Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Guiado por los diferentes ritmos de la jarana, Iltharion avanzo por las simples callejuelas del pueblo, coloridamente engalanadas. De entre los balcones o altillos de las casas, cruzaban los cordones de tender. En vez de tener colgando camisetas y enaguas, pendían una multitud de cintillas, pañuelos de colores, y ramilletes de flores, que llovían sus pétalos mecidos por el viento.
Siguiendo una serie de insultos y gruñidos apenas distinguibles por encima del murmullo de la multitud, termino desembocando en una plazoleta estrecha en la que había un viejo pozo. Como el espacio no era grande, no se había extendido hacia allí el mercado, que, sin lugar a dudas, ocuparía, más abarrotado que nunca, la misma parte de la aldea que había ocupado el día anterior. Aprovechando el espacio lo mejor que se podía, varios barriles y cuerdas delimitaban el área central de la placita. En el centro, se hallaban varios hombres forzudos y descamisados, que se desafiaban en lo que parecía una competencia por levantar durante el mayor tiempo posible un barrilete de tamaño descomunal. La multitud contaba descoordinadamente, y el pregonero ponía orden, mientras un mocoso sacaba agua del pozo para refrescar a los contendientes que se torraban bajo el sol. Estos, y la gente que apostaba en pro del ambiente festivo, eran el origen de las blasfemias. Iltharion chasqueó la lengua. Se había equivocado.
Dio la vuelta sobre los talones y siguió camino abajo, siguiendo, esta vez, un seguido de ovaciones y sonidos de sorpresa.
Termino en la calle mayor, lo cual no era difícil porque cruzaba toda la aldea, y era una de las pocas calles donde el espacio bastaba para que hubiese actividades. A lado y lado de la calle se iban acomodando como podían visitantes de los lugares aledaños, exponiendo sobre cajas y tablones animales bizarros o feos. Una cabra que había nacido con una pata de más, pero que aun así daba saltitos al son de un pequeño timbal, tenía especialmente encantada a la multitud. Entre el resto de participantes, el elfo pudo ver un ganso sobrealimentado al que su dueño había intentando pegar unos huesos de pollo tallados en la cresta, y que intentaba convencer al organizador del lugar que eran un recrecimiento natural. Un perro viejo y muy lanudo al que habían teñido de colores, y una criatura que no pudo distinguir, pero que estaba convencido de que debía de poseer, en su estado natural, mucho pelo. A juzgar por los gruñidos y bufidos que emitía, no estaba muy contento de haber sido afeitado.
Allí tampoco parecía haber rastro de la dragona, y, se hallaba ya dejando atrás el concurso de animales feos cuando el pungente olor a orín le hizo volver la cabeza. Las calles no deberían tener ese olor hasta más entrada la tarde.
La dragona era guiada por el pequeño hombre perro, que iba encogido hasta casi caminar a cuatro patas, sucio, tembloroso y mirando por encima de su hombro, como si temiera ser apaleado por un dueño poco amable.
No hacía falta ser muy brillante para ver el potencial de semejante dupla.
—Señorita.— Saludó a su compañera, pues no era sabio jalarla sin avisar teniendo en cuenta su fuerza y sus reflejos. Y sin más dilación los tomo a ambos, una del brazo y el otro del pescuezo, y los metió dentro de un portal. Su peso hizo ceder la puerta, y se cerró tras ellos, dejándolos a todos dentro de un domicilio que no les pertenecía, pero que se encontraba vacío de ocupantes. Seguramente sus dueños se hallaran disfrutando de los festejos.
—¡Como me alegro de veros!.— Se sonrió el elfo, que, como tenía un mal día, estaba de especial humor para amargárselo al resto. Y quien pocas cosas lo animaban tanto como la humillación ajena.
El hombre poodle intento escurrirse hacia la puerta.
—Ya que se han encontrado… yo me marcho.
Pero el elfo le barro la puerta, parándose firmemente delante de la misma.
—Akapalotl, se me ha ocurrido una manera fantástica de que nuestro compañero nos compense.— Le acomodo la mano sobre los mullidos rizos al hombre que buscaba rodearlo, y lo asio firmemente de ellos.
—Hay un concurso de animales feos.— Le sonrió, señalando con la mirada al hombre perro, esperando que siguiera su tren de pensamientos.
El que también los siguió fue el hombre bestia.
—¡Yo no soy un animal! Suelteme señor! Ya los he ayudado trayéndolos al pueblo.
—Hay un premio en aeros.
—La dignidad no tiene precio.— Farfullo el sujeto, cuya dignidad ya había vendido un par de veces en las últimas veinticuatro horas.
—Quizás tu mujer te perdone un poco si vuelves con ella cargando un buen dinero, ¿no crees? O te tenga un poco de respeto.— Ni el elfo se creía aquello, pero cualquiera que lo escuchase no dudaría de su convencimiento.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Akapalotl estaba murmurando con furia hacia sus adentros, debido al halón que había recibido por parte del elfo, era tan evidente su fúrica mirada que no pasó desapercibida para su pobre guía.
Este estaba sopesando la propuesta del elfo, por un momento se había quedado en silencio y aunque había estado muy tentado a aceptar, finalmente decidió hacerse respetar; tomo la poca confianza que le quedaba y hablo con propiedad.
- No lo hare, si me humillo de esa manera nunca recuperare mi dignidad– aunque había tenido la fuerza para refutarles, su tono de voz era quebradizo y débil
- De lo que no te podrás recuperar es de lo que te hare si sigues chillando – dijo la dragona la cual había redirigido su malhumor a la pobre criatura mitad caniche
Ser arrojado al suelo con una poderosa patada fue el último empujoncito que necesito el animal para aceptar con pánico la propuesta
- Está bien, ¡lo hare! – empezó a replicar mientras se quedaba en el suelo, apoyado en cuatro patas
- Los animales no hablan – la muchacha dio un paso aproximándose al derruido ser
- Guau guau – empezó a decir mientras rompía en llanto
- Ni lloran
Akapalotl miro al elfo, luego al “animal”; su mirada de desprecio era clara, la ilusión no servía
- La ropa…. Los animales no usan ropa - dijo con tono amenazante
- ¡No…… -negó repetidamente con la cabeza- me niego!
En esta ocasión la dragona no dijo nada, solo lo miro y tras esa mirada el hombre con muchos nervios y cabeza baja comenzó a quitarse sus ropajes meados.
- No entiendo, como esto nos ayudara de alguna manera a encontrar al ladrón– pregunto la muchacha a su acompañante ignorando el sufrimiento de la criatura
Este estaba sopesando la propuesta del elfo, por un momento se había quedado en silencio y aunque había estado muy tentado a aceptar, finalmente decidió hacerse respetar; tomo la poca confianza que le quedaba y hablo con propiedad.
- No lo hare, si me humillo de esa manera nunca recuperare mi dignidad– aunque había tenido la fuerza para refutarles, su tono de voz era quebradizo y débil
- De lo que no te podrás recuperar es de lo que te hare si sigues chillando – dijo la dragona la cual había redirigido su malhumor a la pobre criatura mitad caniche
Ser arrojado al suelo con una poderosa patada fue el último empujoncito que necesito el animal para aceptar con pánico la propuesta
- Está bien, ¡lo hare! – empezó a replicar mientras se quedaba en el suelo, apoyado en cuatro patas
- Los animales no hablan – la muchacha dio un paso aproximándose al derruido ser
- Guau guau – empezó a decir mientras rompía en llanto
- Ni lloran
Akapalotl miro al elfo, luego al “animal”; su mirada de desprecio era clara, la ilusión no servía
- La ropa…. Los animales no usan ropa - dijo con tono amenazante
- ¡No…… -negó repetidamente con la cabeza- me niego!
En esta ocasión la dragona no dijo nada, solo lo miro y tras esa mirada el hombre con muchos nervios y cabeza baja comenzó a quitarse sus ropajes meados.
- No entiendo, como esto nos ayudara de alguna manera a encontrar al ladrón– pregunto la muchacha a su acompañante ignorando el sufrimiento de la criatura
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Fue toda una sorpresa la facilidad con la que Akapalolt se plegó a la maliciosa idea del elfo, y como en seguida se puso a amedrentar a su pobre víctima. Parecía haber sido la capataz de un circo de nacimiento, haciendo doblegarse a los tullidos y deformes para hacer monerías por unos aeros.
Iltharion asintió para sí, satisfecho, mientras contemplaba al hombre poodle ladrar lastimeramente.
— La ropa…. Los animales no usan ropa-
— ¡No…… me niego!
El elfo se frotó un ojo con el índice, desentendido, hasta que se dio cuenta de que la dragona no pensaba seguir intimidando a la criatura y le iba a tocar intervenir a él. Estaba a punto de abrir la boca para perder tiempo mientras se le ocurría como solventar eso, cuando la guerrera saco otro tema.
— No entiendo, como esto nos ayudara de alguna manera a encontrar al ladrón.
El ladrón... Se le había pasado completamente cuando los había visto de aquella guisa. La verdad es que el hijo de sandorai no tenía intención de quedarse el caballo, pensaba venderlo en algún pueblo. Mantener una bestia de tiro llevaba tiempo y aeros, y a él le era más fácil viajar en carretas ajenas. Pero sí quería hacérsela pagar al capullo que había intentando hacerse con algo que le pertenecía.
—Si ganamos vamos a poder hablar delante del pueblo, la gente nos escuchará, entonces les hablaremos del ladrón y ellos nos harán de perros de caza, les diremos que por su culpa casi no podemos traer a nuestra bestia.— Improviso. Para que ese plan funcionara, tenían que ganar. Su mirada se paseó por el salón en penumbra, buscando algo que pudiera ayudarles.
—Tengo una idea.-se sonrió el bardo.— Dale tu piel de aski, que la use de taparrabos.
Él por su parte se encaminó hacia un cuenco de fruta con unas uvas rojas muy maduras para vino, pero perfectas para comerlas, o en su caso, para pintar al hombre poodle.
—Diremos que es una variedad única de aski pastor.— Les extendió el cuenco.- Frótate esto hasta que el pelo te quede bien rojo, y con la piel de aski te cubres el resto. Parecerá que tienes parches de pelo más oscuros.
Al venir con una dragona, no resultaría totalmente inverosímil.
Iltharion asintió para sí, satisfecho, mientras contemplaba al hombre poodle ladrar lastimeramente.
— La ropa…. Los animales no usan ropa-
— ¡No…… me niego!
El elfo se frotó un ojo con el índice, desentendido, hasta que se dio cuenta de que la dragona no pensaba seguir intimidando a la criatura y le iba a tocar intervenir a él. Estaba a punto de abrir la boca para perder tiempo mientras se le ocurría como solventar eso, cuando la guerrera saco otro tema.
— No entiendo, como esto nos ayudara de alguna manera a encontrar al ladrón.
El ladrón... Se le había pasado completamente cuando los había visto de aquella guisa. La verdad es que el hijo de sandorai no tenía intención de quedarse el caballo, pensaba venderlo en algún pueblo. Mantener una bestia de tiro llevaba tiempo y aeros, y a él le era más fácil viajar en carretas ajenas. Pero sí quería hacérsela pagar al capullo que había intentando hacerse con algo que le pertenecía.
—Si ganamos vamos a poder hablar delante del pueblo, la gente nos escuchará, entonces les hablaremos del ladrón y ellos nos harán de perros de caza, les diremos que por su culpa casi no podemos traer a nuestra bestia.— Improviso. Para que ese plan funcionara, tenían que ganar. Su mirada se paseó por el salón en penumbra, buscando algo que pudiera ayudarles.
—Tengo una idea.-se sonrió el bardo.— Dale tu piel de aski, que la use de taparrabos.
Él por su parte se encaminó hacia un cuenco de fruta con unas uvas rojas muy maduras para vino, pero perfectas para comerlas, o en su caso, para pintar al hombre poodle.
—Diremos que es una variedad única de aski pastor.— Les extendió el cuenco.- Frótate esto hasta que el pelo te quede bien rojo, y con la piel de aski te cubres el resto. Parecerá que tienes parches de pelo más oscuros.
Al venir con una dragona, no resultaría totalmente inverosímil.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
La llamada viva de una forja capaz de fundir hierro era opaca, si se comparaba con la furia de los ojos de la muchacha, los cuales habían estallado ante aquella sugerencia; no eran necesarias palabras para saber lo que pensaba, pero en caso de que su rostro claro como el cristal no bastara, la muchacha propinó un grito bajo. El volumen había sido claramente controlado, pero su tono iracundo permanecía.
- Primero le arranco con mis manos su pelo y que se haga un taparrabos con eso, antes de que si quiera dejo que toque algo mío – sus primeras palabras fueron dirigidas completamente al elfo, pero luego miró a su “mascota” para agregar – entendido
El Hombrecillo retrocedió ante la mirada de la dragona, con el paso hacia atrás tropezó, cayendo de culo sobre el suelo; en esa posición y sin parar de temblar la criatura termino de despojarse de su última prenda.
La chica torció ligeramente la mueca y luego observó a su acompañante.
- Mira es patético, ese premio será nuestro, capaz deberíamos llenarlo de barro y tierra, podríamos enseñarle unos trucos… ey tu siéntate y dame la pata
- Pero…. – intentó resistirse por un segundo
- Te dije – ante aquella muestra de voluntad la muchacha procedió a darle una patada, para ella fue un golpe con fuerza controlado; por su parte el hombre bestia de alguna manera logró mantener su conciencia – ¡los animales no hablan!
Tras unos segundos de recuperación levantó sus llorosos ojos y procedió a sentarse, como un perro que espera las sobras de la mesa de su amo, luego con obediencia absoluta levantó su mano derecha, fingiendo que era una especie de pata.
La dejo allí estirada por varios segundos, hasta casi alcanzar un minuto, la dragona por su parte más que complacida se veía pensativa.
- Mejor probemos trucos que no requieran tanto contacto – agregó sin recibirle la “pata”, la cual era claramente una mano
- Primero le arranco con mis manos su pelo y que se haga un taparrabos con eso, antes de que si quiera dejo que toque algo mío – sus primeras palabras fueron dirigidas completamente al elfo, pero luego miró a su “mascota” para agregar – entendido
El Hombrecillo retrocedió ante la mirada de la dragona, con el paso hacia atrás tropezó, cayendo de culo sobre el suelo; en esa posición y sin parar de temblar la criatura termino de despojarse de su última prenda.
La chica torció ligeramente la mueca y luego observó a su acompañante.
- Mira es patético, ese premio será nuestro, capaz deberíamos llenarlo de barro y tierra, podríamos enseñarle unos trucos… ey tu siéntate y dame la pata
- Pero…. – intentó resistirse por un segundo
- Te dije – ante aquella muestra de voluntad la muchacha procedió a darle una patada, para ella fue un golpe con fuerza controlado; por su parte el hombre bestia de alguna manera logró mantener su conciencia – ¡los animales no hablan!
Tras unos segundos de recuperación levantó sus llorosos ojos y procedió a sentarse, como un perro que espera las sobras de la mesa de su amo, luego con obediencia absoluta levantó su mano derecha, fingiendo que era una especie de pata.
La dejo allí estirada por varios segundos, hasta casi alcanzar un minuto, la dragona por su parte más que complacida se veía pensativa.
- Mejor probemos trucos que no requieran tanto contacto – agregó sin recibirle la “pata”, la cual era claramente una mano
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Sin la piel de gato y el pelo teñido, el hombre Poodle era… Un poodle deforme y feo, pero un perro a fin y al cabo. No era lo suficientemente exótico para ganar, aun cuando pudiesen hacerlo bailar. Y estaba el pequeño asunto de las manos que delataban en demasía su naturaleza.
Como si aquella fuera su casa, el elfo tomó una vela de un candil, la encendió y la hizo fundirse, mientras dejaba que la dragona y el hombrecillo discutieran. O mejor dicho, que la dragona amedrentara y maltratara al sujeto, como un martillo tiernizando la carne para que fuera más maleable.
Luego, sin preguntar a nadie, tomo las manitas del sujeto que intentaba darle la pata a la dragona y le hundió los dedos en la cera, amarilla y opaca, hasta recubrirlos por completo, al moverlos, se resquebrajó lo suficiente como para que se llenaran de estrías como las patas de un ave.
El hombre gimoteó, pero ya había aprendido mejor que a quejarse como un humano. Eso era un buen avance.
Iltharion observo su obra incompleta. Le faltaba algo. Su mirada paseó por la ristra de ajos. ¿Animal pestilente cuál zorrino? No, eso no agradaría a los jueces... ¿Unos lazos de los que las mujeres usaban para trenzarse el cabello? … Poco original, como engalanar a un cerdo...
Entonces, un par de pollos colgados del techo, pendientes de desplumar, y un pote con restos de brea de abedul le dieron la idea perfecta.
Se hizo con las cuatro alas de plumas torvas y se las pego a la espalda a su cautivo. El pelo y las plumas se pegaron a la piel y la brea, escondiendo esta de modo que la junta quedara bien cubierta.
—A cuatro patas.— Indicó.
El hijo de sandorai dio unos cuantos pasos hacia atrás y observo su obra. Una especie de quimera, grande, torpe, de esas cosas tan feillas que hasta daban cierta ternura y gracia.
—Perfecto.— Se sonrio.— Ahora cacarea.
El hombre poodle dudo, miro a la dragona y cacareó.
Mano arriba mano abajo, y con pequeñas órdenes, fue indicando al hombre que alzara una pata u otra, diera vueltas en círculo, o se pusiera sobre las patas traseras. Entre eso y su entendimiento, podrían llamar la atención de los jueces.
Como si aquella fuera su casa, el elfo tomó una vela de un candil, la encendió y la hizo fundirse, mientras dejaba que la dragona y el hombrecillo discutieran. O mejor dicho, que la dragona amedrentara y maltratara al sujeto, como un martillo tiernizando la carne para que fuera más maleable.
Luego, sin preguntar a nadie, tomo las manitas del sujeto que intentaba darle la pata a la dragona y le hundió los dedos en la cera, amarilla y opaca, hasta recubrirlos por completo, al moverlos, se resquebrajó lo suficiente como para que se llenaran de estrías como las patas de un ave.
El hombre gimoteó, pero ya había aprendido mejor que a quejarse como un humano. Eso era un buen avance.
Iltharion observo su obra incompleta. Le faltaba algo. Su mirada paseó por la ristra de ajos. ¿Animal pestilente cuál zorrino? No, eso no agradaría a los jueces... ¿Unos lazos de los que las mujeres usaban para trenzarse el cabello? … Poco original, como engalanar a un cerdo...
Entonces, un par de pollos colgados del techo, pendientes de desplumar, y un pote con restos de brea de abedul le dieron la idea perfecta.
Se hizo con las cuatro alas de plumas torvas y se las pego a la espalda a su cautivo. El pelo y las plumas se pegaron a la piel y la brea, escondiendo esta de modo que la junta quedara bien cubierta.
—A cuatro patas.— Indicó.
El hijo de sandorai dio unos cuantos pasos hacia atrás y observo su obra. Una especie de quimera, grande, torpe, de esas cosas tan feillas que hasta daban cierta ternura y gracia.
—Perfecto.— Se sonrio.— Ahora cacarea.
El hombre poodle dudo, miro a la dragona y cacareó.
Mano arriba mano abajo, y con pequeñas órdenes, fue indicando al hombre que alzara una pata u otra, diera vueltas en círculo, o se pusiera sobre las patas traseras. Entre eso y su entendimiento, podrían llamar la atención de los jueces.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Las personas no dejaban de mirarles, y no, sus miradas no se posaban sobre la sonrisa maquiavélica de la dragona, ni en el bohemio aspecto del elfo, todos los ojos indagaban sobre el extraño ser, el aborrecible animal, que caminaba con torpeza a 4 patas.
- Se mueve como si tuviera los huevos rotos – la dragona se aproximó hasta su acompañante élfico, mientras tironeaba de un viejo lazo de cáñamo que usaban de correa
Unos cuantos niños entre risas se acercaron por detrás del grupo y no dudaron en halarle la cola al Poodle, el hombre lanzó un aullido, sin usar ninguna fonética se lamentó e intentó girar para ver quien había sido, pero la dragona haló de un tirón, provocando que tosiera un poco.
- Y creo que va a llorar – le miró con desprecio y luego volvió a ver el camino el cual como era de esperarse, estaba más sucio de lo habitual.
El pobre actor se había resignado tras los primeros minutos de humillación, al principio intentaba esquivar los charcos de lodo y las piedras, pero la mitad de las veces la dragona le respondía con un asfixiante tirón, en ocasiones tan fuerte que no solo le obligaba a pasar por los obstáculos, sino que terminaba perdiendo el equilibrio y cayendo de cara dentro del mismo.
- Wolff woff wofff – empezó a aullar con prisa e intentaba tirar, cuando observó que le esperaba en el camino una boñiga de algun corcel, que, por la textura y el aroma, había pasado recientemente.
- Se mueve como si tuviera los huevos rotos – la dragona se aproximó hasta su acompañante élfico, mientras tironeaba de un viejo lazo de cáñamo que usaban de correa
Unos cuantos niños entre risas se acercaron por detrás del grupo y no dudaron en halarle la cola al Poodle, el hombre lanzó un aullido, sin usar ninguna fonética se lamentó e intentó girar para ver quien había sido, pero la dragona haló de un tirón, provocando que tosiera un poco.
- Y creo que va a llorar – le miró con desprecio y luego volvió a ver el camino el cual como era de esperarse, estaba más sucio de lo habitual.
El pobre actor se había resignado tras los primeros minutos de humillación, al principio intentaba esquivar los charcos de lodo y las piedras, pero la mitad de las veces la dragona le respondía con un asfixiante tirón, en ocasiones tan fuerte que no solo le obligaba a pasar por los obstáculos, sino que terminaba perdiendo el equilibrio y cayendo de cara dentro del mismo.
- Wolff woff wofff – empezó a aullar con prisa e intentaba tirar, cuando observó que le esperaba en el camino una boñiga de algun corcel, que, por la textura y el aroma, había pasado recientemente.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
La calle principal seguía tan llena como cuando el elfo la había cruzado por primera vez, si no más. Así como ellos, otros habían ido llegando con sus propias bestias, y encontrar un espacio en el que escurrirse para exponer la propia fue una tarea casi tan ardua como la de convencer al hombre-bestia de su parte en el plan.
Por suerte uno de los participantes los reconocido. El hijo mayor de uno de los mercaderes de las granjas aladeñas que había presenciado su espectáculo en la plaza. Sus padres debían de estar en el mercado, se aventuró el elfo, y habían mandado al hijo en representación de la familia esperando que con algo de suerte volviese con el dinero del premio.
El joven tenía expuesto un gallo enorme y totalmente blanco, a excepción de su cresta. Este, se encontraba incubando un huevo como una gallina. El mozuelo juraba con convicción que lo había puesto la misma criatura. Aunque no había rastro de engaño en la mirada del joven, a no ser que pusiera un huevo delante de los jueces, no tenía ninguna oportunidad. Irónico que quizás una de las únicas criaturas legítimas fuese a su vez una de las que menos oportunidades tenía.
Con un amplio tablón, un poco de palabrería, y el dejar que los niños del vecino opuesto acariciaran al hombre-poodle un rato, consiguieron sitio y “escenario”. Los extremos de la madera se apoyaron en los bordes de las cajas de aquellos que tenían en los costados, aprovechando así todo el espacio posible entre ambos, que no era mucho.
Cuando terminaron de acomodarse, el sol picaba fuerte contra el gentío, y amenazaba con quitarles la pequeña sombra que los relieves de la fachada contra la que estaban, y su misero balcón, proyectaba sobre ellos tímidamente.
El murmullo constante de la fiesta era como el rumor del agua, y con el cambio de sus ritmos, las crecidas y apaciguamientos podían advertirse antes de que llegasen. Las quejas y ovaciones, anunciaron una corriente nueva, una que llevaban un rato esperando. Los jueces se detenían ante cada pequeño puesto, cobraban la entrada al concurso, e intercambiaban algunas palabras con los dueños de las bestias.
Gervasio fue atendido antes que ellos. Los tres jueces, una mujer mayor, un hombre por cuyas vestiduras debía de ser el alcalde, y un señor que podría haberse confundido con el resto de la multitud, de no llevar, como los otros dos, una cinta roja atada al brazo, se detuvieron delante del gallo blanco.
El joven les dio unos pocos aeros, y comenzó a mostrarles su animal.
—Parece un gallo, un hermoso gallo, pero un gallo al fin.— Gervasio les mostró las crestas del ave, le estiro las alas, y para sorpresa de todos, increíblemente manso, se dejó hacer.
—¡Pero es un gallo que no es un gallo, es un gallollina! .— Pobre muchacho, tenía el mismo don para las palabras que para poner nombres. Un par de personas soltaron exclamaciones de sorpresa, pero la mayoría se rieron, aún y cuando el joven levanto de su asiento al Gallollina para mostrar el huevo que había estado incubando.
Los jueves se miraron entre sí, le dieron las gracias al muchacho, y caminaron los tres escasos pasos que los separaban del puesto del elfo y la dragona.
—¿Pero que...?
El tercer juez desencajó el rostro con sorpresa.
Iltharion se separó de la pared, e hizo un firulete con ambas manos alrededor del hombre poodle, presentándolo. La esponjosa y alada criatura, reposaba sobre los tablones de madera como un perro cansado al calor del hogar.
—Bienvenidos honorables jueces. Traemos de lejanas tierras una quimera.
El hombre poodle se medió incorporó, quedando sentado como una rana, cacareo y ladro, y contuvo las lágrimas. Iltharion pagó a los jueces la entrada del concurso.
—Alla en el norte, en una granja, no tan distinta de las que han visto todos los presentes, hubo un invierno tan frío, pero tan frío, que hubo que entrar las gallinas para que no muriesen congeladas.-La cadencia de sus palabras tenía esa teatralidad que solo posee un juglar curtido en su oficio.— Creyendo que los animales se apilaban para mantener el calor, jamás pensamos en alejar al ovejero de las gallinas. A fin de cuentas, son animales muy distintos.— Una pequeña pausa enmudeció los labios del bardo, corta, pero justa para permitir a los presentes repasar las características mixtas de su bestia, y no tan larga como para que pudiesen regodearse en ellas y cuestionarlas.— Unos días después encontramos un huevo del tamaño de una col. La pobre madre no lo contó, y tuvimos que mantenerlo caliente sobre el hogar. Cuando se resquebrajó la cáscara y emergió la criatura, no creíamos a nuestros ojos, y quizás vosotros no creáis a los vuestros, pero aquí esta.— El elfo tocó a la criatura, casi con reverencia, y el hombre bestia, volvió a cacareladrar.
La vieja alargó la mano y tocó a la criatura, le tiro un poco de las orejas y le miró los dientes.
Los otros jueces se miraban entre sí asombrados.
La multitud estiraba las manos, o lanzaba preguntas hacia la dupla propietaria de ese ser.
—¿Pone huevos?.- dijo alguien.
—Si los pone seguro que son enormes.- Respondió otro.
—¿Puede hacer el vuelo gallináceo?
—Le pesará el culo.
La multitud se preguntaba y respondía a sí misma sin necesidad de que la pareja dispareja tuviese que intervenir.
Por suerte uno de los participantes los reconocido. El hijo mayor de uno de los mercaderes de las granjas aladeñas que había presenciado su espectáculo en la plaza. Sus padres debían de estar en el mercado, se aventuró el elfo, y habían mandado al hijo en representación de la familia esperando que con algo de suerte volviese con el dinero del premio.
El joven tenía expuesto un gallo enorme y totalmente blanco, a excepción de su cresta. Este, se encontraba incubando un huevo como una gallina. El mozuelo juraba con convicción que lo había puesto la misma criatura. Aunque no había rastro de engaño en la mirada del joven, a no ser que pusiera un huevo delante de los jueces, no tenía ninguna oportunidad. Irónico que quizás una de las únicas criaturas legítimas fuese a su vez una de las que menos oportunidades tenía.
Con un amplio tablón, un poco de palabrería, y el dejar que los niños del vecino opuesto acariciaran al hombre-poodle un rato, consiguieron sitio y “escenario”. Los extremos de la madera se apoyaron en los bordes de las cajas de aquellos que tenían en los costados, aprovechando así todo el espacio posible entre ambos, que no era mucho.
Cuando terminaron de acomodarse, el sol picaba fuerte contra el gentío, y amenazaba con quitarles la pequeña sombra que los relieves de la fachada contra la que estaban, y su misero balcón, proyectaba sobre ellos tímidamente.
El murmullo constante de la fiesta era como el rumor del agua, y con el cambio de sus ritmos, las crecidas y apaciguamientos podían advertirse antes de que llegasen. Las quejas y ovaciones, anunciaron una corriente nueva, una que llevaban un rato esperando. Los jueces se detenían ante cada pequeño puesto, cobraban la entrada al concurso, e intercambiaban algunas palabras con los dueños de las bestias.
Gervasio fue atendido antes que ellos. Los tres jueces, una mujer mayor, un hombre por cuyas vestiduras debía de ser el alcalde, y un señor que podría haberse confundido con el resto de la multitud, de no llevar, como los otros dos, una cinta roja atada al brazo, se detuvieron delante del gallo blanco.
El joven les dio unos pocos aeros, y comenzó a mostrarles su animal.
—Parece un gallo, un hermoso gallo, pero un gallo al fin.— Gervasio les mostró las crestas del ave, le estiro las alas, y para sorpresa de todos, increíblemente manso, se dejó hacer.
—¡Pero es un gallo que no es un gallo, es un gallollina! .— Pobre muchacho, tenía el mismo don para las palabras que para poner nombres. Un par de personas soltaron exclamaciones de sorpresa, pero la mayoría se rieron, aún y cuando el joven levanto de su asiento al Gallollina para mostrar el huevo que había estado incubando.
Los jueves se miraron entre sí, le dieron las gracias al muchacho, y caminaron los tres escasos pasos que los separaban del puesto del elfo y la dragona.
—¿Pero que...?
El tercer juez desencajó el rostro con sorpresa.
Iltharion se separó de la pared, e hizo un firulete con ambas manos alrededor del hombre poodle, presentándolo. La esponjosa y alada criatura, reposaba sobre los tablones de madera como un perro cansado al calor del hogar.
—Bienvenidos honorables jueces. Traemos de lejanas tierras una quimera.
El hombre poodle se medió incorporó, quedando sentado como una rana, cacareo y ladro, y contuvo las lágrimas. Iltharion pagó a los jueces la entrada del concurso.
—Alla en el norte, en una granja, no tan distinta de las que han visto todos los presentes, hubo un invierno tan frío, pero tan frío, que hubo que entrar las gallinas para que no muriesen congeladas.-La cadencia de sus palabras tenía esa teatralidad que solo posee un juglar curtido en su oficio.— Creyendo que los animales se apilaban para mantener el calor, jamás pensamos en alejar al ovejero de las gallinas. A fin de cuentas, son animales muy distintos.— Una pequeña pausa enmudeció los labios del bardo, corta, pero justa para permitir a los presentes repasar las características mixtas de su bestia, y no tan larga como para que pudiesen regodearse en ellas y cuestionarlas.— Unos días después encontramos un huevo del tamaño de una col. La pobre madre no lo contó, y tuvimos que mantenerlo caliente sobre el hogar. Cuando se resquebrajó la cáscara y emergió la criatura, no creíamos a nuestros ojos, y quizás vosotros no creáis a los vuestros, pero aquí esta.— El elfo tocó a la criatura, casi con reverencia, y el hombre bestia, volvió a cacareladrar.
La vieja alargó la mano y tocó a la criatura, le tiro un poco de las orejas y le miró los dientes.
Los otros jueces se miraban entre sí asombrados.
La multitud estiraba las manos, o lanzaba preguntas hacia la dupla propietaria de ese ser.
—¿Pone huevos?.- dijo alguien.
—Si los pone seguro que son enormes.- Respondió otro.
—¿Puede hacer el vuelo gallináceo?
—Le pesará el culo.
La multitud se preguntaba y respondía a sí misma sin necesidad de que la pareja dispareja tuviese que intervenir.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Los jueces no tardaron en intercambiar miradas intrigadas entre ellos, mientras observan a la mística criatura. La habilidad de Iltharion para tejer la historia había provocado que incluso Akapalotl levantara la ceja de asombro, más al ver como la multitud se auto respondieron sus dudas, al punto que consideraron con tranquilidad que ante ellos había un animal real.
-Una criatura Asombrosa – el hombre mejor vestido se pasó la mano por la barbilla mientras admiraba con entusiasmo a la criatura- nunca antes había estado ante algo así
La mujer mayor paso de molestar el rostro de la bestia e intento tocarle las alas, pero Akapalotl movió su brazo para evitar que lograra su cometido, la mirada de la muchacha era la habitual, y aunque fue suficiente para que la anciana retrocediera, la dragona agrego.
- Yo no lo haría, podría perder su mano– sus ojos se enfocaban en la jueza la cual temblaba, ya fuera por la edad o por la presencia de la muchacha.
La anciana claramente incomoda había reculado y su mirada apuntaba a la dragona con una mezcla de miedo y rabia.
Mientras aquello pasaba los otros jueces estaban al igual que la multitud anonadados, llenando de preguntas al elfo, no esperaban respuesta se agolpaban en dudas que seguían respondiéndose entre ellos.
- ¿cada cuánto pone?
- Seguro necesitan que le pisen, lo importante es ¿que nacen? ovejas, gallinas o ….
- He escuchado de estas bestias antes, no son las que ponen huevos de oro
- Sí, es cierto yo también he escuchado eso
- ¿A qué sabrá?
-Una criatura Asombrosa – el hombre mejor vestido se pasó la mano por la barbilla mientras admiraba con entusiasmo a la criatura- nunca antes había estado ante algo así
La mujer mayor paso de molestar el rostro de la bestia e intento tocarle las alas, pero Akapalotl movió su brazo para evitar que lograra su cometido, la mirada de la muchacha era la habitual, y aunque fue suficiente para que la anciana retrocediera, la dragona agrego.
- Yo no lo haría, podría perder su mano– sus ojos se enfocaban en la jueza la cual temblaba, ya fuera por la edad o por la presencia de la muchacha.
La anciana claramente incomoda había reculado y su mirada apuntaba a la dragona con una mezcla de miedo y rabia.
Mientras aquello pasaba los otros jueces estaban al igual que la multitud anonadados, llenando de preguntas al elfo, no esperaban respuesta se agolpaban en dudas que seguían respondiéndose entre ellos.
- ¿cada cuánto pone?
- Seguro necesitan que le pisen, lo importante es ¿que nacen? ovejas, gallinas o ….
- He escuchado de estas bestias antes, no son las que ponen huevos de oro
- Sí, es cierto yo también he escuchado eso
- ¿A qué sabrá?
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
El público del concurso, azuzado por el ambiente festivo y el alcohol, hacía volar su imaginación y las preguntas hasta unos límites que empezaron a preocupar al Bardo. Ninguna estafa tenía que ser lo suficientemente grande o larga como para ser descubierta si uno quería poder volver a pisar un lugar, más aún si había gentes de otros lares en ese sitio. Quería ganar, pero no quería atraer tanta atención como para que no pudieran pisar la región en unos años.
—Oh, no, no pone huevos. Como bien es sabido, las quimeras no pone huevos, son totalmente estériles. El zarcillo lo tiene de adorno, como las alas, pues tampoco vuela. Es una obra de la naturaleza, un error único y mágico cuya belleza está en lo efímero, pues va a ser el primero y el último de su estirpe.
La mirada del elfo fue hacia la anciana, que se frotaba los nudillos de la mano que había acercado a la criatura, temerosa a causa de la dragona.
—Y muerde. Es una buena quimera guardián. Sobre el sabor, no lo sabremos hasta dentro de un par de inviernos, cuando lo empezamos a ver viejo lo engordaremos para el solsticio.— Un par de palmaditas atusaron el lomo lanudo y polvoriento de la criatura.— Si hacemos algún buen encurtido lo traeremos en la vendimia que toque, nos está encantando su pueblo.
La gente parecía contenta con la explicación, y aún más con cualquier alabanza sobre su hogar. Todo parecía ir bien, demasiado bien, cuando una niñita de esponjosa melena llamó la atención del elfo.
—¿Papa?.— La voz de la chiquilla hizo tensarse al bardo. Su mirada pasó rápidamente de la dragona a la dupla madre e hija que observaban atónitas y llenas de congoja lo que acontecía.
—Abofetéame.— susurro el elfo a la dragona.— Y márchate como indignada para llevarte a esas dos. Que no nos arruinen el plan. sin muertos El elfo se enderezó, y se peino nerviosamente la melena hacia atrás.
—No cariño, te prometo que no es mía.— Declaro el trovador con el mismo tono de un marido culposo que intenta poner una venda sobre los ojos de su amada. — No he visto a esa mujer ni a Susan-Su hija en mi vida.
Iltharion contuvo el aliento, preparado para recibir el golpe.
—Oh, no, no pone huevos. Como bien es sabido, las quimeras no pone huevos, son totalmente estériles. El zarcillo lo tiene de adorno, como las alas, pues tampoco vuela. Es una obra de la naturaleza, un error único y mágico cuya belleza está en lo efímero, pues va a ser el primero y el último de su estirpe.
La mirada del elfo fue hacia la anciana, que se frotaba los nudillos de la mano que había acercado a la criatura, temerosa a causa de la dragona.
—Y muerde. Es una buena quimera guardián. Sobre el sabor, no lo sabremos hasta dentro de un par de inviernos, cuando lo empezamos a ver viejo lo engordaremos para el solsticio.— Un par de palmaditas atusaron el lomo lanudo y polvoriento de la criatura.— Si hacemos algún buen encurtido lo traeremos en la vendimia que toque, nos está encantando su pueblo.
La gente parecía contenta con la explicación, y aún más con cualquier alabanza sobre su hogar. Todo parecía ir bien, demasiado bien, cuando una niñita de esponjosa melena llamó la atención del elfo.
—¿Papa?.— La voz de la chiquilla hizo tensarse al bardo. Su mirada pasó rápidamente de la dragona a la dupla madre e hija que observaban atónitas y llenas de congoja lo que acontecía.
—Abofetéame.— susurro el elfo a la dragona.— Y márchate como indignada para llevarte a esas dos. Que no nos arruinen el plan. sin muertos El elfo se enderezó, y se peino nerviosamente la melena hacia atrás.
—No cariño, te prometo que no es mía.— Declaro el trovador con el mismo tono de un marido culposo que intenta poner una venda sobre los ojos de su amada. — No he visto a esa mujer ni a Susan-Su hija en mi vida.
Iltharion contuvo el aliento, preparado para recibir el golpe.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Akapalotl no pudo evitar observar fijamente a la muchacha y no apartó la mirada ni cuando el elfo comenzó a susurrarle. Incluso su obtuso ser comprendía la situación, y aquel instante se ralentizó. Su mirada roja dejó de enfocarse en la muchacha para, acto seguido, pasar rápidamente al elfo. Su ceño se frunció, y tras unos simples instantes después del murmullo, la mano de la dragona se elevó. Aunque ella intentó ser dócil en su tacto, la fuerza de aquella bestia no era algo que se pudiera contener con facilidad.
—¡Maldito arlequín! ¡¿Así que tienes otra familia?! —La dragona actuaba claramente mal, pero la ira en sus palabras parecía natural, al punto de que cualquier presente podría sospechar que en verdad estaba a punto de matar al elfo.
—¿Eh? —La chiquilla parecía perderse un poco ante la reacción de la joven, y antes de que pudiera aclarar que no se refería al elfo, se encontró con la mirada de la dragona y su tacto en el brazo.
—Ustedes, conmigo. Necesito saber desde cuándo juega con nosotras —también tomó a la madre, quien se preparaba para lanzar un chillido, posiblemente de petición de auxilio, pero enmudeció ante el tacto y la mirada de la dragona—. Vamos.
Arrastró al par de mujeres, las alejó de la exposición y, tras vislumbrar una calle poco concurrida, las soltó. Las criaturas bestiales quedaron con sus espaldas contra la pared, mientras la dragona estaba delante de ellas. Intentó sonreír, buscando un poco de confianza; la madre no pudo soportar aquella expresión, y sus piernas le fallaron.
—¡Madre! —reaccionó con pánico la pequeña, mientras intentaba ponerla de pie. La dragona, por su parte, solo suspiró.
—Tranquilas —comenzó a hablar tras pensar por unos segundos qué haría el bardo— no pasa nada. Su esposo se ofreció a ayudarnos a atrapar a un terrible criminal; resultó ser más valiente de lo que esperaba, exponiéndose para llevar a un bellaco a la justicia. —la muchacha intentaba poner un tono amistoso, confianzudo; no obstante, su rostro parecía más el de una extorsionadora—Así que, por favor, no arruinen su disfraz, no queremos exponerlo a aún más peligros —la Dragona esbozo una gran sonrisa, esperando así ganarse su confianza
—¡Maldito arlequín! ¡¿Así que tienes otra familia?! —La dragona actuaba claramente mal, pero la ira en sus palabras parecía natural, al punto de que cualquier presente podría sospechar que en verdad estaba a punto de matar al elfo.
—¿Eh? —La chiquilla parecía perderse un poco ante la reacción de la joven, y antes de que pudiera aclarar que no se refería al elfo, se encontró con la mirada de la dragona y su tacto en el brazo.
—Ustedes, conmigo. Necesito saber desde cuándo juega con nosotras —también tomó a la madre, quien se preparaba para lanzar un chillido, posiblemente de petición de auxilio, pero enmudeció ante el tacto y la mirada de la dragona—. Vamos.
Arrastró al par de mujeres, las alejó de la exposición y, tras vislumbrar una calle poco concurrida, las soltó. Las criaturas bestiales quedaron con sus espaldas contra la pared, mientras la dragona estaba delante de ellas. Intentó sonreír, buscando un poco de confianza; la madre no pudo soportar aquella expresión, y sus piernas le fallaron.
—¡Madre! —reaccionó con pánico la pequeña, mientras intentaba ponerla de pie. La dragona, por su parte, solo suspiró.
—Tranquilas —comenzó a hablar tras pensar por unos segundos qué haría el bardo— no pasa nada. Su esposo se ofreció a ayudarnos a atrapar a un terrible criminal; resultó ser más valiente de lo que esperaba, exponiéndose para llevar a un bellaco a la justicia. —la muchacha intentaba poner un tono amistoso, confianzudo; no obstante, su rostro parecía más el de una extorsionadora—Así que, por favor, no arruinen su disfraz, no queremos exponerlo a aún más peligros —la Dragona esbozo una gran sonrisa, esperando así ganarse su confianza
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Los bordes del mundo se volvieron oscuros y opacos, como si la realidad se cerniese sobre sí misma y fuera apagándose. Intentando asirse a la realidad, el elfo palmeo desesperadamente hasta enganchar el borde de la mesa con la diestra. Con los nudillos blancos del esfuerzo, logró mantenerse en pie.
El dolor le llego con retraso, como si a su mente le costara procesar la virulencia del golpe, pero una vez sentido, se expandió por toda su faz, y le agarrotó parte del cuello.
El diálogo de la dragona, amortiguado, como si escuchase lo que acontecía desde debajo del agua, se perdio en el barullo.
—Por los dioses…-Iltharion cerro con fuerza los ojos, intentando recuperar el control de sus sentidos, y agradeciendo a los seis, y cualquier otra deidad que pudiese recordar, no haber enfurecido realmente a la muchacha, y maldiciendo la licencia que le había ofrecido a la misma.
Cuando abrió los ojos, la joven se alejaba entre la multitud con las mujeres… o mejor dicho, arrastraba a las mismas entre el gentío.
Centrándose en su parte del plan, revisó las expresiones de la gente, y sobre todo, del jurado. La vieja lo miraba con reproche, pero los hombres,... Ah, ellos conocían bien su coyuntura, pues la lascivia era una falla común en su género, y compartían la falta de entendimiento de sus esposas.
—Ejem.- Iltharion carraspeó y se aclaró la garganta.— Honorables jueces, sepan perdonar a mi esposa,...Es de carácter fogoso.— El elfo se pasó la mano por la mejilla, intentando calmar el dolor de la piel enrojecida, y con el claro relieve de la mano de su supuesta amada.
—Pero entre nos, la podría apaciguar comprándole todo y más que quisiera de esta feria, con el premio.— Les guiño un ojo con picardía. El alcalde prácticamente se relamió con la idea de que todos esos aeros volviesen a la aldea.
Cuando los jueces abandonaron su puesto y siguieron con su ronda, Iltharion estaba convencido de haberse ganado a dos de ellos.
Tardaron un buen rato en terminar de ver todas las bestias, y aún más en anunciar el ganador. El sol empezaba a pasar su zenit cuando el pregonero comenzó a hacer sonar su campanita, acompañando a los jueces hacia el vencedor.
Para desgracia del elfo y la dragona, el primer premio se lo llevo un sujeto con un corderino bicefalo bastante adorable y esponjoso, cuyas cabezas se lamían la una a la otra con afecto. Sin embargo, el segundo premio los llevo al puesto del hijo de sandorai, para alivio tanto de este como de la “criatura” a la que premiaban. La jueza no compartía su jubilo.
Los premiaron con una bolsa de aéreos algo menos abultada delo esperado, pero aceptable. El tercer y último premio era aún más modesto, una cena a cuenta del pueblo en la posada local. A quien fue no le interesó ya a nadie, menos a los dueños del gallollina, que esperaban recibirlo y tuvieron que irse con las manos vacías.
Iltharion tomó una modesta cantidad de la bolsa y se la dio a Gervasio y su familia, en agradecimiento a haberles ayudado con el puesto. Fracción que iba a sacar de la parte del hombre bestia sin la menor vergüenza.
Finalizados los correspondientes saludos y agradecimientos, el bardo arrastró consigo a su forzado compinche hacia la salida de la aldea, tomó un par de prendas de un tendedero, y se metió en un pesebre.
Como el hombre poodle había sido moderadamente solícito, le ayudó a deshacerse del disfraz. La brea se le había adherido tanto al pelo, que le quedaron algunas clapas al aire, rosadas y doloridas. Pero, para cuando el señor hubo terminado de asearse con el agua del abrevadero, costaba reconocer en él la criaturilla que había ganado el segundo puesto. Vestido, peinado y sin un gramo de orgullo al que aferrarse, tomó del elfo los aéreos y se fue, rezando para que el destino no cruzase nunca mas sus senderos.
Iltharion miró su bolsa, mucho más pequeña de lo que hubiese querido, ya maquinando el siguiente ardid para engordarla. Se lavo el rostro para atenuar el ardor de su dolorida mejilla, y se encaminó hacia el centro del pueblo, buscando el colorido patrón de colores con los que la naturaleza había obsequiado a la dragona.
El dolor le llego con retraso, como si a su mente le costara procesar la virulencia del golpe, pero una vez sentido, se expandió por toda su faz, y le agarrotó parte del cuello.
El diálogo de la dragona, amortiguado, como si escuchase lo que acontecía desde debajo del agua, se perdio en el barullo.
—Por los dioses…-Iltharion cerro con fuerza los ojos, intentando recuperar el control de sus sentidos, y agradeciendo a los seis, y cualquier otra deidad que pudiese recordar, no haber enfurecido realmente a la muchacha, y maldiciendo la licencia que le había ofrecido a la misma.
Cuando abrió los ojos, la joven se alejaba entre la multitud con las mujeres… o mejor dicho, arrastraba a las mismas entre el gentío.
Centrándose en su parte del plan, revisó las expresiones de la gente, y sobre todo, del jurado. La vieja lo miraba con reproche, pero los hombres,... Ah, ellos conocían bien su coyuntura, pues la lascivia era una falla común en su género, y compartían la falta de entendimiento de sus esposas.
—Ejem.- Iltharion carraspeó y se aclaró la garganta.— Honorables jueces, sepan perdonar a mi esposa,...Es de carácter fogoso.— El elfo se pasó la mano por la mejilla, intentando calmar el dolor de la piel enrojecida, y con el claro relieve de la mano de su supuesta amada.
—Pero entre nos, la podría apaciguar comprándole todo y más que quisiera de esta feria, con el premio.— Les guiño un ojo con picardía. El alcalde prácticamente se relamió con la idea de que todos esos aeros volviesen a la aldea.
Cuando los jueces abandonaron su puesto y siguieron con su ronda, Iltharion estaba convencido de haberse ganado a dos de ellos.
Tardaron un buen rato en terminar de ver todas las bestias, y aún más en anunciar el ganador. El sol empezaba a pasar su zenit cuando el pregonero comenzó a hacer sonar su campanita, acompañando a los jueces hacia el vencedor.
Para desgracia del elfo y la dragona, el primer premio se lo llevo un sujeto con un corderino bicefalo bastante adorable y esponjoso, cuyas cabezas se lamían la una a la otra con afecto. Sin embargo, el segundo premio los llevo al puesto del hijo de sandorai, para alivio tanto de este como de la “criatura” a la que premiaban. La jueza no compartía su jubilo.
Los premiaron con una bolsa de aéreos algo menos abultada delo esperado, pero aceptable. El tercer y último premio era aún más modesto, una cena a cuenta del pueblo en la posada local. A quien fue no le interesó ya a nadie, menos a los dueños del gallollina, que esperaban recibirlo y tuvieron que irse con las manos vacías.
Iltharion tomó una modesta cantidad de la bolsa y se la dio a Gervasio y su familia, en agradecimiento a haberles ayudado con el puesto. Fracción que iba a sacar de la parte del hombre bestia sin la menor vergüenza.
Finalizados los correspondientes saludos y agradecimientos, el bardo arrastró consigo a su forzado compinche hacia la salida de la aldea, tomó un par de prendas de un tendedero, y se metió en un pesebre.
Como el hombre poodle había sido moderadamente solícito, le ayudó a deshacerse del disfraz. La brea se le había adherido tanto al pelo, que le quedaron algunas clapas al aire, rosadas y doloridas. Pero, para cuando el señor hubo terminado de asearse con el agua del abrevadero, costaba reconocer en él la criaturilla que había ganado el segundo puesto. Vestido, peinado y sin un gramo de orgullo al que aferrarse, tomó del elfo los aéreos y se fue, rezando para que el destino no cruzase nunca mas sus senderos.
Iltharion miró su bolsa, mucho más pequeña de lo que hubiese querido, ya maquinando el siguiente ardid para engordarla. Se lavo el rostro para atenuar el ardor de su dolorida mejilla, y se encaminó hacia el centro del pueblo, buscando el colorido patrón de colores con los que la naturaleza había obsequiado a la dragona.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
—Por lo tanto, no se acerquen —dijo la dragona a las mujeres bestia mientras se aproximaba a ellas, acorralándolas contra la pared. Buscaba de esta manera aumentar la confianza entre las tres.
—E... entiendo —respondió la hija, casi al borde del llanto, mientras la madre asentía desesperadamente.
La mujer acomodó su cabello turquesa y les dedicó una amplia sonrisa, dejando entrever sus colmillos, antes de retirarse con aires de grandeza tras su "éxito diplomático".
Con las mujeres desplomándose de los nervios a sus espaldas, la joven comenzó a caminar hacia la exhibición. Sin embargo, no logró regresar con rapidez, ya fuera por la multitud que se agolpaba en la vendimia, la apertura de nuevos puestos que alteraban la apariencia de algunos caminos, o quizás por su sentido de la orientación, pues, incluso cuando dejó a las muchachas, caminó en dirección contraria.
Así que, cuando Akapalotl finalmente llegó a la exhibición, esta ya había terminado hacía un buen rato.
—¡Arlequín! —gritó con todas sus fuerzas, buscando a su amigo.
Al no recibir respuesta, la muchacha procedió a recorrer el bullicioso mercado, caminando entre los puestos de verduras y artesanías. Detenía su mirada cuando observaba a alguien que se le pareciera, pero ninguno lo era.
La vendimia estaba en su apogeo, y los campesinos y mercaderes, absortos en sus tratos, hacían difícil abrirse paso entre la multitud. Con cada esquina doblada, su frustración crecía, y su falta de sentido de la orientación le pasaba factura, al punto que, finalmente, sus pasos la llevaron a los establos, donde un caballo atado, muy familiar, llamó su atención.
La muchacha se aproximó al mozo con una mirada fulminante. El hombre, alto y corpulento, de tez oscura y cabello enmarañado, tenía un aliento que apestaba a licor barato, y sus ojos enrojecidos se enfocaron con torpeza en la dragona que tenía delante.
—Este caballo es mío —declaró la muchacha con firmeza, volviéndose hacia el hombre.
—Tu rostro no me resulta familiar —respondió él, con la voz pastosa, un tono desafiante y una locución que delataba su estado de ebriedad.
—No me sorprende. Me lo robaron —replicó ella, manteniendo una falsa calma.
—Ajá… ¿y entonces quieres que te lo dé así, sin más, creyendo en tu palabra? —El hombre esbozó una sonrisa burlona, tambaleándose ligeramente.
—No, no quiero que me lo des. Quiero que me describas a quien te lo dio.
El mozo dejó escapar una risotada, un sonido áspero y poco sincero.
—Vamos, señorita, no puedo hacer eso... aunque... —susurró, acercándose más de lo necesario y posando su mano sucia sobre el hombro de la dragona. Luego, con una mirada insinuante, señaló un rincón oscuro entre los caballos, alejado de las miradas curiosas—. Si usted lo desea, podemos llegar a un mutuo acuerdo.
Mientras tanto, en el establo donde se encontraba el caballo robado, alguien llegaba a dejar su montura. Sin embargo, por más que llamaba, el mozo no respondía.
—E... entiendo —respondió la hija, casi al borde del llanto, mientras la madre asentía desesperadamente.
La mujer acomodó su cabello turquesa y les dedicó una amplia sonrisa, dejando entrever sus colmillos, antes de retirarse con aires de grandeza tras su "éxito diplomático".
Con las mujeres desplomándose de los nervios a sus espaldas, la joven comenzó a caminar hacia la exhibición. Sin embargo, no logró regresar con rapidez, ya fuera por la multitud que se agolpaba en la vendimia, la apertura de nuevos puestos que alteraban la apariencia de algunos caminos, o quizás por su sentido de la orientación, pues, incluso cuando dejó a las muchachas, caminó en dirección contraria.
Así que, cuando Akapalotl finalmente llegó a la exhibición, esta ya había terminado hacía un buen rato.
—¡Arlequín! —gritó con todas sus fuerzas, buscando a su amigo.
Al no recibir respuesta, la muchacha procedió a recorrer el bullicioso mercado, caminando entre los puestos de verduras y artesanías. Detenía su mirada cuando observaba a alguien que se le pareciera, pero ninguno lo era.
La vendimia estaba en su apogeo, y los campesinos y mercaderes, absortos en sus tratos, hacían difícil abrirse paso entre la multitud. Con cada esquina doblada, su frustración crecía, y su falta de sentido de la orientación le pasaba factura, al punto que, finalmente, sus pasos la llevaron a los establos, donde un caballo atado, muy familiar, llamó su atención.
La muchacha se aproximó al mozo con una mirada fulminante. El hombre, alto y corpulento, de tez oscura y cabello enmarañado, tenía un aliento que apestaba a licor barato, y sus ojos enrojecidos se enfocaron con torpeza en la dragona que tenía delante.
—Este caballo es mío —declaró la muchacha con firmeza, volviéndose hacia el hombre.
—Tu rostro no me resulta familiar —respondió él, con la voz pastosa, un tono desafiante y una locución que delataba su estado de ebriedad.
—No me sorprende. Me lo robaron —replicó ella, manteniendo una falsa calma.
—Ajá… ¿y entonces quieres que te lo dé así, sin más, creyendo en tu palabra? —El hombre esbozó una sonrisa burlona, tambaleándose ligeramente.
—No, no quiero que me lo des. Quiero que me describas a quien te lo dio.
El mozo dejó escapar una risotada, un sonido áspero y poco sincero.
—Vamos, señorita, no puedo hacer eso... aunque... —susurró, acercándose más de lo necesario y posando su mano sucia sobre el hombro de la dragona. Luego, con una mirada insinuante, señaló un rincón oscuro entre los caballos, alejado de las miradas curiosas—. Si usted lo desea, podemos llegar a un mutuo acuerdo.
...
—¿Dónde te habías metido? —dijo la dragona con una amplia sonrisa al encontrar finalmente al elfo—. He conseguido la descripción del ladrón —añadió, con una expresión de satisfacción mientras le entregaba la información obtenida.Mientras tanto, en el establo donde se encontraba el caballo robado, alguien llegaba a dejar su montura. Sin embargo, por más que llamaba, el mozo no respondía.
Akapalotl
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