como poco, extraña -E-Eh…- Se rascó la nuca y decidió que el silencio sería mejor que cualquier extraña explicación que diera. Fuga miró a los allí presentes, a ellos también les parecía raro ¿Verdad? La elfa era demasiado efusiva y cariñosa y, aunque en privado no le molestaba demasiado, cuando había más gente resultaba ligeramente vergonzoso. Después de aquello, volvieron a dar la mano e indicó la siguiente puerta con la mano -Por favor…- Como si fuera la ama de llaves de un castillo, invitó a cualquiera a que abriera la puerta para, acto seguido, seguirlos y entrar a la siguiente sala.
La sala estaba cubierta de polvo y telarañas tal y como había sido la habitación anterior. Era bastante grande, llena de cuadros que los observaban y la hacían estremecer -No me gusta este sitio…- Murmuró la elfa mientras seguía examinando el salón con detenimiento. Caminaron paseando entre las mesas, mirando los cuadros y, por qué no decirlo, buscando más objetos que les proporcionaran algo de dinero. Los aparadores estaban llenos de vajillas y cristalería, eso no podrían transportarlo hasta el siguiente poblado, pero aunque lo lograran, tampoco les daría el dinero suficiente como para que el trayecto saliera rentable.
Mientras las muchachas examinaban una de las cómodas la voz del bardo resonó por toda la estancia haciendo que Fuga levantara la cabeza instantemente - ¿Luz? - Siguieron con la mirada la cuerda metálica y vieron aquella lámpara colgando en el techo -Eso sí que dará una buena iluminación- Comentó Wind sonriente a la vez que se acercaban hacia el aldabón que estaba en frente de la del bardo -Creo que puedo sujetar una de las cuerdas… más o menos- Murmuró la muchacha mientras miraba la lámpara sin mucho entusiasmo.
Fuga miró al pelirrojo maduro cuando éste la nombró y asintió cuando le pidió ayuda -No tengo mucha fuerza… pero puedo intentarlo- Dijo a la vez que se acercaba a otra de las cadenas que sujetaban la lámpara. El golem quedó en medio de la sala, pero a distancia suficiente para que, si la estructura de madera caía, no lo hiciera encima de la mole de arcilla. - ¡Ya! - Exclamó la elfa a viva voz, al mismo tiempo que comenzaba a soltar el enganche despacio. -Ya- Dijo la pequeña a voz en grito pero con su habitual neutralidad y confiaban en que los demás, estuvieran haciendo lo mismo o sino aquella rueda de madera acabaría rota contra el suelo.
Windorind Crownguard
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
Inspiré en profundidad hasta colmar ambos pulmones, fueron suficiente unos tres pasos hacia atrás y un vigor incalculable en contra de la madera mustia, las bisagras se doblaron y la madera astillada cedió hacia los pasillos de la torre. Mas allá de la claridad del ventanal soy hay oscuridad, siquiera se diferencian posibles sombras de algún que otro mueble en la lejanía, todo un enigma que pinta cual mal augurio, nadie en su sano juicio recorrería un lugar que no es suyo a oscuras, pero claro, como estoy desquiciada, yo sí. Con ambas palmas aferradas al arco de la puerta hecha añicos saqué la cabeza, en esta habitación no encontré nada de valor ni que fuese sospechoso, sin embargo y al tener en cuenta lo bien cerrada que estaba la puerta central, algo huele mal. Antes de salir por completo agarré la silla mecedora, en cuanto la levanté de la superficie pedruzca chirrió estrepitosa pronunciando el final de su ciclo.
Nuevamente en la puerta la lance con fuerzas hacia uno de los pasillos, formando un estruendo para nada disimulado, la madera estalló y a mis oídos no llegaron ningún tipo de sonido que fuese mecánico, trampas o flechas que surcasen lo estrecho. Cruzada de brazos sopesé la idea de seguir lanzando cosas hasta estar completamente segura o arriesgarme, opté por la segunda opción y sin seguir un orden preferí tantear como base lo que está en frente de la habitación en donde estoy ubicada, más que nada para aprovechar los rayos que sobresalgan. Las puertas centricas están abiertas y con sumo cuidado y en puntillas voy moviéndome, la primera en verificar fue una rectangular, vacía de inmobiliario y seguramente compartida por varios sujetos, no tiene un toque recatado como la antigua y los catres están exentos de colchas.
Dando pasos cortos y con los brazos estirados recorro la habitación a ciegas, aparentemente la poca luminosidad es suficiente para resaltar la mayoría de catres y los cofres, cual fue mi sorpresa al revisarlos y encontrarme tan sólo como moléculas de polvo. Sin tiempo que perder proseguí pegada a la pared hacia las escaleras que ascienden, aunque correctamente eso yo no lo sé. Por inercia me detuve, como si el instinto me negase a que siguiese ese camino, y cual animal astuto regresé poco a poco hacia la claridad de la habitación con la ventana destrozada. Otra vez en su interior cavilé, las de enfrente no tienen buena pinta, tocará probar con las que están a los laterales, seguramente sean como ésta y posiblemente alguna sea de un hombre robusto y con aficiones similares a las mías.
¿Qué tal unas hachas o un buen par de cuchillos de caza? Sonriente partí entre la oscuridad hasta que entre caricias sobre los pedruscos llegué a la tersidad de la madera, con los dedos fui bajando hasta afianzarme al pomo que como no, no se abrió. Me separé y bruta intento forzarla, pero no cede, cierto es que no usé mucha fuerza pues en medio del proceso caí en que podría ser una trampa, capaz me estalla en todo el gesto y salgo de aquí empapada en mi propia sangre. Así pues saqué de la valija la tela con las agujas, me costó unos minutos dar con la mínima abertura por donde infiltrar una de ellas y por fin hallada, la removí par de veces y el maldito cerrojo se bufó de mis actos, manteniéndose intacto. ─ Venga, vamos, joder. ─ El proceso lo repito y sin frutos ante mis esfuerzos rugí fiera, dándole un puñetazo a la puerta que trajo consigo que me clavase la aguja en el dedo índice. Chillé y en el interior de mi boca lo humedezco con el ceño fruncido, el aire comienza a escapar de mi cuerpo por las fosas nasales, una señal de impaciencia que da pie a la desesperación de que mis manos sean el arma que destruya el cierre de la puerta, sin embargo y con cierta resolución le dí una última oportunidad antes de derribarla como derribé la contraria.
El alfiler penetró en el hueco y siendo demasiado fino agarré una segundo y juntos fueron movidos de derecha hacia izquierda hasta que un "clac" me supo a gloria, el sudor que perla mi frente lo quito con el dorso de la mano mientras un suspiro victorioso surca el ambiente del torreón. No giré el pomo, las agujas las retiro con lentitud y adherida a la pared contigua de la puerta tomé una gran bocanada de aire, aferrada al manillar y en un ademán raudo lo giro primero hacia un lado y luego hacia adentro. La mano no tarda ni dos segundos en ser retirada y mi cuerpo lo protegí con los brazos. ¿Nada? Nada, el que no se vea una puta mierda me enerva y hace que la sangre hierva bajo mis venas, en un momento así y sin venir mucho a cuento recuerdo los mentolados del bardo en medio del invierno, más bien el cómo los encendía y lo bien que me vendría ahora mismo.
─ ¡¡¡IIILTHARIIOONN!!! ─ La garganta se me seca y pobre de ella, que aún no he acabado de vociferar.─ ¡¡SUBE AHORA MISMO, QUE NO VEO UNA MIERDA!! ─ El asunto persiste en si puede oírme, en si se puede subir o si se puede bajar, pero como no me faltan pelotas terminé corriendo hacia el interior del innovador cuarto y darme de bruces con una de las ventanas, la primera me costó varios cráneos en pleno vuelo aéreo pero ésta la destrocé de un codazo sin protección. La luz entró con suma velocidad y antes de voltear la silueta observé el exterior de la torre, nada extraño ni sujetos que se acerquen por la foresta. Con todo correcto y sin respuesta por parte del elfo, que si me oyó y contestó no escuché su voz decidí examinar la estancia que espero que tenga algo de tasación, al menos un joyero o una prenda de calidad que pueda vender o incluso probarme.
Nuevamente en la puerta la lance con fuerzas hacia uno de los pasillos, formando un estruendo para nada disimulado, la madera estalló y a mis oídos no llegaron ningún tipo de sonido que fuese mecánico, trampas o flechas que surcasen lo estrecho. Cruzada de brazos sopesé la idea de seguir lanzando cosas hasta estar completamente segura o arriesgarme, opté por la segunda opción y sin seguir un orden preferí tantear como base lo que está en frente de la habitación en donde estoy ubicada, más que nada para aprovechar los rayos que sobresalgan. Las puertas centricas están abiertas y con sumo cuidado y en puntillas voy moviéndome, la primera en verificar fue una rectangular, vacía de inmobiliario y seguramente compartida por varios sujetos, no tiene un toque recatado como la antigua y los catres están exentos de colchas.
Dando pasos cortos y con los brazos estirados recorro la habitación a ciegas, aparentemente la poca luminosidad es suficiente para resaltar la mayoría de catres y los cofres, cual fue mi sorpresa al revisarlos y encontrarme tan sólo como moléculas de polvo. Sin tiempo que perder proseguí pegada a la pared hacia las escaleras que ascienden, aunque correctamente eso yo no lo sé. Por inercia me detuve, como si el instinto me negase a que siguiese ese camino, y cual animal astuto regresé poco a poco hacia la claridad de la habitación con la ventana destrozada. Otra vez en su interior cavilé, las de enfrente no tienen buena pinta, tocará probar con las que están a los laterales, seguramente sean como ésta y posiblemente alguna sea de un hombre robusto y con aficiones similares a las mías.
¿Qué tal unas hachas o un buen par de cuchillos de caza? Sonriente partí entre la oscuridad hasta que entre caricias sobre los pedruscos llegué a la tersidad de la madera, con los dedos fui bajando hasta afianzarme al pomo que como no, no se abrió. Me separé y bruta intento forzarla, pero no cede, cierto es que no usé mucha fuerza pues en medio del proceso caí en que podría ser una trampa, capaz me estalla en todo el gesto y salgo de aquí empapada en mi propia sangre. Así pues saqué de la valija la tela con las agujas, me costó unos minutos dar con la mínima abertura por donde infiltrar una de ellas y por fin hallada, la removí par de veces y el maldito cerrojo se bufó de mis actos, manteniéndose intacto. ─ Venga, vamos, joder. ─ El proceso lo repito y sin frutos ante mis esfuerzos rugí fiera, dándole un puñetazo a la puerta que trajo consigo que me clavase la aguja en el dedo índice. Chillé y en el interior de mi boca lo humedezco con el ceño fruncido, el aire comienza a escapar de mi cuerpo por las fosas nasales, una señal de impaciencia que da pie a la desesperación de que mis manos sean el arma que destruya el cierre de la puerta, sin embargo y con cierta resolución le dí una última oportunidad antes de derribarla como derribé la contraria.
El alfiler penetró en el hueco y siendo demasiado fino agarré una segundo y juntos fueron movidos de derecha hacia izquierda hasta que un "clac" me supo a gloria, el sudor que perla mi frente lo quito con el dorso de la mano mientras un suspiro victorioso surca el ambiente del torreón. No giré el pomo, las agujas las retiro con lentitud y adherida a la pared contigua de la puerta tomé una gran bocanada de aire, aferrada al manillar y en un ademán raudo lo giro primero hacia un lado y luego hacia adentro. La mano no tarda ni dos segundos en ser retirada y mi cuerpo lo protegí con los brazos. ¿Nada? Nada, el que no se vea una puta mierda me enerva y hace que la sangre hierva bajo mis venas, en un momento así y sin venir mucho a cuento recuerdo los mentolados del bardo en medio del invierno, más bien el cómo los encendía y lo bien que me vendría ahora mismo.
─ ¡¡¡IIILTHARIIOONN!!! ─ La garganta se me seca y pobre de ella, que aún no he acabado de vociferar.─ ¡¡SUBE AHORA MISMO, QUE NO VEO UNA MIERDA!! ─ El asunto persiste en si puede oírme, en si se puede subir o si se puede bajar, pero como no me faltan pelotas terminé corriendo hacia el interior del innovador cuarto y darme de bruces con una de las ventanas, la primera me costó varios cráneos en pleno vuelo aéreo pero ésta la destrocé de un codazo sin protección. La luz entró con suma velocidad y antes de voltear la silueta observé el exterior de la torre, nada extraño ni sujetos que se acerquen por la foresta. Con todo correcto y sin respuesta por parte del elfo, que si me oyó y contestó no escuché su voz decidí examinar la estancia que espero que tenga algo de tasación, al menos un joyero o una prenda de calidad que pueda vender o incluso probarme.
Eretria Noorgard
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
Una sonrisa encantadora, de truhan y timador, se esbozó en la faz del bardo quien creía tener todas las de ganar consigo, y la suficiente astucia como para dejar una derrota en empate y no perder ni uno solo de los Aeros que abultaban su bolsillo, tal y como había hecho tantas veces. No por mal perdedor, si no por embustero.
Una sonora y breve carcajada sacudió los hombros del bardo, e hizo temblar el canuto entre sus labios, ante aquel intento de Widnorind de hacerse la misteriosa, que había sido truncado de forma magistral por su ahijada.
Iltharion exhalo lentamente, mientras miraba a la pequeña con aprobación, parecía ser de esos mocosos que le caían simpáticos en vez de generarle hastió, y por un momento cruzó el fugaz pensamiento, que se parecía un poco más a él que su propio bastardo por el momento, quien se veía bastante más ingenuo e introvertido, y más ducho en afilar sus flechas que su lengua.
Cuando el elfo dejó de gritar tonterías a la ventana, y se volteó captando los resquicios de la escena que se había perdido, con Windorind como una madre cariñosa y pesada, y la niñita con el moflete sonrosado de los cariños que su cuidadora le había propiciado, encaró ambas cejas por aquel escenario, y sonrió ampliamente al ver a la joven algo apurada por su descuido. En cuanto a la niña parecía estar buscando cierta complicidad con la mirada, que solo logró hacer que riera con brevedad y de forma sesgada, dejando salir apenas aquel ruido entre sus dientes.
Ya dentro de aquel salón, Windorind encontró rápidamente a que se refería, y tanto ella como la pequeña, se posicionaron a la espera en sus respectivas aldabas. Faltando una para llegar a las cuatro, Iltharion soltó por completo una de las cuerdas, haciendo que esta se escurriese casi hasta el extremo, y la ató allí rápidamente, sin dedicarle mucho tiempo.
El bastidor quedo torcido, y no cayó más porque seguía sujeto por los tres extremos restantes, pero era notable que de quedar solo dos, se habría descolgado del todo de una de las mitades, y habría resultado mucho más complejo bajarlo.
El elfo se detuvo ante la aldaba pertinente, se acomodó bien el cigarro entre los dientes, y enrollo una de sus manos haciendo un par de vueltas en uno de los extremos de la cuerda, que luego enrollo por su antebrazo. Apoyó la bota en la pared, para hacer contrapeso con el propio, y de ese modo facilitarles más la tarea a las muchachas, no tenía intención de causar ningún destrozo.
Solo entonces soltó el nudo, para enrollarse el final de la cuerda rápidamente en la otra mano, y a la señal de las jóvenes, empezó a dejar que la cuerda discurriera suavemente por sus extremidades, lenta para que la fricción no le quemase la ropa ni le rompiera la misma.
-Basta. -La voz del bardo se hizo oír con eco en la sala, cuando el bastidor quedo a poca más distancia que metro y medio por encima de la mesa central. Entonces volvió a anudar la cuerda en su aldabón correspondiente, con destreza. Se notaba que era ducho en el manejo de las cuerdas.
Se movió hacia aquella aldaba que había dejado abandonada, atándola correctamente en su sitio, y una vez tuvo esas dos afirmadas a la misma altura, para que el bastidor no quedara torcido, se encaminó hacia la pared contraria donde aguardaban las muchachas, a ayudarlas con sus nudos, y asegurarse que ninguno de ellos se soltara.
-Listo preciosas, muchas gracias. - Hizo una inclinación algo teatral mientras se separaba del muro, y cruzó la estancia hacia el mueble, caminando en línea recta, subiendo por las banquetas hasta las mesas, y bajando de las mismas con destreza y soltura, como si fueran puentes en un camino.
Sacó del bolsillo su yesquero, y cuando hizo cumbre en la mesa del medio, se inclinó hacia el bastidor y empezó a prender una a una las velas de aquella gigante circunferencia de madera.
La luz empezó a inundar aquel lugar. Probablemente si subían a mayor altura el bastidor, esta llegaría a todos los rincones de la sala, pero incluso tal y como estaba poco más de dos metros del suelo, ya era más que suficiente para alejar las tinieblas y no chocar por accidente con aquello que los alumbraba, incluso para el bardo.
Un estruendo llegó a los oídos del elfo, y probablemente al de todos los presentes, como un golpe cuyo eco llegó lejano a la estancia, algo romperse, o chocar con violencia, cuyo origen era, incuestionablemente, la elfa que les faltaba.
El pelirrojo se pasó la mano por la cara, y chasqueó la lengua. Alejó entre sus dedos el canuto de los labios, soltando lentamente el humo, y se bajó de la mesa para volver a examinar la estancia, por lo menos ese salón no lo rompería Eretria, o no tan temprano.
No demoro en quedar en frente de la chimenea de piedra, a la que aún le quedaban algunos leños cercanos, no era una mala idea para alejar el frio húmedo de aquella construcción de gruesos muros, impenetrables por el sol, y si no les servía ahora, por lo menos a la noche agradecerían que la tibieza se hubiera adueñado de la piedra.
Se hallaba el sanador meditando ante la posibilidad de encender aquel fuego de antemano, o guardar la leña para más tarde, cuando su nombre resonó con una claridad inusitada en el eco que llegaba desde las escaleras que subían por la torre, y en un volumen que solo podía resultar de la elfa de tez de turmalina gritando cual desquiciada.
Iltharion se acercó hasta el hueco de las escaleras, e hizo un cuenco entre sus manos, para que su voz quedara clara, antes de responder a voz de grito, para que le llegara a la joven su mensaje.
-¿Me has visto pinta de caballero andante?. – Respondió con un tono jocoso, a esa petición de socorro, y le dio a su canuto otra calada. Pero en escasos segundos, considero los pros y los contras de dejar a la elfa, sola a oscuras y enfadada, y volvió a asomarse por la negrura para añadir.
-Ahora subo. – Le aclaró para evitar que entrara en un frenesí furioso o asesino, como ya le había observado.
El bardo cruzó el salón, y se adueñó del candelabro, luego, con las mismas zancadas se dirigió hacia las escaleras que conducían tanto a la cumbre como a las entrañas de aquel magno edificio.
-Si ocurre algo, ya habéis visto. -Señalo hacia la negrura. - Pegad un grito por las escaleras. – Y sin más preámbulo subió por las mismas.
Con la tenue luz de las velas, ascendió en el ms profundo silencio, con solo el eco de sus pisadas como compañero. Llego al segundo piso y empujo la puerta, sin detenerse, ni prestar atención a las sombras que generaba la tenue luz del candelabro, siguió avanzando, solo buscando una puerta para seguir ascendiendo, cuando en un giro en busca de dicha entrada, se topó cara a cara con una figura humana.
Su aliento se cortó, y del susto dio un traspiés que cayó de culo. El candelabro rodo por el suelo con estrépito metálico, y no se apagaron las dos velas de milagro. Con el corazón dado un vuelco, y la aún más ínfima luz de la vela tumbada que había sobrevivido al batacazo, Iltharion soltó improperios varios.
Tras la ascensión, una puerta sencilla de pino se encontraba cerrada. La manija de plata, con un sencillo tallado con los bordes de concha marina estaba enverdecida por el óxido, pero no tan carcomida como para que no pudiera usarse, de hecho, apenas emitía un pequeño chirrido al moverse, y la puerta se abría con una suavidad que no habían tenido el resto de entradas.
La escalera no seguía subiendo, haciendo imprescindible adentrarse en esa planta si se quería acceder a los pisos superiores.
Como el resto de pisos, unas tinieblas impenetrables reinaban en aquella estancia sin luz, el último piso sin ventanas si se seguía ascendiendo en la estructura.
El polvo en aquella sala era una capa fina, no tan espesa como en el piso de abajo, pero presente sobre cada superficie, ocultando los materiales y los colores a simple vista, y a todo aquel que no despejara las superficies con la mano, un trapo, o soplando para levantar una espesa humareda que haría toser a cualquiera lo suficientemente cercano.
Era una sala grande, no tanto como el salón, pero de considerable tamaño.
Las paredes estaban forradas de paneles de madera oscura hasta la altura de la cintura, y cada metro y medio un tirante de la misma subía hasta el suelo. El espacio entre dichos paneles estaba forrado por una tela gruesa, de color vino, tan raída que en algunos lados se veía la roca de la construcción que había detrás.
El suelo poseía varias alfombras, de tonos rojizos y verdes oscuros, la naturaleza predominaba en esos motivos, pero no dejaban de ser geométricas, simétricas y de un diseño minucioso, así como tampoco dejaban de estar estropeadas.
Varios bastidores redondos, para cuatro velas, colgaban del techo, con sus gruesas cuerdas a mano en sus aldabones en los tirantes de las paredes, casi todas aún tenían vela suficiente como para volver a dar la luz originaria a esa estancia.
En el centro de la misma, subiendo por el mismo lugar en donde había el hogar en el piso de abajo, se mostraba una chimenea con doble fondo, uno que se unía con el tubo de la otra chimenea a la mitad de su ascenso mezclando sus humos, cuando los hubiera.
Más pequeña, pero también más trabajada. Su marco era una mezcla de madera de Nein bordada por tiras de mármol rojo, y tenía una rejilla de hierro forjada con motivos florales ante un lecho en el que no había ni leños, y no más que los restos de un puñado de cenizas.
Sobre el hogar, un jarrón de vidrios escarlatas contenía los restos mustios y descompuestos de lo que antaño habría sido un manojo de flores decorativas, que se adherían completamente deshidratadas y oscurecidas al recipiente carente de agua.
En el lateral de la chimenea, una pila de calentadores de cama, esperaban ociosos bajo el polvo y las telarañas.
El mobiliario se repetía una vez tras otra. Banquetas de madera con respaldos y reposabrazos, forradas con cojines hinchados de plumón, pero tan polvorientos como el resto de cosas. Bordados con hilos de los más diversos tipos, y con bordes llenos de puntillas y flecos, recubrían no solo casi por entero la estructura de madera, sino que también reposaban, en diversas formas sobre aquellos sofás. Redondos, tubulares, cuadrados y aún más exóticos estaban dispersos por los asientos y divanes de toda la habitación.
Pequeñas mesas bajas de madera, o de bordes de acero con planchas de cristales los acompañaban. Encima de los mismos, veladores y candelabros se erguían al lado de pilas de libros, o tinteros cerrados, plumas de escribir inservibles, o restos de lacre.
Pero si había algo que realmente llamaba la atención de aquel lugar, eran algunas siluetas humanas, completamente inmóviles. Como si se hubieran quedado congeladas en el lugar al empezar a aparecer la luz.
Dedicándose a labores cuotidianas del lugar, algunas leían con un libro de verdad entre las manos, otras sostenían plumas caídas o pergaminos degradados, y se dedicaban a la lectura, o simplemente se hallaban tumbadas descansando, como si hablaran entre sí. Lo más particular de todo es que eran de piedra, todo, completamente, su pelo, sus togas largas y tan parecidas que casi parecían un uniforme, las manos, sus gestos, no solo estaban petrificados, si no que eran de roca hasta la medula, estatuas sumamente realistas, que parecían tan abandonadas como la torre misma, e ilustraban un pasado ya muy lejano.
No eran muchas las estatuas, pero su minuciosidad, el detalle con el que se habían hecho hasta las arrugas de los ojos, o las venas de las manos, o el hueco vacío de la pupila, que le daba realismo a sus miradas, daba escalofríos desde el alma.
Eran tres mujeres, y dos hombres, todos jóvenes, y diferentes entre si.
Al otro lado de la estancia había dos puertas, las dos tenían tras de sí escaleras ascendentes, y como la anterior, bordeaban el contorno de la torre en su subida, cada una por uno de los flancos.
Sin embargo, todos aquellos detalles permanecían ocultos en las tinieblas, pues la carencia de ventanas, y de luces encendidas, sumían aquella sala en una oscuridad densa e inquebrantarble solo con la mirada.
La estancia en la que estaba parada la elfa de tez morena era una habitación casi rectangular, a excepción de la pared que daba al exterior de la torre, donde se veía una gran ventana, con los cristales cubiertos de polvo que dejaban pasar la luz de forma tenue, permitiendo ver la estancia. Ahora rota, y a cuyos pies, yacían lo pedazos de cristales sucios y opacos.
La pared de piedra vista se erguía así a partir de la cadera, hasta esa altura, era madera de sapelli la que recubría los muros, con un reborde tallado con filigranas redondeadas y suaves, como si fueran ondas.
El suelo estaba casi todo recubierto por completo por una gruesa y mullida alfombra, de un bordó intenso, cuya vividez se veía paliada por la capa de polvo y suciedad generalizada.
Los muebles estaban hechos de madera de cerezo, que el barniz había preservado del deterioro y aún seguía mostrando un tono rosado pálido, característico de ese material concreto.
Parecía haberse encargado a la vez el juego entero de muebles.
Contra una de las paredes laterales, estaba la cama. A una la altura de los muslos, pues la parte baja de la misma exhibía unos cajones con asas de cobre.
El colchón de plumón se hallaba cubierto por unas sábanas de byssus, de color blanco, con flores carmesíes y diminutas bordadas con esmero.
Del cabezal de la cama, así como de sus pies, salían cuatro columnas de madera que terminaban en un bastidor cubierto de tela. Esta misma, translucida, caía como unas cortinas que podían cerrarse y proteger de insectos molestos, o la vista directa al durmiente. Las columnas de cerezo poseían en la mitad de su extensión, tiras de raso blanco para recoger las mismas, pero que se hallaban, por el momento ociosas.
Tras la cortina de la cama se podía ver, no solo la colcha, si no las sabanas dobladas de un suave rosado, y un par de almohadones mullidos a juego con los bordados, en blancos y rojizos. Además, aquello tules, habían protegido la cama del polvo y la suciedad, haciéndola probablemente uno de los lugares más limpios de la sala.
Al lado de la cama, una mesita de luz con un par de cajones, y las patas cóncavas, poseía en su superficie un velador con el panel de metal pintado agujereado. Blanco por a fuera, y con estrellas recortadas en diferentes tamaños.
Enfrentado a la mesilla de noche, un armario grande de doble puerta, del mismo estilo y materiales que el resto de puertas, y como todas las manijas, de cobre y con el mismo diseño, tenía colgando bajo si un par de cajones bajos y amplios que no llegaban al suelo.
Del otro lado de la habitación, había un escritorio pequeño, con una silla de asiento tapizado, y con algunos estantes colgando sobre el mismo, llenos de libros ordenados minuciosamente.
Solo había una esquina restante, en la cual se hallaba un tocador, con el espejo ennegrecido por el tiempo en algunas partes. El taburete se colocaba ordenadamente entre sus cajones para que no ocupase espacio, y su superficie estaba llena de tarros de vidrio, cristal y arcilla, todos recubiertos por telarañas. Peines y cepillos ordenados en pilones, y con los cajones semi abiertos como si hubieran estado revolviendo y seleccionando parte del contenido.
Una sonora y breve carcajada sacudió los hombros del bardo, e hizo temblar el canuto entre sus labios, ante aquel intento de Widnorind de hacerse la misteriosa, que había sido truncado de forma magistral por su ahijada.
Iltharion exhalo lentamente, mientras miraba a la pequeña con aprobación, parecía ser de esos mocosos que le caían simpáticos en vez de generarle hastió, y por un momento cruzó el fugaz pensamiento, que se parecía un poco más a él que su propio bastardo por el momento, quien se veía bastante más ingenuo e introvertido, y más ducho en afilar sus flechas que su lengua.
Cuando el elfo dejó de gritar tonterías a la ventana, y se volteó captando los resquicios de la escena que se había perdido, con Windorind como una madre cariñosa y pesada, y la niñita con el moflete sonrosado de los cariños que su cuidadora le había propiciado, encaró ambas cejas por aquel escenario, y sonrió ampliamente al ver a la joven algo apurada por su descuido. En cuanto a la niña parecía estar buscando cierta complicidad con la mirada, que solo logró hacer que riera con brevedad y de forma sesgada, dejando salir apenas aquel ruido entre sus dientes.
Ya dentro de aquel salón, Windorind encontró rápidamente a que se refería, y tanto ella como la pequeña, se posicionaron a la espera en sus respectivas aldabas. Faltando una para llegar a las cuatro, Iltharion soltó por completo una de las cuerdas, haciendo que esta se escurriese casi hasta el extremo, y la ató allí rápidamente, sin dedicarle mucho tiempo.
El bastidor quedo torcido, y no cayó más porque seguía sujeto por los tres extremos restantes, pero era notable que de quedar solo dos, se habría descolgado del todo de una de las mitades, y habría resultado mucho más complejo bajarlo.
El elfo se detuvo ante la aldaba pertinente, se acomodó bien el cigarro entre los dientes, y enrollo una de sus manos haciendo un par de vueltas en uno de los extremos de la cuerda, que luego enrollo por su antebrazo. Apoyó la bota en la pared, para hacer contrapeso con el propio, y de ese modo facilitarles más la tarea a las muchachas, no tenía intención de causar ningún destrozo.
Solo entonces soltó el nudo, para enrollarse el final de la cuerda rápidamente en la otra mano, y a la señal de las jóvenes, empezó a dejar que la cuerda discurriera suavemente por sus extremidades, lenta para que la fricción no le quemase la ropa ni le rompiera la misma.
-Basta. -La voz del bardo se hizo oír con eco en la sala, cuando el bastidor quedo a poca más distancia que metro y medio por encima de la mesa central. Entonces volvió a anudar la cuerda en su aldabón correspondiente, con destreza. Se notaba que era ducho en el manejo de las cuerdas.
Se movió hacia aquella aldaba que había dejado abandonada, atándola correctamente en su sitio, y una vez tuvo esas dos afirmadas a la misma altura, para que el bastidor no quedara torcido, se encaminó hacia la pared contraria donde aguardaban las muchachas, a ayudarlas con sus nudos, y asegurarse que ninguno de ellos se soltara.
-Listo preciosas, muchas gracias. - Hizo una inclinación algo teatral mientras se separaba del muro, y cruzó la estancia hacia el mueble, caminando en línea recta, subiendo por las banquetas hasta las mesas, y bajando de las mismas con destreza y soltura, como si fueran puentes en un camino.
Sacó del bolsillo su yesquero, y cuando hizo cumbre en la mesa del medio, se inclinó hacia el bastidor y empezó a prender una a una las velas de aquella gigante circunferencia de madera.
La luz empezó a inundar aquel lugar. Probablemente si subían a mayor altura el bastidor, esta llegaría a todos los rincones de la sala, pero incluso tal y como estaba poco más de dos metros del suelo, ya era más que suficiente para alejar las tinieblas y no chocar por accidente con aquello que los alumbraba, incluso para el bardo.
Un estruendo llegó a los oídos del elfo, y probablemente al de todos los presentes, como un golpe cuyo eco llegó lejano a la estancia, algo romperse, o chocar con violencia, cuyo origen era, incuestionablemente, la elfa que les faltaba.
El pelirrojo se pasó la mano por la cara, y chasqueó la lengua. Alejó entre sus dedos el canuto de los labios, soltando lentamente el humo, y se bajó de la mesa para volver a examinar la estancia, por lo menos ese salón no lo rompería Eretria, o no tan temprano.
No demoro en quedar en frente de la chimenea de piedra, a la que aún le quedaban algunos leños cercanos, no era una mala idea para alejar el frio húmedo de aquella construcción de gruesos muros, impenetrables por el sol, y si no les servía ahora, por lo menos a la noche agradecerían que la tibieza se hubiera adueñado de la piedra.
Se hallaba el sanador meditando ante la posibilidad de encender aquel fuego de antemano, o guardar la leña para más tarde, cuando su nombre resonó con una claridad inusitada en el eco que llegaba desde las escaleras que subían por la torre, y en un volumen que solo podía resultar de la elfa de tez de turmalina gritando cual desquiciada.
Iltharion se acercó hasta el hueco de las escaleras, e hizo un cuenco entre sus manos, para que su voz quedara clara, antes de responder a voz de grito, para que le llegara a la joven su mensaje.
-¿Me has visto pinta de caballero andante?. – Respondió con un tono jocoso, a esa petición de socorro, y le dio a su canuto otra calada. Pero en escasos segundos, considero los pros y los contras de dejar a la elfa, sola a oscuras y enfadada, y volvió a asomarse por la negrura para añadir.
-Ahora subo. – Le aclaró para evitar que entrara en un frenesí furioso o asesino, como ya le había observado.
El bardo cruzó el salón, y se adueñó del candelabro, luego, con las mismas zancadas se dirigió hacia las escaleras que conducían tanto a la cumbre como a las entrañas de aquel magno edificio.
-Si ocurre algo, ya habéis visto. -Señalo hacia la negrura. - Pegad un grito por las escaleras. – Y sin más preámbulo subió por las mismas.
Con la tenue luz de las velas, ascendió en el ms profundo silencio, con solo el eco de sus pisadas como compañero. Llego al segundo piso y empujo la puerta, sin detenerse, ni prestar atención a las sombras que generaba la tenue luz del candelabro, siguió avanzando, solo buscando una puerta para seguir ascendiendo, cuando en un giro en busca de dicha entrada, se topó cara a cara con una figura humana.
Su aliento se cortó, y del susto dio un traspiés que cayó de culo. El candelabro rodo por el suelo con estrépito metálico, y no se apagaron las dos velas de milagro. Con el corazón dado un vuelco, y la aún más ínfima luz de la vela tumbada que había sobrevivido al batacazo, Iltharion soltó improperios varios.
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Tras la ascensión, una puerta sencilla de pino se encontraba cerrada. La manija de plata, con un sencillo tallado con los bordes de concha marina estaba enverdecida por el óxido, pero no tan carcomida como para que no pudiera usarse, de hecho, apenas emitía un pequeño chirrido al moverse, y la puerta se abría con una suavidad que no habían tenido el resto de entradas.
La escalera no seguía subiendo, haciendo imprescindible adentrarse en esa planta si se quería acceder a los pisos superiores.
Como el resto de pisos, unas tinieblas impenetrables reinaban en aquella estancia sin luz, el último piso sin ventanas si se seguía ascendiendo en la estructura.
El polvo en aquella sala era una capa fina, no tan espesa como en el piso de abajo, pero presente sobre cada superficie, ocultando los materiales y los colores a simple vista, y a todo aquel que no despejara las superficies con la mano, un trapo, o soplando para levantar una espesa humareda que haría toser a cualquiera lo suficientemente cercano.
Era una sala grande, no tanto como el salón, pero de considerable tamaño.
Las paredes estaban forradas de paneles de madera oscura hasta la altura de la cintura, y cada metro y medio un tirante de la misma subía hasta el suelo. El espacio entre dichos paneles estaba forrado por una tela gruesa, de color vino, tan raída que en algunos lados se veía la roca de la construcción que había detrás.
El suelo poseía varias alfombras, de tonos rojizos y verdes oscuros, la naturaleza predominaba en esos motivos, pero no dejaban de ser geométricas, simétricas y de un diseño minucioso, así como tampoco dejaban de estar estropeadas.
Varios bastidores redondos, para cuatro velas, colgaban del techo, con sus gruesas cuerdas a mano en sus aldabones en los tirantes de las paredes, casi todas aún tenían vela suficiente como para volver a dar la luz originaria a esa estancia.
En el centro de la misma, subiendo por el mismo lugar en donde había el hogar en el piso de abajo, se mostraba una chimenea con doble fondo, uno que se unía con el tubo de la otra chimenea a la mitad de su ascenso mezclando sus humos, cuando los hubiera.
Más pequeña, pero también más trabajada. Su marco era una mezcla de madera de Nein bordada por tiras de mármol rojo, y tenía una rejilla de hierro forjada con motivos florales ante un lecho en el que no había ni leños, y no más que los restos de un puñado de cenizas.
Sobre el hogar, un jarrón de vidrios escarlatas contenía los restos mustios y descompuestos de lo que antaño habría sido un manojo de flores decorativas, que se adherían completamente deshidratadas y oscurecidas al recipiente carente de agua.
En el lateral de la chimenea, una pila de calentadores de cama, esperaban ociosos bajo el polvo y las telarañas.
El mobiliario se repetía una vez tras otra. Banquetas de madera con respaldos y reposabrazos, forradas con cojines hinchados de plumón, pero tan polvorientos como el resto de cosas. Bordados con hilos de los más diversos tipos, y con bordes llenos de puntillas y flecos, recubrían no solo casi por entero la estructura de madera, sino que también reposaban, en diversas formas sobre aquellos sofás. Redondos, tubulares, cuadrados y aún más exóticos estaban dispersos por los asientos y divanes de toda la habitación.
Pequeñas mesas bajas de madera, o de bordes de acero con planchas de cristales los acompañaban. Encima de los mismos, veladores y candelabros se erguían al lado de pilas de libros, o tinteros cerrados, plumas de escribir inservibles, o restos de lacre.
Pero si había algo que realmente llamaba la atención de aquel lugar, eran algunas siluetas humanas, completamente inmóviles. Como si se hubieran quedado congeladas en el lugar al empezar a aparecer la luz.
Dedicándose a labores cuotidianas del lugar, algunas leían con un libro de verdad entre las manos, otras sostenían plumas caídas o pergaminos degradados, y se dedicaban a la lectura, o simplemente se hallaban tumbadas descansando, como si hablaran entre sí. Lo más particular de todo es que eran de piedra, todo, completamente, su pelo, sus togas largas y tan parecidas que casi parecían un uniforme, las manos, sus gestos, no solo estaban petrificados, si no que eran de roca hasta la medula, estatuas sumamente realistas, que parecían tan abandonadas como la torre misma, e ilustraban un pasado ya muy lejano.
No eran muchas las estatuas, pero su minuciosidad, el detalle con el que se habían hecho hasta las arrugas de los ojos, o las venas de las manos, o el hueco vacío de la pupila, que le daba realismo a sus miradas, daba escalofríos desde el alma.
Eran tres mujeres, y dos hombres, todos jóvenes, y diferentes entre si.
Al otro lado de la estancia había dos puertas, las dos tenían tras de sí escaleras ascendentes, y como la anterior, bordeaban el contorno de la torre en su subida, cada una por uno de los flancos.
Sin embargo, todos aquellos detalles permanecían ocultos en las tinieblas, pues la carencia de ventanas, y de luces encendidas, sumían aquella sala en una oscuridad densa e inquebrantarble solo con la mirada.
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La estancia en la que estaba parada la elfa de tez morena era una habitación casi rectangular, a excepción de la pared que daba al exterior de la torre, donde se veía una gran ventana, con los cristales cubiertos de polvo que dejaban pasar la luz de forma tenue, permitiendo ver la estancia. Ahora rota, y a cuyos pies, yacían lo pedazos de cristales sucios y opacos.
La pared de piedra vista se erguía así a partir de la cadera, hasta esa altura, era madera de sapelli la que recubría los muros, con un reborde tallado con filigranas redondeadas y suaves, como si fueran ondas.
El suelo estaba casi todo recubierto por completo por una gruesa y mullida alfombra, de un bordó intenso, cuya vividez se veía paliada por la capa de polvo y suciedad generalizada.
Los muebles estaban hechos de madera de cerezo, que el barniz había preservado del deterioro y aún seguía mostrando un tono rosado pálido, característico de ese material concreto.
Parecía haberse encargado a la vez el juego entero de muebles.
Contra una de las paredes laterales, estaba la cama. A una la altura de los muslos, pues la parte baja de la misma exhibía unos cajones con asas de cobre.
El colchón de plumón se hallaba cubierto por unas sábanas de byssus, de color blanco, con flores carmesíes y diminutas bordadas con esmero.
Del cabezal de la cama, así como de sus pies, salían cuatro columnas de madera que terminaban en un bastidor cubierto de tela. Esta misma, translucida, caía como unas cortinas que podían cerrarse y proteger de insectos molestos, o la vista directa al durmiente. Las columnas de cerezo poseían en la mitad de su extensión, tiras de raso blanco para recoger las mismas, pero que se hallaban, por el momento ociosas.
Tras la cortina de la cama se podía ver, no solo la colcha, si no las sabanas dobladas de un suave rosado, y un par de almohadones mullidos a juego con los bordados, en blancos y rojizos. Además, aquello tules, habían protegido la cama del polvo y la suciedad, haciéndola probablemente uno de los lugares más limpios de la sala.
Al lado de la cama, una mesita de luz con un par de cajones, y las patas cóncavas, poseía en su superficie un velador con el panel de metal pintado agujereado. Blanco por a fuera, y con estrellas recortadas en diferentes tamaños.
Enfrentado a la mesilla de noche, un armario grande de doble puerta, del mismo estilo y materiales que el resto de puertas, y como todas las manijas, de cobre y con el mismo diseño, tenía colgando bajo si un par de cajones bajos y amplios que no llegaban al suelo.
Del otro lado de la habitación, había un escritorio pequeño, con una silla de asiento tapizado, y con algunos estantes colgando sobre el mismo, llenos de libros ordenados minuciosamente.
Solo había una esquina restante, en la cual se hallaba un tocador, con el espejo ennegrecido por el tiempo en algunas partes. El taburete se colocaba ordenadamente entre sus cajones para que no ocupase espacio, y su superficie estaba llena de tarros de vidrio, cristal y arcilla, todos recubiertos por telarañas. Peines y cepillos ordenados en pilones, y con los cajones semi abiertos como si hubieran estado revolviendo y seleccionando parte del contenido.
- contenido de la habitación:
El armario poseía en su interior algo de ropa, pero no demasiada, toda usada pero protegida por el encierro. Eran la mitad de aquello togas largas, había un vestido largo, listo y de gala, rojo sangre y con un cinto bordado en hilo dorado, con el cuello cuadrado. El resto de ropas eran, sorprendentemente, camisones y ropa de cama. Todos finos, semi transparente llenos de bordados y de telas caras, y aunque esas eran las telas, por ser más delicadas, que, si habían sufrido algún tipo de degradación, se notaba a simple vista que no era algo que se podría observar en el armario de cualquier muchacha, y mucho menos, en aquella numerosa cantidad. Podían verse incluso algunos de manufactura elfica muy antigua entre esas piezas.
En los dos cajones de debajo del armario, podían observarse respectivamente, enaguas y medias largas de diferente grosor, de ambos cajones parecía haberse retirado la mitad del contenido.
La mesilla de noche no podía ojearse sin romper el cajón de un tirón, pues la manija ocultaba si uno no se agachaba, una pequeña cerradura bajo la misma, para una llave diminuta.
Dentro del cajón había varios fardos de cartas, ordenados, y atados con cintas de raso de color carmín. Se veía en ellos dos tipos de letra distintos, una torcida, y meticulosa, aunque no demasiado buena, y otra cuidada y preciosa, digna de un libro.
En los cajones del escritorio había un orden decente. En el primero hojas de diferentes tipos de papel. En el segundo había varias barras de lacre de un amarillo pálido, y un sello redondo, probablemente solo para hacer presión sobre la carta, sin ningún escudo ni particularidad. También tenía un cuchillo y un abrecartas, así como varias puntas de metal para plumas con diferentes terminaciones.
En el último cajón había plumas de pájaro de diferentes aves.
En la estantería varios libros se hallaban bien ordenados. La mayoría de ellos no tenían título en el lomo, y estaban encuadernados en cuero. La primera colección tenía una encuadernación barata, y si se retiraban un poco podía leerse “Apuntes” en relieve en la portada. Un libro suelto rezaba en su lomo “Recetas de Petrola” escrito a mano, sobre una encuadernación de tela. El resto eran una colección dedicada al Heks enfocado al agua.
En el tocador, había frascos de potingues secos, y quebrados, probablemente antaño cremas. Otros venían con esponjitas y eran polvos de diferentes colores. Blancos, rojos y marrones, o de otros tonos cálidos.
Los frascos de vidrio, con tapones del mismo material, si se abrían, se podía ver una varilla en el mismo material adherida al tapón, que se retiraba al abrirse, y permanecía sumergida en el líquido interior, poseían perfumes, todos florales.
En uno de los cajones había peines de hueso, metal y madera, incluso de concha. Cepillos de diferentes hebras. Otro de ellos mostraba un sin número de cintas de raso y puntillas para el pelo, y algún que otro prendedor de piedras, y metales blandos, casi todo cobre o plata.
El último de los cajones poseía un joyero cuyo interior estaba forrado en terciopelo, parecía que no había habido muchas cosas en su interior, pero ya ninguna de ellas estaba.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
El terreno donde el joven elfo se encontraba junto a los extraños compañeros que había conseguido, entre ellos su padre; observaba con tranquilidad y completo silencio todo lo que le rodeaba por décima vez, como si buscara algo que se le hubiera pasado por alto, pero nada, allí no había absolutamente nada nuevo o extraño. Realmente todo era extraño en aquel lugar pero el joven buscaba un indicio de algo que pudiera darle mas información de lo que pasaba en aquel lugar, pero absolutamente nada divisaban sus tan característicos ojos. Por consiguiente parecía que sus compañeros si que habían encontrado una manera de abrir la puerta que parecía imposible de abrir y, aunque ignoro el comentario de su padre con respecto a las enseñanzas de su madre, aquello no le gusto mucho pero siguió callado.
Silencioso como si de una estatua fuera Theodoro vio abrirse aquella puerta dejando ver una sale casi a oscuras la cual, y a decir verdad, no transmitía mucha confianza; pero estaban allí atrapados y si no podían ir hacia fuera debían ir hacia dentro así que tras su padre, la elfa de pelo azulado y la pequeña niña; entró en la torre intentando que sus ojos se acostumbraran a la penumbra que allí había. Aunque la penumbra duro poco pues su padre se ocupo de realizar algo de luz y la joven elfa invoco a una criatura que de alguna forma hacia que la oscuridad fuera menor según pasaba, cosas que el joven iba analizando y guardando en su mente para futuras ocasiones nada le pillara completamente de sorpresa.
Mientras la elfa y la niña hablaban, y su padre miraba las cosas Theo se quedo quieto analizando y pensando en las posibles cosas que podrían haber en la torre. En un lugar como aquel, con una entrada tan complicada, era mas que posible que hubieran trampas en aquel lugar, no sería algo nuevo para él pues había visto muchos lugares con trampas y no era muy agradable cuando una de estas se activaba. La cosa es que algo caer le hizo salir de sus pensamientos y le hizo mirar hacia arriba aunque no veía absolutamente nada sabía que solamente podía ser la elfa exótica, o al menos eso esperaba el que fuera, aunque por el comentario de Iltharion esta mas que claro que se trataba de ella y no de cualquier otra cosa peligrosa aun así aquello no relajaba del todo al ladrón que mas que centrarse en buscar cosas de valor estaba centrado en no ser sorprendido por nada.
De pronto el más viejo de los cuatro elfos abrió una puerta para entrar en lo que parecía un comedor tras el golem de la joven peliazul. De nuevo el ladrón fue el último en pasar pues seguía dándole vueltas a la cabeza sobre muchas cosas y muchas ellas sin sentido alguno. Al parecer el joven se había enfrascado tanto en sus propios pensamientos que se había perdido en el mar que estos creaban y fue por ello que no escuchó la ayuda que solicitaba su padre y se quedó completamente quieto a un lado de la sala oculto mas o menos por las sombras hasta que un fuerte ruido le hizo volver en si, lo cual provoco que el pelirrojo pestañeara un par de veces como intentando centrarse en donde estaba en aquellos momentos y en lo que le tocaba hacer llegado el momento adecuado.
Al parecer la elfa que faltaba llamaba a su padre y este iba a acudir en su ayuda como les había dejado entender a los tres que quedaban allí en el comedor con el golem. Cuando Theo vio a Ilth irse se acercó a la joven y a la niña. –Si no fuera tan mujeriego no le pasarían estas cosas de tener que ir a ayudar a chicas histéricas.- Dijo el joven con un tono divertido y una sonrisa en los labios para detenerse al lado de ambas chicas. Ahora que había vuelto en si no sabía muy bien que hacer pero aprovechando que estaba a solas con las dos decidió presentarse mas formalmente de cómo lo había hecho en el claro. –Soy Theodoro Trevisano y soy el hijo de Iltharion un gusto conoceros a las dos.- Hizo un leve reverencia y luego se acercó hacía la puerta por la que se había ido su padre momentos antes. –Decidme ¿Qué queréis investigar ahora?- Dejaba la decisión en las manos de las dos chicas ya que el de momento estaba de mero espectador analizando todo lo que le rodeaba.
- offrol:
- Siento la brevedad del post y lo pesimo que es pero sigo estando mal pero tampoco les quiero dejar tirados. Intentare que el proximo sea mejor.
Theodoro Trevisano
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
Wind comenzó a soltar el nudo al mismo tiempo que lo enganchaba como buenamente podía alrededor de su mano, dejando aquella cuerda como si fuera un segundo guante en su mano izquierda, a la vez que con la derecha sujetaba desde un poco más alto con la intención de que la cuerda no se le acabara escurriendo y acabara formando un estropicio con la rueda de madera que pendía del techo.
Poco a poco bajó la cuerda, a un ritmo tan similar como podía, del resto de sus compañeros, pero si algo era cierto, era que no tenía demasiada fuerza y, al igual que le estaría pasando a la pequeña, le costaba sobremanera que la cuerda no acabara deslizándose por su mano, destrozando el guante y, ya de paso formando una herida que más que peligrosa, resultaría incómoda.
Fuga trató de hacer algo parecido a Wind, intentó sujetar la soga con todas sus fuerzas, pero no parecía ser capaz de hacer la fuerza suficiente como para sujetar la soga en condiciones, haciendo que ésta no se moviera suavemente sino a tirones. Aquellos rápidos movimientos, no tardaron en enrojecerle la piel y, poco después, en crearle una quemadura no demasiado fea, pero si lo suficiente como para que esa mano quedara marcada como inútil hasta que sanara.
En cuanto escucharon la voz de Iltharion, ambas muchachas comenzaron a atar las aldabas. Wind con presteza y bastante habilidad, pero Fuga, sin demasiado éxito. Entre la quemadura y su fuerza infantil, no era capaz de hacer nada a parte de sujetar la cuerda -No puedo- Murmuró con un nudo en la garganta. No le gustaba sentirse inútil, era algo que le dolía en lo más profundo de su ser. Ser inútil era lo mismo que ser desechable y que su amiga la abandonara porque sólo resultaba una carga, era uno de sus mayores temores.
Mientras el bardo revisaba la aldaba vacía, Wind se percató del susurro de la pequeña, la cual, comenzaba a sentirse cada vez más impotente. La elfina echó a correr en cuanto vio aquel rostro en Fuga, había aprendido a conocer los más mínimos cambios en la cara de la licántropa y, aquella expresión de tristeza le rompía el alma -Ilth, échale un vistazo al nudo- Gritó la muchacha mientras corría por la sala, a sabiendas de que el nudo probablemente, dejaría bastante que desear.
En apenas unos segundos llegó donde estaba la pequeña, le quitó la soga de las manos mientras ella misma la enredara de nuevo en brazo y sonrió a la pequeña - ¿Ves? Está todo bien. - Dijo Wind mientras una pequeña gota de sudor perlaba su frente. No era buena con la fuerza física, pero si tirar de una cuerda hacía que la pequeña dejara de sentirse mal, tiraría tan fuerte como sus propias fuerzas le permitieran.
Hizo de nuevo un nudo y suspiró tranquila mientras abría y cerraba ambas manos varias veces para desentumecer sus dedos -Y ahora, déjame ver esa mano- cogió la misma con delicadeza y chascó la lengua. Podría curarse con un buen tratamiento, pero suplicarle a los cielos sería mucho más sencillo, sobre todo para ella que no tenía ni idea de medicina más allá de vendar y usar algo de alquimia medicinal. Así que, mientras con su mano derecha sujetaba la de Fuga, con la izquierda trató de sanar aquella herida tanto como pudo -Ilth ¿Puedes echarle un vistazo? - Preguntó la peliazul cuando el bardo revisaba la aldaba que estaba a su lado.
Después de aquello, Wind abrazó a la pequeña, que no había cambiado aquella expresión neutra desde que la elfa le cogió la mano y le acarició la cabeza mientras se separaba -La próxima vez que tengas que hacer fuerza, usa la capa para cubrirte las manos ¿Vale? - La pequeña asintió y se dejó acariciar sin oponer resistencia. A pesar de que las muestras excesivas de cariño no eran de su agrado, aquel pequeño detalle de acariciar su cabeza, le resultaba tan afectuoso como el mayor de los abrazos.
Apenas había quitado la mano de su pelo cuando un estruendo resonó por toda la sala - ¿Qué demonios…? - Murmuró la elfa mientras miraba a todas partes buscando el origen del ruido -Tu amiga tiene mucha agresividad - Comentó en tono jocoso mientras volvían a examinar la sala, ahora con luz, para ver si realmente no había nada que pudiera venderse.
Todas las alacenas parecían ser clones, todas llenas de cristalería frágil y de vajillas delicadas pero ancianas -No ganaremos nada- Comentó Fuga al cansarse de seguir mirando aquellos cristales sucios que sólo encerraban cosas inútiles en ese momento -No, desde luego que n…- Otra vez, pero en esta ocasión fue el nombre del pelirrojo maduro ¿Acaso la elfa exótica no sabía lo que era el cuidado? Puso los ojos en blanco ante la respuesta del trovador y se quedaron allí quietas, observando la escena.
Wind no pudo refrenar una sonora risa cuando escuchó la aceptación de Iltharion ¿Acaso se creía realmente un caballero andante? -Tranquilo, pero tal vez seas tú el que tenga que gritar por nuestra ayuda- Comentó la elfina jocosa, disfrutando del momento -Recuerda, hay alguien malo- Sentenció Fuga haciendo gala, una vez más, de su afilada lengua, la cual no servía únicamente para destrozar el ego de la peliazul, sino que servía también para dar ánimos tan buenos como esos.
Con la mano y una sonrisa, la elfa despachó a Iltharion -Buena suerte- Se despidió con voz cantarina, como si realmente disfrutara de que el bardo acogiera en su cuerpo algo del temor que podía infundir la oscuridad de un lugar desconocido y que, con un poco de suerte, se encontrara con aquella persona malvada que haría que ganaran 10 aeros.
La risa salió de los labios de Wind al escuchar el comentario del hijo de Iltharion. A ella misma la había tenido que ayudar y, en efecto, la histeria era un rasgo que a veces destacaba sobre en su carácter -Es posible, pero son daños colaterales de yacer junto a ellas- Se encogió de hombros, tratando de mantenerse imparcial y al margen de aquello, como si ella nunca se hubiera acostado con él.
Fuga miró a ambos elfos hablar mientras se percataba de que había algo que no estaba entendiendo. Su amiga actuaba un poco más extraña de lo habitual y, a pesar de que creía entender más o menos lo que sucedía, seguía teniendo la impresión de que algo no encajaba.
-Encantada, yo soy Windorind, Windorind Crownguard pero prefiero Wind, es más cómodo… y más corto- La sonrisa permanente en sus labios, se mantuvo en ellos mientras la pequeña hacía lo propio -Fuga. Soy Fuga- Con su voz neutra contestó como si fuera un autómata. No encajaba, algo seguía sin cuadrar en su cabecita y, hasta que no descubriera de que se trataba, no iba a quedarse tranquila.
Las muchachas siguieron al elfo hasta la puerta, mientras el golem los seguía desde atrás -Podemos ir abajo… o arriba- Se quedó pensativa unos instantes y se ocurrió otra idea-Antes Ilth estaba mirando la chimenea… Tal vez deberíamos encenderla, la torre es fría y, a pesar de que la idea no me guste, es posible que acabemos pasando la noche aquí- Explicó la elfina mientras volvía hasta la chimenea sin esperar respuesta.
Examinó el hogar mientras pensaba como encenderlo, cuando la voz de la pequeña llegó a sus oídos -Toma- Le tendió una vela de la rueda que iluminaba la sala -Theodoro, ¿Puedes sujetarla mientras encuentro algo que pueda servir para encenderla? - Le tendió la vela al pelirrojo y comenzó a rebuscar en su bolsa, hasta que dio con un vial de aceite. No era mucho, pero serviría para que los troncos prendieran sin necesidad de hierba seca.
Colocó los troncos que había cerca y vació el tubito por encima -Gracias- Cogió la vela y prendió los troncos. -Si nos quedamos sin leña, podemos echar las mesas y las sillas de madera- Se dio la vuelta y, ahora sí, aceptó la proposición de investigar la torre - ¿Vamos para abajo? - Le dio la mano a Fuga y cruzaron la sala -Tú primero… pero después del golem- Mandó a la mole por delante y, justo antes de comenzar a bajar, un sonido lejano llegó hasta ellos, algo métalico cayendo ¿Sería la elfa exótica o tal vez el bardo? Wind se giró y, sin darle más vueltas y antes de llegar a pisar el primer escalón, lanzó un grito -¿Estáis bien?-
Tras aquello bajaron las oscuras escaleras, que, con el golem y la lampara que llevaba en su bolsa, más bien eran increíblemente luminosas hasta llegar a la siguiente sala.
Poco a poco bajó la cuerda, a un ritmo tan similar como podía, del resto de sus compañeros, pero si algo era cierto, era que no tenía demasiada fuerza y, al igual que le estaría pasando a la pequeña, le costaba sobremanera que la cuerda no acabara deslizándose por su mano, destrozando el guante y, ya de paso formando una herida que más que peligrosa, resultaría incómoda.
Fuga trató de hacer algo parecido a Wind, intentó sujetar la soga con todas sus fuerzas, pero no parecía ser capaz de hacer la fuerza suficiente como para sujetar la soga en condiciones, haciendo que ésta no se moviera suavemente sino a tirones. Aquellos rápidos movimientos, no tardaron en enrojecerle la piel y, poco después, en crearle una quemadura no demasiado fea, pero si lo suficiente como para que esa mano quedara marcada como inútil hasta que sanara.
En cuanto escucharon la voz de Iltharion, ambas muchachas comenzaron a atar las aldabas. Wind con presteza y bastante habilidad, pero Fuga, sin demasiado éxito. Entre la quemadura y su fuerza infantil, no era capaz de hacer nada a parte de sujetar la cuerda -No puedo- Murmuró con un nudo en la garganta. No le gustaba sentirse inútil, era algo que le dolía en lo más profundo de su ser. Ser inútil era lo mismo que ser desechable y que su amiga la abandonara porque sólo resultaba una carga, era uno de sus mayores temores.
Mientras el bardo revisaba la aldaba vacía, Wind se percató del susurro de la pequeña, la cual, comenzaba a sentirse cada vez más impotente. La elfina echó a correr en cuanto vio aquel rostro en Fuga, había aprendido a conocer los más mínimos cambios en la cara de la licántropa y, aquella expresión de tristeza le rompía el alma -Ilth, échale un vistazo al nudo- Gritó la muchacha mientras corría por la sala, a sabiendas de que el nudo probablemente, dejaría bastante que desear.
En apenas unos segundos llegó donde estaba la pequeña, le quitó la soga de las manos mientras ella misma la enredara de nuevo en brazo y sonrió a la pequeña - ¿Ves? Está todo bien. - Dijo Wind mientras una pequeña gota de sudor perlaba su frente. No era buena con la fuerza física, pero si tirar de una cuerda hacía que la pequeña dejara de sentirse mal, tiraría tan fuerte como sus propias fuerzas le permitieran.
Hizo de nuevo un nudo y suspiró tranquila mientras abría y cerraba ambas manos varias veces para desentumecer sus dedos -Y ahora, déjame ver esa mano- cogió la misma con delicadeza y chascó la lengua. Podría curarse con un buen tratamiento, pero suplicarle a los cielos sería mucho más sencillo, sobre todo para ella que no tenía ni idea de medicina más allá de vendar y usar algo de alquimia medicinal. Así que, mientras con su mano derecha sujetaba la de Fuga, con la izquierda trató de sanar aquella herida tanto como pudo -Ilth ¿Puedes echarle un vistazo? - Preguntó la peliazul cuando el bardo revisaba la aldaba que estaba a su lado.
Después de aquello, Wind abrazó a la pequeña, que no había cambiado aquella expresión neutra desde que la elfa le cogió la mano y le acarició la cabeza mientras se separaba -La próxima vez que tengas que hacer fuerza, usa la capa para cubrirte las manos ¿Vale? - La pequeña asintió y se dejó acariciar sin oponer resistencia. A pesar de que las muestras excesivas de cariño no eran de su agrado, aquel pequeño detalle de acariciar su cabeza, le resultaba tan afectuoso como el mayor de los abrazos.
Apenas había quitado la mano de su pelo cuando un estruendo resonó por toda la sala - ¿Qué demonios…? - Murmuró la elfa mientras miraba a todas partes buscando el origen del ruido -Tu amiga tiene mucha agresividad - Comentó en tono jocoso mientras volvían a examinar la sala, ahora con luz, para ver si realmente no había nada que pudiera venderse.
Todas las alacenas parecían ser clones, todas llenas de cristalería frágil y de vajillas delicadas pero ancianas -No ganaremos nada- Comentó Fuga al cansarse de seguir mirando aquellos cristales sucios que sólo encerraban cosas inútiles en ese momento -No, desde luego que n…- Otra vez, pero en esta ocasión fue el nombre del pelirrojo maduro ¿Acaso la elfa exótica no sabía lo que era el cuidado? Puso los ojos en blanco ante la respuesta del trovador y se quedaron allí quietas, observando la escena.
Wind no pudo refrenar una sonora risa cuando escuchó la aceptación de Iltharion ¿Acaso se creía realmente un caballero andante? -Tranquilo, pero tal vez seas tú el que tenga que gritar por nuestra ayuda- Comentó la elfina jocosa, disfrutando del momento -Recuerda, hay alguien malo- Sentenció Fuga haciendo gala, una vez más, de su afilada lengua, la cual no servía únicamente para destrozar el ego de la peliazul, sino que servía también para dar ánimos tan buenos como esos.
Con la mano y una sonrisa, la elfa despachó a Iltharion -Buena suerte- Se despidió con voz cantarina, como si realmente disfrutara de que el bardo acogiera en su cuerpo algo del temor que podía infundir la oscuridad de un lugar desconocido y que, con un poco de suerte, se encontrara con aquella persona malvada que haría que ganaran 10 aeros.
La risa salió de los labios de Wind al escuchar el comentario del hijo de Iltharion. A ella misma la había tenido que ayudar y, en efecto, la histeria era un rasgo que a veces destacaba sobre en su carácter -Es posible, pero son daños colaterales de yacer junto a ellas- Se encogió de hombros, tratando de mantenerse imparcial y al margen de aquello, como si ella nunca se hubiera acostado con él.
Fuga miró a ambos elfos hablar mientras se percataba de que había algo que no estaba entendiendo. Su amiga actuaba un poco más extraña de lo habitual y, a pesar de que creía entender más o menos lo que sucedía, seguía teniendo la impresión de que algo no encajaba.
-Encantada, yo soy Windorind, Windorind Crownguard pero prefiero Wind, es más cómodo… y más corto- La sonrisa permanente en sus labios, se mantuvo en ellos mientras la pequeña hacía lo propio -Fuga. Soy Fuga- Con su voz neutra contestó como si fuera un autómata. No encajaba, algo seguía sin cuadrar en su cabecita y, hasta que no descubriera de que se trataba, no iba a quedarse tranquila.
Las muchachas siguieron al elfo hasta la puerta, mientras el golem los seguía desde atrás -Podemos ir abajo… o arriba- Se quedó pensativa unos instantes y se ocurrió otra idea-Antes Ilth estaba mirando la chimenea… Tal vez deberíamos encenderla, la torre es fría y, a pesar de que la idea no me guste, es posible que acabemos pasando la noche aquí- Explicó la elfina mientras volvía hasta la chimenea sin esperar respuesta.
Examinó el hogar mientras pensaba como encenderlo, cuando la voz de la pequeña llegó a sus oídos -Toma- Le tendió una vela de la rueda que iluminaba la sala -Theodoro, ¿Puedes sujetarla mientras encuentro algo que pueda servir para encenderla? - Le tendió la vela al pelirrojo y comenzó a rebuscar en su bolsa, hasta que dio con un vial de aceite. No era mucho, pero serviría para que los troncos prendieran sin necesidad de hierba seca.
Colocó los troncos que había cerca y vació el tubito por encima -Gracias- Cogió la vela y prendió los troncos. -Si nos quedamos sin leña, podemos echar las mesas y las sillas de madera- Se dio la vuelta y, ahora sí, aceptó la proposición de investigar la torre - ¿Vamos para abajo? - Le dio la mano a Fuga y cruzaron la sala -Tú primero… pero después del golem- Mandó a la mole por delante y, justo antes de comenzar a bajar, un sonido lejano llegó hasta ellos, algo métalico cayendo ¿Sería la elfa exótica o tal vez el bardo? Wind se giró y, sin darle más vueltas y antes de llegar a pisar el primer escalón, lanzó un grito -¿Estáis bien?-
Tras aquello bajaron las oscuras escaleras, que, con el golem y la lampara que llevaba en su bolsa, más bien eran increíblemente luminosas hasta llegar a la siguiente sala.
Windorind Crownguard
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
En la inevitable carrera hacia los confines de la mancha opaca el aire disminuía, los latidos entre la falta de seguridad y la altiva esencia de no echarse nunca atrás van acrecentándose como si no fuese bastante que la sangre me hormiguee de dentro hacia afuera, tal así como una serie de sarpullidos derivados del desespero. No hubo traición y un carente juicio que reflexionar, si luz he de hallar será de la manera más fácil y rentable, el codo hizo mella en contra del cristal que rechina por toda la estancia e incluso extenso corredor, el vidrio fragmentado se desploma y cae hacia el césped marchito como también hacia el interior de la sala sobre una alfombra polvorienta. Con los parámetros entre la foresta controlados muevo la cadera hacia uno de los costados, mis luceros atezados oscilan de un lado hacia otro, la lámina difuminada que me obstaculizaba la vista, consecuencias de la presa oscuridad va desapareciendo con el fin de traer consigo un nuevo horizonte.
Los muebles vienen a juego como en el cuarto contiguo, la tonalidad rosácea ciertamente es curiosa, muy femenino e inclusive resaltón, no me disgusta del todo y en el primero hacia mi izquierda paso la palma desnuda, el polvo se acumula en contra de mi carne, nada que no se pueda barrer con unas palmadas. Si la llamada hacia el elfo fue escuchada, no trajo consigo respuesta, ahora que hay luminosidad no le necesito en absoluto, que siga jugando con los tres pardillos, al fin y al cabo no son más que eso, estorbos que pienso ignorar para poder avanzar a gusto. Continuando el tour y siendo una mujer caprichosa, una carente de formalidades y siendo liberal como es el propio bosque, tan rápido como mis ojos se posaron en el enorme lecho mis pasos fueron acordes a lo cautivante de los tules que caen desde lo alto, al contrario que la anterior esta me fascina y en vez de cargar mi ira en contra de las sábanas la utilizaré de otra manera.
El polvo sobre la colcha es mínimo, no obstante y no es que hayan prisas, pero hay ciertos menesteres que vociferan para que los encuentre y les dé una atención considerable. En un vistazo rápido que va dirigido a la mayoría del inmobiliario trazo un orden por cercanía. La mesita de noche fue mi primera víctima, sin esperanzas de abrirse por cuenta propia como pasa con la mayoría de puertas en esta dichosa torre, cedió por las fuerzas, qué raro. Bendita sea la suerte o por consecuente desgracia, en vez de estar vacía se halla un fajo de cartas, las dejé sobre el lecho para leerlas después con total sosiego, al menos dentro del cuarto estoy fuera de peligro. Entre desgarradores silencios, lo único inocuo que rompe la paz que reina tan sólo segundos venideros son la punta de mis tacones que me conducen al gran ropero, en los cajones del bajo visualizo unos cuantos pares de medias y combinaciones de otro tipo de telas.
Inservible, las dos pórticos color cereza fueron entreabiertos como objetivo a llevar a cabo, en su interior todo tipo de ropas hacen que mi mueca pase de una soporífera a una más animada, las pomposas voy sacándolas y sin ser mi estilo las coloco a un lateral, sobre el suelo polvoriento. Eso sí, un camisón medio transparente y con dos tiras finas, bordado por la zona céntrica del busto y el bajo que me rozarían los muslos en el caso de probármelo me conquistó, para dormir estará fenomenal aunque rara vez me cambio de ropa, cuestión existencial de una elfa que vive en medio del bosque donde puede ser atacada a todas horas. El camisón lo coloqué sobre el lecho, las demás prendas las separo por categoría, las horrendas al suelo, las que me atraen van al lecho. Hubo una camisa blanca y ancha, parecida a la de un hombre que me hizo reír para después cobrar una serenidad abrumadora.
Dicha prenda tras ser doblada quedó junto a sus hermanas sobre la cama, será para Iltharion. Con el armario totalmente rebuscado y patas arriba le tocó el turno al escritorio, con el trasero prieto en el asiento tapizado de un color granate voy ojeando por encima algún que otro libro, ¿qué le pasa a esta gente que todo está ordenado? Sin desorden no puedo existir, en los dos primeros cajones nada logró llenarme, bueno, el cuchillo y el abrecartas podrían servir, habrá que probarlos. Dos libros fueron las víctimas del altercado, uno, dos, venga, libros que surcan el aire siendo abatidos el primero por un cuchillo que lo penetró, clavándolo en la pared sobre la cama, el segundo fue en la misma dirección, quedando clavado al lado del primero gracias al abrecartas. ─ Nada mal, oye. ─ Asentí y allí quedaron, hincados en el material de la pared junto a dos libros sin importancia.
En el tercer cajón algo, o más bien las plumas me hicieron sonreír de oreja a oreja, mis luceros se avivaron y una de ellas, la más bonita me la llevé detrás de la oreja, como las nativas, me recuerda parte de mi niñez cuando Valya me hacía adornos de pelo con plumas y cuencas de mar. En plena calma y sin más que analizar me pongo en pie, los libros ordenados en el estante me desesperan y la mayoría los tiré por un lado, creando una marea hasta que uno fue sacado al azar, "recetas de Petrola" ¿Petrola? Su madre no la quería como para nombrarla de tal aborrezca manera, abierto por la mitad ojeo alguna que otra receta, me servirá más adelante, y si no es para cocinar será para lanzárselo a alguien a la cabeza. En el tocador también tomé asiento, con uno de los atavíos en el suelo voy limpiando el espejo, entre el restriego y el ahínco algo se podía ver, una elfa de tez morena con el ceño fruncido.
Los potingues derivados y sin conocer para qué sirven los dejé a un lado, está claro que prefiero enfocarme en los frascos que voy testando, algunos huelen de manera fatídica por el largo de las décadas, otras, una en concreto con un aroma a lavanda, tan fresca y extraordinaria en cuanto la varilla hace contacto con mi cuello que sin ser paciente, termino repartiéndolo por otras zonas, detrás de las orejas y en las muñecas. Fenomenal, esta habitación no era lo que esperaba, no hay mazos ni armas pero entre algunas preferencias femeninas estoy sacando partido. En una de las gavetas descansaban todo tipo de peines y lazos de diferentes colores, tengo el pelo corto y rara vez lo peino, así de descuidada vivo yo, escogí uno de madera y opté por llevarme el lazo más largo. En el lecho junté las prendas elegidas de tela junto al libro de recetas y el peine, con el lazo las amarré totalmente unidas hasta engendrar un semi paquete que guardar, o más bien que lanzar por la ventana ya que la bolsa de viaje no la llevo conmigo.
Así pues y sin pensármelo dos veces lo dejé caer por el ventanal, cuando baje ya me encargaré de recogerlo. Sólo me falta leer las cartas y para ello quito la primera colcha, no tiene mucho polvo pero no estoy para ponerme a estornudar mientras me centro en la lectura, las bajeras no huelen mal y parecen adecuadas, de un salto me acomodo, estiro las piernas y en base a bofetadas limpio las almohadas, las junto y me coloco recostada con el fajo en mi vientre. La cinta de raso carmín desampara cada una de las cartas al ser arrebatada por mis yemas, están selladas y mira tu por donde, encima tengo un abrecartas. Fuera de la pared y con cuidado de que el libro no me cayese en la frente abrí la primera, veamos de qué se trata.
Los muebles vienen a juego como en el cuarto contiguo, la tonalidad rosácea ciertamente es curiosa, muy femenino e inclusive resaltón, no me disgusta del todo y en el primero hacia mi izquierda paso la palma desnuda, el polvo se acumula en contra de mi carne, nada que no se pueda barrer con unas palmadas. Si la llamada hacia el elfo fue escuchada, no trajo consigo respuesta, ahora que hay luminosidad no le necesito en absoluto, que siga jugando con los tres pardillos, al fin y al cabo no son más que eso, estorbos que pienso ignorar para poder avanzar a gusto. Continuando el tour y siendo una mujer caprichosa, una carente de formalidades y siendo liberal como es el propio bosque, tan rápido como mis ojos se posaron en el enorme lecho mis pasos fueron acordes a lo cautivante de los tules que caen desde lo alto, al contrario que la anterior esta me fascina y en vez de cargar mi ira en contra de las sábanas la utilizaré de otra manera.
El polvo sobre la colcha es mínimo, no obstante y no es que hayan prisas, pero hay ciertos menesteres que vociferan para que los encuentre y les dé una atención considerable. En un vistazo rápido que va dirigido a la mayoría del inmobiliario trazo un orden por cercanía. La mesita de noche fue mi primera víctima, sin esperanzas de abrirse por cuenta propia como pasa con la mayoría de puertas en esta dichosa torre, cedió por las fuerzas, qué raro. Bendita sea la suerte o por consecuente desgracia, en vez de estar vacía se halla un fajo de cartas, las dejé sobre el lecho para leerlas después con total sosiego, al menos dentro del cuarto estoy fuera de peligro. Entre desgarradores silencios, lo único inocuo que rompe la paz que reina tan sólo segundos venideros son la punta de mis tacones que me conducen al gran ropero, en los cajones del bajo visualizo unos cuantos pares de medias y combinaciones de otro tipo de telas.
Inservible, las dos pórticos color cereza fueron entreabiertos como objetivo a llevar a cabo, en su interior todo tipo de ropas hacen que mi mueca pase de una soporífera a una más animada, las pomposas voy sacándolas y sin ser mi estilo las coloco a un lateral, sobre el suelo polvoriento. Eso sí, un camisón medio transparente y con dos tiras finas, bordado por la zona céntrica del busto y el bajo que me rozarían los muslos en el caso de probármelo me conquistó, para dormir estará fenomenal aunque rara vez me cambio de ropa, cuestión existencial de una elfa que vive en medio del bosque donde puede ser atacada a todas horas. El camisón lo coloqué sobre el lecho, las demás prendas las separo por categoría, las horrendas al suelo, las que me atraen van al lecho. Hubo una camisa blanca y ancha, parecida a la de un hombre que me hizo reír para después cobrar una serenidad abrumadora.
Dicha prenda tras ser doblada quedó junto a sus hermanas sobre la cama, será para Iltharion. Con el armario totalmente rebuscado y patas arriba le tocó el turno al escritorio, con el trasero prieto en el asiento tapizado de un color granate voy ojeando por encima algún que otro libro, ¿qué le pasa a esta gente que todo está ordenado? Sin desorden no puedo existir, en los dos primeros cajones nada logró llenarme, bueno, el cuchillo y el abrecartas podrían servir, habrá que probarlos. Dos libros fueron las víctimas del altercado, uno, dos, venga, libros que surcan el aire siendo abatidos el primero por un cuchillo que lo penetró, clavándolo en la pared sobre la cama, el segundo fue en la misma dirección, quedando clavado al lado del primero gracias al abrecartas. ─ Nada mal, oye. ─ Asentí y allí quedaron, hincados en el material de la pared junto a dos libros sin importancia.
En el tercer cajón algo, o más bien las plumas me hicieron sonreír de oreja a oreja, mis luceros se avivaron y una de ellas, la más bonita me la llevé detrás de la oreja, como las nativas, me recuerda parte de mi niñez cuando Valya me hacía adornos de pelo con plumas y cuencas de mar. En plena calma y sin más que analizar me pongo en pie, los libros ordenados en el estante me desesperan y la mayoría los tiré por un lado, creando una marea hasta que uno fue sacado al azar, "recetas de Petrola" ¿Petrola? Su madre no la quería como para nombrarla de tal aborrezca manera, abierto por la mitad ojeo alguna que otra receta, me servirá más adelante, y si no es para cocinar será para lanzárselo a alguien a la cabeza. En el tocador también tomé asiento, con uno de los atavíos en el suelo voy limpiando el espejo, entre el restriego y el ahínco algo se podía ver, una elfa de tez morena con el ceño fruncido.
Los potingues derivados y sin conocer para qué sirven los dejé a un lado, está claro que prefiero enfocarme en los frascos que voy testando, algunos huelen de manera fatídica por el largo de las décadas, otras, una en concreto con un aroma a lavanda, tan fresca y extraordinaria en cuanto la varilla hace contacto con mi cuello que sin ser paciente, termino repartiéndolo por otras zonas, detrás de las orejas y en las muñecas. Fenomenal, esta habitación no era lo que esperaba, no hay mazos ni armas pero entre algunas preferencias femeninas estoy sacando partido. En una de las gavetas descansaban todo tipo de peines y lazos de diferentes colores, tengo el pelo corto y rara vez lo peino, así de descuidada vivo yo, escogí uno de madera y opté por llevarme el lazo más largo. En el lecho junté las prendas elegidas de tela junto al libro de recetas y el peine, con el lazo las amarré totalmente unidas hasta engendrar un semi paquete que guardar, o más bien que lanzar por la ventana ya que la bolsa de viaje no la llevo conmigo.
Así pues y sin pensármelo dos veces lo dejé caer por el ventanal, cuando baje ya me encargaré de recogerlo. Sólo me falta leer las cartas y para ello quito la primera colcha, no tiene mucho polvo pero no estoy para ponerme a estornudar mientras me centro en la lectura, las bajeras no huelen mal y parecen adecuadas, de un salto me acomodo, estiro las piernas y en base a bofetadas limpio las almohadas, las junto y me coloco recostada con el fajo en mi vientre. La cinta de raso carmín desampara cada una de las cartas al ser arrebatada por mis yemas, están selladas y mira tu por donde, encima tengo un abrecartas. Fuera de la pared y con cuidado de que el libro no me cayese en la frente abrí la primera, veamos de qué se trata.
Eretria Noorgard
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
El trovador comprobó todos los nudos, y los rehízo todos, las chicas no eran muy duchas con las cuerdas, pero no era nada que él no pudiera arreglar con una cantidad ínfima de tiempo y esfuerzo, y, pese a que no era especialmente fuerte, su tamaño le daba suficiente contrapeso como para trabajar con estas sin ningún problema.
Con las luces prendidas, el elfo se encaminó hacia la pequeña fuga, se puso en cuclillas y examinó la mano con la piel lacerada por la fricción con la cuerda. Observó los daños, tomó la extremidad de la pequeña con suma delicadeza. - Algo de agua fría debería calmarlo, también tengo para fabricar alguna que otra pomada. – Iltharion miró la extremidad dudosa, pues no le agradaba para nada usar el Darae, sin embargo, ponerse con tanto por ver a trajinar entre sus suministros para preparar remedios no era una buena idea.
Con el ceño fruncido, y un suspiro derrotado por la practicidad que poseía esa magia, murmuró un rezo, bajo como si el hecho de que apenas se entendiera, o no se escuchara, hiciera de aquello algo más inexistente. No le agradaba pedir a los dioses, pues no quería ofrecerles nada a cambio.
Una luz tenue apareció en las manos del elfo, y penetró en la piel lacerada, aclarando las partes quemadas y recomponiendo la piel, hasta que quedó intacta, solo algo enrrojecida como si se hubiera dado un golpe ligero, algo que se aliviaría con el rato, y que podía terminar de tratarse con algo de frio bien aplicado.
-Coloca la palma sobre el muro, está fresco, hará el resto. - Le prometió a la niña, antes de alzarse.
Una breve risa entre dientes salió de la garganta del trovador, rememorando el encuentro con l elfa de tez morena a la que tachaban de violenta. – Oh, pero eso no siempre es malo. – Sonrió ampliamente, mirando a windorind con cierta picardía, recordando no solo las malicias que la morena le había propiciado a él, sino que la pequeña de pelo azul encontraba cierto placer cuando la inmovilizaba con fuerza y sin cuidado.
Iltharion rió de nuevo ante la advertencia de la pequeña rubia de lengua afilada. – O alguien muerto, ya saben, cuidado si huelen algo raro. – Les advirtió en un tono bromista, como si no estuvieran hablando de un cadáver.
Iltharion quedó congelado en el lugar hasta que su mente reaccionó, y discernió que aquellas figuras eran esculturas pétreas, y no alguna clase de entes silenciosos que los estuvieran esperando. Se llevó una mano al corazón, que se negaba a calmarse, y que aún seguía alterando su respiración, entrecortada, único ruido de la estancia.
Tomó el candelabro del suelo y lo puso en pue, luego tanteó por el suelo buscando la vela que había rodado apagada. Sus dedos se hundieron sobre algo húmedo y ardiente, viscoso, los restos de la cera fundida, que le arrancaron un quejido de dolor, pero le permitieron localizar aquella fuente de luz que había perdido.
Con los dedos barnizados en cera, acercó la vela a la llama de su homóloga, la prendió, y con un poco del propio material fundido, pego el pedazo perdido a la mitad restante, volviendo completamente operativo una vez más su candelabro.
El elfo se sentó en el suelo, quieto, esperando a que su respiración y su pulso se normalizaran, mientras decidía si iluminar o no la estancia antes de seguir avanzando, y terminó decidiendo dejarla como estaba, para que el resto se pegaran un susto tanto o mayor que el que él había soportado.
La voz de windorind llegó hasta sus oídos, probablemente habían escuchado el estruendo metálico, así que tal y como había hecho antes, Iltharion hizo un cono con ambas manos, para dejar que el eco de las paredes transportara su voz.
-Me he tropezado, cuidado con esto, está muy oscuro. - Dijo la verdad a medias, mientras se ponía en pie tomando su candelabro.
El trovador salvo esta vez con más cuidado, la estancia, y finalmente localizó las escaleras hasta el siguiente piso, el problema era que no había una sola escalera, sino dos. ¿Tras cual estaría la morena?
Iltharion se asomó por una, y esta vez sin alzar tanto la voz, para que no se confudniera entre los dos destinos, pregunto.
-¿ Anfaüglir?.- Esperaba que de allí donde le escuchara, la morena se ignara a responderle para indicarle por cual de las escaleras debía de subir, no le agradaba mucho ir a tientas, pese a que a falta de alernativas, podría terminar tomando una elección al azar.
El polvo no había perdonado los gruesos escalones de arenisca pulida, erosionada por su centro haciendo que cada escalón no fuera recto, si no ahuecado por el medio, y con uno el margen carcomido por allí en donde solía subir la gente, aunque de forma sutil, más fruto del tiempo que de un gran tránsito por ese lugar.
Su superficie estaba manchada por diversos lugares, oscurecida en diversos lados, y con coloraciones diferentes, como si fueran restos de diversas sustancias que se hubieran ido vertiendo de a poco, y no hubieran sido lavadas debidamente.
Las escaleras bajaban bien profundo, se adentraban en la tierra de forma circular, pero con una curva suave, rodeando por completo el margen de la torre. La temperatura bajaba a cada escalón, volviendo el aire viciado algo más soportable, aunque había un olor acre, muy sutil en el aire, un regusto que se hacía más presente hasta llegar al descansillo de la siguiente planta.
La puerta estaba entreabierta, poco más de un par de palmos, y moverla resultaba complicado, como si la humedad y la suciedad la hubiera pegado al suelo, si se empujaba con un ruido y algo de esfuerzo podía tanto cerrarse como terminar de abrirse, aunque no era necesario para colarse a la estancia. Simplemente aquello denotaba cuanto tiempo llevaba sin moverse.
Las paredes de la estancia, excavadas en el suelo, no eran completamente rectas, en la pared contraria a la entrada, un recuadro se sumergía aún más hacia a dentro del terreno, como un hogar inmenso, con una barra de hierro forjado que lo cruzaba de lado a lado y un par de espetos. Cuando este terminaba, un pequeño saliente con rendijas en la parte superior, y con un agujero de considerable tamaño a la altura de los pies, conformaba un horno al lado del asador. Todo se hallaba revestido de adoquines de piedra, pero aquellos que conformaban el horno y los fuegos, tenían la superficie ennegrecida, teñida por el voraz contacto de las llamas en su prolongado uso.
Una mesada de madera continuada bordeaba el resto de las paredes, interrumpiéndose solamente en los dos puntos donde estaban la puerta de entrada, y otra puerta en la esquina de en frente que llevaba a otras escaleras de bajada. Tenía una sola cajonera hacia abajo que pendía de la superficie de la mesa, de la cual salían algunos cuchillos y utensilios varios, en su mayoría de arcilla cocida, cobre y hierro forjado. Cucharas, cucharones y chuchillos varios.
En los rebordes de la mesa algunos ganchos sostenían trapos gruesos, viejos y usados, pero en su mayoría no más sucios de lo que el abandono había embrutecido la estancia.
Bajo la mesa se apilaban cazos, cacerolas y espetos de hierro, piches varios y soportes donde reposaban enromes leños para los diferentes fuegos.
En el centro de la habitación había una mesa de considerable tamaño, sobre la cual pendía en un bastidor rectangular de madera, una colección de cacerolas de cobre, enverdecidas por el óxido.
Varias palanganas de considerable tamaño estaban en una de las esquinas, en su interior, torreones torcidos de vajilla, paltos, cuencos y tazas se apelotonaban desafiando la gravedad, sucios y llenos de restos, el origen indiscutible del aroma a comida pasada de la sala. Eran tantos los platos que parecía que un regimiento hubiera comido allí para no lavar nunca, o quizás que los moradores hubieran ido comiendo y apilando, y en vez de limpiar, tomando vajilla nueva hasta quedarse sin, o abandonar el lugar.
El recetario de Petrola, mostro una letra clara y cuidada, con dibujos en los márgenes, y una estructura fija en cada receta. La de tez morena había abierto el libro justo por el capítulo de mermeladas, y aquellas páginas que pasó, rezaban diversas recetas de las mismas, oriundas de la región, o de materiales de los reinos circundantes, con una estructura fácil de leer, y un dibujo sencillo del producto final en cada página.
Mermelada de Manzana rosada:
Ingredientes:
-5 Manzanas
-1 fruto de Amorttentia, dos si son pequeños.
-Una taza de miel
-Un limón
-Una rama de canela
-Una jarra con agua
❥ Cortar el limón y exprimir su contenido en una cacerola. Verter la misma cantidad de agua y colocar al fuego, con la rama de canela.
❥ Pelar la manzana, y sacarle el corazón. Reservar los despojos en un cuenco. Con la carne del fruto, cortarla en dados de una pulgada de diámetro.
❥Pelar el fruto de Amorttentia y guardar el Valkko para otras recetas. Picar muy fina la parte rosada.
❥Cuando el jugo rompa hervor verter la miel y revolver hasta que se disuelva.
❥Una vez disuelta la miel, echar los cubos de manzana y la parte rosada de la Amorttentia a la cacerola. Revolver de vez en cuando, y cuidar siempre que no se evapore del todo el jugo.
❥Cuando la fruta este tan blanda que se aplaste sola con la cuchara, retirar la rama de canela, sacar del fuego y prensar con la misma hasta conseguir una textura homogénea.
❥Colocar en un tarro limpio y cerrar, poner bocabajo para que cierre a presión y se pueda conservar.
Receta complementaria: Infusión de manzana.
Algunos ingredientes anteriores pueden aprovecharse para aromatizar el té.
❥En una olla, hervir los restos de manzana, la rama de canela, y la piel del limón durante unos minutos.
❥Colar el agua, y usar para preparar algún té, le da un delicioso sabor frutal. También puede tomarse solo como un jugo suave.
De entre los fajos de cartas, aquellas con la letra más pulcra, también eran las que poseían un contenido más corto. El papel era caro, cuidado, y con una acuarela de fondo que pese al deterioro del tiempo permitía ver que alguien había dedicado a esa comunicación, una pequeña fortuna.
Con las luces prendidas, el elfo se encaminó hacia la pequeña fuga, se puso en cuclillas y examinó la mano con la piel lacerada por la fricción con la cuerda. Observó los daños, tomó la extremidad de la pequeña con suma delicadeza. - Algo de agua fría debería calmarlo, también tengo para fabricar alguna que otra pomada. – Iltharion miró la extremidad dudosa, pues no le agradaba para nada usar el Darae, sin embargo, ponerse con tanto por ver a trajinar entre sus suministros para preparar remedios no era una buena idea.
Con el ceño fruncido, y un suspiro derrotado por la practicidad que poseía esa magia, murmuró un rezo, bajo como si el hecho de que apenas se entendiera, o no se escuchara, hiciera de aquello algo más inexistente. No le agradaba pedir a los dioses, pues no quería ofrecerles nada a cambio.
Una luz tenue apareció en las manos del elfo, y penetró en la piel lacerada, aclarando las partes quemadas y recomponiendo la piel, hasta que quedó intacta, solo algo enrrojecida como si se hubiera dado un golpe ligero, algo que se aliviaría con el rato, y que podía terminar de tratarse con algo de frio bien aplicado.
-Coloca la palma sobre el muro, está fresco, hará el resto. - Le prometió a la niña, antes de alzarse.
Una breve risa entre dientes salió de la garganta del trovador, rememorando el encuentro con l elfa de tez morena a la que tachaban de violenta. – Oh, pero eso no siempre es malo. – Sonrió ampliamente, mirando a windorind con cierta picardía, recordando no solo las malicias que la morena le había propiciado a él, sino que la pequeña de pelo azul encontraba cierto placer cuando la inmovilizaba con fuerza y sin cuidado.
Iltharion rió de nuevo ante la advertencia de la pequeña rubia de lengua afilada. – O alguien muerto, ya saben, cuidado si huelen algo raro. – Les advirtió en un tono bromista, como si no estuvieran hablando de un cadáver.
Iltharion quedó congelado en el lugar hasta que su mente reaccionó, y discernió que aquellas figuras eran esculturas pétreas, y no alguna clase de entes silenciosos que los estuvieran esperando. Se llevó una mano al corazón, que se negaba a calmarse, y que aún seguía alterando su respiración, entrecortada, único ruido de la estancia.
Tomó el candelabro del suelo y lo puso en pue, luego tanteó por el suelo buscando la vela que había rodado apagada. Sus dedos se hundieron sobre algo húmedo y ardiente, viscoso, los restos de la cera fundida, que le arrancaron un quejido de dolor, pero le permitieron localizar aquella fuente de luz que había perdido.
Con los dedos barnizados en cera, acercó la vela a la llama de su homóloga, la prendió, y con un poco del propio material fundido, pego el pedazo perdido a la mitad restante, volviendo completamente operativo una vez más su candelabro.
El elfo se sentó en el suelo, quieto, esperando a que su respiración y su pulso se normalizaran, mientras decidía si iluminar o no la estancia antes de seguir avanzando, y terminó decidiendo dejarla como estaba, para que el resto se pegaran un susto tanto o mayor que el que él había soportado.
La voz de windorind llegó hasta sus oídos, probablemente habían escuchado el estruendo metálico, así que tal y como había hecho antes, Iltharion hizo un cono con ambas manos, para dejar que el eco de las paredes transportara su voz.
-Me he tropezado, cuidado con esto, está muy oscuro. - Dijo la verdad a medias, mientras se ponía en pie tomando su candelabro.
El trovador salvo esta vez con más cuidado, la estancia, y finalmente localizó las escaleras hasta el siguiente piso, el problema era que no había una sola escalera, sino dos. ¿Tras cual estaría la morena?
Iltharion se asomó por una, y esta vez sin alzar tanto la voz, para que no se confudniera entre los dos destinos, pregunto.
-¿ Anfaüglir?.- Esperaba que de allí donde le escuchara, la morena se ignara a responderle para indicarle por cual de las escaleras debía de subir, no le agradaba mucho ir a tientas, pese a que a falta de alernativas, podría terminar tomando una elección al azar.
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El polvo no había perdonado los gruesos escalones de arenisca pulida, erosionada por su centro haciendo que cada escalón no fuera recto, si no ahuecado por el medio, y con uno el margen carcomido por allí en donde solía subir la gente, aunque de forma sutil, más fruto del tiempo que de un gran tránsito por ese lugar.
Su superficie estaba manchada por diversos lugares, oscurecida en diversos lados, y con coloraciones diferentes, como si fueran restos de diversas sustancias que se hubieran ido vertiendo de a poco, y no hubieran sido lavadas debidamente.
Las escaleras bajaban bien profundo, se adentraban en la tierra de forma circular, pero con una curva suave, rodeando por completo el margen de la torre. La temperatura bajaba a cada escalón, volviendo el aire viciado algo más soportable, aunque había un olor acre, muy sutil en el aire, un regusto que se hacía más presente hasta llegar al descansillo de la siguiente planta.
La puerta estaba entreabierta, poco más de un par de palmos, y moverla resultaba complicado, como si la humedad y la suciedad la hubiera pegado al suelo, si se empujaba con un ruido y algo de esfuerzo podía tanto cerrarse como terminar de abrirse, aunque no era necesario para colarse a la estancia. Simplemente aquello denotaba cuanto tiempo llevaba sin moverse.
Las paredes de la estancia, excavadas en el suelo, no eran completamente rectas, en la pared contraria a la entrada, un recuadro se sumergía aún más hacia a dentro del terreno, como un hogar inmenso, con una barra de hierro forjado que lo cruzaba de lado a lado y un par de espetos. Cuando este terminaba, un pequeño saliente con rendijas en la parte superior, y con un agujero de considerable tamaño a la altura de los pies, conformaba un horno al lado del asador. Todo se hallaba revestido de adoquines de piedra, pero aquellos que conformaban el horno y los fuegos, tenían la superficie ennegrecida, teñida por el voraz contacto de las llamas en su prolongado uso.
Una mesada de madera continuada bordeaba el resto de las paredes, interrumpiéndose solamente en los dos puntos donde estaban la puerta de entrada, y otra puerta en la esquina de en frente que llevaba a otras escaleras de bajada. Tenía una sola cajonera hacia abajo que pendía de la superficie de la mesa, de la cual salían algunos cuchillos y utensilios varios, en su mayoría de arcilla cocida, cobre y hierro forjado. Cucharas, cucharones y chuchillos varios.
En los rebordes de la mesa algunos ganchos sostenían trapos gruesos, viejos y usados, pero en su mayoría no más sucios de lo que el abandono había embrutecido la estancia.
Bajo la mesa se apilaban cazos, cacerolas y espetos de hierro, piches varios y soportes donde reposaban enromes leños para los diferentes fuegos.
En el centro de la habitación había una mesa de considerable tamaño, sobre la cual pendía en un bastidor rectangular de madera, una colección de cacerolas de cobre, enverdecidas por el óxido.
Varias palanganas de considerable tamaño estaban en una de las esquinas, en su interior, torreones torcidos de vajilla, paltos, cuencos y tazas se apelotonaban desafiando la gravedad, sucios y llenos de restos, el origen indiscutible del aroma a comida pasada de la sala. Eran tantos los platos que parecía que un regimiento hubiera comido allí para no lavar nunca, o quizás que los moradores hubieran ido comiendo y apilando, y en vez de limpiar, tomando vajilla nueva hasta quedarse sin, o abandonar el lugar.
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El recetario de Petrola, mostro una letra clara y cuidada, con dibujos en los márgenes, y una estructura fija en cada receta. La de tez morena había abierto el libro justo por el capítulo de mermeladas, y aquellas páginas que pasó, rezaban diversas recetas de las mismas, oriundas de la región, o de materiales de los reinos circundantes, con una estructura fácil de leer, y un dibujo sencillo del producto final en cada página.
Mermelada de Manzana rosada:
Ingredientes:
-5 Manzanas
-1 fruto de Amorttentia, dos si son pequeños.
-Una taza de miel
-Un limón
-Una rama de canela
-Una jarra con agua
❥ Cortar el limón y exprimir su contenido en una cacerola. Verter la misma cantidad de agua y colocar al fuego, con la rama de canela.
❥ Pelar la manzana, y sacarle el corazón. Reservar los despojos en un cuenco. Con la carne del fruto, cortarla en dados de una pulgada de diámetro.
❥Pelar el fruto de Amorttentia y guardar el Valkko para otras recetas. Picar muy fina la parte rosada.
❥Cuando el jugo rompa hervor verter la miel y revolver hasta que se disuelva.
❥Una vez disuelta la miel, echar los cubos de manzana y la parte rosada de la Amorttentia a la cacerola. Revolver de vez en cuando, y cuidar siempre que no se evapore del todo el jugo.
❥Cuando la fruta este tan blanda que se aplaste sola con la cuchara, retirar la rama de canela, sacar del fuego y prensar con la misma hasta conseguir una textura homogénea.
❥Colocar en un tarro limpio y cerrar, poner bocabajo para que cierre a presión y se pueda conservar.
Receta complementaria: Infusión de manzana.
Algunos ingredientes anteriores pueden aprovecharse para aromatizar el té.
❥En una olla, hervir los restos de manzana, la rama de canela, y la piel del limón durante unos minutos.
❥Colar el agua, y usar para preparar algún té, le da un delicioso sabor frutal. También puede tomarse solo como un jugo suave.
De entre los fajos de cartas, aquellas con la letra más pulcra, también eran las que poseían un contenido más corto. El papel era caro, cuidado, y con una acuarela de fondo que pese al deterioro del tiempo permitía ver que alguien había dedicado a esa comunicación, una pequeña fortuna.
- Cartas:
Iltharion Dur'Falas
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
Estaba claro que ir apresurados por las damas era algo que tanto el joven elfo como su padre parecían tener en comun aunque la sonrisa que mostraba el joven al ver a su progenitor salir corriendo para atender a la elfa exótica no tenía precio. Realmente el ladrón se divertía viendo a su padre correr de aquella manera porque una dama le gritaba que fuera enseguida a ayudarla, si es que se lo tenía merecido por mujeriego, es lo que se decía así mismo el pelirrojo mientras andaba para acercarse a las dos chicas que se habían quedado con él en aquel comedor oscuro; aunque no pudo evitar compartir su pensamiento con las dos mujeres que estaban también allí.
El elfo se presentó a las dos jovenes con aquella reverencia y luego escuchó primero el nombre de la elfa y luego escuchó el nombre de la mas pequeña de los tres. -Un gusto conoceros a las dos.- El joven se mostraba amistoso y símpatico con las dos sobre todo con la mas pequeña a la que antes, fuera de la torre le había dado aquella fruta que al parecer había perdido por el camino. Realmente Theodoro tenía una debilidad por los niños pues al haber pasado tantas cosas malas en su infancia siempre le ha gustado hacer a los niños sonréir para no verlos con la tristeza que el había tenido que llevar en su rostro durante muchos años.
Esperando que Windorind marcara el rumbo que debían tomar los ojos del elfo se enfocaron por un momento hacia la puerta por donde antes se había ido su padre. Pese a no conocerlo mas de lo poco que estaban juntos desde su encuentro en el claro no podía pensar que tampoco quería que le pasara nada malo, ya que aunque no hubiera estado en su vida delante de él seguía siendo la única familia que le quedaba y era normal que se preocupara por su progenitor. Pero fue la voz de la elfa la que le hizo volver la mirada hacia ella y acompañar a ambas hasta la chimenea para prestarle ayuda mientras la intentaban encender para que el lugar fuera algo mas calido porque había que admitir que era algo fresco.
Pronto los tres se pusieron camino hacia la parte baja de la torre pues allí es donde había dicho la elfa de cabellos azulados de acudir para investigar mejor la estructura en la que se encontraban. Al pasar por delante de la escalera que subía el elfo se detuvo un momento mirando hacia arriba y soltó un suspiro para luego seguir hacia la escalera que bajaba. De repente un ruido hizo pararse en seco al joven elfo que se dio la vuelta rápidamente apunto de salir corriendo escaleras arriba pero de nuevo la voz de la joven Win le cortó en seco para luego escuchar las palabras de su padre. -Apenas le conozco y ya esta apunto de matarme de un ataque al corazón.- Dijo a media voz el elfo negando con la cabeza y resoplando marcadamente.
El golem empezó a bajar las escaleras primero y el elfo lo seguía a una distancia prudente por si cualquier cosa. Al parecer del elfo la escalera bajaba bastante mas de lo que creía y a medida que bajaban la temperatura era mas fría de lo que era en la otra sala pero al final llegaron al descanso de la escalera donde dieron a una puerta entre abierta pero con mala pinta para abrirla mas. -Vaya, vaya, no sé como pasara el golem por la rendija a no ser...- Sin mas el ladrón puso su hombro contra la puerta y tirando de fuerza intento moverla un poco mas para que la rendija fuera algo mas hancha para que el golem pudiera pasar. Cuando lo hubo conseguido miro a las dos chicas. -Creo que así podrá pasar mejor.- Sonrió y entró en aquella habitación.
Al parecer aquella habitación era una especie de cocina por todo lo que mostraba si enfocabas bien los ojos. -Bienvenidas a lo que parece la cocina ¿les preparo algo mis damas?- Bromeó Theodoro haciendole una reverencia a las dos para que pasaran a la habitación. Tras la broma el elfo caminó por el lugar sin tocar mucho hasta llegar a la otra puerta para examinarla con la mirada y luego mirar las escaleras que seguían bajando. Obviamente el final de las escaleras no se veía sino no hubiera hecho falta bajar mas pero no era ese el caso así que se volteo para hablar a las dos. -Bien aquí estan las escaleras que siguen bajando.- El ladrón se alejo de la puerta para acercarse a la elfa de pelos marinos y cuando esuvo cerca le dijo en voz baja. -¿De que conoces a mi pa... a Iltharion?- Le resultaba aun muy raro llamarle padre cuando hablaba con otros incluso si hablara con el mismo Iltharion aun le resultaria raro llamarlo padre.
Theodoro Trevisano
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
Fuga hizo lo que el bardo le ordenó y, en cuanto volvieron a examinar las estanterías, fue colocando su manita en la pared o en las partes más frías de las propias alacenas. Era incómodo, pero si el pelirrojo lo decía, sería porque tendría algún sentido real y no solo por el mero placer de hacer que la pequeña fuera pasando la mano por las paredes de la sala.
Wind enarcó una ceja mientras una sonrisa con cierto deje pícaro asomaba por su rostro -Pero en una posada puede salir caro- Contestó la muchacha con cierto tono encendido en el rostro que bien podía confundirse con el susto que se había llevado por el ruido provocado por la morena.
Iltharion parecía querer matar del susto a su hijo, que pareció alterarse tanto, o más, que si él mismo hubiera caído por las escaleras, pero las muchachas, lejos de preocuparse demasiado, decidieron preguntar. Si el pelirrojo maduro se convertía en un muerto, el mismo habría ganado la apuesta, pero por aquella condición, tampoco hubieran tenido que pagar nada, de hecho, tal vez un saqueo discreto no resultaría tan mala idea. En cualquier caso, ellas acabarían ganado, tanto si el bardo estaba bien, como si no lo estaba ya que seguían convencidas de su victoria en la pequeña apuesta que habían hecho antes.
La voz de Iltharion llegó a sus oídos y suspiró con cierto alivio, tampoco es que deseara que muriera en aquel lugar por una bolsa de aeros -No te aflijas, no moriría tan rápido- Contestó Wind sonriente recordando que, en su día, ya le hizo notar que su cabeza no iba a moverse de sus hombros por mucho que lo intentaran. -Y si lo hace, ganamos la apuesta- añadió Fuga con tal velocidad, que a la elfina no le dio tiempo a taparle la boca para evitar aquel comentario, que, a pesar de haber pasado por su cabeza, sabía que no era apropiado poner en voz alta. -T-Tampoco es así… q-quiero decir…La apuesta no importaría- Trató de arreglarlo con nerviosismo y como pudo, mientras su rostro se encendía por aquella vergüenza de saberse poseedora de aquel pensamiento también -Si qu…- Esta vez sí, previendo la respuesta de la rubia, le tapó la boca mientras la sonrisa nerviosa no desaparecía de su rostro. Aquella licántropa tenía un filtro mínimo en su cabeza para analizar sus palabras.
La suciedad de las escaleras resultaba algo desagradable que, unido al olor ocre del aire hacía pensar a la muchacha que tal vez allí sí que hubiera algún muerto. Bajaron tanto como les permitieron las escaleras hasta dar con un descansillo y una puerta. El frío que hacía allí abajo era bastante notorio y las muchachas agradecieron en gran medida haberse quedado con aquellas gruesas capas que les ayudaban a mantener la temperatura en sus cuerpos.
Al llegar a la puerta, Theodoro la empujó y un chirrido estruendoso inundó las escaleras -Por todos los cielos, casi hubiera sido menos escandaloso que el golem la rompiera- Comentó en tono jocoso -Pero si, desde luego, así está mejor- Añadió mientras entraba en la sala detrás del pelirrojo y de Fuga.
Aquella nueva sala parecía la cocina de la torre, quién sabe si la única o una de muchas, pero por el tamaño y la cantidad de platos sucios que se apilaban en una esquina de la mesa, parecía ser la cocina principal. Allí el olor era más fuerte, probablemente generado por los platos sucios que hacía ya tiempo que comenzaron a ser inservibles pues, ni todo el jabón del mundo podría quitar aquel olor de ellos.
Las muchachas, ahora de la mano otra vez, comenzaron a recorrer la estancia al mismo tiempo que el elfo hacía lo propio -Primero habrá que encontrar la comida- contestó divertida mientras miraba las cacerolas, en busca de algún tesoro inesperado que pudiera hallarse en ellas.
Unas cuantas cacerolas, vajillas y herramientas de cocina eran lo mejor que las muchachas habían encontrado por el momento -Esto no nos sirve- Un suspiro por parte de Wind ante aquella rotunda afirmación de la pequeña y pasaron a buscar en los únicos cajones de la estancia.
Al fin algo que merecía la pena, los cuchillos, a pesar de no ser los mejores que había visto nunca, tenían una utilidad bastante clara y la elfa, tenía claro que no iba a dejarlos allí -Fuga, los cuchillos, cógelos, ya les daremos alguna utilidad- sabía que utilidad les podían dar a algo como aquello. Si realmente allí había alguien malo, los cuchillos podrían ayudar a acabar con él y, si no, un par de armas de más nunca venían mal.
Tres fueron los cuchillos que escogieron entre las dos mozas, los más afilados que encontraron. El más pequeño se lo quedó Fuga que lo guardó en su bolsa y los otros dos los guardó la elfina, una en la parte de fuera del carcaj que daba hacia la parte de su espalda y el otro, cubriéndolo con un trapo que tan sólo tenía polvo, lo metió en su bota.
-Perdón, es que la cocina es siempre un lugar interesante- Se disculpó la elfina con una sonrisa por aquel trajín que se llevaban con los cuchillos entre las dos -Pero no hay nada para vender- añadió Fuga mientras se acercaban hasta el pelirrojo -Dejemos lo de los cuchillos como un secreto entre nosotros ¿Sí?- Le guiñó un ojo a Theodoro y se puso el dedo índice sobre los labios sonrientes haciendo el gesto de silencio, con la esperanza de que aquel intento de armarse, no se convirtiera en algo más importante de lo que realmente era.
Aquella pregunta pilló de sorpresa a la elfina, que levantó ambas cejas y miró hacia el techo mientras recordaba cual había sido el primer encuentro con Iltharion -Pues…- Murmuró a la vez que la pequeña comenzaba a mirarla con curiosidad, ella tampoco lo sabía y realmente quería saberlo, aunque por supuesto la pregunta no iba a salir de sus labios -Hará ya algo más de un año… Él tocaba con unos artistas ambulantes en Vulwulfar y…- Un parón al recordar lo siguiente y la sonrisa tranquila se ensanchó en sus labios -Me salvó de un borracho asqueroso que quería propasarse y le enseñé a cambio un buen lugar para comer- Ahí dio por finalizado su primer encuentro, no pensaba ni por un momento en decir delante de la pequeña que después de aquello se había dejado dibujar desnuda ni que, además, habían yacido en mitad del bosque. Eso era algo que se guardaba para ella, no era ese tipo de cosas que le gustaba propagar por el mundo -Y después nos hemos encontrado algunas otras veces en los caminos- Se encogió de hombros y dio por finalizada su explicación.
Fuga no quedó contenta, nada contenta con aquella explicación a medias ¿Y el dibujo? ¿y el anillo que le habia visto alguna vez en las posadas para esquivar miradas indeseables? En algún momento le dijo que se lo había dado un amigo, un elfo pelirrojo y lo cierto era, que no creía que conociera a muchos más a parte de esos dos. Además ¿Por qué actuaba raro con él? ¿Acaso era simple complicidad de amigos? Debido a la escasa experiencia en el amito social de la pequeña, no estaba segura de cuales de esas preguntas eran lógicas y cuáles no, pero en cualquier caso en algún momento acabaría buscando las respuestas.
Wind mandó al golem hasta la siguiente puerta e instó a continuar bajando sin encender ninguna luz de aquella sala - ¿Seguimos bajando? Si aquí está la cocina, tal vez haya comida allí abajo- Comentó mientras señalaba la puerta y, sin esperar respuesta, se dirigió hacia las escaleras que se adentraban aún más bajo tierra - ¿Vamos? - Sonrió ale elfo y, tras el golem, se aventuró a bajar las escaleras.
Wind enarcó una ceja mientras una sonrisa con cierto deje pícaro asomaba por su rostro -Pero en una posada puede salir caro- Contestó la muchacha con cierto tono encendido en el rostro que bien podía confundirse con el susto que se había llevado por el ruido provocado por la morena.
Iltharion parecía querer matar del susto a su hijo, que pareció alterarse tanto, o más, que si él mismo hubiera caído por las escaleras, pero las muchachas, lejos de preocuparse demasiado, decidieron preguntar. Si el pelirrojo maduro se convertía en un muerto, el mismo habría ganado la apuesta, pero por aquella condición, tampoco hubieran tenido que pagar nada, de hecho, tal vez un saqueo discreto no resultaría tan mala idea. En cualquier caso, ellas acabarían ganado, tanto si el bardo estaba bien, como si no lo estaba ya que seguían convencidas de su victoria en la pequeña apuesta que habían hecho antes.
La voz de Iltharion llegó a sus oídos y suspiró con cierto alivio, tampoco es que deseara que muriera en aquel lugar por una bolsa de aeros -No te aflijas, no moriría tan rápido- Contestó Wind sonriente recordando que, en su día, ya le hizo notar que su cabeza no iba a moverse de sus hombros por mucho que lo intentaran. -Y si lo hace, ganamos la apuesta- añadió Fuga con tal velocidad, que a la elfina no le dio tiempo a taparle la boca para evitar aquel comentario, que, a pesar de haber pasado por su cabeza, sabía que no era apropiado poner en voz alta. -T-Tampoco es así… q-quiero decir…La apuesta no importaría- Trató de arreglarlo con nerviosismo y como pudo, mientras su rostro se encendía por aquella vergüenza de saberse poseedora de aquel pensamiento también -Si qu…- Esta vez sí, previendo la respuesta de la rubia, le tapó la boca mientras la sonrisa nerviosa no desaparecía de su rostro. Aquella licántropa tenía un filtro mínimo en su cabeza para analizar sus palabras.
La suciedad de las escaleras resultaba algo desagradable que, unido al olor ocre del aire hacía pensar a la muchacha que tal vez allí sí que hubiera algún muerto. Bajaron tanto como les permitieron las escaleras hasta dar con un descansillo y una puerta. El frío que hacía allí abajo era bastante notorio y las muchachas agradecieron en gran medida haberse quedado con aquellas gruesas capas que les ayudaban a mantener la temperatura en sus cuerpos.
Al llegar a la puerta, Theodoro la empujó y un chirrido estruendoso inundó las escaleras -Por todos los cielos, casi hubiera sido menos escandaloso que el golem la rompiera- Comentó en tono jocoso -Pero si, desde luego, así está mejor- Añadió mientras entraba en la sala detrás del pelirrojo y de Fuga.
Aquella nueva sala parecía la cocina de la torre, quién sabe si la única o una de muchas, pero por el tamaño y la cantidad de platos sucios que se apilaban en una esquina de la mesa, parecía ser la cocina principal. Allí el olor era más fuerte, probablemente generado por los platos sucios que hacía ya tiempo que comenzaron a ser inservibles pues, ni todo el jabón del mundo podría quitar aquel olor de ellos.
Las muchachas, ahora de la mano otra vez, comenzaron a recorrer la estancia al mismo tiempo que el elfo hacía lo propio -Primero habrá que encontrar la comida- contestó divertida mientras miraba las cacerolas, en busca de algún tesoro inesperado que pudiera hallarse en ellas.
Unas cuantas cacerolas, vajillas y herramientas de cocina eran lo mejor que las muchachas habían encontrado por el momento -Esto no nos sirve- Un suspiro por parte de Wind ante aquella rotunda afirmación de la pequeña y pasaron a buscar en los únicos cajones de la estancia.
Al fin algo que merecía la pena, los cuchillos, a pesar de no ser los mejores que había visto nunca, tenían una utilidad bastante clara y la elfa, tenía claro que no iba a dejarlos allí -Fuga, los cuchillos, cógelos, ya les daremos alguna utilidad- sabía que utilidad les podían dar a algo como aquello. Si realmente allí había alguien malo, los cuchillos podrían ayudar a acabar con él y, si no, un par de armas de más nunca venían mal.
Tres fueron los cuchillos que escogieron entre las dos mozas, los más afilados que encontraron. El más pequeño se lo quedó Fuga que lo guardó en su bolsa y los otros dos los guardó la elfina, una en la parte de fuera del carcaj que daba hacia la parte de su espalda y el otro, cubriéndolo con un trapo que tan sólo tenía polvo, lo metió en su bota.
-Perdón, es que la cocina es siempre un lugar interesante- Se disculpó la elfina con una sonrisa por aquel trajín que se llevaban con los cuchillos entre las dos -Pero no hay nada para vender- añadió Fuga mientras se acercaban hasta el pelirrojo -Dejemos lo de los cuchillos como un secreto entre nosotros ¿Sí?- Le guiñó un ojo a Theodoro y se puso el dedo índice sobre los labios sonrientes haciendo el gesto de silencio, con la esperanza de que aquel intento de armarse, no se convirtiera en algo más importante de lo que realmente era.
Aquella pregunta pilló de sorpresa a la elfina, que levantó ambas cejas y miró hacia el techo mientras recordaba cual había sido el primer encuentro con Iltharion -Pues…- Murmuró a la vez que la pequeña comenzaba a mirarla con curiosidad, ella tampoco lo sabía y realmente quería saberlo, aunque por supuesto la pregunta no iba a salir de sus labios -Hará ya algo más de un año… Él tocaba con unos artistas ambulantes en Vulwulfar y…- Un parón al recordar lo siguiente y la sonrisa tranquila se ensanchó en sus labios -Me salvó de un borracho asqueroso que quería propasarse y le enseñé a cambio un buen lugar para comer- Ahí dio por finalizado su primer encuentro, no pensaba ni por un momento en decir delante de la pequeña que después de aquello se había dejado dibujar desnuda ni que, además, habían yacido en mitad del bosque. Eso era algo que se guardaba para ella, no era ese tipo de cosas que le gustaba propagar por el mundo -Y después nos hemos encontrado algunas otras veces en los caminos- Se encogió de hombros y dio por finalizada su explicación.
Fuga no quedó contenta, nada contenta con aquella explicación a medias ¿Y el dibujo? ¿y el anillo que le habia visto alguna vez en las posadas para esquivar miradas indeseables? En algún momento le dijo que se lo había dado un amigo, un elfo pelirrojo y lo cierto era, que no creía que conociera a muchos más a parte de esos dos. Además ¿Por qué actuaba raro con él? ¿Acaso era simple complicidad de amigos? Debido a la escasa experiencia en el amito social de la pequeña, no estaba segura de cuales de esas preguntas eran lógicas y cuáles no, pero en cualquier caso en algún momento acabaría buscando las respuestas.
Wind mandó al golem hasta la siguiente puerta e instó a continuar bajando sin encender ninguna luz de aquella sala - ¿Seguimos bajando? Si aquí está la cocina, tal vez haya comida allí abajo- Comentó mientras señalaba la puerta y, sin esperar respuesta, se dirigió hacia las escaleras que se adentraban aún más bajo tierra - ¿Vamos? - Sonrió ale elfo y, tras el golem, se aventuró a bajar las escaleras.
Windorind Crownguard
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
El azar me condujo a una de las páginas más oteadas por el pasar, diferentes trazos marcaban las pautas y por supuesto se mantenía subrayado algún que otro dato a tener en cuenta, la receta de Mermelada la leí por encima haciendo hincapié en los ingredientes y en la facilidad a la hora de prepararlo independientemente de si se está en una morada o en un majestuoso bosque. El sendero a través del cuarto iluminado por los últimos rayos del atardecer llega al reo de su propia muerte, el sarcófago donde me enterraré será el lecho para dos personas o incluso tres. Las pertenencias ya están fuera de la torre y lo único que necesito son los fajos de cartas sobre la cama y la extensa tranquilidad que transcurren por los recovecos del torreón. Estén donde estén ningún sonido arriba a mis puntiagudas orejas.
El distintivo lazo desampara las cartas embellecidas por una letra pulcra, con cuidado las coloco a un lado estando todas en orden para no perder el hilo de los hechos. Las hojas tanto al tacto como a la vista se aprecian de altísima calidad, la primera va dirigida hacia una tal Bábila de parte del Señor Cornelius, Maestro de la torre de la espesura. Una sonrisa se me apalanca en los labios, ya sabemos de quien le pertenece ese cacho de piedra y como el pobre diablo andaba enamorado hasta las trancas de una mujer en la que se habrá dejado media fortuna. Siguiendo con el relato la invita a tener cita y recalca en el final del contenido la palabra "Magia" Los dientes terminan rechinando y desde las fosas nasales voy soltando todo el aire cálido, como no, brujos. El material a indagar es escueto y la primera no me tardó ni dos minutos.
En la segunda el pelele de turno ya está poniendo de su fortuna para contentar a la niña ingrata, estirada en la cama aún con las botas puestas y la espalda recostada sobre un buen montón de almohadas frunzo el ceño, se pensará que a base de regalitos y detalles se la llevará al lecho, ¿será este? Joder, de refilón contemplo las sábanas y los tules que caen desde lo alto, al menos si se la tiró, lo hizo en una cama espléndida. En la tercera Cornelius ya mueve ficha y la convoca en un lugar más íntimo, sí, todos sabemos para que nos llevamos al que nos gusta a un lugar "más íntimo" Cada letra y vocal son leídas con tanto entusiasmo que sin ser consciente ya estoy enganchada. En medio del balcón me imagino a Bábila vestida con ropajes que no son suyos, a gusto de un hombre barbudo donde cenará a la luz de las velas y la luna, menuda putada más grande, la compadezco.
Ajá, la señorita ha pasado a ser querida, al menos se indignaron a cenar antes en una versión romántica de cómo llevarte a la chica por tan sólo tener los bolsillos forrados de aeros, no llevo la cuenta de cuantas he leído pero sin lugar a duda la más interesante es donde recalca la distancia de la muchacha, será zorra, le habrá sacado partido y habrá huido con algún jovenzuelo, es un buen plan, con vender todos los vestidos y joyas podrían escapar y vivir sin complicaciones. Una pena que en la siguiente se explique todo lo contrario, esto de los arreglos entre parejas me aburre muchísimo, al leer la palabra pudor entorno los ojos. Todas con su maldito pudor cuando luego a la hora de desnudarse y disfrutarlo enseguida se les esfuma, hipocresía, en sí, eso es lo que es el amor y sus respectivos efectos en sus víctimas.
La amada Bab progresa y tiene al anciano ensimismado con sus encantos de mujer refinada y pudorosa en la cama, planean como tener más tiempo para verse y en la última algo anda mal, salen a la defensiva los padres de la joven y cómo una manada de lobos los aqueja, sin mensajero que los comunique con el exterior busco la siguiente carta, no hay más. ─ La daremos por muerta. ─ Me propuse a mí misma, al menos si el final es feliz así ya tengo yo uno caótico en mi mente que trabaja por convertir esta novela tan realista y romántica en una dramática, sobretodo siendo ella bruja. Impaciente recogí el fajo afealdado y me dispuse a tomar la siguiente para saber que rayos pasará en esta versión. Con ansias pero sin muchas prisas para no saltarme los minúsculos detalles sigo pegada a la correspondencia, la concentración es tal que la voz de Iltharion es inadvertida como así el exterior que me rodea.
El distintivo lazo desampara las cartas embellecidas por una letra pulcra, con cuidado las coloco a un lado estando todas en orden para no perder el hilo de los hechos. Las hojas tanto al tacto como a la vista se aprecian de altísima calidad, la primera va dirigida hacia una tal Bábila de parte del Señor Cornelius, Maestro de la torre de la espesura. Una sonrisa se me apalanca en los labios, ya sabemos de quien le pertenece ese cacho de piedra y como el pobre diablo andaba enamorado hasta las trancas de una mujer en la que se habrá dejado media fortuna. Siguiendo con el relato la invita a tener cita y recalca en el final del contenido la palabra "Magia" Los dientes terminan rechinando y desde las fosas nasales voy soltando todo el aire cálido, como no, brujos. El material a indagar es escueto y la primera no me tardó ni dos minutos.
En la segunda el pelele de turno ya está poniendo de su fortuna para contentar a la niña ingrata, estirada en la cama aún con las botas puestas y la espalda recostada sobre un buen montón de almohadas frunzo el ceño, se pensará que a base de regalitos y detalles se la llevará al lecho, ¿será este? Joder, de refilón contemplo las sábanas y los tules que caen desde lo alto, al menos si se la tiró, lo hizo en una cama espléndida. En la tercera Cornelius ya mueve ficha y la convoca en un lugar más íntimo, sí, todos sabemos para que nos llevamos al que nos gusta a un lugar "más íntimo" Cada letra y vocal son leídas con tanto entusiasmo que sin ser consciente ya estoy enganchada. En medio del balcón me imagino a Bábila vestida con ropajes que no son suyos, a gusto de un hombre barbudo donde cenará a la luz de las velas y la luna, menuda putada más grande, la compadezco.
Ajá, la señorita ha pasado a ser querida, al menos se indignaron a cenar antes en una versión romántica de cómo llevarte a la chica por tan sólo tener los bolsillos forrados de aeros, no llevo la cuenta de cuantas he leído pero sin lugar a duda la más interesante es donde recalca la distancia de la muchacha, será zorra, le habrá sacado partido y habrá huido con algún jovenzuelo, es un buen plan, con vender todos los vestidos y joyas podrían escapar y vivir sin complicaciones. Una pena que en la siguiente se explique todo lo contrario, esto de los arreglos entre parejas me aburre muchísimo, al leer la palabra pudor entorno los ojos. Todas con su maldito pudor cuando luego a la hora de desnudarse y disfrutarlo enseguida se les esfuma, hipocresía, en sí, eso es lo que es el amor y sus respectivos efectos en sus víctimas.
La amada Bab progresa y tiene al anciano ensimismado con sus encantos de mujer refinada y pudorosa en la cama, planean como tener más tiempo para verse y en la última algo anda mal, salen a la defensiva los padres de la joven y cómo una manada de lobos los aqueja, sin mensajero que los comunique con el exterior busco la siguiente carta, no hay más. ─ La daremos por muerta. ─ Me propuse a mí misma, al menos si el final es feliz así ya tengo yo uno caótico en mi mente que trabaja por convertir esta novela tan realista y romántica en una dramática, sobretodo siendo ella bruja. Impaciente recogí el fajo afealdado y me dispuse a tomar la siguiente para saber que rayos pasará en esta versión. Con ansias pero sin muchas prisas para no saltarme los minúsculos detalles sigo pegada a la correspondencia, la concentración es tal que la voz de Iltharion es inadvertida como así el exterior que me rodea.
Eretria Noorgard
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
La voz del trovador solo fue respondida por su propio eco, que resonaba en las escaleras sin recibir ningún otro sonido más que el de su voz contra las piedras. Suspiró exasperado, y miró hacia atrás, escrutando las tinieblas que ocultaban las estatuas, y aún más allá, las escaleras que bajaban, decidiendo si volver con las chiquillas y su bastardo, o perseguir a la bestia indómita de piel castaña.
Le gustaba tan poco una opción como la otra, pero lo cierto era que confiaba más en la capacidad ofensiva que pudiera tener Eretria si se hallaban en algún peligro, y la promesa de tener la luz de las ventanas resultaba más atractiva que la perspectiva de hallarse encerrado en un sótano, a merced de desprendimientos, y la planta baja, bueno, era tan divertida como una piedra una vez estaba iluminada, dudaba que nadie permaneciera en ella mucho tiempo.
Miró a ambos lados, y simplemente se lanzó a subir por una de las escaleras, sin reparar más en cual, desde su perspectiva eran los dos iguales, y llevaban al mismo sitio. Arriba, y lejos de esas estatuas tan realistas que creía sentir su mirada en la nuca, como si fueran capaces de moverse cuando no las observaba.
El trayecto entre los pisos era largo, y la curva de las escaleras no ayudaba a mitigar esa sensación, por ello, cuando creyó vislumbrar un descansillo apuró el paso, con tan mala suerte que no se percató del cordel que cruzaba el arco.
Un chasquido pequeño lo puso en alerta, y el borrón de algo caer del techo le hizo saltar a un lado, tan rápido que solo se golpeó el codo con contundencia con aquel recipiente metálico. El mismo chocó contra la pared, y después contra el suelo, para, finalmente, rodar con estruendo escaleras abajo, salpicando a cada golpe una viscosa y olorosa sustancia.
El elfo se pegó a la pared, y el candelabro entró en contacto con una de las salpicaduras, que había quedado peligrosamente cerca de su rostro. Al instante se prendió una llamarada. -¡Por todos los dioses!.- Gritó y dio un bote el bardo, pisando sobre otro charco que le hizo resbalarse y caerse de pie, con la mano a escasos centímetros de una de las runas, salvándose de milagro de aquel peligro que desconocía, centrado en otro mucho más palpable.
El fuego de una mancha rápidamente pasó a otra, y encendió todas las escaleras haciendo imposible bajarlas. -Mierda, mierda, mierda…- El elfo se giró como pudo y se abalanzó fuera del charco, buscando refugio e un de las habitaciones vacías, de aquellas que eran todas iguales. Prácticamente tiró el candelabro mientras apagaba a manotazos un par de pequeñas llamas que le habían calcinado una manga y rodaba por el suelo de piedra del dormitorio soltando una ristra variopinta de barbaridades.
Cuando hubo terminado, quedó extendido bocarriba, con una manga carcomida hasta el codo y quemaduras en el antebrazo, oliendo a humo, y empapado en aquel aceite rancio, que por suerte no se había encendido por completo, pero que seguía siendo un peligro si se le acercaban llamas.
-Fantástico. -Espetó con una acidez cortante. Ahora no podría siquiera encenderse un cigarro.
El hijo de los bosques cerro los ojos, y respiró profundamente, intentando contener la frustración y el sobresalto que acababa de pasar. El fuego crepitaba en el pasillo, y estaría encendido un buen rato, hasta que se consumiera todo el líquido, hasta ese momento, lo más prudente era no tentar a la suerte, y permanecer lejos de las llamas, que arrojaban sus sombras y luces danzantes sobre el empolvado pasillo en el que apenas se había parado unos instantes.
Casi tenía miedo de moverse, de acercarse demasiado al candelabro y hacer un desastre, por lo que se sentó lentamente en el suelo, y desde esa prudente distancia, examinó los camastros sin sabanas, e incluso se atrevió a abrir un cofre al que llegaba alargando el brazo. Vacío. Todo parecía indicar que hacía mucho que los habitantes de ese lugar lo habían abandonado, y la falta de equipaje en el patio le hacía pensar que estos no habían tenido el problema de quedar encerrados.
El olor acre se volvía más intenso a medida que se bajaban las escaleras, era ácido y amargo al mismo tiempo, penetrante y pegajoso, se adhería a las paredes de la nariz y la garganta con voluntad férrea, y hacía el aire denso y desagradable. Aquel vapor malsano que constituía el propio aire hacía difícil el ultimo metro de descenso, y pronosticaba algo sumamente desagradable tras la puerta casi cerrada por completo que se alzaba en el descanso de las escaleras.
Apartar la puerta era igual a hacer que aquel pestilente hedor se volviera más intenso, y golpeara las escaleras, como si buscara que cualquier presente soltara sus entrañas y las vertiera sobre el pavimento.
La habitación era amplia, tanto como la cocina, aunque la vista no podía alcanzar todos sus rincones con la misma facilidad con la que se había oteado el piso superior. La pared derecha, mostraba varios estantes de madera, en los cuales, la comida seca y podrida por el tiempo se adhería y se había descompuesto tanto, que costaba identificar cual había sido su naturaleza. Foco principal de aquel hedor a muerte que calaba hasta los huesos.
La izquierda, tenía un saliente de madera que se adentraba en la sala medio metro, y que subía en altura poco más que eso. De aquella repisa sobresalía la mitad de unos recipientes de cerámica y barro, con las tapas selladas, y polvorientos, que, sin embargo, tenían en sus superficies un ligero fulgor.
Pasar la mano por encima, revelaría algunas runas sobre aquellos silos cerrados, para que quedaran herméticos y lograran mantener aislados sus contenidos del ambiente.
En el centro de la estancia, y entre las columnas, estantes mostraban una gran cantidad de frascos de líquidos diversos, transparentes, ambarinos, y otros torvos, con moho en su superficie. El olor acre también salía de algunos de ellos.
A los pies del lugar, algunos cristales y el suelo más manchado mostraba que varios habían caído de su lugar hacía ya mucho tiempo.
En la parte de la pared que daba al fondo del cíllo, unas barricas inmensas y de lado cubrían el muro casi por completo, y sobresalían del mismo. Todas con una especie de salientes taponados, y una perilla simple para abrirlos. En el margen de dicha hilera, jarras de vidrio y cerámica aguardaban a ser llenadas, sucias y polvorientas.
Entre las barricas y los estantes de comida en mal estado, un par de molinillos con muelas de poco más de medio metro de diámetro aguardaban, limpios de comida, a ser usados, en su costado una especie de manija que iba hacia atrás, mostraba el mecanismo de algún sistema de engranajes poco avanzado, que permitía ser usado a mano.
Le gustaba tan poco una opción como la otra, pero lo cierto era que confiaba más en la capacidad ofensiva que pudiera tener Eretria si se hallaban en algún peligro, y la promesa de tener la luz de las ventanas resultaba más atractiva que la perspectiva de hallarse encerrado en un sótano, a merced de desprendimientos, y la planta baja, bueno, era tan divertida como una piedra una vez estaba iluminada, dudaba que nadie permaneciera en ella mucho tiempo.
Miró a ambos lados, y simplemente se lanzó a subir por una de las escaleras, sin reparar más en cual, desde su perspectiva eran los dos iguales, y llevaban al mismo sitio. Arriba, y lejos de esas estatuas tan realistas que creía sentir su mirada en la nuca, como si fueran capaces de moverse cuando no las observaba.
El trayecto entre los pisos era largo, y la curva de las escaleras no ayudaba a mitigar esa sensación, por ello, cuando creyó vislumbrar un descansillo apuró el paso, con tan mala suerte que no se percató del cordel que cruzaba el arco.
Un chasquido pequeño lo puso en alerta, y el borrón de algo caer del techo le hizo saltar a un lado, tan rápido que solo se golpeó el codo con contundencia con aquel recipiente metálico. El mismo chocó contra la pared, y después contra el suelo, para, finalmente, rodar con estruendo escaleras abajo, salpicando a cada golpe una viscosa y olorosa sustancia.
El elfo se pegó a la pared, y el candelabro entró en contacto con una de las salpicaduras, que había quedado peligrosamente cerca de su rostro. Al instante se prendió una llamarada. -¡Por todos los dioses!.- Gritó y dio un bote el bardo, pisando sobre otro charco que le hizo resbalarse y caerse de pie, con la mano a escasos centímetros de una de las runas, salvándose de milagro de aquel peligro que desconocía, centrado en otro mucho más palpable.
El fuego de una mancha rápidamente pasó a otra, y encendió todas las escaleras haciendo imposible bajarlas. -Mierda, mierda, mierda…- El elfo se giró como pudo y se abalanzó fuera del charco, buscando refugio e un de las habitaciones vacías, de aquellas que eran todas iguales. Prácticamente tiró el candelabro mientras apagaba a manotazos un par de pequeñas llamas que le habían calcinado una manga y rodaba por el suelo de piedra del dormitorio soltando una ristra variopinta de barbaridades.
Cuando hubo terminado, quedó extendido bocarriba, con una manga carcomida hasta el codo y quemaduras en el antebrazo, oliendo a humo, y empapado en aquel aceite rancio, que por suerte no se había encendido por completo, pero que seguía siendo un peligro si se le acercaban llamas.
-Fantástico. -Espetó con una acidez cortante. Ahora no podría siquiera encenderse un cigarro.
El hijo de los bosques cerro los ojos, y respiró profundamente, intentando contener la frustración y el sobresalto que acababa de pasar. El fuego crepitaba en el pasillo, y estaría encendido un buen rato, hasta que se consumiera todo el líquido, hasta ese momento, lo más prudente era no tentar a la suerte, y permanecer lejos de las llamas, que arrojaban sus sombras y luces danzantes sobre el empolvado pasillo en el que apenas se había parado unos instantes.
Casi tenía miedo de moverse, de acercarse demasiado al candelabro y hacer un desastre, por lo que se sentó lentamente en el suelo, y desde esa prudente distancia, examinó los camastros sin sabanas, e incluso se atrevió a abrir un cofre al que llegaba alargando el brazo. Vacío. Todo parecía indicar que hacía mucho que los habitantes de ese lugar lo habían abandonado, y la falta de equipaje en el patio le hacía pensar que estos no habían tenido el problema de quedar encerrados.
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El olor acre se volvía más intenso a medida que se bajaban las escaleras, era ácido y amargo al mismo tiempo, penetrante y pegajoso, se adhería a las paredes de la nariz y la garganta con voluntad férrea, y hacía el aire denso y desagradable. Aquel vapor malsano que constituía el propio aire hacía difícil el ultimo metro de descenso, y pronosticaba algo sumamente desagradable tras la puerta casi cerrada por completo que se alzaba en el descanso de las escaleras.
Apartar la puerta era igual a hacer que aquel pestilente hedor se volviera más intenso, y golpeara las escaleras, como si buscara que cualquier presente soltara sus entrañas y las vertiera sobre el pavimento.
La habitación era amplia, tanto como la cocina, aunque la vista no podía alcanzar todos sus rincones con la misma facilidad con la que se había oteado el piso superior. La pared derecha, mostraba varios estantes de madera, en los cuales, la comida seca y podrida por el tiempo se adhería y se había descompuesto tanto, que costaba identificar cual había sido su naturaleza. Foco principal de aquel hedor a muerte que calaba hasta los huesos.
La izquierda, tenía un saliente de madera que se adentraba en la sala medio metro, y que subía en altura poco más que eso. De aquella repisa sobresalía la mitad de unos recipientes de cerámica y barro, con las tapas selladas, y polvorientos, que, sin embargo, tenían en sus superficies un ligero fulgor.
Pasar la mano por encima, revelaría algunas runas sobre aquellos silos cerrados, para que quedaran herméticos y lograran mantener aislados sus contenidos del ambiente.
En el centro de la estancia, y entre las columnas, estantes mostraban una gran cantidad de frascos de líquidos diversos, transparentes, ambarinos, y otros torvos, con moho en su superficie. El olor acre también salía de algunos de ellos.
A los pies del lugar, algunos cristales y el suelo más manchado mostraba que varios habían caído de su lugar hacía ya mucho tiempo.
En la parte de la pared que daba al fondo del cíllo, unas barricas inmensas y de lado cubrían el muro casi por completo, y sobresalían del mismo. Todas con una especie de salientes taponados, y una perilla simple para abrirlos. En el margen de dicha hilera, jarras de vidrio y cerámica aguardaban a ser llenadas, sucias y polvorientas.
Entre las barricas y los estantes de comida en mal estado, un par de molinillos con muelas de poco más de medio metro de diámetro aguardaban, limpios de comida, a ser usados, en su costado una especie de manija que iba hacia atrás, mostraba el mecanismo de algún sistema de engranajes poco avanzado, que permitía ser usado a mano.
- Contenido del Cíllo:
Casi toda la comida está podrida, y en el estante derecho no hay nada útil, todo está deshecho.
A la izquierda se salva en los silos algo de grano gracias a las runas, aunque en la mayoría de los mismos está picado.
En los estantes de frasco hay miel y vinagre en buen estado, así como varias botellas de licores blancos muy fuertes que se han mantenido intactos. El aceite parece bueno a simple vista, pero al abrirlo se puede ver que se ha estropeado. Los botes de grasa son lo que hace peor olor, es el mismo hedor de la sala, pero súper concentrado si se abre.
Las barricas del fondo, que son 6, dos están vacías, tres tienen el vino avinagrado, y una de ellas funciona, llena por entero, y ha envejecido el vino, que ha quedado sumamente aromatizado con la madera.
- Cartas y notas para ere:
Eres libre de decidir si la entrada del pasillo en llamas es de la mitad de tu piso, y puedes contemplar el espectáculo asomándote, o si eso acontece en la otra mitad del piso a la que no tienes acceso.
El siguiente fajo de cartas tiene una letra más común y un papel notoriamente más humilde, pero parecen cuidadas con muchísimo más ahínco que las primeras una vez las abres y puedes verlas al detalle.
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Iltharion Dur'Falas
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
Era como estar en una mazmora practicamente, el lugar era oscuro salvo por las zonas que los intrusos del lugar iluminaban a cada paso que daban; pero si se fijaban tal como avanzaban las tinieblas cubrían de nuevo aquel lugar por el que ellos habían pasado menos aquellos puntos donde habían dejado velas encendidas cuya luz se mantenía. Para los tres jovenes que se encaminaban escaleras abajo camino a lo que descrubrirían era la cocina, tenían la suerte de contar con aquel golem que les ayudaba a iluminar sus pasos sino estarían en la oscuridad sin saber que tenían ante sus narices.
Una vez en la cocina cada uno de los tres jovenes se puso a mirar cosas muy distintas. El joven elfo ladrón examinaba el lugar sin tocar nada y era el primero en asomarse a las escaleras que seguían descendiendo mas en la tierra. Si quería seguir su expedición debían de seguir por aquellas escaleras pero al parecer las dos chicas que le acompañaban estaban ocupadas cogiendo cosas del lugar mientras él volvía ha acercarse a ellas con total tranquilidad en sus andares.
La sonrisa del elfo apareció al escuchar la voz de la elfa pidiendole que no hablara de los cuchillos que habían recogido ella y la pequeña que la acompañaba todo el rato. -Descuidad, esto quedará entre ladrones teneís mi palabra.- Dijo tranquilamente aunque la sonrisa del picaro creció a medida que Windorind contaba el como había conocido al padre del pelirrojo. -Seguro que fueron unos encuentros muy placenteros para ambos.- Dijo con picardia mientras seguía a la elfa de pelo marino hacia la puerta que daba a las escaleras para seguir descendiendo. -Al menos me alegro que mi pa...- El joven se quedó callado un momento y luego soltó una pequeña risa. -Me va a costar acostumbrarme a llemarle padre pero bueno. Lo que quería decir es que me alegro que al menos te ayudara cuando lo necesitabas aunque estoy seguro que no eres de esas elfas indefensas Wind.-
El golem bajaba el primero y detrás de este bajaba el ladrón que al llegar ha la mitad de la escalera se detuvo de golpe torciendo el rostro pues un hedor intenso se levantaba en el aire y se le apegaba a uno en las narices. Sin mas reparo se levanto el pañuelo que llevaba al cuello cubriendose de nuevo su rostro hasta por encima de la nariz y luego miro a las que le acompañaban. -Sea lo que sea debe ser muy asqueroso para soltar este hedor.- Afirmó Theodoro siguiendo bajando por las escaleras hasta dar con una puerta cerrada la cual no dudo un segundo en abrir.
Al parecer aquella puerta daba, a lo que debío ser una despensa, pero la cosa fue que al abrir la puerta aquel olor tan malo se hizo mas intenso de lo que ya era. -Parece que dimos con la despensa.- Enarcó una ceja y observo todo desde donde estaba. -No parece que nada se pueda aprovechar por el hedor que hay pero echemos un vistazo por si acaso.- Sin mas el joven se aventuro a inspeccionar las barricas que habían al fondo del lugar. Por unos segundos se quedó observando las seis barricas que habían y cogió una de las jarras que habían cerca para, con el agua de su cantimplora, limpiarla y así comprobar si aquellas barricas contenían algo aceptable al gusto.
Las dos primeras que probó el elfo estaban vacias así que paso a las siguientes. De la tercera surgió vino que al probarlo fue escupido de inmediato por el pelirrojo al notar su sabor avinagrado. -Por los dioses esto esta asqueroso.- Soltó después de haber escupido el licor en mal estado. Para la mala suerte del elfo las otras dos siguientes que probo estaban igual que de la primera que había salido liquido siendo así escupidas de igual manera por el picaro. Se paró enfrente de la última barrica mirandola espectante. -Espero que esta este en mejor estado que las demás.- Llenando de nuevo la jarra del licor y probandolo una vez mas el joven afirmó con la cabeza. -Vaya este a mejorado con el tiempo.- Sin mas cogió su cantimplora vacía ya y la llenó de aquel licor de buen agrado y una vez terminado su tarea se giro con la jarra aun en manos hacia sus acompañantes. -¿Encontrasteis algo?- Preguntó mirando lo que hacían estas.
Theodoro Trevisano
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
Wind ensanchó la sonrisa cuando el pelirrojo le aseguró que aquel pequeño hurto de cuchillos, quedaría entre ellos. Realmente lo agradeció, no es que tuviera intención de pelearse con nadie, ni mucho menos de hacerlo con armas, pero ante la perspectiva de que pudiera haber algún peligro, aquellos cuchillos podrían sacarlas de algún apuro. En cualquier caso, la utilidad que recibieran aquellos instrumentos de cocina, acabaría dependiendo del destino y, ante esa perspectiva, unas cuantas armas escondidas, nunca sobraban.
La risa se escapó de sus labios cuando el comentario de Theodoro sobre sus encuentros con Iltharion llegó a sus oídos -Si… Pero no todos, los caminos no siempre son benevolentes- Dejó un aura de misterio alrededor de aquella respuesta, como si los encuentros sexuales nunca hubieran ocurrido o, si como aquellos encuentros hubieran sido algo extraños.
Fuga por su parte, siguió sin estar conforme con aquellas respuestas que dejaban demasiado a la imaginación. Seguía habiendo algún secreto que no era capaz de desvelar y eso le incomodaba en grado sumo, ella vivía por el conocimiento y las respuestas, a cuantas más tenía mejor, pero que su amiga tuviera secretos escondidos con tanto recelo le molestaba ya que, al fin y al cabo, la pequeña no guardaba ningún secreto para con Wind.
-No te preocupes, eso acabará saliendo solo… o simplemente no lo llamarás así- Se encogió de hombros, como si esas palabras contuvieran la verdad absoluta, aunque en realidad, ella bien sabía del tema. Nunca llamó a los ancianos “papá” o “mamá”, a pesar de que la criaron como si lo fueran, así que tenía la certeza de que sus palabras guardaban el conocimiento suficiente como para considerarlas verdaderas
-Wind no es buena con la lucha. Nunca mata a nadie sólo los deja inconscientes – Fuga volvió a hablar con aquellas afirmaciones dignas de cualquier epitafio. Para la pequeña, las luchas sólo terminaban cuando uno de los participantes acababa muerto, si no, la pelea continuaría tantas veces cómo se encontraran convirtiendo a la misma en un sinfín de dolor innecesario -No siempre es necesario acabar con la vida de las personas, pequeña- Respondió la muchacha mientras le acariciaba el pelo, a la vez que pensaba que había sesgado tantas vidas como había sido necesario para poder seguir adelante. Ni una más, ni una menos.
Las muchachas bajaron las escaleras: El golem delante, después Wind y tras ella, Fuga.
Las escaleras seguían con aquel aspecto descuidado que tenían las anteriores, dejando claro que aquellos escalones eran mayormente usados por el servicio o para trastear con comida.
Según bajaban los escalones, aquel olor desagradable que había en la cocina, comenzaba a hacerse más grave, hasta que llegó un punto en que Wind comenzó a plantearse aguantar la respiración o directamente, volver a subir y olvidarse de aquel sótano -El muerto de Iltharion- Comentó la pequeña Fuga mientras torcía el gesto por el asco.
Cuando alcanzaron la puerta, el olor resultaba tan desagradable, que el estómago de la elfina comenzó a revolverse, amenazando con salírsele por la boca como no solucionara el problema pronto.
El pelirrojo no dio tiempo a tratar de solucionar el problema, cuando abrió la puerta haciendo que la peliazul torciera aún más el gesto y su rostro se volviera pálido por el hedor. Tosió unas cuantas veces por haber respirado aquello y las ganas de vomitar se hicieron más presentes, al mismo tiempo que Fuga contenía una arcada por semejante aroma.
Sin pensarlo más, sacó de su bolsa un vial con aceite de aroma de lavanda, un par de pañuelos blancos y los embadurnó con el líquido. Le pasó uno a Fuga, que lo cogió con una velocidad asombrosa y se puso en la cara, al mismo tiempo que Wind hacia lo mismo. -Por todos los diablos…- Murmuró después de respirar la lavanda un par de veces – O lo que debería haberlo sido en algún momento- Añadió la muchacha mientras respiraba superficialmente, por miedo a que, si lo hacía más profundamente, el olor acre pasara por encima de la lavanda.
Las muchachas siguieron al pelirrojo con reticencia. Ninguna quería entrar ahí dentro, sobre todo con el olor tan espantoso que salía de la sala -Tenemos que encontrar algo bueno- Comentó mientras se adentraba en la despensa -O sino ganará Iltharion la apuesta- Añadió al mismo tiempo que se dirigía a la pared de la izquierda y Fuga, a la de la derecha.
En la derecha, Fuga luchaba por no echar hasta su primera papilla ante semejante espectáculo de podredumbre. No era capaz de discernir que había sido en un principio toda aquella masa verdosa y peluda, pero, ante semejante espectáculo asqueroso, no tardó en alejarse de ahí para examinar los tarros que había en la mitad de la sala.
A la izquierda, Wind comenzó a inspeccionar los tarros que parecían brillar ligeramente. Cogió uno con la mano que no sujetaba el pañuelo y comenzó a echarle un vistazo a la runa que había en la tapa y, a ver si había algo aprovechable en el interior. Abrió el bote de cerámica y encontró algo de grano, del cual cogió una pequeña muestra para, acto seguido examinarlo de cerca y percatarse de que no había nada que hacer con ello.
Repitió la misma operación con otro y, ese segundo sí que parecía estar bien, por lo que decidió dejar de examinar tarros y pasar a otra cosa. En cualquier caso, el grano tampoco les serviría de mucho.
Al final, ambas muchachas quedaron en la estantería del centro, examinando los líquidos varios, cuando escucharon al pelirrojo hablar -Por aquí, solo he encontrado algo de grano en buen estado- Explicó la moza mientras abría un bote de aceite y volvía a cerrarlo con mueca después de olerlo -Por ahí no hay nada- Añadió la pequeña señalando aquella masa seca y asquerosa de la pared izquierda, para, acto seguido, coger una de las botellas de licor que sí parecían estar bien y esconderla en la bolsa de Wind, para, ya de paso, quedarse a su lado- ¿Algo de las barricas de las barricas estaba bien?- Preguntó la elfina al mismo tiempo que cogía uno de los tarros de miel que estaba en buen estado, y lo guardaba en su bolsa.
Las muchachas siguieron examinando la estantería, hasta que una nefasta idea le pasó por la cabeza a la peliazul. Cogió uno de los tarros blanquecinos y lo abrió demasiado cerca de su rostro, haciendo que todo el hedor que se hallaba dentro de él, rompiera de golpe contra sus fosas nasales, pasando por encima de la lavanda y destruyéndola por el camino.
Wind dejó el tarro en la mesa al mismo tiempo que una profunda arcada surgía desde sus entrañas. No recordaba haber olido algo tan nauseabundo en muchos años, tanto fue así, que, con otra sonora arcada, su vacío estómago se dio la vuelta y la bilis le salió de la boca con un espasmo de su espalda.
Respiró un par de veces mientras se sujetaba, con la cabeza agachada y la espalda encorvada, en la estantería, al mismo tiempo que Fuga se acercó aún más a ella preocupada - ¿Estás bien? - Preguntó con un deje de temor en lo profundo de su neutra voz y le acariciaba la espalda despacio -S-Si…- Contestó mientras se esforzaba por no parecer demasiado alterada -Pero salgamos de aquí, por favor- Tosió un par de veces, dio un trago a su bota de agua para enjuagarse la boca y escupió el líquido sin mayor cuidado.
No esperó a obtener la respuesta de nadie, mandó al golem por delante y sin meditarlo mucho, salió de la sala seguida por Fuga -Será mejor que vayamos para arriba, con el resto del grupo- Añadió mientras Fuga cruzaba el umbral -Cierra la puerta, por favor Theodoro- Suplicó mientras cogía el tarro de la miel, lo abría y metía un dedo, para acto seguido, metérselo en la boca, con la intención de acabar con aquel sabor agrio que invadía su cuerpo.
La risa se escapó de sus labios cuando el comentario de Theodoro sobre sus encuentros con Iltharion llegó a sus oídos -Si… Pero no todos, los caminos no siempre son benevolentes- Dejó un aura de misterio alrededor de aquella respuesta, como si los encuentros sexuales nunca hubieran ocurrido o, si como aquellos encuentros hubieran sido algo extraños.
Fuga por su parte, siguió sin estar conforme con aquellas respuestas que dejaban demasiado a la imaginación. Seguía habiendo algún secreto que no era capaz de desvelar y eso le incomodaba en grado sumo, ella vivía por el conocimiento y las respuestas, a cuantas más tenía mejor, pero que su amiga tuviera secretos escondidos con tanto recelo le molestaba ya que, al fin y al cabo, la pequeña no guardaba ningún secreto para con Wind.
-No te preocupes, eso acabará saliendo solo… o simplemente no lo llamarás así- Se encogió de hombros, como si esas palabras contuvieran la verdad absoluta, aunque en realidad, ella bien sabía del tema. Nunca llamó a los ancianos “papá” o “mamá”, a pesar de que la criaron como si lo fueran, así que tenía la certeza de que sus palabras guardaban el conocimiento suficiente como para considerarlas verdaderas
-Wind no es buena con la lucha. Nunca mata a nadie sólo los deja inconscientes – Fuga volvió a hablar con aquellas afirmaciones dignas de cualquier epitafio. Para la pequeña, las luchas sólo terminaban cuando uno de los participantes acababa muerto, si no, la pelea continuaría tantas veces cómo se encontraran convirtiendo a la misma en un sinfín de dolor innecesario -No siempre es necesario acabar con la vida de las personas, pequeña- Respondió la muchacha mientras le acariciaba el pelo, a la vez que pensaba que había sesgado tantas vidas como había sido necesario para poder seguir adelante. Ni una más, ni una menos.
Las muchachas bajaron las escaleras: El golem delante, después Wind y tras ella, Fuga.
Las escaleras seguían con aquel aspecto descuidado que tenían las anteriores, dejando claro que aquellos escalones eran mayormente usados por el servicio o para trastear con comida.
Según bajaban los escalones, aquel olor desagradable que había en la cocina, comenzaba a hacerse más grave, hasta que llegó un punto en que Wind comenzó a plantearse aguantar la respiración o directamente, volver a subir y olvidarse de aquel sótano -El muerto de Iltharion- Comentó la pequeña Fuga mientras torcía el gesto por el asco.
Cuando alcanzaron la puerta, el olor resultaba tan desagradable, que el estómago de la elfina comenzó a revolverse, amenazando con salírsele por la boca como no solucionara el problema pronto.
El pelirrojo no dio tiempo a tratar de solucionar el problema, cuando abrió la puerta haciendo que la peliazul torciera aún más el gesto y su rostro se volviera pálido por el hedor. Tosió unas cuantas veces por haber respirado aquello y las ganas de vomitar se hicieron más presentes, al mismo tiempo que Fuga contenía una arcada por semejante aroma.
Sin pensarlo más, sacó de su bolsa un vial con aceite de aroma de lavanda, un par de pañuelos blancos y los embadurnó con el líquido. Le pasó uno a Fuga, que lo cogió con una velocidad asombrosa y se puso en la cara, al mismo tiempo que Wind hacia lo mismo. -Por todos los diablos…- Murmuró después de respirar la lavanda un par de veces – O lo que debería haberlo sido en algún momento- Añadió la muchacha mientras respiraba superficialmente, por miedo a que, si lo hacía más profundamente, el olor acre pasara por encima de la lavanda.
Las muchachas siguieron al pelirrojo con reticencia. Ninguna quería entrar ahí dentro, sobre todo con el olor tan espantoso que salía de la sala -Tenemos que encontrar algo bueno- Comentó mientras se adentraba en la despensa -O sino ganará Iltharion la apuesta- Añadió al mismo tiempo que se dirigía a la pared de la izquierda y Fuga, a la de la derecha.
En la derecha, Fuga luchaba por no echar hasta su primera papilla ante semejante espectáculo de podredumbre. No era capaz de discernir que había sido en un principio toda aquella masa verdosa y peluda, pero, ante semejante espectáculo asqueroso, no tardó en alejarse de ahí para examinar los tarros que había en la mitad de la sala.
A la izquierda, Wind comenzó a inspeccionar los tarros que parecían brillar ligeramente. Cogió uno con la mano que no sujetaba el pañuelo y comenzó a echarle un vistazo a la runa que había en la tapa y, a ver si había algo aprovechable en el interior. Abrió el bote de cerámica y encontró algo de grano, del cual cogió una pequeña muestra para, acto seguido examinarlo de cerca y percatarse de que no había nada que hacer con ello.
Repitió la misma operación con otro y, ese segundo sí que parecía estar bien, por lo que decidió dejar de examinar tarros y pasar a otra cosa. En cualquier caso, el grano tampoco les serviría de mucho.
Al final, ambas muchachas quedaron en la estantería del centro, examinando los líquidos varios, cuando escucharon al pelirrojo hablar -Por aquí, solo he encontrado algo de grano en buen estado- Explicó la moza mientras abría un bote de aceite y volvía a cerrarlo con mueca después de olerlo -Por ahí no hay nada- Añadió la pequeña señalando aquella masa seca y asquerosa de la pared izquierda, para, acto seguido, coger una de las botellas de licor que sí parecían estar bien y esconderla en la bolsa de Wind, para, ya de paso, quedarse a su lado- ¿Algo de las barricas de las barricas estaba bien?- Preguntó la elfina al mismo tiempo que cogía uno de los tarros de miel que estaba en buen estado, y lo guardaba en su bolsa.
Las muchachas siguieron examinando la estantería, hasta que una nefasta idea le pasó por la cabeza a la peliazul. Cogió uno de los tarros blanquecinos y lo abrió demasiado cerca de su rostro, haciendo que todo el hedor que se hallaba dentro de él, rompiera de golpe contra sus fosas nasales, pasando por encima de la lavanda y destruyéndola por el camino.
Wind dejó el tarro en la mesa al mismo tiempo que una profunda arcada surgía desde sus entrañas. No recordaba haber olido algo tan nauseabundo en muchos años, tanto fue así, que, con otra sonora arcada, su vacío estómago se dio la vuelta y la bilis le salió de la boca con un espasmo de su espalda.
Respiró un par de veces mientras se sujetaba, con la cabeza agachada y la espalda encorvada, en la estantería, al mismo tiempo que Fuga se acercó aún más a ella preocupada - ¿Estás bien? - Preguntó con un deje de temor en lo profundo de su neutra voz y le acariciaba la espalda despacio -S-Si…- Contestó mientras se esforzaba por no parecer demasiado alterada -Pero salgamos de aquí, por favor- Tosió un par de veces, dio un trago a su bota de agua para enjuagarse la boca y escupió el líquido sin mayor cuidado.
No esperó a obtener la respuesta de nadie, mandó al golem por delante y sin meditarlo mucho, salió de la sala seguida por Fuga -Será mejor que vayamos para arriba, con el resto del grupo- Añadió mientras Fuga cruzaba el umbral -Cierra la puerta, por favor Theodoro- Suplicó mientras cogía el tarro de la miel, lo abría y metía un dedo, para acto seguido, metérselo en la boca, con la intención de acabar con aquel sabor agrio que invadía su cuerpo.
Windorind Crownguard
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
El fajo anexo no parece poseer la calidad del primero, las cartas son más bien simples e incluso me arriesgaría a decir que si son escritas por la bruja fulana, las lanzaré por la ventana desde que lea la primera, así termine la curiosidad por asesinarme cuando el nudo de mi estómago se relaje y quiera recuperarlas para darles una segunda oportunidad. Retraída al principio abarqué la mayoría de ellas y las coloqué en mi regazo, abriendo la inicial para saber que diantres pasó después de que el viejo y la facilona quedasen atrapados en la torre, rodeados de lobos y sin mensajero. Si tuviese mi bolsa de viaje ya estaría picoteando con el pan sobrante del día anterior y alguna que otra fruta recolectada a través de la foresta, en un cabeceo mantengo los pies en la tierra, debo centrarme o no me enteraré de una mierda. Veamos, si la impresión contase ya estarían quemadas, el contenido viene derivado de su madre y con la mía lejos, leer a una que refleja su preocupación me enferma.
Las principales líneas eran soporíferas, pero la siguientes que recalcaban que fuese bueno con el viejo verde o la sacarían a la desdichada Bábila de su educación para encontrarle un hombretón me causó gracia. Ya en la segunda y más animada a seguir la historia frunzo el ceño y me llevo el pulgar a los labios, repasándolos como pasatiempo en medio de la lectura, la madre de esta fulana, es otra fulana de renombre que fuerza a la muchacha a quedarse con un hediendo por una fortuna y seguramente par de tierras, claro que sí, olé sus ovarios. Al final detalla que la abuela está pachucha y que la palmará pronto, no sé para que intenta mentirle a su hija si está claro, y si yo lo preveo, ¿cómo no lo hará la receptora real de esta carta? Siguiendo con el hilo Cornelius ataca gentilmente a la familia y defiende lo que en un futuro será suyo, tan sólo con una suma de dinero y un poco de astucia.
─ Pero bueeeno, estos ricachones. ─ Dejé caer al aire, la sucesiva ya empieza fuerte y una de las palmas me las llevo a la frente, la madre está loca, pero loca a rematar. ¡Pobre Bab! Vendida por su propia madre a un postor que sólo quiere mancillarla, el estómago se me revuelve y poco a poco voy haciendo una lista imaginaria de a quien matar en esta historia y a quién torturar, comenzando por la estúpida que escribe las cartas y a la poca cortesía hacia su retoño. Desde mi punto de vista la abuela ya está bajo tierra, tan sólo la utilizan como pretexto para que la bruja no vuelva a casa y se separe del maestro de la torre. Si es que está todo calculado al milímetro, sorprendente. Desconozco si es que soy una una malpensada pero el tema pasa de uno crucial a uno más íntimo enseguida, ¿acaso intenta tirárselo? Cuanta repulsividad en una correspondencia, la que no quiere, la que la obliga y la que terminará cediendo por las malas.
Con la abuela cual plus de lástima y Bab todavía quejándose, la lectura comienza a aburrirme, si no es lo que quiere que se fugue y mande a tomar por culo a su familia, esto de complicarse me parece una gilipollez por su parte. Acostada sobre las colchas más limpias ruedo de un lado a otro, las ya leídas las aplasto con mi cuerpo y por comodidad dejo el pecho en contra de las telas frías, el trasero lo alzo y las piernas las flexiono de vez en cuando. Con la boda en camino y mis ganas de vomitar aumentando lanzo dicha carta hacia el aire a mitad de leer, una porquería, a por otra. Bla, bla, bla, ruedo las cuencas hasta ponerlas en blanco y al final, toma dibujitos de cómo contentar al viejo, un sudor frío me recorre la nuca y sin reparos a que me escuchen por todas las plantas río con fuerzas, engendrando una carcajada que estalla e incluso me saca unas cuantas lágrimas. Están bien hechos, ambas me resultan familiares pues obviamente son posturas que he hecho, pero no esperaba en absoluto que se las colocase en una hoja a su pequeña, esta mujer está desquiciada y no dudará en convertir a su hija en una experta con tal de sacarle pasta a Cornelius.
La última muestra tanta hipocresía que también se queda a mitad, todavía incrédula y con el rostro arrugado por las risas antiguas acabo sentada sobre la gran cama, no hay más, ¿que habrá pasado después? Muchos hijos, muerte del esposo, gran suma para la bruja y un final apoteósico, de estos coloridos y todos contentos, ¿y la catástrofe donde ha quedado en esta barata novela? Con el revoltijo de hojas sobre el lecho un ruido estrepitoso llega a mis orejas alargadas. Alguien está rondando por la planta y sin aguardar a que venga a por mi, me dirijo con el abrecartas y el cuchillo como protección al marco de la puerta. Al asomarme ojeo como el reflejo de las llamaradas anaranjadas inician un incendio, el naranja no opaca la cabellera cobriza del bardo que tras su monumental espectáculo acaba en el cuarto de al lado, ese que hice añicos.
─ ¿¡Se puede saber que estás haciendo!? ─ Pregunté en voz alta, malhumorada y sin ganas de tener que compartir "mi" piso del torreón. ─ Te dije que me trajeses luz, no que incendiases las escaleras y medio pasillo. ─ Lo que me faltaba ya, si me está escuchando bien, y si no también, tras rechistar en alto aprieto ambos puños y sin darle muchas vueltas a la cabeza saco una de las botas por fuera de la puerta, la zuela se mantiene en suspensión, sin rozar aún la superficie pedrusca. Está claro que si hay trampas, no seré yo las que se las coma. ─ Ven, aquí hay recambio de ropa. ─ A fin de cuentas, si alguien tiene que morir, ¿por qué no el trovador? Al menos, servirá como advertencia propia a tener en cuenta, que yo con descender por el ventanal voy sobrada.
Las principales líneas eran soporíferas, pero la siguientes que recalcaban que fuese bueno con el viejo verde o la sacarían a la desdichada Bábila de su educación para encontrarle un hombretón me causó gracia. Ya en la segunda y más animada a seguir la historia frunzo el ceño y me llevo el pulgar a los labios, repasándolos como pasatiempo en medio de la lectura, la madre de esta fulana, es otra fulana de renombre que fuerza a la muchacha a quedarse con un hediendo por una fortuna y seguramente par de tierras, claro que sí, olé sus ovarios. Al final detalla que la abuela está pachucha y que la palmará pronto, no sé para que intenta mentirle a su hija si está claro, y si yo lo preveo, ¿cómo no lo hará la receptora real de esta carta? Siguiendo con el hilo Cornelius ataca gentilmente a la familia y defiende lo que en un futuro será suyo, tan sólo con una suma de dinero y un poco de astucia.
─ Pero bueeeno, estos ricachones. ─ Dejé caer al aire, la sucesiva ya empieza fuerte y una de las palmas me las llevo a la frente, la madre está loca, pero loca a rematar. ¡Pobre Bab! Vendida por su propia madre a un postor que sólo quiere mancillarla, el estómago se me revuelve y poco a poco voy haciendo una lista imaginaria de a quien matar en esta historia y a quién torturar, comenzando por la estúpida que escribe las cartas y a la poca cortesía hacia su retoño. Desde mi punto de vista la abuela ya está bajo tierra, tan sólo la utilizan como pretexto para que la bruja no vuelva a casa y se separe del maestro de la torre. Si es que está todo calculado al milímetro, sorprendente. Desconozco si es que soy una una malpensada pero el tema pasa de uno crucial a uno más íntimo enseguida, ¿acaso intenta tirárselo? Cuanta repulsividad en una correspondencia, la que no quiere, la que la obliga y la que terminará cediendo por las malas.
Con la abuela cual plus de lástima y Bab todavía quejándose, la lectura comienza a aburrirme, si no es lo que quiere que se fugue y mande a tomar por culo a su familia, esto de complicarse me parece una gilipollez por su parte. Acostada sobre las colchas más limpias ruedo de un lado a otro, las ya leídas las aplasto con mi cuerpo y por comodidad dejo el pecho en contra de las telas frías, el trasero lo alzo y las piernas las flexiono de vez en cuando. Con la boda en camino y mis ganas de vomitar aumentando lanzo dicha carta hacia el aire a mitad de leer, una porquería, a por otra. Bla, bla, bla, ruedo las cuencas hasta ponerlas en blanco y al final, toma dibujitos de cómo contentar al viejo, un sudor frío me recorre la nuca y sin reparos a que me escuchen por todas las plantas río con fuerzas, engendrando una carcajada que estalla e incluso me saca unas cuantas lágrimas. Están bien hechos, ambas me resultan familiares pues obviamente son posturas que he hecho, pero no esperaba en absoluto que se las colocase en una hoja a su pequeña, esta mujer está desquiciada y no dudará en convertir a su hija en una experta con tal de sacarle pasta a Cornelius.
La última muestra tanta hipocresía que también se queda a mitad, todavía incrédula y con el rostro arrugado por las risas antiguas acabo sentada sobre la gran cama, no hay más, ¿que habrá pasado después? Muchos hijos, muerte del esposo, gran suma para la bruja y un final apoteósico, de estos coloridos y todos contentos, ¿y la catástrofe donde ha quedado en esta barata novela? Con el revoltijo de hojas sobre el lecho un ruido estrepitoso llega a mis orejas alargadas. Alguien está rondando por la planta y sin aguardar a que venga a por mi, me dirijo con el abrecartas y el cuchillo como protección al marco de la puerta. Al asomarme ojeo como el reflejo de las llamaradas anaranjadas inician un incendio, el naranja no opaca la cabellera cobriza del bardo que tras su monumental espectáculo acaba en el cuarto de al lado, ese que hice añicos.
─ ¿¡Se puede saber que estás haciendo!? ─ Pregunté en voz alta, malhumorada y sin ganas de tener que compartir "mi" piso del torreón. ─ Te dije que me trajeses luz, no que incendiases las escaleras y medio pasillo. ─ Lo que me faltaba ya, si me está escuchando bien, y si no también, tras rechistar en alto aprieto ambos puños y sin darle muchas vueltas a la cabeza saco una de las botas por fuera de la puerta, la zuela se mantiene en suspensión, sin rozar aún la superficie pedrusca. Está claro que si hay trampas, no seré yo las que se las coma. ─ Ven, aquí hay recambio de ropa. ─ A fin de cuentas, si alguien tiene que morir, ¿por qué no el trovador? Al menos, servirá como advertencia propia a tener en cuenta, que yo con descender por el ventanal voy sobrada.
Eretria Noorgard
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
La voz de la morena resonó por el pasillo por encima del crepitar de las llamas, que poco a poco iban consumiendo ese aceite rancio que las barnizaba. Al trovador le parecía que el eco que conseguía en la habitación llena de camastros en la que se hallaba, hacía que pareciera que eran un montón de Eretrias que le increpaban.
-Dijiste que querías luz, no dijiste como. - Le recordó el trovador, alzando la voz sin levantarse del suelo, aún en proceso de recuperar el aliento, y el aire, agradeciendo estar tumbado y tener acceso a algo de oxigeno libre de humo y de temperatura agradable.
-La próxima vez se mas especifica. - Le aclaró, riendo con cierto alivio al ver de la que se había librado mientras se atusaba la manga quemada, intentando que aquello barriera el olor a húmedo que tenía impregnado.
No tardo el elfo en dejar de mirar el entorno, más que nada porque su homóloga había llamado su atención con sus palabras. Por lo menos, había subido por las escaleras adecuadas. Se arrastró con pereza hasta la puerta de la estancia, abierta de par en par, y ojeó como la elfa sacaba un pie en el pasillo y antes de pisar lo retiraba.
Aquello le dio muy mala espina, y después de comerse una trampa, no tenía muchas ganas de seguir haciendo de carnaza.
-Yo aquí casi quemado, y tu haciendo que me mueva, que desconsiderada. -La reprendió con ese tono jocoso y afectado que le era tan propio mientras se ponía en pie despacio y miraba a su alrededor, intentando hallar un modo de cruzar el pasillo sin exponerse a ninguna trampa.
Fue el propio arcón vacío el que le dio al respuesta. Iltharion dejó caer la tapa del mismo, y lo arrastro hacia la puerta abierta, lo giró enfocándolo en una diagonal de su cuarto al de la muchacha de tez oscura, y le dio un empujón tan fuerte, que quedó entre ambos lugares.
Quieto y en silencio espero varios instantes. No era un mueble liviano, y sin embargo, parecía no haber activado nada.
Con la luz de las llamas ya algo más bajas de la escalera, contempló que en el techo no había nada, ni hendiduras que le hicieran sospechar que ocultaban algún otro balde de hierro forjado lleno de aceite o vete tú a saber que sustancia.
Iltharion tomó aire, y dio un par de pasos hacia atrás. Tomó carrerilla y saltó al llegar al pórtico de la estancia, aterrizando sobre el cofre cerrado. Se tambaleó haciendo aspavientos con los brazos, y cual artista callejero entrenado, no tardo en mantenerse quieto sobre la caja. De allí dio otro salto, o más bien se arrojó hacia la estancia donde se hallaba la morena, y aterrizo con sesgada elegancia. Cayó bien con una pierna, pero con tanto impulso que si no llega a batir los brazos a ambos lados de su cuerpo, su cara se habría estampado contra la pared contraria.
-El candelabro está en la otra habitación, no voy a agarrar algo con llamas estando manchado de aceite. -Le aclaró a la joven, y regiró en uno de sus bolsillos para sacar el yesquero. -O puedes usar esto para encender algo. - Se lo dejó sobre un mueble al alcance.-Cuando termines me lo devuelves.- Aclaró con una amabilidad dotada de cierta firmeza que marcaba un punto de inflexión. Si se quedaba con que encender sus cigarros, era capaz de arrojarla por la ventana y quedarse tan ancho.
Luego dejó de verla, para que sus orbes aguamarina examinaran minuciosamente la estancia.
Parecía que el huracán Eretria había llegado, porque la carencia de polvo en todos los destrozos dejaba bastante claro que habían sido cosa de la caprichosa elfa que se había adueñado del lugar, y roto la ventana.
- ¿No estarás pensando en que me vista de mujer otra vez? -Encaró una ceja el elfo al percatarse de que las ropas que estaban más a la vista eran de muchacha. Iltharion caminó de un lado al otro de la habitación, alzando los viales del tocador y oliéndolos a cierta distancia, abriendo los tarritos como si supiera de que se tratan, y en general haciendo un examen a cada cosa que había quedado en su respectivo lugar, que no eran muchas, con una tranquilidad pausada.
-Veo que estás como en tu casa. -Señaló con la mirada las cartas sobre la cama que estaban desperdigadas. - ¿Algo útil? - Imaginó el sanador que sí, o veía a la muchacha capaz de romperlas y arrojarlas por la habitación, por el mero deleite de ver los papelitos volar, o de destrozar algo que en algún momento había sido preciado para el dueño de la estancia.
-Dijiste que querías luz, no dijiste como. - Le recordó el trovador, alzando la voz sin levantarse del suelo, aún en proceso de recuperar el aliento, y el aire, agradeciendo estar tumbado y tener acceso a algo de oxigeno libre de humo y de temperatura agradable.
-La próxima vez se mas especifica. - Le aclaró, riendo con cierto alivio al ver de la que se había librado mientras se atusaba la manga quemada, intentando que aquello barriera el olor a húmedo que tenía impregnado.
No tardo el elfo en dejar de mirar el entorno, más que nada porque su homóloga había llamado su atención con sus palabras. Por lo menos, había subido por las escaleras adecuadas. Se arrastró con pereza hasta la puerta de la estancia, abierta de par en par, y ojeó como la elfa sacaba un pie en el pasillo y antes de pisar lo retiraba.
Aquello le dio muy mala espina, y después de comerse una trampa, no tenía muchas ganas de seguir haciendo de carnaza.
-Yo aquí casi quemado, y tu haciendo que me mueva, que desconsiderada. -La reprendió con ese tono jocoso y afectado que le era tan propio mientras se ponía en pie despacio y miraba a su alrededor, intentando hallar un modo de cruzar el pasillo sin exponerse a ninguna trampa.
Fue el propio arcón vacío el que le dio al respuesta. Iltharion dejó caer la tapa del mismo, y lo arrastro hacia la puerta abierta, lo giró enfocándolo en una diagonal de su cuarto al de la muchacha de tez oscura, y le dio un empujón tan fuerte, que quedó entre ambos lugares.
Quieto y en silencio espero varios instantes. No era un mueble liviano, y sin embargo, parecía no haber activado nada.
Con la luz de las llamas ya algo más bajas de la escalera, contempló que en el techo no había nada, ni hendiduras que le hicieran sospechar que ocultaban algún otro balde de hierro forjado lleno de aceite o vete tú a saber que sustancia.
Iltharion tomó aire, y dio un par de pasos hacia atrás. Tomó carrerilla y saltó al llegar al pórtico de la estancia, aterrizando sobre el cofre cerrado. Se tambaleó haciendo aspavientos con los brazos, y cual artista callejero entrenado, no tardo en mantenerse quieto sobre la caja. De allí dio otro salto, o más bien se arrojó hacia la estancia donde se hallaba la morena, y aterrizo con sesgada elegancia. Cayó bien con una pierna, pero con tanto impulso que si no llega a batir los brazos a ambos lados de su cuerpo, su cara se habría estampado contra la pared contraria.
-El candelabro está en la otra habitación, no voy a agarrar algo con llamas estando manchado de aceite. -Le aclaró a la joven, y regiró en uno de sus bolsillos para sacar el yesquero. -O puedes usar esto para encender algo. - Se lo dejó sobre un mueble al alcance.-Cuando termines me lo devuelves.- Aclaró con una amabilidad dotada de cierta firmeza que marcaba un punto de inflexión. Si se quedaba con que encender sus cigarros, era capaz de arrojarla por la ventana y quedarse tan ancho.
Luego dejó de verla, para que sus orbes aguamarina examinaran minuciosamente la estancia.
Parecía que el huracán Eretria había llegado, porque la carencia de polvo en todos los destrozos dejaba bastante claro que habían sido cosa de la caprichosa elfa que se había adueñado del lugar, y roto la ventana.
- ¿No estarás pensando en que me vista de mujer otra vez? -Encaró una ceja el elfo al percatarse de que las ropas que estaban más a la vista eran de muchacha. Iltharion caminó de un lado al otro de la habitación, alzando los viales del tocador y oliéndolos a cierta distancia, abriendo los tarritos como si supiera de que se tratan, y en general haciendo un examen a cada cosa que había quedado en su respectivo lugar, que no eran muchas, con una tranquilidad pausada.
-Veo que estás como en tu casa. -Señaló con la mirada las cartas sobre la cama que estaban desperdigadas. - ¿Algo útil? - Imaginó el sanador que sí, o veía a la muchacha capaz de romperlas y arrojarlas por la habitación, por el mero deleite de ver los papelitos volar, o de destrozar algo que en algún momento había sido preciado para el dueño de la estancia.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La torre del olvido [Interpretativo][4/5]
TEMA ABANDONADO
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Ingela
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