[Misión] María Sangrienta
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[Misión] María Sangrienta
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¿Alguna vez habéis escuchado alguna leyenda urbana? Claro que os habéis escuchado por lo menos una de ellas, no sois idiotas. Lo único que puedo aconsejaros es que nunca debéis hacer lo que os dicen que no funciona. ¡Siempre funciona!
¿No me creéis? Bueno, tampoco los niños del internado Roseburg lo creyeron y no imaginaríais lo que les sucedió.
Sin importar cuanto os empeñéis en querer demostrar lo contrario, esa noche todo el mundo os dirá que la luna se tiñó de rojo sangre, alzándose a través de las oscuras nubes negras.
Ella volvió su rostro pálido y mortecino al antiguo espejo que colgaba en el baño de profesores, recitando las palabras que traerían consigo aquella terrible maldición. El espejo se llenó con una neblina gris y ante ella su reflejo se distorsionó en una figura maligna, mientras unas garras sacudían a su alma, sacándola de ese cuerpo que ya no la atormentaría más. Era libre, por fin era libre…o eso es lo que ella creyó, pues a la mañana siguiente su cuerpo fue encontrado sin vida.
‘‘Juego’’ Palabra que aquí significa: actividad recreativa física o mental que se realiza para divertirse. Algo que normalmente debería ser usado para ejercitar una capacidad o destreza. Como cuando los niños del barrio te invitan a jugar con una pelota, aun sabiendo que tienes muy mala puntería.
Es aquí donde debo advertiros los peligros que este tipo de juegos desencadena cuando no se siguen las advertencias, especialmente cuando una maldición ha caído sobre todo un internado, desapareciendo a los maestros y causando reacciones violentas por parte de los estudiantes que aún siguen con vida. Sí, así como leéis, cada día un nuevo estudiante amanece muerto, así que debéis daros prisa.
Su pequeña figura había conseguido escapar con suerte y ahora corría por las calles de Baslodia, buscando dejar atrás el terror de los sucesos acontecidos en el que hasta ahora había sido su hogar. Ella les había advertido, les suplicó que no lo hicieran, pero aun así no prestaron atención a sus palabras y ahora cinco de sus amigas habían muerto de las peores maneras. Extrañas sombras asechaban cada rincón del internado, había sangre por todos lados y muerte a la vuelta de la esquina.
Sobre todo, Madeline sabía que ella asechaba desde los espejos y por más que lo intentase no había podido detenerla. Nadie era capaz de escapar del horror que Bloody Mary había desatado sobre su escuela y sabía que si se quedaba ella sería la siguiente.
- Madeline:
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☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
Bienvenidos cazadores de sombras: Está misión será un tanto diferente a las demás, pues a pesar de estar limitada a sus acciones, también será guiada en base a las runas. Como os imagináis tendréis que desentrañar el oscuro secreto que se oculta en el internado Roseburg y detener lo que sea que esté acabando con la vida de los estudiantes, pero primero a lo primero. En este primer turno os encontraréis con Madeline, quien no tendrá confianza alguna para hablar y en sus ojos podéis ver el horror de lo que ha vivido. Deberéis narrar su llegada y el encuentro con la pequeña. Tenéis el tiempo contado, pues no falta mucho para el atardecer y no olvidéis que una vez que el ocaso llegue, no importa lo que hagáis, no deberéis mirarse en los espejos.
Wyn
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Re: [Misión] María Sangrienta
Beltrexus
El fin de la Hermandad había supuesto también el fin de mis motivaciones. Ahora compartía la condición de maestra cazadora con Cassandra Harrowmont. Si ya era perseguida, ahora era la gran buscada en general por todo el cuerpo de vampiros. Nuestra hazaña en Sacrestic no pasaría inadvertida, y ahora yo y Cassandra éramos la cabeza visible del gremio. Lo que Mortagglia era a nosotros, ahora nosotras lo éramos para el resto de la sociedad de chupasangres. Era el precio a pagar por haber forjado mi leyenda en sangre, grabada en fuego en torno al pseudónimo de Huracán. El ciclo comenzaba de nuevo.
Desde la mansión Boisson, hacía el papel que en su día hizo Isabella. Dirigir el gremio. Que vivía un nuevo renacer y apogeo. Pero sentía que me faltaba algo. Apoyé mis manos sobre el marco de la cristalera del despacho de las maestras cazadoras. Mi frente sobre el cristal. Respiré sobre éste. Aburrida. Me faltaba algo. Necesitaba dar un nuevo giro a mi vida, encontrar alguna motivación o estímulo. Algo. Ahora tenía un clan que lo hacía todo por mí.
Por fortuna, el repentino repiqueteo en la puerta me abstraería de mis pensamientos.
-Maestra cazadora. – era Natasha Boisson, mi prima, la secretaria del gremio, siempre venía con noticias buenas o malas, quién sabía.
-¿Natasha? – no me giré del cristal, como en su día hacía Isabella. Ese tipo de gestos se llevaban en la sangre.
-Esta mañana ha llegado un nuevo contrato. – taconeó hasta la mesa central y depositó cuidadosamente un papel, de brazos cruzados, me senté en la recargada silla, crucé las piernas, tomé el contrato con una mano y apoyé la otra en el respaldo con la que sujetaba la cabeza, mientras leía detenidamente los detalles del mismo.
-Aquí no se menciona nada que tenga que ver con vampiros. – protesté seria, devolviendo el papel a su posición. – Aunque es una buena suma de dinero.
-Lo sé, por eso os lo he subido, Anastasia. – indicó. – Pero dado que se trata de un tema que nada tiene que ver con vampiros, no puedo enviar a nadie sin vuestra autorización o la de la señora Harrowmont.
Miré el contrato por última vez. Necesitaba algo de acción después de casi dos meses de inactividad. Mojé una pluma en el tintero y, sin pensármelo dos veces, firmé, para el asombro de Natasha.
-Me encargaré personalmente. – dije con suficiencia.
-------
Baslodia
Tras varios días de travesía por el mar sin mayores contratiempos. Desembarqué en el puerto de Baslodia a eso de las cuatro de la tarde. Iba sola en aquella ocasión. Me hubiese gustado que fuese Jules mi acompañante, pero en aquella ocasión el brujo se encontraba en campaña y no estaba disponible para la misión. Y en los demás no tenía suficiente confianza como para enviarlos a una misión no relacionada con su especialidad. Sí que la tenía en Vincent, sabía que el hermano de Elen tenía especial aprecio por los niños. Además, como miembro de facto del gremio no dudaba de que acudiría a mi reclamo, su habilidad era encomiable, no tanto como la de su hermana, pero lo suplía con una mejor cabeza, porque Elen podía ser mi amiga, pero estaba rematádamente mal de la cabeza. Por todo ello, decidí enviarle una carta con una copia del extraño contrato que había recibido, explicándole lo ocurrido a Vincent.
Sobre la misión que nos tocaba abordar ahora, había que tener cuidado. Nuestra espía, la pequeña de los Roche, Rachel, me había informado antes de salir acerca de las oscuras leyendas que circulaban sobre el internado de Roseburg, el lugar al que me dirigía. No solía creer en las leyendas negras, siempre solía haber tras de sí alguna razón científica que las explicase, pero no obstante, sería mejor ponerse en lo peor y andar con cuidado, así evitaría cualquier tipo de sorpresa.
La taberna en la que quedé con Vincent se localizaba en las calles de la ciudad, pero casi en las afueras de la misma. Y además estaba especialmente viva a aquellas horas de la tarde. Sin embargo, no vi al brujo de primeras y antes de que alguien preguntara por una cara desconocida como la mía en aquel lugar, decidí permanecer fuera, en la puerta. Allí sería más visible. Apoyé mi pierna diestra sobre la pared, me crucé de brazos y, agachando la cabeza me dediqué a esperar. El brujo bi-elemental no tardaría demasiado en aparecer.
-Me alegro de verte de una pieza, Vince. – le comenté seria sin sonreír, apoyándome sobre la pared de la misma. – No sabía si te llegaría mi nota. Eras el cazador más próximo. ¿Has visto la copia del contrato que te pasé? – le pregunté, esperando su respuesta. - Ya sabes que desde que acabamos con la Hermandad suelo delegar mis funciones, pero deducirás que si estoy aquí es porque el asunto me parecía peligroso. Creo que esta vez no estamos hablando de vampiros, pero quién sabe lo que nos podemos encontrar. – continué seria, y le señalé el sentido ascendente de la calle en la que nos encontrábamos, en dirección al internado. Allí destacaba sobre lo alto de una colina muy próxima a Baslodia un ruinoso edificio que desprendía un aura muy oscura.
Fue entonces cuando se veía correr en dirección a nosotros una niña. ¿Sería ella la que había hecho aquel contrato chapucero e informal repleto de faltas de ortografía? No lo sabía, pero estaba huyendo del internado, aterrada. El miedo se veía en sus ojos a medida que se acercaba. Fuera lo que fuera algo malo pasaba. Pero no sería yo la que detuviese aquella niña. Si el brujo gustaba, le dejaría las presentaciones, a fin de cuentas Vincent era mucho más amable, sonriente y cariñoso que yo. De manera que simplemente permanecí seria, de brazos cruzados escuchando atentamente lo que aquella niña tuviese que decir si es que Vincent decidía detenerla.
Anastasia Boisson
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Re: [Misión] María Sangrienta
Una carta. Una simple carta. Era lo que, en muchas ocasiones, solamente hacía falta para comenzar una historia. Nada más. Solo una hoja de papel, vestida con trazos ligeros y finos de tinta. No era la primera vez que una de sus aventuras comenzaba con una nota, y no sería la última de ellas.
La misiva de Huracán reposaba en unos de los bolsillos de su chaqueta. Perfectamente doblada, junto a la copia del contrato. Tranquila y ajena a todo lo que le rodeaba. A todo lo que acabaría pasando por culpa suya, algo que nunca podría saber, por su carácter inanimado.
El brujo oteó por encima del hombro, desde una colina cercana a la ciudad fortificada. Hacia su espalda, hacia el terreno que había dejado atrás. El camino que lo había llevado desde Lunargenta hasta allí. No había sido un trayecto corto, pero tampoco lo podía considerar un viaje largo, ni mucho menos, el más largo que hubiera hecho en toda su vida.
Roilkat, Vulwulfar, Ulmer, Sacrestic Ville, Dundarak… hasta el Poblado Abandonado donde vivían los dragones antaño, había sido presa de su curiosidad y especialidad como trotamundos. Baslodia no había sido menos, pero esta vez parecía que se trataba de algo importante. De otro modo no tendría ese trozo de papel en el bolsillo interior de su chaqueta.
Vincent se permitió unos instantes de paz sobre la colina, antes de mirar al frente, y encaminarse cuesta abajo hacia la urbe. Pronto acabaría rodeado del típico bullicio de una ciudad de tal tamaño, y merecía la pena disfrutar un rato, de la tranquilidad que ofrecía la zona campestre ese atardecer.
El ruido al pisar un charco rompió el silencio que lo rodeaba. Y le recordó que, aunque el dragón de hielo había dejado de influir en su mundo, no hacía mucho de ello. Aún se notaba la temperatura fresca, en una mezcla de la estación que se había marchado y la recién llegada. Como si el invierno luchase por no irse.
Las cosas no funcionaban así. El invierno tendría que aceptar que Ostara había llegado para quedarse, como cada año. Era su turno, así que la estación del frío tendría que conformarse con crear esa primavera fresca de inicios de temporada. De pétalos en flor bañados por el rocío de la madrugada.
De todos modos, el silencio que había sido roto por el ruido del charco, volvió inmediatamente después. Y siguió un buen rato así. Caminando solamente acompañado por el cantar de unos pajarillos de una arboleda cercana, pero que poco a poco, paso a paso, se fue cambiando por el sonido de la ciudad. De las voces, el traqueteo de los carros, y los cascos de los caballos, y del trabajo diario de los humanos que aquella urbe fortificada.
Sus andares lo llevaron ante la puerta de entrada a la ciudad, más cercana a la dirección de la que provenía. Allí pudo preguntar a la guardia por la taberna que le había mencionado Huracán en su carta, y un miliciano, tan alto y fuerte como amable, le indicó el lugar donde podría hallarla.
A las afueras de Baslodia, pero no de esa entrada a la ciudad, sino de la puerta norte. Genial, tendría que atravesar la ciudad, o dar un rodeo por fuera de la muralla. Estaba muy a gusto con la tranquilidad que había en el exterior, pero se dijo que era momento de afrontar la dura realidad. Era hora de despejarse. Un paseo por el interior no le vendría mal.
El brujo pasó bajo el arco de piedra, y se internó en un mundo de ruido y color. De tiendas y tenderos, de gritos y personas recorriendo la ciudad. Unos por sus trabajos, otros para pulirse la paga. Y algunos como él mismo, solo de paso. Cada cual sabría los motivos que los hacía estar allí, pero a él poco le importaban. Ahora mismo solamente quería llegar hasta la taberna donde estaría Huracán, o donde no tardaría en llegar.
Debían encontrarse la tarde de ese día, así que no perdió el tiempo con distracciones dentro de Baslodia. Se internó en la calle principal, y se dirigió a la puerta norte, que no tardó en atravesar, un rato más tarde, como hubiera hecho con la del este.
Varias casas de un piso y pobre factura, creaban un rompecabezas de callejuelas en aquella en la zona exterior de la muralla de ese lado de la ciudad. Seguro que era complicado orientarse en aquel sitio, pero tenía una ventaja. No tenía que volverse muy loco inspeccionando cada calle, solamente debía seguir la más ancha y que iba directamente en recto desde la puerta este de la muralla. La taberna estaría en una zona visible de ella, por lógica, y porque se lo había dicho el amable guardia.
No había mentido el señor miliciano. Pues no tardó en ver el cartel de una posada, justamente al final de las casas del lugar. Delimitando la calle que llevaba hacia la entrada a Baslodia. En definitiva, la taberna era de lo primero que hubiera visto si hubiera venido por ese camino, y no por el del este, como había hecho.
Según acercaba, se fue haciendo más nítida una figura reconocible, que se encontraba apoyada contra la pared de la misma. La persona no tardó mucho en divisarle cuando ya se encontraba a unos metros de ella, y le dirigió unas palabras, con su característica seriedad y templanza.
- Es primavera, Huri. Anima esa cara-, bromeó escuetamente mientras se acercaba, como contestación a la joven, marcando una sonrisa en el rostro. - Yo también me alegro de seguir de una pieza. Me encanta seguir vivo y entero-, siguió en el mismo tono de buen humor, antes de ponerse más serio. - Sí, me ha llegado tu nota, y he visto el contrato. Sumamente extraño. Si no se tratan de vampiros, ¿de qué puede tratarse? - preguntó curioso.
Normalmente el gremio se encargaba de vampiros, así que, cuanto menos, le parecía inusual que le dijera algo así.
El rubio miró hacia la colina cercana, la que le había indicado la tiradora con un movimiento de su cabeza. El camino principal seguía en dirección norte, hasta una bifurcación a lo lejos. Allí el camino se partía en dos, entre el tramo que seguía hacia la zona septentrional, y la senda que subía hacia la colina que le había señalado. Sobre ella, un gran edificio de los más…
- Siempre me llevas a los sitios más bonitos, Huracán-, bromeó, y rió quedamente, contemplando la tétrica silueta del edificio. - Por cierto, ¿no ha venido Jules? Se me hace extraño no verlo contigo-, preguntó por el cazador, que le caía bien.
Un buen tipo, siempre alegre. A la par que valiente y decidido.
De todas maneras, la cháchara tendría que concluir durante un rato. Una niña corría por medio de la calle, y no se le había pasado desapercibido a ninguno de los dos, que venía de la colina. Del colegio.
- ¿Necesita ayuda, jovencita?-, le dijo a la chiquilla cuando estuvo a su altura. No obstante, la joven no parecía decidida a quedarse, y siguió corriendo. Por lo cual tuvo que cortarle el paso, a la vez que la agarraba por la ropa. - Un momento, pequeña.
- ¡Suélteme! ¡Suélteme! ¡Suélteme! -, comenzó a gritar, histérica. - Debo irme de aquí-, siguió diciendo, con el terror marcando en el rostro.
- Irte a donde-, dijo con calma, forzando a la niña a quedarse. - ¿Qué ocurre en ese internado? Hemos venido para ayudar-, se apresuró a decir, a ver si eso servía para calmarla.
Funcionó. La niña siguió asustada, mirando de cuando en cuando hacia la colina donde se hallaba el edificio, pero al menos dejó de intentar huir.
- ¿De verdad? ¿Venís a ayudarnos? - contestó, aún con gran nerviosismo en su tono de voz.
- Si, así es. Alguien nos mandó una carta para resolver un problema en ese internado. ¿Qué ocurre? - preguntó a la joven, arrodillándose sobre una rodilla, para quedar a su altura.
- Fui… fui… yo. Fui yo quien mandó la carta-, dijo finalmente con decisión. - En ese colegio está el m…-, no pudo terminar de hablar, porque un carruaje había frenado bruscamente a su lado, levantando una polvareda sobre niña y brujo.
No pudo evitar toser por el polvo, pero antes de poder increpar al idiota del conductor de ese carro, un hombre se bajó de la parte trasera.
- Madeline, que haces fuera del internado-, comentó con enfado el hombre.
- Yo…-, comentó la pequeña, pero antes de poder decir nada más, el señor la agarró por el brazo y tiró de ella. - ¡No! ¡No! ¡No! ¡No quiero volver! -, comenzó a gritar otra vez, llorando en el proceso.
- No puedes salir, Madeline. Ya lo sabes-, reprendió el hombre a la niña.
Era mayor, de pelo cano, pero no demasiado mayor. Quizás unos años mayor que su madre, pero parecía que había perdido el color de su pelo con prontitud.
- Oiga, señor. ¿Usted de quien se trata? Esa niña estaba conversando conmigo-, se dirigió al recién llegado, bastante molesto.
- ¿Cómo de que quien se trata? Soy el padre Flanagan. Y soy el director del internado del que esta niña se ha escapado-, respondió el hombre, con cierto tono pedante. Como si fuera importante su título o posición. - Y si me disculpa. Debo retornar a esta niña a su lugar. Muchas gracias-, continuó en el mismo tono.
- ¿Padre? - comentó con asombro. Lo que le faltaba.
- Sí, ya se lo he dicho. ¿Está usted sordo? - contestó. - Lo que me faltaba. Vuelvo de fuera, de conseguir donaciones para mantener el internado, y me encuentro con una fuga. Esto no le saldrá gratis, señorita-, se dirigió hacia la niña, como si la conversación con el brujo hubiera quedado más que zanjada.
- No dejen que me lleve-, pidió ayuda la niña, entre lloriqueos.
Genial. Un padre. Lo único que necesitaba para complicar las cosas era uno de esos estúpidos cristianos. Con la iglesia hemos topado, nunca mejor dicho.
La misiva de Huracán reposaba en unos de los bolsillos de su chaqueta. Perfectamente doblada, junto a la copia del contrato. Tranquila y ajena a todo lo que le rodeaba. A todo lo que acabaría pasando por culpa suya, algo que nunca podría saber, por su carácter inanimado.
El brujo oteó por encima del hombro, desde una colina cercana a la ciudad fortificada. Hacia su espalda, hacia el terreno que había dejado atrás. El camino que lo había llevado desde Lunargenta hasta allí. No había sido un trayecto corto, pero tampoco lo podía considerar un viaje largo, ni mucho menos, el más largo que hubiera hecho en toda su vida.
Roilkat, Vulwulfar, Ulmer, Sacrestic Ville, Dundarak… hasta el Poblado Abandonado donde vivían los dragones antaño, había sido presa de su curiosidad y especialidad como trotamundos. Baslodia no había sido menos, pero esta vez parecía que se trataba de algo importante. De otro modo no tendría ese trozo de papel en el bolsillo interior de su chaqueta.
Vincent se permitió unos instantes de paz sobre la colina, antes de mirar al frente, y encaminarse cuesta abajo hacia la urbe. Pronto acabaría rodeado del típico bullicio de una ciudad de tal tamaño, y merecía la pena disfrutar un rato, de la tranquilidad que ofrecía la zona campestre ese atardecer.
El ruido al pisar un charco rompió el silencio que lo rodeaba. Y le recordó que, aunque el dragón de hielo había dejado de influir en su mundo, no hacía mucho de ello. Aún se notaba la temperatura fresca, en una mezcla de la estación que se había marchado y la recién llegada. Como si el invierno luchase por no irse.
Las cosas no funcionaban así. El invierno tendría que aceptar que Ostara había llegado para quedarse, como cada año. Era su turno, así que la estación del frío tendría que conformarse con crear esa primavera fresca de inicios de temporada. De pétalos en flor bañados por el rocío de la madrugada.
De todos modos, el silencio que había sido roto por el ruido del charco, volvió inmediatamente después. Y siguió un buen rato así. Caminando solamente acompañado por el cantar de unos pajarillos de una arboleda cercana, pero que poco a poco, paso a paso, se fue cambiando por el sonido de la ciudad. De las voces, el traqueteo de los carros, y los cascos de los caballos, y del trabajo diario de los humanos que aquella urbe fortificada.
Sus andares lo llevaron ante la puerta de entrada a la ciudad, más cercana a la dirección de la que provenía. Allí pudo preguntar a la guardia por la taberna que le había mencionado Huracán en su carta, y un miliciano, tan alto y fuerte como amable, le indicó el lugar donde podría hallarla.
A las afueras de Baslodia, pero no de esa entrada a la ciudad, sino de la puerta norte. Genial, tendría que atravesar la ciudad, o dar un rodeo por fuera de la muralla. Estaba muy a gusto con la tranquilidad que había en el exterior, pero se dijo que era momento de afrontar la dura realidad. Era hora de despejarse. Un paseo por el interior no le vendría mal.
El brujo pasó bajo el arco de piedra, y se internó en un mundo de ruido y color. De tiendas y tenderos, de gritos y personas recorriendo la ciudad. Unos por sus trabajos, otros para pulirse la paga. Y algunos como él mismo, solo de paso. Cada cual sabría los motivos que los hacía estar allí, pero a él poco le importaban. Ahora mismo solamente quería llegar hasta la taberna donde estaría Huracán, o donde no tardaría en llegar.
Debían encontrarse la tarde de ese día, así que no perdió el tiempo con distracciones dentro de Baslodia. Se internó en la calle principal, y se dirigió a la puerta norte, que no tardó en atravesar, un rato más tarde, como hubiera hecho con la del este.
Varias casas de un piso y pobre factura, creaban un rompecabezas de callejuelas en aquella en la zona exterior de la muralla de ese lado de la ciudad. Seguro que era complicado orientarse en aquel sitio, pero tenía una ventaja. No tenía que volverse muy loco inspeccionando cada calle, solamente debía seguir la más ancha y que iba directamente en recto desde la puerta este de la muralla. La taberna estaría en una zona visible de ella, por lógica, y porque se lo había dicho el amable guardia.
No había mentido el señor miliciano. Pues no tardó en ver el cartel de una posada, justamente al final de las casas del lugar. Delimitando la calle que llevaba hacia la entrada a Baslodia. En definitiva, la taberna era de lo primero que hubiera visto si hubiera venido por ese camino, y no por el del este, como había hecho.
Según acercaba, se fue haciendo más nítida una figura reconocible, que se encontraba apoyada contra la pared de la misma. La persona no tardó mucho en divisarle cuando ya se encontraba a unos metros de ella, y le dirigió unas palabras, con su característica seriedad y templanza.
- Es primavera, Huri. Anima esa cara-, bromeó escuetamente mientras se acercaba, como contestación a la joven, marcando una sonrisa en el rostro. - Yo también me alegro de seguir de una pieza. Me encanta seguir vivo y entero-, siguió en el mismo tono de buen humor, antes de ponerse más serio. - Sí, me ha llegado tu nota, y he visto el contrato. Sumamente extraño. Si no se tratan de vampiros, ¿de qué puede tratarse? - preguntó curioso.
Normalmente el gremio se encargaba de vampiros, así que, cuanto menos, le parecía inusual que le dijera algo así.
El rubio miró hacia la colina cercana, la que le había indicado la tiradora con un movimiento de su cabeza. El camino principal seguía en dirección norte, hasta una bifurcación a lo lejos. Allí el camino se partía en dos, entre el tramo que seguía hacia la zona septentrional, y la senda que subía hacia la colina que le había señalado. Sobre ella, un gran edificio de los más…
- Siempre me llevas a los sitios más bonitos, Huracán-, bromeó, y rió quedamente, contemplando la tétrica silueta del edificio. - Por cierto, ¿no ha venido Jules? Se me hace extraño no verlo contigo-, preguntó por el cazador, que le caía bien.
Un buen tipo, siempre alegre. A la par que valiente y decidido.
De todas maneras, la cháchara tendría que concluir durante un rato. Una niña corría por medio de la calle, y no se le había pasado desapercibido a ninguno de los dos, que venía de la colina. Del colegio.
- ¿Necesita ayuda, jovencita?-, le dijo a la chiquilla cuando estuvo a su altura. No obstante, la joven no parecía decidida a quedarse, y siguió corriendo. Por lo cual tuvo que cortarle el paso, a la vez que la agarraba por la ropa. - Un momento, pequeña.
- ¡Suélteme! ¡Suélteme! ¡Suélteme! -, comenzó a gritar, histérica. - Debo irme de aquí-, siguió diciendo, con el terror marcando en el rostro.
- Irte a donde-, dijo con calma, forzando a la niña a quedarse. - ¿Qué ocurre en ese internado? Hemos venido para ayudar-, se apresuró a decir, a ver si eso servía para calmarla.
Funcionó. La niña siguió asustada, mirando de cuando en cuando hacia la colina donde se hallaba el edificio, pero al menos dejó de intentar huir.
- ¿De verdad? ¿Venís a ayudarnos? - contestó, aún con gran nerviosismo en su tono de voz.
- Si, así es. Alguien nos mandó una carta para resolver un problema en ese internado. ¿Qué ocurre? - preguntó a la joven, arrodillándose sobre una rodilla, para quedar a su altura.
- Fui… fui… yo. Fui yo quien mandó la carta-, dijo finalmente con decisión. - En ese colegio está el m…-, no pudo terminar de hablar, porque un carruaje había frenado bruscamente a su lado, levantando una polvareda sobre niña y brujo.
No pudo evitar toser por el polvo, pero antes de poder increpar al idiota del conductor de ese carro, un hombre se bajó de la parte trasera.
- Madeline, que haces fuera del internado-, comentó con enfado el hombre.
- Yo…-, comentó la pequeña, pero antes de poder decir nada más, el señor la agarró por el brazo y tiró de ella. - ¡No! ¡No! ¡No! ¡No quiero volver! -, comenzó a gritar otra vez, llorando en el proceso.
- No puedes salir, Madeline. Ya lo sabes-, reprendió el hombre a la niña.
Era mayor, de pelo cano, pero no demasiado mayor. Quizás unos años mayor que su madre, pero parecía que había perdido el color de su pelo con prontitud.
- Oiga, señor. ¿Usted de quien se trata? Esa niña estaba conversando conmigo-, se dirigió al recién llegado, bastante molesto.
- ¿Cómo de que quien se trata? Soy el padre Flanagan. Y soy el director del internado del que esta niña se ha escapado-, respondió el hombre, con cierto tono pedante. Como si fuera importante su título o posición. - Y si me disculpa. Debo retornar a esta niña a su lugar. Muchas gracias-, continuó en el mismo tono.
- ¿Padre? - comentó con asombro. Lo que le faltaba.
- Sí, ya se lo he dicho. ¿Está usted sordo? - contestó. - Lo que me faltaba. Vuelvo de fuera, de conseguir donaciones para mantener el internado, y me encuentro con una fuga. Esto no le saldrá gratis, señorita-, se dirigió hacia la niña, como si la conversación con el brujo hubiera quedado más que zanjada.
- No dejen que me lleve-, pidió ayuda la niña, entre lloriqueos.
Genial. Un padre. Lo único que necesitaba para complicar las cosas era uno de esos estúpidos cristianos. Con la iglesia hemos topado, nunca mejor dicho.
Vincent Calhoun
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Re: [Misión] María Sangrienta
Nadie en su sano juicio, ni siquiera alguien tan pequeño como la niña, querría quedarse en un lugar que presagiaba la muerte. Salir de ese horrendo sitio casi le costaba la vida y ahora por fin se encontraba huyendo hacia la libertad. O al menos eso creyó antes de que un extraño la sujetara del uniforme, impidiendo que continuara con su huida.
No creyó que alguien acudiese en su auxilio, especialmente después de que los profesores desaparecieron y que sus compañeros comenzaron a morir frente a sus ojos. Así que podéis imaginaros la esperanza que se formó en el rostro de la niña, cuando los forasteros aseguraron que se encontraban ahí para ayudar.
¡Alguien había recibido su carta! ¡Ahora tendrían que creerle!
Desafortunadamente no tuvo tiempo de explicar que era lo que sucedía, pues el sonido de un carruaje frenando frente a ellos, no le permitió seguir hablando. Una voz conocida para ella hizo su aparición, riñéndola por haber escapado del internado y advirtiéndole que de una u otra forma tendría que volver a ese tétrico lugar.
Suplicante, Madeline pidió que no permitiesen que la regresaran a ese lugar. Apeló a la amabilidad del forastero e inclusive miró a la joven, quien se había mantenido callada durante un rato, más al final no hubo poder alguno que evitara que el padre Flanagan la subiese al carruaje, sentenciando así su destino.
- ¡No! ¡Por favor! ¡Ella está ahí! -La pobre niña gritaba y se removía en un vano intento por evitar aquel trágico desenlace-. ¡No os miréis en los espejos!
A sabiendas de que su vida estaba condenada, Madeline les develó una pequeña advertencia, confiando en que, efectivamente, los dos extraños salvarían el internado; aunque no estaba segura de que lograrían llegar a tiempo para evitar que ella fuese la siguiente.
El ambiente se siente cada vez más pesado, conforme se acercan al misterioso edificio. Tal como si el aire estuviese cargado de una espesa sustancia que volvía difícil la tarea de respirar, incluso para alguien tan experimentado como los brujos.
La empinada colina sobre la que se asentaba el internado Roseburg parecía aplanarse conforme se acercaba a su desenlace, algo que seguramente agradecerían aquellos que tuvieron que caminar la larga cuesta arriba.
En la entrada principal podrían divisarse los tonos rojizos del ocaso anunciando su llegada. La construcción es vieja y no parece que haya sufrido remodelaciones recientes. Aun así, parece ser capaz de resistir cualquier inclemencia del tiempo y mantenerse en pie muchos años más. Además, no se logra divisar rastro alguno del carruaje del padre Flanagan, como si nunca hubiese pisado aquel sitio.
Es aquí donde debería señalaros un punto importante: toda construcción con siglos de antigüedad, siempre es blanco de historias y leyendas urbanas; y efectivamente está no iba a ser la excepción.
A simple vista podríais daros cuenta de que hay más de lo que se piensa, oculto tras las paredes del internado, pero primero tendréis que hallar la manera de entrar.
No os recomendaría usar la puerta principal, pues no importa que tan cuidadosos seáis, al final una extraña figura negruzca derrumbará una de las blanquecinas columnas de la entrada, antes de esfumarse en un parpadeo apenas perceptible.
¡Menos mal que sois cazadores agiles y experimentados! De lo contrario ya os encontraríais saludando a vuestros ancestros. Menuda manera de morir, ¿no? Aplastados por una columna al inicio de la misión. Creedme cuando os digo que no se vería bien para vuestras reputaciones.
Podríais intentar entrar por una ventana, lamentablemente todas se encuentran selladas y la vista hacia el interior es prácticamente imposible. Es como si el propio internado tratase de repelerles.
Una vez que ambos brujos consiguieran avanzar de la entrada llegarían al extraño y desgastado vestíbulo. Sobre las escaleras de caracol lograrían divisar la silueta de otro de los estudiantes, pero este no les escuchará y se mantendrá con la cabeza gacha, balanceando sus pies en el aire.
Al lado izquierdo podrán divisar una enorme puerta de madera, más no importa lo que hagan esta no se abrirá, impidiéndoles descubrir qué es lo que se oculta detrás. La puerta del lado derecho está hecha de cristal puro y permite una vista a lo que de lejos podría verse como un hermoso invernadero, salvo por el hecho de también se encuentra cerrada.
Lo que posiblemente llamaría más la atención, aparte del infante, sería una extraña placa que colgaba en la pared contigua a la puerta de cristal. En ella se estipulaban todas y cada una de las reglas del internado, o esa era la idea, pues alguien las había sustituido por una lista de índole peculiar; la misma persona que les había enviado la carta de auxilio.
1.- No os miréis en los espejos.
2.- No habléis con vuestro reflejo.
3.- Ella ataca al caer el sol.
4.- La luz la debilita.
5.- -Fragmento ilegible- portal.
Ahí estaba de nuevo la advertencia de los espejos, tal vez deberíais hacerle caso, pues efectivamente nada está bien en ese lugar, comenzando por el niño que balancea sus pies sin levantar su rostro.
No creyó que alguien acudiese en su auxilio, especialmente después de que los profesores desaparecieron y que sus compañeros comenzaron a morir frente a sus ojos. Así que podéis imaginaros la esperanza que se formó en el rostro de la niña, cuando los forasteros aseguraron que se encontraban ahí para ayudar.
¡Alguien había recibido su carta! ¡Ahora tendrían que creerle!
Desafortunadamente no tuvo tiempo de explicar que era lo que sucedía, pues el sonido de un carruaje frenando frente a ellos, no le permitió seguir hablando. Una voz conocida para ella hizo su aparición, riñéndola por haber escapado del internado y advirtiéndole que de una u otra forma tendría que volver a ese tétrico lugar.
Suplicante, Madeline pidió que no permitiesen que la regresaran a ese lugar. Apeló a la amabilidad del forastero e inclusive miró a la joven, quien se había mantenido callada durante un rato, más al final no hubo poder alguno que evitara que el padre Flanagan la subiese al carruaje, sentenciando así su destino.
- ¡No! ¡Por favor! ¡Ella está ahí! -La pobre niña gritaba y se removía en un vano intento por evitar aquel trágico desenlace-. ¡No os miréis en los espejos!
A sabiendas de que su vida estaba condenada, Madeline les develó una pequeña advertencia, confiando en que, efectivamente, los dos extraños salvarían el internado; aunque no estaba segura de que lograrían llegar a tiempo para evitar que ella fuese la siguiente.
☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
- Entrada del edificio:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
El ambiente se siente cada vez más pesado, conforme se acercan al misterioso edificio. Tal como si el aire estuviese cargado de una espesa sustancia que volvía difícil la tarea de respirar, incluso para alguien tan experimentado como los brujos.
La empinada colina sobre la que se asentaba el internado Roseburg parecía aplanarse conforme se acercaba a su desenlace, algo que seguramente agradecerían aquellos que tuvieron que caminar la larga cuesta arriba.
En la entrada principal podrían divisarse los tonos rojizos del ocaso anunciando su llegada. La construcción es vieja y no parece que haya sufrido remodelaciones recientes. Aun así, parece ser capaz de resistir cualquier inclemencia del tiempo y mantenerse en pie muchos años más. Además, no se logra divisar rastro alguno del carruaje del padre Flanagan, como si nunca hubiese pisado aquel sitio.
Es aquí donde debería señalaros un punto importante: toda construcción con siglos de antigüedad, siempre es blanco de historias y leyendas urbanas; y efectivamente está no iba a ser la excepción.
A simple vista podríais daros cuenta de que hay más de lo que se piensa, oculto tras las paredes del internado, pero primero tendréis que hallar la manera de entrar.
No os recomendaría usar la puerta principal, pues no importa que tan cuidadosos seáis, al final una extraña figura negruzca derrumbará una de las blanquecinas columnas de la entrada, antes de esfumarse en un parpadeo apenas perceptible.
¡Menos mal que sois cazadores agiles y experimentados! De lo contrario ya os encontraríais saludando a vuestros ancestros. Menuda manera de morir, ¿no? Aplastados por una columna al inicio de la misión. Creedme cuando os digo que no se vería bien para vuestras reputaciones.
Podríais intentar entrar por una ventana, lamentablemente todas se encuentran selladas y la vista hacia el interior es prácticamente imposible. Es como si el propio internado tratase de repelerles.
Una vez que ambos brujos consiguieran avanzar de la entrada llegarían al extraño y desgastado vestíbulo. Sobre las escaleras de caracol lograrían divisar la silueta de otro de los estudiantes, pero este no les escuchará y se mantendrá con la cabeza gacha, balanceando sus pies en el aire.
Al lado izquierdo podrán divisar una enorme puerta de madera, más no importa lo que hagan esta no se abrirá, impidiéndoles descubrir qué es lo que se oculta detrás. La puerta del lado derecho está hecha de cristal puro y permite una vista a lo que de lejos podría verse como un hermoso invernadero, salvo por el hecho de también se encuentra cerrada.
Lo que posiblemente llamaría más la atención, aparte del infante, sería una extraña placa que colgaba en la pared contigua a la puerta de cristal. En ella se estipulaban todas y cada una de las reglas del internado, o esa era la idea, pues alguien las había sustituido por una lista de índole peculiar; la misma persona que les había enviado la carta de auxilio.
1.- No os miréis en los espejos.
2.- No habléis con vuestro reflejo.
3.- Ella ataca al caer el sol.
4.- La luz la debilita.
5.- -Fragmento ilegible- portal.
Ahí estaba de nuevo la advertencia de los espejos, tal vez deberíais hacerle caso, pues efectivamente nada está bien en ese lugar, comenzando por el niño que balancea sus pies sin levantar su rostro.
- Vestíbulo:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
Ambos: Se han llevado a la pequeña antes de que pudieseis hacer algo y ahora no hay rastro alguno de ella, ni del padre Flanagan. En lugar de eso os encontráis con el niño de la escalera, quien bien pudiese tener información…o no. En este post tendréis que narrar vuestra llegada y cómo es que conseguís entrar al internado, pese a que éste se niegue a querer permitiros investigar. También os daré la oportunidad de elegir entre interrogar al niño, quien ni siquiera ha dado importancia a vuestra presencia, o de investigar el invernadero. Sin importar lo que hagáis al final tendréis que recorrer todos los escenarios expuestos. Por el momento os he dado instrucciones en conjunto, pero conforme empiece la diversión veréis que se volverá más difícil permaneced juntos, así que os recomiendo disfrutar de la compañía del otro tanto como podáis, especialmente ahora que el ocaso está por arribar.
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Re: [Misión] María Sangrienta
Vincent estaba tan animado como siempre, el brujo no solía confiarse con los compromisos embarazosos, pero, al igual que Jules, tenía otra manera de afrontarlos. Aunque ello no significaba que luego subestimaran el riesgo de la operación. Hablando del rey de Lunargenta, Vincent me preguntó por mi compañero cazador, por una razón o por otra siempre terminaba pensando en él. - Jules está en otra misión. – respondí discreta tras unos segundos en mi mundo, observando cómo la niña llegaba hasta nosotros y mantenía una conversación con mi compañero, permaneciendo de brazos cruzados y seria, mirándola a los ojos, mientras hablaba.
Ella había sido la autora original de la carta y también del contrato que recibimos. ¿Una niña escribiendo contratos? Genial. Eso ponía en riesgo la posibilidad de cobrar por aquella peligrosa misión. Jules, ¡oh sí, había vuelto a pensar en Jules! me regañaría por esos pensamientos, para él nunca estaba de más ayudar a pobres necesitados, y máxime cuando se trataba de niños.
La joven no quería volver, pero un profesor que se presentó como el padre Flanagan la arrastró hasta una carroza y se la llevó de nuevo al internado. Ya tenía una idea de cómo funcionaban aquellos especimenes sectarios gracias al padre Callahan, el inútil al que tuve que salvar en dos ocasiones, una de ellas destruyéndole su preciada iglesia. Pero no era culpa mía si le daba por tratar de adoctrinar vampiros a base de palabras vacías.
-¿Qué pasará con los espejos? – pregunté a Vincent en alusión al comentario que hizo la niña justo antes de que el viejo se la llevara. En cualquier caso, viendo la cara de terror de ésta y la sinceridad que mostraban siempre los infantes, sería mejor seguir aquella instrucción al pie de la letra.
El orfanato no decepcionó en cuanto llegamos al mismo, era tal y como me lo esperaba, una enorme vivienda al estilo de la mansión Boisson. - ¿Recuerdas nuestro primer encuentro con Belladonna? – le pregunté retóricamente sin perder un ojo de cada detalle del lugar, para traer a la mente del brujo aquellos malos recuerdos de la noche en la que murió Igraine. – Mantente alerta. – le advertí. Y, en cuanto aparecimos, el trozo de tejado sobre la puerta principal se derrumbó, tapiándola por completo. – Joder. – exclamé. – Esto no me da buena espina. – rechisté frunciendo el ceño, buscando una nueva entrada.
Las ventanas estaban tapiadas y habría que buscar una alternativa de acceso, por fortuna, encontré una pequeña abertura en una de las paredes laterales de la estructura, un hueco pequeño por donde probablemente escapasen los niños. Pero viendo cómo se había derrumbado la zona del porche no es que tuviese ganas de acercarme, de manera que, desde lejos, generé una pequeña corriente de aire con ambos brazos para tratar de debilitar aún más la dañada pared, a la que se le veían los ladrillos, y conseguir así algo más de espacio. Parecía que aguantaba. – Por ahí. – indiqué, siendo yo la primera en acceder al edificio.
Ante nosotros se abrió una amplia recepción, parecida a la de la mansión Boisson, tenuamente iluminada. Lo primero que me llamó fue el infante sentado entre las distintas patas del pasamanos. Balanceaba sus piernas al aire y nos miraba con cara poco simpática, agarrándose con sus manos a las patas de ésta. Traté de apartarle la mirada en primera instancia, dirigiéndola hacia una serie de instrucciones que se postraban en una puerta de cristal tras la que, a lo lejos, se veía un invernadero.
-No falta mucho para el anochecer. – mostré cierta inquietud en estas palabras. Parecía que nos iba a atacar la causante de todos aquellos males en aquel colegio. También era importante no mirarse en los espejos, como nos había gritado la niña y no hablar con nuestro reflejo. No pude leer la última de las indicaciones con claridad, sólo leyendo la parte que hacía referencia a un portal. - ¿Crees que será una recomendación o una advertencia? – y es que aquella simple palabra borrada podía cambiar mucho la connotación del significado. Al menos era débil a la luz, por lo que la bomba de Soffleheimer, Lux Scintillia, la cegadora, vendría de perlas en esta ocasión.
-Vais a morir aquí. – se pronunció el chico de la escalera, inexpresivo. ¡Vaya con el pequeño agorero! Pues sí que era pájaro de mal agüero. Fruncí el ceño ante su advertencia y me torcí hacia él.
-Muy bien. Ahora dinos cómo podemos evitarlo. – Una pregunta directa sin el talante de Vincent. Nunca lo tuve.
-No podéis. - rió sin levantar la cabeza un ápice.
¡Estúpido crío! Dejaría que fuese Vince quien hablase pues estaba tan nerviosa que podría terminar acabando con él. Y es que aquel niño de la escalera no me transmitía para nada buenas sensaciones. Cuanto menos contacto tuviese con él, mejor.
Ella había sido la autora original de la carta y también del contrato que recibimos. ¿Una niña escribiendo contratos? Genial. Eso ponía en riesgo la posibilidad de cobrar por aquella peligrosa misión. Jules, ¡oh sí, había vuelto a pensar en Jules! me regañaría por esos pensamientos, para él nunca estaba de más ayudar a pobres necesitados, y máxime cuando se trataba de niños.
La joven no quería volver, pero un profesor que se presentó como el padre Flanagan la arrastró hasta una carroza y se la llevó de nuevo al internado. Ya tenía una idea de cómo funcionaban aquellos especimenes sectarios gracias al padre Callahan, el inútil al que tuve que salvar en dos ocasiones, una de ellas destruyéndole su preciada iglesia. Pero no era culpa mía si le daba por tratar de adoctrinar vampiros a base de palabras vacías.
-¿Qué pasará con los espejos? – pregunté a Vincent en alusión al comentario que hizo la niña justo antes de que el viejo se la llevara. En cualquier caso, viendo la cara de terror de ésta y la sinceridad que mostraban siempre los infantes, sería mejor seguir aquella instrucción al pie de la letra.
El orfanato no decepcionó en cuanto llegamos al mismo, era tal y como me lo esperaba, una enorme vivienda al estilo de la mansión Boisson. - ¿Recuerdas nuestro primer encuentro con Belladonna? – le pregunté retóricamente sin perder un ojo de cada detalle del lugar, para traer a la mente del brujo aquellos malos recuerdos de la noche en la que murió Igraine. – Mantente alerta. – le advertí. Y, en cuanto aparecimos, el trozo de tejado sobre la puerta principal se derrumbó, tapiándola por completo. – Joder. – exclamé. – Esto no me da buena espina. – rechisté frunciendo el ceño, buscando una nueva entrada.
Las ventanas estaban tapiadas y habría que buscar una alternativa de acceso, por fortuna, encontré una pequeña abertura en una de las paredes laterales de la estructura, un hueco pequeño por donde probablemente escapasen los niños. Pero viendo cómo se había derrumbado la zona del porche no es que tuviese ganas de acercarme, de manera que, desde lejos, generé una pequeña corriente de aire con ambos brazos para tratar de debilitar aún más la dañada pared, a la que se le veían los ladrillos, y conseguir así algo más de espacio. Parecía que aguantaba. – Por ahí. – indiqué, siendo yo la primera en acceder al edificio.
Ante nosotros se abrió una amplia recepción, parecida a la de la mansión Boisson, tenuamente iluminada. Lo primero que me llamó fue el infante sentado entre las distintas patas del pasamanos. Balanceaba sus piernas al aire y nos miraba con cara poco simpática, agarrándose con sus manos a las patas de ésta. Traté de apartarle la mirada en primera instancia, dirigiéndola hacia una serie de instrucciones que se postraban en una puerta de cristal tras la que, a lo lejos, se veía un invernadero.
-No falta mucho para el anochecer. – mostré cierta inquietud en estas palabras. Parecía que nos iba a atacar la causante de todos aquellos males en aquel colegio. También era importante no mirarse en los espejos, como nos había gritado la niña y no hablar con nuestro reflejo. No pude leer la última de las indicaciones con claridad, sólo leyendo la parte que hacía referencia a un portal. - ¿Crees que será una recomendación o una advertencia? – y es que aquella simple palabra borrada podía cambiar mucho la connotación del significado. Al menos era débil a la luz, por lo que la bomba de Soffleheimer, Lux Scintillia, la cegadora, vendría de perlas en esta ocasión.
-Vais a morir aquí. – se pronunció el chico de la escalera, inexpresivo. ¡Vaya con el pequeño agorero! Pues sí que era pájaro de mal agüero. Fruncí el ceño ante su advertencia y me torcí hacia él.
-Muy bien. Ahora dinos cómo podemos evitarlo. – Una pregunta directa sin el talante de Vincent. Nunca lo tuve.
-No podéis. - rió sin levantar la cabeza un ápice.
¡Estúpido crío! Dejaría que fuese Vince quien hablase pues estaba tan nerviosa que podría terminar acabando con él. Y es que aquel niño de la escalera no me transmitía para nada buenas sensaciones. Cuanto menos contacto tuviese con él, mejor.
Anastasia Boisson
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Re: [Misión] María Sangrienta
Debería haber hecho algo. Aunque lo realmente correcto era decir que tenía que haberlo conseguido evitar. Porque realmente lo había intentado, pero ese malnacido había sido lo bastante rápido como para meter a la niña en el carruaje, y salir de allí antes de poder evitar que se llevara a la niña con él.
- Eh. Un momento-, dijo, acercándose a la puerta del carro, solamente para ver como comenzaba a avanzar, sin importar que el brujo estuviera intentando hablar con el padre Flanagan. - ¡Esperen! ¡Alto! -, les gritó, pero no sirvió para nada.
El carruaje ganó velocidad, y lo dejó atrás en medio de una nube de polvo. Del mismo modo que cuando había frenado junto a él. Aunque esta vez estaba mucho más cabreado que la primera vez que lo hiciera, y no precisamente por la tierra en suspensión que ya comenzaba a posarse nuevamente en el camino.
Vinc observó con expresión molesta, como el vehículo tirado por caballos remontaba la cuesta hacia el internado, a la vez que se daba unos ligeros golpes en su ropa para quitarse la tierra que le había caído encima.
- No tengo ni idea-, respondió a su compañera. - ¿Pero has visto su semblante? Eso no se puede fingir. Tenía puro terror reflejado en el rostro-, suspiró resignado. - Estúpido Flanagan, cualquiera con dos dedos de frente lo hubiera notado. Será mejor que le echemos un vistazo a ese internado.
Remontar la cuesta que llevaba al edificio, les llevó más tiempo que al carro. No obstante, no estaba lejos, así que no tardaron demasiado en subir la colina. No tanto, al menos, como para que el carruaje desapareciera como por arte de magia.
- ¿Dónde está el carro? - preguntó en alto, aunque más para sí mismo que para la cazadora. - Veré si encuentro señales de él.
No parecía que hubiera otro camino, más allá del que hubieran usado ellos para llegar allí, y el propio carruaje antes que ellos. Pero claro, si no estaba junto al edificio, es que se había ido. Y eso era imposible, se habrían tenido que cruzar con ellos por narices. ¿Qué demonios estaba pasando en ese lugar?
- No he encontrado rastro del carruaje. Es como si…-, como decirlo. - Se hubiera hecho humo. Las marcas de las ruedas estaban en el camino, y luego desaparecen, justo al llegar hasta aquí arriba-, comentó, con cierta sorpresa por la situación. - No sé, quizás no se marcaran en la tierra de esta explanada-, dijo. Algo que no terminaba ni de creérselo él mismo. - Si no lo hubiera visto subir, diría que nunca ha subido un carro hasta aquí. ¿Qué coño pasa en este lugar? Será mejor que investiguemos el internado. Me temo que la niña, ese maldito padre y el conductor deben estar en peligro-, comentó, encaminándose a la entrada del edificio.
El cura se lo había buscado él solito, pues solamente tenía que haberse fijado en el miedo de la chiquilla, para entender que no era una buena idea ir al internado. Pero la niña y el conductor también estaban en peligro, así que debía intentar rescatarlos. Además, por tonto que fuera Flanagan, no iba a dejarlo desamparado y a su suerte, sin hacer nada al respecto. Tenía que rescatar a ese idiota también. Y solo había un modo de hacerlo. Entrar en ese lugar.
- Sí, recuerdo nuestro primer encuentro con Belladonna. Nada más ver la silueta del edificio desde la entrada a la taberna, me vino a la mente dicha noche-, respondió. - En serio, Huracán. Siempre me llevas a los sitios más bonitos y hermosos. Si no te conociera, diría que me quieres cortejar-, bromeó, con una sonrisa.
Según daba un paso tras otro, notaba el aire más opresivo. Era algo que intentó decirle a Huri, pero antes de poder hacerlo, una columna se derrumbó. El brujo se hizo a un lado rápidamente, y de ese modo evitó acabar sepultado por el pequeño tejado que había justo sobre las escalinatas de la entrada.
- Joder. ¿Has visto esa cosa? -, comentó, aún con el susto de casi acabar aplastado en el cuerpo. Evidentemente Huracán lo habría visto, pero tenía que decirlo.
Esta es la parte donde una persona sensata se da la vuelta y se va a su casa. Edificios así no son los ideales para pasar la noche. Más bien solamente servían para ser pastos de las llamas. Sin embargo, había como mínimo tres personas en peligro. Y todo el mundo sabía que el brujo era de las personas que dejarían alguien atrás, sin al menos intentar rescatarlas.
Vinc se acercó a la ventana más cercana, y notó en seguida que era imposible abrirla desde fuera. Además de que no conseguía ver nada dentro por las tapias que tenían. Quizás una explosión llamara la atención, pero seguro que apartaba las maderas como si fueran cartas al viento.
No hizo falta, Huri halló una entrada más sencilla, y que no haría el ruido de la explosión necesaria para reventar la ventana.
- ¿Lo notas? - comentó, entrando por el orificio en la pared tras la cazadora. - ¿Notas el aire cargado? ¿Lo recuerdas? - dejó que la tiradora pensara sobre ello. - Cada vez se parece más a aquella noche en la antigua mansión de tu familia. Este aire opresivo es fruto del éter condensado. Una magia poderosa invade este lugar-, advirtió a Huri, aunque no hiciera falta.
Ella era una guerrera experimentada, y sabía que tenía que estar alerta. Como ella misma le había indicado, momentos antes de que se derrumbara la entrada al internado. Bueno “se derrumbara”. Algo negro como la noche la había derribado. Una silueta de pura oscuridad.
No obstante, nunca estaba de más avisar. Menos cuando él era arcanista y notaba esas cosas con facilidad. Ventajas de trabajar la lengua de los dragones y las runas desde niño, así como todo lo que tuviera que ver con la magia de todo tipo.
- No es bueno entrar en un sitio así de noche. Pero no tenemos más remedio. El tiempo juega en nuestra contra-, comentó, haciendo alusión a los desaparecidos sin llegar a nombrarlos. - No os miréis en los espejos. Mira, lo que dijo la niña. Otra vez aparece. Algo me dice que será mejor hacer caso a esas instrucciones-, bromeó con su última frase, para mantener el ánimo del grupo despierto y alegre. - Demasiado hincapié en lo de los espejos, como para que no sea importante.
Bueno. No tenía ni idea de lo que pasaba por allí, pero sin duda esas instrucciones les vendrían bien.
- Diría que recomendación. Pero eso del portal...-. No terminó la frase en ese momento. Pensando bien sobre ello, acercándose más a la placa para mirarla más de cerca. - El portal debe ser la clave. Quien quiera que haya borrado la quinta instrucción, se ha tomado la molestia precisamente de borrar esa, sin que le interesara el resto-, le dijo. - Y para la niña era muy importante la primera. Por lo cual, imagínate lo primordial que era al última para quien la borrara-, apuntó. - Memoricemos el resto, en estas circunstancias en las que nos encontramos, pueden salvarnos la vida. La quinta la averiguaremos en el debido momento. Esperemos que sea suficiente-, dijo, dejando que la cazadora inspeccionara el lugar.
Él por su parte, sacó un pergamino del interior de su chaqueta. Era uno de hechizos. Genial para retener un conjuro y poder usarlo más adelante. Encadenando varios encantamientos a la vez, sin agotarse demasiado mentalmente en dicho momento. Y también eran perfectos para compartirlos, como en esa situación.
El rubio abrió el pergamino, y lo sostuvo en el aire con una de sus manos, dejando que se mantuviera abierto. Luego tomó uno de sus pedernales con la mano libre y creó una chispa, con la que a su vez creó varias bolas de fuego que lanzó contra el pergamino. La hoja apergaminada, lejos de arder por el impacto del conjuro mágico, brilló mientras se tragaba los proyectiles ígneos. Y en ese instante, el brujo cerró el pergamino, atándolo con la cinta de seda, que llevaba el pergamino cosida a uno de sus extremos. Finalmente guardó el mineral de pedernal en su sitio.
- Ten, te vendrá bien. Cuando lo abras, el hechizo en su interior se liberará y podrás usarlo contra quien desees. Tiene una tanda de mis proyectiles de fuego-, le explicó, entregándole el pergamino. - Vaya, un superviviente-, comentó, notando la presencia del joven, porque Huri justo había hablado con el niño cuando se acercaba hasta ella.
El chico parecía de lo más siniestro. Daba mal rollo, si tenía que confesar. Pero era alguien más afectado en aquel lugar. Así que se sumaba a la lista de gente a rescatar, además de que toda pista que les pudiera proporcionar les vendría bien.
Vincent dio un tiró de su espada y… no pasó nada.
- A veces se atasca-, mintió a la cazadora, para luego dar otro tirón de la espada en su vaina, mientras maldecía mentalmente el acero en el interior del cuero mágico e ignífugo que la envolvía.
Esa espada era prodigiosa. De bella factura e imbuida en magia. Pero a veces tenía que insistirle un poco para que le hiciera caso. Como si estuviera viva. Seguramente porque era una extraño artefacto conseguido de aquel poderoso dragón. Querostraza, la montura de Frendel.
En cualquier caso. La espada salió esta vez de la vaina sin problemas, iluminando a su alrededor en cuando quedó envuelta en llamas.
- Creo que ya podemos considerar que estamos en tierra hostil-, bromeó. Y nada más hacerlo, generó una bola de fuego con las llamas de la espada, y esta pronto quedó suspendida por encima de su cabeza dando vueltas.
Cuarta Instrucción: La luz la debilita. La noche poco a poco se iría cerrando sobre ellos, aparte de que cuanto más se adentraran en aquel edificio, seguramente menos luz tendrían. Por ello iba siendo hora de ir haciendo caso a las reglas escritas en la placa.
- No moriremos aquí si nos ayudas-, le habló esta vez al niño. - Hemos venido a acabar con el mal que asola este lugar. Así que toda ayuda nos vendría bien-, le comentó. - ¿Quedan más supervivientes?
Preguntarle sobre algo en concreto le parecía imposible. Pues no tenía ni la más remota idea de que pasaba en el internado… Salvo por cinco frases escritas sobre un metal.
- Dinos pequeño. ¿Por qué importa tanto no mirar a los espejos, y por qué no debemos conversar con nuestro reflejo? - le preguntó por las dos primeras reglas, la tercera y cuarta eran obvias. Algo atacaba durante la noche, y era débil a la luz, no era necesario preguntar por ello. - Vamos-, sonrió de forma amistosa al pequeño. - No caigas en el desaliento. Nosotros os sacaremos de aquí, pero para poder lograrlo debes ayudarnos. ¿Qué falta en la quinta regla de la placa? ¿Qué es eso del portal, y donde se encuentra? - terminó por consultarle.
No doy las respuestas del niño, porque son preguntas interesantes y significativas, y creo que es más conveniente que las responda el máster Wyn a su gusto ^_^
Que sino hago que el niño diga que el portal está justo a la vuelta de la esquina, lo cierro, y me voy a casa (?) xDDD
Le entrego a Huracán un Pergaminos de Hechizos, con mi habilidad de nivel uno almacenada dentro de él. Ojos de lobo.
Propiedades del Pergamino: Tras abrirse, un personaje amistoso (o el propio usuario) debe usar un hechizo sobre el pergamino antes de 1 minuto. El hechizo se anulará, pero el pergamino conservará su poder en su interior. El pergamino puede volver a cerrarse. Tras abrirse nuevamente, el pergamino liberará el hechizo almacenado, reduciendo su intensidad en un 40%. El efecto almacenado se borra al terminar el rol en curso.
Creo que te vendrá bien, Huri ^_^
- Eh. Un momento-, dijo, acercándose a la puerta del carro, solamente para ver como comenzaba a avanzar, sin importar que el brujo estuviera intentando hablar con el padre Flanagan. - ¡Esperen! ¡Alto! -, les gritó, pero no sirvió para nada.
El carruaje ganó velocidad, y lo dejó atrás en medio de una nube de polvo. Del mismo modo que cuando había frenado junto a él. Aunque esta vez estaba mucho más cabreado que la primera vez que lo hiciera, y no precisamente por la tierra en suspensión que ya comenzaba a posarse nuevamente en el camino.
Vinc observó con expresión molesta, como el vehículo tirado por caballos remontaba la cuesta hacia el internado, a la vez que se daba unos ligeros golpes en su ropa para quitarse la tierra que le había caído encima.
- No tengo ni idea-, respondió a su compañera. - ¿Pero has visto su semblante? Eso no se puede fingir. Tenía puro terror reflejado en el rostro-, suspiró resignado. - Estúpido Flanagan, cualquiera con dos dedos de frente lo hubiera notado. Será mejor que le echemos un vistazo a ese internado.
Remontar la cuesta que llevaba al edificio, les llevó más tiempo que al carro. No obstante, no estaba lejos, así que no tardaron demasiado en subir la colina. No tanto, al menos, como para que el carruaje desapareciera como por arte de magia.
- ¿Dónde está el carro? - preguntó en alto, aunque más para sí mismo que para la cazadora. - Veré si encuentro señales de él.
No parecía que hubiera otro camino, más allá del que hubieran usado ellos para llegar allí, y el propio carruaje antes que ellos. Pero claro, si no estaba junto al edificio, es que se había ido. Y eso era imposible, se habrían tenido que cruzar con ellos por narices. ¿Qué demonios estaba pasando en ese lugar?
- No he encontrado rastro del carruaje. Es como si…-, como decirlo. - Se hubiera hecho humo. Las marcas de las ruedas estaban en el camino, y luego desaparecen, justo al llegar hasta aquí arriba-, comentó, con cierta sorpresa por la situación. - No sé, quizás no se marcaran en la tierra de esta explanada-, dijo. Algo que no terminaba ni de creérselo él mismo. - Si no lo hubiera visto subir, diría que nunca ha subido un carro hasta aquí. ¿Qué coño pasa en este lugar? Será mejor que investiguemos el internado. Me temo que la niña, ese maldito padre y el conductor deben estar en peligro-, comentó, encaminándose a la entrada del edificio.
El cura se lo había buscado él solito, pues solamente tenía que haberse fijado en el miedo de la chiquilla, para entender que no era una buena idea ir al internado. Pero la niña y el conductor también estaban en peligro, así que debía intentar rescatarlos. Además, por tonto que fuera Flanagan, no iba a dejarlo desamparado y a su suerte, sin hacer nada al respecto. Tenía que rescatar a ese idiota también. Y solo había un modo de hacerlo. Entrar en ese lugar.
- Sí, recuerdo nuestro primer encuentro con Belladonna. Nada más ver la silueta del edificio desde la entrada a la taberna, me vino a la mente dicha noche-, respondió. - En serio, Huracán. Siempre me llevas a los sitios más bonitos y hermosos. Si no te conociera, diría que me quieres cortejar-, bromeó, con una sonrisa.
Según daba un paso tras otro, notaba el aire más opresivo. Era algo que intentó decirle a Huri, pero antes de poder hacerlo, una columna se derrumbó. El brujo se hizo a un lado rápidamente, y de ese modo evitó acabar sepultado por el pequeño tejado que había justo sobre las escalinatas de la entrada.
- Joder. ¿Has visto esa cosa? -, comentó, aún con el susto de casi acabar aplastado en el cuerpo. Evidentemente Huracán lo habría visto, pero tenía que decirlo.
Esta es la parte donde una persona sensata se da la vuelta y se va a su casa. Edificios así no son los ideales para pasar la noche. Más bien solamente servían para ser pastos de las llamas. Sin embargo, había como mínimo tres personas en peligro. Y todo el mundo sabía que el brujo era de las personas que dejarían alguien atrás, sin al menos intentar rescatarlas.
Vinc se acercó a la ventana más cercana, y notó en seguida que era imposible abrirla desde fuera. Además de que no conseguía ver nada dentro por las tapias que tenían. Quizás una explosión llamara la atención, pero seguro que apartaba las maderas como si fueran cartas al viento.
No hizo falta, Huri halló una entrada más sencilla, y que no haría el ruido de la explosión necesaria para reventar la ventana.
- ¿Lo notas? - comentó, entrando por el orificio en la pared tras la cazadora. - ¿Notas el aire cargado? ¿Lo recuerdas? - dejó que la tiradora pensara sobre ello. - Cada vez se parece más a aquella noche en la antigua mansión de tu familia. Este aire opresivo es fruto del éter condensado. Una magia poderosa invade este lugar-, advirtió a Huri, aunque no hiciera falta.
Ella era una guerrera experimentada, y sabía que tenía que estar alerta. Como ella misma le había indicado, momentos antes de que se derrumbara la entrada al internado. Bueno “se derrumbara”. Algo negro como la noche la había derribado. Una silueta de pura oscuridad.
No obstante, nunca estaba de más avisar. Menos cuando él era arcanista y notaba esas cosas con facilidad. Ventajas de trabajar la lengua de los dragones y las runas desde niño, así como todo lo que tuviera que ver con la magia de todo tipo.
- No es bueno entrar en un sitio así de noche. Pero no tenemos más remedio. El tiempo juega en nuestra contra-, comentó, haciendo alusión a los desaparecidos sin llegar a nombrarlos. - No os miréis en los espejos. Mira, lo que dijo la niña. Otra vez aparece. Algo me dice que será mejor hacer caso a esas instrucciones-, bromeó con su última frase, para mantener el ánimo del grupo despierto y alegre. - Demasiado hincapié en lo de los espejos, como para que no sea importante.
Bueno. No tenía ni idea de lo que pasaba por allí, pero sin duda esas instrucciones les vendrían bien.
- Diría que recomendación. Pero eso del portal...-. No terminó la frase en ese momento. Pensando bien sobre ello, acercándose más a la placa para mirarla más de cerca. - El portal debe ser la clave. Quien quiera que haya borrado la quinta instrucción, se ha tomado la molestia precisamente de borrar esa, sin que le interesara el resto-, le dijo. - Y para la niña era muy importante la primera. Por lo cual, imagínate lo primordial que era al última para quien la borrara-, apuntó. - Memoricemos el resto, en estas circunstancias en las que nos encontramos, pueden salvarnos la vida. La quinta la averiguaremos en el debido momento. Esperemos que sea suficiente-, dijo, dejando que la cazadora inspeccionara el lugar.
Él por su parte, sacó un pergamino del interior de su chaqueta. Era uno de hechizos. Genial para retener un conjuro y poder usarlo más adelante. Encadenando varios encantamientos a la vez, sin agotarse demasiado mentalmente en dicho momento. Y también eran perfectos para compartirlos, como en esa situación.
El rubio abrió el pergamino, y lo sostuvo en el aire con una de sus manos, dejando que se mantuviera abierto. Luego tomó uno de sus pedernales con la mano libre y creó una chispa, con la que a su vez creó varias bolas de fuego que lanzó contra el pergamino. La hoja apergaminada, lejos de arder por el impacto del conjuro mágico, brilló mientras se tragaba los proyectiles ígneos. Y en ese instante, el brujo cerró el pergamino, atándolo con la cinta de seda, que llevaba el pergamino cosida a uno de sus extremos. Finalmente guardó el mineral de pedernal en su sitio.
- Ten, te vendrá bien. Cuando lo abras, el hechizo en su interior se liberará y podrás usarlo contra quien desees. Tiene una tanda de mis proyectiles de fuego-, le explicó, entregándole el pergamino. - Vaya, un superviviente-, comentó, notando la presencia del joven, porque Huri justo había hablado con el niño cuando se acercaba hasta ella.
El chico parecía de lo más siniestro. Daba mal rollo, si tenía que confesar. Pero era alguien más afectado en aquel lugar. Así que se sumaba a la lista de gente a rescatar, además de que toda pista que les pudiera proporcionar les vendría bien.
Vincent dio un tiró de su espada y… no pasó nada.
- A veces se atasca-, mintió a la cazadora, para luego dar otro tirón de la espada en su vaina, mientras maldecía mentalmente el acero en el interior del cuero mágico e ignífugo que la envolvía.
Esa espada era prodigiosa. De bella factura e imbuida en magia. Pero a veces tenía que insistirle un poco para que le hiciera caso. Como si estuviera viva. Seguramente porque era una extraño artefacto conseguido de aquel poderoso dragón. Querostraza, la montura de Frendel.
En cualquier caso. La espada salió esta vez de la vaina sin problemas, iluminando a su alrededor en cuando quedó envuelta en llamas.
- Creo que ya podemos considerar que estamos en tierra hostil-, bromeó. Y nada más hacerlo, generó una bola de fuego con las llamas de la espada, y esta pronto quedó suspendida por encima de su cabeza dando vueltas.
Cuarta Instrucción: La luz la debilita. La noche poco a poco se iría cerrando sobre ellos, aparte de que cuanto más se adentraran en aquel edificio, seguramente menos luz tendrían. Por ello iba siendo hora de ir haciendo caso a las reglas escritas en la placa.
- No moriremos aquí si nos ayudas-, le habló esta vez al niño. - Hemos venido a acabar con el mal que asola este lugar. Así que toda ayuda nos vendría bien-, le comentó. - ¿Quedan más supervivientes?
Preguntarle sobre algo en concreto le parecía imposible. Pues no tenía ni la más remota idea de que pasaba en el internado… Salvo por cinco frases escritas sobre un metal.
- Dinos pequeño. ¿Por qué importa tanto no mirar a los espejos, y por qué no debemos conversar con nuestro reflejo? - le preguntó por las dos primeras reglas, la tercera y cuarta eran obvias. Algo atacaba durante la noche, y era débil a la luz, no era necesario preguntar por ello. - Vamos-, sonrió de forma amistosa al pequeño. - No caigas en el desaliento. Nosotros os sacaremos de aquí, pero para poder lograrlo debes ayudarnos. ¿Qué falta en la quinta regla de la placa? ¿Qué es eso del portal, y donde se encuentra? - terminó por consultarle.
Offrol
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No doy las respuestas del niño, porque son preguntas interesantes y significativas, y creo que es más conveniente que las responda el máster Wyn a su gusto ^_^
Que sino hago que el niño diga que el portal está justo a la vuelta de la esquina, lo cierro, y me voy a casa (?) xDDD
Le entrego a Huracán un Pergaminos de Hechizos, con mi habilidad de nivel uno almacenada dentro de él. Ojos de lobo.
Propiedades del Pergamino: Tras abrirse, un personaje amistoso (o el propio usuario) debe usar un hechizo sobre el pergamino antes de 1 minuto. El hechizo se anulará, pero el pergamino conservará su poder en su interior. El pergamino puede volver a cerrarse. Tras abrirse nuevamente, el pergamino liberará el hechizo almacenado, reduciendo su intensidad en un 40%. El efecto almacenado se borra al terminar el rol en curso.
Creo que te vendrá bien, Huri ^_^
Vincent Calhoun
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Re: [Misión] María Sangrienta
No importa cuánto os esforcéis por ignorarlo siempre habrá advertencias que indiquen el peligro que estáis a punto de encarar, y estás no deberían ser dejadas de lado si es que deseáis mantener vuestra integridad intacta.
Pese a las múltiples trabas iniciales que los brujos habían enfrentado al llegar al edificio, ambos decidieron continuar con su trabajo, adentrándose al internado para buscar más información sobre lo que acontecía en ese extraño lugar.
Eran valientes, eso nadie lo podía negar, pero la prudencia era un rasgo necesario para superar aquellas adversidades y al parecer no era una virtud que ambos poseyeran.
La extraña silueta que balanceaba sus pies en las escaleras no parecía tener intención alguna de mirar a los extraños, de hecho, ni siquiera les hubiese hablado de no ser por la voz proveniente del vapor de tinieblas a su espalda, quien tomó posesión de su cuerpo y le hizo proferir aquella amenaza de forma tan burlesca.
Ambos brujos se cuidaban entre ellos, un rasgo bastante admirable y que seguramente podría indicar una diferencia significativa entre vivir o morir, algo que sin duda debía valorarse considerando que se encontraban en un escenario donde las probabilidades de supervivencia eran escasas.
La esfera de fuego que el brujo había creado serviría para iluminarles el camino cuando la oscuridad comenzara a reinar, sin embargo, llegaría el momento en que tal vez esa estela no sería capaz de iluminar dos senderos distintos al mismo tiempo y es ahí donde ella los atraparía, pues el pergamino, como todo artilugio mágico, debía tener algún punto débil.
Me encantaría poder narraros un bello final en el que el niño de las escaleras les daba la información suficiente como para acabar con el mal que asechaba la institución, pero he aquí que mi humilde labor no es elaborar finales felices donde no los hay, y ciertamente lo que sucedería a continuación no podría ser considerado dentro del rango de la felicidad.
- ¿Ayudaros? -La pregunta fue soltada de manera siniestra con una voz distorsionada- No lo creo.
Antes de que ambos forasteros pudiesen hacer algo, el vapor de tinieblas oculto tras la espalda del niño se hizo más grande, desapareciéndole entre sus fauces y dejando una intensa llamarada, que pronto comenzaría a consumir las escaleras que llevaban al segundo piso.
Seguramente una maestra en el dominio del aire podría usar su magia, pero antes de eso debería dejaros una pequeña lección de química elemental: el aire aviva las llamas. Algo que sin duda la cazadora sabría de antemano.
No importaba que métodos utilizaran para intentar combatir el fuego, lo único que realmente acabaría con el problema sería el agua, como si algo estuviese envolviendo a las llamas, protegiéndolas en todo momento. Irónico, ¿no? Que algo tan simple fuese lo único capaz de someterlas. Si es que deseaban tener acceso al segundo piso deberían darse prisa y conseguirla.
La puerta de cristal que llevaba al jardín les mostraría una pequeña fuente que bien les vendría de ayuda para acabar con su problema de flamitas, aunque conseguir algo de manera tan sencilla no debería resultar en nada bueno. Además, ellos estarían tan absortos en conseguir agua que posiblemente no prestasen total atención al espejo que se encontraba en tan misterioso sitio.
Una vez solucionado aquel asunto sería bueno investigar aquello que la sombra intentó ocultar, pero en el momento en que el primero de ellos puso sus pies en la segunda planta las escaleras se desmoronarían, haciendo caer al otro a la planta baja, limitándole al menos por el momento.
El primer escenario de la segunda planta no sería más alentador que el anterior. Una pila de escombros de lo que seguramente fue el acceso al tercer piso, presagiaba un mal augurio para aquel que hubiese llegado hasta ahí.
A la derecha podría vislumbrarse el salón de enseñanza, o al menos eso dictaba el símbolo que yacía sobre el arco de la puerta, la cual se encontraría completamente sellada sin posibilidad de acceder al lugar.
Del lado izquierdo se encontrarían los dormitorios de los niños. Las puertas se encontrarían abiertas, como si esperasen que alguien las atravesara, más en el interior todo se encontraría completamente a oscuras. En el momento en que uno de ellos se acercase al umbral sería recibido por un enorme y oscuro zarpazo, proveniente de uno de esos conocidos vapores de tinieblas, buscando evitar que siguiera adelante al tiempo que intentaba causarle un daño.
Algo había en la habitación de los niños que pudiese ser de vital importancia y por ello las sombras deseaban evitar que los cazadores diesen con esa pista. Claro que si la sombra logró dar en el blanco lo mejor sería retroceder un poco, al menos hasta que el daño hubiese empezado a zozobrar.
Por otro lado, aquel que sufrió el infortunio de caer por las escaleras no lo tendría tan fácil, pues su única alternativa sería tratar de entrar en el ala sellada. El espejo del invernadero comenzaría a brillar, emitiendo una extraña luz que seguramente no presagiaría nada bueno y que impediría tanto el paso como la visibilidad hacia el patio de juegos de los niños.
Quizá en estos momentos os preguntéis qué se oculta tras el ala sellada. Eso estaría determinado por la suerte del forastero y por su perspicacia.
Pese a las múltiples trabas iniciales que los brujos habían enfrentado al llegar al edificio, ambos decidieron continuar con su trabajo, adentrándose al internado para buscar más información sobre lo que acontecía en ese extraño lugar.
Eran valientes, eso nadie lo podía negar, pero la prudencia era un rasgo necesario para superar aquellas adversidades y al parecer no era una virtud que ambos poseyeran.
La extraña silueta que balanceaba sus pies en las escaleras no parecía tener intención alguna de mirar a los extraños, de hecho, ni siquiera les hubiese hablado de no ser por la voz proveniente del vapor de tinieblas a su espalda, quien tomó posesión de su cuerpo y le hizo proferir aquella amenaza de forma tan burlesca.
Ambos brujos se cuidaban entre ellos, un rasgo bastante admirable y que seguramente podría indicar una diferencia significativa entre vivir o morir, algo que sin duda debía valorarse considerando que se encontraban en un escenario donde las probabilidades de supervivencia eran escasas.
La esfera de fuego que el brujo había creado serviría para iluminarles el camino cuando la oscuridad comenzara a reinar, sin embargo, llegaría el momento en que tal vez esa estela no sería capaz de iluminar dos senderos distintos al mismo tiempo y es ahí donde ella los atraparía, pues el pergamino, como todo artilugio mágico, debía tener algún punto débil.
Me encantaría poder narraros un bello final en el que el niño de las escaleras les daba la información suficiente como para acabar con el mal que asechaba la institución, pero he aquí que mi humilde labor no es elaborar finales felices donde no los hay, y ciertamente lo que sucedería a continuación no podría ser considerado dentro del rango de la felicidad.
- ¿Ayudaros? -La pregunta fue soltada de manera siniestra con una voz distorsionada- No lo creo.
Antes de que ambos forasteros pudiesen hacer algo, el vapor de tinieblas oculto tras la espalda del niño se hizo más grande, desapareciéndole entre sus fauces y dejando una intensa llamarada, que pronto comenzaría a consumir las escaleras que llevaban al segundo piso.
- Vestíbulo incendiado:
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Seguramente una maestra en el dominio del aire podría usar su magia, pero antes de eso debería dejaros una pequeña lección de química elemental: el aire aviva las llamas. Algo que sin duda la cazadora sabría de antemano.
No importaba que métodos utilizaran para intentar combatir el fuego, lo único que realmente acabaría con el problema sería el agua, como si algo estuviese envolviendo a las llamas, protegiéndolas en todo momento. Irónico, ¿no? Que algo tan simple fuese lo único capaz de someterlas. Si es que deseaban tener acceso al segundo piso deberían darse prisa y conseguirla.
La puerta de cristal que llevaba al jardín les mostraría una pequeña fuente que bien les vendría de ayuda para acabar con su problema de flamitas, aunque conseguir algo de manera tan sencilla no debería resultar en nada bueno. Además, ellos estarían tan absortos en conseguir agua que posiblemente no prestasen total atención al espejo que se encontraba en tan misterioso sitio.
- Invernadero:
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Una vez solucionado aquel asunto sería bueno investigar aquello que la sombra intentó ocultar, pero en el momento en que el primero de ellos puso sus pies en la segunda planta las escaleras se desmoronarían, haciendo caer al otro a la planta baja, limitándole al menos por el momento.
El primer escenario de la segunda planta no sería más alentador que el anterior. Una pila de escombros de lo que seguramente fue el acceso al tercer piso, presagiaba un mal augurio para aquel que hubiese llegado hasta ahí.
A la derecha podría vislumbrarse el salón de enseñanza, o al menos eso dictaba el símbolo que yacía sobre el arco de la puerta, la cual se encontraría completamente sellada sin posibilidad de acceder al lugar.
- Segundo piso:
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Del lado izquierdo se encontrarían los dormitorios de los niños. Las puertas se encontrarían abiertas, como si esperasen que alguien las atravesara, más en el interior todo se encontraría completamente a oscuras. En el momento en que uno de ellos se acercase al umbral sería recibido por un enorme y oscuro zarpazo, proveniente de uno de esos conocidos vapores de tinieblas, buscando evitar que siguiera adelante al tiempo que intentaba causarle un daño.
Algo había en la habitación de los niños que pudiese ser de vital importancia y por ello las sombras deseaban evitar que los cazadores diesen con esa pista. Claro que si la sombra logró dar en el blanco lo mejor sería retroceder un poco, al menos hasta que el daño hubiese empezado a zozobrar.
- Dormitorio:
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Por otro lado, aquel que sufrió el infortunio de caer por las escaleras no lo tendría tan fácil, pues su única alternativa sería tratar de entrar en el ala sellada. El espejo del invernadero comenzaría a brillar, emitiendo una extraña luz que seguramente no presagiaría nada bueno y que impediría tanto el paso como la visibilidad hacia el patio de juegos de los niños.
Quizá en estos momentos os preguntéis qué se oculta tras el ala sellada. Eso estaría determinado por la suerte del forastero y por su perspicacia.
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Ambos: Vuestro intento de obtener respuestas por parte del niño ha terminado MUY mal. ¿Acaso creíais que iba a ser tan sencillo? Inocentes palomitas. Después de la odisea del fuego tendreis que elegir quien de vosotros subirá y quien caerá hasta quedar en la planta baja. Os dejaré a vuestra elección, igual los porrazos os lloverán a ambos. Independientemente de vuestra decisión los dos deberéis lanzar una runa, la cual determinará el daño que le ocasionará a aquel que se encuentre arriba y para el que quedó en la planta baja determinará si logra acceder al ala sellada (aula de música), o si, por el contrario, deberá investigar por otros lares (el invernadero maldito en este caso). Por lo pronto este será el ultimo post en que os doy instrucciones a ambos, ahora que os habéis separado solo me resta decir: que empiece el juego.
Wyn
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Re: [Misión] María Sangrienta
Vincent me entregó un pergamino que me permitiría crear pequeñas esferas de fuego. – Qué atento, Vince. Ahora entiendo por qué traes locas a todas las chicas. – dije con mi voz más grave y con una leve sonrisa, tratando de rebajar la tensión por el agobio del momento, a la vez que guardaba el mismo. – Yo también tengo un regalo para ti. – sonreí, y me llevé la mano a la parte trasera del cinturón, donde guardaba mis preciadas bombas. Dos de cada modelo. Le pasé una esfera de color amarillo que, a simplemente, podría no decirle nada, pronto le explicaría su funcionamiento. – Son bombas fabricadas por Marvin Soffleheimer, ingeniero del gremio. – comenté – Esta en concreto es un modelo de granada cegadora. Desprende luz y ruido al impactar contra el suelo, aturdiendo al enemigo. - comenté mirando la esfera amarilla y señalándola reincidentemente con el índice. - ¿Las instrucciones decían que esa cosa es débil a la luz, no? Pues esto te vendrá bien si te la encuentras. – indiqué, antes de pasar a explicarle como funcionaba. Sujetándola con la palma de la mano le señalé con el dedo su funcionamiento - Tiene un seguro, ¿ves? – le mostré un pequeño botón que debería activar antes de utilizarla. – Lo pulsas y la tiras con fuerza contra el suelo, a sus pies. Y cierras los ojos. – terminé de explicarle a la vez que la depositaba en su mano. Tampoco hacía falta ser un genio para utilizarla.
En cuanto al niño, observaba mi intercambio de palabras con el hermano de Elen. Había aguardado a contestarnos a que mirásemos hacia él. Pero no parecía ser demasiado comunicativo. Y todo cuanto Vincent y yo le habíamos preguntado él lo resolvió en una frase. No nos iba a ayudar. Para acto seguido desaparecer y dejar toda la escalera de ascenso al segundo piso ardiendo. – Sabía que no iba a ser buena idea… - rechisté con fastidio. ¡Qué engorro! - ¿Dónde nos hemos metido? – pregunté resignada. Y es que yo era cazadora de vampiros, no una adicta a los fenónemos paranormales. Aquello escapaba de mi entendimiento.
Aquel no era lugar para una chica fina y recatada como yo. Por momentos pensé en irme de vuelta a mi mansión en Beltrexus, pero me había comprometido a resolver el entuerto y, al menos, tenía que ver qué ocurría en aquel lugar, independientemente del miedo que pudiese tener en aquel momento, que era bastante evidente, aunque por fuera lo disimulara bastante bien.
-Tendremos que apagar el fuego. – comenté, y entonces salimos al invernadero, que era la única puerta abierta en aquel primer piso, en busca de algo para apagar el mismo. Allí había un pequeño estanque, con varios cubos en los laterales. Pero había a su lado un espejo estratégicamente colocado que me escamaba. Era demasiado obvio que no íbamos a mirar al espejo tal y como rezaban las instrucciones de entrada al invernadero. Pero entonces, ¿qué hacía allí? Comencé a pensar y fue cuando una idea feliz llegó a mi cabeza, y no dudé en compartirla con el brujo. – Cuidado al sacar agua, si miras al estanque probablemente veas el espejo reflejado e, indirectamente, mires hacia él. O seguramente veas tu propio reflejo. – y consecuentemente, no debería hablar con él. – Lo mejor será que miremos hacia otro lado al sacarla. – le comenté, y aprovechando unos cubos que parecían estar colocados específicamente para la ocasión, tomé algo de agua sin mirar al lago y extraje algo de la misma. Repitiendo el proceso un par de veces terminamos por mitigar el incendio que cortaba el ascenso al segundo piso.
Ahora quedaba lo más “divertido”, subir a ver qué demonios pasaba con el niño en particular y con el orfanato en general. – Esa espada flamígera tiene buena pinta. Ve delante, yo te cubro. – dije deslomando la ballesta pesada de mi espalda y comencé a subir tras Vincent, tratando de hacer el menor ruido posible, pero cuando éste llegó al piso de arriba, la escalera, tal vez debilitada por el fuego, se hundió bajo mis pies y terminé de nuevo en la planta baja. Justo como había sucedido en la mansión Boisson, sólo que en aquella ocasión había sido Vincent el que había terminado en el suelo.
-Estoy bien. – comenté, sentada en el suelo de la recepción de nuevo. No. No lo estaba. Estaba bastante asustada y enfadada, sobre todo enfadada. Pero lo cierto es que lo disimulaba bastante bien ya que no quería ponerle nervioso. Podía subir de nuevo con mis habilidades de viento, que me permitían dar saltos increíbles, pero tal vez fuese mejor que yo explorase la parte baja. El orfanato no era muy grande, en un periquete podríamos estar uno junto al otro sin mayores problemas.
Aquella puerta cerrada de la recepción había llamando mi atención desde que entramos, aunque no sabía si aquel llamamiento o corazonada era buena o mala. Al mismo tiempo, un destello de luz procedente del invernadero hizo que mirase hacia allí. Era el dichoso espejo, que emitía luz más rápido que nunca. Como si estuviera llamándome. – Joder, debí habérmelo cargado antes. – rechisté de mala manera. Aunque lo cierto es que no lo habría hecho, ya que estaba segura de que en aquella casa estaba claro que algo raro pasaba con los espejos. Por lo tanto, cuanto más me alejara de los mismos mejor, acceder al ala cerrada sería mi prioridad, por lo que me aproximé a esta puerta para tratar de abrirla.
Lo primero que intenté fue tirar del pomo, pero no ocurrió nada, era demasiado obvio que no iba a poder abrirse así. De manera que, a continuación, tomé mi ballesta pequeña y disparé a la cerradura, con un poco de suerte se abriría. También tenía las bombas crépitus, las explosivas, pero esas no las pensaba utilizar por ahora ya que no era mi intención que todo el mundo supiese de nuestra presencia en el orfanato. Bastante teníamos ya con el maldito niño que, por cierto, a saber por dónde se encontraba y si había ido a buscar refuerzos. En fin, si la cerradura seguía sin abrirse por los disparos, no tendría otra alternativa que entrar a la zona del estanque.
Off: Entrego a Vincent una bomba de Lux Scintillia Un potente destello que ciega a sus enemigos y los aturde por unos instantes. ^^
En cuanto al niño, observaba mi intercambio de palabras con el hermano de Elen. Había aguardado a contestarnos a que mirásemos hacia él. Pero no parecía ser demasiado comunicativo. Y todo cuanto Vincent y yo le habíamos preguntado él lo resolvió en una frase. No nos iba a ayudar. Para acto seguido desaparecer y dejar toda la escalera de ascenso al segundo piso ardiendo. – Sabía que no iba a ser buena idea… - rechisté con fastidio. ¡Qué engorro! - ¿Dónde nos hemos metido? – pregunté resignada. Y es que yo era cazadora de vampiros, no una adicta a los fenónemos paranormales. Aquello escapaba de mi entendimiento.
Aquel no era lugar para una chica fina y recatada como yo. Por momentos pensé en irme de vuelta a mi mansión en Beltrexus, pero me había comprometido a resolver el entuerto y, al menos, tenía que ver qué ocurría en aquel lugar, independientemente del miedo que pudiese tener en aquel momento, que era bastante evidente, aunque por fuera lo disimulara bastante bien.
-Tendremos que apagar el fuego. – comenté, y entonces salimos al invernadero, que era la única puerta abierta en aquel primer piso, en busca de algo para apagar el mismo. Allí había un pequeño estanque, con varios cubos en los laterales. Pero había a su lado un espejo estratégicamente colocado que me escamaba. Era demasiado obvio que no íbamos a mirar al espejo tal y como rezaban las instrucciones de entrada al invernadero. Pero entonces, ¿qué hacía allí? Comencé a pensar y fue cuando una idea feliz llegó a mi cabeza, y no dudé en compartirla con el brujo. – Cuidado al sacar agua, si miras al estanque probablemente veas el espejo reflejado e, indirectamente, mires hacia él. O seguramente veas tu propio reflejo. – y consecuentemente, no debería hablar con él. – Lo mejor será que miremos hacia otro lado al sacarla. – le comenté, y aprovechando unos cubos que parecían estar colocados específicamente para la ocasión, tomé algo de agua sin mirar al lago y extraje algo de la misma. Repitiendo el proceso un par de veces terminamos por mitigar el incendio que cortaba el ascenso al segundo piso.
Ahora quedaba lo más “divertido”, subir a ver qué demonios pasaba con el niño en particular y con el orfanato en general. – Esa espada flamígera tiene buena pinta. Ve delante, yo te cubro. – dije deslomando la ballesta pesada de mi espalda y comencé a subir tras Vincent, tratando de hacer el menor ruido posible, pero cuando éste llegó al piso de arriba, la escalera, tal vez debilitada por el fuego, se hundió bajo mis pies y terminé de nuevo en la planta baja. Justo como había sucedido en la mansión Boisson, sólo que en aquella ocasión había sido Vincent el que había terminado en el suelo.
-Estoy bien. – comenté, sentada en el suelo de la recepción de nuevo. No. No lo estaba. Estaba bastante asustada y enfadada, sobre todo enfadada. Pero lo cierto es que lo disimulaba bastante bien ya que no quería ponerle nervioso. Podía subir de nuevo con mis habilidades de viento, que me permitían dar saltos increíbles, pero tal vez fuese mejor que yo explorase la parte baja. El orfanato no era muy grande, en un periquete podríamos estar uno junto al otro sin mayores problemas.
Aquella puerta cerrada de la recepción había llamando mi atención desde que entramos, aunque no sabía si aquel llamamiento o corazonada era buena o mala. Al mismo tiempo, un destello de luz procedente del invernadero hizo que mirase hacia allí. Era el dichoso espejo, que emitía luz más rápido que nunca. Como si estuviera llamándome. – Joder, debí habérmelo cargado antes. – rechisté de mala manera. Aunque lo cierto es que no lo habría hecho, ya que estaba segura de que en aquella casa estaba claro que algo raro pasaba con los espejos. Por lo tanto, cuanto más me alejara de los mismos mejor, acceder al ala cerrada sería mi prioridad, por lo que me aproximé a esta puerta para tratar de abrirla.
Lo primero que intenté fue tirar del pomo, pero no ocurrió nada, era demasiado obvio que no iba a poder abrirse así. De manera que, a continuación, tomé mi ballesta pequeña y disparé a la cerradura, con un poco de suerte se abriría. También tenía las bombas crépitus, las explosivas, pero esas no las pensaba utilizar por ahora ya que no era mi intención que todo el mundo supiese de nuestra presencia en el orfanato. Bastante teníamos ya con el maldito niño que, por cierto, a saber por dónde se encontraba y si había ido a buscar refuerzos. En fin, si la cerradura seguía sin abrirse por los disparos, no tendría otra alternativa que entrar a la zona del estanque.
Off: Entrego a Vincent una bomba de Lux Scintillia Un potente destello que ciega a sus enemigos y los aturde por unos instantes. ^^
Anastasia Boisson
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Re: [Misión] María Sangrienta
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Re: [Misión] María Sangrienta
No esperaba ese comentario de Huri, y aunque la situación en la que se encontraban no era precisamente muy agradable, no pudo evitar sonreír por las palabras que había dicho la cazadora.
- Y yo que pensaba que traía locas a las chicas por mi cara bonita-, bromeó, olvidando al niño por unos instantes, y alargando la mano libre para agarrar el artefacto que le cedía su compañera.
No tenía ni idea de que era lo que le había dado Huracán, sin embargo, para su fortuna, la mujer no tardó en explicarse. Se trataba de una esfera explosiva, algo parecido a sus proyectiles ígneos, pero en la comodidad de un envase redondo, y con un efecto de luz y ruido en vez de fuego.
- Curioso. Ese Marvin hará de mí algo obsoleto-, volvió a bromear, mientras inspeccionaba la bola amarilla con mayor detenimiento. - Pulsar, lanzar y cerrar los ojos. Pan comido-, sonrió, a la vez que se llevaba la esfera a uno de los bolsillos de la correa de cuero que estaba superpuesta sobre su coraza de cuero, y justo bajo su chaqueta. - Me vendrá de perlas. Muchas gracias-, le agradeció con sinceridad.
No era para menos. Pues las consignas que había sobre aquella placa de metal, eran claras, y tenía claro que Huri se las había tomado tan en serio como él. Agradecía entrar en ese sitio con alguien veterano como ella, y no con un novato que no tomaría en consideración las reglas escritas por unos niños. Precisamente por ser de unos niños. Cuando las cosas se ponían tan feas, incluso la información aportada por unos pequeñajos podía ser la diferencia entre la vida y la muerte. Todo dato era importante en momentos así. Y según lo allí escrito, mantener una fuente de luz siempre a mano, era algo que parecía ser fundamental para el éxito de su misión. Y para su supervivencia.
Por un momento pareció que todo era más normal de lo que en verdad era. Casi parecía que no estaban en un lugar tan siniestro, pero el niño no tardó en devolverlos a la realidad. A la triste realidad de un internado que generaba de todo, menos buenas sensaciones.
- No lo sé, pero no tiene buena pinta-, comentó, enfundando su espada en su cuero, para poder extender sus manos con las palmas hacia adelante, y de ese modo controlar el fuego que se había generado con la desaparición del niño. - Curiosa magia. El fuego no puedo dominarlo como uno corriente. Es…-, ¿cómo definirlo? - Es especial. Es fuego, pero mezclado con una magia que no puedo controlar. No puedo apagarlo con mi maestría sin más. Tendremos que encontrar algo con lo que extinguirlo. Aunque por un lado, creo que no estaría mal dejar que este sitio ardiera hasta sus cimientos-, bromeó.
Lástima que no pudiera hacerlo, pues debían primero revisar que no quedaban supervivientes. Como mínimo, estaban en peligro, la niña que había intentado huir, el cura que desgraciadamente había llegado en el peor momento, y su cochero.
Vinc se encaminó hacia la puerta más cercana, y unos fuertes tirones fueron prueba suficiente de que por allí no podrían ir. Al menos por ahora. No quedaban muchas opciones. No podían subir la escalera por el fuego, ni entrar en la habitación que estaba muy bien cerrada, salvo que la reventara con una explosión, y de momento no quería hacer un escándalo. Era evidente que su enemigo ya sabía dónde estaban, pero no quería ponérselo más fácil delatándose aún más. Ni gastando sus energías rompiendo puertas, si podía evitarlo.
Por ello solamente quedaba ir al invernadero. Además, allí debería haber un pozo para usarlo para regar las plantas. O muy cerca de este. No tuvieron que ir muy lejos, dentro de este estaba lo que tanto ansiaban encontrar. Sólo esperaba que ese fuego extraño, no fuera resistente al agua, de igual modo que lo era a su control sobre él.
- Tienes razón. El agua en reposo puede ser como un espejo-, comentó, consciente en la verdad de lo que había dicho su compañera. Agarró uno de los cubos, y lo metió con fuerza dentro del estanque, y luego removió con fuerza. - Intenta llenar el cubo con brío, así las aguas se removerán y será más difícil que creen un reflejo.
Menuda epopeya. Hasta llenar un maldito cubo tenía que tener toda una estrategia detrás, y por supuesto, había evitado mirar el espejo que había dentro del invernadero. Así que debía entrar allí sin centrar su mirada en la zona del espejo, y llenar el cubo sin tampoco verse reflejado en el agua. Menudo drama.
Por lo menos, el fuego era tan débil al agua como uno normal. Así que nada más lanzar el contenido de uno de los baldes sobre este, escuchó como chisporroteaba e iba menguando.
- No puedo apagarlo con mis poderes, pero sí puedo contenerlo. Ahora que sabemos que el agua le daña, me quedaré aquí. Controlando que no se extienda, para que así puedas apagarlo con los cubos mucho más rápido-, le comentó. - Tardaremos mucho más, si cada vez que volvemos al invernadero a por agua, se extiende de nuevo-, se explicó.
Después extendió las manos, como cuando apareció el fuego por primera vez, y se concentró en mantener el fuego en su sitio. Que no acabara quemando más partes de la escalera, y extendiéndose por la paredes. Dejó que Huracán terminara el proceso de apagar el fuego, y un rato más tarde, estaba el camino despejado hacia el piso superior. Ahora tenían un nuevo camino por el que investigar.
- Supongo que toca mirar lo que hay arriba-, dijo, desenvainando su espada. - Sí, iré delante-, contestó, subiendo con cautela por las escaleras. Despacio y con calma. No era momento de llevarse una sorpresa inesperada por impaciente. - Algún día te contaré la historia de cómo la conseguí. Solamente te diré, que casi acabo hecho papilla por un dragón enorme y tan negro como feo. O papilla directamente contra el fondo de la montaña-, rió quedamente, en bajo. Recordando aquella peligrosa mañana y su caída libre. - Fue una buena aventura, pero la cosa no está ahora para historias-, siguió hablando, mientras ascendía.
Hablaba en bajo, solo dándole la fuerza justa a la voz, para que lo escuchara Huracán.
- Este lugar es de lo más siniestro. Lo que ha pasado con ese niño…-, no terminó la frase. - Maldita sea. Vamos a tener muchos problemas, si no podemos saber con claridad quien es enemigo o amigo-, suspiró resignado. - Es como enfrentarse a un maldito ilusionista. Odio sus trucos mentales.
Estaban allí para ayudar. Para salvar a los niños y profesores. No obstante, el primer superviviente, no fue tal cosa, sino una trampa o señuelo del ente que allí moraba. A partir de ahora sabían que tendrían que andarse con cuidado en ese aspecto, pero igualmente no dejaba de ser una situación compleja.
Un gran ruido se escuchó a su espalda, y se giró rápidamente para ver si alguien lo atacaba, o si hacía lo propio con Huracán. Al ver que se había caído la escalera volvió a girarse, para controlar si alguien se acercaba en ese piso por culpa del ruido. Por fortuna, el incidente pasó desapercibido, y se arrodilló con la pierna zurda, junto al vacío. Allí donde antes terminaba la escalera.
- ¿Estás bien? - preguntó, echando un vistazo al piso de abajo, y luego volviendo la mirada a ese piso. Estaba en una posición expuesta, Por ello tenía que mantenerse alerta.
Dudó unos instantes si dejarse caer, pero las palabras de Huri lo calmaron. Se encontraba bien, y el tono de su voz delataba que era cierto. No era solamente un intento de tranquilizarlo, sino que tampoco no se había roto nada. Él ya se había pegado golpetazos similares, así que sabía perfectamente lo que se le pasaba por la cabeza a la cazadora en esos momentos.
- Voy a inspeccionar este piso. No tardaré-, comentó, y nada más decirlo supo que estaba cometiendo un error.
¿Separarse? No parecía la mejor idea. Joder. No parecía ni la penúltima mejor idea. Pero lo cierto es que solamente eran dos para inspeccionar un lugar gigantesco. Tendrían que arriesgarse y dividirse, para abarcar más en menos tiempo. Solo deseaba que la idea no fuera tan mala había sonado al escucharse.
- Huri, ten cuidado-, dijo, antes de incorporarse y comenzar a avanzar por los pasillos de ese piso.
Estaba seguro de que había algo importante en ese piso, pues el movimiento de aquel… ¿niño? Era evitar que llegara a esa zona. ¿Qué había tan importante allí, que su enemigo no quería que viese? Pronto lo averiguaría.
Desgraciadamente. No tuvo que caminar demasiado para encontrarse con un gran montón de escombros. Ese sitio parecía estar vivo, y querer tocarle las pelotas cada vez que tenía ocasión de hacerlo.
Si lo que buscaba no estaba en ese piso, tendría que encontrar otro modo de acceder al siguiente. Pues era obvio que el derrumbe era parte de una escalera. Se podían ver algunos escalones diseminados por la zona.
- Genial-, musitó entre dientes, cuando tiró del pomo de la puerta de la derecha, sin conseguir que cediera. - Otra puerta cerrada. Y parece que a mi rival no le agradan las escaleras-, se dijo en el mismo tono, antes de suspirar resignado.
Solo quedaban dos opciones posibles. Volver a bajar, o internarse por el único acceso que quedaba libre. Cada vez le parecía peor idea seguir su camino en solitario, pero ya había pensado sobre ello junto a la primera escalera derruida, así que…
Vinc se armó de valor, mirando la esfera luminosa que flotaba junto a él. Dándose ánimos al observarla. Ese acceso parecía tan pérfido como oscuro, pero al menos tenía luz, así como su espada de fuego. No sabía exactamente a qué se enfrentaba, no obstante, tenía armas formidables. Y no era la primera vez que estaba en una situación peliaguda, la propia espada que empuñaba daba cuenta de ello.
El rubio caminó con la cautela que lo caracterizaba, pero nada más poner un pie bajo el marco de la puerta. Sintió como algo se movía a su lado, y vio de refilón como una garra de pura negrura se abalanzaba sobre él. De puro instinto y reflejo, se movió con rapidez para intentar esquivarla, a la vez que realizaba un tajo con su espada de fuego contra la zarpa de oscuridad.
- Y yo que pensaba que traía locas a las chicas por mi cara bonita-, bromeó, olvidando al niño por unos instantes, y alargando la mano libre para agarrar el artefacto que le cedía su compañera.
No tenía ni idea de que era lo que le había dado Huracán, sin embargo, para su fortuna, la mujer no tardó en explicarse. Se trataba de una esfera explosiva, algo parecido a sus proyectiles ígneos, pero en la comodidad de un envase redondo, y con un efecto de luz y ruido en vez de fuego.
- Curioso. Ese Marvin hará de mí algo obsoleto-, volvió a bromear, mientras inspeccionaba la bola amarilla con mayor detenimiento. - Pulsar, lanzar y cerrar los ojos. Pan comido-, sonrió, a la vez que se llevaba la esfera a uno de los bolsillos de la correa de cuero que estaba superpuesta sobre su coraza de cuero, y justo bajo su chaqueta. - Me vendrá de perlas. Muchas gracias-, le agradeció con sinceridad.
No era para menos. Pues las consignas que había sobre aquella placa de metal, eran claras, y tenía claro que Huri se las había tomado tan en serio como él. Agradecía entrar en ese sitio con alguien veterano como ella, y no con un novato que no tomaría en consideración las reglas escritas por unos niños. Precisamente por ser de unos niños. Cuando las cosas se ponían tan feas, incluso la información aportada por unos pequeñajos podía ser la diferencia entre la vida y la muerte. Todo dato era importante en momentos así. Y según lo allí escrito, mantener una fuente de luz siempre a mano, era algo que parecía ser fundamental para el éxito de su misión. Y para su supervivencia.
Por un momento pareció que todo era más normal de lo que en verdad era. Casi parecía que no estaban en un lugar tan siniestro, pero el niño no tardó en devolverlos a la realidad. A la triste realidad de un internado que generaba de todo, menos buenas sensaciones.
- No lo sé, pero no tiene buena pinta-, comentó, enfundando su espada en su cuero, para poder extender sus manos con las palmas hacia adelante, y de ese modo controlar el fuego que se había generado con la desaparición del niño. - Curiosa magia. El fuego no puedo dominarlo como uno corriente. Es…-, ¿cómo definirlo? - Es especial. Es fuego, pero mezclado con una magia que no puedo controlar. No puedo apagarlo con mi maestría sin más. Tendremos que encontrar algo con lo que extinguirlo. Aunque por un lado, creo que no estaría mal dejar que este sitio ardiera hasta sus cimientos-, bromeó.
Lástima que no pudiera hacerlo, pues debían primero revisar que no quedaban supervivientes. Como mínimo, estaban en peligro, la niña que había intentado huir, el cura que desgraciadamente había llegado en el peor momento, y su cochero.
Vinc se encaminó hacia la puerta más cercana, y unos fuertes tirones fueron prueba suficiente de que por allí no podrían ir. Al menos por ahora. No quedaban muchas opciones. No podían subir la escalera por el fuego, ni entrar en la habitación que estaba muy bien cerrada, salvo que la reventara con una explosión, y de momento no quería hacer un escándalo. Era evidente que su enemigo ya sabía dónde estaban, pero no quería ponérselo más fácil delatándose aún más. Ni gastando sus energías rompiendo puertas, si podía evitarlo.
Por ello solamente quedaba ir al invernadero. Además, allí debería haber un pozo para usarlo para regar las plantas. O muy cerca de este. No tuvieron que ir muy lejos, dentro de este estaba lo que tanto ansiaban encontrar. Sólo esperaba que ese fuego extraño, no fuera resistente al agua, de igual modo que lo era a su control sobre él.
- Tienes razón. El agua en reposo puede ser como un espejo-, comentó, consciente en la verdad de lo que había dicho su compañera. Agarró uno de los cubos, y lo metió con fuerza dentro del estanque, y luego removió con fuerza. - Intenta llenar el cubo con brío, así las aguas se removerán y será más difícil que creen un reflejo.
Menuda epopeya. Hasta llenar un maldito cubo tenía que tener toda una estrategia detrás, y por supuesto, había evitado mirar el espejo que había dentro del invernadero. Así que debía entrar allí sin centrar su mirada en la zona del espejo, y llenar el cubo sin tampoco verse reflejado en el agua. Menudo drama.
Por lo menos, el fuego era tan débil al agua como uno normal. Así que nada más lanzar el contenido de uno de los baldes sobre este, escuchó como chisporroteaba e iba menguando.
- No puedo apagarlo con mis poderes, pero sí puedo contenerlo. Ahora que sabemos que el agua le daña, me quedaré aquí. Controlando que no se extienda, para que así puedas apagarlo con los cubos mucho más rápido-, le comentó. - Tardaremos mucho más, si cada vez que volvemos al invernadero a por agua, se extiende de nuevo-, se explicó.
Después extendió las manos, como cuando apareció el fuego por primera vez, y se concentró en mantener el fuego en su sitio. Que no acabara quemando más partes de la escalera, y extendiéndose por la paredes. Dejó que Huracán terminara el proceso de apagar el fuego, y un rato más tarde, estaba el camino despejado hacia el piso superior. Ahora tenían un nuevo camino por el que investigar.
- Supongo que toca mirar lo que hay arriba-, dijo, desenvainando su espada. - Sí, iré delante-, contestó, subiendo con cautela por las escaleras. Despacio y con calma. No era momento de llevarse una sorpresa inesperada por impaciente. - Algún día te contaré la historia de cómo la conseguí. Solamente te diré, que casi acabo hecho papilla por un dragón enorme y tan negro como feo. O papilla directamente contra el fondo de la montaña-, rió quedamente, en bajo. Recordando aquella peligrosa mañana y su caída libre. - Fue una buena aventura, pero la cosa no está ahora para historias-, siguió hablando, mientras ascendía.
Hablaba en bajo, solo dándole la fuerza justa a la voz, para que lo escuchara Huracán.
- Este lugar es de lo más siniestro. Lo que ha pasado con ese niño…-, no terminó la frase. - Maldita sea. Vamos a tener muchos problemas, si no podemos saber con claridad quien es enemigo o amigo-, suspiró resignado. - Es como enfrentarse a un maldito ilusionista. Odio sus trucos mentales.
Estaban allí para ayudar. Para salvar a los niños y profesores. No obstante, el primer superviviente, no fue tal cosa, sino una trampa o señuelo del ente que allí moraba. A partir de ahora sabían que tendrían que andarse con cuidado en ese aspecto, pero igualmente no dejaba de ser una situación compleja.
Un gran ruido se escuchó a su espalda, y se giró rápidamente para ver si alguien lo atacaba, o si hacía lo propio con Huracán. Al ver que se había caído la escalera volvió a girarse, para controlar si alguien se acercaba en ese piso por culpa del ruido. Por fortuna, el incidente pasó desapercibido, y se arrodilló con la pierna zurda, junto al vacío. Allí donde antes terminaba la escalera.
- ¿Estás bien? - preguntó, echando un vistazo al piso de abajo, y luego volviendo la mirada a ese piso. Estaba en una posición expuesta, Por ello tenía que mantenerse alerta.
Dudó unos instantes si dejarse caer, pero las palabras de Huri lo calmaron. Se encontraba bien, y el tono de su voz delataba que era cierto. No era solamente un intento de tranquilizarlo, sino que tampoco no se había roto nada. Él ya se había pegado golpetazos similares, así que sabía perfectamente lo que se le pasaba por la cabeza a la cazadora en esos momentos.
- Voy a inspeccionar este piso. No tardaré-, comentó, y nada más decirlo supo que estaba cometiendo un error.
¿Separarse? No parecía la mejor idea. Joder. No parecía ni la penúltima mejor idea. Pero lo cierto es que solamente eran dos para inspeccionar un lugar gigantesco. Tendrían que arriesgarse y dividirse, para abarcar más en menos tiempo. Solo deseaba que la idea no fuera tan mala había sonado al escucharse.
- Huri, ten cuidado-, dijo, antes de incorporarse y comenzar a avanzar por los pasillos de ese piso.
Estaba seguro de que había algo importante en ese piso, pues el movimiento de aquel… ¿niño? Era evitar que llegara a esa zona. ¿Qué había tan importante allí, que su enemigo no quería que viese? Pronto lo averiguaría.
Desgraciadamente. No tuvo que caminar demasiado para encontrarse con un gran montón de escombros. Ese sitio parecía estar vivo, y querer tocarle las pelotas cada vez que tenía ocasión de hacerlo.
Si lo que buscaba no estaba en ese piso, tendría que encontrar otro modo de acceder al siguiente. Pues era obvio que el derrumbe era parte de una escalera. Se podían ver algunos escalones diseminados por la zona.
- Genial-, musitó entre dientes, cuando tiró del pomo de la puerta de la derecha, sin conseguir que cediera. - Otra puerta cerrada. Y parece que a mi rival no le agradan las escaleras-, se dijo en el mismo tono, antes de suspirar resignado.
Solo quedaban dos opciones posibles. Volver a bajar, o internarse por el único acceso que quedaba libre. Cada vez le parecía peor idea seguir su camino en solitario, pero ya había pensado sobre ello junto a la primera escalera derruida, así que…
Vinc se armó de valor, mirando la esfera luminosa que flotaba junto a él. Dándose ánimos al observarla. Ese acceso parecía tan pérfido como oscuro, pero al menos tenía luz, así como su espada de fuego. No sabía exactamente a qué se enfrentaba, no obstante, tenía armas formidables. Y no era la primera vez que estaba en una situación peliaguda, la propia espada que empuñaba daba cuenta de ello.
El rubio caminó con la cautela que lo caracterizaba, pero nada más poner un pie bajo el marco de la puerta. Sintió como algo se movía a su lado, y vio de refilón como una garra de pura negrura se abalanzaba sobre él. De puro instinto y reflejo, se movió con rapidez para intentar esquivarla, a la vez que realizaba un tajo con su espada de fuego contra la zarpa de oscuridad.
Vincent Calhoun
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Re: [Misión] María Sangrienta
El miembro 'Vincent Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [Misión] María Sangrienta
Ambos cazadores se movían con suma cautela y no era para menos, después de lo que les estaba sucediendo en aquel fulano internado. Inclusive su miedo llegaba a tal extremo, que se cuidaban de su propio reflejo en el agua.
¿Cómo aprender sensatez en unos minutos? Investiga un internado maldito y lleno de espejos peligrosos. Al menos las advertencias les habían servido de algo o de lo contrario no tendría historia que contar.
El agua había apagado las llamas, permitiéndoles el acceso a la segunda planta, aunque al parecer la caballerosidad era una característica que se perdía cuando se corre el riesgo de muerte. Cosa que quedó demostrada cuando el brujo dejó que su compañera le cuidara la retaguardia. Hombres, siempre necesitando que una mujer les cuide el trasero, vaya ironía.
Desgraciadamente la escalera fue tan traicionera como el instinto del brujo, ya que sin previo aviso se desmoronó, mandando a la cazadora al piso inferior en una caída que seguramente no había sido muy agradable, y aunque contaba con una habilidad que la llevaría de regreso con su compañero, seguramente no querría usarla en un lugar tan traicionero como ese edificio.
La valiente Huracán ahora tenía dos caminos a seguir: forzar la cerradura de la sala de música o arriesgarse a investigar el invernadero con el espejo brillante. Ella no parecía una persona que tomase riesgos innecesarios, así que optó por buscar una manera para entrar al aula cerrada, y luego de varios disparos por fin lo consiguió.
El lugar se encontraba tenuemente iluminado por la luz de unas extrañas velas. Al fondo se podían vislumbrar dos enormes ventanas, cuya visibilidad se encontraba bloqueada por las cortinas rojizas que solo los dioses lograrían abrir. Del lado derecho un peculiar y siniestro piano dejaba en claro que clases de habían impartido en ese salón; pero lo más llamativo del lugar sería el cuadro que colgaba cubierto sobre la chimenea.
Un ala iluminada brevemente no es precisamente el sitio más seguro y eso le quedaría claro a la cazadora cuando al avanzar un par de pasos hacia el interior del salón una oleada de cuchillos y dagas serían disparadas una tras otra de quién sabe dónde, buscando acabar con la joven y librarse de uno de los problemas. Menos mal que su rapidez, agilidad y experiencia le brindarían una pronta respuesta para así evadir a la muerte, pues me temo que gastar una de esas preciosas bombas de luz en un sitio iluminado sería un vergonzoso desperdicio, y ella, siendo tan perspicaz no se permitiría tal cosa, ¿o sí?
Las armas dejaron de volar, dejando el ambiente tan quieto como cuando ella llegó. Ahora su enemiga tenía una pequeña idea de a quienes se enfrentaba, lástima que a los brujos aún les faltase esa preciada información para igualar el tablero de juego. Respuestas que tal vez se encontrarían en el cuadro de encima de la chimenea y el cual se mantenía cubierto celosamente por una tela de seda fina. Aunque muy pocas cosas se encontrarían ocultas en un lugar con una advertencia tan clara como la que se les había dado desde el inicio.
Sin importar la decisión de la joven algo llamaría su atención, pues podría jurar que el piano se movió cuando ella no lo veía directamente; sin embargo, nadie podría juzgarla si luego de lo vivido su mente no le jugase algunas pasadas, porque lo pianos no se mueven por si solos y hasta el momento ella era la única que se encontraba en aquella habitación
Por su parte Vincent tampoco la había tenido fácil, una de esos demoniacos vapores de tinieblas le esperaría en los dormitorios, lanzándole un tremendo zarpazo apenas cruzar el umbral, mismo que fue esquivado de manera formidable, acabando a su vez con su incorpóreo atacante con un solo movimiento de su espada.
Vale, ella lo había subestimado demasiado, pero eso no significaba que no pudiese a hacer algo para contenerle, solo tendría que formular otra estrategia.
El brujo ahora tenía total acceso a los dormitorios y no había rastro alguno de la oscuridad que había asechado el recinto hacía unos segundos, así que por el momento se encontraba moderadamente a salvo.
La habitación no difería mucho a cualquier otra de algun internado u orfanato. Las camas individuales yacían una seguida de la otra; en el suelo se encontraban diversos juguetes y las paredes estaban decoradas con una artística técnica infantil.
Salvo por aquella cosa que intentó matarlo, no había nada fuera de lo común en los dormitorios de los niños, pero antes de que el brujo decidiese volver con su compañera tal vez debiese echar un vistazo en el baúl al pie de la cama de Madeline. Ahí adentro se encontraría una pequeña libreta de color purpura en el que la niña relataría el inicio de todo.
Su amigo Robin encontró un extraño diario en la oficina del padre Flanagan en cuya contraportada se relataba un pequeño hechizo para la buena suerte, invocando al espíritu de la bondadosa mujer que habitó en aquella casa años atrás. Pese a todas las advertencias Robin fue a los baños al caer la noche y comenzó a hablar con su reflejo durante los tres días siguientes, hasta que finalmente ella se apareció ante él…
El brujo no podría terminar de leer, pues un curioso ruido proveniente del piso inferior captaría su atención, pero al acercarse a las inexistentes escaleras una agradable, dulce y sensual voz femenina comenzaría a hablar en su cabeza, instándolo a forzar la cerradura de la puerta de la derecha. Inclusive podría jurar que su compañera le gritaba que tenía todo bajo control, solo que no sabría si esto era verdad, ya que su mente se encontraría debatiéndose con la melodiosa voz que parecía llamarlo de vez en cuando.
¿Cómo aprender sensatez en unos minutos? Investiga un internado maldito y lleno de espejos peligrosos. Al menos las advertencias les habían servido de algo o de lo contrario no tendría historia que contar.
El agua había apagado las llamas, permitiéndoles el acceso a la segunda planta, aunque al parecer la caballerosidad era una característica que se perdía cuando se corre el riesgo de muerte. Cosa que quedó demostrada cuando el brujo dejó que su compañera le cuidara la retaguardia. Hombres, siempre necesitando que una mujer les cuide el trasero, vaya ironía.
Desgraciadamente la escalera fue tan traicionera como el instinto del brujo, ya que sin previo aviso se desmoronó, mandando a la cazadora al piso inferior en una caída que seguramente no había sido muy agradable, y aunque contaba con una habilidad que la llevaría de regreso con su compañero, seguramente no querría usarla en un lugar tan traicionero como ese edificio.
La valiente Huracán ahora tenía dos caminos a seguir: forzar la cerradura de la sala de música o arriesgarse a investigar el invernadero con el espejo brillante. Ella no parecía una persona que tomase riesgos innecesarios, así que optó por buscar una manera para entrar al aula cerrada, y luego de varios disparos por fin lo consiguió.
El lugar se encontraba tenuemente iluminado por la luz de unas extrañas velas. Al fondo se podían vislumbrar dos enormes ventanas, cuya visibilidad se encontraba bloqueada por las cortinas rojizas que solo los dioses lograrían abrir. Del lado derecho un peculiar y siniestro piano dejaba en claro que clases de habían impartido en ese salón; pero lo más llamativo del lugar sería el cuadro que colgaba cubierto sobre la chimenea.
Un ala iluminada brevemente no es precisamente el sitio más seguro y eso le quedaría claro a la cazadora cuando al avanzar un par de pasos hacia el interior del salón una oleada de cuchillos y dagas serían disparadas una tras otra de quién sabe dónde, buscando acabar con la joven y librarse de uno de los problemas. Menos mal que su rapidez, agilidad y experiencia le brindarían una pronta respuesta para así evadir a la muerte, pues me temo que gastar una de esas preciosas bombas de luz en un sitio iluminado sería un vergonzoso desperdicio, y ella, siendo tan perspicaz no se permitiría tal cosa, ¿o sí?
Las armas dejaron de volar, dejando el ambiente tan quieto como cuando ella llegó. Ahora su enemiga tenía una pequeña idea de a quienes se enfrentaba, lástima que a los brujos aún les faltase esa preciada información para igualar el tablero de juego. Respuestas que tal vez se encontrarían en el cuadro de encima de la chimenea y el cual se mantenía cubierto celosamente por una tela de seda fina. Aunque muy pocas cosas se encontrarían ocultas en un lugar con una advertencia tan clara como la que se les había dado desde el inicio.
Sin importar la decisión de la joven algo llamaría su atención, pues podría jurar que el piano se movió cuando ella no lo veía directamente; sin embargo, nadie podría juzgarla si luego de lo vivido su mente no le jugase algunas pasadas, porque lo pianos no se mueven por si solos y hasta el momento ella era la única que se encontraba en aquella habitación
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Por su parte Vincent tampoco la había tenido fácil, una de esos demoniacos vapores de tinieblas le esperaría en los dormitorios, lanzándole un tremendo zarpazo apenas cruzar el umbral, mismo que fue esquivado de manera formidable, acabando a su vez con su incorpóreo atacante con un solo movimiento de su espada.
Vale, ella lo había subestimado demasiado, pero eso no significaba que no pudiese a hacer algo para contenerle, solo tendría que formular otra estrategia.
El brujo ahora tenía total acceso a los dormitorios y no había rastro alguno de la oscuridad que había asechado el recinto hacía unos segundos, así que por el momento se encontraba moderadamente a salvo.
La habitación no difería mucho a cualquier otra de algun internado u orfanato. Las camas individuales yacían una seguida de la otra; en el suelo se encontraban diversos juguetes y las paredes estaban decoradas con una artística técnica infantil.
Salvo por aquella cosa que intentó matarlo, no había nada fuera de lo común en los dormitorios de los niños, pero antes de que el brujo decidiese volver con su compañera tal vez debiese echar un vistazo en el baúl al pie de la cama de Madeline. Ahí adentro se encontraría una pequeña libreta de color purpura en el que la niña relataría el inicio de todo.
Su amigo Robin encontró un extraño diario en la oficina del padre Flanagan en cuya contraportada se relataba un pequeño hechizo para la buena suerte, invocando al espíritu de la bondadosa mujer que habitó en aquella casa años atrás. Pese a todas las advertencias Robin fue a los baños al caer la noche y comenzó a hablar con su reflejo durante los tres días siguientes, hasta que finalmente ella se apareció ante él…
El brujo no podría terminar de leer, pues un curioso ruido proveniente del piso inferior captaría su atención, pero al acercarse a las inexistentes escaleras una agradable, dulce y sensual voz femenina comenzaría a hablar en su cabeza, instándolo a forzar la cerradura de la puerta de la derecha. Inclusive podría jurar que su compañera le gritaba que tenía todo bajo control, solo que no sabría si esto era verdad, ya que su mente se encontraría debatiéndose con la melodiosa voz que parecía llamarlo de vez en cuando.
- Dormitorios:
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Huracán: Tu compañero y tú se han separado, aunque has conseguido abrirte paso hacia la sala de música en donde no pareces ser bienvenida. Los cuchillos volaran en varias direcciones, así que será el momento de mostrar tu agilidad, solo que no te recomiendo usar tu magia. ¿Recuerdas las cortinas sin abrir? No creo que quieras descubrir lo que pasará si alguna habilidad mágica llegase a tocarlas. El cuadro de encima de la chimenea llamará tu atención y deberás decidir si investigar lo que oculta o buscar más información en la habitación, aunque el extraño piano parece querer jugar con tu cordura y llamar tu atención, puede que en él encuentres algo…o no. Tu runa media te ha permitido el acceso al salón, pero al ser más baja que la de tu compañero no tendrás permitido abandonarlo. No olvides lanzar una runa que determinará tu suerte en este turno.
Vincent Calhoun: Los dioses te han sonreído y la sombra no ha conseguido hacer ni un rasguño. Esperemos que tu buena suerte continúe hasta el final. En este post te encontrarás en el dormitorio de los niños, al haber conseguido una runa buena has conseguido la libreta de Madeline, aunque por el momento solo sabes una parte de la historia esa libreta os servirá de guía no solo para información, pero eso lo descubrirás más adelante. Un ruido te alertara de que tal vez sea buena idea reunirte con tu compañera, no obstante, empezarás a oír una suave voz que te invita a permanecer en la planta alta y abrir la puerta que se encuentra sellada. Me temo que de ahora en adelante no podrás dejar de escucharla y tendrás que usar toda tu cordura para determinar si es tu voz de la razón…o no. Tendrás que elegir si quedarte arriba o buscar a tu compañera, aun así tendrás que lanzar una runa para determinar tu suerte, tanto por si decides abrir la puerta o si decides volver a la planta baja.
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Re: [Misión] María Sangrienta
Los pícaros acostumbraban a abrir las puertas con ganzúas, pero algunos no disponían de la habilidad necesaria para ello. En cuanto a mí, sinceramente, podía hacerlo si me lo proponía. Igual que todo cuanto hacía resultaba ser perfecto. Pero lo mío era una terrible falta de paciencia y una perezosa ausencia de actitud. La filosofía estaba clara: ¿Para qué abrir algo sigilosamente cuando puedes reventarlo? La cerradura no tardaría en caer tras un par de disparos bien dados. – Já… - gemí con dejadez cuando vi que la puerta cedía.
Ante mí se abrió una nueva estancia. Una bastante amplia que en cierto modo me recordaba al salón de estar de la mansión Boisson. Ese lugar atrajo a mi mente recuerdos nostálgicos, especialmente aquel piano de cola, exactamente el mismo modelo que el de mi hogar, instrumento que Isabella acostumbraba a tocar. No pude evitar quedarme mirando hacia él con un cierto deje de tristeza en mi rostro.
En cualquier caso, no era el momento de bajar la guardia. Tan pronto como puse un pie en la habitación sentí un tacto distinto al pisar con el tacón de mi bota sobre uno de los deteriorados tablones de madera del piso. Así, acompañado de un “clack”, una lluvia de flechas comenzó a salir desde distintos puntos de la habitación. Haciendo gala de unos reflejos felinos, generé una corriente de mi aire a mis pies con la que comencé a dar volteretas sobre mi estómago. Rodé por el suelo evitando una nueva voltereta y de la que colocaba mis manos sobre la nuca me alcé en el viento para evitar una nueva oleada que, esta vez, atacaba en la parte baja. Con una triple voltereta en el aire, terminé volviendo a caer sobre el viejo suelo, que por un momento creí que cedería y terminaría con mis huesos en el sótano, pero resistió y, tras clavar una rodilla, y apoyar mi mano zurda en el suelo, respiré tranquila.
–Joder… – Me mantuve en guardia haciendo equilibrios sobre mis rodillas y mirando hacia todas las paredes, sin moverme, para cerciorarme de que una nueva oleada de virotes no trataría de convertirme en un colador de nuevo.
Ya más tranquila, comencé a andar con tranquilidad por la estancia. Acaricié el piano con mi mano derecha, a pesar de que no me inspiraba ninguna confianza, mientras contemplaba la chimenea. Pero ni por asomo se me ocurrió acercarme a las cortinas. No quería encontrarme con mi cara en algún posible cristal. A parte que no me inspiraban demasiada confianza. La brisa accediendo por los burletes y moviendo ligeramente éstas no auguraba nada bueno. - ¿Por qué has aceptado este trabajo, Anastasia? – me preguntaba a mí misma con cierta pesadumbre.
También había un cuadro protegido por una fila tela roja sobre la chimenea, pero, ¿y si lo de detrás del cuadro no era un cuadro sino un espejo? ¿Y si salía algo a liquidarme? ¡Joder! ¡Si estaba cubierto era por algo!. ¡Maldito orfanato! ¡Malditos niños diabólicos! Desfilad en fila india para que pueda dispararos a todos, uno a uno, eliminando toda maldad que pueda esconder. ¡Yo era cazadora de vampiros! No era precisamente Lorraine Warren, la protagonista de las novelas de sucesos paranormales.
En mis divagaciones me quedé mirando al cuadro. Y sentí una especie de extraña presencia a mi espalda. Me giré por puro acto-reflejo y… Un momento. ¿Ese piano no estaba más adelantado antes? Vaya que si lo estaba. Esa no era su posición original. Entonces, cansada de sucesos extraños, tomé mis dos ballestas pequeñas, una en cada mano, óptimas para el combate a corta distancia y perfectamente cargadas de nuevo. - ¿Quién ha movido el piano? – pregunté con seriedad al completo vacío de la sala. Estaba asustada. Pero en mi persona, el miedo se manifestaba en forma de repulsión, asco y, sobre todo, enfado. – ¡Manifiéstate! ¡Ahora! – insistí. Apuntando con ambas ballestas al frente, en muchas direcciones, utilizando el mismo procedimiento con el que rastreaba a los vampiros por las viviendas. El silencio fue la única respuesta que obtuve.
Llegué hasta el piano, pero no parecía haber nada. Ni detrás de él, ni debajo. En ninguna parte. Está bien. Estaba claro que el premio gordo estaba sobre la chimenea. En aquel retrato o lo que fuera que hubiese detrás, estando bien protegido, tenía que albergar algo, y seguramente no bueno, precisamente.
Me mantuve a buena distancia, tras el piano. Detrás de mí no había nada. Sólo una pared. Iba a ser muy mala suerte si ésta se abría, pero lo cierto es que no estaba segura en ningún sitio. – Veamos qué escondes. – Y concentré el poder de la telequinesia desde la distancia y tras la nula seguridad que me podía transmitir un piano de media tonelada que se desplazaba “solo”, pero que prefería tener en vista.
Sin soltar la ballesta pequeña, mi mano alzada al frente sirvió para correr levemente la cortinilla que tapaba el cuadro, dejando caer esta al suelo. ¿Qué males escondería? Desde luego, miraría por el rabillo del ojo cualquier cosa que hubiera detrás, no fuese que se encontrase un espejo y, de ver un mínimo de trozo de cristal reflactante, antes de que mi vista viese por casualidad hacia él le dispararía para romperlo.
Ante mí se abrió una nueva estancia. Una bastante amplia que en cierto modo me recordaba al salón de estar de la mansión Boisson. Ese lugar atrajo a mi mente recuerdos nostálgicos, especialmente aquel piano de cola, exactamente el mismo modelo que el de mi hogar, instrumento que Isabella acostumbraba a tocar. No pude evitar quedarme mirando hacia él con un cierto deje de tristeza en mi rostro.
En cualquier caso, no era el momento de bajar la guardia. Tan pronto como puse un pie en la habitación sentí un tacto distinto al pisar con el tacón de mi bota sobre uno de los deteriorados tablones de madera del piso. Así, acompañado de un “clack”, una lluvia de flechas comenzó a salir desde distintos puntos de la habitación. Haciendo gala de unos reflejos felinos, generé una corriente de mi aire a mis pies con la que comencé a dar volteretas sobre mi estómago. Rodé por el suelo evitando una nueva voltereta y de la que colocaba mis manos sobre la nuca me alcé en el viento para evitar una nueva oleada que, esta vez, atacaba en la parte baja. Con una triple voltereta en el aire, terminé volviendo a caer sobre el viejo suelo, que por un momento creí que cedería y terminaría con mis huesos en el sótano, pero resistió y, tras clavar una rodilla, y apoyar mi mano zurda en el suelo, respiré tranquila.
–Joder… – Me mantuve en guardia haciendo equilibrios sobre mis rodillas y mirando hacia todas las paredes, sin moverme, para cerciorarme de que una nueva oleada de virotes no trataría de convertirme en un colador de nuevo.
Ya más tranquila, comencé a andar con tranquilidad por la estancia. Acaricié el piano con mi mano derecha, a pesar de que no me inspiraba ninguna confianza, mientras contemplaba la chimenea. Pero ni por asomo se me ocurrió acercarme a las cortinas. No quería encontrarme con mi cara en algún posible cristal. A parte que no me inspiraban demasiada confianza. La brisa accediendo por los burletes y moviendo ligeramente éstas no auguraba nada bueno. - ¿Por qué has aceptado este trabajo, Anastasia? – me preguntaba a mí misma con cierta pesadumbre.
También había un cuadro protegido por una fila tela roja sobre la chimenea, pero, ¿y si lo de detrás del cuadro no era un cuadro sino un espejo? ¿Y si salía algo a liquidarme? ¡Joder! ¡Si estaba cubierto era por algo!. ¡Maldito orfanato! ¡Malditos niños diabólicos! Desfilad en fila india para que pueda dispararos a todos, uno a uno, eliminando toda maldad que pueda esconder. ¡Yo era cazadora de vampiros! No era precisamente Lorraine Warren, la protagonista de las novelas de sucesos paranormales.
En mis divagaciones me quedé mirando al cuadro. Y sentí una especie de extraña presencia a mi espalda. Me giré por puro acto-reflejo y… Un momento. ¿Ese piano no estaba más adelantado antes? Vaya que si lo estaba. Esa no era su posición original. Entonces, cansada de sucesos extraños, tomé mis dos ballestas pequeñas, una en cada mano, óptimas para el combate a corta distancia y perfectamente cargadas de nuevo. - ¿Quién ha movido el piano? – pregunté con seriedad al completo vacío de la sala. Estaba asustada. Pero en mi persona, el miedo se manifestaba en forma de repulsión, asco y, sobre todo, enfado. – ¡Manifiéstate! ¡Ahora! – insistí. Apuntando con ambas ballestas al frente, en muchas direcciones, utilizando el mismo procedimiento con el que rastreaba a los vampiros por las viviendas. El silencio fue la única respuesta que obtuve.
Llegué hasta el piano, pero no parecía haber nada. Ni detrás de él, ni debajo. En ninguna parte. Está bien. Estaba claro que el premio gordo estaba sobre la chimenea. En aquel retrato o lo que fuera que hubiese detrás, estando bien protegido, tenía que albergar algo, y seguramente no bueno, precisamente.
Me mantuve a buena distancia, tras el piano. Detrás de mí no había nada. Sólo una pared. Iba a ser muy mala suerte si ésta se abría, pero lo cierto es que no estaba segura en ningún sitio. – Veamos qué escondes. – Y concentré el poder de la telequinesia desde la distancia y tras la nula seguridad que me podía transmitir un piano de media tonelada que se desplazaba “solo”, pero que prefería tener en vista.
Sin soltar la ballesta pequeña, mi mano alzada al frente sirvió para correr levemente la cortinilla que tapaba el cuadro, dejando caer esta al suelo. ¿Qué males escondería? Desde luego, miraría por el rabillo del ojo cualquier cosa que hubiera detrás, no fuese que se encontrase un espejo y, de ver un mínimo de trozo de cristal reflactante, antes de que mi vista viese por casualidad hacia él le dispararía para romperlo.
*Off: Desvelo el cuadro desde la distancia con telequinesia. Sólo si viera un mínimo trozo de espejo, le disparo y me lo cargo. Soy una bestia, lo sé. Pero es lo que haría Huracán si la avisan de que “no mire a los espejos”.
Anastasia Boisson
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Re: [Misión] María Sangrienta
El miembro 'Huracán' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] María Sangrienta
Maldito lugar. Ese internado estaba lleno de sorpresas, y no precisamente de las agradables.
La zarpa de oscuridad había estado a punto de hacerle un considerable daño, pero su agilidad, y la poderosa espada que portaba, habían convertido la situación en un simple susto.
Esa garra era como una noche cerrada. Como una noche sin luna. Y cuando el brujo la atacó, fue atravesada con una facilidad pasmosa por la hoja. La luz de la llama de la espada la hizo retroceder, y juraría que sintió el rumor propio de un ente vivo al sentir dolor.
Seguramente era fruto de su mente, una sensación producida por la magia oscura que había tomado posesión del colegio. Pero había sido una impresión tan vívida, tan real… Sin contar la forma en que la sombra se alejó después de ser rechazada. En un manto de oscuridad que se movía lentamente, como si esperara una flaqueza en la defensa del brujo, o un descenso de la luz del fuego de la espada, o de la bola flotante que lo acompañaba. En definitiva, como si esperara su momento para contraatacar. Por ello, le era complicado no pensar en la oscuridad como algo vivo.
Aunque la realidad, es que sería la forma que tenía de usar la magia, el ser detrás de todo aquello. Igual que su espada estaba marcada por su creador, para responder mejor y más rápido cuando la manejaba este, la magia de allí debía tener un toque personal. Era la manera que tenía el titiritero tras las sombras, de mantener y preservar su conquista. El internado. O eso creía.
Para su alivio, la oscura bruma se retiró finalmente, dándose por vencida. Al menos por ahora. Le era imposible evitar sentir, que la batalla había concluido, pero que la guerra no había hecho más que empezar.
De todos modos, ese susto había servido para algo. Para cerciorarse de lo importante que era ser precavido en un sitio así, si es que aún se podía serlo más. También servía para tener presente que las sorpresas de ese internado no terminaban ahí, y mucho menos iban a mejorar.
Sin embargo, ahora tenía un respiro que debía aprovechar. No podía dejar de estar en alerta, por si la sombra volvía, pero debía hacer aquello por lo que se había separado de Huracán. Encontrar pistas.
Avanzó por delante de las camas, pensando que rastro de información podría encontrar en ese dormitorio. Algo que le aclarara mejor el tipo de enemigo al que enfrentaba. Era evidente que era el cuarto de los niños. Se notaba por los juguetes, la disposición de las camas, etcétera. Y eso le hizo sentir que casi muere por una pérdida de tiempo, ya que difícilmente los niños tendrían pistas concretas del ser, que estaba haciendo de ese internado su feudo personal.
Mientras caminaba por el pasillo, recordó la puerta cerrada, y pensó si por suerte allí estaría la llave que llevaba al otro lugar. De perdidos al río… a lo mejor no conseguiría información, pero si abrir una nueva sala de aquel colegio. Donde podría proseguir la búsqueda.
No era un buen lugar tampoco para encontrar una llave, pero que más opciones tenía. Buscó con la mirada, por encima de las mesitas de noche, esperando ver algo útil. Ya rebuscaría en el interior de los cajones, pero por ahora se limitaba a observar de pasada, antes de meterse con la labor más tediosa. No valía la pena perder el tiempo yendo de cajón en cajón, cuando quizás lo que necesitaba estaba a la vista.
Y vaya si lo estaba. Fue en ese momento, cuando su mirada se topó con un baúl delante de una de las camas. Y cuando recordó, que la poca información de la que disponían, era obra y gracia de aquella niña. Aparte de las normas inscritas en aquella plancha de metal de la entrada.
Vinc se agachó en frente del baúl, dejando su espada recostada en el suelo, para tomar en su mano el candado roto y medio abierto que tenía la caja de madera, pero sin llegar a retirarlo de su posición actual. Con el pulgar acarició la superficie con un nombre grabado en el metal. Un nombre conocido para él.
- Madeline-, musitó, leyendo para sí mismo lo escrito en el pasador. - Así la había llamado el padre Flanagan.
Le pareció curioso que dicho candado estuviera roto. El perteneciente al baúl de la niña que los había advertido junto a la posada. No podía ser casualidad.
El rubio comprobó que todos los demás baúles tenían sus respectivos candados intactos, pues no era tan estúpido como para tragarse un cambiazo así de primeras. Menos uno tan burdo. Tenía que comprobar que fuera el verdadero baúl de Madeline, comprobando que el candado estuviera en el lugar correcto, pues parecía que dicho baúl contenía algo importante. Pero no. No habían cambiado el candado de sitio, así que estaba ante las pertenencias de la niña. Quizás a su enemigo no le había dado tiempo de hacer nada más que romperlo, o puede…
Vinc retiró el candado, y abrió el baúl para revisar todo lo que allí dentro pudiera haber. No encontrar nada útil le desesperaba poco a poco, y le hacía creer que de verdad puede que la segunda opción se hiciera real. Quizás el enemigo no había tenido más tiempo que para romper el cerrojo, pero puede que ya se hubiera llevado lo importante, y allí no quedara nada de valor.
Esa sensación lo acompañó hasta el momento en el que un pequeño libro atrajo su atención. Estaba encuadernado en piel tintada de color purpúreo. Un color que por algún motivo le recordó a la tinta con éter para encantamientos de su taller. No obstante, el contenido del libro no tenía nada que ver con encantamientos, no con los que hacía en su taller más bien. Pues sí que hablaba de un hechizo.
- Que has hecho, Robin-, se dijo esta vez, antes de que su lectura fuera interrumpida por un ruido.
Un ruido que provenía del piso inferior. Huracán podía estar en problemas, así que guardó el libro en uno de los bolsillos enganchados en la correa que surcaba su pecho por encima de la coraza, y cerró el baúl. Luego agarró su espada y se levantó, moviéndose con rapidez hacia el lugar donde anteriormente se había caído Huri junto a la escalera. Con rapidez pero con cautela, como siempre.
No obstante, no había dado dos pasos fuera del cuarto de los niños, cuando sintió una voz que lo animaba a no proseguir su camino. Una dulce y melodiosa voz que lo alentaba a entrar en la habitación que había encontrado cerrada en el segundo piso.
No tenía tiempo que perder. Su compañera estaba en peligro, por lo que avanzó hasta el límite al vacío, justo donde el segundo piso terminaba, y debería encontrar el primer escalón de bajada de la escalera, ahora derruida. Pero esa voz… era tan persistente. Tan atrayente. Que cuando quiso darse cuenta, había dado un paso de vuelta hacia el pasillo donde se encontraba la puerta de la que provenía la voz.
Era tan extraña y dulce al mismo tiempo. Suave y delicada, y se sentía como el sedoso susurro de una amante a milímetros del oído, pese a que provenía de varios metros de distancia. Casi podía jurar que había sentido el vaporoso aliento de la fémina en su oído.
- Tranquilo, lo tengo todo bajo control-, escuchó gritar a Huri desde el piso de abajo. - Solamente se ha caído un viejo armario.
Bueno. Después de todo, Huracán lo tenía todo bajo control. Ella misma lo había dicho, y era una veterana guerrera, así que no había nada que temer por su compañera de fatigas. ¿Qué había de malo en pasar un buen rato con Níniel, si Huri no le necesitaba?
El brujo dio, inconscientemente, otro paso hacia el pasillo donde se encontraba la puerta. Cada vez más animado con la idea de ver a Nín. No parecía exactamente su voz, pero era dulce y melodiosa como la de la sacerdotisa, y que otra mujer lo alentaría a ir hacia ella de ese modo. Tenía que ser al elfa quien lo reclamaba.
Vinc dio otro paso hacia la puerta mientras su mente era invadida por la sensual voz. Esa era la parte que menos se asemejaba a su elfa, pues ella era sensual en la intimidad, no hablaría con esas formas en alto. No cuando la podía escuchar Huri, y en cierta forma, le recordaba a la Níniel que se había encontrado…
¡Un momento! Aquella Níniel exageradamente sensual que había visto una vez, no era real. Era un sueño. Una trampa de aquel sueño de Otrore, para acabar con él, y que no consiguiera rescatar la mente del alquimista.
Rememorar ese momento, le hizo despertar un poco de la ensoñación actual que estaba viviendo, y frenar su lento caminar hacia la puerta de la voz.
Por los dioses, Níniel ni siquiera le había acompañado a esa misión con Huri. En ese internado estaban solamente la cazadora y él. Al menos que pudiera contar como aliados, y no como enemigos o víctimas. ¿De quién era esa voz que intentaba atraerlo? Sin duda, de nadie del que pudiera fiarse. Dadas las circunstancias, no creía que ninguna víctima del internado le hablara de ese modo. Así que sólo le quedaba una opción. El enemigo.
El rubio se sostuvo la cabeza con la mano izquierda, y luego la agitó con fuerza, para intentar acallar esa maldita voz que lo acosaba. No era real. Era una trampa como la del sueño del alquimista.
La única voz de la que podía fiarse era la de Huracán. Pero un instante antes le había dicho que todo iba bien… No. Nada iba bien. Con la mente en su estado actual, no podía fiarse de nada de lo que sintiera o escuchara.
Con decisión, el brujo dio media vuelta y se aproximó a la escalera rota. Y dejándose caer, bajó a la planta baja, amortiguando la caída con sus poderes de viento.
Debía encontrar a Huri. Porque podía estar en peligro, o incluso sufriendo los mismos efectos que estaban afectando a su mente. Además, debía enseñarle el cuaderno de Madeline, para que supiera lo mismo que él. Sin contar que en su estado actual, era mejor no seguir en solitario.
La zarpa de oscuridad había estado a punto de hacerle un considerable daño, pero su agilidad, y la poderosa espada que portaba, habían convertido la situación en un simple susto.
Esa garra era como una noche cerrada. Como una noche sin luna. Y cuando el brujo la atacó, fue atravesada con una facilidad pasmosa por la hoja. La luz de la llama de la espada la hizo retroceder, y juraría que sintió el rumor propio de un ente vivo al sentir dolor.
Seguramente era fruto de su mente, una sensación producida por la magia oscura que había tomado posesión del colegio. Pero había sido una impresión tan vívida, tan real… Sin contar la forma en que la sombra se alejó después de ser rechazada. En un manto de oscuridad que se movía lentamente, como si esperara una flaqueza en la defensa del brujo, o un descenso de la luz del fuego de la espada, o de la bola flotante que lo acompañaba. En definitiva, como si esperara su momento para contraatacar. Por ello, le era complicado no pensar en la oscuridad como algo vivo.
Aunque la realidad, es que sería la forma que tenía de usar la magia, el ser detrás de todo aquello. Igual que su espada estaba marcada por su creador, para responder mejor y más rápido cuando la manejaba este, la magia de allí debía tener un toque personal. Era la manera que tenía el titiritero tras las sombras, de mantener y preservar su conquista. El internado. O eso creía.
Para su alivio, la oscura bruma se retiró finalmente, dándose por vencida. Al menos por ahora. Le era imposible evitar sentir, que la batalla había concluido, pero que la guerra no había hecho más que empezar.
De todos modos, ese susto había servido para algo. Para cerciorarse de lo importante que era ser precavido en un sitio así, si es que aún se podía serlo más. También servía para tener presente que las sorpresas de ese internado no terminaban ahí, y mucho menos iban a mejorar.
Sin embargo, ahora tenía un respiro que debía aprovechar. No podía dejar de estar en alerta, por si la sombra volvía, pero debía hacer aquello por lo que se había separado de Huracán. Encontrar pistas.
Avanzó por delante de las camas, pensando que rastro de información podría encontrar en ese dormitorio. Algo que le aclarara mejor el tipo de enemigo al que enfrentaba. Era evidente que era el cuarto de los niños. Se notaba por los juguetes, la disposición de las camas, etcétera. Y eso le hizo sentir que casi muere por una pérdida de tiempo, ya que difícilmente los niños tendrían pistas concretas del ser, que estaba haciendo de ese internado su feudo personal.
Mientras caminaba por el pasillo, recordó la puerta cerrada, y pensó si por suerte allí estaría la llave que llevaba al otro lugar. De perdidos al río… a lo mejor no conseguiría información, pero si abrir una nueva sala de aquel colegio. Donde podría proseguir la búsqueda.
No era un buen lugar tampoco para encontrar una llave, pero que más opciones tenía. Buscó con la mirada, por encima de las mesitas de noche, esperando ver algo útil. Ya rebuscaría en el interior de los cajones, pero por ahora se limitaba a observar de pasada, antes de meterse con la labor más tediosa. No valía la pena perder el tiempo yendo de cajón en cajón, cuando quizás lo que necesitaba estaba a la vista.
Y vaya si lo estaba. Fue en ese momento, cuando su mirada se topó con un baúl delante de una de las camas. Y cuando recordó, que la poca información de la que disponían, era obra y gracia de aquella niña. Aparte de las normas inscritas en aquella plancha de metal de la entrada.
Vinc se agachó en frente del baúl, dejando su espada recostada en el suelo, para tomar en su mano el candado roto y medio abierto que tenía la caja de madera, pero sin llegar a retirarlo de su posición actual. Con el pulgar acarició la superficie con un nombre grabado en el metal. Un nombre conocido para él.
- Madeline-, musitó, leyendo para sí mismo lo escrito en el pasador. - Así la había llamado el padre Flanagan.
Le pareció curioso que dicho candado estuviera roto. El perteneciente al baúl de la niña que los había advertido junto a la posada. No podía ser casualidad.
El rubio comprobó que todos los demás baúles tenían sus respectivos candados intactos, pues no era tan estúpido como para tragarse un cambiazo así de primeras. Menos uno tan burdo. Tenía que comprobar que fuera el verdadero baúl de Madeline, comprobando que el candado estuviera en el lugar correcto, pues parecía que dicho baúl contenía algo importante. Pero no. No habían cambiado el candado de sitio, así que estaba ante las pertenencias de la niña. Quizás a su enemigo no le había dado tiempo de hacer nada más que romperlo, o puede…
Vinc retiró el candado, y abrió el baúl para revisar todo lo que allí dentro pudiera haber. No encontrar nada útil le desesperaba poco a poco, y le hacía creer que de verdad puede que la segunda opción se hiciera real. Quizás el enemigo no había tenido más tiempo que para romper el cerrojo, pero puede que ya se hubiera llevado lo importante, y allí no quedara nada de valor.
Esa sensación lo acompañó hasta el momento en el que un pequeño libro atrajo su atención. Estaba encuadernado en piel tintada de color purpúreo. Un color que por algún motivo le recordó a la tinta con éter para encantamientos de su taller. No obstante, el contenido del libro no tenía nada que ver con encantamientos, no con los que hacía en su taller más bien. Pues sí que hablaba de un hechizo.
- Que has hecho, Robin-, se dijo esta vez, antes de que su lectura fuera interrumpida por un ruido.
Un ruido que provenía del piso inferior. Huracán podía estar en problemas, así que guardó el libro en uno de los bolsillos enganchados en la correa que surcaba su pecho por encima de la coraza, y cerró el baúl. Luego agarró su espada y se levantó, moviéndose con rapidez hacia el lugar donde anteriormente se había caído Huri junto a la escalera. Con rapidez pero con cautela, como siempre.
No obstante, no había dado dos pasos fuera del cuarto de los niños, cuando sintió una voz que lo animaba a no proseguir su camino. Una dulce y melodiosa voz que lo alentaba a entrar en la habitación que había encontrado cerrada en el segundo piso.
No tenía tiempo que perder. Su compañera estaba en peligro, por lo que avanzó hasta el límite al vacío, justo donde el segundo piso terminaba, y debería encontrar el primer escalón de bajada de la escalera, ahora derruida. Pero esa voz… era tan persistente. Tan atrayente. Que cuando quiso darse cuenta, había dado un paso de vuelta hacia el pasillo donde se encontraba la puerta de la que provenía la voz.
Era tan extraña y dulce al mismo tiempo. Suave y delicada, y se sentía como el sedoso susurro de una amante a milímetros del oído, pese a que provenía de varios metros de distancia. Casi podía jurar que había sentido el vaporoso aliento de la fémina en su oído.
- Tranquilo, lo tengo todo bajo control-, escuchó gritar a Huri desde el piso de abajo. - Solamente se ha caído un viejo armario.
Bueno. Después de todo, Huracán lo tenía todo bajo control. Ella misma lo había dicho, y era una veterana guerrera, así que no había nada que temer por su compañera de fatigas. ¿Qué había de malo en pasar un buen rato con Níniel, si Huri no le necesitaba?
El brujo dio, inconscientemente, otro paso hacia el pasillo donde se encontraba la puerta. Cada vez más animado con la idea de ver a Nín. No parecía exactamente su voz, pero era dulce y melodiosa como la de la sacerdotisa, y que otra mujer lo alentaría a ir hacia ella de ese modo. Tenía que ser al elfa quien lo reclamaba.
Vinc dio otro paso hacia la puerta mientras su mente era invadida por la sensual voz. Esa era la parte que menos se asemejaba a su elfa, pues ella era sensual en la intimidad, no hablaría con esas formas en alto. No cuando la podía escuchar Huri, y en cierta forma, le recordaba a la Níniel que se había encontrado…
¡Un momento! Aquella Níniel exageradamente sensual que había visto una vez, no era real. Era un sueño. Una trampa de aquel sueño de Otrore, para acabar con él, y que no consiguiera rescatar la mente del alquimista.
Rememorar ese momento, le hizo despertar un poco de la ensoñación actual que estaba viviendo, y frenar su lento caminar hacia la puerta de la voz.
Por los dioses, Níniel ni siquiera le había acompañado a esa misión con Huri. En ese internado estaban solamente la cazadora y él. Al menos que pudiera contar como aliados, y no como enemigos o víctimas. ¿De quién era esa voz que intentaba atraerlo? Sin duda, de nadie del que pudiera fiarse. Dadas las circunstancias, no creía que ninguna víctima del internado le hablara de ese modo. Así que sólo le quedaba una opción. El enemigo.
El rubio se sostuvo la cabeza con la mano izquierda, y luego la agitó con fuerza, para intentar acallar esa maldita voz que lo acosaba. No era real. Era una trampa como la del sueño del alquimista.
La única voz de la que podía fiarse era la de Huracán. Pero un instante antes le había dicho que todo iba bien… No. Nada iba bien. Con la mente en su estado actual, no podía fiarse de nada de lo que sintiera o escuchara.
Con decisión, el brujo dio media vuelta y se aproximó a la escalera rota. Y dejándose caer, bajó a la planta baja, amortiguando la caída con sus poderes de viento.
Debía encontrar a Huri. Porque podía estar en peligro, o incluso sufriendo los mismos efectos que estaban afectando a su mente. Además, debía enseñarle el cuaderno de Madeline, para que supiera lo mismo que él. Sin contar que en su estado actual, era mejor no seguir en solitario.
Última edición por Vincent Calhoun el Lun Mayo 15 2017, 23:29, editado 1 vez (Razón : Corrección de ortografía)
Vincent Calhoun
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Re: [Misión] María Sangrienta
El miembro 'Vincent Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] María Sangrienta
Vincent fue capaz de deshacerse de la criatura que custodiaba los dormitorios, encontrando en ellos la libreta que pertenecía a la pequeña niña que los había contactado. Muchas cosas se encontraban ocultas en las páginas de ese diario, pero por el momento no tendría tiempo de descubrirlo, pues su presencia era requerida en otro lugar.
La voz de su compañera le había asegurado que se encontraba bien y que ella tenía todo bajo control, dándole tiempo de disfrutar de la delicada voz femenina que osaba susurrarle al oído con tan melodiosa insistencia.
Resistirse a la voz de su amada elfa sería una descortesía que no podía permitirse, menos cuando ella le solicitaba su presencia lo más pronto posible.
¿Un sueño? ¿Una alucinación? Ninguna de ellas parece suficiente cuando se desea estar con el ser amado, pero es aquí donde debo recordaros que un internado maldito no es precisamente un nido para el romance; y esto fue descubierto por el brujo en un momento de extraña cordura.
Era más fuerte de lo que ella creyó, su resistencia le tomó completamente por sorpresa, aunque no se daría por vencida tan fácilmente. Ahora veía otra oportunidad perfecta al tenerlo de regreso en el piso inferior, por lo que no dudó en volver a hablarle.
Una voz suave, melodiosa, necesitada…
Este intento fue más fuerte que el anterior, casi imposible de resistir, y lentamente lo guiaría hasta el invernadero, prometiéndole una salida para acabar con todo aquello y volver a casa a los brazos de la sacerdotisa.
Me gustaría poder deciros que nuestro héroe fue capaz de resistirse, pero las historias increíbles no acaban tan rápido como se espera y esto lo descubriría de la manera más inesperada.
El brillo del espejo se volvería más hermoso con cada paso que daba, instándolo a acercarse sin ningún tipo de temor, pues su elfa aguardaba al otro lado, además su compañera estaba a salvo, ¿qué podía salir mal?
La voluntad masculina podría ser muy fuerte, más no lo suficiente como el sentimiento que tenía por la elfa, y ella lo sabía; esa era la única manera de doblegarle.
La pequeña libreta caería del bolsillo del brujo, pero tal vez ni siquiera lo llegase a notar, puesto que para cuando fuese capaz de despertar de todo aquello ya no tendría manera de escapar del espejo, siendo absorbido por éste con una fuerza indescriptible.
¿Quién lo diría? Ahora el espejo se volvía la única forma de comunicación con el mundo real. Sin embargo, lo más preocupante sería encontrar la manera de salir, ya que el mundo a través del espejo no sería más seguro que el mundo real y tendría que descubrirlo de las peores maneras.
La voz de su compañera le había asegurado que se encontraba bien y que ella tenía todo bajo control, dándole tiempo de disfrutar de la delicada voz femenina que osaba susurrarle al oído con tan melodiosa insistencia.
Resistirse a la voz de su amada elfa sería una descortesía que no podía permitirse, menos cuando ella le solicitaba su presencia lo más pronto posible.
¿Un sueño? ¿Una alucinación? Ninguna de ellas parece suficiente cuando se desea estar con el ser amado, pero es aquí donde debo recordaros que un internado maldito no es precisamente un nido para el romance; y esto fue descubierto por el brujo en un momento de extraña cordura.
Era más fuerte de lo que ella creyó, su resistencia le tomó completamente por sorpresa, aunque no se daría por vencida tan fácilmente. Ahora veía otra oportunidad perfecta al tenerlo de regreso en el piso inferior, por lo que no dudó en volver a hablarle.
Una voz suave, melodiosa, necesitada…
Este intento fue más fuerte que el anterior, casi imposible de resistir, y lentamente lo guiaría hasta el invernadero, prometiéndole una salida para acabar con todo aquello y volver a casa a los brazos de la sacerdotisa.
Me gustaría poder deciros que nuestro héroe fue capaz de resistirse, pero las historias increíbles no acaban tan rápido como se espera y esto lo descubriría de la manera más inesperada.
El brillo del espejo se volvería más hermoso con cada paso que daba, instándolo a acercarse sin ningún tipo de temor, pues su elfa aguardaba al otro lado, además su compañera estaba a salvo, ¿qué podía salir mal?
La voluntad masculina podría ser muy fuerte, más no lo suficiente como el sentimiento que tenía por la elfa, y ella lo sabía; esa era la única manera de doblegarle.
La pequeña libreta caería del bolsillo del brujo, pero tal vez ni siquiera lo llegase a notar, puesto que para cuando fuese capaz de despertar de todo aquello ya no tendría manera de escapar del espejo, siendo absorbido por éste con una fuerza indescriptible.
¿Quién lo diría? Ahora el espejo se volvía la única forma de comunicación con el mundo real. Sin embargo, lo más preocupante sería encontrar la manera de salir, ya que el mundo a través del espejo no sería más seguro que el mundo real y tendría que descubrirlo de las peores maneras.
- Invernadero a través del espejo:
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La bruja había logrado entrar en el aula de música, siendo recibida casi inmediatamente por una lluvia de cuchillos los cuales fueron esquivados por sus increíbles reflejos y habilidades, evitando así una posible y patética muerte.
En su situación también vosotros os hubieseis preguntado por qué motivos habríais aceptado arriesgar el pellejo en una situación similar, pues con cada pista encontrada el peligro aumentaba y por supuesto la cordura mermaba.
Después de inspeccionar el recinto durante unos breves segundos la valiente Huracán se percató del cuadro que yacía cubierto sobre la empolvada chimenea. ¿Un espejo? ¿Alguna otra pista? Era obvio que no podría fiarse tan fácil de lo que fuese que se ocultase tras la sospechosa tela de seda.
Miedo. Lo podía percibir, pues emanaba de cada uno de los poros de la joven, demostrado en un arranque de ira, ocasionado por el inexplicable movimiento de aquel tétrico piano.
No había motivos que explicasen tal situación, pero como ella había descubierto nada era normal en ese entorno, así que tendría que develar el secreto oculto en esa habitación si es que deseaba seguir avanzando.
Con una prudencia envidiable, y manteniéndose alerta a cualquier cosa que la pudiese sorprender, nuestra brillante heroína había usado su magia una vez más para descubrir parte del cuadro de la chimenea, encontrándose con una antigua, pero conservada pintura de una hermosa mujer con cabello oscuro y los ojos rojizos.
¿Qué esperabais? ¿Algo terrorífico y doloroso? Ella desde luego no desperdiciaría todo su arsenal hasta saber exactamente qué clase de mujer era la que osaba adentrarse en sus dominios y desafiarle con tal descaro.
En la esquina derecha del cuadro encontraría un pequeño y borroso garabato sin terminar, cuyas tres letras le indicarían el siguiente lugar a donde debería dirigirse.
‘‘DIR’’
Desafortunadamente no tendría el suficiente tiempo para analizar aquella pista más a fondo, pues el grito masculino proveniente de las afueras captaría su completa atención. Lamentablemente lo único que encontraría fuera del aula de música sería el extraño diario purpura; además el espejo del invernadero ha dejado de brillar de forma sospechosa y de él podría escuchar la voz del brujo, pero todo intento por sacarle sería completamente inútil.
Ahora la joven tendría que decidir entre seguir investigando el piso inferior, investigar el piso superior o dirigirse directamente a donde las siglas la mandaban, después de todo aun podía hacer algo para sacar a su compañero de aquel terrible aprieto y ahora tenía consigo una guía invaluable para guiarse por el internado, algo que sin duda le daría una ventaja sobre su desconocida enemiga.
En su situación también vosotros os hubieseis preguntado por qué motivos habríais aceptado arriesgar el pellejo en una situación similar, pues con cada pista encontrada el peligro aumentaba y por supuesto la cordura mermaba.
Después de inspeccionar el recinto durante unos breves segundos la valiente Huracán se percató del cuadro que yacía cubierto sobre la empolvada chimenea. ¿Un espejo? ¿Alguna otra pista? Era obvio que no podría fiarse tan fácil de lo que fuese que se ocultase tras la sospechosa tela de seda.
Miedo. Lo podía percibir, pues emanaba de cada uno de los poros de la joven, demostrado en un arranque de ira, ocasionado por el inexplicable movimiento de aquel tétrico piano.
No había motivos que explicasen tal situación, pero como ella había descubierto nada era normal en ese entorno, así que tendría que develar el secreto oculto en esa habitación si es que deseaba seguir avanzando.
Con una prudencia envidiable, y manteniéndose alerta a cualquier cosa que la pudiese sorprender, nuestra brillante heroína había usado su magia una vez más para descubrir parte del cuadro de la chimenea, encontrándose con una antigua, pero conservada pintura de una hermosa mujer con cabello oscuro y los ojos rojizos.
¿Qué esperabais? ¿Algo terrorífico y doloroso? Ella desde luego no desperdiciaría todo su arsenal hasta saber exactamente qué clase de mujer era la que osaba adentrarse en sus dominios y desafiarle con tal descaro.
En la esquina derecha del cuadro encontraría un pequeño y borroso garabato sin terminar, cuyas tres letras le indicarían el siguiente lugar a donde debería dirigirse.
‘‘DIR’’
Desafortunadamente no tendría el suficiente tiempo para analizar aquella pista más a fondo, pues el grito masculino proveniente de las afueras captaría su completa atención. Lamentablemente lo único que encontraría fuera del aula de música sería el extraño diario purpura; además el espejo del invernadero ha dejado de brillar de forma sospechosa y de él podría escuchar la voz del brujo, pero todo intento por sacarle sería completamente inútil.
Ahora la joven tendría que decidir entre seguir investigando el piso inferior, investigar el piso superior o dirigirse directamente a donde las siglas la mandaban, después de todo aun podía hacer algo para sacar a su compañero de aquel terrible aprieto y ahora tenía consigo una guía invaluable para guiarse por el internado, algo que sin duda le daría una ventaja sobre su desconocida enemiga.
- Cuadro:
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☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
Huracán: ¡Bien jugado! Usar tus poderes han funcionado de manera formidable, aunque lamento decepcionarte, pero no se trataba de ningún espejo, por el contrario, te has encontrado con el cuadro de una misteriosa mujer con una valiosa pista en él. Desafortunadamente no importa que tan rápida seas ni todos tus poderes, simplemente no podrás sacar a Vincent del espejo; aunque ahora eres la portadora del diario de Madeline y este te servirá más a ti que a él, considerando que ya se encuentra del otro lado. En este post te daré elegir hacia dónde deseas dirigirte después de ver a tu compañero succionado por el misterioso espejo del jardín. No importara cuál decisión tomes: TODAS TIENEN UNA PISTA EN SU INTERIOR, aunque algunas más importantes que otras, encontrarlas correrá por tu cuenta…y por las runas. La libreta de la niña es más importante de lo que parece, así que te recomiendo no perderla por nada del mundo. Una última cosa: ya que hablar contigo misma parece darte seguridad, ahora ya no podrás dejar de hacerlo, incluso puede que sientas que tu reflejo podría brindarte respuestas. ¡Buena suerte resistiéndolo!
Vincent Calhoun: ¿Acaso crees que disfruto torturándote? Lo hago, pero el punto es que no me des motivos para ello. Tu decisión terrible decisión te ha condenado al maravilloso y fantástico mundo a través del espejo. Tu runa media ha evitado que sufras algún tipo de daño o que te encuentres con una criatura, pero sin importar cuanto te resistas terminarás convencido de acercarte al espejo, tirando el diario de Madeline en el proceso. Créeme, ya no lo necesitas. Ahora tu misión será investigar todo a través del espejo. ¡No te preocupes! Es el mismo internado solo que con el doble de peligros. TODO en este mundo tiene vida y no son precisamente inofensivos. Podrás comunicarte con tu compañera a través del espejo del invernadero, más ella no será capaz de verte. Por el momento la voz cesará de tu cabeza, así que puedes estar tranquilo. El primer escenario que te encontrarás será el invernadero, aunque ya no es el mismo invernadero que conoces y te recomendaría que no te acercaras demasiado, incluso los arboles tienen mal carácter. Podrás investigar el invernadero y/o intentar trazar un plan con tu compañera y así decidir dónde continuar. Por cierto: hay algunas cosas que tienen el efecto contrario en este mundo, así que ten cuidado con la magia que utilices no querrás dañarte a ti mismo, ¿o sí?
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Re: [Misión] María Sangrienta
Con la telequinesis concentrada en un rápido movimiento de muñeca, tiré la seda que cubría el objeto al suelo. No se trataba de un espejo como había pensado en un principio, sino de un retrato. El retrato de una bella mujer de factura vestida en negro, junto a un apuesto hombre que presumiblemente sería su marido. – Bonito vestido. – opiné acerca del gusto de aquella recatada mujer, que perfectamente podría pasar por Boisson.
Me acerqué al mismo no sin reticencia, por supuesto no pensaba tocar nada. Cualquier cosa sobre la que pusiese la mano podría estar maldita, y aunque ya me había permitido tocar el piano sin consecuencias, intentaría no meter la mano en un lugar equivocado.
Junto al marco del cuadro destacaban unas siglas: “DIR”. Fruncí el ceño, ¿a qué diablos se referían esas siglas? Me quedé pensativa unos segundos, intentando buscar alguna pista más en el cuadro o en el entorno, pero apenas tuve tiempo para mirar nada pues sentí un ruido proveniente de fuera. Un grito ahogado de de una voz masculina que me era muy familiar. Sonó justo fuera de la sala de música. Salí corriendo de la misma, y terminé viendo como Vincent se dirigía como si estuviese poseído hacia el invernadero, y más concretamente… ¡hacia el espejo!
-¡Vincent! ¡Vincent espera! ¡No entres ahí! – Corrí tan rápido como pude para evitar que se fuera hacia allí - ¡Vincent! - justo cuando trataba de agarrarlo por el cuello de la chaqueta, se encontraba en el interior del espejo, y la fuerza fue tan grande que terminó absorbido por el mismo y yo quedé, con los ojos cerrados, frente al mismo. Respirando angustiada.
Me llevó unos segundos tranquilizarme un poco. Pero un gran sentimiento de culpa comenzó a invadirme. ¡Maldita sea! Yo había sido la que le había dicho a Vincent que me acompañara. ¿Por qué lo había hecho? Aquella misión poco tenía que ver con nuestra actividad. Me remordía la conciencia muchísimo. Lo que estaba claro es que si tenía alguna duda de marcharme y abandonar, ahora esa idea desaparecería de mi cabeza. No hasta conseguir rescatar al hermano de Elen. Porque estaba segura de que lo haría. No sabía cómo, pero lo haría.
Me senté resignada junto al fatídico espejo, en el estanque, tratando que la calma volviese a mi interior. No iba a solucionar nada enfureciéndome. Apoyé los codos en mis rodillas y froté las manos, tratando de buscar algo que me ayudara a solucionar aquel misterio. Fue entonces cuando advertí una libreta de color púrpura brillar sobre el verde suelo del invernadero. Me levanté y me acerqué al mismo, tomándolo con cuidado y soplando para echarle un pequeño vistazo por encima.
Una vez lo tomé, me pareció sentir algo al otro lado del espejo. ¿Era la voz de Vince? - ¡Vincent! ¿Estás bien? – pregunté gritando, sin mirar en ningún momento al espejo. – Encontraré la manera de sacarte de ahí. – aseguré y agaché la cabeza ligeramente, para ponerme justo de espaldas al mismo y examinar el diario, ojeando sus páginas. Me perdí durante unos instantes en el cuaderno de la niña, tratando de buscar alguna pista o nota que me ayudara a salir de ahí. Pero entonces, alguien se dirigió a mí.
-Huracán. ¿Qué tal estás? – sentí una voz malévola detrás de mí, viniendo probablemente del espejo. Una voz que me era terriblemente conocida… ¡Era mi propia voz!
-¿Qué…? – me dije a mí misma, pensativa, sin girarme. No quería unirme a Vincent ahí dentro. Si los dos terminábamos atrapados… ¿cómo íbamos a escapar? Pero se trataba de la sensual voz de una mujer que parecía saber lo que buscaba, y dónde tenía que dar.
-Estás asustada... Y no es para menos. - comenzó diciendo. - Todos los cazadores... Todos ellos. Van a morir por tu culpa, Anastasia. – me decía la voz del espejo. – Ven conmigo… Déjame ayudarte. Decirte dónde y cómo puedes salvarlos.
Debía reconocer que la propuesta era tentadora. Pero estaba segura de que aquella era mi voz. Y seguramente, de darme la vuelta, me encontraría con mi reflejo. Recordaba perfectamente las normas, no podía mirarme en los espejos, ni hablar con mi reflejo. De ninguna manera podía hacer caso a ese condenado “adorno” del jardín. Pero tampoco podía destruirlo pues no sabía si eso acarrearía alguna consecuencia sobre Vincent.
-No quiero… - me dije a mí misma. Tenía que resistir la tentación de girarme y verme reflejada sobre el cristal. Apreté así los puños y cerré los ojos, tratando de hacer caso omiso a la melodiosa voz, y pensando cuál debería ser mi próximo movimiento para tratar de sacar a Vince de ahí. Esa era ahora mi prioridad. Y como por ahora no tenía ni idea de qué significaban las siglas “DIR”, debía ir al lugar en el que estaba explorando el brujo: La primera planta.
Me acerqué al mismo no sin reticencia, por supuesto no pensaba tocar nada. Cualquier cosa sobre la que pusiese la mano podría estar maldita, y aunque ya me había permitido tocar el piano sin consecuencias, intentaría no meter la mano en un lugar equivocado.
Junto al marco del cuadro destacaban unas siglas: “DIR”. Fruncí el ceño, ¿a qué diablos se referían esas siglas? Me quedé pensativa unos segundos, intentando buscar alguna pista más en el cuadro o en el entorno, pero apenas tuve tiempo para mirar nada pues sentí un ruido proveniente de fuera. Un grito ahogado de de una voz masculina que me era muy familiar. Sonó justo fuera de la sala de música. Salí corriendo de la misma, y terminé viendo como Vincent se dirigía como si estuviese poseído hacia el invernadero, y más concretamente… ¡hacia el espejo!
-¡Vincent! ¡Vincent espera! ¡No entres ahí! – Corrí tan rápido como pude para evitar que se fuera hacia allí - ¡Vincent! - justo cuando trataba de agarrarlo por el cuello de la chaqueta, se encontraba en el interior del espejo, y la fuerza fue tan grande que terminó absorbido por el mismo y yo quedé, con los ojos cerrados, frente al mismo. Respirando angustiada.
Me llevó unos segundos tranquilizarme un poco. Pero un gran sentimiento de culpa comenzó a invadirme. ¡Maldita sea! Yo había sido la que le había dicho a Vincent que me acompañara. ¿Por qué lo había hecho? Aquella misión poco tenía que ver con nuestra actividad. Me remordía la conciencia muchísimo. Lo que estaba claro es que si tenía alguna duda de marcharme y abandonar, ahora esa idea desaparecería de mi cabeza. No hasta conseguir rescatar al hermano de Elen. Porque estaba segura de que lo haría. No sabía cómo, pero lo haría.
Me senté resignada junto al fatídico espejo, en el estanque, tratando que la calma volviese a mi interior. No iba a solucionar nada enfureciéndome. Apoyé los codos en mis rodillas y froté las manos, tratando de buscar algo que me ayudara a solucionar aquel misterio. Fue entonces cuando advertí una libreta de color púrpura brillar sobre el verde suelo del invernadero. Me levanté y me acerqué al mismo, tomándolo con cuidado y soplando para echarle un pequeño vistazo por encima.
Una vez lo tomé, me pareció sentir algo al otro lado del espejo. ¿Era la voz de Vince? - ¡Vincent! ¿Estás bien? – pregunté gritando, sin mirar en ningún momento al espejo. – Encontraré la manera de sacarte de ahí. – aseguré y agaché la cabeza ligeramente, para ponerme justo de espaldas al mismo y examinar el diario, ojeando sus páginas. Me perdí durante unos instantes en el cuaderno de la niña, tratando de buscar alguna pista o nota que me ayudara a salir de ahí. Pero entonces, alguien se dirigió a mí.
-Huracán. ¿Qué tal estás? – sentí una voz malévola detrás de mí, viniendo probablemente del espejo. Una voz que me era terriblemente conocida… ¡Era mi propia voz!
-¿Qué…? – me dije a mí misma, pensativa, sin girarme. No quería unirme a Vincent ahí dentro. Si los dos terminábamos atrapados… ¿cómo íbamos a escapar? Pero se trataba de la sensual voz de una mujer que parecía saber lo que buscaba, y dónde tenía que dar.
-Estás asustada... Y no es para menos. - comenzó diciendo. - Todos los cazadores... Todos ellos. Van a morir por tu culpa, Anastasia. – me decía la voz del espejo. – Ven conmigo… Déjame ayudarte. Decirte dónde y cómo puedes salvarlos.
Debía reconocer que la propuesta era tentadora. Pero estaba segura de que aquella era mi voz. Y seguramente, de darme la vuelta, me encontraría con mi reflejo. Recordaba perfectamente las normas, no podía mirarme en los espejos, ni hablar con mi reflejo. De ninguna manera podía hacer caso a ese condenado “adorno” del jardín. Pero tampoco podía destruirlo pues no sabía si eso acarrearía alguna consecuencia sobre Vincent.
-No quiero… - me dije a mí misma. Tenía que resistir la tentación de girarme y verme reflejada sobre el cristal. Apreté así los puños y cerré los ojos, tratando de hacer caso omiso a la melodiosa voz, y pensando cuál debería ser mi próximo movimiento para tratar de sacar a Vince de ahí. Esa era ahora mi prioridad. Y como por ahora no tenía ni idea de qué significaban las siglas “DIR”, debía ir al lugar en el que estaba explorando el brujo: La primera planta.
Anastasia Boisson
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Re: [Misión] María Sangrienta
El miembro 'Huracán' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [Misión] María Sangrienta
Nada más sentir el suelo nuevamente bajo sus pies, después de dejarse caer al piso inferior desde la segunda planta, supo que no había sido una buena idea.
Una luz, que se podría definir de cualquier modo menos natural, se internaba en la zona por el marco de la puerta que daba al invernadero. El resplandor atravesaba la vidriera de la puerta, haciendo dibujos y formas ondulantes y aleatorias. De un modo que le daba la sensación de estar viendo la antítesis del espectáculo de un teatro de sombras.
Una visión hermosa y poética de la luz. Tanto, que pocas personas en Aerandir habrían tenido el gusto de ver algo similar. Y que, del mismo modo que era bella, también era intrigante y peligrosa.
En su situación actual, esa segunda característica de la luminosidad le interesaba más, a la par que le preocupaba.
Pero no. La luz no tenía nada que ver con sus sensaciones actuales. O al menos no era la principal causa.
No había sido una buena idea. Pero no era el volver a bajar lo que había sido un mal planteamiento, sino todo lo que había acontecido antes. Por supuesto que separarse de Huri había servido para encontrar ese preciado libro que ahora llevaba consigo, pero también los había expuesto a ambos. Y era eso de lo que se arrepentía en esos momentos.
Sólo eran dos para aquella misión, y dividirse solamente servía para ponérselo más fácil al mal que allí dentro acechaba desde las sombras. Después de todo, esa era una de las estratagemas válidas para ganar una batalla ¿no? Divide y vencerás. Una de las mejores, y ellos lo habían hecho por propia voluntad.
Después de esa mala decisión, ahora debía encontrar a Huracán, que no sabía exactamente donde se encontraba. El ruido había venido de abajo, cierto. Pero de donde. Del invernadero extrañamente iluminado, o de otra zona de la planta baja.
El simple hecho de separarse se había convertido en un quebradero de cabeza. No obstante, ni siquiera podía estar seguro de que el ruido escuchado fuera real. No en el estado en el que se encontraba en esos momentos. ¿Aquel golpe era real?, o solamente era una estrategia para ponerlo nervioso, y hacer que fuera a buscar a Huracán con desesperación. O por el contrario, ¿la voz de su compañera era lo que había sido falso?, instándolo a tranquilizarlo, para justamente buscar lo contrario que el ruido. Que dejara en peligro a la cazadora mientras estaba en problemas.
En cualquier caso, lo mejor era reunirse con ella. Sin importar que fuera cierto, el ruido o la voz de Huri, debía encontrarse con ella para apoyarse mutuamente. Era lo más sensato y seguro. Más aún con lo afectada que tenía la mente.
Maldita sea. Se estaba volviendo loco. Su cabeza le ardía. Así que se apoyó el dorso de su mano enguantada sobre la frente, para aliviarse un poco con la sensación del tacto contra ella, y al retirarla pudo apreciar la humedad sobre el cuero. Un sudor perlado se había adueñado de su rostro, en su esfuerzo por ahuyentar la voz que lo había acosado en el pasillo del piso de arriba.
Un rumor volvió a sentirse dentro de su cabeza. Una voz que lo llamaba una vez más a hacer algo que no debería. Que sabía que debía hacer caso. Por ello redobló el esfuerzo por mantenerse sereno, mientras un gota de sudor bajaba por su mejilla fruto de ese renovado esfuerzo.
Ese nuevo ataque mental lo urgía aún más a encontrar a Huracán. El problema era por dónde empezar a buscar a su amiga, cuando no tenía forma alguna de saber por dónde había ido.
Por lo menos ese era el plan inicial que tenía. Ir hacia su compañera, estuviera donde estuviese. Más las cosas no siempre salen como uno desea.
Sus pasos comenzaron a moverlo hacia el invernadero, y en un momento de lucidez, supo que Huri no estaría allí. Que era hacia allí a donde lo quería llevar la voz, por lo que se paró en seco a la vez que se esforzaba otra vez por acallar la voz que lo atosigaba.
- Vincent, ayúdame-, se escuchaba retumbar una y otra vez dentro de su cabeza.
Podía oír nítidamente como su amada elfa le pedía auxilio. Como notaba en cada nota de su voz el timbre de la desesperación. Y sentía que no estaba allí para ayudarlo.
Un leve quejido de dolor escapó de sus labios, cuando se agarró con fuerza la cabeza usando su mano libre. Aquella que había utilizado para limpiarse el sudor con el dorso, y que ahora le servía para clavarse las puntas metálicas del guante, en un intento de mantenerse en el mundo real por medio del dolor.
- Socorro, no quiero morir.
La partitura que componía la voz no dejaba de cambiar, pero el soneto siempre era el mismo. Un grito de auxilio.
- Te necesito Vinc. No quiero morir sola.
Era una tortura que poco a poco le hizo desestabilizarse mentalmente del todo, y perder la noción de la realidad. Con la voluntad totalmente quebrada y rota, no supo mantenerse en el mundo real por más tiempo. Sin internado. Sin Huracán. Y con Níniel en peligro. Solamente podía hacer una cosa. Correr hacia el lugar del que provenía la voz de la sacerdotisa. No mientras él viviera. Nunca dejaría que nadie hiciera daño a Níniel si él podía evitarlo.
Vinc se movió raudo como el viento, llegando con rapidez a un mundo de pesadilla. Un lugar que le resultaba familiar, pero donde hasta los árboles parecían sonreír de forma macabra, y donde la sensación de peligro se hacía notar a cada paso, solamente con un simple vistazo.
Pronto recordó de qué le sonaba ese sitio, y ello lo devolvió a la misión que tenía entre manos. A la triste realidad a la que se enfrentaba.
- No. Mierda-, maldijo, a la vez que miraba hacia atrás por encima del hombro, recordando ahora con nitidez sus últimos movimientos.
Un muro de cristal se erguía en su espalda. Podía ver perfectamente el invernadero del internado, con la fuente donde había recogido el agua con Huri, y ahora recordaba que había entrado a ese invernadero tan parecido al otro. Al menos en contenido, pues todo era distinto en esa zona en la que se encontraba. Más peligroso y siniestro, si eso era posible.
Vinc se giró, y tocó con su mano zurda el cristal. Duro como una piedra, e infranqueable.
Nada más tocarlo, supo que por allí no podría volver por el momento, y que estaba atrapado de ese lado. También pudo apreciar un libro púrpura sobre la hierba del invernadero del colegio. Al otro lado del cristal.
Con nerviosismo y rapidez revolvió el bolsillo de la cinta en su pecho, para comprobar de primera mano la verdad tras la visión tras el vidrio.
Se le había caído. Era imposible que se le hubiera caído de ese bolsillo. Así, sin más. Por lo que fue fácil imaginar que la voz lo había manipulado para tirarlo. Justo en ese instante, como si pensar en dicha voz la hubiera llamado, la sintió una vez más dentro de su cabeza, desvaneciéndose poco a poco en medio de una risa burlona.
- ¡Joder! -, gritó, golpeando con furia el cristal.
La había jodido a base de bien. Por su culpa había caído en una trampa, y ahora no podría reunirse con Huracán como tenía pensado. Tendría que encontrar una forma de volver por sus propios medios.
Al menos los dioses no se habían cebado del todo con él, y pudo ver como Huri llegaba al invernadero, y se sentaba junto al estanque.
- ¡ Huracán! -, gritó para intentar hacerse oír. No sabía si podría escucharle, pero al menos tenía que intentarlo. - Recoge ese libro. Es importante. Debes leerlo-, le comentó, animado al ver como la cazadora se acercaba hasta el libro de Madeline y lo recogía.
¿Lo había escuchado, o había sido un golpe de suerte? No estaba seguro en esos instantes. Sin embargo, Huri no tardó en contestarle, y aunque parecía confusa, por lo menos podía estar seguro ahora de que lo escuchaba.
La situación era crítica, pero al menos podía hacerle llegar su voz, y todo lo que pudiera servir para resolver aquel entuerto, era bien recibido.
- Lee ese libro. En él, Madeline, la chica que se llevó el padre Flanagan delante de la taberna, cuenta lo que ha pasado en este sitio-, le comenzó a explicar. - En el contenido de esas hojas, debe haber alguna pista que te sirva para vencer y comprender mejor el enemigo al que nos enfrentamos-, dijo.
Huracán estaba junto al espejo, de espaldas, y aunque al principio no sabía por qué actuaba así, pronto comprendió el por qué. Para él era un cristal lo que tenía ante sus ojos, pulido y limpio, que dejaba ver el otro lado sin problemas. Pero para Huracán no era así. En el invernadero en el que se encontraba ella no había ninguna ventana, más bien al contrario, había un espejo. Y eso no había cambiado para la cazadora.
- Yo estoy bien. Atrapado de momento, pero estoy bien-, la tranquilizó. - Buscaré un modo de salir desde este lado. Tú sigue las pistas de ese libro. A lo mejor consigues encontrar la forma de sacarme desde tu lado. O por lo menos información de cómo vencer a nuestro enemigo-, le volvió a decir, para asegurarse de que le entendía. - Y no se te ocurra hacer caso a ninguna voz. Yo he acabado aquí dentro por ello. Nuestro rival sabe meterse en nuestras cabezas, y engañarnos con trucos mentales. Como te digo, estoy bien, no hagas caso a nadie que no esté con nosotros. Ni siquiera a mí si te pido cosas extrañas. No hagas caso a nadie. ¿Me oyes? No dejes que nadie te engañe como a mí-, compartió su experiencia con ella. - Con un tonto por gremio tenemos suficiente-, bromeó, y rió levemente pese la situación. Era su forma de tranquilizarse, y de paso hacer lo propio con Huri. - En serio, estoy bien. Investigaré esta zona. Suerte-, le deseó.
Vinc se volteó y miró el panorama ante sus ojos. Sin posibilidad de vuelta atrás, solamente podía avanzar. No le quedaba otra. Se había metido en esa situación por estúpido, y debía hallar una manera de salir de ella. Suspiró resignado y comenzó a avanzar hacia el interior del invernadero.
Una luz, que se podría definir de cualquier modo menos natural, se internaba en la zona por el marco de la puerta que daba al invernadero. El resplandor atravesaba la vidriera de la puerta, haciendo dibujos y formas ondulantes y aleatorias. De un modo que le daba la sensación de estar viendo la antítesis del espectáculo de un teatro de sombras.
Una visión hermosa y poética de la luz. Tanto, que pocas personas en Aerandir habrían tenido el gusto de ver algo similar. Y que, del mismo modo que era bella, también era intrigante y peligrosa.
En su situación actual, esa segunda característica de la luminosidad le interesaba más, a la par que le preocupaba.
Pero no. La luz no tenía nada que ver con sus sensaciones actuales. O al menos no era la principal causa.
No había sido una buena idea. Pero no era el volver a bajar lo que había sido un mal planteamiento, sino todo lo que había acontecido antes. Por supuesto que separarse de Huri había servido para encontrar ese preciado libro que ahora llevaba consigo, pero también los había expuesto a ambos. Y era eso de lo que se arrepentía en esos momentos.
Sólo eran dos para aquella misión, y dividirse solamente servía para ponérselo más fácil al mal que allí dentro acechaba desde las sombras. Después de todo, esa era una de las estratagemas válidas para ganar una batalla ¿no? Divide y vencerás. Una de las mejores, y ellos lo habían hecho por propia voluntad.
Después de esa mala decisión, ahora debía encontrar a Huracán, que no sabía exactamente donde se encontraba. El ruido había venido de abajo, cierto. Pero de donde. Del invernadero extrañamente iluminado, o de otra zona de la planta baja.
El simple hecho de separarse se había convertido en un quebradero de cabeza. No obstante, ni siquiera podía estar seguro de que el ruido escuchado fuera real. No en el estado en el que se encontraba en esos momentos. ¿Aquel golpe era real?, o solamente era una estrategia para ponerlo nervioso, y hacer que fuera a buscar a Huracán con desesperación. O por el contrario, ¿la voz de su compañera era lo que había sido falso?, instándolo a tranquilizarlo, para justamente buscar lo contrario que el ruido. Que dejara en peligro a la cazadora mientras estaba en problemas.
En cualquier caso, lo mejor era reunirse con ella. Sin importar que fuera cierto, el ruido o la voz de Huri, debía encontrarse con ella para apoyarse mutuamente. Era lo más sensato y seguro. Más aún con lo afectada que tenía la mente.
Maldita sea. Se estaba volviendo loco. Su cabeza le ardía. Así que se apoyó el dorso de su mano enguantada sobre la frente, para aliviarse un poco con la sensación del tacto contra ella, y al retirarla pudo apreciar la humedad sobre el cuero. Un sudor perlado se había adueñado de su rostro, en su esfuerzo por ahuyentar la voz que lo había acosado en el pasillo del piso de arriba.
Un rumor volvió a sentirse dentro de su cabeza. Una voz que lo llamaba una vez más a hacer algo que no debería. Que sabía que debía hacer caso. Por ello redobló el esfuerzo por mantenerse sereno, mientras un gota de sudor bajaba por su mejilla fruto de ese renovado esfuerzo.
Ese nuevo ataque mental lo urgía aún más a encontrar a Huracán. El problema era por dónde empezar a buscar a su amiga, cuando no tenía forma alguna de saber por dónde había ido.
Por lo menos ese era el plan inicial que tenía. Ir hacia su compañera, estuviera donde estuviese. Más las cosas no siempre salen como uno desea.
Sus pasos comenzaron a moverlo hacia el invernadero, y en un momento de lucidez, supo que Huri no estaría allí. Que era hacia allí a donde lo quería llevar la voz, por lo que se paró en seco a la vez que se esforzaba otra vez por acallar la voz que lo atosigaba.
- Vincent, ayúdame-, se escuchaba retumbar una y otra vez dentro de su cabeza.
Podía oír nítidamente como su amada elfa le pedía auxilio. Como notaba en cada nota de su voz el timbre de la desesperación. Y sentía que no estaba allí para ayudarlo.
Un leve quejido de dolor escapó de sus labios, cuando se agarró con fuerza la cabeza usando su mano libre. Aquella que había utilizado para limpiarse el sudor con el dorso, y que ahora le servía para clavarse las puntas metálicas del guante, en un intento de mantenerse en el mundo real por medio del dolor.
- Socorro, no quiero morir.
La partitura que componía la voz no dejaba de cambiar, pero el soneto siempre era el mismo. Un grito de auxilio.
- Te necesito Vinc. No quiero morir sola.
Era una tortura que poco a poco le hizo desestabilizarse mentalmente del todo, y perder la noción de la realidad. Con la voluntad totalmente quebrada y rota, no supo mantenerse en el mundo real por más tiempo. Sin internado. Sin Huracán. Y con Níniel en peligro. Solamente podía hacer una cosa. Correr hacia el lugar del que provenía la voz de la sacerdotisa. No mientras él viviera. Nunca dejaría que nadie hiciera daño a Níniel si él podía evitarlo.
Vinc se movió raudo como el viento, llegando con rapidez a un mundo de pesadilla. Un lugar que le resultaba familiar, pero donde hasta los árboles parecían sonreír de forma macabra, y donde la sensación de peligro se hacía notar a cada paso, solamente con un simple vistazo.
Pronto recordó de qué le sonaba ese sitio, y ello lo devolvió a la misión que tenía entre manos. A la triste realidad a la que se enfrentaba.
- No. Mierda-, maldijo, a la vez que miraba hacia atrás por encima del hombro, recordando ahora con nitidez sus últimos movimientos.
Un muro de cristal se erguía en su espalda. Podía ver perfectamente el invernadero del internado, con la fuente donde había recogido el agua con Huri, y ahora recordaba que había entrado a ese invernadero tan parecido al otro. Al menos en contenido, pues todo era distinto en esa zona en la que se encontraba. Más peligroso y siniestro, si eso era posible.
Vinc se giró, y tocó con su mano zurda el cristal. Duro como una piedra, e infranqueable.
Nada más tocarlo, supo que por allí no podría volver por el momento, y que estaba atrapado de ese lado. También pudo apreciar un libro púrpura sobre la hierba del invernadero del colegio. Al otro lado del cristal.
Con nerviosismo y rapidez revolvió el bolsillo de la cinta en su pecho, para comprobar de primera mano la verdad tras la visión tras el vidrio.
Se le había caído. Era imposible que se le hubiera caído de ese bolsillo. Así, sin más. Por lo que fue fácil imaginar que la voz lo había manipulado para tirarlo. Justo en ese instante, como si pensar en dicha voz la hubiera llamado, la sintió una vez más dentro de su cabeza, desvaneciéndose poco a poco en medio de una risa burlona.
- ¡Joder! -, gritó, golpeando con furia el cristal.
La había jodido a base de bien. Por su culpa había caído en una trampa, y ahora no podría reunirse con Huracán como tenía pensado. Tendría que encontrar una forma de volver por sus propios medios.
Al menos los dioses no se habían cebado del todo con él, y pudo ver como Huri llegaba al invernadero, y se sentaba junto al estanque.
- ¡ Huracán! -, gritó para intentar hacerse oír. No sabía si podría escucharle, pero al menos tenía que intentarlo. - Recoge ese libro. Es importante. Debes leerlo-, le comentó, animado al ver como la cazadora se acercaba hasta el libro de Madeline y lo recogía.
¿Lo había escuchado, o había sido un golpe de suerte? No estaba seguro en esos instantes. Sin embargo, Huri no tardó en contestarle, y aunque parecía confusa, por lo menos podía estar seguro ahora de que lo escuchaba.
La situación era crítica, pero al menos podía hacerle llegar su voz, y todo lo que pudiera servir para resolver aquel entuerto, era bien recibido.
- Lee ese libro. En él, Madeline, la chica que se llevó el padre Flanagan delante de la taberna, cuenta lo que ha pasado en este sitio-, le comenzó a explicar. - En el contenido de esas hojas, debe haber alguna pista que te sirva para vencer y comprender mejor el enemigo al que nos enfrentamos-, dijo.
Huracán estaba junto al espejo, de espaldas, y aunque al principio no sabía por qué actuaba así, pronto comprendió el por qué. Para él era un cristal lo que tenía ante sus ojos, pulido y limpio, que dejaba ver el otro lado sin problemas. Pero para Huracán no era así. En el invernadero en el que se encontraba ella no había ninguna ventana, más bien al contrario, había un espejo. Y eso no había cambiado para la cazadora.
- Yo estoy bien. Atrapado de momento, pero estoy bien-, la tranquilizó. - Buscaré un modo de salir desde este lado. Tú sigue las pistas de ese libro. A lo mejor consigues encontrar la forma de sacarme desde tu lado. O por lo menos información de cómo vencer a nuestro enemigo-, le volvió a decir, para asegurarse de que le entendía. - Y no se te ocurra hacer caso a ninguna voz. Yo he acabado aquí dentro por ello. Nuestro rival sabe meterse en nuestras cabezas, y engañarnos con trucos mentales. Como te digo, estoy bien, no hagas caso a nadie que no esté con nosotros. Ni siquiera a mí si te pido cosas extrañas. No hagas caso a nadie. ¿Me oyes? No dejes que nadie te engañe como a mí-, compartió su experiencia con ella. - Con un tonto por gremio tenemos suficiente-, bromeó, y rió levemente pese la situación. Era su forma de tranquilizarse, y de paso hacer lo propio con Huri. - En serio, estoy bien. Investigaré esta zona. Suerte-, le deseó.
Vinc se volteó y miró el panorama ante sus ojos. Sin posibilidad de vuelta atrás, solamente podía avanzar. No le quedaba otra. Se había metido en esa situación por estúpido, y debía hallar una manera de salir de ella. Suspiró resignado y comenzó a avanzar hacia el interior del invernadero.
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Re: [Misión] María Sangrienta
El miembro 'Vincent Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [Misión] María Sangrienta
Debéis saber lo difícil que es mi labor a la hora de narraros las trágicas desventuras de los brujos, tanto que casi he llegado a compadecerme de tan legendaria mala suerte, aunque no tanto como para apiadarme de sus almas.
La valiente Huracán había obtenido una valiosa pista en el cuadro de la sala de música. Aquellas letras eran una pieza clave para su avance, solo que tendría que agotar las miles de posibilidades existentes para darle verdadera coherencia al mensaje.
Desafortunadamente no había tenido tiempo de analizar la clave, pues su compañero había decidido ‘‘inteligentemente’’ bajar al primer piso, siendo finalmente atrapado en el misterioso espejo del invernadero ante los impotentes esfuerzos que la bruja había hecho por evitar aquello.
Espero que el brujo aprendiera la lección de no ir en contra de las leyes de la ambientación, especialmente cuando ahora sus decisiones repercutirían directamente en su compañera, aunque conociendo la poca sensatez con la que cargaba, seguramente lo descubriría de la peor de las maneras.
La heroína podría escuchar su propia voz, llamándole constantemente, instándola a girarse y hablar con su reflejo, quien parecía tener todas las respuestas que ella buscaba. Hay que reconocer la gran fuerza de voluntad que la joven poseía, de lo contrario habría sufrido un destino similar al de su compañero.
Teniendo un enorme edificio por explorar y el tiempo contado, la joven había optado por mantenerse el piso inferior, buscando hallar alguna pista que le ayudase a recuperar a su compañero, pero en el momento en que pusiese un pie en el interior del internado se encontraría con una de las criaturas de sombras que había atacado a Vincent en el dormitorio, misma que la engulliría en su interior con suma rapidez y sin darle tiempo de defenderse.
La sombra comenzaría a desplazarse por todo el edificio, llevando a la cazadora hasta el tercer piso, donde finalmente ella conseguiría salir del horrible y siniestro ‘‘estomago’’ de aquel monstruo. Pobre, muy pronto se daría cuenta que era mejor estar adentro que afuera.
La tercera planta contaría con tres puertas en su superficie; no obstante, la única que le permitiría el acceso sería la entrada a la cocina, pues la escalera que conectaba al tercer piso con el resto de la escuela se encontraba hecha añicos, y nada bueno pasaba a los que buscaban volver a bajar.
Este es el momento justo para instaros a dejar esta bizarra aventura y buscar una mucho más agradable a la vista del lector; pues lo que la bruja encontraría en aquella habitación no sería algo digno de recordar. Sangre, mucha sangre. Órganos dispersados por todas partes, en el techo, en el piso, en las paredes. Era como estar de cara en una bonita carnicería...humana, por supuesto.
El plato principal de la noche yacía a mitad del recinto, y sobre él se podrían vislumbrar las pequeñas siluetas de siete de los niños que habitaban el internado. Aquellos tiernos rostros tal vez pudieron ser adorables en su momento, pero ahora poseían unos siniestros ojos rojizos, y, por si fuera poco, emanaban un aura similar al de las criaturas de sombras que rondaban el edificio.
A los niños no les hará mucha gracia que la forastera llegase a interrumpir su ‘‘cena’’, considerando que se encontraban encima de lo que parecía ser el cuerpo de uno de los cocineros o al menos lo que quedaba de él, y ahora alguien más tendría que tomar su lugar.
Esta era una encrucijada para la bruja. Por un lado, podría acabar con los niños antes de que la convirtieran en carne molida, aunque esto acarrearía consecuencias catastróficas; y por otro, podría optar por buscar una forma de librarse de ellos sin necesidad de aniquilarlos, pues escapar no era una opción, considerando que la puerta de la cocina se había cerrado abruptamente tras su entrada y no parecía ceder ante nada. Solo existían algunos contratiempos: los enanos tenían más fuerza, más rapidez y más resistencia que un pequeño normal.
Ahora todo dependería de la bruja y sus habilidades, puesto que sus atacantes no dudaron en lanzarse de lleno contra ella, acorralándola rápidamente.
Los cocineros ya no tenían salvación, pero ella debería recordar que los niños también eran las víctimas de la maldición, aunque ahora pareciesen monstruos peligrosos.
La valiente Huracán había obtenido una valiosa pista en el cuadro de la sala de música. Aquellas letras eran una pieza clave para su avance, solo que tendría que agotar las miles de posibilidades existentes para darle verdadera coherencia al mensaje.
Desafortunadamente no había tenido tiempo de analizar la clave, pues su compañero había decidido ‘‘inteligentemente’’ bajar al primer piso, siendo finalmente atrapado en el misterioso espejo del invernadero ante los impotentes esfuerzos que la bruja había hecho por evitar aquello.
Espero que el brujo aprendiera la lección de no ir en contra de las leyes de la ambientación, especialmente cuando ahora sus decisiones repercutirían directamente en su compañera, aunque conociendo la poca sensatez con la que cargaba, seguramente lo descubriría de la peor de las maneras.
La heroína podría escuchar su propia voz, llamándole constantemente, instándola a girarse y hablar con su reflejo, quien parecía tener todas las respuestas que ella buscaba. Hay que reconocer la gran fuerza de voluntad que la joven poseía, de lo contrario habría sufrido un destino similar al de su compañero.
Teniendo un enorme edificio por explorar y el tiempo contado, la joven había optado por mantenerse el piso inferior, buscando hallar alguna pista que le ayudase a recuperar a su compañero, pero en el momento en que pusiese un pie en el interior del internado se encontraría con una de las criaturas de sombras que había atacado a Vincent en el dormitorio, misma que la engulliría en su interior con suma rapidez y sin darle tiempo de defenderse.
La sombra comenzaría a desplazarse por todo el edificio, llevando a la cazadora hasta el tercer piso, donde finalmente ella conseguiría salir del horrible y siniestro ‘‘estomago’’ de aquel monstruo. Pobre, muy pronto se daría cuenta que era mejor estar adentro que afuera.
La tercera planta contaría con tres puertas en su superficie; no obstante, la única que le permitiría el acceso sería la entrada a la cocina, pues la escalera que conectaba al tercer piso con el resto de la escuela se encontraba hecha añicos, y nada bueno pasaba a los que buscaban volver a bajar.
Este es el momento justo para instaros a dejar esta bizarra aventura y buscar una mucho más agradable a la vista del lector; pues lo que la bruja encontraría en aquella habitación no sería algo digno de recordar. Sangre, mucha sangre. Órganos dispersados por todas partes, en el techo, en el piso, en las paredes. Era como estar de cara en una bonita carnicería...humana, por supuesto.
El plato principal de la noche yacía a mitad del recinto, y sobre él se podrían vislumbrar las pequeñas siluetas de siete de los niños que habitaban el internado. Aquellos tiernos rostros tal vez pudieron ser adorables en su momento, pero ahora poseían unos siniestros ojos rojizos, y, por si fuera poco, emanaban un aura similar al de las criaturas de sombras que rondaban el edificio.
A los niños no les hará mucha gracia que la forastera llegase a interrumpir su ‘‘cena’’, considerando que se encontraban encima de lo que parecía ser el cuerpo de uno de los cocineros o al menos lo que quedaba de él, y ahora alguien más tendría que tomar su lugar.
Esta era una encrucijada para la bruja. Por un lado, podría acabar con los niños antes de que la convirtieran en carne molida, aunque esto acarrearía consecuencias catastróficas; y por otro, podría optar por buscar una forma de librarse de ellos sin necesidad de aniquilarlos, pues escapar no era una opción, considerando que la puerta de la cocina se había cerrado abruptamente tras su entrada y no parecía ceder ante nada. Solo existían algunos contratiempos: los enanos tenían más fuerza, más rapidez y más resistencia que un pequeño normal.
Ahora todo dependería de la bruja y sus habilidades, puesto que sus atacantes no dudaron en lanzarse de lleno contra ella, acorralándola rápidamente.
Los cocineros ya no tenían salvación, pero ella debería recordar que los niños también eran las víctimas de la maldición, aunque ahora pareciesen monstruos peligrosos.
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¡Hombres necios que…! Bueno, realmente no importa el resto del refrán, igual el brujo estaba jodido…y mucho.
Siguiendo las voces de su cabeza había terminado atrapado en el espejo, un mundo donde toda acción podría tener dos repercusiones negativas, aunque prefiero dejar que sea él quien las descubra por sí mismo.
Vincent caminaría a través del invernadero reflejado. Una versión muy similar a la del mundo real, pero mucho más siniestra y peligrosa.
Los arboles no mostraban un rostro amigable, por lo que acercarse no sería una opción inteligente; no obstante, considerando la insensata amabilidad del caballero, no me sorprendería que terminase acercándose a uno de ellos, buscando trabar una linda amistad con él. Debería considerarse un crimen ser tan buenito.
A simple vista podría parecer que el lugar no resguardaba ninguna pista en su interior, sin embargo, antes de que Vincent pudiese continuar su camino, una enorme y poderosa raíz saldría de la tierra, buscando atraparlo con infausta vehemencia.
Nuevamente hago una pausa para recordaros que este mundo de inofensivo tiene lo mismo que yo de amable: absolutamente nada. Así que él debería pensar en las consecuencias que sucederían si se defendía de alguna manera, ya fuese con su espada o con esa chocante magia de fuego; ambas podrían terminar MUY mal.
Sin importar todos los esfuerzos que el brujo hiciese por librarse de aquel ataque, finalmente acabaría rodeado por una decena de aterradores árboles, quienes lo atacarían sin un ápice de duda. En estos momentos no vendría mal la ayuda de una elfa abrazaárboles, especialmente cuando morir en manos de la ‘‘naturaleza’’ no sería precisamente la forma más épica de partir al más allá.
Por si fuera poco, la fuente se había movido de su sitio. Sí, no estoy bromeando, la maldita fuente que se hallaba en el centro del lugar, ahora se encontraba bloqueando la única entrada y salida del invernadero. Posiblemente Vincent no figurase entre la lista de personas favoritas de los dioses.
- Auxilio… -se escucharía una vocecilla infantil-. Por favor…ayuda…
¿De cuál de los arboles provendría aquel lastimoso llamado? No lo sé. ¡No me culpéis que yo solo narro los hechos, no soy adivina! Sería tarea del muchacho averiguarlo. Recen a los dioses para que no se le ocurra la brillante idea de atacar al que aparentemente tiene al pequeño en su interior, pues destruir un alma atrapada en el mundo del espejo tiene un alto precio a pagar.
Ahora el caballero tendría dos tareas: escapar de los poderosos árboles que lo atacaban de todos los lugares habidos y por haber, rescatar el alma del chiquillo atrapado en uno de ellos… ¿dije dos tareas? Bueno, que sean tres. La ultima sería salir de ese endemoniado invernadero con su integridad casi intacta.
Sencillo, ¿no creéis?
Siguiendo las voces de su cabeza había terminado atrapado en el espejo, un mundo donde toda acción podría tener dos repercusiones negativas, aunque prefiero dejar que sea él quien las descubra por sí mismo.
Vincent caminaría a través del invernadero reflejado. Una versión muy similar a la del mundo real, pero mucho más siniestra y peligrosa.
Los arboles no mostraban un rostro amigable, por lo que acercarse no sería una opción inteligente; no obstante, considerando la insensata amabilidad del caballero, no me sorprendería que terminase acercándose a uno de ellos, buscando trabar una linda amistad con él. Debería considerarse un crimen ser tan buenito.
A simple vista podría parecer que el lugar no resguardaba ninguna pista en su interior, sin embargo, antes de que Vincent pudiese continuar su camino, una enorme y poderosa raíz saldría de la tierra, buscando atraparlo con infausta vehemencia.
Nuevamente hago una pausa para recordaros que este mundo de inofensivo tiene lo mismo que yo de amable: absolutamente nada. Así que él debería pensar en las consecuencias que sucederían si se defendía de alguna manera, ya fuese con su espada o con esa chocante magia de fuego; ambas podrían terminar MUY mal.
Sin importar todos los esfuerzos que el brujo hiciese por librarse de aquel ataque, finalmente acabaría rodeado por una decena de aterradores árboles, quienes lo atacarían sin un ápice de duda. En estos momentos no vendría mal la ayuda de una elfa abrazaárboles, especialmente cuando morir en manos de la ‘‘naturaleza’’ no sería precisamente la forma más épica de partir al más allá.
Por si fuera poco, la fuente se había movido de su sitio. Sí, no estoy bromeando, la maldita fuente que se hallaba en el centro del lugar, ahora se encontraba bloqueando la única entrada y salida del invernadero. Posiblemente Vincent no figurase entre la lista de personas favoritas de los dioses.
- Auxilio… -se escucharía una vocecilla infantil-. Por favor…ayuda…
¿De cuál de los arboles provendría aquel lastimoso llamado? No lo sé. ¡No me culpéis que yo solo narro los hechos, no soy adivina! Sería tarea del muchacho averiguarlo. Recen a los dioses para que no se le ocurra la brillante idea de atacar al que aparentemente tiene al pequeño en su interior, pues destruir un alma atrapada en el mundo del espejo tiene un alto precio a pagar.
Ahora el caballero tendría dos tareas: escapar de los poderosos árboles que lo atacaban de todos los lugares habidos y por haber, rescatar el alma del chiquillo atrapado en uno de ellos… ¿dije dos tareas? Bueno, que sean tres. La ultima sería salir de ese endemoniado invernadero con su integridad casi intacta.
Sencillo, ¿no creéis?
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Huracán: Maltratar a la maestra cazadora o no maltratarla. ¡Menudo dilema en el que me hallo! ¿Te gusta mi escenario con caníbales? Lo preparé especialmente para ti. Me he apiadado de tu alma y no he dejado que sufras ningún daño en ese turno, pero las consecuencias de tu runa mala serán que no podrás abandonar el tercer piso, ni mucho menos la cocina. Por ahora estás encerrada. ¡Lo sé, soy tan buenita! Ahora deberás enfrentarte a verdaderos caníbales, aunque lastimosamente ellos no tienen la culpa de lo que les está pasando. No subestimes a los niños, puesto que tienen más fuerza de la que podrías imaginar, eso debe darte una idea de a qué te enfrentas. En este turno no debíais lanzar una runa… ¡pero ya que estamos aquí hay que aprovechar! Seguirás siendo tentada a hablar contigo misma y no podrás leer el diario de Madeline para obtener información, al menos no en este post; además, tendrás que ingeniártelas para salir de la cocina antes de volverte el platillo principal. Ahora SÍ deberás lanzar una runa que determinará qué tan bien librada saldrás de esta. Ten en cuenta que podrías sufrir heridas, y dependiendo de tu suerte podrían ser desde leves hasta…bueno, ya sabes. ¡Sorpréndeme!
Vincent Calhoun: En esta ocasión debes agradecer tu destino a tu compañera por lanzar las runas sin que se le ordenase, aunque lastimosamente los Dioses no te quieren ni un poco y has terminado en un verdadero embrollo. ¡Y yo que te quiero tanto! En este turno no la tienes nada fácil, pues te encuentras emboscado por un montón de árboles sacados de uno de los filmes de Tim Burton, los cuales, al igual que los niños, tendrán habilidades inimaginables y no serán fáciles de derrotar. Además, debes pensar muy bien en cómo te defenderás. Te daré una pequeña pista: una mala decisión podría incluso llegar a herir a tu compañera en el mundo real, y no creo que quieras ser tú quien se encargue de mandarla al otro mundo, ¿o sí? En el interior de uno de los arboles se halla el alma de uno de los niños (exacto, uno de los niños a los que se enfrenta tu compañera), así que te recomiendo sacarlo antes de que sea ella quien termine liberándolo y no de manera bonita. Como tarea extra deberás buscar la manera de salir del invernadero. No olvides lanzar una runa, misma que no solo determinará tu suerte, sino que, tendrá el deber de fijar si tus ataques logran mantenerse en el mundo del espejo y dar en el blanco…o no. También tendrás la oportunidad de sufrir heridas.
Ambos: A partir de aquí ambas historias se van a enlazar. Las acciones cometidas por Huracán, repercutirán en el mundo a través del espejo y viceversa, así que pensad bien antes de proceder. Ya vamos a la mitad de la misión, así que la dificultad de la misma se intensificará de ahora en adelante.
Wyn
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Re: [Misión] María Sangrienta
La melodiosa voz me llamaba y me reclamaba en el interior del espejo. Mentalmente había aprendido a resistir las llamadas de cualquier vampiro, no sucumbir ante las tentaciones de los señores de la noche. Pero aquel era un tipo de magia diferente. No era la voz de un repugnante chupasangres. Era melosa, ciertamente seductora y, sobre todo, llena de promesas. Promesas de un mundo ideal, en el que podría estar junto a Jules y Rachel. Un mundo en el que no había vampiros, ni Mortagglias, ni Belladonas, ni siquiera Cassandras. ¿Cómo no iba a ceder ante aquellas promesas? Así, terminé cerrando los ojos y me di la vuelta, dispuesta a entrar al espejo.
Pero la voz de Vincent volvió a distraerme junto cuando me sujetaba a éste ya para pasar al otro lado. Quedé agarrada a los extremos del espejo. Respiré profundo y me detuve unos instantes antes de alejarme rápidamente de la insensatez que estaba a punto de cometer.
No podía entrar, es más, debía sacar a Vincent del interior. El diario de la niña, Madeline, parecía ser la clave para ello según el brujo. Dentro tenía que haber alguna pista. – Estoy bien y tengo el diario, no te preocupes por mí. – dije de nuevo sin mirar al espejo una vez me recompuse del susto. No sabía si Vince me había visto reunirme con él casi al otro lado del espejo, lo que habría supuesto un bonito fin para los dos, pero al menos tenía que mostrar entereza. Y sobre todo, seguir su consejo de hacer caso omiso a la melodiosa voz que por lo visto había sido la causante de que él acabase allí también. Asentí para mí misma, para concienzarme de este hecho. – Ten cuidado con lo que haces por ahí. Procura no liarla mucho hasta que encuentre la manera de sacarte de ahí. Ese espejo parece conectar ambos mundos. – le advertí ante la posibilidad de que mi compañero hiciese algo que pudiese repercutir en mi versión “real”.
Abandoné con decisión el invernadero y volví al internado, leyendo el diario de Madeline, confiando en encontrar en él alguna pista sobre lo que ocurría en aquel sitio embrujado. Pero una misteriosa sombra me atacó repentinamente y me absorbió por completo. Grité. Aunque eso no me serviría para nada. Por segundos creí sentirme en el interior de la forma espectral de Belladonna Boisson, me di cuenta como me arrastraba a una velocidad de vértigo en su interior y por más que pataleaba, por más que gritaba, no era capaz de conseguir librarme de ella.
Al final la oscuridad terminó por desaparecer y en un fuerte golpe con el suelo terminé en una cocina tenuemente iluminada. Comencé a toser por culpa de la nube del humo que me había penetrado hasta los pulmones, pero lo peor era el repugnante olor de la estancia. En cuanto alcé la vista pude comprender el por qué: Vísceras, sangres y órganos. Dispersos por el suelo, unos devorados, otros de pie. Si fuese una persona normal habría vomitado allí mismo, pero para una cazadora de vampiros ver vísceras era algo rutinario. Lo verdaderamente extraño eran los muchos niños que me miraban poseídos, abstraídos. Aquellos niños estaban embriagados por el mal general del lugar, pero no parecían dispuestos a decirme cómo.
-Estoy en un problema. – Sí. Lo estaba. Ellos tenían pinta de ser los responsables de aquellos órganos, a saber si pertenecían a niños, profesores, cuidadores, o aventureros en el internado. ¿Qué más daba? Yo iba a ser su próximo tentempié si no hacía algo. Recorrí una mirada tratando de buscar a Madeline ¿Estaría la autora del diario allí? Miré a ver si podía encontrarla, pero no me pareció verla.
Los niños no tardaron en abalanzarse sobre mí. Eran ágiles, y, tal y como había deducido, estaban poseídos, desde luego su rapidez de movimientos no era propia de un niño de su edad. Giré hacia un lado para esquivar el ataque de un pequeño y me agaché para evitar a una pequeña que se había lanzado, cuchillo en mano, contra mí. Me sería más fácil utilizar una bomba crépitus, pero por mucho que quisiera deshacerme de ellos, habíamos ido a rescatarlos, y estaba claro que no podía hacerles daño. Tendría que intentar de salir de allí ilesa y rendir cuentas con la causante de todo aquello. El diario de Madeline sería clave en dicha empresa, pero primero tendría que escapar de aquella estancia y dejarlos encerrados.
Con bastante sudor pude tenerlos todos delante, era el momento de empotrarlos contra el ventanal del fondo de la cocina para ganar algo de distancia gracias a mis habilidades de viento. - ¡Ash balla ná! – conjuré mi corriente de aire básica con un elegante y rápido movimiento de muñeca hacia delante. Por lo que pude apartarlos y ganar algo de tiempo. Podían ser fuertes, pero eran ligeros como las plumas. Miré de reojo la localización de la puerta y me llevé la mano a la primera bola del cinturón. Una de mis bombas. - ¡Fumis! – quité el seguro e impacté la bola blanca contra el suelo con fuerza. Ésta reventó y la cocina pronto se vio envuelta en una enorme humareda no tóxica. Y es que la bomba tenía dos cámaras, una con agua y la otra con una base que, al romperse la membrana y mezclarse con ésta, producía su evaporación masiva.
El objetivo del movimiento no era dañar a los niños sino impedirles la visión para poder huir. Instintivamente me dirigí hacia la puerta la cual abrí con rapidez, en la nueva estancia, de la que no me fijé en nada, hice uso de mi telequinesis para desplazar un armario delante de la puerta y tratar de impedir que los niños salieran, antes de que descubriesen dónde se encontraba la puerta y viniesen tras de mí.
*Off: Uso habilidad de nivel 3: Granada Fumis
Pero la voz de Vincent volvió a distraerme junto cuando me sujetaba a éste ya para pasar al otro lado. Quedé agarrada a los extremos del espejo. Respiré profundo y me detuve unos instantes antes de alejarme rápidamente de la insensatez que estaba a punto de cometer.
No podía entrar, es más, debía sacar a Vincent del interior. El diario de la niña, Madeline, parecía ser la clave para ello según el brujo. Dentro tenía que haber alguna pista. – Estoy bien y tengo el diario, no te preocupes por mí. – dije de nuevo sin mirar al espejo una vez me recompuse del susto. No sabía si Vince me había visto reunirme con él casi al otro lado del espejo, lo que habría supuesto un bonito fin para los dos, pero al menos tenía que mostrar entereza. Y sobre todo, seguir su consejo de hacer caso omiso a la melodiosa voz que por lo visto había sido la causante de que él acabase allí también. Asentí para mí misma, para concienzarme de este hecho. – Ten cuidado con lo que haces por ahí. Procura no liarla mucho hasta que encuentre la manera de sacarte de ahí. Ese espejo parece conectar ambos mundos. – le advertí ante la posibilidad de que mi compañero hiciese algo que pudiese repercutir en mi versión “real”.
Abandoné con decisión el invernadero y volví al internado, leyendo el diario de Madeline, confiando en encontrar en él alguna pista sobre lo que ocurría en aquel sitio embrujado. Pero una misteriosa sombra me atacó repentinamente y me absorbió por completo. Grité. Aunque eso no me serviría para nada. Por segundos creí sentirme en el interior de la forma espectral de Belladonna Boisson, me di cuenta como me arrastraba a una velocidad de vértigo en su interior y por más que pataleaba, por más que gritaba, no era capaz de conseguir librarme de ella.
Al final la oscuridad terminó por desaparecer y en un fuerte golpe con el suelo terminé en una cocina tenuemente iluminada. Comencé a toser por culpa de la nube del humo que me había penetrado hasta los pulmones, pero lo peor era el repugnante olor de la estancia. En cuanto alcé la vista pude comprender el por qué: Vísceras, sangres y órganos. Dispersos por el suelo, unos devorados, otros de pie. Si fuese una persona normal habría vomitado allí mismo, pero para una cazadora de vampiros ver vísceras era algo rutinario. Lo verdaderamente extraño eran los muchos niños que me miraban poseídos, abstraídos. Aquellos niños estaban embriagados por el mal general del lugar, pero no parecían dispuestos a decirme cómo.
-Estoy en un problema. – Sí. Lo estaba. Ellos tenían pinta de ser los responsables de aquellos órganos, a saber si pertenecían a niños, profesores, cuidadores, o aventureros en el internado. ¿Qué más daba? Yo iba a ser su próximo tentempié si no hacía algo. Recorrí una mirada tratando de buscar a Madeline ¿Estaría la autora del diario allí? Miré a ver si podía encontrarla, pero no me pareció verla.
Los niños no tardaron en abalanzarse sobre mí. Eran ágiles, y, tal y como había deducido, estaban poseídos, desde luego su rapidez de movimientos no era propia de un niño de su edad. Giré hacia un lado para esquivar el ataque de un pequeño y me agaché para evitar a una pequeña que se había lanzado, cuchillo en mano, contra mí. Me sería más fácil utilizar una bomba crépitus, pero por mucho que quisiera deshacerme de ellos, habíamos ido a rescatarlos, y estaba claro que no podía hacerles daño. Tendría que intentar de salir de allí ilesa y rendir cuentas con la causante de todo aquello. El diario de Madeline sería clave en dicha empresa, pero primero tendría que escapar de aquella estancia y dejarlos encerrados.
Con bastante sudor pude tenerlos todos delante, era el momento de empotrarlos contra el ventanal del fondo de la cocina para ganar algo de distancia gracias a mis habilidades de viento. - ¡Ash balla ná! – conjuré mi corriente de aire básica con un elegante y rápido movimiento de muñeca hacia delante. Por lo que pude apartarlos y ganar algo de tiempo. Podían ser fuertes, pero eran ligeros como las plumas. Miré de reojo la localización de la puerta y me llevé la mano a la primera bola del cinturón. Una de mis bombas. - ¡Fumis! – quité el seguro e impacté la bola blanca contra el suelo con fuerza. Ésta reventó y la cocina pronto se vio envuelta en una enorme humareda no tóxica. Y es que la bomba tenía dos cámaras, una con agua y la otra con una base que, al romperse la membrana y mezclarse con ésta, producía su evaporación masiva.
El objetivo del movimiento no era dañar a los niños sino impedirles la visión para poder huir. Instintivamente me dirigí hacia la puerta la cual abrí con rapidez, en la nueva estancia, de la que no me fijé en nada, hice uso de mi telequinesis para desplazar un armario delante de la puerta y tratar de impedir que los niños salieran, antes de que descubriesen dónde se encontraba la puerta y viniesen tras de mí.
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Anastasia Boisson
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Re: [Misión] María Sangrienta
El miembro 'Huracán' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] María Sangrienta
Normalmente no hacía caso a ese tipo de comentarios. No porque le gustara llevar la contraria, sino porque era algo que no podía evitar hacer. Era bien sabido que era un hombre que intentaba ayudar a la gente siempre que podía, así que la palabra preocupación estaba más que afincada dentro de su personalidad.
Era un rasgo propio de él. Y ya fuera a veces una virtud, y otras un defecto, era parte de él. No podía borrarlo así como así, y tampoco es que deseara hacerlo. Le gustaba su forma de ser. No en vano, hasta cierto punto, todas las personas forjamos la mayor parte del carácter que tenemos. De cómo somos.
Por ello, cuando alguien le decía “no te preocupes por mí”, en el cerebro del bueno de Vincent Calhoun se activaba una idea marcada a fuego, que lo obligaba a hacer justo lo contrario.
Salvo en el caso que estuviera atrapado dentro de un mundo mágico y difícil de calificar. Y del cual no tenía ni la más remota idea de cómo salir. En ese momento su mente solamente estaba capacitada para pensar: “No es por contradecir, pero creo que ahora mismo por quien deberían preocuparse es por mí”.
Eso pensaría alguien sensato. Pero el brujo no lo era. Bueno en realidad sí lo era, pero… ya me entienden. La personalidad es una poderosa fuerza difícil de replicar.
-Bien. Suerte. Ese internado está lleno de sorpresas desagradables, y estoy seguro de que no se han terminado-, comentó, preocupándose por su compañera de filas como de costumbre. - ¿No liarla? - rió sin poder evitarlo. - Se lo dices al hombre que ha acabado metido en este embrollo. No liarla es una faceta impropia en mí-, bromeó.
Sí. Si había algo que pudiera ser considerado aún más Vincent que preocuparse, era precisamente liarla.
- Igualmente. Ten cuidado-, se despidió, antes de girarse e internarse en el lóbrego invernado.
Una versión mucho más triste y siniestra de la que se encontraba en el mundo real. Cómo si aquella fuera de lo más agradable a la vista. Era evidente, que la maldad reinante en el colegio no dejaba de usar todo su potencial para sacar su lado más oscuro. En un intento de sacar a relucir lo impresionantemente terrorífico que podía llegar a ser la mente tras todo aquello.
Esa era la impresión que le daba al caminar por el lugar, y al avanzar buscando una posible salida, o quizás una pista que lo ayudara a arreglar el embrollo en el que se había metido. Esa sensación tenía, y la de una incuestionable hostilidad que rezumaba de cada partícula del invernadero.
Allá donde mirara, el peligro se encontraba acechando. Esperando la oportunidad de atacarle. De hacer trizas su cuerpo como si de un muñeco de trapo se tratara. Solamente había que ver el aspecto que tenían los árboles que rodeaban el cobertizo.
Sus rostros eran de lo más poco amigables… Por supuesto, lo normal en un caso así, era pensar, ¿desde cuándo los árboles tenían cara? Eso ya era suficiente para sospechar de la perversidad que residía en ellos. Pero no contentos con ello, el artífice de aquel mundo, los había dotado de una expresión de pura maldad. Aunque en cierto modo no dejaban de ser adorables. Al ser entes de fantasía como eran, tenían ese toque místico que siempre había en seres de ese tipo. Un bonito disfraz para Bragiväl. Claro, si no fueran unos seres creados con una virtuosa perversidad.
El peligro era palpable a cien leguas de aquellos árboles. Si no fuera por eso, hasta se acercaría a contemplarlos mejor, o incluso a conversar amenamente, si eran capaces de hacerlo. Qué demonios. Cosas peores habría hecho en su vida. Seguro que no tenía que remontarse demasiado en su pasado, para encontrar una situación parecida.
En fin. Ojalá todo hubiera acabado en una buena anécdota. En unos árboles con aspecto siniestro, pero que solamente hubieran quedado de atrezo en aquel maléfico teatro de pesadillas.
No. No podía haber acabado con esa simpleza. Que relevancia tendría esta historia si así fuera.
Una enorme raíz salió del suelo con toda la convicción de quien quería hacer daño. Pues no había que ser muy sabio, para saber las consecuencias de dejarse atrapar por este. Además, el ataque del árbol, igualmente dejaba patente que los dioses no le estaban dando un buen día, y quizás tuviera que pensar, en que había hecho mal para merecer tanto castigo. Pero quien sabía, quizás los dioses en realidad se estaban esforzando en salvarle el culo, porque ya la había liado bastante, no solo metiéndose en ese mundo mágico terriblemente peligroso, sino desde el momento en el que decidiera poner un pie en aquel maldito internado.
Que podía decir. Alguien tenía que hacerlo, y no conocía a hombre más noble e insensato que él. Así que para cualquiera era fácil deducir de antemano, quien compraría todos los boletos de una misión tan peligrosa.
En cualquier caso, lamentarse por cuestiones del pasado ahora poco importaba. Pues solamente mantener su mente en lo que estaba pasando en aquel invernadero, era realmente importante.
Se zafó con una carrera de aquella trampera raíz. Fácil, o eso era lo que en un principio pareciera. La raíz era más ágil de lo que su apariencia pudiera reflejar, y no dejaba de acosarlo y perseguirlo. No tardó en darse cuenta de que era más de una raíz. Que no solo era el ataque uno de los árboles del aquel sitio, sino que era todo un asalto en conjunto hacia su persona. De todos modos, aún con ello, la situación no parecía muy problemática, más allá del incordio que le ocasionaba. Sin embargo, más pronto que tarde se dio cuenta de su error.
Las raíces no le habían dado un respiro, y ello le había condenado a acabar atrapado en aquel reciento de maldad. La fuente, no sabía cómo, pero en un mundo así, poca lógica podría ponerle a ello, se había colocado en su camino de salida. En su escapatoria.
Ahora tenía que sortearla de algún modo, para poder proseguir su camino, Y por qué no decirlo, para seguir con vida.
- Esto qué es, ¿un concurso de belleza? - bromeó, al verse rodeado por una decena de arbóreos junto a la fuente. - Porque está claro que ganaré yo. Solamente hay que ver lo feos que sois. Deberíais miraros en un espejo-, terminó de chancearse de sus enemigos.
Nada como una broma de espejos dada su situación. Un poco de desquite nunca venía mal, aunque fuera hacía espejos inanimados con asquerosos portales, a lugares aún más asquerosos que ellos.
Pero bueno, además de poco agraciados, tenía que reconocer que eran muy ágiles los condenados árboles. Pocos seres tendrían la capacidad de rodearle de esa manera, y en un espacio de tiempo tan corto.
Sin embargo, y para su desgracia, todo el asunto no acababa ahí. Los dioses seguían cebándose con él. Por lo que escuchar la voz de un pequeño dentro de uno de los árboles fue suficiente para saber que tendría más problemas de lo que a priori ya tenía. Y no es que fueran pocos.
Debía sobrevivir a los árboles, conseguir huir, y ahora además debía salvar a un niño. Esto se estaba poniendo sumamente interesante.
- Tranquilo niño. El tío Vincent ha llegado al rescate-, gritó hacia su espalda, pues había oído la voz del niño, en uno de los árboles que justo tenía detrás. - No te lo creerás. Pero luchar contra árboles endemoniados, es mi pan de cada día. Esto está chupado-, comentó.
Mejor no te lo creas muchacho, porque una cosa era ser un veterano de guerra, y otra muy distinta lidiar con peligros así. Pero maldita sea, acaso alguien más que él mismo, iba a animarlo en aquella velada con monstruos. Estaba claro que no.
Los ataques de los árboles no se hicieron esperar. De todos lados y con mala fe. El brujo se movía sin parar, para no ser un blanco fácil, y rechazaba con su acero imbuido en fuego, algunas de las raíces que se acercaban demasiado. Pero aún así, algunas de ellas consiguieron dar en el blanco, dejándole alguna laceración en brazos y piernas, justo antes de deshacerse de ellas con un tajo de su espada.
En una ocasión acabó siendo enganchado por una de ellas, y fue arrastrado unos metros antes de conseguir liberarse de ella, con una nueva ayuda de su acero. Justo a tiempo de rodar por el suelo, y evitar acabar empalado por las puntas de las demás raíces que le acosaban.
El cansancio comenzaba a hacer mella en él. Moverse sin parar, era algo con lo que no podía competir con unos árboles, que tenían pinta de no cansarse. Por lo que su estratagema, aunque había sido válida, pero tenía una clara fecha de conclusión. Si no conseguía zafarse rápidamente de los árboles, y huir. La cosa se pondría muy mal.
En ese momento, al pasar cerca de uno de los árboles, el resto pareció ponerse más activos, igual que ese mismo. Algo que no pasó desapercibido por el brujo. Era como si... se hubieran puesto nerviosos. Si es que tenían esa capacidad. ¿Por qué?
Esa era una buena pregunta. Y no tenía respuesta para ella hasta que escuchó la voz del niño nuevamente, y salir de la corteza de ese preciso árbol. ¡Claro! Eso lo explicaba todo. La intención de los árboles, más allá de la evidencia de matarle, era evitar que alcanzara al niño.
Eso le sirvió la concretar un plan en su mente. Una fuente, un árbol en concreto, y nerviosismo, era todo lo que necesitaba mezclar para salir victorioso y escapar. O eso esperaba.
Corrió otra vez para mantenerse a salvo, desviando y cercenando las raíces que pudieran llegar a alcanzarle. Y sin previo aviso, cambió de dirección y avanzó con rapidez hacia el árbol que contenía al niño. No atacó, pues no sabía si podría dañar al niño con su fuego. Quemar al árbol no era una opción, así que simplemente corrió hacia él, y se encaramó como pudo, usando sus poderes de viento para mantener el equilibrio y el impulso, hasta una rama que estaba bastante hacia el centro de lo que se podía considera la cara del árbol.
- Que pasa malditos feos. Tengo al alcance de mi mano lo que tanto ansiáis proteger-, les gritó al resto de árboles.
Estos, se pusieron “nerviosos” como había previsto. Y atacaron con la misma intensidad que habían usado antes, cuando se había acercado tanto a ese árbol por primera vez. El brujo dio un salto, dejando que el fuerte impacto de múltiples raíces hiciera zozobrar al árbol al que se había subido. Y mientras se deslizaba por el aire, realizó varios tajos de de aire cortante con su espada, en dirección al suelo, partiendo las raíces del dichoso árbol que contenía al niño. De este modo, ayudaba a hacer leña del árbol caído, nunca mejor dicho, y así conseguiría que cayera hacia atrás como pretendía. Por si esto no fuera suficiente, extendió la palma de su mano libre,
- Cáete ya. Maldito-, dijo, a la vez que lanzaba un golpe de viento contra el árbol.
Esto lo impulsó hacia atrás, haciéndolo volar por el aire hasta alcanzar el suelo con sonoro golpetazo, que alivió un poco rodando por encima de la tierra.
Pero el golpe contra el suelo bien merecía la pena. Pues igual que el viento lo lanzaba a él, también empujaría aún más al árbol hacia atrás. Esa era la idea al menos.
Si había suerte, y su plan se desarrollaba tal cual había pensado, el árbol caería contra la fuente, creando una rampa para escapar de allí. De aquel invernadero tan peligroso. Y de paso, si la fortuna le sonreía aún más, el árbol se quebraría lo suficiente para liberar al niño.
Dos pájaros de un… ¿golpe de viento?
Uso mi habilidad de nivel 4, La Herida del Viento, para romper las raíces del árbol y ayudar a que caiga.
La Herida del Viento – Imbuye el arma del brujo con aire. Al ser encantada el arma, esta tiene mayor filo por las corrientes de aire que acompañaran el ataque. Pudiendo incluso generar ráfagas de aire cortante, que pueden cortar al enemigo a una distancia de 6 metros, siendo este ataque a distancia, igual en daño a un corte normal con el arma. Esta habilidad solamente funcionará con armas cortantes.
- Mantenida. Dos turnos activa. Cinco turnos para reutilizarla.
Era un rasgo propio de él. Y ya fuera a veces una virtud, y otras un defecto, era parte de él. No podía borrarlo así como así, y tampoco es que deseara hacerlo. Le gustaba su forma de ser. No en vano, hasta cierto punto, todas las personas forjamos la mayor parte del carácter que tenemos. De cómo somos.
Por ello, cuando alguien le decía “no te preocupes por mí”, en el cerebro del bueno de Vincent Calhoun se activaba una idea marcada a fuego, que lo obligaba a hacer justo lo contrario.
Salvo en el caso que estuviera atrapado dentro de un mundo mágico y difícil de calificar. Y del cual no tenía ni la más remota idea de cómo salir. En ese momento su mente solamente estaba capacitada para pensar: “No es por contradecir, pero creo que ahora mismo por quien deberían preocuparse es por mí”.
Eso pensaría alguien sensato. Pero el brujo no lo era. Bueno en realidad sí lo era, pero… ya me entienden. La personalidad es una poderosa fuerza difícil de replicar.
-Bien. Suerte. Ese internado está lleno de sorpresas desagradables, y estoy seguro de que no se han terminado-, comentó, preocupándose por su compañera de filas como de costumbre. - ¿No liarla? - rió sin poder evitarlo. - Se lo dices al hombre que ha acabado metido en este embrollo. No liarla es una faceta impropia en mí-, bromeó.
Sí. Si había algo que pudiera ser considerado aún más Vincent que preocuparse, era precisamente liarla.
- Igualmente. Ten cuidado-, se despidió, antes de girarse e internarse en el lóbrego invernado.
Una versión mucho más triste y siniestra de la que se encontraba en el mundo real. Cómo si aquella fuera de lo más agradable a la vista. Era evidente, que la maldad reinante en el colegio no dejaba de usar todo su potencial para sacar su lado más oscuro. En un intento de sacar a relucir lo impresionantemente terrorífico que podía llegar a ser la mente tras todo aquello.
Esa era la impresión que le daba al caminar por el lugar, y al avanzar buscando una posible salida, o quizás una pista que lo ayudara a arreglar el embrollo en el que se había metido. Esa sensación tenía, y la de una incuestionable hostilidad que rezumaba de cada partícula del invernadero.
Allá donde mirara, el peligro se encontraba acechando. Esperando la oportunidad de atacarle. De hacer trizas su cuerpo como si de un muñeco de trapo se tratara. Solamente había que ver el aspecto que tenían los árboles que rodeaban el cobertizo.
Sus rostros eran de lo más poco amigables… Por supuesto, lo normal en un caso así, era pensar, ¿desde cuándo los árboles tenían cara? Eso ya era suficiente para sospechar de la perversidad que residía en ellos. Pero no contentos con ello, el artífice de aquel mundo, los había dotado de una expresión de pura maldad. Aunque en cierto modo no dejaban de ser adorables. Al ser entes de fantasía como eran, tenían ese toque místico que siempre había en seres de ese tipo. Un bonito disfraz para Bragiväl. Claro, si no fueran unos seres creados con una virtuosa perversidad.
El peligro era palpable a cien leguas de aquellos árboles. Si no fuera por eso, hasta se acercaría a contemplarlos mejor, o incluso a conversar amenamente, si eran capaces de hacerlo. Qué demonios. Cosas peores habría hecho en su vida. Seguro que no tenía que remontarse demasiado en su pasado, para encontrar una situación parecida.
En fin. Ojalá todo hubiera acabado en una buena anécdota. En unos árboles con aspecto siniestro, pero que solamente hubieran quedado de atrezo en aquel maléfico teatro de pesadillas.
No. No podía haber acabado con esa simpleza. Que relevancia tendría esta historia si así fuera.
Una enorme raíz salió del suelo con toda la convicción de quien quería hacer daño. Pues no había que ser muy sabio, para saber las consecuencias de dejarse atrapar por este. Además, el ataque del árbol, igualmente dejaba patente que los dioses no le estaban dando un buen día, y quizás tuviera que pensar, en que había hecho mal para merecer tanto castigo. Pero quien sabía, quizás los dioses en realidad se estaban esforzando en salvarle el culo, porque ya la había liado bastante, no solo metiéndose en ese mundo mágico terriblemente peligroso, sino desde el momento en el que decidiera poner un pie en aquel maldito internado.
Que podía decir. Alguien tenía que hacerlo, y no conocía a hombre más noble e insensato que él. Así que para cualquiera era fácil deducir de antemano, quien compraría todos los boletos de una misión tan peligrosa.
En cualquier caso, lamentarse por cuestiones del pasado ahora poco importaba. Pues solamente mantener su mente en lo que estaba pasando en aquel invernadero, era realmente importante.
Se zafó con una carrera de aquella trampera raíz. Fácil, o eso era lo que en un principio pareciera. La raíz era más ágil de lo que su apariencia pudiera reflejar, y no dejaba de acosarlo y perseguirlo. No tardó en darse cuenta de que era más de una raíz. Que no solo era el ataque uno de los árboles del aquel sitio, sino que era todo un asalto en conjunto hacia su persona. De todos modos, aún con ello, la situación no parecía muy problemática, más allá del incordio que le ocasionaba. Sin embargo, más pronto que tarde se dio cuenta de su error.
Las raíces no le habían dado un respiro, y ello le había condenado a acabar atrapado en aquel reciento de maldad. La fuente, no sabía cómo, pero en un mundo así, poca lógica podría ponerle a ello, se había colocado en su camino de salida. En su escapatoria.
Ahora tenía que sortearla de algún modo, para poder proseguir su camino, Y por qué no decirlo, para seguir con vida.
- Esto qué es, ¿un concurso de belleza? - bromeó, al verse rodeado por una decena de arbóreos junto a la fuente. - Porque está claro que ganaré yo. Solamente hay que ver lo feos que sois. Deberíais miraros en un espejo-, terminó de chancearse de sus enemigos.
Nada como una broma de espejos dada su situación. Un poco de desquite nunca venía mal, aunque fuera hacía espejos inanimados con asquerosos portales, a lugares aún más asquerosos que ellos.
Pero bueno, además de poco agraciados, tenía que reconocer que eran muy ágiles los condenados árboles. Pocos seres tendrían la capacidad de rodearle de esa manera, y en un espacio de tiempo tan corto.
Sin embargo, y para su desgracia, todo el asunto no acababa ahí. Los dioses seguían cebándose con él. Por lo que escuchar la voz de un pequeño dentro de uno de los árboles fue suficiente para saber que tendría más problemas de lo que a priori ya tenía. Y no es que fueran pocos.
Debía sobrevivir a los árboles, conseguir huir, y ahora además debía salvar a un niño. Esto se estaba poniendo sumamente interesante.
- Tranquilo niño. El tío Vincent ha llegado al rescate-, gritó hacia su espalda, pues había oído la voz del niño, en uno de los árboles que justo tenía detrás. - No te lo creerás. Pero luchar contra árboles endemoniados, es mi pan de cada día. Esto está chupado-, comentó.
Mejor no te lo creas muchacho, porque una cosa era ser un veterano de guerra, y otra muy distinta lidiar con peligros así. Pero maldita sea, acaso alguien más que él mismo, iba a animarlo en aquella velada con monstruos. Estaba claro que no.
Los ataques de los árboles no se hicieron esperar. De todos lados y con mala fe. El brujo se movía sin parar, para no ser un blanco fácil, y rechazaba con su acero imbuido en fuego, algunas de las raíces que se acercaban demasiado. Pero aún así, algunas de ellas consiguieron dar en el blanco, dejándole alguna laceración en brazos y piernas, justo antes de deshacerse de ellas con un tajo de su espada.
En una ocasión acabó siendo enganchado por una de ellas, y fue arrastrado unos metros antes de conseguir liberarse de ella, con una nueva ayuda de su acero. Justo a tiempo de rodar por el suelo, y evitar acabar empalado por las puntas de las demás raíces que le acosaban.
El cansancio comenzaba a hacer mella en él. Moverse sin parar, era algo con lo que no podía competir con unos árboles, que tenían pinta de no cansarse. Por lo que su estratagema, aunque había sido válida, pero tenía una clara fecha de conclusión. Si no conseguía zafarse rápidamente de los árboles, y huir. La cosa se pondría muy mal.
En ese momento, al pasar cerca de uno de los árboles, el resto pareció ponerse más activos, igual que ese mismo. Algo que no pasó desapercibido por el brujo. Era como si... se hubieran puesto nerviosos. Si es que tenían esa capacidad. ¿Por qué?
Esa era una buena pregunta. Y no tenía respuesta para ella hasta que escuchó la voz del niño nuevamente, y salir de la corteza de ese preciso árbol. ¡Claro! Eso lo explicaba todo. La intención de los árboles, más allá de la evidencia de matarle, era evitar que alcanzara al niño.
Eso le sirvió la concretar un plan en su mente. Una fuente, un árbol en concreto, y nerviosismo, era todo lo que necesitaba mezclar para salir victorioso y escapar. O eso esperaba.
Corrió otra vez para mantenerse a salvo, desviando y cercenando las raíces que pudieran llegar a alcanzarle. Y sin previo aviso, cambió de dirección y avanzó con rapidez hacia el árbol que contenía al niño. No atacó, pues no sabía si podría dañar al niño con su fuego. Quemar al árbol no era una opción, así que simplemente corrió hacia él, y se encaramó como pudo, usando sus poderes de viento para mantener el equilibrio y el impulso, hasta una rama que estaba bastante hacia el centro de lo que se podía considera la cara del árbol.
- Que pasa malditos feos. Tengo al alcance de mi mano lo que tanto ansiáis proteger-, les gritó al resto de árboles.
Estos, se pusieron “nerviosos” como había previsto. Y atacaron con la misma intensidad que habían usado antes, cuando se había acercado tanto a ese árbol por primera vez. El brujo dio un salto, dejando que el fuerte impacto de múltiples raíces hiciera zozobrar al árbol al que se había subido. Y mientras se deslizaba por el aire, realizó varios tajos de de aire cortante con su espada, en dirección al suelo, partiendo las raíces del dichoso árbol que contenía al niño. De este modo, ayudaba a hacer leña del árbol caído, nunca mejor dicho, y así conseguiría que cayera hacia atrás como pretendía. Por si esto no fuera suficiente, extendió la palma de su mano libre,
- Cáete ya. Maldito-, dijo, a la vez que lanzaba un golpe de viento contra el árbol.
Esto lo impulsó hacia atrás, haciéndolo volar por el aire hasta alcanzar el suelo con sonoro golpetazo, que alivió un poco rodando por encima de la tierra.
Pero el golpe contra el suelo bien merecía la pena. Pues igual que el viento lo lanzaba a él, también empujaría aún más al árbol hacia atrás. Esa era la idea al menos.
Si había suerte, y su plan se desarrollaba tal cual había pensado, el árbol caería contra la fuente, creando una rampa para escapar de allí. De aquel invernadero tan peligroso. Y de paso, si la fortuna le sonreía aún más, el árbol se quebraría lo suficiente para liberar al niño.
Dos pájaros de un… ¿golpe de viento?
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Uso mi habilidad de nivel 4, La Herida del Viento, para romper las raíces del árbol y ayudar a que caiga.
La Herida del Viento – Imbuye el arma del brujo con aire. Al ser encantada el arma, esta tiene mayor filo por las corrientes de aire que acompañaran el ataque. Pudiendo incluso generar ráfagas de aire cortante, que pueden cortar al enemigo a una distancia de 6 metros, siendo este ataque a distancia, igual en daño a un corte normal con el arma. Esta habilidad solamente funcionará con armas cortantes.
- Mantenida. Dos turnos activa. Cinco turnos para reutilizarla.
Vincent Calhoun
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