La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Un par de mujeres se acercaron a su taller. Bueno, no era suyo suyo, más bien prestado. No importaba, eran clientes.
-Bueno, no son recetas únicas, pero si, las hago yo misma.- y le interesaban varias pociones, así que si hacia un buen trabajo, seguramente volvía. La vampiresa se arremango y empezó a trabajar.
Las pociones de salud contenían muchas cosas, todas saludables, por supuesto. Y la verdad, importaba más bien poco que les pusieras exactamente siempre que respectaras una muy específica lista de ingredientes. Pero ella vivía en Lunargenta, y allí la gente quería sus pociones de salud con un muy específico color rojo que no todas las combinaciones daban.
Ella hacia trampas, les ponía cereza. Mejoraba el sabor y le daba el color que tocaba. Pero eso no significaba que la poción fuera peor, no, ella la había mejorado. Y seguía el proceso a rajatabla, machacando los ingredientes en un mortero, mezclandolos con alcohol para que sus propiedades se diluyeran y luego destilando el resultado para concentrarlo en una pequeña botellita. Allí era donde entraba el jugo de cereza. Le daba un toque dulce para disimular el sabor de la poción, sin disminuir ni afectar su eficacia, como pasaba con algunas de las frutas de las islas por motivos que no acababa de entender.
Puede que esa mujer tuviera razón y si que fuera su propia receta. –Una poción de salud muy especial para ti, toma. Serán 70 aeros.- dijo, una vez hubo acabado la destilación y embotellado el resultado en una bonita botella y entregándoselo a la mujer.
Pocion de salud para Nay, a precio de coste, +2pp para mi, yaaay
-Bueno, no son recetas únicas, pero si, las hago yo misma.- y le interesaban varias pociones, así que si hacia un buen trabajo, seguramente volvía. La vampiresa se arremango y empezó a trabajar.
Las pociones de salud contenían muchas cosas, todas saludables, por supuesto. Y la verdad, importaba más bien poco que les pusieras exactamente siempre que respectaras una muy específica lista de ingredientes. Pero ella vivía en Lunargenta, y allí la gente quería sus pociones de salud con un muy específico color rojo que no todas las combinaciones daban.
Ella hacia trampas, les ponía cereza. Mejoraba el sabor y le daba el color que tocaba. Pero eso no significaba que la poción fuera peor, no, ella la había mejorado. Y seguía el proceso a rajatabla, machacando los ingredientes en un mortero, mezclandolos con alcohol para que sus propiedades se diluyeran y luego destilando el resultado para concentrarlo en una pequeña botellita. Allí era donde entraba el jugo de cereza. Le daba un toque dulce para disimular el sabor de la poción, sin disminuir ni afectar su eficacia, como pasaba con algunas de las frutas de las islas por motivos que no acababa de entender.
Puede que esa mujer tuviera razón y si que fuera su propia receta. –Una poción de salud muy especial para ti, toma. Serán 70 aeros.- dijo, una vez hubo acabado la destilación y embotellado el resultado en una bonita botella y entregándoselo a la mujer.
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Alisha Lessard
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Transacciones actualizadas
Vincent: -240 aeros por aprendizaje de recetas
Nayru: -70 aeros por compra en taller
Alisha: +2 pp en Alquimia por elaboración de objeto
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
Eltrant Tale: Herrería y Curtiduría
Demian: Alquimia e Ingeniería
Gerrit Nephgerd: Alquimia
Reike: Alquimia y Arcanos
Anders: Carpintería
Vincent Calhoun: Arcanos y Herrería
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 4
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
Ryuu: 4
Valyria: 5
Gerrit Nephgerd: 5
Chimar: 5
Prometeo: 3
Go'el (segunda cuenta): 3
Vincent Calhoun: 5
Fehu
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
—Hey, ¿a quién llamas vieja, jovencita? —dijo Valeria apartando la vista del frasco que tenía entre sus manos para dirigirla hacia la niña con el rostro serio e intimidante que usaría un maestro ante un niño travieso que acabara de interrumpir la clase.
Entregó el frasco al brujo sin interrumpir su discurso, preguntándose hasta qué punto conocía aquello de lo que hablaba. Porque, sí, había cosas —y personas— mucho peores. No tenía idea de dónde se había sacado Vincent una hija, pero sí podía afirmar, aunque no fuese a hacerlo, que la pequeña había tenido suerte. Siempre y cuando el hombre no se hiciera matar por alguno de sus altos ideales, claro. Correspondió a la reverencia del Calhoun con una inclinación de cabeza y se quedó observando al dúo un rato a medida que se alejaban.
—Voy a tomarme un descanso, Libnik —dijo al cabo de un momento—. Si alguien quiere algo de lo que no está en reservas, que venga más tarde. O que busque otro puesto, da igual.
Se sentía desanimada de repente y necesitaba algo con lo que distraerse, así que se dio otro paseo entre los diferentes puestos de la feria en busca de algo que llamara su atención. No vio nada que le apeteciera comprar, pero sí se encontró con un antiguo maestro de alquimia que estaba haciendo una pequeña demostración. De alguna manera, había conseguido que el contenido, entre líquido y gaseoso de un frasco, se convirtiera en una gema de un color blanquecino y brillante.
—No recuerdo que nos enseñara nada parecido cuando era estudiante —le dijo cuando la gente se alejó en busca del siguiente espectáculo—, ¿es una técnica avanzada?
—En realidad, es asombrosamente sencilla —le respondió—, pero seguro que aún puedo enseñarte una o dos cosas más complejas, si quieres aprender.
Valeria se quedó un rato con él atendiendo a sus instrucciones. Más calmada y animada después de aquello, decidió que se acercaría también a donde estaban los maestros arcanistas. Algo podría aprender también allí.
----------
OFF: Recetas aprendidas: Éter Cristalizado (10), Medicina Multipropósito (10), Elixir de Frigg (30), Manto de Aroma (30) y Botas de Orwandil (60). Total: 140 aeros
Gano 1pp en Alquimia y 2pp en Arcanos, y el Token de Axhol
Entregó el frasco al brujo sin interrumpir su discurso, preguntándose hasta qué punto conocía aquello de lo que hablaba. Porque, sí, había cosas —y personas— mucho peores. No tenía idea de dónde se había sacado Vincent una hija, pero sí podía afirmar, aunque no fuese a hacerlo, que la pequeña había tenido suerte. Siempre y cuando el hombre no se hiciera matar por alguno de sus altos ideales, claro. Correspondió a la reverencia del Calhoun con una inclinación de cabeza y se quedó observando al dúo un rato a medida que se alejaban.
—Voy a tomarme un descanso, Libnik —dijo al cabo de un momento—. Si alguien quiere algo de lo que no está en reservas, que venga más tarde. O que busque otro puesto, da igual.
Se sentía desanimada de repente y necesitaba algo con lo que distraerse, así que se dio otro paseo entre los diferentes puestos de la feria en busca de algo que llamara su atención. No vio nada que le apeteciera comprar, pero sí se encontró con un antiguo maestro de alquimia que estaba haciendo una pequeña demostración. De alguna manera, había conseguido que el contenido, entre líquido y gaseoso de un frasco, se convirtiera en una gema de un color blanquecino y brillante.
—No recuerdo que nos enseñara nada parecido cuando era estudiante —le dijo cuando la gente se alejó en busca del siguiente espectáculo—, ¿es una técnica avanzada?
—En realidad, es asombrosamente sencilla —le respondió—, pero seguro que aún puedo enseñarte una o dos cosas más complejas, si quieres aprender.
Valeria se quedó un rato con él atendiendo a sus instrucciones. Más calmada y animada después de aquello, decidió que se acercaría también a donde estaban los maestros arcanistas. Algo podría aprender también allí.
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OFF: Recetas aprendidas: Éter Cristalizado (10), Medicina Multipropósito (10), Elixir de Frigg (30), Manto de Aroma (30) y Botas de Orwandil (60). Total: 140 aeros
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Reike
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Después de caminar sin rumbo por la feria (porque jamás admitirá que estaba perdido) Go'el se topó con un pequeña tienda. Las ventanas estaban iluminadas por la luz del interior y desde la puerta se podía oler la inconfundible mezcla de múltiples ingredientes alquímicos.
-Buenas noches. -Se presentó el galeno tras abrir la puerta. -Eres alquimista, ¿verdad? -El rubio avanzó por el interior hasta quedar frente a la mujer de ojos verdes. -Estaría interesado en aprender las recetas que los brujos enseñan en la feria ¿posees alguna? -Go'el dejó responder a la muchacha. -Si eres ingeniera te puedo enseñar tres recetas a cambio.
El dragón cruzó un puñado de palabras hasta llegar a un acuerdo con la alquimista. Por suerte para él la chica era ingeniera por lo que pudo llegar a una transacción beneficiosa.
Go'el extendió los diagramas sobre una mesa y explicó rápidamente que hacia cada uno, cuando la alquimista seleccionó a los afortunados guardó el resto de pergaminos y procedió a enseñar el montaje de cada uno, bajo el sensato acuerdo de ir intercalando las recetas.
En primera instancia el científico enseñó la construcción de las botas, usando las suyas propias como ejemplo y señalando las partes más importantes, como el tacón de la bota. Después vino la red, un simple artefacto a primera vista, tan solo una esfera con una red en su interior, pero los mecanismos que atacaban dicha esfera eran intrincados. En última estancia estuvo el gancho retráctil, sin duda el mecanismo más complejo que Go'el había visto hasta la fecha y el que más tardo en explicar.
-Ha sido todo un placer. -Comentó el rubio antes de despedirse. -Si descubres más cosas avísame o ven a verme. Trabajo en ciudad Lagarto.
De alguna forma el galeno estaba consiguiendo regresar a su puesto sin perderse, sin embargo la suerte quiso que se parara delante de un taller.
Había algo que llamó la atención del rubio, pudiera haber sido el pulcro orden del establecimiento, pudiera haber sido belleza de la dueña (si no estuviéramos hablando de Go'el, claro), pero la razón por la que se paró fue por el diminuto ser humano que iba de un lado a otro.
-Fascinante. -Murmuró el científico, acercándose a la mesa de recepción. -Un dnomo, ¿cómo lo has conseguido? -El dragón miró fijamente al duende antes de alzar los ojos a la dueña del lugar. -Que interesante.
Después de saciar su curiosidad sobre el dnomo, Go'el observó atentamente la tienda y la lista de precios y objetos.
-Veo que posees algunas recetas alquímicas de la feria ¿te interesaría intercambiarlas? Tengo estas tres.
Comunicó el rubio, sacando las recetas que acababa de aprender.
_____________
Off:
Aprendo las recetas: Poción de Rescate, Piedra Filosofal Falsa y Pesadilla Embotellada, de Alisha y gano 3pp de alquimia. Al mismo tiempo le enseño a ella: Gancho Retráctil, Botas Percutoras 2.0 y Red Compacta. Los dos ganamos 3pp de ingeniería, ella por aprenderlas y yo por enseñarlas.
Me presento en la tienda de Reike ofreciéndole enseñar mis recetas de alquimia a cambio de las suyas.
-Buenas noches. -Se presentó el galeno tras abrir la puerta. -Eres alquimista, ¿verdad? -El rubio avanzó por el interior hasta quedar frente a la mujer de ojos verdes. -Estaría interesado en aprender las recetas que los brujos enseñan en la feria ¿posees alguna? -Go'el dejó responder a la muchacha. -Si eres ingeniera te puedo enseñar tres recetas a cambio.
El dragón cruzó un puñado de palabras hasta llegar a un acuerdo con la alquimista. Por suerte para él la chica era ingeniera por lo que pudo llegar a una transacción beneficiosa.
Go'el extendió los diagramas sobre una mesa y explicó rápidamente que hacia cada uno, cuando la alquimista seleccionó a los afortunados guardó el resto de pergaminos y procedió a enseñar el montaje de cada uno, bajo el sensato acuerdo de ir intercalando las recetas.
En primera instancia el científico enseñó la construcción de las botas, usando las suyas propias como ejemplo y señalando las partes más importantes, como el tacón de la bota. Después vino la red, un simple artefacto a primera vista, tan solo una esfera con una red en su interior, pero los mecanismos que atacaban dicha esfera eran intrincados. En última estancia estuvo el gancho retráctil, sin duda el mecanismo más complejo que Go'el había visto hasta la fecha y el que más tardo en explicar.
-Ha sido todo un placer. -Comentó el rubio antes de despedirse. -Si descubres más cosas avísame o ven a verme. Trabajo en ciudad Lagarto.
De alguna forma el galeno estaba consiguiendo regresar a su puesto sin perderse, sin embargo la suerte quiso que se parara delante de un taller.
Había algo que llamó la atención del rubio, pudiera haber sido el pulcro orden del establecimiento, pudiera haber sido belleza de la dueña (si no estuviéramos hablando de Go'el, claro), pero la razón por la que se paró fue por el diminuto ser humano que iba de un lado a otro.
-Fascinante. -Murmuró el científico, acercándose a la mesa de recepción. -Un dnomo, ¿cómo lo has conseguido? -El dragón miró fijamente al duende antes de alzar los ojos a la dueña del lugar. -Que interesante.
Después de saciar su curiosidad sobre el dnomo, Go'el observó atentamente la tienda y la lista de precios y objetos.
-Veo que posees algunas recetas alquímicas de la feria ¿te interesaría intercambiarlas? Tengo estas tres.
Comunicó el rubio, sacando las recetas que acababa de aprender.
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Off:
Aprendo las recetas: Poción de Rescate, Piedra Filosofal Falsa y Pesadilla Embotellada, de Alisha y gano 3pp de alquimia. Al mismo tiempo le enseño a ella: Gancho Retráctil, Botas Percutoras 2.0 y Red Compacta. Los dos ganamos 3pp de ingeniería, ella por aprenderlas y yo por enseñarlas.
Me presento en la tienda de Reike ofreciéndole enseñar mis recetas de alquimia a cambio de las suyas.
Go'el
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
¡Otro cliente! Aunque este no quería comprar nada, solo aprender. –Sí, tengo varias de las recetas.- aunque no estaba segura de si debía enseñarlas. Pero por otro lado, ¿Quién era ella para interponerse entre alguien y su sed de conocimiento? Le enseñaría.
Que aprendiera varias cosas en el proceso no tenía nada que ver, no señor. Para nada.
Enseñaban las recetas de una en una, obviamente, pero intercalándolas, puede que por desconfianza, por si el otro aprendía las tres recetas y se iba sin enseñar las suyas. En cualquier caso, después de las botas, ella enseño la pesadilla embotellada, la justa combinación de alucinógenos y un proceso de condensación más típico de perfumes que bombas. Ingenioso, pero no particularmente novedoso.
La red era la que le hizo más gracia. Tan pequeña, pero tan potente. Esa la cambio por una copia del amasijo de garabatos, teorías e instrucciones para hacer una piedra filosofal falsa. El gancho retráctil lo intercambio por la poción de salud de efecto rápido. Útil, sin duda, pero no tan chula como un pedrusco capaz de transmutar materia.
No se había molestado nunca en dedicar un tiempo a estudiar lo que podía hacer con ingeniería pero… puede que fuese la hora, tenía cosas muy chulas. -Hasta la próxima.- se despidió del rubio. Nunca había estado en Ciudad Lagarto. ¿Tendría muchas lagartijas? O a lo mejor estaba construida sobre los huesos de un gigantesco esqueleto de dragón. Ohhhh, eso seria chulo, tendría que pasarse un día.
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Lo dicho, le enseño tres de alquimia, aprendo 3 de ingeniería, por lo que gano…3pp en cada? Creo. No estoy muy segura.
Que aprendiera varias cosas en el proceso no tenía nada que ver, no señor. Para nada.
Enseñaban las recetas de una en una, obviamente, pero intercalándolas, puede que por desconfianza, por si el otro aprendía las tres recetas y se iba sin enseñar las suyas. En cualquier caso, después de las botas, ella enseño la pesadilla embotellada, la justa combinación de alucinógenos y un proceso de condensación más típico de perfumes que bombas. Ingenioso, pero no particularmente novedoso.
La red era la que le hizo más gracia. Tan pequeña, pero tan potente. Esa la cambio por una copia del amasijo de garabatos, teorías e instrucciones para hacer una piedra filosofal falsa. El gancho retráctil lo intercambio por la poción de salud de efecto rápido. Útil, sin duda, pero no tan chula como un pedrusco capaz de transmutar materia.
No se había molestado nunca en dedicar un tiempo a estudiar lo que podía hacer con ingeniería pero… puede que fuese la hora, tenía cosas muy chulas. -Hasta la próxima.- se despidió del rubio. Nunca había estado en Ciudad Lagarto. ¿Tendría muchas lagartijas? O a lo mejor estaba construida sobre los huesos de un gigantesco esqueleto de dragón. Ohhhh, eso seria chulo, tendría que pasarse un día.
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Lo dicho, le enseño tres de alquimia, aprendo 3 de ingeniería, por lo que gano…3pp en cada? Creo. No estoy muy segura.
Alisha Lessard
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
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Reike: -140 aeros por aprendizaje de recetas, +1 pp en Alquimia, +2 pp en Arcanos
Go'el: +3 pp en Alquimia por aprendizaje de recetas, +3 pp en Ingeniería por enseñanza de recetas
Alisha: +3 pp en Ingeniería por aprendizaje de recetas, +3 pp en Alquimia por enseñanza de recetas
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
Eltrant Tale: Herrería y Curtiduría
Demian: Alquimia e Ingeniería
Gerrit Nephgerd: Alquimia
Reike: Alquimia y Arcanos
Anders: Carpintería
Vincent Calhoun: Arcanos y Herrería
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 4
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
Ryuu: 4
Valyria: 5
Gerrit Nephgerd: 5
Chimar: 5
Prometeo: 3
Go'el (segunda cuenta): 3
Vincent Calhoun: 5
Reike: 5
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Había sido una sesión interesante. Había aprendido a crear una joya hechizable, un sencillo, pero efectivo, analgésico y una poción que permitía la proyección astral de quien la tomara. A Valeria se le ocurrían varios usos para esta última. Con los arcanistas, había aprendido también un par de encantamientos interesantes, aunque uno de ellos no estaba segura de que fuera a poder realizar ella sola. Tendría que practicar un tiempo antes de volver a meterle mano.
En el camino de vuelta a su puesto, aprovechó a pasar por entre los estantes de los herboristas y botánicos. La feria solía atraer mercaderes de todas partes y era más fácil, en aquella época, encontrar ciertos ingredientes más exóticos. Solían estar por las nubes, por supuesto, pero a veces no había más remedio que rascarse el bolsillo. Era una inversión, al fin y al cabo.
Tras encontrar algunos productos interesantes, la bruja se encaminó de nuevo hacia el pequeño estante donde Libnik debía estar aún esperando. Llevaba un montoncito de diminutos paquetitos flotando a su lado, pues sus manos estaban ocupadas con las notas que había estado tomando durante su estudio.
Giró a la izquierda entre dos puestos y la sorprendieron dos críos corriendo en la dirección opuesta. Uno chocó contra ella, dio dos pasos atrás por el impacto y siguió corriendo sin decir una palabra. El otro se disculpó por él de la que pasaba a su lado, pero sin pararse a comprobar que todo estuviera bien.
Valeria perdió el control de sus compras por un momento, pero volvió a retomarlo en cuanto pasó la sorpresa. Un “chof” seguido de un “plop” y un agudo “¡noooo!” le indicaron, sin embargo, que no había llegado a tiempo de alcanzar todos los paquetitos que llevaba consigo. Miró a su izquierda, de donde provenía la voz y vio a una tipa ojerosa que, al borde de las lágrimas, miraba desesperadamente un recipiente sobre un hornillo portatil, de los que prestaban en la Academia para los que realizaban demostraciones en las distintas áreas de la Feria.
—¿Qué has hecho? ¡Ya casi lo tenía! —gimió la chica.
—¿Yo? —preguntó Valeria incrédula—. ¿Quién te manda ponerte ha hacer pociones en medio del camino?
—¡No había tiempo, Freddy me robó la otra idea! —La cara de la tipa se arrugó y empezaron a salir lágrimas sin control—. Necesitaba crear algo rápido, pero ya no podré mostrar nada y él se llevará el crédito de mi trabajo y madre…
—Me da la sensación de que estás un pelín estresada —le dijo Val intentando retirarse sin hacer movimientos bruscos—. Será mejor que intentes relajarte un poco.
—¡Como voy a relajarme! —chilló con los ojos desorbitados y agarrándose del pelo con ambas manos. En aquel momento, el vaho que salía del contenedor en el que estaba cocinando su poción empezó a cambiar de color y densidad y tanto la chica loca como Valeria bajaron la vista hacia la poción—. ¿Qué ingredientes llevabas, qué cayó en la marmita? —preguntó la chica apremiante.
—Pues… —comenzó Valeria mientras revisaba los frasquitos y sobres que aún flotaban a su lado—. Heliotropo —dijo al no ver el papel carmesí con el que se lo habían envuelto.
—No, no puede ser —murmuraba la chica, como pensando en voz alta—, el heliotropo no tendría por qué hacer esto.
—¡Oh, mierda! —exclamó Val al darse cuenta de qué más le faltaba—, ¡las ciniágulas! ¡Con lo caras que están!
—¡Claro, ciniágulas! ¿Tienes más?
—Tengo otro paquete, pero…
—¡Gracias! —exclamó la chica arrebatándole el pequeño paquete y entregándole una bolsita a cambio—, ¡es justo lo que necesitaba!
Valeria iba a protestar que si quería ciniágulos fuera a comprarlos ella misma, pero se dio cuenta de que aquella bolsita pesaba más que el puñado de monedas que había entregado ella a cambio de todas sus compras, así que cerró la boquita y volvió a por más ingredientes.
Para cuando llegó de vuelta a su puesto, ya se le había pasado el malestar que la había empujado a abandonarlo, así que retomó sus tareas con toda tranquilidad, hasta que un tipo se acercó a preguntarle por Libnik.
—No “lo conseguí” —le respondió—, vino conmigo porque quiso. Las razones puede preguntárselas a él.
Cuando supo lo que realmente quería el hombre, lo miró con cierta desconfianza. ¿Intercambiar sus recetas?, ¿a cambio de qué? Examinó las notas que le mostró, pero aquella letra no había quien la entendiera. Aún así, sí que logró captar lo suficiente para darse cuenta de que lo que el rubio le ofrecía era bastante más complejo que lo que ella tenía para mostrar.
—¿Quieres intercambiar esto por las recetas que has visto ahí afuera? —preguntó sin poder reprimir una sonrisa incrédula—. Claro, pasa —añadió mientras abría una portezuela en uno de los mostradores y le hacía un hueco junto a su fuego—, tenemos para un rato aquí.
Podía decirse que aquel había sido un buen día, a pesar de todo.
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OFF: De camino a mi puesto, ayudo (accidentalmente) a Eliana a crear una nueva fórmula para la Feria , con lo que gano el Token de Myrddin. Con esto, ya me he agenciado 4 Tokens distintos.
Al final del post, realizo un pequeño intercambio de conocimientos con Go’el: enseño Éter Cristalizado, Medicina Multipropósito y Elixir de Frigg a cambio de aprender Pesadilla embotellada, Poción de Rescate y Piedra Filosofal Falsa.
Gano 5pp en Alquimia (3 por recetas enseñadas y 2 por recetas aprendidas). Go’el gana 6pp (3 y 3)
En el camino de vuelta a su puesto, aprovechó a pasar por entre los estantes de los herboristas y botánicos. La feria solía atraer mercaderes de todas partes y era más fácil, en aquella época, encontrar ciertos ingredientes más exóticos. Solían estar por las nubes, por supuesto, pero a veces no había más remedio que rascarse el bolsillo. Era una inversión, al fin y al cabo.
Tras encontrar algunos productos interesantes, la bruja se encaminó de nuevo hacia el pequeño estante donde Libnik debía estar aún esperando. Llevaba un montoncito de diminutos paquetitos flotando a su lado, pues sus manos estaban ocupadas con las notas que había estado tomando durante su estudio.
Giró a la izquierda entre dos puestos y la sorprendieron dos críos corriendo en la dirección opuesta. Uno chocó contra ella, dio dos pasos atrás por el impacto y siguió corriendo sin decir una palabra. El otro se disculpó por él de la que pasaba a su lado, pero sin pararse a comprobar que todo estuviera bien.
Valeria perdió el control de sus compras por un momento, pero volvió a retomarlo en cuanto pasó la sorpresa. Un “chof” seguido de un “plop” y un agudo “¡noooo!” le indicaron, sin embargo, que no había llegado a tiempo de alcanzar todos los paquetitos que llevaba consigo. Miró a su izquierda, de donde provenía la voz y vio a una tipa ojerosa que, al borde de las lágrimas, miraba desesperadamente un recipiente sobre un hornillo portatil, de los que prestaban en la Academia para los que realizaban demostraciones en las distintas áreas de la Feria.
—¿Qué has hecho? ¡Ya casi lo tenía! —gimió la chica.
—¿Yo? —preguntó Valeria incrédula—. ¿Quién te manda ponerte ha hacer pociones en medio del camino?
—¡No había tiempo, Freddy me robó la otra idea! —La cara de la tipa se arrugó y empezaron a salir lágrimas sin control—. Necesitaba crear algo rápido, pero ya no podré mostrar nada y él se llevará el crédito de mi trabajo y madre…
—Me da la sensación de que estás un pelín estresada —le dijo Val intentando retirarse sin hacer movimientos bruscos—. Será mejor que intentes relajarte un poco.
—¡Como voy a relajarme! —chilló con los ojos desorbitados y agarrándose del pelo con ambas manos. En aquel momento, el vaho que salía del contenedor en el que estaba cocinando su poción empezó a cambiar de color y densidad y tanto la chica loca como Valeria bajaron la vista hacia la poción—. ¿Qué ingredientes llevabas, qué cayó en la marmita? —preguntó la chica apremiante.
—Pues… —comenzó Valeria mientras revisaba los frasquitos y sobres que aún flotaban a su lado—. Heliotropo —dijo al no ver el papel carmesí con el que se lo habían envuelto.
—No, no puede ser —murmuraba la chica, como pensando en voz alta—, el heliotropo no tendría por qué hacer esto.
—¡Oh, mierda! —exclamó Val al darse cuenta de qué más le faltaba—, ¡las ciniágulas! ¡Con lo caras que están!
—¡Claro, ciniágulas! ¿Tienes más?
—Tengo otro paquete, pero…
—¡Gracias! —exclamó la chica arrebatándole el pequeño paquete y entregándole una bolsita a cambio—, ¡es justo lo que necesitaba!
Valeria iba a protestar que si quería ciniágulos fuera a comprarlos ella misma, pero se dio cuenta de que aquella bolsita pesaba más que el puñado de monedas que había entregado ella a cambio de todas sus compras, así que cerró la boquita y volvió a por más ingredientes.
Para cuando llegó de vuelta a su puesto, ya se le había pasado el malestar que la había empujado a abandonarlo, así que retomó sus tareas con toda tranquilidad, hasta que un tipo se acercó a preguntarle por Libnik.
—No “lo conseguí” —le respondió—, vino conmigo porque quiso. Las razones puede preguntárselas a él.
Cuando supo lo que realmente quería el hombre, lo miró con cierta desconfianza. ¿Intercambiar sus recetas?, ¿a cambio de qué? Examinó las notas que le mostró, pero aquella letra no había quien la entendiera. Aún así, sí que logró captar lo suficiente para darse cuenta de que lo que el rubio le ofrecía era bastante más complejo que lo que ella tenía para mostrar.
—¿Quieres intercambiar esto por las recetas que has visto ahí afuera? —preguntó sin poder reprimir una sonrisa incrédula—. Claro, pasa —añadió mientras abría una portezuela en uno de los mostradores y le hacía un hueco junto a su fuego—, tenemos para un rato aquí.
Podía decirse que aquel había sido un buen día, a pesar de todo.
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OFF: De camino a mi puesto, ayudo (accidentalmente) a Eliana a crear una nueva fórmula para la Feria , con lo que gano el Token de Myrddin. Con esto, ya me he agenciado 4 Tokens distintos.
Al final del post, realizo un pequeño intercambio de conocimientos con Go’el: enseño Éter Cristalizado, Medicina Multipropósito y Elixir de Frigg a cambio de aprender Pesadilla embotellada, Poción de Rescate y Piedra Filosofal Falsa.
Gano 5pp en Alquimia (3 por recetas enseñadas y 2 por recetas aprendidas). Go’el gana 6pp (3 y 3)
Reike
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Abandoné aquella tienda, tras comprobar que cada archivo se hallaba completo y habían sido transferidos exitosamente hacia el disco duro central. Aunque tenía ya los conocimientos, las probabilidades de éxito al momento de fabricarlos no se hallaban a mi favor. Debería practicar un poco antes de considerar venderlos como un producto en una localidad, de modo que se pueda evitar el mal funcionamiento del aparato y causar mal estar en los posibles clientes.
Sin embargo, aún no me sentía del todo... "satisfecho". En aquel momento me hallaba operando bajo un código... curioso. Mis sistemas calculaban nuevas posibilidades de sacar provecho a los conocimientos adquiridos; pues, aunque no pudiera fabricarlos yo, si que podía enseñar las recetas a manos más expertas.
Sin embargo, esta vez consideraría el factor monetario como una variable indispensable en la transacción.
Mis pasos no tardarían en llevarme a otro establecimiento dedicado a la Ingeniería en la que trabajaba, mezclado con diversos productos labrados en una fina madera, Carpintería.
—Buenas tardes, señoritas. —me acerqué a ambas damiselas, cargando con los pergaminos en ambas manos. Me había asegurado esta vez de aumentar la eficiencia de la transacción a su máximo exponente. —Con su permiso, quisiera comerciarle este conjunto de recetas para la fabricación de los respectivos artilugios. —me dirigí a ella con respeto, dedicándole una sonrisa serena y calmada, mientras desplegaba los pergaminos. —Si le interesa y por un módico precio, estoy a su servicio para la explicación y resolución de cualquier duda que tenga respecto a ellas. —aseguré, dejando las recetas sobre la mesa y adoptando una postura militar. Esperaría pacientemente su respuesta.
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Anders no regresaba, a saber dónde estaría. Tampoco habían venido más elfos y Lavey había regresado con una expresión de orgullo infantil. No me lo estaba contando, pero alguna maldad había hecho por ahí, seguro. La lagartija también estaba curioseando la fórmula del carcaj de Anders y ya estaba haciendo sus propias modificaciones para que entraran sus flechas especiales.
Entonces apareció un potencial cliente, o eso pensaba hasta que habló. Resultaba que el muchacho enseñaba recetas de manera ambulante y de ingeniería nada menos.
-Sí, claro. Me interesa ¿Cuál es tu precio? -Lavey me dio un pisotón antes de que la sonrisa de "ganga a la vista" fuera muy evidente. -Acepto el trato. Ven, pasa. Estaremos más cómodos en la mesa del taller.
Aparté un par de cosas de uno de los costados y dejé entrar al chico. Todos aquellos esquemas eran... impresionantes, me costaba comprender el funcionamiento de la mayoría, pero sin duda los estudiaría hasta desgastar el papel. Sin duda poder fabricar catapultas seria todo un reto... uno muy divertido, seria genial catapultarse con eso al cielo y convertirse en dragón a medio camino, sin duda ahorraría mucho tiempo.
El chico se fue con una sonrisa y unos cuantos aeros en el bolsillo, yo me quedé absorta en los esquemas. Tan absorta que no me di cuenta de la siguiente persona parada delante de la tienda.
-Buenas noches, Reivy. -Aquella voz era la de Bárbara. -He terminado mi jornada de trabajo. -La bruja observó el taller mientras Lavey nos miraba a ambas. -Vaya... no mentías al decir que tenías manos expertas.
-Psst, Centella. -La rubia me dio un golpe ligero en la cabeza. -Espabila, tenemos clientes.
-¿Eh, que? Ah, hola de nuevo Bárbara. -Me levanté de la silla y fui al mostrador improvisado. -¿Querías algo?
Lavey entreabrió la boca y cerró los ojos con incredulidad. Una mujer despampanante estaba frente a la carpintera y esta aún no había dicho nada pervertido.
-Sí, bueno... -La pelirroja se empezó a hacer la tímida. -Estaba pensando en que podrías enseñarme tus... -la bruja clavó los ojos en los pechos de la morena. -recetas.
-Oh, sí. No hay problema cual...
-En mi habitación. -Cortó Bárbara. -Tengo ahí mi libro de notas.
-Alto, alto, alto. -Lavey sonrió a Bárbara. -Dame un segundito. -La rubia se giró y tiró de la morena para que se agachara. -¿Quién eres y que has hecho con mi madre?
-¿Te has dado un golpe, lagartija? ¿Y porque nos hemos metido debajo de la mesa?
-¿Tu estas tonta o qué? Hay una mujer inventándote a... bueno, ya sabes a que. ¡Y tú ni siquiera la miras! -Susurró la rubia. -Mama... ¿estás bien, te duele algo?
-¿Va todo bien? -Interrumpió la bruja.
-Sí, sí. Va todo bien, hermosa. Reivy me está ayudando con un clavo que se sale por aquí abajo. -Lavey empujó a la carpintera fuera de la mesa. -Ya está, gracias Rei.
-Entonces... ¿nos vamos?
-Claro. -Sonreí con amabilidad y crucé la tienda, para coger a la muchacha del brazo. -Vuelvo en un rato Vey
_____________
Off:
Aprendo de Prometeo las 5 recetas acordadas, le pago 25aeros por ellas. Ambos ganamos 5pp de ingeniería.
Entonces apareció un potencial cliente, o eso pensaba hasta que habló. Resultaba que el muchacho enseñaba recetas de manera ambulante y de ingeniería nada menos.
-Sí, claro. Me interesa ¿Cuál es tu precio? -Lavey me dio un pisotón antes de que la sonrisa de "ganga a la vista" fuera muy evidente. -Acepto el trato. Ven, pasa. Estaremos más cómodos en la mesa del taller.
Aparté un par de cosas de uno de los costados y dejé entrar al chico. Todos aquellos esquemas eran... impresionantes, me costaba comprender el funcionamiento de la mayoría, pero sin duda los estudiaría hasta desgastar el papel. Sin duda poder fabricar catapultas seria todo un reto... uno muy divertido, seria genial catapultarse con eso al cielo y convertirse en dragón a medio camino, sin duda ahorraría mucho tiempo.
El chico se fue con una sonrisa y unos cuantos aeros en el bolsillo, yo me quedé absorta en los esquemas. Tan absorta que no me di cuenta de la siguiente persona parada delante de la tienda.
-Buenas noches, Reivy. -Aquella voz era la de Bárbara. -He terminado mi jornada de trabajo. -La bruja observó el taller mientras Lavey nos miraba a ambas. -Vaya... no mentías al decir que tenías manos expertas.
-Psst, Centella. -La rubia me dio un golpe ligero en la cabeza. -Espabila, tenemos clientes.
-¿Eh, que? Ah, hola de nuevo Bárbara. -Me levanté de la silla y fui al mostrador improvisado. -¿Querías algo?
Lavey entreabrió la boca y cerró los ojos con incredulidad. Una mujer despampanante estaba frente a la carpintera y esta aún no había dicho nada pervertido.
-Sí, bueno... -La pelirroja se empezó a hacer la tímida. -Estaba pensando en que podrías enseñarme tus... -la bruja clavó los ojos en los pechos de la morena. -recetas.
-Oh, sí. No hay problema cual...
-En mi habitación. -Cortó Bárbara. -Tengo ahí mi libro de notas.
-Alto, alto, alto. -Lavey sonrió a Bárbara. -Dame un segundito. -La rubia se giró y tiró de la morena para que se agachara. -¿Quién eres y que has hecho con mi madre?
-¿Te has dado un golpe, lagartija? ¿Y porque nos hemos metido debajo de la mesa?
-¿Tu estas tonta o qué? Hay una mujer inventándote a... bueno, ya sabes a que. ¡Y tú ni siquiera la miras! -Susurró la rubia. -Mama... ¿estás bien, te duele algo?
-¿Va todo bien? -Interrumpió la bruja.
-Sí, sí. Va todo bien, hermosa. Reivy me está ayudando con un clavo que se sale por aquí abajo. -Lavey empujó a la carpintera fuera de la mesa. -Ya está, gracias Rei.
-Entonces... ¿nos vamos?
-Claro. -Sonreí con amabilidad y crucé la tienda, para coger a la muchacha del brazo. -Vuelvo en un rato Vey
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Off:
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Reivy Abadder
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Transacciones actualizadas
Reike: +5 pp en Alquimia por aprendizaje y enseñanza de recetas
Go'el: +6 pp en Alquimia por aprendizaje y enseñanza de recetas
Reivy: -25 aeros y +5 pp en Ingeniería por aprendizaje de recetas
Prometeo: +25 aeros y +5 pp en Ingeniería por enseñanza de recetas
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
Eltrant Tale: Herrería y Curtiduría
Demian: Alquimia e Ingeniería
Gerrit Nephgerd: Alquimia
Reike: Alquimia y Arcanos
Anders: Carpintería
Vincent Calhoun: Arcanos y Herrería
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 4
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
Ryuu: 4
Valyria: 5
Gerrit Nephgerd: 5
Chimar: 5
Prometeo: 3
Go'el (segunda cuenta): 3
Vincent Calhoun: 5
Reike: 5
Fehu
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Narfi se había quedado leyendo un libro.
El chico era muy entusiasta en cuanto a los estudios, afición que compartía con Demian, así que todos los días dedicaba un tiempo a ello. En otras ocasiones el joven asesino le hubiera acompañado, pero hoy tenía otras ocupaciones.
Demian se estiró, algo inquieto, en el banco de aquel parque, cerca de la Feria. Era un lugar tranquilo, podría decirse que bonito. Las plantas estaban bien cuidadas, podadas para darles formas bien terminadas y definidas. Incluso en invierno lucían agradables a la vista.
Fue entonces que vio a un muchacho hablar con su madre. No parecía la conversación estar yendo por el mejor de los caminos.
El joven era mayor que él y llevaba ropas que claramente lo identificaban como del Hekshold. Por otro lado, su madre llevaba un atuendo simple que, sumado a las manchas verdes en su vestido, daba a entender que trabajaba allí, de jardinera.
Si ponía atención al muchacho, podía notar que no tenía mucho dinero. Sus zapatos estaban gastados, la túnica ya le quedaba algo ajustada. Era difícil imaginar los esfuerzos que había tenido que hacer aquella madre para permitirle estudiar.
Demian puso atención a lo que hablaban.
La madre, según escuchaba, estaba interrogando a su hijo, llamado Freddy, por unos papeles extraños que había visto en su habitación, mientras que éste prometía que no había nada raro, que él había trabajado muy duro en esa receta. Él insistió en que era suya, que no lo había sacado de ningún lado. En un momento la madre preguntó en un tono muy severo si él estaba mintiendo en algo, ante lo que se produjo un silencio.
Fue entonces que Demian intervino. Ni siquiera fue algo que pensara mucho, simplemente vio a aquel joven tan complicado y, sabiendo que era un compañero del Hekshold, sintió que debía ayudarle.
–Hola Freddy –dijo, luciendo él también una túnica del Hekshold. Claro, en este caso era ilusoria, aunque sí era cierto que Demian era alumno de tal institución.
–Emmm... ¿hola? –contestó, confundido, Freddy.
–D-dime, ¿ya mostraste esa receta en la que trabajaste tanto en las clases? –preguntó Demian–... te vi hasta usar la hora del almuerzo en eso. ¿Ya funciona?
El muchacho, cuyo rostro parecía fusionarse en el mismo tono que su cabello, movió la cabeza de forma afirmativa.
–Sí, sí... em, la presenté en la feria. Los jueces quedaron impresionados –contestó.
Demian sonrió.
–Pues te lo mereces, realmente te vi comprometido con eso –insistió Demian.
La madre, en tanto, relajó su rostro. Aquello era, probablemente, lo que quería escuchar. Después de todo, era una madre que amaba a su hijo y se sentía orgullosa de él.
–Mi Freddy es muy trabajador, lo sé –dijo ella–. Estoy muy orgullosa de él, es la primera persona de la familia que llega al Hekshold. Ya, hijo, perdón por preguntar tanto –continuó, girándose hacia él–. En la casa preparé unas galletas. Ve y saca para darle a tu invitado, pero deja algunas para tus hermanitos.
Demian hizo un gesto con la mano.
–No, no. No se preocupen, estoy esperando a alguien. Sólo pasaba por aquí. Encantado de conocerla, de todos modos, señora. Mi nombre es Demian.
–Vale, Demian. Seguro nos vemos un día de estos en el Hekshold, cuando termine la feria -prosiguió Freddy.
Demian asintió, se despidió y volvió al camino.
A lo lejos vio a la figura que esperaba. Rena llegaba algo tarde, pero no había apuros. Aún tenían un paseo nocturno por delante.
–No creerás lo que acaba de pasar –le dijo cuando ella llegó.
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(*) Ayudo a Freddy, optando al Token de Myrddin.
Demian
Aerandiano de honor
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Aquella feria era realmente interesante. Había tantas cosas que ver y experimentar que casi me había olvidado de visitar los puestos del mercado: aquellos más serios, con armaduras mágicas y similares. Para cuando finalmente me di cuenta, la feria estaba a punto de acabar.
Tenía que darme prisa, pero aun así resultaba demasiado difícil elegir. Tantas maravillas y tan pocos recursos. Con suerte, podría encontrar una taberna concurrida en la que pudiese tocar. De lo contrario... era posible que acabase pasando hambre. Y no sería la primera vez.
Suspiré mientras paseaba entre los negocios, consciente del escaso peso de las monedas que llevaba. Aquello era una pequeña fortuna para cualquier otro día, pero para lugares como aquel no daría para mucho. ¿Que tenía prioridad? Necesitaba urgentemente una bolsa nueva. Y mi capa había visto días mejores: podía notar el frío en las alas, incluso cuando estaban plegadas bajo ella.
Pero lo que más me avergonzaba era mi oud. No le había tratado con el cuidado que se merecía, y ya tenía unos años. No estaba seguro de si el repararlo valía la pena llegado a ese punto. Era mi sustento, y me había llevado hasta allí, pero... A decir verdad, sentía curiosidad. Quería probar otros instrumentos, encontrar uno que me apasionase de verdad. Los laudes eran populares por todo Aerandir, había aprendido, y no eran demasiado distintos del oud que había usado hasta entonces.
Y pensando en aquello, vi algo que me llamó la atención.
Era... bueno, se parecía a un laúd, pero la parte superior era más similar a un harpa. De madera negra, con acabados dorados y llamativos. Las cuerdas eran más gruesas... y eran 12, si había contado bien. Un chico la tenía en sus manos, practicando con ella tranquílamente.
Dudé sobre si interrumpirle. Quizás sería mejor preguntarle a alguien que fabricase instrumentos como aquel: con suerte, podría conseguir uno similar. No tardé en encontrar una carpintería de buen aspecto. En cuanto vi a la dueña, di una breve reverencia.
-¡Buenas tardes! Estaba buscando un lugar donde hiciesen instrumentos, y por el camino vi a un chico con algo que me llamó la atención.- dije, sonriendo ligeramente. Era algo vergonzoso que no supiese lo que estaba por pedir. Empecé a describir el instrumento tan bien como pude, incluyendo el grosor y tamaño de las cuerdas. -Me preguntaba si tenías algo por el estilo, o si quizás me podrías indicar a algún lugar que lo tenga.-
Era posible que incluso de tenerlo, resultase demasiado caro. Algunos instrumentos valían mucho más de lo que uno podía imaginar. Normalmente valían la pena, por supuesto. Sin embargo, cuando finalmente me dijo el precio, mi rostro se iluminó. Podía permitírmelo. E incluso podría comprar un par de cosas más. Sonreí cálidamente y ofrecí los aeros.
Un largo paseo después, me aproximé a otro puesto. Parecía una herrería. O más bien, un híbrido: al parecer se especializaba en la forja, pero también en la curtidería.
-Buenas noches.- saludé. Un hombre de aspecto cansado y una joven. ¿Quizás su hija? Le saludé con la mano y una sonrisa. -Estaba buscando un par de cosas. He oído que hay algo así como... bolsas mágicas, más grandes por dentro que por fuera.- comencé. Me llevé la mano al mentón. -También... necesito una capa nueva. Quizás algo con muchos bolsillos, si es posible.- me quité la capa que llevaba en ese momento, apenas unos harapos, y desplegué las alas ligeramente. No había mucho espacio, pero sentía bien hacerlo en un sitio donde no fuese a golpearle a nadie con ellas.
-Espero que con esto alcance.- dije. Era casi todo lo que tenía, pero... bueno. Estaba contento con las adquisiciones, pese a todo.
Off: Le compro un Instrumento Refinado a Reivy Abadder, y una Capa Multibolsillos y Bolso del Aventurero a Eltrant Tale
Tenía que darme prisa, pero aun así resultaba demasiado difícil elegir. Tantas maravillas y tan pocos recursos. Con suerte, podría encontrar una taberna concurrida en la que pudiese tocar. De lo contrario... era posible que acabase pasando hambre. Y no sería la primera vez.
Suspiré mientras paseaba entre los negocios, consciente del escaso peso de las monedas que llevaba. Aquello era una pequeña fortuna para cualquier otro día, pero para lugares como aquel no daría para mucho. ¿Que tenía prioridad? Necesitaba urgentemente una bolsa nueva. Y mi capa había visto días mejores: podía notar el frío en las alas, incluso cuando estaban plegadas bajo ella.
Pero lo que más me avergonzaba era mi oud. No le había tratado con el cuidado que se merecía, y ya tenía unos años. No estaba seguro de si el repararlo valía la pena llegado a ese punto. Era mi sustento, y me había llevado hasta allí, pero... A decir verdad, sentía curiosidad. Quería probar otros instrumentos, encontrar uno que me apasionase de verdad. Los laudes eran populares por todo Aerandir, había aprendido, y no eran demasiado distintos del oud que había usado hasta entonces.
Y pensando en aquello, vi algo que me llamó la atención.
Era... bueno, se parecía a un laúd, pero la parte superior era más similar a un harpa. De madera negra, con acabados dorados y llamativos. Las cuerdas eran más gruesas... y eran 12, si había contado bien. Un chico la tenía en sus manos, practicando con ella tranquílamente.
Dudé sobre si interrumpirle. Quizás sería mejor preguntarle a alguien que fabricase instrumentos como aquel: con suerte, podría conseguir uno similar. No tardé en encontrar una carpintería de buen aspecto. En cuanto vi a la dueña, di una breve reverencia.
-¡Buenas tardes! Estaba buscando un lugar donde hiciesen instrumentos, y por el camino vi a un chico con algo que me llamó la atención.- dije, sonriendo ligeramente. Era algo vergonzoso que no supiese lo que estaba por pedir. Empecé a describir el instrumento tan bien como pude, incluyendo el grosor y tamaño de las cuerdas. -Me preguntaba si tenías algo por el estilo, o si quizás me podrías indicar a algún lugar que lo tenga.-
Era posible que incluso de tenerlo, resultase demasiado caro. Algunos instrumentos valían mucho más de lo que uno podía imaginar. Normalmente valían la pena, por supuesto. Sin embargo, cuando finalmente me dijo el precio, mi rostro se iluminó. Podía permitírmelo. E incluso podría comprar un par de cosas más. Sonreí cálidamente y ofrecí los aeros.
Un largo paseo después, me aproximé a otro puesto. Parecía una herrería. O más bien, un híbrido: al parecer se especializaba en la forja, pero también en la curtidería.
-Buenas noches.- saludé. Un hombre de aspecto cansado y una joven. ¿Quizás su hija? Le saludé con la mano y una sonrisa. -Estaba buscando un par de cosas. He oído que hay algo así como... bolsas mágicas, más grandes por dentro que por fuera.- comencé. Me llevé la mano al mentón. -También... necesito una capa nueva. Quizás algo con muchos bolsillos, si es posible.- me quité la capa que llevaba en ese momento, apenas unos harapos, y desplegué las alas ligeramente. No había mucho espacio, pero sentía bien hacerlo en un sitio donde no fuese a golpearle a nadie con ellas.
-Espero que con esto alcance.- dije. Era casi todo lo que tenía, pero... bueno. Estaba contento con las adquisiciones, pese a todo.
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Loyd
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
–Bueno, me iré por un rato –dije, aunque no había nadie conmigo. Al percatarme de eso, solté–: Ay, demonios.
¿Y ahora qué?
Estaba aburrido y ni Hyro ni Xana habían regresado todavía. Quería salir de mi pobre tienda y volver a hacer algo, cualquier cosa, con tal pudiera entretenerme. Mis soliloquios dejaron de ser divertidos muchos minutos atrás.
Suspiré.
Justo entonces vi a una chica, una adolescente, pasar por delante de mi tienda.
–Hey, tú –le llamé–. ¿Quieres pasar un buen rato? –pregunté cuando me miró, aunque dicha pregunta le hizo arquear una ceja, extrañada por algún motivo–. Ah, descuida, tengo dinero –añadí, creyendo haber entendido el porqué de su reacción, pero eso, para mi sorpresa, le hizo mirarme ofendida–. Me gustaría que cuidaras mi puesto un momento mientras voy a buscar algo importante –expliqué. Finalmente apareció en sus ojos el brillo de la comprensión–. Solo será un momento, y te pagaré el favor.
–No –contestó, y se fue.
–Vale, momento del plan B –murmuré.
Busqué un frasco con tinta mágica, la cual usé para escribir en mi mesita: «Por favor, no robar; es la tienda de un elfo simpático. Si quieres algo, tómalo, pero deja los aeros sobre esta mesita. De lo contrario, te buscaré, te encontraré, y te apalearé con mi Ganso». Al final, dibujé un corazoncito, unos cuantos upeleros bebé y gatos caricaturizados. No obstante, esos gatos no eran gatos comunes, sino cait sìth.
Con eso listo, salí de la tienda despreocupadamente. Al cabo de unos minutos mis pasos terminaron guiándome hasta el interior de un taller, uno donde estaba una elfa conocida.
–¡Oh, hola, Valy! –saludé alegremente agitando una mano–. Hay algo que necesito comprar y sé que tú, solo tú, podrías ayudarme con eso –dije, añadiendo al final una sonrisa de oreja a oreja–. Verás, necesito un látigo. Pero no cualquier látigo. No, tiene que ser uno que, en alguna parte, tenga una imagen de un ganso… Oh, bueno, si no puedes ponerle el ganso, no importa; yo puedo añadírselo luego. En fin, quiero un látigo. –Chasqueé los dedos: pensé comprar algo más a último momento–. Oye, también me gustaría un par de botas Njord. Pero no cualquier bota Njord. No, tienen que ser unas botas que, en alguna parte, tengan un dibujo de un upelero, y mientras más tierno que realista sea, mejor… Oh, bueno, también puedo añadirle el upelero luego… En fin, pagaré lo que sea necesario. –Agarré mi bolsa de aeros y la hice sonar.
¿Y ahora qué?
Estaba aburrido y ni Hyro ni Xana habían regresado todavía. Quería salir de mi pobre tienda y volver a hacer algo, cualquier cosa, con tal pudiera entretenerme. Mis soliloquios dejaron de ser divertidos muchos minutos atrás.
Suspiré.
Justo entonces vi a una chica, una adolescente, pasar por delante de mi tienda.
–Hey, tú –le llamé–. ¿Quieres pasar un buen rato? –pregunté cuando me miró, aunque dicha pregunta le hizo arquear una ceja, extrañada por algún motivo–. Ah, descuida, tengo dinero –añadí, creyendo haber entendido el porqué de su reacción, pero eso, para mi sorpresa, le hizo mirarme ofendida–. Me gustaría que cuidaras mi puesto un momento mientras voy a buscar algo importante –expliqué. Finalmente apareció en sus ojos el brillo de la comprensión–. Solo será un momento, y te pagaré el favor.
–No –contestó, y se fue.
–Vale, momento del plan B –murmuré.
Busqué un frasco con tinta mágica, la cual usé para escribir en mi mesita: «Por favor, no robar; es la tienda de un elfo simpático. Si quieres algo, tómalo, pero deja los aeros sobre esta mesita. De lo contrario, te buscaré, te encontraré, y te apalearé con mi Ganso». Al final, dibujé un corazoncito, unos cuantos upeleros bebé y gatos caricaturizados. No obstante, esos gatos no eran gatos comunes, sino cait sìth.
Con eso listo, salí de la tienda despreocupadamente. Al cabo de unos minutos mis pasos terminaron guiándome hasta el interior de un taller, uno donde estaba una elfa conocida.
–¡Oh, hola, Valy! –saludé alegremente agitando una mano–. Hay algo que necesito comprar y sé que tú, solo tú, podrías ayudarme con eso –dije, añadiendo al final una sonrisa de oreja a oreja–. Verás, necesito un látigo. Pero no cualquier látigo. No, tiene que ser uno que, en alguna parte, tenga una imagen de un ganso… Oh, bueno, si no puedes ponerle el ganso, no importa; yo puedo añadírselo luego. En fin, quiero un látigo. –Chasqueé los dedos: pensé comprar algo más a último momento–. Oye, también me gustaría un par de botas Njord. Pero no cualquier bota Njord. No, tienen que ser unas botas que, en alguna parte, tengan un dibujo de un upelero, y mientras más tierno que realista sea, mejor… Oh, bueno, también puedo añadirle el upelero luego… En fin, pagaré lo que sea necesario. –Agarré mi bolsa de aeros y la hice sonar.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Compro a Valyria Arma flexible superior y Botas Njord
Rauko
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Los encontró en la plaza, a mediodía.
Vestían túnicas algo más llamativas de lo usual y parecían tener tomada una zona del lugar. La gente les evitaba, pero no por miedo, sino por... ¿quizás respeto?. Naturalmente, esto llamó la atención de Demian.
Al acercarse, pudo comprobar que se trataba de un grupo de personas adultas, algunos derechamente ancianos, otros un tanto más jóvenes. Uno de ellos estaba al medio, explicando unos diagramas.
Demian se acercó y se sentó en la parte trasera, pero pronto alguien se le acercó.
–La clase te costará unos aeros, muchacho –dijo calmadamente uno que parecía el mayor de todos.
–Oh, ¿y de qué es la clase? –preguntó con curiosidad el muchacho.
–Alquimia... y un poco de esa cosa nueva que ahora se ha puesto de moda... esa cosa tan fea, burda... la ingeniería.
Demian asintió para sí mismo.
–Bien, pues me interesa, ¿cuánto es?
El rostro del anciano mostró sorpresa. No era común que la gente joven se interesara en sus charlas, en especial cuando escuchaban el precio.
A los pocos minutos, Demian ya estaba poniendo atención y tomando notas en un libro en blanco. Aquello de lo que hablaban ciertamente sonaba interesante. La idea de crear máquinas bélicas no se escuchaba a menudo en Beltrexus, dado que era irónicamente más fácil con magia, pero el relator tenía un buen punto al respecto, sobre la importancia de reservar tus mejores hechizos para la batalla y mantener el asedio con maquinarias.
Luego ya pasaron a los efectos de las mezclas alquímicas mismas. Una, en particular, llamó poderosamente su atención. Se trataba de una especie de humo capaz de alterar la mente de quien lo respiraba. Las ilusiones bien podían hacer eso, pero tener una alternativa sonaba interesante.
Más tarde, sin embargo, todas las miradas cayeron en la teoría de la elaboración de una piedra filosofal. Algunos insistían que aquella no era la verdadera receta, pero aún así sonaba poderosa.
¿Se podía llegar realmente a crear una piedra filosofal? Demian había escuchado algunas cosas al respecto, pero jamás había visto una en persona.
El expositor sacó una piedra de su bolsillo y todos se acercaron a verla. Según explicó, para generar esa piedra no se requerían materiales tan poderosos como la leyenda tradicional, pero aún así tenía un efecto impresionante.
Hizo una muy llamativa demostración convirtiendo un conjunto de piedras en una linda estatua.
Demian no paraba de tomar notas.
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Compro las siguientes recetas:
Eter Cristalizado: 10 Æ
Maquinaria Bélica: 10 Æ
Piedra Filosofal Falsa: 60 Æ
Poción de Recate: 60 Æ
Pesadilla Embotellada: 30 Æ
Total: 170 Æ
Con ello opto al Token de Axhol.
Demian
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
No había parecido ningún otro elfo desde que Anders se había ido, pero lo que si apareció fue otra ave ¿sería posible que estas tuvieran el mismo efecto que los elfos? En cualquier caso, sonreí y atendí al pájaro.
-Buenas tardes, rapaz. -De nuevo desconocía el género del animal, pero en esta ocasión no tuve que rectificar sobre la marcha. -Has venido al lugar adecuado, ¿qué instrumento quieres?
Ensanché la sonrisa al oír la descripción. En estas ferias siempre aparecía alguien que me ofrecía un reto singular. El rostro de Nahir pasó fugaz en mi memoria al recordar los anillos que le fabriqué.
-Sin duda, puedo fabricar algo así. Me va a llevar un rato, si quieres puedes dar una vuelta por la feria y regresar más tarde.
Lavey se quedó hablando con el ave, acordando un precio por el instrumento, mientras que yo me ponía manos a la obra.
Empecé reunión distintas partes de instrumentos, el cuerpo de un laúd, el mástil de una mandolina, los trastes de una guitarra, las clavijas de un arpa y varios puentes, para finalizar escogí una vara de madera noble que haría las veces de pilar.
Modifiqué la caja del laúd para que cupieran las 12 cuerdas de arpa, ajusté la medida del mástil de la mandolina y la fijé sobre el cuerpo, cambié los trastes y unifique los puentes. Uní las clavijas al mástil y le di forma a la vara que posteriormente alojé en el instrumento. Lijé, pulí y barnicé, labré motivos florales de color oro sobre el fondo negro del cajón y el mástil. Por ultimó afiné las cuerdas.
El resultado final, un hermoso laúd-arpa.
____________
Off:
Le fabrico a Loyd un instrumento musical, le cobro 60ae, de los cuales gano 10.
-Buenas tardes, rapaz. -De nuevo desconocía el género del animal, pero en esta ocasión no tuve que rectificar sobre la marcha. -Has venido al lugar adecuado, ¿qué instrumento quieres?
Ensanché la sonrisa al oír la descripción. En estas ferias siempre aparecía alguien que me ofrecía un reto singular. El rostro de Nahir pasó fugaz en mi memoria al recordar los anillos que le fabriqué.
-Sin duda, puedo fabricar algo así. Me va a llevar un rato, si quieres puedes dar una vuelta por la feria y regresar más tarde.
Lavey se quedó hablando con el ave, acordando un precio por el instrumento, mientras que yo me ponía manos a la obra.
Empecé reunión distintas partes de instrumentos, el cuerpo de un laúd, el mástil de una mandolina, los trastes de una guitarra, las clavijas de un arpa y varios puentes, para finalizar escogí una vara de madera noble que haría las veces de pilar.
Modifiqué la caja del laúd para que cupieran las 12 cuerdas de arpa, ajusté la medida del mástil de la mandolina y la fijé sobre el cuerpo, cambié los trastes y unifique los puentes. Uní las clavijas al mástil y le di forma a la vara que posteriormente alojé en el instrumento. Lijé, pulí y barnicé, labré motivos florales de color oro sobre el fondo negro del cajón y el mástil. Por ultimó afiné las cuerdas.
El resultado final, un hermoso laúd-arpa.
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Reivy Abadder
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Siendo sincero, a los veinte y algo de pasos fuera del puesto de Asher me di cuenta qué olvidé preguntarle si este pergamino se activaba con sólo abrirlo. Tenía curiosidad por estudiar los glifos que conformaban la pared en llamas… ¿pero y si me explotaba en el rostro?
Bueno. Sería otro día, en un lugar sin casi nadie.
—¿Hey? ¿Sabes qué es tu turno?
—Oye.
—¡OYE!
Salté en mi puesto.
—¿…Ahm?
—¡Te toca, de hace como diez minutos! ¿¡Qué estás planeando, bastardo!? ¡Ya sé que las reglas dicen qué te puedes tomar hasta 30 pensando, pero tenemos público! ¡Acelera un poco las cosas!
—Oh. Sisisi. Planeando. Tengo… uno. No espera, ¿cuánto tiempo dices qué llevo sin mover?
—¿Diez minutos?
—Err. Entonces… quiero decir. Tengo dos planes.
—…
Y moví cualquier pieza al azar.
Del público algunos boquearon por aire. Otros se llevaron la mano a la cabeza. Algunos simplemente murmuraron y asintieron aprobatoriamente. Abrí el libro de reglas, que, para mi conveniencia, me habían permitido usar mientras jugaba.
Estábamos sentados en una mesa rectangular, con múltiples runas marcadas a lo largo de los bordes de la mesa. En cada esquina, y en el medio de las líneas que se dibujaban a lo largo de los bordes, estaban insertadas pociones alquímicas, cada una de un color distinto. La sección “central” de la mesa – es decir el área que empezaba a unos pocos centímetros del borde – estaba cubierta con grama, muy muy corta. Era como un mini-jardín, dividido en visibles hexágonos.
Se jugaba, básicamente con unas pequeñas fichas que posicionabas en cada hexágono. El número de ficha variaba, siendo el aspecto más ambiguo de las reglas del juego: al tomar una ficha y concentrarte en una persona conocida, esta jalaba mágicamente de tu imagen mental y producía una ilusión sobre ella de la persona que estabas pensando.
Bueno, la idea es que fuese una persona para hacer justicia al nombre, “Efigies”, pero a mí nada me detuvo en las primera que yo tomé de pensar accidentalmente en un árbol, porque algún gracioso dijo “intenta no pensar en árboles, elfo”. Todos saben que si le dices a alguien que intente no pensar en algo piensa en eso.
Disponías de unos 60 puntos que “distribuías” en una serie de características para cada una de tus fichas y lo anotabas. Sería un problema visto que todas las fichas lucen igual, pero con las ilusiones encima de ellas, era bastante más simple porque no ibas como “ficha uno” sino “árbol que cree sin querer”. De eso sacabas de manera muy simplista lo rápido, resistente y fuerte que era. Es decir, cuantos hexágonos se movía, cuantos golpes aguantaba, y cuantos golpes contaban de uno solo suyo.
En palabras del mago, lo divertido era que cada 3 puntos hasta 15 y luego al 20, podías tener un “ataque especial” de la misma ilusión. Se consideraba que para esa tenias el triple de puntos (es decir, a 3 se consideraba que tendrías 9) y lo distribuías en vez de algo como rapidez, defensa y ataque, en área, daño y efectos. Los efectos los tomabas de una lista pre-hecha, con sus costos ya definidos, mientras que el área y daño te los dejaban a ti. Podía tener las tres cosas, mientras trabajases con los puntos que tenías.
Las pociones alquímicas estaban allí para representar otros terrenos o cambios de ellos. Una mera ilusión no bastaba para eso, así que cuando alguien hacia algo con un efecto de alterar el campo, usualmente tomaba una gotita de una con un gotero según el campo fuese, y la dejaba caer en la grama. Esto la hacía crecer para representar bosques o llanuras más molestas, o si tomabas la de ‘desierto’, simplemente mataba toda la pequeña vida vegetal y lo reemplazaba por arena. Lo mismo sucedía para hielo y nieve. Unas runas u otras se disparaban según el tipo de campo y alzaban las ilusiones que completaban los mismos, cómo árboles, la imagen de un pantano, montañas de nieve, a veces simplemente rocas grande al azar. Todo lo que pudiese servir para profundizar un poco más en estrategia y permitir algo que dejase a tus fichas ‘cubrirse’.
Transmutación de pequeña escala. Me interesé más por saber si había una versión grande esas que en el juego, la verdad, pero la respuesta fue que no. Quizá otro día.
Cuando fue mi turno de nuevo moví la ficha del árbol, que, em, acordamos, era un treant, y con su ataque especial, que, en un momento de creatividad llame ‘ataque especial’, acabé con la penúltima de las suyas. Esta vez fue el brujo contra el que luchaba que boqueó por aire.
—¡Suficiente! ¡Uso la mecánica especial, “si quieres algo bien hecho hazlo tú mismo”!
Y tomó el frasco en el centro del borde que le correspondía. A medida que sonaban glup que empezaba a encoger, no era muy alto para empezar, pero ahora medía unos, uh, ¿cuarenta centímetros?
Se paró sobre la mesa.
—Suero de Pym. Ahora yo soy una ficha. Es para inspirar el carácter competitivo, ¿qué mejor cosa qué destruir los pensamientos de tus rivales? ¡Sus cuerpos!
Alcé un dedo para decir algo, pero los que nos rodeaban parecían estar de acuerdo.
Daba cuatro o cinco movimientos a que ganaba, pero si podía en menos, sería menos. No quería saber cuánto tiempo tenia sentado en esta mesa y si habían inundado la carpintería de la dragona a elfos.
Bueno. Sería otro día, en un lugar sin casi nadie.
—¿Hey? ¿Sabes qué es tu turno?
—Oye.
—¡OYE!
Salté en mi puesto.
—¿…Ahm?
—¡Te toca, de hace como diez minutos! ¿¡Qué estás planeando, bastardo!? ¡Ya sé que las reglas dicen qué te puedes tomar hasta 30 pensando, pero tenemos público! ¡Acelera un poco las cosas!
—Oh. Sisisi. Planeando. Tengo… uno. No espera, ¿cuánto tiempo dices qué llevo sin mover?
—¿Diez minutos?
—Err. Entonces… quiero decir. Tengo dos planes.
—…
Y moví cualquier pieza al azar.
Del público algunos boquearon por aire. Otros se llevaron la mano a la cabeza. Algunos simplemente murmuraron y asintieron aprobatoriamente. Abrí el libro de reglas, que, para mi conveniencia, me habían permitido usar mientras jugaba.
Estábamos sentados en una mesa rectangular, con múltiples runas marcadas a lo largo de los bordes de la mesa. En cada esquina, y en el medio de las líneas que se dibujaban a lo largo de los bordes, estaban insertadas pociones alquímicas, cada una de un color distinto. La sección “central” de la mesa – es decir el área que empezaba a unos pocos centímetros del borde – estaba cubierta con grama, muy muy corta. Era como un mini-jardín, dividido en visibles hexágonos.
Se jugaba, básicamente con unas pequeñas fichas que posicionabas en cada hexágono. El número de ficha variaba, siendo el aspecto más ambiguo de las reglas del juego: al tomar una ficha y concentrarte en una persona conocida, esta jalaba mágicamente de tu imagen mental y producía una ilusión sobre ella de la persona que estabas pensando.
Bueno, la idea es que fuese una persona para hacer justicia al nombre, “Efigies”, pero a mí nada me detuvo en las primera que yo tomé de pensar accidentalmente en un árbol, porque algún gracioso dijo “intenta no pensar en árboles, elfo”. Todos saben que si le dices a alguien que intente no pensar en algo piensa en eso.
Disponías de unos 60 puntos que “distribuías” en una serie de características para cada una de tus fichas y lo anotabas. Sería un problema visto que todas las fichas lucen igual, pero con las ilusiones encima de ellas, era bastante más simple porque no ibas como “ficha uno” sino “árbol que cree sin querer”. De eso sacabas de manera muy simplista lo rápido, resistente y fuerte que era. Es decir, cuantos hexágonos se movía, cuantos golpes aguantaba, y cuantos golpes contaban de uno solo suyo.
En palabras del mago, lo divertido era que cada 3 puntos hasta 15 y luego al 20, podías tener un “ataque especial” de la misma ilusión. Se consideraba que para esa tenias el triple de puntos (es decir, a 3 se consideraba que tendrías 9) y lo distribuías en vez de algo como rapidez, defensa y ataque, en área, daño y efectos. Los efectos los tomabas de una lista pre-hecha, con sus costos ya definidos, mientras que el área y daño te los dejaban a ti. Podía tener las tres cosas, mientras trabajases con los puntos que tenías.
Las pociones alquímicas estaban allí para representar otros terrenos o cambios de ellos. Una mera ilusión no bastaba para eso, así que cuando alguien hacia algo con un efecto de alterar el campo, usualmente tomaba una gotita de una con un gotero según el campo fuese, y la dejaba caer en la grama. Esto la hacía crecer para representar bosques o llanuras más molestas, o si tomabas la de ‘desierto’, simplemente mataba toda la pequeña vida vegetal y lo reemplazaba por arena. Lo mismo sucedía para hielo y nieve. Unas runas u otras se disparaban según el tipo de campo y alzaban las ilusiones que completaban los mismos, cómo árboles, la imagen de un pantano, montañas de nieve, a veces simplemente rocas grande al azar. Todo lo que pudiese servir para profundizar un poco más en estrategia y permitir algo que dejase a tus fichas ‘cubrirse’.
Transmutación de pequeña escala. Me interesé más por saber si había una versión grande esas que en el juego, la verdad, pero la respuesta fue que no. Quizá otro día.
Cuando fue mi turno de nuevo moví la ficha del árbol, que, em, acordamos, era un treant, y con su ataque especial, que, en un momento de creatividad llame ‘ataque especial’, acabé con la penúltima de las suyas. Esta vez fue el brujo contra el que luchaba que boqueó por aire.
—¡Suficiente! ¡Uso la mecánica especial, “si quieres algo bien hecho hazlo tú mismo”!
Y tomó el frasco en el centro del borde que le correspondía. A medida que sonaban glup que empezaba a encoger, no era muy alto para empezar, pero ahora medía unos, uh, ¿cuarenta centímetros?
Se paró sobre la mesa.
—Suero de Pym. Ahora yo soy una ficha. Es para inspirar el carácter competitivo, ¿qué mejor cosa qué destruir los pensamientos de tus rivales? ¡Sus cuerpos!
Alcé un dedo para decir algo, pero los que nos rodeaban parecían estar de acuerdo.
Daba cuatro o cinco movimientos a que ganaba, pero si podía en menos, sería menos. No quería saber cuánto tiempo tenia sentado en esta mesa y si habían inundado la carpintería de la dragona a elfos.
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
El negocio volvía a ir lento.
Bostezando, se tumbó sobre el mostrador y observó como Lyn continuaba levantando aquel castillo de cartas, exactamente igual que la última vez que levantaron un taller en un evento como aquel.
- Y… ¿Cuál se supone que es el objetivo de eso? – Preguntó el castaño, acomodándose en donde estaba y colocando ambas manos bajo su barbilla, sin apartar la mirada de lo que Lyn tenía entre manos.
- ¿¡El objetivo!? – Preguntó Lyn, volviéndose hacía Eltrant. - ¡¿El objetivo!? – Repitió a continuación de forma dramática. - ¡No necesito objetivos! – Exclamó. – Planeo edificar un castillo tan imponente y majestuoso que no tendrá parangón, solo eso. – dijo encogiendo de hombros casualmente – Ah… y en el momento en el que esté terminado, ¡me subiré al torreón más alto y me reiré en la cara de los dioses por ser tan absurdamente pobres! – Profirió bajando ambas manos hasta la cintura, dejando escapar una carcajada ridículamente exagerada.
Suspirando, Eltrant sacudió la cabeza y se giró hacia la figura del recién llegado.
Un hombre-bestia, evidentemente un ave, preguntó educadamente por una capa con muchos bolsillos y una bolsa capaz de contener un gran número de objetos en su interior.
- Claro. – Le dijo – Espera un momento. Lo tendré terminado en poco tiempo – Teniendo cuidado con no destrozar el plan de futuro de Lyn, reunió los materiales que iba a necesitar.
La capa con muchos bolsillos iba a ser lo más complejo, así que se decidió a comenzar por ahí.
Teniendo en cuenta el aspecto de su cliente, lo primero por lo que se preocupó fue por que las medidas de la capa fuesen suficientes. No estaba precisamente habituado a hacer capas para gente alada, pero le gustó el resultado final: la prenda era amplia y con espacio de sobra para el cuerpo del hombre.
Con suerte no le resultaría incomoda.
Una vez tuvo la forma general de dicha capa, comenzó a coser los bolsillos en el interior de la misma, algunos más evidentes que otros, estaba bastante seguro de que la prenda serviría para los propósitos del ave.
Incluso podría ocultar cosas en su interior, de necesitarlo.
Cuando terminó de dar las puntadas finales a la capa, la depositó sobre el mostrador y fue a hacer la bolsa.
La cual ya tenía hecha, pues se limitó a tomar uno de los bolsillos que habían sobrado y a modificarlo. Le bordó la runa que le había enseñado Asher tiempo atrás en la base, de forma que esta pudiese contener más objetos, y se aseguró de que las costuras eran lo suficientemente resistentes como para soportar más peso del que la bolsa indicaría en un principio.
- Aquí tiene. – dijo, dando por finalizado su trabajo.
Tras aquel cliente la monotonía volvió al cabo de unos minutos.
Volviendo a bostezar, miró como Lyn trabajaba en su “edificación” sin prestar demasiada atención a las personas que caminaban por el lugar.
No hasta que vislumbró a un joven con una obvia expresión de preocupación en su mirada vagar junto a su taller. No parecía que fuese a detenerse, de hecho, tenía la mirada depositada en el frente, parecía querer alejarse de todo el mundo lo antes posible.
Pero había algo en su indumentaria, en su forma de caminar que le recordaba a él mismo cuando no se había escapado aun de la granja.
- ¡Eh! ¡Chico! – El muchacho dio un pequeño salto antes de girarse a mirarle, casi como si en lugar de un herrero le hubiese llamado la atención algún guarda del lugar. - ¿Va todo bien? – Preguntó entonces, analizando con más detenimiento la apariencia del muchacho.
No parecía que tuviese mucho dinero.
El joven respondió rápidamente un “Sí”, mientras miraba con cierto nerviosismo a su alrededor. Enarcando una ceja, Eltrant se inclinó hacia adelante sobre el mostrador.
- ¿De verdad? – Preguntó de nuevo, no parecía realmente tranquilo.
Aquella segunda pregunta fue respondida de forma algo casual, algo sobre los nervios previos a la participación a un concurso de recetas. Eltrant se atusó la barba, había oído hablar de él, por lo que recordaba el premio era en metálico.
O algo así, no le había prestado tampoco demasiada atención pues al parecer solo era de alquimistas.
- No te preocupes. – Le dijo, esbozando una sonrisa. – Seguro que lo haces bien. ¿Tienes ya una buena receta preparada? – Una pregunta un tanto obvia, teniendo en cuenta que la competición comenzaría en poco tiempo.
El joven desvió la mirada al escuchar la pregunta y asintió escuetamente.
Sin decir nada más, achacando todo aquello al nerviosismo del joven, Eltrant curioseó entre lo que tenía en el taller.
- No tengo muchos componentes alquímicos… - dijo según rebuscaba en una caja. - …pero… - Tomó un frasquito lleno de polvo de metal, otro repleto con aceite que usaba para endurecer las armaduras y, finalmente, otro frasco, este de grasa para darle más elasticidad al cuero. – Quizás esto pueda serte de ayuda. – Le dijo entregándole los materiales.
El muchacho se lo planteó durante varios largos segundos, hasta que finalmente los tomó con algo de reticencia.
Un pequeño “gracias”, apenas audible, y este había desaparecido de la misma forma que se había marchado.
Cruzado de brazos, Eltrant contempló la espalda del chico hasta que esta desapareció entre la multitud.
Esperaba que ganase, los dioses sabían que parecía necesitarlo.
Cobro a Loyd:
Capa Multibolsillos: 40 Aeros
Bolso del Aventurero: 100 Aeros
Total: 140 Aeros
Ayudo a Freddy dándole unos materiales para conseguir el Token Myrddin
Bostezando, se tumbó sobre el mostrador y observó como Lyn continuaba levantando aquel castillo de cartas, exactamente igual que la última vez que levantaron un taller en un evento como aquel.
- Y… ¿Cuál se supone que es el objetivo de eso? – Preguntó el castaño, acomodándose en donde estaba y colocando ambas manos bajo su barbilla, sin apartar la mirada de lo que Lyn tenía entre manos.
- ¿¡El objetivo!? – Preguntó Lyn, volviéndose hacía Eltrant. - ¡¿El objetivo!? – Repitió a continuación de forma dramática. - ¡No necesito objetivos! – Exclamó. – Planeo edificar un castillo tan imponente y majestuoso que no tendrá parangón, solo eso. – dijo encogiendo de hombros casualmente – Ah… y en el momento en el que esté terminado, ¡me subiré al torreón más alto y me reiré en la cara de los dioses por ser tan absurdamente pobres! – Profirió bajando ambas manos hasta la cintura, dejando escapar una carcajada ridículamente exagerada.
Suspirando, Eltrant sacudió la cabeza y se giró hacia la figura del recién llegado.
Un hombre-bestia, evidentemente un ave, preguntó educadamente por una capa con muchos bolsillos y una bolsa capaz de contener un gran número de objetos en su interior.
- Claro. – Le dijo – Espera un momento. Lo tendré terminado en poco tiempo – Teniendo cuidado con no destrozar el plan de futuro de Lyn, reunió los materiales que iba a necesitar.
La capa con muchos bolsillos iba a ser lo más complejo, así que se decidió a comenzar por ahí.
Teniendo en cuenta el aspecto de su cliente, lo primero por lo que se preocupó fue por que las medidas de la capa fuesen suficientes. No estaba precisamente habituado a hacer capas para gente alada, pero le gustó el resultado final: la prenda era amplia y con espacio de sobra para el cuerpo del hombre.
Con suerte no le resultaría incomoda.
Una vez tuvo la forma general de dicha capa, comenzó a coser los bolsillos en el interior de la misma, algunos más evidentes que otros, estaba bastante seguro de que la prenda serviría para los propósitos del ave.
Incluso podría ocultar cosas en su interior, de necesitarlo.
Cuando terminó de dar las puntadas finales a la capa, la depositó sobre el mostrador y fue a hacer la bolsa.
La cual ya tenía hecha, pues se limitó a tomar uno de los bolsillos que habían sobrado y a modificarlo. Le bordó la runa que le había enseñado Asher tiempo atrás en la base, de forma que esta pudiese contener más objetos, y se aseguró de que las costuras eran lo suficientemente resistentes como para soportar más peso del que la bolsa indicaría en un principio.
- Aquí tiene. – dijo, dando por finalizado su trabajo.
[...]
Tras aquel cliente la monotonía volvió al cabo de unos minutos.
Volviendo a bostezar, miró como Lyn trabajaba en su “edificación” sin prestar demasiada atención a las personas que caminaban por el lugar.
No hasta que vislumbró a un joven con una obvia expresión de preocupación en su mirada vagar junto a su taller. No parecía que fuese a detenerse, de hecho, tenía la mirada depositada en el frente, parecía querer alejarse de todo el mundo lo antes posible.
Pero había algo en su indumentaria, en su forma de caminar que le recordaba a él mismo cuando no se había escapado aun de la granja.
- ¡Eh! ¡Chico! – El muchacho dio un pequeño salto antes de girarse a mirarle, casi como si en lugar de un herrero le hubiese llamado la atención algún guarda del lugar. - ¿Va todo bien? – Preguntó entonces, analizando con más detenimiento la apariencia del muchacho.
No parecía que tuviese mucho dinero.
El joven respondió rápidamente un “Sí”, mientras miraba con cierto nerviosismo a su alrededor. Enarcando una ceja, Eltrant se inclinó hacia adelante sobre el mostrador.
- ¿De verdad? – Preguntó de nuevo, no parecía realmente tranquilo.
Aquella segunda pregunta fue respondida de forma algo casual, algo sobre los nervios previos a la participación a un concurso de recetas. Eltrant se atusó la barba, había oído hablar de él, por lo que recordaba el premio era en metálico.
O algo así, no le había prestado tampoco demasiada atención pues al parecer solo era de alquimistas.
- No te preocupes. – Le dijo, esbozando una sonrisa. – Seguro que lo haces bien. ¿Tienes ya una buena receta preparada? – Una pregunta un tanto obvia, teniendo en cuenta que la competición comenzaría en poco tiempo.
El joven desvió la mirada al escuchar la pregunta y asintió escuetamente.
Sin decir nada más, achacando todo aquello al nerviosismo del joven, Eltrant curioseó entre lo que tenía en el taller.
- No tengo muchos componentes alquímicos… - dijo según rebuscaba en una caja. - …pero… - Tomó un frasquito lleno de polvo de metal, otro repleto con aceite que usaba para endurecer las armaduras y, finalmente, otro frasco, este de grasa para darle más elasticidad al cuero. – Quizás esto pueda serte de ayuda. – Le dijo entregándole los materiales.
El muchacho se lo planteó durante varios largos segundos, hasta que finalmente los tomó con algo de reticencia.
Un pequeño “gracias”, apenas audible, y este había desaparecido de la misma forma que se había marchado.
Cruzado de brazos, Eltrant contempló la espalda del chico hasta que esta desapareció entre la multitud.
Esperaba que ganase, los dioses sabían que parecía necesitarlo.
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OBJETOS A CREAR | AEROS | ÉPICOS | |
---|---|---|---|
Capa Multibolsillos | [Capa] Capa de apariencia sencilla, pero que posee bolsillos ocultos en su lado interno. Discretamente localizados, permiten ocultar objetos pequeños para que pasen desapercibidos. | 30 | 0 |
Bolso del Aventurero | [Bolso] Contiene una varita que produce fuego o luz, 10 metros de cuerda firme y ligera, gancho de escalada, cantimplora que mágicamente contiene 20 litros sin pesar casi nada, raciones de comida mágica que satisface de inmediato, mapas, un saco de dormir muy ligero y resistente al frío, hilo de pescar con anzuelo, trampa para conejos, martillo, algunos clavos y una palanca tipo pata de cabra. | 120 | 0 |
TOTAL | 150 | 0 |
Cobro a Loyd:
Capa Multibolsillos: 40 Aeros
Bolso del Aventurero: 100 Aeros
Total: 140 Aeros
Ayudo a Freddy dándole unos materiales para conseguir el Token Myrddin
Eltrant Tale
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
-Buenas Rauko.- saludó la elfa, al ver entrar en su taller a un conocido. Y un cliente además, extra bueno. Escucho atentamente su solicitud. Con una cara neutra. Le costó un poco, pero había hecho brevemente de actriz.
-Curioso… pero… puedo hacerlo, sin duda.- Los látigos tenían que tener la punta fina, así que al final no podía ser. Pensó en ponerlo en el pomo, pero quedaba un poco raro. Y entonces recordó que esas cosas tenían dientes en la lengua. Por algún motivo que solo los dioses más oscuros conocían. Así que en lugar de en el pomo, lo puso en el guardaespadas con la boca abierta, con la parte… latigueante del látigo siendo la lengua. Cuestionable, pero exactamente de acuerdo a las especificaciones. Y por supuesto que estaba haciendo un buen trabajo, con el cuero caro, por lo que esa siniestra lengua se extendía mágicamente. -Puede que quieras envenenarlo con algo horrible, algo que escueza mucho.-
Las botas eran más sencillas. Hizo que la punta tuviera forma de pico de ave, algo relativamente sencillo, y unas pocas plumas se encargaron de formar el resto del upelelo, junto a unos toques de tinte negro y amarillo para los ojos. Usualmente guardaba esas plumas para las capas pero...bueno, era algo raro, pero no quedaba nada mal. Y cuando pateara a alguien parecería que lo estaba picoteando. Puede. Realmente no iba a preguntar, cosas más raras había cosido. Y por supuesto, también estaba encantado. –Ahhh… Njord, porque los upelelos son rápidos…- tenía sentido, más o menos. El aspecto no las haría más rápidas, pero puede que tuviera muchas botas y quisiera saber cuáles eran cuales, sí, eso tenía más sentido.
-Listo Rauko. Espero que te guste.- dijo, entregando el producto con una sonrisa.
Le cobro a Rauko 260 aeros, llevándome 20 aeros de beneficio.
-Curioso… pero… puedo hacerlo, sin duda.- Los látigos tenían que tener la punta fina, así que al final no podía ser. Pensó en ponerlo en el pomo, pero quedaba un poco raro. Y entonces recordó que esas cosas tenían dientes en la lengua. Por algún motivo que solo los dioses más oscuros conocían. Así que en lugar de en el pomo, lo puso en el guardaespadas con la boca abierta, con la parte… latigueante del látigo siendo la lengua. Cuestionable, pero exactamente de acuerdo a las especificaciones. Y por supuesto que estaba haciendo un buen trabajo, con el cuero caro, por lo que esa siniestra lengua se extendía mágicamente. -Puede que quieras envenenarlo con algo horrible, algo que escueza mucho.-
Las botas eran más sencillas. Hizo que la punta tuviera forma de pico de ave, algo relativamente sencillo, y unas pocas plumas se encargaron de formar el resto del upelelo, junto a unos toques de tinte negro y amarillo para los ojos. Usualmente guardaba esas plumas para las capas pero...bueno, era algo raro, pero no quedaba nada mal. Y cuando pateara a alguien parecería que lo estaba picoteando. Puede. Realmente no iba a preguntar, cosas más raras había cosido. Y por supuesto, también estaba encantado. –Ahhh… Njord, porque los upelelos son rápidos…- tenía sentido, más o menos. El aspecto no las haría más rápidas, pero puede que tuviera muchas botas y quisiera saber cuáles eran cuales, sí, eso tenía más sentido.
-Listo Rauko. Espero que te guste.- dijo, entregando el producto con una sonrisa.
__________
OBJETOS A CREAR | AEROS | ÉPICOS | |
---|---|---|---|
Botas de Njord | [Botas] hechas de cueros de criaturas mágicas, permiten al portador correr y saltar ligeramente (aproximadamente un 10%) más rápido y fuerte de lo normal. | 120 | 0 |
Arma Flexible Superior | [Arma Flexible] como un látigo o boleadoras. Hecha de extraños cueros de calidad Superior. Posee la propiedad de extender su largo hasta en 2 metros cuando es necesario. | 120 | 0 |
TOTAL | 240 | 0 |
Le cobro a Rauko 260 aeros, llevándome 20 aeros de beneficio.
Valyria
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Transacciones actualizadas
Demian: -170 aeros por aprendizaje de recetas
Loyd: -200 aeros por compra en talleres
Reivy: +10 aeros de beneficio por venta
Eltrant: -10 aeros de pérdida por venta
Rauko: -260 aeros por compra en taller
Valyria: +20 aeros de beneficio por venta
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
Eltrant Tale: Herrería y Curtiduría
Demian: Alquimia e Ingeniería
Gerrit Nephgerd: Alquimia
Reike: Alquimia y Arcanos
Anders: Carpintería
Vincent Calhoun: Arcanos y Herrería
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 4
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
Ryuu: 4
Valyria: 5
Gerrit Nephgerd: 5
Chimar: 5
Prometeo: 3
Go'el (segunda cuenta): 3
Vincent Calhoun: 5
Reike: 5
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Realmente no había esperado que Valy me tomara en serio. Quiero decir, sí quería lo que le pedí, pero estaba preparado para resignarme si ella decidía darme un látigo y botas cualquiera. Pero después, al verla aceptar, esperé que Valy hiciera lo suyo. Esperé ansioso, expectante. Y cuando por fin me entregó esas hermosas obras de arte, que eran mucho mejores de lo que yo había imaginado que podrían ser, mis ojos brillaron, literalmente; concentré éter en mis ojos para que despidieran un breve y pequeño destello.
–¡Muchas gracias, Valy, estaré eternamente agradecido! –dije haciendo una reverencia exagerada, y luego le entregué el monto de aeros que muy bien se ganó la elfa.
Sin pensarlo, me coloqué las botas. Eran incluso más cómodas de lo que creí. Probé dar unos pasos y luego unos saltos, notando que la ligereza de mis movimientos había incrementado. Y, mucho más importante, aprecié la apariencia upelerística que tenían.
El látigo, sin embargo, no podía probarlo en el taller de Valy. Tendría que salir. Pero en ese mismo lugar podía hacer algo primero: darle nombre al arma.
–«Ganso» –dije con un tono solemne–, así se llamará el látigo. –Asentí virgorosamente–. Bueno, me voy, Valy. –Agité una mano para despedirme de la elfa–. Para la próxima volveré a comprarte más bragas.
Dicho eso, salí del taller con mis nuevos objetos, olvidando mis viejas botas allí; ya no me importaban.
Mientras caminaba por la feria, agitando de vez en cuando el látigo contra enemigos imaginarios, pensé en algo importante. Pero decidí olvidar ese pensamiento y fui a gastar unos aeros más. Entré en el taller de un arcanista, pregunté por lo que podía ofrecer, pedí que me enseñara cierto encantamiento que captó mi interés y minutos después yo ya había aprendido un nuevo truco, uno que, por desgracia, me tomaría bastante tiempo y esfuerzo para poder perfeccionarlo.
–¡Ya volví! –informé cuando regresé a mi tienda, aunque ni Hyro ni Xana habían regresado–. Sí, tuve un buen día. De hecho, conseguí… –Y seguí hablando con nadie por un largo rato mientras sacudía cada cierto tiempo mi Ganso, mi nuevo látigo.
–¡Muchas gracias, Valy, estaré eternamente agradecido! –dije haciendo una reverencia exagerada, y luego le entregué el monto de aeros que muy bien se ganó la elfa.
Sin pensarlo, me coloqué las botas. Eran incluso más cómodas de lo que creí. Probé dar unos pasos y luego unos saltos, notando que la ligereza de mis movimientos había incrementado. Y, mucho más importante, aprecié la apariencia upelerística que tenían.
El látigo, sin embargo, no podía probarlo en el taller de Valy. Tendría que salir. Pero en ese mismo lugar podía hacer algo primero: darle nombre al arma.
–«Ganso» –dije con un tono solemne–, así se llamará el látigo. –Asentí virgorosamente–. Bueno, me voy, Valy. –Agité una mano para despedirme de la elfa–. Para la próxima volveré a comprarte más bragas.
Dicho eso, salí del taller con mis nuevos objetos, olvidando mis viejas botas allí; ya no me importaban.
Mientras caminaba por la feria, agitando de vez en cuando el látigo contra enemigos imaginarios, pensé en algo importante. Pero decidí olvidar ese pensamiento y fui a gastar unos aeros más. Entré en el taller de un arcanista, pregunté por lo que podía ofrecer, pedí que me enseñara cierto encantamiento que captó mi interés y minutos después yo ya había aprendido un nuevo truco, uno que, por desgracia, me tomaría bastante tiempo y esfuerzo para poder perfeccionarlo.
–¡Ya volví! –informé cuando regresé a mi tienda, aunque ni Hyro ni Xana habían regresado–. Sí, tuve un buen día. De hecho, conseguí… –Y seguí hablando con nadie por un largo rato mientras sacudía cada cierto tiempo mi Ganso, mi nuevo látigo.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Compro la receta de Arcanos: Rechazo
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Y otro bostezo más.
Quería más clientes. ¿Debería pagar a alguien para que tocase música en la entrada a su taller? No eran pocas las tiendas que había visto que usaban ese tipo de trucos para captar la atención de los viandantes.
Había algunos que tenían incluso personas bailando alrededor.
Suspiró, ya no solo por las ventas, sabía que de alguna manera solía perder dinero con cada creación que realizaba. Ya era más por… entretenerse con algo.
- Como sigas así se te va a desencajar la mandíbula. – Comentó Lyn, sin girarse a mirar a su compañero, concentrada en el ala oeste de lo que ahora estaba empezando a llamar “El Baluarte”.
- ¿No deberías estar ayudándome con la tienda? – Preguntó Eltrant, entrelazando ambos brazos en el mostrador y apoyando su cabeza en ellos. – No has hecho nada más que… - No quería decir “jugar con tus cartas” porque sabía la complicada conversación y retahíla de réplicas que conllevaba eso.
Aunque no fue necesario, Lyn se giró hacía él incluso cuando no termino la frase.
- Oh, perdona, te ayudo. – dijo dejando una carta a un lado, sonriente. – Vaya. – dijo dando una palmadita frente a ella, mirando a la multitud que pasaba frente al taller. – No hay clientes para que pueda ayudar. – Agregó sacando la lengua y dejando escapar una risita que, más que eso, fue la propia Lyn diciendo “Tehe”.
- ¡Se acabó! – dijo Eltrant levantándose de su asiento, dando un manotazo sobre el mostrador. - ¡Dame las cartas! – Exigió alargando la mano hasta el castillo de naipes. - ¿¡De dónde has sacado tantas para empezar?! – Exclamó a continuación, deteniéndose instantes antes de alcanzar la estructura y tomando la escoba que usaba para barrer el taller, dispuesto a desmontar lo que la ojiazul había pasado tanto tiempo levantando.
Aquello era la guerra.
¡Térpoli iba a ser un paseo por el campo en comparación!
- ¡No te atrevas, Mortal! – Respondió inmediatamente Lyn levantándose de un salto y volcando la silla. - ¡A las almenaras! – Gritó la vampiresa ocultándose tras el castillo de un salto. - ¡Defended a vuestra reina! – Pronunció al mismo tiempo que pequeñas figuras de sombras, evidentemente convocadas por Lyn, empezaban a aparecerse en las murallas del pequeño castillo. - ¡Defended Cartagenta! – Ordenó señalando al humano. - ¡¡Catapultas!! – Una bola de sombras, del tamaño de una naranja, comenzó a flotar sobre el castillo. - ¡Acabad con la vil criatura de metal! – La bola salió disparada haca la cara de Eltrant a una velocidad vertiginosa.
Contra todo pronóstico, Eltrant fue capaz de usar la escoba que tenía a modo de espada y bloqueó “el proyectil” con una agilidad extraña en él, el cual salió propulsado por los aires y… acabo perdiéndose entre la multitud.
Durante varios segundos que se les antojaron a ambos inexplicablemente largos, la pareja se quedó mirando el lugar por el que había desaparecido la esfera.
- ¿Crees… crees que le ha dado a alguien? –
- No… lo sé. ¿Has estado practicando? –
- Vaya, vaya. – Una voz desconocida, seguida por una suave carcajada, captó la atención de la pareja. – Sí que es animado este puesto. – Una sonrisa ensayada y un atuendo impoluto fueron las dos primeras cosas que Eltrant vería en su inesperado visitante.
El hombre de mediana edad que tenía Eltrant delante no dijo nada en un principio.
Dueño de ropajes cuidados, probablemente de seda, le acompañaba un largo bastón acabado en una gema de tonalidades carmesíes que se pasó de una mano a otra cada pocos segundos.
Como mínimo, aquel hombre era un noble.
- ¿Necesita algo? – Preguntó a continuación el herrero, respondiendo la sonrisa del desconocido con una propia. – Lyn, saluda a nuestro cliente. – Dijo entre dientes a la vampiresa, que, sin moverse de dónde estaba ladeó ligeramente la cabeza.
- Sul Sul – dijo la vampiresa moviendo la mano derecha, sonriendo casualmente.
¿Sul sul? ¿Qué se suponía que significaba eso?
El hombre volvió a reír de la misma forma que lo había hecho antes y, haciendo una leve reverencia con la cabeza, respondió a la ojiazul.
¿Por qué aquel tipo había hecho como que ese galimatías significaba algo?
- Mi nombre es Basil Trebeck de Lunargenta. – Aseveró quitándose el ostentoso sombrero de color verde que portaba y haciendo una reverencia ahora más pronunciada ante los presentes. – Ilusionista, aventurero y, ante todo, amante de los placeres de la vida. – Eltrant enarcó una ceja ante la presentación y se cruzó de brazos.
- ¡Oh! ¡Un mujeriego! – Cortó Lyn inmediatamente, asintiendo para sí, como si hubiese descifrado lo que verdaderamente decía el hombre.
- ¿Q…qué? No, quiero decir que… ¿Por qué ahora hablas normal? – Basil se peinó su pronunciado bigote mientras alternaba su mirada entre Eltrant y Lyn. Después, se aclaró la garganta. – Me complace deciros que me ha llamado la atención vuestra pequeña edificación de cartas. – dijo, rebuscando entre sus bolsillos hasta sacar sus propias cartas.
- ¡Te dije que atraería clientes! –
- Soy el Ministro de las Ilusiones. ¡El Amo del entretenimiento! ¡El Monarca de la diversión y lo desconocido! – Profirió de forma dramática, mostrando las cartas que tenía en su poder a ambos.
Una carta tenía a un soberano, un hombre de barba larga con una corona y una larga espada llena de joyas.
En la segunda se podía ver lo que parecía ser un caballero, uno que vestía una armadura no muy diferente a la del propio Eltrant.
La tercera era una mujer con un bello tocado y finos ropajes. Un miembro de la nobleza o la misma reina.
La cuarta era un hombre de aspecto humilde, uno con una hoz y una horca. ¿Un granjero?
En la quinta no había nada, era solo una carta completamente en negro.
La sexta tenía un imponente castillo, similar al de Lunargenta.
Y, finalmente, la última tenía dibujada a una mujer armada con un arco con su cara cubierta.
– Voy de evento a evento, de feria a feria, proponiendo retos y diversión a mercaderes y asistentes por igual. – Expuso girando sobre sí mismo, haciendo que su capa brillase de forma llamativa, tornándose en una sucesión indefinida de colores. – Y vosotros sois, queridos míos, los últimos de los muchos afortunados que han sido seleccionados para ganar un fabuloso premio si superáis mi pequeño concurso. – dijo barajando las seis cartas y colocándolas sobre el mostrador, frente a Eltrant.
El humano entrecerró los ojos y miró las cartas que estaban bocabajo frente a él.
- ¿Y… la suerte que hemos tenido… cuesta dinero? – Fue lo primero que preguntó Eltrant, acercándose aún más a las seis cartas en un inútil intento por tratar de descifrar que había bajo estas.
- Ni un solo Aero. – Afirmó, esbozando una sonrisa y ajustándose el monóculo que cubría su ojo derecho. – He supuesto que una pareja tan versada en el oscuro arte de los naipes podría superar con facilidad mi pequeño reto. – Aseveró, tocando con la punta bastón dos veces el mostrador, momento en el que las cuatro cartas empezaron a brillar tenuemente.
- Bueno… - Eltrant miró a Lyn. – No es como si tuviésemos mucho trabajo entre manos. – La ojiazul jugueteó con su flequillo durante unos instantes y cerrando los puños, asintió con firmeza.
La capa y los aspavientos que Basil había estado haciendo habían atraído a más de un curioso al puesto de Eltrant. Por supuesto, ninguno aparentaba estar dispuesto a comprar nada, solo querían ver que estaba sucediendo.
- ¡Ajá! ¡Perfecto, perfecto, mis buenos amigos! – Basil se apoyó en su bastón y acomodó el peso de su peso al mismo. - ¡El reto es sencillo! ¡Muy fácil! - Hizo bailar a continuación el bastón entre sus manos durante unos instantes para finalmente apuntar hacia arriba, sobre las cabezas de todos los presentes.
Un pequeño estallido de color precedió a varias figuras mágicas que, ondulando y serpenteando en el aire, comenzaron a dibujar formas cada vez más concisas y reconocibles.
- ¡Todos tienen una pareja! ¡Más uno se queda solo! – Exclamó en primer lugar, las figuras mágicas se convirtieron en dos manos entrelazadas que flotaron sobre el taller del herrero. – ¡Ah! Pero no os confiéis. Nada es lo que parece. – Las figuras continuaron cambiando de una forma a otra. – La noche y el día, el día y la noche. Vuestro objetivo es fácil, pero difícil. – Hizo un pequeño baile con su bastón. – Levantad las cartas y encontrad su asociada. ¿Quién será? ¿Quién fallará? – Algunos aplausos entre el público que se había formado. - ¡Los símbolos no son vuestra única pista! – dijo finalmente, antes de golpear el mostrador tras el que estaba Eltrant y las cartas volvieron a brillar con intensidad.
- No me he enterado de nada. – Musitó Eltrant mirando los naipes frente a él al mismo tiempo que se atusaba la barba.
- Levanta una carta.– Señaló Lyn.
La primera carta que levantó Eltrant fue la del rey. Las figuras mágicas, las ilusiones que Basil había conjurado, comenzaron a adoptar otra forma, un corazón, un corazón con una corona sobre este.
- ¡Ah! ¡El Monarca! – Afirmó Basil, con una sonrisa un tanto mordaz. – ¡El amo, el protector de sus súbditos! – Profirió, danzando para su público. – Alguien que nunca está solo, alguien que debe ser amado con pasión y que debe amar de la misma forma. – Las demás cartas comenzaron a flotar, girando sobre sí mismas. - ¿Quién es, pues, la pareja del monarca? – Preguntó el ilusionista al público.
Los presentes comenzaron a gritar sus respuestas, una decena de voces entrelazadas que clamaba a Eltrant que seleccionase lo que ellos tenían en mente.
- ¡Esta es fácil! – dijo el castaño, alargando su mano hasta la carta de la reina.
- ¡No, no, no! – Lyn interrumpió a su compañero. - ¡El castillo! ¡Es el castillo! – dijo, instándole a que tomase la que ella había señalado. - ¡El castillo! – dijo a la vez que comenzaba a zarandearle con fuerza.
- Vale, vale. – Después de pensárselo unos segundos, Eltrant obedeció y tomó la carta que le había dicho su amiga.
Las cartas, entonces, salieron despedidas de entre las manos de Eltrant y volvieron a su dueño.
- ¡Exactamente, mi pálida amiga! – Vítores generalizados. Aquello estaba dándole dolor de cabeza a Eltrant. ¿Es que nadie iba a preocuparse por comprar nada ya que estaban allí? - ¿Qué es de un monarca sin su pueblo? ¿Qué puede amar más un rey que sus tierras? ¿Qué sus súbditos? ¿Qué lo que ha prometido defender? – El público comenzó a aplaudir y Basil, como si hubiese repetido aquello más de un centenar de veces, hizo una leve reverencia.
- Es… un poco rebuscado. – Lyn se encogió de hombros y se apartó el flequillo de los ojos con un soplido.
Suspirando, notando como todas las miradas estaban depositadas en él, Eltrant tomó otra carta más. No parecía muy difícil, solo tenían que emparejar dos cartas más y habrían acabado, con suerte.
- ¡La ladrona! – Profirió Basil, informando al público la carta que había obtenido el herrero. – ¡Aliada de las sombras! ¡Amiga de la noche! ¡Amante de la oscuridad! – Un sonoro “Ooooh” brotó de los labios de todos los asistentes al juego.
- Oh, venga ya. No ha sido tan bueno. –
- Meh, los he escuchado mejores. -
- ¡¿Quién será la pareja de la ladrona!? ¿¡Con quien vivirá nuestra amiga sus aventuras o…? – Sonrió y se rio en voz baja, girándose lentamente hacia el público al que le estaba dando la espalda. - ¿…desventuras? – Las ilusiones adoptaron, esta vez, la forma de una caja, o quizás un joyero, uno que lucía con una cerradura gigantesca.
Inspirando por la nariz, Eltrant frunció el ceño y estudió las cartas que tenía frente a él.
Tratando de obviar las palabras del público, Eltrant finalmente se decidió por la carta del caballero, lo que en un principio pareció descontentar al público, este quedó en silencio cuando ambas cartas volvieron de vuelta hasta su dueño.
- ¡El caballero! ¡Damas y… caballeros! – El público aplaudió con fuerza.
La multitud era más bien modesta teniendo en cuenta la cantidad de gente que había en la totalidad de la feria, pero para Eltrant aquello era idéntico a actuar en uno de esos escenarios que había visto en Lunargenta.
Y nunca había sido un buen actor.
- ¡No pueden vivir el uno sin el otro! ¡La ladrona pertenece a la noche, y el caballero pertenece al día! Más ambos están unidos por una rivalidad brotada de una sola cosa: las riquezas. – Más aplausos, por mucho que le costase a Eltrant admitirlo, Basil sabía cómo ganarse a su público. - ¡Solo una pareja más! ¡El final se acerca! –
Eltrant trago saliva según las cartas volvían a caer bocabajo sobre la mesa. Solo una más… con mucho cuidado, prácticamente como si temiese que las cartas estallasen por algún motivo extraño, el exmercenario levantó otro naipe.
- ¡La oscuridad! – Bramó Basil. – ¡Ay, queridos amigos! – Se detuvo, las figuras mágicas no adoptaron ningún tipo de forma esta vez. - ¡Ay de mí, mis fantásticos participantes! –
El público se quedó en silencio, expectante, esperando que era lo que tenía que decir el ilusionista a continuación.
– ¡El azar es tan necesario para triunfar como la misma estrategia! ¡Lo saben los monarcas que cuidan de sus tierras! – La carta del monarca y la del castillo salió despedida por los aires, dejando tras de sí dos estelas de color naranja. - ¡Lo saben los caballeros y los ladrones! – Las otras dos cartas comenzaron a oscilar por el aire trazando líneas de color azul a su paso. – Y por último… - La carta del granjero y de la reina imitaron a las otras cuatro, danzando por el lugar y dibujando figuras de color rojo. – El Granjero y la Condesa, dueños de un amor imposible, también lo saben. –
Eltrant no tenía que ser un genio para adivinar a dónde quería llegar Basil.
- Pero la oscuridad… - Basil inspiró profundamente, esperó unos segundos a que todas las cartas excepto una volvieran a su poder antes de seguir hablando. – En la oscuridad se pueden ocultar ladronas, pueden esconderse misterios, aventuras y emociones inigualables... – Sonrió, tratando de atribuirle algo de misticismo a sus palabras. – Pero la oscuridad, queridos míos. La oscuridad en sí misma no tiene nadie con quien estar. – dijo finalmente, antes de que las luces mágicas se fueran apagando una a una hasta que solo quedó… la oscuridad.
A partir de ahí, los minutos pasaron y el público se dispersó gradualmente, de igual forma en la que había llegado. El Ilusionista saludó a varios admiradores antes de volverse hacía la pareja y, ceremoniosamente, otorgar a Eltrant las dos cosas que al parecer habían ganado.
En primer lugar, la carta de color oscuro, “La oscuridad” se la podían quedar. Y en segundo, un peluche con forma de oso.
“Premio de consolación” lo llamaba.
- Lo habéis hecho bien, amigos míos. – Les dijo volviendo hacer otra reverencia. – Gracias por participar y… más suerte la próxima vez. – dijo haciendo más malabares con el bastón.
- No estoy de acuerdo. – dijo Lyn cortante, mirando al ilusionista con una expresión un tanto neutra. – Con lo de la oscuridad. – Aclaró a continuación.
- ¿Oh? ¿Eso? – Basil sonrió y se quedó en silencio durante unos segundos, mirando a la ojiazul. Luego ladeó la cabeza. – Bueno, quizás tengas razón. - dijo encogiéndose de hombros, girándose sobre sí mismo. - ¡Hasta más ver, oscuridad! ¡Buena suerte, caballero! – Lanzó antes de perderse entre la multitud.
Volviendo a dejarse caer sobre su la silla, Eltrant dejó escapar un largo suspiro y se tumbó sobre el mostrador, momento en el que contempló como Lyn colocaba la carta “Oscura” justo a lo alto de su castillo de naipes.
- No le hagas mucho caso. – Dijo Eltrant acercándole a Lyn el oso de peluche. – Alguien que se llama a sí mismo “Monarca de la diversión” no puede ser muy inteligente. – Agregó, incorporándose para a ver como Lyn colocaba, con mucho cuidado, dicho oso en el centro del castillo.
Tras pasar unos segundos sin decir nada, la vampiresa se separó del “Baluarte de Cartagenta” y se volvió hacia su compañero con una sonrisa
- Cuidado con como lo llamas. – Advirtió. – Solo puedes llamarlo… – Se aclaró la garganta y se subió sobre la silla. - ¡El ministro de las Ilusiones! – Gritó Lyn, imitando el tono de voz del hombre, señalando hacia un punto indeterminado de la multitud, momento en el que comenzó a reír a carcajadas.
- ¡El amo del entretenimiento! – dijo Eltrant, uniéndose a su compañera, levantándose del asiento y extendiendo los brazos.
- No, no. Tienes que vocalizar más, hablar desde el estómago. –
- ¡El amo…! ¡El amo…! ¿Así? –
- ¡El amo del entretenimiento! Así. –
- ¿Cómo lo haces tan bien? -
Participo en un reto de cartas para intentar optar por el token de Skarth.
Quería más clientes. ¿Debería pagar a alguien para que tocase música en la entrada a su taller? No eran pocas las tiendas que había visto que usaban ese tipo de trucos para captar la atención de los viandantes.
Había algunos que tenían incluso personas bailando alrededor.
Suspiró, ya no solo por las ventas, sabía que de alguna manera solía perder dinero con cada creación que realizaba. Ya era más por… entretenerse con algo.
- Como sigas así se te va a desencajar la mandíbula. – Comentó Lyn, sin girarse a mirar a su compañero, concentrada en el ala oeste de lo que ahora estaba empezando a llamar “El Baluarte”.
- ¿No deberías estar ayudándome con la tienda? – Preguntó Eltrant, entrelazando ambos brazos en el mostrador y apoyando su cabeza en ellos. – No has hecho nada más que… - No quería decir “jugar con tus cartas” porque sabía la complicada conversación y retahíla de réplicas que conllevaba eso.
Aunque no fue necesario, Lyn se giró hacía él incluso cuando no termino la frase.
- Oh, perdona, te ayudo. – dijo dejando una carta a un lado, sonriente. – Vaya. – dijo dando una palmadita frente a ella, mirando a la multitud que pasaba frente al taller. – No hay clientes para que pueda ayudar. – Agregó sacando la lengua y dejando escapar una risita que, más que eso, fue la propia Lyn diciendo “Tehe”.
- ¡Se acabó! – dijo Eltrant levantándose de su asiento, dando un manotazo sobre el mostrador. - ¡Dame las cartas! – Exigió alargando la mano hasta el castillo de naipes. - ¿¡De dónde has sacado tantas para empezar?! – Exclamó a continuación, deteniéndose instantes antes de alcanzar la estructura y tomando la escoba que usaba para barrer el taller, dispuesto a desmontar lo que la ojiazul había pasado tanto tiempo levantando.
Aquello era la guerra.
¡Térpoli iba a ser un paseo por el campo en comparación!
- ¡No te atrevas, Mortal! – Respondió inmediatamente Lyn levantándose de un salto y volcando la silla. - ¡A las almenaras! – Gritó la vampiresa ocultándose tras el castillo de un salto. - ¡Defended a vuestra reina! – Pronunció al mismo tiempo que pequeñas figuras de sombras, evidentemente convocadas por Lyn, empezaban a aparecerse en las murallas del pequeño castillo. - ¡Defended Cartagenta! – Ordenó señalando al humano. - ¡¡Catapultas!! – Una bola de sombras, del tamaño de una naranja, comenzó a flotar sobre el castillo. - ¡Acabad con la vil criatura de metal! – La bola salió disparada haca la cara de Eltrant a una velocidad vertiginosa.
Contra todo pronóstico, Eltrant fue capaz de usar la escoba que tenía a modo de espada y bloqueó “el proyectil” con una agilidad extraña en él, el cual salió propulsado por los aires y… acabo perdiéndose entre la multitud.
Durante varios segundos que se les antojaron a ambos inexplicablemente largos, la pareja se quedó mirando el lugar por el que había desaparecido la esfera.
- ¿Crees… crees que le ha dado a alguien? –
- No… lo sé. ¿Has estado practicando? –
- Vaya, vaya. – Una voz desconocida, seguida por una suave carcajada, captó la atención de la pareja. – Sí que es animado este puesto. – Una sonrisa ensayada y un atuendo impoluto fueron las dos primeras cosas que Eltrant vería en su inesperado visitante.
El hombre de mediana edad que tenía Eltrant delante no dijo nada en un principio.
Dueño de ropajes cuidados, probablemente de seda, le acompañaba un largo bastón acabado en una gema de tonalidades carmesíes que se pasó de una mano a otra cada pocos segundos.
Como mínimo, aquel hombre era un noble.
- ¿Necesita algo? – Preguntó a continuación el herrero, respondiendo la sonrisa del desconocido con una propia. – Lyn, saluda a nuestro cliente. – Dijo entre dientes a la vampiresa, que, sin moverse de dónde estaba ladeó ligeramente la cabeza.
- Sul Sul – dijo la vampiresa moviendo la mano derecha, sonriendo casualmente.
¿Sul sul? ¿Qué se suponía que significaba eso?
El hombre volvió a reír de la misma forma que lo había hecho antes y, haciendo una leve reverencia con la cabeza, respondió a la ojiazul.
¿Por qué aquel tipo había hecho como que ese galimatías significaba algo?
- Mi nombre es Basil Trebeck de Lunargenta. – Aseveró quitándose el ostentoso sombrero de color verde que portaba y haciendo una reverencia ahora más pronunciada ante los presentes. – Ilusionista, aventurero y, ante todo, amante de los placeres de la vida. – Eltrant enarcó una ceja ante la presentación y se cruzó de brazos.
- ¡Oh! ¡Un mujeriego! – Cortó Lyn inmediatamente, asintiendo para sí, como si hubiese descifrado lo que verdaderamente decía el hombre.
- ¿Q…qué? No, quiero decir que… ¿Por qué ahora hablas normal? – Basil se peinó su pronunciado bigote mientras alternaba su mirada entre Eltrant y Lyn. Después, se aclaró la garganta. – Me complace deciros que me ha llamado la atención vuestra pequeña edificación de cartas. – dijo, rebuscando entre sus bolsillos hasta sacar sus propias cartas.
- ¡Te dije que atraería clientes! –
- Soy el Ministro de las Ilusiones. ¡El Amo del entretenimiento! ¡El Monarca de la diversión y lo desconocido! – Profirió de forma dramática, mostrando las cartas que tenía en su poder a ambos.
Una carta tenía a un soberano, un hombre de barba larga con una corona y una larga espada llena de joyas.
En la segunda se podía ver lo que parecía ser un caballero, uno que vestía una armadura no muy diferente a la del propio Eltrant.
La tercera era una mujer con un bello tocado y finos ropajes. Un miembro de la nobleza o la misma reina.
La cuarta era un hombre de aspecto humilde, uno con una hoz y una horca. ¿Un granjero?
En la quinta no había nada, era solo una carta completamente en negro.
La sexta tenía un imponente castillo, similar al de Lunargenta.
Y, finalmente, la última tenía dibujada a una mujer armada con un arco con su cara cubierta.
– Voy de evento a evento, de feria a feria, proponiendo retos y diversión a mercaderes y asistentes por igual. – Expuso girando sobre sí mismo, haciendo que su capa brillase de forma llamativa, tornándose en una sucesión indefinida de colores. – Y vosotros sois, queridos míos, los últimos de los muchos afortunados que han sido seleccionados para ganar un fabuloso premio si superáis mi pequeño concurso. – dijo barajando las seis cartas y colocándolas sobre el mostrador, frente a Eltrant.
El humano entrecerró los ojos y miró las cartas que estaban bocabajo frente a él.
- ¿Y… la suerte que hemos tenido… cuesta dinero? – Fue lo primero que preguntó Eltrant, acercándose aún más a las seis cartas en un inútil intento por tratar de descifrar que había bajo estas.
- Ni un solo Aero. – Afirmó, esbozando una sonrisa y ajustándose el monóculo que cubría su ojo derecho. – He supuesto que una pareja tan versada en el oscuro arte de los naipes podría superar con facilidad mi pequeño reto. – Aseveró, tocando con la punta bastón dos veces el mostrador, momento en el que las cuatro cartas empezaron a brillar tenuemente.
- Bueno… - Eltrant miró a Lyn. – No es como si tuviésemos mucho trabajo entre manos. – La ojiazul jugueteó con su flequillo durante unos instantes y cerrando los puños, asintió con firmeza.
La capa y los aspavientos que Basil había estado haciendo habían atraído a más de un curioso al puesto de Eltrant. Por supuesto, ninguno aparentaba estar dispuesto a comprar nada, solo querían ver que estaba sucediendo.
- ¡Ajá! ¡Perfecto, perfecto, mis buenos amigos! – Basil se apoyó en su bastón y acomodó el peso de su peso al mismo. - ¡El reto es sencillo! ¡Muy fácil! - Hizo bailar a continuación el bastón entre sus manos durante unos instantes para finalmente apuntar hacia arriba, sobre las cabezas de todos los presentes.
Un pequeño estallido de color precedió a varias figuras mágicas que, ondulando y serpenteando en el aire, comenzaron a dibujar formas cada vez más concisas y reconocibles.
- ¡Todos tienen una pareja! ¡Más uno se queda solo! – Exclamó en primer lugar, las figuras mágicas se convirtieron en dos manos entrelazadas que flotaron sobre el taller del herrero. – ¡Ah! Pero no os confiéis. Nada es lo que parece. – Las figuras continuaron cambiando de una forma a otra. – La noche y el día, el día y la noche. Vuestro objetivo es fácil, pero difícil. – Hizo un pequeño baile con su bastón. – Levantad las cartas y encontrad su asociada. ¿Quién será? ¿Quién fallará? – Algunos aplausos entre el público que se había formado. - ¡Los símbolos no son vuestra única pista! – dijo finalmente, antes de golpear el mostrador tras el que estaba Eltrant y las cartas volvieron a brillar con intensidad.
- No me he enterado de nada. – Musitó Eltrant mirando los naipes frente a él al mismo tiempo que se atusaba la barba.
- Levanta una carta.– Señaló Lyn.
La primera carta que levantó Eltrant fue la del rey. Las figuras mágicas, las ilusiones que Basil había conjurado, comenzaron a adoptar otra forma, un corazón, un corazón con una corona sobre este.
- ¡Ah! ¡El Monarca! – Afirmó Basil, con una sonrisa un tanto mordaz. – ¡El amo, el protector de sus súbditos! – Profirió, danzando para su público. – Alguien que nunca está solo, alguien que debe ser amado con pasión y que debe amar de la misma forma. – Las demás cartas comenzaron a flotar, girando sobre sí mismas. - ¿Quién es, pues, la pareja del monarca? – Preguntó el ilusionista al público.
Los presentes comenzaron a gritar sus respuestas, una decena de voces entrelazadas que clamaba a Eltrant que seleccionase lo que ellos tenían en mente.
- ¡Esta es fácil! – dijo el castaño, alargando su mano hasta la carta de la reina.
- ¡No, no, no! – Lyn interrumpió a su compañero. - ¡El castillo! ¡Es el castillo! – dijo, instándole a que tomase la que ella había señalado. - ¡El castillo! – dijo a la vez que comenzaba a zarandearle con fuerza.
- Vale, vale. – Después de pensárselo unos segundos, Eltrant obedeció y tomó la carta que le había dicho su amiga.
Las cartas, entonces, salieron despedidas de entre las manos de Eltrant y volvieron a su dueño.
- ¡Exactamente, mi pálida amiga! – Vítores generalizados. Aquello estaba dándole dolor de cabeza a Eltrant. ¿Es que nadie iba a preocuparse por comprar nada ya que estaban allí? - ¿Qué es de un monarca sin su pueblo? ¿Qué puede amar más un rey que sus tierras? ¿Qué sus súbditos? ¿Qué lo que ha prometido defender? – El público comenzó a aplaudir y Basil, como si hubiese repetido aquello más de un centenar de veces, hizo una leve reverencia.
- Es… un poco rebuscado. – Lyn se encogió de hombros y se apartó el flequillo de los ojos con un soplido.
Suspirando, notando como todas las miradas estaban depositadas en él, Eltrant tomó otra carta más. No parecía muy difícil, solo tenían que emparejar dos cartas más y habrían acabado, con suerte.
- ¡La ladrona! – Profirió Basil, informando al público la carta que había obtenido el herrero. – ¡Aliada de las sombras! ¡Amiga de la noche! ¡Amante de la oscuridad! – Un sonoro “Ooooh” brotó de los labios de todos los asistentes al juego.
- Oh, venga ya. No ha sido tan bueno. –
- Meh, los he escuchado mejores. -
- ¡¿Quién será la pareja de la ladrona!? ¿¡Con quien vivirá nuestra amiga sus aventuras o…? – Sonrió y se rio en voz baja, girándose lentamente hacia el público al que le estaba dando la espalda. - ¿…desventuras? – Las ilusiones adoptaron, esta vez, la forma de una caja, o quizás un joyero, uno que lucía con una cerradura gigantesca.
Inspirando por la nariz, Eltrant frunció el ceño y estudió las cartas que tenía frente a él.
“¡Es la reina! ¡El joyero es de la reina!”
“¡Escoge la oscuridad! ¡Ya has oído hablar al ilusionista! ¡La ladrona es una con la oscuridad!”
“¡Escoge algo de una vez paleto!”
“¡Escoge la oscuridad! ¡Ya has oído hablar al ilusionista! ¡La ladrona es una con la oscuridad!”
“¡Escoge algo de una vez paleto!”
Tratando de obviar las palabras del público, Eltrant finalmente se decidió por la carta del caballero, lo que en un principio pareció descontentar al público, este quedó en silencio cuando ambas cartas volvieron de vuelta hasta su dueño.
- ¡El caballero! ¡Damas y… caballeros! – El público aplaudió con fuerza.
La multitud era más bien modesta teniendo en cuenta la cantidad de gente que había en la totalidad de la feria, pero para Eltrant aquello era idéntico a actuar en uno de esos escenarios que había visto en Lunargenta.
Y nunca había sido un buen actor.
- ¡No pueden vivir el uno sin el otro! ¡La ladrona pertenece a la noche, y el caballero pertenece al día! Más ambos están unidos por una rivalidad brotada de una sola cosa: las riquezas. – Más aplausos, por mucho que le costase a Eltrant admitirlo, Basil sabía cómo ganarse a su público. - ¡Solo una pareja más! ¡El final se acerca! –
Eltrant trago saliva según las cartas volvían a caer bocabajo sobre la mesa. Solo una más… con mucho cuidado, prácticamente como si temiese que las cartas estallasen por algún motivo extraño, el exmercenario levantó otro naipe.
- ¡La oscuridad! – Bramó Basil. – ¡Ay, queridos amigos! – Se detuvo, las figuras mágicas no adoptaron ningún tipo de forma esta vez. - ¡Ay de mí, mis fantásticos participantes! –
El público se quedó en silencio, expectante, esperando que era lo que tenía que decir el ilusionista a continuación.
– ¡El azar es tan necesario para triunfar como la misma estrategia! ¡Lo saben los monarcas que cuidan de sus tierras! – La carta del monarca y la del castillo salió despedida por los aires, dejando tras de sí dos estelas de color naranja. - ¡Lo saben los caballeros y los ladrones! – Las otras dos cartas comenzaron a oscilar por el aire trazando líneas de color azul a su paso. – Y por último… - La carta del granjero y de la reina imitaron a las otras cuatro, danzando por el lugar y dibujando figuras de color rojo. – El Granjero y la Condesa, dueños de un amor imposible, también lo saben. –
Eltrant no tenía que ser un genio para adivinar a dónde quería llegar Basil.
- Pero la oscuridad… - Basil inspiró profundamente, esperó unos segundos a que todas las cartas excepto una volvieran a su poder antes de seguir hablando. – En la oscuridad se pueden ocultar ladronas, pueden esconderse misterios, aventuras y emociones inigualables... – Sonrió, tratando de atribuirle algo de misticismo a sus palabras. – Pero la oscuridad, queridos míos. La oscuridad en sí misma no tiene nadie con quien estar. – dijo finalmente, antes de que las luces mágicas se fueran apagando una a una hasta que solo quedó… la oscuridad.
A partir de ahí, los minutos pasaron y el público se dispersó gradualmente, de igual forma en la que había llegado. El Ilusionista saludó a varios admiradores antes de volverse hacía la pareja y, ceremoniosamente, otorgar a Eltrant las dos cosas que al parecer habían ganado.
En primer lugar, la carta de color oscuro, “La oscuridad” se la podían quedar. Y en segundo, un peluche con forma de oso.
“Premio de consolación” lo llamaba.
- Lo habéis hecho bien, amigos míos. – Les dijo volviendo hacer otra reverencia. – Gracias por participar y… más suerte la próxima vez. – dijo haciendo más malabares con el bastón.
- No estoy de acuerdo. – dijo Lyn cortante, mirando al ilusionista con una expresión un tanto neutra. – Con lo de la oscuridad. – Aclaró a continuación.
- ¿Oh? ¿Eso? – Basil sonrió y se quedó en silencio durante unos segundos, mirando a la ojiazul. Luego ladeó la cabeza. – Bueno, quizás tengas razón. - dijo encogiéndose de hombros, girándose sobre sí mismo. - ¡Hasta más ver, oscuridad! ¡Buena suerte, caballero! – Lanzó antes de perderse entre la multitud.
Volviendo a dejarse caer sobre su la silla, Eltrant dejó escapar un largo suspiro y se tumbó sobre el mostrador, momento en el que contempló como Lyn colocaba la carta “Oscura” justo a lo alto de su castillo de naipes.
- No le hagas mucho caso. – Dijo Eltrant acercándole a Lyn el oso de peluche. – Alguien que se llama a sí mismo “Monarca de la diversión” no puede ser muy inteligente. – Agregó, incorporándose para a ver como Lyn colocaba, con mucho cuidado, dicho oso en el centro del castillo.
Tras pasar unos segundos sin decir nada, la vampiresa se separó del “Baluarte de Cartagenta” y se volvió hacia su compañero con una sonrisa
- Cuidado con como lo llamas. – Advirtió. – Solo puedes llamarlo… – Se aclaró la garganta y se subió sobre la silla. - ¡El ministro de las Ilusiones! – Gritó Lyn, imitando el tono de voz del hombre, señalando hacia un punto indeterminado de la multitud, momento en el que comenzó a reír a carcajadas.
- ¡El amo del entretenimiento! – dijo Eltrant, uniéndose a su compañera, levantándose del asiento y extendiendo los brazos.
- No, no. Tienes que vocalizar más, hablar desde el estómago. –
- ¡El amo…! ¡El amo…! ¿Así? –
- ¡El amo del entretenimiento! Así. –
- ¿Cómo lo haces tan bien? -
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Participo en un reto de cartas para intentar optar por el token de Skarth.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Luego de terminar la partida en ese horrible juego por fin pude pararme y empezar a volver de camino al taller. Los cincuenta aeros que tenía me estaban haciendo peso mental, porque los tenía mi golem, pero me pesaban: sabía que los tenía como sabía que nadie iba a hacer nada por cincuenta aeros.
...Bueno, algunas cosas sí, pero no era naa que me interesase. Sabía reparar mis propias trampas dañadas. Más o menos. Y los encantamientos más simplistas de todos creo que me valía con estudiarlos yo.
En un curioso instante de buena presencia situacional mía, logré esquivar un recipiente sobre... una... uh. Esas cosas que usaban los alquimistas para... ¿calentar? Creo que era para calentar.
Bueno, lo que fuera y para lo que sirviera. Seguí mi camino de largo, y en lo que era un leve hábito, miré atrás una fracción de segundo. Eran vistazos donde me bastaban la impresión de una mancha de color a relativamente poca distancia mía. Esta vez no lo estuvo, no dentro del área que yo comprendía como "cercana"; así que me di vuelta totalmente al mismo tiempo que la imagen corría por mi cabeza.
Yo habría zigzagueado todo lo que quisiera, pero si la ruta más corta hacia mí era recta, la masa de arcilla tomaría eso. Es decir, se habría chocado con los artilugios.
...Que ahora qué pensaba, ¿quién se pondría a trabajar alquimia en medio de la calle? Buscando que la fórmula explote, y queme a no sé cuanta gente. O que caiga un rayo, ¿había una poción qué hacia eso? La de... la de... el dios este del rayo. Thur. ¿Thor? Sí, Thor.
Viendo la situación, había tenido mejor suerte. La arcilla no parecía haber chocado con la... chica...
No, espera. Iba a chocar era con los artilugios. No chocó, estaba... ¿estaba manoseando el golem? Sosteniéndolo.
—Um —empecé, habiendo cercado hasta detrás de ella—. ¿Ho... hola?
—¿Hmmm? —respondió. El tono era el de alguien que realmente no estaba haciendo caso, más bien una reacción automática, como que mencionasen tu nombre y voltear.
—…
Me lleve una mano a la cara. La verdad se le veía muy fascinada con la masa de arcilla para ser eso. Casi parecía que estaba buscando un tesoro con lo mucho que lo palpaba.
—¿…Necesitas algo de mi golem?
—¿Oh? …Eres un elfo. ¡Es tuyo! —dijo. No me quedo claro si era una pregunta o una afirmación.
—Sí, supongo.
—Increíble. Nos hablan de algunas magias élficas y eso, pero solo hay teoría. No creí que tendría oportunidad de ver uno de cerca y en acción nunca. Es absurdo que hagan cosas vivas de verdad con solo magia. Cómo levantar árboles. O levantar árboles que se mueven.
—Treants —suspiré, con una mano en la cara al recordar lo del juegito.
—¡Eso!
—En… cualquier caso. ¿Puedo saber…?
Ladeé la cabeza.
—¿Qué le haces? —apunté al golem.
—Estoy sin… ah.
Apartó las manos del golem, como cayendo finalmente en cuenta de lo que estaba haciendo. Se dio vuelta y se inclino con una reverencia algo demasiado rápida.
—Perdona, estoy… algo ofuscada, concentrada en, uh, lo mío —comentó en un tono decaído—. Estaba palpándolo para ver si podía sentir como trabajaba el éter adentro directamente, soy una bruja —explicó. Lo había notado, pero supuse que no venía de más—. Estoy imaginando que si me hago una idea instintiva para intentar replicar algo alquímicamente pueda mejorar la fórmula. Mi trabajo… anterior —añadió, en un tono más decaído todavía, empezaba a ponerme nervioso—, tenía bases leves en eso, y otras cosas.
—¿Hm? ¿Cómo?
—¡No sé, si supiera no estaría probando locuras! ¡Era teoría y no tengo mis notas!
—Y-
—Ah… lo siento —repitió, negando con la cabeza para sí misma, y se dio vuelta—. Ugh. Ya es la segunda vez que actúo mal con alguien hoy...
No terminaba de entender a qué iba o que quería la chica, pero si era por entender de qué manera manejaba el éter para darle “vida” a algo que normalmente no lo tenía, no me costaba nada.
—No soy muy bueno y el mío en realidad no está muy vivo, tampoco levanto árboles, pero puedo intentar explicar-
—¿¡De verdad!?
Retrocedí un paso por la efusividad y me limité a sentarme con ella en un lugar cercano. Fue, en cierto modo, horrible, porque parecía saber más del tema que yo, y yo era el animador ahí. Bueno, más o menos. El conocimiento de uno traducía muy mal en el otro, después de todo, como Eliana misma dijo – le pregunté el nombre, porque me estaba incomodando sólo decirle “bruja” o “chica” – su conocimiento era teórico. Y estaba bastante entrecortado por la falta de las famosas notas.
El mío era asquerosamente instintivo y no entendía la mitad de los conceptos que mencionaba. Lentamente empezamos a convergir, y la bruja parecía tomar regazos de leves recuerdos y añadía o mezclaba cosas. Lo más complicado, al final, es que indistintamente para mí esto iniciaba y terminaba en magia de Luz, algo que no podía hacer un brujo, por mucho que entendiese como se supone que debía “dirigir” su éter, y tampoco era algo que yo supiera proyectar completamente sin más. ¿Se podía hacer con alquimia? No parecía, pero yo no era el alquimista allí, y honestamente, ella se veía casi convencida de poder hacerlo.
—¿No… no puedes generar luz… luz sola?
—Err… ¿no? —alcé las manos y emití un tenue brillo, como cuando sanaba heridas—. ¿Sirve?
—No me convence que metas las manos en la poción.
—A mí tampoco.
Se llevo una mano al pelo, mordiéndose un labio. Varias veces me vio la cara como si esperase que la respuesta cambiase. En un momento apretó la mano con la que se agarraba el pelo.
—Tengo… tengo una idea —tragó saliva—. Pon un pedazo del golem.
—¿…Qué? Uh. Bueno.
—¡Noooo, así no! —saltó, deteniéndome cuando fui con completo salvajismo a simplemente dejar caer algo de tierra que agarré de cualquier lugar—. De golem.
—¿...Diferencia? Sí, ya sé, uno esta mezclado con agua, pero eso luce... ¿casi líquido? SI lo dejo caer cuenta com arcilla.
—¡No, pero no es eso! ¡Una cosa está viva y la otra no! ¡Tiene éter! O… magia de luz. Eso que dijiste.
Alcé una ceja cuestionando el plan, pero de nuevo, yo no entendía la alquimia. Cómo era eso de que mezclando unas plantas y no sé qué hacías caer rayos, joder.
Seguí las instrucciones de la chica y, temiendo una explosión, deje caer un pedacito de mi golem dentro. Desde el poquitín que deje caer, pude sentir como el éter se comprimía más violentamente de lo que me gustaría y luego se expandió, desapareciendo.
Cambió de color otra vez y le vi la cara a la bruja. Tenía una mano cerca de la boca, y por su expresión no sabía si era malo o bueno.
—Bien… ¡bien! —exclamó, alzando cuidadosamente el envase—. ¡Gracias!
—¿Bien? ¿Qué pa-
—¡Iré a buscar materiales, nos vemos! —dijo, retirándose en carrera.
Me puse una mano en la cabeza y vi al golem, encogiéndome de hombros. Alquimistas.
...Bueno, algunas cosas sí, pero no era naa que me interesase. Sabía reparar mis propias trampas dañadas. Más o menos. Y los encantamientos más simplistas de todos creo que me valía con estudiarlos yo.
En un curioso instante de buena presencia situacional mía, logré esquivar un recipiente sobre... una... uh. Esas cosas que usaban los alquimistas para... ¿calentar? Creo que era para calentar.
Bueno, lo que fuera y para lo que sirviera. Seguí mi camino de largo, y en lo que era un leve hábito, miré atrás una fracción de segundo. Eran vistazos donde me bastaban la impresión de una mancha de color a relativamente poca distancia mía. Esta vez no lo estuvo, no dentro del área que yo comprendía como "cercana"; así que me di vuelta totalmente al mismo tiempo que la imagen corría por mi cabeza.
Yo habría zigzagueado todo lo que quisiera, pero si la ruta más corta hacia mí era recta, la masa de arcilla tomaría eso. Es decir, se habría chocado con los artilugios.
...Que ahora qué pensaba, ¿quién se pondría a trabajar alquimia en medio de la calle? Buscando que la fórmula explote, y queme a no sé cuanta gente. O que caiga un rayo, ¿había una poción qué hacia eso? La de... la de... el dios este del rayo. Thur. ¿Thor? Sí, Thor.
Viendo la situación, había tenido mejor suerte. La arcilla no parecía haber chocado con la... chica...
No, espera. Iba a chocar era con los artilugios. No chocó, estaba... ¿estaba manoseando el golem? Sosteniéndolo.
—Um —empecé, habiendo cercado hasta detrás de ella—. ¿Ho... hola?
—¿Hmmm? —respondió. El tono era el de alguien que realmente no estaba haciendo caso, más bien una reacción automática, como que mencionasen tu nombre y voltear.
—…
Me lleve una mano a la cara. La verdad se le veía muy fascinada con la masa de arcilla para ser eso. Casi parecía que estaba buscando un tesoro con lo mucho que lo palpaba.
—¿…Necesitas algo de mi golem?
—¿Oh? …Eres un elfo. ¡Es tuyo! —dijo. No me quedo claro si era una pregunta o una afirmación.
—Sí, supongo.
—Increíble. Nos hablan de algunas magias élficas y eso, pero solo hay teoría. No creí que tendría oportunidad de ver uno de cerca y en acción nunca. Es absurdo que hagan cosas vivas de verdad con solo magia. Cómo levantar árboles. O levantar árboles que se mueven.
—Treants —suspiré, con una mano en la cara al recordar lo del juegito.
—¡Eso!
—En… cualquier caso. ¿Puedo saber…?
Ladeé la cabeza.
—¿Qué le haces? —apunté al golem.
—Estoy sin… ah.
Apartó las manos del golem, como cayendo finalmente en cuenta de lo que estaba haciendo. Se dio vuelta y se inclino con una reverencia algo demasiado rápida.
—Perdona, estoy… algo ofuscada, concentrada en, uh, lo mío —comentó en un tono decaído—. Estaba palpándolo para ver si podía sentir como trabajaba el éter adentro directamente, soy una bruja —explicó. Lo había notado, pero supuse que no venía de más—. Estoy imaginando que si me hago una idea instintiva para intentar replicar algo alquímicamente pueda mejorar la fórmula. Mi trabajo… anterior —añadió, en un tono más decaído todavía, empezaba a ponerme nervioso—, tenía bases leves en eso, y otras cosas.
—¿Hm? ¿Cómo?
—¡No sé, si supiera no estaría probando locuras! ¡Era teoría y no tengo mis notas!
—Y-
—Ah… lo siento —repitió, negando con la cabeza para sí misma, y se dio vuelta—. Ugh. Ya es la segunda vez que actúo mal con alguien hoy...
No terminaba de entender a qué iba o que quería la chica, pero si era por entender de qué manera manejaba el éter para darle “vida” a algo que normalmente no lo tenía, no me costaba nada.
—No soy muy bueno y el mío en realidad no está muy vivo, tampoco levanto árboles, pero puedo intentar explicar-
—¿¡De verdad!?
Retrocedí un paso por la efusividad y me limité a sentarme con ella en un lugar cercano. Fue, en cierto modo, horrible, porque parecía saber más del tema que yo, y yo era el animador ahí. Bueno, más o menos. El conocimiento de uno traducía muy mal en el otro, después de todo, como Eliana misma dijo – le pregunté el nombre, porque me estaba incomodando sólo decirle “bruja” o “chica” – su conocimiento era teórico. Y estaba bastante entrecortado por la falta de las famosas notas.
El mío era asquerosamente instintivo y no entendía la mitad de los conceptos que mencionaba. Lentamente empezamos a convergir, y la bruja parecía tomar regazos de leves recuerdos y añadía o mezclaba cosas. Lo más complicado, al final, es que indistintamente para mí esto iniciaba y terminaba en magia de Luz, algo que no podía hacer un brujo, por mucho que entendiese como se supone que debía “dirigir” su éter, y tampoco era algo que yo supiera proyectar completamente sin más. ¿Se podía hacer con alquimia? No parecía, pero yo no era el alquimista allí, y honestamente, ella se veía casi convencida de poder hacerlo.
—¿No… no puedes generar luz… luz sola?
—Err… ¿no? —alcé las manos y emití un tenue brillo, como cuando sanaba heridas—. ¿Sirve?
—No me convence que metas las manos en la poción.
—A mí tampoco.
Se llevo una mano al pelo, mordiéndose un labio. Varias veces me vio la cara como si esperase que la respuesta cambiase. En un momento apretó la mano con la que se agarraba el pelo.
—Tengo… tengo una idea —tragó saliva—. Pon un pedazo del golem.
—¿…Qué? Uh. Bueno.
—¡Noooo, así no! —saltó, deteniéndome cuando fui con completo salvajismo a simplemente dejar caer algo de tierra que agarré de cualquier lugar—. De golem.
—¿...Diferencia? Sí, ya sé, uno esta mezclado con agua, pero eso luce... ¿casi líquido? SI lo dejo caer cuenta com arcilla.
—¡No, pero no es eso! ¡Una cosa está viva y la otra no! ¡Tiene éter! O… magia de luz. Eso que dijiste.
Alcé una ceja cuestionando el plan, pero de nuevo, yo no entendía la alquimia. Cómo era eso de que mezclando unas plantas y no sé qué hacías caer rayos, joder.
Seguí las instrucciones de la chica y, temiendo una explosión, deje caer un pedacito de mi golem dentro. Desde el poquitín que deje caer, pude sentir como el éter se comprimía más violentamente de lo que me gustaría y luego se expandió, desapareciendo.
Cambió de color otra vez y le vi la cara a la bruja. Tenía una mano cerca de la boca, y por su expresión no sabía si era malo o bueno.
—Bien… ¡bien! —exclamó, alzando cuidadosamente el envase—. ¡Gracias!
—¿Bien? ¿Qué pa-
—¡Iré a buscar materiales, nos vemos! —dijo, retirándose en carrera.
Me puse una mano en la cabeza y vi al golem, encogiéndome de hombros. Alquimistas.
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Me enganchó del post de Reirei que dejo a una fácil de conseguir e irritada Eliana, y yo dejo a una más fácil de conseguir levemente-menos-irritada Eliana, para optar por el token de Myrddin, ayudando a Eliana.
Anders
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Ya era tarde, Lavey estaba cansada y aburrida de esperar a su madre, lo cual no tenía sentido porque ella misma la había empujado a marcharse con la bruja pelirroja. En cualquier caso había un problema, una adolescente aburrida y sin vigilancia. Sucedió lo que tenía que suceder, la lagartija colgó un cartel de cerrado en la tienda y se fue a hacer de las suyas.
-¡Me comeré tu corazón, Almuerzo! -Gritó con voz tremola y macabra al tiempo que sacaba un puño por la masa de arcilla de Anders. -¿Qué haces? -la adolescente abrió y cerró la mano al otro lado del golem. -Se te ve... bueno, como siempre. Despistado.
Ahora la rubia había trepado por el barro vivo hasta ponerse encima de su... ¿cabeza?
Lavey eventualmente terminó bajando del golem y escuchando lo que el elfo tenía que decirle. Al parecer una brujita llegaba tarde a un concurso y aun tenía que preparar no sé qué cosa de luz. Todo aquello apuntaba a una única salida, la dragoncilla había encontrado algo con lo que entretenerse.
Lavey estiró los brazos y alzó la cabeza, su visión daba a la ventana de una habitación iluminada con colores verdosos, mientras la chiquilla estiraba la espalda apareció contra la ventana un cuerpo desnudo de melena pelirroja que giró de forma salvaje dejando pegado contra el cristal unas nalgas pálidas y una melena azabache que la adolescente reconoció al momento.
A la rubia le faltó tiempo para salir corriendo con la cara roja.
-¡Ey, tu! bruja... -Lavey corría con un brazo alzado. Varias brujas se giraron. -Eliana. -La bruja que buscaba se giró la cabeza pero siguió corriendo. -Espera...
-No tengo tiempo, llego tarde. No sé quién eres pero estoy ocupada. Tengo que terminar la formula y llegar al concurso.
-Ya lo sé, me lo ha contado mi Almuer... Anders, el elfo con el fetiche por el barro. -La lagartija apretó la carrera. -Quiero ayudarte.
-Pues como tengas un caballo en el bolsillo...
-No... Pero tengo otra cosa.
Lavey sonrió orgullosa y se transformó en un magnifico dragón negro. La gente a su alrededor exclamó y se apartó por el susto, Eliana se paró al no entender el alboroto y abrió la boca al ver el reptil.
-Esto es mejor que un caballo, ¿porque no lo has dicho antes?
Lavey lanzó una pequeña nueve de humo por sus fosas nasales, se agachó y Eliana no tardó en montar. Una parte de la muchacha estaba realmente entusiasmada de aquel viaje, no solo por la ganancia de tiempo sino también porque estaba volando a lomos de un dragón.
-No tardaré mucho, ¿me esperaras? -Lavey asintió. -¡Muchas gracias! -La dragoncilla se tumbó en el suelo. -No sé cómo agradecértelo. -Eliana hablaba mientras termina su receta. -Acabas de conseguir que pueda llegar a tiempo al concurso... y si pudiera entrar volando en dragón eso sería... ¿puedo hacerlo? ¿Me ayudarías con la presentación? -Lavey alzó la testa con orgullo y lanzó una pequeña llama.
_________________
Off:
Interactuo con Anders
Ayudo a Eliana. Lavey se transforma en dragón para llevarla hasta su laboratorio a terminar la formula alquímica, después usa a la dragona para llegar volando a la presentación y la usa como elemento de entrada.
Con esto gano el Token Myrddin y me hago con los 4.
-¡Me comeré tu corazón, Almuerzo! -Gritó con voz tremola y macabra al tiempo que sacaba un puño por la masa de arcilla de Anders. -¿Qué haces? -la adolescente abrió y cerró la mano al otro lado del golem. -Se te ve... bueno, como siempre. Despistado.
Ahora la rubia había trepado por el barro vivo hasta ponerse encima de su... ¿cabeza?
Lavey eventualmente terminó bajando del golem y escuchando lo que el elfo tenía que decirle. Al parecer una brujita llegaba tarde a un concurso y aun tenía que preparar no sé qué cosa de luz. Todo aquello apuntaba a una única salida, la dragoncilla había encontrado algo con lo que entretenerse.
Lavey estiró los brazos y alzó la cabeza, su visión daba a la ventana de una habitación iluminada con colores verdosos, mientras la chiquilla estiraba la espalda apareció contra la ventana un cuerpo desnudo de melena pelirroja que giró de forma salvaje dejando pegado contra el cristal unas nalgas pálidas y una melena azabache que la adolescente reconoció al momento.
A la rubia le faltó tiempo para salir corriendo con la cara roja.
-¡Ey, tu! bruja... -Lavey corría con un brazo alzado. Varias brujas se giraron. -Eliana. -La bruja que buscaba se giró la cabeza pero siguió corriendo. -Espera...
-No tengo tiempo, llego tarde. No sé quién eres pero estoy ocupada. Tengo que terminar la formula y llegar al concurso.
-Ya lo sé, me lo ha contado mi Almuer... Anders, el elfo con el fetiche por el barro. -La lagartija apretó la carrera. -Quiero ayudarte.
-Pues como tengas un caballo en el bolsillo...
-No... Pero tengo otra cosa.
Lavey sonrió orgullosa y se transformó en un magnifico dragón negro. La gente a su alrededor exclamó y se apartó por el susto, Eliana se paró al no entender el alboroto y abrió la boca al ver el reptil.
-Esto es mejor que un caballo, ¿porque no lo has dicho antes?
Lavey lanzó una pequeña nueve de humo por sus fosas nasales, se agachó y Eliana no tardó en montar. Una parte de la muchacha estaba realmente entusiasmada de aquel viaje, no solo por la ganancia de tiempo sino también porque estaba volando a lomos de un dragón.
-No tardaré mucho, ¿me esperaras? -Lavey asintió. -¡Muchas gracias! -La dragoncilla se tumbó en el suelo. -No sé cómo agradecértelo. -Eliana hablaba mientras termina su receta. -Acabas de conseguir que pueda llegar a tiempo al concurso... y si pudiera entrar volando en dragón eso sería... ¿puedo hacerlo? ¿Me ayudarías con la presentación? -Lavey alzó la testa con orgullo y lanzó una pequeña llama.
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Off:
Interactuo con Anders
Ayudo a Eliana. Lavey se transforma en dragón para llevarla hasta su laboratorio a terminar la formula alquímica, después usa a la dragona para llegar volando a la presentación y la usa como elemento de entrada.
Con esto gano el Token Myrddin y me hago con los 4.
Reivy Abadder
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Transacciones actualizadas
Rauko: -30 aeros por aprendizaje de recetas
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
Eltrant Tale: Herrería y Curtiduría
Demian: Alquimia e Ingeniería
Gerrit Nephgerd: Alquimia
Reike: Alquimia y Arcanos
Anders: Carpintería
Vincent Calhoun: Arcanos y Herrería
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 5
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
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Gerrit Nephgerd: 5
Chimar: 5
Prometeo: 3
Go'el (segunda cuenta): 3
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Reike: 5
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Evento: La Feria de Invierno
(tercera parte)
(tercera parte)
–Tu uso de las ciniágulas en un elixir de este tipo es interesante e inesperado. Realmente logra estabilizar la fórmula y hacer que su efecto dure más. Pueden salir cosas muy interesantes de este trabajo, pero lo que más me sorprende es la arcilla. Jamás hubiera esperado que la arcilla pudiera estabilizar algo tan volátil. Tendrás una calificación excelente extra en la clase y te aseguro que no saldrás de esta competencia sin un premio –comenzó a decir el profesor, mientras revisaba el vial que se presentaba frente a él–... pero, esperaba más de ti. Me habían dicho que llevabas semanas trabajando en algo impresionante, quizás los rumores no te hicieron un buen favor, crearon expectativas demasiado altas. No sé si esto gane el primer lugar.
Eliana miró a sus pies. Toda su vida se había esforzado por lograr cosas, por demostrar que no era sólo la hija de una familia adinerada, sino que podía llegar lejos por sí misma. Y allí estaba, presa nuevamente de expectativas imposibles de alcanzar, sólo que esta vez no era siquiera su culpa.
–Fue Freddy –dejó apenas escapar en un susurro.
–¿Cómo dices? –preguntó el profesor, que ya se preparaba para ir a ver el siguiente trabajo.
–Freddy –repitió la voz temblorosa de Eliana. No estaba segura si realmente quería decirlo–... tenía una receta mucho mejor, pero él me la robó.
–Esa es una acusación bastante grave, jovencita. Sabes muy bien que el robo de recetas y trabajo intelectual es considerado una falta muy grave en el Hekshold... pero también lo es el inventar acusaciones. ¿Tienes alguna prueba de lo que dices?
La mirada del profesor, detrás de sus espesas cejas, era atenta, explorando cada uno de los movimientos, voluntarios e involuntarios, de la joven.
Ella dudó por unos instantes. Sabía que la receta que había usado el muchacho era idéntica a la suya, pero no tenía mucho más. De alguna manera él debía haberla obtenido, pero ¿cómo?. Si tan sólo tuviera una copia que mostrar, al menos.
Eliana sintió la ira crecer dentro de su ser, como una fórmula alquímica burbujeante e inestable. Si lograba demostrar que él había robado la fórmula de seguro le expulsarían del Hekshold. Se lo tenía bien merecido.
En ese momento, ella divisó una pequeña cabeza rojiza asomarse entre la multitud. Le reconoció. Era Mathis, el hermano pequeño de Freddy. Se podía ver porque estaba subido en algo. A los pocos segundos ella pudo distinguir que era en los hombros del joven que tanto odiaba en ese instante.
–Sabes muy bien que, de ser eso cierto, Freddy sería expulsado inmediatamente de la academia –continuó el profesor, de pronto dibujando una sonrisa casi burlesca en sus gruesas comisuras–. No debió nunca haber entrado, de todos modos. El Hekshold no debería permitir el ingreso a personas de su... su estirpe. No deberíamos perder el tiempo en gentuza que luego sólo sirve para dar problemas. Vamos, dime, ¿cuáles son tus pruebas? Yo puedo llevarlas personalmente ante la cabeza de su casa.
–Nada –dijo ella, suavemente.
–¿Cómo dices?
–Olvídelo, profesor. Sólo lo dije por frustrada. Disculpe –dejó escapar ella casi como un lamento–. Freddy no me la robó, no en un sentido literal, sólo me distrajo cuando trabajaba y no pude terminar a tiempo el verdadero proyecto que intentaba desarrollar.
El hombre emitió un sonoro bufido y simplemente caminó. Ni siquiera dijo nada, ni se despidió o hizo algún gesto, sólo se giró y caminó. No iba a perder su tiempo en asuntos de adolescentes.
Eliana se sentó y suspiró profundamente. Sus manos tiritaban solas. Había tenido la oportunidad de defenderse, de recuperar el estatus que aquel maldito joven le había robado... y no lo había hecho.
¿Se había acobardado?
Miró nuevamente la pequeña cabecita de cabellos rojos. El niño parecía tan feliz siendo parte de algo tan grande. Por un momento no era sólo el hijo de la jardinera, que a menudo llevaba ropas viejas y usadas mientras jugaba en el lodo de los terrenos de su familia. Aunque fuese por un día, era el hermano de un prestigioso estudiante del Hekshold, alguien reconocido, a quien todos felicitaban.
Eliana salió de allí. Eran demasiadas emociones juntas para su mente analítica y trabajadora. A ella se le daba bien pensar en fórmulas y problemas, no en decisiones y familias. Casi sin darse cuenta, llegó donde estaba su padre.
–Papá –dijeron sus labios, aunque ella misma parecía no haber pensado antes lo que iba a decir. ¿O lo había hecho sin darse cuenta?– ¿Recuerdas ese dinero que me prometiste para mi graduación?
El hombre la miró extrañado. Ella no era de las que hablaba mucho de dinero. Asintió.
–Quiero que, en secreto, se lo regales a la señora Unfrid, la que ayuda a mamá con sus plantas –dijo ella tranquila. Eso era exactamente lo que quería decir, ahora lo sabía.
–Pero ¡¿Qué dices?!, ¿de dónde viene eso? creí que ni siquiera te llevabas bien con ese... Fenry –contestó el, tan tomado por sorpresa que su papada saltaba alocadamente–. Ese dinero es para que puedas instalar el mejor taller alquímico de la isla, no para que lo malgaste la servidumbre.
–Si no quieres, yo misma lo haré, no hay problema. Quiero que lo tenga la señora Unfrid, pero con una condición. Debe usar ese dinero para pagar los estudios de sus hijos.
Aún sin saber si ella hablaba en serio o no, los ojos del padre cambiaron. Aunque no compartía su visión, el hombre comprendía que su hija era de decisiones firmes, eso seguramente lo había sacado de él. Ella no cambiaría de opinión.
Asintió.
* * *
Freddy se bajó del escenario y unos bracitos le rodearon de inmediato. Se agachó y levantó a su hermano, dándole un giro como si fuera una bolsa liviana.
–Luego te cargo, Mathis, ya me tuviste de transporte toda la mañana –dijo el joven.
El más pequeño rió y giró sobre sí mismo otro tanto más. Quizás realmente le gustaba estar mareado. Freddy le revolvió el cabello y caminó.
Algo le hizo girar. En ese momento bajaba también Eliana del escenario, portando en sus manos el trofeo del segundo lugar. De alguna manera había ideado una segunda receta, casi tan buena como la que él había mostrado.
El joven caminó. Hasta ese momento no había sentido más que una excitante sensación de triunfo, desde que la había engañado con el cachorro hasta que finalmente ese trofeo era suyo. El primer lugar de la Feria de Invierno. ¿Se sentía culpable? no, Freddy jamás dudaba de sus actos.
–Hijo mío, eres mi orgullo –dijo su madre, interrumpiendo sus pensamientos. Se había puesto un vestido limpio. Estaba gastado, sí, pero aún así la hacía verse radiante, al menos a los ojos de Freddy–. Realmente vas a llegar muy lejos.
Freddy sonrió, aunque su sonrisa no era tan amplia como podría haber cabido. Una parte suya quería reír como un maniaco, la otra no estaba segura de qué hacer. ¿Era normal eso cuando uno lograba algo importante? se preguntó.
–Tiene un hijo muy talentoso, señora Unfrid –dijo la voz de alguien mayor.
Freddy se giró y realizó de inmediato una pequeña reverencia.
–¡Profesor Rutherford! ¡Muchas gracias! –se apresuró a contestar el joven.
El anciano se acercó un poco más. A pesar de ser ciego, no parecía tener problemas en desplazarse sin ayuda. Freddy casi podía sentir que le estaba mirando. ¿Y si en realidad podía ver y todo era un acto?
–¡El mismísimo profesor Rutherford! –exclamó la madre con un timbre particularmente alto–. Realmente no tengo palabras para decir el honor que es para mí que usted diga algo así de mi hijo. Le prometo que le enviaré unas exquisitas galletas con mi hijo cuando se retomen las clases.
–Oh, sí, y cuando digo que es talentoso no me refiero a la alquimia, precisamente –continuó el profesor–. Es más, diría que la alquimia ni siquiera es aquello por lo que Freddy llegará lejos. Esa magia que usa para crear seres desde el polvo es algo que se ha visto muy poco. Es una magia que podría engañar a cualquiera, diría.
Freddy sonrió, incómodo.
–No, no la uso para engañar, profesor –dijo Freddy, tragando una copiosa cantidad de saliva–. Pretendo algún día usarla para ayudar a la gente, señor. Imagine lo que podrían ayudar unos sirvientes hechos con magia.
–Ayudar a la gente. Escucho eso de muchos jóvenes, hasta que tienen el poder, la gloria, y se embriagan con ellos. Cuando tienen una manera fácil de obtener el éxito, no dudan en tomarla. Y luego... luego son capaces hasta de robar a sus amigos para llegar más alto –dijo Rutherford, elevando sus ojos inertes a los cielos–... bah, olvídenlo. Sólo desvaríos de un viejo. Seguro llegarás a ser un brujo muy sabio y justo, joven Freddy. Por cierto, la última vez que hablamos me dijiste que tu hermanita quería postular al Hekshold. Si su hermano es tan capaz, me gustaría agendarle una entrevista a lo que finalice la Feria de Invierno. ¿Le parece bien la próxima semana, señora Unfrid?
Freddy se quedó mudo durante unos momentos y su rostro estaba más pálido de lo que ya era naturalmente. El diálogo que vino luego apenas lo escuchó. Era como si sus oídos estuvieran tapados. Podía oír sus propios latidos.
* * *
Aquel rincón de los jardines de su familia siempre había sido su favorito, pero sólo ahora Eliana se daba cuenta que era por lo bien cuidadas que estaban las flores.
Se acercó y tocó una. Era hermosa. Bajó más su dedo y llegó a una espina. ¿Cuántas veces la señora Unfrid se habría clavado de esas en su trabajo? quizás por eso tenía los dedos tan callosos.
¡Raff!, oyó un suave ladrido.
–¿De verdad me vienes a joder, Freddy? –dijo ella casi en un gruñido–, ¿No te bastó con llevarte mi receta?
El perrito se acercó unos pasos más y luego se deshizo, como polvo que se lo lleva el viento. En su lugar quedó un pergamino.
–Creo que eso es tuyo, Eliana –dijo el pelirrojo, asomándose tras un árbol.
–Es... sabes que con eso puedo hacer que te expulsen, ¿no? –dijo ella, recogiendo el pergamino del suelo.
El joven se encogió de hombros.
Eliana lo abrió y examinó. Efectivamente se trataba de su fórmula, de la receta que tanto le había costado crear. Tenía hasta su firma aún estampada.
–Sabes... –dijo él, avanzando lentamente–... mañana es el baile de cierre de la feria. ¿Quieres ir conmigo?
–Te robaste mi receta ¿y ahora quieres que vaya contigo a un baile? –dijo ella, mientras su rostro iba tomando un tono rojizo.
–Rutherford sabe lo que hice, creo –se confesó Freddy–. Si le muestras ese papel todos te creerán.
Eliana se sujetó el papel frente a sí misma durante largos instantes, suspiró profundamente, y el pergamino estalló en llamas.
–Al diablo Rutherford –dijo ella, lanzando las cenizas a sus espaldas–. No quiero nada más con esa maldita receta.
–Entonces... ¿irás conmigo? –insistió tímidamente el muchacho.
–No te hagas ilusiones, perdedor. Puedo hacer otras recetas mejores, pero no te perdonaré el que me hayas engañado y robado. Eres una rata –contestó ella, dándose la vuelta.
Dio unos pasos, pasos firmes, como no los había dado desde que toda esa pesadilla había comenzado.
–Lo pensaré –agregó alejándose.
Gracias a todos los que participasteis en este evento. A pesar de ser algo sencillo, creo que tuvo una buena recepción y que se lograron los objetivos que tenía en mente.
Desde este momento queda cerrada la participación en este evento para lograr avanzar en sus objetivos.
Quien lo desee, puede terminar alguna transacción, comprar algo más a otro usuario o cerrar alguna trama, pero ninguno de esos posts será considerado para la asignación de recompensas.
Veo que en general habéis apoyado a ambos, con un margen a favor de Freddy, por lo que se ha obtenido el que yo llamo "el final bueno", también conocido por algunos como "el final Disney". Este era el único final en que no pasaba nada realmente malo para ninguno de los personajes.
Eliana logró confeccionar una segunda receta. Con su increíble inteligencia, pudo desarrollar algo merecedor de un segundo lugar, a pesar de tener tan poco tiempo.
Freddy logró que nadie le acusara de su acción, ha obtenido el dinero del primer lugar y, con ello ha ayudado a su familia, su hermana pequeña tendrá la oportunidad de ir al Hekshold y él no pagará por su crimen.
Ninguno se convertirá en un villano (
Volviendo a los objetivos del evento, según mi recuento, las cosas quedan así:
Valyria = 4 Tokens, 3 transacciones
Asher Daregan = 4 Tokens, 3 transacciones
Shinoroa Ryuu = 4 Tokens, 1 transacción
Reivy Abadder = 4 Tokens, 3 transacciones
Rauko = 3 Tokens, 3 transacciones
Eltrant Tale = 4 Tokens, 4 transacciones
Prometeo = 4 Tokens, 2 transacciones
Anders = 4 Tokens, 2 transacciones
Gerrit Nephgerd = 2 Tokens, 2 transacciones
Chimar = 4 Tokens, 1 transacción
Nayru = 2 Tokens, 3 transacciones
Reike = 4 Tokens, 2 transacciones
Demian = 4 Tokens, 2 transacciones
Selene Niktos = 1 Token, 1 transacción
Ruru Lepidoptera = 1 Token, 1 transacción
Hadden Payne = 1 Token, 1 transacción
Vincent Calhoun = 2 Tokens, 1 transacción
Sajin W = 1 Token, 1 transacción
Noten que he contabilizado el número de posts de compra o venta que habéis realizado (a esto le puse "transacciones"). Para este cálculo sólo contabilizo los posts, no la cantidad de compras o ventas netas realizadas en cada uno.
Tampoco se han tomado en cuenta los posts en que enseñáis o aprendéis recetas con otros usuarios.
Dentro de los próximos días anunciaré las recompensas. Por ahora, si alguien tiene una suma distinta a la mía, hágamelo saber. Por favor, contad bien y enviadme una prueba si hay un error (una screenshot, por ejemplo), si es posible. No me hagáis tener que contar todo nuevamente.
Recordad que conté el número de posts, no el número de compras o ventas. Un post = una transacción, independiente del número de compradores.
Rad
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