El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
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El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
El público aulló de la emoción en el momento en que mi rostro recibió lo que probablemente sería el derechazo más fuerte que me habían dado en toda mi vida. Caí de rodillas al suelo, escupiendo una muela partida y dejando un pequeño charco de sangre en el suelo. Frente a mí se proclamaba vencedor un hombre-bestia: felino, tan arrogante que se paseaba por el ring con sus brazos levantados y una sonrisa mordaz. ¿El motivo de la pelea? Un trago de ron. En mi defensa, él había tratado de robármelo.
—Me pillaste desprevenido. Inténtalo otra vez. — me levanté raudamente para iniciar el segundo round.
Conseguí borrar la altanera sonrisa del felino, que ahora cargaba hacia mí. Mostró sus filosas garras, amenazándome con rajar mi rostro. Me mantuve impasible en ese interín de tiempo. En cuanto se acercó para rasguñarme, realicé una finta, lo toreé con una media vuelta y me posicioné a su espalda. Allí, golpee su cuello en seco con el costado de mi mano, dejándolo inconsciente en el acto. Era una técnica sencilla y elegante, casi como magia.
—¿Qué pasa? No tengo la culpa de que apostaran por el bando equivocado — respondí a los abucheos del público.
De los costados del ring emergieron los guardias de la prisión, con las porras en mano. Oh, mierda. Intenté huir, pero el público me empujó de vuelta a los lobos. Allí, me sometieron y golpearon al punto que habría preferido perder toda la dentadura. Terminado el espectáculo, despacharon a todos a sus celdas y a mí me arrastraron hasta la mía, no sin antes escupirme en la cara.
—Es una lástima que sea tu último día. Vamos a echarte de menos. — dijo el guardia con un tono burlón antes de encerrarme con un portazo.
Perdí la noción del tiempo tras los barrotes de Sacrestic Ville. Lo que sabía con certitud, es que había pasado al menos dos semanas desde que Hont me inculpó por el asesinato del señor Farley y me arrojaron a esta pocilga. Quién diría que con todos los crímenes que he cometido, me darían paredón por uno en el que no tuve nada que ver. Si mi cabeza en verdad iba a rodar y el Dios del viento existía, lo más seguro es que se fuera a reír de mí... o ya lo estaría haciendo. Los Dioses son caprichosos en verdad.
Sea como fuere, la estadía no era del todo mala. Puede que me alimentaran una vez cada dos días y que la única agua que tomara era la que se filtraba por la ventana cada que llovía, pero al menos tenía buena compañía: un humano, "Byleth" se hacía llamar. Su nombre se me hizo fácil de recordar, porque rimaba con "baile". Este pobre idiota tuvo el infortunio de ser mi compañero de celda durante todo este tiempo, pero era amable y sacaba buena conversación, aún si se negaba a contar su motivo para estar en prisión.
—Ya que hoy es mi último día, será mejor que lo aprovechemos. Rara vez encuentras a un brujo que pueda hablar de otra cosa que no sean hechizos y alquimia. — saqué de mi uniforme la infame botella de ron por la que peleé y que conseguí esconder. Removí el corcho de un mordisco y di un trago — Ten. Esto te ayudará a mantener el calor.
—Gracias. — respondió al tomar gentilmente la botella — "Nuestro" último día, querrás decir. Entramos en esta celda juntos, y nos iremos por igual. — enarqueó su ceja al notar que lo que dijo sonaba mal — No me malinterpretes. Mañana también me toca a mí. — tomó un sorbo y me regresó el trago.
—¿Qué pudiste hacer para que te sentenciaran a guillotina? ¿Robarte un jamón? — solté una carcajada antes de aceptar la ofrenda del joven.
—Algo así. — respondió monótonamente.
El muchacho desviaba su mirada hacia el suelo siempre que recordaba el tema, con un noséqué de melancolía. A menudo sacaba otro tema de conversación, en otras se quedaba callado por el resto de la noche. Esta fue una de las segundas veces. O lo habría sido, si yo hubiera cerrado mi bocota:
—Ya que es tu última noche, que no te de pena ahogar tus penas con un casi completo desconocido. — le ofrecí una vez más la botella — Bebe.
—No me gusta el sabor...
—Bebe. — le instigué con un tono de voz imponente y mirada desafiante.
Tomamos por la siguiente hora, y conversamos sobre la vida fuera de la prisión, antes de que nos encarcelaran. Resulta que Byleth era un galeno y boticario asentado en Sacrestic Ville. Sirvió como médico durante la guerra, sobrevivió, y volvió a casa. No obstante, el motivo de su encarcelamiento seguía siendo un misterio.
—¡Con que un sobreviviente de guerra! Con esa cara de niño pijo, quién lo habría imaginado. — hice una pausa para vaciar el ron. — Ahora ya, basta de distracciones. Cuéntame qué te trajo aquí.
—Ya que insistes tanto... llegó una muchacha joven a mi ambulatorio, con una extraña enfermedad que no había visto antes. En un principio parecía un pequeño bulto en su frente, por lo que imaginé que sería un abceso o un chichón. Le receté un pequeño tratamiento, y la tuve bajo vigilancia por dos días... al segundo día, su rostro se hinchó grotescamente, sus dientes se pusieron negros y mostraba signos claros de demencia: hablaba sobre fantasmas, sobre sus padres y otras cosas sin sentido. Y cada hora se ponía peor. Al cuarto, ya no podía aguantar verla en esa situación, así que... la apuñalé. Fue un acto de misericordia.
—Y la guardia de Sacrestic Ville no estuvo de acuerdo con eso. Entiendo — le di una palmadita en el hombro y sonreí, acercándome a su oído para susurrarle — Ahora que sé por qué estás aquí, no me sentiré mal por matarte.
Tomé su cuello con ambas manos y lo apreté violentamente, inmovilizándolo mientras lo veía sacudirse en el camastro y suplicar por ayuda. No me detuve hasta que un guardia se acercó a inspeccionar y abrió la puerta, apuntándome con su porra. Se acercó lentamente, sacudiendo su arma en el aire, mientras yo soltaba lentamente el cuello de Byleth, quien había sobrevivido a la experiencia.
—Planeaba respetar tu última noche entre los vivos. Parece que no será posible.
—Lo mismo digo. — dije antes de romper la botella contra la pared y atravesar su cuello con uno de los cristales. Dos latidos y el mamón estaba muerto. — Lo siento por eso, Byleth. Si quieres huir, ven conmigo... o espera a que te torturen por matar a un guardia. Dijiste que entramos juntos, y saldremos juntos.
—Me pillaste desprevenido. Inténtalo otra vez. — me levanté raudamente para iniciar el segundo round.
Conseguí borrar la altanera sonrisa del felino, que ahora cargaba hacia mí. Mostró sus filosas garras, amenazándome con rajar mi rostro. Me mantuve impasible en ese interín de tiempo. En cuanto se acercó para rasguñarme, realicé una finta, lo toreé con una media vuelta y me posicioné a su espalda. Allí, golpee su cuello en seco con el costado de mi mano, dejándolo inconsciente en el acto. Era una técnica sencilla y elegante, casi como magia.
—¿Qué pasa? No tengo la culpa de que apostaran por el bando equivocado — respondí a los abucheos del público.
De los costados del ring emergieron los guardias de la prisión, con las porras en mano. Oh, mierda. Intenté huir, pero el público me empujó de vuelta a los lobos. Allí, me sometieron y golpearon al punto que habría preferido perder toda la dentadura. Terminado el espectáculo, despacharon a todos a sus celdas y a mí me arrastraron hasta la mía, no sin antes escupirme en la cara.
—Es una lástima que sea tu último día. Vamos a echarte de menos. — dijo el guardia con un tono burlón antes de encerrarme con un portazo.
Perdí la noción del tiempo tras los barrotes de Sacrestic Ville. Lo que sabía con certitud, es que había pasado al menos dos semanas desde que Hont me inculpó por el asesinato del señor Farley y me arrojaron a esta pocilga. Quién diría que con todos los crímenes que he cometido, me darían paredón por uno en el que no tuve nada que ver. Si mi cabeza en verdad iba a rodar y el Dios del viento existía, lo más seguro es que se fuera a reír de mí... o ya lo estaría haciendo. Los Dioses son caprichosos en verdad.
Sea como fuere, la estadía no era del todo mala. Puede que me alimentaran una vez cada dos días y que la única agua que tomara era la que se filtraba por la ventana cada que llovía, pero al menos tenía buena compañía: un humano, "Byleth" se hacía llamar. Su nombre se me hizo fácil de recordar, porque rimaba con "baile". Este pobre idiota tuvo el infortunio de ser mi compañero de celda durante todo este tiempo, pero era amable y sacaba buena conversación, aún si se negaba a contar su motivo para estar en prisión.
- Apariencia de Byleth:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]-Entiendo que no se permiten imágenes de tipo anime, pero me encanta el diseño de este personaje y todavía no hay fanarts realistas ni cosplays del mismo, así que espero que sepan perdonarme D:-
—Ya que hoy es mi último día, será mejor que lo aprovechemos. Rara vez encuentras a un brujo que pueda hablar de otra cosa que no sean hechizos y alquimia. — saqué de mi uniforme la infame botella de ron por la que peleé y que conseguí esconder. Removí el corcho de un mordisco y di un trago — Ten. Esto te ayudará a mantener el calor.
—Gracias. — respondió al tomar gentilmente la botella — "Nuestro" último día, querrás decir. Entramos en esta celda juntos, y nos iremos por igual. — enarqueó su ceja al notar que lo que dijo sonaba mal — No me malinterpretes. Mañana también me toca a mí. — tomó un sorbo y me regresó el trago.
—¿Qué pudiste hacer para que te sentenciaran a guillotina? ¿Robarte un jamón? — solté una carcajada antes de aceptar la ofrenda del joven.
—Algo así. — respondió monótonamente.
El muchacho desviaba su mirada hacia el suelo siempre que recordaba el tema, con un noséqué de melancolía. A menudo sacaba otro tema de conversación, en otras se quedaba callado por el resto de la noche. Esta fue una de las segundas veces. O lo habría sido, si yo hubiera cerrado mi bocota:
—Ya que es tu última noche, que no te de pena ahogar tus penas con un casi completo desconocido. — le ofrecí una vez más la botella — Bebe.
—No me gusta el sabor...
—Bebe. — le instigué con un tono de voz imponente y mirada desafiante.
Tomamos por la siguiente hora, y conversamos sobre la vida fuera de la prisión, antes de que nos encarcelaran. Resulta que Byleth era un galeno y boticario asentado en Sacrestic Ville. Sirvió como médico durante la guerra, sobrevivió, y volvió a casa. No obstante, el motivo de su encarcelamiento seguía siendo un misterio.
—¡Con que un sobreviviente de guerra! Con esa cara de niño pijo, quién lo habría imaginado. — hice una pausa para vaciar el ron. — Ahora ya, basta de distracciones. Cuéntame qué te trajo aquí.
—Ya que insistes tanto... llegó una muchacha joven a mi ambulatorio, con una extraña enfermedad que no había visto antes. En un principio parecía un pequeño bulto en su frente, por lo que imaginé que sería un abceso o un chichón. Le receté un pequeño tratamiento, y la tuve bajo vigilancia por dos días... al segundo día, su rostro se hinchó grotescamente, sus dientes se pusieron negros y mostraba signos claros de demencia: hablaba sobre fantasmas, sobre sus padres y otras cosas sin sentido. Y cada hora se ponía peor. Al cuarto, ya no podía aguantar verla en esa situación, así que... la apuñalé. Fue un acto de misericordia.
—Y la guardia de Sacrestic Ville no estuvo de acuerdo con eso. Entiendo — le di una palmadita en el hombro y sonreí, acercándome a su oído para susurrarle — Ahora que sé por qué estás aquí, no me sentiré mal por matarte.
Tomé su cuello con ambas manos y lo apreté violentamente, inmovilizándolo mientras lo veía sacudirse en el camastro y suplicar por ayuda. No me detuve hasta que un guardia se acercó a inspeccionar y abrió la puerta, apuntándome con su porra. Se acercó lentamente, sacudiendo su arma en el aire, mientras yo soltaba lentamente el cuello de Byleth, quien había sobrevivido a la experiencia.
—Planeaba respetar tu última noche entre los vivos. Parece que no será posible.
—Lo mismo digo. — dije antes de romper la botella contra la pared y atravesar su cuello con uno de los cristales. Dos latidos y el mamón estaba muerto. — Lo siento por eso, Byleth. Si quieres huir, ven conmigo... o espera a que te torturen por matar a un guardia. Dijiste que entramos juntos, y saldremos juntos.
Última edición por Tatsuya Suō el Miér 6 Mayo - 23:18, editado 1 vez
Tatsuya Suō
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Y estaban en Sacrestic.
- Y estamos en Sacrestic. – Comentó Lyn, mirando la ciudad desde la distancia. – De todos los sitios de Aerandir que podíamos volver a visitar me traes al más deprimente. – Musitó la vampiresa jugando con su flequillo. - ¿Es que te he hecho algo? – Preguntó – Bueno, sé que he hecho muchas cosas. – Sonrió - ¿Pero por qué ha sido? ¿Lo de la posada? – Sin responder inmediatamente a Lyn, Eltrant se llevó la mano hasta el mentón y comenzó a caminar hacía la ciudad.
- Nos pillaba de camino. – Sentenció este con media sonrisa.
- ¿¡Pero a dónde!? – Preguntó Lyn, llevándose ambas manos a la cara, algo que solo hizo que Eltrant dejase escapar una corta carcajada, una que detuvo inmediatamente al considerar la última pregunta que había hecho su compañera.
- ¿Qué hiciste en la posada? – Lyn, llevándose ambas manos hasta la nuca, se encogió de hombros y acelero el paso hasta estar al lado del castaño.
La ciudad estaba… curiosamente alerta, lo cual era algo raro.
Desde la guerra el número de vampiros que trataban a aquellas personas como poco más que a ganado se había reducido considerablemente. Estaba bastante seguro de que Huracán, la ya conocida Centinela del oeste, tenía también algo que ver.
Sabía bastante bien que a Lyn no le hacía especial ilusión visitar aquella zona, aunque fuese una vampiresa. “Soy de Roilkat” solía decir a todo el mundo que la asociaba con la zona, además de, por supuesto, añadir “Y tengo mejor sentido del gusto”.
La pareja atravesó varias calles, todas repletas de guardas armados corriendo de aquí a allá, decidió no hacer muchas preguntas por el momento y centrarse en buscar un lugar en el que pasar la noche. Hasta que al final llegó a un pequeño local todavía abierto, uno con mesas dispuestas cuidadosamente en el exterior del edificio, justo frente a la entrada, para el uso de los clientes.
Aquello, en la época más álgida de vampiros en la ciudad, habría sido completamente inimaginable. ¿Personas disfrutando de una agradable velada en el exterior tras caer la noche? No era posible la última vez que puso los pies en la denominada “ciudad de los vampiros”.
Tras sentarse en una de las mesas, una voluptuosa camarera de cabellos oscuros salió del exterior y sonrió a los presentes. Por el mero hecho de haberse sentado sirvió a la pareja sendas jarras de lo que parecía ser a simple vista cerveza; por lo que parecían eran totalmente gratis.
- ¿Y esto se debe a…? – La mujer amplió la sonrisa.
- Regalo del patrón. – dijo la mujer. – Todos los que vengan al anochecer tienen una jarra gratis. – Aseveró asintiendo. - ¿Saben que van a tomar? – Preguntó a continuación, alternando la mirada entre Lyn y Eltrant.
- ¡¿Qué es lo más caro que tienes?! – Exclamó Lyn inmediatamente, pregunta que hizo que el rostro de la camarera se iluminase.
- ¡Dos entrecots de Beltrexus entonces! – Respondió esta, tan jovial como la ojiazul, antes de perderse de nuevo en el edificio.
Mas guardas pasaron a toda prisa junto a las mesas del local, no logró captar gran cosa de lo que decían, aunque logró entender la palabra “fuga”. Eltrant enarcó una ceja y miró a Lyn esperando discutir aquello con ella, pero esta estaba centrada en el edificio que constituía la posada y no parecía haberse percatado de los soldados.
- ¿Algo va mal? – Preguntó el castaño, inclinándose hacia adelante y apoyándose en la mesa.
- Acabó de sentir… un pariente ahí adentro. – dijo, sonriendo algo nostálgica, perdiendo la mirada en un punto determinado de la pared que tenía delante de ella. -
La camarera volvió a los pocos minutos con un frasco repleto de líquido de color rojo. La depositó sobre la mesa y acercó la jarra que descansaba frente a Lyn hasta Eltrant.
- El jefe me ha dicho que para la señorita esto va mejor. – Aseveró, guiñándole un ojo a Lyn, dejando la botellita frente a ella. – No te preocupes. – Le dijo. – Es cosecha… - Se aclaró la garganta. - … personal. – Aseguró la mujer, señalándose a sí misma, antes de volverse al interior de la posada tarareando una suave melodía.
Lyn miró fijamente la botellita que tenía frente a ella y sonrió ampliamente, desviando después su atención al castaño.
- ¿Puedes guardármela para luego? – Preguntó apenas en un susurro, a lo que Eltrant asintió de forma automática.
¿El dueño de aquel lugar era un vampiro? Aquello explicaba según qué cosas. Debía de ser difícil, para empezar, atraer clientes de noche en aquella ciudad; lo de regalar la primera bebida no era una mala idea.
Lyn continuaba, mientras tanto, mirando el frasco. Parecía de mejor humor, encontrarse vampiros que se salían de la “norma” siempre la animaba, independientemente de que estuviesen en la ciudad que los estereotipaba más.
- Tú. – Una voz femenina le hizo girarse. - ¿Eres mercenario? – Eltrant arqueó una ceja y miró a la mujer que se había acercado hasta ellos.
Enfundada en armadura completa de pies a cabeza, la mujer era la viva imagen de un soldado bien entrenado. Lo más llamativo de ella era, quizás, una larga cicatriz cubría su rostro en diagonal, desde la oreja, pasando por un ojo que ocultaba un parche de color oscuro, hasta la parte izquierda del mentón.
Parecía tener años de experiencia, varias zonas canosas en las sienes indicaban que estaba perdiendo ya su castaño natural. ¿Sería de la zona? ¿Un miembro de las tropas de Lunargenta apostadas en la ciudad?
- No exactamente. – Respondió Eltrant dándole un trago a una de las dos jarras que tenía delante.
- Un prisionero ha escapado y necesitamos toda la ayuda posible. – Aseguró, con algo de urgencia, pero sin perder calma. – Es un asesino que esperaba la horca al amanecer, un canalla sin escrúpulos al que declararon culpable hace dos semanas. – dijo sin ocultar un ápice del odio que desentrañaban aquellas palabras. – Ya ha matado a uno de los guardias que le custodiaban y anda a la fuga con un compañero. Le hemos encontrado junto a la celda. – Eltrant le dio un largo trago a la bebida y se la terminó. – Es peligroso, pero pareces competente. – dijo, advirtiendo al exmercenario de lo que podía suceder si aceptaba la proposición que había hecho entre líneas.
- Entiendo. –
¿Dos asesinos sueltos? ¿Uno de ellos que había vuelto a matar para escapar? Por eso la ciudad estaba repleta de guardas. Suspiró, si había matado dos veces confirmadas lo mínimo que podía hacer era ayudar a capturarlo de vuelta; Dudaba mucho que tuviese muchos reparos en seguir quitando vidas.
- Lyn, vamos. – Se levantó de la silla y dejó un puñado de Aeros sobre la mesa.
Off: ¡Las fugas nunca fueron fáciles! (?)
- Y estamos en Sacrestic. – Comentó Lyn, mirando la ciudad desde la distancia. – De todos los sitios de Aerandir que podíamos volver a visitar me traes al más deprimente. – Musitó la vampiresa jugando con su flequillo. - ¿Es que te he hecho algo? – Preguntó – Bueno, sé que he hecho muchas cosas. – Sonrió - ¿Pero por qué ha sido? ¿Lo de la posada? – Sin responder inmediatamente a Lyn, Eltrant se llevó la mano hasta el mentón y comenzó a caminar hacía la ciudad.
- Nos pillaba de camino. – Sentenció este con media sonrisa.
- ¿¡Pero a dónde!? – Preguntó Lyn, llevándose ambas manos a la cara, algo que solo hizo que Eltrant dejase escapar una corta carcajada, una que detuvo inmediatamente al considerar la última pregunta que había hecho su compañera.
- ¿Qué hiciste en la posada? – Lyn, llevándose ambas manos hasta la nuca, se encogió de hombros y acelero el paso hasta estar al lado del castaño.
[…]
La ciudad estaba… curiosamente alerta, lo cual era algo raro.
Desde la guerra el número de vampiros que trataban a aquellas personas como poco más que a ganado se había reducido considerablemente. Estaba bastante seguro de que Huracán, la ya conocida Centinela del oeste, tenía también algo que ver.
Sabía bastante bien que a Lyn no le hacía especial ilusión visitar aquella zona, aunque fuese una vampiresa. “Soy de Roilkat” solía decir a todo el mundo que la asociaba con la zona, además de, por supuesto, añadir “Y tengo mejor sentido del gusto”.
La pareja atravesó varias calles, todas repletas de guardas armados corriendo de aquí a allá, decidió no hacer muchas preguntas por el momento y centrarse en buscar un lugar en el que pasar la noche. Hasta que al final llegó a un pequeño local todavía abierto, uno con mesas dispuestas cuidadosamente en el exterior del edificio, justo frente a la entrada, para el uso de los clientes.
Aquello, en la época más álgida de vampiros en la ciudad, habría sido completamente inimaginable. ¿Personas disfrutando de una agradable velada en el exterior tras caer la noche? No era posible la última vez que puso los pies en la denominada “ciudad de los vampiros”.
Tras sentarse en una de las mesas, una voluptuosa camarera de cabellos oscuros salió del exterior y sonrió a los presentes. Por el mero hecho de haberse sentado sirvió a la pareja sendas jarras de lo que parecía ser a simple vista cerveza; por lo que parecían eran totalmente gratis.
- ¿Y esto se debe a…? – La mujer amplió la sonrisa.
- Regalo del patrón. – dijo la mujer. – Todos los que vengan al anochecer tienen una jarra gratis. – Aseveró asintiendo. - ¿Saben que van a tomar? – Preguntó a continuación, alternando la mirada entre Lyn y Eltrant.
- ¡¿Qué es lo más caro que tienes?! – Exclamó Lyn inmediatamente, pregunta que hizo que el rostro de la camarera se iluminase.
- ¡Dos entrecots de Beltrexus entonces! – Respondió esta, tan jovial como la ojiazul, antes de perderse de nuevo en el edificio.
Mas guardas pasaron a toda prisa junto a las mesas del local, no logró captar gran cosa de lo que decían, aunque logró entender la palabra “fuga”. Eltrant enarcó una ceja y miró a Lyn esperando discutir aquello con ella, pero esta estaba centrada en el edificio que constituía la posada y no parecía haberse percatado de los soldados.
- ¿Algo va mal? – Preguntó el castaño, inclinándose hacia adelante y apoyándose en la mesa.
- Acabó de sentir… un pariente ahí adentro. – dijo, sonriendo algo nostálgica, perdiendo la mirada en un punto determinado de la pared que tenía delante de ella. -
La camarera volvió a los pocos minutos con un frasco repleto de líquido de color rojo. La depositó sobre la mesa y acercó la jarra que descansaba frente a Lyn hasta Eltrant.
- El jefe me ha dicho que para la señorita esto va mejor. – Aseveró, guiñándole un ojo a Lyn, dejando la botellita frente a ella. – No te preocupes. – Le dijo. – Es cosecha… - Se aclaró la garganta. - … personal. – Aseguró la mujer, señalándose a sí misma, antes de volverse al interior de la posada tarareando una suave melodía.
Lyn miró fijamente la botellita que tenía frente a ella y sonrió ampliamente, desviando después su atención al castaño.
- ¿Puedes guardármela para luego? – Preguntó apenas en un susurro, a lo que Eltrant asintió de forma automática.
¿El dueño de aquel lugar era un vampiro? Aquello explicaba según qué cosas. Debía de ser difícil, para empezar, atraer clientes de noche en aquella ciudad; lo de regalar la primera bebida no era una mala idea.
Lyn continuaba, mientras tanto, mirando el frasco. Parecía de mejor humor, encontrarse vampiros que se salían de la “norma” siempre la animaba, independientemente de que estuviesen en la ciudad que los estereotipaba más.
- Tú. – Una voz femenina le hizo girarse. - ¿Eres mercenario? – Eltrant arqueó una ceja y miró a la mujer que se había acercado hasta ellos.
Enfundada en armadura completa de pies a cabeza, la mujer era la viva imagen de un soldado bien entrenado. Lo más llamativo de ella era, quizás, una larga cicatriz cubría su rostro en diagonal, desde la oreja, pasando por un ojo que ocultaba un parche de color oscuro, hasta la parte izquierda del mentón.
Parecía tener años de experiencia, varias zonas canosas en las sienes indicaban que estaba perdiendo ya su castaño natural. ¿Sería de la zona? ¿Un miembro de las tropas de Lunargenta apostadas en la ciudad?
- No exactamente. – Respondió Eltrant dándole un trago a una de las dos jarras que tenía delante.
- Un prisionero ha escapado y necesitamos toda la ayuda posible. – Aseguró, con algo de urgencia, pero sin perder calma. – Es un asesino que esperaba la horca al amanecer, un canalla sin escrúpulos al que declararon culpable hace dos semanas. – dijo sin ocultar un ápice del odio que desentrañaban aquellas palabras. – Ya ha matado a uno de los guardias que le custodiaban y anda a la fuga con un compañero. Le hemos encontrado junto a la celda. – Eltrant le dio un largo trago a la bebida y se la terminó. – Es peligroso, pero pareces competente. – dijo, advirtiendo al exmercenario de lo que podía suceder si aceptaba la proposición que había hecho entre líneas.
- Entiendo. –
¿Dos asesinos sueltos? ¿Uno de ellos que había vuelto a matar para escapar? Por eso la ciudad estaba repleta de guardas. Suspiró, si había matado dos veces confirmadas lo mínimo que podía hacer era ayudar a capturarlo de vuelta; Dudaba mucho que tuviese muchos reparos en seguir quitando vidas.
- Lyn, vamos. – Se levantó de la silla y dejó un puñado de Aeros sobre la mesa.
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- Sargento Olivia Wallace:
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Off: ¡Las fugas nunca fueron fáciles! (?)
Eltrant Tale
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
"Maldición."
Llevaba escuchando esa palabra demasiado poco tiempo y ahora parecía rebotar en todos lados, aunque quizás tan solo era que estaba más consciente de ella y antes la ignoraba.
Maldición. Maldiciones. Hacía nada me acababa de enterar que habían 19 objetos con encantamientos malditos extraños que volvían locos a los portadores, así que solo podía pensar una cosa: ambas cosas estaban conectadas, obviamente.
Desde el grande pantano que se había formado cerca del Río Tymer me uní a un grupo de anfibios que planeaban cruzar el río en una pequeña embarcación para acortar camino y llegar más rápido a Sacrestic. Aunque al principio no compartía intenciones de eso y pensaba acercarme a Sandorai para visitar, por impulso y en mayor parte nervios, me lancé de cabeza y me uní a los anfibios. No tenía mucha fe de encontrar algo realmente, o de poder solventarlo en caso de que lo encontrara; pero uno de ellos, un hombre camaleón, me había comentado de los efectos de la maldición esta, describiéndolos a partir de dos personas que había visto hace pocos días de partir de la ciudad. ¿Dos? ¿Tres? No se acordaba, y no lo quería presionar hablando de cosas que me harían sonar como algún demente.
Al principio la travesía fue incomoda, eran un poco... ¿babosos? al tacto, y no era un bote precisamente grande, por lo que íbamos apretados, pero me acostumbré suficientemente rápido. Que ni una miserable mosca o mosquito pudiese acercarse era de verdad maravilloso, por mucho que me diera una pizca de repelús comer los pescados que me ofrecían, los mismos que el camaleón atrapaba a lenguetazos desde el agua.
Mientras la barca andaba, tuve un pensamiento terrible.
—¿Existen los hombres bestia mosquito? —pregunté, viendo la cara del resto.
Nada más llegar a la ciudad y despedirme del grupo de anfibios ya podía ver un número elevado de guardias en las calles, algunos claramente estaban haciéndole preguntas a ciertas personas que circundaban el lugar. Intenté ser disimulado y caminar con cuidado para no alimentar sospechas raras en ellos a la vez que intentaba escuchar las cosas que iban diciendo.
Para unas calles después, ya tenía para hacerme una historia con todo lo que había escuchado. "Hijo de puta", "perro", "infeliz" "cabrón" "bastardo", "basura", "asesino", y finalmente, "a mí me caía bien".
Volteé a ver al guardia que acababa de decir eso, alzando una ceja. El compañero con el que patrullaba no lo veía de forma menos extraña. Un regaño desesperado empezó, gritándole de que como le iba a caer bien el hombre que había asesinado a "Roche" y escapado de la prisión con un medicucho. Entonces por eso incluso una ciudad como esta lucía inquieta.
—¡No puedes decir qué te agrada solo porque apostaste por él en la pelea!
—Oh jo, claro que puedo —sonrió pedante, agitando una bolsa de aeros—. Escucha, tranquilo. Si lo encontramos lo pelamos, directo a la puta horca, pero tienes que reconocer que Roche era un maldito, y visto que lo mataron, también un pendejo.
—¡Podría haber sido cualquiera de nosotros!
—Jaja, no. ¿No mencionaste la pelea? ¿Viste lo qué le hizo al hombre gato? Y eso que debía haber sido una pasada, con la mierda de comida que se le estaba dando. Yo ni por la verga me hubiese acercado a menos de tres metros del tipo.
Observé a los hombres caminar hasta que estuvieron demasiado lejos como para que se les escuchará, aunque ciertamente, los gritos del primero todavía se alcanzaban a discernir una pizca. «Con que un asesino suelto», me lleve la mano al cinturón sacando el hacha, sería mejor andar con cuidado ahora. «Me hubiera ido a Sandorai... en fin».
Continué mi camino, dirigiéndome a una taberna para enterarme más de las cosas y poder pasar la noche. Casi como su propia forma de magia, los dueños de taberna parecían saber todo lo que ocurría en la ciudad donde estaban asentados. ¿Chismosos de primera, o clarividentes?
No llegué a la única taberna que era regentada por una humana en la ciudad, habiéndome quedado parado en un mismo sitio poco después de empezar a caminar. Me había visto absorbido en intentar hacer algo de lo que sabía. El guardia había dicho comida de mierda; me lleve la cabeza por debajo del labio inferior, empujándolo, «comer sería una prioridad entonces», claro, escapar lejos lo será más, pero si la guardia era efectiva en alguna forma—cosa que dudaba viendo que se les había escapado—habrían bloqueado las salidas. Y... no parecía haber escapado solo, sino con un "medicucho", «...y estuvo en una pelea con que era... ¿un hombre qué?».
Desvié la mirada a un lado en mi tren de pensamiento, viendo a una señora apurándose con una pequeña canasta tapada a regresar a casa, suponía.
Casa... hm. Troté tras la señora, llamando su atención para detenerla. En su momento directamente me ofreció la canasta a cambió de que no le hiciera nada. Hice una mueca con la cara, antes de recordar que llevaba el hacha apretada. La colgué en mi cinturón y le pregunté amablemente sobre médicos en la ciudad y sus talleres, si los tenían.
—¿Qué, crees qué estamos en Dundarak, jovencito? ¡Apenash tenemos tres tabernas en esta shiudad! ¡Cuales médicos! —sonreí ante esto, viéndola con la cabeza ladeada—. A...Aunque... mmmm... mi nieta hace dos semanash había estado enfermándose todos los días, sí sí sí, diciendo que iba a ver a no sé quién para que la atendiera, y volvía a casa toda contenta.
Alcé las cejas. No era el tipo de información que me esperaba.
—Creo que másh al norte, a la parte más nublada de la shiudad, he escuchado que había un brujo alquimista o una de esas cosas rarash. ¡Esos no son médicos! ¡Con sus plantash rarash y'qué curan, en mis tiempos nos curábamos solitos! —dijo orgullosa—. Menos mal que mi pequeñita lleva como seis días triste porque el sucio brujo alquimista y sus plantash estúpidash no estaban.
Una pequeña línea se formó sobre mis labios, curvándose en una sonrisa. Cargué al golem, tendría que pagarle una visita al misterioso "brujo alquimista".
Llevaba escuchando esa palabra demasiado poco tiempo y ahora parecía rebotar en todos lados, aunque quizás tan solo era que estaba más consciente de ella y antes la ignoraba.
Maldición. Maldiciones. Hacía nada me acababa de enterar que habían 19 objetos con encantamientos malditos extraños que volvían locos a los portadores, así que solo podía pensar una cosa: ambas cosas estaban conectadas, obviamente.
Desde el grande pantano que se había formado cerca del Río Tymer me uní a un grupo de anfibios que planeaban cruzar el río en una pequeña embarcación para acortar camino y llegar más rápido a Sacrestic. Aunque al principio no compartía intenciones de eso y pensaba acercarme a Sandorai para visitar, por impulso y en mayor parte nervios, me lancé de cabeza y me uní a los anfibios. No tenía mucha fe de encontrar algo realmente, o de poder solventarlo en caso de que lo encontrara; pero uno de ellos, un hombre camaleón, me había comentado de los efectos de la maldición esta, describiéndolos a partir de dos personas que había visto hace pocos días de partir de la ciudad. ¿Dos? ¿Tres? No se acordaba, y no lo quería presionar hablando de cosas que me harían sonar como algún demente.
Al principio la travesía fue incomoda, eran un poco... ¿babosos? al tacto, y no era un bote precisamente grande, por lo que íbamos apretados, pero me acostumbré suficientemente rápido. Que ni una miserable mosca o mosquito pudiese acercarse era de verdad maravilloso, por mucho que me diera una pizca de repelús comer los pescados que me ofrecían, los mismos que el camaleón atrapaba a lenguetazos desde el agua.
Mientras la barca andaba, tuve un pensamiento terrible.
—¿Existen los hombres bestia mosquito? —pregunté, viendo la cara del resto.
[...]
Nada más llegar a la ciudad y despedirme del grupo de anfibios ya podía ver un número elevado de guardias en las calles, algunos claramente estaban haciéndole preguntas a ciertas personas que circundaban el lugar. Intenté ser disimulado y caminar con cuidado para no alimentar sospechas raras en ellos a la vez que intentaba escuchar las cosas que iban diciendo.
Para unas calles después, ya tenía para hacerme una historia con todo lo que había escuchado. "Hijo de puta", "perro", "infeliz" "cabrón" "bastardo", "basura", "asesino", y finalmente, "a mí me caía bien".
Volteé a ver al guardia que acababa de decir eso, alzando una ceja. El compañero con el que patrullaba no lo veía de forma menos extraña. Un regaño desesperado empezó, gritándole de que como le iba a caer bien el hombre que había asesinado a "Roche" y escapado de la prisión con un medicucho. Entonces por eso incluso una ciudad como esta lucía inquieta.
—¡No puedes decir qué te agrada solo porque apostaste por él en la pelea!
—Oh jo, claro que puedo —sonrió pedante, agitando una bolsa de aeros—. Escucha, tranquilo. Si lo encontramos lo pelamos, directo a la puta horca, pero tienes que reconocer que Roche era un maldito, y visto que lo mataron, también un pendejo.
—¡Podría haber sido cualquiera de nosotros!
—Jaja, no. ¿No mencionaste la pelea? ¿Viste lo qué le hizo al hombre gato? Y eso que debía haber sido una pasada, con la mierda de comida que se le estaba dando. Yo ni por la verga me hubiese acercado a menos de tres metros del tipo.
Observé a los hombres caminar hasta que estuvieron demasiado lejos como para que se les escuchará, aunque ciertamente, los gritos del primero todavía se alcanzaban a discernir una pizca. «Con que un asesino suelto», me lleve la mano al cinturón sacando el hacha, sería mejor andar con cuidado ahora. «Me hubiera ido a Sandorai... en fin».
Continué mi camino, dirigiéndome a una taberna para enterarme más de las cosas y poder pasar la noche. Casi como su propia forma de magia, los dueños de taberna parecían saber todo lo que ocurría en la ciudad donde estaban asentados. ¿Chismosos de primera, o clarividentes?
No llegué a la única taberna que era regentada por una humana en la ciudad, habiéndome quedado parado en un mismo sitio poco después de empezar a caminar. Me había visto absorbido en intentar hacer algo de lo que sabía. El guardia había dicho comida de mierda; me lleve la cabeza por debajo del labio inferior, empujándolo, «comer sería una prioridad entonces», claro, escapar lejos lo será más, pero si la guardia era efectiva en alguna forma—cosa que dudaba viendo que se les había escapado—habrían bloqueado las salidas. Y... no parecía haber escapado solo, sino con un "medicucho", «...y estuvo en una pelea con que era... ¿un hombre qué?».
Desvié la mirada a un lado en mi tren de pensamiento, viendo a una señora apurándose con una pequeña canasta tapada a regresar a casa, suponía.
Casa... hm. Troté tras la señora, llamando su atención para detenerla. En su momento directamente me ofreció la canasta a cambió de que no le hiciera nada. Hice una mueca con la cara, antes de recordar que llevaba el hacha apretada. La colgué en mi cinturón y le pregunté amablemente sobre médicos en la ciudad y sus talleres, si los tenían.
—¿Qué, crees qué estamos en Dundarak, jovencito? ¡Apenash tenemos tres tabernas en esta shiudad! ¡Cuales médicos! —sonreí ante esto, viéndola con la cabeza ladeada—. A...Aunque... mmmm... mi nieta hace dos semanash había estado enfermándose todos los días, sí sí sí, diciendo que iba a ver a no sé quién para que la atendiera, y volvía a casa toda contenta.
Alcé las cejas. No era el tipo de información que me esperaba.
—Creo que másh al norte, a la parte más nublada de la shiudad, he escuchado que había un brujo alquimista o una de esas cosas rarash. ¡Esos no son médicos! ¡Con sus plantash rarash y'qué curan, en mis tiempos nos curábamos solitos! —dijo orgullosa—. Menos mal que mi pequeñita lleva como seis días triste porque el sucio brujo alquimista y sus plantash estúpidash no estaban.
Una pequeña línea se formó sobre mis labios, curvándose en una sonrisa. Cargué al golem, tendría que pagarle una visita al misterioso "brujo alquimista".
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Aclaró, no es que Byleth sea un brujo alquimista, es tan solo la típica señora de los viejos tiempos que cualquier cosa rara es brujería y alquimia. (?)
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
—¿Ve cómo clarea el cielo por el este?, ¿y cómo las nubes se acumulan del otro lado? —Valeria levantó la vista hacia donde el hombre le señalaba— Eso es que pronto cambiará el viento.
—¿Cómo de pronto? —contestó la bruja, que sabía por experiencia que los hombres de mar tenían un don para predecir el tiempo.
—Yo diría —dijo el tipo rascándose la descuidada barba con gesto pensativo— que en algún momento de la noche. Sin duda, podremos zarpar en la mañana, en cuanto nos den la venia las autoridades.
Valeria sonrió satisfecha. Asegurándole al capitán del Tritón Azul que tendría su equipaje listo para zarpar, se despidió del hombre y cruzó de nuevo los muelles en dirección a la ciudad. En realidad, su equipaje estaba listo y esperando el traslado desde hacía dos semanas, pero los vientos se habían negado a permitir la partida de ningún barco. ¿Era posible que ninguno de los navíos que se habían acercado a Sacrestic Ville en las últimas semanas contara con un tensai de viento entre su tripulación?
«Tatsuya controla el viento», le recordó una voz en su cabeza. A la bruja se le escapó una risa irónica. Desde el momento en que presenció cómo arrastraban al hombre a prisión, un único pensamiento se había aposentado en su mente: alejarse tanto como fuera posible de aquella ciudad. Y ahora que, por fin, veía cercana la partida, el brujo volvía a abrirse paso en sus pensamientos. Con una breve sacudida de su cabeza, la bruja se enfocó de nuevo en lo que tenía ante ella. Apretó el paso y no tardó en atravesar de nuevo la puerta de la posada.
—Ah, señorita Reike —la recibió sonriente don Fabián, el posadero—, ¿ya de vuelta? ¿Ha encontrado algún barco disponible o seguiremos contando con su compañía?
—Me han asegurado que esta noche cambiará el viento. Si todo va como debiera, me iré por la mañana.
—Haré que trasladen sus cosas al puerto a primera hora entonces —dijo el hombre con una inclinación de cabeza—. ¿Se le ofrece alguna cosa antes de la cena?
—Nada por el momento, gracias —respondió la bruja volviéndose hacia la escalera. Cuando llegó a su habitación, pudo comprobar que todo estaba en perfecto orden, pero el lugar estaba desierto. Con un suspiro, volvió a la planta inferior y se dirigió de nuevo a don Fabián—. ¿Sabe si Libnik anda por aquí?
—Lo vi bajar a la bodega, con los otros dnomos. ¿Quiere que lo llame?
—Si, por favor.
Valeria soltó el aire tan pronto como vio la espalda del hombre desaparecer detrás de la barra. Ni siquiera se había dado cuenta de que había estado conteniendo el aliento. Por alguna razón, la idea de bajar ella misma a la bodega le dejaba una sensación pesada en el estómago. Cuando el posadero estuvo de vuelta, acompañado del pequeño dnomo, la encontraron tamborileando en la barra, como el cliente que tiene prisa por ser atendido.
—Libnik —dijo con más brusquedad de la que hubiera querido. Se detuvo un momento y reguló el tono a uno más amable—. Probablemente nos marchemos por la mañana. ¿Tienes las cosas listas para partir?
Lo cierto era que la bruja ignoraba si los dnomos sirvientes tenían pertenencias, más allá del regalo que recibían a cambio de entrar al servicio de sus respectivas familias. Ella había crecido robando y embaucando a la gente en las calles de Beltrexus y jamás se había imaginado con un criado a su servicio. Ni siquiera tenía claro por qué el dnomo había accedido a viajar con ella. En el momento en que Libnik asentía a la pregunta de Valeria, dos hombres entraron en la taberna hablando animadamente.
—Entonces, ¿mañana es el gran día?
—Así es. Ejecución doble. Ya tenemos lista la plaza, va a ser un espectáculo.
Los hombres reían de camino a la barra, donde pidieron sendas cervezas. Valeria se apartó para darles espacio, pero no se alejó demasiado, para no perderse los detalles de la conversación. Había olvidado la fecha de la ejecución, aunque, a juzgar por la inquietud que la había acompañado durante el día, una parte de ella debía haberlo tenido bien presente. ¿Acaso tenía remordimientos o era, simplemente, la sensación de saber que aquella podía haber sido su última noche? En cualquier caso, lo que más deseaba la bruja era marcharse de una vez y dejar todo aquello atrás.
La cena transcurrió sin sobresaltos. La bruja había decidido tomar su colación en la sala común, en lugar de hacerlo sola en su cuarto. Atenta a las conversaciones de la gente que la rodeaba, podía estar al tanto de las últimas noticias y rumores de la villa. Escuchar conversaciones ajenas era una costumbre que había adquirido de niña y que siempre le había proporcionado un buen servicio.
No fue hasta la llegada de la noche, cuando la comida había sido retirada de las mesas y los comensales disfrutaban de las canciones de una simpática trovadora, que unos gritos se filtraron desde la puerta. No todos se levantaron de sus asientos, pero los que sí lo hicieron, entraron de nuevo con la noticia estrella de la noche.
—¿Cómo que han escapado?
—Lo que oyes. La guardia anda buscando voluntarios para ir en su busca.
—Pero, ¿dos? ¿Cómo han podido escapar dos asesinos?
—Ni idea, pero por lo visto hay un guardia muerto.
Aquellas palabras fueron las últimas que pudo entender la bruja antes de que cundiera el pánico en la taberna. Algunos parroquianos, muy pocos, se marcharon en el acto, de vuelta a sus hogares, pero la mayoría decidieron quedarse por miedo a encontrase a los asesinos por el camino, o quizás a algún vampiro hambriento. Los que tenían habitación en la posada, corrieron escaleras arriba para encerrarse en ella.
Más preocupada por la marabunta que la rodeaba que por la posibilidad de encontrarse con un par de criminales, Valeria permaneció en su asiento mientras el tabernero trataba de poner orden. Cuando vio que los visitantes habían dejado libre la escalera y los locales se apelotonaban todos lo más lejos posible de la puerta, se levantó, dispuesta a seguir la ruta más despejada a su dormitorio, pero tan pronto como dio el primer paso, sintió un tironcito en el bajo de su falda que la hizo volverse.
Libnik, que había escuchado las malas nuevas desde debajo de la mesa, la miraba con expresión una extraña expresión en su rostro. A la bruja le tomó unos segundos entender lo que ocurría: el dnomo, como ella, intuía quién era uno de esos dos “asesinos” fugados.
—Está bien —concedió—, me cambiaré el vestido por algo un poco más apropiado e iré a enterarme de lo que ha pasado. Pero tú te quedas en la habitación.
Y así fue como la bruja partió en busca de aquel a quien había enviado a la cárcel hacía apenas dos semanas.
—¿Cómo de pronto? —contestó la bruja, que sabía por experiencia que los hombres de mar tenían un don para predecir el tiempo.
—Yo diría —dijo el tipo rascándose la descuidada barba con gesto pensativo— que en algún momento de la noche. Sin duda, podremos zarpar en la mañana, en cuanto nos den la venia las autoridades.
Valeria sonrió satisfecha. Asegurándole al capitán del Tritón Azul que tendría su equipaje listo para zarpar, se despidió del hombre y cruzó de nuevo los muelles en dirección a la ciudad. En realidad, su equipaje estaba listo y esperando el traslado desde hacía dos semanas, pero los vientos se habían negado a permitir la partida de ningún barco. ¿Era posible que ninguno de los navíos que se habían acercado a Sacrestic Ville en las últimas semanas contara con un tensai de viento entre su tripulación?
«Tatsuya controla el viento», le recordó una voz en su cabeza. A la bruja se le escapó una risa irónica. Desde el momento en que presenció cómo arrastraban al hombre a prisión, un único pensamiento se había aposentado en su mente: alejarse tanto como fuera posible de aquella ciudad. Y ahora que, por fin, veía cercana la partida, el brujo volvía a abrirse paso en sus pensamientos. Con una breve sacudida de su cabeza, la bruja se enfocó de nuevo en lo que tenía ante ella. Apretó el paso y no tardó en atravesar de nuevo la puerta de la posada.
—Ah, señorita Reike —la recibió sonriente don Fabián, el posadero—, ¿ya de vuelta? ¿Ha encontrado algún barco disponible o seguiremos contando con su compañía?
—Me han asegurado que esta noche cambiará el viento. Si todo va como debiera, me iré por la mañana.
—Haré que trasladen sus cosas al puerto a primera hora entonces —dijo el hombre con una inclinación de cabeza—. ¿Se le ofrece alguna cosa antes de la cena?
—Nada por el momento, gracias —respondió la bruja volviéndose hacia la escalera. Cuando llegó a su habitación, pudo comprobar que todo estaba en perfecto orden, pero el lugar estaba desierto. Con un suspiro, volvió a la planta inferior y se dirigió de nuevo a don Fabián—. ¿Sabe si Libnik anda por aquí?
—Lo vi bajar a la bodega, con los otros dnomos. ¿Quiere que lo llame?
—Si, por favor.
Valeria soltó el aire tan pronto como vio la espalda del hombre desaparecer detrás de la barra. Ni siquiera se había dado cuenta de que había estado conteniendo el aliento. Por alguna razón, la idea de bajar ella misma a la bodega le dejaba una sensación pesada en el estómago. Cuando el posadero estuvo de vuelta, acompañado del pequeño dnomo, la encontraron tamborileando en la barra, como el cliente que tiene prisa por ser atendido.
—Libnik —dijo con más brusquedad de la que hubiera querido. Se detuvo un momento y reguló el tono a uno más amable—. Probablemente nos marchemos por la mañana. ¿Tienes las cosas listas para partir?
Lo cierto era que la bruja ignoraba si los dnomos sirvientes tenían pertenencias, más allá del regalo que recibían a cambio de entrar al servicio de sus respectivas familias. Ella había crecido robando y embaucando a la gente en las calles de Beltrexus y jamás se había imaginado con un criado a su servicio. Ni siquiera tenía claro por qué el dnomo había accedido a viajar con ella. En el momento en que Libnik asentía a la pregunta de Valeria, dos hombres entraron en la taberna hablando animadamente.
—Entonces, ¿mañana es el gran día?
—Así es. Ejecución doble. Ya tenemos lista la plaza, va a ser un espectáculo.
Los hombres reían de camino a la barra, donde pidieron sendas cervezas. Valeria se apartó para darles espacio, pero no se alejó demasiado, para no perderse los detalles de la conversación. Había olvidado la fecha de la ejecución, aunque, a juzgar por la inquietud que la había acompañado durante el día, una parte de ella debía haberlo tenido bien presente. ¿Acaso tenía remordimientos o era, simplemente, la sensación de saber que aquella podía haber sido su última noche? En cualquier caso, lo que más deseaba la bruja era marcharse de una vez y dejar todo aquello atrás.
La cena transcurrió sin sobresaltos. La bruja había decidido tomar su colación en la sala común, en lugar de hacerlo sola en su cuarto. Atenta a las conversaciones de la gente que la rodeaba, podía estar al tanto de las últimas noticias y rumores de la villa. Escuchar conversaciones ajenas era una costumbre que había adquirido de niña y que siempre le había proporcionado un buen servicio.
No fue hasta la llegada de la noche, cuando la comida había sido retirada de las mesas y los comensales disfrutaban de las canciones de una simpática trovadora, que unos gritos se filtraron desde la puerta. No todos se levantaron de sus asientos, pero los que sí lo hicieron, entraron de nuevo con la noticia estrella de la noche.
—¿Cómo que han escapado?
—Lo que oyes. La guardia anda buscando voluntarios para ir en su busca.
—Pero, ¿dos? ¿Cómo han podido escapar dos asesinos?
—Ni idea, pero por lo visto hay un guardia muerto.
Aquellas palabras fueron las últimas que pudo entender la bruja antes de que cundiera el pánico en la taberna. Algunos parroquianos, muy pocos, se marcharon en el acto, de vuelta a sus hogares, pero la mayoría decidieron quedarse por miedo a encontrase a los asesinos por el camino, o quizás a algún vampiro hambriento. Los que tenían habitación en la posada, corrieron escaleras arriba para encerrarse en ella.
Más preocupada por la marabunta que la rodeaba que por la posibilidad de encontrarse con un par de criminales, Valeria permaneció en su asiento mientras el tabernero trataba de poner orden. Cuando vio que los visitantes habían dejado libre la escalera y los locales se apelotonaban todos lo más lejos posible de la puerta, se levantó, dispuesta a seguir la ruta más despejada a su dormitorio, pero tan pronto como dio el primer paso, sintió un tironcito en el bajo de su falda que la hizo volverse.
Libnik, que había escuchado las malas nuevas desde debajo de la mesa, la miraba con expresión una extraña expresión en su rostro. A la bruja le tomó unos segundos entender lo que ocurría: el dnomo, como ella, intuía quién era uno de esos dos “asesinos” fugados.
—Está bien —concedió—, me cambiaré el vestido por algo un poco más apropiado e iré a enterarme de lo que ha pasado. Pero tú te quedas en la habitación.
Y así fue como la bruja partió en busca de aquel a quien había enviado a la cárcel hacía apenas dos semanas.
- OFF ROL:
- Supongo que no hace falta decir esto, pero nadie, ni siquiera Tatsuya, sabe que Reike es la verdadera culpable del asesinato de Tau Farley, ni hay razones para sospecharlo. Ella, desde luego, no va a reconocerlo hasta dentro de muchos, muchos años xD . Por si tenéis curiosidad por los detalles del crimen, os dejo [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] el enlace a la confesión que Sigel me hizo subir tras el desafío ya mencionado por Tatsuya ^^
Libnik es un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que servía a Farley y ahora ha accedido a viajar con Reike.- Libnik:
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Suspiré aliviado al respirar aire fresco, aún si era el de Sacrestic Ville. La alegría no me duraría mucho, ya que sabía que no sería fácil escapar de la villa: la noticia pronto se expandió de extremo a extremo de la ciudad, por lo que en cada esquina, puesto de comerciante y avenida había un guardia apostado, preguntándole a los transeúntes sobre mi paradero y a menudo ofreciendo una recompensa por mi captura: nada más ni nada menos que 400 aeros. Pensé en entregarme a mí mismo, pero me gustaba más la libertad, por lo que regresar no era una opción; mucho menos huir por la entrada de la ciudad... eso sería riesgoso. Tendría que mantener un perfil bajo hasta que se calmaran las aguas.
—Hay que deshacerse de los uniformes, y de estos grilletes. — dijo Byleth mientras se acariciaba el cuello, donde empezaban a asomarse algunos moretones que le marqué con los dedos. — Tienes un rostro fácil de recordar, y aunque estuvieras de espaldas, te reconocerían por la ropa.
—¿Acaso ves una tienda de ropa cerca? — respondí con un tono sarcástico — Sacrestic no es conocida por su sentido de la moda.
—Nadie dijo que la fuéramos a comprar. — señaló un balcón, a escasos metros sobre nosotros, donde colgaban algunas prendas femeninas. — Ven. Te impulsaré.
—Tienes una mente criminal, ¿sabes? — sonreí mientras me estribaba sobre sus brazos.
Tomé lo primero que encontré, pues en un callejón circundante escuché la voz de unos guardias acercándose a nosotros: un largo vestido color fucsia, y por otra parte una túnica negra con blanco, decorada con una capucha y una cruz dorada en el pecho. Ya de pura casualidad, al tirar del vestido arrastré una cajita de maquillaje. Huimos de la escena en cuanto puse los pies sobre tierra, no sin antes recoger el objeto, y nos ocultamos en un callejón.
Me vestí tan rápido como me permitieron los grilletes. La túnica habría sido mi indumentaria ideal... de no ser por un pequeño detalle:
—Me queda demasiado grande. ¿Qué clase de abominación corpulenta podría usar esto? — comenté mientras sacudía la falda de la túnica.
—En ese caso, creo que el rosa es tu color.
—Oh, no. Ni hablar. — le respondí con un corte de manga.
—Si nos descubren, tendrás que pelear. Los grilletes ya son un impedimento de por sí, mucho menos estarás en condiciones de atacar si te tropiezas cada dos por tres... y yo no soy un luchador. — hizo una pausa para mirar el maquillaje, y sus ojos brillaron instantáneamente — Puedo acomodarte para que no parezcas Tatsuya, sino otra persona. Alguien más... encantador. O encantadora.
—Esto no me gusta... — musité.
Mientras me acomodaba el vestido, Byleth me maquillaba con la dedicación y precisión de un estilista: se tomó la molestia de añadir rubor a mis mejillas, una sombra cerúlea bajo mis ojos, delinearme las pestañas, maquillar mis cejas, y como toque final, pintarme los labios de color rubí. Para hacerlo más creíble, me soltó el cabello y cubrió mi barba con un paño de lino que encontró en el suelo. «Todo sea por que no me descubran...» me repetí una y otra vez mientras me sometía a tal humillación. Al terminar, Byleth se colocó la túnica.
—¡Oh! ¡Te ves encantadora! — el tipo aplaudió y carcajeó al concluir su trabajo.
—Vete a la mierda.
—El problema ahora es... quitarnos esto. — señaló las cadenas que aprisionaban sus manos. Al otro lado del callejón apareció un joven orejudo, haciéndole preguntas a una señora. De su cinturón colgaba un hacha de mano... ¡bingo! — Tengo una idea. Sígueme. Ponte cabizbajo. — ladeé un poco la cabeza y obedecí.
En el tiempo que tardamos en acercarnos, los desconocidos culminaron su conversación y la doña se marchó, dejando al elfo solo. Byleth se adelantó y siseó desde el extremo del callejón para llamar la atención del muchacho. Yo, por mi parte, desvié la mirada hacia el lado contrario por la vergüenza
—¡Eh, tú! ¡Sí, tú! — voceó para atraer al joven, ocultando sus manos en la inmensidad de la túnica— ¡Que Dios os bendiga, hermano! — hizo una breve reverencia — El señor es grande y vive dentro de todos nosotros... o casi todos, me temo. Cada día hay más hombres bajo la influencia del demonio, mi hermano. ¡Vea aquí a esta jovencita! ¡Tuvo que sufrir los horribles maltratos de su esposo durante años! ¡La tenía esposada en su sótano, dándole de comer una vez a la semana! Imperdonable, imperdonable de verdad. Hace apenas una hora que consiguió escapar, ¡y nadie ha querido ayudarla a librarse de esos horribles grilletes! ¿Cómo se supone que alcancemos las puertas del cielo, si no ayudamos al prójimo? ¡Mírela, hermano! ¡Ella necesita su ayuda! — a continuación, descendió su tono de voz a uno más persuasivo — Si tan solo pudiera cortar sus cadenas... seguro que sería un buen acto a los ojos del señor. Recuerde que él es grande, y tiene formas de manifestar su agradecimiento.
Off: Byleth, el fanático religioso, se dirige a Anders en una especie de intento persuasivo.
—Hay que deshacerse de los uniformes, y de estos grilletes. — dijo Byleth mientras se acariciaba el cuello, donde empezaban a asomarse algunos moretones que le marqué con los dedos. — Tienes un rostro fácil de recordar, y aunque estuvieras de espaldas, te reconocerían por la ropa.
—¿Acaso ves una tienda de ropa cerca? — respondí con un tono sarcástico — Sacrestic no es conocida por su sentido de la moda.
—Nadie dijo que la fuéramos a comprar. — señaló un balcón, a escasos metros sobre nosotros, donde colgaban algunas prendas femeninas. — Ven. Te impulsaré.
—Tienes una mente criminal, ¿sabes? — sonreí mientras me estribaba sobre sus brazos.
Tomé lo primero que encontré, pues en un callejón circundante escuché la voz de unos guardias acercándose a nosotros: un largo vestido color fucsia, y por otra parte una túnica negra con blanco, decorada con una capucha y una cruz dorada en el pecho. Ya de pura casualidad, al tirar del vestido arrastré una cajita de maquillaje. Huimos de la escena en cuanto puse los pies sobre tierra, no sin antes recoger el objeto, y nos ocultamos en un callejón.
Me vestí tan rápido como me permitieron los grilletes. La túnica habría sido mi indumentaria ideal... de no ser por un pequeño detalle:
—Me queda demasiado grande. ¿Qué clase de abominación corpulenta podría usar esto? — comenté mientras sacudía la falda de la túnica.
—En ese caso, creo que el rosa es tu color.
—Oh, no. Ni hablar. — le respondí con un corte de manga.
—Si nos descubren, tendrás que pelear. Los grilletes ya son un impedimento de por sí, mucho menos estarás en condiciones de atacar si te tropiezas cada dos por tres... y yo no soy un luchador. — hizo una pausa para mirar el maquillaje, y sus ojos brillaron instantáneamente — Puedo acomodarte para que no parezcas Tatsuya, sino otra persona. Alguien más... encantador. O encantadora.
—Esto no me gusta... — musité.
Mientras me acomodaba el vestido, Byleth me maquillaba con la dedicación y precisión de un estilista: se tomó la molestia de añadir rubor a mis mejillas, una sombra cerúlea bajo mis ojos, delinearme las pestañas, maquillar mis cejas, y como toque final, pintarme los labios de color rubí. Para hacerlo más creíble, me soltó el cabello y cubrió mi barba con un paño de lino que encontró en el suelo. «Todo sea por que no me descubran...» me repetí una y otra vez mientras me sometía a tal humillación. Al terminar, Byleth se colocó la túnica.
—¡Oh! ¡Te ves encantadora! — el tipo aplaudió y carcajeó al concluir su trabajo.
—Vete a la mierda.
—El problema ahora es... quitarnos esto. — señaló las cadenas que aprisionaban sus manos. Al otro lado del callejón apareció un joven orejudo, haciéndole preguntas a una señora. De su cinturón colgaba un hacha de mano... ¡bingo! — Tengo una idea. Sígueme. Ponte cabizbajo. — ladeé un poco la cabeza y obedecí.
En el tiempo que tardamos en acercarnos, los desconocidos culminaron su conversación y la doña se marchó, dejando al elfo solo. Byleth se adelantó y siseó desde el extremo del callejón para llamar la atención del muchacho. Yo, por mi parte, desvié la mirada hacia el lado contrario por la vergüenza
—¡Eh, tú! ¡Sí, tú! — voceó para atraer al joven, ocultando sus manos en la inmensidad de la túnica— ¡Que Dios os bendiga, hermano! — hizo una breve reverencia — El señor es grande y vive dentro de todos nosotros... o casi todos, me temo. Cada día hay más hombres bajo la influencia del demonio, mi hermano. ¡Vea aquí a esta jovencita! ¡Tuvo que sufrir los horribles maltratos de su esposo durante años! ¡La tenía esposada en su sótano, dándole de comer una vez a la semana! Imperdonable, imperdonable de verdad. Hace apenas una hora que consiguió escapar, ¡y nadie ha querido ayudarla a librarse de esos horribles grilletes! ¿Cómo se supone que alcancemos las puertas del cielo, si no ayudamos al prójimo? ¡Mírela, hermano! ¡Ella necesita su ayuda! — a continuación, descendió su tono de voz a uno más persuasivo — Si tan solo pudiera cortar sus cadenas... seguro que sería un buen acto a los ojos del señor. Recuerde que él es grande, y tiene formas de manifestar su agradecimiento.
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Off: Byleth, el fanático religioso, se dirige a Anders en una especie de intento persuasivo.
- Aproximación de Tatsuya travestido (?:
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IS THIS A MOTHERFUCKING JOJO REFERENCE?!?!?!?!
Tatsuya Suō
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
A paso lento, acompañando a Olivia, continuó avanzando por las calles de la ciudad sin realmente una dirección determinada.
Llegados a aquel punto encontrar al criminal era como buscar una aguja en un pajar. En sí, empezaba a creer que iba a ser bastante complicado dar con él teniendo en cuenta el tiempo que hacía que se había fugado, el tamaño de la ciudad y la inusual cantidad de recovecos con la que contaba esta para ocultarse.
Al menos la guardia estaba usando la cabeza y había bloqueado las principales salidas de la urbe y, además, por lo que le contaba Olivia estaban examinando cada caravana que se disponía a salir o incluso entrar en la urbe.
- ¿Y qué es lo que sabéis del fugitivo exactamente? – Inquirió Eltrant, según se detenían en uno de los tantos cruces de la ciudad.
- Es… - La mujer rebuscó entre los bolsos que pendían de su armadura. - … así. – Comentó entregando un cartel amarillento al mercenario. – El otro es un alquimista, no sé exactamente por qué ha sido encarcelado. Pero al parecer era bastante inofensivo antes de lo de esta noche. – dijo a la vez que se llevaba una mano hasta el mentón, haciendo memoria.
- “Vengan a ver impartir justicia…” – Leyó Eltrant de forma monótona. – “… el astuto criminal Tatsuya Su…¿o? ...” – No sabía exactamente como pronunciar la última letra de aquel nombre, nunca había visto nada similar. – “Será colgado en la plaza central con los primeros rayos del sol el día…” – El exmercenario dejó de leer y miró a Olivia. - ¿De verdad esto es necesario? – Preguntó examinando el rostro del fugitivo.
No eran rasgos comunes entre las personas de Aerandir, sería relativamente fácil de reconocer, al menos.
- Tatsuya Suō. – Pronunció Lyn, corrigiendo a su compañero, tras leer rápidamente el macabro cartel. Eltrant miró algo confuso a la vampiresa durante unos segundos, quien se limitó a sonreír sin añadir nada más.
- A la gente le gustan las demostraciones de justicia. Que se vea que la guardia vela por ellos más de lo que lo hacían cuando la ciudad estaba bajo control vampírico. – dijo la sargento Wallace encogiéndose de hombros. – Y Su... ō mató... al señor Farlay. – Aseguró, Eltrant nunca había oído aquel nombre, pero supuso que sería alguien importante en la ciudad como para que hubiesen puesto a toda la guarnición en alerta máxima. – Lo mínimo que se merecen es saber que ese tipo de actos no van a ser tolerados en esta ciudad. – Agregó cerrando el puño frente a su cara, frunciendo el ceño.
Olivia podía parecer ridículamente terca y obcecada a simple vista, pero, a diferencia del guarda promedio que se conformaba con una paga y un pequeño blasón que le hacía sentir especial, la mujer al menos parecía querer ayudar de verdad a la gente que había jurado proteger.
- ¿Y qué opina el fugitivo de todo esto? – Preguntó finalmente, guardando el cartel en uno de los bolsillos traseros de su cinturón.
- Él dice ser inocente, por supuesto. – dijo Olivia, reemprendiendo la marcha, indicando con un gesto a un par de soldados que continuasen la búsqueda por los callejones que tenían más cerca. - ¿Pero qué criminal no jura esas cosas para salvar su cuello? – Agregó añadiendo cierto énfasis en la palabra “jura”.
- Te sorprenderías. – Respondió Eltrant, sin entrar demasiado en demasiados detalles de lo que había vivido él mismo no demasiado tiempo atrás.
- Ya tuvo su juicio. – dijo entonces, mostrándose algo dubitativa respecto a eso. – Además de que ha vuelto a matar. – La mujer respiró profundamente y sacudió la cabeza, esta vez algo más convencida. – Ve por ahí, mercenario. – Ordenó a Eltrant señalando el angosto callejón que tenían a su derecha, justo al lado de una modesta zapatería. – Si lo encuentras… tráelo con vida. – dijo tras unos instantes en silencio.
- ¿La orden general no es… matarlo en el acto? – Eltrant bajó ambas manos hasta su cinturón y estudió la cara de la mujer unos segundos.
- … Lo sé. – dijo Olivia. – Pero… - Jugueteó con el pomo de la espada plateada que pendía de su cinturón. – Tú hazme caso, mercenario. Te recompensaré. – Afirmó antes de girar sobre sí misma y ordenar a otros dos soldados, unos con los que compartía escuadra por sus emblemas, que continuasen buscando.
Cruzado de brazos, se quedó mirando la espalda de la mujer hasta que esta desapareció en la oscuridad de los callejones. Aquello era… interesante. ¿Qué estaría pasado por la cabeza de la Sargento Olivia Wallace? ¿Qué le hacía incumplir órdenes directas y contratar, además, a un supuesto mercenario personal?
- ¿Qué opinas? – Preguntó Eltrant a Lyn, todavía de brazos cruzados, sin siquiera girarse a mirarla, manteniendo su vista fija en el punto por el que había desaparecido la mujer.
- Tiene algo en mente, Mortal. – Comentó Lyn. – No quiere matar al fugitivo, para empezar. - Estiró ambos brazos por encima de su cabeza. – Probablemente tenga algún motivo secreto tras todo esto. – Afirmó la ojiazul, asintiendo para sí. – Aunque si el tal Tatsuya ha matado a alguien al huir… a saber. - La vampiresa echó mano de uno de los frasquitos que tenía en el cinturón y lo hizo bailar entre sus dedos.
- Es posible… - Se rascó la barba, después sacudió la cabeza. - Nuestro trabajo, de todas formas, es capturarlo por el momento. – Afianzó Recuerdo al cinto y emprendió la marcha por el callejón. – Ahora mismo estamos seguro de que hay un muerto a su nombre. Ya veremos lo que pasa luego. – Le hizo un gesto a su acompañante para que le siguiese de cerca.
Alguien con un uniforme de prisión y grilletes no pasaría precisamente desapercibido entre el gentío incluso a altas horas de la noche. ¿Una herrería? La guardia ya debía de haber apostado soldados en todas para asegurarse de que el criminal no las usaban pero siempre podía haber una menos conocida.
- ¿Ese no es Anders? – dijo entonces Lyn, de improviso, según señalaba a un elfo solitario según salían del callejón.
Llegados a aquel punto encontrar al criminal era como buscar una aguja en un pajar. En sí, empezaba a creer que iba a ser bastante complicado dar con él teniendo en cuenta el tiempo que hacía que se había fugado, el tamaño de la ciudad y la inusual cantidad de recovecos con la que contaba esta para ocultarse.
Al menos la guardia estaba usando la cabeza y había bloqueado las principales salidas de la urbe y, además, por lo que le contaba Olivia estaban examinando cada caravana que se disponía a salir o incluso entrar en la urbe.
- ¿Y qué es lo que sabéis del fugitivo exactamente? – Inquirió Eltrant, según se detenían en uno de los tantos cruces de la ciudad.
- Es… - La mujer rebuscó entre los bolsos que pendían de su armadura. - … así. – Comentó entregando un cartel amarillento al mercenario. – El otro es un alquimista, no sé exactamente por qué ha sido encarcelado. Pero al parecer era bastante inofensivo antes de lo de esta noche. – dijo a la vez que se llevaba una mano hasta el mentón, haciendo memoria.
- “Vengan a ver impartir justicia…” – Leyó Eltrant de forma monótona. – “… el astuto criminal Tatsuya Su…¿o? ...” – No sabía exactamente como pronunciar la última letra de aquel nombre, nunca había visto nada similar. – “Será colgado en la plaza central con los primeros rayos del sol el día…” – El exmercenario dejó de leer y miró a Olivia. - ¿De verdad esto es necesario? – Preguntó examinando el rostro del fugitivo.
No eran rasgos comunes entre las personas de Aerandir, sería relativamente fácil de reconocer, al menos.
- Tatsuya Suō. – Pronunció Lyn, corrigiendo a su compañero, tras leer rápidamente el macabro cartel. Eltrant miró algo confuso a la vampiresa durante unos segundos, quien se limitó a sonreír sin añadir nada más.
- A la gente le gustan las demostraciones de justicia. Que se vea que la guardia vela por ellos más de lo que lo hacían cuando la ciudad estaba bajo control vampírico. – dijo la sargento Wallace encogiéndose de hombros. – Y Su... ō mató... al señor Farlay. – Aseguró, Eltrant nunca había oído aquel nombre, pero supuso que sería alguien importante en la ciudad como para que hubiesen puesto a toda la guarnición en alerta máxima. – Lo mínimo que se merecen es saber que ese tipo de actos no van a ser tolerados en esta ciudad. – Agregó cerrando el puño frente a su cara, frunciendo el ceño.
Olivia podía parecer ridículamente terca y obcecada a simple vista, pero, a diferencia del guarda promedio que se conformaba con una paga y un pequeño blasón que le hacía sentir especial, la mujer al menos parecía querer ayudar de verdad a la gente que había jurado proteger.
- ¿Y qué opina el fugitivo de todo esto? – Preguntó finalmente, guardando el cartel en uno de los bolsillos traseros de su cinturón.
- Él dice ser inocente, por supuesto. – dijo Olivia, reemprendiendo la marcha, indicando con un gesto a un par de soldados que continuasen la búsqueda por los callejones que tenían más cerca. - ¿Pero qué criminal no jura esas cosas para salvar su cuello? – Agregó añadiendo cierto énfasis en la palabra “jura”.
- Te sorprenderías. – Respondió Eltrant, sin entrar demasiado en demasiados detalles de lo que había vivido él mismo no demasiado tiempo atrás.
- Ya tuvo su juicio. – dijo entonces, mostrándose algo dubitativa respecto a eso. – Además de que ha vuelto a matar. – La mujer respiró profundamente y sacudió la cabeza, esta vez algo más convencida. – Ve por ahí, mercenario. – Ordenó a Eltrant señalando el angosto callejón que tenían a su derecha, justo al lado de una modesta zapatería. – Si lo encuentras… tráelo con vida. – dijo tras unos instantes en silencio.
- ¿La orden general no es… matarlo en el acto? – Eltrant bajó ambas manos hasta su cinturón y estudió la cara de la mujer unos segundos.
- … Lo sé. – dijo Olivia. – Pero… - Jugueteó con el pomo de la espada plateada que pendía de su cinturón. – Tú hazme caso, mercenario. Te recompensaré. – Afirmó antes de girar sobre sí misma y ordenar a otros dos soldados, unos con los que compartía escuadra por sus emblemas, que continuasen buscando.
Cruzado de brazos, se quedó mirando la espalda de la mujer hasta que esta desapareció en la oscuridad de los callejones. Aquello era… interesante. ¿Qué estaría pasado por la cabeza de la Sargento Olivia Wallace? ¿Qué le hacía incumplir órdenes directas y contratar, además, a un supuesto mercenario personal?
- ¿Qué opinas? – Preguntó Eltrant a Lyn, todavía de brazos cruzados, sin siquiera girarse a mirarla, manteniendo su vista fija en el punto por el que había desaparecido la mujer.
- Tiene algo en mente, Mortal. – Comentó Lyn. – No quiere matar al fugitivo, para empezar. - Estiró ambos brazos por encima de su cabeza. – Probablemente tenga algún motivo secreto tras todo esto. – Afirmó la ojiazul, asintiendo para sí. – Aunque si el tal Tatsuya ha matado a alguien al huir… a saber. - La vampiresa echó mano de uno de los frasquitos que tenía en el cinturón y lo hizo bailar entre sus dedos.
- Es posible… - Se rascó la barba, después sacudió la cabeza. - Nuestro trabajo, de todas formas, es capturarlo por el momento. – Afianzó Recuerdo al cinto y emprendió la marcha por el callejón. – Ahora mismo estamos seguro de que hay un muerto a su nombre. Ya veremos lo que pasa luego. – Le hizo un gesto a su acompañante para que le siguiese de cerca.
Alguien con un uniforme de prisión y grilletes no pasaría precisamente desapercibido entre el gentío incluso a altas horas de la noche. ¿Una herrería? La guardia ya debía de haber apostado soldados en todas para asegurarse de que el criminal no las usaban pero siempre podía haber una menos conocida.
- ¿Ese no es Anders? – dijo entonces Lyn, de improviso, según señalaba a un elfo solitario según salían del callejón.
Última edición por Eltrant Tale el Miér 11 Sep - 10:10, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Una vez estuvo finiquitada la conversación con la señora di un par de pasos para ponerme en camino. Me detuve un momento, dándome vuelta y la llamé una segunda vez, para ofrecerme a escoltarla de vuelta a casa. No era precisamente el guardaespaldas más competente; pero peor era nada.
—¿Segura, abuela? Hay un mal hombre suelto.
—¡Sí, sí! ¡Y vampiros también! ¡Gran cosa!
Reí por lo bajo y me despedí de ella, pensando en hacer mi camino al norte de la ciudad para reunir más información sobre el 'brujo alquimista' del que había comentado, aunque yo tenía claro en mi mente, seguramente solo era un médico común y corriente. Algunos clanes de Sandorai hablaban igual que la señora, acusando la alquimia de cosa de brujos, otros les daba igual, algunos lo usaban... tan variables como la misma gente en el mundo.
La verdad no tuve muchísimo tiempo de avanzar. A los pocos pasos que me había alejado y empecé a escuchar un siseo. Lo ignoré en un inicio, pero el mismo se hizo más fuerte, y con falta de gente en la calle, era un poco evidente que tenía que ser a mí persona. Tragué saliva antes de voltear, preparándome mentalmente para lo que pudiera ver, por ejemplo, un vampiro saltándome encima a toda velocidad para comer. Al asesino con su arma alzada en alto.
Volteé. Era peor que todo eso. Un religioso, y por lo que decía, era de ese nuevo Dios que era de nadie y a la vez era de todos. Me acerqué caminando a él lentamente, escuchando atento a todo lo que decía. Bueno, no todo, la charla religiosa la bloqueé lentamente.
—Por los... —deje las palabras colgando por no faltarle el respeto, pero fuese lo que le hubiese hecho el esposo, le había arruinado la cara—. Err, sí, pobrecita, ¿cómo se llama? —tosí apenado por mis opiniones internas y solté el golem para alcanzar por mi hacha.
La tanteé un par de veces, parándome junto a la mujer. Parecía querer evitar cualquier tipo de contacto visual, o siquiera, que viese nada de su rostro, estaría sintiéndose mal, de hecho, pensándolo, De cerca, la verdad, llegaba a intimidar. El esposo tenía que ser una montaña, porque estaba bastante seguro que el brazo de la chica era más grande que el mío. No me molestaría a pensar nada sobre el vestido, ¿quién en su sano juicio usaba un color tan llamativo como fucsia en Sacrestic?
—Déjame ver —dije tomando los grilletes para ver a donde iba la cadena. Tenía las muñecas pegadas, no completamente, pero el espacio era cosa de centímetros... para poder sostener la comida de forma medio decente, imaginé.
Entre las muñecas, el eslabón que conectaba las muñecas tenía un aro que partía hacia abajo, a sus tobillos, donde sucedía algo similar a las muñecas, pero obviamente con más conexiones para permitir cuanto menos que diese pasos. Sostuve la cadena y la jalé un poco para tensarla, golpeando con la parte sin filo del hacha y comprobar la dureza.
Hasta alguien que había encerrado a su esposa se había preocupado de usar mejor acero que el que yo tenia en mi hacha, por supuesto.
—Abre las pier... —arrugué la nariz al notar lo mal que iba a sonar eso—. Q-Quiero decir, uh, separa los tobillos, para tensarla —expliqué rápidamente para excusarme. En cuanto obedeció empecé a dar hachazos a la cadena, cortar una resultaba horrible porque el filo se desviaba ante la falta de una superficie sólida en la que impactar.
Terminó por ceder igualmente gracias a la tensión, ahora cuanto menos podría correr. Me puse de pie, ahora seguían las manos. Sinceramente me daba algo de pánico cortar estas, razón por la que había empezado por los pies. Un hachazo mal dado y le iba a podía terminar por sacar el grillete con todo y muñeca.
—Bien, ahora haz lo mismo, separa las manos, y... —desvié la mirada a medida que alzaba el arma para chequear mis alrededores. Debía verse muy mal alguien armado con un hacha, a medio asomarse en un callejón y pareciendo asesinar a alguien, sobretodo en una noche como esta.
No quería rumores de un "tercer asesino suelto, ¡todo en menos de diez minutos!" o algo del estilo. Pero, como me temía, alguien ya me apuntaba. A su lado había alguien más alto. O debería decir algo, visto que era un montón de metal y... cuando mis ojos alcanzaron arriba, una barba.
Esa la reconocía. Y ahora que me fijaba bien en la armadura, esa también. Sonreí viendo en esa dirección, no podía haber otra figura en el mundo que tuviese más acero que un bio-cibernético encima que él—. ¡Eltrant! —alcé la mano, saludándolos con ella. Si había alguien a su lado, aunque no pudiese verla por sus ropas oscuras, no podía dudar de quien era—. ¡Lyn!
—¿Segura, abuela? Hay un mal hombre suelto.
—¡Sí, sí! ¡Y vampiros también! ¡Gran cosa!
Reí por lo bajo y me despedí de ella, pensando en hacer mi camino al norte de la ciudad para reunir más información sobre el 'brujo alquimista' del que había comentado, aunque yo tenía claro en mi mente, seguramente solo era un médico común y corriente. Algunos clanes de Sandorai hablaban igual que la señora, acusando la alquimia de cosa de brujos, otros les daba igual, algunos lo usaban... tan variables como la misma gente en el mundo.
La verdad no tuve muchísimo tiempo de avanzar. A los pocos pasos que me había alejado y empecé a escuchar un siseo. Lo ignoré en un inicio, pero el mismo se hizo más fuerte, y con falta de gente en la calle, era un poco evidente que tenía que ser a mí persona. Tragué saliva antes de voltear, preparándome mentalmente para lo que pudiera ver, por ejemplo, un vampiro saltándome encima a toda velocidad para comer. Al asesino con su arma alzada en alto.
Volteé. Era peor que todo eso. Un religioso, y por lo que decía, era de ese nuevo Dios que era de nadie y a la vez era de todos. Me acerqué caminando a él lentamente, escuchando atento a todo lo que decía. Bueno, no todo, la charla religiosa la bloqueé lentamente.
—Por los... —deje las palabras colgando por no faltarle el respeto, pero fuese lo que le hubiese hecho el esposo, le había arruinado la cara—. Err, sí, pobrecita, ¿cómo se llama? —tosí apenado por mis opiniones internas y solté el golem para alcanzar por mi hacha.
La tanteé un par de veces, parándome junto a la mujer. Parecía querer evitar cualquier tipo de contacto visual, o siquiera, que viese nada de su rostro, estaría sintiéndose mal, de hecho, pensándolo, De cerca, la verdad, llegaba a intimidar. El esposo tenía que ser una montaña, porque estaba bastante seguro que el brazo de la chica era más grande que el mío. No me molestaría a pensar nada sobre el vestido, ¿quién en su sano juicio usaba un color tan llamativo como fucsia en Sacrestic?
—Déjame ver —dije tomando los grilletes para ver a donde iba la cadena. Tenía las muñecas pegadas, no completamente, pero el espacio era cosa de centímetros... para poder sostener la comida de forma medio decente, imaginé.
Entre las muñecas, el eslabón que conectaba las muñecas tenía un aro que partía hacia abajo, a sus tobillos, donde sucedía algo similar a las muñecas, pero obviamente con más conexiones para permitir cuanto menos que diese pasos. Sostuve la cadena y la jalé un poco para tensarla, golpeando con la parte sin filo del hacha y comprobar la dureza.
Hasta alguien que había encerrado a su esposa se había preocupado de usar mejor acero que el que yo tenia en mi hacha, por supuesto.
—Abre las pier... —arrugué la nariz al notar lo mal que iba a sonar eso—. Q-Quiero decir, uh, separa los tobillos, para tensarla —expliqué rápidamente para excusarme. En cuanto obedeció empecé a dar hachazos a la cadena, cortar una resultaba horrible porque el filo se desviaba ante la falta de una superficie sólida en la que impactar.
Terminó por ceder igualmente gracias a la tensión, ahora cuanto menos podría correr. Me puse de pie, ahora seguían las manos. Sinceramente me daba algo de pánico cortar estas, razón por la que había empezado por los pies. Un hachazo mal dado y le iba a podía terminar por sacar el grillete con todo y muñeca.
—Bien, ahora haz lo mismo, separa las manos, y... —desvié la mirada a medida que alzaba el arma para chequear mis alrededores. Debía verse muy mal alguien armado con un hacha, a medio asomarse en un callejón y pareciendo asesinar a alguien, sobretodo en una noche como esta.
No quería rumores de un "tercer asesino suelto, ¡todo en menos de diez minutos!" o algo del estilo. Pero, como me temía, alguien ya me apuntaba. A su lado había alguien más alto. O debería decir algo, visto que era un montón de metal y... cuando mis ojos alcanzaron arriba, una barba.
Esa la reconocía. Y ahora que me fijaba bien en la armadura, esa también. Sonreí viendo en esa dirección, no podía haber otra figura en el mundo que tuviese más acero que un bio-cibernético encima que él—. ¡Eltrant! —alcé la mano, saludándolos con ella. Si había alguien a su lado, aunque no pudiese verla por sus ropas oscuras, no podía dudar de quien era—. ¡Lyn!
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Salió por la ventana dejando al pequeño Libnik guardando su habitación. No le apetecía cruzar de nuevo el tumulto de la sala principal de la taberna, y así se evitaba preguntas indiscretas. Después de todo, una dama abandonando sola la posada en mitad de la noche no daba una imagen muy respetable. Claro, que una dama viajando sola tampoco es que diera una imagen mucho mejor, qué se le iba a hacer.
Cuando estuvo a un par de bloques de la posada, la bruja se detuvo un momento para orientarse. Acostumbrada como estaba a desenvolverse en grandes ciudades como Beltrexus o Lunargenta, dar con el cuartel de la guardia en un lugar como Sacrestic Ville no le supuso un gran desafío. Con el revuelo que tenían en el lugar, tampoco le fue difícil colarse dentro en busca de alguien que pudiese aclararle sus dudas.
—¡Eh!, ¿tú de dónde sales? Aquí no se puede estar.
«A buenas horas», pensó Valeria, que ya llevaba un rato merodeando por la zona. Tomándose un momento para componer el gesto de una muchacha asustada, se volvió hacia el hombre que le había hablado.
—Disculpe —dijo con labios temblorosos—, estoy buscando a alguien que me pueda informar. Dicen que se han escapado dos asesinos.
—Señora, esto es el cuartel de la guardia, no una tasca de barrio. —El hombre parecía estar de un humor de perros— Aquí no esparcimos cotilleos, váyase a dormir.
—P-pero, n-no lo entiende. —Con la cabeza baja, la bruja empezó a hiperventilar y parpadeó intensamente hasta que logró que un par de lágrimas se asomaran a sus ojos. Cuando logró su objetivo, levantó la vista hacia el guardia— ¡Tengo que saber si es él! ¿Y si viene a por mí? —Se lanzó hacia el hombre como si llorase en sus brazos, poniendo buen cuidado de ocultar el rostro, cuyos ojos volvían a estar secos— Yo estaba con Hont cuando lo detuvo, le ayudé. Y ahora seguro que el brujo quiere vengarse. ¡Dígame que no es él, se lo ruego!
—Señora, por favor, tranquilícese. —El tono del hombre se había suavizado notablemente y la sujetaba con torpeza por los hombros, como si tuviera miedo de que se rompiera si la apartaba con demasiado brusquedad— Toda la guardia está tras él. Ya verá como no tardan nada en encontrarle. ¿Por qué no le busco un rincón donde pueda descansar tranquila mientras los demás hacemos nuestro trabajo?
Pero a Valeria ya no le interesaba nada más que el hombre pudiera decirle o hacer por ella. Ya había confirmado sus sospechas: Tatsuya Suō había escapado. No es que le extrañara, si algo había sacado en claro del poco trato que había tenido con él, era que se trataba de un superviviente. La bruja respetaba eso, pero en aquel momento, no le venía demasiado bien. De momento, nadie sospechaba de ella, pero mientras siguieran buscando al asesino de Tau, existía la posibilidad de que alguien terminase apuntando en su dirección. Si tan sólo se dejase ajusticiar como era debido, nadie seguiría buscando. Después de todo, ¿qué tan importante podía ser la vida para un mercenario?
Se dejó guiar a una habitación con un par de largas mesas y un montón de sillas, mientras meditaba acerca de su posición y sus opciones. El hombre que la guiaba debió confundir su concentración con el shock producido por la noticia, así que se abstuvo de interrumpir sus cavilaciones. Alguien le ofreció una infusión. La olió para comprobar que se trataba de un sedante. Fingió beber un sorbo y posó la taza sobre la mesa.
Había mucho ajetreo a su alrededor, pero casi nadie se fijaba en ella. Aquello le venía bien, pues todos hablaban libremente acerca del desarrollo de los últimos acontecimientos. No tardó en averiguar que Tatsuya había matado a un guardia en su huida y que el tipo que lo acompañaba era médico. O alquimista. En eso no terminaban de ponerse de acuerdo. Cuando creyó que había obtenido toda la información que le era posible, se escabulló tan discretamente como había entrado. Tan ocupados como estaban, nadie echaría en falta a una pequeña mujer.
«Veamos», se dijo cuando se hubo alejado lo suficiente del ajetreo del cuartel, «¿a dónde iría yo si estuviese huyendo de la horca?». Lo primero en su orden de prioridades sería deshacerse de las cadenas, para poder moverse a sus anchas. Lo lógico sería buscar una herrería, pero seguramente la guardia había pensado ya en ello. No podían ser tan incompetentes de lo contrario, después de todo. ¿En qué otro sitio podría hacerse con lo necesario para librarse de sus cadenas, mientras esquivaba a todo el plantel de guardias y mercenarios que recorrían la ciudad en su busca?
Valeria se mantenía en las sombras, recorriendo calle tras calle, pero ya se había cruzado con varios de esos grupos. Afortunadamente, sabía cómo pasar desapercibida. Sus intentos por encontrar al reo, por otro lado, estaban resultando tan infructuosos como los de los demás buscadores. Se estaba preguntando qué se le podía estar escapando cuando oyó unos golpes en un callejón cercano. Era el inconfundible cling que producía el metal golpeando contra metal. Agudizando los oídos, caminó en silencio hacia el origen de aquel sonido, pero se detuvo a cierta distancia, oculta tras la esquina de una casa, mientras observaba al grupo allí reunido.
----------
OFF: Lo subrayo aquí por delimitar un poco, pero calculo que Reike estará usando su maestría en Carisma cada vez que abra la boca.
Cuando estuvo a un par de bloques de la posada, la bruja se detuvo un momento para orientarse. Acostumbrada como estaba a desenvolverse en grandes ciudades como Beltrexus o Lunargenta, dar con el cuartel de la guardia en un lugar como Sacrestic Ville no le supuso un gran desafío. Con el revuelo que tenían en el lugar, tampoco le fue difícil colarse dentro en busca de alguien que pudiese aclararle sus dudas.
—¡Eh!, ¿tú de dónde sales? Aquí no se puede estar.
«A buenas horas», pensó Valeria, que ya llevaba un rato merodeando por la zona. Tomándose un momento para componer el gesto de una muchacha asustada, se volvió hacia el hombre que le había hablado.
—Disculpe —dijo con labios temblorosos—, estoy buscando a alguien que me pueda informar. Dicen que se han escapado dos asesinos.
—Señora, esto es el cuartel de la guardia, no una tasca de barrio. —El hombre parecía estar de un humor de perros— Aquí no esparcimos cotilleos, váyase a dormir.
—P-pero, n-no lo entiende. —Con la cabeza baja, la bruja empezó a hiperventilar y parpadeó intensamente hasta que logró que un par de lágrimas se asomaran a sus ojos. Cuando logró su objetivo, levantó la vista hacia el guardia— ¡Tengo que saber si es él! ¿Y si viene a por mí? —Se lanzó hacia el hombre como si llorase en sus brazos, poniendo buen cuidado de ocultar el rostro, cuyos ojos volvían a estar secos— Yo estaba con Hont cuando lo detuvo, le ayudé. Y ahora seguro que el brujo quiere vengarse. ¡Dígame que no es él, se lo ruego!
—Señora, por favor, tranquilícese. —El tono del hombre se había suavizado notablemente y la sujetaba con torpeza por los hombros, como si tuviera miedo de que se rompiera si la apartaba con demasiado brusquedad— Toda la guardia está tras él. Ya verá como no tardan nada en encontrarle. ¿Por qué no le busco un rincón donde pueda descansar tranquila mientras los demás hacemos nuestro trabajo?
Pero a Valeria ya no le interesaba nada más que el hombre pudiera decirle o hacer por ella. Ya había confirmado sus sospechas: Tatsuya Suō había escapado. No es que le extrañara, si algo había sacado en claro del poco trato que había tenido con él, era que se trataba de un superviviente. La bruja respetaba eso, pero en aquel momento, no le venía demasiado bien. De momento, nadie sospechaba de ella, pero mientras siguieran buscando al asesino de Tau, existía la posibilidad de que alguien terminase apuntando en su dirección. Si tan sólo se dejase ajusticiar como era debido, nadie seguiría buscando. Después de todo, ¿qué tan importante podía ser la vida para un mercenario?
Se dejó guiar a una habitación con un par de largas mesas y un montón de sillas, mientras meditaba acerca de su posición y sus opciones. El hombre que la guiaba debió confundir su concentración con el shock producido por la noticia, así que se abstuvo de interrumpir sus cavilaciones. Alguien le ofreció una infusión. La olió para comprobar que se trataba de un sedante. Fingió beber un sorbo y posó la taza sobre la mesa.
Había mucho ajetreo a su alrededor, pero casi nadie se fijaba en ella. Aquello le venía bien, pues todos hablaban libremente acerca del desarrollo de los últimos acontecimientos. No tardó en averiguar que Tatsuya había matado a un guardia en su huida y que el tipo que lo acompañaba era médico. O alquimista. En eso no terminaban de ponerse de acuerdo. Cuando creyó que había obtenido toda la información que le era posible, se escabulló tan discretamente como había entrado. Tan ocupados como estaban, nadie echaría en falta a una pequeña mujer.
«Veamos», se dijo cuando se hubo alejado lo suficiente del ajetreo del cuartel, «¿a dónde iría yo si estuviese huyendo de la horca?». Lo primero en su orden de prioridades sería deshacerse de las cadenas, para poder moverse a sus anchas. Lo lógico sería buscar una herrería, pero seguramente la guardia había pensado ya en ello. No podían ser tan incompetentes de lo contrario, después de todo. ¿En qué otro sitio podría hacerse con lo necesario para librarse de sus cadenas, mientras esquivaba a todo el plantel de guardias y mercenarios que recorrían la ciudad en su busca?
Valeria se mantenía en las sombras, recorriendo calle tras calle, pero ya se había cruzado con varios de esos grupos. Afortunadamente, sabía cómo pasar desapercibida. Sus intentos por encontrar al reo, por otro lado, estaban resultando tan infructuosos como los de los demás buscadores. Se estaba preguntando qué se le podía estar escapando cuando oyó unos golpes en un callejón cercano. Era el inconfundible cling que producía el metal golpeando contra metal. Agudizando los oídos, caminó en silencio hacia el origen de aquel sonido, pero se detuvo a cierta distancia, oculta tras la esquina de una casa, mientras observaba al grupo allí reunido.
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OFF: Lo subrayo aquí por delimitar un poco, pero calculo que Reike estará usando su maestría en Carisma cada vez que abra la boca.
Reike
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Tirité de un escalofrío y me mordí los labios para evitar soltar una carcajada en cuanto el mozo accedió a la petición de Byleth. El humano podía ser torpe con la espada, pero se las apañaba en medio de una conversación. Eso sí, la sonrisa se borró de mi rostro cuando al hideputa orejudo se le escapó un gemido de sorpresa al verme de cerca, y por un ese instante me planteé noquearlo y salir corriendo de la escena. Por suerte, no parecía tener una mente favorecida y sin reflexionar demasiado blandió su hacha sin hacer preguntas.
—Tats---. Tathiana. Me llamo Tathiana. — le repliqué entre graznidos y algunos sollozos pésimamente fingidos — D-Disculpe mi voz, buen señor, mi marido me hizo tragar los cristales de una copa que rompí... ya no tiene el encanto que solía.
—¡Caramba! Esta es la prueba irrefutable de lo que le ocurre a quienes se alejan del camino del señor. — irrumpió Byleth en la conversación — No se preocupe, señorita. Pronto su marido tendrá su merecido. Así es la voluntad del señor.
Tomó mis muñecas y le echó un vistazo a las cadenas, que consistía en una primera unión a la altura de mis manos y una cadena intermedia que conectaba con los grilletes de mis pies. Eran de buen acero y probablemente haría falta más de un golpe para cortarla. No dudaba que su hacha pudiera cumplir el trabajo, pero con respecto a su portador... no parecía muy ducho con un arma. No había visto su rostro aún, pues seguía evadiendo el contacto visual, pero sus brazos eran demasiado delgados para el trabajo. «Mientras no me corte un dedo... digamos que estamos bien».
Luego de pedirme que separara las piernas, el choque entre el hacha y las cadenas resonó un par de veces, hasta que finalmente me liberé de la tensión. Por primera vez en las últimas dos semanas me vi invadido por un cierto aire de satisfacción y frescura al mover mis piernas libremente. Gran parte de este sentimiento venía por la recuperación del éter: con la mitad de mis cadenas rotas, recuperaba el control elemental parcialmente. Sin embargo, quedaba lo más importante: las manos. Tragué saliva en cuanto alcé la mirada y noté al rubio algo nervioso y con las manos ligeramente temblorosas. «Quizás salga mejor echarle una mano: noquearlo, y hacer el trabajo por mi cuenta.»
Estuve a punto de hacerlo. Con un ademán de la mano, canalicé el poco poder mágico que podía utilizar en el momento, e intenté levantar un tubo de hierro cercano para golpearlo en la cabeza(1). Este levitó apenas un par de centímetros antes de escuchar una voz femenina a la vuelta de la esquina, acompañada por los pasos férreos de una armadura. La sorpresa del encuentro me obligó a frenarme.
Me asomé para escudriñar a los recién llegados, y no pude sentirme más desgraciado.
El problema no era la mujer, sino su acompañante: un hombre de cabellos castaños y rostro noble, que llevaba el doble de su peso en metal. Sus armas y su coraza eran de excelente calidad, lo cual es lo de menos, pues cualquier idiota con dinero puede pagar el buen acero. Lo realmente acojonante emanaba desde su presencia: desde joven, he podido distinguir a las personas fuertes por la forma en que irradian a su alrededor una capa de viento a manera de aura, distorsionando ligeramente su contorno y dando una apariencia amenazadora. Solo había visto a una persona así generar tal efecto: a mi padre, y ahora este tipo. Mi viejo, Akira Suō, encontró tal equilibrio entre la espada y el viento, que dominó la tormenta. Sus poderes eran tales, que se decía que podía crear huracanes. Por su parte, este hombre no parecía más que un humano común y corriente... ¿qué secretos podría albergar bajo su apariencia ingenua y simplona?
«Que pasen de largo, que pasen de largo, que pasen de largo... mierda», mascullé.
El elfo saludó a la pareja jovialmente, dejando en claro que eran viejos conocidos. Ambos se veían contentos por el encuentro, y yo por mi parte sudaba de la preocupación, con cada gota arrastrando parte de mi maquillaje y restregándolo por el resto de mi rostro. «A la mierda con esto. De cualquier forma, ya puedo moverme con libertad», me dije mientras me limpiaba con los costados de las manos.
—Maldita sea. Esto está mal. — me susurró Byleth — Será mejor que nos vayamos antes de que esos dos se acerquen. Actúa con naturalidad... y camina detrás mío, que no quiero que vean mis grilletes. — seguidamente, se volvió hacia Anders — ¡Muchas gracias, hermano! Que Dios os lo pague. Gracias a su ayuda, nuestra amiga ahora podrá caminar. Que Dios os bendiga, hermano. — se despidió juntando las palmas y haciendo una reverencia.
Seguí las instrucciones del galeno, e intentamos escabullirnos por el mismo callejón del que aparecimos... hasta que en el otro extremo divisé la delgada silueta de una moza ya bien conocida: Valeria. Era inconfundible, aún con la oscuridad y la lejanía, me había grabado su rostro con exactitud: probablemente era la persona en la que más había pensado desde que me encarcelaron.
Desconocía y dudaba que ella fuera la culpable del asesinato, pero algo era seguro: ella me echó el marrón y salió tranquilamente por la puerta de la taberna, mientras a mí me encarcelaban. ¡Y yo, tan estúpido, tratando de defenderla! Nunca antes una mujer me había tomado el pelo de tal manera. Uno podría decir que incluso me había encariñado con ella antes del incidente. Chasqueé la lengua y apreté los puños, intentando contener la ira.
Si hubiera podido pedir un deseo en ese momento, probablemente sería meterle un puñetazo. Era demasiado tentador, pero a mis espaldas tenía a un guerrero peligroso... y justo frente a mí a una persona que podía reconocerme al instante. Estaba entre la espada y la pared.
Off rol: (1) Utilizo la habilidad racial "Telequinesis", aún si lo hago a medias.
—Tats---. Tathiana. Me llamo Tathiana. — le repliqué entre graznidos y algunos sollozos pésimamente fingidos — D-Disculpe mi voz, buen señor, mi marido me hizo tragar los cristales de una copa que rompí... ya no tiene el encanto que solía.
—¡Caramba! Esta es la prueba irrefutable de lo que le ocurre a quienes se alejan del camino del señor. — irrumpió Byleth en la conversación — No se preocupe, señorita. Pronto su marido tendrá su merecido. Así es la voluntad del señor.
Tomó mis muñecas y le echó un vistazo a las cadenas, que consistía en una primera unión a la altura de mis manos y una cadena intermedia que conectaba con los grilletes de mis pies. Eran de buen acero y probablemente haría falta más de un golpe para cortarla. No dudaba que su hacha pudiera cumplir el trabajo, pero con respecto a su portador... no parecía muy ducho con un arma. No había visto su rostro aún, pues seguía evadiendo el contacto visual, pero sus brazos eran demasiado delgados para el trabajo. «Mientras no me corte un dedo... digamos que estamos bien».
Luego de pedirme que separara las piernas, el choque entre el hacha y las cadenas resonó un par de veces, hasta que finalmente me liberé de la tensión. Por primera vez en las últimas dos semanas me vi invadido por un cierto aire de satisfacción y frescura al mover mis piernas libremente. Gran parte de este sentimiento venía por la recuperación del éter: con la mitad de mis cadenas rotas, recuperaba el control elemental parcialmente. Sin embargo, quedaba lo más importante: las manos. Tragué saliva en cuanto alcé la mirada y noté al rubio algo nervioso y con las manos ligeramente temblorosas. «Quizás salga mejor echarle una mano: noquearlo, y hacer el trabajo por mi cuenta.»
Estuve a punto de hacerlo. Con un ademán de la mano, canalicé el poco poder mágico que podía utilizar en el momento, e intenté levantar un tubo de hierro cercano para golpearlo en la cabeza(1). Este levitó apenas un par de centímetros antes de escuchar una voz femenina a la vuelta de la esquina, acompañada por los pasos férreos de una armadura. La sorpresa del encuentro me obligó a frenarme.
Me asomé para escudriñar a los recién llegados, y no pude sentirme más desgraciado.
El problema no era la mujer, sino su acompañante: un hombre de cabellos castaños y rostro noble, que llevaba el doble de su peso en metal. Sus armas y su coraza eran de excelente calidad, lo cual es lo de menos, pues cualquier idiota con dinero puede pagar el buen acero. Lo realmente acojonante emanaba desde su presencia: desde joven, he podido distinguir a las personas fuertes por la forma en que irradian a su alrededor una capa de viento a manera de aura, distorsionando ligeramente su contorno y dando una apariencia amenazadora. Solo había visto a una persona así generar tal efecto: a mi padre, y ahora este tipo. Mi viejo, Akira Suō, encontró tal equilibrio entre la espada y el viento, que dominó la tormenta. Sus poderes eran tales, que se decía que podía crear huracanes. Por su parte, este hombre no parecía más que un humano común y corriente... ¿qué secretos podría albergar bajo su apariencia ingenua y simplona?
«Que pasen de largo, que pasen de largo, que pasen de largo... mierda», mascullé.
El elfo saludó a la pareja jovialmente, dejando en claro que eran viejos conocidos. Ambos se veían contentos por el encuentro, y yo por mi parte sudaba de la preocupación, con cada gota arrastrando parte de mi maquillaje y restregándolo por el resto de mi rostro. «A la mierda con esto. De cualquier forma, ya puedo moverme con libertad», me dije mientras me limpiaba con los costados de las manos.
—Maldita sea. Esto está mal. — me susurró Byleth — Será mejor que nos vayamos antes de que esos dos se acerquen. Actúa con naturalidad... y camina detrás mío, que no quiero que vean mis grilletes. — seguidamente, se volvió hacia Anders — ¡Muchas gracias, hermano! Que Dios os lo pague. Gracias a su ayuda, nuestra amiga ahora podrá caminar. Que Dios os bendiga, hermano. — se despidió juntando las palmas y haciendo una reverencia.
Seguí las instrucciones del galeno, e intentamos escabullirnos por el mismo callejón del que aparecimos... hasta que en el otro extremo divisé la delgada silueta de una moza ya bien conocida: Valeria. Era inconfundible, aún con la oscuridad y la lejanía, me había grabado su rostro con exactitud: probablemente era la persona en la que más había pensado desde que me encarcelaron.
Desconocía y dudaba que ella fuera la culpable del asesinato, pero algo era seguro: ella me echó el marrón y salió tranquilamente por la puerta de la taberna, mientras a mí me encarcelaban. ¡Y yo, tan estúpido, tratando de defenderla! Nunca antes una mujer me había tomado el pelo de tal manera. Uno podría decir que incluso me había encariñado con ella antes del incidente. Chasqueé la lengua y apreté los puños, intentando contener la ira.
Si hubiera podido pedir un deseo en ese momento, probablemente sería meterle un puñetazo. Era demasiado tentador, pero a mis espaldas tenía a un guerrero peligroso... y justo frente a mí a una persona que podía reconocerme al instante. Estaba entre la espada y la pared.
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Off rol: (1) Utilizo la habilidad racial "Telequinesis", aún si lo hago a medias.
Última edición por Tatsuya Suō el Jue 19 Sep - 22:26, editado 1 vez
Tatsuya Suō
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
- Te imaginaba en Lunargenta. – Comentó el castaño, cruzándose de brazos al ver al elfo en aquel lugar. – Por lo de… los esclavistas secuestradores de elfas y todo eso. – Esbozó algo parecido a una sonrisa cansada y se pasó la mano por la barba, suspirando. No se había olvidado de eso. – He dejado a amigos vigilando y parece que están… tranquilos, por lo pronto. No ha habido movimiento alguno de esa gente, así que tenemos tiempo para prepararnos. – Aquel problema era uno con el que iba a tener que lidiar tarde o temprano, pero le gustaría contar con la ayuda de Asher, al menos. – Deberías entrar en alguna posada y esperar al amanecer, al parecer se han escapado dos asesinos bastante peligrosos, por lo que dicen. – Expuso Eltrant a continuación, bajando ambas manos hasta el cinturón.
- ¿Son amigos tuyos? – Preguntó la vampiresa, rompiendo el breve silencio que se produjo en el callejón al mismo tiempo que señalaba a las dos figuras que se habían alejado disimuladamente de Anders y que, por algún motivo, se habían detenido a la mitad del callejón.
- ¡No deberíais andar por libre! – Exclamó Eltrant, genuinamente preocupado, indicándole con una mano que se acercasen. - ¿No habéis oído lo que he acabado de…? – Sin embargo, entrecerró los ojos y dejó de hablar de golpe.
¿Acababa de oír un tintineo? ¿Metal?
Frunció el ceño.
- Mortal… - Lyn, que tenía bastante mejor visión nocturna que ninguno de los presentes, señaló a la… ¿mujer? A sus extremidades, concretamente.
- Sí, sí. – Inspiró profundamente por la nariz. – No soy tan cortito. – Aseveró echando mano de Olvido, a su espalda.
Una pareja con grilletes la misma noche que se fugaban dos fugitivos de la prisión de la ciudad. Nadie le culparía si al menos se permitía sospechar de aquellos dos.
- ¿Podéis venir un momento? – Preguntó, desenvainando de Olvido, dejando entrever el viento inextinguible que cubría la hoja del arma. – Necesito ver vuestras… - Eltrant no llegó a pronunciar “caras”.
Una explosión o algo ridículamente similar lanzó al errante por los aires y le hizo atravesar la fachada del edificio que este tenía directamente a su derecha, dejando un enorme agujero y varias de las piezas de su armadura desperdigadas por el suelo como único rastro de la presencia del exmercenario en el callejón.
- ¡TATSUYA SUÔ! ¡TAAATSUYA! – Un hombre de tez oscura y rasgos duros se adentró a través de la apertura del callejón en la que se encontraba Anders, ignorándole, y riendo a carcajadas. - ¡Brujito, brujito! ¿Quién va a durar muy poco vivito? – El hombre dejó escapar otra carcajada al decir esto y, colocó el báculo humeante que tenía entre las manos frente a él.
La gema rojiza que tenía en la punta comenzó a brillar con suavidad.
- Creo que, de hecho, se pronuncia Suö. Y, por favor, no hagas más rimas, Quartz. – Añadió a mujer rubia que le acompañaba ajustándose las gafas que llevaba con cierto aire presuntuoso. – ¿Podría prestarse a morir, señor Suö? Han ampliado la recompensa que dan por vuestra cabeza, por mucho. – Con una sonrisa encantadora la mujer se colocó junto a su aliado y alzó su propio báculo de modo que la gema de color añil que tenía este en la punta se iluminó. – No podemos permitir que nadie nos adelante en esta empresa. – Agregó. – Puede luchar si lo desea, pero no tienes escapatoria. Nuestros otros dos aliados están llegando. – dijo al final desdibujando la sonrisa que tenía hasta que esta se convirtió en una extraña mueca de sadismo. – Me pregunto cuántos carámbanos de hielo bastarán para matarte. – Se relamió los labios, riendo en voz baja, y miró a Anders. – Márchate, niño, son nuestros. ¿O quieres mirar? –
- Shush, elfito, shuuuush. – dijo Quartz, haciendo con la mano como quien espantaba a un gato extraviado.
Lyn, entre tanto, se había agachado junto al agujero que había abierto su compañero en la pared de madera y hacía como que se limaba las uñas con un pequeño palo de sombras, sin prestar demasiada atención a lo que sucedía en el callejón.
- ¿Te falta mucho para salir, Mortal? – Preguntó a la oscuridad que reinaba en el interior del edificio. La vampiresa se sopló la mano derecha y la agitó durante unos segundos para a continuación comenzar de nuevo aquel proceso con la izquierda.
- Podrías… estar algo preocupada. – dijo la voz de Eltrant, desde el interior del edificio.
- …una ya se acostumbra a verte atravesar paredes y todo eso. – Comentó, levantándose al ver resurgir al exmercenario del edificio. - ¿Había alguien dentro? ¿Has dejado al menos una nota de disculpa? – Preguntó según Eltrant traspasaba el agujero y se arrancaba la hombrera derecha, que había quedado completamente deformada por la explosión, para dejarla caer al suelo.
Sin contestar a la pregunta de su compañera, Eltrant avanzó hacía la pareja desenvainando totalmente a Olvido. Un pequeño vendaval atravesó el callejón cuando el viento de la espada del castaño se propagó, durante unos instantes, por el lugar.
- Eso ha sido de muy mala educación. – dijo entornando los ojos, clavando a Olvido frente a él, en el suelo, levantado varios adoquines. – Muy a vuestro pesar, tengo la tarea de apresar a los fugitivos con vida. – Sentenció. – Así que no vais a matar a nadie. – Afirmo con dureza.
- ¿Quieres la recompensa para ti solo, Hombre de Metal? ¡JÁ! ¡Sí no quieres matarle te conviertes en su aliado y, así, en otro cadáver chamuscado! – La gema de color rojo brilló con aun más intensidad. - ¡Vamos a ver cuántas llamas aguanta la armadura antes de derretirse! – Exclamó.
- Te sorprenderías, poeta. – Colocó a Olvido frente a su cara, el viento respondió acorde y cubrió su cuerpo.
El muchacho apenas rozaría la quincena de edad.
Le habían dicho que era fuerte tres veces aquella noche, y no había mejor sensación que aquella. Superaba incluso a la embriaguez de la flor de Nirana, a las especias exóticas de los barrios bajos.
En aquel momento jugueteaba con su báculo, con aire desganado, mientras escuchaba las palabras de su mentora; o hacía como que las escuchaba, no le importaba realmente el control del éter, fuese lo que fuese eso.
Solo quería hacer su trabajo y salir de allí.
Volvió a abrir la mano y, tras acercarla a la punta de su cetro, la piedra amarilla dejó escapar un pequeño relámpago que se quedó oscilando entre su palma y el arma. Le gustaba aquel truco: era genial para amedrentar fugitivos como a los que seguían.
Si se negaban a rendirse siempre podía chamuscarlos con uno de aquellos relámpagos. Quizás no fuese de forma tan rápida como lo hacía Quartz, pero tenía que admitir que su manera de hacer las cosas también era bastante gratificante.
- ¿Me estas escuchando, Gaunt? – La mujer que le acompañaba le miró con dureza.
Durante unos segundos Gaunt se cubrió la cabeza, pasando las manos por sus vivos cabellos rojizos, según esperaba recibir un golpe con el bastón de la mujer. Pero una explosión distante impidió que la piedra ocre de su mentora se quedase momentáneamente gravada en su cara.
- ¿No estaba Tina con Quartz? – Musitó la mujer, suspirando. - ¿Es que no son capaces de matar a nadie sin hacer temblar media ciudad? Suó ni siquiera parecía peligroso... – Gruñó, desviando de su camino hacía lo que parecía ser la entrada a un entresijo de callejones.
- ¡Maestra, maestra! – El joven Gaunt señaló una figura a los lejos, una claramente femenina y que les daba la espalda. - ¿Puedo Maestra? ¡Seguro que es amiga de Suò! - Parecía estar mirando hacia dónde Quartz y Tina estaban.
La mujer se recogió la larga melena oscura en una coleta y dejó descansar el báculo sobre su hombro.
- Espera unos segundos. – dijo. – Si intentan huir o ella se adelanta a ayudar… ¿Por qué no? Me gustaría ver tus progresos. – Los expresivos ojos del muchacho se iluminaron de felicidad, aunque no lo hicieron tanto como la gema amarilla que coronaba su cetro.
- ¿Son amigos tuyos? – Preguntó la vampiresa, rompiendo el breve silencio que se produjo en el callejón al mismo tiempo que señalaba a las dos figuras que se habían alejado disimuladamente de Anders y que, por algún motivo, se habían detenido a la mitad del callejón.
- ¡No deberíais andar por libre! – Exclamó Eltrant, genuinamente preocupado, indicándole con una mano que se acercasen. - ¿No habéis oído lo que he acabado de…? – Sin embargo, entrecerró los ojos y dejó de hablar de golpe.
¿Acababa de oír un tintineo? ¿Metal?
Frunció el ceño.
- Mortal… - Lyn, que tenía bastante mejor visión nocturna que ninguno de los presentes, señaló a la… ¿mujer? A sus extremidades, concretamente.
- Sí, sí. – Inspiró profundamente por la nariz. – No soy tan cortito. – Aseveró echando mano de Olvido, a su espalda.
Una pareja con grilletes la misma noche que se fugaban dos fugitivos de la prisión de la ciudad. Nadie le culparía si al menos se permitía sospechar de aquellos dos.
- ¿Podéis venir un momento? – Preguntó, desenvainando de Olvido, dejando entrever el viento inextinguible que cubría la hoja del arma. – Necesito ver vuestras… - Eltrant no llegó a pronunciar “caras”.
Una explosión o algo ridículamente similar lanzó al errante por los aires y le hizo atravesar la fachada del edificio que este tenía directamente a su derecha, dejando un enorme agujero y varias de las piezas de su armadura desperdigadas por el suelo como único rastro de la presencia del exmercenario en el callejón.
- ¡TATSUYA SUÔ! ¡TAAATSUYA! – Un hombre de tez oscura y rasgos duros se adentró a través de la apertura del callejón en la que se encontraba Anders, ignorándole, y riendo a carcajadas. - ¡Brujito, brujito! ¿Quién va a durar muy poco vivito? – El hombre dejó escapar otra carcajada al decir esto y, colocó el báculo humeante que tenía entre las manos frente a él.
La gema rojiza que tenía en la punta comenzó a brillar con suavidad.
- Creo que, de hecho, se pronuncia Suö. Y, por favor, no hagas más rimas, Quartz. – Añadió a mujer rubia que le acompañaba ajustándose las gafas que llevaba con cierto aire presuntuoso. – ¿Podría prestarse a morir, señor Suö? Han ampliado la recompensa que dan por vuestra cabeza, por mucho. – Con una sonrisa encantadora la mujer se colocó junto a su aliado y alzó su propio báculo de modo que la gema de color añil que tenía este en la punta se iluminó. – No podemos permitir que nadie nos adelante en esta empresa. – Agregó. – Puede luchar si lo desea, pero no tienes escapatoria. Nuestros otros dos aliados están llegando. – dijo al final desdibujando la sonrisa que tenía hasta que esta se convirtió en una extraña mueca de sadismo. – Me pregunto cuántos carámbanos de hielo bastarán para matarte. – Se relamió los labios, riendo en voz baja, y miró a Anders. – Márchate, niño, son nuestros. ¿O quieres mirar? –
- Shush, elfito, shuuuush. – dijo Quartz, haciendo con la mano como quien espantaba a un gato extraviado.
Lyn, entre tanto, se había agachado junto al agujero que había abierto su compañero en la pared de madera y hacía como que se limaba las uñas con un pequeño palo de sombras, sin prestar demasiada atención a lo que sucedía en el callejón.
- ¿Te falta mucho para salir, Mortal? – Preguntó a la oscuridad que reinaba en el interior del edificio. La vampiresa se sopló la mano derecha y la agitó durante unos segundos para a continuación comenzar de nuevo aquel proceso con la izquierda.
- Podrías… estar algo preocupada. – dijo la voz de Eltrant, desde el interior del edificio.
- …una ya se acostumbra a verte atravesar paredes y todo eso. – Comentó, levantándose al ver resurgir al exmercenario del edificio. - ¿Había alguien dentro? ¿Has dejado al menos una nota de disculpa? – Preguntó según Eltrant traspasaba el agujero y se arrancaba la hombrera derecha, que había quedado completamente deformada por la explosión, para dejarla caer al suelo.
Sin contestar a la pregunta de su compañera, Eltrant avanzó hacía la pareja desenvainando totalmente a Olvido. Un pequeño vendaval atravesó el callejón cuando el viento de la espada del castaño se propagó, durante unos instantes, por el lugar.
- Eso ha sido de muy mala educación. – dijo entornando los ojos, clavando a Olvido frente a él, en el suelo, levantado varios adoquines. – Muy a vuestro pesar, tengo la tarea de apresar a los fugitivos con vida. – Sentenció. – Así que no vais a matar a nadie. – Afirmo con dureza.
- ¿Quieres la recompensa para ti solo, Hombre de Metal? ¡JÁ! ¡Sí no quieres matarle te conviertes en su aliado y, así, en otro cadáver chamuscado! – La gema de color rojo brilló con aun más intensidad. - ¡Vamos a ver cuántas llamas aguanta la armadura antes de derretirse! – Exclamó.
- Te sorprenderías, poeta. – Colocó a Olvido frente a su cara, el viento respondió acorde y cubrió su cuerpo.
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El muchacho apenas rozaría la quincena de edad.
Le habían dicho que era fuerte tres veces aquella noche, y no había mejor sensación que aquella. Superaba incluso a la embriaguez de la flor de Nirana, a las especias exóticas de los barrios bajos.
En aquel momento jugueteaba con su báculo, con aire desganado, mientras escuchaba las palabras de su mentora; o hacía como que las escuchaba, no le importaba realmente el control del éter, fuese lo que fuese eso.
Solo quería hacer su trabajo y salir de allí.
Volvió a abrir la mano y, tras acercarla a la punta de su cetro, la piedra amarilla dejó escapar un pequeño relámpago que se quedó oscilando entre su palma y el arma. Le gustaba aquel truco: era genial para amedrentar fugitivos como a los que seguían.
Si se negaban a rendirse siempre podía chamuscarlos con uno de aquellos relámpagos. Quizás no fuese de forma tan rápida como lo hacía Quartz, pero tenía que admitir que su manera de hacer las cosas también era bastante gratificante.
- ¿Me estas escuchando, Gaunt? – La mujer que le acompañaba le miró con dureza.
Durante unos segundos Gaunt se cubrió la cabeza, pasando las manos por sus vivos cabellos rojizos, según esperaba recibir un golpe con el bastón de la mujer. Pero una explosión distante impidió que la piedra ocre de su mentora se quedase momentáneamente gravada en su cara.
- ¿No estaba Tina con Quartz? – Musitó la mujer, suspirando. - ¿Es que no son capaces de matar a nadie sin hacer temblar media ciudad? Suó ni siquiera parecía peligroso... – Gruñó, desviando de su camino hacía lo que parecía ser la entrada a un entresijo de callejones.
- ¡Maestra, maestra! – El joven Gaunt señaló una figura a los lejos, una claramente femenina y que les daba la espalda. - ¿Puedo Maestra? ¡Seguro que es amiga de Suò! - Parecía estar mirando hacia dónde Quartz y Tina estaban.
La mujer se recogió la larga melena oscura en una coleta y dejó descansar el báculo sobre su hombro.
- Espera unos segundos. – dijo. – Si intentan huir o ella se adelanta a ayudar… ¿Por qué no? Me gustaría ver tus progresos. – Los expresivos ojos del muchacho se iluminaron de felicidad, aunque no lo hicieron tanto como la gema amarilla que coronaba su cetro.
Eltrant Tale
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
—Eh... eh... —vi confundido entre Eltrant y Lyn, y la mujer con el religioso mientras se despedían.
Iba a estirar una mano hacia la pareja a medida que el religioso empezaba, *otra vez*, pero el comentario de Eltrant me trajo atención a un asunto que llevaba mucho tiempo molestándome, por lo que terminé centrado en él y Lyn. Me lleve una mano al cuello, acariciándomelo y suspirando.
—Son esclavistas en general, no solo de elfas —corregí en tono de broma, aunque débilmente, como si compartiera su cansancio—. Paso la mayor parte del tiempo en la ciudad, y me he dedicado a ojear el bosque... pero sigo sin dar con nada —suspiré, negando con la cabeza. Me subía un poco el ánimo saber que tenía gente vigilando—. Ah, eso... lo sé. Iba camino al norte de la ciudad a ver si me los encontraba, pero me encontré con estas dos personas, el esposo tenía encerrado a esa mujer en su sótano —respondí, viendo ahora a la vampiresa.
...Repentinamente, las cosas sonaban una pizca extrañas. Alcé una ceja, viendo hacia el religioso y la mujer por unos instantes y en cuanto Lyn apuntó a la señorita, diciendo "mortal" en un tono que no la había visto usar hasta ahora volteé los ojos, suspirando de forma pesada y llevándome la mano a la cara.
Me la habían colado, ¿verdad?
Al menos ahora estaba en compañía confiable. Sonreí viendo que las cosas no podían hacer sino mejorar ahora.
—...Me cago en todo —musité al ver a Eltrant atravesar una pared y escuchar unos gritos literalmente a la vuelta de la esquina.
Cuando iba a moverme hacia el hueco dejado por la mejor barba que conocía en el mundo, se atravesó un hombre oscuro en medio, riendo de forma cuanto menos preocupante. Entrecerré los ojos ante la rima rara, corriendo mi mirada de su cara a sus manos, viendo el báculo humeante que tenía en manos destilar un suave brillo.
Pronto se le unió una mujer, que no hizo muy distinto a su compañero: ignorarme totalmente. ¿Quién rayos era Tatsuya Suô? ¿Suö? ¿Por qué era tan popular? ¿Y por qué ahora la mujer lucía más preocupante qué el tipo? ¿Y por qué Lyn tan solo le limaba las uñas cuando acababan de mandar a volar a su compañero? «Ah, sí» asentí suavemente mientras mis engranajes mentales giraban y caían en lugar, «Estoy en Sacrestic».
—Tengo veintitr... —desvié la mirada al hombre de tez oscura. ¿Quarz, había dicho la rubia? Fruncí levemente el ceño mientras me acariciaba el cuello con una mano para aliviar mi estrés e intentar hacer un sentido de todo más que "esta ciudad está llena de dementes e hijos de puta, esto no es el día el día tanto como la noche a noche".
Increíblemente, Eltrant estaba bien. O quizás no tan increíblemente, lo único que tenía de el peleando era haberle segado un brazo a un pobre sujeto y dominar a un aion a mano pelada. Creo que empezaba a entender a Lyn.
Vi a los lados, flanqueado por la rubia y por Quarz. Honestamente me sentía como que estaba del lado del grupo incorrecto cuando veía la maldita espada de Eltrant, bañándolo en aire y que no. Miré hacia la mujer, directamente a sus ojos en un intento no sensual de apresar su mirada en la mía. Le sonreí débilmente.
—Yo no soy un mercenario así que... —anuncié, subiendo la mano con el hacha y estirando el brazo para tirarla poco al frente de ella de forma que me descartara mentalmente de la pelea. Le di una rápida ojeada a Eltrant y empecé a retirarme del callejón, despidiéndome con la misma mano en alto.
La otra estaba abajo, el golem se estiró hacia ella y lo apreté, dándole de comer éter para endurecerlo en la forma de un mazo, pero no uno cualquiera. Yo llevaba casi todas mis pertenencias dentro de la masa animada por una razón. Di un golpe descendiente con el mazo-golem sobre el báculo de la rubia, forzándolo fuera de su mano. No detuve allí el movimiento, terminando de dibujar el arco hasta el suelo, dejando impactar la pequeña piedra que sobresalía de la masa contra el suelo, quebrándola y provocando la consecuente onda expansiva que empujó lejos el báculo de la rubia, tanto como a mi mismo, a Quarz y ella, sacándonos a los tres de balance.[1][2]
Iba a estirar una mano hacia la pareja a medida que el religioso empezaba, *otra vez*, pero el comentario de Eltrant me trajo atención a un asunto que llevaba mucho tiempo molestándome, por lo que terminé centrado en él y Lyn. Me lleve una mano al cuello, acariciándomelo y suspirando.
—Son esclavistas en general, no solo de elfas —corregí en tono de broma, aunque débilmente, como si compartiera su cansancio—. Paso la mayor parte del tiempo en la ciudad, y me he dedicado a ojear el bosque... pero sigo sin dar con nada —suspiré, negando con la cabeza. Me subía un poco el ánimo saber que tenía gente vigilando—. Ah, eso... lo sé. Iba camino al norte de la ciudad a ver si me los encontraba, pero me encontré con estas dos personas, el esposo tenía encerrado a esa mujer en su sótano —respondí, viendo ahora a la vampiresa.
...Repentinamente, las cosas sonaban una pizca extrañas. Alcé una ceja, viendo hacia el religioso y la mujer por unos instantes y en cuanto Lyn apuntó a la señorita, diciendo "mortal" en un tono que no la había visto usar hasta ahora volteé los ojos, suspirando de forma pesada y llevándome la mano a la cara.
Me la habían colado, ¿verdad?
Al menos ahora estaba en compañía confiable. Sonreí viendo que las cosas no podían hacer sino mejorar ahora.
—...Me cago en todo —musité al ver a Eltrant atravesar una pared y escuchar unos gritos literalmente a la vuelta de la esquina.
Cuando iba a moverme hacia el hueco dejado por la mejor barba que conocía en el mundo, se atravesó un hombre oscuro en medio, riendo de forma cuanto menos preocupante. Entrecerré los ojos ante la rima rara, corriendo mi mirada de su cara a sus manos, viendo el báculo humeante que tenía en manos destilar un suave brillo.
Pronto se le unió una mujer, que no hizo muy distinto a su compañero: ignorarme totalmente. ¿Quién rayos era Tatsuya Suô? ¿Suö? ¿Por qué era tan popular? ¿Y por qué ahora la mujer lucía más preocupante qué el tipo? ¿Y por qué Lyn tan solo le limaba las uñas cuando acababan de mandar a volar a su compañero? «Ah, sí» asentí suavemente mientras mis engranajes mentales giraban y caían en lugar, «Estoy en Sacrestic».
—Tengo veintitr... —desvié la mirada al hombre de tez oscura. ¿Quarz, había dicho la rubia? Fruncí levemente el ceño mientras me acariciaba el cuello con una mano para aliviar mi estrés e intentar hacer un sentido de todo más que "esta ciudad está llena de dementes e hijos de puta, esto no es el día el día tanto como la noche a noche".
Increíblemente, Eltrant estaba bien. O quizás no tan increíblemente, lo único que tenía de el peleando era haberle segado un brazo a un pobre sujeto y dominar a un aion a mano pelada. Creo que empezaba a entender a Lyn.
Vi a los lados, flanqueado por la rubia y por Quarz. Honestamente me sentía como que estaba del lado del grupo incorrecto cuando veía la maldita espada de Eltrant, bañándolo en aire y que no. Miré hacia la mujer, directamente a sus ojos en un intento no sensual de apresar su mirada en la mía. Le sonreí débilmente.
—Yo no soy un mercenario así que... —anuncié, subiendo la mano con el hacha y estirando el brazo para tirarla poco al frente de ella de forma que me descartara mentalmente de la pelea. Le di una rápida ojeada a Eltrant y empecé a retirarme del callejón, despidiéndome con la misma mano en alto.
La otra estaba abajo, el golem se estiró hacia ella y lo apreté, dándole de comer éter para endurecerlo en la forma de un mazo, pero no uno cualquiera. Yo llevaba casi todas mis pertenencias dentro de la masa animada por una razón. Di un golpe descendiente con el mazo-golem sobre el báculo de la rubia, forzándolo fuera de su mano. No detuve allí el movimiento, terminando de dibujar el arco hasta el suelo, dejando impactar la pequeña piedra que sobresalía de la masa contra el suelo, quebrándola y provocando la consecuente onda expansiva que empujó lejos el báculo de la rubia, tanto como a mi mismo, a Quarz y ella, sacándonos a los tres de balance.[1][2]
______________________________
[1] Uso de Habilidad de Nivel 0: Mal Animado.
[2] Uso de Objeto Limitado: Runa de Impulso.
"Piedras grabadas con símbolos arcanos. Al lanzarse al suelo, crea una onda expansiva que la lanza los objetos de su entorno a larga distancia. Útil para alejar enemigos o utilizar sobre el mismo personaje para poder saltar a mayor distancia"
[2] Uso de Objeto Limitado: Runa de Impulso.
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Anders
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Desde donde se encontraba, la bruja podía distinguir tres figuras: dos eran hombres, no cabía duda, la tercera iba vestida de mujer aunque tenía el perfil menos femenino que Valeria había visto nunca. El ruido que había escuchado lo producía uno de los hombres agitando algún tipo de arma o herramienta enfrente de la extraña mujer. La bruja no tuvo mucho tiempo para preguntarse qué narices estaba sucediendo allí, ya que la acción fue interrumpida por la llegada de otros dos individuos. El tipo de la herramienta saludó amigablemente a los recién llegados, mientras los otros dos se alejaban de la escena… caminando directamente hacia donde ella se encontraba.
Valeria se ajustó un poco la capucha de su capa, con intención de dejarles pasar de largo sin llamar demasiado la atención. El recién llegado iba bien pertrechado, por lo que no sería descabellado pensar que quizá andaba a la caza de los fugitivos, quizá le contase algo al tipo de la herramienta. Sin embargo, la reacción de la enorme mujer al verla en aquel rincón llamó su atención lo suficiente para que le prestase algo más de atención. Al momento se dio cuenta de que, tras el estropeado maquillaje de la noble dama, trataba de ocultarse el barbado rostro de Tatsuya. Y el hombre no parecía particularmente entusiasmado con el encuentro. No le culpaba, dadas las circunstancias, y sin duda estaría más enfadado de haber contado con todos los datos. Pero eso a ella no la ayudaba en aquel momento.
En el instante que duró la mirada que ambos se dirigieron, la mente de la bruja barajó apresuradamente sus opciones. Tanto el brujo como su acompañante (el tal médico o alquimista) iban encadenados, pero las cadenas de Tatsuya se veían mucho más sueltas de lo que cabría esperar en el preso medio; obra del tipo de la herramienta, sin duda. Atrás quedaba el tipo de la armadura, que ahora sacaba una espada. «Bien», razonó la mente de Valeria, «sospecha de ellos. Puedo usarlo a mi favor». Sólo tenía que gritar “¡al asesino!” o algo del estilo para que el hombre se echara sobre los dos reos. Tenía pinta de poder él solito con dos tipos encadenados. Apresarían de nuevo a Tatsuya, lo ejecutarían por la mañana y problema resuelto.
La bruja abrió la boca, cogió aire y… volvió a soltarlo mientras se encogía en el sitio por la impresión que le produjo aquella maldita explosión. ¿Qué demonios pasaba ahora? El poético llamado hizo que la bruja volviera a alzar la cabeza.
—Elementalistas —murmuró con fastidio al darse cuenta de la situación—, no son felices si no montan un espectáculo.
No le gustaba la manera en que los nuevos elementos habían tirado por la borda todo intento de discreción, pero debía reconocer que la muerte de Tatsuya la beneficiaba, ya fuera en la horca, por la mañana o víctima de un hechizo aquella misma noche. Por desgracia, el guerrero de la armadura, vaya usted a saber por qué, quería a los prófugos vivos. ¿Dos brujos o un guerrero? ¿De parte de quién le convenía ponerse? Su propio orgullo de raza le conminaba a confiar su suerte en sus propios congéneres, hasta que una segunda ¿explosión? los quitó de en medio, al menos momentáneamente. Suerte que no era una mujer orgullosa.
—¡Rapido, antes de que escapen! —gritó en dirección a la montaña de metal, al tiempo que, con un leve giro de muñeca, extendió su alcance hasta el éter que rodeaba las faldas del mercenario. No había que ser muy observadora para darse cuenta de que el hombre no estaba acostumbrado a andar con vestido; sólo tenía que arrugarle un poco la falda en torno a las piernas y seguro que caía por su propio peso. Con suerte, el otro tropezaba con él y hacían doblete, aunque a Valeria sólo le importaba Tatsuya; si el otro tipo decidía abandonarlo a su suerte, ella no movería un dedo por detenerlo.
La noche, sin embargo, deparaba aún más sorpresas y la risa electrificante que oyó a sus espaldas en aquel momento hizo que se le erizara la piel de la nuca. Se volvió justo a tiempo de sentir la energía aglomerarse en torno a aquella gema y reaccionó por puro instinto. Todo lo que pudo hacer fue arrastrar unas pesadas cajas e interponerlas en el camino de la chispeante bola de energía que se abalanzaba contra ella y los dos reos. Era cierto que le venía mejor un brujo muerto, pero no estaba dispuesta a morir ella también en el proceso.
—Gaunt, ¿no te dije que esperases un poco? —se oyó una voz femenina después de que aquellas cajas se convirtieran en polvo y astillas esparcidas por el callejón.
—Está con el de la espada —se justificó el muchacho.
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OFF: Subrayo el uso de la Telequinesis de Reike.
Valeria se ajustó un poco la capucha de su capa, con intención de dejarles pasar de largo sin llamar demasiado la atención. El recién llegado iba bien pertrechado, por lo que no sería descabellado pensar que quizá andaba a la caza de los fugitivos, quizá le contase algo al tipo de la herramienta. Sin embargo, la reacción de la enorme mujer al verla en aquel rincón llamó su atención lo suficiente para que le prestase algo más de atención. Al momento se dio cuenta de que, tras el estropeado maquillaje de la noble dama, trataba de ocultarse el barbado rostro de Tatsuya. Y el hombre no parecía particularmente entusiasmado con el encuentro. No le culpaba, dadas las circunstancias, y sin duda estaría más enfadado de haber contado con todos los datos. Pero eso a ella no la ayudaba en aquel momento.
En el instante que duró la mirada que ambos se dirigieron, la mente de la bruja barajó apresuradamente sus opciones. Tanto el brujo como su acompañante (el tal médico o alquimista) iban encadenados, pero las cadenas de Tatsuya se veían mucho más sueltas de lo que cabría esperar en el preso medio; obra del tipo de la herramienta, sin duda. Atrás quedaba el tipo de la armadura, que ahora sacaba una espada. «Bien», razonó la mente de Valeria, «sospecha de ellos. Puedo usarlo a mi favor». Sólo tenía que gritar “¡al asesino!” o algo del estilo para que el hombre se echara sobre los dos reos. Tenía pinta de poder él solito con dos tipos encadenados. Apresarían de nuevo a Tatsuya, lo ejecutarían por la mañana y problema resuelto.
La bruja abrió la boca, cogió aire y… volvió a soltarlo mientras se encogía en el sitio por la impresión que le produjo aquella maldita explosión. ¿Qué demonios pasaba ahora? El poético llamado hizo que la bruja volviera a alzar la cabeza.
—Elementalistas —murmuró con fastidio al darse cuenta de la situación—, no son felices si no montan un espectáculo.
No le gustaba la manera en que los nuevos elementos habían tirado por la borda todo intento de discreción, pero debía reconocer que la muerte de Tatsuya la beneficiaba, ya fuera en la horca, por la mañana o víctima de un hechizo aquella misma noche. Por desgracia, el guerrero de la armadura, vaya usted a saber por qué, quería a los prófugos vivos. ¿Dos brujos o un guerrero? ¿De parte de quién le convenía ponerse? Su propio orgullo de raza le conminaba a confiar su suerte en sus propios congéneres, hasta que una segunda ¿explosión? los quitó de en medio, al menos momentáneamente. Suerte que no era una mujer orgullosa.
—¡Rapido, antes de que escapen! —gritó en dirección a la montaña de metal, al tiempo que, con un leve giro de muñeca, extendió su alcance hasta el éter que rodeaba las faldas del mercenario. No había que ser muy observadora para darse cuenta de que el hombre no estaba acostumbrado a andar con vestido; sólo tenía que arrugarle un poco la falda en torno a las piernas y seguro que caía por su propio peso. Con suerte, el otro tropezaba con él y hacían doblete, aunque a Valeria sólo le importaba Tatsuya; si el otro tipo decidía abandonarlo a su suerte, ella no movería un dedo por detenerlo.
La noche, sin embargo, deparaba aún más sorpresas y la risa electrificante que oyó a sus espaldas en aquel momento hizo que se le erizara la piel de la nuca. Se volvió justo a tiempo de sentir la energía aglomerarse en torno a aquella gema y reaccionó por puro instinto. Todo lo que pudo hacer fue arrastrar unas pesadas cajas e interponerlas en el camino de la chispeante bola de energía que se abalanzaba contra ella y los dos reos. Era cierto que le venía mejor un brujo muerto, pero no estaba dispuesta a morir ella también en el proceso.
—Gaunt, ¿no te dije que esperases un poco? —se oyó una voz femenina después de que aquellas cajas se convirtieran en polvo y astillas esparcidas por el callejón.
—Está con el de la espada —se justificó el muchacho.
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Reike
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Blasfemé de tal manera que si el cuerpo de cada uno de nosotros fuese el templo de algún Dios, el mío sería más bien un antro profano. Aquella fría mirada ambarina, observándome desde la distancia con cierta confusión, pertenecía a nada más ni nada menos que a la bastarda que me tiró a prisión. Mis entrañas ardían en cólera, deseando al menos obtener una respuesta: ¿por qué? ¿por qué yo, de todos los desgraciados a los que la rata tildó de asesinos? Si tan solo me hubiera respaldado cuando le eché la culpa al robotcito, quizás hasta seríamos colegas, pero en su lugar ahora estábamos frente a frente, en lados distintos de la mesa. El que ella estuviera allí, en ese preciso momento, no podía ser coincidencia: era la oportunidad de cobrar mi venganza.
Me sumergí de tal manera en mis pensamientos, que me tomó tiempo darme cuenta de un escozor en la palma de mi mano. Al inspeccionar, algunos hilos de sangre brotaban hacia mi muñeca. «¿Tan fuerte apreté?». Intenté limpiar la herida, sin percatarme de que sacudí sutilmente las cadenas. Byleth se volvió a mí, con sus ojos más abiertos de lo normal, musitando algo que no escuché del todo. No importó demasiado, pues el lenguaje corporal ya era lo suficientemente expresivo: la había cagado; las cadenas se habían hecho escuchar.
Los metálicos pasos del hombre resonaron en el callejón, opacando la tenue luz de las antorchas que provenía de uno de los extremos. Su oprimente presencia me hizo encoger el pecho, y según se iba acercando, el viento me silbó al oído, cual alarma gritándome: "¡peligro! ¡peligro! ¡peligro!" y calló ante el desenvainar de una espada, que se hizo oír por las cercanías. Tragué saliva, aferrándome a las cadenas que apresaban mis muñecas, pues sabía de sobra que aún ni teniendo mi Rompejuramentos podría hacerle frente al espadachín.
Una explosión invirtió las tornas drásticamente: el hombre de metal salió disparado a un edificio, dejando un orificio de forma humana en una de las paredes. Una pareja de lo más estrafalaria surgió de quién sabe dónde, ondeando báculos y vociferando extrañas rimas. Uno tenía tez oscura y rasgos simiescos, casi como una bestia. A su lado, una belleza de cabellos dorados ondeaba su melena y se ajustaba las gafas maquinalmente una vez por minuto, casi como un autómata. Reconocí inmediatamente que eran elementalistas, o más bien hideputas con los que se debe tener cuidado. Serían capaces de achicharrar media Sacrestic Ville con tal de cumplir su objetivo.
—¡Suō! ¡Se pronuncia Suō, imbéciles! ¡SU-O-U! — respondí irritado a su manera de pronunciar mi apellido. Dirigí mis ojos al muchacho, luego a la rubia, escudriñándolos un par de veces. Eran fuertes, sin duda, pero no tanto como el guerrero. — Me prestaría a morir si pudiera cobrar mi propia recompensa, pero digamos que prefiero una vida de austeridad que pudrirme en alguna fosa anónima.
—Estaba seguro de que se pronunciaba "Suõ... — barbotó Byleth.
Inhalé fervientemente, cerrando los ojos y concentrando el escaso éter que conseguí acumular en mis pulmones. Algunos retazos de mi pasado emanaron del aire como cálidos susurros. Entre todos ellos discerní la voz de mi viejo, hace ya bastante tiempo, cuando era mucho más joven y cada vez que empuñaba una espada me cortaba a mí mismo. «Recuerda, Tatsuya... el arte del Molino es como aquél del respirar: viento a los pulmones como viento al filo.», era lo que siempre me decía.
Moví por lo que Byleth habría llamado "ósmosis" el torrente sanguíneo a las yemas de mis dedos, de donde emergieron translúcidos filamentos de aire que envainaron las gruesas cadenas que inmovilizaban mis muñecas, todo mientras mis pulmones y garganta ardían por la falta de éter. Finalmente, el aire se convirtió en un inmenso filo, que cortó los grilletes por la mitad.(1) Me sentí liberado, no solo por la ligereza de mis manos, sino porque ahora fluía más éter dentro de mí.
De inmediato hice un ademán y levanté a la distancia los restos de las cadenas que había cortado el elfo minutos atrás(2) y las até con un firme nudo a aquellas que pendían de mis manos, formando unos extensos látigos que servirían como arma... provisional.
—Ahora sí, mamones. Vengan todos a la vez, que ya se van a enterar de qué está hecho Tatsuya Su— — me interrumpí yo mismo al notar que no me estaban prestando atención. Por el contrario, se fijaban en el hombre de metal.
Eché un rápido vistazo, y vislumbré cómo la espada del guerrero lo cubría en una densa capa de viento, que hizo las veces de armadura. Se me erizaron los pelos, ya no solo por el espectáculo visual, sino por el temor a sufrir la furia de ese tipo.
«Bien, supongo que será mejor arreglar las cuentas con Valeria lo más rápido posible...»
No obstante, el elfo debilucho jugó un truco de lo más astuto y utilizando alguna especie de... ¿masa extraña? dio un golpe contra el suelo que resultó en una diminuta onda expansiva, lo suficientemente fuerte para sacar del panorama a él mismo y a los dos elementalistas. Aquello eran más que malas noticias, pues ahora tenía algo de intimidad con el guerrero de viento... cosa que no era tan buena en ese contexto. Como si eso fuera poco, una fuerza invisible tiró de mi vestido, seguida de la familiar voz de Valeria indicándole a mi adversario que me apresara. Perdí el equilibrio momentáneamente, no obstante, actué como me permitieron mis reflejos y arrojé una de mis cadenas al barandal de un balcón cercano para quedar pendido a mitad de la caída.
—Esa perra... — chasqueé la lengua y me dirigí a mi cazador y su compañera — Yo que ustedes no me daría caza: el elfito debe de estar en apuros, ahora que se quedó solo con dos peligrosos elementalistas. Ustedes tres parecen buenos amigos; seguro que no quieren verlo achicharrado.. — les dediqué una mueca burlona, para desdibujarla a una expresión más calmada y volverme a Byleth — Eres inteligente, trata de esconderte donde puedas, o huye si tienes la oportunidad. El campo de batalla no es sitio para los curanderos.
Me impulsé hacia adelante y recobré el equilibrio, sin siquiera detenerme a observar si mis perseguidores se habían ido. Mis piernas se movían con un solo objetivo en mente: Valeria. Lamentablemente, no conseguí encontrármela en las circunstancias que esperaba: su atención ya había sido tomada por un tercer cazarrecompensas, esta vez un crío algo risueño con un báculo amarillo, similar al que llevaban los otros dos. Unos pocos pasos atrás estaba de brazos cruzados una mujer con una herramienta homóloga a la del niño, solo que decorada por una fina gema de color ocre. Su rostro era severo; de cierta manera me recordaba al de mi padre cuando estaba de mala leche. No tardó demasiado tiempo en notar mi presencia.
—Míra, Gaunt. Allí está: Tatsuya Suó, en persona. — señaló con una voz monótona mientras golpeaba su cetro contra el suelo.
—¡¿De veras?! ¡Wow! ¡Parece un ogro disfrazado de mujer! Además, ¿qué son esos OOoOjos? ¡Si parece que los tiene cerrados! — exclamó con cierto tono inocente entremezclado con hiriente. — ¿Puedo chamuscarlo, maestra? ¿Puedo? ¿Puedo? ¿Puedo?
—Ni hablar. — gruñó — Encárgate de su amiguita, que él es todo mío.
El crío estuvo a punto de responder con un puchero infantil, pero se detuvo ante la rígida mirada de su mentora. Con un par de lagrimitas asomandose por sus ojos, se acarició sus cabellos rojizos y retomó su empresa con Valeria.
—Tengo asuntos que resolver con la brujita. Quítate de mi camino, o sabrás por qué toda Sacrestic Ville está en mi búsqueda.
—¿Por asesinar a un anciano a sangre fría? No se escucha muy intimidante, si me preguntas.
—Podrías decir que tengo experiencia de sobra, anciana. — concluí antes de extender mi cadena derecha hacia su báculo.
El arma se enrolló dos veces en el mango de su báculo y tiré de él a fin de desarmarla. Forcejeamos unos segundos, hasta que me di cuenta de que la gema comenzaba a brillar. Desvié la dirección del hechizo y de este emergió un tronco gigante que atravesó la herrería a mi izquierda de extremo a extremo, aumentando en grosor conforme un séquito de ramas afiladas como cuchillas brotaban de su corteza y ondeaban al compás del viento, como tentáculos, esperando a que me acercara para decapitarme. Si no hubiera desviado el ataque, me habría hecho picadillo... esos cazarrecompensas no eran un chiste. Tenía que pensar meticulosamente mis próximos movimientos.
Me sumergí de tal manera en mis pensamientos, que me tomó tiempo darme cuenta de un escozor en la palma de mi mano. Al inspeccionar, algunos hilos de sangre brotaban hacia mi muñeca. «¿Tan fuerte apreté?». Intenté limpiar la herida, sin percatarme de que sacudí sutilmente las cadenas. Byleth se volvió a mí, con sus ojos más abiertos de lo normal, musitando algo que no escuché del todo. No importó demasiado, pues el lenguaje corporal ya era lo suficientemente expresivo: la había cagado; las cadenas se habían hecho escuchar.
Los metálicos pasos del hombre resonaron en el callejón, opacando la tenue luz de las antorchas que provenía de uno de los extremos. Su oprimente presencia me hizo encoger el pecho, y según se iba acercando, el viento me silbó al oído, cual alarma gritándome: "¡peligro! ¡peligro! ¡peligro!" y calló ante el desenvainar de una espada, que se hizo oír por las cercanías. Tragué saliva, aferrándome a las cadenas que apresaban mis muñecas, pues sabía de sobra que aún ni teniendo mi Rompejuramentos podría hacerle frente al espadachín.
Una explosión invirtió las tornas drásticamente: el hombre de metal salió disparado a un edificio, dejando un orificio de forma humana en una de las paredes. Una pareja de lo más estrafalaria surgió de quién sabe dónde, ondeando báculos y vociferando extrañas rimas. Uno tenía tez oscura y rasgos simiescos, casi como una bestia. A su lado, una belleza de cabellos dorados ondeaba su melena y se ajustaba las gafas maquinalmente una vez por minuto, casi como un autómata. Reconocí inmediatamente que eran elementalistas, o más bien hideputas con los que se debe tener cuidado. Serían capaces de achicharrar media Sacrestic Ville con tal de cumplir su objetivo.
—¡Suō! ¡Se pronuncia Suō, imbéciles! ¡SU-O-U! — respondí irritado a su manera de pronunciar mi apellido. Dirigí mis ojos al muchacho, luego a la rubia, escudriñándolos un par de veces. Eran fuertes, sin duda, pero no tanto como el guerrero. — Me prestaría a morir si pudiera cobrar mi propia recompensa, pero digamos que prefiero una vida de austeridad que pudrirme en alguna fosa anónima.
—Estaba seguro de que se pronunciaba "Suõ... — barbotó Byleth.
Inhalé fervientemente, cerrando los ojos y concentrando el escaso éter que conseguí acumular en mis pulmones. Algunos retazos de mi pasado emanaron del aire como cálidos susurros. Entre todos ellos discerní la voz de mi viejo, hace ya bastante tiempo, cuando era mucho más joven y cada vez que empuñaba una espada me cortaba a mí mismo. «Recuerda, Tatsuya... el arte del Molino es como aquél del respirar: viento a los pulmones como viento al filo.», era lo que siempre me decía.
Moví por lo que Byleth habría llamado "ósmosis" el torrente sanguíneo a las yemas de mis dedos, de donde emergieron translúcidos filamentos de aire que envainaron las gruesas cadenas que inmovilizaban mis muñecas, todo mientras mis pulmones y garganta ardían por la falta de éter. Finalmente, el aire se convirtió en un inmenso filo, que cortó los grilletes por la mitad.(1) Me sentí liberado, no solo por la ligereza de mis manos, sino porque ahora fluía más éter dentro de mí.
De inmediato hice un ademán y levanté a la distancia los restos de las cadenas que había cortado el elfo minutos atrás(2) y las até con un firme nudo a aquellas que pendían de mis manos, formando unos extensos látigos que servirían como arma... provisional.
—Ahora sí, mamones. Vengan todos a la vez, que ya se van a enterar de qué está hecho Tatsuya Su— — me interrumpí yo mismo al notar que no me estaban prestando atención. Por el contrario, se fijaban en el hombre de metal.
Eché un rápido vistazo, y vislumbré cómo la espada del guerrero lo cubría en una densa capa de viento, que hizo las veces de armadura. Se me erizaron los pelos, ya no solo por el espectáculo visual, sino por el temor a sufrir la furia de ese tipo.
«Bien, supongo que será mejor arreglar las cuentas con Valeria lo más rápido posible...»
No obstante, el elfo debilucho jugó un truco de lo más astuto y utilizando alguna especie de... ¿masa extraña? dio un golpe contra el suelo que resultó en una diminuta onda expansiva, lo suficientemente fuerte para sacar del panorama a él mismo y a los dos elementalistas. Aquello eran más que malas noticias, pues ahora tenía algo de intimidad con el guerrero de viento... cosa que no era tan buena en ese contexto. Como si eso fuera poco, una fuerza invisible tiró de mi vestido, seguida de la familiar voz de Valeria indicándole a mi adversario que me apresara. Perdí el equilibrio momentáneamente, no obstante, actué como me permitieron mis reflejos y arrojé una de mis cadenas al barandal de un balcón cercano para quedar pendido a mitad de la caída.
—Esa perra... — chasqueé la lengua y me dirigí a mi cazador y su compañera — Yo que ustedes no me daría caza: el elfito debe de estar en apuros, ahora que se quedó solo con dos peligrosos elementalistas. Ustedes tres parecen buenos amigos; seguro que no quieren verlo achicharrado.. — les dediqué una mueca burlona, para desdibujarla a una expresión más calmada y volverme a Byleth — Eres inteligente, trata de esconderte donde puedas, o huye si tienes la oportunidad. El campo de batalla no es sitio para los curanderos.
Me impulsé hacia adelante y recobré el equilibrio, sin siquiera detenerme a observar si mis perseguidores se habían ido. Mis piernas se movían con un solo objetivo en mente: Valeria. Lamentablemente, no conseguí encontrármela en las circunstancias que esperaba: su atención ya había sido tomada por un tercer cazarrecompensas, esta vez un crío algo risueño con un báculo amarillo, similar al que llevaban los otros dos. Unos pocos pasos atrás estaba de brazos cruzados una mujer con una herramienta homóloga a la del niño, solo que decorada por una fina gema de color ocre. Su rostro era severo; de cierta manera me recordaba al de mi padre cuando estaba de mala leche. No tardó demasiado tiempo en notar mi presencia.
—Míra, Gaunt. Allí está: Tatsuya Suó, en persona. — señaló con una voz monótona mientras golpeaba su cetro contra el suelo.
—¡¿De veras?! ¡Wow! ¡Parece un ogro disfrazado de mujer! Además, ¿qué son esos OOoOjos? ¡Si parece que los tiene cerrados! — exclamó con cierto tono inocente entremezclado con hiriente. — ¿Puedo chamuscarlo, maestra? ¿Puedo? ¿Puedo? ¿Puedo?
—Ni hablar. — gruñó — Encárgate de su amiguita, que él es todo mío.
El crío estuvo a punto de responder con un puchero infantil, pero se detuvo ante la rígida mirada de su mentora. Con un par de lagrimitas asomandose por sus ojos, se acarició sus cabellos rojizos y retomó su empresa con Valeria.
—Tengo asuntos que resolver con la brujita. Quítate de mi camino, o sabrás por qué toda Sacrestic Ville está en mi búsqueda.
—¿Por asesinar a un anciano a sangre fría? No se escucha muy intimidante, si me preguntas.
—Podrías decir que tengo experiencia de sobra, anciana. — concluí antes de extender mi cadena derecha hacia su báculo.
El arma se enrolló dos veces en el mango de su báculo y tiré de él a fin de desarmarla. Forcejeamos unos segundos, hasta que me di cuenta de que la gema comenzaba a brillar. Desvié la dirección del hechizo y de este emergió un tronco gigante que atravesó la herrería a mi izquierda de extremo a extremo, aumentando en grosor conforme un séquito de ramas afiladas como cuchillas brotaban de su corteza y ondeaban al compás del viento, como tentáculos, esperando a que me acercara para decapitarme. Si no hubiera desviado el ataque, me habría hecho picadillo... esos cazarrecompensas no eran un chiste. Tenía que pensar meticulosamente mis próximos movimientos.
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Off rol:
Acorde a los parámetros que estableció Sigel, obtengo las "Cadenas del Condenado", un arma flexible de calidad común.
- Cadenas del Condenado:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
(1) Uso de la habilidad de nivel 0 "Filo de Suou"
(2) Uso de la habilidad racial "Telequinesis"
Tatsuya Suō
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
- ¡Bien hecho, Anders! – Bramó Eltrant al ver como el callejón vibraba y lanzaba a los dos brujos por los aires.
Sin tiempo que perder, sacándole partido a aquel momento, el castaño se giró sobre sí mismo al oír la voz de una mujer, al otro lado del callejón, gritar que los fugitivos estaban tratando de escapar aprovechando el caos generalizado que había en el lugar.
Pero el que respondía al nombre de Quartz parecía reacio a rendirse tan fácilmente: una llamarada salió de la punta de su bastón, cubriendo totalmente a Eltrant antes de que este pudiese optar por seguir a la pareja.
Apretando los dientes, sintiendo como partes de su coraza se ponían al rojo vivo, el errante se giró sobre sí mismo a la vez que se cubría la cara, obligándose a avanzar hacía el brujo que seguía convocando el fuego mientras reía a carcajadas.
- ¡Lyn! -
¿Es que no se iba a encontrar nunca a nadie cuerdo?
- ¡A ello que voy! – Expuso la ojiazul, esfumándose entre las sombras. [1]
Notando como varias quemaduras comenzaban a aparecerse en sus mejillas, temiendo que Eir se derritiese en cualquier momento sobre su propio cuerpo, Eltrant llegó, con cierto esfuerzo, a alcanzar a Quartz. Probablemente lo consiguió gracias a que el brujo aún estaba ligeramente aturdido por lo que había hecho Anders, lo cierto es que el elfo tenía bastantes más trucos bajo la manga de lo aparentaba a simple vista; se lo había demostrado en Verisar y lo acababa de hacer en aquel lugar.
Eltrant agarró del cuello de la túnica del hombre con la mano libre, forzándole a cancelar el hechizo.
- ¿Qué…? – Aquellos tipos no eran precisamente mercenarios de tres al cuarto, el hecho de que tuviese quemaduras por todas partes era una garantía de ello. - ¿Qué… te parece si igualamos las cosas? – Musitó a duras penas, plantando su antebrazo, candente, en el rostro de aquel tipo.
Un siseo, acompañado por un profundo olor a carne quemada, precedió el grito de dolor que dejó escapar Quartz. Por muy cruel que pareciese a simple vista, aquella era la forma más rápida de incapacitarle sin cercenarle ninguna extremidad.
Olvido, que seguía vibrando entre sus manos con suavidad, cargándole de ira, no ayudaba tampoco a calmarle.
¿Qué clase de mercenarios eran aquellos, para empezar, que atacaban a todo aquel que se ponía frente a ellos? No solo habían tratado de matarle gratuitamente, también habían puesto en peligro a la mujer que había al fondo del callejón o, como mínimo, eso le había parecido con tanta explosión por el lugar.
Era irónico, además, que Tatsuya y su cómplice alquimista fuesen las personas menos peligrosas de todo aquel embrollo. Hasta comprendía porque quería huir a toda prisa de aquellos desquiciados.
- Voy a… ¡Voy a matarte! ¡A ti y al elfo! ¡No vais a… a….! –
Mascullando un insulto en voz baja, al notar el carámbano de hielo que acababa de alojarse en la parte trasera de su coraza reblandecida, Eltrant dejó caer al brujo al suelo, quien aun gimoteaba insultos entre gemidos de dolor, y se giró hacía la rubia.
- Cuídamela. – Sentenció atravesando con Olvido la pierna de Quartz, anclándolo en el sentido más literal de la palabra al suelo del callejón.
Otro grito se sucedió en el lugar, con aquel escandalo la guardia no tardaría en aparecer, cosa que, a decir verdad, era bueno. Le preocupaba que aun con todo aquello el elementalista se las ingeniase para seguir usando su báculo.
Había visto a brujos capaces de incinerar todo un callejón como aquel con relativa facilidad. No le sorprendería si tratase de hacer algo por el estilo al verse acorralado.
Desenvainando a Recuerdo, se encaminó hacía la bruja que compartía elemento con la espada que ahora tenía entre las manos.
Recibiendo una multitud de proyectiles que se fragmentaban al impactar contra la armadura, solo doblándola levemente, avanzó hacía la mujer. Tenía que volver a agradecerle a Asher el encantamiento que ayudaba con aquellas cosas de brujos.
- ¡Muérete! ¿¡Por qué no te mueres?! -
- No eres la primera persona que me dice eso. – Agregó, alzando la espada, iluminando su cara con el suave resplandor azulado que esta emitía.
Si conseguía que la mujer centrase su atención únicamente en él Anders podría noquearla, o hacer algo por el estilo. Confiaba en él.
Con un leve “poof” la vampiresa apareció rodeada de sombras junto a los que esperaban al otro del callejón. Sin decir nada en un principio, solo alternando sus enormes ojos azules entre los presentes, terminó dedicándole una sonrisa a Reike
- ¡A ti te conozco! – dijo señalándola con el índice. - ¿No te has pasado dos veces por el cuchitri…? – Se detuvo, mordiéndose el labio inferior. - ¿Por la oficina del Mort…? – Volvió a detenerse, sacudió la cabeza. – ¿Por la ruinosa herrería de Eltrant? – dijo al final, asintiendo para sí, convencida de había encontrado una descripción acertada del taller de su compañero.
Independientemente de la respuesta de Reike, un proyectil hecho a partir de un trozo de roca atravesó la cabeza de la vampiresa y se estrelló contra la pared como si tal cosa. La maldición la convertía en intangible al caer la noche era útil en momentos como aquel.
- Eso es… curioso… - dijo la mujer, frunciendo levemente el ceño, mirando fijamente a Lyn.
- Lo sé, lo sé. Es digno de ver. – Completó Lyn, fingiendo orgullo. – De nada. – Le dijo antes de girarse hacía Tatsuya y su compañero. – Cuando toda la ciudad quiere mataros huir de las únicas personas que os quieren vivos no es muy prudente. – Les comentó rápidamente. – Por cierto, bonito vestido. Realza el color de tus ojos. – dijo ahora concretamente a Tatsuya, antes de respirar profundamente. – Pero no os preocupéis. En cualquier caso… - Extendió ambas manos, las sombras de todos los presentes, las personas a las que Lyn consideraba aliados, comenzaron a oscilar como si fuesen llamas. [2] - … quedaos cerca, ¿Vale? – dijo, girándose a guiñar al trio.
Hecho esto, la vampiresa acumuló sombras en sus manos.
- No me gusta mucho pelear. – Les dijo a los elementalistas, haciendo algunos estiramientos exagerados. La mujer del báculo ocre enarcó una ceja. – Así que sed buenos conmigo. – Pidió, justo en el mismo instante en el que la sombra del edificio que la bruja tenía al lado se convertía en más un centenar de estacas de sombras y se lanzaban hacia la mujer.
Esta, sin moverse un ápice de dónde estaba, solamente golpeando el suelo con su báculo, convocó un muro de tierra que detuvo las lanzas de golpe antes de que, aparentemente, la empalasen todas al mismo tiempo.
- No debería sorprenderme verte luchar junto a esos hombres… monstruo. – Aquello hizo que Lyn ampliase aún más la sonrisa. – Gaunt, encárgate de esos tres. – dijo señalando a Reike, Tatuya y a Byleth.
- Oh, querida… - Sus ojos centellearon con un leve color carmesí. - ¿No es un poco pronto para comenzar con los halagos? Invítame al menos a cenar antes. – dando una palmada frente a su cara, Lyn hizo que las sombras del lugar bailasen a su alrededor.
[1] Habilidad Lyn Nivel 2: Entre tinieblas.
[2] Habilidad Lyn nivel 8: Guardián Oscuro. (Vuestras sombras saltarán a interceptar el próximo ataque que recibáis, ya sea mágico o físico.)
Sin tiempo que perder, sacándole partido a aquel momento, el castaño se giró sobre sí mismo al oír la voz de una mujer, al otro lado del callejón, gritar que los fugitivos estaban tratando de escapar aprovechando el caos generalizado que había en el lugar.
Pero el que respondía al nombre de Quartz parecía reacio a rendirse tan fácilmente: una llamarada salió de la punta de su bastón, cubriendo totalmente a Eltrant antes de que este pudiese optar por seguir a la pareja.
Apretando los dientes, sintiendo como partes de su coraza se ponían al rojo vivo, el errante se giró sobre sí mismo a la vez que se cubría la cara, obligándose a avanzar hacía el brujo que seguía convocando el fuego mientras reía a carcajadas.
- ¡Lyn! -
¿Es que no se iba a encontrar nunca a nadie cuerdo?
- ¡A ello que voy! – Expuso la ojiazul, esfumándose entre las sombras. [1]
Notando como varias quemaduras comenzaban a aparecerse en sus mejillas, temiendo que Eir se derritiese en cualquier momento sobre su propio cuerpo, Eltrant llegó, con cierto esfuerzo, a alcanzar a Quartz. Probablemente lo consiguió gracias a que el brujo aún estaba ligeramente aturdido por lo que había hecho Anders, lo cierto es que el elfo tenía bastantes más trucos bajo la manga de lo aparentaba a simple vista; se lo había demostrado en Verisar y lo acababa de hacer en aquel lugar.
Eltrant agarró del cuello de la túnica del hombre con la mano libre, forzándole a cancelar el hechizo.
- ¿Qué…? – Aquellos tipos no eran precisamente mercenarios de tres al cuarto, el hecho de que tuviese quemaduras por todas partes era una garantía de ello. - ¿Qué… te parece si igualamos las cosas? – Musitó a duras penas, plantando su antebrazo, candente, en el rostro de aquel tipo.
Un siseo, acompañado por un profundo olor a carne quemada, precedió el grito de dolor que dejó escapar Quartz. Por muy cruel que pareciese a simple vista, aquella era la forma más rápida de incapacitarle sin cercenarle ninguna extremidad.
Olvido, que seguía vibrando entre sus manos con suavidad, cargándole de ira, no ayudaba tampoco a calmarle.
¿Qué clase de mercenarios eran aquellos, para empezar, que atacaban a todo aquel que se ponía frente a ellos? No solo habían tratado de matarle gratuitamente, también habían puesto en peligro a la mujer que había al fondo del callejón o, como mínimo, eso le había parecido con tanta explosión por el lugar.
Era irónico, además, que Tatsuya y su cómplice alquimista fuesen las personas menos peligrosas de todo aquel embrollo. Hasta comprendía porque quería huir a toda prisa de aquellos desquiciados.
- Voy a… ¡Voy a matarte! ¡A ti y al elfo! ¡No vais a… a….! –
Mascullando un insulto en voz baja, al notar el carámbano de hielo que acababa de alojarse en la parte trasera de su coraza reblandecida, Eltrant dejó caer al brujo al suelo, quien aun gimoteaba insultos entre gemidos de dolor, y se giró hacía la rubia.
- Cuídamela. – Sentenció atravesando con Olvido la pierna de Quartz, anclándolo en el sentido más literal de la palabra al suelo del callejón.
Otro grito se sucedió en el lugar, con aquel escandalo la guardia no tardaría en aparecer, cosa que, a decir verdad, era bueno. Le preocupaba que aun con todo aquello el elementalista se las ingeniase para seguir usando su báculo.
Había visto a brujos capaces de incinerar todo un callejón como aquel con relativa facilidad. No le sorprendería si tratase de hacer algo por el estilo al verse acorralado.
Desenvainando a Recuerdo, se encaminó hacía la bruja que compartía elemento con la espada que ahora tenía entre las manos.
Recibiendo una multitud de proyectiles que se fragmentaban al impactar contra la armadura, solo doblándola levemente, avanzó hacía la mujer. Tenía que volver a agradecerle a Asher el encantamiento que ayudaba con aquellas cosas de brujos.
- ¡Muérete! ¿¡Por qué no te mueres?! -
- No eres la primera persona que me dice eso. – Agregó, alzando la espada, iluminando su cara con el suave resplandor azulado que esta emitía.
Si conseguía que la mujer centrase su atención únicamente en él Anders podría noquearla, o hacer algo por el estilo. Confiaba en él.
_____________________________________________
Con un leve “poof” la vampiresa apareció rodeada de sombras junto a los que esperaban al otro del callejón. Sin decir nada en un principio, solo alternando sus enormes ojos azules entre los presentes, terminó dedicándole una sonrisa a Reike
- ¡A ti te conozco! – dijo señalándola con el índice. - ¿No te has pasado dos veces por el cuchitri…? – Se detuvo, mordiéndose el labio inferior. - ¿Por la oficina del Mort…? – Volvió a detenerse, sacudió la cabeza. – ¿Por la ruinosa herrería de Eltrant? – dijo al final, asintiendo para sí, convencida de había encontrado una descripción acertada del taller de su compañero.
Independientemente de la respuesta de Reike, un proyectil hecho a partir de un trozo de roca atravesó la cabeza de la vampiresa y se estrelló contra la pared como si tal cosa. La maldición la convertía en intangible al caer la noche era útil en momentos como aquel.
- Eso es… curioso… - dijo la mujer, frunciendo levemente el ceño, mirando fijamente a Lyn.
- Lo sé, lo sé. Es digno de ver. – Completó Lyn, fingiendo orgullo. – De nada. – Le dijo antes de girarse hacía Tatsuya y su compañero. – Cuando toda la ciudad quiere mataros huir de las únicas personas que os quieren vivos no es muy prudente. – Les comentó rápidamente. – Por cierto, bonito vestido. Realza el color de tus ojos. – dijo ahora concretamente a Tatsuya, antes de respirar profundamente. – Pero no os preocupéis. En cualquier caso… - Extendió ambas manos, las sombras de todos los presentes, las personas a las que Lyn consideraba aliados, comenzaron a oscilar como si fuesen llamas. [2] - … quedaos cerca, ¿Vale? – dijo, girándose a guiñar al trio.
Hecho esto, la vampiresa acumuló sombras en sus manos.
- No me gusta mucho pelear. – Les dijo a los elementalistas, haciendo algunos estiramientos exagerados. La mujer del báculo ocre enarcó una ceja. – Así que sed buenos conmigo. – Pidió, justo en el mismo instante en el que la sombra del edificio que la bruja tenía al lado se convertía en más un centenar de estacas de sombras y se lanzaban hacia la mujer.
Esta, sin moverse un ápice de dónde estaba, solamente golpeando el suelo con su báculo, convocó un muro de tierra que detuvo las lanzas de golpe antes de que, aparentemente, la empalasen todas al mismo tiempo.
- No debería sorprenderme verte luchar junto a esos hombres… monstruo. – Aquello hizo que Lyn ampliase aún más la sonrisa. – Gaunt, encárgate de esos tres. – dijo señalando a Reike, Tatuya y a Byleth.
- Oh, querida… - Sus ojos centellearon con un leve color carmesí. - ¿No es un poco pronto para comenzar con los halagos? Invítame al menos a cenar antes. – dando una palmada frente a su cara, Lyn hizo que las sombras del lugar bailasen a su alrededor.
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[1] Habilidad Lyn Nivel 2: Entre tinieblas.
[2] Habilidad Lyn nivel 8: Guardián Oscuro. (Vuestras sombras saltarán a interceptar el próximo ataque que recibáis, ya sea mágico o físico.)
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Quizá había sido demasiado suave decir "fuera de balance". Era totalmente cierto para el pirómano y la aparente sádica. No demasiado conmigo.
La onda me sacó del callejón de tal manera que si esto fuese parte de otra obra del par de hermanos que poco me agradaban, el Narrador hubiese estado gritando "ANDERS sale de escena". Rodé unas tres o cuatro vueltas por el suelo, ganándome unos pocos raspones; pero no eran nada que fuese a detenerme. Al menos no en una situación de este tipo.
Levemente pude escuchar la voz de Eltrant, gritando algo junto a mi nombre. Sin poder llegar a diferenciar o recuperar nada más de lo dicho mientras me ponía de pie busqué con la mirada a mi golem. Mi búsqueda se volvió algo más alarmada al escuchar lo que parecía haber sido un corto relámpago, seguido de una explosión más. Alcé la mirada al cielo por breves instantes, cuestionándome si iba a llover. El callejón se iluminó de naranja, con el distinto sonido del crepitar de llamas haciéndose más fuerte en el eco que el mismo sitio producía.
«¿¡Ya volvió!?» me apresuré a correr hacia donde sentía débilmente que algo comía ligeramente de mi éter, no había que ser un genio para saber que no estaban haciendo una dulce fogata en el callejón para compartir calor en este frío nocturno.
Alejándome una distancia relativamente grande en comparación a donde yo había caído, me llevo poco tiempo dar con el mismo. Su estado era lamentable, parecía la masa de un pan aplastada por un martillazo y a medio subir sobre un banco. Lo toqué, pegándolo a mi brazo sin una forma específica mientras corría inmediatamente de vuelta hacia el callejón.
“Poco tiempo”, cuando en el lugar estaba Eltrant, dos brujos elementalistas, un posible alquimista y un brujo que ya tenía una muerte en esa misma noche me sonaba con más fuerza a cada paso como “tiempo suficiente para muertes múltiples.”
De carrera al lugar pude escuchar un grito terriblemente desgarrador resonando en el lugar y escapando de el, penetrando en lo que fuera del pequeño caos que era el callejón, era una tranquila noche. «Oh dioses, oh dioses», aceleré el paso lo máximo que mi no muy ejercitado cuerpo me permitía.
Me detuve de entrada al callejón, con mis ojos habiendo captado la imagen de la situación de forma demasiado fugaz como para procesar lo que sucedía al final del mismo. Sólo tenía que el brujo pirómano estaba, quizá algo demasiado literalmente, clavado de culo al suelo. Me escondí inmediatamente tras una pared de entrada al mismo por la siguiente imagen que se había quemado en mi mente: la armadura del hombre brillando de un leve tono entre rojizo y naranjo, lo que… significaba…
Tragué algo de saliva, dejando la idea mental de lo que había pasado y como debía lucir el hombre por debajo de la armadura para otro momento. Simplemente me servía para entender que era el jodido más callejón en el que había puesto pie en mi vida, y que no tendría una muy larga si volvía a poner pie en el mismo por lanzarme de cabeza con el calibre de monstruos que estaban peleando dentro del mismo.
¿…Donde estaba Lyn?
Me agaché, asomándome sólo lo justo para intentar alcanzar hacia el final del callejón. Con algunas cajas que reposaban en el interior del mismo fuera del camino. Las habría quemado el moreno en el suelo. Forzando algo más los ojos alcancé a ver unas pocas figuras al final del mismo. Tres… ¿Cuatro? ¿Cuatro y una cosa volando?
Un tenue brillo acompañado de un siseo curioso me dejo claro el origen de la explosión que escuché después de la mía. Había más brujos allá.
Tendríamos que movernos. Clavé los ojos en el brujo de fuego, no parecía que fuese a hacer nada, y entonces los moví hacia Eltrant, casi que danzando con la bruja rubia. Difícilmente notable entre tanto desgraciado hielo; pero el hombre lentamente avanzaba, acercándose más y más hacia el otro extremo del callejón.
Con que estaba tomándose la audacia de planear incluso en su situación. Quizá Lyn le daba muy poco crédito a lo inteligente que era; aunque podía entender, viendo los carámbanos hacerse trizas como si nada ante él, que la vampiresa se concentrase principalmente en el músculo.
Un torrente de recuerdos se me vino repentinamente por pensar en la vampira. Sonreí, conteniendo la risa, ¿no había dicho Lyn, alguna vez, qué a Eltrant le iban las brujas?
En cuanto sucedió el cambio de posiciones con la espalda de la bruja mirándome, salta inmediatamente, endureciendo la masa sobre mi brazo y puño para descenderla como un martillo a la cabeza de la mujer. En plena trayectoria me arrepentí y puse fuerza hacia un lado, terminando con un golpe medianamente diagonal, que impactó prácticamente sobre una pata de las gafas que llevaba la mujer como centro, empujando su cabeza abajo; pero, accidentalmente, haciéndola clavar la cabeza contra una pared.
Pasado el sonido seco la vi en el suelo, con mis ojos abiertos como platos. No había sido demasiado fuerte, es decir, yo no era tenía tanta fuerza, ¿no?
Preocupado levanté la mirada, viendo a los ojos a Eltrant. Me agaché algo tembloroso, tocándole la cara para comprobar su respiración, y respirar yo aliviado. Coloqué la mano no cubierta sobre el lugar donde la había golpeado y empezando a emitir una luz muy débil y suave para intentar curar el daño hecho.
—¡ALTO! —gritó una voz a mis espaldas. Al voltear encontré, por sus ropas, dos guardias de Sacrestic, apuntando hacia mí y Eltrant con sus lanzas, junto a un tercero haciendo lo mismo hacia Quartz.
—S-Sigue viva —fue la mejor explicación que se me ocurrió decir en la sorpresa del momento.
La noche solo mejoraba.
La onda me sacó del callejón de tal manera que si esto fuese parte de otra obra del par de hermanos que poco me agradaban, el Narrador hubiese estado gritando "ANDERS sale de escena". Rodé unas tres o cuatro vueltas por el suelo, ganándome unos pocos raspones; pero no eran nada que fuese a detenerme. Al menos no en una situación de este tipo.
Levemente pude escuchar la voz de Eltrant, gritando algo junto a mi nombre. Sin poder llegar a diferenciar o recuperar nada más de lo dicho mientras me ponía de pie busqué con la mirada a mi golem. Mi búsqueda se volvió algo más alarmada al escuchar lo que parecía haber sido un corto relámpago, seguido de una explosión más. Alcé la mirada al cielo por breves instantes, cuestionándome si iba a llover. El callejón se iluminó de naranja, con el distinto sonido del crepitar de llamas haciéndose más fuerte en el eco que el mismo sitio producía.
«¿¡Ya volvió!?» me apresuré a correr hacia donde sentía débilmente que algo comía ligeramente de mi éter, no había que ser un genio para saber que no estaban haciendo una dulce fogata en el callejón para compartir calor en este frío nocturno.
Alejándome una distancia relativamente grande en comparación a donde yo había caído, me llevo poco tiempo dar con el mismo. Su estado era lamentable, parecía la masa de un pan aplastada por un martillazo y a medio subir sobre un banco. Lo toqué, pegándolo a mi brazo sin una forma específica mientras corría inmediatamente de vuelta hacia el callejón.
“Poco tiempo”, cuando en el lugar estaba Eltrant, dos brujos elementalistas, un posible alquimista y un brujo que ya tenía una muerte en esa misma noche me sonaba con más fuerza a cada paso como “tiempo suficiente para muertes múltiples.”
De carrera al lugar pude escuchar un grito terriblemente desgarrador resonando en el lugar y escapando de el, penetrando en lo que fuera del pequeño caos que era el callejón, era una tranquila noche. «Oh dioses, oh dioses», aceleré el paso lo máximo que mi no muy ejercitado cuerpo me permitía.
Me detuve de entrada al callejón, con mis ojos habiendo captado la imagen de la situación de forma demasiado fugaz como para procesar lo que sucedía al final del mismo. Sólo tenía que el brujo pirómano estaba, quizá algo demasiado literalmente, clavado de culo al suelo. Me escondí inmediatamente tras una pared de entrada al mismo por la siguiente imagen que se había quemado en mi mente: la armadura del hombre brillando de un leve tono entre rojizo y naranjo, lo que… significaba…
Tragué algo de saliva, dejando la idea mental de lo que había pasado y como debía lucir el hombre por debajo de la armadura para otro momento. Simplemente me servía para entender que era el jodido más callejón en el que había puesto pie en mi vida, y que no tendría una muy larga si volvía a poner pie en el mismo por lanzarme de cabeza con el calibre de monstruos que estaban peleando dentro del mismo.
¿…Donde estaba Lyn?
Me agaché, asomándome sólo lo justo para intentar alcanzar hacia el final del callejón. Con algunas cajas que reposaban en el interior del mismo fuera del camino. Las habría quemado el moreno en el suelo. Forzando algo más los ojos alcancé a ver unas pocas figuras al final del mismo. Tres… ¿Cuatro? ¿Cuatro y una cosa volando?
Un tenue brillo acompañado de un siseo curioso me dejo claro el origen de la explosión que escuché después de la mía. Había más brujos allá.
Tendríamos que movernos. Clavé los ojos en el brujo de fuego, no parecía que fuese a hacer nada, y entonces los moví hacia Eltrant, casi que danzando con la bruja rubia. Difícilmente notable entre tanto desgraciado hielo; pero el hombre lentamente avanzaba, acercándose más y más hacia el otro extremo del callejón.
Con que estaba tomándose la audacia de planear incluso en su situación. Quizá Lyn le daba muy poco crédito a lo inteligente que era; aunque podía entender, viendo los carámbanos hacerse trizas como si nada ante él, que la vampiresa se concentrase principalmente en el músculo.
Un torrente de recuerdos se me vino repentinamente por pensar en la vampira. Sonreí, conteniendo la risa, ¿no había dicho Lyn, alguna vez, qué a Eltrant le iban las brujas?
En cuanto sucedió el cambio de posiciones con la espalda de la bruja mirándome, salta inmediatamente, endureciendo la masa sobre mi brazo y puño para descenderla como un martillo a la cabeza de la mujer. En plena trayectoria me arrepentí y puse fuerza hacia un lado, terminando con un golpe medianamente diagonal, que impactó prácticamente sobre una pata de las gafas que llevaba la mujer como centro, empujando su cabeza abajo; pero, accidentalmente, haciéndola clavar la cabeza contra una pared.
Pasado el sonido seco la vi en el suelo, con mis ojos abiertos como platos. No había sido demasiado fuerte, es decir, yo no era tenía tanta fuerza, ¿no?
Preocupado levanté la mirada, viendo a los ojos a Eltrant. Me agaché algo tembloroso, tocándole la cara para comprobar su respiración, y respirar yo aliviado. Coloqué la mano no cubierta sobre el lugar donde la había golpeado y empezando a emitir una luz muy débil y suave para intentar curar el daño hecho.
—¡ALTO! —gritó una voz a mis espaldas. Al voltear encontré, por sus ropas, dos guardias de Sacrestic, apuntando hacia mí y Eltrant con sus lanzas, junto a un tercero haciendo lo mismo hacia Quartz.
—S-Sigue viva —fue la mejor explicación que se me ocurrió decir en la sorpresa del momento.
La noche solo mejoraba.
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La mención del siseo y los rayos soy yo suponiendo a que el jovencito energético ya habría empezado su asalto hacia ustedes en ese momento. Sobre los guardias, empiezan a llegar; aunque si les parece que sería complicar demasiado todo siempre vale decir que eran los que estaban más cerca, y de acá a que todos lleguen...
- :3c:
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Valeria aprovechó el fanfarroneo de Tatsuya y los dos cazarrecompensas para echar un rápido vistazo a su alrededor. Aparte de las piedras del camino y los restos de las cajas que había usado para protegerse del ataque anterior, no había gran cosa con la que jugar. Había un par de barriles al otro lado del callejón, detrás de sus atacantes, y estaban los restos del muro que había atravesado el tipo de la armadura, si es que le apetecía acercarse a la otra refriega. Nada con lo que protegerse, en realidad, por lo que tendría que confiar en su capacidad para esquivar el próximo ataque… o atacar ella primero. «Bueno, también me vale que ataque él», pensó cuando Tatsuya se precipitó a por la mujer. «Aunque sólo sea para ganar algo de tiempo».
Efectivamente, el ataque del brujo no fue muy efectivo, pero logró provocar a la recién llegada y ahora Valeria contaba con su propia colección de restos de muro de la que tirar. Era cierto que llevaba encima sus cuchillos, pero nunca estaba de más tener en cuenta otros posibles proyectiles para un caso de apuro, y en aquella ocasión, se sentía bastante apurada. Sí, puede que haya a quien una pedrada le suene a poca cosa, pero lanzada con la fuerza de una telequinética, no era algo que tomarse a broma.
Un par de respiraciones profundas y Valeria ya podía sentir los fragmentos más grandes como si los rozase con los dedos. La distracción de Tatsuya le había venido bien, pero el muchacho ya parecía aburrirse del espectáculo y volvía la vista hacia ella ansioso por probarse ante la que parecía su mentora. Un par de pedruscos empezaron vibrar ligeramente en el suelo, al tiempo que un pequeño cuchillo se asomó a una de las manos de Val, pero antes de que ninguno de los dos tuviera tiempo de lanzar su ataque, la muchacha hizo su aparición. El rostro de la chica se le hacía familiar, pero no supo de qué la conocía hasta que mencionó la herrería.
—¿Eltrant? —repitió pensativa—, ¿Eltrant Tale? Un par de veces, sí —añadió con una sonrisa.
Si el tipo de la armadura era Tale y a poco que fuera cierto de lo que se contaba de él, aquel debía de ser su día de suerte: Tatsuya Suō no tenía nada que hacer. Si no moría en la refriega, lo haría al día siguiente, en su ejecución. De hecho, la situación mejoraba por momentos, ya que, al parecer, ni siquiera tendría que preocuparse por errar el tiro y dañar a la muchacha.
Aprovechando que el callejón se llenaba de sombras, cortesía de la recién llegada, Valeria devolvió el trozo de piedra que había lanzado la elementalista en dirección a su compañero (1), que lo esquivó sin problemas al tiempo que lanzaba otra de aquellas ostentosas bolas de energía. La bruja se echó a un lado para tratar de esquivarla pero, para su sorpresa (y frustración del muchacho), su propia sombra se alzó del suelo para bloquear el ataque.
Val no se paró a mirarle los dientes al caballo, al momento, otros dos pedruscos se abalanzaron hacia el chico, uno detrás de otro (1). Y uno detrás de otro, los esquivó. Lo que no tuvo ocasión de esquivar, porque no logró verlo entre los proyectiles más grandes, fue un pequeño cuchillo que se clavó de lleno en el hombro con cuyo brazo sostenía el báculo(2). El grito de dolor del muchacho no se hizo esperar, aunque sonó extrañamente lento. «Bien», pensó Val, «parece que el encantamiento cumple lo que promete».
—Todo tuyo, encanto —le dijo a Tatsuya mientras se hacía a un lado.
El cuerpo a cuerpo no era lo suyo, sólo le quedaba una de aquellas joyitas y aún había varios enemigos en pie. O quizá no tantos, a juzgar por lo que vio al volver la mirada hacia la calle principal. Tale y el tipo de la explosión parecían haber dado buena cuenta de los otros dos cazarrecompensas; quizá demasiado buena cuenta. ¿Y qué narices estaba haciendo el flacucho? Si aquella luz era lo que Valeria se imaginaba, debía de estar mal de la cabeza. ¿Acaso creía que a aquellos brujos le brindarían el mismo trato de invertirse las tornas? Tendría suerte si no le escupían a la cara por orejudo. Estaba a punto de gritarle que viniera a ayudar donde hacía falta la ayuda cuando llegaron los que faltaban. Y, como parecía ser costumbre entre los suyos, les dio por apuntar en la dirección equivocada.
—¿Qué demonios estáis haciendo? —les increpó con su tono de voz más imperioso— ¡Suō está aquí! (3)
----------
(1) Maestría en Telequinesia Mejorada, para lanzar pedradas al de los rayos.
(2) Objeto: Cuchillo elemental con encantamiento de Tierra. Causa daño por tierra y ralentiza enemigos (ahí te lo dejo, bien lentito, para que te de tiempo a darle lo suyo, Tatsu).
(3) Maestría en Carisma, para atraer la atención de los guardias hacia lo que realmente importa ^^
Efectivamente, el ataque del brujo no fue muy efectivo, pero logró provocar a la recién llegada y ahora Valeria contaba con su propia colección de restos de muro de la que tirar. Era cierto que llevaba encima sus cuchillos, pero nunca estaba de más tener en cuenta otros posibles proyectiles para un caso de apuro, y en aquella ocasión, se sentía bastante apurada. Sí, puede que haya a quien una pedrada le suene a poca cosa, pero lanzada con la fuerza de una telequinética, no era algo que tomarse a broma.
Un par de respiraciones profundas y Valeria ya podía sentir los fragmentos más grandes como si los rozase con los dedos. La distracción de Tatsuya le había venido bien, pero el muchacho ya parecía aburrirse del espectáculo y volvía la vista hacia ella ansioso por probarse ante la que parecía su mentora. Un par de pedruscos empezaron vibrar ligeramente en el suelo, al tiempo que un pequeño cuchillo se asomó a una de las manos de Val, pero antes de que ninguno de los dos tuviera tiempo de lanzar su ataque, la muchacha hizo su aparición. El rostro de la chica se le hacía familiar, pero no supo de qué la conocía hasta que mencionó la herrería.
—¿Eltrant? —repitió pensativa—, ¿Eltrant Tale? Un par de veces, sí —añadió con una sonrisa.
Si el tipo de la armadura era Tale y a poco que fuera cierto de lo que se contaba de él, aquel debía de ser su día de suerte: Tatsuya Suō no tenía nada que hacer. Si no moría en la refriega, lo haría al día siguiente, en su ejecución. De hecho, la situación mejoraba por momentos, ya que, al parecer, ni siquiera tendría que preocuparse por errar el tiro y dañar a la muchacha.
Aprovechando que el callejón se llenaba de sombras, cortesía de la recién llegada, Valeria devolvió el trozo de piedra que había lanzado la elementalista en dirección a su compañero (1), que lo esquivó sin problemas al tiempo que lanzaba otra de aquellas ostentosas bolas de energía. La bruja se echó a un lado para tratar de esquivarla pero, para su sorpresa (y frustración del muchacho), su propia sombra se alzó del suelo para bloquear el ataque.
Val no se paró a mirarle los dientes al caballo, al momento, otros dos pedruscos se abalanzaron hacia el chico, uno detrás de otro (1). Y uno detrás de otro, los esquivó. Lo que no tuvo ocasión de esquivar, porque no logró verlo entre los proyectiles más grandes, fue un pequeño cuchillo que se clavó de lleno en el hombro con cuyo brazo sostenía el báculo(2). El grito de dolor del muchacho no se hizo esperar, aunque sonó extrañamente lento. «Bien», pensó Val, «parece que el encantamiento cumple lo que promete».
—Todo tuyo, encanto —le dijo a Tatsuya mientras se hacía a un lado.
El cuerpo a cuerpo no era lo suyo, sólo le quedaba una de aquellas joyitas y aún había varios enemigos en pie. O quizá no tantos, a juzgar por lo que vio al volver la mirada hacia la calle principal. Tale y el tipo de la explosión parecían haber dado buena cuenta de los otros dos cazarrecompensas; quizá demasiado buena cuenta. ¿Y qué narices estaba haciendo el flacucho? Si aquella luz era lo que Valeria se imaginaba, debía de estar mal de la cabeza. ¿Acaso creía que a aquellos brujos le brindarían el mismo trato de invertirse las tornas? Tendría suerte si no le escupían a la cara por orejudo. Estaba a punto de gritarle que viniera a ayudar donde hacía falta la ayuda cuando llegaron los que faltaban. Y, como parecía ser costumbre entre los suyos, les dio por apuntar en la dirección equivocada.
—¿Qué demonios estáis haciendo? —les increpó con su tono de voz más imperioso— ¡Suō está aquí! (3)
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(1) Maestría en Telequinesia Mejorada, para lanzar pedradas al de los rayos.
(2) Objeto: Cuchillo elemental con encantamiento de Tierra. Causa daño por tierra y ralentiza enemigos (ahí te lo dejo, bien lentito, para que te de tiempo a darle lo suyo, Tatsu).
(3) Maestría en Carisma, para atraer la atención de los guardias hacia lo que realmente importa ^^
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
La mujer permanecía con su rostro inexpresivo, sin dar pie a suponer cuál sería su siguiente movimiento. En menos de una fracción de minuto, movió sus ojos un poco hacia la derecha y extendió su báculo, invocando una voluminosa roca que pasó a escasos centímetros de mi cabeza. Siguiendo la ruta del proyectil, advertí a duras penas a un nuevo elemento, camuflado entre la lobreguez de la noche: la morena que acompañaba al errante. Este atravesó su cabeza como si se tratase de una cortina de agua e impactó contra la pared a su espalda, dejando a la muchacha ilesa.
—Entre morir aquí o irme con ustedes y morir mañana, prefiero abrirme paso por mis propios medios. Gracias por la oferta.. — repliqué al fanfarroneo de la vampira, tras un encogimiento de hombros.
La atención de la elementalista se desvió a la recién llegada y no tardaron demasiado en empezar su propia pelea, no sin antes ordenarle al renacuajo que me tuviera bajo vigilancia. Parecía casi una broma cruel poner al pobre crío a hacerle frente a dos brujos malhumorados, pero si algo había aprendido es que se debe tratar a los adversarios por igual, sin importar su tamaño.
Ni siquiera tuve que intervenir. Valeria, haciendo uso de sus habituales marañas, retornó el sólido proyectil de la elementalista hacia el pupilo, frente a un fino cuchillo que pasaría desapercibido a la sombra del pedrusco. El arma atravesó el hombro del joven, que quedó casi paralizado, abriéndome la oportunidad perfecta para averiguar si bastaba con el golpe de una cadena para matar a alguien.
—No te confíes demasiado, zorra, que en breves vienes tú. — le aseveré a la bruja.
Giré un par de veces las cadenas sobre mi antebrazo y lo extendí, tirándolo hacia atrás para ganar fuerza de tracción. Concentrando los vientos alrededor del arma, la lancé hacia la cabeza del crío, cuyo rostro iba contorsionándose de la confusión al terror de manera paulatina, a cada centímetro que la estructura férrea se le acercaba. Finalmente, el arma le volteó el rostro con un sonoro "clank", que dibujó una herida lacerante sobre su rostro y lo noqueó en el acto.
Me di la vuelta para ajustar cuentas con mi infame contraria, agitando vehementemente las cadenas. Sin embargo, en vez de encarar a mi objetivo, me topé con un amplio grupo, de entre cuatro a seis guerreros de armaduras resplandecientes, con lanzas en sus manos, formando una barrera frente a la de ojos ambarinos, en cuyo rostro se dibujaba una sonrisa sibilina. «Me la acaba de jugar... otra vez».
—¡Atención, soldados! ¡El hombre frente a nosotros es un criminal muy peligroso! — vociferó uno de los abanderados a la vanguardia, agitando un papel con un pobre dibujo de mi rostro — ¡No hay ninguna duda, se trata del brutal asesino: Tatsuya Suó!
—Ya corta la cháchara, amigo. — insté en medio de su monólogo — Si van a esposarme, son libres de intentarlo... eso sí, no les aseguro que conserven las manos luego de esto.
—Está malinterpretando la situación, señor Suou. No estamos aquí para colocarle los grilletes de vuelta, sino para matarlo.
—Mejor. — afirmé — Me queda menor cargo de conciencia cuando mato en defensa propia.
Arrojé las cadenas y las enrollé alrededor de su cuello. Con un fuerte tirón, lo arrastré a mi posición, cortando su respiración con la tensión. Sus subordinados se estremecieron, llevando las manos a sus armas, deseosos por tomar represalias. No obstante, la situación era delicada: antes de que consiguieran alcanzarme, tendría tiempo más que de sobra para degollar a su capitán. Por otra parte, aquello era un movimiento desesperado por aferrarme a la libertad y lo sabían. A lo sumo, habría ganado unos pocos minutos de ventaja, hasta que llegara una nueva oleada de refuerzos que me obligara a rendirme...
Y que no tardaron en llegar.
—Tatsuya Suou. Libera al hombre y date la vuelta pacíficamente. Estás rodeado. — ordenó una serena voz femenina. — Hay un pelotón entero de arqueros que te tiene bajo la mira.
Escuché el tensar de los arcos, preparados para descargar una lluvia de flechas sobre mí. La sombra de los atacantes se asomó desde los techos, cubriendo la tenue luz de la luna. «Maldición... hasta aquí llegué». La líder en cuestión se abrió paso entre la barrera de soldados, acariciando su espada plateada, que se asomaba bajo su ondeante capa oscura.
»Soy la sargento Olivia Wallace. — dijo con firmeza — Se me ordenó capturarte con vida, a fin de llevarte a manos de la justicia. — desenvainó su arma y me apuntó con la punta preciosa — No dificultes las cosas y ríndete de una buena vez. Sabes bien que la escoria como tú pertenece a la horca.
—Estoy cansado de pagar por un crimen que no cometí. — tensé las cadenas sobre el cuello de mi rehén, tornándolo de un color morado — No tengo idea de quién sea este hideputa, pero debe ser importante para que se contengan. — dije con furia, sin darme cuenta de que estaba apretando más de la cuenta. El hombre mugió, expulsando algo de espuma en el acto — Denme un salvoconducto, y se los devuelvo de una pieza.
Olivia se rascó el mentón, meditativa. ¿Sería tan ingenua para arriesgar la vida de su superior?
—Señora, mátelo de una buena vez. No podemos capturarlo vivo. — masculló uno de sus acompañantes.
—Silencio. — respondió — Muy bien, Suou. Libera al capitán Goro, y nosotros aseguraremos tu salida. ¡Arqueros!
El pelotón de arqueros bajó sus armas en concordancia.
Emprendí mi marcha hacia atrás, aún sabiendo que en cuanto lo soltara iban a arremeter contra mí. A mitad de camino, un pitido en el interior de mis oídos me hizo perder el equilibrio, casi a punto de hacerme caer. Este se transformó en un ya conocido estruendo: «click, clack, click, clack, click, clack».(1) . Estuve fuera de mí mismo durante ese interín; tiempo suficiente para que el enemigo avispara. Los arqueros volvieron a tensar sus armas, y lo que es más, el crío elementalista recobró la conciencia y me apuntó con su báculo, preparando un orbe de luz. Para cuando reaccioné ya era demasiado tarde: un orbe de energía junto a una lluvia de flechas venían en mi dirección.
Antes de que los proyectiles impactaran, mi sombra se materializó desde el suelo y formó un muro sólido, que absorbió el ataque..(2). La explosión de la esfera de energía levantó una nube de polvo, perfecta para ocultarme. A mis pies, escuché algo metálico moverse, seguido de una mano tirando de mi vestido.
Aterricé de boca en aguas negras. Alcé la mirada, aún confundido por lo ocurrido, y me topé con un ya viejo conocido: Byleth. A juzgar por mis alrededores, estaría en las alcantarillas de la ciudad.
—Hay que correr.
—Entre morir aquí o irme con ustedes y morir mañana, prefiero abrirme paso por mis propios medios. Gracias por la oferta.. — repliqué al fanfarroneo de la vampira, tras un encogimiento de hombros.
La atención de la elementalista se desvió a la recién llegada y no tardaron demasiado en empezar su propia pelea, no sin antes ordenarle al renacuajo que me tuviera bajo vigilancia. Parecía casi una broma cruel poner al pobre crío a hacerle frente a dos brujos malhumorados, pero si algo había aprendido es que se debe tratar a los adversarios por igual, sin importar su tamaño.
Ni siquiera tuve que intervenir. Valeria, haciendo uso de sus habituales marañas, retornó el sólido proyectil de la elementalista hacia el pupilo, frente a un fino cuchillo que pasaría desapercibido a la sombra del pedrusco. El arma atravesó el hombro del joven, que quedó casi paralizado, abriéndome la oportunidad perfecta para averiguar si bastaba con el golpe de una cadena para matar a alguien.
—No te confíes demasiado, zorra, que en breves vienes tú. — le aseveré a la bruja.
Giré un par de veces las cadenas sobre mi antebrazo y lo extendí, tirándolo hacia atrás para ganar fuerza de tracción. Concentrando los vientos alrededor del arma, la lancé hacia la cabeza del crío, cuyo rostro iba contorsionándose de la confusión al terror de manera paulatina, a cada centímetro que la estructura férrea se le acercaba. Finalmente, el arma le volteó el rostro con un sonoro "clank", que dibujó una herida lacerante sobre su rostro y lo noqueó en el acto.
Me di la vuelta para ajustar cuentas con mi infame contraria, agitando vehementemente las cadenas. Sin embargo, en vez de encarar a mi objetivo, me topé con un amplio grupo, de entre cuatro a seis guerreros de armaduras resplandecientes, con lanzas en sus manos, formando una barrera frente a la de ojos ambarinos, en cuyo rostro se dibujaba una sonrisa sibilina. «Me la acaba de jugar... otra vez».
—¡Atención, soldados! ¡El hombre frente a nosotros es un criminal muy peligroso! — vociferó uno de los abanderados a la vanguardia, agitando un papel con un pobre dibujo de mi rostro — ¡No hay ninguna duda, se trata del brutal asesino: Tatsuya Suó!
—Ya corta la cháchara, amigo. — insté en medio de su monólogo — Si van a esposarme, son libres de intentarlo... eso sí, no les aseguro que conserven las manos luego de esto.
—Está malinterpretando la situación, señor Suou. No estamos aquí para colocarle los grilletes de vuelta, sino para matarlo.
—Mejor. — afirmé — Me queda menor cargo de conciencia cuando mato en defensa propia.
Arrojé las cadenas y las enrollé alrededor de su cuello. Con un fuerte tirón, lo arrastré a mi posición, cortando su respiración con la tensión. Sus subordinados se estremecieron, llevando las manos a sus armas, deseosos por tomar represalias. No obstante, la situación era delicada: antes de que consiguieran alcanzarme, tendría tiempo más que de sobra para degollar a su capitán. Por otra parte, aquello era un movimiento desesperado por aferrarme a la libertad y lo sabían. A lo sumo, habría ganado unos pocos minutos de ventaja, hasta que llegara una nueva oleada de refuerzos que me obligara a rendirme...
Y que no tardaron en llegar.
—Tatsuya Suou. Libera al hombre y date la vuelta pacíficamente. Estás rodeado. — ordenó una serena voz femenina. — Hay un pelotón entero de arqueros que te tiene bajo la mira.
Escuché el tensar de los arcos, preparados para descargar una lluvia de flechas sobre mí. La sombra de los atacantes se asomó desde los techos, cubriendo la tenue luz de la luna. «Maldición... hasta aquí llegué». La líder en cuestión se abrió paso entre la barrera de soldados, acariciando su espada plateada, que se asomaba bajo su ondeante capa oscura.
»Soy la sargento Olivia Wallace. — dijo con firmeza — Se me ordenó capturarte con vida, a fin de llevarte a manos de la justicia. — desenvainó su arma y me apuntó con la punta preciosa — No dificultes las cosas y ríndete de una buena vez. Sabes bien que la escoria como tú pertenece a la horca.
—Estoy cansado de pagar por un crimen que no cometí. — tensé las cadenas sobre el cuello de mi rehén, tornándolo de un color morado — No tengo idea de quién sea este hideputa, pero debe ser importante para que se contengan. — dije con furia, sin darme cuenta de que estaba apretando más de la cuenta. El hombre mugió, expulsando algo de espuma en el acto — Denme un salvoconducto, y se los devuelvo de una pieza.
Olivia se rascó el mentón, meditativa. ¿Sería tan ingenua para arriesgar la vida de su superior?
—Señora, mátelo de una buena vez. No podemos capturarlo vivo. — masculló uno de sus acompañantes.
—Silencio. — respondió — Muy bien, Suou. Libera al capitán Goro, y nosotros aseguraremos tu salida. ¡Arqueros!
El pelotón de arqueros bajó sus armas en concordancia.
Emprendí mi marcha hacia atrás, aún sabiendo que en cuanto lo soltara iban a arremeter contra mí. A mitad de camino, un pitido en el interior de mis oídos me hizo perder el equilibrio, casi a punto de hacerme caer. Este se transformó en un ya conocido estruendo: «click, clack, click, clack, click, clack».(1) . Estuve fuera de mí mismo durante ese interín; tiempo suficiente para que el enemigo avispara. Los arqueros volvieron a tensar sus armas, y lo que es más, el crío elementalista recobró la conciencia y me apuntó con su báculo, preparando un orbe de luz. Para cuando reaccioné ya era demasiado tarde: un orbe de energía junto a una lluvia de flechas venían en mi dirección.
Antes de que los proyectiles impactaran, mi sombra se materializó desde el suelo y formó un muro sólido, que absorbió el ataque..(2). La explosión de la esfera de energía levantó una nube de polvo, perfecta para ocultarme. A mis pies, escuché algo metálico moverse, seguido de una mano tirando de mi vestido.
Aterricé de boca en aguas negras. Alcé la mirada, aún confundido por lo ocurrido, y me topé con un ya viejo conocido: Byleth. A juzgar por mis alrededores, estaría en las alcantarillas de la ciudad.
—Hay que correr.
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Off rol:
(1) La maldición que me puso Fehu en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] post me pasa factura.
(2) Aprovecho la gentileza de Lyn para salvarme el pellejo una vez más. Mwahahahaha (?
Añado que utilicé a la sargento Olivia Wallace, ya introducida por Eltrant a inicios del tema, para meterle algo de salseo a la cosa. De cualquier manera, si hay algún problema con esto, me lo pueden comunicar y yo cambio el post.
Aprovecho también para disculparme por mi reciente ausencia. He estado hasta el tope con la universidad, y también me ha faltado inspiración para escribir algo decente. De cualquier manera, ya estoy, y planeo seguir tan activo como lo he sido siempre.
Tatsuya Suō
Experto
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Guardias por un lado y guardias por el otro.
Cualquier persona pensaría que Tatsuya y el alquimista no tenían como huir de allí, que todo había acabado. No obstante las palabras de la mujer que estaba al otro lado del callejón (Que, quizás debido a otro absurdo juego de los dioses, había resultado ser Reike) decían completamente lo contrario.
El fugitivo no solo seguía tratando de huir. Si no que lo estaba consiguiendo.
Olivia Wallace y sus hombres estaban en posición, los mercenarios que quedaban conscientes tampoco estaban dispuestos a rendirse todavía y, con todo, el hombre que había puesto la ciudad patas arriba se las estaba ingeniando para huir.
Tenía que pararlo.
Apartando su mirada del cuerpo inconsciente de la elementalista, se giró rápidamente y dio varias zancadas hasta dónde había dejado su inseparable espada.
- ¡Anders! – Llamó al elfo con un sonoro grito, tratando de captar su atención sobre todo el caos que reinaba en aquel lugar. – Vigílales. – dijo rápidamente. – No voy a dejarles escapar. - Sentenció extrayendo a Olvido de la pierna de Quartz, obviando a los guardas que acaban de internarse en el lugar y clamaban a todos los presentes que se detuvieran y se entregasen a la justicia.
El elfo había demostrado con creces ser alguien en quien se podía permitir confiar y, además de ello, una completa caja de sorpresas; había sido él quien había noqueado a la mujer de hielo después de todo. Se alegraba de tenerlo de su lado, golpes como el que le había propinado a la cazarrecompensas podían llegar a noquearle a él, que estaba habituado a atravesar paredes día sí y día no.
Una nube de polvo y otra explosión sacudió el lugar.
La cosa se ponía fea al otro lado del callejón, dónde Lyn, con cara de pocos amigos, levantó un muro de sombras tras ella, separándose un instante de la mujer a la que se estaba enfrentando y a su estudiante, para después atravesar literalmente a Reike y deslizarse hacia dónde había dejado a su acompañante apenas una decena de minutos atrás.
- ¡Gracias por la ayuda! – Oiría la bruja según la vampiresa pasaba a través de ella. - ¡Pásate por la herrería del Mortal para recibir cosas gratis de mi parte! – Aseguró, antes de dejarles atrás.
Apretando los dientes, Eltrant imitó a la silueta de la ojiazul y cargó en dirección a dónde había visto a Tatsuya por última vez en cuanto tuvo a Olvido entre sus manos. Encontrándose con que este ya no estaba allí: había decidido escapar por el subsuelo.
O eso creía, no había ninguna otra salida posible de allí.
Fuese como fuese, tenía que admitir que la capacidad de Tatsuya para superar imprevistos era digna de elogio, dudaba mucho que él hubiese sido capaz de idear una salida de allí que no se redujese a “Ábrete camino a puñetazos”.
- ¿Alguna idea? – Pregunto Eltrant levantando la tapa de metal y arrojándola a un lado como si tal cosa. – Dudo mucho que les alcance con la armadura. – dijo frunciendo el ceño, mirado la oscuridad que reinaba en el agujero que tenía frente a él.
- Respira hondo. – Fue lo único que dijo Lyn dando otra palmada frente a su cara, momento en el además su cuerpo se disolvió en una espesa nube de humo negro.
Tensó los músculos, la niebla de oscuridad se concentró a su alrededor, rodeándole casi de inmediato. Ya había sentido aquel dolor muchas veces, aquella sensación de que su sangre quemaba, de que le cortaba desde el interior. [1]
Por eso mismo sabía que solo duraría un par de segundos.
La voz de Lyn, en su cabeza, le indicó que había terminado, que el humo se había esfumado y solo quedaba él con un brillante azul por color de ojos y con el tono de pelo de Lyn sustituyendo al suyo propio. Respiró hondo, como le había explicado que hiciese la vampiresa otras veces y, sin pensárselo dos veces, se dejó caer por la alcantarilla.
La oscuridad no era nada para él en aquel momento. Podía ver claramente ahí abajo a oscuras, podía ver el modesto punto brillante al fondo, entre toda la oscuridad: la fuente de luz que los fugitivos usaban para ver en aquel lugar.
Dejó caer varias piezas de su armadura según corría, las que estaban dobladas y se habían vuelto inservibles. Dio varios saltos, tratando lo máximo posible en que el agua que anegaba el lugar no le retuviese.
Acompasó el ritmo de su respiración. Quizás para Lyn aquello fuese tan fácil como… respirar, pero cada vez que hacían aquello era como empezar de cero para Eltrant, nunca cambiaba; siempre sentía que estaba usando el cuerpo de otra persona.
Y, en parte, quizás fuese cierto.
- Es más fácil decirlo que hacerlo. – Masculló, obedeciendo a Lyn y cerrando los ojos un instante.
Tenía que alcanzarlos y corriendo no iba a poder hacerlo, lo sabía. Notó la conciencia de Lyn volcándose en la suya propia durante unos instantes, ayudándole, mostrándole lo que tenía que hacer.
Y se convirtió en una cortina de humo. [2]
Una que atravesó el túnel rápidamente, sin tener que preocuparse por el agua ralentizándole, por los giros bruscos o los diferentes obstáculos que encontrasen ahí abajo.
Eltrant dejó escapar un quejido agotado cuando, repentinamente, sin previo aviso, volvió a su forma física. Jadeando, sacudió la cabeza y, tras apoyarse contra la pared retomó el ritmo.
Ya estaban cerca, muy cerca, lo suficiente como para poder verlos claramente.
- ¡Deteneos! – Gritó, arrancándose varias partes más de su armadura y corriendo.
Seguían teniendo ventaja, seguían lejos, cada vez más cerca de la salida del túnel. ¿Aquello desembocaba en las afueras de la ciudad? ¿En alguna plazoleta? Sin demasiadas opciones disponibles, decidió finalmente usar a Olvido.
Colocó la espada tras él e instó a que esta liberase una cantidad absurda de energía según saltaba ayudado por las sombras de Lyn. Aquello bastó para alcanzarlos, pero no para atraparlos. Para esto segundo, clavó a Olvido en el barro húmedo según rodaba por el suelo en un intento de aterrizaje y levantó la cúpula de viento. [3]
En aquel lugar tan estrecho, la cúpula era más bien una pequeña prisión: ambas salidas estaban bloqueadas por gruesos muros de viento.
- Se… acabó… - dijo respirando con dificultad, apoyándose contra la pared. – Se… - Le faltaba algo de aire. Sacudió la cabeza y echó mano de los grilletes que colgaban de su cinturón. – Dioses, sí que sois rápidos. – Tragó saliva, recobrando mínimamente la compostura. - Poneos esto y acompañadme. - Ordenó.
Eltrant enarcó una ceja, sintió como la presencia de Lyn abandonaba su cuerpo, como la penumbra volvía a sumir sus sentidos y la alcantarilla se volvía tan oscura para él como para, exceptuando a Lyn, el resto de personas en aquel lugar.
- ¡Te he hecho un favor y te has escapado! ¡Eso no se hace! – Instó Lyn, señalando acusadoramente a Tetsuya. – En fin… - Se cruzó de brazos y miró a Eltrant. – Antes ha mencionado ser “culpable de un crimen que no ha cometido”. – El exmercenario entornó los ojos al oír esto. – Pensé que, tú mejor que nadie, querría oírlo. Evidentemente, puede estar diciéndolo para escapar… ¿Qué criminal no dice eso? Pero… sé que… – El castaño analizó a la pareja durante varios largos segundos.
- ¿Es verdad? – Preguntó, Lyn se encogió de hombros.
- Sea como sea, la idea es averiguarlo. – Sentenció, colocándose tras el fugitivo. – Relájate, esto no duele ni nada si no te resistes mucho. A la mayoría les gusta. – Pronunció jovial, mirando fijamente a los ojos de Tatsuya. - Respira hondo y dime… ¿Eres verdaderamente culpable del crimen que se te acusa? – Los ojos de Lyn comenzaron a brillar con una tenue tonalidad carmesí. [4]
Eltrant, cruzado de brazos, esperó a ver si la idea de Lyn tenía resultado.
De vuelta en el callejón, la Sargento Olivia se habría acercado a Reike con cara de circunstancia, también habría hecho que sus hombres apresasen a los mercenarios.
A los que pudo apresar, más bien, la mujer y el crio pelirrojo habían escapado por las malas.
Iba a tener que darles noticias bastante duras a algunas familias.
- Mercenarios… - Masculló en voz baja de mala gana antes de girarse hacía la bruja. - ¿Estás bien? – Preguntó - ¿Ese criminal ha…? – Enarcó una ceja al verle la cara más de cerca. - ¿Tú no estabas en el juicio? – Aquello era grave, quería decir que Tatsuya no solo se había escapado, sino que quería acabar con la vida de todos los relacionados con su sentencia.
Los dioses tenían un lugar especial reservado para gente como Suo.
- ¿Te ha dicho que quería matarte o algo por el estilo? – Inquirió a continuación, bajando su mano útil hasta el pomo de su espada.
Pensativa, clavó su ojo sano en los de la mujer.
- Sea como sea, te voy a poner escolta por si acaso. No te alejes. – dijo. – Suo es peligroso. – Se giró hacia el otro lado del callejón, donde varios guardas habían arrestado a los dos mercenarios que habían intentado matar a todos los presentes. - ¡Traedme al elfo! – Bramó. – Quiero interrogarle. – Sentenció rápidamente.
______________________________________________
[1] Habilidad Lyn nivel 7: Simbiosis.
[2] Mediante Simbiosis Eltrant usa: Habilidad Lyn nivel 1: Forma Espectral.
[3] Habilidad Eltrant Nivel 9: Inamovible.
[4] Habilidad Lyn nivel 3: Control Mental Moderado.
Off: Tatsuya me dejó "atraparle" en la cúpula de viento ^^
Cualquier persona pensaría que Tatsuya y el alquimista no tenían como huir de allí, que todo había acabado. No obstante las palabras de la mujer que estaba al otro lado del callejón (Que, quizás debido a otro absurdo juego de los dioses, había resultado ser Reike) decían completamente lo contrario.
El fugitivo no solo seguía tratando de huir. Si no que lo estaba consiguiendo.
Olivia Wallace y sus hombres estaban en posición, los mercenarios que quedaban conscientes tampoco estaban dispuestos a rendirse todavía y, con todo, el hombre que había puesto la ciudad patas arriba se las estaba ingeniando para huir.
Tenía que pararlo.
Apartando su mirada del cuerpo inconsciente de la elementalista, se giró rápidamente y dio varias zancadas hasta dónde había dejado su inseparable espada.
- ¡Anders! – Llamó al elfo con un sonoro grito, tratando de captar su atención sobre todo el caos que reinaba en aquel lugar. – Vigílales. – dijo rápidamente. – No voy a dejarles escapar. - Sentenció extrayendo a Olvido de la pierna de Quartz, obviando a los guardas que acaban de internarse en el lugar y clamaban a todos los presentes que se detuvieran y se entregasen a la justicia.
El elfo había demostrado con creces ser alguien en quien se podía permitir confiar y, además de ello, una completa caja de sorpresas; había sido él quien había noqueado a la mujer de hielo después de todo. Se alegraba de tenerlo de su lado, golpes como el que le había propinado a la cazarrecompensas podían llegar a noquearle a él, que estaba habituado a atravesar paredes día sí y día no.
Una nube de polvo y otra explosión sacudió el lugar.
La cosa se ponía fea al otro lado del callejón, dónde Lyn, con cara de pocos amigos, levantó un muro de sombras tras ella, separándose un instante de la mujer a la que se estaba enfrentando y a su estudiante, para después atravesar literalmente a Reike y deslizarse hacia dónde había dejado a su acompañante apenas una decena de minutos atrás.
- ¡Gracias por la ayuda! – Oiría la bruja según la vampiresa pasaba a través de ella. - ¡Pásate por la herrería del Mortal para recibir cosas gratis de mi parte! – Aseguró, antes de dejarles atrás.
Apretando los dientes, Eltrant imitó a la silueta de la ojiazul y cargó en dirección a dónde había visto a Tatsuya por última vez en cuanto tuvo a Olvido entre sus manos. Encontrándose con que este ya no estaba allí: había decidido escapar por el subsuelo.
O eso creía, no había ninguna otra salida posible de allí.
Fuese como fuese, tenía que admitir que la capacidad de Tatsuya para superar imprevistos era digna de elogio, dudaba mucho que él hubiese sido capaz de idear una salida de allí que no se redujese a “Ábrete camino a puñetazos”.
- ¿Alguna idea? – Pregunto Eltrant levantando la tapa de metal y arrojándola a un lado como si tal cosa. – Dudo mucho que les alcance con la armadura. – dijo frunciendo el ceño, mirado la oscuridad que reinaba en el agujero que tenía frente a él.
- Respira hondo. – Fue lo único que dijo Lyn dando otra palmada frente a su cara, momento en el además su cuerpo se disolvió en una espesa nube de humo negro.
Tensó los músculos, la niebla de oscuridad se concentró a su alrededor, rodeándole casi de inmediato. Ya había sentido aquel dolor muchas veces, aquella sensación de que su sangre quemaba, de que le cortaba desde el interior. [1]
Por eso mismo sabía que solo duraría un par de segundos.
“Esto es más espacioso que la última vez.”
La voz de Lyn, en su cabeza, le indicó que había terminado, que el humo se había esfumado y solo quedaba él con un brillante azul por color de ojos y con el tono de pelo de Lyn sustituyendo al suyo propio. Respiró hondo, como le había explicado que hiciese la vampiresa otras veces y, sin pensárselo dos veces, se dejó caer por la alcantarilla.
“Siente las sombras, Mortal. No están muy lejos.”
La oscuridad no era nada para él en aquel momento. Podía ver claramente ahí abajo a oscuras, podía ver el modesto punto brillante al fondo, entre toda la oscuridad: la fuente de luz que los fugitivos usaban para ver en aquel lugar.
Dejó caer varias piezas de su armadura según corría, las que estaban dobladas y se habían vuelto inservibles. Dio varios saltos, tratando lo máximo posible en que el agua que anegaba el lugar no le retuviese.
“Estás siendo lento, Eltrant. Concéntrate, como ya hemos hecho más veces.”
Acompasó el ritmo de su respiración. Quizás para Lyn aquello fuese tan fácil como… respirar, pero cada vez que hacían aquello era como empezar de cero para Eltrant, nunca cambiaba; siempre sentía que estaba usando el cuerpo de otra persona.
Y, en parte, quizás fuese cierto.
“Quieres ser más rápido. Céntrate en eso”
- Es más fácil decirlo que hacerlo. – Masculló, obedeciendo a Lyn y cerrando los ojos un instante.
Tenía que alcanzarlos y corriendo no iba a poder hacerlo, lo sabía. Notó la conciencia de Lyn volcándose en la suya propia durante unos instantes, ayudándole, mostrándole lo que tenía que hacer.
Y se convirtió en una cortina de humo. [2]
Una que atravesó el túnel rápidamente, sin tener que preocuparse por el agua ralentizándole, por los giros bruscos o los diferentes obstáculos que encontrasen ahí abajo.
“¡Buen trabajo! ¡Si es que soy una profesora increíble!”
Eltrant dejó escapar un quejido agotado cuando, repentinamente, sin previo aviso, volvió a su forma física. Jadeando, sacudió la cabeza y, tras apoyarse contra la pared retomó el ritmo.
Ya estaban cerca, muy cerca, lo suficiente como para poder verlos claramente.
- ¡Deteneos! – Gritó, arrancándose varias partes más de su armadura y corriendo.
Seguían teniendo ventaja, seguían lejos, cada vez más cerca de la salida del túnel. ¿Aquello desembocaba en las afueras de la ciudad? ¿En alguna plazoleta? Sin demasiadas opciones disponibles, decidió finalmente usar a Olvido.
Colocó la espada tras él e instó a que esta liberase una cantidad absurda de energía según saltaba ayudado por las sombras de Lyn. Aquello bastó para alcanzarlos, pero no para atraparlos. Para esto segundo, clavó a Olvido en el barro húmedo según rodaba por el suelo en un intento de aterrizaje y levantó la cúpula de viento. [3]
En aquel lugar tan estrecho, la cúpula era más bien una pequeña prisión: ambas salidas estaban bloqueadas por gruesos muros de viento.
- Se… acabó… - dijo respirando con dificultad, apoyándose contra la pared. – Se… - Le faltaba algo de aire. Sacudió la cabeza y echó mano de los grilletes que colgaban de su cinturón. – Dioses, sí que sois rápidos. – Tragó saliva, recobrando mínimamente la compostura. - Poneos esto y acompañadme. - Ordenó.
“Espera un segundo, Mortal.”
Eltrant enarcó una ceja, sintió como la presencia de Lyn abandonaba su cuerpo, como la penumbra volvía a sumir sus sentidos y la alcantarilla se volvía tan oscura para él como para, exceptuando a Lyn, el resto de personas en aquel lugar.
- ¡Te he hecho un favor y te has escapado! ¡Eso no se hace! – Instó Lyn, señalando acusadoramente a Tetsuya. – En fin… - Se cruzó de brazos y miró a Eltrant. – Antes ha mencionado ser “culpable de un crimen que no ha cometido”. – El exmercenario entornó los ojos al oír esto. – Pensé que, tú mejor que nadie, querría oírlo. Evidentemente, puede estar diciéndolo para escapar… ¿Qué criminal no dice eso? Pero… sé que… – El castaño analizó a la pareja durante varios largos segundos.
- ¿Es verdad? – Preguntó, Lyn se encogió de hombros.
- Sea como sea, la idea es averiguarlo. – Sentenció, colocándose tras el fugitivo. – Relájate, esto no duele ni nada si no te resistes mucho. A la mayoría les gusta. – Pronunció jovial, mirando fijamente a los ojos de Tatsuya. - Respira hondo y dime… ¿Eres verdaderamente culpable del crimen que se te acusa? – Los ojos de Lyn comenzaron a brillar con una tenue tonalidad carmesí. [4]
Eltrant, cruzado de brazos, esperó a ver si la idea de Lyn tenía resultado.
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De vuelta en el callejón, la Sargento Olivia se habría acercado a Reike con cara de circunstancia, también habría hecho que sus hombres apresasen a los mercenarios.
A los que pudo apresar, más bien, la mujer y el crio pelirrojo habían escapado por las malas.
Iba a tener que darles noticias bastante duras a algunas familias.
- Mercenarios… - Masculló en voz baja de mala gana antes de girarse hacía la bruja. - ¿Estás bien? – Preguntó - ¿Ese criminal ha…? – Enarcó una ceja al verle la cara más de cerca. - ¿Tú no estabas en el juicio? – Aquello era grave, quería decir que Tatsuya no solo se había escapado, sino que quería acabar con la vida de todos los relacionados con su sentencia.
Los dioses tenían un lugar especial reservado para gente como Suo.
- ¿Te ha dicho que quería matarte o algo por el estilo? – Inquirió a continuación, bajando su mano útil hasta el pomo de su espada.
Pensativa, clavó su ojo sano en los de la mujer.
- Sea como sea, te voy a poner escolta por si acaso. No te alejes. – dijo. – Suo es peligroso. – Se giró hacia el otro lado del callejón, donde varios guardas habían arrestado a los dos mercenarios que habían intentado matar a todos los presentes. - ¡Traedme al elfo! – Bramó. – Quiero interrogarle. – Sentenció rápidamente.
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[1] Habilidad Lyn nivel 7: Simbiosis.
[2] Mediante Simbiosis Eltrant usa: Habilidad Lyn nivel 1: Forma Espectral.
[3] Habilidad Eltrant Nivel 9: Inamovible.
[4] Habilidad Lyn nivel 3: Control Mental Moderado.
Off: Tatsuya me dejó "atraparle" en la cúpula de viento ^^
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Alce las manos, apartándome del cuerpo de la mercenaria a medida que los guardias en el callejón se hacían oír, a gritos, y avanzaban. Como siempre su táctica de interrogación era hacerte preguntas que no planeaban dejarte contestar, preguntando una cosa tras otra sin descanso.
Vi hacia atrás levemente para analizar la situación la situación, había una figura viendo hacia el lugar, fruncí un poco el ceño para fijar la imagen, si bien era femenina, claramente no era Lyn. Al mirar al frente de nuevo vi como Eltrant se encaminó más allá de los guardias, hacia el moreno, como si nada. Prácticamente ignorándolos. Los guardias parecieron estar a punto de hacer o decir algo hasta que una voz, cargada de indignación, les ordenó dejar de ser cabezotas y centrarse en el verdadero problema del lugar.
Cualquiera pensaría que les estaría dando la orden la capitana de toda la jodida ciudad, por lo rápido que se movieron. «Claro, pero a mí no me hacen caso» me dije dando un par de pasos tras ellos, antes de escuchar la voz de Eltrant a mis espaldas.
Miré al hombre, confuso a que quería hasta que lo dijo explícitamente y retiró su arma del desafortunado, encaminándose hacia el caos que ahora reinaba el otro extremo. Si él se haría cargo de que el hombre no escapase, sonaba a que realmente no se escaparía. Tan sólo le asentí, caminando hacia Quartz, viéndolo unos segundos.
Se escuchaban algunos gritos, más órdenes, esta vez de una voz masculina. «Tatsuó, huh» pensé, desviando la mirada hacia arriba al escuchar pequeños pasos haciéndose resonar tanto en el eco del callejón como el “silencio” de la noche, por mucho que no hubiera sido una silenciosa.
Una explosión más confirmó mis palabras, acompañándose de humo colado en el callejón. Alcé las cejas, relativamente poco impresionado porque las cosas no estuvieran yendo bien, es decir, ¿cuándo lo iban?
—Por favor, no hagas esto más difícil —dije viendo con media sonrisa, algo incómodo, al moreno. Su cara era de circunstancia, intercambiando entre su pierna y yo.
Unos pocos guardias se internaron al callejón después que el humo permitiera observar que había dentro. Tan sólo seguía el cuerpo inconsciente de la rubia, y yo, apuntando con una lanza—el golem—al moreno. Los hombres parecieron mantener sus dudas un momento, antes de que empezara otra de sus famosas rondas de preguntas.
“¿Qué hacías aquí a esta hora? Se dio la orden de no salir con un asesino suelto”
“¿Por qué estabas curando a la mujer antes?”
“¿Trabajas con estas personas?”
Suspiré a lo largo del interrogatorio, ofreciendo respuestas concisas, diciendo sólo lo necesario. En parte por evitarme problemas por hablar de más, en parte porque me estaban molestando que preguntasen tanto y de esa manera. No demasiado agradados, los hombres procedieron a esposar al moreno y la rubia al empezar a creerme en el instante que el brujo me insultó en unas cuatro formas distintas, y luego procedió a decirme como iba a matarme, en cuatro formas distintas también; pero todas envolviendo fuego.
Después de tenerlos se los llevaron a “Wallace”, o eso dijeron que harían. Por el momento había cumplido con mi tarea, y si bien parecía que el asesino se las había arreglado, increíblemente, para desaparecer otra vez, incluso cuando tenía a toda la ciudad de enemigo más forasteros.
Me di vuelta para retirarme, y lo hice. Estaba planteándome la cuestión de si Eltrant y Lyn ya habían pillado al hombre. Lucían como una pareja operacionalmente efectiva, a veces tenía mis dudas sobre emocionalmente con esos pequeños agarres verbales que tenían; aunque sonasen juguetones de parte de la vampiresa. Intentar inmiscuirme más sólo acarrearía más problemas esa noche, así que me esperaría para…
—¡Elfo, quieto! —dijo una voz a mis espaldas. Al voltearme vi un par de hombres, haciéndome señas con las manos desde la punta del callejón—. ¡La sargento quiere verte!
Puse los ojos para arriba, dejando ir un suspiro bastante pesado antes de darme vuelta e ir con ellos. Sería mejor que no obedecer y llenaran la celda que les había quedado vacía conmigo. Al otro lado del callejón había decenas de guardias. Enarqué una ceja mientras me seguía a los hombres, observando los alrededores: paredes destrozadas, restos de madera en el mismo estado es que no peor, lo que se sentía como centenas de flechas regadas por doquier, y una tapa de metal que dejaba abierto la entrada a las aguas sucias de la ciudad.
Si todo era por indicios de una pelea, el hombre, por mucho que antes estuviera usando un vestido con un color terrible, tenía que ser un brujo entre brujos para salvarse. Si es que hasta todavía estaba ligeramente encadenado, ¿cómo diablos fue qué se les escapó?
—Elfo —empezó la mujer cuanto estuve frente a ella para llamar mi atención—. Soy la sargento Olivia Wallace —frunció un poco el ceño al ver como parecía más enfocado en su capa meneándose de forma genial por culpa del viento—. Te tengo unas preguntas… —añadió, más entre dientes.
Pestañeé un par de veces, desviando la mirada. Creo que podía recitar el cuestionario que iba a dedicarme de memoria a este punto. En lo que no hacía mucho caso a la mujer y corría los ojos por el lugar buscando más indicios o cosas fuera de lugar fue que vine a notar otra señorita en el lugar: la dueña de aquella voz impetuosa. Resultaba levemente gracioso compararla en tamaño con la sargento, que casi se hacía lucir una torre. Sus ojos me alteraban levemente, me recordaban a los de un lobo, y los lobos rara vez eran buenas noticia. Sin embargo; yo no podía ir por ahí criticando sobre miradas, o eso suponía.
Por un momento consideré la posibilidad de que fuese una elfa, pero sus orejas indicarían lo contrario. Sonreí levemente la notar algunos lunares regados, «Que bonitos. Me da algo de envidia».
—¡Elfo! —chasqueó los dedos frente a mi cara—. Ugh. Hombres —negó con la cabeza—. ¿Ya me estás oyendo?
—Sí, capitana.
—…Sargento.
—Sargento.
Olivia suspiró, acariciándose el entrecejo, arrepentida de haber pedido que me trajeran, seguramente. Por un momento incluso parecía haber olvidado que iba a preguntarme.
—Bien. ¿Qué estabas tú haciendo en el callejón? Mis hombres me informaron de que cuando llegamos ya estabas ahí, con otras tres personas, y al parecer, Tatsuya Suou. No somos sordos, escuchamos explosiones y demás cosas viniendo desde aquí antes.
—¿Otra vez esto…?
—Sí. Otra vez —dijo cortante—. Ahora responde o empezaré a suponer cosas, de las cuales ninguna te conviene —sentenció.
—Estaba intentando... er.... detener a Suó, y peleando con el par de mercenarios que son los que lograron capturar, a diferencia de—
—¿Y por qué te encontraron curando a la rubia? —frunció el ceño, llevando poco disimuladamente su mano a su espada.
—Bueno, ¿pensé qué la habría matado…? —hice una leve mueca—. Quería detener el sangrado, es todo. Les pueden dar más uso si viven, ¿no?
Olivia se cruzó de brazos, no sin dejar de verme con cara de poco amigos.
—Bien. ¿Qué—
—hacía afuera de noche? No soy de Sacrestic, cuando llegué ya se les había… —vi como la expresión de la mujer se hacía crecientemente más odiosa. Tosí un poco, agitando las manos mientras batallaba por buscar un término—. Se les había… ajem… quiero decir, ya todo este desastre había empezado —dije. Eso no representaba tanto la implicación directa de “se les había escapado”, cosa que seguro le recordaba que en lo que iba de noche, el hombre los había burlado unas dos o tres veces.
«A mí me había burló una vez» pensé, sonriendo para mí mismo. Compartirle eso no sonaba a muy buena idea; aunque fuese para hacerla sentir mejor.
—Ya veo —movió los labios apretando a un lado molesta e hizo un movimiento de cabeza—, puedes retirarte.
Sin más predicamentos ni muchas ganas de escuchar las mismas preguntas otra vez en distintas presentaciones, me di vuelta listo para retirarme a un lugar con menos guardias, observando como se movilizaban para conseguir más antorchas y poder descender a a las alcantarilla. Despreocupado no hice mucho caso, si realmente se había escapado por allí Lyn, y como ella le decía, "su bestia de carga", darían con él. A lo mucho podían ponerse tercos y fastidiosos con Eltrant, pero lo dudaba.
Me mantendría por la ciudad un rato más hasta escuchar que lo habían capturado de vuelta, así y quizá podía partir de ella con el hombre y la vampiresa a cual fuese el destino de estos.
Y es que tendría que partir del lugar, quisiera o no, cuando supiese que pensar que podía ocupar el espacio vacío que había dejado el brujo en prisión se haría bastante cierto, y bastante pronto, cuando dieran con un espectador que me hubiese visto cortar las cadenas de Tatsuya.
Vi hacia atrás levemente para analizar la situación la situación, había una figura viendo hacia el lugar, fruncí un poco el ceño para fijar la imagen, si bien era femenina, claramente no era Lyn. Al mirar al frente de nuevo vi como Eltrant se encaminó más allá de los guardias, hacia el moreno, como si nada. Prácticamente ignorándolos. Los guardias parecieron estar a punto de hacer o decir algo hasta que una voz, cargada de indignación, les ordenó dejar de ser cabezotas y centrarse en el verdadero problema del lugar.
Cualquiera pensaría que les estaría dando la orden la capitana de toda la jodida ciudad, por lo rápido que se movieron. «Claro, pero a mí no me hacen caso» me dije dando un par de pasos tras ellos, antes de escuchar la voz de Eltrant a mis espaldas.
Miré al hombre, confuso a que quería hasta que lo dijo explícitamente y retiró su arma del desafortunado, encaminándose hacia el caos que ahora reinaba el otro extremo. Si él se haría cargo de que el hombre no escapase, sonaba a que realmente no se escaparía. Tan sólo le asentí, caminando hacia Quartz, viéndolo unos segundos.
Se escuchaban algunos gritos, más órdenes, esta vez de una voz masculina. «Tatsuó, huh» pensé, desviando la mirada hacia arriba al escuchar pequeños pasos haciéndose resonar tanto en el eco del callejón como el “silencio” de la noche, por mucho que no hubiera sido una silenciosa.
Una explosión más confirmó mis palabras, acompañándose de humo colado en el callejón. Alcé las cejas, relativamente poco impresionado porque las cosas no estuvieran yendo bien, es decir, ¿cuándo lo iban?
—Por favor, no hagas esto más difícil —dije viendo con media sonrisa, algo incómodo, al moreno. Su cara era de circunstancia, intercambiando entre su pierna y yo.
Unos pocos guardias se internaron al callejón después que el humo permitiera observar que había dentro. Tan sólo seguía el cuerpo inconsciente de la rubia, y yo, apuntando con una lanza—el golem—al moreno. Los hombres parecieron mantener sus dudas un momento, antes de que empezara otra de sus famosas rondas de preguntas.
“¿Qué hacías aquí a esta hora? Se dio la orden de no salir con un asesino suelto”
“¿Por qué estabas curando a la mujer antes?”
“¿Trabajas con estas personas?”
Suspiré a lo largo del interrogatorio, ofreciendo respuestas concisas, diciendo sólo lo necesario. En parte por evitarme problemas por hablar de más, en parte porque me estaban molestando que preguntasen tanto y de esa manera. No demasiado agradados, los hombres procedieron a esposar al moreno y la rubia al empezar a creerme en el instante que el brujo me insultó en unas cuatro formas distintas, y luego procedió a decirme como iba a matarme, en cuatro formas distintas también; pero todas envolviendo fuego.
Después de tenerlos se los llevaron a “Wallace”, o eso dijeron que harían. Por el momento había cumplido con mi tarea, y si bien parecía que el asesino se las había arreglado, increíblemente, para desaparecer otra vez, incluso cuando tenía a toda la ciudad de enemigo más forasteros.
Me di vuelta para retirarme, y lo hice. Estaba planteándome la cuestión de si Eltrant y Lyn ya habían pillado al hombre. Lucían como una pareja operacionalmente efectiva, a veces tenía mis dudas sobre emocionalmente con esos pequeños agarres verbales que tenían; aunque sonasen juguetones de parte de la vampiresa. Intentar inmiscuirme más sólo acarrearía más problemas esa noche, así que me esperaría para…
—¡Elfo, quieto! —dijo una voz a mis espaldas. Al voltearme vi un par de hombres, haciéndome señas con las manos desde la punta del callejón—. ¡La sargento quiere verte!
Puse los ojos para arriba, dejando ir un suspiro bastante pesado antes de darme vuelta e ir con ellos. Sería mejor que no obedecer y llenaran la celda que les había quedado vacía conmigo. Al otro lado del callejón había decenas de guardias. Enarqué una ceja mientras me seguía a los hombres, observando los alrededores: paredes destrozadas, restos de madera en el mismo estado es que no peor, lo que se sentía como centenas de flechas regadas por doquier, y una tapa de metal que dejaba abierto la entrada a las aguas sucias de la ciudad.
Si todo era por indicios de una pelea, el hombre, por mucho que antes estuviera usando un vestido con un color terrible, tenía que ser un brujo entre brujos para salvarse. Si es que hasta todavía estaba ligeramente encadenado, ¿cómo diablos fue qué se les escapó?
—Elfo —empezó la mujer cuanto estuve frente a ella para llamar mi atención—. Soy la sargento Olivia Wallace —frunció un poco el ceño al ver como parecía más enfocado en su capa meneándose de forma genial por culpa del viento—. Te tengo unas preguntas… —añadió, más entre dientes.
Pestañeé un par de veces, desviando la mirada. Creo que podía recitar el cuestionario que iba a dedicarme de memoria a este punto. En lo que no hacía mucho caso a la mujer y corría los ojos por el lugar buscando más indicios o cosas fuera de lugar fue que vine a notar otra señorita en el lugar: la dueña de aquella voz impetuosa. Resultaba levemente gracioso compararla en tamaño con la sargento, que casi se hacía lucir una torre. Sus ojos me alteraban levemente, me recordaban a los de un lobo, y los lobos rara vez eran buenas noticia. Sin embargo; yo no podía ir por ahí criticando sobre miradas, o eso suponía.
Por un momento consideré la posibilidad de que fuese una elfa, pero sus orejas indicarían lo contrario. Sonreí levemente la notar algunos lunares regados, «Que bonitos. Me da algo de envidia».
—¡Elfo! —chasqueó los dedos frente a mi cara—. Ugh. Hombres —negó con la cabeza—. ¿Ya me estás oyendo?
—Sí, capitana.
—…Sargento.
—Sargento.
Olivia suspiró, acariciándose el entrecejo, arrepentida de haber pedido que me trajeran, seguramente. Por un momento incluso parecía haber olvidado que iba a preguntarme.
—Bien. ¿Qué estabas tú haciendo en el callejón? Mis hombres me informaron de que cuando llegamos ya estabas ahí, con otras tres personas, y al parecer, Tatsuya Suou. No somos sordos, escuchamos explosiones y demás cosas viniendo desde aquí antes.
—¿Otra vez esto…?
—Sí. Otra vez —dijo cortante—. Ahora responde o empezaré a suponer cosas, de las cuales ninguna te conviene —sentenció.
—Estaba intentando... er.... detener a Suó, y peleando con el par de mercenarios que son los que lograron capturar, a diferencia de—
—¿Y por qué te encontraron curando a la rubia? —frunció el ceño, llevando poco disimuladamente su mano a su espada.
—Bueno, ¿pensé qué la habría matado…? —hice una leve mueca—. Quería detener el sangrado, es todo. Les pueden dar más uso si viven, ¿no?
Olivia se cruzó de brazos, no sin dejar de verme con cara de poco amigos.
—Bien. ¿Qué—
—hacía afuera de noche? No soy de Sacrestic, cuando llegué ya se les había… —vi como la expresión de la mujer se hacía crecientemente más odiosa. Tosí un poco, agitando las manos mientras batallaba por buscar un término—. Se les había… ajem… quiero decir, ya todo este desastre había empezado —dije. Eso no representaba tanto la implicación directa de “se les había escapado”, cosa que seguro le recordaba que en lo que iba de noche, el hombre los había burlado unas dos o tres veces.
«A mí me había burló una vez» pensé, sonriendo para mí mismo. Compartirle eso no sonaba a muy buena idea; aunque fuese para hacerla sentir mejor.
—Ya veo —movió los labios apretando a un lado molesta e hizo un movimiento de cabeza—, puedes retirarte.
Sin más predicamentos ni muchas ganas de escuchar las mismas preguntas otra vez en distintas presentaciones, me di vuelta listo para retirarme a un lugar con menos guardias, observando como se movilizaban para conseguir más antorchas y poder descender a a las alcantarilla. Despreocupado no hice mucho caso, si realmente se había escapado por allí Lyn, y como ella le decía, "su bestia de carga", darían con él. A lo mucho podían ponerse tercos y fastidiosos con Eltrant, pero lo dudaba.
Me mantendría por la ciudad un rato más hasta escuchar que lo habían capturado de vuelta, así y quizá podía partir de ella con el hombre y la vampiresa a cual fuese el destino de estos.
Y es que tendría que partir del lugar, quisiera o no, cuando supiese que pensar que podía ocupar el espacio vacío que había dejado el brujo en prisión se haría bastante cierto, y bastante pronto, cuando dieran con un espectador que me hubiese visto cortar las cadenas de Tatsuya.
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Si mal no me equivoco, cuando Reike llego al lugar por el sonido de acero golpeándose con acero lo hizo desde el otro extremo del callejón, así que tendría que haber visto sobre Tatsuya y Byleth. Si gustas, Reiky, siempre puedes ser tú que empiece esto y con otra boca más o la tuya sola por tu carisma hacerme otro fugitivo más para Olivia y sus hombres.
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Por fortuna, los guardias hicieron caso a su llamado. Eso, al menos, era de agradecer, pues no tenía ninguna prisa por probar las cadenas de Tatsuya. Valeria dio unos pasos hacia atrás, alejándose del fugitivo, para dejar hacer a los soldados, aunque, visto en retrospectiva, tal vez hubiese tenido mejor suerte ocupándose ella misma.
El mercenario estaba determinado a sobrevivir, algo que no le era ajeno a Valeria, pues toda su vida había sido una lucha por salir adelante. Podía respetar que el hombre se empeñase en mantener la cabeza sobre los hombros, si bien, en aquellas circunstancias, le hubiese venido mejor que se diese por vencido de una buena vez. Total, razonaba la bruja, ¿qué pretendía el tipo hacer con su vida? Malgastarla en putas y en alcohol, probablemente. ¿Que no había matado a Farley? Eso era lo de menos, había matado a otros y seguiría haciéndolo, como estaba a punto de demostrar en aquel momento. Todos podían verlo con sus propios ojos.
Y aún así, aquella sargento se empeñaba, igual que Tale, en capturarlo con vida. Valeria miró a la mujer entre sorprendida e intrigada. Tatsuya Suō estaba sentenciado para morir en la mañana, ¿a qué venía tal empeño en capturarlo con vida? Especialemente, cuando estaba a punto de cargarse a uno de los suyos. Y con tanta duda, acabó pasando lo que tenía que pasar, que el mercenario volvió a escurrírseles entre las manos al grupo de guardias.
Valeria tuvo que morderse los labios para no soltar una blasfemia. Hacía muchos años que había dejado de correr por las calles esquivando a los guardias de Beltrexus, pero su opinión sobre las fuerzas del orden no había cambiado. Se la callaba, eso sí, porque le convenía, pero ello no significaba que les tuviese mayor respeto.
En medio del caos que se generó con la segunda fuga de Tatsuya, la amiguita de Tale abandonó la pelea para volver con su compañero. Hecho que generó aún más caos, cuando un puñado de guardias trató de impedir que ambos brujos se largaran. Val no tuvo ocasión de prestar detalle a aquella pelea, pues la forma en que la vampiresa se abalanzó sobre ella en aquel momento acaparó toda su atención. Antes de que tuviera tiempo de apartarse, sin embargo, todo había pasado. La sorpresa le impidió corresponder a tiempo a las palabras de la chica, y apenas acertó a volverse para ver como la “muchacha” repetía la operación con su amigo, aunque aparentemente con muy diferentes resultados.
En contraste con la incapacidad generalizada demostrada por los recién llegados, Tale sí salió en persecución de Suō. Valeria hizo ademán de seguirle, pero fue interceptada por la sargento Wallace, que había escogido el mejor de los momentos para preocuparse por su salud.
—Estoy bien, gracias —dijo la bruja metiéndose rápidamente en su papel de ciudadana alarmada—. ¿Van a dejar que se esc…? —quiso continuar antes de ser interrumpida de nuevo—. Sí, estaba allí. —Suspiró— Ayudé a Hont a dar con el asesino.
¿Le había dicho que quería matarla? No con esas palabras, claro, pero el gesto con la cadenita no dejaba mucho lugar a dudas. Valeria se llevó una mano al cuello mientras alzaba las cejas con gesto de circunstancias, la sargento lo interpretó como una afirmación y pronto se vio flanqueada por dos guardias enormes. «No se ofenda», le dijo mentalmente la bruja a la soldado, «pero el tipo se acaba de escabullir delante de un pelotón entero. Ya me dirá de qué van a servir un par de pelagatos».
Por si acaso acababa rodeada de un pelotón entero, se abstuvo de comentar nada en voz alta, limitándose a agradecerle el gesto a la soldado como lo haría una buena ciudadana, mientras por dentro se enfocaba en calcular las posibles rutas de escape de Tatsuya. Aún no había tenido el dudoso placer de conocer el alcantarillado de Sacrestic Ville, pero si se parecía en algo al de su ciudad natal, los conductos debían de fluir hacia el mar, haciéndose más estrechos a medida que se alejaban de éste. Aquello no era suficiente para determinar por dónde se escabulliría el brujo, ya que podía haber un buen puñado de entradas y salidas entre donde se encontraban y el puerto, pero era un comienzo. Sobre todo, teniendo en cuenta que lo que más le interesaba al hombre, continuaba razonando Valeria, era abandonar la ciudad cuanto antes. ¿Qué le había dicho el capitán del Tritón Azul? Esperaban que el tiempo cambiase durante la madrugada. Probablemente, aquel no sería el único barco que zarpase en la mañana. «Si fuera él», se dijo, «trataría de escabullirme en uno de esos barcos». Le parecía el método más rápido: si bien la guardia podía seguirle la pista por tierra a través de los territorios del oeste, si conseguía colarse en uno de aquellos barcos, estaría fuera de su alcance, siempre que se mantuviera alejado de la villa en el futuro.
La bruja se volvió inmediatamente para comunicarle a la sargento Wallace sus sospechas, pero fue retenida por la manaza de uno de sus “guardianes”. Molesta, sacudió su hombro para quitárselo de encima mientras le miraba desde abajo con los ojos entrecerrados y gesto altivo.
—Las manos quietas —le dijo en tono tajante, pero sin levantar la voz—, ¿eres mi escolta o mi carcelero?
“No importa si no eres nadie”, le había enseñado hacía tanto tiempo el hombre que había sido su salvación y su martirio. “Mientras actúes como si lo fueras, nadie dudará de ti”. El tono altanero de Valeria había sido suficiente para convencer a aquel guardia de que estaba lidiando con alguien de peso. La hija de algún gran mercader, quizá. En definitiva, la clase de persona a la que convenía no enfadar si uno quería tener la fiesta en paz. Ante la mirada de la bruja, al hombre le faltó tiempo para apartar la mano y disculparse, permitiendo que la mujer se acercase a la sargento y al elfo al que estaba entrevistando en aquel momento.
Una sargento de la guardia, sin embargo, no era lo mismo que un soldado raso, por lo que la bruja esperó, más o menos pacientemente, hasta terminado el intercambio. Cuando el elfo, a quien apenas prestó alguna atención, obtuvo el permiso para partir, Wallace se volvió hacia Valeria, que abrió la boca con intención de solicitar que vigilasen el puerto; pero en aquel momento, algo en su cerebro pareció encajar de repente y la bruja volvió de nuevo la vista hacia tipo que le daba la espalda.
—¿Y eso es todo? —dijo cruzándose de brazos—, ¿es que nadie se pregunta cómo se las arregló Suō para librarse de sus cadenas?
Una elocuente mirada de Valeria hacia el hacha que pendía del cinto del elfo fue todo lo que Olivia Wallace necesitó para empezar a atar cabos.
—Espera un momento —demandó la sargento encarándose de nuevo hacia el elfo.
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OFF: Bueno, Anders, ya que lo pides, ahí te lo dejo. Que lo disfrutes ^^
El mercenario estaba determinado a sobrevivir, algo que no le era ajeno a Valeria, pues toda su vida había sido una lucha por salir adelante. Podía respetar que el hombre se empeñase en mantener la cabeza sobre los hombros, si bien, en aquellas circunstancias, le hubiese venido mejor que se diese por vencido de una buena vez. Total, razonaba la bruja, ¿qué pretendía el tipo hacer con su vida? Malgastarla en putas y en alcohol, probablemente. ¿Que no había matado a Farley? Eso era lo de menos, había matado a otros y seguiría haciéndolo, como estaba a punto de demostrar en aquel momento. Todos podían verlo con sus propios ojos.
Y aún así, aquella sargento se empeñaba, igual que Tale, en capturarlo con vida. Valeria miró a la mujer entre sorprendida e intrigada. Tatsuya Suō estaba sentenciado para morir en la mañana, ¿a qué venía tal empeño en capturarlo con vida? Especialemente, cuando estaba a punto de cargarse a uno de los suyos. Y con tanta duda, acabó pasando lo que tenía que pasar, que el mercenario volvió a escurrírseles entre las manos al grupo de guardias.
Valeria tuvo que morderse los labios para no soltar una blasfemia. Hacía muchos años que había dejado de correr por las calles esquivando a los guardias de Beltrexus, pero su opinión sobre las fuerzas del orden no había cambiado. Se la callaba, eso sí, porque le convenía, pero ello no significaba que les tuviese mayor respeto.
En medio del caos que se generó con la segunda fuga de Tatsuya, la amiguita de Tale abandonó la pelea para volver con su compañero. Hecho que generó aún más caos, cuando un puñado de guardias trató de impedir que ambos brujos se largaran. Val no tuvo ocasión de prestar detalle a aquella pelea, pues la forma en que la vampiresa se abalanzó sobre ella en aquel momento acaparó toda su atención. Antes de que tuviera tiempo de apartarse, sin embargo, todo había pasado. La sorpresa le impidió corresponder a tiempo a las palabras de la chica, y apenas acertó a volverse para ver como la “muchacha” repetía la operación con su amigo, aunque aparentemente con muy diferentes resultados.
En contraste con la incapacidad generalizada demostrada por los recién llegados, Tale sí salió en persecución de Suō. Valeria hizo ademán de seguirle, pero fue interceptada por la sargento Wallace, que había escogido el mejor de los momentos para preocuparse por su salud.
—Estoy bien, gracias —dijo la bruja metiéndose rápidamente en su papel de ciudadana alarmada—. ¿Van a dejar que se esc…? —quiso continuar antes de ser interrumpida de nuevo—. Sí, estaba allí. —Suspiró— Ayudé a Hont a dar con el asesino.
¿Le había dicho que quería matarla? No con esas palabras, claro, pero el gesto con la cadenita no dejaba mucho lugar a dudas. Valeria se llevó una mano al cuello mientras alzaba las cejas con gesto de circunstancias, la sargento lo interpretó como una afirmación y pronto se vio flanqueada por dos guardias enormes. «No se ofenda», le dijo mentalmente la bruja a la soldado, «pero el tipo se acaba de escabullir delante de un pelotón entero. Ya me dirá de qué van a servir un par de pelagatos».
Por si acaso acababa rodeada de un pelotón entero, se abstuvo de comentar nada en voz alta, limitándose a agradecerle el gesto a la soldado como lo haría una buena ciudadana, mientras por dentro se enfocaba en calcular las posibles rutas de escape de Tatsuya. Aún no había tenido el dudoso placer de conocer el alcantarillado de Sacrestic Ville, pero si se parecía en algo al de su ciudad natal, los conductos debían de fluir hacia el mar, haciéndose más estrechos a medida que se alejaban de éste. Aquello no era suficiente para determinar por dónde se escabulliría el brujo, ya que podía haber un buen puñado de entradas y salidas entre donde se encontraban y el puerto, pero era un comienzo. Sobre todo, teniendo en cuenta que lo que más le interesaba al hombre, continuaba razonando Valeria, era abandonar la ciudad cuanto antes. ¿Qué le había dicho el capitán del Tritón Azul? Esperaban que el tiempo cambiase durante la madrugada. Probablemente, aquel no sería el único barco que zarpase en la mañana. «Si fuera él», se dijo, «trataría de escabullirme en uno de esos barcos». Le parecía el método más rápido: si bien la guardia podía seguirle la pista por tierra a través de los territorios del oeste, si conseguía colarse en uno de aquellos barcos, estaría fuera de su alcance, siempre que se mantuviera alejado de la villa en el futuro.
La bruja se volvió inmediatamente para comunicarle a la sargento Wallace sus sospechas, pero fue retenida por la manaza de uno de sus “guardianes”. Molesta, sacudió su hombro para quitárselo de encima mientras le miraba desde abajo con los ojos entrecerrados y gesto altivo.
—Las manos quietas —le dijo en tono tajante, pero sin levantar la voz—, ¿eres mi escolta o mi carcelero?
“No importa si no eres nadie”, le había enseñado hacía tanto tiempo el hombre que había sido su salvación y su martirio. “Mientras actúes como si lo fueras, nadie dudará de ti”. El tono altanero de Valeria había sido suficiente para convencer a aquel guardia de que estaba lidiando con alguien de peso. La hija de algún gran mercader, quizá. En definitiva, la clase de persona a la que convenía no enfadar si uno quería tener la fiesta en paz. Ante la mirada de la bruja, al hombre le faltó tiempo para apartar la mano y disculparse, permitiendo que la mujer se acercase a la sargento y al elfo al que estaba entrevistando en aquel momento.
Una sargento de la guardia, sin embargo, no era lo mismo que un soldado raso, por lo que la bruja esperó, más o menos pacientemente, hasta terminado el intercambio. Cuando el elfo, a quien apenas prestó alguna atención, obtuvo el permiso para partir, Wallace se volvió hacia Valeria, que abrió la boca con intención de solicitar que vigilasen el puerto; pero en aquel momento, algo en su cerebro pareció encajar de repente y la bruja volvió de nuevo la vista hacia tipo que le daba la espalda.
—¿Y eso es todo? —dijo cruzándose de brazos—, ¿es que nadie se pregunta cómo se las arregló Suō para librarse de sus cadenas?
Una elocuente mirada de Valeria hacia el hacha que pendía del cinto del elfo fue todo lo que Olivia Wallace necesitó para empezar a atar cabos.
—Espera un momento —demandó la sargento encarándose de nuevo hacia el elfo.
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OFF: Bueno, Anders, ya que lo pides, ahí te lo dejo. Que lo disfrutes ^^
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Para ese momento, me imaginaba que Byleth ya estaría bastante lejos; quizás incluso ya habría abandonado la ciudad. Sin embargo, lo tenía justo frente a mí, extendiéndome la mano para levantarme. De no ser por su imprevista intervención, la guardia de Sacrestic ya me habría apresado, pero la divina providencia parecía tener planes distintos para mí.
—Hay que correr. — repitió con un aplauso.
Tomé su mano y me levanté, tomando un impulso hacia cualquier dirección. Como las alcantarillas de cualquier ciudad, la de Sacrestic era un sinuoso laberinto, lleno de canales pares y longitudinales sin un aparente nexo en común. Sumado a esto, la penumbra dificultaba cualquier rastro de orientación. Intenté concentrarme y sentir las corrientes de viento, dirigiéndome hacia aquellas que fueran más frescas, como única brújula para encontrar la salida.
—¿Alguna idea de a dónde lleva esto? — inquirí pausadamente, evitando exhalar demasiado aire.
—Hacia el puerto... pero me temo que para este momento ya deben de estar registrando todas las salidas. Tendremos que buscar otra salida. — respondió Byleth, entre algunas pausas prolongadas y jadeos.
—¿Qué propones?
—En uno de estos túneles hay un pasadizo que conecta con mi laboratorio de alquimia. — enarqué una ceja, lo cual lo hizo arrugar un poco el rostro y encoger los hombros. — ¿Qué? Uno tiene que estar preparado por si lo acusan de brujería.
Puesto que él también era un criminal y prófugo, era probable que los soldados se nos adelantasen y destinaran algunas tropas a susodicha vía de escape, pero también existía la posibilidad de que lo subestimaran por no ser más que un idiota que escogió la profesión equivocada. Sea como fuere, era mejor opción que ir corriendo a la boca del lobo, por lo que decidí obedecer a su proposición.
A nuestras espaldas hacía eco el metálico sonido de unos pasos, ya bastante característicos. Miré por el rabillo del ojo, y divisé al ya conocido errante del callejón. «Qué hideputa más insistente». Por suerte, le llevábamos una ventaja bastante razonable y su peso extra en acero parecía ralentizarlo. Exclamé internamente de complacencia cuando se detuvo por la fatiga y canté victoria por adelantado... grave error.
El perseguidor impulsó su espada hacia atrás y de esta salió un voluminoso haz de energía, que lo impulsó cual relámpago a lo largo del túnel, iluminando los alrededores. Aterrizó a unos cinco pies detrás de nosotros, extendiendo sus brazos para tomarme del vestido. Con una ligera maniobra lo evadí, pero no había bailoteo que valiera para lo que vino después: clavando su arma en el barro, invocó una cúpula de viento que bloqueó el camino con una densa capa de viento.
Acorralado cual rata, me volví, mordiéndome los labios a causa de la furia. Ahora que tenía al hideputa lo suficientemente cerca para inspeccionar su rostro, distinguí alguna extraña anomalía: su cuerpo era robusto y fornido, pero su rostro fino y delicado, con unos ojos azules y saltones que se asemejaban a los de su compañera. ¿Había sido siempre así...?
Todo quedó un poco más claro en cuanto, con una nube de humo, entró en escena su acompañante, revelando el aguerrido rostro del mercenario.
—Lo siento, querida. En esta clase de decisiones se basa mi oficio. — contesté a su reclamo — No es lo mismo que me ofrezcas cincuenta aeros a que me ofrezcas cien; lo mismo pasa si das la oportunidad de dejarme apresar o escaparme. No es nada personal. — hice una pausa para escuchar el resto de su monólogo, acompañado de algún que otro intercambio de palabras con el humano. La oración "relájate, esto no duele nada a menos que te resistas mucho" destacó en el discurso. Espera, ¿q-
Sus ojos cobraron una leve tonalidad carmesí, como una grande y jugosa ciruela. Sentí un hormigueo recorrerme la columna, y mi cabeza dando vueltas. Alguna sustancia viscosa se precipitaba desde mi paladar y caía sobre la lengua, incitándome a abrir el morro. Paralelamente, sentía un incontrolable impulso por contar a detalle todo lo que me había ocurrido desde el asesinato de Tau Farley. En mi último instante de lucidez, me llevé las manos a la garganta, tratando de ahogar las palabras que estaba a punto de pronunciar... demasiado tarde.
—Soy culpable de más crímenes de los que recuerdo, pero no de este. — afirmé con una voz monótona, pero a la vez firme y segura. — La noche del asesinato de Tau Farley, recuerdo haber visitado su bar hacia el anochecer, y no tardé en ser expulsado en cuanto se dieron cuenta de que no tenía dinero. Pasé aquella noche reposando sobre un banco en el muelle. Al día siguiente, me encaminaba hacia mi alcoba cuando fui secuestrado por Hont y sus Dnomos... y finalmente inculpado. — concluí en seco.
Estaba consciente de todo lo que ocurría a mi alrededor, blasfemando internamente con cada palabra que decía, ansiando morderme la lengua. Al menos tenía que darle crédito a mis perseguidores por ser las primeras personas en cuestionar si de verdad merecía paredón; pero al menos había que ser honesto: si no era por el tema de Farley, me lo merecía. Tarde o temprano tenía que llegarme la factura. No obstante, me di cuenta de que, aclarando mi situación, quizás mis contrarios se compadecieran de mí y cesaran su empresa. Todo dependería de su próxima reacción...
—Hay que correr. — repitió con un aplauso.
Tomé su mano y me levanté, tomando un impulso hacia cualquier dirección. Como las alcantarillas de cualquier ciudad, la de Sacrestic era un sinuoso laberinto, lleno de canales pares y longitudinales sin un aparente nexo en común. Sumado a esto, la penumbra dificultaba cualquier rastro de orientación. Intenté concentrarme y sentir las corrientes de viento, dirigiéndome hacia aquellas que fueran más frescas, como única brújula para encontrar la salida.
—¿Alguna idea de a dónde lleva esto? — inquirí pausadamente, evitando exhalar demasiado aire.
—Hacia el puerto... pero me temo que para este momento ya deben de estar registrando todas las salidas. Tendremos que buscar otra salida. — respondió Byleth, entre algunas pausas prolongadas y jadeos.
—¿Qué propones?
—En uno de estos túneles hay un pasadizo que conecta con mi laboratorio de alquimia. — enarqué una ceja, lo cual lo hizo arrugar un poco el rostro y encoger los hombros. — ¿Qué? Uno tiene que estar preparado por si lo acusan de brujería.
Puesto que él también era un criminal y prófugo, era probable que los soldados se nos adelantasen y destinaran algunas tropas a susodicha vía de escape, pero también existía la posibilidad de que lo subestimaran por no ser más que un idiota que escogió la profesión equivocada. Sea como fuere, era mejor opción que ir corriendo a la boca del lobo, por lo que decidí obedecer a su proposición.
A nuestras espaldas hacía eco el metálico sonido de unos pasos, ya bastante característicos. Miré por el rabillo del ojo, y divisé al ya conocido errante del callejón. «Qué hideputa más insistente». Por suerte, le llevábamos una ventaja bastante razonable y su peso extra en acero parecía ralentizarlo. Exclamé internamente de complacencia cuando se detuvo por la fatiga y canté victoria por adelantado... grave error.
El perseguidor impulsó su espada hacia atrás y de esta salió un voluminoso haz de energía, que lo impulsó cual relámpago a lo largo del túnel, iluminando los alrededores. Aterrizó a unos cinco pies detrás de nosotros, extendiendo sus brazos para tomarme del vestido. Con una ligera maniobra lo evadí, pero no había bailoteo que valiera para lo que vino después: clavando su arma en el barro, invocó una cúpula de viento que bloqueó el camino con una densa capa de viento.
Acorralado cual rata, me volví, mordiéndome los labios a causa de la furia. Ahora que tenía al hideputa lo suficientemente cerca para inspeccionar su rostro, distinguí alguna extraña anomalía: su cuerpo era robusto y fornido, pero su rostro fino y delicado, con unos ojos azules y saltones que se asemejaban a los de su compañera. ¿Había sido siempre así...?
Todo quedó un poco más claro en cuanto, con una nube de humo, entró en escena su acompañante, revelando el aguerrido rostro del mercenario.
—Lo siento, querida. En esta clase de decisiones se basa mi oficio. — contesté a su reclamo — No es lo mismo que me ofrezcas cincuenta aeros a que me ofrezcas cien; lo mismo pasa si das la oportunidad de dejarme apresar o escaparme. No es nada personal. — hice una pausa para escuchar el resto de su monólogo, acompañado de algún que otro intercambio de palabras con el humano. La oración "relájate, esto no duele nada a menos que te resistas mucho" destacó en el discurso. Espera, ¿q-
Sus ojos cobraron una leve tonalidad carmesí, como una grande y jugosa ciruela. Sentí un hormigueo recorrerme la columna, y mi cabeza dando vueltas. Alguna sustancia viscosa se precipitaba desde mi paladar y caía sobre la lengua, incitándome a abrir el morro. Paralelamente, sentía un incontrolable impulso por contar a detalle todo lo que me había ocurrido desde el asesinato de Tau Farley. En mi último instante de lucidez, me llevé las manos a la garganta, tratando de ahogar las palabras que estaba a punto de pronunciar... demasiado tarde.
—Soy culpable de más crímenes de los que recuerdo, pero no de este. — afirmé con una voz monótona, pero a la vez firme y segura. — La noche del asesinato de Tau Farley, recuerdo haber visitado su bar hacia el anochecer, y no tardé en ser expulsado en cuanto se dieron cuenta de que no tenía dinero. Pasé aquella noche reposando sobre un banco en el muelle. Al día siguiente, me encaminaba hacia mi alcoba cuando fui secuestrado por Hont y sus Dnomos... y finalmente inculpado. — concluí en seco.
Estaba consciente de todo lo que ocurría a mi alrededor, blasfemando internamente con cada palabra que decía, ansiando morderme la lengua. Al menos tenía que darle crédito a mis perseguidores por ser las primeras personas en cuestionar si de verdad merecía paredón; pero al menos había que ser honesto: si no era por el tema de Farley, me lo merecía. Tarde o temprano tenía que llegarme la factura. No obstante, me di cuenta de que, aclarando mi situación, quizás mis contrarios se compadecieran de mí y cesaran su empresa. Todo dependería de su próxima reacción...
Tatsuya Suō
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Se llevó la mano derecha hasta el entrecejo, suspirando profundamente al escuchar las palabras que salieron de la boca del hombre. ¿Es que los guardias no eran capaces de hacer las cosas a derechas? ¿Tan difícil era de cerciorarse de quien era el verdadero criminal? Además, ¿Había mencionado Tatsuya a Hont y hablado de un secuestro?
Tenía que hablar con el Buscón de aquello.
- Por todos los dioses… - Masculló en voz baja, girándose a darle la espalda al prófugo mientras pensaba que hacer.
Iban a colgar a ese hombre de un crimen que no había cometido. ¿Qué hacía? ¿Lo entregaba de vuelta? ¿Le condenaba a una muerte que, desde luego, no se merecía? Estaba diciendo la verdad, había hablado de crímenes, de tantos que no decía acordarse de todos.
Pero, de aquel en concreto, no era culpable.
- Muy bien. – Lyn cortó el contacto visual, sonriendo al hombre del vestido. – Vas a estar un poco mareado un rato, pero se te pasa en nada. Bebe agua. – Aseguró, levantándose. – Buen trabajo, equipo. – dijo a todos los presentes, bajando ambas manos hasta la cintura.
Solo los dioses sabían por qué habían acusado al hombre que tenía frente a él de un crimen que no había cometido. Pero conocía la posición en la que estaba Suō, de hecho, había estado a punto de compartir un destino similar al suyo.
Si no hubiese sido por…
- Tatsuya Suō… - Se volvió de nuevo hacia los fugitivos. - ¿Eres mercenario? – Preguntó, aunque por las palabras que este le había dedicado a la vampiresa aquello era un hecho. – ¿Cuál suele ser tu precio? – Aseveró, cerrando su mano derecha en torno a Olvido y sacándola del suelo. – No voy a decirte que encauces tu vida, ni nada por el estilo… - El muro de aire cayó inmediatamente, permitiéndole a la pareja seguir su camino de desearlo. – Ese tipo de charlas no suelen servir para nada. – Sentenció, se quedó mirando el extremo opuesto del túnel durante varios segundos.
Frunció levemente el ceño y sacudió la cabeza, saliendo rápidamente de sus pensamientos.
- Pero considerad esto una segunda oportunidad. Para ambos. – Les dijo a los hombres. – Hay muchas formas distintas de ser mercenario. – Aseveró, guardando a Olvido en la vaina que colgaba de espalda y teniendo la mano al hombre para ayudarle a levantarse. – Eres tú quien decide para quien trabajas. - Él mismo había compartido profesión con Tatsuya, sabía lo difícil que era ser mínimamente honesto en una línea de trabajo como esa. – Un puñado de monedas no te va a comprar una cabeza nueva. - Pero también sabía que no era imposible; siempre había sitios en los que una espada como la de Tatsuya podía ser necesaria, aunque esta tuviese que recibir un buen puñado de Aeros por adelantado para trabajar.
Hubiese aceptado o no el fugitivo la mano que le ofrecía, cuando este volvió a estar en pie Eltrant señaló a la oscuridad que se extendía a lo largo del túnel y les hizo un gesto definitivo: podían irse.
Tras eso les dio la espalda y, tras comenzar a caminar en dirección opuesta a los hombres, le hizo una seña a Lyn para que le siguiese de vuelta al callejón dónde había empezado todo. No obstante, antes de desaparecer completamente en la oscuridad que reinaba en el subsuelo se giró hacia el fugitivo una última vez.
- Mi nombre es Eltrant Tale. – Le dijo. – Si… alguna vez necesitas ayuda desenmascarando a la persona que te ha inculpado… - Inspiró rápidamente por la nariz. – Eso. – dijo como toda explicación, antes de volver a reemprender la marcha. – Segunda oportunidad, Suō. Aprovéchala bien. – Repitió antes de dejar a la pareja tras de sí.
Caminaron en silencio varias decenas de metros, en una oscuridad solo rota por Recuerdo, que seguía emitiendo su característico brillo azulado iluminando su camino.
Tatsuya no era ningún santo, aquello era más que evidente. De nuevo, sentía que volvía a pecar de ingenuo, que estaba dejando escapar un problema que, más temprano que tarde, iba a volver a estallarle en plena cara.
- No pongas esa cara. Has hecho bien. – La voz de Lyn resonó en el pasadizo, rompiendo el silencio y alzándose sobre el sonido de las gotas de humedad precipitándose contra el suelo. - ¿Ibas a poder dormir contigo mismo sabiendo que has condenado a un inocente? ¿Uno con un vestido tan bonito? – La ojiazul sonrió. – Por supuesto que no, Mortal. Te conozco. – Aseveró, jugueteando con su flequillo. – Lo más importante ahora mismo… – Se llevó ambas manos hasta la nuca, sin separarse de su compañero. – …es que te hace falta un baño. – Sonrió. – Pero urgentemente. –
En apenas una decena de minutos volvió a salir del agujero, de vuelta al callejón.
Envainó a Recuerdo en su cintura y alternó su mirada entre todas las personas que tenía a su alrededor. Anders, que parecía conversar con varios guardas, Reike quien tenía dos hombres corpulentos junto a ella, cada uno a un lado, y finalmente a Olivia, quien estaba junto al elfo y le miraba con cara de pocos amigos.
- ¿Y bien? – Preguntó la sargento al verle aparecer por el agujero.
- Se me ha escapado. – Contestó Eltrant de forma seca, obviando que Lyn se acercaba a Anders, probablemente a preguntarle cómo estaba. – He tirado la mitad de la armadura y aun así han sido más rápidos que yo. Además de que eso es un maldito laberinto. – Agregó, abriendo y cerrando su mano derecha. Las quemaduras comenzaban a estar prácticamente sanadas, el tatuaje curativo de su brazo izquierda era lo mejor que podía haberse planteado nunca. – ¿Es Tatsuya de la zona? Parecía saber hacia dónde iba. – dijo al final.
Esperaría a que el elfo se quedase a solas antes de comentarle lo que había sucedido con Suō en realidad.
Tenía que hablar con el Buscón de aquello.
- Por todos los dioses… - Masculló en voz baja, girándose a darle la espalda al prófugo mientras pensaba que hacer.
Iban a colgar a ese hombre de un crimen que no había cometido. ¿Qué hacía? ¿Lo entregaba de vuelta? ¿Le condenaba a una muerte que, desde luego, no se merecía? Estaba diciendo la verdad, había hablado de crímenes, de tantos que no decía acordarse de todos.
Pero, de aquel en concreto, no era culpable.
- Muy bien. – Lyn cortó el contacto visual, sonriendo al hombre del vestido. – Vas a estar un poco mareado un rato, pero se te pasa en nada. Bebe agua. – Aseguró, levantándose. – Buen trabajo, equipo. – dijo a todos los presentes, bajando ambas manos hasta la cintura.
Solo los dioses sabían por qué habían acusado al hombre que tenía frente a él de un crimen que no había cometido. Pero conocía la posición en la que estaba Suō, de hecho, había estado a punto de compartir un destino similar al suyo.
Si no hubiese sido por…
- Tatsuya Suō… - Se volvió de nuevo hacia los fugitivos. - ¿Eres mercenario? – Preguntó, aunque por las palabras que este le había dedicado a la vampiresa aquello era un hecho. – ¿Cuál suele ser tu precio? – Aseveró, cerrando su mano derecha en torno a Olvido y sacándola del suelo. – No voy a decirte que encauces tu vida, ni nada por el estilo… - El muro de aire cayó inmediatamente, permitiéndole a la pareja seguir su camino de desearlo. – Ese tipo de charlas no suelen servir para nada. – Sentenció, se quedó mirando el extremo opuesto del túnel durante varios segundos.
Frunció levemente el ceño y sacudió la cabeza, saliendo rápidamente de sus pensamientos.
- Pero considerad esto una segunda oportunidad. Para ambos. – Les dijo a los hombres. – Hay muchas formas distintas de ser mercenario. – Aseveró, guardando a Olvido en la vaina que colgaba de espalda y teniendo la mano al hombre para ayudarle a levantarse. – Eres tú quien decide para quien trabajas. - Él mismo había compartido profesión con Tatsuya, sabía lo difícil que era ser mínimamente honesto en una línea de trabajo como esa. – Un puñado de monedas no te va a comprar una cabeza nueva. - Pero también sabía que no era imposible; siempre había sitios en los que una espada como la de Tatsuya podía ser necesaria, aunque esta tuviese que recibir un buen puñado de Aeros por adelantado para trabajar.
Hubiese aceptado o no el fugitivo la mano que le ofrecía, cuando este volvió a estar en pie Eltrant señaló a la oscuridad que se extendía a lo largo del túnel y les hizo un gesto definitivo: podían irse.
Tras eso les dio la espalda y, tras comenzar a caminar en dirección opuesta a los hombres, le hizo una seña a Lyn para que le siguiese de vuelta al callejón dónde había empezado todo. No obstante, antes de desaparecer completamente en la oscuridad que reinaba en el subsuelo se giró hacia el fugitivo una última vez.
- Mi nombre es Eltrant Tale. – Le dijo. – Si… alguna vez necesitas ayuda desenmascarando a la persona que te ha inculpado… - Inspiró rápidamente por la nariz. – Eso. – dijo como toda explicación, antes de volver a reemprender la marcha. – Segunda oportunidad, Suō. Aprovéchala bien. – Repitió antes de dejar a la pareja tras de sí.
Caminaron en silencio varias decenas de metros, en una oscuridad solo rota por Recuerdo, que seguía emitiendo su característico brillo azulado iluminando su camino.
Tatsuya no era ningún santo, aquello era más que evidente. De nuevo, sentía que volvía a pecar de ingenuo, que estaba dejando escapar un problema que, más temprano que tarde, iba a volver a estallarle en plena cara.
- No pongas esa cara. Has hecho bien. – La voz de Lyn resonó en el pasadizo, rompiendo el silencio y alzándose sobre el sonido de las gotas de humedad precipitándose contra el suelo. - ¿Ibas a poder dormir contigo mismo sabiendo que has condenado a un inocente? ¿Uno con un vestido tan bonito? – La ojiazul sonrió. – Por supuesto que no, Mortal. Te conozco. – Aseveró, jugueteando con su flequillo. – Lo más importante ahora mismo… – Se llevó ambas manos hasta la nuca, sin separarse de su compañero. – …es que te hace falta un baño. – Sonrió. – Pero urgentemente. –
[…]
En apenas una decena de minutos volvió a salir del agujero, de vuelta al callejón.
Envainó a Recuerdo en su cintura y alternó su mirada entre todas las personas que tenía a su alrededor. Anders, que parecía conversar con varios guardas, Reike quien tenía dos hombres corpulentos junto a ella, cada uno a un lado, y finalmente a Olivia, quien estaba junto al elfo y le miraba con cara de pocos amigos.
- ¿Y bien? – Preguntó la sargento al verle aparecer por el agujero.
- Se me ha escapado. – Contestó Eltrant de forma seca, obviando que Lyn se acercaba a Anders, probablemente a preguntarle cómo estaba. – He tirado la mitad de la armadura y aun así han sido más rápidos que yo. Además de que eso es un maldito laberinto. – Agregó, abriendo y cerrando su mano derecha. Las quemaduras comenzaban a estar prácticamente sanadas, el tatuaje curativo de su brazo izquierda era lo mejor que podía haberse planteado nunca. – ¿Es Tatsuya de la zona? Parecía saber hacia dónde iba. – dijo al final.
Esperaría a que el elfo se quedase a solas antes de comentarle lo que había sucedido con Suō en realidad.
Eltrant Tale
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Ya iba camino a hacerme por el callejón cuando escuché la voz de la sargento otra vez. Cerré los ojos, exhalando lentamente por la nariz, en una especie de suspiro nasal. Volteé hacia atrás, viendo que la mujer tenía una expresión menos amistosa que antes, si es que eso era posible. Me volví a dar vuelta, aunque esta vez no hice el favor de cerrar la distancia.
—¿Sí, sargento Wallace?
—Veo que ya te lo aprendiste —dijo acercándose unos pasos—, estamos progresando, bien.
Habría sonreído o reído un poco a eso, de no ser porque lo dijo completamente seria, sin intención alguna de chiste.
—Tu hacha. Tatsuya Suō estaba encadenado de los tobillos como todo prisionero para que no puedan andar por ahí así como si nada—«Pero bien que lo hizo» añadí mentalmente—, y me parece que todos los vimos con la cadena cortada. Salió así del callejón donde estabas con él.
—Y... tres personas más, ¿y supone qué fui yo? Primero que porque curaba a la rubia, ahora que estoy de lado de Tatsuya —tosí un poco—. ¿Qué sigue? ¿No se permiten elfos en Sacrestic? —cuando la mujer iba a responder alcé un índice—. No... no responda eso, mejor. Ok, entiendo que se vea mal que estuviéramos en el mismo callejón y curiosamente saliera con sus cadenas rotas, y que yo tenga un hacha; pero si es por como salió de su celda y como salió del callejón le pregunto, ¿Tatsuya salió de la celda con un vestido puesto? —dije subiendo las manos, viéndola un poco de lado.
Al ver a Olivia balbucear un poco su respuesta al haber sido tomada por la bajada con lo del vestido tuve que contener la risa, tanto por mi bien como por pena. No es que la sargento estuviese del todo en lo incorrecto en sus sospechas, pero su actitud sonaba predispuesta a agarrarse de cualquier cosa e intentar hundir(nos) a todos juntos. ¿Qué iba a decir? ¿Qué yo si me tragué el cuento del vestido y por eso lo solté? Es que nada más decir las dos primeras oraciones que me había vendido el otro iba a terminar preso no por "cómplice" de un criminal, sino por incumplir con el nivel mínimo necesario de inteligencia para andar por la calle de noche.
—…Robarse un vestido es mucho más fácil que romper cadenas antimagia. Y los otros dos, conozco al hombre de la espada. Y a la mujer que lo acompaña. No pudieron ser ellos —dijo finalmente.
—No no, hablaba de los otros dos, el calvo y la rubia.
—A esos no tenemos que contarlos, ellos estaban intentando matarlo, después de todo —interrumpió uno de los guardias que se había acercado—. ¿Para qué iban a soltarlo? Si matarlo amarrado les era más fácil.
—...No lo sé, tú no la viste, amigo —hice una pequeña mueca—, yo sí, y me parece que esa rubia tenía otras intenciones con Tat-
—Centrado —ordenó molesta.
—Les insisto que no es lo que... creen —«No exactamente así, al menos...»—, estaba ayudando a perseguirlo. Miren —tomé el hacha de mi cinturón y se la enseñe a la mujer y a la guardia—. ¿Ven? Es una basur... oh —pestañeé— ...Mi hacha es una basura —dije viéndola decepcionado ante la realización, rara vez me paraba a chequearla. Lo peor es que Eltrant me había ofrecido trabajarla ya hace tiempo, y no me había pasado por su taller porque tenía cara de que no me iba a aceptar el dinero por el trabajo.
Olivia no parecía demasiado convencida, así como no lo parecían sus hombres, si bien sospechaba que la falta de convencimiento de estos era más un "señorita Wallace, estoy de su lado, por favor suba mi rango". Sólo al final porque mi decepción fuese honesta, a diferencia de lo que había estado diciendo antes que eran más bien medias-verdades, es que pareció creerme, al menos un poco. O simplemente estaba cansada de tener que tratar conmigo.
Cuando la pareja venia de subida de las alcantarillas un hombre llamó a Wallace, desviando su atención hacia eso. Se apartó un par de pasos de mí para recibir a Eltrant y Lyn; pero no fue demasiado. La cara de decepción de la mujer, aunque sutil, era notable.
—Esto es una maldita mancha para nosotros como guardia... urgh —gruño disgustada, dejando ir la pregunta del caballero por la angustía—. ¡Hombres, muévanse, a vigilar el puerto! ¡El más cercano y cada uno de los demás qué podamos cubrir! —dijo con ímpetu; el mismo disgusto, dándose vuelta y estirando un brazo—. ¡Esa rata no puede escaparse!
Mientras Wallace daba sus órdenes yo seguía refutando e intentando desviar a los dos insistentes que tenía encima. Una voz jovial interrumpió y los tres volteamos a la vez, viendo a la vampiresa
—Lyn —le sonreí a la mujer—. Sí... —dije viendo unos segundos a los guardias—. Estoy bien. ¿Y ustedes? —al escuchar por segunda vez el resultado de los búsqueda de Tatsuya di un leve suspiro y subi una mano para ponérsela en el hombro, atravesándolo sin querer—. Oh… cierto —había visto esta particularidad de la mujer antes; pero no me había atrevido a decir nada, es decir, no había buena manera de preguntar “¿puedo intentar tocarte?”, no la había.
Ya que estaba, moví un dedo dentro de su hombro. Era increíblemente curioso todo esto. Lyn era… ¿Lyn era imposible de lastimar durante las noches? Le vi la cara a la mujer, para lo dulce que pudiera verse, quizá y estaba frente al vampiro más poderoso que jamás me había cruzado.
—Esto —pausé sonriendo y alejando la mano—, es increíble. Eres genial. ¿Es ma…
Antes de poder decir nada más Olivia volvió a meterse, preguntando fugaz a sus hombres que obtuvieron. Como no habíamos llegado a nada y Tatsuya se les había escurrido entre los dedos, solamente me dedicó una tercera mirada de malas y los mandó a dejarlo así y mover el culo.
O casi, al menos.
—El elfo lucía nervioso —comentó mientras se alejaba con ellos—, quiero que lo vigilen. Pero no ahora —vio atrás, observando a Eltrant y Lyn—, cuando esté sólo, parece conocerlos. Esos dos son peligrosos…
—Sí, sargento.
—A la mujer escóltenla. Dudo que Suō sea tan estúpido de ir por ella para matarla; pero como me gustaría que fuese así.
Uno de los guardias pareció alzar una ceja; aunque resultaba difícil de verlo tras el yelmo.
—Porque nos permitiría atraparlo… —añadió, viéndolo cansada al tener que explicar lo que quería decir.
Luego de finalmente nos habían dejado a solas escuché atentamente la explicación de Eltrant y Lyn. Me cuestioné con fuerza el hecho de que el hombre no había escapado: lo habían dejado escapar. Hubiese criticado esa elección, habiendo oído lo que oí; pero yo había quebrado parte de las cadenas, por mucho que me hubiesen engañado, y…
Lo importante, no era un crimen que él hubiese cometido. Pensar que Lyn podía forzar a las personas a decir la verdad daba miedo. Puse la cabeza hacia atrás, viendo el cielo nocturno. Algo de un secuestro, noséquiénHont, el tal Tau Farley, y otro montón de cosas que sonaban complicadas y en las que sólo pensar sabiendo tan poco casi empezaban a provocarme dolor de cabeza.
«Matarlo por algo de lo que no tiene culpa…» posé los ojos sobre una estrella, cruzado de brazos e inhalando suavemente. Ya tenía una dosis suficientemente grande de eso en mi vida, pensar que podría haber ayudado a que lo matasen me provocó un leve escalofrío. «Esa sargento mandó a vigilar los puertos, y si lo iban a ejecutar dudo que se molestasen en darle comida, no llegará muy lejos a pie…» le di vuelta a un índice, estirándolo mientras bajaba la mirada pensativo.
Di un último suspiro.
—¿Sabéis cuando van a partir embarcaciones? —puse los brazos a mi lado lentamente, subiendo uno hasta mi pecho y apretando algo por debajo de mi túnica—. Sé cómo colarlo en una. Ayudaré a Suō a escapar.
—¿Sí, sargento Wallace?
—Veo que ya te lo aprendiste —dijo acercándose unos pasos—, estamos progresando, bien.
Habría sonreído o reído un poco a eso, de no ser porque lo dijo completamente seria, sin intención alguna de chiste.
—Tu hacha. Tatsuya Suō estaba encadenado de los tobillos como todo prisionero para que no puedan andar por ahí así como si nada—«Pero bien que lo hizo» añadí mentalmente—, y me parece que todos los vimos con la cadena cortada. Salió así del callejón donde estabas con él.
—Y... tres personas más, ¿y supone qué fui yo? Primero que porque curaba a la rubia, ahora que estoy de lado de Tatsuya —tosí un poco—. ¿Qué sigue? ¿No se permiten elfos en Sacrestic? —cuando la mujer iba a responder alcé un índice—. No... no responda eso, mejor. Ok, entiendo que se vea mal que estuviéramos en el mismo callejón y curiosamente saliera con sus cadenas rotas, y que yo tenga un hacha; pero si es por como salió de su celda y como salió del callejón le pregunto, ¿Tatsuya salió de la celda con un vestido puesto? —dije subiendo las manos, viéndola un poco de lado.
Al ver a Olivia balbucear un poco su respuesta al haber sido tomada por la bajada con lo del vestido tuve que contener la risa, tanto por mi bien como por pena. No es que la sargento estuviese del todo en lo incorrecto en sus sospechas, pero su actitud sonaba predispuesta a agarrarse de cualquier cosa e intentar hundir(nos) a todos juntos. ¿Qué iba a decir? ¿Qué yo si me tragué el cuento del vestido y por eso lo solté? Es que nada más decir las dos primeras oraciones que me había vendido el otro iba a terminar preso no por "cómplice" de un criminal, sino por incumplir con el nivel mínimo necesario de inteligencia para andar por la calle de noche.
—…Robarse un vestido es mucho más fácil que romper cadenas antimagia. Y los otros dos, conozco al hombre de la espada. Y a la mujer que lo acompaña. No pudieron ser ellos —dijo finalmente.
—No no, hablaba de los otros dos, el calvo y la rubia.
—A esos no tenemos que contarlos, ellos estaban intentando matarlo, después de todo —interrumpió uno de los guardias que se había acercado—. ¿Para qué iban a soltarlo? Si matarlo amarrado les era más fácil.
—...No lo sé, tú no la viste, amigo —hice una pequeña mueca—, yo sí, y me parece que esa rubia tenía otras intenciones con Tat-
—Centrado —ordenó molesta.
—Les insisto que no es lo que... creen —«No exactamente así, al menos...»—, estaba ayudando a perseguirlo. Miren —tomé el hacha de mi cinturón y se la enseñe a la mujer y a la guardia—. ¿Ven? Es una basur... oh —pestañeé— ...Mi hacha es una basura —dije viéndola decepcionado ante la realización, rara vez me paraba a chequearla. Lo peor es que Eltrant me había ofrecido trabajarla ya hace tiempo, y no me había pasado por su taller porque tenía cara de que no me iba a aceptar el dinero por el trabajo.
Olivia no parecía demasiado convencida, así como no lo parecían sus hombres, si bien sospechaba que la falta de convencimiento de estos era más un "señorita Wallace, estoy de su lado, por favor suba mi rango". Sólo al final porque mi decepción fuese honesta, a diferencia de lo que había estado diciendo antes que eran más bien medias-verdades, es que pareció creerme, al menos un poco. O simplemente estaba cansada de tener que tratar conmigo.
Cuando la pareja venia de subida de las alcantarillas un hombre llamó a Wallace, desviando su atención hacia eso. Se apartó un par de pasos de mí para recibir a Eltrant y Lyn; pero no fue demasiado. La cara de decepción de la mujer, aunque sutil, era notable.
—Esto es una maldita mancha para nosotros como guardia... urgh —gruño disgustada, dejando ir la pregunta del caballero por la angustía—. ¡Hombres, muévanse, a vigilar el puerto! ¡El más cercano y cada uno de los demás qué podamos cubrir! —dijo con ímpetu; el mismo disgusto, dándose vuelta y estirando un brazo—. ¡Esa rata no puede escaparse!
Mientras Wallace daba sus órdenes yo seguía refutando e intentando desviar a los dos insistentes que tenía encima. Una voz jovial interrumpió y los tres volteamos a la vez, viendo a la vampiresa
—Lyn —le sonreí a la mujer—. Sí... —dije viendo unos segundos a los guardias—. Estoy bien. ¿Y ustedes? —al escuchar por segunda vez el resultado de los búsqueda de Tatsuya di un leve suspiro y subi una mano para ponérsela en el hombro, atravesándolo sin querer—. Oh… cierto —había visto esta particularidad de la mujer antes; pero no me había atrevido a decir nada, es decir, no había buena manera de preguntar “¿puedo intentar tocarte?”, no la había.
Ya que estaba, moví un dedo dentro de su hombro. Era increíblemente curioso todo esto. Lyn era… ¿Lyn era imposible de lastimar durante las noches? Le vi la cara a la mujer, para lo dulce que pudiera verse, quizá y estaba frente al vampiro más poderoso que jamás me había cruzado.
—Esto —pausé sonriendo y alejando la mano—, es increíble. Eres genial. ¿Es ma…
Antes de poder decir nada más Olivia volvió a meterse, preguntando fugaz a sus hombres que obtuvieron. Como no habíamos llegado a nada y Tatsuya se les había escurrido entre los dedos, solamente me dedicó una tercera mirada de malas y los mandó a dejarlo así y mover el culo.
O casi, al menos.
—El elfo lucía nervioso —comentó mientras se alejaba con ellos—, quiero que lo vigilen. Pero no ahora —vio atrás, observando a Eltrant y Lyn—, cuando esté sólo, parece conocerlos. Esos dos son peligrosos…
—Sí, sargento.
—A la mujer escóltenla. Dudo que Suō sea tan estúpido de ir por ella para matarla; pero como me gustaría que fuese así.
Uno de los guardias pareció alzar una ceja; aunque resultaba difícil de verlo tras el yelmo.
—Porque nos permitiría atraparlo… —añadió, viéndolo cansada al tener que explicar lo que quería decir.
[…]
Luego de finalmente nos habían dejado a solas escuché atentamente la explicación de Eltrant y Lyn. Me cuestioné con fuerza el hecho de que el hombre no había escapado: lo habían dejado escapar. Hubiese criticado esa elección, habiendo oído lo que oí; pero yo había quebrado parte de las cadenas, por mucho que me hubiesen engañado, y…
Lo importante, no era un crimen que él hubiese cometido. Pensar que Lyn podía forzar a las personas a decir la verdad daba miedo. Puse la cabeza hacia atrás, viendo el cielo nocturno. Algo de un secuestro, noséquiénHont, el tal Tau Farley, y otro montón de cosas que sonaban complicadas y en las que sólo pensar sabiendo tan poco casi empezaban a provocarme dolor de cabeza.
«Matarlo por algo de lo que no tiene culpa…» posé los ojos sobre una estrella, cruzado de brazos e inhalando suavemente. Ya tenía una dosis suficientemente grande de eso en mi vida, pensar que podría haber ayudado a que lo matasen me provocó un leve escalofrío. «Esa sargento mandó a vigilar los puertos, y si lo iban a ejecutar dudo que se molestasen en darle comida, no llegará muy lejos a pie…» le di vuelta a un índice, estirándolo mientras bajaba la mirada pensativo.
Di un último suspiro.
—¿Sabéis cuando van a partir embarcaciones? —puse los brazos a mi lado lentamente, subiendo uno hasta mi pecho y apretando algo por debajo de mi túnica—. Sé cómo colarlo en una. Ayudaré a Suō a escapar.
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Vergüenza ajena, eso fue lo que le produjeron los penosos intentos del elfo de desviar la atención de su posible implicación en la fuga de Tatsuya. El hombre no habría durado un asalto en Beltrexus; ni en las calles, ni en los grandes salones. La ciudad podía ser una trampa mortal para un tipo como él, y no sólo por la forma de sus orejas.
Valeria lo observaba con atención mientras hablaba. No había que ser un genio para darse cuenta de que ocultaba algo, sin embargo, ya fuera por falta de paciencia, o quizá por todo lo contrario, la sargento Wallace decidió no insistir sobre el tema. A la bruja le habría encantado cruzar un par de palabras con el muchacho, que quizá fuera bastante mayor que ella puestos a pensarlo, pero no con la guardia de por medio.
En cualquier caso, la reaparición de Tale en la boca de la alcantarilla desvió todo el foco de atención. Val contuvo el aliento durante el momento que le llevó darse cuenta de que Tatsuya no estaba con el dúo. ¿Se les había escapado? Eltrant Tale, inspiración de trovadores y ministreles desde la fría Dundarak hasta la vibrante Lunargenta, había perdido a un mercenarucho de tres al cuarto. «Y una mierda», pensó la bruja mientras su mirada se desviaba hacia la vampiresa. ¿Qué misteriosos poderes escondería la “muchacha” tras su carita infantil? Puede que fuera mejor no tentar a la suerte tratando de averiguarlo.
—No te tortures —le dijo con tono amable al humano, volviendo la mirada hacia él—, un brujo sin restricciones puede ser muy escurridizo. Ya viste que hasta encadenado logró escapar de prisión —añadió. Por el rabillo del ojo pudo ver cómo Wallace apretaba las mandíbulas ante el comentario. La bruja no sintió remordimiento alguno—. Hasta donde yo sé, él no es de por aquí, pero ignoro lo bien que pueda conocer el alcantarillado de la ciudad. ¿Qué hay de su compañero?
—¿Compañero? —preguntó la sargento algo descolocada. Acababa de ordenar vigilancia sobre el puerto, cosa que a Valeria le pareció acertado, pero insuficiente.
—El tipo con el que escapó —aclaró la bruja—. Tale ha dicho: “han sido más rápidos que yo”. Sin duda, Suō no estaba solo. Este hombre debe de conocer la zona, los túneles subterráneos. ¿Hay algún lugar al que haya podido guiar al fugitivo? Imagino que querrán reponerse, quizá cambiarse de ropa, reunir provisiones, antes de intentar salir de la ciudad.
La mujer no respondió directamente, hizo un gesto de asentimiento y se volvió de nuevo a sus hombres. Valeria apartó la mirada de ellos, intentando no mostrar demasiado interés, pero oyó lo suficiente para saber que, siguiendo su sugerencia, investigarían también al otro tipo. Ella por su parte, buscó de nuevo la mirada del humano.
—Has hecho un buen trabajo —le aseguró una vez más con una sonrisa calma. Llevó su mano al antebrazo de él y presionó ligeramente—. ¿Puedo ayudarte con algo?, ¿estás herido?
Señaló con un gesto de la cabeza la pared derribada, la que había atravesado cuando hicieron entrada los cazarrecompensas, y luego apartó ligeramente su capa para dejar ver el bolso en el que guardaba sus hierbas y potingues. Después volvió a mirar al elfo y la vampiro. No tenía intención de evitar que Tale se reuniera con sus compañeros, por más que se muriese de curiosidad por escuchar lo que los tres tuvieran que hablar.
Por otro lado estaban Wallace y sus confabulaciones con los guardias, pero estaba segura que ella no le dejaría meter baza en aquel entierro. Había dejado bien clara su postura con los dos guardias que le había colocado a ambos lados. Ella misma estaba aún preguntándose si le convenía más librarse de ellos o habría alguna forma de utilizarlos.
¿Dónde demonios se habría metido Tatsuya? No tenía forma de averiguarlo pero, en cualquier caso, el puerto seguía siendo la vía de escape más probable y, sin duda, la más rápida. Si lograba burlar a la guardia, podría estar camino de cualquier parte antes del mediodía. «Qué casualidad que yo también tenga que embarcar en la mañana».
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OFF: Les pido mil perdones por el retraso, caballeros. Ya que queda poco para terminar, pondré este tema en prioritarios de aquí a que termine
Valeria lo observaba con atención mientras hablaba. No había que ser un genio para darse cuenta de que ocultaba algo, sin embargo, ya fuera por falta de paciencia, o quizá por todo lo contrario, la sargento Wallace decidió no insistir sobre el tema. A la bruja le habría encantado cruzar un par de palabras con el muchacho, que quizá fuera bastante mayor que ella puestos a pensarlo, pero no con la guardia de por medio.
En cualquier caso, la reaparición de Tale en la boca de la alcantarilla desvió todo el foco de atención. Val contuvo el aliento durante el momento que le llevó darse cuenta de que Tatsuya no estaba con el dúo. ¿Se les había escapado? Eltrant Tale, inspiración de trovadores y ministreles desde la fría Dundarak hasta la vibrante Lunargenta, había perdido a un mercenarucho de tres al cuarto. «Y una mierda», pensó la bruja mientras su mirada se desviaba hacia la vampiresa. ¿Qué misteriosos poderes escondería la “muchacha” tras su carita infantil? Puede que fuera mejor no tentar a la suerte tratando de averiguarlo.
—No te tortures —le dijo con tono amable al humano, volviendo la mirada hacia él—, un brujo sin restricciones puede ser muy escurridizo. Ya viste que hasta encadenado logró escapar de prisión —añadió. Por el rabillo del ojo pudo ver cómo Wallace apretaba las mandíbulas ante el comentario. La bruja no sintió remordimiento alguno—. Hasta donde yo sé, él no es de por aquí, pero ignoro lo bien que pueda conocer el alcantarillado de la ciudad. ¿Qué hay de su compañero?
—¿Compañero? —preguntó la sargento algo descolocada. Acababa de ordenar vigilancia sobre el puerto, cosa que a Valeria le pareció acertado, pero insuficiente.
—El tipo con el que escapó —aclaró la bruja—. Tale ha dicho: “han sido más rápidos que yo”. Sin duda, Suō no estaba solo. Este hombre debe de conocer la zona, los túneles subterráneos. ¿Hay algún lugar al que haya podido guiar al fugitivo? Imagino que querrán reponerse, quizá cambiarse de ropa, reunir provisiones, antes de intentar salir de la ciudad.
La mujer no respondió directamente, hizo un gesto de asentimiento y se volvió de nuevo a sus hombres. Valeria apartó la mirada de ellos, intentando no mostrar demasiado interés, pero oyó lo suficiente para saber que, siguiendo su sugerencia, investigarían también al otro tipo. Ella por su parte, buscó de nuevo la mirada del humano.
—Has hecho un buen trabajo —le aseguró una vez más con una sonrisa calma. Llevó su mano al antebrazo de él y presionó ligeramente—. ¿Puedo ayudarte con algo?, ¿estás herido?
Señaló con un gesto de la cabeza la pared derribada, la que había atravesado cuando hicieron entrada los cazarrecompensas, y luego apartó ligeramente su capa para dejar ver el bolso en el que guardaba sus hierbas y potingues. Después volvió a mirar al elfo y la vampiro. No tenía intención de evitar que Tale se reuniera con sus compañeros, por más que se muriese de curiosidad por escuchar lo que los tres tuvieran que hablar.
Por otro lado estaban Wallace y sus confabulaciones con los guardias, pero estaba segura que ella no le dejaría meter baza en aquel entierro. Había dejado bien clara su postura con los dos guardias que le había colocado a ambos lados. Ella misma estaba aún preguntándose si le convenía más librarse de ellos o habría alguna forma de utilizarlos.
¿Dónde demonios se habría metido Tatsuya? No tenía forma de averiguarlo pero, en cualquier caso, el puerto seguía siendo la vía de escape más probable y, sin duda, la más rápida. Si lograba burlar a la guardia, podría estar camino de cualquier parte antes del mediodía. «Qué casualidad que yo también tenga que embarcar en la mañana».
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OFF: Les pido mil perdones por el retraso, caballeros. Ya que queda poco para terminar, pondré este tema en prioritarios de aquí a que termine
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Re: El Día del Juicio [Libre] [Cerrado]
Permanecí atolondrado, viendo fijamente el túnel por el que desapareció la pareja. No me entraba en la cabeza cómo después de una agresiva persecusión, toquetear mi mente y hacerme confesar mis secretos más recónditos, ambos dieran media vuelta y se marchasen. Eltrant Tale. Recordaría ese nombre, ese rostro, y aún más importante, sus palabras antes de marcharse: «Segunda oportunidad, Suou. Aprovéchala bien».
—Ni siquiera me molestaré en preguntar qué acaba de pasar. — comentó el galeno. — A mi laboratorio. Ya.
Traté de ponerme en pie y mi cuerpo se tambaleó, arrojándome de regreso al suelo. Antes de cuestionarme el porqué, mis tripas respondieron con un ferviente rugido. «Oh. Así que era eso». Refunfuñando, Byleth me extendió la mano y con un impulso me reincorporó.
—¿Falta... mucho? — pregunté con un jadeo de por medio. — Espero que tengas algo de comer.
—Está a la vuelta de la esquina. Sé un chico fuerte. — afirmó fatigado — Fetos conservados en formol, hongos alucinógenos y ratas disecadas. Escoge tu veneno. — hizo una pausa ante el eco de unas pisadas. — Ya vienen. Date prisa.
Apoyándonos el uno sobre el otro, cojeamos hasta chocar con un muro al extremo del corredor, fenestrado por un estrecho agujero del cual brotaba un oscuro líquido de aroma pestilente. Ya me había revolcado en más mierda durante esa noche que en toda mi vida, por lo que me limité a suspirar y aguardar pacientemente a que me confirmase que esa era la vía de escape.
—Es por aquí. — dijo, señalando el conducto. — Siéntete honrado de ser mi primer invitado... al menos vivo.
—Espera, ¿qué? — arqueé una ceja, desorientado.
El hideputa me ignoró por completo y se adentró en el túnel. Cubrí como pude mis piernas con los restos del vestido y seguí sus pasos. Demasiado estrecho... y oscuro. Sentía la fricción de cada parte de mi cuerpo con algunos líquidos pegajosos, otras cosas de contextura sólida que, quería imaginar, serían gusanos. A todo esto, el culo de Byleth se arrastraba frente a mis ojos, empeorando de sobremanera la experiencia. Al menos percibí a nuestros perseguidores desviarse en otra dirección hasta perderse en la lejanía: una pequeña victoria entre tanta mierda. Nunca mejor dicho.
El alquimista detuvo su marcha y empujó una camuflada trampilla, descubriendo la tenue luz de una vela al otro lado del túnel. Su laboratorio consistía en un sótano bien iluminado, con una voluminosa mesa en el centro y numerosos estantes a su alrededor, rebosantes de frascos y libros, de todos los colores y olores. De estos últimos, destacaba una peste agria que impregnaba la habitación y que hacía arder los ojos.
—¿Qué carajos huele así? ¿La cena?
—No es algo que puedas digerir. — replicó con el característico tono de misterio y pretensión que comparte cada galeno del continente — Es el olor del conocimiento, amigo mío. Algunos lo llaman magia, yo prefiero llamarlo formol: un elixir que preserva la vida, aún después de la muerte. — se acercó a la mesa y levantó su tapa, descubriendo el fresco cadáver de un vampiro abierto en canal, con la mayor parte de sus vísceras aún intactas. Con un ademán cuidadoso, Byleth acarició los cabellos del difunto. — Te he extrañado. Ahora, dime, ¿dónde estaba...?
El alquimista introdujo sus manos en el abdomen del cadáver, removiendo las tripas cual ensalada. Los desagradables chasquidos que producía con cada movimiento me hicieron revolver el estómago. Consideré marcharme, mas el pasadizo no parecía mejor opción. No me quedó de otra más que tomar asiento hasta que terminara su labor.
Con un «¡ajá!», Byleth extrajo un delgado cuchillo ensangrentado de las entrañas del hombre y me lo extendió, a lo que disentí rotundamente.
—Y pensar que la guardia de Sacrestic Ville sigue en mi búsqueda, cuando hay enfermos como tú que viven y respiran en esta ciudad. — sentencié con una voz altanera — Vayámonos antes de que me dé algo.
Byleth frunció el ceño.
—La diferencia entre tú y yo, es que yo estudio para salvar la vida de aquellos a los que tanto te esfuerzas por matar. — cortó en seco, apretando impetuosamente el arma. Tras un suspiro, calmó sus nervios y retomó la oferta — Aún no estamos a salvo. Tengo entendido que lo tuyo son las armas punzocortantes.
Acepté el trato con repelús, justo a tiempo para escuchar el estruendo de una puerta rota desde el piso supradyacente. El galeno se mordió los labios y me miró, señalando el ataúd.
—Uh... Nunca me llevé bien con los vampiros.
—Si no te metes allí, pronto tendrán una cosa más en común.
Chasqueé la lengua, aún titubeando, hasta que un segundo golpe hizo a la idea más tentadora. Di un salto de fe al funesto camastro mientras Byleth bajaba la tapa y sumía la habitación en oscuridad. La reducida visión, el escaso aire que alcanzaba a inhalar, el bochorno y... la viscosidad que abrazaba mi espalda despertaron un nuevo temor en mí: la claustrofobia.
La puerta del sótano chirrió, anunciando algunos pisotones metálicos. Me llevé las manos a la boca y contuve la respiración.
—¿Ves algo?
—Urgh, ¿qué clase de olor es ese? Me arden los ojos. — la luz de una vela se filtró a través del marco — Mira toda esta basura. Y la sargento sigue insistiendo en que deben estar por aquí. No sé qué clase de ideas le habrá metido la brujilla en la mente, pero para mí que es otra cómplice. Los brujos no son de fiar.
—Creo que la peste viene de la mesa. ¿Debería echar un vistazo? — reposó la mano sobre el sarcófago.
—Qué va. Prefiero dejar a la imaginación lo que sea que esté allí dentro. Ayúdame a registrar el resto de la habitación.
Oí algunos vidrios romperse, estantes sacudirse, quejas y gruñidos por los siguientes minutos hasta que finalmente desistieron, perdiéndose la luz, las voces y sus blasfemias en la lejanía. Alcé ambas manos hacia la tabla para liberarme, percatándome en el proceso de un crepitar a mis espaldas. Me volteé progresivamente, vislumbrando un destello rojizo en los ojos de mi acompañante y sus finos colmillos acercándose a mi cuello.
Mis instintos me llevaron a lo que habría hecho cualquier hombre: enterrarle el cuchillo en la cuenca del ojo y salir disparado. Al emerger, me encontré con el galeno cerrando la trampilla.
—¡Pardiez! ¡¿Acaso quieres matarme?! ¡Por poco y tu amigo me hinca el diente! — exclamé agitado, mordiéndome la lengua al recordar el contexto de discreción. — ¿Qué sigue ahora?
—Ups. Olvidé mencionarte que utilizo un suero para mantener a mis cadáveres dormidos. Debió expirar el efecto. — justificó jovialmente, incitándome a voltearle el rostro de un derechazo. —Ahora descansaremos un poco. Con suerte, pasarán horas antes de que envíen a la siguiente patrulla. — aseguró — Hay que cambiar esa ropa y... disfrutar la cena. Aproveché de cazar mientras estaba afuera.— extrajo un par de ratas de su toga con una sonrisa complaciente.
—Ni siquiera me molestaré en preguntar qué acaba de pasar. — comentó el galeno. — A mi laboratorio. Ya.
Traté de ponerme en pie y mi cuerpo se tambaleó, arrojándome de regreso al suelo. Antes de cuestionarme el porqué, mis tripas respondieron con un ferviente rugido. «Oh. Así que era eso». Refunfuñando, Byleth me extendió la mano y con un impulso me reincorporó.
—¿Falta... mucho? — pregunté con un jadeo de por medio. — Espero que tengas algo de comer.
—Está a la vuelta de la esquina. Sé un chico fuerte. — afirmó fatigado — Fetos conservados en formol, hongos alucinógenos y ratas disecadas. Escoge tu veneno. — hizo una pausa ante el eco de unas pisadas. — Ya vienen. Date prisa.
Apoyándonos el uno sobre el otro, cojeamos hasta chocar con un muro al extremo del corredor, fenestrado por un estrecho agujero del cual brotaba un oscuro líquido de aroma pestilente. Ya me había revolcado en más mierda durante esa noche que en toda mi vida, por lo que me limité a suspirar y aguardar pacientemente a que me confirmase que esa era la vía de escape.
—Es por aquí. — dijo, señalando el conducto. — Siéntete honrado de ser mi primer invitado... al menos vivo.
—Espera, ¿qué? — arqueé una ceja, desorientado.
El hideputa me ignoró por completo y se adentró en el túnel. Cubrí como pude mis piernas con los restos del vestido y seguí sus pasos. Demasiado estrecho... y oscuro. Sentía la fricción de cada parte de mi cuerpo con algunos líquidos pegajosos, otras cosas de contextura sólida que, quería imaginar, serían gusanos. A todo esto, el culo de Byleth se arrastraba frente a mis ojos, empeorando de sobremanera la experiencia. Al menos percibí a nuestros perseguidores desviarse en otra dirección hasta perderse en la lejanía: una pequeña victoria entre tanta mierda. Nunca mejor dicho.
El alquimista detuvo su marcha y empujó una camuflada trampilla, descubriendo la tenue luz de una vela al otro lado del túnel. Su laboratorio consistía en un sótano bien iluminado, con una voluminosa mesa en el centro y numerosos estantes a su alrededor, rebosantes de frascos y libros, de todos los colores y olores. De estos últimos, destacaba una peste agria que impregnaba la habitación y que hacía arder los ojos.
—¿Qué carajos huele así? ¿La cena?
—No es algo que puedas digerir. — replicó con el característico tono de misterio y pretensión que comparte cada galeno del continente — Es el olor del conocimiento, amigo mío. Algunos lo llaman magia, yo prefiero llamarlo formol: un elixir que preserva la vida, aún después de la muerte. — se acercó a la mesa y levantó su tapa, descubriendo el fresco cadáver de un vampiro abierto en canal, con la mayor parte de sus vísceras aún intactas. Con un ademán cuidadoso, Byleth acarició los cabellos del difunto. — Te he extrañado. Ahora, dime, ¿dónde estaba...?
El alquimista introdujo sus manos en el abdomen del cadáver, removiendo las tripas cual ensalada. Los desagradables chasquidos que producía con cada movimiento me hicieron revolver el estómago. Consideré marcharme, mas el pasadizo no parecía mejor opción. No me quedó de otra más que tomar asiento hasta que terminara su labor.
Con un «¡ajá!», Byleth extrajo un delgado cuchillo ensangrentado de las entrañas del hombre y me lo extendió, a lo que disentí rotundamente.
—Y pensar que la guardia de Sacrestic Ville sigue en mi búsqueda, cuando hay enfermos como tú que viven y respiran en esta ciudad. — sentencié con una voz altanera — Vayámonos antes de que me dé algo.
Byleth frunció el ceño.
—La diferencia entre tú y yo, es que yo estudio para salvar la vida de aquellos a los que tanto te esfuerzas por matar. — cortó en seco, apretando impetuosamente el arma. Tras un suspiro, calmó sus nervios y retomó la oferta — Aún no estamos a salvo. Tengo entendido que lo tuyo son las armas punzocortantes.
Acepté el trato con repelús, justo a tiempo para escuchar el estruendo de una puerta rota desde el piso supradyacente. El galeno se mordió los labios y me miró, señalando el ataúd.
—Uh... Nunca me llevé bien con los vampiros.
—Si no te metes allí, pronto tendrán una cosa más en común.
Chasqueé la lengua, aún titubeando, hasta que un segundo golpe hizo a la idea más tentadora. Di un salto de fe al funesto camastro mientras Byleth bajaba la tapa y sumía la habitación en oscuridad. La reducida visión, el escaso aire que alcanzaba a inhalar, el bochorno y... la viscosidad que abrazaba mi espalda despertaron un nuevo temor en mí: la claustrofobia.
La puerta del sótano chirrió, anunciando algunos pisotones metálicos. Me llevé las manos a la boca y contuve la respiración.
—¿Ves algo?
—Urgh, ¿qué clase de olor es ese? Me arden los ojos. — la luz de una vela se filtró a través del marco — Mira toda esta basura. Y la sargento sigue insistiendo en que deben estar por aquí. No sé qué clase de ideas le habrá metido la brujilla en la mente, pero para mí que es otra cómplice. Los brujos no son de fiar.
—Creo que la peste viene de la mesa. ¿Debería echar un vistazo? — reposó la mano sobre el sarcófago.
—Qué va. Prefiero dejar a la imaginación lo que sea que esté allí dentro. Ayúdame a registrar el resto de la habitación.
Oí algunos vidrios romperse, estantes sacudirse, quejas y gruñidos por los siguientes minutos hasta que finalmente desistieron, perdiéndose la luz, las voces y sus blasfemias en la lejanía. Alcé ambas manos hacia la tabla para liberarme, percatándome en el proceso de un crepitar a mis espaldas. Me volteé progresivamente, vislumbrando un destello rojizo en los ojos de mi acompañante y sus finos colmillos acercándose a mi cuello.
Mis instintos me llevaron a lo que habría hecho cualquier hombre: enterrarle el cuchillo en la cuenca del ojo y salir disparado. Al emerger, me encontré con el galeno cerrando la trampilla.
—¡Pardiez! ¡¿Acaso quieres matarme?! ¡Por poco y tu amigo me hinca el diente! — exclamé agitado, mordiéndome la lengua al recordar el contexto de discreción. — ¿Qué sigue ahora?
—Ups. Olvidé mencionarte que utilizo un suero para mantener a mis cadáveres dormidos. Debió expirar el efecto. — justificó jovialmente, incitándome a voltearle el rostro de un derechazo. —Ahora descansaremos un poco. Con suerte, pasarán horas antes de que envíen a la siguiente patrulla. — aseguró — Hay que cambiar esa ropa y... disfrutar la cena. Aproveché de cazar mientras estaba afuera.— extrajo un par de ratas de su toga con una sonrisa complaciente.
Tatsuya Suō
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