Un destello brillante entre los escombros de las entrañas de la tierra [Fribba -Eirik-Libre][Cerrado]
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Re: Un destello brillante entre los escombros de las entrañas de la tierra [Fribba -Eirik-Libre][Cerrado]
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Era mi fin. Lo sabía. Allí, agazapada, muerta de miedo, delante del enorme basilisco sabía lo que sucedería después de que éste abriera sus fauces y mostrara sus imponentes colmillos que chorreaban la asquerosa sustancia espesa. Me miró unos segundos, como si se imaginara ya saboreándome y se irguió para lanzar su ataque final. Cerré los ojos con fuerza pero no sentí dolor. Los abrí lentamente y me encontré con una escena horrible: el lobo, Eirik, se había lanzado a la yugular del monstruo el cual se balanceaba frenéticamente de un lado a otro para quitárselo de encima, golpeando la pared para intentar aplastarlo. Eirik saltó en el momento justo para evitar ser dañado y se colocó entra la serpiente y donde yo estaba, gruñendo, desafiante. El basilisco lanzó un nuevo mordisco, destrozando parte de la escalera donde estábamos. Eirik volvió a atacar, ésta vez mordiendo el párpado de su enemigo y apartándose de donde me encontraba.
El lobo saltó de nuevo para alejarse de la serpiente, pero recibió un coletazo, chocando contra la pared. Cogí mi arco y una flecha del carcaj cuando la serpiente se dirigía hacia Eirik con la intención de devorarlo, y apunté bien. ‘’No me falles ahora’’, me di valor. Tensé la cuerda, fijé mi objetivo y la flecha silbo en el aire hacia el cuello del basilisco. Sin embargo, la flecha chocó contra sus duras escamas y cayó al suelo sin hacerle apenas un rasguño. Chasqueé la lengua y volví a probar suerte; la segunda flecha parecía que se clavaba pero resbaló nuevamente por el cuerpo de la criatura. Observé a Eirik que, a pesar de lo herido y agotado que estaba, lanzó una mirada al techo y desafió a la serpiente. En el techo se habían formado estalactitas de hielo por el intenso frío que había invadido la sala durante la pelea y me imaginé lo que quería hacer. El basilisco atacó y golpeó la pared y las estalactitas cayeron sobre él, atravesando sus escamas y clavándose en él. La serpiente siseó, furiosa y herida. El lobo corrió hacia mí y se agachó para pasar debajo de mí y montarme sobre su lomo. Me agarré a su pelaje, negro y denso, mirando al basilisco, que se revolvía y se giraba hacia nosotros con la intención de atacar de nuevo. Atranqué la puerta de nuevo empujando el pomo y girándolo hacia la derecha justo a tiempo, pues la puerta vibró con fuerza segundo después. Contuve el aliento, esperando un nuevo golpe del basilisco que, sin duda, derribaría la puerta, pero se hizo el silencio.
Habíamos llegado a una pequeña estancia, oscura. Gateé hasta donde estaba el lobo, que dormía, rendido ante el cansancio de la pelea y el dolor de las heridas. Me apresuré en sacar el tarrito con la pasta verde que él había usado para curarme la herida del tobillo, pensando que podría servir para sanar y ayudar a cicatrizar los cortes provocados por el basilisco. Unté los dedos en ella y, con suavidad y cuidado, fui aplicándola en todas las heridas, hasta que éstas quedaron bien recubiertas por el ungüento verdoso.
Noté que la piel de sus patas, su pelaje, estaban fríos al tacto. Froté con mis manos su lomo y patas para evitar que perdiera su calor corporal y que se enfriara más. –Te vas a poner bien-susurré aunque sabía que no me oía. Volví a rebuscar en el zurrón y saqué la improvisada cuerda de manteles que Eirik había fabricado para subir por la trampilla y le tapé con ella, para rodear después el cuerpo del lobo con mis brazos, apoyando la cabeza sobre el pelaje del animal, cerca de su oreja. –Tenías razón desde el principio-murmuré, cerrando los ojos, con tono arrepentido. –No te he traído más que problema desde que entré por la puerta de la mina para seguirte-nubecitas de vapor se elevaban por el aire cada vez que pronunciaba una palabra; el frío se hacía cada vez más insoportable y me metí yo también debajo de los manteles para intentar mantener por todos los medios el calor, tiritando. –Tendría que haberme quedado practicando con el arco en el bosque…-el suave pelaje del lobo me hacía cosquillas en la nariz-. No has dejado de salvarme la vida y cuidar de mí durante todo este tiempo y casi te cuesta la tuya-me lamenté, mordiéndome el labio, recordando la lucha contra el basilisco. De no haber sido por Eirik ya estaría en el estómago de la serpiente. Había sido más un estorbo que una ayuda, y aquello me frustraba a más no poder. Pero, me prometí a mí misma, que saldríamos de allí con vida, los dos. Cuidaría allí de Eirik hasta que se recuperase lo suficiente como para poder continuar.
Allí, envueltos por los manteles, permanecimos los dos, yo sin atreverme a cerrar los ojos por miedo a dormirme y a exponernos al peligro. Mis ojos se paseaban por la sala pero, debido a la oscuridad apenas era capaz de distinguir nada, sólo figuras confusas de rocas y estalagmitas y estalactitas que sobresalían de las paredes. Noté que el lobo se movía levemente y me aparté de él. –Eirik…-murmuré, mirándole; sus ojos azules parecían relucir en la oscuridad-. ¿Cómo te encuentras?
Última edición por Fribba Hedevary el Vie Ago 08 2014, 17:18, editado 1 vez
Fribba Hedevary
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Al fin abrió los ojos, la temperatura había descendido aún más y el tiritar de frio de Fribba lo había despertado
–Eirik…-murmuró, mirándole directamente a los ojos. El animal movió una de sus orejas, la chica parecía realmente preocupada por él. A pesar que Eirik no podía comprender el por qué alguien podría hacerlo y menos una humana-. ¿Cómo te encuentras? –nubes de vapor salían de sus secos y helados labios temblorosos por el frío, el lobo miró a su lomo, estaban tapados por manteles
<< ¿Pero qué…? >>se preguntó al ver que no había usado las mantas del zurrón<< Menudo desastre… >>pensó, de haber estado en su aspecto humano habría sonreído. Miró al lado derecho de la joven, donde estaba su zurrón, se lo acercó con su pata delantera derecha y con el hocico comenzó a hurgar en su interior; varias cosas sacó del saquillo accidentalmente antes de dar con lo que estaba buscando. Las mantas que habían recogido en la sala de torturas.
Sacó una y con un movimiento de cabeza la extendió sobre la joven, en ese momento reparó en que sobre sus cortes había untado el ungüento verde para las contusiones, suspiró
<< Se ha equivocado… Eso es solo para golpes… >>pensó divertido, con dificultad se movió un poco, para enroscarse más alrededor de la humana apoyando la cabeza sobre su regazo, para que así ella pudiese apoyarse cómodamente en su costado y al mismo tiempo Eirik pudiese ofrecerle su propio calor con su pelaje. Ella estaba tiritando y él necesitaban descansar, al menos un rato, estaba tan cansado y dolorido aun por los golpes que apenas podía moverse y mucho menos volver a su aspecto humano.
La llama de la antorcha comenzaba a flaquear Fribba ya no tiritaba tanto, el lobo supuso que el estar cobijada por las mantas, los manteles y él mismo, ya se sentía mejor. Mientras Eirik no quitaba la vista de encima de la puerta por la que habían pasado. Olía la sangre de aquella serpiente infecta, pero no al animal deduciendo así que desgraciadamente aquella cosa seguía con vida. Echó hacia atrás las orejas y arrugó un poco el hocico reprimiendo un gruñido pensando que si aquella serpiente volviese a plantarse delante de ellos, la despedazaría antes de volver a exponer tanto a Fribba, no quería ni pensar en lo que hubiese pasado si se llegase a haber distraído un solo segundo más o si el basilisco no se hubiese enfurecido lo suficiente como para volver a centrarse en él en vez de en la joven herida. Ella comenzó a acariciarle la cabeza suavemente, él levantó las orejas sintiéndose más tranquilo entrecerró los ojos medio adormilado.
<< Que agradable… >>pensó agradecido y relajado sintiendo como lo acariciaban ¿Cuánto hacía que nadie lo trataba con suavidad? Ya ni siquiera lo recordaba. Entre abrió los ojos al sentir que ella dejaba de acariciarlo, posando solo la mano sobre su cabeza y apoyaba todo su peso en su costado, la miró de reojo levantando un poco la cabeza. Estaba apoyada en él y envuelta en las mantas con los ojos cerrados y la respiración relajada, su flequillo caía suavemente sobre su cara y su pelo en cascada sobre su hombro derecho, se había dormido. Eirik volvió a apoyar la cabeza en su regazo para seguir dándole calor. Estaba algo confuso; siempre había tenido claro su pensamiento sobre los humanos; traidores, interesados, mezquinos y desleales. Sin embargo aquella joven ahora había cuidado de él pasando frío y arriesgándose a que aquella serpiente volviese en lugar de salir corriendo y dejarlo a su suerte. Tal vez ella era diferente, la excepción a la regla<< Te sacaré de aquí, lo prometo >>juró en silencio decidido a protegerla, empezaría manteniéndose alerta mientras la joven dormía, velaría su sueño y si ese basilisco o lo que fuese volvía lo despedazaría.
Eirik Argyle
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El lobo acercó con su pata delantera su zurrón y empezó a rebuscar en él con el hocico, tirando los tarritos medicinales que había sacado cuando me vendo el tobillo. -¿Necesitas algo?-me ofrecí a ayudarle, pero enseguida encontró lo que buscaba: una de las mantas de la sala de los esqueletos. Bajé la cabeza, avergonzada, "cómo no he podido verlas", me reproché por hacer que Eirik tuviese que ocuparse de todo una vez más incluso estando herido. Con un movimiento de cabeza, el lobo extendió la manta para que pudiera taparme con ella y colocó su cabeza en mi regazo. Yo apoyé la espalda en su costado, abrigada por el calor de su pelaje, no sin antes colocar parte de la manta sobre él también, pues me preocupaba que pudiera pasar frío. Allí, tapada hasta el cuello con la manta y los manteles empecé cada vez a tiritar menos; de vez en cuando miraba de reojo al lobo que no apartaba su vista de la puerta. “Está preocupado por si esa cosa vuelve a aparecer...", imaginé, ya que lo veía algo nervioso. Alcé mi mano bajo la manta, dudosa, pero al final la dirigí y comencé a acariciarle la cabeza con suavidad. -Gracias-susurré en un tono casi imperceptible. Estaba agotada por los nervios, la tensión y el miedo acumulados durante nuestro recorrido por la mina y agradecía aquella tranquilidad aunque supiera que era momentánea.
Mis ojos se cerraron lentamente y poco a poco el sueño acabó venciéndome. Mientras estaba sumida en un sueño reparador, soñé que estaba en Lunargenta, con mis tíos y mis primos, recorriendo la ciudad de aquí para allá como si fuera un día completamente normal. O al menos lo parecía en principio, pues el sueño se transformó en pesadilla cuando, al pasar por la zona del puerta grandes ráfagas de aire helado me revolvieron el pelo y el agua del mar comenzó a congelarse, cada vez más, cubriendo los muelles de madera, los barcos que estaban atracados en ellos, las piedras de las calles, acercándose hacia donde me encontraba. Eché a correr lo más deprisa que pude hacia casa de mis tíos, volviendo la cabeza atrás de vez en cuando, pero la escarcha me ganaba terreno cada vez más rápido, tapizando de brillante y frío hielo todo lo que tocaba a su paso. Hasta que me alcanzó.
Abrí los ojos de golpe, respirando agitadamente. Tiritaba de nuevo a pesar de estar cubierta por la manta, y es que la temperatura de la sala había bajado con respecto a cuando me había quedado dormida. El lobo, Eirik, me daba con el hocico en la mano tratando de llamar mi atención hacia la puerta que nos había salvado de los colmillos del basilisco y descubrí, horrorizada, que esta comenzaba a congelarse. No me hice de rogar: recogí la manta, los manteles y el resto de nuestras pertenencias y subí a lomos del lobo ante la insistencia de sus indicaciones. Avanzamos por un camino oscuro, muy oscuro y la antorcha que yo llevaba en la mano apenas iluminaba ya. ‘’No sé qué vamos a hacer cuando esto se apague’’, pensé. Me daba pánico el fuego pero su luz era la que nos había guiado por las estrechas y oscuras galerías de la mina.
Habíamos llegado a una sala circular, pequeña, en la que apenas cabrían cuatro personas. Bajé del lobo con cuidado, dejando el zurrón en el suelo y me alejé un poco para investigar. "Que extraño", pensé, nunca imaginé que habría una estancia como aquella en la mina y menos que no llevara a alguna parte. Me volví hacia donde estaba el lobo, pero este había desaparecido. Retrocedí, asustada al no verle. -¿Eirik?-le llamé alzando un poco la voz-. ¡Auch!-me quejé cuando mi espalda chocó contra algo duro. Me giré y vi un barrote de hierro anclado a la pared. Alcé la antorcha y comprobé que a medio metro de éste había otro, y otro más arriba... Y otro más... Hasta desaparecer en la oscuridad en un tunel circular y de paredes lisas que había en el techo. Era imposible saber la longitud del mismo o a dónde llevaba. Sólo podríamos saberlo si trepábamos ayudándonos de los barrotes. Examiné el primero de todos y que estaba a mi altura: el hierro del que estaba hecho estaba oxidado y parecía que se iba a descolgar en cualquier momento. Agarré el barrote y lo moví, comprobando su estabilidad; se soltó en cuanto apliqué un poco de peso en él, quedándome con él en la mano. " Qué bien", dije sin muchos ánimos. En aquella sala comenzaba a hacer cada vez más y más frío como en la anterior. Teníamos que darnos prisa en salir de allí.
Fribba Hedevary
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Levantó las orejas y alzó un poco la cabeza en alerta, al escuchar unos leves sonidos de congelación, miró hacía la puerta
<< Mierda… >> pensó al ver que se estaba congelando la puerta por la que habían entrado, frunció el lobuno ceño al escuchar el lamento de la madera al craquelarse y agrietarse por las contracciones que el hielo obligaba a hacer, miró rápidamente a su compañera, seguía dormida y tenía que avisarla. Comenzó a darle toques en la mano con el hocico, al fin Fribba se despertó de golpe con la respiración agitada y sobresaltada, Eirik la miró pensando que podría haber tenido una pesadilla, cuando la joven se serenó, el lobo con un movimiento de cabeza le señaló la puerta para que viese lo que estaba pasando. No fue necesario decir nada más, la humana se dispuso a recoger las cosas al mismo tiempo que Eirik se levantaba sin poder evitar soltar un leve quejido, estaba dolorido por el combate, aunque le pesaba no haber luchado hasta matar al basilisco, sabía que eso había sido lo mejor, pues sacar a aquella joven de allí era más importante que su orgullo de guerrero.
La joven montó de nuevo en él y Eirik comenzó a avanzar por el camino, a decir verdad se le hacía más cómodo llevarla así, como si estuviese cabalgando sobre él como lobo que a caballito como humano.
<< Soy idiota… Así nos podríamos haber ahorrado muchas cosas… >>aseguró con frustración, pues en su forma lupina era más fuerte y resistente, si como humano la delgadita y menuda Fribba le pesaba poco, como lobo prácticamente no notaba su peso, era como llevar una muñequita sobre su lomo. Llegaron a una habitación pequeña, donde había el espacio justo para cuatro personas, el lobo se removió algo incómodo pues apenas tenía espacio para moverse. Fribba desmontó, posiblemente al notar su incomodidad, ella comenzó a explorar la pequeña sala, Eirik aprovechó y camino hacia el pasillo por el que habían venido, no sin antes quitarle el zurrón de la mano a la joven que no se percató de este acto, pues estaba distraída observando la sala.
El pasillo por el que habían pasado, estaba cada vez más frío y a la lejanía entrevió como el hielo avanzaba de forma lenta pero segura, como si el invierno se hubiese adelantado en esa cueva helándolo todo. El animal dejó el zurrón con cuidado en el suelo y ahora que se sentía más fuerte y reposado procedió a su transformación en humano, pues según lo que tuviese que hacer sería más cómodo así, además la transformación apenas duraba unos segundos y era indolora sin embargo tenía un gran inconveniente:
-¡Ah….! ¡La madre que parió al puto frío este...! –gruñó muerto de frío y es que cuando volvía a ser humano estaba totalmente desnudo-. Joder, joder, joder… -siguió gruñendo buscando su ropa en el zurrón y temblando de frío, tanto que hasta le castañeaban los dientes, por suerte la encontró y se vistió rápidamente o al menos la parte inferior de su cuerpo, pues su chaleco seguía en posesión de Fribbieta, él no iba a pedírselo, probablemente ella lo necesitaba más, lo que sí hizo fue sacar una de las mantas del zurrón y envolverse con ella, de nuevo se quejó un poco al moverse, pues ahora sin el pelaje oscuro y suave que recubría su forma lupina se podían apreciar todos y cada uno de los múltiples cortes y morados que recorrían su cuerpo, el que más llamaba la atención estaba situado en su costado derecho pues le cubría toda la zona de las costillas como una enorme y dolorosa mancha morada. Luego se acomodó el zurrón a la espalda y la ballesta a su hombro, acto seguido regreso a la estancia, acababa de oír que ella lo llamaba y parecía nerviosa.
-Estoy aquí –respondió con pasividad cuando estuvo en la habitación, Fribba que estaba examinando algo en la pared se volvió. Eirik frunció el ceño y achicó los ojos extrañado al ver la expresión de la joven, que boquiabierta lo miraba con una expresión entre alivio, tristeza y arrepentimiento-. ¿Pasa algo…? –preguntó con cautela, dio un respingo y se tensó en cuanto nada más terminar la pregunta la joven lo abrazó fuertemente, por lo que la manta se deslizó de sus hombros hasta el suelo, ella comenzó a hacerle un motón de preguntas a la vez en un nivel de nerviosismo que rozaba peligrosamente la desesperación, al escucharla el licántropo se destensó y le acarició el pelo, respondiendo únicamente a la primera pregunta con un-. Estoy bien – y con una sonrisa tranquila, sonrisa que Fribba no pudo ver, ya que tenía la cara aplastada contra el pecho de Eirik sin menguar ni un momento la fuerza con la que lo estrechaba. Cuando notó que ella se tranquilizó un poco, dejó a un lado la sonrisa y puso su habitual cara de pocos amigos -. Venga ya vale… -refunfuñó fingiendo molestia y apartándola con cuidado-. ¿Pero quién te has pensado que soy? ¿Un osito de peluche? –finalizó con sarcasmo cruzándose de brazos, pero su comportamiento esta vez no se parecía en nada a la aptitud arisca que había empleado en la entrada de la mina. Luego miró hacía la pared que había estado mirando la joven, adelantándose unos pocos pasos-. ¿Qué has descubierto? –preguntó examinando la superficie con aquellos precarios escalones, Eirik bufó-. Menuda sorpresa… -comentó hastiado y rebuscó de nuevo en su zurrón, se quedó unos segundos mirando fijamente el contenido de su saco sin mover un musculo, total y absolutamente estupefacto.
Al cabo de unos segundos comenzó a reir con ganas, no había dado exactamente con lo que buscaba pero servía, la joven se lo quedó mirando extrañada y su cara se volvió todo un poema cuando el licántropo afirmó entre risas-. Somos idiotas… -metió la mano en el interior del saquillo-. Nosotros haciendo el gilipollas con manteles… -sacó una cuerda-. Y mira lo que teníamos… -le enseñó la cuerda con la que se habían atado para cruzar el acantilado y el puente de madera. Sin pensarlo dos veces se ató un extremo a él y el otro a ella, tal y como hicieron en su momento, luego miró a Fribba-. ¿Preparada? –preguntó de manera retorica antes de empezar a ascender con cuidado por aquella herrumbrosas escaleras un duro ascenso hacia lo desconocido les esperaba.
Eirik Argyle
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Eirik surgió de la oscuridad del pasillo en su forma humana. Su cuerpo presentaba múltiples moratones y cortes producidos por las escamas del basilisco, llamaba la atención en concreto uno que tenía en el costado derecho. Sentí una mezcla entre alivio por escuchar de nuevo su voz y remordimientos por verle en aquel estado. Me abalancé sobre él para abrazarlo con fuerza y con cuidado para no hacerle daño y que le dolieran más las heridas.
-¿Te encuentras bien? ¿Dónde te habías metido? ¿Te duelen mucho las heridas?-le bombardeé a preguntas; tal vez no era el momento más oportuno para ello pero no había podido evitarlo. Sentí que me acariciaba el pelo y me respondía que se encontraba bien, haciendo que me relajase un poco-. ¡Me tenías preocupada!-protesté cuando él me apartó, frunciendo el ceño.
Centramos nuestra atención en os barrotes anclados a la pared que había encontrado momentos antes; no hizo falta que le explicara nada acerca de ellos, pues ya comprobó el precario estado de éstos por el mismo y que subían por la pared hasta perderse en la oscuridad. Parecía que era el único camino que podíamos seguir, pues de ninguna manera íbamos a volver hacia atrás, a los brazos del frío que nos perseguía. Eirik rebuscó algo en su zurrón y quedó sorprendido. -¿Qué pasa?-le pregunté cuando comenzó a reírse, risa que continué al enseñarme la cuerda que habíamos usado para cruzar el acantilado y de la que nos habíamos olvidado por completo. –Sí, lo somos-afirmé. Habíamos perdido el tiempo con los manteles teniendo una bonita y resistente cuerda guardada todo el tiempo en el zurrón. Sería una graciosa anécdota para contar cuando recordáramos aquella aventura.
-Preparada-aseguré y comenzamos a escalar. Eirik fue primero, por si yo resbalaba y quedaba colgada de la cuerda poder soportar mi peso. Los barrotes se temblaban peligrosamente cada vez que me agarraba a ellos y me impulsaba con los pies para alcanzar el siguiente. Notaba que aliento gélido de aquello que nos estuviera persiguiendo, si de verdad había algo y no era mi imaginación, avanzaba y temía que nos diese caza antes de poder alcanzar el final del túnel.
Eirik se detenía para preguntabarme de vez en cuando cómo me encontraba o si necesitaba ayuda, tras contestarle reiniciábamos la marcha y seguíamos subiendo. Los brazos me empezaban a doler por los movimientos repetitivos; una y otra vez, tanteaba con los dedos la posición del siguiente barrote y subía un escalón más, y otro y otro. Me agobiaba el poco espacio del túnel, pues su diámetro era reducido y, de haberlo intentado, no hubiese podido estirar los brazos completamente. La punta de los dedos se me congelaba, apenas los sentía y me dificultaba el aferrarme a los peldaños, tenía que moverlos y abrir y cerrar la mano para volver a recuperar la sensibilidad y comprobar que me respondían; cualquier error supondría caer al vacío y una muerte segura pues, a juzgar por el tiempo que llevábamos escalando debíamos estar ya muy lejos del suelo de la sala que habíamos dejado atrás.
La pared en la que estaba sujeto el barrote en el que tenía apoyado el pie se resquebrajó y el hierro cayó al vacío junto con algunas piedrecitas, aunque por suerte me había agarrado bien con las manos al que había por encima de mí. Estaba cansada; mis fuerzas me abandonaban un poquito cada vez que tenía que empujarme para alcanzar un peldaño superior, y con ellas sentía que mi ánimo también disminuía. Ignoraba el tiempo que llevábamos subiendo, media hora, una quizás incluso dos, la desesperación por no ver el final y saber que ya no había vuelta atrás, pensé, acabaría por volverme loca.
Pronto la sensación de frío aumentó. Notaba los labios secos y cortados, y se habían tornado de un color morado, mientras que mis mejillas y mi nariz habían empezado a sonrojarse por la baja temperatura. Tiritaba tanto que a veces me costaba aferrarme al hierro y continuar. A lo lejos escuchaba un sonido que hacía que me estremeciera y me recorrieran escalofríos. Me paré un momento para recobrar el aliento y Eirik me preguntó que pasaba al sentir. –No es nada, sólo… Necesito descansar un momento…
Lancé un quejido cuando noté un frío intenso en las manos, tan intenso que sentí que me quemaba; solté el barrote con una de las manos, temblorosa, estaba enrojecida y se podía ver la señal que había dejado el barrote en ella. El hierro comenzaba a cubrirse por una densa capa de hielo, se formaban cristalitos en las paredes y en el metal a causa de la humedad. Y de repente se escuchó desprenderse uno de los escalones que había por debajo de mí, no muy lejos de dónde estábamos. El frío los destruía a medida que avanzaba, implacable. Y estaba cada vez más cerca.
-¡H-Hay que darse p-prisa!-tartamudeé, castañeándome los dientes. Eirik aceleró la marcha, a tal ritmo que casi era arrastrada por la cuerda que nos unía. La subida se había convertido en una escapada frenética, una huida de un enemigo invisible. Ascendía sin parar, aferrándome a los barrotes, sin mirar abajo; temía que si me detenía en cualquier momento una mano invisible me agarraría por los tobillos y tiraría de mí, hacia abajo, hacia la oscuridad infinita y arrastraría a Eirik conmigo.
‘’Que esto acabe ya’’, sollocé agotada. Apenas me quedaban fuerzas para continuar peleando por sobrevivir en aquella persecución. Aquellas escaleras no tenían fin, ¿cuánto tiempo más había pasado desde que el frío les estaba alcanzando? De pronto me di cuenta de que Eirik había detenido su avance cuando mi cabeza casi choca con sus botas. Alcé la cabeza. –D-Dime que hemos llegado al f-final-rogué, volviendo a creer que aún había esperanza. El joven me informó de que había dado con algo, una especie de trampilla que era incapaz de abrir. Me abrí paso y subí por los barrotes hasta ponerme a su altura y nos pusimos de acuerdo para empujar la puerta a la vez. La madera de la trampilla comenzó a ceder ante nuestra fuerza. ‘’¡Un poco más!’’, saqué fuerzas de flaqueza empujar con la mano que tenía libre mientras que con la otra seguía sujeta al barrote.
La trampilla se abrió. Eirik se apresuró en salir y me tendió la mano para ayudarme a pasar por ella, tras lo cual la cerramos todo lo deprisa que pudimos, sin saber si eso detendría el avance del hielo. Caí al suelo, exhausta, casi sin poder respirar, mareada. ¿Cuánto quedaba para que acabara aquella pesadilla?
Fribba Hedevary
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Subió el primero por la trampilla, pues cuando ella se había puesto a su lado para empujar juntos había visto que la joven estaba muy pálida, con las mejillas y la nariz rojas de frío, y tiritando con algo de hielo acumulado en su cabello pelirrojo, pestañas y cejas. Una vez arriba le tendió la mano para ayudarla a subir, se fijó en que las puntas de sus dedos comenzaban a estar incluso amoratonados.
-Se acabó. –avisó tras chasquear la lengua, a pesar de que le costaba un poco respirar, como si se estuviese ahogando, sin embargo no hizo demasiado caso a aquello lo atribuyó a las cinco horas de trayecto hacia arriba por las escaleras. Cuando ella estuvo arriba, malhumorado cerró la trampilla con un golpe seco, después se puso en pie tiritando de frío también, sacó las dos mantas del zurrón y sin decir nada más envolvió a Fribba con las dos, ella se lo quedó mirando, preguntándose posiblemente que estaba haciendo, acto seguido la subió de nuevo a caballito, aunque ella se resistió argumentando que estaba herido
-Y tus estas a punto de convertirte en un jodido cubito de hielo –gruñó, luego sacó la cuerda y ató a la joven a caballito aferrándola a él con la manta encima-. Ya puedes patalear, gritar, pegarme o dormirme si te da la gana. Pero tú no te bajas de aquí hasta que como mínimo cojas algo de calor –prácticamente le ordenó, no es que él estuviese en mejor estado, al contrario al no llevar ni siquiera su chaleco tenía muchísimo frío, pero su resistencia era mejor que la de la frágil joven y para un humano que valía la pena, Eirik se había metido entre ceja y ceja ayudarla costase lo que costase.
Con Fribietta atada a su espalda comenzó a investigar la sala antorcha en mano. De nuevo una sala espaciosa en la que parecía no haber nada, salvo la tétrica decoración a juego con las demás estancias, a lo lejos del todo vio una puerta, el inconveniente: Tenía un enorme pedrusco la atoraba. El licántropo se acercó y aun temiéndose que no podría moverla intentó empujarla, la temperatura no dejaba de descender y la superficie de la roca se estaba enfriando casi tanto como los barrotes por los que habían trepado, tanto que incluso Eirik notaba como le quemaban la piel de las manos, los brazos y el torso mientras no dejaba de empujar inútilmente. Agobiado se apartó de la roca y la miró furioso a la vez que algo fatigado y muerto de frío, chasqueó la lengua.
-A la mierda –maldijo con falsa calma, en ese momento desató a Fribba y la dejó con cuidado en el suelo, ella dio un gritito y se dio la vuelta al ver que el mayor se quitaba la ropa dejándola caer de manera desgarbada en el suelo, ella le chillo nerviosa preguntándole que hacía-. ¿No lo ves?-ella le replicó, y Eirik gruñó-. Como lobo soy más fuerte, cuando me trasforme ata la cuerda a la roca y el otro extremo a mí –explicó en tono imperativo, no aceptaría un no por respuesta. Fribba de espaldas a él y completamente sonroja fue a protestar algo, pero una gran, húmeda y fría nariz canina en el brazo le indicó que ya era tarde, el lobo le entregó la cuerda y ella la enrolló alrededor de la roca y ató el otro extremo al lobo formando una especie de arnés. Entonces comenzó a tirar de él, Fribba envuelta al ver que a roca no se movía también se puso a empujar.
Tiraron durante mucho rato y con fuerza, la cuerda crujía y se retorcía lamentándose por los fuertes tirones del lobo y la humana pero la testaruda roca no se movía de su lugar. Fribba lo dejó estar e intentó convencer a Eirik de que parase, pero el licántropo era testarudo y comenzaba a desesperarse. Era una mala combinación de emociones, una combinación que hizo que el lobo tirase aun con más fuerza si podía, con la fuerza de alguien a punto de perder toda esperanza, sus patas arañaron el suelo que comenzaba a helarse, unos hilos de baba caían de las fauces del lobo que gruñía por el esfuerzo, la cuerda chirrió al mismo tiempo que empezaba a clavarse en la suave piel del lobo formando una fricción que dio como resultado unas dolorosas incisiones ahí donde el simulado arnés lo rozaba. Al verlo Fribba comenzó a gritarle horrorizada, pero Eirik no quería escuchar a nadie, no pensaba atender a razones, solo le importaba mover aquella piedra, aquella pesada roca que tal vez los separase de la libertad e iba a apartarla aunque para ello tuviese que arrancarse la piel, tirando cada vez con más desesperación.
Finalmente la joven pelirroja corrió delante suyo, donde se arrodillo, tomó la cabeza del animal para obligarlo a que la mirase a los ojos e intentó calmarlo. Al escucharla mientras con suavidad le acariciaba lentamente desde el hocico hasta el final de la cabeza, se calmó un poco y dejó de tirar a pesar de que su respiración seguía algo turbada por el esfuerzo, bajó las orejas y la cola, en ese momento fue consciente del dolor que le producían las heridas que acababa de hacerse a sí mismo. Se sentó y bajó la cabeza entrecerrando los ojos con tristeza y cansancio de nuevo sentía que había fallado a alguien y una vez más no era capaz de cumplir con lo que debía hacer por el bien del grupo, aunque esta vez fuese un grupo de dos individuos y su compañera fuese una humana herida. Cayó de lado, quedando tumbado en el suelo, fulminado por otro ataque de sueño.
Cuando despertó, Eirik se dio cuenta de que ya no estaba atado con la cuerda y de nuevo, Fribba había cubierto sus heridas con el ungüento verde
<< Tendré que explicarle para que sirve cada tarrito… >>pensó divertido, de nuevo si hubiese sido humano habría sonreído. Una vez más se encontró envuelto por mantas y con la joven apoyada en él, refugiándose en su pelaje contra el frío y calentándose las manos en una pequeña hoguera que había encendido con algunos tablones rotos y la antorcha. El lobo de pelaje negro y ojos azules alzó un poco la cabeza olfateando el aire, unas pequeñas nube de vapor salieron de su nariz, había bajado la temperatura y un par de metros al borde de la trampilla ya estaban completamente helados. Miró de nuevo a la joven, estaba hecha un ovillo abrigándose como podía, tiritaba, los dientes le castañeteaban, estaba aún más pálida y sus mejillas, nariz y extremidades comenzaban a enrojecer de frío, su cabello y su piel comenzaban a tener pequeñas virutas de hielo que brillaban iluminadas como joyas por la luz de la incipiente hoguera. Eirik bajó la cabeza y gimoteó rodeando a la joven con su cabeza y la cola, enroscándose tanto como podía para ofrecerle su calor<< Perdóname por no poderte sacar de aquí… >>se lamentó para sí, resignado a morir de frío.
Eirik Argyle
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Re: Un destello brillante entre los escombros de las entrañas de la tierra [Fribba -Eirik-Libre][Cerrado]
Últimas horas de la madrugada
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Una sala rectangular, similar a la última en la que había estado, pero esta tenía una salida solamente, y la misma estaba sellada con una roca. ¿Cómo sería abierta? El destino sabría... Podría recurrirse a la física. Habían muchas herramientas allí, entre hierros, tablones, martillos, yunques y más cajas con herramientas, estanterías, pero nada de mesas ni sillas. Las que habían, tenían la madera podrida.
Si conseguían quitar la roca del lugar, y no morir de frío, podrían ver la salida de la cueva hacia el bosque, pero deberían cortar ramas y malezas de antaño acumulas allí, ademas de unas cuantas arañas del tamaño de la mano de un hombre.
Eso sí, la salida siempre y cuando se apresuraran con un útlimo esfuerzo. No había tiempo para dormir. Una mano putrefacta abre la trampilla y el frío ingresa con más intensidad al interior de ese lugar, empezando a helar desde el lugar donde aparece. Era uno de esos espectros de los que tanto se rumoreaba.
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Acá finaliza mi participación en su rol mastereado. El corfre contiene lo siguiente:
1500 aeros que pueden repartirse entre ambos.
"No soy como tu crees, querida Eisey mía. Si muero en busca de Joshep, el malvado patrón dragón que dirige las minas, y n oregreso en tres lunas, Ildan ha de llevarte este cofre.
Sepa amada mía, que el con el broche puesto sobre tu corazón, verás un animal y podrás usarlo para espiar a nuestros enemigos, o ver una salida, o lo que desees, pero verás a través de los ojos del animal y podrás conducirlo a donde desees... Además de los aeros que podrán mantener a nuestra pequeña Lilith, te mando la pócima de Miriril, nombre que designó el alquimista al preparar la pócima que es capaz de unir los sueños con alguien y si inconsciente se hallara, traerlo de regreso. Espero que sea útil amada mía. Me despido con esta carta, esperando regresar contigo alguna vez, o Ilidan irá por mí... Hasta pronto según el destino decida.
Eliot"
- Broche de oro con una piedra verde:
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Tiene 3 usos. Incluye un pergamino que explica su función.Puedes ver desde los ojos de un animal que elijas. Funciona al colocarte el broche sobre el corazón. Dura un turno de rol.
- Pócima misteriosa:
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Tiene 3 usos.
Unifica los sueños de quien lo beba, tomando la mano de alguien, o estando en contacto alguno. Puede ser útil para traer de regreso a la conciencia a alguien.
Ansur
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Re: Un destello brillante entre los escombros de las entrañas de la tierra [Fribba -Eirik-Libre][Cerrado]
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- Off: las acciones, diálogos y expresiones de Eirik están previamente pactadas con la user propietaria del pj
‘’Qué cabezota es’’, pensé cuando insistió en llevarme sobre su espalda mientras explorábamos la sala, envuelta en mantas. De nuevo un obstáculo aparecía en nuestro camino hacia la libertad: una piedra bloqueaba el acceso a una puerta, el único sitio por donde podíamos continuar nuestro camino. Eirik chasqueó la lengua, maldiciendo, y me dejó con cuidado en el suelo para después empezar a desvestirse. Giré la cabeza, muerta de vergüenza y sonrojada hasta las orejas. -¿¡S- Se puede saber qué narices estás haciendo!?-le pedí explicaciones. Aquel no era momento de quitarse la ropa, mucho menos con el frío que hacía; acabaría pillando un buen resfriado. Escuché su voz explicándome que como lobo era más fuerte y pidiéndome que atara una cuerda a la roca y otra a él, para intentar tirar de ella. Protesté enseguida. -¡De ninguna manera! ¡Eirik estás herido, puedes hacerte más daño aún…!-pero no sirvió de nada, pues el hocico del lobo me tocó la mano, llamando mi atención, con un la cuerda de antes en la boca. Con un suspiro de resignación, até la cuerda alrededor de la roca y el otro extremo alrededor del lobo, con cuidado. Uní mis fuerzas a las de Eirik y comencé a empujar la roca con todas mis ganas, pero no se movía ni un milímetro. Era capaz de ver la madera de la puerta, allí, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo; no podíamos alcanzarla.
Por mucho que lo intentásemos, éramos incapaces de desplazar la roca. Cansada y dolorida, llamé a Eirik para que lo dejase y que descansase, que pensaríamos en una idea mejor. Sin embargo, el lobo parecía dispuesto a mover la roca costase lo que costase, ignorando mis palabras y tirando cada vez más desesperadamente. Asustada por su comportamiento, corrí a su lado para hacerle entrar en razón. –Eirik… ¡Eirik!-grité, arrodillándome delante de él y cogiendo su cabeza entre mis manos. –Por favor, detente…-hice que me mirase a los ojos y parecía que se tranquilizaba-. Vamos a pensar en otra forma de salir de aquí, ¿vale?-le acaricié la cabeza y terminó por calmarse algo más y dejar de tirar, y, agotado, acabó dormido como antes. Le desaté la cuerda y volví a buscar entre sus pertenencias el frasquito con el ungüento verdoso para recubrir las nuevas y viejas heridas y que sanaran bien. Recogí varios tablones rotos que había por la sala, los apilé cerca de nosotros y, con la pequeña llama que aún sobrevivía en la antorcha, encendí una pequeña hoguera tras varios intentos, pues me daba miedo quemarme si de repente aquello empezaba a arder y las llamas me alcanzaban. Mientras cogía los tablones me fijé en que había varias herramientas repartidas por aquella sala, la mayoría oxidadas y en un estado que hacía imposible su uso: martillos, palas, yunques, picos… Palas… Sí, quizás, si la madera no estaba podrida y aguantaban el peso de la roca podrían usarlas como palancas y desplazarla así. Se lo propondría a Eirik en cuanto despertase, decidí.
Nos envolví a ambos con las mantas para aguantar el frío hasta que él despertase. Tiritaba y los dientes me castañeaban; la hoguera no era lo suficientemente grande para proporcionar mucho calor, aunque era mejor que estar en una sala completamente oscura. De repente el lobo me rodeó con su cabeza y su cola. –Buenos días-le dije, sonriendo. Se me hacía bastante raro el hablarle a un lobo, más a un lobo que momentos antes había sido un humano. Le acaricié detrás de las orejas y comencé a hablarle de mi idea. –Antes he visto algunas herramientas, había palas entre ellas; podríamos intentar usarlas como palanca, ¿qué te parece la idea?-no estaba muy segura de que fuese a funcionar, pero menos funcionaba estar de brazos cruzados. El lobo alzó las orejas, parecía interesado. -¿Te parece bien? ¡Voy a buscarlas!-dije poniéndome de pie de un salto. Aquella nueva idea y la esperanza de una nueva oportunidad para salir de la mina me habían levantado el ánimo. Me dirigí a la zona donde se encontraban las herramientas y escogí las dos palas que se encontraban en mejor estado, pues algunas de ellas estaban partidas por la mitad o la humedad las había oxidado. Cuando me di la vuelta, el joven, de nuevo humano, terminaba de vestirse. Giré la cara rápidamente, incómoda y colorada. -¿Q-quieres hacer el favor de avisar cuando vayas a hacer eso?-protesté, refiriéndome a su transformación.
Cada uno tomó una pala e introdujimos su extremo bajo la roca. ‘’Espero que funcione’’, no teníamos muchas más opciones de moverla. A la de tres, cada uno comenzó a hacer fuerza en el otro extremo de la pala para desplazar la roca. La roca pareció moverse un poco y al dejar de aplicar fuerza, volvió a su sitio. Pero se había movido, con eso teníamos suficiente, nos había devuelto las ganas de seguir peleando por sobrevivir. Y el frío volvió a aumentar.
Probamos suerte nuevamente, y conseguimos mover la roca unos centímetros más. Gotas de sudor me caían de la frente por el esfuerzo y por otro lado, tiritaba y me temblaban las manos. Coloqué bien el extremo debajo de la roca y cuando estuvimos preparados repetimos la operación, la roca se apartó otro poco. Un crujido nos alertó de que el peligro estaba cerca de nuevo: la madera de la trampilla había empezado a congelarse. Eirik lanzó una maldición y nos centramos en mover la roca lo suficiente al menos como para entrar por la puerta; cada vez quedaba menos. La madera del mango de mi pala se quebró debido al peso de la roca; lo arranqué y lo lancé lejos para que no me estorbara y volví a aplicar la fuerza en lo que quedaba de mango. -¡Un poco más!-grité.
La roca se iba desplazando poco a poco, mientras que por otro lado la trampilla se abría y comenzaba a congelarse todo lo que había a su alrededor. La madera astillada del mango se me clavaba en las palmas de las manos, mas no le di importancia, no había tiempo que perder. Tras varios intentos más, la puerta se veía parcialmente, lo suficiente como para pasar por ella. Eirik se apresuró en abrirla y me dejó paso para que cruzara. Lo último que vi antes de que se cerrara la puerta fue una mano putrefacta apareciendo por la trampilla.
Me giré, con el corazón latiéndome deprisa y la respiración agitada, hacia el lado contrario. Estuve a punto de llorar de felicidad al ver una luz lejana, muy lejana, escondida entre la maleza, pero luz. El final estaba cerca. -¡Es una salida!-exclamé, eufórica, casi sin fuerzas para correr. Las paredes de roca estaban cubiertas de telarañas, algunas caían como una cortina hasta el suelo del túnel. Agarré el arco que llevaba a la espalda para apartarlas y poder pasar, temiéndome lo peor. Si había telarañas, debería estar cerca los seres que la producían. Dos arañas, grandes como la mano de un hombre, nos observaban desde el techo del túnel, justo encima de mí, junto al resto de sus hermanas que se escondían en los agujeros que habían en las paredes.
Fribba Hedevary
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Re: Un destello brillante entre los escombros de las entrañas de la tierra [Fribba -Eirik-Libre][Cerrado]
- Aclaraciones:
- Las acciones, reacciones, expresiones y diálogos de Fribba han sido pactados con la user
Fribba le explicó que mientras había estado inconsciente, había explorado la habitación y había encontrado muchísimas herramientas y que ahora ella tenía un plan; Fribba pensó en usarlas para hacer palanca. Eirik irguió las orejas mostrando interés, el plan era evidente. Pero no se reprochó que no se le hubiese ocurrido al fin y al cabo no se consideraba demasiado listo.
Con energías renovadas ambos se pusieron en acción, ella levantándose en un saltito y el lobo poniéndose en pie y volviendo a su forma humana, tenía frío así que se apresuró a ponerse la ropa, un grito y una frase de reproche le hicieron mirar hacia atrás por encima de su hombro mientras se ataba los pantalones
-¿Q-quieres hacer el favor de avisar cuando vayas a hacer eso?-protestó de nuevo roja como una cereza, Eirik siguió mirándola por encima de su hombro con las cejas levantadas en una expresión despreocupada y medio adormecida
<< ¿Y ahora porque se altera tanto? >>se preguntó sin que realmente le interesase, acto seguido se sentó y se puso sus botas, además de pasarse una de las mantas por encima, Fribba seguía con su chaleco puesto. Una vez vestido se hizo con una pala, se colocó en el lado opuesto de la joven pelirroja y comenzaron a hacer palanca al mismo tiempo. La roca se movió un poco, de una manera casi imperceptible para luego regresar a su lugar, sin embargo aquello fue suficiente para devolver la esperanza a los dos jóvenes atrapados en la mina, que de nuevo a la de tres hicieron palanca con mucha más fuerza.
Pero no todo podía ser tan bonito, el frío aumentó de nuevo y no venía solo, Eirik se distrajo un momento, pues sus oídos estaban escuchando algo que rascaba la madera de la trampilla
<< Solo debe parecérmelo… >>se convenció, pues su olfato no captaba nada, segundos después escuchó el chirriar de la trampilla abrirse muy lentamente-. ¿Pero qué coño…? –se preguntó Eirik sin dejar de hacer fuerza al ver que aquello se abría cuando se suponía que allá abajo no había nada más, al mismo tiempo de que los alrededores de la trampilla y la propia puertecita del suelo se helaban por completo. La roca se apartó lo suficiente para poder abrir la puerta y pasar, sin pensárselo dos veces la abrió y dejó pasar a la pelirroja, el entró, pero previamente espero unos segundos, todo para ver qué clase de criatura podía escapar a su olfato. La piel se le puso de gallina y el bello se le erizo mientras contenía la respiración al ver lo que surgía de ahí-. Hijo de puta… -musitó asombrado y con los ojos muy abiertos observando como del piso inferior comenzaba a asomar una mano putrefacta.
Ya había visto suficiente, cerró la puerta tras de sí y siguió a Fribba, aun sin creer lo que había visto, pero aun creyó menos lo que sucedía cuando al fin, al final de aquel túnel divisó una luz que prometía ser la salida
.- -¡Es una salida!-exclamó Fribba, para su alivio ella también la veía, no era una alucinación ¿Sería el fin de aquella pesadilla? ¿De verdad tendrían la salida tan cerca? Solo los separaba una espesa maleza, Eirik sonrió para sí
<< Esto no es nada comparad con las profundidades de la arboleda >>pues estaba más que acostumbrado a la frondosidad y a las telarañas, sacó su hacha de guerra, le dio su cuchillo de caza a Fribba y entre los dos comenzaron a abrirse paso entre la maleza. La joven dio un pequeño gritito de susto cuando unas arañas, del tamaño del puño de Eirik comenzaron a descender y una le cayó a ella en la cabeza-. Tsé… -farfulló como quien no quiere la cosa, espantando al bicho de un manotazo-. Nos hemos enfrentado a un basilisco, estamos siendo perseguidos por un espectro ¿Y te me asustas por una arañita? –medio bromeó fingiendo antipatía y espantándose otra araña de su hombro, sin embargó esta no la lanzó si no que la agarró y le dio un golpe contra la pared para matarla y se la guardó en el zurrón-. ¿Qué? –preguntó retóricamente encogiéndose de hombros al ver la cara de extrañeza de la joven, que se repitió y acentuó, cuando Eirik hizo lo mismo con otras tres arañas mientras decía: -. Son proteínas, todo se come. –dijo sin más y continuaron su camino.
Finalmente llegaron hasta la salida, una vez en el exterior de la cueva no pudieron evitar detenerse y mirar el exterior conmovidos, como si esa fuese la primera vez que lo veían. Volvían a estar en el bosque. Y el bosque seguía igual de tranquilo y silencioso, sin dar ningún tipo de señal sobre los horrores que ocultaba bajo tierra
-Solo un día…Tan solo un jodido día… -musitó el licántropo apenas sin voz, al ver como empezaban a clarear las luces del alba, anunciando así que la madrugada ya estaba a punto de morir y dejar paso a la mañana. Su estancia en la mina le había parecido días. Con la respiración agitada sonrió ampliamente al mismo tiempo que Fribba gritaba eufórica y lo abrazaba dando saltos, incluso besándolo en la mejilla. Eirik demasiado emocionado como para enfadarse, aceptó gustoso por una vez que lo abrazasen y lo besuqueasen, de hecho incluso él mismo correspondió el abrazo de la joven riendo de felicidad por haber escapado de aquel infierno. Tan solo tenía ganas de adoptar su forma lupina y ponerse a aullar de felicidad para luego echar a correr libre de nuevo hasta que sus patas no pudiesen más.
El licántropo se volteó hacía la mina al mismo tiempo que un extraño crujido resonaba desde el interior, posiblemente el espectro acababa de romper la puerta. Pero eso no lo asustó, ni a él ni a Fribba, ambos se miraron asintieron e hicieron un corte de mangas a la mina en gesto desafiante. Después se adentraron en el bosque a buscar un lugar bien alejado de aquella puerta al infierno, donde abrir el cofre y repartirse el botín. Además de descansar.
Eirik Argyle
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Re: Un destello brillante entre los escombros de las entrañas de la tierra [Fribba -Eirik-Libre][Cerrado]
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De repente, noté una presión en la cabeza, y que comenzó a moverse sobre mi pelo. Una araña del tamaño de un puño apareció delante de mis ojos y no pude evitar reprimir un gritito y un escalofrío, al mismo tiempo que oía a Eirik chasquear la lengua y apartando aquello que había caído sobre mi cabeza y que me imaginaba de sobre qué era. –Es que me ha sorprendido…-protesté en mi defensa ante su comentario. Levanté una ceja cuando éste se guardó las arañas muertas en el zurrón, con la intención comérselas después, aunque después de haber comido culebra y murciélago dentro de la mina… Tampoco me espantaba la idea de comer arañas, todo fuera por recuperar fuerzas.
Después de abrirnos paso entre la maleza, cortar ramas, que la ropa se nos acabara enganchando entre las molestas ramitas y demás, llegamos al final del túnel. Amanecía en el silencioso y tranquilo bosque. Me pellizqué en las mejillas, sin creerme aún que habíamos salido sanos y salvo de los horrores que ocultaba la mina abandonada. Eufórica, solté un grito de felicidad, aliviada, me abracé a Eirik, plantándole un beso en la mejilla, y ambos reímos de la alegría. Un crujido lejano parecía querer acabar con nuestra felicidad por la recién devuelta libertad: aquello que nos perseguía debía estar rompiendo la puerta. ‘’Ah, no, de eso nada’’, pensé, no iba a permitir. Nos volvimos hacia la entrada y, con un gesto burlón, nos despedimos de nuestra aventura.
Nos adentramos en el bosque hasta llegar a un pequeño claro por el que pasaba un riachuelo. Yo me quité la venda de la herida del tobillo con cuidado y me lavé la herida en el agua mientras Eirik, con algunas ramas secas y el pedernal conseguido en la mina, encendía una pequeña hoguera y, tras preparar las arañas, las clavó en varios palos y las dejó cocinándose junto al fuego. El agua estaba fría y era limpia y cristalina; junté ambas manos y me eché un poco en la cara para refrescarme y espabilarme. En ese momento fue cuando recordé el cofre que Eirik había guardado en su zurrón, por lo que salí del agua a toda prisa, descalza por la hierba y salpicándolo todo al salir. El joven estaba examinando el cofre con motivos piratas cuando llegué a su lado. -¡Deja que lo abra yo, deja que lo abra yo, por favor, por favor!-le pedí, entusiasmada, él me miró de reojo. –Oh, vamos, de todas formas soy yo la que tiene la llave-sonreí con malicia-. ¡Venga, dame el cofre!-alargué la mano para cogerlo, pero él se levantó y lo alzó para que no pudiera llegar hasta él-. ¡Eh, no es justo!-protesté, malhumorada, dando saltos a su alrededor, cabreándome tras ver que seguía burlándose de mí. -¡Qué te digo que me lo des! ¡O te quedas sin ver lo que contiene!-insistí y, al final, Eirik depositó el cofre en mis manos.
Contenta, me senté con las piernas cruzadas en la hierba y puse el cofre sobre mi regazo. Busqué la cerradura. –Veamos…-murmuré con la llave en la mano, nerviosa por la emoción. Le di la vuelta al cofre y miré por todos lados: por los costados, por debajo, por la parte de detrás… Mas no encontraba por ninguna parte el hueco donde debía encajar la llave. Eirik chasqueó la lengua, impaciente, y me dijo que le dejara probar a él. –Que no, que lo abro yo-continué en mis trece. Al ver que quería quitarme el cofre de las manos, gateé hasta el otro extremo de donde se encontraba él y, protegiéndolo con mis manos. Observando la calavera de metal que tenía en él, la examiné mejor y me fijé en que, en el ojo derecho de ésta, escondida, estaba la cerradura. -¡Ajá!-exclamé, triunfante. Eirik se colocó a mi lado. -¿Preparado?
Lo primero que vi nada más abrirlo fue algo reluciente, muy reluciente: el cofre estaba a rebosar de aeros. Comenzamos a gritar de la emoción, chocamos las manos, llenos de felicidad; aquello sí que era una gran recompensa y sorpresa. Enterrados entre las monedas, encontramos, además, un frasquito que contenía un líquido amarillo brillante y un broche con una piedra verde en forma de ojo acompañado de un pergamino. Eirik me dejó a mí el broche, pues no estaba muy seguro de querer quedárselo y yo estaba conforme con él. Cogí el amuleto y lo levanté, mirándolo con ilusión: la piedra esmeralda relucía al incidir sobre ella los rayos del sol.
Tras guardarme el broché, rebusqué en el zurrón de Eirik como si fuese el mío, el tarrito que contenía el potingue verde para las heridas y me acerqué a él. –Pues curarte, ¿qué iba a estar haciendo si no?-respondí, encogiéndome de hombros cuando me preguntó que qué hacía. El negó con la cabeza, divertido, y me explicó que esa pasta sólo era para las contusiones. Avergonzada por mi error, volví a por el tarrito que me indicó y regresé a su lado con la cuerda hecha por los manteles. Tras otra discusión, pues ambos éramos muy cabezotas, conseguí que me dejase vendarle un corte que tenía en el hombro después de aplicarle el ungüento para cicatrizar heridas. Eirik refunfuñaba por lo bajo. –Es por tu bien, no te quejes-le repliqué, terminando el vendaje.
La carne de araña había acabado de dorarse y nos la repartimos entre ambos. No era especialmente sabrosa, pero sabía mejor que la de murciélago. Me tumbé sobre la hierba, boca arriba y cerré los ojos. Todo había acabado, pero, ¿y ahora qué? Giré la cabeza hacia Eirik, bostezando. –Entonces… ¿Vas a proseguir tu viaje?
Fribba Hedevary
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Re: Un destello brillante entre los escombros de las entrañas de la tierra [Fribba -Eirik-Libre][Cerrado]
- Aclaracion:
- Todo lo referente a Fribba y su comportamiento a sido pactado con su user
Llegaron a un pequeño claro cerca de un riachuelo, mientras Fribba se cuidaba de su herida, Eirik decidió hacer algo productivo. Sacó la yesca y el pedernal que había encontrado en la mina y con algunas ramas y hojas secas encendió una hoguera para preparar las arañas, no iba a ser el desayuno más sabroso del mundo, pero sí que sabría a gloria por el simple hecho de haber salido de aquel infierno con vida. Mientras esperaba que los insectos se cocieran, se sentó con una pierna flexionada y un brazo apoyado en ella y miró hacia la dirección donde estaba la mina. Sonrió orgulloso por el mero hecho de seguir vivo
<< Otro día será >>concluyó con una pequeña risa sarcástica, no es que el licántropo quisiera morir, pero no solía valorar en demasía su vida por el simple hecho de que le parecía conforme vivir un día más. Al fin y al cabo no tenía nada por lo que querer ambicionar futuro alguno. Suspiró algo cansado a la par que tranquilo, abrió su zurrón y sacó el cofre que habían encontrado al mismo tiempo que la joven pelirroja se sentaba a su lado ansiosa.
. -¡Deja que lo abra yo, deja que lo abra yo, por favor, por favor!-pedía entusiasmada, el mayor la miró de rojo reprimiendo una media sonrisa ante aquel comportamiento tan pueril, pero que por algún motivo que no sabía especificar no le molestaba. Él lo atribuyó a la costumbre o al cansancio –Oh, vamos, de todas formas soy yo la que tiene la llave-sonrió con malicia enseñándole la llave de manera burlona-. ¡Venga, dame el cofre!-ella siguió insistiendo alargando la mano para cogerlo, sin embargo Eirik no se lo iba a poner tan fácil
-Bien, pues cógelo –anunció con cierta impertinencia, levantándose de golpe y levantando el cofre con una mano, alejándolo del alcance de la menudita humana, que se puso a dar saltitos a su alrededor con los brazos extendidos para atrapar el cofre mientras protestaba
-. ¡Eh, no es justo!-cada vez más enfurecida por las burlas inocentes pero molestas -¡Qué te digo que me lo des! ¡O te quedas sin ver lo que contiene!-insistía una y otra vez, Eirik esbozó una sonrisa tranquila y finalmente deposito el cofre entre las manos de la joven
-Anda toma – se lo ofreció sentándose de nuevo, sin quitarle la vista de encima a la pelirroja observando con simpatía como se sentaba contenta, con sus piernas cruzadas sobre la hierba y examinando con una amplia sonrisa el cofre sobre su regazo
–Veamos…-murmuró con la llave en la mano, nerviosa por la emoción. Le dio la vuelta al cofre buscando la cerradura, no la vio y volvió a hacer girar la caja repetidas veces , dándole la vuelta una y otra vez, como quien prepara una tortilla de patatas, el licántropo no pudo evitar volver a sonreír divertido, pues hacía rato que él había dado con la cerradura. Al final se le acabó la paciencia y chasqueó la lengua
-¿Por qué no me dejas a mí? –preguntó alzando una ceja con impertinencia, la joven no tardo en protestar
–Que no, que lo abro yo- Eirik suspiró e intentó quitarle el cofre de las manos pero Fribba gateó hasta el lado opuesto donde estaba sentado él, para evitar que se hiciera con el cofre protegiéndolo con sus manos, como una niña pequeña que no quería que le quitasen sus juguetes nuevos. El de ojos azul oscuro meneó la cabeza dando la disputa por perdida. Siguió observando a la joven en silencio y con algo de curiosidad como ella volvía a examinar la calavera de hierro.-¡Ajá!-exclamó contenta, Eirik sonrió, empezaba a encontrar que aquel carácter alegre después de tanto tiempo vagando solo era incluso reconfortante y más habiendo escapado por los pelos de la muerte.
<< Al fin… >>pensó con las cejas levantadas y se colocó al lado de la joven, tan cerca que incluso él se sorprendió al no guardar distancia alguna y no sentirse incómodo con ella. Al fin y al cabo, la había llevado a cuestas todo un día, ahora sería estúpido incomodare con su cercanía. Se encogió un poco intimidado cuando ella lo miró de repente y le sonreía ampliamente. La gente no solía mirarle y menos sonreírle de aquella manera tan abierta
-¿Preparado? –preguntó animada, él asintió lentamente extrañado por el comportamiento de la humana, definitivamente era algo extraña. Extraña pero agradable.
Al abrir el cofre lo primero que saltó a la vista fue que estaba a rebosar de aeros, algo que sin duda era bueno, ambos jóvenes comenzaron a gritar de la emoción y chocaron las manos en gesto triunfal al contar un total de 1500 aeros que Eirik repartió entre los dos 750 cada uno, cuando ella le miró sorprendida, él se encogió de hombros
-¿Qué? Has hecho la mitad del trabajo, te mereces la mitad de lo que hay en este cofre –explicó de manera áspera, por el simple motivo de que él tenía ese carácter, pero al mismo tiempo con sinceridad. El cofre, además contenía un frasquito con un líquido amarillo y reluciente y un bonito broche con una piedra verde en forma de ojo, ambos tenían sus instrucciones además de un pergamino dirigido a la persona para la que debía de ser el contenido del cofre-. Toma, los broches son de nenas –fue su forma de darle parte del botín en agradecimiento, además que ¿Para qué quería un medallón para ver a través de los ojos de un animal si podía convertirse en uno?
Se guardó las pociones y observó con curiosidad como Fribba rebuscaba en su zurrón. Sinceramente no le dio importancia, tampoco es que la joven pudiese robarle algo de valor. Alzó las cejas al ver que sacaba el pote con la pasta verde para los golpes y se acercaba a él con intención de curarle, se apartó, eso ya iba a ser demasiado contacto físico. Ademas estaba bien ¡Y ese ni siquiera era el tarro adecuado!
-Q…¿Qué haces…? –preguntó sin ganas haciendo una mueca de rechazo y apartándose con desgana, pero más pasivo que agresivo en verdad
–Pues curarte, ¿qué iba a estar haciendo si no?-respondió simple y llanamente encogiéndose de hombros y acercándose más, ella fue a curarlo y él chasqueó la lengua y alzó las cejas resignado
-Ese solo sirve para los golpes. Para desinfectar heridas es ese rojo de ahí –le indicó señalando con el dedo un pequeño botecito de color granate y hablando en un tono en un tono suave, casi rozando la sumisión con algo de diversión pero sin perder el toque de arrogancia que distinguía a aquel licántropo. Fribba se sonrojó algo avergonzada y fue a recoger el potecito y de paso trajo consigo la cuerda hecha con manteles.
La pelirroja con cuidado desinfectó sus heridas, aunque de vez en cuando Eirik fruncía un poco el ceño y los labios reprimiendo algún siseo por el dolor
-Pero déjame ya… -refunfuñó apartándose de nuevo cuando ella intentó vendarle una herida del hombro, tras otra discusión pues lo único que tenían en común era la cabezonería, Eirik se dejó curar no sin seguir refunfuñando.
–Es por tu bien, no te quejes-le replicaba ella de manera paciente y a juzgar por la pequeña sonrisa que intentaba disimular, algo divertida. Aquello provocó que el propio licántropo sonriese al pensar que cualquiera en el lugar de Fribba lo habría mandado a la mierda. De nuevo la pelirroja no vio la sonrisa, pues cuando apartó la vista del vendaje con un: -. Ya está –y dando un par de palmaditas satisfecha, Eirik volvió a adoptar automáticamente su habitual expresión adormecida pero arisca. Luego comprobó que la carne de araña había acabado de dorarse , Eirik la repartió entre ambos. Para su sorpresa una vez más Fribietta no hizo ascos a la “peculiar” comida. No hizo más caso que eso, pues pensaba que así mejor, cuando viajabas no debías de ponerte exquisito con lo que comías. Además las arañas no estaban tan mal, era crujiente aunque algo amarga y un poco picante, a decir verdad habría preferido otro murciélago. Cuando se terminó el desayuno se tumbó sobre la hierba y permaneció en silencio medio adormilado con una ramita en la boca, ya que un trozo de carne se le había quedado entre los dientes y le molestaba.
Miró a la joven de reojo cuando al terminarse su araña también se tumbó sobre la hierba quedando a su lado. Suspiró tranquilo al saber que todo había acabado, desviño de nuevo la vista al cielo. El cielo ya había adoptado su azul celeste y apenas quedaba oscuridad ya, vio unas cuantas aves revolotear en el cielo y se dejó invadir por el aire fresquito de la madrugada. Lo siguiente sería ir a Lunargenta para cumplir la promesa que le hizo a River. En ese momento la voz de la joven le llamó la atención
- Entonces… ¿Vas a proseguir tu viaje? –preguntó ella en un tono que Eirik no supo interpretar, él se incorporó
-Sí –respondió sin más, luego se sacó la ramita de la boca, y la dejó caer en el suelo, se desperezó y se levantó-. De hecho, debería irme ya… -aseguró recogiendo sus cosas, luego miró a la muchacha pelirroja unos segundos en silencio, debatiéndose si decirle algo o despedirse e irse-. Tu… -comenzó a decir con algo de dificultad, al ver que ella levantaba la vista y le prestaba toda la atención, el licántropo algo inquieto guardó silencio unos segundos, frunció los labios y le ceño algo desubicado y se rascó detrás de la cabeza de manera desgarbada-. ¿Estarás bien…? –preguntó con algo de inseguridad, no es que quisiera viajar con ella, pues él tenía cosas que hacer y le gustaba viajar solo pero por otro lado tampoco quería dejarla a su suerte.
La joven bajó la mirada aparentemente algo desilusionada y asintió. Él respiró hondo y asintió lentamente con los labios fruncidos, definitivamente era un cateto a la hora de hablar con alguien
-. Bien… -concluyó en el mismo tono algo confundido, luego buscó en su zurrón y sacó el tarrito de pasta verde-. He. –la llamó, ella levantó la mirada a tiempo de coger en el aire el tarrito-. Cuídate ese tobillo –fue su forma de despedirse, justo antes de darse la vuelta e irse por donde había venido.
Eirik Argyle
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