La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
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La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir
Copa
Estado: Invadido por Elwen Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Asher Daregan, Syl, Elentari Neril (Sacerdotisa, 3)
Estado: Invadido por Elwen Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Asher Daregan, Syl, Elentari Neril (Sacerdotisa, 3)
Elwen fue golpeada brutalmente por los ataques combinadas de Asher y Syl. Atravesó varias ramas, clavándose las astillas de la madera en su cuerpo, y se golpeó violentamente contra el suelo de la plataforma, bajo la copa. Rodó un par de veces antes de acabar boca abajo contra el suelo.
-¡Agh! – Dijo, dolorida, mientras se erguía de nuevo lenta sobre sus rodillas y brazos. Escupió al suelo. Ahora estaba al aire libre. Quizás Asher y Syl estuvieran en posición de ataque. La arquera drow se limpió el hilo de sangre negra que corría por su boca. Se alzó y tomó de nuevo su arco.
Ahora, el campo de batalla no le resultaba favorable. No podía permanecer allí. La Corona de Asher pedía sangre. Elentari Neril, como buena curandera, se echó hacia atrás bastón en ristre. Siempre detrás de los hombres bestia, que llevaban la voz cantante en la batalla. Miró al cielo. El portal cada vez era más y más grande Y de allí, salió el segundo de los meteoritos, que Asher trató de desviar con magia.
Era su momento. Ante esta distracción, Syl y Elentari se postulaban como los posibles objetivos más sencillos para la Tarmúnil, al menos hasta que llegaran sus hermanos. La arquera hizo gala de dos de sus habilidades. Se ató una cuerda oscura a la cintura y disparó un tiro rápido que parecía ir mal direccionado, y por ello no hizo temer ni a Syl ni a Elentari. Se estrelló en la madera de la plataforma, a varios metros de ellos.
Pero esto tenía un propósito. La flecha negra explotó y creó una forma de una especie de red de humo mágico.
Ahora, estaban encerrados en una jaula de magia oscura que anulaba el peso de su interior y que se movía con la cintura de Elwen. Ésta saltó hacia atrás y se tiró de la plataforma. Arrastrando con ella a los dos ahora cautivos. Su intención era que se golpeasen de lleno contra las paredes de la corteza. Elentari, como sanadora, poco podía hacer. Pero bajo ellos había una nada despreciable caída de más de un kilómetro. Y a cien metros de distancia de lo alto de la plataforma.
Asher había conseguido desviar el meteorito. Concretamente, conta el bosque, con tan mala suerte que fue a caer en dirección al ejército de Dundarak y los demás aliados que venían procedentes del Templo de Anar. Puso ver en la despejada noche como se dirigía hacia ellos. Pero no tendría mucho tiempo para contemplar el espectáculo, pues su corona le indicaba que Elwen volvía a estar sobre la plataforma.
Así, arco en mano, y la “cadena” misteriosa infinita, hacían presagiar que Elwen parecía dispuesta a “recibir”. Y no en vano. Todo daño que ella sufriera, lo sufrirían también sus aliados. Y si ella moría. Ellos también. Al menos mientras la conexión estuviera unida. Era la mejor manera de enfrentarse a un aliado que tenía algo que ella no poseía: Sentimientos.
Miró al cielo arco en ristre. Seguiría disparando al centinela. Sabía que dos jinetes más se unirían a la contienda en el envite. Sólo tenía que resistir un poco más.
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Asher: Estás cara a cara con Elwen. Consigues desviar el meteorito. Elwen utiliza a tu pareja y a Elentari como cebo para deshacerte de ti. Puedes centrarte en liberar a tus amigos (Elwen huirá de esta zona, pero ellos librarán) o enviarla al Oblivion a través del portal del cielo para darle matarile, si puedes (empezarás el próximo turno en lo alto de la torre de los jinetes, en el Oblivion). O como sueles hacer, hacerlo todo a la vez si tienes recursos para ello. He dejado que desvíes el meteorito (de nuevo). Pero como máster decido a donde se va y me ha parecido una buena manera de darle la bienvenida a los ejércitos de Dundarak.
Nota adicional: Ves pasar a Abbey Frost en una rampa de hielo hacia el cielo. También puedes actuar (ver Sala de Consejo)
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Sala del Consejo
Estado: Invadido por Erzébeth Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Vincent Calhoun, Reike, Eilydh, Siva Ojosverdes y 5x Asesinos Ojosverdes
Estado: Invadido por Erzébeth Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Vincent Calhoun, Reike, Eilydh, Siva Ojosverdes y 5x Asesinos Ojosverdes
Los presentes comenzaron a sospechar de la identidad del verdadero Malonar. Incluso Siva parecía confiar más en una repugnante bruja como Reike que en su propio "hermano". Al ver salir a Vincent, Malonar rápidamente se dio cuenta de que sospechaban de él y torció su gesto. No se iba a ir de allí sin la capa.
Eilydh era la que más cerca estaba. Malonar le había pedido directamente la capa, así que trató de apuñalarla mientras huía. No obstante, su nueva mascota estaba justo delante, por lo que hirió al tigre desprevenidamente. El animal se revolvió de dolor y Eilydh cayó de su montura, por lo que Malonar se dirigió rápidamente, se colocó sobre ella, puso la mano en su cuello y se dispuso a ejecutarla rápidamente. - Debiste haberme dado la capa por las buenas. - Gruñó puñal en alto. Pero milagrosamente, la capa, aún en posesión de Eilydh, se activó y emitió un fuerte brillo que hizo chillar a la Tarmúnil, permitiendo a la elfa recomponerse.
La capa, sin embargo, había quedado enrollada en el brazo de Malonar.
La silueta del elfo rápidamente comenzó a desintegrarse. Y su figura dio lugar al cuerpo de un elfo oscuro y desnudo. El de una mujer. La jinete oscuro Erzébeth Tarmúnil. Comenzó a reír con mucha, mucha maldad. De los jinetes oscuros, era la única junto a Imlerith que podía hablar el idioma común. Pero para ello necesitaba apoderarse de la identidad de alguien para obtener todas sus habilidades y poderes...
... Así que se disfrazó de Abbey Frost. Tratando de emular sus habilidades de hielo y, de paso, tratar de herir la moral del centinela Vincent.
-¡Habéis fracasado! Esto es todo cuanto necesitaba y venía a buscar. - Dijo a los presentes, mostrándoles la capa, retrocedía hacia atrás, en dirección a la ventana. - Con esto y las otras dos reliquias que tienen mis hermanos, convertiremos el árbol en cenizas. Y vosotros no podréis hacer nada para detenernos. - Se fijó en Vincent y su esqueleto de fuego. Acabar con él en posesión de la capa supondría el fin definitivo del centinela del Este. Pero estaba demasiado protegido como para buscar un combate directo. Tampoco le importaba. Sin capa, Vincent no podría hacer demasiado.
La falsa Abbey convirtió el suelo en una pista de hielo y creó estalactitas heladas de la sala del consejo. Con su bastón, instó a estas a caer con el fin de perforear a todos los presentes. Una vez generada la distracción, saltó por la ventana. Mas no cayó, sino que quedó sobre una pista de hielo que se generaba conforme caminaba. Y que mantenía además su rastro, de manera que los presentes podían seguirla.
Si Erzébeth llegaba al Oblivion con la capa, los centinelas podrían tener un grave problema.
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Todos: Debéis buscar en primera lugar la manera de no resbalar y evitar las estalactitas de hielo que se os caen en la cabeza. Luego deberéis optar por seguir a Erzsébeth (necesitaréis algo para no resbalar por el hielo), buscar alguna manera de romper la superficie para que caiga, o darla por perdida e ir a asistir a otras áreas. Fuego mágico y poderoso puede ser vuestro amigo si no tenéis nada que os sujete al hielo. Pero si llega al Oblivion, estáis perdidos.
Eilydh: Buen intento, pero con tu nivel no es suficiente para conservar la capa y entregársela a Vincent. Evitas cualquier herida gracias a Ash'alá. No morirá, pero no podrás usarlo en lo que resta de misión y deberás curarlo en un tema aparte una vez termine el bosque.
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Raíces subterráneas
Estado: Invadido por Eredin Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Nahir, Anders, Uri, Valyria, Saranee (asesina, 3), Lágoles (arquero, 4) y 10 guardabosques (arqueros, 0), como alumnos del Hekshold; Melena Blanca (guerrero, 10), como carabina
Estado: Invadido por Eredin Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Nahir, Anders, Uri, Valyria, Saranee (asesina, 3), Lágoles (arquero, 4) y 10 guardabosques (arqueros, 0), como alumnos del Hekshold; Melena Blanca (guerrero, 10), como carabina
—Y Tyfindor se hace con el balón —clamaba la voz de la comentarista por encima del barullo del público—. Vaya, hoy Lunyria va a por todas. ¿Quién lo iba a decir? Parecía poquita cosa, pero vuela como nunca, derecha a la meta de Slyperro. Veamos qué tiene que decir Nahary ante esto. Espera, pero ¿qué mosca le ha picado a Urry? ¡Se ha lanzado con todo! ¡Ouch, Andoy, eso tiene que doler!
Un grito de asombro aunó a los espectadores mientras la estrella del equipo verde se estrellaba contra una de las torres y caía a plomo al suelo. Anders no llegó a oír mucho más antes de que todo se volviera negro. Abrió los ojos y estaba en el Gran Salón del Hekshold. ¿Se había quedado dormido en medio del baile anual de Yule? No, no en medio, ahora lo recordaba, acababa de llegar. Sí, con Clarice, la muchacha estaba muy sonriente agarrada de su brazo.
—¿Has visto cómo lo han dejado? —dijo Clarice sin perder detalle de la decoración—. Está precioso, ¿verdad, Andoy?
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El Hekshold engalanado para el baile de Yule
El Hekshold engalanado para el baile de Yule
Pero Andoy no tendría tiempo de responder, ni siquiera de echarle un buen vistazo al salón, pues Diego se acercaba a la pareja y se veía realmente enojado. ¿No iría a hacerlo, delante de todo el mundo? Le había amenazado muchas veces, pero eran sólo palabras, ¿cierto?
—¡Estoy harto, Andoy! —dijo el chico cuando estuvo junto a ellos—. ¿Esperabas que me quedase callado, soportando una humillación detrás de otra? ¡¿Cuándo piensas reconocer lo que hay entre nosotros?! —Diego puso ambas manos sobre los hombros del rubio y lo miró a los ojos con expresión implorante— ¿Acaso crees que a alguien le importa? —murmuró finalmente. Parecía estar a punto de echarse a llorar.
—¿Qué está pasando aquí, Andoy? —preguntó Clarice con los ojos entrecerrados. Estaba tan quieta que no podía caber duda de que se encontraba a una palabra mal dicha de estallar.
—¡Urry, Lunyria!, ¿a qué estáis esperando? —dijo la voz de la maestra Meitner por detrás de los dos aludidos—. Sois los campeones, debéis abrir el baile. Venga, no hagáis esperar más al resto.
Dicho esto, la maestra les dio a Uri y Valyria un no tan disimulado empujón hacia el centro de la pista de baile, alejándolos del triángulo amoroso y de un gigante melenudo que parecía totalmente fuera de lugar entre todos aquellos engalanados brujos.
—Mierda, está cambiando las ilusiones —advirtió el melenudo (Melena Blanca)—. No os dejéis engañar.
—Estupendo —dijo Saranee con frustración—, ahora que los tenía localizados. —Miró alrededor y vio al chico de piel oscura, el que creía haber identificado como la bruja que los había acompañado escaleras abajo. Pero cuando intentó acercarse, dos muchachas se interpusieron en su camino.
—Sanders, ¿bailarás una pieza conmigo? —dijo la del vestido verde agarrándolo de un brazo con más fuerza de la esperable en una muchacha.
—¡No, primero conmigo! —dijo la del vestido azul tirando del otro brazo.
Nahary (Nahir), por su parte, acababa de localizar el premio gordo: la mesa del bufé. Pero no era el único en las cercanías, debía andar despierto si no quería que le arrebatasen sus manjares favoritos.
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Uri, Nahir, Anders y Valyria: vuestro objetivo no ha cambiado, debéis escapar de la ilusión de Eredin Tarmúnil. En esta ocasión, no habrá runas, sólo un poco de drama juvenil. Y es que un baile puede ser incluso más estresante que un partido de pitich para un puñado de jóvenes brujos.
Valyria mantiene el control de Melena Blanca. Nahir controlará a Saranee esta ronda. Anders, tienes permiso para manejar a Lágoles, ya que está contigo (puedes elegir cuál de los dos es).
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Exterior
Estado: libre, por el momento
Personajes y NPCs en el Área: Níniel Thenidiel, Anastasia Boisson, Chimar, Demian, Aradia Hazelmere, Nousis Indirel, Rey Rigobert (caballero dragón, 10), Lucy Fireheart (tensai fuego, , Eleatril Nemaniel (ranger, 5), Sir Sammuel (caballero dragón, 6), Wilhelm Dutch (tensai agua, 4), Virgo (elfo inventor, 5), 2 guardias dragón (caballeros dragón, 4), acompañantes, guerreros elfos y resto del ejército
Estado: libre, por el momento
Personajes y NPCs en el Área: Níniel Thenidiel, Anastasia Boisson, Chimar, Demian, Aradia Hazelmere, Nousis Indirel, Rey Rigobert (caballero dragón, 10), Lucy Fireheart (tensai fuego, , Eleatril Nemaniel (ranger, 5), Sir Sammuel (caballero dragón, 6), Wilhelm Dutch (tensai agua, 4), Virgo (elfo inventor, 5), 2 guardias dragón (caballeros dragón, 4), acompañantes, guerreros elfos y resto del ejército
Trasladar a todo un ejército, con máquinas de guerra incluidas, a través del bosque no fue tarea fácil. El entusiasmo inicial tras la victoria en Anar había ido decayendo a medida que el deshielo dejaba atrás un terreno enlodado y difícil de transitar. Para colmo, a medida que se acercaban a su objetivo, no tardaron en divisar las nubes de tormenta. El hecho de que estas parecieran concentrarse sobre Árbol Madre, parecía un nefasto presagio.
Al frente del ejército, junto al mismísimo rey Rigobert, estrechamente flanqueado por lo que quedaba de su guardia dragón, viajaba Eleatril Nemaniel. Como miembro del Consejo, recaía en ella la misión, no sólo de guiar al ejército por el camino más rápido y directo hacia el centro del bosque, sino también garantizar que aquellos clanes con los que se toparan permitieran el paso a la hueste, evitando el derramamiento de sangre. Incluso consiguió que algunos guerreros se unieran a la comitiva, mientras exploradores y mensajeros se movían raudos entre los árboles. Las noticias, en Sandorai, podían moverse casi tan veloces como el viento entre las hojas; algo que nuestros héroes no tardarían en comprobar.
Eleatril caminaba erguida y orgullosa, como representante que era de su clan, pero su rostro estaba tenso y sentía una pesadez en la boca del estómago. No había tenido ocasión de escuchar el discurso de la victoria del rey dragón, pues, como le habían dicho, estaba muerta en aquel momento, pero no era ninguna inocente. Sabía bien el riesgo que corría al guiar a aquel hombre, aquel niño y su ejército hacia el corazón mismo de su hogar. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? ¿Acaso los elfos podían enfrentarse solos al mal que se cernía sobre ellos? ¡Sin duda!, le habrían dicho Olfen y Malonar. Y quizá tuviesen razón, pero su sentido del deber y su amor por su pueblo le impedían correr ese riesgo. Ya se ocuparían de los norteños a su debido tiempo.
Lucy Firehart caminaba un poco por detrás del rey y su escolta. Miraba a la elfa con cierto resentimiento. Si bien su parte racional podía entender que Níniel no había tenido posibilidad alguna de ayudar a su amiga, su parte más emocional no podía evitar gritar en su interior y preguntarse: ¿Por qué a ella sí y no a Abbey?
Desde su posición, la Alta Encantadora de la Logia vio al enviado que, chorreando agua por la tormenta de la que acababa de salir (y hacia la que ellos se dirigían), se acercó a Eleatril y escuchó el mensaje que traía para la elfa. Aunque no entendía la lengua élfica, la breve mirada que la Nemaniel cruzó con la de Níniel y el tono apresurado con el que se dirigió después al mensajero le indicaron a la bruja que algo no iba bien. Se giró hacia Níniel, pero no hizo falta pedirle una traducción.
—¡Noooooo!
El desgarrador grito sonó justo detrás de ella. Al volverse, vio al joven Virgo de rodillas en el suelo, con lágrimas en los ojos.
—¡Henrrietta, noooo! —lloraba desconsolado—. ¡No puede estar muerta!
—¿Qué ha dicho? —El rey no hizo esta pregunta mirando a Virgo, sino a la elfa que viajaba con él. Su tono frío parecía exigirle que desmintiera lo que acababa de oír, algo de lo que Eleatril fue incapaz— Os confío a mi hermana, mi heredera, y ¿esto es lo que obtengo? —Su voz engañosamente suave al principio, fue subiendo de volumen a medida que hablaba, hasta que finalmente, estalló— ¡Quemaré este maldito bosque árbol a árbol si hace falta! ¡Dundarak no perdonará esta ofensa! —Desenvainó su espada y la alzó hacia la elfa, el mensajero que había traído las noticias sobre la princesa se puso delante de ella con su espada también en alto y la guardia real respondió como correspondía— ¡Dragones, atacad!
—¡Majestad! —gritó Lucy—, no os precipitéis, por favor. Debemos…
No llegó a decir lo que debían hacer, pues una descarga de energía impactó contra su espalda, cortándole momentáneamente la respiración y empujándola hacia delante, haciéndola caer al suelo.
—Esa no, idiota, fue la otra la que destruyó el templo. ¡Esa de ahí!
Sólo aquellos que comprendieran la lengua élfica entenderían esas palabras, pronunciadas con un profundo rencor, pero la imagen del elfo colocando con rapidez una flecha en su arco y apuntando a Anastasia hablaba por sí sola. Antes de que tuviera tiempo de soltar, sin embargo, una luz cegadora penetró en el bosque, desde el ojo de la tormenta. Duró sólo un instante, pero no se parecía en nada a un rayo común y corriente; como tampoco se parecía a un trueno el sonido que se oyó a continuación.
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Níniel, Anastasia, Chimar, Demian, Aradia y Nousis, llegáis a las cercanías de Árbol Madre con el ejército de Dundarak tras un viaje de varias horas. Están ocurriendo muchas cosas muy deprisa y, si no habéis seguido el tema anterior ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]), puede que ahora mismo os sintáis algo confusos. La versión resumida incluye las palabras “Jinetes” y “Asher”. Me explico, la avanzadilla de los Jinetes Oscuros llegó a Árbol Madre antes que vosotros, algunos de vuestros compañeros ya se están enfrentando a ellos. Pero vosotros aún tenéis varios frentes abiertos antes de poder tomar parte en esa batalla (aquí llega la parte de Asher):
1. Mientras Galatrea Neril y sus sacerdotisas realizaban un ritual de resurrección sobre la princesa dormida, la hermana y heredera del rey Rigobert, Asher Daregan aprovechó su concentración para sustituir el cuerpo de la muchacha por el de Melena Blanca. El guerrero resucitó, a costa de la vida de la princesa. Como habéis visto, al rey no le ha sentado nada bien la noticia y ahora quiere destruir a los elfos y su dichoso Árbol. Debéis tomar partido y decidir a quién apoyáis en este conflicto. Esta elección es crucial para los elfos de la comitiva, ya que se trata de vuestro hogar. ¿Podréis luchar solos contra los Jinetes? ¿Os arriesgaréis a que no sea así? Níniel, recuerda también que tienes a Vincent dentro de ese Árbol.
2. En medio del conflicto que acaba de generarse, Anastasia ha sido puesta en el punto de mira de los elfos, esos que se os fueron uniendo durante el camino, por haber destruido el sagrado templo de Anar. Anastasia, van a por ti, deberás defenderte o buscar la forma de huir de allí. Los demás tendréis que decidir si la ayudáis o la dejáis a su suerte. Demian y Canel, no penséis que porque nadie os señale, de momento, estáis a salvo, ya visteis lo que le acaba de pasar a Lucy. Elegid bien y cuidaos las espaldas.
3. Y volvemos a Asher. Si habéis leído el tema anterior y la parte de este post relativa a la copa del Árbol (y, si no, ya os lo cuento yo), sabréis que Ilmerith, el líder de los Jinetes Oscuros, se ha estado divirtiendo lanzando meteoritos con intención de dañar Árbol Madre. Asher absorbió el primero y utilizó esa energía para desviar el segundo… que viene derechito hacia vosotros. ¡Poneos a cubierto!
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Cascada del Dragón
Estado: libre de Jinetes
Personajes y NPCs en el Área: Reivy Abadder, ¿Bio?, Sango, Ronaldo de Trastámara (brujo, 9), Canit (ladrón, 3), Malonar Ojosverdes (asesino, arco, 5), Olfen Neril (magia ofensiva luz, 10), 2 guardabosques Ojosverdes (arqueros, 1), Bunyan y Owen (leñadores, 1)
Estado: libre de Jinetes
Personajes y NPCs en el Área: Reivy Abadder, ¿Bio?, Sango, Ronaldo de Trastámara (brujo, 9), Canit (ladrón, 3), Malonar Ojosverdes (asesino, arco, 5), Olfen Neril (magia ofensiva luz, 10), 2 guardabosques Ojosverdes (arqueros, 1), Bunyan y Owen (leñadores, 1)
—Si ya decía yo que ese viejo no podía estar bien de la cabeza —dijo Bunyan con fastidio y le dio una patada a una rama baja de un arbusto.
Era al menos la tercera vez que repetía aquello en la última hora. A los cuatro humanos les había sorprendido el atardecer dando vueltas por el bosque, sin que ninguno tuviera mayor idea de dónde se encontraban que cuando se encontraron con la cabaña del anciano.
—El tipo estaba bien cuerdo, te lo digo yo —repitió Billy pensativo—. Para mí que nos ha perdido a propósito. ¿Os fijasteis lo graciosito que se puso cuando preguntamos por Cotplice?
—¿Qué dices, que quería el tesoro para él? —Owen no estaba de mucho mejor humor que Bunyan después de varias horas vagando por el bosque, apretaba con la mano el mango de su hacha como si estuviera deseando clavársela a alguien— Podía haberse hecho de oro vendiendo pociones y mírale, aislado en el bosque. Para mí que está loco.
—¿Qué es ese ruido? —preguntó Billy sin venir a cuento.
Al principio, los otros no supieron a qué se refería, pero al cabo de un momento se dieron cuenta de que ellos también lo oían. Era un ruido constante y lejano, que se difuminaba con los otros sonidos del bosque. Intrigados por su procedencia, siguieron avanzando y el ruido se fue haciendo más intenso. Cuando ya era tan intenso que hubiera sido imposible ignorarlo, su rumbo los llevó a salir de la línea de árboles. Habían encontrado el río y, con él, la causa de aquel fuerte sonido: una imponente cascada.
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La Cascada del Dragón
—Un momento —dijo entonces Bunyan girando sobre sus pies hasta colocarse mirando a la cascada—. El Tymer va de norte a sur, ¿no? Entonces, si tengo la cascada enfrente y el río a mi izquierda —añadió con un gesto de su brazo izquierdo hacia el río—, eso significa que estamos en la orilla este.
—¿Y? —preguntó Owen con un encogimiento de hombros.
—Pues que Cotplice está en el lado oeste, ¡maldita sea! —exclamó Billy.
—Está bien —dijo Owen sin apenas mover las tensas mandíbulas—. Será mejor que acampemos por aquí esta noche y continuemos por la mañana.
Derrotados, los humanos se volvieron hacia la línea de árboles, justo a tiempo de ver a cuatro elfos y tres arcos apuntándoles.
—¡Son esos puercos Ojosverdes! —grito Billy que, llevado hasta el límite de su paciencia por la mala fortuna de aquel largo día, alzó el hacha y se lanzó a por los elfos.
No tuvo tiempo de terminar la primera zancada cuando dos flechas lo alcanzaron casi en el mismo instante. El hombre cayó al suelo, muerto, y Alfie, el oso, encolerizado por el ataque a su amigo, se abalanzó sobre los recién llegados. Moviendo los labios como si susurrara, el único elfo que no portaba consigo un arco hizo un rápido gesto con los brazos y, de sus manos, surgió un rayo de pura luz que atravesó al oso de parte a parte, acabando también con su vida.
Mientras tanto, muchos metros más arriba, el Lunargentés Errante se encontraba anclado a una distancia segura de la cascada, para evitar ser arrastrado al precipicio. Ronaldo de Trastámara, Reivy Abadder, Canit y aquel misterioso hombre moreno habían empleado buena parte de la tarde registrando la vertiente oeste en busca de una señal que indicase la senda hacia la cueva de la cascada. Finalmente, decidieron cruzar y probar suerte en el lado este que, para aquel entonces, se encontraba ya libre del hielo que la difunta Abby había extendido con su último suspiro.
Fue Canit quien dio finalmente con la pista: una diminuta runa grabada en la parte baja de una roca. El lugar no parecía un camino, ni mucho menos, ni siquiera daba la impresión de que la mano del hombre hubiese tenido algo que ver con la forma en que los surcos discurrían por la pared de roca y, con la humedad producida por la cercanía de la cascada y el reciente deshielo, el descenso se adivinaba peligroso.
—No perdamos más tiempo —dijo el capitán con la vista puesta en la neblina que ocultaba la parte baja de la cascada—. Cuanto antes encontremos la reliquia, antes estaremos de vuelta para averiguar qué ha sido de ese maldito Jinete. —Se giró entonces hacia sus acompañantes— Canit, tú irás delante y… ¿dónde está el tipo misterioso? —El contramaestre también miró alrededor, pero no había ni rastro— Es igual —dijo finalmente Trastámara—, no podemos pararnos a esperarle. Yo me encargo de la retaguardia.
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Sango: Después de varias horas vagando por el bosque, tú y tus compañeros habéis llegado al pie de la Cascada del Dragón, lugar bastante alejado de vuestro objetivo original. Además, no sois los únicos, un pequeño grupo de elfos ha matado a Billy y Alfie. En este turno, tienes varias opciones: puedes deponer las armas para evitar ser el siguiente, tratar de huir o enfrentarte a los elfos. Sois cuatro contra cuatro, contando al kag, pero debo advertirte de que dos de esos elfos son los miembros del Consejo Malonar Ojosverdes, asesino arquero de nivel 5, y Olfen Neril, elfo de nivel 10 que usa magia ofensiva de luz. Los otros dos son arqueros Ojosverdes de nivel 1.
En la fase anterior del evento, se te ofrecieron 3 pociones como premio. Debido al cambio en el sistema de objetos, las dos que elegiste ya no existen, elige otras dos del mercado. Las que quieras, tanto si tienen efectos similares a las que elegiste anteriormente, como si no. La tercera poción será Agua bendita de Sandorai: [Consumible 1 carga] Cuando el arma impregnada en ella entra en contacto con un no-muerto, demonio, vampiro o nigromante, se cubre de una luz sagrada que daña y quema a dichos enemigos. La luz no tiene efecto sobre otras razas o criaturas.
Reivy: Tu objetivo para este primer turno será descender por la pared de roca hasta hallar la entrada a la cueva donde aguarda tu destino o, bueno, el objeto que te encomendó Koran. Sí, podrías descender volando, pero ¿crees que la entrada a la cueva tendrá helipuerto, que sería tan fácil de localizar? Danos un poco de acción, baby.
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El Oblivion
Estado: Invadido por Celebrimbor, Aegus, Elessar, Milane, Mithnediel, Caranthir e Imlerith
Personajes y NPCs en el Área: Rauko (como Celebrimbor) Elen Calhoun, Eltrant Tale, Lyn, Tyrande Nemaniel (Maga de luz y espada Nivel 💀 ), Imargo Ja'zad (Guerrero de Espada y escudo de nivel 6),
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Estado: Invadido por Celebrimbor, Aegus, Elessar, Milane, Mithnediel, Caranthir e Imlerith
Personajes y NPCs en el Área: Rauko (como Celebrimbor) Elen Calhoun, Eltrant Tale, Lyn, Tyrande Nemaniel (Maga de luz y espada Nivel 💀 ), Imargo Ja'zad (Guerrero de Espada y escudo de nivel 6),
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Eltrant Tale y Tyrande Nemaniel caminaban hacia la torre de los jinetes oscuros. La mastodóntica estructura de más de un kilómetro de altura en forma de cono empinado se alzaba ante ellos. – Mucho cuidado a partir de ahora, Eltrant. Estamos en el área de influencia de la torre y pueden vernos. Escondámonos tras las rocas. – Llevaban más de veinte horas caminando por el yermo, siempre con la torre en el horizonte. Pero ahora estaba más cerca que nunca y resultaba imponente.
Del fuego parecían caer dos cuerpos que Tyrie no dudó en señalar al exmercenario. Los cuerpos cayeron con suavidad, pero claramente afectados por los daños. Tyrie instó al humano a correr hacia el lugar donde habían caído. Ambos cuerpos resultaban conocidos para Tale. Una era Elen Calhoun. Habían vivido multitud de aventuras juntos. El otro, quizás menos reconocido, era Imargo Ja’zad.
-¡Ty… Tyrande! ¡DIOS MÍO! ¡Estoy muerto! – gritó Imargo. Encima, tras casi morir, el haberse reencontrado con alguien que creía muerto no le resultaría útil.
-Chss. – pidió Tyrie. Pero el leónico volvió en sí y se levantó rapídisimo.
-¡Tyrande Nemaniel! ¿Me he reunido contigo en el cielo, cierto? – preguntó, mirando nervioso a todos lados. – O más bien, en el infierno. – dijo aún despistado. Luego se dirigió a Elen, que aún algo atolondrada por la caída. - ¡Nos has matado, loca peliblanca! ¿Qué hacemos ahora?
-¡Hazle callar o nos van a descubrir! – señaló a Eltrant la elfa, que veía más adecuado al humano para dicha tarea por su tamaño. Mientras se dirigía a una aún aturdida Elen. Lo primero que llamó la atención de la excentinela era que portaba dos de las reliquias de centinelas. El rubí y el medallón solar. Poco después de alzar la vista y ver que dos elfos oscuros salían por la puerta de la torre en busca de la centinela y, en especial, las reliquias. - ¡Dos jinetes! ¡Escondeos! – exclamó. Tomando a la vampiresa por debajo de los brazos y ayudándola a moverse mientras se recuperaba de la caída.
-Elessar, el maestro de canes. Maldición. – Tyrie chasqueó los dedos, nerviosa. - Esos perros rastrearán las reliquias y no tardarán en llegar a nosotros. Tenemos que hacer algo. – También venía con él Celebrimbor o, mejor dicho, Rauko. El otro de los jinetes oscuros. Tenía el control absoluto de Celebrimbor. Si bien era la primera vez que estaba en compañía de un único jinete oscuro. ¡Podía ser su buen momento para escapar! Si conseguía deshacerse de los más de treinta perros de sombras, fuego y veneno que le acompañaban. – Elen. Dame una de las reliquias ahora. – Pidió la excentinela con especial interés. Quizás Tyrie no recordara que ya no podía matar jinetes, la verdadera portadora del rubí era Anastasia, y no ella. - Aquí son mortales. Podemos acabar con esos jinetes si lo pillamos desprevenidos.
Imargo se acercó por detrás a Tyrande, y la olfateó. - Snif snif. - Sus orejas de felino ascendieron. - Tu olor me resulta, ciertamente, extraño. ¿Qué te ha pasado, Tyrande? - Preguntó algo mosqueado. No era un secreto que Imargo repudiaba a los magos y hechiceros, pero aún así, pocas veces le fallaban sus instintos gatunos. Tampoco tuvo mucho tiempo para escuchar las explicaciones de Tyrie ya que de pronto, los perros comenzaron a ladrar y el leónico se temió lo peor. -¡Nos han pillado! – bramó. Todos los perros comenzaron a correr en una única dirección. Pero no iban a por él, sino a por una vampiresa convertida en sombra. Al ser mágicos, podían dañarla perfectamente.
-Tranquilo. No vienen a por nosotros. – inquirió Tyrie. - ¿Es esa tu amiga Lyn, Eltrant? – preguntó Tyrie. Los veinte perros se abalanzaban a por Lyn. La auténtica. La vampiresa se había dirigido por instinto al lugar que veía más apropiado para encontrarse con Eltrant, que no era otro que el lugar aparentemente más problemático. Y no iba nada desencaminada. Esos perros podían herir su cuerpo aún en su condición fantasmal dada su magia.
-Pues parece que necesita ayuda. – observó Imargo.
Efectivamente, la necesitaba. Pero los perros perfectamente podrían ir a por ellos también. Uno de los jinetes había quedado desprotegido. El maestro de los canes aún estaba protegido por sus animales fantasmales. Tenían que decidir la estrategia.
___________
Rauko: Elessar te deja para irse a por Lyn con sus perros. Quedas protegiendo la entrada de la puerta. Elen y Eltrant no saben que eres tú en otro cuerpo. Pero puedes hablar con ellos. Aunque… sonará extraño (están acostumbrados a jinetes que se transforman y les engañan).
Eltrant y Elen: Mientras Árbol Madre es atacado, vosotros os encontráis en el Oblivion. La única manera de ayudar es llegando a lo alto de la torre. Y os encontráis en la base. Podéis optar por rescatar a Lyn (Esta vez es la auténtica. No busquéis nada raro. Imagino que será una prioridad para Eltrant, aunque quizás puedas hacerla escapar con habilidades u equipo). Celebrimbor (Rauko) protege la entrada a la torre. Si se hace a un lado para ayudar a Elessar, podéis colaros sin que os vean. O directamente enfrentaros “a pelo” a cualquiera de los jinetes a vuestro gusto. Podéis usar a Tyrande (magia ofensiva luminosa a placer) y a Imargo (ya sabéis, clásico guerrero espada y escudo). No sabéis que se trata de Rauko. Así que a ver qué interpretáis y cómo lo hacéis.
Muy importante para Elen: Debes decidir si le das el rubí de centinela a Tyrande. Quizás pueda ayudar en combate con él. Y esto marcará algunas cuestiones y tu relación con ella.
Recordad que, solo Elen puede matar jinetes. Que en el Oblivion sí mueren.
Fehu
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
El tiempo apremiaba. Estábamos justo delante del árbol con los elfos de Sandorái bloqueándonos el paso, después de haber necesitado todo el día para llegar hasta allí. La tormenta y el remolino del cielo no parecían presagiar nada bueno. Y aún sin reliquia, tenía que ayudar a Vincent y quizás a Elen o Asher en el combate. Tenía la sensación de ser la última en llegar y me ponía mala cada segundo que pasaba.
Me crucé los brazos y me mantuve callada, como había hecho durante casi todo el tiempo. Apenas había intercambiado algunas palabras con Lucy y Níniel, las únicas que conocía. Mientras tanto, varios orejas picudas dialogaban nerviosos. No entendía élfico, pero no tardé en enterarme de que alguien había acabado con la vida de la prínceps draconis. Agaché la cabeza y reí, para mí. Por no llorar, claro. Por lo poco que había visto del carácter del niño rey en el medio día que llevaba “disfrutando” de su compañía, ya sabía que aquello iba a suponer un problema. Otro más.
Quizás lo de quemar el árbol fuera una medida demasiado extremista. Pero lo que su majestad decidiera hacer con el árbol no era mi problema. No era su consejera. Esas competencias recaían en Níniel o en la propia Lucy. Esta última, cuando intentó decirle algo recibió una fuerte descarga energética por parte de un grupo de radicales elfos de ojos verdes y brillantes. Miré hacia ellos, desentendiéndome del drama del rey. Ahora primaba mantener la integridad personal.
A decir por cómo me señalaban, era yo la potencial receptora de su ataque. ¡Estupendo! Más problemas. ¿Cómo iba a llegar ahora a la cima del árbol? No tenía pinta de que fuera tan sencillo como simplemente pedir que me dejaran pasar por el interior. ¡Agh! Bastardos desagradecidos.
-¡Fuera! – grité de mal humor, estirando el brazo, para crear una fuerte corriente de aire y enviar a los lanzahechizos lejos de mí. Eso no hizo sino enfurecer aún más a la muchedumbre contra mí. Pero tenía un plan para llegar hasta arriba. Para ello necesitaba que contar con la ayuda de Su Majestad, aunque no iba a ser demasiado difícil. Una bomba especial que había conseguido en el templo de Anar. La resucitada Eleatril me había explicado su funcionamiento y… Quizás, pudiera darle un tiento.
A fin de cuentas, el rey iba a invadir el árbol sí o sí.
-El fundíbulo. – pedí con cara de pocos amigos al jefe de los caballeros dragón, el tal Sir Sammuel señalando la misma. Me miró primeramente extrañado. Yo no tenía potestad para dirigir los ataques del ejército de Dundarak, pero como centinela creía gozar de algo de voz en aquella situación. Me cuidé de depositar cuidadosamente la catapulta la famosa granada, junto a las enormes rocas. – Apuntad a la copa y tensad la cuerda. – Ordené.
-¿Por qué a la copa? – preguntó Sir Sammuel.
-Hacedlo.
-Está bien, centinela. Pero no vamos a disparar a menos que el rey dé la orden. – dijo Sir Sammuel.
-¿Acaso te he pedido que lo hagas?. – repliqué sin mirarle.
Y dicho esto, subí a la carroza del desquiciado rey y las encantadoras. Que parecía que más pronto que tarde iba a tener problemas. No me fijé si Níniel estaba ahí, pero si lo estaba, le echaría una mirada seria para que estuviera tranquila por lo que iba a decir. Desde luego, me iba a quedar a gusto. – No me lo tengas muy en cuenta, Nín. Sabes que debo hacerlo. – En realidad, probablemente no lo aprobara. Igualmente le envié una sonrisa amable a mi amiga. - Los jinetes están arriba. Tenemos que llegar ahí... Como sea. - Aquella coletilla ya adelantaba que mis intenciones quizás fueran moralmente discutibles, pero seguramente eficaces en su trasfondo.
Y acto seguido me adelanté al rey. El ejército de Dundarak era bastante impopular por allí. Vi a un orejaspicudas dispararnos una flecha. La cual detuve con la telequinesia, agarrotando las manos. Suspiré, me mojé los labios. - Otra vez… - Apreté la mano y la partí en dos en el aire y la dejé caer.
– ¡Escuchadme bien, necios! Estoy harta de vuestras tonterías. – Dije, muy enfadada. - ¡Vuestro ruinoso templo es ahora un bonito mausoleo para una de esos bastardos que quieren destruir vuestro árbol! Y no dudéis que volvería a hacerlo sin pensármelo dos veces. – exclamé furiosa. – Ahora tengo que subir a la copa del árbol. Voy a pasar. Y como veo que no me vais a dejar hacerlo por las buenas… - Deslomé la ballesta pesada. Se pusieron en guardia. - … Lo haré por las malas. – Sentencié.
Sin decir nada más, apunté a la cuerda tensada y disparé. Si me habían hecho caso, la enorme piedra y mi nueva granada saldrían disparadas en la misma dirección. Al impactar ésta en la cima del árbol, estaría repentinamente donde debía estar. – Allá vamos. – suspiré.
En la copa.
---
Yo cuando resucito, lo hago con todas las de la ley.
Hago alguna mención interactuando con Níniel y hago uso de Sir Sammuel para mismalévolos propósitos.
Resumen: Disparo contra la copa deliberadamente tras haber colocado el orbe de Anar en la catapulta para teletransportarme y saltarme aburridos turnos abriéndome paso entre elfos, a pesar de todas las consecuencias penales que eso podría conllevar o incluso de herir la copa. Así "escapo" también del meteorito. Los que la conozcan saben que Huri está un poco "pa allá" y que utiliza cualquier medio para lograr sus objetivos.
Oh, y evidentemente también hago uso de esto: Orbe de Anar: [Consumible, 3 usos] arroja este orbe. Al chocar revienta e inmediatamente eres transportada al lugar donde se rompió. Ideal para escapar.
Me crucé los brazos y me mantuve callada, como había hecho durante casi todo el tiempo. Apenas había intercambiado algunas palabras con Lucy y Níniel, las únicas que conocía. Mientras tanto, varios orejas picudas dialogaban nerviosos. No entendía élfico, pero no tardé en enterarme de que alguien había acabado con la vida de la prínceps draconis. Agaché la cabeza y reí, para mí. Por no llorar, claro. Por lo poco que había visto del carácter del niño rey en el medio día que llevaba “disfrutando” de su compañía, ya sabía que aquello iba a suponer un problema. Otro más.
Quizás lo de quemar el árbol fuera una medida demasiado extremista. Pero lo que su majestad decidiera hacer con el árbol no era mi problema. No era su consejera. Esas competencias recaían en Níniel o en la propia Lucy. Esta última, cuando intentó decirle algo recibió una fuerte descarga energética por parte de un grupo de radicales elfos de ojos verdes y brillantes. Miré hacia ellos, desentendiéndome del drama del rey. Ahora primaba mantener la integridad personal.
A decir por cómo me señalaban, era yo la potencial receptora de su ataque. ¡Estupendo! Más problemas. ¿Cómo iba a llegar ahora a la cima del árbol? No tenía pinta de que fuera tan sencillo como simplemente pedir que me dejaran pasar por el interior. ¡Agh! Bastardos desagradecidos.
-¡Fuera! – grité de mal humor, estirando el brazo, para crear una fuerte corriente de aire y enviar a los lanzahechizos lejos de mí. Eso no hizo sino enfurecer aún más a la muchedumbre contra mí. Pero tenía un plan para llegar hasta arriba. Para ello necesitaba que contar con la ayuda de Su Majestad, aunque no iba a ser demasiado difícil. Una bomba especial que había conseguido en el templo de Anar. La resucitada Eleatril me había explicado su funcionamiento y… Quizás, pudiera darle un tiento.
A fin de cuentas, el rey iba a invadir el árbol sí o sí.
-El fundíbulo. – pedí con cara de pocos amigos al jefe de los caballeros dragón, el tal Sir Sammuel señalando la misma. Me miró primeramente extrañado. Yo no tenía potestad para dirigir los ataques del ejército de Dundarak, pero como centinela creía gozar de algo de voz en aquella situación. Me cuidé de depositar cuidadosamente la catapulta la famosa granada, junto a las enormes rocas. – Apuntad a la copa y tensad la cuerda. – Ordené.
-¿Por qué a la copa? – preguntó Sir Sammuel.
-Hacedlo.
-Está bien, centinela. Pero no vamos a disparar a menos que el rey dé la orden. – dijo Sir Sammuel.
-¿Acaso te he pedido que lo hagas?. – repliqué sin mirarle.
Y dicho esto, subí a la carroza del desquiciado rey y las encantadoras. Que parecía que más pronto que tarde iba a tener problemas. No me fijé si Níniel estaba ahí, pero si lo estaba, le echaría una mirada seria para que estuviera tranquila por lo que iba a decir. Desde luego, me iba a quedar a gusto. – No me lo tengas muy en cuenta, Nín. Sabes que debo hacerlo. – En realidad, probablemente no lo aprobara. Igualmente le envié una sonrisa amable a mi amiga. - Los jinetes están arriba. Tenemos que llegar ahí... Como sea. - Aquella coletilla ya adelantaba que mis intenciones quizás fueran moralmente discutibles, pero seguramente eficaces en su trasfondo.
Y acto seguido me adelanté al rey. El ejército de Dundarak era bastante impopular por allí. Vi a un orejaspicudas dispararnos una flecha. La cual detuve con la telequinesia, agarrotando las manos. Suspiré, me mojé los labios. - Otra vez… - Apreté la mano y la partí en dos en el aire y la dejé caer.
– ¡Escuchadme bien, necios! Estoy harta de vuestras tonterías. – Dije, muy enfadada. - ¡Vuestro ruinoso templo es ahora un bonito mausoleo para una de esos bastardos que quieren destruir vuestro árbol! Y no dudéis que volvería a hacerlo sin pensármelo dos veces. – exclamé furiosa. – Ahora tengo que subir a la copa del árbol. Voy a pasar. Y como veo que no me vais a dejar hacerlo por las buenas… - Deslomé la ballesta pesada. Se pusieron en guardia. - … Lo haré por las malas. – Sentencié.
Sin decir nada más, apunté a la cuerda tensada y disparé. Si me habían hecho caso, la enorme piedra y mi nueva granada saldrían disparadas en la misma dirección. Al impactar ésta en la cima del árbol, estaría repentinamente donde debía estar. – Allá vamos. – suspiré.
En la copa.
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- Fire in the hole!:
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Yo cuando resucito, lo hago con todas las de la ley.
Hago alguna mención interactuando con Níniel y hago uso de Sir Sammuel para mis
Resumen: Disparo contra la copa deliberadamente tras haber colocado el orbe de Anar en la catapulta para teletransportarme y saltarme aburridos turnos abriéndome paso entre elfos, a pesar de todas las consecuencias penales que eso podría conllevar o incluso de herir la copa. Así "escapo" también del meteorito. Los que la conozcan saben que Huri está un poco "pa allá" y que utiliza cualquier medio para lograr sus objetivos.
Oh, y evidentemente también hago uso de esto: Orbe de Anar: [Consumible, 3 usos] arroja este orbe. Al chocar revienta e inmediatamente eres transportada al lugar donde se rompió. Ideal para escapar.
Anastasia Boisson
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
El estallido de luz impactó en el meteorito de lleno. Durante unos instantes, pareció que no sería suficiente. Mantuve mis manos firmes sobre la espada. El rayo de luz empezó a ganar terreno... y finalmente, lo empujó, al menos lo suficiente para cambiar su dirección.
Era difícil no sentirme orgulloso en ese momento.
Pero no era momento para festejar. La Tármunil no dudó en aprovechar aquel momento. La habíamos herido seriamente, quizás por primera vez en su existencia. Pero antes de que pudiese acabar con ella, disparó una flecha a las ramas... uno de sus propios trucos. Para cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, era demasiado tarde. Syl trató de evitarlo, pero fue inútil. La jaula se cerró a su alrededor. Tanto él como la elfa estaban atrapados en una prisión mágica atada a la arquera.
Percibí el éter de aquella cosa. No era nada que hubiese visto antes, y aun así, su propósito estaba claro. Quería manipularme. Usar a Syl contra mi, arrastrándolo hasta su muerte... Mi compañero no podría escapar de ahí por su cuenta.
Había logrado enfadarme. Aquello sería su último error.
-Nunca aprendeis.- dije. Pese a todo, mi voz sonaba calmada. Exhalé. Y entonces, el sello se rompió. El verdadero potencial de Eclipse se desató por completo, cubriéndome de un brillante fulgor dorado. Una flecha voló hacia mi. Pero ya no estaba allí.
En tan solo un parpadeo, el aura de mi espada cortó la cadena que ataba la jaula a la Tármunil, cercenando el enlace mágico. Elwen disparó de nuevo. Esta vez, su flecha fue desintegrada por un tajo de Eclipse. Clavé mi mirada en la suya, mostrando los dientes. Me lancé de nuevo, alcanzándola con mi espada antes de que pudiese disparar de nuevo. El impacto la mandó volando, pero no tendría descanso alguno. Volví a impulsarme, apareciendo en el aire para asestar otro corte. La mujer trató de girar en el aire, sin éxito.
No me detendría. Con cada golpe, el demonio sangraba. La corona pedía más, y por una vez, estaba dispuesto a saciarla. La energía que me cubría era inigualable. Ni siquiera ella podría alejarse. Un último impacto la dejó expuesta en el aire, cayendo a tan solo unos metros del portal. En cuanto mis pies tocaron la plataforma, me lancé de nuevo, directamente contra ella.
En ese momento, ambos abandonamos Aerandir. Mi espada se movió hacia su cuello. Le daría el fin que tanto necesitaba.
_____________________________________
En cuanto la cadena se cortó, Syl y Elentari salieron rodando por el suelo. El felino se recuperó rápidamente, poniéndose en pie gracias a su agilidad. Lamentablemente, la elfa no encajó tan bien la caída, y continuó rodando, precipitándose peligrosamente hacia el borde de la plataforma y amenazando con caer por la corteza.
Syl la alcanzó antes de que fuese demasiado tarde, tomándola de la muñeca. Con un fuerte tirón, la devolvió al suelo firme, aunque sin mucha gentileza. Inmediatamente después, tomó su ballesta y apuntó. Asher estaba ganando terreno rápidamente, pero era dificil apuntar con aquellos movimientos. La estela de energía que dejaba detrás de si dejaba claro que aquello no se trataba de magia normal.
-Va a llevarla hasta el portal.- dijo, comprendiendo la situación. No tenía muchas opciones. Había visto lo que debía ser el ejército de Dundarak, siendo víctima del meteorito en esos instantes. No esperaba refuerzos. -Tenemos que ayudarle.-
-¿Cómo?- preguntó la elfa. -No podemos abandonar la copa.-
Syl se giró, lanzándole una mirada molesta. Pero antes de decir nada, vio algo detrás. Una... bruja, ascendiendo a través de una rampa de hielo, y con la inconfundible Capa Blanca enrollada en su brazo. No había duda alguna de que se dirigía al portal del cielo.
Por fortuna, no era el único que había.
El primer cometa había formado un segundo portal en la plataforma. En ese momento, sería su única forma de acceder al Oblivion. Era peligroso, pero quedarse allí tampoco resultaba precisamente seguro:. Además, no podía dejar sólo a Asher en un momento como aquel. Su mirada lo dijo todo. La elfa se mantuvo callada. Sabía lo que había en juego. No podía elección alguna en ese momento.
Con la ballesta en mano, Syl atravesó el portal. Elentari Neril lo siguió poco después.
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Usada habilidad Ultimate de Asher (si, voy con lo duro): (Activable) Utiliza la última runa de Eclipse, cubriendo tanto la espada como a Asher de una resplandeciente energía dorada.Tras esto, Asher se impulsa repetidas veces a velocidades extremas contra un objetivo, atacando con tajos capaces de atravesar cualquier materia física o mágica.
Imagino que la cadena era más mágica que física. "Era", gracias a la habilidad mencionada.
Como bien ha sugerido Fehu, he tomado ambas opciones. Libero a Syl, llevo a la Tármunil al Oblivion y trato de que mi primera acción en ese plano sea decapitar a la jinete para enviar un buen mensaje.
Syl y Elentari Neril también van al Oblivion. No llegan a ver la espectacular llegada de Huri.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Por un momento todo fue tan negro que dudaba tener los ojos abiertos. Tuve esa horrible sensación que te daba cuando estabas apunto de caer dormido y sentías que te ibas a ir por un vacío, o cuando se te pasaba un escalón por demás.
Mientras las tres o cuatro imágenes duplicadas que tenía en la vista se acomodaban recuerdos empezaban a deslizarse, más veloces a más intentaba aferrarlos, como cuando se trataba de apretar el agua y simplemente se corría más rápido entre los dedos por haber menos espacio donde estar.
«Estos gritos...» ¿Los gritos no eran por un juego? Me dolían el cuerpo y la cabeza... ¿me había golpeado?
No. Debía ser cosa de la luz, no es que fuese intrínsecamente desagradable, pero a veces que exageraban mucho decorando el Gran Salón.
«¡...El baile, y vine so-!»
—¿Er? —miré a Clarice al escuchar su voz, bajando los ojos hacia donde me sostenía del brazo. Subí la mirada de nuevo, dedicándole una sonrisa—. Pues-
Las imágenes del alrededor ya se habrían terminado de acomodar. Podía notar alguna mesa y algo verde que debía ser el árbol en mi vista periférica. Como si no hubiese visto el Salón nunca antes en mi vida – una noción absurda, siendo un estudiante del Hekshold – giré la cabeza para dar un vistazo mejor del alrededor y poder responder a mi pareja. ¡Pero si es qué Urry y Lunyria estaban a un lado!
¿Cómo no los vi? Más importante, ¿habían venido juntos, juntos? Siempre había pensado que harían una pareja preciosa, campeón con campeona, no podían ser mejor para el otro. Al parecer, la maestra Meitner no opinaba distinto, por esos empujoncitos que les daba. Ah, y también estaba el gigantón, y ahí venía Diego.
…
—Dieg—ahogué la palabra, recordando que tenía a Clarice al lado. Estuve a punto de moverme para llevármela jalada, pero era tarde. Ya mi nombre estaba siendo exclamado por el hombre.
Justo como la noche antepasada.
«Que». Me lleve la mano libre a la cabeza, ¿en qué estaba pensando, si yo no…
Yo no había sido. No iba a seguir el juego de Diego, no más. ¿Cómo se atrevía, el desgraciado, a hablar de humillaciones, con lo que había hecho? ¿A hablar de importar cuando a él sólo le importaba él mismo?
Asco. Me daba asco tal táctica por parte de Diego, y él. Doblegar la voluntad de las personas de forma tan horrible con su alquimia de segunda clase.
Apreté el puño, tensado. ¿Cuándo se había vuelto así? ¿Cuándo habíamos…?
—¡Diego, no!
Dije entre risas por el cosquilleo en mi cuello, provocado por sus labios. Tenía mis manos en su pecho para empujarlo; pero más resistencia le oponía una hoja al viento. Sólo se detuvo ante el llamado de atención de uno de los profesores. Y esto era la primera clase que teníamos desde que nos alistamos al Hekshold; ambos habíamos sido aceptados. Si todas las clases iban a ser así, porque la mayoría las compartía con él, esto iba a ser difícil.
No es que me molestara. Era un sueño, aún si no había sido así desde el inicio.
Fueron varios años antes de que empezáramos a hablarnos, en realidad. Si existía algo como los opuestos, entonces Diego era el mío: yo pensaba todo y no decía nada, Diego podía alzar la pregunta de si alguien podía hablar sin pensar, porque ciertamente así parecía su caso. Yo no podía acercarme a una bruja si mi vida dependiese de ello, Diego parecía un imán de ellas. Yo tenía menos habilidad con la magia que una anciana tejiendo sin dedos, a él le decían genio y podía creerme que lo era. Con el tiempo, lo que quedaba de mi familia se fortaleció y el ambiente se hizo más alegre.
Diego tenía su familia de toda la vida, pero esos lazos cada vez lucían más frágiles.
Eran corazones que podrían ser cortados por cualquier espada.
Era nuestro primer trimestre en el Hekshold. Si bien habíamos venido juntos cada uno estaba aquí por sus propias razones, yo quería mejorar mi habilidad en mi magia, él quería mejorar su conocimiento de alquimia. Esas dos cosas eran similares; pero no eran las mismas.
Aprendimos mucho en tan sólo esos primeros tres meses, y debía agradecerle mucho de ese aprendizaje a Diego. No creería haber aguantar mucho tiempo, temiendo a cruzar una esquina y hallarme a solas con una bruja en el Hekshold, lo que era como esperar no hallarse con una elfa en Sandorai. Eso y gente molestando por mi linaje, ser sólo mitad brujo; supuestamente la razón por la que la magia se me resistía tanto…
…definitivamente la razón por la que había perdido a mi madre.
Había sido la sangre de un humano manchando la de una bruja. Estaba prohibido, ¿qué sucedía si eso eliminaba la magia de la sangre? El nombre de la familia se caería, no se habían alzado como poderosos magos para verse reducidos por el último en la línea a campesinos.
No escucharon, yo era la prueba. Fue el poder de la maga más fuerte de los que eran mi familia – mi abuela, contra la de mi madre. Llamas tan fuertes alimentadas por un odio que no se acabaría hasta consumirlo todo, como si fuese oxígeno. Mi padre tuvo que huir conmigo para que no pereciéramos también.
Desde entonces le tuve miedo a las brujas y al fuego. «El fuego... ¡El fuego, acuérdate del fue-»
Habría sido insoportable vivir a través de eso en el Hekshold más de un mes si no hubiese tenido una espalda donde apoyar la mía. Contener todo detrás de una actitud despreocupada y una sonrisa. Daba igual que tan duros y altas defensas levantara. Ni siquiera deseaba estar aquí, no del todo. Mejorar mi magia, hacerla más fuerte. Traerle algo a mi padre para que estuviese orgulloso, y sobretodo pudiese descansar tranquilo al ver que su sangre no había causado ningún problema, no afectó ni jamás afectaría esa magia, sería fina y sería fuerte. Tenía que enseñarle que su esposa y mi madre no había muerto por su culpa.
Aún con ese deseo, sólo era un mago de tierra, así que lo que levantaba no era más duro que simplemente eso. Al final se desmoronaría, porque simplemente no estaba hecho de diamante.
Así que moriría así, congelado. No debería haberme intentado defender, mucho menos insultar a este maldito. Está en el top 10 de la academia entera, y voy yo, un sin nombre, y pienso que puedo ganarle en una pelea mientras va acompañado. Dudaba que no hubiese dado el golpe de gracia por reglas de la academia, seguramente sólo esperaba; esperaban, que llamase a Diego por ayuda.
Como había hecho tantas veces durante los primeros seis meses.
No lo haría. No podía hacerlo. Diego merecía un respiro, sobretodo con lo que había pasado hace dos meses atrás. Tenía un tiempo cocinándose, desde que éramos jóvenes, y aunque tensado el hilo no rompía, así que creyó tener tiempo de terminarla antes de que sus padres se separaran. ¿Qué eran unos dos o tres años ante lo qué había sido toda su vida?
Una poción de amor. De amor, ¿qué era un amor qué duraba sólo un día? Tenía que ser para siempre o no servía. No había dicho a nadie las razones específicas de su unión al Hekshold hasta entonces, cuando todo se vino abajo, directamente preguntó a un profesor sobre ello.
Y detestó la respuesta. No podía aceptarla, hacerlo era aceptar que sus padres no estarían juntos nunca más, que no podía forzar lazos y emociones. Eso y la magia eran fuerzas intrínsecamente caóticas, por eso controlarlas era un logro, pero la magia tenía sus límites. También las emociones.
Se distanció de todos desde entonces, lentamente. Cuando los problemas empezaron a venir por mi camino ahora que Diego ya no estaba tanto fue que me di cuenta cuanto dependía de él. No podía decir que estuviera orgulloso, pero tampoco era algo que me molestaba. Lo que me molestaba… ¿por qué él no podía depender de mí? Se había vuelto… ¿frío, era la palabra?
Andoy.
No sabía si era la niebla o sólo estaba perdiendo la consciencia, pero me costaba cada vez más ver. Tendría que arrastrar a la tumba la impotencia de no haber podido traer paz ni a mi padre ni a mi novio.
Eso pensé entonces, pero tuve suerte. Suerte de ser salvado por aquello a lo que le tenía miedo. Ese día, cuando me salvó Clarice, fue como un buen augurio de cosas por venir. Definitivamente no lo pareció así al principio, aún cuando estaba muriendo de frío; era una bruja, una bruja de fuego, de una maldita familia reconocida por producir tensais muy fuertes de eso. ¿Cómo se me iba a pasar por la cabeza la posibilidad de qué empezase a gustarme?
Con el tiempo empezó a hacerlo, aunque no podía decir lo mismo del fuego. Era el peor de los cuatro elementos base. El agua no ahogaría a su amo, la roca no golpearía la cabeza de quien la lanza, la brisa no soplaría en contra de quien la dirigiera. El fuego consumiría con gusto a quien lo invocase y todo lo demás si no se le vigilaba.
Pero a veces era mucho más que eso, al menos eso intentaba enseñarme Clarice, así que alguna vez me lancé hacia el aún con miedo. Siempre venía bien en noches de frío, tanto como estar entre sus brazos.
Y es que eran tan cálidas. …Ahm, ¡las llamas! ¡Las llamas! …Bueno. Quizás otras cosas también, pero no entraría en detalles.
Yo había tenido la suerte de encontrarme a Clarice ese día.
Diego no tuvo tanta suerte, primero su familia, y ahora yo empezaba a enamorarme de otra persona. No daba con una fórmula para su poción y, me temía, nunca daría con una, estaba buscando un trébol de cuatro hojas en un mundo donde el suelo sólo le ofrecería un trébol de tres.
Le dije a Diego, pero nunca a Clarice. Amar a dos sería como amar a ninguno, así que me separé de él. Era la primera vez que me había hecho algo malo, y aunque había recibido muchas heridas en la vida, las quemaduras provocadas por una de esas malditas pociones que hacían fuego de líquido, era las que más me habían dolido, jamás.
No me molesté en defenderme, porque no merecía hacerlo. Entendía su rabia, casi podía justificarla. Todo y cada uno de sus insultos eran ciertos. Pero aún así… ¿por qué usar fuego? ¿Por qué arrastrarme de vuelta al pasado, así, si él lo sabía? Desde que nos habíamos distanciado sabía que no podría alcanzar de nuevo a Diego, pero ahora… ¿qué seguía luego de estar seguro?
Eso es lo que estaba, ahora. ¿Cómo le explicaba a Diego qué me gustaba una bruja de fuego? ¿Cómo le explicaría a Clarice qué todo lo qué construyó y la paciencia qué me tuvo se habían derretido tan fácilmente? ¿Cómo? ¿Cómo explicaría todo sin pasar por el desagradable punto de qué en algún momento odiaba todo lo qué ella era? ¿Y si eso la lastimaba?
Fue cuando me di cuenta de que quizá no debía estar temiendo al fuego. El amor me había quitado más cosas, y eso ni siquiera lo podía ver, y a diferencia de las llamas, no había quien lo pudiese controlar. No realmente. Por eso me aparté de ambos, no se podían forzar las cosas, ni las emociones, ni los lazos. Sólo resultaba en cosas malas; peligrosas.
Pero Diego nunca entendió eso.
¿Podía decir que lo había hecho yo, realmente?
Nueve meses volaron sin que me enterase. Había golpeado el fondo… así que creí ese tiempo la subida, por excesivamente lenta que fuera. Clarice no dejo de acercarse nunca, ignorante de todo lo que había pasado, y aunque tomó mucho tiempo para que siquiera pudiéramos vernos a los ojos otra vez, tuve esperanza de que las cosas empezaran a sanar con Diego. Al menos ya podíamos saludar al otro, aún si nunca nacía conversación de ello. Sabía que me había visto con ella, algunas veces. Lucía… casi aprobatorio de ello, al menos no en contra, como incluso para comentar en ello y ser directo, en preguntarme si me gustaba. Eso daba algo de miedo, es decir, ¿se me notaba? ¿Era TAN asquerosamente obvio? ¿Qué todavía me gustaba un poco y me alejaba forzosamente?
Puede que por eso la bruja insistiese. Es decir, no podía ser por mi atractivo, y mi personalidad dejaba que desear. La conocía, o la había conocido al menos, si veía llama en algo, por pequeña que fuera, no la dejaría extinguirse. Era igual a Diego en ese aspecto, pero era distinta en que sabía dejar aquellas que ya no tenían más que quemar. Si estaba viendo esa llama en nosotros… ¿no se rendiría? Y yo no podía mostrarle cenizas, por mucho que lo intentara.
Si no podía extinguir la llama, entonces… podría volver a intentar enfrentar el fuego.
Lo hice, y estuve alegre por hacerlo. Pero los pasos que había tomado a Clarice no habían hecho tanto como sólo alejarme lo poco que se había recuperado de cercanía con Diego. Más bien era sido como si hubiese pisado sobre ello.
Por eso él tenía que pisar sobre nosotros, de vuelta.
Los comentarios sarcásticos se hicieron llegar, cada vez más frecuentes. Las bromas desagradables crecieron en el lado de “desagradables” y perdieron lo de “bromas”. Lo ignoré, o quizás sólo lo soportaba, repitiéndome que Diego y yo todavía podíamos ser amigos. Puede que me estuviese engañando… no, seguramente lo estaba haciendo, pero en ese entonces podía excusar mi fe en que a veces, a veces, se portaba ‘humano’ conmigo. En los momentos que importaba.
También tenía miedo, si tenía que ser honesto. Peor que enfrentar a quienes te atacaban, era tener que enfrentar a quien alguna vez te había protegido.
Me mentí sobre aguantar esto para no arrastrar a Clarice al asunto, ella no había hecho nada, después de todo. Tendría mi oportunidad para arreglar todo esto, la estaba esperando, y la oportunidad se presentó a inicios del mes, cuando tendría que abandonar el Hekshold unas semanas para hacer prácticas en otras tierras y buscar materiales que Beltrexus no tenía.
Ese tiempo tuvo varios de esos días donde actuaba humano.
También tuvo el epítome de cuando no lo hacía. Anteyer.
"¿Esperabas que me quedase callado, soportando una humillación detrás de otra” Se burlaba de todas aquellas bromas, de todas las que me quede callado.
“¡¿Cuándo piensas reconocer lo que hay entre nosotros?!” «Lo único que hubo entre nosotros fue la maldita poción de amor defectuosa que me diste a beber para que Clarice nos viera en mi cuarto cuando volviese a celebrar el Yule, maldito».
"¿Acaso crees que a alguien le importa?”
Tragué saliva. Su cara implorante debía ser la misma expresión que había portado la siguiente mañana, cuando los efectos se habían desvanecido.
«A mí me importa» sollocé en medio de un rugido en mi mente. Estaba a una gota de soltarme de Clarice y entrarle a golpes a Diego.
—¿No piensas responderle, Andoy? Dile.
—¿Andoy? ¿De qué está hablando Diego?
—¿Entonces, Andoy?
—¡Andoy, di algo, y quiero qué lo digas ya!
—¡Andoy!
—Es Anders —murmuré.
Un tic pareció apoderarse del ojo derecho de Clarice.
—¿¡Qué estás diciendo!? ¡No dices nada desde qué aparece Diego y ahora murmuras cosas! ¿¡Quién diablos es Anders!?
—¡YO!
Rugí a la vez que empujaba mi codo dentro del estómago de Clarice y subía el puño para golpearla con los nudillos en la cara, tirándola al suelo.
—¿¡Andoy!? ¡Es Anders Ahlberg! ¡APRÉNDETELO, TARMÚNIL!
Vi a los lados con la cabeza ardiendo y los dientes apretados. ¿Qué era esto, un baile? ¿No estábamos en unas escobas? ¿No me había golpeado Uriel? ¿Por qué no me dolía el cuerpo? ¿Por qué no le dolía el de Uriel, estando bañado a quemaduras?
Volteé hacia el barbudo. ¿Era el león? Antes había advertido que se podía quedar atrapado para siempre en uno de sus sueños. Casi. Me había dado una vida nueva, incluso. Era asquerosamente fuerte. ¿Cómo iba a ser más inteligente qué alguien que podía cambiar la escena? No íbamos a desenmascararlo así. A este paso, se robaría mi mente. La de Uriel, y la de la bruja de agua, ¿Nahir? Nahir. Y pensar que había ofrecido ayudarlos.
Ahora que lo pensaba, por pedir que alguien avisara y que Uriel llamase a todos se había arrastrado mucha más gente. Mierda, mierda. Esto era mi culpa.
Pagaría por ello entonces. Si me iba a dejar sin mi mente de todas maneras, no me servía conservar sano mi cuerpo. Si no podía ser más inteligente que Erendin, sería más bruto. Si el pequeño vampiro no sentía sus quemaduras por cosa de la ilusión, el daño que recibía o no se traducía a la 'realidad' o quizá no podía arriesgarlo a dejarnos que lo sufriéramos por despertarnos del sueño.
Cualquiera fuese el caso, si Erendin quería un baile, tendría uno. Ya no iba a desenmascararlo.
Iba a volarle la cabeza.
Mientras las tres o cuatro imágenes duplicadas que tenía en la vista se acomodaban recuerdos empezaban a deslizarse, más veloces a más intentaba aferrarlos, como cuando se trataba de apretar el agua y simplemente se corría más rápido entre los dedos por haber menos espacio donde estar.
«Estos gritos...» ¿Los gritos no eran por un juego? Me dolían el cuerpo y la cabeza... ¿me había golpeado?
No. Debía ser cosa de la luz, no es que fuese intrínsecamente desagradable, pero a veces que exageraban mucho decorando el Gran Salón.
«¡...El baile, y vine so-!»
—¿Er? —miré a Clarice al escuchar su voz, bajando los ojos hacia donde me sostenía del brazo. Subí la mirada de nuevo, dedicándole una sonrisa—. Pues-
Las imágenes del alrededor ya se habrían terminado de acomodar. Podía notar alguna mesa y algo verde que debía ser el árbol en mi vista periférica. Como si no hubiese visto el Salón nunca antes en mi vida – una noción absurda, siendo un estudiante del Hekshold – giré la cabeza para dar un vistazo mejor del alrededor y poder responder a mi pareja. ¡Pero si es qué Urry y Lunyria estaban a un lado!
¿Cómo no los vi? Más importante, ¿habían venido juntos, juntos? Siempre había pensado que harían una pareja preciosa, campeón con campeona, no podían ser mejor para el otro. Al parecer, la maestra Meitner no opinaba distinto, por esos empujoncitos que les daba. Ah, y también estaba el gigantón, y ahí venía Diego.
…
—Dieg—ahogué la palabra, recordando que tenía a Clarice al lado. Estuve a punto de moverme para llevármela jalada, pero era tarde. Ya mi nombre estaba siendo exclamado por el hombre.
Justo como la noche antepasada.
«Que». Me lleve la mano libre a la cabeza, ¿en qué estaba pensando, si yo no…
Yo no había sido. No iba a seguir el juego de Diego, no más. ¿Cómo se atrevía, el desgraciado, a hablar de humillaciones, con lo que había hecho? ¿A hablar de importar cuando a él sólo le importaba él mismo?
Asco. Me daba asco tal táctica por parte de Diego, y él. Doblegar la voluntad de las personas de forma tan horrible con su alquimia de segunda clase.
Apreté el puño, tensado. ¿Cuándo se había vuelto así? ¿Cuándo habíamos…?
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—¡Diego, no!
Dije entre risas por el cosquilleo en mi cuello, provocado por sus labios. Tenía mis manos en su pecho para empujarlo; pero más resistencia le oponía una hoja al viento. Sólo se detuvo ante el llamado de atención de uno de los profesores. Y esto era la primera clase que teníamos desde que nos alistamos al Hekshold; ambos habíamos sido aceptados. Si todas las clases iban a ser así, porque la mayoría las compartía con él, esto iba a ser difícil.
No es que me molestara. Era un sueño, aún si no había sido así desde el inicio.
Ambos habíamos nacido en el mismo lugar, pero yo había perdido a mi madre por un error – un accidente, así que me quede sólo con mi padre.
«¿Qué error?»
Fueron varios años antes de que empezáramos a hablarnos, en realidad. Si existía algo como los opuestos, entonces Diego era el mío: yo pensaba todo y no decía nada, Diego podía alzar la pregunta de si alguien podía hablar sin pensar, porque ciertamente así parecía su caso. Yo no podía acercarme a una bruja si mi vida dependiese de ello, Diego parecía un imán de ellas. Yo tenía menos habilidad con la magia que una anciana tejiendo sin dedos, a él le decían genio y podía creerme que lo era. Con el tiempo, lo que quedaba de mi familia se fortaleció y el ambiente se hizo más alegre.
Diego tenía su familia de toda la vida, pero esos lazos cada vez lucían más frágiles.
Eran corazones que podrían ser cortados por cualquier espada.
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Era nuestro primer trimestre en el Hekshold. Si bien habíamos venido juntos cada uno estaba aquí por sus propias razones, yo quería mejorar mi habilidad en mi magia, él quería mejorar su conocimiento de alquimia. Esas dos cosas eran similares; pero no eran las mismas.
Aprendimos mucho en tan sólo esos primeros tres meses, y debía agradecerle mucho de ese aprendizaje a Diego. No creería haber aguantar mucho tiempo, temiendo a cruzar una esquina y hallarme a solas con una bruja en el Hekshold, lo que era como esperar no hallarse con una elfa en Sandorai. Eso y gente molestando por mi linaje, ser sólo mitad brujo; supuestamente la razón por la que la magia se me resistía tanto…
…definitivamente la razón por la que había perdido a mi madre.
Había sido la sangre de un humano manchando la de una bruja. Estaba prohibido, ¿qué sucedía si eso eliminaba la magia de la sangre? El nombre de la familia se caería, no se habían alzado como poderosos magos para verse reducidos por el último en la línea a campesinos.
No escucharon, yo era la prueba. Fue el poder de la maga más fuerte de los que eran mi familia – mi abuela, contra la de mi madre. Llamas tan fuertes alimentadas por un odio que no se acabaría hasta consumirlo todo, como si fuese oxígeno. Mi padre tuvo que huir conmigo para que no pereciéramos también.
Desde entonces le tuve miedo a las brujas y al fuego. «El fuego... ¡El fuego, acuérdate del fue-»
Habría sido insoportable vivir a través de eso en el Hekshold más de un mes si no hubiese tenido una espalda donde apoyar la mía. Contener todo detrás de una actitud despreocupada y una sonrisa. Daba igual que tan duros y altas defensas levantara. Ni siquiera deseaba estar aquí, no del todo. Mejorar mi magia, hacerla más fuerte. Traerle algo a mi padre para que estuviese orgulloso, y sobretodo pudiese descansar tranquilo al ver que su sangre no había causado ningún problema, no afectó ni jamás afectaría esa magia, sería fina y sería fuerte. Tenía que enseñarle que su esposa y mi madre no había muerto por su culpa.
Aún con ese deseo, sólo era un mago de tierra, así que lo que levantaba no era más duro que simplemente eso. Al final se desmoronaría, porque simplemente no estaba hecho de diamante.
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Así que moriría así, congelado. No debería haberme intentado defender, mucho menos insultar a este maldito. Está en el top 10 de la academia entera, y voy yo, un sin nombre, y pienso que puedo ganarle en una pelea mientras va acompañado. Dudaba que no hubiese dado el golpe de gracia por reglas de la academia, seguramente sólo esperaba; esperaban, que llamase a Diego por ayuda.
Como había hecho tantas veces durante los primeros seis meses.
No lo haría. No podía hacerlo. Diego merecía un respiro, sobretodo con lo que había pasado hace dos meses atrás. Tenía un tiempo cocinándose, desde que éramos jóvenes, y aunque tensado el hilo no rompía, así que creyó tener tiempo de terminarla antes de que sus padres se separaran. ¿Qué eran unos dos o tres años ante lo qué había sido toda su vida?
Una poción de amor. De amor, ¿qué era un amor qué duraba sólo un día? Tenía que ser para siempre o no servía. No había dicho a nadie las razones específicas de su unión al Hekshold hasta entonces, cuando todo se vino abajo, directamente preguntó a un profesor sobre ello.
Y detestó la respuesta. No podía aceptarla, hacerlo era aceptar que sus padres no estarían juntos nunca más, que no podía forzar lazos y emociones. Eso y la magia eran fuerzas intrínsecamente caóticas, por eso controlarlas era un logro, pero la magia tenía sus límites. También las emociones.
Se distanció de todos desde entonces, lentamente. Cuando los problemas empezaron a venir por mi camino ahora que Diego ya no estaba tanto fue que me di cuenta cuanto dependía de él. No podía decir que estuviera orgulloso, pero tampoco era algo que me molestaba. Lo que me molestaba… ¿por qué él no podía depender de mí? Se había vuelto… ¿frío, era la palabra?
Tuve que forzar una sonrisa. Estaba cubierto por hielo, aplastado por hielo, atravesado en varias áreas no vitales por carámbanos. ¿De verdad te costaba saber qué era frío y qué no lo era, Anders?
«¿Anders?»
Andoy.
No sabía si era la niebla o sólo estaba perdiendo la consciencia, pero me costaba cada vez más ver. Tendría que arrastrar a la tumba la impotencia de no haber podido traer paz ni a mi padre ni a mi novio.
Eso pensé entonces, pero tuve suerte. Suerte de ser salvado por aquello a lo que le tenía miedo. Ese día, cuando me salvó Clarice, fue como un buen augurio de cosas por venir. Definitivamente no lo pareció así al principio, aún cuando estaba muriendo de frío; era una bruja, una bruja de fuego, de una maldita familia reconocida por producir tensais muy fuertes de eso. ¿Cómo se me iba a pasar por la cabeza la posibilidad de qué empezase a gustarme?
Con el tiempo empezó a hacerlo, aunque no podía decir lo mismo del fuego. Era el peor de los cuatro elementos base. El agua no ahogaría a su amo, la roca no golpearía la cabeza de quien la lanza, la brisa no soplaría en contra de quien la dirigiera. El fuego consumiría con gusto a quien lo invocase y todo lo demás si no se le vigilaba.
Pero a veces era mucho más que eso, al menos eso intentaba enseñarme Clarice, así que alguna vez me lancé hacia el aún con miedo. Siempre venía bien en noches de frío, tanto como estar entre sus brazos.
Y es que eran tan cálidas. …Ahm, ¡las llamas! ¡Las llamas! …Bueno. Quizás otras cosas también, pero no entraría en detalles.
Yo había tenido la suerte de encontrarme a Clarice ese día.
Diego no tuvo tanta suerte, primero su familia, y ahora yo empezaba a enamorarme de otra persona. No daba con una fórmula para su poción y, me temía, nunca daría con una, estaba buscando un trébol de cuatro hojas en un mundo donde el suelo sólo le ofrecería un trébol de tres.
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Le dije a Diego, pero nunca a Clarice. Amar a dos sería como amar a ninguno, así que me separé de él. Era la primera vez que me había hecho algo malo, y aunque había recibido muchas heridas en la vida, las quemaduras provocadas por una de esas malditas pociones que hacían fuego de líquido, era las que más me habían dolido, jamás.
No me molesté en defenderme, porque no merecía hacerlo. Entendía su rabia, casi podía justificarla. Todo y cada uno de sus insultos eran ciertos. Pero aún así… ¿por qué usar fuego? ¿Por qué arrastrarme de vuelta al pasado, así, si él lo sabía? Desde que nos habíamos distanciado sabía que no podría alcanzar de nuevo a Diego, pero ahora… ¿qué seguía luego de estar seguro?
Eso es lo que estaba, ahora. ¿Cómo le explicaba a Diego qué me gustaba una bruja de fuego? ¿Cómo le explicaría a Clarice qué todo lo qué construyó y la paciencia qué me tuvo se habían derretido tan fácilmente? ¿Cómo? ¿Cómo explicaría todo sin pasar por el desagradable punto de qué en algún momento odiaba todo lo qué ella era? ¿Y si eso la lastimaba?
Fue cuando me di cuenta de que quizá no debía estar temiendo al fuego. El amor me había quitado más cosas, y eso ni siquiera lo podía ver, y a diferencia de las llamas, no había quien lo pudiese controlar. No realmente. Por eso me aparté de ambos, no se podían forzar las cosas, ni las emociones, ni los lazos. Sólo resultaba en cosas malas; peligrosas.
Pero Diego nunca entendió eso.
¿Podía decir que lo había hecho yo, realmente?
Nueve meses volaron sin que me enterase. Había golpeado el fondo… así que creí ese tiempo la subida, por excesivamente lenta que fuera. Clarice no dejo de acercarse nunca, ignorante de todo lo que había pasado, y aunque tomó mucho tiempo para que siquiera pudiéramos vernos a los ojos otra vez, tuve esperanza de que las cosas empezaran a sanar con Diego. Al menos ya podíamos saludar al otro, aún si nunca nacía conversación de ello. Sabía que me había visto con ella, algunas veces. Lucía… casi aprobatorio de ello, al menos no en contra, como incluso para comentar en ello y ser directo, en preguntarme si me gustaba. Eso daba algo de miedo, es decir, ¿se me notaba? ¿Era TAN asquerosamente obvio? ¿Qué todavía me gustaba un poco y me alejaba forzosamente?
Puede que por eso la bruja insistiese. Es decir, no podía ser por mi atractivo, y mi personalidad dejaba que desear. La conocía, o la había conocido al menos, si veía llama en algo, por pequeña que fuera, no la dejaría extinguirse. Era igual a Diego en ese aspecto, pero era distinta en que sabía dejar aquellas que ya no tenían más que quemar. Si estaba viendo esa llama en nosotros… ¿no se rendiría? Y yo no podía mostrarle cenizas, por mucho que lo intentara.
Si no podía extinguir la llama, entonces… podría volver a intentar enfrentar el fuego.
Lo hice, y estuve alegre por hacerlo. Pero los pasos que había tomado a Clarice no habían hecho tanto como sólo alejarme lo poco que se había recuperado de cercanía con Diego. Más bien era sido como si hubiese pisado sobre ello.
Por eso él tenía que pisar sobre nosotros, de vuelta.
Los comentarios sarcásticos se hicieron llegar, cada vez más frecuentes. Las bromas desagradables crecieron en el lado de “desagradables” y perdieron lo de “bromas”. Lo ignoré, o quizás sólo lo soportaba, repitiéndome que Diego y yo todavía podíamos ser amigos. Puede que me estuviese engañando… no, seguramente lo estaba haciendo, pero en ese entonces podía excusar mi fe en que a veces, a veces, se portaba ‘humano’ conmigo. En los momentos que importaba.
También tenía miedo, si tenía que ser honesto. Peor que enfrentar a quienes te atacaban, era tener que enfrentar a quien alguna vez te había protegido.
Me mentí sobre aguantar esto para no arrastrar a Clarice al asunto, ella no había hecho nada, después de todo. Tendría mi oportunidad para arreglar todo esto, la estaba esperando, y la oportunidad se presentó a inicios del mes, cuando tendría que abandonar el Hekshold unas semanas para hacer prácticas en otras tierras y buscar materiales que Beltrexus no tenía.
Ese tiempo tuvo varios de esos días donde actuaba humano.
También tuvo el epítome de cuando no lo hacía. Anteyer.
[…]
"¿Esperabas que me quedase callado, soportando una humillación detrás de otra” Se burlaba de todas aquellas bromas, de todas las que me quede callado.
“¡¿Cuándo piensas reconocer lo que hay entre nosotros?!” «Lo único que hubo entre nosotros fue la maldita poción de amor defectuosa que me diste a beber para que Clarice nos viera en mi cuarto cuando volviese a celebrar el Yule, maldito».
"¿Acaso crees que a alguien le importa?”
Tragué saliva. Su cara implorante debía ser la misma expresión que había portado la siguiente mañana, cuando los efectos se habían desvanecido.
«A mí me importa» sollocé en medio de un rugido en mi mente. Estaba a una gota de soltarme de Clarice y entrarle a golpes a Diego.
—¿No piensas responderle, Andoy? Dile.
—¿Andoy? ¿De qué está hablando Diego?
Estaba yendo demasiado lejos.
«¿Quién?»
—¿Entonces, Andoy?
Intentando forzar emociones falsas donde no las había. Me lo había advertido.
«¿Quién? ¿Diego? No-» «¿De quién había hablado el barbudo?»
—¡Andoy, di algo, y quiero qué lo digas ya!
No me iba a hacer esto ni un segundo más. No le iba a permitir que le hiciera daño a-
«-los que arrastré a esto».
—¡Andoy!
—Es Anders —murmuré.
Un tic pareció apoderarse del ojo derecho de Clarice.
—¿¡Qué estás diciendo!? ¡No dices nada desde qué aparece Diego y ahora murmuras cosas! ¿¡Quién diablos es Anders!?
—¡YO!
Rugí a la vez que empujaba mi codo dentro del estómago de Clarice y subía el puño para golpearla con los nudillos en la cara, tirándola al suelo.
—¿¡Andoy!? ¡Es Anders Ahlberg! ¡APRÉNDETELO, TARMÚNIL!
Vi a los lados con la cabeza ardiendo y los dientes apretados. ¿Qué era esto, un baile? ¿No estábamos en unas escobas? ¿No me había golpeado Uriel? ¿Por qué no me dolía el cuerpo? ¿Por qué no le dolía el de Uriel, estando bañado a quemaduras?
Volteé hacia el barbudo. ¿Era el león? Antes había advertido que se podía quedar atrapado para siempre en uno de sus sueños. Casi. Me había dado una vida nueva, incluso. Era asquerosamente fuerte. ¿Cómo iba a ser más inteligente qué alguien que podía cambiar la escena? No íbamos a desenmascararlo así. A este paso, se robaría mi mente. La de Uriel, y la de la bruja de agua, ¿Nahir? Nahir. Y pensar que había ofrecido ayudarlos.
Ahora que lo pensaba, por pedir que alguien avisara y que Uriel llamase a todos se había arrastrado mucha más gente. Mierda, mierda. Esto era mi culpa.
Pagaría por ello entonces. Si me iba a dejar sin mi mente de todas maneras, no me servía conservar sano mi cuerpo. Si no podía ser más inteligente que Erendin, sería más bruto. Si el pequeño vampiro no sentía sus quemaduras por cosa de la ilusión, el daño que recibía o no se traducía a la 'realidad' o quizá no podía arriesgarlo a dejarnos que lo sufriéramos por despertarnos del sueño.
Cualquiera fuese el caso, si Erendin quería un baile, tendría uno. Ya no iba a desenmascararlo.
Iba a volarle la cabeza.
__________________________________________________
tl;dr Anders empieza a repartir puñetazos a todo en la ilusión que no reconozca hasta ahora, objetivo primario Meitner y el profesor de pitch si lo ve por ahí. Lególas es Diego, por cierto, fue tu ship favorito por el primer cuarto de post, no intentes negarlo.
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
¿Estaría bien? ¿Estaría a salvo? Seguro que sí, Lavey estaba en el campamento del ejército de Dundarak y acompañada de Sophitia, si algo sucediera seguro que no pasaría nada.
Moví la cabeza de lado a lado, tratando de sacudir los erráticos pensamientos que indicaban, que eran demasiadas las cosas que podían salir mal. Miré la costa desde la proa del barco, tan solo tenía que volver y alcanzaría a mi hija... No lo hice, el mundo dependía de mí, o al menos eso dijo Koran, yo aún lo ponía en duda.
Habíamos conseguido que el barco no embarrancara, habíamos logrado ahuyentar a la bestia, pero aun así más de medio lago estaba congelado. Era un despropósito tratar de romper el hielo y de llegar a la orilla donde descansaba el ejército, debíamos hacer algo que no fuera perder el tiempo en mitad del lago, algo como cruzar al lado oeste y perder preciadas horas de luz buscando un camino que no estaba allí.
Durante la tarde el cuerno del barco había marcado alguna clase de señal, que no tuvo que ser importante ya que Ronaldo no le dio importancia. Ronaldo es equivocaba, sí que era importante, al menos para mí.
-¿Que estás haciendo aquí?
El cuerno bramó una segunda vez, todos los buscadores, por orden del capitán, habíamos regresado al Lunargentes. Al parecer ya se podía cruzar el lago.
-¿Tu qué crees? -Aquella voz femenina no era ni más ni menos que la de Lavey. -El ejército de chiquillo se ha movido hacia el interior del bosque. Los seguí durante un rato, pero había algo que me daba mala espina, ese crio tiene cara de loco y no cuida de los suyos. En cuanto pude me escabullí. ¿Oh preferías que me quedara en el pelotón de arqueros?
-No, supongo que no.
Respondí resignada y tragándome la angustia de madre. Había dejado a la rubia en el campamento precisamente porque no quería ponerla en peligro, si el ejército se estaba moviendo entonces prefería que se quedara conmigo. Por lo menos así si le pasa algo estaría a su lado y no podría decir que estuve muy lejos para...
Volví a sacudir la cabeza, no necesitaba aquella clase de pensamientos en estos momentos, bueno, en realidad ni estos ni en ningún otro momento, pero sobre todo en este momento.
En el recorrido de vuelta a la orilla este Lavey nos puso al día de lo que pasaba en el campamento. Sophitia había sido la primera en levantarse de la mesa cuando se enteró de que los dragones se movían hacia el templo donde estaba Zöe.
Lavey no quiso decirme porque, pero al ver a su amiga preocupada quiso volver conmigo.
La noche ya nos abrazaba cuando Canit encontró un indicio de lo que buscábamos.
El camino era estrecho, pedregoso, lleno de guillaros coloreados por el verde del limo, la pared era resbaladiza y caía una fina capa de agua de manera constante.
Ronaldo nos mandó atar una soga en la cintura argumentando que si uno se caía el otro lo sujetaría, ¿pero acaso ese sistema era infalible? ¿Y si nos íbamos todos detrás y acabábamos despeñados contra el fondo de la cascada?
El capitán no aceptó una negativa por respuesta, todos teníamos que tener atada la cuerda.
A la cabeza iba el mausu, seguido de Trastamara con su peculiar varita luminosa.
Jamás había visto una varita de metal con una cabida lumínica protegida por un cristal plano y redondo, la próxima vez que me encontrara con Reike le preguntaría sobre ellas, me vendría muy bien un palo así.
Detrás del capitán estaba su contramaestre y tras él iba yo, con las lentes de visión nocturna, todo se veía verde, pero por lo menos se veía, Vey cerraba el grupo.
El recorrido no fue realmente largo, si hubiera sido un camino llano y recto en quince minutos habríamos llegado al final, pero no lo era, caminábamos con suma precaución, mirando donde pisaba el de delante, comprobando que el de atrás no pisara mal, asegurándonos de que las manos se aferraban a las piedras adecuadas. El agua de la cascada era tan intenso que embotaba los sentidos, apenas nos oíamos unos a otros, y eso que prácticamente nos desgarrábamos la voz.
Al final conseguimos llegar al centro de la cascada, la pared se hundía hacia el interior del lago y el suelo bajo nuestros pies se ampliaba, aquella parecía la entrada que buscábamos, debía ser la entrada que buscábamos.
-¿Hacemos apuesta? -Alcé la voz con tono despreocupado, intentando rebajar la tensión del momento. -Yo digo que dentro de la cueva hay todo un pueblo de faes que protegen la puerta del dragón y que nos van a atacar con un bicho bien grande, feo y mortífero.
-Pues yo digo que solo era una cueva vacía y mohosa. -Lavey se había desatado la soga y caminado hacia la apertura de la cueva. -Los bichos no viven solo de aire y agua.
Moví la cabeza de lado a lado, tratando de sacudir los erráticos pensamientos que indicaban, que eran demasiadas las cosas que podían salir mal. Miré la costa desde la proa del barco, tan solo tenía que volver y alcanzaría a mi hija... No lo hice, el mundo dependía de mí, o al menos eso dijo Koran, yo aún lo ponía en duda.
Habíamos conseguido que el barco no embarrancara, habíamos logrado ahuyentar a la bestia, pero aun así más de medio lago estaba congelado. Era un despropósito tratar de romper el hielo y de llegar a la orilla donde descansaba el ejército, debíamos hacer algo que no fuera perder el tiempo en mitad del lago, algo como cruzar al lado oeste y perder preciadas horas de luz buscando un camino que no estaba allí.
Durante la tarde el cuerno del barco había marcado alguna clase de señal, que no tuvo que ser importante ya que Ronaldo no le dio importancia. Ronaldo es equivocaba, sí que era importante, al menos para mí.
-¿Que estás haciendo aquí?
El cuerno bramó una segunda vez, todos los buscadores, por orden del capitán, habíamos regresado al Lunargentes. Al parecer ya se podía cruzar el lago.
-¿Tu qué crees? -Aquella voz femenina no era ni más ni menos que la de Lavey. -El ejército de chiquillo se ha movido hacia el interior del bosque. Los seguí durante un rato, pero había algo que me daba mala espina, ese crio tiene cara de loco y no cuida de los suyos. En cuanto pude me escabullí. ¿Oh preferías que me quedara en el pelotón de arqueros?
-No, supongo que no.
Respondí resignada y tragándome la angustia de madre. Había dejado a la rubia en el campamento precisamente porque no quería ponerla en peligro, si el ejército se estaba moviendo entonces prefería que se quedara conmigo. Por lo menos así si le pasa algo estaría a su lado y no podría decir que estuve muy lejos para...
Volví a sacudir la cabeza, no necesitaba aquella clase de pensamientos en estos momentos, bueno, en realidad ni estos ni en ningún otro momento, pero sobre todo en este momento.
En el recorrido de vuelta a la orilla este Lavey nos puso al día de lo que pasaba en el campamento. Sophitia había sido la primera en levantarse de la mesa cuando se enteró de que los dragones se movían hacia el templo donde estaba Zöe.
Lavey no quiso decirme porque, pero al ver a su amiga preocupada quiso volver conmigo.
La noche ya nos abrazaba cuando Canit encontró un indicio de lo que buscábamos.
El camino era estrecho, pedregoso, lleno de guillaros coloreados por el verde del limo, la pared era resbaladiza y caía una fina capa de agua de manera constante.
Ronaldo nos mandó atar una soga en la cintura argumentando que si uno se caía el otro lo sujetaría, ¿pero acaso ese sistema era infalible? ¿Y si nos íbamos todos detrás y acabábamos despeñados contra el fondo de la cascada?
El capitán no aceptó una negativa por respuesta, todos teníamos que tener atada la cuerda.
A la cabeza iba el mausu, seguido de Trastamara con su peculiar varita luminosa.
Jamás había visto una varita de metal con una cabida lumínica protegida por un cristal plano y redondo, la próxima vez que me encontrara con Reike le preguntaría sobre ellas, me vendría muy bien un palo así.
Detrás del capitán estaba su contramaestre y tras él iba yo, con las lentes de visión nocturna, todo se veía verde, pero por lo menos se veía, Vey cerraba el grupo.
El recorrido no fue realmente largo, si hubiera sido un camino llano y recto en quince minutos habríamos llegado al final, pero no lo era, caminábamos con suma precaución, mirando donde pisaba el de delante, comprobando que el de atrás no pisara mal, asegurándonos de que las manos se aferraban a las piedras adecuadas. El agua de la cascada era tan intenso que embotaba los sentidos, apenas nos oíamos unos a otros, y eso que prácticamente nos desgarrábamos la voz.
Al final conseguimos llegar al centro de la cascada, la pared se hundía hacia el interior del lago y el suelo bajo nuestros pies se ampliaba, aquella parecía la entrada que buscábamos, debía ser la entrada que buscábamos.
-¿Hacemos apuesta? -Alcé la voz con tono despreocupado, intentando rebajar la tensión del momento. -Yo digo que dentro de la cueva hay todo un pueblo de faes que protegen la puerta del dragón y que nos van a atacar con un bicho bien grande, feo y mortífero.
-Pues yo digo que solo era una cueva vacía y mohosa. -Lavey se había desatado la soga y caminado hacia la apertura de la cueva. -Los bichos no viven solo de aire y agua.
Reivy Abadder
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Estaban teniendo una conversación muy entrañable. Los leñadores recordaban viejas anécdotas, hablaban sobre personas de Villasauco, sacando a la luz chismorreos y demás historias. Todos menos Sango, él no sabía de qué hablaban, pero disfrutaba, le hacían sentir como en casa.
- Nada de cordura, Billy.- Intervino Sango al tiempo que giraba la cabeza para mirar al veterano leñador.- La hechicería le ha reblandecido la sesera, está loco. Te concedo que pueda tener momentos de lucidez, escasos, eso sí, pero de ahí a que sea un genio...- Se llevó la palma a la cara para matar a otro mosquito, ya llevaba unos cuantos. Sango quería añadir algo pero Billy escuchó algo.
Agudizaron el oído, al principio los tres jóvenes no escucharon nada, incluso se detuvieron para concentrarse mejor. Fue al cabo de unos instantes cuando lo percibieron y como si estuviera escrito, marcharon hacia aquel ruido, en silencio, captando la evolución del leve murmullo hasta que se convirtió en una atronadora masa de agua precipitándose al vacío desde una gran altura.
La visión era espectacular: los árboles, cada vez más escasos, dieron paso a una ligera caída que termina en la orilla del lago en donde el agua apenas se movía, a lo lejos, se intuía movimiento justo por debajo de la superficie ya que en esas zonas el agua se ondulaba, los pájaros volaban bajo, buscando presas descuidadas, atentas a cualquier oportunidad; y a su alrededor, el bosque, espectador privilegiado, actor necesario que rodeaba el escenario donde actuaba la única que se llevaba todas las miradas, todos los pensamientos, todas las ovaciones, todos los recuerdos: la catarata. Ah, un elegante flujo de agua que reflejaba los últimos rayos de sol del día y que actuaba, en exclusiva, para ellos.
Bunyan no se fijó en todo aquello, al igual que Sango, que se había sentado a sacarse una piedra de la bota y que estaba teniendo dificultades pues el kag quería jugar. Billy tradujo las sospechas de Bunyan, sólo para quedara bien claro: estaban en la orilla equivocada. Sango, que para entonces ya se había levantado, suspiró de cansancio y aceptó de buena gana la propuesta de Owen de acampar.
- ¡Son esos puercos Ojosverdes!- gritó Billy antes de lanzarse a por ellos.
Sango no los había visto y tampoco tuvo tiempo de reaccionar. Y justo antes de que pudiera decir o hacer nada Billy había caído hacia atrás por el impacto de dos flechas. Vio a Bunyan y Owen sorprendidos ante el ataque y fueron a empuñar sus armas cuando el rugido del oso llegó desde un costado al tiempo que cargaba contra los elfos, el Kag se había empezado a poner nervioso al oler la sngre
-¡Quietos!- Gritó Sango a los animales. Y para su sorpresa el que no llevaba arco lanzó un haz de luz contra el oso al que fulminó en el acto. Sango entendió el mensaje a la perfección y para su sorpresa soltó la empuñadura de la espada, no sabía cómo había llevado la mano hasta ahí. Le soltó una patada al kag para que se calmara y luego miró a los leñadores que estaban arrodillados junto a Billy y paralizados por el miedo. Luego se giró hacia los elfos.
- Por todos los Dioses, parad.- Gritó alzando la manos y gesticulando. Podía huir. Sabía que podía, al menos el kag y él, pero, ¿y Owen y Bunyan? Si marchaba y no le seguían, estaban muertos.- Joder... - ¿Venganza o proteger a los que aun estaban con vida? No podía abandonar a aquellas personas a la voluntad de aquella escoria.
Bajó los brazos y terminó arrodillándose. Giró la cabeza y miró al kag que estaba con la cabeza agachada, mirándole. Ben le hizo un gesto con la cabeza para que se echara y a continuación giró hacia el otro lada para miar a Owen y Bunyan, quería mostrarles que todo iba a salir a bien, que no iba a pasar nada más, en definitiva transmitirles confianza. Por último miró a los elfos.
Lo único que salió de boca fue un escupitajo que lanzó en su dirección.
- Nada de cordura, Billy.- Intervino Sango al tiempo que giraba la cabeza para mirar al veterano leñador.- La hechicería le ha reblandecido la sesera, está loco. Te concedo que pueda tener momentos de lucidez, escasos, eso sí, pero de ahí a que sea un genio...- Se llevó la palma a la cara para matar a otro mosquito, ya llevaba unos cuantos. Sango quería añadir algo pero Billy escuchó algo.
Agudizaron el oído, al principio los tres jóvenes no escucharon nada, incluso se detuvieron para concentrarse mejor. Fue al cabo de unos instantes cuando lo percibieron y como si estuviera escrito, marcharon hacia aquel ruido, en silencio, captando la evolución del leve murmullo hasta que se convirtió en una atronadora masa de agua precipitándose al vacío desde una gran altura.
La visión era espectacular: los árboles, cada vez más escasos, dieron paso a una ligera caída que termina en la orilla del lago en donde el agua apenas se movía, a lo lejos, se intuía movimiento justo por debajo de la superficie ya que en esas zonas el agua se ondulaba, los pájaros volaban bajo, buscando presas descuidadas, atentas a cualquier oportunidad; y a su alrededor, el bosque, espectador privilegiado, actor necesario que rodeaba el escenario donde actuaba la única que se llevaba todas las miradas, todos los pensamientos, todas las ovaciones, todos los recuerdos: la catarata. Ah, un elegante flujo de agua que reflejaba los últimos rayos de sol del día y que actuaba, en exclusiva, para ellos.
Bunyan no se fijó en todo aquello, al igual que Sango, que se había sentado a sacarse una piedra de la bota y que estaba teniendo dificultades pues el kag quería jugar. Billy tradujo las sospechas de Bunyan, sólo para quedara bien claro: estaban en la orilla equivocada. Sango, que para entonces ya se había levantado, suspiró de cansancio y aceptó de buena gana la propuesta de Owen de acampar.
- ¡Son esos puercos Ojosverdes!- gritó Billy antes de lanzarse a por ellos.
Sango no los había visto y tampoco tuvo tiempo de reaccionar. Y justo antes de que pudiera decir o hacer nada Billy había caído hacia atrás por el impacto de dos flechas. Vio a Bunyan y Owen sorprendidos ante el ataque y fueron a empuñar sus armas cuando el rugido del oso llegó desde un costado al tiempo que cargaba contra los elfos, el Kag se había empezado a poner nervioso al oler la sngre
-¡Quietos!- Gritó Sango a los animales. Y para su sorpresa el que no llevaba arco lanzó un haz de luz contra el oso al que fulminó en el acto. Sango entendió el mensaje a la perfección y para su sorpresa soltó la empuñadura de la espada, no sabía cómo había llevado la mano hasta ahí. Le soltó una patada al kag para que se calmara y luego miró a los leñadores que estaban arrodillados junto a Billy y paralizados por el miedo. Luego se giró hacia los elfos.
- Por todos los Dioses, parad.- Gritó alzando la manos y gesticulando. Podía huir. Sabía que podía, al menos el kag y él, pero, ¿y Owen y Bunyan? Si marchaba y no le seguían, estaban muertos.- Joder... - ¿Venganza o proteger a los que aun estaban con vida? No podía abandonar a aquellas personas a la voluntad de aquella escoria.
Bajó los brazos y terminó arrodillándose. Giró la cabeza y miró al kag que estaba con la cabeza agachada, mirándole. Ben le hizo un gesto con la cabeza para que se echara y a continuación giró hacia el otro lada para miar a Owen y Bunyan, quería mostrarles que todo iba a salir a bien, que no iba a pasar nada más, en definitiva transmitirles confianza. Por último miró a los elfos.
Lo único que salió de boca fue un escupitajo que lanzó en su dirección.
Sango
Héroe de Aerandir
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
La llegada de Vincent, con sus acusaciones sobre Malonar, la pilló aún intentando levantarse. Con una rodilla todavía en tierra, contempló la aparición de aquel gigantesco esqueleto de fuego. El calor que emanaba la criatura no hacía nada por aliviar el intenso picor que sentía, más bien al contrario, pero la ironía de la escena, teniendo en cuenta la imagen que ella misma había evocado hacía unos instantes, le arrancó otra risotada. O lo habría hecho, de no ser por la reacción de Malonar.
Sus manos volvieron a aferrarse al suelo al ver al elfo arremeter con tal fiereza sobre su congénere y se quedó tan petrificada como Siva, que no parecía saber cómo reaccionar ante la situación. ¿Realmente iban a matarse entre ellos por una capa? Una capa que Vincent traía puesta cuando llegó; Vincent, el “centinela”, que debía enfrentarse a los “jinetes oscuros”. Sabes que puedes derrotarlos “sin la reliquia”, le había dicho Malonar. Sólo que no era Malonar el que amenazaba con degollar a la elfa, Eilydh Skye, ante los presentes.
Repelido por la elfa, o quizá por la capa, el cuerpo de Malonar comenzó a cambiar. Valeria reconoció el aspecto esbelto, el tono grisáceo de aquella piel, y recordó aquella flecha envuelta en sombras apuntando directamente hacia ella. ¿Acaso la había seguido desde la copa? No, no era la misma. ¡Entonces, había más, estaban allí, en el mismo Árbol! ¿Qué fue lo que dijo aquella voz?* Trataba de recordar, pero había estado tan preocupada intentando llegar hasta el consejo para avisar a Vincent, que apenas había prestado atención a otra cosa. Estaba segura de que había oído la palabra “jinetes” y algo acerca de las raíces. Si su objetivo era el Árbol, como había sugerido el brujo cuando ella dio el aviso en el Consejo, tenía sentido que atacasen desde varios frentes a la vez.
Se volvió hacia Vincent, para decirle… algo, lo que fuera, pero un dolor agudo en su garganta le indicó que aquella vía de comunicación estaba fuera de su alcance, después del ataque de tos de hacía un momento. Maldijo para sí, buscando sin éxito otra manera de comunicarse. La ¿elfa? desnuda se le adelantó. Se había transformado de nuevo y se la veía encantada con su nueva capa.
Valeria se preguntó si los “hermanos” de los que hablaba la adolescente pelirroja que los miraba ahora también tendrían la capacidad de transformarse a placer. Podrían estar en cualquier parte. Peor aún, con un dominio del éter más propio de un brujo, la elfa cambiaformas convirtió la Sala del Consejo en una cueva de puro hielo. ¿Desde cuando un elfo, por gris que fuera su piel, podía hacer algo así?
Y, a pesar de todo, una cosa tenía que agradecerle la bruja al ser que había ordenado su muerte hacía apenas un momento: el descenso que todo ese hielo había producido en la temperatura de la sala hacía maravillas a la hora de aliviar el picor de su piel y el aire frío que entraba por su garganta entumecía ligeramente el dolor de su laringe. Ver a Siva, que había sacado sus dagas dispuesta a atacar al falso Malonar, luchando por mantener el equilibrio en el resbaladizo suelo no dejaba de ser un plus, sobre todo porque ella misma, medio sentada como seguía en el suelo, disponía de una estabilidad mayor, al menos por el momento. Lo de las estalactitas, por otro lado, ya no le hizo tanta gracia, especialmente, después de aquel golpe de bastón.
Renunciando a aquel maravilloso entumecimiento en aras de su propia seguridad, Valeria alzó rápidamente ambas manos hacia el techo, sintiendo cómo el éter se desplazaba a través de sus brazos, sus manos y más allá de sus dedos, hasta tocar y hacerse con el control de las estacas de hielo que pendían sobre su cabeza. Con la fuerza que le daban la rabia y la frustración que sentía en aquel momento, llevó su mano izquierda al frente y la mitad de aquellas estacas se precipitó hacia delante, arrastrando todas las que encontraban a su paso; por encima de Siva, que había tenido la fortuna de caer al suelo, la muy puta; por encima de Eilydh Skye y su tigre, cuyo blanco pelaje mostraba una oscura mancha roja; y derecho al balcón, a la mujer que corría hacia la balaustrada en aquel momento.
Pero aquello no sería todo. Si acaso la ladrona lograba esquivar toda esa masa de fragmentos y cascotes de hielo, le esperaba otra sorpresa escondida justo detrás. Enviadas con un gesto de su mano derecha, el resto de estalactitas, intactas y afiladas como cuchillos, realizaron veloces y libres de obstáculos el mismo recorrido que sus hermanas hacia la espalada de la pelirroja. Aún si ninguno de los proyectiles llegaba a rozar su piel, el tiempo que perdiera esquivándolos sería tiempo ganado para ellos. «¿Para hacer qué, Val?», se dijo la bruja, sintiendo otro acceso de tos quemando su garganta.
Encogiéndose una vez más por el dolor, Valeria dejó caer las manos sobre el suelo. Vio cómo el fuego que salía por su boca chocaba contra el hielo, que iba derritiéndose a su contacto, y con lágrimas en los ojos y apoyada en manos y rodillas, intentó avanzar hacia el balcón. Apenas era consciente de que el fuego de su garganta no era la única fuente de calor moviéndose por el lugar.
----------
OFF:
* Alusión al mensaje de Uri por "megafonía mágica" un par de turnos atrás (en el tema anterior, justo antes de que Uri y compañía se adentrasen en las Raíces y Reike en la Sala del Consejo)
Subrayado: Uso de mi especialización en Telequinesis para devolverle gentilmente las estalactitas a la Tarmúnil con intención de golpearla, ensartarla o, como mínimo, entorpecerla y retrasarla para dar tiempo a los niños grandes de echarle el guante. Siva, Eilydh y Ash'alá quedarían con el techo libre. De Vincent no me preocupo porquese largó de la sala dejándome tirada en el suelo es un tío muy hot para tener problema alguno con un puñado de estacas de hielo.
También tengo otro ataque de tos ardiente y picores, además de movidas mentales varias, pero lo importante es lo de las estalactitas.
Sus manos volvieron a aferrarse al suelo al ver al elfo arremeter con tal fiereza sobre su congénere y se quedó tan petrificada como Siva, que no parecía saber cómo reaccionar ante la situación. ¿Realmente iban a matarse entre ellos por una capa? Una capa que Vincent traía puesta cuando llegó; Vincent, el “centinela”, que debía enfrentarse a los “jinetes oscuros”. Sabes que puedes derrotarlos “sin la reliquia”, le había dicho Malonar. Sólo que no era Malonar el que amenazaba con degollar a la elfa, Eilydh Skye, ante los presentes.
Repelido por la elfa, o quizá por la capa, el cuerpo de Malonar comenzó a cambiar. Valeria reconoció el aspecto esbelto, el tono grisáceo de aquella piel, y recordó aquella flecha envuelta en sombras apuntando directamente hacia ella. ¿Acaso la había seguido desde la copa? No, no era la misma. ¡Entonces, había más, estaban allí, en el mismo Árbol! ¿Qué fue lo que dijo aquella voz?* Trataba de recordar, pero había estado tan preocupada intentando llegar hasta el consejo para avisar a Vincent, que apenas había prestado atención a otra cosa. Estaba segura de que había oído la palabra “jinetes” y algo acerca de las raíces. Si su objetivo era el Árbol, como había sugerido el brujo cuando ella dio el aviso en el Consejo, tenía sentido que atacasen desde varios frentes a la vez.
Se volvió hacia Vincent, para decirle… algo, lo que fuera, pero un dolor agudo en su garganta le indicó que aquella vía de comunicación estaba fuera de su alcance, después del ataque de tos de hacía un momento. Maldijo para sí, buscando sin éxito otra manera de comunicarse. La ¿elfa? desnuda se le adelantó. Se había transformado de nuevo y se la veía encantada con su nueva capa.
Valeria se preguntó si los “hermanos” de los que hablaba la adolescente pelirroja que los miraba ahora también tendrían la capacidad de transformarse a placer. Podrían estar en cualquier parte. Peor aún, con un dominio del éter más propio de un brujo, la elfa cambiaformas convirtió la Sala del Consejo en una cueva de puro hielo. ¿Desde cuando un elfo, por gris que fuera su piel, podía hacer algo así?
Y, a pesar de todo, una cosa tenía que agradecerle la bruja al ser que había ordenado su muerte hacía apenas un momento: el descenso que todo ese hielo había producido en la temperatura de la sala hacía maravillas a la hora de aliviar el picor de su piel y el aire frío que entraba por su garganta entumecía ligeramente el dolor de su laringe. Ver a Siva, que había sacado sus dagas dispuesta a atacar al falso Malonar, luchando por mantener el equilibrio en el resbaladizo suelo no dejaba de ser un plus, sobre todo porque ella misma, medio sentada como seguía en el suelo, disponía de una estabilidad mayor, al menos por el momento. Lo de las estalactitas, por otro lado, ya no le hizo tanta gracia, especialmente, después de aquel golpe de bastón.
Renunciando a aquel maravilloso entumecimiento en aras de su propia seguridad, Valeria alzó rápidamente ambas manos hacia el techo, sintiendo cómo el éter se desplazaba a través de sus brazos, sus manos y más allá de sus dedos, hasta tocar y hacerse con el control de las estacas de hielo que pendían sobre su cabeza. Con la fuerza que le daban la rabia y la frustración que sentía en aquel momento, llevó su mano izquierda al frente y la mitad de aquellas estacas se precipitó hacia delante, arrastrando todas las que encontraban a su paso; por encima de Siva, que había tenido la fortuna de caer al suelo, la muy puta; por encima de Eilydh Skye y su tigre, cuyo blanco pelaje mostraba una oscura mancha roja; y derecho al balcón, a la mujer que corría hacia la balaustrada en aquel momento.
Pero aquello no sería todo. Si acaso la ladrona lograba esquivar toda esa masa de fragmentos y cascotes de hielo, le esperaba otra sorpresa escondida justo detrás. Enviadas con un gesto de su mano derecha, el resto de estalactitas, intactas y afiladas como cuchillos, realizaron veloces y libres de obstáculos el mismo recorrido que sus hermanas hacia la espalada de la pelirroja. Aún si ninguno de los proyectiles llegaba a rozar su piel, el tiempo que perdiera esquivándolos sería tiempo ganado para ellos. «¿Para hacer qué, Val?», se dijo la bruja, sintiendo otro acceso de tos quemando su garganta.
Encogiéndose una vez más por el dolor, Valeria dejó caer las manos sobre el suelo. Vio cómo el fuego que salía por su boca chocaba contra el hielo, que iba derritiéndose a su contacto, y con lágrimas en los ojos y apoyada en manos y rodillas, intentó avanzar hacia el balcón. Apenas era consciente de que el fuego de su garganta no era la única fuente de calor moviéndose por el lugar.
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OFF:
* Alusión al mensaje de Uri por "megafonía mágica" un par de turnos atrás (en el tema anterior, justo antes de que Uri y compañía se adentrasen en las Raíces y Reike en la Sala del Consejo)
Subrayado: Uso de mi especialización en Telequinesis para devolverle gentilmente las estalactitas a la Tarmúnil con intención de golpearla, ensartarla o, como mínimo, entorpecerla y retrasarla para dar tiempo a los niños grandes de echarle el guante. Siva, Eilydh y Ash'alá quedarían con el techo libre. De Vincent no me preocupo porque
También tengo otro ataque de tos ardiente y picores, además de movidas mentales varias, pero lo importante es lo de las estalactitas.
Reike
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Habían ganado, eso era bueno. ¿Puede? No estaba segura. Y aun menos lo estuvo cuando la escena cambio a… un interior exquisitamente decorado, para celebrar su victoria, cosa que la lleno de orgullo. Como se habían currado ese año la decor….
Ese año. Habia algo... raro en esas dos palabras. Aunque no acababa de comprender el que. Es decir, le venían a la memoria varias decoraciones de ese salón, cada año más impresionante que los anteriores. Entonces... ¿porque ese olor a carne asada le revolvía el estomago? Era incapaz de encontrar el motivo, y entonces, recordó que era vegetariana, y que asar a los pobres animales era una crueldad.
... ¿Vegetariana? ¿Ella? Ni de coña.
Estaba en el suelo, de rodillas, el sabor a ceniza en la boca, el crepitar de las llamas cubría los gritos de dolor, y sus ojos lloraban, no por el humo, que milagrosamente no le llegaba, sino por la flamante figura que tenia ante ella, flotando elegantemente, como bailando. Recordaba haberle preguntado porque estaba haciendo eso, planteándose suplicar por su vida, y, aunque no recordaba exactamente lo que había pasado a continuación, sabia que las palabras del ser la habían roto.
Pestañeo, y volvía a estar en el salón decorado con motivos invernales, cubierta en sudor frío y con una bola de rabia en el estomago. Habría tolerado las ilusiones, los absurdos juegos… pero sabía que ese desliz no era casual, jamás había visto ese estúpido salón de Helshold, seguía sin haberlo hecho. Prácticamente le soltó un bofetón a la maestra Meitner cuando la empujó, como pura reacción instintiva, pero se contuvo y simplemente su brazo hizo un gesto seco, como robótico, mientras avanzaba a la pista de baile. ¿Sentidos, emociones? Aceptable. ¿Memorias? Imperdonable. Y mejor no hablar de ser vegetariana, pffff. ¿Ese estúpido jinete quería jugar? Jugaría.
-Profesores, profesoras, brujos, algún elfo perdido.- empezó, con una risita que intento pasar por nerviosa. No era el lugar ideal para un discurso, pero se suponía que empezaban ellos, así que… si quería que la oyeran, era el mejor momento. –Es un placer inaugurar ese baile, pasároslo muy bien y, sino, id a tomar un ponche para animaros.- esperaba que las inflexiones bastaran para que pillaran el mensaje. Porque si no iba a volverse feo. Extendió la mano hacia Urry y sin esperar demasiado, la verdad, lo cogió por la cadera con un brazo, guiándolo para bailar. –Bien, tengo un plan. Un poco… cuestionable, pero creo que va a funcionar. Tenemos que salir de aquí rápido. Cierto que Sandorai no era lo que esperaba cuando vine, no se que esperaba, de hecho, pero desde luego no que casi un tercio de los elfos fueran una pandilla de ariscos racistas a la vez que irónicamente tienen la misma capacidad mágica que un humano particularmente estúpido y puede que si se fueran no fuese una gran pérdida…- giró, mientras se callaba después de soltar esa retahíla, para respirar, básicamente, pues la había soltado de golpe. –Pero desde luego no se merecen los jinetes. Nadie lo hace, y mucho menos los civiles. No voy a dejar que unos engreídos tipejos masacren a unos inocentes porque algunos fueron un poco bordes conmigo. Mi madre siempre decía "Toda vida tiene una chispa de Luz, y merece ser preservada" así que al menos voy a intentarlo. Así que si tienes, o alguien de los que vinieron contigo tiene algo que vaya a servir contra el jinete, es el momento de dármelo o usarlo.- No esperaba ningún tipo de runa explosiva-que-suelta-fuego-sagrado pero habría quedado como una tonta si no se aseguraba antes de empezar su cuestionable plan. Había bailado hacia una de las mesas cercanas, y se separó para agenciarse cosas. Una cuchara, una copa, un tenedor. ¿Para qué? A saber, pero era mejor que nada…seguramente. Y se sentía mejor con la cubertería, ahora que empezaba a oír ruido con lo que estaba bastante segura, era Anders en medio. Así que mejor darse prisa antes de que se metiera en problemas como siempre hacia.
Y ahora era la hora de la verdad. Sus pequeños habían estado…distantes, lejanos, seguramente por culpa de esa ilusión que trastornaba quien era… no la reconocían, aunque supieran que era ella…como si llevara una máscara. Puede. Demasiado metafísico como para entenderlo del todo. Lo importante era que los necesitaba ahora, aunque tuviera que arrastrarlos chillando de donde fuera que salían. –Pequeños, necesito vuestra ayuda.- un pulso, débil, y no solo por la ilusión, sonaban… aburridos. –Venga, pensadlo bien, si ayudáis a desenmascarar y/o derrotar un megajinete, se lo contare a Galatea. Puede que hasta os haga un banquete.- notaba el interés, su luz, más cálida. -Puede, que si lo hacéis muy muy bien… sea una fiesta anual…con dulces y comida…- Duda, confusión. Venga ya, ¿en serio? -Significa cada año.- eso sin duda llamo su atención, solo había dos cosas que esos condenados apreciaran, bromas pesadas y comida. –Bien, me alegra veros tan dispuestos.- Tosió, para aclararse la garganta, mientras pensaba en su ensalmo. Finalmente, se decidió en un clásico que pegaba extrañamente bien.
A medida que acudían a su llamada, ella les iba dando formas, pequeñas, para que les fuera más fácil moverse. Un pequeño hámster flotante con un cuerno de unicornio, una ardilla que por algún motivo llevaba un yelmo de caballero, un minúsculo piskie que le hizo un saludo militar… tantos como quisieran venir y ella pudiera sacar la verdad.
Entonces, empieza mi magistral/absurdo plan. Queda algo cortado, porque necesita la colaboración de Uri. Un resumen.
1. Marco ciertas palabras de mi discurso para que las personas reales que me acompañan vayan a la mesa de ponche
2. Intento convencer a Uri para que me de su agua bendita.
3. Me agencio una copa, y aquí empieza el plan, si Uri me da su agua bendita. Uso Fluffy Guardians para crear pequeños animales de luz, como ardillas/hámsters y hago que se mojen en agua bendita. Luego procederán a tocar la piel de todo el mundo al menos una vez. Tienen un rango limitado, pero se sobreentiende que me muevo para cubrir toda la sala. En teoría, si tocan un jinete, este ardera porque es agua bendita…y el resto de animalitos lo atacaran como pirañas. Y por supuesto, Melena blanca está buscando alguna señal del jinete, como antes, y una ilusión quemada por un bicho de luz sin duda lo es.
4. Si Uri NO me da el agua bendita… los animales atacaran a todo el mundo salvo a aquellos que hayan hecho caso de mi llamamiento a la mesa de ponche.
Fluffy guardians (Mantenida): Pequeñas y adorables criaturas flotantes rodean a una persona, zona u objeto que Valyria designe, en un área de hasta cinco metros. Los seres atacan ferozmente a todo aquel que Valyria considere enemigo, con la suficiente fuerza como para ser considerados armas de Luz.
Duración: 4 Turnos
Enfriamiento: 7 Turnos
Ese año. Habia algo... raro en esas dos palabras. Aunque no acababa de comprender el que. Es decir, le venían a la memoria varias decoraciones de ese salón, cada año más impresionante que los anteriores. Entonces... ¿porque ese olor a carne asada le revolvía el estomago? Era incapaz de encontrar el motivo, y entonces, recordó que era vegetariana, y que asar a los pobres animales era una crueldad.
... ¿Vegetariana? ¿Ella? Ni de coña.
Estaba en el suelo, de rodillas, el sabor a ceniza en la boca, el crepitar de las llamas cubría los gritos de dolor, y sus ojos lloraban, no por el humo, que milagrosamente no le llegaba, sino por la flamante figura que tenia ante ella, flotando elegantemente, como bailando. Recordaba haberle preguntado porque estaba haciendo eso, planteándose suplicar por su vida, y, aunque no recordaba exactamente lo que había pasado a continuación, sabia que las palabras del ser la habían roto.
Pestañeo, y volvía a estar en el salón decorado con motivos invernales, cubierta en sudor frío y con una bola de rabia en el estomago. Habría tolerado las ilusiones, los absurdos juegos… pero sabía que ese desliz no era casual, jamás había visto ese estúpido salón de Helshold, seguía sin haberlo hecho. Prácticamente le soltó un bofetón a la maestra Meitner cuando la empujó, como pura reacción instintiva, pero se contuvo y simplemente su brazo hizo un gesto seco, como robótico, mientras avanzaba a la pista de baile. ¿Sentidos, emociones? Aceptable. ¿Memorias? Imperdonable. Y mejor no hablar de ser vegetariana, pffff. ¿Ese estúpido jinete quería jugar? Jugaría.
-Profesores, profesoras, brujos, algún elfo perdido.- empezó, con una risita que intento pasar por nerviosa. No era el lugar ideal para un discurso, pero se suponía que empezaban ellos, así que… si quería que la oyeran, era el mejor momento. –Es un placer inaugurar ese baile, pasároslo muy bien y, sino, id a tomar un ponche para animaros.- esperaba que las inflexiones bastaran para que pillaran el mensaje. Porque si no iba a volverse feo. Extendió la mano hacia Urry y sin esperar demasiado, la verdad, lo cogió por la cadera con un brazo, guiándolo para bailar. –Bien, tengo un plan. Un poco… cuestionable, pero creo que va a funcionar. Tenemos que salir de aquí rápido. Cierto que Sandorai no era lo que esperaba cuando vine, no se que esperaba, de hecho, pero desde luego no que casi un tercio de los elfos fueran una pandilla de ariscos racistas a la vez que irónicamente tienen la misma capacidad mágica que un humano particularmente estúpido y puede que si se fueran no fuese una gran pérdida…- giró, mientras se callaba después de soltar esa retahíla, para respirar, básicamente, pues la había soltado de golpe. –Pero desde luego no se merecen los jinetes. Nadie lo hace, y mucho menos los civiles. No voy a dejar que unos engreídos tipejos masacren a unos inocentes porque algunos fueron un poco bordes conmigo. Mi madre siempre decía "Toda vida tiene una chispa de Luz, y merece ser preservada" así que al menos voy a intentarlo. Así que si tienes, o alguien de los que vinieron contigo tiene algo que vaya a servir contra el jinete, es el momento de dármelo o usarlo.- No esperaba ningún tipo de runa explosiva-que-suelta-fuego-sagrado pero habría quedado como una tonta si no se aseguraba antes de empezar su cuestionable plan. Había bailado hacia una de las mesas cercanas, y se separó para agenciarse cosas. Una cuchara, una copa, un tenedor. ¿Para qué? A saber, pero era mejor que nada…seguramente. Y se sentía mejor con la cubertería, ahora que empezaba a oír ruido con lo que estaba bastante segura, era Anders en medio. Así que mejor darse prisa antes de que se metiera en problemas como siempre hacia.
Y ahora era la hora de la verdad. Sus pequeños habían estado…distantes, lejanos, seguramente por culpa de esa ilusión que trastornaba quien era… no la reconocían, aunque supieran que era ella…como si llevara una máscara. Puede. Demasiado metafísico como para entenderlo del todo. Lo importante era que los necesitaba ahora, aunque tuviera que arrastrarlos chillando de donde fuera que salían. –Pequeños, necesito vuestra ayuda.- un pulso, débil, y no solo por la ilusión, sonaban… aburridos. –Venga, pensadlo bien, si ayudáis a desenmascarar y/o derrotar un megajinete, se lo contare a Galatea. Puede que hasta os haga un banquete.- notaba el interés, su luz, más cálida. -Puede, que si lo hacéis muy muy bien… sea una fiesta anual…con dulces y comida…- Duda, confusión. Venga ya, ¿en serio? -Significa cada año.- eso sin duda llamo su atención, solo había dos cosas que esos condenados apreciaran, bromas pesadas y comida. –Bien, me alegra veros tan dispuestos.- Tosió, para aclararse la garganta, mientras pensaba en su ensalmo. Finalmente, se decidió en un clásico que pegaba extrañamente bien.
-En su silenciosa elocuencia la naturaleza declara
Que todos vivan sus vidas con amor y alegría
Todos lo hacen, menos el paria, el hombre. El fabrica
La espada que apuñala la paz, el aprecia
Las serpientes que roen los corazones, el levanta
Al tirano que se deleita con la desgracia
Espíritus de la naturaleza, acudid en rescate
Ayudad a aquellos en los que vuestra esencia late
Vosotros, que erguisteis aquí vuestro castillos
Alzaros una vez más, mostrad vuestros colmillos-
Que todos vivan sus vidas con amor y alegría
Todos lo hacen, menos el paria, el hombre. El fabrica
La espada que apuñala la paz, el aprecia
Las serpientes que roen los corazones, el levanta
Al tirano que se deleita con la desgracia
Espíritus de la naturaleza, acudid en rescate
Ayudad a aquellos en los que vuestra esencia late
Vosotros, que erguisteis aquí vuestro castillos
Alzaros una vez más, mostrad vuestros colmillos-
- Spoiler:
- Intente adaptar un clásico. Creo que lo destripe pero...bueno, no quiero hacer esperar a Uri así que allá vamos, no me peguéis.
A medida que acudían a su llamada, ella les iba dando formas, pequeñas, para que les fuera más fácil moverse. Un pequeño hámster flotante con un cuerno de unicornio, una ardilla que por algún motivo llevaba un yelmo de caballero, un minúsculo piskie que le hizo un saludo militar… tantos como quisieran venir y ella pudiera sacar la verdad.
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Entonces, empieza mi magistral/absurdo plan. Queda algo cortado, porque necesita la colaboración de Uri. Un resumen.
1. Marco ciertas palabras de mi discurso para que las personas reales que me acompañan vayan a la mesa de ponche
2. Intento convencer a Uri para que me de su agua bendita.
3. Me agencio una copa, y aquí empieza el plan, si Uri me da su agua bendita. Uso Fluffy Guardians para crear pequeños animales de luz, como ardillas/hámsters y hago que se mojen en agua bendita. Luego procederán a tocar la piel de todo el mundo al menos una vez. Tienen un rango limitado, pero se sobreentiende que me muevo para cubrir toda la sala. En teoría, si tocan un jinete, este ardera porque es agua bendita…y el resto de animalitos lo atacaran como pirañas. Y por supuesto, Melena blanca está buscando alguna señal del jinete, como antes, y una ilusión quemada por un bicho de luz sin duda lo es.
4. Si Uri NO me da el agua bendita… los animales atacaran a todo el mundo salvo a aquellos que hayan hecho caso de mi llamamiento a la mesa de ponche.
Fluffy guardians (Mantenida): Pequeñas y adorables criaturas flotantes rodean a una persona, zona u objeto que Valyria designe, en un área de hasta cinco metros. Los seres atacan ferozmente a todo aquel que Valyria considere enemigo, con la suficiente fuerza como para ser considerados armas de Luz.
Duración: 4 Turnos
Enfriamiento: 7 Turnos
Última edición por Valyria el Lun 24 Feb 2020 - 17:23, editado 1 vez (Razón : me olvide una parte, woops)
Valyria
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Ligado a la sub trama: Cascada del Dragón
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Luego de un largo rato tiritando de frío a pesar de estar bien abrigado, había conseguido por fin sobreponerme, siempre había sido bastante nena para el frío y esta no tenía por qué ser la excepción, me uní al capitán y su equipo luego de la despedida de Vincent que ahora tendría un papel determinante para evitar que el malcriado niño-rey matara a todos y a él mismo -No te envidio en absoluto- musité casi en absoluto silencio mientras avanzaba junto al grupo explorando los alrededores de la cascada.
Los gritos del pequeño llenaron a todos de emoción y suspenso al encontrar por fin algo, una pequeña pista en forma de runa bajo una roca, la misma se me hizo conocida de algún lado, pero de momento no lograba dar con si significado, aunque lo que sí me sonaba es que de seguro no nos llevaría a nada saludable, pues transmitía un aura de advertencia y peligro.
Van a traicionarte- Escuché en un leve susurro detrás de mi cabeza pero al girar velozmente no había nada tras de mí. Volví la vista al frente y los escuchaba murmurar entre ellos, parecían diferentes, me froté los ojos y de nuevo parecía todo normal, se preparaban para comenzar un descenso a través de aquella cavidad que no parecía nada segura -¿Esperarán dejarme atrapado cuando encuentren la el objeto que buscamos?- Me pregunté en mi mente, ¿era mi propia pregunta?
Antes de darme cuenta mi mano había ido a parar al mango de mi espada y la sujetaba con fuerza sacándola para rebanarlos a todos. Me contuve, no podía estar pensando en eso -¿Qué me está pasando?- Pensé mientras luchaba contra mi propio brazo para no sacar la espada, aunque al cabo de unos instantes tan solo media espada continuaba dentro de la vaina. Sacudí la cabeza, saqué la espada por completo y la arrojé cascada abajo, quedándome tan solo con la vaina.
Aun así, no estaba desarmado, un par de dagas con forma de luna y una daga de ébano seguían guardadas bajo mi ropa, era un peligro para todos ellos al menos por el momento así que aproveché uno de sus descuidos para desvanecerme y buscar lo que me estaba causando aquel extraño efecto de desorientación. Envuelto entre sombras aguardé unos instantes hasta que todos entraron al misterioso sendero para luego seguirlos y vigilarlos desde lejos, bajo un manto de oscuridad y sombras aquello resultaría mucho más sencillo.
Me adentré unos instantes después, toqué las húmedas y frías paredes para verificar la firmeza del lugar, no quería que el lugar se nos viniera encima en cualquier momento, agudicé mi oído para avanzar siguiendo los pasos de mis compañeros pero también para estar atento y cuidar sus espaldas -No dejes que lleguen antes- Escuché de nuevo en mi cabeza y aunque no era yo quien lo había pensado, lo cierto es que era lo que debía hacer, me habían encargado obtener aquello que estábamos buscando, en algún momento tendría que arrebatárselos ¿o no?
Y ahí estaba, escondido persiguiendo voces y susurros en la oscuridad, toda una deshonra para los vampiros. Avancé un poco más hasta darme cuenta que me había perdido en un camino de un único sendero -Bravo Bio, todo un explorador- Me dije de mala gana mientras me apoyaba en la roca que ponía fin al camino, a pesar de eso, podía escuchar las voces de los otros más adelante ¿Habían atravesado la roca? Levanté la vista y con mis dagas de media luna conseguir trepar sobre ella y alcanzar un camino alternativo, más pequeño e incómodo -¿Habrán pasado los otros por aquí o ya me perdí? Ni modo, lo sabré si llego a Dundarak en cualquier momento- Dije con sarcasmo para mí mismo.
Seguí avanzando en un camino que se inclinaba ligeramente hacia arriba cada vez hasta que al fin logré ver una luz al final del túnel. Salí por una especie de balcón natural desde donde podía ver al resto del equipo unos metros más abajo, me agaché de modo que solo mis ojos y frente se asomaban para seguirlos, habíamos llegado al centro de la cascada juntos pero no revueltos -Si los matas ahora ni siquiera se darán cuenta- Escuché de nuevo aquella voz -¡Sal de mi cabeza!- Grité involuntariamente al punto que los demás podrían escucharme, adiós al sigilo.
Sería estúpido esconderme más, así que lo mejor era terminar de mostrarme -¿Cómo bajaron tan rápido?- Dije en voz alta mientras daba un salto para caer cerca de donde estaban. Resbalé un par de veces y fue necesario clavar una se mis dagas en la pared para sostenerme en pie, entonces noté que habían llegado por un lugar diferente, algo raro estaba pasando en ese lugar -Hay que encontrar esa cosa y salir de aquí rápido, este lugar es perturbador- Advertí al resto de exploradores.
Los gritos del pequeño llenaron a todos de emoción y suspenso al encontrar por fin algo, una pequeña pista en forma de runa bajo una roca, la misma se me hizo conocida de algún lado, pero de momento no lograba dar con si significado, aunque lo que sí me sonaba es que de seguro no nos llevaría a nada saludable, pues transmitía un aura de advertencia y peligro.
Van a traicionarte- Escuché en un leve susurro detrás de mi cabeza pero al girar velozmente no había nada tras de mí. Volví la vista al frente y los escuchaba murmurar entre ellos, parecían diferentes, me froté los ojos y de nuevo parecía todo normal, se preparaban para comenzar un descenso a través de aquella cavidad que no parecía nada segura -¿Esperarán dejarme atrapado cuando encuentren la el objeto que buscamos?- Me pregunté en mi mente, ¿era mi propia pregunta?
Antes de darme cuenta mi mano había ido a parar al mango de mi espada y la sujetaba con fuerza sacándola para rebanarlos a todos. Me contuve, no podía estar pensando en eso -¿Qué me está pasando?- Pensé mientras luchaba contra mi propio brazo para no sacar la espada, aunque al cabo de unos instantes tan solo media espada continuaba dentro de la vaina. Sacudí la cabeza, saqué la espada por completo y la arrojé cascada abajo, quedándome tan solo con la vaina.
Aun así, no estaba desarmado, un par de dagas con forma de luna y una daga de ébano seguían guardadas bajo mi ropa, era un peligro para todos ellos al menos por el momento así que aproveché uno de sus descuidos para desvanecerme y buscar lo que me estaba causando aquel extraño efecto de desorientación. Envuelto entre sombras aguardé unos instantes hasta que todos entraron al misterioso sendero para luego seguirlos y vigilarlos desde lejos, bajo un manto de oscuridad y sombras aquello resultaría mucho más sencillo.
Me adentré unos instantes después, toqué las húmedas y frías paredes para verificar la firmeza del lugar, no quería que el lugar se nos viniera encima en cualquier momento, agudicé mi oído para avanzar siguiendo los pasos de mis compañeros pero también para estar atento y cuidar sus espaldas -No dejes que lleguen antes- Escuché de nuevo en mi cabeza y aunque no era yo quien lo había pensado, lo cierto es que era lo que debía hacer, me habían encargado obtener aquello que estábamos buscando, en algún momento tendría que arrebatárselos ¿o no?
Y ahí estaba, escondido persiguiendo voces y susurros en la oscuridad, toda una deshonra para los vampiros. Avancé un poco más hasta darme cuenta que me había perdido en un camino de un único sendero -Bravo Bio, todo un explorador- Me dije de mala gana mientras me apoyaba en la roca que ponía fin al camino, a pesar de eso, podía escuchar las voces de los otros más adelante ¿Habían atravesado la roca? Levanté la vista y con mis dagas de media luna conseguir trepar sobre ella y alcanzar un camino alternativo, más pequeño e incómodo -¿Habrán pasado los otros por aquí o ya me perdí? Ni modo, lo sabré si llego a Dundarak en cualquier momento- Dije con sarcasmo para mí mismo.
Seguí avanzando en un camino que se inclinaba ligeramente hacia arriba cada vez hasta que al fin logré ver una luz al final del túnel. Salí por una especie de balcón natural desde donde podía ver al resto del equipo unos metros más abajo, me agaché de modo que solo mis ojos y frente se asomaban para seguirlos, habíamos llegado al centro de la cascada juntos pero no revueltos -Si los matas ahora ni siquiera se darán cuenta- Escuché de nuevo aquella voz -¡Sal de mi cabeza!- Grité involuntariamente al punto que los demás podrían escucharme, adiós al sigilo.
Sería estúpido esconderme más, así que lo mejor era terminar de mostrarme -¿Cómo bajaron tan rápido?- Dije en voz alta mientras daba un salto para caer cerca de donde estaban. Resbalé un par de veces y fue necesario clavar una se mis dagas en la pared para sostenerme en pie, entonces noté que habían llegado por un lugar diferente, algo raro estaba pasando en ese lugar -Hay que encontrar esa cosa y salir de aquí rápido, este lugar es perturbador- Advertí al resto de exploradores.
- Apariencia de Bio (ahora sin espada):
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Dicen que el mejor lugar para ocultar un árbol es un bosque. Así, pues, el mejor lugar para ocultar un asesino, es en medio de un ejército.
¿Quién encontraría raro que alguien que acompaña a un ejército, preparándose para una batalla, afilara sus dagas? ¿Quién miraría raro el hecho de que usara su kit alquímico para preparar mezclas venenosas y aplicarlas al filo de ellas? ¿Quién siquiera levantaría una ceja porque un adolescente portara armas?
Pero Demian no sólo había gastado su tiempo en preparar sus armas. El chico había, aunque suene difícil de creer, socializado.
¿Recuerdan que poco tiempo antes Demian había ayudado a los soldados de Dundarak a defender la ciudad ante un sabotaje con un veneno que volvía loca a la gente? en ese entonces él había colaborado con soldados codo a codo, llegando hasta el exhaustamiento. También se había comunicado con los dragones ancestrales y, más tarde, se había embarcado con altos oficiales para una peligrosa misión. En esa misión había arriesgado su vida para defender las tierras de los dragones y su gente.
Naturalmente, había quienes le reconocían y valoraban sus acciones. No había encontrado a todos, por supuesto. Aún así, era bueno encontrar algunos aliados por lo que estaba a punto de hacer.
De todas maneras, tenía sus dudas. Había comenzado como un pensamiento en el fondo de su cabeza, durante el enfrentamiento contra Querostraza. Entonces ni siquiera había sido muy consciente de ello. No sería hasta el momento en que el joven rey vociferara su intención de atacar a los elfos y el Arbol Madre que aquello se convertiría en una determinación y certeza.
El rey debía ser removido.
Demian lo había notado en la mirada de varios. Nadie lo diría, por supuesto, como leales soldados, sabían que siquiera mencionar su diferencia de opinión podría traer graves consecuencias, pero él lo había visto en aquellos ojos que buscaban en todas direcciones alguna señal. Él había visto aquellos ojos abrirse ante esa orden, las cejas transitar de la simple sorpresa, elevadas en arco, hasta el miedo, con sus forzadas curvas, la rabia, al presionar hacia abajo, o el rechazo, con su asimetría. A veces una mezcla de todo ello.
Aún así, nadie dijo nada... nadie que Demian pudiera oír, al menos.
Por eso supo lo que debía hacer.
Su primer paso fue clavar su Daga Corrupta en el suelo. La magia de esa arma era siniestra y a Demian nunca le había gustado mucho usarla, pero había momentos en que era necesario. Los seres vivos menores de la zona, como insectos y plantas, se vieron afectados, sirviendo de sacrificio, mas estaban siendo ya pisoteados por la marcha, así que pasaría mayormente desapercibido.
La magia de aquella arma fortalecería las habilidades de brujos y vampiros. No había muchos de esos en el lugar.(1)
Lo siguiente sería recurrir a su hechizo preferido, aquel que siempre le había otorgado tantas ventajas. Le llamaba Presencia Fantasmal.(2)
Para ello, se quitó la capa, la levantó un poco, procuró caminar justo por debajo de la capa de otro soldado y la dejó caer, activando su invisibilidad en ese instante.
Caminó entonces hacia su objetivo, sosteniendo en sus manos la Daga Corrupta. No debía perder tiempo, su ataque debía ser quirúrgico y certero.
Una vez a la distancia correcta, hizo uso de la combinación clásica con Presencia Fantasmal...
Primero, su percepción se alteró. Ilusiones ejercidas sobre sí mismo le sirvieron para marcar las partes del cuerpo que cumplieran con dos objetivos. Uno de ellos es que estuvieran expuestas, sin armadura; la otra es que fueran puntos vitales. Las convenientes ilusiones le marcaron hasta la trayectoria que debía seguir el arma para una máxima efectividad.
Un asesino no intenta hacer los ataques más poderosos, ni ser el más efectivo en combate. Un asesino intenta hacer uso de las oportunidades, de maximizar el efecto y de ignorar las defensas de su objetivo mediante el acertar en lugares estratégicos. En este caso sería la arteria yugular. El corazón hubiese sido quizás más efectivo, pero lamentablemente estaba cubierto por una coraza.
En el momento definitivo, Demian olvidó todo. No pensó en las posibles consecuencias de tal acción, no se preocupó de lo que le rodeaba. El mundo se había reducido a sólo dos entidades, su daga y el Rey Rigobert. Más específicamente, el cuello de este último.
Demian atacó mediante su técnica Puñalada del Fantasma(3).
Instantes después soltaría una ilusión en el área, una sencilla, básica. Sería sólo una voz, hablada de manera clara, sin tartamudeos, con su propio timbre. La voz diría:
"Es lo que debía hacerse. Por favor, por el destino de Aerandir, por su propio pueblo, por el amor a sus familias, no intervengáis. Enfrentad al verdadero enemigo, aquel por el que vinimos."
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(1) La Daga Corrupta de Demian es Épica y tiene el efecto: "al clavarla al suelo, corrompe la tierra a 10 metros de radio. Mata a toda la vegetación y fauna del lugar. La zona corrupta dura 3 turnos y potencia las habilidades de los vampiros y brujos."
(2) La Presencia Fantasmal vuelve invisible a Demian, además de duplicar la efectividad de su primer ataque físico, si se realiza desde la invisibilidad.
(3) La Puñalada del Fantasma, usada es una habilidad para dar un certero ataque al enemigo, facilitado por ilusiones que destacan las perturas de defensa y los puntos vitales. Es el doble de eficaz si Demian está invisible.
(*) Resumen del turno: Demian socializa por el camino con soldados y oficiales con los que compartió en temas anteriores (si el master está de acuerdo con que encontrara algunos). Luego, prepara su daga para máxima efectividad, clava la daga en el suelo para generar un área que potencia habilidades de brujos, la toma nuevamente (Master Sigel ya ha aclarado que no es necesario que siga clavada para que aplique su efecto), se hace invisible y usa Puñalada del Fantasma sobre el Rey Rigobert, específicamente, intenta perforar su arteria yugular. Termina enviando un mensaje a las personas en el área.
Demian
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Níniel no estaba de humor para celebrar victorias pírricas como la del ahora destruido templo de Anar. Avanzaba silenciosa y taciturna a la cabeza del ejército sin encontrar reconfortantes ni las chanzas de su hermana ni el cálido y suave plumón de su montura, en el que tantas veces se había recreado gustosamente y de manera casi infantil. Ni siquiera el hecho de que parecía que Rigobert por fin había decidido tenerla en estima y permitir que montara a su lado resultaba satisfactorio en aquellas circunstancias, claro que sabía lo vital que su ayuda podría ser para lo que estaba por venir. ¿Al menos significaría aquello que haría más caso a sus palabras cada vez que en un arrebato quisiera ordenar la aniquilación de una nación entera?
Negó con la cabeza mientras una solitaria lágrima se deslizaba por su mejilla bajo la máscara de Aeda que llevaba sobre su rostro. Tanta muerte, tanta destrucción...El templo de Anar...Huracán no tenía ni idea de la herida que había infligido a los corazones de toda una raza, ni la suerte que tenía por seguir viva, pues solo una profunda amistad y confianza habían evitado que ella misma la matara con sus propias manos. Todo el bosque sufría y Árbol Madre...Su dolor, el cual se negaba a dejar de compartir a través de su máscara, sólo podía ser comparado por la rabia que la joven se esforzaba por controlar.
-Jamás pensé que alguna vez al volver a casa la encontraría así...-Confesó a su hermana, aunque solo fuese como un modo de demostrarle que aún seguía ahí a pesar de mostrarse tan poco comunicativa.
-Yo tampoco pensé que cuando por fin me lo enseñaras sería así...La verdad es que esperaba un montón de comida servida por elfos buenorros con poca ropa...Los únicos que se nos unen tienen armas, armaduras y no traen comida...- Bromeó la pelirroja tratando de animar a su alicaída compañera sin lograrlo. Apretó los labios ante su fracaso y devolvió la vista al frente. -Por ahí viene otro...armadura ligera, sin aliento.- Diría entonces usando su oído para detectar a un mensajero empapado de agua que se acercó a toda prisa para entregarle un mensaje a Eleatril. Un mensaje que bien podría haber transmitido de manera mucho más confidencial a sabiendas de su contenido.
La joven peliblanca apretó los dientes maldiciendo para sus adentros. Ni siquiera sabía que hubiesen llevado a la princesa hasta allí ¿Cuándo había pasado y a quién se le había ocurrido hacerlo cuando el bosque llevaba semanas bajo el asedio de fuerzas oscuras? ¿Cómo había pasado? Una nueva lágrima recorrió su rostro bajo la máscara y a continuación nuevamente aquella idea de que la princesa habría sido mejor gobernante que su hermano, y que hubiese sido mejor que sus situaciones se hubieran invertido y fuera el príncipe quién hubiese muerto. Un pensamiento realmente oscuro aunque por desgracia válido, pues la sacerdotisa sabía lo que iba a pasar a continuación...
Rigobert ni siquiera iba a esperar al informe completo.
Lucy fue la primera en tratar de aplacar la ira del inmaduro rey del norte, como siempre. Y como siempre el rey la despreciaría y Níniel trataría de usar esa pequeña deferencia que el muchacho tenía con ella para reforzar a Lucy...¿Cuántas veces habían repetido aquella dinámica? Pues al menos una menos de lo esperado, pues el intento de Lucy fue abortado antes de comenzar por un ataque mágico perpetrado por un elfo incapaz de tolerar que lo ocurrido al templo de Anar quedara impune y a cuyos ojos todos los brujos debían ser iguales. Eso o debía de tener solo un relato de lo ocurrido, pues confundir a la despampanante y exuberante Lucy con Anastasia...
-Esto pinta muy mal...- Expresó Catherine al ver como aquel lugar estaba a punto de convertirse en una masacre entre elfos, dragones y con algún brujo de por medio. Y es que tras la orden de su rey los dragones más próximos se habían aprestado al combate, del mismo modo que los elfos, al entender que eran una amenaza para su hogar, se preparaban para luchar a muerte contra cualquier invasor. Y para echarle más leña al fuego a Huracán no se le ocurre otra cosa más que usar una de las armas de asedio más adelantadas para echarle sal a la herida de los elfos y disparar a árbol madre.
-Espero que no te maté un jinete. Porque quiero hacerlo yo personalmente.- Fue cuanto le dijo antes de que desapareciera, dejándoles en la más absoluta de las situaciones peliagudas.
-Que nadie se mueva- Gritó entonces en élfico tratando de apelar a su condición de sacerdotisa así como a su cercanía con Eleatril para que sus hermanos de Sandorai la hicieran caso. -Majestad...esperad un instante antes de que las fuerzas de nuestros dos pueblos se aniquilen y poco importe quién gane. Otra victoria como la del templo de Anar, y estaremos todos perdidos.- Rogó al rey, bajando de su montura y esperando que al menos contuviera a sus hombres y la dejara hablar.
-Sabéis que adoro a vuestra hermana. Y habló de ella en presente pues con solo la noticia de su muerte me niego a resignarme a su pérdida. Señaló con la mirada a Eleatril a la que había traído de vuelta de entre los muertos ante los ojos del propio rey. Si podemos recuperar su cuerpo intacto...-Las implicaciones de aquello eran claras. Destruir el árbol era destruir el cuerpo de su hermana y con ello la única posibilidad de remediar su funesto destino. -Además, el árbol está bajo ataque. ¿No creeréis que los elfos hemos causado a voluntad la muerte de Henrietta? ¿Qué ganaríamos con ello y sin embargo qué ganaría el hombre muerto o los jinetes? Ya vistéis que Querostraza iba a por vos, Debe de haber una explicación. Una que difícilmente hallaréis en un campo de cadáveres y ceniza. Una explicación que obtener juntos...como la victoria..-
Esperaba volver a imponer la razón en el rey del norte. Si Árbol Madre tenía otro enemigo...
Poco podía imaginarse que mientras trataba de apaciguar al rey, un diminuto y siniestro asesino pensaba solucionar aquello mediante un regicidio delante mismo de sus hombres. De haberlo sabido Níniel le habría advertido de que aquello solo causaría una masacre, aunque seguramente de nada habría servido, pues Demian hacía ya mucho que se había alejado de la senda y caminaba en la oscuridad de los más desalmados criminales.
Lo único que la joven elfa pudo hacer al sentir la corrupción extenderse por la zona gracias a su maestría de la naturaleza, y tras detectar aquella magia de ilusiones que tan conocida le era acercándose e intuyendo el peligro, fue lanzarse hacia el rey de manera protectora y rodearse ambos de una esfera de luz pura que surgiría de Níniel y se expandiría hasta varios metros de diámetro...Si es que llegaba a tiempo.
OFF: Trato de convencer al rey de que los elfos no somos enemigos y de que debemos seguir luchando juntos contra los enemigos comunes. Además Níniel gracias a sus stats mágicos y la maestría de la naturaleza que le confiere su máscara de Aedo percibe el efecto de la daga de Demian y la magia del propio Demian teñida de corrupción natural, la cual conoce muy bien. No obstante si llego o no a tiempo, así como si logro activar la habilidad Santuario a tiempo o recibe Níniel la puñalada en su lugar etc lo dejo abierto a interpretación de los masters.
Considero que la caída del regalo de Asher (meteorito) ocurriría justo tras lo narrado en mi post así que...Trabajo para otra persona o a interpretación master el que Níniel haga algo al respecto si es que no tengo un puñal clavado en la espalda.
Negó con la cabeza mientras una solitaria lágrima se deslizaba por su mejilla bajo la máscara de Aeda que llevaba sobre su rostro. Tanta muerte, tanta destrucción...El templo de Anar...Huracán no tenía ni idea de la herida que había infligido a los corazones de toda una raza, ni la suerte que tenía por seguir viva, pues solo una profunda amistad y confianza habían evitado que ella misma la matara con sus propias manos. Todo el bosque sufría y Árbol Madre...Su dolor, el cual se negaba a dejar de compartir a través de su máscara, sólo podía ser comparado por la rabia que la joven se esforzaba por controlar.
-Jamás pensé que alguna vez al volver a casa la encontraría así...-Confesó a su hermana, aunque solo fuese como un modo de demostrarle que aún seguía ahí a pesar de mostrarse tan poco comunicativa.
-Yo tampoco pensé que cuando por fin me lo enseñaras sería así...La verdad es que esperaba un montón de comida servida por elfos buenorros con poca ropa...Los únicos que se nos unen tienen armas, armaduras y no traen comida...- Bromeó la pelirroja tratando de animar a su alicaída compañera sin lograrlo. Apretó los labios ante su fracaso y devolvió la vista al frente. -Por ahí viene otro...armadura ligera, sin aliento.- Diría entonces usando su oído para detectar a un mensajero empapado de agua que se acercó a toda prisa para entregarle un mensaje a Eleatril. Un mensaje que bien podría haber transmitido de manera mucho más confidencial a sabiendas de su contenido.
La joven peliblanca apretó los dientes maldiciendo para sus adentros. Ni siquiera sabía que hubiesen llevado a la princesa hasta allí ¿Cuándo había pasado y a quién se le había ocurrido hacerlo cuando el bosque llevaba semanas bajo el asedio de fuerzas oscuras? ¿Cómo había pasado? Una nueva lágrima recorrió su rostro bajo la máscara y a continuación nuevamente aquella idea de que la princesa habría sido mejor gobernante que su hermano, y que hubiese sido mejor que sus situaciones se hubieran invertido y fuera el príncipe quién hubiese muerto. Un pensamiento realmente oscuro aunque por desgracia válido, pues la sacerdotisa sabía lo que iba a pasar a continuación...
Rigobert ni siquiera iba a esperar al informe completo.
Lucy fue la primera en tratar de aplacar la ira del inmaduro rey del norte, como siempre. Y como siempre el rey la despreciaría y Níniel trataría de usar esa pequeña deferencia que el muchacho tenía con ella para reforzar a Lucy...¿Cuántas veces habían repetido aquella dinámica? Pues al menos una menos de lo esperado, pues el intento de Lucy fue abortado antes de comenzar por un ataque mágico perpetrado por un elfo incapaz de tolerar que lo ocurrido al templo de Anar quedara impune y a cuyos ojos todos los brujos debían ser iguales. Eso o debía de tener solo un relato de lo ocurrido, pues confundir a la despampanante y exuberante Lucy con Anastasia...
-Esto pinta muy mal...- Expresó Catherine al ver como aquel lugar estaba a punto de convertirse en una masacre entre elfos, dragones y con algún brujo de por medio. Y es que tras la orden de su rey los dragones más próximos se habían aprestado al combate, del mismo modo que los elfos, al entender que eran una amenaza para su hogar, se preparaban para luchar a muerte contra cualquier invasor. Y para echarle más leña al fuego a Huracán no se le ocurre otra cosa más que usar una de las armas de asedio más adelantadas para echarle sal a la herida de los elfos y disparar a árbol madre.
-Espero que no te maté un jinete. Porque quiero hacerlo yo personalmente.- Fue cuanto le dijo antes de que desapareciera, dejándoles en la más absoluta de las situaciones peliagudas.
-Que nadie se mueva- Gritó entonces en élfico tratando de apelar a su condición de sacerdotisa así como a su cercanía con Eleatril para que sus hermanos de Sandorai la hicieran caso. -Majestad...esperad un instante antes de que las fuerzas de nuestros dos pueblos se aniquilen y poco importe quién gane. Otra victoria como la del templo de Anar, y estaremos todos perdidos.- Rogó al rey, bajando de su montura y esperando que al menos contuviera a sus hombres y la dejara hablar.
-Sabéis que adoro a vuestra hermana. Y habló de ella en presente pues con solo la noticia de su muerte me niego a resignarme a su pérdida. Señaló con la mirada a Eleatril a la que había traído de vuelta de entre los muertos ante los ojos del propio rey. Si podemos recuperar su cuerpo intacto...-Las implicaciones de aquello eran claras. Destruir el árbol era destruir el cuerpo de su hermana y con ello la única posibilidad de remediar su funesto destino. -Además, el árbol está bajo ataque. ¿No creeréis que los elfos hemos causado a voluntad la muerte de Henrietta? ¿Qué ganaríamos con ello y sin embargo qué ganaría el hombre muerto o los jinetes? Ya vistéis que Querostraza iba a por vos, Debe de haber una explicación. Una que difícilmente hallaréis en un campo de cadáveres y ceniza. Una explicación que obtener juntos...como la victoria..-
Esperaba volver a imponer la razón en el rey del norte. Si Árbol Madre tenía otro enemigo...
Poco podía imaginarse que mientras trataba de apaciguar al rey, un diminuto y siniestro asesino pensaba solucionar aquello mediante un regicidio delante mismo de sus hombres. De haberlo sabido Níniel le habría advertido de que aquello solo causaría una masacre, aunque seguramente de nada habría servido, pues Demian hacía ya mucho que se había alejado de la senda y caminaba en la oscuridad de los más desalmados criminales.
Lo único que la joven elfa pudo hacer al sentir la corrupción extenderse por la zona gracias a su maestría de la naturaleza, y tras detectar aquella magia de ilusiones que tan conocida le era acercándose e intuyendo el peligro, fue lanzarse hacia el rey de manera protectora y rodearse ambos de una esfera de luz pura que surgiría de Níniel y se expandiría hasta varios metros de diámetro...Si es que llegaba a tiempo.
OFF: Trato de convencer al rey de que los elfos no somos enemigos y de que debemos seguir luchando juntos contra los enemigos comunes. Además Níniel gracias a sus stats mágicos y la maestría de la naturaleza que le confiere su máscara de Aedo percibe el efecto de la daga de Demian y la magia del propio Demian teñida de corrupción natural, la cual conoce muy bien. No obstante si llego o no a tiempo, así como si logro activar la habilidad Santuario a tiempo o recibe Níniel la puñalada en su lugar etc lo dejo abierto a interpretación de los masters.
Considero que la caída del regalo de Asher (meteorito) ocurriría justo tras lo narrado en mi post así que...Trabajo para otra persona o a interpretación master el que Níniel haga algo al respecto si es que no tengo un puñal clavado en la espalda.
Níniel Thenidiel
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
El mercenario había usado el poder de la espada para cerrarle el paso al “simpático Malomar”. Había demasiadas pruebas que apuntaban a que el supuesto hermano de Siva era en realidad un jinete o que este había estado en contacto con la oscura corrupción de estos. Teniendo en cuenta que era improbable que un Ojosverdes se aliara con un jinete para ir en contra de Árbol Madre y su propia hermana…La situación por sí misma se había vuelto un libro abierto.
El nuevo centinela del Este sabía por su hermana cómo actuaban las reliquias cuando la corrupción de un jinete estaba cerca. Ella misma le había contado sus experiencias personales a ese respecto, por lo que si no conseguía convencer a Siva de que esa persona no era su hermano, no tendría más remedio que atacar por su cuenta. Si la consejera y sus discípulos se entrometían no le temblaría el pulso para hacer lo que debía hacer. No podía permitir que el jinete lograra su objetivo.
Lo cierto, es que llegados a este punto, Vincent no podía más que sentir respeto por el jinete al que se enfrentaba. Era su enemigo, un ser peligroso que solo buscaba la dominación o destrucción del resto de razas de Aerandir, pero el respeto no conocía de bandos, éticas ni moralidades. La realidad es que la mayoría de los jinetes hubieran usado su gran poder para atacar el Árbol Madre como si de un ariete se tratara, con fuerza violencia y determinación, más el que tenía delante había usado algún tipo de magia ilusoria, o parecida, para colarse en el interior del árbol. Con esa magia había conseguido que nadie, que ninguno de los poderosos magos élficos que guardaban el templo más sagrado de su raza detectara su mágico ardid, e incluso el propio mercenario había averiguado que era un enemigo gracias a la capa blanca, no a sus capacidades de manejar o detectar el éter.
Ese jinete no solo había demostrado su inteligencia, aderezada con un gran dominio de sus capacidades mágicas, al optar por un plan tan sutil, sino que además los había tenido bien puestos para atreverse a entrar por la puerta con las consecuencias que tenía para él ser descubierto en el interior del lugar más importante para los elfos. Aunque lo cierto es que debería decir bien puestas, más que puestos.
Siva, al fin, en un arranque de cordura no pudo negarse más a sí misma la evidencia de que esa persona, en realidad, no era su hermano. Ello desembocó en un ataque furioso del jinete, al sentirse descubierto y acorralado, con el que logró quitarle la capa a Eilydh y herir a su magnífico tigre. Lo siguiente que pudo apreciar el mercenario fue la figura del jinete, por fin en su verdadera forma.
No era un hombre, sino una mujer. Una muy inteligente y valiente por tan arriesgado y ambicioso plan, más su forma original duró un suspiro. Lo justo para que la elfa oscura realizara otra magia con la que adoptaría una nueva figura.
Vincent no había podido intervenir en el ataque de la jinete sobre Eilydh, más no era un novato que se quedara de brazos cruzados, pronto su instinto de soldado curtido lo animo a avanzar contra su enemigo.
Solo la aparición ante él de Abbey lo retuvo por un instante, más fue solo eso, un instante. El mayor de los Calhoun sabía por medio de Canit, el pequeño ratón de la tripulación de Ronaldo, que Abbey había fallecido en su batalla en el bosque, él mismo había usado su recuerdo para insuflarse valor a la hora de enfrentarse contra Querostraza. Esa jinete tendría que usar una baza mejor para horadar sus sentimientos.
- ¡No podemos dejar que escape con la capa! - gritó, sintiendo el frío bajo sus pies y sobre su cabeza.
Este movimiento mágico retuvo más a Vincent que el truco sentimental. ¿Sería magia de hielo auténtica o se trataba de una ilusión?
Ello preocupó al veterano mercenario. Las estalactitas no le harían nada con su esqueleto de fuego encima, protegiéndolo, más el resto de elfos Siva, Eilydh y Reike estaban en peligro.
No tenía tiempo que perder. Así que optó por atacar como si ese hielo fuese real, así pues, colocó la espada del esqueleto inclinada hacia adelante, con la punta atravesando el hielo del suelo y la hoja de acero en perpendicular al mencionado suelo, con sus lados planos mirando hacia el suelo y el techo, respectivamente. El fuego mágico atravesó el agua en estado sólido como si fuera mantequilla y lo derritió a buena velocidad. Por lo que podría realizar el plan que había maquinado en su cabeza.
Una espada bastarda de más tres metros de largo tenía una anchura considerable, por lo que al avanzar con la espada colocada de esta manera, el brujo se creó un carril despejado por el que poder correr con el único problema de mojar sus botas. Mientras, el esqueleto sobre su cabeza barrería el techo de las estalactitas que se topara en la persecución de la jinete.
En cualquier caso, Vincent no fue el único en mover ficha. Reike pudo aprovechar las agujas heladas del techo para contraatacar a su enemigo común con ellas. Como poco, la especialista en telequinesis pudo retrasar la fuga de la elfa oscura con forma de Abbey. La jinete había optado por dejar las estalactitas en el techo, a punto de caer en caída libre, en vez de moverlas con fuerza mágica contras ellos. Sin duda, lo había hecho de esta manera para ganarse tiempo y poder huir más deprisa, más la idea le había salido rana.
Gracias a este movimiento de Reike, la elfa corrupta no pudo llegar muy lejos sobre su rampa de hielo creada desde la ventana, y por su lado, gracias al poder mágico de su espada gigante, el brujo mercenario no tardó en llegar hasta la dicha ventana y casi alcanzar a su enemiga. Aunque lo cierto es que Vincent se había dirigido un tanto a la derecha del lógico objetivo, el ventanal.
“Que los elfos me perdonen”, fue lo único que pudo pensar el Calhoum, al tiempo que levantaba la espada del suelo, plantaba sus pies con firmeza sobre el agua que se deslizaba sobre la madera del salón y con un firmeza sostenía la espada para crear un arco desde su costado derecho con el que atacó hacia adelante buscando el propio costado derecho de su rival.
El esqueleto de fuego le imitó y la espada bastarda de fuego mágico atravesó y destrozó la madera por el lado derecho de la ventana al atravesarla con el filo de la hoja, el esqueleto siguió destrozando parte de la pared del salón del consejo élfico mientras se adelantaba en su ataque, más con ello avanzó hasta encontrar a la elfa con su espada, momento en el cual el brujo hizo un giro de muñeca para darle a la jinete con la parte plana de la hoja y devolverla hacia dentro con el tremendo golpe.
La elfa oscura entró por la ventana con tanta fuerza, que bien parecía que la hubieran lanzado con un furibundo como si de una piedra se tratase.
- No tan rápido, encanto. No me gusta dejar las cosas a medias-, comentó en broma el brujo, más con voz seria y acerada.
Por culpa de esa elfa oscura había destrozado parte del árbol, nada irreparable para los elfos sanadores y un mal necesario, más no era una consecuencia que deseara. Por esa razón, y porque esa jinete se había empeñado en usar la figura de su reciente fallecida compañera de armas, el brujo no esperó ni medio instante en atacarla.
En cuánto las palabras salieron de su boca, Vincent apretó los dientes y se abalanzó contra la jinete, espada en ristre.
¡Y el brujo batea y hace una carreraaaaaa!
Bromas a un lado, tengo permiso del máster para realizar esta acción y retener a la jinete ^^
El nuevo centinela del Este sabía por su hermana cómo actuaban las reliquias cuando la corrupción de un jinete estaba cerca. Ella misma le había contado sus experiencias personales a ese respecto, por lo que si no conseguía convencer a Siva de que esa persona no era su hermano, no tendría más remedio que atacar por su cuenta. Si la consejera y sus discípulos se entrometían no le temblaría el pulso para hacer lo que debía hacer. No podía permitir que el jinete lograra su objetivo.
Lo cierto, es que llegados a este punto, Vincent no podía más que sentir respeto por el jinete al que se enfrentaba. Era su enemigo, un ser peligroso que solo buscaba la dominación o destrucción del resto de razas de Aerandir, pero el respeto no conocía de bandos, éticas ni moralidades. La realidad es que la mayoría de los jinetes hubieran usado su gran poder para atacar el Árbol Madre como si de un ariete se tratara, con fuerza violencia y determinación, más el que tenía delante había usado algún tipo de magia ilusoria, o parecida, para colarse en el interior del árbol. Con esa magia había conseguido que nadie, que ninguno de los poderosos magos élficos que guardaban el templo más sagrado de su raza detectara su mágico ardid, e incluso el propio mercenario había averiguado que era un enemigo gracias a la capa blanca, no a sus capacidades de manejar o detectar el éter.
Ese jinete no solo había demostrado su inteligencia, aderezada con un gran dominio de sus capacidades mágicas, al optar por un plan tan sutil, sino que además los había tenido bien puestos para atreverse a entrar por la puerta con las consecuencias que tenía para él ser descubierto en el interior del lugar más importante para los elfos. Aunque lo cierto es que debería decir bien puestas, más que puestos.
Siva, al fin, en un arranque de cordura no pudo negarse más a sí misma la evidencia de que esa persona, en realidad, no era su hermano. Ello desembocó en un ataque furioso del jinete, al sentirse descubierto y acorralado, con el que logró quitarle la capa a Eilydh y herir a su magnífico tigre. Lo siguiente que pudo apreciar el mercenario fue la figura del jinete, por fin en su verdadera forma.
No era un hombre, sino una mujer. Una muy inteligente y valiente por tan arriesgado y ambicioso plan, más su forma original duró un suspiro. Lo justo para que la elfa oscura realizara otra magia con la que adoptaría una nueva figura.
Vincent no había podido intervenir en el ataque de la jinete sobre Eilydh, más no era un novato que se quedara de brazos cruzados, pronto su instinto de soldado curtido lo animo a avanzar contra su enemigo.
Solo la aparición ante él de Abbey lo retuvo por un instante, más fue solo eso, un instante. El mayor de los Calhoun sabía por medio de Canit, el pequeño ratón de la tripulación de Ronaldo, que Abbey había fallecido en su batalla en el bosque, él mismo había usado su recuerdo para insuflarse valor a la hora de enfrentarse contra Querostraza. Esa jinete tendría que usar una baza mejor para horadar sus sentimientos.
- ¡No podemos dejar que escape con la capa! - gritó, sintiendo el frío bajo sus pies y sobre su cabeza.
Este movimiento mágico retuvo más a Vincent que el truco sentimental. ¿Sería magia de hielo auténtica o se trataba de una ilusión?
Ello preocupó al veterano mercenario. Las estalactitas no le harían nada con su esqueleto de fuego encima, protegiéndolo, más el resto de elfos Siva, Eilydh y Reike estaban en peligro.
No tenía tiempo que perder. Así que optó por atacar como si ese hielo fuese real, así pues, colocó la espada del esqueleto inclinada hacia adelante, con la punta atravesando el hielo del suelo y la hoja de acero en perpendicular al mencionado suelo, con sus lados planos mirando hacia el suelo y el techo, respectivamente. El fuego mágico atravesó el agua en estado sólido como si fuera mantequilla y lo derritió a buena velocidad. Por lo que podría realizar el plan que había maquinado en su cabeza.
Una espada bastarda de más tres metros de largo tenía una anchura considerable, por lo que al avanzar con la espada colocada de esta manera, el brujo se creó un carril despejado por el que poder correr con el único problema de mojar sus botas. Mientras, el esqueleto sobre su cabeza barrería el techo de las estalactitas que se topara en la persecución de la jinete.
En cualquier caso, Vincent no fue el único en mover ficha. Reike pudo aprovechar las agujas heladas del techo para contraatacar a su enemigo común con ellas. Como poco, la especialista en telequinesis pudo retrasar la fuga de la elfa oscura con forma de Abbey. La jinete había optado por dejar las estalactitas en el techo, a punto de caer en caída libre, en vez de moverlas con fuerza mágica contras ellos. Sin duda, lo había hecho de esta manera para ganarse tiempo y poder huir más deprisa, más la idea le había salido rana.
Gracias a este movimiento de Reike, la elfa corrupta no pudo llegar muy lejos sobre su rampa de hielo creada desde la ventana, y por su lado, gracias al poder mágico de su espada gigante, el brujo mercenario no tardó en llegar hasta la dicha ventana y casi alcanzar a su enemiga. Aunque lo cierto es que Vincent se había dirigido un tanto a la derecha del lógico objetivo, el ventanal.
“Que los elfos me perdonen”, fue lo único que pudo pensar el Calhoum, al tiempo que levantaba la espada del suelo, plantaba sus pies con firmeza sobre el agua que se deslizaba sobre la madera del salón y con un firmeza sostenía la espada para crear un arco desde su costado derecho con el que atacó hacia adelante buscando el propio costado derecho de su rival.
El esqueleto de fuego le imitó y la espada bastarda de fuego mágico atravesó y destrozó la madera por el lado derecho de la ventana al atravesarla con el filo de la hoja, el esqueleto siguió destrozando parte de la pared del salón del consejo élfico mientras se adelantaba en su ataque, más con ello avanzó hasta encontrar a la elfa con su espada, momento en el cual el brujo hizo un giro de muñeca para darle a la jinete con la parte plana de la hoja y devolverla hacia dentro con el tremendo golpe.
La elfa oscura entró por la ventana con tanta fuerza, que bien parecía que la hubieran lanzado con un furibundo como si de una piedra se tratase.
- No tan rápido, encanto. No me gusta dejar las cosas a medias-, comentó en broma el brujo, más con voz seria y acerada.
Por culpa de esa elfa oscura había destrozado parte del árbol, nada irreparable para los elfos sanadores y un mal necesario, más no era una consecuencia que deseara. Por esa razón, y porque esa jinete se había empeñado en usar la figura de su reciente fallecida compañera de armas, el brujo no esperó ni medio instante en atacarla.
En cuánto las palabras salieron de su boca, Vincent apretó los dientes y se abalanzó contra la jinete, espada en ristre.
Offrol
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Bromas a un lado, tengo permiso del máster para realizar esta acción y retener a la jinete ^^
Vincent Calhoun
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Los pasos tortuosos de la compañía eran a cierto modo como un vaivén. Una marcha poco animada, aunque el estado general estaba alto por lo que parecía una fútil victoria. Un dragón caído, peo el templo había sido destruido, y habían tenido bajas importantes. En lo que cabía, a los elfos la moral la tenían golpeada. Si ella que básicamente se había autoexiliado tras una serie de eventos peculiares sentía que el pecho le oprimía, no podía imaginar cómo se sentían los demás.
Se mantenía cerca de Nousis, por varios motivos entre ellos que le tenía confianza, tanto o más que a cualquiera que pudiera estar ahí, además que había algunas cosas que quería platicar con él. Aunque primero se dedicó a sanar a algunos heridos menores y oía sobe los jinetes esos y la guerra, se sentía algo ausente del tema. Ahora adentrado en su hogar se sentía algo más aliviada, pero no tanto como hubiera querido, extrañaba una mano cálida que solía rodearla desde la espalda y recargar un poco su peso mientras me hacía cosquillas.-No debí regresar ¿sabes?
Susurro de forma distraída a Nousis mientras se acercaba a él abrazándose a sí misma. Y luego se despeino sintiendo que todo se le arremolinaba en la mente.- Perdona por irme, ¿has hecho algo interesante desde que nos separamos?
Quería pedirle algún consejo alguna ayuda pero sentía que no era ni momento ni ideal, y vaya que la cosa se puso color de hormiga cuando se armó algo de alboroto, como pudo se hizo espacio para ir hasta donde el rey que alterado gritaba y daba órdenes de atacar el Árbol Madre... ósea ¿Qué? Se le heló la sangre, ese pequeño hombre hasta ahora solo le había demostrado a la elfa lo poco sensato que era y sintió que hasta las orejas se le pusieron rojas. Y todo se volvió una locura, la elfa de cabellos celestes dijo algo que le llamo de pleno la atención mientras intentaba razonar con el rey ese, ella llevaba tiempo buscando información del hombre muerto y casi cometía el error de mencionarlo, pero se le fue la idea cuando una mujer de pronto disparo algo hacia la copa del árbol y vio algo que parecía acercarse a ellos.-No creo que el juntar éter detenga eso- grito a Nousis tras recordar el Día de la Alianza y corrió hacia la elfa, si algo había aprendido es que esa mujer era alguien importante y sentía que de algún lado la reconocía pero su cabeza no se centró en ello. Necesitaba que ambas salieran vivas de eso para preguntarle por el hombre muerto.
Apretó el paso mirando como la mujer se dejaba ir protectora hacia el niño infame, a no no no no, lo que menos le importaba en ese momento era el chico y sintiendo como un halo de luz se expandía desde ella no tenía ni idea si eso les protegería del meteoro y ¿qué mejor que usar un caballo y un niño en armadura como escudo? Se inclinó como si fuera a taclearla pero lejos de ello la tomo de la cintura como si fuera a iniciar un baile para girar sobre su eje y buscar caer con ella al lado contrario del animal.-Mi señora tengo muchas preguntas sobre aquel que no puedo mencionar.
Off: Para aclarar no quiero noquear ni nada a Niniel solo quiero ponerla a salvo usando al rey y su caballo de escudo >.<
Se mantenía cerca de Nousis, por varios motivos entre ellos que le tenía confianza, tanto o más que a cualquiera que pudiera estar ahí, además que había algunas cosas que quería platicar con él. Aunque primero se dedicó a sanar a algunos heridos menores y oía sobe los jinetes esos y la guerra, se sentía algo ausente del tema. Ahora adentrado en su hogar se sentía algo más aliviada, pero no tanto como hubiera querido, extrañaba una mano cálida que solía rodearla desde la espalda y recargar un poco su peso mientras me hacía cosquillas.-No debí regresar ¿sabes?
Susurro de forma distraída a Nousis mientras se acercaba a él abrazándose a sí misma. Y luego se despeino sintiendo que todo se le arremolinaba en la mente.- Perdona por irme, ¿has hecho algo interesante desde que nos separamos?
Quería pedirle algún consejo alguna ayuda pero sentía que no era ni momento ni ideal, y vaya que la cosa se puso color de hormiga cuando se armó algo de alboroto, como pudo se hizo espacio para ir hasta donde el rey que alterado gritaba y daba órdenes de atacar el Árbol Madre... ósea ¿Qué? Se le heló la sangre, ese pequeño hombre hasta ahora solo le había demostrado a la elfa lo poco sensato que era y sintió que hasta las orejas se le pusieron rojas. Y todo se volvió una locura, la elfa de cabellos celestes dijo algo que le llamo de pleno la atención mientras intentaba razonar con el rey ese, ella llevaba tiempo buscando información del hombre muerto y casi cometía el error de mencionarlo, pero se le fue la idea cuando una mujer de pronto disparo algo hacia la copa del árbol y vio algo que parecía acercarse a ellos.-No creo que el juntar éter detenga eso- grito a Nousis tras recordar el Día de la Alianza y corrió hacia la elfa, si algo había aprendido es que esa mujer era alguien importante y sentía que de algún lado la reconocía pero su cabeza no se centró en ello. Necesitaba que ambas salieran vivas de eso para preguntarle por el hombre muerto.
Apretó el paso mirando como la mujer se dejaba ir protectora hacia el niño infame, a no no no no, lo que menos le importaba en ese momento era el chico y sintiendo como un halo de luz se expandía desde ella no tenía ni idea si eso les protegería del meteoro y ¿qué mejor que usar un caballo y un niño en armadura como escudo? Se inclinó como si fuera a taclearla pero lejos de ello la tomo de la cintura como si fuera a iniciar un baile para girar sobre su eje y buscar caer con ella al lado contrario del animal.-Mi señora tengo muchas preguntas sobre aquel que no puedo mencionar.
Off: Para aclarar no quiero noquear ni nada a Niniel solo quiero ponerla a salvo usando al rey y su caballo de escudo >.<
Aradia Hazelmere
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Y repentinamente tomé el control.
Un milagro extraño e inesperado que me fue difícil asimilar. El haberme librado de ser el eterno espectador de un asesino inmortal me hizo sentir tan aliviado y tan feliz que, en otras circunstancias, podría haber llorado.
Pero esta vez no podía hacer eso. Me forcé a contener todas mis emociones e imitar el comportamiento que debía mostrar Celebrimbor.
Me hice muchas preguntas y no encontré respuestas. Solo pude crear hipótesis, y ninguna me dejaría satisfecho. Entonces respiré profundo y acepté que no importaba cómo ni porqué estaba allí como un impostor. Ni siquiera importaba si podría o no regresar a mi mundo, a mi cuerpo, a mi vida con Xana y Hyro, aunque eso fuera mi deseo.
Los jinetes oscuros no esperaban que uno de los suyos fuera un enemigo. Esa era una ventaja que debía aprovechar.
No pude salvar a Uri.
No pude ayudar a Virgo a despertar a su princesa.
Tampoco pude salvar a Eleatril.
Esos últimos fracasos, así como todos los de mi vida, pesaban ahora más que nunca. Y en esta nueva oportunidad, fracasar podría significar el fin de la Aerandir que conocía. Saber eso era suficiente para ignorar mis dudas y enfocarme en lo que importaba.
Seguí actuando como Celebrimbor, incluso hablando su extraño idioma que, para mi sorpresa, ahora me resultaba muy familiar. Por suerte, pasaron apenas unos pocos minutos antes que me encomendaran una misión.
Bajé de la enorme y ominosa torre, cada vez más consciente de que tenía a Elessar a mi lado, acompañándome. Un jinete oscuro al alcance de mi mandoble. La presencia de sus numerosas mascotas, por desgracia, me impidieron atacar.
No es el momento, me repetí una y otra vez. Un mal movimiento, solo uno, y todo podría acabar. Sabía eso, pero la presión me dificultaba pensar con claridad. Había demasiado en juego. Nadie estaría seguro mientras ellos vivieran, así que tenía que aprovechar cualquier abertura que mostraran.
Al atravesar el umbral hacia el exterior, fui recibido con el olor a azufre y la vista de un mundo de llamas y cenizas. ¿Esa era la imagen que los jinetes oscuros planeaban replicar en Aerandir? Sentí un nudo en la boca del estómago.
De pronto Elessar y sus mascotas corrieron detrás de una chica, que tuvo la mala suerte de aparecer en el lugar justo en ese momento. No parecía ser del grupo que había que cazar, pero su simple presencia me ofreció algo.
Mi corazón empezó a latir con fuerza, cada vez más deprisa. ¿Era mi oportunidad para atacar a Elessar? ¿O debía esperar? ¡¿Qué debía hacer?!
Empecé caminar maldiciéndome por no saber cuál sería la decisión correcta. Tras unos instantes de vacilación, también desenfundé mi espada.
¿Cuál era el plan? No había ningún plan. ¡Entonces ¿qué demonios estaba haciendo?!
Había una abertura. Sentía que debía atacar, pero ¿cómo? Improvisar no era adecuado en esta situación. Necesitaba un plan. Rápido.
Demasiada presión. La parte posterior de mi cabeza dolía tanto que sentía que estallaría.
Sin detenerme, miré rápidamente a mi alrededor, pero no vi a los que los jinetes oscuros querían atrapar. ¿Qué tan lejos podrían haber ido? Ni siquiera pude intentar deducirlo. Solo concluí que no podía contar con refuerzos, y eso me angustió más.
Me detuve a unos siete metros detrás de Elessar, lo máximo que me permitían los perros demoniacos que le rodeaban mientras sus compañeros atacaban a la chica.
Una abertura. Una que podría no presentarse otra vez.
Ya no pude contenerme.
Al instante giré deprisa y, con todas mis fuerzas, arrojé mi arma, haciéndola girar horizontalmente en el aire, directo a la cintura de Elessar.
Y fue en aquel momento que me hice una pregunta importante. ¿Realmente tenía el poder para asesinar jinetes oscuros?
Una temeridad sin planeación. Una estupidez que no prometía acabar bien. Tal vez lo que sería mi peor error. El error que quise evitar. El error que sabía que cometería tarde o temprano. El último error antes el fin.
Por un muy breve momento reí como maniático, deteniéndome cuando me di una palmada en mi rostro.
En ese punto ya no servía cuestionar mi acción desesperada. Debía luchar, y en el acto, tal vez, finalmente podría desahogarme.
–Chica cuyo nombre desconozco –dije, sin mirarla a ella, mientras adoptaba rápidamente una postura de combate–, huye o ayúdame a destruirlos –agregué con una sonrisa desafiante que no supe cómo fui capaz de esbozar– mientras les enseño que introducir el alma de un enemigo en el cuerpo de un aliado ha sido una terrible idea.
No necesitaba un mandoble. Podía luchar perfectamente sin armas más que con mi cuerpo y aprovechando las púas de mi armadura, aunque ciertamente ahora era necesario un plan para derrotar a tantos enemigos. Ya lo pensaría durante la pelea. O moriría estúpidamente, de nuevo. En cualquier caso, debía darlo todo.
Y así inició la confrontación. Mis ataques serían feroces, siempre buscando eliminar o inmovilizar a todos los perros en el menor tiempo posible mientras evitaba que alguno de ellos alcanzara mi piel, logrando paulatinamente despejar mi mente de las dudas para enfocarme solo en esta desfavorable lucha.
Un milagro extraño e inesperado que me fue difícil asimilar. El haberme librado de ser el eterno espectador de un asesino inmortal me hizo sentir tan aliviado y tan feliz que, en otras circunstancias, podría haber llorado.
Pero esta vez no podía hacer eso. Me forcé a contener todas mis emociones e imitar el comportamiento que debía mostrar Celebrimbor.
Me hice muchas preguntas y no encontré respuestas. Solo pude crear hipótesis, y ninguna me dejaría satisfecho. Entonces respiré profundo y acepté que no importaba cómo ni porqué estaba allí como un impostor. Ni siquiera importaba si podría o no regresar a mi mundo, a mi cuerpo, a mi vida con Xana y Hyro, aunque eso fuera mi deseo.
Los jinetes oscuros no esperaban que uno de los suyos fuera un enemigo. Esa era una ventaja que debía aprovechar.
No pude salvar a Uri.
No pude ayudar a Virgo a despertar a su princesa.
Tampoco pude salvar a Eleatril.
Esos últimos fracasos, así como todos los de mi vida, pesaban ahora más que nunca. Y en esta nueva oportunidad, fracasar podría significar el fin de la Aerandir que conocía. Saber eso era suficiente para ignorar mis dudas y enfocarme en lo que importaba.
Seguí actuando como Celebrimbor, incluso hablando su extraño idioma que, para mi sorpresa, ahora me resultaba muy familiar. Por suerte, pasaron apenas unos pocos minutos antes que me encomendaran una misión.
Bajé de la enorme y ominosa torre, cada vez más consciente de que tenía a Elessar a mi lado, acompañándome. Un jinete oscuro al alcance de mi mandoble. La presencia de sus numerosas mascotas, por desgracia, me impidieron atacar.
No es el momento, me repetí una y otra vez. Un mal movimiento, solo uno, y todo podría acabar. Sabía eso, pero la presión me dificultaba pensar con claridad. Había demasiado en juego. Nadie estaría seguro mientras ellos vivieran, así que tenía que aprovechar cualquier abertura que mostraran.
Al atravesar el umbral hacia el exterior, fui recibido con el olor a azufre y la vista de un mundo de llamas y cenizas. ¿Esa era la imagen que los jinetes oscuros planeaban replicar en Aerandir? Sentí un nudo en la boca del estómago.
De pronto Elessar y sus mascotas corrieron detrás de una chica, que tuvo la mala suerte de aparecer en el lugar justo en ese momento. No parecía ser del grupo que había que cazar, pero su simple presencia me ofreció algo.
Mi corazón empezó a latir con fuerza, cada vez más deprisa. ¿Era mi oportunidad para atacar a Elessar? ¿O debía esperar? ¡¿Qué debía hacer?!
Empecé caminar maldiciéndome por no saber cuál sería la decisión correcta. Tras unos instantes de vacilación, también desenfundé mi espada.
¿Cuál era el plan? No había ningún plan. ¡Entonces ¿qué demonios estaba haciendo?!
Había una abertura. Sentía que debía atacar, pero ¿cómo? Improvisar no era adecuado en esta situación. Necesitaba un plan. Rápido.
Demasiada presión. La parte posterior de mi cabeza dolía tanto que sentía que estallaría.
Sin detenerme, miré rápidamente a mi alrededor, pero no vi a los que los jinetes oscuros querían atrapar. ¿Qué tan lejos podrían haber ido? Ni siquiera pude intentar deducirlo. Solo concluí que no podía contar con refuerzos, y eso me angustió más.
Me detuve a unos siete metros detrás de Elessar, lo máximo que me permitían los perros demoniacos que le rodeaban mientras sus compañeros atacaban a la chica.
Una abertura. Una que podría no presentarse otra vez.
Ya no pude contenerme.
Al instante giré deprisa y, con todas mis fuerzas, arrojé mi arma, haciéndola girar horizontalmente en el aire, directo a la cintura de Elessar.
Y fue en aquel momento que me hice una pregunta importante. ¿Realmente tenía el poder para asesinar jinetes oscuros?
Una temeridad sin planeación. Una estupidez que no prometía acabar bien. Tal vez lo que sería mi peor error. El error que quise evitar. El error que sabía que cometería tarde o temprano. El último error antes el fin.
Por un muy breve momento reí como maniático, deteniéndome cuando me di una palmada en mi rostro.
En ese punto ya no servía cuestionar mi acción desesperada. Debía luchar, y en el acto, tal vez, finalmente podría desahogarme.
–Chica cuyo nombre desconozco –dije, sin mirarla a ella, mientras adoptaba rápidamente una postura de combate–, huye o ayúdame a destruirlos –agregué con una sonrisa desafiante que no supe cómo fui capaz de esbozar– mientras les enseño que introducir el alma de un enemigo en el cuerpo de un aliado ha sido una terrible idea.
No necesitaba un mandoble. Podía luchar perfectamente sin armas más que con mi cuerpo y aprovechando las púas de mi armadura, aunque ciertamente ahora era necesario un plan para derrotar a tantos enemigos. Ya lo pensaría durante la pelea. O moriría estúpidamente, de nuevo. En cualquier caso, debía darlo todo.
Y así inició la confrontación. Mis ataques serían feroces, siempre buscando eliminar o inmovilizar a todos los perros en el menor tiempo posible mientras evitaba que alguno de ellos alcanzara mi piel, logrando paulatinamente despejar mi mente de las dudas para enfocarme solo en esta desfavorable lucha.
(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
Resumencito: Celebrimbor (Rauko) ataca a lo bestia al guapo de Elessar y a sus perritos kawaii, mientras que su user espera que tal temeridad pueda convencer a Elen y/o a Eltrant de darme una ayudita y así evitarme un segundo game over en el mismo evento =’DRauko
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Alzó su mano derecha, instando a su compañera a que se detuviese, y usando a Olvido a modo de bastón aguardó en el lugar en el que estaba varios segundos. Cada minuto que pasaba en aquel lugar iba a peor: tenía la sensación de que llevaba, al menos, un par de meses allí atrapado sin dormir.
La elfa, por otro, lado parecía tan capaz como el mismo instante en el que la conoció. ¿Es que ella no sentía aquella sensación de malestar? ¿No se le antojaba como que el aire estaba viciado? Se lo había demostrado sin palabras, sin hacer nada realmente especial.
Tyrie… ocultaba algo; Debía de haber alguna explicación al hecho de que ella no estuviese cansada, que pudiese caminar con tanta tranquilidad en aquel lugar como podría hacerlo por una calle céntrica de Lunargenta.
- Tyrie… - Respiró profundamente, intentando recobrar en vano la compostura. y alzó la mirada hasta lo alto de la monumental estructura que tenían delante. – No me digas que ahora tenemos que subir escaleras. – Articuló, incorporándose totalmente, según esbozaba una sonrisa cansada y analizaba la torre.
La mujer no respondió, quedándose en un silencio un tanto solemne, se quedó quieta, mirando lo que la pareja tenía frente a ella con una expresión un tanto indescifrable en su mirada.
Eltrat decidió no hacer ningún comentario más; Finalmente, tras horas de marcha a través de aquel paramo desolado, habían alcanzado su objetivo.
Habían llegado a la torre de los Jinetes.
La estructura era… sobrecogedora. Contrastaba vivamente con el tono grisáceo de los alrededores, con la desolación y destrucción que reinaba en el yermo que les rodeaba, casi parecía forzarte a mirarla.
Tragó saliva y cerró ambas manos, con más fuerza, alrededor de la empuñadura de Olvido. Le era impensable imaginar una fortificación de aquel estilo en la Aerandir que conocía, mucho menos la existencia de un ejército capaz de asediarlo.
¿Cómo se suponían que iban a entrar?
Eltrant no tenía respuesta alguna para aquella última pregunta, tampoco se lo planteó seriamente debido a las dos figuras que pudo contemplar precipitándose desde lo alto de la gigantesca atalaya.
Frunció el ceño, tratando de discernirlas desde la distancia.
No parecían Jinetes.
- Vamos más cerca. – Musitó de improviso Tyrie comenzando a caminar en dirección a las siluetas, siempre sin perder de vista el cómo estas continuaban descendiendo a una velocidad… sorprendentemente lenta.
- Supongo que si fuesen jinetes habrían usado una puerta. – dijo Eltrant de vuelta, desencajando la espada del suelo para echársela al hombro y seguir los pasos de la elfa.
- Está bien que conserves el sentido del humor, Tale. – dijo Tyrie sin siquiera girarse a mirar al humano. – Vas a necesitarlo más adelante. – Agregó, siempre con aquel tono de voz que le recordaba, de alguna forma, al de Níniel.
- Sí… - Contestó en voz baja, incapaz de evitar pensar por unos instantes en Lyn.
Por supuesto, que las dos personas que caían desde lo alto de la torre estuviesen más bien deslizándose en lugar de precipitarse contra el suelo era solo una de las tantas sorpresas que tenían aquella pareja, pues según las figuras se hacían más y más visibles, Eltrant comenzó a reconocer rasgos de estos.
- ¿Elen? – Aumentando la marcha, prácticamente corriendo, Eltrant alcanzó el lugar en el que estos iban a caer justo en el momento en el que lo hicieron, instante en el cual se agachó rápidamente frente a la Centinela. - ¿¡Elen!? – La sujetó por los hombros, zarandeándola con suavidad.
- ¿¡Eres tú!? – La soltó y le dejó algo de espacio para respirar. - ¿Qué haces…? ¿Cómo has llegado…? ¿Has visto a Huracán? ¿A Lyn? – Muchas preguntas salieron de sus labios en apenas unos segundos, algo que el propio Eltrant notó y a lo que respondió aclarándose la garganta y obligándose a parar.
La Centinela acababa de caer desde lo alto de aquella torre y lo último que necesitaba era tenerle a él lanzando un centenar de preguntas.
Aunque, por supuesto, el que estuviese allí era tan preocupante como esperanzador. Había un centenar de motivos por los que Elen podría haber acabado en el Oblivion, y muchos de ellos no eran nada buenos.
Imargo, por otra parte, era el Leónico que la acompañaba. Lo que le decía que, como mínimo, Melena Blanca se había reunido con Elen. Por supuesto, el felino no llevaba bien el estar en aquel lugar y no tardó en comenzar vociferar que estaba muerto a la vez que exclamaba lo que el humano supuso que era el nombre completo de Tyrie.
“Tyrande”
- Estáis en el Oblivion. – Sentenció Eltrant rápidamente, obedeciendo a Tyrie y sujetando al felino como buenamente pudo, dejando para más tarde el preguntar por la naturaleza del verdadero nombre de la elfa y el motivo por el que Imargo la había reconocido. – Nos conocemos, Imargo. No estás muerto. – dijo, tratando de tranquilizar al Leónico. – Eltrant Tale. – Afirmó señalándose a sí mismo. – Ayudé con el problema de la Tarasca. ¿Recuerdas? – Imargo asintió muy lentamente según se callaba, abriendo los ojos de par en par al comprender el lugar en el que estaba.
Al mismo tiempo dos jinetes salían por la puerta principal de la torre.
Sin pensarlo apenas, Eltrant ayudó de forma instintiva a cargar con Elen en cuanto la elfa mencionó que debían ocultarse. Momento en el que pudo vislumbrar lo que sucedía con más tranquilidad.
Los Jinetes no estaban yendo a por ellos.
Tenían otro objetivo.
- ¡Lyn! –
Lyn había estado en muchos sitios en el siglo de vida que tenía.
Pero nunca en ninguno como aquel.
No solo el aire olía a una extraña y desagradable mezcla de sangre y ceniza, también estaba el sol que no quemaba, uno semi-oculto y apagado por un grueso manto de nubes que nunca desaparecía.
Había soñado muchas veces en volver a ver el sol con sus propios ojos, en vislumbrar la paleta de colores que era un prado al mediodía con sus propios ojos y no desde el interior de esa persona.
Aquello era como la peor versión de aquel deseo.
- ¡Vaya! – dijo deteniéndose por primera vez desde que el portal la absorbió, contemplando la fachada de la kilométrica torre que tenía delante. - Se ve que están compensando algo. - Musitó ahora en voz más baja.
Había decidido encaminarse hacia allí por lo obvio que era. Conocía a Eltrant lo suficiente como para saber que el exmercenario no iba a pisar siquiera el reluciente bosque verde e impoluto que estaba a varios kilómetros de allí, tampoco iba a quedarse resguardado esperando.
Eltrant Tale iba a ir a la amenazadora estructura que gritaba “Muerte”.
Porque él era así.
Y había que quererle aun cuando era así.
- Veamos… – Frunciendo levemente el ceño, bajó ambas manos hasta la cintura y procedió a repasar todas las posibles entradas de aquel lugar. – Soy un ser prácticamente inmortal que solo puede ser derrotado por un par de elegidos, tengo el sentido arquitectónico de alguien con profundas inseguridades físicas y la máxima interacción social que tengo es con gente como yo. – Inspiró rápidamente. - ¿Cómo entro a mi casa? – La puerta principal parecía estar cerrada a cal y canto, tampoco había ventanas que pudiesen ser llamadas de aquella forma.
¿Esperaba allí?
¿Pero y si el Mortal estaba ya dentro? La vampiresa sacudió la cabeza inmediatamente, descartando aquella posibilidad tan pronto como se apareció.
La puerta principal estaba intacta y, conociendo al humano, para entrar allí este la placaría hasta que o bien la puerta se viene abajo o bien su hombro se saliese de su sitio… y le había visto actuar las veces suficientes como para saber que, normalmente, era la puerta quien perdía.
- Relájate, Lyn, solo tienes que… - Según pronunciaba aquellas palabras el portón principal comenzó a abrirse lentamente, un sonoro estruendo metálico aplacó el susurro del viento. - … perfecto. – Masculló contemplando los dos jinetes que salían al exterior junto a una jauría que lo que, mirándolo de algún modo, podrían ser llamados “perros”.
Sin previo aviso la jauría de animales cargó contra ella, dejando a la vampiresa apenas un segundo para prepararse.
La aparente confianza en que su “maldición” podría ayudarla a salir de aquella situación fue reemplazada por una amargaba de sentimientos encontrados cuando la primera de estas criaturas consiguió placarla en mitad del pecho, haciéndole rodar hacia atrás mientras más de aquellos seres la rodeaban.
- De todos los momentos en los que… - Frunció el ceño, incorporándose a toda prisa sin permitirse esperar siquiera a recobrar el aliento, asegurándose de dejar tras de sí solo una estela sombría para intentar confundir a la veintena de perseguidores que tenía. - ¡Pero al menos esto debería funcionar…! – Por primera vez en meses Lyn canalizó sus propias sombras y no las del entorno.
Un muro de oscuridad se alzó frente a ella, deteniendo sobre sus pasos a varios de los canes que tenía más cerca, los cuales acabaron empotrados contra este. Por supuesto, el tiempo que había en el Oblivion le había pasado factura, cada movimiento allí dentro era agotador, minaba sus fuerzas poco a poco.
El muro estalló en mil pedazos, dejando escapar un sonido similar al del cristal al romperse.
Chasqueando la lengua, Lyn maldijo sus propias fuerzas y se preparó para saltar hacia atrás, tratando así de evitar acabar devorada por la jauría de bestias que comandaban los Jinetes. Pero en ese instante pudo contemplar como el jinete que acompañaba al maestro de todos aquellos canes se volvía contra su propio aliado y le atacaba por sorpresa.
- Eso tiene… - Se separó varios pasos de aquel Jinete que acababa de afirmar ser el alma de… otra persona encerrada en aquel cuerpo. - Tanto sentido. – Arguyó separándose un par de pasos más del Jinete.
No iba a discutir con aquel… alma, Jinete… o lo que fuese.
Toda ayuda era poca y en aquel momento necesitaba mucha ayuda, no estaba en una posición de ser exigente con la gente que decidida acabar con aquellas cosas.
- Alma – dijo al Jinete “aliado”. – No tengo ningún otro sitio en el que estar así que voy ayudarte. – Aseguró dando una palmada frente a sus ojos, acumulando sombras a su alrededor. – Un movimiento raro y me aseguraré de que mis sombras se encarguen de ti también. – Advirtió separándose aún más del Jinete.
Con un desertor de su parte. ¿Quién sabe? Era posible que pudiesen acabar con el que controlaba los perros. Y en el peor de los casos el alma podría apuñalarse a sí mismo o algo, solo necesitaba algo de tiempo para poder improvisar que hacer con todos aquellos perros.
- ¡LYYYYYYYYYYYYYYN! -
Un único impacto.
El gigantesco filo de Olvido sesgó a uno de los canes en dos que, en lugar de caer muerto al suelo, se disolvió en una especie de nube de sombras que se deslizó de vuelta hasta el Jinete que se ocultaba tras la manada.
- ¡¿Estás bien?! – Eltrant se posicionó entre su compañera y el Jinete más cercano, parándose solo un segundo a mirarla. - ¡He estado buscan…! – Lyn alzó una estaca de sombras que alejó a otro perro del castaño.
- ¡Sabia que ibas a venir a la torre de la muerte y los complejos! – Profirió. - ¡¿Has visto a Anastasia?! – El exmercenario sacudió la cabeza y apartó a otra de las criaturas de un fuerte mandoblazo, parándose un instante a recuperar el aliento antes de levantar su espada para atacar al Jinete aliado por la espalda. - ¡Ese es nuestro! ¡Algo de un alma rara me ha contado! – Advirtió Lyn rápidamente, según daba varios saltos para escapar de tres criaturas que buscaban su cuello.
Eltrant, confundido ante lo que acababa de decir la vampiresa, miró inseguro la espalda del Jinete que peleaba contra los canes y, finalmente, decidió enfocarse en lo que había pensado inicialmente al salir de su escondite.
- ¿¡Y cuál es el plan!? – Preguntó Lyn volviendo a ir hasta el castaño, atrayendo a varios de los perros hasta la hoja de Olvido. – ¡Deberías dejar de gritar cosas cuando vas atacar! – Agregó apoyándose en el castaño para saltar sobre este y rodear con sus sombras a varios de los perros.
- Le abrimos paso a Elen. – dijo simplemente en voz baja, algo que hizo que la ojiazul se detuviese a mirar al humano visiblemente insegura de haber oído bien lo que había dicho Eltrant.
- Muy bien. – Aseveró, asintiendo, tratando de sobreponerse a lo agotador que resultaba el usar su magia en el Oblivion. - ¡A llamar la atención entonces! – Sentenció, volviendo a deslizarse entre los podencos como buenamente podía.
Eltrant se zafó de uno de uno de los perros antes de que la mordedura de este pudiese hacer más que rasgar su camisa y, tras colocarse detrás del Jinete que Lyn decía estar de su parte, avanzó en dirección al maestro de la manada.
- ¡Imargo! – Bramó Eltrant. - ¡Te toca! – El leónico, que a diferencia de Eltrant había permanecido oculto, cargó con su escudo arroyando a todos los perros que estaban tratando de rodear a los que se enfrentaban al Jinete en aquel momento.
Abrirle un camino a Elen…
… podía hacerlo, podía asegurarse de que llegase al Jinete y le matase. [1]
[1] Habilidad de Nivel 6 de Eltrant: Muro de Acero. Protejo a Elen.
Off: Resumen del tocho!: Eltrant y Imargo ayudan a Rauko y a Lyn con los perros e intentan que el Jinete se centre en ellos y no en Elen y Tyrande. :'D
La elfa, por otro, lado parecía tan capaz como el mismo instante en el que la conoció. ¿Es que ella no sentía aquella sensación de malestar? ¿No se le antojaba como que el aire estaba viciado? Se lo había demostrado sin palabras, sin hacer nada realmente especial.
Tyrie… ocultaba algo; Debía de haber alguna explicación al hecho de que ella no estuviese cansada, que pudiese caminar con tanta tranquilidad en aquel lugar como podría hacerlo por una calle céntrica de Lunargenta.
- Tyrie… - Respiró profundamente, intentando recobrar en vano la compostura. y alzó la mirada hasta lo alto de la monumental estructura que tenían delante. – No me digas que ahora tenemos que subir escaleras. – Articuló, incorporándose totalmente, según esbozaba una sonrisa cansada y analizaba la torre.
La mujer no respondió, quedándose en un silencio un tanto solemne, se quedó quieta, mirando lo que la pareja tenía frente a ella con una expresión un tanto indescifrable en su mirada.
Eltrat decidió no hacer ningún comentario más; Finalmente, tras horas de marcha a través de aquel paramo desolado, habían alcanzado su objetivo.
Habían llegado a la torre de los Jinetes.
La estructura era… sobrecogedora. Contrastaba vivamente con el tono grisáceo de los alrededores, con la desolación y destrucción que reinaba en el yermo que les rodeaba, casi parecía forzarte a mirarla.
Tragó saliva y cerró ambas manos, con más fuerza, alrededor de la empuñadura de Olvido. Le era impensable imaginar una fortificación de aquel estilo en la Aerandir que conocía, mucho menos la existencia de un ejército capaz de asediarlo.
¿Cómo se suponían que iban a entrar?
Eltrant no tenía respuesta alguna para aquella última pregunta, tampoco se lo planteó seriamente debido a las dos figuras que pudo contemplar precipitándose desde lo alto de la gigantesca atalaya.
Frunció el ceño, tratando de discernirlas desde la distancia.
No parecían Jinetes.
- Vamos más cerca. – Musitó de improviso Tyrie comenzando a caminar en dirección a las siluetas, siempre sin perder de vista el cómo estas continuaban descendiendo a una velocidad… sorprendentemente lenta.
- Supongo que si fuesen jinetes habrían usado una puerta. – dijo Eltrant de vuelta, desencajando la espada del suelo para echársela al hombro y seguir los pasos de la elfa.
- Está bien que conserves el sentido del humor, Tale. – dijo Tyrie sin siquiera girarse a mirar al humano. – Vas a necesitarlo más adelante. – Agregó, siempre con aquel tono de voz que le recordaba, de alguna forma, al de Níniel.
- Sí… - Contestó en voz baja, incapaz de evitar pensar por unos instantes en Lyn.
Por supuesto, que las dos personas que caían desde lo alto de la torre estuviesen más bien deslizándose en lugar de precipitarse contra el suelo era solo una de las tantas sorpresas que tenían aquella pareja, pues según las figuras se hacían más y más visibles, Eltrant comenzó a reconocer rasgos de estos.
- ¿Elen? – Aumentando la marcha, prácticamente corriendo, Eltrant alcanzó el lugar en el que estos iban a caer justo en el momento en el que lo hicieron, instante en el cual se agachó rápidamente frente a la Centinela. - ¿¡Elen!? – La sujetó por los hombros, zarandeándola con suavidad.
- ¿¡Eres tú!? – La soltó y le dejó algo de espacio para respirar. - ¿Qué haces…? ¿Cómo has llegado…? ¿Has visto a Huracán? ¿A Lyn? – Muchas preguntas salieron de sus labios en apenas unos segundos, algo que el propio Eltrant notó y a lo que respondió aclarándose la garganta y obligándose a parar.
La Centinela acababa de caer desde lo alto de aquella torre y lo último que necesitaba era tenerle a él lanzando un centenar de preguntas.
Aunque, por supuesto, el que estuviese allí era tan preocupante como esperanzador. Había un centenar de motivos por los que Elen podría haber acabado en el Oblivion, y muchos de ellos no eran nada buenos.
Imargo, por otra parte, era el Leónico que la acompañaba. Lo que le decía que, como mínimo, Melena Blanca se había reunido con Elen. Por supuesto, el felino no llevaba bien el estar en aquel lugar y no tardó en comenzar vociferar que estaba muerto a la vez que exclamaba lo que el humano supuso que era el nombre completo de Tyrie.
“Tyrande”
- Estáis en el Oblivion. – Sentenció Eltrant rápidamente, obedeciendo a Tyrie y sujetando al felino como buenamente pudo, dejando para más tarde el preguntar por la naturaleza del verdadero nombre de la elfa y el motivo por el que Imargo la había reconocido. – Nos conocemos, Imargo. No estás muerto. – dijo, tratando de tranquilizar al Leónico. – Eltrant Tale. – Afirmó señalándose a sí mismo. – Ayudé con el problema de la Tarasca. ¿Recuerdas? – Imargo asintió muy lentamente según se callaba, abriendo los ojos de par en par al comprender el lugar en el que estaba.
Al mismo tiempo dos jinetes salían por la puerta principal de la torre.
Sin pensarlo apenas, Eltrant ayudó de forma instintiva a cargar con Elen en cuanto la elfa mencionó que debían ocultarse. Momento en el que pudo vislumbrar lo que sucedía con más tranquilidad.
Los Jinetes no estaban yendo a por ellos.
Tenían otro objetivo.
- ¡Lyn! –
______________________________________________________
Lyn había estado en muchos sitios en el siglo de vida que tenía.
Pero nunca en ninguno como aquel.
No solo el aire olía a una extraña y desagradable mezcla de sangre y ceniza, también estaba el sol que no quemaba, uno semi-oculto y apagado por un grueso manto de nubes que nunca desaparecía.
Había soñado muchas veces en volver a ver el sol con sus propios ojos, en vislumbrar la paleta de colores que era un prado al mediodía con sus propios ojos y no desde el interior de esa persona.
Aquello era como la peor versión de aquel deseo.
- ¡Vaya! – dijo deteniéndose por primera vez desde que el portal la absorbió, contemplando la fachada de la kilométrica torre que tenía delante. - Se ve que están compensando algo. - Musitó ahora en voz más baja.
Había decidido encaminarse hacia allí por lo obvio que era. Conocía a Eltrant lo suficiente como para saber que el exmercenario no iba a pisar siquiera el reluciente bosque verde e impoluto que estaba a varios kilómetros de allí, tampoco iba a quedarse resguardado esperando.
Eltrant Tale iba a ir a la amenazadora estructura que gritaba “Muerte”.
Porque él era así.
Y había que quererle aun cuando era así.
- Veamos… – Frunciendo levemente el ceño, bajó ambas manos hasta la cintura y procedió a repasar todas las posibles entradas de aquel lugar. – Soy un ser prácticamente inmortal que solo puede ser derrotado por un par de elegidos, tengo el sentido arquitectónico de alguien con profundas inseguridades físicas y la máxima interacción social que tengo es con gente como yo. – Inspiró rápidamente. - ¿Cómo entro a mi casa? – La puerta principal parecía estar cerrada a cal y canto, tampoco había ventanas que pudiesen ser llamadas de aquella forma.
¿Esperaba allí?
¿Pero y si el Mortal estaba ya dentro? La vampiresa sacudió la cabeza inmediatamente, descartando aquella posibilidad tan pronto como se apareció.
La puerta principal estaba intacta y, conociendo al humano, para entrar allí este la placaría hasta que o bien la puerta se viene abajo o bien su hombro se saliese de su sitio… y le había visto actuar las veces suficientes como para saber que, normalmente, era la puerta quien perdía.
- Relájate, Lyn, solo tienes que… - Según pronunciaba aquellas palabras el portón principal comenzó a abrirse lentamente, un sonoro estruendo metálico aplacó el susurro del viento. - … perfecto. – Masculló contemplando los dos jinetes que salían al exterior junto a una jauría que lo que, mirándolo de algún modo, podrían ser llamados “perros”.
Sin previo aviso la jauría de animales cargó contra ella, dejando a la vampiresa apenas un segundo para prepararse.
La aparente confianza en que su “maldición” podría ayudarla a salir de aquella situación fue reemplazada por una amargaba de sentimientos encontrados cuando la primera de estas criaturas consiguió placarla en mitad del pecho, haciéndole rodar hacia atrás mientras más de aquellos seres la rodeaban.
- De todos los momentos en los que… - Frunció el ceño, incorporándose a toda prisa sin permitirse esperar siquiera a recobrar el aliento, asegurándose de dejar tras de sí solo una estela sombría para intentar confundir a la veintena de perseguidores que tenía. - ¡Pero al menos esto debería funcionar…! – Por primera vez en meses Lyn canalizó sus propias sombras y no las del entorno.
Un muro de oscuridad se alzó frente a ella, deteniendo sobre sus pasos a varios de los canes que tenía más cerca, los cuales acabaron empotrados contra este. Por supuesto, el tiempo que había en el Oblivion le había pasado factura, cada movimiento allí dentro era agotador, minaba sus fuerzas poco a poco.
El muro estalló en mil pedazos, dejando escapar un sonido similar al del cristal al romperse.
Chasqueando la lengua, Lyn maldijo sus propias fuerzas y se preparó para saltar hacia atrás, tratando así de evitar acabar devorada por la jauría de bestias que comandaban los Jinetes. Pero en ese instante pudo contemplar como el jinete que acompañaba al maestro de todos aquellos canes se volvía contra su propio aliado y le atacaba por sorpresa.
- Eso tiene… - Se separó varios pasos de aquel Jinete que acababa de afirmar ser el alma de… otra persona encerrada en aquel cuerpo. - Tanto sentido. – Arguyó separándose un par de pasos más del Jinete.
No iba a discutir con aquel… alma, Jinete… o lo que fuese.
Toda ayuda era poca y en aquel momento necesitaba mucha ayuda, no estaba en una posición de ser exigente con la gente que decidida acabar con aquellas cosas.
- Alma – dijo al Jinete “aliado”. – No tengo ningún otro sitio en el que estar así que voy ayudarte. – Aseguró dando una palmada frente a sus ojos, acumulando sombras a su alrededor. – Un movimiento raro y me aseguraré de que mis sombras se encarguen de ti también. – Advirtió separándose aún más del Jinete.
Con un desertor de su parte. ¿Quién sabe? Era posible que pudiesen acabar con el que controlaba los perros. Y en el peor de los casos el alma podría apuñalarse a sí mismo o algo, solo necesitaba algo de tiempo para poder improvisar que hacer con todos aquellos perros.
- ¡LYYYYYYYYYYYYYYN! -
Un único impacto.
El gigantesco filo de Olvido sesgó a uno de los canes en dos que, en lugar de caer muerto al suelo, se disolvió en una especie de nube de sombras que se deslizó de vuelta hasta el Jinete que se ocultaba tras la manada.
- ¡¿Estás bien?! – Eltrant se posicionó entre su compañera y el Jinete más cercano, parándose solo un segundo a mirarla. - ¡He estado buscan…! – Lyn alzó una estaca de sombras que alejó a otro perro del castaño.
- ¡Sabia que ibas a venir a la torre de la muerte y los complejos! – Profirió. - ¡¿Has visto a Anastasia?! – El exmercenario sacudió la cabeza y apartó a otra de las criaturas de un fuerte mandoblazo, parándose un instante a recuperar el aliento antes de levantar su espada para atacar al Jinete aliado por la espalda. - ¡Ese es nuestro! ¡Algo de un alma rara me ha contado! – Advirtió Lyn rápidamente, según daba varios saltos para escapar de tres criaturas que buscaban su cuello.
Eltrant, confundido ante lo que acababa de decir la vampiresa, miró inseguro la espalda del Jinete que peleaba contra los canes y, finalmente, decidió enfocarse en lo que había pensado inicialmente al salir de su escondite.
- ¿¡Y cuál es el plan!? – Preguntó Lyn volviendo a ir hasta el castaño, atrayendo a varios de los perros hasta la hoja de Olvido. – ¡Deberías dejar de gritar cosas cuando vas atacar! – Agregó apoyándose en el castaño para saltar sobre este y rodear con sus sombras a varios de los perros.
- Le abrimos paso a Elen. – dijo simplemente en voz baja, algo que hizo que la ojiazul se detuviese a mirar al humano visiblemente insegura de haber oído bien lo que había dicho Eltrant.
- Muy bien. – Aseveró, asintiendo, tratando de sobreponerse a lo agotador que resultaba el usar su magia en el Oblivion. - ¡A llamar la atención entonces! – Sentenció, volviendo a deslizarse entre los podencos como buenamente podía.
Eltrant se zafó de uno de uno de los perros antes de que la mordedura de este pudiese hacer más que rasgar su camisa y, tras colocarse detrás del Jinete que Lyn decía estar de su parte, avanzó en dirección al maestro de la manada.
- ¡Imargo! – Bramó Eltrant. - ¡Te toca! – El leónico, que a diferencia de Eltrant había permanecido oculto, cargó con su escudo arroyando a todos los perros que estaban tratando de rodear a los que se enfrentaban al Jinete en aquel momento.
Abrirle un camino a Elen…
… podía hacerlo, podía asegurarse de que llegase al Jinete y le matase. [1]
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[1] Habilidad de Nivel 6 de Eltrant: Muro de Acero. Protejo a Elen.
Off: Resumen del tocho!: Eltrant y Imargo ayudan a Rauko y a Lyn con los perros e intentan que el Jinete se centre en ellos y no en Elen y Tyrande. :'D
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
“Dime…..¿Quieres ir con ella….?”
No había ni estrellas ni Luna, todo era oscuridad, pero la alumbrante y candente luz de las llamas le permitía tener una perfecta visión de la persona frente a él. Era alto, elegante y le sonría con una pútrida gentileza falsa, él lo sabía, siempre tuvo un agudo sentido para las mentiras y la falsedad ¿Porque no le mató enseguida? Tal y como hizo con todos los demás, matarlo sin un pestañeo para luego servirlo como alimento a sus vasallos. Procesó con lentitud las palabras del desconocido ¿Al lado de ella...? Movió su cabeza rígidamente para ver lo que había a su lado, ahí estaba el cadáver de un mujer pelirroja ¿Le preguntaba por ella? El desconocido esperaba pacientemente por una respuesta de su última “víctima” pero, por mucho tiempo que pasase, no parecía ver una reacción por parte suya.
No hasta que el niño le devolvió la mirada, vacía y hueca como si de una marioneta se tratara ¿Era la clase de mirada que un niño apunto de ser asesinado haría? El adulto lo miró con curiosidad, pensando en que merecía la pena esperar para oír su respuesta...Y aquella respuesta que recibió fue.....
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“¡Urry, Lunyria!, ¿a qué estáis esperando?”
La voz de la mujer lo sacó de sus cavilaciones, el jovencito dio un respingo y miró con timidez a la vieja mujer ¡La profesora Meitner siempre le intimidaba un poco cuando tenía su rostro severo y serio! Pero enseguida su gesto cambió a una sonrisa alegre, asintiendo dócilmente a sus palabras; Esa mujer era lo más cercano que tendría nunca a una madre.
Dado que sus padres fueron asesinados por los crueles y viles elfos de Árbol Madre, hará ya casi 10 años, Urry quedó totalmente solo y desamparado del mundo ¡Afortunadamente su padrino y maestro le acogió muy amablemente! Pero era un hombre solitario y bastante huraño, no aceptaba la compañía de mujeres o hombres, únicamente la de su hijo adoptivo y discípulo; Urry Nover. Nunca conoció nada aparte de él, así que jamás sintió la calidez de los hermanos o de unos padres, tampoco sintió la necesidad de saberlo hasta que llegó a la academia….La Academia…..
Doy gracias al maestro por apuntarme a este maravilloso lugar
Siempre estuvo solo, su maestro era amoroso y se preocupaba mucho por él, pero jamás podría substituir completamente lo que el pequeño Urry necesitaba. Sabiendo eso, el hombre preparó la inscripción para que su ahijado aprendiera nuevas cosas y emociones. Al principio Urry se negó a ir, su maestro ya era un renombrado brujo ¡No necesitaba asistir a ninguna academia para aprender magia! Pero, por insistencia del hombre, aceptó y fue….Ese fue el comienzo de todo.
Conoció a sus preciados amigos, al amable profesorado…..y a Lunyria. Nunca se percató de lo mucho que necesitaba amigos y aliados hasta que se percató de lo bien que se sentía estar rodeado de personas que, incluso si era de forma superficial, le enseñaron a discutir, a reír, a enfadarse y a crecer como persona. Nunca olvidará su primera discusión con Andoy, quien a pesar de ser un enemigo más que un rival, ni una vez consideró aburrido jugar contra él al Pitich. Tampoco sus luchas interminables contra los malvados elfos junto a sus amigos, pero especialmente nunca olvidará a Lunyria.
Si ese día no me hubiera echado la bronca, seguiría siendo el mismo niño cobarde de antes….
Fue la primera en argumentarle y pararle los pies a pesar de ser el discípulo de un brujo famoso y con influencia, una bruja realmente temperamental y honesta a la que le debía su despertar como persona. Su maestro le preguntó si sus sentimientos eran románicos o de amistad, pero Urry sabía que no eran ninguna de ellas; Era respeto, respeto y admiración.
Si fuera la mitad de lo que tu eres, podría haber tomado el toro por los cuernos desde el primer día en vez de haber sido el gilipollas que fuí durante el primer semestre. Gracias, Lunyria…..
Si llegó a la cima de la Academia, fue sin duda gracias a que ella siempre estuvo ahí a su lado, no como una seguidora, sino como una amiga….Una compañera. Dejándose llevar por la rubia, Urry permitió que fuera ella quien liderara el discurso de apertura; Siempre había encontrado fascinante su atrevimiento y seguridad en sí misma. Además….últimamente…..últimamente la cicatriz le dolía más de la cuenta….
“hmm….g…..”
“Urry ¿Estas bien? Te vez tan pálido ¿Quieres descansar un poco, chaval?”
Una punzada en su frente hizo que el jovenzuelo frunciera levemente el ceño, llevándose la mano diestra a su frente por instinto. Sintió entonces el familiar toque de la profesora en su hombro, su rostro severo seguía siendo el mismo pero ahora había una mueca de preocupación entre sus arrugas. Sus ojos sabios y afilados como cuchillas brillaron con instinto maternal. Urry le sonrío para tranquilizarla;
“Está bien...Es solo….Que últimamente duele más de lo que normalmente hace….Y esta fiesta es importante ¿Verdad? Está bien ¡De verdad! ¡Oh! ¡La primera pieza comienza! Iré con Lunyria…. ”
“No te sobre esfuerces ¿Vale?”
“Si~”
El chico le sonrió amigablemente a la mujer para que viera que estaba en forma, retirando la mano de su frente ¡Era una mujer tan amable! Todos pensaban que era una bruja fría y solitaria, que odiaba a los alumnos y que su corazón quedó totalmente congelado por la prematura muerte de sus retoños y maridos a manos de los crueles Ojosverdes ¡Pero era totalmente falso! Urry sabe de la calidez y amabilidad de la mujer detrás de su congelado corazón, y de la entregada en la educación de los futuros brujos y brujas que ayudarían a liberar Aerandir de los crueles elfos.
Pacientemente, permitió que Lunyria lo zamarreara hasta la pista y tomara control del baile ¡El año que pasaron juntos le hizo comprender el temperamento de la muchacha! Si no quería alguna clase de reprimiendo, debía quedarse quietecito. De forma silenciosa y dócil, le siguió el paso a la “bruja” que portaba un gesto serio en el rostro ¿Algo la había molestado? Sea quien sea que haga enfadar a Lunyaria, Urry….
“¿Que te pasa, Lunyria? ¿Sucede al-....?”
Urry fue cortado mientras hablaba de forma preocupada y curiosa, sorprendido por el monologo dicho con un tono de voz convictorio, recordandole como es que Ande-....Lunyria le hizo despertar ¿Sandorai? ¿Jinetes? ¿Civiles? ¿De que estaba...? ¡Oh! ¿Hablaba de los crueles elfos? El niño le sonrió gentilmente a su amiga, ella siempre estuvo en contra de herir a los elfos a pesar de que fue pisoteada pero ellos ¡Esa justicia siempre conmovió profundamente a Urry!
“¿De qué hablas, Lunyria? ¡Es totalmente necesario! Como brujos, es nuestro deber eliminar a nuestro enemigos naturales ¿Porque deberia-...?”
Exacto, los elfos tenían la culpa de todo ¡Urry los odiaba! Por su culpa perdió a sus padres, por su culpa había una guerra cada vez más extenuante que mermaba las esperanzas e ilusiones de todos ¿cuantas villas y ciudades fuero destruidas por culpa suya? ¡Los elfos eran crueles y arrogantes! ¡Por su culpa sus heridas dolían incluso dentro de esa ilusión!
¿...? ¿Eh? ¿Heridas? ¿Ilusión?
Uriel ladeó la cabeza, preguntándose qué diablos había recordado todo ¡Es todo culpa de Lunyria! ¡Por su culpa salió de ese maravilloso sueño! ¿¡Porque siempre había un aguafiestas!? ¡Con lo bien que se sentía en esa amable mentira!
“¿Y a quién le importa eso?...De todas formas, es su culpa por lanzar la primera piedra.”
El no hizo nada, pero aún así, solo por estar en Villasacuo casi fue asesinado por un grupo de elfos totalmente desconocidos ¡Solo por estar en el lugar equivocado en el momento inoportuno! Los persiguieron como criminales, como si fueran animales que masacraron todo un pueblo ¡Y luego esa maldita elfa de la fuente les lanzó esas cosos caballos con cuerno raros! No preguntó, no le importó saber porque tres adultos y un niño llegaron ahí ¡Solo atacó! Y tenía miedo, mucho miedo ¡El no hizo nada malo pero los elfos intentaron matarlo dos veces! ¡Dos veces! Le quemaron, le hirieron, lo intimidaron y humillaron, le encerraron y luego lo empujaron a una situación en el que, si tenía suerte, podría salir vivo con serias secuelas.
Que le jodan al árbol, que le jodan a los elfos...Si voy a morir, entonces que mueran todos conmigo….¡SI! ¡QUE MUERAN! ¡OJALA ESOS JINETES O LO QUE SEA LOS MATEN A TODOS!
Uriel sintió sus mejillas calidad ¿Y que si iban a morir? En el mejor de los casos, sus quemaduras no lo matarán para el final del día ¿Y que si sale de esa ilusión con vida? Sabe perfectamente, que incluso si salvan el árbol, los elfos solo volverán para hacer su vida miserable ¿Porque debía sufrir por gente como esa? ¿Porque debía estar ahí a pesar de que no hizo nada malo? ¿Porque fue tratado como un criminal si su error fue querer vivir? ¡Estaba harto! ¡Que le jodan la árbol! ¡Que le jodan a los elfos! ¡Que le jodan a la vida! ¡Si va a morir, se asegurará de que todos le acompañen al infierno! ¡Después de todo, ningún elfo le ayu-…!
“....”
El niño, quien se estaba sosteniendo su puñal para herir a “Lunyaria” e impedir lo que sea que planeaba, recordó un rostro. Ese tipo.....Él......Primero pensó que era imbécil ¿Quien en su sano juicio ayudaría a un vampiro? ¿Quién se preocupaba por los demás cuando encaras la muerte? ¿Quien...? ¿Quien seguiría al lado de un niño inútil que no hizo más que lamentarse y llorar por no poder hacer nada? Solo un estúpido….Un estúpido con un corazón amable. Un adulto genuinamente amable. Uriel lo sabía en el fondo, sabía que al final, no podía culpar de todo a los elfos….No podía porque, entre otras cosas, el también era en parte responsable.
Los elfos masacraron Villasauco sin importar si la gente de ahí estaba solo de paso o eran inocentes, pero lo cierto es que Uriel no debía de haber estado ahí. Si hubiera obedecido las órdenes del maestro, habría quedado lejos del conflicto.
Galatrea los atacó con los unicornios, sin importar que el grupo vino de forma no hostil e incluso había un niño entre ellos...No, lo cierto es que ellos fueron hostiles sin querer….Trajeron a esa maldita bruja loca que atacó a Galatrea, si no hubiera sido por ella hubieran podido llegar a una conclusión pacífica…
Le encerraron como un animal, y luego de culparon por cosas que no podía entender...Es verdad, los elfos fueron crueles y malvados con él, un niño que a final de cuentas no quería estar ahí ¿Pero eso le sacaba de sus responsabilidades? Solo dejó que los adultos, conocidos o desconocidos, le guiaran y le arrastrasen bajo la excusa de “Soy solo un niño”
Yo no soy diferente a ellos…..
Fue un cobarde y un irresponsable, pero aún así hubo gente que de corazón buscó lo mejor para él; Taliesin no lo traicionó, hizo lo que pudo pero al final priorizó su vida…..Reike le entregó el Agua Bendita y abrió su celda a pesar de tomar la misma elección que Taliesin…...Nahir también fue gentil con él y…...Anders…..Anders le salvó y lo mantuvo a su lado a pesar de que solo entorpeció su camino ¿Que hizo a cambio? ¿Que hizo para ayudarse a si mismo y a ellos?¿Qué derecho tenía de criticar y odiar cuando él no hizo absolutamente nada por su propia vida?
Si el árbol cae y todos los elfos mueren ¿Anders estará triste...? Si en verdad morimos todos aquí ¿Anders y la señorita Reike también morirán? Yo….Yo….
Acarició el frasco oculto entre su traje hermosamente decorado con los colores de Tyffindor, era el frasquito que le entregó la bruja antes de proseguir su camino ¿Porque estaría...? No, siempre estuvo ahí...Es solo que Uriel no quería notarlo. Miró a la elfa, ahora entendiendo sus palabras sobre proteger a los que realmente lo merecían, no a los gilipollas arrogantes; No protegería al árbol ni a los estúpidos elfos egoístas, no, debía protegerse a si mismo y a los que le ayudaron a sobrevivir aún a costa de sus vidas.
¿Y que si los elfos son todos unos abusadores? ¿Y que si este árbol merece que lo talen? ¿Y que is jamás podré perdonar a los elfos? ¡Viviré y luego me aseguraré de esos estúpidos elfos se traguen sus palabras y acciones! ¡Haré que se disculpen de rodillas por haber tratado como un criminal a un noble vampiro Nova!
El infante sacó el frasco de agua bendita, dándosela a la elfa con un gesto serio. Si va a castigar a la raza elfa por lo que le hicieron, entonces lo hará él, con su propia fuerza y convicciones, no llevándose por delante a los que le ayudar ni tampoco de la mano de unos seres ajenos a él ¡Debía ser él, y solo él, el que debía hacerles pagar pro su arrogancia! Además....aún....aún....no le a devuelto el favor, tampoco les agradeció por nada a Anders.
Una vez alguien le preguntó si deseaba vivir. Pensó que lo había olvidado con el paso del tiempo pero extrañamente lo recordó cuando se dejó llevar por la ilusión; Una vez, por primera vez, alguien dejó elegir. Nadie nunca le preguntó qué deseaba, nadie le dio el lujo de tener la voluntad para ello...Tras pensarlo detenidamente, su viejo él.....Amaru respondió. Ahora, siendo Uriel, finalmente recuerda la respuesta que su viejo él, su el humano, dio…..La frase que le hizo anhelar ser un vampiro….
Los humanos tienen una esperanza de vida cercana a los 80/90 años, si se tenía suerte, se llegaba a los 100 ¿Como podía morir con solo 91 años? ¡Ese no sería el día que moriría! Porque es Uriel Nova, un noble vampiro Nova ¡Y vivirá hasta los 340 años! Más que cualquier humano, más que sus crueles y egoístas padres y despreciables hermanos….
“¡Debemos encontrar al resto! El señor Anders y la señorita Nahir deben de estar cerca ¡Iré a….! ¡...! ¿...? ¡Ah!”
El infante se disponía a buscar el resto del grupo que bajó con ellos a la raíces, pero la repentina voz de “Andoy” lo sacó del ambiente ¡El infante quedó anonadado! ¡Eso sí que es una declaración! Aún así salió rápidamente del estado de sorpresa, sonrió ampliamente al reconocer a Anders en Andoy. El infante se aproximó rápidamente hacia él, ignorando el estado de violencia en la que se encontraba ¡Y sin dudarlo un segundo lo abrazó por el costado! ¡Había tantas cosas que deseaba decirle! Pero de momento, debía de comunicarle lo mas importante;
“¡Anders! ¡Anders! ¡Lo siento! ¡Lo siento y gracias! ¡Muchísimas gracias por no haberme abandonado! ¡Por haberme ayudado hasta ahora a sobrevivir en el Árbol Madre! ¡Prometo que no seré más un cobarde! ¡Viviremos, saldremos de aquí vivos! ¡Los dos! ¡Todos! ¡Y Salvaremos el hogar de Anders sin importar que tanto odie este lugar! ¡Uriel Nova lo promete por su orgullo de vampiro Nova!”
No era una promesa, era una declaración ¡Definitivamente salvarán el árbol! Aún abrazando a Anders, el niño se percató de los animalitos de luz empapados en el agua bendita que le entregó a Valyria, buscando por le jinetes oculto en al sala. Recomponiéndose, se puso en guardia de un saltito ¡Descubrirán al jinetes y le darían un paliza!
“¡Los elfos malos y Eredi-¡Como se llame ese “jinete”! Todos lamentarán el día que se encontraron con Uriel Nova, del clan Nova Fufufu~~ Fuahahaha~~¡AHAHAHA!”
------------------------Off-Rol-----------------------------------
Uriel Redemption Arc2; The revange(?)
Uriel tentando a la muerte, como no XDDD ¿Que pasó en este post? ¡Pos bueno! ¡Resumen básico de lo que pasó~!
-Uriel saca el fuaaa y decide dejar de lado todo con tal de sobrevivir y salvar el árbolAunque lo odie ¡Que te jodan jinete! Hoy no es el día que Uriel morirá (Entre otras cosas porque el pobre Ger no puede matar a Uriel sin mi consentimiento por mucho que lo desee y lo pida a gritos XDDD (?) (?)( ?)(?))
- Uriel le da el Agua Bendita a Valyria para comenzar la operación; "Mascotitas mojadas sagradas anti-jinetes" y sacar al bicho de su morada o, al menos, mandárselo a Melena Blanca para que lo ahuyente.
- Uriel ya no el teme al jinete, si, de verdad, Uriel va a tomar el toro por los cuernos; Fuck the police, jinete, Uriel ya no te teme y si puede, lo enfrentará como sea para matarlo (De forma indirecta o directa) Va expresamente a matar al jinete, sin importarle el costo más que su vida y la de los "adultos amables" (Y si os preguntáis, si, se que no puede hacerlo ni en broma tanto por lvl como por no ser un centinela, pero eso Uriel no lo sabe)
Por favor Ger se gentil con el niño, no lo pongas frente al jinete que me da un ataque al corazón QAQ Que ya me lo has dejado medio pa' allá ¡Ten piedad! QAQ QAQ QAQ(?) (?) (?) (?) (?)
No había ni estrellas ni Luna, todo era oscuridad, pero la alumbrante y candente luz de las llamas le permitía tener una perfecta visión de la persona frente a él. Era alto, elegante y le sonría con una pútrida gentileza falsa, él lo sabía, siempre tuvo un agudo sentido para las mentiras y la falsedad ¿Porque no le mató enseguida? Tal y como hizo con todos los demás, matarlo sin un pestañeo para luego servirlo como alimento a sus vasallos. Procesó con lentitud las palabras del desconocido ¿Al lado de ella...? Movió su cabeza rígidamente para ver lo que había a su lado, ahí estaba el cadáver de un mujer pelirroja ¿Le preguntaba por ella? El desconocido esperaba pacientemente por una respuesta de su última “víctima” pero, por mucho tiempo que pasase, no parecía ver una reacción por parte suya.
No hasta que el niño le devolvió la mirada, vacía y hueca como si de una marioneta se tratara ¿Era la clase de mirada que un niño apunto de ser asesinado haría? El adulto lo miró con curiosidad, pensando en que merecía la pena esperar para oír su respuesta...Y aquella respuesta que recibió fue.....
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“¡Urry, Lunyria!, ¿a qué estáis esperando?”
La voz de la mujer lo sacó de sus cavilaciones, el jovencito dio un respingo y miró con timidez a la vieja mujer ¡La profesora Meitner siempre le intimidaba un poco cuando tenía su rostro severo y serio! Pero enseguida su gesto cambió a una sonrisa alegre, asintiendo dócilmente a sus palabras; Esa mujer era lo más cercano que tendría nunca a una madre.
Dado que sus padres fueron asesinados por los crueles y viles elfos de Árbol Madre, hará ya casi 10 años, Urry quedó totalmente solo y desamparado del mundo ¡Afortunadamente su padrino y maestro le acogió muy amablemente! Pero era un hombre solitario y bastante huraño, no aceptaba la compañía de mujeres o hombres, únicamente la de su hijo adoptivo y discípulo; Urry Nover. Nunca conoció nada aparte de él, así que jamás sintió la calidez de los hermanos o de unos padres, tampoco sintió la necesidad de saberlo hasta que llegó a la academia….La Academia…..
Doy gracias al maestro por apuntarme a este maravilloso lugar
Siempre estuvo solo, su maestro era amoroso y se preocupaba mucho por él, pero jamás podría substituir completamente lo que el pequeño Urry necesitaba. Sabiendo eso, el hombre preparó la inscripción para que su ahijado aprendiera nuevas cosas y emociones. Al principio Urry se negó a ir, su maestro ya era un renombrado brujo ¡No necesitaba asistir a ninguna academia para aprender magia! Pero, por insistencia del hombre, aceptó y fue….Ese fue el comienzo de todo.
Conoció a sus preciados amigos, al amable profesorado…..y a Lunyria. Nunca se percató de lo mucho que necesitaba amigos y aliados hasta que se percató de lo bien que se sentía estar rodeado de personas que, incluso si era de forma superficial, le enseñaron a discutir, a reír, a enfadarse y a crecer como persona. Nunca olvidará su primera discusión con Andoy, quien a pesar de ser un enemigo más que un rival, ni una vez consideró aburrido jugar contra él al Pitich. Tampoco sus luchas interminables contra los malvados elfos junto a sus amigos, pero especialmente nunca olvidará a Lunyria.
Si ese día no me hubiera echado la bronca, seguiría siendo el mismo niño cobarde de antes….
Fue la primera en argumentarle y pararle los pies a pesar de ser el discípulo de un brujo famoso y con influencia, una bruja realmente temperamental y honesta a la que le debía su despertar como persona. Su maestro le preguntó si sus sentimientos eran románicos o de amistad, pero Urry sabía que no eran ninguna de ellas; Era respeto, respeto y admiración.
Si fuera la mitad de lo que tu eres, podría haber tomado el toro por los cuernos desde el primer día en vez de haber sido el gilipollas que fuí durante el primer semestre. Gracias, Lunyria…..
Si llegó a la cima de la Academia, fue sin duda gracias a que ella siempre estuvo ahí a su lado, no como una seguidora, sino como una amiga….Una compañera. Dejándose llevar por la rubia, Urry permitió que fuera ella quien liderara el discurso de apertura; Siempre había encontrado fascinante su atrevimiento y seguridad en sí misma. Además….últimamente…..últimamente la cicatriz le dolía más de la cuenta….
“hmm….g…..”
“Urry ¿Estas bien? Te vez tan pálido ¿Quieres descansar un poco, chaval?”
Una punzada en su frente hizo que el jovenzuelo frunciera levemente el ceño, llevándose la mano diestra a su frente por instinto. Sintió entonces el familiar toque de la profesora en su hombro, su rostro severo seguía siendo el mismo pero ahora había una mueca de preocupación entre sus arrugas. Sus ojos sabios y afilados como cuchillas brillaron con instinto maternal. Urry le sonrío para tranquilizarla;
“Está bien...Es solo….Que últimamente duele más de lo que normalmente hace….Y esta fiesta es importante ¿Verdad? Está bien ¡De verdad! ¡Oh! ¡La primera pieza comienza! Iré con Lunyria…. ”
“No te sobre esfuerces ¿Vale?”
“Si~”
El chico le sonrió amigablemente a la mujer para que viera que estaba en forma, retirando la mano de su frente ¡Era una mujer tan amable! Todos pensaban que era una bruja fría y solitaria, que odiaba a los alumnos y que su corazón quedó totalmente congelado por la prematura muerte de sus retoños y maridos a manos de los crueles Ojosverdes ¡Pero era totalmente falso! Urry sabe de la calidez y amabilidad de la mujer detrás de su congelado corazón, y de la entregada en la educación de los futuros brujos y brujas que ayudarían a liberar Aerandir de los crueles elfos.
Pacientemente, permitió que Lunyria lo zamarreara hasta la pista y tomara control del baile ¡El año que pasaron juntos le hizo comprender el temperamento de la muchacha! Si no quería alguna clase de reprimiendo, debía quedarse quietecito. De forma silenciosa y dócil, le siguió el paso a la “bruja” que portaba un gesto serio en el rostro ¿Algo la había molestado? Sea quien sea que haga enfadar a Lunyaria, Urry….
“¿Que te pasa, Lunyria? ¿Sucede al-....?”
Urry fue cortado mientras hablaba de forma preocupada y curiosa, sorprendido por el monologo dicho con un tono de voz convictorio, recordandole como es que Ande-....Lunyria le hizo despertar ¿Sandorai? ¿Jinetes? ¿Civiles? ¿De que estaba...? ¡Oh! ¿Hablaba de los crueles elfos? El niño le sonrió gentilmente a su amiga, ella siempre estuvo en contra de herir a los elfos a pesar de que fue pisoteada pero ellos ¡Esa justicia siempre conmovió profundamente a Urry!
“¿De qué hablas, Lunyria? ¡Es totalmente necesario! Como brujos, es nuestro deber eliminar a nuestro enemigos naturales ¿Porque deberia-...?”
Exacto, los elfos tenían la culpa de todo ¡Urry los odiaba! Por su culpa perdió a sus padres, por su culpa había una guerra cada vez más extenuante que mermaba las esperanzas e ilusiones de todos ¿cuantas villas y ciudades fuero destruidas por culpa suya? ¡Los elfos eran crueles y arrogantes! ¡Por su culpa sus heridas dolían incluso dentro de esa ilusión!
¿...? ¿Eh? ¿Heridas? ¿Ilusión?
Uriel ladeó la cabeza, preguntándose qué diablos había recordado todo ¡Es todo culpa de Lunyria! ¡Por su culpa salió de ese maravilloso sueño! ¿¡Porque siempre había un aguafiestas!? ¡Con lo bien que se sentía en esa amable mentira!
“¿Y a quién le importa eso?...De todas formas, es su culpa por lanzar la primera piedra.”
El no hizo nada, pero aún así, solo por estar en Villasacuo casi fue asesinado por un grupo de elfos totalmente desconocidos ¡Solo por estar en el lugar equivocado en el momento inoportuno! Los persiguieron como criminales, como si fueran animales que masacraron todo un pueblo ¡Y luego esa maldita elfa de la fuente les lanzó esas cosos caballos con cuerno raros! No preguntó, no le importó saber porque tres adultos y un niño llegaron ahí ¡Solo atacó! Y tenía miedo, mucho miedo ¡El no hizo nada malo pero los elfos intentaron matarlo dos veces! ¡Dos veces! Le quemaron, le hirieron, lo intimidaron y humillaron, le encerraron y luego lo empujaron a una situación en el que, si tenía suerte, podría salir vivo con serias secuelas.
Que le jodan al árbol, que le jodan a los elfos...Si voy a morir, entonces que mueran todos conmigo….¡SI! ¡QUE MUERAN! ¡OJALA ESOS JINETES O LO QUE SEA LOS MATEN A TODOS!
Uriel sintió sus mejillas calidad ¿Y que si iban a morir? En el mejor de los casos, sus quemaduras no lo matarán para el final del día ¿Y que si sale de esa ilusión con vida? Sabe perfectamente, que incluso si salvan el árbol, los elfos solo volverán para hacer su vida miserable ¿Porque debía sufrir por gente como esa? ¿Porque debía estar ahí a pesar de que no hizo nada malo? ¿Porque fue tratado como un criminal si su error fue querer vivir? ¡Estaba harto! ¡Que le jodan la árbol! ¡Que le jodan a los elfos! ¡Que le jodan a la vida! ¡Si va a morir, se asegurará de que todos le acompañen al infierno! ¡Después de todo, ningún elfo le ayu-…!
“....”
El niño, quien se estaba sosteniendo su puñal para herir a “Lunyaria” e impedir lo que sea que planeaba, recordó un rostro. Ese tipo.....Él......Primero pensó que era imbécil ¿Quien en su sano juicio ayudaría a un vampiro? ¿Quién se preocupaba por los demás cuando encaras la muerte? ¿Quien...? ¿Quien seguiría al lado de un niño inútil que no hizo más que lamentarse y llorar por no poder hacer nada? Solo un estúpido….Un estúpido con un corazón amable. Un adulto genuinamente amable. Uriel lo sabía en el fondo, sabía que al final, no podía culpar de todo a los elfos….No podía porque, entre otras cosas, el también era en parte responsable.
Los elfos masacraron Villasauco sin importar si la gente de ahí estaba solo de paso o eran inocentes, pero lo cierto es que Uriel no debía de haber estado ahí. Si hubiera obedecido las órdenes del maestro, habría quedado lejos del conflicto.
Galatrea los atacó con los unicornios, sin importar que el grupo vino de forma no hostil e incluso había un niño entre ellos...No, lo cierto es que ellos fueron hostiles sin querer….Trajeron a esa maldita bruja loca que atacó a Galatrea, si no hubiera sido por ella hubieran podido llegar a una conclusión pacífica…
Le encerraron como un animal, y luego de culparon por cosas que no podía entender...Es verdad, los elfos fueron crueles y malvados con él, un niño que a final de cuentas no quería estar ahí ¿Pero eso le sacaba de sus responsabilidades? Solo dejó que los adultos, conocidos o desconocidos, le guiaran y le arrastrasen bajo la excusa de “Soy solo un niño”
Yo no soy diferente a ellos…..
Fue un cobarde y un irresponsable, pero aún así hubo gente que de corazón buscó lo mejor para él; Taliesin no lo traicionó, hizo lo que pudo pero al final priorizó su vida…..Reike le entregó el Agua Bendita y abrió su celda a pesar de tomar la misma elección que Taliesin…...Nahir también fue gentil con él y…...Anders…..Anders le salvó y lo mantuvo a su lado a pesar de que solo entorpeció su camino ¿Que hizo a cambio? ¿Que hizo para ayudarse a si mismo y a ellos?¿Qué derecho tenía de criticar y odiar cuando él no hizo absolutamente nada por su propia vida?
Si el árbol cae y todos los elfos mueren ¿Anders estará triste...? Si en verdad morimos todos aquí ¿Anders y la señorita Reike también morirán? Yo….Yo….
Acarició el frasco oculto entre su traje hermosamente decorado con los colores de Tyffindor, era el frasquito que le entregó la bruja antes de proseguir su camino ¿Porque estaría...? No, siempre estuvo ahí...Es solo que Uriel no quería notarlo. Miró a la elfa, ahora entendiendo sus palabras sobre proteger a los que realmente lo merecían, no a los gilipollas arrogantes; No protegería al árbol ni a los estúpidos elfos egoístas, no, debía protegerse a si mismo y a los que le ayudaron a sobrevivir aún a costa de sus vidas.
¿Y que si los elfos son todos unos abusadores? ¿Y que si este árbol merece que lo talen? ¿Y que is jamás podré perdonar a los elfos? ¡Viviré y luego me aseguraré de esos estúpidos elfos se traguen sus palabras y acciones! ¡Haré que se disculpen de rodillas por haber tratado como un criminal a un noble vampiro Nova!
El infante sacó el frasco de agua bendita, dándosela a la elfa con un gesto serio. Si va a castigar a la raza elfa por lo que le hicieron, entonces lo hará él, con su propia fuerza y convicciones, no llevándose por delante a los que le ayudar ni tampoco de la mano de unos seres ajenos a él ¡Debía ser él, y solo él, el que debía hacerles pagar pro su arrogancia! Además....aún....aún....no le a devuelto el favor, tampoco les agradeció por nada a Anders.
Dime…..¿Quieres ir con ella….?
Una vez alguien le preguntó si deseaba vivir. Pensó que lo había olvidado con el paso del tiempo pero extrañamente lo recordó cuando se dejó llevar por la ilusión; Una vez, por primera vez, alguien dejó elegir. Nadie nunca le preguntó qué deseaba, nadie le dio el lujo de tener la voluntad para ello...Tras pensarlo detenidamente, su viejo él.....Amaru respondió. Ahora, siendo Uriel, finalmente recuerda la respuesta que su viejo él, su el humano, dio…..La frase que le hizo anhelar ser un vampiro….
Si muero aquí y ahora…..¿Qué diferencia habría con ellos y yo….? Ellos me querían muerto y sumiso….Entonces, no les daré el placer….Haré que vean desde el otro lado como su odiado hijo vivió….Más que ellos, más saludable que ellos….Quiero vivir solo porque ellos no querían que viviese...Eso es todo
Los humanos tienen una esperanza de vida cercana a los 80/90 años, si se tenía suerte, se llegaba a los 100 ¿Como podía morir con solo 91 años? ¡Ese no sería el día que moriría! Porque es Uriel Nova, un noble vampiro Nova ¡Y vivirá hasta los 340 años! Más que cualquier humano, más que sus crueles y egoístas padres y despreciables hermanos….
“¡Debemos encontrar al resto! El señor Anders y la señorita Nahir deben de estar cerca ¡Iré a….! ¡...! ¿...? ¡Ah!”
El infante se disponía a buscar el resto del grupo que bajó con ellos a la raíces, pero la repentina voz de “Andoy” lo sacó del ambiente ¡El infante quedó anonadado! ¡Eso sí que es una declaración! Aún así salió rápidamente del estado de sorpresa, sonrió ampliamente al reconocer a Anders en Andoy. El infante se aproximó rápidamente hacia él, ignorando el estado de violencia en la que se encontraba ¡Y sin dudarlo un segundo lo abrazó por el costado! ¡Había tantas cosas que deseaba decirle! Pero de momento, debía de comunicarle lo mas importante;
“¡Anders! ¡Anders! ¡Lo siento! ¡Lo siento y gracias! ¡Muchísimas gracias por no haberme abandonado! ¡Por haberme ayudado hasta ahora a sobrevivir en el Árbol Madre! ¡Prometo que no seré más un cobarde! ¡Viviremos, saldremos de aquí vivos! ¡Los dos! ¡Todos! ¡Y Salvaremos el hogar de Anders sin importar que tanto odie este lugar! ¡Uriel Nova lo promete por su orgullo de vampiro Nova!”
No era una promesa, era una declaración ¡Definitivamente salvarán el árbol! Aún abrazando a Anders, el niño se percató de los animalitos de luz empapados en el agua bendita que le entregó a Valyria, buscando por le jinetes oculto en al sala. Recomponiéndose, se puso en guardia de un saltito ¡Descubrirán al jinetes y le darían un paliza!
“¡Los elfos malos y Eredi-¡Como se llame ese “jinete”! Todos lamentarán el día que se encontraron con Uriel Nova, del clan Nova Fufufu~~ Fuahahaha~~¡AHAHAHA!”
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Uriel tentando a la muerte, como no XDDD ¿Que pasó en este post? ¡Pos bueno! ¡Resumen básico de lo que pasó~!
-Uriel saca el fuaaa y decide dejar de lado todo con tal de sobrevivir y salvar el árbol
- Uriel le da el Agua Bendita a Valyria para comenzar la operación; "Mascotitas mojadas sagradas anti-jinetes" y sacar al bicho de su morada o, al menos, mandárselo a Melena Blanca para que lo ahuyente.
- Uriel ya no el teme al jinete, si, de verdad, Uriel va a tomar el toro por los cuernos; Fuck the police, jinete, Uriel ya no te teme y si puede, lo enfrentará como sea para matarlo (De forma indirecta o directa) Va expresamente a matar al jinete, sin importarle el costo más que su vida y la de los "adultos amables" (Y si os preguntáis, si, se que no puede hacerlo ni en broma tanto por lvl como por no ser un centinela, pero eso Uriel no lo sabe)
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
¿Qué había ocurrido exactamente? Todo parecía un cúmulo de irrealidad. El poder desatado, las extrañas escenas que apenas hubiera creído días atrás, el microcosmos aerandiano pintado capa a capa y personaje tras personaje bajo las hojas de Sandorai. Detallismo, minuciosidad, y un realismo que emulaba lo vivido a un sueño posible de contemplar al modo de una estatua en medio de un salón vacío, libre de cualquier ornamentación, desde todo ángulo. Dragones, Brujos, Elfos, Humanos… y otras criaturas que habían participado en la lucha le habían abierto los grises ojos, provocándole con el paso de las horas y los días el ya conocido sentimiento de insignificancia que en nada casaba con él. ¿Qué había hecho para salvar el templo de sus ancestros? Nada.
Tampoco había logrado dar un sencillo paso a la hora de enfrentar la furia del dragón. Existían seres que le sobrepasaban en poder como una absoluta y devastadora diferencia. No era más que otro Elfo. Y una risa macabra volvió salir de lo más oscuro de su ser.
Miró alrededor, y la paz volvió a adentrarse en él, colmándole de un sentimiento de amor por su tierra y por su pueblo, desvaneciendo momentáneamente esa sensación de ineptitud con la que había terminado la muerte del Enemigo. Murmuró una plegaria a los dioses, quienes estaba seguro que paseaban invisibles por los bosques que daban cobijo a sus hijos. Sí, era un Elfo más, como los centenares que poco a poco se habían ido uniendo a la comitiva del Rey Dragón. Y tal vez en ello residía su fuerza. Su raza moriría hasta su último representante antes de ver marchitarse su lugar más sagrado. Nadie luchaba con más ahínco que un Elfo. El mal bien podía seguir enviando sus engendros. Ellos eran el Bien. Ellos perdurarían.
Aquí y allá, entabló varias conversaciones con muchos otros de los suyos a fin de observar el ánimo que mantenían. Miembros de muchos clanes, varios de los cuales que pese a sus décadas de estudio ni siquiera había oído nombrar por mor de su escaso tamaño o su remota localización, le dieron la bienvenida, felices, recelosos, desconfiados o mostrando una parca amabilidad. Habían transcurrido tantos sucesos desde que había partido a su último viaje por las tierras de los bárbaros que hubiese necesitado una luna completa para conocer cada detalle de los avatares de su raza a lo largo de ese tiempo.
El cielo oscurecía en lontananza, apagando la luz no como un sosegado anochecer, sino aparentando un cambio brusco a oscuras nubes que presagiaban un tiempo desapacible. Nousis frunció el entrecejo, antes de volver a la conversación.
-¿Qué pensáis de todo esto?- inquirió éste, con un tono distendido, paseando la vista por las huestes nórdicas. Uno de los Elfos, un joven con espada corta y arco largo, de cabello rubio, bufó disgustado.
-Un ejército de bárbaros en el corazón de nuestra tierra. Es un insulto. Nunca se les debió permitir el paso.
-¿Hubieras preferido una guerra?- aventuró una guerrera cuyo rostro aún hermoso revelaba unas décadas más que el impetuoso muchacho. Este se encogió de hombros, violentado.
-Hay brujos en la comitiva- observó Nousis como al descuido. Tales palabras ennegrecieron aún más el ambiente, pero el compañero de la elfa que había hablado, apunto:
-Y hay cosas peores en Sandorái estos días que los malditos hechiceros, joven Índirel. Necesitamos a estos dragones.
-Habría que matarlos a todos- murmuró el elfo rubio- Todo esto es una blasfemia.
Nousis mordió distraídamente un bocado de pan, asintiendo en su fuero interno. No obstante, las palabras de la pareja tenían su razón de ser. La palabras que el rey dragón había pronunciado tras la derrota de Querostraza incendiaban su mente. Debía matar como fuera a quien amenazaba la libertad de su raza y su tierra. Era posible que el Mal pudiese eliminarse con otro Mal, la historia era clara en tal aspecto, mas si no era así, él tenía la obligación de hacer algo al respecto. Evitando mostrar sus sentimientos, sonrió a sus compañeros, antes de ver como el último de sus congéneres que había hablado se levantaba y se alejaba del grupo, antes de encontrarse con un conocido de edad similar y señalar repetidamente hacia una de las acompañantes del rey de Dundarak.
Sin darle importancia alguna, prosiguió la caminata, dándose cuenta de pronto que Aradia había vuelto a colocarse a su lado. Apenas escuchó sus palabras, sumido en sus pensamientos, que flotaban entre canciones de su infancia y los cuchicheos élficos por doquier. Sólo los extranjeros estropeaban su vista de la foresta. Sonrió antes de responder:
-Resulta curioso- comenzó con suavidad- He tenido que viajar al norte, a tierras heladas con extraños compañeros, algo habitual en los últimos tiempos. Un antiguo conocido fue quien me lo pidió, y no me encontraba en posición de negarme- torció el gesto. Sus ojos grises se perdieron en unos recuerdos que mezclaban la tristeza y un intenso sentimiento- Cuando concluimos la misión, regresé al sur- La explicación había resultado excesivamente parca y lo sabía. No deseaba remover aquello. Aún guardaba imágenes demasiado nítidas y las quería para sí.
Su localización no distaba en demasía de la de vanguardia, y pudo contemplar la sorprendente huida de una maldita hechicera, a tenor de su inexplicable defensa contra las saetas élficas gracias a una de las grandes máquinas de guerra del ejército dracónido. Nousis había quedado como clavado en el suelo, del mismo modo de quien espera un nuevo truco imposible tras ver un primero. El grito de Aradia le sacó de su ensimismamiento, observando cómo se alejó de su lado para encaminarse a la cabeza del ejército.
Como si todo se hubiera ralentizado, a su mente fluyeron al mismo tiempo la exclamación del Rey Dragón, alertándole de un peligro de muerte para los suyos. Y había desenvainado cuando alzando la vista al cielo, vio con una incredulidad absoluta como una gran esfera ígnea caía dispuesta a convertirlos en cenizas.
-¡¡HUID!!- gritó Nousis a cuanto Elfo estaba cerca de él. Sólo pudo recordar los frascos que había conseguido tras el combate con las ratas, y estalló uno a varios pasos de él, rogando que fuese útil, antes de tratar de escapar de la dirección del meteoro.
_______________________________
Nou hace uso de: Fertilizante de rata [Consumible 3 cargas]: Uno de los potingues que traía las ratas de la peste. Cuando la tiráis sobre una planta, la hace crecer a un tamaño sobrenatural. Diversas aplicaciones: Subir a sitios, bloquear puertas, etc, con la finalidad de crear al menos una mínima barrera más para proteger a quien sea en la medida de lo posible
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Luego de vencer en el templo, los niños se dirigen al interior con el grueso del ejercito dragón. Probaron su valía en más de una oportunidad y por ende ya son vistos como iguales, es sorprendente lo que logran las acciones.
Si bien se tuvieron severas bajas junto con efectos colaterales desventajosos para los nativos, lograron sobrellevar la situación. El resultado fue aceptable en toda norma por lo que viene siendo tiempo de mover ficha.
Claro que la situación en el interior no mejora para nada, en cierto podría decirse que está más jodida. Esto puede apreciarse de primera mano con cada kilómetro de avance, lo del templo no fue más que un abreboca.
Si bien los hermanos no avanzan con el palco real, están lo suficientemente cerca para poder empaparse de la información privilegiada. Las ventajas que tiene salvarle el trasero al ejército y todo eso.
De repente y sin previo aviso, el líder de la sociedad dragona estalla en ira malcriada, amenazando con destruir cada rincón del bosque por los errores acontecidos… al niño le hace falta un soberano puñetazo en la cara.
Claro que alguien más se toma la idea de forma muy literal e intenta asesinarle de pleno, literalmente justo enfrente de todos. Maquiavelo traga saliva al notar ilusiones poderosas de por medio, algo que dice Demian por donde lo mires.
Las razones que tiene el enano para intentar asesinar a un infante se le escapan al joven genio, todo ocurre muy rápido. Lo cierto es que la intervención de Niniel vuelve el escenario aún más complicado.
Esto debe ser un chiste…
Demian es el hermano mayor de Chim y Canel, hermano por elección pero tan importante como uno real… quizás mas. Es justo decir que los enanos entraran en su defensa durante cualquier situación, por más complicada que sea.
Pero de momento tienen el beneficio de poder esperar a que se desarrollen los acontecimientos, hay mucho a tener en cuenta. Como por ejemplo las acciones de Niniel, una amiga del alma del propio par.
Como si fuera poco, también hay problemas en el cielo y de forma bastante literal. Aparece una especie de meteorito enorme con intenciones de causar severas bajas en las fuerzas dragonas en avance.
Es entonces cuando Canel toma la batuta, completamente convencido de que debe hacer algo para evitar el cumulo de muertes innecesario. Utiliza algo de su propia cosecha para colaborar y eso involucra por supuesto ilusiones.
Haciendo gala de su habilidad ambiental más extendida, el jovencito se enfoca más en el ámbito de las sensaciones. Claro que también hace sus propios trucos visuales de complemento pues es algo de libro.
Básicamente ocasiona que el área que será afectada destelle de un rojo incandescente, pero no se detiene allí. Como si se tratara de una alteración de temperatura, induce el patente sentimiento de desesperación por huir del área peligrosa en los personajes involucrados.
La idea es sencilla, sacar a todos los que se verán afectados de manera pasiva y por sus propios medios, quitando a la propia persona como intermediario. Ya sea que resulte o no, el hermano mayor del brujito termina por verse afectado también ya que la habilidad fue lanzada sin filtros.
¡¡Tiempo de practicar la retirada estratégica!! “jala al brujito del brazo, rumbo a un área más segura para aguardar el impacto”.
Si bien se tuvieron severas bajas junto con efectos colaterales desventajosos para los nativos, lograron sobrellevar la situación. El resultado fue aceptable en toda norma por lo que viene siendo tiempo de mover ficha.
Claro que la situación en el interior no mejora para nada, en cierto podría decirse que está más jodida. Esto puede apreciarse de primera mano con cada kilómetro de avance, lo del templo no fue más que un abreboca.
Si bien los hermanos no avanzan con el palco real, están lo suficientemente cerca para poder empaparse de la información privilegiada. Las ventajas que tiene salvarle el trasero al ejército y todo eso.
De repente y sin previo aviso, el líder de la sociedad dragona estalla en ira malcriada, amenazando con destruir cada rincón del bosque por los errores acontecidos… al niño le hace falta un soberano puñetazo en la cara.
Claro que alguien más se toma la idea de forma muy literal e intenta asesinarle de pleno, literalmente justo enfrente de todos. Maquiavelo traga saliva al notar ilusiones poderosas de por medio, algo que dice Demian por donde lo mires.
Las razones que tiene el enano para intentar asesinar a un infante se le escapan al joven genio, todo ocurre muy rápido. Lo cierto es que la intervención de Niniel vuelve el escenario aún más complicado.
Esto debe ser un chiste…
Demian es el hermano mayor de Chim y Canel, hermano por elección pero tan importante como uno real… quizás mas. Es justo decir que los enanos entraran en su defensa durante cualquier situación, por más complicada que sea.
Pero de momento tienen el beneficio de poder esperar a que se desarrollen los acontecimientos, hay mucho a tener en cuenta. Como por ejemplo las acciones de Niniel, una amiga del alma del propio par.
Como si fuera poco, también hay problemas en el cielo y de forma bastante literal. Aparece una especie de meteorito enorme con intenciones de causar severas bajas en las fuerzas dragonas en avance.
Es entonces cuando Canel toma la batuta, completamente convencido de que debe hacer algo para evitar el cumulo de muertes innecesario. Utiliza algo de su propia cosecha para colaborar y eso involucra por supuesto ilusiones.
Haciendo gala de su habilidad ambiental más extendida, el jovencito se enfoca más en el ámbito de las sensaciones. Claro que también hace sus propios trucos visuales de complemento pues es algo de libro.
Básicamente ocasiona que el área que será afectada destelle de un rojo incandescente, pero no se detiene allí. Como si se tratara de una alteración de temperatura, induce el patente sentimiento de desesperación por huir del área peligrosa en los personajes involucrados.
La idea es sencilla, sacar a todos los que se verán afectados de manera pasiva y por sus propios medios, quitando a la propia persona como intermediario. Ya sea que resulte o no, el hermano mayor del brujito termina por verse afectado también ya que la habilidad fue lanzada sin filtros.
¡¡Tiempo de practicar la retirada estratégica!! “jala al brujito del brazo, rumbo a un área más segura para aguardar el impacto”.
- Off:
- Canel usa su habilidad de Lvl 4 (Percepción climática) modificada para intentar evacuar de personajes aliados el área amenazada por el meteorito.
Invitado
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
¿Como había estado tan ciega?
El rugido de dolor de Ash'alá tan solo fue una más de las innumerables alarmas que desde que había pisado tierra santa habían estado continuamente intentando llamar la atención de la elfa, como gritos sordos en su oido. Como si las manos de aquella elfa maldita sobre su cuello fuesen tan solo la confirmación que necesitaba.
Casi podía ver los pensamientos parejos encerrados en los ojos de Siva. Su vergüenza al comprobar como Malonar no era Malonar. La rabia al saberse traicionada y el miedo intenso al comprender, como la propia Eilydh que aquello había dejado de ser una batalla que podían o no ganar.
La elfa tomó aire en sus pulmones. Un aire espeso y frío y se giró sobre si misma al darse cuenta que estaba tumbada sobre hielo. Su primera reacción fue acudir hasta su tigre, tumbado no muy lejos de ella, con el rojo intenso de su sangre manchando el pelaje y las ahora igualmente rojas manos de Eilydh. La voz de la jinete era un murmullo extraño tras ella.
No tenía tiempo de curar a Ash'alá, a pesar de que aquello era justo lo que deseaba, pues a su alrededor, la guerra ya había empezado:
Reike poniendola a salvo a ella y a Ash'alá fue la señal necesaria. Eilydh se puso en pie para comprender que el fuego intenso que tosía la bruja también les estaba beneficiando y el hielo bajo sus pies empezaba a derretirse... y a hacerse más resbaladizo. Eilydh desenvainó a Karma usándola de soporte a medida que avanzaba casi patinando sobre la pelicula que la rodeaba,
Su mirada se encontró con la de Siva que daba ordenes inespecificas a sus asesinos mientras estos intentaban ponerse a salvo de los proyectiles del techo. El rojo de las manos de la elfa parecía haberse esparcido sobre el hielo, tintándolo de rosado mientras la sangre de Ash'alá se mezclaba con las heridas de varios de los elfos que aunque no de gravedad parecían haber evitado la muerte por centímetros.
La miembro del consejo se agarró entonces al brazo tendido de Eilydh, mientras esta se asía a su espada clavada en el hielo para mantener el equilibrio y guiar a su homónima hasta ella y ponerla a salvo.
-No podemos ganar esta guerra- dijo la voz de Siva, entrecortada aún con los ojos muy abiertos mirando como su "hermana" ahora no era más que un jinete que intentaba destrozar todo en lo que hasta hacía 5 minutos había jurado defender. Eilydh comprendió entonces la gravedad de todo lo que la rodeaba. Aquellos llamados Jinetes no eran otro mal menor. Jamás había visto un miedo tan arraigado en una mirada en otros momentos tan impasibles.
El reflejo intenso del fuego de Vincent pareció sacar a ambas elfas del trance en el que estaban sumidas. El hombre había invocado al esqueleto incandescente y a medida que la sala se caldeaba, el suelo bajo ellos se derretía, haciendo que por fin se pudiese andar de nuevo de manera más o menos segura a través del piso del consejo. Sala que había comenzado a arder de manera grácil y paulatina.
Siva pareció animada al ver el fulgor de la batalla en los ojos de Vincent y aquello pareció despertarla y recordarle donde estaba. Movió sus brazos de una manera particular dió ódenes a sus 5 asesinos que se colocaron alrededor del cuerpo de la jinete y comenzaron a arrojar flechas prendidas con el fuego que casi comenzaba a absorberlos.
La propia Siva fue la primera en embestir contra la Jinete creyéndola en un momento de debilidad después de que Vincent la devolviese dentro de la ventana por la que se disponía a escapar. Su espada era certera, y aunque sabía que si la Jinete se focalizaba tan solo en ella no tenía muchas opciones, aquello era justo lo que pretendía.
Vincent era al fin y al cabo el único que podía derrotarla. Pero necesitaban aquella capa.
La espada tintineante de Siva reflejaba la lluvia de flechas incendiadas hasta la Jinete. La elfa no tenía el titulo de lugarteniente por nada. Su movimientos eran certeros y lejos de atacar para herir, buscaban matar de manera insistente a la Jinete. La elfa contaba con que Vincent estaba no muy lejos suya, y que con el y sus 5 mercenarios, la Jinete estaría lo suficientemente entretenida como para no pensar en el cuerpo pequeño que acuclillado que avanzaba tras de ella y aprovechaba la corteza del árbol en la ventaba para trepar por la pared cercana hasta posicionarse a una altura más o menos aceptable.
Desde aquel lugar tenía una visión privilegiada. Vincent y Siva embistiendo contra la Jinete, que aún tenía la capa en su mano. Los asesinos lanzando flechas de fuego que amenazaban a la Jinete desde el cielo. Reike avanzando como podía y sus ataques de fuego y tos contribuyendo al aumento de temperatura en la sala.
Aquello era un tablero de Tak. Una simple estrategia y todos sus compañeros figuras ensartadas en un mismo juego.
Eilydh tan solo necesitaba un movimiento inesperado.
Miro a uno de sus lados. Bajo ella, la inmensidad de Sandorai había iniciado el sistema de luces de colores que indicaban que el árbol madre estaba en peligro. Sobre su cabeza, parecía estar librándose otra batalla aún más peligrosa que aquella. Se giró de manera decidida.
Ella tan solo era una de aquellas luces de colores que vaticinaba problemas.
Y saltó.
El movimiento inesperado. Certero.
Sobre los hombros de la Jinete, haciendo que esta se tambalease lo justo, lo suficiente como para estar en el ángulo perfecto para que la siguiente jugada de aquel tablero de ajedrez se cerrase.
Reike era aquel último movimiento. Su fuego dirigido directamente hasta la jinete, atacada ahora por 5 frentes distintos, todos igualmente coordinados.
Eilydh no perdió tiempo y cuando sintió que el fuego de Reike quemaba parte de sus manos y piernas, aprovechó para asir la capa, tirar de ella con todas sus fuerzas y desprenderla de la mano de la Jinete. Mientras se precipitaba con ello al suelo por la fuerza de su tirón.
Herida como estaba, quemada por el fuego de Reike de manera parcial y algunas flechas incandescentes que habían aterrizado sobre su armadura, Eilydh obvió el dolor en su piel y corrió los escasos dos metros que la separaban de Vincent, con la capa en la mano estirada justo lo necesario para quedar a dos palmos de la del brujo. De donde nunca debió escapar.
Siva se percató de su movimiento y se posicionó entre Eilydh y la Jinete en un intento de protegerla si por alguna razón, la Jinete pudiese deshacerse de todo lo que se le venía encima y corría tras Eilydh.
-No podemos ganar esta guerra- pensó- Pero debemos hacer todo lo posible para evitar perderla-
off:
Resumen de post gigante; La jiente tiene 5 frentes que la atacan. Vincent, Siva, flechas con fuegos de 5 asesinos y el fuego de Reike. Para completar este circo, Eilydh salta sobre su espalda y le quita la capa para después ir corriendo a dársela a a Vincent.
That's life.
Eilydh
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Estaba muy nervioso. ¿Porque estaba tan nervioso? Podía notar como le sudaban las manos, las rodillas le temblaban...
Hacía unas semanas que le había enviado una carta a su madre en la que imploraba "mamá, necesito una túnica nueva para el baile". Se podía imaginar a su madre sentada en el sillón, leyendo la carta mientras se le escapaba aquella sonrisilla picarona, estaba totalmente seguro de que en la carta de respuesta habían mil y una preguntas del tipo: "¿Y como se llama ella? ¿La traerás estas vacaciones de verano a casa? ¿Como se llama?" y no le apetecía para nada tener que pasar por aquello, así que se limitó a abrir el paquete que le había llegado, dejando la carta sin abrir en el cajón de la mesita al lado de su cama, ya tendría tiempo de leerla cuando se le pasasen los nervios. Lo importante no eran los cotilleos de su señora madre, era la túnica que le había enviado, no una túnica usada de su hermano, ni una anticuada de su padre, alegando que las modas siempre vuelves, era una túnica nueva, sólo ara él.
No se había atrevido a invitar a nadie al baile, y más después de lo ocurrido en el partido. Que bochorno... Se llevó la mano a la cabeza, avergonzándose de sí mismo cada vez que aquel gol venía a su memoria. Odiaba a Tyfindor, pero sobretodo odiaba a aquella mosquita muerta.
Pero ahí estaba, el tan esperado baile del Yule. "Tan esperado" por las mocitas de hormonas revolucionadas y por él mismo, aunque en secreto, no se le ocurriría decir delante de sus compañeros de casa que esperaba con alegría un acontecimiento tal como el baile del Yule. Pero así era, y se acicaló expresamente para la ocasión:
Se puso aquel pantalón nuevo que llevaba tanto tiempo guardando en el armario, era similar al del uniforme de la escuela, pero le quedaba algo más ajustado, sabía que con él podía marcar un poco más las virtudes de su cuerpo, que ya empezaba a parecer el de un hombre, camisa blanca por dentro de dichos pantalones, con los dos últimos botones de la camisa desabrochados y encima la preciosa y nueva túnica.
Era un atuendo que parecía improvisado, como si lo hubiese escogido en el último momento, pero estaba más que estudiado para que le quedase genial. O eso pensaba él.
El salón estaba abarrotado, la jóvenes se habían metido en bonitos vestidos para la ocasión. Oh... que collar más delicado se había puesto... Sacudió la cabeza ¿Que demonios?
Los jóvenes de su casa se encontraban a un lado del salón, a la espera de que empezase el baile, se acercó a ellos, intentando disimular, pero buscando con la mirada entre la muchedumbre.
Urry y Lunyria debían abrir con el primer baile, los ganadores, los vencedores, los mejores... Entrecerró los ojos, frunciendo el ceño mientras los miraba, se cruzó de brazos y apoyó su espalda en la pared, contemplando el magnifico espectáculo... Ojalá la hubiese tirado de su escoba.
Pero entonces algo llamó su atención: dos chicas preciosas. Estas se acercaban a él, decididas.
Una vestía un precioso vestido de color azul, el escote de barco dejaba al aire sus hombros, sencillo, apenas sin decoración alguna, ceñido hasta la cintura donde cogía algo más de volumen, le quedaba muy bien. Aquel color resaltaba sus cabellos anaranjados y su mirada grisácea. Que hermosa...
La otra joven era una morena de oscura y salvaje melena, era imposible no girar la cabeza para mirarla, aquel vestido rojo llamaba la atención de todos, y él no iba a ser menos.
Enderezó la espalda, colocó bien los pies, se pasó la mano por el pelo para asegurarse de que estaba todo en su sitio, y esperó a que las chicas se acercasen, como quien no quiere la cosa, mirando a la nada, dando un aire misterioso y despreocupado.
...
¿Chicas?
Volvió la cabeza, buscado a sus encantadoras pretendientas. Estas habían tomado ambos brazos de Sanders, y parecían enfrascadas en la ardua batalla de ser la que bailaría con él. Nahary suspiró ¿Porque no le pasaban aquellas cosas a él? Bueno, no hay que perder la esperanza, solo puede bailar con una, así que él bailaría con la otra. Oh... que escoja a la de rojo... me gusta el vestido azul, creo que pega más con mu tun... Ladeó la cabeza, interrumpiendo sus pensamientos. !Que más da el vestido! Mientras pueda bailar con una de ellas...
Sanders parecía distraído cuando las dos jóvenes lo asaltaron, su cabeza se movía a un lado y a otro, como si buscase a alguien. Las chicas parecían insistentes, así que optó por tomar de la mano a la pelirroja y sacarla a bailar.
Jo... bueno, aun queda la del vestido rojo....
La morena empezó a andar hacía Nahary, este podía sentir como su corazón se aceleraba. Ha llegado mi hora...
Ella le preguntaría si quería bailar, él, como haciéndose de rogar, acabaría diciendo que si, como si en verdad no le importase. Bailaría toda la noche, hablaría, reirían. Entonces ella se daría cuanta de que había sido todo un error ir primero a Sanders, que al final estaba con quien realmente debía estar.
Él la invitaría a pasar las vacaciones de verano en casa de sus padres, en la cuidad. Su madre estaría encantada de que por fin su hijo llevase a una chica a casa, la tratarían como una reina. Entonces entendería que no podía vivir sin él, se casarían, tendrían hijos...
- ¿Te puedes apartar? - dijo la morena con tono seco.
Nahary fue expulsado de una patada en el culo de su ilusión.
- Cla-claro... - dijo haciéndose a un lado, viendo como la morena de vestido rojo continuaba su camino, seria, solo percatándose de su presencia porque había sido un obstáculo en el camino, nunca mejor dicho.
Suspiró, dejando caer un poco los hombros. En realidad no le apetecía tanto bailar.
Entonces lo vio: la mesa del bufé. ¿Quien quería estar bailando cuando se puede atacar a la comida sin que nadie te moleste? Al demonio con ellas, voy a por la fuente de salsa...
Con una enorme sonrisa se acercó a la mesa, cogió un plato aún más grande, y empezó a llenarlo de todo un poco y se colocó junto a la mesa de las bebidas, para ir sirviéndose y que la comida bajase sola.
No prestó atención a las palabras de la rubia, no le apetecía escucharla, no le apetecía escuchar un discurso heroico y protagonista, el chuletón de ciervo a la Illidense tenía mejor pinta.
Solo cuando la gente empezó a gritar y el ambiente empezó a caldearse, Nahary se volvió para ver que estaba pasando, aun con el plato en las manos y una croqueta de jamón de yak en la boca.
Anders Ahlberg
¿De que le sonaba aquel nombre?
Andoy se estaba volviendo loco, seguramente habría bebido demasiado y estaba montando un escándalo. Aunque aquel nombre seguía haciéndole pensar... ya lo había escuchado antes... !Oh claro! Su primo, el que se había mudado a Roilkat a aprender un oficio, se llamaba así. Que idiota, cómo había podido olvidarlo.
Podía ayudar a sus compañeros a parar al embriagado Andoy, pero la tarta roja de Dundarak le estaba llamando a gritos.
“¡Los elfos malos y Eredi-¡Como se llame ese “jinete”! Todos lamentarán el día que se encontraron con Uriel Nova, del clan Nova”
!¿Que bicho les ha picado a todos?! ¿Elfos malos de Eredi?
Frunció el ceño, era como si sus recuerdos estuviesen encerrados e intentasen escaparse, de momento sin éxito Empezó a dolerle la cabeza, igual que hacía un rato... No, antes no me dolía la cabeza. ¿Quien es Uriel Nova? Todo empezó a darle vuelta. ¿Que lleva este ponche?
Sanders portaba una sonrisa forzada todo el tiempo, se le notaba incomodo. Ya había usado como mil escusas intentado que la jovencita lo dejase libre de aquel baile, tenía otras cosas más importantes que hacer que estar bailando con aquella niña. Al principio la bruja ponía morritos, pidiendo que tan solo se quedase un rato más, ahora ya se comportaba de forma más violenta, lo cogía por la mano y la cintura con fuerza, clavándole los dedos, lo miraba con gesto de enfadada.
- No, no te vas a ir. - sentenció la del vestido azul, seca, cortante, con los ojos de loca.
Una pequeña y adorable ardilla se acercó a él, flotando, a él y a su plato de comida. Nahary movió la mano, intentado espantar al bichejo, pero este ni se inmutó. No sabía lo que era, ni le importaba, pero lo que estaba claro es que no le iba a quitar la comida, así que extendió la mano y lanzó un chorro de agua que pasó por el lado del animal.
Nahary abrió mucho los ojos, sorprendido. Dejó el plato en la mesa y se miró ambas manos, se las llevó a la cara, tocó su rostro y su cabello, sus hombros y su cuerpo... sus mejillas se pusieron rojas al llegar a la zona del pantalón.
- ¿Que me ha pasado? - susurró con el tono de voz un poco más fino, aun con los recuerdos y la ilusión peleando en su cabeza.
Estaba confundido ella... ella no era un chico, ella no se llamaba Nahary. Ella era Na...
Sanders, ya cansado de aquella situación, apartó a la joven con toda la delicadeza que le permitía la situación.
- !Vamos, hay que salir de esta ilusión!
¿Ilusión? Claro, aquello no era real, ella no era un chico, ella no estaba en el salón del Hekshold, ella estaba en... !Sandorai! Recuerda estar encerrada con aquel pequeño, recuerda... no recuerda mucho más, pero no le hace falta, aquello no es real.
La pelirroja, insistente y con cara de pocos amigos, se remanga la falda del vestido para ir tras Sanders. Nahir, sin pensarlo dos veces, se agacha para poner las manos en el suelo y hacer un gran charco de agua a los pies de la pelirroja, que posteriormente congeló. La del vestido azul resbaló con el hielo y se fue directa al suelo, con la cara por delante.
-¿!Como lo hacemos?! - dijo casi a gritos corriendo hacía Sanders.
Hacía unas semanas que le había enviado una carta a su madre en la que imploraba "mamá, necesito una túnica nueva para el baile". Se podía imaginar a su madre sentada en el sillón, leyendo la carta mientras se le escapaba aquella sonrisilla picarona, estaba totalmente seguro de que en la carta de respuesta habían mil y una preguntas del tipo: "¿Y como se llama ella? ¿La traerás estas vacaciones de verano a casa? ¿Como se llama?" y no le apetecía para nada tener que pasar por aquello, así que se limitó a abrir el paquete que le había llegado, dejando la carta sin abrir en el cajón de la mesita al lado de su cama, ya tendría tiempo de leerla cuando se le pasasen los nervios. Lo importante no eran los cotilleos de su señora madre, era la túnica que le había enviado, no una túnica usada de su hermano, ni una anticuada de su padre, alegando que las modas siempre vuelves, era una túnica nueva, sólo ara él.
No se había atrevido a invitar a nadie al baile, y más después de lo ocurrido en el partido. Que bochorno... Se llevó la mano a la cabeza, avergonzándose de sí mismo cada vez que aquel gol venía a su memoria. Odiaba a Tyfindor, pero sobretodo odiaba a aquella mosquita muerta.
Pero ahí estaba, el tan esperado baile del Yule. "Tan esperado" por las mocitas de hormonas revolucionadas y por él mismo, aunque en secreto, no se le ocurriría decir delante de sus compañeros de casa que esperaba con alegría un acontecimiento tal como el baile del Yule. Pero así era, y se acicaló expresamente para la ocasión:
Se puso aquel pantalón nuevo que llevaba tanto tiempo guardando en el armario, era similar al del uniforme de la escuela, pero le quedaba algo más ajustado, sabía que con él podía marcar un poco más las virtudes de su cuerpo, que ya empezaba a parecer el de un hombre, camisa blanca por dentro de dichos pantalones, con los dos últimos botones de la camisa desabrochados y encima la preciosa y nueva túnica.
Era un atuendo que parecía improvisado, como si lo hubiese escogido en el último momento, pero estaba más que estudiado para que le quedase genial. O eso pensaba él.
El salón estaba abarrotado, la jóvenes se habían metido en bonitos vestidos para la ocasión. Oh... que collar más delicado se había puesto... Sacudió la cabeza ¿Que demonios?
Los jóvenes de su casa se encontraban a un lado del salón, a la espera de que empezase el baile, se acercó a ellos, intentando disimular, pero buscando con la mirada entre la muchedumbre.
Urry y Lunyria debían abrir con el primer baile, los ganadores, los vencedores, los mejores... Entrecerró los ojos, frunciendo el ceño mientras los miraba, se cruzó de brazos y apoyó su espalda en la pared, contemplando el magnifico espectáculo... Ojalá la hubiese tirado de su escoba.
Pero entonces algo llamó su atención: dos chicas preciosas. Estas se acercaban a él, decididas.
Una vestía un precioso vestido de color azul, el escote de barco dejaba al aire sus hombros, sencillo, apenas sin decoración alguna, ceñido hasta la cintura donde cogía algo más de volumen, le quedaba muy bien. Aquel color resaltaba sus cabellos anaranjados y su mirada grisácea. Que hermosa...
La otra joven era una morena de oscura y salvaje melena, era imposible no girar la cabeza para mirarla, aquel vestido rojo llamaba la atención de todos, y él no iba a ser menos.
Enderezó la espalda, colocó bien los pies, se pasó la mano por el pelo para asegurarse de que estaba todo en su sitio, y esperó a que las chicas se acercasen, como quien no quiere la cosa, mirando a la nada, dando un aire misterioso y despreocupado.
...
¿Chicas?
Volvió la cabeza, buscado a sus encantadoras pretendientas. Estas habían tomado ambos brazos de Sanders, y parecían enfrascadas en la ardua batalla de ser la que bailaría con él. Nahary suspiró ¿Porque no le pasaban aquellas cosas a él? Bueno, no hay que perder la esperanza, solo puede bailar con una, así que él bailaría con la otra. Oh... que escoja a la de rojo... me gusta el vestido azul, creo que pega más con mu tun... Ladeó la cabeza, interrumpiendo sus pensamientos. !Que más da el vestido! Mientras pueda bailar con una de ellas...
Sanders parecía distraído cuando las dos jóvenes lo asaltaron, su cabeza se movía a un lado y a otro, como si buscase a alguien. Las chicas parecían insistentes, así que optó por tomar de la mano a la pelirroja y sacarla a bailar.
Jo... bueno, aun queda la del vestido rojo....
La morena empezó a andar hacía Nahary, este podía sentir como su corazón se aceleraba. Ha llegado mi hora...
Ella le preguntaría si quería bailar, él, como haciéndose de rogar, acabaría diciendo que si, como si en verdad no le importase. Bailaría toda la noche, hablaría, reirían. Entonces ella se daría cuanta de que había sido todo un error ir primero a Sanders, que al final estaba con quien realmente debía estar.
Él la invitaría a pasar las vacaciones de verano en casa de sus padres, en la cuidad. Su madre estaría encantada de que por fin su hijo llevase a una chica a casa, la tratarían como una reina. Entonces entendería que no podía vivir sin él, se casarían, tendrían hijos...
- ¿Te puedes apartar? - dijo la morena con tono seco.
Nahary fue expulsado de una patada en el culo de su ilusión.
- Cla-claro... - dijo haciéndose a un lado, viendo como la morena de vestido rojo continuaba su camino, seria, solo percatándose de su presencia porque había sido un obstáculo en el camino, nunca mejor dicho.
Suspiró, dejando caer un poco los hombros. En realidad no le apetecía tanto bailar.
Entonces lo vio: la mesa del bufé. ¿Quien quería estar bailando cuando se puede atacar a la comida sin que nadie te moleste? Al demonio con ellas, voy a por la fuente de salsa...
Con una enorme sonrisa se acercó a la mesa, cogió un plato aún más grande, y empezó a llenarlo de todo un poco y se colocó junto a la mesa de las bebidas, para ir sirviéndose y que la comida bajase sola.
No prestó atención a las palabras de la rubia, no le apetecía escucharla, no le apetecía escuchar un discurso heroico y protagonista, el chuletón de ciervo a la Illidense tenía mejor pinta.
Solo cuando la gente empezó a gritar y el ambiente empezó a caldearse, Nahary se volvió para ver que estaba pasando, aun con el plato en las manos y una croqueta de jamón de yak en la boca.
Anders Ahlberg
¿De que le sonaba aquel nombre?
Andoy se estaba volviendo loco, seguramente habría bebido demasiado y estaba montando un escándalo. Aunque aquel nombre seguía haciéndole pensar... ya lo había escuchado antes... !Oh claro! Su primo, el que se había mudado a Roilkat a aprender un oficio, se llamaba así. Que idiota, cómo había podido olvidarlo.
Podía ayudar a sus compañeros a parar al embriagado Andoy, pero la tarta roja de Dundarak le estaba llamando a gritos.
“¡Los elfos malos y Eredi-¡Como se llame ese “jinete”! Todos lamentarán el día que se encontraron con Uriel Nova, del clan Nova”
!¿Que bicho les ha picado a todos?! ¿Elfos malos de Eredi?
Frunció el ceño, era como si sus recuerdos estuviesen encerrados e intentasen escaparse, de momento sin éxito Empezó a dolerle la cabeza, igual que hacía un rato... No, antes no me dolía la cabeza. ¿Quien es Uriel Nova? Todo empezó a darle vuelta. ¿Que lleva este ponche?
Sanders portaba una sonrisa forzada todo el tiempo, se le notaba incomodo. Ya había usado como mil escusas intentado que la jovencita lo dejase libre de aquel baile, tenía otras cosas más importantes que hacer que estar bailando con aquella niña. Al principio la bruja ponía morritos, pidiendo que tan solo se quedase un rato más, ahora ya se comportaba de forma más violenta, lo cogía por la mano y la cintura con fuerza, clavándole los dedos, lo miraba con gesto de enfadada.
- No, no te vas a ir. - sentenció la del vestido azul, seca, cortante, con los ojos de loca.
Una pequeña y adorable ardilla se acercó a él, flotando, a él y a su plato de comida. Nahary movió la mano, intentado espantar al bichejo, pero este ni se inmutó. No sabía lo que era, ni le importaba, pero lo que estaba claro es que no le iba a quitar la comida, así que extendió la mano y lanzó un chorro de agua que pasó por el lado del animal.
Nahary abrió mucho los ojos, sorprendido. Dejó el plato en la mesa y se miró ambas manos, se las llevó a la cara, tocó su rostro y su cabello, sus hombros y su cuerpo... sus mejillas se pusieron rojas al llegar a la zona del pantalón.
- ¿Que me ha pasado? - susurró con el tono de voz un poco más fino, aun con los recuerdos y la ilusión peleando en su cabeza.
Estaba confundido ella... ella no era un chico, ella no se llamaba Nahary. Ella era Na...
Sanders, ya cansado de aquella situación, apartó a la joven con toda la delicadeza que le permitía la situación.
- !Vamos, hay que salir de esta ilusión!
¿Ilusión? Claro, aquello no era real, ella no era un chico, ella no estaba en el salón del Hekshold, ella estaba en... !Sandorai! Recuerda estar encerrada con aquel pequeño, recuerda... no recuerda mucho más, pero no le hace falta, aquello no es real.
La pelirroja, insistente y con cara de pocos amigos, se remanga la falda del vestido para ir tras Sanders. Nahir, sin pensarlo dos veces, se agacha para poner las manos en el suelo y hacer un gran charco de agua a los pies de la pelirroja, que posteriormente congeló. La del vestido azul resbaló con el hielo y se fue directa al suelo, con la cara por delante.
-¿!Como lo hacemos?! - dijo casi a gritos corriendo hacía Sanders.
Nahir
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Pedimos un poco de paciencia mientras coordinamos los tiempos de las distintas áreas y ultimamos los detalles del próximo turno. Lamentamos las molestias.
Fehu
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Cuando apenas faltaban unos metros para que el amasijo de murciélagos en que se había transformado tocase suelo, algo impactó contra la vampira, debilitándola lo suficiente como para que no pudiese controlar el resto de la caída y terminase impactando bruscamente contra el suelo. - Ahhgg. - gruñó por lo bajo, mientras las sombras se reunían y volvía a tomar forma humana. - ¿Qué ha pasado? - se preguntó, abriendo los ojos y buscando al culpable de su forzoso aterrizaje, pero aparte de Ja’zad, allí no había nadie.
Confundida, Elen apretó el puño solo para comprobar que seguía aferrando el rubí de su amiga, y algo más tranquila al sentir el tacto de la gema, trató de levantarse, aunque sus primeros esfuerzos fueron en vano. - Los jinetes… te han hecho algo. - le habló una de las almas del medallón, informándola de lo que ya se temía, que aunque no la hubiese alcanzado en persona uno de ellos, le habían lanzado alguna especie de hechizo o maldición para derribarla en pleno vuelo.
- Eso no es nada nuevo. - respondió en un susurro, ignorando las quejas del leónico hasta que dos figuras se acercaron a ellos. - ¿Tyrande? - inquirió con un deje de sorpresa, levantando la cabeza en busca de la elfa a la que habían abandonado en aquel páramo tiempo atrás. - ¿Cómo es posible? Te quedaste sola, todos te dimos por muerta. - siguió hablando, pero para su desgracia no tenían tiempo que perder en explicaciones, dos de los Tarmúnil se encontraban ya en la puerta de la torre y podían atacarlos en cualquier momento.
Pero la cosa no quedó ahí, la otrora Centinela del este no venía sola, Eltrant estaba con ella y aunque cualquiera en su lugar se habría preguntado qué hacía el mercenario en lugar tan inhóspito, la benjamina de los Calhoun no lo hizo, conocía bien al joven, lo suficiente para saber que tenía el mismo don que ella para meterse en problemas. - Huracán… - susurró, en cuanto el castaño le preguntó por su amiga. - Está en lo alto de la torre, la tienen atrapada… no pude rescatarla… - continuó, haciendo un esfuerzo para contener las lágrimas de rabia que amenazaban con desbordar sus ojos.
- ¿Lyn? - a ella no la había visto, al menos de momento.
Sin perder tiempo, ambos ayudaron a la señora de sombras a esconderse de la vista del enemigo, y fue entonces cuando Tyrande le pidió que le entregase una de las reliquias para poder combatir. - Ten, usa el rubí, cuando lleguemos hasta Anastasia podremos devolvérselo. - respondió, entregándole la joya de sangre y con ella también sus esperanzas de conseguir algo durante aquella visita al Oblivion.
- Es nuestra oportunidad, son solo dos, podemos eliminarlos, luego subiremos y mataremos a tantos como podamos. - instó la de cabellos cenicientos, al tiempo que una ola de energía recorría su cuerpo, vigorizándola. Elen se llevó la diestra al cuello, consciente de que algo le estaba pasando, pero de momento no parecía nada negativo sino todo lo contrario, así que se aprovecharía de ello.
- Si Lyn es su objetivo debemos intervenir ya. - soltó, pero Eltrant, haciendo gala de su impulsividad, ya se había lanzado en dirección a la vampiresa. De nuevo en pie, y preparada para volver al combate, la centinela desenfundó su arma más efectiva y observó con atención a los dos individuos, frunciendo el ceño al ver como uno de ellos trataba de atacar al otro. - ¿Un traidor dentro de sus filas? - pensó, pero no tenía sentido alguno, aunque tampoco iba a desperdiciar la oportunidad que tenía ante sí.
- Da igual, nos encargaremos primero de Elessar… él tiene a sus perros, pero yo también tengo a los míos. - susurró, envolviéndose completamente con sus sombras para luego invocar cuatro columnas de humo, que nada más tocar suelo tomaron las formas de sus más implacables aliadas. - ¡A por ellos! ¡Destrozadlos! - ordenó, y las criaturas no dudaron ni un instante, de inmediato se abalanzaron sobre los canes del Tarmúnil, descargando contra ellos toda su furia asesina.
La joven no tardó en meterse de lleno en la pelea, manipulando su elemento para transformar los dedos de la mano que tenía libre en unas afiladas garras, con las que no tuvo problema para eliminar de su camino a los seres del jinete que osaron interponerse entre ella y su objetivo.
Gracias al apoyo de Ja’zad, Eltrant y Lyn, quienes hicieron todo lo posible para despejarle una ruta directa hacia el enemigo, la de ojos verdes pronto se vio a escasos metros del elfo y sintiéndose más poderosa que nunca, ya fuera por su deseo de venganza o por lo que le hubiesen hecho aquellos malditos.
- Estás muerto. - esas fueron las únicas palabras que dedicó a aquel desgraciado, antes de lanzarse hacia él con la matajinetes en ristre, buscando cualquier hueco en la armadura que pudiese ofrecerle un corte limpio. Elessar retrocedió a tiempo, esquivó la hoja y se puso en guardia, echando un vistazo a su alrededor como si esperase que alguno de sus canes acudiese a ayudarlo, pero éstos estaban demasiado ocupados haciendo frente a las criaturas de la vampira y al resto.
Un cegador rayo de luz cortó el aire y a punto estuvo de impactar de lleno contra el guerrero, Tyrande también se unía a la lucha y entre las dos aquel combate no iba a durar mucho, Elessar tenía los minutos contados, y ninguna de ellas permitiría que huyese. - Démonos prisa Tyrande, en la torre hay muchos más y tenemos que eliminarlos. - instó la benjamina de los Calhoun, creando una sombría barrera alrededor de los tres para aislarlos del resto mientras varios lazos del mismo elemento salían disparados hacia el maestro de canes, con la firme intención de atrapar sus extremidades e inmovilizarlo.
- Cuando no pueda moverse acabaremos con él… y solo será el principio. - se dijo interiormente, dejando que saliese a la superficie su lado más oscuro.
Off: Elen usa su habilidad de llamada a las armas e invoca a 4 aliados
También aprovecha la maldición obtenida en su último tema de la trama, que la vuelve más poderosa en el Oblivion y la debilita en Aerandir.
Y por supuesto se lanza de cabeza contra Elessar, con el apoyo de Tyrande y su magia de luz.
Confundida, Elen apretó el puño solo para comprobar que seguía aferrando el rubí de su amiga, y algo más tranquila al sentir el tacto de la gema, trató de levantarse, aunque sus primeros esfuerzos fueron en vano. - Los jinetes… te han hecho algo. - le habló una de las almas del medallón, informándola de lo que ya se temía, que aunque no la hubiese alcanzado en persona uno de ellos, le habían lanzado alguna especie de hechizo o maldición para derribarla en pleno vuelo.
- Eso no es nada nuevo. - respondió en un susurro, ignorando las quejas del leónico hasta que dos figuras se acercaron a ellos. - ¿Tyrande? - inquirió con un deje de sorpresa, levantando la cabeza en busca de la elfa a la que habían abandonado en aquel páramo tiempo atrás. - ¿Cómo es posible? Te quedaste sola, todos te dimos por muerta. - siguió hablando, pero para su desgracia no tenían tiempo que perder en explicaciones, dos de los Tarmúnil se encontraban ya en la puerta de la torre y podían atacarlos en cualquier momento.
Pero la cosa no quedó ahí, la otrora Centinela del este no venía sola, Eltrant estaba con ella y aunque cualquiera en su lugar se habría preguntado qué hacía el mercenario en lugar tan inhóspito, la benjamina de los Calhoun no lo hizo, conocía bien al joven, lo suficiente para saber que tenía el mismo don que ella para meterse en problemas. - Huracán… - susurró, en cuanto el castaño le preguntó por su amiga. - Está en lo alto de la torre, la tienen atrapada… no pude rescatarla… - continuó, haciendo un esfuerzo para contener las lágrimas de rabia que amenazaban con desbordar sus ojos.
- ¿Lyn? - a ella no la había visto, al menos de momento.
Sin perder tiempo, ambos ayudaron a la señora de sombras a esconderse de la vista del enemigo, y fue entonces cuando Tyrande le pidió que le entregase una de las reliquias para poder combatir. - Ten, usa el rubí, cuando lleguemos hasta Anastasia podremos devolvérselo. - respondió, entregándole la joya de sangre y con ella también sus esperanzas de conseguir algo durante aquella visita al Oblivion.
- Es nuestra oportunidad, son solo dos, podemos eliminarlos, luego subiremos y mataremos a tantos como podamos. - instó la de cabellos cenicientos, al tiempo que una ola de energía recorría su cuerpo, vigorizándola. Elen se llevó la diestra al cuello, consciente de que algo le estaba pasando, pero de momento no parecía nada negativo sino todo lo contrario, así que se aprovecharía de ello.
- Si Lyn es su objetivo debemos intervenir ya. - soltó, pero Eltrant, haciendo gala de su impulsividad, ya se había lanzado en dirección a la vampiresa. De nuevo en pie, y preparada para volver al combate, la centinela desenfundó su arma más efectiva y observó con atención a los dos individuos, frunciendo el ceño al ver como uno de ellos trataba de atacar al otro. - ¿Un traidor dentro de sus filas? - pensó, pero no tenía sentido alguno, aunque tampoco iba a desperdiciar la oportunidad que tenía ante sí.
- Da igual, nos encargaremos primero de Elessar… él tiene a sus perros, pero yo también tengo a los míos. - susurró, envolviéndose completamente con sus sombras para luego invocar cuatro columnas de humo, que nada más tocar suelo tomaron las formas de sus más implacables aliadas. - ¡A por ellos! ¡Destrozadlos! - ordenó, y las criaturas no dudaron ni un instante, de inmediato se abalanzaron sobre los canes del Tarmúnil, descargando contra ellos toda su furia asesina.
La joven no tardó en meterse de lleno en la pelea, manipulando su elemento para transformar los dedos de la mano que tenía libre en unas afiladas garras, con las que no tuvo problema para eliminar de su camino a los seres del jinete que osaron interponerse entre ella y su objetivo.
Gracias al apoyo de Ja’zad, Eltrant y Lyn, quienes hicieron todo lo posible para despejarle una ruta directa hacia el enemigo, la de ojos verdes pronto se vio a escasos metros del elfo y sintiéndose más poderosa que nunca, ya fuera por su deseo de venganza o por lo que le hubiesen hecho aquellos malditos.
- Estás muerto. - esas fueron las únicas palabras que dedicó a aquel desgraciado, antes de lanzarse hacia él con la matajinetes en ristre, buscando cualquier hueco en la armadura que pudiese ofrecerle un corte limpio. Elessar retrocedió a tiempo, esquivó la hoja y se puso en guardia, echando un vistazo a su alrededor como si esperase que alguno de sus canes acudiese a ayudarlo, pero éstos estaban demasiado ocupados haciendo frente a las criaturas de la vampira y al resto.
Un cegador rayo de luz cortó el aire y a punto estuvo de impactar de lleno contra el guerrero, Tyrande también se unía a la lucha y entre las dos aquel combate no iba a durar mucho, Elessar tenía los minutos contados, y ninguna de ellas permitiría que huyese. - Démonos prisa Tyrande, en la torre hay muchos más y tenemos que eliminarlos. - instó la benjamina de los Calhoun, creando una sombría barrera alrededor de los tres para aislarlos del resto mientras varios lazos del mismo elemento salían disparados hacia el maestro de canes, con la firme intención de atrapar sus extremidades e inmovilizarlo.
- Cuando no pueda moverse acabaremos con él… y solo será el principio. - se dijo interiormente, dejando que saliese a la superficie su lado más oscuro.
Off: Elen usa su habilidad de llamada a las armas e invoca a 4 aliados
También aprovecha la maldición obtenida en su último tema de la trama, que la vuelve más poderosa en el Oblivion y la debilita en Aerandir.
Y por supuesto se lanza de cabeza contra Elessar, con el apoyo de Tyrande y su magia de luz.
- Mis pequeños diablillos:
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Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir
- Música:
Oblivion: Parte inferior de la torre
Estado: Libre
Personajes y NPCs en el Área: Elen Calhoun, Eltrant Tale, Imargo Ja'zad, RaukolTyrande Nemaniel, Lyn
Estado: Libre
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Imargo y Tyrande despachan los perros de Elessar.
Tyrie y Elen aprovecharon el camino abierto por Eltrant e Imargo y se combinaron bien para conseguir derrotar al jinete. Las sombres de Elen hicieron lo propio con los perros. Y un haz de luz intensificado por un rubí que ahora lucía en el cuello de la elfa. Con ello, cegó al jinete oscuro que, tras una inesperada traición de su compañero, pereció a manos de la Matajinetes de Elen. Un corte rápido y directo.
El otro jinete, despertó y recuperó la consciencia. Rauko fue expulsado tanto física como mentalmente del cuerpo y apareció allí. Al menos había vivido experiencias similares con Elen. Después, Celebrimbor corrió hacia la enorme puerta de la torre y huyó, dispuesto a reunirse con sus hermanos.
Imargo se abalanzó contra el recién salido Rauko, rugiendo como un felino atacando y mostrándole bigotes y colmillos. Pero Tyrie, lejos de él, disparó un haz de luz y desarmó al lince. - ¿Qué haces? ¡Tenemos que matarlo! ¡Este elfo ha salido del jinete!
-El jinete utilizó su alma para recuperarse. Quizás para resucitar. Es una técnica conocida. – Y evaluó así al elfo. - No es peligroso. – inquirió la legendaria guardabosques evaluando el estado de Rauko. Algo agotado.
Imargo se levantó a por su arma a regañadientes e hizo una burla Tyrie por haberle desarmado. Seguía viendo, o más bien oliendo, algo raro en ella. Pero no sabía muy bien el qué.
En cuanto a Elen, parecía dispuesta a llegar a donde hiciera falta con tal de acabar con los jinetes allí y apremió a Tyrie a subir. La elfa, que seguía fresca como una rosa, tomó a la descarriada Elen de la muñeca. Allí brillaba su impoluto Auryn de Anar, y la miró a los ojos. Se dirigió a ella serena y con sabiduría. – No. – Negó al deseo de la benjamina de los Calhoun de subir a lo alto de la torre. Luego con su mano gesticuló hacia los agotados Eltrant, Rauko, Imargo y Lyn. La corrupción del Oblivion hacia especial mella en su cansancio. – Mira a tu alrededor. Pedirles que luchen una vez más es condenarlos a su muerte. – Instó. - Isil nos ha concedido una oportunidad para escapar. Debemos ser pacientes, retirarnos y volver más fuertes.
El siempre fiel Imargo, aún jadeando tras el último combate. Se resistió. - ¿Y qué pasa con la otra centinela? Está en lo alto de la torre. – preguntó mirando a lo alto de la torre. Mientras la brisa fría hacía bailar su pelaje.
Tyrande le miró serena. - Sin la reliquia no pueden hacerle nada. No tendría sentido arriesgarse a matarla y que alguien más poderoso se vuelva centinela. – aportó. Tomó el rubí que le había resultado útil para asistir a Elen, se lo quitó y lo observó. – Mientras el rubí esté conmigo, no hay que temer por ella. Además, no llevaré un objeto tan poderoso en casa del enemigo hasta que no esté segura de que tengo probabilidades de victoria. Y ahora mismo no las tenemos. – Y de esta manera cerró a Elen cualquier posibilidad de recuperar la reliquia.
-No os obligaré a hacer algo que no queráis. Pero cada segundo que pasáis aquí, siento como vuestro éter disminuye. – Y se separó y mandó un último mensaje a todos, antes de atravesar el portal. – Si vais, confío en que Anar ilumine vuestro camino. – Y cruzó.
Tyrande estaba de nuevo en casa. Su mera presencia sería una inspiración para los elfos, perdidos en la esperanza. Pero por su pérdida de memoria, no recordaba nada ni a nadie. Era como llegar al paraíso tras una vida entera en el Oblivion.
Ella era la heroína.
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Todos: El papel de Tyrande será total en lo que resta de trama. Ella os ha dado una advertencia. Es decisión vuestra seguirla o no. Si le hacéis caso, apareceréis con ella a la casa de Vestales. Allí podréis recuperaros con Galatrea y las sacerdotisas, que se reencontrará con Tyrande años después, en medio del drama por la muerte de la princesa Henrietta. Tyrie cuenta con el Auryn de resurrección de Anar (el mismo que Níniel). Si confiáis en vuestras capacidades, deberéis ayudar a Asher (y tal vez Anastasia, si se une) en combate (leed sus partes). Imargo es un hombre de honor. Vino con Elen e irá con ella.
Elen: Sufres la enfermedad de los centinelas este turno. (Lee instrucciones generales).
Eltrant y Lyn: Casi no pueden ni respirar. ¿Abandonar a tu amiga cazadora o dar el último aliento?
Rauko: Podrías haber aguantado, pero utilizaste la traición del jinete en este primer turno. Celebrimbor escapa a la torre tras abandonar su alma. Estás igual de cansado que Eltrant y Lyn.
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Oblivion: Alto de la torre
Invadido por Imlerith, Aegus, Erzsébeth, Mithnediel y Caranthir Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Asher Daregan, Syl, Elentari Neril
Invadido por Imlerith, Aegus, Erzsébeth, Mithnediel y Caranthir Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Asher Daregan, Syl, Elentari Neril
Asher llegó al Oblivion desde un portal superior. De pie y con Elwen Tarmúnil anteponiendo su arco para evitar que le cortara el cuello. Poco le duró la alegría pues en cuanto tocaron suelo, la espada de Asher cedió por gravedad y fuerza y cercenó su cabeza que rodó hasta los pies de Imlerith, apenas unos metros más allá. ¿Y qué hizo él?
Le esperó, de espaldas.
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Los jinetes reciben a Asher Daregan
Poco después llegaría Erzsébeth por un portal. Algo cansada. Y, después, dos jinetes más estaban en la plataforma.
Caranthir se centraría en matar a Asher Daregan. Era un jinete muy lento y pesado. Y eso ciertamente suponía una ventaja para Asher. Pero cada movimiento que hacía con ese martillo destructor sería capaz de partir cualquier trozo del árbol y de ocasionar un pequeño terremoto en la zona. Acercarse a él era una utopía. Ya no solo por la armadura que cubría por completo su cuerpo, lo que le hacía inmune a los golpes de espada o tiro lejano, sino por el frío que emanaba su cuerpo y que lo hacía inalcanzable en el cuerpo a cuerpo.
También desde el suelo, Mithnediel, maestro de la curación y las plantas, alzó una serie de esporas que explotarían al llegar a un tamaño considerable, emitiendo un humo verdoso que cubriría la integridad de la plataforma. Erzébeth, recién llegada y cansada tras el combate con Vincent, Eilydh y Reike, no atacaría a menos que fueran por el médico. Simplemente se convertiría en águila imperial y observaría en segundo plano mientras se recuperaba conforme respiraba el dañino humo verdoso de las esporas. Un bálsamo para los jinetes, pero un terrible veneno para el resto de los mortales en forma de atmósfera irrespirable.
En lo alto de la torre, sobre las jaulas en las que se encontraban Huracán e Imargo anteriormente, había un pináculo. Desde allí, el francotirador Aegus tenía una perfecta visión de la plataforma y de los bajos de la torre y cual castillo, disparaba por un estrechísimo mirador por la que sólo entraba la ballesta.
Era inalcanzable y estaba protegido por la piedra negra. Y para colmo, por el ojo normal, no había manera de saber que ahí había un francotirador escondido. Desde allí dispararía un tiro rápido y directo a la corona de Asher, con el fin de enviarla volando y a ser recogida por Erzébeth de acertar. No había lugar al fallo. Sólo podrían detenerlo Asher o Syl con alguna capacidad especial si descubren que estaba ahí.
Imlerith no atacó. Colocó sus manos a la espalda y reía. Con suficiencia, esperando a que Asher le atacara.
Estaba canalizando algo a sus pies. Preparando algo muy, muy grande. Y, quizá, inevitable.
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Centinelas: 3-5 muertos. Primeros síntomas de la enfermedad. Las reliquias se atascan y no funcionan cuando se intentan utilizar por primera vez. (1 turno de duración). No podrán matar jinetes ni utilizar la reliquia este turno.
Asher Daregan: Decidiste ser el héroe y te has ensañado con Elwen. Muy bien, pero ahora hay 3 jinetes muertos y sufres el efecto de los centinelas. Para colmo, estás con la mayoría de habilidades en cooldown, enfrentándote a Aegus (francotirador de bajo rango), Mithnediel (curandero y mago de raíces de bajo rango), la regresada, aunque cansada, Erzsébeth (druida lugarteniente) y a Carantir (guerrero pesado jefe). Con Imlerith canalizando algo a sus pies. Recibes por tanto varias acciones de ataque de las que te tendrás que defender este turno si no quieres tener problemas. Puedes seguir cansándote y tratar de resistir, o quizás una huida a tiempo termine siendo una victoria (aunque hazlo con esmero ya que los jinetes tampoco te lo pondrán fácil). Cuentas con Syl y Elentari contigo. Ellos también pueden sufrir percances.
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Copa
Estado: Libre
Personajes y NPCs en el Área: Anastasia Boisson
Estado: Libre
Personajes y NPCs en el Área: Anastasia Boisson
En la copa.
En menos de lo que dura un parpadeo, Anastasia había dejado atrás la compañía del ejército de Dundarak y se hallaba de pie en la plataforma que daba suelo a la copa de Árbol Madre. La recibieron el viento, la lluvia, el violento movimiento de las ramas circundantes y la estela de Asher avanzando a saltos hacia el enorme portal abierto en lo alto.
Desde donde estaba, pudo ver al hombre-bestia atravesar el portal al Oblivion, espada en mano. Para una tensai de aire, no sería problema seguirlo por aquel portal, aunque tampoco sería necesario tal despliegue. Syl y Elentari atravesaban casi al tiempo otro portal abierto en la misma plataforma.
También desde su posición, podría ver una extraña rampa de hielo a medio terminar, que se derretía gracias a la labor de un inmenso mandoble de fuego. Y es que, lo que estaba ocurriendo en el balcón de la Sala del Consejo era ciertamente llamativo. Igual de llamativo que la entrada en escena de una figura familiar.
En la copa, sí. Y ahora, ¿qué?
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Anastasia: Has llegado a la copa del Árbol, ahorrándote los aburridos turnos de desplazamiento. Sufres la enfermedad de los centinelas. Ahora tienes varias opciones ante ti:
Opción A: Sigues a Asher al Oblivion, quizá puedas encontrar a Elen y recuperar tu rubí (más información sobre lo que te encontrarás en la sección correspondiente).
Opción B: Te presentas en la Sala del Consejo estilo Diva y les echas un cable con lo que tienen entre manos (más información en la sección correspondiente).
Opción C: Ninguna de las anteriores. Puedes quedarte en la Copa a disfrutar de la tormenta o entrar en el Árbol y emplear un tedioso turno en desplazarte a la zona de tu elección.
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Sala del Consejo
Estado: Invadido por Milane Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Vincent Calhoun, Reike , "Eilydh", Ash'alá, 3x Asesinos Ojosverdes
Estado: Invadido por Milane Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Vincent Calhoun, Reike , "Eilydh", Ash'alá, 3x Asesinos Ojosverdes
Todos contra Erzsébeth. Esa fue la consigna con la que Vincent, Eilydh, Reike, Siva y los asesinos se conjuraron para desterrar de su árbol a la jinete oscuro. Dieron lo mejor de sí y, efectivamente, Erzsébeth no consiguió escapar. Cayó de nuevo a la sala del consejo. Cerca del enorme balcón por el que había escapado.
Pero derrotar a un lugarteniente no era tan sencillo. Y Erzsébeth no se iba a dejar vencer tan fácilmente. En forma de Abbey, fue a por su primera atacante, Reike. A la que envió estalactitas de hielo que había conjurado con su bastón como si conociera plenamente los hechizos.
Lo cierto es que Reike no tenía demasiada opción contra eso. Pero Siva, que había atacado por la espalda, optó por interceder. - ¡Taar!- Clamó Siva, apartando a Reike de un fuerte empujón de una muerte más que evidente. Una palabra que, irónicamente, definía todo cuanto había odiado estos años. Bruja. Significaba exactamente. Y era por quien se había sacrificado. Fue lo último que dijo cuando las estalactitas de hielo se clavaron en su cuerpo. Cerca como estaba de la ventana, terminó cayendo en un agónico suspiro hacia donde el ejército de Dundarak atacaba a sus hermanos.
Eilydh aprovechó el drama para tirarse a por Erzsébeth y recuperar la capa. Algo que consiguió. Erzsébeth se revolvió y amagó con transformarse en dragón. ¿Tal vez en Querostraza? Pero no. Simplemente le dio lo suficiente como para crear unas alas temporales y empujar también a Eilydh, capa en mano, corteza abajo. Más de medio kilómetro abajo terminaría hecha puré junto a la capa si no hacía nada para evitarlo. Ash’Alá, aún herido, rugió temiéndose lo peor para su nueva ama.
Finalmente, Vincent conseguiría asestar un golpe crítico que, como centinela que era, sí que conseguiría dañar a la jinete. Gritó y se llevó la mano a la cara a consecuencia del golpe y volvió a perder su forma, retrocediendo por completo hacia el balcón. Viendo cómo la capa se había perdido árbol abajo, optó por lo más lógico. Huir.
Conjuró un portal a su espalda y saltó por el precipicio. Tal vez Vincent o Reike tratarían de detenerla, pero rápidamente verían salir de él a la nueva sustituta, deteniendo cualquier atisbo de ataque a su
La jinete Milane Tarmúnil aparecía con un escudo en mano y una armadura pesada. Infranqueable para prácticamente cualquier arma mortal. Se presentaba sin espada, pero tampoco la necesitaba. Lanzó aquel escudo circular como si de un boomerang se tratase y cerró la puerta de acceso, bloqueándola haciendo caer la estatua de Olfen Neril que decoraba la entrada al consejo. Cuando volvió a ella, lo lanzó para deshacerse de Reike. De frente, para intentar dejarla atontada y, al volver a ella. Lo volvió a lanzar contra Vincent en un primer movimiento que el brujo podría esquivar.
Permanecía centrada en Vincent. Matar o capturar al centinela era su objetivo.
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Todos: ¡Éxito! Conseguís desterrar a Erzsébeth y mantener la capa en Aerandir. Pero no pensaríais que os íbamos a dejar iros sin consecuencia yendo tan a lo loco y sin nivel a por un lugarteniente, ¿verdad? Ha matado a Siva y tirado a Eilydh por el árbol con la reliquia. No tenéis descanso pues habéis tenido mala suerte por las runas y os ha salido Milane.Eilydh: En la caída tienes unas impresionantes vistas de la batalla que se está librando abajo (ver parte exterior). Tendrás que inventarte algo para no terminar estampada contra el suelo en el próximo turno y poner así fin a tu aventura por el evento. Encima, Ash’alá está herido en la sala, no puede moverse y necesita asistencia de una sacerdotisa. Tienes la capa, pero no, no puedes usarla como parapente.
Reike: Puedes detener el ataque de guindillitis si quieres utilizando el hielo derretido que ha quedado esparcido por la sala. Milane te lanza el escudo y tendrás que defenderte. También sería conveniente que abrieras la puerta que ha bloqueado Milane para que os puedan asistir.
Vincent: Milane también te ataca a ti. Tendrás que luchar contra ella y tratar de derrotarla. Será un combate duro y estás cansado. Para colmo, no tienes la reliquia y sufres la enfermedad de los centinelas y, si no me equivoco, no puedes usar magia. Al igual que Asher, difícil para ti solo, pero sorpréndenos, brujo.
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Raíces subterráneas
Estado: Invadido por Eredin Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Nahir, Anders, Uri, Valyria, Melena Blanca (guerrero, 10), Saranee (asesina, 3), Lágoles (arquero, 4) y 10 guardabosques (arqueros, 0)
Estado: Invadido por Eredin Tarmúnil
Personajes y NPCs en el Área: Nahir, Anders, Uri, Valyria, Melena Blanca (guerrero, 10), Saranee (asesina, 3), Lágoles (arquero, 4) y 10 guardabosques (arqueros, 0)
Eredin fue consciente del momento exacto en que los fue perdiendo uno a uno. Podría haber seguido insistiendo, enviarles una ilusión tras otra, pero tenía otros trucos, no era necesario fatigarse. Sonrió de medio lado mientras se concentraba en la imagen que quería evocar y la proyectó.
La música, los gritos asustados de los asistentes al baile, los vestidos y el brillante salón del Hekshold desaparecieron repentinamente. También lo hicieron las historias ajenas y los rostros desconocidos. Anders, Valyria, Uri, Nahir, los guardabosques y los leónicos volvían a reconocerse a sí mismos, sus mentes ya no tenían que esforzarse en conciliar dos existencias paralelas. Lo que no reconocieron fue su entorno.
—¿No estábamos en las raíces? —preguntó Lágoles mirando a su alrededor con incredulidad—. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
—De ninguna manera —respondió Melena Blanca asiendo con fuerza su hacha y buscando con la miada entre la maleza—, no nos hemos movido de las raíces. Como no ha podido atraparnos en su ilusión, ahora está alterando nuestra percepción para hacernos creer que estamos en un pantano.
—Pues es un efecto muy logrado —dijo Saranee—, hasta el olor me recuerda al Pantano Misterioso.
Y es que, en lugar del poco iluminado pasadizo de entre las raíces de Árbol Madre, lo que tenían a su alrededor era una enorme ciénaga de altos juncos y pozos traicioneros. A través de una capa de niebla blanquecina, se alcanzaba a ver un sol bajo que lo mismo podía estar saliendo que poniéndose y el sonido de las aves, los mosquitos y algún que otro chapoteo sospechoso llenaba sus oídos.
- sonido ambiental:
—Ahí está —dijo Saranee de pronto, señalando un punto entre la maleza por donde se vio asomar la cabeza de un elfo de piel gris, Eredin Tarmunil.
—Todos a por él —indicó Melena Blanca—. Sin tregua, debemos expulsarlo de aquí.
—¿A por cuál? —preguntó Lágoles apuntando con su arco alternativamente a dos puntos distintos del que había señalado la felina.
Sus hombres también habían preparado sus arcos y apuntaban en direcciones distintas. Melena Blanca dio un rápido vistazo a su alrededor y pudo contar hasta diez versiones del Tarmúnil. Todas sonriendo con suficiencia, todas con las dagas preparadas.
—¡A por todos, maldita sea! —gritó con rabia y, con un pesado chapoteo, se lanzó, hacha en mano, a por el que tenía más cerca.
El Jinete era rápido. Esquivó los dos primeros golpes de hacha y estuvo a punto de traspasar sus defensas con sus movimientos. Saranee saltó en su ayuda. Hundió el pie en un pozo de arcilla y estuvo a punto de caer al suelo, pero aprovechó la inercia de su cuerpo para impulsarse hacia delante, por detrás del Tarmúnil que, ocupado como estaba en esquivar la enorme hacha del leónico, no la vio venir. La mujer bestia realizó un rápido corte por detrás de las rodillas del Jinete con la espada corta de su mano derecha y clavó el estilete de su zurda en el costado de su enemigo, al tiempo que Melena Blanca hundía el hacha en su pecho. Eredin desapareció con un gemido de dolor. Las otras nueve versiones del Jinete, por el contrario, dejaron escapar una carcajada despectiva y se movieron todos a la vez.
—¡Guardabosques! —ordenó Lágoles escogiendo a su blanco—, ¡ya habéis oído! ¡A por ellos!
—Apuntad bien —advirtió Melena Blanca—, podríamos dañar el árbol por error.
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Anders, Valyria, Uri y Nahir: Habéis mostrado el buen hacer de vuestra pluma y la fuerza de voluntad de vuestros personajes y habéis logrado escapar de la ilusión de Eredin Tarmúnil. ¡Enhorabuena! Sin embargo, no podéis contar con que vuestro enemigo vaya a jugar limpio, ¿cierto? Os encontráis en medio de una ciénaga. O eso os dicen todos vuestros sentidos. La realidad es que seguís en las raíces de Árbol Madre, por lo que debéis tener cuidado o podríais ser vosotros mismos quienes dañaseis la zona. Por lo demás, continuáis el enfrentamiento que comenzasteis hace ya varios turnos, pero ahora cara a cara con Eredin… y ocho copias de sí mismo. A la novena acaban de eliminarla entre Melena Blanca y Saranee. No podréis matar al Jinete, pero con un ex-centinela entre vosotros (Melena Blanca), podréis desterrarlo al Oblivion si dañáis lo suficiente al original. Todos tenéis permiso para utilizar a todos los PNJs presentes; es más, os animo a ello. Será necesario que os coordinéis entre vosotros para ganar este combate.
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Exterior
Estado: Bajo ataque por el ejército dragón
Personajes y NPCs en el Área: Níniel Thenidiel, Catherine, Chimar, Canel, Demian, Aradia Hazelmere, Nousis Indirel, Sir Bernat (caballero dragón, 4), Lucy Fireheart (tensai fuego, , Eleatril Nemaniel (ranger, 5), Ambe (caballero dragón, 4), Wilhelm Dutch (tensai agua, 4), Virgo (elfo inventor, 5), guerreros elfos y resto del ejército dragón
Estado: Bajo ataque por el ejército dragón
Personajes y NPCs en el Área: Níniel Thenidiel, Catherine, Chimar, Canel, Demian, Aradia Hazelmere, Nousis Indirel, Sir Bernat (caballero dragón, 4), Lucy Fireheart (tensai fuego, , Eleatril Nemaniel (ranger, 5), Ambe (caballero dragón, 4), Wilhelm Dutch (tensai agua, 4), Virgo (elfo inventor, 5), guerreros elfos y resto del ejército dragón
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El fin de un tirano
Demian acababa de asestar el golpe mortal cuando una blanca figura se materializó entre su víctima y él. El ser de luz extendió sus alas y el muchacho fue empujado hacia atrás, rodando sobre un suelo incandescente. Tan concentrado había estado en su misión autoimpuesta que no había tenido tiempo de ponerse a salvo. Su pequeño discurso se perdió en medio del rugido de una inmensa bola de fuego que impactó contra la blanca esfera, envolviéndola, y se extendió varios metros a su alrededor, calcinando el terreno a su paso.
—¡Nos atacan desde el Árbol! —gritó una voz.
—¡Pues devolvamos el ataque! —se alzó otra.
—¿Y qué hay del rey? —preguntó una tercera—, estaba en primera línea.
—El rey estaba con la Alta Encantadora, juraría que vi su esfera de luz antes de que se la tragara el fuego.
—¡Tú qué vas a ver, si estabas corriendo para salvar el culo!
—¡Igual que tú, pero yo presto un poco más de atención a lo que me rodea, lagarto arrugado!
—Yo también lo vi —sentenció el capitán—. Y también oí la orden de atacar, así que, ¡atacad!
El fundíbulo que había accionado Anastasia, el más cercano al árbol, era ahora pasto de las llamas y las balistas, o lo que quedaba de ellas, descansaban junto al templo destruido de Anar, pero todavía les quedaban un par de catapultas listas para entrar en acción.
Dutch, aún recuperando el aliento tras la carrera que acababa de darse, observaba la escena a cierta distancia y negó con la cabeza con gesto incrédulo. ¿No se suponía que habían ido hasta allí para ayudar a los elfos? Dio un rápido vistazo alrededor, buscando un reducto de razón, y dio con un par de figuras conocidas.
—¡Muchacho! —llamó, lo bastante alto como para llamar la atención de Chimar y Canel, pero no tanto como para que le oyera todo el mundo—. ¡Eh, muchacho! ¿No eres tú el que reparó las balistas allá en el templo? —Se acercó a los chicos y, mirando antes a ambos lados para asegurarse de que nadie los oiría en medio de todo el jaleo, se agachó junto a ellos—. Escucha, no sé qué hacen dos chicos como vosotros viajando con el ejército del norte, pero a mí, mi capitán me envió con Vincent para ayudar contra los Jinetes, no a hacerles el trabajo más fácil. Yo podría hacer algo contra los tipos que accionan las catapultas, pero vendrían más. Lo ideal sería inutilizarlas de alguna manera, ¿me entiendes?
Unos metros más allá, parapetados tras un gigantesco arbusto, ahora en llamas, un pequeño grupo de elfos agradecía a Imbar el haberse librado de morir calcinados, aunque bien podrían agradecérselo a Nousis. Éste no tardaría en escuchar un gemido lastimero. A escasa distancia de donde se encontraba, el joven Virgo caminaba como a trompicones. No parecía consciente de estar en medio de un campo de batalla envuelto en llamas.
—No está muerta —murmuraba entre sollozos, con la mirada perdida—, no puede estarlo. He de llegar al Árbol, debo verla con mis propios ojos. No está muerta.
Mientras tanto, la situación se vivía de un modo muy distinto dentro de la esfera protectora de Níniel. Aunque podían ver y oír el fuego rodeando la esfera, no sentirían el calor de las llamas, ni respirarían el humo. Incluso el suelo que pisaban parecía una isla en medio del mar incandescente que había creado la ilusión de Canel.
Ambe, que había escuchado con esperanza el discurso de la razón pronunciado por la Alta Encantadora hacía apenas unos segundos, observaba con desasosiego el cuerpo inerte de su rey en el suelo. Si había habido un asomo de comprensión en el rostro del monarca ante las palabras de la elfa o sólo lo había imaginado, ya nunca lo sabría. El niño extraño les había robado aquella posibilidad.
Sir Sammuel, pálido como la blanca luz que los protegía del fuego, se arrodilló junto al cadáver del que había sido su señor. Ambe supo lo que iba a ocurrir antes de que el cuerpo del anciano cayese sobre el del niño rey, pero no trató de impedírselo. No privaría a su comandante de su honor, aunque, si alguien le hubiese pedido su opinión, habría respondido que un suicidio, por muy “honorable” que se presentase, no serviría de ayuda. En aquel caso, sólo podía empeorar las cosas.
Sir Sammuel era un hombre razonable, podía haber tomado el liderazgo del ejército y acabar con toda aquella locura de atacar a los elfos cuando era evidente que tenían problemas mucho mayores. ¿Quién quedaba ahora para tomar el mando? Ambe también conocía la respuesta a esa pregunta.
De los dos miembros de la guardia que habían sobrevivido a la batalla de Anar, Bernat era quien contaba tanto con la ambición, como con el renombre entre los soldados del rey. Y Ambe pudo ver en el rostro de su compañero que no se equivocaba en sus suposiciones.
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Sir Bernat, listo para asumir el liderazgo
Sir Bernat, listo para asumir el liderazgo
—¡Fue ese crío extraño! —rugió Bernat—, ¡el que llegó a lomos de Querostraza! —Al contrario que Ambe, Bernat no miraba los cadáveres del rey y su comandante, sino que se había acercado al borde de la cúpula y buscaba una apertura entre el fuego que le mostrara lo que ocurría al otro lado—. Sabía que no podíamos fiarnos de él. ¡Pagará por lo que ha hecho!
En cuanto el fuego se disipó lo suficiente para ofrecerle una apertura, sacó su espada, tomó aire y abandonó la protección del santuario mágico. Pronto, se oirían sus gritos por toda la zona, ordenando la persecución del asesino y la continuación del ataque. Algunos de los dragones que oyeron la noticia de la muerte del rey, dejaron lo que estaban haciendo y se marcharon, literalmente, volando de allí; pero, como había pronosticado mentalmente Ambe, la mayoría respondió favorablemente al Caballero Benet. Después de todo, eran soldados, habían viajado hasta allí para luchar y, después de la batalla en el templo, estaban ansiosos por repetir victoria.
Ambe, por su parte, ofreció su mano a Níniel para ayudarla a levantarse, sólo para hincar su rodilla en tierra cuando ésta estuvo en pie, mientras alzaba hacia ella su espada, apoyada en ambas manos.
—Mi señora —dijo—, habláis con palabras sabias. Quiero creer que Su Majestad os habría escuchado. Por favor, permitid que ponga mi espada al servicio de la razón.
—Ojalá pudiéramos convencer a más como tú —dijo Lucy en voz baja, recuperando aún el aliento tras el impacto de un momento antes. Pero no miraba a Ambe ni a Níniel, sino hacia el exterior de la esfera. Sabía que sería difícil lidiar con Rigobert, pero ahora que no estaba, ¿cómo se suponía que arreglaran todo ese caos?
Al mismo tiempo, una Eleatril todavía impactada por el rápido vuelco de los acontecimientos, ayudaba a Aradia a ponerse también en pie.
—No es momento de preguntas, muchacha —le dijo con voz enérgica—, Sandorai está en serio peligro. Empezando por Árbol Madre. ¿Sabes usar esa cadena que cuelga de tu cadera? Necesito que te abras paso hasta el Árbol mientras yo organizo la defensa. Busca a… —Se detuvo. ¿A quién debía buscar, Olfen y Malonar? Más caos, más muerte—: A Galatrea. Cuéntale lo que acaba de pasar —dijo señalando con un gesto de la cabeza el cadáver real—. Ella sabrá qué hacer.
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Demian: Has matado al rey, eliminando cualquier posibilidad de evitar el conflicto armado. Confío en que no esperases una ovación, los regicidas no son particularmente bien vistos en la sociedad medieval. Lo mejor será que salgas de ahí. No hay muchos “críos extraños” a los que señalar; si te quedas entre el ejército, estarás constantemente en peligro. Puedes tratar de huir hacia el bosque (saldrás del evento) o puedes intentar colarte en Árbol Madre. Si eliges esta opción, ten en cuenta que no te van a permitir el paso así como así, ya tienen más brujos de los que quisieran ahí dentro. Algunas posibles vías de acceso, además de la entrada principal, son algunas aberturas en la corteza, utilizadas para montar guardia, el balcón de la Sala del Consejo, en la parte alta del Árbol, en la cara posterior, o la propia copa (un kilómetro hacia arriba). Además, no lograste ponerte a salvo del meteoro, por lo que, antes de postear, deberás tirar una runa para determinar la gravedad de tus quemaduras: runa buena o muy buena, sufrirás quemaduras leves; runa mala o media; quemaduras moderadas; runa muy mala, quemaduras graves. Podrás usar, si tienes, objetos de tu inventario para sanar o paliar estas heridas.
Chimar: El truco de Canel ha logrado poner a salvo a los soldados, evitando muchas muertes innecesarias, enhorabuena. La contrapartida es que esos soldados han comenzado el ataque sobre Árbol Madre. Dutch te ha pedido ayuda para sabotear las catapultas y que no causen más daño al Árbol. ¿Le apoyarás en la labor? Por supuesto, también tienes la opción de negarte y tratar de averiguar qué ha sido de tus amigos o, al igual que Demian, puedes intentar salir de allí, si lo prefieres (lee el párrafo anterior para más detalles).
Nousis: Nunca pensé que diría algo así, pero tu mierda de rata te ha salvado el culo. A ti y a tus compañeros. Desde donde estás, ves a un Virgo medio ido, tratando de llegar hasta Árbol Madre. Puedes ayudarle o abandonarlo a su suerte. Al contrario que Demian, Chimar y Canel, tú sí podrás acceder a Árbol Madre por la puerta principal, si es tu deseo. De quedarte en el exterior, ya sabes lo que toca: defenderse del ataque del ejército.
Níniel: Durante todo el evento, has hecho lo imposible por salvar al rey Rigobert, por razonar con él, y has buscado siempre la vía más pacífica, para evitar muertes innecesarias. Incluso has arriesgado tu propia vida para tratar de conseguirlo. Lamentablemente, las acciones de algunos de tus compañeros han hecho imposible evitar la confrontación; el ataque sobre Árbol Madre ya ha comenzado. De los dos guardias reales (caballeros dragón de nivel 4) que sobrevivieron a Anar, uno ha tomado el control del ejército (de la parte que no ha salido volando, al menos). Ambe, por su parte, se ha puesto a tu servicio. Queda bajo tu control y puedes improvisar cualquier detalle respecto a su persona (descripción, habilidades, género...). Como Alta Sacerdotisa de Sandorai y Alta Encantadora de la Logia, eres el nexo de unión entre Lucy y Eleatril; tienes el control de ambas para organizar la defensa exterior del Árbol de la forma que consideres más oportuna. Por supuesto si, en lugar de eso, decidieras tratar de entrar en el Árbol (con las consecuencias que eso pueda tener para la corteza), tú y tus acompañantes tendríais el acceso garantizado. Si quieres enviar a otra persona, Eleatril podrá otorgarle un sello del clan Nemaniel para que le permitan el paso.
Aradia: Eleatril Nemaniel te encomienda abrirte paso en medio del caos hacia Árbol Madre, para hacerle llegar la noticia de los últimos sucesos a Galatrea Neril. Si eliges atender su pedido, tampoco a ti te negarán la entrada al Árbol. Adicionalmente, en el caso de que decidas llevar el mensaje y Nousis decida dejar a Virgo a su suerte, te lo encontrarás en el camino hacia el Árbol y podrás optar entre ayudarlo o no. Si lo prefieres, puedes quedarte a luchar en el exterior o, como ha hecho Ambe, ponerte al servicio de Níniel (si eliges esta opción, te recomiendo que te pongas en contacto con ella para coordinar vuestras acciones).
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Cascada del Dragón
Estado: libre de Jinetes
Personajes y NPCs en el Área: Reivy Abadder, Lavey, Bio, Sango, Ronaldo de Trastámara (tensai de agua, 9), Canit (ladrón, 3), Malonar Ojosverdes (asesino, arco, 5), Olfen Neril (magia ofensiva luz, 10), 2 guardabosques Ojosverdes (arqueros, 1), Bunyan y Owen (maestría hacha, 1), Lady Erzébeth Báthory (sombras, , Margareth (sangre, 5), Alice (voz, 4)
Estado: libre de Jinetes
Personajes y NPCs en el Área: Reivy Abadder, Lavey, Bio, Sango, Ronaldo de Trastámara (tensai de agua, 9), Canit (ladrón, 3), Malonar Ojosverdes (asesino, arco, 5), Olfen Neril (magia ofensiva luz, 10), 2 guardabosques Ojosverdes (arqueros, 1), Bunyan y Owen (maestría hacha, 1), Lady Erzébeth Báthory (sombras, , Margareth (sangre, 5), Alice (voz, 4)
Ni siquiera les habían quitado las armas, tan seguros estaban de que no escaparían. De que no escaparían vivos, al menos. Y, en cualquier caso, ¿a dónde iban a escapar? La senda que transitaban por detrás de la catarata era estrecha y escarpada. Debían avanzar en fila de a uno y tener mucho cuidado de dónde ponían los pies, pues el agua que salpicaba desde la cascada mojaba las piedras del suelo, volviéndolas resbaladizas.
No les permitían hablar entre ellos. No es que importase mucho, porque con el estruendo del agua al caer, tampoco habrían podido oír gran cosa. Los elfos, por su parte, habían hablado un poco entre ellos, en élfico por supuesto, antes de emprender la subida. Los humanos los vieron consultar una hoja de pergamino, buscar unos símbolos en el suelo y compararlos con algo escrito en la hoja. Pero a ellos no les habían explicado nada. Sólo uno de los elfos se había dirigido a ellos en una lengua común que era evidente que no tenía muchas ocasiones de practicar. Todo lo que les había dicho, después de intercambiar unas cuantas líneas con uno de sus compañeros, era que irían con ellos al interior de la cascada.
Y allí estaban, después de ascender como cabras por los riscos de la húmeda pared, en una estrecha caverna, detrás de la cascada. Los dos elfos a los que los otros dos obedecían sin hacer preguntas, consultaron su pergamino y negaron por la cabeza. Sea cual fuera su destino, aún no habían llegado. Registraron la pared de la caverna hasta que vieron una abertura estrecha que, después de un par de giros bruscos, volvía a ascender, pero esta vez por el interior de la piedra.
El extraño grupo siguió caminando en fila. Al menos, la pared de roca amortiguaba un poco el rugido de la cascada. Tras un espacio de tiempo que bien podían haber sido diez minutos o cuarenta, el elfo que iba en cabeza, el que no llevaba arco (Olfen Neril), extinguió el resplandor de sus manos, con el que había estado iluminando el camino, y les ordenó detenerse en silencio. Sango, como los demás, no tardaría en oír murmullo de voces más adelante.
—Parece que la jovencita tiene razón esta vez —dijo Ronaldo observando la abertura en la que se encontraban en aquel momento—. Salvo por lo de “vacía”. ¿Dónde te habías metido? —preguntó al tipo misterioso— Y, ¿por dónde se supone que has entrado? Bueno, da igual. Tienes razón, cuanto antes encontremos esa cosa, mejor.
La estrecha caverna en la que se encontraban no era muy distinta de la que hallara el grupo de Sango unos metros más abajo. En esta ocasión, fue Canit el que encontró la pequeña abertura en la pared y el pasadizo que, después de un par de giros bruscos, discurría hacia abajo. El descenso por el interior de la gruta no fue tan arriesgado como el del exterior y no tardaron en notar que el camino se volvía más llano. Al cabo, tras un par de giros bruscos, el espacio se abrió para formar una amplia estancia, al fondo de la cual, podía verse una estrecha puerta de dos hojas, con dos dragones labrados. Junto a la puerta, había tres damas. Las tres sonrieron a los recién llegados.
—No sabía si me estaba tomando por tonta, pero parece ser que la tal Koran decía la verdad —dijo una de ellas. Vestía de viaje, pero con prendas ricas y elegantes y miraba directamente a Reivy—. Me dio un mensaje para ti. Alice, querida, ¿cómo decía? —preguntó, volviendo la cabeza hacia una de sus acompañantes, una joven de pelo corto y mirada inteligente.
—“Te dije que la Logia no debía tenerlo ¿y tú vienes con su lacayo?” —repitió Alice—. “Mejor será que le entregues la llave a la Condesa. Hará buen uso de ella”.
—Gracias, Alice, tienes cabeza para los detalles. Ya has oído, Rebi, o como te llames. Yo soy la Condesa, la condesa de Cotplice, Erezébeth Báthory, un placer. Ahora dame la llave y nosotras seguimos desde aquí, puedes irte a descansar tranquila.
—¿Así, tan fácil? —dijo la tercera de las mujeres, de larga melena castaña—. Pensé que podríamos jugar un poco antes. —Y, con una sonrisa pícara, se mordió el labio mientras miraba a Reivy como si no pudiera esperar a comérsela, aunque no quedaba muy claro en cuál de los sentidos.
—Claro, Maggie, ahora enseguida —respondió la condesa—. Pero las cosas llevan un orden: yo le hago mi oferta, ella me manda al cuerno y sacamos a la caballería.
—Una de las mujeres tiene la llave —tradujo Olfen al élfico en un susurro.
—Debemos arrebatársela, entonces —dijo Malonar en tono urgente e hizo ademán de salir del pasadizo en el que estaban. Olfen lo detuvo posando una mano en su hombro.
—Aún no, dejemos que se maten entre ellos.
Malonar lo miró por un instante y asintió en un gesto de reconocimiento. Aunque no pudo entender lo que los dos elfos decían, Bunyan no le dio demasiadas vueltas y aprovechó que estaban distraídos para salir apresuradamente por la abertura de la que acababa de apartarse Malonar.
—¡Socorro! —gritó mientras corría hacia el centro de la sala—. ¡Los elfos! ¡Han matado a Billy! ¡Ayuda, por favor!
___________
¿Creíais que vuestra sección sería un caminito de rosas? Debisteis prever que un inicio tan tranquilo no podía presagiar nada bueno: pelea a tres bandas (quién sabe, quizá sean más).
Reivy: Gracias a Koran y la Condesa de Cotplice, todos en esa sala (y los que espiaban desde fuera) saben que tú tienes la llave de la estrecha puerta tras la que se oculta la reliquia que has venido a buscar, el Orbe de Aerandir. Tu misión está clara: o bien entregas la llave a la Condesa (si te dejan los demás) y te largas a casa a descansar (después de todo, fue Koran la que te encargó venir a buscarlo en primer lugar), o bien la defiendes con uñas y dientes.
Bio: ¿De qué lado estás en esto? Es hora de poner las cartas sobre la mesa. Sólo hay un Orbe y hay demasiada gente interesada en él. ¿Ayudarás a Reivy a llevarle la reliquia a los Centinelas? ¿Se la llevarás a Manuela? ¿Te decantarás por la Condesa o los elfos? Sea lo que sea lo que decidas, primero habrá que conseguirla.
Sango: Estás en una posición peliaguda. No sabes de qué va todo esto, pero has escuchado (que no visto) el intercambio que acaba de tener lugar en esa sala y puede que hayas reconocido el nombre de la Condesa. Debes elegir: puedes aprovechar el caos para tratar de huir (saldrías del evento) o meterte de lleno en la contienda. ¿Apoyando a qué bando; los elfos, la Condesa, la Logia, Reivy, Bio… Sango y los leñadores de Villasauco? Eso ya es decisión tuya, lo importante es conservar el pellejo, ¿cierto? Una cosa más: en el turno anterior, olvidaste mencionar las dos pociones que querías para sustituir las que elegiste en la fase anterior y ya no existen. Puedes hacerlo ahora (última oportunidad). También puedes usarlas en este turno, puesto que se supone que las traes desde la cabaña (ya sabes, dos pociones cualesquiera del mercado, además del agua bendita de Sandorai que mencioné en el turno anterior).
Los tres: Una vez hecha vuestra elección, deberéis coordinaros para responder. Dadnos una buena batalla, que no se lleven todo el protagonismo los del Árbol. Tenéis total libertad para manejar a los personajes en escena (bajo el título del apartado podéis ver su especialización y nivel). Oh y, antes de que toméis vuestras decisiones, os dejo por aquí esto para que lo tengáis en cuenta (en particular, el primer post): [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Última edición por Ger el Dom 8 Mar 2020 - 16:19, editado 2 veces
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
Y ahí estaba, junto a mis… ¿aliados? Podría llamarlos de esa forma, a fin de cuentas, eran demasiadas manos para un mismo objeto, y es que si la pelinegra y el pirata no fueran suficientes, un nuevo grupo se unió a la fiesta, aunque esta vez me habían dado información que antes desconocía, la chica que viajaba junto a nosotros tenía un objeto del que antes no sabía -¿la llave?- Pensé mientras observaba la situación con mucho silencio. Al mismo tiempo la vampira a la que habían llamado Alice me sonaba bastante particular.
Hice cuentas hasta dar con la respuesta, esa voz que había venido escuchando en mi cabeza y que me hacía dudar de todos, ¿era ella? ¿o era mi propio instinto apelando a la razón? En cuanto apareciera el objetivo de nuestra búsqueda, ninguno de ellos sería un aliado. Pero de momento, con lo fuertes que se veían estas vampiras, lo mejor sería elegir el bando ganador pero no sin antes dejar que ambos se diezmaran un poco para facilitarme el trabajo.
En cuanto hablaron de caballería todo estuvo más claro, poco podrían hacer un viejo pirata, un ratón y esta chica, parecía escuchar susurros entre las paredes ¿habría más vampiros escondidos entre los oscuros y húmedos callejones de piedra?
De momento desconocía las habilidades de estas vampiras, pero al menos una de ellas parecía usar magia de voz, algo que podría ser un arma terrible para sembrar la discordia en cualquier grupo. Retrocedí un poco y mis ojos se encontraron con los de Alice que sonrió levemente mientras volvía esa extraña voz a mi cabeza -No son tus aliados, no lo son, sabes que no podrás hacer esto solo, deja de esconder lo que eres- Sacudí la cabeza y retrocedí un poco más, tenía que sacarla de mi cabeza mientras le hacía pensar que tenía el control.
Miré a mi triste grupo de aventureros y luego a las vampiras, suspiré al imaginar cómo acabaría todo y entonces, antes que pudiera hacer cualquier cosa una nueva amenaza irrumpió en la sala, un misterioso chico entró a la sala dando gritos y anunciando la muerte de Billy. Me acerqué al centro de la sala para alcanzar al chico y quedar a una distancia media entre las vampiras y el grupo pirata -¡¡Oh rayos!! ¡¡Son unos bastardos, han matado a Billy!!- [1] Grité con fuerza aunque no era un grito común, estaba cargado de magia que tenía como objetivo causar confusión entre ellos y jugar a la eliminación masiva de obstáculos en mi objetivo.
Tomé al chico por los hombros para sacudirlo -¿Dónde están los otros?- Necesitaba saber si alguien más venía con él y de qué bando estarían, pues eso definitivamente podría darle una vuelta al resultado de la batalla. Miré a todos lados esperando que aparecieran más chicos o los elfos y luego tomé al chico del brazo y lo alejé del centro de la habitación. Saqué mis dagas y apretándolas con ambas manos grité al grupo pirata -Tengan cuidado, esas vampiras usan su magia para que nos ataquemos entre nosotros- [1] Ciertamente la magia hacía eso, pero acusar a la vampira me daba la excusa perfecta para atacar a mis propios compañeros sin parecer culpable.
Lo lamento- Murmuré al chico recién llegado mientras sujetaba mi daga de manera que solo sobresaliera de mi puño un pequeño filo, suficiente para hacerle un corte pero incapaz de causarle un daño real, golpeé su estómago haciendo que cayera al piso más por la potencia del golpe que por la herida que ahora comenzaría a teñir levemente su ropa de rojo. Luego de eso avancé de prisa; uno, dos, tres saltos me colocaron frente al capitán Ronaldo que aunque fuerte, poco podría hacer contra mi velocidad, di un golpe a su estómago con ambos puños para luego saltar sobre él con mis colmillos apuntando a su cuello -Quédate abajo hasta que llegue el momento- Me levanté con los labios goteando sangre.
Me levanté de un salto y retrocedí acercándome cada vez más a Alice quien ahora pensándome de su lado no podría ninguna barrera, confiada de haberme controlado había bajado la guardia -Solo queda la chica, no será problema para ustedes- Dije a las otras vampiras -Divide y vencerás- Susurré mientras, al estar suficientemente cerca, lanzaba una puñalada hacia el estómago de Alice que ahora se encontraba sola y vulnerable -Mi mente es un lugar oscuro, no quieres estar ahí- Giré la daga para hacer más profunda la herida y asegurar el desangramiento.
¿Crees que será tan sencillo?- Dijo la vampira sonriendo con malicia mientras me apretaba la máscara con fuerza hasta arrancármela del rostro. Su voz tenía algo extraño esta vez, algo dañino, de pronto escupí sangre e instintivamente llevé las manos a mi estómago donde ahora sentía una herida, la misma que antes le había causado a Alice. No podía ser real, tenía que ser una ilusión, pero el dolor se sentía tan real que era difícil negarlo -No, no puede ser cierto- Sacudí mi cabeza y la herida desapareció pero de pronto volvió a aparecer.
Miré a mi izquierda donde ahora las otras dos vampiras se alejaban en dirección a Reivy hasta que mis ojos se oscurecieron, mi mente se nublaba y dejaba de sentir -¿Qué me estás haciendo?- Le pregunté a Alice que si bien no parecía estar en su mejor momento, tenía que estar herida, se las había ingeniado para neutralizarme en medio de la batalla…
[1] Habilidad de Nivel 5: El valle de la inquietud. El personaje emite un grito que debe ser oído por las víctimas, causando confusión en la percepción de la realidad que estos tienen, para intentar hacer que se ataquen entre ellos. Hice cuentas hasta dar con la respuesta, esa voz que había venido escuchando en mi cabeza y que me hacía dudar de todos, ¿era ella? ¿o era mi propio instinto apelando a la razón? En cuanto apareciera el objetivo de nuestra búsqueda, ninguno de ellos sería un aliado. Pero de momento, con lo fuertes que se veían estas vampiras, lo mejor sería elegir el bando ganador pero no sin antes dejar que ambos se diezmaran un poco para facilitarme el trabajo.
En cuanto hablaron de caballería todo estuvo más claro, poco podrían hacer un viejo pirata, un ratón y esta chica, parecía escuchar susurros entre las paredes ¿habría más vampiros escondidos entre los oscuros y húmedos callejones de piedra?
De momento desconocía las habilidades de estas vampiras, pero al menos una de ellas parecía usar magia de voz, algo que podría ser un arma terrible para sembrar la discordia en cualquier grupo. Retrocedí un poco y mis ojos se encontraron con los de Alice que sonrió levemente mientras volvía esa extraña voz a mi cabeza -No son tus aliados, no lo son, sabes que no podrás hacer esto solo, deja de esconder lo que eres- Sacudí la cabeza y retrocedí un poco más, tenía que sacarla de mi cabeza mientras le hacía pensar que tenía el control.
Miré a mi triste grupo de aventureros y luego a las vampiras, suspiré al imaginar cómo acabaría todo y entonces, antes que pudiera hacer cualquier cosa una nueva amenaza irrumpió en la sala, un misterioso chico entró a la sala dando gritos y anunciando la muerte de Billy. Me acerqué al centro de la sala para alcanzar al chico y quedar a una distancia media entre las vampiras y el grupo pirata -¡¡Oh rayos!! ¡¡Son unos bastardos, han matado a Billy!!- [1] Grité con fuerza aunque no era un grito común, estaba cargado de magia que tenía como objetivo causar confusión entre ellos y jugar a la eliminación masiva de obstáculos en mi objetivo.
Tomé al chico por los hombros para sacudirlo -¿Dónde están los otros?- Necesitaba saber si alguien más venía con él y de qué bando estarían, pues eso definitivamente podría darle una vuelta al resultado de la batalla. Miré a todos lados esperando que aparecieran más chicos o los elfos y luego tomé al chico del brazo y lo alejé del centro de la habitación. Saqué mis dagas y apretándolas con ambas manos grité al grupo pirata -Tengan cuidado, esas vampiras usan su magia para que nos ataquemos entre nosotros- [1] Ciertamente la magia hacía eso, pero acusar a la vampira me daba la excusa perfecta para atacar a mis propios compañeros sin parecer culpable.
Lo lamento- Murmuré al chico recién llegado mientras sujetaba mi daga de manera que solo sobresaliera de mi puño un pequeño filo, suficiente para hacerle un corte pero incapaz de causarle un daño real, golpeé su estómago haciendo que cayera al piso más por la potencia del golpe que por la herida que ahora comenzaría a teñir levemente su ropa de rojo. Luego de eso avancé de prisa; uno, dos, tres saltos me colocaron frente al capitán Ronaldo que aunque fuerte, poco podría hacer contra mi velocidad, di un golpe a su estómago con ambos puños para luego saltar sobre él con mis colmillos apuntando a su cuello -Quédate abajo hasta que llegue el momento- Me levanté con los labios goteando sangre.
Me levanté de un salto y retrocedí acercándome cada vez más a Alice quien ahora pensándome de su lado no podría ninguna barrera, confiada de haberme controlado había bajado la guardia -Solo queda la chica, no será problema para ustedes- Dije a las otras vampiras -Divide y vencerás- Susurré mientras, al estar suficientemente cerca, lanzaba una puñalada hacia el estómago de Alice que ahora se encontraba sola y vulnerable -Mi mente es un lugar oscuro, no quieres estar ahí- Giré la daga para hacer más profunda la herida y asegurar el desangramiento.
¿Crees que será tan sencillo?- Dijo la vampira sonriendo con malicia mientras me apretaba la máscara con fuerza hasta arrancármela del rostro. Su voz tenía algo extraño esta vez, algo dañino, de pronto escupí sangre e instintivamente llevé las manos a mi estómago donde ahora sentía una herida, la misma que antes le había causado a Alice. No podía ser real, tenía que ser una ilusión, pero el dolor se sentía tan real que era difícil negarlo -No, no puede ser cierto- Sacudí mi cabeza y la herida desapareció pero de pronto volvió a aparecer.
Miré a mi izquierda donde ahora las otras dos vampiras se alejaban en dirección a Reivy hasta que mis ojos se oscurecieron, mi mente se nublaba y dejaba de sentir -¿Qué me estás haciendo?- Le pregunté a Alice que si bien no parecía estar en su mejor momento, tenía que estar herida, se las había ingeniado para neutralizarme en medio de la batalla…
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Aerandiano de honor
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Re: La batalla de Árbol Madre por el destino de Aerandir [Trama Sandorai]
El ruido era ensordecedor. Las palabras de inicio al baile, la música, los gritos, vasos y botellas de vidrio cayendo y estallando, abriendo paso a una danza donde lo único que bailaba era el caos.
Bien.
Hace varios golpes ya que estaba sin aliento, ¿cuántos había golpeado ya? ¿Cuántos habían caído? Tomé un bocado de aliento y seguí golpeando. No pararía hasta que estuviéramos fuera de esto.
Eso me dije, al menos. A la decena y tanto de golpes más ya estaba sin aire otra vez y sentía que los brazos se me iban a despegar de los hombros, imaginaba que esto era la razón por la cual la gente no sólo perdía la cabeza y disparaba todo a la vez para deshacerse de sus problemas. Me detuve un par de segundos jadeando, relajándome levemente al ver que nadie en la ilusión atacaba. Corregí, «había atacado»; al sentir un peso impactándome desde un costado. Mi respuesta iba a ser violenta: exhalé y apreté un puño, alzándolo para-
…Me estaba abrazando, esto no era un ataque. Pestañeé varias veces, intentando tomar las palabras que decía. El dolor de cabeza y el nivel de ánimo y velocidad tras ellas me lo estaban haciendo difícil, y puede que me hubiese tomado más, pero esos ánimos y la educación con que se expresaba llovían claridad en quien era:
—¡Uriel! —sonreí encantado, apunto de devolverle el abrazo y alzarlo. Sólo me detuve al recordar su estado real, lo que había debajo de la ilusión.
Justo después fue que terminé de procesar todas sus palabras. Mantuve la sonrisa, ahora melancólica, sin saber muy bien porque me estaba sintiendo mal. No puse mucha cabeza en ello al alarmarme en cuanto sentí lágrimas asomándose entre mis ojos.
Fui rápido en alzar un brazo y correrlo por mi cara, eliminando la posibilidad de llorar, y dejando una sonrisa más sincera. «Un Nova. Es verdad», de a momentos olvidaba que el niño era un vampiro noble.
¿Quién era yo, entonces, para negarme a lo que esté había declarado?
—¡Sí! Cuida mi espalda —en parte, también era un intento de mantenerlo a mi lado. No iba a dejar que le volase encima a un jinete, fuese lo que fuese, aún si tenía justificaciones para hacerlo—, y yo cuidaré la tuya.
Mi afirmación se dio en el instante que los disfraces dejaron de ser. Pasado el susto inicial por el cambio de apariencias de nuevo, era una sorpresa agradable. También lo era ver a todos los demás: Nahir, Valyria, la mujer bestia, el leónico y Lagóles con su banda. Todo estaba como antes.
—¡Nahir! ¿Estás bie-
Excepto las raíces, observé. Eso creí por unos instantes, volteando hacia el león; con que más trucos mentales... antes directamente “adentro”, ahora afuera. Podía confirmar el comentario de Saranee, pues había estado en el Pantano, olía igual, sino es que casi.
Fue ante la alerta de la mujer que deje de mirar al débil sol a través de la neblina. Un… elfo con falta de sol y sin caballo no era exactamente como me imaginaba a un jinete. No importaba, haría caso omiso de su apariencia. Salir así ante tanta gente… arrogante. Sólo restaba ganarl…
…es. Vi de uno a otro, dos, cuatro- siete... mierda, ¿se multiplicaba? «No, no… son sólo ilusiones».
O no “sólo” ilusiones, visto el combate entre una y los dos hombres bestia. Los movimientos del Tármunil lo habían dictado: hubiese alcanzado al león, que tenía que ser el más hábil blandiendo un arma entre todos los presentes, si Saranee no hubiese intervenido. Peor que eso, si intentó alcanzarlo y la ilusión desapareció fue ante suficiente daño…
Eran tangibles. No eran imágenes y ya, la asesina casi se cae. Quizá el leónico había dicho que sólo estaba metiéndose con nuestra percepción del entorno, ¿pero a ese nivel? No sólo eso… era ágil. La manera entre que se movía de lado a lado daba una sensación de velocidad, ¿o era sólo por la cantidad qué había? Se sentía… casi como ver a alguien barajar cartas... con cuerpos. Por todo lo que había hecho hasta ahora, sólo podía angustiarme que fuese exactamente eso. Preparando un as. Añadiendo una carta al mazo para jodernos con algún otro truco mental.*
Apenas habían pasado un par de respiros desde la última palabra de Melena, ningún lado se movía. «¿Por qué no ataca?» di un paso adelante, y ni uno más. «…No. No necesita hacerlo». Lo último que había dicho el león dejaba claras las cuentas, había neutralizado el libre ataque de doce de nosotros, y sino, esperaba que jodiéramos el árbol. Ahora que tenía su guardia arriba y de a instantes uno danzaba detrás de otro saltar dentro era un suicidio. Martillé mi cabeza por pensar algo.
«Si cargamos los tres y los arqueros disp...»
…Aaah. Por eso, habiendo podido elegir su lugar, no nos había rodeado. Si cargaba uno lo haría trizas. Si íbamos dos o tres no sólo tenía como escudo que los arqueros no disparasen porque podían lastimar al árbol, en esa situación; también podrían lastimarnos a nosotros. Nosotros también éramos escudos. Saranee y el león debieron haberlo notado desde que empezó a bailar, por eso no se habían movido. Mi previa “táctica” de enloquecer era la peor idea que podía tener en este momento.
Mierda. Incluso con las copias, no estaba siendo arrogante. Había arreglado todo, nos tenía exactamente donde nos quería. «Calma… cálmate y piensa, piensa, maldito», me golpeé con la palma un lado de la frente en frustración, ¿por qué no podía ser de los que veía una situación y ya sabían qué hacer? Si hasta mi padre era así. Ya estaba… viejo, definitivamente no podría contra lo que teníamos al frente, pero seguro se le ocurriría algo.
No es que no me hubiese intentado enseñar, sólo que no me había molestado mucho en escucharlo. Lo recordaba.
Hnefatafl. Increíble que lo mejor que se me ocurriese fuese un juego. De esos de mesa, 13x13 cuadros y dos jugadores. Simulaba incursiones vikingas. El atacante estaba situado en los cuatros lados del campo, con seis barcos en cada uno, y el rey y los defensores en medio del tablero con sólo doce barcos. Si eras atacante ganabas capturando al rey, y si eras defensor ganabas llegando a las esquinas, donde sólo el rey se podía parar. Una pieza por turno, solo líneas rectas no diagonales y tantos cuadros como se quisieran, sin saltos. Las piezas se capturaban rodeándolas en medio de dos barcos propios. Me hacía jugar en ambos papeles.
Yo prefería jugar como atacante, es decir, ¿cómo cojones perdías teniendo el doble de barcos? Si lo supiera quizá le habría ganado alguna jodida vez. Él no era el único, haciendo memoria, creo que más de la mitad de los que les conocía el nombre lo eran; listos. Me daba casi asco pensarlo, pero Owens, tampoco podría ganarle. O… O a la amiga de Eltrant, ¿cómo era? Rei… algo, tenía que ser lista, ¿no? Dioses, si recordaba lo que me llevo medio pensar algo coherente para poder sacar de Sacrestic al asqueroso ese y ella fue y consiguió como siete u ocho páginas de información para ayudarnos, ¡eso era como la mitad del trabajo! Ugh. Y cada vez que "planeaba" algo y lo hacia a medias Valyria iba e improvisaba la otra mitad mientras me salvaba el pellejo.
No podía ser que no se me pegase ni un poco de nadie. No podía permitirlo. Aunque fuese sólo imitarlos, si pensar como Anders no funcionaba, pensaría como ellos. Primero conocer ambos lados, cosas buenas y malas, como jugar de atacante y defensor. Conocer las reglas… ¿Condiciones de victoria? Recompilar información, cómo aquella mujer, para poder pensar todo completo; más de un solo paso. ¿Qué sabía de esto?
¿Dónde estábamos? En un pantano. «Mal comienzo, Anders». Sí sólo estaba alterando nuestra percepción… las raíces… Seguíamos en aquel pasadizo estrecho. Un vistazo a los lados bastaba para ver que en ellos estaba la mayor concentración de juncos. «¿Y los pozos?» unos pocos a los lados, también, pero la mayoría adelante. Y se estaba moviendo… lado a lado. Si planeaba que nosotros lastimáramos el árbol…
Él debía saberlo. No, tenía que estar seguro, si podía tocar percepciones no tocaría la suya propia, seguramente estaba viendo el campo real. Abrí la boca, y no dije nada ante un nuevo problema: si era cierto lo de la visión, ¿por qué no lo sería del sonido? El aleteo de las aves, los chapoteos distantes y cercanos, todo ese estorbo para mantener sentidos innecesariamente alerta era sólo para nosotros. Estábamos en un pasadizo, si él no estaba oyendo nada; eco. Susurrar sería demasiado sospechoso, y sólo decirlo era hablar para alguien al otro lado de la mesa.
Me preocuparía de eso después. ¿A qué había llegado con Lyn aquella vez? Una distracción, «golem», y cuando hablamos con Eltrant… no una, si podíamos tener dos distracciones. «¿Cuál?»
Agua. Nahir. Podía hacer más que sólo curarnos. Y si encontraba como exagerar las cosas para engañar al Tarmúnil, como lo haría el infeliz de Matthew, mejor. Hablando de infelices no podía separarme del grupo, había pedido a la bruja antes cuando intercambiamos palabras mientras Uriel avisaba que no usase su magia todavía. Incluso cuando eso puede que lo ayudarse.
…Quizá por eso me sentí terrible antes. Me había dado todo ese crédito cuando había pedido a la mujer que guardase eso solo por tenerlo por si acaso. Sólo era un cobarde. Pero sabía quién no, el leónico. Tenía el tercer mejor rango después de mí y los arqueros, y seguramente la mayor resistencia. Carnada, como cuando el maldito de Asher me invitó al pantano SÓLO para eso. Esa vez pudimos – pude – tomar riesgos porque había quien curase; Niniel.
Necesitaba esos otros segundos.
—¡Leónico, mantenlo a raya!
Vi la cara del mismo distorsionarse, al igual que la del Tarmúnil. Sabía lo que le estaba pidiendo, mandando a un barco no contra dos sino tres o cuatro, pero no podía explicar más. Le imploré con la mirada todo lo que pude.
—Por favor.
No pensé que lo haría, pero saltó. A buen juicio propio, dibujaba grandes arcos con el hacha; horizontales y algunos medianamente diagonales. Tenía suficiente fuerza para devolver el hacha en instantes, dejando muy poco espacio de tiempo para que representase una abertura severa en su guardia.
Eredin la había vuelto una pequeña, siendo el primero en jalar sangre. Estaba casi seguro de que nadie podría pasar hacia el leónico con la velocidad que blandía el arma, pero este maldito era así de rápido. Tenía que apresurarme.
—¡Melena, hazte a un lado, si estás plantado no podemos dispararle! —bramó Lagóles, buscando un hueco por donde soltar su flecha. El león tenía el cuerpo más grande de nosotros, ciertamente era casi una pantalla frente a los Tarmúnil.
Estaba contando con eso. No les detuvo a todos, pero la gran mayoría seguía aguantando sus tiros. Si el árbol se iba a caer por un par de flechas, casi merecía hacerlo.
Agarré la muñeca de Saranee, jalándola atrás cuando le vi intenciones de cargar para ayudar al león. Cuando me vio la cara, sólo negué con la cabeza. Su cara me lo decía todo: “¿Qué mierda estás haciendo?”
Ya casi, una cosa más. ¿Cómo comunicaba todo? No podía hablar en la mente de las personas, no podía transmitirlo nada más por señas, si lo decía en común quizá pasaría por alto a Eredin, pero también más de la mitad de los hombres de Lágoles. Teníamos que ser todos.
—¡Ugh, ya suéltame! —forcejeó, viendo hacia Melena. Mierda, eran superficiales, pero eran más cortes de lo que pensaba para tan poco tiempo—. ¡Sólo habla! ¿¡Ahora eres mudo!? —apresurada, alzó el estilete; era una amenaza de que la dejara ir o me obligaría a hacerlo.
Ni siquiera era necesario, era más fuerte que yo, jode- «¿…Mudo?»
Tuve reminiscencias de una garra en el cuello de un dragón. Las escamas rojas de la garra… son de cuando me metí en aquella casa, con Lepidoptera, el azul y Durvatyr. ¿Cómo es qué habíamos hablado sin hablar?
Una pared polvorienta, y escribiendo mensajes en roca. Deje ir la muñeca de Saranee, tomando una página del libro de todos para poder tener uno sólo para este momento. Eredin había intentando llevarse todas estas memorias, todas esas experiencias. No se las daría.
Pero estaba dispuesto a enseñárselas.
Pise sobre el golem, dejando sólo una horriblemente delgada capa delantera para dar la impresión de que seguía allí, moviendo el resto tan pegado al suelo como podía, pasando entre las piernas de Melena y posicionándolo en medio de él y el Tarmúnil. Alcé una delgada pared entre ambos, el mismo mensaje en ambas caras:
Ambos se aturdieron una fracción de segundo por la sorpresa. Cuando Melena dio un paso atrás y al lado empecé a perseguirlo con la mayor parte de la masa, dejando solo una delgada capa. Tenía los ojos clavados en el elfo, «vamos». Sonreí al ver una daga cortar de izquierda a derecha a través de la pared de arcilla; un Eredin persiguiendo al leónico junto a un par más para seguir teniéndolo de escudo. Saranee, libre, corrió en su ayuda, ahora era una pelea más justa.
«Regocíjate, Uriel. Esto va a pasar porque tu voz trajo tanta gente y aguantaste las quemaduras sin quejarte».
—¡Nahir! ¡AGUA!
Apunté con ambas manos, una en alto, en dirección al león y las tres copias del Tarmúnil, casi parecían bailar de verdad, intentando calcular el paso y movimiento del otro para cortar lo que había que cortar. La otra apuntaba abajo, golpeándola suavemente con el codo de esa para que siguiera a donde apuntaba realmente, la ‘carcasa’ que había dejado atrás del golem, un mensaje escrito en ella.
Esperé el surgir de su agua** y comencé a levantar paredes delgadas entre las copias de Eredin y el par de hombres bestia a medida que retrocedían. Apreté la carcasa que tenía al frente, suavizándola y dejándola caerse, devolver la gota al mar y mandarla a la ola de arcilla adelante. La idea era hacer que se diera cuenta que mi arcilla era limitada y que necesitaba contacto directo con parte de ella al menos, que supiera lo que estaba haciendo.
Levanté toda la arcilla a la vez, haciendo un muro grueso e inmediatamente lo endurecí para que no pudiese penetrar fácilmente. En la cara que miraba a Serenee y el león estaba una piedra en medio, prominente y diferente al resto del muro; este contenía un mensaje:
La piedra una runa.***
Todo fue simultaneo; el inicio del movimiento del hacha del león para golpear la runa; la voz de Saranee gritando “¡Arriba!”; y el silbido de una flecha.
De alguna manera, un Eredin se las había arreglado para saltar más alto que el muro, más de la mitad de su cuerpo se veía por encima del mismo. Tenía los brazos cruzados y las manos vacías. Apenas pude ladear la cabeza a una fracción, apretando los dientes al sentir el ardor extenderse desde un lado de mi ojo hasta atrás en mi cabeza y la cascada de sangre de ese lado de mi cara. Había lanzado las putas dagas, e iba por mis ojos. Busqué frenéticamente la segunda, más que nada por saber donde había parado, si no me había dado a mí.
—Los tenemos cubiertos —dijo Lagóles, increíblemente compuesto, preparando otra flecha en su arco. Justo entonces la segunda daga cayó del aire junto a una flecha.
No tuve siquiera la oportunidad de ensimismarme del hecho que hubiese reaccionado a tiempo para hacer eso. El rugido de Melena me había devuelto hacia la batalla, el león parecía haber optado por impulsar su cuerpo adelante para dar un hachazo por arriba del muro, golpeando al Eredin que había saltado. Saranee clavó su estilete en la runa, y con el mango de su espada, lo golpeó, rompiéndola.
La onda empujó a los hombres bestia atrás, y a los Eredin ‘adelante’. Había dejado la runa más brotada para ver si la onda al empujar el muro llegaba a aplastarlos, pero de nuevo, el maldito era rápido. Un par de él rodaban por el suelo y otro estaba con un brazo colgando. ¿Roto? ¿Cortado?
La explosión había separado mi línea de contacto con el muro de arcilla, que componía la mayor parte de mi golem. Y ese ataque sorpresa, estaba contraatacando. No me dejaría recuperarla.
Pero nada de eso importaba. Manteníamos la distancia, Melena y Saranee estaban de vuelta atrás con nosotros. ¿Nos creía neutralizados de nuevo? Había estado esperando. «Todo esto…»
—¡Leónico! ¡Toma del agua, sanará tus heridas! —apunté al arroyo a un lado—. ¡Uri, tú también!
Me daba tan igual que escuchase o viera eso. ¿Qué es lo peor que podía hacer? ¿Beber él también y curarse?
Le quitaría su velocidad entonces, quizá suficiente para que el león lo sobrepasase. Si sus copias o no podían beneficiarse de cura lo veríamos ahora, si varios intentaban llegar, posiblemente, si lo hacía uno sólo, podría creer que ese era el real.
«…era sólo preparación».
Nos enseñaba su campo, una ciénaga. Veía el agua y todo ese barro, esa arcilla. No, no la suya, ilusoria y falsa.
Me agaché, era hora de que Eredin viese la realidad. El lugar que los hombres bestia estaban protegiendo; el hogar por lo que los elfos estaban peleando; el campo donde un vampiro y una bruja, ambas razas despreciadas, habían decidido quedarse a ayudarnos; el fértil suelo donde estaban enterradas las raíces del Árbol Madre. No era suyo.
Era nuestro.
Enterré los dedos en el suelo y moví la línea de arcilla a los costados del arroyo de Nahir, tomando todo la que podía para extender mi rango, alcanzando por el muro, alcanzando por toda área que hubiese vuelto barro. La cantidad que podía controlar era limitada, por eso lo estiré todo lo que pude por el suelo, conectándome a todo. Uno por uno; alcé muro atrás de él, un muro a cada lado. En todos, el mismo mensaje:
Bien.
Hace varios golpes ya que estaba sin aliento, ¿cuántos había golpeado ya? ¿Cuántos habían caído? Tomé un bocado de aliento y seguí golpeando. No pararía hasta que estuviéramos fuera de esto.
Eso me dije, al menos. A la decena y tanto de golpes más ya estaba sin aire otra vez y sentía que los brazos se me iban a despegar de los hombros, imaginaba que esto era la razón por la cual la gente no sólo perdía la cabeza y disparaba todo a la vez para deshacerse de sus problemas. Me detuve un par de segundos jadeando, relajándome levemente al ver que nadie en la ilusión atacaba. Corregí, «había atacado»; al sentir un peso impactándome desde un costado. Mi respuesta iba a ser violenta: exhalé y apreté un puño, alzándolo para-
…Me estaba abrazando, esto no era un ataque. Pestañeé varias veces, intentando tomar las palabras que decía. El dolor de cabeza y el nivel de ánimo y velocidad tras ellas me lo estaban haciendo difícil, y puede que me hubiese tomado más, pero esos ánimos y la educación con que se expresaba llovían claridad en quien era:
—¡Uriel! —sonreí encantado, apunto de devolverle el abrazo y alzarlo. Sólo me detuve al recordar su estado real, lo que había debajo de la ilusión.
Justo después fue que terminé de procesar todas sus palabras. Mantuve la sonrisa, ahora melancólica, sin saber muy bien porque me estaba sintiendo mal. No puse mucha cabeza en ello al alarmarme en cuanto sentí lágrimas asomándose entre mis ojos.
Fui rápido en alzar un brazo y correrlo por mi cara, eliminando la posibilidad de llorar, y dejando una sonrisa más sincera. «Un Nova. Es verdad», de a momentos olvidaba que el niño era un vampiro noble.
¿Quién era yo, entonces, para negarme a lo que esté había declarado?
—¡Sí! Cuida mi espalda —en parte, también era un intento de mantenerlo a mi lado. No iba a dejar que le volase encima a un jinete, fuese lo que fuese, aún si tenía justificaciones para hacerlo—, y yo cuidaré la tuya.
Mi afirmación se dio en el instante que los disfraces dejaron de ser. Pasado el susto inicial por el cambio de apariencias de nuevo, era una sorpresa agradable. También lo era ver a todos los demás: Nahir, Valyria, la mujer bestia, el leónico y Lagóles con su banda. Todo estaba como antes.
—¡Nahir! ¿Estás bie-
Excepto las raíces, observé. Eso creí por unos instantes, volteando hacia el león; con que más trucos mentales... antes directamente “adentro”, ahora afuera. Podía confirmar el comentario de Saranee, pues había estado en el Pantano, olía igual, sino es que casi.
Fue ante la alerta de la mujer que deje de mirar al débil sol a través de la neblina. Un… elfo con falta de sol y sin caballo no era exactamente como me imaginaba a un jinete. No importaba, haría caso omiso de su apariencia. Salir así ante tanta gente… arrogante. Sólo restaba ganarl…
…es. Vi de uno a otro, dos, cuatro- siete... mierda, ¿se multiplicaba? «No, no… son sólo ilusiones».
O no “sólo” ilusiones, visto el combate entre una y los dos hombres bestia. Los movimientos del Tármunil lo habían dictado: hubiese alcanzado al león, que tenía que ser el más hábil blandiendo un arma entre todos los presentes, si Saranee no hubiese intervenido. Peor que eso, si intentó alcanzarlo y la ilusión desapareció fue ante suficiente daño…
Eran tangibles. No eran imágenes y ya, la asesina casi se cae. Quizá el leónico había dicho que sólo estaba metiéndose con nuestra percepción del entorno, ¿pero a ese nivel? No sólo eso… era ágil. La manera entre que se movía de lado a lado daba una sensación de velocidad, ¿o era sólo por la cantidad qué había? Se sentía… casi como ver a alguien barajar cartas... con cuerpos. Por todo lo que había hecho hasta ahora, sólo podía angustiarme que fuese exactamente eso. Preparando un as. Añadiendo una carta al mazo para jodernos con algún otro truco mental.*
Apenas habían pasado un par de respiros desde la última palabra de Melena, ningún lado se movía. «¿Por qué no ataca?» di un paso adelante, y ni uno más. «…No. No necesita hacerlo». Lo último que había dicho el león dejaba claras las cuentas, había neutralizado el libre ataque de doce de nosotros, y sino, esperaba que jodiéramos el árbol. Ahora que tenía su guardia arriba y de a instantes uno danzaba detrás de otro saltar dentro era un suicidio. Martillé mi cabeza por pensar algo.
«Si cargamos los tres y los arqueros disp...»
…Aaah. Por eso, habiendo podido elegir su lugar, no nos había rodeado. Si cargaba uno lo haría trizas. Si íbamos dos o tres no sólo tenía como escudo que los arqueros no disparasen porque podían lastimar al árbol, en esa situación; también podrían lastimarnos a nosotros. Nosotros también éramos escudos. Saranee y el león debieron haberlo notado desde que empezó a bailar, por eso no se habían movido. Mi previa “táctica” de enloquecer era la peor idea que podía tener en este momento.
Mierda. Incluso con las copias, no estaba siendo arrogante. Había arreglado todo, nos tenía exactamente donde nos quería. «Calma… cálmate y piensa, piensa, maldito», me golpeé con la palma un lado de la frente en frustración, ¿por qué no podía ser de los que veía una situación y ya sabían qué hacer? Si hasta mi padre era así. Ya estaba… viejo, definitivamente no podría contra lo que teníamos al frente, pero seguro se le ocurriría algo.
No es que no me hubiese intentado enseñar, sólo que no me había molestado mucho en escucharlo. Lo recordaba.
Hnefatafl. Increíble que lo mejor que se me ocurriese fuese un juego. De esos de mesa, 13x13 cuadros y dos jugadores. Simulaba incursiones vikingas. El atacante estaba situado en los cuatros lados del campo, con seis barcos en cada uno, y el rey y los defensores en medio del tablero con sólo doce barcos. Si eras atacante ganabas capturando al rey, y si eras defensor ganabas llegando a las esquinas, donde sólo el rey se podía parar. Una pieza por turno, solo líneas rectas no diagonales y tantos cuadros como se quisieran, sin saltos. Las piezas se capturaban rodeándolas en medio de dos barcos propios. Me hacía jugar en ambos papeles.
Yo prefería jugar como atacante, es decir, ¿cómo cojones perdías teniendo el doble de barcos? Si lo supiera quizá le habría ganado alguna jodida vez. Él no era el único, haciendo memoria, creo que más de la mitad de los que les conocía el nombre lo eran; listos. Me daba casi asco pensarlo, pero Owens, tampoco podría ganarle. O… O a la amiga de Eltrant, ¿cómo era? Rei… algo, tenía que ser lista, ¿no? Dioses, si recordaba lo que me llevo medio pensar algo coherente para poder sacar de Sacrestic al asqueroso ese y ella fue y consiguió como siete u ocho páginas de información para ayudarnos, ¡eso era como la mitad del trabajo! Ugh. Y cada vez que "planeaba" algo y lo hacia a medias Valyria iba e improvisaba la otra mitad mientras me salvaba el pellejo.
No podía ser que no se me pegase ni un poco de nadie. No podía permitirlo. Aunque fuese sólo imitarlos, si pensar como Anders no funcionaba, pensaría como ellos. Primero conocer ambos lados, cosas buenas y malas, como jugar de atacante y defensor. Conocer las reglas… ¿Condiciones de victoria? Recompilar información, cómo aquella mujer, para poder pensar todo completo; más de un solo paso. ¿Qué sabía de esto?
¿Dónde estábamos? En un pantano. «Mal comienzo, Anders». Sí sólo estaba alterando nuestra percepción… las raíces… Seguíamos en aquel pasadizo estrecho. Un vistazo a los lados bastaba para ver que en ellos estaba la mayor concentración de juncos. «¿Y los pozos?» unos pocos a los lados, también, pero la mayoría adelante. Y se estaba moviendo… lado a lado. Si planeaba que nosotros lastimáramos el árbol…
Él debía saberlo. No, tenía que estar seguro, si podía tocar percepciones no tocaría la suya propia, seguramente estaba viendo el campo real. Abrí la boca, y no dije nada ante un nuevo problema: si era cierto lo de la visión, ¿por qué no lo sería del sonido? El aleteo de las aves, los chapoteos distantes y cercanos, todo ese estorbo para mantener sentidos innecesariamente alerta era sólo para nosotros. Estábamos en un pasadizo, si él no estaba oyendo nada; eco. Susurrar sería demasiado sospechoso, y sólo decirlo era hablar para alguien al otro lado de la mesa.
Me preocuparía de eso después. ¿A qué había llegado con Lyn aquella vez? Una distracción, «golem», y cuando hablamos con Eltrant… no una, si podíamos tener dos distracciones. «¿Cuál?»
"y… a nado o algo así"
Agua. Nahir. Podía hacer más que sólo curarnos. Y si encontraba como exagerar las cosas para engañar al Tarmúnil, como lo haría el infeliz de Matthew, mejor. Hablando de infelices no podía separarme del grupo, había pedido a la bruja antes cuando intercambiamos palabras mientras Uriel avisaba que no usase su magia todavía. Incluso cuando eso puede que lo ayudarse.
…Quizá por eso me sentí terrible antes. Me había dado todo ese crédito cuando había pedido a la mujer que guardase eso solo por tenerlo por si acaso. Sólo era un cobarde. Pero sabía quién no, el leónico. Tenía el tercer mejor rango después de mí y los arqueros, y seguramente la mayor resistencia. Carnada, como cuando el maldito de Asher me invitó al pantano SÓLO para eso. Esa vez pudimos – pude – tomar riesgos porque había quien curase; Niniel.
Necesitaba esos otros segundos.
—¡Leónico, mantenlo a raya!
Vi la cara del mismo distorsionarse, al igual que la del Tarmúnil. Sabía lo que le estaba pidiendo, mandando a un barco no contra dos sino tres o cuatro, pero no podía explicar más. Le imploré con la mirada todo lo que pude.
—Por favor.
No pensé que lo haría, pero saltó. A buen juicio propio, dibujaba grandes arcos con el hacha; horizontales y algunos medianamente diagonales. Tenía suficiente fuerza para devolver el hacha en instantes, dejando muy poco espacio de tiempo para que representase una abertura severa en su guardia.
Eredin la había vuelto una pequeña, siendo el primero en jalar sangre. Estaba casi seguro de que nadie podría pasar hacia el leónico con la velocidad que blandía el arma, pero este maldito era así de rápido. Tenía que apresurarme.
—¡Melena, hazte a un lado, si estás plantado no podemos dispararle! —bramó Lagóles, buscando un hueco por donde soltar su flecha. El león tenía el cuerpo más grande de nosotros, ciertamente era casi una pantalla frente a los Tarmúnil.
Estaba contando con eso. No les detuvo a todos, pero la gran mayoría seguía aguantando sus tiros. Si el árbol se iba a caer por un par de flechas, casi merecía hacerlo.
Agarré la muñeca de Saranee, jalándola atrás cuando le vi intenciones de cargar para ayudar al león. Cuando me vio la cara, sólo negué con la cabeza. Su cara me lo decía todo: “¿Qué mierda estás haciendo?”
Ya casi, una cosa más. ¿Cómo comunicaba todo? No podía hablar en la mente de las personas, no podía transmitirlo nada más por señas, si lo decía en común quizá pasaría por alto a Eredin, pero también más de la mitad de los hombres de Lágoles. Teníamos que ser todos.
—¡Ugh, ya suéltame! —forcejeó, viendo hacia Melena. Mierda, eran superficiales, pero eran más cortes de lo que pensaba para tan poco tiempo—. ¡Sólo habla! ¿¡Ahora eres mudo!? —apresurada, alzó el estilete; era una amenaza de que la dejara ir o me obligaría a hacerlo.
Ni siquiera era necesario, era más fuerte que yo, jode- «¿…Mudo?»
Tuve reminiscencias de una garra en el cuello de un dragón. Las escamas rojas de la garra… son de cuando me metí en aquella casa, con Lepidoptera, el azul y Durvatyr. ¿Cómo es qué habíamos hablado sin hablar?
Una pared polvorienta, y escribiendo mensajes en roca. Deje ir la muñeca de Saranee, tomando una página del libro de todos para poder tener uno sólo para este momento. Eredin había intentando llevarse todas estas memorias, todas esas experiencias. No se las daría.
Pero estaba dispuesto a enseñárselas.
Pise sobre el golem, dejando sólo una horriblemente delgada capa delantera para dar la impresión de que seguía allí, moviendo el resto tan pegado al suelo como podía, pasando entre las piernas de Melena y posicionándolo en medio de él y el Tarmúnil. Alcé una delgada pared entre ambos, el mismo mensaje en ambas caras:
“Retrocede ->”
Ambos se aturdieron una fracción de segundo por la sorpresa. Cuando Melena dio un paso atrás y al lado empecé a perseguirlo con la mayor parte de la masa, dejando solo una delgada capa. Tenía los ojos clavados en el elfo, «vamos». Sonreí al ver una daga cortar de izquierda a derecha a través de la pared de arcilla; un Eredin persiguiendo al leónico junto a un par más para seguir teniéndolo de escudo. Saranee, libre, corrió en su ayuda, ahora era una pelea más justa.
«Regocíjate, Uriel. Esto va a pasar porque tu voz trajo tanta gente y aguantaste las quemaduras sin quejarte».
—¡Nahir! ¡AGUA!
Apunté con ambas manos, una en alto, en dirección al león y las tres copias del Tarmúnil, casi parecían bailar de verdad, intentando calcular el paso y movimiento del otro para cortar lo que había que cortar. La otra apuntaba abajo, golpeándola suavemente con el codo de esa para que siguiera a donde apuntaba realmente, la ‘carcasa’ que había dejado atrás del golem, un mensaje escrito en ella.
“Tu arroyo a tu izquierda, estrecho y tan largo como puedas, corta ese lado. Tu escudo. Todo. Da igual si no puedes herirlo, danos toda el agua que puedas darnos.”
Esperé el surgir de su agua** y comencé a levantar paredes delgadas entre las copias de Eredin y el par de hombres bestia a medida que retrocedían. Apreté la carcasa que tenía al frente, suavizándola y dejándola caerse, devolver la gota al mar y mandarla a la ola de arcilla adelante. La idea era hacer que se diera cuenta que mi arcilla era limitada y que necesitaba contacto directo con parte de ella al menos, que supiera lo que estaba haciendo.
Levanté toda la arcilla a la vez, haciendo un muro grueso e inmediatamente lo endurecí para que no pudiese penetrar fácilmente. En la cara que miraba a Serenee y el león estaba una piedra en medio, prominente y diferente al resto del muro; este contenía un mensaje:
“Rómpeme”
La piedra una runa.***
Todo fue simultaneo; el inicio del movimiento del hacha del león para golpear la runa; la voz de Saranee gritando “¡Arriba!”; y el silbido de una flecha.
De alguna manera, un Eredin se las había arreglado para saltar más alto que el muro, más de la mitad de su cuerpo se veía por encima del mismo. Tenía los brazos cruzados y las manos vacías. Apenas pude ladear la cabeza a una fracción, apretando los dientes al sentir el ardor extenderse desde un lado de mi ojo hasta atrás en mi cabeza y la cascada de sangre de ese lado de mi cara. Había lanzado las putas dagas, e iba por mis ojos. Busqué frenéticamente la segunda, más que nada por saber donde había parado, si no me había dado a mí.
—Los tenemos cubiertos —dijo Lagóles, increíblemente compuesto, preparando otra flecha en su arco. Justo entonces la segunda daga cayó del aire junto a una flecha.
No tuve siquiera la oportunidad de ensimismarme del hecho que hubiese reaccionado a tiempo para hacer eso. El rugido de Melena me había devuelto hacia la batalla, el león parecía haber optado por impulsar su cuerpo adelante para dar un hachazo por arriba del muro, golpeando al Eredin que había saltado. Saranee clavó su estilete en la runa, y con el mango de su espada, lo golpeó, rompiéndola.
La onda empujó a los hombres bestia atrás, y a los Eredin ‘adelante’. Había dejado la runa más brotada para ver si la onda al empujar el muro llegaba a aplastarlos, pero de nuevo, el maldito era rápido. Un par de él rodaban por el suelo y otro estaba con un brazo colgando. ¿Roto? ¿Cortado?
La explosión había separado mi línea de contacto con el muro de arcilla, que componía la mayor parte de mi golem. Y ese ataque sorpresa, estaba contraatacando. No me dejaría recuperarla.
Pero nada de eso importaba. Manteníamos la distancia, Melena y Saranee estaban de vuelta atrás con nosotros. ¿Nos creía neutralizados de nuevo? Había estado esperando. «Todo esto…»
—¡Leónico! ¡Toma del agua, sanará tus heridas! —apunté al arroyo a un lado—. ¡Uri, tú también!
Me daba tan igual que escuchase o viera eso. ¿Qué es lo peor que podía hacer? ¿Beber él también y curarse?
Le quitaría su velocidad entonces, quizá suficiente para que el león lo sobrepasase. Si sus copias o no podían beneficiarse de cura lo veríamos ahora, si varios intentaban llegar, posiblemente, si lo hacía uno sólo, podría creer que ese era el real.
«…era sólo preparación».
Nos enseñaba su campo, una ciénaga. Veía el agua y todo ese barro, esa arcilla. No, no la suya, ilusoria y falsa.
Me agaché, era hora de que Eredin viese la realidad. El lugar que los hombres bestia estaban protegiendo; el hogar por lo que los elfos estaban peleando; el campo donde un vampiro y una bruja, ambas razas despreciadas, habían decidido quedarse a ayudarnos; el fértil suelo donde estaban enterradas las raíces del Árbol Madre. No era suyo.
Era nuestro.
Enterré los dedos en el suelo y moví la línea de arcilla a los costados del arroyo de Nahir, tomando todo la que podía para extender mi rango, alcanzando por el muro, alcanzando por toda área que hubiese vuelto barro. La cantidad que podía controlar era limitada, por eso lo estiré todo lo que pude por el suelo, conectándome a todo. Uno por uno; alcé muro atrás de él, un muro a cada lado. En todos, el mismo mensaje:
“MATÉNLO”
_____________________________________
Anders siente la fuerte necesidad de darle headpats a Uri (esto es vital)
Piensa.
Piensa mucho.
*Uso mi Ultimate: jugarle al verga. La verdad sea dicha me confundí totalmente aquí porque al leer “a la novena acaban de eliminarla Melena Blanca y Saranee” y me quede como “10-1 = 9, pero acaban de eliminar la novena, -1, 8. esperaqué.jpg –le pasan cosas que le pasan a los bios cuando no procesan-“ y creí que Ger estaba intentando guiarnos por el mal camino (lo siento Ger, te había acusado y todo ; - para matarnos a todos escondiendo a un Eredin, pero ya vi el error de mis caminos, a la novena copia, no el noveno Eredin (?) En cualquier caso,
**Coordiné como nos sugirieron, propuse a Nahir que usase su habilidad Nueva Fuente, y asumo que sucede en ese momento respecto a mi post.
***Uso de Objeto Limitado: Runa de Impulso.
Y básicamente, corto las rutas de escape de Eredin, simultáneamente protegiendo las raíces para que nuestros amigos arqueros se queden como "Hmm, me sobran flechas. A ver como resuelvo eso." y que hagan hasta lo último que quieran con Eredin
Anders
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