La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Miraba con preocupación a la pequeña, mientras le veía perderse entre la multitud. ¿Aquél chico había robado su receta...? ¿Cómo era posible...? Tal vez debía seguirla y ayudarle en lo que me fuera posible, pensé. Sin embargo, la llegada de Arthur me impidió proceder con el objetivo. Tenía otras cosas de las que encargarme.
—Creo que por fin lo tengo... Uff... Casi se me sale el corazón de la preocupa... —comenzó a decir el muchacho, antes de empezar a observarme confuso y arqueando una ceja. —¿Ocurre algo, Adam...? —preguntó, captando mi atención.
—Disculpa. No, no pasa nada. Todo está bien. —mentí sonriendo. No quería preocuparlo.
—De seguro has de tener hambre. —concluyó, cruzándose de brazos y negando con la cabeza. Empecé a reír. —Ya que estamos aquí, ¿por fin vas a explicarme por qué has insistido tanto en no comer nada estos últimos días? —cuestionó irritado. Abrí la boca para responderle, pero el joven volvió a intervenir. —Y ya me sé la parte de los metabolismos diferentes y todas esas palabras raras que usas, ve al grano. —exigió.
—Bueno... —reí burlón. —Creo que lo entenderás mejor si te lo muestro. —afirmé sonriendo.
—¿Una... competencia de comer pasteles? —dudó Arthur con incredulidad. Reacio, como siempre.
—¡No es cualquier competencia! —intervine sonriendo. —¡Es la Gran Competencia del Muffin Mágico! —exclamé alegre, palmeando su espalda.
En los comedores del Hekshold, se había organizado una pequeña competición para todos los interesados. Dos filas de mesas colocadas frente a una pequeña tarima, donde un hombre animaba a los curiosos a participar del evento.
Cada mesa contaba con un set de platos, cubiertos, servilletas de tela, y, adicionalmente, una cubeta. Sobre los platos, se hallaba una ordenada torre de pastelillos. Lucían radiantes y apetitosos, recién horneados y perfectamente cocidos. Sin embargo, no eran pastelillos comunes. Cada uno ocultaba un secreto diferente que le daba sentido a la competición. Se hallaban preparados con ingredientes mágicos, que podían bendecirlos con la benevolencia de los dioses y el sabor de su gloria... O castigarlos con la maldición de su ira en una asquerosa experiencia.
—Si... Yo paso. —dictó Arthur tras unos segundos.
—Negativo, Arthur. —le detuve, interceptándole con mi brazo antes que pudiera elaborar su escape. —¡Ya nos he inscrito para la primera ronda! ¡Y está próxima a dar comienzo! —revelé con entusiasmo. Arthur se limitó a quejarse y patalear. —No eres el único que puede meternos en problemas —comenté con un guiño.
Niveles de energía bajos...
Preparando reabastecimiento...
Calentando motores...
—¡Comedores de muffins! ¿¡Preparados!? —exclamó el animador de la competencia.
Procedí rápidamente a atar la servilleta alrededor de mi cuello. Observé a Arthur a mi lado haciendo lo mismo, con un tanto de desgano y dedicándome una mirada fría como las montañas de Dundarak. El resto del mesón se hallaba ocupado por diversos individuos, desde brujos y humanos hasta un peculiar hombre-bestia. Teníamos una dura competencia.
—¿¡Listooooos!? —continuó, sosteniendo la tensión por un largo tiempo. Sentía la emoción fluyendo por mis circuitos. Estaba más que listo. —¡A DEVORAR! —gritó el hombre con un brinco.
La competencia dió inicio.
Revocando cualquier orden elaborada por mi teorema social, me lancé hacia los muffins sin ningún reparo y comencé a ingerirlos a la mayor velocidad que podía. El mismo método utilizaban todos los competidores... A excepción de Arthur, quién tomó el primer pastelillo con desinterés.
¡ADVERTENCIA!
Sustancia misteriosa detectada...
Abortar el proceso de ingestión...
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, ante el sabor a hígado de upelero del primer muffin. Lo engullí de inmediato, buscando mitigar su sabor con el siguiente. Sin embargo, un cortocircuito me sacudió en lo que empecé a masticar el nuevo pastelillo, con un sabor, literalmente, a rayos y centellas. Me tomé un momento para dar un pésimo tragó de aquellos pastelillos, antes de proceder con la operación, siendo bendecido con un hermoso sabor a almíbar y arándanos saltarines, haciéndome rebotar unos instantes.
Una llamarada se liberó de la boca de uno de los participantes, mientras cataratas de lágrimas fluían de sus ojos ante el picante del alimento. Otro participante comenzó a inflarse como un balón, empezando a flotar hasta el techo, perdiéndose en el cielo tras salir por un ventanal con un soplo del viento.
Arthur, por su parte, mostraba ahora una mirada llena de ilusión. Aparentemente, había tenido mucha suerte, y estaba disfrutando en gran manera cada muffin. Su boca se movía alegre, al ritmo de cada masticar, disfrutando cada sabor con pasión y gozo... Hasta que un bocado al nuevo pastelillo le puso tenso. Su piel se tornó de un color verdoso, y su cuerpo se volvió frío. El pobre brujo se apresuró a coger el balde entre sus manos, evacuando en su interior toda la "hermosa" experiencia... Y el desayuno.
Así que para eso era la cubeta.
Pronto, la competencia se redujo a solo dos participantes. Realicé un desafiante choque de miradas con mi última competencia en pié.
Aunque mis sistemas amenazaran con colapsar en cualquier momento, permanecía revocando las órdenes de mi dispositivo de digestión. El fracaso era inaceptable. Continué atravesando los mágicos efectos que generaba cada muffin en mi estructura, observando a mi competencia ser igual de persistente.
Faltaba poco. ¿Quién triunfaría al final? ¿Su orgullo de estudiante del Hekshold, o el apetito voraz de un biocibernético?
—¡¡¡Y tenemos un ganador!!! —declaró con furor el sujeto, bajando de la tarima con un salto
—Creo que por fin lo tengo... Uff... Casi se me sale el corazón de la preocupa... —comenzó a decir el muchacho, antes de empezar a observarme confuso y arqueando una ceja. —¿Ocurre algo, Adam...? —preguntó, captando mi atención.
—Disculpa. No, no pasa nada. Todo está bien. —mentí sonriendo. No quería preocuparlo.
—De seguro has de tener hambre. —concluyó, cruzándose de brazos y negando con la cabeza. Empecé a reír. —Ya que estamos aquí, ¿por fin vas a explicarme por qué has insistido tanto en no comer nada estos últimos días? —cuestionó irritado. Abrí la boca para responderle, pero el joven volvió a intervenir. —Y ya me sé la parte de los metabolismos diferentes y todas esas palabras raras que usas, ve al grano. —exigió.
—Bueno... —reí burlón. —Creo que lo entenderás mejor si te lo muestro. —afirmé sonriendo.
* * *
—¿Una... competencia de comer pasteles? —dudó Arthur con incredulidad. Reacio, como siempre.
—¡No es cualquier competencia! —intervine sonriendo. —¡Es la Gran Competencia del Muffin Mágico! —exclamé alegre, palmeando su espalda.
En los comedores del Hekshold, se había organizado una pequeña competición para todos los interesados. Dos filas de mesas colocadas frente a una pequeña tarima, donde un hombre animaba a los curiosos a participar del evento.
Cada mesa contaba con un set de platos, cubiertos, servilletas de tela, y, adicionalmente, una cubeta. Sobre los platos, se hallaba una ordenada torre de pastelillos. Lucían radiantes y apetitosos, recién horneados y perfectamente cocidos. Sin embargo, no eran pastelillos comunes. Cada uno ocultaba un secreto diferente que le daba sentido a la competición. Se hallaban preparados con ingredientes mágicos, que podían bendecirlos con la benevolencia de los dioses y el sabor de su gloria... O castigarlos con la maldición de su ira en una asquerosa experiencia.
—Si... Yo paso. —dictó Arthur tras unos segundos.
—Negativo, Arthur. —le detuve, interceptándole con mi brazo antes que pudiera elaborar su escape. —¡Ya nos he inscrito para la primera ronda! ¡Y está próxima a dar comienzo! —revelé con entusiasmo. Arthur se limitó a quejarse y patalear. —No eres el único que puede meternos en problemas —comenté con un guiño.
* * *
Niveles de energía bajos...
Preparando reabastecimiento...
Calentando motores...
—¡Comedores de muffins! ¿¡Preparados!? —exclamó el animador de la competencia.
Procedí rápidamente a atar la servilleta alrededor de mi cuello. Observé a Arthur a mi lado haciendo lo mismo, con un tanto de desgano y dedicándome una mirada fría como las montañas de Dundarak. El resto del mesón se hallaba ocupado por diversos individuos, desde brujos y humanos hasta un peculiar hombre-bestia. Teníamos una dura competencia.
—¿¡Listooooos!? —continuó, sosteniendo la tensión por un largo tiempo. Sentía la emoción fluyendo por mis circuitos. Estaba más que listo. —¡A DEVORAR! —gritó el hombre con un brinco.
La competencia dió inicio.
Revocando cualquier orden elaborada por mi teorema social, me lancé hacia los muffins sin ningún reparo y comencé a ingerirlos a la mayor velocidad que podía. El mismo método utilizaban todos los competidores... A excepción de Arthur, quién tomó el primer pastelillo con desinterés.
¡ADVERTENCIA!
Sustancia misteriosa detectada...
Abortar el proceso de ingestión...
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, ante el sabor a hígado de upelero del primer muffin. Lo engullí de inmediato, buscando mitigar su sabor con el siguiente. Sin embargo, un cortocircuito me sacudió en lo que empecé a masticar el nuevo pastelillo, con un sabor, literalmente, a rayos y centellas. Me tomé un momento para dar un pésimo tragó de aquellos pastelillos, antes de proceder con la operación, siendo bendecido con un hermoso sabor a almíbar y arándanos saltarines, haciéndome rebotar unos instantes.
Una llamarada se liberó de la boca de uno de los participantes, mientras cataratas de lágrimas fluían de sus ojos ante el picante del alimento. Otro participante comenzó a inflarse como un balón, empezando a flotar hasta el techo, perdiéndose en el cielo tras salir por un ventanal con un soplo del viento.
Arthur, por su parte, mostraba ahora una mirada llena de ilusión. Aparentemente, había tenido mucha suerte, y estaba disfrutando en gran manera cada muffin. Su boca se movía alegre, al ritmo de cada masticar, disfrutando cada sabor con pasión y gozo... Hasta que un bocado al nuevo pastelillo le puso tenso. Su piel se tornó de un color verdoso, y su cuerpo se volvió frío. El pobre brujo se apresuró a coger el balde entre sus manos, evacuando en su interior toda la "hermosa" experiencia... Y el desayuno.
Así que para eso era la cubeta.
Pronto, la competencia se redujo a solo dos participantes. Realicé un desafiante choque de miradas con mi última competencia en pié.
Aunque mis sistemas amenazaran con colapsar en cualquier momento, permanecía revocando las órdenes de mi dispositivo de digestión. El fracaso era inaceptable. Continué atravesando los mágicos efectos que generaba cada muffin en mi estructura, observando a mi competencia ser igual de persistente.
Faltaba poco. ¿Quién triunfaría al final? ¿Su orgullo de estudiante del Hekshold, o el apetito voraz de un biocibernético?
—¡¡¡Y tenemos un ganador!!! —declaró con furor el sujeto, bajando de la tarima con un salto
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[*] Reclamo el Token de Skarth, participando en una competencia de comer pastelillos mágicos.
Prometeo
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Vestía con una harapienta túnica con capucha que cubría todo mi cuerpo y escondía mis armas. Mantuve una distancia prudencial con los mercaderes de ideas sin hablarles más de debido.
Era en los concurridos bullicios de los mercados donde más fácil era que alguien me reconociera por mis crímenes. Un dragón que hubiera presenciado el incendio que provoqué en el hospital de Dundarak, un elfo familiar de los muchos que maté o cualquier persona con un mínimo de estudios a sus espaldas que supiera leer carteles de “Se busca”. Los últimos asesinatos que cargaban el nombre de Gerrit Nephgerd fueron los provocados por los mata-matasanos. Los rumores potenciaron las falsas historias, adjudicándome crímenes que ni siquiera había cometido y que, debido a mi historial, me era imposible negarlos. Lo más inteligente era ocultar mi rostro. Si alguien se aventuraba por preguntarme acerca de mi parecido con aquel ingrato brujo de cabellos rubios, alto como una montaña y fuerte como un gigante (lo decían los rumores, no yo); me encogía de hombros y negaba con la cabeza. Era la mejor solución que se me ocurrió y la más eficaz.
— Se habrá equivocado — decía sin dejar de caminar.
No hubiera emergido del agujero que me escondía si no fuera por el interés que tenía con la alquimia moderna. Las ferias eran lugares donde los artesanos compartían sus últimos descubrimientos. En mi laboratorio tenía un par de folios que podrían servirles de inspiración donde explicaba mis descubrimientos con ciertas plantas del herbolario de Aerandir, principalmente, la amorttentia. Sin embargo, me recliné en llevarlos a la feria por dos motivos. El primero era que no me extrañaría si algún otro genio alquimista hubiera llegado a las mismas deducciones que yo, la amorttentia estaba ganando popularidad en los últimos años debido a una serie de envenenamientos producido en las ciudades. El segundo motivo tenía que ver con esos crímenes. Era a Gerrit Nephgerd, el brujo alto como una montaña y fuerte como un gigante, el que había realizado dichos envenenamientos.
Decidí echar un ojo por los tenderetes de los demás alquimistas. Reunían sobre sus mesas decenas de pergaminos con exquisitas pociones, algunas más complicadas de manejar que otras. Me detuve sobre un puesto de alquimia el tiempo suficiente para que el artesano pudiera ver los ojos azules tras mi capucha y notase el bulto de mi martillo debajo de la túnica. El alquimista, un brujo que había llegado a viejo por pillo y no por sabio, me habló con el tono de voz del zorro halagüeño que aparecía en los relatos infantiles.
—Joven acérquese, no se avergüence. Veo que le gusta lo que ve. Mis precios son baratos y mis actitudes más que demostradas — se asió la barba blanca como si ésta fuera una prueba de la efectividad de sus pócimas.
Obedecí tímidamente. Agarré uno de los papiros y lo leí en voz baja. Me ayudé con el movimiento de mi boca para seguir las complicadas instrucciones de la receta.
—¡Se lo dije, se lo dije! — dijo el viejo riendo —. Déjeme advertirle que no verá una receta igual en ningún otro puesto. Le invitó a visitar otras tiendas y comparar los precios. Aquí estará para esperarle. Los pergaminos… no tienen tanta paciencia como yo. Si bien podría volverlos a escribir, mis manos no son tan gráciles como lo fueron en otros tiempos. Me canso con facilidad. ¿Sabe usted?
Tuve la sensación que, por cada insistencia del viejo alquimista, las recetas subían de precio.
—Confío en su palabra, amable mercader — contesté con educación fingida.
Dejé la receta que había estado curioseando a un lado vacío de la vista. Sobrevolé con la mano otras cuatro recetas sin desplegarlas, con el título me bastaba para deducir sus efectos. Cogí éstas cuatro y las dejé junto la primera.
—Me llevaré las cinco — saqué la bolsa de monedas de debajo de la túnica —. ¿Cuánto le debo?
—Deje caer las monedas en mis manos— el viejo alargó los brazos e hizo un cuenco con las manos —, yo le diré cuando parar.
Me estaba estafando, pero no me importaba. Si las recetas eran tan eficaces como el alquimista aseguraba, podía recuperar fácilmente el dinero invertido.
OFFROL: Compro las recetas de Alquimia: Medicina Multipropósito, Pesadilla Embotellada, Elixir de Frigg, Piedra Filosofal Falsa, Poción de Rescate por el precio de 190 aeros. Me he quedado sin pasta :'(
Era en los concurridos bullicios de los mercados donde más fácil era que alguien me reconociera por mis crímenes. Un dragón que hubiera presenciado el incendio que provoqué en el hospital de Dundarak, un elfo familiar de los muchos que maté o cualquier persona con un mínimo de estudios a sus espaldas que supiera leer carteles de “Se busca”. Los últimos asesinatos que cargaban el nombre de Gerrit Nephgerd fueron los provocados por los mata-matasanos. Los rumores potenciaron las falsas historias, adjudicándome crímenes que ni siquiera había cometido y que, debido a mi historial, me era imposible negarlos. Lo más inteligente era ocultar mi rostro. Si alguien se aventuraba por preguntarme acerca de mi parecido con aquel ingrato brujo de cabellos rubios, alto como una montaña y fuerte como un gigante (lo decían los rumores, no yo); me encogía de hombros y negaba con la cabeza. Era la mejor solución que se me ocurrió y la más eficaz.
— Se habrá equivocado — decía sin dejar de caminar.
No hubiera emergido del agujero que me escondía si no fuera por el interés que tenía con la alquimia moderna. Las ferias eran lugares donde los artesanos compartían sus últimos descubrimientos. En mi laboratorio tenía un par de folios que podrían servirles de inspiración donde explicaba mis descubrimientos con ciertas plantas del herbolario de Aerandir, principalmente, la amorttentia. Sin embargo, me recliné en llevarlos a la feria por dos motivos. El primero era que no me extrañaría si algún otro genio alquimista hubiera llegado a las mismas deducciones que yo, la amorttentia estaba ganando popularidad en los últimos años debido a una serie de envenenamientos producido en las ciudades. El segundo motivo tenía que ver con esos crímenes. Era a Gerrit Nephgerd, el brujo alto como una montaña y fuerte como un gigante, el que había realizado dichos envenenamientos.
Decidí echar un ojo por los tenderetes de los demás alquimistas. Reunían sobre sus mesas decenas de pergaminos con exquisitas pociones, algunas más complicadas de manejar que otras. Me detuve sobre un puesto de alquimia el tiempo suficiente para que el artesano pudiera ver los ojos azules tras mi capucha y notase el bulto de mi martillo debajo de la túnica. El alquimista, un brujo que había llegado a viejo por pillo y no por sabio, me habló con el tono de voz del zorro halagüeño que aparecía en los relatos infantiles.
—Joven acérquese, no se avergüence. Veo que le gusta lo que ve. Mis precios son baratos y mis actitudes más que demostradas — se asió la barba blanca como si ésta fuera una prueba de la efectividad de sus pócimas.
Obedecí tímidamente. Agarré uno de los papiros y lo leí en voz baja. Me ayudé con el movimiento de mi boca para seguir las complicadas instrucciones de la receta.
—¡Se lo dije, se lo dije! — dijo el viejo riendo —. Déjeme advertirle que no verá una receta igual en ningún otro puesto. Le invitó a visitar otras tiendas y comparar los precios. Aquí estará para esperarle. Los pergaminos… no tienen tanta paciencia como yo. Si bien podría volverlos a escribir, mis manos no son tan gráciles como lo fueron en otros tiempos. Me canso con facilidad. ¿Sabe usted?
Tuve la sensación que, por cada insistencia del viejo alquimista, las recetas subían de precio.
—Confío en su palabra, amable mercader — contesté con educación fingida.
Dejé la receta que había estado curioseando a un lado vacío de la vista. Sobrevolé con la mano otras cuatro recetas sin desplegarlas, con el título me bastaba para deducir sus efectos. Cogí éstas cuatro y las dejé junto la primera.
—Me llevaré las cinco — saqué la bolsa de monedas de debajo de la túnica —. ¿Cuánto le debo?
—Deje caer las monedas en mis manos— el viejo alargó los brazos e hizo un cuenco con las manos —, yo le diré cuando parar.
Me estaba estafando, pero no me importaba. Si las recetas eran tan eficaces como el alquimista aseguraba, podía recuperar fácilmente el dinero invertido.
OFFROL: Compro las recetas de Alquimia: Medicina Multipropósito, Pesadilla Embotellada, Elixir de Frigg, Piedra Filosofal Falsa, Poción de Rescate por el precio de 190 aeros. Me he quedado sin pasta :'(
Gerrit Nephgerd
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
–Ya me voy –dije luego de un rato fracasando al intentar dormir. Me levanté y salí de la tienda.
–¿Y si viene un cliente? –inquirió Hyro, sentado frente a una mesita que servía como mostrador y que yo no sabía que teníamos.
–No seas iluso, Hyro, mira a tu alrededor. Los únicos que están gastando su dinero son los artesanos buscando aprender a fabricar cosas nuevas. El resto solo busca divertirse con los juegos. Así que difícilmente tendremos un cliente, y mucho menos con tantas tiendas cerca que ofrecen más que nosotros.
–Aún es muy temprano para ser tan pesimista –me aconsejó–. Solo ten paciencia y alguien vendrá –agregó con una sonrisa–. ¿Y cómo sabes que los artesanos son los únicos que están gastando dinero?
–Eso no importa. Lo que importa es que por ahora no tendremos clientes, así que diré que buscaré a Xana cuando en realidad quiero perder el tiempo en juegos. Nos vemos dentro de un rato. –Me despedí alzando una mano.
Luego de unos pocos minutos de búsqueda en los que no vi ni rastro de Xana, finalmente encontré lo que buscaba: un juego que me resultó muy interesante.
Me acerqué al grupo que rodeaba a un chico que blandía un par de espadas gemelas, una irradiando un brillo azul y la otra un brillo rojo, para cortar cubos, también rojos o azules, que se materializaban cinco metros delante de él y salían disparados hacia su dirección.
Cada cubo tenía la imagen de una flecha, la cual indicaba hacia qué dirección debía ser el corte –hacia arriba, abajo, derecha, izquierda o diagonal–, o tenía la imagen de un círculo, que indicaba que debía ser ensartado o golpeado desde el frente.
Además, los cubos se esfumaban al ser cortados o, si él no lograba acertar o lo hacía con la espada que no correspondía en color o con un tajo hacia la dirección equivocada, igual desaparecían un metro detrás del chico pero sin sumar al puntaje.
También, cada cierto tiempo, aparecían esferas grises que no debían ser tocadas por las espadas y barras de luz roja que debían esquivarse para no perder puntos.
Tanto las espadas como los cubos, esferas y las barras de luz eran ilusiones, así como los números flotando al lado del chico, los cuales representaban su puntaje, y también la música que marcaba el ritmo para realizar cada tajo.
Cuando el chico falló cierta cantidad de veces, la música se detuvo, los cubos y las espadas desaparecieron y la palabra «Fracaso», formada con letras de fuego, apareció y levitó un metro delante de él.
Luego de que le dieron palabras de consuelo al chico, otro en el grupo preguntó:
–¿Quién más quiere jugar?
–¡YO! –contesté enseguida con una enorme sonrisa que no podía contener.
–Pareces interesado.
Asentí con la cabeza vigorosamente.
–Bien, ponte en el mismo lugar donde estaba el otro jugador –indicó. Cuando estuve en la posición, murmuró–: Neustart. –Y la palabra «Fracaso» desapareció, al igual que el puntaje del jugador anterior, y las espadas gemelas aparecieron en mis manos–. ¿Entiendes las reglas, elfo? –Al verme sonreír con suficiencia, esbozó una sonrisa maliciosa–. Vale, entonces veamos cómo lo haces.
Cuando inició la música, una con un ritmo mucho más rápido que la que sonó antes, mis labios dibujaron una sonrisa salvaje.
Luego de sobrevivir a muchas batallas y blandir espadas desde mi infancia, aquello no iba a ser difícil para mí. Realicé cada tajo con precisión y con una facilidad envidiable, e incluso tuve la destreza suficiente para acompañar mis tajos con un baile al ritmo de la música.
No obstante, llegó un punto en el que la cantidad de cubos que aparecían se hizo desafiante. Una persona normal no tendría la velocidad de reacción necesaria para acertar siempre.
Ensanché mi sonrisa. Intensifiqué el éter en mi cuerpo para obtener un notable incremento de velocidad.[1] No hizo falta más para poder continuar seccionando cada cubo que apareciera.
Pasado unos cuatro minutos, corté los últimos dos cubos con tajos ascendentes. La música finalizó. Las espadas desaparecieron. Mantuve mis brazos alzados, con mi respiración entrecortada y mi piel cubierta de sudor.
«Victoria perfecta», fue la palabra que se formó delante de mí, acompañada por sonidos de trompetas que señalaban mi éxito.
Las felicitaciones no tardaron en llegar, aunque algunos ocultaban un sentimiento desagradable detrás de sonrisas forzadas. Eran malos perdedores, pensé, y no me importaba. Me divertí y quedé satisfecho.
–Bueno, gracias por permitirme jugar –canturreé justo antes de regresar a mi tienda. En el camino, no pude evitar tararear la misma melodía del juego, a pesar de que no era del todo de mi agrado.
–¿Y si viene un cliente? –inquirió Hyro, sentado frente a una mesita que servía como mostrador y que yo no sabía que teníamos.
–No seas iluso, Hyro, mira a tu alrededor. Los únicos que están gastando su dinero son los artesanos buscando aprender a fabricar cosas nuevas. El resto solo busca divertirse con los juegos. Así que difícilmente tendremos un cliente, y mucho menos con tantas tiendas cerca que ofrecen más que nosotros.
–Aún es muy temprano para ser tan pesimista –me aconsejó–. Solo ten paciencia y alguien vendrá –agregó con una sonrisa–. ¿Y cómo sabes que los artesanos son los únicos que están gastando dinero?
–Eso no importa. Lo que importa es que por ahora no tendremos clientes, así que diré que buscaré a Xana cuando en realidad quiero perder el tiempo en juegos. Nos vemos dentro de un rato. –Me despedí alzando una mano.
Luego de unos pocos minutos de búsqueda en los que no vi ni rastro de Xana, finalmente encontré lo que buscaba: un juego que me resultó muy interesante.
Me acerqué al grupo que rodeaba a un chico que blandía un par de espadas gemelas, una irradiando un brillo azul y la otra un brillo rojo, para cortar cubos, también rojos o azules, que se materializaban cinco metros delante de él y salían disparados hacia su dirección.
Cada cubo tenía la imagen de una flecha, la cual indicaba hacia qué dirección debía ser el corte –hacia arriba, abajo, derecha, izquierda o diagonal–, o tenía la imagen de un círculo, que indicaba que debía ser ensartado o golpeado desde el frente.
Además, los cubos se esfumaban al ser cortados o, si él no lograba acertar o lo hacía con la espada que no correspondía en color o con un tajo hacia la dirección equivocada, igual desaparecían un metro detrás del chico pero sin sumar al puntaje.
También, cada cierto tiempo, aparecían esferas grises que no debían ser tocadas por las espadas y barras de luz roja que debían esquivarse para no perder puntos.
Tanto las espadas como los cubos, esferas y las barras de luz eran ilusiones, así como los números flotando al lado del chico, los cuales representaban su puntaje, y también la música que marcaba el ritmo para realizar cada tajo.
Cuando el chico falló cierta cantidad de veces, la música se detuvo, los cubos y las espadas desaparecieron y la palabra «Fracaso», formada con letras de fuego, apareció y levitó un metro delante de él.
Luego de que le dieron palabras de consuelo al chico, otro en el grupo preguntó:
–¿Quién más quiere jugar?
–¡YO! –contesté enseguida con una enorme sonrisa que no podía contener.
–Pareces interesado.
Asentí con la cabeza vigorosamente.
–Bien, ponte en el mismo lugar donde estaba el otro jugador –indicó. Cuando estuve en la posición, murmuró–: Neustart. –Y la palabra «Fracaso» desapareció, al igual que el puntaje del jugador anterior, y las espadas gemelas aparecieron en mis manos–. ¿Entiendes las reglas, elfo? –Al verme sonreír con suficiencia, esbozó una sonrisa maliciosa–. Vale, entonces veamos cómo lo haces.
Cuando inició la música, una con un ritmo mucho más rápido que la que sonó antes, mis labios dibujaron una sonrisa salvaje.
Luego de sobrevivir a muchas batallas y blandir espadas desde mi infancia, aquello no iba a ser difícil para mí. Realicé cada tajo con precisión y con una facilidad envidiable, e incluso tuve la destreza suficiente para acompañar mis tajos con un baile al ritmo de la música.
No obstante, llegó un punto en el que la cantidad de cubos que aparecían se hizo desafiante. Una persona normal no tendría la velocidad de reacción necesaria para acertar siempre.
Ensanché mi sonrisa. Intensifiqué el éter en mi cuerpo para obtener un notable incremento de velocidad.[1] No hizo falta más para poder continuar seccionando cada cubo que apareciera.
Pasado unos cuatro minutos, corté los últimos dos cubos con tajos ascendentes. La música finalizó. Las espadas desaparecieron. Mantuve mis brazos alzados, con mi respiración entrecortada y mi piel cubierta de sudor.
«Victoria perfecta», fue la palabra que se formó delante de mí, acompañada por sonidos de trompetas que señalaban mi éxito.
Las felicitaciones no tardaron en llegar, aunque algunos ocultaban un sentimiento desagradable detrás de sonrisas forzadas. Eran malos perdedores, pensé, y no me importaba. Me divertí y quedé satisfecho.
–Bueno, gracias por permitirme jugar –canturreé justo antes de regresar a mi tienda. En el camino, no pude evitar tararear la misma melodía del juego, a pesar de que no era del todo de mi agrado.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
¡Beat Saber!
Listo, con esta gran «originalidad» de mi parte debería conseguir un bonito token de Skarth.
[1] Habi nivel 3: Con la ventisca.
Listo, con esta gran «originalidad» de mi parte debería conseguir un bonito token de Skarth.
[1] Habi nivel 3: Con la ventisca.
Rauko
Aerandiano de honor
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Transacciones actualizadas
Gerrit: -190 aeros por aprendizaje de recetas, +4PP en Alquimia (recuerda que no podrás usar las recetas de nivel Experto hasta que alcances ese nivel)
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 4
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
Ryuu: 4
Valyria: 5
Gerrit Nephgerd: 5
Fehu
Master
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Durante su descanso en el taller, como la mayoría de la gente allí, fue a ver los espectáculos de la feria. No los juegos, los proyectos de verdad. No esperaba ver nada especial, eran básicamente alquimia por lo que había entendido, por lo que desde luego se sorprendió cuando vio ese pequeño truquito de la paloma. Lucia real, muy real, aunque personalmente, no creía que el bicho fuera a vivir mucho. Es decir, ¿estaría bien por dentro? Y aunque funcionara, ¿lo de dentro seria de paloma? Eso implicaba un mecanismo muy específico, único para cada forma. Mucho trabajo para su gusto.
Así que fue a preguntarle. El muchacho bajo del escenario con prisas, y Valyria lo siguió un rato. No estaba muy segura de que iba a hacer, puesto que seguirlo hasta su casa sonaba algo violento. Así que secretamente se alegró cuando se le cayo un libro al suelo, lo que le dio la oportunidad de recogerlo y entablar conversación.
-He visto tu espectáculo, gran truco.- el muchacho recogió el libro que le estaba entregando y empezó a comprobar que lo tuviera todo.
-No es un truco, es una compleja serie de… ¿Dónde está? ¿Lo tienes tú? ¿Has visto mis diagramas?-
-No deberías ir con todo suelto, así pierdes las cosas. ¿Qué pinta tiene?-
-Es…muy complejo, no pienses que puedo explicarte…- fue interrumpido cuando un gato de Luz apareció sobre la cabeza de la elfa, lamiéndose una patita.
-Por eso quería hablarte, pero supongo que puede esperar. Descríbelo, o dibújalo, con suerte mis pequeños podrán encontrarlo.- El muchacho dudo unos segundos, antes de hacer unos cuantos garabatos aquí y allá, principalmente triángulos, dibujos y lo que parecía un pentagrama. Por su distribución, parecía haber considerado también donde se suponía que debían ir. El gato que tenía en su cabeza ahora llevaba un monóculo de esos que usaban los joyeros para tasar joyas, que se extendió como por arte de magia cual catalejo. Hizo aparecer unos cuantos más, que también se aglomeraron contra la página antes de salir disparados, ella siguiéndolos de cerca.
Tardaron un rato, pero su equipo de rastreadores pareció decidirse en un único objetivo, una chica que lloriqueaba mirando una página. Realmente esperaba que no fuera a secarse las lágrimas con ella. O peor, los mocos. En cualquier caso, volvió con el chaval, cuyo nombre aun ni sabía, y le describió la mujer y donde estaba.
-Ah, creo que es Eliana… es una situación…peliaguda. ¿Podrías…?-
-Oh, no, no voy a quitarle una página importante a tu ex, no me voy a meter en ese problemón, búscame cuando acabes y hablaremos de tus palomas alquímicas, estoy en ese taller con el curtidor tan gruñón.-
__________
Me agencio un Token de Myrddin ayudando a Freddy, localizando la pagina/prueba perdida. Y dándole la oportunidad a otro de robarla.
Así que fue a preguntarle. El muchacho bajo del escenario con prisas, y Valyria lo siguió un rato. No estaba muy segura de que iba a hacer, puesto que seguirlo hasta su casa sonaba algo violento. Así que secretamente se alegró cuando se le cayo un libro al suelo, lo que le dio la oportunidad de recogerlo y entablar conversación.
-He visto tu espectáculo, gran truco.- el muchacho recogió el libro que le estaba entregando y empezó a comprobar que lo tuviera todo.
-No es un truco, es una compleja serie de… ¿Dónde está? ¿Lo tienes tú? ¿Has visto mis diagramas?-
-No deberías ir con todo suelto, así pierdes las cosas. ¿Qué pinta tiene?-
-Es…muy complejo, no pienses que puedo explicarte…- fue interrumpido cuando un gato de Luz apareció sobre la cabeza de la elfa, lamiéndose una patita.
-Por eso quería hablarte, pero supongo que puede esperar. Descríbelo, o dibújalo, con suerte mis pequeños podrán encontrarlo.- El muchacho dudo unos segundos, antes de hacer unos cuantos garabatos aquí y allá, principalmente triángulos, dibujos y lo que parecía un pentagrama. Por su distribución, parecía haber considerado también donde se suponía que debían ir. El gato que tenía en su cabeza ahora llevaba un monóculo de esos que usaban los joyeros para tasar joyas, que se extendió como por arte de magia cual catalejo. Hizo aparecer unos cuantos más, que también se aglomeraron contra la página antes de salir disparados, ella siguiéndolos de cerca.
Tardaron un rato, pero su equipo de rastreadores pareció decidirse en un único objetivo, una chica que lloriqueaba mirando una página. Realmente esperaba que no fuera a secarse las lágrimas con ella. O peor, los mocos. En cualquier caso, volvió con el chaval, cuyo nombre aun ni sabía, y le describió la mujer y donde estaba.
-Ah, creo que es Eliana… es una situación…peliaguda. ¿Podrías…?-
-Oh, no, no voy a quitarle una página importante a tu ex, no me voy a meter en ese problemón, búscame cuando acabes y hablaremos de tus palomas alquímicas, estoy en ese taller con el curtidor tan gruñón.-
__________
Me agencio un Token de Myrddin ayudando a Freddy, localizando la pagina/prueba perdida. Y dándole la oportunidad a otro de robarla.
Valyria
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Por supuesto que no había hecho nada de lo que le había pedido.
Suspirando profundamente, dejó las recetas nuevas a un lado y comenzó a desempaquetar las cosas metódicamente. Herramientas, el pesado yunque y los materiales que iba a necesitar para montar la forja.
- Han venido varios clientes mientras no estabas. – Fue lo único que dijo Lyn sin levantarse de la silla, haciendo como se limaba las uñas.
- ¿Y qué les has dicho? – Preguntó Eltrant, colocando la tabla que iba a hacer de mostrador en horizontal, apoyándola pobremente en dos gruesos tocones de madera que había cortado de forma aproximadamente similar.
- He hecho como que solo hablaba elfico y se han ido. – Respondió, levantado la mirada a un Eltrant que ahora estaba examinando con cuidado los minerales que tenía dispuestos para fundir. – Aunque una elfa me ha mirado mal. – Se detuvo un momento antes de seguir hablando. - ¿Habré dicho algo raro? –
- ¿Cuándo no dices tú algo raro? – Preguntó de vuelta el humano, sacando ahora varias de las espadas de exposición y colocándola en la parte “trasera” de lo que iba a ser el taller.
Iba a levantar básicamente una lona en medio taller y la forja la iba a poner al aire libre. Por dos motivos: porque no quería que saliese nada ardiendo y porque no tenía suficiente dinero para permitirse nada remotamente parecido a “paredes” como las de los demás tenderetes y talleres.
- Para tu información, derrocho sabiduría, Mortal. ¡La derrocho! – dijo Lyn, adoptando la pose que Eltrant ya llamaba “Noble pomposa”.
- ¿Ah, sí? – Eltrant sonrió. – Dime algo digno de un sabio entonces. Iluminame. – Mientras Eltrant continuaba trabajando escuchó como Lyn se aclaraba la garganta y se subía en la silla de forma exageradamente majestuosa.
- Creo que el conflicto político-social en el que está sumido Aerandir podría encaminarse hacia una solución si los nobles limitasen los impuestos hacía sus vasallos otorgándoles de este modo más autosuficiencia y calidad de vida en general, permitiéndoles cosechar algo más que para subsistir y generando riqueza; a su vez, el descontento general producido por el reinado del Rey Rigobert entre algunos de los estamentos del norte y la nobleza de Lunargenta, revitalizada después de que las huestes del Rey Siegfried se hiciesen con el oeste tras la guerra, podría solventarse si ambos monarcas empleasen más recursos en la diplomacia y menos en concursos de longitud de sus miembros viriles. –
Después de que Lyn terminase el pequeño discurso se bajó de la silla e hizo una pequeña reverencia frente a Eltrant.
- Sí, ya. – dijo este soltando el yunque mirando a la ojiazul. – Justo lo que yo pensaba. – Asintió para sí cruzándose de brazos. – Menos concursos de longitud y más… conflictos político-social para las cosechas, exacto. – Inspiró con fuerza por la nariz y chasqueó la lengua tras varios segundos sumido en un silencio que Lyn parecía disfrutar enormemente. - Ayúdame con el yunque anda. – dijo al final haciendo un gesto a su compañera, que sonriente como de costumbre, esta vez sí accedió a hacerlo.
- ¿Cuales son las palabras mágicas? – dijo risueña mientras conjuraba a sus sombras para ayudar al exmercenario
- Hazlo o te quedas sin vino. –
[…]
Y media hora más tarde tenían el puesto montado.
Sentándose tras el mostrador, terminó de colocar las dagas de muestra que había forjado junto antes del evento y se acomodó a esperar a sus posibles clientes.
- Nada de elfico de mentira para los clientes. – Advirtió Eltrant, notando como Lyn se sentaba a su lado. – Ni tampoco se te ocurra inventar una lengua ancestral del norte o algo así. – Aquello si pareció pillar a Lyn por sorpresa, que infló los mofletes y se cruzó de brazos.
- Está bien.– Comentó, descorchando una botella de vino.
Off: Abro el taller.
Suspirando profundamente, dejó las recetas nuevas a un lado y comenzó a desempaquetar las cosas metódicamente. Herramientas, el pesado yunque y los materiales que iba a necesitar para montar la forja.
- Han venido varios clientes mientras no estabas. – Fue lo único que dijo Lyn sin levantarse de la silla, haciendo como se limaba las uñas.
- ¿Y qué les has dicho? – Preguntó Eltrant, colocando la tabla que iba a hacer de mostrador en horizontal, apoyándola pobremente en dos gruesos tocones de madera que había cortado de forma aproximadamente similar.
- He hecho como que solo hablaba elfico y se han ido. – Respondió, levantado la mirada a un Eltrant que ahora estaba examinando con cuidado los minerales que tenía dispuestos para fundir. – Aunque una elfa me ha mirado mal. – Se detuvo un momento antes de seguir hablando. - ¿Habré dicho algo raro? –
- ¿Cuándo no dices tú algo raro? – Preguntó de vuelta el humano, sacando ahora varias de las espadas de exposición y colocándola en la parte “trasera” de lo que iba a ser el taller.
Iba a levantar básicamente una lona en medio taller y la forja la iba a poner al aire libre. Por dos motivos: porque no quería que saliese nada ardiendo y porque no tenía suficiente dinero para permitirse nada remotamente parecido a “paredes” como las de los demás tenderetes y talleres.
- Para tu información, derrocho sabiduría, Mortal. ¡La derrocho! – dijo Lyn, adoptando la pose que Eltrant ya llamaba “Noble pomposa”.
- ¿Ah, sí? – Eltrant sonrió. – Dime algo digno de un sabio entonces. Iluminame. – Mientras Eltrant continuaba trabajando escuchó como Lyn se aclaraba la garganta y se subía en la silla de forma exageradamente majestuosa.
- Creo que el conflicto político-social en el que está sumido Aerandir podría encaminarse hacia una solución si los nobles limitasen los impuestos hacía sus vasallos otorgándoles de este modo más autosuficiencia y calidad de vida en general, permitiéndoles cosechar algo más que para subsistir y generando riqueza; a su vez, el descontento general producido por el reinado del Rey Rigobert entre algunos de los estamentos del norte y la nobleza de Lunargenta, revitalizada después de que las huestes del Rey Siegfried se hiciesen con el oeste tras la guerra, podría solventarse si ambos monarcas empleasen más recursos en la diplomacia y menos en concursos de longitud de sus miembros viriles. –
Después de que Lyn terminase el pequeño discurso se bajó de la silla e hizo una pequeña reverencia frente a Eltrant.
- Sí, ya. – dijo este soltando el yunque mirando a la ojiazul. – Justo lo que yo pensaba. – Asintió para sí cruzándose de brazos. – Menos concursos de longitud y más… conflictos político-social para las cosechas, exacto. – Inspiró con fuerza por la nariz y chasqueó la lengua tras varios segundos sumido en un silencio que Lyn parecía disfrutar enormemente. - Ayúdame con el yunque anda. – dijo al final haciendo un gesto a su compañera, que sonriente como de costumbre, esta vez sí accedió a hacerlo.
- ¿Cuales son las palabras mágicas? – dijo risueña mientras conjuraba a sus sombras para ayudar al exmercenario
- Hazlo o te quedas sin vino. –
[…]
Y media hora más tarde tenían el puesto montado.
Sentándose tras el mostrador, terminó de colocar las dagas de muestra que había forjado junto antes del evento y se acomodó a esperar a sus posibles clientes.
- Nada de elfico de mentira para los clientes. – Advirtió Eltrant, notando como Lyn se sentaba a su lado. – Ni tampoco se te ocurra inventar una lengua ancestral del norte o algo así. – Aquello si pareció pillar a Lyn por sorpresa, que infló los mofletes y se cruzó de brazos.
- Está bien.– Comentó, descorchando una botella de vino.
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Off: Abro el taller.
Eltrant Tale
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Luego de dejar la tienda morada con aquellos nuevos conocimientos en su cabeza, Ryuu decidió pasar la noche en el bosque. Cenó en uno de los puestos de comida de la feria, ignorando las miradas de la gente... ¿Por qué siempre lo miraban así cuando comía pollo? No es tan raro que un ave se alimente de otra, después de todo... Finalmente, eligió la misma rama que usó más temprano para encontrar las tiendas, y se recostó allí, admirando el cielo estrellado hasta caer dormido.
Al día siguiente, luego de visitar otra de las tiendas de comida para desayunar, se encaminó al último puesto que quería visitar. Lo ubicó fácilmente; entró en la carpintería y se quedó unos momentos admirando los productos que allí estaban en exposición. Todo iba bien, hasta que notó el nombre del establecimiento: El reposo del dragón. Ryuu se puso pálido, temiendo que apareciera uno de esos gigantescos seres de leyenda. Pero no había ninguno aparte del de madera que adornaba el lugar, por lo que se tranquilizó un poco.
Se dirigió hasta donde se encontraba quien suponía era la dueña del lugar: una mujer alta. de cabellos negros y ojos claros, que oscilaban entre el gris y el azul. En conjunto, una mujer atractiva y que, por alguna razón, imponía respeto. Había algo que indicaba que debía tener cuidado con ella, aunque no sabía por qué. Alejando de su mente aquella extraña sensación, comenzó a hablarle:
-Buenos días. Esperaba que se pudiera mejorar mi arco hasta que rivalice con uno de calidad superior. ¿Es eso posible?- preguntó el joven, mientras entregaba con cuidado a Zar´roc, que se encontraba como siempre, colgando de la parte baja de su espalda.
__________________________________________________________________
Off-rol:
Compro un arco superior a Reivy por 120 aeros. Por motivos de la historia del pj y que no quiere desechar el arco de su padre, en vez de comprar uno nuevo se me ocurrió que se podría "mejorar" el actual, subiendo su rango de pobre a superior. Y de esta forma consigo un token de Hartem, yeah! lml
Al día siguiente, luego de visitar otra de las tiendas de comida para desayunar, se encaminó al último puesto que quería visitar. Lo ubicó fácilmente; entró en la carpintería y se quedó unos momentos admirando los productos que allí estaban en exposición. Todo iba bien, hasta que notó el nombre del establecimiento: El reposo del dragón. Ryuu se puso pálido, temiendo que apareciera uno de esos gigantescos seres de leyenda. Pero no había ninguno aparte del de madera que adornaba el lugar, por lo que se tranquilizó un poco.
Se dirigió hasta donde se encontraba quien suponía era la dueña del lugar: una mujer alta. de cabellos negros y ojos claros, que oscilaban entre el gris y el azul. En conjunto, una mujer atractiva y que, por alguna razón, imponía respeto. Había algo que indicaba que debía tener cuidado con ella, aunque no sabía por qué. Alejando de su mente aquella extraña sensación, comenzó a hablarle:
-Buenos días. Esperaba que se pudiera mejorar mi arco hasta que rivalice con uno de calidad superior. ¿Es eso posible?- preguntó el joven, mientras entregaba con cuidado a Zar´roc, que se encontraba como siempre, colgando de la parte baja de su espalda.
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Off-rol:
Compro un arco superior a Reivy por 120 aeros. Por motivos de la historia del pj y que no quiere desechar el arco de su padre, en vez de comprar uno nuevo se me ocurrió que se podría "mejorar" el actual, subiendo su rango de pobre a superior. Y de esta forma consigo un token de Hartem, yeah! lml
Shinoroa Ryuu
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
La feria comenzaba al fin.
Desde ya semanas se había visto un movimiento incesante en la tierra de los brujos, pero en los últimos días todo aquello había explotado.
Era fascinante ver tantas personas reunidas, todas dispuestas a gastar su dinero, ya fuese comprando algo, o bien disfrutando de uno de los juegos.
Jugar, quizás iba a permitirse eso más tarde, al caer la noche, pero de momento tenía otra cosa en mente. Había estado aprendiendo nuevas recetas y mejorando su técnica en otras, en especial de la alquimia, pero también de su creciente interés en las ciencias creativas de la ingeniería.
No necesitaba mucho dinero, para ser honestos, ya de por sí no pagaba renta y la mayoría de sus días sólo requería encontrar algo de comer (a menudo financiado por bolsillos ajenos), así que, aunque lento, acumulaba una buena cantidad de Aeros, poco a poco.
Lo que sí necesitaba era practicar y, por supuesto, lo mejor para ello era vender a verdaderos clientes, aunque fuese a sólo el precio de los materiales.
Como alumno del Hekshold, no le fue difícil obtener uno de los puestos que esta institución se reservaba en la feria. Era muy bien visto que los estudiantes compitieran en crear productos llamativos en base a sus aprendizajes, así que los profesores tenían un acuerdo con los líderes del evento para tener puestos de venta. El centro de estudios era, al fin y al cabo, una de las principales atracciones de Beltrexus.
–Con tanta gente vendiendo, ¿cómo piensas destacar? –preguntó Narfi, una vez que el joven asesino puso una serie de viales y aparatos sobre el mesón.
–Ah, pues eso no es problema para in ilusionista –contestó Demian con una sonrisa.
Demian movió sus manos, pronunció algunas palabras y dejó que el Éter fluyera a través suyo. A los pocos instantes, unas figuras luminosas emergieron del suelo y flotaron hasta situarse por sobre su puesto de venta.
–¡Oh, si hasta tienen varios colores! –expresó Narfi, saliendo desde el mesón para poder contemplar la ilusión–... ahí dice "Elíxires, Venenos y Artilugios". Podrías haber sido más original, Dem.
El brujo se encogió de hombros.
–Entrega el mensaje, es lo que necesito –contestó.
Narfi se acercó al muchacho de ojos azules y le susurró algo al oído. Demian, en respuesta, levantó una ceja tanto como era posible.
–¿Estás seguro que eso funcionará?... suena algo... no sé... –dijo Demian, dubitativo.
–Vamos, sólo hazme caso esta vez, ¿ya? –insistió Narfi.
Demian suspiró, levantó su mano y las letras luminosas de su ilusión cambiaron. Ahora se leía:
"LOS ASOMBROSOS INVENTOS DE DEMIAN Y NARFI"
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Instalo mi taller.
Como ocasión especial, cobraré a los interesados sólo el precio de los materiales.
Mi taller vende productos de Ingeniería y Alquimia. Cualquiera del Mercado es válido. Si no conozco la receta la compro para fabricarlo, no hay problema.
Además, poseo las siguientes recetas únicas, todas útiles especialmente para personas que deseen pasar desapercibidas, asesinar y, en general, ir en modo ninja por la vida:
Poción de Sombras: [Elixir, Limitado, 1 Uso]
Un frasco oscuro. Al abrirse o romperse, empieza a liberar una gran cantidad de humo negro. Este no es nocivo para la salud, pero impide la visibilidad casi por completo en un radio de varios metros, facilitando huidas o sirviendo como distracción. Dura hasta dos turnos.
Creación: 90 Aeros
Veneno de Locura: [Veneno, Limitado, 1 Uso]
Al ser ingerido o aplicado en heridas, la víctima empezará a moverse erráticamente y sentirse desorientada. Al turno siguiente, entrará en un frenesí violento, atacando al ser vivo más cercano, sin importar si es enemigo o aliado. Después de ese turno, el efecto desaparece. Los PJs no reciben el efecto del frenesí.
Creación: 150 Aeros
Ungüento de Sacrestic: [Elixir, Limitado, 2 Usos] Un ungüento ligero que se aplica en cualquier arma del tamaño suficiente. Vuelve al arma invisible. Sin embargo, el efecto desaparece si entra en contacto con un líquido, como la sangre. Las armas a dos manos requieren de dos dosis.
Creación: 150 Aeros
Demian
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Tanto Chimar como Canel se encuentran nuevamente en las islas brujas, patria originaria del pequeño rubio. Lo cierto es que últimamente visitan el lugar con regularidad y es que las cosas raras nunca faltan en la sociedad hechicera.
Cuando no están en la academia, pasean por la capital, y si esos escenarios no tienen lo que necesitan pues simplemente recorren sitios de interés más alejados. En este punto Maquiavelo posee el conocimiento popular necesario para ser considerado un brujo nativo honorario.
Son una civilización curiosa que no deja de sorprenderle, incluso con varios hermanos pertenecientes a la especie. Claro que al final, la buena gente es buena gente sin importar que sangre corra por sus venas.
Es de agradecer que el clan de la mano negra haya perdido interés en el pequeño inventor, aunque de todas formas nunca baja la guardia. Era la antigua facción que acogía a Demian y eso da buenas pistas sobre su dedicación.
Curiosamente los enanos llegan a vísperas de un festival bastante concurrido por lo que para bien o para mal quedan en medio de la celebración. No es algo que les moleste particularmente vale destacar y es que como buenos enanos, adoran ese tipo de cosas.
¿Tuviste algo que ver con nuestra oportuna llegada, enanin?
“Pone una mueca divertida”.
Pues, bien jugado jejeje “lo despeina”.
A medida que se empapan de la información respectiva, Chim comienza a comprender la serie de actividades que pueden realizarse, incluso como extranjero. Quién lo diría, participando en competiciones brujas.
No le toma mucho al chico listo ser atraído hasta cierto evento en particular, uno que despierta su naturaleza inventiva. Por eso pasa a comprarle una enorme manzana acaramelada al chiquillo que considera su hermano menor para luego entrar en materia técnica.
Canel observa todo a una distancia cuidadosa y es que sabe bien los efectos extraños que pueden generar los inventos de su hermano, a resumidas cuentas son cosas que nunca aburren… por decirlo de manera noble.
Nada mal para ser brujos.
Expresa a medida que se acerca hasta una especie de instructor, personaje de momento enfrascado en enseñar a dos personajes jóvenes. Chim reconoce algunas de sus herramientas pero otras se le escapan y lo más raro está por venir.
Queda claro que los inventos en la mesa utilizan tanto potencial científico como arcano, a todas luces prototipos híbridos. Por obvias razones esto colma el completo interés del niño genio pues se asemeja mucho al estilo que usaba su padre.
Se atornilla bien en la pequeña clase mientras el gorrión más pequeño toma asiento en un lateral, mordiendo cada tanto su aperitivo pero sin perder de vista la clase en sí. Ver a su protector tan absorto en algo intelectual es una escena harto conocida aunque nunca termina por aburrirle.
Cuando no están en la academia, pasean por la capital, y si esos escenarios no tienen lo que necesitan pues simplemente recorren sitios de interés más alejados. En este punto Maquiavelo posee el conocimiento popular necesario para ser considerado un brujo nativo honorario.
Son una civilización curiosa que no deja de sorprenderle, incluso con varios hermanos pertenecientes a la especie. Claro que al final, la buena gente es buena gente sin importar que sangre corra por sus venas.
Es de agradecer que el clan de la mano negra haya perdido interés en el pequeño inventor, aunque de todas formas nunca baja la guardia. Era la antigua facción que acogía a Demian y eso da buenas pistas sobre su dedicación.
Curiosamente los enanos llegan a vísperas de un festival bastante concurrido por lo que para bien o para mal quedan en medio de la celebración. No es algo que les moleste particularmente vale destacar y es que como buenos enanos, adoran ese tipo de cosas.
¿Tuviste algo que ver con nuestra oportuna llegada, enanin?
“Pone una mueca divertida”.
Pues, bien jugado jejeje “lo despeina”.
A medida que se empapan de la información respectiva, Chim comienza a comprender la serie de actividades que pueden realizarse, incluso como extranjero. Quién lo diría, participando en competiciones brujas.
No le toma mucho al chico listo ser atraído hasta cierto evento en particular, uno que despierta su naturaleza inventiva. Por eso pasa a comprarle una enorme manzana acaramelada al chiquillo que considera su hermano menor para luego entrar en materia técnica.
Canel observa todo a una distancia cuidadosa y es que sabe bien los efectos extraños que pueden generar los inventos de su hermano, a resumidas cuentas son cosas que nunca aburren… por decirlo de manera noble.
Nada mal para ser brujos.
Expresa a medida que se acerca hasta una especie de instructor, personaje de momento enfrascado en enseñar a dos personajes jóvenes. Chim reconoce algunas de sus herramientas pero otras se le escapan y lo más raro está por venir.
Queda claro que los inventos en la mesa utilizan tanto potencial científico como arcano, a todas luces prototipos híbridos. Por obvias razones esto colma el completo interés del niño genio pues se asemeja mucho al estilo que usaba su padre.
Se atornilla bien en la pequeña clase mientras el gorrión más pequeño toma asiento en un lateral, mordiendo cada tanto su aperitivo pero sin perder de vista la clase en sí. Ver a su protector tan absorto en algo intelectual es una escena harto conocida aunque nunca termina por aburrirle.
- Recetas de ingeniería aprendidas:
- Nivel Principiante:
- Botas Saltarinas
Nivel Avanzado:
- Red Compacta
- Botas Percutoras
Nivel Experto:
- Botas Percutoras 2.0
- Gancho Retráctil
Invitado
Invitado
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
—Vamos Arthur, no estuvo tan mal. —afirmé, apoyado sobre la pared. Lanzaba una bolsa de aeros al aire, misma que había recibido por consolidarme como el ganador de la competencia del Muffin Mágico. —Me gustó el que sabía a truenos. Ignorando la sacudida, no tenía mal sabor. —comenté, atrapando la bolsa.
—Adam... —me llamó débilmente. Se hallaba de rodillas en el suelo, frente a una cubeta de propiedades especiales. Aparentemente, poseía un encantamiento que le volvía un pozo sin fondo. Perfecta para los desechos orgánicos.
—¿Si? —atendí a su llamado, colocándome en cuclillas para poder escucharle.
—Cuando termine aquí... —susurró, tras toser violentamente. —Voy a ponerte las tuercas en su sitio, ¿entendiste? —amenazó con una mirada de muerte, antes de continuar nuevamente en la evacuación del contenido de su estómago.
Me coloqué en pié rápidamente, levantando mis manos en señal de rendición. Tragué saliva nervioso. Arthur podía ser débil, pequeño y delgado, pero podía resultar muy aterrador cuando estaba de mal humor.
No había nada que pudiera hacer para asistir en su emesis. Opté por retirarme, por mi propio bien.
La sección de talleres era inmensa.
Me sorprendía la cantidad de carpas que cubrían la zona, cada una ofreciendo su mercancía específica. Desde pociones y ungüentos, hasta herramientas para el combate. Este último me interesaba, sin duda. Era una unidad diseñada para el combate y, ciertamente, debía buscar la forma de volverme más eficiente en batalla.
Cargaba conmigo la única pieza de armadura que había traído para esta ocasión: Mis guanteletes de combate. Se hallaban desgastados. Todo el tiempo que había permanecido suspendido en aquellas ruinas, no les había beneficiado en lo absoluto. Necesitaba a alguien que pudiera reforjarlos, un herrero lo suficientemente capaz.
Había ingresado a un par de herrerías, analizando a profundidad las armas que exhibían... Sin embargo, ninguno me había convencido.
Realizando análisis de la zona...
Escaneando individuos...
No fue hasta que me acerqué a aquella tienda, oculta en una esquina de la feria. No parecía contar con el mismo... presupuesto, del resto de localidades. Sin embargo, tenía una... corazonada, un presentimiento de aquel lugar. No estaba acostumbrado a la sensación, pero era real.
No entendía el por qué. Al menos, no en ese momento. Pero terminé acercándome al hombre de barba y la señorita de tez nivea que exhibían una colección de armas y armaduras.
—Buenos días. —deseé, con serenidad y un gesto de cabeza, tanto al señor como a la señorita; acercándome a una de las armas que mostraban.
Me detuve a analizarla, adoptando una postura militar. Se trataba de un espadón. Su estructura cumplía con todos los parámetros de un forjado ideal. Asentí satisfecho, me había convencido.
—Disculpe, señor, señorita. —me dirigí hacia ambos individuos, no sabiendo a quien debía atribuir la elaboración de aquellas herramientas. —¿Podrían ayudarme con este par? —coloqué los guanteletes sobre el mostrador. —No les vendría mal una reforja. —sonreí alegre, procediendo a colocar la bolsa de aeros junto a los guanteletes.
—Adam... —me llamó débilmente. Se hallaba de rodillas en el suelo, frente a una cubeta de propiedades especiales. Aparentemente, poseía un encantamiento que le volvía un pozo sin fondo. Perfecta para los desechos orgánicos.
—¿Si? —atendí a su llamado, colocándome en cuclillas para poder escucharle.
—Cuando termine aquí... —susurró, tras toser violentamente. —Voy a ponerte las tuercas en su sitio, ¿entendiste? —amenazó con una mirada de muerte, antes de continuar nuevamente en la evacuación del contenido de su estómago.
Me coloqué en pié rápidamente, levantando mis manos en señal de rendición. Tragué saliva nervioso. Arthur podía ser débil, pequeño y delgado, pero podía resultar muy aterrador cuando estaba de mal humor.
No había nada que pudiera hacer para asistir en su emesis. Opté por retirarme, por mi propio bien.
* * *
La sección de talleres era inmensa.
Me sorprendía la cantidad de carpas que cubrían la zona, cada una ofreciendo su mercancía específica. Desde pociones y ungüentos, hasta herramientas para el combate. Este último me interesaba, sin duda. Era una unidad diseñada para el combate y, ciertamente, debía buscar la forma de volverme más eficiente en batalla.
Cargaba conmigo la única pieza de armadura que había traído para esta ocasión: Mis guanteletes de combate. Se hallaban desgastados. Todo el tiempo que había permanecido suspendido en aquellas ruinas, no les había beneficiado en lo absoluto. Necesitaba a alguien que pudiera reforjarlos, un herrero lo suficientemente capaz.
Había ingresado a un par de herrerías, analizando a profundidad las armas que exhibían... Sin embargo, ninguno me había convencido.
Realizando análisis de la zona...
Escaneando individuos...
No fue hasta que me acerqué a aquella tienda, oculta en una esquina de la feria. No parecía contar con el mismo... presupuesto, del resto de localidades. Sin embargo, tenía una... corazonada, un presentimiento de aquel lugar. No estaba acostumbrado a la sensación, pero era real.
No entendía el por qué. Al menos, no en ese momento. Pero terminé acercándome al hombre de barba y la señorita de tez nivea que exhibían una colección de armas y armaduras.
—Buenos días. —deseé, con serenidad y un gesto de cabeza, tanto al señor como a la señorita; acercándome a una de las armas que mostraban.
Me detuve a analizarla, adoptando una postura militar. Se trataba de un espadón. Su estructura cumplía con todos los parámetros de un forjado ideal. Asentí satisfecho, me había convencido.
—Disculpe, señor, señorita. —me dirigí hacia ambos individuos, no sabiendo a quien debía atribuir la elaboración de aquellas herramientas. —¿Podrían ayudarme con este par? —coloqué los guanteletes sobre el mostrador. —No les vendría mal una reforja. —sonreí alegre, procediendo a colocar la bolsa de aeros junto a los guanteletes.
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Interactúo con Eltrant Tale, adquiriendo en su taller el objeto: Guanteletes de Guerra Regulares, reclamando al mismo tiempo el Token de Hartem.
Veo apropiado aclarar que estoy efectuando una compra, aunque on-rol mi personaje indique que se trata de una reforja. Ignórenme, cosas del lore. (?)
Veo apropiado aclarar que estoy efectuando una compra, aunque on-rol mi personaje indique que se trata de una reforja. Ignórenme, cosas del lore. (?)
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Verlas era como asistir al cumpleaños de una niña entusiasta: la mujer pelirroja señalándolo todo con una inmensa sonrisa en la boca, mientras arrastrara de la mano, literalmente, a la morena. Que parecía estar pasándoselo igual de bien que una piedra.
-Fémur.
-¡Allí! ¡Tienen elixires de lujuria! ¡Me han dicho que puedes tentar hasta los que están muertos por dentro con eso!
-Fémur...
-Me encanta esta feria. ¡Tiene tantas cosas! Mira mira mira, el puesto de aquel artesano... ese acero huele a sed de sangreeeee....
-Fémur. En serio.
-¡¿Es eso un corset reforzado cortado a la altura de los pezones con látigo de púas a juego?! ¡Aaaaaaah ♡!
-¡Basta ya, me vas a sacar el brazo a estirones! -gritó Nayru, su paciencia agotada. Y apenas empezaba la noche.
Por toda respuesta Fémur soltó su mano para agarrarla del rostro, depositando un beso en la frente de la otra vampiresa.
-Ea ea, no seas tan gruñona, bestezuela. Encontremos algo divertido que hacer, ¿sí? ¿Has visto algo que te guste?
La verdad es que Nayru sí que había visto algo que le llamara la atención, como tres puestos atrás. Las mujeres retrocedieron entre las improvisadas callejuelas, llenas de vida pese al brillo de la luna en el firmamento. Encontraron lo que parecía ser una tienda modesta que apenas ocupaba dos espacios, encajonada entre un taller arcano y la perfumería de una señora extraña. Al asomarse vieron que había sido agrandada mágicamente y que varias personas dentro sopesaban los artículos a la venta, pintorescamente apilados en amplio caos.
-¿Ésto? ¿Una tienda de juegos? -suspiró la pelirroja, manoseando una bajara de cartas de aspecto maldito en cuya caja gastada manchada de sangre podía leerse la palabra UNO.
-Casi te corres con un corset sadomasoquista. Cállate.
Mientras Fémur se perdía por ahí Nayru comenzó a curiosear. La tienda tenía todos los juegos que conocía y cientos más que nunca había visto y de los cuales desconocía su funcionamiento, como una caja grande y rectangular de pie, con un agujero cuadrado cortado en medio y por el cual no se veía nada. Al acercarse observó que tenía un... panel unido. ¿Aquello eran runas?
-Vaya, veo que has encontrado una de mis innovaciones. Ya lo verás, esto se hará popular en nada. ¿Te gusta?
La vampiresa parpadeó confusa. El hombre que la hablaba parecía ser el dueño del puesto, un señor con barba de chivo y una extravagante túnica hasta los pies llena de lunas y estrellas brillantes.
-No sé cómo funciona... o qué es...
-Es muy sencillo. ¿Ves el panel de runas? Sí, mira, al presionar estas runas... espera espera.... -golpeó con furia el costado de la caja de madera hasta que el cuadrado negro del centro se... iluminó, mostrando la imagen de un mapa.- Sí, sí, ves, funciona de maravilla. Esta pantalla te mostrará todo lo que ocurrirá en el juego, es el último grito en ilusionismo y arcanos; por eso lo llamo arcade. ¿Eh? ¿Eeeh~? Pues eso, con estas runas que yo llamo botones de control y este palo que yo llamo joystick (sí, me he inventado la palabra, no me lo tengas en cuenta) tú mueves a tu personaje de un lado a otro. De un extremo de la pantalla te van apareciendo villas, pueblos, a veces meteoritos o gente a caballo: ¡tienes que dispararle a todo y destruirlo con tus poderosas bolas de fuego para conseguir monedas! A veces te salen cosas buenas y si las atrapas pues creces en tamaño o disparas más fuerte. ¿Qué te parece? Lo llamo Ash-Invader. Es provisional. Tengo otro muy parecido pero va de un laberinto y fantasmas. Ese se llama Manpak. También provisional.
-No me convence... suena... interesante, pero no me lo puedo meter en el bolsillo.
-¡Ajá! ¡Viajera, trotamundos, necesitas ir ligera! Ven, tengo algo magnífico con lo que arrasarás en tus círculos de amigos. ¡Mindblow! Sí, también me he inventado esa palabra. Es que soy inventor.
Esquivando artilugios de dudoso uso, clientes y una Fémur demasiado absorta en robar algo, llegaron ante una vitrina de cristal. Lo señaló, enmarcándolo con las manos como si fuese un objeto mítico rescatado del abismo.
-Este juego te obligará a usar el ingenio para juntar las piezas de manera correcta. Parece sencillo, ¡pero no lo es! Como cualquier puzle que se precie. Y nosotros los magos de Skarth adoramos los juegos complicados que nos obligan a dar lo mejor, sobre todo si... tienen otras utilidades a parte de entretenerle a uno. Mira, te explico cómo va. -dijo el hombre, dando vueltas a la vitrina mientras señalaba una a una todas las caras de aquel cubo lleno de cuadraditos de colores.- Si juntas la parte azul se abrirá un portal que te llevará al lupanar más cercano; como ves es la cara más gastada... hay mucha gente pervertida. La roja siempre te invoca una bola de fuego, es recomendable que no lo apuntes hacia ti. Esta cara amarilla en concreto, por alguna razón, siempre canta una canción llamada Bella Ciao que no se de dónde sale; cuidado con quién te rodea porque los incitarás al combate. La verde... éste no sé que hace, la verdad. La tipa a la que le compré el cubo decía que te daba un aero cada vez que la armabas, pero no me fío mucho. La blanca te suele dar cosas tontas aleatorias, como el pomo de una puerta, medio sandwich o unas llaves que nunca encajan en ninguna parte. La cara naranja... depende mucho del creador del cubo. Cada cual le añade su propio hechizo, normalmente asociado a su escuela mater.
-Qué interesante. ¿Y qué hace cuando juntas todos los colores correctos a la vez?
-Ah -suspiró el vendedor, los ojos brillantes con emoción traviesa-, no lo sé. Nadie lo sabe. Todavía tengo que escuchar de alguien que haya conseguido completar todas las caras. Y bien, ¿te interesa? ¿Quieres descubrir lo que pasaría si consigues todos los colores?
-¿Cuánto... cuesta? -preguntó, no muy segura.
-¡Barato! ¡800 aeros y es precio especial por el festival!
-¡Nay! ¡Te puedes creer que este tipo está vendiendo un set de tabas de hueso por 200 aeros! ¡Doscientos! ¡Vámonos!
La mujer morena se dejó arrastrar sin decir nada, todavía en shock por semejantes precios. Por un momento casi pudo sentir el dolor físico de su bolsillo pelado de dinero.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Bueeeno... os traigo el Uno, las maquinitas Arcade y el cubo de Rubik! Y las tabas. Lol. Y ahora trataré de pedir ese token de Skarth que he visto por ahí...
Fémur es la acompañante de Nayru.
-Fémur.
-¡Allí! ¡Tienen elixires de lujuria! ¡Me han dicho que puedes tentar hasta los que están muertos por dentro con eso!
-Fémur...
-Me encanta esta feria. ¡Tiene tantas cosas! Mira mira mira, el puesto de aquel artesano... ese acero huele a sed de sangreeeee....
-Fémur. En serio.
-¡¿Es eso un corset reforzado cortado a la altura de los pezones con látigo de púas a juego?! ¡Aaaaaaah ♡!
-¡Basta ya, me vas a sacar el brazo a estirones! -gritó Nayru, su paciencia agotada. Y apenas empezaba la noche.
Por toda respuesta Fémur soltó su mano para agarrarla del rostro, depositando un beso en la frente de la otra vampiresa.
-Ea ea, no seas tan gruñona, bestezuela. Encontremos algo divertido que hacer, ¿sí? ¿Has visto algo que te guste?
La verdad es que Nayru sí que había visto algo que le llamara la atención, como tres puestos atrás. Las mujeres retrocedieron entre las improvisadas callejuelas, llenas de vida pese al brillo de la luna en el firmamento. Encontraron lo que parecía ser una tienda modesta que apenas ocupaba dos espacios, encajonada entre un taller arcano y la perfumería de una señora extraña. Al asomarse vieron que había sido agrandada mágicamente y que varias personas dentro sopesaban los artículos a la venta, pintorescamente apilados en amplio caos.
-¿Ésto? ¿Una tienda de juegos? -suspiró la pelirroja, manoseando una bajara de cartas de aspecto maldito en cuya caja gastada manchada de sangre podía leerse la palabra UNO.
-Casi te corres con un corset sadomasoquista. Cállate.
Mientras Fémur se perdía por ahí Nayru comenzó a curiosear. La tienda tenía todos los juegos que conocía y cientos más que nunca había visto y de los cuales desconocía su funcionamiento, como una caja grande y rectangular de pie, con un agujero cuadrado cortado en medio y por el cual no se veía nada. Al acercarse observó que tenía un... panel unido. ¿Aquello eran runas?
-Vaya, veo que has encontrado una de mis innovaciones. Ya lo verás, esto se hará popular en nada. ¿Te gusta?
La vampiresa parpadeó confusa. El hombre que la hablaba parecía ser el dueño del puesto, un señor con barba de chivo y una extravagante túnica hasta los pies llena de lunas y estrellas brillantes.
-No sé cómo funciona... o qué es...
-Es muy sencillo. ¿Ves el panel de runas? Sí, mira, al presionar estas runas... espera espera.... -golpeó con furia el costado de la caja de madera hasta que el cuadrado negro del centro se... iluminó, mostrando la imagen de un mapa.- Sí, sí, ves, funciona de maravilla. Esta pantalla te mostrará todo lo que ocurrirá en el juego, es el último grito en ilusionismo y arcanos; por eso lo llamo arcade. ¿Eh? ¿Eeeh~? Pues eso, con estas runas que yo llamo botones de control y este palo que yo llamo joystick (sí, me he inventado la palabra, no me lo tengas en cuenta) tú mueves a tu personaje de un lado a otro. De un extremo de la pantalla te van apareciendo villas, pueblos, a veces meteoritos o gente a caballo: ¡tienes que dispararle a todo y destruirlo con tus poderosas bolas de fuego para conseguir monedas! A veces te salen cosas buenas y si las atrapas pues creces en tamaño o disparas más fuerte. ¿Qué te parece? Lo llamo Ash-Invader. Es provisional. Tengo otro muy parecido pero va de un laberinto y fantasmas. Ese se llama Manpak. También provisional.
-No me convence... suena... interesante, pero no me lo puedo meter en el bolsillo.
-¡Ajá! ¡Viajera, trotamundos, necesitas ir ligera! Ven, tengo algo magnífico con lo que arrasarás en tus círculos de amigos. ¡Mindblow! Sí, también me he inventado esa palabra. Es que soy inventor.
Esquivando artilugios de dudoso uso, clientes y una Fémur demasiado absorta en robar algo, llegaron ante una vitrina de cristal. Lo señaló, enmarcándolo con las manos como si fuese un objeto mítico rescatado del abismo.
-Este juego te obligará a usar el ingenio para juntar las piezas de manera correcta. Parece sencillo, ¡pero no lo es! Como cualquier puzle que se precie. Y nosotros los magos de Skarth adoramos los juegos complicados que nos obligan a dar lo mejor, sobre todo si... tienen otras utilidades a parte de entretenerle a uno. Mira, te explico cómo va. -dijo el hombre, dando vueltas a la vitrina mientras señalaba una a una todas las caras de aquel cubo lleno de cuadraditos de colores.- Si juntas la parte azul se abrirá un portal que te llevará al lupanar más cercano; como ves es la cara más gastada... hay mucha gente pervertida. La roja siempre te invoca una bola de fuego, es recomendable que no lo apuntes hacia ti. Esta cara amarilla en concreto, por alguna razón, siempre canta una canción llamada Bella Ciao que no se de dónde sale; cuidado con quién te rodea porque los incitarás al combate. La verde... éste no sé que hace, la verdad. La tipa a la que le compré el cubo decía que te daba un aero cada vez que la armabas, pero no me fío mucho. La blanca te suele dar cosas tontas aleatorias, como el pomo de una puerta, medio sandwich o unas llaves que nunca encajan en ninguna parte. La cara naranja... depende mucho del creador del cubo. Cada cual le añade su propio hechizo, normalmente asociado a su escuela mater.
-Qué interesante. ¿Y qué hace cuando juntas todos los colores correctos a la vez?
-Ah -suspiró el vendedor, los ojos brillantes con emoción traviesa-, no lo sé. Nadie lo sabe. Todavía tengo que escuchar de alguien que haya conseguido completar todas las caras. Y bien, ¿te interesa? ¿Quieres descubrir lo que pasaría si consigues todos los colores?
-¿Cuánto... cuesta? -preguntó, no muy segura.
-¡Barato! ¡800 aeros y es precio especial por el festival!
-¡Nay! ¡Te puedes creer que este tipo está vendiendo un set de tabas de hueso por 200 aeros! ¡Doscientos! ¡Vámonos!
La mujer morena se dejó arrastrar sin decir nada, todavía en shock por semejantes precios. Por un momento casi pudo sentir el dolor físico de su bolsillo pelado de dinero.
Bueeeno... os traigo el Uno, las maquinitas Arcade y el cubo de Rubik! Y las tabas. Lol. Y ahora trataré de pedir ese token de Skarth que he visto por ahí...
Fémur es la acompañante de Nayru.
Nayru
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
-¡Anders! -Correspondí su efusividad con más de lo mismo y le di un buen apretón de manos.
-Gracias, pero no, gracias. -La rubia rechazo la... mantacapa del elfo. -Estoy bien así, he estado descargando cajas. -Lavey levantó una ceja. Al parecer el muchacho tenía una visión intimidante sobre la cazadora. -¿De verdad? -Aquella pregunta la hizo seria y con los ojos entrecerrados. La joven solo se estaba metiendo con él. -No sé... ese golem tuyo puede guardar muchas cosas.
La lagartija miro el montón de barro tras el muchacha, en realidad solo se estaba divirtiendo con el pobre Anders. Pero necesitaba hacerlo, el elfo ponía caras muy simpáticas cuando se azoraba.
-No le hagas acaso. -Moví una mano, quitándole importancia al asunto. -Dime, ¿qué querías? -Escuché atenta al carpintero. -Claro, no hay problema. Pero solo tengo cinco, no dejan aprender más, me faltaron el carcaj y la cerbatana simple. Espera... ¿Y tú como sabes que estuve con Bárbara? si hace nada que volví de allí. -Miré fijamente al rubio, dejé que se explicara y sonreí con picardía al escuchar su pregunta. Aunque por desgracia no me permitió contestar como hubiera querido. -Tranquilo. -Reí con fuerza. No me había dejado decir mi frase, pero el resultado fue el mismo. -Te enseño lo que quieras... de recetas. -Guiñé un ojo. -Ve tranquilo, aquí te espero.
No pasó mucho tiempo hasta que llegó el primer cliente. Se trataba de un hombre-bestia con forma de águila, de pico amarillo y plumas blancas.
Aguardé tranquila tras el mostrador mientras el ave ojeaba el puesto.
-Claro, -Cogí el arco. -no hay problema.
Coloqué el arco sobre la mesa de trabajo, le saqué la cuerda y tome medidas. La calidad del arma era bastante deficiente, la madera estaba resquebrajada y el cuero de la empuñadura cuarteado.
Al sacar el cuero encontré un problema mucho más grave, la madera había sufrido el paso de la carcoma. No me quedó más remedio que cortar y reemplazar la pieza.
Por desgracia el problema era mucho más grave, al cortar y ver el alma de la madera apareció todo un entramado de diminutas carreteras, al parecer la carcoma dio buena cuenta del arco.
Con una barrena y máximo cuido fui vaciando y limpiando el corazón de las palas, con resina y serrín formé una pasta con la que rellenar el vacío. Esta técnica me permitió sacar un molde del interior y con él pude tallar la forma exacta que necesitaba en una madera noble y flexible, resistente a cualquier clase de bicho come árboles.
-Aquí tienes chi... -me quedé en silencio ¿Sería una hembra o un macho? -rapaz. -rectifiqué el terminó y sonreí. -Ha quedado como nueva y ahora es mucho más resistente y potente, serán 140 aeros.
-Pero... -Lavey se colocó detrás de mí y se escondió aprovechando su baja estatura. -son 170 no 140. -Susurró.
Seguí sonriendo sin atender las palabras de mi hija. Ya tendría tiempo de explicarle después el cambio de precio.
__________________________
Off:
Interactúo con Anders.
Compra de Ryuu:
Destruyo su viejo arco, para sacar 10Æ en materiales.
Le construyo un arco calidad superior con las piezas útiles del viejo. En total son 140 Æ de los cuales yo gano 30.
Con esta venta consigo el Token Hartem
-Gracias, pero no, gracias. -La rubia rechazo la... mantacapa del elfo. -Estoy bien así, he estado descargando cajas. -Lavey levantó una ceja. Al parecer el muchacho tenía una visión intimidante sobre la cazadora. -¿De verdad? -Aquella pregunta la hizo seria y con los ojos entrecerrados. La joven solo se estaba metiendo con él. -No sé... ese golem tuyo puede guardar muchas cosas.
La lagartija miro el montón de barro tras el muchacha, en realidad solo se estaba divirtiendo con el pobre Anders. Pero necesitaba hacerlo, el elfo ponía caras muy simpáticas cuando se azoraba.
-No le hagas acaso. -Moví una mano, quitándole importancia al asunto. -Dime, ¿qué querías? -Escuché atenta al carpintero. -Claro, no hay problema. Pero solo tengo cinco, no dejan aprender más, me faltaron el carcaj y la cerbatana simple. Espera... ¿Y tú como sabes que estuve con Bárbara? si hace nada que volví de allí. -Miré fijamente al rubio, dejé que se explicara y sonreí con picardía al escuchar su pregunta. Aunque por desgracia no me permitió contestar como hubiera querido. -Tranquilo. -Reí con fuerza. No me había dejado decir mi frase, pero el resultado fue el mismo. -Te enseño lo que quieras... de recetas. -Guiñé un ojo. -Ve tranquilo, aquí te espero.
No pasó mucho tiempo hasta que llegó el primer cliente. Se trataba de un hombre-bestia con forma de águila, de pico amarillo y plumas blancas.
Aguardé tranquila tras el mostrador mientras el ave ojeaba el puesto.
-Claro, -Cogí el arco. -no hay problema.
Coloqué el arco sobre la mesa de trabajo, le saqué la cuerda y tome medidas. La calidad del arma era bastante deficiente, la madera estaba resquebrajada y el cuero de la empuñadura cuarteado.
Al sacar el cuero encontré un problema mucho más grave, la madera había sufrido el paso de la carcoma. No me quedó más remedio que cortar y reemplazar la pieza.
Por desgracia el problema era mucho más grave, al cortar y ver el alma de la madera apareció todo un entramado de diminutas carreteras, al parecer la carcoma dio buena cuenta del arco.
Con una barrena y máximo cuido fui vaciando y limpiando el corazón de las palas, con resina y serrín formé una pasta con la que rellenar el vacío. Esta técnica me permitió sacar un molde del interior y con él pude tallar la forma exacta que necesitaba en una madera noble y flexible, resistente a cualquier clase de bicho come árboles.
-Aquí tienes chi... -me quedé en silencio ¿Sería una hembra o un macho? -rapaz. -rectifiqué el terminó y sonreí. -Ha quedado como nueva y ahora es mucho más resistente y potente, serán 140 aeros.
-Pero... -Lavey se colocó detrás de mí y se escondió aprovechando su baja estatura. -son 170 no 140. -Susurró.
Seguí sonriendo sin atender las palabras de mi hija. Ya tendría tiempo de explicarle después el cambio de precio.
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Off:
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Le construyo un arco calidad superior con las piezas útiles del viejo. En total son 140 Æ de los cuales yo gano 30.
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Reivy Abadder
Honorable
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Transacciones actualizadas
Chimar: -190 aeros por aprendizaje de recetas, +2PP en Ingeniería
Ryuu: -140 aeros por compra en taller
Reivy: +30 aeros de beneficio por venta
La compra de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] queda pendiente de la respuesta de Eltrant.
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
Eltrant Tale: Herrería y Curtiduría
Demian: Alquimia e Ingeniería
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 4
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
Ryuu: 4
Valyria: 5
Gerrit Nephgerd: 5
Fehu
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Valeria escuchaba los llamados de los mercaderes y artesanos mientras caminaba entre los distintos puestos, pero no había ido a la Feria a comprar. Su último viaje al continente se había extendido algo más de lo esperado y sus finanzas se habían resentido como consecuencia, así que no le había quedado más remedio que recortar gastos y, si era posible, incrementar sus ingresos. Esa era la razón por la que estaba allí.
Había enviado a Libnik temprano para preparar el lugar y así poder tomarse un tiempo evaluando a la competencia antes de ponerse a trabajar. Lo primero que tuvo que aceptar, con un suspiro de resignación, era que había demasiados alquimistas alrededor. Para colmo, estaba segura de haber olido por ahí al perro arcanista, por lo que no iba a ser fácil suplir lo uno por lo otro. Pero bueno, no iba a llegar muy lejos si se rendía antes de empezar, ¿cierto?
Estaba empezando a considerar dejar de torturarse e ir a ayudar a Libnik con los preparativos cuando se fijó en unos muchachos que conocía, alumnos del Hekshold. Estaban sentados en corro jugando chenka, un pasatiempo que conocía bien de su época en las calles. Cuando ella era niña, jugaban con pajitas, palillos, astillas o lo que encontraran a mano, pero estos niños contaban con un hermoso juego de varillas de hueso decoradas con muescas de colores, para indicar el valor de cada palillo.
Las reglas del juego eran sencillas: se contaba con un set de unos 45 o 50 palillos de largos variables que se esparcían o dejaban caer amontonados en una superficie plana, ya fuera una mesa o el suelo; cada jugador, por turnos, trataba de sacar una varilla del montón sin tocarla y, por supuesto, sin mover ninguna de las varas de alrededor. Si lo lograba, se quedaba con esa varilla y seguía jugando. Si no lo conseguía, pasaba el turno al siguiente. Al final, ganaba quien tuviese más varillas o, en el caso de que las varillas tuvieran diferentes valores, como ocurría con el set de hueso que usaban aquellos chicos, el que sumase más puntos con sus varillas. El juego, además de resultar entretenido, servía para practicar el control fino de la telequinesis, algo útil a cualquier brujo.
—¡Has hecho trampa! —gritó en ese momento uno de los chicos, al que se le habían movido varias varillas mientras intentaba sacar la elegida—. ¡Me los has movido tú!
—¡No es cierto! —se defendió el otro—. ¡Yo no tengo la culpa de que seas un torpe!
—¡Mentira! —gritó otra vez el primero, casi al borde de las lágrimas—. ¡Sí que has hecho trampas!
—¡Oh, por favor! —dijo Valeria poniendo los ojos en blanco y se acercó al grupo de muchachos—. ¡Por supuesto que ha hecho trampa, se trata de ganar! Si quieres jugar a “Sigue las Reglas” vete al Continente. —El chico que había hecho trampas se irguió para protestar a la recién llegada, pero cambió de actitud al oír la segunda parte de su discurso y le dirigió a su amigo una mirada triunfante—. Y tú —le dijo la bruja—, deja de sonreírte de esa forma. La trampa no sirve para nada si eres tan bruto que te pillan haciéndola. A ver —añadió haciéndose un hueco entre los niños y sentándose a su lado—, ¿a quién le toca?
Una niña de rizos anaranjados se irguió y dirigió la vista al montón de varillas. Su rostro mostraba una intensa concentración mientras buscaba una pajita relativamente fácil de sacar de entre las demás. Lo intentó con una que parecía bastante suelta, pero Valeria ya le había echado el ojo y la mantenía firmemente sujeta con su propio éter. Al ver que no se movía, probó con otra, pero Valeria realizó la misma operación. Al final, la niña soltó un bufido de frustración.
—No lo entiendo —se quejó—, ¿por qué no se mueven?
—Porque las estoy sujetando yo para hacerte creer que están más enganchadas de lo que parecen y vayas a por otra más difícil —respondió la adulta sin asomo alguno de rubor.
—¡Pero no es justo! —protestó la niña—, ¡las otras son muy difíciles para mí!
—Entonces tendrás que intentar contrarrestar la fuerza que yo ejerzo para sacar la varilla que quieres sacar —respondió Valeria, sin dejarse impresionar por los lloriqueos de la muchacha.
La niña la miró con los ojos muy abiertos durante un instante, después, se sorbió los mocos y volvió a concentrarse en una de las varillas que había intentado sacar antes. La adulta notó en seguida el éter de la muchacha aumentando la presión para superar a la ejercida por ella. En un momento dado, Valeria soltó su agarre y la varilla salió despedida hacia la niña con tanta fuerza, que movió todas las de alrededor. Los demás niños se rieron, la niña puso cara de susto justo antes de encararse de nuevo con la adulta:
—¡No vale, has soltado! —le recriminó.
—Todo vale en el amor y en la guerra —dijo Val—. ¿Nunca habíais oído eso?
—Pero esto sólo es un juego —dijo otro de los muchachos.
—Y ¿para qué crees que sirven los juegos de competición como este? —preguntó Valeria volviendo la vista hacia el que había hablado—. Dime: ¿qué interés puede tener medir tus habilidades contra un montón de palillos desperdigados por el suelo? Lo verdaderamente interesante es medir tus capacidades contra las de los demás jugadores. Adaptar la intensidad de tu magia a los tirones y empujones de los demás. Mirad —añadió enderezando su espalda y enfocando su vista en el montón de varillas que tenía delante—, intentad hacerme fallar a mí.
Los niños quedaron en silencio y se concentraron en la tarea. La mayoría, se dedicaba a intentar mover varillas al azar, pero con niños tan jóvenes, Val no tuvo ninguna dificultad en identificar sus objetivos y mantenerlos bien fijos en su sitio, mientras sacaba una única varilla, que flotó directa a su mano derecha. Al verlo, algunos se quejaron de que era muy difícil averiguar qué varilla iba a intentar sacar o de que habían intentado mover otras pero no lo habían conseguido.
—Eso es porque las estaba sujetando todas a la vez —explicó la adulta como si fuera una obviedad.
—¡Pero yo no puedo sujetarlas todas a la vez, son muchas! —protestó una niña de ojos castaños.
—Claro que no —dijo Val—. A mí me llevó años conseguirlo y soy especialista en Telequinesis.
—Entonces —dijo el muchacho que se había hecho trampas en primer lugar—, ¿cómo vamos a poder ganarte?
—Usando la Telequinesis, no —respondió la adulta distraídamente, mientras se concentraba en sacar una varilla particularmente complicada.
En aquel momento, la niña de los rizos anaranjados, puso ambas palmas en el suelo, junto al montículo de varillas de hueso. Valeria percibió la fluctuación en el éter apenas un segundo antes de que el suelo en torno al punto en que descansaban ambas manos vibrase, haciendo rodar todas las varillas, salvo la que hacía flotar la adulta. Todos rieron, Valeria más que nadie.
—Vas por buen camino —le dijo a la muchacha con una sonrisa y un guiño—, pero tienes que refinar un poco el alcance de tu magia.
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OFF: Voy a por el Token de Skarth. Describo el ancestral juego de la chenka, basado en uno muy sencillo llamado pick-up sticks pero con Telequinesis, porque para algo la tenemos de racial. Lo de que hacer trampas forme parte intrínseca de las reglas de juego puede que sólo ocurriese en el vecindario de Reike.
Había enviado a Libnik temprano para preparar el lugar y así poder tomarse un tiempo evaluando a la competencia antes de ponerse a trabajar. Lo primero que tuvo que aceptar, con un suspiro de resignación, era que había demasiados alquimistas alrededor. Para colmo, estaba segura de haber olido por ahí al perro arcanista, por lo que no iba a ser fácil suplir lo uno por lo otro. Pero bueno, no iba a llegar muy lejos si se rendía antes de empezar, ¿cierto?
Estaba empezando a considerar dejar de torturarse e ir a ayudar a Libnik con los preparativos cuando se fijó en unos muchachos que conocía, alumnos del Hekshold. Estaban sentados en corro jugando chenka, un pasatiempo que conocía bien de su época en las calles. Cuando ella era niña, jugaban con pajitas, palillos, astillas o lo que encontraran a mano, pero estos niños contaban con un hermoso juego de varillas de hueso decoradas con muescas de colores, para indicar el valor de cada palillo.
Las reglas del juego eran sencillas: se contaba con un set de unos 45 o 50 palillos de largos variables que se esparcían o dejaban caer amontonados en una superficie plana, ya fuera una mesa o el suelo; cada jugador, por turnos, trataba de sacar una varilla del montón sin tocarla y, por supuesto, sin mover ninguna de las varas de alrededor. Si lo lograba, se quedaba con esa varilla y seguía jugando. Si no lo conseguía, pasaba el turno al siguiente. Al final, ganaba quien tuviese más varillas o, en el caso de que las varillas tuvieran diferentes valores, como ocurría con el set de hueso que usaban aquellos chicos, el que sumase más puntos con sus varillas. El juego, además de resultar entretenido, servía para practicar el control fino de la telequinesis, algo útil a cualquier brujo.
—¡Has hecho trampa! —gritó en ese momento uno de los chicos, al que se le habían movido varias varillas mientras intentaba sacar la elegida—. ¡Me los has movido tú!
—¡No es cierto! —se defendió el otro—. ¡Yo no tengo la culpa de que seas un torpe!
—¡Mentira! —gritó otra vez el primero, casi al borde de las lágrimas—. ¡Sí que has hecho trampas!
—¡Oh, por favor! —dijo Valeria poniendo los ojos en blanco y se acercó al grupo de muchachos—. ¡Por supuesto que ha hecho trampa, se trata de ganar! Si quieres jugar a “Sigue las Reglas” vete al Continente. —El chico que había hecho trampas se irguió para protestar a la recién llegada, pero cambió de actitud al oír la segunda parte de su discurso y le dirigió a su amigo una mirada triunfante—. Y tú —le dijo la bruja—, deja de sonreírte de esa forma. La trampa no sirve para nada si eres tan bruto que te pillan haciéndola. A ver —añadió haciéndose un hueco entre los niños y sentándose a su lado—, ¿a quién le toca?
Una niña de rizos anaranjados se irguió y dirigió la vista al montón de varillas. Su rostro mostraba una intensa concentración mientras buscaba una pajita relativamente fácil de sacar de entre las demás. Lo intentó con una que parecía bastante suelta, pero Valeria ya le había echado el ojo y la mantenía firmemente sujeta con su propio éter. Al ver que no se movía, probó con otra, pero Valeria realizó la misma operación. Al final, la niña soltó un bufido de frustración.
—No lo entiendo —se quejó—, ¿por qué no se mueven?
—Porque las estoy sujetando yo para hacerte creer que están más enganchadas de lo que parecen y vayas a por otra más difícil —respondió la adulta sin asomo alguno de rubor.
—¡Pero no es justo! —protestó la niña—, ¡las otras son muy difíciles para mí!
—Entonces tendrás que intentar contrarrestar la fuerza que yo ejerzo para sacar la varilla que quieres sacar —respondió Valeria, sin dejarse impresionar por los lloriqueos de la muchacha.
La niña la miró con los ojos muy abiertos durante un instante, después, se sorbió los mocos y volvió a concentrarse en una de las varillas que había intentado sacar antes. La adulta notó en seguida el éter de la muchacha aumentando la presión para superar a la ejercida por ella. En un momento dado, Valeria soltó su agarre y la varilla salió despedida hacia la niña con tanta fuerza, que movió todas las de alrededor. Los demás niños se rieron, la niña puso cara de susto justo antes de encararse de nuevo con la adulta:
—¡No vale, has soltado! —le recriminó.
—Todo vale en el amor y en la guerra —dijo Val—. ¿Nunca habíais oído eso?
—Pero esto sólo es un juego —dijo otro de los muchachos.
—Y ¿para qué crees que sirven los juegos de competición como este? —preguntó Valeria volviendo la vista hacia el que había hablado—. Dime: ¿qué interés puede tener medir tus habilidades contra un montón de palillos desperdigados por el suelo? Lo verdaderamente interesante es medir tus capacidades contra las de los demás jugadores. Adaptar la intensidad de tu magia a los tirones y empujones de los demás. Mirad —añadió enderezando su espalda y enfocando su vista en el montón de varillas que tenía delante—, intentad hacerme fallar a mí.
Los niños quedaron en silencio y se concentraron en la tarea. La mayoría, se dedicaba a intentar mover varillas al azar, pero con niños tan jóvenes, Val no tuvo ninguna dificultad en identificar sus objetivos y mantenerlos bien fijos en su sitio, mientras sacaba una única varilla, que flotó directa a su mano derecha. Al verlo, algunos se quejaron de que era muy difícil averiguar qué varilla iba a intentar sacar o de que habían intentado mover otras pero no lo habían conseguido.
—Eso es porque las estaba sujetando todas a la vez —explicó la adulta como si fuera una obviedad.
—¡Pero yo no puedo sujetarlas todas a la vez, son muchas! —protestó una niña de ojos castaños.
—Claro que no —dijo Val—. A mí me llevó años conseguirlo y soy especialista en Telequinesis.
—Entonces —dijo el muchacho que se había hecho trampas en primer lugar—, ¿cómo vamos a poder ganarte?
—Usando la Telequinesis, no —respondió la adulta distraídamente, mientras se concentraba en sacar una varilla particularmente complicada.
En aquel momento, la niña de los rizos anaranjados, puso ambas palmas en el suelo, junto al montículo de varillas de hueso. Valeria percibió la fluctuación en el éter apenas un segundo antes de que el suelo en torno al punto en que descansaban ambas manos vibrase, haciendo rodar todas las varillas, salvo la que hacía flotar la adulta. Todos rieron, Valeria más que nadie.
—Vas por buen camino —le dijo a la muchacha con una sonrisa y un guiño—, pero tienes que refinar un poco el alcance de tu magia.
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OFF: Voy a por el Token de Skarth. Describo el ancestral juego de la chenka, basado en uno muy sencillo llamado pick-up sticks pero con Telequinesis, porque para algo la tenemos de racial. Lo de que hacer trampas forme parte intrínseca de las reglas de juego puede que sólo ocurriese en el vecindario de Reike.
Reike
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
-¡Tale!- llamé, apoyándome en el mostrador. -Me preguntaba cuando te vería. Hola, Lyn.- saludé, guiñándole un ojo a la vampiresa. Me venía bien estirar las piernas. Aquel era uno de los pocos descansos que me permitía.
-¿Qué tienes por aquí, hmm?- pregunté, examinando las armas de muestra. Todas de calidad, por supuesto. Algunas tenían detalles bastante bien elaborados, más allá de lo que necesitaba ser una daga. ¿Había empezado a probar con ornamentos, quizás? Hice memoria, tratando de recordar si le había visto hacer algo similar en el pasado. No me venía nada a la cabeza, más allá de algunos grabados. Pero alli mismo había algunos anillos y colgantes de hierro, probablemente recientes. -¿Sabes hacer joyería, Elt?- pregunté, algo pensativo.
Me mordí ligeramente el labio, dudando. Era algo vergonzoso, pero...
-Me gustaría encargarte algo.- dije, bajando la voz considerablemente. Me incliné hacia adelante, como si aquello fuese algún tipo de secreto. -Necesito dos anillos a juego. Uno para mi, y otro para Syl. Nada de gemas ni piedras, pero me gustaría si es de algún tipo de metal que no se oxide. De color blanco o similar, quizás...- Me balanceé ligeramente, repentinamente consciente sobre los breves movimientos de mi cola. Carraspeé. -No hace falta grabar nada. Prefiero si son anchos... no creo que Syl lleve el suyo en el dedo, igualmente... quizás como colgante.- musité.
Agité la cabeza, recobrando la compostura. Si alguien podía hacerlo, era Eltrant.
-También había pensado en algún tipo de yelmo. Para cuando sea mejor no arriesgar la corona.- dije, volviendo a tomar un tono de voz normal. -Imagino que tendrá que ser algo grande. No tiene por qué ser sutil, lo ideal sería que tuviese una forma similar a mi cabeza. Algo fácilmente reconocible.- añadí, encogiéndome de hombros. Le estaba pidiendo cosas bastante complejas, pero no tenía ninguna duda de que podía cumplir.
-¿Quieres tomar medidas ahora? No puedo quedarme mucho.- dije. Tenía que volver a mi propia tienda, después de todo. -Ven a verme cuando termines... Tengo algo que te interesará. Trae tu capa.-
Le compro Anillos del Vínculo y un Casco Brutal a Eltrant. Me llevo el Totem Hartem.
-¿Qué tienes por aquí, hmm?- pregunté, examinando las armas de muestra. Todas de calidad, por supuesto. Algunas tenían detalles bastante bien elaborados, más allá de lo que necesitaba ser una daga. ¿Había empezado a probar con ornamentos, quizás? Hice memoria, tratando de recordar si le había visto hacer algo similar en el pasado. No me venía nada a la cabeza, más allá de algunos grabados. Pero alli mismo había algunos anillos y colgantes de hierro, probablemente recientes. -¿Sabes hacer joyería, Elt?- pregunté, algo pensativo.
Me mordí ligeramente el labio, dudando. Era algo vergonzoso, pero...
-Me gustaría encargarte algo.- dije, bajando la voz considerablemente. Me incliné hacia adelante, como si aquello fuese algún tipo de secreto. -Necesito dos anillos a juego. Uno para mi, y otro para Syl. Nada de gemas ni piedras, pero me gustaría si es de algún tipo de metal que no se oxide. De color blanco o similar, quizás...- Me balanceé ligeramente, repentinamente consciente sobre los breves movimientos de mi cola. Carraspeé. -No hace falta grabar nada. Prefiero si son anchos... no creo que Syl lleve el suyo en el dedo, igualmente... quizás como colgante.- musité.
Agité la cabeza, recobrando la compostura. Si alguien podía hacerlo, era Eltrant.
-También había pensado en algún tipo de yelmo. Para cuando sea mejor no arriesgar la corona.- dije, volviendo a tomar un tono de voz normal. -Imagino que tendrá que ser algo grande. No tiene por qué ser sutil, lo ideal sería que tuviese una forma similar a mi cabeza. Algo fácilmente reconocible.- añadí, encogiéndome de hombros. Le estaba pidiendo cosas bastante complejas, pero no tenía ninguna duda de que podía cumplir.
-¿Quieres tomar medidas ahora? No puedo quedarme mucho.- dije. Tenía que volver a mi propia tienda, después de todo. -Ven a verme cuando termines... Tengo algo que te interesará. Trae tu capa.-
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Le compro Anillos del Vínculo y un Casco Brutal a Eltrant. Me llevo el Totem Hartem.
Asher Daregan
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
La tienda del juguetero resultó un fiasco total. A Nayru no le hubiese importado tener el cubo, parecía divertido y los efectos sonaban interesantes, pero eran demasiados aeros... y realmente no parecía tan útil para pensar siquiera en comprarlo.
Ahora le tocaba a ella ir buscando cosas interesantes en la feria de invierno, circulando entre los caminos improvisados, esquivando gente y parándose de vez en cuando en los puestos de interés. Fémur se dejaba llevar sin oposición, haciéndole ojitos a cualquiera que la mirara.
-¿Estás segura de que quieres elegir tú la próxima tienda? La anterior fue una estafa total. Mira, si giras aquí a la derecha, me han dicho que encontraremos el taller de...
-No voy a comprarte esa lanza que gime a gritos cada vez que golpeas a alguien. Pervertida.
La risa de la pelirroja se expandió cantarina por el frío aire nocturno de Beltrexus.
-Si vas a seguir llamándome pervertida hazlo con razón. -comentó, haciendo pucheritos al mismo tiempo que envolvía a la vampiresa por la espalda en un gran abrazo, pegándola a su cuerpo de suaves formas.
Nayru abrió la boca dispuesta a decir algunas cosas cuando el más ligero de los aromas se enredó en su nariz. Era un olor que conocía muy bien. Lo buscó con repentina desesperación, sintiendo cómo su sed despertaba perezosa ante la posibilidad de algo delicioso. El brillo de unos ojos azules encontró su mirada. Ahí estaba, tras el mostrador de su tienda de maderas. Y el pánico fue como una descarga eléctrica que le recorriese la columna.
-¡Aquí! -exclamó precipitadamente- ¡Vamos por aquí, corre!
Nayru agarró del brazo a Fémur y sin miramientos se la llevó a rastras, callejeando a la carrera como si le fuese la vida en ello. Probablemente fuera así. Se moriría de la vergüenza y la rabia como su compañera averiguase lo que pasaba.
-Tenemos que parar esto de ir tirando la una de la otra, Nay, no es divertido si nadie gime. -la miraba con atención, achinando los ojos.
-Claro -contestó distraída-. Mira, quiero entrar ahí.
-Menuda horterada. No merece la...
-¡Quiero entrar!
La tienda a la que se dirigieron era una jaima grande de telas rojas con brocados dorados, a todas luces lujosa, que holgadamente podía albergar el taller del artesano y unas pocas personas dentro. Cuando las vampiresas entraron lo primero que sintieron fue el calor de las estufas arcanas a media potencia, caldeando sin pausa el ambiente del interior. Era agradable estar ahí. Nayru respiró hondo, casi con placer, paladeando el ambiente limpio de los olores agresivos que usualmente poblaban el mundo: a sudor y orín, a materiales y químicos, a sangre y ganado hacinado... Olía a personas sin exceso, un poco a metal, un poco a tela caliente y cuero. No tenía ni idea de lo que vendían allí pero pensaba darse una vuelta.
El interior de la jaima estaba muy bien ordenada, todos los productos con sus respectivos letreros y en sus estanterías. La alfombra se extendía mullida hacia una zona de espera donde se habían dispuesto cojines, ya había alguien aguardando su pedido. Varias personas pululaban de un lado a otro, curioseando igual que ella. Fémur la seguía como una sombra muda, los ojos pegados a su espalda con el ceño fruncido.
La mujer se acercó al mostrador, agarrando el recetario.
-Oooooh. Qué interesante. Mira Fem, ¿qué te parecen estas Botas de Orwandil?
-Hm. Heh. Yo conocía a un tipo que podía hacer eso, caminar sobre el agua. Yisus, se llamaba, no Orwandil, no sé quién es ese. Era vinatero, el hijoputa siempre cosechaba los mejores caldos. Una pena que lo captara aquella secta religiosa, no acabó nada bien.
-Pues me las quedo. Mmh, ¿quién está al...? -buscó con la mirada al dueño de la jaima tras el mostrador. Tuvo que alzar mucho, mucho la cabeza para poder mirarle a los ojos. Maldición, aquel tío era tan injustamente alto. Y grande. Y peludo. Aunque sus orejitas puntiagudas eran lindas.- Ya, hmm, bueno, me interesa mucho tu conjuro de las botas de Orwil. Tengo mis botas aquí... -comentó, con la cabeza muy hacia atrás. Dio un respingo cuando la pelirroja silbó y suspiró, resignada.
-Eres un perro muy grande, tío. ¿Todo en ti viene en proporción? -preguntó, apoyando sus redondos pechos sobre el mostrador al inclinarse; alzó las cejas sin perder de vista los ojos dorados, preguntándose si su intuición sería acertada. A veces era divertido.
-No la conozco de nada, gracias.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Reivy... lagarta. Estás hasta en la sopa de tortuga. (?)
Y pues eso, vine a comprarle a Asher Daregan un conjuro chulo para mis botas chulas: Botas de Orwandil !!
Mientras espero iré a por el token de Hartem ~
Ahora le tocaba a ella ir buscando cosas interesantes en la feria de invierno, circulando entre los caminos improvisados, esquivando gente y parándose de vez en cuando en los puestos de interés. Fémur se dejaba llevar sin oposición, haciéndole ojitos a cualquiera que la mirara.
-¿Estás segura de que quieres elegir tú la próxima tienda? La anterior fue una estafa total. Mira, si giras aquí a la derecha, me han dicho que encontraremos el taller de...
-No voy a comprarte esa lanza que gime a gritos cada vez que golpeas a alguien. Pervertida.
La risa de la pelirroja se expandió cantarina por el frío aire nocturno de Beltrexus.
-Si vas a seguir llamándome pervertida hazlo con razón. -comentó, haciendo pucheritos al mismo tiempo que envolvía a la vampiresa por la espalda en un gran abrazo, pegándola a su cuerpo de suaves formas.
Nayru abrió la boca dispuesta a decir algunas cosas cuando el más ligero de los aromas se enredó en su nariz. Era un olor que conocía muy bien. Lo buscó con repentina desesperación, sintiendo cómo su sed despertaba perezosa ante la posibilidad de algo delicioso. El brillo de unos ojos azules encontró su mirada. Ahí estaba, tras el mostrador de su tienda de maderas. Y el pánico fue como una descarga eléctrica que le recorriese la columna.
-¡Aquí! -exclamó precipitadamente- ¡Vamos por aquí, corre!
Nayru agarró del brazo a Fémur y sin miramientos se la llevó a rastras, callejeando a la carrera como si le fuese la vida en ello. Probablemente fuera así. Se moriría de la vergüenza y la rabia como su compañera averiguase lo que pasaba.
-Tenemos que parar esto de ir tirando la una de la otra, Nay, no es divertido si nadie gime. -la miraba con atención, achinando los ojos.
-Claro -contestó distraída-. Mira, quiero entrar ahí.
-Menuda horterada. No merece la...
-¡Quiero entrar!
La tienda a la que se dirigieron era una jaima grande de telas rojas con brocados dorados, a todas luces lujosa, que holgadamente podía albergar el taller del artesano y unas pocas personas dentro. Cuando las vampiresas entraron lo primero que sintieron fue el calor de las estufas arcanas a media potencia, caldeando sin pausa el ambiente del interior. Era agradable estar ahí. Nayru respiró hondo, casi con placer, paladeando el ambiente limpio de los olores agresivos que usualmente poblaban el mundo: a sudor y orín, a materiales y químicos, a sangre y ganado hacinado... Olía a personas sin exceso, un poco a metal, un poco a tela caliente y cuero. No tenía ni idea de lo que vendían allí pero pensaba darse una vuelta.
El interior de la jaima estaba muy bien ordenada, todos los productos con sus respectivos letreros y en sus estanterías. La alfombra se extendía mullida hacia una zona de espera donde se habían dispuesto cojines, ya había alguien aguardando su pedido. Varias personas pululaban de un lado a otro, curioseando igual que ella. Fémur la seguía como una sombra muda, los ojos pegados a su espalda con el ceño fruncido.
La mujer se acercó al mostrador, agarrando el recetario.
-Oooooh. Qué interesante. Mira Fem, ¿qué te parecen estas Botas de Orwandil?
-Hm. Heh. Yo conocía a un tipo que podía hacer eso, caminar sobre el agua. Yisus, se llamaba, no Orwandil, no sé quién es ese. Era vinatero, el hijoputa siempre cosechaba los mejores caldos. Una pena que lo captara aquella secta religiosa, no acabó nada bien.
-Pues me las quedo. Mmh, ¿quién está al...? -buscó con la mirada al dueño de la jaima tras el mostrador. Tuvo que alzar mucho, mucho la cabeza para poder mirarle a los ojos. Maldición, aquel tío era tan injustamente alto. Y grande. Y peludo. Aunque sus orejitas puntiagudas eran lindas.- Ya, hmm, bueno, me interesa mucho tu conjuro de las botas de Orwil. Tengo mis botas aquí... -comentó, con la cabeza muy hacia atrás. Dio un respingo cuando la pelirroja silbó y suspiró, resignada.
-Eres un perro muy grande, tío. ¿Todo en ti viene en proporción? -preguntó, apoyando sus redondos pechos sobre el mostrador al inclinarse; alzó las cejas sin perder de vista los ojos dorados, preguntándose si su intuición sería acertada. A veces era divertido.
-No la conozco de nada, gracias.
Reivy... lagarta. Estás hasta en la sopa de tortuga. (?)
Y pues eso, vine a comprarle a Asher Daregan un conjuro chulo para mis botas chulas: Botas de Orwandil !!
Mientras espero iré a por el token de Hartem ~
Nayru
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Utilicé mis últimos aeros en una de las últimas casetas de la ciudad. Pertenecía a una familia de hombres bestias: papá oso, mamá oso, chica adolescente osa que me guiñaba el ojo de forma indecorosa y pequeño niño oso cuya principal afición era incordiar a los adultos, preferiblemente, a los potenciales clientes. Mamá osa y papá oso decidieron abandonar la ciudad. Niño oso tuvo encontronazo con un dirigente, lo que le costó a papa oso dos bolsas de aeros por las molestias causadas y una adicional que le diera transporte urgente hacia la península. Esas fueron las explicaciones que la familia quiso darme. En el momento que los encontré, chica osa recogía las alfombras del suelo y papá oso destrozaba a puñetazo las mesas que habían servido como escaparate para los clientes. Aquel viaje de negocios que debió haber servido para impulsar el comercio con otras ciudades resultó en la ruina total de la familia.
—No se moleste — me dirigí a mamá osa, mucho más razonable —. Deje esa caja ahí.
— ¿Disculpe? — razonable, pero con un acento salvaje poco incomprensible.
—Le doy una bolsa de aeros por el puesto. No tendrán que recoger las vigas de madera y su madera no se clavará una astilla la próxima vez que vuelva a partir un tablón de madera.
—¿Quién es, mami? — niño oso tirando del faldón de mamá osa.
—Verá — insistí — llegué tarde el día que repartieron las localizaciones del mercado y, como verá, necesito un puesto para poder trabajar — señalé con la cabeza las recetas que había adquirido —. Ustedes necesitan desprenderos del equipaje, por así decirlo. Pueden entregármelo. No creo que lo vayan a necesitar.
—No sé qué decirle…
—Puedo trabajar con el brujo— dijo chica osa y, acto seguido, hizo un gesto obsceno con la lengua. Tenía menos tacto que un oso.
—Dile que sí, mujer. No pienso cargar con estas maderas hasta Verisar. ¡Qué se las quede él! — papá oso al rescate — Y que se quede con Grosa. A la niña le ha gustado. ¿Cuánto pagas por una ayudante? ¡Lo que sea! — no me dio tiempo a responder — La niña está en edad de librarse un oficio.
Mamá osa, papá oso y niño oso desaparecieron entre el bullicio del mercado cargado con dos maletas cada uno. Me quede solo con la chica osa, Grosa. Era una chica muy trabajadora, había que admitirlo. Entre los dos, tardamos unos pocos minutos en convertir el destrozo de papá oso en una réplica en miniatura de mi laboratorio. Grosa fue una muy buena ayuda. Conocía cada tienda del mercado. Si necesitaba un ingrediente para alguna poción, por extraño que este fuera, la osa me lo conseguía. No sé cómo lo hacía. Tenía un don para encontrar ingredientes raros y otro don para realizar tareas que requiriesen un considerable esfuerzo físico.
Offrol: Monto mi taller No tengo muchas recetas, pero vamos allá. ¡Ofertón del día!
Principiante
Medicina Multipropósito: [Elixir, Consumible] Analgésico, antiséptico, antibiótico y desinfectante todo en uno en base a hierbas. Puede ayudar con varias enfermedades. Se fabrican 3 por el costo de producción.
- Creación: 30 Aeros.
- Compra: 50 Aeros.
Avanzado
Pesadilla Embotellada: [Veneno, Limitado, 1 Uso] Líquido grisáceo oscuro que parece gas atrapado. Al contacto con el aire se levanta una nube negra, que al ser aspirada causará alucinaciones de los temores más profundos de la persona por un turno.
- Creación: 100 Aeros.
- Compra: 150 Aeros.
Elixir de Frigg: [Elixir, Limitado, 1 Uso] Entras en un estado de conciencia alterada. Durante hasta 5 minutos, una parte de tu Éter deja tu cuerpo y se mueve como una nube visible. No puede atravesar objetos sólidos, pero sí apretarse a través de rendijas. Puedes ver y oír a través de ella, pero pierdes los sentidos de tu cuerpo. Tras despertar, estarás somnoliento hasta tu siguiente turno.
- Creación: 100 Aeros.
- Compra: 150 Aeros.
—No se moleste — me dirigí a mamá osa, mucho más razonable —. Deje esa caja ahí.
— ¿Disculpe? — razonable, pero con un acento salvaje poco incomprensible.
—Le doy una bolsa de aeros por el puesto. No tendrán que recoger las vigas de madera y su madera no se clavará una astilla la próxima vez que vuelva a partir un tablón de madera.
—¿Quién es, mami? — niño oso tirando del faldón de mamá osa.
—Verá — insistí — llegué tarde el día que repartieron las localizaciones del mercado y, como verá, necesito un puesto para poder trabajar — señalé con la cabeza las recetas que había adquirido —. Ustedes necesitan desprenderos del equipaje, por así decirlo. Pueden entregármelo. No creo que lo vayan a necesitar.
—No sé qué decirle…
—Puedo trabajar con el brujo— dijo chica osa y, acto seguido, hizo un gesto obsceno con la lengua. Tenía menos tacto que un oso.
—Dile que sí, mujer. No pienso cargar con estas maderas hasta Verisar. ¡Qué se las quede él! — papá oso al rescate — Y que se quede con Grosa. A la niña le ha gustado. ¿Cuánto pagas por una ayudante? ¡Lo que sea! — no me dio tiempo a responder — La niña está en edad de librarse un oficio.
Mamá osa, papá oso y niño oso desaparecieron entre el bullicio del mercado cargado con dos maletas cada uno. Me quede solo con la chica osa, Grosa. Era una chica muy trabajadora, había que admitirlo. Entre los dos, tardamos unos pocos minutos en convertir el destrozo de papá oso en una réplica en miniatura de mi laboratorio. Grosa fue una muy buena ayuda. Conocía cada tienda del mercado. Si necesitaba un ingrediente para alguna poción, por extraño que este fuera, la osa me lo conseguía. No sé cómo lo hacía. Tenía un don para encontrar ingredientes raros y otro don para realizar tareas que requiriesen un considerable esfuerzo físico.
Offrol: Monto mi taller No tengo muchas recetas, pero vamos allá. ¡Ofertón del día!
Principiante
Medicina Multipropósito: [Elixir, Consumible] Analgésico, antiséptico, antibiótico y desinfectante todo en uno en base a hierbas. Puede ayudar con varias enfermedades. Se fabrican 3 por el costo de producción.
- Creación: 30 Aeros.
- Compra: 50 Aeros.
Avanzado
Pesadilla Embotellada: [Veneno, Limitado, 1 Uso] Líquido grisáceo oscuro que parece gas atrapado. Al contacto con el aire se levanta una nube negra, que al ser aspirada causará alucinaciones de los temores más profundos de la persona por un turno.
- Creación: 100 Aeros.
- Compra: 150 Aeros.
Elixir de Frigg: [Elixir, Limitado, 1 Uso] Entras en un estado de conciencia alterada. Durante hasta 5 minutos, una parte de tu Éter deja tu cuerpo y se mueve como una nube visible. No puede atravesar objetos sólidos, pero sí apretarse a través de rendijas. Puedes ver y oír a través de ella, pero pierdes los sentidos de tu cuerpo. Tras despertar, estarás somnoliento hasta tu siguiente turno.
- Creación: 100 Aeros.
- Compra: 150 Aeros.
Gerrit Nephgerd
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Valyria decidio dar una vuelta durante uno de sus descanso, para examinar la competencia. Pero siendo en su mayoría brujos, parecían favorecer la alquimia y los arcanos, así que competencia lo que era competencia, no había tanta como una podía esperar. Asi que se dedico a curiosear, a mirar encantamientos, pociones, debatiéndose sobre si debía comprar algo.
Finalmente se decidió por un pequeño puesto, algo más humilde que esos edificios tan lujosos, puesto que parecía haber sido construido expresamente paras la feria, por algún extranjero como ella seguramente, lucia hecho un poco con prisas, así que dudaba que fuera a ser un puesto habitual. Eso lo haría más barato, ¿cierto? O eso se decía. Es decir, había escogido este puesto sin siquiera mirar la lista de productos para apoyar a los pequeños artesanos. Absolutamente no porque allí había la mujer oso de aspecto más suave y esponjoso que jamás hubiera visto.
Valyria estaba fingiendo que leía la lista de productos mientras pensaba si sería adecuado preguntarle si quería acariciarla, o con que se lavaba el pelaje, cuando la osa la vio. Seguramente porque llevaba mucho tiempo allí plantada ante el cartelito. Seguro que estaba a segundos de preguntarle si sabia leer. Seguida de alguna bromita sobre elfos por la que alguien acabaría, sin duda, estrangulado.
Así que tuvo que improvisar, no sin antes tomar un largo suspiro, y escoger una poción que con un nombre razonablemente útil, aunque no supiera muy bien lo que se suponía que hacía. –Si..huh…querría…como se llama…esta, una poción de estoicismo. Gracias.-
_________
Le compro a Gerrit una poción de estoicismo. Y me agencio el token para hacer un bingo.
Finalmente se decidió por un pequeño puesto, algo más humilde que esos edificios tan lujosos, puesto que parecía haber sido construido expresamente paras la feria, por algún extranjero como ella seguramente, lucia hecho un poco con prisas, así que dudaba que fuera a ser un puesto habitual. Eso lo haría más barato, ¿cierto? O eso se decía. Es decir, había escogido este puesto sin siquiera mirar la lista de productos para apoyar a los pequeños artesanos. Absolutamente no porque allí había la mujer oso de aspecto más suave y esponjoso que jamás hubiera visto.
Valyria estaba fingiendo que leía la lista de productos mientras pensaba si sería adecuado preguntarle si quería acariciarla, o con que se lavaba el pelaje, cuando la osa la vio. Seguramente porque llevaba mucho tiempo allí plantada ante el cartelito. Seguro que estaba a segundos de preguntarle si sabia leer. Seguida de alguna bromita sobre elfos por la que alguien acabaría, sin duda, estrangulado.
Así que tuvo que improvisar, no sin antes tomar un largo suspiro, y escoger una poción que con un nombre razonablemente útil, aunque no supiera muy bien lo que se suponía que hacía. –Si..huh…querría…como se llama…esta, una poción de estoicismo. Gracias.-
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Le compro a Gerrit una poción de estoicismo. Y me agencio el token para hacer un bingo.
Valyria
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Al cabo de un momento, los muchachos volvían a estar concentrados en las varillas, tratando de hacer fallar a sus compañeros. Ninguno tenía aún la capacidad de percibir con claridad dónde concentraban su éter los demás, así que resultaba sencillo, simplemente, mover uno de los palillos al azar. Algo que sólo tenía algún sentido práctico cuando el que intentaba sacar el palo estaba sacando uno que estuviera cerca.
De ese modo, las acusaciones de “¡trampa!” no tardaron en reaparecer, aunque resultaban más jocosas que antes. Ciertamente, los niños parecían más entretenidos con la idea e averiguar quién de sus compañeros era el que había hecho las trampas, que intentando hacerse con más varas que el resto. Dando su trabajo ahí por concluido, Valeria se alejó discretamente, dejándolos a su aire.
Cuando llegó al lugar que había reservado para la feria, Libnik ya casi había terminado con los preparativos. El dnomo llevaba ya un tiempo con ella y había aprendido en seguida cómo trabajaba la bruja. Sabía a qué altura debía ir el banco donde se sentaba a realizar las inscripciones para que no tuviera que encorvarse demasiado. También sabía que el hornillo debía ir en una zona sin corrientes, pero bien ventilado, para que no se acumulasen los vapores nocivos.
Así, había dispuesto, en un tenderete cuadrangular, unos tapices que bloqueaban el viento de uno de los cuatro flancos y de medio flanco adyacente. Allí se harían las decocciones y las mezclas. El mostrador de la otra mitad del flanco medio cubierto, funcionaría a modo de mesa de trabajo para los encantamientos arcanos y Libnik había colocado un banco alargado por el que Valeria podría pasar de una sección a la otra casi sin tener que levantarse.
Los mostradores que quedaban libres, contenían en la parte interior varias baldas con los ingredientes y utensilios que la bruja creía que necesitaría aquella jornada; mientras que, en el exterior, había desplegado las listas de precios y servicios disponibles. En lo alto, un colorido toldo les proveería a ambos de la sombra adecuada.
—Has hecho un buen trabajo, Libnik —dijo Valeria con voz suave—. Gracias.
El dnomo arrugó la cara para sonreír y abrió una arqueta en la que la bruja solía guardar sus utensilios. Mientras él los ordenaba, ella sacó su libro de recetas, encendió el hornillo y desplegó algunos ingredientes por la mesa de trabajo. Había pensado que, tal vez, si fabricaba un par de pociones sencillas, podría usarlas como demostración. También le servirían para matar el aburrimiento; con tantos alquimistas por los alrededores, las probabilidades de que alguien aterrizara precisamente en su puesto eran más bien escasas.
----------
OFF: Abro taller de Alquimia y Arcanos. Dispongo de todas las recetas del mercado de nivel Principiante y Avanzado, en ambos casos. Precios base (negociables): Objetos/Encantamientos de nivel Prinicipiante: 40 aeros; Objetos/Encantamientos de nivel Avanzado: 90 aeros; Técnicas (si es que a alguien le interesan): 25 aeros (sólo dispongo de un kit de cada profesión, así que sólo podré realizar dos técnicas de cada en este tema).
De ese modo, las acusaciones de “¡trampa!” no tardaron en reaparecer, aunque resultaban más jocosas que antes. Ciertamente, los niños parecían más entretenidos con la idea e averiguar quién de sus compañeros era el que había hecho las trampas, que intentando hacerse con más varas que el resto. Dando su trabajo ahí por concluido, Valeria se alejó discretamente, dejándolos a su aire.
Cuando llegó al lugar que había reservado para la feria, Libnik ya casi había terminado con los preparativos. El dnomo llevaba ya un tiempo con ella y había aprendido en seguida cómo trabajaba la bruja. Sabía a qué altura debía ir el banco donde se sentaba a realizar las inscripciones para que no tuviera que encorvarse demasiado. También sabía que el hornillo debía ir en una zona sin corrientes, pero bien ventilado, para que no se acumulasen los vapores nocivos.
Así, había dispuesto, en un tenderete cuadrangular, unos tapices que bloqueaban el viento de uno de los cuatro flancos y de medio flanco adyacente. Allí se harían las decocciones y las mezclas. El mostrador de la otra mitad del flanco medio cubierto, funcionaría a modo de mesa de trabajo para los encantamientos arcanos y Libnik había colocado un banco alargado por el que Valeria podría pasar de una sección a la otra casi sin tener que levantarse.
Los mostradores que quedaban libres, contenían en la parte interior varias baldas con los ingredientes y utensilios que la bruja creía que necesitaría aquella jornada; mientras que, en el exterior, había desplegado las listas de precios y servicios disponibles. En lo alto, un colorido toldo les proveería a ambos de la sombra adecuada.
—Has hecho un buen trabajo, Libnik —dijo Valeria con voz suave—. Gracias.
El dnomo arrugó la cara para sonreír y abrió una arqueta en la que la bruja solía guardar sus utensilios. Mientras él los ordenaba, ella sacó su libro de recetas, encendió el hornillo y desplegó algunos ingredientes por la mesa de trabajo. Había pensado que, tal vez, si fabricaba un par de pociones sencillas, podría usarlas como demostración. También le servirían para matar el aburrimiento; con tantos alquimistas por los alrededores, las probabilidades de que alguien aterrizara precisamente en su puesto eran más bien escasas.
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OFF: Abro taller de Alquimia y Arcanos. Dispongo de todas las recetas del mercado de nivel Principiante y Avanzado, en ambos casos. Precios base (negociables): Objetos/Encantamientos de nivel Prinicipiante: 40 aeros; Objetos/Encantamientos de nivel Avanzado: 90 aeros; Técnicas (si es que a alguien le interesan): 25 aeros (sólo dispongo de un kit de cada profesión, así que sólo podré realizar dos técnicas de cada en este tema).
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
No tardó en llegar el primer cliente.
Un hombre de aspecto robusto y mirada afable; uno que además hizo gala de una educación intachable en la breve petición que se encargó de hacer. Debido a esto, en primera instancia, Eltrant supuso que se trataba de algún noble atraído por la actividad del lugar.
El porte y el metal que cubría su cuerpo, no obstante, indicaban otra cosa.
Un Bio-cibernético, probablemente.
- ¡Bienvenido! – Fue lo que dijo Lyn en primer lugar, levantándose de su asiento. - ¡Herrería Luna Invernal! – Añadió con una efusividad un tanto desproporcionada según extendía ambos brazos. - ¡Dónde tus sueños se hacen realidad! – Agregó en el mismo tono de voz. – Sueños que pueden estar relacionados con el humo que sale de la forja. Por favor, no lo respires. – dijo al final cruzándose de brazos, asintiendo para sí.
- Tenemos que hablar de cómo das la bienvenida a los clientes. – Musitó Eltrant entre dientes, en la voz más baja posible, al mismo tiempo que imitaba a su compañera y se levantaba a aceptar lo que le mostraba el recién llegado.
Unos guanteletes. Pesados, ideales para atacar con ellos o defenderse. Estaban bien confeccionados, era visible que el herrero que los había forjado en su momento era bueno.
Por supuesto, por muy bueno que fuese el resultado el tiempo pasaba igualmente para todos los objetos.
– Buen material. – dijo al examinar los guanteletes que el cliente le había pedido forjar de nuevo. – Me aseguraré de no cambiarlos demasiado. – Le explicó, dándole por entendido al hombre que había aceptado el pedido. – Solo devolverlos a cómo eran antes. – dijo, indicándole a su cliente que se sentase.
Reforjar un objeto era más complicado que hacerlo de cero.
¿Reemplazaba las piezas rotas por nuevas? ¿Eso no sería básicamente sustituir el guantelete?
Dejando asuntos filosóficos que se le escapaban a un lado, si quería reparar aquel material tendría que, en primer lugar, sellar las grietas y las imperfecciones que se habían ganado los guanteletes con el uso.
Por eso lo primero que hizo fue calentarlos lo suficiente como para reblandecerlos un poco, momento en el que comenzó el trabajo.
No le resultó precisamente fácil el mantener el estilo del guantelete intacto, pero usando una mezcla de una aleación propia con la base que ya tenía frente a él, consiguió un trabajo que cualquiera podría considerar al menos “adecuado”.
Aunque, por supuesto, no era suficiente para él.
No llevaba tanto tiempo en la forja para no atreverse a probar cosas nuevas.
Tras haber pulido las imperfecciones y quitado las impurezas que el tiempo había ocasionado en el metal, se aseguró de cubrirlo con un aceite que borraría los arañazos más superficiales que Eltrant no se había molestado en quitar con el metal.
Finalmente se encargó de acolchar un poco el interior con largas piezas de cuero; facilitando de esta forma su uso. Aunque dudaba que un hombre con los brazos de metal lo necesitase realmente.
Pero era un detalle que los demás herreros solían obviar y que a él le gustaba incluir.
- El color ha quedado algo más oscuro que el que tenía en un principio. – Le dijo, devolviéndole los guanteletes. – Pero debería ser lo que quieres. – Aseguró a su cliente. - ¿Necesitas algo más? Aún estoy a tiempo de cambiar algo si no te gusta. – Preguntó, según escribía en el libro que descansaba en el mostrador la transacción que acababa de realizar.
Asher fue el siguiente en llegar.
- ¡Asher! – Saludo Eltrant de vuelta, levantándose de su asiento.
- ¡Hola Asher! – dijo Lyn bostezando. – ¿Juegas a las cartas? No viene mucha gente por aquí. – Indicó dejando la baraja frente al recién llegado.
No le sorprendió demasiado el ver al lobo allí, después de todo era probablemente el Arcanista más capaz que él conocía personalmente. Aquel tipo de eventos eran las oportunidades ideales para que el Nómada se hiciese conocer aún más entre la multitud.
- Más o menos… - dijo Eltrant a la pregunta de Asher, atusándose la barba. – He estado probando con varias joyas últimamente. Creo que ya me salen bien. – dijo tras meditarlo unos instantes, más seguro de sí mismo.
La petición de Asher le sorprendió un poco, pero trato de hacer ningún comentario al respecto, sobre todo por el extraño misticismo con el que hizo la petición y lo avergonzado que parecía por ello.
- Te tendré algo listo en un rato. – Le dijo tomándolo del brazo y zarandeándolo un poco. – No te preocupes, voy a ponerle todo mi empeño. – Le aseguró enseguida, asintiendo también a la siguiente petición del yelmo, esta de forma algo más rápida.
Tomo las medidas rápidamente y se puso a trabajar
El casco fue “sencillo”.
Se aseguró de hacer la base de un yelmo normal, ligeramente más grande de lo normal y con un poco de espacio extra para las orejas. El visor del yelmo, no obstante, sí que lo tuvo que hacer aparte.
Básicamente, se encargó de imitar el hocico del lobo al forjarla.
No podía ser de otra forma, algo menos laborioso sería muy incómodo y si lo quería resistente sería, probablemente, por que planeaba dar cabezazos a las cosas con él o recibir impactos en mitad de la cara.
Y fuese como fuese, la idea de aquel yelmo era justamente que no se rompiese la nariz con el primer golpe que recibiese.
Cuando tuvo el yelmo terminado comenzó a hacer las joyas.
Eran importantes y, por eso mismo, tenía que tratarlas como una prioridad.
- Lyn. – dijo girándose hacia la vampiresa, que había comenzado a hacer, como de costumbre, una torre con las cartas. – Pásame la plata y el oro que tengo reservado para las piezas con encantamientos. – La vampiresa, asintiendo, tomó la pequeña cajita que Eltrant guardaba al fondo de un baúl y se la puso delante.
- Estabas a la misma distancia que yo. – dijo entrecerrando los ojos, volviendo a su torre.
- Sí, sí… – Respondió, sonriendo.
Fundir primero la plata y luego el oro.
No tenía demasiado, así que no tardó demasiado en mezclarse en un líquido plateado, ligeramente amarillento en algunas partes. Tras verter el líquido en dos moldes que había preparado siguiendo las medidas que les había dado Asher los enfrió y los extrajo rápidamente.
Ahora que tenía la base de los anillos, solo quedaba pulirlos y darles detalles.
Asher no quería joyas y había afirmado no necesitar engravados elaborados, pero eso no quería decir que Eltrant no fuese a esforzarse lo máximo posible en hacerlo bien.
Tras pulir el metal hasta que quedó suave y lisa, justo lo que se esperaba de un par de anillos. Tomó un minúsculo cincel y, siguiendo las indicaciones de la receta que acababa de adquirir, grabó las runas en el interior de ambos anillos con mucho cuidado.
Hecho aquello, limpió la parte que acababa de cincelar de las pequeñas virutas de plata, y rellenó el grabado con una minúscula cantidad de tinta dorada que acumuló en la punta de dicho cincel, haciéndolo contrastar con el plateado que le rodeaba.
Finalmente, los últimos detalles que añadió fueron dos grabados; uno por anillo.
- Lyn. ¿Dónde has puesto…? – Se detuvo antes de terminar la pregunta, pues no tardó en localizarla hoja que había estado buscando. – Nada, sigue con… - Alzó la mirada para ver que la mujer seguía con la torre y, sin añadir nada, continuó trabajando.
El símbolo del Guía del Lobo para el anillo de Asher, y el del Gato para el anillo de Syl. O podía ser incluso, al contrario, el significado era el mismo en el caso de la pareja.
- Voy al taller de Asher. – dijo a Lyn tomando la capa, como le había dicho Asher antes. – Vigila el puesto. – Le pidió una vez más.
- Ash’Bali árbol Menaensalada Vala. – Respondió Lyn asintiendo solemnemente, colocándose en el lugar del mostrador en el que había estado Eltrant antes.
Minutos más tarde Eltrant se encontró en el taller de Asher, depositando los pedidos en el mostrador del mismo.
Había alguna gente, así que esperó a que el lobo acabase antes de decir nada.
Cobro a Prometeo: 90 Aeros por los Guanteletes
Cobro a Asher: 60 Aeros por el casco. // Los anillos son regalo de boda (?)
En este post le entrego a Asher la capa en su taller.
Un hombre de aspecto robusto y mirada afable; uno que además hizo gala de una educación intachable en la breve petición que se encargó de hacer. Debido a esto, en primera instancia, Eltrant supuso que se trataba de algún noble atraído por la actividad del lugar.
El porte y el metal que cubría su cuerpo, no obstante, indicaban otra cosa.
Un Bio-cibernético, probablemente.
- ¡Bienvenido! – Fue lo que dijo Lyn en primer lugar, levantándose de su asiento. - ¡Herrería Luna Invernal! – Añadió con una efusividad un tanto desproporcionada según extendía ambos brazos. - ¡Dónde tus sueños se hacen realidad! – Agregó en el mismo tono de voz. – Sueños que pueden estar relacionados con el humo que sale de la forja. Por favor, no lo respires. – dijo al final cruzándose de brazos, asintiendo para sí.
- Tenemos que hablar de cómo das la bienvenida a los clientes. – Musitó Eltrant entre dientes, en la voz más baja posible, al mismo tiempo que imitaba a su compañera y se levantaba a aceptar lo que le mostraba el recién llegado.
Unos guanteletes. Pesados, ideales para atacar con ellos o defenderse. Estaban bien confeccionados, era visible que el herrero que los había forjado en su momento era bueno.
Por supuesto, por muy bueno que fuese el resultado el tiempo pasaba igualmente para todos los objetos.
– Buen material. – dijo al examinar los guanteletes que el cliente le había pedido forjar de nuevo. – Me aseguraré de no cambiarlos demasiado. – Le explicó, dándole por entendido al hombre que había aceptado el pedido. – Solo devolverlos a cómo eran antes. – dijo, indicándole a su cliente que se sentase.
Reforjar un objeto era más complicado que hacerlo de cero.
¿Reemplazaba las piezas rotas por nuevas? ¿Eso no sería básicamente sustituir el guantelete?
Dejando asuntos filosóficos que se le escapaban a un lado, si quería reparar aquel material tendría que, en primer lugar, sellar las grietas y las imperfecciones que se habían ganado los guanteletes con el uso.
Por eso lo primero que hizo fue calentarlos lo suficiente como para reblandecerlos un poco, momento en el que comenzó el trabajo.
No le resultó precisamente fácil el mantener el estilo del guantelete intacto, pero usando una mezcla de una aleación propia con la base que ya tenía frente a él, consiguió un trabajo que cualquiera podría considerar al menos “adecuado”.
Aunque, por supuesto, no era suficiente para él.
No llevaba tanto tiempo en la forja para no atreverse a probar cosas nuevas.
Tras haber pulido las imperfecciones y quitado las impurezas que el tiempo había ocasionado en el metal, se aseguró de cubrirlo con un aceite que borraría los arañazos más superficiales que Eltrant no se había molestado en quitar con el metal.
Finalmente se encargó de acolchar un poco el interior con largas piezas de cuero; facilitando de esta forma su uso. Aunque dudaba que un hombre con los brazos de metal lo necesitase realmente.
Pero era un detalle que los demás herreros solían obviar y que a él le gustaba incluir.
- El color ha quedado algo más oscuro que el que tenía en un principio. – Le dijo, devolviéndole los guanteletes. – Pero debería ser lo que quieres. – Aseguró a su cliente. - ¿Necesitas algo más? Aún estoy a tiempo de cambiar algo si no te gusta. – Preguntó, según escribía en el libro que descansaba en el mostrador la transacción que acababa de realizar.
[…]
Asher fue el siguiente en llegar.
- ¡Asher! – Saludo Eltrant de vuelta, levantándose de su asiento.
- ¡Hola Asher! – dijo Lyn bostezando. – ¿Juegas a las cartas? No viene mucha gente por aquí. – Indicó dejando la baraja frente al recién llegado.
No le sorprendió demasiado el ver al lobo allí, después de todo era probablemente el Arcanista más capaz que él conocía personalmente. Aquel tipo de eventos eran las oportunidades ideales para que el Nómada se hiciese conocer aún más entre la multitud.
- Más o menos… - dijo Eltrant a la pregunta de Asher, atusándose la barba. – He estado probando con varias joyas últimamente. Creo que ya me salen bien. – dijo tras meditarlo unos instantes, más seguro de sí mismo.
La petición de Asher le sorprendió un poco, pero trato de hacer ningún comentario al respecto, sobre todo por el extraño misticismo con el que hizo la petición y lo avergonzado que parecía por ello.
- Te tendré algo listo en un rato. – Le dijo tomándolo del brazo y zarandeándolo un poco. – No te preocupes, voy a ponerle todo mi empeño. – Le aseguró enseguida, asintiendo también a la siguiente petición del yelmo, esta de forma algo más rápida.
Tomo las medidas rápidamente y se puso a trabajar
El casco fue “sencillo”.
Se aseguró de hacer la base de un yelmo normal, ligeramente más grande de lo normal y con un poco de espacio extra para las orejas. El visor del yelmo, no obstante, sí que lo tuvo que hacer aparte.
Básicamente, se encargó de imitar el hocico del lobo al forjarla.
No podía ser de otra forma, algo menos laborioso sería muy incómodo y si lo quería resistente sería, probablemente, por que planeaba dar cabezazos a las cosas con él o recibir impactos en mitad de la cara.
Y fuese como fuese, la idea de aquel yelmo era justamente que no se rompiese la nariz con el primer golpe que recibiese.
Cuando tuvo el yelmo terminado comenzó a hacer las joyas.
Eran importantes y, por eso mismo, tenía que tratarlas como una prioridad.
- Lyn. – dijo girándose hacia la vampiresa, que había comenzado a hacer, como de costumbre, una torre con las cartas. – Pásame la plata y el oro que tengo reservado para las piezas con encantamientos. – La vampiresa, asintiendo, tomó la pequeña cajita que Eltrant guardaba al fondo de un baúl y se la puso delante.
- Estabas a la misma distancia que yo. – dijo entrecerrando los ojos, volviendo a su torre.
- Sí, sí… – Respondió, sonriendo.
Fundir primero la plata y luego el oro.
No tenía demasiado, así que no tardó demasiado en mezclarse en un líquido plateado, ligeramente amarillento en algunas partes. Tras verter el líquido en dos moldes que había preparado siguiendo las medidas que les había dado Asher los enfrió y los extrajo rápidamente.
Ahora que tenía la base de los anillos, solo quedaba pulirlos y darles detalles.
Asher no quería joyas y había afirmado no necesitar engravados elaborados, pero eso no quería decir que Eltrant no fuese a esforzarse lo máximo posible en hacerlo bien.
Tras pulir el metal hasta que quedó suave y lisa, justo lo que se esperaba de un par de anillos. Tomó un minúsculo cincel y, siguiendo las indicaciones de la receta que acababa de adquirir, grabó las runas en el interior de ambos anillos con mucho cuidado.
Hecho aquello, limpió la parte que acababa de cincelar de las pequeñas virutas de plata, y rellenó el grabado con una minúscula cantidad de tinta dorada que acumuló en la punta de dicho cincel, haciéndolo contrastar con el plateado que le rodeaba.
Finalmente, los últimos detalles que añadió fueron dos grabados; uno por anillo.
- Lyn. ¿Dónde has puesto…? – Se detuvo antes de terminar la pregunta, pues no tardó en localizarla hoja que había estado buscando. – Nada, sigue con… - Alzó la mirada para ver que la mujer seguía con la torre y, sin añadir nada, continuó trabajando.
El símbolo del Guía del Lobo para el anillo de Asher, y el del Gato para el anillo de Syl. O podía ser incluso, al contrario, el significado era el mismo en el caso de la pareja.
- Voy al taller de Asher. – dijo a Lyn tomando la capa, como le había dicho Asher antes. – Vigila el puesto. – Le pidió una vez más.
- Ash’Bali árbol Menaensalada Vala. – Respondió Lyn asintiendo solemnemente, colocándose en el lugar del mostrador en el que había estado Eltrant antes.
Minutos más tarde Eltrant se encontró en el taller de Asher, depositando los pedidos en el mostrador del mismo.
Había alguna gente, así que esperó a que el lobo acabase antes de decir nada.
__________________________________________________________
OBJETOS A CREAR | AEROS | ÉPICOS | |
---|---|---|---|
Guanteletes de Guerra Regulares | [Guantes, Arma] Guantes equipados con filosas púas que aumentan el daño de los puñetazos. Son de calidad Normal. | 70 | 0 |
Casco Brutal | [Yelmo] Reforzado y con puntas, este Yelmo es excelente para volver muy peligrosos tus cabezazos.. | 40 | 0 |
Anillos del Vínculo | Se fabrican como un par y para crear el vínculo es necesario algún tipo de ceremonia (una sola vez) entre dos personas que se amen intensamente. Uno de los portadores puede meditar 10 minutos pensando en el otro. Tras ello, puede enviar un mensaje telepático de hasta 2 frases. La próxima vez que la otra persona duerma, recibirá este mensaje junto a agradables sueños sobre su pareja. Sólo es posible tener un vínculo al mismo tiempo. | 100 | 0 |
TOTAL | 210 | 0 |
Cobro a Prometeo: 90 Aeros por los Guanteletes
Cobro a Asher: 60 Aeros por el casco. // Los anillos son regalo de boda (?)
En este post le entrego a Asher la capa en su taller.
Última edición por Eltrant Tale el Vie Mar 27 2020, 17:01, editado 1 vez
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Lavey se había escabullido en cuanto tuvo oportunidad, deambulaba por las tiendas, curiosa y con ganas de comprar alguna baratija. Se dejó perder por sus propios pasos hasta llegar a una tienda que era más grande por dentro que por fuera. En el interior había un hombre con una extraña túnica y una barba que le hacía parecer una cabra, alardeaba de sus inventos e instaba a la gente a comprar.
La cazadora estaba absorta en un pequeño cubo seccionado en porciones más pequeñas y de colores. En cuanto el vendedor la vio corrió a explicarle el artilugio. La cara de asco que puso la rubia, al oír lo que hacia el lado azul, no tenía desperdicio, sin embargo lo que más le gustó fue el misterio de las otras dos.
-¿800? Eso es un timo, además nadie ha completado el cubo ¿cómo sé que no estoy comprando algo roto? -El viejo soltó toda una serie de explicaciones sin fundamentos. -Hacemos una cosa, vosotros sois competitivos, ¿no? o eso me han dicho, igual es mentira y sois unos cobardes. -El brujo puso el grito en el cielo desmintiendo la acusación. -Bien entonces. Si consigo resolver el cubo me lo llevo gratis.
El anciano se rio y aceptó el reto. Nadie había logrado completar el cubo, si los brujos de su casa seguían desrizándolo una mocosa no tendría ninguna oportunidad. Lavey sonrió y se sentó cerca de la vitrina.
Al principio parecía fácil, conseguir un lado del mismo color no costaba mucho, pero hacer más... entonces Lavey se dio cuenta de algo, el truco era demasiado simple "los arboles no te dejan ver el bosque" la frase que tantas veces le decía su madre le llegó como si fuera una señal.
La solución siempre estuvo delante de ella, de dentro afuera, la cruz marcaba siempre el tesoro, y eso hizo la niña. Formó una cruz en el centro de la cara, giró y siguió girando, solo necesitaba completar los extremos, pero si lo hacía entonces perdía el patrón. Cambio de cara y realizo otros giros, entonces lo logró el cubo parecía montarse solo, por alguna razón era como si quisiera abrir sus misterios a la dragoncilla.
El tendero comenzó a sudar cuando vio que la chica solo le faltaba una cara, no había perdido de vista cada movimiento y aun así sentía que se había perdido algo. Y entonces sucedió, aquella niña de raza inferior completó el puzle. Pero no sucedió nada.
-¿Y ahora qué? -Lavey comprobó todas las caras. -Ya está acabado, ¿Porque no hace nada? -La lagartija se levantó y encaró al hombre. -¡Sabia que me estabas timando! Esto no tiene magia ni nada, seguro que tú hacías los conjuros mientras la gente se concentraba en la porquería esta. ¡ESTAFADOR! -La cazadora tiró el cubo a la cara del chivo y salió de la tienda. -Ojala Reivy estuviera aquí, seguro que se lo habrían regalado.
____________
Off:
Y con esto obtengo el Token Skarth.
La cazadora estaba absorta en un pequeño cubo seccionado en porciones más pequeñas y de colores. En cuanto el vendedor la vio corrió a explicarle el artilugio. La cara de asco que puso la rubia, al oír lo que hacia el lado azul, no tenía desperdicio, sin embargo lo que más le gustó fue el misterio de las otras dos.
-¿800? Eso es un timo, además nadie ha completado el cubo ¿cómo sé que no estoy comprando algo roto? -El viejo soltó toda una serie de explicaciones sin fundamentos. -Hacemos una cosa, vosotros sois competitivos, ¿no? o eso me han dicho, igual es mentira y sois unos cobardes. -El brujo puso el grito en el cielo desmintiendo la acusación. -Bien entonces. Si consigo resolver el cubo me lo llevo gratis.
El anciano se rio y aceptó el reto. Nadie había logrado completar el cubo, si los brujos de su casa seguían desrizándolo una mocosa no tendría ninguna oportunidad. Lavey sonrió y se sentó cerca de la vitrina.
Al principio parecía fácil, conseguir un lado del mismo color no costaba mucho, pero hacer más... entonces Lavey se dio cuenta de algo, el truco era demasiado simple "los arboles no te dejan ver el bosque" la frase que tantas veces le decía su madre le llegó como si fuera una señal.
La solución siempre estuvo delante de ella, de dentro afuera, la cruz marcaba siempre el tesoro, y eso hizo la niña. Formó una cruz en el centro de la cara, giró y siguió girando, solo necesitaba completar los extremos, pero si lo hacía entonces perdía el patrón. Cambio de cara y realizo otros giros, entonces lo logró el cubo parecía montarse solo, por alguna razón era como si quisiera abrir sus misterios a la dragoncilla.
El tendero comenzó a sudar cuando vio que la chica solo le faltaba una cara, no había perdido de vista cada movimiento y aun así sentía que se había perdido algo. Y entonces sucedió, aquella niña de raza inferior completó el puzle. Pero no sucedió nada.
-¿Y ahora qué? -Lavey comprobó todas las caras. -Ya está acabado, ¿Porque no hace nada? -La lagartija se levantó y encaró al hombre. -¡Sabia que me estabas timando! Esto no tiene magia ni nada, seguro que tú hacías los conjuros mientras la gente se concentraba en la porquería esta. ¡ESTAFADOR! -La cazadora tiró el cubo a la cara del chivo y salió de la tienda. -Ojala Reivy estuviera aquí, seguro que se lo habrían regalado.
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Y con esto obtengo el Token Skarth.
Reivy Abadder
Honorable
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Transacciones actualizadas
Prometeo: -90 aeros por compra en taller
Asher: -60 aeros por compra en taller
Eltrant: -60 aeros de pérdida por venta
Las compras de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] quedan pendientes de las respuestas de Asher y Gerrit.
- Puestos de mercado y adquisición de recetas:
PUESTOS DE MERCADO:
Asher Daregan: Arcanos y Alquimia
Alisha Lessard (segunda cuenta): Alquimia
Valyria: Curtiduría
Go'el (segunda cuenta): Ingeniería y Alquimia
Reivy Abadder: Carpintería e Ingeniería
Rauko: Herrería
Eltrant Tale: Herrería y Curtiduría
Demian: Alquimia e Ingeniería
Gerrit Nephgerd: Alquimia
Reike: Alquimia y Arcanos
RECETAS ADQUIRIDAS:
Asher Daregan: 5
Reivy Abadder: 5
Rauko: 4
Eltrant Tale: 5
Alisha Lessard (segunda cuenta): 3
Anders: 3
Ryuu: 4
Valyria: 5
Gerrit Nephgerd: 5
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Vi a Grosa atendiendo a una potencial cliente. Me acerqué con cautela, sin intervenir en la conversación. Tenía curiosidad de ver a la osa desenvolverse en el cruel arte del regateo. Sabía que lo haría mal, no esperaba que una chica con ese talento para la construcción supiera contar más números de los que podría contar con las manos. Grosa cogió la poción de estoicismo con la yema de los dedos, evitando tocar el cristal con las garras no fuera a ser que lo rompiera por error. Revisó la nota con el precio pegada a un lateral de la poción y se encogió de hombros. Mala señal.
—Son 300 aeros — dijo la osa mostrando toda su colección de dientes en una larga sonrisa.
Me coloqué detrás de Grosa sin decir nada. La osa contrajo en rostro en un gesto de vacilación. Sus profundos ojos negros parecían un par de aceitunas. El rumor adolescente en sus mejillas contrastaba con los marcados rasgos faciales de su raza. Si fuera humana, bruja o incluso licántropa, me resultaría atractiva.
—¡No! No son 300 aeros. ¿Qué tontería digo? 300 aeros es una locura — Grosa se giró para ver la expresión que le dirigía y, a partir de ella, saber si lo que decía estaba en lo cierto —. ¿Un solo aero…? ¡No! No y no. Claro que no. Digo muchas tonterías — se limpió el sudor de la frente con la mano libre.
—¿Me dejas ver?
Estaba justo detrás de Grosa. Bastaba que se girase para que me estampase un beso en la mejilla y me llenase de pelos y sudor. Alargué la mano por su cintura y le quité la poción. La osa pareció empequeñecerse. Sentía tanta vergüenza que se había quedado inmóvil, con las manos unidas como si estuviera rezando.
—Perdone a mi ayudante, es un poco… distraída — cualquier otra palabra hubiera hecho enfadar a papá oso y mamá osa —. Fíjese por donde, está de suerte. Estas pociones se venden a 60 aeros. En cualquier otro lugar se las vendería a ese precio. Aquí tan solo le costará 50. Una oferta especial por el día celebramos — y por las molestias que Grosa le pudiera haber causado.
Lo último no lo dije en voz alta, pero fue lo que transmitía mi lenguaje no verbal. Cualquiera menos la osa se daría cuenta que no soportaba sus impertinencias. Decía muchas tonterías.
Offrol: Vendo poti a Val por 50 aeros (la fabricación es 30, por lo que el beneficio es de 20 aeros) y gano token de Hartem (creo).
—Son 300 aeros — dijo la osa mostrando toda su colección de dientes en una larga sonrisa.
Me coloqué detrás de Grosa sin decir nada. La osa contrajo en rostro en un gesto de vacilación. Sus profundos ojos negros parecían un par de aceitunas. El rumor adolescente en sus mejillas contrastaba con los marcados rasgos faciales de su raza. Si fuera humana, bruja o incluso licántropa, me resultaría atractiva.
—¡No! No son 300 aeros. ¿Qué tontería digo? 300 aeros es una locura — Grosa se giró para ver la expresión que le dirigía y, a partir de ella, saber si lo que decía estaba en lo cierto —. ¿Un solo aero…? ¡No! No y no. Claro que no. Digo muchas tonterías — se limpió el sudor de la frente con la mano libre.
—¿Me dejas ver?
Estaba justo detrás de Grosa. Bastaba que se girase para que me estampase un beso en la mejilla y me llenase de pelos y sudor. Alargué la mano por su cintura y le quité la poción. La osa pareció empequeñecerse. Sentía tanta vergüenza que se había quedado inmóvil, con las manos unidas como si estuviera rezando.
—Perdone a mi ayudante, es un poco… distraída — cualquier otra palabra hubiera hecho enfadar a papá oso y mamá osa —. Fíjese por donde, está de suerte. Estas pociones se venden a 60 aeros. En cualquier otro lugar se las vendería a ese precio. Aquí tan solo le costará 50. Una oferta especial por el día celebramos — y por las molestias que Grosa le pudiera haber causado.
Lo último no lo dije en voz alta, pero fue lo que transmitía mi lenguaje no verbal. Cualquiera menos la osa se daría cuenta que no soportaba sus impertinencias. Decía muchas tonterías.
Offrol: Vendo poti a Val por 50 aeros (la fabricación es 30, por lo que el beneficio es de 20 aeros) y gano token de Hartem (creo).
Gerrit Nephgerd
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Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
Luego de la sesión de aprendizaje, Chim vuelve al mundo corriente. No tarda en notar que su hermanito está cabeceando un poco, claras señales de que se está quedando dormido por la espera.
El inventor se le acerca con una discreción felina y pasa a agitarlo un poco, eso le hace despabilar aunque termina por reírse de su propia reacción. Es un personaje que rara vez se molesta por cosas así.
¿Aprendiste mucho, hermano?
Lo suficiente si, saben muchas cosas… aunque su sentido de la moda es horrible.
“Canel le mira con rostro curioso”.
Visten sabanas, ¡Sabanas! “suspira” tú por lo menos tienes buen gusto jejeje “lo despeina”.
Después de sonreírse patentemente entre ellos, tanto el brujito como su protector inician la marcha. Hay mucho que ver y la feria apenas está comenzando, después de todo cuando una civilización tan estirada como la hechicera se desinhibe… pues tiran la vaca por la ventana.
Para bien o para mal el par de niños termina en medio de los puestos comerciales, llenos a rebosar de productos peculiares. No son simplemente mercaderes natos, hay muchos aventureros con sus propios lugares.
Es ese tipo de festividades donde se permite a todos sacar provecho, de haber ocurrido en Lunargenta está claro que el propio inventor se hubiera unido a los emprendedores. Claro que todavía pueden participar de otra forma.
A ver qué podemos hacer con estas “saca una nutrida bolsa de monedas”.
“El chiquillo rubio sonríe de manera amplia”.
No es secreto para nadie que los gorriones están en su mejor momento comercial, esto se aplica también a sus líderes. Chim ha logrado administrarse tan bien que ahora mismo dispone de una pequeña fortuna.
Sin vacilar, ambos enanos pasan a revisar cada lugarcillo. La bolsa pesa, hoy es un día para dejar de lado las precauciones normales. A resumidas cuentas, se comportarán como niños despilfarradores.
No le toma mucho al joven genio encontrarse con su buen amigo Demian, esto le arranca un rostro juguetón de sorpresa. El gorrión mayor sigue con Narfi, parece que ha decidido tomarlo bajo su ala después de todo.
Hola enano, Narfi “dice observando concordantemente a cada uno“.
“El más enano de los cuatro no tarda entonces en agitar su mano derecha a modo de saludo”.
Dem no perdió la oportunidad de sacar algunas cosillas a la venta, claramente dejándose llevar por el espíritu de la festividad. Una poción en particular se le antoja harto interesante al niño más listo con rapidez.
Me llevo esta, peque “paga el precio” aunque ahora que lo pienso… nunca te he visto gastando nada “le mira de forma curiosa” la próxima tú pagas el almuerzo “finaliza con una sonrisa animada”.
Una vez eso está pautado, ambos enanos se despiden eufóricamente. Aún les queda bastante que ver pero curiosamente no les toma mucho llegar a otro puesto, uno que es regentado por cierto personaje de aspecto conocido que Maquiavelo no logra identificar de buenas a primeras.
Para disimular la vergüenza, el niño inventor pasa entonces a revisar varias de las cosillas en venta… tiene que obligar a Canel a mirar la mercancía también pues se había quedado parado como lumbrera y con los ojos clavados en el vendedor.
Interesante “pone mueca pensativa” me llevo estos dos.
Descubre dos artículos mágicos bastante viables, artículos que no tarda en endosarse con monedas de por medio. Una vez están de vuelta en la calle, Chim pasa a regalarle la diadema al enano.
Si hace lo que promete, te será útil, peque.
“El rostro de Canel se ilumina”.
¿A qué esperas?, pruébatela.
El enanito no gasta tiempo y se la coloca encima, lo cierto es que le queda bastante bien. Le da un aura mística que complementa sus muecas raritas. Dicho personaje le propina entonces un abrazo a su hermano mayor, gesto que es correspondido.
Ya venía siendo hora de que usaras algo mágico “ríe entre dientes” pero vamos, ¡Hay mucho que ver!
¡Yei!
Los mocosos llegan después a un puesto regentado por una señorita y cierta criatura humanoide enana, lo cierto es que Canel se les queda mirando con su mueca más animada. La buena actitud del chiquillo hace que su pariente por elección termine deteniéndose para revisar bien todo.
¿Quieres algo de aquí?
“Su pequeño interlocutor asiente”.
Adelante, no tienes que preguntar “le guiña un ojo”.
Ante el pase libre, la personita más peculiar de las islas pasa a revisar los pergaminos durante un par de minutos. Su búsqueda rinde frutos cuando encuentra algo que le gusta, algo que su hermano se apresura a pagar.
¿Cómo se dice? “enfoca sus ojos en Canel y luego en el dúo dispar que atiende”.
¡Muchas gracias!
Después de una característica despeinada por parte del mayor, los dos chicos siguen en su búsqueda de artículos triviales para llenar la mochila. A varios pasos se encuentran con una tienda que esta regentada por cierto personaje desaliñado y varios osos… algo que no se ve todos los días.
Tanto es su asombro, que pecan de chismosos a los minutos. Cuando los ojos contrarios se posan en ellos, es tan evidente su falta de educación que terminan rebuscando entre los artículos para tratar de disimular.
No tienen mucho en exhibición pero una poción medica resalta, de esas que nunca se tienen demasiadas y siguiendo este pensamiento practico el niño intelectual termina comprándola, con una sonrisa más relajada ahora.
La ultima transacción comercial finaliza como la seda y los chicos ya tienen encima varios artículos interesantes, viene siendo hora de cerrar el grifo pues los aeros no crecen en los árboles. Cada moneda que tintinea encima de Chim es fruto del trabajo duro... de una u otra forma.
¿¡Quién quiere un pan dulce!?
¡¡Yo!!
El inventor se le acerca con una discreción felina y pasa a agitarlo un poco, eso le hace despabilar aunque termina por reírse de su propia reacción. Es un personaje que rara vez se molesta por cosas así.
¿Aprendiste mucho, hermano?
Lo suficiente si, saben muchas cosas… aunque su sentido de la moda es horrible.
“Canel le mira con rostro curioso”.
Visten sabanas, ¡Sabanas! “suspira” tú por lo menos tienes buen gusto jejeje “lo despeina”.
Después de sonreírse patentemente entre ellos, tanto el brujito como su protector inician la marcha. Hay mucho que ver y la feria apenas está comenzando, después de todo cuando una civilización tan estirada como la hechicera se desinhibe… pues tiran la vaca por la ventana.
Para bien o para mal el par de niños termina en medio de los puestos comerciales, llenos a rebosar de productos peculiares. No son simplemente mercaderes natos, hay muchos aventureros con sus propios lugares.
Es ese tipo de festividades donde se permite a todos sacar provecho, de haber ocurrido en Lunargenta está claro que el propio inventor se hubiera unido a los emprendedores. Claro que todavía pueden participar de otra forma.
A ver qué podemos hacer con estas “saca una nutrida bolsa de monedas”.
“El chiquillo rubio sonríe de manera amplia”.
No es secreto para nadie que los gorriones están en su mejor momento comercial, esto se aplica también a sus líderes. Chim ha logrado administrarse tan bien que ahora mismo dispone de una pequeña fortuna.
Sin vacilar, ambos enanos pasan a revisar cada lugarcillo. La bolsa pesa, hoy es un día para dejar de lado las precauciones normales. A resumidas cuentas, se comportarán como niños despilfarradores.
No le toma mucho al joven genio encontrarse con su buen amigo Demian, esto le arranca un rostro juguetón de sorpresa. El gorrión mayor sigue con Narfi, parece que ha decidido tomarlo bajo su ala después de todo.
Hola enano, Narfi “dice observando concordantemente a cada uno“.
“El más enano de los cuatro no tarda entonces en agitar su mano derecha a modo de saludo”.
Dem no perdió la oportunidad de sacar algunas cosillas a la venta, claramente dejándose llevar por el espíritu de la festividad. Una poción en particular se le antoja harto interesante al niño más listo con rapidez.
Me llevo esta, peque “paga el precio” aunque ahora que lo pienso… nunca te he visto gastando nada “le mira de forma curiosa” la próxima tú pagas el almuerzo “finaliza con una sonrisa animada”.
Una vez eso está pautado, ambos enanos se despiden eufóricamente. Aún les queda bastante que ver pero curiosamente no les toma mucho llegar a otro puesto, uno que es regentado por cierto personaje de aspecto conocido que Maquiavelo no logra identificar de buenas a primeras.
Para disimular la vergüenza, el niño inventor pasa entonces a revisar varias de las cosillas en venta… tiene que obligar a Canel a mirar la mercancía también pues se había quedado parado como lumbrera y con los ojos clavados en el vendedor.
Interesante “pone mueca pensativa” me llevo estos dos.
Descubre dos artículos mágicos bastante viables, artículos que no tarda en endosarse con monedas de por medio. Una vez están de vuelta en la calle, Chim pasa a regalarle la diadema al enano.
Si hace lo que promete, te será útil, peque.
“El rostro de Canel se ilumina”.
¿A qué esperas?, pruébatela.
El enanito no gasta tiempo y se la coloca encima, lo cierto es que le queda bastante bien. Le da un aura mística que complementa sus muecas raritas. Dicho personaje le propina entonces un abrazo a su hermano mayor, gesto que es correspondido.
Ya venía siendo hora de que usaras algo mágico “ríe entre dientes” pero vamos, ¡Hay mucho que ver!
¡Yei!
Los mocosos llegan después a un puesto regentado por una señorita y cierta criatura humanoide enana, lo cierto es que Canel se les queda mirando con su mueca más animada. La buena actitud del chiquillo hace que su pariente por elección termine deteniéndose para revisar bien todo.
¿Quieres algo de aquí?
“Su pequeño interlocutor asiente”.
Adelante, no tienes que preguntar “le guiña un ojo”.
Ante el pase libre, la personita más peculiar de las islas pasa a revisar los pergaminos durante un par de minutos. Su búsqueda rinde frutos cuando encuentra algo que le gusta, algo que su hermano se apresura a pagar.
¿Cómo se dice? “enfoca sus ojos en Canel y luego en el dúo dispar que atiende”.
¡Muchas gracias!
Después de una característica despeinada por parte del mayor, los dos chicos siguen en su búsqueda de artículos triviales para llenar la mochila. A varios pasos se encuentran con una tienda que esta regentada por cierto personaje desaliñado y varios osos… algo que no se ve todos los días.
Tanto es su asombro, que pecan de chismosos a los minutos. Cuando los ojos contrarios se posan en ellos, es tan evidente su falta de educación que terminan rebuscando entre los artículos para tratar de disimular.
No tienen mucho en exhibición pero una poción medica resalta, de esas que nunca se tienen demasiadas y siguiendo este pensamiento practico el niño intelectual termina comprándola, con una sonrisa más relajada ahora.
La ultima transacción comercial finaliza como la seda y los chicos ya tienen encima varios artículos interesantes, viene siendo hora de cerrar el grifo pues los aeros no crecen en los árboles. Cada moneda que tintinea encima de Chim es fruto del trabajo duro... de una u otra forma.
¿¡Quién quiere un pan dulce!?
¡¡Yo!!
- Compras:
- (Demian) Poción de Sombras: [Elixir, Limitado, 1 Uso]
Un frasco oscuro. Al abrirse o romperse, empieza a liberar una gran cantidad de humo negro. Este no es nocivo para la salud, pero impide la visibilidad casi por completo en un radio de varios metros, facilitando huidas o sirviendo como distracción. Dura hasta dos turnos.
Creación: 90 Aeros.
(Rauko) Diadema del hechicero: [Yelmo, Joya] Confeccionada con aleaciones que reaccionan con el Éter. Cuando uses una habilidad mágica de usos limitados de nivel 4 o superior y siempre que no lleves una armadura (excepto túnica), tu cuerpo se cubrirá de una capa de Éter que otorgará una protección similar a una armadura ligera contra el siguiente ataque, hasta tu próximo turno.
Calidad: Experto.
Creación: 150 Æ.
(Rauko) Tragaéter: [Accesorio, Consumible] Al sostenerlo, es capaz de absorber el daño de un ataque mágico, rompiéndose en el proceso.
Calidad: Experto.
Creación: 160 Æ (por este precio obtienes 2 al mismo tiempo, pero cuentan como uno solo para subir PPs).
(Reike) Pergamino de Hechizos: [Pergamino, Limitado, 1 Uso] Pergamino sobre el que es posible depositar un hechizo, el que quedará almacenado durante 24 horas. Abrir el pergamino liberará el hechizo almacenado.
Creación: 70 Aeros.
(Gerrit) Medicina Multipropósito: [Elixir, Consumible] Analgésico, antiséptico, antibiótico y desinfectante todo en uno en base a hierbas. Puede ayudar con varias enfermedades. Se fabrican 3 por el costo de producción.
Principiante
- Creación: 30 Aeros.
- Compra: 50 Aeros.
Invitado
Invitado
Invitado
Re: La Feria de Invierno, Tercera Parte [Evento]
–Esto no es tan divertido como pensé que sería –se quejó Narfi, sentándose en un cajón dentro del puesto de venta.
–¡Vamos, no ha pasado ni media hora desde que abrimos! –contestó Demian, casi riendo.
–Lo sé, pero... ¿vamos a tener que estar aquí todo el día? –preguntó arrastrando las palabras el más pequeños–, ¿Sabías que es bueno para la salud caminar y jugar?
–Caminamos para llegar aquí –contestó Demian con cierto orgullo.
Narfi suspiró.
–Vale, luego iremos a donde están los juegos, tampoco p-pienso mantenerme todo el día vendiendo. No soy un mercader.
Con esa respuesta el rostro del joven brujo se iluminó un poco, si bien no estaba muy seguro de cuánto exactamente significaba "luego".
Pero la conversación no prosiguió, pues en ese momento entraba en escena el otro dúo de enanos sabelotodos.
–¡Hola Chimuelo!, ¡Camel! –saluda Narfi saltando de su asiento, quizás más emocionado que otras veces, por el hecho de tener una distracción.
–Ya me extrañaba no habérmelos pillado –comentó Demian.
El par no esperaba realmente que ellos les compraran algo, pero Chimar aparentemente iba con esa intención. Demian hizo un gesto de espera a su amigo, sacando otro vial escondido debajo de la mesa.
–Lleva éste, tiene un poco más y está más concentrado. Lo reservaba para mí, pero tampoco es que muy seguido necesite de elíxires para generar distracciones –comentó, entregándoselos.
–Y sólo te cobraré los materiales –añadió.
–¿Han visto juegos interesantes por allí? –preguntó Narfi, animado.
Demian, en tanto, hizo saltar una bolsa con monedas en su mano.
–Eso no es divertido... lo divertido es pagarlo con los bolsillos de otros, al viejo estilo Gorrión –comentó.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
(*) Entrego a Chimar su elixir. Él paga los materiales y no cobro nada adicional.
(*) Lo anterior debería hacerme acreedor del Token de Hartem.
Última edición por Demian el Jue Mar 26 2020, 19:00, editado 1 vez
Demian
Aerandiano de honor
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