Reflejos nocturnos [Noche][Libre]

La luna lucía tenue aquella noche mostrando tan solo medio rostro. Como si el pudor o el miedo la obligaran a mantener media cara oculta tras el quicio de una puerta. Pero aquella luz resultaba suficiente para un ser de noche capaz de traspasar la negrura con su mirada. Una mirada que yacía fija hacia el frente. Casi vacía, llena únicamente por la rabia de volver a sucumbir a los deseos del monstruo que era su señora. Como cada cierto tiempo le obligaban a asistir a una macabra orgía de sangre y desenfreno. Y no es que le desagradara del todo. ¿Quién rechazaría la presencia de jóvenes dispuestos a las más oscuras pasiones, o a un banquete de sangre? Nadie en su sano juicio, desde luego. Pero la imposición era lo que le asqueaba. Tener que acudir porqué ella así lo ordenaba, porqué era la única forma de seguir existiendo. Algún día pagaría por ello, pero aún no...
Así, como cada vez que esto ocurría, salía corriendo del derruido castillo, casi huyendo del lugar. De fondo el tintineante sonido de la risa de su madre al verlo partir. Con solo los pantalones y unos regueros de sangre, cubriendo su torso, provenientes de su boca aún llena. Corría y corría. Sin mirar atrás con el único ansia de llegar a destino. Sin importar quien pudiera cruzarse en su camino, tan solo corría. Y al fin, a lo lejos, el reflejo nocturno sobre el lago que lo llamaba con la hipnótica promesa de un frío purificador.
Al llegar, lo prometido se hizo real, y las gélidas aguas lamieron su cuerpo ahuyentando el odio. Ahí solo estaba él. Era su momento. Porqué él y solo él así lo deseaba. Sin manipulaciones, ni obligaciones. Allí, flotando boca arriba en las aguas del lugar, y mirando al frío y basto cielo, era libre.

Las estrellas brillaban aquella noche con un tinte rojo. O al menos así las veía él, al igual que siempre que se saciaba de sangre hasta no poder más. Como siempre que su sed maldita segaba la vida de algún ser vivo drenando su fluido vital. Y todo sería perfecto si ella, la que lo convirtió, no apareciera en su mente constantemente para recordarle que le pertenecía.
Para evitar esa imagen se zambulló hasta quedar envuelto en el líquido elemento. Frío y oscuridad lo envolvían y le reconfortaban. Y como el recién nacido saliendo del vientre materno salió a la superficie. Renovado y más fuerte, con la mente tranquila ahora y una sonrisa en el rostro que volvía a mirar absorto hacia el firmamento.

Ya habían pasado unas cuantas horas desde que Ceit partió de Sacrestic Ville; tantas horas que se hizo de noche y las únicas luces que quedaban para guiarla eran sólo las de la luna y las estrellas.

La casa de los vampiros era, sin lugar a dudas, un poblado que, a pesar de lúgubre, estaba en su lista de pendientes por visitar. Y como había ido a parar ahí luego de equivocarse con el transporte, decidió darle una oportunidad por el momento y conocer no sólo el pueblo sino también a sus habitantes y los alrededores.

Podía sentir las hojas y la tierra crujiendo bajo sus pezuñas y el viento tenue que le rozaba la piel, creando pequeños remolinos con todo a su paso. Respiraba profundo mientras avanzaba por el lugar, intentando evitar con poco éxito que las ramas de los árboles se enredaran en sus cuernos. El ambiente estaba verdaderamente calmo.

Pero, después de unos minutos, la calma de Ceit se vio un tanto interrumpida por una figura negra flotando en el lago varios metros adelante. Claro, no hay mucho que temer en Aerandir para alguien como ella, por lo que decidió sentarse en un tronco caído a observar al extraño… ¿hombre? No, estaba demasiado pálido como para serlo. Lo más probable era que fuera uno de los locales que salió a dar un paseo al igual que ella.

No había tenido suerte en aprender mucho sobre el lugar ni sobre las cercanías desde su llegada hace un par de días y veía en este encuentro una oportunidad para hacerlo. Lo malo era que el vampiro no parecía estar en sus mejores días: se notaba decaído y sus ropas estaban manchadas de sangre.

A riesgo de meterse en un lío y viendo que él parecía no haberse percatado de su presencia aún, Ceit decidió pegar un grito animado.

– ¡Mala noche, ¿eh?!

Absorto como estaba las palabras le despertaron de su ensueño obligándolo a realizar una serie de movimientos extraños en sus extremidades para tratar de ponerse alerta ante aquella intrusión. Así que después del cómico chapoteo se quedó boquiabierto mirando a aquel ser. Había visto cosas extrañas, pero una mujer...¿cabra?
Una sonora carcajada salió de su garganta mientras trataba de ocultar la mueca de asombro. Y como para asegurar que estaba despierto se dio un par de palmaditas en la cara.

- ¡Por todas las almas del jodido infierno! Sólo por poder verte perdonaré el susto que me has pegado.

Había estado a punto de soltar cualquier excusa antes de reconocer haber sido sorprendido, pero la curiosidad siempre le podía y le jugaba este tipo de malas pasadas.
Lentamente se encaminó a la orilla, mirando sin ningún tipo de reparo a Ceit. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, así como de sus palabras anteriores cayó en la cuenta de sus malos modales, así que intento arreglarlo.

- Esto... no te lo tomes a mal, es que eres fascinante.

Como le gustaría acercarse y verla de más cerca. Observar aquella poderosa cornamenta y al extraño ser que albergaba debajo. tal vez hasta probar su sangre... Pero la prudencia pudo con él. Ya había hecho suficiente el ridículo por el momento.

Ceit lo miró bien. No podía negar que el comentario le molestaba, y le molestaba mucho. Hasta otros hombres-bestia de su propia aldea creían que ella no se veía normal, mas intentó disimularlo lo mejor que pudo y prosiguió con la conversación.

– No sabía que los vampiros con la panza llena podían estar tristes. – Fue lo que comentó luego de levantarse y acercarse un poco más al sujeto.

– Y no, ya me lo han dicho antes. – Continuó.

Podría decirse estaba un poco sorprendida, por así decirlo, por la sorpresa de su compañero. No porque éste hubiera dicho un sinsentido, no. Sólo había dicho la verdad. Es que no era la reacción que esperaba de un vampiro. Nunca había visto uno hasta hace poco y casi todos los lugareños le habían parecido demasiado serios.

Aún así, todavía le quedaba la duda de cómo se encontraba aquel extraño. Muchas veces le costaba entender del todo el lenguaje corporal de otras personas y llegó a la conclusión de que, en casos como estos, no había nada de malo en preguntar así sin más. – ¿Estás bien?

Analizando la situación aquel encuentro le parecía de lo más extraño. Cuando alguien preguntaba tanto es que andaba buscando algo. ¿Pero qué? ¿Qué podía querer una mujer-cabra de él? No es que El vampiro le hiciera ascos a las novedades y peculiaridades de la vida, pero había algo que no acababa de ver claro. Aunque tal vez solo fuera la educación que le habían dado junto a su experiencia a lo largo de la vida.

- Es algo más complicado que eso. Podría decirse que hay más placer en la alimentación, en el momento de comer,
que no en el hecho de estar ya saciado. Pero vaya que si lo que te preocupa es mi supuesta tristeza, no hay de que preocuparse pues no sé de dónde has sacado semejante idea.

Para reafirmar sus palabras mostró una pícara sonrisa de medio lado. Sobreponerse a las emociones siempre había sido uno de los puntos fuertes del maldito. Al final de ello dependía el no dejar ver a su madre vampírica sus sentimientos. Y había sido una lección dura de aprender.

- Y sí, estoy bien. Muy bien ahora de hecho. Gracias. Siempre es bueno ver como un desconocido se preocupa por uno. Más aún cuando se trata de alguien como tu. Pues lo que te decía antes cada vez cobra más sentido. La fascinación es algo que después de un primer vistazo puede verse nublado por el choque con la realidad... o por contrario aumentar hasta verse saciada la curiosidad. Y puedo jurarte que soy alguien sumamente curioso.

Lentamente acabó saliendo del agua para acercarse a la mujer y le tendió la mano mientras la observaba directamente a los ojos, haciendo un gran esfuerzo por no detenerse a mirar aquella poderosa cornamenta.

- Mi nombre es Ashak.

Ceit observó como Ashak emergía del lago. Desviando la mirada y prestando más atención, se dio cuenta de que ese lugar debía ser el Lago de la Luna, por lo que pasó unos segundos contemplandolo y casi se pierde de lo que su compañero dijo en ese momento.

Al volver sus ojos hacía él, notó que le extendía la mano. La estrechó imitando la expresión de su rostro. Al parecer había supuesto mal y Ashak no estaba triste, de hecho, estaba contento de verla, eso era nuevo para ella.

– Yo me llamo Ceit. –  dijo al instante. – Gracias, apenas llegué hace unos días y todavía no sé mucho de tu gente. Quisiera saber más.

Fue una grata sorpresa encontrar alguien tan amable en un lugar así, por lo que Ceit sabía que tenía que sacarle provecho a la situación y, como él mismo dijo, saciar su curiosidad.

Aún así, las palabras de Ashak y su tono la dejaron un poco intranquila. Si bien su hermano le había contado un par de historias acerca de Sacrestic Ville y de sus habitantes, también le advirtió de la existencia de chupasangres en la zona que preferían presas más inteligentes.

No pudiendo dejar de lado esa sensación, Ceit se dio media vuelta para volver a la roca en la que había estado sentada previamente, esperando que su acompañante hiciera lo mismo. Recordando la sangre sobre su ropa, continuó hablando.

– Oye, se nota que fue una buena caza. ¿Animales, no? O… Em, ¿otras cosas?

- Quisiera saber más.

Aquellas palabras bien podría estarlas diciendo él. Así que aunque fuera solo por su curiosidad, aquella extraña mujer ya se había ganado su aprecio. No todo el mundo tiene las agallas de expresar sus inquietudes sobre el saber de forma abierta.
Entonces con el siguiente comentario de ella se quedó un tanto desubicado. Se miró el torso, desnudo y limpio por efecto del agua y acto seguido pasó a los pantalones. Allí sí había algunas manchas oscuras. En aquel instante no sabía si aquel ser era muy perceptivo o por contra le había estado mirando de arriba a abajo, deteniéndose curiosamente en aquella zona. Sin darse cuenta soltó una sonora carcajada al pensar en cómo preguntárselo. Aunque realmente no tenía demasiada importancia, al final todo ser tiene ciertos apetitos, y al menos en un gran porcentaje aquella que tenía delante era una mujer. Desechando la pregunta para más tarde no pudo contener la siguiente que le vino a la mente:

- ¿Sinceramente? No se trataba de animales, pero vaya, en casos como el tuyo imagino que el conflicto debería ser el mismo me alimentara de lo que me alimentara no?

Jamás había mantenido una conversación alimentaria con un ser-bestia. Estaba claro que a los humanos les repugnaría el hecho de que un vampiro se alimentara de otros de los suyos. ¿Pero qué opinaría alguien que formaba parte tanto del mundo humano como del mundo animal? ¿A caso le daría igual si le dijera que se había estado alimentando de cabras?
Llegados a este punto la noche solo podía mejorar.

Ceit pensó mucho en lo que Ashak había acabado de decirle mientras se abría paso hacía su asiento. No acostumbraba a pensar en el hecho de que los suyos eran mitad animal y mitad humanos. Al fin y al cabo nunca se consideró a sí misma como ninguna de las dos especies. Era una mujer-bestia y nada más.

Ya sentada en la roca, se encontró mirando al pasto con cara de preocupada y rascándose la parte trasera del cuello. Ashak no estaba ofendido, eso era claro.

– No quería juzgarte. No me importan los animales, ellos no sienten. Pero no entiendo cómo puedes comerte a una persona. – le dijo, mirándolo a los ojos sin cambiar su expresión.

Si bien el mundo y las cosas eran como eran y otras razas tenían costumbres diferentes, no podía imaginarse como sería matar a alguien; no importa que se trate de un humano, un vampiro, un dragón u otro hombre-bestia y, a decir verdad, tampoco estaba interesada en experimentarlo de primera mano.

Si algo había llegado a aborrecer Ashak en los años desde su creación era la tendencia simplista que las otras razas tenían sobre la alimentación vampírica.

- El problema es la percepción de los seres que se hace cada uno. Tal vez te resulte sorprendente, pero he visto a más animales luchar por sus vidas que a personas. Y si te soy sincero, alguien que no lucha por lo único que realmente le pertenece no merece el menor de los respetos. Las hay incluso que se prestan voluntarias para alimentarnos.

Habían sido docenas de personas las que habían aceptado su sino casi con desgana. Algunos de forma tan patética que incluso habían hecho que perdiera el apetito. Y sin embargo no recordaba a ningún animal que se hubiera lanzado voluntariamente a sus brazos.

- Al final todo se define como una parte más de la naturaleza. El cazador devora a la presa para saciar su hambre. No deja de ser un ciclo. ¿A caso no se alimenta todo el mundo, de un modo u otro, de los demás? Al menos nosotros no criamos a ningún ser para posteriormente alimentarnos de él, y además no siempre quien nos alimenta debe morir. De hecho en mi caso son las menos de las veces.

No sabía porqué se estaba justificando ante aquella desconocida, pero tal vez, hablando del tema algún día alguien cambiaría su forma de ver las cosas.

Aunque no estaba aburrida de tanto hablar con el vampiro y aún tenía cosas que preguntarle, a veces le resultaba difícil concentrarse en una sola actividad, por lo que se encontró mirando al suelo y haciendo rayas en la tierra con una pequeña rama.

No estaba para nada de acuerdo con lo que le había dicho sobre la gente que se entregaba voluntariamente a ellos. Ella creía firmemente que los demás no eran desechables en ninguna circunstancia. ¿Acaso no le estaban haciendo un favor? En cualquier caso, Ashak los detestaba, ¿por qué se ofrecerían a alguien que los odia tanto?

– ¿Pero qué sacan quienes no mueren de todo eso? – dijo Ceit. – ¿Y por qué no comer animales si les tienes mucho más respeto que a esas personas?

No creía cambiar su opinión después de los comentarios que acababa de escuchar. Además, los hábitos alimenticios de su acompañante le resultaban asquerosos. ¿Cómo comían los vampiros? Tan sólo imaginarse a sí misma mordiéndole el cuello a alguien le daba escalofríos.

Y ahí estaba la gran incógnita. El motivo por el que el mundo avanza. ¿Qué sacan a cambio?

- Vayamos por partes. Pues la primera pregunta es más difícil de resolver que la segunda. Permíteme entonces que responda a la inversa. ¿Por qué no comer animales? -Dejó una pausa dramática, como si realmente estuviera pensando en la respuesta.- Hay varias opciones de respuesta. La primera es el sabor. Pues aunque a todo el mundo tan solo le parezca sangre, un líquido rojo y de olor metálico, la realidad va más allá de todo esto. Podría hacer un símil con el vino por si te es más fácil de imaginar. No es lo mismo un caldo conservado en una barrica de una madera u otra, o en un recipiente de cristal. También depende de la procedencia de las uvas por mucho que todo sean uvas al fin y al cabo. ¡Y no hay que menospreciar la alimentación! Al final todo acaba en la sangre y en ella se pueden saborear distintos matices.

Tal vez comparándolo a cosas mundanas Ceit podría comprender a qué se refería. Aunque realmente lo dudaba. Ya había mantenido charlas similares con otros tantos seres, y la respuesta era siempre la misma. Aún y así había que intentarlo.

- Por otro lado hay que tener en cuenta alguna cosa más. ¡El pelo! ¿Has probado alguna vez a meterte en la boca algo peludo? Si hace falta, se hace, pero por gusto ya te digo que no.

No pudo evitar una sonrisa pícara ante su último comentario pensando en darle símil a algo que ella pudiera entender, pero sería entrar en terreno pantanoso... aventurarse a elucubrar sobre los gustos de una mujer-cabra era algo a lo que no se atrevía en una primera cita.

- Y por último dos cosas más. La atracción física. Al final la comida no deja de ser algo que tiene que entrar por los ojos primero. Y finalmente el conocimiento de las emociones y sensaciones por similitud. De un modo u otro, a parte del aporte nutritivo también se puede obtener satisfacción de las reacciones que presentan aquellos de quienes nos alimentamos. Y aquí entra parte de la respuesta a tu primera pregunta.

He aquí el gran truco del vampirismo, pues a pesar de estar malditos, poseían muchos beneficios que les permitían mantenerse con vida e incluso ser deseados como cazadores.

- ¿Qué busca todo ser sino el placer?

Y con aquella pregunta el aspecto del vampiro se volvió más atractivo a medida que la sangre hacía su magia*. Leves sombras tornearon su torso desnudo otorgándole mayor virilidad. La sonrisa se tiñó de un oscuro carmesí totalmente apetecible mientras que sus ojos se tornaron brillantes pozos en los que el sediento desearía saciar su sed.

- Ser deseado por alguien por quién nos sentimos atraídos. Saber qué por un instante seremos suyos y nadie jamás podrá robarnos esa sensación rodeada de un misticismo casi mágico. Y además debes cambiar el concepto de un mordisco que perforará tu piel por el de un beso apasionado proporcionado por un amante diestro. Tu bello se erizará en la nuca con un leve escalofrío, mientras cuerpo y mente estallan en un éxtasis de placer inimaginable propiciado por unas encimas en nuestra boca que actúan casi como una droga.

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* Habilidad Racial: VAMPIRO
Presencia vampírica: El vampiro puede alterar la percepción de los demás sobre su apariencia con una ilusión que le hace parecer más temible o más atractivo, a voluntad. Adicionalmente, esto le permite ocultarse con mayor facilidad en lugares oscuros.