La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Hyro
–Demonios, debí traer algo para entretenerme –murmuré, aburrido–. Y no parece que vaya a pasarse por aquí algún cliente. –Eché un vistazo a las otras tiendas desde mi posición–. Debí obligar a Xana a vestir su bikini de chica gato sirvienta; habría atraído a varios así. Aunque… ¿cómo podría haberla obligado? Ya se está haciendo difícil, y ella hasta tiene suficiente poder para hacerme lamer el suelo. Dejó de ser la chica indefensa e ingenua de antes, mientras que Rauko sigue siendo igual de despistado y manipulable. –Enarqué una ceja, de pronto, y luego suspiré–. Ay, no puede ser, ya estoy teniendo soliloquios igual que Rauko.
Entonces, finalmente, vi a un par de niños acercarse. Instintivamente esbocé una sonrisa radiante e enderecé mi espalda, esperándolos con ansias. No estaba seguro de que realmente no pasarían de largo, pero quise ser optimista.
Y agradecí a dioses en los que no creía cuando llegaron a mi puesto.
–Bienvenidos –les dije.
Entonces algo evitó que diera el discurso de bienvenida que había preparado. Uno de ellos se me hacía un poco familiar. ¿Lo conocía? Estaba seguro de que sí, pero no recordaba su nombre. ¿Cómo se llamaba? Por algún motivo, al intentar recordar el nombre, creí que tendría alguna relación con cierto acto no apto para infantes. ¿Por qué demonios pensé en eso? Era absurdo, así que alejé tal pensamiento de mi mente.
Y finalmente lo supe: no lo conocía, sino que lo confundí con alguien más, con un niño bio-cibernético que visitó el taller tiempo atrás. Quise reírme de mí mismo, pero logré mantenerme inmutable.
Pero eso se hizo extrañamente difícil gracias al otro niño. Este permaneció mirándome a los ojos fijamente.
¿Qué debía hacer? Le mantuve la mirada, aún sin borrar mi sonrisa que con cada segundo se hacía más forzada. Incómodo, demasiado incómodo.
Pensé en un comentario ingenioso, mi salvación, perfecto para la situación.
Abrí la boca y al instante el primer niño hizo que el otro apartara la mirada para examinar los productos en venta.
Me sentí aliviado, pero al mismo tiempo decepcionado. «Bueno, ya usaré la frase en otra ocasión», pensé encogiéndome de hombros.
Dejé que observaran, que se tomaran su tiempo. Relajé mi expresión y mi sonrisa cambió a una perezosa.
–Muy buena elección, chicos –comenté cuando por fin escogieron lo que querían comprar. Y, por cierto, había planeado decir aquello sin importar la elección de los niños.
Atraje hacia mí mediante telequinesis las monedas del pago. Cuando aterrizaron en mi mano, ya había contado la cantidad y me había asegurado de que fueran monedas reales. Sonreí satisfecho.
–Gracias por comprar en esta humilde tienda –fue la frase con la que me despedí de los dos.
Poco después por fin Rauko se apareció.
–Adivina –le dije con una sonrisa ladina mientras hacía levitar las monedas. Quería hacerle ver que tuve la razón y que Rauko se equivocó al ser tan pesimista. Me sentía como si le hubiera ganado en una apuesta y que mi recompensa sería ver al elfo darme la razón.
–Oh, genial. Al final no hizo falta que yo hiciera algo –respondió Rauko sin darle demasiada importancia al asunto. Se dirigió sin prisa al fondo de la tienda y se tumbó en el suelo.
Me sorprendió la facilidad y rapidez con la que el elfo se quedó dormido, y también me decepcionó el modo en que este me dio la razón. Fue… aburrido.
Suspiré.
–Debí traer algo para entretenerme.
Entonces, finalmente, vi a un par de niños acercarse. Instintivamente esbocé una sonrisa radiante e enderecé mi espalda, esperándolos con ansias. No estaba seguro de que realmente no pasarían de largo, pero quise ser optimista.
Y agradecí a dioses en los que no creía cuando llegaron a mi puesto.
–Bienvenidos –les dije.
Entonces algo evitó que diera el discurso de bienvenida que había preparado. Uno de ellos se me hacía un poco familiar. ¿Lo conocía? Estaba seguro de que sí, pero no recordaba su nombre. ¿Cómo se llamaba? Por algún motivo, al intentar recordar el nombre, creí que tendría alguna relación con cierto acto no apto para infantes. ¿Por qué demonios pensé en eso? Era absurdo, así que alejé tal pensamiento de mi mente.
Y finalmente lo supe: no lo conocía, sino que lo confundí con alguien más, con un niño bio-cibernético que visitó el taller tiempo atrás. Quise reírme de mí mismo, pero logré mantenerme inmutable.
Pero eso se hizo extrañamente difícil gracias al otro niño. Este permaneció mirándome a los ojos fijamente.
¿Qué debía hacer? Le mantuve la mirada, aún sin borrar mi sonrisa que con cada segundo se hacía más forzada. Incómodo, demasiado incómodo.
Pensé en un comentario ingenioso, mi salvación, perfecto para la situación.
Abrí la boca y al instante el primer niño hizo que el otro apartara la mirada para examinar los productos en venta.
Me sentí aliviado, pero al mismo tiempo decepcionado. «Bueno, ya usaré la frase en otra ocasión», pensé encogiéndome de hombros.
Dejé que observaran, que se tomaran su tiempo. Relajé mi expresión y mi sonrisa cambió a una perezosa.
–Muy buena elección, chicos –comenté cuando por fin escogieron lo que querían comprar. Y, por cierto, había planeado decir aquello sin importar la elección de los niños.
Atraje hacia mí mediante telequinesis las monedas del pago. Cuando aterrizaron en mi mano, ya había contado la cantidad y me había asegurado de que fueran monedas reales. Sonreí satisfecho.
–Gracias por comprar en esta humilde tienda –fue la frase con la que me despedí de los dos.
Poco después por fin Rauko se apareció.
–Adivina –le dije con una sonrisa ladina mientras hacía levitar las monedas. Quería hacerle ver que tuve la razón y que Rauko se equivocó al ser tan pesimista. Me sentía como si le hubiera ganado en una apuesta y que mi recompensa sería ver al elfo darme la razón.
–Oh, genial. Al final no hizo falta que yo hiciera algo –respondió Rauko sin darle demasiada importancia al asunto. Se dirigió sin prisa al fondo de la tienda y se tumbó en el suelo.
Me sorprendió la facilidad y rapidez con la que el elfo se quedó dormido, y también me decepcionó el modo en que este me dio la razón. Fue… aburrido.
Suspiré.
–Debí traer algo para entretenerme.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Vendo a Chimar:
Diadema del hechicero a 160 Æ
Tragaéter a 170 Æ
Así que gano 20 Æ y, más importante, un lindo token de Hartem =D
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Rauko
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Mi intuición me dijo que el chico no trataba nada bueno, que no era normal que una persona de su edad anduviese con tantísimo dinero y que convidara a sus amigos a un festín de aparatejos de poca utilidad. Reservé mis intuiciones para quien me las preguntase y, aun así, tendría que insistir mucho en sus preguntas para que se las fuera a dar. El chico pidió una poción y mi deber fue vendérselo como a todos los demás. Al fin y al cabo, no era quién para juzgar a nadie por su apariencia física ni por su comportamiento social y mucho menos por la gente con la que se codease.
Me encargué personalmente de atenderle. Puse una mano en la cadera de Grosa, más cerca de su trasero que de su espalda, para apartarla del mostrador antes de que se abalanzase a hablar con el chico. La osa tartamudeó unas palabras que sonaron como gruñidos lastimeros y se retiró complacida.
El chico encargó un frasco de medicina multipropósito, nada con lo que pudiera traficar al por mayor al salir de la tienda. Viendo con la comodidad con la que se paseaba con dinero, habría esperado que comprase cualquier otro producto más llamativo. Alguna droga de esencia o quizás una poción con la que hacer verdadero daño. La compra resultó lógica para unos críos de su edad. La medicina era eficaz contra caídas, tropiezos y rasguños colaterales, frutos de una tarde de juegos y diversiones entre niños.
Offrol: Compra de Chimar.
Fabricación: - 30 aeros
Precio: + 50 aeros
Beneficio: + 20 aeros pa la saca
Me encargué personalmente de atenderle. Puse una mano en la cadera de Grosa, más cerca de su trasero que de su espalda, para apartarla del mostrador antes de que se abalanzase a hablar con el chico. La osa tartamudeó unas palabras que sonaron como gruñidos lastimeros y se retiró complacida.
El chico encargó un frasco de medicina multipropósito, nada con lo que pudiera traficar al por mayor al salir de la tienda. Viendo con la comodidad con la que se paseaba con dinero, habría esperado que comprase cualquier otro producto más llamativo. Alguna droga de esencia o quizás una poción con la que hacer verdadero daño. La compra resultó lógica para unos críos de su edad. La medicina era eficaz contra caídas, tropiezos y rasguños colaterales, frutos de una tarde de juegos y diversiones entre niños.
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Gerrit Nephgerd
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Viendo que me había tardado puede que un poquito hablando con Arvid, me apresuré a volver al puesto de la dragona. En teoría no habíamos acordado hora y podía explicárselo cuando sea; pero ella trabajaba casi que al otro final del continente, así que no era precisamente la mejor de las ideas dejarlo para después.
Mientras regresaba me rasqué un poco el pelo, pensando en lo de “ese golem tuyo puede guardar muchas cosas”. Es decir, no era mentira… por algo se habría dado cuenta. «¿De verdad lo hago tanto?» pensé, algo ansioso. Por la misma ansiedad empecé a sacar cosas del mismo; lo de siempre: el pergamino que me había dado Asher y con el que preparaba las runas de impulso; un par de piedras comunes y corrientes para tener siempre un depósito de donde, en primer lugar, marcar las runas con aquel pergamino; un taco de madera; mi bolsa de aeros; una tiz-
¿Taco de madera?
Paré de sacar cosas, viéndolo con la cara arrugada y una ceja a medio alzar. No puede ser. Lavey tenía… razón. A medias. Pero razón a fin de cuentas. Lo levanté, un extremo estaba cortado; pero no liso. Me tocó suponer que probablemente era una parte que había volado antes de un hachazo y no la vi caer dentro del golem, o de que estaba desarrollando el mal hábito de meterle cosas sin pensarlo. Si la “lagartija” se enteraba se echaría sus risas.
Que es exactamente la razón por la que iba a decírselo. No dolía demasiado que se rieran de uno por unos momentos. Peero… parece que me salvaría. Al volver al puesto de las dragonas noté inmediatamente su ausencia. También noté entonces algunas cosas que tenía en el lugar, no es que no las hubiese visto antes – simplemente no les había hecho caso, más interesado en charlar y bromear un poco.
Tomé una daga de apariencia... atractiva. No sabía como una empañadura con una cuchilla de metal podía lucir atractiva; pero está daga claramente si que sabía cómo hacerlo. «¿Hm?» la acerqué a mi nariz, era leve, pero también estaba aromatizada. Olía bien.
—Entonces… ¿cuál dices qué es el propósito de esto? —pregunté a Reivy por el arma—. ¿No la hiciste demasiado bonita? Y tiene hasta un poquito de perfume. ¿La gente no va por ahí cómo… “te voy a dejar decorado y oloroso… ¡EL CUELLO!” o algo así, no? —bromeé, haciendo los gestos de apuñalamiento.
Deje a un lado la daga y tomé un pequeño silbato, inspeccionándolo. Lo máximo que podías inspeccionar uno al menos, es decir que estaba poniéndole el ojo por donde entraría el aire de la boca y por donde se suponía debería salir, buscando… algo. Le vi la cara a la mujer y me encogí de hombros, arrugando la nariz. Era como preguntarle “¿y esto qué?”, pero sin palabras.
Ladeé la cabeza algo incrédulo al oír el funcionamiento. Por otro lado, no había razón para que me mintiese en primer lugar, así que lo tomé por lo qué era.
—¿Supongo qué no es una muestra? —pregunté, revisándome el cuerpo con una mano tentativamente. Al recordar donde tenía los aeros chasqueé los dedos y enterré la mano en el golem—. ¿Cómo hiciste esto? Oh, mejor. ¡Véndemelo a mí! Imagina… las posibilidades. ¡Sé cómo suenan…! muchas cosas. No me negaras que así te deshiciste de la competencia en Ulmer, entrabas a un lugar, lo sonabas para llamar pájaros carpinteros, y cuando venían a ver les estaban picoteando toda la carpintería —agité el silbato frente a ella, intentando fastidiarla. Lavey no estaba aquí, así que alguien debía hacerlo—. Toma, ¿cuánto dices qué es…?
Luego de darle lo merecido a la dragona, guardé el silbato a un lado. Estaba tentado a probarlo, pero no podía imaginar nada que no resultase en desastre al atraer ciertos animales a plena feria. Viendo que no se estaba acercado mucha más gente, aproveche de tomar el trozo de madera y enseñárselo.
—Ya hablé con Bárbara, está fácil, y como no pareces ocupada… ¿te explico ya? O si te parece mejor, puedo ir haciéndolo atrás para mostrarte y te explico cuando ya lo tenga listo. No te preocupes por las herramientas, si fuese más complicado me tendrías que prestar las tuyas, pero creo que puedo arreglármelas.
Caminé detrás de la parada de la dragona y me senté en el suelo con la madera, tomando parte del golem en forma de sierra y usando el resto para apoyar el taco, endureciendo esa base lo suficiente como para que no se moviera por nada del mundo, y comencé a trabajar, volviendo la arcilla una herramienta u otra según las necesitaba. De a ratos, mientras ella no tenía que atender a nadie, le enseñaba los avances y le explicaba lo que había hecho.
No tardé demasiado en terminar y mostrárselo del todo, repasando de nuevo los pasos para realizarlo. No me cabía mucha duda que entendería fácilmente, trabajaba la madera mejor que yo, después de todo. Viendo el carcaj se me ocurrió que era extraño que otra arquera que no conocía no estuviese por aquí.
O el lobo arcanista. Eran muy... ¿competitivos? Bueno, no, el segundo seguramente diría algo como "Competencia implica que se comparan conmigo, lo cuál no es cierto." También, puede que fuese cosa mía, pero estaba... casi seguro de haber escuchado un "LACAYO" por allí, pero no podía decir que yo no escuchase cosas muchas veces. Sin embargo; tampoco podía decir que supiese de demasiadas personas que usarían de verdad esa palabra.
Eran buenos mercaderes, así que no era descabellado suponer que estarían aquí. Me daría una vuelta por el lugar a ver si los encontraba y curiosear un poco que tenían.
Mientras regresaba me rasqué un poco el pelo, pensando en lo de “ese golem tuyo puede guardar muchas cosas”. Es decir, no era mentira… por algo se habría dado cuenta. «¿De verdad lo hago tanto?» pensé, algo ansioso. Por la misma ansiedad empecé a sacar cosas del mismo; lo de siempre: el pergamino que me había dado Asher y con el que preparaba las runas de impulso; un par de piedras comunes y corrientes para tener siempre un depósito de donde, en primer lugar, marcar las runas con aquel pergamino; un taco de madera; mi bolsa de aeros; una tiz-
¿Taco de madera?
Paré de sacar cosas, viéndolo con la cara arrugada y una ceja a medio alzar. No puede ser. Lavey tenía… razón. A medias. Pero razón a fin de cuentas. Lo levanté, un extremo estaba cortado; pero no liso. Me tocó suponer que probablemente era una parte que había volado antes de un hachazo y no la vi caer dentro del golem, o de que estaba desarrollando el mal hábito de meterle cosas sin pensarlo. Si la “lagartija” se enteraba se echaría sus risas.
Que es exactamente la razón por la que iba a decírselo. No dolía demasiado que se rieran de uno por unos momentos. Peero… parece que me salvaría. Al volver al puesto de las dragonas noté inmediatamente su ausencia. También noté entonces algunas cosas que tenía en el lugar, no es que no las hubiese visto antes – simplemente no les había hecho caso, más interesado en charlar y bromear un poco.
Tomé una daga de apariencia... atractiva. No sabía como una empañadura con una cuchilla de metal podía lucir atractiva; pero está daga claramente si que sabía cómo hacerlo. «¿Hm?» la acerqué a mi nariz, era leve, pero también estaba aromatizada. Olía bien.
—Entonces… ¿cuál dices qué es el propósito de esto? —pregunté a Reivy por el arma—. ¿No la hiciste demasiado bonita? Y tiene hasta un poquito de perfume. ¿La gente no va por ahí cómo… “te voy a dejar decorado y oloroso… ¡EL CUELLO!” o algo así, no? —bromeé, haciendo los gestos de apuñalamiento.
Deje a un lado la daga y tomé un pequeño silbato, inspeccionándolo. Lo máximo que podías inspeccionar uno al menos, es decir que estaba poniéndole el ojo por donde entraría el aire de la boca y por donde se suponía debería salir, buscando… algo. Le vi la cara a la mujer y me encogí de hombros, arrugando la nariz. Era como preguntarle “¿y esto qué?”, pero sin palabras.
Ladeé la cabeza algo incrédulo al oír el funcionamiento. Por otro lado, no había razón para que me mintiese en primer lugar, así que lo tomé por lo qué era.
—¿Supongo qué no es una muestra? —pregunté, revisándome el cuerpo con una mano tentativamente. Al recordar donde tenía los aeros chasqueé los dedos y enterré la mano en el golem—. ¿Cómo hiciste esto? Oh, mejor. ¡Véndemelo a mí! Imagina… las posibilidades. ¡Sé cómo suenan…! muchas cosas. No me negaras que así te deshiciste de la competencia en Ulmer, entrabas a un lugar, lo sonabas para llamar pájaros carpinteros, y cuando venían a ver les estaban picoteando toda la carpintería —agité el silbato frente a ella, intentando fastidiarla. Lavey no estaba aquí, así que alguien debía hacerlo—. Toma, ¿cuánto dices qué es…?
Luego de darle lo merecido a la dragona, guardé el silbato a un lado. Estaba tentado a probarlo, pero no podía imaginar nada que no resultase en desastre al atraer ciertos animales a plena feria. Viendo que no se estaba acercado mucha más gente, aproveche de tomar el trozo de madera y enseñárselo.
—Ya hablé con Bárbara, está fácil, y como no pareces ocupada… ¿te explico ya? O si te parece mejor, puedo ir haciéndolo atrás para mostrarte y te explico cuando ya lo tenga listo. No te preocupes por las herramientas, si fuese más complicado me tendrías que prestar las tuyas, pero creo que puedo arreglármelas.
Caminé detrás de la parada de la dragona y me senté en el suelo con la madera, tomando parte del golem en forma de sierra y usando el resto para apoyar el taco, endureciendo esa base lo suficiente como para que no se moviera por nada del mundo, y comencé a trabajar, volviendo la arcilla una herramienta u otra según las necesitaba. De a ratos, mientras ella no tenía que atender a nadie, le enseñaba los avances y le explicaba lo que había hecho.
No tardé demasiado en terminar y mostrárselo del todo, repasando de nuevo los pasos para realizarlo. No me cabía mucha duda que entendería fácilmente, trabajaba la madera mejor que yo, después de todo. Viendo el carcaj se me ocurrió que era extraño que otra arquera que no conocía no estuviese por aquí.
O el lobo arcanista. Eran muy... ¿competitivos? Bueno, no, el segundo seguramente diría algo como "Competencia implica que se comparan conmigo, lo cuál no es cierto." También, puede que fuese cosa mía, pero estaba... casi seguro de haber escuchado un "LACAYO" por allí, pero no podía decir que yo no escuchase cosas muchas veces. Sin embargo; tampoco podía decir que supiese de demasiadas personas que usarían de verdad esa palabra.
Eran buenos mercaderes, así que no era descabellado suponer que estarían aquí. Me daría una vuelta por el lugar a ver si los encontraba y curiosear un poco que tenían.
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Compró el Silbato de Cazador de Reivy por 100 aeros (creo que ese es el precio de venta que pone, pero me descuentan lo que Reivy diga que es), y creo que eso me da el Token de Hartem. También le enseño la receta de Carcaj Ligero en pleno evento, si es posible, sino pues será otro día en taller. Y si se puede de una vez considerando lo anterior, también le enseño la Cervatana Simple, que qué flojera hacer otro post de eso debiendo tanto ;c Ambas recetas se las enseño sin costo alguno.
Finalmente, aparte de ‘enseñar’ la receta, también hago como tal el Carcaj Ligero, así de verás de veritas, el cual pueden sentirse muy pero muy libres de comprar, excepto si se llaman Valyria. Esos son 30 aeros, lo que con la compra de arriba queda en 130 menos para mí, lo que me deja en 100.
...Reirei y Asher no me miren así, ¡ya voy, ya voy!
Por cierto, "-Eres un perro muy grande, tío. ¿Todo en ti viene en proporción?" Nayru a furry confirmed?
Anders
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Voy a hacer una pequeña aclaración, ya que me han llegado comentarios al respecto. Así evitamos futuras dudas.
El post de Anders es válido, siguiendo el siguiente criterio:
- Rad limitó las acciones que se pueden hacer en un mismo post basado en los objetivos del evento, que son 4. En este caso el post sólo resuelve uno de los objetivos.
- El conjunto de acciones tiene lógica, son parte de una misma línea temática.
En general, es recomendable dividir las cosas para mayor claridad y para poder dar a cada una su debido relato, pero este post no contraviene las reglas.
Demian
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Para gusto de Narfi, finalmente los chicos se tomaron un descanso. Artyhom se ofreció a cuidar el taller, con la indicación de dar una señal en caso de que apareciesen compradores, mientras ellos iban a dar una vuelta por las atracciones.
Sin duda la magia era la protagonista de todo ello, como era de esperarse en una feria organizada por brujos. Por algunos lados había brujos demostrando trucos sorprendentes a los visitantes, a cambio de algunos aeros, por otro competencias, o tiendas ofreciendo artículos de extrañas funciones.
Por supuesto, para Narfi lo más interesante eran los juegos.
Y así dieron con uno muy curioso. Se trataba de un laberinto en donde había un bolita de metal. Al comienzo había también un pequeño martillo.
–¿Qué hay que hacer, qué hay que hacer? –preguntó ansioso el pequeño Narfi, ante lo que el dueño del puesto contestó con una sonrisa que poco hacía por ocultar su interés en obtener dinero.
–Este es un juego de habilidad –dijo el sujeto, parado con orgullo–. ¿Ves ese martillo? –la cabeza de Narfi se movió de manera frenética, afirmando–. Lo que tienes que hacer es usar tu telekinesis para golpear con él la bolita. Si miras el laberinto, no es nada tan difícil, pero el asunto es que esa bolita es inmune a la telekinesis.
Narfi se encaramó sobre el mesón para ver mejor.
–El martillo lo podéis usar para empujar la bolita, sin embargo, sólo podéis hacerlo en esos agujeros de los costados. No podéis introducir el martillo al laberinto. Al final de todo hay un agujero marcado con amarillo. Si la bolita llega allí, eres el ganador. Pero también hay otros agujeros en el camino. Si cae en uno de ellos, pierdes. ¿Fácil, no?
Demian examinó el laberinto y, aunque resolverlo mentalmente era muy fácil, el guiar una bolita sólo a martillazos sin que cayera en los agujeros sonaba realmente complicado.
–Tú primero –dijo Narfi.
Demian ni siquiera tenía intenciones de participar, pero ante la insistencia de su amigo no pudo sino emitir un profundo suspiro.
–Vale, pero me huele a que esto está arreglado.
El chico se acercó al juego y levantó un dedo, apuntando al martillo. Éste se levantó y flotó hacia la bolita, dándole un discreto toque. Por supuesto, éste apenas se movió, pero con eso tenía ya una impresión de cuánta resistencia generaba y con qué fuerza debía golpear.
Los siguientes golpes fueron dados con cuidado y la pelota rebotó ágilmente por el laberinto, esquivando el primer orificio. La dinámica siguió, pero eventualmente...
–¡Demonios! –le bolita cayó por uno de los agujeros inferiores–. Esa cosa es jodidamente difícil.
El hombre no se burló, sino sólo emitió una sonrisa, como diciendo "vamos, dame más dinero y prueba otra vez".
El siguiente fue Narfi.
El pequeño hechicero se pasó largo rato mirando el laberinto, como decidiendo una y otra vez cuál iba a ser su estrategia. Luego estira una de sus manos con inseguridad.
El martillo tiembla unos instantes, para luego elevarse. El rostro de Narfi muestra una tremenda concentración, como si la vida se le fuera en lograr resolver ese juego. Y entonces...
¡Crack!
El martillo sale despedido, atravesando una de las murallas del laberinto.
–¡Ay no! –exclama Narfi– ¡No otra vez!
–¡Vais a tener que pagar por eso! –bramó el encargado. Claramente no le hacía gracia que le rompieran su fuente de ingresos.
El sujeto caminó hacia ellos, con el rostro visiblemente molesto. Entonces Demian le mostró la palma de su mano, para hacerle detenerse.
–Mire eso –indicó-
Todos giraron su cabeza hacia el lugar señalado por Demian y entonces una bolita se dejó caer por un agujero amarillo.
Los ojos de Narfi se abrieron como platos, Demian esbozó una sonrisa amplia y el tipo del juego quedó con la boca abierta. De alguna manera la bolita había rebotado por el juego, con toda la fuerza del martillo había pasado por sobre los agujeros y había terminado su camino en el principal, logrando una victoria.
–Le pagamos el daño, pero debe darle el premio a mi amigo –dijo Demian.
El hombre suspiró y se detuvo, volviendo tras el mesón para darle un llamativo muñeco de trapos a Narfi. Representaba un dragón, aunque de manera caricaturezca y alegre. Demian pasó unas monedas extra al sujeto y todo quedó saldado.
Narfi, por supuesto, no paró de hablar sobre su logro en todo el día, logro que había obtenido por sí mismo. No es que Demian hubiese usado una ilusión a último momento... ¿o sí? Hay preguntas que jamás tendrán respuesta.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
(*) Hago el desafío de Skarth, para obtener dicho token.
Demian
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
El elfo despertó por alguna razón, sin recuerdos de lo ocurrido en los últimos días, se encontraba en un barco junto a la playa de Beltrexus, la isla de los brujos, aunque no había nadie más a bordo, no tenía idea de cómo había llegado ahí pero considerando que no sabía navegar un barco, no parecía poder salir de la misma manera, además de eso el barco (aunque aún no lo notaba) tenía un enorme agujero por un costado que le impediría regresar de la manera que había llegado.
Salió a la cubierta y la luz lo cegó temporalmente, lo que indicaba que tenía al menos varios días sin ver la luz del sol, registró su cuerpo para ver si llevaba todas sus cosas encima, el guante de metal en la mano izquierda, la espada buena en la espalda cruzada con la espada rota en forma de equis. Se frotó la cara y sintió gruñir el estómago, tenía que conseguir algo de comer, sentía que no había comido nada en meses, aunque seguro estaba exagerando.
Saltó de la proa del barco y cayó en la orilla de la playa, dándose cuenta de la inutilidad del barco -Maldita sea- Murmuró mientras comenzaba a caminar para salir de la playa y adentrarse de camino a la ciudad de los brujos, caminó largo rato hasta llegar a una feria, colocó su capucha sobre la cabeza para cubrir sus orejas de elfo y se adentró en aquel lugar en busca de algo qué comer.
Registró sus bolsillos, aún tenía guardado algo de lo que había ganado anteriormente en sus misiones, y compró algunos bocadillos para comer al momento y otros para llevar, fue entonces cuando vio que la feria no estaba centrada en la comida sino en profesiones e incluso, había uno que otro rostro extrañamente conocido, sobre todo el joven elfo al que ya había conocido una vez en el pasado.
Caminó despacio como quien no quiere, prestando atención al entorno y manteniéndose siempre en guardia hasta llegar a las proximidades del chico que parecía ser un hábil herrero -Ma melava halani, Reuko- Intentó recordar el nombre del pequeño elfo mientras le señalaba algo que le interesaba, un arma muy particular al que ya se había enfrentado antes y que le había causado algunos problemas, sin duda sería interesante dominarla -Necesito una cadena fuerte y resistente, la mejor que tengas, que no se rompa fácilmente- Sacó una bolsa con algunos aeros que resonaban al chocar entre ellos en el interior de la misma y lo colocó con fuerza sobre la mesa de la pequeña tienda -Pagaré lo que cueste- Se cruzó de brazos para esperar, como si la cadena pudiera hacerse en un parpadeo.
Mientras esperaba, intentaba recordar lo último que había ocurrido, cómo había llegado ahí, o qué había pasado con el resto de la tripulación y por qué no había rastro de nadie más, tal vez habían abandonado la nave al llegar y lo habían abandonado a su suerte, de momento, no podía más que hacer suposiciones con su mente supositoria...
[1] Destino compra a Rauko un arma flexible de calidad superior y ofrece por ella 500 aeros, y se gana una galletita y un Token de Hartem. Salió a la cubierta y la luz lo cegó temporalmente, lo que indicaba que tenía al menos varios días sin ver la luz del sol, registró su cuerpo para ver si llevaba todas sus cosas encima, el guante de metal en la mano izquierda, la espada buena en la espalda cruzada con la espada rota en forma de equis. Se frotó la cara y sintió gruñir el estómago, tenía que conseguir algo de comer, sentía que no había comido nada en meses, aunque seguro estaba exagerando.
Saltó de la proa del barco y cayó en la orilla de la playa, dándose cuenta de la inutilidad del barco -Maldita sea- Murmuró mientras comenzaba a caminar para salir de la playa y adentrarse de camino a la ciudad de los brujos, caminó largo rato hasta llegar a una feria, colocó su capucha sobre la cabeza para cubrir sus orejas de elfo y se adentró en aquel lugar en busca de algo qué comer.
Registró sus bolsillos, aún tenía guardado algo de lo que había ganado anteriormente en sus misiones, y compró algunos bocadillos para comer al momento y otros para llevar, fue entonces cuando vio que la feria no estaba centrada en la comida sino en profesiones e incluso, había uno que otro rostro extrañamente conocido, sobre todo el joven elfo al que ya había conocido una vez en el pasado.
Caminó despacio como quien no quiere, prestando atención al entorno y manteniéndose siempre en guardia hasta llegar a las proximidades del chico que parecía ser un hábil herrero -Ma melava halani, Reuko- Intentó recordar el nombre del pequeño elfo mientras le señalaba algo que le interesaba, un arma muy particular al que ya se había enfrentado antes y que le había causado algunos problemas, sin duda sería interesante dominarla -Necesito una cadena fuerte y resistente, la mejor que tengas, que no se rompa fácilmente- Sacó una bolsa con algunos aeros que resonaban al chocar entre ellos en el interior de la misma y lo colocó con fuerza sobre la mesa de la pequeña tienda -Pagaré lo que cueste- Se cruzó de brazos para esperar, como si la cadena pudiera hacerse en un parpadeo.
Mientras esperaba, intentaba recordar lo último que había ocurrido, cómo había llegado ahí, o qué había pasado con el resto de la tripulación y por qué no había rastro de nadie más, tal vez habían abandonado la nave al llegar y lo habían abandonado a su suerte, de momento, no podía más que hacer suposiciones con su mente supositoria...
Destino
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Transacciones actualizadas
Gerrit: +40 aeros de beneficio por venta, +2PP en Alquimia
Demian: +2PP en Alquimia, por creación de objeto
Chimar: -470 aeros por compra en talleres
Rauko: +20 aeros de beneficio por venta
Anders: -30 aeros de materiales, +3PP en Carpintería (1 por creación de objeto y 2 por enseñanza de recetas)
Encargos pendientes: de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Asher; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Reike; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Reivy; y de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Rauko.
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
Eltrant Tale: Herrería y Curtiduría
Demian: Alquimia e Ingeniería
Gerrit Nephgerd: Alquimia
Reike: Alquimia y Arcanos
Anders: Carpintería
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 4
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
Ryuu: 4
Valyria: 5
Gerrit Nephgerd: 5
Fehu
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Pongo Warning porque no se dicen palabras feas pero se implican cosas divertidas. De diversión adulta. +18
Narrado por Fémur, la acompañante de Nayru.
Narrado por Fémur, la acompañante de Nayru.
Dejó a Nayru esperando en aquella horterada de tienda recargada de bordados y cojines. Si hubiese tenido odaliscas serviciales y algo de té se habría quedado, aunque al té no le encontrase uso alguno.
Suspiró y bostezó, estirándose como un gato para sacarse de encima el ramalazo de frío que le entró de repente; contempló el lugar sin saber muy bien qué hacer ahora. Llevaba un puñado de aeros en el bolsillo y tenía ganas de comprarse algo, pero lo que estaba viendo hasta ahora no servía para nada... o el precio era una mierda de alto. Enfiló calle abajo, fantaseando con esa vara que gemía obscenidades cada vez que golpeaba a alguien... tan cara... tan divertida...
Curioseó por todos los rincones y habló con cualquiera que no considerase su sonrisa destapada como un intento de asesinato. A diferencia de la morena, a ella sí que le gustaba la gente, tanto horizontal como verticalmente, y disfrutaba de todos los formatos en los que solían venir, ya fuesen peludos o pelados, de colorines, de múltiples apéndices o con apéndices especiales, o listos para beber. Esos últimos eran siempre los mejores.
Se acercó a un puesto con conjuros de luz demasiado chillones, atraída por el olor de la sangre excitada y las risillas tontas. No vio letrero alguno que identificara la tienda o la mercancía pero ésta misma hablaba por sí sola: las precarias estanterías estaban llenas de juguetes, cremasy herramientas de dudoso funcionamiento que ella reconoció en su mayoría. Se acercó y pasó los brazos sobre los hombros de dos chicas jóvenes que miraban los productos con ojos ávidos.
-...de un verdadero hombre lobo, señoritas. ¡Mirad, mirad! ¡Anatómicamente correcto!
-Tú nunca te has acercado a un hombre lobo, ¿no? -preguntó sonriendo despreciativa; un breve silencio siguió a sus palabras- Obvio que no, o habrías recordado las partes divertidas que le faltan a eso que tienes en la mano.
-¿Qué dices? Este artilugio es perfecto en su-...
-Señoras mías, si quieren comprobar la veracidad de mis palabras les aconsejo que se paseen por Ulmer un poquito antes de la luna llena. De nada ~
Y acto seguido continuó con recorrido, silbando como si nada hubiese ocurrido. Ciertamente la feria de Beltrexus era impresionante, tenía muchísimas cosas que mostrar... pero empezaba a aburrirse de verdad. El aburrimiento era malo, le daba hambre.
Giró hacia la izquierda, esquivando una panda de niñatos que jugaban con ilusiones, topando de repente con una mole morena de dos metros, espesa barba oscura, bellos ojos oscuros, deliciosos abdominales inmunes al frío del invierno porque, joder, ellos era su propia fuente de calor. Sus silbidos subieron media octava de pura admiración, de modo que allá se dirigió.
-Hola morenazo, cuéntame que vendes. -ronroneó, acercándose al hombre recostado contra el poste. Si estaba ahí para captar clientela, lo acababa de conseguir.
Él sonrió. Con un gesto del brazo abarcó toda la tienda y a otro hombre rubio que no le quedó claro si estaba en el menú o es que era un ayudante. El puesto lucía modesto pero completo: estaba abarrotado de productos de ingeniería y alquimia perfectamente alienados, cada uno con su etiqueta de precio y funcionalidad. Vaya. A alguien le gustaba ser preciso.
La vampiresa no pensó encontrar nada de utilidad, pero varios de los artilugios expuestos llamaron su atención y dispararon su entusiasmo.
-¡Ésto! Me vendrá excelente para rastrear cuando Nay se pone toda ninja. Mi olfato es bueno, pero no soy un maldito animal. ¿Lo tenéis en otros formatos? Es que éste es muy feo. Ven, que te explico. Acércate más...
Aquella brújula iba a hacerles la vida más fácil a la hora de jugar al escondite con todo aquel que huyese. Incluso podrían abandonar la búsqueda al amanecer, no lo perderían de vista... siempre y cuando el objetivo conservase encima la otra parte del encantamiento. Fémur sonrió ampliamente al darse cuenta de que jamás volvería a perder a Nayru después de una noche de fiesta salvaje.
Vale. Le compro al macizorro de Gali (es decir, a Go'el) Brújula de Rastreo x-1 por 60ae, con [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] la brújula es el orbe en el que está suspendida la sombra del cuervo, que al cambiar de posición hará de aguja. La parte del rastreador es un collar simple de labradorita pequeñita del tamaño de una canica, sujetada con cuerda en red.
Anders. Ándate a la mierda, envidioso. Sé hombre y tírale los trastos a Asher por tu cuenta!
Nayru
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Una fecha como aquella no se podía dejar ir sin más. Una feria era todo lo que necesitaba un comerciante para que sus ojos se encendieran con el brillante color del oro.
Teniendo en cuenta que el mundo se había vuelto un lugar un poco más oscuro y caótico que de costumbre, arribar en las, por ahora, tranquilas islas Illidenses, no era ni por asomo una mala idea. Incluso trasladar parte de su mercancía desde la capital de los humanos a la ciudad que le viera nacer era un buen negocio.
En las ferias se solía ganar dinero y reputación a partes iguales, y ya era el momento de que de que la Espada Arcana ganara cierto renombre por aquellos lares. Uno que estuviera más alejado de la fama de unos padres profesores y las aventuras de sus hijos en el continente.
- Ya claro, como si alguien de por aquí conociera alguna de tus historias.
- Hey, vamos, tengo algún que otro amigo por estas tierras.
- Todo el mundo acepta unos tragos gratis de buena gana, a eso no lo llamaría amistad.
Tales palabras no tenían falta de verdad, pero pese a ello, el socio amigo de Vincent exageraba un poco, como solía ocurrir más de lo que el enano se atreviese a aceptar. Si es que no se podía comentar nada al respecto. La envidia era mala, muy mala.
- Olvidaba tu inherente negatividad, sobre todo respecto a mi persona. ¿Quién te hizo tanto daño para acabar así? ¿Algún mal de amores? - comentó el brujo con sorna, colocando una caja tras el mostrador del puesto del mercadillo que le habían asignado. - Bah, no me seas tan continental y vive la vida un poco-, dijo divertido, echándose en una silla y cargando todo su peso contra el respaldo al tiempo que colocaba sus brazos tras la nuca. - Claro que no soy famoso. Si quisiera eso me habría buscado otro tipo de vida. Pero aún así todavía quedan dos o tres personas que me quieren en esta maldita ciudad.
- Claro, mal de amores. Será mal de socio-, contestó Sandal, dejando todo el peso de una caja sobre el regazo del sentado brujo.
Vincent no pudo evitar resoplar ante el inesperado peso encima de él, y con mala gana ,agarró la caja antes de incorporarse y colocarla en un lugar más apropiado.
- Habráse visto. Enano cascarrabias, yo también he estado descargando el carro.
- No lo pongo en duda, pero no iba a dejar que posases tu culo cuando aún queda la mitad por descargar. No sin que me invitaras a un pinta al menos-, comentó, antes de echarse a reír.
Vincent refunfuñó, mientras se cercioraba que la caja que había depositado no quedaba desequilibrada encima de las otras, y se encaminó de vuelta al carro.
- Con ese humor como mucho te compraba vino del barato-, le dijo, antes de pararse y echarle un ojo al enano. - Aunque por estas tierras incluso ese está mejor que los meados que suelen hacer en Lunargenta-, bromeó, agarrándose el mentó cual estirado noble de la sociedad bruja. - En fin, aquí será mejor que nos andemos con ojo. En cada esquina hay una daga y una mala intención. Vamos, como en casa, pero con magia para hacerlo todo más divertido-, siguió su chanza.
Sandal volvió a reír, pero esta vez arrastró una caja de la parte de atrás del carromato, y se la acercó al brujo para que este la trasladara con el resto ya descargadas.
- ¿Y tu hija vendrá? - preguntó el socio de Vinc, sin dejar sus actuales quehaceres sobre la parte trasera del carro. - Parece mentira, pero echo de menos a esa espabilada niña. Sus burlas y sarcasmo no tienen parangón-, comentó, con cierta nostalgia teñida en sus palabras.
Vincent suspiró en su camino hacia la parte trasera de la tiendilla de mercadillo. Un suspiro tan nostálgico como las palabras que dijera su amigo.
- No lo sé-, dijo desde el interior, después de colocar esa última caja. - Pero supongo que sí, hace tiempo que no veo ni a mi madre ni a mi hija, y no desaprovecharían la oportunidad de venir a verme-, terminó por decir, nada más salir de la tienda y preparándose para recoger otra caja.
- Si no te has olvidado de escribirles, claro está-, apuntó Sandal, colocando otro cajón de madera sobre el hombro del brujo.
- Vamos, ¿por quién me tomas? Soy tan simpático como correcto en las formas-, dijo con altiva voz. - Soy brujo, después de todo-, bromeó por último, con una sonrisa dibujada en los labios.
El dúo de comerciantes pronto tendrían todo dispuesto y ordenado para atraer las miradas de los más dudosos especímenes que se dignaran a pasar por allí.
No importaba si era la exótica Beltresux, la blanca Dundarak o la bulliciosa Lunargenta, No importaba que fuesen bosques, llanuras o montañas. Todo el mundo necesitaba un buen acero encantado, y en tiempos oscuros, más aún.
Me instalo en uno de los puestos con fragua que el Hekshold ha dispuesto para uso público y gano el Token de Hartem
Lo dejo así por toque narrativo y no alargarlo más. Ya iré detallando con más cosas según avance la trama, pero ya pueden pasarse a hacer sus pedidos *mira como pasa una planta rodante del salvaje oeste por delante de él*
Teniendo en cuenta que el mundo se había vuelto un lugar un poco más oscuro y caótico que de costumbre, arribar en las, por ahora, tranquilas islas Illidenses, no era ni por asomo una mala idea. Incluso trasladar parte de su mercancía desde la capital de los humanos a la ciudad que le viera nacer era un buen negocio.
En las ferias se solía ganar dinero y reputación a partes iguales, y ya era el momento de que de que la Espada Arcana ganara cierto renombre por aquellos lares. Uno que estuviera más alejado de la fama de unos padres profesores y las aventuras de sus hijos en el continente.
- Ya claro, como si alguien de por aquí conociera alguna de tus historias.
- Hey, vamos, tengo algún que otro amigo por estas tierras.
- Todo el mundo acepta unos tragos gratis de buena gana, a eso no lo llamaría amistad.
Tales palabras no tenían falta de verdad, pero pese a ello, el socio amigo de Vincent exageraba un poco, como solía ocurrir más de lo que el enano se atreviese a aceptar. Si es que no se podía comentar nada al respecto. La envidia era mala, muy mala.
- Olvidaba tu inherente negatividad, sobre todo respecto a mi persona. ¿Quién te hizo tanto daño para acabar así? ¿Algún mal de amores? - comentó el brujo con sorna, colocando una caja tras el mostrador del puesto del mercadillo que le habían asignado. - Bah, no me seas tan continental y vive la vida un poco-, dijo divertido, echándose en una silla y cargando todo su peso contra el respaldo al tiempo que colocaba sus brazos tras la nuca. - Claro que no soy famoso. Si quisiera eso me habría buscado otro tipo de vida. Pero aún así todavía quedan dos o tres personas que me quieren en esta maldita ciudad.
- Claro, mal de amores. Será mal de socio-, contestó Sandal, dejando todo el peso de una caja sobre el regazo del sentado brujo.
Vincent no pudo evitar resoplar ante el inesperado peso encima de él, y con mala gana ,agarró la caja antes de incorporarse y colocarla en un lugar más apropiado.
- Habráse visto. Enano cascarrabias, yo también he estado descargando el carro.
- No lo pongo en duda, pero no iba a dejar que posases tu culo cuando aún queda la mitad por descargar. No sin que me invitaras a un pinta al menos-, comentó, antes de echarse a reír.
Vincent refunfuñó, mientras se cercioraba que la caja que había depositado no quedaba desequilibrada encima de las otras, y se encaminó de vuelta al carro.
- Con ese humor como mucho te compraba vino del barato-, le dijo, antes de pararse y echarle un ojo al enano. - Aunque por estas tierras incluso ese está mejor que los meados que suelen hacer en Lunargenta-, bromeó, agarrándose el mentó cual estirado noble de la sociedad bruja. - En fin, aquí será mejor que nos andemos con ojo. En cada esquina hay una daga y una mala intención. Vamos, como en casa, pero con magia para hacerlo todo más divertido-, siguió su chanza.
Sandal volvió a reír, pero esta vez arrastró una caja de la parte de atrás del carromato, y se la acercó al brujo para que este la trasladara con el resto ya descargadas.
- ¿Y tu hija vendrá? - preguntó el socio de Vinc, sin dejar sus actuales quehaceres sobre la parte trasera del carro. - Parece mentira, pero echo de menos a esa espabilada niña. Sus burlas y sarcasmo no tienen parangón-, comentó, con cierta nostalgia teñida en sus palabras.
Vincent suspiró en su camino hacia la parte trasera de la tiendilla de mercadillo. Un suspiro tan nostálgico como las palabras que dijera su amigo.
- No lo sé-, dijo desde el interior, después de colocar esa última caja. - Pero supongo que sí, hace tiempo que no veo ni a mi madre ni a mi hija, y no desaprovecharían la oportunidad de venir a verme-, terminó por decir, nada más salir de la tienda y preparándose para recoger otra caja.
- Si no te has olvidado de escribirles, claro está-, apuntó Sandal, colocando otro cajón de madera sobre el hombro del brujo.
- Vamos, ¿por quién me tomas? Soy tan simpático como correcto en las formas-, dijo con altiva voz. - Soy brujo, después de todo-, bromeó por último, con una sonrisa dibujada en los labios.
El dúo de comerciantes pronto tendrían todo dispuesto y ordenado para atraer las miradas de los más dudosos especímenes que se dignaran a pasar por allí.
No importaba si era la exótica Beltresux, la blanca Dundarak o la bulliciosa Lunargenta, No importaba que fuesen bosques, llanuras o montañas. Todo el mundo necesitaba un buen acero encantado, y en tiempos oscuros, más aún.
Offrol
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Me instalo en uno de los puestos con fragua que el Hekshold ha dispuesto para uso público y gano el Token de Hartem
Lo dejo así por toque narrativo y no alargarlo más. Ya iré detallando con más cosas según avance la trama, pero ya pueden pasarse a hacer sus pedidos *mira como pasa una planta rodante del salvaje oeste por delante de él*
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Merrigan y yo asistimos al mercado en busca de provisiones. Sandorai queda lejos. Las noticias recientes hablan sobre guerra. Los rumores alertan sobre el incremento del vandalismo en los caminos, bandidos que se alimentan de la carroña que deja la guerra. No escatimamos en los gastos. Llenamos nuestras mochilas de provisiones no perecederas. Nos detenemos en cada puesto buscando objetos de viaje que puedan servirnos: cuerdas, ganchos para escalada trampas…. El precio no es una molesta. La raza del vendedor sí lo es. Merrigan recomienda comerciar con mercaderes elfos.
—Imagina que llegamos a la puerta del bosque y no nos dejan pasar porque se dan cuenta que nuestras ropas las hizo un brujo — habla con tono divertido, pero sus palabras revelan una amarga preocupación. Que no nos dejen pasar sería el peor de nuestros males.
Encontramos el taller de una elfa tejedora de edad similar a la de Merrigan. Merrigan se presenta con la reverencia propia de Lunargenta: coge los extremos de la falda de su vestido y se apoya con gracia sobre una de sus rodillas.
—¡Buenos días hermana de las estrellas! — Merrigan no es hija de las estrellas. Nació en Sandorai. Finge haber crecido en Sandorai para fraternizar con los otros elfos —. Buscamos algo que nos pueda ayudar en nuestro. El último viaje antes del que el pequeño nazca — acaricia su vientre abultado —. ¿Puedes enseñarme que tienes a la venta?
Salgo del taller de la tejedora mientras Merrigan continúa comerciando. Hablar de números me provoca vértigo. Merrigan es buena en el cálculo. Conoce el valor de los objetos y lo que está dispuesta a pagar por ellos, dos precios muy diferentes. Merrigan hace cuentas mentales a gran velocidad a la vez que regatea con la elfa tejedora. No consigo seguir la conversión.
A unos puestos de distancia me llama la atención el taller de un elfo carpintero. Observo los arcos puestos a la venta y los comparo con el mío. Sonrío. El mío es mejor. Me llama la atención un instrumento pequeño y delgado, parecido a la flauta de Merrigan. Lo sostengo en las manos. En el interior guarda un dardo. El objeto se llama cerbatana y se encuentra a la venta. Descubro su utilidad: sirven para disparar dardos a corto y media distancia.
—¿Cuánto? — levanto la cerbatana con una mano para enseñársela al elfo carpintero.
Merrigan es la que habla de números. En mi caso, entrego de buena gana la cantidad de aeros que me pide el elfo sin saber si es un precio justo o excesivo. La cerbatana es un arma interesante y la vende un elfo (hermano de las estrellas). Merrigan estará conforme.
Offrol: Compro muchas cosas. Los precios creo que son:
Valyria
Bolso del explorador por 140 aeros
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—Imagina que llegamos a la puerta del bosque y no nos dejan pasar porque se dan cuenta que nuestras ropas las hizo un brujo — habla con tono divertido, pero sus palabras revelan una amarga preocupación. Que no nos dejen pasar sería el peor de nuestros males.
Encontramos el taller de una elfa tejedora de edad similar a la de Merrigan. Merrigan se presenta con la reverencia propia de Lunargenta: coge los extremos de la falda de su vestido y se apoya con gracia sobre una de sus rodillas.
—¡Buenos días hermana de las estrellas! — Merrigan no es hija de las estrellas. Nació en Sandorai. Finge haber crecido en Sandorai para fraternizar con los otros elfos —. Buscamos algo que nos pueda ayudar en nuestro. El último viaje antes del que el pequeño nazca — acaricia su vientre abultado —. ¿Puedes enseñarme que tienes a la venta?
Salgo del taller de la tejedora mientras Merrigan continúa comerciando. Hablar de números me provoca vértigo. Merrigan es buena en el cálculo. Conoce el valor de los objetos y lo que está dispuesta a pagar por ellos, dos precios muy diferentes. Merrigan hace cuentas mentales a gran velocidad a la vez que regatea con la elfa tejedora. No consigo seguir la conversión.
A unos puestos de distancia me llama la atención el taller de un elfo carpintero. Observo los arcos puestos a la venta y los comparo con el mío. Sonrío. El mío es mejor. Me llama la atención un instrumento pequeño y delgado, parecido a la flauta de Merrigan. Lo sostengo en las manos. En el interior guarda un dardo. El objeto se llama cerbatana y se encuentra a la venta. Descubro su utilidad: sirven para disparar dardos a corto y media distancia.
—¿Cuánto? — levanto la cerbatana con una mano para enseñársela al elfo carpintero.
Merrigan es la que habla de números. En mi caso, entrego de buena gana la cantidad de aeros que me pide el elfo sin saber si es un precio justo o excesivo. La cerbatana es un arma interesante y la vende un elfo (hermano de las estrellas). Merrigan estará conforme.
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Sarez
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
—Le estaría muy agradecido. —comenté, afirmando con la cabeza y obedeciendo su indicación, sentándome en un taburete a esperar el tiempo necesario.
Me alegraba que aquel hombre aceptara el trabajo. Tenía entendido que un promedio de los herreros no solían arriesgarse a trabajar con los metales presentes en las de piezas y partes de los biocibernéticos, aunque no existieran grandes diferencias en los materiales utilizados en sus armaduras y herramientas.
Parecía un buen lugar. Pude detectar un objeto que podría darme una tarea apropiada, mientras esperaba que finalizaran mis guanteletes. Siempre había que buscar una forma productiva de administrar el tiempo y evitar períodos de inactividad. Observé a la señorita.
—¿Sabe jugar a las cartas, señorita? —pregunté sereno, observando la baraja que reposaba en el mesón.
* * *
Recibí los guanteletes con una sonrisa serena, dejando de lado mi mazo de cartas. Procedí de inmediato a realizar una inspección profunda del trabajo realizado por aquel hombre.
Mis teorías no habían estado equivocadas. Aquel herrero había realizado un trabajo cuasi perfecto, cubriendo lo que realmente consideraba importante en un combate. Le observé curioso cuando detecté el cuero en el interior, dedicándole una sonrisa en medio de mi sorpresa. Sin duda, fue una buena elección.
Deposité la cantidad de aeros acordada sobre el mesón.
—Negativo. —le contesté a su observación. —Ha realizado un trabajo de gran calidad y le estoy agradecido. —le comuniqué alegre, antes de realizar una breve reverencia; tanto para él como para la señorita. —Señorita, caballero, muchas gracias. Que tengan un excelente día. —les deseé antes de retirarme.
* * *
Tras cubrir el reforjado de mis guanteletes, tenía que encargarme de otro aspecto que podía mejorar mi eficiencia durante las batallas.
Sabía que muchos de los mecanismos de mi estructura se hallaban inactivos. Mi diseño estaba preparado para alcanzar un máximo potencial, cargado con tácticas de soldados que habían participado previamente en guerras. Pero, carecía de las herramientas para hacer uso alguno de estos conocimientos.
Fue aquello lo que me llevó a buscar alternativas, agentes sustitutos. Sabía qué debía buscar, y mi camino me llevó a la tienda de aquel hombre-bestia.
Cuando le observé a través de aquella carpa roja y dorada, se encontraba sentado en su mostrador, provocando que un par de guanteletes lograran transmitir chispas eléctricas. Era precisamente lo que necesitaba. No dudé en adentrarme en su acogedora estancia, dirigiéndome hacia el individuo respectivo.
—Buenos días. —le deseé al hombre-bestia, adoptando una postura marcial. —Disculpe, señor. ¿Podría encantar estos...? —solicité, mostrándole los guanteletes que acababan de forjarme. —¿Con un glifo de efectos similares a ese? —hacía referencia a los guanteletes en los que trabajaba el hombre-bestia.
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Interactúo con Asher Daregan, para realizar una compra del encantamiento Arma de Electricidad sobre los Guanteletes de Guerra Regulares.
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Las provisiones de La Promesa Enardecida brillaban por su ausencia. Los almacenes estaban vacíos, igual que la cámara que utilizaban como bodega y el mueble-bar del camarote principal. Los piratas realizaban apuestas con botellones de vino y bolsas de garbanzos, los mayores bienes que disponía La Promesa en épocas de escasez. De los abordajes a barcos ricos se obtiene oro, piedras preciosas y caras pinturas; pero no comida ni vino. El Capitán Werner puso rumbo a las islas de los brujos para provisionar a La Promesa de los menesteres que los barcos ricos se despreocupaban.
A los brujos no pareció importarles la presencia de un hombre con un calamar por cabeza, vestido con un claro atuendo de pirata y seguido de dos jóvenes, Roger Baraun y Wes Fungai, hombre canguro y hombre erizo respectivamente, con sendos cofres de monedas. Por extraño que pudiera parecer, no eran los más extravagantes del mercado. Hombres y mujeres de todos los lugares de Aerandir se congregaban frente a los puestos y talleres ya fuera porque se sintiera atraídos por los exóticos instrumentos que vendían o porque buscaban un producto concreto, uno tan raro que no se podría encontrar en ningún otro mercado más que aquel. El Capitán se comportó como un turista más. Además de adquirir comida, ropa limpia, jabones y alcohol, muy importante el alcohol, se dejaba engatusar por los productos del mercado. Incluso se permitió el lujo de comprar varios artículos para su uso personal, no para la tripulación. No lo pudo evitar.
El primer taller que visitó su atención fue el de Asher. Desde hacía tiempo buscaba un encantamiento para su alfanje. El más útil en alta mar era el que traía de vuelta al arma a voluntad de El Capitán.
Siguió el taller de Eltrant Tale, uno de sus más viejo amigos. Lo saludó con la mano izquierda mientras le daba flojos golpes a la espalda con la tenaza como muestra de fraternidad. Más por compromiso y por amistad que por gustó, compró un set de disfraces. A la larga, encontraría una utilidad para el artículo.
Los talleres de alquimia eran una delicia para El Capitán. Los aromas de las pociones conseguían hipnotizarle como si de cantos de sirena se tratase. A pesar que podría realizar todas sus compras en un mismo taller, El Capitán visitó tres mercados diferentes porque quería comprobar si era cierto que cada laboratorio sabía y olía diferente. Era cierto. El taller de Demian y Narfi poseía un aroma dulce, a golosina, que evocaba a la infancia y a las travesuras. Del laboratorio de la bruja Reike, sin embargo, uno salía embriagado, como si hubiera consumido una clase de alcohol desconocido que hacía creer al borracho que era portador de todos los secretos debido al perfume amargo de las disoluciones. El último laboratorio era el de Alisha y éste fue el más interesante porque los olores que desprendían las pociones del lugar eran la combinación de los dos mercados anteriores. El Capitán adquirió un producto diferente en cada laboratorio.
Offrol: Más compras. No me atrevo a poner precio esta vez. Me he confundido porque cada quien tiene un catálogo diferente y, como sois tantos, y yo muy despistado acabo confundiéndolo todo.
Del taller de Reike: Jugo de Visión Nocturna
Del Taller de Demian: Poción de Salud
Del taller de Asher: Bendición de Thor para Alfanje de Acero (arma calidad superior)
Del taller de Eltrant: Set de Disfraces
Del taller de Alisha: Pesadilla Embotellada
A los brujos no pareció importarles la presencia de un hombre con un calamar por cabeza, vestido con un claro atuendo de pirata y seguido de dos jóvenes, Roger Baraun y Wes Fungai, hombre canguro y hombre erizo respectivamente, con sendos cofres de monedas. Por extraño que pudiera parecer, no eran los más extravagantes del mercado. Hombres y mujeres de todos los lugares de Aerandir se congregaban frente a los puestos y talleres ya fuera porque se sintiera atraídos por los exóticos instrumentos que vendían o porque buscaban un producto concreto, uno tan raro que no se podría encontrar en ningún otro mercado más que aquel. El Capitán se comportó como un turista más. Además de adquirir comida, ropa limpia, jabones y alcohol, muy importante el alcohol, se dejaba engatusar por los productos del mercado. Incluso se permitió el lujo de comprar varios artículos para su uso personal, no para la tripulación. No lo pudo evitar.
El primer taller que visitó su atención fue el de Asher. Desde hacía tiempo buscaba un encantamiento para su alfanje. El más útil en alta mar era el que traía de vuelta al arma a voluntad de El Capitán.
Siguió el taller de Eltrant Tale, uno de sus más viejo amigos. Lo saludó con la mano izquierda mientras le daba flojos golpes a la espalda con la tenaza como muestra de fraternidad. Más por compromiso y por amistad que por gustó, compró un set de disfraces. A la larga, encontraría una utilidad para el artículo.
Los talleres de alquimia eran una delicia para El Capitán. Los aromas de las pociones conseguían hipnotizarle como si de cantos de sirena se tratase. A pesar que podría realizar todas sus compras en un mismo taller, El Capitán visitó tres mercados diferentes porque quería comprobar si era cierto que cada laboratorio sabía y olía diferente. Era cierto. El taller de Demian y Narfi poseía un aroma dulce, a golosina, que evocaba a la infancia y a las travesuras. Del laboratorio de la bruja Reike, sin embargo, uno salía embriagado, como si hubiera consumido una clase de alcohol desconocido que hacía creer al borracho que era portador de todos los secretos debido al perfume amargo de las disoluciones. El último laboratorio era el de Alisha y éste fue el más interesante porque los olores que desprendían las pociones del lugar eran la combinación de los dos mercados anteriores. El Capitán adquirió un producto diferente en cada laboratorio.
Offrol: Más compras. No me atrevo a poner precio esta vez. Me he confundido porque cada quien tiene un catálogo diferente y, como sois tantos, y yo muy despistado acabo confundiéndolo todo.
Del taller de Reike: Jugo de Visión Nocturna
Del Taller de Demian: Poción de Salud
Del taller de Asher: Bendición de Thor para Alfanje de Acero (arma calidad superior)
Del taller de Eltrant: Set de Disfraces
Del taller de Alisha: Pesadilla Embotellada
El Capitán Werner
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Nada más di un par de pasos y ya tenía que detenerme. Alcé una ceja al ver a un elfo acercarse y como después de ojear los arcos del puesto y el suyo... me ve a mí. Pusé los ojos en blanco al verlo sonreír, ya me lo estaba temiendo, y confirmé en cuanto tomó la cervanata de muestra y me preguntó justamente eso: ¿cuánto?
Me estaba confundiendo con el dueño del lugar. Supongo que es lo que me ganaba ponerme a trabajar en el mismo. Le vi la cara a Reivy un par de segundos, como esperando aprobación, y decidí por hablar:
—Um. C... ¿Cien? Cien aeros está bien —me apresuré a añadir—; hermano.
Debía decir que cuanto menos, el elfo era un hombre o adinerado o de mano poca pesada, porque no titubió ni un instante al oir el precio. Las personas usualmente dudaba un segundo, o regateaba, o hacía cualquier cosa menos pagar de una vez. No es por decir que no hubiese gente como él, pero no era la imagen que me daba, con esa cicatriz encima del ojo izquierdo.
Mercenario, posiblemente.
Me quede viendo los aeros un par de segundos, levemente perplejo.
—Pues... usé tu madera para hacerlo, así que son tuyo —le sonreí y le deje los aeros—. Esto es malo, si corre la voz de que estoy de carpintero por aquí puede venir más gente, así sean elfos, ya sabes, hermano hermano, hermana, etc. Si pasa algo, cualquier cosa dices... uh, no sé... qué hice esto o aquello... y lo vendes igual. Siento los problemas, me pasaré de nuevo en un rato por si acaso.
Luego de esa sorpresa si hice mi camino por la feria. O lo que es lo mismo, deambular sin rumbo real, me resultaba irónico que me encontraba con más gente cuando no la estaba buscando que cuando lo hacía, así que eso hacía. Bueno, o sea, si los estaba buscando, pero... no los estaba buscando. Algo así. Estaba haciendo ambas, no buscándolos para encontrarlos, lo que era como buscar.
Anduve varios minutos, teniendo que empezar a razonarlo, qué tipo de lugar usaría. O querría al menos. Posiblemente ya se había acostumbrado al edficio gigante que era su taller en Dundarak, por lo que estaría incómodo, o infeliz, en algo pequeño en este lugar. Descarté todo lo que luciese... del tamaño que parecía más estándar. Los puestos que probablemente estaban dejados para comodidad de los que vinieran a vender aquí, no tenían nada de malo, pero no lo veía usando uno como se lo dejasen. A más vistoso más clientes, ¿no?
Terminé entrando a una tienda de campaña roja. Una que ya había visto antes uando hablé con Arvid. Al asomarme y ver al lobo sonreí, entrando de golpe. Allí también encontré una figura grande que ya conocía. No es que estuviese totalmente seguro viéndolo de espalda, pero al tener suficiente ángulo para ver su cara, sí.
—¡Eeeelt! —saludé, un poco más fuerte de lo que esperaba—. Viniste. Me lo suponía. ¿Qué tal todo? ¿Y Lyn cómo está? Imagino que vino contigo —le di la mano y luego saludé al lobo—. Hola, Asher. ¿Y Syl y Zebun? ¿O viniste sólo? Oh, por cierto, ya tuve oportunidad de probar el encantamiento que le hiciste a mi armadura. Me encanta... err. Eso... no es un chiste. Veo que tienes el lugar muy lleno de gent-
Abrí los ojos y me lleve una mano a la boca al notarlo. Me... me le había colado a todas estas personas.
—Ahm —pestañeé, viendo la forma en la que uno me miraba. Sin pensarlo mucho alcancé por la bolsa con los aeros que me quedaban en el bolso y la puse sobre su mesa, murmurando—. Dame... ¿qué tienes ya hecho? Me llevo eso.
Puede que comprar cualquier cosa así sin más no fuese brillante, pero si me daba algo que ya estaba preparado parecería menos insultante a los que esperaban, puede que directamente creyesen que se lo había encargado y estaba volviendo por eso. También conocía más o menos la lista del hombre lobo, y sinceramente, casi todo me llamaba la atención. Lo que pasa es que era pobre, y bueno, a veces era tener más equipo o tener más comida.
Me estaba confundiendo con el dueño del lugar. Supongo que es lo que me ganaba ponerme a trabajar en el mismo. Le vi la cara a Reivy un par de segundos, como esperando aprobación, y decidí por hablar:
—Um. C... ¿Cien? Cien aeros está bien —me apresuré a añadir—; hermano.
Debía decir que cuanto menos, el elfo era un hombre o adinerado o de mano poca pesada, porque no titubió ni un instante al oir el precio. Las personas usualmente dudaba un segundo, o regateaba, o hacía cualquier cosa menos pagar de una vez. No es por decir que no hubiese gente como él, pero no era la imagen que me daba, con esa cicatriz encima del ojo izquierdo.
Mercenario, posiblemente.
Me quede viendo los aeros un par de segundos, levemente perplejo.
—Pues... usé tu madera para hacerlo, así que son tuyo —le sonreí y le deje los aeros—. Esto es malo, si corre la voz de que estoy de carpintero por aquí puede venir más gente, así sean elfos, ya sabes, hermano hermano, hermana, etc. Si pasa algo, cualquier cosa dices... uh, no sé... qué hice esto o aquello... y lo vendes igual. Siento los problemas, me pasaré de nuevo en un rato por si acaso.
Luego de esa sorpresa si hice mi camino por la feria. O lo que es lo mismo, deambular sin rumbo real, me resultaba irónico que me encontraba con más gente cuando no la estaba buscando que cuando lo hacía, así que eso hacía. Bueno, o sea, si los estaba buscando, pero... no los estaba buscando. Algo así. Estaba haciendo ambas, no buscándolos para encontrarlos, lo que era como buscar.
Anduve varios minutos, teniendo que empezar a razonarlo, qué tipo de lugar usaría. O querría al menos. Posiblemente ya se había acostumbrado al edficio gigante que era su taller en Dundarak, por lo que estaría incómodo, o infeliz, en algo pequeño en este lugar. Descarté todo lo que luciese... del tamaño que parecía más estándar. Los puestos que probablemente estaban dejados para comodidad de los que vinieran a vender aquí, no tenían nada de malo, pero no lo veía usando uno como se lo dejasen. A más vistoso más clientes, ¿no?
Terminé entrando a una tienda de campaña roja. Una que ya había visto antes uando hablé con Arvid. Al asomarme y ver al lobo sonreí, entrando de golpe. Allí también encontré una figura grande que ya conocía. No es que estuviese totalmente seguro viéndolo de espalda, pero al tener suficiente ángulo para ver su cara, sí.
—¡Eeeelt! —saludé, un poco más fuerte de lo que esperaba—. Viniste. Me lo suponía. ¿Qué tal todo? ¿Y Lyn cómo está? Imagino que vino contigo —le di la mano y luego saludé al lobo—. Hola, Asher. ¿Y Syl y Zebun? ¿O viniste sólo? Oh, por cierto, ya tuve oportunidad de probar el encantamiento que le hiciste a mi armadura. Me encanta... err. Eso... no es un chiste. Veo que tienes el lugar muy lleno de gent-
Abrí los ojos y me lleve una mano a la boca al notarlo. Me... me le había colado a todas estas personas.
—Ahm —pestañeé, viendo la forma en la que uno me miraba. Sin pensarlo mucho alcancé por la bolsa con los aeros que me quedaban en el bolso y la puse sobre su mesa, murmurando—. Dame... ¿qué tienes ya hecho? Me llevo eso.
Puede que comprar cualquier cosa así sin más no fuese brillante, pero si me daba algo que ya estaba preparado parecería menos insultante a los que esperaban, puede que directamente creyesen que se lo había encargado y estaba volviendo por eso. También conocía más o menos la lista del hombre lobo, y sinceramente, casi todo me llamaba la atención. Lo que pasa es que era pobre, y bueno, a veces era tener más equipo o tener más comida.
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Le... vendo la cervatana a Sárez y me disculpo por el desastre de confusiones que he causado ; - ;
Como antes especifiqué que el tocón de madera que Anders usó para crear el carcaj era suyo y no tenía más (madera), asumo que la que usó para la cervatana en su explicación a Reivy es de ella, así que la ganancia de la venta que sea para Reivy. 50 aeros me parece que son, Fehu ^^
También voy al taller de Asher y le compró un Pergamino de Muralla de Fuego, ya acordé con él off-rol precio de materiales, pero vamos que eso me deja a 30 aeros, así que le doy los 100 que tengo directamente para que tenga al menos ese poquito de ganancia. Interactúo naturalmente con todos los mencionados.
Anders
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
-Aquí tienes chi... rapaz. Ha quedado como nueva y ahora es mucho más resistente y potente, serán 140 aeros.- ¿Era su impresión, o la mujer dudó de su sexo? Bueno, era de una especie diferente, así que tiene algo de sentido que tuviera dificultades para saber eso... Pero aún así le pareció raro.
Lamentablemente su arco ya no era exactamente el mismo, aunque conservaba todavía algunas partes del original. Después de tanto tiempo de uso, ya era sorprendente que siguiera siendo útil. Aunque ya no fuera el mismo arco, su "alma", su "esencia" seguía siendo la misma. Aún llevaba en él los recuerdos de su padre y los del elfo que lo creó. Zar'roc no murió, solo... renació.
Le agradeció a la mujer por su excelente trabajo y se despidió, notando que la chica que la ayudaba en la tienda le murmuraba algo. La única respuesta que obtuvo de la dueña fue una sonrisa en silencio. Algo le decía a Ryuu que el arco realmente valía más que los 140 aeros que pagó. Se prometió que algún día volvería a encontrar a la carpintera y pagaría lo que ahora le faltó.
----------
Aunque ya no tenía ni un sólo aero consigo, siguió deambulando entre los puestos, curioseando en las tiendas, jugando a algunos juegos y observando los proyectos de los brujos.
En eso estaba cuando un joven pelirrojo pasó a su lado a toda velocidad... Bueno, eso hubiera pasado si el chico hubiera estado mirando hacia adelante y no al ftasquito que llevaba en sus manos.
Debido a esta distracción del brujo, chocó contra el águila, provocando que el frasquito saliera volando de sus dedos e impactara con el emplumado pecho de Ryuu. El pelirrojo, ahora arrodillado en el suelo, con un sentimiento de derrota grabado en su rostro, observaba cómo caía el contenido de la botellita.
-Perdón, ¿te encuentras bien? Deberías tener más cuidado, hay mucha gente aquí y podrías acabar herido o lastimando a otros por un golpe tonto como el de recién.- comentaba el joven bestia, mientras ayudaba al brujo a ponerse de pie.
-¡No! Perdí la sangre de bégimo que tanto me costó conseguir... ¡¿Y ahora que hago?!- gritaba el pelirrojo, como si se retara a sí mismo por su error, sin siquiera mirar a Ryuu.
Viendo que el brujo se encontraba físicamente bien y que sólo lo ignoraba cada vez que se ofrecía a ayudarlo, Shino se alejó del lugar limpiando las plumas de su pecho de aquella asquerosa sangre.
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Off rol:
Consigo el token de Myrddin, obstaculizando el progreso de Freddy
Lamentablemente su arco ya no era exactamente el mismo, aunque conservaba todavía algunas partes del original. Después de tanto tiempo de uso, ya era sorprendente que siguiera siendo útil. Aunque ya no fuera el mismo arco, su "alma", su "esencia" seguía siendo la misma. Aún llevaba en él los recuerdos de su padre y los del elfo que lo creó. Zar'roc no murió, solo... renació.
Le agradeció a la mujer por su excelente trabajo y se despidió, notando que la chica que la ayudaba en la tienda le murmuraba algo. La única respuesta que obtuvo de la dueña fue una sonrisa en silencio. Algo le decía a Ryuu que el arco realmente valía más que los 140 aeros que pagó. Se prometió que algún día volvería a encontrar a la carpintera y pagaría lo que ahora le faltó.
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Aunque ya no tenía ni un sólo aero consigo, siguió deambulando entre los puestos, curioseando en las tiendas, jugando a algunos juegos y observando los proyectos de los brujos.
En eso estaba cuando un joven pelirrojo pasó a su lado a toda velocidad... Bueno, eso hubiera pasado si el chico hubiera estado mirando hacia adelante y no al ftasquito que llevaba en sus manos.
Debido a esta distracción del brujo, chocó contra el águila, provocando que el frasquito saliera volando de sus dedos e impactara con el emplumado pecho de Ryuu. El pelirrojo, ahora arrodillado en el suelo, con un sentimiento de derrota grabado en su rostro, observaba cómo caía el contenido de la botellita.
-Perdón, ¿te encuentras bien? Deberías tener más cuidado, hay mucha gente aquí y podrías acabar herido o lastimando a otros por un golpe tonto como el de recién.- comentaba el joven bestia, mientras ayudaba al brujo a ponerse de pie.
-¡No! Perdí la sangre de bégimo que tanto me costó conseguir... ¡¿Y ahora que hago?!- gritaba el pelirrojo, como si se retara a sí mismo por su error, sin siquiera mirar a Ryuu.
Viendo que el brujo se encontraba físicamente bien y que sólo lo ignoraba cada vez que se ofrecía a ayudarlo, Shino se alejó del lugar limpiando las plumas de su pecho de aquella asquerosa sangre.
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Off rol:
Consigo el token de Myrddin, obstaculizando el progreso de Freddy
Shinoroa Ryuu
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Un par de elfos entraron en el taller y, por suerte, ella estaba de guardia y no el viejo cascarrabias, por lo que recibieron una cálida bienvenida en vez de un gruñido.
Una mujer embarazada y…el padre, seguramente, querían cosas para un viaje. No preguntaría donde si no se lo decían. Puede que simplemente fueran vacaciones y viajaran por todo el continente, a saber.
En cualquier caso, era un viaje, y en todo viaje se necesitaban dos cosas, una buena capa, y un saco con cachivaches varios. Bueno, ella los vendía como bolsos, pero allí todos sabían que si no era un enorme saco era porque sabía lo que se estaba haciendo. La capa era fácil, uno de sus artículos más populares. Cierto, mayoritariamente entre personas de dudosa reputación, pero bueno, daba igual, ERA un buen producto, aunque le dieran un uso cuestionable. Lo único que tenía que hacer era asegurarse de que la capa era de un tamaño adecuado para la mujer, recortando los bordes para que no se pisara y haciendo el bordillo.
Luego vino el bolso. Un saco para dormir siempre iba bien si uno viajaba, y ese era sorprendentemente ligero, de pluma de upelelo, un poco de cuerda, con gancho. ¿Para qué? A saber, pero la cuerda siempre iba bien por si se te caía algo o alguien, y quedaba raro meterla sin el gancho. Comida de viaje, por supuesto, mayoritariamente pan y carne seca. Cantimplora, como no, y finalmente hilo de pescar y alguna trampa, por si se les acababan las raciones en medio de la nada. Estaba bastante segura que, al dejar su taller, esos dos estaban mejor preparados que al entrar. La mujer al menos, el hombre parecía haberse ido a dar un paseo o algo.
____________
Sarez se equivocó al sumar, pero no pasa nada, le vendo ambas cosas por 120 cada una, dejando el total en los 340 que dijo.
Una mujer embarazada y…el padre, seguramente, querían cosas para un viaje. No preguntaría donde si no se lo decían. Puede que simplemente fueran vacaciones y viajaran por todo el continente, a saber.
En cualquier caso, era un viaje, y en todo viaje se necesitaban dos cosas, una buena capa, y un saco con cachivaches varios. Bueno, ella los vendía como bolsos, pero allí todos sabían que si no era un enorme saco era porque sabía lo que se estaba haciendo. La capa era fácil, uno de sus artículos más populares. Cierto, mayoritariamente entre personas de dudosa reputación, pero bueno, daba igual, ERA un buen producto, aunque le dieran un uso cuestionable. Lo único que tenía que hacer era asegurarse de que la capa era de un tamaño adecuado para la mujer, recortando los bordes para que no se pisara y haciendo el bordillo.
Luego vino el bolso. Un saco para dormir siempre iba bien si uno viajaba, y ese era sorprendentemente ligero, de pluma de upelelo, un poco de cuerda, con gancho. ¿Para qué? A saber, pero la cuerda siempre iba bien por si se te caía algo o alguien, y quedaba raro meterla sin el gancho. Comida de viaje, por supuesto, mayoritariamente pan y carne seca. Cantimplora, como no, y finalmente hilo de pescar y alguna trampa, por si se les acababan las raciones en medio de la nada. Estaba bastante segura que, al dejar su taller, esos dos estaban mejor preparados que al entrar. La mujer al menos, el hombre parecía haberse ido a dar un paseo o algo.
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Sarez se equivocó al sumar, pero no pasa nada, le vendo ambas cosas por 120 cada una, dejando el total en los 340 que dijo.
Valyria
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Transacciones actualizadas
Valyria: +100 aeros de beneficio por ventas
Reivy: +50 aeros por por cesión de beneficios (dale las gracias a Anders)
Sarez: -340 aeros por compra en talleres
Anders: +1PP en Carpintería por creación de objeto
Encargos pendientes: de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Asher; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Go'el; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Reike; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Reivy; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Rauko; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Asher; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Reike, Demian, Asher, Eltrant y Alisha; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a a Asher.
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
Eltrant Tale: Herrería y Curtiduría
Demian: Alquimia e Ingeniería
Gerrit Nephgerd: Alquimia
Reike: Alquimia y Arcanos
Anders: Carpintería
Vincent Calhoun: Arcanos y Herrería
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 4
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
Ryuu: 4
Valyria: 5
Gerrit Nephgerd: 5
Fehu
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Un hombre…curioso, vino a comprarle una poción. Pero no iba a juzgar, era un cliente, y, la verdad, viendo cómo eran en la zona, seguramente estaba hablando con algún pobre hombre que había jugado al juego que no debía y había acabado con algún tipo de… efecto secundario. O había bebido la poción que no debía, o conjurado el hechizo que no… En fin, que la causa era dudosa, pero el efecto muy obvio y la verdad, a veces consideraba un milagro que esa isla no hubiera salido volando por los aires con algun juego o broma mal hecha, bien hecha añicos en un gran boom, bien levitando.
No le vino a pedir una poción quita-maldiciones, y se alegró por ello, no sabía hacerlas, aún al menos, no, venía a por una pesadilla embotellada. Una de esas nuevas tan chulas que había aprendido durante ese festival. Sin duda quería vengarse por la maldición primero. Cuestionable, pero al menos era una venganza no violenta. O puede que todo eso fuera para una elaborada fiesta de disfraces y estuviera pensando demasiado las cosas. O que fuera asi de verdad.
Nah, quería vengarse, seguro. Questionable, cierto, pero no hacía daño de verdad, solo secuelas psicológicas, como las que suponía tener esa cara, y como decía El, si un sanador no podía curarlo, no era daño de verdad.
En cualquier caso, el proceso era sencillo, coger un montón de alucinógenos, machacarlos bien, y destilarlos junto a un montón de alcohol de madera, con mucho cuidado de no tocarlo con las manos desnudas, para después embotellarlo y entregarlo. Sello el tapón con cera para que no se filtrara fuera, total, esas cosas estaban diseñadas para ser arrojadas, nadie se molestaría en quitarle el tapón primero igualmente y tener pesadillas porque tenias la poción cerca mientras dormías seria...malo.
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Le cobro a capi 120 aeros, con 20 de beneficio y 2pp por la pesadilla embotellada. ¡Vuelve pronto!
No le vino a pedir una poción quita-maldiciones, y se alegró por ello, no sabía hacerlas, aún al menos, no, venía a por una pesadilla embotellada. Una de esas nuevas tan chulas que había aprendido durante ese festival. Sin duda quería vengarse por la maldición primero. Cuestionable, pero al menos era una venganza no violenta. O puede que todo eso fuera para una elaborada fiesta de disfraces y estuviera pensando demasiado las cosas. O que fuera asi de verdad.
Nah, quería vengarse, seguro. Questionable, cierto, pero no hacía daño de verdad, solo secuelas psicológicas, como las que suponía tener esa cara, y como decía El, si un sanador no podía curarlo, no era daño de verdad.
En cualquier caso, el proceso era sencillo, coger un montón de alucinógenos, machacarlos bien, y destilarlos junto a un montón de alcohol de madera, con mucho cuidado de no tocarlo con las manos desnudas, para después embotellarlo y entregarlo. Sello el tapón con cera para que no se filtrara fuera, total, esas cosas estaban diseñadas para ser arrojadas, nadie se molestaría en quitarle el tapón primero igualmente y tener pesadillas porque tenias la poción cerca mientras dormías seria...malo.
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Le cobro a capi 120 aeros, con 20 de beneficio y 2pp por la pesadilla embotellada. ¡Vuelve pronto!
Alisha Lessard
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
No tardé en volver. Apenas pasaron unos minutos, alguien entró en la tienda. Un hombre. Sin éter. El olor era nuevo, distinto a los humanos. Metálico, pero no el de un herrero. No, había pasado suficiente tiempo con Eltrant para distinguirlo. Era un aroma más inerte, menos natural. Un biocibernético.
No me importaba demasiado, mientras fuese funcional. Aceptaba los aeros de cualquiera. O casi cualquiera... pero dudaba que un Jinete Oscuro fuese a pedirme que encantase sus botas.
-Hmm. Similares, quizás.- dije. Enfundé el guantelete en mi mano izquierda, asegurándolo y dejándolo bien a la vista. Chasqueé los dedos, y una intensa descarga eléctrica cubrió la garra. El sonido eléctrico era difícil de confundir. -¿Iguales? No.- aseveré, volviendo a chasquear los dedos. La electricidad se desvaneció en un instante. -Esta es de las más potentes. Necesita unos materiales especiales. Pero si, puedo hacer lo que quieres.-
Tomé una de las dagas arrojadizas que tenía para exponer. La lancé al aire y la cogí al vuelo, pasándola ágilmente entre mis dedos hasta ponerla frente a la vista del cibernético. Las chispas que salían del arma eran fácilmente visibles, aunque no era nada tan impresionante como los otros guanteletes. Aun así, era más que suficiente para hacer daño.
-Algo así. Es fácil... y relativamente barato. Déjamelos, los tendré listos en unos minutos.- aseguré. Por suerte, los mismos materiales que habia usado para repasar las runas de mis guanteletes servían para grabarlas en los del cibernético.
Parecían recién forjados. Los inspeccioné, buscando la luna que Eltrant usaba como sello. De alguna forma, la mayor parte de sus creaciones llegaban a pasar por mis manos.
Me centré en realizar el trabajo antes de que entrase mucha más gente. Parecía ser la hora más ocupada, porque el ruido de fondo iba en aumento. No me llevó demasiado: era la clase de pedido que podía hacer con los ojos cerrados. Tras asegurarme de que ambos guanteletes funcionaban, los tendí sobre el mostrador y le cobré el precio adecuado. Había más gente llegando.
La siguiente era una cara difícil de olvidar. El Capitán Werner hizo su aparición. Habría sido interesante haberlo visto en su barco si intentase saquear el que había usado para llegar hasta allí. Al parecer, necesitaba una runa para su alfanje.
Había algunas que le podían servir bien en alta mar, pero había una en concreto que le venía perfecto. Una que, sin importar lo caótica que fuese una refriega o la tormenta que viniese, aseguraría que siempre tendría su arma a mano. Me leyó el pensamiento: no tardó más de un segundo en pedir el glifo en concreto. Me puse a trabajar en seguida.
Y tan rápido como la última, terminé. El hombre se fue enseguida. Debía tener otros sitios que visitar, supuse.
[. . .]
Los clientes me mantenían más ocupado de lo que esperaba en un principio. Antes de que me diese cuenta, Eltrant se pasó por la tienda como había pedido. Inevitablemente, empecé a agitar la cola al ver lo que había dejado en el mostrador. Los siguientes pedidos fueron los más rápidos que realicé en mi vida como arcanista.
Y finalmente, los tomé. Eran... mejores aún de lo que esperaba. No pude evitar sonreir como un idiota mientras los miraba. A Syl le encantarían. Los guardé cuidadosamente donde sabía que no los perdería y miré al humano. Era difícil expresar con palabras el agradecimiento que sentía.
Traté de hacerlo con monedas, pero tampoco me dejó: solo me cobró por el yelmo, que a decir verdad, también tenía un aspecto perfecto. Podía imaginarme entrando con eso en cualquier campo de batalla.
-Bueno, al menos déjame tu capa.- dije, tomándola con cuidado. -Tengo algo que te vendrá bien, siendo tu.- aseguré.
El grabar en piel era muy diferente a hacerlo en metal. Esencialmente, era mucho más sencillo, ya que absorbía las tintas fácilmente sin necesidad de un catalizador muy potente. La única dificultad era hacer que el glifo fuese bonito.
Lo cual me dio una muy buena idea.
La runa era fácil de camuflar o esconder, a decir verdad. Pero aun así, me esforcé en dibujar un símbolo en medio de la capa. Un símbolo que el mismo Eltrant debía haber visto en mi propia indumentaria. El símbolo de los Nómadas.
Era un poco presuntuoso el hacerlo sin su permiso... pero no había otra forma. Era mi amigo más cercano. No podía no contarlo como mi propia familia.
Por su lado, la runa me tomó algo más de atención. Era la primera vez que la dibujaba en serio, y me negaba a cometer ningún error. No los tuve. Una vez se secó, la pintura quedó bien clara. Ninguno de los dos símbolos se iría fácilmente, aunque por lo que notaba, la propia capa en sí tenia propiedades interesantes.
-Bienvenido a la familia, Eltrant. Tírate por un barranco.- dije, sonriendo. -No, en serio. A partir de ahora, caer de lugares altos no te será ningún problema.- aseguré. -Incluso con tu herreria portatil.-
Fue durante el intercambio que vi asomarse a Anders. El elfo se saltó el resto de la fila sin parecer darse cuenta, e intentó... escabullirse, al parecer. No le dejé ir.
-Quédate en la cola, Anders.- le dije, sin ofrecerle lo que había pedido. Aún no, al menos. Quería hablar con él.
Cuando finalmente pude atenderle, le di lo que había pedido. Pero no tomé todo lo que me ofreció.
-Eres carpintero, ¿no, Anders?- pregunté. -Estaba pensando en conseguirle algo nuevo a Syl. Un carcaj, o algo para su ballesta, quizás. Algo simple y ligero. ¿tienes algo que se parezca?- inquirí. Había oído hablar sobre cosas específicas que enseñaban en esa feria.
Y al parecer, tuve esa suerte. El intercambio le fue favorable: un pergamino a mitad de precio a cambio del carcaj. Pero a decir verdad, parecía necesitar todo el dinero que pudiese tener.
Una vez me despedí de ambos, me tomé un pequeño descanso. Había mucho día por delante.
Y pese a todo, seguí trabajando por la noche.
No era de extrañar. Era el único momento en el que los vampiros podían salir realmente. Aunque había menos clientes, los seguía habiendo. Los más notables, quizás, fueron una pareja de vampiresas que se adentró con curiosidad. Una más habladora que la otra, al parecer.
-Déjame las botas y siéntate por aquí, me pondré en un momento.- le dije a la primera. No sería muy distinto de trabajar con la capa de Eltrant: incluso el encantamiento era relativamente similar. No alcé la vista de las botas y mis herramientas mientras respondía a la segunda. -Algunos se quejan. Yo creo que es una bendición.- dije, ocultando una sonrisa. -Pero no ensucies mi mostrador, no vas a ver nada.- añadí, mirándole esta vez a los ojos.
Tras aquello, comencé a trabajar en las botas. No era el objeto más digno que encantar, pero no había otra forma. No grabé las runas en la suela: demasiado desgaste y suciedad. En su lugar, la dibujé en la parte superior, asegurándome de dejarlas simétricas entre sí. Los resultados podían ser nefastos en otro caso.
Prometeo: le cobro 105 aeros, 70 van a materiales, me quedo con 35 de beneficio.
Werner: le cobro 180, 120 van a materiales, me quedo con 60 de beneficio
Eltrant: Acepto gracilmente su regalo de bodas, y encanto su capacontra su voluntad con Pluma. Le cobro solo los materiales (150 aeros)
Anders: no le escuchéis, es un embustero. Le cobro 50 aeros y el Carcaj Ligero (como si fuesen otros 50), por lo que pierdo 20 aeros en el intercambio. Si, está confirmado con él.
Nayru: le cobro 220 aeros, 150 van a materiales, me quedo con 70 de beneficio
Total: gano 145 aeros y un carcaj ligero
No me importaba demasiado, mientras fuese funcional. Aceptaba los aeros de cualquiera. O casi cualquiera... pero dudaba que un Jinete Oscuro fuese a pedirme que encantase sus botas.
-Hmm. Similares, quizás.- dije. Enfundé el guantelete en mi mano izquierda, asegurándolo y dejándolo bien a la vista. Chasqueé los dedos, y una intensa descarga eléctrica cubrió la garra. El sonido eléctrico era difícil de confundir. -¿Iguales? No.- aseveré, volviendo a chasquear los dedos. La electricidad se desvaneció en un instante. -Esta es de las más potentes. Necesita unos materiales especiales. Pero si, puedo hacer lo que quieres.-
Tomé una de las dagas arrojadizas que tenía para exponer. La lancé al aire y la cogí al vuelo, pasándola ágilmente entre mis dedos hasta ponerla frente a la vista del cibernético. Las chispas que salían del arma eran fácilmente visibles, aunque no era nada tan impresionante como los otros guanteletes. Aun así, era más que suficiente para hacer daño.
-Algo así. Es fácil... y relativamente barato. Déjamelos, los tendré listos en unos minutos.- aseguré. Por suerte, los mismos materiales que habia usado para repasar las runas de mis guanteletes servían para grabarlas en los del cibernético.
Parecían recién forjados. Los inspeccioné, buscando la luna que Eltrant usaba como sello. De alguna forma, la mayor parte de sus creaciones llegaban a pasar por mis manos.
Me centré en realizar el trabajo antes de que entrase mucha más gente. Parecía ser la hora más ocupada, porque el ruido de fondo iba en aumento. No me llevó demasiado: era la clase de pedido que podía hacer con los ojos cerrados. Tras asegurarme de que ambos guanteletes funcionaban, los tendí sobre el mostrador y le cobré el precio adecuado. Había más gente llegando.
La siguiente era una cara difícil de olvidar. El Capitán Werner hizo su aparición. Habría sido interesante haberlo visto en su barco si intentase saquear el que había usado para llegar hasta allí. Al parecer, necesitaba una runa para su alfanje.
Había algunas que le podían servir bien en alta mar, pero había una en concreto que le venía perfecto. Una que, sin importar lo caótica que fuese una refriega o la tormenta que viniese, aseguraría que siempre tendría su arma a mano. Me leyó el pensamiento: no tardó más de un segundo en pedir el glifo en concreto. Me puse a trabajar en seguida.
Y tan rápido como la última, terminé. El hombre se fue enseguida. Debía tener otros sitios que visitar, supuse.
[. . .]
Los clientes me mantenían más ocupado de lo que esperaba en un principio. Antes de que me diese cuenta, Eltrant se pasó por la tienda como había pedido. Inevitablemente, empecé a agitar la cola al ver lo que había dejado en el mostrador. Los siguientes pedidos fueron los más rápidos que realicé en mi vida como arcanista.
Y finalmente, los tomé. Eran... mejores aún de lo que esperaba. No pude evitar sonreir como un idiota mientras los miraba. A Syl le encantarían. Los guardé cuidadosamente donde sabía que no los perdería y miré al humano. Era difícil expresar con palabras el agradecimiento que sentía.
Traté de hacerlo con monedas, pero tampoco me dejó: solo me cobró por el yelmo, que a decir verdad, también tenía un aspecto perfecto. Podía imaginarme entrando con eso en cualquier campo de batalla.
-Bueno, al menos déjame tu capa.- dije, tomándola con cuidado. -Tengo algo que te vendrá bien, siendo tu.- aseguré.
El grabar en piel era muy diferente a hacerlo en metal. Esencialmente, era mucho más sencillo, ya que absorbía las tintas fácilmente sin necesidad de un catalizador muy potente. La única dificultad era hacer que el glifo fuese bonito.
Lo cual me dio una muy buena idea.
La runa era fácil de camuflar o esconder, a decir verdad. Pero aun así, me esforcé en dibujar un símbolo en medio de la capa. Un símbolo que el mismo Eltrant debía haber visto en mi propia indumentaria. El símbolo de los Nómadas.
Era un poco presuntuoso el hacerlo sin su permiso... pero no había otra forma. Era mi amigo más cercano. No podía no contarlo como mi propia familia.
Por su lado, la runa me tomó algo más de atención. Era la primera vez que la dibujaba en serio, y me negaba a cometer ningún error. No los tuve. Una vez se secó, la pintura quedó bien clara. Ninguno de los dos símbolos se iría fácilmente, aunque por lo que notaba, la propia capa en sí tenia propiedades interesantes.
-Bienvenido a la familia, Eltrant. Tírate por un barranco.- dije, sonriendo. -No, en serio. A partir de ahora, caer de lugares altos no te será ningún problema.- aseguré. -Incluso con tu herreria portatil.-
Fue durante el intercambio que vi asomarse a Anders. El elfo se saltó el resto de la fila sin parecer darse cuenta, e intentó... escabullirse, al parecer. No le dejé ir.
-Quédate en la cola, Anders.- le dije, sin ofrecerle lo que había pedido. Aún no, al menos. Quería hablar con él.
[. . .]
Cuando finalmente pude atenderle, le di lo que había pedido. Pero no tomé todo lo que me ofreció.
-Eres carpintero, ¿no, Anders?- pregunté. -Estaba pensando en conseguirle algo nuevo a Syl. Un carcaj, o algo para su ballesta, quizás. Algo simple y ligero. ¿tienes algo que se parezca?- inquirí. Había oído hablar sobre cosas específicas que enseñaban en esa feria.
Y al parecer, tuve esa suerte. El intercambio le fue favorable: un pergamino a mitad de precio a cambio del carcaj. Pero a decir verdad, parecía necesitar todo el dinero que pudiese tener.
Una vez me despedí de ambos, me tomé un pequeño descanso. Había mucho día por delante.
___________________________
Y pese a todo, seguí trabajando por la noche.
No era de extrañar. Era el único momento en el que los vampiros podían salir realmente. Aunque había menos clientes, los seguía habiendo. Los más notables, quizás, fueron una pareja de vampiresas que se adentró con curiosidad. Una más habladora que la otra, al parecer.
-Déjame las botas y siéntate por aquí, me pondré en un momento.- le dije a la primera. No sería muy distinto de trabajar con la capa de Eltrant: incluso el encantamiento era relativamente similar. No alcé la vista de las botas y mis herramientas mientras respondía a la segunda. -Algunos se quejan. Yo creo que es una bendición.- dije, ocultando una sonrisa. -Pero no ensucies mi mostrador, no vas a ver nada.- añadí, mirándole esta vez a los ojos.
Tras aquello, comencé a trabajar en las botas. No era el objeto más digno que encantar, pero no había otra forma. No grabé las runas en la suela: demasiado desgaste y suciedad. En su lugar, la dibujé en la parte superior, asegurándome de dejarlas simétricas entre sí. Los resultados podían ser nefastos en otro caso.
_______________________________________
Prometeo: le cobro 105 aeros, 70 van a materiales, me quedo con 35 de beneficio.
Werner: le cobro 180, 120 van a materiales, me quedo con 60 de beneficio
Eltrant: Acepto gracilmente su regalo de bodas, y encanto su capa
Anders: no le escuchéis, es un embustero. Le cobro 50 aeros y el Carcaj Ligero (como si fuesen otros 50), por lo que pierdo 20 aeros en el intercambio. Si, está confirmado con él.
Nayru: le cobro 220 aeros, 150 van a materiales, me quedo con 70 de beneficio
Total: gano 145 aeros y un carcaj ligero
Asher Daregan
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Avancé por la feria con ambas manos en la espalda; una muñeca cruzada sobre la otra, observando.
Resultaba innegable que los brujos, como raza, era gente muy creativa. Lamentable que tuviesen una casa entera dedicada a hacer juegos para poder competir. Así de poca les debieron ofrecer los elfos, cómo para que construyesen una excusa que les dejase pelear entre ellos.
Lo obviaría en favor de las otras casas, compartiendo algunos de sus avances con el mundo. No había lugar a dudas de que tenían más bajo la manga. Eso último tomaba mayor fuerza al ver lo que era la indumentaria promedio del estudiante promedio del Hekshold.
Contuve la necesidad de un par de suspiros. Me costaba criticar libremente al considerar mi propio vestuario. Con el tiempo e estadía que tenía ya, lo había verificado: algunos iban con mejores prendas que yo. No sofisticación; mejor tela.
Me estaba amargando. El ambiente tampoco ayudaba, acostumbraba a noches más tranquilas. Sonidos más estridentes pero también más pasajeros. Mucha charlatanería en un solo lugar, no resultaba una sorpresa, estaba lleno de mercaderes; la verborrea para agotar mentalmente a las personas y hacer que comprasen solo para ver si se callaban era un elemento más en la descripción de susodicha línea de trabajo. En el lugar presente, esto me lo esperaba.
Pero no tanto.
Paré una vez estuve seguro de tener suficiente idea de los bienes circundando en el lugar. Necesitaba mejorar mi protección sin comprometer mi flexibilidad. Mis talentos no rezaban en coser, pero observé curtidores hábiles en puestos varios de la feria. También, necesitaba restaurar mi arma. El desgaste de la punta y lo resquebrajado del cuerpo de este me costaron caro antes, por poco me disloqué la muñeca con la última armadura que me tocó atravesar.
Comprar una de esas dos o las dos habría hecho de esto una pérdida magistral de tiempo.
Coser, y calentar y golpear metal eran cosas que podía hacer cualquiera. No era por despreciar a quienes lo hicieran, existían los grados, habían expertos en 'golpear metal', y luego había...
...gente golpeando biociberneticos.
Era una feria de brujos. Tenía que irme con algo mágico de este lugar. Eso cortaba mis opciones a alquimia o arcanismo. No. Las varas tira rayos de los brujos no contaban para esto. No iba a ir por ahí con un palo.
Reinicié mi recorrido, descartando que me serviría y que no de cada cosa, llegando pronto a un muro con el arcanismo. El jugo del arte descansaba en los encantamientos, y, hacer cualquier encantamiento a la...
Suspiré.
La basura que portaba ahora mismo, sería estúpido. Eso reducía lo que los arcanistas me podían ofrecer a pergaminos. Tendría que ser alquimia. Un puesto en particular había tenido mi atención por unos momentos, antes. No es que fuese... llamativo, o especial.
Pero la persona que lo estaba preparando lo era. Un hombre arrugado como si hubiese hecho el viaje a Beltrexus nadando. De pelos naranjos. Narizón. No podía confirmarlo, bien podría simplemente ser alguien de quién, digamos, Freya se había olvidado, y con ganas. O podría ser un dnomo.
Cuando volví resultó levemente decepcionante, no era él quien estaba preparando pociones, sino una mujer. Observando, el lugar parecía muy... a la medida de la señorita, así que el dnomo lo habría estado arreglando para ella. Había sido montado meticulosamente.
Bien. La meticulosidad definía bastante en la alquimia. Una gota más de algo podría resultar en un desastre o un descubrimiento; pero confiaba en que era mayor la posibilidad del desastre.
—Buenas —me acerqué, omitiendo el 'tardes' o 'noches', ya que no estaba seguro, y no iba a arriesgarme a ser corregido—. Un placer, soy Donovan. Ó Catháin. ¿Con quienes tengo el gusto?
Esperé la respuesta de la mujer, y si hablaba, de su secuaz. Abrí un poco la gabardina para revisar en los bolsillos internos, habituaba a guardar el dinero en bolsas de cien aeros, porque alrededor de ese número rondaban la mayoría de las cifras que recibía. Conté veinte aeros fuera de una bolsa, colocándolos en un pequeño pañuelo blanco, y deje caer los otros ochenta en la otra. La cerré y la ofrecí a la mujer, mientras deslizaba los del pañuelo en la segunda bolsa, volviéndola a guardar dentro de mi ropa. Junto al pañuelo.
Mis pedidos eran simples, había oído de ello, pero no lo había probado. Un veneno insípido e inodoro. Lamentablemente, no parecía incoloro, así que no podía hacerlo pasar por agua. Afectaba a la memoria. El segundo era hasta común, una poción de salud, pero por algo lo eran.
Porque siempre serían útiles.
Resultaba innegable que los brujos, como raza, era gente muy creativa. Lamentable que tuviesen una casa entera dedicada a hacer juegos para poder competir. Así de poca les debieron ofrecer los elfos, cómo para que construyesen una excusa que les dejase pelear entre ellos.
Lo obviaría en favor de las otras casas, compartiendo algunos de sus avances con el mundo. No había lugar a dudas de que tenían más bajo la manga. Eso último tomaba mayor fuerza al ver lo que era la indumentaria promedio del estudiante promedio del Hekshold.
Contuve la necesidad de un par de suspiros. Me costaba criticar libremente al considerar mi propio vestuario. Con el tiempo e estadía que tenía ya, lo había verificado: algunos iban con mejores prendas que yo. No sofisticación; mejor tela.
Me estaba amargando. El ambiente tampoco ayudaba, acostumbraba a noches más tranquilas. Sonidos más estridentes pero también más pasajeros. Mucha charlatanería en un solo lugar, no resultaba una sorpresa, estaba lleno de mercaderes; la verborrea para agotar mentalmente a las personas y hacer que comprasen solo para ver si se callaban era un elemento más en la descripción de susodicha línea de trabajo. En el lugar presente, esto me lo esperaba.
Pero no tanto.
Paré una vez estuve seguro de tener suficiente idea de los bienes circundando en el lugar. Necesitaba mejorar mi protección sin comprometer mi flexibilidad. Mis talentos no rezaban en coser, pero observé curtidores hábiles en puestos varios de la feria. También, necesitaba restaurar mi arma. El desgaste de la punta y lo resquebrajado del cuerpo de este me costaron caro antes, por poco me disloqué la muñeca con la última armadura que me tocó atravesar.
Comprar una de esas dos o las dos habría hecho de esto una pérdida magistral de tiempo.
Coser, y calentar y golpear metal eran cosas que podía hacer cualquiera. No era por despreciar a quienes lo hicieran, existían los grados, habían expertos en 'golpear metal', y luego había...
...gente golpeando biociberneticos.
Era una feria de brujos. Tenía que irme con algo mágico de este lugar. Eso cortaba mis opciones a alquimia o arcanismo. No. Las varas tira rayos de los brujos no contaban para esto. No iba a ir por ahí con un palo.
Reinicié mi recorrido, descartando que me serviría y que no de cada cosa, llegando pronto a un muro con el arcanismo. El jugo del arte descansaba en los encantamientos, y, hacer cualquier encantamiento a la...
Suspiré.
La basura que portaba ahora mismo, sería estúpido. Eso reducía lo que los arcanistas me podían ofrecer a pergaminos. Tendría que ser alquimia. Un puesto en particular había tenido mi atención por unos momentos, antes. No es que fuese... llamativo, o especial.
Pero la persona que lo estaba preparando lo era. Un hombre arrugado como si hubiese hecho el viaje a Beltrexus nadando. De pelos naranjos. Narizón. No podía confirmarlo, bien podría simplemente ser alguien de quién, digamos, Freya se había olvidado, y con ganas. O podría ser un dnomo.
Cuando volví resultó levemente decepcionante, no era él quien estaba preparando pociones, sino una mujer. Observando, el lugar parecía muy... a la medida de la señorita, así que el dnomo lo habría estado arreglando para ella. Había sido montado meticulosamente.
Bien. La meticulosidad definía bastante en la alquimia. Una gota más de algo podría resultar en un desastre o un descubrimiento; pero confiaba en que era mayor la posibilidad del desastre.
—Buenas —me acerqué, omitiendo el 'tardes' o 'noches', ya que no estaba seguro, y no iba a arriesgarme a ser corregido—. Un placer, soy Donovan. Ó Catháin. ¿Con quienes tengo el gusto?
Esperé la respuesta de la mujer, y si hablaba, de su secuaz. Abrí un poco la gabardina para revisar en los bolsillos internos, habituaba a guardar el dinero en bolsas de cien aeros, porque alrededor de ese número rondaban la mayoría de las cifras que recibía. Conté veinte aeros fuera de una bolsa, colocándolos en un pequeño pañuelo blanco, y deje caer los otros ochenta en la otra. La cerré y la ofrecí a la mujer, mientras deslizaba los del pañuelo en la segunda bolsa, volviéndola a guardar dentro de mi ropa. Junto al pañuelo.
Mis pedidos eran simples, había oído de ello, pero no lo había probado. Un veneno insípido e inodoro. Lamentablemente, no parecía incoloro, así que no podía hacerlo pasar por agua. Afectaba a la memoria. El segundo era hasta común, una poción de salud, pero por algo lo eran.
Porque siempre serían útiles.
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Lo que corresponde, el aviso. Esto es cuenta secundaria, así que no tokens, no aprendizaje, xp, aeros, etc. No sé si se me pasó por ciegín o algo, pero en las reglas de participación no vi que se necesitasen post on-rol mínimos, así que ;o
Compro lo que debía a Reirei. Un Veneno de El Blanco y una Poción de Salud.
Ó Catháin
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
–Muy bien, ¡hoy voy a darlo todo a plena potencia! –exclamé alegremente luego de la siesta. Me levanté con un salto innecesario y me coloqué al lado de Hyro, cuya actitud contrastaba con la mía–. ¿Estás aburrido?
–¿Darlo todo a plena potencia? –dijo con desgana–. Podrías inventarte una frase original en vez de robarlas de otros lados.
–Sí, pero es mucho trabajo ser original –respondí, encogiéndome de hombros–. Parece que Xana todavía no regresa –comenté, cambiando de tema.
–Encárgate de la tienda, ¿vale? Iré a buscarla. –Se levantó y salió de la tienda.
–En realidad vas a divertirte en los juegos de la feria, ¿no?
Se giró y me respondió con una sonrisa ladina antes de marcharse.
Entonces pasé los siguientes minutos… haciendo nada. Mi energía se esfumó.
–Demonios, debí traer algo para entretenerme –murmuré, aburrido–. Bueno, supongo que este es un buen momento para mis soliloquios.
No, afortunadamente no. Alguien conocido se acercó a mi tienda. Destino, quien fue por un día mi maestro. Lo recibí con una leve sonrisa, que se hizo forzada al escuchar al elfo hablar. ¿Ma melava halani? ¿Qué demonios significaba eso? ¿Tan difícil era usar el lenguaje común? Intenté recordar el significado en mis memorias, pero no lo logré.
Fue un segundo, solo uno, que se hizo demasiado estresante al no saber qué hacer, antes de decidir responder con un respetuoso asentimiento de cabeza. Un gesto era suficiente. Así evitaba quedar como ignorante… Tal vez.
Sea como sea, el resto lo dijo en el idioma común, para mi alivio.
–Una cadena –repetí–, la mejor que tengo. –Busqué una de las pocas cadenas que fabriqué y se la entregué–. Es bastante fuerte y resistente; no se romperá fácilmente –aseguré confiado–. Un arma digna para Destino.
Fue entonces cuando me percaté de algo. ¿Él me había llamado «Reuko»?
–¿Darlo todo a plena potencia? –dijo con desgana–. Podrías inventarte una frase original en vez de robarlas de otros lados.
–Sí, pero es mucho trabajo ser original –respondí, encogiéndome de hombros–. Parece que Xana todavía no regresa –comenté, cambiando de tema.
–Encárgate de la tienda, ¿vale? Iré a buscarla. –Se levantó y salió de la tienda.
–En realidad vas a divertirte en los juegos de la feria, ¿no?
Se giró y me respondió con una sonrisa ladina antes de marcharse.
Entonces pasé los siguientes minutos… haciendo nada. Mi energía se esfumó.
–Demonios, debí traer algo para entretenerme –murmuré, aburrido–. Bueno, supongo que este es un buen momento para mis soliloquios.
No, afortunadamente no. Alguien conocido se acercó a mi tienda. Destino, quien fue por un día mi maestro. Lo recibí con una leve sonrisa, que se hizo forzada al escuchar al elfo hablar. ¿Ma melava halani? ¿Qué demonios significaba eso? ¿Tan difícil era usar el lenguaje común? Intenté recordar el significado en mis memorias, pero no lo logré.
Fue un segundo, solo uno, que se hizo demasiado estresante al no saber qué hacer, antes de decidir responder con un respetuoso asentimiento de cabeza. Un gesto era suficiente. Así evitaba quedar como ignorante… Tal vez.
Sea como sea, el resto lo dijo en el idioma común, para mi alivio.
–Una cadena –repetí–, la mejor que tengo. –Busqué una de las pocas cadenas que fabriqué y se la entregué–. Es bastante fuerte y resistente; no se romperá fácilmente –aseguré confiado–. Un arma digna para Destino.
Fue entonces cuando me percaté de algo. ¿Él me había llamado «Reuko»?
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Vendo a Destino un Arma flexible superior y acepto con gusto sus 500 Æ, así que gano 350 Æ =D
Rauko
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
¿Quieres algo de aquí? Adelante, no tienes que preguntar.
Después de todo, no va a ser un día perdido, pensó la bruja al escuchar aquellas palabras. Se volvió con una sonrisa hacia quien había hablado y se encontró con la sorpresa de que se trataba de un crío de unos diez u once años, a juzgar por su tamaño. Venía con otro más joven.
Estaba a punto de mandarlos a jugar con los otros chiquillos cuando se percató de la mirada casi paternal del mayor mientras el otro pequeño rebuscaba con ilusión entre las ofertas como si estuviera eligiendo un pastel en una confitería. De hecho, la escena le recordó a aquella vez que Ander había reunido algo de dinero extra. Suficiente para un pequeño pastel de cereza. Para ella, no le quedaba para un segundo pastelito. Aún así, su rostro al verla disfrutar de aquel pequeño capricho era de absoluto deleite.
La imagen se escapó de su mente cuando su joven cliente escogió lo que deseaba. Valeria le pasó el pergamino a Libnik para que fuera él quien lo entregara al pequeño y aceptó el dinero del mayor sin hacer preguntas. No sabía, ni quería saber qué habría hecho el muchacho para conseguir lo suficiente, pero no le negaría el orgullo y la satisfacción de cuidar de su hermanito.
—Sabes usarlo, ¿verdad? —le dijo al más joven—. Sólo has de concentrarte en el hechizo que quieres almacenar en el pergamino. Se liberará la próxima vez que alguien lo abra.
No tardó mucho en aparecer una cara conocida, una llena de tentáculos. La actitud del Capitán parecía la de un turista comprando recuerdos, algo que hizo sonreír divertida a la bruja. Mezcló los ingredientes de su encargo en un momento. No era una poción complicada y Valeria siempre había tenido afinidad para la alquimia.
—Aquí tiene —le dijo tendiéndole un frasco redondeado—, serán 90 aeros. No lo beba todo de una vez. Con la mitad de lo que contiene el frasco, ya tiene suficiente para unos quince minutos.
Se encontraba decantando un veneno para la memoria, algo que le extrañaba que nadie le hubiera pedido todavía en una ciudad como Beltrexus, cuando hizo su aparición un individuo de porte elegante, aunque algo extraño.
—Valeria —respondió a la pregunta del desconocido—. Reike. Mi ayudante se llama Libnik —añadió al percatarse de la mirada que el tal Donovan le dirigía al dnomo. La mayoría de las familias que contaban con un dnomo en sus hogares utilizaban la palabra “sirviente”, pero la bruja no se acostumbraba a eso de tener servidumbre—. El gusto es mío, señor Ó Catháin. ¿En qué puedo ayudarlo? —Cuando escuchó el pedido, le dirigió una sonrisa a su cliente—. Está de suerte, justamente acabo de terminar uno de esos, así que no tendrá que esperar.
Mientras Libnik le entregaba la poción de salud, que tomó de la remesa de muestras que había elaborado la bruja al principio de la jornada, Valeria embotelló con pericia el líquido blanquecino en el que acababa de estar trabajando. Aceptó encantada la bolsa de monedas que le tendía el hombre y se despidió hasta otra ocasión.
----------
OFF: ¡¡¡Yayyy!!! Gracias a mis patreons, digo simpáticos clientes, me llevo el Token de Hartem. Aquí el detalle de mis ventas:
A Chimar: Pergamino de Hechizos, le cobro 90 aeros, con un beneficio de 20 aeros para mí y me gano 2 puntos en Arcanos.
A Capitán Werner: Jugo de Visión Nocturna, le cobro 90 aeros, con el mismo beneficio de 20 aeros y me gano 2 puntos en Alquimia.
A Ó Catháin: Veneno de El Blanco y Poción de Salud, le cobro 180 aeros, con beneficio para mí de 40 aeros y me gano 4 puntos en Alquimia.
TOTAL PARA MÍ: 80 aeros, 6 PP Alquimia y 2 PP Arcanos.
Después de todo, no va a ser un día perdido, pensó la bruja al escuchar aquellas palabras. Se volvió con una sonrisa hacia quien había hablado y se encontró con la sorpresa de que se trataba de un crío de unos diez u once años, a juzgar por su tamaño. Venía con otro más joven.
Estaba a punto de mandarlos a jugar con los otros chiquillos cuando se percató de la mirada casi paternal del mayor mientras el otro pequeño rebuscaba con ilusión entre las ofertas como si estuviera eligiendo un pastel en una confitería. De hecho, la escena le recordó a aquella vez que Ander había reunido algo de dinero extra. Suficiente para un pequeño pastel de cereza. Para ella, no le quedaba para un segundo pastelito. Aún así, su rostro al verla disfrutar de aquel pequeño capricho era de absoluto deleite.
La imagen se escapó de su mente cuando su joven cliente escogió lo que deseaba. Valeria le pasó el pergamino a Libnik para que fuera él quien lo entregara al pequeño y aceptó el dinero del mayor sin hacer preguntas. No sabía, ni quería saber qué habría hecho el muchacho para conseguir lo suficiente, pero no le negaría el orgullo y la satisfacción de cuidar de su hermanito.
—Sabes usarlo, ¿verdad? —le dijo al más joven—. Sólo has de concentrarte en el hechizo que quieres almacenar en el pergamino. Se liberará la próxima vez que alguien lo abra.
No tardó mucho en aparecer una cara conocida, una llena de tentáculos. La actitud del Capitán parecía la de un turista comprando recuerdos, algo que hizo sonreír divertida a la bruja. Mezcló los ingredientes de su encargo en un momento. No era una poción complicada y Valeria siempre había tenido afinidad para la alquimia.
—Aquí tiene —le dijo tendiéndole un frasco redondeado—, serán 90 aeros. No lo beba todo de una vez. Con la mitad de lo que contiene el frasco, ya tiene suficiente para unos quince minutos.
Se encontraba decantando un veneno para la memoria, algo que le extrañaba que nadie le hubiera pedido todavía en una ciudad como Beltrexus, cuando hizo su aparición un individuo de porte elegante, aunque algo extraño.
—Valeria —respondió a la pregunta del desconocido—. Reike. Mi ayudante se llama Libnik —añadió al percatarse de la mirada que el tal Donovan le dirigía al dnomo. La mayoría de las familias que contaban con un dnomo en sus hogares utilizaban la palabra “sirviente”, pero la bruja no se acostumbraba a eso de tener servidumbre—. El gusto es mío, señor Ó Catháin. ¿En qué puedo ayudarlo? —Cuando escuchó el pedido, le dirigió una sonrisa a su cliente—. Está de suerte, justamente acabo de terminar uno de esos, así que no tendrá que esperar.
Mientras Libnik le entregaba la poción de salud, que tomó de la remesa de muestras que había elaborado la bruja al principio de la jornada, Valeria embotelló con pericia el líquido blanquecino en el que acababa de estar trabajando. Aceptó encantada la bolsa de monedas que le tendía el hombre y se despidió hasta otra ocasión.
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OFF: ¡¡¡Yayyy!!! Gracias a mis patreons, digo simpáticos clientes, me llevo el Token de Hartem. Aquí el detalle de mis ventas:
A Chimar: Pergamino de Hechizos, le cobro 90 aeros, con un beneficio de 20 aeros para mí y me gano 2 puntos en Arcanos.
A Capitán Werner: Jugo de Visión Nocturna, le cobro 90 aeros, con el mismo beneficio de 20 aeros y me gano 2 puntos en Alquimia.
A Ó Catháin: Veneno de El Blanco y Poción de Salud, le cobro 180 aeros, con beneficio para mí de 40 aeros y me gano 4 puntos en Alquimia.
TOTAL PARA MÍ: 80 aeros, 6 PP Alquimia y 2 PP Arcanos.
Reike
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Transacciones actualizadas
Alisha: +20 aeros de beneficio por ventas y 2PP en Alquimia
Capitán Werner: -390 aeros por compra en talleres
Prometeo: -105 aeros por compra en taller
Eltrant: -150 aeros por compra en taller
Anders: -50 aeros por compra en taller
Nayru: -220 aeros por compra en taller
Asher: +145 aeros de beneficio por ventas
Rauko: +370 de beneficio por venta (en lugar de los 350 que calculaste)
Destino: -500 aeros por compra en taller
Chimar: -90 aeros por compra en taller
Ó Catháin: -180 por compra en taller
Reike: +80 aeros de beneficio por ventas, 2PP en Arcanos y 6PP en Alquimia
Encargos pendientes: de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Go'el; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a Reivy; de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Demian, y Eltrant.
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
Eltrant Tale: Herrería y Curtiduría
Demian: Alquimia e Ingeniería
Gerrit Nephgerd: Alquimia
Reike: Alquimia y Arcanos
Anders: Carpintería
Vincent Calhoun: Arcanos y Herrería
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 4
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
Ryuu: 4
Valyria: 5
Gerrit Nephgerd: 5
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Era hora de regresar con Arthur. Suponía que ya habría superado su rabieta y no intentaría hacerme explotar o sacarme un brazo.
Me dirigía a la salida de la feria, cuando un último lugar llamó mi atención. No estaba ahí al principio. Se trataba de un hombre, probablemente un ingeniero; por la forma en que vestía y las herramientas que utilizaba, quien intentaba acoplar una especie de artilugio a su edificio. No pude evitar acercarme a él.
—Buenos días. —deseé con calma, quedándome en pié a una distancia prudencial de él. Me crucé de brazos, mientras ejecutaba un escanéo general del proyecto.
—Buen día, niño. —contestó el hombre, aún concentrado. —¿Buscabas algo? ¿Necesitas que te repare algo? —preguntó. Era un ingeniero, sin duda. Reconocería a un biocibernético a treinta metros.
—Negativo, me encuentro en perfecto estado. —contesté sereno. —Pero no puedo evitar encontrar... Interesante... La actividad que está realizando.
—¿Esto...? —le dió un par de palmadas a la placa que sostenía el artilugio. —Es un sistema de seguridad. Esos pequeños brujos del Hekshold son unos canallas. —espetó. —Con este bebé, podré enseñarles una lección de disciplina, o quizás dos. —comunicó levantándose.
—Brillante. —musité, cada vez más interesado en su funcionamiento. —¿Sería mucho pedir que me permita observar el proceso para aprender a realizarlo? —me llevé la mano al bolsillo, comprobando que aún tenía un par de monedas. —Entiendo que el conocimiento no es gratis. Puedo solucionar ese inconveniente de ser necesario. —aclaré con una sonrisa.
—Mmm... —el hombre se detuvo a pensarlo. —Nunca he sido buen profesor... Pero no creo que tu cerebro necesite muchas explicaciones, ¿cierto? —razonó, provocando que asintiera en confirmación a sus pensamientos. —Pues, si es lo que deseas y te mantienes en silencio, te dejaré aprender todo lo que quieras. —se encogió de hombros y volvió al trabajo.
Volví a asentir, colocándome en cuclillas para observar mejor lo que realizaba, analizando cada uno de sus movimientos y piezas utilizadas en la instalación. Arthur podía esperar un poco más.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Aprendo las recetas: Maquinaria Bélica, Botas Saltarinas y Red Compacta, por 50 aeros, reclamando a la vez el Token de Axhol.
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Había escuchado que iba a ver una feria que a ella la convenía y sobretodo ahora. Había hecho todo para viajar y allí estaba, caminando entre las tiendas de mercaderes en busca de algo en concreto. Había hecho una excepción, no era de estar entre multitudes, pero necesitaba algo en concreto y más desde que había abandonado Ulmer. Si siguiera viviendo en aquel poblado la daba igual, pero esta vez. Si quería viajar por todo Aerandir, necesitaría la ayuda de un arcano y tenía lo necesario para poder conseguir lo que quería.
Vestía sus botas de cuero negro,junto a unos pantalones, corsé y una cazadora también de cuero negro, y esta ultima tenía una capucha para ocultar su rostro. Llevaba la cazadora cerrada ocultando su piel mientras que una de sus manos enguantadas con guantes del mismo material y color que el resto de ropa se posaba en la daga que la Lycan siempre portaba con ella. El alrededor de sus ojos estaban pintados de negro como si fuera un tipo de pintura tribal, y esa pintura tribal era propia de su familia los Niktos.
Sus pasos eran lentos, buscando algún tenderete algo disimulado, había muchos enormes ostentosos como mucha gente, y suficiente tenía de ir esquivando a la gente que ir a comprar y tener que pegarse con la gente para acercarse. Y eso la daba mucha pereza, entornó los ojos hasta que de pronto sus ojos se posaron en un gnomo. No había visto nunca uno, pero la resultaban curiosos, pero parecía que trabajaba, para, quizás, "¿Una bruja?" pensó mientras miraba a la chica de aquel pequeño tenderete.
Se acercó esperando que no hayan notado ser muy descarada al mirar aquella tienda al aire libre y se empezó a abrir poco a poco la cazadora para luego tomar un collar del que colgaba un anillo. -Buenas, creo que este es el sitio que busco, necesito un encantamiento de pudor, creo que con este objeto servirá-comentó directa al grano,mientras le acercaba el colgante con el anillo, ella era así no se andaba con rodeos, enseguida decía lo que quería. Había observado los precios y no les veía muy desmesurados, además había ahorrado cuando se enteró que se podían hacer un encantamiento como aquel, solo que la costó encontrar un sitio para que se lo hicieran. Su mano se dirigió al bolsillo donde guardaba una bolsa con monedas dispuesta a pagar cuando la indicara la joven.
~~~~
Off: he pedido a Reike un encantamiento de pudor. Por hacer una compra, ganó el Token de Hartem
Vestía sus botas de cuero negro,junto a unos pantalones, corsé y una cazadora también de cuero negro, y esta ultima tenía una capucha para ocultar su rostro. Llevaba la cazadora cerrada ocultando su piel mientras que una de sus manos enguantadas con guantes del mismo material y color que el resto de ropa se posaba en la daga que la Lycan siempre portaba con ella. El alrededor de sus ojos estaban pintados de negro como si fuera un tipo de pintura tribal, y esa pintura tribal era propia de su familia los Niktos.
Sus pasos eran lentos, buscando algún tenderete algo disimulado, había muchos enormes ostentosos como mucha gente, y suficiente tenía de ir esquivando a la gente que ir a comprar y tener que pegarse con la gente para acercarse. Y eso la daba mucha pereza, entornó los ojos hasta que de pronto sus ojos se posaron en un gnomo. No había visto nunca uno, pero la resultaban curiosos, pero parecía que trabajaba, para, quizás, "¿Una bruja?" pensó mientras miraba a la chica de aquel pequeño tenderete.
Se acercó esperando que no hayan notado ser muy descarada al mirar aquella tienda al aire libre y se empezó a abrir poco a poco la cazadora para luego tomar un collar del que colgaba un anillo. -Buenas, creo que este es el sitio que busco, necesito un encantamiento de pudor, creo que con este objeto servirá-comentó directa al grano,mientras le acercaba el colgante con el anillo, ella era así no se andaba con rodeos, enseguida decía lo que quería. Había observado los precios y no les veía muy desmesurados, además había ahorrado cuando se enteró que se podían hacer un encantamiento como aquel, solo que la costó encontrar un sitio para que se lo hicieran. Su mano se dirigió al bolsillo donde guardaba una bolsa con monedas dispuesta a pagar cuando la indicara la joven.
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Off: he pedido a Reike un encantamiento de pudor. Por hacer una compra, ganó el Token de Hartem
Selene Niktos
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Con todas sus nuevas cosillas a buen recaudo, los enanos vuelven a modo explorador, ahora con un delicioso pan dulce en mano claro y es que lo prometido es deuda… las promesas de comida son muy importantes para los enanos.
A medida que recorren nuevas secciones, ambos chicos hablan de los peculiares tenderos que encontraron durante sus compras. Por primera vez Demian no resulta ser el elemento más curioso de una lista.
Cada vez hay más aventureros que hacen vida por Aerandir, Maquiavelo conoce un buen porcentaje pero sigue sin tener a todo el roster en su lista, eso sin mencionar que es un gremio en crecimiento constante.
Sea como sea, esto no es algo intrínsecamente malo. Después de todo los personajes suelen congeniar y entre más mejor, muchas aventuras requieren el apoyo de otros elementos para ser completadas.
Chim piensa todo esto hasta que algo demasiado vistoso para ser ignorado se les atraviesa de golpe, una pista de carreras de tamaño compacto que tiene como participantes al animal más peculiar.
¿Pollos?
Son geniales jejeje.
Es claro que Canel conoce de su pasado la curiosa competencia pero al joven inventor no puede parecerle más extraña, especialmente cuando entiende que no es una simple carrera de pollos gracias a las palabras de su propio hermanito.
Entonces… ¿Son pollos drogados?
Noooo, ¡Pollos estimulados con magia! “sonríe de manera animada”.
Al parecer son aves de granja criadas para recibir éter de cualquier brujo, esto les hace correr en proporción al nivel de energía arcana que su enlace les inyecte… una de las cosas más bizarras jamás oídas por Chim.
Los brujos ahora están en un escalón más alto de rareza para mi…
Indiferentemente de lo extraño, los ojos saltones de Canel indican que quiere participar. Su hermano mayor ya conoce todas las peculiaridades que tiene el brujito con respecto a comportamiento, o al menos las más normalitas.
Enséñales, peque “asiente con cara permisiva”.
Con rienda suelta para participar, Canel pasa a inscribirse. Claro que lleva de la mano al chico inventor en todo momento y es que desea mostrarle a su protector el juego en sí, esto promete sin duda.
viene entonces el momento de seleccionar al pollo, todo un hito teniendo en cuenta las variedades extrañas que hay. Lo cierto es que Maquiavelo no recuerda haber visto aves de granja con tales peculiaridades, por suerte es el propio Canel quien escoge a su “campeón”.
¡Tito Adolfo!
Dice mientras mira a uno de los animales, uno que posee la más peculiar forma de andar. Maquiavelo se encoje de hombros y es que le gustaba más el pollo azul, pero termina por aceptar el seleccionado por su hermanito ya que fue idea suya participar.
Los brujos participantes toman entonces sus posiciones en las barandillas de observación mientras los competidores emplumados hacen lo mismo en sus respectivas casillas, claramente no es la primera vez que corren.
Cierto hechicero anciano sopla un silbato y comienza la carrera… si es que eso tiene algún sentido. Curiosamente los animales siguen los carriles con un profesionalismo impropio, al parecer son aves listas pese a no poder volar.
Cada mago pasa luego a… “drogar” a su respectiva ave y es allí cuando todo se pone raro, con las pobres criaturas corriendo de manera antinatural. Maquiavelo debe hacer un esfuerzo para no reír por su parte, es lo más divertido que ha visto en mucho tiempo.
Si bien la criatura de Canel corre a velocidad pareja con respecto a las otras, cuando el brujito cierra los ojos adquiere una posición puntera. Todo hubiera terminado bastante bien allí pero no estamos hablando de un hechicero normal.
Ante la mirada atónita de todos, tito Adolfo completa cinco vueltas en un parpadeo. Gana con todas las de la ley… y varias veces. Cuando la magia que el brujito inyecto en el pollo se termina por otro lado, el pobre animal cae.
Lo mataste...
“Canel niega con la cabeza bastante tranquilo”.
Ciertamente el animal sigue vivo, se puede ver como se le infla el pecho de manera natural. Que quiera volver a competir alguna vez es cosa aparte, a todas luces parece haberse ganado un muy merecido retiro en el mejor asilo de pollos.
¡Felicitaciones al ganador!
El pequeño rubio pasa a recibir un fuerte “¡Hurra!” en el podio de los ganadores, con su pertinente campeón posando orgulloso al frente de sus piernas. Chimar también está cerca, ayudándole a carga el trofeo ganado… una cabeza de pollo gigante.
Tardare un tiempo en olvidar esto, enanito jajajaja “lo despeina”.
A medida que recorren nuevas secciones, ambos chicos hablan de los peculiares tenderos que encontraron durante sus compras. Por primera vez Demian no resulta ser el elemento más curioso de una lista.
Cada vez hay más aventureros que hacen vida por Aerandir, Maquiavelo conoce un buen porcentaje pero sigue sin tener a todo el roster en su lista, eso sin mencionar que es un gremio en crecimiento constante.
Sea como sea, esto no es algo intrínsecamente malo. Después de todo los personajes suelen congeniar y entre más mejor, muchas aventuras requieren el apoyo de otros elementos para ser completadas.
Chim piensa todo esto hasta que algo demasiado vistoso para ser ignorado se les atraviesa de golpe, una pista de carreras de tamaño compacto que tiene como participantes al animal más peculiar.
¿Pollos?
Son geniales jejeje.
Es claro que Canel conoce de su pasado la curiosa competencia pero al joven inventor no puede parecerle más extraña, especialmente cuando entiende que no es una simple carrera de pollos gracias a las palabras de su propio hermanito.
Entonces… ¿Son pollos drogados?
Noooo, ¡Pollos estimulados con magia! “sonríe de manera animada”.
Al parecer son aves de granja criadas para recibir éter de cualquier brujo, esto les hace correr en proporción al nivel de energía arcana que su enlace les inyecte… una de las cosas más bizarras jamás oídas por Chim.
Los brujos ahora están en un escalón más alto de rareza para mi…
Indiferentemente de lo extraño, los ojos saltones de Canel indican que quiere participar. Su hermano mayor ya conoce todas las peculiaridades que tiene el brujito con respecto a comportamiento, o al menos las más normalitas.
Enséñales, peque “asiente con cara permisiva”.
Con rienda suelta para participar, Canel pasa a inscribirse. Claro que lleva de la mano al chico inventor en todo momento y es que desea mostrarle a su protector el juego en sí, esto promete sin duda.
viene entonces el momento de seleccionar al pollo, todo un hito teniendo en cuenta las variedades extrañas que hay. Lo cierto es que Maquiavelo no recuerda haber visto aves de granja con tales peculiaridades, por suerte es el propio Canel quien escoge a su “campeón”.
¡Tito Adolfo!
Dice mientras mira a uno de los animales, uno que posee la más peculiar forma de andar. Maquiavelo se encoje de hombros y es que le gustaba más el pollo azul, pero termina por aceptar el seleccionado por su hermanito ya que fue idea suya participar.
Los brujos participantes toman entonces sus posiciones en las barandillas de observación mientras los competidores emplumados hacen lo mismo en sus respectivas casillas, claramente no es la primera vez que corren.
Cierto hechicero anciano sopla un silbato y comienza la carrera… si es que eso tiene algún sentido. Curiosamente los animales siguen los carriles con un profesionalismo impropio, al parecer son aves listas pese a no poder volar.
Cada mago pasa luego a… “drogar” a su respectiva ave y es allí cuando todo se pone raro, con las pobres criaturas corriendo de manera antinatural. Maquiavelo debe hacer un esfuerzo para no reír por su parte, es lo más divertido que ha visto en mucho tiempo.
Si bien la criatura de Canel corre a velocidad pareja con respecto a las otras, cuando el brujito cierra los ojos adquiere una posición puntera. Todo hubiera terminado bastante bien allí pero no estamos hablando de un hechicero normal.
Ante la mirada atónita de todos, tito Adolfo completa cinco vueltas en un parpadeo. Gana con todas las de la ley… y varias veces. Cuando la magia que el brujito inyecto en el pollo se termina por otro lado, el pobre animal cae.
Lo mataste...
“Canel niega con la cabeza bastante tranquilo”.
Ciertamente el animal sigue vivo, se puede ver como se le infla el pecho de manera natural. Que quiera volver a competir alguna vez es cosa aparte, a todas luces parece haberse ganado un muy merecido retiro en el mejor asilo de pollos.
¡Felicitaciones al ganador!
El pequeño rubio pasa a recibir un fuerte “¡Hurra!” en el podio de los ganadores, con su pertinente campeón posando orgulloso al frente de sus piernas. Chimar también está cerca, ayudándole a carga el trofeo ganado… una cabeza de pollo gigante.
Tardare un tiempo en olvidar esto, enanito jajajaja “lo despeina”.
- Off:
- Chimar y Canel aspiran al token de Skarth con un juego muy peculiar.
- Tito Adolfo:
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