MERCADO de Aerandir

Ya estaba en mi taller, por llamar de alguna forma a ese puesto improvisado en medio de una feria de ganado, y viendo que nadie se acercaba, opté por continuar revisando los planos e ir mejorando mis técnicas. Lamentablemente, los siguientes que cogí eran de armas a distancia, que en algún momento debería aprender a hacerlos, pero no me generaban ningún interés, de todas formas, no es como si tuviera nada mejor que hacer y me daba pereza ponerme a buscar otros, así que cogí maderas flexibles, cuerda y me puse a practicar.

Cuando conseguí obtener ya resultados aceptables, di por aprendido todo lo que necesitaba saber sobre ese tipo de armas y continué en estudio con otras cosas. Al menos el siguiente modelo era para hacer un escudo, algo que confiaba en que me viniera bien sabiendo que el actual era más la tapa de un cubo de basura que un escudo. Lo que proponían los planos me generaba bastante más confianza, aunque también me iba a hacer falta destreza para que no se me abollara por dejar aire entre las diferentes capas de tablas.

Con suficiente esfuerzo y prácticas, y un par de estrepitosos fracasos, conseguí fabricarme un escudo con la resistencia esperable a la par que un peso manejable. Satisfecho con el resultado, continué con algo más tranquilo, viendo como añadirle cajones secretos y otras virguerías a muebles. Dudaba que fuera a darle mucho uso, pues el uso principal que daba a los muebles era reventar sillas sobre gente, pero la verdad es que estaría bien poder ponerle estos detalles a los muebles cuando esperase que fuesen a recibir un uso más habitual. De hecho, una mesa con un falso fondo en el cajón podría venirme bien para guardarme todas estas guías de carpintería y alquimia, que solo me faltaba que me las fuera a robar alguien, al menos escondidas en una mesa estarían seguros salvo que algún iluminado decidiera robarse directamente la mesa. Aunque claro, para eso igual antes debería buscarme una vivienda más permanente, tampoco sonaba como un gran plan el ir cargando yo con la mesa por el mundo.

Los viajes, cada pueblo, cada una de las personas y cada mercado me permitía obtener ideas y practicar en la medida de lo posible. Los pedidos enviados por Galatea me ayudaban, al igual que la ayuda de Meleis era bien recibida al momento de entregarlos. Antes de darme cuenta había mejorado mucho en la confección de armaduras, logrando así como último logro una un poco más pesada que la que solía llevar, cosa que en un principio representó un reto.

La cosa no paraba allí pues gracias a mis habilidades de arcanista fue bastante sencillo hacerle algunas mejoras a esas túnicas que solía llevar los magos, era una lástima que para este punto del recorrido y del año no había vuelto a saber de aquel elfo pelirrojo pues estaba segura que podría serle de utilidad, él se lo perdía.

De lo que me sobraba y quizás de experiencias previas, terminé por hacer una especie de kit que permitía jugar un poco con la apariencia, admito que e un principio parecían disfraces sacados de libros de maldiciones, por suerte la práctica no desampara y el trabajo constante no traiciona.

Aprendí también, en una de las paradas, a intercambiar mi trabajo por hospedaje, siendo en aquella ocasión en particular la confección de sillas de montar que a primera instancia los dioses parecieron benevolentes pues sin su ayuda en la iluminación de mis ideas no sé cómo hubiera logrado hacer algo parecido. Por suerte la estética no estaba en el paquete, pero tras lograr hacer algunas más , la cosa mejoró.  

Con tanto trabajo necesitaba mejorar mis materiales y ampliar mi bolso, por lo que la investigación en la búsqueda de los materiales adecuados fue prioritaria en cada una de las paradas para saber qué podría o no utilizar.

Mi camino del conocimiento en este arte no acababa, aún tenía mucho por descubrir...    

Después de un tiempo trabajando en los puertos tenía ya ganas de hacer algo más sencillo. Pues el plan de hacer un barco sonaba bien, pero si ya me costó encontrar a unos marineros con la falta de criterio suficiente como para aceptar que les hiciera un barco gratis a cambio de que me dieran la madera necesaria para ello, el haber logrado que ese barco se mantuviera a flote y fuese aceptablemente manejable había sido considerablemente peor. Pero al menos esos tipos tenían su barco de pesca y yo había entendido bien el sistema para construirlos.

Y mi mejor plan para pasar a algo sencillo fue hacer trampas, porque por alguna inexplicable razón, al optar por mi siguiente proyecto me había creído que podía hacer eso sin acabar atrampado, pinchado ni volando por los aires en el proceso, todas ellas situaciones que sucedieron más de lo que me gustaría admitir. Al menos, tras una buena dosis de trabajo había conseguido había conseguido crear unas trampas que ni saltaran solas ni se desmontaran al colocarlas. Sólo quedaba probar si eran funcionales, así que cogí unos listones que me sobraban y me dispuse a ello. Después de un golpe enérgico a la trampa de pinchos vi que la tabla ahora tenía unas puntas clavadas, así que podía suponer que estaba funcionando correctamente. Seguidamente, avancé hasta la trampa de osos, y al pulsar el mecanismo, se cerró con fuerza suficiente para que pasara a quedarme solamente con medio listón en la mano. Quizás el partir la tabla era pasarse de eficiencia, pero dejaría que fuese mi próximo objetivo quien pudiera juzgarlo. Por último tenía la trampa explosiva, pero cuando iba a pulsarla como hice con la anterior, se me ocurrió que igual estar tan cerca de la explosión no iba a salir bien. Entonces me alejé un poco y volqué una mesa para hacerme de parapeto, convencido por mi sistema defensivo, procedí a lanzar la tabla hacia la trampa. Media docena de lanzamientos fallidos después conseguí acertarle, y tras escuchar el petardazo vi un fragmento de madera rebotar en la pared y caer junto a mi, convenciéndome tanto de la utilidad del artefacto como de la buena decisión de poner distancia entre eso y yo.

Había sido una temporada fructífera en cuanto a la carpintería, ya solo iba a necesitar algunos incautos y algún animal de tiro para poder probar mis nuevos carros. Hasta el momento había visto que eran estables y podían aguantar mi peso aunque estuviese moviéndome dentro, pero eso no significaba que pudiera hacerlo en movimiento o que estuviera capacitado para desplazarse por terrenos difíciles sin caerse a cachos.

Se me estaban acabando los pergaminos con planos de como hacer carpintería de calidad razonable, y ya que había terminado de preparar objetos decorativos aprovechando que Teufel se había ido a pescar, y a que tampoco era algo que tuviese mucha pérdida, me tocaba afrontar eso que llevaba esquivando desde que adquirí los planos, construir una casa.

Todavía recordaba como a Gaegel se le había caído encima la que intentaba reparar en ese campamento de refugiados, pero era lo único que me quedaba por dominar de lo que había adquirido, y un tipo me había ofrecido el terreno y la madera necesaria a cambio de una casa que no estaba seguro de poder construir. No sabía si el sujeto estaba muy desesperado o muy loco, pero me vi obligado a aceptar.

Tras unos días de trabajo para pulirlo y tratar todo el material con resina, opté por pedir ayuda a la nutria para levantar las vigas y poner las paredes y el tejado. Tras unos días más de esfuerzo, conseguimos tener una casa que al menos desde fuera se veía funcional. Aunque aún así, no me aportaba mucha confianza.

- Si yo fuera tú, no entraría ahí dentro hasta que su flamante dueño lo haya hecho.

- ¿Tan poca confianza tienes en lo que hemos hecho?

- No es tanto desconfianza como que... Bueno, ¿tu no le darías una baya que parece comestible pero nunca has probado a un amigo, no? Pues lo mismo, prefiero que si se cae sea sobre otra persona.

- ¿De verdad esperas que se caiga al abrir la puerta?

- Ya, igual eso es pasarse. De todas formas esperaré fuera.

Afortunadamente, no tardó mucho en aparecer el dueño, y para mi alivio, no sólo la casa no se le cayó encima al abrir la puerta, sino que además le gustó. Tras los agradecimientos por el trabajo, y evitar hacer preguntas sobre sus prisas por tener una casa, recogí mis cosas y me puse en marcha hacia el siguiente pueblo junto a la nutria.

- Bueno, parece que ha salido bien. Aunque en cualquier caso, creo que mejor si no volvemos nunca por aquí y así evitamos sorpresas desagradables.