El Caleidoscopio de Sueños [Evento social]

Desorientada, Helena se hallaba tumbada en el suelo, con la vista hacia arriba. No sabía si se trataba de un sueño o de la realidad, pero aquella vista psicodélica, sumado a un zumbido de oídos que hacía retumbar su cabeza, la hacía dudar.

Era ella, consciente de sus acciones de nuevo, pero ¿Cómo? ¿Había pasado el suficiente tiempo? ¿Qué pasó exactamente a su alrededor? Todo lo que ocurrió ella lo vivió a través de los ojos de otra persona, como si viese a través de una ventana. Aquella extraña sensación la invadió una vez más. Siempre la había sentido. Tenía un nombre: ansiedad, pero desde hacía bastante tiempo no era ella misma cuando eso sucedía.

Inspiró profundamente, cerrando los ojos, y soltó el aire lo más relajada posible.

Se reincorporó sentada, y entonces fue cuando aquella macabra realidad la golpeó: la desesperación de Meraxes y Gagel (junto a más personas que habían llegado) por sacar de allí a los niños al mismo tiempo que le daban batalla a la bruja Oniria. De entre los recién llegados, el rostro de uno le resultó vagamente familiar, como si ya conociera su voz. Por algún motivo, le transmitía seguridad.

La Rhodes se puso en pie, centrando su atención en la bruja Oniria. Parece que la tenían controlada, y ella no había hecho nada para contribuir a ello. Apretó los puños y la mandíbula, con rabia por ello. Su tez volvía a recobrar su tono natural, las venas dejaron de estar marcadas en su piel, y los ojos recobraron su color azul natural.

Ya solo quedaba una cosa por hacer allí: sacarlos a todos. Y en eso no iba a fallar, no se lo permitiría.

El éter empezaba a revolverse a su alrededor, envolviéndola en un aura de poder que se materializó con una tenue luz azul. Extendió las palmas de sus manos, abriendo sus brazos ligeramente a cada lado. Agua empezó a a materializarse en sus manos, como una fuente constante que repetía un pequeño ciclo circular en sus palmas. Acto seguido, un paso más adelante de ella, más agua empezó a brotar del mismo suelo. No miraba a la bruja Oniria, sino hacia la salida y al resto de allí presentes.

Cuando acumuló suficiente energía y agua, dio un empujón hacia adelante. Entonces, como si de la misma fuerza del mar la hubiera generado, una ola gigante se formó donde antes brotaba el agua en el suelo, impulsándose hacia la dirección en la que Helena había empujado. La intención era arrastrar a todos hacia la salida [1].

Volvió a centrar su atención en la bruja. No se iría sin hacer nada respecto a ella, su orgullo no la dejaría.

De su cinto desenfundó a Asagger, apuntó con ella a Oniria y la lanzó como arma arrojadiza. No sabía si impactaría en su cabeza, su pecho o cualquier otra parte de su cuerpo, pero su intención era, al menos, dejarle un recuerdo. Acto seguido echó a correr hacia la salida, no sin antes activando el encantamiento de Asagger para que volviera con ella, agarrándola así en el aire y guardándosela de nuevo [2].

Frosk consiguió arrancar el colgante del cuello de su siniestro portador. Ni él mismo se lo creía, y para cuando lo tuvo en su poder, el ser sin rostro se olvidó de todo lo que estaba haciendo y se enfocó únicamente en recuperar dicho objeto, corriendo con intensidad hacia la posición el hombre rana. Este último, asustado, hinchó su saco bocal nervioso y lanzó el colgante hacia donde estaba Erika, que por instinto lo agarró. Eso hizo que el ser sin rostro cambiara su dirección directamente hacia la dragona, lo que generó que esta, también asustada, lanzara de nuevo el colgante hacia la rana, que agarró de nuevo el colgante. Otra vez, el siniestro ser cambió su rumbo. Frosk, de nuevo asustado, lanzó el colgante hacia Erika.

-¡QUE A MI NO ME LO TIRES, CEREBRO DE MOSQUITO!-Agarró de nuevo el colgante en el aire y se lo tiró a la rana.

-¡CROAAAAC!-Agarró de nuevo el colgante, indeciso sobre qué hacer con él. El plan era arrebatárselo a su dueño y negociar por él, pero eso no parecía ser una vía posible ya que la agresividad del ser sin rostro eliminaba siquiera la posibilidad de intentarlo.-¡BLUTO, AGÁRRALO FUERTE!

Frosk le lanzó el colgante al bio-cibernético, que en el aire lo consiguió agarrar, apretándolo demasiado hasta el punto de romperlo en pedazos. Repentinamente, el ser sin rostro se detuvo en seco, como si eso le hubiese afectado de sobremanera. Erika y Frosk se alarmaron horrorizados.

-¡CROAC! ¡PERO NO TAN FUERTE!-Frunció el ceño, enfadado con su amigo.

-L-lo siento.-Bajó el brazo y abrió la palma de su mano, viendo los pedacitos de cristal en ella. Acto seguido, miró al ser sin rostro.-Seguro que podemos conseguir otro en algún sitio.

-¿¡Por qué has hecho eso!? ¡Ahora estará más enfadado con nosotros!-Señaló acusador al gigante de metal desde la distancia con la voz igual de alzada que antes, pero más calmado.

-¡Eso no se puede conseguir en ningún otro sitio! ¡Seguro que es caro!-Señaló también acusadora al bio-cibernético desde otro punto alejado de él.

-Ruego que me disculpen.-Avergonzado, se llevó una mano tras la cabeza mientras la agachaba.

Mientras trataba de esquivar las raíces que atacaban cada vez con menos energía me di un patinazo con el agua que se había esparcido por el suelo, lo que me hizo pensar que igual el haber conseguido mantener el ritmo a esas viles plantas estaba relacionado de alguna forma con ese agua. Pero el suelo mojado no era más que el principio en lo que respectaba al agua, porque una ola inmensa surgió de esos tristes charcos y me llevó por delante.

Intenté luchar contra la corriente para al menos poder ascender y respirar, pero el refuerzo de la sangre había desaparecido ya y ahora me venía la habitual debilidad que usar mis poderes, por lo que lo único que pude hacer es tratar de aguantar la respiración, sin mucho éxito por otro lado.

Todo me daba vueltas y lo siguiente que supe era que estaba tirado sobre un charco en el suelo de la inmensa cúpula de espejos, con las energías justas para ponerme a cuatro patas y empezar a vomitar todo el agua que había tragado, para seguidamente expulsar toda la sangre que había bebido recientemente porque entre el esfuerzo y el mareo mi estómago había perdido cualquier capacidad para retener nada. Tras eso me dejé caer hacia el lado donde no había vomitado y sin levantarme de nuevo me quedé viendo lo mejorado que estaba Zelas de repente, no parecía que lo hubieran apalizado unas raíces, simplemente era como si lo acabara de escupir el mar.

- Hey Zelas, que bueno que no hayas muerto, nadie diría que ibas a estar tan lozano después de que te engancharan las plantas. Y que bueno que consiguiéramos traer de vuelta a Mera y Gaegel, no creía que esto fuese a salir tan bien.

Por lo que podía ver a mi alrededor, las cosas seguían siendo un desastre en esta realidad, pero ya había tenido bastante con el oso con mal gusto y la bruja soluble en agua como para preocuparme de lo que estuviera ocurriendo a mi alrededor. Y que siendo realistas tampoco me quedaban fuerzas para hacer nada aunque me importase lo que sucediera, así que mejor no pensarlo

Por un momento creí que no había llegado a tiempo con Zelas. Estaba más de allá que de acá y eso me ponía de los nervios. Por suerte el susurro de su voz y lo cálido de su aliento en mi pecho me hicieron calmarme, seguía vivo, y lo bastante "estable" para disfrutar los escasos segundos en mi pecho.

Ya habría tiempo para esas cosas, la prioridad era aquella bruja a la que Meleis atacó múltiples veces con su aliento.

Finalmente, una vez que Zelas tuvo la suficiente voluntad - con algo de ayuda- de utilizar aquella peculiar moneda, la situación volvía a favorecernos.  Gritos ahogados, y otra serie de sonidos que por el momento omitiría describir resonaron.

Tras recibir el beso, sonreí levemente y asentí. Volví a guardar la moneda - ahora inútil - junto con la galleta en aquel pañuelo y en su lugar seguro. Reincorporandome, y tomando en cuenta que Zelas, Gaegel y la rubia que ahora se notaba más tranquila lidiaban muy bien con la bruja, silbé para llamar la atención de mi hermano. - Vuelve a tu forma humana y ayúdame con los niños. - Le ordené en la medida que aprovechaba el terreno mojado ⁽¹⁾ para ir hacia el pequeño que tenía mi antifaz - y que seguramente para este punto era libre de enredaderas - tomando en el trayecto a otro por la muñeca. - Andando.  

Al mismo tiempo, Meleis, tomaba su forma habitual llevando a dos más consigo. Fue en este corto lapso que sucedió lo imprevisto. Una gran ola nos cubrió arrastrándonos fuera de allí. Mi primer impulso fue aprisionar a ambos pequeños hacia mí para evitar que tragasen agua. Vueltas, giros, y uno que otro choque con los demás finalmente nos llevaron a fuera de ese mundo.

Estábamos de vuelta. Meleis tosía al tiempo que ayudaba a su par de pequeños a estabilizarse. Yo hice lo mismo apartando a ambos - con dificultad - y tosiendo un poco. Empapados hasta la médula miré a mi alrededor, buscaba a todos con la mirada y agradeciendo a los dioses.

Sentía el peso del cansancio encima,pero a pesar de ello me fue imposible no notar los múltiples rostros de aquel desagradable sujeto que hacía un tiempo había visto en el bosque de oro. ¿Acaso él tenía relación con el reflejo de Belov?

Por ahora no podía hacer algo más, estaba tan agotada que a duras penas y podía buscar desde donde estaba sentada algún indicio de ese viejo niño. Esperaba que el destino fuese tan benevolente con él como lo había sido con nosotros.

Sentí el calor y absorción de parte del agua que me escurría. - Mi pequeña bola de pelos, mami está aquí. - Dije sonriente a mi Bomull. Respiré profundo. - ¿Se puede saber que sucede de este lado?  

Al llegar al número cuarenta y dos, después de comprender cómo funcionaban las agujas de un reloj, el caos pareció apoderarse de todos los que se encontraban dentro de la estructura, sin embargo, antes incluso de que ese pensamiento se le pasara por la cabeza, sus ojos se posaron sobre el espejo que le arrastró hacia algún lugar desconocido como si una gigantesca ola le hubiera engullido.

Y cuando abrió de nuevo los ojos, la lluvia caía sobre él y sobre su armadura mientras tras él, el oleaje rompía con fuerzo y el viento arrastraba el sonido de los truenos. Estaba tumbado boca abajo en una playa de arena negra, un lugar que creyó reconocer pero al que no le dio importancia si es que es la tenía porque hacía tan solo unos instantes estaba bajo un domo de cristal en Roilkat y ahora se encontraba bajo la lluvia en un atardecer gris, en una playa desconocida.

- Por todos los Dioses...- gruñó mientras se ponía en pie y sacudía la arena que se le había quedado pegada al rostro y las manos-. Que me lleven si esto no se parece a la isla de Jani.

Miró hacia el mar para descubrir los restos de un naufragio: tablas rotas en cientos de pedazos, sacos, cajas y otros enseres desperdigados por la playa, pero no había rastro de vida. Suspiró y volvió la vista hacia el interior. La playa parecía extenderse sin fin, mucho más allá de los que sus ojos podían ver, pero la lluvia se había empeñado en formar una cortina que le impedía ver a más de cincuenta o sesenta pasos.

- Yo viajaba en ese barco- una voz sonó por encima, en el cielo-. De los cincuenta y siete barcos que salieron, solo uno llegó a ver tierra. Justo el que tienes a tu lado- Ben miraba el cielo, pero cuando las ultimas palabras sonaron tras de sí, se giró con brusquedad. No había nadie-. Este barco, fue el número cuarenta y dos. Y fue este número porque yo quise que fuera así. Fuimos la cuadragésimo segunda compañía de exploradores y vaya, nos fue bien, supongo. Al fin y al cabo, llegamos a tierra. Quizá no la esperada.

Sango echó mano del hacha y dio un par de pasos erráticos en todas direcciones, tratando de ponerle cara a la voz.

- Pero claro, todo eso podría ser mentira. Si lo piensas, estos "mundos" provienen de uno mismo. O no.

- Da la cara- farfulló escupiendo agua de lluvia-.

La única respuesta que recibió fue una mayor intensidad en la lluvia lo que acortó, todavía más, su campo de visión y le hizo perder capacidad auditiva. Las olas parecían haber quedado en un segundo plano, no fue el caso de los truenos que sonaron más cercanos. Fijó, entonces, su atención en un punto y caminó en esa dirección.

- Supongamos que tu historia es cierta. ¿A dónde ibais? ¿Qué tierra es esta?

- ¿No resulta evidente, Ben Nelad? ¿No reconoces los Dominios de la muerte cuando los ves? ¿No te arrodillarás ante Hela?- una risa-. O puede que te tome el pelo. O no. Quién sabe.

Ben se detuvo.

- ¿Eres el falso oráculo de los espejos?

La lluvia paró de inmediato. Sango, asustado, echó mano al cinto para descubrir que no llevaba armas con él. Apretó los dientes y respiró con fuerza. A lo lejos, clavado en la arena reconoció la forma de uno de los espejos del domo de Roilkat. Caminó hacia él.

- Estos espejos, muestran sueños. Pero este sueño no es mío- dijo mientras caminaba-. Dime, ¿de quién es este sueño?

- Ah, claro que es tuyo. Tú iniciaste todo esto de preguntar por el espejo número cuarenta y dos. Tú te has montado todo este... escenario, por así decirlo. Claro que es tu sueño. Un sueño muy raro, por cierto- la voz iba y venía se atenuaba y ganaba fuerza. A Sango empezó a dolerle la cabeza-. O no.

A medida que se acercaba al espejo, se vio a sí mismo acercándose. Por alguna extraña razón, a medida que se acercaba, el aire parecía viciarse a su alrededor. Pese a ello, se dedicó un tiempo para contemplarse a sí mismo. antes de que su mirada se emborronara.

- Seguramente estés muriendo en algún sitio. Quizás aquí. No es un buen sitio para gente como tú. Ah, en fin. Ha llovido bastante, tu tiempo aquí se agota. Te desvanecerás de este Reino y volveré a reinar en soledad. No, no te apiades de mí. Yo no lo he hecho contigo. Ah, deja de mirar el espejo, contempla el poder que hay en este lugar. ¡Observa cómo soy incapaz de contenerlo!

Sango se giró y parpadeó justo en el instante que una ola de más de doce personas de altura se abalanzaba contra él. Lo empujó contra el espejo y de repente se vio empujado a un lugar aún más desconocido. El agua, que parecía haberse enfriado a su paso por el espejo, le agitó violentamente, le hizo girar y dar vueltas sin control. Y a su alrededor niños. Niños que se aferraron a él. Niños que le usaron como balsa, como elemento de salvación. Niños que le golpearon y le usaban para impulsarse y poder, así, dar profundas bocanadas de aire. Y él se ahogaba. Y cuando intentaba salir a la superficie para respirar, un codazo se lo impedía.

Y cuando no pudo más y los pulmones le ardían del esfuerzo, abrió la boca para tratar de meter algo de aire en sus pulmones. Y para su sorpresa, cuando lo hizo, un ataque de tos le recorrió todo el cuerpo. Se golpeó el pecho con violencia mientras tosía. No estaba muerto. No lo creía al menos. Cuando abrió los ojos se descubrió tirado en el suelo rodeado de niños. Oh, niños, qué habéis hecho.

La confrontación con aquel vampiro era inevitable. Estaba preparado y no me temblaba el pulso, aunque sabía que aquel sujeto poseía un poder envidiable. El hombre seguía murmurando frases que apenas lograba escuchar, mi improvisación quizás podría dar resultados contra su voz.

Mis pensamientos iban y venían con gran velocidad. Formulaba planes de lucha elaborados, estrategias complejas e incluso podía recrear en mi mente posibles secuencias de acción anticipándome a sus movimientos, planteando decenas de escenarios en mi cabeza donde salía victorioso. No obstante, siempre existía un desenlace donde no podía garantizar el éxito. No podía determinar con certeza todos sus movimientos y por ende no sabía si en realidad podría derrotarlo, sin embargo, eso no me hacía retroceder.

Aquel sujeto y sus “planes” poco convencionales resultaban en su mejor artimaña contra mi ingenio, si bien no podía determinar si era por su idiotez o un escepticismo particular, lo más sensato era continuar con cautela y aprovechar su estado actual.

El impostor seguía forcejeando contra otros que intentaban detenerlo, esperaba que esas luchas superficiales siguieran agotándolo antes de proceder y embestirlo con gran velocidad. Mi sombra se perdía en la realidad y el tiempo se convertía en una amenaza más, los refuerzos llegarían y seguramente Belov terminaría salvándose, y condenando al resto de presentes en el domo de cristal.

En un nuevo acontecer imprevisto, el hombre logró hacerse con lo que parecía ser una poción. Amenazando a los presentes en convertirlos en un – ¿Piriqué? – murmuré ignorante, parecía ser solo un farol impotente y desesperado. Sin embargo, los más temerosos huyeron ante sus palabras, dejando un terreno libre para el enfrentamiento.

Estaba listo para avanzar, mi sangre bombeaba con fuerza y mi vista aguda se centraba en los posibles puntos débiles del vampiro, pero un silencio ensordecedor me detuvo. Una mujer de gran atractivo y cabellera similar a la mía, con palabras mudas dejó en claro su postura para ayudar al vampiro y enfrentarme ambos. Su rostro se me hacía conocido, pero no podía reconocer de donde, lo único que sabía con certeza es que ahora debía reformular todos mis planes.

Sus palabras no me intimidaban, conocía las artimañas de los seres de sangre maldita y ya estaba preparado para lidiar con una confrontación en desventaja numérica… al parecer debía utilizar mi as bajo la manga antes de lo esperado. El tiempo seguía corriendo y ya empezaba a irritarme.

Valiéndose de aquel tiempo donde replanteaba el inicio de mi arremetida. El vampiro se abalanzó sobre mí a gran velocidad, arrojando el elixir sobre mi rostro. - ¿Pero qué caraj...? – el impacto fue inminente y por una fracción de segundo cerré mis ojos, perdiéndolo de vista. Seguido, aprovechando mis reflejos potenciados, sin poder seguir su ataque reaccioné por instinto al golpe que dirigía a mi rostro, apartándome por reflejo mientras el vampiro caía al suelo.

Sin embargo, en su aparatoso ataque mi pie se vio herido cuando el frasco de cristal del elixir impactó rompiéndose en pedazos. El dolor era agudo y si bien las botas me protegieron de los cortes, el golpe atentaba una parte sensible.

Me aparté rápidamente para recobrar la visión, analizaba mis manos asegurándome de que no me transformaba en aquella criatura que mencionaba el impostor. Relamí mis labios, un sabor conocido me confirmó que tal como supuse no era un elixir de transformación… El dolor en el pie desaparecía e incluso la incomodidad muscular por el grito previo se difuminaba.

Sonreí, el absurdísimo de aquella escena resultaba en exceso descabellado. – Ja… tranquilo que de inteligencia no te vas a morir… - indiqué mientras tronaba mi cuello haciendo énfasis de que me sentía pleno nuevamente tras ser dañado por una poción de curación.

Con un movimiento fugaz saqué un frasco grisáceo (1) de mi mochila de pociones para esparcir por el aire el líquido que rápidamente se transformó en un gas negro que formaba una nube para corta el paso de la vampiresa. Debía asegurarme que no interfiriera mi batalla con el vampiro impostor, si se le ocurría respirar siquiera un poco de aquel vapor quedaría incapacitada en una pesadilla.

Sabiendo que para la vampiresa rodear aquella nube le tomaría algún tiempo, me impulsé con gran velocidad tras el vampiro en el suelo. Con mi daga intenté propiciar una apuñalada fulminante, pero en un giro acrobático (y bastante tosco) el vampiro logró esquivar mi arremetida rodando por el suelo.

El impostor seguía rodando esquivando todos mis ataques, pero mi velocidad potenciada rápidamente me permitía recortar distancias y ya la posibilidad de predecir sus movimientos parecía garantizada. En mi mano libre partículas de sangre se arremolinaban para solidificar una nueva arma (2). Aquel sujeto no podría prevenir que las distancias cortas de la daga abrirían el espacio para ser apuñalado con un rapier de sangre.

Rapier de sangre:

Aparté mi mano izquierda con la daga para poder girar la cadera y poder traer con un movimiento rápido la espada fina. Mientras mi brazo derecho se dirigía hacia su cuerpo vulnerable, una risa eufórica me detuvo justo antes de penetrar la carne de aquel impostor.

Mis ojos se desviaron y el vampiro terminó de rodar ganando suficiente distancia como para salir de mi rango de ataque con la espada. Vi como niños y mujeres lloraban de alegría mientras podía entrar y salir por los espejos.

Ya… Ya, estamos salvados – Gritaban con alegría mientras más y más personas se daban cuenta que aquella prisión de espejos ya no mantenía encerrado a nadie.

Mi rostro reflejado en los espejos había desaparecido, algo había hecho que de un momento a otro aquel ente que amenazaba con matarnos a todos se esfumara y con eso la necesidad de matar a Belov. Ya no había deseo que conceder.

La espada perdió su estructura sólida y tomando una forma de esfera de sangre empecé a reabsorberla por la piel de mi mano. Guardé mi daga en su funda y dando la espalda al vampiro de magia de voz y su aliada de cabellera blanca señalé. – Ya no tengo por qué matar a nadie, disfruten de su vida. – Y empecé a caminar para desaparecerme entre la multitud que recuperaba su conciencia post histeria colectiva.

Un sentimiento agridulce acompañaba mis pasos, sin duda sería recordado por todos aquello en aquel domo, pero mis aspiraciones de poder me jugaban una nueva jugarreta, valga la redundancia. Debía continuar mi camino para garantizar que Aerandir me conociera sin la intromisión de seres como aquel del espejo.

… Aprendo…