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Mensaje  Sigel Vie Ago 25 2017, 18:20


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Las palabras del maestro Thundermaul resonaban en su cabeza como si fueran martillazos en un yunque. Yen se imaginaba que el que estaba dando los golpes era el propio Heck Thundermaul. ¿Quién si no? Sin hacer apenas esfuerzo, lo podía ver en su cabeza. El maestro sostenía un gran martillo de herrero y estaba en su forja confeccionando el que sería su último invento. Para ello, utilizaría un metal misterioso que solo podía extraerlo de la cabeza de un niño: de la cabeza de Yen. Bien sabido por todos los herreros que, antes de trabajar con el metal, había que ablandarlo. La técnica del maestro Thundermaul para ablandar el metal era insultándolo y menospreciarlo públicamente. “No aprendes nada. Tus padres se avergüenza de haber criado un mocoso tan estúpido”. ¡Listo para extraerlo! ¡Preparado para extraer el metal de la cabeza del niño!

Yen tenía mucha imaginación. Según el maestro Rutherford, aquello era una virtud. El maestro Thundermaul, totalmente diferente a Rutherford, opinaba que era un mal del cual deshacerse si quería conseguir ser un verdadero brujo de la casa Hartem. Papá siempre le dijo a Yen que el abuelo estudió con los Hartem’s cuando tenía mi edad y quería que siguiera sus pasos. Nunca dijo nada acerca de Thundermaul, de su yunque ni de su martillo. De haberlo sabido, jamás hubiera accedido a estudiar con él.

Yen dio un fuerte pisotón a la tierra y consiguió levantar un pequeño montículo acabado en punta. Medía escaso metro y medio, una mediocridad en comparación a los grandes montículos que el maestro Thundermaul había invocado como ejemplo de un hechizo bien realizado. Éstos llegaban a medir tres y cuatro metros. Yen contempló el pico de los montículos del maestro con los ojos rojos de tristeza y  frustración. Dio varios pisotones seguidos, a cada uno de ellos gritaba más fuerte las palabras del hechizo que el maestro le había enseñado.

-¡Rictus-terra, rictus- terra, RICTUS-TERRA!-

Ninguno de los nuevos montículos llegó a superar el metro de altura.

Se dejó caer en el suelo rendido. Lloró de tristeza y rabia al darse cuenta que jamás sería admitido a estudiar en la casa Hartem. Cuando llegase el maestro Thundermaul, volvería a insultarle y le golpearía, no solo en la imaginación, sino en la realidad. “¡ERES DÉBIL!”

-No soy débil,- dijo Yen mirando hacia uno de los montículos gigantes del maestro. Dio una patada al montículo y éste cayó a tierra- soy más fuerte de lo que piensas. El maestro Rutherford dice que tengo una gran imaginación y eso es lo que me hace fuerte. ¡Te lo enseñaré!-

Llorando, Yen fue a la forja de Thundermaul. En su interior había unos cuantos aprendices del maestro, los mejores y más sabios (los menos débiles). Yen convocó decenas sus pequeños montículos acabados de punta en la entrada de la forja para que ninguno pudiera salir. Con una última roca, tapó la salida de la chimenea de la forja. ¡¿Quién sería el débil ahora, él o los mejores estudiantes de Thundermaul que estaban muriendo lentamente?!

_____________________

* Bienhallado/a maestro(a sin aprendices: Estás en Beltrexus y te encuentras con la escena de que un niño, dejémoslo en “revoltoso”, está asesinando a todos los que se hallan en el interior de una forja. Debo decir que no me importa cómo has llegado hasta aquí, pero si deseas explicarlo, eres libre de hacerlo. La única pega que voy a mandar es que, el usuario que entre, no puede estar infectado por la enfermedad de la pandemia. El objetivo de este primer turno es obvio: detener a Yen y rescatar a los aprendices de Thundermaul de morir en la fragua.
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Mensaje  Eltrant Tale Vie Ago 25 2017, 21:25

- ¡Esto es degradante! – Como si de un cincel se tratase, la voz le Lyn volvió a clavarse en sus pensamientos. - ¡Sácame de aquí en este mismo instante, Mortal! – Eltrant enarcó una ceja y se giró hacía la caja de madera del centro de la habitación. – ¡Es una orden! – La caja dio un leve salto sin moverse de su sitio, mostrando que Lyn acababa de patear la tapa superior del baúl en el que estaba encerrada y dibujando, en el proceso, una sonrisa en el rostro del exmercenario.

- No sé si sabes que hace un día magníficamente soleado. – Dijo sentándose en el arcón – Y solo puedo permitirme esta habitación sin muebles con los que poder bloquear las ventanas porque nos hemos gastado todo el dinero. – Suspiró. – Tampoco sé si sabes que tú explotas los días magníficamente soleados, y los nublados, y si te da el reflejo de un rayo de sol, y si piensas muy fuerte en la bola de fuego gigante que hay en el cielo. – Estiró ambos brazos y se tumbó sobre el baúl.

- ¡No exploto! – El baúl se movió bajó el castaño, Lyn había vuelto a revolverse. - Me deshago… con estilo. – Dijo apenas en un murmullo acallado por los gruesos tablones de la caja.

- Ajá. – Eltrant se encogió de hombros y bostezó, tenía el ciclo horario de un vampiro por culpa de Lyn, pasaba la mayor parte de los días durmiendo y se movía por la noche, agradecía, por una vez, volver a ver la luz del sol aunque aquello obligase a su compañera a pasar el día dentro de una caja de madera.

- ¿Te acabas de sentar encima mía? – Inquirió la vampiresa, al cabo de unos largos segundos en silencio, con un evidente tono acusador.

- No. – Respondió Eltrant al momento entrelazando las piernas. – Ten paciencia. Estamos en Beltrexus. ¿No es esto lo que querías? – Una quietud solo rota por el sonido de los pájaros en el exterior se hizo con la estancia. – En cualquier caso, esta noche hacemos lo que tú quieras. O la semana que viene – Se encogió de hombros – No es como si acabásemos de llegar a la ciudad, se ve que tampoco tienes mucha prisa. – Se levantó del baúl y tomó su espada, la cual descansaba a los pies de una de las camas, junto a las distintas piezas de su armadura.

Lyn no contestó, no inmediatamente.

- ¿A dónde vas? – Preguntó entonces la vampiresa - ¿Te marchas?

Eltrant se ató la espada al cinto.

- Es de día, quiero llevar la espada a un herrero. Últimamente no tengo muchas ocasiones para ver a uno  – Explicó – Estoy cansado de que se me rompa cuando hace falta. – Dijo extrayendo la hoja de su vaina y examinándola bajo la luz que entraba por la ventana.

Desde que se quebró en Baslodia la había forjado de nuevo muchas veces con sus propias manos, cosa que se veía a simple vista gracias a las toscas “cicatrices” de metal con los que contaba el acero. No era el mejor herrero que conocía, pero al menos había podido mantener la runa de hielo que Asher había colocado en la hoja en funcionamiento, está ya no emitía un brillo fijo, la luz oscilaba suavemente.

- No tardaré mucho – Afirmó encaminándose a la salida – No salgas de la caja. – Ordenó girándose una última vez, señalando con el dedo índice al arcón aunque la muchacha no podía verle. - ¿Sabes qué? No me fio de ti – Avanzó en un par de zancadas a través de la habitación.

- ¡¿Qué significa eso!? – Exclamó la muchacha desde su prisión de madera - ¡Entra aquí para que pueda castigarte!

- Sí, sí… – Tomó el jarrón más pesado que encontró en la habitación y lo colocó sobre la tapa del cofre – Listo – Dijo asintiendo para sí, no dudaba que la chica pudiese deshacerse de aquel peso con su magia, pero si le daba por patear la salida para escapar no conseguiría gran cosa. – Pues eso, que ahora vuelvo. – Se afianzó la espada al cinto y, tras correr las cortinas de la única ventana por precaución, abandonó el dormitorio.

- ¡Cuando salga de aquí serás testigo de mi ira, Mortal!

___________________________________________________________

Caminó a través de las transitadas calles de la urbe sin rumbo fijo, dejándose guiar por la afluencia de las distintas personas que poblaban el lugar.

Era la segunda vez que estaba en Beltrexus, la primera fue hacía no demasiado tiempo, asuntos con el gremio de cazadores y Huracán. Aunque había tenido la oportunidad de hacerlo en más de una ocasión, por norma general solía evitar la ciudad de los brujos principalmente por el mar que separaba las islas del continente, él y los barcos no se llevaba bien.

Llevaban casi una semana en la ciudad y Lyn aún no había decidido hacer eso tan importante que quería hacer desde que la conoció en los Bosques del Este, le daba evasivas cada vez que preguntaba, “Puede esperar, no te preocupes, Mortal” Repetía una y otra vez.

Suspiró y se detuvo en lo que parecía ser una plaza, ya hablaría con ella acerca de aquello, aun si recibía más incógnitas y evasivas, era lo único que podía hacer al respecto. En aquel momento, debía encontrar una herrería.

No tardó en localizarla, en la distancia, fuera de las miradas de los incautos transeúntes, una apacible casita del mismo estilo que las demás del lugar se coronaba como dueña de un angosto callejón.

Desde la distancia la herrería era un tanto extraña, usualmente, al menos en Verisar, estas tenían la fragua en el exterior por motivos obvios, así como mucha ventilación en el lugar.  Le recordaba en cierto modo a su propia herrería, en la oficina, un angosto lugar en el que podía morir de más de un centenar de formas si se descuidaba.

Se atusó la barba según se acercaba, un niño aguardaba paciente en las afueras del edificio, mirando al interior a través de la única entrada al lugar ¿Le habría mandado su madre a por cuchillos nuevos? ¿Estaría interesado por aquella línea de negocio? Los muchachos podían ser sumamente curiosos con todo lo que tuviese que ver con espadas y aventuras después de todo.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca lo comprendió lo que sucedida en realidad, gritos de auxilio se podían escuchar, perfectamente, desde el interior del taller. De algún modo, no entendía como, las personas de su interior estaban atrapadas en la herrería por culpa de numerosas estacas de piedra y por lo que decían, estaban en peligro.

Esprintó hasta el lugar.

- ¿¡Sabes que ha pasado?! – Empujó la puerta, tiró de ella, daba igual lo que hiciese, la entrada no respondía, estaba atascada, una gran cantidad de pilares de tierra se encargaban de ello.

Masculló un par de insultos y apartó al niño a un lado, descartado el plan más obvio y sencillo, corrió alrededor del edificio buscando ventanas con las que auxiliar a las personas del interior, las cuales tosían copiosamente y clamaban por una ayuda que no parecía llegar nunca. Miró hacia arriba, la chimenea seguía sin liberar nada de humo, no es que la fragua no estuviese funcionando, es que habían tapiado la única salida para el humo. Se giró hacía el muchacho, que continuaba sin moverse, mirando el taller con una expresión ausente en su mirada.

- ¡¿Sabes por qué no pueden salir?! –  No le respondió, el joven se limitó a señalar el edificio y, con lágrimas en los ojos, sonreír. - ¡Contéstame!

- Son débiles… yo… yo no lo soy. – Dijo, Eltrant entornó los ojos. ¿Tenía algo que ver aquel crío con lo que pasaba? Los incesantes gritos de socorro le hicieron volver a la realidad, ya habría tiempo para buscar al culpable, lo primero era sacar a aquellas personas de allí.

- Piensa Tale… - Aquel edificio, en aquel momento, era como una fortaleza impenetrable. Golpeó la puerta repetidas veces pero esta no cedió, era como si hubiese algo al otro lado que impidiese a la puerta abrirse. – Piensa. – Desenvainó la espada, introdujo el arma en el pequeño recoveco entre la puerta de madera y el marco que la rodeaba e inmediatamente, con toda la fuerza de sus brazos hizo palanca. - ¡Vamos! – Los goznes comenzaron a ceder, pero antes de que pudiese obtener resultados, el arma se partió con un estruendoso chasquido. - ¡Maldita sea! – Gritó, tiró la empuñadura de la espada un lado.

- ¡Tú! – Señaló al niño - ¡Ayúdame! O busca ayuda. ¡Haz algo! – El muchacho seguía sin responder a los estímulos externos, parecía concentrado en lo que sucedida en el interior del lugar, su rostro oscilaba entre felicidad y pavor, entre despreocupación ante lo que sucedía y culpabilidad al oír la tos de los herreros. – Mira – Lo agarró del cuello de la camisa – No sé qué has hecho, ni que por que estas aquí. Pero se están muriendo personas ahí adentro. – Lo zarandeó con ímpetu tratando de hacerle comprender la situación. – Da igual que sean débiles o no. ¿Entiendes? Nadie merece morir por eso – Era lo único que había oído decir al muchacho ¿Qué eran débiles? ¿Por eso se negaba a actuar? - ¿No puedes ayudarme con nada? – Preguntó mirándole a los ojos muy seriamente. - ¡¡Reacciona maldita sea!! ¡Sí dices ser más fuerte compórtate como alguien que lo es! – Lo liberó de su agarre y miró a su alrededor. El callejón estaba vacío, no había nada en el lugar salvo un par de cajas y barriles con un estado cuestionable. Gruñó varios improperios a la vez que se agachaba a examinar lo que había en el interior de las cajas, para ser una herrería conocida en la ciudad no había apenas nadie a sus alrededores.

Esto… puede servir. – Sacó el pesado yunque volcando la caja, era más grande que uno normal y estaba oxidado, el tiempo había desgastado aquel trozo de metal, probablemente iban a deshacerse de él.

Lo arrastró como buenamente pudo hasta que estar cerca de la puerta.

- Bien, bien, Vamos. A la de tres. Una… dos… y…Volvió a sujetarlo e hizo acopio de todas sus fuerzas, obligó a su cuerpo a levantar aquel gigantesco trozo de acero y se lo subió sobre el hombro.[1]Dioses… - Sintió como los músculos cedían lentamente a cada segundo que pasaba, como se rasgaban  – … Mañana sí que me voy a acordar de esto. – Respiró hondo, aguardó tres segundo y afianzó los pies a la tierra, no podía perder mucho tiempo, pero tampoco estaba dispuesto a errar aquel lanzamiento.

Gritando tiró el objeto contra la puerta de madera.

El yunque traspaso los pilares, la entrada, y lo fuese que había tras la madera de la que estaba hecha la puerta; Segundos después de que sucediese esto una gigantesca columna de humo salió al exterior seguida de un grupo de personas que, ignorándose los unos a los otros se lanzaron al exterior a tropel, respirando con fuerza, gimiendo por una pizca de aire.

Jadeando debido al esfuerzo Eltrant se apoyó en la pared y recuperó lo que quedaba de su espada. Contó a las personas que tenía frente a él, ninguna era especialmente vieja, no deberían ser mucho más jóvenes que él mismo.

- ¿Todos bien? – Preguntó, recibió una amalgama de gruñidos - ¿Queda alguien dentro?


______________________________________________

[1] Habilidad de Nivel 0: Adrenalina.

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Mensaje  Sigel Sáb Ago 26 2017, 12:21

El maestro Heck Hartem, más conocido por el sobrenombre de Thundermaul por sus labores con el yunque y el martillo, apareció en escena como si la tierra le hubiera llevado hasta allí.

Arrugó la frente al ver la entrada de su forja totalmente destrozada. Algún mocoso desagradecido, pensó, sería el culpable de tal fechoría. Un adulto no podría haber sido. En Beltrexus, todos conocían el malhumor y la firmeza de Thundermaul. Solo los críos serían tan estúpidos de hacer enfadar al maestro Hartem.  

Puso una mano en la frente a modo de visera para ver, con mayor precisión, todo lo que ocurría en escena. Encontró al gamberro que destruyó la puerta de forja. No era un mocoso estúpido, sino un extranjero idiota. Fuera quien fuera, el castigo iba a ser el mismo para los dos.

Dio un fuerte pisotón a la tierra. Innumerables barras de roca maciza se levantaron entorno al extranjero formando una estrecha jaula en la que apenas podría moverse. Thundermaul se rascó su espesa barba mientras se acercaba más y más a la jaula. Se preguntaba qué había llevado al humano a destrozar la puerta de la forja. ¿Envidia, quería conocer los secretos de los metales de la casa Hartem? ¿Ira, se desahogó dando golpes contra el primer objetivo que encontró? Contra más pensaba en los posibles motivos que el extranjero idiota había podido tener para romper la puerta de la forja, más enfadado se sentía.

Cuando estuvo a pocos pasos de la jaula, unos chicos salieron de la forja. Estaban sudando, tenían la piel rojiza como pollos asados, sus cabellos eran  pegajosas matas de pelo y, el peor detalle de todos, sus ojos estaban negros por el humano y la ceniza. Esos chicos eran sus mejores alumnos. La última vez que los vio, les dejó trabajando en una lámpara de aceite que nunca se agotase; un proyecto muy interesante que ellos mismos habían presentado. Thundermaul se imaginó que como combustible se habían usado a ellos mismos y como lámpara su propia forja.

-De acuerdo, ahora es cuando me vas a explicar por qué lo has hecho- Agarró dos barrotes con sus grandes manos. La celda se estrechó un poco más ahogando al extranjero- Quiero una explicación razonable, que me convenza para no dejarte morir aplastado-.

La chica se llamaba Nancy Freeman, ella era su mejor alumna. Antes de empezar el proyecto de la lámpara de aceite, tenía una larga melena negra envidiable por todas las chicas de Beltrexus. El fuego había quemado gran parte de su pelo dejándola con pocos mechones tiesos y pegajosos, como si fuera esparto. Ella fue quien, señaló a un mocoso, Yen, que lloraba apoyado en unas rocas. Después de señalarlo, Nancy calló al suelo del esfuerzo.

Las piedras que hacían de jaula volaron como flechas. Dejaron libre al extranjero y rodearon al niño antes de que pudiera escapar. Thundermaul no sabía equivocado, el culpable de una fechoría de aquel estilo solamente podía ser un asqueroso y débil mocoso. Yen, no había niño más inútil para la magia como él. No le sorprendió que alguien tan débil hubiera intentado matar a aquellos que eran fuertes. Envidia e ira eran sus principales motivos, en eso tampoco se había equivocado.

Heck Hartem cogió Nancy en brazos y sin apartar su vista del extranjero.

-Me equivocaba contigo, chico. Ya veo que has sido tú quien ha salvado a mis alumnos- besó la frente de Nancy- Déjame recompensarte: en otras circunstancias, sería yo quien tomase la ejecución. Soy quien más motivos tiene para hacerlo. Sin embargo, te la cederé para que hagas con el crío lo que te plazca-.

Yen gritó con la boca cerrada, Estaba tan asustado que no podía abrirla.

-Máta...lo….Mátalo- consiguió decir Nancy con mucha dificultad.

Nancy Freeman:

_____________________

* Eltrant Tale: Heck Hartem, Thundermaul, te ha dado lo que él cree que es una obsequio: la ejecución de Yen. Deberás elegir si matar o no al chico. ¿Te parece una decisión difícil? ¿Piensa en qué opinará de ti, uno de los maestros de la Academia Heckshols, si dejas al niño con vida?
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Mensaje  Eltrant Tale Dom Ago 27 2017, 17:58

Primero le metían en una jaula, después decidían que él no había destrozado la puerta de la herrería porque sí y, al final, le ofrecían el “fabuloso” obsequio de arrebatarle la vida al crio que aguardaba en la otra jaula de piedra, quien, al parecer, había encerrado en la herrería a todos los presentes con intención de matarles.

Suspirando pesadamente miró a los presentes sin saber exactamente qué palabras decir.

- … solo he venido aquí a que me arreglen la espada – Dijo señalando lo que quedaba del acero que esgrimía – No a matar niños ni a hacer de verdugo – Se acercó a dónde yacía la joven que había señalado al muchacho como culpable y la levantó, estaba débil, como todos los que habían sobrevivido a la “travesura” del mocoso. – Un poco extremista. ¿No creéis? – Le sacudió el polvo que cubría sus ropajes y ayudó a que esta mantuviese el equilibrio, sonrió - ¿Sin juicio siquiera? ¿Sin explicaciones de por qué lo ha hecho? – Suspiró - ¿Dónde estamos? ¿En Lunargenta? - No era ningún secreto que el rey se encontrase en las islas en aquel momento exiliado, tampoco era desconocido para los locales la situación en la que se encontraba la urbe de los humanos.

Eltrant mantuvo la mirada del brujo, el que había besado la frente de la muchacha y le había ayudado a levantarse segundos antes de que el castaño lo hiciera, era indiscutible que aquel hombre era quien estaba a cargo del taller. Era arrogante, como la mayoría de los brujos que conocía, y por la facilidad con la que le había encerrado en una jaula de piedra, no era una arrogancia desmerecida, aquel hombre era poderoso, mucho.

Él, por otro lado, solo contaba con una espada rota y su armadura descansaba en su dormitorio, estaba básicamente desnudo frente a todos aquellos brujos. Tenía al menos, por supuesto, el guantelete mágico. ¿Pero quería usarlo de aquel modo? No le apetecía pelear. ¿No iba a poder resolver, por una vez, las cosas pacíficamente?

- Entonces señor… - Eltrant hizo un gesto con la mano, intentando mostrar que aquel hombre no se había presentado, pero este no pareció comprender lo que trataba de decir, o no le apeteció desvelar su identidad, continuó en silencio, mirando al exmercenario, que se llevó la mano a la cara y suspiró. - ¿… Qué le parece si dejamos a un lado las muertes sin sentido por hoy? – Miró al muchacho en la jaula, que ahora estaba sentado con la cabeza enterrada entre sus piernas – Nadie ha muerto al final y el chico… - Se atusó la barba – Parece arrepentido – Se agachó junto a los barrotes, los golpeó levemente para atraer la atención del niño - ¿No es así? – El joven levantó la mirada pero no dijo nada, volvió a enterrar su rostro entre sus piernas.

Eltrant solo quería que reparasen su espada, o comprar una nueva, lo último que le apetecía era ser el juez y el verdugo de una situación en la cual se había visto involucrado por solo los dioses sabían él que. Nadie parecía querer ayudarle, ni siquiera el maldito culpable.

- Parece que no os convence… - Se cruzó de brazos – Vale, vale. – Suspiró - ¿Y un castigo? – Se encogió de hombros, era obvio que el muchacho había intentado matar a todos los que seguían tratando de recuperar el aliento, dejarle marchar por que sí era algo que estaba totalmente descartado, hasta para él. – Seguro que podemos llegar a un acuerdo. ¿No? – Se llevó la mano hasta la sien, todos le atravesaban con la mirada. ¿Desde cuándo eran tan rematadamente sanguinarios los brujos?

Volvió a girarse hacía el reo.

- Vamos, pon un poco de tu parte. – Frunció el ceño, trató de usar un tono suave, uno que tranquilizase un poco al joven brujo - ¿No tienes nada que decir en tu defensa? – Se acercó un poco más – Por mucho que yo me niegue a hacerlo el tipo ese no parece tener la intención de dejarte vivir. – Expuso - ¿Por qué has intentado matarles? – Preguntó.

El muchacho abrió la boca y habló sin voz, movió los labios pero no pronunció nada. Tenía miedo, temblaba. Eltrant entornó los ojos y torció el gesto, algo no iba bien. Por una parte, era natural que estuviese aterrorizado, estaban juzgándole, o más bien argumentando el veredicto que el brujo había decidido desde un principio. Pero el comportamiento del crio no era acorde a sus acciones, en aquel momento no parecía más que un niño, no tenía aspecto de asesino sanguinario.

¿Qué clase de desesperación llevaba a alguien a aquel límite? ¿Cuál era la historia tras aquel crimen? Eltrant se sentó junto a la jaula y apoyó la cabeza en uno de los barrotes.

- … Vamos a empezar por el principio. – Dijo – Mi nombre es Eltrant Tale – Le tendió la mano, el muchacho la estrechó tras unos segundos de duda, notó como alguno de los presentes, los supervivientes, le miraban con algo parecido a desprecio en sus respectivos rostros.  

- Yo… soy Yen – Respondió, el brujo al cargo de la herrería se cruzó de brazos y enarcó una ceja, un escalofrío recorrió la espina dorsal del exmercenario, el porte de aquel tipo era aterrador.

- Vale Yen – Dijo – Ahora… ¿Puedes explicarnos que leches te ha pasado por la cabeza? – Inquirió levantándose y mirando fijamente a Yen, quien tras tragar, sonoramente, saliva, imitó al ex guarda y se levantó.

- Yo… - Miró al brujo que había levantado la jaula en la que estaba encerrado, no estaba desconsolado pero numerosas lagrimas resbalaban por sus mejillas. - …Solo quería mostrar que soy más fuerte de lo que piensas – Se limpió las lágrimas con la manga de su camisa, frunció el ceño. – Yo… yo… ¡No soy un inútil! ¡Soy más fuerza de lo que parece! ¡Mis padres no se avergüenzan de mí!– Dijo reafirmándose en sus palabras, señaló a los presentes – Esto… - Agachó la cabeza, más lagrimas volvieron a manar de sus ojos - … Lo prueba – Se le escapó una carcajada a continuación - ¡Siempre me menosprecias, maestro! ¡Siempre me tratas como si no fuese nada! – Exclamó sin parar de llorar – ¡Pero casi asesino a sus mejores alumnos! – Añadió a continuación - ¡Dime maestro! ¿Soy débil? – Se limpió las lágrimas otra vez - ¿Lo soy? – Bajó la cabeza.

Abofeteó al muchacho, no se lo pensó dos veces, ni siquiera se molestó en responder a la pregunta que acababa de hacer, Eltrant le dio una fuerte palmada en la cara al brujo a través de los gruesos pilares de tierra en los que se encontraba encerrado y lo derribó.

- ¿Eso es todo? – Preguntó serio, Yen se llevó la mano hasta la cara, enrojecida por el golpe, y miró a Eltrant. - ¿Por eso has tratado de matarles a todos? ¿Para demostrar que eres más fuerte? – El brujo no contestó. – La fuerza y la debilidad no se miden así. – Respondió. – … Ahora es cuando tus padres se sentirían avergonzados de ti – Afirmó, aquella frase pareció atravesar a Yen como si de una saeta se tratase, pues comenzó a sollozar en voz baja, sin añadir nada más a la conversación. Eltrant se alejó de la jaula y observó a los presentes, que ya no se encontraban desperdigados por el suelo, luchando por un poco de aire..

Sigo negándome a matarlo – Sentenció - Castígale – Estiró los brazos – Por lo que dice, esto es tan culpa tuya como de él. – Dijo –  …Tú verás, yo ni siquiera soy brujo. No entiendo la relación maestro alumno que tenéis por aquí. – Miró al resto de alumnos del herrero. – Pero miradle, un poco de apoyo moral de vez en cuando no le vendría mal. – Se llevó la mano hasta la cara ¿Qué pretendía conseguir?¿Darle lecciones de humildad a un puñado de brujos? Iba a tener suerte si no acababa con un pilar de granito alojado en el vientre – ¡Tú! – Señaló al Yen, que seguía llorando y murmurando cosas en voz baja. - ¿Estás dispuesto a trabajar más duro? – Preguntó.

- …Lo siento – Articuló el joven brujo. – Perdonadme – Dijo a continuación.

- Eso no es lo que te he preguntado. – Contestó Eltrant. – Responde a lo que he dicho.

Yen se levantó, tambaleándose, y clavó sus ojos en los de su maestro.

- … Me… me esforzaré. – Dijo - …Trabajaré más duro, maestro. Lo… lo siento. – Tragó saliva y miró a los demás – Yo… lo haré a mi manera, os demostraré que puedo hacerlo. Puede que no sea tan buen brujo como los vosotros, pero… pero tengo formas de serlo.  – Se levantó –Me esforzaré, maestro.Dame otra oportunidad.

- ¿… Cómo pretendes ser más fuerte que ellos? – Eltrant suspiró y se rascó la barba – … Si todos aquí te doblan en edad. – Se frotó los ojos, cansado, y miró al brujo. – Ahí lo tienes. – Dijo señalando a Yan con el pulgar, por encima de su hombro - Mejor que la muerte de un alumno ¿No?

Se llevó la mano hasta la sien, no tenía que haber salido de la posada aquella mañana.
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Mensaje  Sigel Lun Ago 28 2017, 19:45

Heck Hartem, Thundermaul, se llevó una mano en estómago para sujetarse; sus carcajadas eran tan fuertes y sonoras que pareciera que se iba a caer de espaldas. El chiste era de los mejores que había escuchado: El chico humano se lamentaba del pequeño Yen. En lugar de matarlo, honor que le había cedido en un acto de confianza, dejó que niño explicase la razón por la cual había intentado matar a sus mejores estudiantes, no sin antes torturarlos con el fuego y el humo de la forja. Algo le reconocía, el mocoso tenía imaginación incluso a la hora de asesinar. Imaginación que Thundermaul se encargaría de cercenar.

A la misma velocidad que la risa disminuía, la enorme boca del maestro se iba cerrando. La risa pasó a ser algo más que una sonrisa socarrona y su mano derecha, la misma que utilizó para sujetarse el vientre, la usaba para acariciar el escaso vello que le quedaba a Nancy.

-Tienes un corazón blando, humano.- dijo con aires de grandeza, como si el corazón de Thundermaul fuera superior al de todos - Pensando de esa manera no llegarás a nada-.

Dejó a Nancy en el suelo, apoyó su frágil cabeza en un montón de hojarasca que el mismo juntó al mover la tierra bajo sus pies. Otros estudiantes se reunieron en torno al maestro Hartem. Miraban con desconsideración al humano y con chispas sed de venganza hacia el crío. Thundermaul sabía que si el humano no se atrevía a castigar duramente a Yen, serían sus alumnos quienes lo harían por él.

-Da un paso atrás, humano. Mis chicos harán lo que tú no te has atrevido a hacer- levantó el brazo como si estuviera iniciando una carrera de caballos - ¿Por qué no le preguntas a ellos qué les parece tu acuerdo? Han estado al borde de la muerte. De no ser por ti, habrían muerto abrasados por el calor o ahogados por el humo. Pregúntales a ellos si una estúpida reprimenda es suficiente castigo. –las piernas de uno de los estudiantes tambalearon, parecía que estuviera a punto de caer de debilidad. Thundermaul lo miró con fiereza y éste se volvió poner firme - Te agradezco que les hayas salvado, pero a lo que al muchacho se refiere, su sentencia ya ha sido dictada-.

Bajó el brazo para dar la señal, su dedo índice apuntó directamente a Yen. La jaula de rocas se derrumbó en el mismo momento que los aprendices de Thundermaul saltaron para coger impulso y convocar espadas de tierra que se dirigieron, en línea recta, hacia el mocoso. Como dijo el maestro Hartem: la sentencia había sido dictada.

-Agradece que su muerte haya sido rápido, sin tu ayuda mis alumnos no habrían tenido la misma suerte-.

En cuanto al humano, osado y blando, tanto pareciera salir de la casa Skarth de la Academia Hekshold, los alumnos de Thundermaul, ni tampoco el propio maestro, lo iban a dejar irse de rositas. Fue un insulto, uno muy cómico, que rechazase el tributo que se le había decido. Nancy Freeman, de poder ponerse en pie, hubiera estado encantada de ejecutar el castigo de Yen. Lo mismo se podía de decir de los otros tantos estudiantes. Ninguno de ellos estaba tan herido como Nancy, sin embargo todos lloraban en su interior. Tenían la piel quemada y las caras llenas de hollín. Tosían, estornudaban, se arrancaban trozos de piel seca y vomitaban sangre. La única razón de su dolor era la envidia de un mocoso que no podía aprender el hechizo más sencillo. Estaban enfadados, el maestro Hartem podía notar sus enfados.

Antes de que el chico humano se marchase, le llamó la atención con un gesto de la mano que recordaba al que había hecho antes de iniciar la ejecución de Yen.

-No he terminado contigo- dijo con voz severa.

Los aprendices de Thundermaul dieron un paso atrás. El maestro fue quien dictó la sentencia hacia el humano: blando.

-De que te sirve sostener un arma si no eres capaz de empuñarla- era una pregunta, pero su voz sonó como si fuera una afirmación. Señaló la espada rota del human o- No vas a necesitarla, ni ésta ni ninguna-.

La mano izquierda de Eltrant se convirtió en metal. Pareciera una bendición en lugar de una maldición si no se tenía en cuenta lo que esa mano significaba: Toda arma sostuviera sería tan blanda como Thundermaul se imaginaba su corazón de humano.

-Así aprenderás a usar tus propias manos en lugar de tu lengua la próxima vez que estés en una situación como está-.

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* Eltrant Tale: Esta vez, tu lengua y buen parlar no te han servido para salvar a un “ no tan inocente” niño.
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