Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Con un rostro ofendido, con eso respondió la dragona al gesto del elfo, tampoco tomo la mano del mismo, en lugar de eso procedió a subirse con un salto brusco, nada comparable con el grácil movimiento de su acompañante, fue tal la falta de tacto que tuvo en ese movimiento que el caballo relincho ligeramente.
Aunque se ofendió, la idea de ir de “cacería” la animaba mucho más, incluso para llevarla al punto de ignorar el cálido tacto del elfo sobre sus muslos, algo similar pasaba con las instrucciones que brindaba el jinete, que tardaban más en salir de sus labios, que lo que duraban en la mente de la muchacha.
Solo reacciono al sentir como subían por sus brazos y le hacían tomar las riendas, soltó un pequeño suspiro casi imperceptible de aburrimiento.
“yo puedo volar, no necesito saber de esto” pensó tras escuchar las palabras del elfo.
La cabalgata duro más de lo esperado, la noche había salido y su belleza era ignorada por una Akapalotl de mal humor, llevaban más de lo que le hubiera gustado sobre la montura, su trasero ya se sentía incómodo, y aunque al principio el tacto del elfo le había parecido cálido y hasta cómodo, ahora le resultaba asfixiante.
La joven se preparaba para solicitar a su acompañante que se detuviera y le dejara seguirle en vuelo, no obstante, el hablo primero.
—Helá aquí nuestra presa – la dragona sonrió, también sintió como el caballo acelero, lo que evito que ella saltara de la montura, y cargara con su espada en mano.
Aunque se ofendió, la idea de ir de “cacería” la animaba mucho más, incluso para llevarla al punto de ignorar el cálido tacto del elfo sobre sus muslos, algo similar pasaba con las instrucciones que brindaba el jinete, que tardaban más en salir de sus labios, que lo que duraban en la mente de la muchacha.
Solo reacciono al sentir como subían por sus brazos y le hacían tomar las riendas, soltó un pequeño suspiro casi imperceptible de aburrimiento.
“yo puedo volar, no necesito saber de esto” pensó tras escuchar las palabras del elfo.
La cabalgata duro más de lo esperado, la noche había salido y su belleza era ignorada por una Akapalotl de mal humor, llevaban más de lo que le hubiera gustado sobre la montura, su trasero ya se sentía incómodo, y aunque al principio el tacto del elfo le había parecido cálido y hasta cómodo, ahora le resultaba asfixiante.
La joven se preparaba para solicitar a su acompañante que se detuviera y le dejara seguirle en vuelo, no obstante, el hablo primero.
—Helá aquí nuestra presa – la dragona sonrió, también sintió como el caballo acelero, lo que evito que ella saltara de la montura, y cargara con su espada en mano.
Akapalotl
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Cuando quedaron a la misma altura, el castrado pasó al paso. Como el camino era lo bastante ancho como para un carro con dos bestias de tiro, quedaron a la par del mercader.
El hombre de apariencia cuidada del mediodía estaba ahora despeinado por el esfuerzo de la caminata, la brisa y el sudor que perlaba su rostro y le pegaba el cabello a las sienes. Sin embargo, su mirada, oscura y penetrante, no poseía rastro de cansancio, y los reconoció de inmediato, pese a que nunca se habían hallado tan cerca.
—Buenas noches, buenas noches.— Saludo animadamente, con ese tono impostado del que ya había hecho uso con anterioridad. Su cara mutó en una mueca de felicidad, confianza, dándoles la bienvenida con el gesto. A Iltharion no le pasaron desapercibidas las intenciones del mercader, ni tampoco el modo en el que sus ojillos buscaban en ellos si portaban armas o podían ser una amenaza.
—Buenas noches.— Respondió con una cordialidad igualmente fingida. Los hombros del estafador se relajaron.— Se ha valido ud. de nosotros de un modo muy desagradable esta mañana. — El hombrecillo se crispo en el lugar, y por el rabillo del ojo espió los campos tras las desvencijadas vallas que delimitaban el camino.
—Ha faltado ud. a la verdad y a esta señorita.
El mercader no parecía saber muy bien que hacer, y su nerviosismo se iba haciendo cada vez más palpable. En contraste, la sonrisa del bardo se ensanchó, y su voz tomó una nota melosa inquietante. Estaba disfrutando de la incertidumbre que generaba, de esos nervios que jugaban con el límite de su contertulio, impidiéndole al mismo decidirse en sí huir o no, como un gato que juega con una lagartija de verano.
—Oh si, claro, como se me ha podido olvidar pagarles por su ayuda.— En un intento de soborno disimulado, intentando comprar con media bolsa el no ser sustraído de la bolsa entera, el sujeto intento dar mano de sus aeros. Pero el elfo le detuvo.
—Oh no, a mí no ha de pagarme nada, ni tiene que convencerme de nada.— La sonrisa del bardo se ensanchó, mostrando todos los dientes, rectos y blancos como la luna.
El mercader miró a la dragona de aspecto malhumorado, y creyendo que sería más sencillo mover la compasión de una mujer, le dedicó su mejor rostro de hombrecillo desamparado.
—Por supuesto hermosa doncella, siento mucho si la he ofendido. No tengo en mí más que oro, pero soy un gran alquimista. Puedo ayudarla a cumplir sus sueños. Sé la receta de un elixir para que todos sus hijos nazcan varones, y de uno para que se quede fácilmente en cinta.— Algo tarde se percató de la falta de alianza en la mano de la mujer, y se apuró en rectificar ofreciendo lo que consideró que cualquier moza casadera pudiera desear.— También puedo hacerle un perfume que le permita atraer a cuál hombre se proponga, para que la despose y no tenga que seguir recorriendo los caminos.— Ahí cayó tarde de que pese la falta de anillo quizás la dupla era pareja, y tropezándose con sus propias palabras intento corregirse una vez más.— Oh claro, si comparten uds un gran vínculo me sé un amarre para que su amor dure para siempre, y …
Iltharion estaba teniendo sendos problemas para contener la risa, creyendo que cada vez el hombre iba a provocar a la dragona, esperando que esta, en cualquier momento, saltase de la silla como un resorte. Por eso, le soltó la cintura y se adueñó de las riendas, permitiéndole a la joven cualquier movimiento que se le antojase.
El hombre de apariencia cuidada del mediodía estaba ahora despeinado por el esfuerzo de la caminata, la brisa y el sudor que perlaba su rostro y le pegaba el cabello a las sienes. Sin embargo, su mirada, oscura y penetrante, no poseía rastro de cansancio, y los reconoció de inmediato, pese a que nunca se habían hallado tan cerca.
—Buenas noches, buenas noches.— Saludo animadamente, con ese tono impostado del que ya había hecho uso con anterioridad. Su cara mutó en una mueca de felicidad, confianza, dándoles la bienvenida con el gesto. A Iltharion no le pasaron desapercibidas las intenciones del mercader, ni tampoco el modo en el que sus ojillos buscaban en ellos si portaban armas o podían ser una amenaza.
—Buenas noches.— Respondió con una cordialidad igualmente fingida. Los hombros del estafador se relajaron.— Se ha valido ud. de nosotros de un modo muy desagradable esta mañana. — El hombrecillo se crispo en el lugar, y por el rabillo del ojo espió los campos tras las desvencijadas vallas que delimitaban el camino.
—Ha faltado ud. a la verdad y a esta señorita.
El mercader no parecía saber muy bien que hacer, y su nerviosismo se iba haciendo cada vez más palpable. En contraste, la sonrisa del bardo se ensanchó, y su voz tomó una nota melosa inquietante. Estaba disfrutando de la incertidumbre que generaba, de esos nervios que jugaban con el límite de su contertulio, impidiéndole al mismo decidirse en sí huir o no, como un gato que juega con una lagartija de verano.
—Oh si, claro, como se me ha podido olvidar pagarles por su ayuda.— En un intento de soborno disimulado, intentando comprar con media bolsa el no ser sustraído de la bolsa entera, el sujeto intento dar mano de sus aeros. Pero el elfo le detuvo.
—Oh no, a mí no ha de pagarme nada, ni tiene que convencerme de nada.— La sonrisa del bardo se ensanchó, mostrando todos los dientes, rectos y blancos como la luna.
El mercader miró a la dragona de aspecto malhumorado, y creyendo que sería más sencillo mover la compasión de una mujer, le dedicó su mejor rostro de hombrecillo desamparado.
—Por supuesto hermosa doncella, siento mucho si la he ofendido. No tengo en mí más que oro, pero soy un gran alquimista. Puedo ayudarla a cumplir sus sueños. Sé la receta de un elixir para que todos sus hijos nazcan varones, y de uno para que se quede fácilmente en cinta.— Algo tarde se percató de la falta de alianza en la mano de la mujer, y se apuró en rectificar ofreciendo lo que consideró que cualquier moza casadera pudiera desear.— También puedo hacerle un perfume que le permita atraer a cuál hombre se proponga, para que la despose y no tenga que seguir recorriendo los caminos.— Ahí cayó tarde de que pese la falta de anillo quizás la dupla era pareja, y tropezándose con sus propias palabras intento corregirse una vez más.— Oh claro, si comparten uds un gran vínculo me sé un amarre para que su amor dure para siempre, y …
Iltharion estaba teniendo sendos problemas para contener la risa, creyendo que cada vez el hombre iba a provocar a la dragona, esperando que esta, en cualquier momento, saltase de la silla como un resorte. Por eso, le soltó la cintura y se adueñó de las riendas, permitiéndole a la joven cualquier movimiento que se le antojase.
Iltharion Dur'Falas
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Con cada palabra que decía aquel estafador, se podía percibir ligeramente como los músculos faciales de Akapalotl se tensaban, una suave brisa se formaba alrededor de ellos, una brisa sin orden aparente, más bien parecía casi un palpitar.
La dragona sintió como el elfo apartaba las riendas y la dejaba libre, pero ella no brinco, incluso cuando el vendedor continuaba soltando sus vomitivas palabras.
- Su amor dure para siempre y… - la muchacha se bajó de la montura con suavidad y se aproximó al estafador, este enmudeció, la pequeña chica le miraba fijamente, no podía esconder su ira, pero sus pasos eran menos furicos de lo que podía esperarse.
Movió su mano, no al cinto, sino hacia el estafador, la estiro apuntando al mismo.
- Has insultado mi fuerza y con eso has insultado el honor de mi clan, como consideras que puedes reparar eso
- Oh, no era mi intención insultar a su noble familia – el hombre tomo una bolsa llena de monedas, que tenía atada de manera muy evidente sobre su cinto, de tal manera que llamaría la atención de cualquier bandido – por favor tú y tu amigo tomen este dinero como pago, es todo lo que he conseguido en la aldea.
El hombre puso la bolsa sobre las manos de la dragona, sujetando las mismas.
- Repártelo a tu familia, seguro estarán felices ….
La dragona sujetando la bolsa aparto sus manos, luego arrojo la misma contra la cara extrañada del comerciante; las monedas resonaron al caer en el suelo, algunas de estas sobresalían por ser simplemente piezas de metal sin marca.
- Y sigues insultando a mi clan con este acto – antes de que el vendedor retrocediera, la dragona le tomo de la camisa.
Los vientos a su alrededor se detuvieron y mientras sus brazos internamente se fortalecían, cambiando su musculatura humana por carne de dragón, luego de eso le propino un puñetazo con tal furia que, aunque el cuerpo de aquel hombre cayó de inmediato al suelo, su otra mano aun sostenía un trozo de tela.
- Cada cosa que sale de tu boca es…. – la chica vio con decepción como el hombre había quedado noqueado, tras lo cual vio a su amigo – si estuviéramos en mi tierra lo desvestiríamos y amarraríamos a una valla, donde lo dejaríamos por varios días, hasta que la ofensa sea saldada…o su cadáver comience a apestar- suspiro decepcionada para luego continuar – pero estamos en el sur, ¿dime cual sería el castigo correcto para su ofensa?
La dragona sintió como el elfo apartaba las riendas y la dejaba libre, pero ella no brinco, incluso cuando el vendedor continuaba soltando sus vomitivas palabras.
- Su amor dure para siempre y… - la muchacha se bajó de la montura con suavidad y se aproximó al estafador, este enmudeció, la pequeña chica le miraba fijamente, no podía esconder su ira, pero sus pasos eran menos furicos de lo que podía esperarse.
Movió su mano, no al cinto, sino hacia el estafador, la estiro apuntando al mismo.
- Has insultado mi fuerza y con eso has insultado el honor de mi clan, como consideras que puedes reparar eso
- Oh, no era mi intención insultar a su noble familia – el hombre tomo una bolsa llena de monedas, que tenía atada de manera muy evidente sobre su cinto, de tal manera que llamaría la atención de cualquier bandido – por favor tú y tu amigo tomen este dinero como pago, es todo lo que he conseguido en la aldea.
El hombre puso la bolsa sobre las manos de la dragona, sujetando las mismas.
- Repártelo a tu familia, seguro estarán felices ….
La dragona sujetando la bolsa aparto sus manos, luego arrojo la misma contra la cara extrañada del comerciante; las monedas resonaron al caer en el suelo, algunas de estas sobresalían por ser simplemente piezas de metal sin marca.
- Y sigues insultando a mi clan con este acto – antes de que el vendedor retrocediera, la dragona le tomo de la camisa.
Los vientos a su alrededor se detuvieron y mientras sus brazos internamente se fortalecían, cambiando su musculatura humana por carne de dragón, luego de eso le propino un puñetazo con tal furia que, aunque el cuerpo de aquel hombre cayó de inmediato al suelo, su otra mano aun sostenía un trozo de tela.
- Cada cosa que sale de tu boca es…. – la chica vio con decepción como el hombre había quedado noqueado, tras lo cual vio a su amigo – si estuviéramos en mi tierra lo desvestiríamos y amarraríamos a una valla, donde lo dejaríamos por varios días, hasta que la ofensa sea saldada…o su cadáver comience a apestar- suspiro decepcionada para luego continuar – pero estamos en el sur, ¿dime cual sería el castigo correcto para su ofensa?
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
La tranquilidad de la dragona cayó como sorpresa para el trovador, quien observaba la escena entretenido. Erguido sobre la montura, con su postura llena de gracia, el cabello ondeando al viento, que respondía a nada, y la luna tras de sí, parecía un ser mítico que los juzgase y contemplase desde lo alto.
Cuando la mirada del hombre le buscó, para ver si recibiría de él alguna ayuda, le sonrió ampliamente. Una sonrisa sincera que llego a sus ojos. No habría auxilio por parte del trotamundos. No porque los hubieran estafado, o porque le hubiera intentado sobornar con monedas falsas. Tampoco porque se hubiese intentado valer de ellos, o los hubiese tomado por zopencos. Simplemente, porque a la dragona le vendría bien el desahogo, y aquel hombre le convenía para ello.
El viento se detuvo, y se instauró el silencio, una quietud que solo pudo romper aquella que la había creado. A su voz, llena de una fuerza contenida, siguió el crujir del pómulo del mercader.
—En el sur, uno es libre de impartir la pena que le plazca si no hay testigos para juzgarlo a uno por ello.— Iltharion se echó el cabello hacia atrás, peinándolo entre sus largos dedos, para dejarlo prolijo después de la cabalgata y la exaltación de la muchacha.— Podríamos arrancarle la lengua para que no vuelva a mancillar el nombre de tu clan, ni a usarlos para sus ardides, y romperle los dedos por si supiera escribir, desnudarlo y atarlo a la valla. Sí te place.
Seguramente alguien lo encontraría al día siguiente, pues se acercaban las fiestas del pueblucho del que venían, y eso siempre atraía a los campesinos de villorrios cercanos. Si lo reconocían, le cobrarían también los labriegos sus propias afrentas, y dudaba que ninguno sintiese una gran inclinación por perseguir a sus agresores.
—En las aldeas le quitarían el dinero, lo fustigarían en público y lo dejarían en la picota durante unos días. Quizás lo arrojarían al calabozo durante un tiempo. A no ser que haya estafado a alguien de poortento. Podrías cruzártelo en unos años.
La voz del trovador era tranquila, apacible, y con un ligero desinterés. No parecía y no le importaba el sino de aquel estafador más que el de las hormigas que pisaba el caballo.
—En algunos lugares le harían tragarse su mercancía, así tuviesen que picar el vidrio y hacérselo masticar. Pero estando inconsciente lo veo poco factible.
Iltharion se estiró perezosamente sobre el caballo. Aún les faltaban algunas millas hasta la próxima aldea, y comenzaba a tener hambre.
—Decidas lo que decidas, busca bien entre sus ropas, la bolsa que te dio tiene monedas falsas y además de las malas. En algún lado tiene que haber escondido los Aeros de verdad. Con lo que le vi sacar en el mercado podemos pagarnos un festín, una buena habitación en la posada más cercana y quizás incluso hasta un baño caliente.
Cuando la mirada del hombre le buscó, para ver si recibiría de él alguna ayuda, le sonrió ampliamente. Una sonrisa sincera que llego a sus ojos. No habría auxilio por parte del trotamundos. No porque los hubieran estafado, o porque le hubiera intentado sobornar con monedas falsas. Tampoco porque se hubiese intentado valer de ellos, o los hubiese tomado por zopencos. Simplemente, porque a la dragona le vendría bien el desahogo, y aquel hombre le convenía para ello.
El viento se detuvo, y se instauró el silencio, una quietud que solo pudo romper aquella que la había creado. A su voz, llena de una fuerza contenida, siguió el crujir del pómulo del mercader.
—En el sur, uno es libre de impartir la pena que le plazca si no hay testigos para juzgarlo a uno por ello.— Iltharion se echó el cabello hacia atrás, peinándolo entre sus largos dedos, para dejarlo prolijo después de la cabalgata y la exaltación de la muchacha.— Podríamos arrancarle la lengua para que no vuelva a mancillar el nombre de tu clan, ni a usarlos para sus ardides, y romperle los dedos por si supiera escribir, desnudarlo y atarlo a la valla. Sí te place.
Seguramente alguien lo encontraría al día siguiente, pues se acercaban las fiestas del pueblucho del que venían, y eso siempre atraía a los campesinos de villorrios cercanos. Si lo reconocían, le cobrarían también los labriegos sus propias afrentas, y dudaba que ninguno sintiese una gran inclinación por perseguir a sus agresores.
—En las aldeas le quitarían el dinero, lo fustigarían en público y lo dejarían en la picota durante unos días. Quizás lo arrojarían al calabozo durante un tiempo. A no ser que haya estafado a alguien de poortento. Podrías cruzártelo en unos años.
La voz del trovador era tranquila, apacible, y con un ligero desinterés. No parecía y no le importaba el sino de aquel estafador más que el de las hormigas que pisaba el caballo.
—En algunos lugares le harían tragarse su mercancía, así tuviesen que picar el vidrio y hacérselo masticar. Pero estando inconsciente lo veo poco factible.
Iltharion se estiró perezosamente sobre el caballo. Aún les faltaban algunas millas hasta la próxima aldea, y comenzaba a tener hambre.
—Decidas lo que decidas, busca bien entre sus ropas, la bolsa que te dio tiene monedas falsas y además de las malas. En algún lado tiene que haber escondido los Aeros de verdad. Con lo que le vi sacar en el mercado podemos pagarnos un festín, una buena habitación en la posada más cercana y quizás incluso hasta un baño caliente.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
- Comprendo, no quieres que pueda hablar – se giró y le observó con una mirada llena de confianza, sus rojizos ojos gritaban que había entendido el significado real de aquellas palabras - los sureños son poéticos en lo que hacen, como uso sus palabras para engañar a los demás, se le debe privar de las mismas; al fin algo interesante por parte de la gente del sur.
Tras eso tomo al vendedor de la camisa y mientras intentaba acomodarlo en la carreta escucho la última sugerencia del elfo, a la cual respondió girándose rápidamente, soltando al individuo, el cual cayó de nuevo al suelo, no sin que antes rebotara su cabeza contra una parte del carro.
- Y que importan si eran falsas, y si tiene monedas escondidas, ¿acaso eso nos concierne? – la muchacha tenía otra vez un rostro malhumorado, como si le hubieran escupido en la cara – estoy castigándole por insultar a mi linaje, no soy una ladrona, no voy a apalearle y luego quitarle su oro, ¡así solo insultaría más a mi familia!
Se giró con furia, dándole la espalda al elfo, su largo cabello turquesa bailo por unos segundos por la fuerza del movimiento para luego quedar inmóvil, igual que Akapalotl la cual en silencio intento analizar mejor la situación.
- No creo tú seas un ladrón…. Así que debe ser …. – ya con su furia liberada, intento calmarse y ponerse en los zapatos de su amigo, tras pensar un poco continuo – ya veo como el estafo a los demás, realmente el dinero no es suyo…. Pero… seguiría siendo un robo…. ¡Ya se! – grito con emoción sin ver al elfo – quememos todas sus cosas como castigo por estafar a los demás!
Tras eso tomo al vendedor de la camisa y mientras intentaba acomodarlo en la carreta escucho la última sugerencia del elfo, a la cual respondió girándose rápidamente, soltando al individuo, el cual cayó de nuevo al suelo, no sin que antes rebotara su cabeza contra una parte del carro.
- Y que importan si eran falsas, y si tiene monedas escondidas, ¿acaso eso nos concierne? – la muchacha tenía otra vez un rostro malhumorado, como si le hubieran escupido en la cara – estoy castigándole por insultar a mi linaje, no soy una ladrona, no voy a apalearle y luego quitarle su oro, ¡así solo insultaría más a mi familia!
Se giró con furia, dándole la espalda al elfo, su largo cabello turquesa bailo por unos segundos por la fuerza del movimiento para luego quedar inmóvil, igual que Akapalotl la cual en silencio intento analizar mejor la situación.
- No creo tú seas un ladrón…. Así que debe ser …. – ya con su furia liberada, intento calmarse y ponerse en los zapatos de su amigo, tras pensar un poco continuo – ya veo como el estafo a los demás, realmente el dinero no es suyo…. Pero… seguiría siendo un robo…. ¡Ya se! – grito con emoción sin ver al elfo – quememos todas sus cosas como castigo por estafar a los demás!
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
El hombre, que pendía de las manos de la dragona, derrotado por la vida y por ese golpe que le había privado de sentido, era sujeto con una firmeza admirable. Quizás no lo parecía, pero cualquiera que hubiese tenido que cargar alguna vez a un amigo borracho, o a algún familiar inconsciente, podía atestiguar de la gran fortaleza que se requería para sostener a alguien en peso muerto. La dragona, sin embargo, no mostraba el menor atisbo de dificultad con dicha tarea, y parecía más entretenida en ofenderse y desofenderse alternativamente.
—Nos concierne.— Respondió con sencillez y solemnidad el bardo, observando la escena aun desde arriba de su castrado, con la espalda erguida y su figura a contraluz de la luna. Su silueta imponente presidiendo y juzgando la escena.— Porque siendo él un ladrón, su oro no es suyo ni le pertenece. Dejarle con los bienes sustraídos sería castigarlo a medias por sus crímenes. Si se lo dejáramos, acaso le estaríamos pagando por el daño de dejarlo sin palabras.— El elfo negó, despacio, y prosiguió con su discurso, teñido de un total convencimiento.— Ese dinero no es suyo, es de los campesinos de la aldea, a quienes hemos hecho dos favores. Porque hemos vengado su afrenta al atrapar a ese rufián, y hemos limpiado el camino de dos bandidos esta mañana, y destapado las viles mentiras de un tercero; Sin embargo, nos han pagado solo por uno.
Iltharion estaba horrorizado ante la idea de quemar el oro, aunque encontraba poco viable poder fundir las monedas en medio del camino. A su vez, había una nota en la voz diferente ante la proclama de la muchacha, un entusiasmo apasionado que apenas le había escuchado en cualquier otra cosa.
—Ese dinero lo usaremos en el próximo pueblo, así volverá a manos de otras personas honradas, y nosotros comeremos y dormiremos bien como merecemos tras nuestra loable actuación en estas tierras.— De la que no pensaba jactarse por si a caso estaba el cadalso muy vacío y decidían echarlos en él por tomarse la justicia por mano propia.
—Pero quemar podemos quemarle la carretilla, y si eso las prendas, para que cuando lo encuentren sea doble su vergüenza, o si lograra llegar a soltarse, tuviese que pasearse humillado por la próxima villa.
Con eso, esperaba el elfo, haber ofrecido a la muchacha suficientes excusas para que se quedaran el oro, una excusa para quemar cosas, y lo más importante, la promesa de una buena comida. Uno de los grandes aprendizajes que le había dado el tiempo y la experiencia, era que había pocas cosas que pusieran a una mujer tan furibunda como el hambre.
—Nos concierne.— Respondió con sencillez y solemnidad el bardo, observando la escena aun desde arriba de su castrado, con la espalda erguida y su figura a contraluz de la luna. Su silueta imponente presidiendo y juzgando la escena.— Porque siendo él un ladrón, su oro no es suyo ni le pertenece. Dejarle con los bienes sustraídos sería castigarlo a medias por sus crímenes. Si se lo dejáramos, acaso le estaríamos pagando por el daño de dejarlo sin palabras.— El elfo negó, despacio, y prosiguió con su discurso, teñido de un total convencimiento.— Ese dinero no es suyo, es de los campesinos de la aldea, a quienes hemos hecho dos favores. Porque hemos vengado su afrenta al atrapar a ese rufián, y hemos limpiado el camino de dos bandidos esta mañana, y destapado las viles mentiras de un tercero; Sin embargo, nos han pagado solo por uno.
Iltharion estaba horrorizado ante la idea de quemar el oro, aunque encontraba poco viable poder fundir las monedas en medio del camino. A su vez, había una nota en la voz diferente ante la proclama de la muchacha, un entusiasmo apasionado que apenas le había escuchado en cualquier otra cosa.
—Ese dinero lo usaremos en el próximo pueblo, así volverá a manos de otras personas honradas, y nosotros comeremos y dormiremos bien como merecemos tras nuestra loable actuación en estas tierras.— De la que no pensaba jactarse por si a caso estaba el cadalso muy vacío y decidían echarlos en él por tomarse la justicia por mano propia.
—Pero quemar podemos quemarle la carretilla, y si eso las prendas, para que cuando lo encuentren sea doble su vergüenza, o si lograra llegar a soltarse, tuviese que pasearse humillado por la próxima villa.
Con eso, esperaba el elfo, haber ofrecido a la muchacha suficientes excusas para que se quedaran el oro, una excusa para quemar cosas, y lo más importante, la promesa de una buena comida. Uno de los grandes aprendizajes que le había dado el tiempo y la experiencia, era que había pocas cosas que pusieran a una mujer tan furibunda como el hambre.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
- Si lo tomamos seriamos unos ladrones, y la comida sabría a mierda – la dragona respondió al penúltimo comentario del elfo, dirigiéndole una mirada decepcionada y caminando con tranquilidad hacia el mismo, mientras el cuerpo del desdichado seguía inconsciente en el suelo
Su respiración no denotaba calma, aunque acababa de atrapar al hablador, era más que claro que los comentarios de su amigo le resultaban asquerosos, no obstante, antes de volver a abrir sus labios escucho una sugerencia cuanto menos intrigante.
En un instante, su disgusto se desvaneció de su rostro, se dio media vuelta dándole la espalda al elfo, miro el carro, mientras sus labios se arqueaban lentamente, a medida que sus ojos saltaban entre los distintos elementos de la carreta.
- Ayúdame a buscar algo dentro del carro con que iniciar el fuego, ha llovido y la madera silvestre seguro estará mojada– se acercó al carro con pasos fuertes y lentos, claramente contenidos, se subió al mismo para acto seguido continuar su análisis del contenido, antes de que siquiera moviera la primera caja se inclinó y tomo una cuerda maltrecha, la pieza de fibras tenía un olor a humedad y unas pequeñas manchas que la dragona sospechaba eran hongos.
Se bajó con un pequeño salto y procedió a tomar del brazo al desmayado comerciante, arrastrándolo hasta el otro lado del camino, finalmente lo arrojo contra un árbol, permitiendo que se viera que ahora poseía unos cuantos rapones producto de las rocas del suelo; allí la dragona procedió a atarlo, se tardó un poco más de lo que le hubiera gustado, puesto que desenredar la mohosa cuerda le resulto más difícil de lo esperado.
Su respiración no denotaba calma, aunque acababa de atrapar al hablador, era más que claro que los comentarios de su amigo le resultaban asquerosos, no obstante, antes de volver a abrir sus labios escucho una sugerencia cuanto menos intrigante.
En un instante, su disgusto se desvaneció de su rostro, se dio media vuelta dándole la espalda al elfo, miro el carro, mientras sus labios se arqueaban lentamente, a medida que sus ojos saltaban entre los distintos elementos de la carreta.
- Ayúdame a buscar algo dentro del carro con que iniciar el fuego, ha llovido y la madera silvestre seguro estará mojada– se acercó al carro con pasos fuertes y lentos, claramente contenidos, se subió al mismo para acto seguido continuar su análisis del contenido, antes de que siquiera moviera la primera caja se inclinó y tomo una cuerda maltrecha, la pieza de fibras tenía un olor a humedad y unas pequeñas manchas que la dragona sospechaba eran hongos.
Se bajó con un pequeño salto y procedió a tomar del brazo al desmayado comerciante, arrastrándolo hasta el otro lado del camino, finalmente lo arrojo contra un árbol, permitiendo que se viera que ahora poseía unos cuantos rapones producto de las rocas del suelo; allí la dragona procedió a atarlo, se tardó un poco más de lo que le hubiera gustado, puesto que desenredar la mohosa cuerda le resulto más difícil de lo esperado.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Iltharion suspiro largamente, si no aceptaba por las buenas, podía comer sopa de piedras mientras él se daba un verdadero festín con el fruto del trabajo del vendedor de elixires. O mejor dicho, el fruto del trabajo de los campesinos que el vendedor les había sustraído poco honradamente.
Con la gracia natural que tenía todos sus gestos, se bajó de un salto de la silla, y ato las riendas del castrado en la cerca del camino opuesta a donde estaba el despropósito de estafador y sus cosas.
Se acercó a las monedas falsas y las movió con el pie, apenas había un par de Aeros entre ellas, los cuales hizo desaparecer en sus bolsillos. Luego se acercó hacia el vendedor.
—Deja, mira.— Tomó las cuerdas de las manos de la muchacha, las desenredo y haciendo alarde de destreza, dejo atado al mercader con un bonito nudo que no podría soltar sin ayuda.— Sin tu fuerza de dragón no podrías romperlo.— Alardeó un poco, antes de girarse hacia el hombre inconsciente.
Le quitó las botas, las dio vuelta y se hizo con un pequeño saquito. Las prendas las arrojo sobre la pila de cosas por quemar que estaba preparando su compañera. Eran buenas, perderlas le dolería tanto o más que al carro o la vergüenza, si es que le quedaba un ápice.
De la misma manera se encargó de revisar los lugares habituales en donde mercaderes y viajeros solían guardar el dinero de emergencia, y en un santiamen tenía sus propias bolsas escondidas bien rollizas.
—Aceite.- No llevaba mucho, pero con un poco bien esparcido podrían iniciar bien el fuego.- Haz una buena pila.
Cuando Akapalolt se hubo cansado de romper y añadir cosas, Iltharion acomodo un par de zonas ahuecadas con yesca para que se hiciese un buen fuego, y rocío con aceite el resto, sacó de su bolsillo el chispero, y, tras haciendo una breve demostración de su uso en el aire, se lo extendió a la dragona para que hiciese los honores.
Con la gracia natural que tenía todos sus gestos, se bajó de un salto de la silla, y ato las riendas del castrado en la cerca del camino opuesta a donde estaba el despropósito de estafador y sus cosas.
Se acercó a las monedas falsas y las movió con el pie, apenas había un par de Aeros entre ellas, los cuales hizo desaparecer en sus bolsillos. Luego se acercó hacia el vendedor.
—Deja, mira.— Tomó las cuerdas de las manos de la muchacha, las desenredo y haciendo alarde de destreza, dejo atado al mercader con un bonito nudo que no podría soltar sin ayuda.— Sin tu fuerza de dragón no podrías romperlo.— Alardeó un poco, antes de girarse hacia el hombre inconsciente.
Le quitó las botas, las dio vuelta y se hizo con un pequeño saquito. Las prendas las arrojo sobre la pila de cosas por quemar que estaba preparando su compañera. Eran buenas, perderlas le dolería tanto o más que al carro o la vergüenza, si es que le quedaba un ápice.
De la misma manera se encargó de revisar los lugares habituales en donde mercaderes y viajeros solían guardar el dinero de emergencia, y en un santiamen tenía sus propias bolsas escondidas bien rollizas.
—Aceite.- No llevaba mucho, pero con un poco bien esparcido podrían iniciar bien el fuego.- Haz una buena pila.
Cuando Akapalolt se hubo cansado de romper y añadir cosas, Iltharion acomodo un par de zonas ahuecadas con yesca para que se hiciese un buen fuego, y rocío con aceite el resto, sacó de su bolsillo el chispero, y, tras haciendo una breve demostración de su uso en el aire, se lo extendió a la dragona para que hiciese los honores.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
- Tienes talento para los nudos – Akapalotl le dio un sincero halago, para acto seguido proceder a caminar lejos del desvalido comerciante, la muchacha comenzó a arrancar algunas tablas del carro, dejando que cayera parte de la mercancía al suelo.
Empezó a acomodar pegándola al costado de lo que quedara del carro, cuyo contenido había sido revuelto por la anímica dragona. La cual había dejado atrás la ofensa recibida por la elfo, debido a que observaba a este revolviendo las cosas del carro, “buscando combustible” para aquella fogata.
El montón estaba terminado cuando su compañero le entrego una botella con aceite, era poco, pero aun así serviría, y cuando termino de distribuirlo con cuidado observo el chispero de su amigo.
- Interesante, es distinto a los palos en llama que usaban en mi región – Akapalotl lo tomo e intento usarlo como el elfo le había indicado, al principio lo hizo con mucha delicadeza, debido a que en su experiencia las cosas de los sureños se rompían con facilidad, no funciono, así pues lo hizo una segunda vez, aumentando su fuerza ligeramente, tampoco funciono – veamos…. – así fueron otros tantos intentos hasta que aplico la fuerza y velocidad necesarios para su funcionamiento.
No dijo nada, no espero ni siquiera que el elfo le diera una señal, la muchacha procedió a encender aquella hoguera de “justicia”. El fuego comenzó tímidamente a titilar, casi parecía querer apagarse, pero tras soplar un poco, la llama volvió a la vida, poco a poco escalo, comenzando a soltar ligeros crujidos producto de la madera al carbonizarse, también de vez en cuanto soltaban una pequeña explosión, producto de algún elemento que transportaba aquel vendedor.
Aunque aún quedaba material por ser consumido, la llama ya superaba en altura a la excitada dragona, no obstante, la columna de humo del mismo no se formaba, debido a la fuerte y húmeda brisa que soplaba, la cual dispersaba hacia las laderas del camino la humareda.
Akapalotl estaba hipnotizada con aquellas llamas, se acercaba más allá de lo recomendable, pero tras unos cuantos minutos giro a ver a su compañero y luego al cielo que parecía anunciar una tormenta en el horizonte.
- Deberíamos continuar, no sé qué tan lejos estamos del pueblo y parece que viene un vendaval
El camino resulto relativamente corto, ya fuera porque realmente les faltaba poco, o simplemente por el buen humor de la muchacha, que pidió al elfo que le explicara un poco más sobre equitación, aceptando sin queja alguna la manera de enseñar que usaba este.
Finalmente llegaron a un pueblo abrazado por la noche y con el humor de la dragona un poco más bajo, nunca llovió. Aquella población era pequeña, sin defensa alguna, mas allá de uno que otro patrullero, el par no tuvo que cruzarlo, a la entrada estaba la posada, la cual aún tenía una cantidad inmensa de comensales y bebedores, sobretodo lo segundo.
La posada estaba llena de vida, las pocas mesas estaban ocupadas por bebedores, no obstante, una cerca de la barra, que tenía jugando a los naipes a un Bio-cibernetico, dos humanos y un hombre bestia, se desocupo rápidamente cuando el hombre bestia ataco al Bio.
- Estas haciendo trampa, es imposible que siempre sepas cuándo seguir – decía el hombre con orejas de Poodle
- No es cierto, ¡no estoy haciendo trampa! – defendió en vano su inocencia antes de recibir una patada por parte de los humanos.
- ¡Mientes!, es como si tú supieras que cartas faltan en el mazo, es ridículo – dijo uno de los humanos
- Solucionen esto afuera – hablo la tabernera, una mujer bestia de grandes dimensiones, cabello anaranjado largo y abundante, por todo su cuerpo; con una cara oscura con boca sobresaliente y unos brazos desproporcionadamente largos – ¿y ustedes que quieren?
Pregunto al par, mientras los otros 3 arrastraban al Bio-cibernetico fuera del lugar.
Empezó a acomodar pegándola al costado de lo que quedara del carro, cuyo contenido había sido revuelto por la anímica dragona. La cual había dejado atrás la ofensa recibida por la elfo, debido a que observaba a este revolviendo las cosas del carro, “buscando combustible” para aquella fogata.
El montón estaba terminado cuando su compañero le entrego una botella con aceite, era poco, pero aun así serviría, y cuando termino de distribuirlo con cuidado observo el chispero de su amigo.
- Interesante, es distinto a los palos en llama que usaban en mi región – Akapalotl lo tomo e intento usarlo como el elfo le había indicado, al principio lo hizo con mucha delicadeza, debido a que en su experiencia las cosas de los sureños se rompían con facilidad, no funciono, así pues lo hizo una segunda vez, aumentando su fuerza ligeramente, tampoco funciono – veamos…. – así fueron otros tantos intentos hasta que aplico la fuerza y velocidad necesarios para su funcionamiento.
No dijo nada, no espero ni siquiera que el elfo le diera una señal, la muchacha procedió a encender aquella hoguera de “justicia”. El fuego comenzó tímidamente a titilar, casi parecía querer apagarse, pero tras soplar un poco, la llama volvió a la vida, poco a poco escalo, comenzando a soltar ligeros crujidos producto de la madera al carbonizarse, también de vez en cuanto soltaban una pequeña explosión, producto de algún elemento que transportaba aquel vendedor.
Aunque aún quedaba material por ser consumido, la llama ya superaba en altura a la excitada dragona, no obstante, la columna de humo del mismo no se formaba, debido a la fuerte y húmeda brisa que soplaba, la cual dispersaba hacia las laderas del camino la humareda.
Akapalotl estaba hipnotizada con aquellas llamas, se acercaba más allá de lo recomendable, pero tras unos cuantos minutos giro a ver a su compañero y luego al cielo que parecía anunciar una tormenta en el horizonte.
- Deberíamos continuar, no sé qué tan lejos estamos del pueblo y parece que viene un vendaval
El camino resulto relativamente corto, ya fuera porque realmente les faltaba poco, o simplemente por el buen humor de la muchacha, que pidió al elfo que le explicara un poco más sobre equitación, aceptando sin queja alguna la manera de enseñar que usaba este.
Finalmente llegaron a un pueblo abrazado por la noche y con el humor de la dragona un poco más bajo, nunca llovió. Aquella población era pequeña, sin defensa alguna, mas allá de uno que otro patrullero, el par no tuvo que cruzarlo, a la entrada estaba la posada, la cual aún tenía una cantidad inmensa de comensales y bebedores, sobretodo lo segundo.
La posada estaba llena de vida, las pocas mesas estaban ocupadas por bebedores, no obstante, una cerca de la barra, que tenía jugando a los naipes a un Bio-cibernetico, dos humanos y un hombre bestia, se desocupo rápidamente cuando el hombre bestia ataco al Bio.
- Estas haciendo trampa, es imposible que siempre sepas cuándo seguir – decía el hombre con orejas de Poodle
- No es cierto, ¡no estoy haciendo trampa! – defendió en vano su inocencia antes de recibir una patada por parte de los humanos.
- ¡Mientes!, es como si tú supieras que cartas faltan en el mazo, es ridículo – dijo uno de los humanos
- Solucionen esto afuera – hablo la tabernera, una mujer bestia de grandes dimensiones, cabello anaranjado largo y abundante, por todo su cuerpo; con una cara oscura con boca sobresaliente y unos brazos desproporcionadamente largos – ¿y ustedes que quieren?
Pregunto al par, mientras los otros 3 arrastraban al Bio-cibernetico fuera del lugar.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
El fuego centellaba en los ojos de la dragona, reflejo de su entusiasmo. Crepitaba animadamente, y bailaba consumiendo el carro del estafador, ennegreciendo los tarros de vidrio, tiznando de hollín el metal y consumiendo el corcho de los tapones. La hoguera crujía y llenaba el aire con su característico aroma.
Iltharion observo, lleno de curiosidad, la fascinación de su compañera por el fuego. En silencio, le dio su espacio, manteniéndose a una distancia prudente para poder asirla si se acercaba demasiado a las llamas. No lo hizo.
Reemprendieron la marcha, dejando atrás al mercader y la fogata, aun crepitando a sus espaldas, así como el mal humor de Akapalotl.
Durante el trayecto, Iltharion aprovechó para explicarle bien como engancharse a los estribos, la forma de pasar el caballo del paso al trote, y del trote al galope. Como evitar caerse, y como calmar dichas bestias. También hizo especial hincapié en la practicidad de la habilidad, por si se hallaba en una situación en la que no pudiese volar, como heridas incapacitantes, o pasar desapercibida por la persecución ante su especie o linaje.
El ameno trayecto desembocó rápido en una pequeña aldeucha. Era uno de esos pueblos que se habían formado alrededor de una posada en una encrucijada de caminos, para abastecer a los viajeros que preferían hacer noche bajo techo. Un cartel de madera con una figura simiesca sosteniendo dos jarras descubría posada el viajero despistado la naturaleza del local. Para aquellos más letrados, bajo la ilustración rezaba lo siguiente. " Metaxas de Mica".
Los establos estaban llenos de quienes se dirigían a las fiestas de Wurzburg, y hubo que darle un par de Aeros de más al mozo para que reordenara todas las bestias con tal de hallarle espacio a la suya.
Micaela, Mica para los amigos, los habituales y aquellos que supiesen leer, se encontraba hasta los codos de trabajo cuando los recién llegados hicieron acto de presencia en el salón.
La mesa de apuestas estaba armando jarana, cosa de esperarse cuando un biocibernetico se sentaba en ella.
Iltharion serpenteó entre los comensales conduciendo a su compañera hacia uno de los pocos huecos de la barra, donde el señor del lugar, un humano fornido y velludo limpiaba los cuencos con un trapo usado. Pidió para sí mismo un buen cuenco de guiso de carne y una jarra del licor que daba nombre a la posada, dejando que Akapalolt pidiera algo por su cuenta y bolsillo.
Trás hechar al cliente problematico, la posadera se dispuso a atenderlos.
– ¿Y ustedes que quieren?
—Necesitamos una habitación. Para nosotros solos, a ser posible.— Indico a la doña, una vez esta deposito el suculento plato de comida ante sí.
—No me quedan, con las fiestas de Wurzburg tengo hasta el pajár a reventar. Apenas si hay sitio para las gallinas.
—Y no haría más espacio un par de Aeros de más.— Sonrió pícaramente el bardo.
—Lo siento encanto, pero ni toda la bolsa va a hacer que tenga más espacio. Podéis usar el taburete en donde estáis, o quedaros en vela.
El elfo miró su plato, su jarra, y la mesa, ahora faltante de un jugador, en donde estaban apostando. Luego vio a su compañera.
—Ven, tengo una idea.— le susurro, haciéndose con su jarra y cediéndole a ella el guiso lleno de carne y verduras.
Sin esperar a ver si ella le seguía, guiando con confianza, volvió a escurrirse entre la clientela hasta llegar a la mesa de las cartas.
—¿Hay sitio para un jugador?
—Hm… ¿Tienes dinero elfo?
—Tengo dinero.- Se sonrió, y con la mano libre palpo la bolsa de monedas del mercader, haciendo tintinear sus Aeros. — Pero no quiero sus Aeros, quiero su habitación. Si es que tienen, de lo contrario, seguro pueden jugar con otro.
Los hombres, meditabundos, se miraron entre sí, luego al elfo, a su bolsa y a sus propias bolsas vacías.
—Está bien.— Dijo el primero, con la secreta esperanza de reucperar las perdidas de la noche.
—Como pierda mi señora me va a matar.— Dijo el segundo, pero aun así se preparó para repartir las cartas.
—Y a mí me va a matar la mia como no consiga habitación.— Comento jocosa y tranquilamente el elfo. Tomó asiento en el lugar vacío,
Iltharion observo, lleno de curiosidad, la fascinación de su compañera por el fuego. En silencio, le dio su espacio, manteniéndose a una distancia prudente para poder asirla si se acercaba demasiado a las llamas. No lo hizo.
Reemprendieron la marcha, dejando atrás al mercader y la fogata, aun crepitando a sus espaldas, así como el mal humor de Akapalotl.
Durante el trayecto, Iltharion aprovechó para explicarle bien como engancharse a los estribos, la forma de pasar el caballo del paso al trote, y del trote al galope. Como evitar caerse, y como calmar dichas bestias. También hizo especial hincapié en la practicidad de la habilidad, por si se hallaba en una situación en la que no pudiese volar, como heridas incapacitantes, o pasar desapercibida por la persecución ante su especie o linaje.
El ameno trayecto desembocó rápido en una pequeña aldeucha. Era uno de esos pueblos que se habían formado alrededor de una posada en una encrucijada de caminos, para abastecer a los viajeros que preferían hacer noche bajo techo. Un cartel de madera con una figura simiesca sosteniendo dos jarras descubría posada el viajero despistado la naturaleza del local. Para aquellos más letrados, bajo la ilustración rezaba lo siguiente. " Metaxas de Mica".
Los establos estaban llenos de quienes se dirigían a las fiestas de Wurzburg, y hubo que darle un par de Aeros de más al mozo para que reordenara todas las bestias con tal de hallarle espacio a la suya.
Micaela, Mica para los amigos, los habituales y aquellos que supiesen leer, se encontraba hasta los codos de trabajo cuando los recién llegados hicieron acto de presencia en el salón.
La mesa de apuestas estaba armando jarana, cosa de esperarse cuando un biocibernetico se sentaba en ella.
Iltharion serpenteó entre los comensales conduciendo a su compañera hacia uno de los pocos huecos de la barra, donde el señor del lugar, un humano fornido y velludo limpiaba los cuencos con un trapo usado. Pidió para sí mismo un buen cuenco de guiso de carne y una jarra del licor que daba nombre a la posada, dejando que Akapalolt pidiera algo por su cuenta y bolsillo.
Trás hechar al cliente problematico, la posadera se dispuso a atenderlos.
– ¿Y ustedes que quieren?
—Necesitamos una habitación. Para nosotros solos, a ser posible.— Indico a la doña, una vez esta deposito el suculento plato de comida ante sí.
—No me quedan, con las fiestas de Wurzburg tengo hasta el pajár a reventar. Apenas si hay sitio para las gallinas.
—Y no haría más espacio un par de Aeros de más.— Sonrió pícaramente el bardo.
—Lo siento encanto, pero ni toda la bolsa va a hacer que tenga más espacio. Podéis usar el taburete en donde estáis, o quedaros en vela.
El elfo miró su plato, su jarra, y la mesa, ahora faltante de un jugador, en donde estaban apostando. Luego vio a su compañera.
—Ven, tengo una idea.— le susurro, haciéndose con su jarra y cediéndole a ella el guiso lleno de carne y verduras.
Sin esperar a ver si ella le seguía, guiando con confianza, volvió a escurrirse entre la clientela hasta llegar a la mesa de las cartas.
—¿Hay sitio para un jugador?
—Hm… ¿Tienes dinero elfo?
—Tengo dinero.- Se sonrió, y con la mano libre palpo la bolsa de monedas del mercader, haciendo tintinear sus Aeros. — Pero no quiero sus Aeros, quiero su habitación. Si es que tienen, de lo contrario, seguro pueden jugar con otro.
Los hombres, meditabundos, se miraron entre sí, luego al elfo, a su bolsa y a sus propias bolsas vacías.
—Está bien.— Dijo el primero, con la secreta esperanza de reucperar las perdidas de la noche.
—Como pierda mi señora me va a matar.— Dijo el segundo, pero aun así se preparó para repartir las cartas.
—Y a mí me va a matar la mia como no consiga habitación.— Comento jocosa y tranquilamente el elfo. Tomó asiento en el lugar vacío,
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
- Lo mismo – dijo la muchacha cuando el elfo pidió su platillo, lo solicito sin pensar mucho en su costo, estaba segura de que su parte de la recompensa y las vencidas lo cubriría con facilidad.
La comida llego rápidamente y duro poco delante de ella, su falta de modales volvió a surgir, mientras tragaba llenándose la boca con grandes trozos de guiso y tras pasarlo acompañaba con un sorbo de cerveza, este si lo tomaba con más cuidado, como quien busca no embriagarse.
Mientras engullia sus alimentos miro como su amigo intentaba conseguir una habitación, Akapalotl no pudo evitar sonreír ligeramente, cuando la “treta” del elfo para adquirirla había fallado, aunque su sonrisa desapareció rápidamente cuando termino de analizar lo que eso implicaba para ella. Tampoco pudo pensar mucho en que haría ya que su acompañante pronto nublo sus pensamientos brindándole su guiso, ella quedo absorta con aquel plato al punto que cuando el elfo se puso de pie, ella solo le siguió con la mirada, mientras se unía al grupo de apostadores.
- Y a mí me va a matar la mía como no consiga habitación.
La chica solo arqueo la ceja al escuchar como el elfo le seguía el juego a los demás apostadores, no obstante, por inercia miro a su alrededor, buscando si había otra mujer que tuviera relación con su amigo.
- La entrada mínima son 10 Aeros – comento el segundo humano mientras terminaba de revolver la baraja, antes de que el elfo siquiera respondiera empezó a repartir, entregándole dos cartas, una descubierta y otra oculta – estamos jugando As nas con las variantes de Ulmer.
- No importa si no sabes las reglas, ya te repartieron las cartas, así que debes jugar – agrego simultáneamente el hombre bestia con un tono burlón
Todos tenían un par de cartas, con una descubierta, aquellas que tenían el desteñido torso contra la mesa tenían unos dibujos burdos y mal hechos, pero todos tenían un aspecto casi bestial con un extraño símbolo que si se miraba con detalle se podría determinar que era un número.
- No tomo más – dijo el primer humano tras ver su carta cubierta, para luego golpetear con alegría la que estaba visible cuyo símbolo era un 10.
- Yo tomo – dijo el segundo humano, que tomo una segunda carta sin dejar ver su contenido, su rostro se torció ligeramente luego observo el 3 de su carta para finalmente agregar – no tomo más.
El hombre bestia no dijo nada, solo tomo una carta, luego miro el 1 que tenía y volvió a tomar otra, apretó sus dientes y finalmente dijo:
- No tomo más – tras esto miro al elfo y a la carta de dos leones del ultimo con un número 11 entre ellos.
Off rol: el juego vendría a ser un tipo de black Jack debe sumar 21 o no pasarse
La comida llego rápidamente y duro poco delante de ella, su falta de modales volvió a surgir, mientras tragaba llenándose la boca con grandes trozos de guiso y tras pasarlo acompañaba con un sorbo de cerveza, este si lo tomaba con más cuidado, como quien busca no embriagarse.
Mientras engullia sus alimentos miro como su amigo intentaba conseguir una habitación, Akapalotl no pudo evitar sonreír ligeramente, cuando la “treta” del elfo para adquirirla había fallado, aunque su sonrisa desapareció rápidamente cuando termino de analizar lo que eso implicaba para ella. Tampoco pudo pensar mucho en que haría ya que su acompañante pronto nublo sus pensamientos brindándole su guiso, ella quedo absorta con aquel plato al punto que cuando el elfo se puso de pie, ella solo le siguió con la mirada, mientras se unía al grupo de apostadores.
- Y a mí me va a matar la mía como no consiga habitación.
La chica solo arqueo la ceja al escuchar como el elfo le seguía el juego a los demás apostadores, no obstante, por inercia miro a su alrededor, buscando si había otra mujer que tuviera relación con su amigo.
- La entrada mínima son 10 Aeros – comento el segundo humano mientras terminaba de revolver la baraja, antes de que el elfo siquiera respondiera empezó a repartir, entregándole dos cartas, una descubierta y otra oculta – estamos jugando As nas con las variantes de Ulmer.
- No importa si no sabes las reglas, ya te repartieron las cartas, así que debes jugar – agrego simultáneamente el hombre bestia con un tono burlón
Todos tenían un par de cartas, con una descubierta, aquellas que tenían el desteñido torso contra la mesa tenían unos dibujos burdos y mal hechos, pero todos tenían un aspecto casi bestial con un extraño símbolo que si se miraba con detalle se podría determinar que era un número.
- No tomo más – dijo el primer humano tras ver su carta cubierta, para luego golpetear con alegría la que estaba visible cuyo símbolo era un 10.
- Yo tomo – dijo el segundo humano, que tomo una segunda carta sin dejar ver su contenido, su rostro se torció ligeramente luego observo el 3 de su carta para finalmente agregar – no tomo más.
El hombre bestia no dijo nada, solo tomo una carta, luego miro el 1 que tenía y volvió a tomar otra, apretó sus dientes y finalmente dijo:
- No tomo más – tras esto miro al elfo y a la carta de dos leones del ultimo con un número 11 entre ellos.
Off rol: el juego vendría a ser un tipo de black Jack debe sumar 21 o no pasarse
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
No importaba que cartas le repartiesen. Iltharion no tenía planeado ganar la primera ronda, eso, habría sido confiar puramente en el azar. Además, los jugadores habían perdido muchísimo más de lo que un par de rondas podía hacerles recuperar, por lo que se sabía con margen para estudiarlos.
Miró la mano que le había tocado, disimulando su indiferencia, y pidió otra carta.
Se notaba que los hombres eran "apostadores de pueblo". Hombres que se jugaban unas pocas monedas a media tarde, y que solo se volvían más generosos con sus bolsillos cuando el alcohol y las fiestas les instaban a tan mala combinación.
El primer humano descubrió las cartas, y junto a su diez había las dos figuras opuestas de dos grandes percas coronadas, un 11. El segundo hombre descubrió un 12 de leones, aunque la ilustración desgastada de la carta fue fugaz mientras las recogía con frustración. El hombre bestia había asumido su derrota antes de destapar las manos, por lo que a nadie le sorprendió que sumara más de 21. Iltharion, que había tomado una carta de más, en una jugada más estupida que arriesgada, también pasaba los 21.
Los tres habituales se echaron cómplices miradas, asumiendo que el elfo no sabía jugar.
El ganador recogió los aeros que los hombres apostaban entre si, sin tocar las llaves, que equivalían al premio que el elfo pedía.
—Sigo necesitando esa habitación.— Aclaro a los hombres, colocando más dinero sobre la mesa. Solo aquel que había ganado se lo pensó un poco antes de volver a mezclar.
Mientras repartían las cartas, le hizo un gesto a la dragona para que se acercase. Su presencia tuvo el efecto esperado. Los pueblerinos no estaban hechos a la exótica belleza de la dragona. Sus mujeres, curtidas por el sol, con la piel dura por el trabajo y las manos ásperas y emblanquecidas del jabón de lavar, no podían compararse con Akapalolt.
Espero al momento que empezaran a contar, y se giró hacia su compañera.
-Yo...-
—Sopla aquí cielo, para darnos suerte.— Se sonrió, golpeando las cartas sobre la mesa con el índice.
La dragona, con su perenne mirada juiciosa, le obedeció. El elfo no tenía duda alguna de que la moza debía creerlo un estúpido, y le seguía la corriente por condescendencia. Tampoco dudaba de que no iba a percatarse de su verdadera intención, que consistía en apelar al más previsible instinto masculino. Distraer a los adversarios con protuberante escote expuesto de la muchacha cuando esta se agachase a soplar.
Para sorpresa de nadie, surtió efecto. El primer hombre se olvidó que iba a pedir carta y golpeo dos veces la mesa, indicando que no necesitaba más, embelesado como se hallaba con esos blanquecinos orbes que asomaban tímida y deliciosamente por el cuello de las ropas. El segundo, que repartía, tomo la carta que ofrecía para sí mismo por inercia, algo considerado de mnuy mala educación, y que no habría hecho de no estár con los ojos fijos en donde no debía, pasando de los 21, hecho del que se daría cuenta cuando ya fuese demasiado tarde. El hombre bestia habría ganado de haber tomado esa carta, pero el destino sé la jugo y le correspondió la siguiente, que lo dejaba muy arriba para que fuera prudente pedir otra, y muy abajo para poder ganar. No queriendo arriesgarse a repetir la situación de la anterior ronda, pasó.
Iltharion no pidió cartas, y con eso, la suerte estaba hechada. Ante la atonita mirada de los demás, descubrió un ocho, ganando la mano con un poco impresionante 18.
—.... Menuda mierda.— Espetó uno. La jugada era tan mediocre, que ni siquiera podían acusarlo de hacer trampas.
—Yo la mía no le doy.
—¡Pues yo tampoco!
—¡No me vais a endilgar el muerto hueputas!
Los hombres empezaron a discutir por quien era el desventurado al que le tocaba entregarle su habitación al elfo.
—Te dije que me traerías suerte.-Se sonrió, regodeándose de esa treta de la que solo él era conocedor.— Y quizás necesite más que tu suerte.-Susurro. Pues a los hombres les gustaría menos su próxima jugada que aquel ocho.
—Los tres apostasteis los aposentos contra mí, por lo que me corresponden los tres aposentos.
—¡¿Qué?!.— Se quejaron al unísono.
Miró la mano que le había tocado, disimulando su indiferencia, y pidió otra carta.
Se notaba que los hombres eran "apostadores de pueblo". Hombres que se jugaban unas pocas monedas a media tarde, y que solo se volvían más generosos con sus bolsillos cuando el alcohol y las fiestas les instaban a tan mala combinación.
El primer humano descubrió las cartas, y junto a su diez había las dos figuras opuestas de dos grandes percas coronadas, un 11. El segundo hombre descubrió un 12 de leones, aunque la ilustración desgastada de la carta fue fugaz mientras las recogía con frustración. El hombre bestia había asumido su derrota antes de destapar las manos, por lo que a nadie le sorprendió que sumara más de 21. Iltharion, que había tomado una carta de más, en una jugada más estupida que arriesgada, también pasaba los 21.
Los tres habituales se echaron cómplices miradas, asumiendo que el elfo no sabía jugar.
El ganador recogió los aeros que los hombres apostaban entre si, sin tocar las llaves, que equivalían al premio que el elfo pedía.
—Sigo necesitando esa habitación.— Aclaro a los hombres, colocando más dinero sobre la mesa. Solo aquel que había ganado se lo pensó un poco antes de volver a mezclar.
Mientras repartían las cartas, le hizo un gesto a la dragona para que se acercase. Su presencia tuvo el efecto esperado. Los pueblerinos no estaban hechos a la exótica belleza de la dragona. Sus mujeres, curtidas por el sol, con la piel dura por el trabajo y las manos ásperas y emblanquecidas del jabón de lavar, no podían compararse con Akapalolt.
Espero al momento que empezaran a contar, y se giró hacia su compañera.
-Yo...-
—Sopla aquí cielo, para darnos suerte.— Se sonrió, golpeando las cartas sobre la mesa con el índice.
La dragona, con su perenne mirada juiciosa, le obedeció. El elfo no tenía duda alguna de que la moza debía creerlo un estúpido, y le seguía la corriente por condescendencia. Tampoco dudaba de que no iba a percatarse de su verdadera intención, que consistía en apelar al más previsible instinto masculino. Distraer a los adversarios con protuberante escote expuesto de la muchacha cuando esta se agachase a soplar.
Para sorpresa de nadie, surtió efecto. El primer hombre se olvidó que iba a pedir carta y golpeo dos veces la mesa, indicando que no necesitaba más, embelesado como se hallaba con esos blanquecinos orbes que asomaban tímida y deliciosamente por el cuello de las ropas. El segundo, que repartía, tomo la carta que ofrecía para sí mismo por inercia, algo considerado de mnuy mala educación, y que no habría hecho de no estár con los ojos fijos en donde no debía, pasando de los 21, hecho del que se daría cuenta cuando ya fuese demasiado tarde. El hombre bestia habría ganado de haber tomado esa carta, pero el destino sé la jugo y le correspondió la siguiente, que lo dejaba muy arriba para que fuera prudente pedir otra, y muy abajo para poder ganar. No queriendo arriesgarse a repetir la situación de la anterior ronda, pasó.
Iltharion no pidió cartas, y con eso, la suerte estaba hechada. Ante la atonita mirada de los demás, descubrió un ocho, ganando la mano con un poco impresionante 18.
—.... Menuda mierda.— Espetó uno. La jugada era tan mediocre, que ni siquiera podían acusarlo de hacer trampas.
—Yo la mía no le doy.
—¡Pues yo tampoco!
—¡No me vais a endilgar el muerto hueputas!
Los hombres empezaron a discutir por quien era el desventurado al que le tocaba entregarle su habitación al elfo.
—Te dije que me traerías suerte.-Se sonrió, regodeándose de esa treta de la que solo él era conocedor.— Y quizás necesite más que tu suerte.-Susurro. Pues a los hombres les gustaría menos su próxima jugada que aquel ocho.
—Los tres apostasteis los aposentos contra mí, por lo que me corresponden los tres aposentos.
—¡¿Qué?!.— Se quejaron al unísono.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Akapalotl se acercó obedientemente hasta el elfo, su cara parecía satisfecha y reflejaba aquello que sentía en su panza; su semblante alegre no cambio, ni cuando Iltharion le pidió que soplara sus cartas; lo único que vario fue su mirada, que tenía un toque de condescendencia.
“pobre y estúpida criatura” pensó para sí, mientras soplaba con suavidad las cartas, al mismo tiempo que pensaba que la magia del elemento del aire que ella poseía no funcionaba así, pero al mismo tiempo comprendía que los del sur creyeran que su magia podría llegar a afectar la suerte.
Tras “encantar con suerte las cartas” la muchacha se retiró un poco, quedando detrás del elfo mientras este proclamaba su victoria.
- nos ves caras de zote- uno de los humanos escupió al suelo
- Así es, con suerte tendrás una de las habitaciones, y no será la mía – miro al hombre bestia, el cual también recibió la mirada del otro humano
- que miran idiotas, la mía no será, vengo ganando toda la noche, no me echaran este muerto – el hombre bestia se sulfuro, casi lanzando un gruñido, no obstante, lo hizo sin levantar su rechoncho cuerpo de la silla.
Antes de que siguieran hablando, la dragona dio un paso delante del elfo.
- Escuchen escorias, han perdido, El arlequín aquí presente les ha ganado limpiamente, así que entreguen sus habitaciones – la dragona puso su mano en el cinto, dispuesta a tomar su espada, mientras pensaba para que el elfo quería 3 habitaciones. Antes de terminar este pensamiento detuvo el movimiento de su mano y prefirió acercarse al hombre perro, el cual era el más cercano a ella – pero si tanto quieren insistir, deberán entendérselas conmigo.
La dragona se apoyó en el respaldo de la silla del ultimo, y lo apretó, destrozando la madera del mismo; no obstante, en esa posición el hombre perro tenía una vista perfecta del escote de la chica, al punto que el “intimidado perro” no se percató de como dañaban su asiento.
- Ciertamente... me interesaría más entenderme contigo – su sonrisa pícara duro solo unos cuantos instantes, la mano que estaba en su espaldar paso rápidamente a su nuca, la cual se estrelló de golpe contra la mesa, la misma cedió, lanzando las cartas por los cielos.
- Y bien ¿alguien más quiere entendérselas conmigo? - pregunto con tono emocionado, mientras el hombre poodle se quedaba inmóvil en el suelo.
- ¡Pero que mierda estás haciendo palurda, me has roto la mesa! – grito desde el fondo la mujer orangután, la cual procedió a acercarse al grupo.
“pobre y estúpida criatura” pensó para sí, mientras soplaba con suavidad las cartas, al mismo tiempo que pensaba que la magia del elemento del aire que ella poseía no funcionaba así, pero al mismo tiempo comprendía que los del sur creyeran que su magia podría llegar a afectar la suerte.
Tras “encantar con suerte las cartas” la muchacha se retiró un poco, quedando detrás del elfo mientras este proclamaba su victoria.
- nos ves caras de zote- uno de los humanos escupió al suelo
- Así es, con suerte tendrás una de las habitaciones, y no será la mía – miro al hombre bestia, el cual también recibió la mirada del otro humano
- que miran idiotas, la mía no será, vengo ganando toda la noche, no me echaran este muerto – el hombre bestia se sulfuro, casi lanzando un gruñido, no obstante, lo hizo sin levantar su rechoncho cuerpo de la silla.
Antes de que siguieran hablando, la dragona dio un paso delante del elfo.
- Escuchen escorias, han perdido, El arlequín aquí presente les ha ganado limpiamente, así que entreguen sus habitaciones – la dragona puso su mano en el cinto, dispuesta a tomar su espada, mientras pensaba para que el elfo quería 3 habitaciones. Antes de terminar este pensamiento detuvo el movimiento de su mano y prefirió acercarse al hombre perro, el cual era el más cercano a ella – pero si tanto quieren insistir, deberán entendérselas conmigo.
La dragona se apoyó en el respaldo de la silla del ultimo, y lo apretó, destrozando la madera del mismo; no obstante, en esa posición el hombre perro tenía una vista perfecta del escote de la chica, al punto que el “intimidado perro” no se percató de como dañaban su asiento.
- Ciertamente... me interesaría más entenderme contigo – su sonrisa pícara duro solo unos cuantos instantes, la mano que estaba en su espaldar paso rápidamente a su nuca, la cual se estrelló de golpe contra la mesa, la misma cedió, lanzando las cartas por los cielos.
- Y bien ¿alguien más quiere entendérselas conmigo? - pregunto con tono emocionado, mientras el hombre poodle se quedaba inmóvil en el suelo.
- ¡Pero que mierda estás haciendo palurda, me has roto la mesa! – grito desde el fondo la mujer orangután, la cual procedió a acercarse al grupo.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
El rostro del bardo permaneció sereno e inmutable mientras los tres perdedores se debatían entre sí sobre las habitaciones. Su plan era esperar un poco, a que se caldeara lo justo el ambiente, o contemplaran lo bastante el escarmiento de sus respectivos grupos por haber perdido la habitación que le ofreciesen más aeros de los apostados inicialmente.
El crujir de la madera hizo añicos tanto sus expectativas como el mueble.
Iltharion palideció, al tiempo que la voz de la dueña hacía callar a todos los presentes con su exabrupto, se puso en pie, y giro la mitad del cuerpo hacia la mujer bestia.
—Mejor paguen el destrozo, pasaremos sin sus habitaciones.— Acotó rápidamente, lo suficientemente alto como apara que dueña y clientes pudieran escucharlo. Mientras hablaba, deslizó una de las jarras sobre el malogrado mueble, cubriendo parcialmente el destrozo y la cara del hombre que seguía hundida sobre la madera, tiñendo de carmín el reborde lleno de astillas que le punzaban el rostro.
Micaela miró ferozmente a los ocupantes de la mesa. Sus manos entrelazadas entre sí de forma amenazadora, permanecían ante el mandil. Con los oscuros pulgares se frotaba metódicamente el pelo rojizo de los nudillos en una amenaza implicita.
—Pagaremos, pagaremos.- Prometió el primero.
—Pero las habitaciones nos las quedamos.
—Y nosotros no haremos más destrozos.— Prometió el elfo, sacando del cinto del hombre caniche, la llave de la habitación del unico que no podía defenderse, ni ofrecerse a pagar reparación alguna. La estancia ahora le pertenecía. El malogrado gordillo balbuceo algo, pero no se le entendió un pimiento.
—Oh no, a ustedes no los quiero más en mi establecimiento. No llevan ni medio día y ya me habeis roto un mueble y me dejado a un cliente con la cara como gachas pasadas.
—Pero hemos cubierto los destrozos, doña Mica.
—Micaela.- Corrigio.-¡Y a saber los que vais a provocar si os quedáis!
—Ninguno más doña, porque nos retiramos ya a la habitación, y nos marcharemos tan pronto como amanezca.— La inocencia y genuina nota de su juramento no habrían engañado a nadie que lo conociese. Por suerte, para ellos, nadie le conocía de entre los presentes. No lo bastante como para reconocer la naturaleza de su carácter. Así que la doña dudo, y en esa duda, Iltharion rodeó a Akapalotl con ademán, aparentemente protector, aunque a quien realmente intentaba defender era al resto de los presentes, dispuesto a llevarsela hacia las habitaciones.
En un susurro, casi sin mover los labios, de modo que su regaño pasara desapercibido para los presentes, aprobechó para retar a la dragona.
—¡Eres una salvaje! ¿No te enseñaron en tu clan que la disciplina y la mesura son lo que diferencia a un guerrero de una bestia? La fuerza, si en vez de dominarla te conduce no te hace mejor que esos patanes.— La voz del elfo era baja, pero firme, autoritaria, y salía de entre los dientes afilada como una daga.
El crujir de la madera hizo añicos tanto sus expectativas como el mueble.
Iltharion palideció, al tiempo que la voz de la dueña hacía callar a todos los presentes con su exabrupto, se puso en pie, y giro la mitad del cuerpo hacia la mujer bestia.
—Mejor paguen el destrozo, pasaremos sin sus habitaciones.— Acotó rápidamente, lo suficientemente alto como apara que dueña y clientes pudieran escucharlo. Mientras hablaba, deslizó una de las jarras sobre el malogrado mueble, cubriendo parcialmente el destrozo y la cara del hombre que seguía hundida sobre la madera, tiñendo de carmín el reborde lleno de astillas que le punzaban el rostro.
Micaela miró ferozmente a los ocupantes de la mesa. Sus manos entrelazadas entre sí de forma amenazadora, permanecían ante el mandil. Con los oscuros pulgares se frotaba metódicamente el pelo rojizo de los nudillos en una amenaza implicita.
—Pagaremos, pagaremos.- Prometió el primero.
—Pero las habitaciones nos las quedamos.
—Y nosotros no haremos más destrozos.— Prometió el elfo, sacando del cinto del hombre caniche, la llave de la habitación del unico que no podía defenderse, ni ofrecerse a pagar reparación alguna. La estancia ahora le pertenecía. El malogrado gordillo balbuceo algo, pero no se le entendió un pimiento.
—Oh no, a ustedes no los quiero más en mi establecimiento. No llevan ni medio día y ya me habeis roto un mueble y me dejado a un cliente con la cara como gachas pasadas.
—Pero hemos cubierto los destrozos, doña Mica.
—Micaela.- Corrigio.-¡Y a saber los que vais a provocar si os quedáis!
—Ninguno más doña, porque nos retiramos ya a la habitación, y nos marcharemos tan pronto como amanezca.— La inocencia y genuina nota de su juramento no habrían engañado a nadie que lo conociese. Por suerte, para ellos, nadie le conocía de entre los presentes. No lo bastante como para reconocer la naturaleza de su carácter. Así que la doña dudo, y en esa duda, Iltharion rodeó a Akapalotl con ademán, aparentemente protector, aunque a quien realmente intentaba defender era al resto de los presentes, dispuesto a llevarsela hacia las habitaciones.
En un susurro, casi sin mover los labios, de modo que su regaño pasara desapercibido para los presentes, aprobechó para retar a la dragona.
—¡Eres una salvaje! ¿No te enseñaron en tu clan que la disciplina y la mesura son lo que diferencia a un guerrero de una bestia? La fuerza, si en vez de dominarla te conduce no te hace mejor que esos patanes.— La voz del elfo era baja, pero firme, autoritaria, y salía de entre los dientes afilada como una daga.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Akapalotl estaba extasiada, su mirada de desafío se engrandeció con su sed de sangre y buen humor, el cual duro incluso cuando la mujer bestia procedió a llamarle la atención.
- Yo… -la muchacha no alcanzó a responder, el elfo había tomado la palabra, el hecho que el desistiera de las 3 habitaciones la dejo perpleja por unos momentos, pero al final decidió confiar en su acompañante
No dijo nada, solo se limitó a seguirle con la mirada; dejo que Iltharion manejara la situación y solo después de que el tomara la llave del caído, procedió a mirar con una sonrisa a los demás comensales, incluso ignoró el gesto de protección del elfo. Al final ella le siguió alegre hacia el segundo piso, había hecho su parte en la obtención de la habitación y estaba orgullosa de eso.
- ¡Eres una salvaje! ¿No te enseñaron en tu clan que la disciplina y la mesura son lo que diferencia a un guerrero de una bestia? La fuerza, si en vez de dominarla te conduce no te hace mejor que esos patanes
El tono de autoridad provocó una sensación de comodidad en la joven, aunque el contenido de las palabras no fuera era agradable; esto se notó en el rostro de la dragona.
- Primero que todo, gracias a mi esos patanes recordaran que no cumplir con su palabra tiene consecuencias, segundo, en mi clan aquellos que no reconocen su posición como seres inferiores y que, además, se niegan a cumplir lo que pactan tienen suerte si salen con una leve contusión.
La chica habló fuerte, provocando que la mujer simio les siguiera con la mirada mientras se alejaban. Después de eso Akapalotl decidió quedar en silencio, mientras cruzaban entre los no pocos cuartos de la posada.
- ¿Y bien cuál es nuestra habitación? – preguntó y luego se quedó mirando a una de las habitaciones, la cual no solo tenía su puerta abierta, sino en su interior había una chica joven, de alta estatura, pelo esponjoso y del mismo color que el aldeano que balbuceaba sin sentido sobre la mesa rota – debe ser esta, déjame manejarlo a mí, te demostrare que tengo mesura.
La dragona caminó con prisa, adelantando cualquier ademan que pudiera hacer el elfo para detenerle; entró a la habitación provocando que la chica poodle temblara nerviosamente.
- Eh... ¿se te ha perdido algo?
- Buena noche, tu vienes con un tipejo similar a ti, un poco más bajito y viejo, con voz vulgar y tus mismas orejas esponjosas, que esta abajo jugando a los naipes con unos humanos y una máquina.
- Creo… que te refieres a mi padre
- Ah bien y este ¿es su cuarto?
- Por qué me preguntas eso, sal de mi habitación o llamare a la posadera
- No entiendes, esta no es más vuestra habitación, así que te lo repetiré cordialmente – tras decir esto miró al elfo realizándole una pequeña sonrisa – tu padre ha perdido su habitación en una apuesta, así que entiende tu posición, tomas tus cosas y retírate, o me encargare que tu cara quede como la de tu progenitor.
Tras dar su última indicación, Akapalotl le observó con sus “amigables” ojos y “dulce” sonrisa. La chica no tomó nada, se dirigió inmediatamente hacia la salida.
- Yo… -la muchacha no alcanzó a responder, el elfo había tomado la palabra, el hecho que el desistiera de las 3 habitaciones la dejo perpleja por unos momentos, pero al final decidió confiar en su acompañante
No dijo nada, solo se limitó a seguirle con la mirada; dejo que Iltharion manejara la situación y solo después de que el tomara la llave del caído, procedió a mirar con una sonrisa a los demás comensales, incluso ignoró el gesto de protección del elfo. Al final ella le siguió alegre hacia el segundo piso, había hecho su parte en la obtención de la habitación y estaba orgullosa de eso.
- ¡Eres una salvaje! ¿No te enseñaron en tu clan que la disciplina y la mesura son lo que diferencia a un guerrero de una bestia? La fuerza, si en vez de dominarla te conduce no te hace mejor que esos patanes
El tono de autoridad provocó una sensación de comodidad en la joven, aunque el contenido de las palabras no fuera era agradable; esto se notó en el rostro de la dragona.
- Primero que todo, gracias a mi esos patanes recordaran que no cumplir con su palabra tiene consecuencias, segundo, en mi clan aquellos que no reconocen su posición como seres inferiores y que, además, se niegan a cumplir lo que pactan tienen suerte si salen con una leve contusión.
La chica habló fuerte, provocando que la mujer simio les siguiera con la mirada mientras se alejaban. Después de eso Akapalotl decidió quedar en silencio, mientras cruzaban entre los no pocos cuartos de la posada.
- ¿Y bien cuál es nuestra habitación? – preguntó y luego se quedó mirando a una de las habitaciones, la cual no solo tenía su puerta abierta, sino en su interior había una chica joven, de alta estatura, pelo esponjoso y del mismo color que el aldeano que balbuceaba sin sentido sobre la mesa rota – debe ser esta, déjame manejarlo a mí, te demostrare que tengo mesura.
La dragona caminó con prisa, adelantando cualquier ademan que pudiera hacer el elfo para detenerle; entró a la habitación provocando que la chica poodle temblara nerviosamente.
- Eh... ¿se te ha perdido algo?
- Buena noche, tu vienes con un tipejo similar a ti, un poco más bajito y viejo, con voz vulgar y tus mismas orejas esponjosas, que esta abajo jugando a los naipes con unos humanos y una máquina.
- Creo… que te refieres a mi padre
- Ah bien y este ¿es su cuarto?
- Por qué me preguntas eso, sal de mi habitación o llamare a la posadera
- No entiendes, esta no es más vuestra habitación, así que te lo repetiré cordialmente – tras decir esto miró al elfo realizándole una pequeña sonrisa – tu padre ha perdido su habitación en una apuesta, así que entiende tu posición, tomas tus cosas y retírate, o me encargare que tu cara quede como la de tu progenitor.
Tras dar su última indicación, Akapalotl le observó con sus “amigables” ojos y “dulce” sonrisa. La chica no tomó nada, se dirigió inmediatamente hacia la salida.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Intimidar a una niña no era precisamente el concepto del bardo de mesura. Pero tratándose de la temperamental dragona, se alegraba de que se hubiese limitado a aquello en vez de a arrojar a la pequeña poodle por la ventana.
Para evitar otro problema con la posadera, sacó las pertenencias dela familia y las dejó ante la puerta, lo último que necesitaban era ser acusados de ladrones.
Apenas había cerrado la puerta, cuando alguien golpeo nerviosamente desde el otro lado.
-Patanes! Sinverguenza! ¡Aprobecharse así de un pobre mercader y su familia!.— Una estridente voz de mujer atravesó los tablones. Iltharion estaba cansado.
—Una cosa es dejar a un hombre a la intemperie, ¿pero a dos damas?! ¿Qué clase de gentuza son ustedes?.- Seguía gritando la señora mientras golpeaba la puerta. La niña lloraba. Iltharion estaba muy cansado.
El elfo respiró hondo, habían sido un par de días muy largo, y, aunque no se arrepentía de su juicio, y sus bolsillos podían atestiguar el provecho que le estaba sacando a su elección de compañía, eso no hacia su trato menos extenuante.
—¡Encima no dan ni la cara! ¿Y si nos roban? ¿Y si intentan abusar de nuestra virtud mientras dormimos? ¡¿Que dirían sus madres?!.— Ahora la mujer había comenzado con el drama, y asustado más a su hija, que comenzó a berrear. Iltharion estaba MUY cansado.
El elfo sacó el cuchillo de su bota y abrió la puerta.
Una humana de poco más de metro y medio, de complexión robusta y el rostro enrojecido por su acalorado discurso casi se le cae encima, desestabilizada por el repentino movimiento de las tablas de madera sobre las que había estado golpeando sin descanso. Entre los brazos del elfo, algo afilado, se le apoyó en la garganta.
—A mi madre la podrá saludar usted como no se calle.— La mujer palideció y dejó de berrear, como un bebé al que sacuden con demasiada fuerza. La niña, ajena a la situación, se calló un momento por desconcierto al ver que su madre había dejado de hacer escándalo, y la miraba perdida, sollozando en silencio.
Iltharion estaba cansado, pero uso las fuerzas que le quedaban para sacarse a la señora de encima de un empujón. Esta cayó de culo al suelo.
—Calladas están más bonitas. Ahora, si me hacen el favor. Váyanse ustedes bien a la mierda.— les sonrió el bardo, y arrojó el cuchillo hacia el suelo, haciendo que se clavase una pulgada en la madera, a escasos centímetros de la señora.
La chiquilla chilloneo, su madre se levantó apuradamente, y la arrastro corriendo escaleras abajo, cazando sus bartulos sin detenerse con la mano libre.
El trovador recuperó su cuchillo, y cerro la habitación, dando dos vueltas a la llave y pasando el pestillo, luego se frotó el rostro con las manos.
—Estoy muy viejo para esto.— camino pesadamente hacia el lecho más grande, y se dejó caer sobre el mismo con los brazos extendidos, sin siquiera sacarse las botas.
Para evitar otro problema con la posadera, sacó las pertenencias dela familia y las dejó ante la puerta, lo último que necesitaban era ser acusados de ladrones.
Apenas había cerrado la puerta, cuando alguien golpeo nerviosamente desde el otro lado.
-Patanes! Sinverguenza! ¡Aprobecharse así de un pobre mercader y su familia!.— Una estridente voz de mujer atravesó los tablones. Iltharion estaba cansado.
—Una cosa es dejar a un hombre a la intemperie, ¿pero a dos damas?! ¿Qué clase de gentuza son ustedes?.- Seguía gritando la señora mientras golpeaba la puerta. La niña lloraba. Iltharion estaba muy cansado.
El elfo respiró hondo, habían sido un par de días muy largo, y, aunque no se arrepentía de su juicio, y sus bolsillos podían atestiguar el provecho que le estaba sacando a su elección de compañía, eso no hacia su trato menos extenuante.
—¡Encima no dan ni la cara! ¿Y si nos roban? ¿Y si intentan abusar de nuestra virtud mientras dormimos? ¡¿Que dirían sus madres?!.— Ahora la mujer había comenzado con el drama, y asustado más a su hija, que comenzó a berrear. Iltharion estaba MUY cansado.
El elfo sacó el cuchillo de su bota y abrió la puerta.
Una humana de poco más de metro y medio, de complexión robusta y el rostro enrojecido por su acalorado discurso casi se le cae encima, desestabilizada por el repentino movimiento de las tablas de madera sobre las que había estado golpeando sin descanso. Entre los brazos del elfo, algo afilado, se le apoyó en la garganta.
—A mi madre la podrá saludar usted como no se calle.— La mujer palideció y dejó de berrear, como un bebé al que sacuden con demasiada fuerza. La niña, ajena a la situación, se calló un momento por desconcierto al ver que su madre había dejado de hacer escándalo, y la miraba perdida, sollozando en silencio.
Iltharion estaba cansado, pero uso las fuerzas que le quedaban para sacarse a la señora de encima de un empujón. Esta cayó de culo al suelo.
—Calladas están más bonitas. Ahora, si me hacen el favor. Váyanse ustedes bien a la mierda.— les sonrió el bardo, y arrojó el cuchillo hacia el suelo, haciendo que se clavase una pulgada en la madera, a escasos centímetros de la señora.
La chiquilla chilloneo, su madre se levantó apuradamente, y la arrastro corriendo escaleras abajo, cazando sus bartulos sin detenerse con la mano libre.
El trovador recuperó su cuchillo, y cerro la habitación, dando dos vueltas a la llave y pasando el pestillo, luego se frotó el rostro con las manos.
—Estoy muy viejo para esto.— camino pesadamente hacia el lecho más grande, y se dejó caer sobre el mismo con los brazos extendidos, sin siquiera sacarse las botas.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Akapalotl no reaccionó al escándalo que había en la puerta, no porque no quisiera, sino porque su acompañante había manejado la situación, la dragona, se había ubicado en la cama más pequeña, la cual estaba al fondo, de tal forma que la muchacha podía ver como el elfo razonaba diplomáticamente con los despojados.
Siguió el andar agotado del elfo con sus ojos rojos, incluso cuando este terminó por dejarse caer sobre su lecho; lo observó otro par de minutos, hasta que se percató que el mismo había quedado dormido, tras eso procedió a sacarse las botas y quitarse algunas prendas, lo hizo rápido, pero tras mirar de nuevo al bardo, decidió no llegar a desnudarse al completo, tras sentirse suficientemente cómoda decidió acompañar al elfo en el reino de los sueños.
El estridente cacareo de un gallo provocó que la muchacha abriera sus ojos de par en par, miró a su durmiente acompañante, se levantó de su pequeña cama y procedió a vestirse de nuevo a gran velocidad, no llevó el tiempo puesto que ya estaba con unos cuantos harapos puestos.
Se acercó al borde la una oscurecida ventana, producto de la suciedad de la misma, a las afueras las gentes ya estaban moviéndose, preparándose para continuar sus respectivos caminos.
Akapalotl salió de la habitación, pensaba preparar todo para partir, “pero a donde”, mientras indagaba en esto bajo las escaleras, entre las mesas sucias estaban comiendo la pareja de mujeres perro con las cuales su acompañante había dialogado aquella noche, por su parte el apostador se encontraba despertando en el suelo, fuera de la posada.
Ella no les dirigió la palabra, en lugar de eso camino hacia el establo ya aunque ella no era una jinete experta ni nada por el estilo, de algo estaba segura.
- No esta nuestro caballo.
Siguió el andar agotado del elfo con sus ojos rojos, incluso cuando este terminó por dejarse caer sobre su lecho; lo observó otro par de minutos, hasta que se percató que el mismo había quedado dormido, tras eso procedió a sacarse las botas y quitarse algunas prendas, lo hizo rápido, pero tras mirar de nuevo al bardo, decidió no llegar a desnudarse al completo, tras sentirse suficientemente cómoda decidió acompañar al elfo en el reino de los sueños.
El estridente cacareo de un gallo provocó que la muchacha abriera sus ojos de par en par, miró a su durmiente acompañante, se levantó de su pequeña cama y procedió a vestirse de nuevo a gran velocidad, no llevó el tiempo puesto que ya estaba con unos cuantos harapos puestos.
Se acercó al borde la una oscurecida ventana, producto de la suciedad de la misma, a las afueras las gentes ya estaban moviéndose, preparándose para continuar sus respectivos caminos.
Akapalotl salió de la habitación, pensaba preparar todo para partir, “pero a donde”, mientras indagaba en esto bajo las escaleras, entre las mesas sucias estaban comiendo la pareja de mujeres perro con las cuales su acompañante había dialogado aquella noche, por su parte el apostador se encontraba despertando en el suelo, fuera de la posada.
Ella no les dirigió la palabra, en lugar de eso camino hacia el establo ya aunque ella no era una jinete experta ni nada por el estilo, de algo estaba segura.
- No esta nuestro caballo.
Última edición por Akapalotl el Lun Sep 25 2023, 20:32, editado 1 vez
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Tenía tortícolis, y le dolía terriblemente. Apenas podía girar el cuello. Encima la muchacha no estaba. Temiendo que le hubiera robado al bajar la guardia, se levantó de un salto y reviso sus pertenencias. Falsa alarma.
Más tranquilo llamó a uno de los mozos de la casa, y después de informarse de que la dragona seguía por allí, se hizo preparar un baño. El agua caliente, que le había salido desorbitadamente cara, apenas logro atenuarle el dolor.
Limpio, fresco, y sintiendo el paso de los años, el elfo bajó dispuesto a abandonar la posada. Mica, Micaela para el bardo, ni siquiera les ofreció desayuno cuando bajó.
Tanto daba, con lo tardío de la vendimia, siempre podían hacerse con algo en los campos que bordeaban los caminos, si les entraba hambre entre lo que hacían ruta hacia la próxima aldea. Además, con el caballo, llegarían rápido.
— No está nuestro caballo.
Fue lo primero que escuchó mientras cruzaba la puerta de las caballerizas. Quiso convencerse de que esa voz no era la de Akapalolt en vano.
—¿Has mirado bien?
Iltharion se adentró en el lugar, a paso calmado, pasando los ojos sobre cada uno de los corceles guardados. No estaba su caballo. No había sido suyo durante mucho tiempo, no le había puesto nombre, ni le había costado tanto en comparación con lo que había ganado, tampoco se había encariñado. Pero le habían robado, y eso era como una patada en las pelotas del orgullo.
—No está nuestro caballo.— Ratifico entre dientes.
Tenían dos opciones. La primera era aceptar que este iba a ser un día de mierda, asumir la perdida y pasar página. La segunda era buscar a quien fuera que le había robado el caballo y asegurarse de que se tragaba las herraduras del bicho. Hoy escogió violencia.
—Espero que alguien sepa digerir el metal.— Se dijo para sí mismo, y se crujió la espalda. — Señorita, no sé tú, pero yo me voy de caza.— Sus ojos vivaces recorrieron el establo.— Necesitamos "hacerle unas preguntas" al mozo de cuadra.
Más tranquilo llamó a uno de los mozos de la casa, y después de informarse de que la dragona seguía por allí, se hizo preparar un baño. El agua caliente, que le había salido desorbitadamente cara, apenas logro atenuarle el dolor.
Limpio, fresco, y sintiendo el paso de los años, el elfo bajó dispuesto a abandonar la posada. Mica, Micaela para el bardo, ni siquiera les ofreció desayuno cuando bajó.
Tanto daba, con lo tardío de la vendimia, siempre podían hacerse con algo en los campos que bordeaban los caminos, si les entraba hambre entre lo que hacían ruta hacia la próxima aldea. Además, con el caballo, llegarían rápido.
— No está nuestro caballo.
Fue lo primero que escuchó mientras cruzaba la puerta de las caballerizas. Quiso convencerse de que esa voz no era la de Akapalolt en vano.
—¿Has mirado bien?
Iltharion se adentró en el lugar, a paso calmado, pasando los ojos sobre cada uno de los corceles guardados. No estaba su caballo. No había sido suyo durante mucho tiempo, no le había puesto nombre, ni le había costado tanto en comparación con lo que había ganado, tampoco se había encariñado. Pero le habían robado, y eso era como una patada en las pelotas del orgullo.
—No está nuestro caballo.— Ratifico entre dientes.
Tenían dos opciones. La primera era aceptar que este iba a ser un día de mierda, asumir la perdida y pasar página. La segunda era buscar a quien fuera que le había robado el caballo y asegurarse de que se tragaba las herraduras del bicho. Hoy escogió violencia.
—Espero que alguien sepa digerir el metal.— Se dijo para sí mismo, y se crujió la espalda. — Señorita, no sé tú, pero yo me voy de caza.— Sus ojos vivaces recorrieron el establo.— Necesitamos "hacerle unas preguntas" al mozo de cuadra.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
- ¿Has mirado bien?
- Claro que he mirado bien – la muchacha respondió, para luego mirar de nuevo a su alrededor, como verificando que la información que había brindado era la correcta.
- No está nuestro caballo
- Eso es lo que te dije – el tono de la dragona tenía una intención de obviedad, que proviniendo de Akapalolt podría considerarse incluso aún más insultante.
Tras decir eso la muchacha se quedó contemplando en silencio el analítico semblante del elfo.
- Señorita, no sé tú, pero yo me voy de caza – una amplia sonrisa se formó en los labios de la muchacha- Necesitamos "hacerle unas preguntas" al mozo de cuadra.
- No se diga más
Akapalotl se adelantó a los pasos de su acompañante, sus zancadas eran amplias y rápidas, mientras sus ojos se movían con la misma ferocidad y velocidad, escrudiñando hasta el más mínimo recoveco de los alrededores.
- ¡Aquí esta! – Akapalotl levantó su mano para llamar la atención del elfo, tras determinar que tenía el interés del mismo se dio media vuelta y observó al mozo de cuadra – el maldito se ha dormido en la guardia, si estuviéramos en mis tierras lo estaríamos colgando por esto.
El mozo se encontraba ciertamente con los ojos cerrados, con uno especialmente morado, además de eso se ubicaba entre unas cajas algo viejas y vacías, parecía como si el sueño le hubiera ganado o se hubiera caído en aquel lugar, al punto de terminar con los pies hacia arriba; para rematar la escena una de las cajas estaba rota en uno de los lados y alrededor de las mismas había un par de botellas vacías.
- Y bien como lo castigamos – Akapalotl esperó que el elfo se acercara y tras esto sacó al hombre de su antinatural posición, lo tomó de la pierna y lo haló, tumbando las cajas en el proceso.
- Eh… ¿qué pasa? – dijo desprendiendo un aliento a alcohol y tabaco rancio
- Claro que he mirado bien – la muchacha respondió, para luego mirar de nuevo a su alrededor, como verificando que la información que había brindado era la correcta.
- No está nuestro caballo
- Eso es lo que te dije – el tono de la dragona tenía una intención de obviedad, que proviniendo de Akapalolt podría considerarse incluso aún más insultante.
Tras decir eso la muchacha se quedó contemplando en silencio el analítico semblante del elfo.
- Señorita, no sé tú, pero yo me voy de caza – una amplia sonrisa se formó en los labios de la muchacha- Necesitamos "hacerle unas preguntas" al mozo de cuadra.
- No se diga más
Akapalotl se adelantó a los pasos de su acompañante, sus zancadas eran amplias y rápidas, mientras sus ojos se movían con la misma ferocidad y velocidad, escrudiñando hasta el más mínimo recoveco de los alrededores.
- ¡Aquí esta! – Akapalotl levantó su mano para llamar la atención del elfo, tras determinar que tenía el interés del mismo se dio media vuelta y observó al mozo de cuadra – el maldito se ha dormido en la guardia, si estuviéramos en mis tierras lo estaríamos colgando por esto.
El mozo se encontraba ciertamente con los ojos cerrados, con uno especialmente morado, además de eso se ubicaba entre unas cajas algo viejas y vacías, parecía como si el sueño le hubiera ganado o se hubiera caído en aquel lugar, al punto de terminar con los pies hacia arriba; para rematar la escena una de las cajas estaba rota en uno de los lados y alrededor de las mismas había un par de botellas vacías.
- Y bien como lo castigamos – Akapalotl esperó que el elfo se acercara y tras esto sacó al hombre de su antinatural posición, lo tomó de la pierna y lo haló, tumbando las cajas en el proceso.
- Eh… ¿qué pasa? – dijo desprendiendo un aliento a alcohol y tabaco rancio
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Alguien le había dado una paliza.
Los restos de cristal de una botella vacía destellaban para el ojo atento entre los restos de paja del suelo. Para el menos espabilado, el ojo morado e hinchado del mozo de cuadras debería haber sido suficiente. Incluso un niño habría advertido la mano de un tercero en el modo de que la víctima yacía con la cabeza entre unas cajas, cabeza abajo, como si lo hubiesen arrojado fuera de la vista.
— Y bien, como lo castigamos – Akapalolt no lo entendió.
Iltharion se preguntó si era por sus particulares carencias que el clan Nakai había terminado de forma tan nefasta. A fin de cuentas, varios clanes de dragones practicaban la endogamia, y eso tenía sus consecuencias.
Akaplolt alzo al señor como si fuera un pescado. Lo que podría haber terminado terriblemente mal dada la escasa estatura de la dragona. Por suerte, para su presa, no era demasiado alto, y quedo con la mejilla gentilmente apoyada sobre el suelo, peligrosamente cerca de las astillas de cristal.
— Eh… ¿Qué pasa? - Balbuceo el mozo, empezando a recobrar la consciencia.
—Alguien te ha dado una buena tunda, y se ha llevado nuestro caballo. Asumo que es la misma persona. Así que si no quieres tener que decirle Mica que has perdido el caballo de un cliente, y que le tocara a ella pagarlo, es hora de hacer memoria.
Aquella fue mucha información de golpe para el sujeto. Cerro los ojos, los abrió. Frunció el ceño, lo desfrunció. Intento palparse la cara, pero la posición en la que estaba lo desconcertó y termino acariciándose el velludo estómago, que asomaba por la camisa que le caía hasta la barbilla, culpa de la gravedad.
Iltharion solía ser mucho más diplomático. Pero aquel era un mal día, y Micaela les tenía tanto aprecio como a una bosta en su puerta. Si los veía de esa guisa, probablemente los sacase a patadas y no vieran un pelo de sus caballos o ninguna Aero compensatorio.
—Anoche...— Comenzó a farfullar desorientado.— Azul... Mucho azul.
Iltharion se pinzó el puente de la nariz con el índice y el pulgar.
—Y algo esponjoso... La habitación…
El elfo respiró hondo, mientras se rompía los cuernos, intentando encontrarle algún sentido a los fragmentos de información que vomitaba el mozo de cuadra.
— Estaban discutiendo algo… "Y me das la habitación..." ... No me vieron hasta que les dije que no podían... No podían... Tomar el caballo sin más, entonces todo se puso negro.
El bardo tenía la ligera sospecha de que el hombre poodle podía estar implicado. Era esponjoso, y después de perder su habitación podía haberse metido en algún lío para conseguir una nueva. Si su teoría era correcta, lo encontrarían junto con su familia en el salón, desayunando en la misma mesa que su mujer. En cuanto al algo azul... No tenía ni la más remota idea.
—Suéltale, creo que tenemos que hablar con el perdedor de ayer.
El trovador se dio la vuelta, y emprendió la marcha hacia la posada, dio dos pasos y se detuvo.
—Sin romper muebles, ni cosas, ni gente. La gente con la mandíbula rota es difícil de entender cuando se le pregunta.— Acotó, severo, antes de volver al salón.
El destino del mozo de cuadra, un señor entrado en años que no había tenido muchos mejores días, pero sin duda varios mejores que aquel, quedo en manos de Akapalotl.
Los restos de cristal de una botella vacía destellaban para el ojo atento entre los restos de paja del suelo. Para el menos espabilado, el ojo morado e hinchado del mozo de cuadras debería haber sido suficiente. Incluso un niño habría advertido la mano de un tercero en el modo de que la víctima yacía con la cabeza entre unas cajas, cabeza abajo, como si lo hubiesen arrojado fuera de la vista.
— Y bien, como lo castigamos – Akapalolt no lo entendió.
Iltharion se preguntó si era por sus particulares carencias que el clan Nakai había terminado de forma tan nefasta. A fin de cuentas, varios clanes de dragones practicaban la endogamia, y eso tenía sus consecuencias.
Akaplolt alzo al señor como si fuera un pescado. Lo que podría haber terminado terriblemente mal dada la escasa estatura de la dragona. Por suerte, para su presa, no era demasiado alto, y quedo con la mejilla gentilmente apoyada sobre el suelo, peligrosamente cerca de las astillas de cristal.
— Eh… ¿Qué pasa? - Balbuceo el mozo, empezando a recobrar la consciencia.
—Alguien te ha dado una buena tunda, y se ha llevado nuestro caballo. Asumo que es la misma persona. Así que si no quieres tener que decirle Mica que has perdido el caballo de un cliente, y que le tocara a ella pagarlo, es hora de hacer memoria.
Aquella fue mucha información de golpe para el sujeto. Cerro los ojos, los abrió. Frunció el ceño, lo desfrunció. Intento palparse la cara, pero la posición en la que estaba lo desconcertó y termino acariciándose el velludo estómago, que asomaba por la camisa que le caía hasta la barbilla, culpa de la gravedad.
Iltharion solía ser mucho más diplomático. Pero aquel era un mal día, y Micaela les tenía tanto aprecio como a una bosta en su puerta. Si los veía de esa guisa, probablemente los sacase a patadas y no vieran un pelo de sus caballos o ninguna Aero compensatorio.
—Anoche...— Comenzó a farfullar desorientado.— Azul... Mucho azul.
Iltharion se pinzó el puente de la nariz con el índice y el pulgar.
—Y algo esponjoso... La habitación…
El elfo respiró hondo, mientras se rompía los cuernos, intentando encontrarle algún sentido a los fragmentos de información que vomitaba el mozo de cuadra.
— Estaban discutiendo algo… "Y me das la habitación..." ... No me vieron hasta que les dije que no podían... No podían... Tomar el caballo sin más, entonces todo se puso negro.
El bardo tenía la ligera sospecha de que el hombre poodle podía estar implicado. Era esponjoso, y después de perder su habitación podía haberse metido en algún lío para conseguir una nueva. Si su teoría era correcta, lo encontrarían junto con su familia en el salón, desayunando en la misma mesa que su mujer. En cuanto al algo azul... No tenía ni la más remota idea.
—Suéltale, creo que tenemos que hablar con el perdedor de ayer.
El trovador se dio la vuelta, y emprendió la marcha hacia la posada, dio dos pasos y se detuvo.
—Sin romper muebles, ni cosas, ni gente. La gente con la mandíbula rota es difícil de entender cuando se le pregunta.— Acotó, severo, antes de volver al salón.
El destino del mozo de cuadra, un señor entrado en años que no había tenido muchos mejores días, pero sin duda varios mejores que aquel, quedo en manos de Akapalotl.
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Solo salían estupideces de sus labios, o eso es lo que pensaba la muchacha, Akapalotl balanceó un poco al hombre cuando este terminó de hablar, no obstante, antes de que ella pudiera decirle al cuidador que fuera más claro, habló su compañero.
- Suéltale, creo que tenemos que hablar con el perdedor de ayer.
La muchacha soltó un suspiro, pero no obedeció inmediatamente, fue solo tras la segunda indicación del elfo que ella lo liberó, el cuidador, que ahora estaba completamente en el suelo, ya no tenía ni una misera pizca de su atención.
- ¿Insinúas que no se comunicarme? – la chica aceleró su paso y se adelantó al elfo – como viste anoche, yo entiendo sus métodos sureños, es mas no te preocupes, he visto como trabajas, yo le sacare la información de manera diplomática.
- ¡No las manos no! – gritaba el hombre mitad caniche, el cual había sido arrastrado por la dragona fuera de la posada, luego de que la anfitriona le gritara a esta por desenfundar su arma.
- Eres el cómplice de un ladrón, es justo quitarte las manos como castigo
- ¡No, papa no! – la hija lloraba mientras sostenía a su madre la cual se había desmayado unos minutos atrás, justo en el momento preciso en que Akapalotl, tras un interrogatorio para nada amable, le arrancara un poco de cabello al hombre, cuando este negó conocer al ladrón.
Para suerte del dúo, las pocas gentes que pasaban por el camino tenían poco interés en luchar contra la iracunda fiera que arrastraba a su víctima de un lado a otro, buscando un lugar donde le fuera cómodo hacer el corte.
- Piedad por favor, Yo no tenía opción, debía proteger a mi familia – la chica bajó la ferocidad de sus movimientos, y terminó por soltar al hombre al otro lado del camino
- Así que admites que nos robaste
- No, no yo no los robe, pero si se quien fue, por favor ten piedad y te diré todo lo que me dijeron entre copas
- Está bien, tendré piedad, te cortare una sola mano, es más, dejare que escojas cual conservar – Akapalotl se sentía magnánima, sabía que muestra de misericordia seria recordada y eso la hizo sonreír
La sonrisa y mirada asesina de la muchacha, provoco que el hombre terminara haciéndose encima.
- Suéltale, creo que tenemos que hablar con el perdedor de ayer.
La muchacha soltó un suspiro, pero no obedeció inmediatamente, fue solo tras la segunda indicación del elfo que ella lo liberó, el cuidador, que ahora estaba completamente en el suelo, ya no tenía ni una misera pizca de su atención.
- ¿Insinúas que no se comunicarme? – la chica aceleró su paso y se adelantó al elfo – como viste anoche, yo entiendo sus métodos sureños, es mas no te preocupes, he visto como trabajas, yo le sacare la información de manera diplomática.
……………
- ¡No las manos no! – gritaba el hombre mitad caniche, el cual había sido arrastrado por la dragona fuera de la posada, luego de que la anfitriona le gritara a esta por desenfundar su arma.
- Eres el cómplice de un ladrón, es justo quitarte las manos como castigo
- ¡No, papa no! – la hija lloraba mientras sostenía a su madre la cual se había desmayado unos minutos atrás, justo en el momento preciso en que Akapalotl, tras un interrogatorio para nada amable, le arrancara un poco de cabello al hombre, cuando este negó conocer al ladrón.
Para suerte del dúo, las pocas gentes que pasaban por el camino tenían poco interés en luchar contra la iracunda fiera que arrastraba a su víctima de un lado a otro, buscando un lugar donde le fuera cómodo hacer el corte.
- Piedad por favor, Yo no tenía opción, debía proteger a mi familia – la chica bajó la ferocidad de sus movimientos, y terminó por soltar al hombre al otro lado del camino
- Así que admites que nos robaste
- No, no yo no los robe, pero si se quien fue, por favor ten piedad y te diré todo lo que me dijeron entre copas
- Está bien, tendré piedad, te cortare una sola mano, es más, dejare que escojas cual conservar – Akapalotl se sentía magnánima, sabía que muestra de misericordia seria recordada y eso la hizo sonreír
La sonrisa y mirada asesina de la muchacha, provoco que el hombre terminara haciéndose encima.
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Iltharion observaba la escena apoyado en alfeizar de la ventana de la planta baja de la posada. Con el índice y el pulgar presionaba firmemente el puente de su nariz. Su ceño, fruncido, le oscurecía más la mirada, ensombrecida por unos parpados casi cerrados por completo.
Solo el movimiento de sus orejas, al ritmo de los llantos y súplicas de los presentes, permitia advertir lo atento que estaba lo que acontecía a apenas diez pies de donde se hallaba.
—Necesitó las manos para vivir.— Tartamudeó el hombre, cuya virilidad había sido pisoteada, una vez más, por la mujer dragón. —Para dar de comer a mi familia.
—PAPAAAAA.— Sollozaba desconsoladamente su hija, de pelaje igual de esponjoso, pero sin apestar a orines.
—¡Te dije que tomáramos el otro camino!.— Le recriminaba su esposa.— ¡Más largo, pero más seguro! ¿Cómo vas a completar todos los pedidos sin manos? ¡Nos vamos a arruinar!...— Sin dejar de abrazar a su hija seguía echando leña al fuego.
—Yo no robe nada… El hombre de azul de ayer, Vicencio, el de las apuestas, me dijo que dejaría su habitación para mi mujer y mi hija, si le señalaba con qué caballo habías arribado anoche.— Se excusó atropelladamente el hombre perro.
—... Y si no le das a tus clientes los pedidos ya pagos, habremos de compensarles con la dote de nuestra hija ¡Y entonces, ¿Como vamos a casarla?!.— Su señora le hablaba encima, cada vez más irritada por las propias nefastas fantasías de futuro que construía, con la inestimable ayuda de las amenazas de Akapalotl.
La chica lloraba, la madre gritaba, el padre suplicaba, y no se hacía más encima porque ya había vaciado su vejiga. Micaela, les dedicaba a los presentes una mirada asesina desde el otro lado del cristal, pero estaba demasiado ocupada sirviendo el desayuno al tropel de clientela que había despertado con los gritos como para salir a echarles. Además, la gente estaba entretenida con el espectáculo, y eso disminuía mucho cualquier queja por la calidad del servicio o la velocidad del mismo.
Iltharion espiaba la escena tras la espesa cortina de sus pestañas. Perezosamente, se separó del ventanal, y con un andar felino, salvo la escasa distancia que le separaba de su compañera.
—Aquí si le cortas la mano vas a terminar en la picota.— No vamos, porque él pensaba desentenderse e irse a tomar viento como la muchacha cumpliese sus amenazas.— Rómpesela de un pisotón o algo que no sea tan sangriento.— Le susurro en busca de un término medio que fuera suficiente para aplacar sus ansias de violencia.
—Vicencio iba también a la vendimia.-Lloriqueo el hombre bestia.— Seguro que el caballo seguirá en Wurzburg hasta que terminen los festejos.
—¡Y si esos salvajes van allí que va a ser de nosotros?! ¡¿Crees que podremos dormir tranquilas?.— Se quejó la señora de nuevo. Quería de su marido que fuera audaz y le plantase cara a los truhanes, sin mearse en los pantalones. Que tuviera la astucia de mentirles, y la habilidad de hacerlo sin ser descubierto. Quería muchas cosas, y no iba a tener ninguna, porque esa no era la clase de hombre con el que se había casado. A fin de cuentas, había preferido un esposo cobarde, a uno que la pusiera en cintura, y eso, tenía un precio.
Solo el movimiento de sus orejas, al ritmo de los llantos y súplicas de los presentes, permitia advertir lo atento que estaba lo que acontecía a apenas diez pies de donde se hallaba.
—Necesitó las manos para vivir.— Tartamudeó el hombre, cuya virilidad había sido pisoteada, una vez más, por la mujer dragón. —Para dar de comer a mi familia.
—PAPAAAAA.— Sollozaba desconsoladamente su hija, de pelaje igual de esponjoso, pero sin apestar a orines.
—¡Te dije que tomáramos el otro camino!.— Le recriminaba su esposa.— ¡Más largo, pero más seguro! ¿Cómo vas a completar todos los pedidos sin manos? ¡Nos vamos a arruinar!...— Sin dejar de abrazar a su hija seguía echando leña al fuego.
—Yo no robe nada… El hombre de azul de ayer, Vicencio, el de las apuestas, me dijo que dejaría su habitación para mi mujer y mi hija, si le señalaba con qué caballo habías arribado anoche.— Se excusó atropelladamente el hombre perro.
—... Y si no le das a tus clientes los pedidos ya pagos, habremos de compensarles con la dote de nuestra hija ¡Y entonces, ¿Como vamos a casarla?!.— Su señora le hablaba encima, cada vez más irritada por las propias nefastas fantasías de futuro que construía, con la inestimable ayuda de las amenazas de Akapalotl.
La chica lloraba, la madre gritaba, el padre suplicaba, y no se hacía más encima porque ya había vaciado su vejiga. Micaela, les dedicaba a los presentes una mirada asesina desde el otro lado del cristal, pero estaba demasiado ocupada sirviendo el desayuno al tropel de clientela que había despertado con los gritos como para salir a echarles. Además, la gente estaba entretenida con el espectáculo, y eso disminuía mucho cualquier queja por la calidad del servicio o la velocidad del mismo.
Iltharion espiaba la escena tras la espesa cortina de sus pestañas. Perezosamente, se separó del ventanal, y con un andar felino, salvo la escasa distancia que le separaba de su compañera.
—Aquí si le cortas la mano vas a terminar en la picota.— No vamos, porque él pensaba desentenderse e irse a tomar viento como la muchacha cumpliese sus amenazas.— Rómpesela de un pisotón o algo que no sea tan sangriento.— Le susurro en busca de un término medio que fuera suficiente para aplacar sus ansias de violencia.
—Vicencio iba también a la vendimia.-Lloriqueo el hombre bestia.— Seguro que el caballo seguirá en Wurzburg hasta que terminen los festejos.
—¡Y si esos salvajes van allí que va a ser de nosotros?! ¡¿Crees que podremos dormir tranquilas?.— Se quejó la señora de nuevo. Quería de su marido que fuera audaz y le plantase cara a los truhanes, sin mearse en los pantalones. Que tuviera la astucia de mentirles, y la habilidad de hacerlo sin ser descubierto. Quería muchas cosas, y no iba a tener ninguna, porque esa no era la clase de hombre con el que se había casado. A fin de cuentas, había preferido un esposo cobarde, a uno que la pusiera en cintura, y eso, tenía un precio.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
- Aquí si le cortas la mano vas a terminar en la picota. Rómpesela de un pisotón o algo que no sea tan sangriento
Akapalotl suspiró ante el comentario del elfo, “tiene razón”, tras pensar giró su mirada alrededor, los gritos, el llanto, el miedo en la mirada de la hija, la indignación en la esposa y los viajaros que, aunque no paraban, no evitaban observarle.
- Seguro que el caballo seguirá en Wurzburg hasta que terminen los festejos.
- Bien…. Supongo puedo… hacer una concesión… tienes un caballo
- No…. De ser así – el hombre que desprendía el olor a pánico por medio de su sudor y su orina, dejó de hablar cuando observó como la muchacha levantaba su arma - Yo no tengo, pero mi mujer tiene uno, no me mates por favor, no se lo di porque él no solo quería transporte, él quería joderlos a ustedes
- Está bien, supondré que en verdad te viste obligado a colaborar con el criminal, demuestra que eres inocente, lleva a mi acompañante hasta Wurzburg y conservaras tu mano
El hombre solo afirmó con una sonrisa nerviosa, con piernas temblorosas se levantó, caminó hasta su mujer y su hija, les hablo rápido, con nervios y con frases sin sentidos, solo la última se entendío claramente.
- Espérenme aquí, volveré
Luego procedió a guiar al elfo hasta Brisa, aun con sus pasos de cervatillo recién nacido logro ensillar al caballo, el cual, a pesar de su nombre, apestaba más que el resto de animales del establo.
- No creo que Brisa pueda llevarnos a los 3 – dijo estando al lado del caballo el cual estaba listo para partir, miró a la dragona, la cual esperaba que su compañero terminara de subirse.
- Yo me adelantare por mis propios medios.
Akapalotl se alejo del lugar, pero no partió, mientras permanecía un poco oculta, esperó a que partieran y acto seguido se metió al descampado, lejos de los transeúntes, donde puso su capa en el suelo, para acto seguido con mucha presura comenzar a quitarse la ropa, soltando un pequeño insulto tras acabar por 10 segundos encima de su tiempo.
Tras dejar todo cubierto y contenido por su capa, la muchacha procedió a organizarse su cabello hacia atrás, luego se agachó y comenzó a respirar profundamente, su melena turquesa comenzó a mutar ligeramente, parecía que los cabellos se fragmentaban en partes más pequeñas, las cuales luego se abrían para desplegarse como unas hermosas plumas verdes; sus cuernos crecían de tamaño a medida que su rostro se desfiguraba para dar forma al rostro de la criatura.
Sus extremidades arrancaban el fértil suelo a medida que sus zarpas se deslizaban por el suelo, su cola surgió de golpe, creando una ráfaga de viento que habría derribado a cualquier testigo que hubiera estado lo suficientemente cerca.
Finalmente, la criatura emprendió el vuelo, se elevó lo suficiente para ser vista desde la posada, lugar desde el cual se escuchó el estridente grito de una mujer, un chillido que la dragona ignoró, pero que de haber oído habría identificado la voz.
Se propulsó con fuerza por el cielo en dirección a Wurzburg, siguió el camino hasta que visualizó al bardo, tras lo cual soltó un poderoso rugido, dio una vuelta alrededor esperando que le viera y luego procedió hacia el pueblo, tomando una ruta más directa que la entregada por el camino.
Akapalotl suspiró ante el comentario del elfo, “tiene razón”, tras pensar giró su mirada alrededor, los gritos, el llanto, el miedo en la mirada de la hija, la indignación en la esposa y los viajaros que, aunque no paraban, no evitaban observarle.
- Seguro que el caballo seguirá en Wurzburg hasta que terminen los festejos.
- Bien…. Supongo puedo… hacer una concesión… tienes un caballo
- No…. De ser así – el hombre que desprendía el olor a pánico por medio de su sudor y su orina, dejó de hablar cuando observó como la muchacha levantaba su arma - Yo no tengo, pero mi mujer tiene uno, no me mates por favor, no se lo di porque él no solo quería transporte, él quería joderlos a ustedes
- Está bien, supondré que en verdad te viste obligado a colaborar con el criminal, demuestra que eres inocente, lleva a mi acompañante hasta Wurzburg y conservaras tu mano
El hombre solo afirmó con una sonrisa nerviosa, con piernas temblorosas se levantó, caminó hasta su mujer y su hija, les hablo rápido, con nervios y con frases sin sentidos, solo la última se entendío claramente.
- Espérenme aquí, volveré
Luego procedió a guiar al elfo hasta Brisa, aun con sus pasos de cervatillo recién nacido logro ensillar al caballo, el cual, a pesar de su nombre, apestaba más que el resto de animales del establo.
- No creo que Brisa pueda llevarnos a los 3 – dijo estando al lado del caballo el cual estaba listo para partir, miró a la dragona, la cual esperaba que su compañero terminara de subirse.
- Yo me adelantare por mis propios medios.
Akapalotl se alejo del lugar, pero no partió, mientras permanecía un poco oculta, esperó a que partieran y acto seguido se metió al descampado, lejos de los transeúntes, donde puso su capa en el suelo, para acto seguido con mucha presura comenzar a quitarse la ropa, soltando un pequeño insulto tras acabar por 10 segundos encima de su tiempo.
Tras dejar todo cubierto y contenido por su capa, la muchacha procedió a organizarse su cabello hacia atrás, luego se agachó y comenzó a respirar profundamente, su melena turquesa comenzó a mutar ligeramente, parecía que los cabellos se fragmentaban en partes más pequeñas, las cuales luego se abrían para desplegarse como unas hermosas plumas verdes; sus cuernos crecían de tamaño a medida que su rostro se desfiguraba para dar forma al rostro de la criatura.
Sus extremidades arrancaban el fértil suelo a medida que sus zarpas se deslizaban por el suelo, su cola surgió de golpe, creando una ráfaga de viento que habría derribado a cualquier testigo que hubiera estado lo suficientemente cerca.
Finalmente, la criatura emprendió el vuelo, se elevó lo suficiente para ser vista desde la posada, lugar desde el cual se escuchó el estridente grito de una mujer, un chillido que la dragona ignoró, pero que de haber oído habría identificado la voz.
Se propulsó con fuerza por el cielo en dirección a Wurzburg, siguió el camino hasta que visualizó al bardo, tras lo cual soltó un poderoso rugido, dio una vuelta alrededor esperando que le viera y luego procedió hacia el pueblo, tomando una ruta más directa que la entregada por el camino.
Última edición por Akapalotl el Jue Ene 04 2024, 18:16, editado 1 vez
Akapalotl
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Una vez Akapalolt desapareció de escena, esposa e hija del hombre bestia se acercaron, la segunda intentando contener a la otra del brazo, y siendo arrastrada en consecuencia.
—¡No piensa usted, dejarnos aquí tiradas!¿no? Sin mi marido y su padre, y perdiéndonos las fiestas¡Todo despues de quitarnos la alcoba!.— le increpo la señora.
Iltharion, que tenía un mal día, y no quería hacerlo peor montando pegado al hombre con los pantalones meados, decidió aprovechar la oportunidad.
—Asumo que Brisa tiene carretilla, pues no creo que quepan los tres en su lomo. Si puede cargar con una persona más, así vaya más lento, no tengo problema en esperar que preparen el carro.-Ofreció, como si no estuviera extorsionándolos para conseguir transporte.
La mujer hincho el pecho orgullosa, y su hija se compadeció de sí misma por dentro, pues cada vez que su madre sé salia con la suya se ponía peor.
Aunque a ninguno de los presentes les gustaba el elfo, sabían reconocer una oportunidad cuando la tenían delante, y entre perder todo el día y posiblemente el caballo, y tener que lidiar con su presencia, la decisión era sencilla.
—Eso sí, dense prisa, porque mi compañera no es paciente, y es bastante violenta.— Les dedico una sonrisa llena de cinismo. No movió un dedo en ayudar a la familia, que se deslomó en preparar la carreta y cargar en la misma todas sus cosas a una velocidad digna de elogios.
Incluso la señora de la familia se puso a cargar sacos, con tal de no ser ella el objetivo de la ira de la dama dragón.
La carreta partió con un Iltharion sentado cómodamente sobre los paquetes más blandos, y madre e hija acurrucadas, ocupando entre ambas menos espacio del que el elfo se concedía a sí mismo. Cualquiera que los viese desde a fuera, los habría tomado por sus criados.
El rugido de la dragona rompió el silencio tenso del carro. El hombre poodle, que ejercía de cochero, apuro a Brisa, que no se dio más prisa que antes. La mujer se tensó, y abrazo a su hija con más firmeza, y la joven doncella ahogo un grito con un pequeño paño con el que venía secándose el sudor.
El elfo rio musicalmente, y saco su laúd, pinzando vagamente sus cuerdas para afinar el instrumento.
La primera mitad del viaje fue la más tolerable, pues el elfo entretuvo su mente y su mirada, buscando en el linde del camino los restos del accidentado estafador que habían dejado atado la noche anterior.
Cuando llegaron a la altura del asalto, identificable por las esquirlas de vidrio que reflejaban el sol de la mañana, y por los restos chamuscados del pasto, allá donde la dragona había desahogado su pasión pirómana, no había ni rastro del vendedor.
La falta de cadáver era una nota de color positiva en el viaje, que se volvió cada vez más pesado.
Iltharion no estaba de humor de cantarles a tan malos anfitriones, y no les guardaba más cariño que el que ellos le profesaban. Cuando se cansó de rasquetear sin rumbo su laúd, se entretuvo acomodándose el cabello, o contemplando el escenario. Cuando se aburría en demasía, le sonreía con coquetería a la doncella, haciendo enfurecer a su madre, que le dedicaba unas miradas asesinas. Ante quello, el elfo fingía percibir algo en el cielo, o hacia ademán de ir a hacer alguna seña al aire, y la mujer se mordía la lengua.
Pero al final, incluso aquellas mezquindades le terminaron hastiando.
Cuando la carreta empezó a traquetear por el empedrado de la aldea, el hijo de sandorai se puso de pie de un salto y bajó sin despedirse. Tras él, el carro siguió calle abajo, ahogando con el tac-tac de las ruedas, los insultos por lo bajo que le dedicaba la familia de hombres perro.
Como no habían decidido un punto de encuentro con la joven, se decidió en buscarla entre el festivo gentío que se apelotonaba a la entrada de Wurzburg, y paro bien la oreja en búsqueda de griterío no jubiloso.
—¡No piensa usted, dejarnos aquí tiradas!¿no? Sin mi marido y su padre, y perdiéndonos las fiestas¡Todo despues de quitarnos la alcoba!.— le increpo la señora.
Iltharion, que tenía un mal día, y no quería hacerlo peor montando pegado al hombre con los pantalones meados, decidió aprovechar la oportunidad.
—Asumo que Brisa tiene carretilla, pues no creo que quepan los tres en su lomo. Si puede cargar con una persona más, así vaya más lento, no tengo problema en esperar que preparen el carro.-Ofreció, como si no estuviera extorsionándolos para conseguir transporte.
La mujer hincho el pecho orgullosa, y su hija se compadeció de sí misma por dentro, pues cada vez que su madre sé salia con la suya se ponía peor.
Aunque a ninguno de los presentes les gustaba el elfo, sabían reconocer una oportunidad cuando la tenían delante, y entre perder todo el día y posiblemente el caballo, y tener que lidiar con su presencia, la decisión era sencilla.
—Eso sí, dense prisa, porque mi compañera no es paciente, y es bastante violenta.— Les dedico una sonrisa llena de cinismo. No movió un dedo en ayudar a la familia, que se deslomó en preparar la carreta y cargar en la misma todas sus cosas a una velocidad digna de elogios.
Incluso la señora de la familia se puso a cargar sacos, con tal de no ser ella el objetivo de la ira de la dama dragón.
La carreta partió con un Iltharion sentado cómodamente sobre los paquetes más blandos, y madre e hija acurrucadas, ocupando entre ambas menos espacio del que el elfo se concedía a sí mismo. Cualquiera que los viese desde a fuera, los habría tomado por sus criados.
El rugido de la dragona rompió el silencio tenso del carro. El hombre poodle, que ejercía de cochero, apuro a Brisa, que no se dio más prisa que antes. La mujer se tensó, y abrazo a su hija con más firmeza, y la joven doncella ahogo un grito con un pequeño paño con el que venía secándose el sudor.
El elfo rio musicalmente, y saco su laúd, pinzando vagamente sus cuerdas para afinar el instrumento.
La primera mitad del viaje fue la más tolerable, pues el elfo entretuvo su mente y su mirada, buscando en el linde del camino los restos del accidentado estafador que habían dejado atado la noche anterior.
Cuando llegaron a la altura del asalto, identificable por las esquirlas de vidrio que reflejaban el sol de la mañana, y por los restos chamuscados del pasto, allá donde la dragona había desahogado su pasión pirómana, no había ni rastro del vendedor.
La falta de cadáver era una nota de color positiva en el viaje, que se volvió cada vez más pesado.
Iltharion no estaba de humor de cantarles a tan malos anfitriones, y no les guardaba más cariño que el que ellos le profesaban. Cuando se cansó de rasquetear sin rumbo su laúd, se entretuvo acomodándose el cabello, o contemplando el escenario. Cuando se aburría en demasía, le sonreía con coquetería a la doncella, haciendo enfurecer a su madre, que le dedicaba unas miradas asesinas. Ante quello, el elfo fingía percibir algo en el cielo, o hacia ademán de ir a hacer alguna seña al aire, y la mujer se mordía la lengua.
Pero al final, incluso aquellas mezquindades le terminaron hastiando.
Cuando la carreta empezó a traquetear por el empedrado de la aldea, el hijo de sandorai se puso de pie de un salto y bajó sin despedirse. Tras él, el carro siguió calle abajo, ahogando con el tac-tac de las ruedas, los insultos por lo bajo que le dedicaba la familia de hombres perro.
Como no habían decidido un punto de encuentro con la joven, se decidió en buscarla entre el festivo gentío que se apelotonaba a la entrada de Wurzburg, y paro bien la oreja en búsqueda de griterío no jubiloso.
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Re: Vendimia tardía [Dia][3/4][Libre][+18]
Los ojos rojos de la dragona habían enfocado su objetivo, estaba cada vez más cerca por lo cual procedió a tomar una corriente de viento y bajar con delicadeza, intentando aterrizar a una distancia segura del pueblo, en un punto donde no llamaría la atención.
Tras volver a su forma humana y vestirse, la muchacha ingresó a Wurzburg, la cantidad de personas había aumentado en demasía con el día anterior y solo tras cruzar un par de casas fue que finalmente la chica pensó.
“donde nos encontraremos” la dragona miró a su alrededor, y tras meditarlo un poco decidió ir al establo donde habían adquirido a su ahora extraviado caballo. No obstante, ya fuera porque era un pueblo que ella no conocía, o porque la multitud agotaba su sentido de orientación, fuera la razón que fuera Akapalotl anduvo todo ese tiempo dando vueltas en círculos sin poder ubicarse bien; exceptuando aquellas ocasiones donde se percataba que había visto un puesto de gallinas por quinta o decimosexta vez.
- Debes ir hacia allí, en línea recta por unos minutos, veras un árbol algo marchito torcido un poco hacia su derecha, encumbrado por un viejo nido, de alli giras a la izquierda y caminas por otros minutos - un muy contento Anselmo se había encontrado con la muchacha y después de que esta le explicara su situación procedió a señalarle por donde llegar a su destino.
- Y si encuentras a tu amigo no duden en participar del festival, nosotros estaremos por allí, por si acaso– dijo con tono insistente la mujer del campesino.
Por más que la muchacha caminó no encontró el árbol maltrecho que dijo el campesino, es más su vista estaba tan concentrada en el horizonte que no se dio cuenta que paso un tocón recientemente cortado, que tenía a su lado un caballo claramente familiar para ella y a su asustado jinete, el cual intento esconderse al verla.
Así, sin inmutarse de lo anterior, la muchacha continúo caminando en línea recta, hasta que escucho una voz conocida.
- No soy un cobarde, solamente que ellos eran más…. –tras reconocer el origen de la voz la muchacha se giró y aproximó
- Podemos dejar de hablar del tema, por favor – dijo una voz más juvenil
- Nuestra pequeña tiene razón, esa bestia se fue y ese fastidioso elfo ya no nos molestara mas
- ¡Ah!!! – el hombre poodle lanzó un quejido de miedo cuando sintió un tirón de su camisa, con los ojos cerrados rezó para que lo siguiente que escuchara no fuera la voz de la dragona
- ¿Qué le hicieron al elfo?
- No, ¡no más, piedad! – rogó la criatura que se negaba a abrir sus ojos – por favor no mas
- ¿Por qué dice tu mujer que no los molestara más?,¿qué le hicieron?
- No le hicimos nada, él se bajó del vehículo sin decirnos nada
El hombre sintió como le soltaron el cuello de la camisa y solo tras unos segundos de estar libre tuvo la valentía de abrir sus ojos, delante de él se encontró a la muchacha la cual poseía en sus labios su sonrisa “diplomática”.
- Bien, llévame al lugar donde se bajo
- Yo…. – el hombre miró a su alrededor, las gentes habían observado la pequeña escena, pero no habían parado a ayudar, es más la mayoría siguió su apretado paso, el festival los esperaba – amor nos vemos en la posada de Hortensia – dijo rendido a su mujer mientras procedió a guiar a la dragona.
Tras volver a su forma humana y vestirse, la muchacha ingresó a Wurzburg, la cantidad de personas había aumentado en demasía con el día anterior y solo tras cruzar un par de casas fue que finalmente la chica pensó.
“donde nos encontraremos” la dragona miró a su alrededor, y tras meditarlo un poco decidió ir al establo donde habían adquirido a su ahora extraviado caballo. No obstante, ya fuera porque era un pueblo que ella no conocía, o porque la multitud agotaba su sentido de orientación, fuera la razón que fuera Akapalotl anduvo todo ese tiempo dando vueltas en círculos sin poder ubicarse bien; exceptuando aquellas ocasiones donde se percataba que había visto un puesto de gallinas por quinta o decimosexta vez.
- Debes ir hacia allí, en línea recta por unos minutos, veras un árbol algo marchito torcido un poco hacia su derecha, encumbrado por un viejo nido, de alli giras a la izquierda y caminas por otros minutos - un muy contento Anselmo se había encontrado con la muchacha y después de que esta le explicara su situación procedió a señalarle por donde llegar a su destino.
- Y si encuentras a tu amigo no duden en participar del festival, nosotros estaremos por allí, por si acaso– dijo con tono insistente la mujer del campesino.
Por más que la muchacha caminó no encontró el árbol maltrecho que dijo el campesino, es más su vista estaba tan concentrada en el horizonte que no se dio cuenta que paso un tocón recientemente cortado, que tenía a su lado un caballo claramente familiar para ella y a su asustado jinete, el cual intento esconderse al verla.
Así, sin inmutarse de lo anterior, la muchacha continúo caminando en línea recta, hasta que escucho una voz conocida.
- No soy un cobarde, solamente que ellos eran más…. –tras reconocer el origen de la voz la muchacha se giró y aproximó
- Podemos dejar de hablar del tema, por favor – dijo una voz más juvenil
- Nuestra pequeña tiene razón, esa bestia se fue y ese fastidioso elfo ya no nos molestara mas
- ¡Ah!!! – el hombre poodle lanzó un quejido de miedo cuando sintió un tirón de su camisa, con los ojos cerrados rezó para que lo siguiente que escuchara no fuera la voz de la dragona
- ¿Qué le hicieron al elfo?
- No, ¡no más, piedad! – rogó la criatura que se negaba a abrir sus ojos – por favor no mas
- ¿Por qué dice tu mujer que no los molestara más?,¿qué le hicieron?
- No le hicimos nada, él se bajó del vehículo sin decirnos nada
El hombre sintió como le soltaron el cuello de la camisa y solo tras unos segundos de estar libre tuvo la valentía de abrir sus ojos, delante de él se encontró a la muchacha la cual poseía en sus labios su sonrisa “diplomática”.
- Bien, llévame al lugar donde se bajo
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Akapalotl
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