Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Anselmo voló por encima de las vallas que delimitaban el sendero, y se estrelló con poca gracia sobre un mullido arbusto espinoso. Bajo su cuerpo crujieron las ramas, y se agitó el follaje, desapareciendo entre quejidos de sorpresa y dolor.
Bajo el firme agarro del trovador, el enano seguía sacudiéndose, ahora alzando su pequeño cuchillo para tajear el brazo que lo asía de las ropas. Su estridente voz, afeada por la ira, no dejaba de decorar el ambiente con sus coloridos insultos.
—Berzotas, Cagarruta del bosque, Metijato de mierda…— Iltharion apenas le sacaba los ojos de encima, y zarandeaba el brazo para evitar su navaja, sacudiendo en ese gesto al pequeño y gruñón malandrín.
— Estas de suerte, si sueltas a mi hijito, solos nos llevaremos el carro y puede que a tu grosera amiga – La oferta de la bandida habría sido tentadora si el elfo no hubiera observado como, segundos antes, la dragona mandaba a volar a un robusto hombre que le sacaba más de una cabeza sin el menor problema.
—A saber que te habrás metido entre las piernas para escupir semejante engendro de ellas.— Se burló el trovador de la bandida, quien la experiencia le había enseñado que un enemigo iracundo era más torpe.
— Pero aquí lo tienes.— Con un gesto brusco soltó al enano que estaba haciendo fuerza en contra, y por su propio impulso, chocó contra el carro.
Primero fue su codo lo que golpeó el buje de la rueda, haciendo que la mano con el cuchillo quedara presa entre esta y su rostro. El filo de hierro le rallo el ojo derecho con profundidad, cortando el globo lo suficiente como para que un líquido gelatinoso se vertiera sobre su mejilla, llenando su pómulo de un icor pegajoso, mezcla de sangre y humor vítreo.
El enano grito, soltando su arma, y se llevó las manos a la cara, presionándose la herida. El mucilago rosado se escapó entre sus dedos, manchándole las manos.
—¡Mi ojo!.— Berreo doloridamente el hombrecito contrahecho, solo la mujer acudió en su ayuda, trepándose al carro con una agilidad nada propia de una campesina. —Deberías haberte ido mientras éramos generosos.— Escupió la mujer, con el rostro turbado por una mueca de desdén y furia.
La corriente de viento los congelo a todos un segundo, y la sorpresa se adueñó de los presentes que se pararon a observar el orbe de viento y tierra que rodeaba a la dragona, haciéndola difícil de ver entre su elemento. El robusto bandido fue el primero que se recuperó de la sorpresa, agarro del camino una piedra, mientras se ponía en pie, y la arrojó hacia la doncella guerrera. El guijarro rebotó contra la fuerte corriente de viento, y salió despedido en otra dirección.
—Agárraos las mulas y nos vamos.— Ordenó a sus secuaces, no queriendo jugarse la vida por unas barricas de mosto y algo de comida.
—Y una mierda.— Le respondió su compañera, decidida en hacer pagar al elfo por los daños que había sufrido el enano. Se arrojó hacia este, cortando hacia adelante.
Iltharion se apartó como pudo, tropezándose entre los sacos de grano. La punta de metal rasgo su camisa, y las capas superficiales de su piel, arrancándole un siseo entre los dientes. Cayó sobre su espalda dolorosamente, con la mujer a horca jarras sobre él. Para apartarla la jaló del pelo con violencia.
Iltharion maldijo por dentro, era la tercera camisa que perdía ese mes.
La pelea sobre el carro era torpe, y no tenía nada de marcial, parecía una trifulca de taberna que se había ido de las manos. La daga siseaba clavándose en los sacos de arpillera sobre los que estaban tirados, el elfo esquivaba a la mujer, torciendose bajo su cuerpo, buscando los mejores momentos para propinarle puñetazos, patadas y rodillazos, sin el menor atisbo de duda por el género de su contrincante.
El enano agarró su hierro del suelo, y se tambaleó hacia las mulas, obedeciendo al líder y empezando a cortar los arreos.
Bajo el firme agarro del trovador, el enano seguía sacudiéndose, ahora alzando su pequeño cuchillo para tajear el brazo que lo asía de las ropas. Su estridente voz, afeada por la ira, no dejaba de decorar el ambiente con sus coloridos insultos.
—Berzotas, Cagarruta del bosque, Metijato de mierda…— Iltharion apenas le sacaba los ojos de encima, y zarandeaba el brazo para evitar su navaja, sacudiendo en ese gesto al pequeño y gruñón malandrín.
— Estas de suerte, si sueltas a mi hijito, solos nos llevaremos el carro y puede que a tu grosera amiga – La oferta de la bandida habría sido tentadora si el elfo no hubiera observado como, segundos antes, la dragona mandaba a volar a un robusto hombre que le sacaba más de una cabeza sin el menor problema.
—A saber que te habrás metido entre las piernas para escupir semejante engendro de ellas.— Se burló el trovador de la bandida, quien la experiencia le había enseñado que un enemigo iracundo era más torpe.
— Pero aquí lo tienes.— Con un gesto brusco soltó al enano que estaba haciendo fuerza en contra, y por su propio impulso, chocó contra el carro.
Primero fue su codo lo que golpeó el buje de la rueda, haciendo que la mano con el cuchillo quedara presa entre esta y su rostro. El filo de hierro le rallo el ojo derecho con profundidad, cortando el globo lo suficiente como para que un líquido gelatinoso se vertiera sobre su mejilla, llenando su pómulo de un icor pegajoso, mezcla de sangre y humor vítreo.
El enano grito, soltando su arma, y se llevó las manos a la cara, presionándose la herida. El mucilago rosado se escapó entre sus dedos, manchándole las manos.
—¡Mi ojo!.— Berreo doloridamente el hombrecito contrahecho, solo la mujer acudió en su ayuda, trepándose al carro con una agilidad nada propia de una campesina. —Deberías haberte ido mientras éramos generosos.— Escupió la mujer, con el rostro turbado por una mueca de desdén y furia.
La corriente de viento los congelo a todos un segundo, y la sorpresa se adueñó de los presentes que se pararon a observar el orbe de viento y tierra que rodeaba a la dragona, haciéndola difícil de ver entre su elemento. El robusto bandido fue el primero que se recuperó de la sorpresa, agarro del camino una piedra, mientras se ponía en pie, y la arrojó hacia la doncella guerrera. El guijarro rebotó contra la fuerte corriente de viento, y salió despedido en otra dirección.
—Agárraos las mulas y nos vamos.— Ordenó a sus secuaces, no queriendo jugarse la vida por unas barricas de mosto y algo de comida.
—Y una mierda.— Le respondió su compañera, decidida en hacer pagar al elfo por los daños que había sufrido el enano. Se arrojó hacia este, cortando hacia adelante.
Iltharion se apartó como pudo, tropezándose entre los sacos de grano. La punta de metal rasgo su camisa, y las capas superficiales de su piel, arrancándole un siseo entre los dientes. Cayó sobre su espalda dolorosamente, con la mujer a horca jarras sobre él. Para apartarla la jaló del pelo con violencia.
Iltharion maldijo por dentro, era la tercera camisa que perdía ese mes.
La pelea sobre el carro era torpe, y no tenía nada de marcial, parecía una trifulca de taberna que se había ido de las manos. La daga siseaba clavándose en los sacos de arpillera sobre los que estaban tirados, el elfo esquivaba a la mujer, torciendose bajo su cuerpo, buscando los mejores momentos para propinarle puñetazos, patadas y rodillazos, sin el menor atisbo de duda por el género de su contrincante.
El enano agarró su hierro del suelo, y se tambaleó hacia las mulas, obedeciendo al líder y empezando a cortar los arreos.
Iltharion Dur'Falas
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El fortachón, se levantó aun sintiendo su cuerpo adolorido, tomo una roca la cual aventó contra el escucho y esta simplemente revoto siguiendo la corriente que escapaba hacia el cielo.
- Agarraos las mulas y nos vamos. — dijo mientras el viento terminaba de disiparse, la tierra se asentó, la dragona ya era visible, y esta cargaba con arma en mano.
Con una velocidad digna de su forma hibrida y su vínculo con el aire, la dragona cargo en lo que parecía una estocada contra el fortachón, sus pasos casi no se escuchaban, pero por el saltar del polvo se podía discernir que eran muy pesados, sobre todo para alguien de su tamaño. El cabello turqués de la dragona se abría como siguiendo una brisa inexistente, al punto que su movimiento casi parecía el batir de unas alas.
Aunque Akapalotl se movía rápidamente, estaba a una distancia suficiente para que el fortachón le esquivara girándose hacia el costado, en una posición para cuando esta pasara de largo, el pudiera atacarle por la espalda. Lamentablemente para el humano, cuando ella ya estaba a su alcance, lo que parecía una estocada cambio de Angulo, para intentar ser un corte limpio a la altura de su cuello.
El hombre vio los ojos llenos de confianza y furia de la dragona, su mirada carmesí de depredador, no alcanzaría a mover todo su cuerpo, pero en un acto desesperado se abrió de piernas y tiro hacia atrás, reduciendo unos cuantos centímetros, los suficiente para sentir como la espada cruzaba unos pocos milímetros por encima de su cuero cabelludo. Era hora de un contraataque pensó, pero un dolor acabo con sus pensamientos.
Akapalotl había fortalecido sus músculos para aumentar su fuerza en aquella forma, y estos no eran solo los de los brazos, al fallar su tajo, no se detuvo a cambiar de pose y atacar de nuevo, en lugar de eso, le propino una patada en la ingle al fortachón, una patada con una fuerza sobrehumana, por lo cual no sería raro que le hubiera literalmente roto los huevos.
- Ramera…. – dijo con el poco aire que contenían sus pulmones, solo estaría inmovilizado unos segundos, pero eso bastaba, otro tajo vertical estaba a punto de partirle la cabeza a la mitad.
Pero el destino es curioso, aquella roca, que unos segundos atrás había rebotado al aire, golpeó en la cabeza a la dragona, el corte se desvió y disminuyo su fuerza, aun así, fue suficiente para cortarle la oreja derecha y realizarle un corte a la altura del hombro.
La chica se tambaleo ligeramente hacia atrás, camino un poco desorientada, retrocediendo hasta las mulas. Donde vio al enano, que a duras penas podía seguir de pie, el cual intentaba tomar los animales, sus miradas se cruzaron y antes de que este pudiera reaccionar Akapalotl termino con la miseria del mismo, de un solo tajo al cuello.
El pequeño ser no hizo ningún sonido.
Por su parte el fortachón, sin huevos y ahora sin oreja, logro ponerse de pie justo para ver como decapitaba con un solo tajo, sin esfuerzo aparente, a su compañero.
- ¡Es un monstruo! – su cara era suficiente para saber que era orín y no sangre lo que humedeció su entrepierna – yo no moriré aquí – el fortachón empezó a huir con una velocidad digna de una gallina.
La dragona por su parte no lo persiguió, había logrado dar ese corte gracias al deplorable estado del enano, pero no estaba en condiciones de correr, aun se sentía desorientada por la pedrada que vaya sorpresa le hizo sangrar.
- Debí escamar mi piel…. – se dijo mientras miraba la para nada coreográfica pelea del elfo, la muchacha se había desorientado un poco por el huir de su líder y había tomado distancia del elfo – ey bandida de cuarta, atrapa!
La cabeza decapitada y desfigurada de su amigo cayo a los pies de la chica.
- Agarraos las mulas y nos vamos. — dijo mientras el viento terminaba de disiparse, la tierra se asentó, la dragona ya era visible, y esta cargaba con arma en mano.
Con una velocidad digna de su forma hibrida y su vínculo con el aire, la dragona cargo en lo que parecía una estocada contra el fortachón, sus pasos casi no se escuchaban, pero por el saltar del polvo se podía discernir que eran muy pesados, sobre todo para alguien de su tamaño. El cabello turqués de la dragona se abría como siguiendo una brisa inexistente, al punto que su movimiento casi parecía el batir de unas alas.
Aunque Akapalotl se movía rápidamente, estaba a una distancia suficiente para que el fortachón le esquivara girándose hacia el costado, en una posición para cuando esta pasara de largo, el pudiera atacarle por la espalda. Lamentablemente para el humano, cuando ella ya estaba a su alcance, lo que parecía una estocada cambio de Angulo, para intentar ser un corte limpio a la altura de su cuello.
El hombre vio los ojos llenos de confianza y furia de la dragona, su mirada carmesí de depredador, no alcanzaría a mover todo su cuerpo, pero en un acto desesperado se abrió de piernas y tiro hacia atrás, reduciendo unos cuantos centímetros, los suficiente para sentir como la espada cruzaba unos pocos milímetros por encima de su cuero cabelludo. Era hora de un contraataque pensó, pero un dolor acabo con sus pensamientos.
Akapalotl había fortalecido sus músculos para aumentar su fuerza en aquella forma, y estos no eran solo los de los brazos, al fallar su tajo, no se detuvo a cambiar de pose y atacar de nuevo, en lugar de eso, le propino una patada en la ingle al fortachón, una patada con una fuerza sobrehumana, por lo cual no sería raro que le hubiera literalmente roto los huevos.
- Ramera…. – dijo con el poco aire que contenían sus pulmones, solo estaría inmovilizado unos segundos, pero eso bastaba, otro tajo vertical estaba a punto de partirle la cabeza a la mitad.
Pero el destino es curioso, aquella roca, que unos segundos atrás había rebotado al aire, golpeó en la cabeza a la dragona, el corte se desvió y disminuyo su fuerza, aun así, fue suficiente para cortarle la oreja derecha y realizarle un corte a la altura del hombro.
La chica se tambaleo ligeramente hacia atrás, camino un poco desorientada, retrocediendo hasta las mulas. Donde vio al enano, que a duras penas podía seguir de pie, el cual intentaba tomar los animales, sus miradas se cruzaron y antes de que este pudiera reaccionar Akapalotl termino con la miseria del mismo, de un solo tajo al cuello.
El pequeño ser no hizo ningún sonido.
Por su parte el fortachón, sin huevos y ahora sin oreja, logro ponerse de pie justo para ver como decapitaba con un solo tajo, sin esfuerzo aparente, a su compañero.
- ¡Es un monstruo! – su cara era suficiente para saber que era orín y no sangre lo que humedeció su entrepierna – yo no moriré aquí – el fortachón empezó a huir con una velocidad digna de una gallina.
La dragona por su parte no lo persiguió, había logrado dar ese corte gracias al deplorable estado del enano, pero no estaba en condiciones de correr, aun se sentía desorientada por la pedrada que vaya sorpresa le hizo sangrar.
- Debí escamar mi piel…. – se dijo mientras miraba la para nada coreográfica pelea del elfo, la muchacha se había desorientado un poco por el huir de su líder y había tomado distancia del elfo – ey bandida de cuarta, atrapa!
La cabeza decapitada y desfigurada de su amigo cayo a los pies de la chica.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
El ahogado grito de dolor del bandido distrajo al elfo, quien vio con horror la pierna de la dragona, apartarse de las joyas familiares, o lo que quedaba de ellas, del truhan que habia orquestado aquel ardid para robar.
Un siseó escapó entre los labios del hijo de los bosques, quien pudo sentir espejado aquel dolor en su propia carne, se encogió ligeramente bajo la asaltante que lo agredía, y se cubrió los huevos con la diestra.
La mujer, tomando aquel sonido como un preludio a su victoria, se irguió sobre el elfo, para estacarle con mayor impulso, aun subida a su regazo como una amazona, pero antes de que pudiera hacer caer su acero, algo rebotó sobre el pecho del elfo con un sonido corto y húmedo.
El rostro descifrado del enano, torcido, reposaba sobre la camisa del bardo y la teñía de un carmesí tan oscuro que parecía negro. Los rasgos maltrechos de aquel medio hombre, aun bañados por el humor viscoso de su ojo reventado, estaban contraídos en una mueca de sorpresa y dolor. Su piel había tomado una tonalidad paliducha y desigual, que brillaba en su último rocío, perlada de sudor.
La mujer gritó. Fue un grito agudo y desesperado, qué hería los oídos. Tan lleno de ese tipo de dolor, que uno solo puede sentir al perder a un ser amado, que ponía los pelos de punta. La daga repiqueteó contra el borde metálico de una barrica y cayó entre las hortalizas. Los brazos temblorosos de la mujer se abalanzaron hacia la cabeza, y la rodearon por completo, alzándola y estriñéndola contra su pecho, mientras le acariciaba los cabellos grasientos y despeinados.
Aquella bandida, totalmente trastornada por la perdida y el shock de la situación, se mesaba sobre las piernas del bardo, arrullando la decapitada cabeza del enano, y susurrándole dulces nadas en el oído, en un tono tan bajo y entrecortado que eran imposibles de percibir claramente para quienes observaban la escena. Asi de juntos, un ojo atento podía percibir en ambos las similtudes de aquellos que comparten sangre.
Iltharion no se compadeció de ella, pero tampoco se asqueó de la escena. Metió la mano entre las verduras hasta jalar el puñal, y enderezo el torso de golpe, paso la mano por debajo del cuello cercenado del bandido, y le hundió la daga entre la tercera y la cuarta costilla, perforándole el corazón. Ella ni lo vio venir, abrió los ojos, como su preciada carga, y cayó de costado, abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua, en unos quietos estertores que le robaron la fuerza y la vida.
No le costó mucho salir de debajo de la mujer después de eso.
—Buen corte.-Alabó a la dragona. No era fácil decapitar de un solo tajo a un humanoide, mucho menos si este estaba en pie y en movimiento. Más de un señor pagaría para tenerla como ejecutora en sus tierras.
En pie, sobre el camino, con la camisa hecha jirones, y la sangre de los ladrones trazando extraños patrones sobre su piel, el trovador agarro de la melena corta y sucia la cabeza cercenada, la miró un poco y la dejó en el carro.— Creo que a este lo buscan por la zona, nos darán unos cuantos Aeros por él.-Se sonrió, contento, ahí iba su nueva camisa.— La mujer es mejor no llevarla.— La jaló de los tobillos y la saco del carro, arrojando el cuerpo entre los arbustos del lado contrario en donde había caído su empleador.
—Maese Anselmo, el camino es seguro, puede ud. salir.— La zarza se sacudió, y emergió de ahí un labriego lleno de arañazos, ramitas y hojarasca, con la vergüenza pintada en el rostro por no haber ayudado, y la serendidad en la mirada que le marcaba al elfo que no había presenciado con detalle la masacre.
—Alce el otro carro usted que es fuerte, quizás hay algo de su anterior botín bajo la madera.— Lo dudaba, pero funcionaría para hacerle sentir al sujeto que no era un inútil.
Un siseó escapó entre los labios del hijo de los bosques, quien pudo sentir espejado aquel dolor en su propia carne, se encogió ligeramente bajo la asaltante que lo agredía, y se cubrió los huevos con la diestra.
La mujer, tomando aquel sonido como un preludio a su victoria, se irguió sobre el elfo, para estacarle con mayor impulso, aun subida a su regazo como una amazona, pero antes de que pudiera hacer caer su acero, algo rebotó sobre el pecho del elfo con un sonido corto y húmedo.
El rostro descifrado del enano, torcido, reposaba sobre la camisa del bardo y la teñía de un carmesí tan oscuro que parecía negro. Los rasgos maltrechos de aquel medio hombre, aun bañados por el humor viscoso de su ojo reventado, estaban contraídos en una mueca de sorpresa y dolor. Su piel había tomado una tonalidad paliducha y desigual, que brillaba en su último rocío, perlada de sudor.
La mujer gritó. Fue un grito agudo y desesperado, qué hería los oídos. Tan lleno de ese tipo de dolor, que uno solo puede sentir al perder a un ser amado, que ponía los pelos de punta. La daga repiqueteó contra el borde metálico de una barrica y cayó entre las hortalizas. Los brazos temblorosos de la mujer se abalanzaron hacia la cabeza, y la rodearon por completo, alzándola y estriñéndola contra su pecho, mientras le acariciaba los cabellos grasientos y despeinados.
Aquella bandida, totalmente trastornada por la perdida y el shock de la situación, se mesaba sobre las piernas del bardo, arrullando la decapitada cabeza del enano, y susurrándole dulces nadas en el oído, en un tono tan bajo y entrecortado que eran imposibles de percibir claramente para quienes observaban la escena. Asi de juntos, un ojo atento podía percibir en ambos las similtudes de aquellos que comparten sangre.
Iltharion no se compadeció de ella, pero tampoco se asqueó de la escena. Metió la mano entre las verduras hasta jalar el puñal, y enderezo el torso de golpe, paso la mano por debajo del cuello cercenado del bandido, y le hundió la daga entre la tercera y la cuarta costilla, perforándole el corazón. Ella ni lo vio venir, abrió los ojos, como su preciada carga, y cayó de costado, abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua, en unos quietos estertores que le robaron la fuerza y la vida.
No le costó mucho salir de debajo de la mujer después de eso.
—Buen corte.-Alabó a la dragona. No era fácil decapitar de un solo tajo a un humanoide, mucho menos si este estaba en pie y en movimiento. Más de un señor pagaría para tenerla como ejecutora en sus tierras.
En pie, sobre el camino, con la camisa hecha jirones, y la sangre de los ladrones trazando extraños patrones sobre su piel, el trovador agarro de la melena corta y sucia la cabeza cercenada, la miró un poco y la dejó en el carro.— Creo que a este lo buscan por la zona, nos darán unos cuantos Aeros por él.-Se sonrió, contento, ahí iba su nueva camisa.— La mujer es mejor no llevarla.— La jaló de los tobillos y la saco del carro, arrojando el cuerpo entre los arbustos del lado contrario en donde había caído su empleador.
—Maese Anselmo, el camino es seguro, puede ud. salir.— La zarza se sacudió, y emergió de ahí un labriego lleno de arañazos, ramitas y hojarasca, con la vergüenza pintada en el rostro por no haber ayudado, y la serendidad en la mirada que le marcaba al elfo que no había presenciado con detalle la masacre.
—Alce el otro carro usted que es fuerte, quizás hay algo de su anterior botín bajo la madera.— Lo dudaba, pero funcionaría para hacerle sentir al sujeto que no era un inútil.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
La dragona, no se sentía en condiciones de llevar un combate ágil, el golpe en la cabeza la tenía por lo menos mareada, así que al ver al elfo combatiendo no dudo en colaborarle con una pequeña distracción, tomo la decapitada cabeza y se la lanzo a la chica.
Su puntería no fue perfecta, termino golpeando en el pecho al elfo, pero cumplió su objetivo, la ladrona había dejado de luchar, tras unos cuantos gritos desgarradores, el orejudo acabo con ella.
- Buen corte
Akapalotl le miro de reojo y en la dirección hacia la cual se había fugado el fortachón.
- Debemos extremar en cuidados, se escapó uno, si poseen refuerzos volverán– dijo mientras el elfo procedía a sacar el cadáver de la carreta.
La dragona, no respondido al respecto de la recompensa, mas allá de asentir levemente, en lugar de eso, con paso lento camino hacia la carreta para finalmente dejarse caer sobre la misma. Luego con un tono molesto, como de aquel que no quiere la cosa, procedió a dirigirle la palabra al grupo, sin mirar a ninguno.
- Debo descansar unos minutos, al menos hasta que la cabeza me deje de dar vueltas, así que estén atentos, pausare mi vigía por un momento.
Sin esperar respuesta, ni verificar el estado de Anselmo, la chica finalmente se quedó quieta, esperando que el mundo dejara de girar a su alrededor.
Su puntería no fue perfecta, termino golpeando en el pecho al elfo, pero cumplió su objetivo, la ladrona había dejado de luchar, tras unos cuantos gritos desgarradores, el orejudo acabo con ella.
- Buen corte
Akapalotl le miro de reojo y en la dirección hacia la cual se había fugado el fortachón.
- Debemos extremar en cuidados, se escapó uno, si poseen refuerzos volverán– dijo mientras el elfo procedía a sacar el cadáver de la carreta.
La dragona, no respondido al respecto de la recompensa, mas allá de asentir levemente, en lugar de eso, con paso lento camino hacia la carreta para finalmente dejarse caer sobre la misma. Luego con un tono molesto, como de aquel que no quiere la cosa, procedió a dirigirle la palabra al grupo, sin mirar a ninguno.
- Debo descansar unos minutos, al menos hasta que la cabeza me deje de dar vueltas, así que estén atentos, pausare mi vigía por un momento.
Sin esperar respuesta, ni verificar el estado de Anselmo, la chica finalmente se quedó quieta, esperando que el mundo dejara de girar a su alrededor.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Anselmo se acercó al carro, apartando la mirada de la sangre que teñía el camino, del cuerpo del hombre contrecho, y las huellas de la pequeña contienda que había mantenido a salvo su mercancía. Como la mayoría de aldeanos, se había entretenido con los castigos públicos de la plaza, en la aldea más cercana, cuando se atrapaba a un criminal especialmente insidioso, o cuando el ayuntamiento anunciaba el castigo lo suficiente como para movilizar a las masas. Pero había una gran diferencia entre contemplar un ahorcamiento, mecido por la multitud, contagiado por ese espíritu cuasi festivo que se generaba en las ejecuciones, a que se desatara una pelea a vida o muerte a medio metro de su persona, donde estaba en juego su propio pescuezo.
Conteniendo el temblor de las manos, el robusto labriego, que ahora se veía empequeñecido por su postura, se subió al banquillo delantero del carro.
Iltharion se trepó al lado de la dragona, vació un saco de coles, que dejo entre las barricas, y acomodo la cabeza cercenada dentro del mismo, de esa manera podía ir con ella hasta el puesto del corregidor sin generar alarma.
—El hombre se fue a pie, a no ser que venga con su pandilla montada, llegaremos a la aldea antes de que pueda buscar retribución alguna.— Trató de tranquilizar a la mujer, que se veía aturdida, tumbada sobre las mercancías que debían proteger.
Anselmo azuzó las mulas, y el traqueteo del carro volvió a sacudir rítmicamente todo lo que había en él.
El elfo se inclinó hacia la dragona.— Con permiso.— Musitó, en un tono bajo, buscando no alterarla, mientras separaba el sedoso cabello azulado de sus sienes, y pasaba delicadamente las frías yemas de sus dedos sobre la frente, palpando la zona donde había recibido el golpe.
Sus dedos se detuvieron sobre la piel enrojecida por el impacto, y delimitaron el mismo con delicadeza. Buscaron sin éxito cualquier señal de fractura, y terminaron por detenerse en el centro de la rojez.
La voz del trovador rompió el silencio en el que se habían sumido los viajeros. En su lengua madre invocó el nombre de los antiguos que bendecían su pueblo, un salmo corto y en verso, que sonaba más como una canción secreta, solo para los oídos de su paciente, que como un rezo. Los divinos respondieron, extendiendo la cálida serenidad de sus poderes hacia el interior de la muchacha, aliviando la presión en el cráneo de la joven, barriendo con su don cualquier resto de la contusión que la aturdía.*
El hijo de Sandorai tardo algunos segundos en moverse y romper el contacto, incluso después de que su magia hubiese surtido efecto. Cerro los ojos, y tomó aire. Sin darse cuenta había dejado de respirar. No le gustaba demasiado hacer uso de la magia para la curación, pero lo hacía a menudo, era la mejor forma de atender heridas internas, para los que la aguja y el hilo de tripa no tenían cabida.
Sin embargo, su rostro no dejaba entrever huella de aquello, sereno, pero distante, siguió contemplando a la doncella guerrera. —Deberías invertir en un casco.— Le aconsejó, terminando de acomodarle el cabello lejos del rostro, atrás de las orejas y los cuernos, para que la leve brisa que producía el movimiento de la carreta le acariciase el rostro.
* Imposición de Manos: [Mágica, 1 uso] Puedo imponer mis manos sobre mí o alguien más y realizar una breve plegaria. La Luz sanará la herida más grave del beneficiado y le otorgará un escudo que absorbe daño moderado por una ronda.
Conteniendo el temblor de las manos, el robusto labriego, que ahora se veía empequeñecido por su postura, se subió al banquillo delantero del carro.
Iltharion se trepó al lado de la dragona, vació un saco de coles, que dejo entre las barricas, y acomodo la cabeza cercenada dentro del mismo, de esa manera podía ir con ella hasta el puesto del corregidor sin generar alarma.
—El hombre se fue a pie, a no ser que venga con su pandilla montada, llegaremos a la aldea antes de que pueda buscar retribución alguna.— Trató de tranquilizar a la mujer, que se veía aturdida, tumbada sobre las mercancías que debían proteger.
Anselmo azuzó las mulas, y el traqueteo del carro volvió a sacudir rítmicamente todo lo que había en él.
El elfo se inclinó hacia la dragona.— Con permiso.— Musitó, en un tono bajo, buscando no alterarla, mientras separaba el sedoso cabello azulado de sus sienes, y pasaba delicadamente las frías yemas de sus dedos sobre la frente, palpando la zona donde había recibido el golpe.
Sus dedos se detuvieron sobre la piel enrojecida por el impacto, y delimitaron el mismo con delicadeza. Buscaron sin éxito cualquier señal de fractura, y terminaron por detenerse en el centro de la rojez.
La voz del trovador rompió el silencio en el que se habían sumido los viajeros. En su lengua madre invocó el nombre de los antiguos que bendecían su pueblo, un salmo corto y en verso, que sonaba más como una canción secreta, solo para los oídos de su paciente, que como un rezo. Los divinos respondieron, extendiendo la cálida serenidad de sus poderes hacia el interior de la muchacha, aliviando la presión en el cráneo de la joven, barriendo con su don cualquier resto de la contusión que la aturdía.*
El hijo de Sandorai tardo algunos segundos en moverse y romper el contacto, incluso después de que su magia hubiese surtido efecto. Cerro los ojos, y tomó aire. Sin darse cuenta había dejado de respirar. No le gustaba demasiado hacer uso de la magia para la curación, pero lo hacía a menudo, era la mejor forma de atender heridas internas, para los que la aguja y el hilo de tripa no tenían cabida.
Sin embargo, su rostro no dejaba entrever huella de aquello, sereno, pero distante, siguió contemplando a la doncella guerrera. —Deberías invertir en un casco.— Le aconsejó, terminando de acomodarle el cabello lejos del rostro, atrás de las orejas y los cuernos, para que la leve brisa que producía el movimiento de la carreta le acariciase el rostro.
* Imposición de Manos: [Mágica, 1 uso] Puedo imponer mis manos sobre mí o alguien más y realizar una breve plegaria. La Luz sanará la herida más grave del beneficiado y le otorgará un escudo que absorbe daño moderado por una ronda.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
La dragona que intentaba descansar, abrió uno de sus ojos para observar al elfo y su correspondiente ajetreo, la muchacha no parecía reaccionar ante el movimiento de los coles, ni cuando el vehículo comenzó a moverse, no obstante, la pupila de su mirada vigilante se expandió al notar como se inclinaba el elfo sobre ella.
- Que …. –exhalo antes de escuchar el tono calmante del elfo, luego sintió su tacto abriéndose camino entre sus mechones azules, con un poco de rojo por la sangre.
Ya fuera por el aturdimiento o por lo inofensivo que le resultaba el elfo, Akapalotl no se resistió, su cabeza se movió siguiendo la guía del elfo, mientras la mirada se orientaba en el mismo, aunque solo podía verle el pecho y su visual se enfocó en el vaivén de la bellota que colgaba de su cuello, la cual se tambaleaba al ritmo del camino.
Aunque sus ojos estaban en la joyería del elfo, su mente estaba analizando el movimiento de sus manos, era claro, estaba buscando la herida, aquel tipo de interés en el otro le era extraño de ver, “seguro evaluara si puedo seguir siéndole útil”
Su pensamiento fue interrumpido cuando una pequeña calidez empezó a invadirle su cabeza, enfocada en su herida, fueron varios segundos estáticos en los cuales solo sintió aquel calorcillo, un calorcito que ella nunca había sentido, pero lo consideraba conocido; por otro lado, también le invadió una paz, una paz que no había sentido desde que vivía en su hogar.
Esa paz le transportaba a los buenos días, antes de que cayera su rey, era una tranquilidad similar a la que albergaba en su corazón, cuando entrada la noche, ella fabricaba con cariño las espadas de madera con las cuales instruiría a los menores del clan; cada espada era un futuro guerrero Nakai, pero ya no había espadas, ni futuros Nakai.
Finalmente, aquel momento termino, aquella paz de las noches de carpintería desapareció de su mente, ahora observaba la mirada serena del elfo, y su voz calma, que le indicaba que debía usar casco; mientras ella sentía como sus manos que seguían cálidas acomodaban su cabello. Las manos frias de la dragona se movieron rápido, pero sin fuerza y se posaron sobre las muñecas del bardo, luego con delicadeza las bajo apartando el tacto del elfo de su ser; no obstante, no lo soltó, sus palmas seguían juntas, cuando salió de sus rojizos labios.
- Gracias… - con un tono suave, dulce y sincero, surgieron unas palabras en un volumen tímido; ella no agradecía por la sanación en sí, sino por los instantes de paz que había sentido como efecto secundario.
Duro un instante, en silencio, mirándole con un brillo carmesí sincero, que se fue apagando poco a poco, a medida que su intranquilidad habitual volvía a invadirla; finalmente soltó al elfo y se movió para tomar una actitud de guardia.
- Me estorbaría usar un casco – la chica procedió a palmearse la cabeza, solo para mancharse las manos con los pocos rastros de sangre que quedaba – la próxima vez debo fortalecer mi piel – concluyo tras bajar el brazo, mientras formaba una pequeña sonrisa –no esperaba que fueras un sanador, de hecho, pensé que eras solo un … - se quedó en silencio buscando una palabra – no recuerdo bien, creo que se dice arlequín ¿no? Ya sabes los que entretienen a los demás
Finalizo de hablar viéndole con una sonrisa amistosa, para luego fijar sus ojos en el camino.
- Que …. –exhalo antes de escuchar el tono calmante del elfo, luego sintió su tacto abriéndose camino entre sus mechones azules, con un poco de rojo por la sangre.
Ya fuera por el aturdimiento o por lo inofensivo que le resultaba el elfo, Akapalotl no se resistió, su cabeza se movió siguiendo la guía del elfo, mientras la mirada se orientaba en el mismo, aunque solo podía verle el pecho y su visual se enfocó en el vaivén de la bellota que colgaba de su cuello, la cual se tambaleaba al ritmo del camino.
Aunque sus ojos estaban en la joyería del elfo, su mente estaba analizando el movimiento de sus manos, era claro, estaba buscando la herida, aquel tipo de interés en el otro le era extraño de ver, “seguro evaluara si puedo seguir siéndole útil”
Su pensamiento fue interrumpido cuando una pequeña calidez empezó a invadirle su cabeza, enfocada en su herida, fueron varios segundos estáticos en los cuales solo sintió aquel calorcillo, un calorcito que ella nunca había sentido, pero lo consideraba conocido; por otro lado, también le invadió una paz, una paz que no había sentido desde que vivía en su hogar.
Esa paz le transportaba a los buenos días, antes de que cayera su rey, era una tranquilidad similar a la que albergaba en su corazón, cuando entrada la noche, ella fabricaba con cariño las espadas de madera con las cuales instruiría a los menores del clan; cada espada era un futuro guerrero Nakai, pero ya no había espadas, ni futuros Nakai.
Finalmente, aquel momento termino, aquella paz de las noches de carpintería desapareció de su mente, ahora observaba la mirada serena del elfo, y su voz calma, que le indicaba que debía usar casco; mientras ella sentía como sus manos que seguían cálidas acomodaban su cabello. Las manos frias de la dragona se movieron rápido, pero sin fuerza y se posaron sobre las muñecas del bardo, luego con delicadeza las bajo apartando el tacto del elfo de su ser; no obstante, no lo soltó, sus palmas seguían juntas, cuando salió de sus rojizos labios.
- Gracias… - con un tono suave, dulce y sincero, surgieron unas palabras en un volumen tímido; ella no agradecía por la sanación en sí, sino por los instantes de paz que había sentido como efecto secundario.
Duro un instante, en silencio, mirándole con un brillo carmesí sincero, que se fue apagando poco a poco, a medida que su intranquilidad habitual volvía a invadirla; finalmente soltó al elfo y se movió para tomar una actitud de guardia.
- Me estorbaría usar un casco – la chica procedió a palmearse la cabeza, solo para mancharse las manos con los pocos rastros de sangre que quedaba – la próxima vez debo fortalecer mi piel – concluyo tras bajar el brazo, mientras formaba una pequeña sonrisa –no esperaba que fueras un sanador, de hecho, pensé que eras solo un … - se quedó en silencio buscando una palabra – no recuerdo bien, creo que se dice arlequín ¿no? Ya sabes los que entretienen a los demás
Finalizo de hablar viéndole con una sonrisa amistosa, para luego fijar sus ojos en el camino.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Las manos del sanador se detuvieron cuando fueron tomadas por las de la muchacha, mucho más pequeñas, pero también más rudas, llenas de callosidades por el camino de la espada.
A su agradecimiento respondió con una media sonrisa. No era para el gran cosa usar sus poderes, toda su gente podía hacerlo, pese a ello, los que no tenían ese don siempre agradecían ser tocados por él.
La timidez de su voz fue mejor recibida por el bardo que el agradecimiento en sí mismo, pues le permitía al trovador seguir adivinando facetas de la muchacha. La entonación y el candor con el que se expresó le hizo pensar al bardo que no era una mujer muy dada a agradecer ayuda, o a permitir que se la prestasen. La obsesión que parecía tener con la fuerza le permitía asumir el porqué.
No hizo ademán de zafarse, se quedó a merced de ella hasta que esta decidió soltarle. Ella se movió, y él volvió a su rincón del carro, con el laúd que volvió a apoyar en el regazo, y que debería afinar de nuevo. Ajusto la clavija, y la giró un poco de más cuando la palabra "Arlequín" hirió sus oídos. Una nota desafinada rompió el silencio, haciéndole percatarse de su error. Aquella fue la única cosa que dejo traslucir su herido orgullo. Él no era ningún bufón de palacio, con calzas coloridas y cascabeles en los tobillos, poniendo el culo en pompa para ser pateado o haciendo monerías para que algún noble gordinflón se entretuviese.
Carraspeó.
—Soy Médico, alquimista, músico, pintor, jinete de upeleros y unas tantas cosas más según lo que la situación requiera.— Declaró con su soltura y ligereza habitual. La sonrisa inocente de la joven le dieron la pauta de que no lo estaba burlando, así que no le devolvió la deferencia de insultarla veladamente. —Pero no arlequín.— Puntualizó al final. — Quizás de esos encuentres alguno por las aldeas cercanas.
El sol subía en el cielo, aun lejos de su zenit, bañando el carro y los campos con un calor taimado. La falsa sensación de verano del día anterior había desaparecido por completo, y el brillo del astro resultaba menos vibrante, aunque el cielo se encontrase despejado. La brisa no era fría, pero tenía ese empuje de principios de otoño, y hacía mecerse las vides que llenaban todo con el canto de su hojarasca frotarse entre sí.
—¿Cómo fortaleces tu piel?.— Cambio de tema con genuino interés por su pregunta. Los hombres dragón eran una especie curiosa, que encaraban sus dones de formas tan diversas que siempre podía uno aprender algo de ello.
Anselmo se había calmado, su tez había recuperado el color, y sus asalchichados dedos se aferraban con menos apuro a las riendas. Las mulas, permanecían impasibles y ajenas a los cambios, trotando sin prisa pero sin pausa, y rebuznando cuando les impedían parar a comer hierbajos al borde del camino con un fuerte tirón en los arreos.
A su agradecimiento respondió con una media sonrisa. No era para el gran cosa usar sus poderes, toda su gente podía hacerlo, pese a ello, los que no tenían ese don siempre agradecían ser tocados por él.
La timidez de su voz fue mejor recibida por el bardo que el agradecimiento en sí mismo, pues le permitía al trovador seguir adivinando facetas de la muchacha. La entonación y el candor con el que se expresó le hizo pensar al bardo que no era una mujer muy dada a agradecer ayuda, o a permitir que se la prestasen. La obsesión que parecía tener con la fuerza le permitía asumir el porqué.
No hizo ademán de zafarse, se quedó a merced de ella hasta que esta decidió soltarle. Ella se movió, y él volvió a su rincón del carro, con el laúd que volvió a apoyar en el regazo, y que debería afinar de nuevo. Ajusto la clavija, y la giró un poco de más cuando la palabra "Arlequín" hirió sus oídos. Una nota desafinada rompió el silencio, haciéndole percatarse de su error. Aquella fue la única cosa que dejo traslucir su herido orgullo. Él no era ningún bufón de palacio, con calzas coloridas y cascabeles en los tobillos, poniendo el culo en pompa para ser pateado o haciendo monerías para que algún noble gordinflón se entretuviese.
Carraspeó.
—Soy Médico, alquimista, músico, pintor, jinete de upeleros y unas tantas cosas más según lo que la situación requiera.— Declaró con su soltura y ligereza habitual. La sonrisa inocente de la joven le dieron la pauta de que no lo estaba burlando, así que no le devolvió la deferencia de insultarla veladamente. —Pero no arlequín.— Puntualizó al final. — Quizás de esos encuentres alguno por las aldeas cercanas.
El sol subía en el cielo, aun lejos de su zenit, bañando el carro y los campos con un calor taimado. La falsa sensación de verano del día anterior había desaparecido por completo, y el brillo del astro resultaba menos vibrante, aunque el cielo se encontrase despejado. La brisa no era fría, pero tenía ese empuje de principios de otoño, y hacía mecerse las vides que llenaban todo con el canto de su hojarasca frotarse entre sí.
—¿Cómo fortaleces tu piel?.— Cambio de tema con genuino interés por su pregunta. Los hombres dragón eran una especie curiosa, que encaraban sus dones de formas tan diversas que siempre podía uno aprender algo de ello.
Anselmo se había calmado, su tez había recuperado el color, y sus asalchichados dedos se aferraban con menos apuro a las riendas. Las mulas, permanecían impasibles y ajenas a los cambios, trotando sin prisa pero sin pausa, y rebuznando cuando les impedían parar a comer hierbajos al borde del camino con un fuerte tirón en los arreos.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Akapalotl no reacciono al desafinar de la cuerda, su mirada seguía enfocada en el camino, atenta ante alguna posibilidad de contraataque, solo bajo su atención cuando escucho al elfo describir su extenso conjunto de profesiones; miro de reojo al elfo, formando una pequeña sonrisa, ligeramente engreída.
“que músico y arlequín no son lo mismo?”
Tras ese desvió de su atención la chica volvió a tomar posición de guardia, su cuerpo se mantenía firme, incluso cuando algún bache o piedra provocaba que la carreta diera un brinco inesperado; solo se movía para enfocar su mirada a un costado o hacia atrás.
- Más que fortalecer mi piel en si – agrego la chica rápidamente a la voz del elfo, sin desviar su mirada del camino, tenía un hilo calmo pero firme como el de una institutriz – seria quedar en un punto medio de transformación, entre dragón y humano; en ese caso en específico necesito cambiar mi piel humana por piel de dragón, la cual es más resistente, pero también menos flexible a escalas tan pequeñas – concluyo señalando su cuerpo con su zurda – veo… algo a lo lejos.
La chica estrecho los ojos, enfocando con su mirada más allá de los cultivos, casi tapado por una colina, allí parecía haber unas estructuras de adobe y pastos.
- Creo es la aldea – concluyo la chica que apunto con su mano las distantes estructuras.
“que músico y arlequín no son lo mismo?”
Tras ese desvió de su atención la chica volvió a tomar posición de guardia, su cuerpo se mantenía firme, incluso cuando algún bache o piedra provocaba que la carreta diera un brinco inesperado; solo se movía para enfocar su mirada a un costado o hacia atrás.
- Más que fortalecer mi piel en si – agrego la chica rápidamente a la voz del elfo, sin desviar su mirada del camino, tenía un hilo calmo pero firme como el de una institutriz – seria quedar en un punto medio de transformación, entre dragón y humano; en ese caso en específico necesito cambiar mi piel humana por piel de dragón, la cual es más resistente, pero también menos flexible a escalas tan pequeñas – concluyo señalando su cuerpo con su zurda – veo… algo a lo lejos.
La chica estrecho los ojos, enfocando con su mirada más allá de los cultivos, casi tapado por una colina, allí parecía haber unas estructuras de adobe y pastos.
- Creo es la aldea – concluyo la chica que apunto con su mano las distantes estructuras.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
La nota discordante pronto quedó en el olvido, y una melodía de ritmo animado sustituyó el lúgubre silencio. Las notas saltarinas y breves acompañaban perfectamente el traqueteo del carro, y tapaban el esporádico rebuznar de las mulas, y los suspiros de Anselmo, que seguía conmocionado por la reciente desventura.
—Tus movimientos son más fuertes y precisos que rápidos, la amortiguación de la curvatura de las escamas seguramente sea más útil que los contratiempos que la falta de flexibilidad te puedan dar.— Sentenció el trovador, tras meditar unos instantes en las posibilidades. Poco había visto de las dotes combativas de la joven, pero trabajaba con los datos que poseía.
Efectivamente, la aldea empezó a recortarse al final del camino, entre los prados. Un cercado de madera tapaba el primer piso de las casas, que se asomaban por encima del mismo, con sus tejados a dos aguas sosteniendo banderines rojos y amarillos, desvaídos por el efecto del sol y las recientes lluvias.
Los portones se hallaban abiertos, y el carro paso holgadamente mientras su conductor se saludaba con la escueta guarnición que cuidaba del villorrio venido a menos.
Las casas eran de piedra y adobe en su primer piso, y principalmente de madera en el segundo. La mayoría no tenían balcones, pero casi todas poseían grandes ventanas. Cuerdas pasaban de lado a lado de la calle, haciendo ondear la colada de la mañana, y llover sobre los transeúntes, frías gotas de agua jabonosa.
La mayoría de las calles eran de tierra, y tuvieron que detenerse mientras el porquero cruzaba toda su piara, limpiando las mismas, y dejando un persistente hedor a purines. A eso se sumaba el perfume a pueblo, una mezcla de excrementos tanto humanos como animales, carne cruda, coles sobre hervidas, cerveza barata, vinagre y leña.
Las señoras ojeaban curiosas a los viajeros, a Anselmo lo reconocían, pero los extraños siempre eran una buena distracción para los aldeanos. Iltharion dejó de tocar, se recostó cómodamente en los sacos y sonrió con encanto a las rústicas lugareñas que le espiaban desde sus casas, obsequiando a algunas de ellas con guiños y gestos coquetos. Esa era la mejor forma de conseguirse una buena audiencia más tarde en la posada del pueblo, y como más gente fuera a preguntar por él, más fácil le sería regatear con el cantinero.
A la dragona también la miraban, con una curiosidad muy distinta. Sus cuernos no pasaban desapercibidos para las humildes gentes de Wurzburg. Sobre todo, los pequeños y oscuros ojos de las doncellas, miraban embelesadas con envidia la piel rojiza con la que se engalanaba la guerrera.
Anselmo se detuvo en la plaza, el único lugar del pueblo que tenía un empedrado decente, aunque solo era en el centro, alrededor de un puente. En los márgenes diversos labriegos acomodaban los carros para armar con ellos sus puestos, y empezaban a exhibir su género mientras gritaban, intentando taparse unos a otros con sus ofertas.
Iltharion se inclinó hacia la dragona y le susurró. — Hay que cuidar que no le roben mientras merca.— Y se bajó de un salto. Difícilmente aquello fuera necesario, pero si la exótica desconocida se quedaba en uno de los puestos, todas las marujas orbitarían hacia el mismo, y quizás pudieran sacarle algo más que gratitud al señor Anselmo.
—Tus movimientos son más fuertes y precisos que rápidos, la amortiguación de la curvatura de las escamas seguramente sea más útil que los contratiempos que la falta de flexibilidad te puedan dar.— Sentenció el trovador, tras meditar unos instantes en las posibilidades. Poco había visto de las dotes combativas de la joven, pero trabajaba con los datos que poseía.
Efectivamente, la aldea empezó a recortarse al final del camino, entre los prados. Un cercado de madera tapaba el primer piso de las casas, que se asomaban por encima del mismo, con sus tejados a dos aguas sosteniendo banderines rojos y amarillos, desvaídos por el efecto del sol y las recientes lluvias.
Los portones se hallaban abiertos, y el carro paso holgadamente mientras su conductor se saludaba con la escueta guarnición que cuidaba del villorrio venido a menos.
Las casas eran de piedra y adobe en su primer piso, y principalmente de madera en el segundo. La mayoría no tenían balcones, pero casi todas poseían grandes ventanas. Cuerdas pasaban de lado a lado de la calle, haciendo ondear la colada de la mañana, y llover sobre los transeúntes, frías gotas de agua jabonosa.
La mayoría de las calles eran de tierra, y tuvieron que detenerse mientras el porquero cruzaba toda su piara, limpiando las mismas, y dejando un persistente hedor a purines. A eso se sumaba el perfume a pueblo, una mezcla de excrementos tanto humanos como animales, carne cruda, coles sobre hervidas, cerveza barata, vinagre y leña.
Las señoras ojeaban curiosas a los viajeros, a Anselmo lo reconocían, pero los extraños siempre eran una buena distracción para los aldeanos. Iltharion dejó de tocar, se recostó cómodamente en los sacos y sonrió con encanto a las rústicas lugareñas que le espiaban desde sus casas, obsequiando a algunas de ellas con guiños y gestos coquetos. Esa era la mejor forma de conseguirse una buena audiencia más tarde en la posada del pueblo, y como más gente fuera a preguntar por él, más fácil le sería regatear con el cantinero.
A la dragona también la miraban, con una curiosidad muy distinta. Sus cuernos no pasaban desapercibidos para las humildes gentes de Wurzburg. Sobre todo, los pequeños y oscuros ojos de las doncellas, miraban embelesadas con envidia la piel rojiza con la que se engalanaba la guerrera.
Anselmo se detuvo en la plaza, el único lugar del pueblo que tenía un empedrado decente, aunque solo era en el centro, alrededor de un puente. En los márgenes diversos labriegos acomodaban los carros para armar con ellos sus puestos, y empezaban a exhibir su género mientras gritaban, intentando taparse unos a otros con sus ofertas.
Iltharion se inclinó hacia la dragona y le susurró. — Hay que cuidar que no le roben mientras merca.— Y se bajó de un salto. Difícilmente aquello fuera necesario, pero si la exótica desconocida se quedaba en uno de los puestos, todas las marujas orbitarían hacia el mismo, y quizás pudieran sacarle algo más que gratitud al señor Anselmo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Un ligero suspiro fue la única respuesta que recibió aquel comentario, aunque no era necesario más, para saber que la desestimación de su velocidad no había pasado desapercibida, no obstante, la dragona estaba enfocando su mirada al pueblo y luego en la escasa guardia que le provocaban un poderoso sentimiento de asco, se les notaba su nulo interés en verificar bien el contenido del vehículo y para ella esa era una clara violación de protocolos.
“el sur es tan…. Insulso”
Mientras el carro cruzaba entre las casas de adobe y madera, los ojos de los aldeanos se fijaban en la curiosa escolta de Anselmo, al principio Akapalotl respondía con una mirada fría, que se podría confundir con desprecio, aunque no había tal intensión por parte de la chica, la cual miro de reojo al galante elfo y sus movimientos cálidos y amigables, su sonrisa encantadora que le había ayudado a ganar posada la noche anterior.
Algunos aldeanos, los más desafortunados en cruzar mirada con la muchacha, sintieron un pequeño escalofrió cuando esta les respondía con una forzada sonrisa, surgida por otro intento de adaptar las formas del elfo, su mirada fría, se combinaba con una mueca amplia que no escondía sus afilados dientes, sus cejas torcidas palpitaban ligeramente al no poder conseguir un buen equilibrio, mientras sus cuernos reflejaban parte del brillo del sol que chocaba con los mismos.
Tras unos largos, pero escasos minutos la dragona dejo de intentar imitar al elfo y procedió a bajar su guarda, ubicándose en un punto menos visible del vehículo, allí estuvo hasta que el elfo tras dirigirle la palabra se bajó.
- Que lo intenten – respondió, aunque el elfo ya no estaba a su lado, con brusquedad se bajó del carro y comenzó a examinar a su alrededor, buscando algún peligro, pero había demasiadas caras que analizar, finalmente la chica procedió a simplemente quedarse al lado contrario del campesino, tendría que esperar el pudiera cuidar su costado.
“el sur es tan…. Insulso”
Mientras el carro cruzaba entre las casas de adobe y madera, los ojos de los aldeanos se fijaban en la curiosa escolta de Anselmo, al principio Akapalotl respondía con una mirada fría, que se podría confundir con desprecio, aunque no había tal intensión por parte de la chica, la cual miro de reojo al galante elfo y sus movimientos cálidos y amigables, su sonrisa encantadora que le había ayudado a ganar posada la noche anterior.
Algunos aldeanos, los más desafortunados en cruzar mirada con la muchacha, sintieron un pequeño escalofrió cuando esta les respondía con una forzada sonrisa, surgida por otro intento de adaptar las formas del elfo, su mirada fría, se combinaba con una mueca amplia que no escondía sus afilados dientes, sus cejas torcidas palpitaban ligeramente al no poder conseguir un buen equilibrio, mientras sus cuernos reflejaban parte del brillo del sol que chocaba con los mismos.
Tras unos largos, pero escasos minutos la dragona dejo de intentar imitar al elfo y procedió a bajar su guarda, ubicándose en un punto menos visible del vehículo, allí estuvo hasta que el elfo tras dirigirle la palabra se bajó.
- Que lo intenten – respondió, aunque el elfo ya no estaba a su lado, con brusquedad se bajó del carro y comenzó a examinar a su alrededor, buscando algún peligro, pero había demasiadas caras que analizar, finalmente la chica procedió a simplemente quedarse al lado contrario del campesino, tendría que esperar el pudiera cuidar su costado.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Los patéticos intentos de la dragona por caer en gracia no pasaron desapercibidos a nadie, ni siquiera al bardo, aunque a él, en vez de ponérsele la piel de gallina, le entraron unas ganas tremendas de reírse que contuvo con mucho saber estar.
Ya en la plaza, Anselmo rápidamente bajo las barricas, uso un par de tablones para armar un improvisado mostrador, y acomodo las verduras sin ningún tipo de gracia ni arte para la composición. A Iltharion le pareció un tremendo desperdicio de oportunidad, pero no iba él a ponerse a cargar pesadas pilas de hortalizas, así que lo dejó estar.
Enseguida las marujas más descaradas del pueblo se aglomeraron en el puesto de Anselmo, colando indiscretas preguntas sobre los extranjeros entre pedir un repollo y llevarse un canasto de patatas. La dragona generaba una admiración y envidia distante, pues su cara de pocos amigos y la espada que portaba en el cinto disuadían al populacho de irritarla con sus preguntas.
Una señora algo más atrevida aprovechó el tumulto para tomar del brazo al elfo.
—Hay señor, pero como me llevas la camisa, que se os ha ocurrido para terminar así.— Exclamo con una muy mal fingida preocupación, clavando sus ojillos saltones en los tajos de la prenda entre la que se traslucía el cuerpo del elfo. Una de sus amigas le dio un codazo, pero aprovechó para sumarse a la charla.
—¿No pensáis ir así no? No, señor, eso no es decente, mire yo me traigo mucha mano con la aguja...
—Pero tu casa está lejos, deja, deja, que yo tampoco me quedo atrás como costurera…
—Pero con los críos…
—Los niños a esta edad se crían solos.— Empezaron a interrumpirse la una a la otra, sin permitirle al trovador meter bocado. Viendo sus ropas arregladas y sin gastar un aero, decidió limitarse a quedarse quieto viéndose bonito mientras las señoras se peleaban por zurcirle la camisa.
Mientras discutían iban señalándole a Anselmo esto y aquello del puesto, para disimular un poco, llenando de más sus canastos, hasta que les temblaron los brazos por peso.
La suerte no quiso sonreír al campesino mucho tiempo sin requerirle de su esfuerzo, porque de golpe la marea de gente empezó a girar hacia el lado opuesto de la plaza.
Por encima de las cabezas brillantes por la grasa de los cabellos sucios, se podía ver un hombre de mediana edad y apariencia cuidada, pero polvoriento, claramente un viajero. Se lo veía desde el ombligo hasta la coronilla, por lo que el elfo asumió que estaba trepado a algún lado.
El hombre alzaba al aire una botella de vidrio transparente con un líquido azul verdoso, torvo y poco apetitoso mientras dejaba que su voz de barítono inundara el lugar.
— ¡Mágico elixir de sangre de Ihhrashi! ¡Compren aquí su mágico elixir de sangre de Ihhrashi! ¡Ten el vigor de un gigante! ¡Aprende a la velocidad del rayo! ¡Recupera miembros perdidos!.— Sus brazos se movían teatralmente de un lado al otro, y, aunque su discurso sonaba claramente a una estafa, había algo en su voz que hacía difícil no escucharlo.-¡Despierta el poder de los dragones que hay en ti! ¡Ten el aguante de un licántropo!¡Una sola gota te dará suficiente vigor para satisfacer a cualquier mujer!
Cuanto más gritaba el sujeto, más gente iba hacia su estante, hasta que en el puesto de Anselmo solo quedaron las dos marujas peleando por la camisa del bardo.
Ya en la plaza, Anselmo rápidamente bajo las barricas, uso un par de tablones para armar un improvisado mostrador, y acomodo las verduras sin ningún tipo de gracia ni arte para la composición. A Iltharion le pareció un tremendo desperdicio de oportunidad, pero no iba él a ponerse a cargar pesadas pilas de hortalizas, así que lo dejó estar.
Enseguida las marujas más descaradas del pueblo se aglomeraron en el puesto de Anselmo, colando indiscretas preguntas sobre los extranjeros entre pedir un repollo y llevarse un canasto de patatas. La dragona generaba una admiración y envidia distante, pues su cara de pocos amigos y la espada que portaba en el cinto disuadían al populacho de irritarla con sus preguntas.
Una señora algo más atrevida aprovechó el tumulto para tomar del brazo al elfo.
—Hay señor, pero como me llevas la camisa, que se os ha ocurrido para terminar así.— Exclamo con una muy mal fingida preocupación, clavando sus ojillos saltones en los tajos de la prenda entre la que se traslucía el cuerpo del elfo. Una de sus amigas le dio un codazo, pero aprovechó para sumarse a la charla.
—¿No pensáis ir así no? No, señor, eso no es decente, mire yo me traigo mucha mano con la aguja...
—Pero tu casa está lejos, deja, deja, que yo tampoco me quedo atrás como costurera…
—Pero con los críos…
—Los niños a esta edad se crían solos.— Empezaron a interrumpirse la una a la otra, sin permitirle al trovador meter bocado. Viendo sus ropas arregladas y sin gastar un aero, decidió limitarse a quedarse quieto viéndose bonito mientras las señoras se peleaban por zurcirle la camisa.
Mientras discutían iban señalándole a Anselmo esto y aquello del puesto, para disimular un poco, llenando de más sus canastos, hasta que les temblaron los brazos por peso.
La suerte no quiso sonreír al campesino mucho tiempo sin requerirle de su esfuerzo, porque de golpe la marea de gente empezó a girar hacia el lado opuesto de la plaza.
Por encima de las cabezas brillantes por la grasa de los cabellos sucios, se podía ver un hombre de mediana edad y apariencia cuidada, pero polvoriento, claramente un viajero. Se lo veía desde el ombligo hasta la coronilla, por lo que el elfo asumió que estaba trepado a algún lado.
El hombre alzaba al aire una botella de vidrio transparente con un líquido azul verdoso, torvo y poco apetitoso mientras dejaba que su voz de barítono inundara el lugar.
— ¡Mágico elixir de sangre de Ihhrashi! ¡Compren aquí su mágico elixir de sangre de Ihhrashi! ¡Ten el vigor de un gigante! ¡Aprende a la velocidad del rayo! ¡Recupera miembros perdidos!.— Sus brazos se movían teatralmente de un lado al otro, y, aunque su discurso sonaba claramente a una estafa, había algo en su voz que hacía difícil no escucharlo.-¡Despierta el poder de los dragones que hay en ti! ¡Ten el aguante de un licántropo!¡Una sola gota te dará suficiente vigor para satisfacer a cualquier mujer!
Cuanto más gritaba el sujeto, más gente iba hacia su estante, hasta que en el puesto de Anselmo solo quedaron las dos marujas peleando por la camisa del bardo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
“son demasiados”
Había mucha gente, demasiados posibles enemigos, Akapalotl había vivido toda su existencia en el hogar de su clan, lejos incluso de la aldea más cercana, aun así, había estado en reuniones y ciertamente había visitado pueblos, incluso había estado en el mercado, pero ahora tenía delante de una masa apretujada de individuos, demasiados para poder evaluar fácilmente un posible ladronzuelo.
Para su suerte, no debía preocuparse por que se aproximaran mucho al lado que ella cuidaba, la gente no se acercaba a su costado, había algo en ella que provocaba más miedo que curiosidad, era su semblante frio, una mirada sombría que no cambiaba en ningún instante, ni cuando corto la cabeza del enano, ni cuando fútilmente intento saludar a los demás; una mirada lista para matar.
“que descuidado”
Pensó tras ver de reojo al elfo, rodeado por aquellas aldeanas, dejándose tocar; un puñal, “eso es lo que terminaría cortando sus entrañas” pensó la dragona ante la posición de su acompañante, tras lo cual procedió a seguir su análisis de futuros delincuentes, hubo a su parecer varios posibles ladrones, personas que se acercaban por su lado, pero al recibir la mirada fría de la dragona retrocedían y se dirigían a alguna otra tienda.
Finalmente, la gente comenzó a retroceder, caminaron hacia el puesto de aquel bullicioso personaje, anduvieron como si las palabras de aquel ser los hechizara, Akapalotl por su parte solo suspiro de alivio, estar pendiente de tantos posibles enemigos le había agotado más que el combate del camino.
- Poder de dragón… - la chica repitió y ahora que se sentía más libre camino suavemente hasta el elfo, su figura “eclipso” a los tres individuos, las dos aldeanas pararon su juego de empujar y halar cuando sintieron la mirada de la dragona y antes de que pudieran si quiera decir algo, la muchacha hablo- Itharion has escuchado eso, ¿crees que sea algún brebaje alquímico que fortalezca el vínculo elemental?
Había mucha gente, demasiados posibles enemigos, Akapalotl había vivido toda su existencia en el hogar de su clan, lejos incluso de la aldea más cercana, aun así, había estado en reuniones y ciertamente había visitado pueblos, incluso había estado en el mercado, pero ahora tenía delante de una masa apretujada de individuos, demasiados para poder evaluar fácilmente un posible ladronzuelo.
Para su suerte, no debía preocuparse por que se aproximaran mucho al lado que ella cuidaba, la gente no se acercaba a su costado, había algo en ella que provocaba más miedo que curiosidad, era su semblante frio, una mirada sombría que no cambiaba en ningún instante, ni cuando corto la cabeza del enano, ni cuando fútilmente intento saludar a los demás; una mirada lista para matar.
“que descuidado”
Pensó tras ver de reojo al elfo, rodeado por aquellas aldeanas, dejándose tocar; un puñal, “eso es lo que terminaría cortando sus entrañas” pensó la dragona ante la posición de su acompañante, tras lo cual procedió a seguir su análisis de futuros delincuentes, hubo a su parecer varios posibles ladrones, personas que se acercaban por su lado, pero al recibir la mirada fría de la dragona retrocedían y se dirigían a alguna otra tienda.
Finalmente, la gente comenzó a retroceder, caminaron hacia el puesto de aquel bullicioso personaje, anduvieron como si las palabras de aquel ser los hechizara, Akapalotl por su parte solo suspiro de alivio, estar pendiente de tantos posibles enemigos le había agotado más que el combate del camino.
- Poder de dragón… - la chica repitió y ahora que se sentía más libre camino suavemente hasta el elfo, su figura “eclipso” a los tres individuos, las dos aldeanas pararon su juego de empujar y halar cuando sintieron la mirada de la dragona y antes de que pudieran si quiera decir algo, la muchacha hablo- Itharion has escuchado eso, ¿crees que sea algún brebaje alquímico que fortalezca el vínculo elemental?
Akapalotl
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Las aldeanas tragaron saliva, y se tensaron como muelles ante la cercanía de la joven dragona. La miraron con miedo, pero también con envidia. Contemplaron su tez clara, sin las manchas del trabajo duro, su cabello sedoso, que no conocía el maltrato del sol, y sus ojos rojos, como rubíes, tan hermosos y fríos al mismo tiempo, hipnóticos, como los de una serpiente.
Iltharion rompió el hechizo bajo el que habían sido presas las campesinas, quitándose la camisa maltrecha. —Si realmente pueden remendarla, pasaré luego gustoso a recogerla, pero ahora me debo a ayudar al señor Anselmo.— Las mujeres lo miraron con vergüenza fingida, y se alejaron con una sonrisa y promesas de sus dotes como costureras, codo con codo, peleándose entre ellas por la prenda.
El bardo se volvió entonces hacia la dragona, conteniendo una risa burlona. Le resultaba tremendamente ridículo que cayese por aquel obvio engaño, pero, por otro lado, no era la única, casi toda la plaza no despegaba los ojos del malandrín de los elixires.
— ¡Mágico elixir de sangre de Ihhrashi! ¡Compren aquí su mágico elixir de sangre de Ihhrashi! Recupera el cabello, cultiva un lustroso bigote, sé la envidia del pueblo! ¡Deshazte de hasta la resaca más persistente!.— Las promesas de las mágicas dotes del torvo elixir no parecían tener fin.- ¡Adquiere el don de la videncia!¡Sana cualquier cosa como un elfo!
— Dudo mucho que tengas los Aéreos que va a pedir por él.— Le comento a su compañera, mientras meditaba sobre si romper sus ilusiones o no respecto a la pócima misteriosa.
Los únicos que no parecían entusiasmados con el discurso del vendedor eran los demás mercaderes, cuyos puestos habían quedado tristemente vacíos. Anselmo empezaba a ponerse nervioso. El bardo tuvo entonces una idea.
—Sé cómo podemos conseguir tu dinero para tu pócima.— Se sonrió, porque aquello le beneficiaría también. Se aclaró la garganta, y se trepó al pescante del carro. Luego, con su clara y potente voz de cantante, tapó los gritos del resto con los propios.
— ¡Gana un pulso contra la hermosa belleza del norte y llévate a casa un canasto surtido gratis! ¡Todos son bienvenidos a probar! ¡Diez Aeros el intento!
—¿Pero qué?.— Anselmo estaba por arrearle al trovador, pero este lo interrumpió bajo.
—Deje maese Anselmo, confié en mí. Si gana alguien le pago yo la fruta de mi bolsillo, y si no, nos partimos el botín en tres partes.
El labriego, viendo que el no perdía nada, aun si salía mal el ardid, se tranquilizó, y les acomodo una caja y dos barriles como mesa y taburetes para que pudieran hacer su numerito de circo.
El populacho empezó a orbitar hacia ellos, los maridos eran arrastrados por sus mujeres, y las señoras que estaban solas, viéndose más robustas y grandes que la dragoncita, se convencían a sí mismas que iban a volver a su casa con un canasto lleno.
Iltharion tomo a la dragona por los hombros, desde atrás, y le susurro al oído, de modo que solo ella pudiese oírlo.
—Haz como que te cuesta, pero vénceles, de esa forma, seguirán intentándolo.— El elfo sonaba como si tuviese confianza total en las capacidades de la guerrera.
Iltharion rompió el hechizo bajo el que habían sido presas las campesinas, quitándose la camisa maltrecha. —Si realmente pueden remendarla, pasaré luego gustoso a recogerla, pero ahora me debo a ayudar al señor Anselmo.— Las mujeres lo miraron con vergüenza fingida, y se alejaron con una sonrisa y promesas de sus dotes como costureras, codo con codo, peleándose entre ellas por la prenda.
El bardo se volvió entonces hacia la dragona, conteniendo una risa burlona. Le resultaba tremendamente ridículo que cayese por aquel obvio engaño, pero, por otro lado, no era la única, casi toda la plaza no despegaba los ojos del malandrín de los elixires.
— ¡Mágico elixir de sangre de Ihhrashi! ¡Compren aquí su mágico elixir de sangre de Ihhrashi! Recupera el cabello, cultiva un lustroso bigote, sé la envidia del pueblo! ¡Deshazte de hasta la resaca más persistente!.— Las promesas de las mágicas dotes del torvo elixir no parecían tener fin.- ¡Adquiere el don de la videncia!¡Sana cualquier cosa como un elfo!
— Dudo mucho que tengas los Aéreos que va a pedir por él.— Le comento a su compañera, mientras meditaba sobre si romper sus ilusiones o no respecto a la pócima misteriosa.
Los únicos que no parecían entusiasmados con el discurso del vendedor eran los demás mercaderes, cuyos puestos habían quedado tristemente vacíos. Anselmo empezaba a ponerse nervioso. El bardo tuvo entonces una idea.
—Sé cómo podemos conseguir tu dinero para tu pócima.— Se sonrió, porque aquello le beneficiaría también. Se aclaró la garganta, y se trepó al pescante del carro. Luego, con su clara y potente voz de cantante, tapó los gritos del resto con los propios.
— ¡Gana un pulso contra la hermosa belleza del norte y llévate a casa un canasto surtido gratis! ¡Todos son bienvenidos a probar! ¡Diez Aeros el intento!
—¿Pero qué?.— Anselmo estaba por arrearle al trovador, pero este lo interrumpió bajo.
—Deje maese Anselmo, confié en mí. Si gana alguien le pago yo la fruta de mi bolsillo, y si no, nos partimos el botín en tres partes.
El labriego, viendo que el no perdía nada, aun si salía mal el ardid, se tranquilizó, y les acomodo una caja y dos barriles como mesa y taburetes para que pudieran hacer su numerito de circo.
El populacho empezó a orbitar hacia ellos, los maridos eran arrastrados por sus mujeres, y las señoras que estaban solas, viéndose más robustas y grandes que la dragoncita, se convencían a sí mismas que iban a volver a su casa con un canasto lleno.
Iltharion tomo a la dragona por los hombros, desde atrás, y le susurro al oído, de modo que solo ella pudiese oírlo.
—Haz como que te cuesta, pero vénceles, de esa forma, seguirán intentándolo.— El elfo sonaba como si tuviese confianza total en las capacidades de la guerrera.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
- Yo no quiero esa poción – agrego la chica mirando de reojo a su acompañante, después de que el elfo insinuara que ella lo deseaba- solo me preocupa, acaso tendrá sangre de dragón, si es así debo hacerle pagar… oye – la dragona se había ensimismado mientras respondía y no se había percatado que el elfo ya no estaba a su lado, sino que estaba sobre el carro, vociferando su idea para ganar dinero.
Ella termino acercándose al mismo, mientras las gentes comenzaban a aproximarse, luego sintió unas manos cálidas sobre sus hombros, el tacto delicado le hizo levantar los mismos encogiendo su cuello, sabía que era el elfo, por eso en lugar de desenfundar su espada, procedió a girarse, permitiendo que su oreja, cubierta por su largo cabello, quedara alineada con la boca de Iltharion.
- Sabes que lo que me pides es … - se quedó pensativa un poco, intentando sopesar las ideas que le giraban en la cabeza, no recordaba una regla en su clan que le prohibiera fingir debilidad, siempre y cuando ganara.
“es más, si lo pienso bien estoy tendiendo una emboscada a los demás enemigos, lo cual es una buena práctica” pensó antes de negar la idea, sentía en su interior que estaba mal, pero no logro recordar una regla, ley o norma, ni siquiera un consejo que le permitiera negarse a la proposición del elfo.
Mientras ella pensaba Anselmo libero un espacio al reacomodar sus productos, la altura de la chica era lo suficiente para que ella pudiera apoyar su brazo en aquella “mesa”, pero se le veía incomoda, lo cual la hacía parecer un objetivo incluso más sencillo.
- Vamos ve, hasta un enclenque como tu puede contra esa enana– hablo una mujer cuyo aspecto daba a entender que ya tenía un pie en el cementerio, empujaba a un hombre delgado, de piel casi blanca y de mediana edad, el individuo además de ser raquítico, tenía un aspecto enfermizo, sus manos delataban que no era alguien que trabajara el campo.
- Madre deja de empujarme – suspiro el aldeano, mientras a regañadientes se acercaba a la chica
Aunque delgado era alto, así que eclipso a la muchachita, la cual tomo con firmeza la mano del mismo.
“debo fingir, pero no me humillare”
El hombre intento mover la mano, acto seguido hubo una reacción, la dragona, aunque no transformo su musculatura, no se contuvo y el brazo del hombre retrocedió rápidamente a medida que surgía un grito.
- ¡Maldita puta! – el hombre cayo producto de la inercia, un leve casi cómico retumbar le acompaño, se quedó unos momentos en el suelo, sujetando su brazo herido mientras farfullaba – me has jodido el puto brazo y hoy tengo que zurcir unos vestidos.
Akapalotl no perdió tiempo en responder al hombrecillo que con paso lento se dirigió hacia su madre, la mujer procedió a insultarlo y preguntaba a los dioses porque tenía un hijo tan inútil, el hombre maldecía acompañado de las risas de los demás aldeanos, junto a los gritos de “te derroto una niña” y detalles similares.
El siguiente que ingreso, era un hombre cuyo cuerpo gritaba que era un labrador, entro con una amplia sonrisa, otra vez la dragona estaba siendo eclipsada, aunque parecía similar a la escena anterior, la chica considero que fingir resistencia sería más aceptable con ese rival, al final seguramente terminaría como el otro.
Ella termino acercándose al mismo, mientras las gentes comenzaban a aproximarse, luego sintió unas manos cálidas sobre sus hombros, el tacto delicado le hizo levantar los mismos encogiendo su cuello, sabía que era el elfo, por eso en lugar de desenfundar su espada, procedió a girarse, permitiendo que su oreja, cubierta por su largo cabello, quedara alineada con la boca de Iltharion.
- Sabes que lo que me pides es … - se quedó pensativa un poco, intentando sopesar las ideas que le giraban en la cabeza, no recordaba una regla en su clan que le prohibiera fingir debilidad, siempre y cuando ganara.
“es más, si lo pienso bien estoy tendiendo una emboscada a los demás enemigos, lo cual es una buena práctica” pensó antes de negar la idea, sentía en su interior que estaba mal, pero no logro recordar una regla, ley o norma, ni siquiera un consejo que le permitiera negarse a la proposición del elfo.
Mientras ella pensaba Anselmo libero un espacio al reacomodar sus productos, la altura de la chica era lo suficiente para que ella pudiera apoyar su brazo en aquella “mesa”, pero se le veía incomoda, lo cual la hacía parecer un objetivo incluso más sencillo.
- Vamos ve, hasta un enclenque como tu puede contra esa enana– hablo una mujer cuyo aspecto daba a entender que ya tenía un pie en el cementerio, empujaba a un hombre delgado, de piel casi blanca y de mediana edad, el individuo además de ser raquítico, tenía un aspecto enfermizo, sus manos delataban que no era alguien que trabajara el campo.
- Madre deja de empujarme – suspiro el aldeano, mientras a regañadientes se acercaba a la chica
Aunque delgado era alto, así que eclipso a la muchachita, la cual tomo con firmeza la mano del mismo.
“debo fingir, pero no me humillare”
El hombre intento mover la mano, acto seguido hubo una reacción, la dragona, aunque no transformo su musculatura, no se contuvo y el brazo del hombre retrocedió rápidamente a medida que surgía un grito.
- ¡Maldita puta! – el hombre cayo producto de la inercia, un leve casi cómico retumbar le acompaño, se quedó unos momentos en el suelo, sujetando su brazo herido mientras farfullaba – me has jodido el puto brazo y hoy tengo que zurcir unos vestidos.
Akapalotl no perdió tiempo en responder al hombrecillo que con paso lento se dirigió hacia su madre, la mujer procedió a insultarlo y preguntaba a los dioses porque tenía un hijo tan inútil, el hombre maldecía acompañado de las risas de los demás aldeanos, junto a los gritos de “te derroto una niña” y detalles similares.
El siguiente que ingreso, era un hombre cuyo cuerpo gritaba que era un labrador, entro con una amplia sonrisa, otra vez la dragona estaba siendo eclipsada, aunque parecía similar a la escena anterior, la chica considero que fingir resistencia sería más aceptable con ese rival, al final seguramente terminaría como el otro.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Mientras el primer contendiente probaba suerte contra la dragona, exhibiendo una confiada sonrisa, su madre se entretenía con Ansemo llenando el canasto, que esperaba no tener que pagar. Para su gran desagrado, no fue así, y termino alejándose del puesto con las verduras a cuenta de sus propios Aeros.
El segundo contendiente era el tonelero del pueblo, un hombre fornido, de brazos anchos y velludos, recio, que parecía poder partir a la muchacha sin mucho esfuerzo. No se molestó ni en sentarse, inclinándose sobre las tablas, dedicándole una mirada llena de compasión a la dragona mientras era azuzado por su esposa, quien, al igual que la anterior campesina, ya se relamía con un premio que no iba a ganar.
Una ovación sorprendida sacudió la multitud cuando la callosa mano del artesano chocó violentamente contra la madera, sellando su derrota. Su mujer montó en cólera, pagó con desgana y se llevó a su esposo jalándolo de la oreja mientras le dedicaba una ristra de apelativos poco amables.
En el lado opuesto de la plaza, el itinerante estafador intentaba como podía mantener la atención del populacho, pero era difícil competir contra la fantasía de ganancias que producían los juegos de azar. Sus promesas de magia, saberes y potencia sexual podían atraer a los labriegos, pero las señoras, dueñas de las cuentas de la mayoría de los hogares, preferían, en la mayoría de los casos, hortalizas y enseres a la promesa de una inteligencia que no les iba a servir de nada, o que les hincharan el vientre.
Iban ya por la docena de contendientes derrotados, cuando finalmente el buhonero dio con la forma de vender aquella agua sucia a la que llamaba elixir.
—¿Quieren tener tanta fuerza como la doncella? ¡Compren aquí su elixir de sangre de Ihhrashi! Hace apenas uno días que les vendía, a esos un cargamento, y miren como vence a cualquier hombre que le saque un palmo ¡Consigan la fuerza de un gigante! ¡Compren aquí su elixir de sangre de Ihhrashi!
El populacho quedó convencido rápidamente de la veracidad de las proclamas, en primer lugar porque sabían que ni el elfo ni la doncella pertenecían a la aldea, así que la idea de que hubieran coincidido en sus viajes con el vendedor resultaba verosímil, pero, sobre todo, porque les permitía justificar la inusitada fuerza de la muchacha, y retener el orgullo.
Iltharion miró de soslayo a la dragona, seguro de que no se tomaría a bien que atribuyesen su fuerza al torvo remedio del estafador. Igual que había hecho la vez anterior, acomodo sus mansos en los hombros de la dragona, y le susurro con confianza.
—Ignórale, ajustaremos cuentas con el más tarde.— Prometió, con la firmeza y la convicción de quien tiene un plan. Luego se enderezó, y dejó que su poderosa voz inundara la plaza de nuevo.
—¡Venzan a la doncella guerrera, tras tomar un frasco del elixir de Ihhrashi y ganen el doble de premio!
—¿¡Pero qué cojones...?!.— Se alteró Anselmo, quien se había creído sin el menor atisbo de dudas que la fuerza de la joven era fruto del juego sucio, sobre todo después de haber presenciado como se había deshecho de los bandidos más temprano en la mañana.
—Recuerde Maese, si alguien gana pago yo de mi bolsillo el premio.— Se apuró a tranquilizarle nuevamente.
Como una marea agitada, el vulgo empezó a ondear entre el puestillo del farsante y el de Anselmo. Entre uno y otro podían verse varios señores, e incluso algunas señoras, metiéndose entre pecho y espalda ese líquido grisáceo y oleoso de apariencia poco apetitosa que debía dotarles de una fuerza sobrehumana. La mayoría torcían el gesto al tomarlo, algunos hacían amago de vomitar, pero todos se esforzaron al máximo por retener la pócima en sus estómagos antes de dirigirse hacia la dragona para desafiarla.
Aquella noche no habría descanso para las letrinas ni las bacinillas.
El segundo contendiente era el tonelero del pueblo, un hombre fornido, de brazos anchos y velludos, recio, que parecía poder partir a la muchacha sin mucho esfuerzo. No se molestó ni en sentarse, inclinándose sobre las tablas, dedicándole una mirada llena de compasión a la dragona mientras era azuzado por su esposa, quien, al igual que la anterior campesina, ya se relamía con un premio que no iba a ganar.
Una ovación sorprendida sacudió la multitud cuando la callosa mano del artesano chocó violentamente contra la madera, sellando su derrota. Su mujer montó en cólera, pagó con desgana y se llevó a su esposo jalándolo de la oreja mientras le dedicaba una ristra de apelativos poco amables.
En el lado opuesto de la plaza, el itinerante estafador intentaba como podía mantener la atención del populacho, pero era difícil competir contra la fantasía de ganancias que producían los juegos de azar. Sus promesas de magia, saberes y potencia sexual podían atraer a los labriegos, pero las señoras, dueñas de las cuentas de la mayoría de los hogares, preferían, en la mayoría de los casos, hortalizas y enseres a la promesa de una inteligencia que no les iba a servir de nada, o que les hincharan el vientre.
Iban ya por la docena de contendientes derrotados, cuando finalmente el buhonero dio con la forma de vender aquella agua sucia a la que llamaba elixir.
—¿Quieren tener tanta fuerza como la doncella? ¡Compren aquí su elixir de sangre de Ihhrashi! Hace apenas uno días que les vendía, a esos un cargamento, y miren como vence a cualquier hombre que le saque un palmo ¡Consigan la fuerza de un gigante! ¡Compren aquí su elixir de sangre de Ihhrashi!
El populacho quedó convencido rápidamente de la veracidad de las proclamas, en primer lugar porque sabían que ni el elfo ni la doncella pertenecían a la aldea, así que la idea de que hubieran coincidido en sus viajes con el vendedor resultaba verosímil, pero, sobre todo, porque les permitía justificar la inusitada fuerza de la muchacha, y retener el orgullo.
Iltharion miró de soslayo a la dragona, seguro de que no se tomaría a bien que atribuyesen su fuerza al torvo remedio del estafador. Igual que había hecho la vez anterior, acomodo sus mansos en los hombros de la dragona, y le susurro con confianza.
—Ignórale, ajustaremos cuentas con el más tarde.— Prometió, con la firmeza y la convicción de quien tiene un plan. Luego se enderezó, y dejó que su poderosa voz inundara la plaza de nuevo.
—¡Venzan a la doncella guerrera, tras tomar un frasco del elixir de Ihhrashi y ganen el doble de premio!
—¿¡Pero qué cojones...?!.— Se alteró Anselmo, quien se había creído sin el menor atisbo de dudas que la fuerza de la joven era fruto del juego sucio, sobre todo después de haber presenciado como se había deshecho de los bandidos más temprano en la mañana.
—Recuerde Maese, si alguien gana pago yo de mi bolsillo el premio.— Se apuró a tranquilizarle nuevamente.
Como una marea agitada, el vulgo empezó a ondear entre el puestillo del farsante y el de Anselmo. Entre uno y otro podían verse varios señores, e incluso algunas señoras, metiéndose entre pecho y espalda ese líquido grisáceo y oleoso de apariencia poco apetitosa que debía dotarles de una fuerza sobrehumana. La mayoría torcían el gesto al tomarlo, algunos hacían amago de vomitar, pero todos se esforzaron al máximo por retener la pócima en sus estómagos antes de dirigirse hacia la dragona para desafiarla.
Aquella noche no habría descanso para las letrinas ni las bacinillas.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Akapalotl le estaba cogiendo el gusto a lo que hacía, sentía un placer, una alegría que no le invadía hace tiempo, podía escuchar el tintineo de las monedas que iban siendo entregadas al elfo, aquel orejudo había organizado un buen plan, a parecer de la dragona era alguien muy digno para ser sureño, no solo la había alimentado, buscado cobijo y demostrado valía en batalla; además había encontrado una manera de conseguir dinero que no va contra sus principios, es más sentía un placer indescriptible, cada vez que la idiota cara llena de confianza de sus contrincantes se rompían cuando esta liberaba un poco de su fuerza, la cara de humillación y pánico exagerado desaparecía un poco cuando tras caer al suelo verificaban que no tenían roto su brazo.
“su talento, aunque nada honorable para alguien de mi tipo, es muy útil” califico en “cumplidos” en su mente al elfo, mientras le veía parlotear a lo lejos, embelesando a los demás con tal poder de convencimiento que el buhonero ardía verde de envidia mientras recitaba con tono despreciable como ella ganaba gracias a su tónico “lo matare”
La dragona se preparaba para golpear, pero sintió el firme tacto del elfo en sus hombros, sus palabras le calmaron el corazón, pero no así su mirada ni su espíritu, detalle que quedó demostrado cuando empezó a usar más fuerza contra los contendientes que llegaban con una sonrisa renovada, y salían con un rostro humillado y un brazo magullado.
Aun así, los contendientes no se resentían, seguían llegando, para Akapalotl tal insensatez era un efecto del hechizo conjunto que hacían el elfo y el buhonero.
“su talento, aunque nada honorable para alguien de mi tipo, es muy útil” califico en “cumplidos” en su mente al elfo, mientras le veía parlotear a lo lejos, embelesando a los demás con tal poder de convencimiento que el buhonero ardía verde de envidia mientras recitaba con tono despreciable como ella ganaba gracias a su tónico “lo matare”
La dragona se preparaba para golpear, pero sintió el firme tacto del elfo en sus hombros, sus palabras le calmaron el corazón, pero no así su mirada ni su espíritu, detalle que quedó demostrado cuando empezó a usar más fuerza contra los contendientes que llegaban con una sonrisa renovada, y salían con un rostro humillado y un brazo magullado.
Aun así, los contendientes no se resentían, seguían llegando, para Akapalotl tal insensatez era un efecto del hechizo conjunto que hacían el elfo y el buhonero.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
No tardó el buhonero en quedar limpio de existencias, y con la bolsa llena de tintineantes Aeros. En una estratagema harto usada ya por el mismo, compro por una cantidad ridícula las botellas vacías con tal de rellenarlas con cualquier líquido cuya apariencia satisficiera las expectativas del estafador. Los aldeanos, contentos de recuperar parte del dinero perdido accedieron sin percatarse de que con ello eran doblemente estafados.
El avispado hombrecillo se escurrió entonces entre las callejuelas que se alejaban de la plaza, para abandonar la aldea antes de que, vencidos por la doncella guerrera, los labriegos se unieran en su furia y humillación para reclamarle el dinero.
Iltharion no lanzó la alarma sobre su fuga, le convenía que se escapase, de esa forma, él y su compañera serían los únicos beneficiarios de los Aeros que cargaba.
El carro de Anselmo se vació de mercancías antes de que de pueblerinos la cola que se había formado ante la dragona, y, con grandes quejas, el elfo tuvo que dispersarlos. Las mujeres de los contendientes que no habían tenido su oportunidad les atizaron en el brazo con atados de cebollinos y puerros por no haber sido más rápidos, les tiraban de las orejas o les pellizcaban los costados, mientras se lamentaban del premio que creían suyo. Los hombres soportaban estoicamente el maltrato, la mayoría sin quejas, y los que menos, contentos de darle una mejor oportunidad al elixir.
—Se me va a poner contenta la señora.— Se sonrió Anselmo, recibiendo de manos del bardo su porción de las ganancias. Como no sabía contar muy alto, no se percató que le daban de menos, y encima se sintió agradecido.— Gracias señor elfo, gracias señorita.— Repitió varias veces consecutivamente con creciente honestidad.
—A su merced.— Le devolvió la sonrisa el hijo de sandorai, bajándose de un grácil salto del carro vacío.— Confío en que pueda emprender la vuelta sin nosotros.
—Bah, ese camino lo hago yo cada quincena, y a carro vacío no se acercan ladrones.— Afirmo erróneamente el labriego, porque a carro vacío bolsas llenas, y todo bandido que se preciase era consciente de ello.
Iltharion no lo sacó de su error, y le deseó para sus adentros que llegara bien a su granja, en la cual podría parar en el futuro si le caía al paso.
El vulgo se dividió por la plaza, la gente volvió a mercar con normalidad, y todo aquello que no habían podido comprar en el puesto de Anselmo lo buscaban ahora en el resto de tendales. Aunque los viajeros seguían siendo llamativos, la necesidad de correr a por las ofertas antes de que se terminaran lo era más. Con su presupuesto mermado por las estafas y las apuestas, no podían permitirse distracciones.
—Señorita.— Llamó la atención de la dragona.— ¿Me acompañas a por la camisa? A la presa hay que dejarla correr para que se relaje, y nos conviene pillarla a medio camino entre este y otro lado.— Sonrió pícaramente el trovador. —¿O quieres mercar?.- A el ambas cosas le venían bien, porque las costureras no tenían tan buen ver como para que quisiera quitarse a la dragona de encima.
En la plaza, aparte de las hortalizas que decoraban la estampa con sus vivos colores, había también otro tipo enseres. Cazos, cazuelas, vasos y demás enseres de latón reflejaban la fuerte luz del mediodía y cegaban si se pillaba el ángulo errado para mirarlos, velas de sebo y cera se erguían al lado de tarros de mieles florales, una mujer arrugada por el sol y la edad trenzaba canastos rodeada de bolsos y cestas de mimbre. Había, en definitiva, de todo un poco lo que uno podría esperar de una aldea en medio del campo. Nada exótico y todo de uso doméstico, y en su mayoría, útil.
El avispado hombrecillo se escurrió entonces entre las callejuelas que se alejaban de la plaza, para abandonar la aldea antes de que, vencidos por la doncella guerrera, los labriegos se unieran en su furia y humillación para reclamarle el dinero.
Iltharion no lanzó la alarma sobre su fuga, le convenía que se escapase, de esa forma, él y su compañera serían los únicos beneficiarios de los Aeros que cargaba.
El carro de Anselmo se vació de mercancías antes de que de pueblerinos la cola que se había formado ante la dragona, y, con grandes quejas, el elfo tuvo que dispersarlos. Las mujeres de los contendientes que no habían tenido su oportunidad les atizaron en el brazo con atados de cebollinos y puerros por no haber sido más rápidos, les tiraban de las orejas o les pellizcaban los costados, mientras se lamentaban del premio que creían suyo. Los hombres soportaban estoicamente el maltrato, la mayoría sin quejas, y los que menos, contentos de darle una mejor oportunidad al elixir.
—Se me va a poner contenta la señora.— Se sonrió Anselmo, recibiendo de manos del bardo su porción de las ganancias. Como no sabía contar muy alto, no se percató que le daban de menos, y encima se sintió agradecido.— Gracias señor elfo, gracias señorita.— Repitió varias veces consecutivamente con creciente honestidad.
—A su merced.— Le devolvió la sonrisa el hijo de sandorai, bajándose de un grácil salto del carro vacío.— Confío en que pueda emprender la vuelta sin nosotros.
—Bah, ese camino lo hago yo cada quincena, y a carro vacío no se acercan ladrones.— Afirmo erróneamente el labriego, porque a carro vacío bolsas llenas, y todo bandido que se preciase era consciente de ello.
Iltharion no lo sacó de su error, y le deseó para sus adentros que llegara bien a su granja, en la cual podría parar en el futuro si le caía al paso.
El vulgo se dividió por la plaza, la gente volvió a mercar con normalidad, y todo aquello que no habían podido comprar en el puesto de Anselmo lo buscaban ahora en el resto de tendales. Aunque los viajeros seguían siendo llamativos, la necesidad de correr a por las ofertas antes de que se terminaran lo era más. Con su presupuesto mermado por las estafas y las apuestas, no podían permitirse distracciones.
—Señorita.— Llamó la atención de la dragona.— ¿Me acompañas a por la camisa? A la presa hay que dejarla correr para que se relaje, y nos conviene pillarla a medio camino entre este y otro lado.— Sonrió pícaramente el trovador. —¿O quieres mercar?.- A el ambas cosas le venían bien, porque las costureras no tenían tan buen ver como para que quisiera quitarse a la dragona de encima.
En la plaza, aparte de las hortalizas que decoraban la estampa con sus vivos colores, había también otro tipo enseres. Cazos, cazuelas, vasos y demás enseres de latón reflejaban la fuerte luz del mediodía y cegaban si se pillaba el ángulo errado para mirarlos, velas de sebo y cera se erguían al lado de tarros de mieles florales, una mujer arrugada por el sol y la edad trenzaba canastos rodeada de bolsos y cestas de mimbre. Había, en definitiva, de todo un poco lo que uno podría esperar de una aldea en medio del campo. Nada exótico y todo de uso doméstico, y en su mayoría, útil.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
La satisfacción de cómo sus ridículos contendientes caían uno tras otro permitió que Akapalotl se olvidara, al menos de momento del insulto que había recibido por parte del vendedor de pócimas, así pues, había dejado de vigilarle al punto que, cuando finalizo con su ultimo contrincante suspiro de decepción al ver que aquel personaje había desaparecido sin pagar por su correspondiente escarnio, dirigió su mirada al elfo, este le había prometido que no saldría impune y se había equivocado; no obstante, no le refuto, en lugar de eso escucho los agradecimiento del campesino y dejo ir de nuevo su rabia.
- no apostaría por lo mismo – agrego la dragona mientras se acercaba al carro y tomaba una bolsa, la cual estaba manchada rojizo húmedo – y sea menos confiado en futuras ocasiones, no recoja heridos, no ayude mujeres ni a niños, aquellos que no pueden defenderse no pueden gozar del lujo de la ingenuidad y la caridad
La dragona intento impartir su mensaje ignorando la hipocresía de haber sido ayudados por la gracia de la mujer de Anselmo. Detalle que se notaba en la expresión del campesino.
- En resumen, sea cauteloso –dijo tras interpretar que el rostro de Anselmo era debido a que su mensaje fue demasiado para su cerebro, por lo mismo ella intento dar una recomendación más simple, intentando no sonar prepotente, pero había quedado claro que ahora tocaba sumarle a su previa ofensa, que lo tomaba por tonto.
Puede que fuera por su buena fortuna en el mercado, o porque había presenciado como decapitaba a un enano de un tajo, Anselmo no respondió con más que unas gracias y un adiós, empezando a recoger su puesto mientras la dragona se acercaba al elfo, al que escucho sin replicarle hasta ya estar frente de él.
- Pensé podríamos primero entregar esto –con una amplia sonrisa levanto la bolsa a la altura de su rostro, y comenzó a sacudirla, provocando que la cabeza en su interior bailara cual pelota – luego podemos dividirnos el total de lo que hemos hecho.
- no apostaría por lo mismo – agrego la dragona mientras se acercaba al carro y tomaba una bolsa, la cual estaba manchada rojizo húmedo – y sea menos confiado en futuras ocasiones, no recoja heridos, no ayude mujeres ni a niños, aquellos que no pueden defenderse no pueden gozar del lujo de la ingenuidad y la caridad
La dragona intento impartir su mensaje ignorando la hipocresía de haber sido ayudados por la gracia de la mujer de Anselmo. Detalle que se notaba en la expresión del campesino.
- En resumen, sea cauteloso –dijo tras interpretar que el rostro de Anselmo era debido a que su mensaje fue demasiado para su cerebro, por lo mismo ella intento dar una recomendación más simple, intentando no sonar prepotente, pero había quedado claro que ahora tocaba sumarle a su previa ofensa, que lo tomaba por tonto.
Puede que fuera por su buena fortuna en el mercado, o porque había presenciado como decapitaba a un enano de un tajo, Anselmo no respondió con más que unas gracias y un adiós, empezando a recoger su puesto mientras la dragona se acercaba al elfo, al que escucho sin replicarle hasta ya estar frente de él.
- Pensé podríamos primero entregar esto –con una amplia sonrisa levanto la bolsa a la altura de su rostro, y comenzó a sacudirla, provocando que la cabeza en su interior bailara cual pelota – luego podemos dividirnos el total de lo que hemos hecho.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Iltharion cerro los ojos y respiró profundamente. La falta de tacto de la dragona era casi ofensiva en sí misma, aunque no fuera dirigida a su persona. Mucha gente era como un diamante en bruto, carente de sutilezas por su falta de educación, la doncella era simplemente un bruto, que si intentaba pulirse solo descubría más y más piedra.
El elfo se pasó la mano por el rostro, barriendo la incomodidad de la interacción entre la moza y el labriego de sus pensamientos, y los volvió hacia asuntos más felices, los Aeros.
—Buena idea.— Asintió, dejando que la guerrera fuera quien cargase con la decapitada cabeza del bandido.
Pese a que era la primera vez que visitaba aquel pueblito, no les fue difícil encontrar al burgrave, o mejor dicho, el edificio desde el que regía y supervisaba el villorrio. Era un edificio austero, de piedra, con paredes anchas y estrechos ventanales. Una señal de madera indicaba con un dibujo de un pergamino y un escudo, dejando claro para todos su función.
La liviandad y presteza de su viaje llegó a su fin tan pronto como se refugiaron del sol dentro del edificio. El corregidor estaba ocupado para atenderles y tenían que esperar.
Durante la primera hora, el bardo intento persuadir con sus encantos a cualquiera que lo escuchase y trabajara en el lugar para que los hicieran pasar con prioridad, pero no consiguió nada. La segunda la uso para intentar disuadir a los que esperaban delante de ellos de tratar cuál fuera su problema allí, y consiguió disminuir sustanciosamente el número de gente que esperaba delante de ellos, de dos a uno. Aun así, el corregidor parecía muy ocupado como para atender al gruñón anciano que los precedía, o a ellos.
Coqueto, el elfo se acomodó los dijes sobre el pecho, y se peinó el cabello con las manos. —Quédate haciendo cola, iré a buscar mi camisa en un momento y vuelvo, estaré aquí antes de que nos toque.— Prometió a la dragona, y sin esperar a que esta replicase, se desapareció en dirección a la casa de las pueblerinas que tenían su camisa.
Iltharion tocó la primera puerta, y tuvo la fortuna de encontrarse con la que no se había llevado finalmente su camisa. Pasó allí las siguientes dos horas, aprovechando que el marido de la señora había ido al matasanos a por una crema para el dolor de brazo, culpa de la dragona. Saciado y satisfecho abandono la casa y a la descocada señora a sus quehaceres y se encaminó hacia la morada de su amiga.
En el segundo hogar recuperó la camisa, pero no fue lo único que se llevó. Pasó en ese lugar otras dos horas y media, limpiándose con los encantos de una los restos de la pasión de la otra, y, agradeciendo a Akapalolt que hubiese mandado al sanador tantos maridos al mismo tiempo.
Cuando volvió a la casa consistorial ya moría la tarde, el sol era suave y el crepúsculo estaba cerca. Iltharion tenía la camisa remendada, lucía casi nueva, una sonrisa relajada en el rostro, y la incomodidad de la saliva seca esparcida por toda su piel. La dragona seguía esperando, pero al viejo ya no se lo veía por ninguna parte.
—Justo a tiempo, como prometí.— Le sonrió con descaro a la muchacha, al tiempo que la puerta se abría, y un hombre obtuso, de expresión arisca y cansada los hacía pasar.
La oficina era pequeña, solo tenía una silla para el funcionario, para que los pueblerinos no se pusieran cómodos y estuviesen el menor tiempo posible. La luz de la vela de sebo era deficiente, y llenaba la pequeña estancia con su pestazo.
—Venimos a cobrar una recompensa.
—¿Recompensa de qué?
—Por la cabeza de un bandido de la zona.— El elfo le hizo una seña a su compañera, para que expusiera el trofeo.
—Joer, ya decía yo que olía a muerto…-Arrugó la nariz el hombrecito, mirando la cercenada testa deforme del bandolero.— Meñique el malo.— Lo identificó.— Son 75 Aeros sin impuestos. No son de aquí por lo que veo. Se van 10 para la administración por los trámites y la comprobación… Otros 5 por exterminación de monstros, plagas y bandidos sin el permiso regional.
—¿Hace falta un permiso?.— Parpadeo perplejo el elfo, quien no estaba habituado en lucrarse de aquellas formas.
—Los mercenarios de aca' cobran ac'a y gastan ac'a el jornal. La rueda del dinero gira siempre, pero si los de afuera se vienen a cazar nuestros monstros y bandidos, luego se nos llevan el dinero y la rueda no gira, ¿Entienden? Los hay que sacan el permiso, entonces se quedan un tiempo, y se nos gastan los Aeros en la posada y el herrero. Entonces todo gira.
—5 por la falta de permisos.— Le concedió el elfo, aunque estaba bastante convencido de que de aquella norma no estaban enterados los nobles.
—Y otros 10 porque falta el resto del cuerpo.
—¿Por qué quieren el resto del cuerpo?
—Pues pá colgarlo.
—Pero sí ya está muerto.
—Ya, ya , pero al pueblo le gusta, ¿Entienden? Colgar al bandido y atizarlo con el palo al pasar, así lo hacen bailar en la soga, y el vecino se descarga. A la cabeza hay que ponerla en una pica y bien alto porque si no la sacan y se la llevan, los nenes la patean o la tiran al pozo, y eso es cosa mala.
—Me parece que nos quedamos la cabeza y la entregamos él en próximo pueblo.- Contesto sereno el trobador, que se olía la estafa.
—No, hombre no, ¿Qué van a cargar esa basura tantas millas? Dejémoslo en cinco, y en total se quedan con 50 Aeros.
—Con 55.— Corrigió el bardo.
—Cierto, cierto, razón tienes elfo.— Se hizo el tonto el corregidor, y le entregó el dinero. Iltharion lo contó y se lo guardó en una bolsita que metió dentro de sus ropas, al pecho. El funcionario de sonrisilla nerviosa intento hacerse el simpático.
—¿Van a quedarse al pueblo esta noche? Mañana celebramos la vendimia.
—No señor corregidor.— se excusó el trovador, con tono serio.— Porque hemos pagado por hacer girar la rueda, y si nos quedamos, le estaríamos haciendo a usted cobrar injustificadamente, y no queremos que lo tomen por un estafador, así que nos iremos inmediatamente.- Sentenció, sin perder la amabilidad del tono. El hombre torció el gesto, pero no insistió, y los acompañó a la puerta.
—Que tengan una buena fiesta.
—Que tengan un buen viaje.
Y con esa sencilla despedida, quedaron de nuevo en la calle.
El elfo se pasó la mano por el rostro, barriendo la incomodidad de la interacción entre la moza y el labriego de sus pensamientos, y los volvió hacia asuntos más felices, los Aeros.
—Buena idea.— Asintió, dejando que la guerrera fuera quien cargase con la decapitada cabeza del bandido.
Pese a que era la primera vez que visitaba aquel pueblito, no les fue difícil encontrar al burgrave, o mejor dicho, el edificio desde el que regía y supervisaba el villorrio. Era un edificio austero, de piedra, con paredes anchas y estrechos ventanales. Una señal de madera indicaba con un dibujo de un pergamino y un escudo, dejando claro para todos su función.
La liviandad y presteza de su viaje llegó a su fin tan pronto como se refugiaron del sol dentro del edificio. El corregidor estaba ocupado para atenderles y tenían que esperar.
Durante la primera hora, el bardo intento persuadir con sus encantos a cualquiera que lo escuchase y trabajara en el lugar para que los hicieran pasar con prioridad, pero no consiguió nada. La segunda la uso para intentar disuadir a los que esperaban delante de ellos de tratar cuál fuera su problema allí, y consiguió disminuir sustanciosamente el número de gente que esperaba delante de ellos, de dos a uno. Aun así, el corregidor parecía muy ocupado como para atender al gruñón anciano que los precedía, o a ellos.
Coqueto, el elfo se acomodó los dijes sobre el pecho, y se peinó el cabello con las manos. —Quédate haciendo cola, iré a buscar mi camisa en un momento y vuelvo, estaré aquí antes de que nos toque.— Prometió a la dragona, y sin esperar a que esta replicase, se desapareció en dirección a la casa de las pueblerinas que tenían su camisa.
Iltharion tocó la primera puerta, y tuvo la fortuna de encontrarse con la que no se había llevado finalmente su camisa. Pasó allí las siguientes dos horas, aprovechando que el marido de la señora había ido al matasanos a por una crema para el dolor de brazo, culpa de la dragona. Saciado y satisfecho abandono la casa y a la descocada señora a sus quehaceres y se encaminó hacia la morada de su amiga.
En el segundo hogar recuperó la camisa, pero no fue lo único que se llevó. Pasó en ese lugar otras dos horas y media, limpiándose con los encantos de una los restos de la pasión de la otra, y, agradeciendo a Akapalolt que hubiese mandado al sanador tantos maridos al mismo tiempo.
Cuando volvió a la casa consistorial ya moría la tarde, el sol era suave y el crepúsculo estaba cerca. Iltharion tenía la camisa remendada, lucía casi nueva, una sonrisa relajada en el rostro, y la incomodidad de la saliva seca esparcida por toda su piel. La dragona seguía esperando, pero al viejo ya no se lo veía por ninguna parte.
—Justo a tiempo, como prometí.— Le sonrió con descaro a la muchacha, al tiempo que la puerta se abría, y un hombre obtuso, de expresión arisca y cansada los hacía pasar.
La oficina era pequeña, solo tenía una silla para el funcionario, para que los pueblerinos no se pusieran cómodos y estuviesen el menor tiempo posible. La luz de la vela de sebo era deficiente, y llenaba la pequeña estancia con su pestazo.
—Venimos a cobrar una recompensa.
—¿Recompensa de qué?
—Por la cabeza de un bandido de la zona.— El elfo le hizo una seña a su compañera, para que expusiera el trofeo.
—Joer, ya decía yo que olía a muerto…-Arrugó la nariz el hombrecito, mirando la cercenada testa deforme del bandolero.— Meñique el malo.— Lo identificó.— Son 75 Aeros sin impuestos. No son de aquí por lo que veo. Se van 10 para la administración por los trámites y la comprobación… Otros 5 por exterminación de monstros, plagas y bandidos sin el permiso regional.
—¿Hace falta un permiso?.— Parpadeo perplejo el elfo, quien no estaba habituado en lucrarse de aquellas formas.
—Los mercenarios de aca' cobran ac'a y gastan ac'a el jornal. La rueda del dinero gira siempre, pero si los de afuera se vienen a cazar nuestros monstros y bandidos, luego se nos llevan el dinero y la rueda no gira, ¿Entienden? Los hay que sacan el permiso, entonces se quedan un tiempo, y se nos gastan los Aeros en la posada y el herrero. Entonces todo gira.
—5 por la falta de permisos.— Le concedió el elfo, aunque estaba bastante convencido de que de aquella norma no estaban enterados los nobles.
—Y otros 10 porque falta el resto del cuerpo.
—¿Por qué quieren el resto del cuerpo?
—Pues pá colgarlo.
—Pero sí ya está muerto.
—Ya, ya , pero al pueblo le gusta, ¿Entienden? Colgar al bandido y atizarlo con el palo al pasar, así lo hacen bailar en la soga, y el vecino se descarga. A la cabeza hay que ponerla en una pica y bien alto porque si no la sacan y se la llevan, los nenes la patean o la tiran al pozo, y eso es cosa mala.
—Me parece que nos quedamos la cabeza y la entregamos él en próximo pueblo.- Contesto sereno el trobador, que se olía la estafa.
—No, hombre no, ¿Qué van a cargar esa basura tantas millas? Dejémoslo en cinco, y en total se quedan con 50 Aeros.
—Con 55.— Corrigió el bardo.
—Cierto, cierto, razón tienes elfo.— Se hizo el tonto el corregidor, y le entregó el dinero. Iltharion lo contó y se lo guardó en una bolsita que metió dentro de sus ropas, al pecho. El funcionario de sonrisilla nerviosa intento hacerse el simpático.
—¿Van a quedarse al pueblo esta noche? Mañana celebramos la vendimia.
—No señor corregidor.— se excusó el trovador, con tono serio.— Porque hemos pagado por hacer girar la rueda, y si nos quedamos, le estaríamos haciendo a usted cobrar injustificadamente, y no queremos que lo tomen por un estafador, así que nos iremos inmediatamente.- Sentenció, sin perder la amabilidad del tono. El hombre torció el gesto, pero no insistió, y los acompañó a la puerta.
—Que tengan una buena fiesta.
—Que tengan un buen viaje.
Y con esa sencilla despedida, quedaron de nuevo en la calle.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
La dragona camino al lado del elfo, dejando que este le guiara, cada tantos pasos la chica se giraba un aroma le movía el estómago e intentaba ubicar su fuente, no lo logro, ya que llegaron rápido al burgrave, puede que demasiado rápido.
Quince, treinta, sesenta minutos y contando, no les atendían, la dragona observaba al elfo, él estaba intentando usar sus encantos y su carisma para conseguir que les atendieran rápido.
“es realmente útil” pensó mientras le veía, no entienda que hacía, pero tenía fe en él, sabía que con su ayuda le atenderían rápido.
- Quédate haciendo cola, iré a buscar mi camisa en un momento y vuelvo, estaré aquí antes de que nos toque.
La dragona no respondió, su rostro estaba frio, su confianza en el elfo había sido en vano, fue su culpa por contar con la ayuda de un ser inferior.
La primera hora la paso jugando con la bolsa, sin mostrar ningún tipo de respeto por su contenido, la hacía girar y se la pasaba de mano a mano, cuando esto le aburrió procedió a analizar a los demás presentes, ninguno era una amenaza e igualmente la puerta estaba a la distancia suficiente como para que ella reaccionara.
Se dejó caer en el suelo, puso la bolsa a un costado y procedió a cerrar los ojos; tras eso comenzó a inhalar y exhalar, no movía el viento a su alrededor armonizaba con él, con su temperatura, los sonidos que transportaba y los olores, nauseabundos olores que llegaban del pueblo, pero eso no la detuvo, continuo por horas manteniendo una postura estática, hasta que un aroma desagradable y salado se le aproximo y se detuvo a su lado.
Akapalotl abrió los ojos y se puso de pie.
- Justo a tiempo, como prometí
- Hueles raro... – movió su nariz aspirando más fuerte - ¿dónde te metiste?
Antes de poder recibir respuesta la puerta se abrió.
Durante toda la charla con el corregidor, la dragona solo se limitó a seguir la indicación del elfo, por tanto no dijo nada, dejo que su amigo de lengua ágil fuera el que atajara las trampas del funcionario, así pues, salieron al poco tiempo.
- Que ineficiencia – se quejó la dragona, sufriendo más por el tiempo que por la menguada recompensa que recibieron– busquemos un sitio donde comer y ya con el estómago calmado organizamos las cuentas.
La muchacha al no recibir respuesta negativa de su amigo procedió a adentrarse unas calles al centro, retornando los pasos que habían dado, buscando la fuente de aquel aroma que había sentido muchas horas atrás; en lugar de eso se encontró a la gente gritando y apuntándoles.
- Fueron ellos, ellos son los bandidos que nos atacaron y mataron a Griselda
Aquel hombre que había escapado del par, aquel des-huevado les apuntaba, pero no estaba solo, una multitud cada vez más grande se cernía a su alrededor.
- Eh! – la dragona detuvo su paso y apunto con su mirada al corpulento hombre – tú fuiste quien nos atacó, me arrepentía de dejar un delincuente vivo, pero por suerte te has entregado voluntariamente a los brazos de la muerte – la mirada de la dragona no solo asusto al hombre, también a todos los aldeanos y aldeanas que se cruzaron con su expresión monstruosa, llena de un carmesí asesino.
- ¡No lo niega! – grito otro aldeano oculto entre la multitud
- Pero ha dicho que se defendía – reacciono otro que estaba más cerca del par, que del bandido y que además tenía tomada de la mano a una de las costureras que habían ayudado al elfo.
- Pero que dices si Bonifacio es un alma noble, ha vivido en este pueblo toda su vida, todo lo vimos crecer, hemos visto que es una persona devota y religiosa, como osan creerle más a unos desconocidos que a uno de los nuestros
- No solo son asesinos, también estafadores, eran amigos de ese vendedor de pócimas falsas, mi marido está la letrina rogando a los dioses que no se lo lleven
- Deben pagar por sus crímenes
La multitud empezó a gritar, apoyando más al bandido conocido que al par de extraños, un momento así requería seguro de diplomacia y carisma.
Akapalotl desenfundo su arma.
Quince, treinta, sesenta minutos y contando, no les atendían, la dragona observaba al elfo, él estaba intentando usar sus encantos y su carisma para conseguir que les atendieran rápido.
“es realmente útil” pensó mientras le veía, no entienda que hacía, pero tenía fe en él, sabía que con su ayuda le atenderían rápido.
- Quédate haciendo cola, iré a buscar mi camisa en un momento y vuelvo, estaré aquí antes de que nos toque.
La dragona no respondió, su rostro estaba frio, su confianza en el elfo había sido en vano, fue su culpa por contar con la ayuda de un ser inferior.
La primera hora la paso jugando con la bolsa, sin mostrar ningún tipo de respeto por su contenido, la hacía girar y se la pasaba de mano a mano, cuando esto le aburrió procedió a analizar a los demás presentes, ninguno era una amenaza e igualmente la puerta estaba a la distancia suficiente como para que ella reaccionara.
Se dejó caer en el suelo, puso la bolsa a un costado y procedió a cerrar los ojos; tras eso comenzó a inhalar y exhalar, no movía el viento a su alrededor armonizaba con él, con su temperatura, los sonidos que transportaba y los olores, nauseabundos olores que llegaban del pueblo, pero eso no la detuvo, continuo por horas manteniendo una postura estática, hasta que un aroma desagradable y salado se le aproximo y se detuvo a su lado.
Akapalotl abrió los ojos y se puso de pie.
- Justo a tiempo, como prometí
- Hueles raro... – movió su nariz aspirando más fuerte - ¿dónde te metiste?
Antes de poder recibir respuesta la puerta se abrió.
Durante toda la charla con el corregidor, la dragona solo se limitó a seguir la indicación del elfo, por tanto no dijo nada, dejo que su amigo de lengua ágil fuera el que atajara las trampas del funcionario, así pues, salieron al poco tiempo.
- Que ineficiencia – se quejó la dragona, sufriendo más por el tiempo que por la menguada recompensa que recibieron– busquemos un sitio donde comer y ya con el estómago calmado organizamos las cuentas.
La muchacha al no recibir respuesta negativa de su amigo procedió a adentrarse unas calles al centro, retornando los pasos que habían dado, buscando la fuente de aquel aroma que había sentido muchas horas atrás; en lugar de eso se encontró a la gente gritando y apuntándoles.
- Fueron ellos, ellos son los bandidos que nos atacaron y mataron a Griselda
Aquel hombre que había escapado del par, aquel des-huevado les apuntaba, pero no estaba solo, una multitud cada vez más grande se cernía a su alrededor.
- Eh! – la dragona detuvo su paso y apunto con su mirada al corpulento hombre – tú fuiste quien nos atacó, me arrepentía de dejar un delincuente vivo, pero por suerte te has entregado voluntariamente a los brazos de la muerte – la mirada de la dragona no solo asusto al hombre, también a todos los aldeanos y aldeanas que se cruzaron con su expresión monstruosa, llena de un carmesí asesino.
- ¡No lo niega! – grito otro aldeano oculto entre la multitud
- Pero ha dicho que se defendía – reacciono otro que estaba más cerca del par, que del bandido y que además tenía tomada de la mano a una de las costureras que habían ayudado al elfo.
- Pero que dices si Bonifacio es un alma noble, ha vivido en este pueblo toda su vida, todo lo vimos crecer, hemos visto que es una persona devota y religiosa, como osan creerle más a unos desconocidos que a uno de los nuestros
- No solo son asesinos, también estafadores, eran amigos de ese vendedor de pócimas falsas, mi marido está la letrina rogando a los dioses que no se lo lleven
- Deben pagar por sus crímenes
La multitud empezó a gritar, apoyando más al bandido conocido que al par de extraños, un momento así requería seguro de diplomacia y carisma.
Akapalotl desenfundo su arma.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Iltharion encaró una ceja. — Se me ha pegado el olor a pueblo.— Se excusó con sencillez y total convicción, aunque largos segundos después, una sonrisa se pintó en su rastro, teñida de esa diversión infantil, de quien cuenta medio chiste que solo él conoce.
Cuando salieron del despacho del corregidor, el bardo no estaba mucho más satisfecho que la dragona, y asintió vigorosamente dándole la razón, haciendo tintinear con el gesto los dorados anillos que decoraban su oreja.
—Estoy muerto de hambre.— No había querido arriesgarse a zampar en casa de las campesinas por si llegaban sus esposos, y ahora se arrepentía un poco de no haber dedicado una de las visitas al almuerzo en vez de al fornicio.
—Algo habrá en la taberna, así sea pan con sopa.— Intentó animarse a sí mismo.
Llegar a la posada sin incidentes era demasiado pedir, los dioses querían que el elfo no tuviese un instante de descanso, y al grito del bandolero hecho víctima, acompañó un gruñido bajo del estómago del trovador.
En silencio, el elfo examinó la situación, intentando sacar de los aldeanos y las voces entremezcladas la mayor información posible.
Lo primero de lo que se percató es que a ese infeliz no lo tenían por bandido, por lo que, o no solía robar en las inmediaciones de la aldea, o no dejaba testigos, o era la primera vez que decidía probar suerte. Además, el rufián era un muchacho local, lo que podía ser bueno y malo. Algunos lo conocerían y le tendrían aprecio, pero al mismo tiempo, si había alguien que le tenía inquina, no desaprovecharía la oportunidad.
Un plan quedó trazado en la mente del elfo con presteza, y metiose rápidamente en su papél.
Con una zancada se colocó delante de la muchacha, con afán protector y rostro solemne, cubriendo tres cuartos de su cuerpo con su imponente estatura.
—Ese hombre es un bandido, un truhan y un ladrón, no solo de bienes, sino de virtudes!.— Exclamó con voz poderosa, aprovechando que sabía como proyectar la misma para hacerse oír por encima del barullo que generaba la turba, aún algo dividida sobre que hacer. Los campesinos solo se callaron un poco cuando escucharon la palabra virtud, porque el humano es, por defecto, morboso.
—¡Mi niño es un santo!.— Grito su madre, una señora vieja y encorvada que parecía una rama seca, y que sorprendía que no hubiera estirado aún la pata. Con sus delgados brazos rodeó al hombretón.
—¡Un sátiro es lo que es! ¡Y tengo pruebas!
La multitud se agitó.
—¡Enséñanos las pruebas! ¡Eso!.— Gritaron de diferentes formas pero con el mismo significado varios pueblerinos a viva voz.
—Nos hallábamos escoltando a Anselmo, quien todos aquí saben que es un hombre laborioso y honesto, que cuida de su familia, y es generoso.— Hizo una pausa para generar suspense, que fue llenada por asentimientos y pequeños "hmm" de afirmación. — Cuando este truhan, acompañado de Griselda y Meñique el malo.— Enfatizo ese último apodo para causar dramatismo.— Asaltaron a Anselmo. ¡Nosotros corrimos a socorrerlo, y mientras me hallaba protegiendo al buen maese, este hombre.— Lo señaló de nuevo.— Este hombre, al que no puede llamarse hombre, intentó robarle la virtud a la doncella! Y ella, que es pura y fuerte, y todos habéis visto que es fuerte en la plaza, le dio tal golpe en las pelotas que seguro que están tan negras como dos ciruelas.
—No, mi niño jamás haría eso!
—Elfo mentiroso .— Se puso nervioso el bandido.— No le creáis, todos saben que los elfos mienten más que hablan… yo, yo....
—¿No estaba él siempre con Griselda?.— Los aldeanos empezaron con su parloteo de nuevo.— ¿No se crio Griselda con los huerfanitos?.— Era difícil poder seguir todas las conversaciones, pero de vez en cuando, una voz sonaba por encima de las otras. — ¿En el hospicio junto con meñique el malo?.— Metiendo especial cizaña, se hallaban las dos aldeanas con dotes de costurera.— Pero ella juraba que no sabía nada de él!.— Aquello era lo más interesante que había pasado en el pueblo en dos otoños. —Yo escuché que cuando se fue el verano pasado se había puesto a trabajar la calle...— Esparció maliciosamente una viejita.— Habrá preferido hacerse ladrona que puta.— Añadió otra, no con menos maldad.
—¡Que enseñé los huevos!.— Grito finalmente un hombre, haciendo acallar a los demás. Las mujeres gritaron escandalizadas, y se cubrieron los rostros con las manos, pero los hombres empezaron a corear, “Que enseñe los huevos”.
El bardo, para dar aún más ímpetu a su plan, jaló a la dragona de la muñeca, presiono el pulgar y el índice entre los huecos de sus huesos, inmovilizándole la mano, y la obligó a girar forzando la articulación de modo que la espada se clavase violentamente entre dos adoquines.
—¡A los dioses ponemos por testigo, que si el hombre no tiene los cojones heridos, resarciremos al mismo con todos los aeros que hemos ganado en mercado este día!.— Su voz tronó, con la fuerza y la solemnidad del juramento de un caballero.
—Enséñales los huevos.— lo azuzó entonces su madre, palmeandole con sus escuálidas manos en el brazo para que se diera prisa. El bandido palideció tanto, que parecía un muerto.
Cuando salieron del despacho del corregidor, el bardo no estaba mucho más satisfecho que la dragona, y asintió vigorosamente dándole la razón, haciendo tintinear con el gesto los dorados anillos que decoraban su oreja.
—Estoy muerto de hambre.— No había querido arriesgarse a zampar en casa de las campesinas por si llegaban sus esposos, y ahora se arrepentía un poco de no haber dedicado una de las visitas al almuerzo en vez de al fornicio.
—Algo habrá en la taberna, así sea pan con sopa.— Intentó animarse a sí mismo.
Llegar a la posada sin incidentes era demasiado pedir, los dioses querían que el elfo no tuviese un instante de descanso, y al grito del bandolero hecho víctima, acompañó un gruñido bajo del estómago del trovador.
En silencio, el elfo examinó la situación, intentando sacar de los aldeanos y las voces entremezcladas la mayor información posible.
Lo primero de lo que se percató es que a ese infeliz no lo tenían por bandido, por lo que, o no solía robar en las inmediaciones de la aldea, o no dejaba testigos, o era la primera vez que decidía probar suerte. Además, el rufián era un muchacho local, lo que podía ser bueno y malo. Algunos lo conocerían y le tendrían aprecio, pero al mismo tiempo, si había alguien que le tenía inquina, no desaprovecharía la oportunidad.
Un plan quedó trazado en la mente del elfo con presteza, y metiose rápidamente en su papél.
Con una zancada se colocó delante de la muchacha, con afán protector y rostro solemne, cubriendo tres cuartos de su cuerpo con su imponente estatura.
—Ese hombre es un bandido, un truhan y un ladrón, no solo de bienes, sino de virtudes!.— Exclamó con voz poderosa, aprovechando que sabía como proyectar la misma para hacerse oír por encima del barullo que generaba la turba, aún algo dividida sobre que hacer. Los campesinos solo se callaron un poco cuando escucharon la palabra virtud, porque el humano es, por defecto, morboso.
—¡Mi niño es un santo!.— Grito su madre, una señora vieja y encorvada que parecía una rama seca, y que sorprendía que no hubiera estirado aún la pata. Con sus delgados brazos rodeó al hombretón.
—¡Un sátiro es lo que es! ¡Y tengo pruebas!
La multitud se agitó.
—¡Enséñanos las pruebas! ¡Eso!.— Gritaron de diferentes formas pero con el mismo significado varios pueblerinos a viva voz.
—Nos hallábamos escoltando a Anselmo, quien todos aquí saben que es un hombre laborioso y honesto, que cuida de su familia, y es generoso.— Hizo una pausa para generar suspense, que fue llenada por asentimientos y pequeños "hmm" de afirmación. — Cuando este truhan, acompañado de Griselda y Meñique el malo.— Enfatizo ese último apodo para causar dramatismo.— Asaltaron a Anselmo. ¡Nosotros corrimos a socorrerlo, y mientras me hallaba protegiendo al buen maese, este hombre.— Lo señaló de nuevo.— Este hombre, al que no puede llamarse hombre, intentó robarle la virtud a la doncella! Y ella, que es pura y fuerte, y todos habéis visto que es fuerte en la plaza, le dio tal golpe en las pelotas que seguro que están tan negras como dos ciruelas.
—No, mi niño jamás haría eso!
—Elfo mentiroso .— Se puso nervioso el bandido.— No le creáis, todos saben que los elfos mienten más que hablan… yo, yo....
—¿No estaba él siempre con Griselda?.— Los aldeanos empezaron con su parloteo de nuevo.— ¿No se crio Griselda con los huerfanitos?.— Era difícil poder seguir todas las conversaciones, pero de vez en cuando, una voz sonaba por encima de las otras. — ¿En el hospicio junto con meñique el malo?.— Metiendo especial cizaña, se hallaban las dos aldeanas con dotes de costurera.— Pero ella juraba que no sabía nada de él!.— Aquello era lo más interesante que había pasado en el pueblo en dos otoños. —Yo escuché que cuando se fue el verano pasado se había puesto a trabajar la calle...— Esparció maliciosamente una viejita.— Habrá preferido hacerse ladrona que puta.— Añadió otra, no con menos maldad.
—¡Que enseñé los huevos!.— Grito finalmente un hombre, haciendo acallar a los demás. Las mujeres gritaron escandalizadas, y se cubrieron los rostros con las manos, pero los hombres empezaron a corear, “Que enseñe los huevos”.
El bardo, para dar aún más ímpetu a su plan, jaló a la dragona de la muñeca, presiono el pulgar y el índice entre los huecos de sus huesos, inmovilizándole la mano, y la obligó a girar forzando la articulación de modo que la espada se clavase violentamente entre dos adoquines.
—¡A los dioses ponemos por testigo, que si el hombre no tiene los cojones heridos, resarciremos al mismo con todos los aeros que hemos ganado en mercado este día!.— Su voz tronó, con la fuerza y la solemnidad del juramento de un caballero.
—Enséñales los huevos.— lo azuzó entonces su madre, palmeandole con sus escuálidas manos en el brazo para que se diera prisa. El bandido palideció tanto, que parecía un muerto.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
El filo del arma de la dragona seguía desenfundado, la muchacha, aunque tenía su mirada enfocada en el ladrón, no descuidaba sus flancos, observando una posible ruta de escape en caso de que la parlamentaria del elfo fallara.
“pero que ha dicho” la dragona perdió su guardia ante la insinuación de que aquel hombre había intentado “robarle su virtud”, no dijo nada, le dio otro voto de confianza al orejudo, aunque estuvo cerca de negar aquella mentira.
- ¡Que muestre los huevos! – empezaron a gritar en coro, incluso la madre de aquel sujeto
- Pero que piden, no voy a perder mi dignidad dejando que todos me vean los huevos
- Muéstralos, si estas sano procederemos a arrestar a estos forasteros -dijo alguien entre la multitud
- Yo …. – miro a su alrededor sintiendo como el populacho les encerraba más y más – no puedo mostrarlo, además no funcionaría…
- Cargare contra él, lo derribare y ahí podrán ver todos sus huevos – la dragona con clara impaciencia le hablo al elfo, en un tono normal, lo suficientemente alto para que el orejudo le escuchara entre la multitud, pero lo justamente bajo para que se pierda en medio de los gritos de la misma – y si la gente reacciona mal, huye, yo escaparía tras acabar con el criminal, nos veríamos luego al norte del pueblo para dividirnos las ganancias.
- No me gusta admitirlo, pero mala ha sido la providencia conmigo y tengo una enfermedad en mis pelotas– continuaba hablando el bandido que había pasado a preocuparse más por la muchedumbre que por los forasteros – por eso temo que si las ven no podrían diferenciar entre mi enfermedad y un golpe – dijo con un tono de voz nervioso.
“pero que ha dicho” la dragona perdió su guardia ante la insinuación de que aquel hombre había intentado “robarle su virtud”, no dijo nada, le dio otro voto de confianza al orejudo, aunque estuvo cerca de negar aquella mentira.
- ¡Que muestre los huevos! – empezaron a gritar en coro, incluso la madre de aquel sujeto
- Pero que piden, no voy a perder mi dignidad dejando que todos me vean los huevos
- Muéstralos, si estas sano procederemos a arrestar a estos forasteros -dijo alguien entre la multitud
- Yo …. – miro a su alrededor sintiendo como el populacho les encerraba más y más – no puedo mostrarlo, además no funcionaría…
- Cargare contra él, lo derribare y ahí podrán ver todos sus huevos – la dragona con clara impaciencia le hablo al elfo, en un tono normal, lo suficientemente alto para que el orejudo le escuchara entre la multitud, pero lo justamente bajo para que se pierda en medio de los gritos de la misma – y si la gente reacciona mal, huye, yo escaparía tras acabar con el criminal, nos veríamos luego al norte del pueblo para dividirnos las ganancias.
- No me gusta admitirlo, pero mala ha sido la providencia conmigo y tengo una enfermedad en mis pelotas– continuaba hablando el bandido que había pasado a preocuparse más por la muchedumbre que por los forasteros – por eso temo que si las ven no podrían diferenciar entre mi enfermedad y un golpe – dijo con un tono de voz nervioso.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
— No me gusta admitirlo, pero mala ha sido la providencia conmigo y tengo una enfermedad en mis pelotas. Por eso temo que si las ven no podrían diferenciar entre mi enfermedad y un golpe.
A los que empezaban a creerlo culpable, aquella excusa les sirvió de poco.
—¡Qué casualidad!.— grito una mujer, en tono sarcástico. Nada más ni nada menos que la vecina, que se la tenía un poco jurada. Por eso, su comentario, tampoco azuzó de más a las masas.
—Encima de vil ladrón mentiroso, tomas a tus gentes por estúpidos!.— Le acusó el trovador, con sorprendido reproche, exquisitamente actuado.
- ¿Pera qu'e? No está' llamando tontos?.— Replicó una voz masculina entre la turba.-¡Tonto zerán tuh muertoh!.— Blasfemó otro, cuya falta de dientes volvía su habla pintoresca.-¡Qitenleh zuh pantaloneh!.— Prosiguió con vehemencia, pero sin hacer ninguna señal de ir a cumplir su propio mandato. —¿Y si es contagioso?.— se sumió otra voz. — ¡Llamen al barbero!.— Clamaban unos. .— ¡No! ¡Mejor al matasanos!— Gritaban otros. —¡Esto lo tiene que solucionar el corregidor, para algo pagamos impuestos!
Iltharion, soltando la muñeca de su compañera, y dispuesto a actuar antes de que esta hiciera algún desastre, salvo el espacio que le separaba del bandido de un par de zancadas. Detenido ante el mismo, su diferencia de estatura hacía que el bandolero se viera empequeñecido. Sin perder su atronador tono de voz, le apuntó con el índice, y le golpeó con él el pecho.
—Sea usted un hombre, y admita sus fechorías. No intente engañar al pueblo.— Mientras le clavaba el dedo sobre el esternón, distrayendo al gentío, dio un pequeño y discreto tirón del nudo que ataba al pantalón del bandido, que disimuló empujándolo hacia atrás con la misma mano con la que lo había acusado. *
El bandido se precipitó de culo al suelo, con los pantalones por los tobillos, el miembro empequeñecido por el frío y los huevos tan negros como dos pedazos de carbón.
Una exclamación de acusatoria sorpresa sacudió la turba, antes de que dos fornidos campesinos se le echaran encima, lo alzaran de debajo de las axilas y fueran a llevarlo a casa del corregidor.
El elfo se imaginaba como terminaría eso. Las amoratadas gónadas del bandolero podían impresionar a la turba, pero difícilmente eran prueba fehaciente de nada. El corregidor los mandaría al cuerno por importunarle tan tarde, y a lo sumo el desafortunado cautivo pasaría un par de noches en el calabozo por el escándalo. El muchacho nunca sobreviviría a la vergüenza, y debería mudarse a otra aldea, o vivir con siempre con la humillación de haber sido arrastrado por media villa de esa guisa, y su nombre lo usarían las viejas para advertir a las mozas que no fueran solas durante un par de generaciones, o hasta que ocurriera algo peor en la aldea.
Iltharion tomó de la mano a la dragona, alejándola de la barahúnda, y empezó a conducirla por las callejas. De un alfeizar abierto, se agarró un pastel de carne y col que enfriaba, de una de las casas vacías gracias al barullo que se había armado, la envolvió en un paño, y se la colgó de un saco, para comerla más tarde.
—Aquí es mejor no quedarse.— Le explico a la dragona.— A saber si el corregidor querrá aprovechar la situación para recuperar el dinero que nos ha pagado por meñique el malo. Antes de que nos manden a buscar, pediremos algún bicho de posta, con eso deberíamos alcanzar la zarigüeya que se nos ha escurrido antes.— Puso a la muchacha al tanto de sus planes.
Una vez en la posada la hizo esperar a fuera, para que su bocaza no dificultase el trámite, y en cuestión de minutos, el propio posadero les ensillo un castrado manso, mientras el elfo se cameló a la señora para que añadiese al vino y el pan que había comprado un tarro de dulce casero y un par de salchichas frías.
Los dos aventureros abandonaron la pequeña e insignificante población de Wurzburg sin saber el desenlace del incidente de los huevos negros.
*Offrol:
Uso de la Habilidad de nivel 1: Juego de manos (Bardo lvl3) Tengo gran habilidad para distraer la atención sobre alguna de sus extremidades, mediante palabras u gestos para ejercitar una pequeña acción con la misma, como sacar un as de la manga para hacer un truco de magia, o robar algún objeto de poco peso, realizar pequeños trucos, etc...
A los que empezaban a creerlo culpable, aquella excusa les sirvió de poco.
—¡Qué casualidad!.— grito una mujer, en tono sarcástico. Nada más ni nada menos que la vecina, que se la tenía un poco jurada. Por eso, su comentario, tampoco azuzó de más a las masas.
—Encima de vil ladrón mentiroso, tomas a tus gentes por estúpidos!.— Le acusó el trovador, con sorprendido reproche, exquisitamente actuado.
- ¿Pera qu'e? No está' llamando tontos?.— Replicó una voz masculina entre la turba.-¡Tonto zerán tuh muertoh!.— Blasfemó otro, cuya falta de dientes volvía su habla pintoresca.-¡Qitenleh zuh pantaloneh!.— Prosiguió con vehemencia, pero sin hacer ninguna señal de ir a cumplir su propio mandato. —¿Y si es contagioso?.— se sumió otra voz. — ¡Llamen al barbero!.— Clamaban unos. .— ¡No! ¡Mejor al matasanos!— Gritaban otros. —¡Esto lo tiene que solucionar el corregidor, para algo pagamos impuestos!
Iltharion, soltando la muñeca de su compañera, y dispuesto a actuar antes de que esta hiciera algún desastre, salvo el espacio que le separaba del bandido de un par de zancadas. Detenido ante el mismo, su diferencia de estatura hacía que el bandolero se viera empequeñecido. Sin perder su atronador tono de voz, le apuntó con el índice, y le golpeó con él el pecho.
—Sea usted un hombre, y admita sus fechorías. No intente engañar al pueblo.— Mientras le clavaba el dedo sobre el esternón, distrayendo al gentío, dio un pequeño y discreto tirón del nudo que ataba al pantalón del bandido, que disimuló empujándolo hacia atrás con la misma mano con la que lo había acusado. *
El bandido se precipitó de culo al suelo, con los pantalones por los tobillos, el miembro empequeñecido por el frío y los huevos tan negros como dos pedazos de carbón.
Una exclamación de acusatoria sorpresa sacudió la turba, antes de que dos fornidos campesinos se le echaran encima, lo alzaran de debajo de las axilas y fueran a llevarlo a casa del corregidor.
El elfo se imaginaba como terminaría eso. Las amoratadas gónadas del bandolero podían impresionar a la turba, pero difícilmente eran prueba fehaciente de nada. El corregidor los mandaría al cuerno por importunarle tan tarde, y a lo sumo el desafortunado cautivo pasaría un par de noches en el calabozo por el escándalo. El muchacho nunca sobreviviría a la vergüenza, y debería mudarse a otra aldea, o vivir con siempre con la humillación de haber sido arrastrado por media villa de esa guisa, y su nombre lo usarían las viejas para advertir a las mozas que no fueran solas durante un par de generaciones, o hasta que ocurriera algo peor en la aldea.
Iltharion tomó de la mano a la dragona, alejándola de la barahúnda, y empezó a conducirla por las callejas. De un alfeizar abierto, se agarró un pastel de carne y col que enfriaba, de una de las casas vacías gracias al barullo que se había armado, la envolvió en un paño, y se la colgó de un saco, para comerla más tarde.
—Aquí es mejor no quedarse.— Le explico a la dragona.— A saber si el corregidor querrá aprovechar la situación para recuperar el dinero que nos ha pagado por meñique el malo. Antes de que nos manden a buscar, pediremos algún bicho de posta, con eso deberíamos alcanzar la zarigüeya que se nos ha escurrido antes.— Puso a la muchacha al tanto de sus planes.
Una vez en la posada la hizo esperar a fuera, para que su bocaza no dificultase el trámite, y en cuestión de minutos, el propio posadero les ensillo un castrado manso, mientras el elfo se cameló a la señora para que añadiese al vino y el pan que había comprado un tarro de dulce casero y un par de salchichas frías.
Los dos aventureros abandonaron la pequeña e insignificante población de Wurzburg sin saber el desenlace del incidente de los huevos negros.
*Offrol:
Uso de la Habilidad de nivel 1: Juego de manos (Bardo lvl3) Tengo gran habilidad para distraer la atención sobre alguna de sus extremidades, mediante palabras u gestos para ejercitar una pequeña acción con la misma, como sacar un as de la manga para hacer un truco de magia, o robar algún objeto de poco peso, realizar pequeños trucos, etc...
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Su mirada carmesí estaba enfocada en su objetivo, ella se sentía capaz de llegar allí y acabar con ese circo rápidamente, pero el elfo actuó, para akapalotl era ya claro que él era un maestro en los modos sureños.
Con agilidad se movió en medio del escándalo, y se acercó al bandido con naturalidad, como un pez en un rio; la muchacha sospechaba que si ella hubiera intentado aproximarse como hizo el elfo lo más probable es que hubiera tenido que hacerlo con prisas empujando a todo aquel que se le cruzara en el camino.
Con igual sutileza logro desnudar al muchacho, el cual fue rápidamente subyugado por los demás campesinos, el populacho estaba alborotado, deseaba sangre; akapalotl creía que si llegaba a descontrolarse aquella turba, el destino del muchacho sería peor que cualquier cosa que ella fuera capaz de hacerle.
Satisfecha con el posible final la chica procedió a guardar su arma y se dejó llevar por su acompañante, su relajada sonrisa había desaparecido al pensar en la incompetencia de las autoridades locales, pero volvió a surgir cuando escucho el plan del elfo.
- ¡No se diga más! – con ánimo empezó a caminar con velocidad – vamos a por ese mentiroso, debe pagar por ensuciar mi imagen
La dragona no ocultaba el entusiasmo que le daba esa “cacería” incluso antes de salir del pueblo había aumentado la frecuencia y amplitud de sus pasos, su rostro se había revitalizado e incluso había soltado uno que otro cumplido al elfo; alabando a su manera como podía manejar a la gente del sur.
Con agilidad se movió en medio del escándalo, y se acercó al bandido con naturalidad, como un pez en un rio; la muchacha sospechaba que si ella hubiera intentado aproximarse como hizo el elfo lo más probable es que hubiera tenido que hacerlo con prisas empujando a todo aquel que se le cruzara en el camino.
Con igual sutileza logro desnudar al muchacho, el cual fue rápidamente subyugado por los demás campesinos, el populacho estaba alborotado, deseaba sangre; akapalotl creía que si llegaba a descontrolarse aquella turba, el destino del muchacho sería peor que cualquier cosa que ella fuera capaz de hacerle.
Satisfecha con el posible final la chica procedió a guardar su arma y se dejó llevar por su acompañante, su relajada sonrisa había desaparecido al pensar en la incompetencia de las autoridades locales, pero volvió a surgir cuando escucho el plan del elfo.
- ¡No se diga más! – con ánimo empezó a caminar con velocidad – vamos a por ese mentiroso, debe pagar por ensuciar mi imagen
La dragona no ocultaba el entusiasmo que le daba esa “cacería” incluso antes de salir del pueblo había aumentado la frecuencia y amplitud de sus pasos, su rostro se había revitalizado e incluso había soltado uno que otro cumplido al elfo; alabando a su manera como podía manejar a la gente del sur.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Con el ánimo de la jovencilla, los trajines del mozo acomodando los arreos del caballo parecían a camara lenta. Iltharion no se contuvo y le ayudo, para agilizar el proceso, animado en parte por el buen humor que mostraba su compañera, y por los cumplidos que le llovían, que henchían ego.
Cuando el castrado estuvo a punto, el elfo se subió de un grácil salto, y le extendió la mano a la dragona para ayudarla a subir ante él. El asiento era lo suficientemente amplio para ambos, aunque el fuste los mantenía pegados.
La diferencia de altura entre ambos hacían que la muchacha no pudiese llegar a los estribos. Pero al mismo tiempo, permitía al elfo ver el camino sin tener que inclinarse hacia un costado. Su pecho, ejercía de respaldo para la dragona, cuya coronilla le llegaba una pulgada por debajo de la base del cuello.
Las manos del trovador se pasearon sobre los muslos de la joven, mientras le susurraba instrucciones. Le enseño como presionar con las rodillas para no caerse, y que parte de las piernas mantener relajada para no cansarse de más. Las caricias treparon hasta su cadera, que acomodo, de modo que no le presionase incómodamente, y en la mejor posición para que no le dolieran las posaderas en demasía si el viaje se les hacía largo. Subieron entonces sus dedos por los brazos, y le hizo tomar las riendas, estas, no las soltó.
—Cuando te note confiada, las llevarás tu sola.-Prometió el elfo, y mandó el castrado al paso, golpeándole en las ancas con los talones.
No subieron al trote hasta que no salieron del linde del pueblo. La noche, estrellada y hermosa, iluminaba tan bien el sendero, que cuando ya tenían media milla atrás, el elfo se animó a hacer galopar a la bestia, manteniendo solo una mano en las riendas, y envolviendo el vientre de la doncella con la otra, para asirla bien a si y al caballo.
Viajaron de esa guisa varias millas, con el viento fresco de la noche, aun lleno del olor de la lluvia y las parras maduras, golpeándoles en el rostro.
El camino era bastante recto, amable para una jinete novata, y sencillo para seguir a su presa, que se intuyó en el horizonte cuando aún no hacían la hora cabalgando.
El hombre, tirando con la carretilla llena de botellas, avanzaba lento pero sin descanso hacia la próxima población. Su pequeña carretilla tenía una sola rueda, y era muy pequeña, no debía pesar demasiado. Las botellas, aunque amortiguadas con paños, tintineaban entre sí de vez en cuando, cuando las telas que las separaban se escurrían por el movimiento propio del camino.
—Helá aquí nuestra presa.— Le susurró al oído a la dragona, pasando el corcel al trote una vez más.
Los cascos del caballo advirtieron al viajero, que aminoró el paso, y miró en la dirección de sus perseguidores, intentando intuir si eran solo dos viajeros, o debía de temer ya las consecuencias de sus estafas.
Cuando el castrado estuvo a punto, el elfo se subió de un grácil salto, y le extendió la mano a la dragona para ayudarla a subir ante él. El asiento era lo suficientemente amplio para ambos, aunque el fuste los mantenía pegados.
La diferencia de altura entre ambos hacían que la muchacha no pudiese llegar a los estribos. Pero al mismo tiempo, permitía al elfo ver el camino sin tener que inclinarse hacia un costado. Su pecho, ejercía de respaldo para la dragona, cuya coronilla le llegaba una pulgada por debajo de la base del cuello.
Las manos del trovador se pasearon sobre los muslos de la joven, mientras le susurraba instrucciones. Le enseño como presionar con las rodillas para no caerse, y que parte de las piernas mantener relajada para no cansarse de más. Las caricias treparon hasta su cadera, que acomodo, de modo que no le presionase incómodamente, y en la mejor posición para que no le dolieran las posaderas en demasía si el viaje se les hacía largo. Subieron entonces sus dedos por los brazos, y le hizo tomar las riendas, estas, no las soltó.
—Cuando te note confiada, las llevarás tu sola.-Prometió el elfo, y mandó el castrado al paso, golpeándole en las ancas con los talones.
No subieron al trote hasta que no salieron del linde del pueblo. La noche, estrellada y hermosa, iluminaba tan bien el sendero, que cuando ya tenían media milla atrás, el elfo se animó a hacer galopar a la bestia, manteniendo solo una mano en las riendas, y envolviendo el vientre de la doncella con la otra, para asirla bien a si y al caballo.
Viajaron de esa guisa varias millas, con el viento fresco de la noche, aun lleno del olor de la lluvia y las parras maduras, golpeándoles en el rostro.
El camino era bastante recto, amable para una jinete novata, y sencillo para seguir a su presa, que se intuyó en el horizonte cuando aún no hacían la hora cabalgando.
El hombre, tirando con la carretilla llena de botellas, avanzaba lento pero sin descanso hacia la próxima población. Su pequeña carretilla tenía una sola rueda, y era muy pequeña, no debía pesar demasiado. Las botellas, aunque amortiguadas con paños, tintineaban entre sí de vez en cuando, cuando las telas que las separaban se escurrían por el movimiento propio del camino.
—Helá aquí nuestra presa.— Le susurró al oído a la dragona, pasando el corcel al trote una vez más.
Los cascos del caballo advirtieron al viajero, que aminoró el paso, y miró en la dirección de sus perseguidores, intentando intuir si eran solo dos viajeros, o debía de temer ya las consecuencias de sus estafas.
Iltharion Dur'Falas
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